heliodoro, las etiópicas

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HELIODORO LAS ETIÓPICAS o TEÁGENES Y CARICLEA INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE EMILIO CRESPO GÜEMES fe EDITORIAL CREDOS

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  • HELIODORO

    LAS ETIPICASo

    TEGENES Y CARICLEA

    INTRO DUCCIN, TRAD UCCIN Y NOTAS DE

    EMILIO CRESPO GEMES

    f e

    EDITORIAL CREDOS

  • BIBLIOTECA CLSICA GREDOS, 25

    ArmauirumqueArmauirumque antiquus lector

  • Asesor para la seccin griega: Carlos Garca Gual.

    Segn las normas de la S. C. G., la traduccin de esta obra ha sido revisada por Consuelo Ru iz M ontero.

    EDITORIAL GREDOS, S. A.

    Snchez Pacheco, 81, Madrid. Espaa, 1979.

    Depsito Legal: M. 40342*1979.

    ISBN 84-249-3535-7.

    Impreso en Espaa. Printed in Spain.

    Grficas Cndor, S. A., Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1979.5103.

  • 1. El autor.

    Siguiendo el hbito usual de la literatura arcaica y clsica en Grecia, Heliodoro firma as su novela: As termina la historia etipica de Tegenes y Cariclea; el autor que la compuso es un fenicio de mesa, de la raza del Sol, Heliodoro, hijo de Teodosio. Esta informacin, que slo da noticia del nombre y la procedencia, necesita ser complementada con las que ofrecen otras fuentes. Scrates, un historiador de la Iglesia que escribe en la primera mitad del siglo v d. C. sobre los sucesos que abarca el perodo comprendido entre 306 y 439, escribe en su Historia eclesistica (V 22; Migne, Patrologa Graeca 67, col. 63): En Tesalia, esta costumbre (scil., el celibato eclesistico) fue introducida por Heliodoro, cuando fue nombrado obispo de Trica; de l se dice que en su juventud compuso una historia de amor, a la que puso por ttulo el de Etipicas. Scrates es el primer autor que menciona nuestra novela, y es posible que todas las referencias posteriores a Heliodoro tengan nicamente como base lo que aqul (o la fuente de la que Scrates se haya servido) indica. As, Focio (Bibliotheca, cod. 73 sub fine; Bekker, pgs. 51 b, 40 sig.), en el siglo jx , anota acerca de Heliodoro, entre otras cosas, que ste, segn dicen, alcanz tambin despus la dignidad episcopal.

  • Resulta llamativa la prudencia de las afirmaciones, tanto de Scrates, como de Focio; ambos parecen no estar seguros de sus noticias y, por eso, aaden un dicen, como atribuyendo a las fuentes su posible error. Siendo, pues, tan parcas las noticias ms prximas a Helio- doro, no es extrao que los autores posteriores hayan tratado de embellecer esta inaudita identificacin de un obispo con el autor de una novela amorosaa.

    Digna de consideracin es tambin la noticia que se encuentra al final del manuscrito ms antiguo de las Etipicas (Vaticanus Graecus 157); all, una mano del siglo XIV anot, en lo que aqu ahora importa, que Heliodoro, el autor de las Etipicas y obispo de Trica, vivi en poca de Teodosio el Grande (emperador de Oriente entre 379 y 395), y que escribi, adems, un poema en versos ymbicos acerca de la fabricacin del oro dedicado al propio Teodosio, segn afirma Georgio Cedreno. Ninguna indicacin de este tipo aparece en Georgio Cedreno (siglo xi), pero s en la Cronografa de Teodosio Meliteno, un oscuro autor del siglo XI tambin, con la nica salvedad de que ste slo afirma en poca de Teodosio, sin especificar de cul de los emperadores del mismo nombre se trata2. Estas noticias,

    1 En este sentido hay que comprender las afirmaciones de Nicforo Calixto, un autor del siglo xiv, en su Historia eclesistica (X II 34; Migne, Patrologa Graeca 146, col. 860), que aade a la escueta noticia de Scrates: Por esta causa fue despojado del episcopado; pues, como esta narracin provoc el escndalo en muchos jvenes, el snodo local orden, o bien hacer desaparecer y entregar al fuego el mencionado libro, que, subrepticiamente, enardeca el amor, o bien privarle del sacerdocio por haber escrito semejante historia. l prefiri abandonar el sacerdocio, antes que retirar el libro de la circulacin; y, en efecto, as sucedi.

    2 El poema en versos ymbicos sobre alquimia que es atribuido a Heliodoro por el crongrafo medieval es posterior a 610-641, y el Teodosio a quien afirma que est dedicado ha de ser el emperador Teodosio I II (716-7). El error del crongrafo

  • inconexas aparentemente entre s, componen un cuadro razonable, si se tiene presente que Scrates, el eclesistico, se refiere en su historia al perodo comprendido entre 306 y 439, y que nicamente el reinado de Teodosio I el Grande cae dentro de esos lmites temporales. Por tanto, si se acepta como cierta la tradicin acerca de Heliodoro, habramos de situarle en la segunda mitad del siglo iv d. C,

    Ahora bien, las fuentes antiguas y medievales presentan ciertas dificultades, circunstancia que ha llevado a muchos crticos a negar su validez. En primer lugar, una elemental precaucin debe dejar abierta la posibilidad de que Heliodoro no haya vivido entre 306 y 439, porque Scrates escribe con cierta frecuencia acerca de hechos que rebasan ese perodo, y, sobre todo, porque, al hablar del obispo de Trica como de la persona que inaugur la costumbre del celibato, es posible, al menos, que est mencionando de pasada acontecimientos anteriores a aquellos de los que es objeto su historia. En contrapartida, hay que pensar que el historiador, por razones de claridad, no poda referirse, sin advertirlo a los lectores, a hechos sensiblemente distantes del perodo de su historia. La conclusin, pues, tanto en un sentido como en otro, parte de un argumento ex silentio y, por tanto, nada probatorio.

    Una segunda dificultad estriba en el hecho de que tanto Scrates como Focio manifiesten tal cautela en

    procede de haber confundido a dos autores diferentes y de distinta poca, que tuvieron el mismo nombre. La circunstancia de que el autor de las Etipicas se declare a s mismo hijo de Teodosio ha contribuido seguramente al equvoco del crongrafo. El valor, pues, que pueda tener la noticia de Teodosio Meliteno es dudoso: en efecto, si ha atribuido al autor de las Etipicas unos yambos que, en realidad, son de otro poeta, llamado tambin Heliodoro, nada de particular hay en que haya determinado la datacin de Heliodoro de mesa, de acuerdo con la de aquel otro.

  • sus afirmaciones. Esta circunstancia es an ms llamativa en lo que se refiere a Scrates, porque l mismo afirma, unas lneas ms adelante, haber estado personalmente en Tesalia y haber verificado directamente all sus informaciones. Aunque, para resolver esta aparente contradiccin, ninguna solucin se impone con firmeza, la nica va de interpretacin es pensar, o bien que Scrates ignoraba si el autor de las Etipicas era en realidad el obispo de Trica (y en este punto tiene importancia fundamental la adicin en su juventud, o el despus en el testimonio de Focio), o bien que Scrates, simpatizante con la actitud que preconizaba actuar con transigencia en el asunto del celibato eclesistico (cf. Hist. Ecles. I 11; Migne, Patrologa Graeca 67, col. 101), manifestaba con su se dice cierta actitud maliciosa hacia el obispo, que, mientras en su juventud haba escrito una obra profana, a la que muchos rigoristas tacharan de poco piadosa, luego, una vez entrado en aos, impona con rigor el celibato a sus sbditos.

    No es extrao, pues, que, a causa de estos problemas en la interpretacin de las fuentes, la crtica moderna haya negado toda validez a estas noticias. Desde el libro fundamental de E. Rohde acerca de la novela griega, que, con razones semejantes a las expuestas, rechaza, no slo las noticias ms tardas acerca de Heliodoro, sino tambin el escueto relato de Scrates, el eclesistico, la polmica sobre la identificacin del autor de las Etipicas con el obispo de Trica no ha cesado; hasta los aos cuarenta, se aceptaron las razones de E. Rohde para refutar el rumor recogido por Scrates, y se adujeron nuevos argumentos para apoyar esa tesis; pero, desde entonces, una corriente de la crtica, cada vez ms amplia, ha manifestado su tendencia a aceptar la noticia de Scrates, aunque no hayan seguido faltando sus detractores.

    Los que, siguiendo a Rohde, han negado el valor de las fuentes, han aducido, a falta de pruebas externas, argumentos derivados de la naturaleza de la propia novela. Un breve resu-

  • men de stos sigue a continuacin. E. Rohde, op. cit., pgs. 433 y sigs., puso de relieve que las pruebas presentadas por Coray (el editor de Heliodoro en el s. xix, que en su comentario haba reunido lo que para l constitua un indicio del cristianismo profesado por Heliodoro) eran muy poco convincentes; ms an, que Heliodoro no era cristiano viene demostrado, segnE. Rohde, por su concepcin de la divinidad: adems de nombrar a los dioses los poderosos, denominacin habitual entre neopitagricos y platnicos, en los pasajes en los que habla del dios en singular, se reconoce con facilidad que est refirindose a Apolo en concreto, a quien identifica con el dios solar. Mientras que las alusiones a otros dioses del panten tradicional son slo espordicas, Apolo-Sol desempea un papel continuo y esencial a lo largo de toda la trama, y todo ocurre de acuerdo con su plan. La concepcin de la divinidad es, en definitiva, neopitagrica, como demuestra la marcada semejanza existente entre lo que los personajes de Heliodoro manifiestan y lo que Filstrato cuenta acerca de Apolonio de Tiana, un santn neopitagrico del siglo I d. C. (cf. algunos ejemplos en las notas 19, 79, 84, 101, 144, 274, 344, 347 y 356 de la traduccin), Si se tiene, adems, presente que Heliodoro afirma ser del linaje del Sol, la conclusin no distar mucho de pensar que las Etipicas tienen una clara finalidad religiosa y estn destinadas a la propaganda del culto al dios solar.

    Por otra parte, la formacin retrica de Heliodoro cuadra mejor siempre segn Rohde con una datacin anterior al siglo iv; en concreto, Rohde propone el reinado de Aureliano (270-5) como datacin de la novela. El siglo n i fue, en efecto, la poca de mayor esplendor de la religin solar, propagada fundamentalmente desde mesa, bajo los auspicios de los Severos. Si se admite, pues, esta tesis, es preciso negar todo valor a las fuentes.

    Ahora bien, el hecho de que Heliodoro se manifieste en su novela como un pagano devoto, antes que como un indiferente en materia de religin, lejos de hacer imposible una ulterior conversin al cristianismo, la hace ms probable. La nueva fe cristiana calara con

  • mayor rapidez y hondura en las personas que tuvieran desarrollado un fuerte sentimiento religioso, como es el caso de Heliodoro. Por otro lado, su firme conviccin teolgica a propsito del Sol no es esencialmente incompatible con una nueva fe que preconiza igualmente la existencia de un Dios por encima de todo, que abomina de los sacrificios humanos y cruentos, y que trae consigo un gnero de conducta moral. Si a esto se aade la circunstancia de que Scrates, el eclesistico, no se encuentra muy distante en el tiempo, y que quiz gozaba de otras fuentes accesibles para l, pero desconocidas en la actualidad, la verosimilitud de su noticia aumenta. El simple hecho de que mencione al obispo como autor de las Etipicas en un contexto que, en absoluto, se lo exiga indica que no haba nada de improbable en ello. As, pues, quede de cuenta de quienes niegan la tradicin el onus probandL

    2. Datacin.

    Sea o no cierta la alusin de Scrates a las Etipicas, un hecho es seguro: que proporciona un terminus ante quem a la novela, que ha de ser datada, como muy tarde, a fines del siglo iv d. C. Por otro lado, a juzgar por las notorias coincidencias existentes entre la Vida de Apolonio de Tiana y las Etipicas, que permiten asegurar que Heliodoro ha conocido el libro de Filstrato, podemos establecer un terminus post quem: el ao 217 d. C. o unos aos ms tarde3.

