gm lecturas para mujeres - gabriela mistral

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GABRIELA

MISTRAL

DES TINADAS A LA ENSE 1 E N G U A JE ,

AUTOR

Q G A

STRA

UGCIONA ESIAS LECTURAS PARA MUJERES

hace meses (j e la Secretara de Educacin de Mxico el encargo1 de recopilar un libro de Lecturas Escolares. Comprend que un texto corresponde hacerlo a los maf:stros nacionales y no a una extranjera, y he recopilzido esta obra slo para la escuela mexicana que llela mi nombre. Me siento dentro de ella con pequelos derechos, y tengo, adems, el deber de dejarle un recuerdo tangible de mis clases. Me 1hecho, no un texto escolar propiamente dicho, un librc1 graduado para cierta seccin: se trata, pri.~ mero, de un colegio casi industrial en el que la enseanza del idioma es slo un detalle, y luego, la heteI rogeneidad de las edades de las alumnas -quince a treinta aos- sugiere la heterogeneidad de los trozos. Por otra parte, mis alumnas no cursarn humanidades en otro establecimiento; quedarn, pues, sin , conocer las pginas hermosas de nuestra literatura. Biienn es darles en esta obra una mnima parte de la~~ ~~

1.

:Palabras de la extranjera.-Recib

s

7

Gabriela Mistral

cultura artstica que no recibirn completa y que una mujer debe poseer. E s muy femenino el amor de la gracia cultivado a travs de la literatura. Mi pequeo trabajo no pretende competir con los textos nacionales, por cierto: tiene los defectos lgicos de la labor hecha por un viajero. He procurado compenetrarme de la sensibilidad y el pensamiento rnexicanos; no he podido conseguirlo en unos cuantos meses, naturalmente. Un libro de esta ndole es, a m i juicio, labor de tres aos, y necesita mucha tranquilidad de espritu y un profundo conocimiento del ambiente. Es ste el ensayo de un trabajo que realizar algn da, en mi pas, destinado a las mujeres de Amrica. Las siento mi familia espiritual; escribo para ellas, tal vez sin preparacin, pero con mucho amor. observado en varios pases que un mismo Libro de Lectura se destina a hombres y mujeres en la enseanza primaria y en la industrial. Es extrao: son muy diferentes los asuntos que interesan a nios y nias. Siempre se sacrifica en la eleccin de trozos la parte destinada a la mujer, y as, ella no encuentra en su texto los motivos que deben formar a la madre. Y sea profesionista, obrera, campesina o simple dama, su nica razn de ser sobre el mundo es la maternidad, la material y l a espiritual juntas, o la ltima en las mujeres que no tenemos hijos. Mi libro no tiene de original sino esta seccihn Hogar, para la que he espigado en unas cual obras todas aquellas pginas que exaltan la mate8

1. Lecturas femeninas.-He 1

Lecturas para mujeres

dad o el annor filial y que hacen sentir, hecho nobleza, el ambient e de la casa. Deseara que se realizara en mi raza lo que llama en un noble verso Eduardo Mar:var quina: el lo domestico a dominio. Y tambin a belleza; debemos ennoblecer con sta todas las cosas nos hacer amadas. que quere1 Tal ve;E en parte no pequea hayan contribuido los Libros de Lectura sin ndole femenina, a esa esmpaliamiento del espritu de familia que se pecie de e, va observa ndo en las nuevas generaciones. La pariticipacibn, cada da ms intensa, de las mus jeres en la, profesiones liberales y en las industriales trae una vemtaja: su independencia econmica, un bien indiscutiblie; pero trae tambin cierto desasimiento del hogar, y, sobre todo, una prdida lenta del sentido d e la materniclad. En la rnujer antigua este sentido fu ms hondo y ms vivo, ;y por ello los mejores tipos de m sexo yo i los hallo en el pasado. Me parecen ms austeros que 1 los de hoy , ms leales a los fines verdaderos de la v i d a ; creio que no deben pasar. Para m son los i eternos. El d e srenso, imperceptible, pero efectivo, que se realiza desde ellos hasta nosotros me parece un triste trueque de firmes diamantes por piedrecitas pintadas, de virtude:s mximas por xitos mundanos; dira ms: una traicicn a la raza, a la cual socavamos en sus cimientos. Puede haber alguna exageracin en mi juicio; pero 1os que saben mirar a los intereses eternos por sobre la maraa de los inmediatos vern que hay algo de es{ en la mujer nueva:>. to9

Gabriela Mistral

Siendo lo que anoto una de mis inquietudes espirituales ms vivas por la juventud femenina de mi Amrica, me ha sido alegra el que la escuela que lleva mi nombre sea una Escuela-Hogar. Ha sido tambin faena gozosa reunirle estas LECTURAS, las en cuales la primera seccin, hecha con ms cario que ninguna, est destinada a robustecer ese espiritu de familia, ennoblecedor de la vida entera y que ha vuelf o grandes a los pueblos mejores de la Tierra: al ingls, por ejemplo. N o son muy numerosos los captulos de esta ndole que ofrece la literatura. Ella ha sido generosa para la mujer en el aspecto que llamaramos galante, y extraamente mezquina para la madre y aun para el nio. Y si pasamos d e la literatura general a la espaola, la pobreza se hace miseria. Yo deseara que, en arte como en todo, pudisemos bastarnos con materiales propios: nos sustentsemos, como quien dice, con sangre de nuestras mismas venas. Pero la indigencia, que nos hace vestirnos con telas extranjeras, nos hace tambin nutrirnos espiritualmente con el sentimiento de las obras de arte extraas. As, yo he debido acudir a buenas o medianas traducciones de autores extranjeros para poder completar la seccin mencionada. Vendrn das de mayor nobleza en que iremos cubiertos de lo magnfico, que a la vez sea lo propio, as en las ropas como en el alma. Ya es tiempo de iniciar entre nosotros la formacin de una literatura femenina, seria. A las excelentes maestras que empieza a tener nuestra Amrica corres10

