hernando de magallanes

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1 Hernando de Magallanes nació el año 1480 en el seno de una distinguida familia portuguesa. Su linaje contribuyó tempranamente a situarlo. Vivió su infancia en la corte lusitana en calidad de paje de los reyes, y sobre esa posición pudo interiorizarse, desde muy joven, de las maniobras y secretos que dominaban la alta política europea. Como cualquier adolescente noble y bien situado, dedicó gran parte de sus sueños juveniles al manejo Hernando de Magallanes

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vida y obra de hernando de magallanes

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  • 1Hernando de Magallanes naci el ao 1480 en el seno de una distinguida familia portuguesa. Su linaje contribuy tempranamente a situarlo. Vivi su infancia en la corte lusitana en calidad de paje de los reyes, y sobre esa posicin pudo interiorizarse, desde muy joven, de las maniobras y secretos que dominaban la alta poltica europea.Como cualquier adolescente noble y bien situado, dedic gran parte de sus sueos juveniles al manejo

    Hernando de Magallanes

  • 2de las armas. Las correras imperiales portuguesas le ofrecieron la mejor de las oportunidades. No le falt ningn escenario para probar su valor, desde las costas del frica hasta los ms lejanos rincones del Asia. Hasta que, inesperadamente, antes de terminar su juventud, un accidente de batalla vino a truncar su carrera para siempre: una bala traidora le destroz la pierna.Despus de aquel suceso, Magallanes no tuvo ms remedio que rendirse a la evidencia. De sus aos juveniles slo le restaba un amor desmedido por la aventura y una herida que lo dejara tullido de por vida. Ambas caractersticas no podan convivir juntas. Le era necesario madurar y repensar enteramente su futuro.Debi cambiar los salados aires del mar por el enrarecido ambiente de una oficina. Fue confinado a trabajar en despachos de gobierno, y all hubiera quedado su vocacin de aventurero de no haber sido porque, contra todos sus propsitos, la ilusin termin siendo ms grande que la cojera.En realidad, aquel retiro forzado le sent bien. Fue en esos tiempos cuando comenz a estudiar mapas que daban cuenta de territorios vrgenes y ocanos desconocidos. En manos de un funcionario cualquiera

  • 3no hubieran sido ms que fros documentos en espera de ser archivados. No as en las de Magallanes. Esas amarillentas cartas de navegacin con que trabajaba le parecan una muda invitacin a realizar proezas. Hasta que un da, cansado ya de soar, pidi audiencia con el rey para proponerle un proyecto fascinante: encontrar la ruta hacia las fabulosas islas de las especias, las Molucas.En aquel tiempo, las especias venidas del Oriente constituan un recurso indispensable y extraordinariamente costoso: no slo preservaban los alimentos a lo largo del tiempo; eran tambin capaces de curar extraas enfermedades. Como negocio, ofrecan la inaudita rentabilidad del 2.000 por ciento. Magallanes saba que durante muchos aos Portugal haba perdido el sueo examinando aquel proyecto. Cualquier potencia que pudiese monopolizar ese comercio habra encontrado una autntica mina de oro.Lamentablemente, los tiempos no estuvieron de su parte. La corte lusitana se senta en ese momento muy cerca de alcanzar la meta. Una vez doblada la punta sur del frica, el Oriente pareca al alcance de la mano. No tena sentido mandar nuevas expediciones,

