hay letras #1

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N o creo que lo sepan, pero hace unas semanas terminamos de filmar una película en Ciudad Juárez. En ella se trata de mostrar la manera en que un grupo de personas intenta montar una ópera en medio de la desolación y del peligro más absolutos. Durante las ma- ñanas, la tarea del grupo de filmación consistía en contar los cadáveres aparecidos la jornada anterior. Para eso visitamos algunas agencias po- liciales, revisamos las primeras planas de algunos diarios o nos limitamos a recorrer la ciudad. No pensamos nunca en fotografiar a ninguno de esos muertos. Pensamos que no era necesario. No deseamos tampoco recoger los testimonios de los testigos o de los deudos. Queríamos que ese conocimiento —el que nos otorgaba la contabilización de cadáveres— nos sirviera sólo para obtener el tono que debía mantener la filmación. En las tardes, en cambio, ensayábamos la ópera con un pequeño grupo de niñas —muchas de ellas con características similares a las que desaparecen todos los días en aquella ciudad—, y con un grupo de niños sicarios que se encontraban recluidos en una institución para menores. Aunque no se aprecie de manera explícita, la obra está separada una de otra por la línea impuesta entre los asesinos y sus víctimas. Está sepa- rada también por el adentro y el afuera que una ciudad de esas caracte- rísticas muestra. No había relación entre las agitadas mañanas de filmación de los muertos y la seguridad con la que en las tardes íbamos sacando la ópera adelante. Sólo en la sala de edición, y ahora que esta película será proyectada, se podrá apreciar la visión completa de una realidad inverosímil. De una realidad de la cual nos interesó mostrar el resto, el pequeño testimonio, las huellas que dejó y sigue dejando el horror transformado en un elemento cotidiano. Cada una de las acciones la tuvimos que realizar de manera apresurada. Incluso la de cruzar la frontera de manera ilegal sólo para ver si eran efectivos los agentes de la Border Patrol. Para eso transgredimos la línea fronteriza, que como una suerte de animal maligno se introduce por los lugares más inusitados de la ciudad. El tiempo límite con el que contábamos para las incursiones diurnas era el de las tres de la tarde. Por las zonas que recorríamos, estar presentes después de ese tiempo no tenía ninguna justificación y nos hacía presa fáciles de caer en las redes de cualquiera de las cientos de mafias que operan de manera impune en cualquier recodo urbano. En el relato «Bola negra» de Mario Bellatin, el entomólogo Endo Hiroshi decide dejar de comer aquello que otras personas consideran sano, tomando una decisión radical respecto a las partes de su propio cuerpo. Con el mismo empeño de su personaje, Mario Bellatin se ha negado a confinarlo a una mo- dalidad de existencia exclusiva. Así, «Bola negra» está en camino de convertirse también en un relato gráfico ilustrado por el genial Liniers. Asimismo, la historia ha sido trasladada al género operístico por la compositora Marcela Rodríguez, y es la base de la película realizada por ambos en Ciudad Juárez, que se presenta al público por primera vez en el Hay Festival de Xalapa. En este texto, Mario Bellatin nos cuenta el duro proceso de filmación en Ciudad Juárez, adentrando a los lectores en la visión con la que fue concebido y ejecutado el proyecto, alejado del amarillismo sentimental que lucra con el dolor de las víctimas. HAY LETRAS ENXALAPA Gaceta oficial gratuita Hay Festival Xalapa 2012 Año 2 Número 1 4 de octubre de 2012 Aquí se ofrece veneno para matar, de una vez y por todas, garrapatas molestas Mario Bellatin Mario Bellatin © Daniel Mordzinski

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Periódico del Hay Festival Xalapa 2012 #1

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Page 1: Hay Letras #1

No creo que lo sepan, pero hace unas semanas terminamos de filmar una película en Ciudad Juárez. En ella se trata de mostrar la manera en que un grupo de personas intenta montar una ópera

en medio de la desolación y del peligro más absolutos. Durante las ma-ñanas, la tarea del grupo de filmación consistía en contar los cadáveres aparecidos la jornada anterior. Para eso visitamos algunas agencias po-liciales, revisamos las primeras planas de algunos diarios o nos limitamos a recorrer la ciudad. No pensamos nunca en fotografiar a ninguno de esos muertos. Pensamos que no era necesario. No deseamos tampoco recoger los testimonios de los testigos o de los deudos. Queríamos que ese conocimiento —el que nos otorgaba la contabilización de cadáveres— nos sirviera sólo para obtener el tono que debía mantener la filmación. En las tardes, en cambio, ensayábamos la ópera con un pequeño grupo de niñas —muchas de ellas con características similares a las que desaparecen todos los días en aquella ciudad—, y con un grupo de niños sicarios que se encontraban recluidos en una institución para menores. Aunque no se aprecie de manera explícita, la obra está separada una de otra por la línea impuesta entre los asesinos y sus víctimas. Está sepa-rada también por el adentro y el afuera que una ciudad de esas caracte-rísticas muestra. No había relación entre las agitadas mañanas de filmación de los muertos y la seguridad con la que en las tardes íbamos sacando la ópera adelante. Sólo en la sala de edición, y ahora que esta película será proyectada, se podrá apreciar la visión completa de una realidad inverosímil. De una realidad de la cual nos interesó mostrar el resto, el pequeño testimonio, las huellas que dejó y sigue dejando el horror transformado en un elemento cotidiano. Cada una de las acciones la tuvimos que realizar de manera apresurada. Incluso la de cruzar la frontera de manera ilegal sólo para ver si eran efectivos los agentes de la Border Patrol. Para eso transgredimos la línea fronteriza, que como una suerte de animal maligno se introduce por los lugares más inusitados de la ciudad. El tiempo límite con el que contábamos para las incursiones diurnas era el de las tres de la tarde. Por las zonas que recorríamos, estar presentes después de ese tiempo no tenía ninguna justificación y nos hacía presa fáciles de caer en las redes de cualquiera de las cientos de mafias que operan de manera impune en cualquier recodo urbano.

