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G U I A

. L

DE LAS ,

INSTALACIONES DE 1940

. , MADRID, 1940

- Hauser y Menet - Ballesta. 28 - Madrid

E n la vida del Museo Arqueológico Nacional, la guerra impuso un paréntesis de signo negativo que ha sido forzoso saluar con organizaciones provisionales, e n ve z de mometer desde el día feliz de su término. la re- irzstalación definitiva.

El 28 de marzo de 1939, al conquistar Madrid el Ejército Nacional, la instalación de este Museo casi centenario estaba anulada, los objetos recogidos e n almacenes, el mobiliavio de exposición retirado de sus salones y todos los espacios libres ocupados con las piezas que había reunido el Servicio de Recuperación Artística que actuó durante el período rojo. Rápida- mente se pudo desocupar como una octava parte del edificio y e n ese espacio, con miras a que el Museo cum- pla su finalidad doiente el t iempo &e dure la devolu- ción de lo almacenado por aquel Servicio, con piezas selectas y representativas se ha formado un Museo sintético de Antigüedddes espñoias.

Ello motiva Id publicación de esta Guía destinada, como las Salas a que alude, a tener corta vida y nos ha movido a redactarla más con sentido de cartilla-vulgari- zadora que de Catálogo abreviado de loS objetos ex- puestos.

Cuando, e n plazo corto, vuelva u ocupar el Museo la totalidad de su edificio y estas piginas ya no sirvan para conducir al visitante a través de la's instalaciones inauguradas e n 1940, aspi~amos a que aún puedan ser útiles como elemental resumen de Arqueología espa- Gola.

SALA DE PREHISTORIA

Croduis

de distribución de vitrinas y objetos

Plano 1

SALA PRIMERA

P R E H I S T O R I A

En la sucesión de períodos geológicos que integran la historia de la corteza terrestre, la aparición del hombre sólo se puede considerar seguras durante el Cuaternario, precedente del actual. Las que se han aducido como pruebas de que ya existió en el Terciario, cuentan hoy con muy pocos adeptos.

Durante los muchos milenios que hipotéticamente. se calcula la duración del período Cuaternario, por causas aún mal precisadas (variaciones en la oblicuidad de la eclíptica, migraciones del perihelio, paso del sistema solar por espacios interestelares con diferencias térmi- cas, etc.), la superficie del planeta sufrió por cuatro veces violentos cambios de temperatura, que en los pe- ríodos fríos formaron sobre Europa gigantescos sudarios de hielo (glaciares) que alcanzaban desde el círculo polar al centro de Alemania y en los países mediterrá- neos cubrieron sólo las cimas de las altas montañas, como los Apeninos o los Pirineos.

En los intervalos. de las glaciaciones nuestro Conti- nente disfrutó un clima cálido y húmedo ( 1 6' de tem- peratura media anual, en la región del Sena, que hoy tiene solamente 1 1 O ) , que elevó el límite de las nieves perpetuas 400 m. sobre el nivel actual y permitió vivir al hipopótamo en todo el litoral mediterráneo y al gran

Plano I elefante antiguo, de piel desnuda, en la Europa Central

n.os 1 y 2 y meridional. Sus restos óseos, procedentes de Torralba y Ambrona, yacimientos de la alta meseta castellana, se exponen en esta Sala.

España acusa huellas de exis.tencia humana, restos de la actividad d.21 hombre como fabricante de instrumen- tos y creador de formas artísticas, desde el momento más antiguo del Cuaternario, desde el primer período interglaciar.

El estudio de estas épocas constituye la Ciencia pre- histórica, disciplina moderna que cuenta apenas cien años, fruto feliz del consorcio de las Ciencias naturales y la Arqueo!ogía, nacida en territorio francés, sobre sus yacimientos y con sus nombres, aún conservados pese al generil reconocimiento de la necesidad de modifi- carlos.

Como ley biológica universal se aceptan, sin embar- go, las grandes etapas evolutivas del progreso humano: la Edad du la piedra tallada o Paleolítica, que hoy se cree comprende los cuatro períodos glaciares (de Günz,

, de Mindel, de Rics y de Würm), el período de tran- ción o Mesolítico, correspondiente al epiglaciar: la Edad de la piedra plimentada o Neolítica, ya dentro del período geológico actual y la de transición a los metales O Eneolítica: la del Bronce y la del Hier TO.

La Edad de la Piedra tallada (Paleolítica)

Plano í La Edad Paleolítica presenta en su cronología relati-

N.O 3 va, con la se.guridad que ofrecen la superposición de capas en la excavación de los terrenos, dos períodos: e! Paleolítico inferior y el superior.

En el Paleolítico inferior se emplean instrurr de pedernal, material que puede tallarse a la ve percusión y presión hasta lograr útiles puntiagul de filos cortantes y en el que se producen dos ripos quizá cr~noló~icamente sucesivos, los tallados por am- bas caras (industrias bifaciales de Breuil), en que se hacen grandes hachas que se utilizaban a mano sin auxi!io de mango y al que corrt i los periodos clásicos Chelense (Abbevilienee) ulense (Leva-

Iloisiense y Micoquiense) y el de lascas toscas, frag- mentos de pedernal d e ~ ~ r e n d i d o s . ~ o r percusión del nú- cleo originario, de tamaño generalmente más pequeño, tallados por una sola cara, de tipos más especializa- dos (puntas, raederas, perforadores, etc.), posible- mente usados con mango de madera, que no se ha conservado, y que caracterizan el período Musteriense (que en su fase antigua se denomina Tayacmse), con el que se alcanza el comienzo del momento álgido de la cuarta glaciación en una antigüedad entre los 30.000 y 25.000 años antes de nuestra Era.

El hombre de estos períodos o Paleoanthropus (Momo Heideibsrgensis, primero, y Homo Neanderthalensis, después, en el Musteriense), era de frente huída y apla- nada, maxilar superior prominente y ahocicado, robusto toro ciliar, órbitas casi circulares, cabeza grande y pier- nas arqueadas: su aspecto sería bestial, infrahumano.

El Peleolítico superior se desarrolló durante la últi- ma g-laciación, y es producido por un tipo racial (el Neoanthropus, precursor del Momo sapiens) de es- queleto semejante al actual. Sus industrias de la piedra se caracterizan por el abandono total. de los gruesos tipos bifaciales (hacha de mano), por el empleo de lascas escogidas, delgadas y largas, llama- das hojas, y por la ~erfección y especialización progre- siva de los tipos de instrumentos líticos, h n t o a los cuales ya utiliza materias como el hueso y el asta: \ .

La estratigrafía puede ahora estudiarse> con seguri- dad en algunas cavernas (singularmente -en la del Cas- tillo, Santander) , y permite establecer una sucesión de períodos : el Auriñaciense, que parece proceder del Asia Occidental, el Solaatrenaz, caracterizado por las hojas llamadas ((de laurel)), finas y cuidadosamente re- tocadas y el Magdaieniense en que la industria del hueso alcanza el mayor desarrollo al fabricar ctazaga- yas)) ((arpones)) y ((bastones de niando)). Estas indiistrias penetraron en España por el Pirineo, se establecieron densamente en la.zona Cantábrica y llegaron de modo

sporádico hasta el Sur de la Península, al l I l 1 s L 1 I U L i c l i l -

po que por el Sur y Levante se extendía otra industria auriñaciense de clara procedencia africana, que muy pronto fué sustituída por una nueva importación norte- africana de gran fuerza ekpansiva, la industria llamada Capsiense, que se infiltra por el Norte llegando a cruzar e! Pirineo, al mismo tiempo que ocupa Italia (Romane- Iliense) sustituyendo en el Mediterráneo al Solutrense y Magdaleniense europeos y sin llegar a pasar al Meso- lítico.

En el Paleolítico Superior aparecen las artes figura- tivas, pintura, grabado y escultura, no como consecuen- cia de un afán de recreo estético, sino con una finalidad utilitaria mágica para lograr la caza de que dependía su sustento. Las paredes rocosas de la caverna de Al-

OSA tamira, constituyen el conjunto más perfecto de pintu- Parte ras que han dejado en Europa los cazadores magdale- srior nienses, figuras policromadas de especies hoy extingui-

das, copiadas con sorprendente realismo impresionista. La diferencia que Fe aprecia en los tipos industriales

e la zona cantábrica y la levantina se acusa también 1 el arte, aunquexon mutuas penetraciones. En la pri- [era utilizan las paredes y bóvedas rocosas del inte- or de las cavernas, muchas veces de lugares recóndi- )S, para pintar aisladas grandes figuras de animales tales, Altamira, Castillo o la Pasiega), mientras en

levantina ' las emplazan en simples abrigos o rocas aire libre, las figuras son más pequeñas y, general-

ente, forman escenas en que con frecuencia intervie- nen cazadores adornados con plumas, o mujeres vesti-

Muros das con faldas acampanadas y tocadas de alto peinado, C Y D ta! la de Prado del Navazo, Cogul (Teruel), Val del Parte Charco del Agua Amarga, etc. En el yacimiento levan- '"perior tino de la Cueva de Parpalló, con industrias de tipo

europeo, se han encontrado muchos cantos pintados con animales, en los que parecen verse representados ambos estilos. A vueltas con dis rzonamie geológicos, el Profesor Obermaier como ft

:ntos echa

aproximada terminal de las cuiLuias del PaicvlLLicu su- perior el año 12.000 a. de J. C.

La Edad de transición (Mesolítica)

Ya dentro de la Edad geológica actual, como última 1 ,

evolución de los períodos anteriores, dentro del mismo modo de vida, según demuestran los restos. animales y acredita la industria, como un ((Paleolítico que muere)), h.iy un período que viene denominándose Epipaleolíti-

1, en que (aparte del Magdaleniense final de los años 2.000 a 9.000 antes de J. C.) se aprecian dos fases

ulstintas, en la zona cantábrica el Aziliense, que tiene como instrumento típico el arpón plano de hueso o asta, Piano 1 y en la cuenca mediterránea el Tardenoisíense antiguo, N." 3

rsracterizado. por silex pequeñísimos de formas regu- res llamados ctmicrolitos geométricos), . Se supone le, aproximadamente, abarca este período los años

,.O00 a 6.000 a. de J. C., pero las últimas investiga- ones tienden a reducir esta última cifra en cuanto a ~paña se refiere. Ahora, el arte sufre un cambio total de concepción.

La tendencia al esquematismo que pudo apreciarse té- nuemente junto al arte naturalista, pero que éste sofocó y redujo, logra ya total predominio y las figuras de liombres o animales se limitan a líneas esenciales hasta

1

convertirse en verdaderos símbolos, comenzando un proceso de ccgeometrización)), de donde ha de salir la escritura. Su centro principal fueron los abrigos rocosos de Sierra Morena.

También en este período de transición entre las Eda- des de la piedra tallada y pulimentada, como prólogo de lo que va a ser el Neolítico. y dentro de su cuadro de vida, .considera Obermaier la industria Asturiense que va por el litoral y Norte peninsular, desde la desembo- cadura del Miño a Vizcaya y Gerona y tiene en Asturias su mayor densidad. Era una cultura pobre, d e pescado-

res y recolectores de mariscos y cazadores de especies salvajes, que vivió en el período de clima óptimo post- glaciar y ha dejado restos de su mísera industria, lascas de silex, puntas de hueso y profusos ejemplares del Ila- mado ((pico asturiense)), canto rodado oval aguzado en un extremo, útil para despegar a golpe los mariscos adheridos a las rocas. Sincrónicas a ella son las cult~l- ras del Tardenoisiense reciente y el Neolítico inicial.

La Edad de la Piedra pulimentada y el Cobre (Neo-eneolítico)

La Edad Neolítica acusa un cambio radical en la vida del hombre. Ahora inventa la Agricultura, que le libera de épocas anuales de escasez,. la fabricación de cerámi- ca, que le permitirá cocer sus alimentos, se establece en

Plano 1 . el suelo en viviendas fijas, cría ganado y domestica a

, .o5 los animales, Ello representa sustituir las pasadas cul- turas de cazadores y recolectores por una civilización sedentaria.

La piedra sigue siendo el material predominante sus instrumentos, pero trabajada de modo más perf to, pulimentándola. En el final de este período, ri

mento de su mayor esplendor, se extiende por roda Europa, desde el próximo Oriente donde se logró en el quinto milenio a. de J. C. el conocimiento del cobre como metal úti!, y se produce un nuevo cambio de

.

vilización; fase de !a Historia de la Humanidad, c

se denomina período En-lítico o CaIcolítico, pc como en muchos yacimientos ha sido imposible ai- ferenciar las culturas de l a piedra pulimentada y de! cobre se ha impuesto para ambos el empleo del térmi- no conjunto de Neo-eneolítico. Hoy, en España, se sii- pone que alcanza !os años 3000 a 1 700 a. de J. C., y que nuestra Peninsula fué uno de los primeros Centros europeos de explotación del cobre, al .menos en yaci- mientos al aire libre.

Esta civilización parece haber llegado a la Península

aída desde las costas meridionales del Mediterráneo (Breuil) , por gentes nuevas procedente:; hara Africano (Bosch). En el poblado de El Ce Ime- ría), se encuentran, con hachas de piedra tadü y típicas puntas de flecha, .microlitos geométricos tipo tardenoisiense.

El hombre del Neolítico vive en terrenos fértiles cabañas entretejidas de ramaje y en parte excavadas en el suelo; como animales domésticos tiene al perro, el buey, el cordero, la cabra, el cerdo y el caballo; en piedra fabrica hachas, cuchillos, puntas de flechas, etc.; en hueso o asta construye punzones, leznas, anzuelos y peines; de fibras vegetales tejía cestos y esteras, sin duda utilizaba también la lana y el lino y sobre frutos acalabazados mo!deaba recipientes de barro, que al cocerlos al fuego y destruirse la materia orgánica le ser- vían de vasos. La cerámica nacida por este procedi-. miento se independizó pronto del molde y produjo formas relativamente variadas, que en un principio fue- ron lisas y luego decoradas con incisión o pintura.

Junto a la industria adelantada que se ac riferia peninsular, en el Neolítico final

usa en la y aún e .turales, Eneolítico, en la zona central, en cuevas na

rece ruda cerámica adornada con cordones de .barro de impresiones digitales o unguiculares que forman círculos o guirnaldas (fácilmente confundible con pie- zas de la primera Edad del Hierro) -y asociada a tosco instrumental de silex y algún hacha pulimentada. Es la llamada cultura de las cuevas que pese a su aspecto ar- cáico, más que primitiva parece corres.ponder a un es-

tado regresivo de elementos .de población ( muy pobre.

de vida

LI . En pleno ~Lolítico nacen en el Centro y iuorte rle

Portugal los grandes sepulcros colectivos hechos piedras sin labrar y formando una cámara s.ubterri

. denominados dólmenes, construcción la más signific de la arquitectura megalíti, sencillos, so- lamente de cámara (com en Alava),

ea. Prim o el de

ero son Eguilaz

- -- con

Lnea :ada

Plano 1 n.' 5

Plano I n.Os 4 y 5

ano 1 O 16

Plano I n017

Piano I 1 o

Plano I n.O 7

luego su planta se amplía con un corredor de acces (Cueva de Menga, Dólmen de Soto), y en última fas la cámai-a va cubierta de la llamada ((falsa cúpula)) ( M tarrubilla). Desde Portugal, a la par que el cobre, :

P ~ O F hacia Andalucía por el Sur y hacia Cal!- cia, renaica, Francia e Islas Británicas por el Nort ,on su apogeo en el Eneolítico y en Bretaña e Inglaterra perduraron hasta comienzo del Bronce.

A la misma cultura megalítica corresponden los menhires, altas y rudas piedras frecuentemente escul- pidas, que se interpretan como figuras de antepasados y lugares de descanso del alma del muerto. En los dól- menes portugueses y con mayor abundancia en los de Extremadura, aparecen frecuentemente ccplaquitas íds- los)) con esquematizaciones rectangulares de la figu. humana que se supone fueron también imágenes c

*antepasados o representaciones anímicas. Durante el período Eneolítico se origina en el valle

del Guadalquivir un florecimiento industrial y artístico caracterizado por el típico producto cerárnico de que re- cibe su nombre: cultura del vaso campaniforme. Sus antecedentes remotos están en el Neolítico africano ((de las cavernas)) y los próximos en cuevas andaluzas donde aparece con cerámica pintada cuya técnica so- brevivirá en algún caso (Marchena) en la campanifor- me. Caracterizan estos vasos, además del perfil de cam-

I invertida, la 'decoración por zonas incisas, muchas :S rellenas de pasta blanca de yeso. n Almería, a la cultura representada por El Garcel

sucede la de Almizaraque, donde ya se benefician fi- lones de plata. La caracterizan la figura humana d.olménica de cabeza de lechuza y el ídolo bitriangular, y Breuil la clasifica como perteneciente al estadio ctd-1 !

Eneolítico mediterráneo oriental, incluso Egipto)). En todo este período la Península Ibérica desempei

papel transcendente en las relaciones comerciales y

movimiento de pueblos de Occidente. Desde Alric llegan a nuestro suelo el marfil y los huevos de ave

truz. Audaces navegantes, salidos de la costa portu-

guesa, en viaje regular, llevan hasta la Penír Ju- tlandia el vaso campaniforme (joya de ' tria occidental) y la idea de la técnica dolménic n a España el ámbar báltico y el azabache inglés. La ruta marítima de entonces, como la medieval de los vikin- gos, bordeaba el Norte de Escocia que recibió su civili- zación como fruto del comercio entre las dos Penír-*y- las (Childe) y descansaba en Irlanda dejando prof da huella (Breuil). Hasta las tierras del centro de Ei pa, nuestro vaso campaniforme es llevado por un pue nómada de arqueros cazadores dotado de extraordin; mobilidad y fuerza de expansión.

La Edad del Bronce

El uso del bronce, aleación de cobre y estaño mucho más dura que el cobre nativo, era probablemente co- nocido en el Eneolítico final. Su metalurgía debió nacer sobre los yacimientos de estaño de Armenia y el Irán puesto que le vemos usado en Egipto por la di- nastía XII (Semper) hacia el año 2.000 a. d.e J. C., pero la escasez de yacimientos occidentales, que a par- tir del de Cornualles (Inglaterra) irían lentamente des- cubriéndose, hacía del estaño un complicado y difícil comercio y explica la frecuente presencia de instru- mentos y armas de cobre dentro de conjuntos más evo- lucionados (Siret) .

El primer período del conocimiento del bronce en nuestra Península, debió corresponder al momento de los sepulcros de cúpula de Andalucía y Alcalar, y a la cultura de los Millares en Almería, caracterizada por sus curiosos ídolos de mármol v hueso y l a cerámica en que aparecen todavía tipos campaniformes junto a otros de variados galbos y decoración incisa que recuerdan los grabados y pinturas esquemáticas. Los largos viajes marítimos del período anterior prosiguen todavía y los grabados dolménicos, las puntaS de flecha portuguesas

Plano I n." 9

Plano númerc

y ios .punaiitos de silex, llegan hasta Irlanda llevad( por un comercio al que favorecen las corrientes marí- .

nas (Breuil y Bosch), mientras los instrumentos de marfil y los tipos de ídolos demuestran las intensas re- laciones mediterráneas. Estas culturas corresponden cr~noló~icamente a las proximidades del año 2000 an- tes de J. C., y son en realidad el apogeo de una civili- zación esencialmente eneolíti ca.

impc (Sir' La"+

es. guerrc :nterraba

exterior Noroes . , - - - - - -

Pocó después el comercio queda reducido un minúsculo tráfico entre el te penínsular e 1 landa y ambas civilizaciones siiicruriicas, almeriense v

megalítica, desaparecen sustituídas por nuevas costur bres y tipos industriales en que las características de Edad del Bronce se acusan más claramente. Quizá lc,

xtaron gentes nuevas venidas del centro de Europa et) o los primeros ligures llegados a España (Hu-

u L r r ) O acaso la produjo tan solo una reacción de los anteriores pueblos almerienses ante 1 ,dad de la dominación portuguesa (Bosch) .

