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Hacia laequidad y la prevenciónde la violencia de género

Diagnóstico de Comportamientos, Actitudesy Pensamientos Hacia la Equidad y Violencia de Género

(CAPHEyVG) del personal docente y administrativode la Universidad Autónoma de Chihuahua

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Universidad Autónoma de Chihuahua

M. C. Jesús Enrique Seáñez Sáenz Rector

Dr. Saúl Arnulfo Martínez Campos Secretario General

M. C. Jesús Enrique Pallares Ronquillo Director de Extensión y Difusión Cultural

M. C. Javier Martínez Nevárez Director Académico

Ph. D. Alma Delia Alarcón Rojo DirectoradeInvestigaciónyPosgrado

Dr. Rosendo Mario Maldonado Estrada DirectordePlaneaciónyDesarrolloInstitucional

Dr. Horacio Jurado Medina DirectorAdministrativo

Lic. Crescenciano Duarte Jáquez DirectorGeneraldelCentrodeInvestigaciónyDesarrolloEconómico

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Universidad Autónoma de ChihuahuaChihuahua, México, 2015

Hacia laequidad y la prevenciónde la violencia de género

Diagnóstico de Comportamientos, Actitudesy Pensamientos Hacia la Equidad y Violencia de Género

(CAPHEyVG) del personal docente y administrativode la Universidad Autónoma de Chihuahua

Liliana Álvarez LoyaHéctor Chacón Varela

Hilda Cecilia Escobedo CisnerosMyrna Isela García Bencomo

María del Carmen Gutiérrez DiezJavier Martínez Morales

José Gerardo Reyes LópezHerik Germán Valles Baca

Compiladores

Pedro Javier Martínez RamosMargarita Guerrero Villa

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Edición. Dirección de Extensión y Difusión Cultural.Director: Jesús Enrique Pallares Ronquillo.Jefe Editorial: Heriberto Ramírez Luján.Producción: Jesús Chávez Marín, Martha Estela Torres Torres.

Derechos reservados para esta 1a. edición, 2015 © Universidad Autónoma de Chihuahua Campus Universitario Antiguo s/núm. Chihuahua, Chih., México. CP 31178 Correo: [email protected] Tel. (614) 439-18-53

ISBN: 978-607-9424-31-2Proyecto PIFI clave P/PROFOCIE-2014-08MSU0017H-03Editado y producido en Chihuahua, México.

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Contenido

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Participantes en el proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Antecedentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Capítulo I. Marco conceptual y metodológico de la encuesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Justificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marco teórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marco conceptual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Capítulo II. Presentación de resultados . . . . . . . . . . . . . .a) Generacion de indicadores básicos . . . . . . . . . . .b) Resultado de los indicadores de violencia de género . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Capítulo III. Balance y perspectivas . . . . . . . . . . . . . . . . .

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Presentación

El Diagnóstico de Comportamientos, Actitudes y Pensamien-tos hacia la Equidad y Violencia de Género (CCAPHEyVG) del personal docente y administrativo de la Universidad Autó-noma de Chihuahua, cuyos resultados se presentan en este volumen, fue diseñado, levantado, procesado y analizado por el Comité de Equidad de Género de la UACH, conformado por investigadoras(es) y directivas(os) de la institución e investi-gadoras del Instituto Municipal de las Mujeres de Chihuahua y el Centro de Intervención en Crisis Alma Calma, A.C.

Esta investigación busca contribuir de manera significativa a la generación de información sustantiva para medir la fre-cuencia, prevalencia y gravedad de la violencia de género que viven las mujeres universitarias. Con ello se busca también de manera prioritaria servir a la construcción de mejores políticas para el abatimiento y erradicación del problema.

Una cultura de la equidad en el interior de las universidades implica conocer las características de su población, reconocer sus relaciones y diferencias (sociales, sexuales, de género, cul-turales y de edad, entre otras), reconocer las potencialidades de cada uno de los grupos y sus posibilidades, las desventajas históricas y sociales para algunos de ellos, sus áreas de opor-tunidad, su lugar en la institución y la incorporación de una lógica distinta en las políticas y las acciones universitarias, que tome en cuenta estas diferencias.

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Significaría asimismo trabajar cotidianamente, autorida-des, docentes y comunidad universitaria, para construir un ambiente y una forma de relacionarse orientados a la igualdad de oportunidades, partiendo de las diferencias, con el fin de buscar un desarrollo más pleno de hombres y mujeres uni-versitarios, que contribuya a impartir y recibir una educación superior de calidad humana, científica y tecnológica. Sin duda alguna se han logrado grandes avances en la IES, gracias al esfuerzo de las instituciones internacionales, del Congreso de la Unión, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), así como del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), que han impulsado y apoyado de manera coordinada acciones que contribuyen a reconocer la inminencia y la importancia de orientar la educación superior hacia la cultura de la equidad.

La UACH, consiente de todo esto, se ha mantenido como una institución dedicada a la producción de conocimiento, ba-sada en la convivencia equilibrada y justa. Para la universidad los principios de igualdad, equidad y solidaridad son parte de la identidad institucional. La vida cotidiana en el alma mater está normada por los principios mencionados, por lo que, congruentes con ello, se trabaja en la construcción de una ins-titución democrática, que se desarrolla en un contexto donde se da la violencia y discriminación hacia las mujeres; esto ha obligado a la administración a repensar las estrategias, los procesos y tiempos, a visibilizar las áreas de oportunidad que la institución enfrenta para convertirse en una universidad in-cluyente, con valores, socialmente responsable, comprometida con el cuidado y la conservación del medio ambiente, y con un fuerte sentido de identidad. Hoy más que nunca es tiempo de combatir la desigualdad y la inequidad, los universitarios

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no deben aceptar la violencia, la discriminación ni la exclusión en ninguna de sus formas.

El presente diagnóstico que se entrega a la comunidad es un documento para que la Universidad Autónoma de Chihuahua se sienta más orgullosa de sí misma. Con una con-vicción profunda de que existen áreas de oportunidad que resolver y que cada universitaria(o) es una solución, partiendo de que los lineamientos por sí solos no funcionan. Sin duda alguna se contará con el compromiso y el profesionalismo de la comunidad universitaria, pero la situación actual exige respuestas expeditas, que lleven a la Universidad a cumplir con su vocación de una manera justa, solidaria, digna, pero sobre todo equitativa.

El presente trabajo pretende en la UACH ser un punto de partida para promover la transversalidad de la equidad de género. Existe la convicción institucional de que se requiere generar un cambio de actitud, de visión, de lógica en cuanto a perspectiva de género, esto es un principio de desarrollo; las y los universitarios serán capaces de asumir el reto de construir la equidad y soñar con una sociedad y un futuro mejor que permita revertir el deterioro social y ambiental en el que está inmerso el mundo actual.

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Participantes en el proyecto

PorlaRectoríadelaUACH• Jesús Enrique Seáñez Sáenz.• Pedro Javier Martínez Ramos.• Margarita Guerrero Villa.• Ana Lucía Villalobos Fernández.• Jesús Alfonso Ortiz Barragán.• Yesenia Díaz Calderón.• Liliana Álvarez Loya.• Herik Germán Valles Baca.

ParticiparoneneldiseñodeinstrumentoPor parte de la UACH:

• Pedro Javier Martínez Ramos.• Hilda Escobedo Ceniceros.• Margarita Ivón Guerrero Villa.

Por parte del Centro de Intervención en Crisis Alma Calma, A.C.:

• Rosa Verónica Terrazas Aragonez.Por parte Instituto Municipal de las Mujeres y la Comunidad LGBTTTI Chihuahua:

• María de las Mercedes Fernández Gonzáles.

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ParticiparoneneltrabajodecampoPor parte de los psicólogos de la Universidad Autónoma de Chihuahua:

• Facultad de Artes: Gabriela Ramírez Esparza.• Facultad de Contaduría y Administración: Berenice Ayala

Martínez.• Facultad de Ciencias Agrotecnológicas: Karla Serrato

Beckmann y Sergio Cisneros Hernández.• Facultad de Ciencias Químicas: Alicia Lorena Soto

Cueto, Andrés O. Pérez Estrada y Diana Georgina Villa Terrazas.

• Facultad de Medicina: Ivonne Olague Hernández y Delia Selene Medrano De la Rocha.

• Facultad de Odontología: José Manuel Herrera Salcedo.• Facultad de Economía Internacional: Francisco J. García

Torres, Jaime Alonso Iturralde Fuentes y Erika Nayely Arellanes Hernández.

Por parte del Instituto Municipal de las Mujeres y la Comunidad LGBTTTI Chihuahua:

• María de las Mercedes Fernández Gonzáles.• Carolina Garza Giner.• Yadira Armendariz Tovar.• Ángeles Piña Rodríguez.• Olimpia Santos Caballero.• Lizeth Jáquez Ramírez.• Fersen Alexander Carabeo Rivera.• Rosalba Robles Venzor.• Hipólito Magallanez.

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Por parte del Centro de Intervención en Crisis Alma Calma, A.C.:

• Rosa Verónica Terrazas Aragonez.• Yanet Yamileth Villegas Luján.• Irma Ivette Cano Holguín.• Ana Paula González Guzmán.• Paola Casillas Nava.• Cynthia Susana Corrales Rojas.• Héctor David Cruz Muela.

Captura de cuestionariosEstudiantes de la Facultad de Contaduría y Administración:

Silvia Isela Armenta Ortega y Gabriela González Herrera.

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Antecedentes

A mediados de los años setenta surge en el mundo el enfoque de género como producto de la acción social y la reflexión teó-rica y metodológica de grupos de mujeres ante las enormes e injustas asimetrías que se observan y documentan entre hom-bres y mujeres en función de su sexo (M. Lamas, Elgénero.Laconstrucción cultural de la diferencia sexual, 2013). A escala mundial el debate sobre la equidad de género y el respeto a los derechos humanos de las mujeres comenzó a ocupar un lugar prioritario a partir de la celebración de la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en México en el año de 1975. A la celebración de esta siguieron otras tres Conferencias: Copenhague (1980), Nairobi (1985) y Beijing (1995), la más importante.

Hoy en día, la imperiosa necesidad de atender este tema y solucionar los graves problemas que todavía aquejan a las mujeres a nivel global queda expresada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2002), entre los cuales destaca justa-mente el objetivo de “promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer” (Organización de las Na-ciones Unidas, s. f.).

Es evidente que los esfuerzos que se han dado en favor del desarrollo de la mujer a través de mecanismos institucio-nales no han sido suficientes para modificar la condición de desigualdad. En términos de inclusión social de las mujeres,

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hay dos terribles fenómenos que atentan contra la vida y la dignidad de las mujeres: la violencia y la pobreza. Ambos fe-nómenos inhiben el desarrollo de las mujeres, sumiéndolas en una posición de franca desigualdad y discriminación. Estos problemas y el gran reto que significa erradicarlos dan muestra de la complejidad del asunto (Entel, 2002).

Los estudios de género, los cuales incluyen desde la con-cepción más general de la teoría de género y la perspectiva de género hasta problemas más específicos como la situación política, económica y social de la mujer, han sido abordados en su mayoría por académicas provenientes del movimiento feminista y/o especialistas en temas de derechos humanos, democracia y desarrollo. Asimismo, diversas organizaciones internacionales han contribuido amplia y sistemáticamente a la investigación y el análisis del enfoque de género, destacando la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en cuyo seno se han suscrito documentos a favor de los derechos humanos en general y de los derechos de la mujer en particular, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y la Convención sobre la Eliminación de To-das las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979). En el caso particular de la promoción y defensa de los derechos de la mujer, se encuentran también a escala mundial organismos como el Instituto Internacional de Investigaciones y Capaci-tación para la Promoción de la Mujer (Instraw) y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) (Organización de las Naciones Unidas, s. f.).

En América Latina, dos de las instituciones que más han contribuido y difundido la aplicación de la perspectiva de género para lograr un desarrollo más integral en los países latinoamericanos han sido la Organización de Estados Ameri-

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canos (OEA) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) (García, 2010).

Así, a partir de los instrumentos internacionales y de los estudios derivados de estas organizaciones se ha creado un cuerpo de conceptos, propuestas, ideas y argumentos que ha llegado a formar un marco teórico y conceptual sobre el tema de género y ha sido la base de cambios fundamentales en el mundo.

En 1974, el Estado mexicano integró en el artículo 4º de la Constitución la igualdad de hombres y mujeres ante la ley, la que también está referida en el artículo 15 ter de la Ley Fe-deral para Prevenir y Eliminar la Discriminación. Desde el año 2006 existe la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, cuyo objeto es proponer lineamientos y mecanismos institucionales que orienten a la nación hacia el cumplimiento de la igualdad sustantiva en los ámbitos público y privado, promoviendo el empoderamiento de las mujeres. En dicho ordenamiento se establece la creación de tres instrumentos de gobierno que permitan la implementación y el seguimiento de la igualdad entre mujeres y hombres: el Sistema y el Programa Nacionales para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, así como la observancia del cumplimiento de los mismos, que está a cargo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Esta ley se apoya en los principios de igualdad, la no discriminación, la equidad y todos los contenidos en la Constitución de nuestro país. La política nacional, normada por la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, buscará el fortalecimiento en seis ejes temáticos: 1) igualdad entre mujeres y hombres en la vida económica nacional, 2) igualdad en la participación y representación política equilibrada, 3) igualdad en el acceso y el pleno disfrute de los derechos sociales, 4) igualdad en la vida civil, 5) derecho a la eliminación de estereotipos y 6)

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derecho a la información y a la participación social (Alcántara y Navarrete, 2014).

Además, existe otra Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, publicada en el año 2007, que marca la pauta para prevenir, sancionar y erradicar la violen-cia contra las mujeres, así como los principios y modalidades para garantizar su acceso a una vida libre de violencia que favorezca su desarrollo y bienestar conforme a los principios de igualdad y de no discriminación. En la ley se clasifican los tipos de violencia de manera clara, estas son: física, sexual, patrimonial, económica y psicológica; también se presentan los ámbitos más comunes, donde se presenta la violencia contra la mujeres, siendo estos el familiar, el laboral y docente, en la comunidad y en las instituciones (Cámara de Diputados, LXII Legislatura).

En necesario puntualizar que la actual administración federal consolidó un Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2013-2018 en el que se proyecta, en síntesis, hacer de México una sociedad de derechos, en la que todos tengan acceso efectivo a los derechos que otorga la Constitución. El PND traza los gran-des objetivos de las políticas públicas y establece las acciones específicas para alcanzarlos. Se trata de un plan realista, viable y claro para alcanzar un México en paz, incluyente, con educa-ción de calidad, próspero y con responsabilidad global. Delinea tres estrategias transversales: democratizar la productividad, gobierno cercano y moderno y, muy importante, la perspectiva de género (Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, s. f.).

