guía: ¿quién podrá, señor, maría auxilio de los...

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8 paso a paso, dejando amor y paz en mi marcha. Yo quiero ser, Señor, persona de aguas cristalinas, puras, donde se vea el fondo al mirarlas. Coro 2: Quiero ser como tú, Señor Jesús, que al fin quedaste solo, pero siempre, en cada paso, entregaste tu vida por amor. Todos: Dame, Señor, la fortaleza del que no busca intereses y su interés es servir allí, donde haga falta. Dame ojos que descubran el sufrimiento del hombre. Que mi pie, Señor, nunca pise al inocente en el camino. Guía: ¿Quién podrá, Señor, sentarse en tu mesa con túnica blanca? Todos: El que ene el corazón sincero y ama a Dios y a su prójimo viviendo en verdadera fraternidad, se sentará en la mesa de los hijos de Dios. Amén. (cf Sal 14) María Auxilio de los crisano… El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a ala vida eterna. Amén S. María del Carmen Juárez Roldán Coordinadora Provincial de la Dimensión de Catequesis 1 Lectio divina El amor al prójimo “Viviendo la fraternidad.” 1 Jn 3,11-17

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paso a paso, dejando amor y paz en mi marcha. Yo quiero ser, Señor, persona de aguas cristalinas, puras,

donde se vea el fondo al mirarlas.

Coro 2: Quiero ser como tú, Señor Jesús, que al fin quedaste solo, pero siempre, en cada paso,

entregaste tu vida por amor.

Todos: Dame, Señor, la fortaleza del que no busca intereses y su interés es servir allí, donde haga falta.

Dame ojos que descubran el sufrimiento del hombre. Que mi pie, Señor, nunca pise al inocente en el camino.

Guía: ¿Quién podrá, Señor,

sentarse en tu mesa con túnica blanca?

Todos: El que tiene el corazón sincero y ama a Dios y a su prójimo viviendo en verdadera fraternidad, se sentará en la

mesa de los hijos de Dios. Amén. (cf Sal 14)

María Auxilio de los cristiano…

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a ala vida eterna. Amén

S. María del Carmen Juárez Roldán Coordinadora Provincial de la Dimensión de Catequesis

1

Lectio divina

El amor al prójimo

“Viviendo la fraternidad.”

1 Jn 3,11-17

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Guía: En el nombre del Padre…

Estamos reunidos como hermanos y pedimos a nuestro Padre nos regale nuevamente el don de su Espíritu Santo.

Guía: (Leyendo pausadamente haciendo oración esta invocación al

Espíritu Santo, puede ser acompañada por música muy suave).

Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente, abre mi corazón, toma mis manos, para que comprenda el mensaje de la Palabra, pa-ra que sienta la profundidad del amor divino, para que camine abriendo mis manos a los que necesitan curación y misericor-dia.

Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe en el Dios Padre que ama a todos, santos y pecadores; dame el amor que abraza a todos los hombres y mujeres del mundo entero y que son mis her-manos; afianza mi esperanza en medio de mis debilidades, limitaciones e incapacidades.

Ven, Espíritu Santo, yo solo sé que no puedo hacer nada; acompáñame, guíame, llévame, para que pueda llegar al abra-zo del Padre, para que pueda seguir las Palabras y enseñanzas del Hijo, para que pueda caminar con mis hermanos, con amor, fe y misericordia, con la fuerza, la luz y la ternura que vienen solo de Dios. Amén.

Proclamación de la Palabra: (Tomada de la sagrada escritura, no

importa la versión que se use, invitar a la escucha y solamente después

se entregara el subsidio)

Lector: 11“Porque el mensaje que oyeron desde el principio es que debemos amarnos los unos a los otros. 12 No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. Y ¿por qué lo ma-to? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su her-mano eran buenas. 13 No se extrañen, hermanos, si el mundo los odia. 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama per-

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Lector 5: ¿Quién habitará en tu santo monte

y participará de tu Reino?

Coro 1: Señor, con un corazón limpio y sincero, transparente y puro,

quiero, Señor, llegar hasta tu casa donde vivir por siempre en alianza.

