guerrero diego - economia no liberal para liberales

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    DiegoGuerreroEconoma no

    liberalpara liberales yno liberales

    Para citar este texto puede utilizar el siguiente formato:Guerrero, Diego:"Economa no liberal"edicin electrnica de 2004

    disponible a texto completo en www.eumed.net/cursecon/libreria/Enve sus comentarios sobre el

    texto directamente al autor:[email protected]

    A quienes nunca se dejarn engaarpor la libertad de los capitalistas y sus

    idelogos.Y, en especial,

    a quienes combaten activamente elliberalismo.

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    NDICEPRIMERA PARTELA MISERIA DE LA FALSA LIBERTAD1. Ciegos ricos, ciegos pobres2. El papel de los mercados en la economamoderna3. Las desigualdades buenas, y las malas4. El papel del gobierno5. Bueno, combinemos mercado y gobierno: pero

    cunto de cada?6. Globfobos, globfilos y globotpidos7. Globofobia, capitalfobia y democracia8. Explotacin infantil... y de la otra (juvenil, maduray senil): el mercado no se priva de nada9. La explotacin de la naturaleza10. La globalizacin de la desigualdad en el mundo11. A vueltas con la tasa Tobin (y otras reformasfiscales)12. Rusos y otros pueteros13. Profecas econmicas14. El autismo del mercado15. Lo que no quiso decir, ni pudo decir, ni nuncadir don Xavier Sala i Martn16. Y lo que no saben decir ni Sala ni Estefana (esdecir, las dos variantes de liberal)17. Apndice: el comunismo que viene

    SEGUNDA PARTECRNICAS DE ECONOMA NO LIBERAL1. De la Bolsa y otras crisis2. Globalizacin y subdesarrollo3. Maldita competitividad4. El desempleo y la distribucin de la renta5. Gobierno y mercado se dan la mano6. La tercera va y la cuarta7. Imperialismo, nacionalismo, comunismo8. El pensamiento no liberal (continuacin...)

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    PREFACIO

    No cabe duda de que entre don Xavier Sala i Martn y unservidor hay algunos parecidos y muchas diferencias.Ambos somos economistas, de aproximadamente la mismaedad, y ambos ejercemos como profesores de universidad y

    hemos escrito bastantes cosas de Economa, incluido unnmero ya considerable de artculos de prensa, con el nimode divulgar algunos conocimientos que, cada uno en suterreno, considera de relevancia para el lector. Sin embargo,el que esto escribe sera tonto si no reconociera queabundan mucho ms los puntos que nos separan que losque tenemos en comn. Veamos.

    Para empezar, Sala i Martn es un economista derenombre universal y uno de los autores ms conocidos ycitados en materia de teora del crecimiento econmico. Sumanual, el que escribi compartiendo la autora con elprestigioso autor neoclsico estadounidense Robert Barro,es el ms utilizado en su campo en todo el mundo. Esto esya una primera diferencia de enorme magnitud.

    En segundo lugar, Sala es nada menos que catedrticoen la prestigiossima Columbia University, de Nueva York,mientras que el autor de este libro es un simple profesorTitular de los millones, o por ah, que formamos en las filasde la Universidad Complutense de Madrid.

    Pero, sobre todo, la diferencia ms grande de todas creoque est en el enfoque diametralmente opuesto que uno y

    otro usamos para mirar, entender y explicar la economa.Creo que a ambos nos anima un espritu realista. Pero elhecho de que Sala sea un liberal, mientras que yo sea, nomeramente un crtico del neoliberalismo de sos haymiles, y, en mi opinin, son mucho ms numerosos que losque se atreven a declararse liberales sin tapujos--, sino unantiliberal, o, ms exactamente, un economista no liberal yopuesto al liberalismo, hace de nuestras respectivas

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    posiciones algo as como dos polos extremos en elpanorama de la Economa acadmica de nuestro pas.En la actualidad, lo liberal est tan de moda que yo no

    encuentro colegas que me acompaen en mi autodefinicincomo no liberal. No s si no los hay o es que no se atrevena serlo o a decirlo. Deben de pensar que ser liberal no es loptimo, pero que declararse no liberal es todava peor.Evidentemente, yo no comparto esta opinin, y por eso,entre otras cosas, este libro se llama Economa no liberal.Adems, como comprobar el lector, todo l est escritodesde una posicin combativa y nada a la defensiva. Esto

    quizs tenga que ver con el siguiente episodio, para cuyanarracin pido un minuto de permiso.

    Mientras estaba realizando la primera parte de miservicio militar en la base area de Armilla (Granada) unpueblo que hoy se ha hecho clebre en todo el pas, graciasa la impagable Rosa, Rosa de Espaa, que ha logradovender 400.000 discos en una semana (en ese mismomercado que tanto le gusta a don Xavier Sala)--, haba unteniente que me deca a menudo: Guerrero, que no haceusted honor a su apellido, lo cual, viniendo de un militar, esun timbre de orgullo que guardo, lgicamente, bienarchivado.

    Pues bien, una vez terminado el periodo militar de mivida laboral, toda mi actividad civil y de esto me doycuenta ahora se ha desarrollado en la universidad, y nadame llenara de ms orgullo que el que se me reconocieraque, con independencia del mayor o menor xito conseguido(y aqu podra echar una larga parrafada contra la filosofadel xito, si eso viniera ms a cuento en este momento), eltesn combativo que siempre me ha inspirado ha permitidoque algunos de los no tenientes que hay en Espaa me

    dijeran que s que hago honor a mi apellido.Y es que eso es lo que pretendo con este libro. No slohacerle la guerra a don Xavier Sala, sino a todos losliberales de nuestro pas. Sobre todo a los liberalesconfesos, pero tambin a los liberales de tapadillo,embozados bajo la capa de la socialdemocracia o de lassimpatas por el movimiento antiglobalizacin.

    En mi opinin, el libro de Sala es bastante malo. Y lo esporque, siendo l un buen profesional en lo suyo,

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    competente y buen conocedor de su oficio, se ve obligadoaqu a ejercer de predicador liberal, para lo que no tienetanto arte como su colega Carlos Rodrguez Braun, porejemplo. Hablo por lo que est escrito en su Economaliberaly por cmo est escrito--, no por lo que pueda deciren la televisin o en otras intervenciones pblicas, a ningunade las cuales he tenido el placer de asistir. Quizs, el xitoindudable conseguido con sus llamativa corbatas ychaquetas lo hagan ms temible en persona que sobre elpapel. Pero tengo que decir que lo que escribe como curaprroco de su barrio liberal no tiene gracia ni orden ni

    concierto, y no creo que sirva para llevar feligreses a suparroquia.

    Por otra parte, a m me da igual cuntos puedanapuntarse o no al bando antiliberal en el que milito, porqueestoy demasiado acostumbrado a pelear a contracorriente yen solitario. Pero lo que no puedo permitir es dejar sinresponder toda esa sarta de lugares comunes y fraseshechas, que estn tan vacos como el cerebro de losliberales.

    Soy antiliberal porque el liberalismo es mentira. Todo les una mentira de principio a fin, pero una mentira que, pordesgracia, engaa a mucha gente y la hace ms infeliz de loque se merece. Es una retrica de la libertad que nocontiene ni medio gramo de autnticas libertades. O mejordicho, es una libertad que se asienta en la libertad deexplotacin, que slo est al alcance de un pequeoporcentaje de la poblacin. Esta falsa libertad se mantiene yse propaga porque la gente no se ha rebelado todava contraesta falsedad. Porque somos demasiado sumisos porahora ante (ante, bajo y con) la legalidad y la legitimidadde que la mayora tengamos que someternos a la exigencia

    de dejarnos explotar y dejarnos extraer plusvalor (a partir dela parte de nuestra jornada laboral que no nos pagan) comocondicin ineludible para poder sobrevivir y vivir la vida quenos corresponde, sa tan pobre y gris que caracteriza anuestra figura de asalariados o mercaderes de fuerza detrabajo.

    Tener que vivir como capitalistas pobres, mendigandoel precio de nuestra mercanca y soportando los ataques denuestros explotadores, slo parece sentarnos mal a muy

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    pocos. Pero lo que a m me mata es que los idelogos, losvoceros y los sicofantes de los capitalistas lo hagan tan agusto. Si tienen inters en la explotacin, vale: se entiende.Pero si no lo tienen, son unos traidores y merecen que lestiremos tomates por la calle.

    Sobre todo, si llevan chaquetas que estn pidiendo agritos: vengan esos tomates.

    Como estoy seguro de que don Xavier Sala y yoacabaremos por hacernos amigos aprenda el lector, si no losabe, a distinguir entre lo que las personan son, en cuantoindividuos singulares, y lo que tienen que ser y hacer en

    cuanto materializacin de la figura social que representan, oen cuanto protagonistas del papel que les ha tocado ensuerte en nuestro teatro poltico--, me he permitido empezara hablar con sinceridad ya desde el mismo prefacio de estelibro.

    En cuanto a la estructura del libro, fcilmente secomprobar que es la misma que la del libro de don Xavier,o al menos pretende ser una imitacin de todo lo que hay enl, salvo el contenido y el estilo. Simplemente, he puesto unespejo enfrente de su libro y ha salido este mo de formacasi inmediata. Obviamente, esto no hubiera sido posible siel autor no contara ya con una serie de artculos publicadosen diversos medios de comunicacin. Por tanto, el lectordebe tener en cuenta que la segunda parte del libro escompletamente independiente --y anterior-- a miconocimiento de la existencia del libro de Sala, mientras quela primera parte es una respuesta directa a la lectura de sulibro.

    San Sebastin de los Reyes,mayo de 2002

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    PRIMERA PARTELA MISERIA DE LA FALSA LIBERTAD

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    1Ciegos ricos, ciegos pobres

    Antes de desarrollar los 17 breves captulos quecomponen la primera parte de su libro rimbombantementetitulada La grandeza de la libertad--, nuestro autor nosquiere conmover y seducir con la historia mshollywoodiense que se le ocurre para comenzar a desplegarsu discurso liberal: la de la chica ciega que prepara su tesisdoctoral gracias a un artilugio mecnico que transforma envoz los artculos cientficos escritos por l y otros autores (ala que conoci tras una de sus conferencias en unauniversidad de Nueva York). Nos cuenta que ese da, unavez llegado a su hotel, no pudo menos que reflexionar sobretamaa maravilla. Y la conclusin a la que lleg que no essino la misma conclusin a la que llegan siempre loseconomistas liberales-- es que es gracias al egosmohumanocomo la sociedad ha conseguido llegar tan lejos enla satisfaccin de las necesidades de sus miembros. Sepuso a pensar Sala en los cientficos e ingenieros que hancontribuido a este resultado benfico con susdescubrimientos e inventos; luego pens en los empresariosy trabajadores que han hecho lo propio con su capacidad de

    innovacin y esfuerzo; y finalmente lleg a la conclusin deque nada de eso habra sido posible si el objetivo de todoshubiera sido alcanzar el bienestar de los dems. Cuandose pretende eso si se tiene una intencin altruista decualquier tipo-- el resultado tiene que ser necesariamente unfracaso (segn los liberales). Ahora bien, cuando lo que sequiere es slo ganar dinero o fama, y lo que mueve a losindividuos es el puro nimo de lucro, entonces el resultadofinal slo puede ser el ptimo ms ptimo posible.