En el PND se afirma: “Es inconcebible aspirar a llevar a México hacia su máximo potencial cuando más de la mitad de su población se enfrenta a brechas de género en todos los ámbitos”. Este es el primer Plan Nacional de Desarrollo que incorpora una perspectiva de género como principio esencial,

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es decir, que contempla la necesidad de realizar acciones es-peciales orientadas a garantizar los derechos de las mujeres y evitar que las diferencias de género sean causa de desigualdad, exclusión o discriminación. El PND permite el surgimiento del Programa Nacional para la Igualdad de Oportunidades y No Discriminación contra las Mujeres 2013-2018 (Proigualdad), el cual obedece a la obligación señalada en el PND de contar con una estrategia transversal de perspectiva de género en todos los programas, acciones y políticas de gobierno; esto significa que en los programas sectoriales, especiales, institucionales y regionales que elaboren las dependencias de la Administración Pública Federal estarán explícitas la perspectiva de género y las acciones afirmativas (concebidas como medidas efecti-vas, caracterizadas por su dimensión temporal que inciden en la reducción de las desigualdades) que permitan reducir las brechas de desigualdad entre mujeres y hombres. Es, sin duda, el compromiso más amplio asumido por un gobierno para incorporar a las mujeres de lleno en la vida nacional; es la estrategia que le permitirá al gobierno federal incorporar en la planeación y programación nacional las necesidades de las mujeres y las acciones que permitan el ejercicio de sus derechos; derechos que tienen un rango constitucional y que se encuentran explícitos en la Ley del Instituto Nacional de las Mujeres, la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley General de Víctimas, entre otras (Diario Oficial de la Federación, 2013).

En México, la institución que ha trabajado este tema y que, mediante sus programas e investigaciones ha alimentado el

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desarrollo de los estudios de género es el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), creado el 8 de marzo del 2001 por decreto del poder Ejecutivo. Su función es injertar la perspectiva de género en las políticas públicas federales, así como coordinar acciones con los Institutos de las Mujeres en cada una de las entidades federativas. Estos institutos son organismos públicos descentralizados cuyo fin es promover en todas las poblaciones de diferentes regiones y localidades, y en diversos ámbitos de la República Mexicana, la perspectiva de género (Vizcarra, 2002).

Es en todo este contexto que, en octubre del 2002, el Ins-tituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la Asociación Na-cional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) celebraron un acuerdo de colaboración que formalizó el compromiso interinstitucional de promover la incorporación de la perspectiva de género en las políticas, planes, programas y proyectos de las instituciones de educación superior de nues-tro país. Mediante encuentros regionales con las IES afiliadas a la ANUIES, se pretendía lograr un acercamiento a la comuni-dad educativa, con el propósito de intercambiar experiencias y construir canales de comunicación, formalizar mecanismos de intercambio y cooperación, difundir información e impul-sar los estudios e investigaciones en la materia. Para facilitar lo anterior es que el Inmujeres y la ANUIES han propuesto la Red Nacional de Enlaces Académicos de Género que impulse la incorporación de la perspectiva de género en las institu-ciones de educación superior (IES). Obviamente, el objetivo que persiguen las instancias educativas oficiales al plantear la introducción de la perspectiva de género en la educación superior es promover un cambio ético en las instituciones para que estas incorporen en sus sistemas axiológicos el respeto a

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la diversidad y la búsqueda de la equidad, particularmente la equidad de género (Palomar, 2005).

Para garantizar la inclusión y la equidad en el sistema educativo, en el PND se plantea ampliar las oportunidades de acceso a la educación, permanencia y avance en los estudios a todas las regiones y sectores de la población. La igualdad sustantiva entre mujeres y hombres deberá verse reflejada en la educación, la cultura y el deporte, y en las especialidades técnicas y científicas. Por un lado, se fomentará la inclusión integral de las mujeres en todos los niveles de educación, dando especial seguimiento a sus tasas de matriculación para asegurar que no existan trabas para su desarrollo integral. Asimismo se propiciará que la igualdad de género permee en los planes de estudio de todos los niveles de educación, para resaltar su relevancia desde una temprana edad (Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, s. f.).

Dado el marco normativo delineado en México, en los últi-mos tiempos ha tomado auge el debate acerca de la importan-cia de incorporar la perspectiva de género en las instituciones de educación superior; sin duda alguna la Universidad Nacional Autónoma de México ha destacado en este tema, y a través su Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados y el Inmujeres, convocó en el 2009 a la constitución de la Reunión Nacional de Universidades Públicas, “Caminos para la equidad de género en las instituciones de educación superior” (Renies), con el propósito de arribar a consensos que buscan promover la igualdad de oportunidades entre las mujeres y los hombres que integran las comunidades universitarias. Actualmente la Renies cuenta con 49 IES, las cuales trabajan bajo las siguientes directrices: incorporar la perspectiva de género en las legisla-

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ciones universitarias; generar una política institucional que, en el mediano y largo plazos, asegure la participación equitativa de ambos sexos en los distintos ámbitos universitarios; con-ciliar la vida profesional y la vida familiar; generar estadísticas de género y diagnósticos con perspectiva de género; fomentar un lenguaje institucional no sexista; sensibilizar a la comunidad universitaria; generar un esquema de transversalidad de la perspectiva de género en los planes y programas de estudio, en la investigación, vinculación y extensión de la cultura, y combatir la violencia de género en el ámbito laboral y escolar (Universidad Nacional Autónoma de México, s. f.).

La Universidad Autónoma de Chihuahua, como un pro-tagonista de su tiempo, se ha planteado contribuir aún más en el desarrollo social y económico sustentable del Estado y del país, en la medida en que consolide sus capacidades para la generación y aplicación innovadora del conocimiento y para la formación de profesionales, científicos, tecnólogos y humanistas altamente competentes a nivel nacional e in-ternacional y poseedores de los valores más preciados por la sociedad mexicana, como son la justicia, la equidad, la tolerancia, la solidaridad y el respeto por la diversidad y los derechos humanos (Seáñez, 2011). De esta manera, en el año 2013 fue lanzado el Proyecto Transversalidad de la Equidad de Género, el cual trabaja sobre los lineamientos de promover la igualdad de oportunidades entre las mujeres y los hombres que integran la comunidad universitaria; en ese mismo año se incorporó la UACH a la Renies y se firmaron convenios con el Instituto Chihuahuense de la Mujer, el Instituto Municipal de las Mujeres de Chihuahua y la Comisión Estatal de Derechos Humanos, con el fin de impulsar el tema y sensibilizar a toda la comunidad universitaria.

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Es adecuado mencionar que, dado el contexto, las IES tie-nen el reto de promover condiciones de mayor equidad entre mujeres y hombres; esto requiere sostener y fortalecer, de manera simultánea, las tres vertientes de la transversalidad de la perspectiva de género; por supuesto, la institucionaliza-ción y fortalecimiento de los estudios de género que permita producir un conocimiento crítico y de vanguardia ante diversas problemáticas sociales. También la transversalidad de la pers-pectiva de género en los currículos universitarios que permita formar a las y los jóvenes de las nuevas generaciones con un perfil más completo e integral al incluir en sus conocimientos y futura práctica profesional las herramientas de la perspectiva de género.

Pero además de producir conocimiento y transmitirlo, las universidades deben promover la equidad de género al interior de sus comunidades. Esto significa impulsar acciones, progra-mas y políticas institucionales diseñadas específicamente para generar cambios positivos en las relaciones de género, y no apostar a cambios inerciales que llevarían, sin duda, mucho más tiempo de lo deseado.

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Capítulo I.Marco teórico, conceptual

y metodológico de la encuesta

Objetivos

Objetivo general

Elaborar el diagnóstico sobre equidad de género y violencia de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Objetivos específicos

1. Evaluar el grado de conocimiento, comportamiento, actitu-des y pensamientos hacia la equidad de género por parte de los hombres y mujeres del personal administrativo y docente y estudiantes de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

2. Evaluar el grado de violencia (psicológica, física, patri-monial, económica y sexual) en los ámbitos comunitario, institucional, laboral docente, familiar y general por parte de los hombres y mujeres del personal administrativo y docente y estudiantes de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

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Justificación

En la mayoría de las instituciones académicas se suele pensar que existe cierta neutralidad en política de género, sin embar-go, en la práctica mucho se difiere; algunas evidencias pueden ser la baja proporción de mujeres en puestos de decisión en las estructuras de la administración de las universidades, el acoso sexual o laboral y la discriminación abierta o encubier-ta en contra de las mujeres. Es por ello que el problema que ocupa a la presente investigación trata de abarcar no solo el impacto social, sino también el cultural y económico. En las IES, el desafío más importante del siglo XXI es comprender que antes de hablar de equidad primero hay que evaluar si en realidad existe dentro de las universidades. En la UACH, como parte del compromiso de una institución socialmente responsable, se ha iniciado un proceso de transversalidad de la equidad de género, que implica como primer paso realizar un diagnóstico de los comportamientos, actitudes y pensamientos de los y las universitarias hacia la igualdad, equidad de género y violencia, que permita a la administración definir y propo-ner rumbos adecuados para propiciar un entorno que facilite igualdad de oportunidades a todas y todos los integrantes de la comunidad universitaria.

La presente investigación pretende hacer las siguientes aportaciones:

1. Ofrecer a las IES un instrumento de medición práctico, que sirva como referencia para el diagnóstico de los comportamientos, actitudes y pensamientos hacia la igualdad y violencia de género.

2. Proporcionar una fuente de referencia para todos los interesados en conocer más acerca de los conceptos de equidad de género y violencia.

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3. Para la comunidad de investigadores, obtener mayor conocimiento y contar con una fuente de información de los conceptos de equidad de género y violencia.

4. Para la sociedad en general, ya que puede hacer visible el problema de desigualdad en todos los sectores y partiendo de ahí enfocar el mejoramiento basado en la equidad y participación de todos, permitiendo es-pacio a la diversidad y la horizontalidad, generando un nuevo paradigma de organización, donde se produzca desarrollo, bienestar y crecimiento.

Marco teórico

Durante 1975, declarado Año Internacional de la Mujer, la Organización de Naciones Unidas (ONU) instrumentó mecanis-mos de apoyo que comprometieran a los países miembros en la formulación de programas y políticas públicas con el objetivo de disminuir la discriminación y avanzar hacia la igualdad entre mujeres y los hombres. Esa sería la primera reunión en donde se contemplaría una serie de acciones a fin de lograr la plena igualdad entre géneros.

Posteriormente, las universidades tomaron conciencia de la importancia de la integración y plena participación de la mujer en el desarrollo económico, político y social. Es entonces que en la Universidad Autónoma de Chihuahua, congruente de su vocación institucional, inicia trabajos para impulsar el concepto de equidad y proponer acciones para abatir la violencia de género, apoyados por el Instituto Chihuahuense de la Mujer (Ichimu), el Instituto Municipal de las Mujeres (Immujeres) y la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH). El presente informe es un paso del proceso de lograr una Universidad incluyente y socialmente responsable.

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Se reconoce como equidad de género a la defensa de la igualdad del hombre y la mujer en el control y el uso de los bienes y servicios de la sociedad. Esto supone abolir la discrimi-nación entre ambos sexos y que no se privilegie al hombre en ningún aspecto de la vida social, tal como era frecuente hace algunas décadas en la mayoría de las sociedades occidentales. Por lo tanto, se establece que para que tenga lugar la mencio-nada equidad de género se tienen que producir o generar dos situaciones concretas y fundamentales, por un lado estaría la igualdad de oportunidades, y por otro la creación de una serie de condiciones determinadas para que se puedan aprovechar las citadas oportunidades. La equidad de género consiste en estandarizar las oportunidades existentes para repartirlas de manera justa entre ambos sexos. Los hombres y las mujeres deben contar con las mismas oportunidades de desarrollo. El Estado, por lo tanto, tiene que garantizar que los recursos sean asignados de manera simétrica.

La perspectiva de género implica reconocer que una cosa es la diferencia sexual y otra cosa son las atribuciones, ideas, representaciones y prescripciones sociales que se construyen tomando como referencia a esa diferencia sexual.

Todas las sociedades estructuran su vida y construyen su cultura en torno a la diferencia sexual. Esta diferencia anatómi-ca se interpreta como una diferencia sustantiva, que marcará el destino de las personas. Lo lógico, se piensa, es que si las funciones biológicas son tan dispares, las demás característi-cas morales y psíquicas también lo habrán de ser (M. Lamas, 1995). Por otra parte, la categoría de género, impulsada por el pensamiento feminista anglosajón de los años 70, fue creada para explicar que el papel social asignado y ejercido por las mujeres y los hombres no es producto de diferencias biológi-cas “naturales” ni de sexo, sino el resultado de construcciones

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sociales y culturales asumidas históricamente. Sin embargo, como lo establece el mismo Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), invertir en la capacitación de la mujer y potenciarla para que ejerza sus opciones son medidas que no solo revisten valor en sí mismas, sino que son también la manera más segura de contribuir al crecimiento económico y al desarrollo en general (Ibarrán y Robles, 2003).

Robert Stoller (1968) afirmó que el concepto “género”, en el contexto de investigaciones médicas sobre trastornos de la identidad sexual de los seres humanos va más allá de la iden-tidad sexual de las mujeres y los hombres y no era resultado directo del sexo biológico, sino de las pautas de socialización y representación cultural sobre lo que significa ser mujer u hombre en un determinado contexto social. Género, como idea, consiste en un proceso social y cultural que da sentido y significado a las diferencias sexuales entre mujeres y hombres. Según este concepto, muchos de los atributos que pensamos como “naturales” en realidad son características construidas socialmente, sin relación con el sexo biológico de las personas. Esto significa que la diferencia entre los sexos se va creando en el trato diferencial que reciben las personas según su sexo.

Con base en lo anterior queda claro que la perspectiva de género se trata de una visión democrática que pretende eliminar toda discriminación entre hombres y mujeres, así como garantizar la igualdad de oportunidades para todos. Asimismo, la aplicación de este enfoque intenta construir sociedades más justas y solidarias que promuevan la participa-ción e integración de todos sus miembros, eliminando aquellas percepciones culturales que tradicionalmente han sometido a las mujeres a situaciones de vulnerabilidad y desventaja. Son muchos los esfuerzos de promover y defender los derechos de la mujer, de los cuales podemos destacar, por ejemplo, cómo

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la Organización de las Naciones Unidas, en su tercer objetivo, establece promover la equidad de género y la autonomía de las mujeres. “La equidad entre hombres y mujeres es un obje-tivo fundamental para el progreso del desarrollo humano”. La ONU está comprometida con hacer que la equidad de género sea una realidad, no solo por ser un imperativo moral, sino también como un comprobado potenciador de la prosperidad y el bienestar de todos.

