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ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA GÉNERO Y VIDA COTIDIANA: LAS MUJERES ZAPATISTAS DE ROBERTO BARRIOS ALEJANDRA ARAIZA DÍAZ ASESORA: DRA. DALIA BARRERA BASSOLS

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ESCUELA NACIONAL DE

ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

GÉNERO Y VIDA COTIDIANA:

LAS MUJERES ZAPATISTAS

DE ROBERTO BARRIOS

ALEJANDRA ARAIZA DÍAZ

ASESORA: DRA. DALIA BARRERA BASSOLS

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 6

CAPÍTULO I 15

MUJERES INDÍGENAS: MOVIMIENTO COTIDIANO.

UNA VISIÓN DESDE LA PERPECTIVA DE GÉNERO 16

Hacia una regeneración de la humanidad 16

Vida cotidiana 28

Mujeres indígenas 46

Mujeres indígenas en movimiento: participación política 70

CAPÍTULO II 82

SOMOS PRODUCTO DE QUINIENTOS AÑOS DE LUCHAS. PERO NOSOTROS HOY DECIMOS ¡BASTA! 83

Los doce días que conmovieron al país: primera etapa 84

De las primeras negociaciones al inicio de la guerra sucia: segunda etapa

92

De los acuerdos de San Andrés a la matanza de Acteal: tercera etapa

94

Otros intentos de paz se transforman en impasse: cuarta etapa

96

¿Pero quiénes son esos profesionales de la violencia? 99

Máscara y postdatas: nueva forma de hacer nueva política 103

Los están matando sin tiros... apuntes sobre la guerra de exterminio

106

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Guerra de baja intensidad en Chiapas 116

Víspera de Navidad en los altos 123

¿Por qué es tan amenazadora la propuesta zapatista? 128

¿Por qué el EZLN debe ser estudiado desde la Antropología? 134

CAPÍTULO III 138

LAS NUEVAS ALZADAS: REBELIÓN DE

LAS MUJERES ZAPATISTAS 139

Antecedentes 139

Todo comenzó un ocho de marzo 140

La Ley Revolucionaria de Mujeres 143

Las mujeres en la estructura del EZLN 149

Encuentro y desencuentros 151

La promoción zapatista. De las consultas a la gran caravana

161

Las mujeres zapatistas y la guerra sucia 164

Amanecer en la montaña: vida cotidiana de las mujeres zapatistas

172

Las mujeres zapatistas. Una mirada antropológica 176

CAPÍTULO IV 178

HERENCIA DE UNA LUCHA. LAS MUJERES DE ROBERTO BARRIOS

179

La comunidad de Roberto Barrios 180

Buscando tierras en la selva 183

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La fiebre zapatista llega a la comunidad 192

Situación actual en Roberto Barrios: antiguas y nuevas tradiciones

192

Las mujeres en Roberto Barrios 202

Las madres fundaron una cooperativa... 209

Y las hijas se volvieron promotoras 216

CONCLUSIONES

223

APÉNDCE 234

Bibliografía

253

Hemerografía

263

Filmografía

263

Discografía

263

Páginas web

264

Entrevistas 264

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INTRODUCCIÓN Alrededor del tema de las mujeres zapatistas, se han desarrollado distintos análisis

de feministas y estudiosas de género, a las cuales, yo considero, el tema les ha

interesado por las reflexiones que estas mujeres han hecho sobre su propia

condición femenina indígena y por lo transformadoras que son sus propuestas;

esto quizá pueda significar una nueva manera de construir el género. Asimismo,

me parece que la mayor parte de las investigaciones sociales sobre éstas y otras

mujeres tienen como base común el intento por hacer visible la presencia

femenina en la sociedad, con todo lo que esto implica. Se trata de reconocer que

la mitad de la población mundial ha sido segregada a lo largo de la Historia, por lo

que es necesario integrarla. Se pretende dar voz a las mujeres que

tradicionalmente han tenido que permanecer en silencio. Y, en este caso, en

particular, se trata de mirar a aquellas mujeres cuya condición marginal es triple,

es decir, no sólo son marginadas por ser mujeres, sino también por ser indígenas y

pobres. Y cabe preguntarse, ¿de qué manera han resistido tantos siglos.

Antes de intentar buscar una respuesta ante esta interrogante, hemos de

hacer un breve recorrido por la presencia femenina en México, pues me parece

que de alguna u otra forma, constituye los antecedentes de la participación política

de las mujeres zapatistas de principio y fin de siglos.

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Nuestras ancestras. Participación de la mujer y feminismo Se sabe que desde la época prehispánica las mujeres estuvieron presentes en la

toma de decisiones, aunque en sectores reducidos. Incluso Elena Bernal (1999)

afirma que hubieron algunas gobernantas. Durante la colonia, a pesar de una

gran cerrazón, existió una mujer (y junto con ella pudo haber otras), Sor Juana

Inés de la Cruz, una religiosa, que en realidad se acercó a este ámbito porque era

la única forma de estudiar y cuya producción literaria y filosófica fue muy vasta.

Así, en 1668 escribió un poema titulado Arguye de inconsecuencia el gusto y la

censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que acusan, que contiene

versos como este:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis (...)

Posteriormente, en la lucha de Independencia, algunas mujeres participaron, tanto

en la conspiración, como en la lucha armada (Castañeda, 1992). Ahora bien, en el

siglo XIX, algunas mujeres se pronunciaban por los ideales de la modernidad:

igualdad, libertad y justicia. Entre ellas destacan: Mariana Rodríguez del Toro, la

Güera Rodríguez o Laureana Wright, quien inauguró la publicación Violetas del

Anáhuac (1887) y se pronunció por el sufragio femenino (Bernal, 1999).

En la Revolución, la actuación de la mujer fue trascendente, como soldadera

y dando su apoyo indirecto y, las más de las veces, incondicional. Ya desde la

última etapa de Porfirio Díaz, se crearon distintos clubes opositores de cortes

anarquista, liberal y socialista. En este sentido, hubo algunos hombres sensibles

como Ricardo Flores Magón, quien luchó activamente en el Partido Liberal

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Mexicano, donde participaron algunas mujeres, como María Andrea Villarreal,

Avelina Villarreal, Dolores Jiménez y Muro, María Talavera Y Margarita Ortega,

entre otras. Surgió también en esta época el club feminista Hijas de Cuauhtémoc.

Pero, en general, se dedicaban a ciertas publicaciones (Bernal, 1999).

Tal parece, que fue quizá, a lo largo del siglo XX, cuando más se ha

registrado la presencia femenina en México. De esta manera, tras la lucha de las

sufragistas, se llevaron a cabo los primeros congresos feministas de profesoras

rurales en Yucatán, asimismo, diversas mujeres intervinieron en el movimiento

obrero, desprendido de la lucha revolucionaria (Lau, 1987).

Durante la época cardenista, emergió una de las principales organizaciones

de mujeres, el Frente Único Pro Derecho de la Mujer (FUPDM), donde colaboraron,

por ejemplo: Concha Michel, Adelina Zendejas, Juana Belem Gutiérrez, , Soledad

Orozco, Esther Chapa, Refugio García, Frida Kahlo, etc. Esta organización era

independiente del Estado, aunque llegó a tener apoyo del PNR y del Partido

Comunista. Algunas de ellas llegaron a ocupar cargos públicos locales. En 1934,

Lázaro Cárdenas envió al Congreso una propuesta de Ley Federal que permitiría el

sufragio femenino, pero no prosperó. No fue sino hasta 1953 cuando se obtuvo el

derecho a votar y ser votadas (Lau, 1987; Bernal, 1999).

Años más tarde, ya muy avanzada la política postrevolucionaria, ocurrió

una gran movilización de jóvenes en contra del autoritarismo alrededor del mundo

y México no podía ser la excepción. Efectivamente, también en el movimiento

estudiantil de 1968 la mujer tuvo una gran participación codo a codo con el varón.

Más aún: este marco referencial permitió el cuestionamiento de otras estructuras

de dominación. Entonces, se generó un traslado del ámbito público al privado, es

decir, ya no sólo se cuestionó al gobierno, sino también a los padres que se

imponían a los hijos , a los maestros que se imponían a los alumnos, a los

hombres que se imponían a las mujeres, a las personas de una raza que se

imponían sobre otras y a la heterosexualidad impuesta sobre la homosexualidad.

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Las mujeres se crearon una conciencia que habría de aumentar esfuerzos para

alcanzar la equidad; gestaron así un movimiento feminista con sus propias

demandas, tales como: maternidad libre y voluntaria, derechos sexuales y

reproductivos, despenalización y legalización del aborto, equidad política, libre

opción sexual, acciones afirmativas, igualdad de oportunidades, perspectiva de

género, ley de las mujeres, etcétera (Lagarde, 1996; 1998).

Así, durante la década de los setenta, en nuestro país comenzaron a surgir

movimientos feministas. Entre los colectivos más destacados a lo largo de este

periodo se encuentran: el MAS (Mujeres en Acción Solidaria), que se encargaba

de problematizar y discutir la situación de la mujer; el MNM (Movimiento Nacional

de Mujeres), formado por profesionistas de la comunicación; el MLM (Movimiento

de Liberación de la Mujer), cuyos principales objetivos eran: discutir el papel del

trabajo de la mujer en la economía, relacionarse con obreras y sindicalistas, no

aceptar el Año Internacional de la Mujer a celebrarse en 1975, etcétera; el

Colectivo de Mujeres, el cual pretendía que la lucha por los derechos de la mujer

se diera de manera colectiva; Lucha Feminista, un grupo constituido por psicólogas

que analizaban y estudiaban la problemática de la mujer antes de comenzar a

buscar posibles soluciones (Lau, 1987; Tuñón, 1995).

Dos de las vertientes feministas, descritas por Teresita de Barbieri (1986): el

feminismo radical y el socialista, estaban integrados por intelectuales y

académicas, las cuales llevaron la lucha a las universidades y a sus respectivas

disciplinas, que principalmente eran: sociología, psicología y antropología.

Iniciaron haciendo estudios de la mujer, que, posteriormente, devinieron en lo que

hoy se conoce como estudios de género (Barbieri, 1986; Muñiz, 1997). Así,

surgieron centros de investigación como el CEM (Centro de Estudios de la Mujer)

dentro de la Facultad de Psicología de la UNAM; el PUEG (Programa Universitario

de Estudios de Género) o el PIEM (Programa Interdisciplinario de Estudios de la

Mujer) en el Colegio de México.

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Hoy en día, existen distintos grupos feministas, sobre todo dentro del rubro

de organizaciones no gubernamentales (ONG) que dan apoyo jurídico, psicológico,

médico, entre otros, a la mujer, tales como: ADIVAC (Asociación para el

Desarrollo Integral de Personas Violadas, AC.), SEDEPAC (Servicio, Desarrollo y

Paz, AC.) o el Clóset de Sor Juana, que es una agrupación lésbica.

Por otro lado, como lo señala Soledad González (1997) la participación

política de la mujer se da mayoritariamente a nivel de movimientos sociales en

América Latina. Sin embargo, aunque en menor medida, también hay presencia

dentro del ámbito parlamentario, en el que cada día aumenta el número de

diputadas, senadoras, gobernadoras, presidentas de partido, etcétera (lo que

tradicionalmente se reconoce como política formal). En este sentido, cabe aclarar

que las mujeres en nuestro país no sólo han participado en la historia oficial que

las niega y en la construcción del México de hoy, sino que también han tenido

presencia en otros movimientos, a veces, desconocidos, a veces silenciados, a

veces cotidianos, a veces locales (lo que tradicionalmente se conoce como política

informal1). En efecto, las mujeres han participado también en importantes luchas

sociales tanto en el ámbito rural, como en el ámbito urbano. De esta manera,

han gestionado predios, hecho movilizaciones, tomado tierras, cerrado carreteras,

etc. junto con sus compañeros (Barrera, 1998; Bonfil y Marcó, 1999; Millán, 1996).

En este sentido, también cabe aclarar que las mujeres no sólo han

participado desde el feminismo. De ahí, me parece, que algunas investigadoras

tengan la inquietud por vislumbrar diferentes luchas donde ha habido presencia

femenina, tal es el caso de Teresita de Barbieri y Orlandina de Oliveira (1987) que

describen los siguientes tipos de participación política por parte de las mujeres

latinoamericanas a lo largo de los años ochenta: movimientos feministas,

sindicalistas, étnicos, urbano-populares, en defensa de los derechos humanos, en

partidos políticos, luchas armadas, mujeres en el exilio, bandas juveniles y

1 Coincido con Dalia Barrera (1998): Los conceptos de política informal y formal están demasiado acotados y no pueden comprender una diversidad tan marcada como la que hay en la participación política femenina , hay que crear nuevas clasificaciones.

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jubiladas. Por su parte Dalia Barrera (1998), destaca los siguientes espacios:

movimiento urbano popular, sindicalismo, movimiento indígena y campesino,

procesos electorales, élites políticas, gobiernos municipales y partidos políticos.

Por último, Esperanza Tuñón (1995) prefiere referirse a la participación política de

la mujer en México como Movimiento Amplio de Mujeres, donde convergen

distintos tipos de lucha, aunque con una gran influencia feminista. Yo coincido con

que hay influencia feminista en muchos de estos movimientos, pero no estoy tan

segura si pueda existir tal cosa como un movimiento amplio de mujeres, pues,

muchas veces, las divergencias son más marcadas que las convergencias.

A este respecto, Gisela Espinosa (1999) hace un interesante análisis donde

distingue el feminismo histórico, del social y del popular. El primero, es el que se

gestó propiamente como movimiento feminista y que, alrededor de los setenta,

como ya mencioné, se constituyó en colectivos. El segundo, lo constituyen

algunas feministas que conformaron ONG´S para dar su apoyo a la mujer entre

los ochenta y los noventa. Mientras que el último es el que se gestó dentro del

movimiento urbano popular por mujeres que reflexionaban sobre su condición y

que tenían cierta influencia de los dos primeros. Ahora bien, como lo señala esta

autora, por fuertes divergencias y controversias las últimas se deslindan y

prefieren no definirse como feministas. Y coincido con ella: esto ocurrió porque ni

las feministas históricas ni las populares aceptaron convivir en la pluralidad y

queda, por ese lado, un gran reto. Asimismo, rescataría que no importa tanto el

nombre, en términos de definición, lo importante son las acciones que se han

gestado encaminadas a deconstruir las relaciones genéricas.

Algunos puntos de encuentro De entrada, debo aclarar que no abordaré mi sujeto de investigación partiendo de

la premisa de que se trate de un movimiento feminista. Habrá algunos puntos de

encuentro, lo mismo que con otras luchas femeninas del país o de la historia

nacional. Sin embargo, es un movimiento muy particular, como pocas veces se

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había conocido en este país. Se trata, como decía al inicio, de mujeres indígenas,

que como tales, tienen sus propias características de opresión, sus demandas muy

concretas y su cosmovisión cultural que en todo momento permea su forma de

participar. A ratos coinciden con otras mujeres y a veces no. Pero han llevado su

lucha hasta donde han podido y, aún cuando resisten los terribles embates de una

guerra de baja intensidad que día con día ataca a sus comunidades, luchan

también por mejorar su condición de género, quieren legarles un futuro más

próspero a sus hijas.

Esta es pues la historia de las mujeres zapatistas de la comunidad de

Roberto Barrios, en el municipio de Palenque, Chiapas. Centraré mi enfoque en el

marco de la participación política de las mujeres en México. Me interesaron estas

mujeres porque, como otras, forjan su ciudadanía desde una comunidad base de

apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Me parece que mirar hacia su

vida cotidiana puede darnos muchas pistas sobre cómo se construye el género,

pero también sobre cómo empieza a deconstruirse.

Así, mi principal inquietud era indagar la manera en la que ellas se percibían

a sí mismas, cómo consideraban su situación y qué tanto se estaban

transformando en la vida cotidiana las diferencias de género en esta comunidad

zapatista. Consideraba de antemano la posibilidad de encontrar similitudes con

otras comunidades indígenas del país, pues como ya dije, hay características

compartidas, la mayor parte de ellas relacionadas con la pobreza; pero también

quería saber si se producían diferencias en un contexto de guerra de baja

intensidad y qué tanto afectaba ésta a las mujeres, pues me parecía que alteraría

la vida cotidiana de las comunidades indígenas, lo cual podría subvertir, en algún

sentido, el orden cultural.

Asimismo, presumía que la participación de estas mujeres estaba

produciendo cambios en las comunidades en cuanto a las relaciones de género,

aunque suponía que este cambio no debía darse de forma acelerada y que

percibirlo en tan poco tiempo sería difícil. De esta manera, tras establecer algunos

contactos con comunidades zapatistas de Chiapas, por fin tuve acceso a la

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comunidad de Roberto Barrios, ubicada en la región norte de la selva lacandona.

Así, acudí a ella en dos ocasione durante la primera mitad del año 2002.

Finalmente, luego de una primer visita2 a la comunidad, y con la aceptación de la

autoridades del Aguascalientes de Roberto Barrios3, realicé cuatro entrevistas, en

marzo de 2002, de historia de vida a dos madres (Doña Guadalupe y Doña

Rosalía), fundadoras de la cooperativa de mujeres, y a sus respectivas hijas

(Magali y Adela), promotoras de salud. Para la realización de las entrevistas me

basé en los postulados teórico-metodológicos establecidos por distintos

planteamientos epistemológicos que tienen mucho en común, tales como: la

sociología de la vida cotidiana, la etnometodología, la historia oral, la psicología

colectiva, entre otros, cuyo hilo conductor sería el desarrollo de ciencias

comprensivas, interpretativas y empáticas4; lo cual tiene mucho que ver con la

inquietud de las estudiosas de género por visibilizar a las mujeres, pues se trata de

herramientas que permiten dar la voz a quienes no han sido escuchadas.

En este caso, me interesaba analizar la participación política de estas

mujeres desde la perspectiva de género y mirar hacia su vida cotidiana, donde se

tejen día a día múltiples transformaciones culturales. Así que me parecía que la

visión antropológica tenía mucho que aportar al respecto, empero, me fue

indispensable tender lazos interdisciplinarios, para acercarme lo más posible a

estas intenciones. De esta manera, para realizar mi trabajo de campo, no sólo me

apoyé en las tradicionales pautas de la Antropología, sino que también me referí a

un marco teórico más amplio en el que empleé categorías tales como: género,

identidad, alteridad, vida cotidiana, intersubjetividad, oralidad, etcétera.

Asimismo, me pareció necesario ubicar a estas mujeres dentro de su contexto, 2 En esta primer visita, en enero de 2002, también realicé cuatro entrevistas (a dos hombres: Rodrigo y José y a dos mujeres: Elisa e Irma) sobre la situación en la comunidad y sobre la participación de las mujeres. Aparecen citadas en la tesis, pues constituyeron referentes importantes; sin embargo, no las analicé a profundidad, lo que sí ocurrió con las otras cuatro que realicé en la segunda visita. 3 En el capítulo cuarto explico a qué se refiere este término. Por ahora sólo aclaro que se trata de las autoridades zapatistas, las cuales se desenvuelven de manera alterna con respecto a las autoridades municipales de la comunidad, que también las hay, pues se trata de una comunidad dividida. 4 Se refiere a la capacidad de ponerse en el lugar del otro u otra.

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como mujeres indígenas, pues comparten muchas características. Son víctimas de

la opresión racial, de la pobreza, viven en condiciones extremas a causa e la

escasez de alimentos, de atención médica, de educación, de servicios, entre otros.

No obstante, al mismo tiempo, las mujeres indígenas del país están transformando

su condición de género, pues trabajan fuera del ámbito doméstico, luchan por sus

demandas específicas y tejen redes de apoyo mutuo, que en algunos casos

rebasan las fronteras nacionales. Esto es, a grandes rasgos, lo que aparece en el

capítulo uno.

Ahora bien, en el siguiente capítulo, me pareció indispensable un recorrido

por los ocho años de lucha pública en que el EZLN ha resistido en condiciones

realmente adversas. No se trata sólo de un recorrido histórico. Mi intención fue

también hacer un análisis de la propuesta autonómica que sostienen, así como la

importancia que reviste un movimiento de esta índole para la Antropología

mexicana con su larga tradición de políticas indigenistas circunscritas al ámbito

institucional. Además, presento las características generales de la guerra de baja

intensidad, así como los efectos que ha tenido para el caso de México.

En un tercer capítulo, analicé gran parte de los textos publicados en torno a

las mujeres zapatistas, desde el ocho de marzo de 1993, que se conoce como el

primer levantamiento zapatista y fue cuando las mujeres presentaron ante el

pleno lo que ya era un consenso: la Ley Revolucionaria de Mujeres, de la cual

también presento una reflexión. Menciono los eventos más importantes en los

que han participado las mujeres zapatistas con su respectivo análisis de las

posibles repercusiones. Asimismo, desarrollo un apartado de los efectos de la

guerra de baja intensidad para las mujeres en Chiapas.

Mi trabajo propiamente etnográfico se ve reflejado en el capítulo cuarto,

donde aparecen las características generales de la comunidad de Roberto Barrios,

su historia, la postura zapatista, algunos datos etnográficos. Así como mi labor

directa con las mujeres, que divido en tres apartados: a) la cotidianidad femenina,

b) los espacios femeninos, c) herencia de luchas (donde analizo mis entrevistas).

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Hacia el final de la tesis, arribo a algunas conclusiones, entre las que

destacan que el género, en efecto, se está transformando en Roberto Barrios,

principalmente entre las jóvenes generaciones que participan activamente en su

comunidad, la mayoría de ellos y ellas en la promoción de la educación o la salud.

No obstante, esta lucha, para el caso de las mujeres, tiene sus antecedentes en los

muchos años de resistencia que han presentado las madres y abuelas de estas

jóvenes.

CAPÍTULO I Nadie discute que el sexo

es una categoría en el mundo de la pareja: de ahí la ternura y sus ramas salvajes.

Nadie discute que el sexo

es una categoría familiar:

de ahí los hijos,

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las noches en común y los días divididos (...)

Nadie discute que el sexo

es una categoría económica:

basta mencionar la prostitución,

las modas,

las secciones de los diarios que sólo son para ella

o sólo son para él.

Donde empiezan los líos

es a partir de que una mujer dice

que el sexo es una categoría política

Porque cuando una mujer dice

que el sexo es una categoría política

puede comenzar a dejar de ser mujer en sí

para convertirse en mujer para sí,

construir a la mujer en mujer

a partir de su humanidad

y no de su sexo (...)

(Roque Dalton)5

MUJERES INDÍGENAS: MOVIMIENTO COTIDIANO. 5 R. Dalton, “Para un mejor amor”, en: Poemas clandestinos, UCA, San Salvador, 1999.

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UNA VISIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO Como ya expliqué en la introducción de este trabajo, a través de la presente tesis,

lo que pretendo es visibilizar a las mujeres zapatistas pertenecientes a la base de

apoyo del EZLN, para lo cual me apoyo en la perspectiva de género y en el

planteamiento epistemológico sobre la vida cotidiana. De esta forma, es necesario

definir primeramente estos dos conceptos. Posteriormente, me parece

indispensable hacer un recorrido por el panorama de la mujer indígena en nuestro

país, atravesado desde luego por ambas categorías de análisis. Ese es, a grandes

rasgos, el contenido del capítulo que se presenta a continuación.

Hacia una regeneración de la humanidad

Antecedentes Occidente sigue padeciendo las terribles secuelas que dejó la Modernidad. Según

Luis Villoro (1992), a partir de esta etapa el hombre empezó a dominar a la

naturaleza, para hacer de ella una morada en que estuviera cubierto de sus

amenazas. Quiso ser dueño de su propia historia, no seguir el papel dictado por

otros. Para esto, le sirvió la razón. Pero al quererlo controlar todo no se controló

a sí mismo y devastó la naturaleza. Hoy en día, estamos alcanzando los niveles

más aberrantes del supuesto progreso que trajo consigo la Modernidad. Sin

embargo, ya desde sus inicios comenzaron a surgir movimientos que cuestionaron

a la razón masculina propia de la Modernidad. Uno de ellos fue el feminismo, quien

impulsó la lucha por los derechos de las mujeres desde, pues en 1789, dentro del

marco de la revolución Francesa cuando se firmó la Declaración de los Derechos

del Hombre y el Ciudadano, se dejó afuera a la mitad de la población. Así, las

primeras feministas anhelaban que los frutos civiles de la Modernidad también

beneficiaran a las mujeres. En este sentido podría decirse que en sus inicios el

feminismo constituía un movimiento moderno, no obstante, con el correr de los

siglos, se ha ido transformando y enriqueciendo. Dejó de centrarse en un mero

anhelo de igualdad, para reconocer la diferencia y luchar por la equidad, con lo

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que se acerca más a la Posmodernidad. Incluso, hoy en día, se le reconoce de

manera más sensible como: “una dimensión que cuestiona todas las facetas de la

vida personal, social y política. El mensaje del movimiento feminista (...) no se

reduce a que las mujeres deben gozar de igualdad frente a los hombres, en lo

relativo a posición y poder; es un cuestionamiento de esa misma posición y ese

mismo poder. No es que el mundo se encontraría mejor si aumentara la

participación femenina, lo que pasa es que sin la feminización de la historia

humana no es probable que el mundo logre sobrevivir” (Eagleton, 1988, p. 181).

De cualquier manera, la mayoría de las autoras coinciden en que es en la

década de los sesenta, junto con los movimientos en contra del autoritarismo y el

orden establecido, cuando el feminismo resurge y deviene en círculos de discusión

donde las mujeres se encuentran y empiezan a luchar por transformaciones

concretas. Quizá una de sus mayores aportaciones es la que se ha elaborado en el

ámbito académico, donde se impulsaron los estudios de la mujer que devinieron

en estudios de género. El artículo pionero en este tema fue escrito por Gayle

Rubin en 1975, donde describe lo que ella denomina sistema sexo/género, que no

es otra cosa sino un conjunto de prescripciones por las que una sociedad

transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, es decir

que a partir de las diferencias sexuales a nivel biológico, se construyen las

diferencias sociales entre hombres y mujeres.

La categoría de género Estas primeras reflexiones fueron apuntando poco a poco a la construcción de una

categoría de análisis, que permitía mirar los fenómenos sociales desde otro lugar.

La primera en hacer uso de esta categoría fue la psicología, en su vertiente

médica, cuando Stoller (1968, citado en Lamas, 1986) encontró la diferencia entre

sexo y género al analizar a sus pacientes hermafroditas y concluyó que la

asignación y la adquisición de una identidad es más importante que la carga

biológica.

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En general, son las ciencias sociales y las humanidades las que mejor

acogida le han dado a esta categoría, a la cual Joan Scott (1985) define como una

categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado, que ofrece un modo de

diferenciar la práctica sexual de los roles sexuales asignados. Comprende símbolos

culturalmente disponibles que evocan representaciones múltiples. Implica también

una forma primaria de relaciones de poder.

Según Marcela Lagarde (1996), la categoría de género permite comprender

a cualquier sujeto cuya construcción social se apoye en la significación de su

cuerpo sexuado con la carga de deberes asignados y prohibiciones para vivir, y en

la especialización vital a través de la sexualidad. Las mujeres y los hombres son

sujetos de género, lo que marca en unos y en otras: las actividades, la afectividad,

intelectualidad, identidad, bienes, poder y sentido de la vida.

Para Marta Lamas (1986), lo que aporta de nuevo la categoría de género es

que no sólo pone en duda muchos de los postulados sobre la subordinación

femenina, sino que replantea la forma de entender o visualizar cuestiones

fundamentales de la organización social, económica y política. La categoría de

género permite delimitar con mayor claridad en qué momento la diferencia cobra

una dimensión de desigualdad. A este respecto, algunos autores afirman que la

desigualdad se da a partir de las relaciones de parentesco, otros, que debido a la

distribución del trabajo y los menos, que con base en estructuras de prestigio.

El género como categoría de análisis, de acuerdo con Mabel Burín (1998),

tiene varios rasgos característicos: a) es siempre relacional, nunca aparece de

forma aislada sino marcando su conexión con otros entramados de las relaciones

humanas, b) es una construcción histórico-social; es decir, que se fue produciendo

a lo largo del tiempo de distintas maneras, y c) el género jamás aparece en forma

pura, sino entrecruzado con otros aspectos determinantes de la subjetividad

humana.

Concuerdo con la autora, pero además me parece que de aquí se deduce

por qué la mayoría de los estudios de género se han centrado en las relaciones de

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dominación que se producen entre hombres y mujeres. Es decir, lo que subyace a

todo esto, a final de cuentas, es el poder.

A este respecto, me parece que Michel Foucault (1969) ya había aportado

muchísimo. Al hablar de una microfísica del poder deja en claro que éste se

produce y reproduce a cada instante en todas la relaciones; para él, el poder es

algo más estratégico que estructural. No se trata de un solo poder que lo controla

todo, se trata de pequeños poderes que están en juego en todas partes y en todo

momento. Es un asunto cotidiano, tan cotidiano como lo es el género. Sin

embargo, para él la resistencia es inherente al poder y producida por este. Su

postura en cuanto a la resistencia, dista mucho del optimismo. Para Foucault, no

hay playas de resistencia, es decir que ésta no contrarresta al poder, por el

contrario, éste la recicla. Por su parte James Scott (2000), plantea que la

resistencia es cotidiana y que los grupos subordinados implementan una serie de

estrategias que se despliegan a nivel oculto (guiones ocultos) para sobrevivir al

poder, aun cuando frente a él finjan obediencia. Esto, verdaderamente, constituye

una estrategia de supervivencia que ha permitido a cientos de grupos o individuos

subordinados conservar la vida y la dignidad en el terreno más personal o íntimo

del grupo. Adriana López Monjardín (1998) hace una lectura de este autor y lo

sintetiza de la siguiente manera:

Su tesis central es que los discursos y las actuaciones de los subordinados tienden a apegarse cuidadosamente a las reglas del juego determinadas por los grupos en el poder; pero a un lado o detrás de ellos existe un amplio espacio social crítico construido y preservado fuera de la vista de los poderosos (p. 269).

Ahora bien, retronando al tema del género, lo cierto es que éste constituye

relaciones de poder, desiguales. En efecto, afirma Pierre Bourdieu (1998), existe

una asimetría radical entre el hombre –sujeto- y la mujer –objeto del intercambio-;

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entre el hombre, responsable de la producción y de la reproducción, y la mujer,

producto transformado de este trabajo. En ese mismo sentido, Marcela Lagarde

(1990) apunta que el poder es la esencia de los cautiverios de la mujer, es decir

que está sometida al poder que posee el otro. El reto es lograr transformarse de

objeto a sujeto histórico. Las feministas han llamado a esta forma de “poder

sobre”, el cual: obliga a hacer o dejar de hacer; limita por normas o valores que

circunscriben a parámetros rígidos; prohíbe o impide, ser hacer, pensar, decir,

actuar, decidir; puede incluir el ejercicio de la violencia física o simbólica y puede

impedir el acceso a las mujeres de los derechos humanos. O, en otras palabras, el

“poder sobre” actúa en cuatro aspectos principales:

1. Físico: referido al control de la sexualidad femenina y a la reproducción, es

decir, al cuerpo.

2. Económico: Corresponde a la división sexual del trabajo, la cual es

asimétrica.

3. Político: las relaciones intergenéricas son relaciones de poder, en donde,

sólo uno de los dos (el hombre) tiene derecho a la autodeterminación.

4. Sociocultural: toca los aspectos referidos a la masculinidad y a la feminidad.

Se vincula a los procesos identitarios (Martínez, 2000).

Estos cuatro planos están interactuando en todo momento y constituyen un

panorama desigual en las relaciones de género entre hombres y mujeres. Ahora

bien, no quiere decir que la mujer carezca absolutamente de poder, o que

únicamente se lo confiera al otro, por el contrario, ocurre que un sistema

sexo/género el hombre es efectivamente quien tiene el poder, pero la mujer posee

otros poderes que ejerce a través de sus especializaciones que provienen de

saberes ancestrales; a través de ellos, me parece que ha resistido. Pero además,

existe otra fuente más de poder, que ocurre cuando la mujer se afirma, satisface

necesidades propias y trasciende a los demás. A esto las feministas lo han

nombrado empoderamiento, que no es otra cosa sino la generación de poder para

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las mujeres, significa incluirlas en la toma de decisiones, proceso del cual están

tradicionalmente excluidas. Así, a diferencia del “poder sobre” los otros u otras

propio del autoritarismo o del sistema patriarcal, el empoderamiento requiere

“poder para, con e interior” (Martínez, 2000). El empoderamiento se traduce así

como la capacidad para realizar empresas, junto con los otros y las otras, pero con

autodeterminación. Ahora bien, para que este ocurra es necesario, antes que

nada, la concientización de la condición subordinada y, posteriormente, el deseo

de trascenderla. Asimismo, el empoderamiento no es sólo un proceso individual,

sino que también es una acción social, no sólo porque surge de las relaciones

sociales, sino porque tiene impacto sobre ellas.

Por otra parte, en cuanto a que el género tiene una dimensión histórica,

considero que es por eso que puede afirmarse que ha habido algunas

transformaciones, es decir, estas relaciones ocurrieron de cierta manera en la

época premoderna, de otra en la moderna, cuando la mujer comenzó a trabajar en

las sociedades burguesas industriales y está cambiando en la posmoderna, pues se

orientan más a la equidad. Ahora bien, cada sociedad transcurre por procesos

distintos, según su historia y, por ejemplo, en las sociedades latinoamericanas,

según Mabel Burín (1998), coexisten rasgos premodernos (como el matrimonio

forzado que existe en algunas comunidades rurales), modernos (como el avance y

la incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo y a los estudios) y

posmodernos (como, por ejemplo, las maneras innovadoras de hacer pareja en

ciertos sectores de la sociedad con determinados niveles culturales)6.

La categoría de género dentro del análisis histórico, según Joan

Scott (1985), ha empleado diversos enfoques que se pueden englobar en tres

corrientes teóricas. La primera es resultado de un esfuerzo feminista e intenta

6 De todas formas, esto puede tener un gran número de variaciones. No quiero que parezca que lo premoderno es propio de la sociedad indígena y lo moderno y posmoderno lo es de la sociedad mestiza. Por el contrario, me parece que todos los rasgos coexisten en ambas sociedades todo el tiempo. Así, puede haber costumbres propias de la Premodernidad en espacios urbanos supuestamente “civilizados”, por un lado. Y por el otro, surgir planteamientos posmodernistas del mundo indígena.

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explicar los orígenes del patriarcado. La segunda se centra en una visión marxista

comprometida con las críticas feministas. La tercera, promovida por

posestructuralistas franceses y teóricos angloamericanos de las relaciones de

objeto, se basa en esas distintas escuelas del psicoanálisis para explicar la

producción y reproducción de la identidad de género del sujeto.

Ahora bien, en cuanto a que el género nunca aparece en forma pura, es

pertinente señalar que, en efecto, es otro componente más de un macroproceso

de dominación y puede ir a la par de otras formas, como la de clase o etnia. De

esta manera, una mujer indígena, como ellas mismas lo señalan, sería triplemente

explotada: por ser mujer, por ser indígena y por ser pobre.

Luego de este breve análisis y para cerrar el apartado, quiero definir lo que

yo entiendo por género: un dispositivo7 cultural con base en el cual se polariza el

mundo en masculino y femenino, con las concernientes limitaciones para unos y

para otras. Asimismo, concuerdo con la conclusión de Marcela Lagarde (1996): "el

género es más que una categoría, es una teoría amplia que abarca categorías,

hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al conjunto de fenómenos

históricos construidos en torno al sexo. El género está presente en el mundo, en

las sociedades, en los sujetos sociales, en sus relaciones, en la política y en la

cultura” (p. 26).

La identidad de género Antes que nada, se entiende identidad como un proceso de identificaciones

históricamente apropiadas que le confieren sentido a un grupo social y le dan

estructura significativa para asumirse como unidad. Asimismo, la identidad se

construye en planos o parcialidades (generacional, étnico, de clase, de género, 7 Para emplear este término, me inspiro en lo que Foucault (1969) llama dispositivo sexual, aunque, en su caso, se refiere al poder que surge sobre la prohibición y represión de la sexualidad; considero que las estrategias y redes de poder que dicha prohibición conlleva van muy ligadas al género. Pero, de cualquier manera, concuerdo con distintas autoras feministas, el género es una construcción y como tal puede deconstruirse.

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etcétera). Tanto las personas como las colectividades pueden estarse moviendo

en distintos planos identitarios a la vez (Aguado y Portal, 1992).

La identidad, dice Gilberto Giménez (1994), es un producto intersubjetivo y

relacional que varía según la autopercepción y la heteropercepción, y de acuerdo

con el autorreconocimiento y el heterorreconocimiento de los actores sociales. En

otras palabras, la identidad implica siempre un espejeo constante con el otro u

otra que tenemos enfrente. No obstante, un problema es que la mirada que

tenemos de la identidad de ese otro u otra está, las más de las veces, atravesada

por el estigma, lo que quiere decir que las características diferentes a nosotros son

percibidas de manera negativa.

Esto, en efecto, resalta que el poder está presente en la construcción de

identidades. En este sentido, Carlos Aguado y María Ana Portal (1992) perciben al

poder como un proceso social cambiante producto de la subordinación de un grupo

social por otro, específicamente, la lucha de clases. Ellos se sitúan así en el

concepto de hegemonía gramsciano y aseguran que: “La ideología vista desde el

poder plantea su característica excluyente y su papel en el conflicto y en la lucha

de grupos” (p. 63). No discrepo con esta concepción; sin embargo, desde mi

perspectiva el espectro del poder es mucho más amplio. Concuerdo con la visión

de hegemonía, pero, también con la postura de que el poder atraviesa los cuerpos

y que existen micropoderes más allá de el Poder, propuesta por Michel Foucault

(1969); y con la idea de la resistencia a nivel oculto de los subordinados (y yo

añadiría de las subordinadas) de James Scott (1999).

Ahora bien, me parece que una de las propiedades más importantes de la

identidad es su sentido dialéctico, es decir que la identidad es individual, pero, se

recrea colectivamente y viceversa. A este respecto, Cristina Oehmichen (1999b)

hace una lectura de Gilberto Giménez (1994), y afirma que si bien es cierto que no

podemos presuponer la existencia de identidades colectivas por el simple hecho de

que los individuos pertenezcan a una categoría social; no obstante en contextos

históricos específicos, relacionales y situacionales, es posible referirse a las

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identidades colectivas. Así, afirma que ser mujer significa pertenecer a una

categoría social “agregada”, cuya distinción es su pertenencia a los otros.

Además, pone de ejemplo el caso de las mujeres zapatistas que se han

reivindicado desde su condición de mujeres (tocaré este tema ampliamente en los

capítulos tres y cuatro).

El género, como ya he señalado, tiene fuertes implicaciones a nivel subjetivo,

por lo tanto, es un factor preponderante en la construcción de identidades. Los

hombres y las mujeres adquieren diferentes identidades. A este respecto, Sandra

Bem (1993) afirma que la identidad se construye desde que niños y niñas son

socializados de manera distinta, lo cual no sólo tiene repercusiones sociales con

base en un proceso de aculturación, sino que también deja fuertes huellas a nivel

individual. Esto ocurre a causa de dos eventos que se dan en culturas como la

nuestra: el primero es el androcentrismo, en torno al cual se construye una

polarización por género, en donde el hombre es privilegiado; y el segundo es el

heteroseximo, a partir del cual se excluye la homosexualidad; de esta forma el

individuo introyecta una serie de estereotipos que su cultura le impone, así los

niños deben ser fuertes, agresivos, asertivos, emprendedores, etcétera, para no

parecer niñas y mucho menos homosexuales.

Por su parte, Ignacio Martín-Baró (1983) sostenía que existen una serie de

mitos acerca de las diferencias sexuales que sirven a los intereses dominantes y

mantienen a la mujer sometida al hombre, tales como: el de la amante esposa, la

santa madre y el eterno femenino. Mientras que, por otro lado, existe el antimito

de la prostituta, que no es esposa ni madre, sino objeto público, tanto en sentido

real como simbólico. En esta misma línea, Marcela Lagarde (1990) asegura que la

maternidad y la conyugalidad son las esferas vitales que organizan y conforman

los modos de vida femeninos, independientemente de la edad, la clase social, la

religión o la definición política. Ser una madresposa significa vivir de acuerdo con

las normas que rigen su ser -para y de- otros-; mientras que la puta se encuentra

completamente fuera de este parámetro, por el simple hecho de romper la

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prohibición del erotismo femenino, cualquier mujer que ose gozar de su sexualidad

o salirse del esquema de madreposa se convierte en puta.

El género atraviesa los cuerpos Carlos Aguado (1998) afirma que la identidad se construye a partir del cuerpo

humano, no sólo en torno a su anatomía y fisiología, sino también desde su

significado, es decir, el aspecto cultural del cuerpo. Ahora bien, en cuanto al

cuerpo femenino, Marta López (1999) cita a distintas autoras feministas, desde

Simone de Beauvoir hasta Luce Irigaray, y apunta como decía la primera, que hay

un sujeto masculino y un otro femenino, en efecto la mujer siempre es el otro, lo

que denota, como ya había señalado, un asunto de poder muy profundo.

El cuerpo de la mujer, según Marcela Lagarde (1990), no se agota en sus

límites materiales, se extiende simbólicamente al exterior, a las cazuelas, a los

alimentos a la cocina, a la casa. Es un espacio siempre dispuesto a cargar, y a

recibir al otro. A la mujer se la define como madre porque parir es un hecho, pero

también un ritual simbólico de poder que realiza la mujer, como síntesis de la

maternidad y lo puede hacer gracias a una fuerza ajena que es la naturaleza. A su

vez, el cuerpo de la mujer, sostiene esta misma autora, le pertenece a otro que no

proviene de ella, le pertenece a su marido. En efecto, el cuerpo de la mujer es un

espacio que la hace cautiva, pues su sexualidad es para otros, es decir, las

mujeres son expropiadas de su cuerpo, su sexualidad y su subjetividad8.

Con esto, su ser se convierte en subalterno porque se sujeta a los poderes

encarnados por los hombres, por las instituciones, por los otros. Ellas dejan de

ser protagonistas porque pierden la conciencia y la voluntad en la definición del

sentido de sus vidas. Sin embargo, el poder de la mujeres emana de la valoración

cultural de su cuerpo y de su sexualidad. Como otros oprimidos, las mujeres

desarrollan el potencial de su poder surgido de lo que dan al opresor, en otras 8 Esto concuerda ampliamente con la conceptualización de Simone de Beuavoir (1949) del sujeto masculino y el otro femenino, o del segundo sexo, que supone necesariamente la existencia de un primero.

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palabras, las mujeres son poderosas porque tienen aquello de lo cual carece, pero

que necesita, quien las oprime9.

Tenía razón Michel Foucault (1969), el poder atraviesa los cuerpos. De ahí

que pueda decirse que, como aseguró este autor, el cuerpo está inmerso en un

campo político, a través de relaciones de poder, que lo obligan a ser un cuerpo

útil, es decir, un cuerpo productivo y sometido. Pero volviendo a Marcela Lagarde

(1990), a pesar del control externo sobre su cuerpo, las experiencias vitales que

viven las mujeres en él son tan extraordinarias que logran rebasar los cautiverios

mutilantes. Así, a pesar de que a este cuerpo siempre le ocurre algo directamente

sexual y ocasionalmente erótico, la emotividad femenina permite experiencias de

plenitud profundamente ligadas a la vida; lo que me parece sumamente

alentador en un panorama que resulta muy gris para las mujeres. Supongo, por

ejemplo, que la experiencia de ser madres proporciona una manera especial de

ver la vida y de sentir; quizá por eso muchos movimientos sociales de mujeres

surgen desde la condición de madres.

Lo cierto es que no en todas las culturas estas complejas relaciones en

torno al cuerpo se construyen de la misma manera; pero se han observado

algunas semejanzas e incluso situaciones de mayor dominación y control sobre el

cuerpo femenino, tal es el caso (ahora que está tan de moda) de la cultura

islámica, donde no sólo se cubre el cuerpo, sino también el rostro de las mujeres.

Sería interesante investigar qué ocurre con la identidad de estas mujeres.

El género divide el espacio Diversas autoras han disertado sobre la polarización del mundo en masculino y

femenino. Por su parte, Pierre Bourdieu (1998) habla de un sistema de oposiciones

homólogas basadas en hombre/mujer que devienen en: alto/bajo, arriba/abajo,

9 Y con este cuento nos han hecho creer que hay un perfecto equilibrio en la relación (que no obstante, es asimétrica) entre mujeres y varones, en la repartición del poder, en la división sexual del trabajo y la capacidad afectiva, lo que me parece injusto tanto para unas como para otros.

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delante/detrás, derecha/izquierda, seco/húmedo, público/privado. Y he aquí una

de las mayores discusiones sobre el tema, pues se supone que a través del género

las mujeres se circunscriben al ámbito privado, mientras que los varones se

mueven en el ámbito público. En este sentido, Henrietta Moore (1999) llama al

espacio privado, espacio doméstico, y compara la dicotomía doméstico/público con

la de cultura/naturaleza. Ambas son una estructura que se ha propuesto como

modelo universal para estudiar la subordinación femenina. Lo cierto es que, en

última instancia, estas divisiones se derivan del rol de mujer en tanto que madre y

responsable de la crianza de la prole.

