hazard paul - el pensamiento europeo en el siglo xviii

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El pensamiento europeo en el siglo XVIII

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Alianza Universidad

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Paul Hazard

El pensamiento europeo

en el siglo XVIII

Versión española de

Julián Marías

Alianza Editorial

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Título original: La pensée européenne auXVIIIe siècle

Primera edición en "Revista de Occidente, S.A.": 1946 Primera edición en "Alianza Universidad": 1985 Primera reimpresión en "Alianza Universidad": 1991

Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser

castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra

literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.

© Librairie Arthème Fayard, París © Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid,

1985, 1991 Calle Milán, 38; 28043 Madrid; teléf. 200 00 45 ISBN: 84-206-2434-9

Depósito legal: M. 38.990-1991 Compuesto en Fernández Ciudad, S. L. Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain

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INDICE

Introducción ................ ................ ...................................................... ……… 9

Primera parte. EL PROCESO DEL CRISTIANISMO

Cap. I. La crítica universal ... ....................................................................... … 15

Cap. II. La felicidad ...................... ............................................................... 23

Cap. III. La razón. Las luces ................. ................................ ... ................ 34

Cap. IV. El Dios de los cristianos, procesado ................................................ 49

Cap. V. Contra la religión revelada ......................... ................................... 61

Cap. VI. La apologética ....................................................................... ... 73

Capítulo VII. Los progresos de la incredulidad. El jansenismo. La expulsión de los

jesuitas .............................................................. . ........................ ........ 88

Segunda parte. LA CIUDAD DE LOS HOMBRES

Cap. I. La religión natural ... ................ ................................ ..................... 105

Cap. II. Las ciencias de la naturaleza .................... ................... ...... ........ 119

Cap. III. El derecho .................................................. .................................... 132

Cap. IV. La moral .................................................................... ... ................ 145

Cap. V. El gobierno ... .................. ...................................................... . ... 156

Cap. VI. La educación .................................................................. ................ 171

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8 Indice

Cap. VII. La Enciclopedia ............................................................. ... 180

Cap. VIII. Las ideas y las letras ......................................... ................. 193

El seudodasicismo ........................................................................... 193

La literatura de la inteligencia ....................................................... 201

La literatura del placer social ......................................................... 205

La literatura del hecho: la historia ................................................. 212

Cap. IX. Las ideas y las costumbres ..................................................... 220

El aventurero ..................... ........................................................... 220

La mujer ........................................................................................... 224

El hombre de letras ..... ................................. ............................... 228

El burgués ......................................... ................ ... ... ..................... 231

El francmasón ............... .................................................................. 235

El filósofo .................................... ..... ......................... ................... 239

Cerca de la victoria .......................................................................... 241

Tercera parte. DISGREGACIONES

LIBRO PRIMERO:

Cap. I. El devenir ... ........................................................................... 247

Cap. II. Naturaleza y razón ... ............ ............. .............. ... ............. 251

Cap. III. Naturaleza y bondad: el optimismo .., ............. 272

Cap. IV. La política natural y el despotismo ilustrado ... 286

Cap. V. Naturaleza y libertad: las leyes son las relaciones

necesarias que derivan de lanaturaleza de las cosas ... 295

LIBRO SEGUNDO:

Cap. I. El sentimiento: uneasiness, potencia sensitiva en el hombre…….311

Cap. II. El sentimiento. Primitivismo y civilización ............................ 321

Cap. III. Diderot ... ................................................................................ 332

LIBRO TERCERO:

Cap. I. Los deísmos. Bolingbroke y Pope ........................... ................. 345

Cap. II. Los deísmos. Voltaire .............................. ....................... ... 353

Cap..III. Los deísmos. Lessing ................................................. ............. 365

Conclusión. Europa y la falsa Europa ... ... ................................ 381

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INTRODUCCION 1

Apenas hay capítulo de esta obra que no suscite problemas de conciencia;

apenas lo hay que no registre vibraciones que se han prolongado hasta nosotros.

No es que todo comience en 1715; nosotros mismos, en un estudio precedente2,

hemos datado de alrededor de 1680 los comienzos de la crisis de la conciencia

europea; otros han mostrado, después, por qué caminos el pensamiento del

Renacimiento se unía al del siglo XVIII. Pero desde 1715 se ha producido un

fenómeno de difusión sin igual. Lo que vegetaba en la sombra se ha desarrollado a

plena luz; lo que era especulación de algunos pocos espíritus ha alcanzado a la

multitud; lo que era tímido se ha vuelto provocador. Herederos recargados, la

Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento pesan sobre nosotros; pero somos los

descendientes directos del siglo XVIII. Sin embargo, dejamos a otros el cuidado de establecer relaciones y sacar

conclusiones. No hemos querido representar el papel de profeta del pasado; menos

aún de doctrinario; todavía menos de partidario. Los hechos, no como hubieran

debido ser, como hubieran podido ser, sino cómo han sido; esto es lo único que

hemos intentado aprehender. No hemos tenido otra ley más imperiosa que

repro-

1 M. Rossi, Alle fonti del deismo e del materialismo moderno, Firenze, 1942. R. Lenoble, Mersenne ou la naissance du mécanisme, 1943. R. Pintard: Le libertinage érudit dans la première moitié du XVIIIe siècle, 1943.

