he robado princesas a reyes · persistía el silencio. en la posada roca de guía, un par de...

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  • He robado princesas a reyesagnicos. Incendi la ciudad deTrebon. He pasado la noche conFelurian y he despertado vivo ycuerdo. Me expulsaron de laUniversidad a una edad a la que a lamayora todava no los dejan entrar.He recorrido de noche caminos delos que otros no se atreven a hablarni siquiera de da. He hablado condioses, he amado a mujeres yescrito canciones que hacen llorar alos bardos.

    "Me llamo Kvothe. Quizs hayas

  • odo hablar de mi."

  • Patrick Rothfuss

    El nombre delviento

    Crnica del asesino de reyes:primer da

  • ePUB v3.2ikero 06.07.12

  • A mi madre, que me ense a amar loslibros y me abri las puertas de Narnia,

    Pern y la Tierra Media.Y a mi padre, que me ense que si tena

    que hacer algo, deba tomarme mitiempo y hacerlo bien.

  • AGRADECIMIENTOS

    A...... todos los lectores de mis primeros

    borradores. Sois muchsimos,demasiados para que os mencione atodos, pero no para que os ame a todos.Si segu escribiendo fue gracias a losnimos que me disteis. Si segumejorando fue gracias a vuestrascrticas. De no ser por vosotros, nohabra ganado...

    ... el concurso Writers of the Future.De no ser por su taller, no habraconocido a mis maravillosos colegas del

  • volumen 18, ni...... a Kevin J. Anderson. De no ser

    por sus consejos, no habra dado con...... Matt Bialer, el mejor agente del

    mundo. De no ser por sus indicaciones,no le habra vendido el libro a...

    ... Betsy Wolheim, adorable editoray presidenta de la editorial DAW. De noser por ella, no tendrais este libro enlas manos.

    Quiz tendrais un libro parecido,pero este libro no existira.

    Y por ltimo, al seor Bohage, miprofesor de historia del instituto. En1989 le promet que lo mencionara enmi primera novela. Siempre cumplo mis

  • promesas.

  • V

    PRLOGO

    Un silencio triple

    olva a ser de noche. En laposada Roca de Gua reinaba el

    silencio, un silencio triple.El silencio ms obvio era una calma

    hueca y resonante, constituida por lascosas que faltaban. Si hubiera sopladoel viento, este habra suspirado entre lasramas, habra hecho chirriar el letrerode la posada en sus ganchos y habraarrastrado el silencio calle abajo como

  • arrastra las hojas cadas en otoo. Sihubiera habido gente en la posada,aunque solo fuera un puado de clientes,ellos habran llenado el silencio con suconversacin y sus risas, y con elbarullo y el tintineo propios de unataberna a altas horas de la noche. Sihubiera habido msica... pero no, claroque no haba msica. De hecho, no habaninguna de esas cosas, y por esopersista el silencio.

    En la posada Roca de Gua, un parde hombres, apiados en un extremo dela barra, beban con tranquiladeterminacin, evitando las discusionesserias sobre noticias perturbadoras. Su

  • presencia aada otro silencio, pequeoy sombro, al otro silencio, hueco ymayor. Era una especie de aleacin, uncontrapunto.

    El tercer silencio no era fcilreconocerlo. Si pasabas una horaescuchando, quiz empezaras a notarloen el suelo de madera y en los bastos yastillados barriles que haba detrs de labarra. Estaba en el peso de la chimeneade piedra negra, que conservaba el calorde un fuego que ya llevaba mucho ratoapagado. Estaba en el lento ir y venir deun trapo de hilo blanco que frotaba elveteado de la barra. Y estaba en lasmanos del hombre all de pie, sacndole

  • brillo a una superficie de caoba que yabrillaba bajo la luz de la lmpara.

    El hombre tena el pelo rojo como elfuego. Sus ojos eran oscuros y distantes,y se mova con la sutil certeza dequienes saben muchas cosas.

    La posada Roca de Gua era suya, ytambin era suyo el tercer silencio. Asdeba ser, pues ese era el mayor de lostres silencios, y envolva a los otrosdos. Era profundo y ancho como el finaldel otoo. Era grande y pesado comouna gran roca alisada por la erosin delas aguas de un ro. Era un sonidopaciente e impasible como el de lasflores cortadas; el silencio de un hombre

  • que espera la muerte.

  • E

    1

    Un sitio para losdemonios

    ra una noche de Abatida, y laclientela habitual se haba reunido

    en la Roca de Gua. No poda decirseque cinco personas formaran un grupomuy numeroso, pero ltimamente, en lostiempos que corran, nunca se reunanms de cinco clientes en la taberna.

    El viejo Cob oficiaba de narrador ysuministrador de consejos. Los que

  • estaban sentados a la barra beban yescuchaban. En la cocina, un jovenposadero, de pie junto a la puerta,sonrea mientras escuchaba los detallesde una historia que ya conoca.

    Cuando despert, Tborlin elGrande estaba encerrado en una altatorre. Le haban quitado la espada y lohaban despojado de sus herramientas:no tena ni la llave, ni la moneda ni lavela. Pero no creis que eso era lopeor... Cob hizo una pausa paraaadir suspense porque las lmparasde la pared ardan con llamas azules!

    Graham, Jalee y Shep asintieron conla cabeza. Los tres amigos haban

  • crecido juntos, escuchando las historiasque contaba Cob e ignorando susconsejos.

    Cob mir con los ojos entrecerradosal miembro ms nuevo y ms atento desu reducido pblico, el aprendiz deherrero.

    Sabes qu significaba eso,muchacho? Llamaban muchacho alaprendiz de herrero, pese a que lespasaba un palmo a todos. Los pueblospequeos son as, y seguramenteseguiran llamndolo muchacho hastaque tuviera una barba poblada o hastaque, harto de ese apelativo, hicierasangrar a alguien por la nariz.

  • El muchacho asinti lentamente yrespondi:

    Los Chandrian.Exacto confirm Cob. Los

    Chandrian. Todo el mundo sabe que elfuego azul es una de sus seales. Puesbien, estaba...

    Pero cmo lo haban encontrado?lo interrumpi el muchacho. Y porqu no lo mataron cuando tuvieronocasin?

    Cllate, o sabrs todas lasrespuestas antes del final dijo Jake.Deja que nos lo cuente.

    No le hables as, Jake intervinoGraham. Es lgico que el muchacho

  • sienta curiosidad. Bbete tu cerveza.Ya me la he bebido refunfu

    Jake. Necesito otra, pero el posaderoest despellejando ratas en la cocina. Subi la voz y golpe la barra de caobacon su jarra vaca. Eh! Aqu hayunos hombres sedientos!

    El posadero apareci con cincocuencos de estofado y dos hogazascalientes de pan. Les sirvi ms cervezaa Jake, a Shep y al viejo Cob,movindose con vigor y desenvoltura.

    Los hombres interrumpieron elrelato mientras daban cuenta de la cena.El viejo Cob se zamp su cuenco deestofado con la eficacia depredadora de

  • un soltero de toda la vida. Los otrostodava estaban soplando en su estofadopara enfriarlo cuando l se termin elpan y retom la historia.

    Tborlin tena que huir, perocuando mir alrededor vio que en sucelda no haba puerta. Ni ventanas. Lonico que haba era piedra lisa y dura.Una celda de la que jams habaescapado nadie.

    Pero Tborlin conoca el nombrede todas las cosas, y todas las cosasestaban a sus rdenes. Le dijo a lapiedra: "Rmpete!", y la piedra serompi. La pared se parti como unahoja de papel, y por esa brecha Tborlin

  • vio el cielo y respir el dulce aireprimaveral. Se acerc al borde, mirhacia abajo y, sin pensrselo dos veces,se lanz al vaco...

    El muchacho abri mucho los ojos.No! exclam.Cob asinti con seriedad.Tborlin se precipit, pero no

    perdi la esperanza. Porque conoca elnombre del viento, y el viento leobedeci. Le habl al viento, y este lomeci y lo acarici. Lo baj hasta elsuelo suavemente, como si fuera unvilano de cardo, y lo pos de pie con ladulzura del beso de una madre.

    Y cuando Tborlin lleg al suelo y

  • se toc el costado, donde lo habanapualado, vio que no tena ms que unrasguo. Quiz fuera cuestin de suerteCob se dio unos golpecitos en elpuente de la nariz, con aire decomplicidad, o quiz tuviera algo quever con el amuleto que llevaba debajode la camisa.

    Qu amuleto? pregunt elmuchacho intrigado, con la boca llena deestofado.

    El viejo Cob se inclin hacia atrsen el taburete, contento de que leexigieran ms detalles.

    Unos das antes, Tborlin habaconocido a un calderero en el camino. Y

  • aunque Tborlin no llevaba muchacomida, comparti su cena con elanciano.

    Una decisin muy sensata ledijo Graham en voz baja al muchacho.Porque como sabe todo el mundo, Uncalderero siempre paga doblemente losfavores.

    No, norezong Jake. Dilobien: Con un consejo paga doble elcalderero el favor imperecedero.

    El posadero, que estaba plantado enla puerta de la cocina, detrs de labarra, habl por primera vez esa noche.

    Te dejas ms de la mitad:

  • Siempre sus deudaspaga el calderero:

    paga una vez cuandolo ha comprado,

    paga doble a quien leha ayudado,

    paga triple a quien leha insultado.

    Los hombres que estaban sentados ala barra se mostraron casi sorprendidosde ver a Kote all de pie. Llevabanmeses yendo a la Roca de Gua todas lasnoches de Abatida, y hasta entoncesKote nunca haba participado en laconversacin. De hecho, eso no le

  • extraaba a nadie. Solo llevaba un aoen el pueblo; todava lo consideraban unforastero. El aprendiz de herrero vivaall desde los once aos y seguanllamndole ese chico de Rannish,como si Rannish fuera un pas extranjeroy no un pueblo que estaba a menos decincuenta kilmetros de all.

    Lo o decir una vez dijo Kote,notablemente turbado, para llenar elsilencio.

    El viejo Cob asinti con la cabeza,carraspe y retom el hilo de la historia.

    Pues bien, ese amuleto vala uncubo lleno de reales de oro, pero pararecompensar a Tborlin por su

  • generosidad, el calderero se lo vendipor solo un penique de hierro, unpenique de cobre y un penique de plata.Era negro como una noche de invierno yestaba fro como el hielo, pero mientraslo llevara colgado del cuello, Tborlinestara a salvo de todas las cosasmalignas. Demonios y dems.

    Dara lo que fuera por una cosaas en los tiempos que corren dijoShep, sombro. Era el que ms hababebido y el que menos haba hablado enel curso de la velada. Todos saban quealgo malo haba pasado en su granja lanoche del Prendido pasado, pero comoeran buenos amigos, no le haban

  • insistido para que se lo contara. Almenos no tan pronto, ni estando todostan sobrios.

    Ya, y quin no? dijo el viejoCob diplomticamente, y dio un largosorbo de su cerveza.

    No saba que los Chandrian fuerandemonios dijo el muchacho. Tenaentendido...

    No son demonios dijo Jake confirmeza. Fueron las seis primeraspersonas que rechazaron el caminomarcado por Tehlu, y l los maldijo ylos conden a deambular por losrincones de...

    Eres t quien cuenta esta historia,

  • Jacob Walker? salt Cob. Porque sies as, puedes continuar.

    Los dos hombres se miraron largorato con fijeza. Al final, Jake desvi lamirada y mascull algo que quiz fuerauna disculpa.

    Cob se volvi hacia el muchacho yexplic:

    Ese es el misterio de losChandrian. De dnde vienen? Adondevan despus de cometer sus sangrientoscrmenes? Son hombres que vendieronsu alma? Demonios? Espritus? Nadielo sabe. Cob le lanz una mirada deprofundo desdn a Jalee y aadi:Aunque los imbciles aseguren

  • saberlo...A partir de ese momento, la historia

    dio pie a numerosas discusiones sobrela naturaleza de los Chandrian, sobre lasseales que alertaban de su presencia alos que estaban atentos y sobre si elamuleto protegera a Tborlin de losbandidos, o de los perros enloquecidos,o de las cadas del caballo. Laconversacin se estaba acalorandocuando la puerta se abri de par en par.

