gerónimo hernández.revista

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1 IDENTIDAD Y FOTOGRAFÍA: GERÓNIMO HERNÁNDEZ Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA Por Ricardo Cruz García ¿Qué sería de la Revolución Mexicana sin la fotografía? ¿Cómo la concebiríamos sin esas imágenes en blanco y negro, llenas de contrastes? ¿Por qué una imagen puede sintetizar un momento histórico? ¿Quién no identifica rápidamente esta etapa cuando ve a “La Adelita”? ¿Qué podemos saber de su autor, ahora apenas recordado? Las instantáneas de esa época se han vuelto un símbolo que perdura a cien años de su origen, un icono visual que le da identidad a un suceso del pasado porque refleja a una sociedad no sólo en movimiento, sino en conflicto. En 1840 llega a México el daguerrotipo, antecedente de la fotografía. El avance de la tecnología permite que las cámaras salgan del estudio y se dispongan a “tomar” la calle. Para 1889, la prensa de la capital comienza a usar el fotograbado para acompañar sus textos; un año después surge la primera cámara de aficionados creada por Kodak. La disminución del tiempo de exposición necesario para tomar una fotografía y el menor tamaño de las cámaras ofrecen a los fotógrafos la posibilidad de captar a través del lente la realidad mexicana de principios del siglo XX. Las obras de los fotógrafos se convierten en testimonio visual; unas décadas después serán documento histórico, patrimonio de una nación rescatado en archivos como el de Agustín Víctor Casasola resguardado por la Fototeca Nacional en Pachuca, o

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IDENTIDAD Y FOTOGRAFÍA: GERÓNIMO

HERNÁNDEZ Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA

Por Ricardo Cruz García

¿Qué sería de la Revolución Mexicana sin la fotografía? ¿Cómo la concebiríamos

sin esas imágenes en blanco y negro, llenas de contrastes? ¿Por qué una imagen

puede sintetizar un momento histórico? ¿Quién no identifica rápidamente esta

etapa cuando ve a “La Adelita”? ¿Qué podemos saber de su autor, ahora apenas

recordado? Las instantáneas de esa época se han vuelto un símbolo que perdura a

cien años de su origen, un icono visual que le da identidad a un suceso del pasado

porque refleja a una sociedad no sólo en movimiento, sino en conflicto.

En 1840 llega a México el daguerrotipo, antecedente de la fotografía. El

avance de la tecnología permite que las cámaras salgan del estudio y se dispongan a

“tomar” la calle. Para 1889, la prensa de la capital comienza a usar el fotograbado

para acompañar sus textos; un año después surge la primera cámara de aficionados

creada por Kodak.

La disminución del tiempo de exposición necesario para tomar una

fotografía y el menor tamaño de las cámaras ofrecen a los fotógrafos la posibilidad

de captar a través del lente la realidad mexicana de principios del siglo XX. Las

obras de los fotógrafos se convierten en testimonio visual; unas décadas después

serán documento histórico, patrimonio de una nación rescatado en archivos como

el de Agustín Víctor Casasola resguardado por la Fototeca Nacional en Pachuca, o

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el de Osuna ubicado en el Archivo General de la Nación, sin olvidar a los periódicos

que le dieron espacio en sus páginas a las instantáneas ahora memorables.

Francisco Ignacio Madero inicia la Revolución Mexicana el 20 de noviembre

de 1910; un año después, el 6 de noviembre de 1911, toma protesta como presidente

de la República. Si algo caracterizó al régimen maderista y lo diferenció del

encabezado por Porfirio Díaz fue la amplia libertad de expresión; sin embargo, la

mayoría de los periódicos (El Imparcial, El Ahuizote, Multicolor, El Mañana, El

País, Regeneración, Diario del Hogar, Ojo Parado, La Tribuna, La Prensa, El

Noticioso Mexicano) publicados en esta época contribuyeron de manera

significativa al debilitamiento del gobierno al convertirse en un elemento más en la

pugna por el poder. La prensa de oposición se dedicó a atacar a Madero, hacía mofa

de su figura e incluso llamó a derrocarlo o exigió su renuncia.