Las agencias del Sistema de Naciones Unidas trabajan en asesoramiento de políticas pro-mujer, en desarrollo de capaci-dades y apoyando proyectos a favor de la equidad de género, liderados por ONU-Mujeres (ONU, 2014).

Para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la igualdad entre los géneros es un aspecto de justicia social y un asunto fundamental de derechos humanos. El PNUD considera que la inversión en la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres son vitales no solo para mejorar las condiciones económicas, sociales y políticas de la sociedad en su conjunto, sino para lograr una ciudadanía integral y una democracia más sólida (PNUD, 2014).

Equidad de género en las universidades

Los estudios de género en las universidades no son nuevos, pero sí escasos. Los principales referentes son hechos por universidades y centros de investigación ubicados en el centro del país. Y ante la creciente toma de conciencia de la sociedad actual, y en particular de las mujeres, en todos los ámbitos, se impone la necesidad de estudiar cuál es la situación que prevalece en nuestra Universidad Autónoma de Chihuahua; diagnosticar y evaluar para llevar a la práctica reformas estruc-turales que la equidad implica.

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De acuerdo con investigadoras del PUEG (Programa Uni-versitario de Estudios de Género) de la UNAM, dentro de las universidades la discusión acerca de género se volvió una cues-tión conflictiva hacia finales del siglo pasado, cuando empezó a tomar dimensiones internacionales. Uno de sus antecedentes más conocidos es la “querella Summers”, ocurrida en enero del 2005, cuando el líder de la prestigiosa universidad Harvard, Lawrence Summers, trató de explicar en un discurso público por qué había tan pocas mujeres con nombramientos definiti-vos en las áreas de ciencias e ingeniería en las universidades de Estados Unidos, esto como preámbulo para buscar alternativas de solución a esta situación; en suma, sostuvo hipótesis como que el tiempo que dedican las mujeres al trabajo es menor que el que dedican los hombres, y que existen pequeñas diferencias en desempeño que hacen a las mujeres menos competitivas en ciencias. Dichas declaraciones desataron la polémica y provocaron el rechazo de la comunidad académica (Buquet, Cooper, Mingo y Moreno, 2013).

La parte más complicada de todo este debate se encuentra en comprender y aplicar las razones por las cuales surgen y se mantienen situaciones inequitativas y de marginación en el personal académico, administrativo y estudiantil.

El conjunto de investigaciones hechas plantea algunas conclusiones generales, como que para las mujeres es mucho más difícil que para los varones equilibrar y conciliar las esferas familiar y profesional. Todo indica que problemas identificados en diferentes informes de universidades, como Harvard, Barce-lona, Madrid, Cambridge, Oxford, Berlín, entre muchas otras, se pueden extender para todas las mujeres profesionales, y que su situación de inequidad presenta efectos acumulativos y dañinos en su productividad. Para poder tipificar con mayor precisión estas desigualdades es necesario estudiar los casos

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individuales que examinen los conflictos, los cuales pueden diferir en cada situación.

Las universidades surgen como instituciones netamente masculinas y así permanecieron durante más de siete siglos. Esto se traduce en un ámbito en el cual los sexos no se relacio-nan fácilmente entre sí, según B. Wright y L. Weiner. México no fue la excepción, sin embargo, a partir de la Independencia se presentan indicios para establecer una reforma de la educa-ción, aunque la separación de los ámbitos femenino-doméstico y masculino-intelectual limita a las mujeres el acceso a las profesiones libres. No obstante, algunas de ellas lograron estar presentes desde la década de 1880 y a finales del siglo XIX y principios del XX ya había algunas presentes en medicina, abogacía o ingeniería. Poco a poco las profesiones se fueron abriendo inexorablemente para las mujeres.

En los estudios de género existe una preocupación cons-tante en relación a la detección de rechazo o violencia en las universidades. Se observan como tendencias dispersas, pero alimentadas por cuestiones preconcebidas, sin embargo es-tán presentes y determinan la participación femenina en las IES. Una de estas tendencias, estudiada como “violencia de género”, se trata como un fenómeno poco reconocido, incluso por las mismas mujeres que la padecen.

En muchas investigaciones se demuestra que las univer-sidades no están aisladas de los problemas sociales que las rodean. Para poder comprender qué es lo que sucede hacia el interior de nuestras instituciones es necesario conocer lo que sucede hacia su exterior, la cultura institucional que se refleja a partir de usos espaciales, lingüísticos y muchos otros, donde se establece lo que es aceptable, adquiridos a través del tiempo y repetición; estos usos que se reproducen sin pensar, tanto al interior como al exterior.

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Existe una amplia bibliografía que refiere el problema de violencia de género. Dentro de los más reconocidos se en-cuentra el proyecto “Violencia de género en las universidades españolas (2006-2008)”, de la investigadora Rosa Valls (2008); otro es el estudio hecho en la Universidad de Antioquia (Fer-nández, Hernández y Fernández, 2013), en el cual se encontró una prevalencia del modelo patriarcal. En otro estudio de Catherine Hill y Elena Silva (2005) en el que encuestaron a estudiantes de licenciatura, se encontró que la mayoría de las víctimas de una situación violenta, más del 90%, no reportan los incidentes de acoso u hostigamiento y el principal motivo es que consideran su experiencia, como poco seria, “que no es para tanto”.

En el ámbito de la investigación, según cifras de la UNESCO (2011), la participación femenina continúa siendo baja, aunque hay quien intente explicar esto debido a la tardía incorporación de las mujeres al ámbito universitario. Sin embargo, hay datos que demuestran que esta situación no explica por sí misma esta desigualdad (Buquet, Cooper, Mingo y Moreno, 2013).

A raíz de todo lo ya expuesto se desprende que aún hay mucho por hacer, conjeturas que revisar respecto a la evi-dencia de que las mujeres deben estructurar sus actividades en función de múltiples exigencias, deben renunciar a tener una familia y descendencia en aras de la realización personal, como opciones excluyentes e irreconciliables; además de la posibilidad real de una discriminación casi invisible, que no les permite ser evaluadas de forma equitativa. Es entonces necesario que las universidades puedan cultivar la diversidad de sus integrantes, para así rendir los frutos que la sociedad espera de ellas.

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Marco conceptual

Debido a la confusión, desconocimiento y polémica en relación a la terminología básica de este trabajo, es necesario hacer una recopilación y definición de los mismos, empezando por género y sexo, equidad, perspectiva de género, transversalidad de la perspectiva de género, discriminación, orientación sexual y violencia, así como sus tipificaciones.

Género y sexo

El término “género” fue usado por primera vez para explicar un caso de psicología médica. Robert Stoller (1968) investigó casos de niños y niñas cuyo sexo no estaba bien definido al nacer; se dio cuenta de que si eran criados como niños –sien-do biológicamente niñas– se comportaban como hombres, y viceversa. De este análisis, Stoller concluyó que la interacción social de los adultos con los infantes influye de manera decisiva en la construcción de la identidad sexual de niños y niñas, al menos en sus comportamientos.

Por otra parte, Gayle Rubin, considerada la creadora de la categoría de género, utiliza por primera vez esta categoría en 1977 para referirse al sistema de jerarquías sociales basado en las diferencias sexuales, en el cual se sustenta el sistema de discriminación de las mujeres. Con base en lo anterior es posi-ble definir los conceptos “sexo” y “género” (Inmujeres, 2007).

Género

Se define como “un conjunto de ideas, creencias y atribuciones sociales, construidas en cada cultura y momento histórico, tomando como base la diferencia sexual; a partir de ello se elaboran los conceptos de ‘masculinidad’ y ‘femineidad’ que determinan el comportamiento, las funciones, las oportunida-

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des, la valoración y las relaciones entre mujeres y hombres”. Son construcciones socioculturales que pueden modificarse, dado que han sido aprendidas (Inmujeres, 2007).

De acuerdo al “Glosario de equivalencia parlamentaria” citado por la Comisión de Equidad y Género de la LX Legis-latura, es el “conjunto de características sociales, culturales, políticas, psicológicas, jurídicas y económicas, asignadas, según el momento histórico, a las personas en forma diferenciada de acuerdo al sexo. El género se construye a partir de la diferencia anatómica del orden sexual, no es sinónimo de mujer; hace referencia a lo socialmente construido. Refiere diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres, por razones sociales y culturales que se manifiestan por los roles sociales (repro-ductivo, productivo y de gestión comunitaria), así como las responsabilidades, el conocimiento o la prioridad en el uso, control, aprovechamiento y beneficio de los recursos (Cámara de Diputados, LX Legislatura, 2007).

Sexo

El sexo es a lo que el individuo pertenece, con él se nace; en cambio, el género es una construcción social que define ser de un sexo o del otro en la sociedad (M. Lamas, 1997). El género se define como una categoría dinámica, construida socialmente con base en las diferencias sexuales biológicas. El género se construye en un cuerpo que tiene un sexo definido.

Perspectiva de género

Herramienta de análisis que permite identificar las diferencias entre hombres y mujeres para establecer acciones tendientes a promover situaciones de equidad. El uso de la perspectiva de género permite comprender que existe una asimetría que

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se concreta en uso y utilización del poder. También sirve para delimitar cómo esta diferencia cobra la dimensión de des-igualdad y ayuda a entender que esta situación es un hecho cultural que puede y debe ser cambiado (Cámara de Diputados, LX Legislatura, 2007).Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la perspectiva de género supone tomar en cuenta las diferencias entre los sexos en la generación del desarrollo y analizar, en cada sociedad y en cada circunstan-cia, las causas y los mecanismos institucionales y culturales que estructuran la desigualdad entre mujeres y hombres. Por tanto, este término plantea la necesidad de solucionar los desequilibrios que existen entre hombres y mujeres (Inmuje-res, 2007). La perspectiva de género es una nueva manera de ver e interpretar los fenómenos sociales que se refieren a las relaciones entre hombres y mujeres.

Transversalidad de la perspectiva de género

Es la integración de la perspectiva de género en el diseño y ejecución de políticas, programas, actividades administrativas, económicas e institucionales, para contribuir a un cambio en la situación de desigualdad genérica (Cámara de Diputados, LX Legislatura, 2007).

Equidad

Principio de acción dirigido hacia el logro de condiciones justas en el acceso y control de los bienes culturales y materiales tanto para las mujeres como para los hombres. Al ser un tér-mino vinculado con la justicia, obliga a plantear los objetivos que deben conseguirse para avanzar hacia una sociedad más equitativa (Cámara de Diputados, LX Legislatura, 2007).

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Equidad de género

Principio que, conscientes de la desigualdad existente entre mujeres y hombres, permite el acceso con justicia e igualdad de condiciones al uso, control, aprovechamiento y beneficio de los bienes, servicios, oportunidades y recompensas de la sociedad; lo anterior con el fin de lograr la participación de las mujeres en la toma de decisiones en todos los ámbitos de la vida social, económica, política, cultural y familiar (Cámara de Diputados. LX Legislatura, 2007).

Por equidad de género se entiende el trato imparcial de mujeres y hombres, según sus necesidades respectivas, ya sea con un trato equitativo o con uno diferenciado pero que se considera equivalente por lo que se refiere a los derechos, los beneficios, las obligaciones y las posibilidades. En el ámbito del desarrollo, el objetivo de lograr la equidad de género a menudo exige la incorporación de medidas específicas para compensar las desventajas históricas y sociales que arrastran las mujeres (IFAD, 2013).

La equidad de género permite brindar a las mujeres y a los hombres las mismas oportunidades, condiciones y formas de trato, sin dejar a un lado las particularidades de cada una(o) de ellas(os) que permitan y garanticen el acceso a los derechos que tienen como ciudadanos(as) (SEP, 2013).

Discriminación

Para efectos de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, se entenderá por esta cualquier situación que niegue o impida el acceso en igualdad a cualquier dere-cho, pero no siempre un trato diferenciado será considerado discriminación. Por ello, debe quedar claro que para efectos jurídicos la discriminación ocurre solamente cuando hay una

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conducta que demuestre distinción, exclusión o restricción a causa de alguna característica propia de la persona, que tenga como consecuencia anular o impedir el ejercicio de un derecho (Conapred, 2014).

Orientación sexual

La orientación sexual es una atracción emocional, romántica, sexual o afectiva duradera hacia otros. Se distingue fácilmente de otros componentes de la sexualidad que incluyen sexo bio-lógico, identidad sexual (el sentido psicológico de ser hombre o mujer) y el rol social del sexo (respeto de las normas cultura-les de conducta femenina y masculina). La orientación sexual existe a lo largo del continuo que va desde la heterosexualidad exclusiva hasta la homosexualidad exclusiva e incluye diversas formas de bisexualidad. Las personas bisexuales pueden ex-perimentar una atracción sexual, emocional y afectiva hacia personas de su mismo sexo y del sexo opuesto. A las personas con una orientación homosexual se las denomina a veces gay (tanto hombres como mujeres) o lesbianas (solo a las mujeres). La orientación sexual es diferente de la conducta sexual porque se refiere a los sentimientos y al concepto de uno mismo. Las personas pueden o no expresar su orientación sexual en sus conductas (American Psychological Association, 2014).

Violencia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la violen-cia como “el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (OMS, 2002).

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Violencia de género

Según el artículo primero de la Declaración sobre la Elimina-ción de la Violencia contra la Mujer (Naciones Unidas, 1994), violencia de género es “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada” (ONU, 2010).

De acuerdo a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), estas son las clasificaciones de los tipos de violencia (Inmujeres, 2009):Violenciafísica.- Golpes, fracturas, torceduras, cachetadas,

empujones, daños en el cuerpo. Estos son algunos ejem-plos de daños intencionales sobre el cuerpo de una mujer y forman parte de la violencia.

La LGAMVLV la define como: “Cualquier acto que inflige daño no accidental, usando la fuerza física o algún tipo de arma u objeto que pueda provocar o no lesiones, ya sean internas, externas o ambas” (art. 6, fracción II).

Violenciapsicológica.- “Calladita te ves más bonita”, “Mujer al volante, peligro constante”, “Eres una tonta”, “No sirves para nada”, “Tenías que ser mujer”. Estas son frases que las mujeres escuchan en algún momento de su vida y que forman parte de la violencia psicológica.

La LGAMVLV la define como: “Cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indife-rencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales

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conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio” (art. 6, fracción I).

Violencia patrimonial.- “Quitarte tu dinero, romper, esconder, robar o vender sin tu permiso tus objetos de valor (tu televisión, tu radio, tus aretes, etc.), así como tus docu-mentos personales (acta de nacimiento, pasaporte, cartilla de seguro social, etc.) y de bienes (escrituras, becas de estudio o apoyos económicos, pensión, etc.)”. La violencia patrimonial afecta tus recursos necesarios para satisfacer tus necesidades, estos son solo algunos ejemplos.

