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HAIKÚS POR JOSÉ JUAN TABLADA

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Page 1: HAIKÚS POR JOSÉ JUAN TABLADA · José Juan Tablada A los lectores de El Semestre Alegre: Sólo un hecho tan extraordinario como la publicación de un número de esta revista dedicado

HAIKÚS POR JOSÉ JUAN TABLADA

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El Semestre Alegre es una publicación semes-tral, cuyo fin es tanto paródico como difusor

de la cultura mexicana de finales del siglo XIX y principios del XX. Asimismo, desea

mostrar la diversidad tipográfica y la abun-dancia de imágenes de la época.

Director: Hipsipila HaspidEditor: Rupestre Abad y Mexicanorum

Repórter: La Duquesa Del CotilleoRedactor: Una Esposa Sin Rencor

Publicidad: Arcaláus Blattodea y GabyCorresponsales: Zuyin

Dibujantes: Gustave Doré, José Guadalupe Posada, Fortuné Louis Méaulle, Manuel Ma-nilla, Utagawa Hiroshige, Alphonse Mucha,

Julio Ruelas

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¡Hínquense, criaturas, porque está temblando!

Y otras crónicas de Angel de Campo

Mejor bestiario citadino $1.00Con grabados del auténtico Posada

¿Asesino?De Bernardo Couto.

Increíbles disertaciones literarias

Encuadernación con pasta de colores 75 Cs.

Editorial México Arcaico S.A.Donceles 55

Apartado: 2745 México, D.F.

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El Semestre Alegre

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El Chismógrafo Literario ¡Extra! ¡Extra! La modernidad ha llegado a la urbe, después de un tedioso viaje marítimo, la empresa B.&G. Goetschel consiguió dos prensas pequeñas que imprimen 16 mil ejemplares por hra. y una grande, 96 mil. Cuentan además con una linotipia; usan la estereotipia, la electrotipia como otros métodos de producción.

* * *

Si se inventara un premio a la creatividad de los noms de plume, el gran escritor Gutiérrez Nájera se llevaría sin duda alguna, el primer lugar, pues su habilidad para cambiar de identidad, ¡es mayor a 10 nombres!: El Duque Job, Junius, El Cura de Jalatlaco, Juan Lanas, Perico el de los Palotes, Puck, Recamier, M. Can-Can, Frú-Frú, Rafael, Pomponnet, Croix-Dieu, M. G. N., Ignotus, Britiz, Gil Blas, X.X, Nemo y los que le adjudican.

* * *

Tenemos el placer de anunciarle a los lectores que entre más nos compren números, más pronto podremos tener dinero para pagarle al arquitecto Antonio Rivas Mercado a fin de que nos haga nuestro propio taller, y entonces, ahorremos para comprar la última tecnología de imprenta. Así que ya saben…¡Nuestro futuro está en sus bolsillos!

* * *

Queridos, estén atentos. En nuestro próximo número publicaremos Caro Vitrix, del consolidado pero ignorado poeta Efrén Rebolledo.

Queridos suscriptores del Semestre Alegre:

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El Chismógrafo Literario

Hoy les traigo un chisme jugoso, bueno, qué digo jugoso, ¡jugosísimo!   Como seguro recordarán, en el número pasado de nuestra magnífica sección, les dimos a conocer que nuestro chispeante escritor y poeta José Juan Tablada tuvo que ponerse en curación formal por su excesivo uso de aquello que lo hacía creativo, así es, adivinaron…¡la morfina! Pero no se alarmen ni acongojen, nuestro querido poeta tenía su departamento personal y lo trataron de maravilla.

Tan efectivo fue el tratamiento que en 4 semanas ya estaba muy puesto y dispuesto a atender a una importante ceremonia oficial en la debía proclamar una de sus exuberantes poesías, el evento era nada más y nada menos que la Distribución de espadas a los alumnos de la Escuela de Aspirantes a Militares en Chapultepec, pero como árbol que crece torcido jamás su tronco endereza, nuestro multifacético escritor ¡no acudió!

Para sorpresa de los aspirantes, el numerito tuvo que ser suprimido y fingir que nada había pasado. ¿Cuándo aprenderá nuestro Tablada a no jugar con las sustancias chispeantes?