    3 Filstrato escribi la Vida de Apolonio de Tiana por encargo de Julia Domna, pero, como la obra no est dedicada a ella, hay que pensar que cuando se public la biografa sta ya haba muerto (217). Que Heliodoro conoca la biografa de Apolonio de Tiana es algo casi seguro, aunque algunos hechos requieren ser precisados: Filstrato se ha servido de diversos escritos de Apolonio para la composicin de su obra, segn

  • Otras consideraciones de tipo histrico pueden servir para precisar ms la datacin. El culto del dios solar, que tanta importancia tiene en la novela, se propag desde mesa, la patria de Heliodoro, y l mismo afirma ser de la raza del Sol, es decir, probablemente perteneciente a una de las familias de sacerdotes encargadas de su culto. Esta religin comienza a irradiarse a comienzos del siglo m , desde que Julia Domna, hija de un sacerdote del Sol, y nativa de mesa, contrajo matrimonio con Septimio Severo (193-211), y desde que dos nietos de Julia Mesa, hermana de la anterior, accedieron a la ms alta magistratura romana: Heliogbalo (218-222) y Alejandro Severo (222-235), ambos tambin naturales de mesa. Y ms concretamente, la difusin de esta religin por todo el orbe conocido ha de datarse en los aos de Heliogbalo4. La

    l mismo declara; incluso algunos episodios, si no todo el conjunto, estn modelados sobre lo que Apolonio de Tiana haba escrito en su Vida de Pitgoras (v. F. Solmsen, R. E. A., XX, cois. 147 sigs.). Siendo esto as, es difcil probar que un pasaje determinado de Heliodoro imita directamente a Filstrato, en lugar de a alguna de las fuentes utilizadas por Filstrato. Un ejemplo de detalle puede ilustrar esta observacin: tanto Filstrato como Heliodoro distinguen con sumo cuidado conocimiento tergico y mgico (Vida de Apolonio V II 39; V 12; V III 7, 3, y Etipicas III 16, 3). Esta comunidad de ideas se ha interpretado como resultado de la imitacin directa por parte de Heliodoro. Mo obstante, el propio Filstrato aade (V II 39) la noticia de que ha existido una abundante literatura contraria a la magia, anterior a l. Nada autoriza, pues, a creer que Heliodoro haya usado la biografa de Apolonio, en lugar de otra obra diferente.

    4 El Sol ya aparece en monedas de Septimio Severo y Cara- calla, y en el arco de Septimio Severo en Lepcis Magna; pero este culto slo alcanz proporciones universales con Heliogbalo, que lo introdujo oficialmente en Roma (cf. F. Altheim, Der unbesiegte Gott El dios invicto [trad, J. J. Thomas], Buenos Aires, 1966, pgs. 90 y sigs.). Con la muerte de Heliogbalo, no obstante, su difusin sufri un duro revs (F. Altheim, Literatur und Gesellschaft im ausgehenden Altertum, I, Halle, 1948, pg. 102). El hecho de que Heliodoro nunca afirme que el Sol es el dios local de mesa se explicara, segn esta interpretacin, porque el autor, al igual que Heliogbalo, habra

  • primera mitad del siglo m es la poca de mayor florecimiento de esta ciudad siria, que, a mediados de siglo, sufri diversas agitaciones, como el resto de las ciudades de Oriente, hasta ser conquistada por Zenobia, la soberana del efmero imperio de Palmira. Aureliano (270-5) recuper el dominio de la ciudad, y sta volvi a disfrutar de parte de su antigua prosperidad. Es natural, pues, datar la novela que nos ocupa en algn momento indeterminado de esta poca5.

    Una segunda consideracin de tipo histrico formulada por Rohde conducira a idntica conclusin. La piedad de Helio- doro se caracteriza por su actitud ingenua hacia la religin, diferente por completo de la que hallamos en un Jmblico o en un Juliano a mediados del siglo iv. En estos aos, los que sostenan la religin tradicional luchaban con inusitado bro en favor de Jas creencias antiguas; es tambin en el siglo rv cuando el neoplatonismo opone ante la nueva fe cristiana un rgido esquema jerarquizado de dmones, espritus y conceptos hipostasiados en divinidades. En fin, un hombre piadoso slo poda ser o bien cristiano, o bien neoplatnico cargado de xtasis mstico y entusiasmo filosfico-teolgico. Sin embargo, todo este mundo conceptual y toda la capacidad de abstraccin, propios de los neoplatnicos y de las creencias populares de la fe pagana, estn ausentes por completo de la obra de Heliodoro. Lo que s, en cambio, se descubre en l es la influencia de aquel modo de pensar, mucho ms simple y no ajeno por entero a las creencias populares, eclctico entre pitagorismo, platonismo y estoicismo, que movi a todos los filsofos del siglo I de la era cristiana (E. Rohde, op. cit., pgs. 495 y sig.). Por esta razn, segn Rohde, Heliodoro no

    pretendido dar a su dios un carcter universal, eliminando todo vestigio de dios local.

    5 En concreto, segn Rohde, op. cit., pg. 496, la aparicin de la novela de Heliodoro tiene lugar durante el reinado de Aureliano (270-5), un devoto tambin de la religin solar. Mnscher, R. E. A., V III, col. 21, propone una fecha entre 220 y 250, cuando an el estado etope no haba comenzado a sufrir su decadencia. Rattenbury-Lumb proponen en su edicin 235, yF. Altheim, op. cit., pg. 113, el perodo comprendido entre 233 y 250.

  • pudo haber escrito su novela despus de la segunda mitad del siglo III.

    Ahora bien, esta argumentacin no conduce a conclusiones seguras, porque la religin solar, junto a algunos cortos perodos oscuros, ha conocido cierto auge todava en poca de Constancio Cloro, Licinio y Constantino (cf. F. Altheim, op. cit., pgs. 105 y sigs.). Por qu, pues, considerar el contenido religioso de las Etipicas como un manifiesto triunfante de la nueva religin solar, y no una enfervorizada defensa procedente de la poca en que iba decayendo paulatinamente? Adems, la relacin de la actitud religiosa de Heliodoro con el entorno de su poca no permite llegar a conclusiones unvocas, y, en este sentido, hay que sealar que una autoridad tan notoria en materia de religin como M. P. Nilsson6 propone, en funcin de la atmsfera religiosa de la novela, una datacin alrededor de 360 d. C. Queda an por aadir que, como ha sealado R. Keydell7, la religin solar no tiene la importancia decisiva que le atribuy Rohde para la comprensin de la novela. Nada, en fin, excluye la posibilidad de considerar a Heliodoro como un adepto tardo del neopita- gorismo 8.

    Otras alusiones en la novela de Heliodoro cuadran, sin duda, mejor con los datos histricos que conocemos del siglo n i : la aparicin de los blemies como vasallos del rey de Etiopa (IX 16, 3; cf. notas 327 y 287), la pormenorizada descripcin de los jinetes acorazados (IX 15; cf. nota 324), la descripcin del estado etope como un poderoso reino, libre an de la progresiva decadencia sucedida desde mediados del siglo m , y la irrelevancia del uso del dromedario con fines militares.

    6 Geschichte der griechische Religion, vol. II, Munich, 1950, pgs. 542 y sigs.

    7 Polychronion: Festschrift far Franz Dolger, ed. P. Wirth, Heidelberg, 1966, pgs. 345-350.

    8 A fines del siglo iv, Sinesio de Cirene se nos presenta como un lector asiduo de la Vida de Apolonio de Tiana (cf. Din, 1; ed. N. Terzaghi, pg. 233) y como un admirador entusiasta del encantador (cf. Elogio de la calvicie, 6); haba sido, adems, discpulo de la neoplatnica Hipatia, y lleg a ser obispo al final de su vida.

  • Sin embargo, cmo estar seguros de que Heliodoro escriba su novela haciendo aparecer en ella hechos contemporneos, en lugar de pensar que mencionaba una situacin conocida, pero ya antigua e inexistente en el momento de componer su novela?

    Las consideraciones de carcter histrico conducen a conclusiones contradictorias. En efecto, una observacin de Van der Valk, corregida en parte y ampliada por A. Colonna9, ha llevado a defender una datacin en torno a 360. El asedio de Siene, tal como aparece en el relato del libro IX de las Etipicas, presenta notorios paralelos con algunos discursos de Juliano el Apstata. En concreto, con los discursos I y III, dirigidos al emperador Constancio, en los que Juliano narra con detalle los sucesos del ao 350, durante el cual Constancio consigui ' dos importantes victorias, en Oriente contra los persas, y en Occidente contra Magencio. En lo que se refiere a la primera, se nos dice que el rey persa Sapor ha usado la siguiente tctica, para asediar y conquistar Nsibis: ha levantado un muro aire- dedor de todo el contorno de la ciudad y ha desviado la corriente del ro Magdonio, a fin de que las aguas cubran el espacio entre las dos murallas y formen un lago (cf, Juliano, Discursos I 22-3, y III 11-3, Bidez, tomo I). El procedimiento empleado por Hidaspes para capturar Siene es idntico, e incluso se repiten algunos detalles en la narracin de ambos. Para todos estos hechos, Juliano expresamente indica que nunca el sol ha sido testigo de semejante tctica, desconocida por los hombres en toda la historia. Estas coincidencias no pueden ser, naturalmente, fortuitas, y es preciso creer que uno ha servido de modelo para el otro. Pues bien, como no cabe dudar de la historicidad del relato que hace Juliano, porque otras fuentes presencales de los hechos dan una versin, que, en lo esencial, coincide con la de Juliano (cf. A. Colonna, loe. cit., pgs. 82 y sigs.), hay que llegar a la conclusin de que Helio- doro, impresionado por la actuacin de Sapor en Nsibis, ha resuelto servirse de este acontecimiento como modelo para el proceder de Hidaspes. Con ello, las Etipicas seran poste

    9 Publicadas respectivamente en Mnemosyne, 3.a serie, 9 (1941), 98-100, y Athenaeum 28 (1950), 80-7.

  • riores a 350-1, ao de la toma de Nsibis por Sapor, y a 359, ao probable del discurso III de Juliano.

    Una segunda concordancia entre Heliodoro y Juliano aparece a propsito de la batalla contra Magencio, en la que la caballera de Constancio, equipada con una armadura que les protega el cuerpo por entero (iban sobre sus caballos como estatuas movientes, I I I 7; cf. I 30), jug un papel decisivo. Igualmente, en las Etipicas, la caballera persa va equipada con un armamento semejante, e incluso aparece tambin la comparacin con estatuas (IX 15, 5). Por supuesto, esta segunda semejanza entre ambos autores no prueba que Heliodoro haya imitado a Juliano, porque, como ha sealado F. Altheim, op. cit., pgs. 108 y sigs., el uso de este tipo de caballera es muy anterior a la poca de Constancio10; sin embargo, la novedad que a tales jinetes atribuye Juliano es sumamente instructiva.