Lecturas para mujeres

ponde iir creando la literatura del hogar, no aquella de sensiblera y de belleza inferior que algunos tienen por tal, sino una literatura con sentido humano, profundo. L,a han hecho hasta hoy, aunque parezca absurdo, slo los hombres: un Ruskin, en Inglaterra; un Tagore, en la India; para no citar ms. (Anotemos, en descargc3 de las mujeres, dos nobles nombres: el de Ada Nt:gri, en Italia, y el de Selma Lagerloff, en Suecia.) La 11.amada literatura educativa que suele circular entre ncbsotros lo es solamente como intencin. No educa nl unca lo 'inferior. Necesitamos pginas de .arte verdade ro en las.que, como en la pintura holandesa de interiiores, lo cotidiano se levante hasta un plano de belleza.

11 Motivos bumanas.-Pero 1. en un libro de Lectura';para mujeres no todo deba ser comentarios caseros y canciones de cuna. Se cae tambin en error cuando, por especializar la educacin de la joven, se la empequeece, eliminando de ella los grandes asuntos hunianos, aquellos que le tocan tanto como al hombre: la justicia social, el trabajo, la naturaleza. He 1risto casos de deformaciones por esta limitacin. A la mujer antigua, hay que reconocerlo, le falt cierta ricqueza espiritual por causa del unilaterismo de sus ideales, que slo fueron dom6sticos. Conoca y senta mienos que la mujer de hoy el Universo, y de las artes elega slo las menudas; pas superficialmente sobre las verdaderas: la msica, la pintura, la lite'ndn e1 rAmpo de su sensibilidad fu el amor, ratura. '111

Gabricla Mistral

y no hay que olvidar que es la sensibilidad algo ms que un atributo que hace a las actrices y a las literatas: la fuente de donde manan la caridad encendida y los ms anchos resplandores del espritu. Cuardmonos bien, pues, en esto y en otras cosas, de especializar empobreciendo y restando profundidad a la vida.

Por estas consideraciones he puesto en mis LECTURAS esa seccin copiosa de Motivos espirituales.

Seccin xico y Am&ica es la.-Domina todava en algunos textos escolares de lenguaje el criterio de tratar los asuntos geogrficos, histricos o de ciencias naturales en erudito; se entresaca este material de los manuales de esa ndole. Me parece una invasin que hace el lenguaje en las otras asignaturas y un utilitarismo que deforma el manual de lengua materna. Es IOgico buscar trozos de historia por ser sta el ramo educador por excelencia, y buscar la descripcin geogrfica; pero con criterio de belleza. La produccin histrica de Mxico y de mi pas es muy rica; mas la mayora de sus pginas no son adecuadas a la ndole de una obra para la enseanza del lenguaje. Segn este concepto, yo he preferido a las firmas ilustres de Gonzlez Obregn y de Toribio Medina las de los divulgadores amenos de nuestra historia, como Rod, Montalvo y Mart. Son escasas las pginas de esta ndole en la literatura nuestra; las tienen los norteamericanos en Irving y en muchos otros; Francia, en Lamartine y Mjchelet; entre nosotros, los

IV.

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Lecturas para mujeres

investigadores de la Historia son ms que los comentaristas amienos y giles. Quiero decir lo que pienso sobre la formacin del amor patrio en la mujer. Algo he observado en mis aos de enseanza escolar. Para rri, la forma del patriotismo femenino es la matern idac5 perfecta. La educacin ms patritica que se da a la mujer es, por lo tanto, la que acentfia el sentido de la familia. El patriotismo femenino es ms sentimental que intelectual, y est formado, antes que de las descripciones de batallas y los relatos heroicos, de las cos.te tumbres q\ la mujer crea y dirige en cierta forma; de la emocrin del paisaje nativo, cuya visin, afable o recia, ha ido cuajando en su alma la suavidad o la fortaleza. Segn este concepto, en la seccin Mxico del presente lilbro dominan las descripciones de ambientes y de p:inoramas. No se ha olvidado, sin embargo, la biograf:I heroica. Van en esta serie algunas prosas mas, no por el vanidoso dleseo de arrebatar el comentario al escritor mexicano.,Son trozos descriptivos, unos, en los cuales he querido dejar a las alumnas de mi escuela las emociones que: me ha dado su paisaje, y, otros, el elogio de sus gentes, que hecho por un extranjero no dicen sino su ternura admirativa. El nmiero de trozos de ndole mexicana es equiparable al que contienen los textos de lecturas nacionales. Al seleiccionar el material correspondiente a nues1

j

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por esta razn: el magnfico Chocano y el sutil Lugones. Otra forma de patriotismo que nos falta cultivar es esta de ir pintando con filial ternura, sierra a sierra y ro a ro, la tierra de milagro sobre la cual caminamos. Nuestra poesa descriptiva es casi siempre blica y grandilocuente; nuestra prosa descriptiva no es siempre artstica. Vendrn tambin los poetas que, como Paul Fort, digan desde los barrios humildes de nuestras ciudades hasta el color radioso de nuestros frutos. Hoy por hoy, slo en Chocano ha sido alabada la Amrica con su pia y su maz, sus maderas y sus metales. En l est el trpico, listado como el tigre, llores esplndidos, y su ojo es el que mejor ha !ido nuestro paisaje heroico. [e procurado que el libro, en general, lleve mufirmas hispanoamericanas. No estn todas las va-----A, sin embargo, porque no se trata de una A n f o a ndole hispanoamericanista de mis LECTURAS >sa sugerida a ltima hora por el hecho de sergobierno de estos pases. Hace muchos aos ombra de Bolvar ha alcanzado mi corazn con pina. Ridiculizada sta, deformada por el sarn muchas partes, no siendo todava concien14

paro mnjeres

3as nuestro, yo la amo as, cos y desdn u olvido de los

s.-Tres cualidades , elegidos: primero, intencin gundo, belleza; tercero, ameson fragmentos se procur G del asunto. i s con las lecturas escolares los retricos y dilettantis; creaiemias y los ateneos, pero no -a Amrica necesita con una a a parecerme trgica: gene; -al, ciudadanos y mujeres pu-