En el relato «Bola negra» de Mario Bellatin, el entomólogo Endo Hiroshi decide dejar de comer aquello que otras personas consideran sano, tomando una decisión radical respecto a las partes de su propio cuerpo. Con el mismo empeño de su personaje, Mario Bellatin se ha negado a confinarlo a una mo-dalidad de existencia exclusiva. Así, «Bola negra» está en camino de convertirse también en un relato gráfico ilustrado por el genial Liniers. Asimismo, la historia ha sido trasladada al género operístico por la compositora Marcela Rodríguez, y es la base de la película realizada por ambos en Ciudad Juárez, que se presenta al público por primera vez en el Hay Festival de Xalapa. En este texto, Mario Bellatin nos cuenta el duro proceso de filmación en Ciudad Juárez, adentrando a los lectores en la visión con la que fue concebido y ejecutado el proyecto, alejado del amarillismo sentimental que lucra con el dolor de las víctimas.

HAYLETRASENXALAPAGaceta oficial gratuita • Hay Festival Xalapa 2012 • Año 2 • Número 1 • 4 de octubre de 2012

Aquí se ofrece veneno para matar, de una vez y por todas,

garrapatas molestasMario Bellatin

Mario Bellatin© Daniel Mordzinski

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A partir de las siete debíamos interrumpir los ensayos y partir a guare-cernos para pasar la noche dentro de las medidas de seguridad más efectivas que encontráramos. Muchas veces, periodistas o personas que fuimos conociendo a lo largo de la filmación quisieron otorgarnos detalles de las cosas que sucedían. Trataron de involucrarnos en la mayoría de los temas infames que acompañan a las acciones funestas que ocurren en aquella ciudad con frecuencia. Pero tanto Marcela Rodríguez como yo les advertimos al resto del grupo que trataran de no escuchar esos relatos. Que teníamos más que suficiente con lo que veíamos durante las jornadas matinales de trabajo. Durante el día acostumbrábamos visitar lugares donde se aplica heroína a los habitantes, a observar cómo las prostitutas atienden a los clientes en las propias aceras dentro de tiendas de campaña. Acostumbrábamos asimismo revi-sar las casas abandonadas de improviso que apa-recen por todas partes. Buscábamos entre los escombros de estas viviendas —que muchas ve-ces conservaban sus cascarones intactos— zapa-tos de bebé, cuchillos de cocina, alguna página perdida del Nuevo Testamento, frascos de me-dicinas cuyas fechas de caducidad estaban ven-cidas. Este tránsito que ahora deseamos compartir a través de la proyección de la película, fue también un llamado de atención para nosotros los realizadores. Nos permitió salir de nuestros respectivos estudios donde acostumbramos trabajar, para enfrentar de manera directa la degradación a la que po-demos llegar como seres humanos. Constatamos entonces que poco de lo que se nos ha dicho es cierto. Que se trata de una situación de emer-gencia, que las fuerzas del orden están tratando de restablecer la cordura, que se está ante el enfrentamiento honesto de las supuestas fuerzas del bien contra el mal. No nos encontramos —como lo pensamos en cierto momento— con un caos donde caían víctimas, una tras otra, sin expli-cación. Hallamos, por el contrario, una serie de negociados donde las víctimas eran por lo general el sector más vulnerable de la población: los jóvenes. En cada cosa que tocáramos, que llamara nuestra atención por encontrarse tan fuera del orden que pensamos es el civilizado, ha-llábamos un convenio, un trato, una actividad donde tanto autoridades co-mo gobiernos como ciudadanos saca-ban un gran provecho. Ninguno de los horrores era porque sí. Todos estaban armados de tal forma como para que se sacaran ingentes ventajas. El socio mayor —por llamarlo de alguna mane-ra— era Estados Unidos y su doble mo-ral. Su desesperada necesidad de estar abastecido de manera constante por la droga que circula por Ciudad Juárez y su negativa a declarar legal ese comer-cio. El gobierno mexicano, quien supuestamente apoya a un cartel en detrimento de otro, ocasionando con eso la lucha desalmada por tener libre un territorio donde mercar. Las urbanizaciones, conformadas mu-chas veces por cientos de casas situadas en medio de la nada, edificadas sólo para ganar una licitación estatal y para lograr que las tierras a su alrededor contaran con servicios públicos pagados con dinero público, haciéndolas más atractivas a las nefastas maquiladoras que aparecen como grandes tumores en medio del desierto. Una ciudad incomunicada donde los transeúntes deben aventurarse por lugares solitarios para desplazarse a sus centros de trabajo. Una sociedad donde no están es-tablecidas las reglas de prevención del delito pero que en cambio sí cuenta, vaya contradicción, con los más avanzados sistemas de recupe-ración e identificación de cadáveres. Una ciudad donde la carrera de medicina forense, las empresas de servicios funerarios y los predicado-