  • 4y menos a cargo de un mutilado de guerra.Magallanes, sin embargo, no qued tranquilo. Tena el carcter fuerte y la mirada decidida. Airado por aquel desprecio, decidi buscar nuevos horizontes. Y muy consciente de lo que haca, parti a ofrecer sus servicios al monarca vecino. Segn l mismo afirmaba, con ello no haca injuria alguna a su patria. De acuerdo a sus estudios, las Molucas quedaban dentro de la demarcacin hispana establecida con el tratado de Tordesillas en 1494.El ao 1517, Magallanes lleg a Sevilla con la intencin de presentarse ante el rey de Espaa, el cristiansimo monarca y futuro emperador, Carlos V. El cambio de aires no pudo ser ms acertado. Para aquel soberano resultaba fundamental tomar posesin de esas islas, no slo por la cantidad de recursos naturales que contenan, sino tambin porque representaban una posicin estratgica privilegiada en la carrera por el dominio del Ocano. Por lo dems, su familia haba ganado mucho apostando por aventureros. Su abuela, Isabel la Catlica, lo haba hecho veinticinco aos antes con un proyecto muchsimo ms descabellado. Por qu no poda hacerlo tambin l?Un ao ms tarde, el plan estaba totalmente

  • 5trazado. A cargo de una pequea flota de cinco naves, Magallanes buscara una va que permitiera alcanzar las islas Molucas, en el Pacfico sur. Las capitulaciones firmadas con Espaa establecan que, tanto al aventurero como a sus descendientes, les correspondera el gobierno de todas las tierras encontradas, adems de una vigsima parte de las ganancias que procuraran tales descubrimientos. No era poco estmulo para un hombre que hasta haca pocos meses tena como nico horizonte una inspida carrera de burcrata. Inesperadamente, aquel lisiado haba logrado doblarle la mano al destino.El nuevo Almirante contaba por aquel entonces cuarenta aos. Tena la cara larga, la nariz fina y la barba poblada. Su mirada, firme y decidida, posea el tono aristocrtico y distante de quien se sabe diferente y superior a los dems. Estaba listo para emprender la aventura de su vida y era consciente de todos sus riesgos. Muchas veces le haba visto al mar el rostro airado. Por qu iba a temer ahora?Su primer obstculo lo encontr a mucha distancia del ocano. El rey de Portugal estaba lejos de sentirse satisfecho con aquel desenlace. Aunque l poda prescindir de un aventurero como Magallanes, la idea de que navegara bajo banderas espaolas hasta las Molucas, era un riesgo que no estaba

  • 6dispuesto a correr. El soberano hizo de todo por desprestigiarlo ante la corte espaola. Curiosamente, sus maquinaciones tuvieron un efecto contrario: las intrigas portuguesas terminaron de convencer al rey Carlos de la importancia de aquel viaje.Entre maniobras, preparativos y negociaciones, lleg finalmente el momento de la partida. Con el apoyo real, Magallanes haba reunido una poderosa escuadra compuesta por cinco naves y 270 hombres, capaz de afrontar una larga travesa de dos aos. El 20 de septiembre de 1519 la flota se pona perezosamente en movimiento desde Sanlcar de Barrameda. Hubiera sido imposible adivinarlo, pero el panorama que se le vena encima resultaba poco halageo: amotinamientos, tormentas, enfermedades y hambrunas.Apenas el barco perdi de vista la costa, comenzaron las dificultades. A pesar de su carcter y experiencia, la tripulacin no pareca respetar a Magallanes. Todo en l provocaba burlas: su aspecto cuidadamente aristocrtico, su cojera torpe y manifiesta, su burdo acento portugus... Las rdenes que imparta apenas lograban suscitar algo que no fuera el escepticismo y la displicencia.La distancia que le manifestaban sus subordinados

  • 7enrareca toda la cadena de mando. Herido en su amor propio, Magallanes se protega aislndose por completo de sus hombres. Y cuando surga una diferencia, se resista a dejarse aconsejar por sus capitanes, mostrndose dispuesto a imponer sus rdenes a cualquier precio. Aquel ambiente opresivo ofreca un campo abonado para el motn.Semanas ms tarde, con la tensin y el cansancio acumulado, la expedicin entraba en la baha de Ro de Janeiro. Las naves avanzaban tanteando la costa, tal como lo hara un ciego buscando con su bastn el fin de un muro. Pretendan encontrar el ltimo extremo de aquel continente interpuesto en su camino a las Molucas.Recorrieron la costa de Brasil y atravesaron la desembocadura del fascinante Ro de la Plata. De ah en adelante la tierra fue hacindose ms rida, desierta y misteriosa. El paisaje terrestre dej atrs los verdores del trpico y comenz a asumir un aspecto gris y desolador. En cada recodo asomaban extraos animales: guanacos, pinginos, lobos de mar... Nadie haba visto jams algo parecido! Los fros eran intenssimos y los vientos parecan no descansar nunca.Al llegar a la baha de San Julin, Magallanes decidi

