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realmen te filosófica. Ninguna tendencia reflexiva, teórica opuramente intelectual, llegó a despertar tan enorme interés ysuscitado tanta resonancia. La realidad del mundo hispanoamericanoha sido uno de los factores que más ha contribuido al asentamiento,

discusión, apropiación, si se permite el término, del Positivismo.

Todo lo cual nos indica que el Positivisnio venía a coincidir en suslíneas generales con las urgencias sociales, políticas y económicas depueblos que buscaban una orientación y una justificación dentro delmarco de la post independencia. En el mundo americano de habla

hispana, las condiciones y el contexto social se acomodan en formaideal al mensaje de Comte. 0, bien, las premisas ideológicas de

Comte, Mil, Spencer, etc. encuentran eco en la América Latina

como resultado de nuestras circunstancias reales en las cuales latía enforma difusa e intuitiva lo que antes o después habrían explicado en

forma teórica los representantes europeos del Positivismo. Pero, porotro l¡¡.do, se podría demostrar un paralelismo sincrónico entreAmérica y Europa en relación con los principios positivistas o, bien,una falta de este sincronismo que requería luego una "superación".

Más todavía, proyecciones del Positivismo en algunas formasparticulares del pensamiento europeo. En todo caso, como lo anotaFrancisco Romero, el Positivismo lle~ó a rebasar el ambientepuramente académico para asentarse en niveles correspondientes a losgrupos mayoritarios, pues, en cierto modo, viene a respondcr aexigencias materiales y espirituales de una realidad social quedemanda, a su vez, soluciones precisas, objetivas y más próximas asus intereses concretos.

Empero, si bien el Positivismo ha sido refutado en forma teóricapor conspicuos pensadores como Vasconcelos, Vaz Ferreira, Korn,etc., cabe recordar el papel civilizador, altamente efcctivo, que letocó llevar a cabo cn el ambiente de América Latina, luchando no

sólo contra carcomidas y negativas tradiciones sociales y políticas,sino ejerciendo el papel de maestro orientador dentro del campoespeculativo y científico, creando interés por el mundo de las cosas,por planteamientos filosóficos de alto vuelo, proponiendo soluciones,consolidando posiciones ya conquistadas, incrementando la investi-gación más rigurosa, reaccionando contra la escolástica enquistadaen los ambientes académicos de las universidades, imprimiendo unrumbo optimista a la organización de los pueblos de AméricaLatina.

¿Cómo se explica, dentro del contexto de la historia de las ideas,la refutación teórica del Positivismo? En gran medida, el Positivismo

contribuyó a este movimiento contra sus propias premisas. La jerar-quía dogmática, "religiosa", de esta doctrina la hizo insoportable alos espíritus mejor cultivados. Nos explicamos: acentuando el prind~

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pio del naturalismo biológico, del mecani'Smo y del progreso indefini~

do en el desarrollo de los pueblos, el positivismo de A. Comte. resul-taba estéril en sus consecuencias "previsibles". La idea, también, deuna religión, de una Iglesia Universal en donde se armonizaran lasclases sociales mediante el cultivo de la subordinación a una metafísi-ca aparentemente materialista, despertaba la sospecha de que el Posi-tivismo, hostil al ateísmo de su tiempo, trabajaba para restringir losalcances dilatados del conocimiento científico, circunscribiendo laciencia a simples descripciones u ordenación de vivencias subjetivas,todo lo cual llevaba de manera inevitable a una posición agnóstica.Ahora bien, el agnosticismo, en tanto como doctrina, remata en unanegación del conocimiento humano en sus relaciones con la estructu-ra y contenido del mundo real. Y en tal sentido el comtismo y elspencerismo resultan, a la postre, en irracionalistas (descomposiciónirracionalista, como dice G. Lukács). Se advierte, de paso, cómo, porejemplo, la Sociología no se fundó sobre los supuestos efectivos de laEconomía sino sobre los principios mecanicistas de las Ciencias Natu-rales. Entre otros motivos no menos importantes tenemos la consoli-dación de una conciencia en el campo de la filosofía no dogmática, lalibertad para hacer un examen más a fondo sobre los supuestos de laexistencia humana y, en particular, acentúa la reacción anti positivis~ta el incremento de nuevas relaciones sociales que demandan solucio-nes a tono con las nuevas circunstancias. Sin embargo, la reaccióncontra el Positivismo no reviste en todos los ambientes de AméricaLatina la misma forma o una estructura homogénea.

Citemos, por vía de ejemplo, algunas de las figuras de mayorrelieve dentro del marco del Positivismo en América sin la pretensiónde agotar, a través del análisis de sus posiciones, todo el contenidodoctrinal de esta tan discutida posición. Pero consideramos importan-te h¡¡cer algunas precisiones con respecto al tema de la "originalidad"

del Positivismo latinoamericano. Vemos que desde que se inició enestas latitudes el interés por la filosofía positiva, ya encaminadosunos por la orientación comtista, ya siguiendo el modelo de Mil o deHerbert Spencer, etc., se ha desarrollado una temática positivista,cientifificista, de tipo, digámoslo así, autóctona, la cual no venía aresponder de manera necesaria a los principios formulados en laEuropa del siglo xix. Adviene, así. dentro de nuestras circunstancias,una verdadera sociología americana, que se caracteriza por su subidotono polémico, que se encara a los grandes problemas del momento yque busca soluciones específicas dentro del marco de nuestra nativa

realidad. Es una sociología positiva dinámica, basada en la discusiónpolítica y no tanto en supuestos biológicos al estilo de un Spencer,

por ejemplo. Y lo que se puede llamar, con sobrado s motivos, la

"originalidad" del Positivismo hispanoamericano lo podemos funda-

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mentar en dos motivos que se nos ocurren por lo pronto: comproba-ción efectiva de que en la América Latina hubo anticipaciones de lascategorías clásicas del Positivismo europeo, inglés o francés. Ejem-plos, Justo Arosemena. cn Panamá, Juan Bautista Alberdí y Sarmien~to, en Argentina, guardada la diferencia que los separâ; enArosemena, el positivismo es, sobre todo, reflexión y construcciÓndoctrinal; en Alberdi y Sarmiento, sí, actitud mental. Pero de to-dos modos, consignan un momento decisivo en la historia de lasideas americanas. Un segundo fundamento con respecto a la origi~nalidad del positivismo americano: la circunstancia, también efecti-va y comprobada, de que en los países al Sur de Río Grande, sellegó a tomar conciencia lúcida de los imperativos socio histÓricosde la realidad de estas naciones. América no es Europa y es inad~misible aplicar al contexto de estos pueblos, fórmulas importadas

que no consultan los aspectos más concretos del mundo latino-americano.

Como ya lo ha explicado el uruguayo, Alejandro C. Arias, "cadauno de nosotros encarna de alguna manera lo americano" y estepunto de vista lo podemos ensamblar con lo anteriormente afirmadopor nosotros, pues en cada una de las naciones que componen elmosaico latinoamericano, existe una disposición a interpretar, anali-zar o explicar los fenÓmenos que componen el mundo que descu~briera Europa de acuerdo con categorías Ínsitas en nuestro propioser. Muchos hechos y comentarios filosófico-sociolÓgicos, confirmanlo que hemos denominado "ori~inalidad" americana del Positivismo,que vemos aparecer en forma un tanto vaga, intuitiva. en persona-jes como Simón Bolívar (carta de Jamaica, Discurso ante el Congresode Angostura". Indudablemente, la impronta de Europa se hace sen-tir en América en donde prevalecen hasta el presentc notables in-fluencias del Viejo Mundo. En la Argentina, por ejemplo, los vínculoscon la cultura francesa se hacen patentes; en países como Chile yPerú, se advierte con claridad los nexos con la cultura hispánica. Elperfil americano del Positivismo sc exhibe en México en donde ladoctrina de Augusto Comte sirviÓ como ideal para poner término a laanarquía dentro del país. En el Brasil, el incipiente desarrollo indus-trial en sus costas, encuentra su justificación teÓrica en el Positivis-mo. Por otra parte, en Cuba la escolástica es refutada según losesquemas de un positivismo crcador. En la Argentina, el Positivismotoma rasgos definidos que consultan la realidad nacional; allí tomauna orientación biológica en Ramos Mejía a la cual el criminalistaitaliano, César Lombroso, u tilizÓ en sus investigaciones antropológi-cas; un tono anti intelectualista, rigurosamente cientificista en JoséIngenieros así como una orientaciÓn moralizante; cn Carlos OctavioBunge una concepciÓn positivista según la cual lo social y lo psicolÓ-gico están determinados por las leyes inmutables de la biología; en

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J osé Nicolás Matienzo toma el sentido de una interpretación históricade los hechos según el esquema spenceriano. Con el Dr. JustoArosemena en Panamá, su Positivismo teórico se anticipa, segúnconfirmaciones de buena tinta, a la del inglés Herbert Spencer,

confirmándose en sus tesis que los postulados del positivismo deHispanoamérica arrancan de motivos que no dependen tan sólo de lasinfluencias europeas. Como otros pensadores hispanoamericanos, elDr. Arosemena pensaba, ancipándose a muchos contemporáneos, que"la raza y el medio, la herencia y la psicología, constituyen la clave

para la indagaciÓn de la sociedad hispanoamericana". En Bolívar, elliberalismo se funda sobre supuestos del positivismo americano. Allí,

como lo afirmaba Prudencio Bustilos, las necesidades imponían lacreación de más escuelas de técnicos, agrónomos, peritos mercantiles,que dc gente letrada. Estas concepciones respondían a una genuina

formulación del positivismo que podemos catalogar como "autóc-tona". Un genio propio, una conciencia frente a la realidad que en-vuelve al hombrc hispanoamercano, rasgos espirituales definidos, unhumanismo que t10rece en tierras nuevas con abonos teóricos que senutren de la planta humana, una personalidad que se perfila contodos sus males y todas sus virtudes y que poco a poco va saliento dela idolatría intelectual a una definición propia que consulta lo origi-nal, lo auténtico, con un programa integrado dentro del contexto delas naciones hispanohablantes.

Se reconocc que el positivismo se inserta dentro de la historia delas ideas en América Latina, como la parte de mayor interés. Inclusola reacción contra sus postulados, ya en Mil, en Spencer o en A.Comte, sirviÓ para alentar el estudio serio y sistemático de la filosofíaen general; este dato nos puedc servir para explicarnos cómo ha sidoposible un despertar de la conciencia filosófica en Hispanoamérica,

despertar que encuentra su razón de ser en las influencias del pensa.miento europeo sobre América Latina, sin que ello signifique que entodas las manifestaciones del espíritu filosófico americano su conte~nido representa cxactamente el contenido del pensamiento de la viejaEuropa. Pero en una forma u otra, la reflexión sobre los problemasúltimos -el ser, la sustancia, el devenir, la esencia, el sentido de lavida, el conocimiento, etc.- devino en forma más vigorosa y militantecomo consecuencia de esta polémica anti positivista. Los interesesintelectuales del Positivismo sc orientaron, en una primera fase, en elestudio de las Ciencias Naturales, siguiendo en tal orden de ideas, lasenda seguida por la tradición empirista inglesa.

Tal como han señalado pensadores como Francisco Romero, lasituación social de la América Española constituyó a arraigar el Posi-tivismo. Esto, como ya se ha analizado, se explica: urgencia porestablecer .bases concretas, efectivas, colectivas, para organizar los

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recursos naturales de cada país. Este interés, expresado "tanto en losocial como en lo económico y político, coincidía plenamente conlas premisas del Positivismo. El Dr. Leopoldo Zea ha visto en lasdoctrinas de Spencer y de Carlos Darwin, paralelas cn cierto sentidocon las tesis comtistas, la más amplia justificación teórica de losintereses de la burguesía criolla, hasta el punto de que en paísescomo México, el Positivismo se convirtiÓ en doctrina oficial del Esta-do durante el dominio del portirismo. El orden que se impone duran-te la dictadura de Porfirio DÍaz se hace aparecer como realización delideal positivista. Del mismo modo, años más tarde, el proletariado deAmérica Latina habría de encontrar en el materialismo histórico y elsocialismo militante, la justificaciÓn doctrinaria de sus intereses yaspiraciones clasistas.

En muchos países el Positivismo, como en México y Argentina,

estuvo ligado al liberalismo en sus diversas modalidades. En el prime~ro de ellos se vinculÓ a una actitud anti clericaì, liberalismo individua-lista en descomposición, en reaccionarismo oligárquico. En la

Argentina, el Positivismo se liga con el liberalismo democrático y al"realismo social" de la generación romántica. En otros, bajo el nom-bre de "cientificismo", fue el arma ideológica para combatir a las

fuerzas regresivas, adversarias del laicismo, del espíritu democrático-liberal y de toda doctrina favorable a la "descolonización" intelectualcon respecto al pensamiento europeo. Si reparamos en estas contra-dicciones internas del Positivismo, nos daremos cuenta de que bajo lacapa de esta doctrina había intereses de una burguesía en pugna. Eneste sentido, según testimonio de R. Soler, ha afirmado Berta

Perclstein que la modalidad positivista argentina, así como el antipositivismo, representan, en realidad, "expresiones ideológicas de la

burguesía argentina en coyunturas histÓricas específicas". Así, duran-te gran parte del siglo xix, los movimientos fiosúficos de AméricaLatina, lleven el nombre que lleven, salvo las primeras manifesta-ciones del socialismo, han sido divulgadas y estudiadas por las res-pectivas burguesías latinoamericanas a través de sus representantes.Las contradicciones inherentes a la estructura de sociedades modela-

das por la burguesía latinoamcricana, nos presentan, a título de

ejemplo, positivistas que combatieron al liberalismo, como el mexica-no Don Justo Sierra, quien se oponía a otro positivista, don GabinoBarreda, defensor de las leyes liberales de Reforma y, a su vez, elpensador que introdujo en México las teorías positivistas. Tambiénhubo positivistas que profesaron con vehemencia los principios delLiberalismo tales como Alberdi y Echevarría en la Argentina, Lasta-rria en Chile, Enrique Josc Varona en Cuba y FarÍas Brito en elBrasiL.

En muchas ocasiones se ha afirmado que el Positivismo, comoexpresión filosófica de la burguesía criolla, encontró en el Brasil su

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segunda patria, participando en la discusión en tomo a los problemassociales y proponiendo fórmulas de organización nacional sobre labase de los principios comtistas. Ya en I876 se funda en el Brasil

la

primera sociedad "Positivista", entre los cuales se contaban BenjamínConstant, Miguel Lemos y Texeira Méndez. Pero bien pronto lospositivistas brasileños se dividieron en dos grupos. Unos se mantu-vieron fieles a la ortodoxia (religión de la humanidad, idea del pro-greso), entrc los cuales se contaron algunos como Miguel Lemos yTexeira Méndez, quienes llevados por un fervor hacia Comte, fundanen 188I la llamada Iglesia Positivista. Otros, como Luis PereiraBaneto, rechazaban los aspectos místicos del comtismo. La posiciónde Pereira Baneto cstá dentro de una línea "heterodoxa". Pero lamás grande de las figuras del Positivismo brasileño fue TobíasBarreto, quien no sólo se inspiró en Augusto Comte sino en el monis-mo metafísico y biolÓgico de Ernest Haeckel. En cierto modo seinclinÓ hacia la filosofía panteÍsta de Schopenhauer, y en parte nollegó a ceñirse estrictamente a Comte cuya concepción él considerógrandiosa, sí, pero no obligaba a declarar adhesión completa, total, almaestro. Crítico de su propio país, Tobías Barreta se qucja de lafrivolidad del espíritu brasileño, mostrando una admiración extra-ordinaria hacia el espíritu especulativo, crítico y analítico del puebloalemán. Del Brasil llegó a decir en sus ESTUDIOS ALEMANES que"el Brasil padece de una especie de estreñimiento cerebral; tieneponzoña en el cerebro...somos una especie de antropoides literarios"y otras cosas por el mismo estilo. En todo caso en sus escritosfilosóficos revelan una fuerte tendencia hacia esquemas eclécticos,con acentos del idealismo romántico, el criticismo kantiano, elpesimismo dc Arturo Schopenhauer y el más decidido inacionalismo,lo que expresa en él "contradicciones" que han sido explicadas,justificadas y refutadas.

La reacción contra el positivismo en el Brasil la encabeza

Raimundo de Farías Brito, partidario por una parte del panteísmoracionalista y por la otra de un espiritualismo próximo al deBerkeley. Su crítica contra los comtistas la podemos resumir así:

"Para nuestros pensadores (los positivistas) parece que el espacio deltiempo quedó definitivamente cerrado y que el movimiento de lafilosofía llegó a su término con Augusto Comte". En su polémicacontra el espíritu cerrado del positivismo comtista, mecanicista, no

llega a negar el valor del saber científico pero expresa dudas conrespecto a que dicho saber constituye una fórmula para la salvacióndel hombre. En cl, la inteligencia y no la voluntad es lo constitutivodel espíritu. La idea de una sociedad organizada al modo liberal ydemocrático no en trÓ en sus consideraciones; más bien se mantuvo almargen de todo movimiento político y sociaL. Su concepto de "élitescultas" lo llevó a considerar poco importante la educación de tipo

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popular. Tal como había ocurrido con los "ideólogos" en Europa decomienzos del siglo xix, su actitud fue la de recato y recelo frente almundo social circundante. Dentro del cuadro del positivismo brasi-leño, J ackson de Figueiredo se prescnta como un estudioso del pensa~miento de Farías Brito, defensor del catolicismo y del misticismo.Según J ackson de Figueiredo, existe una incompatibilidad entre una

socicdad bien organizada y el concepto de libertad. La una supone lacxclusión de la otra y viceversa. Como podemos ver, la reacciÓn antipositivista adquiere aquí rasgos realmente reaccionarios.sirracIonalis-tas y anticientíficos.

La mayor influencia que ha tenido el Positivismo en el ámbito deAmérica Latina ha sido en México. No sólo la "influencia" en sentidocorriente y técnico, sino también se destaca la función que ejerció

allí: como justificación teórica del régimen porfirista y, por otrolado, en su funciÓn educativa. En un período de unos cuarente años,

se hace, por así decirlo, dueño de la educación, de la política y, engeneral, de toda la actividad cultural mexicana. Así instalado en

México bajo protección oficial en la segunda mitad del siglo xix, sevio en esta doctrina un instrumento de renovaciÓn, de reforma social

y política. Los sectores del clero y del conservatismo lo adversaron,no tanto por lo que éste tuvo de sustentador de una concepción que

el pueblo no entendía, sino por lo audaz de sus ideas, apoyadas en

una actitud sin parentesco con la escolástica, por sus vínculos ideoló-gicos con la tradición empirista inglesa y con el racionalismocontinental europeo.

El más ilustre de los posItivos mexicanos fue don GabinoBarreda, filÓsofo y matemático quien a, su vez, introdujo la doctrinaen su país. Bajo la presidencia de don Benito Juárez, fue Director dela Escuela Nacional Preparatoria. La concepción ideológica del positi-vismo encontró en Barreda un conspicuo representante y los liberaleshicieron, a su vez, de la doctrina norma política dc su acción. Barredarealizó una interpretación filosófica de la historia de México, siguien-do el esquema de Comte y de acuerdo con la realidad social, políticay religiosa de la nación. La importancia de Barreda está, no sólo enhaber introducido la doctrina positivista en Mcxico sino en haberla

propagado. Consideraba que ésta era el medio más eficaz para lograrun conocimiento objetivo, científico, del mundo natural y socialPero su influencia de más alta significación está en las leyes de refor-ma de la enseñanza en I867 y que encontraron en el clero un pode-roso adversario. Quitó de los planes de enseñanza el estudio de lafiosofía, la cual para ese entonces se hacía al modo de la tradiciónescolástica, dogmática, aristotélico-tomista.

Con la subida al poder del general Porfirio DÍaz, el Positivismoadquiere el rango de la filosofía oficial del Estado mexicano. Sus

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seguidores, como don Justo Sierra, acomodan la doctrina segÚn losintereses, ahora, de la reacciÓn mexicana, acudiendo a argumentosacomodaticios para justificar el dominio de los intereses extranjeros,así como para combatir la idea de la Revolución, calificándola de"enfermedad social" y sustituyendo la idea dinámica y progresista de"revoluciÓn" por la "evolución". Justo Sierra, considerado por

Leopoldo Zea como el más brilante de los teóricos del positivismodel período porfirista, interpreta, siguiendo una orientaciÓnspenceriana, el deselvolvimiento político mexicano. Más tarde, JustoSierra, en el discurso inaugural de la restauración de la Universidad

Nacional, expresaría, a manera de refutación un alegato contra elPositivismo haciendo énfasis en cuestiones como aquello de que labandera de la ciencia, como lo pretendían los positivistas más ortodo-xos, no es nunca una enseña de paz; que, en todo caso, dicha banderano ha sido otra cosa -así lo enseña la historia-, que expresión, no del"altruÍsmo" como lo pretendían sus más acérrimos defensores, sinouna de las tantas manifestaciones de intereses, pasiones, de un ordenque so pretexto de terminar con la anarquía ha acabado, en México,

con la libertad.Con el lema de "Orden y Progreso" se trataba de disculpar las

ambiciones dictatoriales de Porfirio Díaz quien a su vez, propiciandola formación del Partido de los Científicos, hizo del positivismo unbaluarte ideológico que había perdido su ímpetu original, renovador.con su mensaje de progreso general, etc. Ahora el positivismo defiliaciÓn porfirista había llegado a una especie de esclerosis intelec-tual, dogmatizando, esquematizando ideas dinámicas. Se convierte enalgo así como en un cadáver, en un espectro espantoso que niComte ni Spencer hubieran podido reconocer. La reacción contra elpositivismo en México tuvo sus razones filosÓficas y políticas, amcnde circunstancias históricas. Filosóficas, porque su posición se habíamostrado, hasta el exceso, unilateral, rechazaba lo espiritual comocategoría ontolÓgica significativa, pura, como hecho en sí y su ánguloo perspectiva visual lo limitaba al simple dato sensorial; lleva, así, elescepticismo agnÓstico del positivismo a circunscribir el conoci-miento a meros hechos de la sensación y la conciencia se convierte enun simple agregado del contexto material del mundo, todo explicadodentro de un concepto mecanicista, sin aliento renovador. En lopolítico el positivismo se convirtió en una doctrina que, a manera denueva escolástica, quiso excusar los excesos del conservatismo, laentrega del país a los intereses foráneos, la defensa de una situaciónque por delante se presentaba con un aparente rostro de progreso,paz y tranquilidad, pero que por detrás mostraba la cruda realidad deuna nación en donde se sacrificaba el progreso moral por sórdidosintereses de una burguesía sin conciencia de la nacionalidad, en don-de el brillo y el oropel de las espadas y las medallas ocultaban una

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realidad muy diferente a como se presentaba por delante. LeopoldoZea nos explica que la única libertad que ellos (los del Partido Cien-tífico) permitieron fue la del enriquecerse sacrificando los interesesgenerales del pueblo mexicano.