Hablando de sustancias que enervan el alma, ¿ya vieron la propuesta finísima que hicieron Tablada y Luis Urbina? Bueno, si no lo saben, aquí estoy yo para contarles TO-DO. Nuestros creativos artistas han tenido la idea de crear un hospital para flores, sí, así como lo leyó. El día de ayer se publicó una crítica severa hacia este peculiar nosocomio en La Voz de México, diario confiable que nunca se guarda sus opiniones y el cual aseveró que más bien esta idea tan curiosa era realmente una “porquería”.

Pero dejemos de lado las peleas y las inasistencias y mejor preocupémonos por los albores del nuevo día que nos espera, hasta pronto queridos, ¡ciao!

La Duquesa Del Cotilleo

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El Semestre Alegre

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Mis queridísimos lectores:

En mi recorrido matinal por las calles de México a veces me acabo enterando de ¡cada cosa!...que pienso que si no los tuviera a ustedes, me volvería loca. Por eso les voy a contar de lo que me enteré esta misma mañana.

Es muy sabido que Tablada estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y que ahora, con su exquisita trayectoria y espléndida influencia japonesa, sea objeto de recriminaciones por parte del Dr. Vázquez Gómez; como es uno de los literatos del momento es un ES-CÁN-DA-LO nacional.

Un pequeño fragmento de lo que se dice sobre su inocente (y a veces inconsciente) persona: “Se quiere hoy enseñar el arte sin reglas; las composiciones más correctas y atildadas se sujetan al criterio de cualquiera que no haya frecuentado las aulas. Ahí existe como púnico juicio la idiosincrasia”. Y por eso vemos que en la actualidad tantos jóvenes petulantes hablan, respecto de las bellas artes, como mejor les place.

Prefieres las composiciones de Urbina, del Campo y Tablada a las primorosas obras de arte literario que nos legaran los clásicos y en cambio cuando sus oídos musicales apenas si están ejercitados para comprender las relativas bellezas de un wals de Cremieux, autor que hasta el vulgo comprende…”

¿Será cierto que nuestro tan afamado poeta resulta ser un corruptor en la educación de las futuras generaciones? No sé ustedes apreciables lectores pero en la opinión de su servidora esto parece más bien un pleito por viejas rencillas, habrá que ver cómo se dan los hechos. Ustedes no se apuren que yo me encargo de traerles sólo la mejor información.

Nos leemos a la próxima, ¡ciao!

La Duquesa Del Cotilleo

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¡Noticia de último momento!

Nos acaba de llegar la noticia de que uno de nuestros colaboradores, Salvador Díaz Mirón, se encuentra en la cárcel. Se acusa al escritor de haber asesinado a un joven de 25 años conocido como Federico Wolter afuera del café Zamora. El propio poeta se comunicó con nuestras oficinas desde el penal de Veracruz y nos envió un poema sobre su experiencia en la cárcel: Realmente no nos sorprende que acusen, otra vez, a Mirón de asesinar a algún fulano en un duelo; pero esta vez ¡ni dejó que su oponente se defendiera! Esperamos que este escarmiento le sirva al poeta para calmar su irritable temperamento que sólo lo mete en problemas. El equipo de El Semestre Alegre confía en que nuestro colaborador aprovechará este tiempo en prisión para ser un mejor escritor y un mejor ciudadano.

Blancas y finas, y en el manto apenas

visibles, y con aire de azucenas,

las manos –que no rompen mis cadenas.

Azules y con oro enarenados,

como las noches limpias de nublados,

los ojos –que contemplan mis pecados.

Como albo pecho de paloma el cuello;

y como crin de sol barba y cabello;

y como plata el pie descalzo y bello.

Dulce y triste la faz; la veste zarca…

Así, del mal sobre la inmensa charca,

Jesús vino a mi unción, como a la barca.

Y abrillantó a mi espíritu la cumbre

con fugaz cuanto rica certidumbre,

como con tintas de refleja lumbre.

Y suele retornar; y me reintegra

la fe que salva y la ilusión que alegra;

y un relámpago enciende mi alma negra.A

El Chismógrafo Literario

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El Semestre Alegre

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Del autor y su obra:Los Haikús de José Juan Tablada

Este joven que alguna vez fue estudiante del heroico Colegio Militar y de la Escuela Nacional Preparatoria no ha perdido el tiempo: desde los 19 años colabora con poemas y crónicas para El Universal, en la sección que ustedes conocen: Rostros y máscaras. La magnífica pieza lírica Ónix, publicada en 1894, lo marcó como un autor de prestigio en el círculo de letrados mexicanos.

En este número de su revista favorita, presentamos al poeta José Juan Tablada que nos trae una métrica tradicional nipona... O eso nos ha dicho a los editores.

