guadarrama

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Dedicado a Arantxo, o la que quiero por ser más grande que el amor, a mis padres por su cariño, a mis hermanas por cuidar de mi, a Jesús por ser mi segundo

padre, o mi hermano pequeño Jesusin, y a Elena por volar con los caballitos que yo le dibujaba. lambién me gustaría dar las gracias a aquéllos que me acompañaron

en el camino, a Javier por seguirme entre la niebla y la ventisca, y por esa ilusión que le convierte en una lagartija con los mismos nervios que su abuelo, y a Juan porque cada vez que

delunciono la computadora él la devuelve a la vida, pero sobre todo por su amistad.

1.''edición: 200 1 5," edición: 2008

© 2008, JUAN PABLO AVISÓN. Textos © 2008, EL SENDERISTA

C/ Arena l 2 1 28013-Madrid

Telóf.: 91 541 71 70 Fax: 91 548 93 93

e-mail: Í [email protected] http://www.edicioneselsenderista.com

FOTOGRAFÍAS: Portada: Javier Sánchez. Carlos Sanz (págs. 27 y 28). Luis López (con-traportada, págs. 103 , 177 , 213, 231 y 237), Ediciones La Librería (págs. 17 , 19,21,23,24,33 , 132 , 139 , 226, 275 y 301), Paco To-rralba (págs. 9, 54, 121,189, 201, 248, 254, 267 y 297), Miguel A. Acero (págs. 1 6 y 115) , Vicente Ortuñ o (póg. 261) y el autor (resto).

PORTADA Y CARTOGRAFÍA: Pedro López Carcelén y Rafael Sanz DIBUJOS: José Manuel Onrrubia Boticón cedidos por Tomás Santamaría. Evelio Herrair(pág. 13) . DISEÑO Y MAOUETACIÓN: Equipo de diseño de Ediciones El Senderista

I.S.B.N.: 978-84-95368-35- 5 Depósito Legal: M-18201 -2008

Impreso en España/Printed in Spain Está prohibida la reproducción o almacenamiento total o parcial del libro por cual-quier medio: fotográfico, mecánico, reprográfico, óptico, magnético o electrónico sin l a autorización expresa y por escrito del propietari o del copyright . Le y de la Propiedad Intelectual (1/1996).

ÍNDICE DEL LIBRO

INTRODUCCIÓN 9

DESCRIPCIÓN GENERA L 1 5 VEGETACIÓN 1 7

Arboles 1 7

Arbustos y plantos 2 1

FAUNA 2 5

Mamíferos 2 5

Insectos 2 6

Reptiles y anfibios 2 6

Aves 2 8

Peces 3 0

VIEJOS Y NUEVO S CAMINO S 3 1

El camino de todos los días 3 1

Los caminos de antaño 3 3

EXCURSIONES 3 7

San Lorer)zo y El Escorial

1 . CALZAD A ROAAANA DE Lo s TRES ERMITAÑO S 4 1

2. SEND A ECOLÓGIC A D E E L BOSQU E D E L A HERRERÍ A 4 9

3. IA S MACHOTAS: f^c o DE E L FRAIL Í Y LO S TRES ERMITAÑO S 5 5

4. ARROY O DE L TOBAR Y CAÑADA REA L LEONES A 6 1

5. ABANTO S - Pozo s DE L A NIEVE - Risco ALTO 6 7

6. D E E L ESCORIA L A NAVALQUEJIG O 7 5

7. NAVALQUEJIG O Y VALMAYOR 8 1

Guadarrama

8. L A JAROSA 8 7

Sierra de Molagór) desde Peguerinos y Sor) Rafae/

9. VALL E D E ENMEDI O Y CUELGAMÜROS 9 3

10. CUEV A VAUENTE . . . - 9 9

11. BUNKE R D E CABEZ A ÜJA R Y ARROYO MAYOR 10 5

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12. ARROYOS DE LA GARGANTILLA Y DE LADROS 11 1El Espinar y la Garganta de El Espinar

13. VALLE DE L Ri o MORO S 11 7

Cercedilla y el Valle de La Fuenfria 14. LOS MIRADORE S D E L A FUENFRÍ A „ . . 12 3

15. CERRO PEÑ A DE L ÁGUILA 12 9

16. DE L A PEÑOT A A L A PEÑ A DE L ARCIPREST E D E HH A 13 5

17. CALZADA ROMAN A D E L A FUENFRÍ A 14 1

18. MONTÓN D E TRIG O 14 7

Sierro del Quintanar y Lo Mujer Muerta 19. SIERRA DE L QUINTANA R 15 3

20. LA MuiER MUERT A 15 9

21. U ACEBED A DE L Ri o FRÍ O 16 7

Pueblo de Navacerrodo y Valle de La Barranca 22. IA MALICIOS A 17 3

23. SENDA ECOLÓGIC A Y CUERD A D E LA S CABRILLA S 17 9

Manzanares el Real y La Pedriza 24. PRIMEROS PASO S PO R L A PEDRIZ A Y LO S CHORRO S 18 5

25. LA CHARC A VERD E Y POZA S DE L ARROY O DE L CHIVAT O 19 1

26. LA PEDRIZ A ANTERIOR : ELYELAA O 19 7

27. EL TOLMO Y LO S BANDOLERO S PEDRICERO S 20 3

28. CIRCO D E L A PEDRIZ A POSTERIO R 20 9

29. SIERRA D E LO S PORRONE S 21 5

Sierra del Hoyo de Manzanares 30. PEÑALIENDRE Y SILL A DE L DIABL O 22 1

Puerto de Navacerrodo 31. CABEZAS D E HIERR O 22 7

32. PINARES DE VALSAÍ N Y LOM A DE L NORUEG O 23 3

33. SIETE PICO S 23 9

Puerto de Los Cotos o de El Paular 34.

LA ANGOSTURA 24 3

35. ALT O VALL E D a LOZOY A Y CABEZ A MEDIANA 24 9

36. A L MONASTERKD DE E L PAULA R PO R E L CAMINO DEL PALERO 25 7

37. L A CUMBR E D E PEÑALAR A Y SU S LAGUNA S GLACIARE S 26 3

Valle del Lozoya 38. CASCADA S DE L PURGATOR O 26 8

Los Altos Puertos Corpetanos 39. PUERT O DE L REVENTÓ N ' . . _ 27 2

40. PUERT O D E LO S NEVERO S , ^ ^ . . _ 27 7

4 1 . A MALAGOST O DESD E L A GRANJ A .........; . 28 3 Lo Granja y el Pinar de Valsoín

42. INMEDIACIONE S D E L A GRANJ A 28 8

43. GARGANT A DE L ARROYO MINGÚETE 29 3

44. UMBRÍ A DE L TELÉGRAFO Y CERR O D E NAVALAZO R 29 8

45. LA S PESQUERÍA S REALE S DE L R O ERESM A 30 3

APÉNDICE 30 9 Glosario 30 9

BIBLIOGRAFÍA 31 1

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Esto guía presenta cuarenta y cinco excursiones en lo Sierra de Guadarrama por o patear cada resquici o de estas montañas, pue s no en vano representan 630 kilómetros de andadu-ra. Ton completa es esto obro , que no dejo de lado ningún cordal , valle , garganta o monta-ña. L o que sin dudo permitirá a l excursionista adentrarse en e l luga r de su elección y peinar lo sierra de punto a punto con sumo esmero.

Aunque han sido las peculiaridades del medio , l o fauno y lo vegetación, lo s que han ido hilvanando los poso s que compone n cod a un o de lo s recorridos . Ciert o es que coda ¡ornad o rezuma naturaleza , per o sobre todo se ha buscado enriquecer al caminante con la rico cultu-ra que cobijan lo s montañas. Po r ello en mucho s cosos el eje de uno ruta no es sólo el paisa-je que no s rodeo, sin o ciert o palacio , cueva , calzad o romano , o una d e tontas leyendas que pueblan lo penumbra de lo rozón .

Con l a intención d e que nuestr o paso no seo u n mer o trámite, se ha pretendido confec-cionar un manual que por encima de su capacidad de orientarnos por senderos y caminos, seo una obro didáctico qu e nos enseñe con sencillez lo s múltiples detalles que iremos encontran-do. Por o que así podamos caminar no sólo con lo s ojos abiertos, sin o ver y sentir que lo que nos rodea deja huell a en nosotros .

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Por ello, serán muchas anécdotas las que desfilorán inmersas en los textos de codo ruto, y que no s permitirá n ahonda r puntualment e e n conocimiento s antropológicos , hecho s histó -ricos, arquitectura , arte.. . Aunque siendo la Naturalez a e l hilo continuo en toda lo obro , se-rán constante s lo s referencia s o lo s distinta s especie s vegetale s qu e vamo s encontrand o en nuestro camino, sacand o o reluci r sus peculiaridades ; e igualmente sucederá co n oves , ma -míferos e insectos de nuestr a sierra , o los que conoceremos mós y mejor.

También ho y que resalta r e l carácter universalista de l a obro en cuonto al público al que va dirigido . Porqu e si bien las razones anteriormente expuestas deberían ser suficientes, ca-be destacar que ho y un bue n númer o de excursiones fáciles técnicamente y no mu y largos, perfectos poro aquéllo s que viene n o disfruta r d e l a Naturalez a sin necesida d d e bati r mar-cos. Aunque también los que gustan de marchas duras encontrarán lo que buscan, no en va-no hoy un buen número de excursiones que rondan lo s 25 kilómetros con desniveles medios de 1200 metros, en las que el duro esfuerzo y los exigencias técnicas son los notas dominantes. Sin embargo es en e l punto medio de ambos extremos, dond e encuentra lo virtud el moyor número de rutas aquí recogidas, obteniend o como resultado uno obro muy equilibrada, opto poro todos y todos.

Por último ensalzar los motivos personales que me han llevado a escribir esto guío, y por los cuales mi s sentimientos se entrelazan o cod o ruta . E n lo s laderas de esta sierra est á m i propia coso , y desde que ero u n renacuaj o me fascinaro n cod o un o d e sus rincones, tentán-dome a conocer con profundida d e l medi o qu e m e rodeab a y olorgar los caminatas muchos pasos más. N o es de extrañar que me emocione al transmiti r l o fascinación que como escu-riolense de puro cepo siento por lo sierro, hasta el punto de sentirme serrano de corazón. Así, espero que mi pasión ofrezca ese punto cálido que, como pizquitos de sol en la maso del pon, bogo más hermosa coda jornada .

Con tales antecedentes pocos lugares de estos montanos me quedan sin conocer, y quizás por ello m e h o sido fáci l seleccionor lo s excursiones má s hermosa s e interesantes . Per o po r encimo de todo es lo propia Sierra de Guadarrama l o que tiene argumentos paro convencer y enamorar. Porque la cercanía de sus laderas no es más que un acicate paro no quedarse en lo corteza y profundizar a l o largo y ancho de esta gran sierra , cuy o riquez a obliga a l cami-nante o busca r muy lejos, paro pode r encontrar bosques tan frondosos como e l Pina r de Val-saín, figuras fantasmagóricas como las de Lo Pedriza, otoños crepusculares como los de El Es-corial, laguna s glaciares como las de Peñoloro.. .

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Por último y respecto a lo nuevo que puede aportar esto publicación, hay que señalar que caminamos con la ideo de no renunciar a las excursiones cuyo éxito las ha convertido en clá-sicas, permitiéndono s el lujo de maquillarlas con innovadores finales y otros variaciones, pa-ra que ganen en belleza. Pero también se incluyen rutas nado comunes, cuya novedad es el fruto del empeño por descubrir las zonas más desconocidas y alejadas de la capital, como son los laderas segovionos y obulenses de la Sierro de Guadarrama.

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La Sierra d e Guadarrama forma part e de l Sistema Central , qu e divide las dos mesetas casteilonas, siendo sus cumbres, por tanto, un excelente mirador a las dos Castillas.

Formada por un cordal principal y sus ramales secundarios, desde lejos se la aprecia co-mo una elevación de suaves perfiles y redondeadas cumbres, l o cual define con claridad co-mo serón las excursiones de ésta y oíros guías al uso. De forma simplificada, los rutas se re-ducirón o subi r po r l a gorgont a d e u n arroyo , bost a alcanza r u n determinad o collad o o cumbre, y volver o bajar por lo ladera de origen o lo contrario, de nuevo por otra garganta.

Lo otro alternativa en cuanto o la descripción de itinerarios es lo de bacer largos trave-sías por lo alto del suave cordal , como son los famosos rutas de Cuelgamuros, Cuerda Larga y los Montes Corpetonos. Pues lo que en otros lugares serio un magno esfuerzo, aqu í es un largo tobogán muy atenuado por lo escaso diferencia de altura entre collados y cumbres. Eso sí, l a mismo diferencia que tiene como media los 500 m y pone a los collados muy cerco de l cielo, dificulta enormemente cruzar de formo transversal la sierra.

Así pues dos son las conclusiones: uno la difíci l comunicación entre las dos Costillas, y la otra, la posibilidad de convertir los travesíos en largos rutas, gracias a lo inexistencia de fuer-tes desniveles que mermen excesivamente los fuerzas.

Numerosos picos superan los 2000 metros, siendo la cumbre de Peñalora con sus 2430 m la mós alto de todos, lo que boce de ella una alto montaña en términos absolutos. Pero el be-cbo de que las dos mesetas sean también muy elevadas implico que los mayores ascensiones no superarán los 100 0 ó 120 0 m de desnivel. L o que empequeñece el esfuerzo físico de al-canzar uno cumbre, s i lo comparamos con los desniveles que bay que vencer en Pirineos.

Pero también el excursionista debe saber que hay notables diferencias entre lo ladero nor-te y la lader o sur, l o que sin dudo incide en lo s excursiones y subidos o los cumbres. L o pri -mera diferencia es lo mosificoción bumona de los inmediaciones de lo sierro, que en lo lade-ro sur o lado madrileño es muy evidente . L a creciente mancho urban o lleg o yo o l o mismo sierra, qu e el fuego arraso en busc o de la recalificación de urbonizoble. Po r el contrario , la zona segoviana y abulense (ladera norte), al resultar oigo alejado pora los capitalinos, es to-davía mu y desconocida poro e l público en general.

El segundo aspecto o tener en cuenta es lo diferencia de altura de lo ladero sur (600 m) y l a lader a nort e (900 m) . Ell o hac e que cualquie r ruto desd e l o vertiente sur deba vencer mayor desnivel, obligóndonos a un esfuerzo más generoso.

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^ Zoaa de turberas en d Iñaáio de Peñakffa ^

Pero la diferencia más notable y de mayo r importancia es el bosculamiento de la cadena montañosa hacia el sureste. Esto , que puede sonar a chino, se traduce en que buena porte de lo montañ a s e levant a com o un a ola , dond e l o part e vertical , encrespad a y abrupt a s e corresponderio co n l a lader o sur ; mientra s po r e l contrario , l a parl e nort e se v a levantand o progresiva y suavemente.

Esta sierra debe su nombre, a l río homónimo que noce en los inmediaciones de Cercedillo, y a l que los órobes bautizaron co n e l nombr e de Uader'Rmelo ri o de los Arenas. Poc o o na -da deb e habe r combiodo desd e lo s tiempos de l a Reconquist a est a viej o elevació n de l plega -mienío Hercinian o que , cuand o lo s Alpes o Pirineo s comenzaban a levantarse , ell a y a men -guaba por lo acción de l agua y el hielo . Implacable s agentes erosivos que ha n tenido mucho trabajo po r l o durez a de l granit o y el gnei s de qu e está compuesta . Per o tras los siglos, ha n sido lo s mono s artesanos que ha n modelad o e l paisaje , creand o figuras com o las de L o Pe -driza, canchale s como el de Lo Mujer Muerta, bolo s como E l Tolmo, carros del diablo, venta -nas del diablo , cara s de esfinge, fantasmas , piedras caballeras...

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Arboles

ABEDUU Su característica más visible es su corteza plateada o gris claro, que se resquebraja en oscura s placa s rectangulares. Su s hojas alternos tienen formo ovalad a o romboidal , además del borde doblemente dentado. Gusto de suelos arenosos o ligeros y se pirra por los terrenos húmedos y las vegas de los arroyos . Po r ello, e s fáci l encontra r abedulares en los márgenes de los arroyos de La Angostura y la Umbrío, en el Alto Valle del Lozoya.

ACEBO: Conocido como elemento ornamental navideño, hecho que llevó o este pequeño ár-bol de hojas punzantes con brillante cutícula y frutos rojizos invernales al borde de lo de-saparición. Le gustan las olturos -llego o los 1600 m de altitud- y los zonas umbrías. Por ello no es raro encontrarle de forma aislada en La Fuenfrío y el Alto Valle del Lozoya. Pe-ro existe un magnífic o bosque de grandes proporciones en e l Pina r de lo Acebeda, cuy o nombre hoce cloro alusión a su presencia desde antiguo.

^ Ho¡a de acebo ^

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ÁLAMO BLANCO : S U tronco derecho de coríezo blanquecina alcanzo los 2 0 y 30 m de altura. Los hoja s alternos , caduco s y polmeodas se identifica n po r e l verd e oscur o de l ha z y el envés blanco. Aporece de formo esporádica en los humedales y arroyos y suele ser habi-tual encontrarlo en hileras paro su consumo comercial , com o los que veremos en la s in-mediaciones de Rascofrio .

AuMO NEGRO: Conocido populormente como chopo, su tronco es recto y grueso, y lo corte-za d e u n coracteristic o colo r grisáce o oscuro. Lo s hojas, caducos , tiene n forma d e cora-zón; y los romas crecen casi verticolmente, formand o uno copo alorgada y estrecha. Pe-se o ser muy común de formo aislada en los cursos de agua serranos, podemos ver algunos ejemplares en el arroyo del Romero l en San Lorenzo , e l Borrone o de Peñoliendre en la Sierro del fioyo, o en lo vega del río Lozoya a su poso por El Poulor .

ALISO: Sus romas retorcidas y oscuras, pero lisos, se lanzan normalmente sobre los arroyos, convirtiendo su cauce en u n intrincad o loberinto . Su s hojos coducas de entre 4 y 1 0 cm de largo son redondeodas y poseen numeroso s dientecillos en e l borde . Muy común en las riveras serranos, s i acaso cabe destocar los arroyos de Lo Fuenfrío y Lo Angostura, y los ríos Monzonares y Eresma.

CASTAÑO: Desnudo durante el invierno, es en verano cuando comienzan o gestarse los erizos, que guardan los rica s castaños que caen e n otoño . Co n hojas coducas alternas lanceola-das con borde oserrodo, su corteza es ceniciento y muy resquebrojoda. Habitual en otros lugores del Sistema Central , e l único luga r de lo Sierra de Guodarramo donde lo encon-traremos es el Bosque de La Herrería, en San Lorenzo de El Escoriol.

ENCINA: SUS bellotos son muy apreciados como alimento poro animales. Pero también fueron molidas y convertidas en horino, paro su consumo humano en tiempos de escosez. De su ancho tronco de corteza resquebrajado, sale una omplia cúpula; y su hoja perenne es de verde reluciente por encima y blonco fieltro por debajo, odemós de presentar bordes on-dulodos con pequeños dientes espinosos. Muy extendido en lo Península Ibérica, en la Sie-rro de Guodorroma se encuentren de formo marginal . Éste es el coso de los laderos sep-tentrionales de Lo Mujer Muerta y lo Sierro del Quintonor. Otro ejemplo notori o es el de lo Sierro del Hoyo, donde , a pesor de su escaso porte, se extiende abundantemente por

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la ladero meridional, y es po-sible ve r grande s ejemplares en lo s inmediacione s d e L o Tortuga.

ENEBRO COMÚN : Árbo l utilizad o

antiguamente paro lo obten-ción de lo miera, un bólsomo de us o cotidian o par o bron -quitis y reumatismo. De poca altura, unos 3 m, su modera rojiza y perfumad o er o mu y apreciado por o la s viga s d e las cosos. Sus hojos acidulados son mu y punzante s y tienen dos líneas blancas por el hoz. Muy repartid o a l o larg o d e nuestra sierra, es posible en-contrarlo en Los Mochotos, lo Sierra del Hoyo, lo Cuerda de los Porrones... pero nunca de formo predominante . - , , -. . , < „

^ ^ Enebro en la Sierra del Hoyo ^ ESPINO BUNC O O MAJUELO : SU S

flores blancas enracimados despiden u n ocoromelod o olor e n primavero , ante s de con -vertirse en un fruto rojizo de carne insípida, muy apreciado por los aves. Este fruto es co-nocido po r e l hombre como majuel o y es utilizado por o fabrica r jorobes de vitamina C. Además los pequeñas romos espinosas, no sólo son uno estupenda percha paro que el al-caudón olmacene sus presas, sino también un notable refugio poro múltiples aves insec-tívoros. Es posible encontrarle en el Bosque de Lo Herrería en Son Lorenzo de El Escorial, el cauce del río Frío, o en el Collado de lo Cruz de lo Gallego en Valsoín.

FRESNO: LOS sucesivas podas ocobon por formar lo gruesa cabezo que exhibe, detalle más que identificotivo. Con 25 m de alto, su copa amplio y bien ramificado, dejo coer en oto-

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ño sus hojas caducas enfrentadas, compuesta s por entre 5 y 1 3 hojuelas lanceoladas . Es una especi e mu y tolerante co n lo s pasto s vacunos , l o que hace mu y frecuente en dehe -sas como las de El Escoria l o las del Valle del Lozoya.

HAYA: Árbo l de hojas caducas ovalados con los nervios muy morcados y paralelos, cuyo cro-matismo rojizo tiñe el otoño. Podemo s encontrarla en el Puerto de San Juan de Mologón, en San Lorenz o de E l Escorial , dond e ho y un bue n númer o de ejemplares escondidos en el pinar . Pose e u n tronc o rectiline o y grueso , cortez a lisa y clora, ademá s de uno altura considerable (entr e 2 0 y 3 0 m) .

PINAR ALBAR , SILVESTR E O D E V A I S A Í N : L O especi e arbóre a má s abundant e d e l a Sierr o d e

Guadarrama e s fácilment e reconocibl e po r s u asalmonad o tronc o d e lámina s apergami-nados. EsbeH o y de gran porte , otro s de sus características son sus pequeñas piños y ho-jas aciculados de 3 a 7 c m d e largo . E l mejo r ejempl o e s e l Pina r de Valsoín , dond e e l antiquísimo aprovechamiento maderero ha sabido conjugar su conservación con e l apro-vechamiento tradicional .

PINO NEGRAL : Árbo l de altas cotos serrónos, lleg a incluso o los 2000 m de altitud. Se distin-gue por su copa piramida l y su tronco recto de corteza grisáce o y escamoso. La s agujas, emparentados, tienen uno longitud de 3 ó 8 cm de largo; y los piños maduros suelen al -canzar los 7 cm. Menos frecuente que el pino silvestre, su encuentro en las laderas del pi-co Abantos en El Escorial , L o Jaroso en Guodorromo, y La Pedriza se debe prácticamente o lo s replontacione s efectuadas po r l o man o de l hombre .

PINO PIÑONERO: SU copo redondeada de gran porte alcanzo uno ahura tan considerable como los 30 m. Pero lo más singulor de este árbol son sus hojas aciculadas de 1 0 o 20 cm, y sus enormes piños con piñones comestibles. En su corteza, muy ogrietodo, nunco faltan las di-characheros ardillas. Es difícil encontrar bosques de esto especie en lo sierra, pero sí pode-mos destacar los altos y centenarios ejemplares de lo Cosit a del Príncipe en El Escorial .

ROBLE: SUS hojas caducos con hendiduras que le llegan bosta e l nervio son los indiscutibles protagonistas de los excursiones otoñales. Conocid o tombién como reboll o o melojo , su s bellotas son mu y apreciados por el ganado. D e tronco recio , su cortez a es gruesa y muy

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agrietada. Pes e a encontra r buenos rodales en la s inmediaciones de Cercedilla , destoc a el robleda l de Los Horcajuelos en Roscofría . Per o muy especialmente cabe resaltar el re-bollar del Bosque de La flerrerío en Son Lorenzo de El Escorial.

TEJO: El árbol mágico de los celtas es muy especial, y pocas sus apariciones. Lo podremos en-contrar en lo s profundas y umbrías gargantas que van a dar o L a Angostura, e n e l Alto Valle del Lozoya. Merece lo pena conocer de cerca esto especie de corteza escamoso y ro-sado, cuyo fruto rojizo carnoso y de forma ovoide no es comestible, pero es el detalle por el que mejor se le reconoce. Sus perennes agujas aplanados son oscuras por la porte su-perior, y amarillentos por lo inferior .

Arbustos V plantas

A coda pas o amarillos narcisos , blanco s margaritas , morado s azafranes serranos, áspe -ros pastos cervunos, y perfumados tomillos. Per o también:

Detalle de uno hoja de roble ^

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BREZO BLANCO : Co n numerosa s rama s de escaso groso r y flores blancas con u n arom o muy dulce. Pued e alcanzar los tres metros de oltura en laderas ásperos y desabrigadas. Aun-que también crece con profusión en los couces de los ríos y arroyos. Utilizado actualmente como element o decorativ o e n alambrado s de jardines , su s raíce s era n antañ o u n exce -lente carbón paro fraguas . Se le puede encontrar especialmente en L a Pedriz a de Man-zanares el Real .

CANTUESO O LAVANDA : S U penach o espigad o d e colo r morad o delat a o est o oloros a planta , que es de las más abundantes de la Sierra de Guadarrama. Podemos encontrarla en cual-quier rincón, desde los valles herbosos, hasta los agrestes y solitarios cumbres. Suele aca-bar dando olo r a perfume s y detergentes .

ENEBRO RASTRER O O ENANO : Compañero inseparable del piorno en los altos cumbres, sus ho-jas aciculados y punzantes son e l terror de las piernas. Sus bayas, conocidas como nebri -nas, posó n del verde al azulado al madurar , y de ellos se obtiene la ginebra.

ESCOBA: Tall o verde , dur o y erguido . Flore s amarillos en racimo , y frut o en form a d e judí o oplostado. Suel e alcanzar los dos o tres metros de altura . Normalment e la encontramo s en los partes más bajos de lo sierro, o o medio altura al resguardo de los pinos, pero nun-ca en desabrigados y altas cumbres.

GAYUBA: ES conocida popularmente como el césped montañés, pues se extiende ampliamen-te por las laderas, a las que forro con su brillo cuticuloso. Flore s blancos y pequeños fru-tos rojizos. Muy abundante, es especialmente extensa en el Collado de la Dehesillo en Lo Pedriza, Lo Jarosa en Guadarrama, o Lo Barranco en Novacerrodo.

JARA PRINGOSA : A l poc o d e fundirs e la s última s nieves , est e arbust o íiñe co n su s flore s d e blanco las laderas desarbolados. Razó n por lo que en mucho s lugares se lo conoce como "nieve d e primavera" . Apreciad a desd e antigu o po r l o sustanci o pegajos a (ládano ) qu e recubre su s hojos , l o cual , ademá s de despedi r u n olo r mu y característico , er o utilizad a con fines medicinóles . Muy abundante en l a Sierra de l Hoyo.

^ Cantueso en plena floración ^

JARA ESTEPA : Muy parecida o lo anterior , su tronco es leñoso y rojizo, pero sus hojas carecen del pegajoso ládano. Suele proliferor en cotos más altos y duras, como en el coso de Lo Malicioso, o los partes más elevados de Lo Pedriza.

PIORNO: Ton áspero como las altos cumbres en los que se encuentra, a los que suele forrar de formo predominante . Si n sobrepasar e l metro de altura , su s robustas y flexibles ra -mos aguantan sin quebrorse el peso de lo nieve, y el constante aire. Con flores amarillas, que olió po r primavera esparcen un agradable olor dulzón.

ROMERO: D e flor violácea, tallos leñosos y hojas estrechas que ol oprimirlas dejan en la ma-no un fuerte y ogrodable olor . Suele alcanzar el metro de altura, y siempre ha sido uno excelente infusión pora la tos. Gusto de terrenos arenosos, po r ello en lo parte villolbino de lo Sierra del Hoyo prolifero abundantemente.

ROSAL SILVESTRE : Punzant e arbusto que suele confundirse con lo zarza. Tallos espinosos, ho -jas dentados con ha z verde y envés blanquecino, y flores solitorios de color rosa pálido . Su fruto rojizo, conocido como escoramujo, contiene uno gran cantidad de vitaminas; ade-más es utilizado como astringente, de ohi que lo voz popular le otorgue el sobrenombre

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de "topa culos". Muy común en fresnedas y robledales como los de El Escorial , Roscafrío , Revenga y Valsaín.

ZARZAU SU S negras moros o zarzamoras, yo sean al natura l o en mermelada , so n siempre un olimento natural y muy sabroso. Según cuenta l a sobiduría popular , l o mejor es reco-lectarlas cuando están bie n negras , y después de un bue n chubasc o porqu e el agua lim -pioró lo suciedad y el polvo. L a excursión más "enzarzada" de la sierra es quizás la cal-zado romano de Los Tres Ermitaños en E l Escorial , o l a toma de aguas del Acueducto de Segovio en el rí o Erío .

^ Tras las nevadas, la jara tiñe de blanco la primavera ^

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Mamíferos

Más comunes de lo que uno cree son los encuentros con los corzos en las frondosas lade-ras del Pinar de Volsain. También hoy un buen número de zorros y jabalíes, especialmente en Cuelgamuros. Pero salvo los hozadas de los segundos, ambos especies son difíciles de sorprender por lo agudo de sus sentidos.

Las ordilios, como las de la Cosita del Príncipe en El Escorial, son muy numerosas en zo-nas de pinares; especialmente si son pinos piñoneros. Erizos , ratones , topos y lirones córelos gusíon de zonas muy boscosas con hojarasc a y modera podrido, com o los Pinares de Volsoín o el Valle del Lozoya. Pues aporte de pequeños frutos, nunca desestiman los lorvos e insectos que crío lo maíerio orgánico en descomposición.

Conejos y liebres prefieren lo s zonas más bajos de lo sierra , haciend o de los motorroles sus mejores refugios. Éste es el coso de lo Sierro del ffoyo, donde lo intrincada morona de jo-ros y romero, favorece el correteo de tan veloces omigos.

^ la ardilla es un morador habitual de nuestros bosques ^^

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También podemos destacar la reintroducción en Lo Pedriza de lo cabra montes, la cual se siente como pez en el agua entre tanta piedra, resultando fócil de localizar entre las paredes verticales de El Yelmo.

No podiomos terminar sin hablar de los onimoles más comunes de la sierra, o los que uno después de verlos trepar por oltos riscos, no s se atreve o llamar domésticos. L o vaca serrana por l o genera l es lo de roz o ovileño , corocterizad o po r su colo r negro y porque n o gusto de bromas. Per o también podemos ver la lechera con su corocteristic o pie l blanco y negro , y la morucha, d e color pordo, cuy o destino final es convertirse en carne pora e l consumo.

Igualmente puede uno deleitarse con el correteo de los pequeños potrillos, a los que acom-poñon sus podres; o los extensos rebaños de cobros y ovejas, o lo s que acompaña e l curtido y moren o postor . Ell o no s oblig a o pensa r e n est a sierra , com o u n lugo r d e economí a emi -nentemente ganadero desde antaño. Sin duda una coracterístico que lo diferenció de los dos mesetas cerealistas que la rodean.

Insectos

Reseñar primer o su abundancia , l o que no s llevo o centrarno s en lo s qu e a l fina l serón unos pocos especies. Cabe destocar, no obstante, l a moriposo nocturna groellsio isobelloe, un endemismo descubierto en los Pinores Liónos de Peguerinos . Otro s mariposas iguales de ale-gres y vistosas son l a macaó n y lo mariposa de l majuelo .

Muy útiles resultan o l hombre los obejas que, e n e l coso de los colmenas de lo Sierra de l Hoyo hocen uno estupendo mie l de las abundantes flores del romero , tomill o y jaro.

Pero más espectoculores resultan los escarabajos rinoceronte y ciervo volador, asiduos en los robledales de Roscafrío o Lo Herrerí a de San Lorenzo de E l Escorial .

La urticant e procesionaria, llamad o os í por avanzar en hilera , po r desgracia ha dispara-do su número; y los copos de los pinos cada vez están más pobladas de las carocíerísíicas bol-sitas blanquecinas, en los que se cobijan.

Reptiles y anfibios

Solomondros y tritones encuentran acomodo en los humedales; y a poco que se estanque un poco de aguo, los olegres ranas y sapos comienzan o croar de felicidad. Alegría o veces in-

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terrumpido por lo culebra bastardo y la culebra escolero que, como los extremeños, se pirran por los ancas . A esto últim a resulta espectacula r verlo nada r con medi o cuerpo zigzaguean-do en e l aguo, y el otro medio enhiesto en e l aire . Ademas su gran tamaño l o convierte en un peligroso predador poro cualquier otro especie, atreviéndose incluso con los pequeños pa-titos.

El único ofidio venenoso con el que podremos encontrarnos es lo víbora, que prefiere las zonas arenosas y secos. Escondida bajo cualquier piedra, dormita muy tranquilo, y ante nues-tra presenci a suele decidirse po r un a retirad o silenciosa. Sólo al hostigarl a y molestarl o pa -rece reoccionor, con lo cual haríamos bien en no tentar o l a suerte. Pue s aunque su veneno no llego a ser morta l pora un individuo de complexión normal, su mordedura resulto en ex-tremo doloroso .

Muy numerosos resultan las diferentes especies de lagartijos , a las que podemos ver to-mando e l so l o l o vero de l camino o sobre las rocas. Aunque podríamos destacar o! lagart o verdinegro por ser un endemismo, e igualmente al lagarto ocelodo con sus vivos colores ver-des, amarill o y azul , po r ser el sourio más grande de lo Península . Muchas son las leyendas que cuentan lo s má s ancianos de l puebl o sobre grondes lagartos que arremetían contr a ví -

»- Víbora ^

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boros que trotaban de hocer dono o algún desprevenido hombre. Sean leyendo o no, siem-pre fueron un manjar que llevar a la sartén.

Aves

Ver en la Sierra de Guadarrama diferentes especies de pojaros es de lo más cotidiano. Co-nocer a esto s emplumados e s un a tare a qu e requier e mayo r dedicación y estudio po r su nú -mero; pero cuando uno sale al monte la gratificación está oseguroda, porque el encuentro es-tá garantizado .

Respecto a la s grandes oves, numerosa s guías suelen hace r un o extensa lista , qu e en l o mayoría de los casos es imposible ver. Así pues, son el milano real, e l águila ratonera y en es-pecial e l buitr e leonado, las rapaces diurnas más comunes en el cielo de estos montañas gua-dorrameños.

Lo afluencia masiva ha perjudicado en exceso a las grandes rapaces, mu y sensibles a las consecuencias d e l o huell a humana , siend o tare a má s complicad a ve r gavilanes , cernícalos , azores, águilo s reales, culebrera s o perdiceras.

^ Mochuelo ^

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Por e l contrari o llamo la atenció n e l gran númer o de buitres leonados, qu e beneficiados por lo carroño que genera lo abundante cabana serrana, h a disparado sus apariciones en La Pedriza, Lo Mujer Muerta y la Sierra del Quintanar . Además, son fácilmente reconocibles por su planeo sosegado, lo s olas pardas de gran envergadura y su estirado cuello.

Para e l excursionist a tambié n e s má s complicad o descubri r rapace s nocturnas , com o e l cárabo, lechuza , autill o o buho chico, e n comparación con lo fácil que es encontrarse con e l pequeño mochuelo de ojos brillantes .

Sin dudo los encuentros más numerosos son los establecidos con los córvidos. Los negros cuervos, grajos, cornejas , grojilla s y chovas, no despiertan gran simpatía, pero.. . el vuelo de estos espíritus negros en plen a tormenta de nieve , rasgand o lo ventisca que sacude los des -nudas y rocosas cumbres; o ver cómo, ante el picado de una robusta rapaz se sacuden el ata-que con enorme fortaleza; son motivos que personalmente les otorgan mi respeto. Cuando en pleno inviern o todo duerm e except o su estrident e chillido, un o no dej a d e senti r que e s u n amable saludo en lo soledad del bosque, o quizás... un aviso tenebroso de lo que está por su-ceder.

No obstante, uno de los aves más comunes, aun siendo córvido, no es negro. Nos referi-mos a l a blanquinegr a urraca . Est a ladron a d e objetos tan brillante s como lo s plumas de su cola no es frecuente en los altas cotas. Abundante por contra en fresnedas, robledale s o los inmediaciones urbanas, hacen en los árboles su nido con tal ingenio, como paro levantar una cúpula de pequeñas ramítas .

Otro ilustre y colorido córvido es el arrendajo. Muy frecuente en el melojar , e s fácilmen-te identificoble po r su colo r pardo y uno pequeñ a mancho de plumas azuladas en sus alas.

Tras este repaso o los córvidos, seguro que podremos reconocer o bueno porte de los em-plumados.

Pero habría que completar la listo de los aves de medio tamaño, con lo mención a lo abu-billa con la cresta de puntas negras y los parecidas torcaz, zurita, palomo común y tórtola. Igual-mente nos costaría distinguir al negro tordo del mirlo, sino fuero por el pico amarillo del último.

El pico picapinos aparece adherido o los troncos de los pinos, y pese o parecer un grajo o lo lejos, pues el color negro parece esconder las pequeñas monchos blancos de su plumaje, de cerco e l royado rojo de su cabeza nos ayudo o reconocerl o con precisión . Cuando e l pinar es sustituido por fresnos o robles, e l picapinos dejo su sitio al vistoso pico real, cuyos colores ver-des, amarillos y rojos son frecuentes en las dehesas de El Escoria l y Roscafría.

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Entre e l jara l y e l romer o d e los partes más bajas de la Sierra de l Hoyo , deambula n la s perdices con sus perdigones, lo codorniz, y la raposo a su acecho.

Pasamos ahora a l numeroso grupo de los pajorillos. Por a ello comenzamos con e l archi-conocido gorrión , perfectament e adoptado a l medi o cread o po r e l hombre . Podemo s desta -car sin embargo por sus bellos colores al carbonero común, herrerill o común, verderón , ver -decillo, e l petirrojo con su babero naranja, l o brillante golondrino de careta roja , e l colirrojo tizón, e l trepador azu l que desciende de lo s pinos cabezo abajo , e l jilguero , e l pinzón , y l a blanca lavandera , qu e sube y bajo la cola ton insistentemente que pareciera que sus peque-ñas potas no fueron capaces de mantener el equilibrio.

Menos vistosos pero especiolmente melodiosos son e l chochín, cuy o pequeña cola acen -túa su rechoncho y gracioso cuerpo ; e l zorzal , o l qu e n i siquiera la s tormentas le frenan las ganos de contar ; y el ruiseñor .

En cuont o o lo s aves de nuestras aguas, veremo s alguna garz o o grulla en los grandes embalses. Pero los ríos serranos son mós un refugio circunstancial poro anótidos como la fo-cha, poll a de aguo, o ánade real , que parecen preferi r lugares más bajos y con mayores nu-trientes.

Terminamos con e l habitante más popular de campanarios y torres, l a cigüeña blanca.

Peces

Las truchas serranas, com o la s de lo s río s Eresmo , Moro s o Lozoya , todaví a resiste n e l embate de lo foráneo trucha orco iris. Cierto es que uno se desilusiona al ver su pequeño ta-maño, pero la altura y lo alto variación en el cauce de los arroyos, son duros obstáculos coti-dianos.

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Eí camino de todos los días

Sendero o Senda El más estrecho de los caminos serranos es también el más habitual en los paseos del ex-

cursionista. Han sido trozados por el ganado y los pastores, en su afán por llegar o cualquier rincón; pues en lo montaña los pastos no están distribuidos uniformemente. Lo s senderos, y en especial las sendas, suelen ser más habituales en los partes altos de lo montaña, donde lo empinado y abrupta orografía dificulta la creación de anchas vías.

Camino Carretero Utilizado antaño por carros, suele aplicarse por extensión a todo vía que sin llegar a ser

pista, ol menos tiene unos dos metros de ancho.

Pista Forestal Camino con un excelente piso de, al menos, tres metros de ancho. Normalmente se limi-

ta a faldear por las montañas o atravesar un collado, pero rara vez llego a las cumbres. Trazado o base de excavadora, suele tener en sus márgenes desagües y es utilizado por

los vehículos de leñadores, ganaderos y extinción de incendios. Aunque por desgracia en los últimos tiempos, esta s vías se han convertido en e l luga r preferido paro los correrías de los domingueros con todoterrenos.

Sendero GR (Sendero de Gran Recorrido) Dos bandas de pintura paralelos y horizontales, un a blanco y otra rojo. Eso es én esen-

cia este camino catalogado como sendero, per o que, cua l hilo conductor, l o mismo nos hace viajar por asfalto, sendero, pista o camino corretero.

En sentido estricto no son un sendero, sino el trazado de uno propia ruta que une dos pun-tos concretos, atravesando lugares de cierta relevancia.

El GR es el resultado del conocimiento de habituales montañeros, que gracias o su expe-riencia van balizando el camino con pintura roja y blanca.

Antiguamente los senderos eran marcados por vaqueros, pastores y más tarde montoñe-

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ros, omontonond o pequeñas piedras una encimo de la otr o (hitos) , por a poder orientarse en días de niebla, o simplemente para dar con e l camino con focilídad.

Pero tales señalizaciones no resultabon demasiado fidedignos pora l o que se avecinaba. La socieda d s e moderniz ó y e l turism o rura l convirti ó a l o montañ a e n otr o luga r de pasa -tiempo par o l a mas o urbana .

El urbonito se hace montanero ocasional, careciend o en su mayoría de preparación físi -ca o manejo de la cartografía, y desconoce las normas elementales poro desenvolverse en un medio que le es hostil .

Surgía, pues , l a necesida d d e facilita r e l acercamient o a l medi o natura l de estos perso-nas, d e formo que pudieran desenvolverse con tranquilidad , y disfruta r de aquello que has-ta ahor a no ero más que un frondoso y cavernosos bosque.

Lo Sierra de Guadarrama es atravesado por los siguientes GR:

El GR-88 es el mós desconocido, ol bordear la porte septentrional de la sierra, poro pos-teriormente subir por el Puert o de Pasapán , y bajar por lo Gargant a de E l Espina r a San Ra -fael Desd e dich o pueblo , sub e po r l a gargant a de l arroy o Mayo r o Collad o Hornillo , dond e entronca con el GR-10, poniend o fin así a su larga vida.

El GR-10 es sin embargo uno de los mós famosos senderos GR, pues une ni más ni me-nos que l o población valenciana de Puco l con Lisboa , o seo e l Mediterróneo con e l Atlántico. En nuestra sierra no se despega del cordal principal, llegando o desdoblarse en dos desde Bus-torviejo basto el Puerto de Lo Fuenfrío : e l GR-10, propiamente dicho, ¡ró por La Pedriza; y el GR-10.1 ir á por el Valle del Lozoy o y el alto Pina r de Volsoín.

Sendero PR (Sendero de Pequeño Recorrido)

Nacidos con l a mism o filosofía , s e diferencian de l GR en que sus recorridos no exceden de los 50 kilómetros . Po r ello tombién e l balizaje difiere, siendo las marcas dos bandos hori-zontales y paralelos, per o esto vez uno de pintura "amarillo " y la otro blanca .

En lo Sierra de Guadarrama han proliferodo numerosos PR. Pero debido o lo falto de acuer-do o simplemente a su antigüedad, l o bolizoción es heterogénea. Así el excursionista se en-cuentra e n su s paseos , l o mism o la s dos bando s de pintur a amarill o y blanco , qu e punto s y flechas de colores, o carteles indicadores. Un claro ejemplo de lo anterior es el caso de los sen-deros de La Fuenfrío .

Hito de piedras

Podemos clasificar los PR a su vez en: •SENDEROS CIRCULARES : Cuando su origen y fin están en el mismo punto. •SENDEROS ECOLÓGICOS : Son los trozados en zonas de interés ecológico y están orientados o

fines didácticos, por lo que no es raro que estén dotados de paneles informativos. Un ejem-plo es lo sendo del Bosque de Lo fierreria en Son Lorenzo de El Escorial .

•SENDEROS LOCALES : Con un balizado inestable y arbitrario, trotan de acercarnos a un lugar concreto, que destoco po r sus peculiaridades sobre el entorno.

Los camino s d e antañ o

Calzadas Romanas Las vías de comunicación romanos fueron obras civiles utilizadas poro facilita r el comer -

cio y el rápido movimiento de tropas, en fon vasto Imperio. Su realización se basaba en lo su-perposición de diferentes copos de piedras con co l y hormigón, coronado s generalmente por un enlosado de piedra.

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^ Marca del GR-10 en la ascensión a Las Machotas ^

En lo Sierra de Guadarrama encontraremos dos calzadas, a las que haremos protogonis-tas de sendas rutas: l a calzada de L a Fuenfrí a en Cercedilla y lo calzada de Los Tres Ermita-ños en Zarzaíejo y El Escoria l

La calzada de La Fuenfría fue construida en el siglo i por orden del emperador Vesposia-no para uni r Titulcia (en los inmediaciones de Alcalá de Henares) con Segovia . Su trazado la llevaba o Cercedilla , par a subi r a La s Dehesa s y atravesa r l a Sierr a d e Guadarram a po r e l Puerto de La Fuenfría. Posteriormente , bajaba mós suavemente por las faldas del Montón de Trigo y La Comorco, hasta Segovia.

fiay qu e aclara r qu e n o toda s la s parte s d e un o calzad a secundari a com o ést a estaba n perfectamente enlosadas . Est e revestimient o er a preferentement e utilizad o cuand o lo s des -niveles a salvar lo hacían conveniente. Por eso, sólo encontraremos tramos perfectamente em-pedrados en las inmediacione s de l puent e roman o de l Descalz o y los 10 0 metro s anteriores a coronar el Puerto de La Fuenfría ; ambos en lo ladera de Cercedilla . E l resto de calzada re-duce su piso a piedras menudas.

Pero no sólo el enlosado define a una calzada. Quizá s el elemento más importante de la ingeniería romana fuera el robusto orco de medio punto. j Y qué es un puente sino un simple orco! Gracias o los puentes, se salvaban furiosas corrientes de agua de manera directa y sin

rodeos. Así, la calzada se componía de un excelente piso, que avanzaba en busca de los puen-tes; elemento que las acompañaba y se integrabo en el recorrido.

En la calzado de La Fuenfría hay cuatro puentes: el primero es el del Molino, amén de re-sultar el más grande e impresionante. Está ¡unto a la estación de trenes en Cercedilla y toda-vía hoy soporta el tráfico rodado.

El segundo es el de La Vento; sin pena ni gloria, se encuentra en la carretera que lleva a Los Dehesas y es difícil verlo por la abundante vegetación.

El tercero, e l puente del Descalzo, marca el inicio de la subida al puerto y de uno de los tramos enlosados en mejores condiciones. El último es el de Enmedio, ya que se encuentra en el punto medio de la ascensión.

La otra calzado romana es la que bordea Lo s Tres Ermitaños o L o Ma-chota Baja , e n e l Escoria l y Zarzaíe-jo. Es mucho menos espectacular que lo de Cercedilla, porque buena porte de sus losas han acabado siendo mu-ros de parcelación. Pero aún hoy que-dan pequeño s tramos enlosados, e n peligro po r e l continu o pas o d e lo s desgarradoras ruedas de las motos.

Los tramos más interesantes son: una gran cuesta de apenas 50 metros en los inmediaciones de la finca de El Chicharrón e n e l Escorial ; uno s cie n metros o resguardo bajo el fango; y dos pequeña s cuesta s e n la s inme -diaciones de una granja, ya en Zar-zaíejo.

En cuanto a los puentes de dicha calzado s e tien e constanci a precisa -mente por el robusto puente que otra- ^ , . ^^^ ^ ¡^ ^^,^^j^ ^^^^^^ ^ . ^ ^^, viesa el río Aulencio en El Escorial . p^^^^^ ¿ ¿^ f^^^f^^^^ ,^,

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Cañadas Vías utilizados paro e l tránsito de ganado. Fu e la floreciente industria lanero la que hizo

que alcanzaro íol relevancia como poro tejer una extensa tramo de cañados a lo largo de to-da Espoño.

Todo comenzó con lo introducción de lo ovejo merina, de cuyo lana se obtenía más y me-jor paño que de lo ovejo churra . Ell o produj o una revolució n o ta l escalo qu e en los tiempos de los Reyes Cotólicos lo exportación de lona constituía uno de los pilores de lo economía sin el cual no se entendería la hegemonio de Costilla .

Paro favorecer tan floreciente negocio, se creó un largo vial de cañados y otras vías com-plementarias, cuyo fin era llevor el ganado de los pastos de verano a los de invierno, y vice-verso.

Tendremos por tanto que diferenciar entre cañado, con 90 varos de ancho, cordeles , con 45 voras, y veredas, con 20 voras.

En los rutas oquí descritos, nos encontraremos dos importantes cañadas o lo largo de nues-tros paseos. Uno es lo Coñodo Real Soriano Occidental, que bordea las laderos septentriona-les de Lo Mujer Muerta y lo Sierro del Quintonor .

Lo otra es lo Coñodo Real Leonesa, que ovanzo por Pinares Llanos hosto el Puerto de San Juan de Mologón, donde cruzo el cordal de lo Sierra de Guodarromo, y bojo o E l Escorial.

Pora muchos éstos son las montañas mós cercanos y sin emborgo son pocos los que los conocen en profundidad. Por ello esto obro brinda lo oportunidad o esos que siempre acuden en tropel adonde va todo el mundo de descubrir cuan inmensa y qué cantidad de detalles tie-ne lo Sierra de Guodarromo.

Con tal fin y poro que el medio de transporte no represente un impedimento, se ha bus-cado lo dualidad entre e l transporte público y el coche, podiend o acercarnos por corretero a codo un o de los itinerorios aquí detollodos. Per o sin olvidar lo coherencio y lo pasión por lo noturolezo, se ha trotado de potencior el uso del tren, haciendo coincidir el principio y fin de cuantos jornadas han sido posible con estaciones y apeaderos. Con ello además se da cum-plida satisfacción o un público que corece de coche.

Respecto o l tipo de marcho , ésto puede ser lineal, aunqu e llevados por nuestras prefe-rencias lo moyor porte son circulares. El criterio de mayor peso poro esto decisión es apostar por un paisaje voriado y cambiante, que o coda poso nos sorprendo con algo nuevo. Influye odemás el gran número de excursionistos que se acercan en coche hosto lo sierra, y segura-mente agradecerán volver o él sin posar por el mismo sitio.

Esto guío está compuesta por cuorento y cinco excursiones por lo Sierra de Guadarrama, que oborcon desde Los Machotas, en los inmediaciones de El Escorial, hosto Lo Nojorro como culminoción de Cuerda Larga, y el Puerto del Reventón en los Montes Corpetonos. Aunque po-ro mayor comodidad los rufos se han dividido y ordenado en cuatro grupos, teniendo en cuen-to lo continuidad del relieve, lo cercanía de coseos urbonos y los accesos de corretero o ferro-carril.

Así los doce primeras excursiones incluirían Los Machotas, Cuelgomuros y lo Sierra de Mo-logón. Siendo El Escoriol, Son Lorenzo, Guadarrama, Peguerinos y Son Rofoel los localidades de referencia.

Lo segunda hornada de excursiones (de lo trece o la veinte y uno) se circunscribe oí cor-dal principa l que desde el Puert o de Guodorroma vo bosta el Puerto de Novocerrodo. Inclu-yendo odemás el ramal secundario de lo Sierra del Quintonor y Lo Mujer Muerta. En este pa-quete, si bien es Cercedilla quien aglutina lo moyor porte de los rutas en lo vertiente madrileña, se ho puest o especia l hincapi é en ofrece r un bue n númer o de itinerorios po r lo zona sego-viona, bien reportidos gracias a lo lineo férrea Modrid-Segovio.

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Los itinerarios del veinte y dos al treinta y tres ahondan en lo espectocularidad de Lo Pe-driza de Manzonores el Real, un lugar de devoción y predilección para muchos montañeros. Pero igualmente se hacen bellas incursiones en la desconocida Sierra del Hoyo, desde Villol-bo y el Valle de La Barranca desde el pueblo de Navacerrado. Incluyendo además las hobi-tuales jornadas por Cuerda Lorgo desde el Puerto de Novocerrado, pora cumplir con los aman-tes de las largas caminatas y el más puro esfuerzo.

El último paquete de excursiones (de lo treinta y cuatro a lo cuarenta y cinco) se reparte por encima, y a ambos lados de los Montes Carpeíonos. Desd e la estación de ferrocarril de Los Cotos, o las poblaciones de Roscofria y Lo Granja, recorreremos Peñalara, el Alto Valle del Lozoya y el Pinar de Volsoin.

Todos los itinerarios tienen a l comienzo uno pequeña ficho técnica, donde se recoge los apuntes necesarios para el conocimiento y valoración de la actividad o desarrollar. Seguida-mente se comento cada uno de estos aportados:

-DISTANCIA TOTAL : Troyectos medidos considerando siempre la ido y lo vuelta, espe-cificándose en oquellos en los que sólo se contempla lo ida -recorrido l ineal-. Medi-ción realizado con curvímetro. -DURACIÓN TOTAL : Tiempos tomados paro un paso normal en los que se incluyen las paradas necesarias paro recuperar fuerzas -no se suman los tiempos de avitualla-miento-. - T I P O D E MARCHA : Se diferencia entre excursiones circulares, de ida y vuelta por el mismo camino y lineóles, es decir, los que empiezan y acabon en distinto lugor. -TIEMPOS D E MARCHA : Sucesión detallada de cronometrajes en puntos escogidos del recorrido. "DESNIVEL: Seró el máximo a superar. -DIFICULTAD: Valoración subjetiva de la dureza del recorrido generolmente referida a su desnivel y longitud. Atendiendo a estos dos parámetros los dificultades han sido clasificodas como nulo - hoja • media - alta, y siempre condicionadas a situaciones cli-matológicos benignas (sin hielo, nieve, lluvia, niebla...) . - T I P O D E CAMINO : Se especifica si es pista forestal, sendo, trocha,..., o bien la totol ausencia de las mismos. - A G U A POTABLE : Información de gran ayudo pora calcular nuestras necesidades. -ÉPOCA RECOMENDADA : Se señalan las estaciones del año más indicadas pora reoli-zar la excursión.

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-SUGERENCIAS: Abanico de información muy variado que recoge todo tipo de opcio-nes, indicaciones, consejos y demos propuestas, con el fin de complementar aún más todos las posibilidades del itinerario. -CARTOGRAFÍA: Se indica dentro de qué número de hoja se encuentra el recorrido, su escola más adecuada y el organismo que lo edito. Después de esto introducción se incluye un texto donde se describe, reflexiona y valoro

cada una de las excursiones. Asimismo, se acompaña de un plano donde se plasma esque-máticamente el recorrido a seguir y sus puntos de referencia. No obstante, pora aquéllos que se animen a emprender alguno de los itinerarios que se detallan, se recomienda que vayan equipodos de mapa topográfico y brújalo, aunqu e muchas veces lo mejor indicación nos la proporcionarán los lugareños, quienes gentilmente nos ayudarán o encontrar el camino. Mas pasemos yo a detallar coda uno de los recorridos, esperando que disfruten en la mismo me-dida que yo lo hice ol realizarlos.

SIGNOS CONVENCIONALES

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DISTANCIA TOTAL : 1 4 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 3 hora s y 30 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Estación de El Escorial - Finco El Chicharrón: 35 minutos. Finca El Chicharrón - Estación de Zarzalejo: I hora . Estación de Zorzolejo - Silla de Felipe II: 1 hora .

Sillo de Felip e II - Vio del tren: 3 0 minutos. Vio del tren - Puent e romano: 25 minutos. DESNIVEL : 20 0 metros .

D I F I C U L T A D : Baja. En el tramo correspondiente o la calzada, la primera mitad del recorrido, es habitual encontrar pequeños arroyos que en época de lluvias inundan o enfangan e l piso. La s pistas y sendas son de pendiente suave y excelente firme, salv o e l tramo de bajada de la Casa

del Sordo, cuya acusada pendiente hace que la escorrentía haya deteriorado el piso .

TIPO DE CAMINO: Pista, camino carretero y sendo.

AGUA POTABLE: En la estación de Zarzalejo encontraremos la única fuente de todo el camino. En la Silla de Felipe

II no obstante hay un bar en veran o con refrescante s burbujas.