Sin embargo, la función histórica del positivismo en México nopuede ser subestimada en aras de una pasión o de posibles interesespuramente ideológicos. Como episodio dentro de la historiamexicana merece, por lo tanto, una consideración profunda, un estu-dio crítico, objetivo, dentro del marco de las corrientes filosóficas ycientíficas vigentes. En torno al positivismo mexicano existen intere-santes ensayos y escritos de valor. Entre ellos contamos con las publi-caciones de Gabino Barreda, Justo Sierra, Antonio Caso, LeopoldoZea, AgustÍn Aragón y Samue1 Ramos. La reacción anti positivista laencabezó en México el Atenco de la Juventud, cuyo guía espiritual,el hermano mayor del grupo como lo llama Leopoldo Zea, fue donPedro HenrÍquez Ureña en quien se encarna una primera formulacióndecididamente adversa al positivismo oficiaL.

El Positivismo está representado en Chile por autores como JoséVictoriano Lastarria, Valentín Letelier, así como los hermanosLagarrigue, Juan Enrique, Jorge y Luis. Se ha insinuado -Méndez

Plancarte, GarcÍa Calderón, Menéndez Pelayo, Insúa Rodríguez -unaposible relación de don Andrés Bello con el Positivismo, principal-mente con el de Stuart MilI. Pero muy por el contrario, el espiritua-lismo de Bello ha sido, tal vez, el acicate que abrió el camino para lareacción positivista en Chile. Chile no ha tenido figuras extra-ordinarias en el Positivismo, pero como doctrina ha influido en formanotable y fecunda en la organización educativa de la nación sureña,en los programas de reformas sociales así como en la fundación deAcademias y Sociedades Literarias. Ejemplos, "Sociedad de la Ilus-tración", "Academia de Bellas Artes". Los tópicos de la primerafueron los relacionados con las doctrinas de Littré y de A. Comte.Los temas de la última, la búsqueda de la verdad y de la belleza por lacrítica positiva.

Sobre Lastarria ha dicho Luis Oyarzún que éste no fue un positi-vista en sentido pleno, y en, realidad, llegó a tener conocimiento dedoctrina en un período relativamente tarde. No obstante, Lastarriaprofesa un intelectualismo histórico caractcrizado por la búsquedaromántica de un destino propio en función de la nacionalidad, defen-sor del ideario liberal pero adversario de todo poder de tipo espi-ritual, muy afín al comtismo en lo político y social; enemigo, sinembargo, del principio de la nueva religión de la humanidad. Las"Lecciones de Política Positiva" de Lastarria merecieron de EmileLittré un comentario que indica hasta qué punto Europa seguía con

interés la evolución intelectual en los pueblos hispanohablantes. La

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orientación ortodoxa del positivismo en Chile la encontramos en losya mencionados hermanos Lagarrigue. Se reconoce en JorgeLagarrigue "apóstol del comtismo ortodoxo en su país y en elextranjero" (R. Soler). Seducido primero por los escritos de Littré, seinclinaba hacia la doctrina de Comte, por parecer1e portavoz gigan-

tesco, saturado de un mismicismo que se aviene con las tesis funda-mentales de la doctrina. Sus otros hermanos, Juan Enrique y Luis,reconociendo la superioridad, a su juicio, de Comte, se conviertentambién en fanáticos del ideario positivista, invocando, sobre todo, elculto al Gran Ser, el altruísmo, la fe en el progreso inevitable de lahumanidad.

Con anterioridad a Charles Darwin, el inglés HerbertSpencer concibió el evolucionismo como la sucesión de losfenómenos dentro de un Absoluto, al cual él designó con el nombrede lo Incognoscible; allí ya encontramos una formulación delAgnosticismo en términos de un materialismo mecanicista. La ley dela evolución en sentido spenceriano se puede definir de la siguientemanera: "Integración de la materia y la disipación concomitante delmovimiento por lo cual la materia pasa de un estado de homo-

geneidad indeterminada e incoherente a un estado de heterogeneidady coherente" y, en consecuencia, considerando exclusiva del movi-

miento mecánico, impugnación de una metafísica racionalista y delas relaciones ideales, etc. El evolucionismo spenceriano remata en unindividualismo ético y sociaL. Y en relación con el origen de losgrupos sociales en general, Spencer sostiene una hipótesis mono-genista, la cual le atribuye a las agrpaciones primitivas un mismocarácter de homogeneidad. Al hacer referencia a los conceptos de"psicología colectiva" y "psicología de las multitudes", Spencer afir-ma que un número determinado de individuos que se encuentransujetos a factores iguales, pueden poseer, en virtud de este mismohecho, caracteres psicológicos semejantes. La influencia y la presen-cia del positivismo spenceriano se advierte con más o menos fuerzaen pensadores de América Latina como, por ejemplo, los teóricos delrégimen porfirista, así también, como motivo para desarrollar inter-pretaciones socio históricas que intentan superar el evolucionismo delinglés y otros como Le Dantec y Haeckel.

En la Argentina se intenta construir un Positivismo de tipomonista y naturalista, sin apegarse de modo necesario al mecanicis-

Spencer. Si bien es cierto que Sarmiento dijo aquello de que "conSpencer me entiendo porque andamos el mismo camino", se puedeafirmar que el Positivismo argentino no sufrió la improntaspenceriana como un elemento decisivo o determinante. Por elcontrario, el Positivismo argentino ni dependió ni fue continuaciónde los principios spencerianos. Más bien se presenta como una supera-

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ClOn del mecanicismo del filósofo inglés. No hubo propiamente"escuelas" sociológicas argentinas; sólo tendencias más o menos dcfi~nidas, orientaciones como el positivismo penal, positivismo jurídico,positivismo sociológico, biologismo sociológico, etc. De todosmodos, la estructura y el contenido del Positivismo argentino se desa-rrolla al hilo de una consideración sobrc los temas fundamentales deSpencer. Leopoldo Zea, Berta Perelstein han interpretado el positivis-mo en general como justificación, en el plano de los conceptos filo-sóficos, de las clases burguesas de América Latina. Sobre el particularanota Ricaurte Soler que, por ejemplo, en el caso argentino esteesquematismo le parece cxagerado. Los positivistas argentinos nosiempre aparecen vinculados a dctcrminados intereses "burgueses".Más bien, gran parte dc la reacción anti positivista se prcsenta comoun movimiento anti popular en sentido revolucionario, como unintento por desplazar de la escena intelectual explicaciones científi-cas, rcvolucionarias, cónsonas en muchas ocasiones con el socialismo.La declinación del cientificismo argentino sí aparece vinculado con lareacción de una burguesía oscurantista, orientada en el sentido de un"humanismo" y de un idealismo metafísico que poco o nada tieneque ver con una evolución efectiva del pensamiento científico.

En la evolución intelectual de las ideas argentinas adscritas alPositivismo, José Ingenieros se destaca por su profundidad y rigoris-mo en el enfoque de la temática sociológica. En su "Simulación en laLocura", nombre de su tesis doctoral, anticipa su interés por lapsiquiatría y la criminologÍa. Se considera "Principios de Psicología

BiolÚgica" la obra en donde la orientaciÓn cientificista al modo deHaeckel alcanza su más legítima expresión. En toda su vasta produc-ción, Ingenieros defiende un tipo de monismo naturalista, insertodentro de una metafísica de la expcriencia hasta rematar en unateoría acerca de la formación naturalística de la conciencia en suaspecto personaL. En otro aspecto, Ingenieros orienta su Positivismo

hacia posiciones francamente anti intclectualistas, sin llegar necesaria-mente a rechazar cosas como la función introspectiva del sujeto pen-sante. Su cientificisrno exhibe todos los caractercs del monismo natu-ralista que advertimos, por ejemplo, en Le Dantec y del positivismopuramente anti metafísico de Ribot. En tal orden de ideas, en Inge~nieros advertimos no una posición agnÓstica al modo de Spencer,

sino la afirmación de una "metafísica de la experiencia", para él,"metafísica del porvenir", cimcntada sobre el concepto de que lametafísica se constituye para la fonnulaci(m de hipótesis legítimas en

relación con los problemas inexperienciales, lo que hará de ella, lametafísica, algo en constante rcnovación y perenne en su proceso,ajena a los dogmatismos de todo orden - racionalismo, religión,política, etc.-libre de imposiciones o influencias estériles. Si el positi-vismo aparece ligado con la Ciencia, también se presenta, segÚn Inge-

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nieros un nexo, un paralelismo, entre políticia y filosofía. ASÍ, porejemplo, al referirse a los escritores burgueses como Bergson,

Boutroux, etc., los ubica como representantes de las clases conserva-doras. Las reflexiones del maestro Ingenieros acerca de la temática

metafísica, gnoseológica, sociológica, política, se anudan en aquellaidea de que "la moralidad efectiva es un producto social" o, bien,que "toda ética efectiva ha sido un resultado natural de la experien-cia social".

;i.

Entre las figuras representativas del Positivismo argentino, CarlosOctavio Bunge es considerado como importante teórico del biologis-mo psicológico. Según este principio la evolución social está regidapor principios de orden biológico. Su pensamiento filosMico admitela posibilidad de una metafísica positiva fundamentada, precisamen-te, en hipótesis científicas. En su ensayo de psicología social, Bungese muestra partidario del determinismo racial; allí, sus conclusionesson realmente pesimistas con respecto al mestizaje. Para él, las"razas" india, hispánica y negra nos han legado, por la vía de laherencia, un tipo de hombre hispanoamericano con taras y defectospsicológicos, herencia que ha hecho a estos pueblos colectividadesenfermas, sin capacidad para el cultivo superior de la cultura. Ensaya,así, una especie de patología social que explica, por ejemplo, el fenó-meno del caudilismo, el fanatismo religioso, el servilismo del grupoétnico negro, la arrogancia del español, etc. Su biologismo lo inclina apensar seriamente que la evolución filogenética de la humanidad esanáloga a la evolución histórica de las naciones; que la inteligencia esuna manifestación evolucionaria del instinto. Su influencia la pode-mos considerar de importancia en la evolución de las ideas argentinas.Ejemplo, el intento de explicar el desarrollo histórico de la patria deSarmiento desde el punto de vista de la psicología sociaL.

El Positivismo argentino nos muestra una línea de evolución que

se enlaza con las concepciones filogenética, transformista y cientifi-cista del sabio Ameghino; en la orientación de un psicologismo abso-luto y anti intelectualista de Carlos Antonio Bunge; en la orientaciónrealista de la lógica en José Nicolás Matienzo; en el evolucionismo nomecanicista de Rodolfo Senet o, bien, en el positivismo jurídico deFrancisco Ramos MejÍa, etc. En una u otra forma se ha intentadodemostrar de qué manera el naturalismo biologista del cientificismoen Argentina no sólo impulsó el incremento de ideales "progresistas"sino, incluso, proposiciones de tipo revolucionario. Este aspecto, porlo menos, nos lo muestra la historiografía de pensadores como Inge-

nieros. Es interesante consignar cómo el Positivismo ha tenido enMéxico y en Argentina destinos tan singularmente distintos. Mientrasen el país azteca, el Positivismo se convirtió en el baluarte de lareacción anti democrática e imperialista, en Argentina el Positivismo

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converge con el ideario democrático, socialista en muchos aspectos yel laicismo liberaL.

En Puerto Rico, Eugenio María de Hostos exhibe un positivismo

que nada tiene de común ni con el pensamiento de Comte ni con elevolucionismo mecanicista de un Spencer. Ricaurte Soler señala, porel contrario, una aproximación legítima del pensador portorriqueño ala doctrina del sociólogo francés, Emile Durkheim y, por lo con-siguiente, singularmente adicto a los conceptos de consciencia colec-

tiva y de supraindividualidad de lo sociaL. Hostos plantea el dilema de"civilización o muerte"; se explica esta actitud vital por su espíritugeneroso que considera como vicio moral el sistema social de sutiempo. Arde en el maestro Hostos, la fe en la verdad, la pasión porhacer el bien sin medir sus consecuencias, realizar la libertad y lajusticia. Y sin haber estado nunca en la tierra de Martí, trabajó teso-neramente por la independencia de Cuba, la que se justificaba, segúncriterio corriente, por imperativos morales y materiales. Su "MoralSocial" es la obra que mejor representa su ideario. Escribió dos Trata-dos breves sobre Sociología destinados a los futuros maestros de

primaria. No se nota en este autor un Positivismo a título de teoría odoctrina fundadas en supuestos metafísicos, ni adscrito a posicionesirreductibles como el evolucionismo biológico, el pampsiquismo, etc.Su Positivismo se presenta más bien como una doctrina para subvertirel orden colonial, por ponerle término a aquellas formas de opresión

tan en boga.

En Cuba, don Enrique José Varona encarna un tipo de positivis-mo, por así decirlo, personal, sin atenerse de modo necesario a laspremisas de un Mil, un Comte o un Spencer. Mantiene una actitudindependiente y hasta de crítica a los esquemas conceptuales clásicos

del positivismo. Como maestro de la juventud cubana se dedicóVarona a convencerla de que solamente, mediante el estudio y lainvestigación seria y paciente podrían los hombres lograr la libertadya que únicamente tener conciencia de ésta es lo que permite reali-zarla. Por su franco y abierto repudio al pasado colonial y a unaeducación escolástica, ha dicho Medardo Vitier de Varona: "Siemprehe pensado que Varona recargó las tintas a favor de la llamada leyen-da negra, en parte por haber escrito El Fracaso Colonial de España,

en plena revolución cubana, de cuyo ardor ni él, tan equilibrado,podía sustraerse". En todo caso, Varona pensaba que ninguna revolu-ción política es realizable si no se abre el camino para una revoluciónsociaL. Estos conceptos concuerdan con su posición filosófica querechaza la noción de que el hombre es una "sustancia" tal como lointerpreta el tomismo o el du¡ùismo de Descartes. En la pugna entrelibre albedrío y determinismo, el maestro cubano se inclina hacia untipo de determinismo no mecanicista en donde el hombre logra su

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libertad sólo por el enriquecimiento de sus motivos de acción. Según

él la psicología no se explica ni por la metafísica ni por la fisiología,proclamando conceptos como éstos: la indivisibilidad de la con-ciencia, lo inconsciente, la unidad de lo psíquico, rechazo de la intui-ción metafísica. Encuentra en Wundt, Bain y Ribot teóricos conquienes tiene afinidad mental y consecuentemente su posición se

desenvuelve en la misma línea de estos pensadores. El soporte de lamoralidad se encuentra en lo social, sin perjuicio del ámbito espiri-tual, lo que significa, en el aspecto psicológico, un reconocimiento dela legitimidad de la introspección. Con aquella doctrina sintetizada enla expresión de que lo real es un poliedro de mil caracas, Varona

deriva hacia un tipo de escepticismo teórico en donde se afirma lare1atividad del conocimiento. No es spenceriano porque no comparteel agnosticismo del

el agnosticismo del inglés, ni comtista porque no cree en una religiónde la humanidad. Tampoco transige con el kantismo porque éste noofrece soluciones prácticas, mucho menos con la metafísica y la teo-logía. En una palabra, Varona se inclina dentro del realismo orienta-do con las conquistas efectivas de las distintas ramas de la ciencianatural.

Del examen hecho hasta aquí podemos sacar algunas conclusio-nes que se nos ocurren a título de proposiciones para una reflexiónmás amplia y más profunda, más orgánica y más sistemática sobre elPositivismo en América Latina. Aparte de Ricaurte Soler con ELPOSITIVISMO ARGENTINO Y de Leopoldo Zea, EL POSITIVISMOEN MEXICO, no conocemos ensayos tan prolijos y fecundos como elprimero, y tan reveladores y sesudos como el segundo en torno a lasraíces, evolución y proyecciones del positivismo en general en

América Latina. Entre las conclusiones, pues, que nos atrevemos aformular, tenemos las siguientes:

l. La orientación de la sociología positivista en su expresión

europea (Comte, MilI, Spencer, Taine) investiga los proble-mas sociales pero prescindiendo de su base económica.

2. Al idealizar el concepto de progreso indefinido, el Positivis-mo en su fase inicial defiende posiciones ideológicas en pug-na con las nuevas clases sociales en Europa y se torna defen-sor de un sistema que está en quiebra.

3. La teoría positivista del conocimiento llega a conclusiones

decididamente agnósticas dentro del pensamiento de Comte,Littré, Spencer.

4. Su hostilidad al ateísmo (Comte), lleva al Positivismo a

adoptar el supuesto del "Gran Ser" y en tal sentido no ha

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superado la etapa religiosa que el mismo A. Comte poníacomo fase elemental del proceso de la historia social y delconocimiento humano.

5. Dentro del mundo de América Latina el positivismo es, enparte importado pero, a su vez asimilado. Y por otra, es yauna actitud mental en pensadores como Sarmiento yAlberdi y toma forma de doctrina conceptual propia enJusto Arosemena, Ameghino, Bunge, Senet, Ingenieros.

6. El Positivismo propicia en América Latina del siglo xix una

actitud científica, con orientación socIal y sin el espírituespeculativo propio del viejo racionalismo.

7. En paíse'l como Chile, Bolivia, Argentina, el positivismo esbandera de reivindicaciones en todas las esferas del ordenhumano.

8. Dentro de la realidad mexicana, el Positivismo "cientificIs-ta" fue instrumento de la reacción, de la dictadura porfi-rista, justificadora de un "orden" bajo el cual latía la másdescomunal anarquía. Si en una primera fase, el Positivis-mo fue cn México un medio para cimentar el orden liberalburgués de tipo amplio, en la siguiente se convirtió en laantítesis de sus divisas.

9. El movimicnto de reacción contra el Positivismo, amplia-mente justificado en México, por ejemplo, cobra formasrealmente místicas, irracionalistas y anti científicas en laArgentina. En el país de Juárez, la reacción antipositivistatuvo un carácter, en términos generales, adecuados a rompercon una situación asfixiante en todos los Órdenes de la cul~tura. En la Argentina, Chile, Uruguay, cobró acentos muycónsono s con intereses que rebasaban el simple marco de lasespeculaciones para defender posiciones clasistas.

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por el Istmo, y así lo demostró,

cuando retirado de las luchaspolíticas que le reclamaron, re-gresÓ a Panamá para dedicarse alejercicio de la medicina, hasta

que le correspondió cumplir consu última jornada.

Mateo Iturralde, nació de launión de Tomás de Iturralde yAquilina Vega, a quienes perdió

siendo un niño aún.La repentina desaparición de

sus progenitores, obligó a su tía

anciana, Manue1ita de Iturralde,a recogerlo en su hogar. En esa

casa no le faltó cariño, pero simuchas otras cosas.

De su tía Manuelita recibió laenseñanza de las primeras letras,quien quedó sorprendida del ta-lento excepcional de su protegi-do, y muy pronto debió de bus-car otros instructores para que

completasen su educación.

Era un lector infatigable, ymuy pronto se convirtió en unaautoridad de la lengua española.

En el año de 1838, contandoapenas diez y siete años, fue de-signado por la junta de Educa-

ción Pública del gobierno depar-

tamental, para que siviese deProfesor de la Lengua Española

en el Colegio San Diego de laciudad de Panamá.

Sin embargo, comprendiendoque el Istmo era un ámbito de-

masiado estrecho para continuarsu desarrollo intelectual, y ha-

biendo muerto su tia Manuelita,viaja por su propia cuenta alEcuador, en donde fija su resi-dencia por varios años.

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Los primeros días son difíci-les, pero no le vencen, Las estre-cheses económicas que ha sufri-do en su infancia le han forjadoun carácter firme, y una gran

voluntad.

Finalmente consigue trabajoen una firma de abogados, lo

cual además de permitirle obte-ner una cultura jurídica, le pro-porciona el sustento para estu-diar en la Universidad deGuayas.

.~

;,

Se decide por el estudio de laMedicina, a la cual dedica todosu empeño. Al terminar su ca-rrera en la Universidad, regresa

al Istmo de Panamá.

Se dedica por un tiempo a lalabor social de atender a la gen-

te humilde, que no puede pagar

un médico.

Insatisfecho de sí mismo, via-ja en el año de 1853 a la ciudadde Bogotá, con el ánimo de con-tinuar - estudios de Derecho. Ahífortalece su amistad con TomásHerrera.

~

En Bogotá lo sorprende unaserie de luchas políticas secta-

rias. Identificado con Herrera,

ha de hacer causa común con elliberalismo, prestando sus servi-cios de médico al ejercito revo-lucionario, que se levanta contra

los poderes constituidos.

Después de la caida de Melo,es reclamado para una impor-tante responsabilidad pública en

Bogotá. Es elegido como repre-sentante del Congreso.

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Como senador, alcanza granprestigio popular, por sus dotesde orador y su poderosa dialéc-tica, pero también por su inte-gridad y corrección.

En una de esas sesiones en laque se debate un problema so-bre el Ferrocarril del Istmo de

Panamá, su voz se alza repletade encendido patriotismo, y an-teponiéndose a los intereses departido, hace la defensa de los

intereses de la Nación.

Es en este incidente, en don-de habrá de pronunciar aquellafrase que lo ha llevado a la in-mortalidad.

Fue tanta la controversia que

provoca su actitud, que en dife-rentes sectores del país empiezaa pronunciarse su nombre, comoun sinónimo de idealismo yamor a la Patria.

Un periodista contemporáneo,escribió en la época unas frasesso bre Mateo lturralde, cuyopensamiento es representativode la conmoción que alcanzó sufigura,

"Tu nombre se lo ensenare-mos a pronunciar a nuestrosnietos, como modelo de amora la patria, y ellos se encarga-

rán de transmitirlos a otrasgeneraciones. "

Además de su cargo en la cá-mara legislativa, el Dr. Iturralde,ocupa o tras posiciones impor-tantes, fue Secretario de Estado,

y Magistrado de la Corte Supre-

ma de Justicia, en donde dejahuellas de su creatividad e inteli-gcncia.

Mas cuando la edad ancianaempieza a reclamarle reposo ysus energías empiczan a decli~nar, regresa nuevamente al Ist-mo de Panamá, en donde fijadefioitivamen te su residencia.

Desde entonces ha de dedicar~se nuevamente al ejercicio de lamedicina.

Al final de sus días, nada le

delcita tanto como el diálogo

con sus amigos Jovcnes. Se reú"

ne con ellos cada día en la PlazaCatedraL.

Sus contemporáneos cuentanque eran famosas esas prolonga-das charlas, en las que el Dr.

Iturralde, mantiene en verdaduna especie de cátedra popularde Ciencia Política, para unaserie de hombres que le circun-dan, casi todos de una edadmuy Joven.