Los poemas que les presentamos en esta ocasión se le ocurrieron a Tablada luego de que la Revista Moderna lo enviara a Japón el año pasado. En ocasiones, los escritores se ponen afrancesados o anglos cuando viajan a otros países; pues Tablada ha vuelto de Japón envuelto en un hermoso kimono. ¡Tablada regresó lleno de japonerías para ustedes, suscriptores de nuestro Semestre Alegre!

Arcaláus Blattodea

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Haikús deJosé Juan Tablada

A los lectores de El Semestre Alegre:

Sólo un hecho tan extraordinario como la publicación de un número de esta revista dedicado a los haikús de Tablada pudo haberme despertado de mi descanso centenario y traído ante ustedes, queridos lectores; mi propósito es evitar que esta revista sufra el mismo destino que aquél de Un día... en su tiempo, condenado a la incomprensión y al menosprecio por parte de los lectores. He venido a decirles que, en efecto, José Juan Tablada es lo más cercano que hay a un haijín en Occidente.

El juego verbal que en el siglo XI en Oriente tenía un caracter humorístico y satírico fue llevado por mí a su máxima gloria: 17 sílabas que son como la emisión de un aliento; una división en tres versos de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente que da la sensación de resolver un problema gradualmente al tiempo que representan un universo geométrico y fortuito. La ironía había de ser sustituída por una infinita piedad por la fragilidad de los seres que sólo es accesible vía la contempación de la naturaleza. El haikú para mí es más que una forma poética, es una filosofía de vida.

Si bien los poemas sintéticos de Tablada rompen el esquema 5, 7, 5, nadie como él ha logrado captar con tan certeras líneas la piedad, el éxtasis contemplativo que mi arte predicaba. Lo que cualquier otro vería como un animal feo y repulsivo Tablada capta en toda su fragilidad, lo retrata de manera que a través de sus ojos inspira compasión: “Recorriendo su tela / esta luna clarísima / tiene a la araña en vela...”. Su pluma es capáz de atrapar el instante, presentarlo ante nuestros ojos revitalizado por una subjetividad aguda y sensilbe: “Apenas la he regado / Y la mata se cubre de violetas / Reflejos del cielo violado”. He aquí el asunto de estos poemas, la innovación no formal, sino filosófica que suponen. He aquí a José Juan Tablada, un verdadero haijín.

Invito a los lectores de El Semestre Alegre a descubrirlo por sí mismos.

Matsuo Basho

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El Semestre Alegre

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Haikúspor José Juan Tablada

Selección MexicanorumEdiciones México Arcáico

El Semestre AlegreTomo II

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Edición en proceso de autorización por el mismísimo

José Juan Tablada

Haikús deJosé Juan Tablada

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El Semestre Alegre

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Mariposa nocturna

Mariposa nocturna, A la niña que lee María Tu vuelo pone taciturna

El bambú

Cohete de larga vara El bambú apenas sube se doblega En lluvia de menudas esmeraldas

Caballo del diablo

Caballo del diablo: Clavo de vidrio Con alas de talco.

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La luna

Es mar la noche negra, La nube es una concha

La luna es una perla

Mariposa nocturna

Devuelve a la desnuda rama, Nocturna mariposa,

Las hojas secas de tus alas

Peces voladores

Al golpe del oro solar Estalla en astillas El vidrio del mar

Haikús deJosé Juan Tablada

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El Semestre Alegre

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Los gansos

Por nada los gansos Tocan alarma En sus trompetas de barro

Las ranas

Engranes de matracas Crepitan al correr del arroyo En molinos de ranas

La buganbilia

La noche anticipa Y de pronto arde en el creúsculo La pirotecnia de la buganbilia

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Y recuerde...

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El Semestre Alegre

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El cocuyo

Pedrerías de rocío Alumbra Cocuyo Tu lámpara de Aladino

Violetas

Apenas la he regalado Y la mata se cubre de violetas Reflejos de cielo violado

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La pajarera

Distintos cantos a la vez La pajarera musical

Es una torre de Babel

Identidad

Lágrimas que vertía La prostituta negra

Blancas como las mías

Flor de toronja

De los enjambres es Predilecta la flor de la toronja

(Huele a cera y a miel)

Haikús deJosé Juan Tablada

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El Semestre Alegre

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7 p.m.

De las ranas palúdicas Revienta a flor de agua La musical burbuja...