Los periódicos, al venir de una etapa represiva, se desbocaron en una

libertad ya sin límites. Madero conocía el poder de la prensa como instrumento

político para influir sobre la opinión pública, así lo manifestó desde el inicio de su

movimiento al apoyar económica y administrativamente la publicación de los

diarios El Antirreeleccionista de Félix Fulgencio Palavicini, El Constitucional,

fundado por Rafael Martínez y México Nuevo, cuyo director fue Juan Sánchez

Azcona.

Ante este panorama, no sólo era lógico, sino necesario que en 1911 el

maderismo tuviera un aliado a su gobierno en el ámbito de la prensa. Gustavo

Adolfo Madero, como principal accionista de la nueva empresa periodística, reunió

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el capital y los inversionistas; Juan Sánchez Azcona juntó a un equipo de viejos

compañeros de oficio que lo habían acompañado en otros proyectos editoriales.

Con esos elementos crearon Nueva Era,1 un diario que se volvió indispensable para

el régimen, encargado de hacer valer la voz de la Revolución triunfante ante sus

partidarios, sus enemigos y la opinión pública, un medio de comunicación que

difundió las actividades de la administración de Madero y del grupo político en el

poder.

Nueva Era, el órgano defensor de los ideales revolucionarios, fue también el

periódico que funcionó como contrapeso a la avasallante oposición y un espacio de

réplica, debate, polémica y enfrentamiento con los enemigos del gobierno. Fue,

además, un espacio para el periodismo informativo, la difusión del arte y la cultura,

no sólo a través de textos, sino de grabados, caricaturas y fotografías.

El 31 de julio de 1911 un equipo de periodistas, escritores, políticos,

intelectuales y amigos, publicaron el primer número de Nueva Era, el único entre

los periódicos de su tiempo que se fundó para apoyar y defender fielmente al

movimiento encabezado por Madero y a su gobierno. “A cambio del compromiso de

apoyo incondicional al gobierno constituido”, Gustavo A. Madero subvencionó a

1 El apoyo que Gustavo Madero dio a Nueva Era lo confirman: Diego Arenas Guzmán (“Nueva Era y el Lic. José Vasconcelos contra los estudiantes de la República”, Todo, 11/febrero/1965, p. 28); Miguel Velasco Valdés (Historia del periodismo mexicano (apuntes), p. 181); Stanley Ross (“Introducción”, Fuentes para la historia contemporánea de México. Periódicos y revistas, p. XXVI). De igual manera, Guadalupe Sánchez Azcona (El contenido literario en la obra periodística de Juan Sánchez Azcona, p. 32) refiere que Nueva Era se fundó con la ayuda inmediata del hermano del presidente; la nieta de Gustavo Madero, Petra Garza Madero de Romo, en su introducción al Epistolario de Gustavo A. Madero, dice: “En julio de 1911 Gustavo funda el periódico La Nueva Era”.

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Nueva Era, cuyo objetivo consistió en sostener “los principios de la revolución y

defender sus intereses”.2

Con Juan Sánchez Azcona como director y el gran orador Jesús Urueta como

subdirector, el editorial del primer número de la Nueva Era expresó:

Ha faltado […] un órgano que refleje genuinamente el pensar de los hombres de la

Revolución, primeramente; y que represente, más tarde, los intereses del nuevo

partido político que lógicamente tiene que emanar del triunfo de la Revolución.

Este órgano será NUEVA ERA, y nuestro periódico coronará pacíficamente la obra

revolucionaria como lo hizo México Nuevo. Cada momento político requiere

un periódico político que de modo directo y justo responda a las necesidades de

dicho momento. Nos proponemos que NUEVA ERA sea el diario genuino del nuevo

régimen que se ha iniciado en nuestra Patria.3

En vísperas de los comicios de octubre de 1911, donde Madero fue electo

presidente de México, Nueva Era llegó para apuntalar no sólo su candidatura,

también la de los aspirantes a algún cargo de elección popular postulados por el

Partido Constitucional Progresista, conformado, entre otros, por su hermano

Gustavo, Juan Sánchez Azcona, Jesús Urueta, Serapio Rendón, Rafael Martínez,

José Vasconcelos, Luis Cabrera, Roque Estrada, Enrique Bordes Mangel, Heriberto

Frías, Jesús Flores Magón y Alfredo Robles Domínguez, principales promotores del

diario y pertenecientes al círculo más cercano a Madero.