ÉPOCA RECOMENDADA: La primavera con la floración de cantuesos, retamas y jaros, y el otoño con la caldo de lo hoj a en fresnos, roble s y castaños, convierte n este recorrido en todo un

espectáculo cromático. SUGERENCIAS: Conocer el puente romano de El Escorial y los tramos perfectamente enlosados de

la calzada romano es nuestro principal objetivo . Per o buenos complementos también son la dehesa de fresnos y el cantizal desnudo de la Machota. Po r último ascenderemos a uno de los mejores miradores de la sierra: la Caso del Sordo, cuyo historia está ligada a lo prolección del

magnífico robledal de La Herrería . CARTOGRAFÍA: Hoja 533-111 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional

E l hecho de conocer una cal- briendo las faldas rocosas de Las Ma­zada romana en un entorno chotas y el rebollar que rodea a la Si-privilegiado por la Natura- lia de Felipe II, por un camino no me-

leza ha convertido esta ruta en una po- nos agradable y espectacular. Muchas pular excursión. Pero si cabe, aún se guías ya se han hecho eco de esta bo-puede redondear la jornada descu- nitajornada, siendo nuestra única ori-

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ginalidad la de devolver al excursio­nista por agradables senderos y sin ro­deos a El Escorial, evitando fatigosos finales por Las Machotas, o regresos por el frecuentado asfalto hasta San Lorenzo.

Nuestra ruta comienza en la anti­gua estación de El Escorial, en cuyas inmediaciones también pueden apar­car los que vengan en coche. Por el primer andén iremos en busca del paso subterráneo que desemboca en la plaza de Maximino Heras. Cogien­do el lado derecho de la carretera sub­terránea, bajaremos por la calle Casti­lla hasta la Delegación de Hacienda de El Escorial, cuyo edificio en la plaza de Segovia resulta inconfundi­ble. En dicha plaza arranca la calle

San Quintío, por la que alcanzaremos en el primer cruce la calle Bailen. De frente por esta última calle, entre cha­lés de turgentes jardines, llegaremos a la transitada carretera que va a Ávila. Al otro lado, en el mismo arcén de la carretera, arrancan los robustos pasa­manos del puente romano y las mar­cas del GR-10 (bandas de pintura blanca y roja) que nos acompañarán hasta Zarzalejo.

Por su único ojo pasa el río Aulencia, magnánimo con los peque­ños huertos de su vera, y del que ape­nas comenzado el calor no queda más que un rastro de cantos redonde­ados. Tras cruzar el puente romano por fin tocamos tierra, al dar con una pista que a unos 150 metros se divide en dos. A la izquierda una ligera subida con piedra menuda da paso a un tramo llano con muy buen piso, producto del continuo tránsito de vehículos ganaderos. Encerrados entre muros de mampostería, a ambos lados comienza a aparecer la formación paisajística más caracte­rística de El Escorial: la fresneda adehesada.

A veinte minutos del puente, junto a un mojón sospechosamente romano, nuestro camino deja de ser tan fantástico porque las rodadas que tan bien le trazan se adentran en una finca. El ancho piso da paso entonces

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a un maltrecho sendero, que se aden­tra en una estrecha galería de zarzas y pequeñas piedras que el agua deja sueltas.

En apenas diez minutos por este oscuro túnel de negras moras, dare­mos con una corta subida que conclu­ye ante las vías del tren. Tras cruzar­las con sumo cuidado, podremos contemplar al frente los restos de antiguas fonsaderas, ruinosas hos­pederías testigos del paso de viajeros durante siglos por estos caminos.

Continuamos cuesta arriba por la excelente pista de tierra que nos sale al paso, hasta la misma puerta de la finca de El Chicharrón (a unos 50 m), para coger el desvío más modesto que sale a la derecha. Perfectamente encajonados entre paredes de piedra, cien metros más adelante un pequeño alto de grandes moles graníticas empina el camino, hecho que ha favorecido el que hoy encontremos en este lugar los restos de calzada romana mejor conservados de El Escorial. Grandes losas forman el firme de unos veinticinco metros de largo, mientras airosos mojones se ciñen a su lado derecho.

Nada más concluir la cuesta, la calzada pierde su identidad y se con­vierte en un sendero llano de tierra, encorseíado entre muros de mampos-teria. En adelante aparecerán algunas

losas de forma aislada, y en época de lluvias el camino será el lecho que recoja el agua de numerosos arroyos.

A ios 20 minutos de haber dejado atrás el enlosado de la calzada roma­na, sin desviarnos en ningún momen­to del rastro más trillado, el sendero hace un giro a la derecha para sol­ventar un tramo de unos 100 metros de ligera subida por enormes lajas de piedra. En ese momento aparece un mojón junto algunas losas romanas aisladas, y se abre sobre nosotros una perfecta visión de Las Machotas en su parte más abrupta, a la que musgos y liqúenes añaden una tonalidad ver­dosa y amarilla.

Solventada nuestra pequeña as­censión giramos a la izquierda, para irnos a encajonar entre perfectas pare­des que el bosque llena de fresnos, robles y zarzas. Unos cien metros más adelante la calzada se adivina bajo el fango del camino, pudiendo andar muchos metros entre losas perfecta­mente dispuestas gracias al resguardo del barro.

Concluido este tramo de calzada, a lo lejos alcanzamos con la vista el depósito de aluminio de una granja, al que se dirigirá nuestro sendero para encontrarse con el tramo de calzada romana mejor conservado de todo nuestro recorrido. Con numerosos mojones en su lado derecho y abanca-

lada con un muro, combina en su piso grandes losas de granito con otras más menudas de color rojizo. Pero eso no es todo, pues 50 metros más adelante volvemos a encontramos un nuevo tramo de calzada romana en idénticas y perfectas condiciones.

Al pie de este último empedrado de calzada romana, cogemos la pista de tierra que a la izquierda concluye tras un cuarto de hora en la carretera de Zarzalejo por la que en dirección a la estación (a la diestra) llegaremos a la fuente del Barrio de Los Pajares en un par de minutos.

Tras el descanso y el refresco, veremos que a la izquierda de la carretera que nos trajo hay un cami­no, desde el que se aprecian los cua­tro postes de piedra utilizados para herrar el ganado. Tomando este cami­no comenzaremos a elevarnos sobre los campos adehesados de Fresnedi-llas, mientras sobre nuestras cabezas sobreviven graveras y canteras, hasta llegar en un cuarto de hora a una pra­dera amesetada que atravesaremos sin desviarnos.

Al final de la pradera el camino se divide en dos senderos. Optando por el izquierdo bajaremos entre enormes piedras y zarzas, para dar en cinco minutos con la pista que anterior­mente nos llevó a la carretera de Zar­zalejo. Pero esta vez la seguiremos

por el lado contrario (a la izquierda), hasta que su buen piso desaparece al cuarto de hora bajo la puerta de una finca privada. Pero pese a perder el buen piso, la pista sigue de frente para convertirse en una senda de lige­ra pendiente, a la que cierra el paso una pequeña puerta metálica 150 m más adelante.

Sin temor al cartel de ''propiedad privada", pero con cuidado de cerrar la puerta a nuestro paso, nos adentra­remos por la ladera de La Machota Baja o Los Tres Ermitaños, de la que baja un sotobosque dejaras que asal­ta el camino, inundándolo de fragan­cias y flores blancas (la nieve de pri­mavera). A este inusitado fragor del matorral se unen enebros, encinas y el sonido agudo de algún grajo ras­gando con su negro pelaje el azul del cielo. Todos por igual convierten a este tramo en uno de los más bellos.

A los veinte minutos de haber atravesado la pequeña puerta pasare­mos junto a un umbrío y exuberante chalé, donde la senda se convierte en un camino que, tras 50 metros de subida, alcanza una nueva puerta metálica. Cruzando por la puerta late­ral ante nosotros aparece el robledal del bosque de La Herrería, con la finca de El Castañar en primer térmi­no. En este punto y con el piso más trillado bajo los pies, a los pocos

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metros nos desviamos por el camino cerrado a los vehículos por una valla, para llegar en un par de minutos a los restos de la Casa del Sordo, utilizada antiguamente por los guardas de La Herrería. Unas enormes piedras hacen de mirador natural, desde el que las magníficas perspectivas de la Sierra depuadarrama superan a las de la Silla de Felipe II, a la que vemos bajo nuestros pies.

Tras disfrutar de las vistas llega un momento delicado, en el que igno­rando las marcas de pintura blanca y roja del GR-10 que hay junto al mira­dor, nos decidimos a bajar por un pequeño sendero que parte de la terraza de la Casa del Sordo. Por este escondido sendero, nos sumergimos en un acusado descenso con barran­cos que intermitentemente dejan al desnudo raíces y piedras que conclu­ye a los diez minutos ante el muro de la antigua Granja Tura. Ahora junto al muro, bajaremos para dar al poco con una alambrada tras la cual hay una pista de tierra.

Por un pequeño paso abierto en la alambrada, pondremos nuestros pies sobre la trillada pista, por la que des­cenderemos inmersos en el robledal del El Bosque de La Herrería, tenien­do especial cuidado en un determina­do momento: cuando a nuestra dere­cha aparezca una cuadra de vacas y el camino tuerza a la izquierda. Ahí veremos una torreta eléctrica que marca el arranque de un camino de peor traza a nuestra derecha, que tomaremos como nuestro. Más ade­lante cuando éste último se divida en dos, el de la derecha se convertirá en una senda que nos llevará en diez minutos hasta una puerta de hierro y una nueva pista de tierra.

Por el conocido popularmente como Camino de El Chicharrón, encontraremos un puente por el que cruzaremos la vía del tren. Al otro lado de la vía arranca una pista de tierra que a la izquierda nos deja­rá sin pérdida de nuevo junto al puente romano en apenas treinta minutos.

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DISTANCIA TOTAi: 11 kilómetros . DURACIÓN TOTAL : 3 hora s y 2 0 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circulor.

TIEMPOS DE MARCHA: Estación de El Escorial - Callejo Largo: 15 minutos. Calleja Larga - Sillo de Felipe 11:45 minutos. Silla de Felipe II - Corretero de Ávila: 50 minutos. Corretero de Ávila -

Son Lorenzo : 1 hora . Sa n Lorenz o - Estació n d e E l Escorio! : 3 0 minutos . ^ DESNIVEL: 15 0 metros , ™

DIFICULTAD: Baia, si tenemos en cuenta que la subido o lo Silla de Felipe II también se puede realizar íntegrament e po r corretera .

TIPO D E CAMINO : Corretera cortada a los vehículos, comin o carretero y sendo. AGUA POTABLE : L o fuente de lo Ermit a o l principio de la subida a la Sillo de Felipe II y la fuente

de la Reino en lo Sendo Ecológico , no s abastecerán todo el año de ogua fresca. ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquiera. Si la primavero se llena de flores, el castaño y el roble hacen

del otoño una de las épocas más bellas de este bosque, en e l que hojas, bellotas y castaños cubren el suelo, y e l enrojecido horizonte caduco lo envuelve todo.

SUGERENCIAS: Lo Senda Ecológica resulta perfecta para escolares o personos que utilizan silla de ruedas, as í como para invidentes al tener su correspondiente cartel en broille. Al concluir la

Senda Ecológic a y tener que cruzar l o correter a qu e va o Avilo hoy que extremar la precaución . En coso de grupo escolar lo mejor es dar medio vuelta poro bajar a las inmediociones de la

ermita, donde numerosos juegos y fuentes llenos de historia horón los delicias de todos. CARTOGRAFÍA: Hoja 533-111 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nocional

E l rasgo principal de esta ex­cursión, junto a su senci­llez, es la combinación del

bosque caduco de castaños, fresnos y robles de La Herrería, con la pinada siempre verde de las laderas del Ba­rranco de la Cabeza.

De la estación de tren de El Esco­rial subimos por la calle Santa Rosa,

hasta dar con la travesía empedrada que sube a San Lorenzo y la puerta de la Casita del Príncipe. Abierta todo el año desde las 10 de la mañana (excepto los lunes), por el amplio Paseo del Príncipe con enormes pinos piñoneros y castaños de indias, subiremos en 20 minutos a la enorme puerta de hierro que da al pueblo de

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San Lorenzo. Tras cruzar dicha puer­ta, ya fuera de la Casita del Príncipe, tomamos la carretera que baja a nues­tra izquierda (la Calleja Larga), para encajonados durante 10 minutos entre los altos muros de la Casita y el Monasterio, y alcanzar una bifurca­ción de la carretera.

Por la derecha encontraremos una valla que impide el paso a los vehícu­los, y entramos de lleno en La Herre­ría, un tupido espacio adehesado inundado de robles y fresnos entre los que pasta el ganado. Nuestro camino asfaltado describe primero una ligera y corta bajada, y luego un agradable llano en el que no es raro ver alguna urraca afanada en cons­truir con pequeñas ramitas su nido en algún fresno.

Tras un cuarto de hora de agrada­ble llano, a nuestro camino se le incorporará por la derecha la carretera que flanquea el campo de golf desde San Lorenzo para, con la nuestra, for­mar una sola. Después, sorteamos una valla que impide el paso a los vehícu­los a la altura del puente sobre el arro­yo del Batán y cruzamos la carretera que se dirige a Avila.

Con mucha precaución cruzare­mos esta transitada carretera para dar con "la otra Herrería", donde el fres­no deja paso a un abundante robledal, cuyo porte y número le convierten en

el rebollar más importante de toda la Sierra de Guadarrama.

Unos pasos adelante, junto a un crucero, el camino se divide en dos carreteras asfaltadas que vuelven a unirse, 150 metros más arriba, en la ermita de la Virgen de Gracia. Por cualquiera de ella llegaremos a la ermita de blanco granito serrano y a la fuente de la Ermita, donde podremos refrescamos y, gracias a un panel divulgativo, conocer las aves que habitan El Bosque de La Herrería,

Al pie de este cartel tomaremos la carretera que va a la Silla de Feli­pe II. Si bien la carretera llega sin problemas hasta allí, también pode­mos desviarnos en la mitad de la subida por el sendero marcado con las visibles señales del GR-10 (ban­das de pintura roja y blanca). Siguien­do las pintadas treparemos sin tapujos sorteando grandes moles musgosas y redondeadas de granito. Duramente nos desenvolveremos por lo más frondoso del rebollar, hasta dar en unos diez minutos con la terraza de un bar y los enormes cantos por cuyo seno trepa una escalera de piedra, que concluye en la plataforma donde se labraron los asientos desde donde Felipe II observaba la marcha de las obras del Monasterio. Un magnífico mirador para ver no sólo el Monaste­rio y La Herrería, sino también las

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cumbres escurialenses. Siete Picos, Las Guarramillas y La Maliciosa,

Si es verano podemos aprovechar para tomar un refresco en la terraza. Luego en el aparcamiento volvemos a retomar el asfalto en su breve ascensión, hasta dar con la valla que marca el inicio de la Senda Ecológi­ca. Cerrada a los vehículos y asfalta­da, está repleta de carteles didácticos con dibujos y explicaciones suma­mente sencillas e interesantes, que nos ayudan reconocer la vegetación y el medio físico por el que nos move­remos: piorno o retama blanca con sus flores amarillas; la aromática bolina; enebros de cuya madera se sacaban rojas vigas y la miera; la jara pegajosa, cuyo pegamento (ládano) se utilizaba en farmacia; el quejigo o robles carrasqueño, cuyas bellotas caen antes que las del roble rebollo, tan abundante en esta zona... No fal­tan tampoco los carteles de madera que nos señalan lugares pintorescos: el Mirador sobre el Valle, la semien-terrada y escondida fuente de los Dos Hermanos, o la Cueva del Oso.

Sin salimos del cómodo asfalto bajaremos durante 20 minutos entre rebollos de gran porte, hasta una zona con mesas de picnic regada por un pequeño arroyo. En esta umbría, donde las heladas duran hasta el mediodía, damos con la finca privada

de El Castañar, cuya pared encierra uno de los pocos bosques de castaños de la Comunidad de Madrid, que con los primeros fríos deja caer sus erizos repletos de castañas y viste el otoño de rojizas hojas.

Que este lugar reviste un encanto especial no se puede dudar. Lo cual parece afirmar la antigua Fuente Lamparas, llamada actualmente la fuente de la Reina tras el refrescante regocijo de tan alta alcurnia. Junto a la fuente una maqueta nos muestra el recorrido que hemos realizado, así como unos paneles nos hacen una reseña histórica que pone fin a la Senda Ecológica.

Pero es mentira. El camino asfal­tado continúa por una acentuada baja­da entre altos y centenarios castaños, que borran con sus erizos y hojas la presencia de la carretera. Tras esta bajada de apenas unos minutos reto­mamos un largo llano abalconado, que el camino solventa culebreando entre la espesura del roble comido por la hiedra, que concluye en la carretera de Ávila a los 20 minutos.

Pese a ser una carretera con mucho tráfico, al momento de salir a ella conviene asomarse desde su arcén al arroyo del Batán, cuyas aguas movían en el batán, que se puede ver en el fondo, los mazos que golpeaban la lana para poder ser hilada.

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Ahora por el arcén izquierdo caminamos carretera arriba en direc­ción a La Cruz Verde (a escasos metros hay un cartel indicativo), para nada mas cruzar el puente del arroyo del Batán tomar la carretera que lleva hasta San Lorenzo. Asfalto a la dere­cha, la falta de arcén nos obliga a extremar la prudencia durante los cien metros que nos llevará a alcan­zar en un giro de la carretera, la puer­ta de hierro que se abre en la alam­brada de la izquierda.

De la puerta nace una pista ancha y muy trillada por coches de ganade­ros, que va cogiendo altura en zigzag para hacer llevadera la pendiente, permitiéndonos ver en todo su esplendor el valle de La Cruz Verde, cuyo nombre se deriva de la cruz que marcaba los límites de la Inquisición. Sin que desaparezca la jara, el roble queda atrás y la masa de pinares nos envuelve, por lo que no es raro ver alguna juguetona ardilla mordisque­ando pinas, mientras algún trepador se deja ver sobre los troncos.

Tras ocho o nueve minutos de subida alcanzamos el punto donde el camino será un constante llano hasta San Lorenzo, de ahí su nombre: el Primer Horizontal. Por este antiguo camino utilizado para llegar del puer­to al pueblo, iniciaremos un faldeo en

la soleada ladera por un piso muy seco y compacto. Acompañados de una cúpula de verde pino negral que nos guarece del viento, e ignorando cualquier sendero que suba o baje, llegaremos a los 20 minutos donde ningún ruido rasga la quietud que se respira junto a la pequeña imagen de la Virgen del Camino.

Diez minutos más tarde, la apari­ción de los primeros chalés anuncia el fin del Primer Horizontal ante una puerta metálica. Tras ella hay un tramo muy embarrado de 200 m, por­que los chalés impiden la bajada natu­ral de los arroyos, hasta dar con la pri­mera calle asfaltada de San Lorenzo.

Cuesta abajo sin desviarnos (Camino de Peguerinos y Paseo Car­los Arniches) bajaremos hasta llegar a la pequeña plaza de Sta. Joaquina de Vedruna, donde la compañía del alto muro de la Universidad María Cristina nos llevará hasta Los Arcos. Pasando bajo esta galería que une la universidad con el Monasterio de El Escorial, daremos con la fachada principal del Monasterio.

Al otro extremo de la Lonja, que no es otra cosa que la amplia expla­nada empedrada que rodea el Monas­terio, daremos con la carretera que baja a El Escorial y a la estación en un veinte minutos.

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DISTANCIA TOTAL: 1 2 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 4 hora s y 45 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: La Lonja • Fuente de La Reino: 1 hora . Fuente de La Reina - La Machota Baja: 1 hor a y 1 5 minutos. Lo Machota Bajo - Collado de Entrecabezas - Pico de El Fraile:

30 minutos. Pico de El Fraile - Ermita Virgen de Gracia: 1 hor a y 15 minutos. DESNIVEL: 51 0 metros .

DIFICULTAD: Alto. Lo bajoda del pico de El Fraile es un tramo muy complicado, por la gran maraña de punzantes zarzas y rosales que inundan l a ladera . Por a eludi r esta dificultad y

convertir lo excursió n en un a jornada más cómoda, l o mejo r alternativa es seguir el GR-10 en su bajado desde el Collado de Entrecabezas a lo Estación de Zorzolejo.

TIPO D E CAMINO: Carretera forestal cortada al tráfico, camino carretero y, en su mayor parte, sendo.

AGUA POTABLE: Porte de nuestra excursión se encuentra inmersa en la ruta de las fuentes de San Lorenzo, que hacen de l Bosqu e de L a Herrerí a u n lugar excelente para disfrutar del verano.

Pero claves son la fuente de la Reino , a l principio de lo subida al Collado de Entrecabezas ; y lo venerada fuente de Entrecabezas , cuya s aguas serán los únicas en tales alturas.

ÉPOCA RECOMENDADA: La primavera y el otoño especialmente, po r el cromatismo caduco del Bos-que de La Herrería, resultan muy interesantes.

SUGERENCIAS: Las Machotas son un conjunto rocoso, cuyas cumbres presentan imaginativas M formas pétreas y en difíci l equilibrio. Menos evidente es que mientras Los Tres Ermitaños

alimentan con su granito numerosas canteras en Zorzolejo, La Machota Alta o El Fraile es una gran mole de gneis . Est o distint a composición, conviert e a estas montañas en una curiosidad

geológica por la limpia transición de una roca a otra. CARTOGRAFÍA: Hoja 533 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional, y hoja 35-41 escata

1:25.000 del Servicio Cartográfico de l Ejército .

Desde el Monasterio de El Escorial nos adentraremos en la frondosidad del Bos­

que de La Herrería, en el que tomare­

mos altura entre espléndidos rebollos hasta las rocosas Machotas, donde grandes piedras caballeras y el re­cuerdo de los viejos ermitaños que en

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ellas habitaron alimentan numerosas leyendas.

Para llegar a San Lorenzo de El Escorial en transporte público tene­mos dos alternativas: los autobuses de Herranz que parten del intercam­biador de Moncloa; y el tren de cer­canías que nos deja en la estación de El Escorial, donde un autobús nos sube hasa San Lorenzo en un peri­quete.

Nuestra ruta comienza en la vis­tosa Lonja del Monasterio, la enorme explanada empedrada que le rodea. Bordeando el perímetro de tan magno edificio pasaremos por la puerta del Patio de Reyes, Los Arcos, y el mirador sobre el estanque, donde sin cambiar de acera y ceñidos a la carretera que conduce al Puerto de La Cruz Verde, daremos en unos minu­tos con la gran puerta que se abre en la rotunda pared y da paso a La Herrería.

Tras la puerta encontraremos una carreterita de asfalto que a escasos 50 metros se bifurca en dos. Por la derecha iremos a parar a la fuente del Seminario, a cuyos pies tomaremos la pista asfaltada que ceñida a la alambrada del campo de golf y som­breada por altos plátanos de sombra, se desenvuelve entre un espléndido rebollar hasta alcanzar la valla que cierra el paso a los vehículos, el

puente sobre el arroyo del Batán y la carretera de Ávila.

Al otro lado de la transitada carre­tera, nuestra pista asfaltada (abierta ahora a los coches) se divide en dos ante un crucero. Ambas opciones son válidas para acercamos a la ermita de la Virgen de Gracia, a cuya vera se encuentra la fuerte de la Ermita.

Tras refrescamos con sus inagota­bles aguas, tan estimadas el día de la romería, seguiremos por la carretera que lleva a la Silla de Felipe II, igno­rando al poco un primer desvío (cerrado al trafico por una valla) que conduce a la fuente de las Arenitas. Sin embargo cuando 100 metros más arriba aparezca una segunda valla (a la derecha), esta vez sí tomaremos el ancho camino de tierra que se interna entre el espeso y umbrío rebollar, hasta dar con el muro de la finca pri­vada de El Castañar en unos minutos.

Junto al musgoso muro sube un sendero que trepa más concienzuda­mente. Tomado este sendero camina­mos sorteando grandes moles graníti­cas entre retamas, robles y castaños, para alcanzar la carretera asfaltada que forma la Senda Ecológica de La Herrería en 15 minutos.

Por el rastro de asfalto a la dere­cha nos espera a pocos metros la fuente de la Reina, donde podremos refrescarnos y darnos un respiro,

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antes de seguir hacia arriba el arroyo que hay a los pies de la fuente. Un intrincado laberinto de zarzas se levanta en esta Umbría de Entrecabe-zas, lo que dificultará algo nuestra dura ascensión por una senda poco marcada, que concluye 50 metros más arriba en un desvencijado muro de piedras.

Tras saltar el muro y comprobar que una senda circula paralela a él, seguiremos hacia la izquierda toman­do la pared como referencia. Al ins­tante volvemos a retomar la subida bajo la completa visión de la monta­ña, ya que sobre nuestras cabezas desaparece el rebollar y ocupan su lugar enormes piedras desnudas y una maraña impenetrable de majuelos y zarzas. Por un momento desaparece la tapia, para nuevamente aparecer. Esta circunstancia se repite 100 m más adelante, al encontrarnos con enormes rocas que por sí solas hacen de pared natural. Pero el sendero no se detiene, sino que continúa sortean­do esas piedras por su derecha, para llegar hasta una pradera de pastos amesetada después de seguir durante un cuarto de hora al muro.

En esta amplia pradera nos encontramos con una pared transver­sal que será ahora nuestra fiel guía, ya que sus piedras sirven de lienzo para pintar las marcas del GR-10

{banda blanca y roja). Siguiendo de ahora en adelante las marcas que cada pocos metros se repiten, subire­mos por una visible senda en la que la escorrentía ha dejado su huella, ro­deados de zarzas, retorcidos enebros, jaras y retamas.

Diez minutos más arriba hemos de prestar atención a un nuevo muro de mampostería que sale a la derecha del actual, y que como indican las marcas del GR (Sendero de Gran Recorrido) debemos coger sin contemplaciones, para realizar una durísima subida de 25 minutos en línea recta al Collado de Entrecabezas (1274 m).

En el collado se abre a nuestros ojos el valle adehesado de Zarzalejo, hacia donde continúa el sendero de GR-10, al que haremos bien en seguir unos 200 metros más, hasta donde una generosa fuente surge de las entrañas de la tierra para apaciguar al sediento.

Tras reponer fuerzas, volveremos a subir al Collado de Entrecabezas, para coger la senda que a nuestra derecha busca las cumbres de La Machota Baja o Los Tres Ermitaños. Por esta senda nuevamente hacia arriba nos desenvolveremos entre un laberinto de piedras y jara, donde el tomillo y la morada lavanda llenan de fragancias el fresco aire serrano. Delante, grandes moles de piedras

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resquebrajadas en actitud caballeres­ca nos salen al paso. Son los llama­dos Los Tres Ermitaños, de gran similitud a La Pedriza, que sorteare­mos de la siguiente manera: el prime­ro por la derecha, el segundo por el lado de El Escorial, y La Machota Baja (1405 m) por su mismo corazón granítico. La cumbre, dispuesta como un gran mirador, ofrece unas estupen­das vistas desde su vértice geodésico, junto al cual hay un buzón donde se guarda el diario en que los excursio­nistas plasman sus sensaciones. El regreso al collado y a la fuente de Entrecabezas lo realizaremos por el mismo camino en apenas 20 minutos.

De nuevo en el collado veremos cómo la pared que nos subió a Entre-cabezas gira a su derecha para buscar la cima de El Fraile (1466 m). Ésta será nuestra nueva referencia para subir a La Machota Alta, llamada El Fraile por su similitud a un monje orante. Esta dura subida irá zigza­gueando entre piedras, retamas y zar­zas, por lo que no debemos perder nunca la pared de nuestro lado. Arri­ba, en el reino de las piedras caballe­ras de gneis, algunas adquieren el as­pecto de enormes obeliscos en difícil equilibrio, en un revoltijo de grandes peñas en un cielo abierto al sol y al frío aire. Nuestra mirada lo abarca to­do: Credos y la Sierra de Guadarrama.

La misma pared que nos subió, continúa hacia el valle del arroyo del Batán, y nosotros junto a ella hare­mos una pronunciada bajada que se complica por las zarzas, hasta alcan­zar una pista de tierra.

Cien metros a la izquierda (por la pista) hay una alambrada, junto a la que continuaremos la bajada por un sendero no muy claro, que nos obliga a saltar dos muros transversales. Tras el segundo muro por fin arranca una senda muy bien marcada, que nos adentra de nuevo en El Bosque de La Herrería, y por la que iremos a parar a la carretera asfaltada de la Senda Ecológica de la Silla de Felipe II.

En el arcén contrario el sendero continúa con su tendencia a la baja, acentuando la pendiente en un piso de intermitentes barranqueras y pie­dras sueltas que con el primer llano anuncia su conversión en un camino que sigue de cerca la pared de la finca privada de El Castañar.

Con tan ilustre compañía alcanza­mos una valla que cierra el paso a los vehículos, y la pista que a la izquier­da nos devuelve ante la presencia de la ermita de la Virgen de Gracia y su fantástica fuente. En este punto, tan sólo nos queda volver a San Lorenzo por el mismo camino que nos trajo hasta La Herrería.

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DISTANCIA TOTAL : 1 8 kilómetros .

DüRACióM TOTAL : 6 horas . TIPO DE MARCHA: Circular . Linea l s i se concluye en Peguerinos .

TIEMPOS DE MARCHA: Presa del Romera l - Puerto de San Juan de Malagón: 1 hor a y 10 minutos. Puert o de San Juan de Malagón - Embals e de la Aceña: 1 hor a y 30 minutos.

Embalse de l a Aceña - Divisori a provincial : 2 horas y 1 0 minutos . Divisori a provincia l -Presa del Romeral : 1 hora .

DESNIVEL: 62 0 metros .

DifiCüLTAO: Media-bajo . Lo s rampas del Puert o de San Juan de Malagón por ser las primeras las subiremos con ligereza , pero sin duda no s posarán factura en u n recorrido que resulta largo .

TIPO D E CAMINO : Correter a forestal , pisto , camin o corretero y sendas. AGUA POTABLE : La aparición de fuentes y arroyos será constante en nuestr o camino. La fuente de La Concha en el Segundo Horizontal , l a fuente del Puerto de San Juan de Malagón, y tres

fuentes más a l conclui r l o ascensió n ¡unt o a l arroy o d e Navalacuerda . ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquiera, excepto cuando aprieta la lluvia y el viento. Pues el tramo que

va de l Puert o de San Juan de Malagón o Peguerinos, po r desabrigado, resultarí a muy penoso. SUGERENCIAS: Raquetas de nieve o esquís de travesío son elementos que nos harán gozar de

uno niev e que por la s umbría s suele llegar a l medi o metro . Tros lo frondosidad que esconde e l arroyo de Navalacuerda , apareceremo s en una zona de picni c bellamente engalanada po r la

cresta rocosa de la Casa de la Cueva. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

E n esta excursión desde San Lorenzo alcanzaremos el Puerto de San Juan de Ma­

lagón, para bajar en busca del embal­se de la Aceña por la garganta que abre el empiornado arroyo del Tobar. Para volver, utilizaremos la pista que sube junto al arroyo de Navalacuerda y la

Cañada Real Leonesa, que desde la Casa de la Cueva llega hasta San Lo­renzo.

Comenzamos nuestra excursión siguiendo, desde el centro urbano de San Lorenzo de El Escorial, las indi­caciones al Hotel Felipe II (actual Eurofórum). A pocos metros de sus

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puertas, sobre nuestras cabezas sobrevolará el viejo muro de la presa del Romeral, y la calle describe una curva en la que una balaustrada de piedra (a la derecha) marca el inicio de unas escalerillas, que son el prin­cipio de la senda que seguiremos.

Por esta senda nos adentraremos entre un pinar con un frondoso soto-bosque dejaras, por el que cuesta arri­ba buscaremos la alambrada que a nuestra derecha impide el paso a la presa del Romeral. A cada paso deja­remos atrás algunos depósitos de agua potable, la pendiente se hace más pronunciada y numerosos sende­ros nos salen al paso. Pero el nuestro. Junto a la alambrada trepa sin dudario hasta una puerta y una amplia pista transversal.

Al otro lado de la pista retoma­mos nuestro sendero de piedras suel­tas y raíces desnudas por el que cobramos metros duramente, e igno­rando más adelante el desvío (indica­do con una estaca) que a la izquierda lleva al Arboreto Luis Ceballos, alcanzaremos en 20 minutos la carre­tera asfaltada que va de San Lorenzo a Peguerinos.

Al otro lado del denominado Se­gundo Horizontal por bordear la falda de la montaña durante unos kilómetros sin bajar o subir, continúa nuestro sendero. De nuevo sobre tie­rra continuamos con la misma tónica, cuando de repente nos sorprenden algunos ejemplares de hayas, que de ahora en adelante iremos encontran­do junto al camino aquí y allá. Esta singularidad fruto de ^'ingeniero de montes" nos permite conocer un hayedo más meridional que el de Montejo. Pero tras media hora de subida desde el Segundo Horizontal llega otro momento especial: a la derecha del sendero se esconde una rica fuente, a la que localizaremos por un pequeño rodal de fresnos y ali­sos que la rodean.

Después del refresco, un ligero esfuerzo más por un intrincado bos­que de zarzas que estrechan la senda, y aparecemos tras un cuarto de hora ante un gran espacio abierto y la

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carretera a Peguerinos. A golpe de vista está el Puerto de San Juan de Malagón (1534 m), al que llegaremos fácilmente por el asfalto.

Una vez en la "cima", a la dere­

cha la carretera sigue adentrándose en la montaña, y frente a nosotros se abre un amplio horizonte que llena de belleza nuestros ánimos. El arroyo del Tobar hace suyo este valle desnu-

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do de árboles y tintado de amarillo por los piornos.

Cruzamos la puerta, donde se abren los dos caminos que se aden­tran hasta la presa del Tobar, para bajar en ligera pendiente por el de la derecha, y sumergirnos entre las reta­mas, lomillos y duras hierbas de la ladera más soleada. Unos 35 minutos nos llevará bajar hasta el muro de la presa (1440 m), en cuyas inmediacio­nes nos encontramos con una bifur­cación: a la izquierda la presa, y a la derecha un sendero de peor traza.

Por este último alcanzaremos un cercano tendido eléctrico bajo cuya tutela haremos unos 300 metros lla­nos, rodeados de un desnudo hori­zonte cerrado por un gran frente rocoso, que hace girar al arroyo y le sumerge en una estrecha garganta.

Cuando el cable eléctrico nos abandona, el sendero comienza a subir por la ladera junto a dos muros de mampostería que delimitan un cordel de ganados intransitable por el matorral.

A los 25 minutos de subida por fin llegamos a lo alto de la loma, donde una puerta nos introduce entre los muros del cordel y un robledal queda a nuestra izquierda. Con las excelen­tes vistas de las sierras de Ávila que ofrece este amplio espacio abierto, el viajero comienza a bajar perfecta­

mente encerrado por las paredes del cordel, para llegar en diez minutos a una verja metálica que da acceso a una pista de tierra y los restos de edi­ficaciones ganaderas ruinosas.

Descendiendo por esta trillada pista dejaremos a un lado la edifica­ción que en mejor estado se encuen­tra, y al otro un pequeño chozo que aún conserva su techo de grandes lajas de granito sustentadas en el interior por una columna de mampos­tería; y en media hora alcanzaremos sin ninguna pérdida el muro del embalse de la Aceña.

Sin cruzar a la otra orilla, por la puerta de alambrada que hay junto al muro de hormigón, daremos con una excelente pista de tierra que bordea todo el embalse. Por ella, nuestros pasos agradecidos por tanta comodi­dad, nos llevarán en volandas por el recién recobrado pinar y la visión de las casas del pueblo de Peguerinos en la orilla contraria.

A la media hora de "paseo maríti­mo" nuestra pista se encuentra con el arroyo de Navalacuerda. donde se divide en dos. Ignorando la que atra­viesa el arroyo, optamos por la pista que sube por la ladera acompañando el curso de agua, adentrándose en la espesura de un pinar que se aprieta en la estrecha garganta. Por delante nos espera una larga subida de una hora

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paralelos al curso del arroyo por un tlrme excepcional, pero que a estas alturas se hace agotadora no tanto por su pendiente como por su constancia.

La pista de tierra muere frente a la Casa de la Cueva, en la carretera asfaltada que lleva a Peguerinos, que actualmente es utilizada por los guar­das forestales. Rodeando a la casa hay una amplia pradera con mesas y bancos de piedra que está convenien­temente regada por una rica fuente, dando lugar a una de las zonas de pic­nic más frecuentadas.

Ahora por el negro asfalto para arriba (dirección a San Lorenzo) e inmersos en el recorrido de la Cañada Real Leonesa, llegaremos en 20 mi­nutos a otra zona de picnic bien surti­da de fuentes que no ceden ni en los veranos más calurosos. Desde aquí vemos cómo se abre paso una solea­da pradera de la que arranca una majestuosa mole granítica de espec­tacular belleza. Esta crestera blan­quecina está culminada por algunas redondeadas piedras en difícil equili­brio, pareciendo que bastaría un lige­ro empujón para que rodaran hacia abajo.

Nuevamente en camino, sin aban­donar el asfalto seguiremos subiendo para alcanzar en 25 minutos lo alto de la loma, una zona amesetada donde se

encuentra la divisoria provincial entre Madrid y Ávila (1630 m). La diviso­ria perfectamente identificada por sendos carteles y una alambrada en la que se abre un paso canadiense, marca un punto de inflexión desde el cual ya todo será bajada hasta el final de la excursión.

De ese descenso haremos un pri­mer tramo por la carretera con el arroyo del Tobar a nuestra derecha, disfrutando de unas hermosas puestas de sol y un amplio horizonte, para llegar en media hora nuevamente al Puerto de San Juan de Malagón.

Alcanzado el puerto seguiremos bajando por la carretera, hasta dar a los 10 minutos con un visible cartel de Cañada Real, del que arranca un sendero.

Decididos a no abandonar la Cañada Real, este sendero guiará nuestros pasos hasta alcanzar el ten­dido eléctrico, junto al que perde­remos altura con rapidez y volvere­mos a encontrarnos con la carretera asfaltada.

Tras cruzar transversal mente el Segundo Horizontal continuamos por la senda, que al poco se separa del tendido eléctrico para introducirse de pleno en la garganta del arroyo del Romeral, y dar con el sendero que nos ayudó en la subida.

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DISTANCIA TOTAL: 1 7 kilómefros .

DURACIÓN TOTAL : 6 horas .

TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: La Lonjo del Monasterio- Presa del Romeral : 20 minutos. Presa del Romera l • Pico de Abantos: 1 hor a y 30 minutos. Abontos - Pozos de la nieve :

40 minutos. Pozo s de la nieve - Barranc o de la Cabez a o Risco Alio: 1 hor a y 45 minutos. Barranco d e l o Cobeza - Sa n Lorenzo: I hor a y 45 minutos.

DESNIVEL: 72 0 metros .

DIFICULTAD: Alta. La fuerte subida al pico de Abantos se dejo sentir en una marcha que llega o resultar larga. Aunqu e e s l a bojod a por e l canchal de l Barranc o de la Cabez o l o mayo r

exigencia par a nuestro s tobillo s y rodillas . TIPO D E CAMINO : Sendo, camin o corretero y un par de kilómetros de asfalto .

AGUA POTABLE : La s fuentes de L o Tejo y L a Currutac o al principio de nuestra ruta ; la del Cervunal poco antes de conclui r la subida o l o Cosita de l Telégrafo; y lo última ¡unto al Pinarejo ,

poco antes de acomete r l o subid o a l Barranc o de l o Cabezo . ÉPOCA RECOMENDADA: En primavera el piorno, las escobas y el cantueso o lavando tiñen de colores

y esparcen sus fragancias por u n corda l qu e durante e l rest o de l ano permanece aletargado. SUGERENCIAS: LO mds destacado de la ¡ornada es poder conocer los pozos de la nieve, grandes agujeros en lo s que se compactaba lo niev e par o convertirl o e n bloques de hielo, qu e luego los de E l Escorial bajaban en mulos. Este hielo, que llegaba incluso o lo capítol , ero utilizado poro conservar los alimentos. S i la ruta se nos hace muy largo, e n lugar de subir al Borrone o de lo Cabezo podemos comenzar lo bajad a desd e e l Puert o d e Son Juan d e Malogón. Acortaremos

tiempo, y eludiremos lo difíci l bajado po r el cancha l de l Barranc o de l o Cabeza . E l tramo que se interna e n l o umbrí a de l Vall e d e lo s Caído s poro busca r los pozo s de l o niev e pued e acumular

fácilmente tras una nevad o metr o y medio de nieve . Seró n imprescindible s po r tanto lo s raquetas poro pode r avonzor sobre lo nieve , e n u n bosque de pino s donde n o es conveniente

que no s caig o e l atardecer encima, pue s la impenetrable morona oscurece con pasmosa prontitud, todo lo que habit a bajo sus cúpulas. En resumen una jornada de puro contradicción,

en l o que posaremo s bruscamente de lo s frondosos bosque s pinados a la s laderos emplomadas. ^^ CARTOGRAFÍA : Hoj a n " 35-41 escal a 1:25.00 0 del Servicio Cartográfic o del Ejército .

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E l propósito de esta jornada es alcanzar los picos más altos de las cumbres escu-

rialenscs, subida que pondrá a prueba nuestra resistencia tísica. Tal esfuerzo merece la pena por la visita a los po­zos de la nieve, donde la fascinación por estos gigantescos ingenios de la preindustria frigorífica está rodeada del enmarañado pinar de Cuelgamuros.

Nuestra ruta comienza en San Lorenzo de El Escorial, adonde llega­remos en los autobuses de Herranz, que parten del intercambiador de Moncloa. Aunque otra buena opción es llegar en tren hasta El Escorial, donde un autobús espera nuestra lle­gada para subirnos en pocos minutos a San Lorenzo.

Siguiendo el croquis hecho para la ocasión fácilmente daremos con la calle (ya de fuerte inclinación), que se desenvuelven entre chalés hasta alcanzar la presa del Romeral. Este tramo de 20 minutos nos resultará algo duro, para no haber salido aún de las calles del pueblo.

Alcanzada la presa del Romeral, la calle pasa definitivamente a ser una carretera forestal, que avanza ceñida unos 100 metros a la alambrada que impide el paso a la presa, y después describe una cerrada curva para ale­jarse por la ladera. En esa curva toma­remos el sendero marcado como GR-10 (bandas de pintura roja y blan­ca) que sigue junto a la alambrada, para pasar al poco junto a un excelen­te mirador sobre la presa del Romeral.

Sin perder la alambrada de nues­tro lado, también la seguiremos cuan­do ésta se deja caer (a los pocos minutos) a la izquierda, para bajar a una zona de recreo bien alimentada por las fuentes de La Teja y La Currutaca. Bañada por el arroyo del Romeral, en esta zona de recreo encontramos junto al eterno pino una oran variedad de árboles como arces, olmos, castaños y enormes chopos, algunos de los cuales ya han dado con sus huesos en la tierra.

Una conducción de agua tapada por losas de granito se convierte ahora

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en un magnífico y peculiar sendero por donde continuamos subiendo junto al arroyo, hasta dar en pocos minutos de nuevo con la pista forestal que conduce al pueblo de Peguerinos.

Con el asfalto bajo los pies, 100 m más arriba tomaremos la amplia pista de tierra que sale a la izquierda. Pero ésta también será una breve compañe­ra, pues cuando a escasos 100 metros cruza un arroyo, la abandonamos por

la senda que sube por la ladera. La visible senda resulta muy cómoda por su ligera pendiente, al zigzaguear por una solana donde el pinar cobra lodo su protagonismo, y alguna ardilla trepa nerviosa por los troncos ante nuestra presencia.

Tras varios zigzags a los 20 minu­tos damos de nuevo con la carretera, convertida ahora en el conocido Secundo Horizontal. Al otro lado del

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asfalto continúa nuestro sendero, que al pcKO nos lleva a un cruce donde es fácil confundirse: ignorando el sende­ro que sigue de frente optamos por el que sube por la ladera.

Solventada esta dificultad el sen­dero se presenta estupendo y fácil de seguir, mientras la esencia del pinar nos embriaga con sus perfumes, los herrerillos nos dan una cálida acogi­da con simpáticos silbidos, y la arista rocosa de la Casita del Telégrafo óptico nos muestra su impresionante belleza de piedra arisca y desnuda.

Al cuarto de hora del cruce el sen­dero se ve interrumpido por una mara­ña de retamas y jaras, entre las que se esconden los restos de una casa. Fren­te a ella (a la izquierda) retomaremos nuestro sendero, al que un poco más adelante abandonaremos por otro sen­dero que sube por la derecha.

Después de este ultimo desvío volvemos a zigzaguear por la ladera, para cruzarnos transversalmente al cuarto de hora con el GR-10 (marcas de pintura roja y blanca), que tomare­mos ahora como nuestro camino. Siguiendo sus marcas haremos una larga subida muy cerca del arroyo del Romeral, por una ladera abancalada y repoblada con perfectas hileras de pinos. Sin zigzaguear llegaremos tras 45 minutos de GR a una pradera muy despejada de árboles, en la que el

camino no se marca tan claramente, pero en la que encontraremos (sin perder el sentido) la fuente del Cervu-nal. Siempre fresca, sus aguas repo­nen al viajero que se deja caer en los duros pastos cervunos que la rodean.

Un poco más arriba de la fuente alcanzaremos la pista forestal de tie­rra, que a la derecha se dirige al risco de la Casita del Telégrafo Óptico. Cinco minutos por esta pista bastan para tener a nuestros pies este perfec­to mirador que la ventisca maltrata, donde disfrutaremos de unas vistas desconocidas hasta ahora: el pequeño Monasterio y la inmensa llanura cas­tellana. A golpe de vista tenemos la cruz y el panel de telecomunicacio­nes que coronan el pico de Abantos (1753 m), al que llegaremos por el cordal en una cómoda trepada adornada de excelentes vistas en unos 20 minutos.

Tras disfrutar de las vistas en el pico más alto de las cumbres escuria-lenses, continuaremos la jornada junto al muro que hay a nuestras espaldas, siguiendo las marcas del GR-10 (Sendero de Gran Recorrido) en su bajada al collado donde nace el arroyo del Romeral.

Sin perder el muro de nuestro lado, desde el collado subiremos a la loma de Los Tientos, para nuevamen­te descender a otro collado donde en

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el muro se abre una puerta de hierro que da acceso al Valle de los Caídos.

Al otro lado de la puerta, que actúa como divisoria entre el frondoso pinar y las abulenses laderas empiomadas, parte la pista que en escasos minutos se da de bruces con el primer pozo de la nieve. Construido por Felipe II en el siglo XVI, una amplia bóveda de mam-postería cubre un oscuro y profundo pozo de paredes recubiertas de piedra. Su orientación (en la umbría) le pro­curaba grandes cantidades de nieve, que se recogía de las inmediaciones para ser compactada en su interior hasta convertirse en hielo. De todos los pozos éste es el mayor, mejor con­servado y el único con techo.

Avisados de la modestia de los restante pozos, partimos en su bús­queda gracias a un pequeño sendero que hay junto al primer pozo (a la derecha según llegamos). Pese a que la senda no es muy clara, el hecho de que vaya a media ladera (ni sube, ni baja) evitará que nos perdamos en el paisaje en el que nos encontramos literalmente sumergidos: una maraña de pinos por la que apenas pasa el sol, y en la que difícilmente se ve la cruz del Valle de los Caídos.

A los 10 minutos del primer pozo cruzaremos un arroyo, y 150 metros más adelante el sendero acaba por encontrar el segundo pozo: con pare­

des recubiertas de piedra y de gran profundidad. Pero aún nos queda por descubrir un tercer pozo (el más modesto), al que veremos de vuelta al primer pozo (antes de cruzar el arro­yo) ladera abajo.

Nuevamente junto a la bóveda del primer pozo, volvemos sobre nues­tros pasos al muro que encierra al Valle de los Caídos.

Fuera ya del Valle de los Caídos, ignoramos los caminos que siguen junto al muro, y nos decidimos por el que baja junto a la alambrada que marca la frontera entre Madrid y Avila. Por él perderemos altura con comodidad, y sin querer asistimos al nacimiento del arroyo del Tobar, con el que remoloneará el camino hasta que la fresca corriente se pierda entre los pinos, y nosotros damos con la carretera de Peguerinos después de acompañar a la divisoria provincial durante 20 minutos.

Con los pies en el asfalto bajare­mos por la carretera, acompañados por la amplia garganta en cuyo fondo recoge las aguas la presa del Tobar, hasta el Puerto de Malagón o de San Juan de Malagón (1534 m). En este punto decimos adiós al asfalto, e ignorando las pistas que bajan a la presa del Tobar, optamos por la pista de grava que trepa acusadamente por la empiornada ladera.

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Veinte minutos largos nos llevará alcanzar lo alto de la loma, flanquea­da por el valle del Pinarejo y una alambrada metálica. Buscando ladera abajo en el herboso valle que se abre a nuestros ojos, algo alejada del cami­no, hay una rica fuente que al viajero le viene que ni pintada.

Tras el refresco y el descanso vol­vemos a recuperar la compañía de la alambrada, que en un principio conti­núa junto a la pista, pero luego gira bruscamente y la abandona. Nosotros sin despegamos de la alambrada, gra­cias a un sendero que la sigue de cerca tras el giro, iremos a chocamos con otra alambrada transversal, que a la derecha tras una dura pendiente de 200 metros alcanza el Barranco de la Cabeza o Risco Alto (1678 m).

En la cumbre encontraremos nue­vas vistas (Las Machotas y el Puerto de La Cruz Verde) y una caseta meteorológica, de la que arranca un empinado canchal por el que no hay sendero que valga. Pero nosotros con decisión y mucho cuidado, descende­remos entre rocas desgajadas y pare­des graníticas reverdecidas por la parte más profunda del canchal, hasta dar con un muro de piedra que des­ciende directamente. La pendiente es tan considerable que en ella se va dibujando una barranquera con numeroso tomillo, mientras las aris­

tas graníticas plagadas de musgo se convierten en canchales más o menos intransitables.

Al cuarto de hora de canchal lle­garemos a una maraña de pinos y grandes rocas que harán imposible nuestra bajada, momento en el que cruzaremos al lado izquierdo del muro, donde un pequeño sendero baja (más cómodamente y en pocos minutos) a la senda que a la izquier­da conduce al área de recreo Los Lla-nillos.

En esa dirección iremos para coger a unos 150 metros una pequeña senda que baja por la ladera. Antigua­mente muy frecuentada, tiene un piso aterrazado excepcional, con una ligera pendiente que nos hace olvidar la anterior bajada. A estas alturas en que estamos tan extenuados, las hojas caí­das de los pinos tapizan el suelo con­virtiéndolo en una mullida alfombra que hace del paseo un placen La cúpu­la de olorosos pinos negros abriga un pegajoso jaral, que nos exige más paciencia para superar el cansancio y saborear más intensamente este tramo, que en 20 minutos va a dar con un camino carretero prácticamente llano.

El tendido eléctrico que va a una destartalada granja, guía nuestros pasos a la izquierda hasta una puerta metálica, en la que comienza la bajada hasta el casco urbano de San Lorenzo.

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DISTANCIA TOTA U 8 kilómetros .

DURACIÓN TOTA U 2 hora s y 2 0 minutos .

TIPO DE MARCHA: Lineal.

TIEMPOS DE MARCHA: El Escorial - Primer puente sobre el ferrocarril: 50 minutos. Primer puente-Segundo puente : 5 0 minutos . Segundo puente-Apeadero La s Zorreros-Navalquejigo: 40 minutos .

DESNIVEL: 5 0 metros .

DIFICULTAD: Baja.

TIPO D E CAMINO : Pist a y camino carretero. AGUA POTABLE : E S imprescindibl e aprovisionars e d e agua .

ÉPOCA RECOMENDADA: La primavera con la floración de cantuesos, refamas y ¡aras, y el otoño con la caída de la hoja en fresnos y robles , ofrece n u n ric o cromatismo. E n invierno suele haber tramos embarrados y e l arroy o Ladró n cort a e l camin o cuando viene crecido, per o esta rut a n o sufre los rigores invernales tan seriamente como los cumbres que lo rodean . E n verano se alter-nan tramos frescos y sombreados, co n otro s dispuestos para e l absoluto regocij o de las chicha-

rras, como los últimos kilómetros en l o urbanización de Los Arroyos. SUGERENCIAS: Ésta es una de las excursiones mós conocidas y estimadas por los véanos de El Escorial. Cómoda , sencill a y llena d e amplios horizontes, ofrec e una oportunidad única par o

atravesar y conocer un ecosistem a en retroces o y e n tan difíci l equilibrio como la fresneda ade-hesa. Pues al contrario que el Abantos o Los Machotas, de libre acceso, esto s campos están en manos privadas. Dándos e índuso casos de apropiación de algunos caminos de uso público, que

han limitad o aún má s e l pas o po r estos lugares. CARTOGRAFÍA: Hoja 533-1 escalo 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

M etidos en faena, a un eos- metros supera las casas que la flan-lado de la gasolinera de El quean y se divide en dos opciones de Escorial ''de bajo" y fren- igual aspecto. Estas casas y su expro­

piación son las que tanta polémica es­tán creando con el ensanche de El Es­corial, un plan urbanístico por el cual

te a los aparcamientos del restaurante El Álamo, arranca una pista de tierra compacta que en apenas trescientos

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la dehesa que distruiarcmos al co­mienzo de esta excursión será muy pronto terreno ganado para la cons­trucción. Veremos luego si los precios permitirán a los de El Escorial adqui­rir una vivienda, o si se quedarán sin casa y sin una dehesa por la que nadie parece llorar.

Tomando el ramal derecho, el camino siguen sin cambio alguno su llano deambular rodeado ahora por granjas, encorsetado entre muros de piedra seca ocultos tras las domina­doras zarzamoras. A unos doscientos metros de la bifurcación llegamos a un punto crucial. Si bien la pista prin­cipal continúa de frente, a la derecha aparece un desvío jalonado por una gran puerta metálica siempre abierta. Aunque ambas alternativas acaban fundiéndose más adelante, por la derecha nos sumergimos al momento en la dehesa de fresnos cabezones, en un abierto paisaje donde deambulan las vacas con sus temeros ajenas a todo paso concentradas en su rumiar. Cual puertas al cielo, éstas son tam­bién el umbral a los pasos más aven­tureros bajo la tutela de un camino claro y transitado, que surca la verde pradera salpicada de margaritas pri­maverales y dorada avena estival. Siendo también el camino la única vía para evitar en invierno los regatos que inundan los prados, y dejan hasta

bien entrado el verano aisladas char­cas cuajadas de ranas donde menude­an las zancudas cigüeñas.

A los diez minutos de abierto pai­saje una primera rampa nada seria anuncia claramente el cambio de condiciones en nuestra andadura, más favorables al ocultamiento de conejos, urracas, cucos y abubillas de almagradas crestas. La pradera da paso a ondulaciones de lajas, bolas y rocas graníticas donde al fresno se le suman el roble y robustos chaparros, sombreando cual túnel vegetal nues­tros pasos. La ruta se pone en ligera cuesta arriba escondiéndose nueva­mente entre muros de piedra seca cuajados de rosales, pequeños arces, zarzas y endrinos, hasta alcanzar el puente que cruza la vía del tren y una granja previa con asustadizas cabras y curiosas vacas.

Cual magnífico mirador aéreo sobre las copas de la inmensa dehesa, el puente es así mismo el mejor bal­cón para asomarse al Abantos (1753 m) y Las Machotas, elevaciones que orian las poblaciones de 'ios Escoria­les'', formando una quebrada compo­sición de pinos y robles, que tan dis­tinta se antoja a la dehesa.

Tras otear el horizonte nuestro camino se decide a descender ligera­mente, primero acompañada por las líneas del tren y luego por la dehesa

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despejada, pero siempre encorsetado entre alambradas o muros cuajados de culebrillas y lagartijas, que cierran el paso a esos negros novillos de afa­mada ganadería que acabarán en la plaza, y que al contrario de lo que uno pudiera pensar, nuestra presencia les asusta y hace huir en desbandada tronando las pezuñas sobre el terreno.

Este descenso concluye a los diez minutos ante la vaguada del arroyo Ladrón (precedida por una portilla metálica), cuyo variable curso se convierte en un serio problema cuan­do las lluvias le dan crecida vida. Superado el encharcado curso sem­brado de renacuajos, una nueva y destartalada puerta de madera es el primer paso de una corta subida hacia una nueva puerta de metal, que da paso a una ligera bajada de diez minutos por una dehesa más clareada y abierta a los elementos, hasta topar­nos con una nueva y última puerta metálica que al igual que las anterio­res cerraremos a nuestro paso. Tras esta última puerta el camino se encumbrada a modo de mirador sobre un nuevo puente, para saltar y recuperar la cercana compañía de la vías del tren en un corto tramo, hasta desembocar en el asfalto y las prime­ras casas de la urbanización Los Arroyos, Con el murmullo de grajos, cornejas y chicharras veraniegas roto

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por el paso del tren, en este penúlti­mo tramo se da carpetazo a una dehe­sa que deja atrás al fresco fresno y roble para dar protagonismo absoluto a la encina, símbolo de la perfecta aclimatación a los rigores mediterrá­neos.