    Jake gir la cabeza.Ya era hora, Carter. Explcale a

    este idiota cul es la diferencia entre undemonio y un perro. Todo el mundosab... Jake se interrumpi y corri

  • hacia la puerta. Por el cuerpo deDios! Qu te ha pasado?

    Carter dio un paso hacia la luz;estaba plido y tena la cara manchadade sangre. Apretaba contra el pecho unavieja manta de montar a caballo con unaforma extraa, incmoda de sujetar,como si llevara un montn de astillaspara prender el fuego.

    Al verlo, sus amigos se levantaronde los taburetes y corrieron hacia l.

    Estoy bien dijo Carter mientrasentraba lentamente en la taberna. Tenalos ojos muy abiertos, como un caballoasustadizo. Estoy bien, estoy bien.

    Dej caer la manta encima de la

  • mesa ms cercana, y el fardo golpe conun ruido sonoro contra la madera, comosi estuviera cargado de piedras. Tena laropa llena de cortes largos y rectos. Lacamisa gris colgaba hecha jirones, salvodonde la tena pegada al cuerpo,manchada de una sustancia mate decolor rojo oscuro.

    Graham intent sentarlo en una silla.Madre de Dios. Sintate, Carter.

    Qu te ha pasado? Sintate.Carter sacudi la cabeza con

    testarudez.Ya os he dicho que estoy bien. No

    estoy malherido.Cuntos eran? pregunt

  • Graham.Uno respondi Carter. Pero

    no es lo que pensis...Maldita sea. Ya te lo dije, Carter

    prorrumpi el viejo Cob con lamezcla de susto y enfado propia de losparientes y de los amigos ntimos.Llevo meses dicindotelo. No puedessalir solo. No puedes ir hasta Baedn. Espeligroso. Jake le puso una mano enel brazo al anciano para hacerlo callar.

    Venga, sintate insisti Graham,que todava intentaba llevar a Carterhasta una silla. Qutate esa camisapara que podamos lavarte.

    Carter sacudi la cabeza.

  • Estoy bien. Tengo algunos cortes,pero la sangre es casi toda de Nelly. Lesalt encima. La mat a unos treskilmetros del pueblo, ms all delPuente Viejo.

    Esa noticia fue recibida con unprofundo silencio. El aprendiz deherrero le puso una mano en el hombro aCarter y dijo, comprensivo:

    Vaya. Lo siento mucho. Era dcilcomo un cordero. Cuando nos la traas aherrar, nunca intentaba morder ni tirarcoces. El mejor caballo del pueblo.Maldita sea! Yo... balbuce.Caray. No s qu decir. Miralrededor con gesto de impotencia.

  • Cob consigui soltarse de Jake.Ya te lo dije repiti apuntando

    a Carter con el dedo ndice.ltimamente hay por ah tipos capacesde matarte por un par de peniques, y nodigamos por un caballo y un carro. Quvas a hacer ahora? Tirar t del carro?

    Hubo un momento de incmodosilencio. Jake y Cob se miraron conodio; los dems parecan no saber qudecir ni cmo consolar a su amigo.

    Sin llamar la atencin, el posaderose abri paso entre el silencio. Pas condestreza al lado de Shep, con los brazoscargados de objetos, que empez adisponer encima de una mesa cercana:

  • un cuenco de agua caliente, unas tijeras,unos retales de sbanas limpios, unascuantas botellas de cristal, aguja e hilode tripa.

    Si me hubiera hecho caso, esto nohabra pasado mascull el viejo Cob.Jake intent hacerlo callar, pero Cob loignor. Solo digo la verdad. Lo deNelly es una lstima, pero ser mejorque me escuche ahora si no quiereacabar muerto. Con esa clase de tipos,no se tiene suerte dos veces.

    Carter apret los labios dibujandouna fina lnea. Estir un brazo y tir delextremo de la manta ensangrentada. Loque haba dentro rod sobre s mismo

  • una vez y se enganch en la tela. Carterdio otro tirn y se oy un fuerte ruido,como si hubieran vaciado un saco deguijarros encima de la mesa.

    Era una araa negra como el carbny del tamao de una rueda de carro.

    El aprendiz de herrero dio un brincohacia atrs, choc contra una mesa, laderrib y estuvo a punto de caer ltambin al suelo. El rostro de Cob seafloj. Graham, Shep y Jake dierongritos inarticulados y se apartaronllevndose las manos a la cara. Carterretrocedi un paso en un gesto crispado.El silencio inund la habitacin como unsudor fro.

  • El posadero frunci el ceo.No puede ser que ya hayan

    llegado tan al oeste dijo en voz baja.De no ser por el silencio, lo ms

    probable es que nadie lo hubiera odo.Pero lo oyeron. Todos apartaron la vistade aquella cosa que haba encima de lamesa y miraron, mudos, al pelirrojo.

    Jake fue el primero en recuperar elhabla:

    Sabes qu es?El posadero tena la mirada ausente.Un escral respondi,

    ensimismado. Cre que las montaas...Un escral? le cort Jake.

    Por el carbonizado cuerpo de Dios,

  • Kote. Habas visto alguna vez una cosacomo esa?

    Cmo? El posadero levantbruscamente la cabeza, como si depronto hubiera recordado dnde estaba. Ah, no. No, claro que no. Al verque era el nico que se haba quedado aescasa distancia de aquella cosa negra,dio un paso hacia atrs. Es algo queo decir. Todos lo miraron. Osacordis del comerciante que vino haceun par de ciclos?

    Todos asintieron.El muy capullo intent cobrarme

    diez peniques por media libra de sal dijo Cob automticamente, repitiendo

  • esa queja por ensima vez.Deb comprarle un poco

    murmur Jake. Graham asinti ensilencio.

    Era un miserable escupi Cobcon desprecio, como si aquellaspalabras tan familiares lo reconfortaran. En un momento de apuro, podrapagarle dos, pero diez es un robo.

    No es un robo si hay ms cosas deesas en el camino dijo Shep, sombro.

    Todos volvieron a dirigir la miradahacia la cosa que estaba encima de lamesa.

    Coment que haba odo decir quelos haban visto cerca de Melcombe

  • se apresur a decir Kote escudriandoel rostro de sus clientes, que seguanobservando aquella cosa. Cre quesolo pretenda subir los precios.

    Qu ms te cont? preguntCarter.

    El posadero se qued un momentopensativo y luego se encogi dehombros.

    No me enter de toda la historia.Solo se qued un par de horas en elpueblo.

    No me gustan las araas dijo elaprendiz de herrero. Se haba quedado ams de cuatro metros de la mesa.Tapadla.

  • No es una araa aclar Jake.No tiene ojos.

    Tampoco tiene boca apuntCarter. Cmo come?

    Qu come? pregunt Shep,sombro.

    El posadero segua observandoaquella cosa con curiosidad. Se acercun poco ms y estir un brazo. Losdems se apartaron un poco ms de lamesa.

    Cuidado dijo Carter. Tienelas patas afiladas como cuchillos.

    Como navajas de afeitar, dira yodijo Kote. Acarici con sus largosdedos el cuerpo negro e informe del

  • escral. Es duro y suave, como lacermica.

    No lo toques dijo el aprendizde herrero.

    Con cuidado, el posadero cogi unade las largas y lisas patas e intentpartirla con ambas manos, como si fueraun palo.

    No, no es duro como la cermicarectific. La puso contra el borde dela mesa y se apoy en ella con todo elpeso del cuerpo.

    La pata se parti con un fuerte crac. Parece ms bien de piedra. Mir aCarter y pregunt: Cmo se hizotodas esas grietas? Seal las finas

  • rajas que cubran la lisa y negrasuperficie del cuerpo.

    Nelly se le cay encima explicCarter. Esa cosa salt de un rbol yempez a trepar por ella, hacindolecortes con las patas. Se mova muydeprisa. Yo ni siquiera saba qu estabapasando. Ante la insistencia deGraham, Carter se dej caer, por fin, enla silla. Nelly se enred con el arns,se cay encima de esa cosa y le rompiunas cuantas patas. Entonces eso sedirigi hacia m, se me subi encima yempez a treparme por todo el cuerpo.Cruz los brazos sobre el pechoensangrentado y se estremeci.

  • Consegu quitrmelo de encima y lo piscon todas mis fuerzas. Entonces volvi asubrseme... Dej la frase sinterminar; estaba plido como la cera.

    El posadero asinti con la cabeza ysigui examinando aquella cosa.

    No tiene sangre. Ni rganos. Pordentro es solo una masa gris. Hundiun dedo. Como una seta.

    Por Tehlu! No la toques ms! dijo, suplicante, el aprendiz de herrero. A veces las araas pican despus demuertas.

    Queris hacer el favor? intervino Cob con mordacidad. Lasaraas no son grandes como cerdos. Ya

  • sabis qu es esa cosa. Miralrededor, detenindose en cada uno delos presentes. Es un demonio.

    Todos miraron aquella cosa rota.No digas tonteras dijo Jalee,

    acostumbrado a llevar la contraria.No es como... Hizo un ademn vago. No puede...

    Todos saban qu estaba pensando.Era verdad que existan los demonios.Pero eran como los ngeles de Tehlu.Eran como los hroes y como los reyes:pertenecan al mundo de las historias.Tborlin el Grande invocaba al fuego ya los rayos para destruir demonios.Tehlu los destrozaba con las manos y los

  • lanzaba, aullantes, a un vacoinnombrable. Tu amigo de la infancia nomataba uno a pisotones en el camino deBaednBryt. Eso era ridculo.

    Kote se pas una mano por elcabello rojo, y luego interrumpi elsilencio:

    Solo hay una forma de saberlo dijo metindose una mano en el bolsillo. Hierro o fuego. Sac una abultadabolsita de cuero.

    Y el nombre de Dios puntualizGraham. Los demonios temen trescosas: el hierro fro, el fuego limpio y elsagrado nombre de Dios.

    El posadero apret los labios sin

  • llegar a esbozar una mueca dedesagrado.

    Claro dijo mientras vaciaba labolsita de cuero sobre la mesa, yempez a rebuscar entre las monedas.Haba pesados talentos de plata, finossueldos de plata, iotas de cobre, mediospeniques y drabines de hierro.Alguien tiene un ardite?

    Hazlo con un drabn propusoJake. Son de hierro del bueno.

    No quiero hierro del bueno replic el posadero. Los drabinestienen demasiado carbono. Es casi todoacero.

    Tiene razn terci el aprendiz

  • de herrero. Pero no es carbono. Parahacer acero se emplea coque. Coque ycal.

    El posadero asinti con deferencia.T lo sabes mucho mejor que yo,

    joven maestro. Al fin y al cabo, tededicas a eso. Sus largos dedosencontraron por fin un fino ardite entreel montn de monedas. Lo alz. Aquest.

    Qu le har? pregunt Jake.El hierro mata a los demonios

    dijo Cob con voz vacilante, pero esteya est muerto. Quiz no le haga nada.

    Solo hay una forma deaveriguarlo. El posadero los mir a

  • todos a los ojos, uno por uno, comotantendolos. Luego se volvi condecisin hacia la mesa, y todos seapartaron un poco.

    Kote apret el ardite de hierrocontra el negro costado de aquellacriatura y se oy un breve e intensocrujido, como el de un leo de pino alpartirse en el fuego. Todos sesobresaltaron, y luego se relajaron alver que aquella cosa negra segua sinmoverse. Cob y los demsintercambiaron unas sonrisastemblorosas, como nios asustados poruna historia de fantasmas. Pero se lesborr la sonrisa de los labios cuando la

  • habitacin se llen del dulce y acre olora flores podridas y pelo quemado.