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    La verdad es que, para repetir la manida idea de lamano invisible de Adam Smith matizada con una buenadosis de la tesis de la perversidad de Hirschman--, anuestro autor no se le ocurre otro mtodo que recurririnicialmente al lacrimoso ejemplo de la pobre estudianteciega que slo puede llegar a desarrollarse como personagracias a las bondades del sistema de economa de libremercado. Dejaremos para ms adelante lo que el propioSmith y otros economistas importantes ms cercanos en eltiempo (como Joan Robinson o el propio Albert Hirschman)tienen que decir al respecto de la famosa mano invisible,

    pero no podemos pasar por alto una reflexin ms cercanasobre la ceguera y su relacin con los mercados.

    En primer lugar, si nos tomamos en serio a Sala, habrque deducir que se equivocan quienes piensan que laeditorial Plaza y Jans ha buscado a un buen economista(como sin duda es don Xavier) para escribir un libro asporque est interesada en satisfacer el bienestar, comolectores del tipo que sea, de sus potenciales clientes. Ensegundo lugar, sera un error semejante creer que XavierSala i Martn pretende al escribir este libro algo que no seaganar dinero o fama. Por tanto, no se confunda, amigolector: l no pretende contribuir a la verdad ni quieresacarnos de nuestro supuestamente errneo punto de vistacomo no liberales. Nada de eso. A l, la verdad podraimportarle un comino en s misma, pero, en su opinin, elresultado social sera idntico. Lo nico de lo que pareceestar seguro es de que slo buscando por su parte cmomaximizar mejor su propio inters personal, y cmoconseguir lo ms egostamente posible sus fines, aporta lomximo que puede aportar a la sociedad, para que sea stala que, sin saber muy bien cmo, se las arregle para

    conseguir la mxima eficiencia en todo.Por tanto, podra muy bien darse el caso y esto lesparece lo ms natural del mundo a los liberales de que unpuado de autores sin escrpulos, slo movidos por su afnde autoenriquecimiento y despreocupados en absoluto detrasmitir un conocimiento verdadero, se comportaran as,generacin tras generacin, y consiguieran de facto eldesarrollo de las verdades cientficas que requiere lasociedad para su progreso. Si nuestro autor excluyera a

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    prioriesta posibilidad, toda la argumentacin que comienzacon el ejemplo de la cieguita se vendra abajo, y no habrarazn para prestar la menor atencin al resto de suexposicin.

    Una segunda reflexin que nos provoca su ejemplo deciegos es que los liberales siempre estn dispuestos ahablar de individuos, pero jams de los jamases seexpresarn en trminos de clases sociales, en las que nocreen (salvo para jugar con la omnipresente, insulsa yautista, clase media, que no slo es otra manera dereferirse a la estadstica sin peligro, sino de encubrir la

    ausencia de anlisis sociolgico con la apariencia de que nolo rehyen). El seor Sala resume la conclusin de suejemplo ilustrativo de la cieguita para volver al ritornelloliberal que nos atosigar durante todo el libro:

    Al buscar el beneficio egostamente, entre todos habandado a esa estudiante de Nueva York lo que ningn tipo deprograma gubernamental basado en la compasin, lasolidaridad y la caridad hubiese podido conseguir: lacapacidad de desarrollarse como persona en lugar desobrevivir como minusvlida.

    Evidentemente, como buen liberal, Sala piensa que todoslos ciegos de Estados Unidos, de los pases desarrollados ydel mundo en general, son ricos en verdad, se necesitatener dinero para pagar durante varios aos una matrculaanual de 48.000 euros en una universidad privada de losEstados Unidos--, y quizs por eso no se le ocurre pensar enlos millones de ciegos que hay en el mundo y que no tienendinero para desarrollarse como personas en la economacapitalista. Pero puesto que l comienza su libro con esaexperiencia personal, permtaseme a m hacer lo mismo. Sinir ms lejos, en este curso 2001-2002, quien esto escribe

    tiene en su curso de 1 de Sociologa, de la Facultad deCiencias Polticas y Sociologa de la UniversidadComplutense de Madrid, un estudiante que, no slo esciego, sino adems sordo. Acude a clase acompaado dedos empleadas de la ONCE (Organizacin Nacional deCiegos de Espaa) y un perro gua; y ha de realizar losexmenes escritos, adems de con la compaa citada, conotra adicional: la de un tutor especializado de la ONCE y unordenador especial que permite transcribir los textos desde

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    el lenguaje normal que usamos los dems al lenguaje braillede los ciegos, y viceversa.En las clases, las dos chicas que lo acompaan tienen

    que turnarse en su incansable labor de irle escribiendo ensus manos, mediante el lenguaje de signos de lossordomudos, lo que ellas recogen de la explicacin delprofesor (ms en concreto, mientras una se comunica con l,la otra toma apuntes escritos que ms tarde el equipotraducir al lenguaje de los ciegos). Posteriormente, una veztranscritos todos los apuntes a su lenguaje y estudiado esematerial, el alumno estar en condiciones de presentarse a

    examen; y, el da sealado, el profesor llevar preparadaslas preguntas en formato txt, el tutor de la ONCE lasconvertir utilizando el software correspondiente, y, en unordenador especial, taquigrfico, el alumno ciego-sordoescribir las respuestas a las preguntas, que, al final delexamen, sern de nuevo reconvertidas al lenguaje ordinariopara que el examen pueda ser corregido y evaluado.

    Lo anterior no es un contraejemplo imaginario, sinocompletamente real, que docenas de testigos puedencorroborar1[1]. Y no lo uso aqu para contraponer al modeloestadounidense de caras universidades privadas el modeloespaol (y no slo espaol) de universidades pblicas. Essimplemente una ocasin para pedir al lector que reflexione

    1[1] El ltimo mensaje al respecto ha sido el siguiente email (de 14-5-02):

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    sobre cul ser probablemente la suerte de la mayora delos jvenes ciegos estadounidenses que no tendrn lamisma suerte que la estudiante del profesor Sala, inmersoscomo estn en un sistema poltico-social donde la SeguridadSocial no se ocupa directamente de estas cuestiones porque--ya se sabesi se tienen buenos deseos e intenciones, losresultados sern necesariamente malos... (comoargumentarn algunos). Por lo dems, debe evitarsetambin el error de pensar en el sistema espaol donde,por circunstancias histricas especficas, es una realidad elsuperdesarrollo pionero y puntero alcanzado por una

    organizacin como la ONCE, convertida hoy en el modelo demuchas organizaciones homlogas en todo el mundocomo si fuera la plasmacin prototpica del llamado modelode Estado de bienestar europeo, al que recurren tantoscrticos del neoliberalismo con demasiada alegra (vase elcaptulo 5 de la segunda parte). Baste para ello con recordarque la ONCE la fund en 1938 el rgimen franquista (todavaen guerra civil contra la II Repblica espaola), y que fuedurante el rgimen de democracia orgnica franquistacuando consigui la delantera que an hoy mantiene conorganizaciones similares de otros pases.

    No. Si se han sacado a relucir los dos ejemplos deestudiantes ciegos los dos de pases ricos, en el contextomundial actual--, es para introducir, en paralelo con eldiscurso de Sala, una de las cuestiones en las que sereflejarn las verdades y mentiras del liberalismo. Puesresulta, sencillamente, que hay ciegos pobres y ciegos ricos.O, dicho ms correctamente, que los ciegos tambinpertenecen a las clases sociales que conforman la sociedadcapitalista (sa que Sala prefiere llamar de libre mercado, alo que no me opongo: si l lo prefiere as, podemos

    ponernos de acuerdo y tratar ambos trminos comoequivalentes a lo largo de todo este libro). Los economistasno liberales defendemos, entre otras cosas, que lacapacidad de desarrollarse como persona, se sea ciego ono, depende mucho ms de qu lugar ocupe cada cualdentro de la estructura de clases de la sociedad o de qulugar se ocupe en relacin con el modus operandi de losmercados, si se prefiere decir as que con el tipo desociedad que tenemos desde 1760. Por el contrario, Sala y

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    los dems economistas liberales parecen pensar que lasociedad buena empez en 1760 (ya tendremos tiempo devolver a esta tesis que toma del premio Nobel DouglasNorth), es decir, en el momento en que, de repente, los bienintencionados (pero, al parecer, tontos e ineficientes)miembros de la sociedad precapitalista se volvieron egostasy mal intencionados, con lo que consiguieron, de un golpe,instaurar el orden social perfecto (o cuasi perfecto) de losliberales.

    Adems, los ciegos analfabetos que son mayoraincluso en los pases ricos, y una mayora abrumadora en

    todos los pases pobres seran, segn Sala i Martn, seresms propios de la economa no capitalista, y no saldrn desu miseria mientras sus pases no se decidan a abandonarlos sistemas econmicos alternativos --pero bienintencionados, como, por ejemplo, los del popurr que cita enla pgina 112 de su libro: el comunismo, el feudalismoagrcola o el populismo autrquico latinoamericano afavor del que casi todos los economistas consideransuperior: el egosta, pero benfico, sistema de mercado.

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    2El papel de los mercados en la economa moderna

    A estas alturas, pocas dudas le cabrn ya al lector deque el autor del libro que tiene en sus manos no es ningnliberal. Sin embargo, debo aclarar algo que no es de por sevidente. La crtica que supone este libro no slo no tienenada de personal, sino que tengo que confesar mi simpata apriori por el autor del libro que critico. No slo me parece quela foto de portada del libro de Sala muestra a un tipo msbien simptico (a quien no tengo el gusto de conocerpersonalmente), sino que en algunas de las cosas queescribe estoy ms de acuerdo con l que con algunos de suscrticos --a la mayora de los cuales yo considero crticosslo aparentes del liberalismo, mscara que encubre suacuerdo profundo y oculto respecto a las tesis fuertes delcredo liberal; de ah, el calificativo de criptoliberales que lesreservo, y que usar profusamente en este libro-- que, a finde cuentas, son tan liberales como Sala y encima no se hanenterado. Pero ya volveremos a eso. Vayamos antes con losmercados.