El nuevo modo de vida tiene sus restos más expre- sivos en los poblados y necrópolis de la cuenca del río Almanzora (explorados por los hermanos Siret) y sin- gularmente el de El Argar, que ha dado nombre a toda la época.

Eran gent sras, que habitaban en cabezos for- tificados y e in cuidadosamente sus muertos en cistas de losas o en tinajas ovales de arcilla. Tenían ar- mas metálicas que frecuentemente enriquecían con pla-

1 ta en clavos y remaches; hachas planas, alabardas y )S puntas de flecha, casi siempre de cobre, cuchillos-puña-

12a l 5 les, indistintamente de cobre o bronce y espadas de hoja ancha y plana de bronce; en anillos y brazaletes usabas tanto uno como otro metal y su cerámica, muy caracterizada por formas y técnica, era morena, de pasta Sna, superficie pulimentada y gran perfección en los galbos, pese a estar fabricada sin auxilio de torno. El silex ya sólo se utilizó para fabricar sierras y hoces.

La civiIización argárica se va extendiendo por la Pe

1 , 1

1 - ínsula y degenerando rápidamente. Al espléndido flo- 1 recimiento de los megálitos y el vaso campaniforme su-

i cede un período de varios siglos de atonía, como si la vida peninsular se hubieka amortiguado al quedar fuera del comercio mundial y sólo en las proximidades del .

año 1200 a. de J. C. (Leeds) se encuentra un nuevo testimonio de tráfico marítimo, las perlas vítreas egip- cias de esmalte azul halladas en Fuente Alamo.

Nuevamente, al entrar en actividad los yacimientos de estaño del N. O, de la Península, el comercio se reanima y empezamos a ver otras formas de armas e instrumentos, pero en hallazgos aislados, no ,en un ya- cimiento típico que permita dar nombre geográfico a .

este período final de la Edad del Bronce.. Por excep- -Plano I ción, al dragar en 1923 la ría de Huelva, aparecieron números

los restos de la carga de un barco que allí se hundiera 14 Y 15

en los siglos IX-VI11 a. de J. C., un interesantísimo con- junto de espadas de tipos nórdico y occidental, puntas y regatones de lanza, fíbulas acodadas de tipo siciliano, flechas, etc., hallazgo que explica el camino de penetra- ción de las piezas extranjeras aisladas encontradas ge- neralmente a orillas de los ríos. En el N. O. se encuen- tran con frecuencia hachas de talón con anillas, modi- ficación española del ccpalstave)) europeo, importadc duda, por los comerciantes del estaño.

En las 1slzLs Baleares, en este período final del B ce, se desarrolla una especial cultura mediterránea de origen sardo a !a que se deben los grandes monumen- tos ciclópeos: talayots o torres circulares defensivas de las viviendas que las circundan, navetas o grandes se- pulturas colectivas, y las taulas de Menorca, mesas enormes de piedra posiblemente expositorios de cadá- veres. En estas ruinas, junto a es.padas y hachas de bronce de tipo tardío, aparecen frecuentemente algu- nos adornos y pequeños objetos de hierro. Dentro de la inseguridad del cálculo cronológico de estas remotas épocas, hoy se supone que la Edad de Bronce esp; la alcanza desde el año 1700 al 800 antes de- J. C

SALA DE LA EDAD DEL HIERRO

Croduis

de distribución cle vilriiias y objetos

-.

Sala- JJ a

Plano TI

SALA SEGUNDA

LA EDAD DEL HIERRO

La Prehistoria de la Península Ibérica se cierra con esta época que en el ámbito europeo se caracteriza p( la llegada a una cultura superior, particularista p_rimei y universalista después, de diversos pueblos de idiorr indo-europeo. Los dorios, que por el año 1200 inaugu- ran en Grecia el período geométrico; los celtas, que hacia el 450 extienden su dominio desde el Mar Negro hasta nuestra Península; más tarde los romanos, la rama latina de los itálicos, que forman el Imperio mediterrá-' neo, 'no logrado por griegos ni púnicos; y por último los germanoe, que al hundir el Imperio de Roma .inauguran con el mundo medieval los destinos de las actuales naciones europeas.

La Edad del Hierro europea abarca, aproximada- mente, el primer milenio antes de J. C., dividido en dos grandes culturas, la de Hallstatt (necrópolis en el Salz- berg austriaco) y la de La Tene (fortaleza céltica y

probable peaje en las orillas del lago de Neuchatel). En España. más frecuentemente, se denominan primera y

segunda Edad de Hierro, alcanzan hasta el año 500 y el 133 antes de J. C., respectivamente y d.urante ellas

. sufre nuestro suelo las colonizaciones púnica y griega y la conquista romana.

Primera Edad del Hierro

La difícil metalurgía del hierro fué conocida en Oriente hacia mediados del segundo milenio y en el

2

S. E. europeo hacia el año 1200. En España, su prime. ra aparición fueron los adornos y pequeños objetos hallados en los megálitos baleares y las hachas planas de talón rectangular (tipo oriental) del yacimiento de Campotejar, en la provincia de Granada.

Los restos arqueológicos más significados de esta primera Edad del Hierro son los cementerios. de urnas catalanes, semejantes a los del Rhin, la cerámica excisa

Plano II (Kerbschnittart) que va apareciendo en el Ebro y la

,-. núms. Meseta, singularmente la de El Redal (Logroño), las

14 a 16 espadas de antenas de Galicia y el interesante conjunto del del Roquizal del Rullo (Fabara-Zaragoza) , donde junto a vasos de dibujo exciso, estampillados y cordonados, aparecieron moldes para la fundición de objetos de bronce.

Etnicamente parecen en su mayor parte correspon- der a la primera invasión céltica ocurrida en la Pen- ínsula desde una fecha discutida que oscila entre el 900 y el 800 antes de J. C., y por su arte ser con- secuencia de una parte de la cultura de los palafitos suizos y de otra de aquella de los túmulos renanos y franceses y de los campos de urnas. Terreno todavía, impreciso es el de estos primeros siglos célticos en Es- paña, pero no obstante mucho más seguro que la deba- tida colonización etrusca de hacia el año 1 100 antes de Jesucristo, contradicha principalmente por la fecha de sus primeros hallazgos no anteriores al siglo VI, y nue- vamente propugnada por el estudio de inscripciones tyrsenas halladas en el territorio que dominaba la ne- bulosa Tartessos.

Colonización púnica

Aunque noticias de historiadores clásicos hacen re- montar la fundación de Cádiz por los fenicios al año 1 100 antes de J. C., hasta hoy los restos púnicos más antiguos hallados en la Península no van más allá del siglo VIl. Cartago, nacida en el 8 14, siguió pronto las

huellas de su antigua metrópoli Tiro, y el año 654 es- tableció en Ibiza una base naval que apoyara sus em- presas comerciales mediterráneas, se apoderó pronto de los emporios penínsulares tirios, fundó otros como Car- tagena y según la tradición cuenta explotó intensamen- te las riquezas mineras del país.

Desde mediados del siglo VI al 111 antes de J. C. los cartagineses, a veces en alianza con Etruria, ejercen la ccthalassocracia)), el imperio marítimo, en el Mediterrá- neo occidental, y cuando surge su segunda lucha con Roma, en compensación de la pérdida de Sicilia, utilizan cuanto pueden nuestra Península como base de aprovi- sionamiento y recluta de soldados. Durante doce años y hasta el 206 antes de J. C. en que Magón evacua Cádiz, última plaza cartaginesa en España, fué la Península teatro de s.u guerra con Roma.

La civilización cartaginesa fué un complejo de ele- mentos dispares, donde lo etrusco tuvo destacado papel, y se extendió por las costas S. y E. de España sin pe- netrar al interior. Su interés mayor reside en la influen- cia que parece haber ejercido, en concurrencia con la de los griegos, en el florecimiento de la cultura indíge- na de Levante.

El núcleo más importante de hallazgos arqueológicos procede de Ibiza: En la Isla Plana, a la entrada del puerto, y en Puig de Molins, se encontraron un peque- ño templo rectangular con multitud de figuritas de barro que parecen datar de los tiempos más antiguos del es- tablecimiento cartaginés y unas 3.000 sepulturas exca- vadas. en la roca: la necrópolis debe haber perteneci- do, como otra de Cartago que se excava actualmente, a un santuario de Tanit, diosa oriental de la fecundi- dad en cuyo honor se sacrificaban víctimas humanas, y

estuvo en uso mucho tiempo, probablemente desde los siglos VI-V antes de J. C. hasta la época romana.

Entre los ajuares funerarios tienen mayor interés las figuras de barro: unas son del estilo llamado ccegip-

Plano II tizanten, que en realidad sería greco-oriental o rhodio, A.

riai n.os

otras de tipo cartaginés, algunas parecen originales griegas y otras son de tipo helenizante. Entre las de

lano 11 tipo cartaginés destaca la llamada ((Dama de Ibiza)) cuyos aderezos tienen analogía con los, del busto de Elche'y que es probablemente ya del tiempo de la do- minación romana en la Isla.

En el resto de los ajuares funerarios hay joyas de oro, utensilios de bronce como navajas de afeitar, alguna con decoración grabada de tipo egipcio, ricos collares de pasta vitrea y barro esmaltado, cerámica con vasos . .

10 11 B. de formas animales, vas romos de vidrio mol- y lo deado, los característicoz m de avestruz pintados

con decoraciones geoméi rojo y gran cantidad

;os políc ; huevos tricas en , 11 de ((escarabeos)) con entalles en los que aparecen, a l .

lado de viejísimos motivos asiáticos y egipcios, otros del arte griego más depurado.

Mención aparte merecen por su importancia y por haberse hallado en la Península, el llamado ((Tesoro de

lano 11 Aliseda)), compuesto de joyas de oro de arte fenicio " a 0 'O del siglo VI antes de J. C., con delicadas labores de

filigrana y granulado, y la figurita de alabastro de Gale- ra (Granada), divinidad femenina sedente en un trono entre esfinges aladas que tiene en sus brazos la fuente donde. recoge el líquido, que saldría de sus pech las ceremonias de ofrendas o libaciones. La figui cuyo arte hay reminiscencias del jónico arcáico, claro paralelo con otra incompleta de la Isla de Ibiza.

os. en ra, en tiene

Colonización griega

Las luchas de los fenicios con Babilonia ofrecieron ocasión a los griegos para disputarles las rutas maríti- mas del Mediterráneo occidental. Los focenses fundan hacia el año 600 antes de J. C. el gran emporio de Massalia (Marsella), adonde por el Ródano afluye el mercado del Centro de Europa y desde él se extienden por las costas de España creando Emporion (Ampu- rias), al comenzar la segunda mitad del siglo VI. Otros

grupos de navegantes focenses y samios establecieron factorías en la costa SE. de España y según Herodoto cuenta llegaron a entablar relaciones con el fabuloso

. Argantonio, el rey de la misteriosa Tartessos, ciudad infructuosamente buscada en el bajo Guadalquivir.

Las colonias griegas no penetraron en el interior de la Península y, con excepción de Ampurias, fueron Plano 1 1 B. poco importantes. Las piezas de arte griego halladas en n.os12y13 España, son en buen número debidas al comercio car- taginés.

Segunda Edad del Hierro

La civilización característica de la Edad del Hierro no parece haber llegado a la Península sino en el mo- mento final del período de Hallstatt (siglo VI antes de Jesucristo), traída por nuevas oleadas de pueblos cél- ticos procedentes de la Aquitania francesa. Dos cultu- ras distintas se dibujan entonces en nuestra población: una indoeuropea, céltica, que ocupa principalmente la Meseta y Norte y Noroeste de la Península, y otra in- dígena, la conocida como ibérica que tiene por fondo gentes de la cultura de Almería, de remota proceden- cia africana y que encontramos extendida por las zo- nas levantina y andaluza. Ambas habían de influirse mutuamente y aún sus gentes fundirse en el pueblo celtíbero que tuvo a raya las legiones romanas en la heróica resistencia de Numancia.

La cultura Ibérica

LOS que designamos con el nombre genérico de iberos, se repartían por lo menos en dos grandes grupos: el propiamente ibérico, centrado en Levante y Cataluña y extendido por el Sur de Galia y Norte de la Meseta y Portugal, y el tártésico, englobando todas las tribus .andaluzas. Uno y otro parecen haber experimen-

Plano l l C. - 7 7 - . 31

Plano I I n.O 44

Plano n.' A

Plano II n.0~46 y 47

tado fuertes influencias de las culturas púnica, etrusca y griega que, junto con el fondo indígena, dieron lugar a la formación de un arte original cuyo momento de apogeo fué en los siglos V al IV antes de J. C.

Estos iberos fueron gentes belicosas, que combatieron como mercenarios de griegos y cartagineses, después como auxiliares de las legiones romanas y tenían un idio- ma no indoeuropeo, acaso conservado en el vasco, que escribían con alfabeto propio. Sus armas características eran un sable puntiagudo, como el tracio, griego o etrusco y posiblemente recibido de este último pueblo, llamado faicata, un venablo forjad? totalmente en hierro al que los latinos llamaron solliferreum y aun el puñal de antenas que habían recibido de los celtas. SU yacimiento más significado es la necrópoli de Almedi- nilla (Córdoba) .

La escultura ibérica es un producto de la fecunda- ción .del genio griego en las culturas tribales levan- tina y andaluza y logra su obra maestra en el bus~o universalmente conocido con el nombre de La Dama de Elche, retrato de una mujer íbera de elevada alcur- nia, ricamente adornada, tallado posiblemente por un escultor griego de los siglos V al 1V antes de J. C. Jun- to a ella las figuras del Cerro de los Santos (Albacete) , encontradas cerca de las ruinas de un templo donde apareció un capitel de tipo jónico, muestran más cla- lamente el sustrato indígena; consisten en una intere- santísima escultura de mujer, portadora de un vaso de ~f rendas y multitud de figuras más pequeñas cuyos trozos aparecieron confundidos y luego se >n con falsificaciones que han obligado a larga in de autenticidad.

Las figuras de animales fantásticos, singularmen- te el toro androcéfalo de Balazote, obra greco-ibérica del siglo V al IV, los leones de Nueva Carteya, Córdoba y Baena, las esfinges de Villacarrillo y Agost, constitii- yen una'modalidad indígena que debe poco a Orien

y mucho a Grecia a través de Italia. Los relieves de gue- rreros y de escenas de luchas son igualmente obra indí- gena influída por Grecia. La misma influencia directa helénica puede notarse en las joyas de oro que forman el tesoro de Jávea, con su diadema de labor exquisita y consumada perfección técnica y collares de oro retor- cido en que puede reconocerse el modelo de los ricos aderezos de la Dama de Elche y de las figuras del Cerro de los Santos.

Muy interesantes son las pequeñas figuritas de bronce que en grandes cantidades depositaron en los santuarios andaluces (Collado de los Jardines, Castellar de San- tistéban) y levantinos (Santuario de la Luz, Murcia), figurzis que se hicieron sin interrupción desde el siglo V hasta la época romana y aunque muy desiguales en mé- rito artístico, tienen siempre un alto interés de docu- mentación indumentaria; cuando en ellas aparece una preocupación estgtica, se aprecia también mezcla de ele- mentos griegos y orientales tal vez transmitidos por los etruscos.

La cerámica ibérica,se desarrolla desde el siglo VI o V antes de J. C. hasta fecha avanzada de época roma- na. Sirven para datarla los vasos griegos de figuras. rojas de los siglos V al IV y la cerámica helenística del 111 con que a veces aparece mezclada así como su presencia en el cementerio cristiano de -Tarragona.

En su variado conjunto son al parecer las piezas más antiguas, de la segunda mitad del siglo VI, los vasos de Los Alcores (Carmona), de perfiles influidos por los cartagineses y decorados con sencillas fajas pintadas; por su exuberancia y pompa ernamental destacan los de la región de Archena y EIche, con foIIajes y anima- les fantásticos de gran amplitud y sentido artístico, don- de se acusa el horror vacui ibérico, y por aparecer la fi- gura humana en complicadas escenas, tienen excepcio- nal interés los vasos de Archena, 01' gularmente los de San Miguel de Liria, tan ric iscripciones

Plano l l C. n . 0 ~ 1 7 ~ 2 1

Plano I I D. n . 0 ~ 2 2 ~ 23

Plano II E. n.O 32

Plano II n .O

ibéricas. La última fase brillante de esta cerámica co-

B. rresponde al Ebro, en Azaila, población romanizada que

11 alcanzó hasta la guerra sertoriana y cuyos vasos, pese a no ser más antiguos del siglo 11 antes de J. C., ostentan motivos arcaicos..

La cerámica ibérica nació en el Sur y S. E. de Espa- ña, desde donde la afición a ella y su técnica se exten- dieron a otras regiones, llegando con densidad hasta Celtiberia y muy ténuemente al Occidente peninsular. Abandonada la imposible hipótesis de s.u origen micé- nico hoy se busca en la cerámica griega, singularmen- te en la final del período orientalizante y en la jónica.

Nuestra Península fué en la antigüedad el país de la plata, explotado por cartagineses y romanos directa- I'

mente en sus filones argentíferos o exigiendo a los in- dígenas cuantiosos tributos de este metal, lo que tuvo I como natural consecuencia el desarrollo extraordinario de la orfebrdría ibérica en el último período de la Edad del Hierro. De ello dan razón los muchos tesorillos en-

Planoll C. contrados; los de Mogón y Perotitos, en Jaén, la región 1

"*O20 presidida por el ctMons Argentariusn, donde se fun- den caracteres indígenas con influencias helenistico-ro- manas-o el de Abengibre (Albacete) de grandes platos de plata con inscripciones ibéricas, obra de los siglos V- IV antes de J. C., y otros muchos.

En todos abundan los vasos cónicos sin pie y los tor; ques funiculares y, en general, la fecha de reunión de 1

tales objetos, en escondrijos codiciosos, es el último tercio del siglo 1 antes de J. C., muy señaladamente la época de la guerra sertoriana.

Las culturas Céltica y Celtibérica l

En el período final de la primera Edad del Hierro, hacia el año 600 antes de J. C., cuando los núcleos cél- ticos de la primera invasión se habían disuelto y fundi- do en la población indígena, una nueva y mucho más

poderosa oleada céltica se extiende por la Península amenazando celtizarla por completo. Eran pueblos de cultura hallstattica procedentes del Rhin, que arrastra- ron consigo los núcleos germánicos más tarde citados por Plinio en Sierra Morena, y que a través de Francia y Roncesvalles penetraron en España.

Durante la segunda Edad del Hierro esta cultura celta de viejos tipos hallstatticos. evolucionó sobre sí misma, recibiendo escasas influencias de la Europa céltica que vivía ya la civilización de La Tene y a esta modalidad, supervivencia de la cultura anterior, viene denominán- dosele post-hallstattica. A su momento más antiguo co- rresponden los típicos puñales llamados de herradura que como piezas aisladas se han encontrado en Cali y aún en Aguilar de Anguita (Guadalajara), pero e primer instante anterior a la diversificación de lo cé co penínsular en variedades locales (tipos de Las Co- gotas, Miraveche, Aguilar de Anguita, ktc.), es aún mal conocido.

En cambio, la información arqueológica del medio puramente post-hallstattico de los siglos V al 111 antes de J. C. es muy profusa. Establecían sus poblados en eminencias naturalmentb defendidas, ceicadas de mu- ralla (castros) y las más antiguas de la región del Duero se protegían además contra los ataques de la ca- ballería con un anillo exterior de piedras hincadas; -- el NW. peninsular vivían en chozas de mamposte circulares u oblongas y en la España central en cabal construídas principalmente con ramaje; de modo com-

c11

:ría ñas

pensado se dedicaban a la ganadería y agricultura y en las comarcas montañosas al pastoreo trashumante y quemaban los cadáveres enterrando sus cenizas en un vaso de barro que rodeaban con las armas o adornos indumentarios del difunto. Estos castros abundan extra- ord.inariamente en Galicia y las provincias de Soria y Avila y las necrópolis en Soria (Osma, Cormaz, etc.) y Guadalajara (Aguilar de Anguita, Luzaga, etc.)

