heller,rachael corazon sano

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CORAZÓN SANO DRA, RACHAEL F. HELLER DR. RICHARD HELLER DR. FREDERIC J. VAGNINI

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CORAZN SANO

CORAZN SANO

DRA, RACHAEL F. HELLER

DR. RICHARD HELLER

DR. FREDERIC J. VAGNINI

ContenidoNo compres este libro!

Definicin de adiccin a los hidratos de carbono Orientaciones de la American Heart Association y el ProgramaCorazn Sano para los adictos a los hidratos de carbonoIntroduccin: Una medicina nueva y ms amable

PRIMERA PARTE:EL CORAZN DEL ASUNTO: PERFIL PERSONAL DE SALUD CARDIACATres deseos para una segunda oportunidad

La conexin insulina: Internarse en el corazn del problema

Hipertensin, sobrepeso, grasas en la sangre y diabetes:Tomarse a pecho la insulina

Eres adicto a los hidratos de carbono con riesgo de contraer una enfermedad cardiaca?

SEGUNDA PARTE:TOMRSELO A PECHO: EL PLAN BSICO, PROGRAMA DE EQUILIBRIOEl Programa Corazn SanoPrimer paso: Nutricin equilibrada El Programa Corazn SanoSegundo paso: Suplementos equilibrados

El Programa Corazn SanoTercer paso: Opciones de actividad equilibrada

TERCERA PARTE:FAVORECEDORES DE LA SALUD CARDIACA, PARA HOY Y PARA MAANAOpciones saludables para el corazn, para toda la vida

En el horizonte asoman guerreros para combatir por la salud del corazn Corazn y alma: El poder misterioso de la oracin Manos auxiliadoras: No ests solo

CUARTA PARTE:RECETAS PARA EL XITOComidas cordiales I: Recetas de platos pobres en hidratos de carbono

Comidas cordiales II: Recetas ricas en hidratos de carbono para las comidas premio

Apndice:

Cmo incorporar al programa las recomendaciones dietticas de organismo de la salud?

Advertencia

La informacin que se presenta en este libro es producto de las experiencias de los autores y no pretende reemplazar el consejo mdico. No es nuestra intencin diagnosticar ni recetar, sino ayudar a los lectores a colaborar con sus respectivos mdicos en la bsqueda conjunta de la salud ptima. Slo tu mdico puede determinar si este programa es apropiado o no para ti. Por lo tanto, antes de embarcarte en ste o cualquier otro programa, consltalo; aparte de las visitas y controles regulares, expnle cualquier duda o sntoma. En el caso de que alguien hiciera uso de esta informacin sin la aprobacin de su mdico, se estara auto-medicando, lo que eximira de cualquier responsabilidad tanto al editor como a los autores.Como ocurre con todos los programas, este no le va a ir bien de buenas a primeras a todo el mundo, as que para que resulte beneficioso y produzca los mejores resultados, el interesado debe individualizarlo con la ayuda de su mdico, de acuerdo a sus necesidades y preferencias concretas.No mezcles ni juntes directrices de este programa con recomendaciones de otros. Que sea tu mdico particular quien te oriente, ayude y te haga las recomendaciones necesarias; djale este libro, para que lo lea, comprenda el programa y te aconseje. En todos los asuntos, las recomendaciones de tu mdico son lo ms importante.El cromo podra disminuir la necesidad de insulina u otros tratamientos para la diabetes. Por lo tanto, los diabticos, de forma especial, debern hacerse controlar muy cuidadosamente por sus mdicos.Este programa no est destinado a mujeres embarazadas ni en periodo de lactancia, ni a nios ni adolescentes; sus necesidades son muy especiales y escapan al alcance de este libro.Los dilogos, citas, hechos y ancdotas biogrficas que aparecen aqu son reales; se han sacado de cientos de entrevistas. No se cita ni explica el caso de ninguna persona sin que sta no haya dado su consentimiento por escrito. A excepcin de los nombres de investigadores cientficos, todos los dems se han cambiado para mantenerlos en el anonimato.Advertencia: Los trminos Reward Meal (Comida Premio), The Carbohydrate Addict's Diet (Dieta para los adictos a los hidratos de carbono), The Carbohydrate Addict's Healthy Heart Program (Programa Corazn Sano para los adictos a los hidratos de carbono), sus derivados y abreviaturas son marcas registradas propiedad de los doctores Richard y Rachael Heller y no se pueden usar sin su consentimiento.Agradecimientos

Queremos expresar nuestra ms profunda gratitud a:

Mel Berger, de la Agencia William Morris, con mucho, el mejor agente y asesor del mundo. Sus ingeniosos consejos, su sentido comn, creatividad, aos de experiencia, solicitud y esmerado trabajo lo convierten en el mejor agente y el mejor amigo que se puede tener.Cathy Repetti, responsable de la edicin de este libro, por su inters y esfuerzo en sacar a luz lo mejor de los autores.Scott Miller, el ayudante ms capacitado y trabajador de Mel Berger, cuya formalidad y competencia han sido inagotables.Richard y Rachael Heller desean agradecer adems a:

Los miembros de CASupport, que ofrecen esperanza, ayuda, experiencia, conocimiento y apoyo, gratis, a todos los que los necesitan.El doctor Leslie St. Louis, por su integridad, amplios conocimientos, generoso inters y muy sabios consejos.El doctor Douglas E. Hertford, por su inters, sinceridad y expertos consejos.Martin W Weber, que siempre estuvo disponible cuando lo necesitamos, y cuyo inters y don para hacer las preguntas oportunas en el momento oportuno (y tener las respuestas tambin) han resultado valiossimos y acertados.Irwin Neus; su capaz y eficiente coordinadora, Adrienne Belanoff, y su maravilloso personal, cuyo inters, apoyo, inteligentes comentarios y colaboracin siempre valoraremos.Deborah Nicolai y Jonathan Martin Heller (en orden de aparicin en este mundo), que aportan alegra y risas a nuestra vida.Marggie Boulineau y su excelente personal de la Comfort Inn, en Lago Buena Vista (Florida), por hacernos sentir maravillosamente en casa aunque lejos de casa durante nuestras frecuentes visitas Al Walt Disney World, donde ambos trabajamos y nos divertimos muchsimo.Apple Computer Company y su personal de apoyo, por el desarrollo, atencin y alimentacin de nuestros potentes y agradables Power-Books y PowerMacs; gracias a ellos, estos instrumentos nos han facilitado el trabajo y enriquecido nuestra vida.Yo, Frederic Vagnini, deseo expresar tambin mi gratitud a:Mi maravillosa esposa Mary Ann, la madre de mis hermosas hijas Grace y Clare, la productora y a veces coanfitriona de mi programa de radio, mi amiga, colega investigadora, confidente e inspiradora.Mis queridas hermanas Anne y Grace, que siempre han estado a mi lado, respaldndome con su ayuda y aliento; la ayuda de Anne ha sido valiossima, y Grace, monja catlica de 35 aos, jams me ha permitido olvidar el increble poder de la oracin.Susan Hill, que, entre otros puestos, ha sido directora de enfermera en The Cardiovascular Wellness Centers, directora de mi Non-Invasive Cardiology Laboratory y colega investigadora; su aguda inteligencia, su capacidad y entrega al trabajo han sido importantsimas.Mara Santoro, mi directora de nutricin y prdida de peso clnicos, que comprende las necesidades de los pacientes con la misma perfeccin que los ltimos avances en investigacin nutricional. Sus sabios consejos y esmerado cuidado han sanado, ayudado y dado esperanzas.Goeffrey Proud y Joanne Dolinar, coeditores de Cardiovascular Wellness Newsletter, por su exquisito estilo y su dedicacin a comunicar los ultimsimos descubrimientos en las investigaciones sobre salud cardiaca.Keith Frankel y Ed Frankel, propietarios de Garden State Nutritionals, que me han ayudado a desarrollar, formular y producir productos para el corazn y reguladores de la insulina de vanguardia, del siglo xxi.Mi capaz y responsable personal de The Cardiovascular Wellness Centers, cuya dedicacin a nuestros pacientes es incomparable. Y por ltimo, quiero darle la gracias tambin y muy especialmente a mi administradora Johanna Frick y a sus hijas Suzanne y Debbie.NO COMPRES ESTE LIBRO!

No se trata de un plan de talla nica para la salud cardiaca; es un programa especial pensado concretamente para los adictos a los hidratos de carbono, las personas que sienten deseos intensos y recurrentes de comer fculas, tentempis, comida basura y dulces, y que, en muchos casos sin saberlo, tienen desequilibrios hormonales que suelen causar aumento de peso, problemas con la comida, diabetes, hipertensin arterial, problemas de grasa en la sangre, aterosclerosis y, si no se corrigen, tambin enfermedad cardiaca.Si has escogido este libro porque te identificas con la expresin adictos a los hidratos de carbono, si a veces no logras controlar tu forma de comer por mucho que lo intentes, si piensas que a veces eres tu peor enemigo en lo que respecta a la comida, y si deseas encontrar un programa que no te haga pasar hambre, especialmente ideado para satisfacer tus necesidades, un programa cuerdo, sensato, en conformidad con las orientaciones dietticas de la American Heart Association [Asociacin Estadounidense del Corazn] y las recomendaciones de otros organismos de la salud, contina leyendo. Te aguarda un fabuloso viaje de descubrimientos y de libertad.En cambio, si ests muy seguro de que no eres adicto a las fculas, tentempis, comida basura ni dulces, si estos alimentos no te impulsan a comer mucho ms de lo que tenas la intencin de hacer, y ves que los deseos de comer no te sabotean el esfuerzo por sanar y mantenerte sano, no compres este libro.El Programa Corazn Sano para los adictos a los hidratos de carbono ha sido pensado para hacer una cosa y hacerla bien: equilibrar el nivel de insulina y reducir la resistencia a la insulina que causa ansias de comer, fcil aumento de peso, hipertensin, niveles anormales de grasa en la sangre, diabetes de adulto y enfermedad cardiaca. Ese nico objetivo lleva en s mismo una gran cantidad de bienestar y salud para los adictos a los hidratos de carbono que, muchas veces sin saberlo, sufren del sndrome de resistencia a la insulina, tambin llamado sndrome X.