Así, durante siglos la mujer ha estado encerrada en la casa cumpliendo los

roles propios de su género. No obstante, con la Modernidad, se han dado

importantes luchas que le han permitido irse acercando de manera muy

importante al mundo que le era ajeno, al ámbito público, con todo lo que esto

significa. No podemos negar los frutos que eso nos ha dejado, aunque cabe

aclarar que hoy en día no todas las mujeres gozan de estos logros. Sigue

habiendo muchas que se dedican solamente a su hogar, para las que la familia,

decía Ignacio Martín-Baró (1988) en cuanto a las mujeres salvadoreñas, puede

significar puerto, pero al mismo tiempo cárcel; puerto porque las contiene, es ahí

donde pueden desplegar su afectividad y donde tienen su poder; pero es una

cárcel porque las ata y les impide desarrollarse en otros planos. Ahora bien, las

mujeres que se dedican a algo más que el hogar normalmente deben trabajar

más, pues la condición que la sociedad les impone es que no descuiden su rol de

madresposas, lo que las obliga a trabajar la doble jornada.

Pareciera que, aún en el mundo occidental, el espacio primordial de la

mujer es la casa y si trabaja, estudia o realiza una actividad fuera de ella lo percibe

como algo de segundo plano. Esto se está transformando, pero a las mujeres que

luchan por buscarse otro lugar les corresponde muchas veces cargar con el

rechazo o con el estigma social, pues una mujer que sale de su casa es una

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transgresora, una mujer pública, es decir, pierde su honra, que es quizá su bien

más preciado. En otras palabras, es una puta.

No obstante, soy una soñadora y creo fervientemente que si el mundo se

percibiera como algo completo y no dividido y, mucho menos, jerarquizado; si en

el mundo se reconocieran las diferencias como partes fundamentales e igualmente

importantes de un todo; si en el mundo dejase de existir la discriminación y

comenzara a existir el respeto, podríamos efectivamente caminar hacia una

regeneración de la humanidad.

Vida Cotidiana

Antecedentes: nuevos planteamientos epistemológicos Cuando comencé a escribir el apartado de género mencioné los estragos que ha

dejado la época moderna. De manera no causal, es necesario hablar de este

periodo una vez más, pues su exceso de racionalismo marcó en las ciencias

sociales una tendencia de la que hasta ahora no podemos desprendernos. Para

iniciar el tema, retomaré el ensayo de Luis Villoro (1992) sobre la Modernidad, en

el cual hace un recorrido por este periodo de pensamiento que surge en Europa

aparejado con el Renacimiento y que alcanza su punto más álgido a partir de la

Ilustración. La Modernidad representó para el ser humano una nueva figura del

mundo en oposición a las propias de la Antigüedad y de la Edad Media. El

hombre, dice este autor, dejó de verse desde la totalidad del ente que lo abarcaba,

para ver la totalidad del ente desde el hombre; percibió la historia como propia y

envuelta en ideas emancipatorias; el mundo en torno se convirtió en un objeto

que él podía conocer y manipular (surgieron así la ciencia y la tecnología); en

síntesis, el proyecto moderno consistió en transformar todas las cosas en razón

para comprenderlas y dominarlas. Empero, en este camino el ser humano se

perdió, dice el mismo autor al final de su ensayo, al tratar de dominar a la

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naturaleza, se olvidó del resto del mundo, de aquello que lo rodeaba, materializó lo

externo y arrasó con todo.

Ahora bien, la Modernidad como discurso y como figura del mundo aún

pervive, pero se encuentra trastabillando, está en una crisis. La Posmodernidad es

el reflejo de esa crisis, pues surge en oposición a la primera. Plantea como

principales postulados el respeto a las diferencias y el fin de los fundamentalismos,

lo que conlleva el reconocimiento de las múltiples formas de otredad surgidas de

las diferencias de subjetividad: el género y la sexualidad, la raza, la clase,

etcétera (Harvey, 1998). Según Esther Díaz (1999), mientras el discurso moderno

se refiere a las leyes universales que constituyen y explican la realidad, el discurso

posmoderno en cambio, sostiene que sólo puede haber consensos locales o

parciales, diversos juegos de lenguaje o paradigmas inconmensurables entre sí.

La Posmodernidad, prosigue la autora, es una época de grandes transformaciones

y distancia con respecto a su antecesora corriente de pensamiento y, según ella,

ha surgido, en ciencia y técnica, desde la segunda mitad del siglo XIX, y en lo que

a la moral se refiere, después de 1968, momento de grandes movilizaciones

sociales internacionales.

Ahora bien, las críticas a la Posmodernidad son abundantes, hay, por

ejemplo, quienes afirman que tal momento aún no puede existir en los países del

Tercer Mundo, pues, a mi modo de ver, siguen partiendo de una idea evolucionista

de la Historia y creen que para que se alcance esta etapa es necesario pasar

primero por la Modernidad, y en efecto, Luis Villoro (1992) afirma que en estos

países la figura moderna del mundo es sólo vigente en los sectores

occidentalizados y urbanos. Sin embargo, Mabel Burín (1999) indica, como ya lo

mencioné, que en los países latinoamericanos coexisten rasgos modernos,

premodernos y posmodernos10.

10 Así, por ejemplo, al tiempo que una persona camina seis horas por una vereda para llegar a su casa, otra está navegando por internet.

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Por otra parte, se ha discrepado mucho con la idea del fin de la Historia,

criticando los postulados de Fukuyama y el neoliberalismo. Yo también considero

que las contradicciones sociales que puso en evidencia el marxismo no han

terminado tras la caída del muro de Berlín. Sin embargo, creo que la Historia a la

que se refieren los posmodernistas es a aquélla con mayúscula. El hecho de que

ésta termine da paso al estudio de las historias (locales, cotidianas, de los sin voz,

etcétera).

Cabe aclarar que hay quienes parten ya de que la Posmodernidad es una

nueva figura del mundo, cuyos principales conceptos son: deconstrucción

alternativas, perspectivas, indeterminación, irreversibilidd, descentralización,

disolución y diferencia (Díaz, 1999). Pero también hay quien no concuerda con

esta idea. Luis Villoro (1992), por ejemplo, discrepa con el concepto de la

Posmodernidad, pero advierte que ésta es una etapa de crisis, en la cual la figura

del mundo moderno ya dio de sí, y estamos transitando hacia una nueva figura del

mundo. Lo que refleja este periodo de cambio, dice el autor, es que el individuo

ya no es más el sujeto de la transformación social, sino que ahora son los grupos

sociales quienes se encargan de impulsar las transformaciones. Estos grupos son,

la mayor de las veces, minoritarios en el sentido de estar faltos de poder, es decir,

se trata de mujeres, etnias, movimientos urbanos, homosexuales, etcétera. Ellos y

ellas son los nuevos sujetos sociales y agentes de cambio.

Por último, en cuanto a la Posmodernidad, me gustaría exponer una visión

más con la que hasta cierto punto concuerdo; Michel Maffesoli (1994) asegura que

éste no es un concepto sino una noción y que más que una crítica a la Modernidad

o un regreso al pasado, se trata de una nueva forma de ver lo social, ya no con los

antiguos parámetros racionalistas y causalistas; a la Posmodernidad le interesan

las nuevos valores que están surgiendo y se ocupa más que los grandes y

complejos procesos sociales, de los microprocesos. Volveré a este punto más

adelante.

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Lo cierto es que las ciencias, en general, y las ciencias sociales, en

particular carecen de distintos planteamientos epistemológicos, es decir nuevas

formas de conocimiento. Al respecto, me parece muy sugerente el artículo de

Pablo Fernández (1993) donde expone la existencia de tres tipos de relaciones

entre el conocedor y lo conocido, a saber: una epistemología de la distancia, una

epistemología de la fusión y la epistemología del encantamiento. La primera

ejerce poder sobre las cosas porque se asume que el sujeto, o sea, el que conoce

es quien tiene ideas, intereses, intenciones, voluntad, y es por supuesto el

importante, mientras que lo conocido es el objeto, es pasivo, no propone y no

crea; por su parte la epistemología de la fusión es aquella en la que el sujeto ha

sido arrebatado por su objeto, por lo conocido, se ha fundido con él y ha decidido

ya no ser sujeto, se borra para volverse automáticamente objeto; por último, en la

epistemología del encantamiento, sujeto y objeto establecen una relación de

inteligibilidad mutua que les permite interiorizar las características del otro,

comprenderse y establecer un diálogo en el que cada quien expone sus

necesidades y ofrecimientos. En efecto, en este último tipo de relación no cabe la

pretensión de ganar ni perder porque ambos, tanto objeto como sujeto, forman y

toman una parte del otro.

Podría decirse que la corriente fenomenológica que surgió en Europa a

principios del siglo XX es un intento de este tipo, pues se basa en la hermenéutica

(interpretación) y en la empatía (capacidad de ponerse en el lugar del otro). Es

una filosofía que apunta a la conformación de ciencias sociales comprensivas. La

palabra fenomenología se refiere al estudio de fenómenos o apariencias. Con

base en Husserl, uno de sus precursores, se trataba de una ciencia por medio de la

cual se pudría descubrir la esencia de los objetos a partir de lo inmediatamente

dado: los hechos. Para alcanzar sus resultados de carácter universal, tenía

que hacerse a través de un caso particular: un fenómeno (C. Rodríguez, 1998).

Alfred Schütz, discípulo de Husserl, se interesó sobre todo en la comprensión de la

acción social, se dedicó a una fenomenología descriptiva y, desde luego,

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interpretativa. Se centró en la intersubjetividad, lo que, en este sentido, implicaba

una especie de diálogo entre conocedor y conocido, acaso la epistemología del

encantamiento de la que habló Pablo Fernández (1993). La intersubjetividad diría

el segundo autor, tras realizar una lectura del primero, es un hábitat de sentido

que es autónomo, es decir, que se genera a partir de sí mismo, se crea en su

propia comunicación y existe autosuficientemente. Asimismo, dicho hábitat es

anónimo, pues es de domino común y no se reconocen los autores singulares.

Ahora bien, todas estas reflexiones a lo largo del siglo XX fueron

conformando en su conjunto innovaciones epistemológicas que dieron lugar a un

nuevo sujeto en ciencias sociales, a saber: la vida cotidiana.

Vida cotidiana: nuevo sujeto en ciencias sociales Según Pablo Fernández (1989; 1994), tanto la ciencia como la filosofía, las artes,

la religión y la vida cotidiana son intersubjetividades, pero también son un juego.

Y como todo juego tienen su lúdica y su lógica. Sin embargo, de ellas la vida

cotidiana es la única que no se puede definir, se la puede anecdotar y describir en

sus particularidades, pero no conceptuar. De alguna manera, lo que se ha hecho

con este sujeto de estudio, por muy irreverente que suene es describirlo a través

de la intuición, pero ¿no es ésta parte del sentido común, de las representaciones

sociales y, por ende, de la vida cotidiana? A continuación y antes de abordar mi

punto de vista, me gustaría exponer las conclusiones que han conducido a

distintas intuiciones humanas a realizar algunas afirmaciones:

Empezaré con Àgnes Heller por distintas razones. Primero que nada porque

es mujer, lo cual tiene un profundo vínculo con el otro tipo de epistemología que

atraviesa mi tesis: el género. No es que cualquier mujer se preocupe por éste,

pero ella de alguna manera ha apuntado interesantes reflexiones al respecto. Por

otra parte, quiero iniciar con ella porque su postura, a diferencia de las otras, está

fundada en un planteamiento marxista, lo que le da un toque hasta cierto punto

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contradictorio, porque por un lado está inmersa en un tipo de razonamiento propio

de la Modernidad, es decir, racionalista; sin embargo, esta autora empieza a mirar

hacia otras posibilidades de estudio en la sociología, diferentes a las tradicionales,

lo que la hace muy subversiva. Para ella la vida cotidiana es:

(...) el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social (Heller, 1977, p. 20).

Àgnes Heller parte de la idea de que en toda sociedad hay vida cotidiana. Cuando

habla del hombre particular se refiere al hombre concreto el cual, asimismo, tiene

su propia vida cotidiana. Según esta autora es en la vida cotidiana donde se lleva a

cabo la socialización, proceso a través del cual se aprehenden , entre otras cosas,

las diferencias de género. Ahora bien, antes de ella, Alfred Schütz (1959), desde

sus planteamientos fenomenológicos, ya había definido la vida cotidiana como:

(...) el mundo intersubjetivo que existía mucho antes de nuestro nacimiento, experimentado e interpretado por Otros, nuestros predecesores, como un mundo organizado. Ahora está dado a nuestra experiencia e interpretación. Toda interpretación de este mundo se basa en un acervo de experiencias anteriores a él, nuestras propias experiencias y las que nos han transmitido nuestros padres y maestros (Schütz, 1959, p. 198).

De nueva cuenta se presenta una realidad dialógica entre uno y los Otros. Esto sin

duda es un problema de alteridad, el cual había esbozado al hablar de identidad.

He aquí un punto de encuentro muy importante entre los planteamientos

epistemológicos que estoy tomando como base para el análisis de la presente

tesis. Por un lado, la vida cotidiana es parte de un proceso dialógico de relaciones

entre los seres humanos que produce la formación de identidades y de

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subjetividades concretas a partir de un proceso de socialización, esto es lo que

describe Alfred Schütz (1959) con su interpretación. Ahora bien, tras una lectura

de este autor, Rodrigo Jokisch (2000) afirma que la conducta nos sucede en el

sentido en que tiene implicaciones, aunque no siempre tenga un propósito; pero

también la conducta ajena nos sucede, es decir que todas las acciones sociales e

intencionales del tú, el otro y de los otros nos suceden. Nuevamente, queda clara

esta relación interpersonal o intersubjetiva que se basa en la otredad.

Esto de alguna manera ha estado ya desde hace algún tiempo presente en

las discusiones filosóficas, tanto como el concepteo de cotidianidad, el cual según

Henri Lefebvre (1969) proviene de la filosofía. Es más: el declara la vida cotidiana

como objeto de la filosofía, aún cuando y porque ésta representa la no filosofía. Y

aquí el autor hace una de las principales reflexiones en torno a la cotidianidad

como sinónimo de trivialidad, que hay que mirar desde otro lugar, visibilizar,

reivindicar. ¿Acaso no tiene esto todo que ver con la perspectiva de género? Por

ahora, continúo con el análisis de este pensador, quien percibe lo cotidiano como:

(...) lo humilde y lo sólido, lo que se da por supuesto, aquello cuyas partes y fragmentos se encadenan en un empleo del tiempo. Es lo que no lleva fecha es lo insignificante; ocupa y preocupa y, sin embargo, no tiene necesidad de ser dicho (Lefebvre, 1969, p. 36).

Asimismo, el autor se pregunta sobre el problema del devenir, tal como lo han

planteado distintos pensadores desde Heráclito hasta Hegel o Marx, versus la

“simple” condición de repetición de la vida cotidiana. A este respecto, me parece

que hay algo de luz en la definición del propio Schütz (1959), pues sí hay un

elemento de historicidad de la vida cotidiana, la cual existe, decía el autor, antes y

después de nosotros, pero, al mimos tiempo, nosotros formamos parte de ella y la

podemos modificar. De esta manera, expondré las reflexiones que en torno a la

vida cotidiana se han hecho desde la Historia. No voy a centrarme en cada uno de

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los teóricos, pero sí analizaré brevemente uno de los movimientos contemporáneos

más importantes en la Historia: La Escuela de los Annnales. Al respecto, me

parece muy sugerente el análisis de Laura Moya (1996), quien asegura que es esta

escuela quien lleva la vida cotidiana al campo de la historiografía como un sujeto

de estudio. Un primer momento de esta escuela se inició entre 1929 y 1945, en el

cual destacaban las figuras de Lucian Febvre y Marc Bloch. Posteriormente, entre

1945 y 1968 ocurrió un segundo momento con Feranand Braudel. El tercer

momento empezó a partir de los años sesenta y hasta nuestros días, en el que han

destacado Jacques Le Goff y Georges Duby. Ahora bien, siguiendo a esta autora,

la aportación mayor de los dos primeros periodos al estudio de la vida cotidiana

consistió en la historia de las mentalidades11, la cual pretendía conocer la forma

en que percibieron el mundo circundante los actores, así como la manera en que

esa concepción influyó en sus comportamientos, ya sea para estimularlos o para

inhibirlos.

En cuanto, al tercer período distingue entre los dos autores. El primero

señala que:

(...) el nivel de la historia de las mentalidades es el de lo cotidiano y lo autónomo, aquello que escapa a los sujetos individuales de la historia, porque es revelador del contenido impersonal del pensamiento (en: Moya, 1996, p. 62).

Asimismo, este autor hace una importante distinción entre mentalidad e ideología,

misma que también hace Henri Lefebvre (1969) entre la segunda y la vida

11 Esta es la otra forma en que se le conoce a la Escuela de los Annales. Se entiende por mentalidad el sentido profundo que tuvo la vida cotidiana para los hombres (y mujeres) de determinada época.

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cotidiana12. La ideología, dice Jacques Le Goff, es un sistema de ideas que

pertenece al campo de lo consciente, de lo intelectual y racional: mientras que la

mentalidad es un sistema de representación cuyo contenido es impersonal e

inconsciente, es un conjunto de lugares comunes. En términos de la Psicología

Social, las mentalidades corresponden a las representaciones sociales, concepto

acuñado por Serge Moscovici en 1969, y que no es otra cosa sino el conocimiento

de sentido común, espontáneo, ingenuo, ese que se constituye a partir de

nuestras experiencias (Ibáñez, 1994), es decir el conocimiento de la vida cotidiana.

Aparece aquí un primer punto de encuentro entre disciplinas, pero volveré a esto

más adelante.

Ahora bien, por su parte, Georges Duby entiende por mentalidad el

conjunto borroso de imágenes y certezas no razonadas al cual se refieren todos los

miembros de un mismo grupo13. A diferencia de Le Goff, este autor considera que

las estructuras mentales se inscriben en el sistema de valores y las ideologías.

Dentro de la historia, esta corriente no es la única que ha reflexionado en torno a

esto. Hay otros movimientos importantes que aportan bastante al estudio de la

vida cotidiana. Por un lado, se encuentra la Historia Oral que se define, según

William Baum, como una metodología utilizada para preservar el conocimiento de

los eventos históricos, tal como fueron percibidos por sus participantes (en:

Collado 1994). La Historia Oral sirve, de acuerdo con Lutz Niethammer (1989),

para estudiar la dimensión de la experiencia y de la subjetividad. De esta manera

es muy útil para el análisis de lo que aquí he expuesto, pues :

12 Este autor aclara que no son sinónimos, sin embargo, a lo largo de su obra propone una crítica de la vida cotidiana, como análisis filosófico, la cual, dice, revelaría las ideología y, por ende, se convertiría también en una crítica ideológica y en una autocrítica perpetua, pues la ideología, argumenta, lejos de transfigurar la realidad trivial, acentúa la banalidad. Su propuesta me parece muy sugerente porque conlleva una especie de identificación con la mirada del género impulsada por las feministas, que no busca otra cosa sino la autocrítica de una humanidad que ha construido socialmente una diferenciación entre hombres y mujeres, con el objetivo de transformar el modelo aún vigente. 13 Hasta aquí pueden irse notando ya los puntos de confluencia que tienen estas conceptualizaciones con el sujeto de estudio de la Antropología: la cultura. Pero me parece más conveniente dejar este análisis hacia el final de este apartado.

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Lo oral nos remite a la cotidianidad y por ello se acerca a la etnología. Revela la complejidad de lo real. Introduce lo irracional donde el documento escrito racionaliza o establece lógicas derivadas de una cultura dominante, ideología que tal vez no han permeado en su totalidad en la experiencia cotidiana (Collado, 1994, p. 21).

Por otra parte, la microhistoria italiana, impulsada principalmente por Carlo

Ginzburg, ofrece una nueva perspectiva que puede combinarse con la historia oral

y la historia social, así como con la etnografía y la Antropología. Se trata de mirar a

lo local, que en un momento dado puede ser representativo de la macrohistoria, o

en palabras del propio Ginzburg:

(...a partir de) un individuo mediocre, carente en sí de relieve y por ello representativo, pueden escrutarse, como en un microcosmos, las características de todo un estrato social en un determinado periodo histórico (Ginzburg, 1981, pp. 24-25).

Y ya que estoy hablando de historia, mentalidades, vidas y seres humanos; es

momento de introducir otra perspectiva disciplinar: la Psicología, la cual no sólo

ha hecho sus aportaciones al estudio de la vida cotidiana desde la corriente

europea de Psicología Social y el estudio de las representaciones sociales. Hay

otro trabajo que me parece sumamente interesante y que ha sido creado desde

América Latina, por uno de los teóricos de esta disciplina: Pablo Fernández(1994),

quien en su obra intitulada La psicología colectiva un fin de siglo más tarde, dedica

un capítulo al análisis de este estudio. Para él el juego es uno de los componentes

más importantes de la cultura, pero la cultura misma es un juego; tal como lo es la

vida cotidiana, lo cual ya había mencionado al inicio de este apartado. Así, este

autor afirma lo siguiente:

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Porque el juego es sagrado, creó el Espíritu de la religión; porque el juego es bello, creó el Espíritu de las artes; porque el juego es sabio, creó el Espíritu de las ciencias; porque el juego es enigmático, creó el Espíritu de la filosofía; y porque el juego lo es todo, creó el Espíritu de la cotidianidad (Fernández, 1994, p. 230).

Por Espíritu entiende una entidad autónoma y autosuficiente, un mundo completo

y aparte, una estructura triádica14 independiente. Y afirma que mundos de esta

índole hay muy pocos, pero, sostiene, hay jueguitos menores como: la

democracia, la familia, los deportes, la guerra, la conversación o las parejas. La

vida cotidiana es, en efecto, lo trivial, lo falto de expertez, lo escaso en

importancia; pero ahí mismo, asegura este teórico, radica su relevancia. Es por

eso que él la concibe como el sujeto de estudio de la Psicología Colectiva.

Ahora bien, otras son las disciplinas que han considerado o empiezan a

considerar a la vida cotidiana como su sujeto de estudio. Una de ellas es la

sociología. Así, Amando de Miguel (1969), con respecto a la Sociología afirma

que:

Las relaciones cotidianas y mínimas entre los hombres merecen ser estudiadas, no sólo por su interés intrínseco, sino porque en ellas pueden descubrirse muchos secretos para lograr entender problemas más generales de la estructura social de un país determinado (De Miguel, 1969, p. 9).

Es por eso, arguye este autor, que es necesario volver a Simmel, pues para éste,

la unidad analítica fundamental en Sociología la constituía el individuo y las

14 A lo largo de todo su libro hace una serie de análisis de diferentes estructuras triádicas: el juego, el lenguaje, la realidad, entre otras.

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relaciones entre individuos, bajo el criterio de la frecuencia con que se produce

dicha interacción mutua. De hecho, esto empieza a apuntar a un tipo de mirada

microsocial. Por su parte, Michel Maffesoli asegura que para comprender la

complejidad de la vida social se requieren otros parámetros, ya no los causalistas y

mecanicistas. La Sociología, añade, debe dejar a un lado sus pretensiones

macrosociales, para centrarse en dimensiones como la de lo imaginario, lo

cotidiano, la de la pasión social y la de lo lúdico (en: Gómez, 1994). Incluso en su

libro El conocimiento ordinario, este sociólogo y filósofo presenta una reflexión

epistemológica de la sociología de lo cotidiano. En ella encuentro un punto en

común muy importante con la teoría de las representaciones sociales, pues para

hablar de la vida cotidiana, el autor se enfoca en el conocimiento ordinario, ese

que se construye en el mundo de lo común, a través de la experiencia, el cual,

según el autor, es muy difícil de admitir para el conceptualismo. Para él:

La sociología de la vida cotidiana es menos un objeto que una lectura transversal de los diferentes momentos que estructuran una sociedad (Maffesoli, 1985, p. 173).

Según él, Alfred Shcütz supo combinar, con base en la fenomenología, la

experiencia y la alteridad, es decir, la capacidad de mirar la vivencia del otro a

través de mi propia experiencia. Esto es la empatía, un elemento crucial dentro

del estudio de la vida cotidiana.

Por su parte, Peter Berger y Thomas Luckman (1967), en su libro La

construcción social de la realidad, el cual ha constituido una gran aportación para

el contemporáneo análisis de las ciencias sociales, no sólo señalan que la realidad

se construye socialmente, sino que la vida cotidiana se presenta como una realidad

interpretada por los individuos, para quienes tiene un significado subjetivo de

modo coherente. El mundo de la vida cotidiana, sostienen, se origina en el

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pensamiento y acciones de dichos individuos y sólo se sustenta como real por

ellos, de ahí que la mejor manera de conocerlos sea la intersubjetividad15.

Ahora bien, en la misma época, Harold Garfinkel (1967) con su propuesta

etnometodológica, aportó a la Sociología una nueva mirada, pues se centró en la

teoría de la acción social, la naturaleza de la intersubjetividad y la constitución

social del conocimiento. De esta manera, según Cecilia Rodríguez (1998), una de

las principales aportaciones de este autor a la sociología es que con su propuesta

se logró trascender la visión parsoniana de la acción social basada en los aspectos

motivacionales de la acción; pues sus investigaciones, por el contrario, se

concentraron en las propiedades de las acciones cotidianas y la comprensión

ordinaria, que parten del núcleo mismo de la acción; por eso le interesaba

observar las razones de ésta desde adentro de los contextos en que se utiliza. En

palabras de Garfinkel:

Los estudios etnometodológicos analizan las actividades de la vida cotidiana para hacer que esas actividades sean visibles, racionales y reportables para efectos prácticos (Garfinkel, 1967, p, vii).16

Él entiende por vida cotidiana, las actividades y circunstancias prácticas, así como

el conocimiento de sentido común de las estructuras sociales. En Psicología Social,

existe una propuesta similar, llamada etogenia y formulada por Rom Harré (1979),

la cual se basa en la concepción de agencia que el mismo autor propone y que se

relaciona con los objetivos sobre los que se pueden ejercer los poderes humanos

específicos y las condiciones bajo las que se puede actuar. La etogenia, según

este autor, no es más que una psicología filosófica que enfatiza la importancia de

15 De nueva cuenta aparece este concepto, que tal parece que es fundamental en el estudio de la vida cotidiana. 16 Traducción mía.

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la retórica pública al igual que el proceso privado como fuentes de acción. ¿Acaso

lo cotidiano no es sinónimo de privado? Tocaré este punto más adelante.

Por ahora me resta decir, que estas posturas de alguna manera tienen una

gran convergencia con la Antropología, pues como lo afirma Henri Lefebvre (1969)

la Modernidad había propiciado el surgimiento de ciencias parcelarias. Sin

embargo, la Antropología, la Sociología y la Psicología Social, desde mi perspectiva

siempre han tenido mucho en común. No obstante, es en esta época que aparece,

para las distintas disciplinas sociales y humanísticas, una nueva e importante

oportunidad, la de desembocar en un mismo punto de estudio que es, desde

luego, el estudio de la vida cotidiana.

A este respecto me parece que la Antropología en sus estudios etnográficos

ya contenía esta visión, aunque aún no del todo explícita. Sin embargo, hoy en día

existe la posibilidad de valerse de herramientas que plantean otras disciplinas,

como por ejemplo la historia oral, cuya técnica puede emplearse para las historias

de vida tan socorridas en la Antropología17. Eso es lo que yo me propuse en el

presente estudio (ver capítulo cuatro).

El gran teatro del mundo Desde tiempos ancestrales la vida social se ha comparado con una especie de gran

teatro universal. Así, en la cinta de dogma18 Viva el rey se puede percibir una

microsociedad perdida en el desierto que comienza a constituirse en torno a la

actuación de una obra clásica de Shakespeare, cada uno tiene su rol (rollo de

17 Ver: Gattaz, Andre, “La búsqueda de la identidad en las historias de vida”, en: Secuencia, Sao Paulo, No. 43, 1999, pp. 67-70. 18 Se trata de una nueva corriente cinematográfica, iniciada en 1995, con la película danesa La Celebración de Tomas Vinterberg, en la cual el cine cobra un realismo innovador. Las películas se ruedan en locaciones naturales (no se crean “sets”), el sonido no puede ser mezclado separadamente de la imágenes, la cámara debe ser manipulada con las manos (no hay tomas fijas), no se emplea luz artificial, la música sólo corresponde a la propia de las escenas y se graba conjuntamente, no se emplean efectos especiales o filtros de cualquier tipo, el formato debe ser de 35 mm normal, las alteraciones de tiempo y espacio están prohibidas, así como las películas de un género determinado. Asimismo, el director o directora no aparece en los créditos (http://www.manchate.com.mx).

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papel en el que están escritas las líneas que le corresponde actuar). Hay un

escritor, pero también hay un espectador, que los mira desde la alteridad. El

drama se llega a confundir con sus propias vidas. Lo interesante es que, de

alguna manera, eso es la vida cotidiana: un teatro en el que cada una o cada uno

actúa de acuerdo al papel que se le ha asignado. ¿No es eso lo que apuntan los

estudios genéricos al hablar de roles de género?

No son pocos los que han percibido esta similitud. Lo interesante es ver

hasta qué punto tenemos la autonomía de salirnos de esos roles sociales

preestablecidos. Rom Harré (1979) diría que nuestra condición de autonomía es

limitada, pero Peter Berger y Thomas Lukman (1969) cuando hablaron de una

realidad social construida, sentaron las bases de su posible deconstrucción19.

Asimismo, ¿qué ocurre si el teatro es un juego y la vida lo es también?, ¿acaso no

podemos salirnos de ese juego?

Juguemos a vivir...

Líneas atrás decía que para Pablo Fernández (1994) la vida cotidiana es un juego

con una lógica, pues tiene ciertas reglas determinadas y una lúdica, en tanto que

es afectiva. Su lógica es su estructura formal, sus instrumentos y utensilios; su

lúdica es esa parte emocional que hace que el juego sea gozado y/o sufrido. Sin

embargo, cabe aclarar que la lógica del juego no consiste en reglas inamovibles,

pues como todo juego, deja de tener sentido cuando se pierde el consenso entre

sus participantes.

Siguiendo al autor, el juego tiene sus metarreglas, es decir, reglas que el

poder, ese que aportaría la intransigencia, no conoce; se trata de reglas de las

reglas, reglas implícitas, reglas que deben seguirse a la hora de plantear cualquier

juego. Ellas sintetizan la lógica y la lúdica. Así, él enumera una serie de 19 Quizá esa sea la distancia que toma Derrida con respecto a Foucault para quien el poder lo atraviesa todo y no cabe la posibilidad de resistencia.

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metarreglas que aseguran la continuidad del juego en armonía con una especie de

equilibrio entre la lógica y la lúdica. Pero también afirma que cuando una regla

pierde su sentido, puede romperse, desecharse o perfeccionarse. Eso es lo que

ocurre en la Posmodernidad, la cual él concibe como una actividad de

deconstrucción y reconstrucción de la Modernidad: “como un presente que

desarma su pasado para armar su futuro” (Fernández, 1991, p. 127). Esto es lo

que está ocurriendo con el análisis del género. Lo estamos descomponiendo, nos

estamos cuestionando. Y nuestra meta es reconstruir una sociedad más equitativa

entre hombres y mujeres, porque esas reglas ya dieron de sí, han perdido su

sentido. Por eso estamos en crisis, porque estamos caminando hacia una

regeneración de la humanidad.

La conversación Existe una corriente teórica más que ha tenido profunda influencia en el estudio de

la vida cotidiana. Me refiero al interaccionismo simbólico de la escuela

norteamericana, que tuvo su influencia entre 1890 y 1940. Sus precursores son

Gerge Mead y Herbert Blumer y su principal exponente es Erving Goffman. El

interaccionismo simbólico es una línea de investigación sociológica y

sociopsicológica, cuyo principal objeto de estudio son los procesos de interacción,

es decir la acción social que se caracteriza por ser recíproca y simbólica

(Rodríguez, 1998).

De esta manera, el interaccionismo se ocupó de una forma de interacción

propia de la vida cotidiana: la conversación. Pero no sólo aquella que utiliza los

símbolos del lenguaje. También se encargó de analizar las conversaciones no

verbales. Los gestos, los movimientos, esa danza que acaece cuando se entabla

una charla y que también es fundamental dentro de la comunicación cara a cara,

pues, según Amando de Miguel (1969), la vida de cada día está hecha de mil

contactos entre personas, que no son sino las interacciones que propone Erving

Goffman, quien describe estos contactos conversacionales o comunicativos por

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gradaciones. Es decir que pueden ir desde la indiferencia educada, pasando por

los encuentros casuales, hasta las situaciones más intensas de contacto entre

personas.

Ahora bien, señala el mismo Amando Miguel (1969), la distancia espacial

permitida entre personas en las distintas situaciones varía de cultura a cultura20.

Y seguramente, también ha cambiado a través de la historia. Sería interesante

indagar qué ocurre en el mundo indígena a diferencia del mundo mestizo y con

respecto al género, en particular. Espero arrojar algunas pistas al final de esta

tesis.

¿Existe un espacio privativo de lo cotidiano?

Una vez más, retomo el problema de lo privado como sinónimo de lo cotidiano, a

lo que Pablo Fernández (1994) objeta que el problema de la psicología social es

que confundió lo cotidiano con lo privado. Y no sólo éste es cotidiano, lo público

también lo es. De esta manera, la triada que él presenta es como sigue:

Cotidianidad

Público Privado

20 Esto es lo que se conoce como proxémica. Para más información ver: E. Hall, La dimensión oculta, México: FCE, 1983.

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Esto lo retomo por una razón muy importante, pues tiene todo que ver con lo

expuesto en apartados anteriores en torno a la categoría de género y a una

discusión muy interesante sobre la división del mundo en público, en tanto que

masculino y privado, en tanto que femenino. Considero que esto abre la

posibilidad de mirar la vida cotidiana desde otra posición, pues ésta no es privativa

de las mujeres; tanto hombres como mujeres tenemos cotidianidad. Aunque en

este caso a mí me interesa estudiar la cotidianidad de las mujeres zapatistas, no

significa que los hombres zapatistas queden fuera de esa vida consuetudinaria.

Por eso para mí, la vida cotidiana es lo que ocurre a nivel público y a nivel

privado día con día, no sólo a los hombres, sino también a las mujeres concretas,

simples y comunes que constituimos sociedades diversas. Sin embargo, lo cierto

es que desde la feminidad se ha puesto especial atención a la vida cotidiana,

habría que preguntarse por qué.

Ahora bien, hasta aquí puede decirse, tal como lo propone Mónica

Sorín (1990), que la cotidianidad comprende una serie de elementos: a) memoria

histórica, b) actitud ante lo nuevo y lo viejo, c) actitud pasiva o activa ante sí

mismo y ante el contexto social y d) sentido de identidad. Me parece que su

postura de alguna manera resume lo que hasta ahora ha sido expuesto. Es decir,

por un lado, la cotidianidad se vincula estrechamente a la construcción identitaria,

que a su vez, se funda en la alteridad. Por otra parte, la cultura circadiana

requiere intensamente de una memoria colectiva, la cual se construye y recrea a

través de la oralidad y la intersubjetividad, que tendría que ver con estas actitudes

ante lo nuevo y lo viejo y ante sí mismo y el contexto social y, desde luego,

político. De manera más pragmática, esta autora cubana, reconoce cuatro esferas

de la cotidianidad: a) laboral, b) familia, c) tiempo libre y d) actividad sociopolítica.

Lo que me parece rescatable de su teoría es que encuentra cotidianidad en

espacios que son muy distantes. No obstante, considero que no es tan sencillo

hacer una clasificación para abordar el tema, pues la cotidianidad lo abarca todo y

se concatena con cada uno de los ámbitos de la vida de cada una de esas

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personas comunes que pertenecen al entramado intersubjetivo de la realidad

social.

Vida cotidiana en femenino Hasta ahora he intentado dejar en claro que lo cotidiano no es exclusivo de la

mujer, ni del ámbito privado. Sin embargo, como lo afirma Henri Lefebvre (1969),

la cotidianidad pesa sobre la mujer. Esas tareas desagradables que nadie quiere

hacer y que son necesarias constituyen la miseria de lo cotidiano y es a la mujer a

quien corresponde desempeñarlas. Y quizá por ello no sólo la mujer sea percibida

como parte fundamental de lo consuetudinario, sino que también ha generado más

habilidades para comprenderlo, pues como dice el propio autor, mientras los

filósofos se preocupan por problemas “trascendentales”, la gente común está

verdaderamente absorbida por sus preocupaciones circadianas, esas que le

ocurren día con día, esas que las ciencias sociales han despreciado como objeto de

estudio. Hombres y mujeres se centran diariamente en sus propias vidas, pero las

mujeres, insisto tienen una manera distinta de percibir su entorno:

El hombre cotidiano se encierra en sus propiedades, sus bienes y sus satisfacciones (...) Y la mujer cotidiana: más capaz de cólera, de alegría, de pasión y de acción, , más cercana a las tempestades, a la sensualidad, a los lazos entre la vida y la muerte, a las riquezas elementales y espontáneas (Lefebvre, 1969, p. 28).

La mujer, afirma María Cristina Sánchez (1996) es el eje y centro de la vida

cotidiana, pues se encuentra al seno de lo doméstico y lo familiar, en dos

sentidos: por un lado, es la pieza clave de la estructura grupal; y, por otro, sus

inquietudes y quehaceres giran y se adaptan al orden cotidiano. Por su parte,

Pilar Calvo (1981) asegura que el trabajo de la mujer es considerado monótono y

enajenante y, por lo mismo, carente de prestigio. Pero además, circunscrito a lo

cotidiano, que también es considerado pobre y monótono. Sin embargo, ella

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plantea la necesidad de estudiar la cotidianidad femenina, no sólo porque la mujer

es quien dirige, estructura y organiza lo cotidiano; sino también porque la mujer

se encarga de ciertas funciones socializadoras, o lo que otras estudiosas han

denominado como el papel reproductor de la cultura que tienen a su cargo las

mujeres. He aquí una gran veta de estudio.

Pero también, tras la lectura de estos autores y autoras, creo que no sólo

es necesario visibilizar a las mujeres excluidas del ámbito público, sino que

también es necesario advertir la presencia de los varones en la vida cotidiana, lo

cual constituiría otra gran fuente de análisis.

Por otra parte, en lo que al poder y el género respecta, tomaré uno de los

planteamientos que Pablo Fernández (1994) subraya con relación al primero y al

juego. Él sostiene que el poder es capaz de muchas cosas, pero no de sutileza,

cree que se trata de ganar y no de que salga bien, por lo que considera al

contrincante como enemigo y no como intersujeto de la colectividad. Deja de

importar lo que el adversario piense o sienta; y lo único que importa es controlar y

saber cómo hacerlo. Me atrevería a decir que es lo que ha ocurrido entre hombres

y mujeres. Y como prosigue el mismo autor, cuando el poder, como ente

manipulador e insensible, se apodera del juego éste pierde sentido. Eso es lo que

pasa en esta época: las mujeres y algunos hombres deseamos inventar un nuevo

juego porque el genérico ya ha dado de sí.

Mujeres indígenas De entrada hay que decir, como lo afirmó Guillermo Bonfil (1987), que no todos

los grupos étnicos tienen las mismas características ni se puede generalizar; pero

hay ciertos rasgos que tienen en común, tales como: integración a organizaciones

comunitarias con base en la reciprocidad, el uso de lenguas vernáculas, relación

particular con el trabajo y la tierra, una cultura de maíz, una memoria compartida,

etcétera. En ese mismo sentido, casi diez años después Paloma Bonfil y Raúl

Marcó del Pont (1999) presentan un trabajo muy completo que pretende trazar un

panorama nacional de las mujeres pertenecientes a los 57 grupos indígenas que

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existen en la actualidad. No es que aborden cada uno de los grupos, sino que

intentan presentar un contexto general. De esta forma, hablan de la condición de

mujeres, de los roles de género, de los trabajos en los que incursionan, de su

cosmovisión en cuanto a la ecología, de su salud, de su participación política,

etcétera. Con este importante referente, me propongo analizar este y otros textos

para conformar el panorama de las mujeres indígenas que yo misma veo.

Ser mujer indígena Para comenzar, tal como lo afirman Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999) las

mujeres conforman el sector más tradicional del mundo indígena, pues son ellas

quienes se encargan de transmitir y preservar la cultura. Pero, al mismo tiempo,

las mujeres indígenas del país viven en condiciones de extrema pobreza, con

problemas de desnutrición, de salud (especialmente en lo que concierne a salud

reproductiva). La mayoría no sabe leer ni escribir, muy pocas hablan el castellano.

No tienen derecho a la tierra ni a participar en los asuntos de sus comunidades.

El género, en este sentido, es un aspecto fundamental, pues al igual que en

el mundo occidental, en el mundo indígena hay una polarización del mundo en

femenino y masculino. De esta manera, las mujeres indígenas deben cumplir a

cabalidad su rol de madresposas: son las responsables de la crianza de los hijos e

hijas; son también las encargadas de desarrollar actividades domésticas, tales

como: preparación de alimentos, recolección de leña, acarreo de agua, cuidado de

animales, lavado de la ropa, etcétera. No se pertenecen a sí mismas, sino que le

pertenecen al esposo. En otras palabras, las mujeres indígenas son educadas para

servir a los demás. El problema más grave es que, debido a esto, se atrofia el

desarrollo de sus capacidades y se impide su libertad y autodeterminación al

atarlas a la dependencia vital de los hombres, dueños y dictadores de sus

funciones reproductivas y de su ser mujer (Olivera, 2001).

Esto desde luego remite a la identidad de género, la cual como ya he

explicado ampliamente es parte de una construcción cultural que determina la

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forma de ser mujer o de ser hombre. De esta forma, aunque hay ciertas

variaciones entre distintas sociedades, no son pocas las autoras que aseguran que

el género se reproduce en la mayor parte de ellas. Así, Mercedes Olivera (2001)

asegura que “en todas la sociedades conocidas han privilegiado a los hombres y

han colocado a las mujeres en una posición subordinada” (p. 19). Es decir que la

mayor parte de las desventajas de este sistema son para las mujeres, pues son

socialmente sancionadas si salen de un rol, que las excluye de muchos espacios

públicos, se considera que su función es tener hijos y criarlos y, por lo tanto que

su lugar es la casa. Pero, como dice Verónica Rodríguez (2000), el hogar no es

“naturalmente” propio de las mujeres. Insisto: se remite a una condición social.

El género implica, pues, una serie de desigualdades entre hombres y

mujeres. Quizá por eso resulte contradictorio que las mujeres indígenas tengan un

supuesto papel importante en la reproducción cultural y al mismo tiempo, como lo

afirman algunas autoras, sean más afectadas que los varones, pues ellas no sólo

son discriminadas por ser pobres y ser indígenas, sino también por ser mujeres.

De esta manera, padecen fuertes problemas de desnutrición, mueren de

enfermedades curables, tienen los más bajos índices de escolaridad, son

maltratadas por los hombres de su familia, no se pertenecen a sí mismas, son

valorizadas solamente en tanto que madresposas21. Las mujeres no pueden salir

solas de su casa, ni opinan, ni cuentan en las asambleas de la comunidad (excepto

cuando son viudas). Mientras que la alimentación, la salud y la educación de los

varones son priorizadas; ellos son los jefes, los dueños de las mujeres, los que

tienen acceso a cargos religiosos y políticos, los que tienen el poder y toman las

decisiones. Por lo tanto, ser mujer conlleva fuertes implicaciones simbólicas, ser

mujer indígena significa ser obediente y sumisa hasta la negación de sí misma, de

su cuerpo, de sus derechos, de su creatividad y hasta de tener su propia voz. No

obstante, esto comienza a cambiar, en la medida en que los ámbitos de

participación de las mujeres se han ido ampliando, ya sea a causa de las 21 Basta una lectura a la obra de Bonfil y Marcó del Pont (1999) para entender lo desgarrador que puede ser el panorama femenino indígena en estos rubros.

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condiciones económicas o por un proceso de toma de conciencia de género y lucha

de las mujeres (Olivera, 20001).

¿Existe la complementariedad en el mudo indígena?

Al igual que en otras culturas, en el mundo indígena existe una marcada división sexual del trabajo, con base en la cual se otorga una valoración distinta a las tareas y actividades realizadas por hombres y mujeres. No obstante, según Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999), dentro de las comunidades indígenas, dicha división sexual del trabajo:

(...) no implica un predominio simbólico de las actividades masculinas sobre las femeninas (...) se da reconocimiento a la importancia y complementariedad de estas dos esferas de actividades masculinas y femeninas, claramente diferenciadas (p. 50).

No sé si la autora y el autor sostengan todavía esta afirmación. Me parece que no por los trabajos, que al menos de ella, he leído posteriormente. Pero retomaré este punto hacia el final del apartado. Primero me gustaría exponer lo que constituye una supuesta división del trabajo justa. Hacia el final expondré mis propias reflexiones.

Por ahora, es menester iniciar con la de la diferenciación de actividades,

respecto a la cual, estos mismos autores aseguran que ocurre al interior de la

unidad doméstica, que es, las más de las veces, una célula organizativa constituida

por la familia nuclear, y en algunos casos, por la familia extensa. Y es al interior

de esta esfera donde se determinan las identidades de género.

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De esta manera, las mujeres, como ya había mencionado, son las encargadas

del trabajo doméstico y el cuidado y crianza de la prole, mientras que el varón es

el principal proveedor y encargado de la actividad agrícola en la milpa, el cafetal,

etcétera (Bonfil y Marcó del Pont, 1999; Rodríguez, 2000; Olivera, 2001). Es decir

que cada uno cumple, tradicionalmente, con sus roles de género, los cuales se

aprenden a través del tiempo y a lo largo de las etapas de desarrollo. Así, por

ejemplo, en un grupo maya de Yucatán, Manuel Jiménez (1985) encontró que en

los primeros años de edad parece no tener importancia la diferencia por sexos al

jugar. A partir de los ocho años, la división comienza a notarse. Los niños

empiezan a imitar al padre y las niñas a la madre. Los padres inculcan a sus hijos

juegos que los van a identificar con sus roles de hombre o mujer. Cuando la niña

llega a los nueve años de edad, discretamente se le va apartando de los varones y

su juego, su recreación se limita al grupo de las mujeres de su edad o mayores,

con las cuales ya no sólo juega sino que va aprendiendo una serie de significados

así como pautas de conducta.

