grandes expediciones: camino inca a machu picchu

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GRANDES EXPEDICIONES Machu Picchu 48 RUMBO A MACHU PICCHU Pasos de El Cami

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En la sección Grandes Expediciones de la revista Viajes & Aventura de Colombia, aparece un amplio especial sobre la ruta a Machu Picchu. Los textos y las imágenes del reportaje son de mi autoría.

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grandes expediciones Machu Picchu

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RuMbo a Machu Picchu

Pasos de aventura en

El Cami no Inca

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Los años son como los pasos en una jornada lluviosa: dejan huella. Él lo sabe y lo siente cuando el cansancio lo obliga a emperezar su marcha, a moderar sus prisas en las pendientes re-tadoras. Ya no es el de antes. Ahora se agota y se agita. Le sacan ventaja sus jóvenes compañeros. Ellos están enteros, son fuertes, sus piernas resisten y sus espaldas no se doblegan. Igualito era él cuando empezó hace varios años. Un joven recio e infatigable. Pura fibra. Apenas se cansaba un poquito al ascender vigorosa-mente al abra de Warmiwañusqa (“el paso de la mujer muerta”, en español). Y eso que antes cargaba harto: 30 ó 40 kilos. Pero eso nunca lo arredró. Desde niño, su cuerpo campesino se acos-tumbró al trabajo exigente.

Pasos de aventura en

TExTo Y foTogrAfíAs: RoLLy VaLdiVia cháVez

El Cami no Inca“...una de las travesías más espectaculares del planeta. Un destino anhelado por miles –o acaso millones– de trotamundos de todas las naciones y culturas. Un reto de más de cuarenta kilómetros por la senda histórica de los Hijos del Sol. Ruta intensa.”

Belleza sin fronteras. Por sus características únicas, Machu Picchu es Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Además, en un concurso internacional fue elegida como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo.

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Peregrinaje pastoril. surcos en el campo. Qué tiempos aquellos. recuerdos lindos que siempre lo acompañan, las añoranzas son su combustible en los tramos alzados. Energía pura que enciende su voluntad, y sigue andando, a pesar de los comenta-rios insidiosos que proclaman que ya no sirve, que está acabado. Es mentira, sólo se complica en los ascensos y eso no es tan grave. Todavía es rápido y anda con apuro, casi corriendo, en los senderos ten-didos, también en las bajadas con sus tur-badores precipicios; entonces, se escapa, no se deja ver hasta la hora de almuerzo o al final de la tarde. Es el momento de po-ner el hombro para armar el campamento en el que descansarán los turistas. Por eso, hay que sacarles ventaja.

Él descansará después, porque no es turista. Es uno de los porteadores en el fa-moso camino inca que conduce a Machu Picchu, una de las travesías más especta-culares del planeta. Un destino anhelado por miles –o acaso millones– de trotamun-dos de todas las naciones y culturas. Un reto de más de cuarenta kilómetros por la senda histórica de los Hijos del sol. ruta intensa. Cuatro días de senderos quebra-dizos y estrechos en las faldas monta-ñosas. De escaleras de piedra con pel-daños irregulares que desafían al vacío.

Escaleras de piedra facilitan el ascenso. Sus peldaños son irregulares y muestran la gran capacidad de organización y fuerza de trabajo que movilizaban los incas.

Diariamente, decenas de caminantes recorren El Camino Inca. Todos son parte de grupos organizados. De esa manera se busca proteger este legado arqueológico.

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De trepadas larguísimas que acercan a las nubes. De geografía cambiante. La cordillera, el valle, la ceja de selva. El declive de los picos andinos, el nacimiento boscoso de la Amazonia.

Jornadas de hallazgo. Centros administrativos y ceremoniales, andenes (terrazas cultivables) y hasta posadas o tambos. Un collar arqueológico que conjuga y armoniza su prestancia, con el colo-rido de las orquídeas, con el ubérrimo verdor de las montañas, con la silueta impoluta de un nevado con nombre de mujer, con el cauce de un río poderoso y mítico. Todo eso lo conoce muy bien, lo ha visto y recorrido tantas veces, con sol o con la lluvia. siempre con sus ojotas (sandalias confeccionadas con el caucho de las llantas), tan diferentes al calzado sofisticado que usan los viajeros. siempre chacchando (masticando) sus hojitas de coca y hablando en quechua con sus colegas más veteranos. Muchos jóvenes se hacen los olvidadizos, dicen que no saben.