Coro 2: Yo quiero, Señor, andar sin tacha, andar con un corazón verdadero, que no haga juego sucio,

ni maneje a mi hermano, ni obre la injusticia.

Coro 2: Quiero obrar la justicia, llevar tu plan de salvación a los hombres, dando al que tiene hambre, pan;

y al desnudo, abrigo; dando al que no tiene techo, una casa; dando amor, al que vive solo, y dando un trozo de tierra, al

que sin tierra propia trabaja.

Lector 1: Señor, con un corazón que diga la verdad siempre, quiero, Señor, ser testigo entre los que no tienen nada.

Lector 2: Yo quiero ser, Señor, bueno de corazón y que mi lengua no sea espada que destruye y corta,

que ataca y golpea y deja tirado en el camino con tal de seguir adelante y triunfar, caiga quien caiga.

Lector 3: No quiero dañar a mi hermano, ni destrozar su imagen;

Lector 4: No quiero, Señor, dañar a mi prójimo, ni dejarle herido; ni menospreciar al hombre sencillo

y que no puede defenderse.

Coro 1: Señor, con un corazón limpio, quiero caminar,

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ben amar como El ha amado. Han de practicar la caridad has-ta dar la vida por sus hermanos. Así se entiende que cuando más grande es el amor, menos resistencia opondrá el cristiano a entregar y sacrificar la propia vida por causa de ese amor.

V. 17 Si ves a tu hermano en necesidad y no te apiadas de él, ¿como puedes permanecer en él el amor de Dios?” Si se de-be dar la vida por amor a los hermanos, con mayor razón se deben dar los bienes de este mundo. El hombre que no tiene compasión del prójimo que se encuentra en necesidad, no puede ser hijo de Dios, el amor divino no puede permanecer en él. El verdadero amor, la caridad, hace que la sensibilidad del cristiano sea extremadamente delicada y sus entrañas se estremezcan ante la necesidad de sus hermanos pobres.

(Momento para compartir)

Ahora que hemos escuchado al Señor, démosle una respues-ta, ¿a qué te comprometes después de haberlo escucharlo?

Nuestro compromiso es con el Señor. A él le pedimos nos ayu-de para ser capaces de vivir como quien tiene vida y vida en abundancia.

Terminemos nuestra oración con el salmo

Guía: Señor, yo me pregunto: ¿quién morará en tu tienda?

Lector 1: ¿Quién tendrá vía libre a entrar en tu casa?

Lector 2: ¿Quién podrá habitar contigo

en la morada del Padre?

Lector 3: ¿Quién será capaz de llegar

a poseer la Vida eterna?

Lector 4: ¿Quién cantará tus alabanzas

en la Jerusalén celeste?

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manece en la muerte. 15 Todo el que odia a su hermano es ho-micida, y saben que ningún homicida poseerá la vida eterna. 16 En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él ha da-do su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. 17 Si alguien tiene bienes de este mun-do ve a su hermano en necesidad y no se apiada de él, ¿como puede permanecer en él el amor de Dios? Palabra de Dios

Guía: Ahora te invito a que vuelvas a leer el texto, subrayan-do el versículo que más llame tu atención (breve momento de

silencio) invitar a decir la frase que escogieron no importa que se repita. El Señor nos habla de manera personal, busca el versículo que escogiste y leyendo la explicación propuesta trata de descubrir que te quiere decir el Señor a ti, ahora, en tu situación concreta. (Breve momento de silencio)

Examinando el texto

V. 11 “Lo que oyeron desde el principio - debemos amarnos los unos a los otros”. Sabemos bien que el gran mandamien-to que nos ha dejado el Señor Jesús es el de amar: amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la men-te y amar al prójimo como a ti mismo (cf Mt 22,37-39), es de-cir estamos llamados al amor, a la caridad: y esta es nuestra vocación más alta, nuestra vocación por excelencia; y a esta está unida también la alegría de la esperanza cristiana. Quien ama tiene la alegría de la esperanza, de llegar a encontrar el gran amor que es el Señor.

Este mandamiento es tan importante, que es el mensaje mis-mo de Dios a su Iglesia, es la recomendación suprema de Cris-to. En la catequesis primitiva (αττ' αρχής = desde el principio) se insistía en este precepto de la caridad, que era el distintivo de los primeros cristianos. "Toda la Ley se resume — dice San Pablo — en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Gal 5,14)

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V. 12 “No como Caín, que era del maligno, y mató a su her-mano. Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas”: San Juan, para inculcar todavía me-jor el precepto del amor fraterno, acude a una antítesis: el odio al hermano. El amor sugiere su opuesto, el odio, de la misma manera que los hijos de Dios se contraponían a los hi-jos del diablo. El tipo tradicional del odio fraterno; era Caín, que, llevado por la envidia, mató a su hermano. Caín pertene-cía, al grupo del diablo, y de ahí que su figura se haya conver-tido en representante de los seguidores de Satanás.

Los cristianos han de procurar no ser como Caín. En la actitud de Caín y Abel se puede descubrir la actitud de todos los hom-bres: unos odian, imitando a Caín, otros aman, siguiendo a Abel. Las obras malas de Caín contrastaban con la conducta irreprochable de Abel.

El primer fratricidio de la humanidad tuvo origen en la envi-dia, en el odio del malvado contra el justo. Las ofrendas de Abel eran agradables a los ojos de Dios, porque eran buenas y justas; y, en cambio, las de Caín no fueron agradables a Dios por el mal espíritu con que las ofrecía.

V. 13 “No se extrañen, si el mundo los odia”. Teniendo pre-sente la historia de Caín y Abel, no hay que extrañarse que el mundo aborrezca a los cristianos. El odio pertenece a la esen-cia de los hombres mundanos. Por el contrario, la condición de los cristianos es el amor. El mundo aborrece a los fieles, porque las obras de aquél son malas (1Jn 2,15-17; cf 1Pe 4,49; en cambio, las de los fieles son buenas. Jesucristo ya había predicho que el mundo aborrecía y perseguía a los que no compartiesen sus principios (Jn 17,14). Al odio que el mundo manifiesta por los cristianos opone San Juan el amor que debe reinar entre los miembros de Jesucristo. El amor fraterno será signo de que están en comunión de vida con Dios.

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V. 14 “Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos”. El que no ama permanece en la muerte”. El amor es fuente de vida, mientras que el odio causa la muerte. Jesucristo ya había dicho que el que re-cibe su palabra y cree en aquel que le ha enviado, tiene la vida eterna, porque pasó de la muerte a la vida. Por eso, el cris-tiano, para conocer su estado espiritual, se puede servir del criterio de la caridad: si ama a sus hermanos, será señal de que ha pasado de la muerte a la vida. La vida es la comunión con Dios, causa de nuestra filiación; la muerte es la separación de Dios por el pecado. Por el contrario, los nacidos de Dios han pasado de la muerte a la vida, porque por el amor se llega a la vida.

El amor fraterno es señal de que se ha nacido de Dios. El no amar a su hermano será señal de que está muerto a la gracia, de que no tiene comunión vital con Dios. La caridad fraterna es el mejor signo para distinguir a los buenos cristianos de aquellos que no lo son.

V. 15 “Todo el que odia a su hermano es homicida, ningún homicida poseerá la vida eterna”. No amar es odiar. Por eso quien aborrece a su hermano es homicida. Porque el odio tiende por su naturaleza a suprimir la persona odiada: "Quem odit quis, periisse cupit," dice San Jerónimo. El homicida no tiene en sí la vida eterna, no posee la gracia santificante, que hace hijos de Dios; que es la comunión íntima con Dios.

V. 16 “Hemos conocido lo que es amor: en que él (Jesús) ha dado su vida por nosotros”. La más alta revelación del amor de Dios está en el Calvario. El Crucificado es el supremo mo-delo del amor perfecto y desinteresado, que se entrega a la muerte por sus amigos e incluso por sus enemigos. Su sacrifi-cio voluntario es la expresión del auténtico amor fraterno. “También nosotros debemos dar la vida por los hermanos”. Los seguidores de Cristo deben obrar como su Maestro, de-