Zruos en los cuales la cultura Fcarse con la accin: se vuelndo, la belleza de los trozos, :cio hacia las jvenes la calira que suele ofrecrseles. S e darles doctrina, aunque sta itable que le cree el desamor. 3s extremos de utilitarismo a ; manuales sajones, llenos de accin y de narraciones que, mples. Olvidamos al primer irica, al noble Jos Enrique acentar con la gracia las alyacia. Tendencias prcticas jeanza en nuestro Continen15

Gabriela Mistral

te. Estoy con ellas en todo lo que tienen de salvadora sensatez para nuestra vida econmica. Mas suelen exagerarse esas tendencias en forma daina; van hacia un torpe desprecio de los altos valores espirituales de la escuela. El maestro verdadero tendr siempre algo de artista; no podemos aceptar esa especie de jefe de faena o de capataz de hacienda en que algunos quieren convertir al conductor de los espritus. En cuanto a lo tercero, a la amenidad, creo que ya hay demasiado hasto en la pedagoga seca, fria y muerta que es la nuestra. Tal vez esa falta de alegra que todos advierten en nuestra raza venga en parte de la escuela-madrastra que hemos tenido muchos aos. El nio llega con gozo a nuestras manos; pero las lecciones sin esprifu y sin frescura que casi siempre recibe van empandole ese gozo y volvindole el joven o B muchacha fatigaa dos, llenos de un desamor hacia el estudio, que viene a ser lgico. Hacemos de ste lo que algunos hacende la libertad: una Gorgona en vez de un dios afable. Hombres sin agilidad de espiritu, sin imaginacin para colorear un relato y sin esa alegra que se hace

en el individuo por la riqueza y la armona de las facultades, han sido generalmente nuestros maestros. Muchos trozos de ndole moral he encontrado en mis lecturas que no he querido aprovechar para este libro, a pesar de la firma ilustre. La ensefianza no era dada con amenidad, con esa fluidez feliz con que ensea Tagore, ni con esa ternura traspasada de encanto que tiene la prosa de Carlos Luis Phillippe. La odiosa16

Lecturas para mujeres

sequedad de muchos moralistas defrauda su deseo de mejorar el mundo ... La juventud, esa agua viva, no puede amar al que tiene, sobre la lengua viva, la palabra muerta. ratitud.-Wa sido para la pequea maestra chilena una honra servir por un tiempo a un gobierno extranjero que se ha hecho respetable en el Continente por una labor constructiva de educacin tan enorme que slo tiene paralelo digno en la del gran Sarmiento. No doy a las comisiones oficiales valor sino por la mano que las otorga, y he trabajado con complacencia bajo el Ministerio de un Secretario de Estado cuya capacidad, por extraa excepcin en los hbitos polticos de nuestra Amrica, est a la altura de su elevado rango, y, sobre todo, de un hombre al cual las juventudes de nuestros pases empiezan a sealar como al pensador de la raza que ha sido capaz cle una accin cvica tan valiosa como su pensamiento filosfico. Ser en m siempre un sereno orgullo haber recibido de la mano del licenciado seor Vasconcelos el don de una Escuela en Mxico y la ocasin de escribir para las mujeres de m sangre en i el nico perodo de descanso que ha tenido mi vida.Ea Recopiladora.Mxico, 3 de Julio de 1923. 1

Lecturas para mujeres.

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A) LA CASA Y- LA FAMILIA

M i s i n d e Ia m u j e r .No creeris que el acto de imponer la armadura al caballero por mano de su dama fuese un mero capricho de la fantasa romntica. Es el smbolo de una verdad eterna que la armadura del alma nunca est bien puesta sobre el corazn, a menos que la haya adaptadG una mano de mujer, y es solamente cuando no la adapta bien cuando desfallece el honor varonil. Tal vez no conocis estas amables lneas; yo quisiera que fuesen aprendidas por todas las jvenes de Inglaterra: -ciAh, mujer prdiga!, ella que podra - a su dulce persona poner su propio precio, - conociendo que l no puede elegir, sino pagar. - Cmo ha franqueado el paraso! - Cmo da por nada sus dones inapreciables! - iCmo desperdicia el pan y vierte el vino - que, gastados con la debida economa, - habran hecho hombres de los brutos y divinizado a los hombres!. Basta con eso respecto a las relaciones de los amantes; yo creo que aceptaris lo dicho. Pero lo que dudamos con mucha frecuencia es que convenga continuar tales relaciones durante toda la vida humana. Pensamos que convienen al amante y a su dama, no al esposo y a la esposa. Es decir, pensamos que un reverente y tierno respeto es debido a aquella de cuya afeccin dudamos an, y cuyo carcter aun no distinguimos sino parcial e indistintamente; y que esta reverencia y respeto deben cesar cuando su afeccin se ha hecho nuestra totalmente y sin lmites, y su carcter ha sido tan probado y ensayado por nosotros que no tememos confiarle la felicidad de nuestra vida.23