    El posadero puso el ardite sobre lamesa con un fuerte clic.

    Bueno dijo secndose lasmanos en el delantal. Supongo que yaha quedado claro. Qu hacemos ahora?

    Unas horas ms tarde, el posadero,plantado en la puerta de la Roca deGua, descans la vista contemplando laoscuridad. Retazos de luz procedentesde las ventanas de la posada seproyectaban sobre el camino de tierra ylas puertas de la herrera de enfrente. No

  • era un camino muy ancho, ni muytransitado. No pareca que condujera aninguna parte, como pasa con algunoscaminos. El posadero inspir el aireotoal y mir alrededor, inquieto, comosi esperase que sucediera algo.

    Se haca llamar Kote. Haba elegidoese nombre cuidadosamente cuandolleg a ese lugar. Haba adoptado unnuevo nombre por las razoneshabituales, y tambin por algunas no tanhabituales, entre las que estaba el hechode que, para l, los nombres tenanimportancia.

    Mir hacia arriba y vio un millar deestrellas centelleando en el oscuro

  • terciopelo de una noche sin luna. Lasconoca todas, sus historias y susnombres. Las conoca bien y le eran tanfamiliares como, por ejemplo, suspropias manos.

    Mir hacia abajo, suspir sin darsecuenta y entr en la posada. Ech elcerrojo de la puerta y cerr las grandesventanas de la taberna, como si quisieraalejarse de las estrellas y de sus muchosnombres.

    Barri el suelo metdicamente, sindejarse ni un rincn. Limpi las mesas yla barra, desplazndose de un sitio aotro con paciente eficacia. Tras una horade trabajo, el agua del cubo todava

  • estaba tan limpia que una dama habrapodido lavarse las manos con ella.

    Por ltimo, llev un taburete detrsde la barra y empez a limpiar elenorme despliegue de botellasapretujadas entre los dos inmensosbarriles. Esa tarea no la realiz contanto esmero como las otras, y pronto sehizo evidente que limpiar las botellasera solo un pretexto para tener las manosocupadas. Incluso tarare un poco,aunque ni se dio cuenta; si lo hubierasabido, habra dejado de hacerlo.

    Haca girar las botellas con suslargas y elegantes manos, y lafamiliaridad de ese movimiento borr

  • algunas arrugas de cansancio de surostro, hacindolo parecer ms joven,por debajo de los treinta aos. Muy pordebajo de los treinta aos. Era jovenpara ser posadero. Era joven para quese marcaran en su rostro tantas arrugasde cansancio.

    Kote lleg al final de la escalera yabri la puerta. Su habitacin eraaustera, casi monacal. En el centro habauna chimenea de piedra negra, un par debutacas y una mesita. Aparte de eso, nohaba ms muebles que una camaestrecha con un gran arcn oscuro a los

  • pies. Ninguna decoracin en lasparedes, nada que cubriera el suelo demadera.

    Se oyeron pasos en el pasillo, y unjoven entr en la habitacin con uncuenco de estofado que humeaba y ola apimienta. Era moreno y atractivo, con lasonrisa fcil y unos ojos que revelabanastucia.

    Haca semanas que no subas tantarde dijo al mismo tiempo que ledaba el cuenco. Esta noche deben dehaber contado buenas historias, Reshi.

    Reshi era otro de los nombres delposadero, casi un apodo. Al orlo, unade las comisuras de su boca se desplaz

  • componiendo una sonrisa irnica, y sesent en la butaca que haba delante delfuego.

    A ver, Bast, qu has aprendidohoy?

    Hoy, maestro, he aprendido porqu los grandes amantes tienen mejorvista que los grandes eruditos.

    Ah, s? Y por qu es, Bast? pregunt Kote con un deje jocoso en lavoz.

    Bast cerr la puerta y se sent en laotra butaca, girndola para colocarseenfrente de su maestro y del fuego. Semova con una elegancia y unadelicadeza extraas, casi como si

  • danzara.Vers, Reshi, todos los libros

    interesantes se encuentran en lugaresinteriores y mal iluminados. En cambio,las muchachas adorables suelen estar alaire libre, y por lo tanto es mucho msfcil estudiarlas sin riesgo deestropearse la vista.

    Kote asinti.Pero un alumno excepcionalmente

    listo podra llevarse un libro afuera, yas podra mejorar sin temor aperjudicar su valiosa facultad de lavista.

    Lo mismo pens yo, Reshi. Quesoy, por supuesto, un alumno

  • excepcionalmente listo.Por supuesto.Pero cuando encontr un sitio al

    sol donde poda leer, una muchachahermosa se me acerc y me impididedicarme a la lectura termin Bastcon un floreo.

    Kote dio un suspiro.Me equivoco si deduzco que hoy

    no has podido leer ni una pgina deCelum Tinture ?

    Bast compuso un gesto de falsoarrepentimiento.

    Kote mir el fuego y trat de adoptaruna expresin severa, pero no loconsigui.

  • Ay, Bast! Espero que esamuchacha fuera tan adorable como unabrisa templada bajo la sombra de unrbol. Ya s que soy un mal maestro pordecirlo, pero me alegro. Ahora mismono estoy muy inspirado para una largatanda de lecciones. Hubo un momentode silencio. Esta noche a Carter lo haatacado un escral.

    La fcil sonrisa de Bast desaparecicomo si se le resquebrajara unamscara, dejndole un semblante plidoy afligido.

    Un escral? Hizo ademn delevantarse, como si pensara salircorriendo de la habitacin; entonces

  • frunci el ceo, abochornado, y seoblig a sentarse de nuevo en la butaca. Cmo lo sabes? Quin haencontrado su cadver?

    Carter sigue vivo, Bast. Lo hatrado aqu. Solo haba uno.

    No puede haber un solo escral dijo Bast con rotundidad. Ya lo sabes.

    S, lo s afirm Kote. Pero elhecho es que solo haba uno.

    Y dices que Carter lo mat? seextra Bast. No pudo ser un escral.Quiz...

    Era un escral, Bast. Lo he vistocon mis propios ojos. Kote lo mircon seriedad y aadi: Carter tuvo

  • suerte, eso es todo. Aunque qued muymalherido. Le he dado cuarenta y ochopuntos. He gastado casi todo el hilo detripa que tena. Kote cogi su cuencode estofado y prosigui: Si alguienpregunta, diles que mi abuelo era unguardia de caravanas que me ense alimpiar y coser heridas. Esta nocheestaban todos demasiadoconmocionados para hacer preguntas,pero maana algunos sentirncuriosidad. Y eso no me interesa. Sopl en el cuenco levantando una nubede vaho que le tap la cara.

    Qu has hecho con el cadver?Yo no he hecho nada con el

  • cadver aclar Kote. Yo solo soyun posadero. No me correspondeocuparme de ese tipo de cosas.

    No puedes dejar que se lasarreglen ellos solos, Reshi.

    Kote suspir.Se lo han llevado al sacerdote,

    que ha hecho todo lo que hay que hacer,aunque por motivos totalmenteequivocados.

    Bast abri la boca pero, antes de quepudiera decir algo, Kote continu:

    S, me he asegurado de que la fosafuera lo bastante profunda. S, me heasegurado de que hubiera madera deserbal en el fuego. S, me he asegurado

  • de que ardiera bien antes de que loenterrasen. Y s, me he asegurado de quenadie se quedara un trozo comorecuerdo. Frunci la frente hastajuntar las cejas. No soy idiota,sabes?

    Bast se relaj notablemente y serecost de nuevo en la butaca.

    Ya s que no eres idiota, Reshi.Pero yo no confiara en que la mitad deesos tipos sean capaces de mear asotavento sin ayuda. Se qued unmomento pensativo. No me explicoque solo hubiese uno.

    Quiz murieran cuandoatravesaron las montaas sugiri Kote

  • . Todos menos ese.Puede ser admiti Bast de mala

    gana.Quiz fuera esa tormenta de hace

    un par de das apunt Kote. Fue unaautntica tumbacarretas, como lasllambamos en la troupe. El viento y lalluvia podran haber hecho que uno seseparara de la manada.

    Me gusta ms tu primera idea,Reshi dijo Bast, incmodo. Tres ocuatro escrales en este pueblo serancomo... como...

    Como un cuchillo calientecortando mantequilla?

    Como varios cuchillos calientes

  • cortando a varias docenas de granjeros,ms bien repuso Bast con aspereza.Esos tipos no saben defenderse. Apuestoa que entre todos no llegaran a juntarseis espadas. Aunque las espadas noserviran de mucho contra los escrales.

    Hubo un largo y reflexivo silencio.Al cabo de un rato, Bast empez amoverse, inquieto, en la butaca.

    Alguna noticia?Kote neg con la cabeza.Esta noche no han llegado a las

    noticias. Carter los ha interrumpidocuando todava estaban contandohistorias. Eso ya es algo, supongo.Volvern maana por la noche. As

  • tendr algo que hacer.Kote meti distradamente la

    cuchara en el estofado.Deb comprarle ese escral a

    Carter musit. As l habra podidocomprarse otro caballo. Habra venidogente de todas partes a verlo. Habramostenido trabajo, para variar.

    Bast lo mir horrorizado.Kote lo tranquiliz con un gesto de

    la mano con que sujetaba la cuchara.Lo digo en broma, Bast. Esboz

    una sonrisa floja. Pero habra estadobien.

    No, Reshi. No habra estado nadabien dijo Bast con mucho nfasis.

  • Habra venido gente de todas partes averlo repiti con sorna. Ya locreo.

    Habra sido bueno para el negocioaclar Kote. Me vendra bien unpoco de trabajo. Volvi a meter lacuchara en el estofado. Cualquiercosa me vendra bien.

    Se quedaron callados largo rato.Kote contemplaba su cuenco de estofadocon la frente arrugada y la miradaausente.

    Esto debe de ser horrible para ti,Bast dijo por fin. Debes de estarmuerto de aburrimiento.

    Bast se encogi de hombros.

  • Hay unas cuantas esposas jvenesen el pueblo. Y unas cuantas doncellas.Sonri como un nio. S buscarmediversiones.

    Me alegro, Bast. Hubo otrosilencio. Kote cogi otra cucharada,mastic y trag. Crean que era undemonio.

    Bast se encogi de hombros.Es mejor as, Reshi. Seguramente

    es mejor que piensen eso.Ya lo s. De hecho, yo he

    colaborado a que lo piensen. Pero yasabes qu significa eso. Mir a Bast alos ojos. El herrero va a tener un parde das de mucho trabajo.

  • El rostro de Bast se vacilentamente de toda expresin.

    Ya.Kote asinti.Si quieres marcharte no te lo

    reprochar, Bast. Tienes sitios mejoresdonde estar que este.

    Bast estaba perplejo.No podra marcharme, Reshi.

    Abri y cerr la boca varias veces, sinsaber qu decir. Quin me instruira?

    Kote sonri, y por un instante susemblante mostr lo joven que era enrealidad. Pese a las arrugas decansancio y a la plcida expresin de surostro, el posadero no pareca mayor

  • que su moreno compaero.Eso. Quin? Seal la puerta

    con la cuchara. Vete a leer, o aperseguir a la hija de algn granjero.Estoy seguro de que tienes cosasmejores que hacer que verme comer.

    La verdad es que...Fuera de aqu, demonio! dijo

    Kote, y con la boca llena, y con unmarcado acento tmico, aadi:Tehus antausa eha!

    Bast rompi a rer e hizo un gestoobsceno con una mano.

    Kote trag y cambi de idioma:Aroi te dennaleyan!Pero bueno! le reproch Bast,

  • y la sonrisa se borr de sus labios.Eso es un insulto!

    Por la tierra y por la piedra,abjuro de ti! Kote meti los dedos enla jarra que tena al lado y le lanz unasgotas a Bast. Que pierdas todos tusencantos!

    Con sidra? Bast consiguiparecer divertido y enojado a la vez,mientras recoga una gota de lquido dela pechera de su camisa. Ya puedesrezar para que esto no manche.