Entre las niñas de nueve y once años y las jovencitas de catorce a diecisiete

se da una estrecha relación de amistad, que se pone a prueba, pues se confían

secretos y recados. Por ejemplo, las menores llevan recados entre las amigas

mayores y sus novios, oyen hablar de cuáles muchachos gustan a las amigas y de

problemas en general con sus familiares u otros vecinos. Es también a los nueve

años, cuando las mujeres son iniciadas gradualmente, bajo la vigilancia de su

madre, abuela o hermanas mayores, en trabajos cada vez más complejos dentro

del espacio doméstico. Aprenden a limpiar maíz, preparar el nixtamal, llevarlo a

moler, hacer tortilla, pero sin acercarse al fogón, hacer mandados a la tienda, etc.

Sería interesante investigar si los nueve años en esta cultura representan una

etapa transitoria entre la niñez y la edad adulta, lo que en nuestra cultura es la

adolescencia22.

22 Por su parte, Paloma Bonfil (2002b) asegura que el término adolescencia es culturalmente inapropiado para referirse a los grupos indígenas, pues remite a la transición más o menos prolongada de la niñez a la edad adulta.

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Después de esta etapa de aprendizaje, entre los trece y los quince años la

mujeres se casan con varones de 16 a 22 años. Es decir, como resultado de la

endoculturación y socialización de los niños y niñas finalmente se obtienen dos

productos: un milpero y un ama de casa listos para el matrimonio (Jiménez, 1985).

En general, las mujeres indígenas a lo largo del territorio nacional, desde

muy temprana edad, van aprendiendo una serie de labores del ámbito doméstico,

se encargan de cuidar a sus hermanos y hermanas pequeñas. Es común que se

priorice la educación masculina y se haga a las niñas abandonar la escuela para

colaborar con las tareas domésticas. La mujeres indígenas dice, Mercedes

Olivera (2001), viven una infancia muy distinta a la que viven las mujeres urbanas,

pues desde muy pequeñas tienen a su cargo una serie de responsabilidades

domésticas. Sobre este tópico, conviene revisar el libro de Paloma Bonfil (2002)

Niñas indígenas: La esperanza amenazada, ya que la autora presenta un tema

muy poco estudiado, de manera muy meticulosa: la condición de las niñas

indígenas en nuestro país. Así, una de las principales cuestiones que toca se

refiere al aprendizaje de los roles de género. En un primer momento, dice ella, las

niñas indígenas atraviesan una etapa de imitación y apuntalamiento de la identidad

genérica, es decir, se identifican con las otras niñas y con las mujeres, en

general23, las niñas introyectan su identidad femenina a partir de reconocerla en

las demás. Posteriormente, advierte la autora, prosiguen las etapas de adquisición

de las habilidades que le corresponden a su rol genérico y, por último, la

conciencia de su identidad de género.

Ahora bien, me parece, sin embargo, que esta división sexual del trabajo no

implica necesariamente que la repartición de tareas sea equitativa. El asunto de la

complementariedad debe ponerse a discusión. Por un lado, porque tal como lo

indican Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999) esta situación en cuanto al

trabajo, y por ende, en lo económico ya no es exactamente la misma en las

23 Esto es lo que correspondería al proceso de rotulación, en palabras de Marta Lamas (1996), descrito para el mundo occidental.

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comunidades indígenas. Es decir que como resultado de la pobreza, muchas

mujeres, además de las labores propias de su género, han tenido que ayudar a

sus esposos en el trabajo y cuidado de la milpa. Si los maridos migran, deben

enfrentarse solas a la vida y asumir ambos roles. Algunas otras han tenido que

ofrecer sus servicios como jornaleras dentro o fuera del país, otras salen a vender

ciertos productos, incluso los manufacturados por ellas mismas, fuera de las

comunidades. Algunas han tenido que migrar a las grandes ciudades, donde no

tienen más opciones que dedicarse al trabajo doméstico asalariado o a la venta en

vía pública, principalmente. De esta forma las mujeres tienen una sobrecarga de

trabajo, que conlleva severos problemas de salud. Asimismo, en la mayoría de los

casos son doblemente explotadas, por se mujeres y por ser indígenas. Este

fenómeno ha sido descrito por diversas autoras como feminización de la pobreza.

Ante este panorama, las mujeres no tienen otra opción que construir nuevas

estrategias de adaptación y resistencia a los embates de la globalización que sobre

sus culturas comienza a imponerse.

Por lo tanto, la idea de una equitativa división del trabajo se desvanece.

Por eso decía al inicio de este apartado que dudo que Paloma Bonfil y Raúl Marcó

del Pont sostengan ese planteamiento tal cual. Es decir, estoy de acuerdo con

ellos, también hay rituales simbólicos que reivindican el trabajo femenino donde se

veneran como objeto de culto las ollas o los telares, de la misma manera en que

se veneran los implementos para la agricultura. Sin embargo, a otro nivel, que

tiene que ver más con las reflexiones de Pierre Bourdieu (1998) sobre la

dominación masculina, me parece que aún en estas comunidades indígenas se

privilegia el reconocimiento de las actividades masculinas sobre las femeninas,

pues no tienen la misma jerarquía un mayordomo y su esposa. De esta manera,

concuerdo con Mercedes Olivera (2001), quien evidencia que desde el momento

en que las mujeres, realizan trabajos agrícolas en la milpa y el cafetal, a pesar de

que no se les reconozca en su simbología de mujer, empezaron a subvertir el

orden genérico, lo cual también coincide con las reflexiones de Paloma Bonfil y

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Raúl Marcó del Pont (1999), no obstante, Mercedes Olivera (2001) agrega algo

esencial: las mujeres salen del ámbito privado y realizan actividades que no les

correspondían, mientras que los hombres raramente se responsabilizan del trabajo

doméstico. En ese sentido, asegura que la complementariedad en la división

sexual del trabajo no implica que no exista desigualdad genérica. Pero de

cualquier manera, si esto hubiese sido equitativo alguna vez, ha sido refutado por

algunas mujeres que se lo empiezan a cuestionar. Así, por ejemplo, aún cuando

desde el ámbito académico hay quienes continúan sosteniendo las premisas

de la complementariedad, en este caso del mundo maya, como María

Valenzuela (2001)24, que afirma que la cultura maya ha establecido una condición

de equilibrio y armonía entre los elementos femenino y masculino desde la

creación del mundo; Francisca Álvarez, una mujer maya guatemalteca, plantea la

siguiente:

El ser consideradas las transmisoras “privilegiadas” de nuestra cultura tiene como consecuencia que debemos adecuarnos a ciertas “normas” y “valores”, cumplir con una cierta “moral”, porque para asumir la responsabilidad de nuestra cultura tenemos que ser mujeres “intachables”, actuar como mujeres “ideales”, es decir, comportarnos según el modelo aprehendido socialmente en una sociedad desigual en términos de género (F. Álvarez, 1995, p. 121).

Y agrega:

Gran parte del discurso sobre nuestra cultura está idealizado. Se dice que en la cosmovisión maya el hombre y la mujer son complementarios, que hay una igualdad entre ambos, sin embargo,

24 Más adelante, ella habla de los índices de violencia hacia las mujeres indígenas en Guatemala, pero me parece que se lo aduce más a un pasado colonial que a una condición de género dentro de la propia cultura maya, es decir, reconoce el género, pero como si este fuera producto exclusivamente de la cultura occidental que hemos heredado. Yo no estaría tan de acuerdo.

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suponiendo que en la cosmovisión maya eso fuera así, no es parte de los principios, valores y prácticas cotidianas de los hombres y las mujeres mayas en la actualidad (Ibidem).

Si esto no es una especie de feminismo indígena, yo no sabría cómo calificarlo. Lo

cierto es que apunta ya a una reflexión sobre los asuntos de género. Esta mujer

asegura que a pesar de un fuerte trabajo de organizaciones civiles en torno al

género en Guatemala, muchas mujeres temen “no ser consecuentes con la causa

si cuestionan la “cultura” que dice el discurso maya, o mejor dicho, los hombres

mayas” (p. 122) y estos últimos, prosigue, están siempre advirtiéndoles a las

mujeres que no deben contaminarse con las ideas de género, pues son

occidentales. En México, me parece que ocurre algo muy similar, las mujeres

temen oponerse a la cultura aun cuando puedan no estar totalmente de acuerdo

con ella, pero empiezan a escucharse ya ciertas voces, como las de las mujeres

zapatistas, que aseguran oponerse a los usos y costumbres que atentan contra su

dignidad femenina.

Espacios femeninos

Como ya expliqué una de las discusiones más importantes en torno a la categoría de género es la división de los espacios en público y privado, en la cual el hombre es quien tiene acceso al primero, mientras que la mujer está confinada al segundo. El mundo indígena no es la excepción: lo público es considerado el lugar donde se desarrollan las actividades masculinas, mientras que lo privado tiene que ver con el hogar, el espacio femenino por excelencia. No obstante, esto no es tan rígido, existen algunos lugares públicos a donde pueden asistir las mujeres, tales como: la iglesia, el río, el panteón, la plaza en día de fiesta, etcétera (Rodríguez, 2000).

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En términos generales, puede deducirse que a partir de esta división espacial, no sólo física sino también simbólica, pues a final de cuentas, lo más importante es lo que subyace socialmente a esto, las formas de participar políticamente en la comunidad son diferenciadas para hombres y mujeres. Así, las mujeres quedan, las más de las veces, completamente excluidas del ámbito político, en tanto que espacio público. No obstante, cabe aclarar, que no siempre ocurre de esta manera, es decir, algunas de ellas han logrado ganar espacios. Volveré a este punto más adelante.

Ahora bien, de todas formas lo doméstico puede extenderse a otros planos

que rebasan el hogar. De esta manera, Verónica Rodríguez (2000) encontró, para

el caso de amuzgas, mixtecas y nahuas en Guerrero, que las mujeres tienen

acceso además de la casa y el solar a otros espacios, tales como: a) el río, en el

cual no solamente lavan y se bañan, sino que también conversan largo rato con

otras mujeres, intercambian opiniones de la vida cotidiana, se dan consejos,

etcétera; b) el molino y el mercado, aquí no sólo realizan actividades necesarias

para la alimentación de su familia, sino que tratan temas cortos y generales sobre

la comunidad; c) la iglesia, ya sea católica o protestante, es el lugar de culto

religioso; es también un lugar donde las mujeres liberan sus penas y alegrías, las

más jóvenes, incluso, son cortejadas aquí; d) el panteón, es un sitio a donde

suelen ir solas a reflexionar individualmente; e) la escuela, aquí las actividades de

niños y niñas son diferenciadas, es raro que jueguen juntos, asimismo, algunas de

ellas no tienen las mismas posibilidades de acceder que los varones, pues en

condiciones de suma pobreza, se privilegia la educación de éstos.

Hasta aquí puede concluirse que hombres y mujeres se desenvuelven en

espacios distintos, dicha división espacial no es tan clara ni tan lineal. En este

sentido, me parece que Verónica Rodríguez (2000) plantea algo digno de llamar la

atención: lo doméstico no es estrictamente privado; las mujeres abordan desde

aquí asuntos de interés colectivo y comunitario: de interés público. Es decir que

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aún cuando los espacios públicos son restringidos para las mujeres, otros espacios

no reconocidos como tales vinculan a las mujeres con asuntos públicos25.

Asimismo, agrega la autora, el cuidado personal y algunas necesidades biológicas

se satisfacen en espacios públicos. Además, en el hogar las actividades más

íntimas, por ejemplo, pueden ser fácilmente observadas y divulgadas debido a que

la recámara, ni la cama son territorios “privados”. Lo “privado”, concluye, se

restringe casi sólo a pensamientos.

El cuerpo de la mujer indígena

Como expliqué, el género marca la identidad y, por ende, al cuerpo. Así la mujer, en tanto que madresposa es un ser de y para otros. No se pertenece a sí misma, su cuerpo no es suyo. Veamos, por ejemplo, lo que representa el matrimonio en las comunidades indígenas.

Las mujeres se casan muy jovencitas y la mayoría de los matrimonios son

arreglados. Cuando un joven desea casarse comunica esta decisión a sus padres,

quienes se encargan de hablar con los padres de la joven, a quienes deben llevar

obsequios en sus visitas, para acordar los términos en que darán a su hija.

Normalmente, deben pagar objetos o alimentos, en algunos casos, dinero. Una

vez casados, la pareja se va a vivir a la casa de sus suegros, donde la suegra le

enseña a la mujer de una manera estricta cómo encargarse de las tareas

femeninas (aunque ella ya tenían una importante noción). Ahora bien, si la mujer

no se embaraza en un plazo acordado o no aprende lo que la suegra le enseña,

puede ser devuelta y recuperado lo que se pagó por ella (Pozas, 1952; Rodríguez,

2000; Olivera, 2001).

Hago una pausa aquí para analizar un asunto crucial: ¿qué determinación

puede tener una mujer sobre su cuerpo cuando es vendida como un objeto?

25 Por ejemplo, las mujeres pueden discutir asuntos importantes de la comunidad e incluso tener alguna incidencia desde una cooperativa de artesanas, a la que sólo acuden mujeres.

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Concuerdo con Mercedes Olivera (2001): “la venta de las mujeres es un acto de

violencia simbólica, que reproduce ritualmente su subordinación para siempre

frente al marido” (p. 21).

Por otra parte, dado que su cuerpo les es ajeno, tampoco tienen gran

conocimiento ni poder de decisión sobre su sexualidad. Desde que son pequeñas,

ésta es reprimida; posteriormente, cuando llegan a la adolescencia, la mayor parte

de ellas no cuenta con información sobre la menstruación y la viven con miedos y

vergüenza, que se legitiman pues en muchas comunidades, ésta es asociada al

pecado original y a la suciedad. De ahí que en el tiempo de escurrimiento

menstrual deban mantenerse alejadas de la siembra (Olivera, 2001).

En general, sus periodos reproductivos son mucho más largos de los que se

viven en el mundo mestizo, es decir, su primer parto ocurre cuando son

adolescentes y no dejan de tener hijos hasta que pierden esa capacidad por

cuestiones biológicas (menopausia), no hay un control natal y este repercute de

manera muy importante en la salud femenina (Bonfil y Marcó del Pont). Sin

embargo, aún que tienen esta gran actividad reproductiva, la mayoría de ellas no

cuenta con el derecho de gozar plenamente de su sexualidad, pues, como dice

Mercedes Olivera (2001), las relaciones sexuales para las mujeres indígenas

representan un servicio que debe darse al esposo, y concebidas, al mismo tiempo

como un pecado, cuya penitencia se paga teniendo “los hijos que Dios mande”.

Por eso es frecuente, por ejemplo escucharlas decir: “mi marido me usó”, para

referirse al acto sexual”. De nuevo: intentemos imaginar lo que esto significa para

su autopercepción.

Cuando las mujeres indígenas, dice la misma autora, llegan a la menopausia

se sienten liberadas del peso de la reproducción y tienen más posibilidad d e

acción que las jóvenes. Es decir, la reproducción que pasa por el cuerpo

femenino, se convierte también en una forma de control y restricción del mismo.

Es lógico que al llegar a esta etapa de sus vidas se sientan aliviadas.

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Por otra parte, hoy en día, las mujeres indígenas, además de encargarse de

sus tareas domésticas, deben colaborar en tareas extras, pues la economía familiar

y comunitaria ha decaído enormemente y la pobreza se ha exacerbado. De esta

manera, algunas ayudan en la milpa, otras son jornaleras, algunas migran, de

forma golondrina o estacionaria, y otras, venden sus productos26 en las ciudades

cercanas a sus comunidades (aunque ésta es una costumbre muy antigua). Es

decir, las mujeres indígenas no descansan, ellas empiezan a trabajar desde antes

de que salga el sol y después de que se ponga, con repercusiones muy fuertes

para su cuerpo y su salud (Bonfil y Marcó, 1999).

De cualquier manera, aún cuando la mujer no tenga autodeterminación

sobre su cuerpo y tenga mayores problemas de salud que los varones, me parece

curioso que sean ellas las que posean al mismo tiempo una gran sabiduría del

cuerpo femenino, pues son ellas quienes poseen el conocimiento y se encargan el

trabajo de parto y los cuidados que debe tener una mujer embarazada o recién

parida, lo que les proporciona alguna posibilidad de lucha en las comunidades

(Bonfil, 1996; Rodríguez, 2000). Volveré a este punto más adelante.

La tierra en femenino

A semejanza del cuerpo femenino, la tierra tiene una serie de atributos asociados con la fertilidad que cobran un gran valor en el mundo indígena. Se habla de la madre tierra. Para ellos ésta no sólo es parte de un sustento material, sino simbólico también. Es por eso que la tierra constituye el recurso más preciado para los pueblos indios, pues es uno de lo principales elementos de producción y reproducción del grupo. En ella recaen una serie de consideraciones materiales, simbólicas, culturales, religiosas y políticas. Es

26 Ya sean artesanías, que ellas mismas elaboran, o productos agrícolas.

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un componente identitario y del cual poseen diversos conocimientos (Bonfil y Marcó del Pont, 1999).

En el mundo indígena, asimismo, las mujeres tienen una importante relación con la tierra, primeramente desde el aspecto mágico. Para los mayas, por ejemplo, la mujer es el corazón de la tierra, lo que se traduce en el concepto de legitimidad cósmica, como condición inherente al orden, la belleza, a la armonía que debe existir entre la humanidad y la naturaleza (Valenzuela, 2001).

En general, los pueblos indios tienen una relación muy armónica con la naturaleza, preservan el medio ambiente de una manera muy distinta a lo que ha hecho la cultura occidental, que por el contrario lo ha devastado. En este sentido, las mujeres juegan un papel muy importante, pues poseen conocimientos de botánica, que van desde lo alimenticio, pasando por lo medicinal, hasta cuestiones de ornato. Es decir que las mujeres no sólo poseen saberes relativos a actividades agrícolas y pecuarias, también conocen otras propiedades de la tierra. Cocinan con frecuencia aprovechando las plantas que tienen en su entorno. Conocen una extensa variedad de plantas medicinales. Saben cómo emplear las plantas para elaborar textiles. Saben también cómo usar ciertas tierras y fibras para elaborar cerámica y cestería (Bonfil y Marcó del Pont, 1999). Como parte del rol doméstico, las mujeres son las encargadas del huerto

familiar, donde siembran: verduras, frutas, plantas alimenticias, medicinales y

útiles para otras aplicaciones. Éste normalmente se encuentra en el traspatio de la

casa, donde además crían animales como cerdos o gallinas. Las mujeres, dice

Verónica Rodríguez (2000), para el caso de Rancho Nuevo de la Democracia, son

las encargadas de limpiar, lavar los chiqueros, alimentar a los animales, barrer y

destinar un lugar para la basura, soterrar el excremento tanto animal como de los

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hijos o hijas pequeñas; así como tener controlada la maleza y el resto del terreno

para evitar que se puedan esconder plagas en los cultivos.

De cualquier forma, lo más significativo en torno al género y que, a mi juicio, una vez más deja ver que la complementariedad no es sinónimo de equidad en el mundo indígena, es que las mujeres no tienen el derecho a poseer la tierra. En este sentido, es muy interesante el estudio de Verónica Vázquez (1996) para el caso de una comunidad nahua de Pajapan, Veracruz. Ella pretendía demostrar que son tres los factores que impiden que las mujeres reciban tierra: 1) relación indirecta de las mujeres con la tierra, 2) exclusión de las mujeres de la política local, y 3) criterios legales que definen quién puede poseer la tierra.

En cuanto a la primera, afirma que la división sexual del trabajo así como las relaciones de parentesco impiden a la mujer tener un acceso directo a la tierra. Es decir que ellas no pueden heredar tierra, la trabajan a partir de sus relaciones, si son casadas, trabajan la que es propiedad de su esposo y si son solteras, la de su padre (generalmente); pero si son viudas, es el único caso en el que pueden heredar.

En lo que se refiere a las mujeres y la política local, ella cita a Stephen (1991), quien afirma que la exclusión de las mujeres del proceso de toma de decisiones en el México rural, se debe a tres motivos: 1) estructura formal de asambleas y reuniones (espacio público), 2) segregación sexual en espacios rituales y comunitarios, y 3) carga de trabajo femenino (doméstico). De esta manera, encontró la autora, las mujeres de Pajapan no podían gestionar sus tierras viajando a la ciudad de Xalapa, hablando en público y en español, escribiendo, etcétera. La única participación a la que habían tenido acceso

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(sobre todo en fechas más recientes) es a la que les permitía el DIF, que desde luego era de cooptación. En 1981, pocas mujeres obtuvieron tierra. Una de sus entrevistadas recuerda el proceso así:

La gente decía “esas mujeres qué buscan entre los hombres, que no tienen nada qué hacer, por qué están perdiendo el tiempo junto con los hombres.” Y los hombres decían por qué le iban a dar tierra a las viudas si no pueden trabajar la tierra. Los hombres de aquí odiaban a las viudas. Como viudas nos odiaban (en: Vázquez, 1996, p. 76).

Por último, en lo relativo asuntos legales, la autora asegura que la ley sólo

otorgaba el derecho a los varones mayores de edad (jefes de familia) o a madres

solteras o viudas con hijos (menores de edad). Por su parte, algunos grupos

feministas se opusieron a la discriminación femenina de la Ley agraria desde los

años veinte hasta 1971 (cuando Echeverría concedió, pues cuatro años más tarde

se celebraría la Primera Conferencia de la Mujer, organizada por la ONU en

México). En Pajapan, la lucha de las mujeres por la tierra comenzó antes de las

reformas de Echeverría, circunstancias en las cuales, las que defendieron su

derecho en asambleas tuvieron que apelar a su rol de tutoras de menores de edad.

Una mujer que fue a defender su derecho frente a un ganadero, pues su esposo

alcohólico le había vendido su tierra, relata que el ganadero le dijo lo siguiente:

Yo no me arregló con mujeres, yo me arreglo con el hombre. Donde

manda el hombre, no manda la mujer (ibidem, p. 80).

La autora concluye que la relación de las mujeres con la tierra ha sido indirecta en

esta comunidad, y durante la época ganadera la desventaja se agudizó. La ley,

por su parte, discriminaba en contra de la mujer, y aunque esta fue reformada, el

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reparto no lo contempló. Tuvieron que utilizar su rol de madres, cuidadoras, para

defender su derecho.

Por otra parte, hay que mencionar que han existido una serie de estrategias

institucionales, cuyo objetivo ha sido combatir la pobreza y fomentar la

participación femenina en torno a la tierra. Quizá las más importantes sean las

Unidades Agrícolas e Industriales para la Mujer (UAIM), las cuales son instancias

gubernamentales ejidales, que han abierto algunos espacios, pero no han logrado

dejar claro el derecho de la mujer en este asunto. Por su parte , los Fondos

Regionales de Solidaridad, fundados en la época salinista, tampoco logran avanzar

mucho en este sentido. Así, según Paloma Bonfil (1997), en cuanto a la atención

agrícola, las demandas de las mujeres quedaron pendientes y se fueron

soslayando numerosos problemas. Asimismo, las propias instituciones consideran

que las mujeres, confinadas al espacio doméstico, no son productivas y no

participan. Es más, asegura esta autora, “las mujeres indígenas aparecen como

sujetos reales de las políticas de atención sólo en su papel reproductivo como

madres de familia” (p. 62). En otras palabras, las mujeres sólo pueden ser sujetos

en tanto cumplan con su rol de madres.

Ahora bien, por si esto fuera poco, con la reforma del artículo 27 constitucional, las mujeres han quedado totalmente desprotegidas, pues con la legalización parcelaria individual, la tierra ha quedado a nombre de los hombres, lo que, según Mercedes Olivera (2001) es razón de que muchas mujeres y niños estén migrando a las ciudades a trabajar en lo que encuentran: como sirvientas, en el comercio informal, en la prostitución, etcétera.

Dentro del mismo rubro de migración, existen algunas mujeres que viajan

para emplearse como jornaleras agrícolas. Según Paloma Bonfil y Raúl Marcó del

Pont (1999), estas mujeres, las más de las veces, salen de sus comunidades por

cuestiones de extrema pobreza y/o porque sus compañeros ya han migrado. Los

patrones las emplean por sus conocimientos agrícolas, pero también porque

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pueden proporcionarles menos garantías laborales. Recuérdese que su nivel

educativo suele ser más bajo que el de los varones, entonces no las contratan por

escrito, no ocupan cargos de supervisión y reciben, las más de las veces sueldos

menores.

Por otra parte, cuando los varones migran y ellas permanecen en las

comunidades, tienen la posibilidad de estar a cargo de las labores tradicional y

exclusivamente masculinas, como el cuidado de la milpa. Volveré a este punto

más adelante.

Cotidianidad indígena femenina Hasta aquí puede irse perfilando la cotidianidad de las mujeres indígenas. La

mayoría se levanta un par de horas antes de que salga el sol. Deben realizar una

serie de labores domésticas desde ese momento: moler el maíz, echar la tortilla,

preparar café, alimentar a su familia. Posteriormente, deben cuidar el traspatio,

que los animales se encuentren bien, estén alimentados, que los cultivos lleven su

ciclo, etcétera. Deben cuidar a sus hijos e hijas pequeños. Algunos acuden unas

horas a la escuela y eso puede darles un respiro. Por la tarde deben alimentar al

marido cuando vuelva de la milpa, ir al río, lavar la ropa, asearse y hacer lo propio

con su hijos e hijas pequeñas. Por las tardes, algunas realizan actividades extras,

como tejer o bordar, la mayoría de las veces para obtener algún ingreso que

aportar a la de por sí dañada economía familiar.

Las niñas tienen pocas oportunidades de educación, la mayoría ya desde

pequeñas ayudan a sus madres en las labores domésticas. Saben que se casarán

muy jóvenes y, las más de las veces, sin poder elegir a su compañero. Basta

hacer una lectura de la obra de Paloma Bonfil (2002), para percatarse de las

condiciones extremas en las que tienen que desarrollarse las niñas indígenas,

quienes generalmente son socializadas en contextos de arduo trabajo. Así, la gran

mayoría de ellas son , desde muy pequeñas, víctimas de la explotación. Es decir

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que las niñas indígenas se incorporan, a temprana edad, a actividades productivas

y reproductivas dentro de la esfera familiar, las cuales tienen que ver con su

identidad de género. Este hecho constituye uno de los principales obstáculos

para continuar su educación básica27. Asimismo, cabe mencionar, que existe una

diferencia marcada entre los varones y las niñas, pues la asistencia a la escuela es

prioridad para los primeros28.

Por otra parte, en lo que a salud respecta, las niñas corren un gran peligro

muy grave, pues según afirma la misma autora, los momentos en que más riesgo

corren los infantes en las comunidades indígenas están comprendidos en la etapa

previa al primer año, la etapa preescolar y la etapa de 6 a 14 años, es decir, toda

la infancia, quienes presentan severos índices de desnutrición y están en riesgo de

contraer enfermedades curables (gastrointestinales, respiratorias, infecciosas,

etcétera) en el ámbito mestizo occidental, dentro de localidades que no cuentan

con los servicios médicos más elementales. La desventaja de género, además,

aumenta los problemas de salud en las niñas, pues algunas de ellas están

expuestas a la violencia intrafamiliar29, que puede traducirse en: maltrato físico o

psicológico, coerción, abuso sexual, insultos, entre otros.

En general, las mujeres indígenas, según diversas autoras, son quienes más

padecen la pobreza, pues son ellas las peor alimentadas, las más afectadas en

cuanto a la salud y las que más tienen que trabajar. Asimismo, son

completamente observadas por sus familias y por las demás personas de la

comunidad. No pueden ni deben hacer algo que se salga de las prescripciones de

género. No tienen, pues, libertad de movimiento. Es decir que la vida cotidiana

27 Consúltese las cifras que pone a disposición Paloma Bonfil (2002a), algunas de las cuales son: el 46.6% de los habitantes entre 15 años y más son analfabetas en las poblaciones con 70% de densidad de hablantes de lengua indígena, el 75.9% no había terminado la educación primaria, (según el censo del 1990). 28 El 27% de los varones indígenas no son enviados a la escuela por motivos relacionados con la pobreza, mientras que el 35.5% de las niñas tampoco lo son, por las mismas razones, pero también por cuestiones de género (en: Ibidem). 29 Ésta es la mayor de las veces ejecutada por los hombres mayores, pero también se sabe que hay madres maltratadoras.

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de las mujeres indígenas transcurre dentro de un entorno sumamente estricto que

les impide circular con libertad, participar en los espacios públicos, decidir sobre su

cuerpo; que las obliga a sostener a su familia a costa de su propia salud (física y

mental), etcétera. Las mujeres indígenas, por si fuera poco, son víctimas de la

violencia intra y extrafamiliar; muchas de ellas han padecido graves humillaciones,

que atentan contra la dignidad humana30. La gran mayoría de ellas ve morir, con

absoluta impotencia, a sus hijos e hijas. En otras palabras, las mujeres indígenas

van acumulando a lo largo de sus vidas una serie de sufrimientos, para los que

tienen que generar recursos psicológicos que les permitan continuar viviendo. Lo

más admirable es que en medio de este panorama tan desalentador, ellas se estén

organizando, estén alzando la voz y comiencen a abrirse espacios de participación

política.

De los oficios ancestrales a los nuevos empleos Existen en los pueblos indios una serie de saberes ancestrales. Algunos de ellos

les pertenecen a las mujeres. De éstos los más sobresalientes son los

conocimientos artesanales y de salud tradicional.

En cuanto a la artesanía, Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999)

afirman que genera productos necesarios, rituales y suntuarios. Es una actividad

que requiere un nivel bajo de tecnología, pero gran especialización. El núcleo

doméstico puede encargarse de la elaboración de herramientas y de la obtención

de materia prima (fibras, tientes naturales, leña, madera, barro, etcétera). Para

las mujeres, aseguran estos autores, la artesanía representa una rama de actividad

que les permite generar ingresos sin descuidar sus espacios de trabajo doméstico.

30 Revisar, por ejemplo, el testimonio de Rosario, una mujer de Cuetzalan, Puebla, que fue constantemente golpeada por su marido durante años. Y luego de pasar por un proceso de empoderamiento, lo amenazó con el divorcio y éste ha empezado a cambiar notoriamente su actitud (en: Martínez, 2000)

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La producción artesanal, continúan, contradice la idea de improductividad

femenina, por el contrario: esta inserción en la vida productiva ha propiciado

cambios en la relaciones entre hombres y mujeres, así como las ideas sobre la

valoración del trabajo femenino, es decir que este adquiere reconocimiento. No

obstante, hay que aclarar que al interior de la producción artesanal existe, a su

vez, un división sexual del trabajo. De esta manera, las mujeres se dedican

principalmente a la rama textil, mientras que los varones generalmente se

encargan de la orfebrería o la talla en madera.

De cualquier manera, es innegable que la manufactura de artesanías cuenta

con una gran participación femenina. Así, las mujeres comienzan a asumir

veladamente nuevos roles en las comunidades, pues las condiciones de extrema

pobreza las han obligado no sólo se dedicarse a la producción , sino también a la

venta de artesanías, en algunas ocasiones fuera de sus comunidades. Colaboran

así con la manutención de sus hogares (Bonfil y Marcó del Pont, 1999; Olivera,

20001). Aunque esto todavía se percibe como una extensión de su rol doméstico,

sin darse cuenta van transformando poco a poco el orden establecido.

Sobre este tema, muy interesante es el estudio de Beatriz Martínez (2000)

con artesanas del municipio de Cuetzalan en Puebla, en el cual se explican las

posibilidades de creación artesanal (doméstica o en talleres), los problemas para la

comercialización y las organizaciones de artesanas. Para el caso de esta

investigación, la autora trabajó con la organización Masehualsiuamej

Mosenyolchicauanij, donde las mujeres tuvieron la oportunidad de empoderarse,

luego de recibir cursos de capacitación artesanal, producir sus artesanías,

pertenecer a la organización y participar en la toma de decisiones. De esta

manera, las mujeres se involucraron en proyectos productivos y de desarrollo

sustentable.

En general, no son pocas las organizaciones que, como ésta, se empiezan a

gestar y a tender como redes de solidaridad entre las mujeres indígenas artesanas

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del país. Es un gran esfuerzo y me parece que tiene muchas posibilidades de

alcance hacia el futuro.

Por otra parte, en cuanto a las prácticas de salud tradicional, se sabe que

las mujeres también tienen una alta injerencia. En este sentido, me parece que el

artículo de Ploma Bonfil (1996) arroja bastante luz, en el cual asegura que la

división de lo privado y lo público ha producido que sobre la mujer recaigan cierto

tipo de tareas, como la salud, que actualmente resultan cada vez más importantes

y que comienzan a ser visibilizadas.

Ahora bien, entre los pueblos indios la salud es uno de los reflejos más

claros de la miseria. Para resolver esta situación de precariedad las mujeres

indígenas han desarrollado un saber curativo y preventivo que se apoya en el

conocimiento de su entorno y de la psicología de su cultura. Cada aspecto de la

salud y la enfermedad tiene un referente simbólico, mágico-religioso. “En su papel

de curadoras, las mujeres indígenas tienden puentes entre lo privado y lo público,

los intereses estrictamente familiares y las percepciones de sobrevivencia de su

comunidad o grupo.” (p. 48).

La terapéutica tradicional, entonces, es en muchos casos un papel

femenino. Pero, desde otra perspectiva, la salud también es una acción de

resistencia, en la medida en que se practica para la reproducción y supervivencia

del propio grupo, aunque las mujeres indígenas rara vez han tenido control sobre

su propio cuerpo. La práctica curativa, dice esta autora, puede ser: doméstica (a

la que casi todas se ven obligadas a dedicarse alguna vez dentro del hogar) o

medicina tradicional profesionalizada. En este sentido, las mujeres indígenas

pueden ser: yerberas, sobadoras, curanderas, parteras, siendo esta última

actividad a la que más se dedican y la que juega un papel central. Para finalizar,

comenta esta autora que las mujeres se han convertido en promotoras y gestoras

de salud en sus comunidades y desde este lugar participan políticamente.

Retomaré este asunto más adelante.

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Por otra parte, como ya he venido apuntando, las comunidades indígenas

viven por lo general en una situación de extrema pobreza, lo que implica ciertas

transformaciones a nivel de la división sexual del trabajo. Así, muchas mujeres

tienen que colaborar en la milpa junto con sus compañeros, otras tienen que

buscarse la manera de obtener ingresos monetarios y lo hacen, como ya

mencioné, a través de la labor artesanal.

Pero hay un fenómeno más que lleva varias décadas de impacto en las

comunidades indígenas y es el de la migración. A causa de ésta, algunas mujeres,

como ya dije, deben quedarse al mando del hogar y encargarse de las actividades

agrícolas. Otras migran por temporadas, a veces solas y a veces con sus familias

para emplearse como jornaleras de la producción agrícola de exportación

(normalmente al norte del país o al sur de Estados Unidos).

Otras más migran a las grandes ciudades, donde no tienen muchas

posibilidades de empleo, sólo pueden acceder al sector de servicios, emplearse

como trabajadoras domésticas, vender en la vía pública, entre otras. Es decir que

dado sus condiciones de marginalidad y baja escolaridad, las mujeres cuentan con

muy pocas posibilidades y son las más de las veces explotadas. Asimismo, tienen

que sacar a su familia adelante en condiciones muy adversas. Trataré de este y

otros puntos a continuación.

Nuevos fenómenos en las comunidades indígenas: nuevas miradas antropológicas A mi modo de ver, la antropología tradicional ha pasado por alto ciertos

fenómenos que producen transformaciones importantes en las culturas. Así,

realizar etnografías en distintas épocas cobra mucho sentido, pues las

comunidades no siguen un mismo patrón de comportamiento colectivo. Uno de

estos fenómenos empieza a tener gran incidencia en esta y otras disciplinas

sociales: se trata de la migración. En ese sentido, me parece importante destacar

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que los estudios sobre la migración se han transformado a lo largo del tiempo.

Hoy en día, hay toda una vertiente para el análisis enmarcada en lo que se conoce

como estudios trasnacionales, los cuales han ampliado, según Federico Besserer

(2000), el concepto de migración, ya que las diásporas se conciben a sí mismas

como pueblos trasnacionales. Asimismo, han insistido en el carácter histórico de la

formación del Estado-nación, concepto que también se está transformando.

Por su parte, Dalia Barrera y Cristina Oehmichen (2000) afirman que la

perspectiva de género permitió contextualizar los procesos socioculturales en los

que se desenvuelve la migración, ya sea por lo les toca vivir a las mujeres cuando

se quedan solas y los maridos migran, o cuando ellas migran, solas o

acompañadas. Muchas de ellas migran a las grandes ciudades, a este respecto,

Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999) afirman que a las mujeres les ocurren

diferentes cosas al llegar a una ciudad. Por un lado adquieren cierta autonomía.

Por otro lado, tienen que adaptarse a un medio mucho más hostil. En ocasiones,

hay generaciones que crecen aquí, en ese caso se presenta la posibilidad para las

mujeres (sólo de algunas etnias) de vivir la adolescencia, pues tradicionalmente en

sus comunidades tienen que casarse al dejar de ser niñas.

Ahora bien, una de las actividades a las que más se dedican las mujeres,

dicen estos autores, es al comercio en la vía pública. En las calles las mujeres

tienen que aprender a tomar decisiones, a gestionar espacios, a lidiar con los

policías que las acosan en las calles, pero al mismo tiempo tienen la posibilidad de

criar a sus hijos e hijas y continuar con su rol de género. A ellos los van

incorporando poco a poco al trabajo, con la inseguridad que la calle implica. Así,

pasan del ámbito privado al público de una manera muy abrupta. Algunas mujeres

se organizan como artesanas, y, en ocasiones, como grupos migratorios que se

establecen en el margen de la ciudad en condiciones muy precarias, pero que se

proporcionan ayuda entre sí. Tal es el caso que estudió Cristina Oehmichen

(1999b) sobre las mujeres mazahuas de San Antonio Pueblo Nuevo, Estado de

México. Se trata de un grupo de migrantes radicadas en la Ciudad de México, que

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se ven afectadas por el terrible panorama que les ofrece la gran ciudad. Esto los

lleva a luchar por sus derechos, con lo cual también comienzan a cuestionar la

exclusión de las mujeres de los cargos de representación política en la comunidad

de origen.

La actividad a la que se han dedicado estas mujeres es el comercio en la vía

pública, en donde constituyen una particular forma de organizarse, a través de la

cual tejen redes de mujeres que se basan, dice la autora, en la relación madre-hija

o hermana-hermana. Esto en sí mismo también puede significar un tipo de

solidaridad femenina, que influye en el cuestionamiento que ellas han hecho a su

condición de género.

En este sentido, me resulta muy interesante el estudio de Federico

Besserer (2000) en torno a la afectividad. Él enmarca el estudio de los

sentimientos dentro de los regímenes de poder androcéntrico en que viven las

mujeres y afirma que cuando las mujeres se movilizan, se producen sentimientos

(in)apropiados dentro del régimen sentimental existente, es decir, se genera una

contienda de sentimientos, lo que conlleva un cambio social.

Para empezar, describe los sentimientos apropiados en dos comunidades

mixtecas (San Juan Mixtepec y San Miguel Aguacates) de Oaxaca, de donde son

originaras las dos mujeres cuya historia de vida construyó este ensayo. De esta

manera, los principales sentimientos son: enojo, respeto y amor. Sin embargo, la

ritualización de estos sentimiento, dice el autor, no necesariamente se corresponde

con el sentimiento en sí. Así por ejemplo, el respeto hacia los mayores puede ser

en el fondo miedo, humillación o vergüenza. El amor, que se fomenta desde la

religión, en el matrimonio no existe cuando éste es obligado. Y el enojo cuando se

experimenta por las mujeres, por ejemplo, puede ser causa de enfermedad. De

esta manera, los sentimientos que se expresan y que son contrarios a los

ritualizados se constituyen en sentimientos (in)apropiados (el paréntesis es porque

no lo son con relación al orden social). Entonces las mujeres que logran respeto

de la comunidad (quitándole el monopolio del respeto a los mayores o varones),

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las mujeres que se enojan, o las que aman y deciden con quien casarse subvierten

el orden de su comunidad. De esta forma, Besserer analizó dos sentimientos: el

amor y el enojo.

Para el primero se basó en la historia de vida de Ana, quien fue capaz de expresar

amor romántico. Ella nació en San Juan Mixtepec, fue una profesora rural que

pudo estudiar en medio de una situación muy difícil. Vio sufrir a su madre y ser

víctima de una violencia doméstica constante. Participó en el movimiento por la

construcción de la Secundaria, así como en la lucha magisterial. Casada con un

migrante, ella nunca ha ido a los Estados Unidos. Ella se casó contrariando las

reglas matrimoniales de su comunidad. Y es que hasta 1970 aproximadamente, la

manera de casarse era por la elección de los mayores y de manera obligada. La

mujer tenía que aceptarlo por “respeto”. Con esta transformación, se creó un

nuevo concepto de persona en la población: la persona con elección, componente

necesario en el amor y en la democracia. Tal parece que este sentimiento compite

con el de “respeto”, como mediador entre persona y comunidad. Hoy en día, Ana

le dice a su marido: “Si quieres las democracias, aquí tenemos la casa, aquí hay

que hacer la democracia.” (p.79).

Por su parte, Teresa nació siendo parte de la comunidad transnacional en

Mexicali, luego en Tijuana, Farmersville y Los Ángeles. Lo primero en lo que se

rebela es en su decisión de no casarse a pesar del arreglo que le predestinaban.

Ella ya había ido al high school y no es que se negase a casarse con un paisano,

dice, pero no quería correr la suerte de violencia de género y la doble y hasta triple

jornada de trabajo.

Fue a la Universidad y trabajó como secretaria. Como gran parte de la

población migrante, fue víctima del racismo. Afirma que la vergüenza es una

forma en que controlan a las mujeres. Cuando los hombres adultos la ven

independiente, la respetan, por tener algo que ellos desean tener (por ejemplo un

carro).

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Cuando estaba en Los Ángeles, hubo una redada en Farmersville, en la que

aprehendieron a un estudiante de su comunidad y tras la cual murió su abuela

(pues la brutalidad policíaca aterra a cualquiera). Teresa se indignó y regresó para

propiciar la organización, la gente protestó. Su enojo resultaba (in)apropiado

para las autoridades y la aprehendieron. Cuando la liberaron, la comunidad creó

un comité de Unidad y Justicia, del cual ella es presidenta. Ella asistió al entierro

de su abuela, que fue en San Miguel Aguacates, ella comenta:

La mujeres de mi pueblo, ni siquiera le levantan la voz al marido. Pero algunas decían “mira, mi prima es cabrona, no se deja”. Y yo oía como muchas me apoyan. Y al mismo tiempo, lo que yo hice les está abriendo la puerta a más muchachas para que sigan adelante con el estudio y que no se queden atrás (en: Besserer, 2000, p. 384).

El respeto a las mujeres abría la posibilidad de una nueva condición de ciudadanía.

A manera de conclusión, el autor dice que hoy en día los sentimientos

hegemónicos se están transformando aceleradamente, lo que es un componente

fundamental en la reconfiguración del Estado mexicano. Lo que sí es un hecho es

que todo este estado de cosas produce transformaciones en el sistema

sexo/género y para las mujeres indígenas significa un gran avance.

Existe otro fenómeno que, a mi juicio, es muy importante para las

comunidades indígenas y es la presencia militar en muchas de ellas, producto, en

la mayoría de los casos de estrategias de guerra de baja intensidad (GBI),

principalmente en aquellas entidades donde existen focos guerrilleros . Me parece

que esto trastoca la vida cotidiana de las comunidades. Y que, además, produce

efectos particulares en las mujeres, quienes son víctimas, las más de las veces, de

hostigamiento sexual por parte de los militares. Lo que resulta más grave es que

hay muy pocos estudios de corte antropológico que hablen sobre este tema, que

debería ser de nuestro total interés, es decir, ¿qué ocurre a una cultura cuando es

afectada por este tipo de guerra? Pienso ahondar sobre este tema en los capítulos

dos y tres.

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Mujeres indígenas en movimiento: participación política Como ya apunté al inicio de este trabajo, hay distintos ámbitos donde las mujeres

han participado en este país y en América Latina. Las mujeres indígenas no son la

excepción. A continuación abordaré este tema.

Política tradicional

Primeramente, es necesario decir que en la mayor parte de las comunidades

indígenas coexisten dos formas de organización política: la municipal y el sistema

de cargos. En ninguno de los dos espacios, que a veces se mezclan, hasta años

recientes, hay participación femenina, pues las mujeres han estado completamente

excluidas.

La política tradicional en las comunidades indígenas está representada por

el sistema de cargos, el cual, dice Paloma Bonfil (2002b), es:

(...) un aparato de autoridad, representación, gestión y toma de decisiones, fundado en una jerarquía religiosa con un sistema de escalas, estructurado en función del sexo y la edad de los integrantes de la comunidad (p. 72).

Ahora bien, los cargos honoríficos que un comunero puede ocupar, prosigue la

autora son: mayordomos, topiles, alguaciles. En lo que a esto respecta, Cristina

Oehmichen (1999b) afirma que son los varones quienes fungen como mayordomos

y cuando las mujeres llegan a asumir este cargo, es siempre en calidad de esposas

y viudas. En la misma línea, Verónica Rodríguez (2000), asegura que en el

sistema de cargos, los hombres no sólo se reservan para sí los cargos de dirección,

sino las acciones que van ligadas a la toma de decisiones, tales como: designación

de candidatos, juntas, reuniones y acciones comunitarias.

