guÍa de preparaciÓn y oraciÓn para el festival bÍblico · acompañada por la oración permite...

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GUÍA DE PREPARACIÓN Y ORACIÓN PARA EL FESTIVAL BÍBLICO

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GUÍA DE PREPARACIÓN Y ORACIÓN PARA EL FESTIVAL BÍBLICO

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GUÍA DE PREPARACIÓN Y ORACIÓN PARA EL FESTIVAL BÍBLICO

Arzobispado de la Santísima Concepción

Área Eclesial

Departamento de Animación Bíblica de la Pastoral (ABP)

Diseño: Cecilia Pérez Mora

Equipo: Hna. Mariela Pizarro M. - Leslie Sáez Alarcón - Gerardo Fernández Fritz -

Luis Urrea Heller - Cecilia Pérez Mora (coordinadora).

Concepción, Agosto 2018

Departamento de Animación Bíblica de la Pastoral - Concepcion

[email protected]

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PRESENTACIÓN

El departamento de Animación Bíblica de la Pastoral perteneciente a la

arquidiócesis de la Santísima Concepción, es un servicio enfocado a impulsar la misión

evangelizadora de la Iglesia en el marco de la pastoral orgánica. Se preocupa

principalmente de orientar, convocar y animar a la comunidad eclesial hacia el encuentro

personal y comunitario con Jesucristo, por medio de la Palabra contenida en la Sagrada

Escritura, suscitando así la conversión personal, pastoral y eclesial.

La ABP se desarrolla bajo tres dimensiones: conocimiento (interpretación del mensaje

revelado contenido en la Biblia); comunión (oración); y evangelización (que suscita la

proclamación de la Palabra y el testimonio de vida). Pues la misión del departamento es la

difusión, motivación y formación en la Palabra de Dios que es alimento y fundamento del

quehacer de la vida cristiana, apuntando hacia la renovación de una Iglesia en salida1.

Dentro de las actividades que realiza el departamento de ABP-Conce están, la Jornada de

Formación Bíblica (en julio) que prepara nuestro gran evento de septiembre el Festival

Bíblico; celebración que cada año, el primer sábado de septiembre da inicio al “mes de la

Biblia”2. Su organización es fruto de un trabajo eclesial colaborativo entre los distintos

departamentos, parroquias, colegios y movimientos de la arquidiócesis, que buscan como

finalidad la difusión de la Palabra de Dios de una manera lúdica, para que los transeúntes

de la ciudad de Concepción tengan una instancia de conversación (de las muchas que

existen) informal, pero con perspectiva bíblica, sobre el tema escogido.

1 Texto guía: Orientaciones de la Animación Bíblica de la Pastoral, 2018.

2 Septiembre es escogido como el mes de la Biblia por dos razones:

1. El día 30 de septiembre la Iglesia conmemora al patrono de los traductores y padre de la exégesis, san Jerónimo

de Estridón, quien durante el siglo IV tuvo una trascendental tarea que desempeñar, por mandato del papa

Dámaso traduce la Sagrada Escritura desde el hebreo y el griego al latín, idioma oficial del cristianismo dando

origen a la “Vulgata Latina”.

2. En su día 26 del año 1569, se termina de imprimir la primera traducción oficial y en español de la Iglesia, llamada

“Biblia del Oso”.

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Este año hemos trabajado el tema de la “la santidad” orientados por la exhortación

apostólica “Gaudete et Exsultate”, bajo el lema «Santificado sea tu nombre» (Mt 6,9). Es

por eso que hoy proponemos la siguiente guía de oración con la Palabra que nos

introduce en la escucha atenta del mensaje entregado por Jesús a sus discípulos en

cuanto a la manera que nos debemos dirigir al Padre en la oración; además de hacer una

invitación al discernimiento personal y comunitario sobre la santidad en las acciones

cotidianas.

No olvidemos que «leer y escuchar la Palabra es la capacidad de entablar una

conversación con el Creador puesto que en los libros sagrados, el Padre que está en el

cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).