Gabriela Mistral

No veis cun innoble es esto y cun irracional? No sents que el matrimonio -cuando es propiamente matrimoniono es ms que el sello que marca el trnsito de la devocin prometida de temporal a inextinguible y que convierte el amor vacilante en eterno? Pero, cmo, preguntaris, es la idea de esta funcin directiva de la mujer reconciliable con una verdadera sujecin de esposa? -Simplemente, porque es una funcin directiva no de-< terminante. Permitidme que trate de mostraros en breves trminos cmo estos poderes pueden distinguirse justamente: Somos locos, y locos sin excusa, al hablar de la .superioridad de un sexo sobre el otro, como si pudiesen compararse cual cosas similares. Cada uno de ellos tiene lo que el otro no tiene; cada uno completa al otro y es completado por l; no son en nada iguales, y la felicidad y perfeccin de ambos depende de que cada cual pida y reciba del otro lo que slo el otro puede darle. Ahora bien, sus caracteres distintivos son, en resumen, los siguientes: el poder del hombre es activo, progresivo, defensivo. Es propiamente el actor, el creador, el descubridor, el defensor. Su intelecto est orientado hacia la especulacin y la invencin; su energa, hacia la aventura, la guerra y la conquista, dondequiera que la guerra es justa, dondequiera que la conquista es necesaria. Pero el poder de la mujer es para el gobierno, no para la batalla, y su inteligencia no es para la invencin o creacin, sino para el buen orden, arreglo y decisin. Ve las cualidades de las cosas, sus exigencias y los lugares que deben ocupar. S u gran funcin es la fama; no entra en contiendas, pero adjudica infaliblemente la corona del combate. Por su misin y por s u puesto ser. protegida contra todo peligro y toda tentacin. El hombre, en el rudo trabajo en medio del mundo, debe hacer frente a todo peligro y a toda prueba; para l, por tanto, deben ser la falta, la ofensa, el error inevitable; frecuentemente puede ser herido o sometido; frecuentemente, engaado, y siempre, endurecido. Pero guarda a la mujer de todo esto,24

Lecturas para mujeres dentro de su casa, de la casa regida por ella; a menos de que ella lo busque, no necesita entrar en el peligro, ni en la tentacin, ni en causa alguna de error o de ofensa. Esta es la verdadera naturaleza de la casa: es el lugar de la paz; el refugio, no solamente contra todo agravio, sino contra todo error, duda y divisin. En tanto que esto no es as, no hay hogar; e n tanto que las ansiedades de la vida exterior penetran en l y la sociedad de alma inconsciente, annima, sin amor, del mundo externo, es admitida por el esposo o por la esposa tras el umbral, cesa d e haber hogar; ste es entonces, solamente, una parte del mundo externo que habis dejado y donde habis encendido fuego. Pero en tanto que es un lugar sagrado, un templo vestal, un altar del corazn, guardado por los dioses domsticos, ante los cuales nadie puede comparecer sino aquellos que pueden ser recibidos con amor; en tanto que es esto, y el techo y el fuego son imgenes solamente de una sombra y una luz ms nobles -la sombra de la roca e n un campo desierto y la luz del faro en un mar tempestuoso-; en tanto es esto, merece el nombre y justifica el renombre de Hogar. Y dondequiera que vaya una verdadera esposa, el hogar est siempre en torno suyo. Pueden lucir las estrellas sobre su cabeza; la lucirnaga en la hierba de ila noche fra puede ser el nico fuego a sus pies; pero el hogar existe dondequiera que ella est; y el hogar de una mujer noble se extiende en torno suyo, ms precioso que si estuviese techado de cedro o pintado de bermelln, esparciendo su quieta luz a lo lejos, para aquellos que sin ella no tendran hogar. Este, pues, creo yo que es -no lo admitiris vosotros?el verdadero rango y poder de la mujer. Pero, no veis que para cumplir esto debe (en cuanto podemos usar tales trminos hablando de u n a criatura humana) ser incapaz de error? Cuanto ella rige debe ser justo, o no es nada. Debe ser paciente, incorruptiblemente buena, instintiva, infaliblemente sabia -sabia, no para su propio provecho, sino por la renuncia de s misma; sabia, no de modo que se haga superior a su25

Gabriela M i s t r a l marido, sino de modo que no pueda nunca faltar de s u lado; sabia, no con la mezquindad del orgullo insolente y sin amor? sino con la nobleza apasionada del sacrificio modesto infinitamente variable por ser de utilidad infinita- la verdadera inconstancia de la mujer. En este gran sentido no ser .la donna e mobile., qqual pimal vento., ni aun *variable como la sombra que hace al lamo tembln., sino variable como la luz de mltiples y bellos matices que puede tomar el color de todo aquello sobre lo cual cae y puede abrillantarlo.John Raiskini,ingls.

Recomendar la obra Ssamo y Azucenas del autor del trozo.

1 ama.Yo aprend en el hogar en qu se funda la dicha ms perfecta, y para hacer la ma quise yo ser como mi padre era y busqu una mujer como mi madre entre las hijas de mi hidalga tierra. Y fu como mi padre, y fu mi esposa viviente imagen de l a madre muerta. Un milagro de Dios que ver m e hizo otra mujer como la santa aquella!Compartan mis nicos amores la amante compaera, la patria idolatrada, la casa solariega, con la heredada hacienda.26

Lecturas pata mujeres

Qu buena era la esposa y qu feraz mi tierra! Qu alegre era mi casa y qu sana mi hacienda, y con qu solidez estaba unida la tradicin de la honradez a ellas! Una sencilla labradora humilde hija de obscura castellana aldea; una mujer trabajadora, honrada, cristiana, amable, cariosa y seria, troc mi casa en adorable idilio que no pudo soar ningn poeta.