Ahora bien, dice Paloma Bonfil (2002b), en términos políticos y de ejercicio

de autoridad, la comunidad indígena está conformada por una asamblea

comunitaria integrada por los jefes de familia, responsables de la unidad familiar y

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con derecho a la tierra, lo que excluye al resto de los integrantes de la comunidad

en la toma de decisiones. Aunque es cierto que algunas mujeres han ido

conquistando este espacio con muchas dificultades, pues como esta misma autora

aclara, éste no es un espacio estático y que con el tiempo se ha ido

transformando, es decir, que se han ido abriendo algunos espacios para personas

que, en otras tiempos, quedaban completamente fuera de las restricciones típicas.

Y, a diferencia de su idea sobre complementariedad simbólica en las actividades

que discutí páginas atrás, ahora ella advierte que aún cuando las mujeres han

tenido algunos espacios de participación reconocidos en las comunidades tales

como: los comités comunitarios de mujeres, comités para fiestas y rituales

religiosos, comités de salud, etcétera, éstos nunca han cobrado la misma

importancia que tienen las asambleas masculinas propias del sistema de cargos.

Sin embargo, y me parece sumamente necesario rescatarlo, desde sus espacios las

mujeres han influido, aunque de manera indirecta.

Por su parte, el comisariado ejidal, dice Cristina Oehmichen (1999b), es

igualmente un espacio masculinizado desde el momento en que el Estado realizó el

reparto agrario excluyendo a las mujeres. Las mujeres no pueden participar en la

toma de decisiones salvo cuando son viudas, que es, como ya expliqué, cuando

tienen derecho a los títulos de propiedad de la tierra . De cualquier manera, a

nivel de gobiernos locales, las mujeres indígenas ocupan muy pocos cargos en

general a lo largo del continente, y son muchas menos las que siguen una política

de equidad de género31.

En su estudio sobre un municipio perredista con fuerte presencia indígena,

Verónica Rodríguez (2000) encontró que las mujeres tampoco tienen la posibilidad

de participar en las asambleas, sus actividades son más bien ligadas a su rol de 31 Por ejemplo, Laura Valladares (2002) presenta los siguientes datos: para el caso de Oaxaca, según el INI en 1999, había tres mujeres gobernando municipios por usos y costumbres y cinco por la vía de los partidos políticos; mientras que en Chihuahua, en la sierra tarahumara existía una gobernadora tradicional. En Guerrero en el municipio de Xochistlahuaca (comunidad amuzga), había una presidenta municipal. Por su parte, en la zona yaqui de Sonora, existía una mujer regidora y representante de los yaquis ante el Estado. Y, por último, en el Estado de México, se sabía de una delegada municipal mazahua. Según la autora, estos fueron lo datos a los que ella pudo acceder.

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género: se encargan de la preparación de alimentos, del aseo de la casa del

partido, entre otros. Es decir que aún este espacio es sumamente restringido para

las mujeres.

En general, puede decirse que ha habido organizaciones estatales, con la

típica estructura priísta, que han posibilitado la organización indígena en torno a la

tierra. Sin embargo, también es cierto que desde el ámbito institucional, son muy

pocos los programas enfocados para la participación femenina. Páginas atrás cité

ya el artículo de Paloma Bonfil (1997) con relación a los Fondos Regionales de

Solidaridad, cuya política, dice la autora, contemplaba a las mujeres sólo en

el papel. Por su parte, Bruno Lutz (2001) analizó el papel de liderazgo de las

dirigentas de dos comunidades, una en Tlaxcala y la otra en Guerrero32, cuyas

dirigencias se afiliaban a organizaciones gubernamentales. Sin embargo, el autor

encontró también que dicho liderazgo implicaba una capacidad excepcional de

convencimiento, una gran disponibilidad y dedicación, lo que fortaleció la cohesión

social. Como estos casos existen muchos alrededor del país, mujeres que

gestionan espacios y presupuestos para proyectos femeninos.

A este respecto, Beatriz Canabal (2002) afirma que desde la segunda mitad

de la década de los ochenta comenzaron a hacerse visibles diversas organizaciones

de mujeres que, dentro de las propias organizaciones gubernamentales como la

CNC (Confederación Nacional Campesina), se habían creado, es decir, las mujeres

comenzaban a advertir que era necesario agruparse. Es por eso que asegura que

las instancias como la UAIM (Unidad Agrícola e Industrial de la Mujer)33 fungieron

como un puente para las organizaciones independientes que empezaron a

aprovechar los recursos les proveían para desempeñar distintos proyectos

productivos, que les permitían solidificar sus organizaciones. Entre las

organizaciones que han atravesado por estos procesos, esta misma autora

32 Para el caso de Tlaxcala, se trató de la UAIM San Felipe y para el caso de Guerrero, de la SSS Titekitetoke Tajome Sihuame. 33 La UAIM surgió en 1975, con el objetivo de promover proyectos productivos de mujeres. Posteriormente, otras instancias dieron también este apoyo, tales como PRONAM (Programa Nacional de la Mujer) o algunas desprendidas del PRONASOL (Programa Nacional de Solidaridad), tal es el caso de los Fondos Regionales de Solidaridad (Canabal, 2002).

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reconoce a la asociación Mexicana de Mujeres Organizadas (AMMOR), la Sociedad

de Solidaridad Social Titekitetoke Tajome Sihuame (o triple S), Coordinadora

Estatal de Mujeres de Sonora (COVANADAS), Organización Regional de Mujeres de

Álamos (ORMA), entre otras. En todos los casos las mujeres han atravesado los

obstáculos del androcentrismo y del confinamiento de las mujeres al ámbito

privado, pero han logrado empoderarse, con lo cual alas mujeres han ido

conquistando el espacio público.

Política desde los oficios

Como ya había apuntado, las mujeres desde sus oficios asumen una participación

política. Por un lado están las cooperativas de artesanas, que devienen en

organizaciones, y que comienzan a tejer redes nacionales de mujeres. Desde aquí

ellas gestionan demandas concretas. Tal es el caso de las artesanas de Cuetzalan

que participaron en la investigación de Beatriz Martínez (2000). A través de su

organización, no sólo se empoderaron, sino que pudieron conjugar sus

conocimientos ancestrales con nuevas formas de capacitación, lo que es permitió

desempeñar su labor artesanal como una forma de subsistencia, pero con el

respaldo y el apoyo de una organización. Así, esta mujeres se capacitaron en un

oficio que han heredado de sus ancestras, se organizaron y emprendieron otros

proyectos productivos, lo cual no fue fácil, pues la mayoría de ellas no contaba con

el apoyo de sus compañeros. Pero el apoyo que se dieron entre ellas coadyuvó al

sostenimiento de una organización que día a día se fortalece. Esto

indudablemente, apunta hacia la construcción de nuevas identidades femeninas.

Ahora bien, otro ámbito muy desarrollado para las mujeres es el de la salud,

donde según Paloma Bonfil (1996) está surgiendo una importante corriente de

movilización femenina que se cuestiona la desigualdad de género. Las mujeres se

preguntan, por ejemplo, ¿por qué en la infancia los varones tienen prioridad en

cuanto a atención médica?

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Una de las profesiones desde donde más se mueven las mujeres, dice la

misma autora, es la partería34, el cual es un oficio que algunas veces se ha

institucionalizado, pero también ha conformado organizaciones independientes de

parteras. Ellas se han hecho voceras de demandas de sus pueblos a través de sus

gestiones en cuanto al mejoramiento de espacios de salud de las mujeres. Sus

voces se han dejado oír a través de organizaciones, en done han planteado

demandas, relacionadas con la salud y en torno a: violencia, libertad, respeto,

participación y visibilidad.

La movilización de las mujeres indígenas en torno a la salud, sugiere la

autora, se ha vinculado con otros movimientos, tal es el caso del Ejército

Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), lo que ha legitimado espacios para la

mujer al interior de la propias organizaciones. Es así que las mujeres plantean una

serie de demandas inmediatas, vinculadas a sus funciones de género, donde

empiezan a plantearse una serie de cuestionamientos en torno a las inequidades

de género. Desde el campo de la salud, las mujeres se han pronunciado por la

recuperación de sus identidades india, ciudadana y genérica.

De la lucha por la tierra a los nuevos movimientos indígenas En México, como en otras partes del mundo, los movimientos indígenas han ido

conformándose cada vez con mayor fuerza y con demandas específicas: tierra,

reconocimiento jurídico, defensa ecológica, etcétera. Ahora bien, cada etnia es

diferente, así que un planteamiento es la diversidad. Asimismo, con el correr del

tiempo, han incorporado la participación de las mujeres indias, quienes van

saliendo al ámbito público poco a poco, y con ello transforman ciertas relaciones

genéricas.

34 A pesar de que este concepto no aparece en el diccionario, lo empleo porque así se refiere Doña Guadalupe, una de mis entrevistadas que es partera, a su oficio.

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De cualquier manera, las mujeres ya habían participado, junto con sus

compañeros en tomas organizadas de tierras, de alcaldías, y en algunos

movimientos armados. De hecho, se conocen algunas experiencias autónomas en

las que las mujeres han participado, o incluso han propuesto, tomas muy bien

organizadas de tierras. Así la mujer, dentro del movimiento campesino había sido

un agente fundamental. De acuerdo con Beatriz Canabal (2002) a lo largo de la

década de los años ochenta, época de fortaleza para distintas organizaciones

campesinas, surgieron al interior de éstas diversas agrupaciones de mujeres, tales

fueron los casos del Frente Campesino Independiente de Sonora o la Organización

del Altiplano de Tlaxcala y de Hidalgo. De esta manera, las mujeres ya no sólo

participaban al lado de sus compañeros, sino que empezaban a tener voz al

interior de las organizaciones campesinas.

Sin embargo y quizá como parte del mismo proceso de empoderamiento,

hoy en día, afirman Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999), se suman a esta

presencia, los cuestionamientos desde su condición de género. De esta manera,

se han ido constituyendo ciertas organizaciones de mujeres indígenas, las cuales,

según los autores, cumplen dos fines: 1) defensa de demandas concretas, y

2) transformaciones de género. “La experiencia así construida ha permitido a las

mujeres aprovechar las coyunturas políticas actuales para dar mayor eco a sus

demandas y necesidades particulares, que se han ido definiendo y visibilizando en

el curso del proceso organizativo mismo” (p. 227). Así, hay algunas mujeres que

pueden hacer declaraciones como ésta:

Creo que a lo que nos debemos ir es a las alternativas, debemos tomar acciones concretas. Ahorita, para nosotras las mujeres indígenas, es ir a ver en la comunidad qué alternativas podemos ofrecer. Yo siento que la vida de la mujer está cambiando. Cuesta mucho soltarse del hombre, dejar a los hijos, que a veces es lo que más sentimos, y meternos a la lucha, es lo que cuesta. Y la participación de las mujeres indígenas: yo creo que es bien importante dentro y fuera de las comunidades (Memorias del Seminario Latinoamericano La mujer y los derechos fundamentales de los

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pueblos indígenas, p. 56; (citado en: Bonfil y Marcó del Pont 1999, p. 223).

No obstante, los mismos autores reconocen el primero de enero de 1994 como un

parteaguas. Fue en este momento cuando estalló la rebelión armada en Chiapas,

convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en cuyas filas la

población femenina ha sido notoria desde el comienzo, cuando sumada a las

demandas propias del movimiento se expuso la Ley Revolucionaria de Mujeres, la

cual defiende, a grandes rasgos, los derechos más elementales de las mujeres,

pero que dentro de su comunidades, significa toda una revolución. Así, hay

derechos individuales, sobre el propio cuerpo, tales como: decidir con quién

casarse o el número de hijos; pero también hay derechos sociales, como la

educación y la salud. Este será el tema que tocaré a lo largo del capítulo tres.

Lo único que sí me parece pertinente anotar desde este momento es que

este momento histórico está constituyendo una etapa de organizaciones femeninas

indígenas, cuya notoria participación política coadyuva a la construcción de una

verdadera democracia nacional, pues las mujeres empezaron, desde hace un

tiempo ya, a participar en diferentes organizaciones independientes que no sólo

han pugnado por la obtención de tierras, sino que, con el tiempo, comienzan a

luchar otras demandas, más ligadas al reconocimiento de los pueblos indios, tal es

el caso del Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia, la ANIPA (Asamblea

Nacional Indígena para la Autonomía), CNI (Congreso Nacional Indígena), entre

otras.

Mujer que sabe latín... Las mujeres que participan políticamente, no obstante, muchas veces siguen

siendo percibidas al interior de sus comunidades, como transgresoras, pues se

salen de un sistema que restringe toda su capacidad de movilidad. En ese sentido,

un ensayo de Dalia Barrera (2001) me parece sumamente sugerente. La autora

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intenta mostrar el contexto en el que participan las mujeres en el ámbito rural y

cómo son sancionadas por los varones y otras mujeres de sus propias

comunidades.

De esta manera, reconoce las siguientes formas de control social y de

violencia hacia la mujer: 1) oposición del compañero, golpes y violencia verbal35;

2) calumnias y difamaciones por parte de hombres y mujeres de la comunidad;

3) agresiones físicas por parte de ciertos sectores o miembros de la comunidad;

4) hostigamiento y violencia física por parte de los soldados (en zonas de

conflicto); 5) acoso sexual por parte de los hombres de la propia organización,

partido, etcétera.

“En términos generales, podría decirse que las mujeres que transgreden las

normas y espacios relativos a su condición femenina, enfrentan comúnmente la

oposición del marido en la familia (...)” (p. 5). Es decir que los maridos se oponen,

pues consideran que descuidarán su labor como madresposa. En cuanto al

estigma que producen las calumnias, se dice que éste implica la descalificación de

las transgresoras, a las cuales se le tacha de ser “fáciles”, “locas”, mujeres

públicas, al fin. Pero el estigma también tiene como blanco directo al marido o al

padre, si es soltera, es decir, al hombre al que “pertenezca” esa mujer. Lo que

subyace a esto es una especie de castigo social, sumamente destructor.

En lo que respecta a las agresiones físicas36, éstas pueden provenir de los

hombres de su familia o incluso de otros miembros de la comunidad, y su objetivo

es sancionar a las mujeres que dejan de ser “buenas” en el momento en que se

convierten en “públicas”.

35 “Podemos reconocer distintas formas de violencia: física, verbal, emocional, por negligencia y la violencia sexual. Las víctimas son generalmente las mujeres y los niños y el victimario que aparece con mayor frecuencia es el hombre, en su figura de marido o padre.” (Freyermuth, 2001, pp. 18-19) . 36 Para el caso de las agresiones físicas, basta una lectura del testimonio de Rosario, una artesana, a cuyo doloroso proceso de empoderamiento le antecedió una época de maltrato marital continuo y humillante. Con el tiempo, Rosario ingresó a una organización de mujeres y adquirió la fuerza para poner un ultimátum frente a un juez a su marido. Éste poco a poco ha empezado a cambiar. Y finalmente, parece haber advertido que su esposa también es un ser humano (en: Martínez, 2000).

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Ahora bien, la idea del hostigamiento y la violencia por parte del Ejército

hacia las mujeres, tiene el mismo sentido: es una forma de controlar y castigar,

pero aquí el mensaje va no sólo para ellas, sino también para los hombres de la

comunidad, pues se deshonra a “sus mujeres”. Este punto lo tocaré ampliamente

en el capítulo tres.

El hostigamiento que proviene de los mismos hombres de la organización

también es una especie de control social, pero tal vez es el que más trabajo les

cueste entender a las mujeres, sobre todo porque es más velado y resulta

incongruente con los discursos de algunas organizaciones que se plantean

relaciones más democráticas.

Para finalizar este capítulo de información extensa y variada, es preciso

generar un hilo conductor que permita conectar los postulados presentados aquí

entre sí y con los contenidos que abordaré en los siguientes tres capítulos. Antes

que nada, me parece indispensable dejar en claro que el género es una categoría

útil para el análisis social y que dilucida las desigualdades entre hombres y

mujeres, construidas culturalmente, con las concernientes desventajas para las

segundas. El género representa pues, una relación asimétrica y, por ende, de

poder. Pero no se trata del poder hegemónico de un solo ente (llámese Estado),

se trata de los micropoderes foucaultianos que se recrean día con día y a los que

resistimos, casi sin darnos cuenta, también día con día. En suma, el género pasa

por el cuerpo, donde el cuerpo femenino es de otros. Hombres y mujeres

debemos movernos en espacios asignados, lo que se traduce en una identidad

estereotípica para unos y otras. Todo esto, desde luego, se conforma en la vida

cotidiana, la cual es un juego con normas y afectos, es un teatro en el que cada

cual cumple su rol, es una charla, es el trajín circadiano que nos sacude todo el

tiempo; pero al que somos incapaces de prestar atención. Es el concierto en el

que participamos todos y todas cada día. Las trampas, los vicios, los horrores se

gestan aquí y, por eso, es aquí donde deben ocurrir las transformaciones.

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Pero ¿qué tiene que ver todo esto con las mujeres indígenas? En realidad lo

primero sólo es el marco teórico que me permitirá abordar el estudio de las

mujeres zapatistas. Y la realidad de las mujeres indígenas, el contexto en el cual

se desenvuelven también ellas. De esta forma mi intención fue presentar, por un

lado, el significado que tienen las mujeres para los pueblos indios, la división

sexual del trabajo, los espacios en donde se desarrollan, lo que ocurre con su

cuerpo, en fin, su cotidianidad. Asimismo, pretendí plantear que así como tienen

una enorme carencia de derechos, también poseen saberes ancestrales que les

permiten una posición desde la cual participar. Por otra parte, y es algo en lo que

insistiré a lo largo de esta tesis, las comunidades indígenas están en constante

movimiento. Fenómenos como la migración o la guerra de baja intensidad

producen alteraciones en los patrones culturales preestablecidos que requieren

distintos matices para el análisis antropológico.

Para finalizar, toqué el tema de la participación política de las mujeres

indígenas desde los espacios en que ha podido ocurrir. Primeramente, discutí

sobre la “ausencia” de participación femenina en el ámbito de la política

tradicional; luego hablé sobre su presencia en las organizaciones

gubernamentales, para pasar a las que ellas mismas empiezan a crear desde sus

oficios ancestrales (como la artesanía o la partería). Posteriormente, mencioné la

participación en los nuevos movimientos indígenas, la cual proviene de las luchas

campesinas por la tierra. Por último, destaqué las formas de control que se

ejercen en las comunidades sobre las mujeres que, sin embargo, buscan las

formas de participar políticamente.

Antes de avanzar, me parece necesario hacer el ejercicio reflexivo de la relación que todo esto puede tener con las mujeres zapatistas. Por una parte, considero esencial destacar que el análisis que presentaré a continuación fue hecho desde la perspectiva de género porque me ha permitido visualizar las diferencias que entre hombres y mujeres existen en las comunidades indígenas. En general, la realidad por la que atraviesan las mujeres indígenas, siguiendo a Laura Carlesen (1999), puede dividirse en tres procesos

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fundamentales. El primero está relacionado con la unidad doméstica familiar, en la que rige una estricta y asimétrica división sexual del trabajo, y en la que, sin embargo, la mujer ha sido quien ha tenido que trabajar doblemente para apoyar a la economía del hogar, lo que se traduce como feminización de la pobreza. El segundo proceso está relacionado, dice la autora, con la identidad étnica y genérica, a través de la cual las mujeres reconocen su indianidad, en tanto que no mestizas, pero específicamente, su pertenencia a un grupo étnico. Asimismo, se reconocen como mujeres, diferentes de los hombres. Esto representa una lucha colectiva, pero al mismo tiempo personal, a través de la cual las mujeres dejan de ser para otros, y se identifican como autonomía y como individuos.

Mientras tanto, lo cierto es que la vida cotidiana de las mujeres indígenas constituye una realidad francamente cruda. Así, cuando las mujeres zapatistas dicen ser triplemente explotadas (por sexo, clase y etnia), están denunciado un entramado sumamente complejo de relaciones asimétricas en el que ellas, como mujeres indígenas, están inmersas. Por eso, tras el contexto indígena femenino que he presentado y antes de abordar los siguientes capítulos, hay que tener en mente que la participación política de estas mujeres se efectúa en una adversidad que se traduce en un sufrimiento cotidiano, en el que las mujeres son un gran pilar para la familia, cuyos esfuerzos deben duplicarse para coadyuvar, en alguna forma, al sustento económico. Las mujeres indígenas deben enfrentarse así a opciones laborales no del todo viables, aún cuando no hayan recibido, las más de las veces, instrucción académica alguna. Las mujeres, además, deben conservar la calma, aún cuando vean morir a sus hijos e hijas de enfermedades curables y aún cuando su propia salud esté completamente vulnerada. Por si fuera poco, las mujeres deben soportar ser víctimas de una violencia interna y externa que atenta contra su fortaleza día tras día. Es decir que las mujeres, como lo expone Graciela Freyermuth (2001), deben soportar ser atacadas constantemente en el espacio doméstico por sus compañeros, ya sea de manera verbal, física, emocional o sexual. Asimismo, las mujeres que osen alzar la voz, dice Dalia Barrera (2001), deben soportar ser señaladas y atacadas por la propia comunidad o por fuera de ella. Esta es la vida cotidiana de las mujeres zapatistas, en particular y de las mujeres indígenas, en general, y es en este contexto que debe comprenderse su grito de ¡ya basta!, pues de otra manera y sin el enfoque de género, los

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esfuerzos por lograrlo serían insuficientes. Finalmente, este sólo es un esfuerzo más por hacer visibles a las mujeres indígenas (en este caso zapatistas) con sus muy particulares propuestas, pues considero que las mujeres indígenas no han parado, se están movilizando desde hace mucho tiempo y están trabajando por la construcción de un camino que les permita transitar hacia la ciudadanización.

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CAPÍTULO II

“¡Ilusos utopistas!”, esto es lo menos que se nos dice,

y este ha sido el grito de los conservadores de

todos los tiempos contra los que tratan

de poner un pie fuera del cerco que

aprisiona al ganado humano (...)

No ha habido revolucionario,

en el sentido social de la palabra;

no ha habido reformador que no haya sido

atacado por las clases dirigentes de su época,

como utopista soñador e iluso.

¡Utopía, ilusión, sueño...! ¡cuánta poesía,

cuánto progreso, cuánta belleza y,

sin embargo, cuánto se os desprecia! (...)

¡Adelante! El insulto, el presidio y la amenaza

de muerte no pueden impedir que el utopista sueñe.”

(Ricardo Flores Magón)37

37 R. Flores Magón, “Los utopistas”, en La revolución mexicana, Grijalbo, México, 1974, pp. 18-19 (extraído, a su vez, de Regeneración, 12 de noviembre de 1910).

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SOMOS PRODUCTO DE QUINIENTOS AÑOS DE LUCHAS. PERO NOSOTROS HOY DECIMOS ¡BASTA!

Yo digo que no hay más canto

que el que sale de la selva y que será el que lo entienda

fruto del árbol más alto.

(Silvio Rodríguez, 1975)

Para comenzar el abordaje sobre la temática zapatista es necesario hacer una

breve reseña de lo que ha ocurrido a lo largo de los último ocho años en el Estado

de Chiapas38. De esta manera, en el presente capítulo, establezco primeramente

las cuatro etapas en las que, según mi percepción, podría dividirse este proceso.

La primera etapa fue del estallido armado del día primero de enero de 1994 hasta

el cese al fuego. La segunda etapa transcurrió de las primeras negociaciones en la

Catedral de San Cristóbal de las Casas hasta la traición de febrero en 1995. La

tercera etapa ocurrió desde las segundas negociaciones en San Andrés

38 Esto es sólo un panorama muy general. Para más información, consúltese el apéndice de este trabajo.

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Sacamch’en de los Pobres hasta la matanza de Acteal. La cuarta y última ha

transcurrido desde el lapso que hubo entre la Consulta por el reconocimiento de

los pueblos indios y por el fin de la guerra de exterminio y la Marcha por la

dignidad indígena y el color de la tierra hasta el impasse que hoy vivimos.

Posteriormente, presento el panorama de la guerra de exterminio que se ha vivido

con mayor intensidad en la segunda y tercera etapas del conflicto. Y finalmente,

hago una reflexión sobre la importancia de este sujeto de estudio para la

Antropología mexicana.

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Los doce días que conmovieron al país: primera etapa

¿Una guerrilla en México?

Somos producto de quinientos años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación de las leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos.

Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos, somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias (“Primera Declaración de la Selva Lacandona”, en: Documentos y Comunicados del EZLN, 1994, .p. 33).

Esta voz nos despertó aquel amanecer que daba entrada al año de 1994, tras la

firma del Tratado de Libre Comercio. Cuando el presidente en turno, Carlos

Salinas de Gortari, anunciara que teníamos un paso en el primer mundo.

Entonces, apareció el Ejército Zapatista de Liberación Nacional con una declaración

de guerra al Ejército Federal: la Declaración de la Selva Lacandona, y nos

demostró que en esta tierra aún existía una realidad muy otra, distinta a la de un

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posible tránsito al primer mundo. Así, los hombres y mujeres zapatistas

plantearon las siguientes peticiones: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud,

educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Y agregaron:

(...) estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los quinientos años, estas son hoy nuestras exigencias (ibidem, p. 34).

La guerra armada Para una buena parte de la población resultaba increíble que ese primero de enero

el amanecer oliese a plomo. Los hombres y mujeres zapatistas tomaron cinco

municipios del Estado de Chiapas: San Cristóbal de las Casa, Ocosingo, Las

Margaritas, Altamirano y Cancuc39. Cabe mencionar que la toma estuvo a cargo

de las mujeres, entre quienes sobresalió la Mayor Ana María. Además,

secuestraron al exgobernador y miembro de la oligarquía chiapaneca, Absalón

Castellanos, ocuparon edificios públicos y estaciones de radio, atacaron algunas

oficinas gubernamentales y del PRI y bloquearon carreteras (Oehmichen, 1999a).

Por su parte, el Ejército Federal respondió a estos ataques con veinticuatro

horas de diferencia, momento en el cual llevó a cabo sendos despliegues militares

en la entidad, que comprendían 17 mil efectivos. Se creó así un virtual estado de

guerra en la zona:

39 Cabe mencionar que la elección de estos municipios no es en nada azarosa. En efecto, no tomaron la capital del estado de Chiapas, sin embargo, San Cristóbal de Las Casas, fue desde tiempos coloniales y hasta 1835 la capital de la entidad (INEGI, 1997), y representa aún en estos tiempos, la reminiscencia de ese pasado colonial que lleva consigo un profundo racismo y un dejo de desprecio enorme hacia la población indígena. Fue en esta ciudad, dos años antes, donde con el arribo de movilizaciones indígenas a la entidad, se tumbó la estatua de Diego de Masariegos, antiguo conquistador. Es a esta ciudad a donde acuden cientos de indígenas en busca de oportunidades de trabajo, y donde son explotados y tratados de forma hostil día tras día. Asimismo, los otros dos municipios son de muchísima importancia en la zona de las Cañadas. Por su parte, Cancuc era el sitio donde en 1712 se había originado ya una rebelón tzeltal en contra del régimen colonial (Klain, 1970, Montemayor, 1998, entre otros).

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Durante diez días, los Altos y la selva chiapaneca vivieron una guerra no declarada: bombardeos en algunos puntos; bloqueo total de carreteras; suspensión de la mayoría de los servicios; prohibición a la Cruz Roja de llegar a las zonas de conflicto; suspensión de clases; patrullaje aéreo y terrestre a toda hora; cateos; retenes; detención de civiles; negativa para que los medios de comunicación recorrieran los lugares en conflicto (Proceso, no. 898, 1994, citado en: Oehmichen, 1999a).

Todo esto se comunicó gracias a la presencia y el trabajo intenso de

organizaciones no gubernamentales que desde el inicio del conflicto informaron

sobre el gran número de atropellos a los derechos humanos en aquella entidad.

Por otra parte, habría que preguntarse si el Gobierno Federal tenía alguna noticia

previa de los acontecimientos y por qué ordenó el cese al fuego. A lo primero,

distintos analistas han dado la siguiente respuesta: el Gobierno, en efecto, sabía

desde el mes de mayo del año anterior que se estaba gestando un movimiento en

Chiapas, y sabía ya cuáles eran sus posiciones, pero optó por no atacar hasta

concertar la firma del Tratado de Libre Comercio (Oehmichen, 1999a;

Montemayor, 1998).

En cuanto a lo segundo, sorprendió bastante la comprensión y el apoyo que

el EZLN obtuvo de otros sectores sociales, algunos de ellos provenientes de otras

movilizaciones al interior del país, otros con una trayectoria por la izquierda

mexicana y, por último, muchos de ellos pertenecientes a las clases medias

urbanas que llevaban algún tiempo en la lucha por los derechos ciudadanos y la

democracia política (Oehmichen, 1999a). Fue así que el doce de enero de ese año

se llevó a cabo una inmensa marcha por el cese al fuego en la Ciudad de México.

Miles de personas de diferentes estratos: estudiantes, feministas, intelectuales,

hombres y mujeres trabajadoras, homosexuales, punks, entre otros, quienes

salieron a las calles y gritaron una sola consigna: ¡ALTO A LA GUERRA! Desde ese

momento, a mi parecer, se inició una intensa relación entre el EZLN y la sociedad

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civil que analizaré más adelante, pero que ya denotaba una defensa de la

diversidad, el respeto y la pluralidad. Ese mismo día se decretó el cese al fuego.

¿Pero qué antecedía al EZLN? El Ejército Zapatista de Liberación Nacional no apareció repentinamente. Era una

organización que había surgido desde 1984 y que llevaba una inmensa labor

organizativa en la región. Basta leer el trabajo de Montemayor (1998), intitulado

Chiapas. La rebelión indígena de México, para percatarse de lo difícil que es pasar

desapercibido en medio de la sierra o la selva. De tal forma que, afirma este

autor, para tener una organización clandestina se necesitaba la complicidad de la

gente de las comunidades.

Por otro lado, en el mismo libro se explica cómo el EZLN tiene sus

antecedentes en otras organizaciones campesinas, la mayoría independientes, que

operaban desde hacía tiempo en la región, algunas de ellas son: la Unión de

Uniones Ejidales y Sociedades Campesinas de Producción Rural, las Asociaciones

Rurales de Interés Colectivo (ARIC), la Organización Campesina Emiliano Zapata

(OCEZ), entre otras.

Asimismo, como lo afirma el mismo autor, el proceso de liberación nacional

que defiende el EZLN tiene una continuidad con los treinta años de guerrilla oculta

que se ha vivido en este país. Los casos más sonados son los de Guerrero, pero

ha habido brotes guerrilleros en distintos puntos de México. Lo cierto es que el

EZLN marca un cambio en la manera de luchar.

De otra parte, otro antecedente directo que, señala Carlos Montemayor

(1998) así como Cristina Oehmichen (1999a), lo constituye la teología de la

liberación, que en México se propagó a través de las comunidades eclesiales de

base. A través de estos esfuerzos, la Iglesia preparó jóvenes catequistas que

fungieron como dirigentes en sus comunidades. En este proceso tuvo mucho que

ver el obispo Samuel Ruiz, que había llegado a la entidad desde hacía un par de

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décadas. Don Samuel no era partidario propiamente de la teología de la

liberación, sin embargo estaba por la protección de los indígenas y por la defensa

de sus derechos humanos, así que, en ese sentido, apuntaba a una teología

liberadora. Por eso no es de extrañar que él haya sido elegido como

intermediador del conflicto.

Ahora bien, en cuanto a la acción de la Iglesia católica, a través de la

Diócesis de San Cristóbal, concuerdo con Le Bot (1997), se ha caracterizado por

una fuerte voluntad de indianización, o lo que él llama inculturación, es decir, que

se ha constituido una Iglesia indígena, tzeltal o tzotzil, una Iglesia que le ha

pertenecido a los pueblos y que los ha reconocido en su especificidad cultural.

Esto, según el mismo autor marca una importante diferencia con el proceso

guatemalteco impulsado también por la teología de la liberación, pues en ese país

se privilegió la actividad política y económica a costa de la cultural.

¿Qué motivaba a estas personas a constituir una guerrilla?

Las causas que originan la insumisión de cualquier grupo social en México son

diversas, aunque muchas de ellas coinciden. En cuanta a las dieron origen al EZLN

se ha hablado mucho. El propio Marcos en un comunicado40 de 1994 describe, lo

que de alguna manera, podría conformar las diferentes razones que los impulsaron

a conformar el EZLN. Se refiere a los diferentes saqueos que padece el Estado de

Chiapas, como el petróleo, el café o la energía eléctrica, recursos que se extraen

del Estado y que proporcionan riquezas a unos cuantos, la mayoría extranjeros, a

costa de la población explotada, las más de las veces indígena. Así, por ejemplo,

en este documento dice:

40 Chiapas: el Sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía.

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En las tierras chiapanecas hay 86 colmillos de Pemex clavados en los municipios de Estación Juarez, Reforma, Ostuacán, Pichucalco y Ocosingo. Cada día succionan 92 mil barriles de petróleo y 516.7 mil millones de pies cúbicos de gas. Se llevan el gas y el petróleo y dejan, a cambio, el sello capitalista: destrucción ecológica, despojo agrario, hiperinflación, alcoholismo, prostitución y pobreza. La bestia no está conforme y extiende sus tentáculos a la Selva Lacandona: ocho yacimientos petrolíferos están en exploración. Las brechas se abren a punta de machetes, los empuñan los mismos campesinos que quedaron sin tierra por la bestia insaciable. Caen los árboles, retumban las explosiones de dinamita en terrenos donde sólo los campesinos tienen prohibido tumbar árboles para sembrar. Cada árbol que tumben les puede costar una multa de 10 salarios mínimos y cárcel. El pobre no puede tumbar árboles, la bestia petrolera, cada vez más en manos extranjeras, sí. El campesino tumba para vivir, la bestia tumba para saquear (Marcos, “Chiapas: el Sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía”, en: EZLN. Documentos y comunicados, 1994, p. 51) .

Por su parte, Pablo González Casanova (2001) ubica diversas causas del

levantamiento zapatistas. Por una parte, encuentra que la herencia rebelde de los

pueblos mayas aún perdura en estos hombres y estas mujeres. Por otra parte, los

indígenas de Chiapas han sido explotados por los hacendados del Estado que

existen hasta nuestros días con el mismo señorío que poseían antes de la

Revolución. Así, los kaxlanes o ladinos se constituyeron identitariamente frente al

otro estigmatizado, de esta forma, los zoques, tzeltales, tzotziles, tojolabales y

choles se agruparon en una sola categoría: la de indios, con toda la carga

discriminatoria que esto ha podido significar.

Ahora bien, otra de las causas del levantamiento zapatista, prosigue este

autor, es que a inicios de la década de los setenta, se repartió, por decreto

presidencial, media selva a una etnia casi extinta: lo lacandones, con lo que

despojaron a tzeltales, tzotziles, choles tojolabales y zoques de las tierras que ellos

habitaban desde hacía una o dos décadas. Pero el conflicto no paraba sólo en la

discordia entre etnias, sino que detrás del decreto, había intereses oscuros, pues

se planeaba un gran negocio de políticos y madereros, quienes constituyeron la

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Compañía Forestal Lacandona, S.A. y firmaron un contrato con lo lacandones,

ahora “legítimos dueños” de las tierras, para extraer al año 35 mi metros

cuadrados de madera. Algunos indígenas se fueron de la región, otros empezaron

a defender sus tierras.

En general, la tierra del Estado se volvió cada vez más escasa. Y, al mismo

tiempo, la tasa de crecimiento poblacional aumentó, lo que repercutió en el

empobrecimiento de estos pueblos y generó situaciones extremas así como

necesidades, por ejemplo, de migrar. Esto, por si fuera poco, aunado a la reforma

constitucional del artículo 27, dejaba a lo pueblos indios aún en mayor desventaja.

De esta manera, para finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, que no

seguía con el patrón típico de Estado benefactor de los gobiernos priístas, la

situación ya era insostenible y era de esperarse un levantamiento armado.

El análisis pormenorizado, puede hallarse en el comunicado de Marcos que

cité unas líneas arriba. Así, en cuanto al situación económica, el saldo que la

sobreexplotación y la acumulación de riquezas en unas cuantas manos deja para

los pueblos indios es el siguiente:

Chiapas posee 75 mil 634.4 kilómetros cuadrados, unos 7.5 millones de hectáreas, ocupa el octavo lugar en extensión y tiene 111 municipios organizados para el saqueo en nueve regiones económicas. Aquí se encuentra, del total nacional, el 40 por ciento de las variedades de plantas, el 36 por ciento de los mamíferos, el 34 por ciento de los anfibios y reptiles, el 66 por ciento de las aves, el 20 por ciento de los peces de agua dulce y el 80 por ciento de las mariposas. El 9.7 por ciento de la lluvia de todo el país cae sobre estas tierras. Pero la mayor riqueza de la entidad son los 3.5 millones de chiapanecos, de los cuales las dos terceras viven y se mueren en el medio rural. La mitad de los chiapanecos no tienen agua potable y dos tercios no tienen drenaje. El 90 por ciento de la población en el campo tiene ingresos mínimos o nulos. La comunicación es una grotesca caricatura para un estado que produce petróleo, energía eléctrica, café, madera y ganado para la bestia hambrienta. Sólo las dos terceras partes de las cabeceras municipales tienen acceso

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pavimentado, 12 mil comunidades no tienen más comunicación que los centenarios caminos reales (...)

Un millón de indígenas habitan estas tierras y comparten con mestizos y ladinos una desequilibrada pesadilla: aquí su opción, después de 500 años del "encuentro de dos mundos", es morir de miseria o de represión. El programa de optimización de la pobreza, esa pequeña mancha de socialdemocracia que salpica ahora al Estado mexicano y que con Salinas de Gortari lleva el nombre de Pronasol es una caricatura burlona que cobra lágrimas de sangre a los que, bajo estas lluvias y soles, se desviven (Ibidem, p. 52).

Por si fuera poco, las garantías de seguridad social que los gobierno priístas post-

revolucionarios se vanagloriaban de cubrir, en este Estado se encuentran por los

suelos:

¿Educación? La peor del país. En primaria, de cada 100 niños 72 no terminan el primer grado. Más de la mitad de las escuelas no ofrecen más que al tercer grado y la mitad sólo tiene un maestro para todos los cursos que imparten. Hay cifras muy altas, ocultas por cierto, de deserción escolar de niños indígenas debido a la necesidad de incorporar al niño a la explotación. En cualquier comunidad indígena es común ver a niños en horas de escuela cargando leña o maíz, cocinando o lavando ropa. De 16 mil 58 aulas que había en 1989, sólo mil 96 estaban en zonas indígenas.

Salud y alimentación van de la mano en la pobreza. El 54 por ciento de la población chiapaneca está desnutrida y en la región de los altos y la selva este porcentaje de hambre supera el 80 por ciento. El alimento promedio de un campesino es: café, pozol, tortilla y frijol (Ibidem, p.53).

Es por eso que el EZLN, en voz del subcomandante Marcos, publicó un comunicado

el día 18 de enero de 1994, luego de recibir la noticia de formalización del

“perdón”, que el gobierno preparaba para ellos y ellas y pregunta:

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¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramos todos los otros caminos cerrados? ¿De no habernos atenido a Código Penal de Chiapas, el más absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos? ¿De habernos preparado bien y a conciencia antes de iniciar? ¿De haber llevado fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritariamente indígenas? ¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar, de todas las formas posibles, por lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no seguir lo patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionarnos? (...) ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? (Marcos, “¿De qué nos van a perdonar?”, en: EZLN. Documentos y comunicados, 1994, pp. 89-90).

Esto explica, en gran media lo que motivó a un grupo de personas a conformar un

ejército de liberación nacional y, al mismo tiempo, da sentido a las diez demandas

principales del EZLN que, recuérdese, son: trabajo, tierra, techo, alimentación,

salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Es decir que

se trata de las condiciones más elementales que hacen posible la vida humana,

pero que, al mismo tiempo, la hacen viable en convivencia grupal. Esta es la

añoranza de los hombres y mujeres zapatistas, pero también es la esperanza que

compartimos otros hombres y otras mujeres del mundo.

De las primeras negociaciones al inicio de la guerra sucia: segunda etapa

Ubico esta como una segunda etapa porque me parece que luego del cese al fuego vino todo un proceso de organizar la negociación, fue cuando Manuel Camacho Solís41, estuvo comisionado por el Gobierno Federal para dialogar con los insurgentes e

41 Precandidato a la presidencia de la República, vencido por Luis Donaldo Colosio y exregente capitalino.

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insurgentas42. Luego de este evento, en el que no se llegó a un acuerdo, transcurrieron algunos meses. Y, en febrero de 1995 ocurrió lo que se conoce como la traición de febrero, que trajo consigo una oleada de desplazamientos y la ocupación militar de distintas regiones en la zona de conflicto. En este momento inició la guerra sucia43, como explicaré en los apartados que aparecen a continuación.

Diálogo de San Cristóbal Desde el seis de enero de 1994 el EZLN demostró su intención de encontrar una

salida pacífica para el conflicto, pues envió su primer comunicado con las

condiciones para iniciar el diálogo, que a la sazón eran:

1. Reconocimiento del EZLN como fuerza beligerante.

2. Cese al fuego de ambas partes.

3. Retiro de las tropas federales del conflicto y regreso a sus respectivos

cuarteles a los diferentes estados del país.

4. Cese al bombardeo indiscriminado a poblaciones rurales.

5. Con base en las condiciones anteriores, la formación de una Comisión

Nacional de Intermediación (CONAI).

No todos los puntos se cumplieron, pero el diálogo se inició con la intermediación

de esta comisión, presidida por el entonces obispo Samuel Ruiz y con la

42 Como explica Marcos en un comunicado del ocho de marzo de 2000, el término insurgentas lo defendieron las propias mujeres zapatistas. Él mismo cuenta cómo cuando estaban en filas hombres y mujeres y les preguntaba qué somos, escuchaba que los hombres decían: “insurgentes” y las mujeres, orgullosamente, pronunciaban: “insurgentas”. 43 El término “guerra sucia” fue acuñado por los militares franceses durante la guerra independencia de Argelia, en la cual emplearon distintas estrategias para dividir y reprimir a la población de forma sumamente sanguinaria. En América Latina se impuso en la misma época la doctrina norteamericana de Seguridad Nacional. Sin embargo, militares latinoamericanos de diferentes países recibieron instrucción y entrenamiento tanto por el ejército norteamericano como por el ejército francés, aquí que, en términos generales ocurrió una especie de combinación de estrategias. De cualquier manera, me referiré, en las páginas siguientes, a todo el proceso como guerra de baja intensidad. Ahora bien, cabe mencionar, que algunas personas de los sectores progresistas argentinos prefieren utilizar el término terrorismo de Estado, porque más que una guerra, con contrincantes de dos bandos, fue el Estado quien encarnó un ataque brutal contra la población civil (Maier, 2001). Aun cuando estoy de acuerdo con la aclaración de que no se trata de una batalla entre dos bandos, me gusta el calificativo de sucia, porque denuncia precisamente eso.

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interlocución de Manuel Camacho Solís a finales de febrero de 1994. Contaron,

asimismo, con el consentimiento de los partidos políticos y de la sociedad civil A

este evento también se le conoce como Pláticas de la Catedral, pues se llevó a

cabo en la catedral de la Ciudad de San Cristóbal de las Casas.

Tras el diálogo, el EZLN dio un no rotundo a la oferta del Gobierno Federal.

El movimiento se quedó en suspenso.

La traición de febrero Para 1995, ya había habido sucesión presidencial y había subido al poder el

presidente Ernesto Zedillo, quien ordenó la toma del Aguascalientes en Guadalupe

Tepeyac44, así como la aprehensión de algunos zapatistas, al tiempo que publicó la

verdadera identidad del subcomandante Marcos: Rafael Sebastián Guillén Vicente,

filósofo de la UNAM y catedrático de la UAM. Supongo que la intención del

ejecutivo era deslegitimarlo, pero ocurrió todo lo contrario: la gente salió una vez

más a las calles, bajo la consigna famosa de: ¡Todos somos marcos! De esta

manera, la sociedad civil respondía al Gobierno Federal con algo que para él

todavía no era obvio: lo que menos importaba en este momento era la identidad

de un individuo que apoyaba a un movimiento indígena, lo que en verdad

importaba eran las causas de ese movimiento y esas eran legítimas.

No obstante, uno de los acontecimientos más importantes que ocurrió

después de este nueve de febrero y que quizá sea el más silenciado, es que a

partir de este momento se empezaron aplicar estrategias de guerra de baja 44 En agosto de 1994, también ocurrió el primer encuentro entre el EZLN y la sociedad civil, conocido como la Convención Nacional Democrática (CND), de lo que hablaré algunas páginas más adelante al tratar el tema de la relación entre el EZLN y la sociedad civil. No obstante, es importante aclarar desde este momento que el lugar donde se llevó a cabo dicho evento, la comunidad de Guadalupe Tepeyac, fue denominada por los zapatistas Aguascalientes, para hacer alusión a la convención que se llevara a cabo entre los revolucionarios de principios de siglo, que también pretendían construir un país más justo. Ahora bien, cabe mencionar también que luego de la traición de febrero, se fundaron otros cinco Aguascalientes más, como respuesta para demostrar la capacidad multiplicativa de un movimiento como este. Los Aguascalientes son: La Realidad (Ocosingo), Oventic (San Andrés ), La Garrucha (Ocosingo), Morelia (Altamirano) y Roberto Bariios (Palenque ).

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intensidad, las cuales explicaré más adelante, en contra del movimiento zapatistas.

De esta manera, el Ejército Federal ocupó distintas regiones de la zona de conflicto

y forzó a diferentes comunidades a desplazarse, al menos, por algún tiempo. A

partir de este momento, aunque hubo algunas otras intenciones de negociación

entre las dos partes, el Ejército Federal ya no dejó sus posiciones45.

