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Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945* Kathleen Stokker

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Heil Hitler - Dios salve

al rey: Chistes y la resistencia

noruega 1940-1945*

Kathleen Stokker

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D

Nota introductoria del editor

entro de las modalidades de participación política informales, el hu- mor es una de las más extendidas, pero esta expresión de resistencia

social ha sido poco analizada. Difícilmente habrá un ciudadano en

el planeta que no haya compartido, en algún momento, una broma en la

que sus gobernantes o la situación del país sean los actores centrales, pero

hasta qué punto el chiste político es un vehículo para el cambio es algo que

no se ha estudiado con rigor.i

Toda persona que viva en sociedad ha construido y comparte códigos a

partir de los cuales se inventan narraciones o comunicaciones con sentido

lúdico. ¿Cómo se logra ese propósito que siendo divertido puede también

ejercer un impacto en condiciones sociales determinadas? Con la manipu- lación semántica, con el manejo del sentido de las palabras o las imágenes, pero siempre a partir de significados construidos socialmente, pues un mis- mo chiste puede resultar gracioso y ocurrente para un cierto grupo social, mientras que para otro puede no significar absolutamente nada.

Muchos grupos sociales manejan esta forma peculiar de la intenciona- lidad de la comunicación para hacer frente a un poder o a una forma de

dominación sea porque lo consideran ilegal, ilegítimo, abusivo o simple- mente incorrecto. James C. Scott, en su libro Los dominados y el arte de

la resistencia identifica esta intencionalidad en distintas manifestaciones: los rumores, el chisme, los cuentos populares, las canciones, los gestos, los

chistes y el teatro, que son utilizados como los medios para que los gru- pos subordinados (desvalidos dice el autor) manifiesten su oposición al poder sin necesidad de mostrar una rebeldía abierta o incluso riesgosa. O como

apunta Schmidt, “el humor y el chiste ayudan a desnudar a la política, para

facilitar la liberación del ciudadano de la opresión de los políticos”ii, o de

* Una versión anterior de este artículo fue leída en una junta de la American Folklore Society en 1989 y en una junta de la California Folklore Society en 1990. Western Folklore 50 (Abril, 1991): 171-190. Se publica en RMCP con autorización de la autora.

i Schmidt, Samuel (1992), “Humor y política en México”, en Revista Mexicana de Sociología, Vol. 54, No. 1, México: UNAM, D.F.,.

Ibíd. ii

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los opresores, como es el caso que ocupa a Kathleen Stokker en el artículo

que reproducimos y que lleva por título un juego de palabras tomado de

una de las ingeniosas narraciones con las que el pueblo noruego, sometido

a la tiranía nazi después de una heroica pero fallida resistencia armada, hizo frente a los invasores.

Comunmente se maneja la tesis de que el humor político se da en mayor abundancia en sociedades totalitarias, como autodefensa y como una mane- ra de no perder la cohesión cultural cuando una fuerza superior se empeña

en destruirla para asimilar a los dominados. No escapa a los estudiosos

que la frecuencia del chiste político en una sociedad o comunidad dada, es el mejor indicador del nivel de libertad política que se tiene: a mayor número de chistes, menos libertades civiles.iii Ejemplos en la historia hay

muchos. La sensualidad dancística que se atribuye a los esclavos africanos

como mecanismo alterno a la represión sexual de que eran objeto, el teatro

campesino del líder chicano César Chávez en Estados Unidos, los corridos

mexicanos que confrontaban el abuso del poder económico, político y laboral de las compañías petroleras extranjeras, la caricatura política antiporfirista

que se desarrolló con la intención de llegar a un pueblo mayoritariamente

analfabeto o la nueva canción que surgió en América Latina y España en

las décadas de los 60 y 70 que no sólo tenía un fuerte contenido de crítica

política sino que defendía el compromiso social del arte.

Scott distingue entre discurso público y discurso oculto. Es posible que

aunque descriptivo, el concepto sugiera limitaciones para analizar situacio- nes diversas, tanto en la actualidad como en la historia, en las que grupos de

distinta importancia y diversa magnitud tienen mecanismos de expresión en

contra del poder instituido. Es peculiar la situación que refiere la autora de

este artículo: una invasión militar y dictatorial como la que vivió Noruega

en 1940, que no consentía la mínima disidencia o resistencia. El paredón, la horca, el campo de concentración y las ejecuciones “ejemplares” (esposa, hijos y familiares de un opositor) eran las medidas disuasivas.

iii Kolasky, John, Underground Humor from Behind the Iron Courtain, Peter Martin Associates Limited, Toronto, 1972

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En el primer caso se puede hablar de la resistencia expresada en chistes

como un discurso oculto, mientras que en el segundo caso se tiene un discur- so subalterno, pero público; no forma parte del poder normalizado pero no

es clandestino. Sobre esto, hay una interesante observación de Bryan: “Los

patriotas sostenían que los chistes son una forma particular de resistencia

contra un régimen que exigía sumisión y obediencia totales. Los patriotas

también veían en los chistes la prueba de que la nación […] aún existía y

que el pueblo seguía siendo […] a pesar de los intentos nazis de “germanizar” a la economía, a las estructuras políticas y a la población”.iv

En todos los casos se trata de mecanismos que desarrollan los grupos

subalternos para confrontar a un poder hegemónico. Los discursos ocul- tos, sin embargo, no sólo son propios de contextos de dominación política

exacerbada como la invasión militar o la dominación colonial, también

pueden surgir en ámbitos cerrados, como las burocracias o la vida empre- sarial, donde no es común expresar posturas contrarias a la autoridad, independientemente del contexto político, así sea ampliamente democrático.