No teme al contacto de la ju-ventud porque está identificadocon ella. Dicen que día a día,

repite una frase que ya sus in-terlocutores conocen de memo"ria, para identificarle.

"Señores, ni me gasto, ni memuero."

Tal vez quería expresar que

se sentía repleto de una gran

energía física y mental. Pero cn

realidad se acerccaba su hora

postrera.

A este ser extraordinario se leatribuye una anécdota que talvez pueda revelarnos algo mássobre su carácter y personalidad.

Como hemos advertido, cadatarde, al caer el sol, y luego de

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atender a sus cnfermos, frecuen-

taba la Plaza de la Cátedral, en

donde se reunía con sus amigos,era una especie de ritual quecumplía religiosamente.

Pero por uno de esos movi-mientos internos que sufre cons-tantemente el Istmo de Panamá,

en la lucha partidista de libera-les y conservadores no son po-

cas las veces en que las tropascolombianas con arreos de com-bate, tomaban posición de pun-tos claves de la ciudad, para evi-tar manifestaciones públicas.

Las razones cran obvias, yaque estas manifestaciones po-dían desembocar en una expre-sión de fe anticolombiana.

Ajeno a los días que se viven,Mateo Iturralde va a cumplircon su cita.

Pero esa tarde habrá de en-frentarse con un soldado que ledetiene. Cumple órdenes de nopermitir el paso por la Plaza.

Iturralde, indiferente a la or-den, exponiendo su vida, seacerca al soldado.

El agente del orden público

levanta su fusil y le grita..."ALTO" y aquel anciano, que vi-ve sus últimos días, coloca su

índice sobre el soldado y le res-ponde..."ATRAS"

Tal vez por el respeto que

emana de la voz de aquel ancia-no venerado, el soldado vacila ydeja pasar a su intcrlocutor.Tras Mateo Iturraldc pasan losjóvenes que le acompañan, para

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cumplir la sesion diaria con susdebates, sobre los problemas dela patria.

Se acerca su partida: El día

21 de Julio de 1895, la muerte

lo sorprende en el sueño. Su se-

pelio constituye una profunda

demostración de afecto, sin pre-cedentes en el Istmo de Panamá.

Los hombres más distinguidosde su tiempo, le acompañan has-ta su tumba, para rendide untributo de admiración... entre

los oradores, se destaca Don

J osé Lloren t, que en breves ysentidas frases, afirma..."Fue un ejemplo de virtudesciudadanas. En el cielo de la pa-tria, fue como un astro deiuz... "

En el año de I9 1 3, el Presi-dente Porras, gran admirador deleximio patricio, hace erigir unbusto a su memoria, para pre-

sentado como ejemplo perma-nente de amor a la patria.

Durante el año de 192I, yprecisamente cuando nuestropaís, se ve envuelto en una lu-cha de hondo contenido nacio-nalista, se conmcmora con gransolemnidad el centcnario del Dr.Iturralde.

En I971, al cumplirse cientocincuenta años de su natalicio,su figura singular, continúa ins-pirando a la juventud panameña,y su nombre como una antorchade luz, se levanta sobre el cielode la patria, como diría José

Llorent, para convertirse en elsupremo alabarda de nuestra so-beranía...

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pulsaba a la inteligencia a unanueva admiración. Este suceder

de exigencia ha continuado através de los siglos en donde elpensamiento humano se ha desa~rrollado grandemente. A loshombres del renacimiento, Aris~tÓteles aparecía como un olvida-dor de hombre amante de lo

bello y de lo grande. Y se die-

ron a las letras clásicas con todoel hombre. Galileo introduce elmétodo científico y se pone acriticar el aristotelismo como in-suficiente, pero todavía usandolos mismos elementos aristotéli-cos y el mismo análisis intros-pectivo vuelto hacia lo externo.

Niega de la misma manera comoafirma Aristóteles, las cualidadessecundarias. Locke, Berkelcy,Hume, continúan aún perdidosen el aristotelismo y se pueden

encuadrar dentro de los esque-

mas del maestro, todo esto por-que usan un mismo método enel expresar la verdad afirmada yverificada por ellos en un modoo en otro. Entre ellos es bastan-

te fácil determinar las condicio-

nes que no consideran en la ex-presión de sus inteligencias y elesquema de diferenciación de laconciencia en el cual fundamen-taban su filosofía. Luego conKant empieza la filosofía a to-mar nuevos derroteros en la de-terminación de las proposicionesfiosóficas. Empieza claramente

a hacerse explícito el métodoque sostenía el edificio aristoté-lico, pero acudiendo constante-

mente a los instrumentos de ex-presión usados por filósofos pre-

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cedentes. Acude a la ciencia, allenguaje pero sobre todo insisteen la introspección o en el exa-

men interior del sujeto que co-noce. Digo que no se independi-za de la tradiciÓn anterior en eluso de la terminología. Parece-

ría que todo su estudio se pue-de reducir al nivel del "Anima"de AristÓteles; esto lo digo co-

mo hipótesis de trabajo. Al lle-gar a Hegel encontraremos eldiscípulo de Kant que aprendió

la interiorización y la validez in-

trospectiva del maestro.

,r'~

¡:1

Hegel no fue el inaugurador

del análisis trascendental ni mu~

clio menos. Sin embargo fue élquien lo llevó a sus extremas con-secuencias. No en cuanto lo usóal modo de Kant de un modoexplícito al buscar las condicio-

nes de posibilidad en los juiciossintéticos a priori. sino en cuan-

to desnudÓ los pliegues de laconciencia mediante la dialécti-ca. Este trabajo de Hegel prepa-

ró las nuevas vías del filosofar.Todavía el idealismo germanono logra salir de la confusión ala cual conduce lo explícito y loimplícito en el análisis trascen-dental. En este sentido digo que

Hegel rompiÓ con el aristotelis-mo precedente en el modo deatacar la verdad de la filosofía.Ya no será más considerada laverdad como la adecuación de lacosa al intelecto sino el intelec-to como el productor de laverdad de la cosa. De este pro-blema aún no precisado por elmodo kantIano en la filosofíaulterior se prescinde de un mo-

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do velado. No se quiere tocar elproblema en su crudeza de des-arrollo sino que se "supera" me-diante el análisis trascendental

que busca no los objetos sino elmodo nuestro de conocer losobjetos. Y no el modo general

de conocer cualquier objeto sinoel objeto que lleg-a a ser el suje-to humano al llegar a su propioconocimiento. El método fue in-troducido por Kant como unproblema gnoseológico. Lo to-mó Hegel como un problemadel espíritu humano que me-diante la dialéctica o el movi-

miento de contrarios llega a serabsoluto. Husserl y Heideggerprecisan mucho mejor la feno-menología del sujeto humanoque llega a ser en cierto modoobjeto en el momento de laautorrealización. Es sin lugar a

duda este método llevado a susúltimas conclusiones un factorde anulamien to del idealismokantiano en el momento que sa-tisfagan la validez de una meta-física del reaL. En momentosposteriores los pensadores se ve-rán oblig-ados por la verdad delas cosas (como decía Aristóte-les, Met. A) o por la verdad delSer como dirían los trascenden-tales o por la verdad del hombrea volver a ponerse la pregunta:

¿y verdaderamente nosotros co-nocemos así como decía Kant?Es la ley de la esencia humana

descansar en el ejercicio de suactividad perfecta.

Como hemos querido decirsin lograrlo no es el punto departida justo lo que nos funda-

mentará la metafísica y la filo~sofía sino es el punto de partidajusto ayudado y sostenido porel conocimiento perfecto, en

cuanto se pueda, del ejerciciodel hombre en su ser en si mis-mo. y este ejercicio no se cono-cerá sino analizamos el desarro-llo de la conciencia en los dife-rentes niveles de actuación opresencia, a los cuales irreversi-blemente se ve sujeta si preten~de agotar la suma de inquietu-des preguntadoras que constitu-yen el ser del hombre o el serdel real. No queremos tomarninguna posicion radical desdeel comienzo porque tenemos elconvencimiento que no hay fUn-damento ni método garantizadofuera de la realización del pro-pio pensamiento. Además estefundamento cada vez que ad-quiere una nueva condiciÓn noconsidera en su forma explícitaanteriormente, se perfecciona.

Es una gran plataforma en don-

de el horizonte de la propia ac-

tuación se indetermina determi-

nándose y se' proyecta hacia elalgo que atrae y fundamenta elpropio fundamento temático delespíritu humano o si se prefierede la realidad hUmana.

El filósofo que quiere expli-car el verdadero estructuramientode la realidad humana debe co-nocer el por qué terminal de to-das sus afirmaciones en la expe-

riencia propia dándose cuenta

que sus explicaciones pretendensostener conceptualmente la ex-periencia interna; además debedar la hermeneútica que haga

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posible la recta intelección de

sus proposiciones. Todo filósofono se inquieta porque se sosten-gan sus afirmaciones sino quepretende que el individuo sepersonalize actuándose en su vi-vencia propia. Es la actuación

del propio yo el verdadero fun-

damento de todo sistema filosó-fico, y el fundamento próximode toda recta intelección. Comose dirá en el segundo capítulo

de la conciencia, la experiencia

de una afirmación no le da vali-dez absoluta sino es el términoque establece la ligazón entre laexpresión y la traducción en tér-minos concienciales del desarro-llo de un deseo.

Es necesario para seguir avan-zando en la conquista de la ver~dad del hombre tener la inquie-tud de encontrarse con lo pro-

porcionado a la propia escncia.Todo hombre o mujer que leaun escrito difícil y pretenda en-tenderlo está en la disposición

de tener conciencia del deseo de

saber. Notese que en el tercercapítulo y cuarto se tocará de

un modo más particular el deseocomo tendencia generalizadorade la conciencia y el lenguaje

como elemento del saber encompañía.

En el desarrollo del mctodo

de la metafísica como cienciadel hombre en su totalidad, nopodemos detenernos en un es-qiem2 absorbente del saber hu-mano porque así estamos insa-tisfaciimdo el avance posteriordel método. La labor del filóso-fo es determinar la relatividad

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de los actos de inteligencia, devoluntad en suma, de los actoshumanos. No queremos excluirlo absoluto como aquella capaci-dad de actuarse en su propiaesencia de un modo agotador dela realidad humana pero estovcndrá posteriormente explici-tado, pues, no es posible llegarde súbito al término sin haber

conocido o experimentado lospasos que conducen al fin. En lahistoria del acontecer humanopodemos fijamos en las parado-jas que han sucedido, tanto que

estamos inclinados a dar repues-tas y constataciones superficialesde tales acontecimientos. Modosde explicar existen de acuerdo

con la actuaciÓn individuaL. Elvalor último afirmado por elque trata de explicar sirve depremisa para sistematizar losacontecimientos históricos den-tro de un cuadro, pero por faltade explicación de su propio pro-

ceso cognoscitivo o por falta deexplicación de la realidad huma-na en su ejercicio, creen haberencontrado el absoluto en cada

contenido del afirmar humano,sin darse cuenta que su afirma-ción estaba condicionada pormodos imprevisibles.

Todavía el método de la me-tafísica en su afán de explicarsea sí mismo y de fundamentarse

en su propio punto de partidapuede damos la anticipación almenos desde un punto de vistaformal-operativo, de los futurosmodos de proceder.

Como anticipación del puntode partida del método sirve el

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encuentro de todos los sistemasfilosóficos en el sujeto pensante.Es el ejercicio del hombre en surealidad comprendedora y de símisma. Ningún filósofo que hatenido la presentación delfiosofar puede negar el sujeto

pensante como base de todaformulación. Todavía el puntode arranque del sujeto pensante

esta sujeto al mismo gradodifenciador de su propio ser.Cada yo pensante se plasma ensus realidades de acuerdo con suestructura íntima. Lo difícil deencerrar con la inteligencia es loimprevisible de los subsiguientes

desarrollos de la conciencia; y

esto se debe a que el contenidoformal-operativo de la esencia

humana se mantiene constanteen cualquier valor que se afirme

como absoluto. Descartes puededar un ejemplo claro de lo quequiero decir con su "Cogito,ergo sum". De este punto dearranque construye su sistemade un modo sugestivo, sinembargo inmediatamente vienesuperado por los empiristas in-gleses y por los racionalistas

alemanes. Y todos de un puntológico y racionaL. Ninguno afir~maba tener no razón al publicarsu sistema. Todos tienen preten-sión de cambiar el curso delmundo con la concretización desus propios pensamientos. Elmismo Kant que analiza el mo-do de conocer el sujeto tiene lasmismas pretensiones de los de-más filosofos anteriores y poste-riores: iniciar un nuevo curso enel mundo. No es de tomarse es-ta afirmación de un modo váli-

do para todos los pormenores,pero es fácil experimentarla en

el transcuros de un estudio de

historia de la filosofía. El pro-

blema del punto de partida, sinembargo, permanece vivo a me-dida que nos lanzamos al ataquedel conocimiento hUmano. Unanálisis introspectivo del yo pen~

sante en su actuación es un me-

dio apto, pero inmediatamente

nos preguntamos quién nos dala garantía que el yo pensante

como existente no es una merasugestión causada por el deseo

que tenemos de hacer algo dura-dero Constantemente a todas lasposiciones que tome el sujetopara empezar su ciencia agota-dora de la naturaleza humana ensus líneas operativas, se levantanmuchas preguntas contradicto-rias que exigen un fundamentoexigido por la misma naturalezasin contar con suposiciones y

presupuestos. Nadie quiere ad-mitir un presupuesto, ni aún los

presupuestos necesarios exigidospor la esencia de las cosas. Todosujeto que se ve obligado por lalógica de otros experimenta la

conciencia viva de la rebelión sies que se imagina que tal lógicacontradice su libertad a elegir loque le convenga. Todavía hay

un nivel de conciencia en dondela necesidad se confunde con lalibertad y en donde el entendi-miento no exige sino la accep-ción de la voluntad. Es el nivelde fondo y profundidad que di~

jimos será tratado más adelante.Como anticipación podemos de-cir que el hombre que se actúaen plenitud de deseo no puede

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tender hacia otra parte sino pcr-manecer en la posesión de lo ac-tuado. Mi punto de partida noserá descubierto al desnudo desus condiciones porque entoncesse convertiría en desperdicios de

la ignorancia.

El defecto a que están some-

tidos los diversos intentos de fi-losofar es el querer explicar con

sus propias categorías el un~ve~-

so de los hombres. En un princi-pio la verdad e;a. univcrs~, .in-m u t a ble, ahistorica, obJetiva.

Hoy la verdad es singular, muta-ble, histórica, subjetiva. Los tér-

minos no solamente son contra-rios sino contradictorios. Con elanálisis del Icnguaje hecho porlos lógicos positivistas se mostra-rá que los dos no pueden serciertos, al menos si aún no sehan introducidos grados nuevos

de educación que puedan siste-matizar las contradicciones. Paralos filosofos históricos no existe

dificultad en interpretar la ver-

dad universal y objetiva como

un momento histórico necesarioen el desarrollo de la humani-

dad. Las razones que darán para

explicar tales afiri;acio~es ,se~án

de ambientacion historica~sociológica, religiosa, etc. Pero

no se darán cuenta del modocomo ellos conocieron la vcrdaddc tales afirmaciones históricas.Una argumentación rigurosa quelos conduzca a contradiccionesdentro de su sistema no scráaceptada porque tienen y no tie-nen confianza en la argumenta-

ción puramente silogística. Sintemor de engañarse afirman que

26

~

hay verdades para cada tiempo

y que el mundo es inteligib~e einenteligible, absoluto y relativo,intuitivo y discursivo. No sepreocupan de fundamentar, susafirmaciones en toda la llIea

porque ellas encuentran. consis-tencias en el yo que piensa y

ama. Pl1.eden afirmar que todoes relativo y al hacerseles ver

que tal afirmacIon es abso,lu ta,niegan el valor de la razon a

descubrir algo que no se puedaexperimentar y tal absoluto pordesgracia no es experimentable.

Al hacerles entender que usan elmodo discursivo para explicarsus intuiciones se quejan de quela desgracia del hombre es ha-blar. Ellos se fundamentan y nose fundamentan porque aún nose han dado cuenta del modo deentender. A tal nivel de concien-cia ningún punto de partida sa-tisfacerá. Son librcs en la deter~

minacIón de su conciencia y és-ta la conduce al arbitrio de sudeseo de no entender todo loque se puede entender. Con ta-les individuos que niegan su pro-pia posibilidad también se. puedetratar al nivel de su propia con-ciencia que conoce de conocer

cuando afirma y sabe de enga-ños cuando miente, pero éste noes trabajo del libro el de conver-

tir al que no quiere. El punto

de partida absoluto, irrefutablepara cada filósofo será válido ~ncuanto es generado en su propioser y en él se encuentra funda-

mentado. El camino que indiquetal actuación de un modo sim-ple y hasta cicrto punto mágicono se encuentra. (El hombre

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asume en tales pretensiones elolvido completo de su propia es-tructura, que se genera en de-

seo, en conciencia y lenguaje).

Se puede encontrar así unmétodo válido para comenzar laciencia del hombre en la medidaen que la diferenciación de laconciencia del fiósofo sea co-

mún a la de sus contemporá-neos, pero este método será váli~do para sus contemporáneos so-lamente y no se hará universalporque no lo había hecho cons-

ciente en sus estructuración con-

ceptual. Sin embargo si el méto-do que fundamenta la metafísicaes el último grado de presencia

al cual puede llegar el individuoen toda la rigurosidad de la ex-presión entonces, allí se funda-mentará la ciencia válida paralos hombres que agoten la efica-cia de su naturaleza. En líneas

hemos anticipado cómo el pun-to de partida pueda dependerdel grado de diferenciación de laconciencia del sujeto que piensa

y ama. Evitaremos así empezar

por lo más obvio que es el pun-to de partida irrefutable, porqueéste de existir solamente en ungrado privilegiado de concienciao de presencia del acto inclusivodel hombre.

El punto de partida es el to-mado de un modo libre depen-diente de la actuación a la cual

he llegado, será el de ir explici-tan do las categorías que deter-

minan todo acto puro del hom-

bre. Acto puro del hombre se

entenderá el que se desnuda elproceso sensible y es de tal gé-

nero que solamente se puedeprecisar mediante una experien-

cia interna. Es el famoso Eurekade Arquímedes que lo libró demuchas dificultades con el Rey.Es el acto que lanza un carpin-tero cuando descu bre el modode hacer un mueble del modomás simple y con el menor tra-bajo. Es el acto que realiza lamamá de un modo espontáneoal precisar la enfermedad del pe~queño. Incluye todos los nivelesposibles de diferenciación de

conciencia. Desde el momentoque el niño empieza a hablar semanifiesta la riqueza que iba al-macenando en sus largas horasde sonrisas y de juegos. En elniño la conciencia está perdida

en la confusión de los actosconcienciales que se imprimenen su ser de un modo imborra-ble . No sería bueno confundir

todos estos actos de la infanciacomo almacenados en el sub-consciente porque aquéllos, se-gún Freud intervienen en todaslas actuaciones posteriores del

hombre sin que éste se dé cuen-ta de tales presiones traumáti-

caso Todavía puede ser que enanálisis posteriores lleguemos aidentificarlas y a sistematizarlas

como actos del hombre cons-ciente pero no auto conscientes

en su puridad actual. El proble-ma nuestro se encuadra dentrodel ámbito de la actividad puradel hombre, como actuación desu realidad de hombre, realidadque actua en toda su compleji~

dad desde el momento de la pri~mera conciencia. El hombrepuede vivir constantemente re a-

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!izando actos de hombres sin

darse cuenta de tal realidad. Atal realidad específicamente sólose llega mediantc la explicita-ción conveniente de la naturale-za humana en todas sus comple-jidades, pero la no-explicitación

no niega la presencia de tales ac-tuaciones conscientes. Concien-

cia en este sentido es la fuerzainterna del sujeto humano quelo constituye como sujeto. Aun-que verdaderamente concienciase puede confundir fácilmentecon el darse cuenta de algo.(NB. Con esta constatación afir-mada empieza y se desarrolla to-do el sistema de Sartre. Es su

premisa base fundamental, soste-nida por el aparato lógico dis-

cursivo que con habilidad sabeprecisar términos de fácil cons-tatación. Es el In se y el per se

que los realiza en contextosmuy diversos de donde se origi-naron).

Conciencia como fuerza inter-na del hombre que lo constituyecomo individualidad separada delos otros y estructurada en sí

mismo como un todo invisible.Es necesario notar que la separa-ci(m de los otros se da como unpunto de partida para la misma

conciencia en su desarrollo. Esel darse cuenta que él es un su-

jeto envuelto en el mundo. Laconciencia no es darse cuenta de

un otro, sino el experimentarse

a sí mismo como un idéntico.Es un momento que se deslizaen el momento subsi¡"'1iente a laactuaciÓn pero que permanece a

lo largo de toda actuaciÓn.

28

La categoría de conciencia esde suma importancia porque esaquélla que establece toda cate-goría y sin la cual no se pudierani pensar. Es una categoría su-

super catcgorial no categoraliza-

ble, pero no trascendentaL. Es

una "categoría" que hace faltaaferrar en sus líneas fundamen-

tales si queremos hablar del serdel hombre. Para hablar del serde las cosas como lo hace laciencia, no importa su conoci-

miento explícito y conceptual-

mente estructurado. Sc puedeprescindir de la conciencia en

toda investigación científica co-mo algo sobre lo cual ni siquierase imagina preguntar. Desde elmomento que pre¡"'1ntamos so-bre el hombre o la conciencia,desaparece el ser de las cosas

propio de la ciencia y nos zam-

buímos en el lago de la cienciadel hombre y del ser que funda-menta todas las preguntas cien-tíficas. Toda pregunta científicase desarrolla en dos momentos.Primero en un momento des.criptivo cuando pone la concien-cia en relación inmediata conlos sentidos que tocan, ven, ima-ginan y presen tan una multipli-cidad para ser entendidas. Y unmomento explicativo cuandoponen las multiplicidades en susrelaciones unitarias entre sÍ. No-tamos entonces que la concien-cia sólo entra como el instru-mento del cual no servimos paraapoderamos del ser de las cosasy del mundo natural que noscircunda.

En cambio la conciencia de lacual tratamos es la pregunta

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consciente hecha sobre la propiaconciencia y no ya sobre el con-tenido que la considera comoinstrumento, tal como hemose~tendido que sucede en la cien-cia.

La conciencia no se puede en-

tender separada del ejercicio delhombre que se interesa con estenuevo preguntar sobre su propiarealidad. Es lo mismo que suce-de con la conciencia que no pre-gunta sino sobre lo que se pue~de verificar con la experiencia

de los sentidos y de los instru-mentos grandemente especializa-dos.

