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Globalización y Desarrollo: Los Impactos Político, Económico y Ambientales en América Latina y el Perú Intervención del Secretario General de la Comunidad Andina, Freddy Ehlers, con motivo del 46 aniversario de RPP-Noticias Lima, 11 de noviembre de 2009 La idea de progreso inherente a la modernidad llevó a creer a muchos, en las últimas décadas de acelerado cambio tecnológico y globalización de los mercados, que la humanidad avanzaba, como lo conceptualizó Fukuyama, hacia “el fin de la historia”: una sociedad global caracterizada por la democracia liberal y la economía de mercado. Sin embargo el mundo ha conocido, en la primera década del siglo XXI, complejos desafíos y una crisis multidimensional cada vez más profunda, que han puesto en serio cuestionamiento esta idea. Si bien es innegable el avance de la democracia liberal y de la economía de mercado en América Latina, no se pueden obviar las corrientes que se han manifestado en numerosos países de la región, ni una ola mucho más grande que rebasa los límites de nuestro continente: es la crisis ambiental, tal vez más difícil de percibir, pero con efectos potencialmente mucho más devastadores. El año pasado, la Secretaría General de la Comunidad Andina encomendó un estudio a las facultades de economía de las más prestigiosas universidades de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, liderado por el Dr. Carlos Amat de la Universidad del Pacífico. Entre sus principales conclusiones, el estudio arrojó que, para el año 2025, el daño económico del cambio climático costaría a los países andinos 30 000 millones de dólares anuales, equivalentes al 4.5% de su PIB, sin tener en cuenta la pérdida de fuentes de agua y energía. Estas cifras nos brindan una percepción más concreta del problema y me dan pie para formular tres reflexiones en el sentido de rebatir la pretendida unidireccionalidad del proceso de globalización y desarrollo: 1. Un cambio climático permitió el inicio de la civilización, otro cambio climático puede detenerla El género humano lleva dos millones y medio de años sobre el planeta Tierra; el homo sapiens, unos ciento cincuenta mil; pero sólo desde hace unos diez mil años el ser humano vive en el marco de lo que llamamos la civilización. En aquel entonces, el fin de una era de glaciación fue lo que produjo las condiciones idóneas para el descubrimiento de la agricultura y el consecuente desarrollo exponencial de la especie humana. Hoy los científicos nos alertan que el cambio climático es una realidad y puede alterar el clima del planeta con consecuencias

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Page 1: globalizacion

Globalización y Desarrollo: Los Impactos Político, Económico y Ambientales en América Latina y el Perú Intervención del Secretario General de la Comunidad Andina, Freddy Ehlers, con motivo del 46 aniversario de RPP-Noticias

Lima, 11 de noviembre de 2009

La idea de progreso inherente a la modernidad llevó a creer a muchos, en las últimas décadas de acelerado cambio tecnológico y globalización de los mercados, que la humanidad avanzaba, como lo conceptualizó Fukuyama, hacia “el fin de la historia”: una sociedad global caracterizada por la democracia liberal y la economía de mercado.

Sin embargo el mundo ha conocido, en la primera década del siglo XXI, complejos desafíos y una crisis multidimensional cada vez más profunda, que han puesto en serio cuestionamiento esta idea.

Si bien es innegable el avance de la democracia liberal y de la economía de mercado en América Latina, no se pueden obviar las corrientes que se han manifestado en numerosos países de la región, ni una ola mucho más grande que rebasa los límites de nuestro continente: es la crisis ambiental, tal vez más difícil de percibir, pero con efectos potencialmente mucho más devastadores.

El año pasado, la Secretaría General de la Comunidad Andina encomendó un estudio a las facultades de economía de las más prestigiosas universidades de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, liderado por el Dr. Carlos Amat de la Universidad del Pacífico. Entre sus principales conclusiones, el estudio arrojó que, para el año 2025, el daño económico del cambio climático costaría a los países andinos 30 000 millones de dólares anuales, equivalentes al 4.5% de su PIB, sin tener en cuenta la pérdida de fuentes de agua y energía.

Estas cifras nos brindan una percepción más concreta del problema y me dan pie para formular tres reflexiones en el sentido de rebatir la pretendida unidireccionalidad del proceso de globalización y desarrollo:

1. Un cambio climático permitió el inicio de la civilización, otro cambio climático puede detenerla

El género humano lleva dos millones y medio de años sobre el planeta Tierra; el homo sapiens, unos ciento cincuenta mil; pero sólo desde hace unos diez mil años el ser humano vive en el marco de lo que llamamos la civilización. En aquel entonces, el fin de una era de glaciación fue lo que produjo las condiciones idóneas para el descubrimiento de la agricultura y el consecuente desarrollo exponencial de la especie humana.

Hoy los científicos nos alertan que el cambio climático es una realidad y puede alterar el clima del planeta con consecuencias catastróficas para la humanidad. Por ello, no podemos olvidar que nuestra condición de “especie civilizada” pende de un delicado equilibrio natural que sustenta nuestra forma de vida.