La LGAMVLV la define como: “Cualquier acto u omisión que afecta la supervivencia de la víctima. Se manifiesta en: la transformación, sustracción, destrucción, retención o distracción de objetos, documentos personales, bienes y valores; de derechos patrimoniales o recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades. Puede abarcar los daños a los bienes comunes o propios de la víctima” (art. 6, fracción III).

Violencia económica.- Estos son algunos ejemplos de la vio-lencia económica que pueden vivir las mujeres: no aportar dinero intencionalmente para atender las necesidades (salud, educación, alimentación) de las y los hijos me-nores de edad, las tuyas, así como la manutención de la casa (agua, luz, gas, etc.), no dejarte trabajar, controlar el ingreso familiar, recibir un salario menor en comparación con los hombres por un igual trabajo.

La LGAMVLV la define como: “Toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así

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como la percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro laboral” (art. 6, fracción IV).

Violencia sexual.- La violencia sexual influye de manera ne-gativa en todas las áreas de la vida y limita tus derechos sexuales. Estos son algunos ejemplos de la violencia sexual que pueden vivir las mujeres: tocamientos; insinuaciones; acercamientos no deseados; la introducción forzada y sin tu consentimiento del pene, dedos o algún otro objeto, por cualquier persona o tu pareja; limitarte, negarte o imponerte la anticoncepción o el embarazo; infectarte intencionalmente de una enfermedad de transmisión se-xual. También se considera como violencia sexual la pros-titución forzada, la trata de personas con fines sexuales, la mutilación genital (infibulación), así como las revisiones forzadas para “asegurar” la virginidad, el no embarazo y/o la fidelidad.

La LGAMVLV la define como: “Cualquier acto que de-grada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto” (art. 6, fracción V).

Metodología

Lugar y tiempo

El trabajo se llevó a cabo en las 15 unidades académicas de la Universidad Autónoma de Chihuahua, 12 situadas en la ciu-dad de Chihuahua, las otras tres en Delicias, Parral y Ciudad Juárez, respectivamente. El trabajo inició en el mes de enero y concluyó en el mes de agosto del 2014.

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Diseño

El diseño de la investigación fue no experimental transeccio-nal descriptivo. No hubo manipulación de variables, se llevó a cabo en periodo determinado y se orientó a la descripción de la variable en estudio.

Población, unidad de análisis y marco muestral

La población de interés y la unidad de análisis fueron las y los trabajadores administrativos, las y los estudiantes de li-cenciatura y posgrado y el personal docente de cada una de las 15 unidades académicas de la Universidad Autónoma de Chihuahua. El marco muestral se obtuvo de la base de datos del Departamento de Recursos Humanos de la UACH.

Variable e indicadores

Las variables evaluadas fueron equidad y violencia de género. En el caso de violencia, se evaluó bajo cinco tipos de violen-cia, que fueron: psicológica, económica, patrimonial, física y sexual. Los contextos o ámbitos que se consideraron para esta medición fueron: comunitario, institucional, laboral docente, familiar y general.

Tipo, tamaño y selección de la muestra

El muestreo, el tamaño y la selección de la muestra se llevaron a cabo de la siguiente manera: en primer lugar, la población objetivo se integró de tres componentes: las y los estudiantes universitarios, de licenciatura y posgrado que al menos hayan cursado el primer semestre; las y los maestros universitarios y el personal administrativo que haya tenido al menos una anti-güedad de tres años al momento de la ejecución del estudio.

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Para cada una de las poblaciones objetivo se consideró un muestreo probabilístico aleatorio simple. Se realizó la estratifi-cación de cada componente considerando el sexo. El tamaño de muestra de cada unidad académica o departamento de-pendió de su tamaño poblacional y este fue proporcional a la muestra de cada subpoblación. Para calcular el tamaño de la muestra se consideró la siguiente fórmula:

Z2 p q Nn = ——————

N E2 + Z2 p q

Donde:n es el tamaño de la muestra.Z es el nivel de confianza.p es la variabilidad positiva.q es la variabilidad negativa.N es el tamaño de la población.E es la precisión o el error.Para obtener el tamaño de muestra se consideró un mues-

treo probabilístico estratificado por sexo, es decir, se aplicó un muestreo aleatorio simple independiente por cada estrato. Aplicando la fórmula se tienen los resultados observados en los cuadros 1, 2, 3 y 4.

Instrumento de medición

El instrumento de medición utilizado fue el Cuestionario de Comportamientos, Actitudes y Pensamientos hacia la Equidad y Violencia de Género (CCAPHEyVG).

El cuestionario que se aplicó abarca la violencia (por tipo y ámbito, según la caracteriza la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de México) que han sufrido las mujeres.

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Para efectos de esta investigación el estadístico evaluado fue la frecuencia, que permitió evaluar las variables de la in-vestigación. El estadístico de frecuencia es el más elemental, mide la proporción de mujeres que han sufrido, por lo menos una vez, alguna forma de violencia.

La aplicación de este instrumento se realizó con el apoyo de los investigadores involucrados en el proyecto, los cuales coordinaron a aplicadores del Instituto Municipal de la Mu-jer, del Centro de Intervención en Crisis Alma Calma, A.C., de la Comunidad Lésbico-Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Transgénero e Intersexual (LGBTTTI) y a psicólogos de la UACH, capacitados previamente. A cada uno de ellos se le asignó una o más facultades, en función del tamaño de estas. Se solicitó el apoyo de las autoridades de cada Unidad Académica para la aplicación del instrumento de medición. El tiempo de apli-cación y recuperación de cuestionarios varió entre unidades académicas. Esta actividad se llevó a cabo a principios del año 2014.

Los reactivos, ítems o preguntas del cuestionario se agrupan en cinco tipos de violencia: psicológica, económica, patrimonial, física y sexual. Estos mismos fueron evaluados en cuatro ámbitos o contextos: comunitario, institucional, laboral docente y familiar. Por otra parte, cada ítem ofreció cuatro posibilidades de respuesta: 1. Sí; 2. A veces; 3. Rara vez, y 4. No. El significado de cada opción de respuesta estuvo en función de cada ítem.

Análisis de la información

El análisis de esta medición y de esta etapa fue descriptivo. Se utilizó la frecuencia como indicador del grado de violencia que han sufrido las mujeres en los cuatro ámbitos evaluados

49

y dentro de cada uno de los grupos de participantes medidos; por lo tanto, el análisis fue descriptivo y los resultados se ma-nejaron a través de gráficas por cada grupo evaluado.

50

51

Capítulo II.Presentación de resultados

a) Generación de indicadores básicos

Una vez concluido el procesamiento básico de la informa-ción se procedió a realizar la construcción de indicadores de violencia. Es importante destacar que solo se han elaborado algunos estadísticos básicos, que permitieron elaborar cálcu-los y procesamientos elementales derivados de su aplicación, quedando abiertas importantes líneas de trabajo, análisis y procesamiento de la información que seguramente serán desarrolladas en el futuro.

El cuestionario que se aplicó abarca la violencia (por tipo y ámbito, según la caracteriza la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de México) que han sufrido las mujeres.

Para efectos de esta investigación, el estadístico que se utilizó para la presentación de resultados fue la frecuencia relativa y porcentajes, que permitió valorar o describir el nivel de violencia y tipo de violencia en el ámbito universitario se-gún la percepción de los participantes (estudiantes, docentes y trabajadores administrativos). El estadístico de frecuencia es el más elemental, mide la proporción de mujeres que han sufrido, por lo menos una vez, alguna forma de violencia. Es

52

útil en estudios comparativos y es un claro indicio de los tipos de violencia más extendidos, asimismo permite situar en cuá-les ámbitos se producen, sin embargo al momento de hacer agrupamientos tiene el inconveniente de que no considera la intensidad con que los hechos violentos se le presentan a cada mujer, ni la gravedad atribuible a ellos, de modo que se contabiliza por igual un empujón o zarandeo que una agresión con arma de fuego, cuando la diferencia es claramente distinta, no equiparable. Ello puede inducir sesgos en la interpretación de los datos, pues pueden aparecer como víctimas de violencia mujeres que refieren que en el último año fueron humilladas o criticadas en público por parte de algún hombre, por lo cual es un indicador que debe ser utilizado con la pertinencia y cuidado debidos.

Para facilitar la comprensión de la manera en que se presentaron los resultados es conveniente recordar que los ítems del cuestionario se agrupan en cinco tipos de violencia: psicológica, económica, patrimonial, física y sexual; los cuales pueden producirse en cuatro ámbitos: a. comunitario; b. insti-tucional; c. laboral docente, y d. familiar. Por otra parte, cada ítem ofrecía cuatro posibilidades de respuesta: 1. Sí; 2. A veces; 3. Rara vez, y 4. No, cuyo significado variaba según el ítem.

La primera parte del cuestionario incluyó alguna infor-mación sociodemográfica del participante y también algunas preguntas de conocimiento general acerca de la violencia de género.

53

b) Resultado de los indicadoresde violencia de género

A continuación se presentan los estadísticos de violencia de género construidos a partir de los resultados de la encuesta de Comportamientos, Actitudes y Pensamientos hacia la Equi-dad y Violencia de Género (CCAPHEyVG), estos son dados de acuerdo a la estructura del cuestionario.

Datos sociodemográficos de la población entrevistada

La población incluida en la encuesta CCAPHEyVG está com-puesta por representantes de todos los actores universitarios: personal administrativo, docentes y estudiantes. Las respues-tas permitieron conocer algunos datos sociodemográficos muy interesantes, que son mostrados en la tabla 1.

Como se puede observar en la tabla 1, la edad promedio de las mujeres administrativas es de cuarenta años, la anti-güedad es de 10 años; para los hombres administrativos la edad promedio fue de 41 años y la antigüedad de 8 años; las Facultades de Economía Internacional, Filosofía y Letras y Cien-cias Agrícolas y Forestales se destacan por ser las que cuenta con las trabajadoras(es) de más edad; en lo que a antigüedad de las mujeres se refiere las Facultades que contaron con mayor permanencia fueron Economía Internacional, Ciencias Agrícolas y Forestales y Enfermería y Nutriología; en el caso de los hombres las Facultades con mayor permanencia de los trabajadores fueron Economía Internacional, Artes y Ciencias Químicas.

En la tabla 2 se observan la edad y antigüedad de los do-centes; para las maestras que participaron la edad promedio fue de 42 años y la antigüedad de 11 años; para los maestros

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56

el resultado fue un poco superior, ya que la edad promedio fue de 47 años y la antigüedad fue de 12 años.

Las maestras de mayor edad, como se puede observar en la tabla 2, se concentraron en las Facultades de Contaduría y Administración, Ciencias Políticas y Sociales y Artes; en los maestros las Facultades que destacaron por tener más edad en promedio fueron Contaduría y Administración, Ciencias Agrícolas y Forestales y Derecho.

Las maestras con más trayectoria y antigüedad se ubicaron en las facultades de Ciencias Agrícolas y Forestales, Contaduría y Administración y Ciencias Químicas; los maestros se con-centraron en las Facultades de Contaduría y Administración, Zootecnia y Ecología y Ciencias Agrícolas y Forestales.

Con relación a los y las estudiantes de licenciatura, la información obtenida arrojó que la edad promedio de los y las estudiantes de licenciatura fue de 25 años; la calificación promedio de las estudiantes fue de 9 para las estudiantes y de 8 para los estudiantes. En todas las Facultades, en las licencia-turas las estudiantes tuvieron un promedio superior (excepto en Artes). En el caso del posgrado el comportamiento fue muy similar, solo que en algunos posgrados, como el de Derecho, Enfermería y Nutriología y Zootecnia y Ecología, el promedio de los hombres fue superior al de las mujeres.

En la gráfica 1 se puede observar el estado civil de las y los trabajadores administrativos; como se muestra, un poco me-nos de la mitad de las trabajadoras está casada (48%), mientras que el 63% de los trabajadores están legalmente unidos; en ambos casos un cuarto de esta población universitaria perma-nece soltera; un poco más del doble del porcentaje de mujeres está divorciada con respecto a los divorciados hombres.

En la gráfica 2 se plasma el estado civil de los docentes participantes. En esta gráfica es visible, entre otras cosas, que

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son más los hombres que permanecen casados (72%) que las mujeres (56%), así como también son más las mujeres solteras (25%) y divorciadas (12%) con respecto a los hombres. Este resultado es congruente con lo que sucede en el norte de Mé-xico, donde hay un incremento de las disoluciones voluntarias del matrimonio, relacionadas con variables como mayor nivel de urbanización, la edad de la mujer a la primera unión y la escolaridad femenina. Es de esperarse que este fenómeno se conforme dado el alto nivel académico de las maestras de la institución analizada (Palomar, 2005).

En la gráfica 3 se muestra el estado civil de las y los es-tudiantes que participaron en la encuesta; como se puede observar, en su gran mayoría los y las estudiantes permanecen solteros, el 4% de las estudiantes han estado unidas o son divorciadas, mientras que solo se observa que el 2% de los estudiantes han tenido esas condiciones; el 3% de las y los estudiantes viven en unión libre.

Es importante destacar que la institución despliega un gran esfuerzo por proporcionar becas a los estudiantes, dadas sus características de ser una institución pública; por mencionar un ejemplo, en el ciclo escolar 2012-2013 se otorgaron más de 81 millones de pesos en becas y condonaciones, de esa canti-dad, 25’179,840 pesos correspondieron a becas del Programa Nacional de Becas para la Educación Superior (Pronabes). Se puede destacar en la gráfica 4 que el 47% de las mujeres cuenta con una beca; en lo que se refiere a los hombres, 34% hace uso de ese beneficio. El 28% de las becas provienen de Pronabes, siendo de igual forma las mujeres las más beneficiadas (17%) en el programa.

La media nacional de cobertura en el nivel de educación superior es apenas mayor al 25%, es decir, uno de cada cuatro mexicanos en edad de asistir a la universidad lo puede hacer. En

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México el principal reto de ese nivel educativo es el incremento de la matrícula, pero los apoyos presupuestales son “insuficien-tes” para tal objetivo (Olivares, 2009). Aunado a lo anterior, los jóvenes que logran ingresar a una universidad enfrentan el desafío de un nivel socioeconómico que en ocasiones no les permite solamente estudiar, sino que es necesario también trabajar, esto provoca problemas de reprobación y deserción.

Como se puede observar en la gráfica 5, el 49% de las mu-jeres que estudian en la institución trabajan, de las cuales el 40% manifestó que siente que este hecho las afecta académi-camente; en cuanto a los hombres, el 57% de los entrevistados manifestó que trabaja, y de ellos el 42% manifestó que tener que hacerlo le afecta académicamente.