Pero la conciencia por sí sola

no se justifica y solamente apa-

rece como motivo de la prcgun-ta cuando surge el deseo de ha-cerla luminosa en el mismo ejer-cicio del hombre. El deseo sobreel preguntar de la conciencia es

anticipativo a toda actuación ycorrelativo a todo ejercicio. Esun desco que acompaña al filó~sofo que se introduce en la bús-queda de tales deseos. El deseono se anticipa sino que se desve-

la en toda conciencia que se di-rigc a un campo más bien que aun otro. El deseo es un movi-

miento que se desenvuelve en eldesvelamiento de una realidadantes desconocida. El olvido deldeseo como uno de los elemen-tos de la metafísica desorienta a

los incipientes y aún a los apro-

vechados al darse cuenta de lainnumerable can tidad de siste-mas y tendencias pseudo-filosóficas. El deseo constituyela filosofía como también sus

contenidos que son las pseudofi-losofías. La clarificación del de-

seo nos puede abrir los nuevos

horizontes para comprender elcomplejo misterio del hombreperdido en la acción, en el pla-cer y en el amor de sí mismo o

de los otros. La ligazón del de-

seo, corno determinador de laorientación de la conciencia con

la misma luminosidad de la con-ciencia, como fuerza totalizado-ra de la individualidad, podrán

señalar los predicamentos o ca-tegorías de la filosofía. El deseose descubrc en el momento sub-siguiente en el cual se toma con-ciencia de la propia conciencia.

El científico que en su oficio sepreocupa del contenido que ex-perimenta sensiblemente, diji-mos que no se ocupa de la con~ciencia ni pretende meterla ensus doctrinas, así tampoco sepreocupará del deseo como algoque no le toca. Toda la expre-

sión del científico no tienccuenta de la multiplicidad dehombres a quien va dirigidapues está segura que sus experi-mentos le dan validez a sus afir-maciones. El lenguaje de la cien~cia, especializado y lleno de tér-minos que sólo el que se pone aestudiarlos llega a entenderlo s..Estas nuevas catcgorías no cien~

tÍficas como son el deseo y laconciencia escapan también dellenguaje especializado en sus de-

terminaciones finales, pues ellasson las verdaderas especialistasde la nueva filosofía. El caminoque conduce a su recta inteli-gencia es el del ejercicio inma-

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nentemente generado; que sí sepuede expresar de modo inteligi-ble para todos con tal que sepongan en el mismo nivel deconciencia, que como dijimos,no puede actuarse sino en pre-sencia del deseo que preguntapor la posición del hombre fren-te al conocimiento vulgar ocientífico.

Ante tales consideraciones po-demos preguntar por qué la filo-sofía aún no se pone de acuerdocomo lo hizo la ciencia desdehace mucho tiempo, ni en ellenguaje, ni en el método, ni enlas categorías que usa, ni en el

modo de resolver sus problemas.Es la única ciencia que deja de

ser ciencia cada vez que surge

un nuevo filosofo en la historiadel pensamiento, que comienza

destruyendo todo lo anterior pa-ta empezar desde los cimien-tos. Todavía cada nuevo filósofoque surge con su nueva fiosofíaestructura de un modo incons~

ciente su pseudofiosofÍa dentrode las perspectivas de la "fioso-

fía". La tarea que pertenece al

filósofo del deseo y de la con-

ciencia es un trabajo ingente

porque ha sido preparado por lahistoria en sus variantes más di s-

cordes. Todavía el hecho de lasvariaciones en la filosofía scpueden dcterminar por el modode preguntar sobre la realidaddel hombre, sobre la realidad delas cosas y sobre la realidad delser.

Por ejemplo toda la crítica deAristóteles a los filósofos natu-

rales, matemáticos, platónicos se

30

encierran dentro de la insufi-ciencia en su nueva perspectiva

de coherente vigilador de lascuatro causas supo determinar

de modo admirable y hasta hoyinimitable el estudio de las cua-

tro causas en la verdad de las

cosas. El grado de conciencia deArist()teles estuvo desvelando lapregunta fundamental hecha so-bre las cosas ayudado como eradel puro deseo de la ciencia pri-mera, del deseo de la verdad.

Todavía AristÚteles no hizo lapregunta desnuda sobre la con-ciencia y así no hizo la fiosofía

del hombre, sino la filosofía delas cosas que se clarifican anteel ser del hombre. No pretendodecir que se equivocó al tomarcomo absoluto su ciencia prime-ra prescindiendo del hombre,pues el hombre en Aristóte!esinterviene clarificando se e ilumi-nándose en las cosas. Cosas quepor otra parte en la metafísica

son las actuaciones del ser delhombre. (más adelante tratare-mos más especifícamente la cosaen los diferentes modos de ata-car la realidad). Aristóte!es con

su clara facilidad de distinguirsupo separar las diversas cienciasque miran la perfección delhombre en su actividad y portal diferenciación de conciencia

pronto dejó de ser entendido

por la historia del pensamiento,

que era obligada a tencr con-ciencia de los pasos que condu-cían al desarrollo completo de

la realidad humana. Sin embar-go, Aristóteles en la crítica de

los fiósofos anteriores no supo

superar de un modo conscientc

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la realidad de las cuatro causas

metiéndolas en el contexto hu-

mano y en el ejercicio de la pro-pia conciencia diferenciada. Elestudioso que quiera descubrir

la conciencia y el deseo en for-ma estructurada en Aristótelesquedará decepcionado pero él, apartir del recto entendimiento

de AristÓ tcles está capacitado

para estructurarlas. El interés defondo de Aristóte!es era el serde las cosas proporcionadasal hombre, es decir, del ente. Ental interés de fondo se funda-

menta Heidcgger para afirmar deun modo bastante original el ol-vido del ser. (N .R. Para Hcideggerel ser es la inmediata relación

que surge al hacerse la preguntaque abandona el contenido na-tural del conocimiento científi-co. Es el momento en el cual elhombre se experimenta comopura nulidad y está dispuesto adesvelar las membranas del ser.).No es 1;1 filosofía de la nada. si-no la fiosofía que se escondeen la nada de aqucllo que ha ve-

nido negando. Con esta críticade Heidegger el mirador del fió-sofo gira media circunferencia yaparece otra faz luminosa abier-ta al conocimiento del hombre.

Otra pseudofilosofía se manifies-ta en sus primeros pasos con to-

das las pretensiones y causas. Si

ponemos a Aristóteles frente aHeidegger, él podría decir que

Heidegger se olvidii de las cua-tro causas.

El maestro de Heidegger,Hegel, nos puede ayudar muchomás en el círculo que debemos

trazar provisoriamente comopunto de base paJa el desarrolloposterior de las categorias pro-

pias de la "Filosofía". PeroHegel nos conduce brevemente aKant. Con Kant la filosofía to-ma conciencia de un modo siste-mático de la verdad escondida

en la cosa, de la adecuación de

la cosa al sujeto y no m:is, de laadecuación del sujeto a la cosa.El elemento puesto por el hom-

bre se levanta como la verdad

de la conciencia que viene a serelaborada explicítamente conHegeL. En lIegel vemos que laverdad de la conciencia se iden-tifica con el absoluto en perfec-ta identidad. (CF: El capítulo

de la crítica a la introducción

de la fenomenologÍa del EspÍri~

tu).

Pero el tal Espíritu hegeliano

se olvida del largo itinerario re-corrido sobre todo, desde el mo-mento en el cual aparece comoel primer esbozo de realidad, esdecir, en el momento de la ne-gación del saber fenoménico oaparente. Se olvida completa-

mente de la verdad del ente ex-presada por Aristóteles. Sin em-

bargo expresa de un modo for-midable, la verdad de la con-

ciencia humana en su desarrolloprogresivo mostrando el nuevo

método de explotar las riquezasdel corazón del hombre. ConHegel el círculo de la filosofíaavanza a pasos agigantados haciael vértice de unión pero con to-do no deja de ser una pseudo-

filosofía. Regresando a Heideg-ger, en el punto mismo en el

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cual Hegel se arranca de AristÚ-teles y se pone en contacto lu-minoso con la verdad del ser cnestc mismo contacto inmediatosurge la filosofía del Dassein,

del Ex-sistenz,etc. La~; i'onclusio-nes de Heidegger, se pierden en

el volumen inconmensurable quecierra el círculo de la "Filoso~

fía" .

Pero aún el círculo de la filo-sofía individualista no ha sidocerrado sin la unión entre IIegely Aristóteles. Podríamos decir

que Lonergan ha extcndido susbrazos para conciliar a sus dosmaestros examinando la metafí-sica de las cosas de Aristótelescon la metafísica de la concien-

cia de HegeL. Ha hecho la uni(m

de lo que parecía inconciliable.Ha unido lo que se dice realis-mo con el llamado idealismo.Ha examinado el ente con laconciencia. A sistematizado elapriori con el aposteriori. A sal-dado el círculo de la filosofíaindividualista en su perímetro.

Ha terminado de cubrir la pulpade la vida con la cáscara de los

esquemas intelectuales. Loner-gan ha sido un recogedor de loválido de las pseudofiosofía, hasido un ecléctico en su significa-ción prÓxima y no en la signifi-caciÓn histórica.

Pero todo lo dicho no resuel-ve las contradicciones ingentes

que se encucntran en la historiade todos los hombres que han

pensado siguiendo las normas deun Aristóteles, dc un llatÓn, deun Kant o de un HegeL. Todoslos hombres tienen la conciencia

32

que les facilita la unificación delpropio ser y el deseo que dirigi-rá la conciencia hacia la deter-

minación de un modo de vidaespecializado.

La introducción al método dela metafísica pretende delinearlas categorías fundamentales dela realidad humana en el com-plejo mundo de la historia delpensamiento filosófico, científi-co y vulgar.

El verdadero horizonte que se

le presenta a la filosofía de hoyya no será la de determinar laverdad de las cosas o de los en-tes sino el del estudiar el esfuer-

zo que se ha realizado para de-terminarla, para poder perfeccio-narla o aceptada. No será tam-

poco el horizonte de la "Filoso-fía" el de determinar la verdad

de la conciencia sino el delaprovecharse de todo lo que se

ha experimentado y expresadopara verificarlo o superarlo. Ni

siquiera el horizonte de la filo-sofía será el perderse en la de-

terminación de la verdad del sery permanecer en un eterno éxta-sis de misteriu y de descubri-

miento de la nulidad del ente,sino el de determinar las relacio-nes fundamentales entre el ser yel ser del hombre expresado entérminos de ente.

El horizonte de la fiosofía esel horizonte de la escncia huma-na llevada a estructuraciÓn en

conciencia y en deseo. Tal es-tructuración del horizonte de lafilosofía u horizonte del ser del

hombre constituye el último

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gran predicamento que es el len-guaje. Lenguaje que no será con-fundido con las palabras, ni conla ligazón entre las palabras, nicon los silogismos, ni con el dis-curso. Lenguaje que es tanto loactuado en objetividad científicacomo lo atematizado en tal ac-tuación. Lenguaje que encierrael momento terminal de un de-seo actuado con el ejercitarse dela conciencia. Lenguaje que eslo experimentado como lo que

deberá experimentarse. En ellenguaje se esconderá la concien-cia y el deseo. Cada expresión

llegará a ser lenguaje cuando seclarifique en su esencia el ejerci-cio del desarrollo del hombre.

El lenguaje se podrá categorizaren infinitas categorías de acuer-

do con el deseo que esté infor-mado y de acuerdo con la con~ciencia que lo ha realizado. Elpoeta y el artista, el matemáticoy el físico, el político y el revo~

lucionario podrá realizarse en sulenguaje definido su conciencia

y su deseo. El filósofo de la"Filosofía" podrá conocer en su

intimidad el deseo y la concien-

cia de aquél que habla y escribe.Todavía el lenguaje no es sola~

mente la separación del ejercicioy la llegada a una estaticidad, ellenguaje no se puede concebir

sin trabajo, sin pensamiento, sindeseo y sin conciencia. Del len-guaje todos estarán dispuestos acriticar. Todos se sentirán aptospara ridiculIzarlo pero sólo po-cos estarán dispuestos a com~prender, pocos y éstos serán losfilósofos de las tres categorias

Cada crítica que se haga contrala .. Filosofía" será interpretadapor el que maneje el horizontede la esencia del hombre y estainterpretación podrá realizarseporque todo ataque se expresaen el ejercicio de un deseo y enla actuación de una conciencia.

No se debe pensar que sola-mente los que manejen estas ca-tegorías de modo conceptualson los que se incluyen dentro

de este grupo reducido de perso-

nas, sino todos aquellos que sa-ben comprender y luchar, juzgary transformar. Todo aquél queniega sin justificar sus negacio-

nes queda excluÍdo del nombrede filósofo. Todo aquél que usapresupuestos sistemáticos paracondenar aún no conoce la reali-dad de sus afirmaciones ni elsustento interior de su propiaactividad intelectuaL.

Al inicio escribí que para elfilósofo no existe el error sino

el grado de diferenciación de

conciencia. Añado que el errores apropiado para señalar al queestá inmerso en las condicionesque no logra percibir por queno tiene el deseo que se las pre-sente como existentes en talmodo de juzgar. De aquí el va-lor de la historia en el desarrollo

de toda filosofía. La historianos despertará deseos dormidos,

nos actuará modos de concien-cia desconocidos y nos proyec-

tará a lenguajes nunca imagina~

dos. La filosofía se abre comohorizonte agotador y superador

de la propia esencia del hombre.33

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dos en Panamá, aparte del uso dela estructura por edad fue posibleobtener en 1950 información so-bre fecundidad femenina con ba-

se en la pregunta que el Censo deese año formuló acerca del núme-ro de hijos nacidos vivos tenidos

por las mujeres de 12 años deedad en adelante, cualquiere quefuese su estado conyugal. Igualtipo de pregunta a mujeres de 15

años y más de edad se incluyó enel cuestionario del Censo de Po-

blación levantado el 10 de mayode I970, además de otra dirigidaa mujeres de 15 a 50 años de

edad sobre el número de naci-mientos vivos tenidos en los 12meses inmediatamente anterioresal Censo. Una tercera fuente deinformación lo serían encuestas

diseñadas para estudiar espec Ífi-camente la fecundidad. Investiga-ciones de ese tipo sólo se han in-

tentado en la Ciudad de Pana-

má. (2) Ellas han revelado la po-sibilidad de realizar estudios se-

mejantes con mayor profundidady de extenderlos a otras áereas

geogd ficas. Finalmente debemencionarse las Encuestas de Ho-gares que realiza la Dirección depoblación menor de 15 años res-pecto al total de habitantes se ha

mantenido desde el año de i 920por arriba del 40 %. Este solo

hecho es fiel renejo de las ten-dencias pasadas de la fecundidadpanameña que parece no haber

registrado a nivel nacional trans-

formaciones de importancia en elcurso del Siglo Veinte. Para fe-chas más recientes, vale decir, laEstadística y Censo de la Con-traloría General de la Repúblicadesde 1963 como otro elementogenerador de datos básicos paraconocer algunos aspectos impor-tantes de la fecundidad dePanamá. Es justamente con baseen esta última fuente citada que

se intentará más adelante desta-car algunos diferenciales de fe-cundidad.

Tendencias:

Cualquiera que sea la medidade fecundidad que se utilice paradetectar cambios en la intensidadde este fenómeno a través deltiempo en Panamá se podrá com-probar, además de un nivel alto,su relativa estabilidad. Por ejem-

plo, la importancia relativa de ladécada de los años 60, las infor-maciones emanadas del registrocivil de las personas ponen de re-lieve también, -a través de medi-

das clásicas de fecundidad, que laintensidad de esta variable casino ha experimentado cambio al-guno, aunque se observa en losúltimos años una muy ligera va-riación negativa que aún pare-

cería insuficiente para elaborar

conjeturas acerca de la evolucióninmediata.

(2) En 1964 se realizó la Encuesta de Fecundidad como parte del Programa dc EncuestasComparativas de Fecundidad en América Latina promovido por d CentroLatinoamericano de Demografía. También con la participación del mencionado Centrofue levantada entre 1967 y 1968 la Encuesta sobre Aborto Inducido y Uso deAnticonceptivos, cuyo cuestionaro incluyó una Historia de Embarazos quc habrá de

proporcionar información útil para el estudio de la fecundidad de la Ciudad dc Panamá,

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Cuadro I.-

TASAS DE NATALIDAD DE PANAMA:ANOS I960-I969

Año Tasa Año Tasa

1969 38.8 I964 39.01968 39.0 1963 39.5I967 38.9 1962 40.21966 39.0 I961 39.5I965 38.5 I960 39.2

(a) Las tasas se basan en estimaciones de población que contemplan la cifra preliminar delCenso de 1970 y no tienen ajuste alguno por omisión en el numerador ni en eldenominador. A partir de 1966 los nacimientos de la población indígena (alrededor de62,000 habitantes en 1960) son considerados en el numerador de la tasa. Antes de eseaño sólo se incluían los de dos provincias que tenían el 30 % de la población indígena.

Sin embargo, las cifras consig-nadas en el cuadro anterior estánobviamente afectadas por erroresde omisión, que acaso son másimportantes en el caso de losnacimientos. El simple hecho deatribuir, por ejemplo, una tasa denatalidad de 50 por mil a la po-blación indígena significaría quela cantidad de nacimientos con-

templados en la tasa de I960 es-taría omitida en un 7 %. Si seadopta el supuesto de que la omi-sión de los nacimientos vivos en

Cuadro 2.-

la población es el orden deio % en I960 y de 5 % en1968 (ya en este año el registrode los nacimientos de la pobla-ción indígena se aproxima al50 %) es posible elaborar unaserie que combinada con estima-ciones de población corregidas

por sub-enumeración censal (2 a3 %) produce tasas que impli-can una disminución de lanatalidad de dos puntos entre1960 y I969.

TASAS CORREGIDAS DE NATALIDAD DE PANAMA:AI\OS I960-1969

Año Tasa Año Tasa

1969 39.8 I964 41.31968 40.1 I963 41.51967 40.4 1962 41.71966 40.7 I96I 41.91965 41.0 1960 42.I

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Otras medidas como la tasa defecundidad general (TFG), tasade fecundidad total (TFT) y lamisma tasa bruta de reproduc-cion (R ') regis tran también levesdisminuciones entre 1960 y1968.

Cuadro 3.-

40 a 44 años, si bien cobra im-portancia la posibilidad de la in-fluencia de errores no debe desta-carse el efecto dc esterilizaciones

practicadas con fines electoralesalrededor del año 1960 (año elec-toral) en rnuj eres de 3 O años y

TASAS DE FECUNDIDAD FEMENINA DE PANAMA:A:tOS 1960 y 1968

Tasa específica de Cambio en lasEdad fecundidad tasas

1968 1960 Absolutas Relativas

15-19 148.0 152.9 - 4.9 -- 3.220-24 317.4 311.2 - 6.2 2.025-29 278.2 288.9 -10.7 3.830-34 201.3 204.4 3.1 1.535-39 131.9 I34.1 2.2 1.640-44 45.6 54.3 _... 8.7 -16.045-49 9.6 9.3 0.3 3.2T.F.G. 183.5 186.5 3.0 .- 1.6T.F.T. 5.66 5.78 0.I2 2.1

R' 2.76 2.82 - 0.06 - 2.1

Aún reconociendo la posibili-dad de que la calidad de los datosutilizados sean causa de distorsio-nes en las tasas que figuran en elCuadro 3, resulta de interés seña-lar que entre 1960 y 1968 la tasade nupcialidad de mujeres nocasadas varió de 13.6 a 19.0 por

miL. Este incremento anuado a laedad media al tener el primerhijo (21 años) acaso añada luz alaparente aumento de la tasa espe-cífica de fecundidad del grupo demujeres de 20 a 24 años de edad.En cuan to a la significativa dismi-nución que muestra el grupo de

más especialmentc en pueblos ru-rales.

El juego de tasas específicas defecundidad de 1960 permite cal-cular una aproximaciÓn al inter-valo medio entre dos generacio-

nes al establecer la relación de losmomentos de orden L y de ordenO de la función de fecundidad. Esinteresante sefialar que laedad,(s) calculada así asciende a

28 años y coincide con el inter-valo medio entre dos genera-

ciones que se calcula mediante larelación: R: e Ti r en la cual R

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equivale a la tasa neta de repro-

ducción, e corresponde a la basede los logaritmos neperianos, T

es el intervalo medio entre dosgeneraciones y r es la tasa de

incremento.

Con base en las tasas de fecun-didad por edad de 1960 y lasprobabilidades de supervivencia

correspondientes a la población

femenina en el mismo año fueposible estimar la tasa neta de re-producción (R) en 232, (3) que

apenas es distinta al Indice deReemplazo de Thompson que ad-quirió el valor de 2.35. Para este

Último se usaron los valores de

poblaciÓn "real" y estacionaria-de las Ta bIas de Mortalidad de1960-1961, correspondientes alos grupos de edad 0-4 y 20~39,

ya que se procuró que la diferen-cia entre las edades medias de ta-les grupos se aproximaran a la es-timación del intervalo medio en-tre dos generaciones.

Mediante la fórmula aproxima-da: R - R' P (s) se estimÓ la tasa

neta de reproducción de 1968 en

2.28 al considerar el valor de laprobabilidad de sobrevivir hastala edad de 28 años - p (s) - de latabla ya citada. Es evidente que

esta estimación variaría ligera,p cro positivamente si pudiera

considerarsc la disminución de lamortalidad entre I960 y 1968.

De cualquier modo, las estima-ciones presentadas constituyen

evidencias del relativamente altonivel de fecundidad de Panamá yproporciona indicios cerca delposible comienzo de un procesode disminución de la fecundidad.Si se tiene en cuenta que el cono-cimiento y uso de métodos anti-conceptivos creció durante la dé-cada de los años 60, especialmen-

te en el último lustro, (4) y si seobserva el progreso alcanzado enalgunos aspectos socio-económi-

cos podría pensarse que Panamáacaso ha entrado en la "zona

u,nbral" que caracteriza a la tran-sii ,.on de una alta fecundidad auna más baja. (5)

(3) Se usaron los valores de la tabla completa de mortaldad femenina publica por laDirección de Estadística y Censo de la Contraloría General de la República de Panamá."Tablas de Mortalidad de la República de Panamá; Años 1960 1961, ESTADISTICAPANAMEÑA (Suplementu),1966.

(4) Vcase el "Informe de la Encucsta de Fecundidad de la Ciudad de Panamá" enESTADISTICA PANAMEÑA(Suplementu) Año 1966 y "La Contribución de laAsociación Panameña para el Planeamiento de la Famila (APLAFA) al Desarrollo dePanamá" (Doctor Julio A. Lavergne), Octubre de 1969. (Impreso a mimeógrafo).