Con este programa, a medida que se equilibra el nivel de insulina, disminuyen la resistencia a la insulina y la hipertensin, y se normalizan los niveles de azcar y de grasas en la sangre, desaparecen naturalmente las ansias de comer y el exceso de peso (y se mantiene el peso adecuado).Los adictos a los hidratos de carbono que siguen este programa se sienten cada vez mejor, y sus mdicos dicen que estn ms sanos y que han mejorado mucho ms de lo que crean posible sus indicadores de salud cardiaca; todo esto sin dificultades ni sacrificios.Si crees que podras ser adicto a los alimentos ricos en hidratos de carbono, si a veces te vence el deseo de comer fculas, tentempis, comida basura y dulces, si has perdido el control cuando has puesto todo tu esfuerzo en evitarlos, entonces has encontrado el programa correcto para ti. Bienvenido. Tenemos esperndote un mundo maravilloso de cambios que te entusiasmarn.Pero si no eres adicto a los hidratos de carbono, queremos que sepas que, si bien ninguna de las directrices y recomendaciones de este programa te causar dao alguno, aun as, no est pensado para ti.Despus de tanto tiempo de avergonzar y culpar a los adictos a los hidratos de carbono, ahora, por fin, les ha llegado su momento, su oportunidad para recuperar la salud y la felicidad que se merecen. Esto te permitir entender por qu hemos de ser francos y decirte que, si no eres adicto a los hidratos de carbono, no compres este libro.DEFINICIN DE ADICCIN A LOS HIDRATOS DE CARBONOLa adiccin a los hidratos de carbono es un desequilibrio fsico que provoca ansias o deseo incontrolable de comer alimentos ricos en estos elementos, una necesidad recurrente y cada vez mayor de comer fculas, tentempis, comida basura o dulces.Los alimentos ricos en hidratos de carbono son, entre otros: el pan, los bollos, los pasteles, los cereales, el chocolate, las galletas dulces y saladas, la fruta y los zumos de fruta, el helado de crema, las patatas, las patatas fritas, las pastas, las rosquillas, el arroz, las empanadillas, las palomitas de maz y las bebidas azucaradas.Adems, los productos de efecto semejante, como los sustitutos del azcar, las bebidas alcohlicas y el glutamato monosdico (y tambin los glutamatos libres) pueden desencadenar ansias intensas de comer hidratos de carbono, aumento de peso o problemas relacionados con la insulina, entre ellos hipertensin, niveles peligrosos de lpidos en la sangre, diabetes de adulto, aterosclerosis y enfermedad cardiaca.Hasta el 75 por ciento de las personas que tienen sobrepeso e hipertensin o niveles peligrosos de lpidos en la sangre son adictos a los hidratos de carbono. Aunque muchas personas podran sospechar que la causa de esas ansias y subida fcil de peso es un desequilibrio fsico que desencadena o exacerba muchos de sus problemas de salud, por lo general esta causa subyacente no se diagnostica ni se trata.

Orientaciones de la American Heart Association y el Programa Corazn Sano para los adictos a los hidratos de carbono

El Programa Corazn Sano para los adictos a los hidratos de carbono no es otra dieta pasajera ms; es un programa equilibrado, con base cientfica, capaz de corregir el desequilibrio insulnico que causa las ansias de comer hidratos de carbono y pone en riesgo de enfermar del corazn. Lo mejor de todo es que contribuye a acabar para siempre con el peligro de la insulina para la salud cardiaca.

Las directrices de este programa estn en conformidad con las actuales recomendacionesAmerican Cncer Society y el Departamento de Salud y Servicios Humanos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

Los informes de estos muy respetables organismos ofrecen orientaciones para prevenir, entre otros trastornos, la diabetes de adulto, la obesidad, el cncer, la hipertensin arterial, los accidentes cerebrovasculares, la aterosclerosis y la enfermedad cardiaca. A lo largo del libro, y particularmente en el Apndice, encontrars sugerencias para incorporar al programa las recomendaciones de estos organismos.No olvides que slo tu mdico puede determinar qu directrices o recomendaciones son las que te convienen a ti y cmo debes incorporarlas, as que consltalo antes de incorporarlas a tu plan de comidas.Introduccin:

Una medicina nueva y ms amable

Hubo un tiempo en que comamos simplemente porque la comida saba bien y nos produca placer.Hubo un tiempo en que caminbamos simplemente por el placer de caminar, y despus nos sentamos relajados y felices.Hubo un tiempo en que el cuerpo era considerado dador de placer y de vida, y nos sentamos a gusto y seguros sabiendo que podamos confiar en l.Hubo un tiempo en que los mdicos, y la ciencia mdica en general, tenan la responsabilidad de encontrar la causa de nuestras dolencias fsicas, y se supona que su trabajo era curarlas tambin.Sin embargo, en la actualidad parece que se ha producido una sorprendente transformacin. Los alimentos han pasado a considerarse remedios, y se eligen por su capacidad de mantener a raya un inminente estado de mala salud, y no por el placer y satisfaccin que nos proporcionan. Mantenemos el cuerpo bajo estricta vigilancia, y actuamos como si albergara algn tipo de animal indigno de confianza que est al acecho para atacarnos desde dentro, una bestia que hace necesaria una mano firme, rigurosa disciplina y un ojo vigilante. La actividad, ahora en forma de ejercicio programado, se ha vuelto ardua y agotadora. El placer ha sido reemplazado por un farisaico sentido del sacrificio, y la sociedad nos confirma que renunciando a todas las cosas placenteras, damos prueba de nuestra bondad, dedicacin y disciplina.Cada mensaje que nos llega a travs de los medios de comunicacin refuerza la idea de que tenemos que cargar con la responsabilidad sagrada de combatir a toda costa los cambios fsicos asociados con el hecho de envejecer con dignidad. En casi toda actividad, o inactividad, vivimos juzgndonos, mutuamente y cada uno a s mismo. Y al final, en esta frentica bsqueda de una vida ms larga, hemos perdido el placer y la alegra que en otro tiempo llenaban nuestros das y hacan la vida digna de vivirse.Ni siquiera en la enfermedad hay descanso. Los medios de comunicacin no dejan de divulgar el mensaje de que, segn la evaluacin y estadsticas de un grupo de cientficos sin rostro, nosotros somos los responsables de nuestra buena o mala salud. Si bien en parte, y hasta cierto punto, es cierto que el bienestar fsico puede estar relacionado con nuestros actos y elecciones, esta forma de pensar, llevada a un extremo, libera a la medicina de prcticamente toda responsabilidad. Por supuesto, este cambio en la consideracin de la responsabilidad nos convierte en los presuntos culpables de delitos contra nosotros mismos. Pues bien, ya es hora de dejar de culpar a la vctima.

En otro tiempo el mdico era el confidente y amigo durante la curacin, la persona que sabamos entendera nuestros problemas; ahora acudimos a l para que haga poco ms que darnos unas pldoras mgicas, remedios rpidos que prometen sacarnos del pantano de sntomas sin sanar nunca la causa del problema.Aunque evidentemente esto no le gusta a ninguno de los dos, el paciente y el mdico parecen estar atrapados en un ruedo de gladiadores en el que ninguno satisface nunca las exigencias del otro. Con demasiada frecuencia, a los pacientes se nos hace creer que nosotros somos los culpables de habernos puesto enfermos. Recibimos el mensaje, sobre todo por lo que se refiere a la salud cardiaca, de que se nos dio un cuerpo perfecto y que, si no hubiramos abusado de l, no nos estara dando problemas.

Se nos dice que tenemos que ser capaces de seguir programas de comidas y ejercicios que, dadas las muchas otras exigencias con que tenemos que arreglrnoslas, es casi imposible incorporar a un estilo de vida normal, o dejan muy poco tiempo para darnos el gusto de disfrutar de algunos simples placeres bsicos. Y para empeorar las cosas, suelen hacernos sentir culpables por ocupar el muy precioso tiempo del mdico cuando lo nico que se necesita es un poco de disciplina, traducida en acatamiento incondicional y sacrificio.

No se atiende a nuestras preocupaciones, no se satisfacen nuestras necesidades, y cuando somos incapaces de alcanzar la salud ideal, se nos tacha de nuestros peores enemigos, porque al final, hemos entrado en una era en que se nos dice paciente, crate a ti mismo.

Con demasiada frecuencia el mdico se encuentra en una especie de papel de sacerdote, que nos oye en confesin, juzga nuestros actos u omisiones ms privados, y luego nos impone una penitencia para redimirnos y redimir nuestra salud. De hecho, nos resulta difcil recurrir a ellos sin sentir temor al examen y al castigo, y por ltimo, como si furamos nios, hasta le llegamos a ocultar, a veces, justamente las verdades que podran servir para liberarnos.Pues bien, en ningn mbito es tan intenso este combate como en lo que se refiere a la salud del corazn; y para nadie esta salud es ms esquiva ni su fracaso ms predominante que entre quienes sufren del desequilibrio hormonal conducente a la adiccin a los hidratos de carbono. Con unos deseos de comer que prcticamente las superan, estas personas tienen pocas posibilidades de tener xito con las dietas tradicionales para adelgazar o favorecer la salud; su biologa literalmente las predispone al fracaso, y en lugar de considerar esos deseos intensos una prueba del problema fsico, que lo es, estas vctimas son consideradas culpables por sus amigos y familiares, los medios de comunicacin, los profesionales de la salud, e incluso por ellas mismas.

Algo funciona bastante mal en todo este sistema; ha llegado la hora de cambiarlo por una nueva medicina ms amable, ms parecida al tratamiento mdico que recibamos cuando muchos de nosotros ramos pequeos, el tipo de atencin mdica que ofrece ayuda en lugar de acusacin, apoyo en lugar de juicio, informacin en lugar de condenacin, comprensin, simpata, y las realidades y estrategias sencillas que pueden emplear personas reales en la vida real, para favorecer la salud del corazn de verdad, sin privaciones, esfuerzos, sentimientos de culpabilidad ni sacrificios.

En las pginas siguientes encontrars algunos de los mtodos ms interesantes y prometedores para la salud del corazn y que, segn hemos comprobado, son muy importantes para el adicto a los hidratos de carbono. Tomados de disciplinas orientales y occidentales, de mtodos complementarios tradicionales y cientficos, holistas y de alta tecnologa, estos extraordinarios avances te ofrecen un mundo de potentes alternativas que de otro modo no podras haber descubierto.Es posible que la informacin y las recomendaciones que te hacemos te sorprendan; de hecho, son una visin de primera mano sobre los mtodos ms innovadores, los ltimos hallazgos cientficos y los programas que estn surgiendo de la investigacin cardiaca de vanguardia, particularmente apropiados para el adicto a los hidratos de carbono.Los descubrimientos mdicos pueden tardar aos en abrirse camino para ser aplicados en el ejercicio de la medicina; a veces, quedan olvidados en revistas mdicas que nadie lee o simplemente yacen en los estantes de las bibliotecas; descubrimientos que podran salvar vidas y que simplemente se pierden entre otros ms lucrativos, o se rechazan por intereses econmicos. Algunos, resultado de la investigacin, difieren de la prctica mdica actual, y aunque los tratamientos que apoyan son tan efectivos, o ms, que los ortodoxos, se descartan o se aplastan. O lo que es peor aun, son injustamente ridiculizados por los medios de comunicacin, donde el dinero de la publicidad podra determinar a qu historias dar crdito y a cules no.Como siempre, consulta con tu mdico en todos los asuntos relativos a la salud. Y si l desconoce los estudios a que nos referimos aqu, en la Bibliografa encontrar cientos de referencias a artculos que apoyan y explican estos tratamientos y descubrimientos. Te animamos, si es posible, a entablar un dilogo con tu mdico para ayudarlo a entender tus necesidades y preferencias, y a trabajar juntos en decidir el camino de tu atencin mdica futura. No olvides, la mejor atencin mdica se negocia, no se dicta.En el captulo 11 encontrars informacin esencial sobre cmo mantenerte al da, mucho despus de haber ledo este libro, en el inmenso mundo de opciones para la salud cardiaca que estn a tu disposicin. Habla con tu mdico sobre los mtodos que descubras y comenta los resultados en la vida real de todo lo que has aprendido. Si eres adicto a los hidratos de carbono, es fundamental que tengas un mdico con el que puedas hablar de las opciones apropiadas para tus necesidades fsicas y estilo de vida. Al fin y al cabo, tratndose de la salud, como en tantas otras cosas, si no hablas por ti, quin lo har?