res que ofrecen una vida posterior van en constante aumento. Esta pe-lícula nos sirvió para develar la mentira, y queremos que sirva como una suerte de homenaje a toda una generación de jóvenes para quienes el futuro no es otro que el de ser sepultado. Por eso nuestro entusiasmo inicial en asumir semejante reto. Nuestra sorpresa al ver que entre tanta ignominia había todavía lugar para construir algo. Hallamos unas cuantas voces dispuestas a ofrecernos su canto. Un canto a veces armonioso, a veces desesperado, delirante, pero en el fondo mudo. Un canto absurdo

para cualquiera que se detuviera a escuchar. Un tanto inconexo si lo apreciamos desde el contexto en el que fue proferido. Notas de una ópera imposible que segura-mente llegaban hasta los bordes de una tienda de pesticidas, que en realidad era un centro de re-clutamiento de sicarios. «Aquí se ofrece veneno para matar garra-patas» era el mensaje en clave para cualquiera que deseara des-hacerse de alguien. Porque de en-tre todas las reglas presentes para que se mantenga este orden tal cual se ofrece, existe una que es,

nos parece, la fundamental: en esta sociedad lo que prima es la impu-nidad. Cometa usted el delito que desee, nunca será aprehendido por ello al menos que se trate, claro está, de una franja de la población en riesgo, sea usted una mujer que trabaja en una de esas fábricas con re-glas cercanas a la esclavitud o un joven sin porvenir que aceptará asesinar a cualquiera por unos cuantos billetes. No creemos que esta película esté terminada. Pensamos que retrata sólo una etapa. El mal, como sabemos, no acostumbra mantenerse quieto. No sabemos qué caminos irá a tomar de ahora en adelante. Pero estamos satisfechos con la posibilidad de al menos haber congelado en una pantalla una mínima fracción de su es-tructura. Creemos que la proyección será completada por cada uno de los espectadores. Hemos tenido ya dos experiencias previas. Una en Chile, donde Marcela Rodríguez participó en un congreso de compositores

contemporáneos. Uno de los temas que se trató fue el de la presencia de la realidad dentro de un ejercicio artístico semejante. El cada vez mayor alejamiento que parece existir entre este tipo de composiciones y los cambios sociales. El avance de la película que se mostró pareció mostrar una opción determinante. Adaptar un texto que en apariencia nada tiene que ver con una sociedad que se desangra por acción de su propia vio-lencia. Yo la llevé a la muestra internacional de Docu-menta13, en Kassel, como un testimonio de que es posible mantener un fuerte y sólido compromiso social a partir del arte en el que uno trabaja, pero que para lograrlo no se debe recurrir a las formas tradicionales

con las que se solía asumir ese tipo de pacto. Esas maneras de denuncia ya están gastadas, nos dijimos durante la filmación una y otra vez. A pesar de que fue muy grande la tentación de recoger testimonios, de mostrar el horror de manera evidente, sabíamos que nuestra indignación ante el asesinato colectivo de toda una generación de jóvenes —incluida por supuesto la que mostramos ante ustedes— iba a quedar dentro de una forma retórica más. No queremos que aprecien algo ya visto, ya esterilizado por su propia repetición. •

Película: Bola negraProyección y charla con el director Mario Bellatin y la directora musical Marcela Rodríguez[8] 19:00-21:30 h. • Centro Cultural El Ágora

Hay Letras en Xalapa • Año 2 • Número 1 • 4 de octubre de 2012

Hay Letras en Xalapa es una publicación gratuita publicada durante el Hay Festival Xalapa, realizada por Editorial Sexto Piso e impresa por el Diario de Xalapa.

Editores: Diego Rabasa, Eduardo Rabasa, Felipe RoseteDiseño y formación: Daniel Zúñiga (donDani)

Este tránsito que ahora deseamos compartir a través de la proyección de la película, fue también un llamado de atención para nosotros los realiza-dores. Nos permitió salir de nuestros respectivos estudios donde acostum-bramos trabajar, para enfrentar de manera directa la degradación a la que podemos llegar como seres humanos.

Hallamos unas cuantas voces dispuestas a ofrecernos su can-to. Un canto a veces armonioso, a veces desesperado, deliran-te, pero en el fondo mudo. Un canto absurdo para cualquiera que se detuviera a escuchar.

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Yuri Herrera y Valeria Luiselli son sin duda dos de los escritores mexicanos que mayor proyección internacional han tenido en fe-chas recientes. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas y

han recibido una gran aceptación tanto por parte de los lectores como de la crítica especializada. En esta entrevista para Hay Letras en Xalapa comparten un poco de esta experiencia en el extranjero, de modo que los lectores puedan conocer algo del proceso mediante el que exponentes destacados de la literatura mexicana alcanzan otros confines del mundo.