De los Acuerdos de San Andrés a la matanza de Acteal: tercera etapa El diálogo verdaderamente importante entre el EZLN y el Gobierno Federal46 se

inició en San Andrés Sacamch’en de los Pobres47 en abril de 1995 y culminó en

febrero de 1996 con la firma de los Acuerdos de San Andrés. En esta fase sólo se

discutió la primer mesa: Derechos y cultura indígenas. Cabe aclarar que los

acuerdos no son la propuesta inicial del EZLN, como se ha desvirtuado en algunos

medios, éstos son el resultado de una negociación donde ambas partes tuvieron

que ceder. Es por eso que resultaba tan indignante la negativa del ejecutivo en

ese momento para promover la ley indígena. Pero el actual siguió la misma línea.

Ahora bien, desde aquel entonces, Ernesto Zedillo lanzó su propuesta

alterna de Ley, la cual volvió a impulsar con pequeñas modificaciones en 1998.

Ninguna de las dos propuestas contenía el espíritu de los Acuerdos San Andrés,

por el contrario no eran más que una oferta demagógica que contenía, según lo

señalaron distintos analistas, lo ya estipulado en la Constitución de 1917 en torno

a los artículos que afectaría esta Ley: 4º, 27, 53, 73, 115 y 11648. Por su parte, el

45 Esto sólo ocurrió entre finales del años 2000 e inicios del 2001, cuando el presidente en turno Vivencte Fox cumplió una de las señales que el EZLN exigía para reiniciar el diálogo (esto lo explicaré más adelante). Cabe mencionar que hoy en día, aún cuando se supone que ya no hay retenes militares, como yo misma pude corroborarla durante mi trabajo de campo, el despliegue militar en la zona sigue siendo sumamente intenso. 46 En su representación estaba la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), que comprendía representantes de los partidos políticos más importantes: PRI, PAN, PRD y PT. 47 Para el Gobierno el nombre de esta comunidad es San Andrés Larráinzar. 48 El 4º se refiere a la igualdad entre los sexos, el 27 a la tierra, el 53 sobre la demarcación territorial de los distritos electorales, el 73 sobre las facultades del congreso, el 115 y el 116 al municipio (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 1998).

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PAN emitió por esas fechas también su propia propuesta que era aún más

insultante para los pueblos indios que la propia de Zedillo, pues pretendía

reducirlos a algo parecido a las reservas estadounidenses49.

Ahora bien, luego del incumplimiento del diálogo de San Andrés Sacamch’en

de los Pobres, hubo una silencio relativamente prolongado. Posteriormente, vino a

la ciudad de México una delegación de 1111 zapatistas para promover, entre otras

cosas, el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. No obstante, al igual que

en la segunda etapa, la única lectura posible que queda por hacer es que el

gobierno le apostaba al desgaste y al repliegue, en lugar de a la negociación. La

actitud que el Estado mostró frente al EZLN fue represora, tal como lo demuestran

los sendos despliegues paramilitares de las zonas norte y de los Altos, que

culminaron con la matanza de 45 personas en Acteal, municipio de Chenalhó el 22

de diciembre de 1997, lo que además provocó un gran número de personas

desplazadas que permanecieron fuera de sus comunidades por casi cuatro años.

Parecía que la única lectura viables, una vez más, era que e gobierno no estaba

interesado en negociar mas sí en reprimir y terminar, por la vía menos

democrática, con el conflicto. Analizaré este suceso más adelante.

Otros intentos de paz se transforman en impasse: cuarta etapa

Luego de los dolorosos acontecimientos de Acteal, comenzó un terrible impasse del

que, de alguna manera, no se ha logrado salir. No quiere decir que no haya

habido algunas intenciones de reiniciar el diálogo, las más de las veces impulsados

por el EZLN. Así, en 1998, éste lanzó su Quinta Declaración de la Selva

Lacandona50, a través de la cual convocó a una consulta51 a la sociedad civil para

49 Si desea más información sobre el tema, vale la pena consultar los cuadros comparativos de las propuestas del PAN, Ernesto Zadillo y la COOCPA, así como la del mismo EZLN que aparecen en las páginas de internet del EZLN, el FZLN o SIPAZ (Sistema Internacional para la Paz): http://www.ezln.org, http://www.fzln.org, http://www.sipaz.org. 50 Recuérdese que la Primera Declaración fue emitida aquel primero de enero cuando el EZLN declarara la guerra al Ejército Federal y presentara su diez demandas principales: trabajo, tierra,

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conocer su postura en cuento a la Ley indígena y a la guerra de baja intensidad,

conocida como La Consulta por el Reconocimiento de los Derechos de los Pueblos

Indios y por el Fin de la Guerra de Exterminio. La participación que envolvió a este

evento fue muy rica y favorable para el EZLN. La consulta se basaba en cuatro

preguntas, a las que posteriormente añadieron una quinta a nivel internacional:

techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. La Segunda Declaración fue emitida el 12 de junio de 1994 y en ella convocaron a la sociedad civil a conformar la Convención Nacional Democrática (CND). En la Tercera Declaración, presentada el 2 de enero de 1995, hicieron una llamado al resto de la sociedad civil a incorporarse a la CND, a defender la autonomía y a reconocer la Constitución Política del 5 de febrero de 1917, sumando las Leyes Revolucionarias aprobadas al interior del EZLN en 1993. Por su parte, la Cuarta Declaración fue emitida el primero de enero de 1996 y en ella el EZLN convocó a la fundación del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) (en: EZLN. Documentos y comunicados, vols. 1,2 y 3). 51 Cabe señalar que la primer consulta a la que convocó el EZLN se había llevado a cabo a finales de 1995 y se denominó Consulta Nacional por la Paz y la Democracia, la cual consistió en seis preguntas para decidir junto con la sociedad civil el rumbo que tomaría el EZLN a partir de ese momento. Sólo había que responder si, no o no sé a las siguientes preguntas: 1. ¿Estás de acuerdo en que las principales demandas del pueblo mexicano son: tierra, vivienda, trabajo, alimentación, salud, educación, cultura, información, independencia, democracia, libertad, justicia, paz, seguridad, combate a la corrupción y defensa del medio ambiente51? 2. ¿Deben las distintas fuerzas democratizadoras unirse en un amplio frente ciudadano, social y político de oposición y luchar por estas 16 demandas principales? 3. ¿Los mexicanos debemos hacer una reforma política profunda que garantice la democracia (Respeto al voto, padrón confiable, organismos electorales imparciales y autónomos, participación ciudadana libre, incluida la no partidaria y no gubernamental, reconocimiento de las fuerzas políticas nacionales, regionales y locales, equidad para todos)? 4. ¿Debe el EZLN convertirse en una fuerza política independiente y nueva, sin unirse a otras organizaciones políticas? 5. ¿Debe el EZLN unirse a otras fuerzas y organizaciones y, juntos, formar una nueva organización política? 6. ¿Debe garantizarse la presencia y participación equitativa de las mujeres en todos los puestos de representación y responsabilidad en los organismos civiles y en el gobierno? Las preguntas desde luego pretendían involucrar a la sociedad civil en la decisión sobre el rumbo que tomaría el país. Específicamente, la cuarta y la quinta, fueron las que más desconcierto causaron y distintas reacciones. Por un lado, había quien estaba por el mantenimiento del EZLN como fuerza independiente y había quien pugnaba por la unión con otros movimientos. De alguna forma ambas ha ocurrido. Lo único que jamás ha pasado es que el EZLN tenga vínculos con algún partido político, pero sí ha estado en solidaridad con otros movimientos sociales, tal fue el caso de la huelga universitaria de 1999-2000.

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1. ¿Estás de acuerdo en que los pueblos indígenas deben ser incluidos con

toda su fuerza y riqueza en el proyecto nacional y tomar parte activa en la

construcción de un México nuevo?

2. ¿Estás de acuerdo en que los derechos indígenas deben ser reconocidos en

la constitución Mexicana conforme a los acuerdos de San Andrés y la

propuesta correspondiente de la comisión de concordia y pacificación del

Congreso de la Unión?

3. ¿Estás de acuerdo en que debemos alcanzar la paz verdadera por la vía del

diálogo, desmilitarizando el país con el regreso de los soldados a sus

cuarteles como lo establecen la constitución y las leyes?

4. ¿Estás de acuerdo en que el pueblo debe organizarse y exigir al gobierno

que "Mande obedeciendo" en todos los aspectos de la vida nacional?

5. ¿Estás de acuerdo en que los mexicanos y mexicanas que radican en el

extranjero deben ser parte activa en la construcción de un México nuevo y

tener derecho al voto en las elecciones?

Es así que entre el 2 y el 14 de marzo, cinco mil delegados zapatistas salieron de

los cinco Aguascalientes en Chiapas a distintos municipios de los 32 estados de

México para promover la consulta nacional zapatista planeada para el 21 de marzo

y que obtendría la respuesta de más de 2.8 millones de ciudadanos y ciudadanas

mexicanas.

Sin embargo, este esfuerzo no fue suficiente y casi dos años después, a

inicios del año 2001, una vez iniciado el mandato del presidente Vicente Fox, una

importante delegación zapatista sed dio a la tarea de difundir la propuesta de ley

indígena que había acordado con la COOCPA desde 1996, en su diferentes

ciudades del país antes de llegar hasta la capital donde se proponía promoverla

ante el Congreso de la Unión. De esta manera, la caravana pasó por los estados

de Oaxaca, Hidalgo, Puebla, Michoacán, Veracruz, Estado de México, Tlaxcala,

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Querétaro, Morelos y Guerrero. Cabe mencionar que a su paso por el estado de

Michoacán, se llevó a acabo en Nurio el Tercer Congreso Nacional Indígena.

Ahora bien, además del subcomandante Marcos, integraban la delegación

zapatista las y los siguientes comandantes: David, Eduardo, Gustavo, Tacho,

Zebedeo, Esther, Sergio, Susana, Omar, Javier, Filemón, Abraham Isaías, Daniel,

Bulmaro, Mister, Abel, Fidelia, Moisés, Alejandro, Maxo e Ismael52. En todas las

ciudades por las que pasaron realizaron actos en las principales plazas públicas, a

las que se acercaron una gran cantidad de personas, algunas por simple

curiosidad, otras para dar su apoyo al EZLN.

A su llegada a México, pasaron un día en Milpa Alta, delegación del Distrito

Federal con una gran presencia indígena y el once de marzo se llevó a cabo un

gran mitin en el Zócalo. Para el día 23 de marzo, se logró su presencia en el

Congreso de la Unión, aunque no se contó con toda la presencia de los

legisladores. Sorprendente fue ese día el discurso inicial de la comandanta Esther

que contenía el mensaje principal del EZLN, donde se reconocía el cumplimiento de

una de las señales: el retiro de las bases militares53. Además, se anunciaron las

medidas que el EZLN tomaría: a) no avanzaría ni abandonaría sus posiciones de

montaña, b) ordenaría al arquitecto Yánez que, junto con Luis H. Álvarez,

certificase este retiro, c) trabajaría conjuntamente para el cumplimiento de las

otras dos señales, y d) buscaría el espacio para el primer encuentro entre el enlace

del EZLN y el Gobierno Federal. Sin embargo, esta posibilidad se rompió cuando

se aprobó una ley muy distinta a la ya acordada entre el EZLN y la COCOPA

(Comisión de Concordia y Pacificación), representantes del Gobierno Federal para

el diálogo.

52 Cabe mencionar que a su llegada a la Ciudad de México, las delegaciones del EZLN y el CNI se albergaron en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, lo que significa un hecho muy importante para la historia de nuestra escuela, cuya cercanía a los indígenas data desde el surgimiento de la antropología mexicana. Es por eso que un hecho de esta magnitud no puede menos que interesarle a nuestra disciplina. 53 Las otras dos señales eran: 1) el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés y 2) la liberación de los presos políticos.

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Luego de este gran esfuerzo, el Congreso no aprobó la propuesta de ley de

la COCOPA, sino una ley muy parecida a la propuesta que el PAN había emitido en

1998, que no ha favorecido realmente a los pueblos indios y que sigue sin respetar

el convenio 169 de la OIT, que aún el actual gobierno ha ratificado.

¿Pero, quiénes son esos “profesionales de la violencia”?

Desde que apareció el EZLN, una estrategia que los medios de comunicación

masiva utilizaron para neutralizar cualquier poder de influencia que éste pudiera

tener, fue referirse a su integrantes como “profesionales de la violencia” y antes de

juzgar si lo eran o no habría que preguntarse quiénes conforman el EZLN. En

discursos variados es común escucharles lo siguiente: “Somos un ejército de

hombres, mujeres, niños y niñas.” Incluso el himno zapatista en una de sus

estrofas reconoce a estos sujetos como parte del movimiento. Y en efecto, antes

que nada son y han sido eso. Pero también el EZLN fue, desde sus inicios, un

movimiento constituido mayoritariamente por indígenas de Chiapas. Incluso el

comandante Tacho especificó en uno de sus discursos de noviembre de 1994

(aniversario de fundación del EZLN) las siguientes siete fuerzas: tzotzil, tzeltal,

tojolabal, chol, mame, zoque y mestiza (en: Montemayor, 1998). Las primeras

cinco son etnias de raíz maya, el zoque es un grupo étnico, cuyo origen lo

comparte con los grupos lingüísticos mixe y popoloca. Y los mestizos son todas

aquellas personas que no son indígenas, en este caso, se refería particularmente a

Marcos. En los mapas que se muestran a continuación vemos cómo se distribuyen

estos grupos étnicos en el Estado y cuáles son los municipios de influencia

zapatista en relación con estos grupos:

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MAPA 1: GRUPOS INDÍGENS DE CHIAPAS

FUENTE: http://www.ciepac.org/maps/

Para empezar, los grupos tzotzil y tzeltal son, como de día, grupos mayenses

emparentados entre sí que habitan la región de los Altos y las zonas colindantes,

es decir, en los municipios de Chenalhó, Larráinzar, Chamula, Zinacantán, Oschuc,

yajalón, Altamirano, Simojovel, Bochil, entre otros (Robledo, 195). Por su parte,

los tojolabales, que también son mayenses, habitan principalmente en el municipio

de Las Margaritas, así como en los que lo rodean: La Trinitaria, Independencia,

Altamirano y Comitán (Ruz, 1995). Ahora bien, los choles se ubican en el noreste

del Estado, principalmente en el municipio de Palenque, pero también en los

municipios de Tila, Tumbalá, Salto de Agua y Sabanilla (Manca, 1995). Por último

los zoque, que a diferencia de los otros no provienen de la familia maya, tienen su

origen en el grupo lingüístico mixe-zoque-popoloca y se localiza al noroeste del

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estado en municipios como: Amatán, Ixhuatán, Tapilula, Ocotepec, Pantepec,

Ocozocoautla, etcétera (Del Carpio, 1995). Si se hace una lectura de los trabajos

etnográficos que aquí refiero se pueden encontrar enormes semejanzas, salvo

algunas especificidades, entre estos grupos étnicos. Así, la mayor parte de ellos

tiene una economía de autoconsumo basada en la producción de maíz. Algunos

han tenido que migrar al interior del Estado en búsqueda de tierras cultivables, o

simplemente para mejorar la economía familiar. Gran parte de ellos han tenido

que emplearse en las fincas cafetaleras como jornalero y jornaleras agrícolas, por

lo que han recibido una paga miserable. Muchas de sus mujeres, además, han

tenido que ofrecer sus servicios como empleadas domésticas en la ciudades

mestizas, soportando humillaciones y maltratos. Algunas han tenido que

comerciar sus propios productos (agrícolas o artesanales) también en esta

ciudades con una serie de precariedades. Muchos de esto grupos conservan buna

parte de sus y costumbres ancestrales, por ejemplo: en lo relativo a celebraciones

festivas y religiosas, siguen empleando técnicas de medicina tradicional, algunas

técnicas agrícolas (roza, tumba y quema), comparten una cosmovisión, entre

otras. Asimismo, aun cuando cada uno de esto grupos étnicos tiene su propia

identidad colectiva, que se refleja en su lengua, manera de vestir (en algunas

comunidades todavía l conservan), en su manera de bordar, etcétera, estos

grupos, como dice Laura Carlsen también comparten una identidad india, fundada

desde la colonia que trae consigo una historia de desprecio, que junto con las

otras semejanzas (no todas culturales) da sentido a las demandas zapatistas y al

cuestionamiento que hacen no sólo al gobierno, sino a la sociedad mestiza: ¿De

qué tenemos que pedir perdón?”

De esta forma, no resulta extraño que los municipios donde mayor

presencia zapatista hay, son aquellos donde se encuentran los grupos étnicos de

esas siete fuerzas que mencionaba el comandante Tacho: tzotzil, tzeltal, tojolabal,

chol, mame, zoque y mestiza. Cabe señalas que quizá los municipios

predominantemente zoques sean los que menos presencia zapatista tengan. Sin

embargo, lo interesante es que quizá los zoques a los que se refería el

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comandante Tacho no pertenecían a esos municipios, pues es mucha la movilidad

que los grupos étnicos han tenido al interior del propio Estado. Así, no se los

encuentra siempre en las comunidades que indican los estudios etnográficos

contemporáneo. Tal es el caso de la comunidad de Roberto Barrios, en la que he

realizado mi trabajo de campo, la cual es una comunidad tzeltal que se encuentra

en el municipio de Palenque, municipio predominantemente chol. Una posible

explicación de su ubicación en esta zona data de la década de los sesenta cuando

la comunidad de Petalcingo, al la que originariamente pertenecían migró a la selva

lacandona en búsqueda de tierra cultivables. No obstante, Petalcingo también se

ubicaba en un municipio mayoritariamente chol: Tila. Así que esta movilidad

puede provenir incluso de épocas anteriores. Por lo pronto, lo cierto es que la

presencia zapatista desde luego puede ubicarse en los municipios que señala el

siguiente mapa:

MAPA 2: MUNICIPIOS CON PRESENCIA ZAPATISTA

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FUENTE: http://www.ciepac.org/maps/

Ahora bien, además de los sujetos que ya aclaré que conforman el EZLN es

necesario hablar de su distribución. El Ejército zapatista contiene cuatro instancias

de participación. Por un lado, se encuentran las personas con rango militar, que

han recibido entrenamiento y que ocupan las posiciones de montaña: aquí están

las y los insurgentes. Dentro de este mismo nivel, estás las y los milicianos que

son jóvenes que empiezan a recibir el adiestramiento y que pueden ir y volver a

sus comunidades, con el tiempo pueden ascender a la insurgencia y ocupar rangos

militares.

Por otra parte, está el Comité Clandestino Revolucionario Indígena,

Comandancia General (CCRI-CG), integrado por hombres y mujeres respetados y

con calidad moral al interior de sus comunidades, lo que les da la facultad de

representarlas al momento de tomar las decisiones de forma democrática. Por

último, se encuentra la base de apoyo, ubicada en las diferentes comunidades que

se reivindican zapatistas en la entidad. Estos son los hombres y mujeres de maíz,

que día con día tienen que construir un movimiento alterno y resistir en medio de

la guerra de extermino.

Máscaras y postdatas: nueva forma de hacer nueva política

(...) surgidos de la profundidad de la noche y de la selva, los hombres y las mujeres zapatistas han planteado con más fuerza e imaginación que ningún otro movimiento en el mundo, un problema que en la actualidad resulta esencial: ¿cómo combinar democracia e identidad? (Le Bot, 1997, p. 11).

Para muchas personas que concordábamos con posturas de izquierda, o como dice

Mercedes Olivera (2002), que nos reivindicamos feministas, el EZLN significó una

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opción que proponía una forma innovadora de hacer otro tipo de política. Se

trataba de la política democrática, la política horizontal, que aseguraba bajo sus

principios: para todos todo54, mandar obedeciendo, bajar y no subir, construir y no

destruir, proponer y no imponer, servir y no servirse, convencer y no imponer,

representar y no suplantar (La Jornada, 29 de febrero de 1996). Estos principios

fueron dados a conocer por el EZLN como propuesta de lineamientos a seguir para

el Foro Nacional Indígena, proceso que explicaré párrafos más adelante.

Lo cierto es que, de esta manera, el EZLN proponía una manera distinta de luchar. Dejaba atrás a la izquierda tradicional con su dogmatismo vacío de sentido tras la caída del muro de Berlín y quizá por eso es que muchos autores la hayan catalogado como una guerrilla posmoderna, aunque el zapatismo también puede considerarse así por el hecho de no emplear las armas para hacer la revolución. Recuérdese que tras ocho años de conflicto, sólo hubo doce días de enfrentamiento armado; lo que no quiere decir que el Gobierno Federal no esté llevando a cabo una guerra de exterminio en contra de la población indígena, sólo que los muertos ya sólo los ha puesto un bando. Sin embargo, el EZLN sigue teniendo un papel preponderante en la opinión pública, no sólo nacional, sino también internacional. Se ha convertido en un símbolo y emblema de lucha entre los movimientos anti-globalización de principio y fin de siglos. Tal parece que representa una nueva opción política.

En su artículo sobre las mujeres zapatistas, Blausteguigoitia (1999) reflexiona sobre el uso de las máscaras y las posdatas en el movimiento zapatista. Las primeras están signadas por la oposición, la resistencia, la ironía a modelos y símbolos relacionados con el poder nacional y trasnacional. Las segundas son el añadido que el subcomandante Marcos hace a los textos colectivos del EZLN, donde expresa su sentir. Para esta autora Marcos no es más que un intérprete. Cierto es que se ha convertido en el personaje más sobresaliente, así como en un símbolo. Sin embargo lo que está de fondo, en el texto mismo, es un legítimo movimiento indígena incubado desde hace más de quinientos años.

El puente se tendió con la sociedad civil Casi desde que salió a la luz publica, desde aquel doce de enero de 1994, la

relación entre el EZLN y la sociedad civil fue muy estrecha. El primer evento

donde se encontraron se llevó a cabo en la comunidad de Guadalupe Tepeyac, en

junio de 1994, a este evento se le denominó Convención Nacional Democrática y al

lugar se le llamó Aguascalientes en conmemoración de aquel encuentro que en

décadas pasadas habían tenido Villa y Zapata para dialogar sobre el rumbo del

54 Aunque este no fue publicado junto con los otros principios, es también uno de los más difundidos principios zapatistas.

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país. Se trataba de darse nuevamente esa oportunidad, la de construir una nación

más justa para el futuro (Montemayor, 1998).

Otro evento importante, fue el Foro Nacional Indígena, al que los zapatistas

convocaron en enero de 1996, donde se discutiría la propuesta de ley por el

reconocimiento de los derechos de los pueblos indios. Esto daría pauta a otro

encuentro más: el Congreso Nacional Indígena (CNI, que se llevaría a cabo en el

mes de octubre de ese mismo año en la Ciudad de México y al que acudieron

distintas delegaciones indígenas del territorio nacional. Después de este congreso,

se han llevado a cabo otros dos (uno en 1997 en esta misma ciudad y el de Nurio,

Michoacán, del año pasado). En todos se ha discutido sobre el mismo tema y se

han implementado una serie de acciones concretas para ejercer presión sobre el

ejecutivo para la obtención de distintas demandas de los pueblos indios. Desde la

antropología, este tipo de eventos son dignos de atención porque generan la

participación indígena al margen de las instituciones. Asimismo, proponen una

nueva manera de mirar el asunto indígena. Volveré a este punto más adelante.

Ahora bien, el año de 1996 fue muy fructífero para los encuentros civiles,

pues se llevaron a cabo otros dos eventos más: el Foro Especial para Reforma del

Estado y el Encuentro Intergaláctico por la Humanidad y en contra del

Neoliberalismo. En el primero, se discutieron los lineamientos para una transición a

la democracia, mientras que el segundo fue el primer evento no sólo nacional sino

internacional donde se discutieron las propuestas de alternativas económicas y

políticas para esta crisis mundial (Crónicas intergalácticas, 1996).

Otro punto de encuentro del EZLN con la sociedad civil es que ha llevado a cabo

dos grandes consultas para tomar en cuenta su opinión sobre algunas decisiones

en torno al movimiento y con el fin de obtener, a través de su apoyo, legitimidad.

La primera, como ya dije, se llevó a cabo a finales de 1995 para y se impulsó

decidir junto con la sociedad civil el rumbo que tomaría el EZLN a partir de ese

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momento. La segunda buscaba la conversión de los Acuerdos de San Andrés en

ley y promover el cese de la guerra de exterminio.

Los están matando sin tiros... apuntes sobre la guerra de exterminio en Chiapas

En su artículo “Los están matando sin tiros”, Sylvia Marcos (1999)habla de las astutas estrategias para acabar con las poblaciones campesinas sin tener que recurrir al enfrentamiento armado. Es lo que el escritor José Saramago ha explicado ya: la no aparente guerra es, en efecto, una guerra. Se trata de lo que se ha dado en llamar guerra de baja intensidad.

Qué es la guerra de baja intensidad Es una guerra constante de agotamiento en la que no se busca eliminar

físicamente al enemigo, ni matarlo masivamente, sino socavarlo, deslegitimarlo y

aislarlo hasta que deje de ser una alternativa política válida, posible y estable para

la población.

No es una guerra convencional y su objetivo, además de el grupo

considerado insurgente o subversivo, es toda la población, es decir, el control de la

mente y las emociones de toda la población civil. Se trata pues de ocupar la

subjetividad de los hombres y mujeres e imponer su dominio venciendo toda

capacidad de resistencia: aniquilándolos en su espíritu, modificando su ser,

conformando de otro modo su aparato psíquico (Matín-Baró, 1989).

La GBI es una estrategia político-militar ideada desde el Pentágono

norteamericano que ha sido ampliamente experimentada en Vietnam, Sudamérica

y Centroamérica y otras zonas del Tercer Mundo, con el fin de acabar con

cualquier movimiento opositor al régimen (Bermúdez, 1987). Se trata, por lo

general, de una guerra no declarada que utiliza armas invisibles, en las que no hay

regulación ni límite porque no hay leyes como en el caso de la guerra

convencional, en la que se protege a los no combatientes, por ejemplo.

Finalidades y estrategias

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La finalidad de la GBI no es eliminar físicamente al enemigo; sino deslegitimarlo, aislarlo, deshumanizarlo, sacarlo de combate para siempre, provocar la polarización del grupo, es decir, el confrontamiento interno que lleve a la disolución del grupo debido a las pugnas internas. Se trata de la diferenciación radical entre “ellos” y “nosotros”: los “buenos” y los “malos”, lo que implica necesariamente un estigma y una polarización, la cual supone un exacerbamiento de los intereses sociales discrepantes. Desaparece, así, la interacción cotidiana: los valores dejan de tener vigencia colectiva, son los presupuestos de la convivencia los que se encuentran sometidos a juicio y los grupos ya polarizados buscan y exigen la definición de todo en términos partidistas. Esto lleva al cansancio y la desidentificación con ambos contendientes, resquebraja los cimientos de la convivencia y entraña un agotador clima de tensión socioemocional, que no lleva más que a la destrucción del colectivo, fin último de la GBI.

En resumen, las finalidades de este tipo de guerra son: la ruptura del tejido colectivo, intimidar a la población y deshumanizarla. Lo primero significa que la GBI procura deshacer los vínculos solidarios que existen entre personas que comparten ideales o necesidades, para esto intenta individualizar a cada quien, busca quebrar sus convicciones personales y las del colectivo. Lo segundo significa que implanta el miedo como algo cotidiano y con base en la impunidad, incluso puede haber lo que podrían llamarse campos de concentración (como en Argentina o en Chile) y “nadie” dice “nada”. La represión, a su vez, no sólo ataca a las personas consideradas opositoras al régimen, también ataca y amenaza a sus familiares. “Se trata de intimidarles, de que todo su grupo o comunidad sepa lo que les puede pasar también a ellos” (Riera y Beristain, 1992, p. 27). Por último, la deshumanización, de acuerdo con Samoyoa (1987), consiste en que se militariza la mente, pues es la propia gente cercana la que vigila a cada quien, se llega a un grado tal que la represión se interioriza.

Ahora bien, la guerra psicológica es la principal estrategia de la GBI. Ésta no se reduce al ámbito de la opinión pública. Sus métodos se circunscriben a campañas propagandísticas; pero también pretende influir en la persona entera, no sólo en las creencias y puntos de vista, sino que se vale de otros medios como la provocación de sentimientos de inseguridad y otras conductas

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deshumanizantes. Ya no se trata de paralizar completamente a la población civil, pero sí de inhibir su rebeldía potencial o de impedir al menos su apoyo efectivo al enemigo, por medio de una represión manipuladora apoyada principalmente por los medios de comunicación (Samoyoa, 1987).

Con esto, podemos inferir que la GBI combina acciones cívicas con operativos de acción bélica. La militarización de la vida cotidiana y de los principales espacios sociales contribuye a la omnipresencia del control prepotente y de la amenaza represiva. Otras de las estrategias son: el hostigamiento, las detenciones e interrogatorios hacia los miembros del grupo subversivo, con el fin de crear miedo y deserción, pues la información ya la tienen, los servicios de inteligencia identifican a los miembros de los movimientos, incluso dentro del grupo, y como estrategia, siempre hay infiltrados.

En este contexto de inseguridad, adquiere más fuerza la propaganda oficial con su insistente invitación a incorporarse al proceso “democrático” y “dialogar”, mientras que el enemigo es representado con absoluta negatividad, insensible, cruel, irracional, inhumano, etc. La propaganda completa el perfil del enemigo con atributos que exponen su presunta oposición a los valores propios de la cultura política de cada una de las partes contendientes; el enemigo es el único responsable de que haya o de que continúe la guerra (Samoyoa, 1987).

Los medios disponen de recursos para crear y mantener representaciones mentales que socavan las posibilidades de una convivencia social respetuosa y armónica. Es una forma sistemática de designar realidades, de crear y reforzar representaciones mentales que terminan reemplazando a la realidad así representada. Esto limita la capacidad personal y social de juzgar y actuar racionalmente, así como la voluntad de asumir responsabilidad en la búsqueda de una solución civilizada del conflicto. Su medio principal es la desinformación, que confunde e impone una idea falsa sobre la situación. La información suele ser presentada de manera sensacionalista, estereotipada, con imágenes y con noticias.

En una situación de guerra estamos expuestos a un discurso político analíticamente pobre y falaz, aunado también a una pobre información periodística que oculta datos, abusa del lenguaje

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connotativo y asigna una importancia relativa que nada corresponde a su peso real. En general, según Samoyoa (1987), se ideologizan los hechos, se demoniza a las personas, se criminaliza la utilización de aquellos mismos espacios políticos que la evolución del conflicto ha obligado a abrir. Se trata de crear una versión oficial de los hechos que ignora aspectos cruciales, distorsiona, falsea o inventa otros.

Efectos de la guerra de baja intensidad

La GBI no sólo provoca el descenso en la participación política de las personas, la pérdida de unidad al interior de los movimientos, o la muerte o heridas físicas de algunas personas, sino que también tiene fuertes efectos en la salud mental. Es más: la mayor parte de sus efectos se dan a este nivel, y de ahí se desprenden los demás.

La GBI provoca, a corto plazo, desorganización y baja de estado de ánimo hasta la deserción. A largo plazo, su efecto se refleja en el socavamiento de las relaciones interpersonales y el deterioro de la convivencia social. Asimismo, se deteriora la capacidad colectiva de trabajar y de amar, así como de afirmar la identidad.

La salud mental de un pueblo o de un grupo se encuentra en la existencia de las relaciones humanizadoras, de vínculos colectivos, en los cuales se afirme la humanidad personal y no se niegue la realidad de nadie, esto no sólo es un problema político o económico, es, por principio, un problema de salud mental individual y colectiva (Riera y Beristain, 1992).

Etimológicamente trauma significa herida. En psicología, se suele hablar de trauma para referirse a una vivencia o experiencia que afecta de tal manera a la persona que la deja marcada, deja en ella un residuo permanente. En el caso de la guerra, las heridas por las cuales han sido afectadas las personas son sociales, sus raíces no se encuentran en el individuo, sino en su sociedad, a través de diversas mediaciones institucionales, grupales e incluso individuales. Lo traumático está dado por el impacto sorpresivo, imprevisto y repentino (Martín-Baró, 1989).

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Otra de las consecuencias de la GBI en las personas es el miedo. La situación de conflicto provoca un estado de miedo, que al producirse simultáneamente en miles de personas adquiere una relevancia insospechada en la conducta social y política.

El miedo, la angustia, la ansiedad, el temor, el pánico, el espanto, el terror son palabras que se refieren a vivencias desencadenadas por la percepción de un peligro cierto o impreciso, actual o probable, que proviene del mundo interno del sujeto o de su mundo circundante. La certeza o la probabilidad de que dicha amenaza ocurrirá, transforma la inseguridad en miedo. La percepción de la amenaza como inminente puede transformar el miedo en terror o pánico. La dificultad para identificar el contenido mismo de la amenaza vital se le llama angustia. La angustia se caracteriza, además, por que tiene una innegable relación con la espera (Riera y Beristain, 1992).

Una situación es peligrosa cuando se compara la magnitud del peligro y la impotencia del sujeto frente a ella, dicen estos mismos autores. El miedo es una emoción intensa, que indica que el significado que el sujeto atribuye a la situación en la que se halla, es de peligro y el sujeto la percibe y comprende como una amenaza vital. Esta amenaza vital puede ir desde una amenaza de muerte, hasta el peligro de ser agredido, golpeado, violentado, torturado; es decir, una amenaza a la integridad corporal. También puede ser percibida como una amenaza en el acceso a los medios de vida, esto es, el riesgo de carecer de la subsistencia mínima. La incertidumbre desarrolla respuestas agresivas y violentas o apáticas y resignadas a las circunstancias sociales y políticas. La disminución de la participación en actividades políticas o sociales se vincula al miedo, la muerte, la desgracia; a pérdidas variadas, que implican a su vez otras formas de muerte.

Otro de los efectos de la guerra sucia se refleja en la identidad, pues el clima imperante de mentira permea negativamente los fundamentos de la identidad de las personas. Cuando la mentira tiene que ser asumida como forma de vida y las personas se ven forzadas a llevar una “doble existencia” (clandestinidad por ejemplo) se produce confusión ética y vivencial, ya que se vive en dos planos. Los que abandonan este estilo de vida terminan produciendo una especie de devaluación de la propia imagen y un sentimiento de

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culpabilidad frente a las propias convicciones y frente a los antiguos compañeros de lucha (Samoyoa, 1987).

La militarización de la vida social puede ocasionar una progresiva militarización de la mente, la violencia compulsiva en las relaciones interpersonales y en las íntimas, así como la destructividad sociopática que están íntimamente relacionadas con la preponderancia creciente de las formas de pensar, sentir y actuar militarmente o autoritariamente en la vida social. Lo más grave es cuando se convierte en una forma normal de ser, transmitida por los procesos de socialización. Lo grave, según Riera y Beristain (1992), es que se va asumiendo como natural el desprecio por la vida humana, la ley del más fuerte como criterio social y la corrupción como estilo de vida, precipitando así un grave círculo vicioso que tiende a perpetuar la guerra tanto objetiva como subjetivamente.

Asimismo, una consecuencia colectiva muy importante la constituye la devaluación de la lucha por la justicia y el desprestigio moral de quienes asumen las causas revolucionarias. La mentira institucionalizada logra manchar los ideales y comportamientos revolucionarios, vinculándolos a motivaciones sórdidas o relacionándolos con desempeños inmorales.

En síntesis, la represión puede tener diferentes consecuencias sobre las personas, tanto a nivel individual como colectivo. Por un lado, las condiciones de vida empeoran, ya sea en lo económico o en la salud.

Otra consecuencia puede ser el aislamiento social. Sucede a menudo que las personas que fueron detenidas o sus familiares son excluidos por el resto de la comunidad, quienes tienen miedo y están paralizados ante lo ocurrido. También puede pasar que haya distanciamiento entre los mismos compañeros (Samoyoa, 1987).

Mujeres y guerra de baja intensidad Como ya expliqué, el objetivo principal de este tipo guerra es romper el tejido

social. De esta manera los planes de extermino contrainsurgente, muchas de las

veces, se centran en las mujeres y sus hijos e hijas, porque es una forma de

arrasar con la vida y la transmisión de la cultura. Asimismo, el tejido social está

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enlazado y sostenido, en la mayor parte de las comunidades, por las

mujeres (Guatemala: nunca más,1998).

Ahora bien, según se asegura en el mismo Informe Guatemala: nunca

más (1998), las estrategias que este tipo de guerra empleó en contra de las

mujeres se centraron en la violencia sexual, que iba desde las violaciones aisladas

hasta las violaciones masivas. Las mujeres se convirtieron en botín de guerra para

los militares que participaban en una situación bélica que la mayor parte de ellos

no había decidido. Las obligaban a las acciones más indignas y las agredían física

y sexualmente a cambio de no matarlas o lastimar a sus hijos e hijas. Las mujeres

asimismo eran torturadas psicológicamente desde su condición de madres. Se

manipulaba sus afectos y se lograba que accedieran a los deseos de sus verdugos.

Toda esta violencia se sustentaba en una situación de poder, el poder que

ostentaba y desplegaba el ejército, pero de tras de él el Estado, y detrás de éste la

oligarquía guatemalteca, y detrás de ella los intereses norteamericanos sobre las

comunidades indígenas, a través de su parte más vulnerable: las mujeres y sus

hijos e hijas.

Asimismo, como parte de la condición genérica, se atacaba a las mujeres en

lo más íntimo de su ser, su identidad sexual, y a través de esto se atacaba

indirectamente también a los hombres de las comunidades, pues se vulneraba la

honra y la pureza de estas mujeres, que como mujeres no eran dueñas de sí, sino

que le pertenecían a otros, lo que expliqué ampliamente en el capítulo uno.

La cotidianidad de las mujeres en Guatemala, aún en condiciones de

peligrosidad extrema y constantes huidas, estuvo marcada por la preocupación

constante por sus hijos e hijas. Asimismo, algunas de ellas tuvieron que vivir la

soledad y afrontar situaciones económicas difíciles, así como contener

emocionalmente a sus familias, es decir que eran el sostén emocional. Cabe

mencionar que todo esto no dista mucho de lo que una mujer debe hacer en

condiciones “normales”: sin guerra de por medio. Esto es parte del rol femenino

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establecido. Sin embargo, en una situación de guerra esto se exacerba y la carga

que lleva la mujer sobre sus hombros es aún más pesada.

Por otra parte, bajo este panorama, no deja de sorprender que aún cuando

las mujeres fueron las más atacadas, también fueron las que más estrategias de

resistencia generaron. Así, fueron ellas las que se organizaron para exigir la

presentación de sus familiares detenidos/desaparecidos55. Algo que ya se había

dado al otro extremo del continente con esas madres, a las que sus hijos las

parieron, las locas de mayo, como soezmente las llamaban los militares argentinos.

Sin embargo:

Las Madres, al descubrir que eran madres de todos, descubrieron el espacio común y empezaron a tener ideas comunes que generaron el acercamiento a los demás. Conquistar la Plaza donde sus hijos reivindicaban era hacer un espacio para quienes habían escondido que sus familiares eran desaparecidos. Escuchar a la gente en la Plaza era apoyar la angustia de otras (Beristain y Riera, 1992, p. 210).

Hay que imaginarse lo subversivo que una acción de este tipo puede significar en

un contexto de guerra sucia, donde, como ya expliqué, la mentira se

institucionaliza, se vuelve cotidiana y confunde las realidades. Estas mujeres lo

que hicieron fue afirmar otra realidad. Para el caso de Guatemala, fue

exactamente lo mismo. Y en México, para el caso de las guerrillas de los setenta,

al igual que en otros países de Latinoamérica56

55 Este término fue acordado durante el primer Congreso de Asociaciones de detenidos/desaparecidos en 1981, en sustitución del término desaparecidos, para reconocer que se trataba de un acontecimiento represivo y planificado y que antes de desaparecer estas personas habían sido secuestradas, detenidas (Maier, 2001). 56 Vale la pena hacer una lectura del libro de Elizabeth Mair (2001) sobre el Comité Eureka en México, pues proporciona, entre otras cosas, datos de comités de familiares de detenidos-desaparecidos en toda América Latina, aún en los países donde no hubo dictaduras, como el nuestro. Sin embargo, es evidente que ha habido – yo diría que desde ese entonces y hasta el momento actual- una política socioeconómica impuesta por los Estados Unidos, que se ha valido de estrategias de guerra de baja intensidad para los casos en que haya resistencia, y como la resistencia también es una constante en América Latina desde hace alguna décadas, en todos los países ha habido represión.

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Para el caso de México, el Comité Eureka que agrupa a madres de

diferentes estratos y diferentes contextos, ha sido, como explica Elizabeth Maier

(2001) el espacio para la expresión del dolor que las madres han podido sentir, ha

servido para la fabricación del duelo, para reconocer que no se trataba de un

hecho aislado, para aceptar que sus hijos e hijas habían sido activistas políticas y

para asumir una identidad de género transformada. Se trataba de un proceso de

socialización de la maternidad. Se trataba también de una resignificación de la

identidad genérica. Pero se trataba también de guardar la memoria, de negarse al

silencio. Así, en una hermosa carta que le escribe Marcos a Rosario Ibarra de

Piedra, una de las fundadoras del Comité Eureka, le dice lo siguiente:

Las madres de los desaparecidos políticos son de piedra. ¿Qué pueden temer estas doñas que tanto han enfrentado, que tanto han luchado? No a la ausencia, porque con ella cargan desde hace muchos años. No al dolor, porque con él viven todos y cada uno de los días. No al cansancio porque han recorrido una y otra vez todos los caminos. No, a lo único que temen las doñas es al silencio con el que se viste el olvido, a la desmemoria, a la amnesia que suele manchar a la historia. Contra ese temor, las doñas no tienen sino el arma de la memoria (Marcos, “Mamá piedra”, en: http://www.ezln.org).

Y es que, en efecto, las doñas se convirtieron a lo largo de los años en fervientes

defensoras de la vida. Las madres de detenidos desaparecidos en América Latina, es

suma, representan, como dicen Terresita de Barbieri y Orlandina Oliveira (1987) un sector

muy importante de participación política femenina en América Latina.

Otro estrato muy importante de participación femenina en un contexto de

guerra, lo han constituido las mujeres en el exilio. A este respecto uno de los

casos que más llama mi atención fue la organización guatemalteca de Mujeres

Mamá Maquín, surgida en 1990 tras diez años de refugio y que tuvo una gran

capacidad integradora durante el estancia en México. Estas mujeres, además,

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trabajaron en talleres de reflexión en torno a su condición de género y lograron

bastante en cuanto a una labor concientizadora para las mujeres. Esto les

permitió un trabajo de empoderamiento (explicado en el capitulo anterior), que,

gracias a las estrategias de organización generadas, coadyuvó a una intensa

participación femenina en el refugio. Las mujeres, por ejemplo, pudieron

encargarse de proyectos productivos variados.

A su retorno, que finalizó en 1999, se enfrentaron con otra problemática:

Mamá Maquín se dispersó y sus dirigentas comenzaron a ser absorbidas por las

comunidades y cooperativas. Los varones argumentaban que no era necesaria

una organización femenina, porque la democracia en Guatemala ya reconocía la

igualdad. Ahora se proponen reiniciar su labor reflexiva y activa desde su propio

país (Olivera, 2000).

De esta manera, se pueden deducir dos planteamientos hasta cierto punto

contradictorios. Por un lado, en un panorama bélico de esta magnitud los espacios

políticos de participación están prácticamente clausurados. Asimismo, las mujeres

son predominantemente atacadas junto con sus hijos e hijas, por ser considerados

el sector más sensible de las comunidades y por representar el sostén del tejido

social y la preservación cultural. Pero, por otro lado, estos contextos en nuestro

subcontinente también se han caracterizado por una alta presencia femenina cuya

actividad política ha sido sumamente enriquecedora. Las mujeres han abierto

espacios aún en condiciones adversas. Podría concluirse este apartado con lo

siguiente:

Las mujeres que por mucho tiempo fueron invisibles para la sociedad deben ser reconocidas ahora como sujetas de cambio, así como respetado y valorado su aporte como ejemplo de dignidad y defensa de la vida humana (Guatemala: nunca más, 1998, p. 79).

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Guerra de baja intensidad en Chiapas Según Olivera (1999), el propósito concreto bajo el cual se ha empleado la guerra

de baja intensidad en el estado de Chiapas es evitar que los indígenas construyan

su autonomía. Pues como ya expliqué párrafos atrás, esta propuesta resulta

sumamente subversiva para el sistema de poder en México. Así, desde mi

perspectiva, desde aquel primero de enero cuando comenzó ese inmenso

despliegue militar, empezó también la guerra irregular. Posteriormente, cuando se

decretó el cese al fuego, luego de los doce primeros días de guerra armada, el

EZLN paró de hacer la guerra, pero el Gobierno Federal no.

Sin embargo, uno de los momento más álgidos fue la ofensiva del nueve de

febrero de 1995, misma que fracasó. Entonces, el Gobierno Estatal con anuencia,

financiamiento y apoyo militar del Gobierno Federal ha implementado una serie de

movimientos y estrategias militares y paramilitares en las zonas identificadas como

zapatistas, así como en áreas aledañas (donde podría hacer alguna probable

influencia). Otro momento importante inició después de la masacre de Acteal en

1997, cuando numerosas comunidades indígenas comenzaron a desplazarse tras la

amenaza de ataques semejantes. Los grupos paramilitares también avanzaron en

este momento.

Despliegue militar A lo largo de los años de conflicto en el Estado de Chiapas ha habido una intensa

movilización de parte del Ejército Federal que ha ocupado distintos puntos del

estado. De esta forma se ha afectado a la garantía individual expresada en la

constitución sobre la libertad de tránsito. Los retenes militares, cercanos a las

comunidades zapatistas, impedían el libre acceso de cualquier persona.

Interrogaban y/o cateaban a todo aquél que pasara por donde se encontraban.