La ABP agradece a todos quienes colaboran y participan de nuestros encuentros, y los

esperamos el próximo año para celebrar juntos la Palabra de Dios.

Coordinación

Departamento de Animación Bíblica de la Pastoral

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INTRODUCCIÓN

Para que el cristiano empape su corazón con la Palabra de Dios debe recibir el contenido

de la Biblia entendido de manera relacional, pues si bien en ella no se dan grandes

definiciones, los conceptos ahí mencionados han sido inspirados por Dios para que

aquellos que la acojan la vivan comunitariamente al estilo de Dios relación.

La última exhortación apostólica del obispo de Roma, Francisco, publicada el pasado 19

de marzo, nos habla sobre el camino de santidad al que todo el Pueblo de Dios es

llamado, aterrizándolo a la capacidad de obtenerla por parte de todos los fieles de buen

corazón que están viviendo sus vidas a partir del amor y la comunión.

La santidad es uno de aquellos conceptos relacionales que presenta la Escritura, el que

invita a vivir en unión íntima con Dios por medio de la asociación personal a la muerte y

resurrección de Cristo, y a los distintos aspectos de su vida, por ser modelos de entrega

misericordiosa, amorosa y de comunión (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate,

n. 20). La voluntad divina fue santificar y salvar a los hombres «para que participemos de

su santidad» (Hb 12,10). Es por eso que “el Espíritu Santo derrama santidad por todas

partes” (Gaudete et exsultate, n.6), siendo dicha característica el rostro más bello de la

Iglesia católica y –como impulso de la gracia divina– signo de comunión con aquellos que

fuera de la Iglesia igualmente la poseen (Gaudete et exsultate, n.9).

Podemos entender la santidad como la caridad plenamente vivida (Gaudete et exsultate,

n.21), que en el Pueblo de Dios se ve reflejada en actos cotidianos de mujeres y hombres

que el papa Francisco reconoce como los santos “de la puerta de al lado”, aquellos

padres que crían con tanto amor a sus hijos, que trabajan duramente para llevar el pan a

su casa, los enfermos que día a día luchan por su vida, las religiosas ancianas que siguen

sonriendo, entre muchos otros que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la

presencia de Dios (cf. Gaudete et exsultate, n.7).

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Para comprender a cabalidad el modelo de santidad podemos recurrir a los textos donde

el mismo Jesús describe el estilo de vida (de amor a Dios y al prójimo) que deben llevar

los bienaventurados (=santos) y misericordiosos hijos de Dios (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23;

Mt 25, 31-46). Para ello, se nos invita a estar centrados en Cristo y firmes en torno al

amor de Dios que nos sostiene, pues quien ama a Dios puede ser fiel frente a los

hermanos (cf. Gaudete et exsultate, n.63; 110;111;112).

Desarrollar estos aspectos no es tarea fácil, se necesita de audacia (parresia) frente a las

dificultades que nos pueden impedir el desarrollo de la santidad y de todo aquello que nos

santifica; la ansiedad nos dispersa y debilita; la negatividad y la tristeza nos individualiza;

la acedia cómoda, consumista y egoísta nos enceguece, y tantas formas de falsa

espiritualidad no nos permiten caminar y servir a Dios (cf. Gaudete et exsultate, n.129;

111).

La santificación es un camino que se vive en comunidad, pues en ella se puede

experimentar la presencia mística del Señor resucitado por medio de la oración, los

sacramentos y la misión (cf. Gaudete et exsultate, n.141; 142; 147). Finalmente, la acción

del Espíritu nos permite discernir los caminos de santidad que el Señor propone a cada

mujer y hombre en la vorágine del mundo actual (cf. Gaudete et exsultate, n.150).

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BIENVENIDA, ACOGIDA Y PREPARACIÓN PARA EL ENCUENTRO CON

CRISTO

«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una

nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura

acompañada por la oración permite ese intimo diálogo en el que, a través de la lectura,

se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada

apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para

nuestros pasos y luz en nuestro camino»

(Benedicto XVI, 16 de septiembre 2005).

Nos ponemos en la presencia del Señor.