2 Begoña Consuelo Hernández, Gustavo A. Madero: De activo empresario a enérgico revolucionario (1875-1913), p. 164. Jorge Vera Estañol (Historia de la Revolución Mexicana, pp. 217-218) afirma que Gustavo A. Madero fundó Nueva Era con los 700 mil pesos que recibió del gobierno para pagar los gastos de la Revolución y que lo siguió subsidiando mientras se publicó, aunque su aseveración no es comprobable; como argumento cita una carta abierta de Francisco I. Madero a Federico González Garza (30/julio/1911), donde –ante la confusión y caos que reinaba en la opinión pública después de la Revolución y los ataques de los periódicos porfiristas y de oposición– le dice: “Pero esto pronto se remediará con la publicación de Nueva Era y no dudo que algunos otros periódicos amigos de la revolución irán surgiendo poco a poco”. 3 Juan Sánchez Azcona, “Traemos para el combate los mismos ímpetus que antes; sin traer rencores”, Nueva Era, 31/julio/1911, p. 1. Negritas nuestras.

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Con 553 números publicados diariamente durante su corta existencia, que

terminó el 11 de febrero de 1913, Nueva Era fue dirigido sucesivamente por: Juan

Sánchez Azcona, Serapio Rendón –asesinado después de la Decena Trágica por

oficiales huertistas–, Querido Moheno –después antimaderista y funcionario del

gobierno de Victoriano Huerta–, Manuel Bauche Alcalde –transcriptor de las

memorias de Francisco Villa–, Jesús Urueta, Antonio Enríquez, Jesús María

Aguilar y González, y José Quevedo, última persona al frente del diario.

El periódico de la Revolución, del gobierno y del partido maderistas se

fundó, desarrolló y extinguió a la par que el presidente de México de 1911 a 1913:

Nueva Era y Madero van de la mano. Recordemos la frase “Cada momento político

requiere un periódico político”, es decir: la Revolución maderista necesitaba de

Nueva Era.

Durante la Revolución mexicana los diarios eran partidistas. Nueva Era fue

órgano oficial del Constitucional Progresista; La Nación, del Partido Católico. A

decir de la investigadora Fátima Fernández Christlieb, cada periodo gubernamental

surgen uno o dos diarios y desaparecen otros tantos creados en el lapso anterior, ya

que una vez cubierta su misión –ser vocero del grupo en el poder–, el medio tiende

a decaer, ser absorbido por otro grupo (empresarial o político) o, simplemente,

extinguirse. Esto último sucedió con Nueva Era. “En México existe una prensa de

facciones; si no está respaldada por un consorcio económico o por un grupo

político, cualquier publicación termina por sucumbir ante el acecho de ambos”.4

Después de la caída del régimen maderista, el periódico sucumbió ante el nuevo

4 Fátima Fernández Christlieb, Los medios de difusión masiva en México, p. 73.

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régimen de Huerta. “En el sistema político mexicano no subsiste un medio masivo

de información crítico si no realiza una alianza, aunque sea estratégica, con alguna

fuerza real de poder”.5

El periodismo es un “método de interpretación de la realidad social”,6 una

forma de expresión que refleja elementos de la sociedad en que se desarrolla y se

ejerce. Cuando estudié Nueva Era tuve la oportunidad de transformarme en un

lector de principios del siglo XX y conocer una parte de la vida cotidiana de los

capitalinos a través de las noticias e imágenes de hace cien años, lo cual permite

apreciar de manera muy diferente la historia de México (y también famosos

acontecimientos internacionales, como el hundimiento del “Titanic”), un valor que

sólo pueden proporcionar los periódicos y que representa, a decir de Álvaro

Matute, la “historiografía de cada día”, imposible de encontrar en libros o en otras

fuentes de información. Lo publicado por los diarios puede trascender el ámbito

inmediato del periodismo y convertirse en memoria histórica.