Pla

Pla E

Los aju los enterramientos consienten una división tipológica en dos grupos, uno de los siglos V al IV caracterizado por la cerámica morena y el predo- minio de la espada de antenas más o menos desarrolla: das y otro del siglo IV y la primera mitad del 111, donde ya hay cerámica roja más fina, se encuentra la espada larga y recta propia de la cultura céltica de La Tene y en su final aparece el ouñal de mango doblegbbular. Los diferentes tipos de imperdibles (fíbulas) y broches de cinturón permiten precisar más las fechas de los ce- menterios.

Hacia el final del siglo IV, en la parte oriental de la meseta se produce la fusión del invasor celta con el más antiguo habitante íbero, formándose el pueblo cel- tíbero. Con ello coincide la aparición de la cerámica pintada, de origen ibérico en la técnica, pero céltica en la concepción artística de sus figuras estilizadas. Como Numancia demuestra, lo céltico entre los celtíberos es una aristocracia dominadora que impone sus gustos y organización.

Los poblados se asentaban en altozsnos estratégicos que protegían con una sola línea de gruesa muralla de parapetos en talud coronada por camino de ronda y ocupaban superficies reducidas. La mayor parte de los conocidos miden menos de diez hectáreas (Catalaña- zor, Ventosa de la Sierra, Ocenilla, etc.), y sólo 1-0

grandes ciudades llegan a pasar de veinte. Junto al tipo normal de construcciones de mam

tería o tapial, usaron por excepción el excavar sus viendas o tallar'las defensas del poblado en las masas pétreas de la montaña, dando lugar a un interesantísi- mo sistema de arquitectura rupestre, que si bien no fué exclusivo de Celtiberia tiene en ella sus mejores ejem- plos (Innestrillas, Castro, y singularmente, Termancia) .

Numancia fué la ciudad más extensa y mejor urba- no 11 nizada de Celtiberia. Estaba surcada por dos grandes .O d8 calles en sentido del eje mayor de la colina y cruzada

Por umerosas de E. a 0. que para mejor defen- sa del viento producían escalones en los encuentros; sus cauces s e pavimentaban con canto rodado e iban bor- deados de aceras y cruzados por piedras pasaderas.

Las viviendas eran de una sola planta, se cubrían con ramaje y uniformemente tenían una habitación subte- rránea destinada a guardar las provisiones en tinajas de barro.

El ajuar celtibérico es principalmente cerárnico, vasos negros o ahumados decorados por estampación con Plano II F. círculos concéntricos, o rojos de fina técnica y profusas pinturas policromas o negras de escenas, Y temas decorativos, tan estilizados en un gc no rectilíneo que resultan difíciles de interpretar. Lon eilos aparecen trompetas de barro, herramientas de hierro, variadísirnas fíbulas de La Tene, tosquísimas figuritas de barro (paralelos de los bronces de Despeñaperros), collares o pendientes de bronce y ariadas, en que abunda la lanza y el puñal dob lar.

El arte y la cultura celtibéricos se n en pleno

armas vi le globu : hallaba

- - - 1

. -

animales :ometrisi 0 1

i apogeo al ocurrir la heroica destruccion ae Numancia el año 133 antes de J. C., y su personalidad se sostuvo todavía, ya en curva decadente, hasta la guerra serto- riana (Izana) . El tradicionalismo hispánico ae resistía en, Celtiberia a sustituir su < verealista que ya el pueblo casi toda la Península.

1dígena había ir

por la uni- npuesto en

SALA ROMANA

Croduis

de distribiieión de vitrinas y objetos

Plano 111

)

SALA TERCERA

LA ESPANA ROMANA

rio rn'

iario de rti& : la mpeyanc

omana, I

ivo norr (< Citerioi

ncorpor: nal de 1 2 . y Ulter

El primer contacto de Roma con nuestra Península debió ocurrir a través de las colonias griegas estabkci- das en el. litoral ibérico, posiblemente sus aliadas y enemigas de Cartago y la intervención militar comien- za con la segunda guerra púnica, el año 2 18 antes

1 de J. C., durando en la primera etapa hasta el año 206 que Magón evacuó Gades. Ello señala aquí el fin del poderío cartaginés y el nacimiento de Hispania como

>vincia ra ida desde el 1 97 al régimen ministrat I metrópoli, dividida en los Plano 1 1 1 ritorios iorn con límite común en el n.O 7

1 ct Saltus Castulonensis» .

La resistencia nacional al nuevo mando extranjero se acusa principalmente en la Meseta, donde durante los años 153 a 133 los celtíberos sostienen tenaz guerra, y en territorio de lusitanos en que la lucha de indepen- dencia dé los años 154 a 139 se hace bajo el mando -'- un jefe celta, Viriato : poco después, Décimo Ju-:-

1

uto, apellidado el Gallego, puede recorrer el mi! so occidente penínsular, fin de la tierra, por do1

--rre el temido Lethes (Limia), que los soldados manos rehusan atravesar temerosos de olvidar fam y patria.

Durante el siglo 1, a. de J. C., la Península es sólo cer luchas r,omanas en que los indígenas ton

Pa S de Sertorio, primero, y las de César y Po 3s después. El último grito de independer

.L11"

ste- ?de ro-

nan ,

los lela

iispánica e le.rrotados

,S la guer y somet

ra de cántabros : idos por Octavic

y astures

).

La romanización, casi lograda en el E. y S. penínsu- lar desde el siglo 11, comienza para el centro y N. con Augusto. Era la incorporación a una lengua, un derecho y una cultura superior heredadas del-helenismo, la ce- sión de riquezas en beneficio romano y la prestación de hombres para llenar los cuadros de las I,egiones que llevaban cada vez riiás lejos los límites del Imperio. Vespasiano, concediendo los derechos latinos a las tri- bus del oentro, N. y O. de España, faci!itaba la recluta de buenos soldados aún a trueque de ser acusado de ((barbarizar >) el ejército.

España se incorpora rápida~fiente a esta cultura uni- versal y con la construcción de redes de caminos y el crecimients de las ciudades crea los vínculos de su uni- dad. La Bética fué pronto (cuna pe&eña Italia en Es- paña,~ y desde Augusto la tierra de promisión de la co- lonización itálica; el S. y Levante, comarcas de tradi- ción urbanística púnica y griega y de suelo riquísimo en viñedos y olivares, son asiento de las primeras gran- des ciudades romanizadas, Gades y Emporion; el valle del Ebro y S. de Lusitania, de favorab!es condiciones

- agrícolas, se romanizan también rápidamente; en cam- bio las frías tierras altas de la Meseta, N. y N, O. sólo son ocupadas por establecimientos de carácter militar (León) o administrativo (Astorga, Lugo y Braga) y los recuerdos de la romanización se acusan siempre en ellas más tardíos y pobres.

La profundidad de la huella romana sobre la p< ción indígena se acredita considerando que ni la i sión germánica, ni la africana islamita que ahogaron ia cultura latina en otra floreciente provincia romana, lo- graron anular!a en España.

A Roma se debe la introducción de la vida urbana en al Península, con refinamientos sólo superados en la 6ltima centuria y e! gran desarrollo de las obras pú- b!icas en uso hasta el siglo XVIII y algunas hasta r tros días. Acueductos, cloacas y la tupida red de

minos con que cruzaron España; las gigantescas obras de ingeniería como los puentes de Alcántara y Mérida o el acueducto de Segovia; los edificios. para espectácu- los públicos como los teatros de Mérida, Sagunto y Acinipo; los palacios urbanos como el helenístico de Clunia o las villas rústicas de explotación agrícola como la de Cuevas de Soria, todo ello acusa la monumen- talidad y el karácter utilitario de la idea de Roma.

Esta última es en planta uno de los mejores ejempla- res conservados de villa con ~eristilo, gran ~ a t i o de pórtico rodeado por las crujías de habitaciones; al sa- liente las de terminación absidal, centrado al oecus, el gran salón de reunión, al mediodía otras rectangulares que tienen en medio el triclinio, comedor de la vivien- Piano III da, en el lado opuesto dependencias para servicios y en n.O 27 el ángulo suroeste, con cámaras construídas sobre pilas- tritas de ladrillo para la circulación de aire caliente (hipocaustos), las termas domésticas constituídas por numerosas habitaciones que responden a la complica- da práctica del baño en las costumbres romanas. Mil quinientos metros cuadrados de mosaicos polícromos pavimentan esta vivienda y son claro exponente de la suntuosidad de la vida romana.

Restos constructivos romanos ~ u e b l a n nuestros Mu- seo:: fustes, capiteles, principalmente de orden corintio y enorme tamaño procedentes de los Capitolios, trozos de molduras, estucos pintados y singularmente mor-: cos arrancados de los pavimentos, desde los primiti de ogus signinum hasta los más complicad~s de tec llas vidriadas.

En este arte del mosaico, pintura para la eternidad, parece que pueden destacarse dos modalidades regio- . nales, una andaluza, influída por los talleres de la costa de i frica Menor, d0nd.e acaso se fabricarían sus em- blemas, caracterizada por los tonos claros y la fre- cuencia del color verde manzana, y otra central y nór- dica, severa y aún sombría de color, menos frecuen- te en figuras humanas y abundantísima en temas geomé-

Plano III n.oslOy25

o III 2 ~ 4

Plano III n.o 3

tricos a la que acaso los emblemas serían traídos de Italia.

Tiene singular interés entre los mosaicos el que re- presenta a Vertumno, dios de la vegetación, que presi- de la sucesión de estaciones coronado de frutos, que se dice hallado en Aranjuez; y son clara muestra del arte musivario provincial la cabeza femenil cubierta con manto, representación del Invierno y las perdices, halla- dos en Quintana del Marco (León).

La escultura hallada en España es en gran parte, como la italiana, reflejo de la helenística y no parece haberse d.ado aquí con la intensidad que en las provincias de la Galia y Germania donde este arte romano adquiere carta provincial de naturaleza. No obstante las escue- las locales de Mérida, Itálica y Tarragona, donde la primera logra singular desarrollo en el arte del retrato, es lo cierto que la escultura, principalmente en el centro de España, es poco profusa, aunque reproduzca con fre- cuencia las deidades capitolinas, o a Venus, Diana y Baco o las divinidades de cultos orientales traídos por las legiones, como Mithra. Junto a ellos son más fre- cuentes los pequeños'bronces de divinidades familiares, singularmente los lares.

Interesantes obras de plástica provincial romana son las cabezas de bronce halladas en Azaila, segu- ramente de período augusteo e interpretadas como retratos de Augusto y de Livia, hechos el año S 1 antes de J. C., cuando aquél tenia 23 años (Cabré, Curtius). También de la época de Augusto y al pa- recer obra tardía de la tendencia arcaizante, debe ser la figura femenil vestida, hallada en Huétor (Granada), cuya interpretación queda dudosa todavía.

A período más avanzado, al siglo 11 de J. C., corres- ponde la figura de Baco con la pantera, al parecer copia no muy selecta de un bronce griego de los siglos V-IV antes de J. C., y la de Diana Cazadora, procedente de Mérida. Al mismo siglo corresponde también, el sar- cófago con relieves de la leyenda de Orestes, encon-

trado en Husillos (Palencia), réplica de otrc D de tiei 1 1 .-! po de Adriano, que se conserva en el Museo ae Lerran. n.'

De su grado de progreso material y técnico se han hallado en la España romanizada frecuentes muestras: cubos de explotaciones mineras, una bomba aspirante- impelente, utensilios quirúrgicos, etc., y de su adelanto PIc

científico interesantísimas tablas de bronce con textos ".(

legales, la disciplina más adelantada del pueblo rey.

ece habf o y e n E , milefio

S-

ri,

r n o III r l r ;

rno III > 28

De técnica industrial son los mejores exponentes los vidrios y la cerámica, ambas manufacturas de exten- sión universal. Los vidrios se distribuyen por todo el p l ~ , , ~ ,,, Imperio desde el siglo 1 de J. C., en que par se generalizado en Siria la técnica del soplad paña se encuentran con todas sus variedades irisados, con relieves,. diatreta, etc.

La cerámica a su vez es el indicio más ténue y ex- tenso de romanización y el de cronología más segura, singularmente la terra sigillata, cerámica industria" zada de superficie roja hecha a molde decorado cc punzones, que erróneamente se vino llamando ct bar saguntino N. Fué comenzada a fabricar en Arezzo, empezar el siglo 1 antes de J. C., imitada y superac hacia mediados del siglo 1 de J. .C., por las fábricas g

las de La Graufesenque, Lezoux, Benasac y Montar que llevan s.us productos desde España hasta el Eufr tes, e imitada en nuestra península aunque no en gri escala.

Junto a ella se hacía otra cerámica de cocina, tos y ordinaria y como industria local, de gran difusic sin embargo en todo su convento jurídico, se fabric ban en Clunia vasos de barro por el proce< miento indígena.

rno III ' 21

xno III ' 21

SALA DE EDAD MEDIA

Crocfiiis

de distribución <le vitrinas y objetos

Plano TV

SALA CUARTA

EDAD MEDIA

El paso de la antigüedad romana española a la Ed--' Media no es, naturalmente, brusco, sino lento y se acentuando en una evolución larga de ideas y de mod de vida, durante un espacio de tiempo que abarca des el siglo IV hasta casi el VI de J. C.

Dos son los fenómenos más característicos del m mento en el aspecto histórico, desarrollándose amb con intens.idad divergente: es el primero la decadenc progresiva, que tiende hacia el olvido completo de 1 tradiciones políticas y artísticas que habían dado c rácter a nuestro mundo romano; es el segundo el afia zamiento cada vez más intenso del Cristianismo, q se había introducido desde bien pronto en España y '

:er lo que caracterice fundamentalmente a los nuev los medievales. Los focos políticos y artísticos q ían estado presentes en toda la evolución del mu

ao romano son desplazados, y su puesto se ocupa por otros nuevos que van surgiendo en el lento caminar (

los centros vitales hacia Oriente, que caracteriza nr;~cipio de la Edad Media.

isí es como se refuerza cada vez más la prepond :ia del Imperio Romano de Oriente, o sea del Ir o Bizantino, de donde vienen la' mayor parte (

las iniciativas artísticas en los comienzos de la Edz Media, teniendo en el siglo VI un momento de gri esplendor, y compartiendo más tarde su influencia cc

focos musulmanes que en cierta forma son discíp suyos. El Occidente, mientras tanto, queda supe

le- n- de

riviendo .a ias ~radiciones romaIias, y recibe el que suponen los pueblos germ;

:s. ánicos e n sus -ermento

nvasionr:

Plc Sei

>no lV rtor A

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ola tuvo

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jtiandad primitiva españc su impc cia histórica considerable, manifestada en verda

La cri:

luminares intelectuales que influyeron y estuvieror gentes en muchos de los aspectos más vitales del ci nismo primitivo, como Osio, Orosio, Ida '

"

e! emperador, la peregrina Eteria, etc., toc cio, 1 eo dosio

males Loma, .- --

dos los c :e con R ,*..-1-:---

nos dan en sus vidas la relación constan1 Sizancio y la floreciente cristiandad n o r ~ ~ d l ~ i ~ d l orno a San Agustín. En España se celebrz lue casi tuvieron categoría de ecuménico5

ia e11

icilios el de

Lron Con S, como

'2 O Ilvira, donde se promulgó el famoso Canon 2 0 ,

.ente a la prohibición o por lo menos gran ca icerca de las representaciones de imágenes de lentro de los templos, que parece hubo de tene ;ran infl itiicónicc a forma e de la 1

le la Ed, Los restos arqueológicos ~paleo-cristianos ha1

en España, aunque muy fragmentarios en muchc sos, nos confirman perfectamente estas mismas ciones constante5 oma y los munc que son apreciab 1s propios hecho en las figuras rep ivas del período. nes romanas se rriaririenen en la forma basilical a e 10s

utela, culto r tan

n la trac todo nuc a.

L que en ~rimera I

. cier- mitad

uencia e domina

ad Medi lados )S ca- rela-

jos oriei s históri Las tra

; con Kc ,les en 1< iresentati .- - .. L? --- -

ntales cos y dicio- 1 1

edificios, en la disposición de los cementerios, como el famoso de Tarragona, que es uno de los más conside- rables de todo el mundo cristiano, y en la multitud de sarcófagos semejantes a los de Galias y Rc Plc n que

rcófa- 3no IV

n." 4 no faltan representaciones originales nuestr, ao de Berja-).

i la serie de egíi -

Es ab. rios y co

- . undante 'nmemor

también ativos, S

mera- iertos os. Ln c

casos, y con abundancia que no tiene par sino en ce- menterios africanos, se han hallado tumbas cubiertas con Iápidas de mosaico en que, entre adornos, se re- presentaba la imagen del difunto y se consignaban su epitafio y aun sus datos familiares (laude de Ursicino, hallada en Alfaro). En cuanto a decoraciones escul- tóricas, se abandonan progresivamente las tradiciones del modelado redondo romano, y se empieza a em- plear una técnica de labra en biseles, en busca de un claroscuro intenso, tanto en piezas de ~ i e d r a como en ladrillos moldeados, que es de origen oriental y bizan- tino. Y en objetos netamente manuables, se hallan abundantes lucernas con Crismon y otros símbolos cris- tianos, y hasta alguna representación suelta del Cristo como Buen Pastor, siguiendo la iconografía de aquel tiempos,

Período visigodo

El hecho histórico que en España, como en toda Eu- ropa, marca el comienzo efectivo de la Edad Mer es la llegada de las gentes nuevas que por ellas se tienden en la llamada Epoca de las emigraciones los pueblos germánicos. Varias oleadas de estos puel: bárbaros, o extraños a lo romano, llegan a Españi pasan sobre ella, pero en definitiva son sólo los visi dos los que aquí afincan, desde su entrada por Catz ña a las órdenes de Ataúlfo, en 4 10, hasta el hur miento de su poderío en Guadalete en 7 1 1.

Plano 1V n." 13

Pla Mu

Plano IV rina 6

Plano IV Sector A

3ia, ex-

de Pia

Con estas gentes desaparece de hecho y casi por cc pleto la organización anterior romana, aunque ellos

,vieron en un principio poca influencia en el país, fu de establecer sus puestos de dominio y de vivir de ,-- riquezas, (pero manteniéndose relativamente aislados sobre sus características de nómadas, en las que no habían ejercido demasiado influjo sus largos contac- tos con el mundo romano. Hacia el final de iban siendo cada vez más ganados por el fl

dígena, pero esta atxorcion no iiega a efectuarse aei todo, al ser cortada por el final de su po

Durante la dominación visigoda, las tic ña conocen fenómenos artísticos originaxGU. yuG

arquitectura s,e nos manifiestan con el empleo coi te de ciertas formas peculiares nuestras, que en 1c

L a , 1-

nstan- pro-

como ano I V pio hispano-romano han tenido representaciones, iqueta son el arco de herradura poco cerrada, y la talla I

12 piedras decoradas con una labra en biseles y en do

-

de las 1s pla- mues- ]no IV nos fuertemente acentuados, de lo que quedan

n.cs 1,2,3, tras abundantes en Mérida, Córdoba, Toledo, y 5, 7, 8,10 .todo en el grupo de iglesias cruciformes erigida

y l 1 tierras castellanas y leonesas en el último terci'

sobre S por o del

siglo VII, a la cabeza de 'las cuales va San Juan d ino IV ños, en Palencia, erigida por Recesvinto, San Ped ].fa 12 Nave, en Zamora, de estructura muy interesante

3tras ve Jominan las influencias basilical abeza del Griego (Cuenc ,S de tierras andaluzas,

.e Ba- ro de , etc.