Situados en el umbral de la urba­nidad, nuestro último propósito es alcanzar el apeadero de Las Zorreras-Navalquejigo. Si bien la calle que

nace a nuestro pies cumple tal propó­sito, podemos optar por hacernos eco del camino que arranca a nuestra izquierda. Un tobogán de constantes sube y bajas mal sombreado por pequeñas encinas, que avanza flan­queado por la línea del ferrocarril y las casas para desembocar definitiva­mente al cuarto de hora en una calle, a pocos metros (a la izquierda) de la estación de tren.

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DISTANCIA TOTAL : 9, 5 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 2 hora s y 3 0 minutos .

TIPO DE MARCHA : Circular.

TIEMPOS D E MARCHA : Apeadero d e La s Zorreras-Navalquejigo - Embalse de Valmayor : 1 hora . Valmoyor - Vía de l ferrocarril : 1 hor a y 1 0 minutos . Ví a de l ferrocarri l - Apeadero La s Zorre -

ras-Navalquejigo: 2 0 minutos . DESNIVEL: 80 metros .

DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Pista, camino carretero y sendero a partes iguales. AGUA POTABLE : E S imprescindible aprovisionarse de agua. A mitad de camino podremos adquirir

refrescos o disfruta r d e l a magnífic a terroza de l clu b náutic o Lo s Arroyos. ÉPOCA RECOMENDADA: Esta jornada no soporta los rigores invernales de las cercanas cumbres, siendo una buena alternativa en época de nieves. L a primaver a con la floración de cantuesos,

retamas y ¡aras, y el otoño con lo caída de la hoj a en fresnos y robles, ofrecen un rico cromatismo. SUGERENCIAS: El pueblo de Navalquejigo fue una villa eminentemente ganadera con jurisdicción

propia, com o revela su rollo o picota , qu e tras su segregación de l municipio de Galapagar se anexionó El Escoria l por Real Orden de lo regente María Cristina. Circunstonci a que no le salvó de u n paulatin o abandon o hast a confirma r lo que ho y es, u n luga r detenido en e l tiempo en

estado ruinoso , qu e la modernidad ha cercado con grúas que construyen lujosos chalés. L o que sin duda le otorga un curios o y contradictorio aspecto , a l qu e sumar l a "ocupación " d e algu-

nos de las últimas cosas. E l embalse de Valmayor es uno amplia mancha de agua que da de beber a lo s madrileños, anegand o un a ampli a cuenc a qu e en otros tiempos fue punto de

encuentro par a numerosa s vías pecuaria s y caminos. Baj o sus aguas se encuentran l a Cañad a Real Segoviana y el puent e de l Tercio, po r donde cruzaba e l Camin o Rea l d e Madrid utilizado

tantas veces por la corte en sus idas y venidas de Madrid a l monasterio de E l Escorial . CARTOGRAFÍA: Hoja 533-i escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nocional

s aliendo del apeadero de Las Zo­rreras-Navalquejigo, frente a la marquesina roja de los autobu­

ses y poco antes de que la carretera a Villalba se eleve sobre la vía, arranca un camino de tierra que baja ligera-

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mente en unos minutos, entre chalés y pastos salpicados de grandes encinas, hasta el cruce de caminos que es el pueblo abandonado de Navalquejigo: a la izquierda la colada de Navalque­jigo, el camino que seguiremos a con­tinuación, a la derecha casas semide-rruidas, y al frente se alinean un gran abrevadero escoltado por inmensos álamos, el airado rollo jurisdiccional rematado por una bola herreriana y la espadaña amatacanada de la iglesia-fortaleza de Santa Cruz.

Satisfecha la curiosidad en un corto deambular por las ruinas y casas ocupadas, dejamos atrás Naval-guejigo sumergimos entre los muros de piedra y las zarzas que aprisionan la colada, anunciando la húmeda vaguada del arroyo Charcón, tomada por altas herbáceas y frondosos fres­nos. Tras este paréntesis húmedo que atrapa en la maraña restos de anti­guas construcciones, se emerge en otro camino de mejores trazas y ante la esencia misma de la contradicción. A un lado frescos pastos y fresnos acompañan el curso del arroyo, y al otro una impenetrable maraña de jaras custodiada por encinas trasmite una sensación de rigores mediterrá­neos, sólo rota en primavera al cua­jarse de flores blancas. Encorsetados entre un muro de piedra y una alam­brada llegamos al poco a las Casas de

Navalquejigo, y al desvío de peor aspecto que sube ligeramente por el lado izquierdo para zambullirse de lleno entre la jara y la encina, hasta darse de bruces en apenas unos minu­tos con la amplia Cañada Real Sego-viana.

Esta antigua vía usada por los ganados trashumantes en su camino a los pastos de invierno, con el aspecto de una amplia pista de márgenes desarbolados, ofrece unas magníficas vistas de Valmayor anegado por el agua al frente, mientras baja entre encinas, jaras, escobones de minús­culas flores amarillas, fresnos y cha­lés, para cruzar la carretera y darse de bruces con la orilla del embalse de Valmayor (831 m).

Este espacio acuático muy eutro-fizado, carente de vegetación por la subida y bajada del nivel del agua, ofrece por el contrario la segura con­templación de especies como cigüe­ñas, tímidas garzas reales, ánades y algún cormorán asiduo a los emer­gentes hierros de torretas eléctricas. Es por tanto un buen momento para sacar los prismáticos y otear el hori­zonte mientras seguimos de cerca la orilla (hacia la derecha), por un cami­no muy usado por los pescadores en su afán de cobrar carpas y barbos.

Así seguiremos hasta la conclu­sión del embalse de Valmayor ante el

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dique o muro de hor­migón que crea el embalse de Los Arro­yos, una inmensa barrera que utilizare­mos a modo de puen­te para cruzar a la ori­lla contraria. De momento en este extremo podremos descansar y tomar un refresco en la terraza del club náutico Los Arroyos, disfrutando de unas magníficas vistas acuáticas que nada recuerdan a las precedentes. En el embalse de Los Arroyos, con un nivel más o menos fijo, las orillas se cuajan de juncos, carrizos y espada­ñas, orlando las taimadas aguas de un

nos había acompañado se toma en cerrado sotobosque a un lado y dehe­sa al otro. Este tramo será una verda­

dera delicia de unos 45 minutos som-profundo y sugerente escondite verde breados y protegidos del aire, en el para numerosas fochas, pollas y ana- que tan sólo hemos de tener cuidado des.

Tras el descanso cruzamos las aguas para desembocar en un sende­ro que primero bordea el embalse de Los Arroyos muy cerca de la orilla, colmada de sauces, alisos y espada­ñas, y luego continúa persiguiendo el cauce del arroyo Ladrón bañando de frescor las retinas sedientas con zar­zas, fresnos y sauces. Ahora la sensa­ción despejada de abierto paisaje que

con el intenso tráfico de bicicletas. Pues este camino serpentea formando suaves toboganes, que permiten dis­frutar mucho de la conducción sin necesidad de tener una forma física destacada, lo cual es un lujo en el entorno montañoso de El Escorial.

Ignorando cualquier desvío que a la derecha busque las calles de la urbanización, en la parte final de su recorrido el sendero se decide a cru-

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Page 43: Guadarrama

zar el curso del arroyo, bordear las lagunas del arroyo Ladrón, y ascen­der hasta el camino carretero que va de Los Arroyos a El Escorial, al pie mismo de la vía del tren.

Situados en el umbral de la urba­nidad, nuestro último propósito es alcanzar el apeadero de Las Zorreras-Navalquejigo. Si bien la calle que nace a nuestros pies cumple tal pro­

pósito, podemos optar por hacernos eco del camino que arranca a la izquierda del asfalto. Un tobogán mal sombreado por pequeñas encinas, que avanza junto a la línea del ferro­carril acompañado de chalés, para desembocar definitivamente al cuarto de hora en una calle, a pocos metros (a la izquierda) de la estación de tren.

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Page 44: Guadarrama

DISTANCIA TOTAL : 1 4 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 4 horas.

TIPO D E MARCHA: Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Embalse de La Jarosa • Desvío al Vía Crucis del Alto del León; 1 hor a y 30 minutos. Prime r desvío - Desví o pora e l Valle de los Caídos: 1 hor a y 45 minuío í

Segundo desvío • Embalse de La Jarosa (tramo de bajada): 50 minutos. DESNIVEL: 45 0 metros . f l

DIFICULTAD: Baja . Esta ruto puede transcurrir íntegramente por pistas, por lo que resulta • perfecta par a tod o tipo d e gustos . ^ i

TIPO D E CAMINO : Amplísim a y excelent e pist a e n s u mayo r parte , y senderos . « AGUA POTABLE: Aprovisionarse de agua e s imprescindible ante la falta de fuentes. Sólo al final

nos encontraremos con la fuente de las Casas de San Macario. ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquie r dio resulta perfecto , ya que el abundante pinar nos protegerá

del aire y del sol. SUGERENCIAS: NO olvides tus prismáticos poro poder observar las numerosas anátidas que se concentran en e l embalse . Par a los ciclistas ésta puede resulta r una jornada verdaderamente

fantástica. Si quieres alargar e l comino coge el desvío que lleva a l Vía Crucis del Alto de l León, dond e habitan numeroso s búnkers y la fuente de los fjondillas . Si por el contrario

quieres hacer tu recorrid o l o más asequible posible , olvídat e de abandonar l a pist a cuando te lo propone e l texto: tendrás dos cruces de pistas que resolverás siempre por la izquierda , para pasar por una fuente , y posteriorment e incorporart e o lo rut a descrit a junt o a l desvío del Vía

Crucis del Alto del León . CARTOGRAFÍA: Hoja 508-111 escala 1:25.000 del instituto Geográfico Nacional, y hoja n ° 3 5 - 4^

escala 1:25.00 0 de l Servicio Cartográfic o de l Ejército .

L os pinares que rodean al senderos, que satisfacen tanto a quie-

embalse de La Jarosa en nes pretenden dar una larga caminata,

Guadarrama están surcados como a los que buscan un buen circuito por excelentes pistas e innumerables para bici de montaña.

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Para llegar al embalse de La Jaro­sa sólo hay que seguir los carteles indicativos que hay en la antigua Nacional VI, a su paso por el pueblo de Guadarrama. Para los que se acer­quen en transporte público, los auto­buses de Larrea parten del intercam­biador de Moncloa.

Aparcando en las inmediaciones del muro de hormigón que retiene el agua, ya a pie haremos unos 100 m

por la bachosa carretera de montaña que rodea el embalse, para tomar la primera pista de tierra cerrada a los coches (señal circular de prohibido el acceso a vehículos) que sale a la derecha.

Por esta pista dejaremos a un lado una granja, junto a la que merodean numerosas vacas moruchas, y nos sumergimos de lleno en el frondoso pinar.

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Tras diez minutos de subida en la que poco a poco la pendiente se acen­túa, llegamos junto a unas edificacio­nes donde, ignorando nuestro actual camino, optamos por el pequeño sen­dero que parte de una mesa de picnic y al poco se bifurca en dos.

Cogiendo el que desciende bajare­mos con un pequeño arroyo a nuestro lado hasta alcanzar el curso del arroyo de La Jarosa, que cruzaremos por pequeñas piedras. En la otra orilla nuestro sendero pasa a ser un camino ancho y bien trazado, que se pone cuesta arriba. Pero cuando llegamos al final de la cuesta (unos 200 m), aban­donamos el camino por una senda menos vistosa que sube por la ladera.

Por este sendero que sube sin cor­tarse un pelo, ignorando las sendas que nos salgan a ambos lados, llega­remos en 20 minutos a una pradera herbosa donde el camino se difumi-na. Sin perder la dirección que traía­mos, seguimos subiendo por la pra­dera para alcanzar 100 metros más arriba un cortafuegos.

Algunas abubillas escapan ante nuestra presencia con su cresta de puntas negras erizada, una señal de alerta que también hace salir al negro pico picapinos y al pardo arrendajo, que permanecían agazapados en la cúpula de los pinos fuera de nuestra vista.

Tomando ahora el cortafuegos que sube por la ladera como nuestro camino, llegaremos en diez minutos a otro collado, donde imposibilitado nuestro avance por un picacho roco­so, nos desviamos a la derecha para bajar en pocos minutos a la pista principal de La Jarosa.

Nuevamente con la comodidad del amplio piso de tierra bajo nues­tros pies, haremos una dura subida en la que nos acompaña el arroyo de los Alamos Blancos, al que sobrepasare­mos para en zigzags tomar fácilmen­te altura por la solana del Cerro de los Alamos Blancos. Gracias a la com­pacta autopista de tierra, con desagüe en los laterales para evitar corrientes de agua en su piso, un tramo tan duro como éste se hace mucho más cómo­do. Además sin nada que nos induzca a la equivocación, alcanzaremos a los 25 minutos de pista el desvío que sube a la carretera del Vía Crucis, donde nosotros optaremos por seguir de frente erre que erre con la invaria­ble subida.

Tras el desvío y una vez cogida una buena altura, nuestro paseo pare­ce transcurrir por un balcón a los pinares de La Jarosa. Así, ahora nuestra pista faldeará por toda la cuerda montañosa, durante una hora y media. Comenzamos pues un viaje a través de sucesivas gargantas ence-

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rradas entre laderas y surcadas por potentes arroyos, en las que la salida de una es la entrada a la otra.

Sin dejar de subir, la primera gar­ganta en dibujarse a nuestros pies es la del arroyo de los Álamos Blancos, encerrada entre el Cerro de los Ála­mos Blancos (1509 m) y el Cerro del Cebo del los Lobos (1395 m), cuyo origen está en el Alto de La Sala­manca.

La siguiente garganta aparece a nuestros ojos al sobrepasar el Cerro del Cebo de los Lobos, por cuya loma viene un cortafuegos a cruzase con nosotros de forma transversal. Esta nueva depresión está surcada por el arroyo del Picazuelo, al que cruzare­mos para ir en busca de la arista del Cerro de los Hornillos, que la cierra por el otro lado.

Entramos en la penúltima gargan­ta al sobrepasar la loma del Cerro de los Hornillos, que aunque es de menor altura que el Cerro de los Ála­mos Blancos, la presencia del Cerro de los Hornillos (1292 in) en las mis­mas inmediaciones del embalse, alar­ga y eleva la loma del Cerro de los Hornillos para crear una amplia gar­ganta entre ésta y la loma de La Calle de los Álamos.

En esta amplia garganta tapizada por el césped montañés, como es la gayuba de brillantes hojas y flores

blancas, iremos cómodamente (sin subir o bajar) atravesando distintos afluentes del arroyo de la Calle de los Álamos, y gozando de la vista del Valle de los Caídos y el gran roquedo de El Picazuelo (1331 m), coronado por la ermita del Altar Mayor. Aisla­da en un mar de pinos verdes, ésta ermita es una de las tres que compo­nen el incomparable Vía Crucis del Valle de los Caídos.

Tras sobrepasar la loma de La Calle de los Álamos nos adentramos en la última garganta de la jomada, mientras la inmensa cruz del Valle de los Caídos se levanta sobre nuestras cabezas. En esta garganta, surcada por el arroyo Barranco del Tomillar, iniciaremos el descenso que nos lle­vará definitivamente al pie del embalse de La Jarosa.

Primeramente descenderemos bruscamente hasta una bifurcación: el desvío que a la derecha se interna en el Valle de los Caídos es el más utilizado por los furtivos, que agaza­pados en la oscura noche descargan su escopeta contra algún jabalí. Nosotros por el contrario optamos por seguir de frente, descendiendo vertiginosamente.

Al cuarto de hora del desvío, la pista atraviesa nuevamente el arroyo del Barranco del Tomillar, momento en el que pierde pendiente, y a nues-

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tra derecha volvemos a ver la ermita sobre las rocas.

Concluido este tramo llano de 2(K) m, volvemos a perder altura sin remisión. De frente, sin desviarnos de la amplia y trillada pista, nos ire­mos encontrando con el abarrancado cortafuegos de la loma de La Calle de los Álamos y el caudaloso arroyo de la Calle de los Alamos, hasta dar por fin a los 20 minutos con la valla metálica que impide el paso de los vehículos.

Tras la valla vemos un área recre­ativa con mesas de picnic, barbacoas, un bar y una generosa fuente que otorga al viajero lodo cuanto tiene de refrescante el agua. Esta fuente abas­tecía las Casas de San Macario, actualmente unas ruinosas construc­ciones, a las que llegaremos siguien­do el hilo de agua que viene por detrás de la fuente.

De nuevo junio al bar continuare­mos por la pista, que al poco se con­vierte en un deteriorada carretera asfal­tada, por la que bordearemos el embalse de La Jarosa en 20 minutos. En nuestro llano asfalto iremos dando con una nueva zona de picnic (La Jaro­sa I) y la nueva ermita de San Macario. De la vieja ermita tan sólo queda el antiguo campanario que al poco vere­mos junto a la carretera; mientras el resto permanece bajo las aguas para alimentar leyendas y misterios.

Poco después nuestro viaje llega a su fin, por lo que haremos bien en deleitamos con las impresionantes vis­tas de las laderas pinadas de La Jarosa y de Cuelgamuros. Aunque ahora, tan cerca del embalse, descubrimos un nuevo paisaje acuático, en el que no es raro ver a las nerviosas gaviotas junto a pacientes cigüeñas y grullas, tratan­do de buscar su alimento.

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DISTANCIA TOTAU 1 0 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 3 hora s y 4 5 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA; Camping Valle de Enmedio • Refugio Valle de Enmedio: 40 minutos. Refugio Valle de Enmedi o - Fuent e de Collodo Hornillo : 5 0 minutos . Fuent e de Collado Hornill o -

Alto de La Salamanca: 30 minutos. Alto de L a Salamanca - Camino de Canto Herradero: 1 hor a y 1 0 minutos . Camino de Canto Herradero - Camping Valle de Enmedio : 3 0 minutos.

DESNIVEL: 30 0 metros .

DIFICULTAD: Media-baja. Lo subida al alto de La Salamanca es dura por el maltrecho camino y la excesiva pendiente , per o bastan uno s minutos para coronarla . E n l a desabrigada cuerda que se

extiende desde el alt o de La Salamanca seremos pasto del so l y el fuerte viento. TIPO D E CAMINO: Pista , camino carretero y senda.

AGUA POTABLE : En invierno numerosos arroyos mitigan la falto de fuentes , per o en verano el caudal de sus aguos cede por el calor . L a única fuente es lo de l Collado Hornillo , a los pies del

Alto de La Salamanca. ÉPOCA RECOMENDADA: Aunque el verde pino es invariable, la primavera con la floración de

cantuesos, retama s y pequeñas flores e s e l mejo r momento , amé n d e ver correr alegremente los arroyos. Sól o los días de vient o resulta n extremadamente incómodos.

SUGERENCIAS: Pinares Llanos es un vasto espacio amesetado de frondoso pinar albor, que contrasta ampliamente con l a desnuda y escarpada cuerdo de Cuelgamuros . En el pina r tendre-mos l a oportunida d d e ve r u n endemism o ta n espectacula r como l a polill a Graellsia lsabelae;y

en el corda l e l esqueleto de trincheras y nidos de ametralladora de la Guerra Civil . Para los escaladores. Peñ a Blanc a es un reto que ha costado más de una vida. Lo s ciclistas están de más

en muchos tramos de empinada s rompa s con cantos sueltos. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

Pcguerinos, o el antiguo Pe- Dormido bajo la blanca nieve invernal, regrinos, es un apacible con el calor del verano muchos ex­pueblo abulense rodeado de cursionistas y curiosos se acercan a

un mar de pinos y accesibles cumbres, las zonas de picnic que pueblan el pi-

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nar, las frescas terrazas veraniegas y las suculentas carnes de sus restau­rantes.

Metidos en faena, desde el Cam­ping Valle de Enmedio buscaremos los hermosos valles de pino albar, horadados por turgentes arroyos cris­talinos que caen de las mayores altu­ras de la Sierra de Malagón. Pero también recorreremos la cuerda mon­tañosa de Cuelgamuros, donde habi­tan los viejos esqueletos de trincheras y nidos de ametralladora de la Guerra

Civil, y se levanta la cruz del Valle de los Caídos.

Para llegar hasta el Camping Valle de Enmedio debemos tomar la carretera de montaña que desde el Puerto de Guadarrama sale a la izquierda (si vienes de Madrid); o por El Escorial subir al puerto de la Paradilla (M-505), donde nos des­viaremos a Peguerinos pasando por Santa María de la Alameda. Luego sólo hemos de seguir los indicati­vos hasta la entrada del camping,

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en cuyas inmediaciones aparcaremos el coche.

Nuestra ruta comienza por la pista que hay a la derecha 20 metros antes de la entrada al camping. Inmersa en un gran pinar albar de altos troncos, por ella seguiremos de cerca el arroyo del Valle de Enmedio, cuya transparente y cantarína agua será una refrescante compañera.

Al poco, sobrepasamos una zona de picnic con numerosas mesas y barbacoas, y nos encontramos con la valla metálica que impide el paso a los vehículos. Cruzamos la valla y sin desviarnos del magnífico piso refor­zado por algún trozo de viejo asfalto, la pista parece tomar cierta inclina­ción, mientras una cresta de cantos redondeados con musgo sobrevuela la cúpula de pinos, otorgando mayor belleza a este apretado valle.

A los 20 minutos llegamos a una planicie que fue el antiguo aparca­miento para coches, en la que sendos carteles señalan a Cueva Valiente y el refugio del Valle de Enmedio.

A partir de aquí la buena pista deja paso a una senda con el piso bas­tante deteriorado por la escorrentía, que sube por una acentuada pendien­te. Este duro tramo de 20 minutos concluye al encontrarnos con el refu­gio del Valle de Enmedio, hecho en piedra pero en un estado ruinoso.

Tras curiosear en el interior del refugio nos vemos obligados a cam­biar de camino; ignorando por el que hasta ahora habíamos subido junto al arroyo, optamos por el sendero que parte prácticamente de la puerta del refugio, y sube por la empinada lade­ra que nos encajonaba a la derecha.

De nuevo por una senda bastante trillada y deteriorada, alcanzaremos en 20 minutos de duro esfuerzo lo más alto de la umbrosa ladera, donde alcanzamos a ver el Valle de Enme­dio a nuestras espaldas y el Valle del Collado Hornillo al frente.

En lo alto de esta ladera nueva­mente la senda se divide en dos: opta­mos por el sendero de la izquierda; e ignoraremos el que a la derecha llega a Peña Blanca (1705 m), una pared rocosa de cuya dificultad de ascen­sión surgió la leyenda de que en su cima el diablo había depositado una bolsa de dinero.

Decididos por el sendero de la izquierda haremos un descenso de tan ligera pendiente, que nos permiti­rá disfrutar de un agradable paseo envuelto por el pino de esta soleada ladera, que contrasta con la fría umbría del alto de La Salamanca (al frente). A la media hora de descenso salimos a una revuelta de la carretera asfaltada de Peguerinos al Alto del León.

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Con los pies en el asfalto, bajare­mos por la carretera unos 100 metros para arribar a una generosa fuente donde abastecemos de agua y hacer un descanso. Rellena la cantimplora y renovadas las fuerzas, volveremos a subir por la carretera hasta alcanzar en 15 minutos el Collado Hornillo (1637 m). Este paso natural es una confluencia de viejos y nuevos cami­nos como la Cañada Real Leonesa Oriental por la que viene el GR-88, y donde se unen la Sierra de Malagón y la cuerda principal de la Sierra de Guadarrama.

Junto a un cartel de Cañada Real que hay en el collado, una senda abandona por la derecha este ventoso y frío paso. Tras el cómodo asfalto, la tierra vuelve a tomarse la revancha con una fuerte pendiente de cantos sueltos, en la que la nieve o el hielo suelen ser habituales de esta umbría. Diversos senderos nos confunden, pero sin perder el sentido alcanzare­mos en 20 minutos el paisaje lunar de enebros enanos, pequeños pinos retorcidos y el refugio de La Sala­manca (1789 m), a los que el fuerte viento parece querer arrancar de esta inhóspita cumbre.

Tras una breve pausa para cono­cer las nuevas vistas sobre Madrid, continuamos camino por el desarbo­lado cordal (a la diestra según el sen­

tido del ascenso) guiados por las marcas del GR-10 (pinturas blanca y roja).

En nuestro primer tramo por el desnudo cordal bajaremos entre ene­bro rastrero y gayuba durante 20 minutos junto a una alambrada metálica (la divisoria de Madrid y Ávila), hasta un collado donde se yergue un picacho en el que veremos el conjunto defensivo del ejército republicano de la Guerra Civil del '36. Un punto tan estratégico mere­ció un largo complejo de trincheras que se extiende a lo largo de la lade­ra, formado por muros de mamposte-ría rematados en sus vértices por nidos de ametralladora y pequeñas torretas circulares.

Fascinados por esta línea defensi­va de trincheras, en lugar de conti­nuar por el GR-10, que sortea los Riscos del Palanco (1690 m) por la ladera madrileña, optamos por seguir de cerca el muro defensivo. Sin coger altura esquivaremos la cumbre cuar­teada de los Riscos del Palanco por la derecha, y en un cuarto de hora alcanzaremos una alambrada que sube por la ladera.

Una senda acompaña a la alam­brada; y nosotros optamos por bajar junto a ella (atravesando el muro defensivo) de manera directa y sin contemplaciones hacia el valle de

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Pinares Llanos. Sin perder la valla de nuestro lado daremos en 20 minutos con un arroyo (seco en verano) que baja junto a la alambrada, lo que lleva a nuestra senda a enamoriscarse de su cauce, en un te salto y te vuel­vo a cruzar.

Unos minutos más tarde saldre­mos al camino de Canto Herradero, una magnífica pista de tierra que del Collado Hornillo va hasta las proxi­midades de la Casa de la Cueva.

Al otro lado del camino hay una clareada pradera colmada de césped del que pastan las vacas, por la que se hará muy agradable nuestro paseo mientras seguimos nuevamente el curso del agua en su bajada. Por un piso bastante mullido caminaremos apenas 200 metros hasta dar con una zona de picnic, donde nuestro ria­

chuelo se entrega al caudaloso arroyo del Collado Hornillo.

Llegados a este punto, en lugar de cruzar las aguas bajamos por un anti­guo camino carretero que acompaña por la orilla al arroyo. Este paseo llano y muy hermoso, sólo interrum­pido por el sonido de algún cercano coche, se interna en un frondoso pinar donde el agua cristalina zigza­guea enroscándose como una cule­bra, formando así una sucesión de perfectos meandros.

Tras acompañar al arroyo del Collado Hornillo durante 20 minutos, el camino por fin cruza las transpa­rentes aguas de brillos metálicos para salir a la carretera, por la que a unos 200 m a la izquierda volveremos a encontrar el Camping Valle de Enme-dio... y nuestro coche.

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F DISTANCIA TOTAL: 1 4 kilómetros

DURACIÓN TOTAL : 4 hora s y 2 0 minutos TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Camping Valle de Enmedio - Cueva Valiente: 2 horas. Cueva Valiente Alto de lo Gargantilla : 30 minutos. Alto de la Gargantill o - Camping de Peguerinos:

1 hor a y 3 0 minutos . . ^ DESNIVEL: 48 3 metros . "

DIFICULTAD: Media-bajo. El único tramo complicado son los 300 metros anteriores o dar con la pista de Cueva Valiente, po r la pendiente y lo desdibujodo del sendero.

TIPO DE CAMINO: Pista , camino carretero y senda. AGUA POTABLE : A l poc o de comenza r la bajad a de l Alto de lo Gargontill a hoy una fuente a

nuestra izquierda ; y otra o l finalizar la ruta , e n la zona de picnic que hoy junto al Camping de I Peguerinos . Pero si no corren los arroyos, l o más recomendable es hacer acopio de agua antes de

comenzar l a subida . ÉPOCA RECOMENDADA: Con niebla y viento sufriremos más de lo esperado. En primavera las

praderas están llenas de pequeñas flores, y aún corren con frescura los arroyos. SUGERENCIAS: Cueva Valiente con su bunker y las cumbres cercanas sembradas de nidos de

ametralladora y parapetos, son e l testigo mudo de la Guerra Civil . Visita la cueva de unos 20 m de profundidad que do nombre a esta cumbre, situada en la ladero de El Espina r o unos 170 0 m

de altura. CARTOGRAFÍA: Mopa de la Sierra de Guadarrama escola 1:50.000 editado por La Tiendo Verde.

D esde el pueblo abulense de Peguerinos se extiende un extenso pinar albar, que

muy suavemente alcanza las cotas más altas de la Sierra de Malagón. Aguas cristalinas, asalmonados albares y ex­celentes pistas, conforman un espacio único para alcanzar el corazón de la naturaleza sin machacarse.

Para llegar al punto donde co­

mienza nuestra ruta, el Camping Valle de Peguerinos, debemos coger la carretera forestal que parte desde el mismo Alto del León. Otra alternativa es desde El Escorial subir los puertos de La Cruz Verde y La Paradilla (M-505), para desviamos a Santa María **pueblo" y Peguerinos. Una vez en Peguerinos tomaremos la carretera forestal que lleva al Alto del León,

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para alcanzar en 10 minutos el Cam­ping Valle de Peguerinos, en cuyas inmediaciones aparcaremos el coche.

Los primeros pasos de nuestra ruta buscan la pista de tierra situado a 50 metros (a la derecha) antes de la entrada al camping. Por esta pista alcanzaremos una cercana zona de picnic, por la que baja el arroyo del Valle de Enmedio.

Cruzando el arroyo por esta zona

de picnic, daremos con una corta pero empinada cuesta que lleva hasta la alambrada del camping, en la que se abre una puerta de la que parte un camino carretero bastante visible y trillado.

Por este camino nos adentramos en un pinar albar de largos troncos asalmonados, y en un par de minutos llegaremos a un depósito de agua, junto al que cogeremos la pista de tie-

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rra que pasa algunos metros a la izquierda del depósito.

Optando por esta nueva y com­pacta pista iremos ganando altura, flanqueados por pinos y verdes prade­ras muy soleadas, bajo la presencia de la arista rocosa que separa al arroyo del Valle de Enmedio de su afluente la Nava del Toril. Sin ninguna compli­cación, al cuarto de hora daremos con los muros de un pequeño embalse que remansa al arroyo de Nava del Toril, a cuyos pies podemos ver un pequeño refugio que todos aquellos que lo conocen se esmeran en cuidar.

Sin abandonar el camino que hasta aquí nos trajo superaremos el embal­se, en cuya parte final se nos presentan dos altemativas: nosotros optamos por la que a la derecha cruza el arroyo.

Tras cruzar el curso de agua por las piedras seguiremos subiendo con la presencia cercana de la corriente, por un camino carretero que, pese a olvidarse de ese piso tan excelente que nos trajo aquí, resulta ancho y visible. Una maraña de troncos y ramas secas se confunden entre zarzas y retamas, escondiendo el lecho del arroyo, al que se precipitan inclinadas lomas que ahora forman una estrecha garganta. Poco a poco el camino se convierte en un sendero estrecho y mullido, al ser pasto del verde césped, hasta no ser más que un simple hilo.

A los 25 minutos de subida junto al arroyo de Nava del Toril, el sende­ro se entrega a una pista que se nos cruza transversalmente. Optando por la alternativa que cruza el curso de agua, alcanzaremos un amplio espa­cio abierto. Esta hermosa pradera, en cuyo frente hay algunas paredes ver­ticales a modo de corona rocosa, es muy concurrida por algunos campis­tas, y muy probablemente sea la nava que da nombre al arroyo.

Nosotros, sin alejamos del cauce, encontraremos 50 metros más arriba nuevamente la senda, que vuelve a subir de forma desigual junto al arro­yo hasta dar con la carretera de Cueva Valiente en 45 minutos: así. en un primer momento nos enfrentare­mos a una dura pendiente, por un estrecho sendero en cuyo piso la escorrentía no ha hecho mella. Ello nos permitirá acomodarnos a una ladera donde la humedad espesa el pino y el helécho. Pero posteriormen­te las cosas cambian, y a ese cómodo tramo le sigue otro de mayor pen­diente, donde el sendero herido por las corrientes de agua y las rodadas de motos, se hace confuso y se difu-mina. Ante la duda, lo mejor es seguir lo que intuimos que es el cauce del arroyo, ya que a estas alturas el fino hilo de agua se esconde entre una exuberante maleza, hasta dar

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con la pista que conduce a Cueva Valiente.

Con los pies ya en la pista, segui­remos subiendo durante 15 minutos por la que es una acentuada cuesta de tierra y grava, para llegar a un colla­do donde descubrimos al frente el pueblo de San Rafael, y a la derecha una cumbre con numerosas ruinas de lo que fueron nidos de ametralladora.

Desde este collado aún nos queda un último tramo de subida para alcan­zar en 10 minutos la cumbre de Cueva Valiente, por un paisaje de desnudas rocas ante las que retrocede el pinar. Sin perder la pista, a cada paso descu­brimos muros defensivos y parapetos de la Guerra Civil en cada uno de los riscos, y alcanzaremos la amplia explanada donde el antiguo bunker reconvertido en un refugio, aguanta el ímpetu de los fríos y la ventisca.

Detrás del refugio se levanta la alta roca que forma la cumbre de Cueva Valiente (1903 m), donde recogemos la invitación para disfru­tar de las vistas a la meseta segovia-na y Pinares Llanos.

Alcanzado el punto más alto de la excursión, por la pista que subimos volvemos a descender durante media hora hasta el collado del Alto de la Gargantilla (indicado con un cartel); poniendo especial cuidado antes de llegar a él, en percatarse del conjunto

defensivo de trincheras con dobles muros y nidos de ametralladora, que copan un conjunto rocoso que queda­rá a nuestra izquierda.

Ya en el collado del Alto de la Gargantilla (1640 m) nos vemos obli­gados a decidir entre dos alternativas. Optando por la pista de la izquierda bajaremos comodísimamente parale­los al arroyo del Chubieco. Sin nin­gún desvío que nos confunda, inicia­mos una larga bajada hecha para disfrutar del pinar que se destapa nuevamente junto al río, de la imagen idílica del agua corriendo limpia y veloz, y de las praderas donde deam­bulan caballos y potrillos.

A los 45 minutos del collado del Alto de la Gargantilla por fin damos con el Embalse de Peguerinos en un cruce de caminos, en el que nos deci­dimos por la pista que bordea dicho embalse por la izquierda y concluye 45 minutos más tarde en el Camping de Peguerinos.

Junto a la alambrada que encierra la urbanidad del camping, una barre­ra metálica marca el inicio de la carretera asfaltada; de frente (dejan­do una zona de picnic a nuestra izquierda) vamos a dar con la carrete­ra de Peguerinos al Alto del León. A la izquierda en dirección al Alto del León, en unos diez minutos encontra­remos el Camping de Valle Enmedio.

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DISTANCIA TOTAL: 1 4 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL : 4 hora s y 3 5 minuíos .

TIPO DE MARCHA: Circular,

TIEMPOS DE MARCHA: Apeadero de San Rafael - Arroyo Mayor; 20 minutos. Arroyo Mayor Collado de lagosca: 1 hor a y 30 minuíos. Collad o de Lagasco • Cabeza Lijar : 35 minutos. Cabezo

Lijar - Collado Hornillo; 25 minutos . Collado Hornillo - San Rafael : 1 hor a y 45 minutos. DESNIVEL: 57 4 metros .

DIFICULTAD: Media. En la subida al Collado de Lagasca podemos tener algún despiste por los numerosos senderos que no s salen a l paso . L o cumbr e de Cabez a Lija r resulta mu y desabrigada. La bajado ¡unto a l arroyo Mayor nos obligará o cruza r de una marge n a otra, l o que representa

un problema cuand o baja much a agu a po r la inexistenci a de puentes . Además, est e último tramo e n época s lluviosa s está mu y embarrado.

TIPO DE CAMINO: Pisto, camino carretero y sendo AGUA POTABLE: L a fuente de Lagasco o escasos 15 0 metros del Collado de Lagasca ; y la fuente

del Carnero poco antes de condui r nuestra ruta . ÉPOCA RECOMENDADA: Salvo los de ventisca, cualquier día es bueno. Aunque el verano seca los

arroyos que dan todo su encanto o est e entorno . « SUGERENCIAS: E l pina r albor de troncos asalmonados envuelve las profundas gargantas de ^

cristalinos arroyos. L a alegría d e carboneros, herrerillo s y verderones es especialmente sonora por las mañanas. Po r su part e e l hombre dejó su rastr o en e l bunker que domina Cabez a Lijar .

CARTOGRAFÍA: Hoja 508-111 escala 1:25.000 del Instituto Geogrófico Nacional

E l frondoso pinar albar es el protagonista en esta excur­sión, que desde San Rafael

trata de descubrir la vertiente segovia-na de la Sierra de Malagón. Ayudados por el arroyo de Lagasca, subiremos hasta la espectacular mole de Cabeza Lijar, para sumergimos en la profunda

y frondosa garganta del arroyo Mayor, que nos devolverá a San Rafael.

Llegar a San Rafael en coche es tan fácil como coger la carretera de La Coruña (A-6). Para los que opten por el transporte piiblico, San Rafael tiene un apeadero en la línea de ferro­carril Madrid-Segovia.

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Comenzamos la excursión desde el apeadero cuesta abajo, para que pase sobre nuestras cabezas la auto­pista y bajo nuestros pies el río Gu-dillos, hasta dar con la antigua Nacio­nal VI y actual calle principal de San Rafael. En dirección al Puerto del León, subiremos en busca del puente bajo el que pasa el arroyo Mayor, en cuyas inmediaciones pueden aparcar los que vengan en coche.

Ya todos a pie, tomamos junto al puente la pequeña carretera forestal

que sube acompañada del arroyo; y cien metros más arriba abandonamos la carretera por una pista de tierra que a nuestra izquierda cruza el arroyo Mayor.

Por entre un frondoso pinar albar de asalmonados troncos, la trillada pista inicia una ligera subida (junto a un pequeño afluente), para dar en unos minutos con una puerta metá­lica. Tras cruzar la puerta la pista se divide en dos alternativas: noso­tros optamos por el camino que a la

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diestra se encajona entre muros de piedra.

Con las impresionantes vistas de Cabeza Lijar sobre nuestras cabezas, el camino avanza ceñido al muro que encierra un magnífico rebollar. A los pocos minutos cuando el muro iz­quierdo desaparece, optamos por el camino que de frente busca un pequeño arroyo.

Tras atravesar el pequeño curso de agua iniciamos una subida con mayor pendiente, por ía que, ignoran­do cualquier desvío a la derecha, lle­garemos en 15 minutos al muro del espléndido melojar de Prado Raso.

Con el muro a nuestra izquierda disfrutamos de apenas cien metros llanos, tras los que el camino vuelve a subir duramente perdiendo su anchura y su buen piso, aunque la escorrentía se encarga de marcarlo perfectamente. Un cuarto de hora durará este tramo, que concluye al dar con un sendero transversal mucho más trillado por las rodadas de las motos.

A la derecha, por este último sen­dero, subiremos ignorando los atajos que descienden, para llegar a un alto donde el camino se hace llano y sur­gen dos alternativas: ignorando la que trepa por la ladera, optamos por la que a la izquierda en un cómodo y suave descenso de unos minutos,

acaba por dar con las aguas del arro­yo de Lagasca.

Cruzando la caudalosa corriente iniciamos el penúltimo tramo de ascenso, que nos llevará en media hora al collado de Lagasca. En esta trepada el camino adquiere un duro aspecto, por la fuerte pendiente y las numerosas piedras que la escorrentía se ha encargado de dejar al desnudo. Sumergidos en una profunda gargan­ta, la altura de Cabeza Lijar (a nues­tra derecha) crea unas condiciones muy umbrías, y el arroyo se divide en numerosos hilillos de agua que hacen del terreno un césped encharcado. Alcanzado el Collado de Lagasca (1601 m) un muro separa Segovia de Madrid: en el lado madrileño nos encontraremos con la carretera que va a Peguerinos (Pista de la Mina), y con las excepcionales vistas al embalse de La Jarosa y Cuelgamuros.

Tomando ahora como guía el muro a la derecha, en el que vemos las marcas del GR-10 (pintura roja y blanca), haremos el último tramo de subida de toda la excursión, en el que sorteando enormes y cuarteadas moles rocosas durante 35 minutos, llegaremos al mirador de Cabeza Lijar (1823 m).

Bajo el mirador, habita un antiguo bunker de la Guerra Civil reconverti­do en refugio, que constata la impor-

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tancia estratégica de csie punto, en el que confluyen Ávila, Madrid y Sego-via, y se tiene bajo los pies las dos mesetas castellanas.

Tras descansar y disfrutar de las vistas que se abren en la cima nos decidimos a iniciar el descenso. Para ello tomamos el deteriorado y empina­do sendero, que baja directamente por una desarbolada ladera junto a una espinosa y roñosa alambrada, hasta el Collado de la Cierva (1709 m).

En este segundo collado retoma­mos la carretera asfaltada, por la que (a la diestra) iniciaremos una cómoda bajada por la umbría del Alto de La Salamanca, para llegar al Collado Hornillo (1637 m) en quince minu­tos.

En este collado es donde se unen la cuerda principal de la Sierra de Guadarrama con la Sierra de Mala-gón, convirtiéndolo en un paso natu­ral en el que confluyen la Cañada Real Leonesa, el GR-88, el GR-10 y la carretera a Peguerinos,

Alcanzado el Collado Hornillo nuestro siguiente paso es localizar, a la derecha, una amplia pista forestal de tierra cerrada a los vehículos por una valla, que se interna en la espesa pinada de la Umbría del Hornillo, donde nace el arroyo Mayor.

Por esta agradable pista bajare­mos cómodamente durante 15 minu­tos hasta cruzar transversal mente con el arroyo Mayor. Pero en lugar de cruzar el arroyo, abandonaremos la buena pista por el embarrado sendero que sigue de cerca el líquido elemen­to. De caminar por la ladera con excelentes vistas, pasamos a sumer­gimos en el frondoso pinar de crista­linas aguas. A la vez retomamos de ahora en adelante las pintadas (blan­ca y roja) del GR-88 como guías.

Cuarto de hora más abajo el cami­no se divide en dos: a la derecha la Cañada Real Leonesa se aleja del río por la ladera, y nosotros seguiremos las marcas del GR-88 junto al cauce del agua.

El siguiente tramo, por tanto, se desarrolla entre largos pinos y agujas rocosas de gran belleza, mientras seguimos de cerca las refrescantes aguas que cruzaremos a uno y otro lado en varias ocasiones, por un piso de barranqueras y piedras sueltas.

A la media hora, por fin el cami­no se separa del arroyo hasta llegar a una pradera, por la que de frente vol­veremos a dar en unos minutos con la Cerca de las Monjas y la carretera forestal, que a la derecha nos devol­verá a San Rafael.

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DISTANCIA TOTAL: 8 kilómetros .

DURACIÓN TOTAI : 3 horas y 30 minutos.

TIPO DE MARCHA: Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Puente sobre el arroyo de la Gargantillo - Collado del Alto de la Gargantilla: 1 hora . Collado del Alto de la Gargantill a - Alto de Los Poyales: 30 minutos.

Alto de Los Poyóles - Desvío de l arroyo del Lodros: 30 minutos. Desví o del arroyo del Ladro s -% Arroy o de la Gargantillo: 1 hor a y 15 minutos.

DESNIVEL: 45 0 metros .

DIFICULTAD: Medía-bajo. Tanto lo subido como la baiodo olternan tramos de pequeños piedras sueltas con otros de buen piso . TIPO DE CAMINO: Pisto y sendo.

AGUA POTABLE : A escasos 10 0 metro s de corona r e l collad o de l Alto de l o Gorgantílla hoy uno fuente, y otra en l o pista que borde o lo s cumbres de lo Sierra de Malagón.

ÉPOCA RECOMENDADA: Sólo los días de ventisca parecen ser molos, ya que los de excesivo color se mitigan con una cúpula de pino silvestre que nunca no s abandono. Ademas, e l ir bueno porte

de lo rut a ¡unto o dos caudalosos arroyos puede darnos muchos motivos de satisfacción. SUGERENCIAS: El pino silvestre es el protagonista en uno sierra en lo que no es raro encontrarse

con zorros , corzo s y numerosos pojarillos insectívoros (herrerillos , trepadores, carboneros..,) . Con el coche se puede llegar hasta e l mism o puente del arroyo de lo Gargantilla . Pero poro los que inicien lo ruto desde el apeadero de Son Rafael , tardarán aproximadamente 45 minutos

hasta la excelente fuente de la Yedra, y 20 minutos más en dar con el arroyo de lo Gargantilla . CARTOGRAFÍA: Hoja \f 34-40 escola 1:25,000 del Servicio Cartográfico del Ejérdto.

E n esta ruta ascenderemos por la frondosa pinada y es­trecha garganta del arroyo

de la Gargantilla, hasta llegar al Alto de la Gargantilla. En él tomaremos la pis­ta forestal que bordea las cumbres de menor altura, y por tanto más desco­

nocidas de la Sierra de Malagón. Para descender utilizaremos la garganta del arroyo del Ladros, que nos sumergirá nuevamente en el fragor de la verde pi­nada hasta dar con un sendero que, a media ladera y de forma cómoda, nos devolverá al arroyo de la Gargantilla.

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o > M üo o M

Para llegar al arroyo de la Gar­gantilla basta salir del apeadero de San Rafael en dirección a la antigua N-VI, la actual calle principal del pueblo. A la izquierda por la antigua N VI alcanzaremos el arroyo Mayor, al que una pequeña carretera forestal sigue curso arriba. Por dicha carrete­ra daremos con la fuente de la Yedra, desde donde aún nos faltarán casi dos kilómetros para el puente sobre el arroyo de la Gargantilla.

Alcanzado el fresco arroyo, toma­remos el visible y descarnado camino que sube paralelo a su cauce, sumer­

gido en una profunda garganta. Rodeados por un exuberante pinar, a nuestro lado las rocas recubiertas de musgo nos hablan de la humedad rei­nante, que motiva al helécho a tapizar la ladera.

Al cuarto de hora de trepada, cru­zamos el arroyo a la derecha por un tramo bastante deteriorado, e ignora­mos un sendero que nos sale a la izquierda, para continuar subiendo por una pequeña cuesta sembrada de cantos redondeados.

Tras esa fea cuesta alcanzamos un tramo más o menos llano de unos

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minutos, en el que los enebros tapi­zan la ladera del monte, y que con­cluye en la alambrada que marca la divisoria entre Segovia y Ávila.

Al cruzar la alambrada el arroyo se divide en dos. Inmersos en el para­je conocido como Los Arteseros, el camino ignora la corriente de agua que de frente alcanza Cueva Valiente (1903 m), y opta por continuar junto al propio arroyo de la Gargantilla (a la derecha).

Nosotros, sin abandonar el cami­no, iniciamos una dura subida de media hora, en la que ignoraremos un primer sendero a la derecha y un segundo a la izquierda que parecen bajar cómodamente, para subir por un piso descarnado y repleto de barranqueras. A pesar de ir junto al lecho del arroyo éste no es más que un rastro de verde césped, lo que nos hará ver con buenos ojos la pequeña fuente-abrevadero que hay a la dere­cha de una curva, en la que tomamos un merecido descanso.

Después del reposo hay escasos 150 metros para llegar al collado del Alto de la Gargantilla (1630 m), donde nos encontraremos con la pista que sube a Cueva Valiente y de frente baja hasta el Camping de Peguerinos.

Por el contrario, nosotros opta­mos por la magnífica pista forestal de la derecha, conocida como Camino

del Saúco, que nos permitirá disfrutar de un paseo agradable y cómodo por la vertiente abulense de la Sierra de Malagón. cuyas laderas se extienden de forma más progresiva y suave hasta el pueblo de Peguerinos.

A los 20 minutos por el Camino del Saúco, sin necesidad de indica­ciones ante el buen estado de la pista y la falta de sendas que nos confun­dan, llegaremos a un arroyo junto al que hay un caño que vierte su conte­nido en una bañera.

Tras el refresco, tomaremos la senda que hay justo detrás de la fuen­te. Visible durante los primeros metros, más tarde la senda se difumi-na a la vez que remolonea con el arroyo, que un poco más arriba no es más que una simple corriente de agua, en una verde pradera que se ha desecho de la vereda. Sin perder el sentido que traíamos, continuaremos ganando altura durante 10 minutos en dirección a la cumbre de Los Poyales (1730 m), invisible por los pinos sil­vestres en que se sumergen los enor­mes cantos redondeados que forman su parte más elevada.

Ya en el alto, la amplia y dorada meseta segoviana se abre a nuestra mirada.

AI otro lado de la cumbre una alambrada se cruza con nosotros transversalmente al separar Segovia

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de Ávila. Tomando como guía el espinoso alambre, descenderemos (a la izquierda) en un cuarto de hora al collado que separa el alto de Los Poyales del Alto del Boquerón (1765 m).

En el fondo del collado se extien­de una amplia pradera, y en la alam­brada se abre una puerta. Cruzando por la puerta al lado segoviano, tomaremos un camino de piedras sueltas por el que en unos minutos daremos con el lecho del arroyo del Ladros.

Alcanzada la fresca corriente de agua, mientras ésta se precipita vio­lentamente hacia abajo, nosotros des­cenderemos más suavemente durante 10 minutos por un agradable camino, lo que nos permite tener una excelen­te panorámica de la frondosa gargan­ta en la que nos internamos.

El cómodo descenso da paso a una trepidante bajada de 15 minutos hasta alcanzar nuevamente las crista­linas aguas del Ladros. Y llega un

momento delicado en el que debemos prestar mucha atención, pues unos metros más adelante un pequeño sen­dero se nos cruzará transversalmente. Ignorando nuestro actual camino, que baja junto al arroyo, optamos por el sendero de la derecha, para cruzar el arroyo del Ladros por un rústico puente de piedras, en una zona pobla­da de musgos y heléchos de gran belleza.

Por este nuevo sendero, iremos durante una hora y quince minutos sin subir ni bajar, de forma extrema­damente agradable y cómoda.

Cubiertos por las cúpulas de robustos pinos silvestres nada cam­biará en nuestro cómodo camino, uti­lizado antiguamente como demuestra el cuidado en la colocación de cantos laterales para aterrazarlo, y dar por fin con el caudaloso arroyo de la Gar­gantilla, que cruzaremos para tomar el camino que, paralelo a su cauce, desciende hasta la carretera forestal que une San Rafael con El Espinar.

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DISTANCIA TOTAL: 18 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL: 8 horas.

TIPO m MARCHA: Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: La Panera • Arroyo de los Ojos: 4 horas. Arroyo de los Ojos - Refugio de La Vaqueriza: 1 hora y 30 minutos. Refugio de Lo Vaqueriza - Arroyo de la Gargantilla: S |

30 minutos. Arroyo de la Gargantillo - La Panera: 2 horas. DESNIVEL: 320 metros.

^^m DIFICULTAD : Baja . Sólo la longitud de la ruta puede suponer un problema. HP TIP O DE CAMINO: Pisto de tierra.

f AGU A POTABLE: La fuente de los Guijos junto al Refugio del mismo nombre, un caño a escasos metros del arroyo de los Ojos, y lo fuente de la Chispa antes de llegar a Lo Vaqueriza, A

ÉPOCA RECOMENDADA: En verano la aglomeración es palpable, pero no es menos cierto que esfti ^ muchedumbre se limita o disfrutar de las piscinas naturales del área recreativo La Panera,

dejando las alturas para mocAoros y demás. Al eterno verde del pino le da igual la época, pero en primavera flores y pájaros animan sobremanera todos los parajes.

SUGERENCIAS: ES ideal para ciclistas. No olvides en verano el bañador, en primovera los prismáticos poro descubrir la pequeña fauna que puebla las copos de los árboles, y los esquís |

raquetas en un soleado día invernal después de una bueno nevado. CARTOGRAFÍA: Hoja 508-1 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

L a Garganta de El Espinar es un amplio y alargado va­lle de frondoso pino silves­

tre por el que desciende el caudaloso río Moros, flanqueado a un lado por La Mujer Muerta y por el cordal principal de la Sierra de Guadarrama al otro. Como consecuencia del alto valor eco­lógico de este enclave, una zona de re­

creo conocida como La Panera reco­ge a numerosos visitantes que pueden además disfrutar de zonas de picnic, restaurantes y de las piscinas de fría agua del río. Para llegar aquí, en la carretera de San Rafael a Segovia (N-603) cogeremos el desvío en di­rección a la Estación de El Espinar, que concluye en el área recreativa.

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Desde La Panera comenzamos nuestra excursión carretera arriba paralela al no Moros, pasando por la valla que cierra el paso a los vehícu­los, hasta llegar a un cruce de pistas. Aquí optamos por continuar subien­do junto al caudaloso cauce truchero del río, gracias a una compacta pista de tierra envuelta por el frondoso pinar albar o silvestre, en el que juguetean las ardillas.

Durante toda nuestra ascensión seguiremos esta pista, en la que igno­

raremos las numerosas rodadas que a la derecha buscan la orilla o a la izquierda trepan por la ladera, pues no son más que las rodadas de las máquinas de los nuevos leñadores, cuyos antepasados serraron las vigas de las techumbres del Monasterio de El Escorial.

Sumergidos en el valle sin ver más allá de los pinos, durante al menos media hora no cogemos exce­siva altura ni nosotros ni el río, que zigzaguea en una alargada pradera

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donde pastan sosegadamente las vacas. Al final de esta pradera encon­traremos a un lado la fuente de los Guijos y al otro el refugio del mismo nombre, que está limpio y en perfec­to estado.

Levantando la mirada, vemos con nitidez la alta cuerda montañosa que cierra el valle por el oriente, que desde el frío canchal de La Peñota llega hasta Peña Bercial pasando por el Cerro Peña del Águila. Estamos tan protegidos por estas altas monta­ñas que el viento es un enemigo tan inexistente como el sol, tamizado por los altos pinos y atenuado por el refrescante cauce cristalino.

Desde el refugio de los Guijos nada cambiará en la compacta pista de suave pendiente, que en media hora nos llevará ante el refugio del Raso. De igual factura que el ante­rior, al poco de dejarle atrás pasare­mos junto a una boca de incendios, a cuya diestra parte una pista que igno­raremos.

Dos kilómetros más arriba nos encontramos con el refugio de las Tabladillas, para al poco de cruzar el arroyo de los Hornillos por un exce­lente puente con valla metálica en los bordes desde el que no vemos el río Moros al haber ido tomando altura por la ladera.

A partir de aquí aún nos quedan

dos kilómetros más para finalizar la subida y dar por fin con el arroyo de los Ojos, el punto intermedio de nues­tra ruta. En este tramo hemos de poner atención a la bifurcación que hay nada más superar el embalse de las Tabladillas, donde optaremos por la pista que a la derecha bordea de cerca un segundo embalse, conocido como el Vado de las Cabras (1588 m). Cien metros antes del arroyo de los Ojos hay una generosa fuente, en la que tomaremos un merecido descan­so y disfrutaremos de las vistas.

Después de beber y descansar cruzamos el arroyo de los Ojos para cambiar nuestra orientación. Ahora por la ladera oriental, con la vista alcanzamos a ver a nuestra derecha los reverdecidos cantizales de La Mujer Muerta, compuesta por las cumbres de La Pinareja (2192 m), la Peña del Oso (2196 m) y el Pico de Pasapán (2003) que da forma a los pies.

Nuestro primer tramo tras el des­canso es un llano de una hora por la umbría de Peña Bercial (1999 m), donde en invierno la ventisca y el hielo suelen ser habituales, hasta dar con el potente arroyo Bercial.

Tras cruzar el arroyo, un segundo tramo llano de cuatro kilómetros nos llevará por la solana de Peña Bercial, donde la pista en lugar de seguir

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¿ ¡ U H m i EXCURSIONES POR... lü SMM 01 GUmMm

junto al cauce del río Moros se aleja dcfmitivamente de el por la ladera, para meterse en la estrecha garganta creada por el arroyo Tabladillas. Sobrepasar su cauce es pasar de la solana nuevamente a la umbría, pero esta vez del Cerro Peña del Águila (2(K)9 m), donde aparece un cantizal de piedras musgosas en las que habi-tualmcnle la nieve suele durar mucho tiempo.