(5) El Producto Interno Bruto per cápita aumento en 43 u/o entre 1960 y 1968 y en esteúltimo año ascendía a 562 Balboas, La población activa no agrícola representaba el60 % en 1967. Los adultos de 20 añus y más de cdad sin instrucción disminuyó de26 o/u en 1960 a 190/0 en 1967 y segÚn cifra preliminar del Censo dc 1970, dos dccada cinco personas viven cn localidades de 20,000 habitantes y más. Algunos aspectos

vinculados a la hipótesis "del umbral" pueden examinarse en : "Boletín de Población delas Naciones Unidas, No. 7-1963 con especial referencia a la situación y las tendencias

de la fecundidad en el mundo."

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Diferenciales:

La prevalencia de relativamen-te bajos niveles de fecundidad ola tendencia hacia la disminuciónde la misma son fenómenos quesuelen presentarse asociados recí-procamente con variados aspec-tos indicadores de progreso so-

cio-económico. Asi mismo, demodo general la reducción de lafecundidad se produce después

de descensos previos de la morta-lidad. D"do que las ganancias enla reducción de la mortalidad,

cuando ésta es elevada, son a me-nudo más importantes en las pri-meras edades de la vida crece laprobabilidad de que sobrevivan

más personas que aseguran lacontinuidad del género humanoy los progenitores al percatarse

de que le sobreviven más hijos noadvierten ventaja alguna en tenerun alto número de ellos. Este es-quema de comportamiento, alproducirse correlacionado con

otras variables, parece tardar enmanifestarse en los casos de mu-chos de nuestros países latino.americanos, cuya mortalidad vie-ne disminuyendo como conse-cuencia de la importación y apli-cación de innovaciones externas

sin que se produzca el nivel apro-piado las transformaciones inter-nas relacionadas con el proceso

de el desarrollo económico. Elloparece explicar, al menos en el

caso de Panamá, la persistenciade altos niveles de fecundidad

pese a que el grado de urbaniza-ción varió de 33,8 % en I940 a46 % en I970; la población de20 años y más de edad sin ins-trucción disminuyó de 39 % enI940 ha,sta 19 % en 1967 y lamortalidad infantil declinó con-forme a cifras oficiales no corre-gidas de 56.9 por mil en I960 a38.7 en 1969. (6) No debe des-

cartarse, por otra parte, la posibi-lidad de que campañas masivasde anticoncepción tengan en lafecundidad el efecto que sobre lamortalidad tuvieron medidas ta-les como vacunaciones contra laviruela,difteria, etc., sin que ne-cesariamente ocurran cambiosparalelos en la estructura socio-

económica. No obstante, hay ra-zones para creer que la motiva-ción, aceptación y práctica en elcampo de la anticoncepcion esta-rán asociados en algún grado alos factores diferenciales conoci-

dos.

En Panamá, como en otraspartes del mundo, las capas socia-les más favorecidas por el ingresoy la educación han sido las queteniendo más fácil acceso al co-nocimiento y práctica de la anti-concepción han podido ajustarmás el tamaño de sus familas asus ideales. Estas posibilidades devincularse a la economía moneta-ria a través de un ingreso en dine-ro y al conocimiento mediante la

(6) Ya en 1968 la mortalidad neonatal era prácticamente igual a la post-neonatal y en lasáreas urbanizadas las causas endógenas de defunción de menores de 1 años superaban alas exógenas desde antes de 1960.

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educación formal en sus distintosciclos y a través de modernos me-dios de información han estado

tradicionalmente limitadas a losprincipales centros urbanos delpaís. De este modo, tanto la pro-longación de la escolaridad, co~

mo la participación activa en lavida económica se constituyen enfactores que afectan el nivel defecundidad de la mujer urbana

retardando la edad matrimonial ymoldeando actitudes que favore-cen una procreación menor, ar-monizada con aspiraciones y ne-cesidades de bienestar. Aparte delas variables señaladas, que ape-

nas son dos de una amplia gama

de ellas, cabría añadir como fac-tor de diferenciación especial por

su efecto, a los distintos niveles

de salud. En realidad, acaso elefecto acumulado del factor sa-lud ha podido compensar dismi-

nuciones de fecundidad en algu-nos grupos al influir en algunosdaños asociados a problemas deesterilidad y/o de infertilidad.Así, la posibilidad de combatir

por medio de antibiótico s infec-ciones como gonorrea capaces deproducir vaginitis y salpingitis, eltratamiento de trastornos hormo-nales y de neoplasias constituyenelementos que han podidoaumentar la capacidad fisiólogicade procrear anulando efectoscontrarios resultantes de un com-

portamiento combatible en elpropósito de regular la fecundi-dad.

El examen de las diferenciasde fecundidad entre distintosgrupos de población puede in ten-tarse en Panamá en forma muylimitada al nivel nacional, pese aque las fuentes estadísticas seña-

ladas al principio de este docu-

mento han mejorado sustancial-mente en los últimos años. De lasEstadísticas Vitales, por ejemplo,es posible estimar para 1969 unatasa de natalidad urbana de 35.1por mil en comparación con la

rural de 43.7. También con unareserva algo mayor puede esti-marse a 1968 una tasa bruta dereproducción urbana de 2.16 y larural de 3.37. Aún cuando ya ta-les cifras son reveladoras de cla-ras diferencias de fecundidad delas poblaciones urbanas y ruralesde Panamá, parece de interés pre-sentar algunos diferenciales quesurgen del análisis de datos pro-ducidos por Encuestas de hogares

que distinguen dos sectores de es-tudio: Arca Metropolitana e Inte-rior. (7) De conformidad con losdatos del año 1969 los prome-

dios de hijos nacidos vivos por

mujeres de edad fértil son los si-guientes:

(7) El Area Metropolitana abarca io municipios próximos a la vfa inleroceánica y tienencomo centros de influencia a las ciudades de Panama y Colón, cuya poblaciónrepresenta alrededor de 75 % de la población urbana total.

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Lugar

RepúblicaArea Metropolitana (AM)

Ciudades de Panamá yColónResto del A.M.

InteriorParte UrbanaParte Rural

Estas cifras parecen muy elo-cuentes en cuanto a la asociaciónentre ruralidad y más alta fecun-didad. Puede observarse que lasección más rural del Interior delpaís presenta el promedio más al-to, siguiéndole el resto del Area

Metropolitana, que es preponde-

rante rural, luego la parte urbanadel Interior y finalmente, comocabe esperar, el conjunto de lasdos principales urbes panameñasregistran la menor fecundidad.

En esta situaciÓn están influyen-do, sin duda las distintas propor~ciones de mujeres casadas y uni-das que hay en los conjuntos demujeres en edad reproductiva delos sectores. En el Area Metro-politana esa población más ex-

puesta al riesgo de embarazarse

significa el 55 % en compara-ción con el 65 % en el inte-rior. Tal como ha sido observa-

do en otras investigaciones, exis-te una asociación negativa entre

fecundidad y educación. La in-formación de la Encuesta de1969 señala al respecto la me-nor fecundidad en mujeres conalgún año de enseñanza universi-taria (1.46) superada sucesiva-

mente por mujeres con enseñan-

za secundaria y primaria hasta

No. de nacidos vivos

2.912.36

2.083.523.482.653.73

registrar el más alto valor (4.85)las mujeres con ningún gradoaprobado.

En el caso del estado conyugallos resultados refu tan la hipótesisde que en las formas estables deunión la fecundidad es mayor.

Los datos según el estado conyu-gal son los siguientes: Casada:

3.99; Soltera: 0.97; Unida: 4.32;Viuda: 4.56; y Divorciada: 2.66.

No hay disponible informa-ción acerca de la edad media alcasarse o al unirse consensual-

mente, pero el hecho de que laedad media de las mujeres unidas(31.2 años) sea menor que la demujeres casadas (33.9 años) con-

tribuye a señalar la existencia de

una fecundidad más alta en lasuniones de facto.

Otra información emanada dela Encuesta de Hogares de 1969

es la referente al porcentaje de

mujeres de 50 años y más deedad que declararon no habertenido nunca hijos. Esa cifra, quedebiera constituir una especie deparámetro biológico presenta di-ferencias, aunque no significati-vas estadísticamente, según sea ellug-dr de residencia y el estado

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conyuga, como puede apreciarse dujeron a una estimación de laa êontinuación: tasa bruta de reproducción igual

a 2.08.Unida Calla

Area Metropolitana

Interior

10.6

8.0

11.4

8.5

Finalmente resulta de interésseñalar que con base en los datosdel Area Metropolitana siguientesfue posible derivar estimaciones

de tasas de fecundidad que con-

Esta tasa de reproducción es

igual a la que se calculó medianteel mismo procedimiento usadoaqu í, (8) para la Ciudad dePanamá en 1964. Tal ves este re-sultado estaría entonces señalan-

do que en la ciudad Capital seha acentuado recientemente ladisminución de la fecundidad.

Edad NV o bser- NV ajus Edad Tasa a la Tasa estimadavado tado l'vote edad pivote gráficamente

15-19 0.I9 0.19 20 186 9220-24 1.12 1.I2 25 310 27425-29 2.67 2.67 30 2IO 27030-34 3.72 3.72 35 124 I7435-39 4.34 4.34 40 72 9440-44 4.47 4.70 45 24 4845-49 3.89 4.82 I2

(8) Corresponde al método propuesto por Frank Lorimer en la publicación de NacionesUnidas "Estimation of Fertility in Analysis of African Demographic Data as an Aid for

Economic and Social Planning."

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- y (' decliné la invitación- ex-plicó el autor de Anarkos.-

iPresentarme yo a la corte de

Gómez y del brazo de SantosChocano!

Cuando cayó Estrada Cabrcra,el sombrío tirano de Guatemala,

J osé Santos Chocano estaba en-tre sus cortesanos. El, Rubén

Darío y Enrique Gómez Carrilofueron apologistas del monstruo,a quien uno de ellos comparócon Perides. Chocano estuvo apunto de ser pasado por lasarmas. El había aconsejado a suprotector que mandara dispararla artilería de los cuarteles con-

tra el pueblo reunido para exigirla cesación del sangriento manda-to.

Toda la Hispanidad, inclusiveAlfonso XIII, pidió el perdón delaedo aventurero e inescrupuloso.Vargas Vila, firman te de unapetición de piedad a favor deChocano, había de explicar mástarde en su unipersonal revista

Némesis.

-Chocano había deshonradocuanto de honorable encontró en

su camino. Sólo el cadalso se ha-bía salvado de éL. Yo no pedí quese salvara a Chocano del patíbu-lo, sino que se 9avara al patíbulode Chocano...

El poeta cortejó también aPancho Vila, quien un día, sos-pechoso de sus veleidades, quisofusilarlo. Chocano fue advertidoa tiempo y huyó sobre los lomosde un burro. Cuando cayóAugusto LeguÍa, ahi' estaba él en-tre los aduladores del dictador.

44

Sobre eso, había teñido sus ma-

nos con la sangre del periodistaEdwin Elmore.

En 1935 José Santos Chocanofue ultimado a puñaladas en un

tranvía de Santiago de Chile.Contaba a la sazón 59 años. Con-fieso que no conté entre los quelamentaron su muerte. No logrétrazar la línca divisoria entre el

gran poeta y el adulón de los tira-nos y terror de hoteles por su im-

penitente costumbre de no pagar

nunca sus cuentas. Lo había vistodiscurrir por las calles de Panamáy su figura física me repugnó. Noasistí a ninguno de los recitalesquc dio aquí. Los que lo escucha-ron se decepcionaron: era un malrecitador.

Pero han pasado muchosaños... La muerte ha depurado alpoeta de su escoria humana.Poco a poco he ido olvidando susimpurezas. Su poesía se ha libera-do de la materia deleznable de

que la impregnó la vida nada edi.ficante de su autor y ahora surge

en toda su magnitud la figura deuno de los grandes vates de nues-tra América.

Tropezamos hace muchos añosen una de las poesías deChocano, publicada en LAPRENSA de Buenos Aires, porallá por 1936. La dedica a unhijo que tuvo en su madurez porel que sintió mucho amor. Elpoeta contempla al chico de sieteaños que se baña en la playa y élle inspira la más tierna de sus

poesías. Creo que vale la penatraerla aquí:

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FinignitoTras de pasr el dla de retozo, en la playa,luciendo tus siete allo, ante el mar, la agníadel sol te envuelve en una ,uave melancolla...Te quedas en ,usperio, contemplando la rayadel horionte; pienlO que ama la lejanía...¿Amas la lejanía el viae y la aventua? ...No en vano la mirada $8 te va por la anchura...Hijo mío: en tu ojos le reflja mi vida...

¿No será, tú la pate de mi alma que se sientedespués de medio sigo, del cuerpo desprendidoy lucha hasta que IoVa reencarnar nuevamente?¿No irá en tu curne pura mi alma entrndo a medidaque Se Va desprendiendo de mi (Xme doliente?

Hijo de la que tengo por mi última demencia,ya que en eUa he agtado fantaía y pan;puesto que mi pecado dió vida a tu inocencia,tú eres para mí el Angl de la RelUrrección.

Resucito en ti... Sólo se explica así el caillade que por tí estoy lleno más que por mí. Daríami dolor de hombre en POl de tu placer de niño..Es que en tu alma me siento tal vez má, que en la mía.

Por eso, al wrprenderte viendo, ante el mar en calma,el horiz:onte, piell que ama8 la lejanía...¿Sientes tú que te atrae desde el fondo de mi almao siento yo en tus Ojo8 tu atracción todavía?

También busca& el humo del buque, en cuya ,,__telaurde el ma la aventura.. También bU8cas la vela,

en cuya palpitnte conoovidad el viento

pune un soplo de vido.. La vida es movimiento...,

Hay que vivir, moverse, viaja... ¡Gloa a las naves!El destino confía su. misteri-i claves

al curso de los astro8 y al vuelo de io ave....Hijo míu: si quiere, vivir, via. Así_.Lucha como una qutØa contr viento y marea...

Tal me complae verte dibuja nave y olas,con lápiz espontáne lleno de ma,tría.Largas hora con ell te diltrae8 a MJlas..¿Quién te mueve la mano si no es el alma mía?

Si mi vida refJéjale en tU ojos profundos,.tus sonriøas son como proni-i de otros mundos...

¿Entro yo en tí o tú llegas a mí desde muy lejosr ...No sé: a la ve:i me ofreces promell y reflejos...

Sin dejar de ser ánsel, comienms a ser hombre..;.No te quiebra lc alc el peM) de., hombre?Como purificado quedo con tu pureza,la vida en mi concluye por ler la que en tí empie:ia...

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Encontrándose de regreso enInglaterra se produjo su aposta-

sía, traicionando, para confirmarsu nueva fé, no sólo su religiónsino a sus amigos y cofrades ensacerdocio, a quienes con susdelaciones, llevó al martirio y a

la muerte en el cadaso. Enton-

ces, siguiendo la práctica angli-cana contrajo matrimonio, yunicamen te así le encomendó elgobierno misiones religiosas enel país.

El fraile perjuro, después de

lucrar cínicamente por más deun decenio a costa de los natu-rales de América, a quienes en-

gañó con su fingida religiosi-dad, resultó un explotador encu-bierto con la máscara de unamentida piedad católica, siendoen el fondo, efectivamente, un

espía enemigo de España. En ellibro que antes citamos reveló

un conjunto de situaciones queafectaban a las colonias, las que,abusando de la confianza que alas autoridades hispanas inspira-ba por su investidura eclesiásti-ca, con malévola intención dió a

conocer al go bierno inglés y alos piratas de su nacionalidad

que ya infestaban las costas delnuevo mundo.

Gage despues de examinarpor años minuciosamente aMéjico y Guatemala y de visitarcon espíritu observador el restode Cen troamérica, se encaminóal Istmo de Panamá con el pro-pósito de tomar en Portobelo

un barco que lo condujera deregreso a Europa.

Llegó, en efecto, en 1637 a lacapital de Tierra Firme, la que

describe en sus memorias, yatravesando el Istmo, se instalótransitoriamente en Portobelo

en espera de la Flota de España

para celebrar la Feria.

Sus impresiones sobre la ciu-dad de Panamá, sus peripeciasen la travesía del Istmo por la

ruta del dio Chagres - que él de-

nomina Chiagre y su descripciónde la gran Feria de Portobelo,

que él presenció, estan conteni-das en los capítulos VIII, IX, XIy XII, los extractos de los cuales

transcribimos en estas páginas

por considerar su narración dig-na del conocimiento de nuestroslectores. Ningún cronista antesfue tan preciso en la descrip-

ción, sobre todo lo que eran lasFerias comerciales de Portobeloen el Siglo XVIII cuando adqui-

rieron su mayor apogeo y el his-tórico puerto istmeño resultó elescenario del más grande merca-do del comercio de Ultramar.

***

"...Por la noche llegamos al

Puerto de Perico donde echamosel ancl", esperando que vendríana visitar el buque el día siguien-

te por la mañana; mas aquellanoche el dueño del buque ha-biendo pasado a tierra, el vientocambió y formó una tormentatan grande que perdimos nuestraancla y derivamos casi hasta laPacheque (Isla Pacheca) temien-do ser llevados en el océano ytener mucha pena para volver aPanamá.

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Pero este gran Dios a quien elmar y los vientos obedecen,cambió esta borrasca en un vien-to favorable que nos condujootra vez a Perico, en donde des-

pués de haber sido visitados fui~mos a velas llenas a Panamá. Alestar cerca de este puerto, noteniendo ancla nuestro buque, elviento nos echó todavía hacia

atrás, y si el dueño del buqueno nos hubiera enviado otra an-cla sin duda alguna hubiéramos

vuelto a Pachcque () más allá.Por este medio nos quedamostoda la noche en Perico, pas~mándonos todos al ver tantoscontratiempos como teníamos;de suerte que algunos decíanque precisamente estábamos he-chizados o bien había algunoentre nosotros que estaba ex-

comulgado, y que si supieranquién era lo echarían al agua.

Durante estos discursos elviento se cambió, y despues de

haber levantado el ancla seguimosnuestro camino de Panamá, adonde por último quiso Diosque llegáamos felizmente. (Ga-ge: Cap. VIII).

***

Encontrándome entonces bas-tante bueno no me quedé mu-cho tiempo en la fragata en quehabía creído concluir mis dias;inmediatamente bajé a tierra yme fui al convento de SantoDomingo en donde estuve cercade quince días, durante los cua-les tuve tiempo de observar to-

do lo que había de más notable

en esta ciudad.

48

Está gobernada como Guate-mala por un presidente con seisconsejeros y una Cancillería oAudiencia real; también es la re-sidencia de una sila episcopal.

Está mucho más fortificada dellado de la mar del Sur que to-dos los puertos que he visto deeste lado, con varias piezas de

cañon para la defensa del puer-to. Las casas son más débilesque todas las que he visto, acausa de la falta de cal y piedra;de suerte que por esto y el grancalor que hay la mayor parte delas casas están edificadas con

madera.

La casa del Presidente y aun

las murallas de las más hermosasiglesias están hechas con plan-chas de madera que hacen eloficio de piedras. El calor es tan

grande que el vestido común delos hci,bitantes no es otra cosamás que un jubón de tela hechatiras, con calzado de tafetán ode otra tela ligera.

El pescado, fnitas y yerbasabundan más que la carne; elagua fresca del coco es la bebidamás estimada de las mujeres,aunque también hay allí unagran cantdiad de chocolate ymuchos vinos del Perú.

Los españoles que viven enesta ciudad se dan mucho a losplaceres y particularmente a lasmujeres; las negras de que abun~

dan mucho, son ricas y galantes,y los principales objetos de sus

desarreglados amores.

Se dice que es una de las ciu-dades más ricas de toda La

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América, puesto que comercian

por tierra y por el río Chiagre. con la mar del Norte y porla mar del Sur con todo el Perú,las Indias Orientales, México ylas Honduras. Allí es donde se

transportan las más grandes ri-quezas del Perú en dos o tresgrandes navíos que echan el an-cla en el puerto de Perico que

está a tres leguas de la ciudad;

porque el flujo del mar CiS tan

grande en este sitio que impidea los grandes buques el acercarsemás; el flujo extendiéndose amás de una legua de la ciudad ydejando una extension con mu-

cho fango a seco, lo que hace aeste sitio malsano, contribuyen-do también a eso otros lugarescenagosos que hay alrededor dela ciudad.

Esta tiene cinco mil habi-tantes que entretienen a lo me-

nos ocho monasterios de religio-sos y religiosas. Yo temía tantoal calor que hice todo lo posible

para salir lo más pronto de allí.Podía escoger el ser acompa-

ñado tanto por tierra como poragua para irme a Puerto Bello,pero considerando la dificultadque había para pasar las monta-ñas yendo por tierra, me resolvía ir por el río Chiagre; de suerte

que h¡¡.ca la media noche salí dePanamá para Venta Cruces, don-de no viven más que mulatos ynegros que conducen los barcoschatos de que se sirven paratransportar las mercaderías a

Puerto Bello.

Estas gentes me recibieronmuy bien, y me suplicaron tu-

viese a bien predicarles el do-mingo siguiente; lo que hice, yme dieron veinte escudos por misermón y la procesión. (Gage:Cap. IX).

***

Después de haber estado allícindo días los barcos partieron;peTO les costó mucho trabajobajar el río porque en algunos

sitios el agua ael agua estaba

muy baja; siendo así que losbarcos se encallaban muy a me-nudo, y era preciso que los ne-gros con sus estacas empleasentoda la fuerza para sacarnos. Al-

gunas veces también encontra-mos corrientes que nos llevabanbajo los árboles, ramas y arbus-

tos que se hallaban sobre el ríoy no paraban; de manera quepara desembarazamos era nece-sario emplear mucho tiempo pa-ra cortar estas gIesas ramas quese hallaban en el agua.

Si al cabo de ocho días nonos hubiese enviado Dios más

grandes lluvias, que cayendo delas montañas aumentaban el ríoque por sí es muy bajo, nuestroviaje hubiera sido no solamente

muy largo sino muy incómodo.Doce días despues de nuestroembarque llegamos al mar ybajamos a la ciudadela para re-frescarnos la mitad de este día.

Necesario es que los españoles

están bien persuadidos que lascorrientes y poca profundidadde este río son bastante para

impedir que los extranjeros ven-gan a atacar Venta de Cruces y

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de allí a Panamá, porque a noser eso parece tendrían cuidadode fortificar y entretener esta

ciudadela, cosa que no hacen;

pues cuando yo pasé por allítenía una necesidad tan grande

de ser reparada que estaba apunto de caer toda en ruinas.

El gobernador de esta ciuda-dela era un gran bebedor, elcual nos hizo beber tambiénmucho mientras estuvimos alí,y como tuviese necesidad de uncapellán para él y sus soldados,

bien hubiera querido que mehubiese quedado con él, lo queyo hubiera hecho si no tuvieranegocios más importantes queme llamaban en otra parte; desuerte que me despedí de él, yal partir nos diÚ algunos refres-

cos de carne, pescado y dulces.