Datos generales sobre el conocimiento,comportamientos, actitudes y pensamientos hacia laequidad y violencia de género en el ámbito universitario

Uno de los mayores desafíos que enfrentan las instituciones de educación superior es crear universidades fuertemente asen-tadas sobre principios de derechos humanos que aseguren el cumplimiento de sus funciones sustantivas, la gobernabilidad democrática y un desarrollo sustentable. En este contexto, para la Universidad Autónoma de Chihuahua es muy importante reafirmar institucionalmente la determinación de apoyar todos los esfuerzos encaminados al respeto de los derechos huma-nos y las libertades fundamentales, así como el respeto de la igualdad de derechos de todos, sin distinciones por motivo de raza, sexo, idioma o religión, y alcanzar el compromiso de todos los actores universitarios de promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer como medio eficaz para estimular un desarrollo verdaderamente sostenible. De aquí que es muy importante transparentar los paradigmas genera-

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les que subyacen en la cultura institucional hacia la equidad de género. A continuación se muestran algunos de los datos generales que servirán como punto de partida para generar acciones correctivas.

El desconocimiento de la normatividad en materia de equidad de género, así como de las guías generales de qué hacer y a quién acudir en caso de algún incidente de violencia, es uno de los principales obstáculos a vencer cuando se tiene la intención de adquirir el enfoque de género. Los resultados de la percepción que los participantes en la encuesta tienen de sus conocimientos en materia de normatividad en género son presentados en la tabla 4.

Como se puede observar en la tabla 4, en conocimiento de la ley, solo el 23% de las y los administrativos la conoce, el 77% restante la desconoce; en relación con los docentes, el solamente 29% conoce la ley, esta es un área de oportunidad interesante, ya que los académicos son los agentes de cambio institucionales y el nivel de desconocimiento no permite en este caso generarlo; por supuesto que el nivel de conocimiento de la ley de los y las estudiantes es del 26%, lo que permite inferir que hay mucho que hacer en materia de entrenamiento.

El conocimiento de la instancia encargada de dirigir la po-lítica pública en materia de igualdad entre hombres y mujeres no fue mejor, solamente el 40% del personal administrativo, el 48% de los docentes y el 34% de los estudiantes fueron capaces de identificar este organismo.

Con relación a si hay conocimiento de qué hacer en caso de algún incidente de violencia el resultado fue más alentador, ya que el 69% de las y los administrativos, el 74% de los docentes y 68% de los y las estudiantes expresaron que efectivamente sabían cuál era el protocolo existente. En la gráfica 6 se puede observar un resumen por estratos; se aprecia que los docentes,

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como era de esperarse, son los que más conocimiento tienen de la normatividad. Es necesario destacar que los maestros tienen más información del tema incluso que las maestras.

Es destacable que dentro de los estratos de administrati-vos y estudiantes las mujeres son las que más conocen de la normatividad; los estudiantes son los que más información necesitan acerca de la equidad de género.

Una de las preocupaciones en general de los investigadores de la presente es si en Chihuahua se respetan los derechos de las mujeres. La percepción de los representantes de la comu-nidad universitaria está plasmada en la gráfica 7.

La quinta parte de las participantes opinaron que “sí” son respetados sus derechos, el resto opinó que “a veces”, “rara vez” y que “no”; las estudiantes son las que menos perciben que no son respetados sus derechos; mientras tanto entre los hombres un poco más de un tercio de la población percibe que sí son respetados los derechos de las mujeres, las otras dos terceras partes respondieron que “a veces”, “rara vez” y que “no”; de nuevo los estudiantes fueron los que menos perci-bieron que no. Esto coincide con lo que sucede en general en México, así como en la mayoría de los países de Latinoamérica: no se respetan los derechos humanos de las mujeres pese que hay leyes para garantizarlos, ni existe un empoderamiento real de la mujer. La violencia generalizada ha hecho que México se encuentre entre uno de los peores países del G20 para ser mujer (Romero, 2013).

Algunos estereotipos y roles de género que prevalecen en la sociedad de nuestro país fueron investigados en el presente diagnóstico, y premisas como las que son mostradas en los gráficos siguientes fueron planteadas a los participantes; las respuestas a estos cuestionamientos son plasmadas en las gráficas de la 8 a la 13.

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Una de los grandes dilemas de nuestro tiempo es que, a pesar de que las mujeres se han incorporado al mercado laboral, continúan haciéndose cargo de casi todas las tareas del hogar, con poca participación de los hombres.

Como se puede observar en la gráfica 8, en promedio una de cada dos mujeres piensa que las mujeres “no” deben ocuparse de las tareas del hogar independientemente de si trabajan, el 46% de los hombres piensa lo mismo; el pensa-miento prevaleciente es que las mujeres, por su naturaleza, son mejores en este tipo de tareas como cuidar a los hijos, la limpieza, el lavado de platos, la lavandería, el planchado, la cocina. Afortunadamente cada vez hay más hombres que par-ticipan en las tareas domésticas tradicionalmente femeninas (Inmujeres, 2007). Los resultados evidencian que más de la mitad de los hombres encuestados (53%) considera que “sí” o “a veces” la mujer debe ocuparse de las tareas del hogar in-dependientemente de si trabaja, y casi la mitad de las mujeres (45%) también lo considera así.

Durante siglos, en la cultura mexicana se han construido (igual que en otros contextos) estereotipos masculinos que caracterizan a los hombres como proveedores del hogar, jefes de familia y, en cierta medida, los que toman las decisiones. Explorando este estereotipo se cuestionó a los universitarios si el hombre debe ser el único responsable de mantener el hogar; los resultados son plasmados en la gráfica 9.

Como se puede observar, el estereotipo está cambiando, sobre todo en las mujeres, ya que 4 de cada 5 piensan que “no”; con respecto a los hombres, 3 de cada 4 asumen lo mismo. Solo el 5% de las mujeres y el 7% de los hombres participantes consideraron que los hombres deben tomar la responsabilidad completa de mantener el hogar.

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Al interior del hogar la división de tareas entre mujeres y hombres es altamente diferenciada; es en este espacio donde se vislumbran claramente los roles de género construidos por nuestra cultura a lo largo de la historia y que se reproducen socialmente día con día. Algunos de estos estereotipos confi-nan a la mujer en el papel de ama de casa y al hombre en el de proveedor, división que reduce a la mujer al ámbito privado y deja al varón el dominio del ámbito público, de lo cual se desprenden algunas limitaciones en oportunidades, que se reflejan en la preparación y participación de las mujeres. Al preguntar a los encuestados si a las mujeres por lo general las labores del hogar y compromisos familiares no les permiten continuar con el siguiente nivel de estudios profesionales, la percepción de las mujeres participantes fue del 72% que “sí” o “a veces”, mientras que 70% de los hombres opinó igual. Esto se puede observar en la gráfica 10.

Es destacable cómo la percepción de los participantes confirma la creencia de que la sobrecarga de responsabilida-des que tienen las mujeres, al sumar el trabajo doméstico y el extradoméstico, limita las oportunidades de desarrollo de las mujeres. Afortunadamente, a pesar de las dificultades con respecto a la inserción de mujeres en la educación superior, esta situación ha venido cambiando con un ritmo sostenido en México, y sobre todo en términos globales, aunque todavía persisten grandes diferencias en ciertas áreas del conocimiento o carreras. Ahora bien, el cambio más acelerado en cuanto a la incorporación de las mujeres en la educación superior a nivel nacional se observa en realidad en el periodo de 1969 al año 2000, incrementándose de 17% a 50% respectivamente, a la fecha este porcentaje se ha sostenido (De Garay y Del Valle, Unamiradaa lapresenciade lasmujeresen laeducaciónsuperior en México, 2012).

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La desigualdad de ingreso entre mujeres y hombres en Mé-xico es el doble de la que prevalece en el promedio de América Latina. La diferencia en las remuneraciones por género pone en evidencia un fenómeno de discriminación y violencia hacia las mujeres (González, 2011). Es por esto que uno de los intereses de los investigadores se centró en identificar la percepción de los universitarios con respecto a los ingresos en la pareja y la repercusión que tiene el hecho de que la mujer perciba más ingreso que hombre; los resultados están plasmados en las gráficas 11, 12 y 13.

Como se puede observar en la gráfica 11, 4 de cada 5 hombres piensa que “no” necesariamente en una pareja el hombre debe ganar más dinero que la mujer, el 86% de las mujeres piensa lo mismo.

En la gráfica 12 se muestra el resultado de la pregunta si en una pareja el hombre debe ganar igual dinero que la mujer. En promedio aproximado, 1 de cada 2, tanto hombres como mujeres, opinaron que no deben ganar igual. El 44% de los hombres opina que “sí” o “a veces” deben ganar igual, mien-tras que el 46% de las mujeres opinó en este sentido.

Una cuestión interesante es: si en una pareja la mujer gana más dinero que el hombre, por lo general, ¿le pierde el respeto al hombre? La opinión de los participantes se ve reflejada en la gráfica 13. Como ahí se observa, el 61% de las mujeres piensa que “no” se pierde el respeto en el caso de que una mujer gane más que su pareja, el 45% de los hombres coincide con esto. Sin embargo, dados los estereotipos y roles asignados por género, 44% de los hombres piensa que “sí” hay un deterioro del respeto de las mujeres por su pareja en caso de que ellas ganen más dinero que su pareja, el 30% de las mujeres opinaron de esta forma.

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Lo que sí es una realidad es que en México a la mayoría de los hombres les causa conflicto ganar menos que ellas; esto tiene que ver de nuevo con los estereotipos creados, para avanzar se debe enfrentar la realidad que viven las parejas en estos tiempos modernos, en ocasiones ella ganará mucho más que él. El dilema, ¿cómo manejarlo sin que ella frene su progreso y sin que él se sienta disminuido?

La violencia contra las mujeres es el delito más silenciado en el mundo; el problema reside, según muchos analistas, en que la violencia contra la mujer está aceptada socialmente. A esto hay que añadir que las víctimas, generalmente, no de-nuncian los casos a las autoridades porque cuando lo hacen son tratadas con recelo (Romero, 2013). Una de las aristas interesantes de la presente investigación fue preguntar a la comunidad universitaria lo siguiente: una mujer, al percibir que es violentada, ¿debe acudir a la autoridad, debe de bus-car algún tipo de ayuda? Las respuestas a estas interrogantes están plasmadas en las gráficas 14 y 15.

Como se puede observar en la gráfica 14, el 95% de las mujeres administrativas y docentes opinaron que “sí” deben denunciar en caso de violencia, el 97% de las estudiantes opi-nó de esta forma; en tanto que los hombres administrativos y docentes concluyeron que es necesario que ellas denuncien cualquier evento de violencia, mientras que el 95% de los estudiantes que participaron estuvieron de acuerdo con esto.

En la gráfica 15 se puede destacar que, ante el cuestiona-miento de si la mujer debe buscar apoyo ante un evento de violencia de género, el 94% de las administrativas, el 96% de las maestras y el 97% de las estudiantes estuvieron de acuerdo en que la mujer debe buscar apoyo en caso de alguna agresión de cualquier tipo de su marido o pareja; en lo que respecta a los hombres universitarios, el 90% de los administrativos, el

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93% de los docentes y el 92% de los estudiantes estuvieron de acuerdo en que la mujer debe buscar apoyo.

Después de observar los resultados, la pregunta es: ¿por qué en la realidad ni se denuncia ni se busca apoyo? La res-puesta pudiera ser que los delitos de violencia contra las mujeres se cometen, en la mayoría de los casos, al interior del hogar, en un espacio cerrado, sin testigos. Esta percepción dota de cierta complejidad el tratamiento de los casos de violencia contra las mujeres y obstaculiza el levantamiento de demandas por parte de las víctimas, aunado a la realidad cultural que permea a los impartidores de justicia y sus administrativos, quienes muchas veces cuestionan la veracidad de la demanda o piensan que la mujer provoca la violencia o es merecedora de ella. En otros casos, sobre todo si se trata de delitos sexua-les, la vergüenza se convierte en obstáculo, pues la denuncia se hace en espacios públicos y no hay ninguna sensibilidad ni conocimiento para tratar estos casos. Otro obstáculo lo cons-tituye el riesgo que pueden correr al denunciar, si se trata de violencia familiar, pues el demandado puede ejercer represa-lias (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, Conavim, 2012).

Otro aspecto que se trabajó por medio de esta encuesta a los universitarios fue el grado de libertad personal de las mu-jeres, en donde se encontraron también datos significativos, por ejemplo, pedir permiso al esposo o la pareja para hacer determinadas actividades relacionadas con su independencia, como visitar a la familia, a las amistades y salir de día o de noche. Los resultados pueden ser observados en las gráficas 16 y 17.

Como se puede observar en la gráfica 16, el promedio de las mujeres que consideraron que una mujer no debe pedir permiso para salir de día fue de 53%, en contraste, el 60% de

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los hombres lo consideró de esta forma. El 43% de las mujeres consideró que “sí” y que “a veces” era necesario que las muje-res pidieran permiso para salir de día, el 32% de los hombres opinó de igual forma.

A la pregunta específica de si las mujeres deben de pedir permiso a su esposo o pareja o a algún familiar para salir solas de noche, las mujeres universitarias que consideraron que “no” fueron el 29%, los hombres fueron el 34%; las mujeres que consideraron que “sí” o “a veces” fueron el 64%, y los hombres que opinaron de esta manera fueron el 67%.

En la gráfica 17 se puede observar otro aspecto que tiene que ver con la libertad de las mujeres, esta vez para visitar a sus amigos y familiares. La percepción de las mujeres univer-sitarias en promedio de 64%, al igual que los hombres que participaron, es que las mujeres “no” deben de pedir permiso para visitar a su familia. El promedio de las mujeres que con-sideraron que “sí” o “a veces” fue de 30%, mientras que en el caso de los hombres fue de 28%. A la pregunta que tiene que ver con los amigos, el 70% de las mujeres consideró que “no” deberían de pedir permiso; por su lado, el 74% de los hombres consideró lo mismo. Las mujeres que consideraron que “sí” o “a veces” deben de pedir permiso para visitar amigos fueron el 26% de las participantes, mientras los hombres que opinaron de esta manera fueron el 20%.

Estos resultados muestran claramente que los estereotipos de género afectan en gran parte a las mujeres, quienes siguen tolerando que el esposo o la pareja, o algún familiar, manipulen en buena parte su libertad, otorgándoles el papel de autoridad.

Otro rubro que debe ser explorado en el ámbito universi-tario es cómo el dominio del hombre en la toma de decisiones puede constituir un factor importante de riesgo para una situación de violencia. De esta manera, en el instrumento

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utilizado en la presente investigación se elaboraron preguntas como las siguientes: ¿La mujer debe pedir permiso o avisar a su esposo o pareja o a algún familiar para hacer gastos, par-ticipar en actividades sociales, usar anticonceptivos o votar por un candidato específico? Las respuestas son plasmadas en las gráficas 18 y 19.