Saliendo de la profunda garganta volvemos a recuperar las fantásticas vistas de La Mujer Muerta, y nuestra pista que nada ha cambiado en su estupendo piso, ahora por fin inicia la bajada que se prolongará hasta con­cluir la ruta, En apenas media hora daremos con la fuente de la Chispa y en una hora con el refugio de La Vaqueriza, de igual factura que los anteriores pero el más alto de cuantos podamos encontrar en la Garganta de El Espinar.

Desde el refugio la pista cobra la apariencia de un balcón a la puesta del sol, pues la Garganta de El Espi­nar se abre por el oeste, mientras andamos por la solana durante los dos kilómetros que aún nos faltan para volvernos a encerrar en una nueva umbría garganta, la del arroyo de la Gargantilla.

AI llegar al arroyo, ignoramos la pista que cruza el río para dirigirse por la ladera de La Peñota (1945 m), que con su enorme cresta de desnuda roca es una de las estampas más fas­cinantes de nuestro recorrido. Por el contrario, nosotros descenderemos por la pista que sigue al arroyo de la Gargantilla de cerca por su margen derecho, para luego perderlo de vista al coger altura respecto al cauce por las laderas de la Loma de la Cacera.

Cuando la pérdida de altitud es evidente en unas laderas de suaves pendientes, el valle comienza a ser más amplio y los pinos sobrepasan con sus cúpulas nuestra cabeza, impi­diéndonos ver poca cosa más que el sotobosque de zarzas, heléchos y retamas que hay bajo ellos. La pista presenta algunos tramos de asfalto muy deteriorado, en muchos casos puramente gravilla, siendo el último rastro de la que fue una carretera forestal.

Con la cumbre de La Peñota a nuestras espaldas damos de nuevo con un cruce. Por la derecha retoma­remos el asfalto para llegar al Puente Negro sobre el río Moros. Llegados a este punto, ya conocido, tan sólo nos queda seguir el cauce del río Moros en su caída hacia La Panera.

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DISTANCIA TOTAL : 1 6 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 4 horas.

TIPO DE MARCHA: Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Centro de información A. M. A. - Los Miradores: 2 horas. Los Miradores Fuente de Aurrulaque: 15 minutos. Fuente de Aurrulaque - Arroyo de la Navazuela: 1 ho ra .p |

Arroyo de la Navazuela • Puente romano del Descalzo : ] hora . DESNIVEL: 40 0 metros .

DIFICULTAD: Bajo.

TIPO DE CAMINO: Pisto , camino carretero y senda. AGUA POTABLE : L a fuente de Aurrulaque marca e l final de la subida y marca e l punto medio de

la excursión. ÉPOCA RECOMENDADA: Primavera, verano... la estación da igual. Lo realmente importante es poder

disfrutar de un poco de soledad en este enclave, para lo que es conveniente ir un día de diario. SUGERENCIAS: Machado, Aleixondre, Boroja, Unomuno... son sólo unos pocos de aquéllos que, fascinados por lo naturaleza , hiciero n de la Sierra de Guadarrama su musa. Actualmente en la

ladera orienta l d e L a Fuenfrí o se levantan Lo s Miradores , unido s por una senda d e poemas ;^ grabados en e l granito con cincel . Todo paro ver a l pino silvestre de colores asalmonados cubrir un valle, al que ardillas y picos picapinos llenan de ruidos. No es raro que se dejen ver algunas

parejos de buitres leonados, as í como los comunes grajos, los despiertos herrerillos y los curiosos petirrojos.

CARTOGRAFÍA: Hoja 508-1 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

L a ladera oriental del Valle de La Fuenfría es la prota­gonista de está excursión,

en la que desde la fuente del Tercer Re­tén tomaremos un sendero señalizado con marcas amarillas, por el que al­canzaremos Los Miradores y la Pra­dera de Navarrulaque.

Sea esta jornada un pequefio homenaje al cariñoso recuerdo del poeta ''cercedillense" Luis Rosales:

«Las noches de Cercedilla Las llevo en mi soledad Y son ya la última linde Que yo quisiera mirar»

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En tren, coche, caballo, a pie o bici, al poco de llegar a la estación de ferrocairil de Cerccdilla, y ver en sus inmediaciones el imponente puente romano del Molino, trataremos de no perder la carretera que desde la esta­ción de Cercedilla pasa por el puente

romano de La Venta, y concluye en el área recreativa de Las Dehesas. Aparcando el coche en las inmedia­ciones del centro de información podremos recabar algún consejo antes de seguir, ya a pie, carretera arriba.

Pasado el desvío al albergue juve­nil Las Dehesas, al poco veremos a nuestra diestra una pista de tierra cerrada a los vehículos con una valla. Por ella hacemos nuestro un camino carretero bastante trillado, por el que dejaremos a nuestra izquierda un tramo perfectamente enlosado de la calzada romana del siglo i que unía Titulcia con Segovia.

Tras la pincelada histórica, el camino continúa paralelo al cauce del arroyo de La Venta hasta dar con la fuente del Tercer Retén, donde encon­traremos delicioso refresco.

Fieles a las marcas amarillas depositadas en los gruesos troncos cruzaremos el cauce del arroyo, y daremos con un pequeño sendero que se despacha a gusto por un excelente piso aterrazado, por el que cualquier despiste en el frondoso pinar resulta imposible.

A media ladera, durante estos ini­cios no hay sensación de hacer nin­gún esfuerzo, mientras tomamos altu­ra respecto al arroyo de La Venta. Siempre cubiertos por el pino silves­tre, la jara y la retama, que aportan su gota a la variedad en unas laderas en las que sólo el helécho tinta de verde las zonas más húmedas.

Cuando por fin perdemos de vista el arroyo la pendiente se acentúa, y se abre algún claro por donde la vista

puede explayarse en la amplitud del Valle de La Fuenfría y su ladera occi­dental, dominada por el Cerro Peña del Águila (2009 m) y La Peñota (1945 m).

La sensación de ir girando a la izquierda se confirma cuando la lade­ra occidental queda a nuestra espalda, y por fin desaparece. En ese momen­to el camino se vuelve llano, y el frondoso pino que nos rodeaba deja su puesto a robles, zarzas, rosales y retamas, que hacen del sol un nuevo compañero.

Un poco más adelante desembo­camos en una pradera despejada donde las vistas al Valle de los Caí­dos dominan el horizonte, y en la que hemos de prestar especial atención para no perder los puntos amarillos que nos guían.

Haciendo caso de unas oportunas flechas amarillas volveremos a reto­mar el frondoso pinar silvestre y la senda, por la que daremos con una gran roca pintada con flechas que sirve de indicador hacia Los Mirado­res. Tras ella el camino se toma más duro y áspero, pues la pendiente se acentúa, por lo que a pesar de tener excelentes vistas a Las Peñotas y al Cerro Peña del Águila, el esfuerzo físico hará que nos concentremos en la tarea de solventar el único tramo de dura ascensión en toda la excursión.

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Tres cuartos de hora supone este sufrido ascenso hasta localizar la explanada de Los Miradores, donde la retama ocupa el lugar de un desa­parecido pino, y las marcas de pintu­ra amarilla se ven obligadas a servir­se de redondeadas piedras y lajas graníticas.

El primer mirador que encontra­mos es el de Luis Rosales, que se une con el de Vicente Aleixandre por un sendero repleto de poemas inscritos con cincel en la roca. El de Rosales como la proa de esta gran explanada que mira al horizonte castellano, parece estar colgado sobre las mejo­res vistas y chanzas; pues la lectura o la escritura de algunas frases en el diario que encierra el buzón allí ins­talado, dan para mucho. Sin embargo el de Aleixandre es el más visible, elevado sobre las rocas y con su más­til señalando al cielo.

Justo detrás de este último mira­dor pasa la Carretera de la República, la que en realidad es una excelente pista de tierra trazada para gloria de la 11 República, pero cuya vida quedó truncada por la Guerra Civil. Su con­clusión hubiera llenado de vehículos este lugar, por lo que nunca una vida truncada atrajo tantos paseantes y ciclistas.

Nuestros pasos ahora por la pis­ta retoman un ligerísimo ascenso de

15 minutos, con vistas a las paredes graníticas y verticales de Siete Picos, hasta llegar a la amplia Pradera de Navarrulaque, donde todos los cami­nos se cruzan y el peregrino puede saciar su sed y tomar descanso en el refugio-fuente de Aurrulaque. Solá-rium de hierba fresca tapizado de narcisos amarillos, esta pradera es como una manta que recoge el sueño y el descanso a quienes se dejan caer en sus mullidos brazos. Estamos en el punto medio de la excursión y con agua al alcance de la mano, por ello ¿hay mejor lugar para damos ese merecido descanso?

De nuevo en camino, volvemos a retomar la pista en el sentido que traíamos, olvidándonos de las mar­cas amarillas a las que ahora sustitui­remos por las bandas de pintura blanca y roja del GR-10, el sendero de Gran Recorrido que va de Valen­cia a Lisboa.

Inmersos en la ladera del Pico de Majalasna perderemos de vista la cresta de Siete Picos, y por el contra­rio nos rodea la amplitud del verde Valle pinado de La Fuenfría, del que es difícil perder algún detalle, pues la pista es un balcón abierto a todos los espacios sobre los que vuela.

Gracias al buen piso y ligera pen­diente, es fácil levitar el ingenio y saborear los poemas que cantan los

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pajarillos durante la hora que nos lle­vará alcanzar el arroyo de la Nava-zuela, que cruzaremos por un sobrio puente de piedra. En ese momento destacan los ejemplares de acebo que adornan hacia abajo el curso del arroyo, y hacia arriba la espesa man­cha de pino que trepa por las laderas (casi verticales) hasta el Collado Ventoso.

Cien metros más adelante encon­tramos la fuente de Antón R. Velas-00, en la que damos con el Camino Schmid (marcado con puntos amari­llos). Sirviéndonos de él abandona­mos la pista y comenzamos a descen­der acusadamente por un sendero en el que abundan las piedras sueltas, paralelos al arroyo de la Navazuela. Los primeros 15 minutos son algo malos pues se baja a "machete", pero desde el primer zigzag hasta dar con

el inicio de la Carretera de la Repú­blica, el sendero tiene 10 minutos más cómodos.

Nuevamente por la pista de la Carretera de la República sin perder el sentido descendente, a un par de minutos daremos con una valla por la que cruza transversalmente el sendero de puntos blancos, o lo que es lo mismo, la calzada romana. A tan sugerente camino es difícil resistirse y allá vamos. Pero las piedras menudas y sueltas de la calzada dan al traste con las ilusiones durante los 10 minu­tos que dura la bajada hasta el puente romano del Descalzo, donde el per­fecto enlosado maravilla a propios y extraños.

Poco más de sí da esta jomada, en la que una vez pongamos el pie en el asfalto, basta tan sólo seguir descen­diendo para volver al punto de partida.

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DISTANCIA TOTAL : 1 2 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL : 3 hora s y 40 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Centro de información A. M. A. - Arroyo del infierno: 1 hora . Arroyo del Infierno - Collad o de Morichiva: 3 0 minutos . Collad o de Marichiva - Cerro Peñ o del Águila:

45 minutos . Cerro Peñ o de l Águila - Collado de Cerromalejo : 25 minutos . Collado de Cerromalejo - Centro de información A. M. A.: 1 hora .

DESNIVEL: 70 0 metros .

DIFICULTAD: Medio-baja . L a dificultad es lo inherente al esfuerzo de una prolongada subida, en una ¡ornad o dond e todos lo s caminos están perfectament e señalados y en bue n estado .

TIPO D E CAMINO : Camin o carretero y senda. AGUA POTABLE : Aunqu e e l Valle de La Fuenfrí o es un área recreativo regada con numerosas

fuentes, e s necesari o hace r suficiente ocopio de agua; pue s arribo ton sólo encontraremos una fuente cerc a de l Collad o de Cerromalejo .

ÉPOCA RECOMENDADA: Primavera, verano... la estación do igual. Lo realmente importante es poder disfrutar de un poco de soledad en este enclave, por o lo que es conveniente venir un dio de diario. SUGERENCIAS: El pino silvestre de colores asalmonodos es el protagonista de esta ladera, al que

ardillas y picos picapinos llenan de ruidos . N o es raro que se dejen ver algunos parejas de buitres leonados , as í como lo s comunes grajos, lo s despiertos herrerillo s y los curiosos petirrojos.

CARTOGRAFÍA: Hoja 508-1 escalo 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

G racias a la red de senderos perfectamente señaliza­dos que surcan el Valle de

La Fuenfría de Cercedilla, coronare­mos la cadena montañosa que lo cie­rra por el occidente, para disfrutar de las espectaculares vistas tanto al Valle de La Fuenfría como al valle del río Moros. Ayudados por el Camino Vie­

jo de Segovia daremos con la gargan­ta del arroyo de Marichiva, para subir junto a su cauce hasta el collado que da nombre al arroyo. En él nos en­contraremos el GR-10. al que segui­remos hasta coronar el Cerro Peña del Águila (el cénit de nuestra excursión). y en su posterior bajada al Collado de Cerromalejo. En el último tercio de la

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Page 66: Guadarrama

1778^ Collado

de Cerromalejo [~]

ruta nos enfrascaremos en una cons­tante bajada por la Vereda de Piñuela, que sigue de cerca al arroyo del In­fierno hasta el área recreativa del Va­lle de La Fuenfría.

Para llegar al Valle de La Fuenfría tanto si se llega a Cercedilla en coche (carretera de Navacerrada N-601, o por Guadarrama M-614) como en tren, debemos saber que es en las proximidades de la estación de ferro­carril donde se coge el desvío para Las Dehesas o Valle de La Fuenfría.

Si prefieres el autobús, la empresa Larrea sale desde el intercambiador de Moncloa.

Comenzamos nuestra ruta en el centro de información, junto a cuyos servicios parte la senda marcada con puntos rojos, que durante buena parte del camino será nuestra fiel guía. A unos 100 m de ligera subida damos con el Hospital de La Fuenfría, fren­te al que pasaremos para volver a recuperar la senda de puntos rojos, que tras 10 minutos más de subida se

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cruza transversalmente con una exce­lente pista en una pequeña pradera clareada. Aunque de frente continúa el sendero marcado de rojo converti­do en la Vereda de Piñuela, optare­mos por continuar a la derecha por la pista (marcada también de rojo) del que fue el Camino Viejo de Segovia.

Por este camino de excelente piso sentiremos la presencia del pinar albar o silvestre, lleno de fragancias a resina y sutiles sonidos de herrerillos, carboneros, trepadores, o cuando menos el constante martilleo del pico picapinos. Durante al menos media hora de moderada subida cruzaremos sucesivos arroyos como el del Infier­no, Balsainejo y Pinolubero, desde el cual la pendiente se suaviza hasta dar con el arroyo de Majagavilán, donde al poco los puntos rojos, marcados en los recios troncos que nos guían, nos obligan a abandonar el Camino Viejo de Segovia, para continuar por un sendero que sale a la izquierda en busca de las cumbres.

Por la llamada Vereda del Poyal de la Garganta, haremos un cómodo zigzag de acentuada pendiente para acercarnos al arroyo de Marichiva. Desde ese momento subiremos sin contemplaciones paralelos al agua durante al menos media hora, hasta el Collado de Marichiva (1749 m). Como todo sendero directo, se hace

duro por la pendiente y por las nume­rosas pequeñas piedras que el agua ha dejado sueltas. Pero al ir tomando altura podremos gozar de unas mag­níficas vistas a la ladera oriental de La Fuenfría.

Ya en el collado, daremos con la pista forestal por la que viene el GR-10 desde el Puerto de La Fuen-fría, y que a la izquierda marcada por puntos rojos va sin subir y sin bajar hasta las inmediaciones de La Peño-ta. Ignorando la pista (con lo que diremos adiós a los puntos rojos), optamos por seguir el GR-10 (señala­do con pintura roja y blanca), que tras cruzar el muro de piedra que separa las provincias de Segovia y Madrid, continúa subiendo junto al muro por el lado segoviano.

Con el muro a nuestra izquierda volvemos a tomar altura entre enebros rastreros, piornos y algún retorcido pino, por un sendero que tardará unos 20 minutos en alcanzar un primer alto, desde la que las vistas al frondo­so pinar de la Garganta de El Espinar resultan sorprendentes, Con toda niti­dez podemos observar La Mujer Muerta, de la que caen hermosos can­chales hasta dar con el río Moros.

Media hora más necesitaremos para sortear un segundo alto, tras el cual se asienta un collado, y alcanzar por ün la cima del Cerro Peña del

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Page 67: Guadarrama

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Águila (2012 m). La desnudez que nos acompaña en este último tramo de subida hace que el viento o la ven­tisca nos vapulee, pero a su vez per­mite pasar la mirada por los valles que divide. Numerosos grajos negros se ayudan de las corrientes de aire, mientras en el horizonte no es raro divisar una pareja de buitres leonados que planean mucho más alto, oteando el horizonte en busca de carroña.

La bajada al Collado de Cerroma-lejo (1778 m) por el GR-10 apenas son 25 minutos de vereda serpentean­te junto al muro, que a veces se pier­de entre grandes rocas. En este des­censo volvemos a reencontrarnos con los pinos, que apenas unos metros más abajo son tan frondosos como para protegemos del aire. En el colla­do diremos adiós al GR-10 que cruza el muro por una puerta para buscar la umbría de La Peñota; y optamos por el camino que desde la puerta, baja por el lado madrileño hasta dar, en poco menos de 10 minutos, con la magnífica pista que ya nos encontra­mos en el anterior collado.

Ignorando la excelente pista de

Calle Alta, volvemos a retomar como guía los puntos rojos que mar­can la Vereda de Piñuela, que frente a nosotros desciende cómodamente por la ladera. Numerosas corrientes de agua nos salen al paso, de lo que se han aprovechado los ganaderos para crear algunos abrevaderos, que en algún caso bien nos pueden servir de fuente. Poco más tarde el sendero encuentra por fin el cauce del arroyo del Infierno, obligándonos a dar un giro bmsco para bajar paralelos a su cauce durante unos 30 minutos. Lo que implica que la pendiente se acentúe a la vez que el piso se torna de piedras sueltas. Por contra, la cer­canía del arroyo del Infierno es una recompensa visual, que concluye al dar con una excelente pista y una pequeña pradera, que ya conocimos anteriormente.

Ignorando el Camino Viejo de Segovia marcado de puntos rojos que ya utilizamos en la subida, atravesa­remos la pradera para dar con el sen­dero de puntos rojos que desemboca en el Hospital de La Fuenfría, y de ahí a la caseta de información.

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DISTANCIA TOTAL : 1 5 kilómetros la circular, 9 kilómetros la lineal. DURACIÓN TOTAI : 6 horas la circular , 4 horas lo lineal .

TIPO D I MARCHA : Circula r o lineal . TÍEMPOS DE MARCHA: Estación de Cercedilla - Pista forestal Calle Alta: 1 hor a y 10 minutos.

Calle Alta - La Peñoto: 45 minutos. La Peñoío • Peña del Cuervo: 1 hor a y 10 minutos. Peña del ^ u e r v o - Collado del Ardpreste de Hito : 2 5 minutos . Collad o de l Ardpreste de Hita - Apeadero B L ^ d e Tablada: 30 minutos. Collado del Ardpreste de Hita • Arroyo de La Peñota: H^K 1 hor a y 10 minutos. Arroyo de Lo Peñota - Cercedilla: 1 hora .

DESNIVEL: 75 0 metros .

DÍFÍCULTAD: Medio . Aparte de la longitud del recorrido, necesitaremos un poco de perída pora I sortea r los Tres Peñotas.

I TIP O D E CAMINO : Pista , camino carretero y senda. " AGU A POTABLE : La fuente del Mostajo en el collado del mismo nombre, y lo de Aldorá en el

Collado del Arcipreste de Hita . ^POCA RECOMENDADA : Primavera . L o desnuda cuerda es constantemente azotada por el viento y B e l sol. Los días de ventisca o niebla lo mejor es abstenerse.

SUGERENCIAS: L o Naturaleza ha creado paisajes como las cumbres rocosas de La Peñoto, o las rocas ciclópeas que recuerdan el paso del Ardpreste de Hita, donde descubriremos un paraje

evocador regado por la fuente de Aldorá. Po r su porte el hombre dejó su huella en lo línea de trincheras y nidos de ametralladora durante la Guerra Civil . En el Collado del Ardpreste de Hito tenemos dos alternativas: tomar la pista que va a directamente a CercedillO; o conduir nuestra excursión en Tablado, desde donde volveríamos a Cercedilla en tren, ahorrándonos dos horas y

medio de vuelta. CARTOGRAFÍA: Map a de Sierra de Guadarrama escolo 1:50.00 0 editado por Lo Tienda Verde.

L as solitarias cumbres de La

Peñota son un bastión ro­

coso no muy habitual en la

ruta de los excursionistas por La Fuen-

fría de Cercedilla. Desde ella y si­

guiendo el cordal hacia el Puerto de

Guadarrama encontraremos numero­

sas cicatrices de la Guerra Civil, que

nos llevarán al encantador enclave de

la Peña del Arcipreste de Hita, donde

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tan famoso clérigo en una de sus corre­rías dio con la fea serrana Aldara.

Desde el primer andén de la esta­ción de Cercedilla, en el lado contra­rio a los trenes a Navacerrada, dare­

mos con el sendero que sube hasta la excelente pista conocida como Cami­no de los Campamentos. Sin desviar­nos de ella subiremos durante un cuarto de hora, primero entre chalés y

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más tarde por una zona adehesada algo clareada de pinos y robles, para encontramos de cara con el Campa­mento de La Peñota. Situado en el Collado de los Amigos a la sombra del Cerro de Reajo Alto (1363 m), desde él se abren unas excelentes vis­tas sobre el Valle de La Fuenfría (la antigua Fuente Fría o La Fuentfría). Después de pasear la curiosidad por los vetustos edificios, testigos de los primeros escarceos de los scouts en España, volvemos a retomar la pista hasta dar con una valla que cierra el paso a los vehículos, momento en el que la abandonamos por un sendero marcado con puntos rojos, que parte junto a la generosa fuente que tene­mos a nuestra izquierda.

Optando por este sendero llamado de los Poyales, comenzamos a subir cómodamente durante unos 300 m, para luego zigzaguear durante 15 minutos a ambos lados del arroyo del Helechón del Rey, al que cruzaremos en un determinado momento. Sin demasiado esfuerzo nos sumergimos en el fragor del pino silvestre de asal­monados troncos, entre el que se desarrolla un sotobosque de zarzas, rosales silvestres y retamas.

A continuación tenemos un pe­queño tramo llano donde son cons­tantes las corrientes de agua, que da­rá paso ya en la garganta del arroyo

del Butrón a una dura subida de 25 minutos por un piso de piedras sueltas, que concluye en la excelente pista forestal de Calle Alta, que a media ladera viene del Puerto de La Fuenfría y a la izquierda va hasta el Collado del Rey.

Sin perder los puntos rojos, nos encaminamos por la pista de Calle Alta, que a modo de balcón abre unas excelentes vistas a la ladera oriental de La Fuenfría, y en la que a escasos 50 metros encontraremos la fuente del Astillero con un alargado pilón, donde resulta más fiable beber del caño que hay en uno de sus lados que de la misma fuente.

Tras el refresco y unos minutos más de pista nos cruzamos con un sendero transversal, que baja señala­do con puntos rojos, y que a la izquierda sube con el piso marcado por rodadas. Ignorando las marcas rojas que bajan o siguen por la pista, optamos por el camino que sube sin excesiva pendiente al Collado de Cerromalejo (1778 m), que separa La Peñota y el Cerro Peña del Águila, y donde el valle del río Moros se abre a nuestra curiosidad.

En el collado el pino silvestre se clarea, y en el muro de piedra que separa Madrid de Segovia se abre una puerta por la que alcanzaremos el GR-10 (bandas rojas y blancas). A la

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i/quicrda y guiados por las marcas blanca y roja comenzamos una dura ascensión de media hora, en la que se alternan las vistas a la Garganta de El Espinar y el valle del Guadarrama, hasta las cumbres cuarteadas, rocosas y desnudas de La Peñota (1945 m).

La que antiguamente recibía el nombre de Tres Picos, porque en rea­lidad son Tres Peñotas, tiene un aspecto muy similar a Siete Picos. Aquí la soledad humana de sus cum­bres reafirma la belleza de la piedra desnuda, dura y abatida por el viento.

Pero por encima de todo es un magnífico mirador de paredes verti­cales a modo de balcón al vacío por el lado madrileño, y por el otro una umbría en la que cuatro copos bastan para teñir de blanco el canchal mus­goso que se extiende por la ladera, en la que el pino asalmonado a duras penas gana terreno desde el frondoso valle del río Moros.

Culminaremos la primera y la segunda Peñota trepando por gran­des bloques, y siguiendo las marcas del GR-10 sorteamos la tercera, lo que nos obliga a descender por el lado madrileño para pasar bajo una de sus paredes con el aspecto de esfinge. Este último tramo no es muy sencillo, pero la belleza de la corona rocosa en la que se dibujan fantasma­les rostros, v la necesidad de buscar

las marcas blancas y rojas entre un laberinto de piedras y estrechos pa­sillos puede llegar a entusiasmamos.

Concluida la tercera Peñota nos sumergimos en un canchal donde volvemos a retomar el muro de pie­dra como guía, y abandonados por cualquier árbol o arbusto iniciamos una impresionante bajada de casi 250 metros de desnivel hasta el Collado de Gibraltar (1691 m).

Alcanzado el collado, delante tenemos la subida al Cerro del Mos-tajo (1717 m). En él la Guerra Civil dejó su huella en la trinchera culmi­nada por un muro de piedra, en el que se abren numerosas bocas para las ametralladoras.

De nuevo al amparo de las señales del GR descenderemos en 20 minutos al Collado del Mostajo (1647 m), que en el lado segoviano tiene un manan­tial de agua (fuente del Mostajo) que no cede ni en los estíos más duros. Además representa la única posibili­dad de abastecernos de agua por estas cumbres, donde el sol puede hacemos mucha mella.

Media hora nos llevará sortear suavemente la Peña del Cuervo (1706 m) ceñidos al muro defensivo, para pasar junto a un bunker y bajar en un cuarto de hora al Collado de Matalafuente (1645 m). Aquí nos encontramos nuevamente con la divi-

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soria provincial, esta vez convertida en una alambrada, que atravesaremos hacia el lado madrileño ante la pre­sencia de un vetusto nido de ame­tralladoras.

Iremos por el lado madrileño durante toda la subida al Cerro de Matalafuente (1674 m), en cuya cum­bre volveremos a pasar al lado sego-viano para iniciar una bajada de unos 160 metros de desnivel, por un can­chal en el que difícilmente podremos seguir las pinturas del GR-10, que bastante tiene con ir serpenteando entre piedras hasta dar con el Collado del Arcipreste de Hita (1511 m).

Este ilustre poeta religioso, cuyo paso se recuerda con la enorme for­mación ciclópea que culmina el can­chal (y que reciben el nombre de Peña del Arcipreste), después de gas­tarse su dinero en Segovia tras una de sus correrías e intentar cruzar de nuevo la sierra, se encontró con la serrana Aldara, la 'Jea de Tablada''. De la que él mismo dijo «En el Apo­

calipsis, San Juan Evangelista, no vio una tal fiígura, de tan horrible vista», actualmente da nombre a una pequeña fuente escondida en un rin­cón encantador, al que llegaremos atravesando en el collado la alambra­da, para buscar un difuminado sende­ro entre los matorrales que al poco da con tan refrescante caño.

Continuando por el sendero pasa­remos nuevamente junto a otra fuen­te e iremos a desembocar a una exce­lente pista llamada Camino de los Lomitos. Según nuestro ánimo tene­mos dos opciones: si quisiéramos dar por finalizada nuestra excursión lo mejor es coger la pista a la derecha, para desembocar en la carretera del Puerto de Guadarrama, por la que descendiendo llegaríamos al apeade­ro de Tablada. Si por el contrario aún nos encontramos con fuerzas, para superar las dos horas y media que supone el regreso a Cercedilla por la pista, debemos continuar por la izquierda sin desviarnos.

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DISTANCIA TOTAL : 1 5 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 6 hora s y 3 0 minutos .

TIPO DE MARCHA: Lineal.

TIEMPOS DE MARCHA : Restaurant e (osa Cirilo - Puerto de Lo Fuenfrío: 1 hor a y 15 minutos. Puerta de La Fuenfrío • Fuente de lo Reina : 45 minutos . Fuente de lo Reina - Fuente del Pájaro :

2 horas y 30 minutos. Fuente del Pójoro - Pueblo de Valsaín: 2 boros. DESNIVEL: 40 0 metros .

DIFICULTAD: Baja.

TIPO DE CAMINO: Colzoda romana, pista de tierra y carretera cerrada o la circulación de vehículos. AGUA POTABLE : L a fuent e de l o Rein a se encuentr a en e l punt o intermedio de l o rut a y n o te

fallará, a l controri o que algunos ontiguos fuentes romanas señaladas en los mapas. L o fuente del Pájar o marca e l comienzo de l últim o tercio del recorrido , y pese o no venir señalado en

todos los mapos, ah í está pora deleite de los viajeros. ÉPOCA RECOMENDADA: Todos. E l ir siempre boio una cúpula de pinos nos gorontiza el no

achicharrarnos en verano e ir protegidos del oiré invernal . SUGERENCIAS: La calzada romana de Lo Fuenfrío fue construida en el siglo i paro unir Segovia con Titulcia, co n tan buen tino que constituyó el pos o natura l más transitado para los viajeros

que durante siglos cruzaban de uno meset a a otra , hast a que lo construcción de la carretera por el Puert o de Navacerrad o y el Alto de l Leó n lo relegoro n a l olvido. Ho y que malizor que

algunos tramos de lo calzada fueron ensanchados y mejorodos con muros laterales, como parte de la construcdón del camino del siglo xviii , que yo en las cercanías de Valsaín se separaba de la

calzado para dirigirse a esto población . Así de intenso fue la vida de esto vía cuya fonsadera, posterior Vento de La Fuenfrío , fue visitada por ilustres personajes como Cervantes o Quevedo, y otros como e l Ardpreste de ftit a hicieron e l intento . Otra curiosidad de l camino son los ruinas

del que no fue pero es llamado convento de Casarás. Antiguo pobellón de cazo, Felipe II lo habilitó como residendo rea l por consejo de Frandsc o Eras o (Cosa Eraso , Casarás) . Hoy en él

sólo habita l o leyenda de un monje templario, cuy o almo fue castigado o vogor en eterna pena , por querer gonar a quien amaba con malos actos.

CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escalo 1:50.000 editado por La Tiendo Verde.

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Page 72: Guadarrama

E sta larga jornada comienza en Cercedilla, donde pre­feriblemente llegaremos en

tren, y termina en el pueblo de Valsaín. Con el propósito de conocer una cal­zada romana subiremos el Puerto de La Fuenfría, para posteriormente al­ternaren la bajada los frondosos valles del Pinar de Valsaín y el Pinar de la Acebeda,

La ruta comienza con la visita del puente romano del Molino, el más imponente de todos, que se encuentra en las inmediaciones de la estación de Cercedilla.

Más tarde, tomando la carretera que se dirige a la zona recreativa Las Dehesas, haremos un alto en el puen­te romano de la Venta, perfectamente indicado con carteles.

El paso siguiente es alcanzar, ya en Las Dehesas, la zona recreativa cercana al restaurante Casa Cirilo; desde donde seguiremos subiendo por la carretera, hasta alcanzar el magnífico tramo de calzada perfecta­mente enlosada, que cruza el arroyo de la Venta por el puente romano del Descalzo.

Este puente marca el inicio de la subida al Puerto de La Fuenfría, que consta de tres tramos: el primero comienza por no perder bajo nuestros pies las losas perfectamente conser­vadas, que nos dan una idea muy

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clara de cómo fueron estas vías de comunicación. A los pocos minutos alcanzaremos una valla, desde donde la pendiente se acentúa y el perfecto enlosado da paso a un piso de piedras menudas, que se han ido despren­diendo y más que ayudar resultan incómodas. Tanto es así que un sen-derillo dibujado al borde de la calza­da es el espacio más transitado para llegar al cruce con la pista de la Carretera de la República, vía pro­yectada durante la II República para abrir este paso natural a las cuatro ruedas, pero que a causa de la Guerra Civil no llegó a materializarse.

Ignorando la excelente pista y siguiendo las marcas blancas en los robustos troncos de los pinos silves­tres, iniciamos el segundo tramo de subida con el arroyo de La Fuenfría a nuestra derecha. En este trecho se pierde toda noción de calzada, pues las condiciones del piso son más las de un camino carretero, cuyo lecho es un baile de piedras menudas. Los tobillos se deciden de nuevo por un sendero dibujado en el muro lateral, único resto del camino del siglo xvni, como la mejor alternativa para llegar hasta el puente romano de Enmedio. el más alto de los cuatro que hay en Cercedilla.

Al cruzar a la otra orilla del arro­yo de La Fuenfría por el puente

romano sólo nos queda un tercio de la subida al puerto, que se desarrollará igual al anterior tramo: piso con mucha piedra suelta, que hace de la calzada un lecho de aguas, y el muro lateral (algo más elevado) el lugar de tránsito preferido por el hombre. Aunque de este baile de piedras debemos exceptuar los 200 metros finales antes de llegar al Puerto de La Fuenfría, cuando por sorpresa la cal­zada aparece bajo la nube de cantos para cobrar forma, para hacerse mag­nífica.

Alcanzado el Puerto de La Fuen-fría (1796 m) podemos perder la vista en el nuevo valle que se abre a nues­tros pies, en el que uno puede sentir el miedo de los antiguos viajeros ante el frondoso bosque de pinos silves­tres de Valsaín, y que hoy después de tantos avalares no ha cambiado nada gracias al capricho monárquico, que le convirtió en cazadero real, como demuestra el mojón de piedra con una corona labrada que hay en el mismo collado.

El que fuera el paso natural durante siglos, collado entre Cerro Mingúete (izquierda) y Cerro Vento­so, es un cruce de caminos que vie­nen y van. Al viajero que quiera pro­seguir dos claras alternativas se le abren en el valle: una en forma de carril del Gallo marcado con bandas

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rojas y blancas como GR-10,1, que nos permitirá descansar y abastecer­nos de agua en una fuente que se encuentra a escasos lOÍ) metros; y la otra, por la que nos decidiremos defi­nitivamente: la magnífica pista de la Carretera de la República.

Por esta última descenderemos suavemente desde el puerto por la ladera de Cerro Mingúete, pudiendo retomar si queremos la calzada roma­na cuando al poco vuelve a aparecer paralela a la pista, por encima de nuestras cabezas. Aunque esta vez sin rastro de losas de piedra, excepto las justas para salvar alguna corriente de agua.

Con el estrecho valle del arroyo Mingúete al fondo, cualquiera de las dos vías es perfectamente válida para llegar a las misteriosas ruinas de la Casa Eraso o Casarás.

Tras comprobar adonde lleva el olvido, un kilómetro más de descen­so y llegaremos a la fuente de la Reina, la antigua Fuentfría que dio su nombre a casi todo. Sus frías aguas reponen de inmediato al viajero, que no encuentra mejor lugar para darse un merecido descanso.

Al pie de la fuente llega una pista asfaltada, por la que (a la izquierda) atravesaremos la amplia Pradera de La Fuenfría, donde estuvo la Venta de I.a Fuenfría, famosa entre los via­

jeros que trataban de cruzar de una a otra Castilla.

Pasada esta despejada pradera llega el momento de ignorar el asfal­to cuando éste hace un giro brusco, por una pista de tierra que sale a la derecha recobrando el trazado del camino del siglo xviii, al que distin­guiremos por su ancho piso de pie­dras menudas bien dispuesto y en perfectas condiciones.

Por lo menos esas son las caracte­rísticas iniciales del camino que sua­vemente va cogiendo altura a media ladera por La Camorca (1814 m), para que a modo de balcón podamos con­templar el valle del río Frío, conocido por la frondosidad de su bosque de pinos silvestres y acebos, que le llevó a denominarse Pinares de la Acebeda.

La subida concluye al llegar al coliado que marca el inicio del Alto de La Camorquilla (1685 m), por cuyas laderas iniciaremos un descen­so desigual de unos tres kilómetros que nos llevará nuevamente a la carretera: primero cien metros de pie­dras sueltas, luego dos kilómetros de suave bajada casi llana con buen piso, y por último un kilómetro donde las profundas rodadas de los camiones marcan con rotundidad el camino a seguir. Sólo en el último tramo podemos tener problemas de orientación, pues los leñadores han

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abierto otras pistas que ignoraremos por aquélla que se encuentra marcada con flechas amarillas.

De nuevo en la carretera, por ella a la derecha abandonamos definitiva­mente la calzada romana que se diri­ge a Segovia, y seguimos el curso del viejo camino del xviii, que retoman­do la ladera que da al Pinar de Val-saín concluye en dicha población.

Nuestro primer tramo de asfalto son 200 metros de bajada hasta encontrarnos con la fuente del Pájaro, que como un hito marca el recién estrenado paisaje: el pino silvestre inmutable cede ante un robledal que se extiende hacia el valle, entremez­clado con majuelos, zarzas y retamas. Esta bendita variedad nos acompaña­rá en los casi dos kilómetros que hay desde la fuente hasta la Cruz de la Gallega, un collado que marca al

norte (de frente) el inicio del Cerro de Maiabueyes (1484 m).

En este lugar de clara referencia a los segadores gallegos, vamos a hacer un alto. Primero para curiosear entre los búnkers dispersos a ambos lodos de la carretera, que son testigos mudos de la tragedia de la Guerra Civil; y segundo para deleitamos con las vistas que se abren a los valles laterales: a la izquierda el arroyo de Tilviejo dejándose caer entre desper­digadas encinas hasta Segovia, cuya catedral rasga el azulado y llano hori­zonte; a la derecha Valsaín con su blanca corona de invernal nevada.

Desde la Cruz de la Gallega, paciencia, pues aunque tengamos al alcance de la mano las primeras casas de Valsaín, aún quedan dos kilóme­tros de una bajada tan acentuada como desarbolada.

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DISTANCIA TOTAL : 1 0 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 4 horas y 1 5 minutos .

TIPO D E MARCHA : D e id o y vuelta .

TIEMPOS D E MARCHA: Restaurante Casa Cirilo - Puerto de La Fuenfria : 1 hor a y 15 minutos . Puerto de La Fuenfri a - Montón de Trigo: 1 hora . Camino de regreso: 2 horas.

DESNIVEL: 66 5 metros .

DIFICULTAD: Media. Hay que andar con mucho cuidado por la pedregosa y enmarañada ladera del Montón de Trigo.

TIPO D E CAMINO : Calzada romana y senda. AGUA POTABLE : L a fuent e d e l a Fuenfri a se encuentra e n e l puert o homónimo , e n u n punt o

intermedio antes de comenzar las más duras rampas de la ¡ornado. ÉPOCA RECOMENDADA: Por abiertas y desarbolados, las cumbres de Cerro Mingúete y Montón de

Trigo son ozoíadas sin consideradón por el frío invierno . SUGERENCIAS: Esta ruto es muy usual por los numerosos visitantes del Valle de Lo Fuenfria, qui-zás por añadi r un grado de esfuerzo y conseguir mejores vistas en comparación a otras cerca-

nas cumbres. Bueno parte del recorrido transita por lo calzada romano de Lo Fuenfria. Construi-da en el siglo I para uni r Segovia con Titukia, sus tramos enlosados nos servirán de guía para alcanzar el Puerto de La Fuenfria , magnifico mirador al Pina r de Valsain y el Valle de La Fuen-

fria, desd e donde remataremos lo subida con lo ascensión a Cerro Mingúete y él Montón de Trigo, u n imponente otero a l valle de l río Moros y La Mujer Muerta.

CARTOGRAFÍA: Hoja 508-1 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nocional.

E sta jornada arranca de la zona recreativa cercana al restau­rante Casa Cirilo, situado al

pie de la carretera local que sube des­de la estación de Cercedilla a Las De­hesas en el Valle de La Fuenfria. Ya a pie, desde esta área recreativa segui­remos subiendo por la carretera hasta

alcanzar un magnífico tramo enlosado de calzada, que cruza el arroyo de la Venta por el puente romano del Des­calzo.

Este puente marca el inicio de la subida al Puerto de La Fuenfria, que consta de tres tramos: el primero comienza por no perder bajo nuestros

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pies las losas períectamente conser­vadas, que nos dan una idea muy clara de cómo fueron estas vías de comunicación. A los pocos minutos alcanzaremos una valla, a partir de la cual la pendiente se acentúa y el enlo­sado da paso a un piso de piedras menudas, sueltas e incómodas. Tanto es así que un senderillo dibujado al borde de la calzada es el espacio más transitado para llegar al cruce con la pista de la Carretera de la República, vía proyectada durante la II Repúbli­ca para abrir este paso natural a las cuatro ruedas, no materializada a causa de la Guerra Civil.

Ignorando la excelente pista y siguiendo las marcas blancas en los robustos troncos de los pinos silves­tres, iniciamos el segundo tramo de subida con el arroyo de La Fuenfría a nuestra derecha. En este trecho se pierde toda noción de calzada, pues las condiciones del piso son más las de un camino carretero con mucha piedra menuda suelta. Por ello, los tobillos se deciden de nuevo por un sendero dibujado en el muro lateral, como la mejor alternativa para llegar hasta el puente romano de Enmedio, el más alto de los cuatro que hay en Cercedilla.

AI cruzar a la otra orilla del arro­yo de La Fuenfría por el puente romano, sólo nos queda un tercio de

la subida al puerto, con idéntico desa­rrollo al anterior tramo: piso con mucha piedra suelta y el muro lateral (algo más elevado) el lugar de tránsi­to preferido por el hombre. Aunque de este baile de piedras debemos exceptuar los 200 metros finales del Puerto de La Fuenfría, cuando por sorpresa el enlosado de la calzada reaparece.

Alcanzado el Puerto de La Fuen-fría (1796 m) podemos perder la vista en el nuevo valle que se abre a nues­tros pies, comprendiendo el miedo de los antiguos viajeros ante el frondoso bosque de pinos silvestres de Valsaín, invariable en el tiempo gracias al capricho monárquico y su conversión en cazadero real, el aprovechamiento ganadero y su explotación maderera. Este puerto, paso natural durante siglos, collado entre Cerro Mingúete (izquierda) y Cerro Ventoso, es un cruce de caminos abiertos al viajero: al frente la Carretera de la República y la calzada romana se solapan y des­cienden suavemente por la ladera de Cerro Mingúete, convertidas en camino a Santiago de Compostela, como reza en el monolito de azulejos hermanado con el mojón kilométrico (599 km) de la estela amarilla. A la derecha de la Carretera de la Repú­blica, sendos carteles clavados en un pino evitan cualquier dificultad para

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localizar la Senda Los Cospes, marcada con bandas rojas y blancas como GR-10.1, que nos permitirá acercamos para descansar y abastecemos de agua en la cercana fuente de La Fuenfría.

Sin embargo, nuestra ruta continúa por el lado izquierdo del collado. Con Cerro Ventoso a la espalda subiremos machete por la ladera de Cerro Mingúete muy expuestos al sol y el vien­to, siguiendo un camino dudoso y arañado por la escorrentía que arranca desde un mojón real de Valsaín, entre enebro ras­trero, piorno y un pino silvestre rácano tanto en número como en porte, retorcido por el aire y e frío.

Aunque a simple vista se adivina nuestra meta, los troncos de los árboles son el lienzo para las marcas amarillas y blan­cas de PR (ruta de Pequeño Recorrido), que más tarde aparecen en las piedras cuando los ante-

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Page 76: Guadarrama

riores son sustituidos por predomi­nantes enebros y piornos, cubriendo la ladera con cierta molestia para el caminante hasta coronar a los 25 minutos Cerro Mingúete (2025 m). En esta ascensión numerosos hitos de piedra jalonan varias sendas, que hacia la derecha buscan el collado entre Cerro Mingúete y Montón de Trigo, siendo una buena opción para quien busca el enfrentamiento directo con el Montón de Trigo.

De todos modos coronar Cerro Mingúete resulta gratificante por las estrenadas vistas al valle del río Moros, una buena forma de dosificar­se la extenuante ascensión, y el

medio más cómodo para solventar el canchal del collado que nos separa del Montón de Trigo (2155 m), del cual tenemos una fabulosa panorámi­ca que nos permite ver con nitidez lo que se antoja una dura ascensión de media hora entre el enebro rastrero y las resbaladizas rocas quebradas que caen del cerro. Un magnífico mirador (según las agujas del reloj) a la dora­da meseta segoviana, los Pinares de Valsaín, Peñalara y Dos Hermanas, Las Guarramillas, Siete Picos, Madrid capital en el horizonte, las dehesas de El Escorial, Peña del Águila y La Peñota, la Garganta del Espinar y La Mujer Muerta.

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Page 77: Guadarrama

DiSTANOA TOTAi: 1 7 kilómetros. DURACIÓN TOTA U 6 hora s y 45 minufos .

TIPO DE MARCHA: Lineal .

TiEWPOS DE MARCHA: LD estación de Otero de Herreros - Cerro Carmochín o Quintanar: 2 horas. Quintanar - Peñas de la Majada: 1 hora . Peñas de la Mojada - Arroyo de lo Becedo: 2 horas.

Arroyo de la Beceda - Rivera de los Molinos: 1 hora y 45 minutos. DESNIVEL: 86 0 metros .

DIFICULTAD: Medio. Lo longitud de lo ruto y el que buena parte del recorrido transcurra s i n^ abrigo vegetal son dos elementos muy o tener en cuenta.

TIPO DE CAMINO: Pista , senda y veredo. AGUA POTABLE : jOjo ! N o olvides l a cantimplora pese a encontra r en tu camino l a fuente de

Collado Mesado. ÉPOCA RECOMENDADA: Primavera . En invierno lo invariable quietud de canchales y cumbres

desabrigadas impone su ley con ventiscas y nieves. SUGERENCIAS: Quizás sus desnudas cumbres poblados de canchales y nieve resulten desoladas al hombre, pero cómo escapar tonta tranquilidad o ios ojos de buitres leonados, corzos, jabalíes y un sinfín de pojaros y mariposas, la ruta puede hacerse circular: poco antes de los instalaciones de la embotelladora Bezoyo nos cruzaremos tronsversolmente con la Cañada Real Segoviana. Por ella (a la izquierda) iremos paralelos a l a vio del tren poro llega r en 45 minutos oí pueblo

de Otero de Herreros. No olvides ver el casco urbano y la iglesia de este pequeño pueblo. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierro de Guadarrama escolo 1:50.000 editado por Lo Tienda Verde.

Pese a sortear sus estribacio­

nes la carretera que une Ma­

drid con Segovia, por el Puer­

to de Guadarrama (N-Vl / N-603), la

segoviana Sierra del Quintanar es la

gran ignorada en las guías de rutas al

uso. Así pues, nos proponemos descu­

brir unas cimas desnudas y desiertas, en

las que canchales y buitres leonados

campan a sus anchas.

Partiendo del primer andén de la

estación de Otero de Herreros, con la

vista buscamos una antigua fábrica de

enorme chimenea junto a la que pasa-

153

Page 78: Guadarrama

remos siguiendo las vías, para al poco dar con un camino que sigue paralelo (a menor altura) las vías del tren, hasta dar con el túnel que sumerge en la oscuridad al ferrocarril.

Con sumo cuidado nos ponemos a trepar por un lateral del túnel, y alcanzar una valla tras la que se abre la inmensidad. En este momento nuestros pies toman contacto con la montaña, desnuda de árboles y pobla­da de retamas. Delante de nosotros un tendido eléctrico nos llevará a un camino, que en su subida termina por concluir ante un muro de piedra.

Como si se tratara de la espina dorsal de la loma, basta con seguir junto a este muro por pastos donde proliferan numerosas plantas como cantueso, tomillo, bolina, y difícil­mente ceden al fuego las retamas.

Alternando la vistas a Los Ánge­les de San Rafael y Otero de Herreros, la subida directa durará al menos una hora hasta llegar a un primer alto de cierta entidad, donde todos los muros confluyen en uno, que continúa por el cordal de la montaña. Pero ya no necesitamos ninguna referencia, por­que a simple golpe de vista alcanza-

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mos a ver un segundo alto, el Cerro de Carmochín o Quintanar (1932 m).

A esta cumbre llegaremos tras descender a un collado, y luego subir en media hora por una ladera de den­sísima retama muy expuesta al sol. Desde el vértice geodésico que marca su punto más alto, la vista se pierde en el horizonte azulado de la meseta castellana, mientras no es raro otear el vuelo de algún buitre leonado, al que incluso hemos podido llegar a levantar de algún roquedo, pues en estas solitarias cumbres encuentra la tranquilidad que no hay en buena parte de la Sierra de Guadarrama.

De camino a la siguiente cumbre (1928 m), apenas hay 10 minutos por un collado en cuyo lecho se puede prolongar nuestro deleite. No sólo por ver la cuerda principal de la Sie­rra de Guadarrama, que a la derecha (sur) en el horizonte dominan las siluetas de La Peñota y Cerro Peña del Águila, sino también por las bellas cresteras puntiagudas que dominan la ladera norte. Este aspecto lunar y desamparado es una constan­te en esta sierra, que si bien cae al sur suavemente entre frondoso pinar hasta el valle del río Moros, por la otra ladera muy al contrario se abren profundos valles desnudos de vegeta­ción y dominados por canchales recubiertos de nieve.

Desde este tercer alto una alarga­da arista desciende, y al alcance de nuestras manos está un cuarto alto, de mayor ahura que el que nos encontra­mos. Para llegar a Cerro Carmocho (1963 m) bastan 10 minutos por un suave collado limpio de retamas, en el que una vez superada la arista que bajaba a nuestra izquierda desaparece de la vista Otero de Herreros, y damos con el amplio valle que se extiende hasta el pueblo de Ortigosa.

Desde Cerro Carmocho continua­remos por el cordal para llegar a un amplio collado que está a nuestros pies, en el que por fm podremos dar­nos ese merecido descanso, gracias a las refrescantes aguas de la fuente de Collado Mesado. Para llegar al peque­ño caño que brota al ras del suelo escondido tras unas grandes rocas, hemos de seguir la pared que aparece nuevamente en el lecho del collado en su caída por el valle de la cara norte.

Tras el refresco volvemos al Collado Mesado, donde un camino marcado por las rodadas de todoterre-nos bordea cómodamente entre jóve­nes pinos silvestres, por el lado de la Garganta de El Espinar (derecha) y sin coger pendiente, la primera de las Peñas de la Majada (2002 m). Reco­nocible por la gran cresta rocosa que la culmina, al sobrepasarla cruzare­mos por una puerta a la ladera norte,

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Page 79: Guadarrama

para dar con un nuevo collado del que arranca la segunda de las Peñas de la Majada (1995 m), la última cumbre del día.

En este Collado de las Peñas de la Majada las rodadas se bifurcan: para arriba y para abajo. Ambos caminos utilizaremos, pero primero subiremos al solitario e inhabitable refugio de bien dispuestos ventanales en la pelada solana. Después de explayar la mirada por el horizonte castellano, cuya línea rasgan a lo lejos las torres de la Cate­dral de Segovia, volvemos al Collado de las Peñas de la Majada para seguir las rodadas que descienden.

Estas rodadas pronto se converti­rán en una pista de acentuada pen­diente, por la que perderemos 150 m de altitud hasta dar con el Puerto de Pasapán (1843 m). Este paso natural utilizado antiguamente por los gana­dos trashumantes es hoy aprovecha­do por el GR-88 que viene a la dere­cha de San Rafael y a la izquierda de Segovia. En dirección a Segovia vol­veremos a perder altitud entre pinos silvestres replantados, que si bien no nos cubren la cabeza dotan a la gar­ganta del río Milanillos de una fron­dosidad desacostumbrada después de tantas laderas de retamas, cumbres desabrigadas y canchales.

En el descenso amplios canchales caen a nuestras espaldas del Pico de

Pasapán (el pie de La Mujer Muerta), hasta las cercanías del río Milanillos, donde nuestro camino se bifurca. Ignorando la pista más trillada que se decanta por el margen derecho del río, optamos por la pista cerrada a los vehículos con una valla metálica, que se dirige a media ladera hacia la arista pinada que cierra el valle por la izquierda. Si antes eran zorzales y gra­jos, nuestro recién estrenado pinar es un amplio escenario para los cantores herrerillos, chochines, carboneros y decenas de mariposas. Además de un refugio habitual para corzos y jabalíes.

Sin perder esta pista, sin subir o bajar, en 20 minutos llegaremos al arroyo del Barranco de la Majada, donde se abre de nuevo una desabri­gada garganta. Posteriormente volve­remos a sortear una nueva arista poblada de pinos, que da paso a la amplia y desnuda garganta del arroyo de la Beceda.

Esta garganta, por la que bajan grandes canchales, está cerrada al otro lado por una enorme arista en la que destacan alturas como la Peña del Hombre y Peña del Cuervo. Ante tales alturas nos vemos obligados a bajar ya decididamente por la empi­nada ladera, que la trillada pista sol­venta con un exasperante y mareante zigzag hasta el arroyo de la Beceda, al que cruzaremos para seguir des-

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Page 80: Guadarrama

cendiendo en zigzag por el margen

izquierdo.

Sin desviarnos de la pista más tri­

llada perdemos altura, y a la par que

la silueta de La Mujer Muerta se ve

por fin completa a nuestras espaldas,

las cumbres que coronamos comien­

zan a ser cada vez más lejanas. Las

retamas, zarzales y enebros rastreros

aparecen dispersos en una ladera

cada vez menos vertical, en la que

toma consistencia una pradera con

algunas vacas pastando.

La pista hace un inciso en una

granja, que cruzaremos con cuidado

de cerrar bien las puertas evitando

que se extravíe el ganado, para conti­

nuar paralela al río Milanillos y flan­

queada por los primeros chalés.

Tras estos chalés ignoraremos la

Cañada Real Soriana Occidental, con

la que nos cruzaremos transversal-

mente, y seguiremos sin desviamos

por la Vereda del Bercial dos kilóme­

tros más hasta llegar por fín al apea­

dero de Ortigosa del Monte, pasando

anteriormente junto a las instalacio­

nes de la embotelladora Bezoya.

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DISTANCIA TOTAI : 21 kilómetros . DURACIÓN TOTAI : 8 horas. TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS D E MARCHA : Estació n de Renfe Novas de Riofrí o • Arroyo de Motavacas:^ I hor a y 30 minutos. Arroyo de Matavacas - Puert o de Pasapán: 2 horas. Puert o de Pasapán-

La Pinareja : 2 horas. La Pinorejo - Arroyo de Matavacas: 1 hor a y 30 minutos. Arroyo de Matavacas - Estació n de Renfe: 1 hor a y 15 minutos.

DESNIVEL: 110 0 metros . DIFICULTAD: Alto . Desenvolverno s en lo crestera rocos a de Lo Mujer Muerta no es nado

comparado a la bajado de 45 minutos por el cancha l que cae del alto de La Pinareja . Además de lo largo que resulta e l recorrido , l o presencia de nieve y fuerte viento en los cumbres es

constante. TIPO D E CAMINO : Pista , senda y vereda.

AGUA POTABLE : Numeroso s arroyos, hermano s en origen de las aguas que alimentan o la embotelladora de Bezoya , no s saldrán a l poso en la subida y la bajada, pero lo que es en lo^^

cumbre n o ha y n i rastr o de agua . ' ' ÉPOCA RECOMENDADA : Primaver a y verano son lo s mejores épocas, aunqu e no hay nad a tan especial como subir un pa r de semanas después de uno nevada , cuand o la cara noroeste está

completamente cubierta y l a sureste es perfectamente transitable. SUGERENCIAS: L a silueta de L a Muje r Muerta atrae hasta las más altos cumbres de su crestera

rocosa de gneis evocadoras leyendas que sólo pueden nacer en bosques cerrados, paisajes lunares de rocas desprendidas y cumbres nevodas. E l Palaci o de Riofrí o de corte neodásico y

planta cuadrada alberga e l Museo de la Cazo , haciend o honor a l bosque de encinas que le rodea y e n e l qu e tonto abundo l a caz a mayo r de l o qu e disfrutaron Alfonso Xl l y Alfonso Xtll .