iQh, cmo se suaviza el penoso trajn de las faenas cuando hay amor en casa, y con l mucho pan se amasa en ella para los pobres que a su sombra viven, para los pobres que por ella bregan! iY cunto lo agradecen, sin decirlo, y cunto por la casa se interesan, y cmo ellos la cuidan, y cmo Dios la aumenta!Todo 10 pudo la mujer cristiana, logrlo todo la mujer discreta; la vida en la alquera giraba en torno de ella, pacfica y amable, montona y serena... jY cmo la alegra y e1 trabajo donde est la virtud se compenetran! Lavando en el regato cristalino cantaban las mozuelas,27

Gabriela Mistraly cantaba en los valles el vaquero, y cantaban los mozos en las tierras, y el aguador camino de la fuente, y el cabrerillo en la pelada cuesta... i yo tambin cantaba, y que ella y el campo hicironme poeta!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .I

La vida era solemne; puro y sereno el pensamiento era; sosegado el sentir, como las brisas; mudo y fuerte el amor, mansas las penas, austeros los placeres, raigadas las creencias, sabroso el pan, reparador el sueo, fcil el bien y pura la conciencia.~

Qu deseos el alma tena de ser buena, y cmo se llenaba de ternura cuando Dios le deca que lo era!Jos Mara GabrBel

y Galn,

espaol. Recomendar las Obras completas de Gabriel y GalAn.

El s e r e n o a m o r .IAmor de esposa.No quiero amor que no sabe dominarse, de ese que como el vino parte su vaso, espumoso, y se derrama y se desperdicia a un momento.28

Lecturas p a r a mujeres

Dame ese amor fresco y puro como la lluvia, que bendice la tierra s( rdienta y colma las tinajas del hogar; amor que cale, bajando h asta su centro, la vida, y all se extienda, como savia invisible, 1hasta las ramas del rbol de la existencia, y haga nacer las flores y los frutos. Dame ese amor que conserva tranquilo el corazn en plenitud de FIaz!Rabindranath Tagore,hind.

Aconsejan los poetas.Escribe Garcilaso en su gloga ti: .En medio del invierno est templada e agua dulce de esta clara fuente, y en el verano, ms que nieve, he1ada.D

As CI3mo el agua dulce de la clara fuente, sers t dentro de1 hogar: templada en los frios y helada en los calores, constituyendo contrapeso que mantenga en equilibrio la vida ntima d e la familia, para lo cual ni pecars de extremosa, alegrridote en demasa, ni entristecindote sobradamente; de modo que cuando estn todos descontentos acudan a t como a esperanza ltima. Hars, 1 >ues, de la serenidad una de tus virtudes, y con ella proteger:1 la paz interior de tu casa y de los tuyos, siendo templada en el invierno y nieve e n el verano, como el agua dulce de 1 clara. fuente que cantara Garcilaso. aDr. C. Juarros,espaol.

Recomendar el Breviario de Z Madre, del Dr. Juarros. a

29

Gabriela M istrai

El espectador.No olvidars en la vida del hogar que ella es obra de arte que tiene por espectadores a los hijos. Las desavenencias, las discusiones, los enfados, todo ese mundo de contrariedades casi inevitables, debes sustraerlo a los ojos de los pequeos, pues en el caso contrario los obligars a tomar partido por el padre o por la madre, lo que equivaldra a disgregar, a romper la armona de su afectividad. Cuando el orgullo flamee en ti, piensa que los hijos son espectadores, y hallars fuerzas imprevistas para vencer y suavizar la situacin.Di. C. Juarros,espaol.

a Recomendar el Brewiario de l Madre, del Dr. Juarros.

re y e Niiiio. lCuando yo tena dos aos, mam, t eras fuerte como una fuerza de Dios; eras bella, con toda clase de bellezas naturales; eras dulce y clara corno el agua corriente. Eras, para m, la ms completa representacin del mundo. Yo te veo y te siento. Te pareces a la tierra fcil y serena de nuestro pas, que se va de ribazos en caadas, con sus campos y sus prados de verdor. Coges a tu nio sobre tu seno, le acaricias, le llenas de beneficios; y esto es bueno, como30

Lecturas

para mujeres

Madre: En el fondo de tu vientre se hicieron en silencio mis ojos, mi boca, mis manos. Con tu sangre ms rica me regabas como el agua a las papillas del jacinto, escondidas bajo la tierra . Mis sentidos son tuyos, y con ste como prstamo de tu c arne ando por el mundo. Alabada seas por todo el esplendor de la tierra que entra en m y se enreda a mi corazn.

* * *

Madre: Yo he crecido, como un fruto en la rama espesa, sobre tus rocMas. Ellas llevan todava la forma de mi cuerpo; otro hijo no te la ha borrado. Tanto te habituaste a mecerme, que cuando yo corra por los caminos quedabas all, en el corredor de la casa, como triste de no sentir mi peso. No hay riitmo ms suave, entre los cien ritmos derramados por el primer msico, que ese de tu mecedura, madre, y las C O gas plcidas que hay en mi alma se cuajaron con I ese vaivn d e tus brazos y tus rodillas. Y a la p~ir que mecas me ibas cantando, y los versos no eran sino pallabras juguetonas, pretextos para tus mimos. En esas canciones t me nombrabas las cosas de la tierra: los cerrc~ s los frutos, los pueblos, las bestiecitas del cam, P O , como piIra domiciliar a tu hija en el mundo, como para enumerarle 1 seres de la familia, jtan extraa!, en que la haos bian puesto ia existir.