Retorno a lo fundamentalEste libro no pertenece a la gama de esos que dicen que, si hicieras lo que te conviene, no te estaras matando. De hecho, es una gua prctica que habla de lo fundamental para la supervivencia, que te pone al corriente de los ltimos hallazgos mdicos que pueden serte tiles para reducir el riesgo de contraer una enfermedad cardiaca debido a la insulina, y que te permitir sanar y mantenerte sano, sin sentimientos de culpabilidad, sin vergenza ni exigencias imposibles.

Tambin te ayudar a comprender por qu tus deseos de comer alimentos ricos en hidratos de carbono son ms intensos que los de los no adictos, por qu esos deseos son una importante seal de que hay desequilibrio en tu cuerpo, y cmo, restableciendo ese equilibrio hormonal, se puede recuperar y mantener la salud ptima del corazn. En las pginas siguientes te ayudaremos a determinar tu probable riesgo de enfermedad cardiaca relacionada con la insulina y a identificar los pasos sencillos y fciles que te servirn para sanar, sin privaciones ni sacrificios.El libro que tienes en tus manos se ha escrito para celebrar, y tambin para dar a conocer, los descubrimientos cientficos ms recientes, con el fin de que te sirvan a ti y a los dems para mantener la salud y alcanzar la felicidad. Las recomendaciones que damos aqu son sencillas y agradables, y tienen por objeto no slo hacer que te sientas bien y a gusto con tu aspecto, sino tambin ayudarte a mantener la salud. Normalmente los programas estndar, de talla nica, exigen hacer sacrificios que, o bien no son nada prcticos, o bien son francamente imposibles de llevar a cabo a la larga, sobre todo para el adicto a los hidratos de carbono. Muchas dietas exigen vivir con cifras: contar caloras o gramos de grasa, barajar fichas, medir o calcular porcentajes. Pero la verdad es que las personas naturalmente delgadas no viven as. Y t tampoco, al menos no por mucho tiempo, ya que, como adicto a los hidratos de carbono, lo que tienes es un desequilibrio hormonal. Un desequilibrio hormonal que hay que corregir para que logres un xito fcil y duradero. Ahora ya sabemos qu causa tu adiccin y la forma de corregirlo.

Si eres adicto a los hidratos de carbono, este programa ha sido ideado especialmente para ti. No te pide combatir deseos incontrolables ni vivir hambriento; tampoco te exige seguir un programa de ejercicios que consume tiempo o que es imposible de mantener. La idea es corregir el desequilibrio hormonal que causa esas ansias de comer y que puede favorecer el desarrollo de los factores de riesgo de contraer una enfermedad cardiaca. Con este programa, muchos adictos a los hidratos de carbono de todo el mundo han conseguido paz mental, salud corporal y alegra espiritual, todo al mismo tiempo.Si eres escptico y te cuesta creer que algo tan fcil y prometedor como nuestro programa puede acabar con tus ansias de comer y reducir tu riesgo de enfermedad cardiaca causada por la insulina, te recomendamos que lo pruebes durante tres das. Quiz te lleves la sorpresa de tu vida. Aunque hemos aadido un da extra, para ms seguridad, la mayora de los adictos, al probarlo, han experimentado un cambio espectacular slo en 48 horas: han disminuido enormemente sus deseos de comer fculas, tentempis o dulces, y en algunos casos el hambre de hidratos de carbono les ha desaparecido del todo. Vers aumentar tu energa, y es posible que te inunde una sensacin de bienestar y paz, por la sencilla razn de que tu cuerpo ya no estar obligado a arreglrselas con una sobrecarga hormonal para la que no est equipado.Aunque, por lo general, las ansias y el hambre se reducen muchsimo en apenas dos das, lo que no se puede esperar es que se arreglen en ese mismo intervalo de tiempo otros factores de riesgo de contraer una enfermedad cardiaca relacionados con la insulina. Los niveles de triglicridos bajan en unas cuantas semanas (aunque hemos documentado cambios en tres das).Por otro lado, tambin se ha comprobado que la parte nutricional del programa ha normalizado por s sola niveles anormales de azcar en la sangre en unas pocas semanas, y segn sea tu metabolismo y tu respuesta al programa, tambin vers cmo al cabo de unas semanas se habrn normalizado asimismo tus niveles de triglicridos, de colesterol (total, HDL y LDL) y de insulina. Pero el primer cambio, el ms espectacular, que experimentars ser la desaparicin o disminucin de tus ansias de comer, y eso ocurrir en cuestin de das.Son muchos los que dicen que el autntico milagro de este programa es lo fcil que es seguirlo, cosa que se nota da a da. Y eso hace que cada da que pasa, las opciones para favorecer la salud se convierten en una forma de vida.

.Pasos sencillos para facilitar el caminoLos descubrimientos mdicos que tendrs la oportunidad de descubrir en los captulos siguientes son fruto del trabajo de los cientficos ms respetados del mundo. Tambin hemos incorporado los estudios que hemos dirigido nosotros, as como los conocimientos que hemos adquirido despus de dcadas de prctica clnica.Muchas de las recomendaciones y directrices que damos aqu, tienen por finalidad prevenir, corregir o acabar con los efectos del desequilibrio hormonal que causa los deseos de comer y el aumento de peso con que muchos adictos a los hidratos de carbono tienen que luchar cada da, y que est en la raz del mayor riesgo de padecer hipertensin, diabetes de adulto, exceso de peso (en particular, obesidad abdominal) y aterosclerosis. De hecho a este grupo de trastornos se los conoce como los factores de riesgo de contraer una enfermedad cardiaca y, combinadas, podran llamarse sndrome X, sndrome metablico, el cuarteto mortal, sndrome de resistencia a la insulina o enfermedades de la civilizacin; este grupo tambin suele ser comn al sndrome de ovario poliqustico.Durante ms de un decenio, tanto en nuestros estudios como en la prctica clnica, hemos investigado una sola causa subyacente a todos estos factores de riesgo: un desequilibrio hormonal conocido bajo diferentes nombres, entre ellos hiperinsulinismo, profactor H e insulina (en el sentido de nivel excesivo de insulina).Nosotros lo llamamos hiperinsulinismo, ya que ese es el nombre que emplea la American Heart Association para describir la liberacin excesiva de insulina que, segn hemos descubierto, afecta en gran medida a la salud cardiaca del adicto a los hidratos de carbono. Los investigadores mdicos suelen llamar resistencia a la insulina a la reaccin del cuerpo al hiperinsulinismo, es decir, a su manera de protegerse de ese elevado nivel de insulina, cerrando las puertas por las que entran la insulina y la glucosa en los msculos, nervios, rganos y otros tejidos para nutrirlos. Puesto que esta expresin es muy fcil de entender (a diferencia de los habituales trminos en latn que llenan las revistas mdicas), continuaremos llamndola as a lo largo de todo el libro, tal como hacemos en nuestras charlas, giras, informes de estudios y descubrimientos.

A su debido tiempo definiremos con ms detalle estos dos trminos: hiperinsulinismo y resistencia a la insulina. Es muy posible que te familiarices con ellos y comiences a usarlos con frecuencia cuando descubras hasta qu punto tu salud y felicidad dependen del equilibrio de la insulina y el azcar en la sangre.Mientras tanto, ten la seguridad de que todos estos nuevos descubrimientos que te esperan los vamos a explicar con un lenguaje comprensible, dejando de lado la complicada terminologa mdica. Descubrirs por qu tus deseos de comer alimentos ricos en hidratos de carbono (fculas, tentempis, comida basura, dulces) son ms intensos que los de los dems, por qu las tpicas dietas pobres en grasas no te van bien, ypor qu puedes estar programado genticamente para aumentar de peso con facilidad y/o tener un mayor riesgo de enfermar del corazn. Ms importante an, aprenders lo que puedes hacer para mejorar esos problemas de hambre y de salud al mismo tiempo. Y todas esas otras cosas interesantes que descubrirs, te permitirn explicarle a los dems por qu tu cuerpo es diferente y lo que ests haciendo para normalizarlo, sin sacrificios ni privaciones.As pues, sintate cmodamente y reljate mientras te guiamos paso a paso en este increble viaje de libertad, promesas y descubrimiento.La conexin ocultaEl descubrimiento de los potentes efectos del hiperinsulinismo en la salud responde a muchas preguntas que han intrigado a los cientficos y mdicos durante muchos decenios. Por qu algunas personas sin hacer nada que las perjudique enferman del corazn? Por qu algunas personas a pesar de hacer todo lo que no est bien no enferman del corazn? Por qu algunas personas comen alimentos ricos en grasa y mantienen normales sus niveles de grasa en la sangre? Por qu a algunas personas les cuesta tanto controlar lo que comen, mientras que otras parecen hacerlo de modo natural, con poco esfuerzo? Por qu algunas personas engordan con ms facilidad que otras? Cul es el vnculo entre el estrs y la enfermedad? Qu se puede hacer para romperlo? Por qu hay tan poca gente capaz de seguir con constancia las recomendaciones para la salud de los mdicos (aunque sepan que son por su bien)? Por qu la mayora de las llamadas dietas sanas no consiguen prevenir la enfermedad cardiaca en tantas personas?El descubrimiento de la relacin entre la insulina y la enfermedad cardiaca y sus factores de riesgo ha permitido que comiencen a surgir respuestas a estas preguntas, trayendo consigo beneficiosos cambios en la atencin mdica y la prevencin de la enfermedad cardiaca. A lo largo de los aos, nuestros trabajos de investigacin, labor docente y responsabilidad hacia los pacientes nos han exigido mantenernos al da en los avances cientficos, para poder acceder en cualquier momento a los descubrimientos realizados por los investigadores de todo el mundo. Una tarea que no es nada fcil, ni siquiera trabajando juntos, pero que se ha visto enriquecida por los intereses, conocimientos y dotes especiales de cada uno. En definitiva, trabajar en equipo ciertamente ha dado sus frutos.De hecho, slo cuando evaluamos la salud (muy mejorada) de los pacientes y los participantes de los estudios de investigacin e integramos los ltimos descubrimientos de varias especialidades mdicas, llegamos a comprender la relacin entre la insulina y la enfermedad cardiaca.Un descubrimiento sorprendenteDoctores Richard y Rachael HellerNo nos lo esperbamos, no estaba en nuestros planes, ni personales ni profesionales, pero la vida tiene una extraa manera de trastocar las expectativas, y cuando eso ocurre para bien, hay que agarrarlo con ambas manos y disfrutar del viaje.Cuando comenzamos nuestro programa de investigacin, nuestra nica intencin era descubrir y corregir el desequilibrio fsico que provoca las ansias de comer alimentos ricos en hidratos de carbono hasta el punto en que la persona se descontrola en la comida. Sabamos que muchos adictos a los hidratos de carbono tambin aumentaban de peso con ms facilidad y les costaba ms quitarse los kilos de encima.Por las experiencias que habamos tenido y las investigaciones que habamos realizado, sospechbamos que la hormona insulina sera la culpable, y que en algunas personas, comer alimentos ricos en hidratos de carbono, como las fculas, los tentempis, la comida basura y los dulces, a lo largo de todo el da, era causa de hiperinsulinismo (exceso de insulina en la sangre). Puesto que ya se saba que la insulina estimula el apetito y mejora el sabor de los alimentos, no nos sorprendi comprobar que aquellos participantes que parecan particularmente sensibles a los hidratos de carbono la producan en exceso al comer esos alimentos y, en consecuencia, se sentan superados por las ansias de seguir comindolos.