Él jamás se avergonzará del runa simi (“la lengua de los hom-bres”, como se le llamaba al quechua), como tampoco dejará de rendirle tributo a la Madre Tierra y de pedirle permiso y protección a los apus (“montañas sagradas”) y al taita Inti (“padre sol”). Eso lo aprendió cuando era un niño. fueron las enseñanzas de sus abuelos y sus padres. Lo hizo tan bien, que hasta ahora lo recuer-da y, cada vez que puede, se lo cuenta a algún viajero en una de esas subidas que lo abruman. Eso ocurre muy de vez en cuando. Pocos entienden el español –su otra lengua– y, menos aun, se interesan en lo que pueda decirles un porteador. Para hablar están los guías. Ellos son los que saben, ellos tienen todas las respuestas.

Pero está con suerte. Hoy es uno de esos raros de vez en cuando y alguien lo escucha, le conversa, lo distrae –o ambos se distraen– de su extenuación. “Papacho, tranquilo no más, vamos a llegar”, dice con inusitada ternura. sus palabras no sólo están dirigidas a su ocasional acompañante, son, a la vez, una voz de aliento y de ánimo para él mismo.

La red caminera de los Incas fue amplísima.

Además del camino clásico a Machu Picchu, existe

otro ramal que conduciría a la fortaleza inca. Éste se encuentra parcialmente

abierto al turismo y permite conocer otros

complejos arqueológicos.

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Comienza la rutaAvance cauteloso y sin sobresaltos en

una mañana compungida de lluvia, en la que decenas de viajeros, guías y portea-dores continúan con la aventura que inicia-ron el día anterior en Piscacucho (2.649 m.s.n.m.), a la altura del kilómetro 82 de la línea férrea que une a Cusco con Aguas Calientes. Allí hay un puñado de viviendas, una caseta de control y un puente colgan-te. Ya no hay vuelta atrás para quienes lo cruzan. sólo sus pasos los llevarán a Ma-chu Picchu (“Montaña joven”, en español).

No existe otra forma, nada podrá ayu-darlos si su persistencia es vencida por los rigores de ese sendero prehispánico, que fue parte del espectacular sistema vial trazado por las civilizaciones cordillera-nas. Una red extensa que habría tenido de 30 a 50 mil kilómetros en su totalidad (según las estimaciones de John Hyslop), considerando los dos tramos principales del Qhapaq Ñan (“El gran camino”) y los ramales secundarios. Los primeros tuvieron su origen en el Cusco y se proyectaban a las cuatro regiones del imperio incaico.

Trazo costero: de Tumbes, la actual frontera norte de Perú, hasta el río Maule en Chile. Trayecto de altura: desde Pasto (Colombia) a Cuyo (Argentina). Ambos se unían a través de una serie de rutas menores, creando una eficiente red de co-municación pedestre que se “entrometía” en “la variedad más notables de paisajes que hay en el planeta”, en opinión del historiador Luis guillermo Lumbreras. A lo largo de aquellas arterias, se erigieron los

Un grupo de porteadores y excursionistas descansa en las cercanías

del abra de Runkurakay. Estos lugares son perfectos para otear el panorama.

Cerca al abismo, y de una de las pendientes que lleva al abra de Runkurakay,

se encuentra esta construcción semicircular. En ella, los viajeros intentan

llenarse de energía.

Después de un fatigoso ascenso se llega a Runkurakay, una de las construcciones

incas que se ven en el camino hacia Machu Picchu. Este complejo arqueológico habría

sido un tambo o lugar de descanso.

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llamados tambos, para alojar y brindar avituallamiento. Es pro-bable que existieran más de mil y que tuvieran la capacidad de atender –como lo señala María rostworowski en su Historia del Tahuantinsuyu– al “inca y a su séquito cuando salía del Cusco, ya sea para visitar a sus estados o marchar a la guerra”.

La notable destreza de los arquitectos andinos –hay sendas waris y de otras civilizaciones anteriores– dejaría atónito a los invaso-res ibéricos, que no comprendían “con qué herramientas e instru-mentos pudieron allanar los montes y quebrantar las piedras para hacerlos tan anchos y buenos como están”. Eso escribiría Pedro Cieza de León en su Crónica del Perú, hace más de 450 años. Eso es lo que se preguntan, en pleno siglo xxI, los turistas que emprenden la marcha hacia Machu Picchu, por ese ramal que, tal vez por capricho de las divinidades ancestrales, jamás habría sido pisado (¿mancillado?) por los conquistadores de occidente.