Su visita se traduce en un paseo por estancias enriquecidas con piezas de arte únicas , como relojes, muebles , lamparas , tapices sobre cartones de Goyo, y obras de Velózquez, Segrestoni,

^. Ribera , Madrozo.. . II CARTOGRAFÍA: Hoj a 508- 1 escolo 1:25.00 0 de l I.G.N . y mapa de la Sierra de Guadarrama

escala 1:50.00 0 editad o po r L o Tienda Verde.

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Page 81: Guadarrama

L o particular de esta ruta es que la ascensión a La Mu­jer Muerta se realiza desde

la vertiente segoviana y no desde Cer-cedilla, como suele ocurrir en la ma­yoría de las publicaciones montañeras. Esta alternativa brinda la oportunidad

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la sierra era el centro de un reino gobernado por un rey que tras la muerte de su mujer se había desvivido por su hermosa hija. Tal es el egoísmo del amor que no quería casarla por no sentir su marcha, provocando en la joven sueños de profundos amores que la convertían en alma quieta y apenada. Sueños voluptuosos que se dieron por cumplido cuando un día sus ojos se cruzaron con los de un guapo joven que venía acompañado de otro gigantesco y fuerte. Las mira­das ardieron y para besarse no hubo que mediar palabra. El padre entera­do, de ira en un abrazo desmedido asfixió a la princesa, y enloquecido la llevó a la sierra donde la abandonó ante la cercanía del enamorado y su fiel gigante. El joven, cual hombre, al encontrarla desnuda y con los brazos sobre el pecho la llenó de lágrimas; y como Dios la cogió en sus brazos y desapareció en el horizonte. Su gigan­tesco acompañante quedo encargado de tallar a la princesa en las monta­ñas tal y como la habían encontrado, por lo que amontonó aquí y talló allí. creando la sierra de La Mujer Muerta, a la que todos reconocemos cuando la nieve cubre cual manto blanco.

Nuestro punto de partida va a diferir según el medio de transpone: los que vengan en el tren regional Madrid-Segovia hasta la estación de

La Losa-Navas de Riofrío, deberán subir durante 20 minutos hasta salir al kilómetro 81 de la carretera que viene de San Rafael y va a Segovia (N-603).

Situados en el desvío a Navas de Riofrío, conductores y peatones de­ben desviarse a la derecha 200 m más adelante (dirección a Segovia), por una carretera asfaltada que da acceso a un gran edificio, en cuyas inmedia­ciones podremos aparcar el coche.

La carretera más allá del alargado edificio da paso a una pista de tierra muy compacta por la que subiremos de manera moderada sin desviarnos, entre dehesas pobladas de dispersas encinas y fresnos donde pastan las vacas. Cara al sol los ojos se llenan con la silueta de La Mujer Muerta, mientras grajos, tordos y urracas ras­gan por igual el azul del cielo.

Tras 20 minutos desde el alargado edificio nos cruzaremos transversal-mente con la trillada pista por la que viene la Cañada Real Soriana Occi­dental, y que ignoraremos por una pista que de frente se interna en el frondoso pinar cercado con alambrada.

Una puerta de hierro y el paso giratorio peatonal que hay a uno de sus lados dan acceso a un nuevo pai­saje inundado de frondoso pino albar de repoblación, en el que los olores a resina y humedad colman nuestros

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al viajero de conocer una zona bosco­sa y de canchales muy particular y des­conocida, además de no hacer de la ruta una sucesión interminable de cumbres frías y desoladas.

Cuenta la leyenda que por aquel entonces, cuando ni existía Segovia,

Page 82: Guadarrama

sentidos. La alegría de los pajarillos llena de sonidos la cúpula verde, de la que alborotadas escapan ante nues­tra presencia numerosas torcaces y zuritas.

Una mullida pista de ligera pen­diente permite respirar la tranquili­dad de la oscuridad que reina en este oscuro sotobosque, hasta dar con el gorgoteante arroyo de Mata vacas, junto al que haremos un tramo donde la pendiente se acentúa. Un giro a la derecha y abandonamos el arroyo para continuar por la pista, que a modo de balcón al horizonte castella­no va ganando terreno a media ladera (sin subir).

Desde el arroyo de Matavacas alcanzaremos en 25 minutos de puro deleite el bello enclave del caudaloso arroyo de Majadaconejo, que una vez superado al poco nos cruzaremos con una pista más trillada que la nuestra.

Optando por el ramal de la iz­quierda iremos a encajonarnos en la profunda garganta del río Milanillos, al que si bien no vemos, sí podremos oír en su escandalosa bajada encajo­nado entre las empinadas laderas de Peñas de la Majada, por las que baja un tupido pinar albar. Por nuestra ladera sin embargo van alternándose el pinar y excepcionales canchales como el que baja de Peña del Oso, y que al dar con el camino nos trae con­

sigo las refrescantes aguas que reco­ge un caño del que da gusto saciarse en los días calurosos.

Pasada la fuente poco después cruzaremos el río Milanillos, que a estas alturas es un simple rastro de agua y piedras, anuncio inequívoco de encontramos en el tramo de ascen­sión final al Puerto de Pasapán, al que ya alcanzamos con la mirada. Media hora nos llevará desde el río alcanzar dicho collado en un zigzag, primero por la derecha del curso del agua, lo que nos permitirá ver la rotundidad y enormes proporciones del canchal que baja de La Mujer Muerta, y des­pués por la ladera del Pico de Pasapán entre un pino cada vez más escaso.

Ya en el Collado de Pasapán (1843 m) se abre ante nosotros un nuevo valle plagado de pinos, cuyo lecho pertenece al curso del río Moros, y su horizonte está marcado por la silueta de la cuerda principal de la Sierra de Guadarrama. Numero­sos caminos se pierden aquí y allá, como el GR-88 o la Cañada de Gana­dos del Pasapán, para confluir en este punto. Pero para subir a La Mujer Muerta no hay pista que valga, así que por el cordal continuamos por un difuminado sendero que parte detrás de un deteriorado cartel.

A partir de ahora el paisaje cam­bia radicalmente: de! protector pino

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Page 83: Guadarrama

pasamos a las desnudas cumbres, pasto de la ventisca y el sol, en las que tan sólo el enebro rastrero parece atreverse a aparecer entre el suelo rocoso dominado por los reverdeci­dos liqúenes.

Desde el puerto nos llevará 25 mi­nutos alcanzar la primera cumbre de entidad de La Mujer Muerta, el Pico de Pasapán (2001 m), que serían '1os pies". Bajar al collado que represen­tan "las piernas" y subir a "las manos" que apoya sobre su cuerpo nos llevará 40 minutos desiguales. Pues si bien el collado es suave, la subida a la Peña del Oso (2196 m) tiene un primer tramo de molesta retama y otro de irregular canchal, pero ambos muy cansinos por la acentuada pendiente.

En la Peña del Oso nada cambia: canchales, desnudez, soledad, mucho aire y un estupendo mirador desde el que se abarca con la vista nuestro último tramo de subida, compuesto por una crestera de puntiagudas rocas de gneis que llega hasta donde por fin arranca "la cara". Atravesar estos dientes de sierra nos sumerge en un espectacular paisaje lunar de cancha­les cayendo a una y otra vertiente, que solventaremos como podamos saltando de roca en roca preferente­mente por el lado del río Moros, pues la vertienle contraria, la norte, es una

umbría muy fría por los saturados neveros y el cierzo.

Llegar a "la cara" o cumbre de La Pinareja (2194 m) desde la Peña del Oso supondrá no sólo el tramo más largo (45 minutos), sino también la ascensión más bonita y dura por tener que desenvolverse primero entre una superficie tan irregular como los canchales, y después por necesitar de las manos para culminar las cortas pero verticales paredes de una cumbre habitada por numerosos vivacs. En el horizonte castellano, Segovia y sobre la cadena montañosa que hay al otro lado aparece la Bola del Mundo.

Como cualquier otro camino sería mucho más largo, haremos el descen­so por el canchal de la vertiente de horizontes llanos, tomando como referencia un gran pináculo rocoso que sobresale sobre la extensa caída pedregosa, y al que dejaremos a nuestra derecha. Esta inusual, siíbita y precipitada bajada saltando de roca en roca nos permite tomar contacto con este espacio fantasmagórico exento de vida. Sin camino, las rocas nos dirán cual de ellas es más estable al tacto, mientras alguna vez paramos para echar la vista atrás, pues tan suma atención impide separar la vista de nuestros pies. Más abajo aparecen unas manchas de retamas y enebros

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que SI en un pnmer momento parecen mullidas, no son más que una maraña que atrapa los pies haciéndonos caer, lo que no representa un alivio para nuestros ya algo resentidos tobillos y rodillas.

Tres cuartos de hora nos llevará bajar por el canchal hasta dar por fin en el lecho del valle con el nacimien­to del arroyo de Matavacas, que como por arte de magia brota bajo las rocas, y es que aunque no le veíamos sí le oíamos bajo las piedras. Peque­ñas praderas en sus márgenes son una mullida alfombra para un merecido

descanso, antes de alcanzar la pista que acompaña por el margen derecho al arroyo.

Por ella volveremos a tomar con­tacto con el frondoso pinar albar siguiendo de cerca las alegres aguas hasta cruzarlas por un njstico puente, para desde ese momento separamos algo del arroyo. 200 metros más abajo ignoraremos nuestra actual pista por otra que a la izquierda se interna en el pinar para cruzar el arro­yo y dar con la pista por la que ante­riormente subimos y esta vez baja­remos.

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Page 84: Guadarrama

DISTANCIA TOTAL : 2 0 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 7 horas.

TIPO D E MARCHA: Circular .

TIEMPOS OE MARCHA: Embalse de Puente Alta - Toma de aguas del Acueducto de Segovia: 1 hora . Toma de aguas - Collado rio Peces: 1 hor a y 30 minutos. Collado río Peces - Carretera

forestal de Valsain: 1 hora . Corretera forestal - Tomo de aguas del Acueducto: 2 hora s y 2 0 minutos . DESNIVEL: 60 0 metros .

DIFICULTAD: Baja . Desenvolvernos en el sendero que sigue el río Frío más que una dificultad es un alidente. E l resto de la ruta es largo pero los caminos son cloros y de buen piso. Además

vamos siempre protegido s po r árboles. TIPO DE CAMINO: Carretera s cerrada al tráfico, pist a y senda.

AGUA POTABLE: Sólo lo fuente de Buenas Aguas en la pisto asfaltada que bordea e l Cerro de La Camorca. Pero arroyos de aguas cristalinas que alimentan de aguo potable a Segovia no faltarán

en nuestro recorrido. De hecho este recorrido es perfecto pora los veranos más calurosos. ÉPOCA RECOMENDADA: LO diversidad vegetal de melojos y acebos nos obligan a ser sensatas, y

hacer de l otoñ o e invierno l a mejo r época pora cae r por aqui . SUGERENCIAS: Si bien la fama de la frondosidad de los pinares silvestres de La Acebeda del río Frío ha sobrepasado fronteras, l a posibilidad de conocer uno de los pocos bosques de acebo de hojas puntiagudas y frutos rojizos no es nada común en esta sierra. Además con tu guía y tu cuaderno de campo aprende a reconocer enanas, majuelos , melojos , pino s silvestres y alisos.

Andar con sigilo es la única manera de sorprender algún corzo. También el hombre a través de la historia ha dejado su huella , que se remonta a la época en que los romanos construyeron la

toma de aguas que alimentaba el Acueducto de Segovia. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

N ada hay lan sugcrente co­mo el espacio único que crea un río a su paso por la

montaña en estos tiempos de constan­

tes sequías. Apretado entre laderas, el río Frío combina en su curso una fron­dosa vegetación de ribera y bosques de rojizo caduco, con el pino silvestre

Page 85: Guadarrama

(tan monótono en estas sierras), lodo ello le otorga un cromatismo y una he­terogeneidad ansiada por cualquier ex­cursionista.

Esta rica variedad vegetal altera el paisaje creando habitáis muy diferen­tes, lo que sin duda repercute en la

launa. Aquí es posible encontrar pequeños pájaros que con sus cantos llenan de sonidos el bosque, como el herrerillo capuchino, garrapinos, pe­tirrojo, zorzal y mito. Pero también podemos ver el majestuoso planeo de rapaces como el ratonero común.

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milanos, y el vuelo cadencioso del buitre leonado. En cuanto a los mamí­feros, la ardilla de moviníüentos ner­viosos parece menos frecuente que los corzos, que de vez en cuando veremos en su alocado y estrepitoso huir.

Para llegar a La Acebeda del río Frío, en el kilómetro 86 de la carrete­ra N-603 que une Madrid con Sego-via por San Rafael, tomaremos el desvío al embalse de Puente Alta.

Aparcando junto a su muro de hormigón, podremos seguir a pie por la pequeña carretera acompañados por algún vecino. Este cómodo paseo adornado con el enorme lago en el que ánades, garcetas y cigüeñas bus­can alimento antes de que apreté el sol, es un racimo de olores que el viento baja de la tupida ladera, donde pinos y encinas se mezclan con un sotobosque de retamas, zarzas, jaras y miles de microflores.

Cien metros antes de concluir la carretera ante una vieja casa ruinosa, un sendero se desmarea del asfalto por la izquierda. Decididos a ir por este sendero, una maraña de encinas y jaras pegajosas, especialmente olo­rosas después de una lluvia, van deli­mitando por la ladera el camino, algo más elevado que el curso del río Frío.

Trescientos metros más adelante salimos a una nava muy encharcada, desde la que arranca un pequeño sen­

dero que ahora sí prosigue cerca del río. Lo que arriba será todo pinar, para nuestra sorpresa es ahora una rica combinación de majuelos, robles melojos, pinos silvestres, encinas, y alisos en la ribera del río.

Siguiendo curso arriba, el peque­ño sendero va sorteando troncos y piedras como puede, pero no se sepa­ra nunca del río. Será en este tramo cuando nos encontremos varios mojones de piedra con el escudo real esculpido, que nos recuerdan que estamos en lo que era un cazadero reservado a la realeza. Precisamente junto a uno de estos mojones (a media hora de sendero), veremos una construcción que suele pasar inadver­tida. Necesario es el rescate del olvi­do, porque pese a las modificaciones, ahí tenemos la toma de aguas que los romanos hicieron para abastecer Segovia. He aquí el nacimiento del Acueducto de Segovia.

Dicha toma tiene un mecanismo sencillo: una represa recoge el agua hasta un depósito que la remansa para eliminar los sedimentos, y luego completamente limpia la canaliza por un conducto de mampostería que a media ladera llegaba hasta Segovia. Aunque tengamos que volver de nuevo a la toma de aguas, es intere­sante seguir unos 2(M) metros el con­ducto para ver cómo milimétrica-

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mente va avanzando sin ganar altura que retenga el agua, entre un melojar de rojizos contrastes otoñales.

De nuevo junto al depósito de canalización, aún nos quedan 20 mi­nutos de subida por el sendero que sigue de cerca al río Frío, hasta dar con una carretera forestal.

Ahora por el asfalto a la derecha en ligera subida, decimos adiós al río y el pinar silvestre de asalmonados troncos se erige como protagonista. Este paisaje pinado del que arranca la llanura segoviana hace del contraste algo tan bello como un horizonte visto desde la altura.

Tras media hora de asfalto, será la primera pista de tierra que salga a la izquierda, fácilmente reconocible por estar muy trillada por el paso de camiones de leña, nuestro pasaporte para comenzar a subir por la loma del Alto de Navahermosa.

Por esta pista de subida, el esfuer­zo de la acentuada cuesta que hay hasta un arroyo, da paso a un zigzag muy duro que alcanza el collado donde se separa el Alto de Navaher­mosa (1642 m) y el alto de Majalape-ña (1766 m). A partir de ahí ya más cómodamente se alternarán tramos llanos y ligera subida hasta llegar definitivamente al Collado de Río Peces (1754 m), y completar los tres cuartos de hora desde la carretera.

En el Collado de Río Peces apro­vecharemos para ver en el nuevo valle que se abre a nuestros ojos, cómo destaca la cumbre del Montón de Trigo (2155 m) o la extensión de una verde pinada conocida como los Pinares de la Acebeda, pues cuando comencemos a bajar las verdes cúpu­las no nos dejarán ver más allá de sus troncos.

De frente y siguiendo las rodadas, una pronunciada caída de piedras sueltas nos llevará al arroyo de la Acebeda en menos de 15 minutos, donde darnos ese merecido descanso en el mullido césped junto a las frías aguas.

De nuevo en marcha, cruzamos el arroyo de la Acebeda, y sin desviar­nos de la pista más trillada ascende­remos sin esfuerzo por la Ladera Zapatera, para luego caer sin prisas hasta el arroyo de los Horcajos. Desde este último arroyo aún nos quedarán 20 minutos más de frondo­so y espectacular pinar silvestre, para llegar a una pista forestal asfaltada cerrada al tráfico.

Por esta carretera (cómodamente a la izquierda) no perderemos ni ganaremos altura. Encontrarse con la fuente del Buen Agua a la media hora de asfalto y ver en la ladera algunos dispersos acebos bajo la cúpula pina­da es todo uno.

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Un cuarto de hora más tarde del refrescante caño ignoraremos la carretera por una ancha pista de tierra muy trillada que desciende por la ladera, teniendo la oportunidad de ver de cerca los acebos, hasta dar con el río Frío en una gran explanada en la que los leñadores acumulan troncos.

Cruzamos el río Frío de piedra en piedra, y continuamos por el sendero más trillado que sube por la ladera inclinándose por la derecha. Algún acebo aislado aparece bajo los estira­dos pinos silvestres, pero a cada paso la sorpresa de verse rodeado, asaltado y acosado por un frondoso bosque de cutículas brillantes, hojas puntiagu­das y frutos rojizos cobra mayor sen­tido. Un bosque genuino, único y predominante de acebos, que aver­gonzaría a los ejemplares aislados

que puede haber en otras partes de la Sierra de Guadarrama, toma forma y cobra peso. El camino trillado por los leñadores en su inicio parece sumirse en un mismo sueño, y su piso se toma de mullido césped, a la vez que nos enseña que él de antiguo ya pasaba por aquí.

El nombre de La Acebeda del río Frío se consagra y toma validez mientras andamos por entre recuer­dos navideños, hasta alcanzar nueva­mente el negro asfalto.

Carretera abajo daremos otra vez... con el río Frío; y como nada hay más singular que seguir al que creíamos único protagonista de esta excursión, volvemos a encandilarnos con sus gorgoteantes sonidos y bri­llos auríferos, curso abajo por el viejo sendero ya conocido.

DISTANCIA TOTAL : 1 0 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 3 horo s y 40 minutos

TIPO DE MARCHA: Circular .

TiíMPOS DE MARCHA: Embalse del pueblo de Navacerroda • La Maliciosa: 2 horas. La Maliciosa --^ Collado del Piornal : 2 0 minutos. Collado del Piorna l - Fuent e La Campanilla: 40 minutos.

Fuente La Campanilla - Embals e del pueblo de Navacerroda: 40 minutos.

DESNIVEL: 85 0 metros .

DIFICULTAD: Alta. Es difícil seguir el camino de ascensión entre piorno y enebro rastrero. El fuerte desnivel convierte a los senderos en duras subidas que rara vez dejan escapar alguna corrien%:;

de agua. Lo frecuente es encontrar un piso pedregoso y con mucha piedra menuda suelta.

TIPO DE CAMINO: Pist o y en su mayor parte sendo.

AGUA POTABLE: LQ fuente La Campanilla a l final de la excursión resulta un lugar idílico, aunque es lo fuente del Cancho Negro en e l Collado del Piorna l l a que nos puede reportar mayor

beneficio.

ÉPOCA RECOMENDADA: Primavera . Si abajo el Invariable pino silvestre se llena de innumerables |cánticos, arribo en las cumbres florece lo goyuba y el árido piorno se llena de flores amarillas

que exhalan un dulce aroma. I SUGERENCIAS : Si amenaza tormenta o hay riesgo de niebla lo mejor es olvidarse de esta I excursión . Cerr o Maldito es su sobrenombre, aunqu e otro s lo llame n L a Monja por la forma ^1 cónic a que adquiere cuando la cubren la s nieves . L o Maliciosa e s una áspera cumbre cuya

i estamp a result a de las más conocidas a l madrileñ o o simple vista , o quizás reconozca e n cuadros como en e l de l Príncipe Baltasa r Carlos , pintad o por Velázquez. De paredes verticales y

canchales por e l ocddente, a l orient e cae de formo má s progresiva formando ventisqueros como el de la Condesa , cuyo s nieves recogían los de Navacerroda para vender en la capital . Moldita, y sin embargo madre paciente que amamanta a su hij o el Manzanares con nieves

I cristalinas, para que del hilo que nace en Los Guarromillas surja un río .

CARTOGRAFÍA: Hoja 508-11 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

Prfí

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A rdientes paisajes castella­nos metidos a fuego por los ojos, cuan diferentes

de la majestuosa y blanca Maliciosa. Esta excursión tiene como objetivo co­ronar la cumbre de La Maliciosa Alta desde el Valle de La Barranca, y no desde el Puerto de Navacerrada. Tal fin se traduce en un mayor esfuerzo, pe­ro también en el disfrute de un espa­cio surcado por cristalinas corrientes y

tapizado por el pino silvestre. Para lle­gar a La Barranca basta coger en las in­mediaciones del pueblo de Navace­rrada la carretera forestal que parte de la M-607 (km 57) en busca del Hotel La Barranca.

Al final de la carretera forestal y a los pies del hotel hay un aparca­miento de tierra junto al que encon­traremos el embalse del pueblo de Navacerrada, cuyas aguas son

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remansadas por un muro de hormi­gón, que a nosotros nos servirá de puente para cruzar el curso del río Navacerrada.

En la otra orilla desechamos los senderos que siguen paralelos el cauce, y cogemos el que de frente hace chocar nuestras miradas con los amplios canchales y las puntiagudas cumbres.

Comenzamos un primer tramo de cuarenta minutos muy cómodo por su escasa pendiente, entre un espeso bosque de pino silvestre y un soto-bosque de estepas, zarzas y jaras pringosas. El camino bastante visible nos acercará paulatinamente al curso del arroyo Maliciosa, que en época invernal o deshielo suele bajar pictó­rico, lo que se traduce en un rugiente gorgoteo.

Al poco de alcanzar el arroyo la masa forestal comienza a ceder, dejando al descubierto cuál será nuestro camino desde ahora: una pequeña garganta en forma de embu­do a la que recubren casi por comple­to los canchales que caen de las aris­tas que la cierran a ambos lados. A la izquierda la Cuerda de las Buitreras es una sucesión de pequeños pica­chos, que asemejan los dientes des­vencijados de una vieja sierra, que en este caso el hielo se ha encargado de agrietar y cuartear. A la derecha, lo

que en un principio son gráciles rocas caballeras, acaban cediendo ante el ímpetu de El Peñotillo Alto, una inmensa mole rocosa de proporcio­nes tan exageradas que algunos lo confunden con la propia Maliciosa, la cual permanece agazapada tras el magnánimo pedrusco.

Un segundo tramo de media hora a plena solanera es el que desde el último árbol nos lleva a ganar altura, de forma mas acusada y penosa, hasta ponemos a la misma altura de El Peñotillo Alto. Aquí iremos junto al cauce del arroyo Maliciosa, al que en un momento determinado cruzare­mos, por un sendero tapizado de gayuba y enebro al que en numerosas ocasiones perderemos el rastro. Para ello nada mejor que guiarse por los hitos de piedra que señalan el camino y orientarse con la vista, que a estas alturas abarca la totalidad de los reverdecidos canchales que nos ro­dean.

Un tercer tramo es el que desde El Peñotillo Alto nos va a llevar en 20 minutos a lo alto del cordal de la Sierra de la Maliciosa, que no a la cumbre. Como los canchales se hacen más prominentes por la de­recha, el camino que de nuevo vuel­ve a ser muy visible se acerca a la arista que forma la Cuerda de las Buitreras, por donde el piorno es la

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Única señal de vida cuando no está cubierto de un copioso manto de nieve.

Llegados al cordal dejamos de mirar a nuestras espaldas la Cuerda de las Cabrillas, para recibir de fren­te la visión de Cuerda Larga y muy especialmente las estribaciones del Cerro de Valdcmartín, que junto a la Maliciosa nutren al incipiente río Manzanares.

Para llegar a la cumbre (a nuestra derecha) aún nos queda un trecho de veinte minutos, en el que unas veces por lo alto del cordal y otras por el lado del río Manzanares, iremos sor­teando los pináculos rocosos que desde abajo parecían una corona, hasta llegar a los 2227 m de La Mali­ciosa Alta.

En el vértice geodésico de la cumbre un espectáculo grandioso compite con las vistas que se pierden en el horizonte madrileño, pues a ambos lados las paredes rocosas caen verticalmente a modo de balcón. Desde luego no hay mejor lugar para descansar y disfrutar del esfuerzo.

El camino de regreso de ahora en adelante siempre de descenso, comienza por llegar desandando nuestros pasos hasta donde alcanza­mos lo alto del cordal. Junto a la aris­ta de la Cuerda de las Buitreras.

Llegados a este punto seguire­

mos bajando por el cordal, dejando atrás las puntiagudas rocas, hasta ei collado desnudo de vegetación que hay frente a nosotros, y en cuyo otro extremo arrancan las primeras ram­pas del Alto de Las Guarramillas.

Pero nosotros no iremos mucho más allá de este collado que recibe el nombre del Piornal, y en cuyo seno brota la fuente del Cancho Negro, donde abastecemos de agua y hacer una parada.

De nuevo con la mirada hacia La Barranca vemos nuestro camino de descenso: una estrecha garganta que cierra a la izquierda la conocida Cuerda de las Buitreras, y al otro lado la pared vertical de las Peñas de la Barranca.

El sendero, bien visible, baja por el margen izquierdo paralelo al Rega­jo del Cancho Negro, que más abajo se une con el Regajo del Pez. Duran­te un primer tramo el camino se muestra duro por la acusada pendien­te y las numerosas piedras, aunque por el contrario es difícil perderle el rastro. Pero tras veinte minutos de frenético descenso entramos en la espesura del bosque de pinos silves­tres de troncos asalmonados, a cuya altura el arroyo se muestra muy cre­cido.

El gorgoteo del agua compite con numerosos zorzales, agateadores y

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martilleantes picos picapinos. La Ispera cumbre parece olvidada ante este alarde de vida multicolor que ponen numerosos insectos y peque­ñas flores multicolores. Sin perder la visible senda a la que acuden nume­rosas corrientes de agua en apenas cinco minutos damos con la fuente La Campanilla, en cuyos alrededores han proliferado bancos y mesas de merienda.

De la fuente parte un camino de grava que concluye en una pista forestal, donde tenemos dos alternati­vas para bajar en media hora al Hotel La Barranca: una por el sendero para­lelos al río Navacerrada; y otra por la pista sin atisbo de pérdida. Esta últi­ma alternativa es la más recomenda­ble cuando el río está crecido, pues el sendero le atraviesa en alguna oca­sión.

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DISTANCIA TOTAL: 1 2 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL : 4 hora s y 40 minutos . TIPO DE MARCHA: Circular.

TiíWPOS DE MARCHA: Hotel La Barranco - Inicio de la Senda Ecológica: 50 minutos. Inicio de to^^ Senda Ecológic a - Prime r mirador : 1 hora . Prime r mirado r - Collad o d e lo s Emburrioderos : ^

1 hora . Colindo de los Emburrioderos - Hotel Lo Borronea: 1 hor a y 45 minutos. ^;- DESNIVEL : 48 0 metros . DIFICULTAD: Bajo. Sólo hemos de tener cuidado o! trotar de acertar con el sendero que bajo por

lo Gargont o de l Infierno . TIPO DE CAMINO: Pisto forestal y senda.

AGUA POTABLE: E n el área recreativ a d e L a Borrone o ho y una fuente, per o un o vez tomada altura no hay posibilidad de abastecerse de ogua , s i exceptuamos el arroyo del Chiquillo , en las

inmediaciones de l prime r mirodor . ÉPOCA RECOMENDADA: Primavera . Cuan dulce resulta el oromo de los blancas flores del brezo y la amarill a retoma . Además , amorillo s norcisos y la "nieve de primavera" , l o flor blanca de la

retama, también se unen a l cromatismo que contrasta con el áspero y monótono invierno. SUGERENCIAS: Con los diferentes paneles didácticos que hoy o lo largo de lo Senda Ecológica, lo

Naturaleza es un libro abierto en el que result a fáci l aprender . Conocer la gayuba, e l enebro rastrero... cuand o se pueden ver y tocar resulta francamente divertido. Desd e luego no hoy

mejor momento por a comenza r l a sano costumbre de pinta r y anota r en nuestr o cuaderno de campo.

CARTOGRAFÍA: Hoja 508-11 escalo 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional.

A l igual que la excursión an­terior, ésta también tiene como punto de partida el

valle de La Barranca en Navacerrada. Pero esta vez el itinerario propuesto trata de alcanzar suavemente la Cuer­da de las Cabrillas, por un sendero en el que iremos conociendo el entorno

natural que nos rodea, gracias a los dis­tintos paneles didácticos que se suce­den a lo largo del recorrido propuesto.

A La Barranca llegaremos des-viándonos en el kilómetro 57 de la M-607 (las inmediaciones del pueblo de Navacerrada), para coger una carretera forestal que concluye en el

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Hotel La Barranca, donde podremos dejar el coche.

La bachosa carretera da paso a una pista forestal muy cómoda y ancha (cerrada al tráfico), por la que comenzaremos a subir ceñidos a las aguas de los embalses del pueblo de Navacerrada y del Ejército del Aire. Pasadas las quietas aguas iremos paralelos al Río Navacerrada hasta topar con un área recreativa cerrada

con alambrada, donde se aunan ban­cos, columpios y una fuente en la que llenar la cantimplora.

De nuevo en la pista, volveremos a ir paralelos a las rutilantes y destelle-antes aguas, rotas en mil gotas por las numerosas cascadas, hasta que en una curva nos separamos del río Nava-cerrada. Cien metros más adelante (en la siguiente curva) abandonaremos la pista por un sendero que hay en su

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parte izquierda, y cuyo inicio está marcado por unos escalones de piedra.

Por este sendero de metro y medio de ancho, con excelente piso y pendiente suave, continuamos nues­tra ruta teniendo la sensación de adentrarnos en el fragor de la Natura­leza. El frondoso pino silvestre de asalmonados troncos tamiza con sus grandes cúpulas el sol y nos protege del viento, tanto a nosotros como a las numerosas ardillas, picos picapi­nos, arrendajos, rabilargos y grajos que se dejan ver merodeando de rama en rama. La ladera cubierta del verde césped montañés que es la gayuba, tiene la apariencia de un enorme jar­dín al que la primavera dota de cam­panillas y amarillos narcisos. En el camino proliferan paneles didácticos que nos van dando a conocer la flora, la fauna, la historia... del lugar en el que nos encontramos.

A los 50 minutos de iniciare! sen­dero llegamos a la cristalina corriente del arroyo del Chiquillo, donde refres­carse y disfrutar del paisaje. Tras el descanso el camino se divide en tres alternativas que van a parar a distintos puntos de la pista forestal que abando­namos anteriormente. Pero nosotros elegimos la que de frente va a dar a la terraza donde antiguamente se encon­traba el hospital de tuberculosos y hoy, tras su demolición, se ha conver­

tido en un perfecto mirador al amplio horizonte madrileño.

Desde este primer balcón se ve a nuestros pies la pista forestal, a la que bajaremos para disfrutar de otro mi­rador donde un panel nos ayuda a reconocer las cumbres que nos rodean.

Ahora, pista arriba comenzamos un trecho, que pese a la comodidad del ancho y excelente piso no deja de tener rampas algo acusadas. Veinte minutos nos llevará alcanzar la parte más elevada de la pista, donde un ter­cer mirador nos permite pasar la vista sobre el Valle de La Barranca con absoluta totalidad y tomamos un res­piro. En la ladera contraria se ense­ñorea La Maliciosa, de la que bajan reverdecidos canchales y aristas rocosas de gran belleza, y abajo el tupido pino esconde las aguas del río del que hasta aquí llega su rumor.

Detrás del mirador, al otro lado de la pista, hay una caseta de madera de la que parten dos senderos. Ignoran­do el de pendiente más acusada, que se dirige directamente a Peña Pintada (1858 m), optamos por el que a media ladera sigue los restos de una vieja y roñosa tubería.

Este nuevo sendero de cómodo piso llega en apenas 20 minutos a las puntiagudas y cortantes crestas te­ñidas de liqúenes de Peña del Horcón (1879 m). Tras las crestas llega

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el Collado de los Emburriaderos (1847 m), un tramo llano en compa­ñía de frondosas retamas y un cada vez más escaso pino silvestre. Desde la Cuerda de las Cabrillas se ve como siempre La Barranca a un lado, pero ahora en lo alto del cordal nuestra vista pasa por primera vez al otro lado, pudiendo contemplar el Alto del Telégrafo y el último de los Siete Picos.

Tras el collado el camino parece descender ligeramente para sortear la gran mole rocosa del Risco de los Emburriaderos (1859 m), donde la sensación que nos domina es la de ir a encajonarnos en la Garganta del Infierno, a la que vemos con nitidez al no haber árbol que impida pasar la mirada por cualquier punto.

Expuestos al aire y al sol, donde sólo aguantan el piorno y el punzante enebro rastrero, llega el momento más delicado de la excursión. En lugar de continuar por el mismo sen­dero cuando comience a ascender hasta el Alto de Las Guarramillas, emprenderemos el descenso ayuda­dos de otro sendero poco marcado en sus inicios, que pasa junto a la gran roca puntiaguda que hay a nuestra derecha.

Ayudados de mojones solventare­mos el inicio de este sendero algo escondido por el enebro rastrero, con

una acentuada pendiente donde la escorrentía ha dejado numerosa pie­dra menuda suelta.

A los 10 minutos de bajada reco­bramos la masa de pino silvestre y ceden la leñosa retama y el enebro rastrero. El sendero se toma zigza­gueante, por lo que el piso y la pen­diente se hacen cómodos a los pies cansados; y por si fuera poco, nume­rosas marcas de PR (bandas blancas y amarillas) nos señalan fielmente el camino a seguir durante los 15 minu­tos que nos quedan para dar con la pista forestal de La Barranca.

Alcanzada la pista, en lugar de bajar por ella, seguiremos por el sen­dero que ahora zalamero baja junto al arroyo de Peña Cabrita. Este será un tramo acuático de apenas 10 minutos por frescas praderas herbosas y el rumor de las numerosas cascadas que oxigenan las aguas, que concluye al cruzarnos nuevamente con la pista.

En este punto podemos decidir­nos, según las condiciones del río, por la pista o el sendero. Si el caudal es copioso lo más recomendable es la pista, por la que ya subimos antes. Pero en el caso de que el calor haga mella en el líquido elemento se puede seguir el sendero, que baja junto a la orilla del arroyo, para llegar al apar­camiento que hay frente al Hotel La Barranca.

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DISTANCIA TOTAi: 1 0 kilómetros. DURACIÓN TOTAL: 5 horas.

TIPO D E MARCHA: id a y vuelta po r e l mismo camino / TlíWPOS DE MARCHA: Canto Cochino - Puente de los Franceses: 1 hora y 30 minutos. Puente de

los Franceses - Puente del Retén : 20 minutos. Puente del Retén - Los Chorros: 50 minutos. DESNIVEL: 45 0 metros .

DIFICULTAD: Baja. Sólo el sendero que conduce al Ventisquero de la Condesa tiene alguna dificultad, per o para ver los coscadas de Lo s Chorros no hoce falta subir muy arriba.

I TIP O DE CAMINO: Asfalto , pisto y sendero. AGUA POTABLE : POC O después de conclui r e l asfalt o hoy u n caño .

^ t P O C A RECOMENDADA: Primavera y verano a primera hora de la mañano de cualquier día de B diario . En invierno induso los fines de semono.

SUGERENCIAS: Respeta el entorno, no tires tu basura en el campo, y baja el volumen del loro para poder escuchar o los carboneros, mirlos , verderones y el martilleo del pico picapinos.

En lo zona de acampada no te limites a la fiesta del sábado por la noche, y trota de conocer más profundamente lo que te rodea, verás como disfrutas sin necesidad de resoca mañanera.

CARTOGRAFÍA: Mapa de La Pedriza escolo 1:15.000 editado por La Tienda Verde.

L a Pedriza es un macizo montañoso granítico de singular belleza, pues los

agentes erosivos se han encargado de crear un paisaje de agujas, bolas, hen­diduras y laberintos, que dan lugar a parajes y figuras espectrales donde la fantasía les ha bautizado con nombres alusivos a lo que representan: El Ele-fantito. La Esfinge, La Bota, Los Fan­tasmas...

Localizada en la parle meridional de Cuerda Larga a sus pies está Man­zanares el Real, pueblo al que llega­remos por la carretera de Colmenar Viejo siguiendo hasta Soto del Real, donde nos desviaremos por la M-608 en dirección a Manzanares el Real. Otra opción es por la A-6, desviándo-nos en Villalba por la M-610 hasta Cerceda, donde tomaremos la M-608 hasta Manzanares el Real. Para los

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que prefieran el transporte público la línea 724 de la empresa Herederos de J. Colmenarejo parte del intercambia­dor de la madrileña Plaza Castilla.

Una vez en el pueblo tenemos la posibilidad de visitar el hermoso Castillo de los Mendoza. Construido en el siglo xv como fortaleza, su pos­terior transformación en palacio le dotaron de elementos góticos flamí­geros, entre los que destacan su patio

con arquerías y la galería de la facha­da meridional. Su visita es un recorri­do por torres, almenas, habitáculos y escaleras que entusiasman a niños y grandes.

Vayamos ahora a La Pedriza, para lo que existen tres alternativas: la pri­mera y más cómoda es salir con el coche a la M-608 en dirección a Cer-ceda, y poco antes de un kilómetro coger el desvío (perfectamente indi-

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cado) que conduce al Centro de Inter­pretación del Parque Regional. La visita, siempre recomendable, se hace obligada por los paneles y maquetas, que nos dan a conocer mejor el medio en el que posterior­mente nos desenvolveremos.

Subiendo de nuevo por la carrete­ra nos encontraremos con las barreras que controlan el número de vehículos que acceden a este enclave. La res­tricción a 500 coches hace que sean los primeros de la mañana aquéllos que entren sin problemas, mientras los demás esperan en pacientes colas a que uno de los de arriba dé por fina­lizada su excursión: sale uno, entra otro.

Pasada la barrera, la carretera comienza a subir por el Collado de Quebrantaherraduras, poblado por un denso pinar y un sotobosque de jaras. Tras alcanzar el collado comenzamos una bajada en zigzags que ponen a prueba a los conductores de los auto­buses. A ambos lados de la carretera forestal van surgiendo pequeños aparcamientos, y numerosos carteles que nos indican el paso de alguna senda, síntoma inequívoco de que antes de finalizar la carretera ya es posible realizar notables excursiones.

Por norma se suele aparcar en la gran explanada de Canto Cochino, preparada para recibir un gran núme­

ro de vehículos y donde hay varios quioscos. En su parte baja un puente cruza el río Manzanares para dar paso al GR-10, un camino tan trillado, bueno y usado, que recibe el acertado calificativo de "La Autopista" de La Pedriza. Es por este camino de mar­cas rojas y blancas desde donde se distribuyen escaladores y excursio­nista a La Pedriza Anterior y La Pedriza Posterior, o lo que es lo mismo: a El Tolmo, Yelmo, refugio Giner y Circo de La Pedriza.

Pero otros prefieren los aparca­mientos de más arriba, justo donde la valla cierra el paso a los vehículos. Pues por la carretera se llega a la ini­gualable Charca Verde, la más famo­sa poza de cristalinas aguas, y la zona de acampada, donde por tiempo limi­tado podremos instalar la tienda en una verde pradera con servicios y fuentes. Los fines de semana muchos vienen a pasar la noche, y se arman una juergas de aquí te espero.

Pero aún nos quedan dos maneras (ambas a pie) de llegar a Canto Cochino, que resultan las mejores alternativas para los días de grandes colas en la barrera de acceso. Una sería coger la Senda de Quebrantahe­rraduras junto a la barrera de acceso: dura una hora y media, y cuenta con paneles divulgativos. La otra posibi­lidad es coger en el pueblo de Man-

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zanarcs (junto a la iglesia) la calle Real, para dar con el puente medieval sobre el río Manzanares. Al otro lado están las ruinas del antiguo castillo, pero nosotros (sin cruzar) tomamos la carretera que sube paralela al río hasta Hl Tranco. Desde aquí una senda sigue al río de cerca hasta alcanzar Canto Cochino.

Metidos en faena, la excursión que vamos a realizar consiste en seguir el cauce del río Manzanares hasta las inmediaciones del Cerro de las Barreras, donde las paredes graní­ticas encañonan las aguas, que salvan el fuerte desnivel con una alargada cascada llamada Los Chorros.

Para ello desde el aparcamiento de Canto Cochino seguiremos la carretera forestal hacia arriba, entre la algarabía de los que ya disfrutan del baño y la contemplación cercana de ese bosque galería de alisos, sau­ces, chopos, pinos, jaras y retamas que acompañan al río en su alegre bajada.

A los 45 minutos (sin desviarnos) de cómodo ascenso, en el que algu­nos ya han caído en la tentación de ponerse a remojo, el asfalto es susti­tuido por una compacta y amplia pista de tierra.

Por la pista iniciamos un zigzag de nKi)t>r |)endicnte de al menos 25 minutos, en el que nos alejaremos

del cauce y encontramos una rica fuente.

Concluida la subida, iniciamos un tramo llano de 25 minutos en el que recuperamos las vistas al Manzanares (pero no la cercanía de su hilo trans­parente), y a la cresta rocosa de la Cuerda de las Mllañeras, que cae a nuestra derecha desde el cielo a zam­bullirse en el río, al que aprieta entre grandes lajas de piedra.

Este tramo llano concluye cuando llegamos al puente de los Franceses, que no atravesaremos, pues nuestro camino continúa por unas escaleras de piedra que hay en el lado izquier­do de la pista.

Ahora por sendero y paralelos al río Manzanares vemos cómo las aguas menguan, pero cobran mayor velocidad. La pinada nos sigue envolviendo, y lejos del bullicio el paraje transmite tranquilidad y belle­za. Sin duda la comodidad del sende­ro reporta la posibilidad de centrar­nos en lo que nos rodea y no en el esfuerzo físico. 20 minutos tardare­mos desde el puente de los Franceses hasta el puente del Retén, por el que atravesamos las aguas para situarnos en el lado derecho del río (margen izquierdo).

Es ahora cuando viene lo duro y lo bueno. El sendero pierde sus bue­nas trazas y de prácticamente llano

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pasa a tener una fuerte pendiente. Sabiamente zigzaguea, pero muchos son los atajos que se desvían para acercase a determinada poza, hacien­do que la posibilidad de perder la senda verdadera sea hecho cotidiano. El pino se clarea, y el brezo junto con la retama estepa se convierten en unos punzantes compañeros.

Pero la recompensa llega al cuar­to de hora, cuando el río deja de ser visible porque se encañona entre grandes paredes de piedra. Saliéndo-

nos de la senda para alcanzar los dis­tintos miradores, veremos el potente chorro de agua cayendo desde gran altura, visión vertiginosa por la velo­cidad del agua y las grandes paredes graníticas.

En el regreso, que haremos por el mismo camino, nos aguarda una grata sorpresa. Al recobrar el asfalto vamos a coger el primer desvío que hay a la izquierda, para acabar la tarde bañándonos y tomando el sol en la Charca Verde.

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Desde el aparcamiento de Canto Cochino nuestros pies se acomodarán fácil­

mente al asfalto, que continúa subien­do hasta sobrepasar la valla que cierra el paso a los vehículos, y dar contun­dentemente con el cauce del río Man­zanares. Puede que no haya lugar de mayor colorido en toda La Pedriza por el continuo trasiego de excursionistas con su merienda, los que enfundados en su traje de baño sólo portan la toa­lla, y aquellos que bastón en mano dan los primeros pasos de una larga excur­

sión. Tanta variedad de públicos, y a to­dos atraen las fragancias del morado cantueso, amarilla retama, jara, tomi­llo, y tantas margaritas, narcisos y ama­polas que pueblan los verdes pastos.

Pero ni aun con paso firme uno es capaz de abstraerse de la llamada fur­tiva del río Manzanares en su caída, formando transparentes pozas de frías aguas. A las que un bosque, galería de alisos principalmente, enfunda para encandilar los ojos del madrile­ño que no sabe cómo podrá aguantar el calor de otra noche de agosto.

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DISTANCIA TOTAL : 1 6 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 6 horas.

TIPO D E MARCHA : Id o y vuelta se realizan po r e l mism o camino. TIEMPOS DE MARCHA: Canto Cochino - Charca Verde: 45 minutos. Charca Verde • Puente de los

Franceses: 1 hora . Puente de los Franceses - Pozos del arroyo del Chivato : 1 hor a y 30 minutos. DESNIVEL: 45 0 metros .

DIFICULTAD: Baja. De hecho lo principol pretensión de esta ruta es lo de pasar un dio divertido y a remojo .

TIPO D E CAMINO: Asfaho y pista de tierra. AGUA POTABLE : Sól o hay un a fuente, y está a l poco de dejar atrás la Charca Verde,

ÉPOCA RECOMENDADA: Sin dudo el verano, porque incluso en primaveras calurosos el aguo del rio est á congelado .

SUGERENCIAS: NO olvides bañador y toalla. Mete también en lo mochila un buen bocadillo para alargar e l diO ; y l a crema sola r por a evita r dolorosos quemaduras .

CARTOGRAFÍA: Mapa de La Pedriza escola 1:15.000 editado por Lo Tienda Verde.

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Tras ignorar el desvío a la zona de acampada, como una procesión vamos todos subiendo acompañados del río. entre una mezcolanza de

pinos, encinas, majuelos y robles, hasta que el asfalto se divide en dos.

A la derecha se van casi todos, porque en esa dirección está esa refrescante sensación de la Naturale­za llamada Charca Verde, y que todo madrileño que se precie ha de co­nocer.

Si la Cibeles y Neptuno son soli­citadas en días de gloria, esta poza de suaves y escurridizas paredes es la reina del verano. Y como tal, nuestra excursión la rinde pleitesía remojan­do nuestras carnes, que al punto en piel de pollo se convertirán, reco­giendo el frío de las nieves invernales que de la Maldita Maliciosa ama­mantaron el río Manzanares.

Uno se limpia el agua de los ojos... y no puede creer que más abajo éste será un sucio río urbano, a cuyos solitarios patos cantaba Sa­bina.

Pero como todo el día a remojo aburre, vamos a subir más cerca de las laderas rocosas que coronan nues­tras cabezas. Para ello volveremos hasta la pista asfaltada donde ante­riormente nos desviamos, para a la diestra continuar subiendo. Al poco, el asfalto da paso a una pista de tierra de estupendas condiciones, que inicia un culebreo que nos aleja del río, pero que a cambio nos hace más cómoda la excursión. Con vistas a la

Cuerda de los Porrones que cierra el horizonte por el occidente, 20 minu­tos durará este tramo en el que la pro­videncia ha sembrado un cristalino

caño. Concluida la subida, delante tene­

mos un tramo muy llano en el que a cierta altura seguiremos al río Man­zanares, muy escondido entre una galería de pináceas, zarzas, jaras y alisos. Los ojos sin embargo no dejan de posarse sobre la quebrada y roco­sa Cuerda de las Mllañeras, cuyas proporciones van haciéndose magní­ficas a cada paso. Aprovechemos también para mirar más arriba toda­vía, a Cuerda Larga, porque más ade­lante no podremos ver sus cumbres.

El tramo llano concluye al llegar al puente de los Franceses» pero no así la variada vegetación que nos ha ido acompañando: pino silvestre mezclado con pino larico. encinas, arces, majuelos de pegueñísimas flo­res blancas, y un sotobosque de zarza, jara, estepa y brezo blanco.

Una hora desde la Charca Verde hemos tardado en llegar a este puen­te por el que cruzaremos el Manzana­res, e iniciaremos una constante subi­da de cinco kilómetros hasta alcanzar el curso del arroyo del Chivato, que podríamos dividir en dos tramos de 45 minutos cada uno.

En el primer tramo, con el rumor

del Manzanares siempre presente, la fantástica pista de ligera pendiente irá culebreando por una ladera cual balcón al Cerro Ortigoso (1421 m). Cuya magnificencia irá menguando a medida que tomemos altura y capte­mos las proporciones de la redondea­da bola granítica que forma el Cerro de las Barreras (1646 m). Durante el trayecto alguna ardilla correrá aloca­damente a buscar refugio en un árbol ante nuestra presencia, las lagartijas azuzarán los rastrojos secos del borde del camino, y las mariposas darán color a un paisaje en el que se alter­nan los asalmonados pinos silvestres con arizónicas, ese árbol tan común en jardines que aquí se utilizó para fijar la cubierta vegetal antes de la masiva repoblación. El abundante arbolado que nos protege de sol y aire, hace lo propio con los alados garrapinos, pico picapinos, chochi-nes, zorzales, trepadores...

El segundo y último tramo de subida comienza aproximadamente en la placa que nos anuncia el km 11, justo cuando damos la espalda a Cerro Ortigoso para ir a encajonamos en el cauce del arroyo del Chivato, al que en un principio no veremos por la gran masa de pinos silvestres replan­tados en perfectas hileras.

Un kilómetro más arriba recobra­mos las vistas a la Cuerda de las

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Mllañeras, cuya cresta rocosa de for­mas redondeadas y paredes vertica­les, forman parte de ese espectáculo geológico llamado Circo de La Pedri­za Posterior.

En una curva a la izquierda (alre­dedor del pk 13), saldremos del cami­no para aupamos en un excelente mirador natural, colgado sobre el cauce del arroyo. Desde las alturas contemplamos cómo las paredes de impoluto granito de la Cuerda de las

Milaneras apretan el curso de agua en su seno hasta encañonarle. Tal lugar no ha pasado inadvertido para mu­chos, como muestran las señales de vivac, y es que si miramos bien, el arroyo en su encajonamiento forma deliciosas pozas de relativa profundi­dad y absoluta soledad. Descendien­do con cuidado, celebraremos con un baño este encuentro, poniendo fin a los sudores que traíamos.

La vuelta, por el mismo camino.

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DISTANCIA TOTAL : 1 2 kilómetros. DURACIÓN TOTAL : 5 horas. TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Canto Cochino - Arroyo del Cortecero: 1 hor a y 25 minutos. Arroyo del Corlecero - Yelmo: 1 hor a y 25 minutos. Yelmo - Collado de la Dehesitla : 50 minutos. Collado de

lo Dehesill o - Refugio Giner: 3 5 minutos . Refugi o Gine r - Canto Cochino : 40 minutos . DESNIVEL: 70 0 metros .

DIFICULTAD: Media • baja. Trepar entre los lajas, bolas y demás cuerpos graníticos resulta divertido y en ocasiones se descubren rincones misteriosos , pero serón numerosas las ocasiones

en que tendremos incluso que ayudornos de los monos para trepar. TIPO DE CAMINO: Senda.

AGUA POTABLE: LO fuente de Pedro Acuño en los proximidades del refugio Giner. Pero arriba apenas queda rastro de los pequeñas corrientes de agua cuando opreta e l calor ; impresdndible

por tanto l a cantimplora . ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquiera, pero en pleno verano el calor puede ser nuestro gran

enemigo al transcurrir casi todo lo ruta sin la protección de árboles. Tompoco son recomendables los días de lluvia, pue s las rocas cubiertas por musgo y liqúenes se convierten en

una pista de patinaje. SUGERENCIAS: El boñador poro el homenaje final en las aguas del Manzanares, pero antes

cerdórate de no olvidor gorra, crema solar y contimplora si es un dio caluroso. Cobras montesas y escaladores copan las poredes del Yelmo, mientra s la silueta del buitre leonodo planeo sobre

nuestras cabezas. Con un buen mapa trata de localizar alguno de los figuras de piedra que pueblan este paraje.

CARTOGRAFÍA: Mapa de Lo Pedriza escala 1:15.000 de La Tienda Verde.

Para llegar al aparcamiento (Primeros pasos por La Pedriza y Los

de Canto Cochino en La Chorros). Pedriza de Manzanares el Al que por primera vez pone aquí

Real, basta seguir las indicaciones al sus pies, no da abasto con el amplísi-pie de la letra detalladas en la Ruta 24 mo espacio que le rodea. Fácilmente

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admira los matices que diferencian la pelada y alta Cuerda Larga al fondo, la verde pinada y suaves laderas de la Cuerda de los Porrones al oeste, el valle de pastos de la Solana de la Gar­ganta, el curso del río Manzanares con su bosque galería, y el enorme pedregal del noreste que da nombre a este enclave. Todo este conjunto es el cuerpo de La Pedriza, pero hoy alcan­zaremos su corazón de piedra.

La Pedriza Anterior, elevándose escalonadamente hasta ser culminada por el granito sonrosado de esa gigantesca bola que es el Yelmo, y las cresteras que en semicírculo abierto por el sur forman el Circo de La Pedriza Posterior, son las dos partes de ese corazón Pétreo.

Mundo de encuentros constantes con figuras fantásticas que liberan la imaginación. Reconocer aquellas

figuras a las que otros ya encontraron parecido no es tarea de un día, por lo que muchos se van conformes tan sólo con sentirse en un laberinto de agujas, bolas, paredes y huecos. Pero cuando la personalidad pétrea está por encima de parecidos físicos, la búsqueda de cuerpos tan significati­vos y emblemáticos como el Yelmo son el fin que justifica muchas de las excursiones.

Encomendados a esta labor cru­zaremos por el puente que hay en la parte baja de Canto Cochino a la otra orilla del río Manzanares. Un tupido bosque galería de alisos principal­mente acompañará nuestros primeros pasos por el sendero que baja parale­lo al cauce, hasta dar con el puente de madera sobre el arroyo de la Maja-dilla.

Apenas 100 metros por el sende­ro que sigue cauce arriba al arroyo, a la derecha tomaremos un deteriorado sendero que durante 20 minutos nos hará trepar entre un espeso jaral que sobrepasa nuestras cabezas, en el que resulta sumamente complicado cual­quier despiste.

Tras la subida llegamos a un tramo llano, junto al cauce del Barranco de los Huertos, de desiguales márgenes: nuestra orilla, una pradera de cantue­so y tomillo, y la otra forrada por las verticales paredes graníticas que lle­

gan hasta Peña Sirio, monumental pedrusco cuyo bautismo por aquellos primeros escaladores acaeció en una clara noche, en que estrellas como la de Sirio engalanaban la oscuridad.

Amén de equivocaciones, debió ser por este lugar donde tuvo el Mar­qués de Santillana, poeta y señor feu­dal de estas tierras, un feliz encuentro con la bella serrana:

"Descendiendo Yelmo ayuso Contra Bóvalo tirando en ese valle de suso Vi serrana cantando."

Este agradable tramo de apenas unos minutos queda interrumpido por grandes bloques desprendidos y pare­des verticales que colapsan el arroyo, haciendo muy complicada la tarea de seguir el curso por el laberíntico Barranco de los Huertos. Ante tal dificultad nos decidimos por la senda que sube por la ladera derecha duran­te 20 minutos, desenvolviéndose nue­vamente entre jaras y a plena solane­ra, hasta dar con una alargada pradera llana flanqueada por paredes rocosas.

Entre las curiosidades de La Pedriza está también su peculiar forma de irse elevando en sucesivas terrazas que se intercalan entre las cresteras rocosas. No sólo represen­tan un mullido césped adornado de

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campanillas, narcisos y margaritas que hacen las delicias del ganado, sino un refugio que no pasó inadver­tido para bandoleros y pastores. Pero ésta en la que nos encontramos sor­prende por sus proporciones, que le han otorgado el nombre de La Gran Cañada.

Ahora ignorando los senderos que nos tientan a subir por la ladera, caminamos sin desviarnos de La Gran Cañada durante 40 minutos, por un mullido césped a veces encharca­do por las corrientes de agua y restos de majadas, hasta dar con el arroyo de Cortecero. Justo en ese momento la pared rocosa de la derecha desapa­rece dejando a la vista pasearse por el Hueco del Paredón y más abajo por el embalse de Santillana. Pero la señal más inequívoca de nuestro tino es el encuentro con las marcas de pintura blanca y amarilla del PR-1, la llama­da Senda Maeso.

La Pedriza es un laberinto de calles que incluso a los habituales lleva a la confusión, de ahí nuestro empeño en seguir ladera arriba las marcas amarillas y blancas (dirección al Collado de la Dehesilla). Sólo de este modo podremos disfrutar de esta subida entre paredes, cuevas y agujas rocosas, tapizadas de jara, brezo y algún aislado roble, sin extraviarnos. Será 1 hora y 15 minutos de puro

juego siguiendo como un chiquillo las marcas, extenuados por un tobo­gán que sube y a veces baja por lajas o redondeadas rocas, hasta que con­cluye la dura subida.