    En efecto, estas conclusiones son tambin susceptibles de algunas crticas. Juliano asegura que en Nsibis se emple por primera vez en la historia esta tctica, digna de Jerjes. Que se us es verdad, pero no sabemos si por primera vez; hay que tener presente que Juliano est escribiendo un panegrico, que su hroe es ensalzado a la altura de los de la pica, que atribuir a Sapor una tctica digna de Jerjes no es ms que un medio de engrandecer la posterior victoria de Constancio; y, sobre todo, que tambin Juliano afirma que el equipamiento de la caballera en la batalla contra Magencio constituy una novedad, cuando sabemos que una coraza semejante estaba siendo usada desde ms de un siglo antes. No hace falta llegar tan lejos como O, Weinreich o como T. SzepessyH, que sos

    Jinetes armados de este modo aparecen en las pinturas descubiertas en Dura-Europos, anteriores en ms de un siglo a Juliano. O. W einreich, loe. cit., 237, seala que este tipo de descripcin de una fuerza militar de caballera acorazada es, desde el siglo ni, un topos retrico para la narracin de una batalla. Menciones semejantes a las de Heliodoro se hallan, no obstante, sobre todo en los escritores del siglo iv; cf. nota 324 de la traduccin.

    ii O. Weinreich, loe. cit., 238; T. Szepessy, Actes X IIe Conf. Eirene, Amsterdam, 1975, pgs. 279-287.

  • tienen que Juliano ha usado el relato de Heliodoro como modelo; pero s conviene resaltar que cuando Juliano dice por primera vez no es seguro si est hablando como un historiadoro como un panegirista i2.

    De la larga discusin precedente acerca de las relaciones de Heliodoro con l entorno histrico se desprende alguna conclusin segura acerca de su datacin? Creemos que no, porque, en el fondo, las reservas que pueden hacerse a todas las conclusiones afectan a la base del mtodo. En primer lugar, slo puede ser demostrada la existencia de menciones de poca tarda, es decir, del siglo iv; toda omisin de situaciones histricas precedentes puede ser consecuencia tanto de una datacin anterior a la aparicin de tales sucesos histricos, como de un silencio deliberado (o incluso casual) por parte del autor. En segundo lugar, sera preciso conocer previamente la actitud de Heliodoro ante la historia de su poca, sea cual fuere; es decir, tena Heliodoro algn inters por mencionar hechos contemporneos, o su nica preocupacin resida en dar cierta verosimilitud a las aventuras de Tegenes y Cariclea, gracias a la vinculacin laxa de tales aventuras con la poca del dominio persa en Egipto, en la cual transcurre la novela? Mientras estas interrogantes no estn solucionadas, los argumentos en favor de una datacin tarda sern, sin duda, ms dignos de consideracin.

    En conclusin, las referencias histricas conducen a un callejn sin salida; se impone, pues, la necesidad de un mtodo ms depurado. Cobra ahora todo su valor la observacin de R. Keydell {loe. cit.) en el sentido de que las correspondencias

    12 Otros argumentos de tipo histrico susceptibles de idnticas crticas para proponer una datacin entre 360 y 375 son: la importancia atribuida al dominio de Siene, convertida en el punto neurlgico de Egipto {cf. nota 287 de la traduccin); la mencin de los auxomitas (X 27, 1; cf. nota 374 ad. loe.). Otras caractersticas de orden ms general: la exclusin de la pederasta, el ensalzamiento de la virginidad y, en general, de la continencia, el carcter sagrado y definitivo del matrimonio, y la importancia de la mujer en el matrimonio, que, segn Ch. La- combrade, Rev. t. Gr. 83 (1970), 70-89, estaran en consonancia con una fecha tarda, son inseguras.

  • entre la narracin del asedio de Siene y el relato de Juliano sobre la toma de Nsibis son tan estrechas, que el novelista ha llegado a repetir algunos puntos que para l eran superfluos, slo porque se encontraban tambin presentes en Juliano.

    Igualmente, las observaciones lingsticas de A. Wifstrand *3 de sintaxis, vocabulario y estilo cuadran mejor con una datacin ms avanzada, aunque ejemplos espordicos de los hechos recogidos se hallan ya en el siglo m w . Ahora bien, no hace falta sealar que en este dominio, que, a nuestro juicio, puede conducir a resultados relevantes, son necesarios otros estudios ms amplios.

    La relacin de Heliodoro con las restantes novelas griegas puede servir tambin para precisar la cronologa. No obstante, este mtodo est sometido a numerosas crticas y rectificaciones. Un ejemplo ser suficiente para probarlo. Desde poca bizantina (Focio, Bibliotheca, cod. 87; cf. A. Colonna, Heliodori Aethiopica, pg. 362; y Miguel Psello en su juicio comparativo de Etipicas y Aquiles Tacio; cf. A. Colonna, op. cit., pg. 364), se pens que la novela de Aquiles Tacio, sin duda la ms cercana a las Etipicas, imitaba e incluso parodiaba conscientemente la obra de Heliodoro. No obstante, el hallazgo de dos papiros, en 1914 y 1938 respectivamente, retrotrajo la data

    is Bull. Soc. Lettres Lund (1944-5), 2, 3641.14 Para O. Weinreich, toc, cit., 238, Heliodoro representara

    el estadio intermedio entre los usos del siglo n i y los del iv; en el mismo sentido, es decir, poniendo el nfasis en el hecho de que los usos lingsticos presentes en Heliodoro aparecen ya en el siglo II, vase E. Feuillatre, op, cit., pg. 148 (que defiende una datacin muy temprana para las Etipicas, la poca en que Adriano reinaba). S, en cambio, sigue a Wifstrand Ch. Lacombrade, loe. cit., 74 sigs., que menciona como hechos de vocabulario propios del siglo iv, adems del comparativo sustantivado ta krettona, hoi krettones para referirse a la divinidad, anttheos con ese sentido de antidios, los trminos que expresan la idea de pureza, y la ausencia de un vocablo especfico para providencia, hecho que concuerda con las escuelas filosficas de la poca. Vanse otras observaciones lingsticas en el mismo sentido en A. Colonna, M. C. 18 (1951), 153-9. Sobre la lengua y el estilo de Heliodoro en general, cf. infra, 3.7.

  • cin de Las aventuras de Leucipa y Clitofonte hasta fines del siglo il d. C.; con esto, qued en claro que la relacin entre las dos novelas era justamente la contraria de la que hasta entonces se haba tenido por segura (c f. Mnscher, loe. cit., cois. 21 y sigs.).

    Los datos que poseemos acerca de la datacin de Heliodoro son, pues, controvertidos y admiten interpretaciones opuestas15. Por eso, esta introduccin ha preferido, en cuestin tan polmica como la que nos ocupa, presentar las evidencias en uno y otro sentido. Conviene poner, una vez ms, de relieve que una datacin entre 360 y 375, adems de no estar en contradiccin con la tradicin y las fuentes antiguas, parece gozar de cierto apoyo, en virtud de algunas consideraciones internas y de los realia que aparecen en la novela. Su composicin, mucho ms acabada y ambiciosa que las restantes novelas griegas, permite suponer una larga tradicin de experiencias diferentes. Quede esto dicho, no obstante, con todas las reservas necesarias, y teniendo bien presente que el principal problema que resta an por resolver es de orden metodolgico: en todos los datos que pueden contribuir a precisar la datacin realia, hechos lingsticos y de estilo, composicin, relacin con otras obras literarias, actitud religiosa o de otra ndole por parte del autor, nicamente puede ser demostrado lo que indi-

    35 En efecto, las dos monografas ms recientes sobre la novela griega defienden, respectivamente, el siglo m y el siglo iv: cf. C. Garca Gual, Los orgenes de la novela, Madrid, 1972, pgs. 290 y sigs. y B. P. Reardon, Courants littraires grecs des I I e et I I I e sicles aprs 7. C., Paris, 1971, pg. 335; por lo dems, puede verse un resumen de la cuestin en B. E. Perry, The Ancient Romances. A Literary-historical Account of their Origins, Berkeley-Los Angeles, 1967, pg. 349; cf. adems, E. H. Haight, Essays on the Greek Romances, Nueva York, 1943, pgs. 63 y sigs.

  • INTRODUCCIN 21

    que creacin en poca avanzada, nunca lo contrario; todo lo que en la novela cuadre mejor con el siglo m puede ser estimado como resultado de arcasmos deliberados o casuales por parte del autor. El simple hecho de que el tiempo en que transcurre a accin de las Etipicas sea el siglo v a. C. nos advierte de la falta de inters que manifiesta Heliodoro acerca de los hechos contemporneos a su obra.

    3. La obra.

    3.1. R espeto de las co n v e n c io n es del gnero . Cuando Heliodoro compuso las Etipicas, la tradicin del gnero novelesco, slidamente instalado ya en su poca, y los gustos del pblico a quien la novela iba destinada exigan una serie de convenciones literarias a las que el autor no poda sustraerse, si quera evitar el fracaso y el consiguiente olvido de su obra. En efecto, la novela griega est caracterizada desde sus orgenes por determinados rasgos comunes. El lector esperaba encontrar un tema, ms o menos estereotipado, de viajes, amores sin tacha y final feliz; los protagonistas, dos jvenes de belleza incomparable, alta nobleza y amor sin igual, deban sufrir abundantes calamidades y recorrer infinitas tierras sobre todo las que circundan la cuenca oriental del Mediterrneo, hasta llegar a un desenlace gozoso. Las peripecias, en las que, por lo general, los dos amantes quedaban separados hasta la feliz reunin final, deban consistir en naufragios, cautiverios, enfrentamientos con piratas o bandoleros, desvos de la ruta, etc. Esto es lo que esperaba encontrar el lector, y si un autor le defraudaba, su novela corra el inminente riesgo de desaparecer en el olvido. Naturalmente, los precedentes literarios ms claros en cuanto al tema son la Comedia Nueva y, en cierto

  • modo, la Odisea16. Pero no slo se le exigan al autor tales convenciones en el tema, la accin y los personajes; la novela, adems, deba entroncar lo ficticio en la realidad y producir cierto aire de verosimilitud. Para ello, nada mejor que situar la accin y los personajes en un entorno espacial y temporal que fuera histrico, o al menos lo pretenda; si, adems, coincida con e de los hechos narrados por Tucdides o Herdoto, se haba logrado no slo aunar mito y realidad, sino tambin dar una lejana prestigiosa a los avatares relatados en la novela y vincular la ficcin a la literatura clsica griega. En este juego literario, la evasin de la realidad, tpico fenmeno de la novela, se logra mediante la invocacin a la gloriosa literatura del pasado y a la historia clsica. Bien es verdad que la evolucin general de la novela griega conduce a una progresiva disminucin de esta atmsfera histrica, pero esto aqu no es importante porque Heliodoro se comporta, en este punto, como un autor ms arcaizante. Otra de las exigencias que reclama este pblico burgus y culto, al que la filosofa y la lrica le resultan demasiado complejas, pero a quien, con la decadencia de la comedia, no agradan los espectculos teatrales restantes, ms vulgares, es una finalidad de la novela. sta ha de tener un contenido formativo y moral, lo que excluye hasta la ms leve alusin que pueda parecer procaz, ha de dar alguna interpretacin optimista del universo y, sobre todo, ha de tener un cierto tono religioso. Helio- doro, en efecto, no oculta el contenido didctico de su obra, y en el curso de la novela hay frecuentes dilogos o discursos acerca de asuntos diversos; arm as, lo

    16 Para una caracterizacin del gnero literario, vase, adems de las monografas citadas en nota 15, C. Garca Gual, Le roman grec dans la perspective des genres littraires, en ICAN, Bangor, pgs. 99-105; y E. Cizek, Les structures du roman antique, ibid., pgs. 106-128, con la bibliografa all citada.