Hotel

Otoño de hotel en primavera En el patio de tennis Hay musgo y hojas secas

El saúz

Tierno saúz Casi oro, casi ámbar Casi luz

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La garza

Clavada en la saeta De su pico y de sus alas,

La garza vuela

Coyoacán

Coyoacán, al pasado muerto Del coyote de tu jeroglífico Lanza implacable lamento

Hongo

Parece la sombrilla Este hongo policromo

De un sapo japonista

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Tucoso montañero

Plumaje azul turquí Y largo pico, es un Gigante colibrí

Libélula

Porfía la libélula Por prender su cruz transparente En la rama desnuda y trémula

Día de sol:

Hay una mariposa en cada flor...

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El burrito

Mientras lo cargan Sueña el burrito amosquilado

En paraísos de esmeralda

Jaguar

Luce el jaguar el blasón: En campo de oro

Las manchas del sol

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En Liliput

Hormigas sobre un Grillo inerte. Recuerdo de Gulliver en Liliput

Luciérnagas

El jardín bordan Alternativamente Con una lentejuela en cada rosa

Granadita

Brindas a la vez Entre albos encajes Copa y coctel

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Guanábana

Los senos de su amada El amante del trópico

Mira en tu pulpa blanca

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12 p.m.

Parece roer el reló La media noche y ser su eco El minutero del ratón

Vuelos

Juntos, en la tarde tranquila Vuelan notas de Ángelus, Murciélagos y golondrinas

Sandía

Del verano, roja y fría Carcajada rebanada De sandía

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Bambú

Ave aristotélica, mudas, Oh bambú del otoño,

Tus hojas como plumas...

6 p.m.

Ha plagado sus hojas Sobre el cielo del nácar

La mimosa

Cigarra nocturna

Cascabel de plata En trémulo hilo

De luna...

Haikús deJosé Juan Tablada

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Retratos de José María Rivera

A quien Tablada solicita para retratar su casa en Coyoacán...

¿Y usted?

Se hacen retratos de todos los tamaños, olores y sabores

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El pavo real

Pavo real, largo fulgor Por el gallinero demócrata

Pasas como una procesión...

Haikús deJosé Juan Tablada

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Toninas

Entre ondas azules y blancas Rueda la natación de las toninas Arabescos de olas y de anclas

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Heroísmo

Triunfaste al fin, perrillo fiel, Y ahuyentado por tu ladrido

Huye veloz el tren

La carta

Busco en vano en la carta De adiós irremediable,

La huella de una lágrima

La tortuga

Cascabel de plata En trémulo hilo

De luna...

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Nocturno

Sombra del volcán al ocaso Y en la bóveda inmensa, gritos De invisibles aves de paso

Raíces

Ondula por el suelo y se entierra De pronto la nariz de caucho Como una culebra

Caimán

El gris caimán Sobre la playa idéntica Parece de cristal

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Crepúsculo

Bajo el crepúsculo destila De las montañas de carbón de piedra

Raras y horizontales anilinas

8 p.m.

Canta un responso el sapo A las pobres estrellas

Caídas en su charco

Haikús deJosé Juan Tablada

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Coquillage

La ola femenina me mostró, Carnal, en la mitad de su blancura, La concha que a Verlaine turbó

Pelícanos Suicidas como los humanos Clavan los grandes picos en las rocas Y se dejan morir los pelícanos

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La araña

Recorriendo su tela Esta luna clarísima

Tiene a la araña en vela

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La alegría de la muerte

Del autor y su obra:“La alegría de la muerte”

de Bernardo Couto Castillo

Nacido en la Ciudad de México, ni él sabe en qué fecha, este desconocido literato comenzó su carrera en los periódicos a los 14 años. A la edad en la que cualquiera de ustedes se estaba sacando los mocos, Couto ya colaboraba para El Partido Liberal, y posteriormente escribió para El Nacional, El Mundo, y en La Revista Azul; además de su ingenio comenzó la publicación de la Revista Moderna.

Aqueste decadentista domina el francés y ha hecho las traducciones de Auguste Villiers de L’Isle-Adam. En este número de El Semestre Alegre, les presentamos un cuento que el mismo autor extrajo de su obra Asfódelos, su libro de 12 relatos, el título refiere a las flores que brotaban en el tenebroso inframundo de aquellos griegos que ustedes tanto conocen, están, así, asociadísimas con a la muerte ¡como para comprarle un ramo a tu amada! ¿no lo cree?