Cabe mencionar que la presencia militar comprende: retenes, patrullajes,

incursiones, bases militares, campamentos y sobrevuelos, lo que en conjunto

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constituye una serie de acciones que impactan la vida cotidiana de las

comunidades. A continuación se muestra en mapa con la presencia militar en el

estado:

MAPA 3: MUNICIPIOS CON PRESENCIA MILITAR

FUENTE: http://www.ciepac.org/maps/

Como se percibe en el mapa, prácticamente todo el estado estuvo ocupado por el

Ejército Federal. Ahora bien, cabe mencionar que una de las señales que pedía el

EZLN en la Caravana a la Ciudad de México era el retiro de las posiciones

militares. EL presidente Fox lo cumplió parcialmente, pues en efecto, el Ejército

se retiró de las comunidades, pero no del estado. Hay un patrullaje intenso en la

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zona y un despliegue militar intenso, como lo pude corroborar en mis distintas

visitas para realizar mi trabajo de campo57.

Por otra parte, existe un elemento más que tiene que ver con la guerra de

exterminio, como bien la llaman los propios zapatistas: la presencia de grupos

paramilitares. De por sí, como lo afirman distintos investigadores e investigadoras

de la región, la presencia de grupos armados fuera de la ley ha estado presente

en la entidad cerca de la fincas desde mucho tiempo atrás. Tal es el caso de las

guardias blancas, encargadas de disolver cualquier conato de rebeldía al interior

de estas haciendas. No obstante, cuando la guerra empezó, se prepararon grupos

paramilitares, armados y entrenados por el Ejército Federal, que se han encargado

de atacar de manera selectiva a ciertas personas dentro de las comunidades.

Además, participaron en una matanza: la de Acteal. Los enfrentamientos entre

zapatistas y paramilitares ocurren cotidianamente58. Pero los medios no informan

al respecto y si lo hacen, es de manera sensacionalista y distorsionada. Como

acaba de ocurrir recientemente con el enfrentamiento del 28 de agosto del

presente año en la zona norte. Una vez más los medios han declarado que se

trata de pleitos entre familias a causa de los usos y costumbres. Esta es una

forma de matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, los paramilitares avanzan

sobre el EZLN, mientras que en los medios se oculta la acción; y, al mismo,

tiempo, se desvirtúan los usos y costumbres para atacar la propuesta zapatista de

autonomía.

Esto ha pasado todos estos años. Pero con los acontecimientos de Acteal,

ha sido más difícil el ocultamiento. Volveré a este punto más adelante. Ahora

bien, entre los principales grupos de paramilitares se encuentran: Paz y Justicia,

57 La primera vez que acudí a Chiapas para realizar esta investigación fue en agosto del año pasado, y noté que el Ejército se movía constantemente por la zona de Los Altos y la ciudad de San Cristóbal, de lo cual volví a percatarme en mis siguientes visitas en diciembre y enero de este año. Asimismo, en la zona de Palenque, donde se encuentra la comunidad que yo estudié ocurre lo mismo. 58 Basta leer la denuncias que aparecen todos los días y que difunde Enlace Civil o el Centro de Información Zapatista vía internet.

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MIRA, los Chinchulines, entre otros. A continuación presento un mapa de sus

posiciones:

MAPA 4: GRUPOS ARMADOS Y PARAMILITARES

FUENTE: http://www.ciepac.org/maps/

Según el Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez” (en: página

web del FZLN), Paz y Justicia es un grupo paramilitar priísta con presencia en la

zona norte de la selva, es decir, en los municipios de: Tila, Sabanilla, Tumbalá,

Salto de Agua, Palenque, Yajalón, Chilón. Dicha zona ha devenido en la prueba

"piloto" de la táctica paramilitar-contrainsurgente. Este grupo ha sido solapado,

tolerado y, en algunos momentos, auxiliado por las policías estatal y municipal. Se

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les relaciona con otras fuerzas especiales como el "Cuerpo Maya", y

probablemente con el grupo "Fuerza y Reacción", ambos, grupos policíacos con

adiestramiento militar. Paz y Justicia se ha organizado con un Estado Mayor e

integra a oficiales en sus mandos. Durante meses ha cancelado la libertad de

circulación en los caminos de los poblados que domina y mantenido acciones

violentas contra quienes considera sus opositores.

Paz y Justicia se ha entrenado durante las fechas inmediatas al fracaso

parcial de la ofensiva militar del 9 de febrero de 1995, al establecimiento de la Ley

del Diálogo y de los primeros encuentros de negociación en San Andrés

Sacamch’en de los Pobres. Entre las violentas acciones que ha emprendido este

grupo contra los opositores están: siembra de retenes armados y control de

caminos, credencialización de comunidades para "autorizar" el libre tránsito,

privación ilegal de la libertad, amenazas de muerte a individuos y a comunidades,

violaciones a menores, golpizas a hombres y mujeres, emboscadas, desapariciones

forzadas de personas, provocación de desplazamientos y abandono de

comunidades, entre otras59.

Ahora bien, uno de los aspectos fundamentales que no sólo tiene que ver

con el despliegue puramente militar, es que este grupo implementa una serie de

acciones civiles con el único objetivo de mantener dividida a la población, lo que

sin duda es parte de una de las principales herramientas de la guerra de baja

intensidad. Así, por ejemplo, a través de Paz y Justicia se ha alentado, al interior

de la base social campesina, de signo priísta, a la participación dentro del grupo,

por medio de un convencimiento perverso a base de rumores de que las

organizaciones civiles o la Diócesis de San Cristóbal llevan armas a los

simpatizantes del EZLN en la zona. Estos grupos se ven como un solo bloque

amenazante, contrario al Gobierno, de esta manera justifican la posesión de armas

59 Basta mirar las páginas web de SIPAZ, SERPAJ, FZLN, EZLN, Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez”, entre otros, para percatarse de las secuelas (en cifras) que estas acciones han dejado en las comunidades.

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como "autodefensa" y se presentan con el nombre "Desarrollo, Paz y Justicia, A.C."

para legitimar el acceso a los recursos oficiales.

Por su parte, el grupo Chinchulines también es un grupo de filiación priísta

Según la misma fuente, en 1995 contaba con cerca de 250 integrantes

organizados en comandos, que empleaban armas de uso exclusivo del Ejército y

uniformes de Seguridad Pública. También tienen presencia en la zona norte de la

Selva, en los municipios de: Chilón, Yajalón, Ocosingo, Venustiano Carranza. Cabe

mencionar que este grupo apareció en 1988, año desde el cual monopolizaron las

concesiones de transporte público, la Sociedad Cooperativa de productores de café

en Temó; sus miembros han ocupado puestos públicos en Agencias Municipales,

Seguridad Pública y diversas organizaciones agrarias.

La alcaldía de Chilón, ganada en las elecciones del 15 de octubre de 1995

por el PRD, fue tomada por los Chinchulines por la fuerza, con lujo de violencia, el

18 de abril de 1996. En general, este grupo como el anterior ha recibido diversos

apoyos del partido oficial. Asimismo, ha sido considerado por los ganaderos

priístas del norte de Chiapas como su "frente sur" que bloquearía la comunicación

entre los zapatistas de Las Cañadas y los del Norte de la Selva.

Otro grupo paramilitar de filiación priísta es el grupo Máscara Roja, el cual

ha sido adiestrado por el Ejército, está organizado en comandos y emplea armas

de uso exclusivo del Ejército. La mayor presencia la tienen en la zona de los Altos,

en los municipios de: Chenalhó, Larráinzar, Chamula, Pantelhó. Las primeras

noticias que se tienen de Máscara Roja datan de noviembre de 1996, en el

municipio de Larráinzar, cuando apareció el segundo Aguascalientes zapatista, en

Oventic. Además, es el grupo responsable de la masacre de Acteal, el 22 de

diciembre de 1997, así como de otros actos represivos.

Como parte de la guerra de baja intensidad, las acciones que realiza

Máscara Roja se orientan a generar terror en la disidencia política de Chenalhó, y a

destruir la base social zapatista y sus medios de supervivencia. Obliga a los

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mismos militantes priístas a usar armas y colaborar en sus acciones violentas. Ha

provocado también, sobre todo en el segundo semestre de 1997, desplazamientos

masivos de población que huyó de esta violencia (en: página web del FZLN).

De acuerdo con la misma fuente, otro de los principales grupos

paramilitares es el Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista (MIRA), el

cual también es de filiación priísta. Al igual que los demás, cuenta con armas de

alto poder y adiestramiento. Tiene presencia en distintas zonas: Los Altos, Selva

Lacandona, Las Cañadas y norte de La Selva, municipios como: Las Margaritas,

Oxchuc, Huixtan, Altamirano, Ocosingo, Sitalá, San Juan Cancuc, cuyas acciones

son de diversa índole, pero muy similares a las de los grupos anteriores. Se

infiltran en las comunidades, obtienen información, dividen a la población y,

cuando desempeñan acciones violentas, son cubiertos por la impunidad que les

ofrecen sus cómplices, léase: Seguridad Pública.

Ahora bien, cabe resaltar, como lo han hecho Andrés Aubry y Angélica Inda

(La Jornada, 23 de diciembre de 1997), que el conflicto de Chiapas cobró para los

antropólogos una tarea más: la de identificar a un nuevo sujeto social. Se trata de

un agente protagónico de la violencia, que asomó primero en la zona norte, luego

en los Altos y también en las cañadas. La magnitud de este fenómeno, así como

sus secuelas merecen ser estudiados con la perspectiva de esta disciplina.

Considero que esta reflexión es del todo pertinente, no sólo porque estos grupos

operan en regiones indígenas del estado de Chiapas, sino porque, al mismo

tiempo, están integrados por individuos que pertenecen a distintas etnias y son del

mismo origen que la mayoría de sus supuestos adversarios. Esto coloca a la

cultura en un plano sumamente conflictivo y complicado que de cualquier manera

la impacta y, desde luego, la trastoca.

Víspera de la navidad en los Altos

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Uno de los acontecimientos más dolorosos que se recuerdan en torno al

movimiento zapatista es la masacre de Acteal del 22 de diciembre de 1997, cuya

crónica considero es mejor relatada por una de sus sobrevivientes:

Micaela tiene once años. Desde las cinco le ayuda a su mamá a echar tortilla y a cargar a su hermanito. Ya es muchachita, dicen en la comunidad para señalar que se está convirtiendo en mujer. Desde las siete de la mañana está con su mamá en la ermita, medio rezando y medio jugando con sus hermanos. Ellos no saben qué pasa. A veces preguntan por su papá que se fue a esconder, pues dicen que si entran los priístas matarán a los hombres o se los llevarán para que maten zapatistas. Las mujeres se quedaron. No quieren que los niños pasen otra vez frío en la montaña. Prefirieron rezar. El aviso les llegó de algunas gentes de Las Abejas que habían sido forzados a trabajar para los priístas de Los Chorros. Escaparon y trajeron la noticia, les contaron que los priístas estaban planeando sus ataques. Por eso se hizo ayuno, para parar la matazón. Como a las once empezaron a escuchar la balacera, nadie se movió, no era la primera vez que echaban tiro. El catequista intentó calmarlos. Micaela trató de callar a sus hermanitos que empezaron a llorar. Hombres y mujeres estaban arrodillados, algunos se pararon y empezaron a correr, a otros los alcanzó la bala ahí mismo en la ermita. Los disparos venían de las partes altas. Alguien gritó que estaban rodeados. La madre de Micaela finalmente decidió cargar a los dos chiquitos, jalarla de la mano y correr. Ya los hombres estaban fuera de la ermita. Micaela alcanzó a ver tras el paliacate a algunos hombres de Los Chorros. Son priístas y cardenistas, dijo su mamá. La única salida era la barranca del arroyo. Por ahí corrieron y hasta el arroyo los siguieron. La bala le llegó a su mamá por la espalda, los encontraron por el llanto de los niños. Primero le dieron a su madre y luego a los dos chiquitos. Ella quedó bajo sus cuerpos, por eso se salvó, ni hizo ruido, sentía el peso del cuerpo caliente de su madre, no sabía que estaba muerta. Tenía mucho miedo. Desde su lugar Micaela los vio, reconoció al Diego, al Antonio, al Pedro. "Eran muchos, más de cincuenta, de Los Chorros, de Pechiquil, La Esperanza, Acteal. Venían vestidos de negro con pasamontañas. Los otros, mas dirigentes, estaban vestidos de militares", relató después, en su testimonio ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Vio cómo mataron al catequista, cómo baleaban por la espalda a las mujeres y niños. Cuando se fueron los hombres Micaela se fue a esconder a la orilla del arroyo. Ahí vio cómo regresaban con sus machetes en la mano, eran los mismos y también eran otros, hacían bulla, se reían. "Hay que acabar con la semilla",

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decían. Desvistieron a las mujeres muertas y les cortaron los pechos, a una le metieron un palo entre las piernas y a las embarazadas les abrieron el vientre y sacaron a sus hijitos y juguetearon con ellos, los aventaban de machete a machete. Después se fueron. Por la tarde empezó a salir la gente de sus escondites, la seguridad pública estaba ahí y los llevaron a un salón. En esos momentos se encontró con algunos parientes. Micaela vio al hermano de su papá pero también se dio cuenta de que muchos ya no aparecieron. Ahí se enteró que su mamá, su hermana y su hermanito habían muerto (La Jornada, 23 de enero de 1998, p. 36).

Cabe mencionar que los afectados y afectadas por la masacre de Acteal no eran propiamente zapatistas. Pertenecían, más bien, a la así denominada Sociedad Civil Las Abejas, grupo indígena pacifista que busca la solución negociada y política de la guerra. Algunas de estas personas decidieron permanecer en la comunidad, aun cuando habían recibido el aviso, pues pensaban que atacarían a los zapatistas, que estaban congregados en el municipio autónomo de Polhó, junto a la comunidad. Decidieron quedarse a rezar para parar la guerra. Y en ese momento fueron atacados cruentamente y el saldo fue de 45 personas muertas (15 niños y niñas, 21 mujeres y 9 hombres) y 25 heridas (CDHFBLC, 1998). El ataque contra este grupo significaba un golpe indirecto al EZLN. Este tipo de hechos han ocurrido en otros países, tal fue el caso de El Mozote, en El Salvador, donde en 1981 el ejército masacró a un gran número de habitantes (en su mayoría mujeres) de esta comunidad cercana a la zona de influencia del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN)60.

60 Ver: Amaya, Rufina, Mark Danner y Carlos Henríquez Consalvi, Luciérnagas en El Mozote, Ediciones Museo de la palabra, San Salvador, 1996.

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Volviendo al caso mexicano, después de los terribles hechos del 22 de diciembre, un gran número61 de desplazados amenazados por la posible ocurrencia de incidentes similares en sus comunidades de origen se desplazaron al municipio Autónomo de Polhó, donde permanecieron hasta el año pasado. Esto generó una dinámica distinta tanto para los pobladores originarios como para los desplazados. Ahora bien, como ya lo expliqué en el capítulo anterior, este tipo de

eventos, instrumentados por una guerra sucia, tienen efectos directos sobre la

población, que van desde reacciones físicas, pasando por problemas psicológicos

hasta conflictos sociales. En el caso de Acteal, hubo trabajo con los habitantes del

municipio autónomo de Polhó por parte de organizaciones civiles nacionales e

internacionales. La ayuda humanitaria no se hizo esperar. Asimismo, se aceptó la

presencia de la Cruz Roja Mexicana como organismo neutral, pues la gente de

filiación zapatista tiene el acuerdo de no recibir ningún tipo de ayuda de

organizaciones gubernamentales. Entre éstos, un equipo del Centro de Derechos

Humanos “Fray Bartolomé de Las Casas” trabajó con los habitantes de Polhó

después de la masacre de Acteal, y encontraron distintos síntomas y

consecuencias para hombres, mujeres, niños y niñas. En el caso de los primeros

encontraron los siguientes síntomas: llanto, vómitos, calentura, estreñimientos, tics

nerviosos, preocupaciones constantes, etcétera. Asimismo, se observó que las

consecuencias que presentaban eran: tristeza, dolor, temor, asumían el rol de la

mamá, deseos de morir, necesidad de asumir las actividades femeninas, entre

otros. En cuanto a las mujeres, los síntomas que con más frecuencia se

encontraron eran: llanto, mareos, desmayos, susto, dolor de cabeza, etcétera.

Ellas se sentían intranquilas por rumores constantes de próximas agresiones de los

paramilitares que seguían libres, sentían un encierro total pues no podían salir a

caminar, temían no poder salvarse de la muerte, entre otros. Para los niños y

61 Según del Centro de Derechos Humanos “Fray Bartolomé de las Casas” (CDHFBLC), para 1998 había 6000 desplazados, pero me parece que llegaron a sumar alrededor de 10 mil.

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niñas, los síntomas fueron similares, tales como: dolor de cabeza, dolor de

estómago, llanto, calentura, trastornos gastrointestinales, falta de apetito,

etcétera. Ellos y ellas se negaban a jugar, perdieron su escasa educación, tenían

dificultad para dibujar a su familia, cuando habían perdido algún miembro de ella.

las mujeres, por su parte, tenían que sobrecargarse de trabajo para sostener a la

comunidad, integrada por muchas comunidades a su vez, en pleno momento de

duelo y terror. Por su parte, a los hombres viudos les fue muy difícil asumir las

tareas que correspondían al rol femenino, desde las tareas domésticas del manejo

del hogar, hasta el cuidado de los hijos e hijas, por el que decían estar muy

preocupados. Resulta interesante notar que para ellos eran más frecuentes los

deseos de muerte, mientras que para ellas la muerte representaba un temor. La

depresión en ambos casos era muy difícil de afrontar, pero las mujeres contaban

con mayores recursos. Esto me parece que tiene que ver con la construcción de

género, pues es a las mujeres a quienes se les permite expresar sus afectos, ellas

pueden sentir. Para ellos elaborar el duelo era más difícil. Para los niños y niñas

también era difícil, pero en algunos casos contaban con el apoyo familiar y

especialmente materno. Para los que no contaban ya con su made, normalmente

había una tía o una abuela que ayudaba a su contención.

Asimismo, cabe mencionar que en Polhó, las condiciones materiales también

fueron muy adversas, pues en medio de todo el dolor y el miedo, las personas

también tenían que enfrentarse a las diferencias culturales y regionales; a vivir en

el hacinamiento, a cambiar su alimentación, a la desnutrición, etcétera. Por si esto

hubiese sido poco: en efecto contaron con la ayuda humanitaria, pero al mismo

tiempo esta no les permitía ser autónomos, y de alguna manera, tuvo que ser así

al principio, pues no podían salir a trabajar la milpa. Hay que imaginarse el

impacto que esta situación tiene sobre la dignidad de hombres y mujeres. Recibir

comida y ropa ajena a ellos, ser tratados como víctimas, ser objeto del

asistencialismo. No quiere decir que yo no esté de acuerdo con este tipo de

apoyo, me parece que en condiciones extremas como el caso de Acteal y los

desplazados de Polhó era necesario; sin embargo, quiero despertar la reflexión en

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el sentido de lo que esto puede, por otra parte, representar para la dignidad

humana. Si una de las formas para resistir es estos contextos es afirmar otra

realidad, como ya lo expliqué que ha ocurrido en el caso de las mujeres

latinoamericanas en panoramas extremos de represión, el hecho de victimizar a las

personas poco puede ayudar para afirmar otra realidad. Por eso, me parece que

la posibilidad de retornar a sus comunidades el año pasado ofreció una gran

ventaja y ojalá que puedan reconstruir el tejido colectivo y solidario.

Cabe mencionar que gran parte de los desplazamientos empezaron a ocurrir

desde el primer año de conflicto y, especialmente, tras la traición de febrero en

1995. Algunos de ellos se efectuaron en la zona cercana a Guadalupe Tepeyac,

pero otros en Ocosingo, o incluso en la zona norte, región de asentamientos

tzeltales y choles. Fue en esta zona, además, según afirma Olivera (2000), donde

comenzó a implementarse la GBI. Algunas de estas personas pudieron regresar en

un corto lapso de tiempo a sus comunidades, pero aún conservan la memoria

colectiva de esta huída.

Por otra parte, después de la matanza de Acteal en 1997, cientos de

personas de distintas comunidades de la zona de conflicto se desplazaron a

diferentes puntos, la mayor parte e ellas a Polhó, con las consiguientes

limitaciones que he explicado más arriba.

Para la GBI, lograr el desplazamiento de una comunidad es avanzar política

y militarmente sobre el enemigo, pues se logra implantar el miedo y la impunidad

en la región de apoyo latente al grupo opositor. Por su parte, vivir en el

desplazamiento implica para las personas una reconstrucción de relaciones

interpersonales, de la identidad, de la concepción de entornos. Se siente una

profunda nostalgia, se extraña y añora la tierra; se teme por las propiedades, no

sólo las materiales, sino también los animales. Y en medio de la pérdida, las

personas tienen que acostumbrarse a una nueva forma de integración comunitaria.

Hay que imaginar el caos que esto conlleva.

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Participar en la guerra En medio de un panorama tan desolador, resulta muy difícil resistir y continuar

luchando. Para las mujeres y los hombres zapatistas no ha sido sencillo sostener

su lucha en las comunidades. La GBI, según Olivera (2000), tiene como principal

objetivo el desmantelamiento de los municipios autónomos. Aún en estas

condiciones y con todo y las divisiones internas, con todo y la presencia militar y

paramilitar, con todo y el bloqueo económico, con todo y la negativa a la

propuesta de ley indígena, cientos de personas se mantienen en resistencia en las

comunidades zapatistas de Chiapas.

Sin embargo, tal y como lo afirma Olivera (2002), el autoritarismo y la

verticalidad de los mandatos se agudizan en situaciones de conflicto, lo que se

funda en el rígido control que implica la disputa de la población entre las partes en

conflicto. Esto en el caso del movimiento zapatista, produce una contradicción con

el principio de mandar obedeciendo, el cual como ya dije, aseguraría el proceso

democrático en la toma de decisiones y la participación equitativa de hombres y

mujeres. Ahora bien, según prosigue esta autora, este principio también se ve

afectado cuando hay introyecciones culturales tan antiguas como la de género.

Asimismo, y como yo lo he reflexionado ya algunos párrafos atrás, el apoyo

asistencialista de las organizaciones civiles, de la Iglesia y de grupos de solidaridad

con el zapatismo, tampoco ha permitido la autodeterminación de estos pueblos y

la toma de decisiones de manera horizontal, es decir, sobre la base del mandar

obedeciendo.

¿Pero por qué es tan amenazadora la propuesta zapatista?

Al inicio del apartado sobre guerra de baja intensidad en Chiapas, decía que uno de los motivos para atacar a las comunidades zapatistas con los dispositivos de este tipo de

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guerra es evitar que construyan su autonomía, lo que conduce a inferir que la propuesta es muy subversiva. Sin la intención de hacer un análisis a fondo del tema, pretendo apuntar algunas reflexiones al respecto.

Para iniciar, hay que recordar que la propaganda en contra del “enemigo” es una de las principales estrategias de la guerra de baja intensidad, de esta manera, los medios de comunicación masiva, han promovido la idea de una supuesta pretensión de balcanización por parte de los Acuerdos e San Andrés, que de haber devenido en ley, hubiesen significado el reconocimiento legal de la autonomía indígena. En contraposición a esto, Luis Hernández Navarro ha afirmado que lejos de ser una intención desintegrasionista, se trata de una propuesta que pugna por el reconocimiento de una nación pluriétnica; se trata de dejar de imponer a los distintos grupos étnicos una identidad nacional única y aceptar que son diferentes. Esto de alguna manera ya había sido expuesto por Guillermo Bonfil (1987).

Entonces, habría que preguntarse por qué la propuesta zapatista de autonomía resulta tan amenazante, especialmente cuando ya el gobierno mexicano de Carlos Salinas de Gortari había suscrito el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1989, aplicado a los pueblo tribales de países independientes, cuyas condiciones sociales, culturales y económicas son distintas del resto de la colectividad nacional, que a la letra dice:

Los gobiernos deberán asumir la responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto a su integridad (Convenio 169 de la OIT, en: http://www.fzln.org).

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Dicha acción, dice el documento, deberá incluir medidas para garantizar a los

pueblos indios los derechos y oportunidades que la legislación otorga a los demás

miembros de la sociedad. Así como la colaboración para que los pueblos

interesados puedan eliminar las desventajas socioeconómicas. En todo momento,

el convenio exige un trato respetuoso de los gobiernos hacia los pueblos indios

que permita que ellos decidan democráticamente. Hasta el momento, por más

que se firmó ese convenio y ratificó por los gobiernos subsecuentes, el trato a los

pueblos indios en México sigue estando basado en las relaciones de dominación.

No se han promovido las suficientes acciones para mejorar su condición

socioeconómica ni se les ha respetado. El incumplimiento de los Acuerdos de San

Andrés no refleja la voluntad del gobierno mexicano para cumplir un convenio que

él mismo suscribió y sostiene hasta la fecha. ¿No es esa una gran contradicción?

Según Héctor Díaz Polanco (1997), el fantasma de la autonomía recorre Indoamérica y, además, nos habla de otras experiencia autonómicas en el mundo, por ejemplo la de España, Groenlandia o la de la Costa del Atlántico en Nicaragua. Y asegura: “ni en América Latina ni en México vamos a “inventar” el régimen de autonomía”. No obstante, explica el autor, la lucha por la autonomía de los pueblos indios sí es un proceso que destaca en la América Latina de la época finisecular. Para él, la autonomía implica transformaciones en la organización estatal, la disposición territorial, así como la administración de los recursos. Por su parte, Luis Villoro (2001), entiende autonomía como el reconocimiento de ciertos derechos y obligaciones en el marco del Estado soberano, negociados, por supuesto con el Estado, sin dejar de cumplir con las obligaciones y de ejercer los derechos de cualquier ciudadano. Y aclara, autonomía no quiere decir independencia, peor tampoco es sinónimo de soberanía, ya que ésta quiere decir que el Estado nacional dicta sus propias leyes independientemente de los demás Estados nacionales. En torno a este punto, es quizá donde más se han originado las interminables discusiones en contra de la propuesta de ley de la COCOPA, pues hay quien afirma que los pueblos indígenas quieren independizarse de la nación, cuando esto no es así. Ahora bien, uno de los puntos de discusión que resalta Héctor Díaz Polanco

(1997) que me parece más interesante es la diferencia entre autonomía comunal y

regional, pues él afirma que existen estas dos posturas en defensa de la

autonomía. Sin embargo, afirma que la primera consistiría en un comunalismo, el

cual es parte del neoindigenismo, que, no obstante, eludiría la posibilidad de

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generar condiciones apropiadas y hacer visible el entorno político, lo que reduciría

las bases de una vida francamente comunitaria para los pueblos indios

Por su parte, la autonomía regional concibe a la comunidad como una célula

básica en la que se desenvuelve la cotidianidad indígenas, que a su vez, está

ligada a otros dos niveles: municipal y regional. Esto es lo que se conoce como

principio de simultaneidad.

Se trata de reconocer, como lo han señalado diversas organizaciones

indígenas, lo que en la vida cotidiana ya existe. Pero, también, asegura este

mismo autor, el proceso autonómico implica una transformación global del Estado.

Se trata de reconocer que los indígenas constituyen pueblos y, por lo mismo, son

sujetos de derechos. Se trata de avalar lo que dicta el convenio 169 de la OIT,

firmado por el gobierno mexicano. Pero tal parece que para éste los Acuerdo de

San Andrés resultan peligrosos:

(...) porque ven en ellos un espacio para la organización y desarrollo de

los pueblos indios al margen del tradicional control gubernamental (Hernández

Navarro,1998, p. 25 ).

Asimismo, y quizá sea lo más relevante para el análisis antropológico, uno

de los argumento más interesantes que presenta este mismo autor es que la

autonomía, o por lo menos algunos ejercicios autonómicos, son una práctica

cotidiana en gran parte de las comunidades indígenas del país, que aún conserven

y se rigen por sus usos y costumbres. Esto se traduce en identidades étnicas

propias así como conciencia de ellas. En todo caso lo que esperan no sólo los

zapatistas, sino otros grupos y organizaciones indígenas que han promovido la

conversión de los acuerdos de San Andrés en ley es que ésta les garantice el

reconocimiento de pueblos indios, como entidad jurídica, la posibilidad de regirse

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por sus propias normas, administrar sus propios recursos, en suma, ser

reconocidos como sujetos de derecho y:

Tomarse los derechos en serio supone preservarlos en todo caso frente a cualquier objetivo colectivo de la mayoría; es más, la desobediencia a la ley no es un derecho autónomo, sino que constituye una característica de todo derecho fundamental que lo sea auténticamente: desobedecer la norma que vulnera nuestro derecho es hacer patente que somos sus titulares (Ibidem, p. 33).

Quizá por eso los zapatistas, al margen del proceso en el que los acuerdo de San

Andrés siguen sin cumplirse, han conformado diversos municipios zapatistas con lo

que defienden su derecho de ser sujetos sociales. Para cerrar este breve apartado

quiero insistir en que la lucha por la autonomía no es exclusiva de nuestro país y

que es una constante en los pueblos indios de nuestra América. Como creyente de

este proyecto, debo decir que lejos de fomentar la independencia de estos pueblos

coadyuvaría a la unidad nacional y me robo unas palabras de Guillermo Bonfil

(1987), que sin hablar de autonomía indígena como tal, ya alumbraba este camino

hacia la democracia y la pluralidad. Así pues, el México autónomo:

Sería (...) una nación que vive una democracia real, consecuente con su naturaleza cultural ricamente diversificada y sería un país capaz, por eso, de actuar en el escenario internacional desde una posición propia y auténtica: no es lo mismo asumirse como país inferior (...), a saberse un país diferente, que sostiene sus propias metas derivadas de su propia historia. Entonces, podría hablarse de una descolonialización auténtica, que consiste no en pelear por seguir el mismo camino que nos han impuesto, (...), sino en definir y andar el camino propio (G. Bonfil, 1987, pp. 233-234).

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Todo esto, en su conjunto apunta, desde luego a la descentralización. Pero

también hacia el resarcimiento de los daños causados a la población indígena que

habita desde hace más de quinientos años en este territorio, lo que desde mi

perspectiva sólo se podría lograr, primeramente, con el reconocimiento de los

derechos de los pueblos indios, entre los que se encuentra la autonomía. Esto

también nos permitiría transitar hacia la democracia y también hacia la

construcción de la ciudadanización desde otro lugar.

La autonomía cotidiana: los municipios autónomos Según la organización Servicio Internacional para la Paz (SIPAZ)62, los municipios

autónomos son entidades de autogobierno, que incluyen comunidades y pueblos,

en zonas rurales del estado de Chiapas, cuyos límites vagos están definidos por la

influencia zapatista. Se trata de municipios que existen paralelamente a los

municipios constitucionales, los cuales, a diferencia de los municipios autónomos,

reciben fondos y apoyos gubernamentales.

En la actualidad, funcionan treinta y ocho municipios autónomos en los

Altos, la zona norte, selva, sierra y zona fronteriza. De éstos, alrededor de diez

trabajan abiertamente, pero la mayoría funciona con “bajo perfil”, lo que implica

diversas estrategias de seguridad (López Monjardín y Rebolledo, 1998). Cabe

mencionar que, asimismo, existen ocho regiones autónomas. Entre los municipios

autónomos más conocidos y que más conflictos con el gobierno han tenido,

destacan: Tierra y Libertad (cabecera en Amparo Agua Tinta, municipio de Las

Margaritas), Ricardo Flores Magón (cabecera en Taniperla, municipio de Ocosingo)

y Nicolás Ruiz (municipio constitucional que se proclamó autónomo). Para más

información, a continuación presento un mapa de zonas donde hay municipios y

regiones autónomas en el estado de Chiapas.

62 En: http://www.sipaz.org

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MAPA 5: PRESENCIA DE MUNICIPIOS AUTÓNOMOS EN EL ESTADO

Zona de conflicto

Zona

Chenalhó

FUENTE: http://www.sipaz.org

Cabe señalar que este proceso constituye una forma de resistencia cotidiana y un

intento por llevar a la práctica los principios zapatistas, que cobró mayor relevancia

en 1998, luego de la masacre de Acteal y en un contexto donde se recrudecía la

guerra de baja intensidad. De esta manera:

Los municipios autónomos se han convertido en el ámbito en que los pueblos organizan la defensa de sus territorios: no en un sentido militar, sino en términos de la protección cotidiana de la vida, de las mujeres y los niños, las casas y las cosechas (López Monjardín y Rebolledo, 1998).

¿Por qué el EZLN debe ser estudiado desde la Antropología?

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Lo primero que reconozco que atraviesa mi estudio en lo referente a alteridades es

la situación genérica. De esta manera en el capítulo anterior, abordé ampliamente

la condición de género y la identidad genérica. Ahora bien, mi propósito al realizar

el presente capítulo no fue sólo el de dar un panorama histórico del conflicto

armado o un análisis detallado de la situación de guerra. Me parece que hay otra

situación más de importancia que tiene que ver con la alteridad y es la diferencia

étnica, que el EZLN ha representado y defendido desde que salió a la luz pública.

Y me parece que este es un tema crucial en Antropología, y particularmente, en la

Antropología mexicana63. A continuación presento un breve análisis del desarrollo

de esta materia en el país.

De eso que llaman antropología... crítica al indigenismo Si bien es cierto que la otredad en la Antropología mexicana tiene un largo pasado

que comenzó con el indigenismo como tema central; también es cierto que éste se

erigió como una corriente uniformadora, que no tan en el fondo, dejaba ver ciertas

tendencias racistas, desde mi perspectiva. Citaré sólo dos ejemplos.

Con su libro Forjando Patria de 1916, Manuel Gamio marcó las directrices de

lo que sería el indigenismo. Si bien seguía los postulados relativistas y matizó

muchas de las creencias acerca de la inferioridad del indio, al mismo tiempo creía

en la superioridad de la cultura “universal” (occidental). Aceptaba que tenían un

rezago civilizatorio que había que “corregir”. Aceptaba que existía una diversidad

cultural, pero era necesario homogeneizar para crear una nación (Guillermo Bonfil,

1987). Cristina Oehmichen (1999a), por su parte, asegura que la labor

63 Un compañero e la maestría decía que no entendía por qué cuando entró a la ENAH en 1994, la gente estaba volcada hacia el zapatismo; no entendía por qué tanta atención a un movimiento social. A mi me parece que la respuesta es obvia, una escuela de antropología no puede menos que preocuparse por un ejército de liberación nacional indígena que marca las pautas hacia la autonomía y el reconocimiento de los derechos de los pueblos indios. Este es un asunto del cual han estado al pendiente los antropólogos y antropólogas desde que inició esta disciplina en nuestro país. Asimismo, es un movimiento que se viene gestando desde hace algunos años en América Latina.

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antropológica de este primer periodo estaba marcada por la necesidad de conocer

a la población indígena para inducir su incorporación.

Otro gran precursor del indigenismo fue Gonzalo Aguirre Beltrán, quien

continuó la labor integracionista además de impulsar centros coordinadores o

regiones de refugio para atender diferentes áreas con población indígena,

específicamente para poder realizar estudios que permitieran un diagnóstico (es

aquí cuando surge el INI). En uno de los tomos de sus Obras completas: Formas

de gobierno indígena, a mi modo de ver, deja notar su concordancia con la

teoría del continuo folk-urbano, teoría evolucionista que plantea la idea del

progreso en la medida que se deja un ámbito para pertenecer a otro. Es así que en

este texto, presenta un análisis de tres distintas etnografías: los tarahumaras, los

tzotziles y tzeltales y los purépechas. Su grado de aculturación va en el mismo

orden y él asume que los últimos son más civilizados, lo cual favorece en mayor

medida al proyecto postrevolucionario. Se trata de pasar de la situación de casta a

la de clase, decía este autor. Se buscaba anular la capacidad de decisión de los

pueblos indios, pues el control lo ejercería el Estado64 (Guillermo Bonfil, 1987). A

final de cuentas, los intentos por unificar al país aún estaban latentes y seguían

permeando el indigenismo. Para Aguirre Beltrán, el capitalismo terminaría por

incorporar definitivamente a los indígenas, las investigaciones indigenistas, por lo

tanto debían contribuir a que estas transformaciones tuvieran los menores costos

sociales. Por lo tanto, se opuso a que los distintos grupos étnicos conservaran su

cultura e identidad en un contexto nacional (Ohemichen, 1999a).

Es este el proyecto de identidad nacional frustrado que pone en evidencia

Roger Bartra (1987). Se trata de un renacuajo que nunca terminará de madurar,

se trata de un “pelado” que no puede dejar de existir, se trata de un origen

mancillado, se trata de la creación de una identidad fundada en los mitos

revolucionarios que nos atrapan, diría el autor, en La jaula de a melancolía. 64 Todo lo contrario a la propuesta de los Acuerdos de San Andrés firmados entre el EZLN y el Gobierno Federal, cuyo eje central es la autonomía (Díaz Polanco, 1997) y cuya propuesta de ley ha sido recientemente rechazada y sustituida por una que continúa en esta misma línea.

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Ahora bien, Bartra no fue el primero en disentir de esta tendencia

uniformadora. Alrededor de los años sesenta, un grupo de jóvenes antropólogos

y antropólogas se unieron y comenzaron a reflexionar sobre la tradición indigenista

en México y para el fin de la década, publicaron el libro intitulado De eso que

llaman Antropología (Guillermo Bonfil y otros, 1979). En él se deslindaron del

indigenismo integrativo y marcaron una tendencia completamente diferente en los

estudios étnicos en antropología que pugnaba por la construcción de una nación

plural. En esta corriente, además de Guillermo Bonfil, también participaron:

Margarita Nolasco, Mercedes Olivera, Rodolfo Stavenhagen, Salomón Nahmad,

entre otros. Ellos y ellas defendieron su compromiso al lado de los pueblos indios.

A la par de este movimiento, el marxismo penetró en los estudios sociales y, en

particular, en la Antropología. Con éste, surgió otra corriente, la denominada

Antropología comprometida. La discusión se desarrolló en torno a la estructura de

clases y al avance del capitalismo en el campo mexicano. Los representantes de

esta tenencia fueron: Roger Bartra, Ricardo Pozas, Armando Bartra, Héctor Díaz

Polanco, Ángel Palerm, Andrés Medina, Daniel Cazés, entre otros (Oehmichen,

1999a).

Para 1987, Guillermo Bonfil publicó un libro que ha sido muy criticado:

México profundo, pues se le acusa de reivindicar a los indígenas por encima del

resto de los y las mexicanas, lo cual podría convertirse también en una especie de

fundamentalismo. No obstante, yo le otorgaría un voto de confianza, pues me

parece que su planteamiento es más bien de otra índole. En mi lectura de este

autor, encuentro una propuesta inclusive parecida a la de los y las zapatistas, él

habla del respeto a la diversidad étnica y al pluralismo como única vía de unidad

nacional. No se trata de uniformarnos, se trata de reconocer las diferencias como

parte de un todo, sin que ninguna cultura predomine sobre las otras. En realidad,

es un planteamiento muy utópico, pero vigente, me parece.

A la par de estos movimientos académicos, a finales de la década de los

ochenta y principios de los noventa, empezaron a generarse una serie de

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movimientos indígenas que empezaban a señalar la pertinencia de planteamientos

como los de estas nuevas corrientes en Antropología. Por su parte, las

celebraciones del V Centenario del Descubrimiento de América en 1992

sorprendieron enormemente, pues salió a relucir un movimiento indígena

latinoamericano que, lejos de celebrar el descubrimiento de un continente,

festejaba los quinientos años de resistencia india.

Por su parte, 1994, desde mi perspectiva, sí marca un hito en los

movimientos indígenas de México y América Latina, que rebasan las demandas de

condiciones materiales o de garantías individuales, y que comienzan a exigir el

reconocimiento de su identidad, un componente tan vital como el alimento para los

seres humanos. Asimismo, el EZLN marca la pauta para los nuevos movimientos

sociales de fin y principio de siglos.

Ahora bien, hay una actriz más dentro de este movimiento: la mujer. Si

bien es cierto que las mujeres llevan una lucha de siglos y una presencia política

muy fuerte desde los años sesenta, también es cierto que al interior del EZLN se

produjo un movimiento de mujeres muy peculiar, una lucha femenina indígena,

contra la triple opresión: la de la pobreza, el género y la etnia. Este es el tema

que abordaré en el siguiente capítulo y que introduce a mi cuarto capítulo y al

análisis medular de esta tesis.

CAPÍTULO III

Nosotras las mujeres sufrimos 3 veces más: uno por ser mujer,

dos por ser indígena, tres por ser pobre.

Para poder sobrevivir tenemos que trabajar

desde niña y de grande ayudamos a nuestros compañeros

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y trabajamos más duro para la atención de nuestra familia

y tenemos que atender a nuestra choza y a nuestros hijos (...)

Vivimos este sacrificio en sangre y en vida sin esperanza

y para no morir de rodillas y limosneando tomamos la decisión

de organizarnos con rebeldía para pedir

lo que nos hace falta, nuestros derechos.

Y lo que encontramos como respuesta de

nuestra demanda fue la persecución, la cárcel,

la humillación pero no pudieron reír viéndonos rendidas.

Ahora nosotras las mujeres zapatistas estamos más organizadas ,

tenemos trabajos colectivos,

en nuestra organización ocupamos diversos cargos,

con alto grado de responsabilidad y autoridad.

(Comandanta Esther65)

LAS NUEVAS ALZADAS: REBELIÓN

DE LAS MUJERES ZAPATISTAS

¡Nunca más un México sin nosotras!

(Comandanta Ramona)

65 Discurso presentado por la comandanta Esther en el Zócalo capitalino el día 11 de marzo, en: http://www.ezln.org.

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Antecedentes Como expliqué de forma breve en la introducción de la presente tesis, en México y

América Latina se ha venido consolidando un movimiento de mujeres, del que se

han desprendido diferentes tipos de luchas. Así, la participación política de las

mujeres zapatistas puede tener sus antecedentes en la historia de distintas

mujeres que a lo largo de los siglos han sido trascendentes para la historia de

nuestro país. Sin embargo, como lo aclara Dalia Barrera (1998) la lucha femenina

en México proviene de distintos espacios. De esta manera, yo encuentro que los

posibles orígenes de la participación política de las mujeres zapatistas serían, por

un lado, el movimiento campesino, y más específicamente el movimiento indígena;

y, por otro, las guerrillas rurales de la década de los setenta y ochenta que

existieron en nuestro país y en Latinoamérica.

En el primer caso la movilización se centró en obtener tierras y recursos de

subsistencia. La mujeres participaron junto con sus compañeros en la toma de

tierras, cierres de carreteras, tomas de alcaldías, etcétera. En cuanto al

movimiento étnico, la mujer participa en la lucha por el reconocimiento de los

pueblos indios, de sus derechos y en la defensa de su autonomía. Por otra parte,

en lo que a movimiento guerrillero respecta, éste se ha dado de forma muy similar

a como se dio en otros países, principalmente de Centroamérica. La mujer,

aunque en menor proporción ha participado, ha recibido entrenamiento militar y

ha demostrado sagacidad y valentía.

Sin embargo, en todos los casos, es poca la reflexión que estas mujeres han

hecho en torno a su condición de género. Algunas de ellas lo han llevado a cabo

desde ciertos espacios, es el caso de algunas guerrilleras salvadoreñas,

guatemaltecas y nicaragüenses. En México poco se ha dado el caso, a pesar de

que ha sido fuerte la participación femenina desde este frente. Lo mismo ha

ocurrido con el movimiento campesino, que tampoco se lo ha cuestionado mucho.

Lo interesante es que surge del movimiento indígena con una reflexión sobre la

diferencia étnica, otro cuestionamiento más sobre otra diferencia: la de género.

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Cabe mencionar que en todos los casos, ha habido influencia externa. Así, por

ejemplo afirma Márgara Millán (1996) que muchos de los planteamientos de las

mujeres zapatistas tienen su antecedente en el trabajo que habían venido

realizando distintas organizaciones feministas en la zona. Aún así, las zapatistas

plantean sus propias demandas.

Todo comenzó un ocho de marzo

Hay quienes afirman que el ocho de marzo de 1908, cuando el dueño de la fábrica neoyorkina Cotton provocó un incendio que causó la muerte de 129 obreras, marcó el inicio de la celebración anual del Día Internacional de la Mujer en esta fecha. No obstante, investigaciones historiográficas feministas aseguran que sí hubo un incendio con muchas muertes de trabajadoras en la lucha, pero fue un año más tarde y en la fábrica Triangle Shitwaist Company, cuyas obreras lo recordaron por muchos años. Lo interesante es que fue Clara Zetkin (1857-1933), lideresa del movimiento socialista alemán de mujeres, quien impulsó la celebración de un Día de la Mujer en 1909, pero lo que se reivindicaba era el derecho al sufragio. Años después, en 1917, las mujeres rusas se amotinaron por la falta de alimentos precisamente el 8 de marzo, hecho que formó parte del intenso proceso revolucionario que viviría esa nación meses más tarde. De esta manera, es en Alemania, Suecia y Rusia donde empieza a celebrarse el Día Internacional de la Mujer el ocho de marzo, impulsado, evidentemente, por mujeres socialistas. Posteriormente, cuando en 1975, con motivo del Año Internacional de la Mujer, la ONU reconoce esta fecha para la celebración oficial, se silencia la historia de las mujeres rusas del ocho de marzo (La Triple Jornada, 2002). ¿Pero qué sentido tiene

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toda esta historia con respecto a las mujeres indígenas del sureste mexicano?