Tal como lo indica Scott, se trata de instrumentos que utilizan los débiles, los carentes de poder para confrontar al que lo tiene, mientras no existan

condiciones para recurrir a una verdadera rebelión. Dios salve al rey…

trabajo publicado por primera vez en español gracias a la gentileza de la

doctora Kathleen Stokker –profesora emérita del Luther College de Iowa, EUA– nos da una oportunidad única de examinar una faceta poco conoci- da del drama que fue la invasión y dominanción alemana de prácticamente

la totalidad de Europa durante el régimen nacionalsocialista, mejor cono- cido como nazi.

iv Bryant, Chad, “The Language of Resistance? Czech Jokes and Joke-Telling Under Nazi Occu- pation, 1943-45, Journal of Contemporary History, Vol. 41, No. 1, London, 2006.

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l 9 de abril de 1940, noruegos en Oslo, Bergen, Trondheim y otras

ciudades estratégicas despertaron para encontrar soldados ale- manes en sus calles y a su país prisionero. Sin previo aviso y sin

preparación militar, el país fue forzado a rendirse tras solamente unas

semanas de luchar. Sin embargo, la efectividad de la resistencia noruega no

militar ha ganado bien merecido reconocimiento. Este artículo se enfoca

en un aspecto de esta resistencia no militar o simbólica, especialmente

los chistes que contaban los noruegos que se oponían a la nazificación.

Al tiempo que exhiben el rango completo de temas en común con el humor internacional de la opresión política, los chistes sobre la ocupación

noruega favorecen la espabilada e irrespetuosa respuesta a la intimida- ción alemana que vemos en la siguiente anécdota:

Un soldado alemán se aproxima a una dependienta entrada en años en una tienda en Oslo.

“¡Heil Hitler!” vocifera. “¿Dónde está el departamento donde encuentro calcetines?”

“¡Dios salve al rey! En el tercer piso” (Olav, p. 19).

Sin dejarse intimidar por el soldado alemán, la vendedora no sólo

se rehúsa a aceptar y regresar el saludo obligatorio a Hitler, también

cita el –ilegal– himno nacional inglés y al mismo tiempo alude –tam- bién ilegalmente– al rey de Noruega, Haakon VII, en ese momento en

exilio en Inglaterra habiéndose rehusado a rendirse ante el gobierno

alemán nazi.

¿Por qué los chistes noruegos se enfocan tan insistentemente en el tema

de la imperturbabilidad ante la autoridad? Tras un vistazo al contexto

histórico y un muestreo de los otros temas prominentes en los chistes, intentaremos responder esa pregunta antes de una aproximación al rol de los chistes en el desarrollo de una mentalidad de resistencia entre el pueblo noruego.

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Temas de los chistes

Con la invasión del nueve de abril, todos los medios de comunicación

noruegos cayeron bajo el control de los nazis, y aquellos que decidie- ron resistir al “nuevo orden” tuvieron que encontrar nuevas maneras de

publicar sus opiniones. De estas, yo sostendría que los chistes fueron las

más efectivas. Comenzando poco después de la invasión, circularon de

boca en boca y también en los periódicos clandestinos que aparecieron en

el otoño de 1940. Además –y un delicioso descubrimiento para esta inves- tigadora– la gente escribió los chistes en diarios privados y en cuadernos

que servían exclusivamente para ese propósito. Estas fuentes personales

son las que principalmente proveyeron el material para este ensayo.1

Como ya se mencionó antes, los chistes noruegos comparten muchos

temas con el humor de la opresión y del desastre de otras tierras y tiem- pos, como identifican Abrahams y Wukash (1967), Banc and Dundes

(1976), y Brunvand (1973). Los siguientes son particularmente promi- nentes:

a) Desprecio hacia los opresores, en este caso Hitler, los nazis y Quis- ling, el títere nazi noruego:

1) ¿Sabes la diferencia entre los nazis y una cubeta con estiércol? —¡La cubeta!

1 Se consultaron cinco cuadernos y diarios: a) Solvi Larsen (fecha de nacimiento desconocida): cuaderno escrito a mano (glosebok), 23 páginas de chistes y letras humorísticas (48 elementos). b) Solveig Maj Christenson (22 de mayo, 1929): cuaderno escrito a mano, 14 páginas de chistes y letras humorísticas (41 elementos). Titulado “Vitser fra. April 1940 og utover” [Chistes de abril 9, 1940 y después.] c) Else “Bibs” Ellingsen (enero 30, 1904): colección escrita a máquina, 66 páginas de chistes (66 elementos). Titulado “Norges smil gjennom tarer–1940-1945” [Las sonrisas de Noruega a través de sus lágrimas]. d) Marie Lysgaard Slaatto (agosto 6, 1929): sección de un diario del verano de 1940. 17 páginas de chistes y letras humorísticas (18 elementos). e) Cecilie Schou-Sorensen (agos- to 17, 1916): extractos de diarios de guerra. 178 chistes y anécdotas.

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2) Se rumora que nos van a llegar estampillas con el rostro de Quisling, pero la distribución se ha retrasado porque nadie sabe de qué lado es- cupir.2

Un subtema relacionado es el de ridiculizar y despreciar a las mujeres

noruegas que fraternizaban con los soldados alemanes:

3) Una muchacha campesina le dice al doctor que está embarazada de un soldado alemán.

“¿Y dónde está el padre?” pregunta el doctor.

“No sé. Se fue.”

“¿Se fue? ¿Y no sabes cómo se llama?”

“Bueno, cuando se fue creo que dijo ‘auf Wiedersehen” [adiós] (B0, p. 27)

b) La ceguera de la ideología del opresor:

Un niño está sentado en una banqueta jugando con unos gatitos. Un oficial alemán pasa por ahí y le pregunta al niño, “¿Estás jugando con unos gatitos?”

“No” le contesta el niño, “son nazis.”

Tres semanas después, el mismo oficial pasa por ahí de nuevo, y viendo al mismo niño jugando con los gatitos, le dice “¿Todavía estás jugan- do con esos nazis?”

“No” le contesta el niño. “Ya no son nazis; ¡ya abrieron los ojos!”3

c) La crueldad insensata de los métodos del opresor:

1) Un granjero recibió una carta amenazadora porque no estaba produ- ciendo suficientes huevos. Escribió de vuelta, “Presenté su documento a los individuos interesados, pero como se rehusaron a obedecer, ¡los hice ejecutar por un pelotón de fusilamiento!” (Ellingsen).

2 Este es un chiste muy popular internacionalmente; ver Ruksenas 11 para uno similar sobre Stalin y Beckmann 79 para uno similar sobre el presidente checoslovaco Novotny.

Este también es un chiste generalizado, para chistes semejantes sobre comunismo, ver Banc 21 y Ruksenas 13.

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2) En septiembre de 1941, cuando se declaró la ley marcial en Oslo, se publicó una lista de ofensas que declaraba: “Usted será fusilado si… etc. Usted será fusilado si… Usted será fusilado si…” A esto, alguien agregó: “¡Usted será fusilado si aún no ha sido fusilado!” (Schou- Sorensen).

d) Burla a la propaganda del opresor:

1) NTB, las siglas de Norsk Telegram Byra –el servicio de noticias no- ruego nazi– se decía que significaba Not To Believe, “No debe creerse” (Schou-Sorensen).

2) Tras la campaña en Noruega, 100 soldados alemanes llegaron al cielo. “¿De dónde vienen?” preguntó San Pedro. Ellos le dijeron que habían muerto en Noruega. San Pedro entró a checar el registro. Regresando, les dijo: “Según los registros oficiales, sólo dos soldados alemanes murieron en Noruega. Ellos pueden entrar; los demás se pueden ir al infierno.”

e) Burla de la autoimagen pomposa del opresor:

1) El alcalde Quisling una vez visitó un manicomio; haciéndole la plá- tica a un paciente, la marioneta de los nazis presumió, “¡Yo soy Vidkun Quisling!”

“Jamás he oído de él.”

“¡Qué! ¿Jamás has oído de Vidkun Quisling, el más grande noruego desde el Rey Harald el Rubio?”

“Relájate, viejo,” respondió el paciente. “Así empecé yo también” (Olav, p. 27)

2) Durante la campaña alemana contra Inglaterra, algunos alemanes estaban en el ferry a Laksevag cantando, “Wir fahren gegen Engeland.”* El conductor se volvió y les dijo: “Entonces están en el ferry equivocado. Este sólo llega hasta Laksevag.” (Christerson).

f) La respuesta al desarrollo de la guerra, especialmente cuando las

cosas le iban mal a Alemania. Esta característica del humor servía una

* “Llegaremos a Inglaterra”, en alusión a la proyectada invasión de la isla.

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función particularmente importante dado que los medios de comunica- ción oficiales prohibían la publicación de noticias negativas sobre Ale- mania en la guerra. Varios de estos chistes parten de los intentos fallidos

de Alemania de invadir Inglaterra:

1) Un soldado alemán visitaba los barcos vikingos, pero no pensaba que fueran nada especial. “Puede que no te impresionen estos barcos,” le dijo el guardia, “pero después de todo, los noruegos sí lograron invadir Inglaterra con ellos.” (Schou-Sorensen).

2) Un niño está parado en el muelle en Bergen (un pueblo costero en Noruega). Un coche lleno de alemanes pasa a toda velocidad sobre el muelle y se precipita al mar. El niño no presta atención. Después de un rato, cuando los alemanes salen del agua, están furiosos con él porque no pidió ayuda. A esto el niño responde: “¡Pensé que iban rumbo a In- glaterra!” (Ellingsen).

g) Reflexiones sobre la escasez causada por el nuevo régimen:

1) Una película de propaganda está siendo proyectada en un cine. Mues- tra un barco alemán en un puerto noruego desembarcando quesos y otros alimentos. De repente, una voz desde el público grita, “¡Están proyectando la película al revés!” (Larsen, Ellingsen, Schou-Sorensen).

2) Los libros de (el gran escritor noruego Knut) Hamsun van a ser dis- tribuidos: Inglaterra va a recibir Victoria, Alemania El crecimiento de la tierra, y a Noruega le toca Hambre. (Ellingsen, Schou-S0rensen).

h) La glorificación del Rey Haakon VII y el regreso de su reinado en

una Noruega independiente:

1) Antes de que la asistencia obligatoria, la tortura y las ejecuciones empezaran en serio, los nazis mandaban a sus esbirros a dar charlas informativas. En algún lugar de Trondelag había un viejo granjero entre los asistentes. Después de la charla, el líder de la junta dijo que quien quisiera decir o preguntar algo podía tomar la palabra. El granjero se paró.

“¿De verdad puedo decir lo que quiera?”

“Por supuesto, adelante.”

“Entonces quiero decir `larga vida al rey´” dijo, alzando los brazos.

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El auditorio rompió en estrépito. El líder corrió hacia el público, tomó al granjero del brazo y le dijo que se marchara. Pero el granjero le dijo que había pagado por estar ahí y que tenía derecho a quedarse hasta el final.

“Aquí está tu corona [la moneda noruega],” gruñó el líder, regresándole la moneda.

El granjero caminó hacia la puerta, mientras todos lo observaban. Vol- viéndose hacia el público al llegar a la puerta, levantó el brazo con la moneda en la mano y dijo, divertido:

“Tal como lo pensé, tanto Haakon como yo recuperaremos nuestra co- rona.” (Hansen, p. 19-20).

3) Una pareja de casados corre para alcanzar el tranvía. La esposa grita, “¡Apúrate, Haakon! ¡El tranvía está esperando!”

El conductor responde: “Con calma, señora, ¡todos estamos esperando a Haakon!” (El-lingsen).

i) Las sombrías perspectivas de victoria de Alemania y la tortura a la

que serían sometidos una vez derrotados:

1) Tres alemanes están en una cervecería. Uno de ellos suspira. El segundo suspira. El tercero interrumpe diciendo, “Caballeros, no hablemos sobre nuestras posibilidades de asegurar la victoria. (Frihet).4

2) Los cuentos populares alemanes antes comenzaban con “Es war einmal [érase una vez].” Pronto van a comenzar con “S.S. war einmal.” [La S.S. fue alguna vez] (Schou-Sorensen).

3) Un miembro de la resistencia noruega y un nazi están conversando. El noruego le pregunta al nazi qué va a hacer si gana Inglaterra. “Bueno, entonces tomaré mi sombrero y mi abrigo y me iré.” “Entiendo que te lleves tu abrigo, ¿pero en dónde vas a poner tu som- brero?” (Ellingsen).

j) La universalidad de la resistencia y por consiguiente el reducido

número de simpatizantes nazis:

4 Para un chiste comunista parecido, ver Ruksenas, p. 21.

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1) En un pueblo en Nord-Trondelag nadie vino a escuchar una confe- rencia del nacionalsocialismo. Cuando los conferencistas del nacionalso- cialismo salieron del auditorio se encontraron con un tráiler de estiércol (en noruego “tráiler” = “seguidor”) atado a su coche. En el tráiler había un letrero que decía: “Hicimos esto para que tuvieran al menos un se- guidor.” "(Hvepsen).

2) Ahora tendremos que racionar el papel; el partido nazi acaba de hacer una lista de todos sus oponentes. (Ellingsen).

Un subtema relacionado era la ingenuidad de los simpatizantes de Quisling:

3) “¿Por qué estás caminando solo? ¿Dónde están tus seguidores?” Quisling responde: “Aún no salen de vacaciones las escuelas”. (Larsen).

4) El profesor Werner Werenskjold estaba parado en la plataforma de un tranvía. Un guardia de asalto se subió y el profesor lo miró de arriba abajo con asco. El guardia de asalto sacó su libreta y exigió su nombre.

“Mi nombre es profesor Werner Werenskjold. ¿Cómo se llama tu padre, niñito?” (Slaatto).

k) La represión y la falta de libertad de expresión bajo el nuevo

régimen:

El pescadero en el mercado gritaba: “¡hoy tenemos peces grandes, peces grandes y gordos, tan gordos como Goering!” Lo metieron a la cárcel por dos semanas. Cuando salió, gritaba: “¡peces grandes y gordos, tan gordos como hace dos semanas!” (Schou-Sorensen, Slaatto).

Pese a su frecuencia en el humor político subversivo de otras tierras, en el material Noruego el tema de la represión es muchas veces contra- dictorio.

En una calle de Bergen estaba un niño sentado un día de 1941 leyendo una copia reciente del Times de Londres (que estaba prohibido por el régimen nazi). Un oficial alemán vio esto y airadamente exigió saber quién le había dado la copia. Mirándolo con desdén, el niño respondió, “Nadie me lo dio. Soy suscriptor.” (Ellingsen, Christerson)

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Estrechamente relacionados a aquellos chistes que desmienten la

represión que existía están los que exhiben el tema más predominante

en este material: la imperturbabilidad Noruega ante la autoridad ale- mana/nazi:

1) [Esto fue cuando el pasaje por mar a Inglaterra ofrecía una ruta de escape ilegal muy usada.] Un agente de la Gestapo irrumpió en la casa de un pescador y su familia. “¿Qué le sucedió a su bote?” preguntó brus- camente. Mirando al intruso fijamente a los ojos, la esposa del pescador respondió: “¿Es mi trabajo o el suyo vigilar la costa?” (Olav, p. 26)

2) Un alemán pide direcciones y le responden: “¿Le molesta si respondo en inglés?”

“No, para nada.”

“I don't know” (no sé).

3) Un alemán le pregunta a un niño en Bergen: “¿Has visto pasar un carro lleno de simios?”

“¿Por? ¿Te caíste?” (Christerson, Schou-Sorensen).

4) Un retrato de Hitler iba a ser colgado en una oficina de gobierno. El oficial a cargo de colocarlo le preguntó a la señora de la limpieza si el retrato estaba derecho.

“Yo sólo trabajo con las porquerías que hay en el piso,” le respondió. (Schou- Sorensen).

5) En un manicomio estaban esperando una inspección de Quisling. Los pacientes habían sido formados en una hilera y se les había indicado que tenían que levantar los brazos y gritar, “Heil og sael” (la versión noruega del saludo nazi).

Llegó el “líder”, y todo iba de acuerdo a lo planeado hasta que llegó al último hombre en la fila, quien no estaba saludando apropiadamente.

“¿Por qué no estás haciendo el saludo?” preguntó Quisling.

“Yo no estoy loco,” respondió el hombre. “Soy el guardia.” (B0, p. 22).5

5 Para un chiste comunista parecido, ver Ruksenas, p. 101.

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6) Terboven hace comparecer a Einar Rose (uno de los comediantes más populares de Noruega) y le pregunta si él inventa todos sus chistes.

“Sí,” responde Rose.

Terboven le dice que está bien que haga bromas sobre los alemanes, pero no sobre Hitler: “¿No sabes que lo aman 800 millones de personas?”

“No,” responde Rose, “ese chiste no es uno de los míos.” (Larsen, Chris- terson).

Como el tema de la represión, el de las respuestas atrevidas e irres- petuosas hacia las autoridades contrasta con la mayoría de los chistes

soviéticos y de Europa del Este, las cuales con más frecuencia logran el humor al poner la réplica subversiva en labios de Radio Armenia o al ingeniárselas para que la autoridad misma lo diga. Haciendo énfasis en

el artilugio, los chistes de este tipo con frecuencia rematan de manera

similar a la siguiente:

Es el primero de octubre de 1944. Un hombre llega a la estación de policía a presentar una queja.

—Un par de soldados suizos saquearon mi casa y violaron a mi esposa e hija.

—¿A qué se refiere con que soldados suizos? No hay un solo soldado suizo en toda Rumania.

—Le digo que fueron soldados suizos.

—Piense de nuevo. ¿No habrán sido soldados rusos?

—Usted lo dijo, señor, no yo. (Banc y Dundes, p. 32, el énfasis es mío.)

Alternativamente, los chistes de Europa del Este pueden hacer del peli- gro de cualquier tipo de desafío a la autoridad el punto central del chiste:

Un conferencista invitado estaba dando una charla sobre la abundancia y la siempre creciente prosperidad de los soviéticos. En la fila de atrás, Rabinovich alza la mano. “Camarada conferencista, lo que usted dice es muy interesante, ¿pero entonces a dónde se ha ido toda la carne?” Al día siguiente el conferencista invitado estaba dando otra charla sobre la abundancia y siempre creciente prosperidad de los soviéticos. En la

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fila de atrás, Himovich alza la mano. “Camarada conferencista, no quiero saber lo que ha ocurrido con la carne, ¿pero puede decirnos lo que ha ocurrido con Rabinovich?” (Dolgopolova, p. 31)

¿Por qué, en contraste, el material noruego retrata con tanta frecuencia

a los mismos noruegos atribuyéndose desvergonzadamente el mérito

de las respuestas irrespetuosas? Yo sugeriría dos razones: la cercana

correspondencia de este tipo de humor con la tradición escandinava

establecida y la pertinencia de este tema a la situación específica de los

tiempos de guerra.

1) La correspondencia con la tradición escandinava. El humor deri- vado de una respuesta ingeniosa en tiempos de adversidad prevalece en

las sagas medievales islandesas y las leyendas escandinavas. En Olav den

helliges saga (la Saga de San Olav), por ejemplo, uno de los guerreros del rey Olav en la batalla de Stiklestad es herido de muerte. Arrancándose la

flecha del corazón y percatándose de la grasa que colgaba de sus tendo- nes, exclama: “¡Qué bien nos ha alimentado el Rey!” (Sturluson, p. 440). Mientras que las respuestas de este tipo en las sagas con frecuencia sirven

para enfatizar el estoicismo de un personaje, las situaciones en las leyendas

escandinavas igualan más detenidamente la ingeniosa insolencia del héroe

de los chistes de la ocupación. Quizá el mejor ejemplo es “La princesa

que tenía que tener la última palabra”, en donde el héroe se gana la mano

de la princesa precisamente porque, a diferencia de sus otros pretendien- tes, consistente e imperturbablemente logra darle ingeniosas respues- tas a sus palabras intimidantes hasta que ella es la que termina sin palabras

(Asbjornsen, p. 408-411). En otro cuento, “El hombre y el trol tienen un

duelo de palabras”, las prontas respuestas del hombre a las amenazas del trol le permiten prevalecer y lograr que el trol sea convertido en piedra

(Nicolaissen, p. 85-86).6

La predilección de los chistes de la Segunda Guerra Mundial por mos- trar la imperturbabilidad de los noruegos frente a la autoridad alemana o

6 Algunas leyendas escandinavas del Ministro del Libro Negro, un tipo de hechicero, también muestran el motivo de “malbinding” (dejar sin palabras a un oponente a través de respuestas rápidas e ingeniosas) para exorcizar al demonio (Mauland, p. 15); en otras, una respuesta inteligente puede salvar a una persona de ser tomada por el diablo (Opedal, p 102).

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nazi por lo tanto continúa una tradición escandinava establecida, la cual favorece el estoicismo y la confrontación a la adversidad y la intimidación, aunque el humor también aporta; 2) una respuesta a la situación de guerra

específica. La frustración de los encuentros diarios con los alemanes y la

necesidad de contrarrestar la propaganda alemana crean ambas un im- perioso deseo psicológico y una fuerte necesidad pragmática de denigrar a los ocupantes alemanes y enfatizar la superioridad noruega.

La frustración de lidiar con los invasores alemanes está atestiguada

en reportes contemporáneos que describen el irritante efecto de “…tener que verlos caminar en las calles que eran nuestras, contonearse en nuestras

tiendas y mandar a casa mercancías que necesitábamos para nosotros

mismos, pagando con dinero que nos habían quitado” (Kuhnle, p. 83). Los chistes representaban esta frustración y mostraban un rechazo a ser intimidados por la presencia dominante de los invasores.

Mientras tanto, la propaganda alemana tenía el propósito de debilitar el respeto de los noruegos por sí mismos y engendrar una admiración

sin límites por los vencedores alemanes (Hegna, p. 249).7 Los chistes in- vertían esta propaganda al enfatizar la superioridad intelectual y cultural de los noruegos sobre la estupidez, crueldad y grosería de los invasores.

Los chistes que denigran a los soldados alemanes reflejan, además, una verdadera táctica de resistencia. Como reportaba el periódico clan- destino Vi vil oss et land: “De lo que más sufren los alemanes aquí en

Noruega es precisamente la frialdad dirigida hacia ellos por parte del pueblo noruego.” El artículo instaba a los lectores a dejar que los ale- manes sintieran esta frialdad hasta el tuétano. Después de la guerra, un

sobreviviente comentaba sobre el éxito de esta táctica: “Más de una vez

tuvimos la alegría de ver cómo las demostraciones diarias de desprecio

sonsacaban un arrebato emocional que revelaba cuánto los afectaba esta

táctica” (Kuhnle, p. 75-76).

7 Otro sobreviviente dice, “Quisling estaba intentando mostrar que la sociedad noruega necesi- taba que la salvaran de la ruina… el constantemente mostrar a la sociedad noruega (de antes del Nuevo Orden) de la peor forma posible, haciendo énfasis en todos su puntos débiles sin mencionar para nada sus virtudes tuvo, además, repercusiones” (Kuhnle, p. 50).

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La función de los chistes

Volviendo a la cuestión del rol que los chistes mismos jugaban en la

resistencia, pienso que es mejor dividirlos: ¿Qué es lo que posicionó a

los chistes para ayudar a crear una mentalidad de resistencia, y por qué

medios creaban esa mentalidad? Para responder la primera pregunta, argumentaría que la aparición temprana de los chistes durante la ocu- pación fue crucial. Para apreciar por completo su importancia, tenemos

que reevaluar la noción del “ciudadano de a pie” de la resistencia noruega

unánime y espontánea al nazismo.8 Este heroico concepto de sí mismos

fue de crucial importancia durante la guerra misma y en los años sub- secuentes de reconstrucción. Los mismos chistes sobre la ocupación, además, pueden haber contribuido de manera significativa a su estable- cimiento y propagación. En cualquier caso, esta imagen se arraigó tan

firmemente que no fue sino hasta el principio de la década de 1970 que

los historiadores noruegos comenzaron a cuestionarla y revisarla siste- máticamente (cf. Dahl, 1974).

Muchos recuentos sobre los años de guerra, sin embargo, contradi- cen la noción de esta resistencia inmediata y unánime. El 13 de septiem- bre de 1940, por ejemplo, una joven escribió en su diario: “El país está

lleno de traidores dispuestos a cambiar sus principios a cambio de buenas

posiciones” (Slaatto). De manera similar, un recuento escrito inmedia- tamente después de la guerra revela, “Pocos fueron en ese entonces tan

valientes como hoy creen que fueron” (Ringness, p. 351). Otro sobrevi- viente cuenta que “Después de la invasión el espíritu noruego se apagó

muy pronto. Paralizada, desanimada y confundida, la gente se sentaba con

las manos en el regazo a esperar…como anestesiados” (Lunde, p. 17-18). Este periodo no sólo se caracterizó por la ausencia de resistencia activa, también vio una simpatía generalizada por y colaboración con los nazis, como demuestran los siguientes recuentos:

8 Es típica la declaración de Finn Bo sobre la ubicuidad de la resistencia simbólica noruega al nazismo: “Que (el rechazo al Nuevo Orden) fue la reacción del silencioso y enfadado ejército sin armas que conformaba el 99% de la población (p. 64).

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La crítica hacia el gobierno era fuerte en todas las clases de la población y la amargura era grande… Los alemanes, por otro lado, impresionaban a muchos (Lunde, p. 18).

La ofensiva nazi distaba de ser eficaz, especialmente durante su fase inicial cuando el frente de la resistencia no se había establecido bien. El NS (Partido Nazi) logró algo de éxito en sus intentos de reclutar nuevos miembros. La membresía total creció rápidamente durante el otoño de 1940, subiendo de unos 4,200 al final de agosto a más o menos 25,200 para el 10 de enero de 1941, y continuó creciendo hasta noviembre de 1943, cuando alcanzó un máximo de 43,400 (Grimnes, p. 190).

De este modo, más que ser una manifestación de una mentalidad

de resistencia que ya existía, los chistes sobre la ocupación representan

los primeros movimientos de una resistencia aislada solamente. La

oportunidad de su aparición, además, permitió a los chistes jugar un rol vital para comunicar el espíritu de resistencia a otros. Mientras que las

fuerzas de la resistencia no empezaron a organizarse sino hasta el otoño

de 1941 y no estuvieron completamente organizadas sino hasta ya entra- do 1942, los chistes comenzaron a circular a partir del verano de 1940, y

son especialmente prominentes en diarios personales y cuadernos escri- tos durante el primer año de la ocupación. En este sentido, la siguiente

observación es pertinente:

Los primeros que se movilizaron para levantar a la gente y crear una ac- titud de resistencia probablemente hicieron la contribución más decisiva a la resistencia. Si no hubieran reaccionado, muchos otros no hubieran desarrollado la actitud y la mentalidad que hizo posible construir una organización militar” (Lunde, p. 20).

Estando a la vanguardia, los chistes ayudaban a establecer y nutrir esta nueva actitud de resistencia.

Ahora fijémonos en la cuestión de qué hacía efectivos a los chistes para

desarrollar dicha actitud de resistencia. Los siguientes atributos de humor parecen particularmente relevantes: 1) Los chistes hacían una declaración

de principio (Hertzler, p. 143). Un sobreviviente de la ocupación dijo, “Todo parecía flotar alrededor de nosotros, los puntos fijos de la existencia

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ya no eran visibles” (Kuhnle, p. 82). Yo sostendría que los chistes ayuda- ban a identificar estos “puntos fijos,” y que no fue por coincidencia que

los temas de los chistes se alinearan tan bien con los articulados princi- pios de las organizaciones de resistencia que eventualmente se formaron

(aquí resumidos en los objetivos del Comité del Frente Doméstico, ca. 1943, Johnson, p. 131):

a) Liberar al país de todo alemán (cf. temas a, e, i)

b) Mantener al pueblo constantemente consciente de las torturas im- puestas sobre sus compatriotas (cf. temas c, g y k)

c) Abstenerse de aceptar acuerdos con Quisling o sus ayudantes (cf. temas b, d, e, i)

d) Asegurar la independencia de Noruega al restablecer al rey Haakon y su gobierno (cf. temas h, e, i).