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1-1 - 11. 1 10s Irioaeius clasicos. Todo ello casi sin paraiaio

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:uropeo contemporáneo. El acervo más original de restos visigoc

, - 2s el proporcionado por los dos grandes iesorcrc r y de Torredonjimeno, por la serie de aj O personal hallados en sepulturas y por

I ~ S plc~ds sueltas de uso litúrgico. Los dos tesorc ados, que desgraciadamente en

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parte mi iectivos c

uy considera- >le, se deshicieron tras de sus resp lescubrimien- os, tenían gran número de coronas suspendidas de ca- !enas en oro, a veces con letre nonarca que las había ofrecido, ,

)rocesional, etc. Su decoración e rustaciones de granates y piedras Iilndo gran riqueza de policromía

C

;no IV ri

rina 9

ros que a más dl ra osten - -

indicab; e alguna tosa, co

In el cruz Pla

Viti n in- sin labra rr, perlas

in propc

, etc.

~rcio- Las piezas procedentes de sepu lado, mediante excavaciones de cementerios, un ac

:ísimo de objetos que tienen caracteres dt muy importantes dentro de los semejantt

ilturas h¿

aportani inalidad

otros pueblos bárbaros. Inhumaban los visigodos a sus cadáveres, pero alhajados con todas sus más ricas pre- seas, y ásí suelen hallarse entre sus restos zarcillos, co- llares de ámbar y vidrios, fíbulas de bronce de diversas Pla clases, ya sean las llamadas de puente, o las de águila, Vi+l

redondas, ciervitos, etc., que sujetaban el manto; gr des broches de cinturón cuya forma varía según las é: cas, ya lleven placa rectangular con decoración sobre- puesta, o incrustaciones de vidrios y granates, o ya sean solamente grabados en bronce, pulseras, anillos, etc. Es considerable el número de estas necrópolis visigorJ-e excavadas, a cuya cabeza van las de Carpio de Te Herrera de Pisuerga, -Daganzo de Arriba, Castiltiei

an-

PO-

Taniñe, Deza, Hinojar del Rey, etc., repartidas c todas por la meseta central de España. En cuantc otras piezas asignables a este periodo, son interesan ciertos jarritos y patenas de bronce, que suelen halla,,, riuno IV por parejas, y parece que tuvieron uso en el Bautisn bocados y piezas de jaez de caballo; algunos ejemr res insignes de vidrios, y cerámica que no pasa de tosca y sin vidriar, como la de uso vulgar ro que tiene ciertos caracteres originales.

El fenómeno histórico más importante de .toda ,primera mitad de la Edad Media lo constituye la I:

a ites

DI-

no; Viti

)la- ser

ir un nuc :1 área c

bés Plu Sec

la

dicación del Islam por Mahoma y las rapidísimas c quistas que a ella siguen con la difusión del m a h o ~ tismo, y como consecuencia la constituc:A- -1-

mundo musulmán que, además de incluir parte considerable del Asia, hasta llegar abarca casi todas las costas asiáticas y africanas del h e - diterráneo, con lo que introduce en este me factor político que no tiene coíitrapeso en e tians sino en el Imperio Bizantino,

En 7 1 1 , con la rota del Cuadalet e, Españ e mundc

a queda musuln

)re- on- ne-

7 , -

- -

3VO

ris-

in- ~ á n

rina 6

iída casi totalmente dentro de est

:, si bien impone una religión y una organización po- lítica, deja en cambio intactas todas las características raciales y de costumbres, al no ser sino escaso el número de los conquistadores y al fundirse ellos mismos con los elementos indígenas. Así, dentro de lo islámico, que no tiene tradiciones artísticas concretas, sobre todo en los aspectos plásticos, son focos fecundos aquellos en que hay tradiciones vivas anteriores, como Siria, Persia y España entre otros.

Artísticamente, nuestro mundo musulmán constitu- ye un foco con personalidad definida, el hispano-magre- bí, que incluye !a parte superior de Africa en contacto con nuestras costas y expansión natural nuestra. Políti- camente, la supervivencia de un núcleo cristiano sep- tentrional independiente, introduce en nuestra Edad Media una política de balancín, de equilibrio inestable, en que son simultáneas las decadencias del factor islá-

o o cristiano, con los esplendores del foco antagó- 3 cristiano o musulmán. Tras un período de titubeos, nero con el Emirato independiente, y más tarde con :alifato Cordobés, proclamado por Abderrahmán 111 929, lo hispano-musulmán adquiere una vitalidad raordinaria que se refleja en su metrópoli, Córdo- haciendo de ella en el siglo X el polo occidental del ilibrio mediterráneo, émulo y parigual de Bizancio, es el foco oriental del momento. Córdoba tiene en-

tonces una vida extraordinaria, es centro intelectual magnífico, agrupa una población que llega al medio mi-

del llón de almas, y tiene en su Mezquita Aljama uno de ~uiiiilto los santuarios más ricos y venerados y en su palacio de

IV Medina Azzahra el más espléndido del Islam. ) E Del arte califa1 arquitectónico cordobés, .heredero de

Mapa I

,--l:L.

varias de las más puras tradiciones españolas, como el D de herradura, que usa más acentuado, y creador de arrollos de él en arquerías cruzadas y bóvedas sabias, emos muestrario exquisito, no sólo en Córdoba, sino

en multitud de restos y piezas decorativas en mármol, ya se trate de capiteles o de relieves adornados con

temas vegetales finísimos, a que llamamos atauriques. N . O 14

Pero nuestra civilización del califato se extiende a I todos los aspectos de la vida, embelleciéndola, y de ello

son muestras insignes el famoso taller cordobés de mar- files tallados, en joyeros y arquetas, hechos para el cali- fa y altos dignatarios, como el famoso bote de Zamora; Vitrina 15

las piezas de bronce, que muchas veces se doraban y siempre se grababan y tallaban minuciosamente, ya se tratase de figuras estilizadas de animales, que sirvieron Vitrina 15 de surtidores en fuentes o pilas de mármol, como la de N.O 19 Azahira, o de piezas de uso corriente, arquetas, Iám- paras, candeleros, y hasta candiles; y las piezas de ce- Vitrinas

rámica sabiamente decoradas sobre fondo blanco con 15 Y 16

trazo verde y negro, que inauguran el desarrollo de nues-

f tra cerámica típica vidriada o esmaltada medieval, en que no cedemos la palma ni a los focos per, =as y en cuyas obras nos destacamos por encima de todo cuanto en el momento se hacía en Europa, e incluso en Bizan- cio. Todos los restos que de ello han quedado, aliados a los datos históricos consignados por las crónicas hispa- no-musulmanas, nos hablan de un nivel de vida refinad, y alto, sobre ciertas características muy peculiares nues tras, que hasta en ciertos aspectos concretos, como el el huir de representaciones naturalistas de hombres de animales, tienen su precedente en costumbres h panas.

Mientras, la vida dura del foco septentrional ha re- nido sus manifestaciones artísticas en edificios astu- rianos como los del Monte Naranco y Santa Cristina de Lena, y en algunas magníficas piezas de orfebrería, como las cruces de los Angeles y de !a Victoria, que más bien

I miran hacia los focos. europeos y bizantinos. \

Los Reinos de Taifas Piano IV Sector B

El derrumbamiento del Califato cordobés en 1 0 1 3, tras su momento de mayor ~ o d e r í o militar con el Emir Almanzor, supone una catástrofe política para el Islam

. - Plan Mur

rlan, Fragn to: Mu

N. ,.S

o IV nen- roC .O 17

0. ,

un resu S Estadc .nos 1 Norte que, desde el punto de vista intelectual, no ne consecuencias demasiado radicales en el mundo rpanomusulmán. Sustituyen al Califato de Córdoba a serie de Reinos de Taifas que, faltos de unidad y verdadero poder político y militar, son dominados estos aspectos por los Estados cristianos, pero en los

las disciplinas intelectuales y artkticas siguen '- mdo gran predicamento. A la cabeza de ellos van: el de Toledo, siempre o1 rigi-

C SC 1, que ve un desarrollo grande arquitectónico en qu- -- iplean las formas tradicionales cordobesas con nuevos temas de aparejo, basados en el empleo abundante la mampostería y el ladrillo, visibles en el Cristo de Luz o la Puerta de Visagra; el de Zaragoza, donde cia la mitad del siglo se hace el magnífico Palacio la Aljafería, del que no nos han llegado sino ruinas

y fragmentos que nos lo muestran lleno de riquísimas decoraciones en yeso, con material en el que las fan- tasías de arcos cruzados y finos atauriques pueden tener desarrollo extraordinario, y con un nuevo tipo de capi- tel, retallado con atauriques, de proporción más esbelta que los califales; el de Cuenca, donde, en manos de ---a dinastía de artistas, los Aben-Zeyán, sigue el des-

rollo de la talla de arquetas de marfil durante toda la . imera mitad del siglo XI; los de Córdoba y Granada,

,ande hallazgos y excavaciones van poniendo a la luz eslabones perdidos en el desarro'llo de nuestras arqui- tectura y cerámica; el de Sevilla, el de Murcia, etc.

El Arte Mozárabe

Las peculiares condiciones políticas en que se hizo difusión del mahometismo por España tras la con- ista, dieron de sí la existencia en la propia Córdoba ' núcleos aspañoles cristianos, .que conservaron su re-

ligión y vivían dentro del Islam gozando de una cic---- tolerancia; son éstos los llamados «mozárabes». EI

siglo X, y aun antes, su vida se hizo dificultosa dentro del mundo musulmán, y, puestos en la alternativa de abjurar o de apartarse de los centros más intensos. como Córdoba, en momento coincidente con la expan- sión cristiana del Norte y la existencia no sólo de terri- torios conquistados que habían de irse repoblando por cristianos, sino de una verdadera tierra de nadie, exis- tente en la meseta de Castilla la Vieja y León, por am- Plano I V bos lados del Duero, que fué la frontera durante bas- Mapa,

tante tiempo, hacia esas tierras emigran, llevando con Muro C

ellos su religión y su vida intelectual cristiana, pero también sus costumbres semejantes a las musulmanas y sus acervos artísticos perfectamente califales.

Así nace en toda aquella zona un arte muy original, el mozárabe, que construye iglesias pequeñas y sabias, abovedadas, en donde los elementos empleados, como el arco de herradura, las bóvedas por cruzamiento de arcos, los detalles decorativos, etc., son de acento cali- fal. De ellas nos queda una serie bastante abundante, fechada en todo el siglo X y parte del XI, en que se destacan Santa María de Melque, en Toledo; San guel de Escalada y Santiago de ~ e ñ a l b a , en León; Si Cebrián de Mazote, en Valladolid; San Miguel de Cel nova, en Orense; Santa María de Lebeña, en Santan- der; San Baudel, en Casillas de Berlanga (Soria), por no citar sino unas cuantas.

De sus artes decorativas nos quedan pocos restos, spl- vo algunos bronces semejantes a los musulmanes, pe con letreros cristianos; marfiles que se inspiran clar mente en los cordobeses (Ara de San Millán), ciert piezas de orfebrería (Caja de las Agatas, de San Isido- Plan ro de León), y una serie de manuscritos con el Comen- Vitri tario de San Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan, que llamamos por antonomasia «Beatos» y son una de las manifestaciones más originales de nuestra miniatura, aparte de multitud de inscripciones de bellí-

. .

simc o.

Planc S e r t r

o román -

> IV - - - . ~ r C

Poco después de empezar 21 siglo XI comienza

Plan . m 1'4

Vitrinc

toda la Europa occidental un renacimiento efectivo las artes y de la vida, en el que parece que correspo: papel no pequeño a lo español; es el período que se

en de

nde

llamado románico y que se extiende casi hasta fin; del siglo XII. En España es en la primera mitad del cuando adquieren por vez primera conciencia clara de su poderío los estados cristianos norteños, coincidien- do con el momento de decadencia política de los mu- sulmanes durante el período de los Reyes de Taifas. El mcnarca impulsor de este renacimiento es Sancho el Mayor de Navarra (f 1035), pero el llevarlo a sus consecuencias en el terreno del arte es misión reservada fundamentalmente a dos reinas: Doña Sancha, mujer de Fernando 1 de Castilla y León, y Doña Felícia, en las tierras aragonesas. El momento definitivo de crisis lo marca el reinado de Alfonso VI y fundamentalmente la toma de Toledo en 1085 que abre verdaderamente el. camino de Andalucía para los castellanos, al paso que las relaciones de la casa real con Francia S, ivas

en la introducción de una fuerte influencia c que se manifiesta,en el arraigo de los Monjes ( lses de la Orden de San Benito, en la sustitución del rito propio español por el romano, dentro de la liturgia, y en e! abandono de la letra peculiar, que llaman visigó-

on decisi wropea :luniacer

a y su si El rena, mpo de

ienza er s de me1 1 c.. 1

i el dia- 1 - - -

tic ustitución por la francesa. cimiento artístico cristiano com

ca las artes industriales poco despué do el siglo XI con la escuela de marfiles de Leon, aon- de se hacen varios de los más ricos ejemplares donados

o iv por Fernando y Sancha en 1063 a su regia fundación

-022 de San Isidoro en León, como su famoso Crucifijo, ar- 1 21 q u e t a ~ (la de ((las Bienaventuranzas~) ) , et' i la

escuela riojana, donde se fabrican las dos A reli- , I \I auias de San Millán de la Cogolla, una pahd ci u ~ o ~ i o

n Millán, antes de 1067, y otra para San F 190. Todas ellas son obras originalísimi

elices, h; as, de r

acia ieto

- 45

ones esy acento per: [estro, que unen tradicic >a- nfiujos europeos y que se distinguen por lcteres curiosos, como el dotar dl 3s- a sus figuras, amén de ser el punt~ in-

sonal nu -. . 601% algi tiza

as con i lnos cari 1s negros

1

e ojos pc O de arr:

a e una nueva iconografía. ,a orfebrería tiene también un esplendor grande, ya acompañando a las mismas piezas de marfil, ya sea obras tan extraordinarias como el Arca de las re-

jan Isidoro, o la famosa Arca Santa de la Plano IV e Oviedo, donde los influjos andaluces Vaciado

rnuesLra? no sólo en las técnicas empleadas, sino "-O 28

ta en la presencia de letreros seudo-árabes. Al mis-

C. A l

liqt Cat

iias de 5 .edral d

tiempo, comienza una nueva arquitectura, que es lamada románica, manifestada ya en algún prece-

empos de Sancho el Mayor, como la parte e la Cripta de San Antolín, en Palencia,

den mo hec ..

te de ti1 derna d, ha basta inte antes de mediar el siglo XI, y desarro- la luego en una serie de monumentos originales a a cabeza van el Monasterio de San Isidor 5n. 3atedral de Jaca, San Martín de Frómist CO-

llac

CUY

la ( o d e Lec a, etc., I

cn I nq nzados casi todos en los decenios de 1 Obu y I u7O. i'odas estas iniciativas culminan en la gran obra de ~ortancia mundial de la Catedral de Santiago de mpostela, comenzada en 1 075, y cuya construcc;An ibe su mayor impulso en el tránsito del siglo XI , bajo el Pontificado del Arzobispo Diego Celi , que es el primer6 y uno de los más insignes

."L.

al mi- en

nue

Y < cor

:stra gran lista de prelados protectores de las ar 3e la cultura. La Catedral de Santiago plasma npletamente todas las características de la arquit

su tipo de gran iglesia de a román i planta ; laterale

ica, con de cruz, :S dividic

tres nal con sus :nas o tri

totalmente abovedada, das en altura y con tribu

en el piso alto, y con una riquísima dec tórica que anim-i con figuras y escenas,

na- ifo-

rio cul

qu'

:oración al tien

s, todos s son caprichos más o menos fantástico: mentos susceptibles de decoración, como son c: ele

te1 es, basa$ ; y porta

Adquieic aai ~n gran Cicoa~iviiv = u b u i r u i a ~.ionu- lenta1 que había comenzado en San Isidoro de 1

en la Catedral de Jaca, al mismo tiempo qul

. .-no lv obras sueltas de gran originalidad, como la lápidi 40 33 pulcral de Alfonso Ansúrez, muerto en 1093, y pi

24 dente de Sahagún, o en la Virgen en Majestad del

León e en 3 se-

mo lugar, fechada hacia 1 1 00, y que tiene pronti artista genial en el Maestro de !a Puerta de las Platerías, de Santiago, cuya personalid.ad domina la plástica de la

7 0 IV transición entre los siglos XI y XII, cual sucede con las '"'' ~lumnas historiadas de San Payo de Antealtares :ompostela.

roce- mis- o un

10 I V EL Camino de Santiago y el arte románico del sigla tor C

La influencia de los monjes cluniacenses en la mera mitad del siglo XII, como encauzadores de

nportanc fica y pc ,n en el

:S pareja , de lo c

ruzadas

, aunque aue signi o peregi

,da la vida religiosa del tiempo, tiene una de sus nportantes manifestaciones en la organización d

,eregrinación a Santiago de Compostela, que gani ia a la de Roma, y que E

Ir tierras todas cristianas mundo medieval las C

ones armadas a los Santos Lugares. Nobles, artisras,

más e la a en : pa- fica- rina- -L- -

:eratos y hombres de ciencia de toda la Europa occi- :ntal, y aun de Bizancio y del cercano Oriente, parti-

'pan en la peregrinación a Santiago, y su camino e 31, a .cuyas dos puertas por el Pirineo de Roncesv, Jaca afluyen cuatro grandes ví'as desde Francia, t

111ás intensa arteria cultural del momento, por la circulan ideas, riquezas, obras artísticas, etc. El Can de Santiago tiene incluso su guía, semi-turística, S,

piadosa, conservada en el Códice Calixtino, y se ja'----- de construcciones, ya sean hospederías, ya sean nasterios, iglesias, etc., en todas las cuales se mani ta, con más o menos riqueza, el arte románico que h

iI1ad.o su más eli ompostela.

propia Catedra'

emi- lnna mo- fies- abía

Con todo ello, la primera mitad del siglo XII es períc e monumentos casi innumerables, llenos de esculti loctrinadora usada por los monjes benedictinos co ejemplares, para lo que se representaban escene

variadísimas, no sólo de vida celeste, sino también de alegorías de vicios y virtudes, de premios y castigos, que sirvieran para la ilustración del pueblo. Un campo muy propicio para el desarrollo de este arte lo formt ban aquellas construcciones indispensables en todo Mc nasterio que, aun teniendo carácter religioso, no lo tc nían completamente sagrado, como ocurre con los claub- tros, y donde por tanto podían representarse más ho gadamente escenas que pudieran parecer profana Ejemplos tardíos en los capiteles del claustro de Sant María, en Aguilar de Campóo, fechados hacia 12 1 0.

Junto a ello, por tierras de Castilla al sur del Cam no, que empiezan entonces intensamente a repoblars, se van fundando parroquias que en lugar de claustr tienen galerías adyacentes a ellas como lugar de de canso y reposo para los feligreses, e incluso como siti de reunión de los primitivos Concejos o Ayuntamiei tos, y tales galerías se organizan como partes de clau tro, con capiteles esculpidos con escenas o figuras c gran

L¿ tradi

variédad. il evolución románica hacia mediados del Ice influjos bizantinos, a los cuales debe

decer ciertos fenómenos artísticos, como el gusro qi entonces empieza por las pinturas murales en las igli sias, el desarrollo extrae-dinario de los ejemplaies e esmalte, que en contra de lo que se ha venido dand

I siglo X n de obc .. , . .

e- :n Planc I n Vitrii

como probado siempre parecen tienen su origen en E paña ,donde hay piezas tan excepcionales como el Froi tal d.el Monasterio de Silos o el de San Miguel in E. celsis; con un nuevo estilo de manuscritos en el. que sin embargo siguen persistiendo las tradiciones de nuestros Beatos Mozárabes, como en el de San Isidoro de León,

;ión de imágenes, sobre todo de nizada con .el Niño sobi 'e sus rc

Y ca Mar

,n profus fa entro.

Plon' Vitrii

madera pintada, o Calvarios de Cristos majestuosos y

riano IV rígidos acompañados de imágenes dolientes de la Vir- Muro E gen y San Juan.

Mediado el siglo XII, la Orden benedictina evolu- ciona con la Reforma de San Bernardo, y son entonces los monjes blancos Cistercienses quienes introducen nuevas normas de vida en monasterios aislados de po-

Planc n.os 20

blación, que casi son verdaderas ciudades, pues que han de subvenir a todas las necesidades de su existen- cia, sobre normas de una gran austeridad. Proscríbese entonces la multitud de esculturas decorativas y hácen- se los edificios deliberadamente sencillo^.^ sobrios, p con estructuras arquitectónicas más complicadas y e lutivas, con el uso normal del arco apuntado, que vic por influjo oriental, y con el empleo de bóvedas ogivas, en forma que anticipan el paso a las solucio peculiares de la arquitectura gótica. Es el momento los grandes monasterios, como Poblet, Veruela o Sa María de Huerta, y también en España el de la prim serie de catedrales, como Zamora, la vieja de Salam ca, y la Colegiata de Toro, en las que se crea un t original de cimborio o cúpula sobre el crucero, a (

, iv suele llamarse .Torre del Gallo)). Por último, de e

, 26 tiempo son las primeras obras de rejería artística es 30 ñola, hechas con tiras de hierro forjado en volutas.

nta era an- .-

, , ~ , , a IV E1 período góti Sector D

El último tercio del siglo XIl es en España uno los momentos de mayor esplendor, sobre todo en

npo de la escultura monumental, y en é' erencia de años coincide la actividad crea, istas tan valiosos y originales como el Mi

Cámara Santa de Oviedo, el Maestro de San V i c e i i ~ ~ de Avila y el Maestro Mateo de Santiago de Compos- tela. Todos tres trabajan sobre las tradiciones escultó-

as románicas, pero llevándolas a sus últimas COI=*-

mcias y destacando Maestre Mateo por el acento

1 con lig dora de i iestro df

- -

ico

'era tres : la -L..

realismo y vida interior visible en las figuras de su magno Pórtico de la Gloria en la catedral compostela- na. Al mismo tiempo todos hacen también arquitec- tura, y en este sentido quien descubre mayor excelen- cia es el Maestro de San Vicente de Avila, que parecri seguro se llamaba Fruchel y era de origen francés, auto; de los abovedamientos de la iglesia de San Vicente y Plano IV

Maq.ta 25 de la parte de la cabecera de la Catedral de Avila qi-- junto con su compañera de Santo Domingo de la C, zada, es una de las construcciones más tempranas fecha del nuevo arte gótico que por entonces comie.. za a desarrollar su personalidad.

Esta arquitectura gótica, caracterizada por el empleo constante del arco apuntado y de la bóveda construída sobre arcos destacados que la sostienen y entre los que son fundamentales los diagonales u ogivas, así como por el rico molduraje de sus elementos, los ventanales calados, e! uso de una nueva flora naturalista en sus capiteles, .las vidrieras, la elegante esbeltez de sus imá- genes y el predominio de la verticalidad en sus edifi- cios, tiene ,un desarrollo ininterrumpido desde los si- glos XIII, al XVI y se nos aparece como el producto más típico del genio francés de su época, irradiando sobre los demás países de la Europa occidental y cen- tral. Coincide con una nueva organización política, casi por completo extraña a lo español, que es el feudalis- mo, y con el nacimiento y constitución de grandes nú- cleos urbanos de tipo civil perfectamente organizados, que vienen a sustituir a la anterior organización mo- nástica. Es entonces la Catedral y no el Monasterio el monumento por excelencia.

En España el gótico frani :tra profundamente . cés pene 1, m,,,, en el siglo XIII, aunque en la iiiayur parte de los mo-

lentos sufra contaminaciones de andalucii es- ;. Es hacia la mitad del siglo cuando se .an tres grandes catedrales castelllanas, León ; Y

*Toledo, de las que la primera es la más francesa y mismo tiempo la más homogénea y rápidamente hecl

4

Planc n.OS 36,

40 Y

Planc Mur

Planc n.'

Plano Vitrina

1 -

cor un para de vid1 francés, y las otras dos siguen construyéndose dura siglos y acumulando en ellas artes y riquezas al pasar los tiempos. Pero nunca pierde entre ncsotios esta

uitectura gótica un cierto matiz de imposición aris rata, ya que durante todo el tiempo de su desarrc L verdaderamente popular incluso por su baratur?

adecuación a nuestras condiciones, es la morisca.

, I V cambio en la escultura campea sin rival el goticisr

38, con su elegancia francesa, pero teñida casi siempre ' 41 un matiz realista que es ibérico. Lo mismo ocurre < ) IV la pintura, que tiene también un desarollo conside o F ble (sepulcro de Cuéllar).

Ar; un lo i

: desarrc erráneo : or una r

La región levantina, en los estados de la Corona agón, tiene un cierto matiz de gótica, de poco posterior, más semejante a lo medit, italiano que a lo norteño, caracterizado p

nte

d e .

- - - - ira-

de ,110 Ya na-

yor simplicidad constructiva junta con una mayor es- ) IV beltez de los elementos, y con mayores preocupaciones '37 de policromía en su escultura, al tiempo que en la pin-

tur lial

1 L - -

. - S . a se transparentan desde más pronto los 10s. Lo que tiene de integral el arte gótico s

~ b i é n en las artes industriales, teñidas siempre ;e denun

~ - - - -

cia 1

nes del .dado. cc

:&ras en S, se ex] . - . - - .. - .

tiz arquitectónico, ya sea en piezas de orfebre: ?de persisten los esmaltes como equivalencia de

. -,rieras arquitectónicas, o en marfiles, bronces, arm I V rejeria, códices, etc. De ello tenemos mue 39 vitrina número 39 donde entre otras pieza

nen: el báculo esmaltado del Antipapa Luna; un ci- i esmaltes y otras piezas de la industria de Limoges, nás d.e dos típicas cruces piocesionales; un códice estilo francés, procedente de las Huelgas de Bur-

i; un precioso díptico de marfil francés; azabach Inces; una espada de P ~ r n o ~ e ~ m a l t a d . ~ , etc. En c a N en tejidos parece que dominan sin rival los mu:

- -

tiempo, m.ientras que hay un cier 3mo tapiz, al que se ha llamado ((,

to estilo anglicant

iua,

la

PO- iliz

que tenemos en cspana alguna muestra conside- PlaF

rable, cual la famosa Capa de Daroca. , ~ . O L

La última evolución del gótico en el siglo XV, en .

sentido de preciosismo barroco, prepara ya la 'transi- ción al estilo típico de tiempos de los Reyes Católicos, Plan

que preludian algunas obras en chapa calada de hierro. Mur n.O 1

El período i

La decadencia que suponen los Reinos de laiias ~ d -

lifales lleva consigo la presión de los estados cristian norteños, que amenaza en los finales del siglo Xl cc

dar al traste con el dominio musulmán en España, contra ello se reacciona políticamente merced a la ay da africana, que tiene caracteres absorbentes y de i vasión -verdadera con el primer conato de los Almor vides ( 1 08 6 ) , y 'con el dominio el le los P mohades ( 1 1 56- 1 228) . Desplázase , el cent de de! mundo hispano-musu~man hacia Africa, con la capitalidad española en Sevilla

entonces 1 ,

, y los c ron disti racteres de austeridad e intransigencia que :

tivos en lo religioso de los Almohades se tr, terreno de arte por simplific lisuras que nr> excluyen un

aducen t

decorati 1 monun

vas y p' lenta1 t¿ impulso

llevó a 1

extraordinario como el que :ión de Mezquita Aljama sevillana y cie su gran ~ ~ m i n i r , . ?u sistente en la hermosísima Giralda. Las artes menor siguen más apegadas a las tradiciones hispano-califale aunque con simplificación de sus elementos y forma sobre todo en lo que toca a las decoracione pecial a l i s vegetales o atauriques, en que se (

la erecc A 1

s y e n e zrnplea I

1 ' nuevo tipo de hoja elegante, pero sencilla y lisa, a como un alfabeto cúfico muy esbelto. Muestra de el son algunas arquetas y estuches en latón o azófn Adquiere también en e s t ~ período un gran dezarrol

ecoración sobre tividad abstracta

temas !

., tan acm geométri orde cor

CCC, me: i el espí-

rced a i

ritu de i~

transigencia purista que caracteriza a los almohades, de manera tal, que en el arte del tejido, donde en tiem- pos califales o inmediatos a ellos, se habían hecho com- posiciones de medallones enlazados con animales esti- lizado~. entre ellos, ahora se hacen tdas riquísimas de sedtis y oro dispuestas en cuadrículas rellenas de com- posiciones puramente geométricas, cual ocurre con las

Plano IV vestiduras con que se enterró en Villalcázar de Sirga al n.O 46 Infante D. Felipe, hijo de San Fernando, y con algu-

nos otros ejemplares.

Plano IV El período granadino Sector E

Tras la derrota de las Navas de Tolosa ( 1 2 1 2 ) , que comienza a hundirse el poderío almohade, qu libre el camino de Andalucía, y con las conauistas San Fernando de Córdoba ( 1236) y Sevilla ( 1248: . - por Jaime el Conquistador de Murcia ( 1 266 ) , llega el momento de crisis más grave del mundo hispano-mu- sulmán, cuando queda el ámbito peninsular dominado por el Islam reducido simplemente a poco más dt Andalucía Alta, en torno a la actual provincia de ( nada y a las regiones serranas de las de Córdoba, J¿ Málaga y Almería.

Parece que la reconquista total de la península cosa completamente decidida y de poco tiempo, hacen que ello no sea así de una parte el comienzo las empresas mediterráneas de Aragón, y de la o una cierta visión política de San Fernando que le 11 a apreciar la necesidad inmediata del dominio del 11-

tra, eva l 1:

toral africano, como garantía de seguridad para la pe- nínsula totalmente reconquistada, o de lo contrario, la conveniencia de mantener un estado feudatario AA-

bil mahometano, que no pueda ser en ningún mome amenaza sino que esté a la devoción de Castilla, y

que se recojan aquellos elementos islámicos que, al c servar su religión, podían constituir un factor ingi en Ia deseable cohesión de la España cristiana. Es

rato así

como nace el Reino Granadino en tierras andaluzas, cuyo trono ocupa Mohamed Ben Alahmar ( imposición de Castilla.

Hasta la caída de Granada en 1492, por oDra a e I Reyes Católicos, subsiste en aquella región un estado político disminuído, de economía precaria y sobrepo- blación angustiosa que parecía condenado a vivir po- bremente, y en el que, quizá por estas m i s li- ciones difíciles se da un desarrollo artístico si- mo en que la base fecunda no puede ser, nati :e,

nas conc or iginalí: uralment

1 1 la riqueza intrínseca de los materiales, sino la aDu dancia y la perfección de la mano de obra, aliada cc exquisiteces de trazado y ion fantasías decorativas qi nunca ha alcanzado el arte musulmán fuera de aqu momento.

Son ejemplo insigne de todo' ello los Pal nadinos, con la Casa Real de la Alhambra y ei uen

lacios gr . - 1 f - -..

larife a su cabeza, donde la pobreza de los materi tles empleados, que no pasan de tapial de tierra ay sonada para los muros; maderas para las estructura escayola para los arcos y paños dec para los revestimientos; piedra para mentos fuertes de las fortificaciones de mármol para columnas, etc., se enmascara complet

orativos; las pue:

;; contac

cerámic rtas y el 3as' piez

mente en una arquitectura de ensueño llena de delic dezas, y aliada íntimamente con recursos natural de vegetación. Son elementos característicos nuevo tipo de capitel almohadillado en su

de ella 1

parte s cimacio

- - - - - - - - - perior sobre una sola fila de hojas, altos fu\stes llenos de anillas o armilas; basas niuy acdi

panadas; témpanos de yeserías esculpidas, pintad y doradas, cuajadas de menuda decoración de ror bos, como última evolución posible de los arcos cr zados, entre los que se combinan hojas y letreros e tilizados cúficos o en alfabeto nesji o cursivo; tech,

nudi los c

as de ce que llam

Ana d.e s expansii

u color, ón de es

de armadura de lazo en madera; zócalos de piezas m rámica I i, cada i

amos ali etc. La

Núrne

46 \,

or E

arr

0 1

ve: no: -. .

:e netamente granadino en ei area cristiana de la Pen- ;ula da lugar a varias de las ramas más int.21-esantes nuestro arte mudéjar, y aún persiste hasta tiempcs

steriores a la desaparición del Reino Granadino, con m.orisco.

imiento el reino

Las artes menores syanadin

de la ci n que tuvo su des- de Crar ante los siglos XIV

- - <V, fundamentalmente, es aprecií YO^

,do aún que en las artes monumi ar - itectura, en aquellas &ras que 11: vas

nenores, de las cuales nos han queaaao a~unaantes ;tigios, cifrados unas veces en piezas sueltas que hasta jotros se han conservado, y atras muchas en modas

vés de r O en nui

1 1

lble quiz mtales, i

imamos 1 1

naneras de hacer que han persistido mucho tiempo lue a tra iuestro arte morisco han ejercido un go influj ~ s t r o siglo XVI. En contra ae la creencia corriente respecto a la re- gnancia de los musulmanes por la representación de Iras humanas, son varios los casos dentro de la mis-

Alhambrsi de pinturas exquisitamente hechas que si en algun ones nos denuncian mano cristiana,

!ros como en 1z Sala de los Reyes, en otras, como 49 en las de u 3 del Parta1 o Torre de las Damas,

s dan obra musulmana perfecta, según las más finss no: trsm diciones de la miniatura.

Algo semejante ocurre con la orfebrería, ya se trate , IV de utensilios de latón o cobre, fundidos y decorados nos con finos atauriques y lazos grabados, amén del do- '48 rado del ejemplar; o de espadas y puñales llamados

'e orejas)) por su forma, cuyos puños se adornaban 1 composiciones grabadas y esmaltadas sobre co- : dorado y con cachas de marfil, como la llamada San NIarceIo, de León, o de piezas de armadu-

y arnés, también doradas o esmaltadas y hasta a ve- adornadas con ricas borlas de pasamanería. De joyas

se conservan varios tesorillos, quizá. correspondientes a las postrimerías del período, en que sobre la base de una corta cantidad de metal rico, ya sea oro o plata, se lo- gran espléndidos colgantes, collaresi zarcillos, ajorcas, etcétera, mediante el ~ a b i o empleo de la filigrana, el repujado y el esma!te, en unas ocasiones, y en otras, tratándose de arquetas, joyeros, etc., el damasquinado Plano IV y la incrustación (joyas halladas en Bentarique, Mon- Vitrina 48 dújar, etc.) .

La talla del marfil y la incrustación de piezas menu- das de maderas finas y de diverso color en otras chapas de madera selecta, formando composiciones gemétri- cas e inscripciones, que es a lo que se llama taraoea, tiene entonces también un desarrollo extraordinario, inaugurando una técnica que se usaba en finos mueble- citos o arquetas, que pasa luego a nuestros focos moris- Plan cos posteriores, y que casi sobrevive, como la de la fili- Vitri

grana, hasta nuestros días. Pero entre todas las artes menores, 'es quizá una (

las más importantes y fecund.as la cerámica, de ti gloriosa tradición en lo hispano-musulmán desde 1 tiempos del Califato de Córdoba. Sigue en siglos gr nadinos el procedimiento normal anterior del vidri do de 1-as vasijas de uso corriente para hacerlas impe meables con un verdadero esmalte metálico, que c rrientemente era el plomo. Mas junto a ello aparecl otras piezas más finas y delicadas, sobre todo en forn de jarritas de dos asas, que se decoran simplemente cc pinturas negras sobre el tono general blanco dado a vasija por engobe (como algunas halladas en Almería Pero donde se destaca más la excelencia de la cerán ra granadina es en dos casos principa!es: primero, I

su aplicación a la arq~itectura, y segundo, en la llam da «loza dorada)) y comúnmente de reflejo metálico. La cerámica arquitectónica es lo que llamamos ~alica- tado)), o sea, una composición hecha con trozos en for-

- - de cintas, estrellas o polígonos, recortadc vidriadas de un solo color, con paleta q

Plano n.-

Vitrina

Plano . ,.. .

erde, azul, blanco, negro, pajizo y hasta rosado i

algún ejemplo excepcional, que luego se armaban f c mando composiciones geométricas polícromas y se f i j ban a la parte baja de las paredes, constituyendo 1 zócalos que llenan las estancias de los palacios gran d.inos.

En cuanto a la loza dorada, constituye una técr ca especial, cuyos precedentes son orientales y de

que hay ejemplos españoles desde tiempos del Calif to, pero que tiene su desarrollo espléndido en Málai y Granada. Se trata de vasijas totalmente recubiert

de blanco, sobre el que se trazaba la decoración cc

azul de c~bal-to y sales de plata y cobre que al hori se fijaban en depósito metálico superficial de color (

oro más o menos pálido. Encabezan la serie, por

IV importancia, los llamados Jarrones de Ia Alhambr 50 parte de los cuales debieron de hacerse en Málaga, 47 algunos aliceres de allí mismo, y tal cual estela sepul-

.a-

ii-

IV cral de curiosa forma, para continuar con los primeros

vitrina 48 platos de tipo de ((braserillo)), que ya parecen hacer-- en Manises, en tieri icianas, luego dc

dencia granadina de KV, cuando las ..-m ustiosas por que ,,,, ,, último resto de poder m

ñol, lleva a los alfareros granadinr

a r a r ;

neas C

nas

mét. mas en r

~ á n espa Levante *--e"- -

:cto excc 1 x-!:J

.as valer

:1 siglo : ,,e, -1

la dec vicisitud

os a tierr Ia marii ,.. en busca de la protección de

;viir;oa rara mantener sus exportaciones mediterr

;. )tro aspe SISO de las artes menore es el de los rejidos de seda con~composiciuii~s gc

'S granac --

Ji- 0-

ricas y letreros polícromos, logrados mediante tra- de diverso color que aparecen en el haz de la tela

:1 momento necesario, y que quedan en reserva en

IV el envés, constituyendo una tela complementaria cua

49 do no se utilizan para decorar, y en los que es típica disposición de las composiciones en fajas o tiras. Tar bién son numerosas las muestras de o granac

mtor mi no, hecho con sedas polícromae, y c

característicos que, aparte de sus dibujos, los distinguen claramente.

Mudéjar y morisco PlanoIV Sector F

Uno de los fenómenos más típicos de la segunda mi- tad de la Edad Media española lo constituye el reflujo de las costumbres y la civilización musulmina sobre las gentes cristianas, que da lugar a multitud de casos tan conocidos como el de la vida medio musulmana de Al- fonso VI, o los círculos intelectuales en torno a Alfon- so X, o las vestiduras musulmanas con que se entierran el Infante Don Felipe, hijo de San Fernando, y el gran

t Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada, o el magní- fico Alcázar de Sevilla, hecho por artistas toledanos y granadinos para el Rey Don Pedro el Cruel. Fruto de esto, durante los siglos XII al XVI tiene diversas ma- nifestaciones un arte de acento bastante popular en el que se alían influencias musulmanas y cristianas, ya le . llamemos «mudéjar» cuando está hecho por artistas musulmanes sometidos o no políticamente, pero al ser- vicio de cristianos, o «morisco», cuando es obra de los ((cristianos nuevos)) que, salvo en ideas religiosas, ppr- manecen fieles a sus tradiciones. Este arte arraigó p fundamente en los gustos españoles y llegó a imprq nar completamente ciertos aspectos de la vida, sol todo en la arquitectura civil, sobre especialidades albañilería, cerámica, decoración en yeso, y carpin ría, principalmente.

Se desarrolla el arte morisco en diversos focos. El toledano comienza como continuación insensible de las tradiciones locales desde el propio siglo XI y sigue una evolución peculiar, pero semejante, a la del propio arte Plai hispano-musulmán, sin perjuicio de acusar originalida-' Mq des que en él mismo influyen, sobre todo en decoración en yeso y en obras de carpintería, con !os llamados pla artesonados, para terminar hacia el siglo XV crean- Mui

un cierto tipo cie yeserias con roiiajes góticos y figuras, muy original. Por Castilla la Vieja y León : .desarrolla durante los siglos XII y XIII otro foco muy ii tenso sobre tradiciones califales, que crea un tipo senc 110 y barato de iglesias de ladrillo compañeras de las rt mánicas en piedra. El foco de Aragón edifica tambii multitud de iglesias de ladrillo, más alhajadas y ric: niip las castellaniis, en las que se emplea decorativa-

te la cerámica, y crea un tipo original de torres que uciona desde las magníficas de Teruel del siglo XIII a terminar con otras ya completamente del F:- XVí. Por tierras andaluzas y principalmente en S ,, se desarrolla otro ciclo morisco que empieza

.__ _ajar en iglesias y torres sobre tradiciones almohadf del siglo XII, y que en el XIV recibe nueva sabia cc el Alcázar del Rey Don Pedro, sobre modelos granac noa. Por último, tras la conquista de Grsnada, siguf

lla5, - glo : villa trah

haci den( sirte

éndose ;

zia de lo: :n a tod,

;trucciones que prolonga mpleados anteriormentr, ;o d d siglo XVI, al inarj

LP renacientes de Siloée y Machuca, en 1: civii.

os mayores timbres de gloria los tiene e 3 en maderas, cerámica y telas. L3 carpinteria m

n la dec

Y que Pe gen de 1 i arquite

1 arte m . .

i tipo de techo a que llamamos artesonad a, cuya estructura sabia es original y cuy

elerrieiicos se decoran con tallas profusas de atauriau y en otros casos con pinturas en que se trar

IV modelss cristianos, d.e todos los cuales nc , J =h-ndantes ejemplos completos de edificios y tragme

nu-nerosísimos de otros destruídos. Junto a ellos

isparenti

tos IV des; C.-.

Plano irrolla un rica serie de muebles, ya simplemen n .cs58 cii3arnblad.o~ (armario toledano y puerta andaluza

ibiertos de taracea, sobre modelos musulr arquimesas, silla de caderas), o llenos dc

Plono n .os 57, !

54 Y

nanes ( E

2 la llam . l . .

ir- ia-

os 36 da labor de ctclaraboyas)), característica de los uitim

ipos del incluso en siller etc.

60 tien tos,

ica sigue las tradiciones musulmanas, ya s - - que se 1 '~cipalmente en los Plar , en el le Valencia, y en $1, en Al a sea con la carac-

en alfc los . ?

la loza 1

lres de de Teru'

dorada, Manises el y Mut

1 n .

lace prii Reino <

teristica loza a e raterna, decoraaa en verde y mang neso sobre fondo blanco; o bien en la rica serie de grc des t5najas y brocales de pozo toledanos, muchas ve< sin vidriar y casi siempre decorados en relieve con 6,- tampillas impresas o temas 1s a cuchillo; o las consecuencias de los alii granadinos visib' en los llamados azulejos de ctcueraa seca)) y de ctarict

orados con temas de lazo en los talieres granadi- ' lano '" , sevillanos y toledanos; o, por último, en los típicos n.O 59

lejos valencianos pintados en cobalto sobre fondo Plano IV

grabadc catados . 1

en n.o5

les

dec nos azu

' blai nen co.

i los característicos [,soca] popular hechos en rojo 3 [os, por su parte, siguen ti

nes granadinas de tela doble decorada a lis

nco, y en temente Los tejid

rratsn de r negro : ~mbién 1

tema er sobre ble as tradic.

ni- n.O !

, Plar io- n." !

tas, don nuchos < suelen utilizarse temas lanceolados que en r

sos transparentan influjos góticos.

SALA DE EDAD MODERNA

Croduis

de distribución de vitrinas y objetos

Plano v

SALA QUINTA

EDAD MODERNA Plano v

Desde el siglo XVI en adelante, el número de res.-- del pasado que se conservan crece en gran proporción, y esto mismo, junto con el carácter de obra netamente artística que a la mayoría distingue, hace que se hayan incorporado preferentemente en otras col museos especiales, cuando no han seguido SUS destinos primeros. Imposible, por tanto, la visi de conjunto en esta Sala. Lo expuesto se reduce a ejem- plares de artes menores, junto a tal cual muestra de pintura y escultura que completen algo el ambiente ar-

. - tísti n los muebles y con los i *

' adc El conjunto se centra unc 1s monográficos, detallad nuación.

LCO, asoc jrnan lo: IS cuantc

llas Fer

~ n d e el g

Isabel, (

La época de los Reye

ecciones en uso

1 4

tapices c en tornc [OS a COI

tambiér )lla nues

Y en ión

lue I a iti-

,",U#

!ad B Y

1 a di- '

La unidad española, y con ella el tránsito Moderna, es misión encomendada por la Prc los Reyes Católicos en momento de anarquia y a e ficultades interiores, a la vez que de diversidad de acti- vidades externas, hacia el Mediterráneo, por un lado, y hacia América por el otro. De todo ello se triunfa y así nace nuestro Imperio Español que había de culmir casi, en cuanto a extensión, hacia los mediados del glo XVI. Algo semejante ocirrre en el campo de las 1 - - - -

artes dc :ran impulso corresponde nando e >n cuyo tiempo se desarrc

lar SI-

be- Mal l a bre tro enti

pa so- puerta vada.

.uliar y gran renacim.iento, no en sentido de vueltz

Murcs

B Y

Vitrinc

lo c

cua crei

:lásico greco-romano, sinc jan multitud de iniciativ ación de un arte original

lento crítico en que esplendores en la

lo Isabel)). En él se juntan de manera armónica los insobornables

impulsos moriscos, ya fuesen en cerámica, en artesonados o en telas; los últimos desarrollos góticos, vivificados 3istellano por artistas norteños. fla- mencos pri. :nte, que vinieron aquí en familias enteras, cor gas, los Cuas o los Colonia; los pri- meros balbuceos a e tipo renaciente italiano, que nos lle- gan de la mano de obras y artistas traídos de allá por grandes familias aristocráticas, como la de los Mendoza, - -o.erced a nuestros tradicionales contactos con Italia

parte de la Corona de Aragón; un renacer de nues- naturalismo escultórico vivificado con obras y artis-

L ~ S borgoñones, alemanes o flamencos, que encontra- ban gran campo de transacciones en las famosas ferias

' castellanas de Medina del Campo, donde también aflu- yen las obras pictóricas de los primitivos flamencos, des-

ridores del óleo, cuyo realismo detallista afinca tar re nosbtros y era tan del gusto de la Reina Isab nera coleccionista de tablas flamencas.

Así comienza un período de verdadera fiebre cons-. tructiva, durante el cual se IIena el suelo de España de

A obras en que campea el escudo de los Reyes, sos- ,re tenido por el Aguila de San Juan y flanqueado por 3 2 las gloriosas divisas del yugo p de las flechas. Pero a

su lado, las artes menores tienen así mismo un extraor- dinario esplendor; es el gran tiempo de nuestras pri- m.eras custodias procesionales, sobre tipo creado por

,5 Enrique de Arfe, y de nuestras cruces erizadas de cres- terias y figurillas; el de máximo desarro110 de nuestra

, 2 ctloza dorad.an de Manises, timbrada con escudos no- bles y a veces con las divisas regias, que inunda con sus productos gran parte de Europa; el comienzo de

, 3 nuestro gran arte del muebl is primeras esplén- didas sillerías de coro; el dt lor de la tapicería,

iando F1 tiene si 1 mayor 'ntimas relaciones con lo español, qué fué su cliente ; importante, etc., etc. lacia el final del reinado de los Reyes Católicos, la vidad artística se amplía aún y se diversifica, sobre acti

ampo d.e la arquitectura, ( OS

nacentistas introducidos zo v azqucz, eri Valladolid, un Alonso ae Lovarruuias, en

donde cc por ur

-1- P-..-

bnviven 1 1 Loren ...... L1- -

Toledo, o un Diego de Siloée, en Granada, con las ú1- timas catedra!es góticas, como las de Segovia y nuev?

Salamanca, de Maestre Juan Gil, con los cimborrine . mor con rue!

iumentales que a liciones góticas 3 io la Capilla del table d.e Burgos, , el de Tarazona y e1 i~iismo de la cateci~di uu ls

L, y con el mal llamado «estilo plateresco», con!

ilían trac Condes

- -. - 1 -

7 morisci , el de 7 .l--1 L----

lesa cuei s3b1

ncia de la riqueza decorativa del Isabel, pero re fórmulas seudo-clásicas, en manos de un Rodri

el panoi %es menc todias y

Gil mit; teni

de Hon ad del si endo ur

tañón. P glo XVI i papel -

isí se co , en el q importa . - -

nstituye ue las ar nte: cus

rama de ares sigu

obras - -.

plat la v los

a de los 1 de Cuenca (cB charilla ritrina 5: bras del XVI en a 7) , Y Arfe; te s labrados riva!e genoves enecianos; lozas de Talavera émulas de las de 'I 1; etc. Todo ello, sin perder de vista que es el ir ito en que nuestra pintura, con Domenico el Grec uestra escultura, con Alonso Berru.guete, llegan

; Becerri otras o

rciopeloi 1

iliz y cu, la vitrin

de Vitri

de 5 y s de los

1 1 Jr- LO-

:o, -

Y Ii

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sus más s origine iles y pi -

U ~ O S ace -

ntos esy

Piar Mur

de E y ., iiu+iGxi fundamental de antigüe~auca cnpucaLcra

VI y XVII, lo constituye 10 simples recuerdos de

siglos X zra. Con npo, se

,n las.lo: : otras .

1

a- l el ito han intercalado algunas oDras: un retam

esmalte: pintura

eses de! .ante del

o tercio illas en

71; N.o la- Mur

Muros: D, dera del XVI y XVII; vidi C ~ n . ~ ~ l ~ t dos de los típicos ctvargueños,,, o e5

riberesco; una selección de ejempl Vitrina 13 dustria del vidrio, desde los tipos n

icritorios ares de ioriscos

1

de hier . . ; un Iier nuestra y catalai

del XVI, hasta las obras de Cadalso y La Granja, ya nas del XVIII; y unos cuantos ejemplares de joyas esmal- ' 26 tadas y de sabor popular, correspondientes a esta época.

Como serie homogénea, destaca la que sigue.

Vitrinas 12 y 14

Las lozas de Talavera

Murc

La cerámica renaciente en España tiene como f < principal los alfares de Talavera de la Reina (Toledi Sus obras, que siempre acusan un cierto acento po] lar, se inspiran en un principio en modelos italian

> E, fundamentalmente de Urbitio, donde se venían haci bre do bellos ejemplares policromados con escenas cc "as pletas pintadas sobre ellos, y ésta misma de ser F

tada es la ~ r i n c i ~ a l característica técnica que < gue a la loza de Talavera de la cerámica t ional morisca, tanto de azulejos como de y

de reflejo metálico. Cambia también no sólo procedimiento de fabricación, que no necesita de cochura múltiple para los colores, como en lo moris sino el mismo concepto de belleza a que han de obe cer las piezas, pues al buscarse en ellas la mayor su^

ficie posible para pintar, se hace 1~ mente lisa y se huye de toda comr o de superficies.

delibera escultór

La paleta empleada por los artistas de Talave nprende, además del esmalte general blanco de Lo, el azul de cobalto, el anaranjado de hierro,

verde de cobre, el amarillo de antimonio y manganeso. Es típico de este centro e! emy tintos matices de un solo color, como en el piezas azules hechas al clar~scuro, i

que varían desde el malaquita al oli

el negro )leo de (

caso de los verc

de los ai

PU- os,, en-

, L A - da- ica

:ra, es- el de

dis- las les, na-

rem

Jenl

la P L

men

y aliaianjados, eon cuyos distintos tonos pretende ediarse la carencia del rojo, tan esencial para una cromía naturalista, y que no aparece en obras occi-

,-.- al es hasta la divulgación de los procedimientos de en el siglo XVIII.

, de Talavera abarcan desde el primer mo- orcelana as obras !to tres S :ampos distintos: de una parte, la cacharre-

ría vulgar, decorada con gran simplicidad d Y muchas veces en un solo color; en segundo a3

Y P'

una más

1. - siglc prec .-...,.v

teril regi cart

cual des do (

L- - Las cob, bujc

:os y az. llar tam elas me

ucareros año, del diante c

nos pañ también

3 tonos,

son casi

. 1

le tonos lugar, 1

is exqui: vasijas de más o menos lujo, de formas mi si- tas, en que hay tipos absolufamente ~rivativos, como Plan1 el de los grandes cuencos hondos, los de ~ i l a s bautis- Vitrii

males y los jarrones, cuya decoración es siempre rica 12 Y -- -01icromada; y, por último, los azulejos, que tienen

inmensa importancia, como que as selectas.

as primeras obras, correspondienres a ia miraa ael , XVI, parece que deben considerarse una serie (

:iosas piezas de pequeño. tamaño, decoradas po Liv,namente con grutescos al estilo italiano, como fr- , ,,,,

, Y algu corados los solo<

lizados al claroscuro en variedad de matices, que hr- llegado a tribuirse a modelos de Gaspar Becerra o (

Lucchetto. Poco más tarde, pero ya en el últin ,to del -;el- XVI, se hacen multitud de gra

e azulejc ie y den ------ L-.

os de a: 1 con gi azul y

las piez

--'L_ 1 -1

zulejos (

rutescos ocre, u

guras de ina gran --

: Santos cartela

.

sobre fo de revuc - -1 --

l e 1í- 7 DI,,

Je V i t r i ~

Y ti-

paños d )s con fi -le paisa: tro de u volutas a r ui~~ctónicas, CII YIKC I C S ~ I L ~ I I CI

alto con que va casi totalmente ejecutado el c > en todas sus líneas y el pajizo intenso que sir.

n a v a tonos planos y rellenos de fondo, mientras que ,. le oliva aparece en sitios muy contados. 1 siglo de oro talaverano es el XVII, en que tienen Plan lezarrollo paralelo dos series equivalentes: la azul Vitril

lanca, y los azul,

:n que s n divers

on muy os tono5

abunda i, 10s ve

,es oliváceos y de malaquita, los coiitornos de leta muy oscuro, y gran cantidad de toques de ¿

rillo, anaranjado y ocre. En uno y otro ca, =o es típica la manera de ejecutar los dibujos, sobre

ima-

muy todo

en los árboles y en los fondos; los primeros perfi- lan sus troncos en manganeso y los rellenan con ocres y amarillos, que sustituyen por distintos tonos de

~ r d e en las hojas, hechas impresionistamente sin de- illar; en cuanto a los fondos, se hacen con frotados tules, ocres y verdes, borrando casi completamente el .

blanco. De manera semejante, pero con solo azul, se hace la otra serie. . .

En el siglo XVIII. desaparece casi completamente el matizado azul de los fondos, y se sustituyen los árb-1-- de maciza fronda y dibujo plumeado por arbusto gran número de ramas, muy perfiladas y destacada manganeso, con sus hojas y flores rellenas de azul, ver-

de corrido, malaquita y ocre o amarillo. En 1759, los despoblados talleres de Talavera,

venían de antes decayendo, no podían ya en ma alguna sostener la competencia con los de Buen Retiro.

) del

El siglo X

Con el advenimiento a España de la casa de Bor son modas principalmente francesas y siempre extranas las que acaban por imponerse, como ocuri de tejidos y bordados, miniaturas, abanil y espejos de la Fábrica Real de La GrariJd o ut: cuenco, a despecho de la vitalidad española aún te en alguna industria muy nuestra, como la de los damecíes, o cordobanes, con su dorado barroqui Mas el arte menor que señorea en el siglo XVIII, i

porcelana y los intentos por hallar su secreto. En campo, lo español tuvo dos muestras extraordina

caso :bles

D - 1\c-

Fuer- gua-

R m n

es la este

~rias.

La cerámica de Alcora P l a n o V Vitrina 18

En la primera mitad del s i g : ~ XVIII, con la excep- ción de Talavera, nuestras industrias cerámicas están en plena decadencia, perdidas las gloriosas tradiciones moriscas y refugiadas en manufacturas netamente po- pula no dejan de te nto. En Tale decadencia se a ada vez cam iticos experiment España c

, tauración de los Borbones y su orientación pi tamente francesa, sobre todo en sentido de contribuído también a este desvío por nuesi .,

I ellas, 16 mismo que ,en otros muchos as

*-u . u

caci, pert

.res, que lvera la bioe poli

ner enca centúa c ados en

ende cre no es si

3 - C..

.S modas ás del d l.*-*..-- .

,ar un arte guiado por la no una manifestación m,

rauo. drlrgen así una serie de inc<us~~ms i

rerdadero calor y de arraigo, no duran sir

la prop más. Li

con la in rimera n arte, h:

tras loza tpectos, i

; extraña lespotisn

L - l s . qUC, l d l L #

lo el tier I casa qi le la vida o de la protección del noble c

1.p- Clió el ser. no de los casos más interesantes es el de la fabri- Dn de lozas en Alcora, en la provincia de Castellón,

_ eneciente al Señorío del Conde Aranda, donde había unos modestos alfares de vasijas corrientes, y d0nd.e la voluntad señorial cre6 en 1727 una fabrica- ción de cerámica que pudiera competir con los produc- tos franceses, principalmente de Marsella y Mous~ier, que habían sido su encanto.persona1. La obra se com-

eros y a ; que aci ecto téci

1 r

pleta con el establecimiento de una ac de dibujo para los obr prendices, y con varios privilegios y franquicias xerda la Corona.

En el asp ~ i c o , se echa de ver desde el pri- mer instante en la rabricación de Alcora bna prepara- ción minuciosa y perfecta en-las pastas, finísimas y sin impurezas, y un cocid.0 perfecto de las mismas. Su dis- L..'b*

un c vés

11 rosado

3, Y por

+;-;ón respecto de las francesas es difícil, salvo por ierto tono genera que se transparenta a tra- del barniz blancc el empleo de una A como

8 a .

Vitrir ,,larca. Otra nota característica en su estáuu a L L u a r

'a 18 que las piezas han solido cuartearse o descascarillarse a veces, por una cierta diferencia en las dilataciones entre la pasta y el barniz que la recubre. En cuanto al specto decorativo, dominan los dibujos minuciosos de rutescos y rocalla, con tonos muy puros azules y ama-

lillos, los chinescos y las composiciones menudas de figuras polícromas, como miniaturas. Las formas siguen la modas generales del barroco y rococo.

La historia de la fábrica tiene tres épocas distintas: la primera, llamada de la loza, abarca desde 1727 hasta 1749; la segunda, llamada de la ~orcelana, porque se intenta su fabricación en ella, va desde 1749 hasta 1 798; en la tercera, cuando la fábrica es heredada los Duques de Híjar, las circunstancias imponen decádencia cada vez más acentuada, hasta su dec rición a mediados del siglo XIX.

En la primera época se hacen fundamentaln piezas de vajilla y de adorno de mesa, y la formi

L por una

Sapa-

-eral de las vasijas es más bien sencilla y sobria, L v L L

ontornos lobulados, y decoración en azul o amarillo, iuy minuciosa, como hecha a pluma. Los principales

-rtistas de este momento son los Bérain, José Olerys, Francisco Grangel y Cristóbal Cros. A todos excede el conquense Miguel Soliva, de quien son una serie de

Gas, y po- pequeñas placas ochavadas con escenas religio, licromía muy completa, pero sin rojo.

En la segunda época domina en las pie ]la)), que tiene una cierta derivación pec obras de Vicente Alvaro, cuya entonación gener? los dibujos es muy amarillenta, Se hacen en loza serie de grandes piezas escultóricas, como bustos

* . fundador, etC., y ;

forma de animal, los asados, en cu bal Más y Clemente riixarr. La tradición ae las p

de Soliva se sigue en otras con marcos de rocalla. C 175 1 se emplean pastas caolínicas con las que se

n gran b ían para :lado se r 1 .~

loga las presenti distingu

zas la M:

uliar coi roca- I las

cc terrinas w en la iieron CI 1 1~ -

,,I bll

mesa ristó- 1 -~ laca3 lesde pro-

duce una verdadera porcelana, haciendo una serie de figuritas en blanco, encantadoras.

La decadencia de la tercera época no introduce no- vedades, sino supervivencias e imitaciones de los mo- delos ingleses de Chelsea, con sus obras caladas, muy bien hechas en pasta fosforosa. Siguen, haciéndose tam- bién algunos ejemplares de porcelana.

rica de Porcelanas del Buen Retiro Plan n.o= L , , ,,

La introducción comercial en Europa de ejemplares Y 25

de porcelana china, comenzada en el siglo XVII, se in- tensifica en el XVIII y fruto de la admiración que ellos suscitan se entabla un pugilato entre las cortes europeas del momento por hallar el secreto de su fabricación, principalmente en Sajonia, Francia e Inglaterra, sin que se llegue a su descubrimiento sino de manera ca- sual y en Sajonia, donde se mantuvo el secreto .celosa- mente oculto. Las cualidades externas de la porcelana en cuanto a sonoridad, finura extraordinaria de paredes, lisura y perfección de las superficies, minucia y precio- sismo de la decoración, pureza de tonos en el colori- do, etc., hacen que se plantee equivocadamente el pro- blema, creyendo que se trata de algo que sustancial-

dera por ón hace I.1- J - -

mente no es sino loza, y que por el camino del afina- miento y la depuración de las cerámicas ya conocidas se quiera conseguir la verda' El camino es erróneo, pero el deseo de que aque- lla idea sea el motor más cvl~~iuciavic ut: depuración y perfeccionamiento de la cerámica en el siglo XVI se obtenga o no porcelana. El secreto chino es simpl mente el empleo del ctkaolínn o arcilla pura, como el mento plástico infusible, aliado al feldespato como fun- dente, y la temperatura muy elevada de cocción. Las imitaciones europeas sobre base de loza son lo que se 1 T. .. \. ccporcele

, siendo ina tiern Rey de había emparent

cas: la p ocupan modelad

do con el Elector de Sajonia por matrimonio c hija María Amalia, y había recibido de su suegro, entre los regalos de boda, cantidad de auténticas ~orcelanas sajonas, de donde le nace el deseo de crear una fábrica propia, para la que el suegro le proporciona incluso cbreros, pero no el secreto. Así nace la fábrica de Ca- podimonte, en- 1743. Al venir a España en 1759, una de las preocupaciones del nuevo Rey es el traslado de la fábrica napolitana, que se hace íntegro, con técnicos, obreros, maquinaria y hasta pastas, instalándose en Ma- drid en el Buen Retiro, en lugar aproximado al que ahora ocupan la Glorieta y estatua del Angel Caído.

La historia de la fábrica del Buen Retiro es casi la misma de los continuos ensayos en busca de la porce- lana dura, que sólo se consigue accidentalmente, y se extiende desde 1 760 hasta 1 8 12, en que fué destruída por los ingleses. Pueden distinguirse en ella tres épo-

rimera abarca desde 1 760 hasta 1 804 y e sucesivamente la dirección de los talle] or José Gricci, el químico Carlos %hepl

Carlos y Felipe Gricci. Durante toda esta época predo-

Plano v minan las piezas de forma y los preciosos grupos escul- ditrina 21 tóricos, siendo la manufactura exclusivamente real y

piezas trabajando para los Palacios de Madrid y Aranjuez, 25 donde se hacen los magníficos g-abinetes de la (

aparte de intentar continuamente la vajilla para la de Palacio. En 1784 descubre Carlos Cricci una pas~ci

vítrea, muy distante de la verdadera porcelana, pero de calidad muy superior a la hasta entonces empleada. Por deseo de Carlos 111 llegó a abrirse una tienda en la calle del Turco para !a venta de productos secundarios de la fábrica. En todo este período se siguen las modas napolitanas en grupos y escenas, o se pretenden copiar

Iano v lo8 modelos sajones, también en grupos y en piezas de itrinas vajilla, y los franceses de Sévres, o los ingleses de Wedg- 1 Y 24 wood, en jarrones y en placas con escenas modeladas en

1 1

blanco sobre fondo azul. Es la más rica toda la fábrica.

n ella res el Iers y

zhina, mesa -- -L-

da época comienza en 1804 al regreso de Sévres a e ~ar to lomé Sureda, quien ha estado allí cerca de dos años, enviado por Carlos IV, e implanta en el Buen Retiro una fabricación más industrial, sigue in- -7--5gaciones en busca de materiales del país, y logra

clase de porcelana de poco peso, que si bien no Plan

ipite con la de Sajonia o China, sobresale de lo con- Vitri

-_,lid0 en Sévres y en los demás centros europeos. Las piezas se siguen marcando con la flor de Lis o con Md coronadas. Las formas de las vasijas suelen ser de

' estilo imperio, y sus paredes finísimas; se usan engarces de metal, como en Sévres, y los bizc n de estilo neoclásico y de pasta de muy poco 1

Después de la destrucción de la se intenta plan- ,

revivirla en la Moncloa, con vida muy precaria y poca Vitr~

ochos so seso. fábrica,

ina 24

Croduis

de distribrieión de vitrinas y objetos

Plano VI

SALA, SEXTA

GABINETE

NUMISMATICA Y GLIP

: integra ':vitrinas una se1 1 r,

ejida tar , según (

illermo

epurado i farmac

gusto nt ia del RI

ertencia, si se consign

erán fáciln ian en los

La suntuosa estantería, del más d clásico que, procedente de la antiguc Palacio, cubre los muros del Gabinete Numismátic

irda en sus armarios las 165.000 monedas, 15.0

dallas y 5 00 piedras grabadas, aproximadamen ban la Sección (según la Guía de 192t ; planas centrales y numeradas se exy ección de estos fondos de Numsismátic

[lograrla y Gliptica ( 1 ) , y por encima de las terías, a lo largo de los muros, se de léndida serie de nueve tapices, valic~o

., Excma. Sra. Duquesa J- Villahermos-., -- _ _ _

Hechos de los Apóstoles, S ; cartones pintac

por Rafael y tejidos en Bru r encargo del Pa León X, que los destinaba a uccordl la Capilla Sixtiiia.

Esta serie famosa, obra capital de la tap pertó extraordinaria admiración y como cc se reprodujo en copias numerosas. La que motiva es líneas fué t nbién en Brusela ;iglo X'L Sus autores ronsta en los let: los pañ fueron: Gu van Laefdale, qu 5 6 traba

te, ' \

=a-

la de los

egún los celas poi

-1 - - - - .

ceros de ie en 16

icería, d msecuenl

) No siempre ha sido posible armonizar el orden que se si .Sta Guía con lo que permiten los elementos materiales utiliza<

--do lugar a algunas alteraciones, pero aún sin necesidad de, t

anables m' ipectivos.

erced a la lente. subs lugares res

s indicacic

es- cia tas '11. 0%

ja-

gue los, D C t 3

Plano Mu

VI ros

Ma blo Pal

a para el Condestable de Castilla, Gobern: Países Bajos; Everardo Leyniers, maestro famoso que

murió en 1680 y Gerardo Peemans, perteneciente a una familia de renombrados tapiceros y uno de los ocho fa- L-:cantes que quedaban en Bruselas al comenzar el si-

XVIII, que tenía cinco telares y del cual consta que 1683 ejecutó una tapicería de los Actos de los Após-

--.-S que se conservaba en Madrid. t Esta acaso ? Los asuntos representados son los siguientes, sien

SU distribución en los muros la que se indica en los 1

réntesis de acuerdo con el la no. La pesca sa (C- 1 ) . La institución del Papa

en la perso imón Pedro (D- 1 ) . El milagro paralítico ( astigo y muerte de Ananías (C-.

rtirio de San Esteban ( A ) . Conversión de San 1 1 (B- 1 ) . Castigo y ceguera de Elymas (B-2 ) . E b!o y San Bernabé en Listra (D-3 ) y la Predicac San Pabló en el Areópago de Atenas ( E ) .

Plano Vtr. '

,do del 2 ) . 'a- jan ión

Monedas de Grecia antigua ( ' '

de cultura a que habían llegado las ciut , u, ,,,,ia en tiempos muy anteriores a las guer dicas, les permitió dar un paso tan imr mecanismo de los cambios como es el

- _ - ~ t a la invención de la moneda. En el siglo VI1 a.

)ortante que rep

- --

da- V I E

de J. S., Creso, rey de Lydia, acuñó sus creseidas oro y de plata y por ese tiempo, según una tradición, dón, rey de Argos, emitió. en Egina sus dracmas con

de Fi- el

3 de la tc lassitas. no respc

3rtuga de mar, de que tomaron el nombre Estas monedas, aparecidas simultáneamen lndiendo a una necesidad sentida por el 1

(1) En la ordenación de las monedas de esta vitrina y de las del sector A de la número 2, se ha conservado la que se sigue en la <<Guía del Salón de Numismática (Catálogo Sumario del Museo Ar- queológico Nacional), por 1. Calvo y C. M. del Rivero, conservad^-c de la Sección)). Madrid, 1926. Unic bos a que antes se ha hecho refere

:amente se ncia.

altera por los meno

mercio de aquellas regiones, representan los orígenes de una institución que había de perdurar a través de los siglos y cuya evolución no ha terminado aún.

La extensión de la moneda griega por todo el lito- ral mediterráneo, a través de las colonias que difundie- ron la civi1izació.n helénica, se refleja en el número extraordinario de ejemplares que pueblan las coleccio- nes. En el orden cronológico su vitalidad alcanza hasta la época del Imperio Romano y aún se prolonga, mer- ced a las concesiones hechas por los Emperadores a las antiguas ciudades y colonias, hasta fines del siglo 111 de J. C.

En el estudio de la Numismática griega se han esta- blecido varios períodos. El primero alcanza hasta el fin de las guerras médicas y corresponde al arcaismo del arte que está representado por las acuñaciones de las florecientes ciudades asiáticas, en la Grecia propia por las de Atenas, Egina, Corinto, etc., y singularmen- te por las de Magna Grecia.

Con las victorias sobre los persas.y la afirmación de la independencia de los estados griegos en ambos con- tinentes se produce un florecimiento esplendoroso en la cultura helénica; es el período clásico que se extien- de hasta la primera mitad del siglo V, y a cuya cabeza figura la república de Atenas.

La Numismática de este período se caracteriza por la gran extensión .que alcanza el sistema monetario ático, la extraordinaria variedad d.e tipos y la constante ~eración artística de los. troqueles, convertidos en oE maeetras, que lleva a ciertos grabadores a consignar ellos sus nombres.

El advenimiento de Filipo de Macedonia señala un cambio radical en la constitución helénica; el de la ins- tauración del gobierno personal afianzado con Alejan- dro Magno y continuado bajo los Diadocos, sus suce- sores, que crean entre otras las dilatadas dinastías de los Ptolomeos y Seleucidas. La avarición de los retra- tos :{los de 1 ipos o sc das

Plano VI Vitr. 1 B

Planc Vitr.

COI

la ror

tip

so, car

arte rea .-

favorece el ,,,,.. . . to de un lista aco n la tendencia señalada en otras manifestaciones de plástica y aún cuando la conquista de Grecia por los

e la autc

rde

nanos señala su decadencia política, no estorba, sin embargo, a la evolución general de la cultura griega, que aún produce obras notables e influye en la de sus dominadores, continuando bajo los Emperadores de Qvma con las Monedas Imperiales griegas, emitidas

r las ciudades en virtud d )nomía que aquéllos conceden.

Se distingue esta serie tamo por la originalidad de os, aparte la efigie imperial que campea en el anver- como por las leyendas escritas en griego y cronológi-

nente alcanza en Occidente hasta tiempo de Nerón 3rovincias orientales h a ~ t a Aureliano ( 2 7 0

C.

COI

de cui

Monedas romanas, de la República, llamadas consulares

LOS pueblos itálicos resolvieron el inevitable pro1 ' I del cambio de un modo gradual que va señalz r la creación del aes rude, del grave y del signat

a cuya familia pertenecen los later o cuadriláteros ( la representación de un animal y el valor de cuatrc cinco ases. ,

La sustitución de sus instrumentos de cambio por os discos circulares de valores constantes y con .antía de sus sellos o representaciones, constituyó portante perfeccionamiento. El sistema a que cori ndían estas ya verdaderas mGkedas era el de la li nana de doce onzas o aes Iibrale y formaban rdadero sistema que partiendo de la pieza unite nprendía una serie dé múltiplos seis, cuatro, tres, dos y una on

das indí! lénica a i

icia ejerl mias gr i~

~drante, sextante y uncia). A la --

- genas, 1z

y otra c zas (ser vez quc

1.2 diviso nis, trier 2 estas r

cida por ?gas de 1

la cult a Italia I

bra un

iria lr<zs te, no- ura ne-

ridAULlu, IIILiV YUL aL acuñasen las monedas que en aten- ción a su origen fueron llan

El año 268 a. de J. C. ha , la moneda de plata (exceptuc ac- mas campanienses) con el denario, cuyo valor era 10 *

ases y ello señala e! segundo ~ e r í o d o de la Numismática Conzular, que llega hasta el año 154 a. de J. C., y S: ca- racteriza por la reducción del as al valor del rexian- te primero, y después al de la un- cial). E! auge de las familias patr on- secuencia, el interés que inspiraban los IasLvs g c ~ l ~ ~ : l ~ e o s

nadas ca ce su ap indo las

Lses. n Roma. iadas dr

onza (s ,icias y, -. L - _ L _ .

listema ,

como c' - - - L 1 l l -

trascendió a los tipos monetarios en los que se repre- sentaron directa o simbólicamente muchos aconteci- mientos, haciendo de esta serie una preciosa ilustraciAn de la historia y las antigüedades romanas.

La lucha entre Mario y Sila por el predon co determina un último período en la historia de la 1 púb!ica Romana, que se inicia el año 89 y

Iíti- Re-

ninio pol - - .

acaba c

ivio Aug 1 1

3011

:us- oro

la instauración del Imperio por César Octa to, en 2 7 a. de J. C. En él aparece la moneaa a e 1

(aureos) y se realizan grandes e rios, donde se ven no sólo los non personajes, aparte h s magistrado tar

:misiones lbres de S monel --

s de de numero

na- sos ino tarios, S

s retrato:

M

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ellos.

nperadoi nos

Forman a. de J. A - A-.->

una larga serie C., que el Senac

extiend ió a Octi 1-1 T,,,

e dcsc!e avio el t .4- -1 A

el Pla ítu- Vit 7 A

que .se lo confir &:--:L.. ,

1" ur; ~ U ~ U S ~ O , hasta !a ~ X L L L L L L ~ ~ L uLi iIiipLiiu Li

al ser despuesto por el estrogcdo reprezentante de los Emperadores d

* u,

mo nu- ólo

Odoacr~ e Occide

1 * -.

3 el últi :nte, Rór .- ..- - lo Augustulo. Tiene esta serie granae inreres no s

por per magnífica galería de retratos de los sobera y d- muchos de sus familiares, sino por las leyenda la: representaciones de los reversos donde puede e! -.

nos

.S Y stu-

irse la rt ~nifestaci

digión, 1 iones de

a arquec aquella

arte y da civili

tantas ol zación.

tras

Numismática hispánica

Plano VI Las primeras monedas acuñadas en la Península ibé- Vitr. 2 B rica fueron los óbolos que emitió hacia el 480 a. de J. C.

la colonia focense de Emporion. A éstas siguieron las dracmas y divisores de la misma ciudad y las de Rode y Arse-Sagunto. La magnífica serie púnica de Cartaso- nova, así como la de Gadir y la. menos num.zrosa de Ebusus, se refieren con bastante precisión a lbs años 236 a 206 a. de J. C., los de la dominación de los Bar- kidas en España.

Al abandonar éstos nuestro suelo, los romanos pro- siguieron contra las tribus indígenas la guerra por el dominio de la Península. Las condiciones geográficas y

' sociales de la Bética favorecieron el establecimiento rápido de núcleos romanos en sus ciudades sometidas y la emisión de monedas, que corresponden en la talla al sistema del as en las sucesivas reducciones, llevan tipos originales en que abundan los mitológicos inspira- . dos en la iconografía del panteón greco-romano y le- yendas latinas, con excepción de las acuñadas en la opulenta Obulco, donde aparece el alfabeto turdetano.

En colonias y establecimientos del país de los bás- tulos, a lo largo de la costa, ~ e r d u r a la tradición fenicia en los tipos y en las leyendas escritas en su alfabeto pro- pio o en la variante llamada libio fenicia, y tienen sus acuñaciones tan grandes analogías con las de la costa septentrional de Mauritania Tingitana que nos han for- zado a incluir en !a Exposición monedas de Tingis, Zi- lis, Lixus, Tamusia y Semes.

* * * Plano VI Las monedas hispánicas d.e la Citerior muestran clara Vitr. 3 A filiación helénica en el arte y la forma de las leyendas

expresivas del nombre de la nación o tribu que las emi- tió o de la ciudad en que funcionaba la ceca, escritas en los llamados caracteres ib6ricos. Pueden muy bieil agruparse en regiones numismáticas, atendiendo a la etnología y a la historia, siendo representativas de cada

una las emisiones de los Indigetcs y Cosetanos en la región ibérica, las de los Ilergavones y Edetanos en la levantina, la de los Ilergetes y los Vascones en la pi- Plano VI

renaica y las de los Celtíberos en la región central. Vitr. 3 B

Lo mismo que sucedió en Grecia, los Emperadores Plano "1

romanos autorizaron a determinado número de Colo- Vitr. 4 B

niis o Municipios de nuestra Península para continuar acuñando; ello duró hasta Calígula; en el anverso de estas piezas aparecen constantemente las cabezas de los Emperadores, Un grupo directamente derivado de los tipos de la República Romana, forma e! período de transición (Carteya, Cartagonova, Sagunto, Valencia).

Numismática medieval ( 1 )

Al producirse la irrupción de los pueblos germanos Plano VI

en las provincias del Imperio romano ocupaba el solio Vltr. 5 A

de Bizancio, Arcadio, y el de Roma, Honorio, suceso- res de su padre Teodosio el Grande y mientras el Im- perio de Oriente se mantuvo más o menos amenazado y aún floreciente bajo la dinastía Justinianea y de los Heraclios, el de Occidente sufría la invasión de los godos que llegaban a Roma. La Numismática de la Edad Media inaugúrase pues con las emisionesemone- tariss de los pueblos germánicos, las cuales siguen la tradición romana, pero con la tossuedad de todas las producciones de los vis,igodos, anglosajones, frt cos, etc. '

Las m.onedas bizantinas bajo los sucesores de An tasio, representan la decadencia del arte monetallv

iniciada a partir de Constantino Magno. Las de Heraclio , sirvieron de modelo de las primeras acuñaciones de los

(1) Esta vitrina contiene sólo el comienzo de una Exposición de tipos monetarios europeos desde el siglo V al XVI, que se desenvol- vía con gran riqueza de ejemplares en una vitrina central larga que existía en el Salón. La necesidad de reorganizar y reducir ciertas ir laciones y los menoscabos sufridos han motivado esta modifica( en el plan.

Plan 7 7 . .

alifas árabes de Damasco para 1.0s Peluses, así como as sasánidas para los dirhemes, que se emitie- én en Alándalus dursnte el Emirato. iglo IX se produce la restauración del Impe-

"Ir'. ti rio de Occidente bajo Carlo Magno y sus sucesores. En la Numismática se representa este período por el esta- blecimiento del patrón monetal de plata con el dinero y el óbolo como monedas efectivas, y la libra y el suel- do como de cuenta. Este sistema se generalizó en Fran- cia, Italia y Alemania bajo los princípes Carlovingios y SUS sucesores los Emperadores de la Casa de Franco- nia, extendiéndose a la Marca Hispánica donde ciudades de Barcelona y Gerona acuñaron moneda esta clase bajo los primeros Car!ovingios.