Existen numerosos ejemplos de civilizaciones que, en situación de aislamiento, colapsaron debido al agotamiento de sus recursos naturales, como el emblemático caso de los habitantes de la Isla de Pascua, quienes acabaron comiéndose unos a otros una vez que talaron hasta el último árbol de su isla.

Nosotros también nos encontramos aislados en el universo, dentro de este pequeño planeta.

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Al respecto, quisiera anotar que el mensaje de respeto a la naturaleza de los pueblos indígenas de América del Norte, Centro y Sur, se basa en su propio proceso de aprendizaje colectivo: civilizaciones como los Anasazi de América del Norte, los Mayas de América Central y los Tiahuanaco de América del Sur, colapsaron por ocasionar una degradación de sus tierras cultivables que originó crisis económica y desorden social. Es altamente probable que esa traumática experiencia se transmitió por medio de la tradición a sus descendientes, quienes hoy no hacen sino advertir a la civilización occidental lo que le puede suceder.

2. En la madurez de la era industrial, nos damos cuenta que no realizamos un manejo racional de los recursos del planeta

Los economistas, como ha sido el caso durante la reciente crisis financiera internacional, siempre reconocen que se equivocaron cuando ya es demasiado tarde. Tal como sucedió ahora con la desregulación de los mercados financieros, ocurrió durante dos siglos con los costos ambientales de la producción: en el proceso de desarrollo industrial, fue “gratis” contaminar el ambiente – con las consecuencias que conocemos hoy – hasta la gradual adopción del principio “el que contamina paga”.

De igual manera, nuestro comportamiento “racional” a nivel individual resulta irracional a nivel colectivo si lo evaluamos en términos de lo que genera y consume el planeta. Las mismas recetas económicas que aconsejan a Estados y empresas equilibrar ingresos y egresos no se han aplicado a nivel del planeta. Según los cálculos de la Huella Ecológica, desde el año 1986, los seres humanos consumimos cada año por encima de la capacidad del planeta para regenerarse.

Dos siglos más tarde, parece que el viejo Malthus tenía razón: el crecimiento demográfico combinado con la expansión de un modo de vida insustentable – se necesitarían 5 planetas Tierra para que 6 mil millones de seres humanos vivan como el ciudadano norteamericano promedio – cuestiona seriamente el sueño de una “globalización de la prosperidad” con el que nos ilusionaron los vencedores de la Guerra Fría.

3. Es la hora de un cambio en el modelo de desarrollo

En un ambiente de moderado optimismo frente a la recuperación de la economía mundial, cabe preguntarse si las recetas económicas aplicadas no equivalen a realizar una quimioterapia a un paciente de cáncer al pulmón, con el propósito de que vuelva a fumar. De hecho, el mundo hoy vive una esquizofrenia, en la cual contrastan los llamados para acelerar el crecimiento económico, por un lado, y para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, por el otro.

En ese contexto, quisiera subrayar dos desafíos que enfrentan los países andinos y América Latina en general para contribuir a un cambio en el modelo de desarrollo que permita aliviar, con sentido de urgencia, la crisis climática:

Hacer del medio ambiente el eje de nuestro modelo de desarrollo: ello implica que nuestras políticas públicas, desde la política de transporte a la política energética, pasando por el urbanismo, la agricultura y la educación, deben contener un fuerte componente ambiental, a través de lo que Edgar Morin denomina “una política ecológica”. En otras palabras, es responsabilidad de los Estados fomentar las energías renovables, el transporte público eficiente, el reciclaje, la regulación ambiental y la generación de una conciencia ciudadana sobre los agudos problemas que enfrentamos. Costa Rica es el ejemplo más avanzado de ello en América Latina, pero el Perú posee un potencial inmenso para superarle.  

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Gravitar sobre las negociaciones internacionales en materia ambiental: si bien a nivel global el planeta está “sobregirado”, en América Latina poseemos un excedente natural – nuestra biocapacidad es todavía mayor que nuestro consumo – que debe servir como herramienta de negociación para que los costos del cambio climático sean asumidos por los que los generaron, y que ello a su vez permita financiar un desarrollo limpio en nuestros países. Las negociaciones en curso, con miras a la cumbre de Copenhague, encuentran a una América Latina desunida frente a todo lo que está en juego, pero también hay señales de que sus gobernantes están comprendiendo que las negociaciones sobre medio ambiente van a marcar en forma duradera la agenda internacional del siglo XXI.

Cómo última reflexión, quisiera añadir que la necesidad de este cambio, que resulta tan evidente en la hora actual, se complementa desde mi punto de vista con lo que el mismo Edgar Morin denomina la “mutación” del ser humano, es decir la transformación espiritual del individuo para generar una sociedad de convivencia más armónica con la naturaleza. El amor al prójimo es la base de esa transformación y se halla en la propia civilización humana, en el mensaje milenario del Buda y del Cristo.

Muchas gracias.