Entramos en plena mar y loprimero que descubrimos es loque se llama escudo de Vera-

guas, y yendo siempre remandoy bastante cerca de tierra segui-mos nuestro camino hacia Puer-to Bello el sábado por la nocheque anclamos cerca de una pe-queña isla con resoluciÚn de en-trar al día siguiente en Puerto

Bello.

Toda esta noche los negroshicieron la guardia por miedo delos holandeses, que, a lo que

ellos decían, se ponían muchasveces en emboscada en estos si-tios para sorprender los barcos

del río Chiagre; pero pasamos

felizmente la noche y por la ma-ñana entramos en Puerto Bello.(Gage: Cap. X).

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Está encerrada y muy bienfortificada por dos ciudadales ensu entrada, que están bien guar-

dadas, lo mismo que otro casti-llo que está más adentro en elpuerto llamado Fuerte de SanMigueL.

Cuando llegué me incomodémucho al saber que los galeonesno habían venido aún deEspaña, porque sabía que nopodía vivir largo tiempo en estesitio sin gastar mucho; pero meconsolaba con saber que era la(~poca en que debían llegar, yque no podía pasarse muchotiempo sin suceder.

La primera cosa que hice fuebuscar un cuarto, que cn estetiempo estaban baratos, que hu-bo algunas personas que se ofre-cieron a hospedarme por nada,con tal que luego que loa galco-

ncs llegasen dejasc el cuarto oque lo pagase como los demás.

Pero conocí a un caballero queera tesorero del rey, el cual meprometió hacerme encontraruno barato aún cn la época dela venida de los buques, de suer-

te que fuimos juntos a buscarlo,

y cl, interponiendo su autori-

dad, hizo que quedase de acuer-

do con el posadero que cuandola flota llegase no podría alqui-

larlo a nadie, y que yo viviríasolo durante ese tiempo. Esta

habitación no podía contenermás que una cama, una mesa,una silla, o dos y el sitio necesa-rio para abrir y cerrar la pucrta;

sin embargo no dejó de pedirmeveinte escudos durante el tiem-po que la flota estuviese en el

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puerto, que ordinariamente esde quince días. Como la ciudades pequeña y hay por lo menos

cuatro o cinco mil soldados que

vienen en los galeones para su

defensa y también muchos co-merciantes del Perú, España yotros sitios, los unos para com-prar y los otros para vender, es-

to hace que las casas, por pe-queñas que sean, son muy caras;pues muchas veces sucede queno hay bastantes en la ciudadpara alojar toda la gente que lle-ga en tiempo. Yo conocí a uncomerciante que dió mil escudos

por una tienda regularmente

grande, para expeder allí susmercancias durante quince días

que la flota estuvo en el puerto.

A mí me pareció demasiadocaro el dar ciento veinte escudos

que se me chocó mucho y dijeal tesorero del rey cómo no ha-cía mucho tiempo había sidorobado en el mar, no pudiendo

por ese motivo hacer un grangasto, puesto que había queañadir a ésto el de mi comida

que subiría por lo menos a otrotanto.

El posadero no quiso bajar uncuarto, de manera que este buentesorero, compadeciéndose demí, le ofreció pagar sesenta es-cudos con tal que yo pagase la

otra mitad, a lo que fue necesa-

rio resolverse, o bien verme re-ducido a dormir fuera sobre laspiedras. Sin embargo no quise

vivir en este agujero que me cos-taba tan caro hasta la llegada de

la flota; me fui a vivir a un her-

moso alojamiento que se me ha-bía ofrecido de balde.

Mien tras yo esperaba la llega-da de la flota, recibí algún dine-ro y algunas ofrendas por mis

misas y algunos sermones quehice a razón de quince escudos

cada uno.

También iba a ver las ciuda-delas que encontré muy buenasy bien fortificadas. Pero lo queencontre de más sorprendenteera el ver el gran número demulas que venían de Panamá,todas cargadas con barras de

plata, de suerte que en un díaconté más de doscientas que noconducían otra cosa más, lascuales fueron descargadas en elmercado público donde habíamontones de barras de plata co-mo los de piedras en la calle, quedejaban allí sin miedo de quelas robasen.

Diez días después llegó la flo-ta compuesta de ocho galeones

y diez navíos mercantes, lo que

obligó a meterme en mi agujero.Era una maravila el ver la genteque había por las calles, en lu-gar de que pocos días antes seveía casi a nadie. El precio delas cosas comenzó también a su-bir, de manera que una gallnaque muchas veces me había cos-tado en el campo un real, sevendía por doce; la libra debuey valía dos reales en lugarque en otras partes había com-

prado trece libras por medioreal; y las otras carnes se pusie-

ron a proporción tan caras que

no sabiendo como hacer me vi

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precisado a vivir de pescado ytortugas de que hay una grancantidad, y aunque eran carassin embargo era lo que podíacomer más barato.

Era digno de ver como los co-merciantes vendían sus mercan-

cías, no al menudeo, sino pormayor, a la pieza y al peso; có-

mo hacían sus pagos, no en di.nero, no en moneda, sino en ba-rras de plata que se pesaban y

tomaban por valor de las mer-cancías. Esto no duró más dequince días durante los cuales

los galeones no carg,iron otracosa más que barras de plata; desuerte que puedo decir con atre-vimiento, y sostener, que duran-

te esos quince días no hay unaferia más rica en todo el mudoque la que se hace en PuertoBello entre los comerciantes es-

pañoles, Perú, Panamá y otroslugares vecinos. (Gage: Cap. XI).

Don Carlos de Ibarra que eraalmirante de esta tlota hizo todala diligencia posible para hacerlapartir, lo que hizo que los co-merciantes se apresuraran a ven-der y comprar y carga los na-víos con barras de plata.

Esta diligencia me regocijómucho porque veía que tanpronto como cargaran sus bu-ques tanto menos yo descargaría

mi bolsa y partiría de este lugartan mal sano, donde el excesivocalor causa no solamente fiebresardientes sino también la muer-

te, si cuando llueve no evita unomojarse los pies; pero particular-

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mente mientras que la flota estáallí se puede decir que es unatumba siempre abierta y dis.puesta a tragar una gran parte

de este gran concurso de puebloque se encuentra en este tiem-po, como sucedió en el año queyo estuve allí, que murieronmás de quinientas personas en-tre comerciantes, soldados y ma~

rineros, tanto de fiebre ardiente

como por disenterías por comerdemasiada fruta, beber agua fríay otra suerte de intemperancias

de modo que ellos podían muybien decir que este sitio no eraPuerto Bello, sino más bienPuerto Malo.

Como esto sucede ordinaria-mente todos los años, se ha edi-ficado en la ciudad un hospital

que es muy rico, para aliviar alos que vieneIl enfermos del maro que caen malos en este sitio.En ese hospital hay varios reli-giosos de la ciudad que asisten alos enfermos y entierran a losmuertos.

El almirante que temía queestos enfermos se aumentasenmás, hizo toda diligencia quepudo para hacer partir la flota,sin cuidar del ruido que hacía

correr de que había tres o cua.tros navíos ingleses u holandeses

en el mar, que no esperaban si-no la ocasión de apoderarse deuno de estos buques que seextraviase un poco de los otros.Esta nueva me hizo entrar enmiedo y pensar que para mi se-guridad haría bien en pasar auno de los galeones, pero cuan-do fue cuestión de arreglar mi

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pasaje encontré que se me pedíanada menos que trescientos es-cudos que no hubiera podidopagar sin reducir demasiado lo

que me quedaba.Esto hizo el que formase de-

signio de dirigirme a algún dUe~

ño de un navío mercante, aun-

que sabía muy bien no ir tanseguro como en algún galeónbien aprovisionado de soldados

y cañones: sin embargo, yo es-peraba siempre en Dios, que esel refugio de todos i¿'s que letemen, y que en esta circunstan~cia me hizo encontrar un pasaje

muy barato y seguro; porquehabiendo encontrado un día ami amigo el tesorero, ésto todavía tuvo compasión de mí, yconsiderándome como a un ex-tranjero a quien habían robado

hacía muy poco tiempo, me re-comendó al patron de un navíomercante llamado el San Sebas~

tián; pues sabía que tenía ésteilnecesidad de un capellán en subuque y a quien admitiría a sumesa. Apenas me dirigí a él departe de este tesorero que era

amigo suyo, me prometió reci-birme en su buque y darme su

mesa sin pedirme otra cosa más

que rogar a Dios por él y porlas suyos; prometiendo además

satisfacerme por todos los ser-mones que yo hiciese en el na-vío. Yo alabé a Dios por graciasque me hacía, reconociendo enésto como en muchas otras oca-siones el socorro de la providen-

cia que me proporcionaba elmedio de volver a Inglaterra.

Al instante que los navíosfueron cargados partimos para

Cartagena, y al día siguiente de

habernos dado a la vela, ò.escu~brimos cuatro navíos, lo que diomiedo a los buques mercantes y

los hizo tenerse cerca de los ga~

leones, teniendo más confianza

en la fUerza de estos buques queen la suya. El navío en que meencontraba era ligero y corría

mucho, de suerte que mantenía

siempre cerca del almirante o dealgunos de los otros galeones pe-

ro todos los otros navíos mer-

cantes que no corrían tanto ve-nían tan despacio y atrás que

hubo dos a quienes los holan-deses sorprendieron y llevarondurante la noche antes que pu-

diésemos llegar a Cartagena...."

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vestigacion, para brindarle al tu-rista culto, libretos que significa-

ran el ancho respiro de la nacio-nalidad. Asi, me enteré de lasviejas creencias, de las costum-

bres de distinguidas señoras de

Panamá, ellas por ejemplo, so-lían recorrer la "cuesta de SanRamÚn" que se extendía, desdela residencia de Don NarcisoGaray, en donde funcionó elConservatorio Nacional de Músi-

ca, hasta la linda capilita de laMerced. El objeto de los paseos

nocturnos era invocar a SanRamim nonato, para que lasprotegiera en la hora del naci~

miento de sus vástagos.

La capilla de La Mercea,adyacente al templo de su nom-

bre, lcnÍa una leyenda encanta-

dora: traída la ima~en, desde las

ruinas de Panamá, la Antigua, alllegar a ese sitio, se volvió tan

pesada que los portadores deella viendo flaquear sus fuerzas,

decidieron dejarla all Í y en losprimeros tiempos, estuvo cobija-da por un rancho de paja; losvaliosos aretes de brillantes que

lucía el lóbulo de sus orejas,fueron el obsequio de un juga-dor afortunado que la invocó enlos momentos en que abría elabanico de los naipes. Fue ese elorigen de la cuantiosa fortuna

que in teligcn temente, administróe hizo fructificar en empresas

que le dieron progreso aPanamá. No olvidé anotar la co-nocida creencia de que el "arcochato" de la colonial y exquisitaiglesia de Santo Domingo, se de-bió a que un sacerdote orÓ lar.

gamcntc bajo la construcción,maravila de arquitectura, conpeligro de su vida, ya que, fue-

ron varios los desplomes ante-

riores y milagrosamente pudollegar a su ter~inación; igual in-teres me despertó la iglesia deSan José, con su altar de tallarecubierta con laminas finísimas

de oro de altos kilates que lossacerdotes fueron transportando,trozo a trozo, de manera furtí-va, desde la antigua Panamá, a

la nueva ciudad que surgió con

un fuerte cinturón de murallas

que la ceñían, protcgiendola ha-

cia el mar, con sus centinelas

metidos en las garitas qUe aunsubsisten sobre el "paseo de lasbóvedas" y cerraban con el arcode medio punto con su reciapuerta clausurada al toque de

queda; aún subsisten los restosdel llamado "baluarte de Jesús,"roídos por el tiempo. Muchosfueron los folletos en colores

que se abrian en sucesión mos-

trando muchachas en vistosaspolleras, indiecitas de San Blascon sus narices perforadas y sussenos desnudos, vestidas con lasfamosas molas hechas en telascoloreadas enrolladas alrededor

de la cintura y las piernas defor-

madas a causa de los ceñidosvendajes entrelazados desde lasrodillas hasta los tobillos. Aúnconservo traducido al inglés,uno de mis últimos libretos queostenta en la portada en vivos

colores la estampa de un loroque sostiene en la pata un trozode banano, factura hermosa de

Reinaldo de Pool que fué lau-reado dibujante en Cuba, de

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donde vino, y por largos años

fué el Jefe del taller de fotogra-

bados de la Estrella de Panamá,

artesanía aprendida de su padrc

don J ohn de Pool, traído a estepaís por indicación de Ricardo

Miró; llegó para trabajar en el"Diario de Panamá", dirigidoentonces por el Dr. José D.Moscote.

Ahora quc se está celebrandoel "Año del Turismo de lasAméricas", muchos de esos ves-tigios pueden interesar en nues-

tro país, al turista culto e inteli-gente, porque el turismo posee

muchas facetas. Recuerdo que,cuando viajé a Santiago de Chileen un barco de la Grace Line,

en recorrido dc 12 dias sobre elPacífico, la mayoría de los pasa-jeros venían de los Estados Uni-

dos, atraídos, unicamente, por

el rutilante esplendor del famo-

so casino Viña del Mar, un sitiode paisaje encantador, con pinos

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olorosos que bajan hasta la ori-lla del mar; no los vÍ nunca enmis visitas a los museos y monu-m e n t os como el de AndrésBello, lacerado por las desespe-

radas pedradas lanzadas por losestudiantes de castellano. Paisa-je, juegos, historia y arte son pa-ra mí, los principales elementos

de un turismo atrayente y todoeso lo poseemos a plenitud en

Panamá, especialmentc en estapujante y bella capital que entoda la costa, se extiende comouna hermosa sirena, tendida en-tre dos mares que seduce yatrae.

Mi último libro sobre el turis-mo en Panamá, mereció las máscálida acogida por el jefe del tu-rismo en Cuba, Señor Agüero,un verdadero experto en estosafanes quien vino expresamente

invitado para darlc nuevos im-

pulsos a lo ya iniciado entrenosotros.

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REVELACION DE LOS MERITOS y SERVICIOS DED. PEDRO MIGUEL DE CHAVARRIA

ABOGADO DE LA REAL AUDIENCIA DE PANAMA

"Es, según consta, natural de la Ciudad de Panamá, adonde en elaño de mil setecientos cuarenta y nueve bolviÓ de la de Lima, dcs-

pués de haver sido Colegial en el Real de San Martín de ella, estudia-do la Jurisprudencia, y graduádose de Bachiler por aquella Real

Universidad de San Marcos. En primero de Junio del año siguiente demil setecicntos y cinquenta se recibió de Abogado en la Real Audien-cia, que entonces havia en la misma Capital de Panamá, y desde luegomanifestó su buena capacidad en los Plcytos, y Negocios, que pasa-ban por su mano, adquiriendo buen credito, y estimación, no sólo delPúblico, sino de sus Superiores: de forma, que Don Manuel de Mon-tiano, Gorbenador entonccs de aquella Provincia, le nombrÓ por De-fesor General del Juzgado de Bienes de Difuntos, durante la ausen-cia, que hizo el propietario: Don Antonio Guill, successor en aquel

Gobierno, le eligió por su Assessor General y Auditor de Guerrainterinamente, por enfermedad de Don Renonymo Massias de Sando-val, en cuya virtud exerció dos Empleos, aun despues del fallecimien-to de este, no solo en el tiempo que duró el Gobierno al referido DonAntonio Guill, sino también en el de su successor Don J oseph Raón,

que por hallarse enterado de su buena conducta, suficiente literatura,y arreglados procederes, le continuó en ellos hasta principios delpresentc año de mil setecientos sesenta y quatro, que llegó Don

Joachin Cabrejo, provisto por S.M.

"Por nombramiento de Don Fernando Bustillo, Protector deIndios de la Real Audiencia de Santa Fé, y Juez nombrado por elVirrey de aquel Reyno para la averiguaciÓn de varios fraudes imputa-dos a los Oficiales Reales de la misma Ciudad de Panamá, y para ladisposición de la buena administración de la Real Hacienda cn aque-

llas Caj¡¡,s, exerciÓ el Oficio de Fiscal y Defensor del Real Erario cnaquella Comission: el de Juez Mayor de Bienes de Difuntos, porNombramiento del mencionado Gobernador Raón: el de Abogado deaquel Cabildo Sccular repetidas veces; y el de Procurador General

por elección de este: el de Veintiquatro de su Ayuntamiento porNombramiento del referido Montiano en el año de mil setecientoscinquenta y tres; y dos veces el de Alcalde Ordinario, la una por

elección del mismo Ayuntamiento, y la otra por Nombramiento delpropio Gobernador Montiano.

"Con fecha de treinta de Diciembre de mil setecientos scsenta ytres informa Don Joseph Roán, que por experiencia en el tiempo desu gobierno conoció ser cierto el Informe, que su anteccessor Don

Antonio Guill, y otros varios sugetos le hicieron de la literatura,buena conducta, y apacible genio del referido Don Pedro: por cuyas

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buenas circunstancias, y haver servido sin salario los Empleos deAssessor, y Auditor de Guerra, le huviera assignado algún sueldo, atener facultades para ello; y que tambien le hubiera llegado con gran

gusto por su Assessor para los Empleos de Gobernador, y CapitánGeneral de Philipinas, (que S.M. le ha conferido) si no fuesse porqueno dejasse desamparada a su madre, y demás familias, que mantiene asus expensas: por todo lo qualle considera muy digno de ser emplea-

do en el Real servicio.

"Formose de varios Documentos, que exibió (y se bolvieron alInteressado) en esta Secretaria del Supremo Consejo, y Camara deIndias, por lo tocante al Perú; de que certifico, como Secretario de S.M. y Oficial Mayor de ella, Madrid y Septiembre veinte y ocho de milsetecientos sesenta y quatro.

FRACIS EDUARDO PANIAGUA."

(Rubricado)Estante I26, CajÓn 2, Legajo 4 del Archivo General de Indias, de

Sevila.

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silenciosos monjes coloniales por la fe in-quebrantable que ponen en el trabajo pa-ciente con el fin de contribuir a que, con

el tiempo, se realice el milagro de unaau tén tica cultura nacional, mien tras que a

semejanza de los lejamos quipucamayoes

del incario, sienten la obligacion de velar

por la tradición espiritual de las generacio-

nes,

Es bajo "sa tónica que hasta el mo-

mento, en un medio tan indiferente comoes el panameño, en un mundo hosti comoes el que ofrecen nuestras cerradas camari-

llas intelectuales y más allá de los incon-venien tes mat"riales, que no pocas vecesadquieren categorías abismales, en casi unpar de años de actividad, sc ha lJegado apublicar dos docenas de libros (uno pormes) que hablan c10cuentemente de lo que

hasta ahora se ha hecho y abren grandes y

amplias perspectivas de lo que aún faltapor hacer.

No son estas reflexiones el producto d"un autoelogio como director ocasional dela labor publicitaria de la Universidad de

Panamá, sino un informe y sincero recono-cimiento al trabajo en equipo, de tan ex-

trana floración en el derrotero intelectualpanameño. Porque ahora, en "ste Panamá

de todos los dias, quedará demostrado queno sólo se forman "sociedades anónimas"

para recibir jugosos dividendos "conómicos,sino que hay estudios que aspiran al sacrifi-cio para ir en pos del auténtico y noble

contenido del quehacer existencial de nues-tra nación, "Honrar honra", ha dicho Un

clásico espanol, y hoy cabe repetido paraesta nueva y fructífera "dición de los Cin-co Años en Panamá. Su au tor WoltredNelson ad"más de haber sido un viajeroempedernido, fue un médico eanadiens"que vivió y trabajó cinco años en el Istmo

(1880- l 885), y junto con sus utensilios detrabajo logró elaborar un diagnóstico veraz

de nuestra sociedad decimonona, usando

para ello el bisturí de la sátira, el analgési-

co de la comprensión, y la terapéutica de

una observación bien intencionada, aunadaa su natural vocación de higienista.

Todo esto justifica que el testimonio deNelson vaya precedido de un sustanciosoestudio preliminar del joven ecritor Arman-do Munoz Pinzón, que ya se expresa conmadurez y tino, como lo demuestran sus

numerosas críticas y notas bibliofráficasdesperdigadas en periódicos y revistas ioca~les, En esta ocasión de lanza a una empresade análisis serio y valoración am biciosa, Sa-

le victorioso de la aventura intelectual, ya

que con estilo ameno y directo, logra ubi-car al personaje. Sabe además, poner de re-lieve su testimonio, ya sea contemplando

su actitud ante lo panameño o su pesimis-

mo ante el avance de la empresa francesa

en la construcción del canal interocéanico.

En el enjuiciamiento no se le escapan

las circunstancias que rodearon al médicocanadiense que se extravió por un lustro ennuestro microscópico mundo tropical ycon una actitud conciliadora y humana im-primió un tono de comprensión para losjuicios del autor, unas veces cáusticos y

otras veces llenos de iron ía. pero siempre

interesantes por su extraordinaria capaci-

dad para observar una ciudad que hoy, enmedio del ruido de los automóviles, el aje-treo del comercio y de los edificios quecada vez se empinan más, pareciera que yaestá muy distante de aquella en que vivie-ron nuestros abuelos, y tanto, que podría

suponerse que aquel Panamá de la cen turiapasada se ha quedado muchos siglos atrásde nuestra experiencia vital, Antaño la vidaera provinciana, plácida, silenciosa y lascostumbres hogaeñas poseían un amablerefinamiento, un encanto natural y unachismografía desaforada. Muñoz Pinzón hasabido transplantarse a ese mundo paraubicar anímicamente al autor de unas no-tas de viaje, muy extensas por cierto, quepareciera que lJevaba como principal equi-paje, una tideiísima Kodak en el cerebro.

Dos cosas más ameritan este trabajo.Una, es el fruto de sus pacientes y sesudas

investigaciones en los testimonios de otros

viajeros contemporáneos de Nelson y en elrecuento cotidiano de La Estrella de Pana-má. De este rastreo se obtuvo un admirableprovecho. El segundo, la paciente labor delas notas críticas que aclaran y enriquecenel contenido del libro que comenta, porquelas observaciones del galeno cobran actuali~dad al encontrar sus antecedentes remotos

o su persistencia dentro de la sociedad con-

temporánea. En resumidas cuentas, se tratade un esfuerzo provechoso y esmerado que

se enriquece con un estilo que .~ usando

las palabras de Gracián- denota una autén-tica "agudeza y arte de ingenio",

¿Y qué decir en cuanto al testimoniodel Doctor Wolfred Nelson? Un ligero vis-tazo a lo que toca en cada uno de los vein-ticinco capítulOS que contiene la obra, per-mite formarnos una idea clara del enormeesfuerzo para acumular situaciones y ano-tar las observaciones que plasma en sus

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recuerdos de peregrino exótico y curioso.Con sorprendente lujo de detalles se descri-ben nuestras iglesias, la imaginería religiosa,los altaes y hasta los fieles que concurren

diariamente a la "casa de oración". A lasmuestras de arquitectura religiosa, herenciade la época hispana, siguen la enumeraciónde las más importantes fábricas civiles,constituyendo así una fuente de informa-ción imprescindible para el urbanista y elhistoriador del arte panameño. En este sen-tido se encuentran detalles agudos comoaquél en que establece cierto "aire de fami-lia" entre los rostros que representan nues-

tra cerámica precolombina, que tuvo la

oportunidad de contemplar en Chiriquí, yla figura de los santos que vió en la facha-

da de la Iglesia de la Merced (Cap. XXIIpágina 224).