Los creadores de Nueva Era decidieron que el diario no se enfocara

exclusivamente en lo político-ideológico, también deseaban ganarse lectores por

medio de ofrecer información de interés general (reportajes, entrevistas, literatura,

crónicas, moda, deportes y secciones de temas especializados como agricultura y

educación), complementada eficazmente con ilustraciones y fotograbados de

calidad. El ser tribuna de expresión de grupos determinados “no excluye que los

5 Ibid., p. 25. 6 Lorenzo Gomis, Teoría del periodismo, Barcelona: Paidós, 1991, p. 36.

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diarios hayan cumplido, y cumplan, otro tipo de funciones, como el de publicar

noticias, difundir cultura o entretener a los lectores”.7

El periódico contó con un equipo integrado, entre otros, por los periodistas

Heriberto Frías, Rafael Martínez “Rip-Rip”, y Vicente F. Escobedo “Ego”; los

caricaturistas Álvaro Pruneda “Gasolini” y Andrés Audiffred; los escritores Antonio

Mediz Bolio y Jesús Urueta; así como el fotógrafo Gerónimo Hernández.8

Desde finales del siglo XIX, el fotógrafo comenzó a considerarse parte

indispensable de la prensa, un elemento fundamental para ilustrar la realidad

inmediata y describirla a partir de imágenes, captar el instante que crea la noticia,

complementar los datos, en suma: informar de manera gráfica.

[…] han muerto los grandes artículos de discusión, la crítica literaria y la exposición

científica, dando una importancia desmesurada al reportage y al interview.

Consecuencia de esto ha sido la creación de elementos nuevos, de tipos no

imaginados por los periodistas de antaño, como es el del reporter-fotógrafo que,

corriendo con cámara al hombro y tripié en ristre, va a todas partes, se entromete

aquí y allá, recibe halagos y sufre desprecios, pero, con sus películas impresionadas

alienta al público presentándole cada detalle de la fiesta oficial o acto académico, de

las carreras de caballos o de las corridas de toros. Y así, el público que no tiene

tiempo de leer reseñas y cronicones, se informa de todo con sólo pasar la vista sobre

las fotografías hacinadas, pidiendo más y el periódico anticipándose a sus deseos.9

Los fotógrafos en la Revolución mexicana, Agustín Casasola, Hugo Brehme,

C. B. White, Osuna y Gerónimo Hernández, lograron crear a través de sus imágenes 7 Fátima Fernández Christlieb, Los medios de difusión masiva en México, México: Juan Pablos, 1988, p. 33. 8 Respetamos la ortografía original del nombre, tal como aparece en Nueva Era, aunque algunos especialistas escriben Jerónimo en lugar de Gerónimo. Para el caso es lo mismo. 9 “Nuestro reporter-fotógrafo”, El Tiempo Ilustrado, México, 17/enero/1909, p. 46. Citado en Daniel Escorza Rodríguez, “Los inicios de Agustín V. Casasola como reporter-fotógrafo”, Alquimia, núm. 27, mayo-agosto de 2006, p. 25.

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un cuerpo visual capaz de darle identidad a un proceso histórico y a quienes

participaron o fueron afectados por éste: jefes militares, soldados y sus mujeres,

niños, figuras públicas célebres y otros sectores de la sociedad.

Con esto queda trazado el contexto en que se desarrolló el trabajo de nuestro

personaje, que unas décadas más tarde contribuyó a dar identidad a todo un

movimiento armado y a una etapa de la historia de México, tanto para mirarnos a

nosotros mismos, como para mostrarnos ante los ojos de los extranjeros.