El equipo de editores deseamos que este talentoso, joven y afrancesado escritor colabore con nosotros durante el largo tiempo que le espera en esta vida. Mientras, les dejamos para su entretenimiento esta polifacética narración, ¿cuantas historias puede contar un solo texto? ¡Pase usted la página y averígüelo!

Arcaláus Blattodea

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El Semestre Alegre

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La alegría de la muertepor Bernardo Couto Castillo

Autorizado por él mismo y nadie más

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Nuestra Sefira la Muerte sentíase profundamente malhumorada. Durante toda la noche había errado de un lado al otro del cementerio, paseando su manto blanco a lo largo de las avenidas, haciendo chocar los huesos de sus manos y mirando con sus miradas profundas y sin expresión las blancas filas de sepulturas. Se detenía ante los túmulos suntuosos, plegando sus labios secos con macábrico gesto, y los observaba sintiéndose llena de satisfacción al considerarse la dueña de todo lo creado, la soberana derramadora de lágrimas, el terror del pobre mundo, la grande, la Todopoderosa.

A lo lejos, de la ciudad se levantaba luminosa polvareda; la malhumorada la veía fríamente, preguntándose si todos cuantos la habitaban podrían fácilmente caber en su tenebroso dominio, y extendía su vista sobre los campos, pensando en reemplazar trigos y árboles por desnudas o labradas piedras y en apagar con paletadas de tierra el brillo de la ciudad.

Al amanecer se puso en marcha, razonando silenciosa. Su descontento era en verdad bien grande; desde arriba no la ayudaban; los tiempos eran malos hasta el exceso; durante todo el año ninguna epidemia, ninguna guerra, ninguna de esas matanzas en grande que la regocijaban, llenándola de trabajo y librándola del roedor fastidio. Para alimentar á sus gusanos, pobres y débiles criaturas confiadas a su cuidado, para nutrir la voraz tierra, había tenido que ir de un lugar a otro, acechando, sitiando, poniendo el revólver ó el veneno en las manos de los cansados, afligiendo madres, viéndose obligada a ahogar las súplicas y a apartar bruscamente los brazos defensores de las vidas queridas.

La alegría de la muerte

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En su irritación, se proponía trabajar duro y poblar toda una avenida del campo-santo, que en sus nocturnos paseos le disgustaba por hallarse virgen de despojos humanos.

En la primera casa que acertó a distinguir, penetró fieramente como Señora y Reina, encontrándose a un anciano, lo que la llenó de despecho, aumentando su criminal impaciencia y su fastidio. Los cabellos blancos le hacen pensar en la nieve y en el frío de sus cementerios.

Las arrugas, los rostros ajados, le recuerdan su existencia, vieja ya como el mundo. Ella busca, sobre todo, los rostros jóvenes, los cuerpos fuertes, los seres que harán falta, y sobre los que el llanto dejará su humedad.

El anciano sintió que en él pasaba algo de anormal; su cabeza y sus miembros se entorpecían, sus pies se enfriaban, se turbaba su vista y un inmenso terror le invadía; alarmado, pidió a gritos el auxilio de un médico. La Muerte, exasperada, ahogó el grito, rompió el hilo que a la vida lo sujetara y se alejó impávida.

—«Decididamente, se decía al salir,—soy demasiado buena y por lo mismo demasiado estúpida. Llevarme un viejo que unos meses más tarde hubiera ido por si solo, librar lo de una vida que sólo era un peso, un constante temblor, una ruina!... no, decididamente he sido demasiado buena y es preciso vengar mi torpeza.

Caminando, llamó su atención un poco más lejos, una casa en la que todo parecía sonreír; las hay así, casas que parecen rostros amables, con sus rejas recién pintadas, sus

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cortinas de colores muy claros, y sus enredaderas en las que hay prendidos ramilletes de flores;  casas que detienen al transeúnte para hacerlo envidioso.

«Bonito nido, murmuró la visitante, ya lo veremos dentro de una hora,» y haciendo chocar los huesos de sus manos, se entró recta hasta un cuarto en cuyo fondo, y elevado como un trono, aparecía el lecho.