Tomamos conciencia de que estamos delante de Cristo, Palabra viva del Padre, que

quiere habitar en nuestros corazones, por el Espíritu Santo.

Hacemos silencio exterior e interior, disponiéndonos para escuchar y acoger la Palabra de

Dios.

Dejamos nuestras preocupaciones en las manos del Señor, exponiéndole nuestra realidad.

El Padre quiere hacer de su Palabra, luz y alimento para nuestras vidas.

¡VEN ESPÍRITU SANTO!

Invocamos al Espíritu Santo.

Él inspiró el texto bíblico, ahora Él nos ayuda a comprender la Verdad de la Palabra.

Nos dejamos conducir por el Espíritu a un encuentro profundo con Cristo.

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VEN SANTO ESPIRITU

Autor y compositor:

Gerardo Fernández, SC

Ven, oh consolador

Ven, vida de las almas

Ven tú fuerza de amor

Ven a alumbrar nuestras sombras

Ven, quédate

Ven a infundir tu esperanza

Ven, quédate

Ven, oh fuego inmortal

Ven, verdad revelada

Ven belleza de Dios

Ven a alumbrar nuestras sombras

Ven, quédate

Ven a infundir tu esperanza

Ven, quédate

PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA (Mt 6, 9-13)

“9«Vosotros, pues, orad así:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; 10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.

11 Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; 12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros

deudores; 13 y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal»”

ORACIÓN:

Porque tu Palabra nos convoca y alimenta: te doy gracias Señor.

Porque tu Palabra nos purifica e ilumina: te doy gracias Señor.

Porque tu Palabra nos anima y alegra: te doy gracias Señor.

Porque tu Palabra nos enriquece y consuela: te doy gracias Señor.

Porque tu Palabra nos interpela y compromete: te doy gracias Señor.

Porque tu Palabra nos salva: te doy gracias Señor.

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Paso 1: Lectura

COMPRENDER LA PALABRA ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Leemos el texto en voz alta. Dejamos un momento para releerlo en

silencio, si hay algo que no entendemos, lo marcamos con un signo de

interrogación (¿?). Si hay algo que nos llama la atención, lo subrayamos.

Para la comprensión del texto:

a. Sobre los personajes del relato: ¿Quién está hablando? ¿A quiénes se dirige?

b. Sobre los acontecimientos: ¿Qué nos está enseñando Jesús? ¿Por qué Jesús nos enseña

esta oración?

c. Sobre Dios: ¿Qué atributo de Dios podemos conocer en el texto?

d. Libremente comentamos otros elementos del texto que nos parecen relevantes.

Notas:

Jesús nos enseña a orar como una forma de dirigirnos a Dios. Fue en el monte, reunido con los

discípulos y la muchedumbre, donde Jesucristo por medio de la oración del “Padre Nuestro” nos

revela la relación de paternidad amorosa que existe entre el Creador y su creatura; a pesar de

que este Dios se encuentra en los cielos y está por sobre nosotros, no es un Dios lejano, pues

quiere tener una relación filial con cada uno de sus hijos.

Jesucristo como segunda persona de la Trinidad, no se predica a sí mismo sino más bien anuncia

el Reino de su Padre. Todo el contenido de su misión apunta hacia el Reino (parábolas,

bienaventuranzas, milagros, etc.) que es Dios mismo, el cual ofrece su amor incondicional a su

criatura liberándola del mal y otorgándole la participación en su propia vida como un don

gratuito. Por esta razón, Cristo nos incita a solicitar en nuestra oración la venida del Reino y

que con ello, se haga la voluntad del Padre y no la nuestra, como hijos confiados, humildes,

abandonados y esperanzados en las bondades de Dios, quien nos alimenta con su Palabra de vida.

El amor de Dios se nos ha ofrecido gratuitamente, como hijos suyos somos criaturas predilectas

entre toda la creación, gozamos de dones y cualidades que nos permiten realizarnos libremente.