    Para empezar, tenemos la suerte de que Sala no parecedel Opus Dei. Aunque nos hable del pan fresco de cada da

    (p. 29), como si de la traduccin laica de la famosa frase delpadrenuestro se tratara, deja claro en su libro y el prlogode Joan Oliver refuerza asimismo la idea que l es no esde los que comulgan con la idea del cristianismo antiguo deque el liberalismo es pecado. Posiblemente Sala sea unliberal por partida doble. Lo ser en el sentidoestadounidense donde vivir en Nueva York es casi yasinnimo de liberal, es decir, izquierdista, para la mayorade la poblacin de los Estados Unidos, y donde lo que

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    cuenta no es ser ms o menos partidario del mercado(prcticamente todos lo son), sino ms o menos partidario dela intervencin pblica--: posiblemente pasar porkeynesiano en amplios crculos de aquel pas. Y lo es sinduda en el sentido europeo, donde no hay que perder devista una idea a la que volver repetidamente en este libro:Keynes era un liberal de tomo y lomo, y hoy en da lamayora de los liberales son liberales y a la vez keynesianos(como el propio Keynes, por cierto) --y no liberalesantikeynesianos, como los dogmticos ultraliberales que sloexisten en la imaginacin o, como mucho, en la forma

    material que representan, omnipresentemente, los casi dosnicos individuos que forman esta especie: CarlosRodrguez Braun y Federico Jimnez Losantos--, quedefienden un catecismo ultraliberal en el que ni ellos mismoscreen. En realidad, slo creen en l los --mucho msnumerosos-- ejemplares de la especie de los izquierdistas,que entran al toro de la crtica del neoliberalismo salvajeporque caen en la trampa estratgica liberal de colar lasdosis ms grandes de esta ideologa en forma de oposicin(de sentido comn) a las aberraciones ideolgicas de eseneoliberalismo, o ultraliberalismo, de catecismo,caricaturesco y asilvestrado.

    Pues bien, en su oracin laica de cada maana, donXavier Sala i Martn se desayuna con el pan tierno que eltendero, afortunadamente para todos, no le regala, sino quele vende (ya saben: egostamente en lo privado peroeficientemente en lo social). Ya sabemos que, gracias a suafn de lucro, los panaderos se levantan a las cuatro de lamadrugada. Pero a don Xavier se le pasa por alto unpequeo detalle. Los autnticos vendedores de pan quems pan tierno nos venden cada maana no son

    precisamente ninguno de sus productores efectivos, sinolos dueos de las instalaciones donde stos llevan a cabo sutrabajo (instalaciones que el pblico espaol conoce bajo elnombre de Carrefour, El Corte Ingls, etc.). Bien podraocurrir que dichos dueos estn de vacaciones, por ejemploa cinco mil kilmetros de sus hipermercados, disfrutando deuna clida velada tropical prolongada hasta las cuatro de lamaana (es decir, podran estar yndose a la cama a la horaen que se levantan muchos de los que tienen que hacerlo

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    tan temprano para generar la plusvala que financia esasvacaciones y otras muchas cosas).La demagogia de los hechos, querido lector, no es culpa

    ma. Y aqu viene a cuento aquello que, segn contaba RosaLuxemburgo, le dijo una vez un taxista parisino cuando ellapretenda que la llevara gratis a no s qu sitio de la ciudadporque era pobre: Ce nest pas ma faute, madame. Puesbien, contra estos hechos que sin duda nuestro autorconsiderar demaggicos, si es que no obscenos (vase elcaptulo 11)-- poco podr hacer Sala i Martn argumentandoa favor del supuesto capitalismo popular. Mientras tantos

    tengan que madrugar para que unos cuantos puedan vivirdel exceso de trabajo de los primeros, lo van a tener muydifcil para convencernos a algunos de que todos somosindividuos propietarios de factores y consumidores y, portanto, iguales. Ellos creen tenerlo muy fcil porque lo que noles gusta lo desprecian (seguro que Sala no ha ledo a RosaLuxemburgo); pero nosotros tenemos que leer a laLuxemburgo, pero tambin a los Sala, porque no podemospermitirnos el lujo de despreciar al enemigo en esta guerradesigual.

    Pero vayamos de una vez al mercado. Sala parece taningenuo, o tan mal informado, que escribe que la esencia dela economa de mercado es que la propietaria de lapanadera supo ver las necesidades de la gente del barrio(...) Es importante enfatizar que el objetivo de la mujer eraganar dinero y no hacer feliz a los dems. Ahora bien, paraganar dinero, la mujer tena que producir lo que la gente delbarrio quera (p. 30). Pues bien, apliquemos su argumentoms all de las narices (es decir, del barrio) de nuestroautor. Llamemos barrio A a aqul donde su panaderamont la panadera y de paso, cre nuevos puestos de

    trabajo. Qu decir de los barrios donde se montanmercados de herona, o de cocana, o de xtasis, y de pasotambin se crean puestos de trabajo (aunque probablementeno sean tan madrugadores)? Qu decir de los barriosdonde se producen armas para la polica y para loscriminales; barrotes para las crceles; prostitutas yprostitutos para sus soberanos clientes-consumidores;valientes matones para sus cobardes compradores; opequeos mafiosos varios para el libre y nada monopolista

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    mercado de las variopintas mafias compradoras? Qu decirde los barrios donde se fabrican las mquinas o las materiasprimas con las que se producen esas drogas, esas armas,esas prisiones, esas mafias, y todo ese dinero, falsificado ono, que permite comprarlo todo y a la vez ejercer la benficademocracia directa del comprador en el mercado? Qu,de esos barrios donde se produce todo lo necesario paracorromper a esos burcratas del gobierno que, en opinin deSala i Martn, tan fcilmente se corrompen, tanto si tienenbuenas intenciones al gastar demasiado, despilfarrar, comosi lo que quieren es usar la fuerza en beneficio propio?

    O bien: qu decir de tantos barrios en el mundo dondeel problema es precisamente el contrario, es decir: que no seproduce nada: ni pan, ni leche, ni desayunos, ni meriendas,ni almuerzos ni cenas? Barrios en los que no se producenlas medicinas que s que se necesitan quizs para nomorirse--, pero que no se pueden pagar (y a veces, lo que espeor, ni siquiera se puede querer pagar, porquesencillamente se desconoce su existencia)? Qu decir delos barrios donde no se produce educacin sinoanalfabetismo, donde no se fabrica salud sino enfermedad,donde no se genera riqueza sino miseria, donde no se creavida sino muerte...? Qu suerte tienen tantos liberales, quetienen la libertad de elegir el barrio donde prefieren vivir! Yqu mala suerte tiene tanta gente que tiene la desgracia devivir en una sociedad donde la libertad de explotacin decasi todos por parte de unos pocos es el requisito previo decualquier otra libertad!

    Sala parece pensar que el mercado es una maravillageneradora de longevidad, bienestar y salud en los pasesricos porque sus habitantes son buenos creyentes ypracticantes de la religin del egosmo benfico. Los

    pases pobres, en cambio, al estar poblados de filntroposbenefactores, no tienen la mnima habilidad para practicar elegosmo y el nimo de lucro, por lo que no puedenestablecer siquiera esa maravilla de mercados que todo loresuelve. Pero habra que preguntarle a don Xavier: Si esospases estn gobernados por gobernantes sin escrpulos,cmo es que no surge en ellos un mercado de matones asueldo suficientemente ancho y profundo para que lospolticos se tengan que subordinar a la disciplina de

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    mercado, mxime cuando el entorno mundial espredominantemente el de una economa de mercado?Segn l, los mercados funcionan tan bien porque lo

    nico que necesitan son precios. Los precios dan toda lainformacin necesaria, y cuando hay escasez los preciossuben como reflejo de esa escasez, de forma que, si faltapan, el sistema de precios informa que es necesarioproducir pan en aquel determinado pueblo. Ahora bien,hagamos como Sala y preguntmonos: si falta democracia,si falta paz, si faltan viviendas, y ropas y vacunas y caloras,y tantas otras cosas..., por qu no funciona el sistema de

    mercado haciendo que se eleven los precios lo suficientepara que la bsqueda del mximo beneficio conduzca alaumento de la produccin de todos estos bienes tanescasos? Por qu les falta el egosmo necesario a lospueblos de los gobernantes corruptos para eliminar a estoscorruptos con los mismos votos de mercado que, segn lahistoria feliz que nos cuenta nuestro autor, todo lo arreglan?

    Aade D. Xavier: Es importante sealar que para que lasempresas acaben satisfaciendo los deseos de losconsumidores es necesario que stos tengan la capacidadde escoger libremente entre diferentes alternativas (p. 31).Se refiere, claro est, a la ausencia de monopolio. Peroantes de entrar a debatir la cuestin del monopolio, mepermitir el lector que invente un neologismo aberrante peroindudablemente significativo: el ceropolio (su significado esobvio: si monopolio significa un solo vendedor, mi ceropolioindica la ausencia de vendedores en el mercado).

    Cmo explican los liberales la omnipresencia de losceropolios en economas donde el dinero existe y losmercados tambin, y donde, por mucho que se empeenellos, todo el mundo reconoce la existencia de economas de

    mercado (corruptas o no, eso es lo de menos; o es queacaso se olvidan los casos de corrupcin institucionalizadaen los pases ricos?)? Por qu no funciona all lo que Salallama disciplina de mercado? Segn l, si un producto nogusta a los clientes o es demasiado caro, los ciudadanosirn a comprar a (...) la competencia. Por qu no ocurre lomismo en frica, por ejemplo? Por qu no van losciudadanos de un poblado de Sudn a otro mercado, a otrositio, a otro pas, donde las medicinas, el agua y la comida

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    sean ms baratos? Por qu los ciudadanos de los pasespobres carecen de la soberana del consumidor de la queaparentemente estn dotados todos los miembros de lassociedades ricas? Qu clase de preferencias gastan estosindividuos que prefieren las dictaduras a las democracias, elhambre antes que la sobrealimentacin, y los atadespequeos y austeros para nios flacos a los fretros grandesy acolchados para venerables ancianos casi centenarios?

    Tengamos un poco de paciencia para ver si encontramosen nuestro autor alguna explicacin. Escribe: A pesar deeste principio bsico de la economa, muchos gobiernos de

    todo el mundo introducen regulaciones o barreras queimpiden el libre funcionamiento del mercado (p. 32). Sinembargo, en la mayora de los pases hay libertad paravender medicinas, agua o galletas, pero resulta que no sevenden. Y no se venden porque no se pueden comprar. Senecesitan, de eso no hay duda, pero existe un pequeoinconveniente: no se puede convertir ninguna de esasmercancas en un instrumento efectivo para que funcione lapanacea del egosmo benefactor: el lucro. De nada sirveproducir cosas para el bienestar de la poblacin si con ellono se permite poner en prctica el egosmo del intersprivado y del mximo beneficio. Si no hay lugar para elegosmo, no hay tampoco espacio para crear puestos detrabajo ni para crear salarios ni para crear beneficios, ni haypor tanto dinero para traducir en lenguaje ordinario losdeseos de los ciudadanos autnticamente analfabetos(aqullos que no leen ni escriben, y ni siquiera hablan, ellenguaje del poder adquisitivo monetario).