  • 8invernar durante un periodo de tres meses. La decisin gener el primer quiebre dramtico en aquella odisea. Lanzar las anclas pareca un absurdo a aquellos marinos experimentados; entre otras cosas, porque significaba racionar la comida hasta lmites insostenibles. A sus ojos pragmticos, era necesario continuar hasta el sur, seguramente hasta los 60, y si no lograban encontrar el corredor que los llevara al otro lado del mundo, simplemente echar marcha atrs en busca de tierras ms clidas.Magallanes, sin embargo, apenas se inmut ante las crticas. Fiel a su costumbre, se mantuvo impertrrito en la decisin que haba tomado.La tripulacin comenz bruscamente a aorar el clima soleado que haba conocido en Ro de Janeiro: aquellos parajes tenan mucho en comn con el paraso perdido. Por qu, entonces, insistir en una travesa que slo poda conducirlos a un mundo yermo y agotado?Por las naves comenzaron a correr vientos de sedicin. Entre los marinos se esparci la voz de que Magallanes los llevaba a la muerte. Peor an. Tal vez ni siquiera era un leal sbdito de Carlos V; quiz su nico objetivo consista en tomar posesin de las Molucas para luego entregrselas al rey de Portugal...

  • 9El motn que haba rondado aquella travesa desde sus primeros das comenz a tomar cuerpo. El descontento pareca haber perdido el pudor y se expresaba abiertamente en gestos, miradas y silencios. Desde el alto mando hasta la marinera, por todas partes se esparcan indicios de tormenta. Magallanes, mientras tanto, se limitaba a observar fra e inexpresivamente los preparativos de aquel estallido.Tal vez nadie en la tripulacin previ el giro de aquella tensa espera. Lo cierto es que, cuando la rebelin fue un hecho, Magallanes actu con una clarividencia inesperada. Organiz a los que todava le eran leales y se lanz decididamente a la lucha. Los dos cabecillas del motn murieron. Uno acab acuchillado en la refriega y otro fue juzgado, descuartizado y, ms tarde, exhibido en estacas. Dos hombres ms fueron condenados a permanecer en tierra firme, donde moriran en poco tiempo a manos de los naturales.Magallanes sali extraordinariamente fortalecido despus de aquel brutal escarmiento. Tanto que algunos historiadores consideran posible que l mismo haya azuzado aquel enfrentamiento con el objeto de renovar por completo su alto mando. Entre la marinera la hostilidad hacia su persona subi varios grados, pero tambin lo hizo el temor. De ah en adelante, la tripulacin saba que objetar rdenes

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    oficiales era correr riesgo de muerte. Para Magallanes, que jams haba hecho caso de gestos ni de miradas, era ms que suficiente. Estaba decidido a llevar adelante su empresa, fuera cual fuera el costo que debiese pagar. Y ahora tambin lo saban sus hombres.La escuadra invern, tal como el comandante haba decidido. Le pesare a quien le pesare, slo tres meses ms tarde volvi a ponerse en movimiento.Durante su paso por Tierra del Fuego, bautizada as por ciertas fogatas que vieron brillar a lo lejos, los espaoles tuvieron sus primeros contactos con los indgenas. La primera reaccin fue de sorpresa. El italiano Antonio de Pigafetta, el principal cronista de aquella aventura y uno de los dieciocho protagonistas de la primera vuelta al mundo, describi imaginativamente a los patagones como hombres tan altos que, con la cabeza, apenas les llegbamos a la cintura.El asombro ante aquellos extraos gigantes no par all. Ms adelante, observando a sus mujeres, el mismo Pigafetta afirmara (con escasa galantera, por cierto): No son tan grandes como los hombres, pero en cambio son ms gruesas. Sus pechos colgantes miden ms de un pie de largo (...). Y aunque a nuestros ojos distaban enormemente de ser bellas, sin embargo, sus maridos, parecan muy celosos.El jovencsimo Antonio de Pigafetta haba sido uno