A pesar de ello, los seres humanos también tenemos la capacidad de romper la comunión con la

Trinidad santa y entre los mismos hombre; así, se hace necesario el perdón y la reconciliación. En

esta oración, Cristo nos alienta a vivir el perdón entre los hombres para luego vivir plenamente

la comunión con Él (Mt 5,23-24).

«Santificado sea tu Nombre», ¿pero qué quiere decir esto?

En el Antiguo Testamento se desarrolla la santidad de Dios con el fin de distinguirlo respecto a

todo lo creado; por ejemplo en el contexto de los profetas se nos enseña que «Dios es el Santo»

(Os 11,9), incluso el profeta Isaías lo describe como aquel que «es tres veces santo» (Is 6,3),

como ser perfecto que no posee impurezas. En cuanto a la afirmación del Nuevo Testamento

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sobre el único Santo que es Dios, aclara que por medio del amor que le profesa a su criatura, al

mismo tiempo la santifica en Cristo (Jn 17,19; 1Co 1,2), pues «Dios es amor» (1Jn 4,8; Jn

17,26) y por su amor todos estamos llamados a ser parte de su santidad (He 9,13; Rm 16,2;

6,19; 2Co 1,12).

La Iglesia, como Pueblo de Dios y Cuerpo unido a su cabeza que es Cristo, es reflejo de la

santidad de su fundador aunque de manera imperfecta debido a sus miembros.

Por lo tanto, el Pueblo de Dios está llamado a santificar el nombre de Dios y ha santificarse a sí

mismo (1Tes 3,13) poniendo al servicio del Padre Santo y al de la humanidad todos los dones,

carismas y ministerios con los que ha sido bendecido. Santificamos el nombre de Dios por medio

de alabanzas; viviendo según sus mandatos; alimentando la fe personal y comunitaria con la

lectura de la Palabra, la Eucaristía; buscando su perdón en el sacramento de la reconciliación;

relacionándonos por medio de la oración y la praxis pastoral; anunciando y viviendo con valentía

(parresia) su evangelio; y principalmente, amando a Dios por sobre todas las cosas y amando al

prójimo como si fuéramos nosotros mismos.

Paso 2: Meditación.

ACOGER LA PALABRA ¿QUÉ NOS DICE EL TEXTO BÍBLICO?

El texto nos invita a abrir el corazón para acogerlo y dejarnos interpelar.

Marcamos con un signo de exclamación (¡!) la frase o palabra que nos hace

sentir que Jesús nos habla de forma personal.

Compartimos el eco que la Palabra hace en nosotros: (preguntas que nos pueden ayudar)

Teniendo en cuenta mi oración personal,

¿Le hablo a Dios como hijo?

¿Siento a Dios como mi Padre?

¿Qué significa para mí: Santificado sea tu nombre?

¿Cómo me comunico con Dios?

¿Me relaciono con Él solo en los momentos de necesidad?

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Paso 3: Oración

RESPONDER LA PALABRA A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO ¿QUÉ

LE DECIMOS AL SEÑOR?

Leemos nuevamente el texto y marcamos con un asterisco (*) la frase o

palabra que nos mueve a responder al Señor iniciando un diálogo de amistad

que se hace oración.

Dios nos ha hablado a partir de su Palabra, ahora nosotros vamos a responder, primero en un

momento de silencio y luego juntos con el Padre Nuestro.

Pasó 4: Contemplación/acción:

INSPIRAR LA VIDA EN LA PALABRA ¿A QUÉ CONVERSACIÓN,

CONVERSIÓN Y ACCIÓN NOS INVITA EL SEÑOR?

Escribamos una palabra relacionada con el versículo o concepto que nos ha

ayudado a descubrir la santidad de Dios y otra que nos llama a alcanzar la

santidad en la comunión con los demás por medio de Cristo. Busco algún

aspecto de la vida de Jesús que me inspire.

¿Deseo parecerme a Dios?

¿Santifico a Dios en mi vida cotidiana? ¿De qué manera?

¿Con qué aspectos de Cristo me identifico?

¿Cómo puedo enriquecer el diálogo con Dios en mi vida?