* * *Y as, yc iba conociendo tu duro y suave universo: no hay palabriteL nombradora de las criaturas que no aprendieraLecturas par< mujeres. i

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3

Gabriela Mistral de ti. Las maestras slo usaron despus de los nombres hermosos que t ya habas entregado. T ibas acercndome, madre, las cosas inocentes que poda coger sin herirme; una hierbabuena del huerto, una piedrecita de color; y yo palpaba en ellas la amistad de las criatu; ras. T, a veces, me comprabas, y otras me hacas, los juguetes: una mueca de ojos muy grandes como los mos, la casita que se desbarataba a poca costa.. . Pero los juguetes muertos yo no los amaba, t te acuerdas: el ms lindo era para m tu propio cuerpo.

* * *Y o jugaba con tus cabellos como con hilillos de agua escurridizos, con tu barbilla redonda, con tus dedos, que trenzaba y destrenzaba. Tu rostro inclinado era para tu hija todo el espectculo del mundo. Con curiosidad miraba tu parpadear rpido y el juego de la luz que se haca dentro de tus ojos verdes; iy aquello tan extrao que'sola pasar sobre t u cara cuando eras desgraciada, madre! S, todito mi mundo era tu semblante; tus mejillas, como la loma color de miel, y los surcos que la pena cavaba hacia los extremos de la boca, dos pequeos vallecitos tiernos. Aprend las formas mirando tu cabeza: el temblor de las hierbecitas en tus pestaas y el tallo de las plantas en tu cuello, que, al doblarse hacia m, haca un pliegue lleno de intimidad. Y cuando ya supe caminar de la mano tuya, apegadita cual un pliegue vivo de tu falda, sal a conocer nuestro valle.

* * *Los padres estn demasiado llenos de afanes para que puedan llevarnos de la mano por un camino o subirnos las cuestas.34

Lecturas para mujeres Somos ms hijos tuyos; seguimos ceidos contigo, como Y el cielo ms amado por nosotros no es aquel de las estrellas lmpidas y fras, sino 21 otro de los ojos vuestros, tan prximo, que se puede bes;ir sobre su llanto. El padr e anda e n la locura heroica de la vida y no sabemos lo que: es su da. Slo vemos que por las tardes vuelve y suele dejar. en la mesa una parvita de frutos, y vemos que os entrega a brosotras para el ropero familiar los lienzos y las franelas con (que nos vests. Pero la que monda los frutos para la nio y los exprime en la siesta calurosa eres t, boca del 1 madre. Y 1la que corta la franela y el lienzo en piececitas, y las vuelve un traje amoroso que se apega bien a los costados friolentos (le1 nio, eres t, madre pobre, jla feunsima! Ya el niio sabe andar, y tambin junta palabritas como vidrios de collores. Entonces t le pones una oracin leve en meengua, y all se nos queda hasta el ltimo da. Esta dio de la 11 oracin es tan sencilla como la espadaa del lirio. Con ella, jtan breve!,, pedimos cuanto se necesita para vivir con suavidad y transparemcia sobre el mundo: se pide el pan cotidiano, se dice que 1()s hombres son hermanos nuestros y se alaba la voluntad vigc)rosa del Seor. Y de e:ite modo, la que nos mostr la tierra como un lienzo extendido, lleno de formas y colores, nos hace conocer tambin al Dic1 escondido. sa la almendr, est ceida en su vainita cerrada.

* * *Yo era una nia triste, madre, una nia huraa como son los grillos 1obscuros en el da, como es el lagarto verde, bebedor del so1. Y t sufras de que tu nia no jugara como lasotras, y sollas decir que tena fiebre cuando en la via de l a casa la en contrabas conversando con las cepas retorcidas y con un alrnendro esbelto y fino que pareca un nio embelesado. Ahora est hablando as tambin contigo, que no le con351

Gabriela Mistral

testas; y si t la vieses le pondras la mano en la frente, diciendo como entonces: --Hija, t tienes fiebre.

* * *Todos los que vienen despus de ti, madre, ensean sobre lo que t enseaste y dicen con muchas palabras cosas que t decas con poquitas; cansan nuestros odos y nos empaan el gozo de or contar. Se aprendian las cosas con ms levedad estando tu niita bien acomodada sobre tu pecho. T ponas la enseanza sobre esa como cera dorada del cario; no hablabas por obligacin, y as no te apresurabas, sino por necesidad de derramarte hacia tu hijita. Y nunca le pediste que estuviese quieta y tiesa en una banca dura, escuchndotei Mientras te oa, jugaba con la vuelta de tu blusa o con el botn de concha de perla de tu manga. Y este es el nico aprender deleitoso que yo he conocido, madre.

* * *Despus, yo he sido una joven, y despus una mujer. He caminado sola, sin el arrimo de tu cuerpo, y s que eso que llaman la libertad es una cosa sin belleza. He visto mi sombra caer, fea y triste, sobre los campos sin la tuya, chiquitita, al lado. He hablado tambin sin necesitar de tu ayuda. Y yo hubiera querido que, como antes, en cada frase ma estuvieran tus palabras ayudadoras para que lo que iba diciendo fuese como una guirnalda de las dos. Ahora yo te hablo con los ojos cerrados, olvidndome d e donde estoy, para no saber que estoy tan lejos; con los ojos apretados, para no mirar que hay un mar tan ancho entre tu pecho y mi semblante. Te converso cual si estuviera tocando tus vestidos; tengo las manos un poco entreabiertas y creo que la tuya est cogida. Ya te lo dije: llevo el prstamo de tu carne, hablo con los labios que me hiciste y miro con tus ojos las tierras extraas.36

Lecturas para mujeres

T ves por ellos tambin las frutas del trpico-la pia grvida y exhalante! y la naranja de luz-. T gozas con mis pupilas el contorno d e estas otras montaas, jtan distintas de la montaadesollada E)ajo la cual t m e criaste! T escuchas por mis odos el habla de: estas gentes, que tienen el acento ms dulce que el nuestro, y las comprendes y las amas; y tambin te laceras e n m cuan do la nostalgia en algn momento es como una quere madura y : me quedan los ojos abiertos y sin ver sobre el paisaje me xicano.