Durante nuestros primeros aos de investigacin en la Facultad de Medicina Mount Sinai de Nueva York, emprendimos la tarea de documentar la relacin hidratos de carbono-insulina-ansias de comer, y trabajamos muchsimo en obtener pruebas que explicaran a la comunidad cientfica en general el efecto secundario de la insulina en el aumento de peso en esos mismos participantes en el estudio.

Sin embargo, al poco tiempo comprendimos que la produccin excesiva de insulina que estbamos comprobando pareca afectar a ms personas de las que esperbamos: observamos que hasta un 75 por ciento de las personas con sobrepeso y muchas de peso normal parecan tener el desequilibrio fsico que las impulsaba a desear intensa y repetidamente comer alimentos ricos en hidratos de carbono.Muy pronto, nuestros estudios y los trabajos de otros cientficos revelaron que el hiperinsulinismo afectaba a la mayora de estadounidenses; en realidad, el nmero de personas que parecan tener ese exceso de insulina era muchsimo mayor que las que no. Y lo que nos sorprendi an ms fue el hecho de que muchas no saban que liberaban demasiada insulina, y por lo tanto no tenan ni idea del efecto que eso produca en su salud y en sus vidas.No tardamos mucho en darnos cuenta, de una manera cada vez ms evidente, que si bien algunas personas que tenan esa reaccin hiperinsulnica a los alimentos ricos en hidratos de carbono experimentaban esas ansias de comer, que son la seal reveladora de este desequilibrio, otras no mostraban ninguna seal externa de tenerlo. Por lo tanto, nos empezamos a preocupar tambin por esos adictos ocultos a los hidratos de carbono que sin experimentar ninguna seal, podran estar poniendo su bienestar fsico, y sobre todo la salud de su corazn, en el mismo peligro que aquellos que eran conscientes de su desequilibrio tsico y por lo tanto saban el riesgo que corra su salud. Y aunque en esos momentos no sabamos muy bien qu hacer, ni por dnde continuar, nos dimos perfecta cuenta de que no podamos hacer toda la investigacin solos.Afortunadamente, otros cientficos tambin estaban comenzando a llamar la atencin sobre el poder de esa asesina silenciosa, y los resultados de los estudios apuntaban a la conclusin de que millones de personas estaban destinadas a tener mala salud y, en muchos casos, a morir innecesariamente a causa de los dainos cambios producidos por el exceso de insulina, desequilibrio que muy pocas personas, por no decir ninguna, sospechaban que pudieran tener.Durante la mayor parte de nuestras vidas, los tres habamos sufrido sin saberlo de los problemas de peso y de salud producidos por el hiperinsulinismo, y juntos nos dedicamos a dilucidar ese misterio. Casi desde el comienzo, los resultados indicaron que muy bien podramos tener xito en todo lo que habamos imaginado, y mucho ms.Simplemente reduciendo sus niveles de insulina, hasta el 80 por ciento de los participantes de nuestro estudio lograron bajar de peso y mantenerlo sin esfuerzos. Este logro ya era el cumplimiento de nuestros sueos. Pero entonces ocurri algo inesperado y maravilloso. Comenzaron a acumularse informes documentando que, junto a la prdida de peso, se haban detectado mejoras inequvocas en la salud y el bienestar. Nuestros lectores y participantes en la investigacin totalizaban ms de medio milln de personas, y cada da llegaban ms cartas.Los lectores, participantes, cientficos, nutricionistas y mdicos no dejaban de repetirlo: aparte de la prdida de peso se producan maravillosas e inesperadas mejoras en la salud y el bienestar, sobre todo en cuanto a los factores de riesgo de contraer una enfermedad cardiaca: La tensin arterial que haba estado peligrosamente alta durante aos se normalizaba. El nivel de colesterol total bajaba entre un 25 y un 60 por ciento. El nivel de colesterol bueno (HDL) suba. El nivel de colesterol malo (LDL) bajaba. El nivel de triglicridos bajaba en picado. Se normalizaban anormalidades de coagulacin de la sangre, que son aspectos importantes para la arteriesclerosis y la enfermedad cardiaca. Mejoraba enormemente el grado de energa y la motivacin para hacer ejercicio. Muchos pacientes de diabetes de adulto experimentaron mejoras an ms importantes, en cuanto al control del nivel de azcar en la sangre, que les permiti, en algunos casos, y bajo la supervisin y orientacin de sus mdicos, reducir bastante la toma de insulina o eliminarla del todo.Cada carta se converta en un claro testimonio de que nuestros participantes en la investigacin y nuestros lectores no slo se sentan mejor y tenan mejor aspecto, sino tambin de que su salud estaba mejorando. Los anlisis de sangre y los informes de los mdicos confirmaban que da a da se iban reduciendo, y en muchos casos desapareciendo por completo, sus riesgos de enfermedad cardiaca debida a la insulina, y, lo mejor de todo, que al hacerlo mejoraban muchsimo sus posibilidades de vivir vidas largas, felices y productivas.Tratamos de no dejarnos llevar por el entusiasmo (aunque era difcil). Al principio, esos inesperados beneficios para la salud del corazn experimentados por todas esas personas los atribuimos a la prdida de peso; muchos haban bajado entre diez y veinte kilos, y en algunos casos hasta cuarenta y ms. De todos modos, no todas las personas que seguan nuestro programa tenan sobrepeso. Algunas haban decidido seguir nuestras directrices simplemente porque estaban hartas de esforzarse por mantener el peso dentro de unos lmites normales y queran liberarse a travs del programa de las ansias de comer; no obstante, estos participantes y lectores, que tenan poco o nada de peso que bajar, notaron los mismos beneficios para el corazn que aquellos que haban bajado muchos kilos. Y puesto que esas personas de peso normal tambin haban experimentado una notable disminucin del grado de riesgos, esas notables y bienvenidas mejoras en la salud no las pudimos atribuir a la disminucin de peso.As pues, nos pusimos a buscar un factor diferente, un comn denominador compartido por todas esas personas, con sobrepeso y de peso normal, que explicara las mejoras comprobadas en ambos grupos. Sabamos que no poda ser la edad, tampoco el sexo, el grupo tnico o el nivel socioeconmico, ya que nuestros lectores y participantes en estudios provenan de los mbitos tnicos, culturales, sociales, profesionales y laborales ms diversos. Tambin sabamos que no ramos nosotros la causa del cambio, al menos no directamente, debido a que la gran mayora de los informes provenan de profesionales mdicos y de lectores que no nos haban visto nunca.Al final, una llamada telefnica nos permiti ver que el denominador comn que buscbamos, aunque lo habamos tenido delante durante todo el tiempo, era tan sencillo, tan increblemente evidente, que costaba imaginarse que pudiera ser la clave para la salud del corazn.Un mensaje del coraznDoctor Fredec Vagnini

Mi trabajo es sencillo, mi tarea es clara; soy cirujano cardiovascular, y tambin especialista en el campo de la salud y las enfermedades del corazn. Siempre que puedo, empleo mi pericia en mi especialidad mdica para evitar que los pacientes tengan que recurrir a mi especialidad quirrgica.Pero a excepcin de mi tcnica quirrgica, las nicas armas de que dispuse durante muchos aos estaban en blanco y negro y, por desgracia, no siempre se entendan bien. Los estudios de investigacin fueron la espada con que me abr camino por la niebla de mala informacin que rodeaba la atencin a la salud del corazn en este pas hace ms de treinta aos. Si bien los informes mdicos aparecidos en los medios de comunicacin proclamaban que la medicina moderna estaba ganando la batalla a la enfermedad cardiaca, yo estaba en contacto con el dolor real y con los esfuerzos de las personas a las que las recomendaciones no les daban resultado.

Algunos sencillamente eran incapaces de perseverar en las difciles y desagradables restricciones de la comida y en las exigencias de practicar ejercicio; otros no toleraban los efectos secundarios de ciertos medicamentos o la accin combinada de varios frmacos. Y aunque la mayora se esforzaban al mximo, de todos modos los resultados no eran todo lo buenos que caba esperar. Y no es que los mtodos de la medicina tradicional les fallaran, pero no siempre los ayudaban a triunfar.Saba que cada nuevo descubrimiento cientfico poda contener la clave definitiva para la salud cardiaca de mis pacientes y que, en algunos casos, podra significar la diferencia entre la vida y la muerte. Y aunque cada estudio de investigacin exiga tiempo y reflexin, y ms estudios, al final, la mejor recompensa era ver cmo esa investigacin literalmente infunda vida en aquellos que la necesitaban.Desde los beneficios para el corazn de los antioxidantes hasta los entonces revolucionarios estudios sobre la fibra y las grasas saturadas, y l descubrimiento de la importancia de una nueva variedad de vitaminas aminocidos y minerales, cada nuevo descubrimiento daba nuevas esperanzas para reducir el riesgo de contraer una enfermedad cardiaca. Y al ver las maravillas que podan lograr esos suplementos, combinados con la dieta y otros cambios en el estilo de vida, supe que era esencial hacer llegar esta informacin al mayor nmero posible de personas.Estbamos en la poca en que la mayora de los mdicos trataban la enfermedad cardiaca una vez que se manifestaba. La expresin medicina preventiva era nueva, y como ocurre con muchas cosas en este campo, an se la trataba con cierta desconfianza. Tal vez algunos de estos mdicos no haban tenido acceso a los estudios con informes irrebatibles que yo haba ledo; tal vez no haban sido testigos de los increbles cambios en la vida y la salud que yo haba visto en cada uno de mis pacientes; tal vez algunos estaban demasiado apegados a sus mtodos. Pero daba igual cual fuera el motivo.Yo haba visto la capacidad que tenan mis pacientes para evitar problemas cardiacos que muchos mdicos crean inevitables, y no iba a renunciar sin pelear por ello. As pues, me puse a predicar mi evangelio sobre la reduccin de riesgos siempre que pude, y lo hice hasta tal punto que los oyentes de mi programa Heart Show en la WABC, y despus en la radio WOR, me empezaron a llamar el doctor Prevencin.Por aquel entonces para m eso no pas de ser un apodo carioso, pero ahora, una vez que se ha reconocido y respetado el poder de la medicina preventiva para salvar vidas, es un apodo que contino usando con orgullo y que me lleva a esforzarme muchsimo para estar a su altura.Con los aos descubr que combinar mi formacin mdica tradicional en el tratamiento de la enfermedad cardiaca con medicinas alternativas y complementarias de todo el mundo, me permita elegir entre todo un surtido de mtodos complementarios para satisfacer mejor las necesidades de mis oyentes y pacientes.