Quien no pregunta nada es el porteador. La lluvia se torna más intensa y el viento desata su furia alborotada. “se molestó el cli-ma”, dice sin detenerse, sin buscar un plástico o impermeable que lo proteja de las gotas impetuosas. son gajes. “Ya va a pasar. Hay que tener paciencia”, pontifica con una leve sonrisa. Habla con razón. El sol despunta. se entibia la mañana.

Una de las características sorprendentes de las construcciones prehispánicas es su armonía con su entorno geográfico. Los muros

de piedra encajan perfectamente con el ambiente natural.

El sector agrícola de Machu Picchu sorprende por sus amplias andenerías de diversos tipos y dimensiones. Fueron construidas

en las laderas de las montañas con el fin de cultivar y frenar la erosión causada por las lluvias.

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Rumbo a la Ciudad PerdidaCaminar todo el día, contemplar el horizonte, tomar aire. reagru-

parse para hurgar entre puertas trapezoidales y pasadizos car-gados de energía. Escuchar y olvidar las explicaciones del guía, recordar las palabras del hombre que modera sus prisas: “Ya falta poquito. Vio que sí se podía. Arriba todo es lindo. Créame, pa-pacho, no le miento”. Verdades de una ruta espléndida, variada, también exigente. Aventura que empieza a palpitarse desde el arribo al Cusco, la mítica ciudad fundada por Manco Capac; du-rante el viaje en bus o en tren hacia el kilómetro 82, vislumbrando el panorama agrícola de los pueblos del llamado Valle sagrado, un espacio vital que cobija importantes complejos arqueológicos.

Inicia el recorrido. El puente colgante. La primera subida que pone a prueba la resis-tencia de los aventureros que sólo ingresan en grupos organizados. No hay viajeros li-bres y la capacidad es limitada, por lo que se debe separar un espacio con anticipa-ción. Además, sólo se levantan los campa-mentos en áreas determinadas y no en cual-quier recodo, como se hacía anteriormente.

Primer día. Visualizar a lo lejos Patalla-qta o Pueblo Alto (2.750 m.s.n.m.), un complejo con más de 100 habitaciones de piedra, y la cordillera del Urubamba con el nevado La Verónica (5.800 metros), una montaña divinamente hermosa que los quechuas llamaron Weqey Willka, la Lá-grima sagrada, quizá porque su belleza es absolutamente conmovedora. Nada mal para empezar. El cuerpo resiste y las exigencias no son demoledoras, el camino no mete miedo; pero no hay que confiar-se. A la mañana siguiente se conquistará, a paso lento, el abra de Warmiwañusqa, el punto más alto con 4.200 m.s.n.m. Es-pacio abierto. Cerros. Quebradas. Aire escaso. Amenazas de soroche (mal de altura). “Descanse nomás, papacho. Aquí lo dejo. Debo continuar”.

Quienes recorren el Camino Inca llegan a Machu Picchu en la

mañana del cuarto día. Esto les permite, en

cierta medida, encontrar despejadas sus escaleras

y recintos.

Engarzada entre montañas de verdor, la máxima joya de la arquitectura incaica

bordea profundos precipicios.

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se marcha. Él no tiene tiempo que perder y baja rapidito por una escalera que hace peripecias por zonas escarpadas; entonces, otra vez es ese joven agilito que abandonó su recóndita comu-nidad, para ganarse la vida como porteador. Muchos lo hacen porque el campo sólo da para subsistir. Y pensar que estas tierras vieron florecer al imperio más grande de esta parte de América.

reflexiones. Todo lo que sube, baja. Ley que se aplica y se sufre en todo el periplo. Descenso. Atrás queda la “mujer muerta”, adelante está runkurakay (el galpón ovoide). otra vez hacia arri-ba. Andar pausado hasta los 3.900 m.s.n.m. reencuentro con el porteador: “De aquí ya es más sencillo”, asegura, antes de volver a extraviarse, de enrumbar hacia el segundo campamento.

recuperar el ánimo, alejarse de las sombras de lasitud que se despliegan antes de arribar al tambo de runkurakay, que fuera posada de los paseantes antiguos, incluyendo a los chasquis, los mensajeros del Tawantinsuyo. Después, más trajines para visitar

Pueblo agrario por excelencia, los Hijos del

Sol aprovechaban las laderas de los cerros para

construir terrazas de cultivo o andenes. Éstas

solían rodear sus recintos de piedra.