De los maestros de la luz de Nueva Era, destacó especialmente Gerónimo

Hernández, encargado del departamento de fotografía del periódico. Como su

fotógrafo oficial, es el más seguro autor de la famosa imagen de “La Adelita”,

aunque debemos decir que el diario también contó con la colaboración de los

fotógrafos José Almagro, Abraham Lupercio, Miguel Uribe, Samuel Tinoco, José

Mendoza, Rafael Sosa (dueño del laboratorio fotográfico ubicado en las oficinas de

Nueva Era, “Rafael Sosa y Cía.”) y Miguel Casasola, quien tenía un carácter muy

distinto al de su hermano Agustín, “era un hombre tempestuoso y jalador –según

Vania Casasola– que se dedicaba también en sus ratos libres a ser

revolucionario”.10

Establecida la duda, confiemos en que, como el fotógrafo más importante de

Nueva Era, Gerónimo Hernández es el autor de la imagen, cuyo mérito le fue

reconocido después de casi cien años. “Entre las muchas fotografías de prensa

descontextualizadas, ninguna tan célebre y erróneamente atribuida como la que

10 Vania Casasola, “Los libros de Gustavo Casasola propiciarán en los jóvenes una mejor identidad”, entrevista con Elena Poniatowska, La Jornada, México, 12/mayo/2010, p. 4ª.

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primero se denominó, hacia 1960, La Soldadera y después de 1987 como La

Adelita”.11

Aunque la instantánea se publicó por primera vez el lunes 8 de abril de 1912

en Nueva Era (entonces dirigido por Jesús Urueta, quien lo convirtió en órgano

oficial del Partido Constitucional Progresista), el crédito le fue otorgado a uno de

los fotógrafos mexicanos más reconocidos de esa época, quien nunca trabajó en

dicho diario: Agustín Casasola, y así se difundió a través de la Historia gráfica de

la revolución mexicana (Trillas, 1960), de Gustavo Casasola, Historia gráfica de

11 Miguel Ángel Morales, “La célebre fotografía de Jerónimo Hernández”, Alquimia, núm. 27, mayo-agosto de 2006, p. 68.

“La Adelita” de Gerónimo Hernández

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México (INAH, 1988), coordinado por Enrique Florescano, y Las soldaderas

(Conaculta-Era, 1999), con el archivo de la Fototeca Nacional del INAH. Pero

debemos recordar que el acervo de Casasola está integrado tanto por obras de su

autoría, como por fotos adquiridas por medio de la donación o la compra.

La fotografía de “La Adelita” fue tomada por Gerónimo Hernández

posiblemente el sábado 6 de abril de 1912, cuando las tropas federales, encabezadas

por Victoriano Huerta, salieron en tren rumbo a Coahuila para combatir la revuelta

de Pascual Orozco contra el presidente Madero. De la estación de Buenavista partió

el XV Batallón de Infantería y una batería de artillería; las instantáneas de

Hernández captaron el drama de la despedida y a las mujeres que marcharon junto

a los soldados para auxiliarlos en el campo de batalla. Dos días después, Nueva Era

publicó tres fotografías bajo el encabezado “Embarque de tropas para el norte”,

donde se incluyó la imagen en cuestión con el título “Defenderé a mi Juan”.

En años recientes se ha propuesto que la mujer de la foto no es en realidad

una soldadera, sino una cocinera. El investigador Miguel Ángel Morales comenta:

“Lo que no supo el anónimo redactor del diario es que esa mujer debió pertenecer

al carro-cocina, es decir, formaba parte de las cocineras que iban en ese tren. No en

balde sus compañeras llevan canastos seguramente con alimentos”.12

Independientemente de esto, la imagen se ha convertido en un símbolo de esta

etapa de la historia de México, aunque en un principio haya sido sólo un registro

periodístico.

12 Ibid., p. 72.

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Gerónimo Hernández fungió como representante de Nueva Era ante la

Asociación Mexicana de Fotógrafos de Prensa, fundada en 1911 y presidida por

Embarque de tropas para el norte: “La despedida”, “Defenderé a mi Juan” y “Embarque de artillería”. Nueva Era, 8/abril/1912

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Agustín Casasola. Dicho gremio organizó en octubre de ese año un banquete a

Francisco León de la Barra, al cual asistió Hernández. La asociación también

montó, en un salón anexo a la joyería “La Esmeralda”, la primera “Exposición de

Arte Fotográfico” en México, que se inauguró el 8 de diciembre de 1911 por Alberto

J. Pani, entonces subsecretario de Instrucción Pública.

El día de la apertura, Nueva Era confirmó lo que ya era una realidad en la

prensa mexicana: “Los periódicos se adaptaron a los gustos del público, asumiendo

carácter informativo, en combinación con el fotograbado, auxiliar poderoso y

hermano carnal de la información”.13 Una semana después, el presidente Madero

también apreció la exposición.

Nueva Era publicó algunas fotos que después de muchos años se volvieron

un icono visual, sin embargo no se le ha otorgado el reconocimiento que merece.

Las pocas instantáneas conocidas de Gerónimo Hernández destacan por mostrar

rostros llenos de expresividad, entre las clases populares supo captar el momento

justo en que el semblante de los retratados es sumamente emotivo, al grado de

permitir asomarnos a su interior e hipnotizarnos con esa mirada que se dirige hacia

el infinito y se graba en nuestra memoria.

13 “Se inaugura hoy la primera exposición de Fotografía Mexicana”, Nueva Era, 8/diciembre/1911, p. 5.

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Hernández se encargó en varias ocasiones de cubrir la partida de las tropas

hacia el norte o Morelos, entre otros sucesos del ámbito militar, aunque es posible

que también asistiera a actos sociales. “Nuestro artista fotógrafo”, como le

llamaban en Nueva Era, conocía bien su oficio, ya que además se dedicó a

reproducir y ampliar obras de otros fotógrafos. En noviembre de 1912 trabajó para

el El Intransigente, periódico dirigido por José Ferrel.

El diario maderista fue depositario de periodistas que ya contaban con cierta

trayectoria y un gran prestigio, así como semillero de quienes apenas se iniciaban

en el oficio. Directores, editorialistas, redactores, repórters, caricaturistas y

“El visitador apostólico al salir de la Basílica”, fotografía con el crédito explícito de Gerónimo Hernández para Nueva Era

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14

fotógrafos se unieron a sus filas conscientes de la función que debían desempeñar y

con la consigna de hacer un periodismo de calidad.

La mayoría de los hacedores de Nueva Era se enfrentaron a Victoriano

Huerta y posteriormente siguieron combatiendo con su pluma a favor de la

Revolución, ya fuera en el constitucionalismo o con los convencionistas; resultaron

elementos fundamentales para lograr el triunfo definitivo del movimiento iniciado

por Madero y se adhirieron al gobierno o a los distintos grupos de poder surgidos

años más tarde. Su paso por Nueva Era no fue casual, más bien una consecuencia

del pensamiento y el actuar que los caracterizó, factores que determinaron el

ejercicio de su profesión tiempo después, ya que los integrantes del rotativo

figuraron también en las redacciones de importantes publicaciones nacionales y en

trascendentes proyectos periodísticos, sin embargo algunos de ellos no han sido

debidamente reconocidos por su aporte al periodismo, a la fotografía y a la cultura

de México, como es el caso de Gerónimo Hernández.

Cuando el 9 de febrero de 1913 inició el levantamiento contra Madero, se

dice que Hernández acompañó a Madero con su pesada cámara desde el Castillo de

Chapultepec a Palacio Nacional. Después de la Decena Trágica, no se supo nada

más sobre la vida del fotógrafo. El secretario de redacción diurno de Nueva Era,

José González M., recordó ese momento:

Volví nuevamente a la Plaza, y allí me encontré al fotógrafo de mi periódico…

Jerónimo Hernández, que tomó la célebre fotografía del Señor Madero, doblando la

esquina del jardín por la calle frente a Catedral, para entrar a la del frente de

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15

Palacio. En esa foto se ve a un papelerillo cerca del Presidente, a éste tremolando

una pequeña bandera nacional…”.14

El 10 de febrero de 1913

Nueva Era informó sobre “los

sucesos sangrientos de ayer”,

aseveró que “la opinión pública está

de parte del gobierno legítimamente

constituido”, llamó a los soldados a

regresar a los cuarteles, registró la

muerte de Bernardo Reyes con una

nota acompañada de un grabado del

cadáver del general, y publicó otra

famosa foto atribuida también a

Gerónimo Hernández: “Bajo una

salva de aplausos de los leales y una

lluvia de balas de los traidores, el

presidente Madero, bandera en

mano, cruzó la ciudad para dirigirse

a Palacio Nacional”.