Primero que nada, considero que la lucha femenina a lo largo del mundo tiene sus puntos de unión, aunque haya claras diferencias que hay que reconocer cuando se habla de mujeres. Sin embargo, hay puntos de identificación clave que tienen que ver con lo que se denomina identidad de género (explicado en el capítulo uno de este trabajo), es decir, se trata del sujeto mujeres. Asimismo, dicho sujeto ha ido consolidando su propio imaginario de lucha y participación. Por eso salta a la vista que haya quienes afirman que el primer levantamiento del EZLN tuvo lugar el 8 de marzo de 1993 que fue cuando se aprobó la Ley Revolucionaria de Mujeres, lo que significó una gran sublevación. Recuérdese que el EZLN permaneció en la clandestinidad por un período de diez años, todo este tiempo, como lo afirma Carlos Montemayor (1998), sirvió para ir preparando un caldo de cultivo, cuyos frutos fueron emergiendo poco a poco. Hubo una gran labor de convencimiento por parte de ciertas personas, cuya talla moral les otorgaba autoridad al interior de las comunidades, la rebeldía se fue contagiando. Fue en este periodo cuando, como ya lo expliqué en el capítulo anterior, se fueron desarrollando, con base en una amplia labor de consenso, las Leyes Revolucionarias del EZLN. Una de éstas es la que pertenece a las mujeres. Guiomar Rovira (1997) da la palabra a algunas de ellas, que pertenecen a la insurgencia y la milicia de este ejército. Nos comparten sus recuerdos:

Nosotros les exigimos a los compañeros de los pueblos que las mujeres también tenían que organizarse, representar algo, hacer algo, no sólo

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los hombres. Porque siempre que llegábamos a las comunidades había sólo puros hombres en la reunión, en los círculos de estudio que hacíamos. Trabajamos mucho para que la mujer se levantara y tuviera oportunidad de decir algo, ellas mismas lo pedían. Decían: “si los hombres van a estudiar o hacer cosas ¿por qué nosotros no? También queremos entrenarnos, aprender algo...” Así fueron entrando muchas milicianas (Ana María, en: Rovira, p. 110).

Las mujeres que se acercaron al EZLN fueron teniendo oportunidades que

escasamente hubieran podido tener en caso de haber permanecido en sus

comunidades. Así, no sólo recibieron entrenamiento militar, sino que también

tuvieron un mayor grado de instrucción académica, revisaron la historia nacional,

realizaron lecturas políticas, etcétera. Entonces comienzan a consolidarse las leyes

revolucionarias:

Cuando se viene la discusión sobre las leyes revolucionarias de mujeres, ya las compañeras entendían bien por qué iban a luchar y cuáles eran sus necesidades, aparte de nuestras demandas generales (en: Rovira, 1997, p. 110).

Ellas empiezan a convocar a encuentros con las mujeres de las comunidades, dice la misma Maribel, los cuales por lo general se llevaban a cabo los días ocho de marzo. Y son las propias mujeres, prosigue, las que comienzan a construir la ley. Aclara:

Nosotras las insurgentes no escribimos esas leyes. Lo hicieron las compañeras de las comunidades indígenas. Nosotros estuvimos en

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algunas reuniones de ellas porque hay muchas mujeres que no entienden el español y hay que traducirles, coordinábamos. Se fueron juntando las demandas de todas. Pero no sólo de las compañeras de un pueblo o de una región sino de todas (en: ibidem, p. 111).

Así fue como las insurgentas, según lo expresa Maribel, sólo pusieron en papel las demandas de las propias mujeres de las comunidades. Y, en 1993, llegó el momento de la aprobación en plenaria. Marcos afirma que este fue el primer levantamiento del EZLN. La discusión en la asamblea estuvo tensa, las mujeres se apoyaron y presentaron su ley ante el pleno, la defendieron y se aprobó por unanimidad, los hombres perplejos, sólo acertaron a bromear, pues el miedo de semejantes transformaciones aún les impactaba:

Las leyes de mujeres que acababa de leer Susana significaban una verdadera revolución. Los varones se miraban unos a otros, nerviosos e inquietos. De pronto, casi simultáneamente, las traductoras acabaron y, en un movimiento que se fue agregando, las mujeres empezaron a aplaudir y hablar entre ellas.

Algún responsable tzeltal comentó: “Lo bueno es que mi mujer no habla español, que sino...” Una oficial insurgente, tzotzil y con grado mayor de infantería, se le va encima: “Te chingaste porque lo vamos a traducir en todos los dialectos”. El compañero baja la mirada, las responsables mujeres están cantando, los varones se rascan la cabeza (en: La Jornada, 30 de enero de 1994, p. 25).

Considero que este momento se convirtió en un punto de partida para la lucha de

las mujeres al interior de EZLN. Es decir, ya no se trataba sólo de mujeres que

participaban subsumidas a sus compañeros dentro de un ejército de liberación

nacional, como había ocurrido en algunos otros momentos de la historia mexicana

y latinoamericana. Se trataba de mujeres que decidían reivindicar sus derechos

genéricos. Las combatientes comenzaron cuestionar sus condiciones de vida y

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con ello a cambiar su identidad de género. De esta manera, han problematizado

la relación entre cambio y tradición (Lagarde, 1999a; Millán, 1996).

El hecho de que un ocho de marzo marque el inicio de este movimiento

femenino es sólo un símbolo, pero un símbolo cuya carga significativa es enorme

para la lucha de mujeres en el mundo, independientemente de lo duro que pueda

ser sostener esto al interior de la comunidades (volveré a este punto más

adelante). Pero, ¿por qué se considera tan subversiva esta ley de mujeres? Voy a

analizarla a continuación.

La Ley Revolucionaria de Mujeres La Ley Revolucionaria de las Mujeres se leyó públicamente junto con las demandas

del EZLN, aquel primero de enero de 1994 y a la letra dice lo siguiente:

“En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a

las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación

política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y

su compromiso a cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además,

tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan

sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA

DE MUJERES:

Primero.- Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen

derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad

y capacidad determinen.

Segundo.- Las mujeres tienen derecho de trabajar y recibir un salario justo.

Tercero.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden

tener y cuidar.

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Cuarto.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y

tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Quinto.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y

alimentación.

Sexto.- Las mujeres tienen derecho a la educación.

Séptimo.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la

fuerza a contraer matrimonio.

Octavo.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por

familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán

castigados severamente.

Noveno.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y

tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Décimo.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las

leyes y reglamentos revolucionarios.” 66

La Ley Revolucionaria de Mujeres no es la panacea en torno al género, tal vez no

propone nada nuevo. Sin embargo, para las comunidades indígenas donde las

estructuras genéricas son todavía muy fuertes, donde aún existe una marcada

división sexual del trabajo, donde la salud femenina presenta grandes desventajas,

una propuesta de ley como ésta es, en efecto, revolucionaria. Al respecto

Mercedes Olivera (1995) afirma que es un proceso que se da a pasos lentos, pero

que está caminando. Y cita la respuesta de las mujeres zapatistas cuando se les

criticó por no incluir la Ley junto con las demandas básicas del EZLN en el diálogo

de San Cristóbal en febrero de 1994:

66 Citada en Rovira (1997), Lovera y Palomo (1999), Bonfil y Marcó del Pont (1999), Rojas (1999), entre otras.

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Hay cosas que se piden y cosas que se imponen. Nosotras pedimos al gobierno condiciones materiales mínimas. No pedimos que nos den libertad y respeto. Nuestra libertad y nuestra dignidad es algo que impondremos, lo reconozcan o no los compañeros y el gobierno (De un comunicado de Marcos, en: Olivera, 1995, p. 50).

No obstante, lo cierto es que la Ley se leyó junto con las otras demandas desde

aquel primero de enero de 1994. Sin embargo, como afirma Millán (1996), tal

parece que este hecho no mereció tanta atención por parte de la prensa. Para

esta autora, la Ley articula a las mujeres con el zapatismo, porque a través de

ella, éste les da reconocimiento como sujetos sociales en su calidad de

discriminadas. Asimismo, señala que la Ley es sólo un proceso más amplio donde

las mujeres están tomando la palabra.

Por otro lado, también ha habido quien critique la Ley Revolucionaria de

Mujeres. Hay quien ha afirmado que estos puntos: “(...) sólo plantean unas

cuantas reivindicaciones para las mujeres y no una propuesta de comunidad desde

la vivencia de lo femenino crítico y consciente” (Bedregal, 1999, p. 45). Por

su parte, María Belausteguigoitia (1999) critica, de alguna manera en el mismo

sentido: no sugiere que la demanda de guarderías o cocinas no tenga nada que

ver con una reivindicación femenina, no obstante dice que hay que preguntarse

dónde están las voces de las mujeres en su diferencia, en su particularidad.

Ahora bien, luego de haber emitido la primera Ley de Mujeres, en mayo de

1996 se presentó la propuesta de ampliación de la misma que a la letra dice:

1. Las mujeres tenemos derecho a ser respetadas dentro de la vida familiar y

dentro de la misma comunidad.

2. Las mujeres tenemos los mismos derechos de los hombres dentro de la

comunidad y el municipio.

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3. Las mujeres tenemos derecho a expresar nuestros sentimientos porque por

naturaleza tenemos sentimiento propio y somos más sensibles, es así que

merecemos un trato especial.

4. Las mujeres casadas tienen derecho a usar los métodos de planificación

familiar sea artificial o natural, lo que ellas decidan, sin que nadie se

oponga, sino que tienen que entender y hacer acuerdos.

5. Las mujeres tenemos derecho a participar en las reuniones y tomas de

decisiones sin que nadie lo impida o critique, y tenemos derecho a

capacitarnos, tener espacios, y mecanismos para ser escuchadas en las

asambleas comunitarias y municipales, y tener cargos en lo cultural y en lo

social.

6. Las mujeres tenemos derecho a prepararnos en todos los niveles para

nuestro desarrollo político, económico, social y cultural.

7. La Ley revolucionaria de Mujeres prohíbe estrictamente la siembra, el

cultivo y el consumo de drogas, mariguana, amapola, cocaína, etcétera, en

nuestros campos porque somos las mujeres las que más sufrimos las

consecuencias de este vicio.

8. Se prohíbe estrictamente la venta y consumo de las bebidas alcohólicas en

nuestros pueblos y comunidades porque somos las que sufrimos golpes, ,

pobreza y miseria como consecuencia de este vicio.

9. Las mujeres y sus hijos tendrán igual derecho que los hombres en la

alimentación, el vestido, el gasto, etcétera, y del manejo del recurso

económico de la familia.

10. Las mujeres tenemos el derecho al descanso cuando realmente lo

necesitamos, sea porque nos sentimos cansadas o enfermas, o porque

queremos realizar otra actividad.

11. Las mujeres tenemos el derecho a defendernos verbalmente cuando somos

ofendidas o atacadas de palabra por la familia o personas ajenas.

12. Las mujeres tenemos el derecho a defendernos físicamente cuando seamos

atacadas o agredidas por familiares o personas ajenas, y tenemos derecho a

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castigar a los hombres o persona que agrede, abandona e insulta a las

mujeres.

13. La capacidad y trabajo de la mujer tendrá el mismo valor que el trabajo de

los hombres.

14. Las mujeres tenemos derecho a exigir que se cambien las malas costumbres

que afectan nuestra salud física y emocional; serán castigados los que

discriminen, se burlen o abusen de las mujeres.

15. Los hombres casados y las mujeres casadas, cualquiera que haya sido la

ceremonia, tienen prohibido por Ley Revolucionaria de Mujeres, abandonar

a su esposa sin razón ni fundamento, o unirse con otra mujer o con otro

hombre cuando no ha habido un divorcio normal.

16. Queda prohibido por Ley Revolucionaria de Mujeres que el hombre tenga

dos mujeres porque de esa manera a la esposa se le lastiman sus

sentimientos, se violan sus derechos y se lastima su dignidad como esposa

y como mujer.

17. La Ley Revolucionaria de Mujeres retoma y considera válida la norma de la

sociedad indígena de que está prohibido y es indebido que algún miembro

de la sociedad tenga relaciones amorosas fuera del reglamento de la

comunidad o del pueblo.

18. Ninguna mujer podrá recibir maltrato, insulto o golpes de su esposo sólo

por no tener hijos varones.

19. Las mujeres tenemos derecho a tener, heredar y trabajar la tierra.

20. Las mueres tenemos derecho a recibir créditos e impulsar y dirigir

proyectos productivos.

21. Cuando se den separaciones en los matrimonios que se reparta en partes

iguales la tierra y todos los bienes de la familia entre el marido y la esposa o

los hijos.

22. Las mujeres tienen derecho a castigar a los hombres que venden y toman

bebidas alcohólicas o cualquier otro tipo de droga.

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23. Las mueres madres solteras tienen derecho a ser respetadas y

consideradas como una familia.

24. La mujer tiene derecho a la diversión y a salir a conocer otros lugares del

estado, del país y del mundo.

25. La mujer tiene derecho a ser apoyada por el esposo cuando ella va a hacer

trabajo para la organización, y cuando van a las reuniones, que el hombre

cuide y alimente a los hijos y atienda el hogar.

26. Que en todos lo planes del desarrollo de la mujer, esta tiene derecho a

manejarlos.

27. Las mujeres tenemos derecho a organizarnos en lo cultural.

28. Las mujeres indígenas tienen derecho a ser reconocidas en su manera de

ser diferentes.

29. Las mueres viudas, madres solteras y mujeres solas tienen derecho a ser

respetadas y a ser reconocidas y apoyadas por la comunidad como ellas lo

necesiten.

30. Las mujeres tenemos derecho a estar informadas de todo lo que se hace

en la comunidad y a recibir todo tiempo de información para ampliar más

nuestro conocimiento.

31. La mujer tiene derecho a exigir que se erradique la prostitución en las

comunidades (en: Doblejornada, 1996).

En realidad, es eso: una ampliación, en esencia contiene lo mismo que la anterior,

pero con algunos puntos importantes de más, por ejemplo el derecho a la tierra, el

cual no estaba contenido en la primera versión y, sin embargo, es de los más

revolucionarios. Asimismo, es un punto sobre el que se discutiría en otros

encuentros no sólo entre mujeres zapatistas, sino también entre mujeres

indígenas. Al comentarla Rosa Rojas (1999) hace una severa crítica y afirma que

no es más que un grito desde el papel de víctimas, que refleja los deseos de

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castigar y prohibir, para finalizar, sugiere que estas actitudes no rebasan los

planteamientos de poder foucaultianos.

Desde mi perspectiva, las críticas son demasiado duras. No es que discrepe

completamente con los argumentos de algunas autoras feministas, ni que lo Ley

no sea digna de críticas. Sin embargo, me parece que este tipo de planteamientos

pueden caer en el etnocentrismo y pasar por alto lo avanzadas que son estas

propuestas para las comunidades indígenas. A final de cuentas, son ellas las que

deberían construir su propio feminismo y llamarlo como mejor les convenga. Son

ellas las que están haciendo el ejercicio de cuestionarse los usos y costumbres.

Son ellas quienes empiezan a participar. Son ellas quienes se están organizando.

Difiero de lo expuesto por Ximena Bedregal (1999), no creo que nuestra

perspectiva citadina y occidental sea ilustrada; y mucho menos creo que eso nos

dé el derecho a decir si ellas son o no feministas; las que en todo caso tendrían

que asumirse o autodefinirse de esa manera son ellas. Hasta ahora no lo han

hecho, pero sí comienzan a replantearse el género en sus comunidades,

escuchémoslas.

Las mujeres en la estructura del EZLN Como ya mencioné en el capítulo anterior, la estructura del EZLN contiene cuatro

componentes básicos: la insurgencia, la milicia, el comité clandestino

revolucionario indígena (CCRI) y la base de apoyo. Ahora bien, en las cuatro

instancias hay participación femenina. Sin embargo, es dentro de las bases de

apoyo donde ésta es más notoria, donde, según Mercedes Olivera (1995),

representan la mitad o más. Al respecto Marcos dice:

Las mujeres es de donde se nutre nuestro ejército, son ellas las que les dicen a sus hijos que entren a la lucha, que ésta es buena y que hay que seguir adelante... Si podemos sobrevivir en grandes contingentes es por ellas. Si crecemos en las comunidades es por

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ellas... Las mujeres son un componente importante a nivel ideológico dentro del EZLN y también a nivel social para el sustento material y espiritual del EZLN (en: Rovira, 1997, p. 76).

Las mujeres conforman la tercera parte de la fuerza armada del EZLN (1995). Las

que así lo deciden reciben el entrenamiento militar fuera de sus comunidades, se

convierten en milicianas. Hay quienes no aguantan el ritmo de los entrenamientos,

pero que vuelven a sus comunidades para dedicarse a la labor de difusión y

organización entre las compañeras. Otras se dedican a las dos cosas.

Las insurgentas son las menos. Fueron ellas quienes dirigieron las tomas

de las ciudades, particularmente, San Cristóbal aquel primero de enero de 1994.

Estas mujeres se entregan a la lucha con una gran valentía. Al respecto la mayor

Ana María, comenta:

No sentimos nada la muerte. O sea, ya desde antes no sentíamos como desaparecidas, nunca nos tomaron en cuenta. Ha habido muchas muertes en los pueblos de hambre y enfermedades; nosotras decimos que es como si siempre estuviéramos en guerra... Nosotras las mujeres estamos convencidas de nuestra lucha y no nos da miedo morir (en: ibidem, p. 65).

Entre las mujeres que conforman el CCRI, se encuentran las mujeres mayores,

como Trini, Susana o Ramona, quienes han visto a sus hijos e hijas, nietos o nietas

unirse a la lucha. Son incluso el principal apoyo. Ellas representan entre el 10 y

15 % en la Comandancia General (Olivera, 1995). En cuanto a sus demandas Trini

dice:

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Queremos una liberación de las mujeres, que sepamos arreglar nuestro derecho, porque a nosotras nunca el gobierno nos ha tomado en cuenta. Siempre nos tienen humilladas nunca han sido despertadas, no valen, dicen. Pero las mujeres valen, valen mucho (en: ibidem, p. 208).

Lo importante de esto, como dice Mercedes Olivera (1995) no es tanto la

proporción sino la forma en que participan y el camino que han ido abriendo para

otras mujeres indígenas alrededor del país. Antes los hombres les decían: “Cállate

vos mujer, ¿caso sos hombre?”, ahora son pocos los que les niegan el derecho a

participar.

Encuentros y desencuentros

Las pláticas de la Catedral

Como ya he venido mencionando una de las principales cualidades del EZLN es que se ha dado a la tarea de convocar a diferentes diálogos sobre todo con la sociedad civil. Esto ha permitido una gran variedad de encuentros con unos y otros o con unas y otras. En este sentido, las Pláticas de la Catedral, llevadas a cabo en octubre de 1995 en San Cristóbal de las Casas67, representan un evento sumamente importante de encuentro femenino. De tal forma que no me extraña que gran parte de los análisis y reflexiones sobre mujeres zapatistas dediquen una parte a este suceso. La Pláticas de la Catedral fueron parte de las primeras negociaciones de las dos partes en conflicto, por un lado, el Gobierno Federal, y por otro, el EZLN. Asimismo, 67 Dentro de la primera fase de negociación sobre derechos y cultura indígena, celebrada del 18 al 23 de octubre de 1995, se instalaron seis grupos de trabajo simultáneos, que abordaron temas de autonomía, participación política, cultura, justicia, acceso de comunicación y mujer indígena (Rovira, 1997). Esta última experiencia es la que estoy abordando.

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acudieron una cuarentena de invitadas por cada una de las partes. En estos diálogos no sólo se encontraron mujeres no indígenas con las mujeres zapatistas, sino que también se encontraron éstas con otras mujeres indígenas, lo que permitió fuertes puntos de identificación entre unas y otras. Paloma Bonfil y Raúl Marcó del Pont (1999) lo describen así:

A pesar de las diferencias políticas y del clima de enfrentamiento inicial en el desarrollo de las discusiones, se pudieron identificar varias coincidencias: las invitadas indígenas de uno y otro bando, hicieron un diagnóstico crítico de su realidad, de sus necesidades, de sus proyectos que traspasaba las fronteras étnicas. (...) la representación gubernamental y la dirigencia zapatista escucharon a invitadas y asesoras mientras éstas denunciaban, analizaban y proponían; mientras se materializaba la posibilidad de abrir ventanas a las demandas de las mujeres indias, mientras se daba la posibilidad de construir un espacio de reconocimiento en lo común y en lo diverso; y cristalizaba el desarrollo colectivo y público de un pensamiento político indio, femenino y propositivo (pp. 240-241).

Las demandas de las mujeres que se expresaron en esta diálogo son contenidas

en el documento que se muestra a continuación:

Petición de las mujeres: Nosotras las mujeres campesinas indígenas pedimos la solución inmediata de

nuestras necesidades urgentes a las que el gobierno nunca ha dado solución:

a. Clínicas de partos con ginecólogos, para que las mujeres campesinas

reciban la atención médica necesaria.

b. Que se construyan guarderías de niños en las comunidades.

c. Pedimos al gobierno que mande alimentos suficientes para los niños, en

todas las comunidades rurales, como: leche, maicena, arroz, maíz, soya,

aceite, frijol, queso, huevos, azúcar, sopa, avena, etcétera.

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d. Que se construyan cocinas y comedores para los niños en las comunidades,

que cuenten con todos los servicios.

e. Que se pongan molinos de nixtamal y tortillerías en las comunidades,

dependiendo del número de familias que tengan.

f. Que nos den proyectos de granjas de pollos, conejos, , borregos, puercos,

etcétera, y que cuenten con asesoría técnica y médicos veterinarios.

g. Pedimos proyectos de panadería que cuenten con hornos y materiales.

h. Queremos que se construyan talleres de artesanía que cuenten con

maquinaria y materias primas.

i. Para la artesanía que haya mercado donde se pueda vender con precio

justo.

j. Que se construyan escuelas donde puedan recibir capacitación técnica las

mujeres.

k. Que haya escuelas de preescolar y maternal en las comunidades rurales,

donde los niños puedan divertirse y crecer sanos moral y físicamente.

l. Como mujeres, tengamos transportes suficientes para trasladarnos y para

transportar nuestros productos de los diferentes proyectos que tengamos

(en: Rojas, 1999, pp. 125-126).

Por su parte, Guimar Rovira (1997) resume la exposición de la problemática y

demandas de las mujeres indígenas en los siguientes rubros: salud y violaciones,

hambre, presencia política, lenguas y doble desventaja. En pocas palabras, esta

problemática es la expuesta en el capítulo uno, que corresponde a la realidad

cotidiana de las mujeres indígenas en nuestro país y que está vinculada, en la

mayoría de los casos, a las condiciones de género y de pobreza. Y, en efecto, en

algunas de las intervenciones que ella recogió, una puede sentir o al menos

presentir el dolor consuetudinario que envuelve el entorno de las mujeres

indígenas. No es fácil ver morir a sus hijos e hijas de enfermedades curables. No

es grato ser tratadas de la manera cruel en las escasas clínicas que las atienden.

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No es agradable la forma en que son tratadas por los varones en sus

comunidades. No es justo ser víctimas de la discriminación de género, de clase y

de etnia. Algunas comienzan a alzar su voz. Por eso estos eventos son tan

importantes.

Encuentro Nacional de Mujeres de la Asamblea Nacional Indígena para la

Autonomía (ANIPA)

Los días 7 y 8 de diciembre de 1995 se llevó a cabo la primera reunión de mujeres

de la Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía en Chiapas para

preparar su propuesta en el Foro Nacional Indígena y en la mesa de diálogo de

San Andrés Sacamch’en de los Pobres68. En este encuentro se reunieron mujeres

de diferentes etnias del país, cuyos estados de procedencia eran: Veracruz,

Chiapas, Campeche, Estado de México, Michoacán, Sonora, Guerrero, Querétaro,

Hidalgo, Oaxaca y Tlaxcala. Entre nahuas, tojolabales, mixes, yaquis, tlapanecas,

abordaron los siguientes temas de discusión, a) qué es la OIT, b) el acuerdo 169

(ya explicado en el capítulo dos de esta tesis), c) violencia, d) autonomía, e)

autonomía para las mujeres, f) tierra, g) procesos productivos, h) educación, e i)

salud y derechos reproductivos. Los planteamientos que de aquí surgen no son

muy distintos a los explicados en el encuentro anterior, y que se contendrían un

año más tarde en la propuesta de ampliación de la Ley Revolucionaria de Mujeres.

Al final del evento, las participantes contrajeron una serie de acuerdos en el

sentido de impulsar sus demandas y promoverlas a nivel nacional, ejercer presión

sobre el ejecutivo, dialogar con el EZLN y hacer que se reconozca que el diálogo

no debía ser sólo entre éste y el gobierno, sino también entre el segundo y los

otros grupos indígenas que igualmente tienen una larga tradición de lucha a

nivel nacional (Lovera y Palomo, 1999) .

Acuerdos de San Andrés 68 Conocido también por San Andrés Larráinzar.

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Quizá este suceso sea uno de los más importantes ya que, al igual que las Pláticas

de la Catedral, no sólo fue un encuentro entre las distintas etnias del país, sino

que también representó el diálogo entre el EZLN y el gobierno, cuya conformación

de delegaciones expliqué en el capítulo anterior. Asimismo, no sólo hubo un

diálogo sino que también se llegó a acuerdo, los únicos acuerdos entre las partes

en conflicto. Aunque en este evento, iniciado en San Andrés Sacam’chen de los

Pobres en abril de 199569, sólo se discutió la primera mesa: Derechos y cultura

indígenas, lo cierto es que gracias a la participación femenina, se logró el

reconocimiento de lo siguiente:

a. Los derechos de las mujeres indígenas, la necesidad de la paridad (ser

pares) entre hombres y mujeres; sin embargo, no fueron consensados los

mecanismos para implementarlos y para hacer efectivos estos derechos.

b. No hay duda de que la mujer indígena cumple un papel productivo y

simbólico igual de importante que el hombre, sin embargo, por lo general

las mujeres son excluidas de las discusiones públicas y tienen menos

derechos que los hombres.

c. Las mujeres indígenas plantean sus demandas y reivindican sus derechos,

no para ir en contra de su cultura o su grupo, sino para pensar la costumbre

desde una perspectiva que la incluya.

d. El cuestionamiento a la justicia del derecho positivo mexicano, e igualmente

a los usos y costumbres de las comunidades que violentan los derechos de

las mujeres.

e. El reconocimiento de la autonomía para los pueblos indios, pidiendo para las

mujeres paridad en todas las instancias de representación.

f. La necesidad del cambio del artículo 27 constitucional para que permita que

las mujeres tengan derecho a la tierra, asimismo del derecho de todos los

pueblos indígenas a la tierra.

69 Recuérdese que el proceso de negociación culminó un año más tarde en febrero.

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g. El reconocimiento de la triple opresión que viven las mujeres indígenas: por

ser pobres, por ser indígenas y por ser mujeres (en: Lovera y Palomo, 1999,

pp. 398-399).

Foro Nacional Indígena

Del 1 al 8 de enero de 1996 se llevó a cabo en la Ciudad de san Cristóbal de las

Casas, Chiapas el Foro Nacional Indígena, en cuyo encuentro hombres y mujeres

de distintas etnias del país participaron en un diálogo plural para generar consenso

en sus demandas. El eje central de análisis fue la autonomía, la cual “(...) como

una expresión del derecho a la libre determinación de los pueblos, implica el

reconocimiento formal, político y práctico, de la existencia misma de los pueblos

indios, dentro de una sociedad plural y en la cual la propuesta de autonomía es la

alternativa armónica que busca salvaguardar la libertad y la existencia misma de

los mexicanos.”70 Esto, como ya expliqué en el capítulo anterior, implicaría, y los

Acuerdos de San Andrés así lo proponen tácitamente, una reforma constitucional

que incluya a los pueblos indios como sujeto de esta nación. Ahora bien, con base

en esta discusión Marcela Lagarde (1999b) plantea la necesidad de garantizar una

serie de derechos femeninos en una nueva constituyente. A continuación, los

sintetizo:

a. Definan de manera democrática un conjunto de normas constitucionales

para enfrentar la desigualdad entre hombres y mujeres

b. Derecho a vivir en una sociedad basada en relaciones de respeto,

comprensión e igualdad.

c. Cada mujer y cada hombre tendrán derecho a su libertad individual.

d. Las mujeres tendrán el derecho social a no ser oprimidas.

e. Las mujeres tienen el derecho a ser consideradas niñas plenas, jóvenes

plenas, adultas plenas y ancianas plenas.

70 Documento final del Foro Nacional Indígena, en: S. Lovera y N. Palomo, Las alzadas, México: Comunicación e información de la mujer, convergencia socialista, 1999, p 372.

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f. Las mujeres tienen el derecho a ser memorables, a que su historia y sus

creencias sean reconocidas.

g. Las mujeres tienen el derecho a ser reconocidas social, económica, jurídica

y políticamente.

h. Las mujeres tienen el derecho de pertenecer a pueblos que tengan la

garantía de la autonomía y la autodeterminación.

i. Las mujeres tienen derecho a ser valoradas como preservadoras y

creadoras de su cultura.

j. Las mujeres tienen derecho a los medios de comunicación y a difundir sus

necesidades.

k. Las mujeres tienen derecho a hablar, oír, escribir, pensar y sentir.

l. Las mujeres tienen derecho a ejercer plenamente su ciudadanía.

m. Las mujeres tienen derecho a la propiedad y usufructo de la tierra en

condiciones de equidad respecto a los varones.

n. Las mujeres tienen derecho a participar en la administración y planeación

de los recursos y actividades de la comunidad.

o. Las mujeres tienen derecho al trabajo visible, valorado, remunerado y

creativo.

p. Las mujeres tienen derecho a ser reconocidas como mujeres así como sus

pueblos, como pueblos indios.

Y concuerdo con la autora, para garantizar los derechos de los pueblos indios es

necesario que se reconozca su autonomía, pero a su vez es necesario un proceso

de democratización entre los hombres y mujeres de esos pueblos que otorgue el

reconocimiento a las mujeres como sujetos igualmente importantes que los

varones. De cualquier forma, esta y la mía son opiniones desde la cultura mestiza y

occidental, lo cual no las invalida. Pero lo que ahora me interesa anlizar son los

acuerdos a los que llegaron las propias mujeres es la Mesa 4 de este foro, realizada

en el Valle de Jovel: Situación, derechos y cultura de la mujer indígena. En esta

mesa se abordó primeramente el tema de la autonomía, y se concluyó que no

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puede llegarse a ella sin que hay una transformación de los individuos, de los

valores, normas e instituciones que subordinan a las personas en sus diferentes

ámbitos de participación: familiar, comunal, municipal, estatal y nacional. Para

lograrlo, se proponía reformar los artículos constitucionales: 3º, 4º, 27, 53, 73, 115

y11671. No obstante, la reforma de estos artículos sólo avanzaría en el plano

jurídico. Me parece que lo que está de fondo es lo más importante, es decir que se

asume que para que realmente funcione la autonomía de estos pueblos debe haber

una transformación de la vida cotidiana y, específicamente para el caso de las

mujeres, esta debe ocurrir en el plano de la construcción genérica. Y esto es lo que

me interesa plantear en la presente tesis.

Asimismo, se discutieron los temas de educación, salud, acceso a los medios

de comunicación, participación y representación política, garantía de justicia a los

indígenas y promoción y desarrollo de la cultura. Temas que ya habían sido

tratados en los encuentros anteriores y cuyas conclusiones son muy similares. Su

plan de acción consistió en compromisos muy concretos de difusión tanto al interior

de las comunidades como en las ciudades, para el caso de las mujeres mestizas y

extranjeras que participaron, así como el fuerte impulso de sus demandas.

Congreso Nacional Indígena

Tras los esfuerzos de este primer Foro Nacional Indígena, como ya expliqué en el

capítulo anterior, pudo darse el Primer Congreso Nacional Indígena, que se

celebraría del 8 al 11 de octubre de 1996 en la Ciudad de México. Este evento fue

más grande que el anterior y también acudieron una gran cantidad de indígenas

del país. Ahora bien, para este congreso, mujeres indígenas de Chiapas, Oaxaca,

Guerrero, Veracruz, San Luis Potosí, Estado de México, D.F. y Puebla, que

previamente se habían reunido, formularon y presentaron una propuesta concreta.

Las organizaciones que convocaron a las primeras reuniones de mayo a

71 El artículo 3º se refiere a la educación, el 4º a la igualdad entre los sexos, el 27 a la tierra, el 53 sobre la demarcación territorial de los distritos electorales, el 73 sobre las facultades del congreso, el 115 y el 116 al municipio (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 1998).

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septiembre de 1996 fueron las siguientes: Asociación Nacional de Abogadas

Democráticas (ANAD), K’inal Antzetik, Servicio, Desarrollo y Paz, A.C. (SEDEPAC),

Comisión de Mujeres de la ANIPA, Centro de Servicios Municipales “Heriberto Jara”

(CESEM), Mujeres en Acción Sindical (MAS), Grupo de Educación Popular con

mujeres (GEM), Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), Centro de

Apoyo de la Mujer “Margarita Magón” (CAM), Mujeres para el Diálogo, Central

Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), Despacho de

Orientación y Asesoría Legal (DOAL), Grupo de Mujeres de San Cristóbal y

Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) (Lovera y Palomo, 1999). Los temas que

trataron en su encuentro fueron: a) la realidad legal de las mujeres, 2) el marco

jurídico internacional y estatal, 3) algunos principios de técnica legislativa, 4)

elaboración y fundamentación de propuestas de artículos y leyes y 5) una nueva

constituyente desde las mujeres. La propuesta que estas mujeres presentaron iba

encaminada a reformar el artículo cuarto constitucional, pues aún cuando se

supone que este garantiza la igualdad entre hombres y mujeres, no garantiza el

pleno ejercicio de los derechos de las mujeres (CNI, 1996). De sus propias

palabras, se extrae la justificación de este esfuerzo:

Queremos vivir en una sociedad basada en relaciones de respeto, igualdad y equidad entre todos y todas las que conforman este país (p. 181). (...) luchar por una autonomía que empiece en el hogar, en el trabajo, la comunidad y la región. Es necesario garantizar la paridad entre hombres y mujeres en los órganos de decisión buscando formas de participación y organización (p. 182). (...) queremos abrir un nuevo camino para pensar la costumbre desde otro mirada, que no sea violatoria de nuestros derechos, que nos dignifique y respete a las mujeres indígenas; queremos cambiar las costumbres cuando afectan nuestra dignidad (p. 188).

Evidentemente, en sus palabras se deja sentir una gran influencia feminista,

aportada sin duda por la diversidad de organizaciones que participaron en estos

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encuentros. Sin embargo, también refleja la percepción de las propias mujeres

indígenas en cuanto a su condición de género, así como sus claras alternativas.

Finalmente, el documento que presentaron en aquel Primer Congreso

Nacional Indígena por una nueva constituyente contenía los siguientes puntos:

a. Todos los derechos que hoy queremos construir, son derechos que están

pensados para construir la equidad de género.

b. Queremos construir nuestra visibilidad jurídica y política de género.

c. Buscamos la equidad de género porque hay desigualdad.

d. Necesitamos construir el derecho a reconocer a las otras.

e. El enfoque de género feminista implica de antemano hacer fuerza y hacer

fuertes a las mujeres.

f. Planteamos una refundación nacional que nos permita ser sujetas de la

historia.

g. Se requiere modificar las tradiciones y las culturas nacionales y étnicas que

son androcéntricas y misóginas que sólo valoran a la mujeres como objeto

sexual.

h. Se requiere destrabar, desanudar y demoler los cimientos que recrean la

opresión de la mujer.

i. Que nadie es superior o inferior por su sexo.

j. Ninguna mujer puede estar sujeta a dominio (en: Lovera y Palomo, 1999,

p. 399.

Cabe mencionar que a este evento no acudió una delegación zapatista como tal

por razones de seguridad, pero por primera vez salió una representante de este

ejército de la zona de conflicto. La comandanta Ramona acudió, participó y

clausuró el evento.

Luego de este suceso, como ya mencioné en el capítulo dos, hubo otros dos

Congresos Nacionales Indígenas, el segundo se celebró en la Ciudad de México, en

1997 cuando acudieron los 1111 zapatistas para promover la firma de los Acuerdos

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de San Andrés. El último se celebró el año pasado en Nurio, Michoacán, en medio

de la Gran Caravana Zapatista, que pasó por distintos estados de la República

antes de llegar al D.F. con el objeto presionar al poder legislativo para que los

Acuerdos de San Andrés pudiesen convertirse en ley. En los dos sucesos hubo una

amplia participación femenina, tanto por parte de mujeres indígenas, como por

parte de las mujeres zapatistas. Volveré a este punto en el siguiente apartado.

Ahora bien, a la par de estos eventos ha habido otros muy variados de

organizaciones indígenas de mujeres a nivel nacional. El espacio me resulta

insuficiente para exponer cada uno de ellos. Lo cierto es que en esta suma

interminable de esfuerzos, las mujeres zapatistas sólo han sido un gran motor que

impulsó la emergencia de otras luchas femeninas indígenas, las cuales ya venían

constituyéndose desde hace algunos años a lo largo y a lo ancho de nuestro

territorio.

La promoción zapatista. De las consultas a la gran caravana

Primera consulta Una vez iniciadas las negociaciones con el gobierno, El EZLN lanzó su primer

iniciativa de consulta: Consulta Nacional por la Paz y la Democracia, que se llevaría

a cabo del 27 de agosto al 3 de septiembre de 1995. En ella participaron más de

un millón de personas, que respondieron las preguntas que mencioné en el

capítulo anterior. No obstante, lo más relevante, en cuanto a las mujeres es la

inclusión de la sexta pregunta: ¿Debe garantizarse la presencia y participación

equitativa de las mujeres en todos los puestos de representación y responsabilidad

en los organismos civiles y en el gobierno? Esta pregunta se agregó por propuesta

de Alianza Cívica, organización que se encargaría de organizar la consulta. Y

según Marcela Lagarde (1999c), se formuló por el deseo de las mujeres de

traducir su participación en poder político. Se planteó para decir que las mujeres

quieren garantía de equidad para intervenir en las transformaciones el país.

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Segunda consulta Tras los dolorosos acontecimientos de Acteal y la ruptura del diálogo, el EZLN

lanzó, a través de la V Declaración de la Selva Lacandona su segunda propuesta

de consulta: La Consulta por el Reconocimiento de los Derechos de los Pueblos

Indios y por el Fin de la Guerra de Exterminio. La consulta consistió en las cinco

preguntas que expliqué en el capítulo dos.

Y es entre el 2 y el 14 de marzo cuando cinco mil delegados zapatistas

salieron de los cinco Aguascalientes de Chiapas a distintos municipios de los 32

estados de México, para promover la consulta nacional zapatista planeada para el

21 de marzo, la cual obtendría la respuesta de más de 2.8 millones de ciudadanos

mexicanos y mexicanas. El hecho que me parece más relevante para mi análisis es

que entre los delegados que promovieron la consulta, la mitad eran hombres y la

mitad eran mujeres. Es decir, empezaba a ser efectivo el derecho de la paridad

dentro del EZLN.

La gran caravana Como ya lo expliqué en el capítulo anterior, esta caravana partió de San Cristóbal

de las Casas, Chiapas el 24 de febrero y llegó hasta la Ciudad de México el día 8 de

marzo. En el transcurso se detuvo en los estados de: Oaxaca, Veracruz, Puebla,

Tlaxcala, Hidalgo, Querétaro, Michoacán, Estado de México y Morelos. Su objetivo

era exponer sus motivos ante el Congreso de la Unión para lograr que los

Acuerdos de San Andrés se convirtieran en ley. En este proceso las mujeres

zapatistas tuvieron la oportunidad de expresar no sólo sus demandas como

zapatistas, sino también sus demandas de género. Asimismo, lo hicieron en el

centro político de este país, aunque sólo lo sea como un símbolo: el zócalo; así

como ante el Congreso de la Unión. Sorprendente fue para todos y todas como

espectadores e la Historia Nacional, descubrir que la oradora principal era la

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comandanta Esther y no el subcomandante Marcos. Las razones la explica mejor

ella misma en su presentación:

Algunos habrán pensado que esta tribuna sería ocupada por el sup Marcos y que sería él quien daría el mensaje central de los zapatistas. Ya ven que no es así. El subcomandante insurgente Marcos es eso, un subcomandante. Nosotros somos los comandantes, los que mandamos en común, los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos. Al sup y a quien comparte con él esperanzas y anhelos les dimos la misión de

traernos a esta tribuna. Ellos, nuestros guerreros y guerreras, han cumplido gracias al apoyo de la movilización popular en México y en el mundo. Ahora es nuestra hora. No está en esta tribuna el jefe militar de un ejército rebelde. Está quien representa a la parte civil del EZLN, la dirección política y organizativa de un movimiento legítimo, honesto y consecuente, y, además, legal por gracia de la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas (en http://www. ezln.org).

Y prosigue con una autoafirmación doble. De su identidad genérica y de su

identidad étnica:

Así que aquí estoy yo, una mujer indígena. Nadie tendrá por qué sentirse agredido, humillado o rebajado porque yo ocupe hoy esta tribuna y hable. Quienes no están ahora ya saben que se negaron a escuchar lo que una mujer indígena venía a decirles y se negaron a hablar para que yo los escuchara. Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer, y eso es lo único que importa ahora (en: ibidem).

Y aunque ella misma anunció que no tocaría el tema a fondo, señala

algunos puntos sobre la discriminación de las mujeres indígenas:

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a. No cuentan con los servicios mínimos de salud

b. No tienen acceso a la educación

c. Resienten más la pobreza

d. Ven morir a sus hijos de enfermedades curables

e. Tienen que trabajar arduamente

f. Viven en una total marginación

g. Sufren la desigualdad

h. No pueden decidir con quien casarse

i. Sufren las consecuencias de la guerra

En su discurso, pugna por el reconocimiento a cabalidad de los derechos de la

mujeres, y particularmente de las indígenas, por eso, dice, está por la aprobación

de la Ley Cocopa. Y distingue los buenos y los malos usos y costumbres. Ellas,

dice, no están de acuerdo con los que atentan contra las mujeres. Como malos

usos y costumbres, reconoce: golpear a las mujeres, compra y venta de esposas,

matrimonio forzado, imposibilidad de participar en asambleas, falta de autonomía

(no puede salir de su casa). Mientras que los buenos usos y costumbres serían:

forma de vestir, lengua, forma de gobernar y organizarse, forma de rezar, forma

de curar, forma de trabajar en colectivos, respeto a la tierra y a la naturaleza y

cosmovisión.

A más de un año de que esta caravana llegó hasta a la Ciudad de México,

considero que la participación de las mujeres en este evento, desde que el

zapatismo emergió a la luz pública, sigue siendo una de las más trascendentales,

pues como apuntaba ya Inés Castro (1996), la participación política y militar de

hombres y mujeres al interior del EZLN debe significar un proceso de

ciudadanización y, desde luego, una ampliación de la democracia. Me parece que

las mujeres zapatistas hicieron un fuerte ejercicio de ciudadanía al participar en

esta caravana y con ello avanzaron hacia adelante.

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Las mujeres zapatistas y la guerra sucia Como ya expliqué en el capítulo anterior, la GBI o guerra sucia es un estrategia

instrumentada desde el Pentágono norteamericano (para el caso de América

Latina), cuyo objetivo es detener al enemigo y sembrar el terror en la población

simpatizante con la causa insurrecta. Ahora bien, como lo afirma Mercedes

Olivera (1999), en el caso de Chiapas, el propósito concreto bajo el cual se ha

empleado esta guerra es evitar que los indígenas construyan su autonomía. Y

agrega que esto comenzó cuando la ofensiva de aquel nueve de febrero de 1995

fracasó. Entonces el Gobierno Estatal, con anuencia, financiamiento y apoyo

militar del Gobierno Federal, ha implementado sendos despliegues militares y

paramilitares en las zonas identificadas como zapatistas. Es así que en México

empezó a generarse un panorama no muy distinto de lo que ocurrió en otros

países, principalmente de Centroamérica.

Por otra parte, como también ya expliqué, este tipo de guerra tiene planes y

efectos específicos para las mujeres, consideradas ellas y sus hijos e hijas la parte

más sensible y vulnerable de las poblaciones. De esta manera, se convierten en

un objetivo y objeto de guerra para aterrorizar a la población, así como para

demostrar y renovar dimensiones y símbolos de poder ante el enemigo (Olivera,

1999). A continuación, analizaré sólo algunos casos documentados a lo largo de

estos ocho años de conflicto. No obstante, quiero dejar establecido que la GBI

no se ha dado sólo en estos casos, la guerra sucia es algo que se vive

cotidianamente en las comunidades, y aún cuando día con día podamos enterarnos

de una serie de denuncias provenientes de las comunidades de la zona de

conflicto; lo que estas personas viven consuetudinariamente rebasa con mucho a

la basta información que podamos obtener.

Las mujeres como botín de guerra

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El 4 de junio, tres jóvenes tzeltales fueron violadas por un grupo de militares en un retén de Altamirano, Chiapas. Veintiocho días después, la Defensa Nacional negó los hechos. Ellas dan su testimonio (Lovera, en: La Jornada, 11 de julio de 194, p. 25).

Esta es la manera en que inicia un artículo periodístico de Sara Lovera (1994), en

el que da voz a Teresa, Cristina y María, tres jovencitas tzeltales huérfanas de

padre que debían salir todas las mañanas de Santa Rosita Sibaquil para ayudar a

su madre a vender lo que cosechaban en la parcela rentada de la comunidad, en

Altamirano. Sin embargo, ese cuatro de junio de 1994 el día no transcurrió con la

normalidad de los otros. Según ellas narraron, todas las mañanas tenían que

pasar por aquel retén militar desde el primero de enero, ya se habían

acostumbrado. Ese día cuando pasaron, los militares no sólo las interrogaron

como los otros día, sino que también las agredieron, las aventaron y tiraron sus

productos para la venta, ellas no respondieron. A su regreso, volvieron a pasar

por el retén, pese a las amenazas que habían recibido, vía otro habitante de la

región, de que los militares las estaban esperando. Cuando llegaron las

aventaron nuevamente, las golpearon y las patearon, a la madre le tiraron la

canasta y le doblaron el brazo; mientras que a las tres las llevaron a la orilla de la

carretera donde estaba el cuarto de descanso de los integrantes del retén. Pero

por más que ellas o su madre intentaron defenderse, no pudieron evitar ser

violadas masivamente por aproximadamente diez militares, quienes las obligaban a

confesar que eran zapatistas, una de ellas se defendió: “Qué es ser zapatista, si tu

me preguntas yo creo que es porque traigo zapatos...” (p. 20). Una bofetada la

calló. Con mucho valor, fueron a declarar en San Cristóbal de las Casas, donde no

recibieron la atención que corresponde, posteriormente se formó un comité de

seguimiento del caso por parte de distintas organizaciones civiles.