    Nuestro don Xavier repite cndidamente, una tras otra,todas las viejas oraciones de la letana liberal (auque muyordenado no es, la verdad, y a veces da la impresin de que

    se queda dormido entre medias y tiene que volver aempezar). Por ejemplo, el mercado es el reino de la libertady de la voluntad porque, por definicin, si ninguna de las dospartes se ve obligada a entrar en una transaccin bilateral,eso es seal inequvoca de que ambas salen ganandocuando la llevan a cabo. Pero la pregunta que no respondel ni responden los liberales es:

    Y cuando la transaccin no se lleva a cabo, significaeso que ambas partes salen ganando con la ausencia de

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    intercambio, o que ambas pierden por culpa de que laexistencia de la economa de mercado impide que se llevena cabo esos intercambios?.

    Cuando millones de personas nocompran las medicinaso la leche que necesitan, y a la vez centenares o miles deempresas no producen la leche o las medicinas quenecesitan las primeras, cuando como consecuencia de eselibre acuerdo y esa doble dejacin una proporcin de losprimeros se muere, y la entierran (o quizs ni eso), se debede verdad esto a que ambas partes salen ganando con laausencia de transaccin? Nuestro autor prefiere evitar la

    pregunta y limitarse a concluir lo siguiente: Hoy en da, sonpocos los que dudan que el mejor sistema econmico queha existido en la historia de la humanidad es el libre mercadoy pocos son los que todava proponen la planificacincentral.

    Habra que recordarle a Sala que, en relacin con laverdad objetiva, el argumento de autoridad de la mayorano sirve de mucho, por no decir de nada. La historiademuestra cuntas veces se ha equivocado la mayora, lasmismas en que ha sido la minora la que ha demostrado, a lapostre, tener razn. En cualquier caso, que me cuenten Salay los lectores en la minora de los escpticos; o mejor, noentre estos agnsticos, sino entre los ateos quesuscribimos lo que dice el filsofo polaco Adam Schaff2[2],que ha vivido muchos aos bajo el llamado socialismo real,pero que a pesar de todo escribe lo siguiente: Yo s(subrayo que no es una esperanza, sino algo que s concerteza) que un rgimen basado en una economaparcialmente colectiva y planificada (y en ese sentidosocialista) remplazar al capitalismo actual en un futuro yamuy cercano, independientemente de la resistencia de

    quienes se vean afectados por el proceso.Los argumentos histricos de Sala vale la penareproducirlos, ya que en su libro no ocupan mucho msespacio que el que les dedicamos aqu:

    * Las dos Alemanias se separan despus de la II GuerraMundial, y la del este se empobrece mientras la del oeste se

    2[2] Adam Schaff (1997): Meditaciones sobre el socialismo, Mxico: SigloXXI, 1998.

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    enriquece, siendo en 1999 la renta per cpita de la segundacuatro veces superior a la de la primera.* Algo parecido sucede en Corea, pero con un

    desequilibrio aun mayor (que se eleva a una relacin de 14 a1 en el ao 2000).

    * Lo que sucedi con los cuatro dragones asiticos(Corea, Hong Kong, Singapur, Taiwn, que imitaron aJapn), y luego con sus sucesores, los tigres, fuesencillamente que adoptaron la economa de mercado. Noes cierto que el dirigismo estatal fuera ni mucho menos laclave que los condujo a la prosperidad, como lo demuestran

    los casos chinos e indio: mientras estos dos pasesmantuvieron polticas socialistas de planificacin central (...)la poblacin (...) vivi en la miseria ms absoluta; perocuando China comenz a privatizar y a abrir la economaal exterior, la renta per cpita se cuadriplic en menos deveinte aos y en 1999 se convirti en la segunda potenciamundial en trminos de produccin y renta total (pp. 37-39).

    sa es toda la explicacin que ofrece nuestro autor, y sinduda se fue a descansar despus de tanto esfuerzo.

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    3Las desigualdades buenas, y las malas

    Ya hemos dicho que los liberales no creen en las clasessociales, al menos en las que se definen seriamente esdecir, conceptualmente--, y mucho menos en las que sedefinen de acuerdo con criterios econmicos o sociales(como, por ejemplo, el lugar que se ocupa en la estructurade la produccin y de las relaciones que resultan del procesode reproduccin social) que vayan ms all de los deciles,los quintiles, los percentiles y dems categoras estadsticasigual de insulsas. A cambio, se les llena la bocapermanentemente con la equvoca y multvoca clasemedia. Sala i Martn nos muestra la tpica falta de rigor quecaracteriza a esos economistas tan propensos a usartrminos como ste. Por ejemplo, nos habla primero de laclase media de un pas europeo tpico de la que dice quepuede hacer cosas que, en el siglo XVIII, slo hacan losreyes franceses, y que su representante actual es unafamilia trabajadora (p. 41)--. Pero eso no le impidehablarnos tambin de la clase media de Botswana pasdonde entre el 30% y el 50% de la poblacin adulta estinfectada de sida--, cuyos jvenes en su mayora forman

    parte de los cuadros directivos intermedios empresariales(sic!,p. 144).La clarividencia social de conceptos as plantea muchos

    problemas. Por ejemplo, la clase media en Espaa, es sloel 10% central de la jerarqua estadstica de rentas, o es el99% que se extiende desde la duquesa de Alba (y otroscongneres) a la capa ms pobre de los quinquis (tipo elLute), o quizs un 1%, un 50%...? Si los sidosos jvenesbotswanos de esa brillante clase media de la que nos habla

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    nuestro autor obligan a las empresas que trabajan enBotswana a educar y a formar a dos directivos por cadaplaza de trabajo disponible, puesto que la probabilidad deque uno de los dos muera es muy elevada, no cabe dudade que tiene que tratarse de empresas capitalistas yestamos ante una economa de mercado. Pero si las tasasde mortalidad son tan altas, cmo es posible que el benditomercado no haya logrado la eficiencia, aunque slo sea entrminos de supervivencia y de esperanza de vida?

    Pero hay aberraciones ms claras en el anlisissociolgico de Sala, incluso en el plano nacional. Por

    ejemplo, argumenta, con tanta claridad como siempre, sobrelo beneficiosos que resultan los archimillonarios. No setrata de sus impulsos altruistas y generosos, que los llevan,es verdad, a crear fundaciones y a regalar dinero conobjetivos humanitarios. Se trata, sobre todo, de que elconjunto de lo que producen es precisamente lo quepermite[n] a tantos y tantos trabajadores de todo el mundoganarse la vida. Como buen discpulo de Adam Smith, aSala le preocupa que sea mucho ms productivo Bill Gatesque la improductiva Duquesa de Alba hoy por hoy no seme ocurre nada til que pueda producir esta seora y quejustifique su fortuna (...) no es una seora demasiadoproductiva (p. 48)--. Pero sin duda piensa que ambospertenecen a una clase alta, al igual que hay un buengrupo de ciudadanos que forman parte de la clase baja.

    Por supuesto, hay una parte de la desigualdad de rentasde la que habla Sala que le parece bien, ya que si laposibilidad de hacerse rico no existiera, la gente notrabajara (p. 43; en esto coincide con Keynes, queencontraba justificacin social y psicolgica de grandesdesigualdades en los ingresos y en la riqueza (...)

    exactamente por las mismas razones). Pero otra parte leparece mala e injusta, si se produce como consecuenciade no respetar el principio de igualdad de oportunidades.Habra que recordarle a este economista liberal que estomismo deba de ser lo que pensaba el general Francocuando estuvo de acuerdo en que sus gobiernos pusieran enprctica un Patronato para el Principio de Igualdad deOportunidades (el famoso P.I.O. del ministerio deEducacin), con su sistema de becas de estudio y becas-

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    salario, para que, al menos intencionalmente, los hijos detodas las familias pudieran estudiar. Sin embargo, lo quecaracteriza al capitalismo es una movilidad social muchomayor que en los sistemas anteriores. Sala exagera estohasta mitificarlo. Si fuera verdad la contraposicin quesugiere --que los nobles feudales se reproducanconstantemente, mientras que en el capitalismo el ascensosocial est al alcance de todos--, cmo explicar que losgrandes ttulos nobiliarios de hoy, no slo son la herencia desiglos de historia, sino tambin, al mismo tiempo, lamaterializacin de los ncleos de mayor riqueza capitalista y

    burguesa de la sociedad actual, desde la Duquesa de Alba(una de las mayores capitalistas de Espaa, que l imaginacomo si fuera su tatarabuela del siglo XVI) a la reina deInglaterra, y desde el rey de Espaa al sultn de Brunei?

    Por otra parte, como ejemplo de la movilidad socialcapitalista Sala ofrece un cuadro elaborado a partir de datosde la revista Forbes, a partir del cual pretende sacar variasconclusiones significativas. En primer lugar aduce que, si secomparan las veinte personas ms ricas del mundo en 1915y en 2000, midiendo su riqueza en dlares constantes, elvalor actual de las fortunas de 1915 es ms o menos igualque el de las del ao 2000 (p. 46). Para empezar, esto noes exacto ni en su propio cuadro. Y no slo porque en 2000se produce un bajn en la riqueza respecto a 1999, como lmismo seala (por ejemplo, debido a la cada de la Bolsa, lafortuna de Bill Gates se redujo un tercio), sino porquesumando las fortunas de los veinte archimillonarios elincremento que se desprende de su tabla es de 130.490millones de dlares (un aumento de casi dos tercios ms), ysumando slo la de los 19 primeros (dejando fuera a JohnRockefeller en 1915 y a Bill Gates en 2000), el incremento

    resultante es dos veces superior en trminos relativos(150.000 millones, que significa un 120% ms). Sinembargo, para Sala, estos nombres que ya no aparecen enla lista de los 20 top de la actualidad desaparecieron deellas como simple reflejo de la movilidad social Acasopretende hacernos creer que han pasado a formar parte dela clase media o de la baja? Acaso no son sas las nicascategoras sociales que es capaz un liberal de usar?

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    Pero, ms importante aun, tan difcil es sospechar quelos Rockefeller o los Carnegie, Ford, Morgan oGuggenheim--, no es que no sean ya tan ricos como antes,sino que han tenido mucho ms tiempo (y ganas) que losnuevos ricos para ocultar sus fortunas detrs de una maraade sociedades y fundaciones que, entre otras cosas, sirvepara difuminar su presencia en estas listas en la que otrosestn vidos por aparecer? Y tan tontos cree Sala quesomos como para no darnos cuenta de que, sustituyendo las20 mayores fortunas por las 200, o las 2.000 o las 20.000mayores fortunas, sin duda la movilidad social de los

    archimillonarios se reducira drsticamente? Haga ustedmismo, querido lector, la prueba al revs, siguiendo laprctica habitual de los malabarismos liberales. Reduzca laclase alta a la mayor fortuna del mundo (una sola) y sin dudatendr una movilidad social del cien por cien! (100%), si notodos los aos, al menos en el medio y largo plazo. Veusted cun mvil es el capitalismo? Pues, ande: deje ya estelibro y pngase a imitar a don William Gates.