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    de los ltimos en integrarse a aquella travesa. En Sevilla haba tenido que esgrimir una y otra vez la multitud de cartas que lo avalaban para participar en la aventura. Tal vez por cansancio, Magallanes haba terminado incluyndolo a ltimo momento en calidad de protegido. Desde sus primeros das a bordo haba decidido escribir un diario, porque saba que navegando en el ocano se observan cosas admirables. Este registro no oficial fue de lo poco que logr salvarse de aquella expedicin. Gracias a l podemos seguir paso a paso el itinerario de los buques y las impresiones de sus tripulantes.Mientras Pigafetta continuaba abultando sus crnicas, las dificultades de la expedicin se ahondaron: una de las naves naufrag y otra desert. Magallanes no hizo caso de aquellos tropiezos y continu adelante con el mismo temple que haba exhibido desde el inicio de aquella aventura. El 21 de octubre de 1520, los expedicionarios dieron la vuelta al Cabo Vrgenes y entraron al estrecho que la historia bautizara con el nombre de Magallanes. Ms de un mes dur aquella incierta navegacin en torno al fin del mundo. Finalmente, el 28 de noviembre, llegaron al umbral de un mar desconocido. Se trataba del mismo ocano descubierto por Vasco Nez de Balboa, en 1513, en las costas de Panam. Magallanes lo bautizara con el

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    nombre de Pacfico.El panorama que la tripulacin tuvo por delante aquel da fue simplemente hermoso: grandes rocas y acantilados, aguas de un azul profundo y ntido, cerros tapados de nieve blanca y pura. Despus de haber atravesado el estrecho, aquel nuevo ocano les pareci un paraso. La confianza renaci. A la vista de aquel espectculo, resultaba posible renovar la decisin de llegar a las Molucas: ltima meta de la travesa. Comenzaba, por fin, la segunda etapa del viaje.Una vez perdido de vista el estrecho, las naves enfilaron diagonalmente el ocano, con la intencin de atravesarlo de este a oeste, desde las inmediaciones del crculo polar antrtico hasta el Ecuador. Se trataba de la opcin ms inteligente y sensata para llegar a las Molucas.Lamentablemente, la paz que haba trado el nuevo mar dur poco. La navegacin se prolong por ms de tres meses sin encontrar tierras ni alimentos. Una seguidilla de islas desiertas aument la sensacin de fracaso. La calma de aquellos mares exasper los nimos y el hambre resucit el espectro de los motines. En un par de semanas la situacin volvi a hacerse insostenible.

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    Segn Pigafetta:El bizcocho que comamos no era ya pan, sino un polvo mezclado con gusanos que haban devorado toda su sustancia, y que adems tena un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de ratas. El agua que nos veamos obligados a beber era igualmente ptrida y hedionda. Para no morir de hambre llegamos al terrible trance de comer pedazos del cuero con que se haba forrado la gran verga para evitar que la madera destruyera las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario remojarlo en el mar durante cuatro o cinco das para ablandarlo un poco; para comerlo lo ponamos sobre las brasas. Frecuentemente qued reducida nuestra alimentacin a serrn de madera, pues hasta las ratas, tan repugnantes al hombre, llegaron a ser un manjar tan caro que se pagaba cada una a medio ducado.