Pero el testimonio del médico canadien-

se es algo más que una simple enumeraciónde los edificios de la ciudad de Panamá, Enél, se encuentra un verdadero y completocatálogo de nuestras costumbres en los úl-timos lustras del siglo XIX. Ante nuestravista desfian los usos y maneras de una"clase alta" con un cierto donaire provin-

ciano, mientras que en forma paralela con-viven los panameños humildes y pobres,personificados en los arquetipos creados

por el autor y a los que bautizó con elnombre de Juan y María. Muchas y jugosasreflexiones podrían establecerse entre aque-Has dos formas de vida de un Panamá deayer que se proyectan en el de hoy, por-que si nuestros señores de antaño guarda-

ron mayor compostura social, tuvieron es-casos medios de ilustración y se sintieronapegados a una tradición que lentamente seles escapaba del traj ín diario y en muchosaspectos no es muy diferente del que vivey siente el hombre "importante" de estahora actual, agobiado por la contratación yel malestar de la gran ciudad. Por encima

del recogimiento hogaeño, más aliá de lacortesía en el trato social y sin el recato enla diversión y el diálogo, el "señoron" dehogaño, rinde un desmedido vasaUaje el

juego de la política a los beneficios del ne-gocio y especialente al dólar como finúnico de toda su experiencia ciudadaa.

En nuestro país antagÓnico, mientras elgrpo minoritario se torna complejo, evolu-ciona, prospera en adelantos técnicos, cul-turales y científicos, los personajes del tipode Juan y María, estan mãs cerca del hom-

bre humilde que convive con los que elautor reseñó. En el caso de estos, parecieraque el tiempo se detuvo y la dieta. la habi-

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tación y hasta el vestido y las diversiones,

se conservan en su prístina pureza comonota persistente del carácter estático de es-

tos grpos elementales.

Pero también el istmeño intrascendentey anónio conseiva sus cqaldades aními-

cas; tales son; alegría interior, sencilez,inocencia y naturalidad que fueron las vi-tudes espirituales que dieron contenido a laidealización del "hombre feli en estado denaturaleza", que describieron los ideólogo sde la "Ilustración" y la "Enciclopedia" en

el siglo XVII.Conjuntamente con las formas de vida

tradicionales, están los grupos foráneos yen el capitulo que Nelson dedica a losorientales, presenta un admirable cuadro decostumbres con muchas supervvencias queen estos tiempos "de integración" perma-

necen inalterables, Siente profunda sipa-tia por los chinos; la "colonia" forma su

mayor clientela y esta cicunstancia le per-mite llega hasta la intimidad de sus habita-

ciones donde puede anotar un mestizaje re-ligioso y étnico que lo hace sonreír, Pero

esta vez su sonrisa se torna amable y bajola anécdota no esconde el rasgo de ironíadel que ha hecho gala en sus incesantespesquizas por el mundo de costumbres ra-ras y curiosas, Sin temor a la exageración

casi diría que resulta de una gran contem-poraneidad su afirmación de que las drogas- en este caso el opio - resultan menos

dañinas para la salud que el alcohol, delcual se declara un intransigente enemigo.

En el "noticiero" de Nelson ocupa una

preocupación permanentemente los aspec-tos sanitarios y de higiene. EUo resulta ex-

plicable al considerar no sólo su nacionali-

dad y su vocación médica, sino el ambientede la ciudad, las enfermedades, el calor so-focante y la humedad insoportable. EstoHeva a buscar soluciones prácticas y apro-piadas para evitar que los cemen terios se

transformen en focos reproductores de en-fermedades, los desperdicios conviertan enpestilen te la atmósfera, y el descuido de lasautoridades locales fomentan las plagas yepidemias obstaculiando así el progresoque proporciona el "confort" moderno.

En numerosas partes de sus recuerdosse nota la preocupación constante por el

aseo, y es precisamente la falta del mismola que le permite ir en ristre con su lacetahacia las costumbres tradicionales, ya seaen la manera de enterrar, en el aplnamien-to en las prácticas religiosas especialmente

en las celebraciones de los matrimonios y

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procesiones y en las necesidades de todos

los días: alimentos, mercado y fastos civiles y patrióticos.

El relato de Nelson, tan minucioso en

sus detalles, tan rico en anécdotas y taninteresante en información, cobra valor pa-ra todos y como muy bien lo señala

Muñoz Pinzón, el libro "interesa a los his-toriadores del arte".AsÍ mismo será útil alhistoriador, al folklorista y al sociólogo,

porque encontrarán en éi abundante infor-mación, y hasta el investigador de las cien-cias puras descubrirá datos valiosos sobre laflora, la fauna y la farmacopea primitiva, yen general, para los estudiosos del pasado

panameño que encontrarán en las páginasde esta obra, una rica veta de informaciónpara la reconstrucción de la vida y el am-

biente de aquél entonccs".

Pero pese a todos los elogios, cabe ha-cer algunas o bservaciones en torno a los

recuerdos minuciosos que consignara el mé-dico canadiense. Como todo libro de viajes,una de las perspectivas que cubre es la dela fantasía y la imaginación, y es por elloque no opone el menor escrúpulo para de-dicar largas parrafada s a. nuestra historiacomo país virreinal (capítulo Xl), o a lasconsideraciones en torno al encuentro de la

conquista entre españoles e indios, En ese

sentido siguc las dircctrices corrientes de suépoca y si hay una preocupación bibliográ-fica, pone de su propia inventiva el datoquc no encuentra cn la obra de consulta. Aveces se atienc a su memoria o a la simpletradición popular, todo lo cual per..iite queen muchos aspectos sc le pueda considerarcomo frívolo y superficial.

Al lado de un espíritu inclinado a lomaraviloso, está el realismo descriptivoque sc fundamenta en el comentario cale-jero, en el chisme del salón hogaeño, en elgrueso rumor popular, que en todos los ca-sos le dan a su testimonio un matiz singu-

lar, porque su realismo se torna helado eincisivo y lo dirige contra los usos y cos-

tumbres de nucstra tierra, contra las autori-dades que descuidan los edificios, paseos yresidencias y contra el hombre medio quepor lo general vive de la mayor industriacolombiana que son"las revoluciones",

También las notas de Nelson demues-

tran la constante y previsora preocupación

por la obra de los franceses en Panamá y

no faltan sus críticas mordaces y muchas

veces infundadas contra los progresos delproyecto canalero. En esta parte el autorolvida su cstilo alegre y festivo para con-

vertirse en fiscal despiadado y en su afánde acumular pruebas y más pruebas quedemuestren la improvisación de Lesseps,

sus capítulOS finales se convierten enauténticos alegatos donde se yuxtaponenlas noticias y se pierde el hilo de la argu-

mentación dentro de un laberinto de datostécnicos, estadísticas sospechosas e infor-mes tergiversados y en los que resalta muya las claras, que ni el mismo autor era ca-paz de comprender tanto tecnicismo, tantacontabildad y tan menudo planeamiento

(capítulos XXiV y XXV).Por eso al final hay amplios sec tores se

aburridas cuen tas y detalles financieros quesólo adquieren valor por tratarse de iiifor-maciones que el médico rccibió directa-mente de los Boletines del Canal y quetranscribe a su modo, pero que en todocaso demuestran muy claramente que scdejó seducir por cuanto chismc cscandaloso

le susurraron al oído. Tal es la atención

incondicional que presta a los rumores so-

bre los derroches de la (:ompañÍa Francesay el "dossier" de los palacios de Lesscps y

Dingleer, que hoy, sc ha demostrado queno pasaron de ser otra cosa que el produc-to de la imaginación catcn turien ta y cxalta-da de los detractores del proyecto francés.

No pucdo cerrar este brevc comentaiosin recorda que Nelsoii nos pinta un mo-

mento de gran trascendencia y dramatismoen la historia de nuestro devenir. Algo se

nos decía de "Panamá y sus tragedias" enel aspecto político, de las incipientes lu-chas entre libnales y conservadores en el

plano ideológico, del auge y el declive eco-nómico de PanamtÍ durante los años inicia-les de construcción normal de la empresa

gala antes de entrar en la etapa de las difi-cultades (1887) y luego de la crisis y deldesastre (1888 y 1889).

Pero esos datos necesitaban un telón de

fondo donde ubicar los graves aconteci-mientos. Se hacia necesario un libro comocl de Nelson para reconstruir un escenario

adecuado que nos fuera familar, porquemuchos de los usos y costumbres de aque-llos hombres de finales del siglo pasado,perduran aún en esta sociedad que avanza,unas veces perezosa y otras veces dinámica,

por los senderos que conducen al sigloXXI.

Carlos Manuel Gasteozoro

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sus miembros. Cultura inocente,pues, sin libros sin manifiestos,

sin doctrinas, sin dogmas.Al indio Embera no le intere-

sa la historia. ¿Para qué memo-rizar fechas y nombres, conquis-tas, colonizaciones e indepen-

dencias?Esa atemporalidad, coruscante

y cándida, cautiva es lo cierto, alescritor francés, quien sufre enrazón del carácter automático yferal que su sociedad "desarrolla~da" impone con todo el Ímpetu

de su TU tina post-industrial.

Ya en 1691, Juan Franciscode Páramo y Cepeda, funciona-rio de la Inquisición, redacta, en

Panamá, un poema torrencial,intitulado Las alteraciones del

Darién, de 3 i O páginas. Aproxi-madamente tres siglos más tar-de, el cauteloso historiador pa-

nameño Carlos Manuel Gas-teazoro descurbre el texto de di-cho poema cpico en las anfrac-tuosidades librescas de la Biblio-teca NacIonal de Madrid. A lainfatigable devoción del doctorGasteozoro debemos la publica-ciÚn del argumento(en octavasreales) de cada uno de los die-ciocho cantos que tan furtivomanuscrito componen. Si lee-

mos el manuscrito de las altera-ciones del Darién, ya que su

t e x t o permanece desgraciada-mente inédito, captaremos el jú-bilo y engolosinamiento con los

cuales un ojo europeo va dete-niendo una franja de nuestro sersocial en el siglo XVIII. Páramoy Cepeda describe - con minu-

ciosidad antro po lógica - los ras-gos esenciales que caracterizannuestras tribus darienitas. He he-cho incapié en las alteracionesdel Darién, dado que me pareceuna de las primeras manifesta~

cIones literarias en donde lo pa-nameño . fulge como llama so-bria. Pese al estilo rococó, plate-resco y acongojado de Juan de

Páramo y Cepeda, quien se com-place en la retorsiÚn mitologi-zante hasta el hastío.

Por último, estimo que elnovÍsimo libro de Le Cézio se

cmparicnta con las disquisicio-ncs barrocas del canónigo curio-so. He :iquí dos obras primor-

diales sobre Panamá que, sin du-sa, permanecerán olvidadas pornuestro mundillo literario, cuyaspreocupaciones actuales distanmucho de la autenticidad queLe Clézio percibió en la psicolo-gía del indio Embera.

Alfredo Figueroa Navarro

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PINTURAS COLONIALESRELIGIOSAS DE PAN AMA

Bense Max. Estética.Fd. Nueva Visión. B. Aires 1969.GarcÎas Isaías / Guilermo TrujiloEd. del 1. Panameño de Arte.Artes Gráficas Virgilio.Panamá, Abril de 1964.

En uno de sus ensayos dedicados a laHistoria del Arte en Panamá, IsaÍas CarcÍa

afirmaba sin vacilación alguna, que la histo-ria de la pintura en Panamá por ser una his-toria breve "por no decir brev í sima" y de bi-

do a sus antecedentes precarios, no ofrecía;ninguna continuidad al juicio histÓrico. Lasestancias, situación a la cual quedar Ía redu-

cida la sucesión histórica de nuestro arte,estando desarticuladas entre sí, carecer ¿an

de la fuerza y la potencialidad necesarias

para proveer un sentido y una significaciónlegítimas al espíritu creador del panameñode nuestro tiempo.

"Son estancias como islas sin puentesque las unan" era la conclusión a la cualllegaba IsaÍas GarcÍa.

Las an tenores apreciaciones eviden te-mente se fundan en una visión cuyo criteriogenerador es la historia. Pero, si escu-chásemos a Max Bense, el nos dice: "el artetienc que corresponder a. las estructuras denuestro espíritu, debe ser equivalente denuestra conciencia", Isa ¡as García seguiría,

pues en lo justo, más aún cuando pudiéra-mos establecer una equivalencia en tre su tér-mino "ESTANCIA" y las "ESTRUCTU-RAS" de las que se trata en Bense. No obs-tan te hay alguna afirmación que aparen te-mente es inocente, pero que no deja de pre-ocuparnos para los efectos de futuras inda-gaciones estéticas. Agregaba 1. GarcÍa, que"nuestro advenimiento a la vida republica-na" corría paralelo con el advenimiento dela vida creadora del espíritu, corno si el ad-venimiento del espíritu creador del paname-no estuviera subordinado al proceso históri~co. Como se podrá observar, las anteriorcsanotaciones van encaminadas hacia una fio-sofía del arte, o sea, hacia una explicación

de la producción artística subordinada al

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que hacer histórico fiosòhco y no, hacia laelaboración de un objeto que presupondría

la misma producción artística, pero que lapondría entre paréntesis, para enfrentarseluego a un estilo de existencia, a Un juicio o

a una manera de funda este juicio, esto es,sus apreciaciones ponían entre paréntesisprecisamente el objeto estético y toda la es~tética "panameña" por dedrJo asi. Ya que laestética no puede exigir una continuidad alarte y menos aún una sucesión, estas catego-rías pueden aplicarse sólo al análisis de unaproducción individual y ni aún asi. La inves-tigación cstética en el caso de la Historia delArte en Panamá debe asumir esas "islas sinpuentes" que son las estancias pre-hispánica,"colonial" y "moderna contemporánea",paTa utilizar los mismos conceptos que nosprovee la historia, y proceder luego a elabo-rar el objeto hacia el cual convergen todas

esas manifestaciones.

En una iglesia de la provincia de Panamá,especíticainente la iglesia de Chepo se en-cuentra una pintura, bastante deteriorada,

pero que a nuestro juicio, constituye unapiedra importante para las futuras investiga-ciones estéticas sobre la pintura en Panamá.

Aparte los datos históricos o de pcrita-je, esa pintura está en condiciones de mar-

car en forma inequívoca ese "puente" cuya'msencia hacía sentir IsasÍas GarcÎa entre lo'colonial" y lo "moderno-contemporá-

neo" de nuestra producción pictórica.

La composición en su estructura es toda-vía dicciochesca, la gran figura principal alcentro, los colores utilzados para el ropaje yluego el ordenamiento de las tlguras deacuerdo a su importancia. El tema tambiénse presta para ello: son las Animas en el Pur-gatorio. Tanto el tema como la estructura-ción de la pintura podemos considerarlo"herencia colonial", sin embargo, la fuerzaexpresiva imprimida a cada uno de los perso-najes desde su situación un tanto simbólica,

por demás irónica, es un elemen to, en treotros, hacia el cual aún converge la pinturapanameña. Miremos tan solo las figuracionesde Trujilo en su período de 1960 al 1963,

de Manuel Chong Neto y de Julio A.Zachrisson.

EDlLIA CAMARGO V.

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EL ODIO

Aqui están mis manosAquí están mis puñosAquí golpean golpeando golpeándoseComo la furia como la tempestadComo las irasComo un galopar de flechas de ónixAsí me golpea el corazónAsí después de la traición el odioOdio odiando y odiándomey comienzo a concebir el odioComo se Concebió el amor primeroTodo fue al principio como la siembraUn abrir de surcosUn madurar de tierra.

PENE TRA CION DEL RECUERDO

Estas toda entera perfumadaToda enteraSi me dejaras sembrar en mi silencioVieras cuan hermosas son las palabras que se callanVuélvete con tu cuerpo hacia la lunaVuélveteDéjame mirarte con las manosy cerrando los ojos adorartePorque antes de que cierre la ventanaAntesComenzará a florecer mi ilusión en tu carne.

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DESPUES DEL SILENCIO Y DEL BESO

lJESPUES del silencio y del beso,De~pués de la caricia aquella,Después de nuestra propia ternura,Mujer, La soLedad, La nada, la agonía.

y tras un tiempo transcurrido, el recuerdo,Un recuerdo de niuerte y el olvido que no Llega,

Porque una vez colnjado en el olvido, amiga,VoLverá la vida así como la primera vueLve.

Pero tus labios, tus ojos, tu voz, que me persl:gue,

y toda tu presencia

Nos vuelven a juntar y proseguimos la ruta,Pero al primer recodo encontramos lus mismos obstáculosNo, amiga, no, muchas flores nacen cada día,

Auroras que j10recen y crepúsculos que mueren.Amiga, o nos encontramos en los ojosO parecemos como la tarde.He ahl el amor. Y si el amor es eso, como una notaComo el aletear de un ave, como un sollozo,Amz:lla, decidámunos en el próximo encuentroy busquemos la presencia o el olvido para siempre.

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zada en intento; frío, comedido, pl:istico. Quedé algo molesto poresta falta de control sobre mis fueros internos y me cntregué a misdiarios quehaceres que pronto carenaron mis dudas y preocupaciones.

Al regreso hice el trayecto solo. Ocupé la esquina acostumbraday me dediqué a la contemplación de rigor del cintilo numerado.Pude detallar mi soledad: cuatro esquinas, paredes plásticas de unblanco briloso que relucía aún más a causa de la potente ilumi-nación. Por entre las planchas de plásticos y los rayos de luz deliecho, podía columbrarse el acerado y reluciente metal de la esctruc-tura del recinto. Todo era mécanico y automatico; higiénico y frío. Apuertas cerradas imperaba la sensación de hermetismo, de enclaustra-miento, de un misticismo esotérico moderno. Mecánicamente dirigí

la mirada a lo alto, tratando afanosamente de seguir el rápido descen-so de los números. Me fue imposible. Los números dejaron de suce-derse. Implorante, suplicante, mi vista trataba de hacerlos reaparecer,pero fue inútiL. Sentí la sensación de vacío y un martille o uniformeque me traspasaba las sienes: imecánico-automático-moderno";"Higiénico - metálico - plástico - alumbrado; Higiénico ~ metálico -

plástico alumbrado; "Plástico alumbrado automático";"Plástico - automático"; "Plástico, plástico, plástico, plástico,..."

Hice un esfuerzo por controlar mis nervios y casi lo logré alpoder sentir la sensación de que la jaula metálica subía. Volví a

miTarar el cintilo numerado; se~iuía sin marcar. "Estamos subiendo,no importa, todo ha pasado, está funcionando." Al instante me di

cuenta de que yo deseaba descender; mi despacho se encontraba en elpiso trece y tenía que bajar, no subir. Sentí entonces un cambio dedirección; " ¡Al fin bajamos"! Se iluminó el cintillo y comenzaron aaperecer los omnipopentes números 15, 16, 20, 32. etc.. Subía peroyo sentía la sensación de descanso, caso vertiginoso. Presentí el mo~

mento en que el ascensor iba a desmenuzarse cual vidrio roto en eltúnel vcrtical de su diario recorrido. Precipitadamente me lancé conman~)s febriles a los botones que se atiborraban ante mi vista. El dcemergencia, cuyo roto rubí de sangre de toros en la plaza me instabaa oprimido. El ruido ensordecedor de mis campanas al v.uelo ator-mentó mis oídos_ Frenéticamente incrustc el pulgar en el botón queabría la puerta. Cesaron todos los ruidos; sólo se escuchó el silen-cio tibio y cálido de un atardecer de domingo.

Las puertas se abrieron con la suavidad y eficacia de costumbre.Ante mis ojos se extcndía un largo pasilo con personalidad propia,flanqueado de varias puertas de divcrsas formas y colores; algunasrecubiertas de copiosas enredaderas, otras tapizadas con pieles. Todoel lugar irradiaba una acogedora placidez. A mi derecha sentí una vozque simplemente me informó quc se mc esperaba desde hacía algúntiempo. Vi a mi interlocutor, y su presencia me tranquilizó. Leyen-

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do mis pensamientos me pidió mil disculpas por el accidentado tra-yecto, y sin más me indicÚ que lo siguiera. Por el pasilo nos cruza-mos con diversas personas, todas amables y corteses.. No hablaban,pero en sus gestos, y sus miradas se percibía una quietud de espírituque amornizaba plenamente con nuestros alrededores. No parecíantener prisa, y sin embargo, el pausado andar que llevaban reflejabavoluntad y decisión. Ninguno llevaba reloj.

Un poco más calmado comencé a reflexionar sobre cllugar. Vivíen retrospección todo lo sucedido y a decir verdad no acertaba a

imaginarme donde estaba. Mi interlocutor y guía me dijo al oídofrases de aliento:

No se preocupe, ya comprenderá.No podía ser otro edificio de oficinas cercano al mío, ya que

éste se encontraba prácticamente aislado por los modernos lotes deestacionamiento que lo rodeaban. Día a día los automóviles asedia-ban la construcción, y cual hormigas dentro de modernos caballos deTroya, emergÍan sus ocupantes para desempeñar los ritos del día.¿Sería un sueño? Aparentando una afectada naturalidad, comencé aabrir el pequeño cortaplumas que llevaba en el bolsilo. El pellzcopara despertar siempre me ha parecido de mal gusto.

No lo haga, no es necesario; no está soñando y simplemente nosdará a todos un espectáculo gratuito de sangre. Ademas ya henosllegado.

Cierto. Nos encontrábamos ante una de las puertas del largo einterminable pasillo. Se trataba en realidad de una reja moruna, lacual franqueamos para atravesar una pequeña, pero deliciosa arcadade palmas reales. Acto seguido abrimos la gran puerta, de planchasmacisas, repujada en cuero y de gruesas manijas de bronce. En el

interior del recinto había algunos muebles sencilos, pero que mos~traban el mayor cuidado artesanesco que había culminado con losorgullosos frutos de exquisita madera con que se recreaba mi vista.