    Sala no se cansa de repetir la importancia del trabajo quehicieron Gates y sus compaeros en los famosos y mticosgarajes3[3] familiares donde ellos inventaron el sistemaoperativo DOS (y tantos otros, tantas otras cosas mstarde). Pero habra que preguntarle a l: cmo explica quehaya podido realizarse invento alguno en toda la historiaantes del capitalismo, si an no exista el nimo de lucrocapitalista y de mercado? Si opta por decir que el nimo delucro ha existido siempre ya que forma parte de lanaturaleza humana (Adam Smith dixit)--, cmo explicarentonces que los reyes, los prncipes y los duques vivieran

    3[3]

    Hoy (16-5-02) informa El Pasque Napster el famoso servidor quehace tres aos revolucion la forma de escuchar msica por Internet--est al borde la quiebra. Y eso que su inventor, Shawn Fanning, secuenta entre los mticos emprendedores subterrneos, e ide elsistema en el stano de su casa. Parece que los stanos y los garajesya no son lo que eran. No s si es casualidad o no, pero precisamente elmismo da he recibido el siguiente email: Napster Adult-X is Back -100% FREE. Offer Ends in 24 Hrs - Act Quickly! Napster software is notrequired. Napster Adult-X can now get you into an adult paysite of yourchoice completely free within minutes. Music has been regulated, but freeAdult Entertainment has not. Click Here (itlicas, aadidas).

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    tan pobremente como dice, tanto en la Edad media como enla moderna, por no remontarnos aun ms atrs?Por otra parte, y sin salirnos de su famosa tabla Forbes,

    debera explicarnos en qu consiste el misteriosoemprendimiento de esos empresarios tan emprendedoresy tan ricos, como son los tres miembros de la familia Mars(en la lista de 2000) o los 5 de la familia Walton4[4]? Suponeque todos ellos son tan inventores y tan trabajadores comolos Michael Jordan, los Rivaldo o los Tiger Woods, que lmenciona, o son ms bien simples herederos y/o rentistasque se aprovechan de la explotacin masiva de sus

    asalariados, ya lo hagan por primera vez, ya por largatradicin familiar? Y ha pensado don Xavier que si losJordan y los Rivaldo quieren seguir siendo ricos de por vida,y que sus hijos sean tambin ricos aunque no sepan jugar alftbol o al baloncesto, no tienen ms remedio que montarnegocios, comprar acciones o convertirse en una u otraespecie de capitalista que slo podr reproducir su riqueza abase de un emporio de mano obrera asalariada?

    Sin embargo, lo ms importante es completar los datosque aporta Sala con otros de los que parece no tener ni idea(o, si los conoce, se olvida de citar: quizs los evita para nollegar a las conclusiones que necesariamente se extrae deellos). Me estoy refiriendo a las diversas medidas de la tasade plusvala que puede encontrar en numerosos libros quese siguen escribiendo en la actualidad utilizando lascategoras concebidas dentro de la teora laboral del valor,una teora que sin duda l creer ya periclitada, pero que nolo est en absoluto, como lo demuestra el hecho de que lostrabajos e investigaciones que se llevan a cabo en laactualidad puede encontrarlos a montones hasta enInternet5[5].4[4] Segn la edicin de Forbespara 2001, los lugares 5 a 10 de la listade las mayores fortunas del mundo son miembros de la misma familia:Jim C. Walton (de 54 aos), John T. Walton (56), Alice L. Walton (53), S.Robson Walton (58) y Helen R. Walton (82) (vase El Pasde 1-3-2002,p. 72).5[5] Slo citar dos trabajos en cada una de estas tres lenguas: ingls,francs y espaol. Se trata de: Shaikh, A.; E. Tonak (1994): Measuring theWealth of Nations. The Political Economy of National Accounts, CambridgeUniversity Pres, Cambridge; Moseley, F. (1982): The Rate of Surplus-Value in the United States: 1947-1977. Ph. Dissertation. University of

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    En otro lugar he escrito que la perspectiva que usan loseconomistas liberales es lo que se llama el enfoque de ceroclases, frente al enfoque de dos clases que prefiero utilizaryo. Me explico: en ambos casos hay que distinguir lo que esel modelo terico abstracto de lo que son los anlisis de lasrealidades histricas concretas. Por ejemplo, los defensoresdel modelo de cero clases no tienen inconveniente, comohemos visto en el caso de Sala, en dividir las economasnacionales reales en tres supuestas clases llamadas alta,media y baja--. De igual manera, los economistas noliberales sabemos que al estudiar economas reales

    necesitamos mucha ms precisin, y por supuesto nopodemos pasar por alto las diferencias entre, digamos, untaxista que trabaja como autnomo usando su propio taxi yun segundo taxista que es un asalariado del sector y manejauno de los taxis de un empresario capitalista (pequeo ogrande). Sin embargo, en nuestro modelo, como primeraaproximacin terica, no hay inconveniente en contraponeral modelo neoclsico de 0 clases (es decir, a la idea de quetodos los individuos son sustancialmente iguales desde elpunto de vista social, y pertenecientes a la clase nica deconsumidores-que-son-a-la-vez-propietarios de algn vectorde factores, lo que equivale a afirmar que no hay clases enla sociedad, pues 1 clase y 0 clases son equivalentes en lateora) otro alternativo construido a partir de dos clases,segn que stas vivan mayoritariamente del capital o deltrabajo.

    Los neoclsicos y liberales slo hablan de individuos.Pero los que no somos neoclsicos ni liberales sabemos queel hecho de ser un propietario de medios de produccinsuficientes para contratar mano de obra ajena, o de ser unsimple asalariado, condiciona de forma decisiva nuestro

    comportamiento econmico global. Usar, por tanto, unMassachusetts; Delaunay, J.-C. (1984): Salariat et plus-value en Francedepuis la fin du XIX

    esicle, Presses de la Fondation Nationale des

    Sciences Politiques, Pars; Gouverneur, J. (1998): Dcouvrir l'conomie:Phnomnes visibles et ralits caches. Pars, ditions Sociales [ed.espaola en http://www.i6doc.com/, 2002]; Guerrero, D. (1989):Acumulacin de capital, distribucin de la renta y crisis de rentabilidad enEspaa (1954-1987), Madrid: Universidad Complutense; Cmara, S.(2001): La rentabilidad de la economa espaola (1964-1997). Trabajopara el D.E.A., 110 pp., Madrid: UCM.

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    modelo de dos clases no elimina la necesidad de investigarlos comportamientos individuales, pero s enriquece sucomprensin, al partir de las razones estructurales queobligan a asalariados y capitalistas a comportarse de formamuy diferente (tanto en el interior de las empresas, donde nohay mercado, como fuera de ellas, es decir, en los mercadosen primer lugar, y en otras instancias a continuacin). Ladependencia de los que slo6[6] tienen para vender su fuerzade trabajo respecto de los patrones es algo que ya viera contoda claridad el propio Adam Smith7[7], y de la que extrajo lasconsecuencias adecuadas Karl Marx: mientras los

    trabadores sean portadores de su propio pellejo comomercanca y se tengan, por tanto, que comportar comomercaderes, su dependencia respecto a los capitalistas harque pierdan continuamente peso en la renta nacional.

    Marx hablaba de un aumento de la tasa de plusvalor, otambin, siguiendo la terminologa usada por Ricardo, de undescenso del salario relativo, y en eso mismo consista elaumento del grado de explotacin del trabajo al que serefera el primero, y que la literatura posterior tambin llamatendencia a la depauperacin relativa de los trabajadores.Los datos de las economas reales muestran, en efecto, quetodas estas ideas se corresponden con lo que sucede en laprctica de las economas de mercado, no slo en el sigloXIX, sino tambin los siglos XX y XXI. Y para comprobarlovamos a usar las cifras oficiales de la economa espaola.Lo nico que hay que tener en cuenta es que no estamostrabajando con una economa capitalista acabada (capitalistaal 100%), como en el modelo es decir, una economa sloformada por capitalistas y asalariados--, sino con unaeconoma donde hay un tercer grupo social (los autnomos)que ha ido representando una fraccin muy decreciente de

    6[6] Quiz tengan algo ms, pero eso slo les sirve como medio paraampliar el crculo de los bienes que consumen, y en ningn caso paraconvertirse en trabajadores autnomos y mucho menos en capitalistas.7[7] Sin embargo, no es difcil de prever cul de las dos partes saldrgananciosa en la disputa, en la mayor parte de los casos, y podr forzara la otra a contentarse con sus trminos. Los patronos, siendo menos ennmero, se pueden poner de acuerdo ms fcilmente, adems de quelas leyes autorizan sus asociaciones o, por lo menos, no las prohben,mientras que, en el caso de los trabajadores, las desautorizan (p. 65 deLa riqueza de las naciones).

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    la poblacin activa total (consecuencia del creciente gradode asalarizacin o proletarizacin al que se refera ya Marx).Pues bien, en el cuadro 1 podemos ver qu ha ocurrido a

    este respecto en Espaa en el periodo 1964-2000. Estecuadro nos ofrece una buena ilustracin de que elcrecimiento de la desigualdad no es un fenmeno exclusivode las relaciones internacionales (donde, por supuesto,tambin se da: vase el captulo 10), sino que es tambincaracterstico de la realidad (intra)nacional. En el caso deEspaa, el proceso de depauperacin relativa es un hechode la ms rotunda actualidad, sobre todo si se mide bien,

    teniendo en cuenta el proceso de asalarizacin yproletarizacin de la poblacin activa. Si la proletarizacin noes ms evidente para una mayora de economistas esporque ellos mismos estn penetrados de una ideologa queles impide ver que tales procesos son realidadescompletamente objetivas, insertadas en la dinmica de lasrelaciones sociales y econmicas del capitalismo, por muchoque el nivel ideolgico no parezca corresponder a esasrealidades objetivas.

    Proletarizacin y asalarizacin son fenmenos que secomprueban con las fras estadsticas de la poblacinactiva8[8], y no con el termmetro de la efervescenciarevolucionaria de los asalariados, medida adems por laapresurada iniciativa de algn investigador deseoso deencontrar descubrimientos originales. Por supuesto, si nofuera casi siempre cierto que los asalariados (dominados)participan de las mismas torpezas ideolgicas que seencargan de crear los serviles intelectuales del capital (seano no economistas) al servicio de sus propietarios(dominantes), no podra tener sentido una frase tan ciertacomo aqulla, ya clsica, de que la ideologa dominante es

    la ideologa de la clase dominante.8[8] Por supuesto, las estadsticas convencionales siempre tratarn deque el fenmeno sea lo menos visible posible, acudiendo incluso a todotipo de artimaas metodolgicas, como la de considerar autnomos a loque todo el mundo sabe que son falsos autnomos --obligados por suspatrones capitalistas a inscribirse como tales en la Seguridad Social,para abaratar la mayor carga que para la empresa supone el trabajo deun asalariado-- o la ms reciente, y ms graciosa, de llamar a losvendedores ambulantes empresarios sin establecimiento.