Esta imagen ahora es célebre, Juan O’Gorman la inmortalizó en uno de sus

murales, que también se reproduce en las portadas de millones de libros de texto

de primaria; asimismo, es símbolo de la “marcha de la lealtad”, como se llamó a la

manifestación que encabezó Madero del Castillo de Chapultepec a Palacio 14 Miguel Ángel Morales, op. cit., p. 73.

Gerónimo Hernández con su cámara fotográfica, por A. Flores

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Nacional, escoltado por los cadetes del Colegio Militar –entonces dirigido por el

general Felipe Ángeles–, para demostrar el apoyo del ejército y del pueblo al

presidente en su lucha contra los sublevados.

Podemos suponer que Gerónimo Hernández –como muchos de sus colegas

contemporáneos– estaba consciente del momento histórico del cual era testigo,

seguramente sabía que su esfuerzo no sólo se quedaría plasmado en las páginas

Nueva Era, 10/febrero/1912

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amarillentas de un periódico, sino que pasaría a formar la memoria colectiva de

una nación. Sólo un trabajo de gran calidad puede pasar la prueba del tiempo, sólo

así se puede explicar cómo una fotografía que en su momento funcionó como mero

registro periodístico, años después se convierta en una obra de arte histórica que da

identidad, tanto al poder político, como al pueblo de México.

El martes 11 de febrero de 1913,15 dos días después del cuartelazo de Félix

Díaz y Bernardo Reyes y la toma de la Ciudadela, el edificio de Nueva Era, ubicado

en la esquina de Balderas y Nuevo México (hoy Artículo 123), fue incendiado y

saqueado por simpatizantes de los golpistas. En esa misma fecha circuló entre el

público la última edición del diario maderista.

Las crónicas sobre ese momento hablan de una turba que se dirigió a Nueva

Era, en venganza porque el 9 de febrero, seguidores del presidente, “una multitud

azuzada por la porra maderista”, trataron de quemar las oficinas de los diarios

opositores: El País, La Tribuna, El Noticioso Mexicano y El Heraldo

Independiente, el inmueble de éste último resultó dañado por el ataque.16

15 No se sabe con exactitud la fecha del ataque contra Nueva Era, sin embargo consideramos el 11 de febrero de 1913, porque al siguiente día ya no se imprimió el diario, seguramente por los daños ocasionados. José Juan Tablada registró el 12 de febrero en su diario: “A la una de la tarde el capitán Flores me dice que han quemado las redacciones de Nueva Era y El Diario” (Tablada, Diario, p. 86). Por su parte, Miguel Ángel Morales, escribió que el 19 de febrero (fecha muy posterior e improbable): “Frente al restaurante ‘Gambrinus’, defendido por rurales, la gente pide a gritos la muerte de Gustavo Madero y posteriormente incendia las oficinas y talleres del periódico maderista Nueva Era, en represalia por la destrucción de La Tribuna y otras publicaciones” (Miguel Ángel Morales, “Cronología”, en La Ciudadela de fuego, pp. 130-131). 16 Ese mismo día, el poeta colombiano Miguel Ángel Osorio Benítez, mejor conocido por su alias Porfirio Barba Jacob, hospedado en un hotel de avenida Juárez, fue testigo del amotinamiento, frente a Nueva Era, de un grupo de diez personas que se encaminaron a los talleres de dichos diarios. Por esos días también fue incendiada la casa de la familia Madero, ubicada en la esquina de Liverpool y Berlín. Miguel Ángel Morales, op. cit., p. 119-120.

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El desastre del diario fue narrado por un testigo: “Sin tardanza salió de la

Ciudadela un grupo de individuos ebrios, dirigiéndose al edificio [de Nueva Era],

que bien pronto era pasto de las llamas, sin que hubiera habido quien tratara de

impedir los avances del voraz elemento, no obstante que uno de los Cuerpos de

Bomberos tenía su matriz a muy corta distancia”.17

Por su parte, Juan Sánchez Azcona relató:

Durante la Decena Trágica fue incendiado el edificio de Nueva Era […]. Los

incendiarios fueron los mismos “fifíes” metropolitanos que incendiaron la casa

residencia de los padres del Presidente Madero. Cuando vieron que el fuego no

alcanzaba a destruir la magnífica y flamante rotativa, buscaron petardos de

dinamita y de los que se emplean en las minas, y en vandálica y bochornosa

exaltación volaron la valiosa maquinaria.