En ese momento nuestra senda desemboca en otra transversal: a la derecha las marcas del PR-1 señalan al Collado de la Dehesilla, y a la izquierda sin desviarnos en menos de 10 minutos nos plantaremos a los pies de El Yelmo. Su nombre, deriva­do de su semejanza con un casco gue­rrero, recoge muy bien la esencia de esta gran mole granítica cuyas pare­des son de lo más concurridas por escaladores y por las reintroducidas cabras montesas. Subir a su cima es algo complicado, pero para el que quiera intentado las brechas del noroeste son la única vía accesible. El Yelmo (1717 m)es la estampa más reconocible desde la llanura, por lo que no es de extrañar que se aposen­tara en el corazón y los deseos de excursionistas como Bernaldo de Quirós. Este pionero del excursionis­mo no dudó en convertido en la meta de sus primeras excursiones, así que no es de extrañar que fuera su cumbre la primera de toda la Sierra de Gua­darrama en acoger un buzón alpino.

Tras descansar junto a su vértice geodésico o en las praderas que lamen sus pies y deambular por los

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parajes lunares que lo circundan, vol­vemos de nuevo al lugar donde aban­donamos el PR-I, para retomar las marcas blancas y amarillas en direc­ción al Collado de la Dehesilla. Delante nos espera un pequeño tramo llano de apenas un cuarto de hora, que concluye al alcanzar a nuestra derecha una puntiaguda masa rocosa que difícilmente pasa inadvertida, bautizada con el nombre de El Acebo.

A partir de aquí el sendero comienza a bajar serpenteando peno­samente durante 30 minutos por la ladera del Hueco de Coberteros, que si bien carece de árboles está profu­samente teñida por la gayuba, hasta alcanzar el Collado de la Dehesilla.

En el también llamado Collado de la Silla, por su semejanza con una silla de montar, ignoramos el PR-1 (marcas blancas y amarillas) y segui­mos el GR-10 (bandas de pintura blanca y roja) a la izquierda.

Por un deteriorado sendero en­cerrado entre jara estepa, enebro ras­trero y brezo, pronto alcanzaremos el arroyo de la Dehesilla, junto al que bajaremos flanqueados a la derecha por los Riscos de los Pinganillos y

Las Buitreras hasta llegar en 20 mi­nutos a la gran piedra aislada de El Tolmo.

El nombre de El Tolmo, que deri­va de terrón o tormo, designa al mayor canto rodado desprendido de toda la sierra, y cuyo origen algunos señalan en la brecha inmediatamente a la derecha del risco de El Pájaro. Desde allí cayó rodando hasta depo­sitarlo en una pradera, y pasó a con­vertirse en escuela de escaladores. Rodar para creer.

De nuevo en marcha bajo la tute­la de las marcas de GR-10, a un par de minutos podremos refrescarnos en un pequeño caño, y 400 metros más abajo por fin nos encontramos con el refugio Giner, junto al que está la fuente de Pedro Acuña.

A partir del refugio y tras cruzar el arroyo de la Majadilla, volver a Canto Cochino es un juego de niños siguien­do las pintadas blancas y rojas por un sendero tan trillado, ancho y frecuen­tado que recibe el nombre de "La Autopista" de La Pedriza. Además, en este tramo final de unos 40 minu­tos estaremos bajo la protección de pinos y arizónicas, e iremos siempre paralelos al arroyo de la Majadilla.

Í|$TANCIA TOTAL: 8 kilómetros l DURACIÓN TOTAL : 3 horas .

TIPO D E MARCHA : Id a y vuelt a se realiza n po r e l mism o camino . TIEMPOS D E MARCHA : Cant o Cochino - Refugi o Giner : 5 0 minutos. Refugio Giner - E l Tolmo:

15 minutos . E l Tolmo - Collado de lo Dehesilla : 40 minutos . Collad o de la Dehesill a -Canto Cochino: 1 hor a y 1 5 minutos.

DESNIVEL: 45 0 metros . DIFICULTAD: Baja. De hecho la principal pretensión de esto ruto es lo de pasar un día divertido y

Q remojo. TIPO D E CAMINO : Camin o y sendo.

AGUA POTABLE : L a fuente de Pedr o Acuñ o e n lo s inmediodones del refugi o Giner , ÉPOCA RECOMENDADA : Primaver a y prindpio s de l verano .

SUGERENCIAS: N O olvides bañador y toalla . Met e también en l a mochil a u n bue n bocadillo para alargar e l día , y l a crema sotar pora evita r dolorosos quemaduras.

CARTOGRAFÍA: Map a de Lo Pedriz a escala 1:15.00 0 editado por L a Tienda Verde.

S ituados en Canto Cochino, tras seguir fielmente las indi­caciones detalladas en la

Ruta 24, alcanzamos el puente que en la parte baja de la explanada, cruza el río Manzanares. Las oportunas marcas del GR-10 nos ayudarán entonces a sortear las casas forestales, que que­darán a nuestra derecha, y buscar la compañía del arroyo de la Maja­dilla.

Adelante nos espera un largo tramo paralelo al cauce, guiados por las constantes marcas del GR-10

(bandas blancas y rojas), pintadas en los troncos de pinos silvestres, laricos y arizónicas. En estos inicios es tan frondosa la cúpula protectora, que disfrutaremos ampliamente de este gratificante sendero de excelente piso y suave pendiente, al que no dudan en llamar "La Autopista" de La Pe­driza.

Por el contrario, la orilla opuesta es un inmenso jaral, que esparce sus fragancias los días de lluvia, con el que se pelea un estrecho sendero por abrirse paso hasta el refugio Giner,

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La taita de arboles, constante a lo largo de esa orilla, permitirá no obs­tante pasear la mirada sin perder detalle, por las altivas paredes graní­ticas de nuestra derecha.

Pero nosotros decididos a no cru­zar el arroyo, amén de evitar el justi­ciero sol, seguimos por "La Autopis­ta"; y es que no sólo por su piso, sino que ahora como en el pasado es la vía más utiliza por quienes se adentran

en los entresijos de La Pedriza Ante­rior y el Circo de La Pedriza Poste­rior. Por tanto no hay tramo que no rezume historia, leyenda o curio­sidad.

Así, apenas llevamos 25 minutos de paseo cuando entre los claros que se abren en la verde pinada, podemos ver en la orilla contraria la gran mole rocosa de Peña Sirio, a cuyos pies se extiende la amplia Pradera del Pradi-

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lio. Justo en ese momento a la iz­quierda de nuestro camino sale un senderito al chozo Kindelán, refugio habitual de los hermanos Kindelán, los pioneros de la escalada en La Pedriza. Este chozo también fue el hogar de otros muchos escaladores que vinieron detrás, y así entre sus historias está la de cómo en una noche de escalada bautizaron a la Peña Sirio, con el nombre de la estre­lla que coronaba sus cabezas.

De nuevo en marcha, 200 metros más arriba haremos bien en salimos del camino brevemente, para buscar entre el frondoso bosque galería del arroyo, la Charca Kindelán. Una poza suficientemente grande como para disfrutar de un buen baño, coro­nada por un enorme bolo granítico, cuya parte superior se asemeja a la aleta de un tiburón.

De vuelta al camino, éste hará más adelante un pequeño zigzag, que nos aleja momentáneamente del arro­yo, tras el cual haremos una parada. No han transcurrido ni cinco minutos y vuelve el espectáculo. Dejando pasar la mirada entre los pinos, en la orilla contraria veremos las paredes del Rocódromo, escuela de los esca­ladores madrileños durante mucho tiempo; y a nuestra izquierda entre los quebrados se alzan las torres del Cancho de los Muertos, cuya bando­

lera leyenda es la historia de la banda de Los Peseteros: habiendo raptado a una señorita de rica familia se oculta­ron en este cancho en espera de que llegara el rescate. Acaeció que un día en que se ausentó el jefe, sus dos secuaces intentaron abusar de la dama, y el forcejeo derivó en la muerte de uno de los bandidos. Cuan­do regresó el jefe y vio el panorama, ordenó al otro bandolero que cogiera el cadáver para tirarlo por el cancho. Una vez allí, el jefe decidió ajusticiar a su secuaz empujándolo, pero con tan mala fortuna que en la caída le cogió la pierna, y le arrastro con él. Según cuentan, los tres cadáveres se pudieron contemplar durante largo tiempo en el abismo del cancho.

Porque no hay figura que atraiga tanto la curiosidad como el bandole­ro. La Pedriza es prolífica en leyen­das de estos hombres, que apostados en los principales caminos aguarda­ban su botín, y luego se refugiaban en este laberinto de escondrijos.

El más representativo de los ban­doleros pedriceros fue sin duda Pablo Santos, quien tomó aposento en estas cresteras. Refugiándose habitualmente tras sus correrías en Cancho Centeno, fue ahí donde se repartió con Luis Candelas el terreno de trabajo: Madrid y sus campos para Luis, la sierra para Pablo. Sobre

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su muerte, unos dicen que no sobre­vivió al trabucazo de uno de sus secuaces (Isidro el de Torrelodones) ai sur de la Sierra de los Porrones, tras la disputa por el botín consegui­do; otros que fue la Justicia quien dio cuenta de él.

Esta intrincada fisonomía era sin duda el mejor escondite: castillo con almenas y cresteras como murallas, praderas escalonadas, laberinto de piedras y miles de huecos donde ponerse a salvo. Así también debió de verlo El Pernales, quien huido de Andalucía encontró seguro refugio en La Pedriza, donde dicen que escondió el suculento botín que con él traía. Cuando cayó abatido por la Guardia Civil se llevó el secreto del escondite, pero nos dejó la posibili­dad de encontrar en un angosto pasi­llo, joyas, oro y dineros.

Alimentados de leyendas llegare­mos más ligeros donde el camino se bifurca, y un cartel (además de las pintadas rojas y blancas) nos sugiere cruzar por un puente de madera el arroyo de la Majadilla. En la otra ori­lla el pino deja su lugar a la retama, y del refugio (al que ya vemos) ape­nas nos separa una acentuada pero breve cuesta, en la que encontrare­mos la refrescante fuente de Pedro Acuña.

El refugio, al que hemos llegado

tras una hora de caminata, lleva el nombre de Francisco Giner de los Ríos. Figura insigne de la Institución Libre de Enseñanza, tuvo contacto con Antonio Machado, Menéndez Pida!... y a otros tantos, a los que trató de inculcar el amor y el afán por descubrir los paisajes de la sierra madrileña. Fue también integrante del grupo de los Doce Amigos, pre­cursor de la Sociedad de Peñalara. Como dato, decir que la construcción del refugio fue costeada por una sus­cripción popular, en la que participó el rey Alfonso XIII con 500 pesetas de las de entonces.

Tras refrescamos en la fuente lo mejor es subir hasta el refugio, detrás del cual veremos El Tranvía, y coger el estrecho sendero que a su izquier­da se interna entre la jara y el brezo. Por un piso pasto de la escorrentía daremos tras un cuarto de hora con un caño de aguas cristalinas, y un par de minutos más tarde con una enor­me y solitaria roca redondeada, plan­tada en la pradera.

El Tolmo es este gran canto roda­do o enorme bola, que se ha conver­tido en protagonista no por la rareza de que una pared se desgaje, rompa y caiga; si no por las enormes dimen­siones que sin duda le hicieron rodar hasta esta pradera, donde se encuen­tra como alma solitaria.

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Escuela de escaladores, quién le iba a decir a su cuerpo serrano, que cuando se desprendió de la brecha que hay inmediatamente a la derecha del risco de FJ Pájaro, iba a acabar lleno de anclajes, cuerdas y pies de gato.

Tras el paréntesis, el camino sigue erre que erre con la subida, sólo que ahora son las jaras estepas y el brezo los que punzan la piel en este estre­cho sendero, efímero lecho de aguas, lleno de surcos y piedra menuda.

Llegar al Collado de la Dehesilla desde El Tolmo nos llevará 25 minu­

tos de acentuada pendiente, en la que uno comienza si acaso a acusar el esfuerzo físico y el ir a plena solane­ra. Pero una vez en el también llama­do Collado de La Silla (1451 m) por su semejanza a tal elemento ecuestre, no hay mejor recompensa que la visión del lejano horizonte y la bri­llante gayuba que forra todo el Hueco de Coberteros.

Desde este punto iniciamos el retorno por el camino que nos trajo aquí, teniendo una segunda oportuni­dad en el caso de haber perdido algún detalle durante la subida.

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DISTANCIA TOTAL : 1 3 kilómetros .

DURACIÓN TOTA U 7 horas .

TIPO D E MARCHA : Circula r

TIEMPOS DE MARCHA: Canto Cochino - Collado de la Dehesilla : 1 hor a y 40 minulos. Collado de lo Dehesilla - Collado de la Ventana: 1 hor a y 1 5 minutos . Collad o de la Ventana - Collado del

Miradero: 1 hor a y 30 minutos. Collado del Miradero - Llano Peluca : 1 hor a y 45 minutos. Llano Peluca - Canto Cochino: 45 minutos.

DESNIVEL: 80 0 metros .

DIFICULTAD: Alta. Al exigente esfuerzo fisico de subir a las más altas cumbres de La Pedriza Posterior, ha y que uni r l o laberíntico de sus pasajes rocosos , e n los que podemos tener mós de

un despiste. TIPO DE CAMINO: Sendo.

AGUA POTABLE : L a fuente de Pedr o Acuña en las inmediaciones del refugio Giner . ÉPOCA RECOMENDADA: L a nieve cubre las señales del PR-1, sin las cuales estamos literalmente perdidos; y tras una fuerte lluvia , las piedras se convierten en escurridizas pistas de patinaje.

SUGERENCIAS: Las más altas cumbres de La Pedriza son un cúmulo de figuras, a las que reconocerás con ayuda de la cartografía propuesta.

CARTOGRAFÍA: Mapa de Lo Pedriza escala 1:15.000 editado por La Tienda Verde.

T anto o más incluos que El Yelmo, llega a fascinar la crestera de laberínticas

agujas, bolas y fantásticas figuras de granito, que pueblan las cotas más al­tas del Circo de La Pedriza Posterior. Sin duda ésta es la zona que más fas­cina a los montañeros no ocasionales. Ello se debe no sólo a sus figuras pé­treas, sino a la dificultad para superar un sinnúmero de obstáculos rocosos.

que obligan a un exigente esfuerzo fí­sico y limita las cumbres a unos pocos.

Aquellos que nunca se hayan acer­cado a La Pedriza, les bastará con seguir las indicaciones de la Ruta 24 (Primeros pasos por La Pedriza y Los Chorros), para llegar a pie o en ccKhe al aparcamiento de Canto Cochino. En la parte final del aparcamiento, más abajo de los quioscos, hay un puente por el que cruzaremos el Manzanares.

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En la otra orilla seguiremos las marcas rojas y blancas del GR-10 (sendero de Gran Recorrido), que sin despegarse del arroyo de la Majadilla nos llevará al Collado de la Dehesi-11a. Este tramo, lleno de historias, leyendas y otras curiosidades, está descrito en la Ruta 27 (El Tolmo) con gran detalle.

Alcanzado el Collado de la Dehe-silla, nos tomaremos un pequeño des­canso, mientras perdemos la vista al frente por el engayubado Hueco de Coberteros. Tras el descanso, aban­donamos las señales de GR-10, y optamos por seguir las pintadas blan­cas y amarillas del PR-1 en dirección al Collado de la Ventana (a la izquier­da). Metidos en faena vamos a reali­zar una durísima subida, esquivando piedras, robles y zarzas; subiendo lajas, bajando bolas... dando gracias a las oportunas señales blancas y ama­rillas, que nos guían cada pocos metros hasta el risco de Mataelvicial.

Tras la fuerte subida viene un llano sembrado de robles, que pronto da paso a una pequeña subida, culmi­nada por la infranqueable pared de las enhiestas agujas de El Torro. ¡Qué laberinto, madre! Cuerpo a tierra pasamos por una pequeña oquedad la infranqueable pared, para salir a un estrecho pasillo encerrado entre las altas chimeneas de la Falsa Bola, la

Bola de Navajudos y Risco Moreno. Apenas un par de minutos dura este tramo laberíntico, que resume perfec­tamente la fascinación por La Pedri­za, antes de que el sendero se escon­da entre el frondoso bosque de pinos silvestres de Navajudos.

Cuando salgamos de nuevo al sol, nos encontraremos con la fuerte subida que bordea por la derecha la pared de los Tres Cestos, compañeros inseparables del Mogote de los Suici­das, hasta alcanzar la pared de Santi-llán y el Cancho de la Herrada. En este tramo, las dificultades de ir sor­teando cantos y subiendo paredes graníticas, volverán a poner a prueba nuestras piernas, y la capacidad para no perder las señales pintadas de la Senda Termes.

Pero superada esta dificultad rozamos el cielo, al haber alcanzado lo alto del cordal, y delante sólo nos queda superar cómodamente por un lado la torre de Los Buitres (1826 m), para alcanzar el Collado de la Venta­na (1785 m) por un sendero sin labe­rintos pétreos.

Este collado es un amplio espacio abierto a plena solanera, con excelen­tes vistas a las dehesas de Miraflores y el verde pinar que cae de La Naja-rra. Pero lo que más nos llamará la atención, es la exagerada pared verti­cal del Risco del Nevazo o Cerro de

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los Hoyos que la cierra al frente, en la que se pueden apreciar con perfecta nitidez el sentido de las diaclasas.

A este magnánimo impedimento rocoso las pintadas amarillas y blan­cas, que señalan el camino, le sortean por ambos lados. Ambas alternativas son válidas, pero nosotros nos decidi­mos por el sendero izquierdo, que baja para hacer un giro alrededor de El Puro, y subir por un estrecho calle­jón hasta La Esfinge.

Fácilmente reconoceremos los rasgos de esta cara pétrea culminan­do la roca, mientras hacia abajo se pierde el amplio Callejón de la Abeja.

Por la izquierda de La Esfinge volvemos a seguir fielmente las seña­les del PR-1, por un intrincado sen­dero que sortea el Pico del Venta­nillo, Estamos en el reino de la fascinación, de un paisaje lunar de altas crestas y desarbolados paisajes, donde el viento y el constante sol de moral inquebrantable nos azuzan.

Tras dejar atrás el Pico del Venta­nillo llegaremos al pequeño Comedor Termes (indicado con pintura), desde donde arranca la última subida de la jomada, que nos llevará a los pies del Dedo de Dios y a la Cuarta Torre de La Pedriza. Éste será un tramo en el que subiremos duramente, entre agu­jas, brechas y lajas de granito duran­

te un cuarto de hora, para alcanzar por fin las cumbres de Las Torres.

Alcanzadas las más altas torres de La Pedriza, el sendero se decide a bajar flanqueado por las agujas de la Primera Torre (2022 m) y las herbo­sas laderas de Cuerda Larga. Sin per­der las pintadas del PR-1 y en com­pañía de los brillantes cursos de agua primaverales, que recorren el valle que hay a nuestros pies, llegaremos en 20 minutos al Collado del Mirade­ro. Justo nombre a razón de las com­pletas vistas que desde él se tienen: la gran bola rocosa de El Yelmo, y el Circo de La Pedriza Postrior al Com­pleto.

Pensando en la bajada, clavamos la mirada en El Yelmo y tomamos el camino que baja al frente, perfecta­mente señalado como PR-2 con pin­tura blanca y amarilla. Así, iniciamos un culebreo por una acentuada pen­diente, que descarna el piso del estre­cho sendero, mientras sorteamos grandes piedras en el recién recupe­rado pinar.

A los 10 minutos del mirador lle­gamos a las cercanías del gorgotean­te arroyo del Prado Poyo, junto al que haremos un pequeño tramo a tenor de lo que podemos escuchar, ya que la maleza no está por la labor de dejar pasar limpiamente la mirada.

Cuarto de hora más abajo entre

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frondoso pinar y robles aislados, donde el brezo y el enebro pueden llegar incluso por encima de nuestras cabezas, llegamos a un segundo arro­yo de aguas cristalinas. La humedad de este curso de agua, alimenta a numerosos abedules de troncos pla­teados y copas caducas; y tapiza de helécho y musgo, un lugar para aque­larres y meigas, donde las cúpulas de los pinos sólo dan acomodo a la penumbra.

Tras su encuentro, bajaremos junto a la orilla de este afluente del arroyo de los Poyos, por un bosque de variable frondosidad que mezcla punzantes acebos, alisos, tupidos pinos y robles emergiendo de peque­ñas grietas. Además, la amable natu­raleza allana la ladera para poder dis­frutar de lo que se ha convertido en un paseo.

Atrapados en este bosque galería, a los diez minutos cruzamos el arro­yo por un rústico puente, para pasar a la otra orilla y alejarnos del arroyo. Decimos adiós a las cristalinas aguas, y sin perder de vista las marcas ama­rillas y blancas, volvemos a las anda­

das con las rocas, para callejear entre enormes bolas y lajas.

En este nuevo tramo alisos, robles, arces, pinos y encinas, aunque dispersos, están ahí para acompañar al brezo, enebro rastrero y jara, hasta que a los 10 minutos volvemos a recuperar el frondoso pinar. Sumergi­dos nuevamente entre robustas copas, varios arroyos encharcan nuestro sendero; y a la par nos encontramos con varios cruces de camino en los que basta seguir el PR-2 (señales blancas y amarillas).

Tras atinar fácilmente con el sen­dero que debemos seguir, la pendien­te se acentúa y se palpa la humedad que acompaña al arroyo de la Venta­na. Curso acuático junto al que hare­mos un largo tramo rodeados por los olores de la resina del pino silvestre, para alcanzar nuevamente en el Llano Peluca ''La Autopista" de La Pedriza. Ahora, bastará bajar relaja­damente junto al arroyo de la Maja-dilla, siguiendo las señales del GR-10 (pintadas blancas y rojas) para concluir nuestra ruta en Canto Cochino,

DISTANCIA TOTAL : 1 3 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 5 horas.

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Mataelpino • Collado Porrón: 1 hor a y 30 minutos. Collado Porrón -Fuente de la Loma de lo Casiruela: 1 hor a y 15 minutos. Fuente - E l Aculadero: 50 minutos.

El Aculadero - Mataelpino: 1 hor a y 25 minutos. DESNIVEL: 50 0 metros .

DIFICULTAD: Medio. Ni la altitud ni la extensión de la ruta representan un serio problema. TIPO DE CAMINO: Carretera cerrada a l tráfico, pisto y senda.

AGUA POTABLE : Un a fuent e e n l o Lom a d e l a Casiruel a y otr a e n e l kilómetr o 8 de lo carretera de Lo Pedriza .

ÉPOCA RECOMENDADA: E n esto sierra donde las nevadas no suelen pasar de los 10 centímetros, cualquier época es buena , s i bien la primaver a con la floración de l brezo blanco , l a retamo y el

cantueso result a especialment e perfumad a y multicolor . SUGERENCIAS: En el caso de que las fuentes del camino cedan al calor, al llegar a lo fuente que hay en el kilómetro 8 de la carretera de La Pedriza , u n sendero sube por la ladera en busca de

El Aculadero, a cuyos pies se prodigan majadas, pilone s y fuentes como la de l Canto de los Cedazos.

CARTOGRAFÍA: Mapa de lo Sierra de Guadarramo 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

A esta sierra casi todo el mun­do la conoce de vista cuan­do aparca el coche o pasa la

noche en la zona de acampada de La Pedriza, ya que sobre ella exhala el sol sus últimos rayos. Su aspecto físico es puro contraste, pues si sus cumbres son una crestera de aborregadas y redon­deadas piedras que caen por la ladera occidental, a la que tapizan la retama,

el brezo y tajara, por la ladera oriental al contrario se extiende una abundante mancha de pino de gran frondosidad.

Nuestra excursión la va a conver­tir en protagonista exclusiva de nues­tros pasos, y si algo hay de originali­dad es que el comienzo no está en el aparcamiento de La Pedriza, sino en el pueblo de Mataelpino. Comenzare­mos a subir pues por la áspera ladera

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occidental, y tras encordar iremos a media ladera descendiendo por un sendero que nos llevará hasta la carretera forestal de La Pedriza, evi­tando así todo contacto con la masifi-cación que sufre esta zona, y los pro­blemas de aparcamiento.

Para llegar al inicio de nuestra ruta, hay que tomar en Mataelpino la carretera local que se dirige a Be-cerril (M-617). Pasado el kilómetro 5

y junto a unas antenas de telecomuni­caciones, parte una pista de tierra (a la derecha) que tomaremos. Tras cien metros sin desviamos de esta pista, descenderemos hasta un riachuelo la que atravesamos por unas grandes losas de granito. Justo en ese momen­to al frente una alambrada sube por la loma, y junto a un contenedor de basuras hay un amplio espacio para aparcar el coche.

Paralelos a la alambrada por un deteriorado sendero en el que la esco-rrentía ha dejado surcos y piedras sueltas, comenzamos una suave subi­da de unos 15 minutos entre jara y morado cantueso, hasta llegar a una primera pradera herbosa completa­mente llana. En ella si levantamos la vista al frente veremos la corona de redondeadas y almohadilladas rocas de la Sierra de los Porrones rayando el azul del cielo, mientras a la izquierda las enormes paredes verti­cales de La Maliciosa cobran un aspecto extraordinario.

Atravesando el verde césped que alegran con sus cantos los grillos, el sendero nos llevará en apenas unos minutos a una nueva pradera de proporciones mucho mayores a la que rodean las jaras. En esta nava, llama­da Majada de los Palanes, aún se ven los restos de las piedras que formaban la cuadra que encerraba el ganado, algún vivac que aprovecha las fisuras entre grandes rocas para resguardarse, y el reguero del arroyo Callejas ador­mecido tras caer violentamente de la montaña. Para no perder el rastro en el tupido césped encharcado que esconde todo camino, hemos de ir por el lado izquierdo de la majada, bus­cando una lengua de verde hierba que se adentra entre la barrera de jaras que cierra este herboso lugar

El sendero, algo escondido en sus inicios, comienza a culebrear, al poco, entre jaras y estepas de gran porte, que prácticamente llegan a nuestras cabezas, y de las que no es raro levantar alguna perdiz que ha establecido su nido entre lo más tupi­do del jaral.

Posteriormente cede la frondosi­dad vegetal y el sendero ahora sí ini­cia un ascenso de pendiente más acu­sada, que endulzan los olores del blanco brezo, el tomillo y el cantue­so, hasta llegar en media hora a una tercera pradera dominada por un cilindrico chozo, antiguo refugio de pastores.

Esta desarbolada nava semicircu­lar a la que cierran La Maliciosa Baja y la Cuerda del Hilo, nos permite explayar ampliamente la mirada para buscar el sendero, que por la parte derecha asciende nuevamente en busca del Collado Porrón.

Este es el último tramo de subida, pero también el que más dificultades entraña: primeramente por ser la pen­diente más acentuada que encontrare­mos; segundo por las dificultades para seguir un desdibujado sendero, en el que tendremos que guiamos en más de una ocasión por los hitos de piedra que anteriores montañeros han ido colocando; y por último que serán 35 minutos de pura solanera.

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Page 110: Guadarrama

Ya en el Collado Porrón (1659 m) podremos descansar en un pequeño rodal de pinos silvestres y corretear entre las crestas rocosas, disfrutando de las vistas: a la espalda la Sierra del Hoyo y al frente Cuerda Larga.

Con la mirada puesta en La Pedri­za, continuamos la ruta descendiendo un poco, lo justo para alcanzar el sen­dero que pasa por el collado y recorre la Cuerda del Hilo. A la diestra y sin desviarnos del camino iremos a media ladera durante 20 minutos por un balcón a La Pedriza, disfrutando de un cómodo piso y un paraje en el que se van alternando zonas de pinos silvestres de troncos asalmonados, con claros densamente poblados de jaras, enebro rastrero y brezo blanco.

A nuestra derecha irán quedando las cresteras rocosas que forman las principales alturas de la Cuerda del Hilo: Cancho Porrón (1669 m) y el Cancho de las Porras (1679 m).

Será precisamente a la altura de este último cuando comencemos a descender suavemente, y en el sende­ro se sucedan tramos excelentes con otros de piedra menuda suelta, duran­te 20 minutos entre un más que fron­doso pinar.

El último tramo antes de llegar a la carretera asfaltada que recorre La Pedriza es un descenso ya en toda regla de al menos unos 30 minutos.

donde el sendero en malas condicio­nes culebrea por la Loma de la Casi-ruela, hasta alcanzar una praderita con dos alternativas. Por la derecha iremos a dar con la carretera asfalta­da a la altura de una fuente con dos caños y exiguo chorro, sombreada por altaneros pinos negrales.

Tras el refresco, por la pista asfal­tada a la derecha haremos un largo tramo de descenso sin posibilidad de pérdida hasta el kilómetro 8 (perfec­tamente indicado con un cartel y con un pilón a su vera). Unos metros más adelante vemos cómo un desvío se dirige a una puerta metálica, que cie­rra el paso a una propiedad delimita­da con un muro de piedra.

Por la derecha y paralelo a este muro comienza un pequeño sendero, que nos hará disfrutar del espectácu­lo geológico de El Aculadero: sobre nuestras cabezas sobrevuelan las enormes paredes tintadas de rojizo y blanquecino de la Torreta de los Porrones (1372 m).

Especial atención hemos de tener cuando el camino se decide por fin a bajar con suavidad entre un espeso jaral que nos recuerda que volvemos a estar en la ladera occidental, hasta dar en menos de 25 minutos con la ermita que el pueblo del Boalo ha dedicado a San Isidro. Desde este lugar en el que se han instalado

mesas de merienda podemos ver Peña Blanca (1600 m), que se une con la Torreta de los Porrones mediante el Collado de Valdehalco-nes, donde no es raro otear algún milano real planeando.

Por delante nos queda el último

tramo del recorrido, en el que duran­te 50 minutos seguiremos curso arri­ba al arroyo del Molinillo por una excelente pista. Para evitar cualquier confusión habremos de guiarnos por las marcas de pintura roja y blanca del GR-10 hasta Mataelpino.

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Page 111: Guadarrama

DISTANCIA TOTA U 1 3 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 5 hora s y 2 0 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular .

TlíMPOS DE MARCHA: Urbanización El Mirador de lo Sierra - Barranco El Contadero: 45 minutos. Barranco El Contadero - Alto de El Contadero: 1 hora . Alto de El Contadero - Casa de

Peñoliendre: 1 hora . Cosa de Peñaliendre - Pinar de Cerro Lechuza: 1 hor a y 20 minutos. Pinar de Cerro Lechuza - Urbanizodón E l Mirador de lo Sierra: 1 hor a y 15 minutos .

DESNIVEL: 30 0 metros .

DIFICULTAD: Baja. Los senderos y las pistas son anchos, de buen piso y están muy trillados. TIPO DE CAMINO: Pist a y sendero.

AGUA POTABLE: El suelo arenoso filtra con rapidez el aguo de lo lluvia y lo escasa nieve que suele caer en est o boi a sierra . Po r ello apenas aprietan lo s calores cualquier hilo de agua

desaparece, hadend o imprescindibl e l o cantimplora . Époa RECOMENDADA: La mayor parte de la vegetación que compone este paisaje está compuesta por jaras pringosa, ¡oro estepa, romero , cantues o y tomillo. Por ello es su floradón (primavera) el

momento más hermoso. Pero la cercanía de lo ciudad y su escaso ohura, lo convierten en un perfecto desahogo pora cualquie r día de l año.

SUGERENCIAS: Pese a que esta ruta no es apta para todos los ciclistas, la parte baja de esta sierra esto surcada por infinidad de senderos y pistas , qu e harán la dolida de los afidonados a

las dos ruedas. E l que la ¡ara apenas sobrepase nuestra cintura, no s garantiza sesiones intensivas de sol y aire.

CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

Que sepa ci viajero que por la Sierra del Hoyo, plagada de pistas

la carretera de Coruña lie- y caminos. ga a Villalba, que esta aje- Para llegar al punto de partida de

treada y densa capital de la Sierra Oes- la excursión, ayúdate del croquis te tiene dos caras. Porque nada tiene hecho para la ocasión. Nos resultará que ver Villalba Estación con el pue- algo complicado movemos por este blecito llamado Collado Villalba, a ti- laberinto de calles, pero de manera rodé piedra de la ladera meridional de simplificada basta recordar que al

"221

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salir de la A-6 debemos seguir los indicadores a Collado Villalba, luego a la urbanización Altavista, y por último coger el desvío al Mirador de la Sierra.

Para los que vengan en transporte público hasta Villalba Estación, el autobús urbano número 3 tiene una parada en la urbanización Mirador de la Sierra, justo en el mismísimo ini­cio de nuestra ruta.

Será precisamente junto a la mar­quesina de autobuses donde tomamos el Camino de la Guija, que unos 100 m más arriba pasa a convertirse en una compacta pista.

Pie en tierra, delante nos espera una larga subida de media hora, en la que no debemos desviamos en ningún momento de la ancha y trillada pista. En este tramo de mediana pendiente, los chalés del inicio darán paso a una

ladera plagada de jara, enebro y romero al frente, y una zona adehesa­da con dispersas encinas de mediano porte al otro lado del camino.

Tras la subida viene una bajada de un cuarto de hora, en la que pare­ce que estrenemos un paisaje de monte bajo y piso arenoso, donde prolifera un laberinto impenetrable de romero y jara. Maraña en la que encuentran cobijo la perdiz con sus perdigones y su enemigo el zorro. Este descenso concluye junto a una caseta de conducción de aguas, donde tomaremos el camino de tierra que poco antes se separa de la pista por la izquierda.

Por él nuestros pasos se harán eco de lo que es adentrarse en una gar­ganta, y así tras los primeros 100 m llanos en los que alcanzamos el arro­yo del Barranco El Contadero, inicia­mos una acentuada subida algo des­camada por la escorrentía, paralelos al bosque de zarzas, rosales y alisos que acompaña al curso de agua. Entre apretadas laderas, de romero y jara la una, y culminada por redondeadas rocas la otra, volveremos a cruzar el arroyo. Además de retomar una dura subida donde el camino convertido en sendero, presenta numerosas heridas y piedras sueltas bañadas en agua. Media hora durará este tramo que concluye al llegar al Portillejo, una

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especie de colladito donde la vista se pasea tanto por Villalba, como por el barranco que subimos.

Tras disfrutar de la panorámica y sin desviarnos del sendero, seguire­mos subiendo otra media hora acom­pañados de un impresionante roque­do de formas "boloptuosas"y hasta alcanzar la cima de El Contadero y Canto Hastial (1372 m). Más agrada­ble nos resultará este trecho de suave pendiente, acompañados de lagartijas colirrojas, que asustadas se esconden entre matorrales reinados por chicha­rras de canto eterno a la solanera. Pero esta falta de sombra es suplida por un paisaje cambiante, en el que se alternan la jara y el romero, con pra­deras herbosas que las corrientes de agua llenan de flores.

Una vez alcanzada la cima podre­mos perder por primera vez la vista por la ladera septentrional, un amplio espacio abierto amesetado, encerrado entre la Sierra del Hoyo y las estriba­ciones de La Pedriza, cuyo caos pétreo vemos con absoluta nitidez.

Sin perder el camino que ahora se convierte en un tímido sendero dibu­jado en el cordal, iniciamos un des­censo de unos minutos hasta un collado; y luego una breve subida hasta ponemos a la altura de una cima rocosa de almohadilladas y que­bradas formas. Al frente y en la leja­

nía se dibuja la rocosa cima de la Silla del Diablo, entre la que no sería de extrañar que alguien encontrara una forma delatora de tan diablescas posaderas, entre tanta grieta, laja, bola y pared granítica.

Tras este alto, el sendero inicia un nuevo descenso poblado por las esen­cias del tomillo, el cantueso y los colores de los pequeños claveles, hasta otro collado donde el sendero se decide a abandonar el cordal, y baja por la ladera plagada de jara. Ayudándose de la depresión creada por el arroyo de Peregrinos (cuan bendito nombre con tan cercanas posaderas), iniciaremos un frenético zigzag de 25 minutos por un descar­nado y abarrancado sendero, hasta alcanzar un estupendo camino carre­tero.

Por este camino a la izquierda ini­ciaremos un sube y baja, que en menos de 10 minutos nos llevará a la Casa de Peñaliendre. Abandonada, actualmente aún conserva la techum­bre, y en sus inmediaciones hay un estupendo mirador, desde el que podemos alcanzar con la vista la cmz del Valle de los Caídos y el Monaste­rio de El Escorial.

Tras deambular por las viejas estancias volvemos a retomar el camino, que ahora convertido en sen­dero iniciará un descenso de 10 mi-

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nulos hasta alcanzar el curso del arro­yo del Barranco de Peñaliendre.

Tras cruzar las cristalinas aguas que fácilmente desaparecen en vera­no, iniciamos un descenso paralelos al cauce plagado de encuentros, durante la media hora que dura. De encuentros, porque de la enjarada ladera que se enfrentaba a nosotros poco antes, pasamos a deambular por una garganta que se aprieta entre las estribaciones de Peñaliendre, y las afiladas alturas de la Loma del Cuchillar, por la que irá desfilando un fragor inusitado. Así no habrán trans­currido cien metros cuando un tupido bosque galería tapizará el arroyo, al que zarzas, rosales, ortigas y alisos convertirán en una maraña impene­trable. Robustos chopos y numerosos olmos se apuntan a la humedad, y en la ladera se alternan la jara, el pinar y las encinas. Además a este tramo viene a unírsele la belleza granítica de las paredes anaranjadas que enca­ñonarán al río, poco antes de que nos separemos de su curso y vayamos a desembocar a una excelente pista de tierra.

Por esta pista (a la diestra) al poco cruzaremos transversalmente el arroyo del Barranco de Peñaliendre (hay una caseta de conducción de aguas), y 10 minutos más tarde dare­mos con las asuas del arroyo de

Peregrinos.

Curso arriba hay un pequeño

merendero refrescado por pequeñas

cascadas labradas en piedras, y la

sombra de fresnos y encinas. Este es

un lugar ideal para descansar antes de

volver a retomar el camino, que por

lajas de granito emprende una subida

breve pero intensa.

Tras este duro esfuerzo llega otro

grato momento de media hora, donde

el camino se torna excelente y com­

pletamente llano, para internarse en

un frondoso pinar, cuyas cúpulas se

extienden hasta Cerro Lechuza. Este

promontorio presenta una alargada

piedra caballera en su cima, cual

dedo pulgar haciendo de perfecto

posadero para la lechuza

Nuestro bello camino concluye al

damos de bruces, con la excelente

pista principal. A la diestra sin des­

viarnos en ningún momento llega­

remos en un par de minutos al arroyo

del Barranco El Contadero, y 10 mi­

nutos más tarde junto a la caseta de

conducción de aguas, donde al inicio

de la ruta tomamos el camino para

subir a la cima de El Contadero.

De aquí al final nos queda una

hora por camino ya conocido, hasta

llegar nuevamente a la urbanización

El Mirador de la Sierra.

224 225

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DISTANCIA TOTAL : 1 2 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL : 6 horas y 2 0 minutos.

TIPO DE MARCHA: Lineal, pero al concluir en lo estación de Los Cotos podemos regresar a Navacerrada o o Madrid en tren.

TIEMPOS DE MARCHA: Puerto de Navacerrada - Alto de Las Guarramillas: 1 hor a y 15 minutos. Alto de Las Guarramillas - Cerro de Valdemortín: 50 minutos. Cerro de Valdemartín -

Cabeza de Hierro Mayor: 1 hor a y 30 minutos. Cabeza de Hierro Mayor - Arroyo Cerrodillas: 1 bor o y 45 minutos. Arroyo Cerrodillas - Estación de Los Cotos: 1 boro .

DESNIVEL: 60 0 metros .

DIFICULTAD: Media. La dificuhad lo pone la bajado por el concbol que cae desde las Cabezas de Hierro, e n lo que se requier e paciendo y derto precaudón

TIPO DE CAMINO: Sendo.

AGUA POTABLE : Arriba e n l o cuerd a n o bo y posibilido d de abastecerse , po r l o que l a cantimplora es impresdndible los días de calor.

ÉPOCA RECOMENDADA: Poro apasionados del esquí de travesía la nieve manda, pero paro los de o pie lo mejor es la primavera y el verano, cuand o el riesgo de nieblas y tormentas es menor. SUGERENCIAS: También los dios de pleno sol sopla un airedllo que puede dejarnos fríos en los descansos. Igualmente son impresdndibles la gorra, los gafos para los días que haya bastante

nieve, botos de suelo dura, y pantalones largos contra el punzante enebro. CARTOGRAFÍA: Hoja 508-lt escola 1:25.000 del Instituto Geográfico Nadonal.

!

C lásica entre las clásicas, re­correr Cuerda Larga es una de las rutas más comunes.

Pero debido a su dureza, en este caso vamos a completar tan sólo la mitad del recorrido. Esta parte comprende la subida desde el Puerto de Navacerra­da al Alto de Las Guarramillas, don­de alcanzaremos el desnudo cordal por

el que iremos superando el Cerro de Valdemartín, la Cabeza de Hierro Me­nor y por último la Cabeza de Hierro Mayor, donde abandonamos el cordal e iniciaremos el descenso hasta la es­tación de Los Cotos.

Lo ideal es acercarse en tren, pero los que prefieran el coche llegarán directamente por la N-601 al Puerto

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de Navacerrada, donde los aparca­mientos que no dan abasto en tempo­rada de esquí son una explanada semidesierta el resto del año.

Nuestro primer objetivo es alcan­zar el Alto de Las Guarramillas por la pista de esquí de la Bola del Mundo. Para ello tenemos dos alternativas: una hacerlo por el camino de cemen­to, que zigzagueando hace más larga y a la vez más cómoda la subida; y la otra es el sendero de durísima pen­diente y piedras menudas sueltas que sin cortarse un pelo sigue paralelo al telesilla.

Si en invierno miles de esquiado­res guapamente vestidos bajan como balas, cuando el calor aprieta sobre la desnuda ladera únicamente las lagar­tijas parecen aguantar entre el piorno y el enebro rastrero. Por el contrario una calma inunda todo, permitiéndo­nos en cada respiro ver a nuestras espaldas el Alto del Telégrafo y Siete Picos.

A los 45 minutos de aire y sol lle­garemos a las instalaciones del telesi­lla, desde donde aún nos queda un pequeño trecho de 20 minutos de menor pendiente por la carretera cementada hasta el Alto de Las Gua­rramillas (2268 m), a cuya diestra la desnudez de la Garganta del Infierno (allá donde los de Navacerrada reco­gían la nieve del Ventisquero de la

Estrada) contrasta con los canchales que de la Maliciosa caen para morir al reverdecido pinar de La Barranca.

Ya en el alto dominado por las antenas de telecomunicaciones, la imaginación descubre el cohete con el que Tintín llegó a la luna, y la vista alcanza a ver por igual las dos me­setas.

A la izquierda (según subíamos) tomamos el sendero marcado con puntos rojos que por el desnudo cor­dal baja al Collado de las Guarra­millas (2159 m). 20 minutos tardare­mos por una pendiente suave que resulta muy cómoda (si no azota el aire), con las pistas de esquí a un lado, y al otro el Ventisquero de la Condesa, cuyas nieves amamantan a un incipiente río Manzanares que ser­pentea entre la Loma de Valdemartín y la agreste Maliciosa.

Desde el collado subiremos al Cerro de Valdemartín (2278 m), por un tramo que será más de lo mismo: un bello mirador desnudo y desabri­gado a lo largo del cordal, que se empina suavemente sin que ningún accidente rocoso altere nuestra mar­cha hasta la cumbre de gneis negruz­co y reverdecidos liqúenes. Esta subi­da durará media hora.

La ruta continua por el cordal con una bajada que igualmente resulta muy cómoda y desabrigada, hasta el

Collado de Valdemartín (2148 m), donde el piorno es mayoría. El des­censo se realiza por la ladera que da al arroyo de Valdemartín siguiendo las marcas blancas y rojas de GR

(Sendero de Gran Recorrido), hasta que en el collado recobramos las vis­tas al lado contrario, donde la cumbre de Peñalara roza las nubes y el Valle del Lozoya abarca todo el horizonte.

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Page 116: Guadarrama

Vista al frente, el ánimo parece amilanarse ante la subida inminente a las rocosas Cabezas de Hierro, por un sendero dibujado entre piorno y ene­bro que resulta asequible excepto en los últimos 100 metros finales, en que hemos de enfrentarnos con los canchales de rocas desprendidas y esparcidas que caen de la cumbre.

Tres cuartos de hora durará esta ascensión en la que el camino, mar­cado con pintura blanca y roja (GR), irá buscando los lugares menos exi­gentes, pero nada suavizará la pen­diente de los últimos metros antes de alcanzar la Cabeza de Hierro Menor (2371 m).

Desde la cumbre menor, al alcan­ce de la mano parece estar Cabeza de Hierro Mayor, pero antes tendremos que ayudarnos de pies y manos para bajar por los enormes bloques de pie­dra desgajados por los que debemos seguir fielmente la pintura roja y blanca del GR. Los menos avezados harán bien en bajar por donde subie­ron, y perdiendo algo de altura bor­dear las enormes piedras que forman la cumbre Menor, para llegar al colla­do desde el que arranca la Cabeza de Hierro Mayor.

El último tramo de subida nos resultará más fácil de lo que pensába­mos, y arriba, junto al vértice geodé­sico (2380 m) las vistas son colosa­

les: al sur la crestera de La Pedriza y al norte la nevada Peñalara.

Tras disfrutar de las vistas y un descanso iniciaremos el descenso a Los Cotos, para lo que primeramente volveremos al collado que separa ambas Cabezas de Hierro. Desde el collado y con la vista puesta en Peña­lara, iniciamos un descenso tratando de dejar una gran mole rocosa que hay frente a nosotros a nuestra dere­cha. Alcanzar esta gran roca nos lle­vará unos 15 minutos de dura bajada (sobre todo para los tobillos), por una pendiente muy acentuada formada por gruesas piedras tintadas de verde y amarillo. Por contra podremos deleitarnos con la garganta que forma a la diestra el arroyo de Peña Mala, y a la izquierda los espectaculares Circo de las Cerradillas y el Circo de las Guarramillas, un paraje casi lunar de agrestes e inhóspitas paredes ver­ticales y reverdecidos canchales.

Llegados a esa gran roca hemos de prestar atención a los hitos de pie­dras amontonadas que marcan el ini­cio del sendero de acentuada pen­diente, que se ayuda del incipiente curso de un arroyo. Por lo que no es de extrañar que numerosas piedras sueltas compongan el piso de este sendero que se desdibuja entre el punzante enebro rastrero.

Tres cuartos de hora más abajo, el

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Page 117: Guadarrama

arroyo es un caudaloso cauce de estrepitoso gorgoteo, al que el cami­no sigue con dificultad, por lo que bajar junto al arroyo es la mejor refe­rencia para dar en la parte derecha del cauce con una majada (1 hora y 45 minutos de bajada). Este antiguo corral de ganado marca el inicio del pinar y las praderas de las Navas de Cabeza de Hierro.

Tras descansar en este idílico lugar continuamos el descenso entre pinos silvestres y punzante enebro, ayudados del margen derecho del arroyo, que 15 minutos más abajo se une con el arroyo Cerradillas.

Justo en ese punto un puente de troncos nos ayuda a cruzar el arroyo

y nos pone a los pies un señor sende­ro. Tras una primera rampa, el cami­no avanza a media ladera entre un frondoso pinar silvestre, donde soni­dos de negros mirlos y multicolores carboneros, acentúan aún más esta deliciosa velada.

Cómodamente, casi paladeando cada paso por este fantástico sendero de excelente piso, llegaremos en media hora al arroyo de las Guarra-millas. Nuevamente un puente de troncos nos cruza al otro margen para alcanzar al poco el refugio El Pinga-rrón, y poco después la carretera asfaltada que a la derecha nos llevará hasta la estación de ferrocarril del Puerto de Los Cotos.

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DISTANCIA TOTAI : 1 6 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL : 4 hora s y 3 0 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Puerto de Navocerrada - Arroyo del Puerto de El Paular: 1 hora . Arroyci del Puerto de El Paular - Puerto de El Paular o Los Cotos: 1 hor a y 15 minutos. Los Cotos -

Bola del Mundo o Alto de los Guarramillos: 1 hor a y 45 minutos. Alto de Las Guarramillas -Puerto de Navocerrada: 30 minutos.

DESNIVEL: 83 0 metros.

DIFICULTAD: Media. Pese o transcurrir por pistas y caminos que hacen fácil disfrutar y difícil perderse, pocos tramos hay que se les pueda considerar llanos. E s por tanto lo constante

pendiente nuestro verdugo a lo largo del dio . TIPO DE CAMINO: Pista , camino carretero y sendero.

AGUA POTABLE: L a falta de fuentes la suplen un buen numero de arroyos y corrientes de agua que encontraremos en la primera part e del recorrido . Per o conseguir aguo en la desnuda Loma

del Noruego es otro cantar, donde lo cantimplora se hace imprescindible. ÉPOCA RECOMENDADA: Evitar ton sólo los épocas de ventisca en lo Loma del Noruego. En cuanto al Pinar de Valsaín cualquier época es buena, pero los días de color aplastante se mitigan por la

penumbra y la humedad que reina bajo los pinos. SUGERENCIAS: El que Valsaín fuera cazadero real tiene mucho que ver con el hecho de que hoy seo e l más frondoso pinar silvestre de la Sierra de Guadarrama. Alejado de las manos de los

ganaderos y sus frecuentes quemas, e l pinar es hoy aprovechado como antaño por los leñadores, y resulta un refugio inestimable para los huidizos y numerosos corzos que en él

^ h a b i t a n . La ruta se puede acortar a la mitad tomando, en la estación de Los Cotos, e l tren. CARTOGRAFÍA: Hola 508-11 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional í »

Del infierno al cielo: de la li- áspera y desabrigada Loma del No-teral caída a lo más pro- ruego, en busca de la Bola del Mun-fundo del valle pinado de do. Así es esta excursión, pura con-

Valsaín, donde las cúpulas tamizan la tradicción: el pinar más popular por luz tenebrosamente, a la subida por la su frondosidad, y la común fisonomía

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desarbolada de las altas cumbres gua-darrameñas.

Comenzamos nuestra ruta en el Puerto de Navacerrada, al que es pre­ferible llegar en el tren eléctrico que parte de la estación de Cercedilla. A este pequeño tren sus viajeros (mon­tañeros, ciclistas, esquiadores...) le contagian una atmósfera aventurera, durante su alegre subida entre hermo­sos paisajes pinados o nevados.

De la estación habrá que subir andando hasta lo alto del Puerto de Navacerrada (1860 m), donde los res­taurantes y aparcamientos que en verano se llenan de puestos de artesa­nía, se reparten el espacio.

Justo detrás del cartel verde que anuncia la provincia de Segovia, bajaremos por la grava del arcén, para tomar un pequeño sendero de muy malas trazas. Unos diez minutos durará este tramo, en el que iremos sorteando pinos y troncos secos por un piso herboso, donde la intuición y pequeños mojones de piedra nos irán guiando, hasta dar con un marcado camino carretero.

Sumergidos en un frondoso pinar de troncos asalmonados, el camino ahora muy marcado por las rodadas de los leñadores cae vertiginosamen­te por la ladera tapizada de heléchos durante 20 minutos, hasta dar con el arroyo de las Pintadas. Sólo el buen

piso y la buena sombra atenúan la gran pendiente de la ladera, de este estrecho y profundo valle por el que corre el arroyo, al que si bien oímos gorgotear no veremos hasta el final.

Alcanzado el arroyo otro camino se une al nuestro para cruzar las aguas, y dar con un amplio espacio polvoriento en el que leñadores acu­mulan los troncos serrados. Ante la confusión de senderos que van a dar a este lugar, nosotros nos guiamos por el cauce del arroyo, junto al que seguiremos descendiendo por una pista, que tras cruzar el arroyo de las Fuentes, da con una deteriorada pista de asfalto.

Sin perder el arroyo de las Pin­tadas de nuestro lado, volvemos a retomar la acenmada bajada, que el desmenuzado asfalto atenúa conside­rablemente. Este tramo, hecho para disfrutar, no deja pasar la vista mas allá de los espigados troncos, que crean un bosque de sombras muy dado a la imaginación. Durante 20 minutos, robustos pinos y prade­ras de heléchos cobijan escurridizos corzos, que a la carrera desaparece­rán; picapinos de rama en rama esquivan nuestra presencia, y un sin­fín de cánticos nos perseguirán hasta la conclusión de la bajada.

Será entonces cuando al paso nos salga una estupenda pista asfaltada.

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en la que varios troncos exhiben las marcas rojas y blancas del GR-10.1. A la diestra, paralelos al arroyo del Puerto de El Paular, iniciaremos una dura subida de diez minutos entre la penumbra y la humedad que cobijan las apretadas cúpulas, hasta dar con una pradera y un vivero de pinos. Levantando la vista, gracias al claro abierto por los leñadores para amon­tonar los troncos, vemos Peña Cítores

(2180 m) y las laderas de Dos Her­manas, mientras a la espalda se ele­van Las Guarramillas.

Ahora bajo la tutela de las marcas del GR-10.1 (Sendero de Gran Reco­rrido), unos cien metros más adelante abandonaremos el asfalto por la pista de tierra que sale por un lado.

Por el llamado Camino Viejo de El Paular comenzamos a subir mode­radamente, gracias a un excelente

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piso compacto, por una ladera de frondoso pino y brillante helécho, en la que altas escobas tiñen de amarillo los bordes del camino. Durante media hora iremos ascendiendo sin ver (pero presintiéndolo) el arroyo del Puerto de El Paular, al que vierten numerosas corrientes de agua que antes encharcan el camino, hasta alcanzar el puente de cemento por el que cruzaremos la potente corriente del arroyo del Infierno.

A partir de este arroyo la subida entra en la solana, donde el pino se clarea y cede la humedad que alimen­taba el helécho. Por una pendiente más suave haremos los 25 últimos minutos al Puerto de El Paular o de Los Cotos (1848 m). Un tramo donde la pista pierde calidad, pero recobra las trazas del Camino Viejo de El Paular, como demuestran los tramos empedrados y el muro lateral, que obligan a los ciclistas a tomar como alternativa un sendero paralelo.

Justo cuando damos con el origen del arroyo del Puerto de El Paular, a nuestra derecha el tejado de la esta­ción sobresale por encima de los pinos, y al poco nos encontraremos con la carretera, aparcamientos, res­taurantes... y toda la parafernalia de la antigua estación de esquí de Los Cotos.

En este punto podemos dar por

finalizada nuestra excursión, toman­do el tren eléctrico hasta el Puerto de Navacerrada o Cercedilla.

Para los que decidan regresar al Puerto de Navacerrada andando, junto al arranque de la carretera que va a Valdesquí, hay una pequeña edi­ficación a la que llegan unas escale­ras de piedra. Detrás de esta caseta tomaremos el sendero, que hará suyo el desnudo cordal de la Loma del Noruego, por el que alcanzaremos la Bola del Mundo.

A cien metros de esta caseta cogemos el ramal derecho de un camino transversal con el que damos, para salir a una pradera donde volve­mos a decidirnos por el camino que sube a la diestra. Por este último ire­mos entre pinos más clareados, tomando altura por cualquiera de las alternativas que nos salen al paso, pues ambas confluyen para terminar en el depósito de agua que culmina El Altozano (1921 m).

En este lugar es donde se tiene la impresión más segura de que nos adentramos en un nuevo paraje (totalmente contrario al anterior) marcado por la desnudez arbórea y la plenitud de paisajes. Las vistas no decepcionan: al frente el desnudo cordal de la Loma del Noruego, a la izquierda los canchales lunares que caen de las Cabezas de Hierro, a la

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derecha el protundo Pinar de Valsaín y las cumbres de Dos Hermanas, y a nuestra espalda se abre el alargado Valle del Lozoya.

A partir del depósito iniciamos una bajada de unos minutos, acompa­ñados de los últimos pinos, hasta alcanzar el collado (1886 m) que marca el inicio de las primeras ram­pas de Peña del Águila (2004 m). La subida a esta cima apenas nos llevará 20 minutos por un piso de piedras suelta, que acentúan el esfuerzo en el paisaje donde nos sumergimos de lleno: el reino del aire, el sol, el pior­no y el enebro rastrero.

Alcanzada la cima de Peña del Águila no vemos más que algún remonte, y algunos granos rasgando con ecos roncos el silbar del aire; y si perdemos la mirada en el horizonte castellano, descubrimos por primera

vez la dorada llanura de cereal vera­niego, contrastando con la verde pinada de Valsaín.

Por delante nos espera un tramo de suave sube y baja, donde el cami­no convertido en sendero se difumi-na, y nos obliga a guiarnos por el inconfundible cohete lunar (rojo y blanco) en el que Tintín viajó a la luna, para plantamos ante el inicio de la dura rampa a la Bola del Mundo.

Llegar hasta la Bola del Mundo o Alto de Las Guarramillas (2268 m) será una penosa media hora, pero la contemplación de las dos mesetas por igual será una recompensa justa. El último tramo del día es el descen­so al Puerto de Navacerrada, al que vemos a nuestros pies. Lo podemos realizar fácilmente por la carretera de cemento que zigzaguea por la loma.

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DISTANCIA TOTAL : 1 3 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 5 horas .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Puerto de Novacerrada - Séptimo Pico: 1 hor a y 15 minutos. Séptimo Pico -Segundo Pico: 35 minutos. Segundo Pico - Pradera de Navarrulaque: 40 minutos.

Navarrulaque - Riscos de la Cueva Lirón : 1 hor a y 20 minutos. Riscos de la Cueva lirón -Puerto de Navacerrada: 1 hor a y 15 minutos.

DESNIVEL: 280 metros del Puerto de Navacerrada al Séptimo Pico, y 270 metros del río Pradillos a l a Prader a de Siete Picos

DIFICULTAD: Media. Lo subida desde el arroyo del Pradillo se hace dura y es fódl perder de vista las pintadas amarillasque nos guían.

TIPO DE CAMINO: Camino carretero y en su mayo r parte sendo. AGUA POTABLE : E n lo s pradera s d e Majalasn o y Navarrulaqu e ha y fuente s qu e marca n

prácticamente e l intermedio de la excursión . ÉPOCA RECOMENDADA : Primaver a y verano.

SUGERENCIAS: La cresta rocosa de Siete Picos es un conjunto granítico cuya belleza radica en lo acción erosiva de los agentes naturales , que da como resultado

un paraj e de parede s verticales coronadas por rocas cuarteadas y en difíci l equilibrio .

CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierro de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tiendo Verde.

S iete Picos es quizás la estam­pa rocosa más reconocible a simple vista de la Sierra de

Guadarrama. Además de ser una de las rutas más populares gracias a su fá­cil acceso desde el Puerto de Navace­rrada, al que se llega en coche desde Villalba por la M-601 o en el tren que parte desde Cercedilla. Aunque tam­

bién habría que destacar las numero­sas rutas que llegan a todos los rinco­nes: la senda que recorre la cresta ro­cosa, el Camino Schmid por la umbría, y por la solana la Senda de los Herre­ros; lo que nos permite combinarlas según nuestro estado de forma o tiem­po del que dispongamos.

Nuestros primeros pasos en el

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Puerto de Navaccrrada tratarán de alcanzar la última torreta del telesilla de la pista de esquí del Telégrafo. Es una subida dura pero corta, que en temporada de esquí debemos realizar por un lateral de la pista.

Por el cordal de la montaña parte un camino amplio y despejado, en el que tomaremos como referencia una segunda cumbre rocosa, el Alto del Telégrafo (1978 m). Nuestro camino la sorteará cómodamente por la dere­cha para dejamos, tras media hora de paseo, en el collado que precede a las cumbres de Siete Picos.

En este collado llamado Pradera de Siete Picos, hacemos nuestro el sendero que por la divisoria de aguas trepa sin contemplaciones. Guiados por numerosos hitos de piedras amontonadas iremos tomando altura por una ladera plagada de rocas y unos cada vez más escasos pinos, para llegar en apenas 50 minutos a la cresta rocosa del Séptimo Pico.

Superados los 2000 metros de altitud sólo la desnuda roca granítica embellece este punto del recorrido, mientras allá abajo los pinos silves­tres se extienden frondosamente por Valsaín y La Fuenfría. El Séptimo Pico, por ser el más alto, tiene vérti­ce geodésico (2138 m), y subir a él precisa de un poco de pericia para superar los desproporcionados es­

calones rocosos que llevan a su cumbre.

Una pequeña senda sortea en menos de 30 minutos los restantes picos, algunos por la derecha y otros por la izquierda, hasta llegar al Segundo Pico, formado por dos gran­des rocas que a modo de mirador ofrecen distintas perspectivas. Desde la roca derecha Valsaín y Collado Ventoso, desde la izquierda veremos el Primer Pico o Pico de Majalasna. Desde este estupendo mirador rocoso podemos también distinguir con pre­cisión el Tercer Pico, en el que se abre la Ventana del Diablo, y el pun­tiagudo Cuarto Pico llamado Cuerno; el resto es un amasijo de rocas en el que es difícil saber cuál es cuál.

Muchos son los que colman el día con el correteo y las vistas desde estas cumbres, así después de tan agotadoras emociones inician la baja­da a Collado Ventoso para refrescar­se en la fuente de los Alevines, y siguiendo los puntos amarillos por la Umbría de Siete Picos retornar al Puerto de Navacerrada.

Pero para los que quieran macha­carse un poco más y gozar de uno de los caminos más genuinamente mon­tañeros, el siguiente paso es alcanzar el sendero que entre el Segundo Pico y Tercer Pico baja hacia la vertiente madrileña. Cuarto de hora tardare-

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mos por este deteriorado sendero de fuerte pendiente, que más tarde se suaviza y difumina hasta la Pradera de Majalasna, al pie mismo del casi siempre olvidado Pico de Majalasna y desconocido como Primer Pico (1933 m).

En la parte más baja de esta des­pejada pradera hay una fuente en la que darnos un merecido descanso, antes de seguir los puntos amarillos que marcan la Senda de los Alevines, por la que tras un kilómetro de cómo­

da bajada alcanzaremos la pradera de Navarrulaque.

Esta amplia nava atravesada por la excelente pista de la carretera de la República, tiene al otro lado de la carretera el refugio-fuente de Aurrula-que, en donde refrescamos antes de volver al punto donde dejamos el sen­dero de puntos amarillos. Pero ahora para continuar por la Senda de las Verceíllas, perfectamente indicada por un cartel y señalada como PR-8 con bandas de pintura blanca y amarilla.

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Este sendero de Pequeño Recorri­do es un amplio y cómodo camino que a media ladera no coge altura, por lo que será como un balcón al valle hasta dar con el río Pradillos. Inmersos en una soleada ladera, dos momentos hay en este tramo real­mente interesantes: uno al cuarto de hora al pasar una primera corriente de agua de cierta importancia, en la que aparecen junto al tupido pinar silvestre algunos acebos de puntiagu­das hojas y frutos rojizos; y otro cuando nos encontramos con el río Pradillos.

Siguiendo las señales blancas y amarillas del PR en rocas y árboles, cruzaremos el laberíntico cauce, de cuya humedad surge una interesante galería boscosa de pinos, enebros, rosales silvestres y heléchos, para dar con el inicio de la Senda de los Herreros.

Como lo prometido es deuda, a partir del arroyo comenzaremos una acentuada subida por un sendero muy montañero, por el que hemos de ir buscando constantemente las seña­

les blancas y amarillas para orientar­nos. Con la corona pedregosa de Siete Picos sobre nuestras cabezas, éste es uno de los más bellos y duros tramos, en el que sorteamos piedras tratamos de no perder el camino y la acentuada subida nos saca los colo­res. En una hora daremos con la aris­ta (Riscos de la Cueva Lirón) que baja del Séptimo Pico, desde donde recobramos las vistas al Alto de Las Guarramillas y a la majestuosa Mali­ciosa.

Con el valle del río Navalmedio a nuestros pies, dejamos atrás la arista e ignoramos al poco un camino-esco-rrentía que se nos cruza transversal-mente. Ante cualquier duda, las seña­les amarillas siguen haciendo su aparición hasta desembocar en otro camino, por el que continuaremos para damos de cara con la enorme piedra que hace de indicador en la Pradera de Siete Picos.

De nuestra jornada sólo queda volver al Puerto de Navacerrada por el camino que ya utilizamos anterior­mente.

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.. . . DISTANCI A TOTAL : 1 8 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 6 hora s y 1 5 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Puerto de Los Cotos - Arroyo de las Cerrodillas: 1 hor a y 15 minutos. Arroyo de tas Cerrodillas - Arroyo de Peña Malo: 1 hor a y 30 minutos. Arroyo de Peño Mala -Puente de Lo Angostura: 1 hor a y 45 minutos. Puente de Lo Angostura - Puerto de Los Cotos:

1 hor a y 45 minutos . DESNIVEL: 40 0 metros .

DIFICULTAD: Bajo. Agazapados en la garganta de La Angostura, cuando tomemos altura lo haremos I por uno excelente pisto, que lejos de encumbrar se dedica o i r o media ladero cual bolcón serrano.

La ruta, pese a ser algo larga, no es nada exigente con los porcentajes de la subida. TIPO D E CAMINO : Sendero , per o mayorment e pista y camino carretero.

AGUA POTABLE : Fuentes no veremos en todo e l camino , per o e l constante bullir de potentes arroyos es la not a predominant e en este recorrido.

ÉPOCA RECOMENDADA: Incluso los dios veraniegos de mucho calor, hay que echarle algo de valor para meterse en las frías aguas de los arroyos. Pue s lo frondosidad del pinar y las constantes corrientes de agua mitigan con creces los royos del sol. Po r tonto es el verano lo mejor época

pora e l público en general. SUGERENCIAS: Un intrincado y frondoso pinar puebla las laderas de La Angosturo, pero a cada

arroyo o curso de agua le acompaño un bosque galería de gran riqueza, compuesto por alisos, plateados abedules, chopos, heléchos , zarzos, rosales silvestres, mentas y ortigas, en los que podemos encontrar especies ton "exóticas" como tejos y acebos. Todo ello forma un conjunto

ton frondoso que resulta un excelente refugio poro corzos , jabalíes , zorros y ardillas. CARTOGRAFÍA: Hoja 508-11 escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacionol. I

L a Angostura es una estre­cha garganta por la que se desliza el arroyo de La An­

gostura, encerrado entre las empinadas laderas de Cabeza Mediana y las Ca­

bezas de Hierro. \in nuestra ruta as­cenderemos lo suficiente por las lade­ras de las Cabezas de Hierro, como para no perder ningún detalle aéreo de este estrecho pasillo. Posteriormente

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descenderemos al arroyo de La An­gostura, para seguir de cerca su curso hasta el Puerto de Los Cotos o de El Paular.

Nuestra jomada comienza en el conocido popularmente Puerto de Cotos, cuyo nombre original es el de Los Cotos. Para llegar hasta aquí la mejor opción es el tren que parte de la estación de Cercedilla, cuyo alegre traqueteo se desenvuelve por lo más escondido del pinar.

Una vez con los pies en el puer­to tomamos la carretera a Valdesquí (perfectamente señalada), para abandonarla (a unos 100 metros) por una pista cerrada a los vehículos, perfectamente marcada por una señal que indica al refugio El Pinga-rrón.

Tomando esta estupenda pista bajaremos entre frondoso pino y pra­deras en las que pastan las vacas, acompañados de las vistas del Alto de Las Guarramillas, el Valle del Lozoya y los canchales de las Cabe­zas de Hierro. Al cuarto de hora lle­garemos al refugio El Pingarrón, un amplio caserón de piedra.

Desde el refugio el camino vuel­ve a bajar entre denso pino silvestre, pero esta vez por una dura pendiente que estropea el camino, para alcanzar el arroyo de Las Guarramillas en diez minutos. De aguas cristalinas y velo­

ces, un puente de madera nos ayuda­rá a cruzar a la otra orilla, mientras nuestra mirada apenas puede pasar por los frondosos pinos que se aprie­tan en el lecho de esta estrecha gar­ganta.

En la otra orilla nace un cómodo sendero que sube suavemente por la ladera de pino, jara y enebro rastrero durante diez minutos, en el que ten­dremos unas magníficas vistas de Peñalara a nuestras espaldas.

Tras la subida viene un cómodo faldeo de cara al espectacular canchal de las Cabezas de Hierro de un cuar­to de hora, que concluye al desviar­nos por el primer sendero que des­cienda. Al desviarnos alcanzaremos el arroyo de las Cerradillas en unos minutos, por un sendero de bastante pendiente y piedras menudas sueltas. Alcanzado el arroyo, una fría sensa­ción transmitida por las sucesivas cascadas transparentes y las musgo­sas piedras, se apoderan del ambiente y del viajero.

Encajonados en la estrecha gar­ganta de robustos troncos asalmo­nados, los pinos nos rodean por doquier, mientras atravesamos el des­vencijado puente que cruza las aguas, y seguimos el sendero poblado de cantos rodados que baja paralelo al curso del arroyo de las Cerradillas. Cincuenta metros más abajo volve-

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mos a cruzar a la orilla izquierda, y tras otros cincuenta metros por una pista de cantos sueltos y barranque­ras, volvemos a cruzar por un nuevo puente a la orilla derecha.

En este punto topamos con una amplia pista de tierra, por la que haremos una dura bajada atenuada por el buen piso, paralelos al encaja­do arroyo y por un sombrío lugar. Tras un cuarto de hora la pista se divide en dos alternativas muy claras, y nosotros optamos por la que sube.

Alejándonos del arroyo por una pista de excelente piso, comenzamos a subir por una empinada ladera de impenetrable maraña de pinos y helé­chos, fruto de la humedad creada por numerosas corrientes de agua. Media hora durará este tramo en el que al ir tomando altura, nuestro camino se convertirá en un balcón a las laderas pinadas que caen hasta dar con el Valle del Lozoya, y a los canchales que suben hasta las cumbres de Pe­ñalara.

Tras la larga subida haremos una ligera bajada de 100 metros, para irnos a encajonar en la garganta del arroyo de Peña Mala, un lugar frío y umbrío poblado por pinos y frondo­sos heléchos. Alcanzado el arroyo de aguas transparentes, donde podemos descansar y refrescarnos, el camino se divide en dos alternativas.

Tomando la pista más trillada ini­ciaremos un suave faldeo durante una hora, en el que se alternan llanos con bajadas, por una solana en la que nos iremos encontrando arroyos como el del Hierro y el de la Majada del Espi­no. Este tramo del que disfrutaremos mucho, ya sea por las vistas de Cabe­za Mediana o de las laderas que suben hasta Cabeza de Hierro Mayor, concluye cuando la pista se divide en dos nuevas alternativas.

Tomando la pista de la izquierda bajaremos durante media hora hasta dar con el arroyo de Valhondillo, que en su caída viene acompañado de un bosque galería de alisos, zarzas, reta­mas, heléchos, acebos, ortigas y pinos. Una extremada frondosidad favorecida sin duda por la orienta­ción de la lóbrega garganta, que acoge al arroyo desde su nacimiento en la Loma de Pandasco.

Tras cruzar a la otra orilla conti­nuamos con un fuerte descenso de 25 minutos, al principio paralelos a la humedad del agua que favorece la aparición de algún acebo aislado, y viste por completo la ladera de helé­cho y pino; y posteriormente apreta­dos entre amarillas escobas, hasta dar con el puente de La Angostura.

Sin cruzar el puente, tomaremos la pista que sube paralela al arroyo de La Angostura, al que acompaña un

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enigmático bosque galería de acebos, robles, alisos y pinos.

Esta ligera subida queda truncada a los 20 minutos, cuando guiados por las señales del PR-1 (estacas de madera con flechas de colores) nos desviamos a la derecha, para tomar el viejo Camino de las Vueltas.

Este antiguo camino carretero del XVIII que unía El Paular con La Gran­ja, eludiendo los temporales del Puer­to del Reventón (el camino más corto entre ambos lugares), aún conserva tramos empedrados y cierta magia. Doscientos metros por él, y nos vere­mos obligados a cruzar el arroyo de

La Angostura por un desvencijado puente de maderas podridas.

Tras sobrevolar las aguas, retoma­mos la subida paralelos al arroyo por una magnífica pista de tierra, por la que media hora más tarde volveremos a cruzar el arroyo de La Angostura.

Sin desviamos de la pista más trillada continuaremos subiendo, pri­mero junto al arroyo de La Angostu­ra y luego junto al arroyo de las Cerradillas, durante 20 minutos. Hasta que por fin la pista concluye y damos con el inicio del sendero al refugio El Pingarrón, camino que ya conocimos anteriormente.

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DISTANCIA TOTAL: 16 kilómetros. « ^ ^ ^ ^ ^ DURACIÓN TOTAL: 6 horas .

TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Puerto de Los Cotos - Puente de La Angostura: 1 hor a y 20 minutos. Puente de Lo Angostura - Preso del Pradillo: 45 minutos. Preso del Pradillo - Cabeza Mediana:

1 hor a y 4 5 minutos . Cabeza Mediano - Sillada de Garcisancho: 1 hora . Sillada de Garcisancho -Puerto de Los Cotos: 1 hora .

DESNIVEL: 48 0 metros .

DIFICULTAD: Media. La bojado es tan agradable, que la subida se hace eterna. TIPO D E CAMINO: Pista , camino carretero y sendero.

AGUA POTABLE : L a primero parte de l recorrid o iremos en todo momento paralelos o junto a un curso de aguo. Per o lo segunda port e de lo rut a viene marcad a por lo ascensión a Cabeza

Mediana, en cuyos duras rompas no encontraremos aguo. ÉPOCA RECOMENDADA: Induso en el verano hoce una rasco, que o muchos echa para atrás a la hora de bañarse en las numerosas pozas que hay en el arroyo de La Angostura. E l hecho de

encontrar acebos obligo a dejarse caer por aquí en invierno, cuando los rojos frutos están en su apogeo. La alternancia de tejos, alisos, abedules, zarzos , álamos y robles, con el pinar silvestre

en los cercanías de la presa del Pradillo, hocen o ese tramo espedalmente hermoso en otoño. En cuanto a lo primavera, las flores y mariposas yo se encargan de convencernos.

SUGERENCIAS: El bañador en verano es impresdndible, pero no olvides una prenda de abrigo aunque el dio sea caluroso. Algunos corzos se esconden en la espesura del sotobosque más

umbrío, s i ondas con sigilo no será raro que sorprendas o alguno. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

E l amplio aparcamiento del Puerto de El Paular o Los Cotos está dividido en dos

por el arroyo de Los Cotos. Esta co­rriente de agua será nuestro pasaporte para internarnos en el frondoso bosque de pinos, y alcanzar la estrecha gar­

ganta de La Angostura, que está a nuestros pies.

Para ello bajaremos por un sen­dero muy montañero, al que sería difícil seguir al principio, si no fuera porque va paralelo en todo momento al arroyo. Sólo en su parte final la

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senda adquiere un aspecto fácilmen­te reconocible. Este tramo por una ladera de pino, molesta retama y ene­bro rastrero, tiene el aliciente de ver cómo el agua en su acentuada caída forma sucesivas cascadas encaño­nadas.

A los 20 minutos del puerto alcanzaremos el lecho de la garganta, momento en el que cruzamos el arro­yo de Las Guarramillas y damos con un camino carretero de piso herboso. Rodeados de un frondoso pinar albar hasta donde es capaz de alcanzar la vista, tomamos ese camino carretero a la izquierda, para unos 100 metros adelante cruzar por un puente el arro­yo de las Cerradillas y dar con una excelente pista.

Descendiendo por esta pista de tierra que sigue las marcas del RV-1 (Ruta Verde), e ignorando otros caminos menos trillados, cruzaremos en unos minutos una caudalosa corriente de agua, que tras la con­fluencia de varios arroyos menores se ha convertido en el arroyo de La Angostura, junto al que bajaremos buena parte de nuestra ruta.

Así, sin despegarnos de la orilla seguimos bajando gracias a una exce­lente pista, por la que un cuarto de hora más tarde cruzaremos el potente arroyo de la Laguna de Peñalara, cuyo curso vestido de acebos, alisos.

brezo y pino, va a desembocar en el arroyo de La Angostura.

Cien metros más adelante del arroyo de la Laguna de Peñalara ignoraremos la pista trillada por la que vamos, y tomaremos el camino menos trillado de la derecha. Guiados por las señales del RV-1, cruzaremos el arroyo de La Angostura por un puente de viejas maderas podridas, y daremos con el viejo Camino de las Vueltas, como demuestra el empedra­do del camino. Utilizado desde el siglo xvni para unir el Palacio de La Granja con el Monasterio de El Pau­lar por el Puerto de El Paular, era una alternativa más larga al Puerto del Reventón, pero que eludía los tempo­rales y neveros de tan alta cota.

Por el Camino de las Vueltas haremos 200 metros, para desembo­car nuevamente en una magnífica pista por la que continuaremos bajan­do muy cerca del arroyo de La Angostura. Encorsetados entre esco­bas y pinos, la humedad que tapiza de musgo los márgenes da vida a aisla­dos acebos y robles, mientras en el agua alisos, abedules y zarzas, for­man una maraña impenetrable.

Tras 20 minutos acompañados de tan enigmático bosque, daremos con una amplia pradera, junto a la que el curso del arroyo ha formado profun­das pozas; y tras la cual se encuentra

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el puente de La Angostura, en el que todos los caminos parecen confluir.

Sin cruzar el puente, hemos de tener especial atención en tomar el camino carretero que sale a la izquierda de la trillada pista que sube por la ladera. Las hierbas del piso hacen que pase inadvertido, pero el estar marcado con una estaca de madera y el hecho de que continúe paralelo al arroyo, son las mejores indicaciones para dar con él.

Por delante nos espera un camino llano muy cómodo, que durante 20 minutos recobra su aspecto de viejo camino carretero con robustos árboles ceñidos al borde, lo que sin duda es más grato que las amplias pistas polvorientas. Y aunque vamos algo alejados del curso de agua, cru­zaremos transversalmente sucesivos arroyos a los que acompañan tejos, acebos y alisos.

Concluido el tramo llano, el camino se convierte en un sendero que comienza a subir y a bajar como un tobogán durante un cuarto de hora, atravesando por pequeños puentes numerosas corrientes de agua. En las laderas y en el cauce del río se alternan diferentes especies arbóreas: primero le toca el turno al acebo, más tarde a álamos y abedu­les, y por último a los robles. Este tramo místico cual bosque de melgas

tiene su fin al dar con la presa del Pradillo.

Por donde mejor nos venga, cru­zamos a la otra orilla del río y bor­deamos la presa por una pista que sale a la carretera de Rascafría. Subiendo 100 metros por el transitado asfalto daremos con dos pistas de tierra (a la derecha): una conduce a la Casa de la Horca y la otra a Cabeza Mediana.

Sin duda, la curiosidad de cono­cer tan histórico lugar decide qué paso dar. Tan cerca como para alcan­zarla con la mirada, una viejo caserón se levanta hoy donde estuvo la vieja casa protagonista de leyendas e histo­rias: de siempre ha sido tan frondoso y aislado este Valle del Lozoya, que tras la reconquista la corona otorgó a sus pobladores el derecho de admi­nistrar Justicia. Así surgieron los qui­ñoneros, un grupo de milicianos encargado de atrapar moriscos, ban­doleros y fuera de la ley, a los que en caso de pena capital se les ajusticiaba con la horca en este mismo lugar.

Conocido este lugar, volvemos atrás para tomar la pista que va a Cabeza Mediana. Por esa magnífica pista, haremos un leve faldeo de media hora entre laderas en las que se alternan por igual el roble y el pino, hasta dar con un desvío muy trillado que sube duramente.

Pero antes de tomar este desvío

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r v

merece la pena acercarse al Monu­mento al Guarda Forestal, donde se levanta un monolito y hay varios paneles didácticos. Para llegar a este lugar hay que tomar la pista, que cien metros más adelante baja por la dcha.

Tras conocer un poco más sobre el Valle del Lozoya gracias a los paneles, en un par de minutos volve­remos sobre nuestros pasos, para coger la pista que sube duramente.

Tomando ese desvío y con la silueta de Cabeza Mediana de cara, iniciamos una subida de 20 minutos en la que seremos pasto del sol, pues pese a las laderas de pino y roble la pista resulta muy ancha.

Tras la subida llega un llano de 20 minutos que nos permitirá tomar un respiro, donde no debemos aban­donar la pista más trillada y clara. Tal situación nos permitirá, una vez que ya hemos tomado altura, disfrutar de unas excelentes vistas al amplio Valle del Lozoya y de toda la amplitud del Macizo de Peñalara.

Las primeras rampas anuncian el inicio del último tramo hasta Cabeza Mediana, otra durísima subida de 20 minutos que sin duda nos hará mella en las piernas. A ello se suman el sol y el aire, apenas tamizados por los pocos pinos que pueblan la ladera.

Alcanzada la cima de Cabeza

Mediana (1691 m) viene el merecido descanso, a la vez que recobramos la vista a los fantásticos canchales que caen de Peñalara, la Loma de Pan-dasco, la Loma de Bailaderos y la garganta del arroyo de La Angostura.

De vuelta al tajo, el camino deci­de separarse en dos, y nosotros opta­mos por la alternativa de la derecha, donde la pista pasa a convertirse en un camino carretero.

Por este camino de peores trazas (pero claro) iniciamos un descenso vertiginoso de cuarto de hora hasta un collado, entre pino silvestre más clareado y retorcido. Tras el collado las piernas tiemblan ante la visión de la empinadísima cuesta que tenemos delante. Sin embargo, el recto y amplio cortafuegos que sube por el cordal parece engañarnos, pues el camino, pese a la dureza, se desmar­ca pronto del amplio espacio abierto, escondiéndose por una umbría de fresco helécho, altos pinos y colorida retama. Así aunque el camino suba duramente, al menos iremos protegi­dos del sol y el aire.

Superada esta dificultad, nuestros pasos ahora por lo alto del cordal se convierten en un cómodo paseo de ligera bajada, en el que apenas en un cuarto de hora alcanzaremos el Colla do o Sillada de Garcisancho (1673 m), apelativo que hace referencia a la

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similitud del collado con una silla de montar a caballo.

A la izquierda del collado parte una pista que concluye en el arroyo de la Laguna de Peñalara. En esa dirección cogeremos la pista, para desviamos poco antes del arroyo por el GR-10.1 (marcas de pintura roja y blanca), que baja por la ladera hasta dar con el arroyo de la Laguna de Peñalara en un par de minutos.

En la otra orilla el camino se divi­de en dos: ignorando el sendero que baja junto al arroyo, tomamos el que sube duramente por un piso muy dete­

riorado. Marcado con constantes seña­les del GR-10.1, en media hora de duro esfuerzo bajo el frondoso pinar alcanzaremos una abierta pradera.

En el extremo contrario de la pra­dera continúa el sendero, que descen­diendo cómodamente llega a las inmediaciones de un refugio, a partir del cual el camino retoma la pendien­te. A los pocos minutos de haber dejado atrás el refugio salimos a un nuevo espacio abierto, tras el cual se encuentra por fin la carretera asfalta­da por la que haremos el último kiló­metro al Puerto de Los Cotos.

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DISTANCIA TOTAL : 1 2 kilómetros .

DURACIÓN TOTAI : 4 hora s y 3 0 minutos .

TIPO D E MARCHA : Lineal .

TIEMPOS D E MARCHA: Puerto de Los Cotos - Sillada de Garcisancho: 1 hor a y 25 minutos. Sillada d e Garcisancho - Arroyo del Pedrosillo : 1 hor a y 1 5 minutos . Arroyo del Pedrosill o -

Río Lozoya: 1 hor a y 1 5 minutos . Rí o Lozoyo - Monasterio de E l Paular : 2 0 minutos . Monasterio de E l Paula r - Rascofrio : 3 0 minutos .

DESNIVEL: 70 0 metros .

DIFICULTAD: Baja . Prácticamente todo lo ruta transcurre por amplias pistas de descenso. Sólo tendremos dos dificultades: un a a l poc o de obandonor la correter a de l puert o de Lo s Cotos, dond e han desaparecid o lo s señales de l GR-lO. l de l sendero que debemos seguir, y l o otra a l cruzar la

garganta de l arroy o de Peñalar a po r un empinado sendero co n e l pis o en molo s condiciones. TIPO D E CAMINO : Pist a mayorment e y sendero .

AGUA POTABLE : N O ha y fuentes en u n recorrid o qu e n o se aport a de l arroy o de lo Umbrí a y e l arroyo de l Pedrosillo .

ÉPOCA RECOMENDADA: Lo primavera por descontado, pues el deshielo hace correr abundantemente cualquier corriente de agua. Per o l o alternanci a d e pin o silvestre con robl e en buena part e de las laderas del Alto Volle de l Lozoya , hoce n de l otoño un puro juego cromático a l que se unen olmos, chopos y abedules. L a frescura que irradian los arroyos se transmite por musgos, heléchos , zarzo s

y mentas, y hace n del veran o un o estación qu e a l excursionist a l e resultará alg o fresca. SUGERENCIAS: Contamos con centros de información en el puerto de Los Cotos, el Puente del

Perdón y en Rascofrio . Estamo s ante u n recorrid o excelente por ser poco exigente físicamente, y la gran voriedod de especies vegetales (roble, pin o silvestre, majuelos , acebos , abedules , chopos , álamos, sauces , alisos , olmos... ) y animales (corzos , ardillas , jabalíes , zorros , buitre s leonados,

óguila real...) . Com o colofón o tanto naturalez a podremo s visita r e l monasteri o de Santo María de El Paula r (siglo xvi) , en e l que destocan: e l retablo mayor de l o iglesia en estilo gótico e influencias

flamencos; e l claustro que rodea e l patio centra l o antiguo cementerio, en e l que fueron enterrados los religioso s que aqu í habitaron ; y la capill o barroc a qu e guardo los sagrados formas . CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escola 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

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E sta excursión se desarrolla por el viejo Camino dvl Pa­lero, que fue utilizado des­

de antiguo para llegar desde el Palacio de La Granja al Monasterio de El Pau­lar, eludiendo el Puerto del Reventón. Partiendo del Puerto de Los Cotos es­ta será una jomada de continuo des­censo, por ende muy cómoda y senci­lla. Primeramente nos internaremos en la garganta que forma el arroyo de la Umbría, al que acompañaremos en su descenso hasta el Alto Valle del Lo-zoya, donde abandonaremos el arroyo de la Umbría para seguir junto a otro arroyo, el del Pedrosillo, hasta llegar al Monasterio de El Paular.

Nuestra ruta tiene su origen en el Puerto de Los Cotos, al que llegare­mos preferiblemente en el alegre tren que parte de la Estación de Cercedi-Ua, pueblo al que llegaremos igual­mente en tren.

Desde los aparcamientos de Los Cotos comenzamos la jomada con andares ligeros carretera abajo, en dirección a Rascafría, para llegar en menos de 10 minutos a una amplia explanada que se abre a la izquierda. Tras sobrepasar la barrera que impide el paso a los vehículos, nos encontra­remos con un mojón de piedra con las señales del GR-10.1 (bandas rojas y blancas), en el que una flecha blanca apunta hacia la izquierda.

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Éste es un momento delicado, pues la confluencia de caminos y senderos no demasiado evidentes nos pueden confundir; y para colmo las posteriores señales que debían mar­car el GR-10.1 han desaparecido al talarse los árboles. Lo que está claro es que a la izquierda daremos con el GR-10.1, pero para atinar con el sen­dero exacto, bajaremos por la vagua­da en la que se internan unas rodadas de coche hasta un puente de madera. Al pie de ese puente nace el estrecho sendero que faldeando entre frondoso pino silvestre, atraviesa sucesivos arroyuelos por pequeños puentes de madera, para llegar junto a un refugio en unos diez minutos.

A partir de este viejo caserón, hoy cerrado, por fin las marcas del GR-10.1 se dignan a aparecer en los troncos. Tras ellas, el estrecho sende­ro comienza a subir moderadamente, hasta alcanzar en 15 minutos una pra­dera donde el camino se sirve de pie­dras para que no le perdamos.

Tras el llano de la pradera viene una dura bajada por un sendero de piedras sueltas, que en unos minutos alcanza un pequeño arroyo. Superado el hilo de agua y la profusa vegetación de zarzas, heléchos y alisos que le acompañan, iniciamos una breve subida a la que sigue una empinadísi­ma bajada, muy marcada por las

recientes rodadas de las máquinas de los leñadores. Un cuarto de hora nos llevará esta bajada, que concluye en el potente curso del arroyo de Peñalara.

Guiados por las marcas del GR-10.1 cruzaremos el umbrío curso de agua, y haremos una trepada por la ladera de 100 metros, para alcanzar una amplia pista de tierra. Por ella a la derecha llegaremos en menos de cinco minutos a la pradera herbosa del Collado o Sillada de Garcisancho.

En este amplio espacio abierto podremos admirar con claridad los canchales de las Cabezas de Hierro, antes de decidirnos por el camino del medio, de las tres alternativas que se nos plantean.

Este camino carretero al momen­to desciende, en busca del lecho del valle que forma el arroyo de la Umbría. Alternando tramos compac­tos con pendientes de cantos sueltos, nos sumergimos en una zona umbro­sa de pino y helécho, apretada entre Cabeza Mediana y Peñalara. Nueva­mente serán las señales de GR (Sen­dero de Gran Recorrido) y una char­ca que queda a nuestra izquierda, en la que las ranas se cuentan por cien­tos, los mejores indicadores para que al cuarto de hora demos con una excelente pista de tierra, en la que por fin vemos cara a cara el arroyo de la Umbría.

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Bajando por esta pista, en el cruce que hay a 100 metros optamos por seguir de frente, mientras chopos y robles se codean con los pinos. Diez minutos más tarde cruzamos el arro­yo de la Pedriza, al que acompañan para maravilla de todos un tupido plantel de acebos, alisos, robles, cho­pos y pinos.

Para disfrute del viajero el paisa­je cambia, ofreciendo una inusitada variedad arbustiva. Así durante los 15 minutos de bajada que hay hasta un nuevo cruce de pistas, iremos paralelos al arroyo de la Umbría entre plateados rodales de abedules, aislados acebos y robles de mediano porte, que parecen quitar protagonis­mo al pino silvestre.

Alcanzado el cruce de caminos, ignoramos la pista que a la derecha cruza el curso por un puente, y opta­mos por la pista que a la izquierda se aleja del arroyo de la Umbría, subien­do durante unos minutos hasta alcan­zar el arroyo del Brezal.

Tras cruzar este arroyo, del que alisos y acebos se benefician, la pista se vuelve tremendamente buena y llana, durante los 15 minutos que tar­daremos en alcanzar el arroyo del Pedrosillo.

En la otra orilla nos cruzaremos transversalmente con otra excelente pista, por la que bajaremos. Atenuada

la pendiente por el excelente piso, los márgenes del camino son una intrin­cada selva en que se reparten por igual pinos y robles, y tan sólo algún abedul y acebo se cuela esporádica­mente. A la media hora de descenso llegaremos a una valla, a cuya altura aparecen los primeros chalés, y atra­vesamos el arroyo del Pedrosillo.

A partir de esa valla, la pista transcurre encorsetada entre muros y alambradas de chalés durante 40 mi­nutos. Rodeados de pinos y robles, sólo la llegada a la carretera que del Puerto de Los Cotos lleva a Rascafría rompe la monotonía, y da por con­cluida la jomada.

Al otro lado de la carretera el abundante y alegre río Lozoya nos recibe con frescura, dándonos a entender que de seguirle en su caída, pronto daremos con el carril peatonal que en 20 minutos alcanza el Monas­terio de El Paular y el barroco Puen­te del Perdón.

Cuenta la historia que tan aparta­do estaba este lugar de la justicia, que a sus pobladores se le otorgaron pri­vilegios de '*horca y cuchillo". Por ello traían a este puente a los conde­nados para ser juzgados. Los que obtenían el perdón (de ahí su nom­bre) marchaban en libertad; los que no, eran ajusticiados en la Casa de la Horca.

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Tras la vista monumental aún nos queda un trecho de 25 minutos para alcanzar el pueblo de Rascafría, por un paseo peatonal ceñido a la carrete­ra, y adornado por alisos, chopos, ála­mos, sauces, robles... Pero ninguno

tan famoso como la vieja olma cente­naria que había en la plaza de España de Rascafría. Cuenta la leyenda que en su tronco hueco se escondía el Tuerto Pirón, un bandolero que, a lo Robin Hood, era la pesadilla de los ricos.

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DISTANCIA TOTAL : 1 3 kilómetros.

DURACIÓN TOTAL : 5 hora s y 4 5 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circular.

TIEMPOS DE MARCHA: Puerto de Los Cotos - Laguna Grande de Peñalara: 1 hor a y 15 minutos. Laguna Grand e de Peñalara - Lagun a de los Pájaros : 1 hor a y 30 minutos. Lagun a de los

Pájaros - Cumbre de Peñalara : 1 hor a y 1 5 minutos . Cumbr e de Peñalar a - Puerto de Los Cotos:

P l hor a y 4 5 minutos . DESNIVEL: 44 0 metros .

DIFICULTAD: Alto. Las cresteras de Los Claveles son endiabladamente complicados. Respecto al desnivel; e l hecho de subir a l a mayo r altura de l o Sierra de Guadarrama desde e l Puert o de Los

Cotos reduc e considerablement e e l esfuerz o físico . TIPO D E CAMINO : Camin o carretero y principalmente sendero.

AGUA POTABLE: E n e l sendero que sube de l Puert o de Lo s Cotos o la Lagun a Grande encontraremos un a fuente .

ÉPOCA RECOMENDADA: La ventisca y lo nieve no son buenos compañeras en la crestera del Risco de los Claveles, cuy o trovesia resulta ya de por sí complicada. Con niebla n i intentarlo, pues las

lomas de Do s Hermana s y Peñalar a son suficientemente amplias como para desorientarse fócilmente. L a primavera con l a floración de l piorno y el verano , que po r aquí siempre es

fresco, son los mejores épocas paro e l público en genera l SUGERENCIAS: Alcanzar lo cota más alta de la Sierra de Guadarrama es un reto, pero la posibilidad de observar unos de los escasos ejemplos de glaciarismo en esta sierra es el objetivo prioritario de esto jornada. E n el Puerto de Los Cotos hoy un centro de interpretación en el que recabar informa-ción. Poro los menos curtidos en las lides montañeras lo mejor es que pongan fin a la excursión en

lo Laguna de los Pájaros, e intenten subir otro día o lo cumbre de Peñalara por Dos Hermanas . CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

E n el Puerto de Los Cotos alcanzaremos el asfalto, que por detrás del restau­

rante sube por la ladera. Ignorando el

desvío al Club Alpino, nuestros pasos al poco desembocarán en la pista de tierra, que a la sombra del frondoso pi­nar silvestre alcanza en 10 minutos

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una refrescante fuente. Tras hacer acopio de agua, el

camino describe una curva que con­cluye junto a un pequeño depósito. A los pies de ese depósito arranca una escalera donde una señal advierte:

"Único acceso per­mitido a la Hoya de Peñalara". Bien aconsejados subi­remos por sus es­calones unos 50 m, para desembocar en un sendero. Este sendero con su tenue subida y buen piso supone el deleite para los excursionis tas , que comprueban cuando desapare­ce el pinar silves­tre, cómo de impresionantes resultan las vistas a los canchales de las Cabezas de Hierro. En plena solanera en una ladera abonada al piorno y el enebro, llegaremos media hora después al arroyo de la lagu­na de Peñalara.

Junto al arroyo, dos señales mar­can destinos diferentes: "La Laguna Grande de Peñalara" y "Los Pájaros". Sin cruzar el cauce, comenzamos a subir por una pradera herbosa donde las vacas pastan, y piedras o pasarelas

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de madera limitan el sendero. Nos adentramos en un circo glaciar por una subida dura, hasta llegar en 20 min. a la Laguna Grande de Peñalara.

Sus quietas y frías aguas, enmar­cadas por los canchales y paredes ver­ticales que caen de Dos Hermanas y Peñalara, la confieren el aspecto de un anfiteatro espectral, que en los días solitarios de ventisca sobrecoge con agudos y fríos silbidos. El misticismo que Pío Baroja describió como: «Era un paisaje extraño, un paisaje cósmi­co, algo como un lugar de planeta deshabitado... En la superficie no se movía ni una onda; en su seno oscu­ro, insondable, brillan dormidas miles de estrellas», nos empuja a creer las leyendas que emanan de sus aguas. Cuentan los más viejos, cómo la noche de Difuntos a la luz de la luna emerge una isla en el centro de la laguna, o ''que si cae una res en sus aguas, al punto se hunde, y casi simultáneamente suben a la superficie las entrañas, como si las arrojara el ser devorador que habita en el fondo y no deja criar peces a las aguas *'.

Fascinados, desandamos nuestros pasos para volver al puente que cruza­ba más abajo el arroyo de la Laguna de Peñalara. Pero esta vez para seguir las indicaciones a "Los Pájaros".

En la otra orilla un estrecho sen­dero sube por la ladera para alcanzar

un pequeño alto, al que habremos tar­dado media hora desde la laguna.

Desde este alto, el camino des­ciende 100 metros hasta una zona empradizada con numerosas laguni-llas y corrientes de agua. Animado por el encuentro con un nuevo circo, encerrado entre altas paredes vertica­les de gneis, el sendero primero se desenvuelve con claridad por un bal­cón a Cuerda Larga; y posteriormen­te retoma la subida para llegar en unos 45 minutos a una nueva zona herbosa amesetada, en la que se encuentran las Cinco Lagunas.

En adelante iremos muy cerca de las altas paredes verticales de nuestra izquierda, guiados por los hitos de piedras amontonadas, en un suelo de pequeñas lajas de gneis repletas de lagartijas veraniegas. Por fin a la media hora llegamos a la inconfundi­ble, por lo alargado de su forma, Laguna de los Pájaros.

Alrededor de su orilla se concen­tran en el descanso gran parte de los excursionistas, quienes sorprendidos por la negrura y verticalidad del Risco de los Claveles, se toman el bocadillo sin dejar descansar la vista sobre un determinado hueco, crestera o forma caprichosa.

Tras tomarnos un merecido des­canso volvemos de nuevo al sendero, que ahora se dirige al Puerto de los

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Neveros {2096 m); pero en cuanto podamos, tratamos de alcanzar el cordal que sube a la izquierda, hacia el Risco de los Claveles (2387 m).

Pese a ir por el cordal, este no será un tramo para ir de rositas, pues lo escarpado de la cumbre nos obli­gará a ayudamos de las manos en numerosas ocasiones. Tres cuartos de hora nos llevará alcanzar la virgen y la cruz que dominan Los Claveles, donde la ladera segoviana de formas más suaves, es digna contraposición a las paredes verticales de la ladera oriental. A modo de balcón daremos un repaso al conjunto de lagunas a vista de pájaro, mientras la dorada meseta segoviana se hace más amplia a cada metro de ascensión.

Alcanzado el Risco de los Clave­les, aún nos quedan 25 minutos hasta la cumbre de Peñalara (2285 m), a la que vislumbramos. Pero si la dureza de llegar a los Claveles nos tuvo en jaque, un primer tramo de 50 metros por una crestera rocosa nos va a resultar tan duro como para tomamos las cosas con más calma.

A muchos, que confiados por las buenas condiciones en las que alcan­zaron la Laguna de los Pájaros, se les atragantan estas empinadas cresteras. Pero una vez superadas, la suave loma gana terreno hasta la misma cumbre

de Peñalara. En la mayor altura de la Sierra de Guadarrama, se charla con tanta facilidad con los otros excursio­nistas como se ven todas las montañas o te atraviesa la ventisca.

Pensando en el descenso, tomamos un sendero bien señalizado por hitos de piedras amontonadas, que descien­de por el cordal opuesto sin dificultad, rodeado de un amplio espacio desnudo y barrido por el aire. 20 minutos que nada tienen que ver con las penalida­des pasadas tardaremos en llegar al collado que nos separaba de Dos Her­manas. Desde este lugar se tiene una magnífica vista de los cortados y abis­mos que caen a la Laguna Grande de Peñalara.

La subida a Dos Hermanas (2268) es un apacible paseo de un 15 min., en el que una vez sobrepasada por la izquierda la más alta, nos colocamos al pie del amplio y ancho camino que desciende al Puerto de Los Cotos.

Ésta será una larga bajada de al menos una hora, serpenteando en la ladera por un camino que a cada paso adquiere mayor calidad. Sólo hemos de recordar una indicación: los des­víos a la izquierda van a la Laguna Grande y al refugio Zabala. Por tanto, optando en todo momento por el camino que desciende a la derecha, llegaremos de nuevo a Los Cotos.

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DISTANCIA TOTAL: 6 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 2 hor a y 45 minutos .

TIPO D E MARCHA : D e id a y vuelta.

TIEMPOS D E MARCHA: Monasterio de E l Paula r - Primer puente sobre el río Aguilón; 30 minu-tos. Prime r puente - Segundo puent e sobre e l ri o Aguilón : 4 0 minutos . Segund o puent e - Cas^

cadas de l Purgatorio : 2 0 minutos . Camin o d e regreso : 1 hor a y 1 5 minutos . f l DESNIVEL: 30 0 metros . |

DIFICULTAD: Baja. Poca pendiente, camino doro, cota bajo, carteles indicativos y paneles infor- i motivos se aunan para hacernos las cosos muy fódles.

TIPO D E CAMINO : Prácticament e todo l o rut o transcurre por pista, except o e l prime r kilómetro de asfalto y el uhimo kilómetro que sigue el cauce del arroyo por un sendero.

AGUA POTABLE : E n e l áre a recreativ a Lo s Presilla s ha y u n magnífic o bar-restaurante . ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquiera, pero el otoño resulto espedalmente cromático con lo caído de la hoja del roble , y el verano sumamente refrescante por el curso del arroyo y los písanos

naturales del área recreativa La s Presillas . SUGERENCIAS: Esto excursión es muy popular debido o los numerosos alicientes que reúne, como la visita a el monasterio de El Paular , e l centro de visitantes que hay 100 metros más arriba, y

el barroco puente del Perdó n sobre el río Lozoya, o l comienzo de lo ruta . Todo ello sobre la base del paisaje montañoso y la naturaleza que envuelve el Volle del Lozoya , y una ruta que al hilo del curso del arroyo Aguilón busca los enhiestas paredes del Purgatorio , cuya verticalidod y

angostura encañonan al río y obligan a salvar el desnivel con sendas y estéticos cascados. La ¡ornada se puede rematar en el área recreativa Las Presillas, formada grandes piscinas natura-

les orladas de verde césped y bien abastecidas por un bar-restauronte. ^ Esta ruta se encuentra perfectamente señalizado por mojones RV 6 y algunas marcas rojos y

H blanca s del GR. ™ I R T O G R A F Í A : Mapa de la Sierro de Guadarrama escalo 1:50.000 editado por Lo Tienda Verde.

D ejando el coche en las inme­diaciones del Monasterio de El Paular, ubicado en la ca­

rretera que va del puerto de Los Cotos a Rascafría, cruzamos ya a pie el río Lozoya por el puente del Perdón, pa-

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ra tomar ligeramente altura por una pista asfaltada en magnífi­co estado, que permite detener la mirada en unos laterales cubier­tos de robles, donde se cuelan olorosos majuelos con miles de flores blancas.

Al cuarto de hora llegamos a la animada zona de Las Pre­sillas, donde varios taludes de piedra cierran el curso del río Aguilón para dar a luz una sucesión, no de pozas, sino de amplias lagunas o piscinas naturales de fresquísima agua.

A partir de Las Presillas el camino se convierte en una magnífica pista que invariable­mente continúa tomando altura entre robles, fresnos, majuelos y rosales silvestres, ofreciendo tantas vistas de las cumbres que rodean a este Valle del Lozoya, que mejor es señalar aquellas donde la nieve cubre más tiem­po, la Peñalara rocosa a la dere­cha y al frente las Cabezas de Hierro. Vacas mañaneras mugen y con pereza apenas se apartan del camino, mientras varias regaderas o canales surcan la ladera portando el frescor del agua y su arrullo. Quince minutos tardaremos de Las Presillas al primer puente que cruza el arroyo Aguilón, obviando

algún desvío menor en el que carteles

indicativos a las cascadas evitan cual­

quier extravío. Circunstancia que se

repite nada mas cruzar el río.

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En la otra orilla la pista incremen­ta su pendiente entre robles de tronco fino e incipientes enebros de la miera, apareciendo a unos 600 metros un desvío secundario de la pista principal, donde sendos indica­dores y un panel informativo nos ponen sobre aviso: a la izquierda las cascadas, recto a la Morcuera.

Por este desvío subiremos un kilómetro por una trillada pista rodea­dos de robles, para ir a encajonarnos en la depresión que acoge el arroyo del Aguilón. Una vez inmersos nues­tro camino se decide a descender a modo de magnífico balcón al gorgo­teo del arroyo por una ladera umbro­sa, como atestiguan aislados pinos silvestres y heléchos, ofreciendo una gran panorámica y vistas al Cerro Pelado antes de alcanzar el puente que atraviesa a los pocos minutos el cauce del Aguilón.

En la otra orilla arranca un sende­ro que sube junto al arroyo, cuyo sonoro y plateado curso se sumerge en un umbrío bosque de ribera for­mado por alisos, fresnos y sauces, a quienes acompañan mentas, helé­chos, ortigas, libélulas y mariposas multicolores.

Por delante nos espera el último tramo de la jornada, pero también el más montañero y el más gratificante, donde primeramente la verde ladera se empina a ambos lados y el roble es sustituido de forma tajante por el pino silvestre de troncos anaranjados. Luego el bosque da paso (a la dere­cha) a las paredes verticales y roco­sas del Purgatorio (1577 m), que pro­gresivamente nos van encerrando según crecen en altura, hasta llegar un punto donde nos sumergimos por completo en un cañón rocoso. Cañón que concluye poco más arriba de una magnífica poza, ante una pared infranqueable de piedra por la que el arroyo cae en dos saltos. El primero con una barandilla y un panel infor­mativo, y otro más arriba donde lle­gan los más curiosos mediante una trepada por el lado izquierdo del pri­mer salto. El estruendo del agua al caer por unas paredes ciclópeas tinta­das de verdes musgos y liqúenes, arces y clavellinas agarrándose a la vida en las grietas, canchales que caen por la ladera, y los destellos de unas sugerentes pozas forman uno de los lugares más acogedores de la Sie­rra de Guadarrama.

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i .-•íS í gív X -

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DISTANCIA TOTAL : 1 7 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 6 hora s y 1 5 minutos .

TIPO DE MARCHA: Lineal .

TIEMPOS DE MARCHA: Rascofría - Carro del Diablo: 1 hor a y 45 minutos. Carro del Puerto del Reventón : 2 horas . Puert o del Reventón - Fuent e del Infante : 45 minutos.

Fuente del infante • L o Granja: 2 horas. DESNIVEL: 93 0 metros .

DIFICULTAD: Alta. Buenas piernas se necesitan paro alcanzar un puerto con un nombre tan explícito .

TIPO D E CAMINO : Pist a mayormente , camin o carretero y sendero. AGUA POTABLE : E n e l últim o tramo de subida a l puert o tendremos la corriente del arroyo de El Paular a mano. En lo bajada nos encontraremos con la fuente del Infante ; y otra fuente en las

inmediaciones de l mirado r de Poy o Judío, señalad a con l o baliz a 48. ÉPOCA RECOMENDADA: Terminantemente prohibido en días de ventisca, niebla y tormentas de

nieve. La primavera con la floración del piorno, y el verano que por aquí siempre es fresco, son las mejores épocas. E l robledal de Los Horcajuelos, en las inmediaciones de Rascofría, se viste

de tonos pardos y rojizos en otoño . SUGERENCIAS: En el Centro de Información de Rascofría es posible obtener un folleto sobre esta

ruta, que está completamente balizada como RV (Ruta Verde). CARTOGRAFÍA: Hoja n° 36-38 escala 1:25.000 del Servido Cartográfico del Ejército, y Mapa de

lo Sierr a d e Guadarram a escal a 1:50.00 0 editad o po r L a Tiend a Verde , wm^.

Dura donde las haya, la su­bida al Puetlo del Reven­tón desde Rascafría será

un continuo desgaste. Exigente pri­mera parte de unajornada, que tras en­cumbrar caerá por la ladera segoviana para alcanzar La Granja de San Ilde­fonso.

Comenzamos la ruta saliendo de Rascafría por la carretera que lleva al Puerto de Los Cotos y, pocos metros antes del viejo cementerio, tomare­mos la calle asfaltada que sube a la derecha. Con el restaurante Baron-dillo en su inicio, según subamos (sin desviarnos) nos iremos encontrando

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con un Crucero de piedra y el polide-portivo, a cuya altura la calle se con­vierte en pista de tierra. Dejando la piscina municipal a nuestra izquier­da, 100 metros más arriba daremos con una puerta metálica.

Tras la puerta, que cerraremos a nuestro paso, se abre un gran espacio de pastos solaneros, en el que tan sólo se ha tomado licencia para cre­cer algún aislado rosal silvestre. Tomando el camino carretero del centro, subiremos una mediana pen­diente durante 20 minutos hasta alcanzar el fin del sendero, pudiendo ver con claridad en el valle el monas­terio de Santa María de El Paular.

Concluido el camino carretero, estamos al pie de una breve pero dura trepada, por un estrecho sendero que concluye ante una nueva puerta metálica.

Como si fueran las puertas al cielo bienhechor, atravesarlas es entrar en un flamante melojar de hojas caducas otoñales, formado por robles de finos troncos. Pero de tan frondosas cúpu­las como para erigirse en nuestro pro­tector del aire y el sol. Es por tanto este eterno tramo de una hora, por lar­gos zigzags de piso cómodo y com­pacto, un momento de placer y encuentro con numerosas aves: arren­dajos, petirrojos, rabilargos...

El melojar concluye ante una ter-

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cera puerta, un nuevo límite entre el sufrimiento (sol y fría ventisca) y el cielo (sombra y protección del caver­noso bosque). Atravesar la puerta es dar con un camino carretero algo deteriorado, por el que iremos por un espeso cambronal de olorosas **ju-días", punzante enebro rastrero, y dulces fragancias del brezo blanco, entre los que se dispersa un clareado pinar de mediano porte.

Este camino finaliza en una exce­lente pista que va a media ladera por la montaña. Por ella a la diestra, un par de metros apenas, nos encontraremos con la curiosa formación granítica del Carro del Diablo. Según cuenta la leyenda, ante el compromiso de finali­zación de la primitiva Catedral de Segovia en un plazo determinado, y como la obra no iba todo lo ligera que debiera, el arquitecto pactó con el dia­blo: su alma a cambio de ayuda. Pero la alegría de la pronta conclusión hizo olvidar al mortal el pacto, y el maldito cuando tan sólo quedaba la última pin­celada para concluir la obra, se tomó sobrada venganza desviando el último carro de piedras al otro lado del Puer­to del Reventón.

Tras satisfacer la curiosidad, tomaremos la pista que sube por la ladera de la montaña perfectamente señalizada con la baliza de RV-4 (Ruta Verde).

Delante nos espera el tramo más largo (una hora) y más duro de toda la ascensión, por un camino con piso en mediano estado, de cortos zigzags entre los barrancos del arroyo de la Redonda a un lado y el espectacular arroyo de El Paular al otro. Azotados por la cellisca y el sol, los pequeños rodales de pinos de repoblación en hilera son breves paréntesis en esta ladera de cambrón, brezo y retama. Por tanto esta subida nos deparará un duro desgaste físico, que se acrecien­ta con nieve, en el que al menos dis­frutaremos de las vistas a la totalidad del Valle del Lozoya y Cuerda Larga.

Ignorando en las intersecciones con otras pistas aquellas alternativas que descienden o faldean, y guiados convenientemente por las balizas, lle­garemos adonde el camino concluye y da paso a un estrecho sendero, por el que haremos el último tramo de subida hasta el Puerto del Reventón.

Este último esfuerzo nos llevará al puerto en media hora, entre un molesto piorno y enebro que difumi-nan el sendero. De hecho sería difícil seguir el camino, si no fuera por el oxidado pluviómetro, los sucesivos hitos de piedras amontonadas y las balizas que iremos encontrando.

Alcanzado el Puerto del Reven­tón (2040 m), a nuestra vista se abre la dorada meseta segoviana en la que

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se apaga el sol, y alcanzamos a ver el vértice geodésico que domina el Alto del Reventón (2079 m) a nuestra diestra. Un pequeño sendero sube a la cercana cumbre de nuestra izquierda, donde parapetos, trincheras y fortines de la Guerra Civil se hicieron un hueco en tan privilegiada situación. Pasear entre las ruinas imaginando el dolor, el ensordecedor ruido y la muerte, acaba con el viajero senta­do descansando y disfrutando de tanta paz.