    Con el pasar de los das, la travesa mostraba su rostro ms ttrico. Los nimos de la tripulacin estaban bajos; la falta de agua dulce haca mella en los nimos y las antiguas burlas se convertan progresivamente en expresiones de odio. Por si eso no fuera suficiente,

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    la aparicin de una enfermedad atroz y no bien conocida, el escorbuto, persegua a la marinera hasta en sus pesadillas. Segn Antonio de Pigafetta: Nuestra mayor desdicha era vernos atacados de una enfermedad por la cual las encas se hinchaban hasta el punto de sobrepasar los dientes, tanto de la mandbula superior, como de la inferior, y los atacados por ella no podan tomar ningn alimento.A los sufrimientos de la marinera se agregaba la lista de los primeros decesos. Cien das navegando en esas condiciones hacan pensar a su cronista que nadie en el porvenir habra de querer emprender semejante empresa.Magallanes, sin embargo, hizo caso omiso de las quejas, las amenazas y las maldiciones. Haba apostado demasiado en este viaje. Cmo iba a rendirse al ltimo minuto, despus de tantas privaciones? Si ni siquiera saban dnde estaban! Tal vez las islas se encontraran a la vuelta de la esquina.Para cualquier observador neutral hubiera sido muy difcil discernir si aquella tozudez terminara arrastrndolo a la muerte o, por el contrario, exaltndolo a la gloria. La lnea divisoria entre la genialidad y la obcecacin siempre ha sido muy delgada. En este caso resultaba imposible de reconocer.

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    Pocos das despus, cuando ya la expedicin pareca desfallecer, avistaron a la distancia algunas islas. Primero, Guam, despus, las Marianas, y finalmente, las islas en torno a Filipinas. Algunas de ellas parecan inesperadamente ricas; incluso tenan oro. Aquel condenado portugus tena razn!Con la emocin viva por el hallazgo, Magallanes decidi establecer las islas como principio del dominio espaol en esas tierras y se entrevist con el rey de Ceb, con quien intercambi regalos y palabras de cumplido. Le explic cules eran los deseos del soberano espaol: la evangelizacin y cristianizacin de los nativos, as como la unin entre ambos reinos. Los nativos, sorprendidos de ver llegar a sus costas al emisario de un rey tan poderoso, aceptaron de inmediato aquella embajada y organizaron una ceremonia de bautizo masivo en la que alrededor de ochocientos indgenas se convirtieron al credo cristiano. Fue el mayor de sus triunfos como comandante.Magallanes pareca haber recuperado toda la confianza que la travesa le haba ido mermando. Era comprensible: haba encontrado un lugar donde establecer sus dominios, haba asentado la religin catlica en un territorio hostil y, por ltimo, haba sido capaz de contentar a sus hombres con oro y alimentos en abundancia. Envalentonado por el xito,

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    se convenci de que la batalla estaba ganada. Poda ya olvidarse de la cautela y la prudencia. Sin saberlo, l mismo se encaminaba a su perdicin.Resuelto a no dar un paso sin cosechar otro triunfo, en abril de 1521 se dirigi a la isla de Mactn. Contrariamente a lo que esperaba, esta vez los naturales no tuvieron palabras amables ni lo esperaron con tributos humildes. Molesto por aquella fra recepcin, Magallanes quiso asentar su reputacin de hombre fuerte y prepar un grupo armado de escarmiento.Los capitanes espaoles trataron infructuosamente de hacerlo desistir. Pero, como de costumbre, el portugus no quiso escucharlos. Acompaado por sesenta soldados puso pie en la isla poco antes del amanecer, con la intencin de dar una leccin a los indgenas y a sus vecinos.Una vez all unos mil quinientos isleos cayeron sobre ellos, arrojndoles una nube de piedras. Magallanes muri atravesado por un asta. En el pnico de la fuga, los espaoles no pudieron ni siquiera recuperar su cadver. En honor a la verdad, muchos de ellos tampoco hicieron gran esfuerzo.Triste y absurda despedida! Despus de haber recorrido medio mundo, cuando ya estaba a punto de poner las manos en la ansiada meta de las Molucas,