Desde la ruta se aprecian las

construcciones de Patallaqta o Pueblo Alto. Éstas son restauraciones

que recuperan gran parte de su esplendor.

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Localización: Departamento de Cusco, provincia de Urubamba. Forma parte del Santuario de Machu Picchu, área protegida por el instituto Nacional de Reservas Naturales. Cómo llegar: Por vía aérea y terrestre, desde Lima y Arequipa hasta Cusco. Por tren, Poroy-Piscaucho (Km. 82), y Machu Picchu-Poroy (retorno, 92 Km. En 3 horas y media).Altitud: Cusco, 3.360 m.s.n.m.; Machu Picchu, 2.400 m.s.n.m. El punto más alto de la travesía es de 4.200 m.s.n.m. Clima: Cuzco, templado, entre 14 y 16°C; Machu Picchu, semitropical, días calurosos y noches frías, generalmente.Características: Pavimentado con bloques de roca. Tiene escaleras, túneles y puentes de madera que cruzan ríos, selva, valles y alturas andinas.

Mejor época para viajar: Entre abril y octubre. De enero a abril es probable el cierre de carreteras debido a inundaciones y deslizamientos.Recomendaciones: Llevar ropa para lluvia, paraguas, botas, tenis o zapatillas aptas para la caminata, camisa manga larga, pantalón largo, chaqueta, impermeable, repelente para insectos, bloqueador solar, botiquín de primeros auxilios, artículos de aseo personal, linterna, guantes, bufanda, sombrero, toalla, frutas, chocolates y bebidas hidratantes para el camino. Prohibiciones: Botar basura, encender hogueras, matar animales, acampar en lugares no autorizados, dañar o quitar las piedras del camino o de las ruinas, cortar o dañar árboles.

Datos de interés

al centro ceremonial y administrativo de sayaqmarka (“Lugar parado” o “erguido”) y Conchamarka (“Lugar del fogón”), una construcción asociada a la primera.

Pasos finalesMachu Picchu cada vez está más cer-

ca. El tercer día apenas si se siente. Peri-plo escalonado y un abra más: Phuyupa-tamarka (“Lugar sobre las nubes”). Aquí se yerguen recintos de fina arquitectura de carácter administrativo y religioso. Hay fuentes de agua y resalta una pla-taforma de forma ovoide. No es el único vestigio. faltan el Intipata, con su infini-dad de terrazas cultivables y sus paredes de piedra canteada; y Wiñaywayna (“siempre joven”), localizada muy cerca del último lugar de pernocte. Esta joya

prehispánica lleva el nombre de la orquídea Epidendrum cassi-labium, emblemática entre la variada flora que rodea y absorbe a este rincón andino.

La última noche. Despedida. Música. Brindis, también baile. Apretones de mano y agradecimiento a los porteadores. Ellos no se levantarán antes de la aurora ni enrumbarán hacia el Inti Punku o Puerta del sol, para ver cómo el amanecer pinta con sus rayos los contornos ciclópeos de Machu Picchu, la máxima expresión artística y monumental de la cultura incaica.

Ahora ya no importa el cansancio y la distancia. si se es joven o viejo. Es la emoción la que hace andar. son las ansias de ver a la famosa ciudadela que hasta 1911 se mantuvo oculta a los ojos de investigadores y turistas (se considera al estadounidense Hiram Bingham como su descubridor). Actualmente, es una de las Nue-vas siete Maravillas del Mundo Moderno. se acaba el camino. Machu Picchu está al frente. Miradas absortas ante la perfección de sus recintos y andenes. sentir que jamás se encontrarán pala-bras para describirla a plenitud. Lo mejor es guardar silencio y admirarla. Total, ya no hay prisas ni abras que superar.

Toda la zona circundante a Machu Picchu resalta por su belleza geográfica y

natural, siendo una zona de transición entre Los

Andes y la Amazonia. Esto permite observar nevados

como los de la cordillera del Urubamba, especialmente

durante el primer día del recorrido.

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