Pensando en la bajada a La Gran­ja volvemos al puerto, para coger el camino que atraviesa el muro de pie­dra junto al monolito postrado, que recuerda al cartógrafo militar Ibáñez Marín.

Dejando a nuestra derecha las rui­nas de un antiguo refugio, y guiados por al muro de piedra al que iremos paralelos, comenzamos una dura bajada por un sendero de acentuada pendiente y piedra suelta, al que ene­bros y piornos le ponen las cosas difí­ciles. Veinte minutos más abajo del puerto toparemos con una cristalina corriente de agua, a la que acompaña una verde pradera en las que pasta el ganado.

Tras esa corriente nace un ancho camino limpio de matorrales, que en apenas un cuarto de hora llega a un chozo, tradicional refugio de pasto­

res, y la fuente del Infante, cuyas

aguas encandilaban al infante don

Luis cuando salía de caza. Cerca de

estos están las ruinas de un viejo

pabellón de caza real, deporte que

tanto gustaba a la nobleza, en un

lugar donde nunca faltaron las buenas

piezas de oso, como advertía el Libro

de la Montería del rey Alfonso XI.

Tras el chozo una puerta nos da

paso a una trillada y deteriorada pista

de leñadores, por la que iniciaremos

una frenética caída (de una hora y

media) muy desabrigada de árboles.

El caso es que a estas alturas veremos

algunos pinos, pero parece que estos

huyeran de la pista. El ir entre mato­

rral bajo, por lo menos nos dejará

pasar la mirada sobre el Palacio de La

Granja, los Pinares de Valsaín, y alar­

gar la mirada incluso hasta la cabeza

de La Mujer Muerta. Muy a tener en

cuenta en este tramo es el punto seña­

lizado con la baliza 47, donde encon­

traremos una pequeña fuente.

Por fin llegados a la baliza 54

cogemos el desvío de la derecha, y

alcanzamos los huidizos árboles.

Sumergidos bajo la sombra de las

copas de pinos y robles, el camino en

apenas media hora alcanza una puer­

ta tras la cual está el pueblo de San

Ildefonso.

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DISTANCIA TOTAL : 1 9 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 6 horas .

TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS DE NIARCHA: La Pradera • Majada del Tío Blas: 1 hor a y 15 minutos. Majoda del Tío Blas -Collado de Hoyo Poyales : 1 hor a y 45 minutos . Collado de Hoyo Poyales - Puerto de los Neveros:

25 minutos. Puerto de los Neveros - Silla del Rey: 1 hora . Silla del Rey - Lo Pradera: 1 hora . DESNIVEL: 95 0 metros .

DIFICULTAD: Alta. Debemos enfrentarnos o uno larga y dura subido. TIPO D E CAMINO : Pist a foresta l asfaltada cortad o a l trófico, camin o corretero, y mayormente

sendero. AGUA POTABLE : Fuent e Montañero s e n l a primer a mita d d e l a subida.

ÉPOCA RECOMENDADA: Con nieve puede resultar realmente duro la porte final de la ascensión. Sí amenazo niebla debemos desistir. E n pleno verono el calo r se mitiga con las constantes ráfagas de

viento, y además hay suficientes hora s de sol com o para tomarnos lo jornada con tranquilidad. SUGERENCIAS: Subir a las más altas cotas de los Montes Corpetanos es un duro reto. Pero en el

camino iremos conociendo chozos y majados como l a de l Tío Blas ; u n variobl e paisaje que combina según lo altura roble , pino , heléchos , zarzas , majuelos , acebos , enebr o rastrero, piorno o retamas; y yo en e l descenso subiremos o l o Silla del Rey , donde una "real silla" labrada en

piedra no s ofrec e fantástico s panorámicas . CARTOGRAFÍA: Hoja n'36-38 escalo 1:25.000 del Servicio Cartográfico del Ejército.

L a ascensión al Puerto del Reventón es en este caso una larga y dura experien­

cia, al tener la ruta un punto de parti­da tan bajo como la pradera de Naval-horno, en las inmediaciones de Valsaín.

La jomada puede dividirse clara­mente en dos partes: una larga y dura

ascensión por la garganta del arroyo Carneros, y una pronunciada bajada junto al arroyo de la Chorranca y el arroyo de los Neveros. Será pues, una breve visita a la desabrigada cuerda de los Montes Carpetanos.

El punto de partida está en la pra­dera de Navalhondo, muy cerca del segoviano pueblo de Valsaín. Allí Ue-

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garemos por la carretera CL-601, conocida como la carretera del Puer­to de Navacerrada.

Según circulamos por la travesía de La Pradera veremos el restauran­te El Torreón, en cuyas inmediacio­nes aparcaremos. Entre dicho restau­rante y el aserradero de Maderas de Valsaín, sube una calle fácilmente reconocible al ser la única empedra­da. Por ella comenzaremos a andar.

Sin perder el empedrado bajo nuestros pies acabaremos dando con una puerta metálica, que impide el acceso a los vehículos. Tras la puerta, el empedrado da paso a una estrecha carretera asfaltada por la que entra­mos de lleno en un bosque de pinos y robles. Ignorando los dos primeros desvíos que a la izquierda bajan a La Granja, llegaremos a los quince minutos de asfalto al arroyo de la Chorranca, donde nuevamente la carretera se divide en dos.

Haciendo caso del cartel que señala a Peñalara, optamos por la alternativa que cruza el arroyo por un robusto puente de piedra. Apenas a 50 metros de haber cruzado el puen­te, tomamos un sendero que a la dies­tra se desmarca del asfalto.

Por este sendero, comenzamos a subir por la ladera más directamente, aunque la pendiente por el momento no es demasiado acusada. Alternán­

dose por igual robles y pinos, tra­tamos de no perder la senda más tri­llada, hasta dar con un camino utili­zado por las máquinas de los leñadores, por el que seguiremos a la izquierda.

Nuestro amplio camino irá fal­deando cómodamente, e irá encon­trándose con otros caminos de leña­dores que suben por la ladera. En dichos cruces, ignoraremos los cami­nos que suben, y optaremos por los que a la izquierda siguen faldeando hasta dar con una alta pared de piedra.

Este muro es el que encierra los jardines de La Granja, y sus colosales proporciones le hacen un perfecto guía. Así iremos junto a él durante veinte minutos, ya sea por sendero o camino, entre roble y pino, hasta alcanzar la esquina este del perfecto rectángulo que forma La Granja de San Ildefonso.

Llegados a este punto nos olvida­remos de cruzar la alambrada que tenemos al frente, y tomaremos el sendero que a la diestra va a buscar al arroyo Morete, del que apenas nos separan cien metros.

Al llegar al curso del agua, ade­más de heléchos, zarzas y rosales, también encontraremos varios carte­les. Nosotros seguiremos la flecha de la indicación: fuente Montañeros a 20 minutos. Con tal propósito iremos

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durante unos metros junto al arroyo Morete, para paulatinamente irnos separando mientras subimos muy duramente de forma directa por la ladera.

Un nuevo cartel nos indica el lugar exacto de la fuente Montañeros, un pequeño caño donde tomar un descanso y refrescarse. A estas altu­ras, la vista ya puede reconocer la umbría garganta en la que nos vamos sumergiendo. Motivo que nos da a entender por qué heléchos, zarzas, rosales, y algún aislado acebo hacen de esta ladera un intrincado y fresco bosque. Mientras, en la otra ladera vemos elevarse el Cerro del Moño de la Tía Andrea, donde cierto infante se hizo labrar una silla para poder ver la inmensidad del paisaje.

De nuevo en camino, seguiremos rodeados de verde abundancia, mien­tras nos deshacemos en un cuarto de hora de un tramo llano absolutamen­te delicioso.

El tramo llano concluye en un polvoriento camino de leñadores, por el que ahora subiremos muy dura­mente sin desviamos. Al cuarto de hora de dura subida, nuestro camino se decide a cmzar el arroyo Cameros. En la otra orilla todo es confusión por la cantidad de sendas y caminos que nos salen al paso. Para que todo resul­te más sencillo seguiremos subiendo

junto al arroyo hasta un empradizado, en cuya parte superior se encuentran los muros de las distintas cuadras y chozos que forman la Majada del Tío Blas.

Alcanzadas las cuadras de la majada, nuevamente cmzaremos a la otra orilla del arroyo Cameros, para buscar la senda que sube paralela al curso del agua. Con facilidad segui­remos el pequeño hilo de tierra bajo los robustos pinos, que en pocos minutos desaparecerán. Cuando esto ocurre, también desaparece el sende­ro y ante nosotros se abre un amplio espacio abierto. Como si de un paisa­je lunar se tratara, la inmensidad nos rodea, mientras la vista se pasea con absoluta libertad buscando los perfi­les de la montaña.

Sin sendero que valga iremos en busca del punto más bajo de la cuerda, tratando de conservar el fresco curso de agua a nuestro lado el mayor tiem­po posible. A los tres cuartos de hora de sortear punzante enebro, brezo y piorno llegaremos al Collado de Hoyo Poyales, donde alcanzamos lo alto del cordal, y por cuyas suaves facciones ascenderemos a los riscos de nuestra diestra, Los Neveros (2121 m). Tan alto punto, no podía ser mejor mirador para abarcar la inmensidad del Pinar de Valsaín y el Valle del Lozoya.

A su vez, un conjunto de parape-

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tos, muros y trincheras de la Guerra Civil de 1936 dormitan en cada reco­veco, abrigo o resguardo de los altos riscos. Testigos silenciosos, un muro defensivo será nuestro guía en la breve bajada al Puerto de los Neveros (2096 m), mientras al frente tenemos la impresionante vista del Risco de los Claveles.

En el mismo puerto daremos con varios carteles indicadores; y noso­tros echaremos mano del que señala a La Granja, para encontrar el sendero que baja por la garganta del arroyo de la Chorranca.

Por este claro sendero, dibujado en sus inicios entre el enebro rastrero, efectuaremos una dura bajada en que las numerosas piedras sueltas del piso nos obligan a ir con mayor lenti­tud y atención.

A la media hora de bajada recu­peramos la protección de la cúpula del pino silvestre, y llegamos a un empradizado muy clareado de árbo­les, donde encontraremos a un lado los restos de una majada, y al otro una alambrada que impide el paso a una estación metereológica. Además, sendos carteles vuelven a indicar los posibles caminos a seguir.

Haciendo caso de ahora en delan­te de las indicaciones a la Silla del Rey, dejamos atrás los restos de la majada, y nos volcamos en un des­

censo por un recién estrenado camino carretero que a cada paso mejora con­siderablemente, hasta que a los 25 minutos concluye en una carretera asfaltada.

Unos pasos a la diestra por esta carretera, bastan para encontrar nue­vamente tablas indicadoras, que esta vez nos exhortan a subir a la Silla del Rey en apenas diez minutos.

Fue el infante don Francisco de Asís quien mandó labrar la silla desde la que se tiene tan magnífica panorámica. Que nuestras fuerzas sean quienes juzguen si es menester subir, y volver a bajar de nuevo al mismo lugar.

Sea cual sea la decisión, seguire­mos bajando por el asfalto apenas 50 metros, para tomar a la izquierda un camino carretero de piso herboso. En este nuevo tramo, la cercanía del arroyo de los Neveros nos permitirá refrescarnos, y disfrutar de uno de los más encantadores momentos de la ruta. Pues a los altos pinos que sombrean el camino, se le unen abundantemente otros árboles y arbustos como zarzas, rosales, alisos, robles...

Este inusitado frescor verde, del que uno se había olvidado en las ásperas cumbres, durará unos diez minutos. Pues paulatinamente el camino se va separando del curso del

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agua, y acaba por dar con una dele-liorada carretera asfaltada.

Continuando por el negro y dete­riorado asfalto, en diez minutos más nos daremos de bruces con otra carretera de inmaculado asfalto, por la que bajaremos rodeados por un paisaje en el que se alternan por igual

el roble y el pino; combinación que anuncia el inequívoco fin.

Así, en unos minutos daremos con el puente sobre el arroyo de la Chorranca (lugar ya conocido), desde donde bajaremos en media hora a La Pradera, siguiendo las señales que indican a Valsaín.

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DISTANCIA TOTAL : 2 8 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 8 horas .

TIPO D E MARCHA : D e id a y vuelta .

TIEMPOS OE MARCHA: LO Granja - Puente sobre el arroyo del Hueco: 1 hora . Arroyo del Hueco -Puente sobre el arroyo de Siete Arroyos: 1 hor a y 1 5 minutos. Arroyo de Siete Arroyos - Cerro de Navahonda: 45 minutos. Navahond a - Puerto de Malagosto: 1 hora . Camin o de regreso: 4 horas.

DESNIVEL: 78 0 metros .

DIFICULTAD: Alta. Carece de dificultad técnica, pero se trota de una larga cominota para llegar a unos de los techos de lo sierra, por un lugar poco frecuentado por lo mayoría de los montañeros.

Tipo de Camino: Pist a y camino carretero. AGUA POTABLE : Varios arroyos nos asaltan en e l camino.

ÉPOCA RECOMENDADA: Primavera y verano. En primavera el piorno florece otorgando una tona-lidad amarillenta o los agrestes cumbres corpetanas, per o incluso en verano cabe la posibilidad

de enfrentarse a uno dimotologia adversa, dond e lo espesa niebla es un serio enemigo que

envuelve todo provocand o serios extravies . SUGERENCIAS: El Puerto de Malagosto o Molangosto, en referencia al frío de sus alturas o la

angosto subida respectivamente , fu e paso temprano y de gran troscendenda utilizado habituol -mente en la Eda d Media pora comunica r de monera directa Segovia con sus tierras medievales

del Valle del Lozoya . Definid o po r Madoz como "Camino de herradura y muy estrecho y, en general, poc o transitable", qued ó inmortalizado por el ilustre y ondarín Arcipreste de Hita , Juo n

Ruiz, quien en sus andanzas por estos lares se topara en una desapadble moñona de nieve y granizo con l a amenazadora serrana "l a Chata" , guardian o de dicho portazgo .

La jornada aquí planteada se sale de los cánones habituales al inidarse desde La Granja, cuando usualmente la ascensión a l puerto se inicia desde la meridiona l Roscafrí o o el septentrional

Sotosalbos. Si bien este no es el camino más directo, s i tiene una cierta lógica natural bien guia-da po r e l rio Cambrones, y uno prevolecient e intendón d e añadi r una pizc o d e aventura por

descubrir unos paisajes arbolados poco transitados y alejados de lo s drcuitos montañeros. Por a ello nos ayudaremos de las numerosas pistas que se están abriendo en la montaña para benefi-

cio de ganaderos, l a embotellodora de agua minera l Bezoyo y los servicios forestales, l o cual elimina muchos riesgos de extrovio que no podemos permitirnos dada la dureza de la ruta .

CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra Norte escalo 1:50.000 editado por Lo Tiendo Verde.

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Frente al Museo Nacional del Vidrio, en el pueblo de San Il­defonso, el paseo del Pocilio se

aleja del centro urbano para ir a su­mergirse entre viviendas de nueva construcción, hacer un giro de noven­ta grados y volver a empalmar con la carretera a Torrecaballeros. En ese re­codo, a la derecha, arranca una mag­nífica pista de tierra que al poco cru­za por un puente el curso de agua resultante del arroyo del Chorro Chi­co y el arroyo del Chorro Grande.

Esta magnífica pista jalonada de acacias primaverales abandona toda urbanidad, tomando altura entre la dehesa de fresnos y robles hasta alcanzar unas explotaciones ganade­ras bien remozadas, y poco después una puerta metálica (a la izquierda) cerrada a los vehículos con un paso peatonal a un costado.

Tras la puerta un claro y compac­to camino se adentra en la dehesa tomando altura sobre el fondo del valle o depresión del río Cambrones, profundamente tapizada por fresnos, robles e incipientes pinos albares, para luego acompañar al sonoro curso del arroyo del Hueco antes de dar con una nueva puerta metálica y un paso peatonal al costado. Este será un tramo de unos diez minutos con los márgenes del camino cuajados de cambrones, rosales, zarzas y retamas,

acompañados a un lado por agrestes estribaciones rocosas de Las Cabezas y al otro por la solitaria y parda cum­bre de la Atalaya (1.647 m).

Al otro lado del paso peatonal nuestros pasos seguirán acompaña­dos brevemente del umbroso curso, plagado de álamos, heléchos, sauces, alisos, musgo y un pino albar de tron­co anaranjado que va cobrando prota­gonismo absoluto, para luego cruzar las aguas fácilmente por un puente y subir de manera más acentuada sumergidos en un frondoso pinar donde se cuelan forasteros abetos y arizónicas. Del murmullo del arroyo y su humedad, pasaremos a encerrar­nos en un bosque silencioso que oculta con sus apretadas copas toda panorámica, ofreciendo sus anaranja­dos troncos una visión misteriosa.

Éste sombreado tramo, que hace las cosas más fáciles en verano, con­cluye ante una bifurcación del camino y un portillo de alambres espinosos. Atravesando el portillo el bosque se abre, y el camino sin cesar en su empeño de subir se convierte en un balcón a la desarbolada depresión del río Cambrón. Con los pinos sobre nuestras cabezas y los márgenes rode­ados de cambrones, a nuestra izquier­da la ladera cae colmada de arbustos y rocas haciendo más cercana que nunca la cumbre de la Atalaya, e

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igualmente la vista se posa a nuestra espalda de forma clara y nítida en La Granja y los Pinares de Valsaín.

Una nueva portilla de alambre de espino pone fin a este balcón, tras el cual nos embarcamos en el tramo más largo de toda la excursión. Adentrán­dose en la zona conocida como La Umbría por su orientación septentrio­nal, la pista primeramente se sumerge nuevamente durante media hora en un frondoso y tenebroso bosque de alba-res, acentuando la pendiente tanto como para notar a estas alturas clara­mente el esfuerzo. Sin embargo, pos­teriormente el camino vuelve a con­vertirse en un descubierto balcón durante media hora, que nos brinda la oportunidad de recuperar el aliento al llanear e incluso bajar levemente hasta alcanzar el puente que cruza el curso del arroyo Siete Arroyos, posa­do en la inmensidad montañosa y ausente de todo atisbo urbano al alcance de nuestros sentidos.

Con la segura presencia de asus­tadizas vacas por los contornos, al otro lado del puente arranca un cami­no carretero de peores trazas que sube junto al cristalino arroyo breve­mente, y posteriormente asciende por la ladera de la manera más vertigino­sa posible, obligándonos a amoldar nuestros pasos a un piso pedregoso y descarnado donde se suceden las

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arquetas de la nueva toma de aguas de la embotelladora Bezoya.

Poco antes de que esta tremenda rampa parezca llegar a su fin, toma­remos a la izquierda un viejo desvío de peores trazas que continúa con la misma dura y ascendente tendencia por la ladera desarbolada, hasta coro­nar a la media hora el cerro de Nava-honda (1895 m). De no atinar con ese desvío o viejo camino al Malagosto, seguiríamos el nuevo camino trazado expreso para la toma de aguas de Bezoya, que más adelante recupera la compañía del arroyo Siete Arroyos, lo cruza por un puente, y asciende por la empiomada ladera de las Peñas Buitreras para coronar el cordal de los Montes Carpetanos en el Puerto de Calderuelas (1965 m), pudiendo alcanzar desde aquí el Puerto de Malagosto (izquierda) o el Collado de la Flecha (1921 m).

Por el contrario, la opción pro­puesta asciende de manera directa la loma del cerro Navahonda, sin difi­cultades de orientación por la abierta ladera, rodeados por la característica composición de las altas cumbres guadarrameñas, bañadas por la fra­gancia de cambrones, espinosos ene­bros y piornos, y pasando la vista con facilidad de la vertiente del río Cam­brones (izquierda) a la del arroyo Siete Arroyos (derecha). Una ascen­

sión de gran dureza con un primer tramo en manos de camino con trazas de antiguo cortafuegos que llega hasta un portillo, tras el cual una alambrada espinosa nos guía a coronar la cumbre de Navahonda (1895 m) y estrenar las vistas al valle del río Pirón.

Antes de llegar al vértice geodési­co que culmina la cumbre, a la dies­tra unas rodadas que a veces se pier­den en pequeñas praderas verdes bajan hacia una alambrada y un nuevo portillo de alambres, dando paso al camino que vemos en el hori­zonte a nuestra derecha.

Al otro lado del portillo, tanto la alambrada como el recién estrenado camino van de la mano tomando aún más altura, hasta alcanzar a los vein­te minutos el cordal principal de los Montes Carpetanos en un picacho desnudo y aireado, desde donde las vistas a la Najarra (2106) y Cuerda Larga se muestran magníficas. Rode­ados por característicos cambrones, piornos, enebros y la pura roca que conforman la imagen de las cumbres carpetanas, por fin tenemos al alcan­ce de la mano el Puerto de las Calde­ruelas y el Puerto de Malagosto (1928 m) a la izquierda con la cruz de hierro de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

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É

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m

DISTANCIA TOTAL: 1 5 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 5 horas y 30 minutos .

TIPO DE MARCHA: Circuior.

TiíMPOS DE MARCHA: lo Pradera - Fuente del Chútete: 1 hor a y 30 minutos. Fuente del Chútete • Arroyo de Peñalaro: 1 hor a y 30 minutos. Arroyo de Peñalara - Cuevo del Monje: 1 hora .

Cueva del Monje - La Pradera : I hor a y 30 minutos. DESNIVEL: 52 0 metros .

DIFICULTAD: Baja. Pese o los fuertes desniveles iniciales, el que buena parte de la ruta f transcurr a íntegrament e po r pist a foresta l asfaltad a atenú a considerablement e e l esfuerzo ;

amén de evitarnos sufridos despistes . TIPO DE CAMINO: Pist o forestal asfaltada cortada al tráfico.

AGUA POTABLE : Fuent e de l Chútet e e n la s inmediacione s de l arroy o Carnero ; y l o fuent e de l -^^ Milan o en los inmediaciones del Cerr o del Puerco .

ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquiera, pues en este recorrido no alcanzaremos los desabrigados y altas cumbres, sino que faldearemos entre ladera s pinadas. Aunque siempre hemos de recordar

que estamos en la umbría de Peñalara, dond e las nevadas son copiosas. SUGERENCIAS: La Sillo del Rey y la Cueva del Monje son de esos pocos lugares o los que el hombre ha cargado de leyendas e historio. E n esta jornada el pinar envuelve con su paz la

umbría de las cumbres más olías de la Sierro de Guadarrama. También se pued e realizar la ruta en bicideta , pue s aunque el recorrido tiene fuertes desniveles no es exigente técnicamente.

CARTOGRAFÍA: Hoja n° 36-38 escola 1:25.000 del Servicio Cartográfico del Ejército.

E n las inmediaciones de La Granja y Valsaín hay nu­merosas pistas, por las que

los leñadores acceden a los más en­hiestos pinos silvestres del Pinar de Valsaín.

Será una de estas pistas por la que subiremos hasta la Silla del Rey,

desde donde faldearemos por un boni­to balcón con vistas al amplio Valle de Valsaín. Posteriormente descendere­mos bruscamente hasta la Cueva del Monje y el pueblo de Valsaín.

Nuestra ruta comienza en La Pra­dera de Navalhondo, localidad inme­diata a Valsaín, a la que llegaremos

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por la CL-601 o carretera del Puerto de Navacerrada.

Una vez que hemos desembarca­do en La Pradera, buscamos la calle adoquinada que sube por un flanco del aserrío de Maderas de Valsaín.

Sin perder el empedrado bajo nuestros pies llegaremos a una valla, tras la cual se abre paso la brava natu­raleza, y los adoquines dan paso a una bachosa pista asfaltada.

Sorteamos la valla y seguimos subiendo por el asfalto, rodeados de robles melojos, fresnos y pinos sil­vestres. La mediana pendiente nos permite disfrutar de un agradable paseo, que en 20 minutos alcanza el arroyo de la Chorranca, para lo que debemos ignorar los dos primeros desvíos (perfectamente sefializados) a La Granja, y un tercero a la Cueva del Monje junto al arroyo. Pese a los

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desvíos resulta difícil extraviarse, pues en cada intersección de pistas hay carteles, en los que sólo hemos de seguir las indicaciones a Peñalara.

Tras cruzar el curso de la Cho-rranca la pendiente se endurece, en una ladera en la que se siguen repar­tiendo por igual robles, pino, estepas y retamas, hasta llegar en un cuarto de hora a un nuevo cruce de pistas.

Ignorando el desvío dcho., segui­mos subiendo duramente por un asfal­to excepcional. En este tramo el roble comienza a ceder y el pino se convier­te en predominante, altivo y robusto.

A la media hora del último des­vío, nos encontramos con sendos car­teles a la fuente del Chútete y la gar­ganta del arroyo Cameros. Siguiendo estas indicaciones nos vemos obliga­dos a abandonar la pista, para inter­namos brevemente por un camino de tierra, con el fin de abastecemos de agua y damos un descanso.

La fuente del Chútete es un peque­ño caño, con una altiva corona rocosa en difícil equilibrio, rodeada de una frondosidad exuberante. Esto se debe a que nos encontramos sumergidos en la garganta del arroyo Cameros, cuya humedad trae consigo un enmarañado sotobosque de acebos, heléchos, zar­zas, jaras y retamas. Sentados en el suelo junto a la fuente, el silencio nos trae el murmullo del distante arroyo; y

levantando la vista por la otra ladera de la garganta, vemos la altivez del Pinar de Oquendo.

Tras el refresco volvemos al lugar donde abandonamos el asfalto, para continuar subiendo por él. La peque­ña rampa inicial da paso a un tramo llano de apenas 200 metros, donde disfmtaremos de la vista aérea sobre La Granja, antes de volver a las anda­das con las fuertes pendientes.

Así tras ese balcón llano, nos espe­ra una durísima subida de media hora por el espeso pinar, hasta alcanzar el collado (1631 m) que precede al Cerro del Moño de la Tía Andrea (1689 m). En dicho collado un cartel nos indica la senda que abandona la carretera, para subir en diez minutos a la Silla del Rey; donde el infante don Francis­co de Asís se hizo labrar en piedra un magnífico mirador, para contemplar el paisaje que se abre a nuestros pies.

Tras subir y bajar del mirador, haremos un último tramo de subida en el que ignorando el desvío a Peña­lara alcanzaremos, tras 20 minutos de trepada por la carretera, el punto más alto de la jomada. Aquí podemos observar con nitídez cómo por enci­ma de nuestras cabezas se levantan las desoladas cumbres de Los Clave­les y Peñalara.

Concluida la subida iniciamos un suave descenso entre el espeso pinar.

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para alcanzar en poco tiempo el arro­yo de la Chorranca; y a partir de éste, iniciar un tramo de unos veinte minu­tos, prácticamente llanos, hasta el arroyo de Peñalara. Rodeados del invariable pino, en este tramo avan­zamos con rapidez por un paisaje que ya no ofrece misterios al caminante. Sin embargo al llegar al arroyo de Peñalara no queda más remedio que hacer un alto para refrescarse del potente chorro. Ello permite fijarnos, con más detenimiento, en la ladera contraria que cierra el Pinar de Val-saín. Allí se levantan La Camorca, La Camorquilla y el Collado de la Cruz de la Gallega; y no es que sean espec­taculares, pero es nuestra última oportunidad de verlos antes de sumergimos en el valle pinado.

Pero quien dice sumergirse se queda corto, al describir la inmersión o trepidante bajada que nos espera más adelante. Durante tres cuartos de hora nos dejaremos caer por un asfal­to hecho trizas, que desemboca en la pista asfaltada principal.

Alcanzada dicha pista, a la diestra encontraremos en pocos minutos un vivero. Tras este recinto alambrado en el que se acumulan los pequeños pinos, que sustituyen a los que caen con la sierra mecánica, se levanta el amontonamiento de rocas que for­man la Cueva del Monje (1402 m).

Cuenta la leyenda que un vecino de Valsaín vendió su alma al diablo, pero arrepentido se retiró a este soli­tario lugar, quizás para que la paz se transmitiera a su dolorida conciencia. Sea como fuera su cuerpo expiró su úUimo aliento, y su alma aún vaga por estos lugares en espera de la indulgencia divina. Raro es que no consiguiera el perdón, pues cuando uno mira desde este mirador a las nítidas cumbres carpetanas, parece que desde ellas bastaría un pequeño salto para alcanzar el cielo.

De nuevo en camino, seguimos descendiendo más suavemente por la pista asfaltada, bordeando el Cerro del Puerco. A la par que recobramos la compañía del roble melojo, tendre­mos la posibilidad de beber agua en la fuente del Milano. Este pequeño caño se encuentra un poco más abajo del kilómetro I (hay mojones kilo­métricos en el arcén) a la izquierda, alejado unos 50 metros del asfalto.

Este tramo, muy concurrido por ciclistas y senderistas, concluye dos kilómetros más abajo junto al cruce de pistas del arroyo de la Chorranca.

En el cruce, que nosotros ya conocimos en la subida, tomaremos la pista que desciende a La Pradera. Allí nos esperan estupendos restau­rantes en los que pegarse un homena­je gastronómico.

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DISTANCIA TOTAL : 1 3 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL: 4 horas .

TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS DE MARCHA: Venta de los Mosquitos - Puente sobre el arroyo de Mingúete: 1 hor o y 1 5 minutos . Puent e sobre e l arroyo de Mingúete - Puert o de L o Fuenfría : 40 minutos.

Puerto de L a Fuenfrí a - Fuent e de la Reina : 4 5 minutos . Fuent e de la Rein o -Venía de los Mosquitos: ] hor a y 1 5 minutos .

DESNIVEL: 46 0 metros .

DIFICULTAD: Baja . Toda la ruto transcurre por pistas fantásticas. Sólo en el ascenso al Puerto de Lo Fuenfrí a utilizaremo s un estrecho y empinado sendero. Per o más que un problema será un

divertido aliciente, e n e l que los continuas pintados rojos y blancos del GR-10. 1 no s indicarán e l camino.

TIPO DE CAMINO: Pisto forestal asfaltada , calzada romana y sendero. AGUA POTABLE : Fuent e de la Rein a en l a Prader a de Lo Fuenfría , y l a fuente de Lo Fuenfrí a en

el Puerto de La Fuenfría . ÉPOCA RECOMENDADA: El predominio del pino silvestre implica que ninguna estación destaque

sobre las demás. Aunqu e l a rut a result a perfect a par a lo s día s d e calor , porqu e la penumbr a y las cristalinas aguas serán un a constante .

SUGERENCIAS: Tendremos la posibilidad de conocer la calzada romana de Lo Fuenfría, y el "Convento" de Casarás . Lo s suaves pasos en l o mañana son nuestros mejores aliados para

descubrir con facilidad a los huidizos corzos. E l frondoso pinar no s envuelve tan copiosamente , que aun siendo verano echaremos de meno s uno rop a de abrigo, cuand o caig a l a tarde.

CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

E l protagonista de nuestra excursión es el arroyo Min­gúete, al que en un princi­

pio seguiremos de cerca, para luego re­correr las laderas que le apretan en una estrecha garganta. El curso de este

arroyo nace entre el Montón de Trigo (2155 m) y Cerro Mingúete (2023 m), pero desciende encerrado entre el Ce­rro de Navalazor y el Montón de Tri­go, lo que le otorga una vida llena de gorgoteantes arrullos.

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Nuestra ruta comienza en la Venta de los Mosquitos, un viejo caserón que daba acomodo de los antiguos viajeros, situado en el actual kilómetro 131 de la CL-601. Quizás por las siglas sea difícil reconocer a la carretera de Navacerrada, cuya apertura hace tan sólo un siglo, rele­gó al olvido al puerto por el que durante siglos se atravesaron estos parajes: el de La Fuenfría.

Aparcando el coche en la explana­da que rodea a la Venta de los Mos­quitos, al otro lado de la carretera hay una pista forestal cerrada a los vehícu­los, por la que iniciaremos nuestro paseo.

Con el cómodo asfalto bajo nues­tros pies, nos sumergimos en una penumbra de invariable y abundante pino silvestre, que apenas deja en estos inicios posarse la mirada en el puente de La Cantina (a nuestra dies­tra). Por doquier nos rodean suaves laderas de espigados troncos asalmo­nados, que arropan la humedad que tiñe el suelo de verdes heléchos. Sumergidos en la fría penumbra, ini­ciamos un ligero descenso de apenas un cuarto de hora hasta llegar a cru­zar un pequeño arroyo, junto al que está la Casa de los Guardas de la Pesca. Edificación cuyo fin era prote­ger uno de tantos pasatiempos reales; porque no sólo de cazar corzos vivían

los reyes, en este Real Coto de Val-saín.

Apenas 100 m más adelante, da­remos con el lugar donde se unen el arroyo del Telégrafo y el arroyo Min­gúete, para dar lugar al río Valsaín, que más abajo será el río Eresma. Cruzando sobre el arroyo del Telé­grafo comenzamos a subir ceñidos al arroyo Mingúete, mientras aparece algún acebo aislado en los márgenes de la pista. Incluso si nuestros pasos no rompen el silencio, quizás nos sea posible sorprender algún corzo pas­tando por la Pradera de Navalazor.

A los 45 minutos de haber cruza­do el arroyo del Telégrafo, llegamos al puente sobre el que cruzaremos el arroyo Mingúete. Este tramo junto al arroyo ha sido algo duro por la empi­nada pendiente, pero la compañía de tan potentes aguas es un refrescante alivio. Además su curso repleto de brillos solares baja tan frío como la nieve de la que surge, y no cede al más bochornoso calor.

Tras el puente del Mingúete la pendiente se endurece bastante, pero nosotros sólo disfrutaremos de tal placer diez minutos, pues guiados durante todo el recorrido por las mar­cas del GR-10.1 (bandas de pintura roja y blanca), cuando éstas abando­nan el asfalto para internarse por una pista de tierra (a la izquierda), noso-

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tros optamos por seguir las pintadas en los troncos.

AI abandonar la carretera, inicia­mos una breve pero dura ascensión acompañados del curso del arroyo. Para luego descender suavemente hasta el arroyo Mingúete, al que cru­zaremos de piedra en piedra. Opera­ción que puede resultar algo compli­cada cuando viene mucha agua.

Una vez en la otra orilla, volve­

mos a seguir las marcas del GR-10. K que ascienden por un camino que sigue de cerca al arroyo. Pero no hay que confiarse, porque un poco más adelante el GR-IO.I (y nosotros con él) abandona el excelente camino, por un estrecho sendero que sube por la ladera, alejándose del cristalino murmullo.

Por este sendero tendremos una dura trepada, por un piso con piedra

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menuda suelta, que a la media hora alcanza la nueva fuente de La Fuen-fría. En este frío caño podremos refrescamos y hacer un descanso, momento en el que podemos aprove­char para ver bajo nuestros pies la estrecha y tupida garganta del arroyo Mingúete.

Tras el descanso, seguiremos cuesta arriba por el amplio sendero que hay al pie de la fuente, para alcanzar al poco el Puerto de La Fuenfría. Donde tenemos al frente la meseta madrileña y a la espalda la segoviana; y tan fácil va de uiia a otra la mirada, como para comprender que este collado es el mejor paso natural para atravesar la Sierra de Guadarrama.

Tal fue su importancia, que los romanos trazaron en el Puerto de La Fuenfría una calzada, cuyo impoluto enlosado veremos en el lado madrile­ño del collado. Pese a que nuestra in­tención es seguir la vía romana por la ladera del Montón de Trigo, la razón de acercamos a este enlosado es que no todos los tramos de calzada esta­ban empedrados con grandes losas.

Así tras conocer un tramo inequí­voco de esta obra civil romana, vol­vemos a la parte segoviana del colla­

do, para tomar la amplia pista de tie­rra cerrada a los vehículos con una valla. Por ella bajaremos unos minu­tos antes de abandonarla por la calza­da romana, que vuelve a aparecer sobre nuestras cabezas. Pero esta vez sin ningún enlosado que la identifi­que como calzada.

Como si fuera un balcón a la gar­ganta del Mingúete, las perspectivas aéreas no dejan escapar un solo deta­lle, en la media hora que nos llevará alcanzar el edificio ruinoso del "Con­vento" de Casarás. Resulta curioso que todos lo conozcan como con­vento cuando en realidad fue un pabellón de caza mandado construir por Felipe IL

Después de corretear entre los pocos muros que quedan en pie, vol­vemos a la calzada para seguir des­cendiendo por ella, hasta dar con la fuente de la Reina y la carretera asfal­tada.

Un refresco y un descanso antes de tomar la carretera a la diestra y bajar cómodamente la empinada pen­diente que nos llevará al lugar donde abandonamos esta pista para subir por el GR-10.1 al Puerto de La Fuenfría. Ahora ya por camino conocido volve­mos a la Venta de los Mosquitos.

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DISTANCIA TOTA U 1 3 kilómetros . DURACIÓN TOTAL : 4 horas. TIPO D E MARCHA : Circular .

TIEMPOS D E MARCHA : Carreter a d e Navacerrad a - Camin o Schmid : 1 hor a y 1 5 minutos . Camino Schmid - Fuente del Puerto de La Fuenfría: 1 hor a y 30 minutos. Fuente del Puerto de

La Fuenfría - Corretera de Navacerrada: 1 hor a y 15 minutos. DESNIVEL: 35 0 metros .

DIFICULTAD: Baja. La pendiente del arroyo del Telégrofo es duro en la parte final. Todos los senderos se encuentran señalizados con morcas de pintura.

TIPO D E CAMINO : Pist o y sendero mayormente. AGUA POTABLE : Fuent e de l Puert o de La Fuenfría .

ÉPOCA RECOMENDADA : Por o aquello s qu e le s gust o charlar y cambia r impresione s co n otro s excursionistas, indudablemente los fines de semana.

SUGERENCIAS: Umbrías y gargantas, temor de los viajeros de otros tiempos; penumbras de cúpulas punzantes y muérdago , son digno contraposición a l dicharachero Camino Schmid, dond e el saludo de numerosos excursionistas, confirman a este sendero como uno de los más conocidos

y concurridos de l o Sierra de Guadarrama. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra de Guadarrama escala 1:50.000 editado por Lo Tiendo Verde.

Sea nuestro propósito el de ote­ar a vista de pájaro el alto Pi­nar de Valsaín. Ayudados por

el arroyo del Telégrafo subiremos has­ta las inmediaciones de las pistas de es­quí del Puerto de Navacerrada, donde tomaremos el Camino Schmid para fal­dear por la Umbría de Siete Picos y Cerro Ventoso. Muy cómodamente nos permitirá este camino llegar al Puerto de La Fuenfría, donde daremos con el Carril del Gallo; sendero por el que

bordearemos el Cerro de Navalazor y volveremos al arroyo del Telégrafo.

Nuestra ruta comienza en el kiló­metro 132 de la carretera del Puerto de Navacerrada (CL-601). En las mismas Siete Revueltas, hay una pista forestal asfaltada cerrada a los vehículos por una valla metálica. Nosotros podemos aparcar el coche junto a la fuente, que hay unos 100 m carretera abajo.

Comenzamos a andar por dicha

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pista forestal, dejando atrás el rugir de los coches, para internarnos entre espigados pinos silvestres. Con pasos cadenciosos y cómodos por el exce­lente piso, vamos tomando con ganas las primeras rampas.

El aire, lleno de silbidos de carbo­neros y agateadores, parece tan fresco como la penumbra que crea tan fron­dosa cúpula de hojas aciculadas.

Poco a poco vamos en busca del

arroyo del Telégrafo, cuyo encuentro a los 20 minutos lejos de ser una fies­ta, será como esos amores que con los años no marchitan.

Así tras la primera mirada de los hijos de la contradicción, la lengua negra que sube y la corriente transpa­rente que baja, ambos comparten el mismo lecho de la profunda garganta.

Bajo la atenta mirada del corzo esquivo, subimos ligeros junto al

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potente arrullo del agua durante un cuarto de hora, hasta alcanzar el puente que cruza el curso cristalino.

En la otra orilla la fuerte pendien­te asesina al urbano asfalto; pero el tesón por no desaparecer, hacen de este camino un camaleón que con­vierte su piel en tierra, de la que el viento arranca nubes de polvo.

Por delante nos espera una trepa­da durísima que nos sacará los colo­res. Pasos marcados con pesadez en la amplia pista de tierra, en pos de la cumbre y a la vera del arroyo. Minu­tos que parecen más largos que de costumbre, pero que no será más de media hora lo que nos cueste alcan­zar el telesilla de la pista de esquí.

Arrendajos y grajos nos saludan con estridentes gritos, cuando el verano silencia las sillas colgadas de un hilo. Lejos de esa temporada de ropas de moda y botas que no sirven para andar por al calle, los días calu­rosos convierten los esqueletos metá­licos en dinosaurios apagados.

Ahora nuestro camino sigue por la pista de esquí, hacia donde uno mira por curiosidad, y al instante las pier­nas parecen temblar ante la durísima y empinada cuesta. Metidos en faena por el desnudo pasillo desarbolado, la altura hace jirones el arroyo, y lo con­vierte en un pequeño hilo que pronto desaparecerá bajo la nieve. Nosotros

como patos mareados, zigzagueare­mos durante veinte minutos hasta alcanzar a los que nos miran con curiosidad desde el Camino Schmid.

Alcanzado este sendero, trazado por uno de los pioneros del montañis­mo en esta sierra, tomamos aliento mientras nos saluda un primer excur­sionista al que acompaña su perro.

Embebidos en nuestros pensa­mientos vuela la mirada como el milano, en pos del buitre leonado que va hacia la cumbre del Montón de Trigo; o se pierde en la espesura del pinar que se esparce a nuestros pies, como la boca del lobo se traga a los viajeros.

Seducidos por este mirador a la inmensidad del Pinar de Valsaín, y cual abejas que esperan seguir delei­tándose de la misma miel, seguimos a la diestra el trillado piso del Camino Schmid, marcado con puntos ama­rillos en los troncos asalmonados.

Comenzamos así un largo y suave faldeo de una hora y media, que nos llevará por la Umbría de Siete Picos y Cerro Ventoso, hasta el Puerto de La Fuenfría. Pero podemos diferenciar varios tramos en este largo faldeo: el primero sería una suave bajada en el que agotamos los pasos entre raíces desnudas, que en el aire forman ra­milletes, vacas que pastan en la Prade­ra de Navalusilla, y la yegua que apa-

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ciblemente come con su tierno potri­llo. Con las gargantas de los arroyos del Telégrafo y Ventoso bajo nuestros pies, grandes rocas redondeadas se acumulan por una ladera de helécho, enebro rastrero y altos pinos silvestres.

El segundo tramo del largo faldeo comienza al sobrepasar el Cerro de Navalazor, un pequeño alto que vemos allá abajo, pero con tal entidad como para dejar atrás la garganta del Telégrafo y adentramos en la del arroyo Mingúete.

Disfrutando de las vistas a Peña-lara y Dos Hermanas, el sendero de puntos amarillos acaba por dar con el Carril del Gallo (hay sendos carteles en el tronco de un alto pino) y la fuente del Puerto de La Fuenfría, en la que nos refrescaremos debidamen­te mientras nos alcanzan los tres ami-guetes que van con paso ligero.

Tras el refresco y el descanso, desandamos nuestros pasos por el Carril del Gallo para seguir de frente, ignorando esta vez los puntos ama­rillos.

Nuestro nuevo sendero es en sus inicios tan excepcional como para hacemos creer que siempre será así. Mera ilusión, porque al poco se con­vierte en un estrecho sendero, que bastante tiene con ir sorteando una maraña de viejos troncos que han dado con sus huesos en el suelo,

donde lirones y pico picapinos se dis­putan las blanquecinas larvas.

Guiados por pequeños puntos naranjas, bajaremos durante media hora, para aparecer en un amplio espacio abierto en las inmediaciones del Cerro de Navalazor (1759 m). Este amplio espacio está culminado por grandes rocas, que hacen de estu­pendo mirador, desde donde alcanza­remos a ver la ruptura entre el verde Pinar de Valsaín y la lejana llanura dorada.

Al bajar de nuestro mirador sobre la garganta del arroyo del Telégrafo, nace la confusión, porque en esta espaciosa pradera la hierba se ha merendado todo rastro de sendero. Pero tan sólo basta subir a la parte superior del empradizado, para dar de nuevo con los puntos naranjas que nos guían.

Nuevamente en camino, el sende­ro cae bruscamente durante un cuarto de hora, oculto entre la penumbra del frondoso pino, para alcanzar el curso del arroyo del Telégrafo.

La rica agua viene acompañada de zarzas, brezo y estruendosos mugidos de vacas, que al vemos tra­tan de alejarse con pereza y desdén.

En la otra orilla tras una pequeña cuesta, damos de nuevo con la carre­tera por la que subimos en el inicio de la mta.

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DISTANCIA TOTAL : 7 kilómetros .

DURACIÓN TOTAL : 2 horas .

m-- TIP O D E MARCHA : Lineal .

TIEMPOS DE MARCHA: LO Pradera de Novalhorno - Boca del Asno: 1 hora . Boca del Asno Puente de Lo Cantina: 1 hora .

DESNIVEL: 14 0 metros .

DIFICULTAD: Baja. Lo pendiente es escasa, el camino claro y sendllo, y siempre habrá un puente en buen estado cuando necesitemos cruzar a l a orill o contrario de l río.

TIPO D E CAMINO : sendero.

AGUA POTABLE : La fuente de Canaleja se encuentra a l final de l a excursión. ÉPOCA RECOMENDADA: Cualquiera, grocios al pino protector y lo coto baja en la que nos move-mos. Per o en verano resulta una jornada muy refrescante a l i r ¡unto a las frías aguas del curso

del Eresma , salpicado de pozos, saltos y umbrosos sotobosques. E n otoño los robles y álamos del primer tramo, junt o a los abedules que pueblan l o porte olta de l Eresmo , ofrecen un rico con-

traste cromático con la s aciculados púas de los pinos. SUGERENCIAS: Los Pinares de Valsaín de espigados, apretados y maduros pinos albores, son uno de los pocos lugares capaces de trasportarnos a un o naturaleza desmesurada e infundirnos fra-gilidad. Est e entorno no pasó inadvertido para l a nobleza , que hizo de él un exclusivo coto de cazo bien delimitado por los numerosos mojones con l o corona rea l grabada. La s Pescaderías o acondicionamiento de lo ribero de l rí o Eresm a responden o esa ideo de recreo , concebida por el rey ilustrado Carlos III para su esparcimiento y frecuentes póseos. Est a ruto convierte eso heren-cia en hilo conductor, sirviéndose de los tramos aterrazodos del camino que sube junto a lo ori-lla izquierda del río Eresma, por a sumergirse en la naturalez a y los diferentes huellas del pasa-do que jalonan e l curso del rio , com o el ruinos o palacio de Valsaín construido por el rey Felipe

11, el puente de los Canales o acueducto que alimentaba de agua el onterior palado, un segundo puente de supuesto origen romano , u n tercer puente sobre tres robustos tajamares, y por último

el oltivo puente de La Cantina ¡unto a la barroco y estética fuente de Canaleja. Por tonto una jornada muy completa, o l o que añadir e l acervo cultural de las exposiciones temporales del

Centro Nacional de Educación Ambiental en Lo Pradera , que se puede completar con una visita al centro de interpretación de lo Boca del Asno, donde conocer de primera mano el entorno

noturol en el que nos desenvolveremos. A los más pequeños seguro que gustará mucho. CARTOGRAFÍA: Mapa de la Sierra del Guadarrama escala 1:50.000 editado por La Tienda Verde.

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E l comienzo de esta ruta se ubi­ca en la Pradera de Navalhor-no, cuyo conjunto urbano es

atravesado de par en par por la carre­tera que va del Puerto de Navacerrada a La Granja de San Ildefonso. En la Pradera de Navalhorno podremos aparcar en el margen de la carretera junto a tentadores restaurantes, donde saciar el inmenso apetito que sin du­dad despertará una caminata como la que nos espera a continuación, o dis­frutar de alguna de las exposiciones temporales que realiza el Centro Na­cional de Educación Ambiental.

Ya a pie, tomaremos la carreterilla que comunica la Pradera de Navalhor­no con el pequeño y cercano pueblo de Valsaín, salvando la cristalina corriente del río Eresma gracias a un puente de buena factura. Sin necesi­dad de cruzar a la otra orilla seguimos curso arriba la alambrada que parte del puente, flanqueados a la izquierda por unas casas y a la derecha por unas magnífica vistas sobre el pueblo de Valsaín, con los restos del palacio que mandara construir Felipe II como pabellón de caza en primer término. A pocos pasos un portillo peatonal se abre en la alambrada, permitiéndonos descender a la vera del río para cruzar a la orilla contraria con la ayuda de dos puentes en bastante buen estado. Ahora que por fin tocamos las aguas

del no Eresma, nuestro objetivo será subir durante toda la jomada junto a la orilla izquierda (nuestra derecha).

Tras el paso peatonal la ruta y el Eresma se sacuden toda urbanidad, surcando una amplia y llana pradera que se extiende hasta el caserío de Valsaín sirviendo de pasto a numero­sos caballos y potrillos serranos, con escuetos grupúsculos de alamedas y robles que sombrean mínimamente el serpenteante río, plateado y áureo bajo tanto reflejo solar.

Los verdes prados salpicados de zarzales y escobas concluyen a esca­sos diez minutos frente a un salto de agua. El camino sortea los promonto­rios rocosos sobre los que se apoyan los muros de hormigón para retener el agua, buscando el mejor lugar para seguir de cerca la orilla, y alcanzar poco más arriba el paso peatonal tras el cual se levanta el punte de los Cana­les bajo un tupido sotobosque de sau­ces. Esta obra de ingeniería es también conocida como el acueducto por sus­tentar los pilares de piedra y el restau­rado canal de madera que abastecía de agua el palacio de Valsaín en tiempos de Felipe II, como atestigua el escudo labrado en la clave del arco. Sin duda, lo escondido del lugar y la estampa del puente, junto al remanso tranquilo de agua a sus pies, dotan a este lugar de una profunda belleza y misterio.

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Superado este preámbulo aparece ante nosotros los que será de ahora en adelante una constante de esta ruta, la fisonomía del Pinar de Valsaín, genuino bosque que sorprende a pro­pios y extraños por la espesura y el porte de unos espigados pinos silves­tres de característicos troncos anaran­jados, que han llegado a nuestros días tal y como debieron ser hace mil años gracias a su aprovechamiento por madereros y ganaderos. Sin olvidar esa faceta de lugar de recreo y caza que siempre otorgaron los monarcas españoles a este lugar. Un mar de troncos naranjas poblados por los gri­tos estridentes de la corneja y el arrendajo de franja azul, embriagado por el misterio y donde antaño los hombres sintieron miedo.

Dejando atrás la estampa del acueducto, el camino se dibuja claro entre la orilla del río y una alambra­da, bajo un invariable y espigado pinar silvestre predominante, denso y altivo, que cubre por completo el curso hasta sumergirnos en una fres­cura acentuada por la humedad que acompaña la corriente de agua, poblada de heléchos, mentas, ortigas, libélulas y mariposas multicolores. Por delante se nos presenta un tramo muy cómodo por la poca pendiente y bien guiado por el curso del río, jalo­nado por algunos tramos aterrazados

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de las pesquerías y los siguientes hitos: a los pocos minutos aparece en la orilla contraria el animado bullicio que puebla bancos y mesas del área recreativa Los Asientos; un cuarto de hora más tarde un puente de supuesto origen romano atraviesa el río, y quince minutos más arriba infranque­ables paredes graníticas se encrespan encañonando el cauce, que forma sucesivas pozas redondeadas y puli­dos saltos de agua. El camino salta este obstáculo conocido como la Boca del Asno a la grupa de cada cor­tado granítico, acondicionados con sendos pasamanos para evitar per­cances, ofreciendo unas aéreas y completas vistas de este aconteci­miento único en toda la excursión.

Ahora, cuando la presencia real es más bien escasa, un nutrido tropel de críos y visitantes se acercan hasta aquí, atraídos por la magnífica área recreativa de fácil acceso desde la carretera y la posibilidad de refres­carse, más bien enrojecerse los pies en un agua gélida incluso en verano, alentados sin duda por los conoci­mientos que sobre los Pinares de Val-saín puedan obtener en el centro de interpretación Boca del Asno.

A partir de aquí el pino silvestre no cede su protagonismo, sin embar­go hemos profundizado tanto en el bosque como para notar los primeros

síntomas de la altitud. La ladera de rocas musgosas encajona a un sende­ro que acentúa su pendiente, cule­brea, salta obstáculos y se interrumpe por alguna corriente de agua. El pai­saje que nos rodea se espesa. Los pinos se aprietan entre brezos y ene­bros, y el curso del río, más umbrío que nunca, se cuaja de alisos de tron­co quebrado, sauces de hojas lanceo­ladas y abedules de corteza plateada.

Sumergidos en este panorama y siguiendo curso arriba, a los 35 minu­tos de la Boca del Asno dejaremos a un lado un puente de madera sobre tajamares de piedra en buen estado, flanqueado por sendos mojones rea­les y precedido por un tramo aterra-zado de pescadería bien conservado, junto a una cristalina y amplia poza donde saltan limpiamente las ranas ante nuestra presencia.

Pocos minutos más arriba llegare­mos a la desmembración del Eresma, nuestro guía, en dos. El arroyo del Telégrafo baja desde la loma del Telégrafo y Cerro Mingúete, y a la izquierda el arroyo del Paular se deja caer desde el puerto de Los Cotos o de El Paular.

Escasos metros por el arroyo del Telégrafo las Pescaderías culmina en el Baño de Venus, una deliciosa poza acompañada de un pequeño pero sonoro salto de agua.

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Ayudados por varios puentes que

cruzan sendos arroyos, bien escolta­

dos por sendos mojones reales, pode­

mos elegir cualquiera de las dos ori­

llas del arroyo de El Paular para

llegar a la fuente de Canaleja y el

puente de La Cantina, por donde

cruza la carretera de Navacerrada y

concluye esta jomada. Por tanto se

trata de nuestro último tramo de subi­

da, en la que es aconsejable la orilla

de nuestra derecha, al ir tomando el

camino altura por la apretada y empi­

nada loma respecto al curso del río, a

modo de balcón sobre un espeso

sotobosque donde las brillantes hojas

de abedules resaltan sobre la mate

púa del pino.

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Glosario

ARISTA: Cort a y pronunciad a lomo , qu e cae d e la s cumbres separando do s gargantas. BANCAL: Disposició n de l terreno en sucesiva s terrazos, normalment e co n e l fi n d e cultiva r o

repoblar ladero s co n fuerte s desniveles . BERCIAL: Dond e abundo e l berceo , u n matorra l áspero . BERROCAL, CANCHAL : Paraj e a l qu e se identific a po r e l predomini o d e grande s roca s redon -

deadas de gneis o granito . CABALLERA: Roc a qu e po r ocdón de los agentes erosivos, qued a suspendida e n difíci l equili -

brio sobre otra roc a base . CELLISCA: Fuert e viento a l que acompañan agua y nieve. CERVUNAL: Pasto s de altura y gran aspereza . COLLADO: Depresió n o punt o d e unió n entr e do s montañas . Suele n se r lo s poso s naturale s

para aírovesa r un cordal , convirtiéndos e en puertos . CORDAL, CUERDA : Part e superio r de l alineamient o d e sucesiva s cumbres montañosas . CUMBRE O ALTO : Port e má s elevad a d e un a elevació n montañoso . ESCORRENTÍA: Erosió n superficia l de l pis o producid a po r fuertes precipitodones , y favorecida

por l o falt o d e cubiert a vegetal . GARGANTA: Estrech o y empinod o valle , surcad o normalment e po r potente s orroyos . HITOS: Amontonamient o d e pequeña s piedras , por a indica r e l camino . LANCHA, LAJA , LASTRA : Piedr a alargod o y plana . MAJADA: Cerramient o co n muro s d e piedr a por o e l ganado . MELOJAR O REBOLUR : Bosqu e d e robles . M O J Ó N : Piedr a o post e que señólo distonda s y límites territoriales. NAVA: Proder o lion a e n lo s lodero s d e la s montañas , mu y apreciada po r sus bueno s pastos . NEVERO: Lugor en el que por su situación, a l norte, se suele ocumulor abundante nieve. PIMPOLLAR: Bosqu e de árboles jóvenes y de escaso porte . SOTOBOSQUE: Arbusto s y matorrale s qu e suele n crece r baj o la s cúpula s d e lo s árboles . UMBRÍA: Parte s de la montañ a qu e po r su orientación , a l norte , n o reciben los royos del so l

directamente. Siend o po r tanto lugore s frío s y húmedos .

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Page 156: Guadarrama

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