Esta es su habitación. Le aseguro que será de su agrado. Todo en~iia es como a Ud. le gusta. Si necesita algo más, no tiene másque pedirlo.Las palabras de aquel hombre me inundaron de placer y de

alegría. Aquella era mi habitación. ¡Como no iba a gustarme! Tal ycomo la hubiera soñado: simple, cómoda, limpia, y fresca. El tono desinceridad de mi interlocutor era tal, que no pude dudar ni un mo-mento de sus palabras. Había llegado; me sentía como en "mi casa".Cuando cerró la puerta tras de sí, contemplé a mis anchas el aposen-to. Una claridad de sol filtrado por el verdor y frescura de una

variedad de árboles emanaba de todo el lugar. Tuve deseos de saltar

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de contento y gritar mi alegría. Me sentía a gusto y sin embargo nosabía donde me encontraba, ni como había llegado. Tampoco sabíacomo me marcharía. Deseché estos pensamientos y mecánicamentelevanté el brazo izquierdo poniendo la muñeca ante mis ojos. Ya nollevaba reloj. Busqué en las paredes del recinto por costumbre ofid-nesca; luego dirigí la mirada a las mesas de noche a cada lado de lacorpulenta y acogedora cama. Nunca hubo relojes.

Me dirigí a la ventana. Cuando me disponía a correr las cortinas,escuché el sonido de la puerta que se abría, y ví entrar a otro hom-bre. Algo más bajo que el anterior, con un porte distinguido y finasfacciones que encuadraban un par de ojos sinceros y vivaces. Su edadera imposible de diagnosticar.

Con permiso; ¿se puede?Pase, Ud. lo tiene.¿Le gusta? Yo estoy seguro de que nada le falta; ha sidohabilitada de acuerdo a todos sus gustos. No le falta lo másmínimo, incluso el baño tiene enorme revistero para que pongaUd, sus libros.

A pesar de toda la confianza y seguridad que me inspiraba, no

pude menos que sentirme un poco aturdido. Este buen señor sabía detodos mis gustos, hasta los que yo estimaba más privados. Rompí conalgun esfUerzo la atmósfera de agrado que nos rodeaba e hice lapregunta vital:

¿Dónde estoy?Me miró fijamente y sus labios se entreabrieron y comenzaron a

decir lo que ya yo sabía que iba a decir:Estás en tu habitación.Lo acosé a preguntas sobre mis familiares, mi trabajo, mis libros,

mis estudios; él permaneció inmutable:Cuando quieras saber, descorre la cortina y verás lo que te intere-sa. Ya comprenderás. No lo hagas ahora; necesitas reponerte ydisfrutar de todo lo que te rodea. Es lo que siempre has deseado.

II

Mis manos acariClaron el timón. La tarde estaba algo fresca, ycon los cristales bajos podía sentir el olor de las flores y el verdorhúmedo de los árboles. Hoy trabajaba por la tarde. Tenía que apresu-rarme, ya que de otro modo llegaría tarde. Siempre me ha gustadollegar tarde; salgo con el tiempo justo para llegar en puntos o algunosminutos tarde. No me gusta apresurarme; este mundo moderno es un

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caos con sus apuros. Somos esclavos de los números. Creemos que losutilizamos, pero en realidad ellos nos gobiernan, rigen todas nuestrasactividades. El sonido del claxón me sacó de mis reflexiones; la luzestaba verde y debía de seguir. Así lo hice, y al rato pude divisar laestructura archi-moderna y funcional del edificio donde se encontra-ba mi despacho. Había pasado una mañana deliciosa en la playa. Losniños se habían divertido correteando por la arena y finalmenterevolcándose en la orila para meterse en el agua. Yo tome a cada unoen un brazo y fuimos hacia lo hondo en medio de sus gritos, lim ítro-fes entre el miedo y la alegría. De regreso me tendí al sol, ella estabaa mi lado y veíamos orgullosamente a los dos "hombrecitos" corre-tear y jugar en la orila. Los rayos solares al penetrar en el cuerpo

producen un suave letargo donde llegan a mezclarse el dolor y elplacer. Llegué al estacionamiento y dejé el automóvil en el espacioindicado. Tuvimos que irnos de la playa con cierta precipitación; sehacía tarde, ya pasaban de la una y yo tenía que trabajar a las tres. Apesar de la prisa pudimos disfrutar de un almuerzo ligero en la intimi-dad del hogar, en medio del bullcio y la algarabía de los niños, y

bajo la vigilancia de las manecilas de la esfera. Me dirigí al edificio ydespués de saludar a algunos conocidos, oprimí el botón y esperé elascensor. Subí acompañado de un par de personas. O, dal vez fueuna que ocupaba el espacio de dos, o de tres? En realidad no impor-ta. Una, tres, o diez, todos lucían iguales. Llevaban en la cara la

marca de su igualdad y en la muñeca un gran reloj. Las caras notenían gran diferencia; algunas tenían bigote, otras los labios pinta-dos. Unos cuerpos llevaban corbata, otros la blanquicie de los senosrodeada de artificios y tclas de varios colores. Todos hablaban iguaL.

Aunque viajaba con ellos no me sentía parte de aquella super estruc-tura de números pedestre s de infructuosos intentos de humanidad.

El recorrido fue como de costumbre: nos detuvimos varias veces,algunos de mis acompañantes salieron, un par de saludos y despedidasde cortesía y finalmente llegué al piso trece donde se encontraba midespacho. A mi llegada, lo de siempre, problemas que resolver, entre-vistas, conversaciones de rigor, el almuerzo impuesto con el Jefe y elretorno a la misma tarea. No era la primera vez que me molestaba

todo aquel conjunto inarmónico y falso, pero sí era la primera vezque sentía un indomable deseo de acabar con todo. Sentía una fuerzavital en mi interior que me impulsaba a desear vehementemente eldesmoronamiento total de la estructura imperante. La palabra canti-dad había reemplazado a la obsoleta noción de calidad. Todo quedaba encuadrado bajo patrones numéricos: ¿cuántos autos? , ¿cuántocuesta? , ¿cuántas acciones se han vendido? , ¿cuántos viajes:) , hastaincluso la profesión de la enseñanza se autovaloraba mediante normasde cantidad: ¿cuántos libros o monografías? Miré el reloj; eran las

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cuatro, debía marcharme a recoger a uno de mis dos hijos en uno demis dos autos para llevarlo por tercera vez a uno de los cuatro médi-cos que lo atendían para que éste le recetara de nuevo una medicinaque de seguro no aceleraba el restablecimiento total de un simpleresfriado.

ni

Dormitaba, sentía la misma sensación agradable y placentera quesintiera cn la playa. Incorporé la cabeza y vi de nuevo a mi segundointerlocutor. No me había despertado, pero mentalmente percibí queestaba presente y por eso levante la mirada para encontrarlo ante mí.Fuimos hacia dos cÓmodas meccdoras de mimbre que se cncontrabanfrente a la gran cortina que de seguro cubría el amplio ventanal.

Después de permanecer un rato en silencio me decidí a volver ainterrogarlo cuando con un simple ademàm me indicó silencio ysefialo hacia el intcrior de la habitación. Mis ojos no me engañaban:todos mis libros y papeles se encontraban allí, dispuestos ordenada-

mente en las hemosas librerías empotradas en la pared; frente a éstasse desplazaba un recio escritorio de madera trabajada y pulida enforma de arco. Todo cstaba allí, las mismas librerías que cn más deuna ocasiÓn había soñado, el escritorio, tal y como lo disei1ara men-talmente, todo reproducido ficlmente hasta el último detalle. Iba aestallar cn palabras de agradecimiento cuando mi interlocutor medijo en voz suave y pausada:

No te molestes, comprendo perfectamente como te sicntes; todoestá a tu disposición. Creo que esto es lo que deseabas desde

hace much,: tiempo. Aquí podds trabajar y no tcngas apuro,tÚ mate tu tiempo, ya que esto cs lo que sobra aquí.

Se deslizÚ de la mecedora, y se dirigió hacia la pucrta con aquelandar fdelino y seguro que caracterizaba a todos los que había vistodesde mi llegada. Ya en la puerta se despidió con una sonrisa franca yacogedora. Al punto de irse, señaló a la tupida cortina que de segurocubría el amplio ventanal:

Cuando quieras.

Quedé pensativo. Mi primcr impulso fue el de prccIpitarme a lacortina y abrirla. Ten Ía la certeza de que al abrirla qucdaría inundadode luz, todo se aclararía, el misterio desaparecería como desaparecenesos fantasmas de la oscuridad a medida que crecemos. Sin embargono pude, sus últimas palabras repercutían en mis oídos con intensi-dad creciente y ensordecedora: "tomate tu tiempo ya que esto es loquc sobra aquì" , "tiempo... es lo que sobra aquí", "tiempo...sobraaquì", "tiempo", "sobra", "aquí", "aquí"! ¿Dónde?, t.Dónde?,¿DÓnde? , ¿DÓnde? ......

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iv

El almuerzo de los martes con el jefe se había convertido en unaodiosa rutina. Escuchaba sus jerárquicas palabras de orientación. Re-'cordaba aquellos sermones que desde el púlpito elnitÍa el cura deturno: formulismo dogmático e ilógico: hagan lo que digo, pero no loque hago. El J de proseguía con sus interminables palabras, nos dabaconsejos de como llegar a los altos puestos que todos deseabamos,consejos plenamente opuestos a las acciones que lo habían hecho

Jefe. Dos de los aduladores de costumbre reafirmaban sus palabras deaire, inermes en su vacuidad, con sonoras parrafadas de autoelogio.Yo los miraba, estudiando cada pose ensayada, criticando mental-mente lo que sucedía ante mí. Era espectador, no formaba parte delespectáculo, me repeTÍa esto una y otra vez, pero siempre tenía que

subir a las tablas y representar la pieza del día: cuando el Jefe se

diri~ía a m í personalmente. Aquel martes, aniversario de la fecha demi nacimiento, me sentí incómodo durante el almuerzo. Todos trata-ron de halagarme; incluso uno de los aduladores del jefe enfiló suscai'ones hacia m Í al dedicar el almuerzo que todos me daban. El jefe,preparado e instado a decir unas breves palabras, hizo alarde de suverbosidad característica para aburrir a la docena de subalternos queallí esttibamos. El tema era el mismo de siempre: confianza en lajuventud ordenada, incentivo a sus energías y más consejos de como

desplazarse hacia arriba por los peldaños de la compleja maquinariaque integrábamos y que nos integraba. Mentalmente seguía mi aná-

lisis de los presentes; cada uno tenía sus faltas y sus virtudes, eranseres humanos. Hasta el Jefe tenía sus problemas y sus contratiem-pos. Lleguc a sentirme identificado con ellos por unos instantes.Eran humanos, con problemas humanos, con fallas humanas y consoluciones humanas. Fue el propio Jefe el que se encargÓ de sacar-me de esta línea argumental:

Bueno compafieros, y para finalizar, ya que veo que se nos estáhaciendo tarde, solo me resta anunciar el ascenso del homenajea-do. A partir de la semana entrante...

Sus palabras se perdieron en la nada que los rodeaba. Había

obtenido la promoción que tanto esperaba, los más cercanos mefelicitaban verbalmente, los demás me hacían gestos congratulatorios.Respondí a todo mecánicamente, pronuncié unas palabras de agrade-cimiento y volví a sentarme. Desde el momento en que con gestoacostumbrado el Jefe me sacó su gran reloj de bolsillo, todos volvie-ron a recuperar su aspecto numerado. Cada uno miró su reloj pulseracon actitud previamente estudiada. Desde la mai'ana yo no llevaba

reloj. La interrelaciÓn existente hasta hace unos instantes había desa-

parecido; no me sentía parte del todo numerado, aunque quisiera ya

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no podría ser como ellos. Lo peor de la situaciÓn es que tenía lasensación de que escuchaban mis razonamientos mentales. Hoy mehabía levantado con esa rara sensación; había percibido que todosoían mis pensamientos más Íntimos. Mi esposa en la mañana mehabía escuchado, en el ascensor todos se habían dado cuenta de

mis juegos mentales, y ahora el Jefe y los demás compañeros.El almuerzo siguió sin mayores contratiempos, y despues de mi-

rar los relojes por quinta o sexta vez, hubo un tácito acuerdo deconjunto: rcgresamos a nuestros cubículos numerados para continuarnuestras diarias labores. Cada uno a lo suyo y cada uno contra suprójimo. Eramos miembros de una sociedad moderna y desarrollada.

v

Al despertarme ya había tomado una decisión. Trataría de poneren práctica lo que me había cansado siempre de repetir: lo bueno hayque disfrutarlo en el momento, mientras menos se piense en ello,mejor será. Recuerdo que fue uno de los despertares más agradablesque he experimentado. No mc sentía cansado, ni tampoco con esapereza de aquel que se levanta sin deseos de hacerlo. Estaba lleno dcvigor, y sentía una vivacidad interna que me impulsaba a sentarmetras aquel fino escritorio, y plasmar en realidad todo lo que desdehacía manojos de años quería decir. Al dirigirme al escritoriq tuvepor necesidad que pasar ccrca de las grandes cortinas que aun perma-necían en su posiciÓn originaL. Es más tuve que rozar con mis manosel grueso y sedoso cordón terminado en suaves borlas; un solo movi-miento y las cortinas quedarían descorridas, perderían su virginidady su inocencia, me revelarían la incógnita, me plantearían el proble-ma. El pánico de mis manos crispadas, traicionaba la idea generosa deque aun no estaba listo para comprcnder aquella situación. Despuesde un segundo de duda infinita, me senté y trabajé tal y como lohabía deseado desde mis momentos mas íntimos.

VI

La noticia del asccnso había causado el efecto esperado y progra-mado; éste se traslucía a través del auricular. Yo me sentía contentopero a la vez hueco, vacío, con el indudable resquemor que aquellome producía. Ahora estaba más atado, más ligado a la empresa, sa-bían adueñarse del hombre, haciéndolo depender de la firma, aferrán-dose a él en un coito perfecto para suplir y llenar necesidades respec-

tivas. Ella ya había dejado de ser la que fue y no volvió a ser. Sehabía numerizado. Hubo en el tiempo un momento en que pensaba-mos igual,en que sentíamos el mismo miedo y disgusto ante la gran-

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diosidad mediocre de la empresa. Pero ella poco a poco, fue dejándo-se, cediendo, oponiendo menos resistencia hasta ai.e un día dejo deser lo que era y se convirtió en otra. Pavimentó el hogar con relojesde diferentes tamaños, y hasta se acostumbró a dormir con el suyo depulsera, que yo ingenuamente le había regalado. Su voz en esos ins-tantes, reflejaba toda una norma que se había ya trazado de ante~mano y repetido en multitud de ocasiones. Indudablemente la noticiale había agradado, pero no en el sentido 4ue yo hubiera deseado. Su

voz había tomado un nuevo matiz, e imprimìa una nueva modulacióny hasta velocidad que se hacían patentes por el hilo telefónico. Me-diante una avalancha de imágenes atiborradas de envidia y mal gustoquc comenzaban en su apartado y llegaban hasta el mío, había conse-guido describirme un aborrecible y detestable cuadro de una grancena que tendríamos que dar para celebrar el acontecimiento: sería-mos la envidia de los otros que hasta hoy se encontraban a mi lado cnel miSmo grupo de "futuros ejecutivos de la empresa". Por supuesto,ahora tendríamos que medir y escoger nuestras amistades, lugares derecreo, colegios de los pequeños, y hasta cierta insinuación sobre uncambio de religión, ya que todos los "altos ejecutivos de la empresa"pertenecian a una denominación específica.

Al depositar el auricular sobre el aparato, lo hice suavemente yde forma que ni se diera cuenta. No quería ofenderla y mi ánimo nose encontraba para discusiones de la Índole que se suscitaría. Nopude menos que esbozar un gesto que debió de ser algo cercano a unaleve sonrisa; posiblemente se quedaría hablando un rato más sin darsecuenta de su monólogo. ¿Cuánto más?

Al oprimir el botón del intercomunicador, sentí una alegría in~

terna al igual que el fluir de un riachuelo de agua clara despeñándosedesde lo alto de una sierra. Quedaría aislado, no sería interrumpido;no tendría que dar explicaciones.

VII

Sentía hambre, por tanto ya debía ser el momento del día desti~nado para comer. Desde el primer día de mi estancia aquí, habíaperdido la costumbre de mirar el reloj; es más, había perdido lacostumbre de buscar relojes. Cuando me disponía a salir para buscaralimentos, la puerta se abrio y aquel hombre generoso y bueno, conquien había ya hablado a menudo, traspuso el umbraL. Levaba en susmanos una amplia bandeja que depositó en una mesa auxiliar; alguiennos trajo vino, cubiertos y demás utiles, y nos sentamos ambos acomer.

Sabes, por un momento tuvimos nuestras dudas, pensamos que,'no lo ibas a desear lo suficient_e, que nos ibas a abandonar. '

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Para serie franco, tuve un gran momento de curiosidad, de incer-tidumbre que casi me llevó a un espectáculo algo histérico. Pero,a decir verdad, después de esa rcacción primera, ya no me hepreocupado más.

Bien, entonces contémplate.La gran pantalla sc descorrió. NO había árboles, ni sol, ni nada,

solamcnte una gran pantalla quc se iba llenando de imágenes, poblan-do de scres mecánicos que se desplazaban compu terizados de un ladoa otro. Allí estaba yo sentado, almorzando, ahora como todos losmiércoles con el J de, y dos individuos más que recIen habían sido

ascendidos en la compañía. Charlabamos amistosamente, recordaba-mos el incidente del ascensor; todos pensaban que había caído peroen realidad había quedado inmbvil más allá del último piso en unjuego eléctrico ipexplicable que duró varias horas. Yo fingia unatranquilidad que había estado muy lejos de sentir. Allevantarnos mequedé atrás distr'aidamente y me mirc a los ojos a través de la pantalladiciendome:

Buena suerte y a trabajar, no te prcocupes. Mi imagen perdió suforma y las cortinas volvieron a cerrarse; lo último que pudepercibir era que ya yo no llevaba reloj.

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LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

PLAN OE LOS SORTEOS OROINARIOS - OOMINICALES

EL BILLETE ENTERO COMPRENOE 120 FRACCIONES DIVIDIDOSEN CUATRO SERIES c/u. CADA UNA DE 30 FRACCIONES

DENOMINADAS A. B. C. y D.

PREMIOS MAYORES

1 Premio Mayor, series A. B, C. V O

1 Segundo Premio, series A. B. C. y D1 Tercer Premio, series A. B. C. y O

B/ 30,000,00 e/s.9,000.00 e/s.4,500.00 e/s.

DERIVACIONES DEL PRIMER PREMIO

18 Aproximaciones, series A. B. C. y D

9 Premios, series A, B, C, y D.

90 Premios, series A. B. C. V D.

900 Premios, series A. B. C. V D.

300.00 e/s.1,500.00 e/s.

90.00 e/s.30.00 e/s.

DERIVACIONES DEL SEGUNDO PREMIO

18 Aproximaciones, series A. B. C. y D. 75.00 e/s.

9 Premios, series A. B. C. y D. 150.00 e/s.

OERIVACIONES DEL TERCER PREMIO

18 Apoximaeiones, series A. B. C. y O9 Premios, series A. B. C. y O

1,074

B/ 120,000.00

36,000.0018,000.00

21,600.0054,000.00

32,400.00108,000.00

5,400.005,400.00

60.00 e/s. 4,320.0090.00 e/s. 3,240.00

TOTAL DE PREMIOS: B/408,360.00

PRECIO DE UN BILLETE ENTERO B/ 66,00PRECIO DE UNA FRACCION 0.55

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NUMERúS FAVORECIDOS EN LOS SORTEOS VERIFICADOSPOR LA LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

LOS DOMINGOS DE MARZO DE 1972

SORTEOSNo, PRIMERO SEGUNDO TERCERO

Marzo 5 2767 1332 9427 9280

Marzo 12 2768 3112 7830 4458Marzo 19 2769 6953 8310 0986

Marzo 26 2770 5580 3334 6621

NUMEROS FAVORECIDOS EN LOS SORTEOS VERIFICADOSPOR LA LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

LOS DOMINGOS DE ABRIL DE i 972

so RTEOSNo. PRIMERO SEGUNDO TERCERO

Abril 3 2771 0652 6911 1723

Abril 9 2772 2335 5010 4108

Abril 16 2713 40617 58 17

Abril 23 2774 3724 7393 0903

Abril 30 2715 0784 6069 2375

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LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

PLAN DE LOS SORTEOS ORDINARIOS - MIERCDLES

EL BILLETE ENTERO COMPRENDE 75 FRACCIONES DIVIDIDOSEN TRES SERIES, CADA UNA DE 25 FRACCIONES DENOMINADAS

A. B. Y C.

PRIMER PREMIO

1 Premio Mayor, Series A. B. Y C.

1 Segundo Premio, Series A. B. y C.

1 Tercer Premio, Series A. B. y C.

B/ 25,000.00 e/s.7,500.00 e/s.3,750.00 e/ s.

DERIVACIONES DEL PRIMER PREMIO

18 Aproximaciones, Series A. B. y C.9 Premios, Series A. B. y C.

90 Premios, Series A. B. y C.

900 Premios, Series A. B. Y C.

250.00 e/s.1,250.00 e/s,

75.00 e/s.25.00 e/s.

DERIVACIONES DEL SEGUNDO PREMIO

18 Aproximaciones, Series A. B. y C.9 Premios, Series A. B. y C.

62.50 e/s.125.00 e/s.

DERIVACIONES DEL TERCER PREMIO

18 Aproximaciones, Series A. B. C.

9 Premios, Series A. B. C.

1,074

B/ 75,000.00

22,500.0011,250.00

13,500.00

33,750.0020,250.0067,500.00

3,375.003,375.00

50.00 e/s. 2,700.0075.00 e/s. 2,025.00

TOTAL DE PREMIOS B/.255,225.00

PRECIO DE UN BILLETE ENTEROPRECIO DE UNA FRACCION

81 41.25

0.55

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NUMEROS FAVORECIDOS EN LOS SORTEOS VERIFICADOSPOR LA LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

LOS MIERCOLES DE MARZO DE i 972

SORTEOSNo. PRIMERO SEGUNDO TERCERO

Marzo 2 278 6393 9591 2481

Marzo 8 279 2820 6549 8026

Marzo 15 280 1628 2568 9920

Marzo 22 281 0445 6669 3825

Marzo 29 282 0806 2190 4395

NUMEROS FAVORECIDOS EN LOS SORTEOS VERIFICADOSPOR LA LOTERIA NACIONAL DE BENEFICENCIA

LOS MIERCOLES DE ABRIL DE 1972

SORTEOSNo. PRIMERO SEGUNDO TERCERO

Abril 5 283 3390 2465 4222

Abril 12 284 8721 1633 1166

Abril 19 285 5047 6942 5811

Abril 26 286 3609 9654 6821

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