¿Qué visión han encontrado acerca de la literatura latinoamericana en los países en los que se han traducido sus libros? ¿Encuentran que empieza a haber un mayor interés por lo que se escribe en la región? ¿Siguen existien-do categorías estereotipadas a las que se le asocia de entrada, como el caso paradigmático del «realismo mágico»?Valeria Luiselli: Menos al realismo mágico que al mágico Bolaño. El protagonista absoluto de las letras latinoamericanas internacionales es Bolaño. Por ende es imposible que la literatura más reciente no se com-pare de algún modo con su obra. Creo que lo que tiene de interesante ese fenómeno es que refleja el desmoronamiento de la idea de «genera-ción» con la que brincó la literatura latinoamericana a la plataforma de la lectoría internacional. Ya no se habla de generaciones. Entre el Boom y el estallido de la bolañomanía hubo por supuesto intentos —ya fueran autogestionados o de grupos editoriales— por hacer visible la literatura de supuestas generaciones literarias. Los sigue habiendo. Pero ninguno ha volado muy bien. El mapa, ahora, no muestra las líneas imaginarias que conectan los astros de una supuesta constelación: hay puntos inconexos nomás. Y eso es sano, en el fondo, porque significa que la literatura lati-noamericana puede dejar de leerse como un objeto monolítico, curioso, reflejo del tercer mundo. En fin, tal vez se superen por fin las odiosas lecturas de las novelas latinoamericanas como alegorías nacionales o regionales, y se empiecen a leer como lo que son: novelas, libros –y no «objetos culturales».Yuri Herrera: Estoy de acuerdo con Valeria, no es mucho lo que se ha renovado tras la instalación del Boom dentro del imaginario de los lecto-res, al menos en los Estados Unidos y en Europa. El «fenómeno Bolaño» rompió el monopolio de García Márquez, Cortázar, Fuentes, como los constructores de «lo latinoamericano», pero no los desplazó. No obstante, sí he notado, al menos entre los editores, un mayor interés por saber lo que está sucediendo recientemente, y creo que esto tiene que ver con los cambios políticos de los últimos años: ya no es posible reducir América Latina al maniqueísmo de la guerra fría —como una colección de satélites de un lado o de otro— ni a la imagen idílica y cómoda del pueblito lleno de mujeres cachondas y generales montando una vaca. Poco a poco, em-piezan a escuchar otras historias.

En México particularmente, las ferias del libro son un espacio de mucho contacto directo entre el autor y los lectores. ¿Es el mismo caso en ferias del libro o festivales internacionales? YH: Sí, al menos lo que a mí me ha tocado ver es que hay más o menos las mismas dinámicas, los pequeños grupos que sólo hablan de literatura, los que están hartos de hablar de literatura y se salen a pasear, las sectas abstemias contra las mayorías alcohólicas. Creo que lo que varía en todo caso es cómo en cada feria se promueve o no el contacto con un público que no necesariamente acude a la feria, estudiantes, por ejemplo, biblio-tecas públicas, en mi caso ésas han sido de las mejores experiencias. Una cosa más es que frecuentemente en festivales de otros países se busca más financiamiento, más allá del presupuesto gubernamental.VL: Estoy de acuerdo con Yuri, aunque desafortunadamente no me ha tocado hacer lecturas en bibliotecas públicas. Me interesan las ferias in-ternacionales también por otro motivo: consigo libros que de otro modo sería imposible conseguir. En el espacio de las ferias conoces a autores

locales (o su obra) que sólo así puedes conocer —porque a pesar de que en América Latina y España se traduce mucho más que en otras regio-nes, tampoco se cubre todo, y sobre todo es difícil que lleguen cosas de editoriales chicas. Siempre busco los libros de editoriales independientes locales y me llevo en la maleta lo que quepa. He dado con pequeñas joyas, recientemente: The Color of Milk de la escritora Nell Leyshon; los libros de Ana Blandiana (en Periférica); o el libro de la argentina Inés Acevedo Una idea genial (Mansalva).

Existe también la creencia de que los editores internacionales, en particular los anglosajones, se involucran más de cerca con el contenido de los libros (aunque obviamente menos en el caso de las traducciones pues son obras ya publicadas), llegando incluso a sugerir nuevos personajes o cuestiones del estilo. ¿Han encontrado diferencias relevantes en el trabajo con sus editores de diversos países?VL: Sí, muchas diferencias. Y creo que es verdad –pensando en mi caso al menos– que la relación con los editores anglosajones se basa en un intenso y constante intercambio de ideas a lo largo de todo el proceso de traducción, edición e incluso promoción de los libros. Ahora, no creo que de las diferentes experiencias editoriales se pueda hacer una extrapolación para sacar conclusiones finales más amplias sobre diferencias culturales esenciales: creo que las dinámicas editoriales dependen mucho más de los editores mismos –y, en nuestro caso, también de los traductores espe-cíficos– que del país y su cultura editorial. Hay traductores con quienes no intercambié un solo correo a lo largo del proceso de traducción, por ejemplo, y otros con quienes me escribo prácticamente todos los días mientras están trabajando con un libro. Lo mismo sucede con la edición. En algunos casos, firmas un contrato y un día llega el libro a tu buzón; en otros, participas activamente en la decisión de la portada, las contra-tapas, todo lo demás. Creo que uno de los fenómenos más interesantes –al menos en el nivel de filosofía de sobremesa— es comparar portadas de los libros y qué deciden vender los editores. Si eres mexicano, creo,

Entrevista con Yuri Herrera

y Valeria LuiselliEduardoRabasa

Valeria Luiselli© Zony Maya

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El ladrón

Elsa Osorio

tiempo con la cerradura, es algo caprichosa.Hubo un gesto de uno de los dos llamando al otro y una respuesta

instantánea.—¿Dónde está la caja fuerte? —preguntó.—En la tercera puerta, al fondo. Detrás de los abrigos —le contesta-

mos distraídamente.No íbamos a permitirle que sus inoportunas preguntas modificaran

nuestro tono. Ya nos acercábamos a un punto interesante cuando el ladrón insistió:

—¿Hay algo de valor guardado en otro lugar? —Esta vez saltamos bruscamente, el hombre exageraba su impertinencia—. No me hagan perder tiempo.

—Allí, en esa puerta, detrás del espejo. Lo demás está todo abierto, llévate lo que quieras pero, por favor, no nos interrumpas más con tus preguntas.