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    Y si miramos objetivamente al cuadro 1, lo queencontramos es que la situacin relativa de los asalariados(que, al incluir a los parados, se nos convierten en elproletariado9[9]) simplemente ha empeorado tanto y tandeprisa que, en los 35 aos que van de 1965 a 1999, suparticipacin corregida en la renta nacional se ha hecho tresveces ms pequea que la correspondiente a los noasalariados. El clculo es muy sencillo de hacer y decomprender: la parte del proletariado en el PIB slo haaumentado un punto en 35 aos (un 2% en trminosporcentuales); pero como su parte en la poblacin activa ha

    crecido un 40%, eso significa que su participacincorregida ha bajado un 27.1% (descenso del coeficienteque refleja la depauperacin desde 0.84 a 0.61). Por suparte, los no asalariados han bajado su peso en la poblacinactiva un 57%, a pesar de lo cual slo ha disminuido suparte en el PIB en un 2%, lo que significa que suparticipacin corregida ha subido un 125.5% (su coeficientede enriquecimiento ha subido desde 1.23 a 2.77). Porconsiguiente, el cociente de ambas participacionescorregidas se ha disparado desde menos de 1.5 a ms de4.5, lo que significa un crecimiento de la desigualdad que, alo largo de esos treinta y cinco aos, se ha multiplicadoexactamente por 3.09.

    Permtame el lector reclamar una relevancia mucho mayorpara un cuadro como el 1 --que, con todas sus limitaciones,ofrece una panormica de la distribucin de la renta de todala poblacin activa de un pas-- que para unas estadsticascomo las que ofrece la revista Forbes, limitadas a slo veinteindividuos (por muy ricos e importantes que sean). Por lodems, esta revista es tan privada como esos millonarios,mientras que las cifras utilizadas para construir el cuadro 1

    9[9] Soy muy consciente de que esta terminologa choca, pero no chocaporque sea falsa, sino porque la mayora de los analistas e intrpretesestn prestos a dejarse chocar por todo lo que se salga de su perezosacostumbre a no pensar. Es decir, en este caso, por su tendencia aimaginarse al proletario en la forma de un obrero en alpargatas, como siestuviramos a mediados del siglo XIX. Curiosamente, este pecado delesa actualizacin, del que tanto acusan a los dems, son ellos losprimeros en cometerlo.

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    proceden todas de estadsticas oficiales de nuestro InstitutoNacional de Estadstica.

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    Cuadro 1:

    Depauperacin obrera y enriquecimiento de los no asalariados en Espaa,segn la Contabilidad Nacional de Espaa (CNE)

    Ao a =(RA/PIB) b =1 -a c =(Prol/PA) d =1 - c e =coeficiente

    dedepauperacin

    = a/c

    f =coeficiente

    deenriqueci-miento =

    b/d

    Posicin relativa de:Proletariado

    g = e/f Noasalariadosh = f/e

    1964 49.1%50.9%58.6%41.4% 0.84 1.23 0.68 1.471975 58.9%41.1%68.9%31.1% 0.85 1.32 0.65 1.551982 56.8%43.2%73.2%26.8% 0.78 1.61 0.48 2.081988 52.2%47.8%76.2%23.8% 0.69 2.01 0.34 2.931995 52.4%47.6%79.2%20.8% 0.66 2.29 0.29 3.461997 49.7%50.3%81.0%19.0% 0.61 2.65 0.23 4.311999 50.1%49.9%82.0%18.0% 0.61 2.77 0.22 4.54

    1999/64 1.02 0.98 1.40 0.43 72.9% 225.5% 0.32 3.09(Fuente: Contabilidad Nacional de Espaa, EPA y elaboracin prop

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    4El papel del gobierno

    Al igual que ha hecho siempre toda la tradicin liberal,nuestro autor, D. Xavier Sala, no se olvida, despus decantar las omnipresentes virtudes del mercado, de distinguircules son las cosas que el gobierno debe hacer y culesson aqullas de las que tendra que prescindir. Porque aeste respecto no se debe ocultar que toma ciertas distanciasrespecto de los analistas que podran llegar, basndose enlo escrito por l en los tres primeros captulos de su libro, ala conclusin de que lo mejor que puede hacer el gobiernoes no hacer nada (p. 49). Sala afirma claramente:sinceramente, creo que estn equivocados.

    Lamentablemente, lo primero que tenemos que objetaraqu es que tales analistas no existen. Veremos msadelante cmo hasta los ultraliberales ms extremosdefienden una intervencin pblica imprescindible. Muchosizquierdistas parecen olvidar este tipo de argumentos, yutilizan un gnero de crticas del neoliberalismo que,efectivamente, como ha denunciado un liberal tan conocidoen nuestro pas como Pedro Schwartz, tienden ms a lacaricatura que a la descripcin exacta de lo que ha

    acontecido en la historia real del pensamiento econmico.Schwartz escribe que, a pesar de que la mayor parte de losobjetivos ltimos de socialistas e individualistas son losmismos: prosperidad, libertad, felicidad, seguridad, larealidad es que discrepamos en los medios y en nuestroconcepto de cmo funcionan los mecanismos sociales10[10].

    10[10] En sus Nuevos ensayos liberales, p. 155.

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    Por eso, frente a los que los socialistas llaman Estado debienestar, y que l prefiere denominar Estado paternalista, loque propugna es un Estado liberal, pero advirtiendopreviamente --en lo que tiene toda la razn-- contra lacaricatura que se ha hecho a menudo de la ideologa liberal:La actitud de los liberales ante el Estado suelecaricaturizarse por incomprensin (...) creen que el liberal enel fondo desea abolir el Estado, cuando busca centrarlo yreforzarlo11[11]. Schwartz tiene razn tambin cuandoescriba (tan pronto como en 1984) Ya no se oyen en bocassocialistas apologas del dficit pblico; ni promesas de

    nacionalizar los medios de comunicacin, distribucin yconsumo (...) Todo es hablar de ortodoxia financiera,reconversin industrial, flexibilidad de plantillas, economa demercado. Contina Schwartz: La gente cree que losliberales perseguimos la destruccin del Estado. Muy alcontrario, he dicho y quiero probar ahora, el liberalismocomo programa poltico es un programa estatal y pblico (...)Los liberales, lejos de pretender la destruccin del Estado ysu sustitucin por no s qu orden social espontneo,

    11[11]

    bid., p. 167. Por tanto, si lo que buscan los liberales es forzar yreforzar el Estado, lo que est haciendo Schwartz no es sino adelantarse14 aos a la famosa tercera vade Tony Blair (vase el captulo 6 de lasegunda parte de este libro), para quien la Tercera Va no es un intentode sealar las diferencias entre la derecha y la izquierda. Se ocupa delos valores tradicionales de un mundo que ha cambiado. Se nutre de launin de dos grandes corrientes de pensamiento de centro-izquierda --socialismo democrtico y liberalismo-- cuyo divorcio en este siglo debilittanto la poltica progresista en todo Occidente. Los liberales hicieronnfasis en la defensa de la primaca de la libertad individual en unaeconoma de mercado; los socialdemcratas promovieron la justiciasocial con el Estado como su principal agente. No tiene por qu haber unconflicto (...) (Blair, La Tercera Va, p. 55). La patronal sabe

    perfectamente a quin tiene que apoyar en cada momento. As, porejemplo, Joaqun Estefana recordaba en su libro sobre La Trilateral enEspaa cmo el programa que encarg la CEOE a Schwartz fuedirectamente a la basura, por dogmtico e impracticable. Un cuarto desiglo ms tarde, la prensa nos recuerda que los empresarios franceses,no slo no le han encargado nada a Le Pen, sino que se hanmanifestado en contra suya, y a favor de Chirac, en la segunda vuelta delas elecciones presidenciales francesas (El Mundo, 30-4-02, p. 16 ).Hubiera sido un interesante ejercicio de historia-ficcin asistir a lasrecomendaciones patronales de voto en un ya imposible duelo Jospin-LePen. En cualquier caso, no es difcil adivinar qu habra pasado].

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    buscan la restauracin de un Estado fuerte, limitado y capazde cumplir sus funciones necesarias: un Estado que sepaestablecer y mantener el marco en el que vaya a florecer laactividad individual12[12].

    Segn Sala i Martn, el gobierno tiene que ocuparse decuatro tipos de tareas: 1) la defensa y garanta de losderechos de propiedad, 2) la de la competencia, 3) laregulacin en el caso de ciertos bienes problemticos (ono normales, a saber: bienes pblicos, externalidades ybienes comunales), y 4) lo que llama proteccin de losdesprotegidos, bienestar e igualdad de oportunidades.

    Veamos cada una a un tiempo.1. La salvaguarda de los derechos de propiedad se lleva

    a cabo, claro est, mediante la defensa nacional, la polica yel sistema judicial. Seguro que, si se le pregunta, no tendrnuestro autor problemas en encontrar partidas, dentro deesos ministerios de Defensa, Interior y Justicia, que leparecern ms bien seales de despilfarro que de defensade la sacrosanta propiedad privada. Pero lo ms curioso esque aprovecha en este punto para recriminar a los africanospor ser culpables --cmo no!-- de su pobreza (lo cual formaparte de la estrategia neoliberal tpica: tambin los paradosson los culpables de su desempleo; los televidentes,culpables de la televisin basura que se les ofrece; losvotantes, de la pobre oferta que les ofrecen los partidos,etc.): Con toda seguridad, uno de los principales factoresque explica la extrema pobreza de la mayor parte de lospases africanos son las continuas guerras que han asoladoel continente desde su independencia (p. 50). Yo lepreguntara por qu las guerras (incluidas dos llamadasmundiales, pero que son bsicamente europeas) que han

    12[12]

    bid., pp. 166, 173 y 183; itlicas, aadidas. La utopa ultraliberal deque es posible volver a un Estado delgado y barato, como elmanchesteriano, pero siglo y medio ms tarde, slo la defienden algunosdiscpulos de Schwartz, como Carlos Rodrguez Braun, quien cree en unpequeo Estado benefactor con una presin fiscal mxima de, digamos,un 20 por ciento del PIB. Su maestro es, sin embargo, escptico a esterespecto, pues no olvida que este modelo archicapitalista se acercamucho al anarquismo, tanto que hay un ejemplo de anarquista, el deThomas Hodgskin, quien, considerndose socialista utpico, escriba loseditoriales en pro del laissez-faire en The Economist durante los aosposteriores a su fundacin en 1843.