2 La crisis de la conciencia europea, trad. de Julián Marias, 1941.

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10 El pensamiento europeo en el siglo XVIII

ducirlos en su verdad objetiva; no hemos tenido otro cuidado más afanoso que ser

fiel a la historia.

El espectáculo a que hemos asistido en éste:

Primero se alza un gran clamor crítico; los recién llegados reprochan a sus

antecesores no haberles transmitido más que una sociedad mal hecha, toda de

ilusiones y sufrimiento; un pasado secular sólo ha llevado a la desgracia; y ¿por

qué? De este modo entablan públicamente un proceso de tal audacia, que sólo

algunos hijos extraviados habían establecido oscuramente sus primeras piezas;

pronto aparece el acusado: Cristo. El siglo XVIII no se contentó con una Reforma;

lo que quiso abatir es la cruz; lo que quiso borrar es la idea de una comunicación

de Dios con el hombre, de una revelación; lo que quiso destruir es una concepción

religiosa de la vida. De ahí la primera parte de este estudio: El proceso del

cristianismo.

Estos audaces también reconstruían; la luz de su razón disiparía las grandes

masas de sombra de que estaba cubierta la tierra; volverían a encontrar el plan de

la naturaleza y sólo tendrían que seguirlo para recobrar la felicidad perdida.

Instituirían un nuevo derecho, ya que no tendría que ver nada con el derecho

divino; una nueva moral, independiente de toda teología; una nueva política que

transformaría a los súbditos en ciudadanos. Para impedir a sus hijos recaer en los

errores antiguos darían nuevos principios a la educación. Entonces el cielo bajaría

a la tierra. En los hermosos edificios claros que habrían construido prosperarían

generaciones que ya no necesitarían buscar fuera de sí mismas su razón de ser, su

grandeza y su felicidad. Los seguiremos en su labor; veremos los proyectos y los

cimientos de su ciudad ideal, La ciudad de los hombres.

Pero no han de estudiarse las ideas como si hubiesen conservado, en su

desarrollo, la pureza de su origen, y como si hubiesen salvado, en la práctica, la

lógica inflexible de la abstracción. Las épocas sucesivas no dejan nunca detrás de

sí más que talleres abandonados; cada una se descompone antes de haber acabado

de componerse; otros, que llegan, la apremian, como ella había apremiado a los

que había hallado en su lugar; y se va, dejando tras de sí, en lugar del orden que

había soñado, un caos que ha aumentado. Vamos a habérnoslas con los espíritus

más claros que han existido nunca; no por ello han dejado menos, en su filosofía

transparente, contradicciones que el tiempo aprovechará para ejercer sobre ella su

acción corrosiva. En lugar de reducir ideas vivas a algunas líneas demasiado

sencillas tendremos que conceder una parte a la imperfección que se ha deslizado

en su perfección ideal; y tendremos que dar cuenta no sólo del modo en que

una doctrina quiere establecerse,

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Introducción 11

sino del acontecer inexorable que la arrastra. Esta será la tercera parte de nuestra

tarea: Disgregaciones.

Para limitar un campo del que nadie dirá sin duda que era demasiado

estrecho, no hemos considerado más que una sola familia de espíritus. El abate

Prévost de Manon Lescaut, el Richardson de Pamela y de Glarissa, el Goethe de

Werther, los hemos nombrado, pero sólo a título de contrapartida; no los hemos

estudiado; hemos ignorado voluntariamente a los representantes del hombre

sensible; no hemos seguido el río tumultuoso que fluye también a través del siglo

XVIII. Nos hemos limitado a los Filósofos, a los Racionales. Almas secas, y cuya

sequedad ha hecho surgir, por contraste, a los apasionados y a los místicos. Almas

combativas, y que no entraban de buen grado en las psicologías adversas. Almas

que no se han conmovido con la selva, la montaña o el mar; inteligencias sin

piedad. Caracteres que no han alcanzado las cimas hasta las que se elevaron un

Spinoza, un Bayle, un Fénelon, un Bossuet, un Leib- niz. Epígonos de estos genios

sublimes. Pero escritores de genio también ellos, y actores de primera fila en el

drama del pensamiento. No han querido, cobardemente, dejar el mundo como lo

habían hallado. Han osado. Han tenido, hasta un grado que parecemos no conocer

ya, la obsesión de los problemas esenciales. Las ocupaciones, las diversiones, los

juegos, el mismo afán de su espíritu, no les han parecido más que secundarios al

lado de las cuestiones eternas: ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es la

vida? Este tormento no ha dejado de perseguirlos nunca; siempre han vuelto a las

mismas exigencias, que creían haber apartado, por la noche, sólo para volver a

encontrarlas al despertarse.

Valdría la pena estudiar, dentro de este mismo conjunto, la otra familia: la de

los corazones turbados, la voluntades inciertas, las almas nostálgicas; contemplar

los seres de su deseo, consumidos por el amor y por el amor divino; escuchar sus

gritos y sus llamadas; asistir a sus arrebatos y a sus éxtasis: descubrir, con ellos,

las riquezas de la sombra; ver, con ellos, los soles de la noche. Sería menester,

para acabar la historia intelectual del siglo XVIII, considerar el nacimiento y el

desarrollo del hombre de sentimiento, hasta la Revolución francesa. Esta

empresa, ya la hemos comenzado; la continuaremos; la acabaremos quizá algún

día. Si vis suppeditat, como decían los antiguos.