  • ms caracterstico son, sin duda, las mximas que salpican la obra, las cuales tienden a extraer la enseanza derivada de la situacin narrada previamente. De este modo, tambin los dioses tradicionales, la fortuna y, en general, las divinidades que inducan a una piedad personal reaparecen aqu, como en la pica, llevando de modo unilateral los hilos de la accin, en detrimento de los protagonistas. Como vehculo literario es de rigor en la novela la prosa, a la que, al menos Heliodoro, pretende elevar mediante abundantes citas, alusiones literarias y con la ayuda de todos los medios propios de la retrica; se ha insistido tambin en que las novelas griegas estn destinadas al consumo, dirigidas a un pblico predominantemente femenino; igualmente, se ha hecho notar que la crtica antigua no ha puesto nunca sus ojos sobre este gnero, que deba de ser considerado indigno y poco apto para ser incluido en las especulaciones literarias de los antiguos. Aunque todo ello sea verdad, no quiere, sin embargo, decir que la novela griega carezca de altas finalidades literarias. Por una parte, hay que tener presente que, desde tiempo atrs, toda literatura estaba destinada al consumo individual; por otra parte, cualquier lector de Heliodoro puede observar la firme preocupacin de estilo que gua al autor, su cuidado en la elaboracin de la estructura y, en fin, las pretensiones literarias de su obra.

    3.2. La c o m po sic i n . Todas estas convenciones literarias del gnero novelesco son escrupulosamente observadas por Heliodoro; es intil indagar su originalidad en el tema, en la accin o en el desenlace, en la presencia o ausencia de los dioses y en la finalidad de la novela. Donde se nos revela, en cambio, su individualidad es en la decidida voluntad de dar un significado a estas convenciones, y en la estructura de la

  • novela; en ello se manifiesta la novela de Heliodoro diferente y superior al resto de las novelas griegas conservadas.

    El primer hecho llamativo se refiere a la estructura temporal de las Etipicas. Las indicaciones, temporales objetivas son raras, al igual que en Cantn, Jenofonte de feso y Aquiles Tacio, pero, a diferencia de los autores anteriores, presenta ciertos rasgos en comn con los poemas picos. Lo ms sobresaliente es la concentracin temporal de la accin; slo transcurre algo ms de un mes entre la escena inicial y la final de las Etipicas. La diferencia es acusada, si se tiene presente que, en los autores antes mencionados y en Longo, el intervalo temporal que separa el principio y el fin del relato hay que medirlo en aos. Pero la concentracin del tiempo es an mayor, porque algunos perodos de tiempo, como en la Ilada, son despachados en unas pocas frases; de este modo, entre I I 20, 5, y V 4, 2 transcurren menos de veinticuatro horas, y el mismo espacio ocupa casi todo el libro X de la novela. Una segunda novedad en la estructura temporal presenta Heliodoro con respecto a los novelistas antes mencionados: como Homero, selecciona una parte muy restringida de la accin, comienza in medias res y slo luego relata, mediante la larga narracin de Calasiris, los sucesos que anteceden al principio de la novela. El lector de Heliodoro, a diferencia de lo que ocurre con los otros novelistas, va siendo informado paulatina y progresivamente acerca de los sucesos que preceden al comienzo de la narracin; slo en V 33, 4, es decir, hacia la mitad de la novela, queda explicado el sobre- cogedor espectculo del principio. El comienzo in medias res, probablemente lo ms destacado y novedoso, capta de inmediato el inters y la curiosidad del lector; nuevamente aqu es notoria la semejanza de Heliodoro con la Odisea.

  • Estructura lineal de la accin. Los viajes y vagabundeos a travs de gran parte del mundo conocido son un constituyente esencial de la novela griega; sin embargo, Heliodoro ofrece ciertas diferencias esenciales en relacin con los autores que le han precedido. La estructura es lineal, no circular; es decir, el punto final del viaje de los protagonistas no es un mero retorno al hogar y a la patria. La accin de las Etipicas comienza en Egipto; se nos cuenta luego una fase anterior en Grecia, y el trmino est en Etiopa. Naturalmente, Cariclea est retornando a su patria, pero esto no lo sabe el lector hasta casi la mitad de la novela, y, por otra parte, la informacin que ha ido recibiendo hasta ese momento es confusa y lacunosa. Heliodoro mantiene una clara estrategia, dando informaciones parciales e, incluso, contradictorias, para conseguir que los viajes sean un movimiento positivo hacia el descubrimiento final. Con esto, el viaje adquiere un sentido: es una meta por la que se suspira. Aqu se ve clara la diferencia existente entre Heliodoro y un Jenofonte de feso; mientras en ste los viajes podran ser incrementados ad libitum, porque no tienen otra finalidad que mostrar las penalidades y la fidelidad de los hroes, en Heliodoro se sabe que hay una meta, y los viajes constituyen progresivos acercamientos a ella. De este fin positivo depende tambin otra circunstancia importante: los momentos de peligro que sufren Tegenes y Cariclea son en realidad pocos, si se toma como modelo cualquier otro novelista, a excepcin de Longo. Las peripecias de Tegenes y Cariclea son tales, no slo por el riesgo real a que se ven sometidos, sino por ser una privacin de lo que estn buscando, segn sabe el lector. Subsidiariamente, se consigue as no complicar en exceso la narracin, compleja ya de por s. Idntica finalidad parece tener la no separacin de los dos hroes en el transcurso de toda la novela.

  • Anticipaciones y retardaciones. La accin que se desarrolla en cualquier novela es ms o menos conocida por el lector, y el autor corre el peligro de multiplicar aventuras de ndole semejante sin ningn sentido. Heliodoro, al igual que los dems novelistas, intenta crear suspense en el lector mediante diversos procedimientos; con ello, las aventuras adquieren un significado, y los diferentes episodios constituyen una unidad. El suspense no radica, por supuesto, en la ignorancia sobre lo que va a ocurrir, puesto que el final feliz es una caracterstica esencial del gnero, sino en el cmo va a ser el desenlace. Con esta intencin, diversos acontecimientos son anticipados de modo ms o menos claro en el curso de la accin. Estas advertencias son directas (p. ej., I I 2, 2), o bien se trata de esperanzas frustradas despus de una splica a los dioses (p. ej. V II 12, 1), o del contenido de sueos (p. ej., I 18, 5), profecas (p. ej., V 23, 3; V I 15, 4), orculos (p. ej., I I 26, 5). La influencia de Homero, en todos estos aspectos, no necesita ser destacada. Hechos semejantes, aunque ausentes en Homero, son las menciones que pretenden inducir al lector a algo errneo. En este sentido, hay que referirse, en pormenor, al relato de Calasiris a Cnemn. Al principio, Calasiris afirma haber ido a Delfos nicamente para escapar del destino que le haba predicho el mortal duelo de sus hijos; de modo explcito ( I I 26, 1), dice que los sucesos entre su partida de Menfis y su llegada a Delfos no hacen al caso para la historia que a Cnemn interesa. Slo ms adelante y en abierta contradiccin con lo anterior, el lector es informado de que Calasiris haba estado en Etiopa, haba trabado amistad con Persina, y sta le haba encargado buscar a su hija. Aqu radica la verdadera razn de su viaje a Delfos. Es decir, Heliodoro ha ocultado a Cnemn y a los lectores el motivo real del viaje de Calasiris

  • a Delfos. An ms, el propio Calasiris no parece haber comprendido, sino progresivamente, que el orculo escuchado en Delfos a su llegada y la misin de Persina son pistas complementarias que conducen en la misma direccin: a Cariclea.

    Idntica funcin tienen las recapitulaciones de hechos ya narrados, pero resumidas luego desde un nuevo punto de vista (cf. V 33; X 36); en estos casos un suceso es aclarado de modo ms efectivo. Las retardaciones tratan de conseguir el mismo efecto en el lector: el suspense sobre el cmo del desenlace. As, ya desde el libro I se nos anuncia la expedicin de Tamis contra Menfis, expedicin que slo se desarrolla en el libro V II; desde el libro I I el lector sabe, si bien vagamente, que los jvenes llegarn a Etiopa, pero esto slo ocurre al final de la novela. En definitiva, gracias al suspense logrado mediante este complejo sistema de anticipaciones, retardaciones y explicaciones de hechos ya narrados desde un punto de vista diferente, que iluminan un episodio determinado desde nueva luz, las aventuras de los hroes quedan convertidas en partes de un todo nico.

    Paralelismo. En este intento de integrar las convenciones narrativas en una unidad dirigida al descubrimiento final, tienen tambin importancia otros factores. Ni siquiera un lector poco atento puede dejar de percibir ese cierto paralelismo existente entre las diversas aventuras y los sucesivos personajes con los que entran en contacto Tegenes y Cariclea. Existen en la novela tres acciones diferentes principales, junto a algunas aventuras de carcter episdico: el destino de Tegenes y Cariclea; el de Calasiris y sus hijos, y el de Hidaspes y Persina, junto a sus antagonistas Orondates y rsace. La accin de cada uno de estos temas ofrece numerosos paralelismos y coincidencias con los

  • otros, y lo mismo ocurre con los episodios tangenciales a la accin principal. As, los tres sacerdotes que intervienen en la novela: Caricles en Grecia, Calasiris en Egipto, Sisimitres en Etiopa, determinan de modo diverso el curso de los protagonistas, y cada uno parece constituir un peldao en la ascensin que conducir a los jvenes al sacerdocio; pero an hay ms porque son sacerdotes, respectivamente, de Apolo en Delfos, de sis en Menfis, y del Sol en Mroe, los tres lugares donde acontecen los episodios ms relevantes de los jvenes enamorados. Tambin la identificacin de Apolo y el Sol hace que la narracin constituya una unidad; la progresiva aproximacin a la divinidad soberana, el Sol, induce a considerar los viajes y el curso de la accin como un descubrimiento de la realidad divina en tres fases distintas. Los propios sacerdotes dan pruebas de esta gradacin en la ascensin a una religin ms pura: Caricles es ingenuo y pocas veces acierta a comprender la razn verdadera de los hechos; Calasiris es ms perspicaz, pero no est exento de ciertos rasgos (fundamentalmente, su aficin a la mentira piadosa o al menos a no revelar toda la verdad desnuda, y su inters en la literatura, mundo tambin de ficcin), que le hacen ser inferior a Sisimitres, que representa, sin duda, la culminacin de la esencia religiosa y del inters por la verdad en estado puro.

    Un certamen atltico en Delfos, una carrera con armas en el duelo ante las murallas de Menfis y una lucha personal ante Mroe marcan los puntos culminantes de la accin en cada uno de estos escenarios. Es, naturalmente, improbable que estos paralelismos carezcan de un sentido. Sin poder asegurar que sta sea su nica funcin, s es cierto que tales paralelismos tienden a hacer una unidad de los distintos episodios y lugares en que intervienen los protagonistas. Un valor simblico es tambin probable, aunque, en el

  • estado de nuestros conocimientos, no exista base suficiente para afirmar qu alegora, en el caso de haberla, encierran tales temas caractersticos.

    Entrelazamiento de temas y personajes. Estos distintos lugares y personajes que se relacionan con los hroes principales no forman compartimentos estancos entre s. Los diversos lugares en los que se desarrolla la accin estn en estrecha relacin gracias a las aventuras de los personajes secundarios. Delfos y Egipto son el escenario de las aventuras de Calasiris y Caricles; cada uno de ellos hace el viaje entre estos lugares, aunque en sentido contrario. Cnemn y Tisbe aparecen en Atenas y en el pas de los vaqueros; ninguno de stos llega a Menfis, pues es Tamis quien cumple el cometido de superponer las aventuras del delta del Nilo y las de la capital de la satrapa de Egipto. Adems, cada uno de los personajes de la novela obtiene un final acorde con su gnero de vida: todos los que son amorales mueren; Nausicles conduce a Cnemn a Grecia, el lugar que les corresponde a ambos, segn su concepcin mtica de la religin; Tamis y Calasiris, en Menfis; Tegenes y Cariclea son los nicos que llegan a Etiopa, el pas donde reina una monarqua teocrtica. Por supuesto, la castidad de los protagonistas, observada a todo trance, los convierte en seres superiores a los que los rodean, y, por tanto, dignos de acceder al estadio ms puro de la religin. Tambin, en cada escenario, Cariclea ha de sufrir la presin de un intento de boda: Alcmenes, el mercader tirio, Traquino y Peloro, Tamis, Aqumenes y Orondates, y Meroebo, con su pretensin de unirse a Cariclea en matrimonio, intentarn desviar a los protagonistas de su meta. Gracias a ello, amores y viajes quedan unificados y convertidos en facetas distintas de un mismo desarrollo temtico. En conclusin, los

  • diferentes lugares que atraviesan Tegenes y Cariclea en su ruta no slo presentan aventuras paralelas, sino que, adems, unas estn superpuestas a otras; los personajes secundarios reaparecen en dos lugares al menos y aseguran la trabazn total de episodios y escenarios. Gracias a esta especie de red los sucesos narrados previamente prefiguran los posteriores, y stos, a su vez, iluminan desde una nueva luz los precedentes. Es posible que todas estas concomitancias tengan una finalidad simblica y no estn al servicio nicamente de la composicin, aunque se nos escape la correcta interpretacin; en cualquier caso as parece haber interpretado Cervantes la novela de Heliodoro, porque l mismo en su Persiles y Sigismundo, ha dado al relato un claro contenido alegrico11.

    Influencia de la Odisea. Desde hace tiempo se ha observado que la composicin de las Etipicas es ampliamente deudora de la Odisea. El episodio de Cnemn es comparable funcionalmente a la Telemaquia de la Odisea; la larga narracin de Calasiris en primera persona (I I 24-V 34) se corresponde, aparte de ciertas discrepancias menores, con el relato de Ulises en el pas de los feacios. De esta suerte, la primera mitad de la novela forma una unidad mayor y se corresponde con el fin del canto X II de la Odisea. A partir de aqu, la narracin se prosigue, en ambas, siguiendo el estricto orden temporal. Tegenes y Cariclea muestran su astucia, al igual que Ulises, en las falsas aventuras que narran a otros personajes, y el final de la novela consiste en una anagnorisis. La imitacin en los detalles es igualmente frecuente. Es til recordar, en este punto, que durante los siglos m y

    i? Vase, por ejemplo, la Introduccin biogrfica y crtica de J. B. Avalle-Arce a su edicin de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Madrid, 1969, pgs. 7-30.

  • IV d. C. fueron abundantes las interpretaciones simblicas de Homero y, en particular, de la Odisea; basta mencionar a Porfirio, autor de una interpretacin de esta ndole en su Sobre la gruta de tas ninfas, y de una Vida de Pitgoras, ambas conservadas. Hay que reconocer, al menos, la coincidencia en la esfera de intereses de ambos autores.

    3.3, La r e l ig i n . Por tanto, la composicin de las Etipicas manifiesta una extremada elaboracin, en la que hay que subrayar dos caractersticas esenciales: la unidad de los diferentes episodios y la estructura lineal de la accin, es decir, la firme voluntad de ofrecer una meta a los viajes y amores de los hroes. Gracias a estos rasgos, Heliodoro ha dado un contenido nuevo a lo que no eran ms que convenciones del gnero que cultivaba. Pero lo que subyace bajo este modo de composicin y le dota de un sentido ms profundo es la intencin religiosa del autor. Son los dioses quienes guan la accin hasta llevar las aventuras a una meta fijada; orculos, sueos, apariciones y, en definitiva, la providencia divina marcan el destino de los protagonistas y personajes secundarios. Ms an que los dioses es el dios, porque Apolo en Delfos y el Sol en Etiopa no son ms que aspectos tnicos diferenciados de una idntica idea divina. El propio Heliodoro afirma con toda claridad la identidad de Apolo y el Sol. En correspondencia con l, se halla la trada femenina de diosas, Artemis, Isis y Luna, tambin aspectos tnicos de una misma divinidad. El hbito de identificar a dioses griegos con otros extranjeros es frecuente ya desde Herdoto, y particularmente evidente en Heliodoro. De manera significativa, el final de los protagonistas es el sacerdocio del Sol y la Luna, y a l son conducidos por Caricles, Calasiris y Sisimitres, sacerdotes de Apolo, Isis y Helios, respeo

  • tivamente. La propia Cariclea, sirvienta del templo de rtemis, enemiga feroz del matrimonio como la diosa, es comparada con Isis en algunos pasajes; Apolo pronuncia por boca de la Pitia el orculo que desencadena la accin y anuncia el desenlace feliz, consistente en el matrimonio y el sacerdocio en Etiopa; a Calasiris se le aparecen Apolo y rtemis conduciendo de la mano a Tegenes y Cariclea respectivamente; incluso la historia ficticia que narra Cariclea ante Tamis presenta a los hroes como sacerdotes de Apolo y rtemis. Todo esto evidencia que la finalidad religiosa apologa de la religin, ms bien en abstracto determina el curso de la accin. Adems, gracias a esta intencin, consustancial con toda novela griega, Heliodoro da un sentido nuevo a lo que era tradicin en el gnero: la fidelidad inquebrantable de los protagonistas y su castidad sin lmites. En el caso del protagonista masculino, la castidad es consecuencia de su juramento a los dioses, hacia los que Tegenes siente una devocin sin mcula; adems, el orculo de Apolo en Delfos vaticina su unin slo cuando hayan llegado a Etiopa. De este modo, la castidad de los protagonistas puede adquirir ms importancia an que en otras novelas griegas, por estar integrada en la accin principal y ser consecuencia de la piedad de los hroes. Todas las aventuras de los enamorados terminan felizmente cuando reciben de manos de Hidaspes la mitra que los consagra como sacerdotes del Sol y la Luna, los dioses puros por antonomasia. Con esto, pues, la pureza, elemento convencional del gnero novelesco, adquiere una profundidad esencial en la novela de Heliodoro: la castidad inmarcesible de los protagonistas es consecuencia de la piedad hacia los dioses y de su dedicacin a los dioses puros por antonomasia. As, Tegenes y Cariclea son, gracias a su bsqueda de una piedad radicalmente pura, el trasunto humano de las

  • parejas divinas que forman Apolo y rtemis, y Sol y Luna. Numerosos pasajes y la propia procesin final inducen a obtener esta conclusin.

    La novela de Heliodoro es, pues, por su intencin, una apologa de la religin en general. La descripcin de Etiopa como pas modelo descansa, de modo exclusivo, en la piedad que all se observa; Sisimitres, el jefe del colegio de gimnosofistas, preconiza una moral superior, a la vez que una piedad ms pura, gracias a la supresin de las vctimas humanas; los hroes aceptan con resignacin su marcha errante, aun sin comprender la finalidad, fiados tan slo en la benevolencia divina; y si la Delfos histrica es idealizada, ello se logra cargando de religiosidad todo lo que a esa ciudad se refiere. La piedad de Heliodoro, empero, es particularmente visible en la presencia continua y en la actuacin real y, a menudo, decisiva de los dioses que intervienen en la trama. Ahora bien, la religiosidad de Heliodoro no es la griega tradicional, sino la de poca tarda, caracterizada por el sincretismo con otras creencias. Zeus slo aparece una vez en uno de sus atributos especficos, el de garante de la hospitalidad, y la mayora de los dioses del panten griego tienen escasa relevancia o son ignorados. En realidad, slo Apolo, identificado con el Sol, el dios de la patria de Helio- doro, desempea un papel importante, de modo que cuando se habla de economa divina es seguro que a l alude la referencia. La segunda diosa que forma la trinidad adorada por los etopes es la Luna, y en ella tambin se revela la tendencia al sincretismo con rtemis y con Isis. Dioniso es tambin objeto de veneracin en Grecia y Etiopa, y halla un correlato en la presencia de Osiris en Egipto. Se ha hecho notar que entre los dioses egipcios falta el ms importante de poca romana, Srapis; esta ausencia debe ser atribuida, bien a la intencin deliberada de eliminar su

  • culto en favor del Sol, bien a su sincretismo con ste mismo, circunstancia que excluira su mencin.

    Adems de los elementos griegos y egipcios, otros hechos parecen responder al fondo iranio de la religin de Heliodoro, aparte del predominio del Sol, dios local de mesa. Mitras no aparece pero tanto Mitranes coma Sisimitres lo llevan en su nombre. El concepto de anttheos (IV 7) parece ser de idntica procedencia, y el que los dioses y dmones sean, respectivamente, dispensadores de lo bueno y lo malo apunta en la misma direccin. Al mismo fondo iranio, ms concretamente sirio, han sido tambin atribuidas la adivinacin mediante la astrologia, las referencias a las tychai, junto a la presencia habitual desde poca helenstica de la Fortuna e, incluso, de las Moiras, y la mencin de Hrcules como dios patrono de Tiro. Aun as, Helio- doro se separa de la religin siria en dos aspectos importantes: en el repudio de las vctimas humanas en los sacrificios, y en el hecho de que la novela no est al servicio de la poltica religiosa de Heliogbalo.

    3.4. Los pe rso najes . Fcil es pensar que en una obra en la que la importancia de la intervencin divina es tan grande, la psicologa de los personajes ha de ser necesariamente dbil. ste es con seguridad el punto ms criticado en cualquier novela griega, en particular en Heliodoro. La pureza a toda prueba, la fidelidad sin desmayo de los amantes y la confianza ciega en la divinidad hacen que los protagonistas se nos antojen irreales y acartonados. Los personajes son casi siempre pasivos, y los impulsos de la accin, al menos en sus giros ms importantes, nunca parten de ellos. Estas deficiencias en la caracterizacin individual son, sobre todo, evidentes en Heliodoro, porque las acciones paralelas y los episodios semejantes de las diferentes acciones habran enriquecido la caracterizacin de

  • cada individuo. A cambio de esto, son slo tipos abstractos los que aparecen; y ello afecta, sobre todo, a la accin principal, porque los raros toques de humorismo, irona o realismo corren siempre a cargo de los personajes secundarios. La circunstancia de que la finalidad educativa de la novela sea transmitida por los protagonistas es el principal motivo de que en ellos se roce lo falso. Aun as, conviene preguntarse si la caracterizacin psicolgica atraa el inters de Helio- doro, y si la crtica de un lector moderno no hace otra cosa, en el fondo, que aplicar a la novela antigua parmetros que slo pertenecen a la novela moderna y que, por tanto, son anacrnicos18.

    3.5. La bsq ueda de la v e r o s im il it u d . La bsqueda de realismo en la novela reside en el ambiente geogrfico e histrico en el que se desarrolla la accin. Cronolgicamente, la trama se sita en la poca de la dominacin persa sobre Egipto. Nombres persas, etopes y egipcios contribuyen a dar un colorido local, aunque en ningn caso los nombres de los personajes sean identificables histricamente. Hay tambin en las noticias geogrficas dadas en la obra un aparente cuidado por reflejar los hechos de manera fidedigna. Adems, cualquier informacin, tanto la justificacin de las acciones de un personaje, como las que se refieren a accidentes geogrficos, acontecimientos histricos o creencias religiosas, es presentada con sus m

    18 En el Persiles (cf. Avalle-Arce, loe. cit., pg. 27) y esto tambin es perfectamente aplicable a las Etipicas, la intencin universalizadora del autor tiene, como consecuencia y contrapartida, la abstraccin. Y por ello, los principales personajes del Persiles son todos unidimensionales y acartonados... Son smbolos de validez universal... La plenitud del Persiles como novela fue sacrificada en aras de la ms alta intencin ideolgica.

  • viles y razones. Incluso el gusto por las explicaciones alternadas cuando Heliodoro no halla una justificacin segura para un hecho determinado revela el mismo decidido propsito de realismo. El autor, mediante estas explicaciones alternadas, se sita en la actitud propia de un historiador y hace as verosmil su narracin. La misma intencin de producir realismo se consigue mediante otras tcnicas: las alusiones a circunstancias bien conocidas del mundo real, bien sean hechos histricos (p. ej., los vaqueros o Bukoloi egipcios), religiosos (p. ej., la importancia de Delfos) o literarios (p. ej., la teora acerca de la procedencia de Homero) y cientficos (p. ej., el nilmetro de Siene); no se trata, pues, simplemente de excursos en los que el autor muestra su erudicin, sino de elementos que cumplen una funcin en la economa de la novela. Por otro lado, la proliferacin de detalles inorgnicos manifiesta la misma intencin (p. ej., la conversacin con el amante de Isade de Quemis) de dar verosimilitud a la narracin. De estos modos, Heliodoro incorpora a la composicin de su obra caractersticas que, alejadas del tema, cumplen, no obstante, una funcin.

    Sin embargo, el detallismo y esta preocupacin por la exactitud de sus afirmaciones es puro espejismo casi en su totalidad, y un examen ms prximo descubre numerosos anacronismos y malentendidos. En lo que toca a los hechos histricos, las inexactitudes son manifiestas: la descripcin de un gran estado etope con diversos pueblos tributarios en poca del dominio persa en Egipto adolece de un error de siglos; la presencia de los auxomitas y de los jinetes acorazados es tambin anacrnica, e igualmente, el desarrollo avanzado de la poliorctica que supone el asedio de Siene. Llamativo es tambin que Cnemn hable del lugar en que se halla el monumento de los epicreos ( I 16, 5). Otras referencias histricas probablemente

  • INTRODUCCION 37

    eran ya tradicionales en la novela, y Heliodoro tena una informacin derivada de ella. Es el caso de los vaqueros, que aparecen en Jenofonte de feso ( I I I 12) y en Aquiles Tacio (IV 12, etc.). De cualquier modo, Heliodoro no da, acerca de ellos, ningn detalle significativo, sino slo informaciones banales.

    Las informaciones de carcter geogrfico dejan ver tambin notorias inexactitudes, y en el caso de ser veraces, pueden ser producto de la utilizacin de otras fuentes. La contradiccin ms flagrante aparece en V III 15, 7, donde se afirma que se desvi del camino de Tebas y se dirigi a Siene. Ambas estn sobre el cauce del Nilo, ruta que siguen Bagoas y su destacamento. Por otra parte, llama la atencin que en un autor tan minucioso como Heliodoro nunca se advierta al lector de que Elefantine estaba edificada sobre una isla en el Nilo; quiz esta omisin no es ms que producto de la ignorancia. En cuanto a las informaciones acerca de Delfos, nada se puede dejar sentado con seguridad. En conclusin, Heliodoro manifiesta una intensa preocupacin por describir un ambiente geogrfico y una situacin histrica fidedignos; sus informaciones, empero, son a menudo errneas, o vagos e imprecisos reflejos de la fuente en la que se haya inspirado. Sin embargo, todo ello ha sido incorporado a la novela para cumplir una funcin precisa: no son meros apuntes de erudicin, como se ha sostenido con frecuencia, sino medios eficaces para dar a la obra cierto tono realista que acerque al lector el contenido de un tema convencional.

    3.6. Fu e n t e s . La novela como gnero literario pretende ser una suma de los gneros literarios de la literatura clsica griega. La pica, la tragedia y la comedia, la historia y la oratoria, forman en la novela una amalgama. Es natural, pues, que Heliodoro imite

  • con frecuencia a Homero19, a los trgicos, a los oradores y a los cmicos de la Comedia Nueva20. Ya hemos visto que la estructura de las Etipicas es ampliamente deudora de la Odisea; las reminiscencias literarias procedentes de Homero son muy abundantes, aunque desaparezcan prcticamente en los ltimos tres libros. Por supuesto, la finalidad es dar solemnidad y altura picas a la accin, y esto'mismo explica que tales imitaciones falten en los libros finales: la narracin blica en torno a Siene y el desenlace final ofrecen suficiente grandeza, como para prescindir de las citas. Adems, Heliodoro sostiene una hiptesis acerca de la procedencia egipcia de Homero, cita versos con frecuencia, los interpreta de manera simblica y modela ciertos episodios de acuerdo con otros de los poemas picos; en fin, todos los personajes, griegos o no, conocen a la perfeccin la Iliada y la Odisea.

    La tragedia es, junto a la pica, el gnero ms recordado e imitado. Desde hace tiempo se ha observado que las metforas procedentes de la lengua del teatro son muy usuales en la lengua de Heliodoro; igualmente, la puesta en escena es semejante a la tragedia21.

    19 Sobre la influencia de Homero, cf. sobre todo C. W. Kbyes, The Structure of Heliodorus Aethiopica, Studies in Philology, Univ. of North Carolina 19 (1922), 42-51 (en ocasiones excesivo); E. Rohde, op. cit., pgs. 490-3; E. Feuillatre, op. cit., pgs. 105- 114; R. W. Garson, Acta Classica, 18, 1976, 137-140.

    20 Cf. E. W. W hittle, Classical Philology, 56, 1961, 178-9 con referencias.

    21 Para las metforas procedentes de la lengua teatral, ver J. W. Walden, Harvard Stud, in Class. Phil., 5, 1894, 143; E. Feuillatre, op. cit., pgs. 88 y sigs. Acerca de la influencia del teatro sobre la puesta en escena, ver E. H. Haight, op. cit., pg. 91; Rattenbury-Lumb, Introduction a la ed. Bud, XXII; W. Bhler, Das Element des Visuellen in der Eingangsszene von Heliodor Aithiopika , Wiener Studien, nueva serie, 10 (89),1976, 177-185; en todos los casos, se subraya la relacin con la tcnica cinematogrfica.

  • Por otra parte, abundan los episodios imitados de obras conocidas, o las citas teatrales22. Como era de esperar, los paralelos con Esquilo son muy dudosos, si es que realmente hay alguno; imita a Sfocles en pocos pasajes, aunque no ofrecen duda alguna en cuanto a su procedencia; y es, por supuesto, Eurpides el autor ms recordado por Heliodoro. Aparte de algunas citas literales, episodios enteros, como el de Cnemn y Demneta, estn inspirados en Eurpides, y el propio Heliodoro, al mencionar a Hiplito y Teseo dentro de su narracin, confirma la fuente de su inspiracin. Aunque en cada ejemplo concreto de los sealados por Feuillatre, sea imposible obtener seguridad plena de que Heliodoro imita a Eurpides, la evocacin de temas euripideos en las Etipicas es persistente. Platn es, en algunos casos, seguro modelo de Heliodoro (cf.V 16; I I I 1,1). Naturalmente, buena parte de las informaciones dadas por Heliodoro acerca de realia proceden de Estrabn o los historiadores, y tanto Plutarco como Luciano han sido sealados como modelos para ciertos pasajes de las Etipicas. En cuanto a las novelas, la relacin con la Vida de Apolonio de Tiana, aunque recientemente ha sido puesta en tela de juicio, est lejos de cualquier duda razonable, as como la relacin con Aquiles Tacio23. En definitiva, en las

    22 Multitud de referencias a veces dudosas en E. Feuilla tre, op. cit., pgs. 115-121; fragmentos de versos de la tragedia en Heliodoro son probables en V 19, 1; V 31, 4; X 16, 1; seguro, en I 8, 7 (segn las notas correspondientes de Rattenbury en su edicin).

    23 Sobre la posible influencia de los Apis ta de Antonio Dio- genes, vase A. Borgogno, Prometheus 1 (1975), 135-157; sobre otros modelos, coincidentes con una novella de Apuleyo, T. Szepessy, Acta Antiqua Hung. 20 (1972), 341-357 (cf. nota a II 29). Las reminiscencias de la Vida de Apolonio de Tiana en Heliodoro pueden hallarse recogidas en E. Feuillatre, op. cit.,

  • Etipicas son manejadas fuentes de diversa procedencia, de suerte que el conjunto constituye una amalgama de materiales.

    3.7. L e n g u a y e s t il o . No es, por tanto, extrao que la lengua y el estilo de las Etipicas sean un producto complejo en el que se mezclan materiales de diversa procedencia y poca. Aparecen formas que, desde un punto de vista morfolgico, pertenecen a fases diferentes de la historia de la lengua griega, y la causa no es otra que la formacin libresca de Heliodoro y su inters por dignificar la obra. Esta justificacin es la nica posible para la alternancia de aoristos sigmticos y radicales, para la presencia de -- o -- en los mismos contextos, -$/- en la segunda persona de las formas verbales en voz media, -/-, usos sintcticos aticistas, junto a otros de poca tarda, presencia o ausencia de partcula modal, etc. Es posible que algunos de estos hechos deban ser atribuidos a faltas en- los manuscritos, pero es importante observar que el testimonio de ellos conduce a la misma conclusin que el estudio de las fuentes o los rasgos de estilo: la prosa de Heliodoro est formada por estratos de poca y procedencia distintas, que obedecen a la preocupacin por conseguir elevacin literaria. Es a este respecto significativo que, como en la prosa ms cuidada, los hiatos entre palabras sean slo los que admite la prosa artstica o procedan de enmiendas y variantes textuales24. Igualmente, el vocabulario se halla plagado de palabras que pertenecen a la poesa, como, por lo dems, es frecuente en la prosa tarda. El mismo propsito de elevacin pretende la tenden-

    pgs. 128-132 (aunque su discusin es, a veces, hipercrtica); cf. infra, 12 y n. 3.

    24 Vase M. D. Reeve, Hiatus in the Greek Novelists, Classical Quarterly 21 (1971), 514-539 (esp. 518-521).

  • cia de Heliodoro a evitar la expresin ms directa y con el vocabulario ms usual en griego, sustituyendo formas frecuentes por palabras ms raras, o precisando las formas verbales simples por compuestos especiales. La misma sensacin de artificiosidad y de exquisita elaboracin producen las audaces metforas inapropiadas en la prosa, que, como los dems hechos de su lengua, producen en el lector cierto desconcierto por lo inesperado, adems de impresin de artificio rebuscado y, por tanto, pesado. Todos estos elementos se combinan en largos perodos, en los que la subordinacin no es excesiva, pero s muy numerosos los participios que precisan todas las circunstancias de la accin ^

    Desde el punto de vista estilstico, lo ms llamativo es el afn de variedad, junto a la tendencia a un estilo solemne. Heliodoro, siguiendo la tradicin de Menandro, intenta caracterizar a cada personaje por un estilo diferente. As, Cnemn narra su historia con sencillez, sin aparentes pretensiones; la subordinacin es menos habitual que en Calasiris, que emplea con ms frecuencia la anttesis, las metforas y las citas literarias, aunque el vocabulario no sea muy dispar entre ambos. El relato de Calasiris est salpicado de alusiones literarias, pero el de Heliodoro, en tercera persona, se caracteriza ms bien por las frases sentenciosas que resumen un episodio. El autor de las Etipicas es, adems, un experto artfice en los recursos de la retrica. La bsqueda de anttesis, reforzadas, en general, por homeotleuton o simetra y, ms raramente, por aliteracin, domina la narracin. Aunque muchas son tradicionales, revelan de modo general el inters de Heliodoro por el oxmoron y por la bsqueda

    25 Cf. O. Mazal, Die Satzstruktur in den Aithiopika des Heliodor von Emesa, Wiener Studien 71 (1958), 116 sigs.

  • de efectos paradjicos. El afn de variedad y el manejo de la retrica resultan tambin evidentes en la forma de la narracin: adems del relato del autor, narraciones de los personajes, dilogos que constituyen alrededor de un tercio de la totalidad , mximas, discursos, cartas, lamentaciones o trenos, versos, descripciones o digresiones de carcter paradoxogrfico aunque son ms raras que en otros novelistas, o incluso, se evitan cuando cabra la posibilidad de un excurso. Pero an hay ms. Tomemos como ejemplo los cuatro discursos que aparecen en la obra: de Aristipo, Caricles, Tamis e Hidaspes respectivamente. Cada uno de ellos, adems de estar diferenciado del contexto que le rodea, presenta caractersticas especiales que le individualizan de los dems. En Caricles predomina el pathos, la agitacin, las frases entrecortadas y laxas desde el punto de vista gramatical; en Tamis, la concisin, la urgencia ante el peligro, la resolucin, adems de cierto aire tucidideo; el de Aristipo trata de ser lisaco; y el de Hidaspes, por fin, es un ejercicio de retrica en el que abundan sobremanera los concetti.

    La maestra de Heliodoro en el uso de los mecanismos convencionales de la novela griega se revela, con claridad, en todos los aspectos desde los que se examine su obra. Lstima que tan exquisita elaboracin, tanto celo por dar un sentido nuevo a lo que era pura convencin, tan escrupuloso uso de fuentes, tal cuidado en la lengua y el estilo, y, en fin, tanto detalle en la composicin estn al servicio de un contenido nada renovador; Heliodoro marca, sin duda, el punto culminante en el desarrollo de la novela griega antigua, y de lo nico que un lector moderno puede acusarle es de no haber sabido superar las limitaciones que el propio gnero y el tema conllevaban. Grave acusacin, por lo dems.

  • 4. Valoracin e influencia en la literatura posterior.

    A juzgar por los papiros hallados de la Antigedad, las novelas griegas alcanzaron una gran difusin; las propias noticias de que Aquiles Tacio y Heliodoro llegaron a ser obispos son una prueba de que eran tambin ampliamente conocidas entre los crculos cristianos. Y no slo esta literatura estaba destinada a las clases burguesas o populares, profesos de una u otra religin. Curiosamente, el primer y nico testimonio acerca de la novela griega en la Antigedad procede del emperador Juliano, que, pocos aos despus de los panegricos mencionados ms arriba, escribe una misiva en relacin con la reforma del clero pagano, en la que recomienda a los sacerdotes abstenerse de leer novelas de amor (ertika hypothseis), porque su lectura despierta las pasiones. Precisamente por esta razn, un mdico, alrededor del 400, recomendaba la lectura de Jmblico, entre otros autores de amatoriae fabulae, como procedimiento para remediar la impotencia. Estos detalles hablan en favor de la amplia difusin de las novelas griegas entre todas las capas sociales.

    La influencia de Heliodoro durante la Edad Media ha de ser considerada desde dos puntos de vista distintos. Por un lado, la crtica bizantina le ha dedicado su atencin, y poseemos dos introducciones a la obra, que resumen el contenido y dan ciertas valoraciones generales: Miguel Psello (s. xi), que en su comparacin con Aquiles Tacio se muestra siempre elogioso hacia Heliodoro, y Focio (s. ix), que si bien es, en lo esencial, superficial e injustamente negativo, no deja de valorar, en ocasiones, su estilo y su altura. Sin embargo, el testimonio ms importante sobre el prestigio de que goz Heliodoro desde fecha temprana procede

  • del filsofo neoplatnico Filipo (s. v), que compuso una exegesis de las Etipicas. A la manera de los dilogos de Platn, Filipo comienza diciendo que en los propileos del templo de Afrodita en Constantinopla escuch una recitacin de Heliodoro, que le dej perplejo. Tras un dilogo acerca de las Etipicas, en el que se habla del contenido moral de la obra, pasa, en una segunda parte, a dar una interpretacin alegrica que revela su sentido profundo implcito. El propio Heliodoro, que interpreta de este modo algn pasaje de Homero y su propio nombre, el nombre del Nilo y el mito de Isis y Osiris, apoya la empresa de dar este tipo de explicacin al conjunto de su novela. De este modo, segn Filipo, Cariclea representa el alma, y los viajes de la herona desde Grecia hasta Etiopa son semejantes al proceso que sufre el alma desde la oscuridad a la luz. Tegenes, su amado, ha de ser el conocimiento filosfico; Calasiris, el maestro que conduce el alma hacia el conocimiento; y Caricles, el padre putativo que ensea a Cariclea a dominar sus pasiones, ha de representar el bios praktiks. Las explicaciones etimolgicas de los nombres de otros personajes y el valor numrico de las letras que componen sus nombres son tambin puestos en juego para apoyar esta interpretacin. Cualquiera que sea su valor, esta exgesis prueba el inters que manifestaban por Helio- doro los crculos cultos y los ambientes filosficos de la Baja Antigedad y de la poca bizantina. Conviene recordar que interpretaciones de este cariz son habituales para Homero, Virgilio y los autores ms renombrados. Que un trabajo de este tipo haya sido dedicado a las Etipicas es prueba inequvoca de la estima de que disfrutaba. Adems, diversas citas en antologas y otros escritos entre los siglos ix y xn documentan el estudio continuado de la obra.

  • INTRODUCCIN*

    Por otro lado, desde el siglo xn comienza la floracin de la novela bizantina, que, en general, toma como modelos a Heliodoro y Aquiles Tacio: Teodoro Prdromo, Constantino Manases, Nicetas Eugeniano y otros autores se han inspirado, con mayor o menor proximidad, en las Etipicas. Finalmente, del siglo XV data la Protheoria a Heliodoro de Juan Eugnico, un escritor introductorio que despliega tambin una interpretacin alegrica de la novela.

    A partir del Humanismo y el Renacimiento, la influencia de Heliodoro en las literaturas europeas ha sido, sin exagerar un pice, decisiva. De 1534 es la editio princeps del texto griego, obra de Opsopopeus, publicada en Basilea, pero ya antes era conocida por traducciones e imitaciones. Entre los humanistas, es preciso mencionar a Angelo Poliziano, que cita nuestra novela e, incluso, traduce al latn una parte del libro X, y a Juan Lscaris, que recogi en Bizancio ms de dos centenares de manuscritos, entre los que se hallaba al menos uno de Heliodoro. No obstante, las referencias de los humanistas podran ser entendidas como resultado del conocimiento de las Etipicas en un restringido crculo de la crtica especializada; es evidente que la amplia difusin de Heliodoro en el Renacimiento y en los siglos posteriores procede, sobre todo, de las diversas traducciones. En primer lugar, la latina de Warschewiczlci, aparecida en Basilea el ao 1552, y reimpresa luego varias veces; un eptome latino de Heliodoro fue publicado en 1584, obra del fillogo Martin Crusius. De las versiones en lenguas nacionales hay que destacar la que, sin duda, es ms famosa, la francesa de Amyot, el que sera tambin traductor de Longo y de Plutarco, impresa en el ao 1547; en 1554, apareci la primera traduccin alemana, de J. Zschom, en el mismo ao que la espaola, y en los aos siguientes,

  • la italiana (de Leonardo de Ghini, 1559; una ms an, en Gnova, 1569) y la inglesa (Unterdowne, 1569).

    Los humanistas espaoles se han ocupado de las Etipicas en repetidas ocasiones. Uno de ellos, Francisco de Vergara, relacionado con los crculos filolgicos de Alcal de Henares, autor de una gramtica latina y traductor latino de algunas obras griegas, compuso en su vejez, a juzgar por diversas noticias, una traduccin de Heliodoro, e incluso, se nos dice que para su elaboracin se sirvi de un manuscrito vaticano, lo que permite suponer que su traduccin era directamente del texto griego. Se aaden, adems, en nuestras noticias ciertos juicios elogiosos sobre la calidad de la versin. No obstante, es probable que la muerte del autor le impidiera coronar su tarea, llevndola a la imprenta. La primera traduccin espaola conservada fue publicada en Amberes, el ao 1554, por un secreto amigo de la patria, que, si no firm su obra y prefiri ocultar su identidad, probablemente se debi a que estaba vinculado con los erasmistas espaoles de Alcal26. Una segunda impresin fue preparada en Salamanca, el ao 1581 (an otra en Alcal, 1585), que cay en el olvido, superada por la versin de Fernando de Mena. Como el propio autor annimo declara, se trata de una versin de la traduccin francesa de Amyot, de la que sigue su lento desarrollo, afectada de cierta monotona. La acogida que le dis

    26 Vase Bataillon, Erasmo y Espaa, II, pg. 317 y F. Lpez Estrada, pgina X IV de su Introduccin a la edicin de la traduccin espaola de Femando de Mena, donde se apunta la posibilidad de que el autor haya imitado de modo consciente la versin francesa, bien por su larga ausencia de Espaa, si es que era realmente un erasmista, bien por una intencin deliberada de ensayar nuevas maneras de expresin, imitadas del francs. Acerca de Francisco de Vergara, vase tambin J. S. Lasso de la Vega, Cuad. Filol. Cls. 14 (1978), 20 sig.

  • pens la crtica fue en general negativa27, y el propio Fernando de Mena la desdea por su excesivo apego al original francs; aun as, es perceptible, en todo momento, que Mena la ha tenido bien presente a la hora de elaborar su propia versin. La ltima versin espaola en el siglo xvi es la de Fernando de Mena (Alcal de Henares, 1587), hecha sobre la traduccin latina de Warschewiczki, como se declara en la portada. Adems, de sta y de la annima anterior espaola, F. de Mena ha utilizado la de Amyot, la italiana de L. de Ghini, y, en ltimo trmino, ha cotejado su texto con el original griego, ayudado por Andrs Schott. Esta traduccin, tanto en el lxico como en la sintaxis, es ampliamente deudora de la latina. El lxico se esfuerza por buscar un tono culto, y la frase suele ser compleja y larga, con sucesin de oraciones de relativo y gerundios. Aim as, el juicio valorativo ha de ser en lo esencial elogioso, porque conserva con fidelidad el ritmo de la frase griega. Los defectos que puedan hallarse en la versin castellana obedecen, en general, a la presencia de hechos semejantes en el original de Heliodoro.

    Es natural que un libro tan conocido y gustado como corroboran las abundantes traducciones haya ejercido una profunda influencia en la literatura europea durante los siglos xvi y xvn. Es sintomtico, en este sentido, que Shakespeare (Como queris, V 1, 110-3) se contente con aludir a un episodio de Helio- doro ( I 30) de una manera tangencial y, a nuestros ojos, casi crptica. Diversidad de juicios elogiosos vienen tambin a corroborar la estima literaria de que gozaba Heliodoro. Montaigne y Bernard de la Mon-

    27 Cf. F. Lpez Estrada, op. cit., pgs. X IX y sig., a quien necesariamente hay que remitir para todo lo que se refiere a la influencia de la obra de Heliodoro en la Literatura espaola.

  • noye, siguiendo la antigua tradiccin acerca del episcopado de Heliodoro, le ensalzan por haber acertado en su eleccin y haber preferido abandonar la dignidad episcopal antes que quemar la novela, la cual le dara infinita gloria. Mademoiselle de Scudry advierte, en el prefacio de sus diez libros sobre Artmenes o el Gran Ciro (1649-1653), que ha tomado y que siempre tomar como nicos modelos al inmortal Heliodoro y a Honorato Urf. Estos son contina los nicos maestros que imito y a los nicos que hay que imitar; pues quienquiera que se aparte de su camino con seguridad se extraviar. Pantagruel (IV , 63) parte con un texto griego de Heliodoro a su gran viaje por mar, y por la tarde entretiene el ocio con su lectura. Lope de Vega le llama poeta en prosa y griego poeta divino (La dama boba, acto I, escena IV), y le dedica otras varias referencias a lo largo de su obra28. Proverbial es, sobre todo, la estima de Racine hacia nuestra novela. Por el testimonio de su hijo sabemos que admiraba su estilo y el maravilloso arte con que es conducida la narracin; cita con frecuencia a Heliodoro y, al parecer, tuvo el proyecto de escribir una tragedia titulada las Etipicas; por lo dems, en su obra se han apreciado frecuentes imitaciones e influencias procedentes de Heliodoro. Resta nicamente, para componer este cuadro que habla del prestigio de Heliodoro durante los siglos XVI y xvn, el juicio y la valoracin que hacen de las Etipicas Alonso Lpez Pinciano, en su Filosofa antigua potica (Madrid, 1596), y Cervantes. En cuanto al ltimo, baste por el momento recordar que en el prlogo a las Novelas ejemplares anuncia la aparicin del Persiles, que se atreve a competir

    23 Las referencias, tomadas de F. Lpez Estrada, son: Laurel de Apolo, silva V III; Dorotea, acto II, escena I; prembulo de Las Fortunas de Diana; De cosario a cosario, acto III, escena I.

  • con Heliodoro. Lpez Pinciano, un erudito formado en Alcal, trata de las Etipicas, con cierta extensin, al referirse a la poesa pica, y sostiene que los liaros de ficcin como el de Heliodoro pueden tener categora semejante a la litada y la Eneida. En su estudio observ, entre otras cosas, la deuda de Heliodoro hacia Homero en la composicin y elogi su puesta en escena teatral, imitada de la tragedia. Ya en el siglo xvn continu tanto la tradicin del inters por las Etipicas, como las valoraciones positivas de la obra. Jos de Pellicer (E l Fnix y su Historia natural, Madrid, 1630), an conoci otra versin castellana de Heliodoro, de Agustn Collado del Hierro, en quintillas, traduccin o, ms bien, imitacin de la que slo se conserva un breve fragmento29. Por ltimo, en el prlogo al Criticn, de Baltasar Gracin, se mencionan, como modelo imitado, los empeos de Heliodoro, es decir, la complejidad de los diversos hilos de la trama argumentai.

    La abundancia de las traducciones, pues, y el juicio encomistico generalizado muestran, de modo inequvoco, que Heliodoro era conocido y gustado por los eruditos. Pero an hay ms. Heliodoro ha contribuido a transformar la novela de la poca, al imponerse como modelo digno de imitacin. La novela de caballeras, la italiana y la pastoral eran los gneros cultivados en la poca, adems de la picaresca. La influencia de las Etipicas ha contribuido a ciertos cambios en la primera de ellas: la dama amada deja de ser premio inactivo de la victoria y comienza a intervenir de modo real y directo en la trama; por otro lado, el ideal de castidad que representa por ejemplo las Etipicas sustituye al, ms simple, apetito sexual. En cuanto a los episodios, en lugar de agentes exteriores fantsticos, la accin es conducida, bien por seres humanos

    29 Recogido por F. Lpez Estrada, loe. cit., pg. LXXXV.

  • que entran en relacin con los protagonistas, bien por la Fortuna, que persigue o premia a los hroes. La influencia es, sobre todo, visible en la estructura; el gusto por seguir hasta el final y entrelazar argumentos secundarios, unidos a su vez de modo laxo al tema principal, y la tendencia a ofrecer una trama compleja de personajes y escenarios, son en parte consecuencia de la influencia de las Etipicas. Tambin el escenario deja de ser imaginario y fantstico; aparecen, en cambio, tierras, a menudo remotas, pero siempre identifi- cables. De este modo, los ideales que informan el Per- siles son ampliamente coincidentes con los de la novela de Heliodoro.

    Aparte de las traducciones, las alusiones espordicas, los juicios de valor y la influencia sobre el gnero literario en s, existe una infinidad de ejemplos que prueban con qu frecuencia Heliodoro ha servido de modelo para la literatura de los siglos xvi y xvn. Una circunstancia especial ha favorecido la influencia sobre la literatura espaola, adems de los ideales literarios: las consideraciones religiosas y morales. Ms que componer una larga lista30, mencionaremos slo las obras ms conocidas en la literatura espaola. Influencias seguras aparecen ya en Jernimo de Contreras (1565?) en su Selva de aventuras; Gerardo y desengao del amor lascivo (1617), de Gonzalo de Cspedes y Meneses, desarrolla motivos acerca de la insuficiencia del amor mundano, como en Heliodoro; todava en el

    30 Referencias exhaustivas pueden hallarse en M. Oeftering, Heliodor und seine Bedeutung fr die Literatur, Berln, 1901; adems, cf. S. L. W olf, The Greek Romances in Elizabethan Prose Fiction, Nueva York, 1912, pgs. 237-464; un amplio y cmodo resumen aporta O. Weinreich, op. cit., pgs. 252 y sigs.; para la literatura espaola, F. Lpez Estrada, op. cit., pgs. XIX- XXXVIII; algunas indicaciones para la literatura francesa en el prlogo de J. M aillon (Bud), pgs. XCV-CI.

  • siglo XVI, hay que mencionar la Diana enamorada, de Gaspar Gil Polo, traducida luego al latn. Influencias de Heliodoro han sido tambin halladas en la Galatea (1585) de Cervantes (v. Lpez Estrada, pg. X X II con bibl.), en la complejidad de la trama argumentai y en la elevacin del ideal de castidad. Es evidente, sin embargo, que las relaciones ms estrechas con Helio- doro proceden del Persiles (1617), que, como esperaba el propio Cervantes, alcanz entre sus coetneos mayor difusin y elogios que el Quijote, Las semejanzas en el tema y los motivos son, entre otros: los protago- nistas fingen ser hermanos; las historias falsas que cuentan para ocultar su verdadera identidad; las seales que permiten el reconocimiento de la hija; las quejas contra la Fortuna; la frecuencia de relatos secundarios que retardan el desenlace; la aparicin de la hechicera, la importancia de la fortuna en el acontecer humano, etc. Es verdad que muchas pueden ser puras convenciones del gnero. Con todo, lo ms importante es que Cervantes, al igual que Heliodoro, ha dado un contenido ms profundo a las aventuras, hasta superar lo anecdtico. Hay, en ambos, intencin de ejemplaridad; la geografa tiene un sentido ascendente, y si comienza la novela en las umbrosas tierras del norte europeo, el final es en Roma, el cielo de la tierra; el amor de los hroes es una peregrinacin que conduce a la depuracin. Las intenciones son, por supuesto, diferentes, pero ambos autores coinciden en dar un contenido superior a los episodios tradicionales 31.

    Era tambin tentador para cualquier escritor de comedias hacer de las Etipicas una obra teatral. Pero

    31 Sobre el Persiles, vase la Introduccin citada ms arriba de J. B. Avalle-Arce con bibliog.; cf. tambin C. Garca G ual, Cervantes y el lector de novelas del siglo xvi, donde se hallarn igualmente abundantes referencias.

  • la adaptacin de la novela al teatro requera una ruptura total de la estructura: era preciso desarrollar en orden cronolgico lo que en Heliodoro no tiene esa sucesin. La primera obra con este tema en la literatura espaola es de Juan Prez de Montalbn ( Tegenes y Clariqtiea, 1638)32. Del mismo asunto es la comedia de Caldern de la Barca titulada Los hijos de la Fortuna Tegenes y Cariclea. Determinadas innovaciones en la trama argumentai tienden a condensar de una manera ms eficaz para el teatro una narracin, que, a pesar de todo, sigue pecando de excesiva complejidad. Conviene sealar, adems, que es ms que probable que Caldern haya sentido el impulso de dramatizar este tema, guiado por una interpretacin religiosa de la novela.

    El romanticismo, con su nueva esttica, pronto sumi en el olvido nuestra novela, que todava en el siglo xviii conoci cierto auge. Desde entonces, las Etipicas slo han sido conocidas y citadas en un crculo restringido de eruditos. Aun as, conviene advertir que una de las peras ms famosas est, seguramente, inspirada en Heliodoro, si bien de forma muy libre y metamorfoseada. Nos referimos a Aida, cuyas concordancias temticas con nuestra novela son notorias; el libreto es de du Lele y Ghislanzoni, sobre una idea del egiptlogo Mariette. En definitiva, pues, si el contenido de las Etipicas no suscita un vivo inters en el pblico actual, conviene pensar que a su autor, Helio- doro, lo han conocido, elogiado e imitado Cervantes, Racine, Tasso y, quiz, Verdi. Esto slo ya es de por s importante.

    32 Un resumen del argumento, que informa sobre el tratamiento dado al tema, y un juicio crtico (negativo en general) en F. Lpez Estrada, op. cit., pgs. XXXII-XXXIV.

  • 5. Transmisin del texto. Manuscritos y ediciones.

    La lista de los manuscritos que contienen las Etipicas ha sido llevada a cabo por los autores de las dos ediciones completas que han visto la luz en este siglo. Tanto Rattenbury-Lumb como Colonna enumeran veintids copias que abarcan, temporalmente, desde el siglo xi hasta el xvi (algunas, por tanto, posteriores a la editio princeps). Como, sin embargo, en cada edicin se han pasado por alto dos copias diferentes, el nmero total de los manuscritos ha de ser de 24