En la gráfica 18 se puede corroborar que el 74% de las mujeres consideró que “no” deben pedir permiso o avisar para hacer gastos, el 69% de los hombres consideró lo mismo. El 21% de las mujeres participantes consideraron que “sí” o “a veces” hay que pedir permiso o avisar al hacer un gasto, el 24% de los hombres consideró lo mismo. A otra pregunta cuyas respuestas se pueden observar en la gráfica 18, “¿La mujer debe pedir permiso o avisar para participar en activida-des sociales?”, el 74% de las mujeres y el 71% de los hombres consideraron que “no”.

Los resultados desplegados en la gráfica 19 sumarizan las respuestas a dos preguntas concretas: “¿Las mujeres deben pedir permiso o avisar a su esposo o pareja, o a algún familiar para decidir por quién votar?”, lo mismo para usar anticoncep-tivos. En el primer caso la mayoría de las mujeres (el 95%) y de los hombres (el 93%) consideraron que “no”, en la segunda pregunta que se refiere al uso de los anticonceptivos, 64% de las mujeres y 66% de los hombres consideraron que “no”. El 30% de las mujeres y el 31% de los hombres consideraron que “sí” o “a veces” es necesario pedir permiso o avisar a la pareja sobre el tema del uso de los anticonceptivos.

A través de los resultados mostrados se puede comprobar que las normas y valores de género sitúan a la mujer en una posición subordinada en relación con el hombre, las desigual-dades de poder que prevalecen en nuestra sociedad acentúan

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la violencia de género; esto debido principalmente a que los estereotipos y roles de género están demarcados para que el hombre controle los bienes y los procesos de toma de deci-siones (Casique, 2005).

Resultado del indicador de violencia de género

En esta sección se presenta el estadístico de frecuencia de violencia de género construido a partir de los resultados de la encuesta aplicada. De acuerdo con lo descrito anteriormente, el estadístico es presentado por ámbito y tipo de violencia. Los resultados son presentados de acuerdo a la secuencia del cuestionario aplicado, en primer término se cuestionó a los participantes de la encuesta si en alguna ocasión habían sido víctimas de violencia psicológica, física, patrimonial, econó-mica o sexual por parte de su pareja, familia, compañeros, desconocidos o conocidos; las respuestas se pueden observar en la tabla 5.

En la tabla 5 se puede destacar que la pareja es la que más ejerce violencia en contra de las mujeres, ya que 13% de las participantes respondieron que “sí” han sido víctimas de algún tipo de violencia, además de que el 10% respondió que “a veces” o “rara vez”; también se puede observar que la percepción de violencia de los participantes está muy por debajo de la de las mujeres y solo 3% en promedio respondió que “sí” han sido víctimas, siendo los compañeros los que más los agreden (4%). También se puede observar que es la familia en donde las participantes perciben menos violencia en su contra, ya que el 84% de las mujeres opinó que ahí no han sido víctimas de este fenómeno.

A los y las estudiantes se les preguntó si en alguna ocasión habían sido víctimas de violencia psicológica, física, patrimo-nial, económica o sexual por parte del personal administrativo

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o docente; las percepciones de los mismos fueron plasmadas en la gráfica 20.

Como se puede apreciar en la gráfica 20, la percepción generalizada es que “no”, con porcentajes arriba del 93%. Sin embargo, nuevamente las mujeres contestaron que “sí”, “a ve-ces” o “rara vez” perciben violencia en su contra, 7% por parte de los docentes y 5% por parte del personal administrativo.

Los centros educativos, sobre todo los de educación su-perior, por lo general son espacios privilegiados de equidad e inclusión, en donde se intenta impulsar el desarrollo de los y las estudiantes, en un ambiente de mayor tolerancia, sano y sin violencia. Es por esto que en la presente investigación se exploró el entorno universitario preguntando si los y las universitarias, alguna vez, dentro de la UACH, se han sentido discriminados(as) por algunas razones específicas que se muestran en la tabla 6.

Los resultados obtenidos muestran una tendencia al res-peto y la tolerancia de acuerdo a la percepción de las y los participantes. Sin embargo, fueron nuevamente las partici-pantes las que sintieron más discriminación, sobre todo por sus costumbres o su cultura (7%), el color de su piel (6%), su religión (5%), su educación (4%) o por tener alguna discapaci-dad (4%). Los hombres, por su parte, donde percibieron más la discriminación fueron por sus costumbres y su cultura (2%) y por su religión (2%). Un dato destacable es que los y las par-ticipantes no sintieron discriminación por venir de otro lugar o por su orientación sexual. Uno de los retos de la institución es lograr la consolidación de una Universidad incluyente, con valores, socialmente responsable y con un fuerte sentido de identidad, por lo que era importante preguntar a los univer-sitarios: “¿Están dadas las condiciones para que las personas homosexuales ocupen puestos directivos, de igual manera

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Tabl

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98

que las personas heterosexuales?”, “¿Las instalaciones de mi centro de trabajo o Facultad están preparadas para atender a todos, incluso a quien pertenece a grupos vulnerables, como débiles visuales, personas de la tercera edad o discapacita-dos?”, y “¿Mis derechos de participar en la vida política de la Universidad se respetan sin distinción de sexo?” Las respuestas a estas interrogantes están reflejadas en las gráficas 21 y 22.

Como se puede observar en la gráfica 21, con respecto a la inclusión de las personas homosexuales, no existe mucha diferencia entre las respuestas de los y las participantes: las mujeres, en un promedio de 80%, opinaron que “no” está la institución preparada para que ocupen puestos directivos; por otro lado, de los hombres, el 82% respondió en el mismo sentido a la misma pregunta. El 20% de las participantes en promedio opinó que “sí”, “a veces” o “rara vez”, mientras que el 18% de los participantes contestaron de esta forma; como se puede ver, aún y cuando los y las participantes opinaron que en la UACH “no” existe discriminación por la orientación sexual, aún persisten ciertas reservas para que las personas homosexuales ocupen puestos directivos.

Como se puede apreciar en la gráfica 22, la gran mayoría de las y los participantes (arriba del 93%) opinaron que “no” se respetan sus derechos a participar en la vida política de la UACH, por lo que hay que trabajar continuamente para cons-truir una institución democrática.

Como ya se había mencionado, el estadístico de frecuencia es el más elemental, mide la proporción de mujeres que han sufrido, por lo menos una vez, alguna forma de violencia. Es útil en estudios comparativos y es un claro indicio de los tipos de violencia más extendidos, asimismo permite situar en cuáles ámbitos se producen; en las tablas 7, 8, 9 y 10 se presentan los resultados obtenidos en la UACH.

99

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dos.

101

En la violencia psicológica se encontró lo siguiente:En el ámbito comunitario se investigó solo la violencia

psicológica y física. En la primera de ellas se preguntó a los y las universitarias si los hombres eran mejores líderes políticos que las mujeres; 70% de ellas respondió que “no”, sin embargo, una de cada tres respondió que “sí”, “a veces” o “rara vez”; de los participantes, 49% consideró que “no” y uno de cada dos respondió que “sí”, “a veces” o “rara vez”.

En lo que se refiere a violencia física se realizaron los si-guientes hallazgos:

Llama la atención que alrededor del 80% de los y las partici-pantes consideró que el gobierno debe de intervenir cuando un marido maltrata a su mujer, mientras que alrededor del 18% de las y los participantes consideraron que no. Muy significativo es el hecho de que algunas participantes (6%) consideraran que “sí”, “a veces” o “rara vez” es justificable que se le pegue a la mujer, mientras que 10% de los participantes opinaron de esta manera. La percepción generalizada (“sí”, “a veces” o “rara vez”) de las y los participantes es que en Chihuahua las personas le pegan a las mujeres, los hombres en 87% y las universitarias en 92%, evidenciando la percepción de que se tiene un entorno altamente violento en contra de las mujeres.

En el ámbito familiar se investigaron los cinco tipos de violencia: psicológica, física, patrimonial, económica y sexual.

En la violencia psicológica se encontró lo siguiente:Se preguntó a los y las universitarias si sienten que su

pareja las está controlando continuamente; 72% de ellas res-pondió que “no”; sin embargo, el resto respondió que “sí”, “a veces” o “rara vez”; esto significa que el 28% del total de las mujeres encuestadas ha percibido que por lo menos alguna vez ha sido controlada por su pareja. Es relevante destacar que 80% de los y las universitarias manifiesta que su pareja

102

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105

no la acusa constantemente de infidelidad; sin embargo, 18% de las mujeres perciben que “sí”, “a veces” o “rara vez”, mien-tras que 21% de los hombres perciben lo mismo, destacando que son más los hombres acusados por sus parejas por esta razón. En el caso de si se ha perdido contacto con amigas/os, familiares, compañeras/os de trabajo para evitar que su pareja se moleste, es destacable que en general 30% de las mujeres universitarias por lo menos alguna vez ha vivido esta situa-ción, no siendo tan diferente el resultado de los hombres, el cual es de 29%. Dentro de una pareja, la violencia psicológica incluye una gran variedad de conductas que el agresor ejerce a través del tiempo, logrando el dominio sobre la persona y la relación, tal es el caso de las críticas y humillaciones en público. Respecto a esta afirmación, en promedio son más las mujeres universitarias (18%) que “sí”, “a veces” o “rara vez” se han enfrentado a este tipo de violencia, mientras que 10% de los hombres percibe lo mismo. En general, 86% de los y las universitarias no se han enfrentado con esta situación. Otro signo de este tipo de violencia son los cambios bruscos de ánimo o comportamiento distinto de la pareja en público o privado; en promedio 76% de los y las universitarias no han percibido esta situación, mientras que en promedio 24% de las mujeres “sí”, “a veces” o “rara vez” lo han vivido; 25% de los hombres opinaron lo mismo.

Respecto a la violencia física en el ámbito familiar se pre-guntó: “Cuando su pareja se ha enojado con usted, ¿él(ella) puede haber incurrido en una o varias de las siguientes situa-ciones: le empujó, zarandeó o jaloneó, le torció el brazo, le pegó con la mano o el puño, le pateó, le golpeó con un palo o cinturón o algún objeto doméstico, le quemó con cigarro o alguna otra sustancia, le trató de ahorcar o asfixiar, le agredió con una navaja, cuchillo o machete, o le disparó con alguna

106

pistola o rifle?” En promedio, el 95% de los y las universitarias “no” han sufrido este tipo de violencia por parte de su pareja.

Es importante destacar que, según la Organización Mun-dial de la Salud (OMS), la gravedad de los actos de violencia física se clasificó en función de las probabilidades de que cau-sara lesiones. La bofetada y el empujón se definieron como violencia moderada. Ser golpeada con el pie, arrastrada o amenazada con un arma, o la utilización de un arma contra la mujer se definió como violencia grave. Según esta definición, 20% de mujeres universitarias alguna vez han sido víctimas de violencia física moderada respecto a empujones o jaloneos, siendo de 1% la incidencia en hombres; mientras que los y las universitarias (8% respectivamente), han sido golpeadas(os) con la mano o el puño o en ocasiones les han torcido el brazo; es importante destacar que la incidencia más alta se encuentra entre las mujeres administrativas y estudiantes universitarias. Por otra parte, de acuerdo a esta definición como violencia grave se tiene que 2% de las mujeres universitarias han su-frido este tipo de violencia, respondiendo “sí”, “a veces” o “rara vez” a las diferentes situaciones. De los hombres, 1% respondió lo mismo.

Respecto a la violencia patrimonial, estos fueron los ha-llazgos:

En el ámbito familiar se preguntó específicamente si han sentido que su pareja ha controlado sus bienes materiales (objetos, documentos o propiedades) o ha amenazado con hacerlo alguna vez. En promedio, 82% de los y las universi-tarias respondieron que “no” han sido víctimas de este tipo de violencia. Sin embargo, 18% de las mujeres respondió que “sí”, “a veces” o “rara vez” han percibido control por parte de su pareja de sus bienes patrimoniales; el 17% de los hombres opinaron lo mismo.

107

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Con referencia a la violencia económica en el ámbito familiar se preguntó: “¿He sentido que mi pareja en alguna ocasión me ha reducido la cantidad asignada para los gastos del hogar como forma de castigo o no se hace cargo de ellos? (luz, agua, gas, vivienda, despensa)”, “¿Mi pareja en alguna ocasión ha controlado mis propios ingresos económicos?”, y “¿Mi pareja se ha gastado intencionalmente el dinero asigna-do para algo determinado, dejándome la responsabilidad de conseguir la cantidad a mí?” 79% de las mujeres universitarias respondieron que “no”, mientras que de los hombres 82% “no” han sido víctimas de este tipo de violencia. Cabe destacar que 21% de las mujeres por lo menos alguna vez han sentido algún tipo de control por parte de sus parejas respecto al aspecto económico, al igual que 18% de los hombres universitarios.

En cuanto a la violencia sexual en el ámbito familiar se preguntó: “¿Ha vivido alguna de las siguientes situaciones en el hogar: contacto físico, presión para tener relaciones sexuales, si su pareja le ha obligado a hacer actos que le avergüencen o causen dolor, acoso sexual, violación o miradas morbosas o gestos sugestivos que le incomoden?” En este sentido, 90% de las mujeres contestaron que “no” han sido víctimas de este tipo de violencia, mientras que 96% de los hombres contestaron lo mismo. Sin embargo, 10% de las mujeres encuestadas por lo menos alguna vez se han enfrentado a algún tipo de violencia sexual, siendo la incidencia más alta en las mujeres adminis-trativas, seguida de las docentes y finalmente las estudiantes. En el caso de los hombres, solamente 4% respondió “sí”, “a veces” o “rara vez” a estas situaciones, siendo los resultados muy similares entre administrativos, docentes y estudiantes.

En un análisis reciente hecho por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigaciones Médicas, basado

116

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117

en los datos de más de 80 países, 35% de las mujeres han su-frido violencia física o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por terceros.

La mayor parte de esta violencia corresponde a la ejercida por la pareja. A nivel mundial, cerca de un tercio (30%) de las mujeres que han tenido una relación de pareja han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja. En algunas regiones la cifra es mucho mayor. El 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por la pareja.

La violencia de pareja y la violencia sexual son perpetra-das en su mayoría por hombres contra mujeres y niñas. El abuso sexual infantil afecta a niños y niñas. En los estudios internacionales realizados, aproximadamente el 20% de las mujeres y entre el 5% y el 10% de los hombres refieren haber sido víctimas de violencia sexual en la infancia. La violencia entre los jóvenes, que incluye también la violencia de pareja, es otro gran problema.

En el ámbito institucional se investigaron tres tipos de violencia: psicológica, económica y patrimonial.