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    asolado el continente europeo desde hace siglos13[13]explican, por el contrario, su extrema riqueza (en trminosrelativos), y por qu la relativa ausencia de guerras en fricaantes de su independencia no fue responsable de unincremento en su riqueza.

    2. Para garantizar la competencia, Sala insiste en lanecesidad de limitar los monopolios, aunque matizarepetidamente que en este punto no es tan importante laprivatizacin como la liberalizacin; es decir, da igual queuna empresa pase del sector pblico al sector privado si nose consigue eliminar su poder monopolista e introducir una

    competencia real que beneficie a los consumidores. Vemosen primer lugar aqu una crtica soterrada de la estrategia delgobierno del PP: algunos gobiernos que se autoproclamanliberales han sido muy rpidos a la hora de privatizar (...),pero menos rpidos a la hora de liberalizar(...) un monopolioprivado tiene tan pocos incentivos a [sic] satisfacer a losconsumidores como un monopolio pblico.

    Pero lo que nos parece ms relevante de este discursoes, una vez ms, la mana contra los monopolios, que es tantpica entre los liberales (vanse la entrevista a MiltonFriedman en El Pasde 11-XI-01) como entre los militantesde los partidos de izquierda que se han dejado influir por lasideas leninistas. Esta mana no se refiere al monopoliorealmente criticable el de la propiedad privada, que, por serprivada, es exactamente monopolista de aquello que esapropiado--, sino parece asentarse en el desconocimiento deque, la mayor parte de las veces, los monopolios de laMicroeconoma liberal no son el resultado de unaintervencin perversa de gobiernos antiliberales, sinosimples ejemplos de eso que el propio Sala llamamonopolios naturales, y que los liberales tienden a

    presentar confusamente como la excepcin en el universode los monopolios. Nuestro autor reconoce que en estos

    13[13] Acaso Sala no ha ledo a ese maestro de liberales que fue IsaiahBerlin, para quien el siglo XX es el siglo ms terrible de la historia delmundo occidental?, en lo que coincide con el no menos liberal WilliamGolding, que lo llam el siglo ms violento den la historia de laHumanidad? Al menos, el liberal Gabriel Tortella admite que progreso yviolencia estn ntimamente interrelacionados (La revolucin del sigloXX, p. 18).

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    casos de monopolio natural, las tres posibles solucionesexistentes a saber: no hacer nada, fijar precios pblicos onacionalizar-- plantean graves problemas; pero de hechono parece consciente de que el monopolio no tiene por quobtener los resultados tan negativos que de l espera lateora neoclsica.

    3. La idea neoclsica de que el equilibrio del monopoliose obtiene necesariamente para una cantidad vendidainferiory con un precio de mercado superior(en relacin conel supuesto de la competencia perfecta, que es su modelode referencia permanente) no tiene por qu ser cierta. Slo

    se deriva ese resultado en el caso de que se suponga (deforma poco realista) que las curvas de coste de la empresamonopolista sigue siendo la misma una vez dividida dichaempresa en tantas fracciones o pedazos como para que sepueda hablar de que se ha creado una autnticacompetencia (perfecta) entre las empresas resultantes. Si noes ste el caso, y suponiendo que el monopolio tieneasociado una estructura de costes ms eficiente, bien puededarse el caso de que el monopolio produzca mayorcantidad,y a un precio ms bajo, que en el caso de la competenciaperfecta.

    En relacin con los bienes que no son normales sinoproblemticos, Sala no tiene ms remedio que reconocerlas dificultades con que se encuentra al respecto la teoraeconmica neoclsico-liberal. Respecto a los bienespblicos por ejemplo, las carreteras, la televisin, elejrcito, o incluso el conocimiento, la tecnologa y lasideas--, la teora reconoce que los mercados no soncapaces de producir lo suficiente: El hecho de que elconocimiento y la tecnologa sean bienes pblicos hace quela libre competencia empresarial tienda a no generar

    conocimientos y progreso tecnolgico al ritmo que seraptimo. Por esa razn, hay que crear un sistema depatentes, es decir, un monopolio, al fina y al cabo, aunquees mejor que ste sea temporal. Aqu resulta que elmonopolio, la figura tan odiada en general, se convierte en lapanacea cuando precisamente ms artificial resulta.

    Este punto lo desarrolla nuestro autor en un captuloaparte de su libro --titulado La economa de las ideas-- enel que asegura que la vacuna de la viruela, la tcnica que

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    permite (...) el airbag (...), el sistema de telefona mvil, elprograma Word de Microsoft o la frmula de la aspirina sonbienes pblicos que se generan gracias a un costoso gastoempresarial en investigacin y desarrollo (o I+D) que slose debe pagar una vez (p. 71). Ahora bien, si ese coste nopudiera recuperarse, nadie va a innovar y el progresotecnolgico desaparecer. Seguira habiendo sabioslocos, como haba antes del capitalismo, pero el ritmo decreacin de ideas sera muy inferior al que conocemos. Eneste punto apela Sala al premio Nobel Douglas North, queatribuye la revolucin industrial y el inicio del desarrollo

    capitalista al hecho de que en 1760, en Inglaterra, secrearon las instituciones que iban a permitir garantizar losderechos de propiedad intelectual, porque como dice Sala-- al fin y al cabo, a santo de qu va a pagar loselevadsimos costes de I+D una empresa si, una vez hechoel invento, cualquiera va a poder copiarle la idea y no va apoder recuperar el dinero de la inversin?.

    Resulta, por tanto, que el sistema de mercado que,segn nos haba dicho Sala i Martn en el primer captulo, sebasa en la libre competencia y la disciplina de mercado,tienen su origen y su mecanismo fundamental en un sistemade patentes que convierte al inventor, de hecho, en unmonopolista (p. 73). l mismo reconoce que ste es unproblema importante porque sabemos que los monopoliosson malos, pero le parece que la solucin del monopoliotemporal (por ejemplo, patentes durante veinte aos) esuna solucin intermedia. Bonita solucin y bonito puntomedio!: resulta que, siempre que el monopolio no sea taneterno como el Dios de los cristianos en el que,afortunadamente, Sala i Martn no parece creer--, se podrdecir que estamos en una situacin intermedia entre el

    monopolio y la competencia, y esta intermediacin semanifiesta en la maravillosa conversin de lo que enprincipio era malo el monopolio en algo que a la postreresulta ser ptimo: el sistema capitalista de patentes, que hapermitido el despegue industrial de la sociedad moderna(desde 1760) y el bienestar material de quienes practicaneste tipo de monopolios (y la correspondiente pobreza, bienmerecida, de quienes no lo practican).

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    No sabamos que los liberales tuvieran esa familiaridadcon el arte de sacar conejos de la chistera, por ms que yanos hubiera advertido Lester Thurow de su fanatismoreligioso (que los lleva, por ejemplo, a interpretar el mundosocial como se vea el mundo fsico hace varios siglos: comosi fuera el sol el que da vueltas alrededor de la tierra, y no alrevs). Fanatismo que tambin se puede aplicar al agnsticoSala, que, con tal de salir del paso, es capaz de renegaraqu de su admirado Thomas Jefferson, a quien en otropunto de su libro (p. 93) situar, junto a Adam Smith, en loms alto del altar, laico y liberal, de sus mitos particulares.

    Escribe nuestro autor que si en 1813 el padre de la patrianorteamericano se decant por la competencia y en contrade la concesin de monopolios a travs de patentes, eso seexplica porque careca de la visin, de la perspectiva decasi dos siglos que tenemos los economistas de laactualidad (p. 76). En este punto, Sala da la razn aSchumpeter y defiende con l a los monopolios quepractican la famosa destruccin creadora (que l prefierellamar creacin destructiva), para concluir defendiendo lainnovacin de los jvenes emprendedores14[14] de Microsoft,Apple, Intel u Oracle.

    Habra que preguntarle a Sala si los viejos empresariosde la banca, de las cadenas de distribucin detallista, o delas fbricas de acero o de peridicos (que para nada sepueden confundir con los empleados de sus empresas quellevan a cabo las invenciones e innovaciones

    14[14] De donde procede esta mana reciente que se puede observar,entre otros, en los tericos del PSOE, de llamar emprendedores a loque siempre han sido los empresarios? No ser una vuelta de tuercams en su inquieta actividad de justificar la actividad capitalista? Alprincipio, la disfrazaban bajo la excusa de que ya estaba bien de

    demonizar la actividad empresarial en nuestro pas, como si losempresarios no hubieran contribuido decisivamente a la instauracin dela democracia, y bla, bla, bla.... Pero ahora parece que se han decididoya a salir de este armario. Lo que parecen querer decir estoscriptoliberales cada vez menos crpticos es que tambin los trabajadoresdeben ser emprendedores, es decir, esforzarse por imitar sin tapujos alos hroes de sus sueos, que no son otros que los capitalistassensatos y modernos (no manchesterianos) que defienden, como elque ms, los derechos humanos y dems valores de la democracialiberal-social (lo que en Espaa se llama, en lenguaje constitucional, elEstado social y democrtico de derecho).

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    correspondientes), no tienen derecho a los beneficios de quedisfrutan los emprendedores de las llamadas nuevastecnologas. O tambin: si los herederos de los inventores deantao que puedan demostrar fehacientemente suparentesco (por ejemplo, los descendientes probados deLeonardo da Vinci o de Galileo, o incluso de Newton, todosellos anteriores a la fecha mgica de 1760) no tendranderecho a reclamar de la sociedad una justa compensacinen concepto de patentes no registradas por la torpe falta devisin que tuvieron sus antepasados (que no son culpablesde ello, desde luego, ya que nacieron, como quien dice,

    antes de tiempo, es decir, antes de que esta maravillagloriosa que es el capitalismo recibieran la doble bendicinde North y de Sala i Martn).

    En cuanto a los bienes comunales y los sujetos aexternalidades (negativas), Sala reconoce que el mercadotiende a sobreexplotar los primeros (por ejemplo, en elcaso de los caladeros o bancos de pesca, de losembotellamientos en las carreteras, etc.) y a producir lossegundos en exceso (contaminacin atmosfrica, ruidos...).Pero, para dejar zanjado el debate, se conformaprcticamente con decir que era mucho peor lo que ocurraen el perverso Este comunista, donde accidentes como elde Chernbil, y otros, nos eximen a los occidentales, ya parasiempre, de tener que profundizar ms en el asunto que nosocupa.