    Kote comi un poco ms.Ve a lavarla. Si la situacin es

    desesperada, te recomiendo que utilicesalguna de las numerosas frmulas

  • disolventes que aparecen en CelumTinture. Captulo trece, creo.

    Est bien. Bast se levant y fuehacia la puerta, caminando con suextraa y desenfadada elegancia.Llmame si necesitas algo. Sali ycerr la puerta.

    Kote comi despacio, rebaandohasta la ltima gota de salsa del cuencocon un trozo de pan. Mientras coma,miraba por la ventana, o lo intentaba,porque la luz de la lmpara hacaespejear el cristal contra la oscuridad defuera.

    Inquieto, pase la mirada por lahabitacin. La chimenea estaba hecha de

  • la misma piedra negra que la que habaen el piso de abajo. Estaba en el centrode la habitacin, una pequea hazaa deingeniera de la que Kote se senta muyorgulloso. La cama era pequea, pocoms que un camastro, y si la tocabasveas que el colchn era casi inexistente.

    Un observador avezado se habrafijado en que haba algo que la miradade Kote evitaba. De la misma maneraque se evita mirar a los ojos a unaantigua amante en una cena formal, o aun viejo enemigo al que se encuentra enuna concurrida taberna a altas horas dela noche.

    Kote intent relajarse, no lo

  • consigui, se retorci las manos,suspir, se revolvi en la butaca, y alfinal no pudo evitar que sus ojos sefijaran en el arcn que haba a los piesde la cama.

    Era de roah, una madera pococomn, pesada, negra como el carbn ylisa como el cristal. Muy valorada porperfumistas y alquimistas, un trozo deltamao de un pulgar vala oro. Un arcnhecho de esa madera era un autnticolujo.

    El arcn tena tres cierres. Uno erade hierro; otro, de cobre, y el tercero erainvisible. Esa noche, la maderaimpregnaba la habitacin de un aroma

  • casi imperceptible a ctricos y a hierrorecin enfriado.

    Cuando Kote pos la mirada en elarcn, no la apart rpidamente. Susojos no resbalaron con astucia hacia unlado, fingiendo no haber reparado en l.Pero solo con mirarlo un momento, surostro recuper todas las arrugas que lossencillos placeres del da habanborrado. El consuelo que le habanproporcionado sus botellas y sus librosse esfum en un segundo, dejando detrsde sus ojos solo vaco y dolor. Por uninstante, una nostalgia y un pesarintensos se reflejaron en su cara.

    Entonces desaparecieron, y los

  • sustituy el rostro cansado de unposadero, un hombre que se haca llamarKote. Volvi a suspirar sin darse cuentay se puso en pie.

    Tard un buen rato en pasar al ladodel arcn y en llegar a la cama. Una vezacostado, tard un buen rato en conciliarel sueo.

    Tal como Kote haba imaginado, a lanoche siguiente volvieron todos a laRoca de Gua para cenar y beber. Hubounos cuantos intentos desganados decontar historias, pero fracasaronrpidamente. Nadie estaba de humor

  • para historias.De modo que todava era temprano

    cuando la conversacin abord asuntosde mayor trascendencia. Comentaron losrumores que circulaban por el pueblo, lamayora inquietantes. El Rey Penitenteestaba teniendo dificultades con losrebeldes en Resavek. Eso era motivo depreocupacin, aunque solo en trminosgenerales. Resavek quedaba muy lejos, eincluso a Cob, que era el que ms habaviajado, le habra costado localizarlo enun mapa.

    Hablaron de los aspectos de laguerra que les afectaban directamente.Cob predijo la recaudacin de un tercer

  • impuesto despus de la cosecha. Nadiese lo discuti, pese a que nadierecordaba un ao en que se hubierancobrado tres impuestos.

    Jake augur que la cosecha serabuena, y que por lo tanto ese tercerimpuesto no arruinara a muchasfamilias. Excepto a los Bentley, que yatenan dificultades. Y a los Orisson,cuyas ovejas no paraban de desaparecer.Y a Martin el Chiflado, que ese ao solohaba plantado cebada. Todos losgranjeros con dos dedos de frente habanplantado judas. Eso era lo bueno quetena la guerra: que los soldados comanjudas, y que los precios subiran.

  • Despus de unas cuantas cervezasms, empezaron a expresar otraspreocupaciones ms graves. Loscaminos estaban llenos de desertores yde otros oportunistas que hacan quehasta los viajes ms cortos resultaranpeligrosos. Que los caminos estuvieranmal no era ninguna novedad; eso lodaban por hecho, como daban por hechoque en invierno hiciera fro. La gente sequejaba, tomaba sus precauciones ysegua ocupndose de vivir su vida.

    Pero aquello era diferente. Desdehaca dos meses, los caminos estabantan mal que la gente haba dejado dequejarse. La ltima caravana que haba

  • pasado por el pueblo la formaban doscarromatos y cuatro guardias. Elcomerciante haba pedido diez peniquespor media libra de sal, y quince por unabarra de azcar. No llevaba pimienta,canela ni chocolate. Tena un pequeosaco de caf, pero quera dos talentos deplata por l. Al principio, la gente sehaba redo de esos precios. Luego, alver que el comerciante se mantenafirme, lo insultaron y escupieron en elsuelo.

    Eso haba ocurrido haca dos ciclos:veintids das. Desde entonces no habapasado por el pueblo ningn otrocomerciante serio, aunque era la

  • estacin en que solan hacerlo. De modoque, pese a que todos tenan presente laamenaza de un tercer impuesto, la gentemiraba en sus bolsitas de dinero ylamentaba no haber comprado un pocode algo por si las primeras nevadas seadelantaban.

    Nadie habl de la noche anterior, nide esa cosa que haban quemado yenterrado. En el pueblo s hablaban, porsupuesto. Circulaban muchos rumores.Las heridas de Carter contribuan a queesos rumores se tomaran medio en serio,pero solo medio en serio. Ms de unopronunci la palabra demonio, perotapndose la sonrisa con una mano.

  • Solo los seis amigos haban vistoaquella cosa antes de que la enterraran.Uno de ellos estaba herido, y los otroshaban bebido. El sacerdote tambin lahaba visto, pero su trabajo consista enver demonios. Los demonios eranbuenos para su negocio.

    Al parecer, el posadero tambin lahaba visto. Pero l era un forastero. Elno poda saber esa verdad que resultabatan obvia a todos los que haban nacidoy haban crecido en aquel pueblecito:las historias se contaban all, perosucedan en algn otro sitio. Aquel noera un sitio para los demonios.

    Adems, la situacin ya estaba lo

  • bastante complicada como para buscarsems problemas. Cob y los dems sabanque no tena sentido hablar de ello. Sitrataban de convencer a sus convecinos,solo conseguiran ponerse en ridculo,como Martin el Chiflado, que llevabaaos intentando cavar un pozo dentro desu casa.

    Sin embargo, cada uno de elloscompr una barra de hierro fro en laherrera, la ms pesada que pudieranblandir, y ninguno dijo en qu estabapensando. Se limitaron a protestarporque los caminos estaban cada vezpeor. Hablaron de comerciantes, dedesertores, de impuestos y de que no

  • haba suficiente sal para pasar elinvierno. Recordaron que tres aos atrsa nadie se le habra ocurrido cerrar laspuertas con llave por la noche, y muchomenos atrancarlas.

    A partir de ah, la conversacin fuedecayendo, y aunque ninguno revel loque estaba pensando, la velada terminen una atmsfera deprimente. Esopasaba casi todas las noches, dados lostiempos que corran.

  • E

    2

    Un da precioso

    ra uno de esos das perfectos deotoo tan comunes en las historias

    y tan raros en el mundo real. El tiempoera agradable y seco, el ideal para quemadurara la cosecha de trigo o de maz.A ambos lados del camino, los rbolesmudaban de color. Los altos lamos sehaban vuelto de un amarillo parecido ala mantequilla, mientras que las matasde zumaque que invadan la calzada

  • estaban teidas de un rojo intenso. Sololos viejos robles parecan reacios adejar atrs el verano, y sus hojas eranuna mezcla uniforme de verde y dorado.

    Es decir, que no poda haber un dams bonito para que media docena de exsoldados armados con arcos de caza tedespojaran de cuanto tenas.

    No es una yegua muy buena, seordijo Cronista. Apenas sirve paraarrastrar una carreta, y cuando llueve...

    El hombre lo hizo callar con unademn brusco.

    Mira, amigo, el ejrcito del reypaga muy bien por cualquier cosa concuatro patas y al menos un ojo. Si

  • estuvieses completamente majara yfueras por el camino montado en uncaballito de juguete, tambin te loquitara.

    El jefe del grupo tena un aireautoritario. Cronista dedujo que debade ser un ex oficial de baja graduacin.

    Apate orden serio elindividuo. Acabemos con esto ypodrs seguir tu camino.

    Cronista baj de su montura. Lehaban robado otras veces, y sabacundo no se poda conseguir nadadiscutiendo. Esos tipos saban lo quehacan. No gastaban energa enbravuconadas ni en falsas amenazas.

  • Uno de los soldados examin la yegua ycomprob el estado de los cascos, losdientes y el arns. Otros dos leregistraron las alforjas con eficaciamilitar, y pusieron en el suelo todas susposesiones materiales: dos mantas, unacapa con capucha, la cartera plana decuero y el pesado y bien provistomacuto.

    No hay nada ms, comandante dijo uno de los soldados. Salvo unasveinte libras de avena.

    El comandante se arrodill y abrila cartera plana de piel para examinar sucontenido.

    Ah dentro solo hay papel y

  • plumas dijo Cronista.El comandante gir la cabeza y le

    mir por encima del hombro.Eres escribano?Cronista asinti.As es como me gano la vida,

    seor. Y eso a usted no le sirve paranada.

    El hombre rebusc en la cartera,comprob que era cierto y la dej a unlado. A continuacin vaci el macutosobre la capa extendida de Cronista yrevis su contenido.

    Se qued casi toda la sal de Cronistay un par de cordones de bota. Luego,para consternacin del escribano, cogi

  • la camisa que Cronista se habacomprado en Linwood. Era de hilobueno, teida de color azul real, oscuro,demasiado bonita para viajar. Cronistani siquiera haba tenido ocasin deestrenarla. Dio un suspiro.

    El comandante dej todo lo demssobre la capa y se levant. Los otros seturnaron para rebuscar entre los objetospersonales de Cronista.

    El comandante dijo:T solo tienes una manta, verdad,

    Janns? Uno de los soldados asinti.Pues qudate esa. Necesitars otra antesde que termine el invierno.

    Su capa est ms nueva que la

  • ma, seor.Cgela, pero deja la tuya. Y lo

    mismo te digo a ti, Witkins. Si te llevasese yesquero, deja el tuyo.

    El mo lo perd, seor dijoWitkins. Si no, lo dejara.

    Todo el proceso resultasombrosamente civilizado. Cronistaperdi todas sus agujas menos una, susdos pares de calcetines de repuesto, unpaquete de fruta seca, una barra deazcar, media botella de alcohol y unpar de dados de marfil. Le dejaron elresto de su ropa, la cecina y mediahogaza de pan de centeno increblementedura. La cartera de piel qued intacta.

  • Mientras los hombres volvan allenar el macuto de Cronista, elcomandante se volvi hacia elescribano.

    Dame la bolsa del dinero.Cronista se la entreg.Y el anillo.Apenas tiene plata balbuce

    Cronista mientras se lo quitaba deldedo.

    Qu es eso que llevas colgadodel cuello?

    Cronista se desabroch la camisarevelando un tosco aro de metal colgadode un cordn de piel.

    Solo es hierro, seor.

  • El comandante se le acerc, frot elaro con los dedos y lo solt de nuevosobre el pecho de Cronista.

    Puedes quedrtelo. Yo nunca memeto entre un hombre y su religin dijo. Vaci la bolsa en una mano y sesonri mientras tocaba las monedas conun dedo. La profesin de escribanoest mejor pagada de lo que yo crea coment mientras empezaba a repartirlas monedas entre sus hombres.

    Le importara mucho dejarme unpenique o dos? pregunt Cronista.Lo justo para pagar un par de comidascalientes.

    Los seis hombres se volvieron y

  • miraron a Cronista como si no pudierandar crdito a lo que acababan de or.

    El comandante ri.Por el cuerpo de Dios! Los tienes

    bien puestos, eh? Haba un deje derespeto en su voz.

    Parece usted una personarazonable replic Cronistaencogindose de hombros. Y todosnecesitamos comer para vivir.

    El jefe del grupo sonriabiertamente por primera vez.

    Esa es una apreciacin que nopuedo discutir. Cogi dos peniques ylos blandi un momento antes deponerlos de nuevo en la bolsa de

  • Cronista. Aqu tienes un par depeniques, por tu par de huevos. Lelanz la bolsa a Cronista y guard labonita camisa de color azul real en susalforjas.

    Gracias, seor dijo Cronista.Quiz le interese saber que esa botellaque ha cogido uno de sus hombrescontiene alcohol de madera que utilizopara limpiar mis plumas. Si se lo bebele sentar mal.

    El comandante sonri y asinti conla cabeza.

    Veis lo que se consigue cuandose trata bien a la gente? les dijo a sushombres al mismo tiempo que montaba

  • en su caballo. Ha sido un placer,seor escribano. Si te pones en marchaahora, llegars al vado de Abbott antesdel anochecer.

    Cuando Cronista ya no pudo or loscascos de caballos a lo lejos, meti suspertenencias en el macuto, asegurndosede que todo iba bien guardado. Entoncesse quit una bota, arranc el forro y sacun paquetito de monedas que llevabaescondido en la puntera. Puso unascuantas en la bolsa. Luego sedesabroch los pantalones, sac otropaquetito de monedas de debajo devarias capas de ropa y guard tambinunas cuantas en la bolsita de cuero.

  • La clave estaba en llevar siempre lacantidad adecuada en la bolsa. Sillevabas muy pocas, los bandidos sefrustraban y tenan tendencia a buscarms. Si llevabas muchas, seemocionaban, se crecan y podanvolverse codiciosos.

    Haba un tercer paquetito demonedas dentro de la hogaza de pan, tandura que solo habra interesado al msdesesperado de los delincuentes. Ese nolo toc de momento, como tampoco eltalento de plata que tena escondido enun tintero. Con los aos, haba acabadopor considerar esa ltima moneda unamuleto. Nadie la haba encontrado

  • todava.Tena que admitir que seguramente

    aquel haba sido el robo ms civilizadode que haba sido vctima. Los soldadoshaban demostrado ser educados,eficientes y no demasiado despabilados.Perder el caballo y la silla era unacontrariedad, pero poda comprar otroen el vado de Abbott y an le quedaradinero para vivir con holgura hasta queterminara esa insensatez y se reuniesecon Skarpi en Treya.

    Cronista sinti necesidad de orinar yse meti entre los zumaques, rojos comola sangre, que haba en la cuneta.Cuando estaba abrochndose de nuevo

  • los pantalones, algo se movi entre losmatorrales cercanos, y de ellos sali unafigura oscura.

    Cronista dio unos pasos hacia atrs ygrit, asustado; pero entonces se diocuenta de que no era ms que un cuervoque agitaba las alas para echar a volar.Chasc la lengua, avergonzado de smismo; se arregl la ropa y volvi alcamino a travs del zumaque, apartandolas telaraas invisibles que se leenganchaban en la cara.

    Se colg el macuto y la cartera delos hombros, y de pronto se sinti msanimado. Lo peor ya haba pasado, y nohaba sido tan grave. La brisa

  • desprenda las hojas de los lamos, quecaan girando sobre s mismas, comomonedas doradas, sobre el camino detierra y con profundas roderas. Haca unda precioso.

  • K

    3

    Madera y palabra

    ote hojeaba distradamente unlibro, tratando de ignorar el

    silencio de la posada vaca, cuando seabri la puerta y por ella entr Graham.

    Ya he terminado. Grahammaniobr entre el laberinto de mesascon exagerado cuidado. Iba a traerloanoche, pero me dije: Una ltima capade aceite, lo froto y lo dejo secar. Y nome arrepiento. Qu caramba! Es lo ms

  • bonito que han hecho estas manos.Entre las cejas del posadero

    apareci una fina arruga. Entonces, alver el paquete plano que sujetabaGraham, su rostro se ilumin.

    Ah! El tablero de soporte! Kote esboz una sonrisa cansada. Losiento, Graham. Ha pasado muchotiempo. Casi lo haba olvidado.

    Graham lo mir con extraeza.Cuatro meses no es mucho tiempo

    para traer madera desde Aryen tal comoestn los caminos.

    Cuatro meses repiti Kote.Repar en que Graham segua mirndoloy se apresur a aadir: Eso puede ser

  • una eternidad si ests esperando algo.Intent componer una sonrisatranquilizadora, pero le sali muyforzada.

    Kote no tena buen aspecto. Nopareca exactamente enfermizo, pero sapagado. Lnguido. Como una planta ala que han trasplantado a un tipo detierra que no le conviene, y que empiezaa marchitarse porque le falta algnnutriente vital.

    Graham percibi la diferencia. Losgestos del posadero ya no eran tanprolijos. Su voz no era tan profunda.Hasta sus ojos haban cambiado: ya nobrillaban como unos meses atrs. Su

  • color pareca ms plido. Eran menosespuma de mar, menos verde hierba queantes. Ahora parecan del color de lasalgas de ro, o del culo de una botella decristal verde. Antes tambin le brillabael cabello, de color fuego. Ahorapareca... rojo, sencillamente rojo.

    Kote retir la tela y mir debajo. Lamadera era de color carbn, con veteadonegro, y pesada como una plancha dehierro. Haba tres ganchos negrosclavados sobre una palabra tallada en lamadera.

    Delirio ley Graham.Extrao nombre para una espada.

    Kote asinti tratando de borrar toda

  • expresin de su semblante.Cunto te debo? pregunt en

    voz baja.Graham cavil unos instantes.Despus de lo que me diste para

    pagar la madera... Un atisbo deastucia brill en sus ojos. Uno contres.

    Kote le dio dos talentos.Qudate el cambio. Es una madera

    difcil de trabajar.S que lo es replic Graham

    con cierta satisfaccin. Dura como lapiedra bajo la sierra. Y con el formn,como el hierro. Las voces que llegu adar. Y luego, no poda quemarla.

  • Ya me he fijado dijo Kote conun destello de curiosidad, y pas undedo por el oscuro surco de las letras enla madera. Cmo lo has conseguido?

    Bueno respondi Graham conpetulancia, cuando ya habamalgastado medio da, la llev a laherrera. El muchacho y yo conseguimosmarcarla con un hierro candente.Tardamos ms de dos horas en grabarlas letras. No sali ni una voluta dehumo, pero apestaba a cuero viejo y atrbol. La condenada! Qu clase demadera es esa que no arde?

    Graham esper un minuto, pero elposadero no daba seales de haberlo

  • odo.Y dnde quieres que lo cuelgue?Kote despert lo suficiente para

    mirar en torno a s.Creo que eso ya lo har yo dijo

    . Todava no he decidido dnde voy aponerlo.

    Graham dej un puado de clavos dehierro y se despidi del posadero. Kotese qued en la barra, pasandodistradamente las manos por el tablerode madera y por la palabra grabada enl. Poco despus, Bast sali de la cocinay mir por encima del hombro de sumaestro.

    Hubo un largo silencio que pareca

  • un homenaje a los difuntos.Al final, Bast habl:Puedo hacerte una pregunta,

    Reshi?Kote sonri con amabilidad.Por supuesto, Bast.Una pregunta molesta?Esas suelen ser las nicas que

    merecen la pena.Se quedaron otra vez en silencio

    contemplando el objeto que reposabasobre la barra, como si trataran deguardarlo en la memoria. Delirio.

    Bast luch consigo mismo unosinstantes; abri la boca, la cerr, pusocara de frustracin y repiti todo el

  • proceso.Sultalo ya dijo Kote.En qu pensabas? pregunt

    Bast con una extraa mezcla deconfusin y preocupacin.

    Kote tard mucho en contestar.Tengo tendencia a pensar

    demasiado, Bast. Mis mayores xitosfueron producto de decisiones que tomcuando dej de pensar e hicesencillamente lo que me parecacorrecto. Aunque no hubiera ningunabuena explicacin para lo que habahecho. Compuso una sonrisanostlgica. Aunque hubiera muybuenas razones para que no hiciese lo

  • que hice.Bast se pas una mano por un lado

    de la cara.Entonces, intentas no adelantarte

    a los acontecimientos?Kote vacil un momento.Podramos decirlo as admiti.Yo podra decir eso, Reshi dijo

    Bast con aire de suficiencia. T, encambio, complicaras las cosasinnecesariamente.

    Kote se encogi de hombros ydirigi la mirada hacia el tablero.

    Lo nico que tengo que hacer esbuscarle un sitio, supongo.

    Aqu fuera? Bast estaba

  • horrorizado.Kote sonri con picarda y su rostro

    recuper cierta vitalidad.Por supuesto dijo

    regodendose, al parecer, con lareaccin de Bast. Contempl las paredescon mirada especulativa y frunci loslabios. Y t, dnde la pondras?

    En mi habitacin contest Bast. Debajo de mi cama.

    Kote asinti distradamente, sindejar de observar las paredes.

    Pues ve a buscarla.Hizo un leve ademn de apremio, y

    Bast sali a toda prisa y claramentecontrariado.

  • Cuando Bast volvi a la habitacin,con una vaina negra colgando de lamano, sobre la barra haba un montn debotellas relucientes y Kote estaba de pieen el mostrador, ahora vaco, montadoentre los dos pesados barriles de roble.

    Kote, que estaba colocando eltablero sobre uno de los barriles, sequed quieto y grit, consternado:

    Ten cuidado, Bast! Eso quellevas en la mano es una dama, no unamoza de esas con las que bailas en lasfiestas de pueblo.

    Bast se par en seco y, obediente,cogi la vaina con ambas manos antesde recorrer el resto del camino hasta la

  • barra.Kote clav un par de clavos en la

    pared, retorci un poco de alambre ycolg el tablero.

    Psamela, quieres? dijo conuna voz extraa.

    Bast la levant con ambas manos, ypor un instante pareci un escuderoofrecindole una espada a un caballerode reluciente armadura. Pero all nohaba ningn caballero, sino solo unposadero, un hombre con un delantal quese haca llamar Kote. Kote cogi laespada y se puso de pie sobre elmostrador, detrs de la barra.

    La sac de la vaina con un floreo. La

  • espada, de un blanco grisceo, relucabajo la luz otoal de la habitacin.Pareca nueva; no tena melladuras niestaba oxidada. No haba brillantesaraazos en la hoja. Pero aunque noestuviera deteriorada, era antigua. Y,pese a ser evidente que era una espada,tena una forma inslita. Al menos,ningn vecino del pueblo la habraencontrado normal. Era como si unalquimista hubiera destilado una docenade espadas y, cuando se hubiera enfriadoel crisol, hubiese aparecido aquello enel fondo: una espada en su estado puro.Era fina y elegante. Era mortfera comouna piedra afilada en el lecho de un ro

  • de aguas bravas.Kote la sostuvo un momento. No le

    tembl la mano.Entonces colg la espada en el

    tablero. El metal blanco grisceobrillaba sobre la oscura madera de roah.Aunque se vea el puo, era lo bastanteoscuro para que casi no se distinguierade la madera. La palabra que estabagrabada debajo, negra sobre la negramadera, pareca un reproche: Delirio.

    Kote baj del mostrador, y Bast y lse quedaron un momento lado a lado,mirando hacia arriba en silencio.

    La verdad es que es asombrosa dijo entonces Bast, como si le costara

  • admitirlo. Pero... Dej la fraseinacabada, buscando las palabrasadecuadas. Se estremeci.

    Kote le dio una palmada en laespalda con extraa jovialidad.

    No te molestes por m. Parecams animado, como si la actividad leproporcionara energa. Me gusta dijo con repentina conviccin, y colg lavaina negra de uno de los ganchos deltablero.

    Haba cosas que hacer: limpiar lasbotellas y ponerlas de nuevo en su sitio,preparar la comida, fregar loscacharros. Durante un rato, hubo unaatmsfera alegre y ajetreada. Los dos

  • conversaron de asuntos sin mucharelevancia mientras trabajaban. Yaunque ambos iban sin parar de un ladopara otro, resultaba evidente que eranreacios a terminar cualquier tarea queestuvieran a punto de completar, como sitemiesen el momento en que terminaranel trabajo y el silencio volvera a llenarla habitacin.

    Entonces ocurri algo inusual. Seabri la puerta y el ruido inund la Rocade Gua como una suave marea. Fueentrando gente, charlando y descargandofardos. Buscaron mesas y dejaron lascapas en los respaldos de las sillas. Unindividuo que llevaba una gruesa cota de

  • malla se quit la espadadesabrochndose el cinto y la apoycontra una pared. Dos o tres hombresllevaban cuchillos en la cintura. Cuatroo cinco pidieron bebidas.

    Kote y Bast se quedaron mirndolosun momento, y rpidamente se pusierona trabajar. Kote, sonriente, empez aservir bebidas. Bast sali afuera paraver si haba caballos que hubiera quellevar a los establos.

    Pasados diez minutos, la posadapareca otro sitio. Las monedastintineaban sobre la barra. Aparecieronbandejas con queso y fruta, y colgaronun caldero de cobre a hervir en la

  • cocina. Los hombres cambiaron de sitiomesas y sillas para acomodar mejor algrupo de casi una docena de personas.

    Kote iba identificndolos a medidaque entraban. Dos hombres y dosmujeres, carreteros curtidos tras aosviviendo en los caminos y felices depoder pasar una noche al abrigo delviento. Tres guardias de mirada severaque olan a hierro. Un caldererobarrigudo, de sonrisa fcil con la queexhiba los pocos dientes que lequedaban. Dos jvenes, uno rubio y otromoreno, bien vestidos y de hablaeducada: viajeros que haban sido lobastante sensatos para juntarse con un

  • grupo ms grande que les brindaraproteccin en el camino.

    Les llev una o dos horas instalarse.Regatearon los precios de lashabitaciones. Empezaron a discutiramistosamente sobre quin dormira conquin. Fueron a buscar lo indispensablea los carromatos y a las alforjas.Pidieron que les prepararan baeras y seles calent agua. Se llev heno a loscaballos, y Kote llen de aceite todaslas lmparas.

    El calderero sali precipitadamenteafuera para aprovechar la ltima luz delda. Recorri las calles del pueblo consu carro de dos ruedas tirado por una

  • mula. Los nios lo rodearon, pidindolecaramelos, historias y ardites.

    Cuando comprendieron que no ibana sacarle nada, la mayora perdi elinters. Formaron un crculo con un nioen el centro y empezaron a dar palmadasal son de una cancin infantil que ya eraantiqusima cuando la cantaban susabuelos:

    Cuando de azul setie el fuego del hogar,

    cmo podemosactuar?, cmo podemos actuar?

    Salgamos corriendo,escondmonos huyendo.

  • Riendo, el nio que estaba en elcentro intent salir del corro mientraslos otros trataban de impedrselo.

    Calderero anunci el ancianocon su voz cantarina. Hojalatero.Afilador. Zahori. Corcho cortado.Balsamaria. Pauelos de seda trados dela ciudad. Papel de escribir. Dulces ygolosinas.

    Eso atrajo a los nios, que volvierona acercarse al calderero y lo siguieronformando un pequeo desfile por lacalle. El anciano iba cantando:

    Cuero para cinturones. Pimientanegra. Fino encaje y suaves plumas. Estecalderero solo se quedar un da en el

  • pueblo. No esperen a que anochezca.Vengan, seoras! Vengan, muchachas!Tengo ropa interior y agua de rosas!

    Un par de minutos ms tarde, seinstal delante de la posada Roca deGua, mont su rueda de afilar y empeza afilar un cuchillo.

    Cuando los adultos empezaron arodear al anciano, los nios se pusierona jugar otra vez. Una nia que estaba enel centro del corro se tap los ojos conuna mano e intent atrapar a los otrosnios, que correteaban dando palmadasy cantando:

    Si sus ojos son como

  • el azabache,adnde escaparse?,

    adnde escaparse?Lejos y cerca, los

    tienes a la puerta.

    El calderero atenda a todos porturnos, y a veces a dos o tres personas ala vez. Cambiaba cuchillos afilados porcuchillos romos y una moneda pequea.Venda tijeras y agujas, cazos de cobre ybotellitas que las mujeres escondanrpidamente. Venda botones y bolsitasde canela y de sal. Limas de Tinu,chocolate de Tarbean, cuerno pulido deAerueh...

  • Y mientras los nios no paraban decantar:

    Veis a un hombre sinrostro?

    Se mueven comofantasmas de un sitio para otro.

    Cul es su plan?,cul es su plan?

    Los Chandrian, losChandrian.

    Kote calcul que aquellos viajerosdeban de llevar juntos cerca de un mes,lo bastante para encontrarse cmodosunos con otros, pero no lo suficientepara pelearse por nimiedades. Olan a

  • polvo de los caminos y a caballo. Elposadero aspir ese olor como si fueraun perfume.

    Lo mejor era el ruido. El cuerocruja. Los hombres rean. El fuegocrepitaba y chisporroteaba. Las mujerescoqueteaban. Incluso alguien volc unasilla. Por primera vez desde hacamucho tiempo, no haba silencio en laRoca de Gua. O si lo haba, erademasiado tenue para que pudieraapreciarse, o estaba muy bienescondido.

    Kote estaba en medio de todoaquello; no paraba de moverse, como simanejara una enorme y compleja

  • mquina. Tena una bebida preparada encuanto alguien la peda, y hablaba yescuchaba en la medida justa. Rea loschistes, estrechaba manos, sonrea yretiraba rpidamente las monedas de labarra, como si de verdad necesitara eldinero.

    Entonces, cuando lleg la hora delas canciones y todos hubieron cantadosus favoritas y seguan queriendo ms,Kote se puso a dar palmadas desdedetrs de la barra, marcando el comps.Con el fuego brillando en su pelo, cantCalderero, curtidor. Cant msestrofas de las que nadie haba odojams, y a nadie le extra lo ms

  • mnimo.

    Horas ms tarde reinaba unaatmsfera clida y jovial en la taberna.Kote estaba arrodillado frente a lachimenea, avivando el fuego, cuandoalguien dijo a sus espaldas:

    Kvothe?El posadero se dio la vuelta, con una

    sonrisa algo confundida.Seor?Era el rubio bien vestido. Se

    tambaleaba un poco.T eres Kvothe.Kote, seor replic Kote con el

  • tono indulgente que las madres empleancon los nios y los posaderos con losborrachos.

    Kvothe el Sin Sangre insisti elhombre con la tpica obstinacin de losbeodos. Tu cara me resultaba familiar,pero no la identificaba. Sonri conorgullo y se toc la punta de la nariz conun dedo. Entonces te he odo cantar, yhe sabido que eras t. Te o una vez enImre. Despus llor a mares. Jamshaba odo nada parecido, ni lo he ododesde entonces. Me partiste el corazn.

    El joven sigui hablando, y susfrases eran un tanto inconexas; su rostro,sin embargo, mantena una expresin

  • muy seria.Ya saba que no podas ser t.

    Pero me ha parecido que s. A pesar detodo. A quin conoces que tenga esepelo? Sacudi la cabeza tratando sinxito de aclarar sus ideas. Vi el sitiodonde lo mataste, en Imre. Junto a lafuente. Los adoquines estn destrozados.Frunci el ceo y se concentr en esapalabra. Destrozados. Dicen quenadie puede arreglarlos.

    El hombre rubio hizo otra pausa.Entrecerr los ojos para enfocar mejoral posadero, y pareci sorprendido porsu reaccin.

    El hombre pelirrojo sonrea.

  • Insinas que me parezco aKvothe? Al famoso Kvothe? Yosiempre lo he pensado. Incluso tengo unretrato suyo. Mi ayudante siempre seburla de m por eso. Me haras el favorde repetirle lo que acabas de decirme am?

    Kote tir un ltimo leo al fuego yse levant. Pero al apartarse de lachimenea, se le dobl una pierna y caypesadamente al suelo derribando unasilla.

    Varios viajeros se le acercaron, peroel posadero ya se haba puesto en pie yles haca seas para que volvieran a susasientos.

  • No, no. Estoy bien. No ospreocupis. A pesar de su sonrisa, eraevidente que se haba hecho dao. Tenael rostro transido de dolor, y tuvo queapoyarse en una silla. Hace tresveranos, cuando atravesaba el Eld, medispararon una flecha en la rodilla. Mecede de vez en cuando. Hizo unamueca de dolor y aadi con tononostlgico: Por eso dej la buena vidaen los caminos. Se agach paratocarse suavemente la pierna, dobladaen un ngulo extrao.

    Uno de los mercenarios dijo:Yo en tu lugar me pondra una

    cataplasma, o se te hinchar mucho.

  • Kote volvi a tocarse la pierna yasinti con la cabeza.

    S, creo que tiene usted razn,seor dijo. Se volvi hacia el jovenrubio, que estaba de pie junto al fuego,oscilando ligeramente. Podrashacerme un favor, hijo?

    El joven asinti, abstrado.Cierra el tiro. Kote seal la

    chimenea. Me ayudas a subir, Bast?Bast fue hasta l y se coloc un

    brazo de Kote sobre los hombros. Elposadero se apoy en l y, cojeando, fuehasta la puerta y subi la escalera.

    Una flecha en la pierna? pregunt Bast por lo bajo. Tanto te

  • avergenzas de una pequea cada?Menos mal que eres tan ingenuo

    como ellos dijo Kote con aspereza encuanto estuvieron fuera del alcance de lavista de la clientela. Empez a maldecirpor lo bajo mientras suba unosescalones ms; era evidente que no lepasaba nada en la rodilla.

    Bast abri mucho los ojos, y luegolos entrecerr.

    Kote se par en lo alto de laescalera y se frot los ojos.

    Hay un tipo que me ha reconocidodijo frunciendo el ceo. Al menossospecha.

    Quin? pregunt Bast con una

  • mezcla de enfado y aprensin.Ese rubio de la camisa verde. El

    que estaba ms cerca de m, junto a lachimenea. Dale algo que le haga dormir.Ya ha bebido mucho. Si se queda frito, anadie le extraar.

    Bast cavil un momento.Nogrura? pregunt.Mejor mhenka.Bast arque una ceja, pero asinti

    con la cabeza.Kote se enderez.Escchame con atencin, Bast.Bast parpade una vez y asinti con

    la cabeza.Kote habl resuelta y

  • decididamente:Era escolta municipal de Ralien.

    Me hirieron unos bandidos cuandodefenda una caravana. Una flecha en larodilla. Hace tres aos. En verano. Hicebien mi trabajo. Un comercianteceldico, agradecido, me dio dineropara montar una posada. Se llamaDeolan. Habamos viajado juntos desdePurvis. Mencinalo de pasada. Lotienes?

    Te he escuchado con atencin respondi Bast con formalidad.

    Ya puedes bajar.

  • Media hora ms tarde Bast llev uncuenco a la habitacin de su maestro y leasegur que abajo todo iba bien. Koteasinti y le dio instrucciones a su pupilode que no lo molestaran durante el restode la noche.

    Bast cerr la puerta al salir; suexpresin era de preocupacin. Sequed un rato en lo alto de la escalera,pensando qu poda hacer.

    Resulta difcil decir qu era lo quetanto preocupaba a Bast. No seapreciaba ningn cambio en la actitud deKote. Salvo que se mova un poco msdespacio, quiz, y que la pequea chispaque la actividad de esa noche haba

  • prendido en sus ojos se haba apagadoun poco. De hecho, apenas se vea ya.De hecho, poda no haber existidonunca.

    Kote se sent delante del fuego y secomi la comida con movimientosmecnicos, como si sencillamentebuscara un sitio en su interior dondedepositarla. Despus del ltimo bocado,se qued sentado con la mirada perdida;no se acordaba de qu haba comido nide qu sabor tena.

    El fuego crepit; Kote parpade ymir alrededor. Se mir las manos,recogidas una dentro de la otra sobre suregazo. Pasados unos instantes, las

  • levant y las abri, como si quisieracalentarlas a la lumbre. Eran unas manoselegantes, con dedos largos y delicados.Las observ atentamente, como siesperara que hiciesen algo por propiainiciativa. Entonces las baj de nuevo alregazo, recogidas, y siguicontemplando el fuego. As permaneciinexpresivo, inmvil hasta que enla chimenea solo quedaron cenizasgrises y unas brasas que ardandbilmente.

    Cuando estaba desvistindose paraacostarse, el fuego llame. La luz rojizadescubri unas dbiles lneas en sucuerpo, en la espalda y en los brazos.

  • Todas las cicatrices eran lisas yplateadas, y lo surcaban como rayos,como rastros de dulces recuerdos. Lallamarada del fuego las iluminbrevemente todas: las antiguas y lasnuevas. Todas las cicatrices eran lisas yplateadas excepto una.

    El fuego parpade y se apag. Elsueo recibi a Kote como un amante enuna cama vaca.

    Los viajeros partieron a la maanasiguiente, temprano. Bast los atendi yles explic que a su amo se le habahinchado mucho la rodilla y que no se

  • vea con nimos de bajar la escalera tanpronto. Todos lo entendieron salvo eljoven rubio, que estaba demasiadoatontado para entender nada. Losguardias se sonrieron y pusieron losojos en blanco mientras el caldererosoltaba un sermn improvisado sobre laabstinencia de bebidas alcohlicas. Bastle recomend diversas curas para laresaca, todas desagradables.

    Cuando se hubieron marchado, Bastse qued atendiendo la posada. Unatarea sencilla, porque no haba clientes.La mayor parte del tiempo la dedic abuscar maneras de distraerse.

    Poco despus del medioda Kote

  • baj por la escalera y se lo encontr enla barra cascando nueces con la ayudade un grueso libro encuadernado en piel.

    Buenos das, Reshi.Buenos das, Bast dijo Kote.

    Alguna noticia?Ha pasado el hijo de Orrison.

    Quera saber si necesitamos cordero.Kote asinti, como si hubiera estado

    esperando esa noticia.Cunto le has encargado?Bast hizo una mueca.Odio el cordero, Reshi. Sabe a

    mitones mojados.Kote se encogi de hombros y fue

    hacia la puerta.

  • Tengo que hacer unos encargos.Vigila esto, quieres?

    Siempre lo hago.Fuera de la posada Roca de Gua, en

    la vaca calle de tierra que discurra porel centro del pueblo, no corra ni pizcade brisa. El cielo era una extensinuniforme de nubes grises; pareca quequisiera llover pero no lograse reunir laenerga suficiente.

    Kote cruz la calle y fue hasta lapuerta de la herrera, que estaba abierta.El herrero llevaba el pelo muy corto ytena una poblada y enmaraada barba.Mientras Kote lo observaba, meti concuidado un par de clavos por la

  • abrazadera de la hoja de una guadaa,fijndola con firmeza a un mango curvode madera.

    Hola, Caleb.El herrero apoy la guadaa en la

    pared.En qu puedo ayudarte, maese

    Kote?Por tu casa tambin ha pasado el

    hijo de Orrison? Caleb asinti.Siguen perdiendo ovejas? preguntKote.

    La verdad es que han aparecidoalgunas de las que haban perdido.Destrozadas, eso s. Prcticamentetrituradas.

  • Lobos? pregunt Kote.El herrero se encogi de hombros.Ya s que es raro en esta poca

    del ao, pero qu va a ser? Un oso?Creo que estn vendiendo los animalesque no pueden vigilar, porque andanescasos de mano de obra.

    Escasos de mano de obra?Han tenido que dejar marchar al

    jornalero por culpa de los impuestos, ysu hijo mayor se alist al servicio delrey a principios de verano. Estcombatiendo a los rebeldes en Menat.

    En Meneras le corrigiamablemente Kote. Si vuelves a veral chico, dile que me gustara comprar

  • tres mitades.Lo har. El herrero mir al

    posadero con complicidad. Algoms?

    Bueno... Kote mir hacia otrolado; de pronto pareca cohibido. Mepreguntaba si tendras por ah algunabarra de hierro dijo sin mirar alherrero a los ojos. No hace falta quesea bonita. Un trozo de hierro basto meservira.

    Caleb chasc la lengua.No saba si vendras. El viejo

    Cob y los dems pasaron anteayer. Fue hasta un banco de trabajo y levantun trozo de lona. Hice un par de ms

  • por si acaso.Kote cogi una barra de hierro de

    unos sesenta centmetros de largo y lahizo oscilar con una mano.

    Eres un tipo listo.Conozco el negocio repuso el

    herrero con petulancia. Necesitasalgo ms?

    Pues... dijo Kote al mismotiempo que apoyaba cmodamente labarra de hierro sobre un hombro, s,hay otra cosa. No te sobrarn undelantal y unos guantes de forja?

    Tal vez respondi Caleb convacilacin. Por qu?

    Detrs de la posada hay una vieja

  • parcela llena de zarzas dijo Kotesealando hacia la Roca de Gua con lacabeza. Creo que voy a desbrozarlapara plantar un huerto el ao que viene.Pero no quiero despellejarme vivo.

    El herrero asinti e hizo seas aKote para que lo siguiera a la trastienda.

    Tengo los viejos dijo mientrasdesenterraba un par de pesados guantesy un acartonado delantal de cuero;ambos estaban chamuscados en variossitios y manchados de grasa. No sonbonitos, pero supongo que te protegernun poco.

    Cunto quieres por ellos? pregunt Kote sacando su bolsa.

  • El herrero neg con la cabeza.Si te pidiera una iota ya me

    parecera excesivo. Ni el muchacho niyo los necesitamos.

    El posadero le dio una moneda, y elherrero meti el delantal y los guantesen un viejo saco de arpillera.

    Ests seguro de que quiereshacerlo ahora? pregunt el herrero.Hace tiempo que no llueve. La tierraestar ms blanda en primavera, despusdel deshielo.

    Kote se encogi de hombros.Mi abuelo siempre deca que el

    otoo es la estacin idnea paraarrancar de raz cualquier cosa que no

  • quieras que vuelva a molestarte. Koteimit la temblorosa voz de un anciano: En los meses de primavera todoest demasiado lleno de vida. Enverano, est demasiado fuerte y no haymanera de soltarlo. El otoo... Miralrededor; las hojas de los rbolesestaban cambiando de color. Elotoo es el momento idneo. En otootodo est cansado y ms dispuesto amorir.

    Esa misma tarde, Kote envi a Basta recuperar horas de sueo. Entonces semovi con desgana por la posada,

  • haciendo las pequeas tareas que nohaba terminado la noche anterior. Nohaba clientes. Cuando por finanocheci, el posadero encendi laslmparas y, sin mucho inters, se puso ahojear un libro.

    Se supona que el otoo era laestacin del ao ms ajetreada, peroltimamente escaseaban los viajeros.Kote saba con funesta certeza lo largoque iba a ser el invierno.

    Cerr la posada temprano, lo quenunca haba hecho hasta entonces. No semolest en barrer, no haca falta. Nolimpi las mesas ni la barra, porque nose haban utilizado. Restreg un par de

  • botellas, cerr la puerta con llave y fuea acostarse.

    No haba nadie all que pudieranotar la diferencia. Solo estaba Bast,que, preocupado, observaba a sumaestro y esperaba.

  • C

    4

    De camino a Newarre

    ronista caminaba. El da anteriorhaba cojeado, pero ahora le

    dolan los pies pisara como pisase, asque no tena sentido cojear. Hababuscado caballos en el vado de Abbott yen Rannish, y haba ofrecido sumasexorbitantes por los animales mslamentables. Pero en los pueblospequeos como esos, a la gente no lesobraban caballos, sobre todo estando

  • prximo el tiempo de la cosecha.Pese a llevar todo el da andando,

    segua en el camino cuando cay lanoche; la calzada de tierra, conprofundas rodadas, se convirti en unterreno traicionero, lleno de siluetasapenas vistas. Tras dos horas avanzandoa tientas en la oscuridad, Cronista viounas luces que parpadeaban entre losrboles y abandon su propsito dellegar a Newarre esa noche, pues nopudo renunciar a la hospitalidad de unagranja.

    Dej el camino y fue hacia la luzdando tumbos entre los rboles. Pero elfuego estaba ms lejos y era mayor de lo

  • que le haba parecido. No se trataba dela lmpara de una vivienda, ni de laschispas de una fogata. Era una hogueraque arda con fiereza entre las ruinas deuna casa de la que solo quedaban dosmuros de piedra desmoronadizos.Acurrucado en la esquina que formabanesas dos paredes haba un hombre.Llevaba una capa con capucha, y seabrigaba con ella como si fuera un dade pleno invierno y no una templadanoche de otoo.

    Las esperanzas de Cronistaaumentaron cuando vio un pequeofuego de cocinar con un cazo colgandoencima. Pero al acercarse, percibi un

  • olor desagradable que se mezclaba conel del humo de lea. Apestaba a peloquemado y a flores podridas.Rpidamente, Cronista decidi que fueralo que fuese lo que ese hombre estuvieracocinando en el cazo de hierro, l noquera probarlo. Sin embargo, laperspectiva de sentarse junto al fuegoera mejor que la de acurrucarse en lacuneta.

    Cronista entr en el crculo de luzque proyectaba la hoguera.

    He visto el fu... Se interrumpi,porque la figura se puso en pie de unbrinco, blandiendo una espada conambas manos. No, no era una espada,

  • sino una especie de garrote, largo yoscuro, con una forma demasiadoregular para ser un tronco.

    Cronista se par en seco.Solo buscaba un sitio donde

    dormir se apresur a decir, einconscientemente agarr el aro dehierro que llevaba colgado del cuello.No quiero causar problemas. Te dejarcenar en paz. Dio un paso atrs.

    La figura se relaj; baj el garrote,que roz una piedra y produjo un sonidometlico.

    Por el carbonizado cuerpo deDios, qu haces aqu a estas horas de lanoche?

  • Iba hacia Newarre y he visto elfuego.

    Y te has dirigido en plena nochehacia un fuego desconocido? Elhombre encapuchado sacudi la cabeza. Ser mejor que te acerques. Lehizo seas para que se aproximara, y elescribano se fij en que el individuollevaba puestos unos gruesos guantes decuero. Que Tehlu nos asista, hastenido mala suerte toda la vida, o lareservabas toda para esta noche?

    No s a quin esperas dijoCronista, y todava retrocedi un pasoms, pero estoy seguro de queprefieres hacerlo solo.

  • Cllate y escucha replic elindividuo con aspereza. No s cuntotiempo nos queda. Mir hacia abajo yse frot la cara. Dios, nunca s cuntotengo que decir. Si no me crees,pensars que estoy loco. Y si me crees,te asustars y ser peor. Volvi amirar hacia arriba y vio que Cronista nose haba movido. Ven aqu, malditasea. Si te vas ahora, eres hombremuerto.

    Cronista mir por encima delhombro hacia el oscuro bosque.

    Por qu? Qu hay ah fuera?El hombre lanz una breve y amarga

    risotada y sacudi la cabeza,

  • exasperado.Quieres que te diga la verdad?

    Se pas las manos por el pelo, y alhacerlo se baj la capucha. La luz de lahoguera ilumin un cabello de un rojoincreble, y unos ojos de un verdeasombroso e intenso. Mir a Cronistacomo si se midiera con l. Demoniosdijo. Demonios con forma dearaas enormes y negras.

    Cronista se relaj.Los demonios no existen. Por

    su tono de voz, era evidente que habapronunciado esas palabras muchas,muchas veces.

    El pelirrojo solt una risotada de

  • incredulidad.Bueno, en ese caso supongo que

    podemos marcharnos todos a casa! Yle lanz una sonrisa de loco a Cronista. Mira, supongo que eres un hombreinstruido. Eso lo respeto, y en gran partetienes razn. Adopt una expresinms seria. Pero aqu y ahora, estanoche, te equivocas. Te equivocas deplano. Cuando lo comprendas no querrsestar al otro lado de la hoguera.

    La rotunda certeza en la voz de aquelhombre le produjo a Cronista unescalofro. Con la impresin de queestaba cometiendo una estupidez, bordela hoguera poco a poco hasta situarse al

  • otro lado.El desconocido enseguida lo cal.Supongo que no llevars armas,

    verdad? pregunt, y Cronista negcon la cabeza. En realidad noimporta. Una espada no te servira demucho. Le puso en las manos ungrueso leo. Dudo que consigas darlea alguno, pero vale la pena intentarlo.Son rpidos. Si se te sube uno encima,trate al suelo. Intenta caer sobre l yaplastarlo con el cuerpo. Rueda por elsuelo. Si logras sujetar a uno, lnzalo alfuego.

    Volvi a ponerse la capucha y siguihablando, muy deprisa:

  • Si llevas alguna prenda derepuesto, pntela. Si tienes una manta,podras envolver...

    De pronto se interrumpi y mir msall del crculo de luz.

    Qudate con la espalda pegada ala pared dijo de pronto, y levant elgarrote de hierro con ambas manos.

    Cronista mir ms all de lahoguera. Una silueta oscura se movaentre los rboles.

    Llegaron a la zona iluminada,avanzando pegadas al suelo: eran unassiluetas negras, con muchas patas y deltamao de ruedas de carreta. Una, msrpida que las dems, se dirigi hacia la

  • luz sin vacilar, movindose con lainquietante y sinuosa velocidad de uninsecto que se escabulle.

    Antes de que Cronista pudieralevantar el leo, la cosa avanz de ladobordeando la hoguera y salt sobre lcon la agilidad de un grillo. Cronistalevant las manos al mismo tiempo quela cosa negra le golpeaba en la cara y enel pecho. Sus fras y duras patasbuscaron un sitio donde sujetarse, yCronista sinti unas fuertes punzadas dedolor en la parte de atrs de uno de susbrazos. El escribano se tambale; se letorci un tobillo y empez a caer haciaatrs agitando los brazos.

  • Al caer, Cronista vio el crculo deluz por ltima vez. Haba ms cosasnegras saliendo de la oscuridad; suspatas marcaban un rpido staccatocontra las races, las piedras y las hojas.Al otro lado de la hoguera, el hombre dela capa sostena su garrote de hierro enalto con ambas manos. Estabacompletamente inmvil, completamentecallado, esperando.

    Cronista todava estaba cayendohacia atrs, con esa cosa negra encima,cuando not una sorda y oscuraexplosin: se haba golpeado la cabezacontra la pared de piedra. Todo seralentiz alrededor, se volvi borroso y,

  • finalmente, negro.

    Cronista abri los ojos y vio unaconfusa mezcla de luminosidad ysiluetas oscuras. Le dola la cabeza.Notaba diversas lneas de intenso doloren la parte de atrs de los brazos y, alrespirar, un dolor ms sordo en elcostado izquierdo.

    Tras un largo momento deconcentracin, el mundo volvi aaparecer ante l, aunque desenfocado. Eldesconocido estaba sentado cerca de l.Ya no llevaba puestos los guantes, y supesada capa colgaba de su cuerpo hecha

  • jirones; pero por lo dems pareca ileso.La capucha de la capa le tapaba la cara.

    Ests despierto? pregunt elhombre con curiosidad. Me alegro.Con las heridas en la cabeza nunca sesabe. Lade un poco la cabeza.Puedes hablar? Sabes dnde ests?

    S contest Cronista con vozpastosa. Tuvo que hacer un gran esfuerzopara pronunciar esa nica palabra.

    Mejor an. Veamos, la tercera esla definitiva. Crees que podrslevantarte y echarme una mano?Tenemos que quemar y enterrar losrestos.

    Cronista movi un poco la cabeza y

  • de pronto sinti nuseas.Qu ha pasado? pregunt.Quiz te haya roto un par de

    costillas respondi el hombre. Sete haba subido uno encima. No tuvemuchas opciones. Se encogi dehombros. Lo siento, si te sirve dealgo. Ya te he cosido los cortes de losbrazos. Creo que se te curarn bien.

    Se han ido?El hombre de la capucha mene la

    cabeza.Los escrales no se retiran. Son

    como las avispas cuando salen delavispero. Siguen atacando hasta morir.

    Una expresin de horror se extendi

  • por el rostro de Cronista.Hay un nido de esas cosas?No, por Dios. Solo eran cinco.

    Sin embargo, tenemos que quemarlos yenterrarlos, para asegurarnos. Ya hecortado la lea que vamos a necesitar,de fresno y de serbal.

    Cronista solt una risotada que sonun tanto histrica.

    Como en la cancin infantil:

    Atiende, si noescuchas no da igual:

    esta vez cavars unhoyo abismal,

    cogers fresno, olmo y

  • serbal...

    S, exacto dijo el hombre de lacapucha con aspereza. Tesorprendera la cantidad de verdadesque se esconden en las cancionesinfantiles. No creo que haga falta cavartan hondo, pero... no me vendra mal unpoco de ayuda.

    Cronista levant una mano y sepalp la parte de atrs de la cabeza;luego se mir los dedos y le sorprendique no estuvieran manchados de sangre.

    Creo que estoy bien dijo almismo tiempo que lentamente seapoyaba en un codo y a continuacin se

  • sentaba. Hay algn...? Parpadeun momento y todo l se desmadej;cay hacia atrs sin fuerzas. Su cabezagolpe el suelo, rebot una vez y sequed quieta, ligeramente ladeada.

    Kote esper largo ratopacientemente sentado, observando alhombre inconsciente. Cuando no vio msmovimiento que el lento subir y bajardel pecho, se puso en pie con dificultady se arrodill al lado de Cronista. Lelevant un prpado y luego el otro, y dioun gruido. Al parecer, lo que acababade ver no lo haba sorprendido mucho.

  • Supongo que no vas a volver adespertarte, verdad? pregunt sinmuchas esperanzas. Le dio unosgolpecitos en la plida mejilla. No,no lo creo. Una gota de sangre cayen la frente de Cronista, seguidarpidamente de otra.

    Kote se enderez y le limpi lasangre a Cronista lo mejor que pudo. Nofue fcil, porque tambin tena las manosensangrentadas.

    Lo siento dijo distradamente.Exhal un hondo suspiro y se quit

    la capucha. Tena el rojo cabelloapelmazado y adherido al crneo, ymedia cara cubierta de sangre seca.

  • Poco a poco empez a quitarse losrestos de la capa. Debajo llevaba undelantal de herrero, cubierto de grandestajaduras. Se lo quit tambin,revelando una sencilla camisa gris detejido artesanal. Tena el brazoizquierdo y los hombros oscuros ymojados de sangre.

    Kote hizo ademn de empezar adesabrocharse la camisa, pero entoncesdecidi no quitrsela. Se pusotrabajosamente en pie, cogi la pala ypoco a poco, con mucho dolor, empez acavar.

  • E

    5

    Notas

    ra pasada la medianoche cuandoKote lleg a Newarre cargando el

    cuerpo inerte de Cronista sobre loshombros lacerados. Las casas y lastiendas del pueblo estaban a oscuras yen silencio, pero la posada Roca deGua estaba iluminada.

    Bast, de pie en el umbral, casidanzaba de irritacin. Al ver acercarse aKote, ech a correr calle abajo agitando,

  • furioso, un pedazo de papel.Una nota? Te escapas y me

    dejas una nota? dijo en voz baja, perofurioso. Por quin me has tomado,por una ramera de puerto?

    Kote se dio la vuelta y sacudi loshombros hasta depositar el cuerpo inertede Cronista en los brazos de Bast.

    Saba que lo nico que harassera discutir conmigo, Bast.

    Bast sujet a Cronista ante l sinesfuerzo.

    Si al menos hubiera sido una notadecente. Si ests leyendo esto,seguramente estoy muerto. Qu clasede nota es esa?

  • Se supona que no la encontrarashasta maana respondi Kotecansado, y echaron a andar por la callehacia la posada.

    Bast mir al hombre que llevaba enbrazos como si lo viera por primera vez.

    Quin es este? Lo zarande unpoco, mirndolo con curiosidad antes decargrselo sobre un hombro confacilidad, como si fuera un saco dearpillera.

    Un pobre desgraciado que pasabapor el camino en el momento menosadecuado contest Kote con desdn. No lo sacudas demasiado. Todavadebe de tener la cabeza un poco suelta.

  • Pero qu demonios has ido ahacer? pregunt Bast cuando entraronen la posada. Si me dejas una nota, almenos deberas decirme qu... Bastabri mucho los ojos al ver a Kote a laluz del interior de la posada, plido ycubierto de barro y de sangre.

    Si quieres puedes preocuparte dijo Kote con brusquedad. Es tangrave como parece.

    Has salido a buscarlos, verdad?dijo Bast en voz baja, y entoncesabri mucho los ojos. No. Te quedasteun trozo del que mat Carter. No puedocreerlo. Me mentiste. A m!

    Kote suspir y subi pesadamente la

  • escalera.Ests enfadado porque te he

    mentido, o porque no me has pilladomintindote? pregunt.

    Me ofende que pensaras que nopodas confiar en m contest Bastfarfullando de rabia.

    Interrumpieron su conversacinmientras abran una de las numerosashabitaciones vacas del segundo piso,desvestan a Cronista, lo acostaban y loarropaban. Kote dej la cartera y elmacuto del escribano en el suelo, cercade la cama.

    Tras salir y cerrar la puerta de lahabitacin, Kote dijo:

  • Confo en ti, Bast, pero no queraponerte en peligro. Saba que podahacerlo yo solo.

    Podra haberte ayudado, Reshi replic Bast, dolido. Lo sabes muybien.

    Todava puedes ayudarme, Bastdijo Kote. Se dirigi a su habitacin yse dej caer en el borde de la estrechacama. Necesito que me cosas lasheridas. Empez a desabrocharse lacamisa. Lo hara yo mismo, pero a loshombros y a la espalda no llego.

    No digas tonteras, Reshi. Ya lohar yo.

    Kote seal la puerta.

  • Mis cosas estn en el stano.Usar mis propias agujas, muchas

    gracias dijo Bast con desdn. Sonde un hueso de excelente calidad. Nocomo esas repugnantes agujas de hierromellado tuyas, que te perforan comopequeas astillas de odio. Seestremeci. Piedra y arroyo! Esespeluznante lo primitivos que podisllegar a ser. Bast sali de lahabitacin y dej la puerta abierta.

    Kote se quit lentamente la camisa,haciendo muecas de dolor y aspirandoentre los dientes, pues la sangre seca sepegaba y tiraba de las heridas. Volvi aadoptar una expresin estoica cuando

  • Bast regres con un cuenco de agua yempez a lavarle.

    Cuando Bast hubo limpiado toda lasangre seca, aparecieron numerososco