* * *

Gracias3 e n este da y en todos los das por la capacidad que m e di:;te de recoger la belleza de la tierra, como un agua que se recloge con los labios, y tambin por la riqueza de dolor que puledo llevar en la hondura de mi corazbn, sin morir. Para cr eer que m e oyes he bajado los prpados y arrojo de m la m aiiana, pensando que a esta hora t tienes la tarde sobre ti. Y' para decirte lo dems, que se quiebra en las palabras, voy cpedndome en silencio

...

Gabriela Mistral,chilena.

Soledad.Mientras cuido la marmita y el gato blanco dormita, la lluvia afuera gotea, y el viento en la chimenea se revuelve airado y grita ... Sobre los rojos tizones hierve el agua a borbotones, y si se mueve la tapa de la marmita, se escapa suave olor de requesones ...37

Gabriela Mistral

Miro en los brillantes leos cmo se forman los sueos: se encienden, brillan, se apagan, y entre cenizas naufragan ... iQh, engaadores ensueos!e n estos tristes bohos,

Yo tambin tej

los mos

de aquesta lumbre al amor... Secse la planta en flor cuando vinieron los fros...

Mientras plae y grita el viento, en paz y quietud me siento junto al fogn calcinado iCmo se oye en el tejado el gotear suave y lento! ...

...

Despierta el gato y suspira, baja del fogn, se estira, el lomo alarga y arquea, viene hacia m, ronronea, y luego mis ojos mira ...

Su mirada indiferente pregunta por el ausente? No s; mas va a la ventana y ve la extensin lejana tristemente, tristemente ...con ansiedad examino ... Nadie viene, nadie viene ... El viento moviendo est las ramas de aquel sabino ...38

Y

yo tambin el camino

Lecturas p a r a mujeres

Tras ver el confn lejano, tomo la aguja en la mano, y una tras otra puntada queda la tela cerrada ... Despus, el lino devano.

Y, al terminar la faena, abro la vieja alacena, y en ella guardo el cestillo con la aguja y el ovillo. Despus preparo la cena.Ya la bruma se ennegrece., Flotante crespn parece que se enreda en e1 sabino Ya el solitario camino se borra y desaparece ...

...

La luz, confusa e incierta cual una espeTanza muerta, se refugia en lontananza

la mesa que ayer tend: Cmaana ser cual hoy ?

...

... Mas alguien llama al postigo -iVoy al punto, al punto!-- digo, y me lanzo en u n momentoa abrir la puerta ... Es el viento, jel viento!, mi nico amigo ...

...

Y viendo una luz incierta que en la Ilaiiura desierta alguien lleva en lontananza, CCiAdis, adis, esperanza!, le digo ..., y cierro mi puerta.Mara Enriqueta,mexicana. Recomendar Rumores de mi huerto y

El Secreto, de Mara Enriqueta.

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Lecturas para mujeres

La

casa y el

arquitecto.

Pequea casa que yo dibujo, muros imaginarios, puertas por las que las hormigas no pueden entrar, ventanas abiertas sobre piezas de ilusin A travs de los cristales ningn rostro espa; tras ellos ninguna luz se enciende. Como un juguete mis ojos sonrientes te observan, sombra que mis manos concretan. Y un da no lejano, ioh milagro de la voluntad!, como liviana semilla en hoja alada, volars hasta caer en tierra. En ella echarn races tus cimientos, se elevarn tus muros al comps del canto de los albailes y tus alegres ventanas sern ojos abiertos llenos de asombro ante el vasto horizonte. Cuando en las piezas vacas resuenen los ltimos golpes dados en la techumbre; cuando el polvillo fino de la postrera labor terminada an vague por el aire lento, en el principio de tu vida todo te ser hostil; los mismos pjaros huirn d e tus fros aleros; el sol, con sus ms vivos rayos, har sensible tu advenediza apostura, y tu flamante apariencia ser una pretensin ms para las ssbias y viejas casas que desde los alrededores te contemplen displicentes. Mas el da llegar en que un hombre y su familia bulliciosa recorran tus aposentos y suban y bajen inquietos como las ardillas. El pobre hombre, fcil al engao, al ensayar una sonrisa olvidada creer que sus viejas tristezas qudanse afuera y que dentro de tus muros va a iniciarse para l una nueva vida, desligada de todo antiguo cansancio. Como una estrella ms, aparecida en la noche, brillarn tus luces encendidas para las aves nocturnas. Y los atrasados caminantes que vayan por la falda de los montes vecinos vern cmo pestaea y guia la roja claridad como una seal

...

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Gabriela Mistral amiga. Ellos no saben que las ramas de los rboles ocultos en la noche, que mueven vientos silenciosos, al ir y venir con sus vaivenes enfrente de tus ventanas, fingen tan amable engao. La lluvia, que en toda la enorme sucesin de los inviernos tena costumbre de encontrar tierra libre en el sitio que ocupas, murmurar de tu presencia y buscar vengarse. En mil pequeos regatos bajar por la larga pendiente de los tejados y, ay de que encuentre los ms pequeos resquicios!, turbar en la alta noche vuestro sueo, como si cien relojes caprichosos se largasen a andar en el entretecho. Ella, que viene a reverdecer la tierra, ya se ingeniar por que vuestra estril techumbre reverdezca. Ella hace de una casa construida para los hombres un refugio para musgos y hierbas locas. En grietas invisibles, en tres granos de poIvo robados al camino por el viento que todo lo revuelve, ella har que arraiguen y prosperen. Una noche en que la locura insistente de las rfagas sacuda un postigo olvidado, desde el hueco de una teja vana, una lechuza, para espiar el merodeo de los ratones, pedir reiteradamente silencio. En la humedad que mantiene la sombra constante de los rincones formar sus pequeas viviendas toda una tribu de negros escarabajos, y arriba, en el ventanuco ms alto e intil, araas cuidadosas tejern hermosos visillos que las preserven del fro y de las miradas de las golondrinas. Con el alba de una tarda primavera habr nacido bajo tu techo un nio que llorar sin descanso. El va a ser en tu interior como un obscuro pensamiento que se insina. Y una tarde cenicienta de un otoo dorado, el pobre hombre aquel que crey empezar en ti una nueva vida observar por ltima vez, antes de morir, las paredes desnudas de su habitacin. Por largo tiempo slo se oirn llantos, quejas y lamentaciones, y entre ellos unos silencios hondos y desconcertantes, que turben golpes siniestros dados sobre una caja hueca. Despus abandonarn tu abrigo. Todos volvern la vista42