Por un largo tiempo no habló y nos fue posible retornar a esa zona clara de nuestra vida. No sé qué habrá hecho hasta que lo escuchamos gritar, supongo que robar. Apenas un estremecimiento produjo su grito en no sé cuál de nosotros, estábamos demasiado confundidos como para distinguirnos, pero la curiosidad por su reacción no logró imponerse, ni siquiera lo miramos.

Nos gustó esta insólita y desesperada plegaria o reclamo que elevaba quién sabe a quién, era el sonido perfecto para acompañarnos. Lo miré cuando se puso a llorar. Era joven, tenía un aire lánguido, discordante con su mirada excesiva.

—¿Qué te pasa? —le preguntó uno de nosotros, conmovido por su llanto.

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hay que lidiar constantemente con el estereotipo de lo que se considera «mexicano» y cierto folclor que se le suele querer imponer a autores del «tercer mundo».YH: No en el caso de las novelas, pero sí cuando he publicado cuentos en Estados Unidos: me han hecho sugerencias de corrección y reescritura, que en general no he seguido, pero no como respuesta automática, sino des-pués de discutir cómo funciona el texto y también cómo algunos cambios pueden beneficiar la versión en inglés. Con respecto a las traducciones, mi experiencia es similar a la de Valeria, he tenido contacto con todos ellos, pero es con Lisa Dillman, la traductora al inglés, con quien he trabajado más de cerca, quizá porque de esas otras lenguas el inglés es la única que domino como para opinar sobre la nueva versión; paradójicamente, ésa es la traducción que todavía no está en papel. Por lo demás, he tenido una gran fortuna, pues en todas partes me ha tocado trabajar con editores muy respetuosos del trabajo de los escritores.

¿Cuáles son las principales dificultades del proceso de traducción? ¿Conside-ran que cada lengua modifica la voz original? Además de lo que evidentemente se pierde, ¿han encontrado casos donde otra lengua ofrezca posibilidades literarias específicas que la propia no? YH: Sí, cada nueva versión de un texto cambia irremediablemente la voz original, pero creo que en vez de verlo como una pérdida es mejor ver-lo como un diálogo con otro imaginario, otra sonoridad, otra tradición. El traductor se lleva consigo la historia pero también puede traducir la pulsión de la historia, el sentido de las elecciones que se hicieron en la versión original. Al respecto, recuerdo que Suzanne Jill Levine hablaba de que las dificultades para traducir Tres Tristes Tigres, un libro escrito más «en cubano» que en español, las fue resolviendo una a una con Cabrera Infante, a veces tomando expresiones de algún léxico local de los Esta-dos Unidos, a veces directamente reescribiendo partes enteras en inglés.

VL: Creo que una traducción ideal es una reescritura. Al igual que Yuri, me he involucrado muy activamente en el proceso de traducción y rees-critura de mis dos libros a las lenguas que conozco —sobre todo al inglés porque es la lengua que mejor manejo después del español. Creo que incluso disfruto más el proceso de traducción y reescritura de un libro que el de su primera escritura: todas las ventajas y libertades creativas, y (casi) ninguna de las frustraciones. El texto ya está, ya existe y puedes hacer lo que sea con él. Mientras se traducía Los ingrávidos decidí, por ejemplo, cambiar pequeñas cosas en cada traducción que se hacía y ver qué consecuencias traían esos pequeños cambios. Fue un proceso diver-tido, sobre todo, si bien a la larga un poco enloquecedor. Supongo que la mejor mancuerna que pueden hacer un traductor y un escritor es la que se basa en la plena confianza mutua. Si como escritor eres aprensivo con tus textos es muy difícil que el traductor lleve a límites verdaderamente interesantes su trabajo; en cambio, si de ambos lados hay un pacto de confianza, el texto siempre gana —y que el texto gane muchas veces sig-nifica que se desprende realmente del texto original. •

Él llegó con los juegos preliminares. Se anunció con ruidos: una silla al caer, un objeto que cambiaba de lugar, sus pasos inseguros.

—Entró alguien.—Será un ladrón.Pero esas palabras sonaron al tiempo de las caricias y los primeros

entusiasmos, sin más sentido que las que nos susurrábamos a media voz por el solo placer de pronunciarlas. Y seguimos con lo nuestro. No íbamos a separarnos sólo por unos pasos que, cada vez más nítidos, avanzaban hacia el dormitorio.

La intensidad de su mirada resbaló sobre nuestros cuerpos. Tenía-mos la luz encendida. Sus pasos se detuvieron al pie de la cama. Uno de los dos decidió ignorarlo y el otro se hizo cómplice (nunca logramos una complicidad tan compacta como en esas situaciones). Sin decir-nos nada, estábamos de acuerdo en no interrumpir lo que estábamos descubriendo, con la seguridad de que no se repetiría con las mismas características de ese momento. Los cuerpos que se aman nunca son los mismos, tienen múltiples mutaciones.