A veces los medicamentos, solos o combinados, parecan ser la mejor estrategia. Si bien algunos de ellos (de entre el enorme surtido de frmacos que existen, y que a veces se obliga a tomar a los pacientes) ofrecan el alivio necesario, muchsimos tienen demasiados efectos secundarios, y en algunas personas los problemas que les causaban superaban con mucho a los beneficios. Llegu a considerar a muchos de mis valerosos pacientes verdaderos hroes. Me enfureca ver que muchos de ellos estaban perdiendo la batalla contra la enfermedad cardaca, y no por su culpa. Para algunos, las vitaminas y dems suplementos, aunque actuaban como sacos de arena, eran incapaces de frenar el caudaloso ro de la enfermedad cardiaca.Estaba atrapado en un dilema de conciencia. Mis pacientes, los oyentes de mi programa de radio, y las personas que conectaban el televisor cada fin de semana para verme en Fox Weekend on Health, me conocan y confiaban en m; muchos contaban conmigo para que les ofreciera alternativas a los tratamientos tradicionales que no les daban resultado. Otros se fiaban de mis evaluaciones de nuevos frmacos y suplementos nutritivos, y saban que yo les dara mi sincera opinin sobre los pros y los contras de cada nuevo tratamiento, medicamento, suplemento u operacin. De todos modos, me pareca que nada calzaba en muchas de las estrategias, ni explicaba por qu algunas personas enfermaban del corazn; para otras, era evidente que esos mtodos no bastaban. Y en medio de todo esto, yo no lograba encontrar la respuesta.Por lo que pareca, nadie era capaz de armar las piezas del rompecabezas para que esos comportamientos que llamamos factores de riesgo y consideraciones de estilo de vida adquirieran verdadero sentido en cuanto a predecir y prevenir la enfermedad cardaca. As pues, cuando me enter, en 1993, del programa de comidas equilibrador de la insulina de los Heller, descubr una solucin eficaz y llevadera, que no slo ofreca una respuesta a las oraciones de mis pacientes sino, como vers ms adelante, a las mas tambin.

El programa equilibrador de insulina de los Heller tenia lgica, era buena ciencia y buena medicina; explicaba y complementaba lo que yo ya sabia de medicina preventiva y aada el componente clave del equilibrio de la insulina y la reduccin de la resistencia a la insulina. De hecho , a mi me cambio literalmente la vida y, lo que an es ms importante tambin se la ha cambiado a muchos de mis pacientes.Como leers en las pginas siguientes, yo perd ms de cuarenta kilos V despus de diez aos, sin hacer ninguno de los sacrificios propios de esos otros programas de reduccin de peso y favorecedores de la salud, que tanto mis pacientes como yo habamos probado, no los he recuperado. Actualmente me veo y me siento mejor que hace veinte aos (en el prximo captulo hablar de ello), y lo que es an ms importante, veo los mismos tipos de cambios en mis pacientes.

Como confirmaron mis anlisis de sangre y los de mis pacientes, en las personas que siguen el programa de comida de los Heller, la reduccin considerable de los factores de riesgo de contraer una enfermedad cardiaca debidos a la insulina es la norma, no la excepcin. Mas tarde, cuando combin el programa de los Heller con mi repertorio de estrategias para la salud del corazn, me llev una gran sorpresa, ya que alternando su programa y mis mtodos de prevencin y tratamiento, obtuve la mayor mejora en la salud del corazn que haba visto en toda mi vida.

El motivo de tanto xito fue que muchas de mis estrategias corregan o prevenan, directa o indirectamente, esa sobrecarga de insulina que los Heller reconocan y trataban en su programa. En realidad, sin saberlo, estbamos incidiendo en los mismos problemas de la enfermedad y la salud cardiacas, desde dos posiciones distintas pero complementarias. Nuestros respectivos mtodos funcionaban bien por s solos, pero combinados, cada uno multiplicaba con mucho la eficacia del otro.Despus de una simple llamada telefnica a los Heller para comunicarles el asombroso xito que estaba teniendo, nos pusimos a trabajar en equipo para compartir informacin y estimularnos mutuamente. Fue como si hubiramos estado esperando esa oportunidad para trabajar juntos. Como dice el refrn, la carga compartida se aligera, mientras que la alegra compartida se aumenta. Cada nuevo descubrimiento y conexin nos llevaba al telfono para comunicarnos mutuamente nuestro entusiasmo cuando la pieza ms nueva encajaba en el rompecabezas y nos acercaba un paso ms a la comprensin total de este cuadro vasto y complejo que la medicina llama salud del corazn.El libro que tienes en tus manos es el resultado de ese trabajo, el rompecabezas completo, armado y dispuesto para que el cuadro est claro y visible para que lo vean todos. El Programa Corazn Sano para los adictos a los hidratos de carbono es el fruto de la esperanza, compromiso e incontables noches leyendo, tomando notas y leyendo ms an. Tambin es, en gran medida, el regalo de centenares y centenares de pacientes y de las personas que han participado en estudios de investigacin y que estuvieron dispuestos a comunicar sus experiencias para que otros se beneficiaran de sus fracasos, sus percepciones y sus xitos.El componente alimentario de este programa lo han probado ms de un milln y medio de personas de tres continentes; ahora bien, el programa completo contiene una promesa an mayor de xito, ya que ofrece un mtodo revolucionario para la prevencin y posible freno de la enfermedad cardiaca y sus muchos factores de riesgo.Por lo tanto, desde aqu, los doctores Richard y Rachael Heller y yo mismo te deseamos de todo corazn que para ti sea, como lo ha sido para cada uno de nosotros, para los participantes del estudio y para nuestros pacientes, una nueva medicina ms amable, una solucin sencilla a tus temores y preocupaciones que contenga el precioso regalo de la salud y la vida.PRIMERA PARTE

El corazn del asunto:Perfil personal de salud cardaca1

Tres deseos para una segunda oportunidad

La oportunidad elige a la mente preparada.

Louis PasteurEn el juego de la vida nos hallbamos en una situacin extrema, a punto de perder; sin esperanzas, abandonados a nuestra suerte y faltos de tiempo. Pero no perdimos; dimos un giro total a nuestras vidas y recuperamos la salud (junto con la energa, la cordura y la dicha).A travs de las pginas siguientes conocers el descubrimiento cientfico que literalmente nos devolvi la vida. Tambin aprenders la forma de liberarte de la potente capacidad de la insulina para provocar la enfermedad cardiaca, y de mantenerte lejos de ella.En primer lugar, acompanos mientras te contamos nuestras historias, porque nuestro descubrimiento no se debi solamente a montaas de literatura cientfica, libros y tubos de ensayo, sino tambin a las difciles lecciones que nos ha ofrecido la vida.Una finalidad perfecta:Historia de la doctora Rachael HellerCreo que las cosas ocurren por una razn, o, por lo menos, que con una actitud correcta hasta de las peores experiencias se saca algo bueno. En realidad nunca dej de creer en esto, aunque durante muchos aos, cuando la situacin no pintaba tan bien y yo era muy joven, podra haber alegado lo contrario.Mis recuerdos de la infancia no son tan sencillos como los de otras personas: amigos, juegos, fiestas, aventuras y todo un enorme mundo por descubrir y explorar. Yo recuerdo tristeza y sufrimiento, y una penetrante verdad que al parecer daba forma a todos mis actos y pensamientos.

En el mundo infantil de anhelo de pertenecer a ese mundo, viva con la implacable realidad de ser diferente: era gorda. Todo, desde las crueles bromas de mi hermano y las burlas de mis compaeros de clase hasta las miradas desaprobadoras de personas desconocidas, me deca, en palabras y miradas, que ser gorda era algo muy malo y, peor an, que yo tena la culpa.Mis padres, aunque de jvenes haban sido delgados, perdieron la batalla contra el peso cuando se acercaron a los cuarenta. En el momento en que los cumplieron los dos ya manifestaban seales claras de inminentes problemas cardiacos. La tensin arterial de mi madre estaba descontrolada, y ambos tenan signos reveladores de diabetes. A los pocos aos, la tensin arterial de mi padre se situ muy por encima de lo normal. Mi madre ya haba tenido tres ataques al corazn y guardbamos, por si acaso, una bombona de oxgeno en el armario; yo dorma con sueo ligero, atenta a cualquier seal que me indicara que se encontraba mal. En un abrir y cerrar de ojos, con diferencia de cuatro cortos aos, los dos murieron, mi padre a los 52 y mi madre a los 55.Mi hermano mayor, que tena miedo de engordar y que adems mostraba la misma mala salud que mis padres, se decant por lo que consider una alternativa aceptable, aunque al poco tiempo se volvi adicto a las pldoras adelgazantes, al igual como lo haba sido a la comida basura y los dulces. Cuando aadi otras adicciones a su repertorio, le fall el sistema inmunitario; no lleg a su cuarenta cumpleaos; perdi una larga y terrible batalla con una extraa forma de leucemia, que apres su cuerpo ya maltrecho.

Era joven, estaba sola, enferma y gorda. No tena dinero, no tena ningn amigo de verdad y a nadie a quien recurrir. Acababa de ser testigo de lo que podra asemejarse a un terrible accidente de coche, y aunque deseaba con todas mis fuerzas evitar chocar yo tambin, nada de lo que haca me permita solucionar las cosas. Soaba que iba conduciendo un coche viejo y, aunque vea que se iba a estrellar, los frenos no respondan; hunda el pie en el pedal del freno, intentaba girar el volante e incluso abrir la puerta y saltar fuera, pero nada de lo que haca tena efecto alguno. Me despertaba aterrorizada y descubra que mi pesadilla era un simple reflejo de la realidad que estaba viviendo.Algunas personas dicen que aunque en su infancia fueron regordetas, nunca tuvieron ningn problema de salud hasta llegar a la edad madura. Yo no. A los doce aos me hospitalizaron por una hipertensin, con riesgo de sufrir derrame. Tena 22 con 12 de presin, y pesaba el doble de lo normal. Aunque no haba entrado todava en la adolescencia, ya era una paciente de alto riesgo; se me interrumpieron las reglas y se me abrieron estras rojas en el vientre, los costados, la espalda, los hombros y los brazos.

Mucho antes de haber tenido siquiera la posibilidad de besarme con un chico yo ya estaba familiarizada con palabras como hipertensin, derrame y enfermedad de la arteria coronaria, avisos, decan los mdicos, de cosas por venir. Antes que aprender nada sobre la vida y el amor, ya lo saba todo sobre la muerte y la enfermedad. Y cuando debera haberme interesado por las amistades, la ropa y las fiestas, yo slo trataba de arreglrmelas para continuar viva.Una vez que me dieron de alta en el hospital, me mandaron a casa sin medicamentos y prcticamente sin ninguna ayuda.Debes reducir el peso y esa presin arterial me aconsej un mdico, si no, jams vas a... Me mir a la cara avergonzado, me pas la mano por el pelo despeinndome y se alej por el pasillo. Cudate, me oyes? aadi por encima del hombro.Sin conocer otras alternativas, hice lo que vea hacer a los adultos, y que siguen haciendo actualmente: continuar con las mismas prcticas que me haban resultado infructuosas antes, prometindome que esta vez pondra ms empeo.Lo intent, esforzndome, esforzndome y esforzndome, pero los resultados no mejoraron. A los catorce aos volvieron a hospitalizarme, esta vez para tratar de determinar la causa de mis dolores de cabeza, pensamiento confuso y un extrao surtido de sntomas aparentemente no relacionados, como ataques de pnico y sudoracin profusa. Por entonces ya era adicta a las pildoras para adelgazar, y aprovech la estancia en el hospital para romper el dominio de esos frmacos sobre m. Mientras tanto, los mdicos intentaron encontrarle una causa a mis problemas neurolgicos. Si hubieran comprobado mis niveles de insulina y de azcar en la sangre despus de comer alimentos ricos en hidratos de carbono, habran descubierto las oscilaciones del nivel de azcar que eran la causa de esas clsicas reacciones hipoglucmicas. Sin embargo, en lugar de eso, me hicieron una multitud de electroencefalogramas y exploraciones del cerebro, y no lograron encontrar ningn signo de la epilepsia que ellos crean responsable de mis sntomas.De vuelta en casa, el torrente de burlas, ridiculizacin y humillacin que llenaba todos mis momentos de vigilia fue indecible, y si hubiera sido capaz de hacer algo al respecto, cualquier cosa, lo habra hecho. Y aunque los mdicos les dijeron a mis padres que era evidente que yo no quera adelgazar, porque si quisiera lo habra hecho, estaban terriblemente equivocados.