ACOGEMOS LA BUENA NOTICIA QUE NOS ENVÍA AL ENCUENTRO CON LOS DEMÁS.

En mi vida concreta, Dios me llama a vivir con Él. La santidad se refleja en aquellos que teniendo

fe y confianza plena en Dios son alegres, destacando por vivir el día a día con sentido del humor.

Pues la alegría de sentirse amado hasta el extremo desborda el corazón del creyente e invita

necesariamente a contagiar con audacia aquel fervor gozoso de ser hijos de Dios.

Cristo es la buena noticia que nos llena de júbilo, quien se presenta como el camino a la comunión

plena con el Padre guiándonos por medio del Espíritu; y es Él quien nos llama a la comunión

eclesial como paso necesario hacia nuestra santificación, ya que es fundada en el modelo de la

relación trinitaria entre el mismo Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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Finalmente, todo lo anterior se fortalece con la comunicación constante del creyente con Dios; la

oración es necesaria para entablar un diálogo directo de amor fecundo con la divinidad y en ella

se puede pedir todos los auxilios necesarios –para sí o para otros– que nos ayuden a

santificar/nos.

El llamado a la santidad es para todo el Pueblo de Dios; ser santos como Dios (cf. 1 Pedro 1,15-

16) es una invitación, es una opción, una característica, quizás una meta, o bien un deber. Es

claro que lo podemos tomar o desechar, sin embargo no deja de ser una opción urgente para todo

el que cree. En consecuencia, es imperativo hacer de la santidad parte importante de nuestro

itinerario de vida, superando al fin esa visión lejana y casi utópica, de que el santo es aquella

mujer u hombre especial que apartado del mundo dedicó su vida sólo a la oración y silencio para

alabar a Dios. Ser santos en lo cotidiano no es inalcanzable, santificar a Dios implica imitarlo en

la santidad y ésta reflejarla en mi pensamiento y forma de actuar, abarcando la comunidad de

fe, el trabajo, el colegio, la universidad, ser santos en la familia, con los amigos y los que no lo son,

con la creación. No olvidemos que el santo no es aquel cristiano pasivo que sólo mira con amor,

sino que es aquel que con su mirada y acciones es perseverante en superar sus propios errores

todo en pos del amor hacia Dios y el prójimo.

Pidamos siempre en nuestras oraciones que el Espíritu Santo nos guíe y perfeccione cada día con

sus dones, para que podamos reconocer y superar las propias llagas que desafían nuestra

condición de hijos, y así, desarrollemos al igual que nuestra madre María –modelo de fe y

perfección– las características de la santidad.

CON AGUA LUZ Y FUEGO

Autor y compositor

Gerardo Fernández Fritz, SC

Con agua, luz y fuego

Yo te ungiré y te haré

sacerdote, profeta y rey

Con agua, luz y fuego

Yo te ungiré y te haré

renacer y entrar en mi hogar

Ven conmigo al Jordán

Ven y entra en mi amor

Ven y sígueme

Y prepárate para lo que

vendrá

Que a mi lado en mi Reino

vivirás

Con agua, luz y fuego

Yo te ungiré y te haré

sacerdote, profeta y rey

Con agua, luz y fuego

Yo te ungiré y te haré

renacer y entrar en mi hogar

Ven conmigo al Jordán

Ven y entra en mi amor

Ven y sígueme

Y prepárate para lo que

vendrá

Que a mi lado en mi Reino

vivirás

Con agua, luz y fuego

Yo te ungiré y te haré

sacerdote, profeta y rey

Ven Santo Espíritu.

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CONFIAMOS LOS FRUTOS DE LA

LECTIO DIVINA AL CORAZÓN DE MARÍA

María, Madre de la Palabra, se hizo discípula misionera de su Hijo,

guardando y meditando las Palabras de Jesús en el corazón (Lc 2, 19).

A ella le pedimos que inte

rceda por nosotros para que imitando su disposición y entrega podamos

permanecer en la Palabra:

Yo soy la (el) siervo(a) del Señor, hágase en mí según tu Palabra.

(Lc 1,38).