La comunicación fue el factor cardinal en el desarrollo de la oposi- ción al nazismo (Dahl, p. 220); los chistes alimentaron esta necesidad

vital al crear un foro para comunicar los principios fundamentales de la

resistencia.

2) Los chistes educan: no sólo exponen, sino que inculcan el mensaje. Al escribir chistes sobre Chernobyl, por ejemplo, László Kürti muestra que

ayudaron a esparcir un nuevo vocabulario y una nueva sabiduría sobre la

radiación (p. 326). Al medir el valor educativo de los chistes entre niños

y adolescentes, el educador sueco Björn Roos ha demostrado las maneras

en las que los chistes ayudaron a los niños a aprender sobre el mundo y

cómo contribuyeron al desarrollo de valores y actitudes. Como los niños

del estudio de Roos, los noruegos durante la ocupación se encontraron en

situaciones de aprendizaje: “No hay receta para la resistencia en un país

invadido,” observa un sobreviviente. “Nos encontramos en una situación

completamente desconocida y no sabíamos cómo reaccionar… la perso- na promedio sabía muy poco sobre lo que estaba ocurriendo y no sabía

interpretar lo que escuchaba” (Lunde, p. 18). Utilizando las conclusiones

de Roos de que los chistes transmiten sabiduría de manera interesante

(p. 171), que los niños ven a los chistes como bancos de información y

consejo (p. 177), y que es posible que los chistes influyan a los individuos

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expuestos a ellos (p. 178), podemos suponer que los chistes proveyeron

tanto una infraestructura para interpretar eventos como medios peda- gógicamente efectivos de enseñar resistencia.

3) Los chistes fomentan un sentido de solidaridad (Hertzler, p. 143). Roos y otros investigadores señalan que los chistes aprueban las opi- niones de los que los cuentan y fortalecen un sentimiento de “nosotros” entre los que los escuchan: ya que los representantes del grupo interno

son los primeros beneficiados, los chistes enseñan respeto por aquel grupo a expensas del grupo externo (Roos, p. 171). Los chistes sobre la

ocupación noruega hacían parecer que todo mundo estaba resistiendo y

que era la única respuesta válida a la situación. De nuevo, recuentos de los

años de guerra evidencian receptividad a este mecanismo en la Noruega

invadida: “No sabíamos lo que otros estaban pensando o cómo iban a

reaccionar,” dice un sobreviviente (Kuhnle, p. 27); otro dice que “…poco

a poco comenzó a crecer un sentimiento de querer encontrar maneras de

resistir. El desarrollo de la solidaridad fue de primordial importancia…

Era fundamental sentirse seguros de que otros también lo harían” (Sharp, p. 32). Al prometer la seguridad en números, los chistes podían apo- yar al grupo amorfo de personas que se oponían al partido nazi y engen- drar en ellos una sensación de comunidad.

4) Los chistes ayudaban a vencer el aislamiento del individuo. El temor a estar aislado fue de las armas más poderosas de los nazis.9 Los chistes

pueden apaciguar ese miedo ya que un chiste compartido “prueba que

alguien más ve lo que yo veo” (Holland, p. 172); la burla de los chistes

hacia el nuevo orden demostraba que a otros también les parecía absur- do. Además, un tema frecuente de los chistes sobre la ocupación era la

universalidad de la oposición al nazismo (cf. tema j). Los chistes entonces

daban la impresión de que, lejos de aislarlo a uno, resistir podía ponerlo

a uno entre la mayoría.

9 El periódico ilegal Hjemmefronten reportó en 1941, por ejemplo: “Los nazis están intentando aislar a ciertos individuos y señalarlos para presionarlos. Hay que asegurarse, entonces…. que ningún amigo sienta que está luchando solo.”

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5) Los chistes elevan la moral y le permiten a la gente vivir sin

miedo, amenazas constantes e irritación (Obrdlik). El papel que jugó

el material noruego en este aspecto está confirmado por una carta

que me envió recientemente un líder de MilOrg, la rama militar de la

resistencia organizada:

Verdaderamente aprecio la intención de su proyecto, ya que siempre he creído que fue la actitud positiva y el humor –con frecuencia en la forma de humor del cadalso– lo que nos mantuvo a flote, y que nos ayudó a ver que la vida no estaba totalmente sin esperanza –por lo menos nos hizo rehusarnos a admitir que lo era– porque eso hubiera implicado cierta derrota” (Hasselknippe).

Mientras que varios investigadores han enfatizado el importante rol que jugaron los slogans y directivas de la resistencia (Noruego: paroler) en el desarrollo del sentimiento anti-nazi (Gjelsvik, pp. 31-32; Hirsch, p. 7; Gordon, pp. 68-69, 91, 149, 157 y 221) yo argumentaría que los chistes

fueron aún más efectivos, en especial gracias a su mayor accesibilidad y

seguridad:

1) Accesibilidad: los chistes llaman la atención de gente de todas

las edades, clases, y de todos los rumbos de la vida. Tanto las coleccio- nes privadas de chistes sobre los tiempos de guerra como las varias an- tologías humorísticas publicadas inmediatamente después, demuestran

que los chistes sobre la ocupación se esparcieron extensivamente por Noruega; los mismos chistes aparecen en variantes regionales (y dialectos) en diversos lugares del país.

Como parte del intercambio normal en la conversación, los chistes

están, además, mejor adaptados para compartir en situaciones socia- les que slogans políticos y directivas. Muchos de los entrevistados du- rante mi investigación (verano de 1989) mencionaron la prominencia

de los chistes durante la guerra, dando fe de que una manera frecuen- te de comenzar una conversación era: “Has escuchado el de…” (Vikdal).