Ahora s que, al igual que mis padres y mi hermano, yo no era ms que una vctima desgraciada de un desequilibrio fsico que me haca engordar fcilmente y desear comer fculas, comida basura y dulces, con tanta intensidad que no era capaz de refrenarme mucho tiempo. Mi cuerpo ansiaba esos alimentos ricos en hidratos de carbono, clamaba por ellos, y aunque a veces lloraba mientras los coma, no era capaz de dejarlo. A veces coma hasta sentirme mal, y despus caa en una especie de semiestupor de sueo o caminaba por ah en una especie deAs fui engordando ms y ms y mi estado de salud se derrumb. A los 17 aos pesaba ms de 135 kilos; la presin arterial continuaba peligrosamente alta y mi corazn no era capaz de sobrellevar el esfuerzo. Alrededor de los 15, ya haba desarrollado un latido irregular y soplo cardiaco; un corazn joven que debera haber estado sano y fuerte, estaba siendo destrozado desde dentro. Cualquier esfuerzo me produca dolor en el corazn. No mucho despus me diagnosticaron diabetes de adulto. El segundo ao de universidad me lo pas en casa, aunque no s muy bien si de verdad me senta enferma o simplemente deseaba evitar las burlas e insultos de mis compaeros de clase.Lo irnico de esta horrorosa situacin es que yo haba hecho todo lo que estaba en mi mano para bajar de peso y sanar. A los nueve aos ya asista una vez por semana a un endocrinlogo; a los once, ya era una veterana de las dietas y las pildoras adelgazantes; al ao siguiente me aprend de memoria las caloras de todos los alimentos que se pueden encontrar en el supermercado, y antes de llegar a la adolescencia ya lo haba probado todo, desde pildoras y palomitas de maz de dieta a pasteles de celulosa y recuento de caloras. Nada daba resultado.Con cada nuevo mtodo para adelgazar la historia se repeta. Me motivaba, me convenca de actuar y comprometerme, y tena xito unos cuantos das o semanas. Pero tarde o temprano volvan las ansias terribles y me descontrolaba. Y con cada intento me senta ms frustrada, furiosa conmigo misma, ms gorda y enferma. Siempre perda yo en todo menos en kilos. No poda renunciar y no tena sentido continuar intentndolo; pero segu con cada nuevo libro, nuevo mtodo y nueva dieta. Lo prob todo, y aunque con cada intento senta desvanecerse mi entusiasmo en todos pona el mximo empeo. Pero pasado un tiempo, siempre fracasaba; entonces esperaba hasta que no poda soportarlo ms y probaba otra cosa.

En los anuncios de los programas para adelgazar me vea perdiendo peso y despus recuperndolo de nuevo. Y este proceso tan frustrante y desalentador lo repeta seis u ocho veces. Prob la dieta del doctor Atkins (y ca enferma por seguir su programa demasiado tiempo), la hipnosis, el Metracal, la terapia conductista (di lo que quieras, lo prob, lo beb, lo med, lo pes y lo reemplac). Costara lo que costara, lo intentaba. Pero nada me quitaba los kilos de encima y los mantena alejados. Fund los captulos de Filadelfia de Overeaters Anonymous (Supercomedores annimos). Incluso prob con ayunos a base de agua (una vez durante 42 das mientras continuaba trabajando y yendo al colegio). Pero fue la misma vieja historia que todos conocemos muy bien.Al final, lo nico que perd fue la salud. Y as transcurrieron los aos, marcados principalmente por los programas de adelgazamiento que estaba siguiendo. A los 35 aos tena seriamente deteriorada la salud. Tena latidos irregulares y ya haba sufrido al menos un episodio de taquicardia (en el que el corazn late descontrolado y no bombea sangre de modo productivo). La hipertensin estaba agotando mi sistema cardiovascular, y slo era cuestin de tiempo que mi corazn se parara.

Por aquel entonces, la medicacin para hipertensin no era algo que se diera a personas de mi edad, de modo que cada visita al mdico implicaba para m sentir ms vergenza y aumentar mi sentimiento de culpa, aparte de llevarme a casa otra dieta impresa. Con el advenimiento de los anlisis de sangre de rutina para comprobar los niveles de grasa, la aparicin de un nivel de triglicridos superior a 350 (ms de tres veces el nivel ideal) nos dej sin habla a m y a mi mdico.

A los 35 aos, el resto de mi cuerpo comenz a manifestar los efectos de los elevados niveles de grasa, los cambios en el nivel de azcar y el exceso de peso. Casi todo el tiempo tena dolores, y mis pies y rodillas empezaron a resentirse del peso de mi cuerpo. La variaciones en el nivel de azcar me dejaban medio inconsciente durante horas. Estaba irritable y me senta desgraciada y desesperanzada. Un dolor fro y penetrante me atenazaba el corazn cada vez que haca algn esfuerzo. Lo tena ms grande de lo normal, y la capa que lo rodea estaba inflamada. La vida se me estaba escapando como los granos de arena entre los dedos, sin siquiera haberla vivido, y aun as, por algn motivo, aunque pona todo mi empeo en ello, todos decan que yo era la responsable de esa penosa situacin.

Al igual que mis padres y mi hermano, estaba encaminada a una muerte prematura. En cada visita al mdico o alta de hospital me aconsejaban que vigilara mi peso y mi dieta; pero yo ya lo intentaba una y otra y otra vez, y aunque asenta en seal de conformidad, y me senta capaz de tomrmelo con mucha determinacin, ya que era fuerte en otros aspectos de mi vida, en el fondo saba que ninguna dieta me dara resultado jams. Aun as, como no saba qu otra cosa hacer, no me permita renunciar.Mi programa de ejercicios era agotador. Si hubiera visto resultados habra perseverado, pero al final de cada sesin estaba tan dolorida y agotada que me hart. Despus de todas las molestias que me causaba, no pareca que me ayudara demasiado.Mi cuerpo pareca una especie de mquina de hacer grasas; converta en grasa todos los alimentos que coma, en lugar de quemar algunos como energa. Incluso cuando lograba hacer acopio de toda mi fuerza y me obligaba a controlarme y no ceder, aumentaba de peso con la misma cantidad de alimento que a otras personas las haca bajar uno o ms kilos. Y para empeorar las cosas, al aumentar la grasa corporal tambin aumentaba el nivel de grasa en la sangre. Me desesperaba el hecho de verme caer por una espiral descendente, sabiendo que yo tena la culpa de mi fracaso, pero incapaz de detener mi cada en picado.La salvacin me lleg a travs de una llamada telefnica, una de esas cosas tontas que en un primer momento nos parecen una molestia, pero que despus, vista en perspectiva, comprendemos que fue un momento decisivo en nuestra vida.Estaba durmiendo cuando me despert el timbre del telfono; era el radilogo, me llamaba para comunicarme que mi hora de la maana temprano la haban cambiado para las cuatro de la tarde. Y no olvide que no debe comer nada hasta entonces; puede tomar cosas lquidas, como caf o t, pero nada de comida.

Con mis casi 125 kilos, la idea de no comer nada en todo el da me aterr, pero no haba otra solucin. Armndome de valor, me dirig al trabajo, pensando que me esperaba un da de tortura. Por aquel entonces era directora del servicio de atencin a los alumnos en un colegio particular, y aunque normalmente mis das estaban llenos de sesiones de asesoramiento y reuniones, el retraso para irme a hacer la radiografa me permiti contar con unas cuantas horas para ponerme al da en cuestin de papeleo. De todos modos, pens que el da se me hara largusimo, con todas esas horas sin comida ni distracciones. No obstante, me llev una buena sorpresa: las horas se me hicieron cortas, y lo ms increble fue que sent menos hambre de lo habitual. Lleg y pas el recreo para el caf; a la hora de la comida me qued trabajando y casi dej de pensar en la comida. Pese a todo mi energa continu elevada y not bastante mejorada mi capacidad de concentracin. No se present la habitual somnolencia de media tarde, y cuando me dirig al hospital para hacerme la radiografa experiment una sensacin de bienestar que no recordaba haber sentido nunca.Llegu a la cita con un nimo excelente y entr en el hospital con la sensacin de haberme liberado por fin de la confusin mental, las ansias de comer y el agotamiento que me haban inundado durante tanto tiempo. Aun as, no dej de aprovisionarme; llevaba en el bolso dos buuelos envueltos en una bolsa de papel, y pensaba comrmelos en cuanto me hicieran la radiografa, en el mismo vestuario, para revivir y nutrirme.Cuando sal del hospital me dirig de inmediato a hacer mi bien merecida comida de la tarde, con los dos buuelos todava en el bolso, no comidos ni necesitados. La cena fue maravillosa; creo que nunca he saboreado una comida ms exquisita, ni antes ni despus. Como premio ped todo lo que se me antoj: sopa, pan con mucha mantequilla, pastas, ternera a la parmesana y caf. Aunque qued ms que satisfecha, de camino a casa me com lentamente los buuelos. Me sent satisfecha de cuerpo pero no de mente, ya que me reprend por haber estropeado un maravilloso da de ayuno con una comida que me hara subir de peso.Pero a pesar de mis reparos, me llev otra sorpresa. A la maana siguiente comprob que haba bajado casi un kilo. Volv a pesarme otras, veces mov la bscula por el suelo del cuarto de bao, como sola hacer siempre, en el vano intento de hacer bajar la aguja. Ese da mi intencin era hacerla subir, para poder encontrarle sentido a la cifra que indicaba, pero no, continuaba marcando un kilo menos que el da anterior El peso del agua, pens; lo recuperar en uno o dos das.Sin embargo, una parte de m, una bien entrenada cientfica combinada con una jugadora de corazn, me desafi a intentarlo de nuevo, y aceptar ese reto signific dar con la oportunidad de toda una vida.El da siguiente transcurri casi con la misma facilidad que el primero, slo que mi mente comenz a hacerme malas pasadas; me dije que no podra saltarme nuevamente el desayuno y la comida de medioda (aunque saba que el da anterior lo haba hecho sin dificultad). Me senta fabulosamente bien, pero las vocecitas interiores no paraban de intentar mermarme la confianza en m misma. Transig tomando una taza de caf y guardndome otros dos buuelos para premiarme despus de la cena. Me promet la mejor cena del mundo, aunque en el fondo dudaba de poder resistir la tentacin de comerme los buuelos antes que acabara el da.La tarde me pas volando, y antes de que empezara a torturarme con la pregunta buuelo s o buuelo no, lleg la hora de salir del trabajo. Deseaba disfrutar de la cena en la intimidad de mi casa, de modo que, segura de que aadira algunas exquisiteces que tena aguardndome all, pas por mi pizzera favorita y ped un trozo gigante de pizza, la mitad de vino de esos bocadillos submarinos grandes y una ensalada griega, y me lo llev todo a casa. La cena fue deliciosa. No dej nada en el plato, aunque los ltimos trozos me costaron un poco, algo que no me haba ocurrido jams en la vida. Y aunque lo intent, no fui capaz de mirar siquiera las bolsas de patatas fritas y de pasteles que me aguardaban en los estantes; apenas logr hincarle el diente a uno de los buuelos. Despugs sentada me puse a reflexionar sobre esa disminucin de mi apetito, y pens si no estara relacionada con el hecho de no haber comido en todo el da.Considere la posibilidad de que se me hubiera reducido el estmago, aunque no saba si eso poda tener algn fundamento real desde el punto de vista biologico. Adems, eso no explicara mi falta de apetito y la mayor claridad mental que haba experimentado durante la jornada.Tambien me habia desaparecido el dolor de cabeza que ya era tpico en m, y hasta las molestias en el pecho. Lo ms increble de todo era la satisfaccin que senta despus de comer. Me senta plenamente satisfecha; no recordaba haberme sentido nunca as despus de comer. Era maravilloso.A la maana siguiente, el tercer da, an me confirm ms mis sospechas. No me despert hambrienta, como lo haca siempre despus de haber cenado en abundancia, y, por increble que me pareciera, haba bajado casi otro kilo. No saba a qu se deba todo aquello, pero estaba lanzada y nada podra convencerme de dejar de hacer lo que estaba haciendo.