[…] En el incendio perdí importantes papeles y queridos objetos míos, que

había dejado depositados en el edificio del que fuera diario de mi dirección. Entre

ellos, el histórico estandarte de México Nuevo y un soberbio retrato autografiado de

mi gran maestro Emilio Zola.18

17 M.R.P., “Una sesión memorable”, El Demócrata, 20/octubre/1915, p. 1. 18 J. Sánchez Azcona, Apuntes para la historia de la Revolución Mexicana, pp. 318-320. Petra Garza Madero de Romo, nieta de Gustavo A. Madero, aseveró: “En sus oficinas había mucha documentación que hubiera sido muy útil para la nación, pero más tarde fueron incendiadas, y todo eso se perdió”. “Introducción”, en Gustavo A. Madero, Epistolario, México: Diana, 1991, p. 30.

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El atentado contra Nueva Era dejó unas instalaciones en ruinas, numerosos

agujeros en sus paredes como marca de los disparos y las ventanas ahumadas. En

un clima caótico y a pesar de estar muy cerca del campo de batalla, el periódico

alcanzó a imprimir dos números de cuatro planas, además de la edición extra del

domingo 9 de febrero de 1913, en la cual se dio a conocer el alzamiento de Díaz y

Reyes. Ante la ausencia de energía eléctrica y transporte, y con el fuego cercando la

Ciudadela, en esa región de la capital sólo quedaron calles vacías.

Tropas huertisas frente a las oficinas del periódico, después de los destrozos

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Con la Decena Trágica terminó lo que se anunció como una “nueva era” de

libertad y democracia. Así acabó también su más fiel representante: Nueva Era.

De igual forma, es muy posible que entre el incendio, las ruinas y el saqueo

haya desaparecido gran parte de la obra de Gerónimo Hernández; sin embargo, sus

pocas fotografías conocidas, después de cien años, dan identidad a ese periodo de

la historia de México y por ello perviven en nuestra memoria. En suma: son dignas

de recordarlas, aunque sea por medio de estas palabras.

Obras consultadas

Arenas Guzmán, Diego. “Nueva Era y el Lic. José Vasconcelos contra los estudiantes de la

República” (“Cincuenta y… tantos de andar en esto”, LVIII), Todo, 11/febrero/1965, pp. 28-29.

Escorza Rodríguez, Daniel. “Los inicios de Agustín V. Casasola como reporter-fotógrafo”, Alquimia,

núm. 27, mayo-agosto de 2006, pp. 25-35.

Fernández Christlieb, Fátima. Los medios de difusión masiva en México, México: Juan Pablos,

1988.

Gomis, Lorenzo. Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente, Barcelona: Paidós, 1991.

Hernández y Lazo, Begoña Consuelo. Gustavo A. Madero: De activo empresario a enérgico

revolucionario (1875-1913), tesis de Maestría en Historia, México: UNAM-Facultad de

Filosofía y Letras, 2002.

La Ciudadela de fuego. A ochenta años de la Decena Trágica, edición de Antonio Saborit, México:

Conaculta, 2003.

Madero, Gustavo A. Epistolario, introducción de Petra Garza Madero de Romo, México: Diana,

1991.

Morales, Miguel Ángel. “La célebre fotografía de Jerónimo Hernández”, Alquimia, núm. 27, mayo-

agosto de 2006, pp. 68-75.

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Índice de imágenes

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2. “Embarque de tropas para el norte”. Gerónimo Hernández, Nueva Era, 6/abril/1912, p. 1.

3. “El visitador apostólico al salir de la Basílica”. Gerónimo Hernández, Nueva Era,

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3/julio/1912. En Miguel Ángel Morales, “La célebre fotografía de Jerónimo Hernández”,

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5. “El señor Presidente aclamado por el pueblo”. Gerónimo Hernández, Nueva Era,

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6. “Tropas llegan para observar los estragos causados a Nueva Era en la Decena Trágica,

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