Lecturas para mujeres

mtemplarte antes de llegar al recodo del camino. To para c( dos, m enos el nio que naci bajo tu techo. l ir feliz; la idea de carnbio le producir un ingenuo placer, que embargar todos !sus pensamientos. Nu evas familias llegarn pidindote refugio. Habr parecidas esperanzas e iguales amores; otros nios nacern y otros hombrles y mujeres contemplarn el ltimo de sus crepsculos desde tus ventanas.Pedro Prado,chileno. Recomeiidar las obras de Pedro Prado.

S a l m o d e laLaesposa.

-Me dijo mi Seor: Aplica a todas las cosas esta ley de casa nuestra; el mundo viene a escuela e n nuestras bodas, y t eres, mujer ma., la maestra.Para toda codicia halle tu mano el adecuado cebo; para toda amargura, un gesto humano; para toda hora nueva, un goce nuevo.

Si el mundo es tempestad, la casa es puerto;y si es guerra la vida, ella es victoria; pon en ella tus ansias a cubierto y saca a dulces pastos la memoria.Adonde t no llegues, ella alcance con esta ley que amor le da, inefable; ella te acorra en todo amargo trance; que es, siendo espiritual, inagotable.43

Gabriela Mistral

La casa te es corona y te es vestido, y es forma tuya y es tu informadora, y es a la vez tu crcel y tu nido, porque siendo tu esclava, es tu seora. La ley que ambos le dimos nos obliga; de la vida ayer nuestra, hoy nos mantiene; somos ambos el campo y ella espiga; pasaremos los dos, ella deviene. Ten fe que es ella, en cada empresa tuya, la que se salva, la que endura y crece; no temas de la edad que la destruya: antes, porque es virtud, ya no perece.

S t de ella en poder, no en abandono; y mtela en lo esquivo y en lo adverso; quiero darte en la casa ms que un trono, aunque un trono ya es ms que el universo.

Tu casa es sobre ti como un escudo que te da majestad y fortaleza; el enemigo romper, saudo, la punta de su espada en su corteza.Unto es tu casa hecho de todas cosas, que sirve para todas las heridas; las fuerzas de la vida misteriosas se plasman en tu casa, esclarecidas.

Y te tienes a ti y a m me tienes en accin de eficacia a par con ella; lmpara que mantengo y que mantienes, la casa, en nuestro oriente, es nuestra estrella.Santifica la vida en estos tramos de la diurna y habitual libranza44

Lecturas

para mujeres

templo ha de ser el mundo en que pongamos nuestra arca de alianza.Que es nuestra casa, amor, la vida entera enaltecida a espiritual decoro, y es de toda horavaga y pasadera hilado por tus manos, hilo de oro.

Entras desde hoy, casera de mi casa,a doble actividad en tus acciones;

una tu mano compra y la otra tasa; con la una acoges y con la otra impones.Que aunque es el mundo al modo suyo, vario, t a la ley de tu casa has de rendirlo; que tu Dios morira en tu sagrario si pasto no le das con que nutrirlo.

Y como flor que pasa en una aurora, rindiendo al sol las hojas macilentas, tu casa pasar, mi ayudadora, si t no la acrecientas.Tu casa te es descanso y te es milicia que quiere ser y no ha de ser sin guerra; la sombra tuya brazo de justicia sobre las injusticias de la tierra.Entra a ser denodada y a ser fuerte, que el gladio te colgu sobre el triclinio; y ser tu victoria de la muerte levantar lo domstico a dominio.Eduardo Marquina, espaol.Recomendar Elegas y Doa Mara la Brava, d e Eduardo Marquina.

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(iabriela Mistral

El

b o s q u e y la c a s a .

Digo:-Por vida del bosque, que es hora de fantasas; si nunca te la prometo nunca vendrs a pedrmela; y yo te tengo una casa, aderezada y munida, donde, al placer de habitarla, se te harn cortos los das.

No s si est cerca o lejos, que es hora de fantasas; no s si ayer la empezaron, no s si estar5 concluda; pero, mira, aquellos troncos de pino van a servirme de vigas.*

.En la casa, un cuarto grande con ventanales que miran los de una parte a montaa, los de otra parte a marina. En un rincn, una mesa para las historias mas; junto a la mesa, un silln; junto al silln, una silla; no s si el cuarto te place, que es hora de fantasas; no s si habr en las ventanas sus seis macetas floridas; pero, mira, la mesa, silla y silln nos saldrn de aquella encina..46

Lecturas para mujeres

E n lo mejor de otro cuartotu arcn de madera fina, bi en perfumado de hierbas, C(> n que la ropa es ms limpia; alIren tu arcn, en dos jarros, ra.mas de almendros floridas; Y una piel junto al arcn acb n d e hincar las rodillas.