La esposa dormía. La Muerte tocó sus brazos desnudos, haciéndola estremecerse de frío, oprimió ligeramente el cuello para procurar una poca de ansiedad, le dió tiempo para llamar, vio con placer que todo el mundo se alarmaba, rió de las carreras, de los frascos traídos, prolongó sus frías caricias e hizo profunda reverencia acompañada de horrible mueca al médico que precipitadamente entraba. Volvió a oprimir con más fuerza, acercó su boca infecta para aspirar el aliento de su víctima, paseó sus dedos ásperos por el hermoso cuerpo, le estrujó el corazón, y cuando, después de haber jugado con esa vida como juega el gato con el ratón, se hubo cansado, la sacudió y se alejó impasible, sonriendo al coro de lamentos que tras sí dejaba.

Fue luego una larga sucesión de asesinatos; por donde quiera que pasaba, dejaba ventanas cerradas, casas donde las abandonadas se miraban con huraños ojos sin atreverse a hablar, largas letanías de rezos entrecortadas por sollozos. A las cuatro de la tarde, algo atormentada por tanto llorar, se introdujo en el cuarto de uno que la llamaba.

Ahí fué recibida como una Redentora; los dedos fríos, largos y duros como tenazas, parecieron suaves y blandos;

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el rostro ajado, el gesto espantoso, tomaron las formas de un rostro joven y piadoso, llegando como una amada a imprimir el beso sagrado; el manto húmedo, el sudario medio desgarrado, pareció ligeramente gasa velando un cuerpo muchas noches soñado y deseado en todas las horas de desfallecimiento.

Las bendiciones que ahí recibió, de nuevo la disgustaron, y cuando buscaba a quien llevar consigo una vez más, tropezó con un médico.

Ah! Señor Doctor! apresurados vamos! sin duda será para arrebatarme algún pensionario. Vuestra ciencia es tan grande, prodigais tanto la salud y la vida, que yo, pobre muerte, necesito de vos. Y diciendo esto, maltrataba al sabio, que muy ocupado con la muerte de los otros, apenas si se ocupaba de la suya: con precipitación penetró a una botica, pidió agua y polvos, pero cuando se disponía a usarlos, la disgustada dueña del cementerio le ahogó de un seco y formidable manotazo.

En la noche, antes de volver a su dominio, una gran iluminación la atrajo y lentamente entró á un circo. Como a buen tirano, el goce de los otros la ofendía, le estorbaba, pareciendole que de algo la despojaban; las luces, el brillo de los colores, la orquestaba pusieron fuera de sí; consolóse, sin embargo, pensando que todos, absolutamente todos, le pertenecían; lo mismo los alegres que los fastidiados, los inteligentes que los estúpidos; los poderosos que los miserables; todos eran carne que engordaría a sus gusanos; con sólo extender su mano o dar fuerza a su soplo, interrumpiría la risa y evitaría el aplauso, sin que

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nadie, absolutamente nadie, pudiera librarse de su yugo. «Adiós, pues, rostros jóvenes, rostros hermosos, corazones inflamados y seres que esperáis la ventura; ninguno de vosotros pensáis que sois míos; reflexionáis, os movéis, hacéis ruido, y vuestra vanidad, inflándose inmediatamente, os hace creeros libres y dueños de vosotros mismos; ah!»

«Ah! pobres locos! yo sola soy vuestro dueño; me pertenecéis desde el principio de los siglos y me perteneceis hasta que mis huesos se rompan bajo las ruinas del Universo. Reid, reid, haced los movimientos que en mí causan espanto; el hilo de vuestra vida, pobres fantoches, está en mis manos; reid, representad vuestra comedia hasta que el sostén se rompa y os deje caer sobre el tablado frío, enlutado escenario de silenciosa tragedia, que será el ataúd.»

Vino a interrumpirla en su amenazante monólogo la aparición de un payaso blanco como ella; hacía gestos irónicos parodiando el dolor de una pasión no correspondida; en su ancho traje de seda ostentaba, delicadamente bordadas, inmensas calaveras llorando por sus órbitas vacías. Hola! exclamó la fúnebre espectadora, hola! conmigo juegas y el dolor parodias, amiguito mío; yo contendré tus risas y te haré no reír del dolor» y saliendo fué derecho a la casa del clown.

Bebé, el niño que alegraba el hogar con lo sonoro de sus risas y la constante movilidad de su pequeño cuerpo, dormía descansando de sus innumerables carreras y su eterno charlar. Sobre su rostro caía el resplandor de una lámpara azul. Bebé dormía risueño, los diminutos puños cerrados y el aire satisfecho.

La alegría de la muerte

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La criminal se detuvo un momento; aunque no quería confesárselo, sentía debilidad, algo así como remordimiento de arrancar un ángel tan hermoso, de cambiar sus facciones nunca quietas por las inalterables líneas, y su constante bullicio por el más completo silencio. Pensó en los besos y en las caricias que diariamente debía recibir, en las carcajadas que el padre tenía que arrancar a su humor no siempre riente, para rodear de cuidados al niño, y casi estuvo por retirarse. Su debilidad la detuvo; llevó un dedo a su frente y miró de nuevo al niño: «Vamos, se dijo, es que por casualidad me volveré compasiva? No, mi honor no lo permite,» y comenzó la obra.

Esta, que al parecer era sencilla, no lo fué tanto. La madre acorazaba al niño, lo defendía, lo resguardaba, lo cubría con su cuerpo para evitar los abrazos de la cruel.

Cuando sentía que los pequeños miembros se helaban, ella les daba su calor y cuando la respiración era difícil, ella le daba su propio aliento.

Fueron horas de ansiedad; a veces los dedos fríos tocaban la piel fina, pero la madre removía a la criatura haciendo circular la sangre, y la vida volvía lenta, los pequeños ojos se abrían, la cabeza pá lida encerrada en su marco de cabellos rubios, recobraba vida, hasta que algunos minutos después los dedos tocaban de nuevo, y el frío volvía y la palidez era más grande.

La lucha duró varias horas, la madre no se cansaba nunca y la Muerte se indignaba. Hubo un momento en que pensó

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llevarse también a la defensora, pero entonces no habría dolor y el triunfo no sería completo.

Al fin venció, cuando la madre se apartó un momento dejando descubierto el cuerpecito.

El honor de la Muerte, estúpido como el honor de los hombres, había dado muerte a Bebé.

Al día siguiente, sus víctimas llegaron una después de otra. Ella las recibía ceremoniosamente, les rendía todos los honores, aceleraba a los sepultureros, hacía remover la tierra y sonar las campanas. Vino el ataúd de la desposada, cubierto de flores llenas de frescura y de vida: ironía propia de todo funeral. Vino el niño en su caja pequeña, blanca y acolchonada como un lecho; vinieron el viejo y el joven y los otros, siendo colocado a pequeñas distancias, en la avenida, un día antes desierta y llena ahora de flores. Vinieron los dolientes, rostros afligidos y sinceros, rostros indiferentes o imbéciles, rostros de ocasión, como los trajes que llevaban, como las palabras que decían. Las cajas desaparecieron, las flores murieron bajo las paletadas de tierra, las lágrimas se secaron, y de nuevo, sólo hubo silencio.

Esa noche, la luna brilló con todo su esplendor. Cerca del cementerio los perros ladraban; a lo lejos, la ciudad mostraba sus millares de puntos luminosos brillando como estrellas en cielo oscuro, y el viento mecía las ramas que dan sombra a los lechos adonde nunca llega el calor.

La Muerte se paseó a lo largo de las tumbas; abría las recién cubiertas y se alegraba viendo el cuerpo puro, el

La alegría de la muerte

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cuerpo joven de la desposada que un día antes dormía sobre brazos amados, amarillento, con manchas azuladas, siendo pasto de los gusanos, y observaba atenta los lugares donde más abundaban, animándolos en su obra; iba al niño, desbarataba los cabellos que caían a lo largo de la cara color de cera, palpaba las manecitas que antes removieran todo; meneaba los cuerpos, se embriagaba en su olor, e indiferente se alejaba, acosada otra vez por el soberano fastidio.

Pero su gran satisfacción, su mayor goce, era pensar que si todos lo pertenecían en cuerpo, por completo le pertenecerían un mes, un año, dos años después, cuando el olvido los hubiera borrado de la memoria de los hombres. La Muerte se retiró; su día no era del todo malo.

* * *

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La Ciudad de Día

La Ciudad de DíaDesfile por la Quinta Avenida

Si usted camina por la concurrida calle de Plateros y aprecia la amplia galería de exhibiciones humanas, tendrá que hacerlo lentamente; deberá tomarse su tiempo para admirar a las bellezas resguardadas en todo momento. Para observar los aparadores requerirá paciencia y si es su señora la guía de esta excursión, prepárese, pues no hay nada más divertido que el cotilleo de dos damas que aprovechan la mañana para ponerse al día en cuestiones de sociedad.

Si es aficionado a las bebidas, ahí podrá encontrar el café La Concordia, donde podrá ser partícipe de las pláticas entre una espesa nube de humo, disfrutar de un buen biscocho, café o chocolate, y para aquellos de paladares más exquisitos juzgar el nuevo menú gourmet; de paso quién sabe, puede que hasta se tope usted con alguna celebridad.

Nuestra recomendación semestral, como ya es costumbre para nuestros asiduos lectores, se encuentra ubicada a un costado de la residencia de la afamada familia Escandón, de quienes nos han informado ya piensan comenzar a cobrar por admirar la belleza de su hogar. Pues bien, en el edificio aledaño los caballeros podrán encontrar el afamado Jockey Club y para las damas la primera planta será un entretenimiento femenino, pues mientras su esposo se distrae con sus compañeros usted podrá matar el tiempo y ponerse al corriente con las últimas tendencias en moda; al final quién sabe, quizá ambos gasten la misma fortuna en un solo día, ¿qué más se puede pedir?

Pero no se preocupe, si es usted seguidor del mismo mantra que muchos, time is money, siempre puede apresurar el paso, llegar al Zócalo, tomar la bien conocida “máquina del diablo” y  escapar de la inservible espera. Usted sabe, así es la juventud dorada que no tiene que hacer…

La Santa Hermana Del Parseleo

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La venta del chivo prieto de Méndez

Reseña literaria

Laura Méndez de Cuenca (1853), mujer mexicana tan extraordinaria como abnegada. Vive en su casa sin hacer otra cosa más que amar a sus libros. Cumple cabalmente con los parámetros de buena escritora, de ahí que haya decidido escribir la compilación de cuentos Simplezas. En nuestro próximo número de El Semestre Alegre, publicaremos únicamente el cuento “La venta del chivo prieto”, en cual se refleja todo el amor que una madre es capaz de sentir por su hijo.

Laura Méndez es una mujer polifacética y bien conectada, que logró publicar en París su libro Simplezas, el cual aún no tenemos en nuestra hermosa tierra. No obstante, la revista se impondrá el reto de solicitar los permisos para publicar por primera vez en México dicho cuento y poder llevarlo hasta usted, querido lector. “La venta del chivo prieto” es un cuento edificante, en el cual las mujeres aprenderemos cómo cuidar de nuestros hijos sin un solo exceso, además de fomentar hombres fuertes e independientes, pues la tragedia siempre circunda a la mujer mexicana. El cuento nos muestra cómo la avaricia puede conducir al hombre a cometer no sólo un ínfimo error, sino el mayor de su vida.

Nuestra escritora, con su gran pluma, pondera en el cuento temas como la deslealtad, el deshonor, la avaricia,

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Reseña

la sobreprotección, la madurez, la vida y, por supuesto, la muerte.

Decir que los escrúpulos de la autora se han hechos añicos no resultará de aventurarse a la interpretación de nuestra traducción. Sólo esperamos que la traducción, no vaya en detrimento de la calidad que, por sí sola, nuestra autora ya posee.

Queridas lectoras, Méndez nos enseña un camino sencillo y moderno para conquistar nuestros propios horizontes, esos que parecen lejanos, pero no tanto si  no olvidan que para todo mal existen los tés relajantes.

Una Esposa Sin Rencor

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Compañía Anunciadora

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Índice

ÍndiceEl Chismógrafo Literario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4Del autor y su obra: Los Haikús de José Juan Tablada . . . . . . . . . .8Carta de Matsuo Basho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9Haikús por José Juan Tablada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10Del autor y su obra: “La alegría de la muerte” . . . . . . . . . . . . . . . 35La alegría de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38La Ciudad de Día . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47Reseña de “La venta del chivo prieto de Méndez” . . . . . . . . . . . . 48

El Semestre AlegreRevista Literaria

Ediciones México ArcaicoOficinas: Calle de la Invención, 3 Apartado: 2745 México D.F.Tomo II 22 mayo 1901 Núm. 2.

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El Semestre Alegre tiene el placer de convocar al concurso Haiku Joven. El ganador obtendrá de regalo dos de nuestras revistas a su elección y se publicarán sus escritos en el siguiente número.

Requisitos: presentar tres haikus con seudónimo y nombre verdadero. Entregar en un sobre cerrado en Calle de la Invención 3. México D.F. Apartado: 2745

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FFyLLiteratura Mexicana 6

Cabello Reséndiz, MagdalenaGaínza López, Orlando

Ímaz Álvarez Icaza, LauraMontoya Canchola, María Gabriela

Moreno Torres, Perla LuzRamos Tapia, Jesús

Salazar Méndez, Zuyin Hefsiva