La creación por Abderrahmen 111 del Califato cordo- bés, o de Occidente, fué seguida de la acuñación en gran escala de monedas de oro, dinares, continuando la de dirhemes en S de Alándalus (Córdoba) y Medina-Azzahara én en !as africa~as brijo el referido príncipe y sus sucesores.

El Imperio bizantino estuvo ahora regido por último sucesores de Heraclio y por los de las dini Macedónica, inaugurada por Basilio 1.

las ceca. y tambi

los istía

Monedas españolas de los siglo XVI

n V I La Numismática hispano-cristiana, si se exceptúan S monedas catalanas -a que ya nos hemos referido, rne sus primeras manifestaciones en el siglo XI, con S dineros de vellón, única moneda que de este perío- 3 conocemo~primero en Navarra y después en León, astilla y Aragón. 1

Son etapas importantes en la evolución de la Nu- mismhtica castellano-leonesa la aparición del maravedí de oro cristiano, bajo Alfonso VIII, y los coetáneos mo- narcas leoneses; en el siglo XIII, bajo la influencia de los ,árabes se realiza la acuñación.de las do1 nas y sus piezas mayores, sucesoras del r

>las casta naravedi

oro; y con Alfonso X, la introducción de la moneda de plata, los burgaleses y los sueldos, de que deriva-n los Plano VI reales de plata de Pedro 1 y de los Reyes de la Casa de Vitr. 6 B

Trastamara, que pasan a las acuñaciones de los Reyes Católicos y llegan a nuestros días, .hasta la introducción del sistema decimal. Las reformas de los Reyes Católi- cos tienen particular interés en lo refereste al oro, en que se 'acuñan los excelentes, que por la Pragmática d e 1497 se acomodan al sistema del ducado, generaliza- do en toda Europa.

En Aragón y los estados de su Corona, continuó la acuñación de los dineros, Pedro 111 introdujo la moneda de plata con los croats barceloneses que siguieron emitiendo sus sucesores y Pedro IV, acuña por primera vez, el oro con los florines de Aragón, que Alfonso V y Juan 11 sustituyen por los timbres, hasta la introduc- ción d.el ducado.

El Reino de Nav Ja propia desde la acuñación de dinerc icho el Mayor, los que continuaron has 1 agregó a esta es-

arra tuv >S hecha sta que .(

. 1 -

O monec por Sar -.

,arios 11 - . . . - - - pecie los florines de oro y los grosos de plata.

Los Estados árabes o Reinos de Taifas, surgidos a la '

caída del Califato cordobés, siguieron acuñando dina- res y dirhemes, mas perdiendo su ley hasta hacerse de oro bajo y de vellón. Los almoravides, en numerosas cecas y cantidades considerables, restauraron el dinar llamado morabetino, que de ellos se llamó ma~avedí, y sus suces.ores los almohades sustituyeron- el maravedí por la dobla, que continúo acuñándose después de la extinción de la dinastía por los Reyes de Murcia. Las d.oblas del reino granadino de los Beni-Nasar, prolon- garon las acuñaciones mahometanas hasta fines del si- glo xv.

Numismática del Imperio Español en los siglos XVI a XVIII

s los Rei nos de la Penínsi ula, de 1' os Plan Vitr.

Estados de Italia anejos de antiguo a la Corona de Ara- gón, del Ducado de Milán y los territorios del Ducado de Borgoña, de los inmensos territorios de las Indias occi- dentales de las colonias portuguesas que con 'la anexión de la metrópoli se sumaron a la Corona de Es- paña, constituyeron bajo el cetro de Felipe 11 el Imperio más dilatado que desde tiempos de Roma había exis- tido.

D

La Numismática'de este Soberano ofrece un magnífi- co panorama de que sólo podemos presentar un aspec- to parcial: el de las acuñaciones llevadas a cabo por los Monarcas españoles en cecas de Italia, de los Países Bajos y de las Colonias Americanas, desde sus comien- zos a su emancipación y en aquéllos hasta el Tratado de Utrech.

M E D A L L A S Medallas de Alfonso V de Aragón, y de personajes

contemporáneos (Siglo XV)

ano V I La medalla propiamente dicha, de carácter exclusi- Vitr. 9 vamente conmemorativo, fué creación del Renacimien-

to y tuvo por intérprete al genial artista Víctor Pisano, conocido por el Pisanello (Verona, 1 33 0- 1 45 0) . Entre los Soberanos de la época sobresalía por su grandeza e ingenio Alfonso V de Aragón, Rey de Nápoles, pro- totipo del príncipe renacentis~a, apasionado del arte en todas sus manifestariones y coleccionista entusiasta de monedas antiguas. No es pues, extraño, que entre las obras más acabadas de Pisanello figuren varias me- dallas en que aparece el busto de Alfonso, unido a in- teresantes composiciones que ocupan los reversos con leyendas alusivas a su grandeza y aficiones.

De su nieto y sucesor Alfonso 11, siendo aún Duque de Calabria; del Condestable D. Iñigo Davalos; de Juan Palomar, Predicador del Rey y su Embajador en la Corte de Borgoña; de Giovanni Gioviano Pontano. Se- .'

cretario de Fernando 11 de Nápoles y Preceptor del Duque de Calabria, etc., existen medallas debidas a Guazzalotti, Pisanello, Cándida, así como otras de Al- fonso V, de Cristóforo Hieremia.

También los príncipes italianos se dieron con entu- siasmo a encargar la ejecución de medallas y así los Gonzaga las tienen de Sperandio y J. Cristóforo RO- mano; Pisanello las hizo de los señores de Rimini, Fe- rrara y de los Visconti; Enzola y Caradoso de los Sfor- za; Bertoldo y Antonio del Palaiuolo, de los Médicis; el Antiguo, de los Dogos de Venecia, Foscari y Moro; '

y Guazzalotti, Bertoldo, etc., de varios Pontífices. De otros muchos soberanos nos han quedado meda-

llas de gran valor; de Fernando el Católico; de los Pon- tífices Calixto 111, Julio 11, Alejandro VI, etc.; de Cris- tian 1 de Dinamarca; Carlos VI11 y Luis XII de Francia; de Mohamed 11 Sultán de los Turcos; de Carlos el Te- merario Duque de Borgoña y su hija María; el Empe- rador Maximiliano, etc.

Medallas del Emperador Carlos V, y de personajes de su época

(Siglo XVI)

La figura excelsa de Carlos V atrajo a los artistas más ilustIes de su tiempo y no fueron excepción los grabadores de medallas; Schaepher, Durero, Neufert, Reinhart, Starnper, Leoni, etc., ejecutaron numerosas obras con el retrato del Emperador o de personajes de su familia, como la Emperatriz Isabel y sus hijas Juana de Portugal y María de Bohemia y el esposo de ésta Maximiliano 11.

Por- las medallas conservadas y expuestas conoce- mos también los retratos de los Marqueses del Guasto y de Pescara (de C. da Bagno y Fontana) ; del Márgues le Trivulcio (Fontana) ; de J . B. Castaldi, Marqués de Piedena (Fontana); de Jacobo de Médicis, Marqués

Plano VI Vitr. 9 B

de Mariñan (P. P. Galeotti); del Canciller Mercurio de Gattinara; del Secretario Gonzalo. Pérez; de Andrea Doria (Leoni), etc. Además se presentan también en la vitrina medallas de los Reyes Matías Corvino de Hungría; Francisco 1 de Francia (Nassaro y Cellini); León X; Clemente VI11 (Cellini) ; Critti y -Contareno, Dogoa de Venecia; Federico de Sajonia (H. Reinhart) , y entre otros personajes ilustres en diferentes activida- des: Alberto Durreo (Gabel), Miguel Angel (L. Leoni),

. León Leoni (por el mismo) y el Cardenal Bembo (Ce- Ilini) .

Medallas de Felipe 11, de sus sucesores y de sus contemporáneos

O "' El magnífico constructor de El Escorial, bajo cuyo " A cetro alcanza España la hegemonía de Europa, reunió

entre los artistas más eminentes de su tiempo nume- rosos medallistas que han dejado hermosas obras rela- tivas al Soberano y la Real familia. Los ~ e o n i , J. da Trezzo y D. y G. P. Poggino, principalmente, modelaron famosas medallas de Felipe 11, y el último acometió en módulo reducido una como historia metálica del soberano, con representaciones alusivas a su ele- vación al trono, a su lucha contra la heregía, a la anexión de Portugal y sus colonias, matrimonios con Isabel de Francia y Ana de Austria; Paz de Chateau- Cambresis, etc., etc. A la pérdida de la gran Armada contra Inglaterra (mal llamada La Invencible), alude una medalla pequeña con el lema sic erat in fatis de Jacome Trezzo, La batalla de Lepanto constituye el motivo de varias medallas del flamenco 1. van Melón y de 1. A. Rosi y de Pallante.

De los tres últimos Reyes de la Casa de Austria, se exponen medallas así como de los monarcas europeos coetáneos: Enrique IV y Luis XIII de Francia (Dupré), Gustavo Ad,olfo y Cristina de Suecia (Meybus) ; Ber- nardo de Sajonia (Dadler); Leopoldo 1, Emperador de

stria; Juan Sobieski de Polonia, María Estuardo, etc., y de los Pontífices Pío V, Paulo IV, Julio 111, Sexto V, Alejandro VI1 e Inocencio X.

Son numerosas también las medallas de personajes españoles, o al servicio de España, entre ellas las de Margarita de Parma y Alejandro Farnesio; Manupl Filiberto, Duque de Saboya; Duque de Alcalá; D. Luis de la Cerda, Duque de Medinaceli; D. Pedro Girón, el Gran Duque de Osuna; Juan de Herrera Arquitecto de El Escorial; el Secretario Liévana; Honorato Juan; Ja- come Trezzo; Juanelo Turriano, etc., etc.

Medallas de los Reyes Españoles de la Casa de Borbón y de personajes g sucesos del siglo XVIII

La Guerra de Sucesión española tiene sus antece- P l a n o V l dentes en acontecimientos políticos que se remontan a Vitr. 11 B la segunda mitad del siglo anterior y se hallan relacio- nados en la historia monetaria de Luis XIV el Grande,

I formada por una larga serie de medallas grabadas por Bernardo Mauger, Entre éstas figuran las del nacimien- to de Felipe, Duque de Anjou y después Rey de España ( 1 683 ) , la de su marcha para ocupar el trono de Espa- ña; la del casamiento de Carlos 11 con María Luisa de Orleáns ( 1 679) ; de las bat'allas de Almansa y la naval de Málaga; de la toma de Gerona, etc., y fuera de la serie las de la batalla de Villaviciosa y varias del Ar- chiduque Carlos de Austria (Haust, Hortelano, Otto Hamerano). Las medallas de Felipe V y sus dos mu- jeres, son obra del grabador español Párraga y de Saint Urbain, Vismara y Antonio de Januario.

Los reinados de Fernando VI y Carlos 111, desde que obtuvo el Principado de Parma y el Reino de Nápoles y de su hijo Carlos IV se hallan Profusamente ilustra- dos por numerosas medallas de Prieto, Dassier, L. V. Schega, G. Gil, Casanova, Bolzarromanos, Sáa, etc., donde se conmemoran los fastos de la Familia Real o

los acontecimientos políticos y de la administración pública en estos florecientes reinados.

Se expone también a título de curiosidad, la tan co- nocida y por todos conceptos lamentable, serie (le me- dallas inglesas relativas a la gloriosa y eficaz defensa de Cartagena de Indias por D. Blas de Lezo contra la escuadra británica del Almirante Vernón (Pinchbeck) y las que conmemoran la ejecución de Luis XVI y María Antonieta (C. H. Kuchler).

También figuran las medallas de Francisco de Lore- na y María Teresa (A. Morell) ; de los Reyes de Ingla- terra Ana y Jorge 111 (1. Crocher); de Jacobo 111 y la Reina Clementina (O. Hamerano) ; Federico de Suecia (Hedlinger) y Carlos XII; el Emperador Jos6 11 de Austria (1. C. Holtzhe~) ; Carlos Manuel de Cerdeña (Dassier) y de loa casamientos de las princesas espa- ñolas Ana Victoria y María Luisa, respectivamei-ite, con Luis X V (Blanc) y el Archiduque Leopold.~ (Wi- deman) .

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Plano VI Complemento de la Numismática son los. útiles, en- Vitr. 7 B seres e ingenios de acuñación, de que se exponen algu-

nos troqueles y cuños de medallas, y otras de estas en que aparecen representados volantes, hacen mención de métodos perfeccionados para realizar las labores, con- memoran visitas regias a las Casas de Moneda, etc.

<-- A título de curiosidad figura una hucha que fué encon- trada llena de monedas de las llamadas Agnus Dei, que se emitieron en el reinado de Juan 1 de Castilla ( 1379- 1390).

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Plano VI La bibliografía numismática figura en esta exposi- Vitr. 8 A ción con algunos manuscritos y ejemplares de las obras

publicadas por e1 erudito D. Francisco Pérez Bayer, que con el P. Flores, el'Infante D. Gabriel, D. Diego Josef Velázquez y tantos otros, representa el importante movi- miento científico del siglo XVIII, en que se ha cimenta- do el estudio metódico de la Numismática Española. ,

También y en relación con las ricas y características en- cuadernaciones de dichos libros se exhiben varios estu- ches para conservar series de monedas, forrados de ta- filete rojo con escudo y adornos de oro.

PIEDRAS GRABADAS

La Glíptica, cuyas obras fueron tan apreciadas siem- pre y singularmente en la antigüedad, comprende dos géneros de objetos: camafeos y entalles. Los primeros de carácter decorativo y suntuario cuentan en nuestras colecciones piezas importantes como el fragmento que representa una cabeza barbada, con gorro frigio (Eneos ? ) ; un trozo de ónice con Tritones y Nerei- das; un ópalo de gran tamaño y con montura antigua con el busto de Zeus y una sardonica con un busto de F~UIIO. De la época romana es notable un ónice de dos capas, que figura en perfil una cabeza de matrona con peinado de tiempo de los Antoninos, y entre los de épora moderna descuella por su mérito un medallón de ágata de dos capas guarnecido con primorosa armadu- ra, que representa un admirable busto de mujer y en el reverso lleva. una inscripción en griego. Más la pieza capital de esta colección es, sin duda, el vaso votivo tallado en ágata con la representación de un Sileno, hallado en un sepulcro romano de Mérida.

E:n la sección de escarabeos, figuran varios egipcios y bastantes de arte etrusco y griego arcaico, algunos con montura antigua.

Los entalles tuvieron el aspecto útil de ser anillos sig- natsrios y en ellos también se esmeró el arte de los gra- . badores lapidarios En la colección expuesta destaca uno muy notable de carácter oriental y otros antiguos también que reproducen obras escultóricas y retratos de Emperadores romanos. Una serie de numerosos ejemplares ,que por representar cabezas de un limitado número de tipos y sólo por excepción escenas, parece que puedan corresponder a u.na manufactura local,

Plano IV Vitr. 10 A - C - D

Pla Vitr.

Plano VI Vitr. 10 B

vienen siendo tradicionalmente atribuidos a los talleres

de Cluniá, cabeza de Convento jurídico donde los adquirían las personas que allí acudieran con sus gue- jas y pl:eitos, lo que explica la difusión que tuvieron por gran parte de España.

Plano VI -, También tiene singular interés un grupo, no muy nu- Vitr. 8 B meroso, de las llamadas abraxas, con representaciones

cabalísticas y de monstruos que entrañan un sentido ta- lismánico ( 1 ) .

SIGILOGRAFIA Los sellos continúan en la Edad Media el arte del

grabado en hueco, sustituyendo en su destino a los en- talles y trabajándose en una técnica semejante a la de los cuños monetarios. Por ello, nuestro Gabinete Nu- mismático posee una sección sigilográfica, que en cier- to modo y en el ciclo artístico respectivo puede consi- derarse como prolongación .de la Glíptica.

De sellos pendientes eclesiásticos, empleados al principio en los documentos Pontificios, que precisa- mente recibieron de ellos- el nombre de bullas, se pre- senta una interesante serie que comprende ejemplares desde Lucio 11 ( 1 144) hasta Pío lX, y otra de sellos Reales de plomo también, que comienzan en Fernan- do 111 y alcanzan hasta los Reyes Católicos y sus suce- sores, siendo curioso uno grande, acaso de los últimos que se emplearon, correspondiente a Fernando VlI,

Entre los sellos municipales figuran algunos de cera, medievales, de Córdoba, Baena y Puigcerdá, y en la misma vitrina se hallan expuestos otros de plomo me- dievales extranjeros como los de la República de Ve- necia.

(1) Para ampliar estas noticias puede verse la Sección dedicada a esta materia en la ((Guía Histórica y Descriptiva del Museo Arqueo- lógico Nacional)), Madrid, 1917.

Páginas - ......... . . . . . . . . . Sala Primera: Prehistoria 5

La Edad de la Piedra tallada (Paleolítica), pág. 6.-La Edad de transición (Mesolítica), pág. 9.-La Edad de la Piedra pulimentada y el Cobre (Neoeneolítica), pág. 10.-La Edad del Bronce, pág. 13.

Sala Segunda: La Edad del Hierro ............ 17

PRIMERA ' EDAD DEL HIERRO, pág. 17.-Coionizzción púnica, página 18.-Colonización griega, pág. 20.-SEGUNDA EDAD DEL HIERRO, pág. 21.-La cultura Ibérica, pág. 21:-Las tul. turas céltica y celtibérica, pág. 24.

Sala ~Arcera: ~ a ' España Romana ............ 29

Arquitectura, pág. 30.-Mosaico, pág. 31.-Escultura en már- mol y bronce, pág. 32.-Artes industriales: vidrios y cerá. mica, pág. 33.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . Sa!a Cuarta: Edad Media 35

Período paleo-cristiano, pág. 36.-Período visigodo, pág. 37.- El Califato Cordobés, pág. 39.-Los reinos de Taifas, pág. 41. El Arte Mozárabe, pá:. 42.-Perrodo Román:co, pág. 44.- El Camino de Santiago y el arte románico del siglo XII,

pág. 46.-E1 periodo gótico, pág. 48.-E1 período Almohade, pág. 51.-E1 período granadino, pág. 52.-Las artes meno. res granadinas, pág. 54.-Mudéjar y morisco, pág. 57.

Sala Quinta: Edad Moderna .................. 6 1

La época de los Reyes Católicos, pág. 61.-La época de la Casa de Austria, pág. 63.-Las lozas de Talavera, pág. 64.-E1 siglo XVIII, pág. 66.-La cerámica de Alcora, pág. 67.-La Keal fábrica de Porcelanas del Buen Retiro, pág. 69.

ala Sexta: Gabinete de Numismática y GIígtica.

Ionedas :

. 1 .,- llamadas

res roman .- . ,

oneaas ae urecia ariugua, pag. Ir.-rviulmuda ruiiidiida, de la República, Consulare: .-Monedas de los Emperado. LOS, pág. ismática hispánica, pág. 78.-~umismatica mediel -.. ,-, 79.--Monedas espa.

lumismátic.

;, pág. 76 77.-Nuni

111. nda. '

ñolas de 1< perio Esp:

JS siglos x iñol en los

1 al XVI, p ; siglos xv

ág. 80.-N r a XVIII, 1

a del Im-

Ledallas:

edallas de ,P.

AltonSO v' de Aragón y de personajes contempo- raneos iaielo XV). aáz, 82.-Medallas del Emperador Car- los v y c

Medallas c

ráneos, pá - - . .

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- jes de su 1, de sus :

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ág. 83.- ontempo- e la Casa

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Bote de marfil procedente de Zomoro, de arte califal, hecho en el tcller de Medina Azzohra, por orden de Alhoquem II

el año 964.

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I se cree perteneció nes del siglo XIV.

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Monedas españolas: 1 a 6 hispcinicas; 7 a 10 arhbigas; , 11 a 15 cristianas. .