—¿Dónde están las llaves de la caja fuerte?Ninguno de los dos le contestó.—He pedido las llaves de la caja fuerte —era un tono irritante el suyo.Nos separamos pausadamente, pero no sé si las manos, o quizás los

muslos, seguían anudados. ¿Cómo podía hacernos una pregunta tan banal en ese momento? El hombre miraba con insistencia. Ni se nos ocurrió cubrirnos. Uno de nosotros sacó las llaves y se las entregó:

—Es ésta —le dijo diferenciándola de las otras—. Hay que tirar un poco hacia afuera, antes de girar —le advertí para que el ladrón no perdiera

Elsa Osorio © Daniel Mordzinski

Yuri Herrera, Valeria Luiselli y Tryno Maldonado en conversación con Feli Dávalos [17] 17:00-18:00 h. • Teatro del Estado Ignacio de la Llave (Sala D. Guillaumin)

Page 6: Hay Letras #1

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Íbamos de la mano y sin preocupaciones

con ese impulso aéreo de las calles

ligeramente inclinadas

hasta que vimos la inscripción en la pared:

DELFUTURO YASOLOQUEDA LAAMENAZA

Palabras deslavadas

en una esquina ruinosa

que ensombrecieron el rostro

de la tarde.

Fingimos no haberlas leído,

pero algo se había roto,

las manos

se soltaron solas,

volvimos a casa cabizbajos

cada quien absorbido

por su propia amenaza.

El futuro

ya no es el mismo

desde entonces.

—No te pongas así —intentó consolarlo el otro.El ladrón lloraba un odio turbio que chocaba contra nuestra piel.—¿No encontraste lo que querías?—¿Podemos ayudarte?Vi joyas y dinero sobre la alfombra. Me sorprendieron algunos objetos

hasta que recordé que mi madre me había pedido que le guardara en casa su alhajero mientras estuviera de viaje.

—Tenés todas las alhajas, también las de mamá y las de abuela. —Y dinero. Tuviste suerte. Mañana íbamos a depositarlo —lo

animábamos.—Nunca guardamos en casa esa cantidad.Su llanto iba del rencor a la congoja, saltaba de un tono mayor a un

tono menor, se hacía más trémulo, más desesperado. No sé cuál de los dos, creo que yo, tomó la iniciativa de acercarse al ladrón y el otro lo siguió. Él estaba sentado sobre la alfombra, al pie de la cama. Le acariciamos con ternura la cabeza, que él apoyó con docilidad sobre nosotros. Pero ni nuestro interés ni nuestras caricias pudieron parar ese lloriqueo tenaz.

—¿Qué no encontraste que te aflige tanto?—¿Querés el home theater? No es grande y suena muy bien. No necesitábamos consultarnos, sabíamos que estábamos dispuestos

a entregarle lo que fuera para consolarlo. —Llévate lo que quieras, en serio, no hay problema. En lugar de consolarlo nuestros ofrecimientos parecían exasperarlo. —¿Qué no pudiste robar? Si está todo abierto…—A ustedes.—¿A nosotros? ¿Querías raptarnos?—¿Robarnos a nosotros? —repetíamos festejando la broma.Al ladrón también le pareció divertida su propia idea porque pronto

su risa se mezcló a la nuestra. Y seguimos riéndonos y riéndonos hasta que mi mano, o la suya, ya no recuerdo, volvió a establecer el contacto.

Casi sin percibirlo (quizás cuando nos reímos los tres juntos), nues-tras manos habían abandonado la cabeza del ladrón para buscarse, ávidas, entre sí. Y supimos que sí, que otra vez iba a estallar, al lado del hombre que iba pasando de la risa al llanto con nuestro abrazo.

—A ustedes, sí. ¿Cómo puedo llevarme lo que tienen? Entonces empezó a decir palabras sobre nuestros cuerpos, que so-

naban extravagantes en esa situación, al fin era sólo un desconocido que había entrado a nuestro dormitorio para robar. Le habíamos fa-cilitado todo: las llaves, la ubicación de los objetos de valor, y él, muy duramente, nos echaba en cara nuestro amor, como si fuera un pecado mortal. Pecado inmortal se llamaría el nuestro, exageró uno de nosotros, contagiando a las palabras el tono de los cuerpos. Podríamos habernos indignado ante su actitud, sin embargo, cada palabra, cada frase, ca-da susurro, cada gemido del ladrón era una nueva zona de la piel que cobraba vigor. Sus palabras, en armonía total con nuestros gestos, se hacían más y más exaltadas. No nos lo confesamos, pero a los dos nos complacía azuzarlo con nuestras caricias, con nuestros movimientos, para que siguiera hablando y gimiendo.

Uno de nosotros apagó la luz. La penumbra se enardecía con su voz. Recorríamos los senderos laberínticos que su llanto inventaba en nues-tros cuerpos. Sus palabras tenían el poder de adivinar en la oscuridad hasta las más diminutas argucias del amor. Ejecutábamos cada movi-miento como si fuera definitivo. Corríamos hasta el límite de nosotros mismos donde nos diluíamos y nos completábamos. El hombre dio un grito agudo que se abrió en ondas hasta el infinito, como nosotros. Agotados, nos fuimos perdiendo en el sueño, al compás de su llanto.

A la mañana me acordé del ladrón cuando pisé la gargantilla de diamantes de mi abuela, y los anillos, y el dinero diseminado sobre la alfombra. Recorrí toda la casa y no encontré nada inusual. El ladrón se fue mientras dormíamos sin llevarse absolutamente nada.