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    Magallanes muri en una batalla innecesaria y completamente irrelevante.Una buena parte de la tripulacin sonri satisfecha ante la temprana desaparicin de su comandante. A sus ojos, Magallanes haba sido vctima de sus propias pasiones. No vala la pena lamentarse por aquel dspota infatuado que no haba dudado en llevarlos hasta las puertas de la muerte. Otros, los menos, lo lloraron sinceramente. Entre ellos, el fiel Pigafetta, que consign dolidamente en su diario: as muri nuestro espejo, nuestra luz, nuestro conforto y nuestro gua inimitable.

    Hernando de Magallanes y Juan Sebastin Elcano. La primera vuelta al globo (fragmento)

    GLOSARIO

    1. Evidencia: conocimiento seguro o certeza, clara y patente. 2. Tullido: que ha perdido el movimiento del cuerpo o de algn miembro.3. Proezas: acciones valerosas4. Audiencia: acto de or una autoridad a los que piden o reclaman algo.

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    5. Inaudita: inslita, que no se ha odo jams.6. Monopolizar: adquirir, atribuirse o tener el exclusivo aprovechamiento de un negocio. 7. Lusitana: portuguesa.8. Injuria: ofensa, falta de respeto.9. Demarcacin: lmites.10. Privilegiada: que tiene privilegios, o sea, ventajas exclusivas.11. Capitulaciones: pactos o convenios.12. Inspida: sin sabor, plana, sin gracia.13. Burcrata: empleado pblico.14. Desprestigiar: quitar o perder el prestigio, la buena fama.15. Halagueo: que halaga, que atrae con dulzura y suavidad.16. Amotinamiento: accin de armar un motn. Motn: alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, sin llegar a la gravedad de la rebelin.17. Opresivo: que oprime, es decir, que ejerce presin sobre una cosa.18. Desolador: que aflige, que provoca desconsuelo.19. Recodo: ngulo o vuelta que forma un ro o un camino.20. Odisea: viaje largo, con muchas dificultades.21. Racionar: dividir por raciones, o sea, porciones de alimento.22. Insostenible: que no se sostiene, que no se puede soportar o aguantar.23. Pragmtico: prctico.24. Impertrrito: sereno, que no se atemoriza, que no cambia de expresin ni se ve afectado.25. Aorar: Extraar, echar de menos.26. Travesa: viaje27. Yermo: terreno inhabitado.28. Sedicin: ver motn, en amotinamiento ( n 16)29. Motn: ver amotinamiento (n 16)30. Indicios: seales

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    31. Cabecillas: lderes.32. Azuzar: incitar, estimular.33. Objetar: oponer un reparo a una opinin o decisin, proponer una razn contraria a la que se ha dicho. 34. Cronista: el que escribe la crnica, o sea, el relato de los hechos.35. Avalar: garantizar, ofrecer confianza y seguridad sobre algo.36. Enfilar: ponerse en direccin hacia algo.37. Espectro: fantasma. 38. Ttrico: muy triste, muy sombro, muy oscuro.39. Mella: dao causado por algo.40. Evangelizacin: predicacin de la fe de Jesucristo o de las virtudes cristianas.41. Emisario: mensajero42. Hostil: contrario, enemigo.43. Envalentonado: cobrar valenta o arrogancia.44. Cautela: cuidado, prudencia45. Asentar: instalarse, establecerse con firmeza y seguridad.46. Escarmiento: castigo47. Infructuosamente: sin fruto, sin resultado.48. Desistir: abandonar, rendirse49. Dspota: persona que trata con dureza a sus inferiores.50. Infatuado: engredo.

    Elaborado por: Gerardo Vidal . En Retratos de la Antigedad Griega.

    Editorial Universitaria, 2001.