2) Seguridad: Los chistes proveen mayor seguridad que otras formas

más públicas de resistencia porque se pueden compartir en secreto. Esta

cualidad lograda incrementó su urgencia tras el discurso del Reichskomis-

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sar* Terboven el 18 de julio de 1941, amenazando con la pena de muerte

a la resistencia abierta al Nuevo Orden. Los chistes subsecuentemen- te pudieron haber proveído un canal más importante para mantener vivo

el espíritu de resistencia en ausencia de una protesta visible.10

Aún con más frecuencia mencionado por mis informantes, sin em- bargo, fueron a) la capacidad de los chistes de poder ser contados como

entretenimiento sin que los que los contaran tuvieran que asumir una

postura y b) la utilidad para calibrar el punto de vista de los otros al darse

cuenta de cómo respondían.11 Los entrevistados también mencionaron la

capacidad de los chistes de mantener alejado el miedo: “No le tienes miedo

a aquello de lo que te puedes reír,” dijo uno (Vikdal). Así, por lo menos

en retrospectiva, los noruegos entrevistados estaban muy conscientes del valor de los chistes sobre la ocupación durante los tiempos de guerra.

¿Estaban conscientes los noruegos del valor de los chistes de igual manera durante la ocupación? Pensé que tendría que conformarme

con indicaciones indirectas de esta consciencia, como la amplia circu- lación de los chistes en los periódicos clandestinos y con la aparición

de las antologías impresas inmediatamente después de la guerra. Luego

encontré en los archivos del Museo de la Resistencia de Oslo (Hjemme- frontsmuseum) un modesto cuaderno de bolsillo color crema de 5’’x7’’. En su portada se veía sólo un nombre femenino escrito a mano, y en su

primera página estaban escritos con lápiz el himno nacional noruego y

el inglés (cf. el chiste al principio de este artículo). El cuaderno contenía

veintitrés páginas de chistes, también escritos a lápiz, por la niña que yo

* “Comisario del Imperio”, título dado para algún cargo oficial determinado; se empleó durante el Imperio alemán y posteriormente en la Alemania nazi.

10 Finn Bo sugiere cuál es el peligro de ser atrapado contando chistes, pero también la posibi- lidad de lograr que se contaran de todos modos: “Los chistes con frecuencia tenían que ser contados con prisas y en la peligrosa cercanía de oídos traicioneros. A veces uno sólo tenía la oportunidad de desembuchar, al pasar a un vecino en el tranvía o en la esquina de la calle, ‘¡Buenos días! Ya escuchó la de…’” (p. 29).

Wilson hace un comentario parecido: “La ambigüedad del chiste, al ser serio y trivial al mismo tiempo, le permite al bromista hacer un sondeo de sentimientos de rebeldía compartidos. Si otros señalan su aprobación al sonreír o reír, el bromista puede estar seguro de que está entre gente que piensa de manera similar, y él y el grupo pueden proseguir a la más satisfactoria expresión de menosprecio directo.

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supongo habrá tenido unos quince años. Mencioné este cuaderno cuando

me entrevistaron para Aftenposten, el periódico más grande en Noruega. El artículo resultante dio lugar a una respuesta abrumadora de individuos

que llamaron, enviaron notas y mandaron cartas a la editorial. La mayo- ría quería compartir más chistes sobre la ocupación; tres también habían

guardado colecciones privadas de chistes sobre la guerra. Un ejemplo

típico (excepto por el número de chistes) es la siguiente carta:

Yo estaba en mis veintes durante la guerra y escribí muchos chistes y anécdotas y ahora me pregunto si usted estaría interesada en ellos. Todos están en mis diarios de ese entonces, pero con gusto los podría copiar y mandárselos… podría tomarme algo de tiempo, empero, son más de 170 (Schou-Sorensen, agosto de 1989).

Claramente los chistes de la ocupación en Noruega aún son capaces

de despertar una respuesta significativa. Durante los años de la guerra, la gente consideraba a los chistes lo suficientemente importantes como

para tomarse el tiempo, la molestia, y arriesgarse a escribirlos. Éste úl- timo punto es significativo porque, como mis informantes señalaron, el descubrimiento de estos chistes en posesión de alguien por parte de la

Gestapo podía resultar en una severa penalización (Tore Ellingsen).12

La existencia de estos cuadernos por lo tanto no deja duda del significado

para los que los guardan. Algo en común en la mayoría de los chistes es la

autoimagen positiva que presentan.13 Vemos a los noruegos consistente- mente haciendo parecer tontos a los invasores, exponiendo la estupidez y

la crueldad del enemigo, las mentiras y la pomposidad, al mismo tiempo

que exponían su propio valor e ingenio. Al mostrar de manera convin- cente a los noruegos como un grupo comprometido de manera unánime

en esta intrépida degradación del régimen nazi, los chistes crearon un

12 Slaatto escribe en su diario (13 de agosto de 1940): “Si los alemanes ven este libro, probablemente me fusilen.” También vemos que los oficiales nazis veían los chistes como una amenaza en la entrevista del político nazi Robert Ley, llevada a cabo por la prensa nazi danesa y noruega en 1943: “Quiero hacer una advertencia en contra de estas ocurrencias. Es suicidio permitirlos. Debe tomarse acción inmediata en contra de cualquiera que cuente tales historias, ya sea en el tranvía, en los cafés o donde sea” (Politiken, febrero 23, 1943).

De esta manera, por supuesto, los chistes desempeñaban aun otra reconocida función del humor: proteger el respeto por sí mismo del oprimido (Speier, p. 180).

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sentimiento de solidaridad en los tiempos de guerra que potenció de

manera crucial a la resistencia. Al mismo tiempo, no hay duda de que los

chistes ayudaron a crear el “mito” de la resistencia unánime y espontánea

al nazismo, el cual, a pesar de ser una inexactitud, permanece hasta hoy

como un fuerte artículo de fe entre el pueblo noruego.

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