¡Hay ladrones tan raros! Nosotros, que somos tan simples, no po-demos comprenderlo, pero no le guardamos rencor. Es más, como un homenaje a él, a su extraño acompañamiento, ahora por las noches no cerramos más la puerta de calle. •

EsténcilLuigi Amara

Gala de poesíaNoche de lecturas poéticas con varios invitados del festival: Wole Soyinka (Nigeria), Tishani Doshi (India), Roberto Echavarren (Uruguay), Luigi Amara, José Luis Rivas, Marcelo Uribe, Tedi López Mills y Aurelio Major (México); presentado por Lola Arias.[9] 21:00-22:00 h. • Carpa Casa del Lago

Luigi Amara© Vivian Abenshushan

Ficciones y realidades en América Latina. Santiago Gamboa y Elsa Osorio en conversación con Ariel González

[48] 17:00-18:00 h. • Teatro del Estado Ignacio de la Llave (Sala. D. Guillaumin)

Page 7: Hay Letras #1

La historia del jazz es en gran medida la crónica de los músicos que intentaron tocar, pensar y vivir fuera de las líneas

musicales; la historia de los visionarios, los he-rejes, los inadaptados, los malévolos; la historia de los hoyos negros en donde sólo ese género puede modificar su estructura.

Cuando Phil Cohran nació en 1927, el estado de Mississippi se paralizó con el sonido de su trompeta. Las vibraciones de los labios que se generaban en la boquilla de ese instrumento de viento llamaron la atención de los círculos jazzísticos de la región. Posiblemente uno de sus mentores principales fue el multi-instru-mentista y poeta Sun Ra, quién lo llevó por el camino de la astrología sonora en un espacio que el trompetista y compositor ha llamado su casa.

En 1986, en el sur de Chicago, se formó un grupo familiar conocido como Phil Cohran Youth Ensemble, integrado por sus hijos —al-gunos de ellos de tan sólo tres años de edad—. Desde su infancia, Cohran les enseñó a tocar la trompeta, la tuba y el trombón. En su adoles-cencia, después de perfeccionar sus técnicas en el escenario, los hermanos más jóvenes salieron a las calles de la «ciudad del viento» a tocar su propia música a cambio de dinero. Esas calles de Chicago que siguen resguardan-do los sonidos del saxofón, la trompeta y el trombón, que a finales de los sesenta fueron adoptados por The Big Things, una de las pri-meras bandas de rock en incorporar metales a su estructura.

A finales de los noventa, con la idea de crear un estilo de música de viento denomi-nado «Hypnotic», nace Hypnotic Brass Ens-emble, conformado por ocho de los hijos del legendario trompetista. Cuatro trompetas, dos trombones, un sousafón, un saxofón baríto-no y una batería ejecutada por Christopher Anderson, el único miembro que no es de la dinastía Cohran.

Después de grabar su primer disco en 2004, Flipside (Orange Album), el colectivo de her-manos se presentó en diversos espacios ante un público alejado de las calles y centrado en el mundo impropio de la música. Su estilo, construido a partir de la combinación de dife-rentes géneros musicales, que van del jazz al funk pasando por el hip hop, el afrobeat y el rock, los llevó a producir una obra que logró

vender trescientas veinticinco mil copias en el primer año: Jupiter (Hypnotic Green) (2005).

Resulta curioso observar cómo miles de personas simpatizan con un objeto circular cuyas pautas tonales carecen de significado, no obstante dedican gran parte de su tiempo a realizar un ritual para escuchar su contenido melódico. La curiosidad los lleva a descender a la superficie terrestre para asistir a un con-cierto. Es en ese espacio terrenal en donde el artista tiene el reto de llevar su discurso a una especie de biofilia musical. Para muchas personas el Hypnotic Brass Ensemble es uno de esos grupos que no puedes perderte en vi-vo. Sus espectáculos son famosos, entre otras cosas, por atraer una diversidad de gente que simpatiza con el punk, el soul, el rock, y hasta los freaks techno se desvanecen en la pista.

Su música es infecciosa.El gran maestro «cabeza parlante», David

Byrne, se declara aficionado de su música, lo mismo que Jay-Z, Erykah Badu y Jools Holland. Damon Albarn editó bajo su propio sello, Ho-nest Jon, el primer álbum oficial homónimo del hbe. Una pieza que podríamos describir como la instrumentación jazz del funk; su intensidad frenética afro-beat la hace compositivamente muy sofisticada. Por momentos la música bal-cánica prevalece en la élite de los metales, en otras ocasiones el folclore se torna seductivo.

Históricamente, el jazz representó la con-frontación de los negros con la música eu-

ropea; paradójicamente, el Hypnotic Brass Ensemble rompe con cualquier precep-to del género. Su eclecticismo musical está expresado en el álbum Plastic Beach (2010) de Gorillaz, y en el disco homó-nimo debut de Rocket Juice & the Moon; también han graba-do con Ghostface Killah y Tony Allen. Sus colaboraciones tie-nen cabida en cualquier siste-ma sonoro. Sus reconocidos actos en directo los han llevado a pisar festivales de gran en-

vergadura como el Northern Sea Jazz en Holan-da, el Festival Musicas do Mundo en Portugal y Glastonbury en Inglaterra, entre muchos otros.

Aquí no hay espacio para la melancolía pen-sativa de, por ejemplo, un solo de Miles Davis, aunque existen rasgos de desolación en un mundo lleno de esperanza y belleza. Tampoco buscan construir un idioma musical estricto. Solamente pretenden fortalecer las raíces de lo que en un principio fue el jazz: una simple música de baile popular.