    4. Como ya se dijo, para D. Xavier, el bienestar socialconsiste en asegurar a los miembros de la sociedad laigualdad de oportunidades. Pero lo que aade ahora comonovedad es un nuevo tpico liberal, slo que aderezado conilustraciones y ejemplos de tan dudosa pertinencia como sussimpticas corbatas. En su opinin, la igualdad de

    oportunidades es exactamente lo contrario que la igualdadde resultados (que equivale a poco menos que tirana ydictadura, o, como l lo llama, a imposicin). A esto ya noshaban acostumbrado otros liberales. Como buenneoclsico, Sala insiste en que todos tenemos nuestraspreferencias en cuanto al ocio y el consumo. Recurdeseque se es el argumento que usan muchos neoclsicos paraculpabilizar del desempleo a los propios desempleados, que,en esta interpretacin, no seran parados forzosos, sino

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    simples consumidores soberanos que, en el dilema entrems ocio o ms renta, se decantan voluntariamente por loprimero. Para aqullos que piensen que esto tiene algnparecido con la realidad y no les baste con mirardesprejuiciadamente a la realidad capitalista misma de losparados de carne y hueso, recordemos la sensata irona conque Robert Solow no menos neoclsico, pero s msrealista descarta esta tontera. Solow, a quien nuestroautor quiere pagarle tributo declarndose luego discpulosuyo (p. 163), se re de esa cnica idea neoclsicasimplemente recordando que nadie ha podido observar

    nunca la menor correlacin estadstica entre los periodos desubida de la tasa de desempleo y los de un consumo mayorde bienes y servicios ligados a la industria del ocio (sino msbien todo lo contrario: vase su libro, El mercado de trabajocomo una institucin social).

    Como ya hemos adelantado, en este punto nuestro autorse muestra ms torpe de lo normal, y, para ilustrar su puntode vista, pone el siguiente ejemplo. Imaginemos una carrerade atletas. El gobierno debe establecer unas reglas dejuego que conozcan todos los participantes en la carrera, yasegurar que todos ellos tengan idnticas oportunidades deentrenarse. Con eso, garantizar la igualdad deoportunidades. Ahora bien, lo que no debe hacer nunca elgobierno --y ste no es un descubrimiento liberal cualquiera,sino que hay que imputrselo directamente a nuestro autor!--es obligar a que todos los participantes lleguen a la lnea demeta a la vez (p. 59). Pues bien, a eso es a lo que equivalela perversa poltica de igualdad de resultados. Dndehabr hecho nuestro autor tamao hallazgo?

    Curiosamente, como ocurre tantas veces, el ejemploelegido no es casual ms que en apariencia. Si nos fijamos

    en otros deportes distintos del atletismo, como la hpica o lascarreras de frmula 1, el ejemplo, si fuera un buen ejemplo,debera servir. Por tanto, lo que debera hacer el gobierno,segn esta metfora, es establecer la normativa y dejar quetodo el mundo disponga de la misma oportunidad (abstracta,por supuesto) de entrenarse. Por ejemplo, si uno no tienedinero para comprarse un coche de carreras o ni siquiera uncaballo de pura sangre, pues que practique con un carro demadera o con un borrico trotn. Lo que no puede hacer el

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    gobierno, segn el argumento liberal, es poner a disposicinde los deportistas los caballos o los coches de frmula uno,porque eso significara matar el incentivo del deseo deganar. No conozco a ningn no liberal que haya defendidonunca la original ocurrencia de que un gobierno igualitaristadebe conseguir que todos los estudiantes obtengan lasmismas notas en sus estudios. Sin embargo, hay una formams corriente de pensiero debole, que consiste en olvidarque, para conseguir ms igualdad, no basta con aprobarleyes y declaraciones que hablen de igualdad (si no seponen al mismo tiempo las bases materiales para asegurar

    dicha igualdad en la prctica).Si alguien duda de esto ltimo, puede comprobar que el

    propio Sala i Martn nos ofrece la prueba de lo que digo unaspginas ms abajo en su libro. Pero como entre lo queescribe acerca de la igualdad de oportunidades y lo que dicems tarde ha transcurrido una cuarentena de pginas,podra ser que sa fuera demasiada distancia para que sedisparen automticamente las sirenas de alarma en sucabecita apresurada e inocentemente incapaz de advertir lacontradiccin en la que incurre. Y me estoy refiriendo a que,en la pgina 100, al hablar de la explotacin infantil algomuy tpico, dicho sea de paso, entre quienes no creen en laexplotacin adulta, como por desgracia sucede en nuestrostiempos con los sindicatos llamados de clase, que no sonsino sindicatos disimuladamente liberales--, escribe:

    Huelga decir que la mayor parte de los pases delmundo tienen leyes que obligan a los nios a ir al colegio.Pero el problema es que el absentismo escolar es enorme. Yla razn por la que los nios y las nias no asisten al colegioes que sus padres (si es que tienen) no se lo puedenpermitir. Por ms leyes que dicten los gobiernos de los

    pases pobres (...) si los padres no quieren que sus hijosasistan al colegio, los nios no asistirn (p. 101).Por supuesto, la defensa de la igualdad de

    oportunidades, junto a la crtica de la igualdad de resultados,llevar a muchos criptoliberales a acusar a Sala i Martn deneoliberal (el adjetivo de moda). Y si, adems, dichoscrticos se mueven en la rbita de la Internacional Socialista(o en el universo socialdemcrata en general), aprovecharnpara hacer una encendida defensa de lo que, cada vez ms,

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    presentan como la edad dorada pre-neoliberal ykeynesiana, que tienden a contraponer, mtica ycrecientemente, como el nico modelo alternativo al quecritican (con mucha flojera, todo hay que decirlo). Estosingenuos (o algo peor) olvidan que ha habido pocos liberalesms grandes en el siglo XX que el propio Keynes, y en elcaso que nos ocupa y a pesar de lo que llevamos dicho yde que el famoso manual de Sala en ingls tenga porcoautor a un neoliberal tan conocido como Robert15[15] Barro-

    15[15]

    Curiosamente, los editores del libro de Sala en espaol (que tuvouna edicin anterior en cataln) traducen el nombre de Barro de Robert aRoberto, pero no hacen lo propio con el de Xavier (que debera serJavier, en eso que llaman castellano y que es ms bien el espaol). Estoprobablemente tenga que ver con esa especie de patente (no laNorth, sino la Gellner) que tienen en nuestros das las lenguasperifricas de Espaa, debido al complejo de inferioridad poltica quesufre la mayor parte de la izquierda espaola. La razn no es difcil deentender: lo que ahora sienten como un exceso de identificacin pasadacon el franquismo (en la poca en que vivieron bajo ese rgimen) loslleva a una especie de sndrome de Estocolmo invertido que los mueve acompensar los excesos franquistas con una poltica consentidora deexcesos aparentemente antifranquistas, que legitime su

    distanciamiento a destiempo respecto del franquismo. Tanto antescomo ahora se equivocan. Espaa, para bien y para mal, existe, y suhistoria hay que conocerla, no tergiversarla ni adaptarla al gusto de cadapoca. Algunos de los que se inventan naciones --con el propsito,confesado o no, de inventar luego los Estados burguesescorrespondientes-- no tienen inconveniente en inventarse tambin lahistoria, y suelen usar el procedimiento de borrar lo malo para quedarsey exagerar lo que ellos consideran bueno. Esto lleva a cosas de lo msperegrinas, como el que tanto la izquierda como la derecha de muchaspartes de Espaa eviten, consciente o inconscientemente, usar lapalabra Espaa. Estos seores no han odo hablar de Spinoza, que yaseal que la palabra perro no muerde. Muchos derechistas eizquierdistas espaoles creen, por el contrario, que la palabra Espaa,

    no slo muerde, sino que vota (y vota contra su opcin poltica preferida),razn por la cual prefieren usar el fascista circunloquio de Estadoespaol, engendro franquista para denominar un Estado que no era niuna repblica ni una monarqua. Pues bien, todo esto viene a cuento deque, al parecer, nuestro don Xavier Sala naci en el Estado espaol, locual, si bien nos aclara la circunstancia temporal, no hace lo mismo conla geogrfica, y nos deja con la desagradable incertidumbre de no sabersi la cigea que lo trajo al mundo lo dej en los tejados del Palacio de ElPardo o en los del Banco de Espaa (ya que debemos suponer que nofue ni en los de la Generalidad de Catalua ni en los del Palacio de laMoncloa, que por aquella poca no ejercan de tales). Lamentablemente,

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    -, podemos encontrar indicios de que nuestro autor tampocoes ajeno a este keynesianismo suave que comparten hoy enda los liberales que no se sienten cmodos con elcatecismo ultra.

    Por ejemplo, Sala no tiene inconveniente en reclamar unsistema fiscal progresivo. Ahora bien, al igual que hizoKeynes, tiene buen cuidado de recordar que es importanteresaltar que la redistribucin debe ser parcial, puesto queuna igualacin excesiva de los resultados finales conlleva,como hemos visto, una reduccin de los incentivos paraestudiar, invertir y trabajar. Y eso es malo. Como vimos, sa

    era exactamente la posicin de Keynes.Por otra parte, y como se comprobar en captulos

    posteriores de nuestro libro, Sala no es ajeno a laterminologa que usan los sindicatos y los partidos deizquierda, que poco tienen que ver hoy con los partidos yorganizaciones de las que histricamente surgieron. Sisocialistas y comunistas aspiraban originalmente a laliquidacin de la sociedad capitalista, hoy no hace faltarecordar que a lo que aspiran es a algo, no slo mucho msmodesto, sino claramente opuesto a lo primero: aspiran aconservar el orden social capitalista. Y para ello, nada mejorque reclamar una y otra vez la cohesin social (lossindicatos espaoles de clase, CCOO y UGT, llegan alextremo incluso de criticar al gobierno del PP por crearcrispacin en la sociedad mediante una poltica econmicay social que estorba dicho objetivo supremo de la cohesinsocial). A Sala, como buen liberal, le encanta dar con unpas donde (en su opinin) la pobreza disminuye: cita alrespecto el caso de Indonesia, del que dice que el aumentodel bienestar de los pobres gener una cohesin social quepermiti al pas, a todo el pas, mantenerse en la va del

    desarrollo y el progreso (p. 60).estas alegras no las cometen slo los liberales o las editorialesburguesas, sino que las reproducen con mayor ahnco aun losizquierdistas y las editoriales progresistas. En una resea del ltimolibro de mi amigo Pedro Montes, ya llam la atencin sobre lo chocanteque resulta leer en un libro de una editorial seria una enumeracin depases pertenecientes a la Unin Europea de este guisa: Francia,Estado espaol, Italia, Blgica.... Sin comentarios.

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    Y es que, en efecto, Sala no es slo un keynesianomoderado en el sentido fiscal, sino que es un progresista, unreformista y un conservador. Qu cmo se come estaensalada? Muy sencillo: dndose cuenta de que esosingredientes nuncafaltan en ningunaposicin poltica. Tantola izquierda como la derecha, y asimismo quienes se sitanen la tesitura de Sala que l mismo califica as: