gobiernos locales y sociedad: ¿nuevos mecanismos y...

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Academia de Ciencias Administrativas, A.C. Congreso Anual Internacional 5 al 7 de mayo, 2004 Gobiernos Locales Y Sociedad: ¿Nuevos Mecanismos Y Formas De Interacción? José Santos Zavala Colegio de San Luis En México, en las últimas décadas se han dado transformaciones fundamentales, tanto en lo económico, político y social. En lo económico se aplicaron políticas públicas de desregulación y apertura comercial, privatización de empresas y servicios públicos. En lo político, se ha presentado un lento pero permanente proceso de democratización, se descentralizaron funciones administrativas a los gobiernos locales y aumentaron las luchas por los derechos sociales. En lo social hay una ciudadanía más educada e informada, pero los desequilibrios son cada vez más profundos entre pobres y ricos. En su conjunto estos fenómenos han puesto de manifiesto una crisis de las formas de gobernabilidad y los mecanismos de regulación de interacción de los actores involucrados en la gestión de los problemas públicos, principalmente en los espacios locales. Estos procesos sociales han puesto en el centro del debate las formas de organización de los gobiernos locales y de los mecanismos que regulan su interacción con la sociedad. En esta ponencia se hace una reflexión sobre los procesos de transformación del Estado y la sociedad en el espacio local, en un marco de profundos cambios que han operado en un contexto de globalización económica y alternancia política. Por ello se pone énfasis en los aspectos que lleven a una transición de un modelo institucional autoritario y centralizador, hacia uno basado en las leyes, la participación y transparencia. En este sentido, la hipótesis central de la ponencia es que las reglas de interacción en que se basan las relaciones entre los gobiernos locales y la sociedad no han variado, porque son las Acapulco Guerrero, México Ponencia arbitrada clave: 317-AP-JSZ

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  • Academia de Ciencias Administrativas, A.C. Congreso Anual Internacional 5 al 7 de mayo, 2004

    Gobiernos Locales Y Sociedad: ¿Nuevos Mecanismos Y Formas De Interacción?

    José Santos Zavala Colegio de San Luis

    En México, en las últimas décadas se han dado transformaciones

    fundamentales, tanto en lo económico, político y social. En lo económico se

    aplicaron políticas públicas de desregulación y apertura comercial,

    privatización de empresas y servicios públicos. En lo político, se ha

    presentado un lento pero permanente proceso de democratización, se

    descentralizaron funciones administrativas a los gobiernos locales y

    aumentaron las luchas por los derechos sociales. En lo social hay una

    ciudadanía más educada e informada, pero los desequilibrios son cada vez

    más profundos entre pobres y ricos. En su conjunto estos fenómenos han

    puesto de manifiesto una crisis de las formas de gobernabilidad y los

    mecanismos de regulación de interacción de los actores involucrados en la

    gestión de los problemas públicos, principalmente en los espacios locales.

    Estos procesos sociales han puesto en el centro del debate las

    formas de organización de los gobiernos locales y de los mecanismos que

    regulan su interacción con la sociedad. En esta ponencia se hace una

    reflexión sobre los procesos de transformación del Estado y la sociedad en

    el espacio local, en un marco de profundos cambios que han operado en

    un contexto de globalización económica y alternancia política. Por ello se

    pone énfasis en los aspectos que lleven a una transición de un modelo

    institucional autoritario y centralizador, hacia uno basado en las leyes, la

    participación y transparencia. En este sentido, la hipótesis central de la

    ponencia es que las reglas de interacción en que se basan las relaciones

    entre los gobiernos locales y la sociedad no han variado, porque son las

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    que provienen del sistema político mexicano, y en el han surgido nuevos

    actores, pero no nuevas reglas de interacción.

    El argumento principal es que durante décadas, la forma

    organizacional de los gobiernos locales se caracterizo por dos principios

    fundamentales que han dejado de operar y que ahora tienen que ser

    substituidos por otras formas y prácticas de acción colectiva. El primero

    de éstos era la excepcional institucionalidad del sistema en su conjunto, lo

    que importaba en los acuerdos corporativos. Todos los actores

    involucrados en los asuntos públicos y la sociedad en general aceptaban la

    estructura del sistema como legítima. Esa forma organizacional tenía como

    objetivo principal el control político, lo que hacía posible el autoritarismo.

    Sin embargo esta forma institucional se ha erosionado y ha dejado de ser

    percibida como instrumento legítimo por la sociedad, aunque no ha

    perdido del todo su efectividad como mecanismo de control político. La

    segunda característica fue el uso de reglas no escritas; los actores de la

    gestión pública aceptaban un conjunto de reglas que conocían pero que

    nadie establecía de manera formal; en este contexto, la principal propuesta

    de esta ponencia es el cambio institucional en los gobiernos locales, el cual

    se refiere a la transformación de las normas, reglas y formas organizativas

    de las agencias de los gobiernos locales.

    Para lograr este objetivo la ponencia se ha dividido en tres

    apartados, en el primero se describen las transformaciones económicas y

    políticas de México, con la finalidad de justificar el cambio de los

    mecanismos y formas de interacción necesarios en la relación gobiernos

    locales – sociedad, lo cual se aborda en el segundo apartado. En el tercero

    se reflexiona sobre los factores que se requieren para construcción de

    gobiernos locales para garantizar la gobernabilidad, principal demanda en

    un contexto de globalización y alternancia política.

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    I. Transformación económica y política en México: la erosión institucional de los gobiernos locales

    En México la transformación económica implicó la implantación de

    políticas de apertura comercial, iniciadas en la década de los 80 y

    profundizadas en los 90. La reforma también incluyó la privatización de

    empresas públicas, desregulación e integración económica. En lo político,

    los cambios se generaron con el incremento en la competencia electoral,

    principalmente en las dos últimas décadas, aunque la reforma política

    inició en 1977, y se profundizó en los 90; se pasó de la existencia de un

    sistema político con un partido hegemónico a un sistema de partidos

    competitivo, primero en los gobiernos locales y luego a nivel nacional.

    El modelo de desarrollo económico vigente hasta 1982 se inició en el

    periodo de Adolfo López Mateos (1958 - 1964), con el objetivo de

    industrializar al país, mediante la política de sustitución de importaciones.

    Con Ruíz Cortínez se hizo uso de la deuda externa para la creación de

    infraestructura. Sin embargo, en lo interno surgieron movimientos sociales

    que presionaban por salarios y tierra, logrando mejores salarios para la

    clase trabajadora, pero no un mejor nivel de vida para los habitantes del

    campo, con ello dio inicio la migración masiva hacia las ciudades y los

    Estados Unidos. A este periodo se le conoció como “desarrollo

    estabilizador” no sólo por la mejoría de los salarios, sino por la

    confiabilidad que el país tuvo en el exterior; pero el mito del desarrollo

    estabilizador fue sólo en el México urbano. Los gobiernos de Díaz Ordaz

    (1964 - 1970), Echeverría (1970 - 1976) y López Portillo (1976 - 1982),

    hasta las administraciones neoliberales que comenzaron con Miguel de la

    Madrid, (1982 - 1988), siguiendo con Carlos Salinas (1988 - 1994) y

    Ernesto Zedillo (1994 - 2000) adoptaron un modelo de desarrollo basado

    en el crecimiento económico como premisa fundamental.

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    En lo social, como en la mayor parte de las administraciones

    neoliberales, en México la voluntad de generar políticas de combate a la

    pobreza quedó subordinada a la generación de políticas económicas macro

    que generen crecimiento. Si bien las cifras en exportaciones han crecido, el

    desarrollo social no se ha logrado. Aunado a lo anterior, después de la

    crisis de diciembre de 1995, las políticas públicas se centraron en el

    capital físico y humano de los individuos, más que en el tejido social. En la

    gestión presidencial de Vicente Fox, hay cambios en lo político, pero en lo

    económico no, se adoptó el mismo modelo, capital humano en lo social y

    libre comercio en lo económico.

    Es indudable que la crisis económica de la década de 1980 y la de

    principios de 1990, así como el cambio de modelo de desarrollo y la

    implantación de políticas descentralizadoras, han jugado un papel muy

    importante en la necesidad de modificar las reglas tradicionales de manejo

    de los asuntos públicos en los gobiernos locales, lo cual esta

    estrechamente relacionado con la cultura de sus actores, la cual proviene

    de la forma de estructurar y modo de funcionamiento del sistema político.

    El sistema político que surgió en 1929, creó condiciones favorables

    al crecimiento estable y la transformación ordenada del país durante casi

    cuarenta años. Pero la transformación social de finales del siglo XX generó

    que la forma de organización autoritaria del sistema empezó a mostrar

    signos de debilidad, su rigidez dificultó encontrar salidas a las demandas

    de los nuevos grupos urbanos, muestra de ello es que desde 1983, el PRI

    sufrió las primeras derrotas electorales al perder las elecciones

    municipales en trece importantes centros urbanos del norte y centro del

    país. Para 1989, el PAN obtiene el primer triunfo a nivel estatal y pronto lo

    logró en otros dos, así como en un mayor número de presidencias

    municipales. Con ello el tradicional monopolio de acceso al poder público

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    que mantenía el PRI se vio seriamente cuestionado con lo que se aceleró la

    alternancia política.

    El triunfo de los partidos políticos de oposición en los gobiernos

    estatales, congresos y ayuntamientos generó una pluralidad de actores

    involucrados en los asuntos públicos, por lo que existen también una gran

    diversidad de lógicas de acción. Hacia principios del siglo XXI estamos

    transitando por un sistema institucional que no responde a las nuevas

    circunstancias sociales, pero a la vez no se configura uno nuevo. Los

    mecanismos de regulación basados en la jerarquía y la centralización se

    han vuelto obsoletos; la forma organizacional basada en la rígida

    estructura burocrática ha mostrado sus límites.

    La alternancia y pluralidad política ha demandando mayor

    flexibilidad, participación y transparencia en el manejo de los asuntos

    públicos locales. El fin de un sistema de partido único aceleró la necesidad

    de una nueva configuración institucional. La lenta desintegración del

    sistema de partido único ha ido acompañada de las políticas

    descentralizadoras, su logro más importante ha sido que los gobiernos

    locales cuentan con mayores recursos económicos para cumplir con sus

    atribuciones, aunque con ello se incremento de manera significativa su

    dependencia financiera.

    Si bien es cierto que con la integración más plural del poder

    legislativo, en los congresos estatales y los ayuntamientos se ha logrado

    crear un contrapeso a la forma centralizadora de manejo de los asuntos

    públicos, son las crecientes pérdidas de los gobiernos locales lo que ha

    representado para los actores políticos locales un fuerte golpe para sus

    intereses. Por otra parte, a pesar del estricto control político y financiero

    que sobre las administraciones municipales mantienen los gobiernos

    estatales, los presidentes municipales y los cabildos de la oposición en

    algunos municipios se ha logrado introducir cambios innovadores en las

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    estrategias de acción para hacer frente a los problemas locales, pero estas

    se regulan con los mecanismos tradicionales de interacción con la

    sociedad.

    Con la apertura comercial, se ha dado una menor intervención del

    gobierno en la economía y la privatización de empresas públicas, ya que se

    redujo los márgenes de acción del gobierno y le restó capacidad de control

    de ciertos actores, principalmente los surgidos de la sociedad. A principios

    del siglo XXI, ante los intentos de control gubernamental, los diversos

    actores sociales reaccionan con rapidez, restándole a las organizaciones

    públicas capacidad de acción para imponer su propia lógica de acción. Por

    ello el gobierno y sus organizaciones se ven obligados a reconocer sus

    crecientes limitaciones y cuestionar las reglas que regulan su estructura y

    funcionamiento.

    En síntesis, las transformaciones del estado mexicano se

    caracterizaron por: 1) poner énfasis en menos Estado, más que en mejor

    Estado; 2) cambios impulsado desde el centro, sin considerar la diversidad

    de los gobiernos locales; 3) énfasis en los aspectos funcionales, olvidando

    los mecanismos de interacción con la sociedad, 4) hay un aparente

    incremento de la autonomía de los gobiernos locales, pero en la realidad

    hay una fuerte dependencia financiera. A esta etapa de transformación le

    falta una segunda que ponga énfasis en lograr mejores gobiernos locales,

    tanto tecnológica y como culturalmente.

    Además de lo anterior, la reforma del Estado se caracterizó por la

    reducción de su tamaño, acompañada por apertura externa, la

    liberalización económica. Con ello resaltan dos aspectos que parecen

    caracterizar a la Reforma del Estado mexicano. Primero, es difícil

    distinguir donde termina la reforma económica y donde empieza la reforma

    estatal; segundo, la relativa independencia de esta última respecto a las

    transformaciones de la sociedad. En este sentido el cambio institucional

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    aparece como un complemento indispensable de una transformación en el

    plano de la organización social y económica, que resulta mucho más

    significativa y le otorga sentido. Se trata, en el fondo, de un profundo

    replanteo del rol y la agenda del Estado, así como de sus relaciones con la

    sociedad civil.

    No hay duda que la alternancia política generó grandes expectativas

    en la sociedad, pero estas no han podido ser cumplidas en gran parte por

    la inercia de las instituciones, por lo que los grandes cambios se han

    detenido. Estos desajustes se pueden percibir en las formas

    comportamentales adoptadas por los actores de los gobiernos locales. En

    consecuencia, es en las formas de hacer frente a los problemas públicos en

    donde se perciben, cada día con más claridad, los problemas del desajuste

    institucional y es también en esta área en donde los desajustes tienden a

    desbordarse y causar serios problemas de gobernabilidad. Aunado a lo

    anterior, en gran parte de los gobiernos locales se han dado

    manifestaciones de inconformidad, en donde se perciben que los patrones

    tradicionales de comunicación política son insuficientes; los nuevos

    actores ya no aceptan el papel pasivo, que tradicionalmente se les había

    asignado, ahora demandan una más activa participación en la toma de

    decisiones.

    Si bien es cierto que con las políticas descentralizadoras se han

    generado nuevas formas de organización en los gobiernos locales, pero han

    mantenido como característica inalterable: a) el monopolio de acceso a la

    información, b) el predominio de las lógicas de acción de los actores

    gubernamentales. Ante esta situación es urgente iniciar las reformas de

    las principales instituciones de los gobiernos locales, iniciando con su

    transformación de las formas y reglas de interacción, es decir, se requiere

    de un cambio institucional.

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    Las instituciones son las reglas del juego en una sociedad, o más

    estrictamente, son los límites que los hombres imponen a su interacción

    social. En consecuencia, estas formas estructuran los incentivos en

    cualquier intercambio humano, ya sea de tipo económico, político o social.

    En este sentido, todas las instituciones tienen como objeto fundamental

    reducir la incertidumbre que genera la enorme gama de posibilidades

    inherentes en las conductas humanas. En toda institución aparecen

    espontáneamente reglas de interacción, para después evolucionar y

    transformarse en respuesta a las condiciones cambiantes del entorno.

    En la realidad, todas las conductas sociales están limitadas por una

    mezcla de reglas e instituciones formales e informales, que en su conjunto

    intentan maximizar los beneficios y disminuir los costos tanto para los

    individuos como para la sociedad en su conjunto. Es obvio que esta mezcla

    institucional es fluida, inestable y tiende a variar de acuerdo a todos los

    cambios en las circunstancias concretas en las que se desarrollan las

    interacciones individuales sin que sea posible ni deseable establecer para

    siempre un conjunto determinado de rígidas instituciones sociales.

    En lo político, en México las principales instituciones formales de los

    gobiernos locales son: 1) la no reelección de los gobernadores, 2) la no

    reelección inmediata en diputados locales y presidentes municipales, 3) el

    derecho que tiene el gobernador de nombrar su equipo de trabajo; en los

    gobiernos municipales este derecho es limitado a ciertos puestos

    administrativos y, 4) la celebración de elecciones periódicas, con el objeto

    no solo de legitimar popularmente la posesión del poder público, sino de

    alternarlo a fin de controlar sus intereses particulares.

    En los gobiernos locales también es posible encontrar ciertas reglas

    informales que no se encuentran formalizadas en ninguna parte y que de

    expresarse en forma pública serían de inmediato rechazadas por casi todos

    los actores. Estas reglas son: 1) la lealtad personal a quien encabeza el

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    grupo que obtuvo el poder, 2) la lealtad personal se demuestra mediante

    el intercambio de protección y apoyos continuos y 3) los vínculos siempre

    son personales e intransferibles basados en la confianza, por lo que se

    encuentran regidos por acuerdos personales.

    Ante los logros insuficientes de los cambios económicos y políticos

    uno de los puntos críticos es la falta de confianza en las instituciones

    gubernamentales, esto se hace evidente en el creciente número de

    movilizaciones y movimientos de resistencia. Ante esta situación es un

    hecho que las instituciones seguirán recurriendo a mitos para asegurar su

    legitimidad. Si estos mitos son capaces de arraigar en las emociones

    humanas y además son capaces de mantener ritos coherentes, y así lograr

    que los ciudadanos se vean reflejados en las instituciones, éstas últimas

    serán capaces de lograr su legitimidad ante los gobernados. Si por el

    contrario su discurso sigue siendo incoherente y sus ritos no son capaces

    de crear trascendencia y reflejar a la sociedad, tendrán serios problemas

    de permanencia.

    Finalmente, si el proceso de modernización es identificado como la

    creciente formalización de todas las interacciones de los actores

    involucrados en los asuntos públicos, el proceso implica una creciente

    racionalización de las acciones sociales, la creación de nuevos mecanismos

    instituciones para reducir la incertidumbre y en general una mayor

    transparencia de todos los procesos donde están involucrados los

    gobiernos locales.

    II. Hacia nuevas formas de interacción entre los gobiernos locales y la sociedad

    A pesar de su creciente desconfianza en los gobiernos locales estos siguen

    siendo una instancia de articulación social, por lo que un cambio en sus

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    instituciones implica también, una reforma de la sociedad civil. Para ser

    más precisos, una redefinición de las reglas de juego que regulan las

    relaciones entre ambas esferas; aunque no se trata de un cambio de reglas

    sino más bien del comportamiento de los actores y sus lógicas de acción.

    La más visible de estas reglas que regulan las relaciones gobiernos

    locales – sociedad y la que mayor atención ha recibido en los procesos de

    reforma del Estado, es la que se refiere a la distribución de atribuciones

    operativas, lo que ha producido en pocos años que los gobiernos locales

    jueguen un rol más protagónico en el manejo de los asuntos públicos.

    Dado que la reforma del Estado se ha confundido con la apertura

    comercial, privatización, la descentralización y la desregulación. En este

    contexto los gobiernos locales han sido vistos como instancias operadoras

    de las políticas públicas; por lo que para lograr su transformación se

    requiere considerar las interacciones en términos de una triple relación,

    las cuales se refieren a cómo se distribuyen las atribuciones funcionales,

    la captación de los recursos fiscales y los mecanismos que garanticen la

    gobernabilidad.

    La naturaleza de los gobiernos locales se puede inferir a partir de

    sus acciones, las cuales ejecuta por medio de un conjunto de

    organizaciones, cuya estructura y configuración le confieren una

    determinada identidad. Podría sostenerse que el rol de los gobiernos

    locales no cambia porque se estaría negando su esencia, pero entonces

    ¿Qué es lo que debe cambiar?

    La agenda de los gobiernos locales esta representada por los

    problemas compartidos por la sociedad, es el conjunto de cuestiones no

    resueltas que afectan a todos, por lo que se convierten en el objeto de su

    acción. Las políticas públicas que éste adopta son; toma de posición de

    sus instituciones frente a las diversas alternativas de solución que esas

    cuestiones admiten. Su extensión en el tiempo genera tensiones y

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    conflictos por la presencia de intereses y valores distintos. El rol de los

    gobiernos locales en cada momento histórico y región geográfica podría

    concebirse como una expresión político-ideológica de esa agenda vigente.

    El abandono de la agenda sería, en cierto modo, una perdida de

    legitimidad los objetivos y acciones de las agencias gubernamentales. La

    agenda también alude a los problemas de reproducción del orden social

    local.

    En México la agenda de los gobiernos locales ha sufrido una

    profunda mutación cuantitativa y cualitativa, por lo que se requiere

    transformar a sus actores y sus reglas de interacción. El planteamiento de

    cambio institucional propone observar la relación gobiernos locales -

    sociedad en tres niveles: 1) relaciones intergubernamentales funcionales;

    2) relaciones intergubernamentales fiscales; 3) relaciones

    intergubernamentales para la gobernabilidad. En cada nivel se intenta

    representar las interacciones en términos de esferas funcionales, cultural y

    de poder, que tienen un ámbito propio para cada actor y una zona

    compartida.

    En el caso de las relaciones funcionales, tanto los gobiernos locales

    como la sociedad tienen responsabilidades exclusivas pero también

    comparten algunas de ellas que exige, por parte de las agencias

    gubernamentales, no sólo la prestación de los servicios a su cargo sino

    también regular la participación ciudadana. El plano fiscal expresa la

    cantidad de recursos que se extrae de la sociedad y se devuelven a la

    misma a través de gasto público. En el nivel de la gobernabilidad se

    encuentran los recursos de poder que pueden movilizar los diversos

    actores, existiendo un espacio común que se refiere a la legitimidad del

    poder.

    En la vinculación entre los niveles funcional y de gobernabilidad,

    podría plantearse otra regla de juego: la legitimidad, fuente de un poder

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    que en última instancia deriva de la sociedad, que depende en buena

    medida de la magnitud y calidad de los bienes y servicios que los gobiernos

    locales presten, pero éstos no podrán generarse si las agencias

    gubernamentales no disponen del poder y capacidad institucional.

    Las reglas de interacción entre los gobiernos locales y la sociedad

    son relativamente estables, por lo que definen el tipo de interacción entre

    actores sociales y gubernamentales. Para el caso mexicano en el plano

    funcional, los gobiernos locales han mantenido una separación con la

    sociedad, confundiéndose lo público con lo gubernamental. En el cambio

    institucional se requiere que la sociedad recupere la iniciativa frente a un

    aparato gubernamental herméticamente cerrado. Los alcances de las

    nuevas reglas de interacción resultarán de la evaluación de su eficacia y

    eficiencia en términos técnicos y de su legitimidad en términos sociales.

    En la transformación de las reglas de interacción el nivel fiscal y de

    gobernabilidad también sufren alteraciones. El que la sociedad contribuya

    al financiamiento de las acciones de los gobiernos locales implica que el

    poder sea más legítimo a través de acciones más transparentes.

    Si los gobiernos locales ceden funciones a otros actores sociales

    renuncian a instrumentos que le sirven para ejercer el poder, es decir a

    menor intervención corresponderá menor control de las zonas de

    incertidumbre, con ello el resultado es la existencia de gobiernos locales

    más flexibles y transparentes. Sin embargo, estas interacciones son más

    complejas cuando se considera que se desarrollan en un contexto de

    globalización, integración económica y alternancia política, cuya influencia

    en cada uno de los niveles de la relación no puede minimizarse.

    a) Relaciones intergubernamentales funcionales

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    En el primer nivel de la relación gobiernos locales – sociedad se debe

    responder la pregunta ¿de qué deben ocuparse los gobiernos locales? En la

    constitución se pueden encontrar las atribuciones de cada uno de los tres

    niveles de gobierno, pero para efectos del cambio institucional estos deben

    verse como una instancia de articulación social, por lo que sus funciones

    son resultados de las acciones de actores que cuentan con una relativa

    autonomía y de factores coyunturales de su entorno. Sin embargo en la

    cultura de la gestión pública tradicional, no se acepta que otros actores

    sociales intervengan. En otros casos, los gobiernos locales asumen

    funciones concurrentes o son sólo prestadores de servicios públicos.

    En su acción cotidiana en los gobiernos locales no hay una regla que

    fije sus funciones, dado que es la primera instancia más cercana a la

    ciudadanía, por lo que la sociedad demanda su intervención en una

    infinidad de problemas públicos. En ese contexto, en México las políticas

    descentralizadoras han buscado más mayor eficiencia en la gestión

    publica, compartir responsabilidades ante una mayor escasez de recursos

    económicos, y abrir más espacios de participación.

    En este plano, las reformas en México, se han hecho en dos

    sentidos. En el primero, el estado se ha retirado de diversos sectores de la

    economía mediante la privatización de las empresas públicas. La segunda,

    como ya se planteo anteriormente, se trasladaron responsabilidades a los

    gobiernos locales, principalmente aquellas de carácter operativo.

    Sin intentar un análisis a fondo de la política de privatización, hay

    que resaltar algunos aspectos que pueden ayudar a las hipótesis de esta

    ponencia. La privatización no ha sido sólo una transferencia de ciertas

    actividades económicas al sector privado, sino que ha transformado la

    estructura institucional de los intereses económicos y políticos de la

    sociedad, ya que los nuevos actores han quedado fuera del control estatal,

    porque estos cuentan con más amplios márgenes de acción. Por ello, la

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    privatización significa una un cambio en los valores de la actividad

    pública, es decir, surgen nuevas expectativas de la sociedad sobre el que y

    el como debe actuar el gobierno. La privatización también significa una

    reestructuración de las formas de los acuerdos institucionales, ya que hay

    un desplazamiento de la primacía de lo gubernamental por lo privado, es

    decir hay un predomino del mercado.

    La otra transformación funcional del estado mexicano han sido

    generada por las políticas de descentralización, las cuales en su mayoría

    no han resuelto los problemas que pretendía hacer frente con la

    transferencia de funciones a los gobiernos locales, principalmente por que

    no se elaboraron estudios de viabilidad técnica y capacidad de gestión de

    los gobiernos locales para asumir las nuevas responsabilidades. Sin

    embargo, un aspecto a resaltar es que la descentralización contribuyó a la

    alternancia política, pero sus resultados no han sido del todo eficaces ya

    que los gobiernos locales han asumido funciones para las que no estaban

    capacitados.

    Para el fortalecimiento del nivel funcional en la relación gobiernos

    locales–sociedad, el gobierno federal debe transitar de una centralización

    basada en reglas informales a una con predominio de las reglas formales,

    es decir debe pugnar por un marco jurídico con reglas claras,

    transparentes y participativas. Es decir, la intervención del gobierno

    federal en educación, salud, vivienda, servicios públicos y otros sectores es

    importante porque cumple las funciones de compensar los desequilibrios

    generados por los efectos de la globalización. En otros sectores debe

    cumplir la función de regulación, principalmente en sectores como energía,

    comunicaciones, transporte.

    En este sentido, el gobierno federal debe cumplir la función de

    regulación e intervenir a fin de compensar los desequilibrios generados por

    el mercado y los gobiernos locales, la función de gestores de soluciones de

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    los problemas públicos y la sociedad debe ser vigilante y controladora de

    la acción estatal a fin de que esta sea transparente. Este escenario

    conduce a la forma organizativa que deben adoptar los gobiernos locales,

    en la cual se involucre a todos los actores relacionados con los problemas

    públicos, por lo que el cambio debe orientarse hacia el interior de las

    agencias gubernamentales generando reglas de interacción basadas en

    acuerdos plurales y transparentes.

    b) Relaciones intergubernamentales fiscales

    En el nivel de las relaciones fiscales la interrogante es ¿Cómo deben

    distribuirse las atribuciones fiscales entre los tres ámbitos de gobierno?

    Para responder a este interrogante deben considerarse los siguientes

    aspectos: 1) como aseguren una equitativa distribución de la carga

    impositiva entre los diversos actores sociales; 2) como hacer frente a la

    evasión y corrupción en la captación de los ingresos fiscales; 3) de que

    manera organizar las relaciones intergubernamentales, en el aspecto de

    participación y transferencia; y 4) las políticas públicas redistributivas de

    gasto público.

    Al considerar las reglas de interacción en materia de atribuciones

    fiscales, estas deben garantizar la equidad en los tres ámbitos de

    gobiernos. Para ello, el gobierno federal debe fijar qué contribuciones

    deben quedar en cada nivel de gobierno, con base en la capacidad de

    recaudación y fiscalización y establecer claramente las bases de la

    coparticipación impositiva. También debe determinarse el trato a cada

    sector económico, es decir qué sectores deben contribuir más y cuáles

    menos.

    En el aspecto de la evasión y la corrupción, debe cuidarse el

    seguimiento de los ingresos y egresos de los contribuyentes a fin de

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    detectar las desviaciones de recursos que generan la evasión fiscal, con lo

    que se genera una carga adicional para otros sectores que no realizan

    estas prácticas. Algo similar sucede con la corrupción, lo cual esta

    asociado al mal uso de los recursos públicos o a la gestión sin reglas

    claras y transparentes.

    En lo que se refiere a las relaciones intergubernamentales fiscales,

    los tres ámbitos de gobierno se disputan el control de los recursos

    financieros, a fin de desarrollar sus nuevas funciones producto de la

    descentralización. Ante la insuficiencia de recursos los gobiernos locales

    han adoptado una política de endeudamiento público con lo que ponen en

    peligro los objetivos de la política económica. Por ello debe tenerse cuidado

    en las políticas descentralizadoras, ya que su implantación sin una

    evaluación de la capacidad técnica de los gobiernos locales pude generar

    un mal uso de los recursos, como opinan diversos actores del llamado

    Ramo 33. Pero en el otro extremo, toda nueva atribución a los gobiernos

    locales debe estar acompañada de los recursos financieros que permitan

    su cumplimiento, pero lo cual debe hacerse bajo criterios equitativos y

    transparentes y capacidad de dar una orientación general congruente.

    El ultimo aspecto, en la relación gobiernos locales – sociedad es el

    que se refiere a las políticas redistributivas, cuyo objetivo es hacer frente a

    situaciones de desigualdad y pobreza. En este aspecto, las políticas

    públicas han ubicado en sectores no lucrativos ciertos bienes y servicios

    de carácter social o bien se siguen haciendo responsable de ellos las

    agencias gubernamentales, el problema es que el estado no cuenta con los

    recursos para su implantación o sus alcances son limitados. Sin embargo,

    los principios de de justicia y solidaridad del Estado interventor, han sido

    desplazados por los impulsados por el mercado, libertad y competencia y el

    Estado, sin recursos financieros para hacerlo, solo aplica insuficientes

    programas de apoyo social.

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    c) Relaciones intergubernamentales para la gobernabilidad

    La noción de buen gobierno se ha utilizado para designar las instituciones

    y prácticas políticas necesarias para la relación Estado - Sociedad. Parte

    del supuesto de que los gobiernos no poseen el monopolio del poder, y de

    que existen otros actores que contribuyen al mantenimiento del orden

    económico, social y político. El buen gobierno requiere de agencias

    gubernamentales que contribuyan a lograr acuerdos entre diversos

    actores, es decir requiere de formas organizativas que solucionen conflictos

    con múltiples protagonistas.

    Esta dimensión en la relación gobiernos locales – sociedad se ubica

    en el plano del poder y la dominación. El supuesto es que en México con la

    globalización y la alternancia política el poder de los diferentes actores

    sociales ha cambiado. En el ámbito gubernamental el poder tiene tres

    dimensiones: autonomía, capacidad institucional y legitimidad. La primera

    implica la toma de decisiones de manera independiente; la segunda es la

    capacidad de implantación de tales decisiones y la tercera se refiere al

    grado de aceptación de las mismas.

    La nueva estructura social plantea el surgimiento, debilitamiento o

    desaparición de actores sociales en el manejo de los asuntos públicos, por

    lo que autonomía gubernamental se ha reducido, por ello ahora se

    requiere de habilidad para conciliar intereses diversos y contradictorios.

    De lo contrario, las políticas públicas corren el riesgo de ser bloqueadas

    por los actores sociales con mayor poder legítimo o bien caer en sus

    intereses, que no necesariamente son de carácter colectivo.

    El rediseño de las agencias de los gobiernos locales es necesario, no

    sólo como una necesidad para incrementar la eficiencia, sino también para

    asegurar la legitimidad de las políticas públicas y como un instrumento de

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    poder para lograr el consenso principalmente en aquellos espacios en

    donde el mercado no lo puede hacer. Por ello el aspecto central es la

    construcción de una nueva legitimidad.

    Debe construirse una legitimidad cuya base no sean los recursos

    públicos y la capacidad ejecutora de las agencias gubernamentales; el

    objetivo no debe ser adelgazar, sino fortalecer la capacidad de cohesión de

    los gobiernos locales. Es necesario que se supere la situación actual, ya

    que las políticas descentralizadoras, las relaciones intergubernamentales

    fiscales aun son verticales y las transferencias de recursos son utilizadas

    como instrumento de poder.

    Se requiere ubicarse en la descentralización, concebida como

    proceso y como reforma administrativa, que implica el abandono de una

    visión jerárquica y coercitiva de la acción estatal y buscar un mayor

    respeto a la autonomía de las colectividades locales; pero hay que tener

    cuidado dado que lo descentralizado puede incrementar el poder de los

    actores políticos tradicionales y con ello agravar las disparidades

    regionales.

    III. Construcción de gobiernos locales para la gobernabilidad

    La globalización representa el incremento de la complejidad y la

    incertidumbre. Los gobiernos locales para hacerles frentes requieren

    nuevas formar de organización, teniendo como principal reto el crear

    condiciones para la gobernabilidad. En este sentido, la gobernabilidad

    debe ser entendida como una nueva forma de gobernar, adoptando una

    estructura más participativa, diferente al modelo jerárquico, en donde las

    agencias gubernamentales ejercían un poder centralizado sobre los

    diversos actores de la sociedad. En la nueva gobernabilidad ninguno de los

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    actores involucrados en los asuntos públicos está por encima de los

    demás, por lo que las formas organizativas de los gobiernos locales

    deberán caracterizarse por la existencia de una estructura horizontal, con

    de actores autónomos y con la adopción de redes organizativas para el

    diseño y operación de las políticas públicas, por lo que el control político

    no jerárquico es una de sus principales característica.

    En la gobernabilidad moderna, la cooperación entre las agencias

    gubernamentales y la sociedad para la formulación de políticas públicas,

    puede llevarse a cabo de diferentes maneras. Primero, la intervención

    directa de los actores sociales en la prestación de los servicios públicos,

    mediante un acuerdo directo con los gobiernos locales. Una segunda

    alternativa, es una cooperación en redes mixtas de actores públicos y

    sociales que se observan en niveles más específicos de los sectores de las

    políticas, en donde las agencias gubernamentales y la sociedad se acoplan

    de manera flexible, y la interacción dentro de este tipo de redes produce un

    consenso negociado que facilita la formación de una política, que en el

    momento de su aplicación encuentra más aceptación que resistencia. La

    tercer alternativa, son redes autorreguladas por la sociedad. Aquí, los

    actores corporativos sociales cumplen con funciones reguladoras que, en

    definitiva, son de interés público y les han sido asignadas, explícita o

    implícitamente, por los gobiernos locales. Una forma de autorregulación de

    la sociedad son los sistemas de negociación entre los representantes de

    intereses diferentes o incluso opuestos. Un segundo tipo de

    autorregulación de la sociedad son los así llamados gobiernos sociales,

    organizaciones que imponen a sus miembros normas y criterios que no

    sólo sirven a sus propios intereses, sino también a ciertos intereses

    públicos. Por ello, la autorregulación delegada es una forma indirecta de

    cooperación entre los gobiernos locales y la sociedad.

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    Sin embargo, la adopción de una forma organizacional basada en

    redes requiere de una serie de condiciones estructurales e institucionales

    previas. La condición más general para poder desarrollarla es que el poder

    debe estar disperso en la sociedad, pero no de manera fragmentada e

    ineficiente. Las autoridades políticas tienen que ser fuertes, pero no

    omnipotentes. Tienen que haber sido legitimadas democráticamente, de

    modo que se pueda estimar que los representantes electos reflejan los

    intereses de todos los grupos sociales. En otras palabras, las autoridades

    políticas deben poder ser aceptadas, de modo general, como interlocutores

    entre el Estado y la sociedad. Es necesario, también, que las autoridades

    políticas manejen recursos suficientes como para llevar a cabo las

    decisiones que se tomen; las cuales tienen que ser lo suficientemente

    diversificadas como para responder a las diferentes necesidades de la

    sociedad.

    Para poder pasar del campo público al social en la gobernabilidad

    moderna, tiene que existir una sociedad civil fuerte, funcionalmente

    diferenciada y bien organizada. La sociedad es una comunidad de

    ciudadanos, de individuos que disfrutan de igualdad ante la ley, así como

    de un conjunto de derechos fundamentales, y cuya libertad de perseguir

    sus metas sólo está restringida por el mismo derecho de los demás. Una

    sociedad no puede existir donde hay gran desigualdad social; es

    incompatible con una estructura de las agencias gubernamentales

    autoritarias.

    Para que haya gobernabilidad, la sociedad tiene que estar

    diferenciada funcionalmente en subsistemas, en donde organizaciones

    lleven a cabo las funciones especializadas. Tiene que haber actores

    organizados que representen los diferentes intereses sociales. Estas

    organizaciones deben gozar de una relativa autonomía, esto es, que no

    deben ser controladas políticamente, como ocurrió en el Estado

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    autoritario. En especial, las organizaciones de intereses deben ser

    suficientemente autónomas y hábiles como para negociar con intereses

    opuestos y con las agencias de los gobiernos locales. Finalmente, entre los

    diferentes grupos sociales y organizaciones tiene que existir por lo menos

    un mínimo sentido de identificación y de responsabilidad con la totalidad;

    es decir debe existir una identidad común. Para que haya gobernabilidad

    los actores organizados tienen que ser cada uno eficiente en su área de

    acción, sin que ninguno domine a los demás, y deben cooperar en la

    formulación de políticas públicas, en vez de limitarse a pelear entre ellos.

    Al subrayar las condiciones institucionales y estructurales

    necesarias para la gobernabilidad, se ha descrito una organización política

    ideal y una sociedad ideal. Sin embargo, este proceso de cambio debe

    iniciar a nivel del gobierno local, en donde los actores organizados a

    menudo tienen mayor tradición que en los niveles políticos más altos. A

    veces, por supuesto, la cooperación entre los actores políticos y sociales en

    el gobierno local es clandestina y sirve más a los intereses privados que a

    los públicos. Esto se observa especialmente en el campo de las obras

    públicas, en donde es frecuente encontrar procesos no claros en la

    asignación y ejecución de las obras.

    Frecuentemente se ha afirmado que en la gobernabilidad, la

    negociación entre actores políticos y sociales en redes de políticas genera

    una pérdida de la capacidad política de dirigir. Sin embargo, de lo que se

    trata en realidad no es tanto la pérdida de control, sino más bien de que

    éste cambia de forma. Los actores gubernamentales que participan en las

    redes de políticas juegan un papel especial y privilegiado, puesto que

    tienen medios fundamentales de intervención. Cuando se delega la toma

    de decisiones a instituciones de autorregulación social, los actores

    gubernamentales conservan el derecho de ratificación legal, así como el

    derecho de intervención mediante acciones ejecutivas si esa

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    autorregulación demuestra ser ineficaz. En la gobernabilidad, el control

    jerárquico y la autodeterminación no están opuestos, sino que se

    combinan entre sí, y esta combinación puede resultar más eficaz que

    cualquiera de las formas puras de gestión pública.

    La formulación de políticas en las estructuras organizacionales con

    base en redes de políticas y con sistemas de autorregulación no es algo

    armonioso. Si en la negociación entran en juego intereses en conflicto,

    cuando se busca el acuerdo para una decisión conjunta, el resultado es

    una cooperación temporal. Una cooperación de este tipo corre el riesgo de

    acabar en un completo bloqueo o de producir soluciones temporales. Por

    ello, el problema básico es evitar los estancamientos y asegurar la solución

    efectiva de los problemas públicos.