Su nombre no miente: son hipnóticos, pero en el fondo de este grupo de metales, hay mu-cho más. «In The Mood» de Glen Miller podría ser el inicio de esta historia. •

Gibert Quiñones es director y locutor de radioalterno.com —una estación de radio por internet con progra-mación de gran calidad— así como dj y articulista.

www.hayfestival.com • Hay Festival Xalapa 2012 • Año 2 • Número 1 • 4 de octubre de 2012 7

Para muchas personas el Hypnotic Brass Ensemble es uno de esos grupos que no puedes perderte en vivo. Sus espec-táculos son famosos, entre otras cosas, por atraer una diversidad de gente que simpatiza con el punk, el soul, el rock, y hasta los freaks techno se desvanecen en la pista. Su música es infecciosa.

Hypnotic Brass Ensemble

Gibert Quiñones

Hypnotic Brass Ensemble en concierto[11] 21:30-23:30 h. • Teatro del Estado General Ignacio de la Llave (Sala E. Carballido)

Hypnotic Brass Ensemble © Georgia Kuhn

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Actividades del

jueves 4

El retorno de los muertos vivientesAlberto Chimal, Fabrizio Mejía Madrid y Jorge Fernández Gonzalo en conversación con Martín Solares[3] 17:00-18:00 h. • Teatro del Estado General Ignacio de la Llave (Sala D. Guillaumin)¿Qué son los zombis?, ¿cuál es su significado dentro de la cultura contemporánea? Tres expertos y destacados escritores, analizan con Martín Solares el fenómeno del mito zombi, que lleva décadas fascinando tanto a lectores como a espectadores. Con el apoyo de la Embajada de España.

Condenados a leerLila Azam Zanganeh, Roberto Ampuero y Enrique Vila-Matas en conversación con Rodolfo Mendoza[4] 17:00-18:00 h. • Sala Casa del LagoTres letraheridos nos cuentan cómo conviven con la pasión que les acompaña siempre: la lectura. Con Lila Azam Zanganeh (Irán/Fran-cia), Roberto Ampuero (Chile) y Enrique Vila-Matas (España); mode-rado por Rodolfo Mendoza.

Puro teatroLola Arias, Emilio Echevarría y Francisco Beverido en conversación con Nidia Vincent[5] 17:00-18:00 h. • Centro Cultural El ÁgoraTres especialistas en el segundo arte conversan sobre sus experien-cias escénicas. Lola Arias es directora de teatro y fundadora de la compañía postnuclear de Buenos Aires; Emilio Echevarría es direc-tor de teatro y presentará durante el festival El filósofo declara, obra escrita por Juan Villoro; Francisco Beverido es dramaturgo, actor, director, productor, docente e investigador veracruzano con una am-plia experiencia en el mundo del teatro. En conversación con Nidia Vincent.

Literatura viajeraPeter Godwin y Ed Vulliamy en conversación con Michael Jacobs[6] 19:00-20:00 h. • Teatro del Estado Ignacio de la Llave (Sa-la D. Guillaumin)Tres escritores disertarán sobre las fronteras fluctuantes que existen entre los géneros de literatura de viaje, reportaje, autobiografía y fic-ción; también abordarán el tema de las responsabilidades éticas de aquellos que escriben sobre lugares de conflicto. Traducción simultá-nea del inglés al español. Con el apoyo del pen International ¡Libera la palabra!

Política, literatura e historiasEvelio Rosero, Álvaro Uribe y Victoria de Stefano en conversación con Aurelio Major[7] 19:00-20:00 h. • Sala Casa del LagoLa literatura es un arte poroso, lleno de influencias y en cierta me-dida, resultado del intercambio de ideas. A menudo nos interesamos en el reflejo de lo social y de lo político en las producciones literarias y en la decisiones que un autor toma cuando escoge una determina-da temática o estilo. Aurelio Major conversa con tres escritores, de distintas procedencias, sobre la creatividad en lo social y en lo políti-co, y sobre su postura artística. Con Evelio Rosero (Colombia), autor de La carroza de Bolívar, Álvaro Uribe (México), autor de Morir más de una vez, y Victoria de Stefano (Venezuela), autora de Lluvia.

Película: Bola negraProyección y charla con el director Mario Bellatin y la directora musical Marcela Rodríguez[8] 19:00-21:30 h. • Centro Cultural El ÁgoraBola negra es una película musical basada en un relato del propio Be-llatin (México). El proyecto, rodado en Ciudad Juárez y con dirección musical de Marcela Rodríguez (México) ha formado parte de la pres-tigiosa Documenta 13 y narra la historia del entomólogo (especialista en insectos), Endo Hiroshi, que luego de cierta noche de insomnio, decide dejar de comer todo aquello que para el resto de las personas es saludable, y empieza a recordar varias anécdotas alusivas a los alimentos. Habrá un descanso de media hora entre la proyección y la charla.

Gala de poesíaNoche de lecturas poéticas con varios invitados del festival: Wole Soyi-nka (Nigeria), Tishani Doshi (India), Roberto Echavarren (Uruguay), Luigi Amara, José Luis Rivas, Marcelo Uribe, Tedi López Mills y Aurelio Major (México); presentado por Lola Arias.[9] 21:00-22:00 h. • Carpa Casa del Lago

Hypnotic Brass Ensemble en concierto[11] 21:30-23:30 h. • Teatro del Estado General Ignacio de la Llave (Sala E. Carballido)Hypnotic Brass Ensemble, uno de los grupos favoritos de Barack Obama, es una banda de Chicago integrada por ocho hermanos provenientes de una familia con una extensa tradición musical. Este grupo ha redefinido la música brass fusionando con gran acierto el jazz, el funk y el hiphop al estilo de una big band de Nueva Orleans. Un grupo imprescindible, con una energía desbordante sobre el esce-nario, que no dejará indiferente a nadie.