Temerosa de cambiar una sola cosa, segu el mismo plan de comidas durante varias semanas, con resultados similares. Continu bajando entre un kilo y kilo y medio a la semana, y me desaparecieron totalmente las ansias de comer. Me senta mejor que nunca, y por primera vez desde que tena memoria, senta nuevas esperanzas y vea (casi me daba miedo pensarlo) una salida.Y qu salida. Pasadas unas semanas, comenc a probar varios alimentos para ver si poda desayunar o tomar algo al medioda sin provocar las ansias de comer y la subida de peso que haban gobernado mi vida durante tanto tiempo. Me daba miedo meter la pata, pero, si era posible, deseaba conquistar la libertad y el placer de poder tomar ms de una comida al da (por buena que fuera la nica que haca). Poco a poco y de forma metdica, fui descubriendo una amplia gama de alimentos ricos en fibra y protenas que me satisfacan, no me provocaban ansias de comer, y me permitan disfrutar de lo que haba comenzado a llamar mi comida premio. Y mientras tanto continuaba bajando de peso.

Por aquel entonces yo no saba por qu aquello me iba bien; lo nico que me importaba era que s daba resultados. En los dos aos siguientes baj casi setenta kilos (despus otros siete sin siquiera intentarlo), y he mantenido el peso, sin esfuerzo, durante ms de catorce aos. Adems, con cada ao que pasaba, mi salud tambin iba mejorando. La presin arterial me baj tan rpido desde mi ltima visita al mdico, que ste pens que se le haba estropeado el aparato para medirla.Los niveles de triglicridos haban bajado tanto que el doctor puso en duda los resultados del informe del anlisis de sangre y lo hizo repetir. De nuevo, con los resultados en la mano, no logr explicarse esas maravillosas cifras. Yo s; para m todo eso tena sentido: haba desaparecido lo que fuera que me dominaba, lo que fuera que me produca esos intensos deseos de comer alimentos ricos en hidratos de carbono, y por lo visto tambin se estaba corrigiendo todo lo dems.

Nuestros cuerpos tienen una capacidad increble de recuperacin; cuando dejamos de daarlos, ellos dejan de hacernos dao. Por fin se acabaron las largas batallas que durante tanto tiempo llenaron mis pensamientos y sueos. En los meses siguientes, fue mejorando gradualmente el soplo al corazn, y los latidos se hicieron regulares y fuertes; me desaparecieron los dolores de cabeza, as como los ataques de pnico y los cambios de humor; incluso dejaron de dolerme las rodillas y los pies. Con cada da que pasaba, me haca ms fuerte y me senta ms confiada, segura, ms sana y ms feliz. La vida era fabulosa, y aunque no me atreva a creerlo, mi pesadilla habla terminado.Al poco tiempo conoc al hombre que se convertira en mi amoroso marido, compaero, colega y coautor. Juntos descubriramos la base cientfica de esta forma sencilla pero eficaz de comer, que fue la que me liber y que pronto harta lo mismo con ms de un milln y medio de personas.Ahora, cuando miro hacia atrs y pienso maravillada en todo lo que Pas, s con absoluta certeza que, aunque cedamos a la tentacin de negarlo durante los tiempos difciles, y pese a que tal vez no lo comprendamos nunca del todo, las experiencias ms difciles pueden contener un finalidad perfecta, y respuestas largamente buscadas.El efecto domin: Historia del doctor Richard HellerEra una carrera contra reloj. Es capaz de mantener ese ritmo?, me pregunt el tcnico. Se siente bien? Sonre para mis adentros; mis pies parecan moverse por voluntad propia; apenas senta moverse la cinta deslizante; mi cuerpo corra prcticamente sin esfuerzo. Lo que en el pasado habra sido un esfuerzo agotador y torturador, era en esos momentos un desafo que fortaleca mi confianza en m mismo. Qu edad me dijo que tena?, pregunt el tcnico, mirando nuevamente la hoja con los datos. Jess!, exclam, mirando al joven al que estaba entrenando. Supera con mucho el ciento por ciento de capacidad. Este to tiene el corazn de una persona de la mitad de su edad.Mi historia es sencilla, pero para m tiene su propia y callada maravilla. Fui un nio regordete, sano y feliz, un adolescente rechoncho pero fuerte, y un joven fornido. Era fuerte y sano y me encantaba sentirme en buena forma. Habra sido lgico que correr, nadar y mis actividades fsicas en general me hubieran mantenido delgado, pero no; aunque no me gustaba reconocerlo, me costaba bastante mantener el peso; tena la sensacin de librar una batalla constante por controlar la expansin de mi talle y mis michelines. De todos modos, aparte de unos pocos kilos de ms, era joven y fuerte. Y supona que siempre sera as.

Proceda de lo que suele llamarse un buen linaje; mis padres haban sido sanos toda la vida, o al menos sus raras visitas al mdico nunca revelaron ningn problema.En la universidad me destaqu en la natacin competitiva. De hecho me dijeron que si no hubiera comenzado a practicar ese deporte a los veinte aos (demasiado tarde para competir) habra podido participar en campeonatos olmpicos. Entre los treinta y los cuarenta, aunque un poquitn rechoncho, era la viva imagen de la buena salud. Corra entre 80 y 95 kilmetros a la semana, y a todos les deca que me encantaba la maravillosa sensacin que me produca correr. No obstante, lo cierto es que mis carreras a primera hora de la maana se deban ms a mi necesidad de mantener bajo el peso que a sentirme a gusto conmigo mismo; muchas veces mientras corra me preguntaba con qu fin me torturaba de ese modo.Mi padre fue fuerte, sano y enrgico toda su vida. Al acercarse a la edad madura comenz a engordar poco a poco y casi sin que nos diramos cuenta, cre su buena tripa. Pero la verdad es que no le dimos demasiada importancia, y aunque de vez en cuando le gastbamos alguna bromas por su barriga en expansin y por su creciente inters por los tentempis y los dulces, nunca nos dimos cuenta de que eso era un indicador de que estaba en las primeras fases de la diabetes y de que corra el riesgo de contraer una enfermedad cardiaca.Pasados unos aos tuvo un infarto, seguido casi inmediatamente por una embolia. Muri a los pocos das. Yo estaba lejos en esos momentos y mi madre no quiso que esa trgica noticia interrumpiera mis bien merecidas vacaciones. Era una mujer muy prctica, y me dijo que puesto que mi hermano estaba con ella para encargarse de todo, mi regreso a casa no hubiera servido ms que para estropearme el merecido descanso que tanto necesitaba.Al final, no tuve la oportunidad de despedirme de mi padre, y en muchos sentidos, el no haber estado all para sus funerales me permiti simular mentalmente que continuaba vivo. En cierto modo, nunca enfrent el hecho de que haba desaparecido el amortiguador generacional entre yo y mi mortalidad.Cuando volv de mis vacaciones, mi madre ya haba enterrado su afliccin y casi nunca hablaba del tema. Cuando iba a visitarla, daba la impresin de que mi padre estaba fuera visitando a algn amigo o en el trabajo. Su ropa estaba como siempre, muy ordenada en el armario y la cmoda, y su cama intactas. A los dos nos resultaba ms fcil actuar como si nada hubiera cambiado. Ella lo echaba de menos, deca, y de vez en cuando lloraba. Yo la abrazaba, pero al mismo tiempo ninguno de los dos obligaba al otro a encarar la irrevocabilidad de su muerte.

El no haber experimentado plenamente la muerte de mi padre me permiti negar tambin mi mortalidad, y as comenc a pasar por alto, una por una, seales pequeas pero importantes de mi cuerpo, que debera haber sabido que se iban acumulando como fichas de domin, listas para caer, una tras otra, hasta desmoronarse todas, arrastrando con ellas mi salud y tal vez mi vida.

Al cumplir los cuarenta, me pareci que todo se vena abajo. Pasaba el tiempo y empec a notar signos de deterioro en mi fuerza, salud y bienestar. Hasta el sueldo de un profesor universitario a jornada completa puede resultar bastante magro cuando se tiene que mantener una familia, as que para ganar ms dinero fui aceptando puestos docentes a tiempo parcial; hubo momentos en que di clases en otros dos o tres institutos universitarios, aparte de la jornada completa que ya realizaba. Y por si esto fuera poco, mi esposa de entonces dej su puesto docente, a pesar de que sus ingresos eran muy necesarios para el estilo de vida que le gustaba, para volver a estudiar, dejndome a m otro hueco financiero que llenar. Aun as, me enorgulleca ser un buen marido y un buen padre, y sin quejarme asum tambin gran parte de las responsabilidades de atencin a nuestros hijos. Trabajaba como un loco y me senta un superhombre.

Mi da normal comenzaba a las 6.30 de la maana, preparando charlas, corrigiendo los trabajos que haban quedado sin corregir la noche anterior, y luego continuaba con las clases, asesora, trabajos de investigacin y reuniones, todo el da, sin descanso, hasta la medianoche (cuando acababa la colada y preparaba los bocadillos del da siguiente para los nios, incluidas las bromas y notas cariosas que siempre esperaban de m).Adems de esa locura de trabajo a jornada completa y horas extras, me encantaba el papel de seor mam. Preparaba comidas calientes para la familia y charlas fras para mis alumnos, y llevaba una existencia tibia. Mis familiares, amigos y colegas me miraban con respeto; mi poder era innegable, mi capacidad, legendaria, pero aun as, no era capaz de detenerme a escuchar las seales que me indicaban que estaba a punto de producirse un desastre. Estaba de pie en medio de la va del tren, sin ver que el tren se me acercaba a toda velocidad por detrs.Cuando me dejaba caer en la cama por la noche, me senta tan cansado que no quera ni poda pensar o preocuparme de nada. Al igual que un hmster en una rueda loca, no poda detenerme. Y as se repeta el ciclo da tras da, mes tras mes, ao tras ao. Durante el da me alimentaba con lo que se poda comer ms rpido, para mantener la energa, y cuando las comidas a la carrera tuvieron su efecto, mi cintura en expansin se convirti en una barriga con todas las de la ley. Y aunque mi tripa era bastante ms voluminosa que la que haba tenido mi padre, nunca me permit ver que sus problemas se estaban repitiendo en m.Da tras da, mes tras mes y ao tras ao, las fichas de domin del estrs, cansancio, mala alimentacin, preocupacin, falta de sueo, falta de placer y alegra, cada una a su tiempo y con su propia intensidad, fueron formando una lnea perfecta, lista para empezar el proceso de desmoronamiento al primer soplo de aire.

Todo comenz con la fiesta sorpresa que haba planeado para nuestro aniversario de bodas. Pareca que todo iba a resultar a la perfeccin, pero al final fui yo el que me llev una sorpresa. Mis planes estaban saliendo a las mil maravillas y saba que mi mujer no sospechaba nada. De pequea la haban enviado a un colegio interna, y nunca haba tenido una autntica fiesta de cumpleaos. Adems, cuando nos casamos era muy joven, y como las nias nacieron tan pronto, toda nuestra atencin se centr en ellas. Por lo tanto, quera ofrecerle esa fiesta de aniversario como un regalo especial, en prueba de mi amor y reconocimiento.

Iba a ser uno de esos preciosos momentos de alegra, de aquellos que uno nunca olvida, de los que slo ocurren en las pelculas romnticas. Y esta vez iba a ser yo quien lo iba a hacer realidad. De todas formas, algo me menguaba el entusiasmo; llevaba ms o menos una semana con ocasionales accesos de dolor en el pecho, y aunque me deca que slo se trataba de calambres musculares, en el fondo saba que eran las seales tpicas de un problema cardiaco. Una a una, las fichas de domin estaban perdiendo estabilidad.El da de la fiesta apenas logr conducir el coche hasta casa; mi cuerpo gema pidiendo un descanso. Haba comido aun peor que de costumbre; simplemente me haba faltado tiempo para hacerlo todo. Esa semana, mis hijas haban tenido irritacin de garganta, y dos visitas no planeadas al mdico cargaron an ms mi ya de por s repleta agenda.Eran las cinco de la tarde ms o menos; acababa de comprar la comida para la semana y para la fiesta, la colada estaba terminada y haba recogido a mis hijas en la casa de sus amigas. Ahora una cenita rpida, un bao y listas, pens, para que ya estuvieran acostadas cuando llegaran los invitados.Las nias estaban ms calladas que de costumbre, y me alarm pensar que pudieran ponerse enfermas de nuevo. Tuve que reconocer que yo no me senta muy bien, pero como era el anfitrin de la fiesta, me arm de valor para aguantar la larga velada. Los ojos se me cerraban solos, y tena que batallar con ellos para mantenerlos abiertos.Al comienzo de esa semana haba tenido un acceso de dolor, pero no le hice el menor caso; esper un momento y lo obligu a marcharse; simplemente no tena ni el tiempo ni la energa para ocuparme de l. Por eso, cuando volv a sentir el dolor en lo profundo del pecho, me desentend de l y continu con las cosas que an me faltaba por hacer.

Los invitados llegaron muy animados, y daba la impresin que la velada sera un xito extraordinario, pero cuando me agach a coger a mi hija para llevarla a la cama, un puo gigantesco se cerr alrededor de mi pecho. No pude respirar, ni moverme, y apenas me mantuve centrado. Me vino a la cabeza la imagen de m mismo saliendo en camilla de casa y contemplado en silencio por todos nuestros amigos. Qu sorpresa les dara, pens con irona.Durante un tiempo haba estado pensando en aumentar la cobertura de mi seguro de vida, y en ese momento lo nico que se me ocurri pensar fue que haba fastidiado las cosas al posponerlo. Me iba a morir y debera haber cuidado mejor de mi familia.An no s cmo lo consegu, pero continu sonriendo y diciendo todas las cosas adecuadas. Pasados unos momentos se afloj la garra que me atenazaba el pecho, pero continu la sensacin de agudo dolor.Cuando se marcharon los invitados, ca en la cama, incapaz de pensar o hablar. Tengo alto el umbral del dolor; me han arrancado el nervio de algunas piezas dentarias sin anestesia. As pues, para bien o para mal, ese don innato me sirvi para mantener la compostura. Ya avanzada la velada se aflojaron las tenazas que me opriman el pecho, pero segu sintiendo el dolor, recordndome que las cosas no iban bien. Las filas de fichas de domin se haban estremecido violentamente, pero sin desmoronarse, y sent gratitud por ello.Cuando se marcharon los invitados, me arrastr hasta el dormitorio, incapaz de pensar o hablar; le promet a mi mujer que lo recogera todo por la maana, y me qued dormido al instante. El da siguiente lo dediqu a la limpieza y una prometida visita al zoo con mis hijas. Mi mujer haba quedado con una amiga en la biblioteca, de modo que pens que no tena tiempo para ir al mdico. Adems, el dolor haba remitido, por el momento.En las semanas que siguieron, la opresin del pecho volvi una y otra vez; empec a acostumbrarme a ella, y aunque la senta cada vez con ms frecuencia, me convenc de que slo era un esguince por haber cogido en brazos a mis hijas, o tal vez debido a una mala postura, o me hubiera lesionado uno de esos msculos de las costillas que tardan tanto en curarse. Unos das despus de la fiesta, cuando por fin pude ocuparme de cambiar la pliza del seguro de vida, ca en la cuenta de que tendra que pasar por un examen fsico, y me aterroric. Pens que no lo pasara, y francamente me asust.Lo habl con un buen amigo, y l me dijo lo que yo quera or. Aunque deberamos haber sido ms prudentes, juntos nos convencimos de que yo tena algn tipo de virus o que me haba distendido un msculo. Despus de todo eres demasiado joven para tener un ataque al corazn, me dijo. Las fichas de domin haban comenzado a oscilar peligrosamente, y yo mir hacia otro lado.Decid postergar la ampliacin del seguro de vida hasta que me encontrase en mejor forma; no quera cometer el error de confundir una distensin muscular con algo ms serio. Y as, hundido hasta el cuello en la negacin, continu con mi vida. Pero el dolor no se march,continu, y adems empeor. Al final me vi obligado a reconocer que necesitaba atencin mdica. Para que no se enterara mi mujer, eleg un mdico al azar, en el listn de telfono, y fui a verlo.Tuve suerte. El mdico era bueno y muy franco.Est muy agotado y trata terriblemente mal a su cuerpo. Tiene la tensin arterial peligrosamente alta, y apostara a que el nivel de colesterol tambin es elevadsimo.Cuando tuve el resultado de los anlisis, stos confirmaban con creces su prediccin. Llevaba tiempo comiendo mal, echndome kilos encima y destrozando mi cuerpo.Si no hace algunos cambios importantes me dijo, no ver crecer a sus hijas.

El mdico era muy amable, y no tena pelos en la lengua; siempre le estar agradecido por el inters y el tiempo que me dedic ese da, y en los das venideros.Si sus hijas o su esposa necesitaran alimentarse bien, descansar o hacer ejercicio, usted pasara de todo lo dems para ocuparse de que as fuera. Tal vez hasta lo hara por su perro, pero por usted mismo...No fue necesario que acabara la frase, ni siquiera yo necesitaba el smil del perro para entender el mensaje. Su mano competente haba llegado al fondo del problema.Este buen mdico, veterano de muchos aos en el ejercicio de su profesin, no se fi de los resultados del electrocardiograma, que no revelaban ningn problema importante. Estaba seguro de que mi dolor en el pecho era indicio de algo grave, y confiaba en su intuicin.El dolor recurrente es un signo importante me dijo. Cuntas otras pruebas necesita para darse cuenta de que su cuerpo le est diciendo algo?Sin embargo, algunos slo aprendemos a fuerza de golpes; no slo no quise or lo que me deca mi dolor, sino que adems tom el camino contrario y empec de nuevo a correr por las maanas. Me levantaba al alba y esforzaba y machacaba mi cuerpo hasta agotarlo. Corra unos diez

kilmetros cada da, y para mejorar mi salud, ced y comenc a darme tiempo para comer las comidas calientes que preparaba para mi familia. Reduje los tentempis y me concentr en hacer comidas equilibradas, sin saber que para m, con mi sensibilidad a los hidratos de carbono, esas comidas no eran tan saludables como yo crea.

Mantuve en secreto mis visitas al mdico; me promet que cuando estuviera bien lo explicara todo. Continu yendo a los controles regulares, pues estaba convencido de que, mientras fuera a ver al mdico, estara seguro. Cambi unas cuantas cosas aqu y all, empec a dormir un poquitn ms, de tanto en tanto me tomaba una ensalada con la comida del medioda, pero ese mtodo a la buena de Dios no dio resultados; no hubo ningn signo de mejora.Los anlisis revelaban que mis niveles de colesterol y triglicridos iban subiendo (por entonces todava no saba mucho acerca del coleste-rol HDL y LDL). Tambin tena la presin arterial descontrolada, pero no quera tomar medicamento alguno; para m era como tapar el problema con una tirita. Quera algo que corrigiera la causa, pero no saba qu. Adems durante la misma visita al mdico un momento tena la tensin peligrosamente alta y a los pocos minutos la tena normal.Esto no es buen signo coment l con su acostumbrado tono comedido.Y ahora tambin lo s yo.Por entonces rondaba los cincuenta, y si hubiera sido objetivo habra tenido que reconocer que estaba subiendo de peso a pasos agigantados. Aunque haba dejado de pesarme al llegar a los 97 kilos, era evidente que continuaba engordando.El peso extra y los aos comenzaron a tener su efecto en mis rodillas; ya no me apeteca correr, y despus de la segunda lesin en la rodilla, el mdico me recomend encarecidamente que lo dejara indefinidamente.Por primera vez vi la realidad, y me asust de veras. Hasta ese momento haba logrado controlar un poco el peso con la actividad fsica, y pens que subira a las nubes sin el equilibrio que ofreca el ejercicio.

Durante muchos aos mis familiares y amigos fueron testigos de mi voraz apetito; no por nada me llamaban el cubo de basura humano. Y cuando por fin decid hacer una dieta pobre en grasas, no lograba seguirla con constancia; las restricciones me volvan loco; viva con hambre. Para empeorar las cosas, mi nivel de grasa en la sangre estaba tan alto que yo haba contado con el ejercicio de correr y mi estilo de vida activo para contrarrestarlo; estaba seguro de que eso era lo nico que se interpona entre m y un ataque al corazn. Por aquel entonces, los medicamentos para bajar el colesterol eran bastante nuevos, y pensaba, como pienso ahora, que si poda controlar el problema con ejercicio, esa sera una opcin mucho mejor. Pero desapa