    Finalmente, la gestión de los gobiernos locales en la gobernabilidad,

    tiene que ver con la solución colectiva de problemas. Es decir, se genera en

    un entorno complejo e incierto, por lo que las formas organizativas no

    jerárquicas de toma de decisión ofrecen soluciones más efectivas, ya que

    ofrecen mayor flexibilidad y adaptabilidad.

    A manera de conclusión

    En los gobiernos locales se ha privilegiado la subordinación de la sociedad

    a las agencias gubernamentales. Por lo que estos se constituían en el actor

    central de la acción colectiva. Era la instancia donde desembocaban todas

    las presiones, demandas y tomas de posición de la agenda pública local.

    En su relación con la sociedad prevalecieron componentes movilizadores

    antes que representativos o auténticamente participativos; disponían de

    escasa autonomía, orientando sus políticas según los intereses de quienes

    controlaban su aparato institucional. Sus límites fueron evidentes ante las

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    crisis económicas de los últimos 20 años y los procesos de

    democratización. Su modelo organizativo fue dando paso a uno que

    todavía se está definiendo, pero que debe de tener como característica

    central una incorporación diferente de los diversos actores sociales.

    Aun es prematuro definir claramente su estructura institucional,

    aunque se debe poner énfasis en el nuevo rol que corresponderá jugar a la

    sociedad en la constitución de un nuevo modo de organización de las

    agencias locales. Será democrático en el plano de la gobernabilidad. Será

    social en cuanto a las formas participativas de toma de decisiones. El

    proceso de transición deberá tener como objetivo que en los gobiernos

    locales no haya un protagonismo excluyente, donde el ciudadano cumpla

    meramente un papel pasivo en su triple carácter de votante, contribuyente

    o usuario de servicios.

    Para reforzar la autonomía de los gobiernos locales y su rol como

    agente gestor del desarrollo local, deben eliminarse sus tendencias más

    burocráticas, promoviendo al mismo tiempo los mecanismos de

    representación y participación social. El desafío que concierne a los

    gobiernos locales es el cambio de enfoque en sus relaciones con la

    sociedad. En vez de pretender que ésta se acerque a él creándole canales

    institucionales en función de sus objetivos y necesidades, lo que estaría

    planteado es intentar invertir el paradigma buscando apoyar a la sociedad

    civil, en el marco de la preservación de su autonomía institucional.

    Por lo tanto, no se trata únicamente de redefinir el perfil de los

    gobiernos locales, sino también de establecer, incluso como condición

    necesaria de su reforzamiento, el papel que cabe a la sociedad en la nueva

    relación socio-política que se está configurando. Este tipo de

    preocupaciones replantea la legitimidad del espacio público y el espacio

    social, así como la frontera deseable entre sociedad y gobiernos locales. Se

    requiere rescatar también el papel de la representación política y de la

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    participación social, es decir, de los nuevos espacios, actores y

    mecanismos a través de los cuales podrían crearse contrapesos sociales e

    institucionales inspirados en valores democráticos, para que la agenda

    pública refleje efectiva y equitativamente las demandas y necesidades del

    conjunto de la sociedad local.

    En la ponencia se ha planteado la necesidad de realizar una reforma

    institucional de los gobiernos locales, con el fin de asegurar la

    gobernabilidad, como condición para contribuir a la estabilidad, el

    crecimiento económico y el bienestar social de todos los habitantes. Hemos

    planteado que el establecimiento de un nuevo sistema institucional, no es

    posible sin a) la construcción activa de un consenso social amplio, y b) la

    búsqueda de los apoyos, arreglos específicos y coaliciones entre los

    principales actores locales y c) que estas acciones les corresponden en

    forma muy especial a los gobiernos locales.

    Esto significa sin duda enfrentar con decisión los privilegios y

    prebendas de innumerables grupos de poder con arraigados intereses;

    crear las expectativas de permanencia de los cambios iniciados entre los

    agentes políticos y en la población en general; construir nuevas

    estructuras de incentivos que sean congruentes con las conductas sociales

    deseadas; organizar y formalizar los flujos de comunicación con el objeto

    de apoyar y facilitar las nuevas conductas individuales y sociales para así

    transformar la manera tradicional de gestión de los asuntos públicos.

    Los propósitos esenciales del cambio institucional en los gobiernos

    locales es establecer la vigencia plena de un sistema de reglas formales e

    instituciones públicas claras y transparentes, con estabilidad y

    permanencia, que aseguren la igualdad de acceso a todos los ciudadanos

    que deseen participar. El propósito mismo del proceso de reforma es crear

    un marco objetivo, general y estable de reglas e instituciones formales que

    permita a todos los individuos interesados participar, en condiciones de

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    igualdad, en los procesos de distribución política, toma de decisiones,

    acceso a los beneficios del buen gobierno y a la distribución de la justicia

    en forma pacífica, permanente y ordenada para así asegurar una buena

    gestión de los problemas públicos.

    Finalmente, también hay que considerar que la creciente

    incertidumbre política en que han caído los diversos actores sociales es,

    quizás al mismo tiempo, el mayor obstáculo a la realización de un nuevo

    acuerdo general sobre la distribución del poder público, hace

    indispensable la renegociación de un pacto político para el cambio

    institucional en los gobiernos locales. Sin embargo, ya existen indicios

    preocupantes de una creciente erosión institucional, lo que podría llevar

    muy rápidamente a enfrentar escenarios sumamente indeseables y

    peligrosos. Por otra parte, es evidente que cualquier negociación sobre el

    reparto del poder implica reconocer abiertamente la existencia de las

    antiguas reglas y prácticas que promovían la existencia de numerosas

    redes de complicidad en el manejo de los asuntos públicos, los que

    significaría el primer paso para lograra nuevos mecanismos y formas de

    interacción entre los gobiernos locales y la sociedad.

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