Para el tipo de violencia psicológica se preguntó si consid-eraban que en la institución había un buen ambiente de tra-bajo; se encontró que 70% de los y las universitarias perciben que “sí” y “a veces”, el resto (30%) opina que “no” o “rara vez”, siendo esta percepción más alta en administrativos y docentes. Sin embargo, en promedio, 50% de las mujeres percibe que “no”, “a veces” o “rara vez” trabajan o estudian en un buen ambiente institucional, en tanto que de los hombres, el 43% percibe lo mismo. Respecto a la pregunta: “¿Recibo un trato igual al de mi compañera/o independientemente de la posición que tengo en la institución?”, 44% de las mujeres opina que “no”, “a veces” o “rara vez”; en cuanto a los hombres, 35%

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123

opina lo mismo. En promedio, más hombres (65%) que mujeres (56%) perciben un trato igualitario respecto a sus compañeros. Cabe destacar que el mayor porcentaje de percepción de igual-dad de trato se encuentra entre los hombres docentes, con el 72%, a diferencia del 53% de las mujeres docentes.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que millones de personas son víctimas de la discriminación en el mundo del trabajo. Esto viola derechos humanos fundamen-tales y además tiene profundas consecuencias económicas y sociales. La discriminación sofoca las oportunidades, desper-dicia un talento humano que es necesario para el progreso y acentúa las tensiones y desigualdades sociales.

Según la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), una de las formas más sutiles de ejercer la discriminación es a través de la lengua, ya que esta no es más que el reflejo de los valores, del pen-samiento, de la sociedad que la crea y utiliza. Nada de lo que decimos en cada momento de nuestra vida es neutro: todas las palabras tienen una lectura de género. Así, la lengua no solo refleja, sino que también transmite y refuerza los estereoti-pos y roles considerados adecuados para mujeres y hombres en una sociedad. Es por tal motivo que preguntamos a los y las universitarias si se utiliza el lenguaje incluyente en la vida cotidiana. En promedio, 65% de los y las universitarios percibe que “sí” se utiliza lenguaje incluyente en el ámbito universita-rio; por otro lado, el 38% de las mujeres perciben que “no”, “a veces” o “rara vez”, y 32% de los hombres percibe lo mismo.

Siguiendo con la parte sobre discriminación se preguntó: “¿Por mi buen desempeño en mi trabajo, soy reconocida/o y valorada/o por mi institución?”, a lo cual 38% de las mujeres perciben que “sí”, destacando que 64% contestó que “no”, “a veces” o “rara vez”. Respecto a los hombres es mayor (48%)

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la percepción de reconocimiento por sus labores, sin embargo resulta elevado que el resto (42%) perciba que “no”, “a veces” o “rara vez”.

Se preguntó a los y las universitarias si se cree que el cam-pus universitario (al que pertenecen las Facultades)/Rectoría es igualmente seguro para mujeres que para hombres. En ese caso 77% de las mujeres perciben que “no”; por su parte, 85% de los hombres universitarios perciben lo mismo, y solamente 3% percibe que “sí”, al igual que 11% de las mujeres.

Para la pregunta: “¿Se perjudica de igual manera a muje-res y hombres que en la institución se agenden reuniones de trabajo fuera del horario laboral y/o en días no laborales?”, en promedio, el 75% de las mujeres percibe que “no” se per-judica de igual manera, en tanto que de los hombres, el 87% dice estar de acuerdo. Solamente el 13% de ellas dice que “sí” afecta de igual manera a hombres y mujeres, y solo el 3% de los hombres opina lo mismo.

Respecto a la pregunta de si en la institución se respeta la licencia por maternidad o gravidez para mujeres y hom-bres, 82% de las universitarias percibe que “sí” y solamente 18% percibe que “no”, “a veces” o “rara vez”. En cuanto a los universitarios, 83% percibe que sí y 17% percibe que “no”, “a veces” o “rara vez”.

Por último se hizo la pregunta: “¿En la institución se pro-mueve que los padres (hombres) se integren y participen en el cuidado de sus hijos e hijas?”, para lo cual 83% de las mu-jeres percibe que “no” se promueve, y por su parte 85% de los hombres está de acuerdo.

Para el tipo de violencia económica en el ámbito institu-cional se realizaron dos preguntas: “¿La obtención de presta-ciones en la institución es igual para hombres y mujeres?”, lo

129

mismo para la obtención de igual salario ante iguales respon-sabilidades. Para la primera de ellas, 63% de las mujeres en promedio percibe que “sí”, en tanto que de los hombres 69% percibe lo mismo; sin embargo, 37% de las mujeres contestó que “no”, “a veces” o “rara vez” las prestaciones en la institu-ción son iguales para hombres que para mujeres; por su parte, 31% de los hombres universitarios piensan lo mismo. Para la segunda pregunta, en promedio 60% de los universitarios y 50% de las universitarias perciben que “sí” existe igual salario ante iguales responsabilidades, pero es destacable que el resto en promedio (45%) percibe que “no”, “a veces” o “rara vez”.

En el caso de la violencia patrimonial en el ámbito institu-cional se preguntó: “¿En la UACH las mujeres tienen la misma oportunidad que los hombres en los siguientes aspectos: ingreso en la institución, ascenso en la institución, alcanzar puesto directivos y capacitación que les permite desarrollarse en su trabajo?” En promedio, 78% de los y las universitarias percibe desigualdad de oportunidades en el ámbito laboral-institucional. Respecto al ingreso en la institución, 82% de las mujeres tienen la percepción de que “no” existe igualdad de oportunidades, mientras que 79% de los hombres está de acuerdo. Para la igualdad de oportunidades en el ascenso en la institución, 71% de los y las universitarias percibe que “no”, entre tanto 9% y 10% respectivamente tiene la percepción de que “sí”. De las mujeres, 82% opinan que no existe igualdad para poder alcanzar puestos directivos, y por su parte 90% de los hombres percibe lo mismo. Respecto a si la capacitación que proporciona la institución les permite desarrollarse en su trabajo, solamente 24% tanto de mujeres como de hombres percibe que “sí”, “a veces” o “rara vez”.

En el ámbito laboral docente se investigaron la violencia psicológica, física, patrimonial y sexual.

130

Para el tipo de violencia psicológica se hicieron varias preguntas:

La primera de ellas es: “¿Mis opiniones y aportaciones se respetan?” 52% de las universitarias respondieron que “sí”, mientras que 58% de los hombres contestó lo mismo. Las respuestas “no”, “a veces” o “rara vez”, ellas las utilizaron en un 48%, mientras que 42% de los hombres respondió de igual manera. La siguiente pregunta se formuló solamente para el personal docente y administrativo, y fue: “¿Cuando tengo ne-cesidad de atender asuntos particulares, familiares, escolares de carácter extraordinario, mi jefa(e) me da las facilidades para atenderlos?” En promedio, 85% de las mujeres contestaron que “sí”, seguido del 86% de los hombres. Se preguntó: “¿Co-nocen los criterios con los que son evaluados?”, 64% de los y las universitarias “sí” los conoce, y la percepción generalizada (“no”, “a veces” o “rara vez”) de los y las participantes es de 36%. Es relevante destacar que 48% de las mujeres considera que “sí” tendrá oportunidad de ser escuchada cuando ma-nifieste que ha recibido algún trato injusto, sin ningún tipo de represalia o sanción por manifestarlo, mientras que los hombres se destacan con una percepción más positiva (55%) para esta afirmación; el resto, en promedio (48%), opina que “a veces”, “rara vez” o “no”.

Se preguntó a los docentes y administrativos: “¿En la institución, la división de cargas de trabajo y la asignación de responsabilidades es repartida con justicia e igualdad?” 45% de las mujeres contesto que sí, asimismo 53% de los hombres. Es destacable mencionar que en promedio generalizado 46% de los y las universitarias contestaron que “no”, “a veces” o “rara vez”. Solamente 41% de las mujeres perciben que “sí” son reconocidas por el logro de su esfuerzo realizado en el trabajo, mientras que más de la mitad de los hombres (54%)

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opina lo mismo. Por otra parte, 57% de las mujeres univer-sitarias percibe que su jefe/a le comunica claramente sus expectativas y 60% de los hombres está de acuerdo; 41% de las y los encuestados opinan que “a veces”, “rara vez” o “no”. En el caso de “¿El(la) jefe(a) es accesible y es fácil hablar con ella/él?”, 64% de las mujeres percibe que “sí”, por su parte, 68% de los hombres opina de igual manera; solamente 4% de las y los universitarios en promedio percibe que “no” existe accesibilidad para hablar con su jefe(a). Respecto a si la institución cuenta con planes de carrera o superación que permitan orientar el desarrollo profesional, 83% de los y las universitarias opinó que “sí”, solamente el 17% percibe que “no”. Se realizó la pregunta sobre si el/la jefe/a o docente tiene favoritismo con algunos empleados/as o alumnas/os, 28% de las universitarias percibe que “sí” y 72% opina que “a veces”, “rara vez” o “no”; de los universitarios, por su parte, 25% cree que “sí” y el resto solamente “a veces”, “rara vez” o “no”. Por otra parte, 74% de las mujeres opina que trabaja en un ambiente laboral libre de acoso, asimismo los hombres (76%), mientras que en promedio 25% de los y las universi-tarias opinan que “a veces”, “rara vez” o “no”. Se preguntó si una mujer tiene que ser excepcional para tener éxito en el mundo laboral de la UACH, 54% de las universitarias cree que “sí”, “a veces” o “rara vez”, y 35% de los universitarios está de acuerdo. En general, 65% de los hombres opina que “no”, a diferencia de un 46% de las mujeres universitarias.

Se realizaron algunas preguntas exclusivas para los y las es-tudiantes en torno al desempeño escolar, respeto por sus opi-niones, igualdad de trato y si existe un ambiente escolar libre de acoso. 57% de las estudiantes creen que la Universidad “sí” les proporciona información necesaria para lograr un mejor desempeño escolar, por su parte, 61% de los estudiantes está

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142

de acuerdo, mientras que 43% de ellas percibe que “a veces”, “rara vez” o “no”, así como el 39% de los hombres estudiantes. También se les preguntó a los y las estudiantes si sus opinio-nes y aportaciones son respetadas en la universidad, 67% de ellas respondió que “a veces”, “rara vez” o “no”, y solamente 33% respondió que “sí”. Por su parte, 37% de los estudiantes respondió que “sí” y 63% “a veces”, “rara vez” o “no”. Por otra parte, 41% de las estudiantes opina que “sí”, “a veces” o “rara vez” existe trato desigual entre hombres y mujeres en el salón de clase y 45% de los hombres está de acuerdo; 59% de ellas opina que “no”, mientras que 55% de los estudiantes opina lo mismo. Se les preguntó a las y los estudiantes si perciben que estudian en un ambiente libre de acoso, a lo cual 87% de las estudiantes respondieron que “no” y 85% de los hombres estudiantes opina lo mismo; en promedio 14% de las y los estudiantes opinan que “sí”, “a veces” o “rara vez”.

Para el tipo de violencia física en el ámbito laboral docente se preguntó a administrativos, docentes y estudiantes si en alguna ocasión han sido agredidos físicamente (golpes, jalones, aventones, etc.); de los y las universitarias el 95% contestó que “no”, el resto (5%) contestaron que “sí”, “a veces” o “rara vez”.

En el caso del tipo de violencia patrimonial en el ámbito laboral docente, se les preguntó si cuentan con mobiliario, equipo y servicios informáticos para desempeñarse correcta-mente; en promedio 88% de las universitarias dijo que “sí”, al igual que el 85% de los universitarios.

En el caso del tipo de violencia sexual en el ámbito laboral docente se les preguntó si han vivido algunas de las siguientes situaciones dentro de la universidad:

Para las preguntas sobre exposición de carteles, calen-darios, fotos, pantallas de computadoras con imágenes de naturaleza sexual que le incomoden, piropos o comentarios no

143

deseados acerca de su apariencia, miradas morbosas o gestos sugestivos que les incomoden, burlas, bromas, comentarios o preguntas incómodas sobre su vida sexual o amorosa, en promedio 77% de las mujeres contestaron que “no” han vivido este tipo de situaciones en la UACH y 88% de los hombres están de acuerdo. El resto contestó que “sí”, “a veces” y “rara vez”, 23% y 12% respectivamente, siendo más alta la incidencia en mujeres que en hombres.

Para las preguntas sobre presión para aceptar invitaciones a encuentros o citas no deseados fuera del trabajo; cartas, llama-das telefónicas o mensajes de naturaleza sexual no deseadas; amenazas que afecten negativamente su situación en el trabajo si no acepta las invitaciones o propuestas sexuales; castigos, maltrato, cambio de área o departamento, asignación de ac-tividades que no competen a su ocupación o puesto u otras medidas disciplinarias al rechazar las proposiciones sexuales, contacto físico no deseado, presión para tener relaciones sexuales, amenazas y castigos para realizar actos sexuales, uso de la fuerza física para tener relaciones sexuales, en promedio 96% de las mujeres respondió que “no” han vivido este tipo de situaciones en la UACH y 97% por parte de los hombres; por otra parte, 4% de las mujeres universitarias “sí”, “a veces” o “rara vez” ha vivido una situación de este tipo, y 3% de los hombres. Sin embargo, se realizó la pregunta sobre si perciben que trabajan en un ambiente libre de acoso y hostigamiento sexual, a lo cual 92% de las mujeres contestó que “no” y 98% de los hombres está de acuerdo.

Para los fines del presente informe es muy importante des-tacar, de acuerdo a los resultados obtenidos, que el ámbito más violento es el institucional (ver gráfica 23), donde las maestras son las que más violencia perciben (62%); en el ámbito laboral docente, las y los estudiantes coinciden en su percepción de

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153

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Como se puede observar en la gráfica 24, en lo que a vio-lencia física se refiere, el ámbito que merece más atención es el comunitario, tanto las como los universitarios percibieron un entorno complicado (arriba del 37%), siendo las adminis-trativas las que más violencia física perciben (40%). El ámbito familiar y laboral docente, en términos generales, es percibido con menor violencia física por las y los universitarios.

En la gráfica 25 se puede observar la violencia patrimonial, destacándose esta en el ámbito institucional, donde el 93% de las mujeres y el 95% de los hombres percibe este tipo de violencia; en el ámbito familiar 18% de las mujeres opinaron que perciben este tipo de violencia, siendo las administrativas quienes más están expuestas. En el ámbito laboral docente las maestras (16%) perciben este tipo de violencia, y destaca que son los hombres los que en promedio más expuestos están a este tipo de violencia (15%).

En la gráfica 26 se puede observar la violencia económi-ca, cuya principal manifestación es a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de las percepciones, des-tacándose esta en el ámbito institucional, donde 44% de las mujeres y 36% de los hombres percibe este tipo de violencia; en el ámbito familiar 21% de las mujeres opinaron que perci-ben este tipo de violencia, siendo las administrativas quienes más están expuestas.

En la gráfica 27 se plasman los resultados de la percepción de violencia sexual, en el ámbito familiar las administrativas y

154

maestras perciben 13 y 11% respectivamente, los hombres son los que menos expuestos están en este ámbito; con respecto al ámbito laboral docente, las maestras (19%) y las administrati-vas (11%) expresaron notar que trabajan en un ambiente en el que se denota el acoso sexual, el 7% de los hombres también percibió de esta forma, siendo los estudiantes y maestros los más expuestos.

A manera de resumen, en la gráfica 28 se plasman los resultados de frecuencia, considerando el tipo de violencia y el ámbito en el que ocurre.

En la gráfica 28 se observa que la violencia patrimonial es la que tiene más alta frecuencia en el ámbito institucional, también la violencia psicológica y económica convierten a este ámbito en la principal área de oportunidad de la institución investigada (64% de los participantes perciben algún tipo de violencia). El ámbito comunitario es el siguiente en el nivel de frecuencia, donde el 39% de los y las participantes están expuestos a la violencia psicológica y física. Además, en el ám-bito laboral docente 18% de las y los participantes consideran que están expuestos a algún tipo de violencia, destacando al violencia psicológica; por último el ámbito familiar, que es en el que menos se percibe algún tipo de violencia (14%), pero aun así la violencia psicológica, patrimonial y económica se pueden destacar.

De acuerdo a los resultados obtenidos en la presente in-vestigación queda claro que, si bien se ha avanzado en todos los ámbitos en el propósito de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, así como con leyes y norma-tividad para garantizarles una vida libre de violencia y sin discriminación, aún falta mucho por hacer. Buscar alternativas institucionales para cambiar los viejos prejuicios y estereotipos que predominan en los y las universitarias constituye una prio-

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ridad impostergable; este diagnóstico es un paso necesario, que es parte del proceso de transversalidad de la perspectiva de género que está realizando la UACH.

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Capitulo III.Balance y perspectivas

La participación de los hombres y de las mujeres en un plano de igualdad es un elemento decisivo del desarrollo duradero y un símbolo del grado de madurez política de las organiza-ciones y sociedades. En la presente investigación fueron pre-sentados los resultados sobre los comportamientos, actitudes y pensamientos hacia la equidad y violencia de género en la Universidad Autónoma de Chihuahua, estudio que aporta contribuciones muy relevantes sobre la necesidad de com-batir creencias y actitudes sexistas que se presentan en el ámbito administrativo, estudiantil y académico, que apoyan la violencia de género, así como la existencia de estereotipos y roles de género que sustentan relaciones de poder inequi-tativas, que favorecen el dominio del hombre sobre la mujer, que obstaculizan la búsqueda de la calidad, el aprendizaje y la innovación en la educación.

Si queremos crear economías más fuertes, lograr los objetivos de desarrollo y sostenibilidad convenidos internac-ionalmente y mejorar la calidad de vida de las mujeres, las familias y las comunidades, es fundamental empoderar a las mujeres para que participen plenamente en todos los sectores. Por esto, es muy claro que la visión institucional en la UACH es la de fortalecer las capacidades institucionales en equidad de género, con el fin de consolidar programas académicos

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y procesos de formación e investigación; es por esto que se trabaja, desde agosto del 2013, en la transversalidad de la perspectiva de género, la cual es una acción necesaria, que sin duda resultará en un mayor acceso y participación de la mujer en la institución, y constituye un paso necesario para avanzar frente a la desigualdad.

En el ámbito de la educación superior en México, el marco de referencia para lograr la transversalidad de la equidad de género ha sido delineado principalmente por el Programa Universitario de Equidad de Género (PUEG) de la Universi-dad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados y el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en colaboración también con la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), los cuales en distintos foros han realizado acuerdos en los que las universidades e IES se comprometen a seguir ocho grandes directrices en materia de equidad de género (De Garay y Del Valle, “Una mirada a la presencia de las mujeres en la educación superior en México”, 2012):

1. Legislación. En esta destaca la integración del precepto de equidad de género dentro de las legislaciones de las IES a fin de promover la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, garantizar la asignación de recursos anuales específicos para implementar políticas institucionales en favor de la equidad de género en las IES, y la formación de una instancia, estructura o mecanismo para la implementación de la equidad de género dentro de las IES.

2. Igualdad de oportunidades. Se propone impulsar el ac-ceso al trabajo y la promoción profesional igualitarios, mediante la reforma de los reglamentos internos de

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contratación, promoción y definitividad; promover el acceso de las mujeres a los puestos de toma de decisiones; garantizar la paridad de género en la com-posición de tribunales o comisiones responsables de evaluar los concursos a plazas o puestos convocados por la institución, y fomentar la investigación y la publicación entre las mujeres abriendo convocatorias especialmente dirigidas.

3. Conciliación de la vida profesional y la vida familiar. En este rubro se propone ampliar los límites de edad para el acceso a las becas de posgrado y promover los centros de desarrollo infantil en las IES.

4. Estadísticas de género y diagnósticos con perspectivas de género. Se propone incorporar la perspectiva de gé-nero en los procesos de recolección, análisis de datos y divulgación de la información estadística generada por cada universidad y cada IES, así como generar diagnós-ticos sobre la condición que guarda la igualdad entre mujeres y hombres en cada institución.

5. Lenguaje. Fomentar un lenguaje institucional no sexista que privilegie el uso de términos neutros.

6. Sensibilización a la comunidad universitaria. En este caso se recomienda poner en marcha procesos perma-nentes de sensibilización para las distintas poblaciones universitarias y diseñar campañas permanentes de difusión en favor de la equidad de género.

7. Estudios de género en la educación superior. Entre otras cosas, se propone generar un esquema de trans-versalidad en los planes y programas de estudio, en la investigación, vinculación y extensión de la cultura, así como crear una línea de publicaciones con perspectiva de género.

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8. Combate a la violencia de género en el ámbito laboral y escolar. Se recomienda diseñar estrategias y generar un diagnóstico para combatir la violencia de género en cada IES e instrumentar recursos para que brinden asesoría psicológica y jurídica a las víctimas.

El proceso de implementación del enfoque de género en la UACH está avanzando, los datos obtenidos en la presente investigación han impulsado una serie de estrategias que de cierto conducirán a la UACH hacia la disminución o eliminación de comportamientos, actitudes y pensamientos que fomentan la inequidad y la violencia de género. Estas estrategias son:

1. Creación del Comité de Equidad de Género, que tiene como objetivo coordinar la transversalización de equidad de género en la institución. Está conformado por investigadores e investigadoras, quienes están integrados en cuerpos académicos, (el 50 de adminis-tración general y el 45 de economía) y empleados (as) administrativos que pertenecen a recursos humanos y comunicación social. El primer paso fue entrenar al comité, con la ayuda de la Comisión Estatal de los Dere-chos Humanos y la Universidad Nacional Autónoma de México a través del PUEG.

2. Se establecieron cuatro alianzas estratégicas a través de la firma de convenios de colaboración, con el firme propósito de posicionar la perspectiva de género en la agenda universitaria; los cuatro organismos involucra-dos son la Comisión Estatal de Derechos Humanos, el Instituto Chihuahuense de la Mujer, la asociación civil Alma Calma y el Instituto Municipal de las Mujeres. Además se establecerá un convenio con la Universidad Nacional Autónoma de México.

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3. En agosto del 2013, el comité presentó ante todos los directivos el Modelo Universitario de Equidad de Género, en un evento con más de 300 personas.

4. Gestión de recursos para fortalecer el Programa de Transversalización de la Equidad de Género a través del Programa de Fortalecimiento de la Calidad en las Instituciones Educativas (PIFI). Durante el 2015 y 2016 se ejercerán recursos etiquetados específicamente en estudios de género en la educación superior, sen-sibilización de la comunidad universitaria y lenguaje incluyente, entre otros.

5. Incorporación de la perspectiva de equidad de género en las políticas universitarias. Se realizó la propuesta sobre lineamientos generales para la igualdad de gé-nero en la UACH, la cual fue aprobada por el Consejo Universitario, y aborda los siguientes temas:a. Promoción de igualdad de género entre integrantes

de la comunidad universitaria.b. Políticas estratégicas para la igualdad de género.c. Igualdad de oportunidades de participación.d. Violencia de género en los ámbitos laboral y aca-

démico.e. Estadísticas de género y diagnósticos con perspec-

tivas de género.f. Lenguaje y sensibilización a la comunidad universi-

taria.g. Denuncias relacionadas con la discriminación y la

violencia de género y su atención.h. Interpretación.

6. Durante el mes de septiembre del 2014, en las 15 unidades académicas se llevó la campaña de sensibili-

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zación “Más conciencia, menos violencia”, en coordi-nación con la Comisión Estatal de Derechos Humanos; participaron 11,000 universitarios y universitarias, lo que representa un poco más del 30% de la comunidad. Los objetivos planteados fueron:a. Difundir el protocolo de intervención en delitos de

violencia familiar.b. Dar a conocer algunas recomendaciones para preve-

nir consecuencias fatales en escenarios de violencia familiar.

c. Difundir entre las universitarias formas para iden-tificar el grado de violencia familiar.

d. Dar a conocer a las universitarias los organismos de apoyo en casos de violencia familiar.

e. Proporcionar a cada Facultad un directorio de in-stancias de apoyo en casos de violencia familiar; ahora se puede orientar a posibles víctimas.

f. Proporcionar a cada Facultad un directorio de organismos que proporcionan cursos, talleres y atención especializada.

7. Sensibilización al personal docente y administrativo sobre la perspectiva, equidad y violencia de género:a. En marzo del 2014 se realizó el foro “Equidad y

prevención de violencia de género en el ámbito universitario” en conjunto con la UNAM, con la asistencia de más de 250 personas.

b. A partir de mayo del 2014, continuamente se re-alizan talleres de sensibilización sobre equidad de género en conjunto con el Instituto Chihuahuense de la Mujer. A la fecha se han realizado cuatro grupos de capacitación, con la participación de

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120 trabajadoras y trabajadores administrativos y docentes.

8. A partir del 2014 somos parte de la Red Nacional de Instituciones de Educación Superior en Estudios de Equidad de Género (Renies), en la que se comparten las experiencias que en materia de transversalización e institucionalización de la perspectiva de género se llevan a cabo en las instituciones de educación superior del país.

9. Distintivo “Empresa Familiarmente Responsable”:a. En el año 2013 fue otorgado el reconocimiento

“Empresa Familiarmente Responsable”, dicho reconocimiento es otorgado por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) a las empresas e instituciones que se distinguen por prácticas labo-rales que privilegian el balance trabajo-familia, la igualdad de oportunidades y la no-discriminación, además del combate a la violencia laboral y el hostigamiento sexual. Este distintivo fue obtenido por la Unidad Central; el reto lanzado en enero del 2014 fue cada que una de las 15 Facultades lograra el distintivo.

b. Durante el año 2014 las 15 unidades académicas trabajaron y están en proceso de dictaminación por parte de la STPS, el resultado esperado es que la UACH logre el distintivo.

10. La presente investigación, que fue desarrollada durante los meses de enero a abril del 2014, generó una radio-grafía sobre la condición que guarda la igualdad entre mujeres y hombres en la institución, lo que permitió visualizar el panorama actual de la UACH; esta acción

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dio la pauta para proponer un plan con acciones con-cretas a las áreas de oportunidad detectadas. Estas son: • Transmitir a la población estudiantil, a través de

materias específicas y prácticas docentes, los va-lores de igualdad y respeto a las diferencias, así como conceptos teóricos y metodológicos de la perspectiva de género, a través de:— Capacitación para los docentes que imparten

la materia de “Sociedad y cultura”, materia en la que se abordan los temas de los derechos humanos y la equidad de género (los cuales fueron actualizados); dicha materia es básica y obligatoria para todos los y las estudiantes universitarios.

— Proponer la materia de “Responsabilidad social empresarial” y capacitar a los docentes.

— Proponer la materia de ética en la que se abor-dan temas como la integridad de la persona, y capacitar a los docentes.

• Instruir a la comunidad universitaria sobre los derechos humanos, la igualdad, equidad y violencia de género, institucionalizando estos temas en los cursos de inducción.

• Diseñar e impartir un diplomado de “Formación de formadores en equidad de género”, esto permitirá sensibilizar a la comunidad con recursos internos.

• Sensibilizar a los y las estudiantes universitarios en temas de discriminación, bullying, violencia en el noviazgo y violencia masculina.

• Capacitación en la formulación e implementación de los lineamientos generales para la igualdad de género.

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• Capacitación a la comunidad universitaria sobre lenguaje incluyente.

• Proporcionar material didáctico actualizado a docentes que imparten la materia de “Sociedad y cultura” para que enfaticen temáticas como derechos humanos, equidad de género, igualdad de oportunidades, conciliación trabajo-familia, violencia, hostigamiento y acoso, violencia en el noviazgo, discriminación y lenguaje no-sexista.

• Adquirir acervo bibliográfico actualizado sobre equidad, violencia y derechos humanos.

• Capacitar a la comunidad universitaria en la gen-eración de estadística e indicadores de género, así como construir esquemas de monitoreo periód-ico de los mismos que sirvan como base para el seguimiento y evaluación del programa de trans-versalización de la equidad de género en la UACH.

• Generación de productos de investigación como libros y publicaciones acerca de los nuevos para-digmas de la equidad de género.

El hecho de visibilizar un problema como el reflejado a través del presente informe compromete a la institución a asumir una posición que impulse la equidad de género, que reconozca su lugar de vanguardia actual, asumiendo políticas universitarias con perspectiva de género, creando mecanismos en las diferentes instancias administrativas y académicas que se encarguen de vigilar y promover la equidad de género en todos los niveles y que articulen las estrategias planteadas. Se proyecta, sin duda, un reto enorme no solo para la UACH sino para todas la IES, que les implica cruzar fronteras, abordar la diferencia y asumir el compromiso de promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer.

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Finalmente, se debe puntualizar que la perspectiva de género es muy amplia y compleja; implica que los que deseen abordarla deben hacerlo con flexibilidad y apertura. El papel de las IES que impulsan el tema es integrar este campo del conocimiento a sus funciones sustantivas: la investigación, la docencia y la extensión de la cultura, y hacer las transforma-ciones necesarias hacia su interior para promover relaciones más igualitarias entre los integrantes de estas comunidades, para provocar un efecto multiplicador que trascienda las fronteras universitarias y alcance los distintos ámbitos de la sociedad. En la UACH se ha iniciado el proceso y seguramente esto repercutirá en hacer de ella una institución socialmente responsable, que contribuya a mejorar el nivel de desarrollo humano de la sociedad chihuahuense.

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Esta primera edición deHacialaequidadylaprevencióndelaviolenciadegénero

se terminó de imprimir en enero del 2015 en Chihuahua, Chih., México.

Edición y formación: Jorge Villalobos

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