Estas mujeres, dice Alejandra Álvarez (1999), “no sólo fueron víctimas por

ser mujeres, sino también por ser indígenas, monolingües y susceptibles de ser

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acusadas como “zapatistas” por vivir en esa zona, como si ese adjetivo fuera, en

sí, suficiente para castigar.” (p.143).

Ahora bien, este no ha sido el único caso denunciado. Durante las

negociaciones en San Andrés Sacamch’en de los Pobres, en ese mismo municipio:

Larráinzar, pero en la comunidad de Tenlesostetic el 4 de octubre de 1995 fueron

violadas tres enfermeras adscritas al programa de vacunación de la Secretaría de

Salud, por un grupo armado (Morquecho y Pérez, 1995). Por otra parte, Cecilia

Rodríguez, ciudadana norteamericana y simpatizante zapatista, fue violada

mientras realizaba un paseo turístico por los Lagos de Montebello, Chiapas, por

tres hombres armados el 25 de octubre de ese mismo año. En su declaración

reconoce que este hecho es parte de la guerra, Marcos le contesta en un carta lo

siguiente:

Queremos que sepas que repudiamos, junto con todo hombre y mujer honestos, el atentado criminal de que fuiste objeto. Sí, “objeto”, porque esa agresión consiste en hacer cosa, objeto, a un ser humano y “usarlo” como se usan las cosas. Los responsables del atentado serán cazados. Sí, cazados como animales, como lo que son (Marcos, en: Lovera y Palomo, p. 175).

Pero no sólo describe un hecho donde el poder de el violador recae sobre la

víctima, la mayor de las veces mujer, sino que también concuerda con ella por

reconocer que este hecho es parte de un guerra sucia y explica:

El cuerpo de la mujer es también un campo de batalla en esta guerra de exterminio de “nuevo tipo”. Te agreden a ti como mujer, pero sobre todo como zapatista. Y, más aún, por ser ciudadana norteamericana que simpatiza con el EZLN y su causa de paz con democracia, libertad y justicia (ibidem, p. 176).

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Por si esto fuera poco, el 16 de diciembre de ese mismo año, Julieta, una joven

tojolabal fue torturada y violada por ocho agentes judiciales en el penal de Cerro

Hueco, Chiapas. Los cargos bajo los que se acusaba a Julieta eran de homicidio,

despojo y ataques a las vías generales de comunicación; luego de que su padre,

un campesino perredista también había sido aprehendido, acusado por cerrar

carreteras y por el supuesto homicidio de un priísta (Rangel, 1996).

Ahora bien, estos no son los únicos casos, según las denuncias recabadas

por el Colectivo de Mujeres de San Cristóbal, de 1995 a 1997 han ocurrido 33

agresiones sexuales y 9 intentos de violación en el estado de Chiapas. Las

mujeres agredidas, jóvenes, oscilan entre los 13 y los 30 años de edad. La

mayoría de estos hechos han sido efectuados por desconocidos y han ocurrido en

los municipios de: San Cristóbal de las Casas (90%), Ocosingo, Larráinzar, Oxchuc

y San Juan Chamula, todos ellos municipios de alta conflictividad (Castro, 1999).

Las mujeres, como decía al principio son uno de los principales blancos de

la GBI pues son ellas quienes, las más de las veces, sostienen el tejido colectivo y

solidario. Asimismo, en el informe Nunca más72, para el caso de Guatemala, cuyo

objetivo es la recuperación de la memoria histórica, se señala que entre las formas

de atacar a la población femenina las más usadas eran: la violencia sexual, la

utilización de su condición de madres, la ridiculización, entre otras. Y afirman que

aun cuando tienen un amplio listado de denuncias por crímenes sexuales, suponen

que muchos de estos casos no fueron presentados, pues la vergüenza que viene

después de eventos es muy difícil de afrontar para las víctimas. En este país:

Las violaciones sexuales realizadas por soldados fueron masivas en el caso de masacres o capturas de mujeres. La violación formó parte de la maquinaria de guerra, siendo frecuentes la agresiones sexuales a las mujeres delante de sus familias (Guatemala: nunca más, p. 70).

72 Guatemala: nunca más, Informe del proyecto interdiocesano, Recuperación de la Memoria Histórica, Guatemala, 1998.

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Según este informe, la violación es en primer lugar una demostración de poder, en

otros casos constituyó una moneda de cambio para evitar que el agresor las

acusara de guerrilleras y, por último, la violación constituía un botín de guerra, una

especie de “premio” que el militar recibía como compensación por participar en la

guerra. Así que es fácil encontrar las diferencias con los casos arriba narrados. En

todos los casos hubo una demostración de poder, que enviaba su mensaje no sólo

a los zapatistas, indirectamente y a las comunidades más directamente, sino que

también constituía un mecanismo de control sobre las mujeres que salen y

participan en actividades distintas a su rol de madresposas, lo que expliqué en el

primer capítulo de esta tesis, es decir, la mujer que sale de su casa , de su

comunidad, se convierte en mujer pública y hay que aplicarle un correctivo.

Asimismo, es notorio lo que el propio Marcos explica en la carta que envía a Cecilia

Rodríguez, una violación es un acto de cosificar a un ser humano, lo cual también

constituye un acto de poder. Por otra parte, en el caso de las tres tzeltales, los

militares les aseguraban:

Si se quedaban una noche, se salvan. ¡Ustedes fueron las que tomaron Altamirano! ¡Ustedes son zapatistas! ¡Ustedes tiene un grave problema y las vamos a mandar a Cerro Hueco o las vamos a matar! (Lovera, en: La Jornada, 11 de julio de 1994).

Es decir que los militares empleaban la situación de violación como moneda de

cambio: las violarían y a cambio de ello no las acusarían de guerrilleras.

Empleaban el mismo recurso que utilizaron en Guatemala. Y por último, en todos

los casos la violación significó un botín de guerra, el premio que los militares o

paramilitares obtenían por participar en una guerra. Y puede ser visto como un

premio, desde el momento en que la víctima se convierte en cosa, pero también

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porque la mujer, por su condición de género es percibida como objeto, mientras

que el varón es el sujeto.

Doloroso amanecer prenavideño en los Altos

Uno de los acontecimientos más terribles que se recuerdan en torno al zapatismo

es la masacre de Acteal del 22 de diciembre de 1997. La explicación sobre este

suceso se encuentra en el capítulo previo. Sin embargo, me parece interesante

resaltar que la mayor parte de las muertes que dejó el saldo de tan doloroso

acontecimiento fueron de mujeres73 y de niños y niñas, que como ya expliqué,

representan el sector más vulnerable de la red social, así como la preservación

cultural. Al atacar a estos sujetos se ataca no sólo al movimiento subversivo, sino

también a la cultura.

Ahora bien, como ya lo expliqué en el capítulo anterior, este tipo de

eventos, instrumentados por una guerra sucia, tienen efectos directos sobre la

población, que van desde reacciones físicas, pasando por problemas psicológicos,

hasta conflictos sociales. En el caso de Acteal, como ya lo mencioné, un equipo

del Centro de Derechos Humanos “Fray Bartolomé de Las Casas” que trabajó con

los habitantes de Polhó después de la masacre de Acteal, encontró que, para el

caso de las mujeres, los síntomas que mencioné en el capítulo anterior: mareos,

llanto, desmayos, dolor de cabeza, dolor de pecho, entre otros. En general, las

mujeres se sentían intranquilas por rumores que las atemorizaban

constantemente, por ejemplo, el miedo a nuevas agresiones de los paramilitares

que seguían libres. Además, como ya lo había mencionado en el capítulo anterior,

sentían un encierro total pues no podían salir a caminar y las que habían perdido a

sus familiares, especialmente hijas o nueras, tenían una sobrecarga del trabajo,

entre otros factores. Esto producía desde luego cambios en la estructura familiar,

las mujeres debían contener el duelo familiar y sobrepasar la impotencia que

producía el miedo. Nuevamente tenían una sobrecarga de trabajo. Por su parte, a

73 32 mujeres (entre niñas y adultas) y 12 hombres (entre niños y hombres) (Olivera, 2000).

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los hombres viudos les fue muy difícil asumir las tareas que correspondían al rol

femenino, desde las tareas domésticas del manejo del hogar, hasta el cuidado de

los hijos e hijas, por el que decían estar muy preocupados. En otras palabras: la

GBI altera la vida cotidiana y los hombres y las mujeres cuentan con diferentes

recursos para afrontar este tipo de situaciones.

La guerra cotidiana Por otra parte, como ya lo mencioné, no sólo en esta región ha habido una fuerte

presencia militar y paramilitar; en la zona norte, donde se encuentra la comunidad

en la que yo he trabajado, ha habido una gran presencia militar. Asimismo, se han

denunciado una serie de asesinatos, sin ningún seguimiento jurídico. En esta zona

como en otras, las mujeres han sido fuertemente hostigadas por militares y

paramilitares. En algunos casos, ha habido desplazamientos, especialmente en los

momentos más álgidos del conflicto74. El miedo ha estado presente en la mayor

parte de los casos y las mujeres han tenido que contener emocionalmente a sus

familias. Una de mis entrevistadas nos comparte:

A mí me ha afectado mucho, en eso de que no puede uno ni salir al pueblo, a veces, cuando estuvieron los retenes no podíamos, no podíamos venir acá a nuestra región, nos tenían que perseguir, no podía ni pasar, nos pedían la identificación , que como que no somos nativos de acá y eso es lo que a nosotros nos hace sentir muy mal, como que si para el ejército mexicano nosotros somos gente mala, pero en cambio, en nuestro parecer, no somos gente mala, sino que hacemos lo que se puede y es donde nosotros vemos muy difícil nuestra situación (Entrevista con Irma).

La libertad de tránsito es una de las garantías individuales estipuladas en nuestra

constitución. La GBI viola tácitamente este derecho. No poder moverse

libremente en su comunidad de origen es algo que puede desesperar a cualquier 74 Por ejemplo: Después de la traición de febrero en 1995 o tras la matanza de Acteal en 1997.

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persona. Esta es la forma en que la guerra se va volviendo parte de la

cotidianidad y cuando la gente deja de asombrarse o quejarse ante una presencia

extraña o ajena como lo es el ejército, en ese momento la guerra ha dado en su

blanco. Por eso me resulta asombroso que, luego de ocho años de guerra, Irma

siga quejándose por esta situación. Esa es una manera cotidiana de resistir.

En síntesis, la GBI, desde el punto de vista cultural y afectivo:

(...) altera la vida cotidiana, las costumbres tradicionales, el arraigo a los lugares donde se nace, donde habitan los antepasados y los dioses que aseguran cíclicamente la fertilización de la tierra y los alimentos para la subsistencia. Esta estrategia afecta la salud del cuerpo y la mente, los afectos y sentimientos, arroja duda sobre el proyecto político, desmoviliza y afecta profundamente las identidades étnicas y genéricas (Olivera, 2000, p. 410).

Participar en la guerra Resistir a la guerra no es nada fácil. Participar políticamente en un contexto como

este tampoco lo es. Y para las mujeres, para quienes de por sí es difícil ganar

espacios, tener una postura activa en un panorama así, resulta sumamente

complicado. En este sentido, Inés Castro (1999) reconoce la fuerte labor que

realizan las mujeres zapatistas que en un momento como este han tomado la voz

en las asambleas y deciden junto con su compañeros el rumbo de su lucha. Eso,

califica la autora, es un paso hacia delante en un proceso de ciudadanización

necesario para todas las mujeres de este país. Yo concuerdo con ella, pues es un

gran avance, que otras autoras también han señalado.

No obstante participar no es tan sencillo, según lo afirma una promotora de

salud de uno de los municipios autónomos, pertenecer a uno de estos municipios

significa muchos cambios en la forma de vivir y de relacionarse, pero han sido

cambios que la mayoría de las mujeres no han decidido, aún y cuando les hayan

permitido participar en algunos asuntos de la comunidad. De alguna manera esto

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se contrapone con el principio zapatista de mandar obedeciendo, que garantiza la

democracia y la inclusión de todos y todas. Por su parte Mercedes Olivera (2002)

asegura que la aplicación de este principio es muy difícil en una situación de

guerra, no se puede llegar a consensos, comprenderse, dialogar, y menos cuando

hay posiciones polarizadas. Agrega: la disputa de la población entre las partes del

conflicto produce autoritarismo y verticalidad en los mandatos. Y esto en un orden

social donde de por sí la mujer está predestinada a obedecer y no a mandar, hace

más difícil, creo yo, la exigencia de sus derechos.

Amanecer en la montaña: vida cotidiana de las mujeres zapatistas Las mujeres zapatistas, como ya dije, pertenecen predominantemente a las bases

de apoyo del EZLN. Son muy pocas las que se han incorporado a la insurgencia o

la milicia y al CCRI-CG. Ellas tendrían una vida cotidiana un tanto diferente a la

propia de su rol de género en las comunidades, pues se dedican a labores físicas

que requiere el entrenamiento, participan en las decisiones importantes de este

ejército, etcétera. Sin embargo, provienen de una historia en común que

comparten con las mujeres de las comunidades base de apoyo, aún cuando éstas

participen activamente. Esto es lo que nos comparte Irma:

Nuestra vida, como indígenas, pues nosotros nos levantamos a las cuatro de la mañana, empezamos a preparar café, empezamos a moler, a tortear. Y una vez que amanece, empezamos a desgranar maíz, otra vez para nixtamal y así se pasa el día, vuelve uno a la costumbre, pues de aquí de moler, ir a lavar en el río y ya se pasó el día, viene la hora de la comida, pues otra vez a moler a tortear, vienen los hijos, pues también sí, pues ya nos agarra la tarde. Esa es la tarea de todos los días, también y si tenemos tiempo de ayudar, apoyar a nuestro esposo también, ir a la milpa, a traer leña, a traer fruta, cosas que nosotros comemos (Entrevista con Irma).

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Es decir que, al igual que otras mujeres indígenas del país tienen una sobrecarga

de trabajo y muy poco tiempo libre, de hecho sólo tienen:

Sólo un ratito porque si llego del río a las nueve, descanso como a las diez de la mañana, porque a las once ya tengo que lavar el maíz para la tortilla porque no hacemos un poquito. A veces, nos ponemos a hacer cuatro kilos de maíz. Y si tenemos alguien que nos apoye y nos ayude en la cocina, pues lo hacemos rápido, pero si no hay nadie lo tenemos que hacer solas y nos quedamos como una hora. Y después tenemos que repasar la masa y después a hacer la tortilla y ya vamos terminando casi como a la una o a las dos de la tarde. De ahí, llega lo hora de ir a bañarnos al río casi como a las cuatro de la tarde. Y si no queremos desgranar el maíz en la mañanita, nos sentamos ya como a esa horas a desgranar el maíz para que esté listo en la mañanita. Y así, pasamos los días. Siempre es lo mismo (Entrevista con Elisa).

La vida cotidiana de las mujeres zapatistas se enmarca en su condición e identidad

de género, es decir que se conciben como madres y se dedican a cumplir sus roles

de género. No obstante, comienzan a abrirse espacios desde las propias

comunidades, más allá de la Ley Revolucionaria de La Mujeres, o de la lucha

pública que algunas mujeres zapatistas están dando; ellas lo están construyendo

desde abajo. Así, para Elisa, mujer tzeltal del norte de Chiapas, ser mujer

significa:

(...) algo hermoso así, porque yo me siento digna y tengo derecho de participar en todo el trabajo como mujer, no por ser mujer me van a obstaculizar algunos trabajos o lo que yo quiera hacer. Porque, a veces, así nos pasa, por ser mujer no nos permiten trabajar o no nos permiten tener empleos, nos rechazan porque no tenemos experiencia. Pero yo me siento así capaz de hacer lo que los hombres también hacen porque somos iguales. También nosotros tenemos capacidad para hacer como mujeres, a pesar de todos los trabajos que tiene uno, pero creo también que podemos hacerlo. Me siento,

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pues, me siento mujer, me siento realizada como mujer porque tengo hijos, tengo familia y qué más le puedo pedir a la vida, es eso (Ibidem).

Ella se siente realizada como mujer y como madre. Y aún cuando está hablando

de las capacidades femeninas y defendiendo su derecho a participar, no se olvida

de que es madre y lo reivindica también. Esto, a mi parecer, refleja un proceso de

transición en la identidad de género femenina. Proceso que viven conjuntamente

con los hombres, que empiezan a reconocer que:

(...) las mujeres es nuestra fuerza para poder organizarnos y también para organizarse entre ellas: las mujeres; para que nos apoyemos. Pues sí, porque pensamos que tienen el mismo derecho como personas, tienen derecho también las mujeres de participar y trabajar (Entrevista con José).

Y algunos de ellos no sólo lo reconocen, sino que hacen un intento por cambiar:

Cuando estaba yo muy joven, cuando estaba soltero, vi que mi hermana pues no es igual como si fuera su esposo; tampoco mi mamá, que a veces no le da tiempo de lavar muchas ropas, ni de cocinar. Entonces, vi que la situación, que ahí necesitaba yo mi esfuerzo para que nos apoyemos entre los dos. Decidí lavar mis ropas, cocinar algo que yo pueda porque uno sale, pues, p’al campo a trabajar (Entrevista con Rodrigo).

Y en cuanto a la participación femenina el opina:

Bueno, pues yo lo veo bien, porque si una mujer no está de acuerdo de que su esposo está en una organización, creo que no se aguantaría el trabajo, pues si estamos juntos, en un solo camino, mirando hacia adelante los dos, creo que avanzaríamos más y no había problema. Si tienes dónde salir o te vas a otro lado, pues tu mujer está consciente o está decidida, pues, de quedar sola también en la casa, entonces no

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va a afectar nada porque estamos de acuerdo los dos. Y si la mujer no está de acuerdo, pues creo que no se puede (Ibidem).

Es claro que él piensa que es necesario llegar a un acuerdo marital. Eso en sí

mismo hace una diferencia. Sin embargo, concibe la situación distinta para ambos

aún cuando participan: el hombre es el que saldría y la mujer se quedaría sola a

cuidar a los hijos. Es decir que la mujer puede participar siempre y cuando

cumpla con su rol de madresposa. Pero es contradictorio que él sea quien haya

decidido aprender tareas estereotípicamente femeninas y que haya percibido este

hecho como una necesidad de apoyo mutuo; lo cual me lleva a pensar

nuevamente que éste es un proceso de transición que llevará muchos años más.

Pero ya es un avance que los hombres comiencen a advertir el derecho de las

mujeres a participar. Cabe mencionar que los testimonios presentados en este

capítulo pertenecen a hombres y mujeres que ocupan un lugar destacado

políticamente al interior de sus comunidades. No obstante, esto comienza a

generalizarse, quizá a pasos más lentos, en las comunidades base de apoyo del

EZLN. Y no es un proceso sencillo.

En su más reciente artículo sobre las dificultades del Mandar obedeciendo,

Mercedes Olivera (2002) plantea una serie de postulados que interfieren en un

proceso de democratización que el EZLN a nivel discursivo propone. Ella advierte

que el mandar y el obedecer son una forma de relacionarse que pasa por el

cuerpo y que se internalizan inconscientemente, lo que predispone a las personas

a repetir naturalmente esta forma de relación. Esto, en otras palabras, es lo que

discutí en el capítulo uno dentro del apartado el género atraviesa los cuerpos,

donde afirmé que el género es un relación de poder donde el cuerpo femenino le

pertenece al sujeto masculino o, en palabras de esta autora: el hombre manda y

la mujer obedece, asegurando así la reproducción biológica y cultural. Y esto se

garantiza por medio del ritual del matrimonio. Es así que la autora narra el

testimonio de una mujer chol que se casó con un tzeltal en la montaña. Él y ella

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ya no pertenecían a la base de apoyo: ambos eran insurgentes, pero el desenlace

de la historia no fue agradable para ella, quien tuvo que hacerse cargo sola del

único hijo que tuvieron juntos, dejar la milicia y tomar algunas de las pocas

oportunidades de trabajo que existen para las mujeres indígenas. Sin mencionar

que cuando volvió a su comunidad tuvo que enfrentarse al rechazo, pues como

ella misma narra, no fue comprada para casarse como es la costumbre en las

comunidades. Esto sin duda refuerza la idea de que este es un proceso de

transición, pero además un proceso adverso, pues sumado a las propias

resistencias culturales, hay una realidad de guerra que no permite la libertad de

movimiento a los habitantes de las comunidades zapatistas.

En este mismo sentido, una becaria de la fundación McArthur, promotora

de salud de una comunidad zapatista, asegura que la autonomía que se práctica

en estas comunidades ha significado muchos cambios en las formas de

relacionarse entre las personas, no obstante, son cambios que la mayoría de las

mujeres no han decidido, aún cuando les hayan permitido participar en algunos

asuntos. Asimismo, insiste en que aún cuando esta nueva forma de organización

es en apariencia más democrática, continúa discriminando a las mujeres. Y es

que la construcción de un nuevo camino: el del mandar obedeciendo, en todos los

ámbitos de la vida cotidiana de las comunidades se construye poco a poco, lo cual

no quiere decir que no se hayan obtenido algunos logros, pero se requiere todavía

mucho tiempo. Y creo, en concordancia con Mercedes Olivera (2002), que este

proceso nos implica a todos y a todas, hay que transformar conjuntamente las

estructuras verticales que reproducimos de manera cotidiana consciente o

inconscientemente.

Las mujeres zapatistas. Una mirada antropológica Habrá quien todavía se pregunte la relevancia de estudiar un tema como este

desde la antropología. A lo que las estudiosas de género podrían responder más

rápidamente, que un movimiento de mujeres dentro de un movimiento indígena de

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liberación nacional, es digno de análisis desde esta perspectiva, pues empiezan a

denunciar una serie de condiciones impuestas culturalmente que afectan a las

mujeres y con las que ellas dejan de estar de acuerdo. Y esta, quizá sólo sea la

respuesta más rápida.

Sin embargo, me parece que no sólo la antropología feminista o la

antropología de género tienen algo que aportar. Considero que el estudio de la

vida cotidiana, desde diferentes ciencias sociales (explicadas en el capítulo uno),

tiene también mucho que aportar, pues el género se construye y refuerza en la

vida cotidiana, la intención de la liberación nacional se gesta en la vida cotidiana,

las trasformaciones genéricas se originan en la vida cotidiana; y mientras no pasen

por ella, los cambios quedarán muy bien en un papel, pues es en este plano,

desechado por los estudios sociales propios de la Modernidad, donde se dan

verdaderamente las batallas.

Es por eso en que el estudio que yo realicé a lo largo de la maestría centré

mi interés en una comunidad base de apoyo del EZLN, que puede dar cuenta de

procesos compartidos en otros puntos del estado o el país. Asimismo, al revisar la

mayor parte de los textos en torno a las mujeres zapatistas, echaba de menos un

análisis sobre este tema e incluso un acercamiento etnográfico directo. Sólo

algunas como Mercedes Olivera lo han hecho. La mayor parte de las autoras han

centrado su análisis en los documentos, los comunicados, las entrevistas con las

milicianas o insurgentas, los encuentros importantes como las Pláticas de la

Catedral, entre otros. Poco se ha hablado sobre las mujeres de las bases de

apoyo. Eso es lo que a mí me gustaría aportar: qué pasa al interior de una

comunidad, con su transiciones, sus conflictos, sus divisiones, su problemas,

etcétera. Esta es la experiencia de Roberto Barrios, comunidad del norte de

Chiapas.

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CAPÍTULO IV

“A nosotras nos han enseñado desde

chiquitas a obedecer, a no protestar,

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a callarnos, a aguantar, a no hablar,

a no participar. Pero ahora no queremos

quedarnos atrás, no queremos que nos pisoteen.

Exigimos que nos respeten como indígena

y como mujeres y que tomen

en cuenta nuestro derechos.

Queremos que se respeten nuestras

costumbres, las que la comunidad vea que son buenas

para todas las mujeres, hombres y niños.

También queremos participar en las leyes,

que nos tomen en cuenta a nosotras y

a nuestros pueblos y respeten nuestros derechos.”

HERENCIA DE UNA LUCHA.

LAS MUJERES DE ROBERTO BARRIOS

La comunidad de Roberto Barrios

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Corta es la distancia que separa a la comunidad de Roberto Barrios de la ciudad de

Palenque, pues desde este punto se recorren tan sólo alrededor de 20 km. Se

aborda una camioneta de redilas que toma la carretera rumbo a Chancala; luego

se toma una desviación hacia el ejido León Brindis, por un sinuoso camino de

terracería, y tras atravesar el río Bascán, finalmente se llega a la comunidad de

Roberto Barrios.

Según los cálculos de algunos de sus pobladores, cuenta con

aproximadamente 800 habitantes. Esta es una comunidad dividida, parte de su

población se ha declarado abiertamente zapatista y se desenvuelve de manera

autónoma, mientras que otro tanto se define como priísta. Cabe aclarar que yo

solamente tuve relación con la gente de filiación zapatista, pues era a ellos a

quienes me interesaba entrevistar, dado el tema de mi investigación.

Asimismo, como expliqué desde el comienzo de este trabajo, como visitante

de una comunidad zapatista, tiene una muchas restricciones que no le permiten

indagar ciertos datos. La gente que viene del exterior debe permanecer en el

Aguascalientes o en el campamento civil, por razones de seguridad.

Eventualmente, si las personas responsables lo consideran prudente, otorgan el

permiso para dirigirse a otros sitios dentro de la comunidad en su conjunto; ya sea

a la clínica, a la cooperativa, a las cascadas, etcétera. A pesar de estas

limitaciones, traté de recuperar la mayor información posible, tanto adentro como

fuera de la comunidad y, con la que obtuve, me fue posible construir este relato.

MAPA 6: LOS AGUASCALIENTES DEL EZLN

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FUENTE: http://www.ciepac.org/maps/

Buscando tierras en la selva

Roberto Barrios es una comunidad tzeltal que curiosamente se encuentra en una

zona predominantemente chol. Como otras comunidades tzeltales migró a la selva

en los sesenta; pues tal y como afirma Gabriel Asencio (1994), en los años

cincuenta y sesenta se asentaron en la subregión norte del estado de Chiapas

habitantes de habla tzeltal, provenientes de otros municipios ubicados más al

noreste del estado, los cuales tienen como centro regional y de comunicaciones la

ciudad de Palenque. Tal es el caso de la comunidad de Roberto Barrios, que

provenía de Petalcingo, en el municipio de Tila. Edward Calneck (1970) ya

apuntaba en sus notas etnográficas sobre la zona, que esta localidad era de habla

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tzeltal, a pesar de estar rodeada de choles. Es decir que el hecho de ser tzeltales

y vivir entre choles no es nuevo.

Ahora bien, los primeros pobladores, provenientes de Petalcingo, realizaron

una serie de expediciones en busca de tierras cultivables. Lo único que pudieron

encontrar fue esta zona de la selva lacandona, que no es precisamente la mejor

para el cultivo. Pero dejo la palabra a los propios fundadores:

Para establecernos donde estamos tuvieron que pasar varios años. Primero llegamos a construir nuestras casas al oeste, le llamamos alan colonia o poc’o colonia porque quedaba en la parte donde se oculta el sol. Vimos que estábamos muy en la orilla de nuestros terrenos. Los que ya se dedicaban a criar animales domésticos se cruzaban a otros ejidos. Volvimos a explorar dónde mero iba a ser la colonia. Llegamos a encontrar una parte planada y un ojo de agua muy bonito, pensamos vivir ahí en sus alrededores. Empezamos a limpiar el lugar, lo rozamos como una hectárea, pero todavía no construimos nuestras casas pues resultó ser pantanoso (en: Libro de historia de las comunidades, p. 141)75.

Tras muchos intentos pudieron, finalmente, ubicarse en donde hoy en día se

encuentra la comunidad. Estuvieron a punto de pagar por un terreno que era

ejidal, como se los indicó un secretario del Departamento de Asuntos Agrarios en

la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, cuyo nombre era Roberto Barrios. Él les aconsejó

que no compraran las tierras y que esperasen a que enviaran ingenieros para

hacer los estudios correspondientes. En ese momento y gracias a que este

personaje los salvó de pagar por una tierras que en realidad les pertenecían, pues

ya estaban destinadas para el reparto agrario, se decidió el nombre de la

75 Durante mi primera visita, tuve la oportunidad de consultar este libro, que puso en mis manos Benjamín, uno de los promotores de educación. Se trata de un proyecto de historia oral que estos jóvenes realizaron, cuyo objetivo era construir la historia de la fundación de cada una de las comunidades de esta zona. Para ello, entrevistaron a los guardianes de la memoria, a la gente más anciana que aún recuerda cómo se fundaron dichas comunidades.

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comunidad, misma que han construido con muchos sacrificios, como narran sus

fundadores:

Tuvimos que caminar varios años para posicionarnos. Aquí es el cuarto lugar, donde nos quedamos definitivamente. En todo lo que fue los estudios y las mediciones del ejido, los trabajos nos costaron muchos sacrificios. Hubo días que no encontramos agua para batir nuestros pozoles (Ibidem, pp. 141-142).

Luego de fundar la comunidad y establecerse definitivamente, había otra serie de

necesidades que se requería cubrir. En los primeros tiempos no contaban con una

escuela, tenían que cooperar para pagar maestros particulares, pero no

funcionaba, pues como me explicaron algunas personas, no había caminos para

acceder fácilmente y los profesores tenían muchos problemas para acudir a

impartir clases. Además, era muy difícil ponerse de acuerdo para pagarles entre

toda la comunidad por ese servicio. Así que esta primera generación de niños y

niñas que crecieron en Roberto Barrios no contó con la educación primaria. Pero,

finalmente, se construyó una escuela.

Al principio, tampoco había iglesia, las ceremonias se hacían en cualquier

lugar sencillo. Y sólo existía la religión católica. Hoy en día ya hay una iglesia,

cuya construcción es a base de piedras, las cuales son muy similares a las

utilizadas en algunas estructuras prehispánicas. Asimismo, hay ya otros templos,

como el que recientemente se ha construido frente a la clínica, el cual es de

filiación protestante76. Además, según me informaron, hay otros cultos, tales

como: testigos de Jehová, presbiterianos, evangelistas, Iglesia de Pentecostés,

etcétera. En cuanto a la atención médica, en esos primeros años, no se contaba

con una clínica; cuando alguien se enfermaba se le curaba con hierbas

76 La verdad es que la información que recibí al respecto no fue muy precisa. Unos me dijeron que era un templo evangelista, otros que de testigos de Jehová y otros que de la Iglesia de Pentecostés.

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medicinales77, pues no había doctor, ni dinero para pagarlo. Hace poco más de un

lustro se construyó finalmente una clínica gubernamental, que posteriormente fue

tomada por los zapatistas.

La fiebre zapatista llega a la comunidad

Antecedentes

Los pueblos tzeltales, como otros grupos mayas y como otros grupos indígenas del

continente, tienen una larga tradición de resistencia. Así, por ejemplo, según

señala Herbert Klein (1970), en 1712, hubo una revuelta de ciertos pueblos

tzeltales, cuya causa inmediata era la ruda explotación ejercida por las autoridades

civiles y religiosas. Carlos Montemayor (1998) cita este mismo pasaje de la historia

tzeltal y sugiere que la lucha indígena en el actual estado de Chiapas sigue

manteniendo los mismos símbolos que empleó entonces la rebelión tzeltal, con un

lenguaje a la vez sencillo y colmado de múltiples sentidos. Acaso porque las

causas contra las que se sublevan hoy, a más de quinientos años, no han

cambiado mucho.

Al terminar la época colonial, en el México independiente, como lo señala

Mercedes Olivera (2001), se ignoró el carácter multicultural del país; la

Constitución, impulsada por la población criolla, impidió que los indígenas

alcanzaran realmente una condición ciudadana y la pretendida igualdad; se

favoreció a políticos y hacendados que integraron la élite latifundista regional y

local durante el resto del siglo78. Posteriormente, la utopía revolucionaria del siglo

XX, pretendió repartir a los indígenas y campesinos tierras para cultivo colectivo.

Se institucionalizó así la propiedad ejidal. Sin embargo, tal parece que por algunos

estados, como Chiapas, la Revolución nunca pasó; pues las condiciones de muchos

77 Cabe aclarar que, aún cuando la comunidad ya cuenta con una clínica de salud, estas prácticas no han desaparecido, pues son componentes muy importantes de su cultura. 78 Pero, incluso, esa élite dominante sigue vigente hasta nuestros días, principalmente, en un estado como Chiapas donde siguen existiendo fincas, la mayoría cafetaleras, en las que la explotación hacia hombres y mujeres jornaleras no ha cambiado mucho.

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indígenas hoy no distan mucho de las que describió Ricardo Pozas (1952) a través

de la vida de Juan Pérez Jolote, quien vivió durante la supuesta transición de la

época latifundista al México de la Revolución. Es así que indígenas choles,

tzeltales y tzotziles fueron obligados a trabajar como peones en las grandes

haciendas, en su mayoría pertenecientes a extranjeros, durante el porfiriato; pero

aún en la década de los años treinta, cuando el gobierno federal de Lázaro

Cárdenas y el local de Efraín Gutiérrez impulsaron la reforma agraria que devolvió

las tierras a los campesinos de esta región, la resistencia de los grandes

propietarios fue muy fuerte. De otra parte, las tierras que se repartieron en esta

década eran las de peor calidad para el cultivo. De esta forma, nunca se logró

afectar los intereses de los latifundistas, quienes para proteger sus propiedades,

armaban grupos de guardias blancas con el fin de atacar cualquier conato de

insumisión (García de León, 1981).

A pesar de este clima tan desalentador, la resistencia campesina continuó

en este estado, al igual que en otros de la república. El movimiento campesino

comenzó a buscar nuevas rutas y devino en organizaciones independientes, que

luchaban por demandas muy concretas para las décadas de los sesenta y setenta.

De esta manera, operaron en este estado y en otros: la Coordinadora Plan de

Ayala (CNPA), la Unión Nacional de Organizaciones Campesinas Autónomas

(UNORCA), la Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC), entre otras. Sin

embargo, quizá lo más relevante de ese periodo sea el I Congreso Indígena del

Estado de Chiapas en 1974, convocado por el gobierno del estado y el Comité Fray

Bartolomé de las Casas, en el cual participaron centenares de indígenas tzeltales,

tzotziles, tojolabales y choles, que se pronunciaron por diversas demandas en

torno a la tierra, la lucha contra el racismo, la eliminación del intermediarismo,

etcétera (Oehmichen, 1997)79.

79 Cabe señalar que después de éste, se fueron celebrando otros tres congresos a nivel nacional, en donde se iban perfilando posiciones cada vez más radicales.

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Por otra parte, digno de mención también es el hecho de que se

consolidaran algunas organizaciones indígenas de tipo local con el apoyo de la

Diócesis de San Cristóbal, dirigida por el entonces obispo Samuel Ruiz. Se

formaron catequistas de las propias comunidades, quienes a la postre impulsaron

importantes movilizaciones regionales. Se habló incluso de una indianización de la

Iglesia Católica (Le Bot, 1997).

Fue en esta época de los sesenta y setenta, cuando también comenzaron a

generarse una serie de brotes guerrilleros, de corte campesino en su mayoría, en

distintos puntos del territorio nacional. Quizá los casos más conocidos sean los de

Guerrero, no obstante fue una lucha muy acallada por los medios de

comunicación, y al mismo tiempo, sumamente reprimida, como ocurría en aquellos

tiempos en otros puntos de nuestro continente80.

Interesante es descubrir que esta lucha tuvo continuidad y fue avanzando

silenciosa, y a veces no tan silenciosamente, pues a lo largo de la década de los

ochenta, la resistencia no cesó. Y en 1992, con motivo de la conmemoración del

quinto centenario del descubrimiento de América, la fiebre del movimiento

indígena volvió a hacerse notar. Cientos de organizaciones indias en el país y en

América Latina marcharon a las ciudades principales, cuya reminiscencia colonial,

aún permanece. Así, por ejemplo, en San Cristóbal de las Casas, la Ciudad Real,

los indígenas tumbaron la estatua de Diego de Masariegos, lo cual significó un

golpe muy duro para la sociedad coleta81.

Zapatismo en Roberto Barrios

80 Para más información sobre el tema conviene revisar los libros de Carlos Montemayor: Guerra en el paraíso y Chiapas, la rebelión indígena. 81 Coletos es el nombre con que se conoce a los oriundos de San Cristóbal de las Casas; pero lo que esto implica es simbólicamente muy fuerte, pues el mote coleto remite al pelo largo recogido que usaban los españoles, los conquistadores. Sentirse coleto es sentirse criollo aún, ni siquiera asumirse como mestizo. Así, de esta ciudad brotan una violencia simbólica y un racismo exacerbado hacia la población india que en esta entidad es muy vasta.

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El año de 1994, cuando el zapatismo emergió a la luz pública nacional, fue el que

vino a marcar un hito, pues aun cuando las demandas zapatistas tienen un origen

ancestral, ponen de nuevo en la mesa de discusión nacional el asunto indígena

cuando esto se creía rebasado. Los pueblos indios comenzaron a alzar su voz. Por

su parte, la comunidad de Roberto Barrios se declaró abiertamente zapatista un

año más tarde, en el mes de diciembre, cuando se inició la construcción del

Aguascalientes número cinco, la cual contó con el apoyo de otras comunidades

zapatistas que pertenecen a la zona (Delgado, 2001). Como ya expliqué en el

capítulo número dos, los Aguascalientes se fundaron después de la traición de

febrero, pero tienen su antecedente en la Convención Nacional Democrática de

agosto de 1994, la cual se comparó con aquella histórica reunión de los

revolucionarios de principios del siglo XX en busca de algún acuerdo de paz.

Actualmente existen cinco Aguascalientes: La Realidad, Oventic, Francisco Gómez-

La Garrucha, Morelia y Roberto Barrios.

En enero de 1996, se instaló el campamento militar del 21 batallón de

infantería del Ejército Federal Mexicano a orillas del río Bascán, y a tan sólo

doscientos metros del Aguascalientes (Crónicas intergalácticas, 1996). El 26 de

ese mismo mes, el ejército pretendió tomar el Aguascalientes, pero las mujeres y

los niños lograron impedirlo y los expulsaron, pues los hombres habían ido a

trabajar a la milpa. Volvieron a intentarlo el 2 de febrero; mas tampoco lo

consiguieron (Pineda, 2000). Así que permanecieron en su campamento hasta

enero de 2001, cuando el presidente recién electo, Vicente Fox, ordenó la retirada

del ejército, a petición del EZLN.

Regresando al tema del Aguascalientes de Roberto Barrios, no fue sino

hasta el cinco de mayo de 1996 cuando se celebró la inauguración oficial, en la

que participaron zapatistas de ésta y otras comunidades de la zona. Como en toda

celebración zapatista no faltó la fiesta, la música, el baile y la algarabía. Los

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relámpagos del norte de Chiapas82 se presentaron en público junto con otros

grupos regionales (Delgado, 2001). Ahora bien, el Aguascalientes tuvo mayor

difusión para el mes de agosto de ese mismo año cuando se llevó a cabo el Primer

Encuentro Intergaláctico por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, cuyas sedes

fueron los cinco Aguascalientes. En Roberto Barrios se llevó a cabo la mesa La

cuestión económica. Historias de Horror, en la que participaron miembros de la

sociedad civil nacional e internacional, así como algunos delegados zapatistas

(Crónicas intergalácticas, 1996).

El Aguascalientes abarca alrededor de tres hectáreas, sus instalaciones

constan de una biblioteca, un auditorio, una cocina, un comedor, una cancha de

básquetbol, dormitorios y una cooperativa en la que además hay una televisión

con una antena de sky, una video casetera y una pequeña videoteca, en la que

pueden hallarse desde películas infantiles, pasando por una distinta gama de

filmes para adultos, hasta documentales políticos, en su mayoría zapatistas. El

Aguascalientes ha devenido, paulatinamente, en un centro regional donde hay

ocasión para que conviva cierta diversidad cultural.

Por su parte, es interesante ver cómo la gente de la comunidad poco a

poco se ha ido apropiando de este espacio. Así, Pancho, un niño como de siete

años que caminaba con su papalote por la avenida principal, me dijo “voy al

aguas”. Yo no lo comprendí, pregunté si se refería al río. Pero no, se refería al

Aguascalientes, el cual se ha convertido en parte de la cotidianidad de niños y

niñas, así como de hombres y mujeres. Los niños y las niñas acuden a él a jugar,

a vender donas, a mirar películas infantiles, a platicar con la gente del

campamento civil, quienes están ahí para observar que no ocurra ninguna falta a

los derechos humanos, en cuyo caso, la denuncian. Los hombres, por su parte,

82 El siglo XX empezó con corridos que construían la memoria colectiva de una Revolución que irrumpió en el escenario político de nuestro país en aquella época. Lo interesante es que dicho siglo también se cerró con corridos. Los relámpagos del norte de Chiapas es una agrupación musical, que compone y canta corridos que van construyendo la memoria zapatista no sólo de esta comunidad sino de toda la región. Un análisis muy interesante y detallado sobre sus letras se halla en la tesis de Gabriel Delgado (2001).

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se acercan por la noche a ver un rato las noticias o alguna película. La televisión

no tiene mucho tiempo, hace a penas unos meses que un campamentista, según

me informaron, instaló la antena. A la entrada de la tienda se mira un letrero de

los horarios en que se ve la tele, son alrededor de tres horas, una para programa

infantil, otra para un noticiario y otra para una película o programación de adultos.

Ahora bien, durante mi segunda visita tuve la oportunidad de mirar un video que

impulsaron los mismos zapatistas de lo que fue la caravana a la Ciudad de México

en 2001. Moisés, uno de los participantes del proyecto, nos lo mostró y nos

comentó un poco sobre sus experiencias. Se trataba de un reportaje, con

entrevistas a distintas personas que se sumaban a la Caravana o que simplemente

asistían a los eventos en sus ciudades. En otras palabras, la idea era construir su

propia historia como zapatistas; el esfuerzo me pareció muy loable.

Lo curioso es que las mujeres se acercan mucho menos al Aguascalientes.

Sólo acuden a él las compañeras que tienen a su cargo la cocina ese día, la

guardia que hacen ellas es en la cocina, mientras que la que hacen sus

compañeros es a la entrada; son ellos quienes reciben a cualquier visitante, y

quienes que se encargan, a final de cuentas, de las relaciones públicas83.

Sin embargo, es preciso decir que durante mi estancia, un grupo numeroso

de jóvenes; hombres y mujeres, provenientes de otras comunidades de la zona, se

albergaban aquí para tomar un curso como promotores/as de educación, mismo

que también tomaban algunos y algunas jovencitas de la comunidad. Dicho curso

se llevaba a cabo en las instalaciones del Aguascalientes, la mayor parte en el

auditorio y la cancha de básquetbol.

A continuación presento un croquis del territorio dentro de la comunidad de

Roberto Barrios en donde las autoridades zapatistas permiten transitar a visitantes

y observadores:

83 Cabe señalar que en mi segunda visita las guardias ya las realizaban personas de otras comunidades también zapatistas, pues la gente de Roberto Barrios, me comentaron, ya estaba muy cansada.

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AQUÍ ESTUVO ELCAMPO MILITAR ROBERTO

BARRIOS

COCINA

AUDITORIO

OFICINA DORMITORIOS AUDITORIO COCINA

DORMITORIO

PROTESTANTE

CLÍINICA

FARMACIA

COOPERATIVA

A LAS CASCADASMUJERES

ESCUELA CATÓLICAPLAZA CENTRAL

RIO

AGUASCALIENTES

TIENDA

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La salud y la educación zapatistas Una de las principales consignas zapatistas que marcan un paso hacia su propia

autonomía ha sido no recibir ningún tipo de servicio o “ayuda” por parte del

gobierno. De esta manera, no reciben de éste, ni su educación ni su atención

médica. Lo que se han propuesto es capacitar a personas dentro de las

comunidades para que promuevan la salud y la educación, para lo cual reciben

apoyo de la sociedad civil nacional o internacional. De esta forma, en lo que

respecta a la educación, en Roberto Barrios, hace un par de años se construyó la

Escuela Primaria Autónoma con la ayuda monetaria de una organización catalana,

llamada La Garriga, Sociétat Civil. Por su parte, un grupo de la ciudad de México

es quien se encarga de impartir los cursos para promotores de educación que

toman estos y estas jóvenes de distintas comunidades de la zona. Actualmente, se

está construyendo la Escuela Secundaria Autónoma dentro del terreno del

Aguascalientes, con el apoyo económico de otra organización civil internacional:

Schools for Chiapas.

Ahora bien, en lo que a salud respecta, el gobierno mandó construir una

clínica a mediados de los años noventa. El único problema es que tal parece que

se olvidaron de enviar un médico/a. Así que, según me contó Eva, la doctora, los

zapatistas tomaron la clínica hace cuatro años. Desde entonces reciben una

atención médica de calidad. Por si fuera poco, cuentan con dos promotoras de

salud que auxilian y aprenden con los medicos/as que ahí han trabajado. El

acuerdo es que se atiende a quien lo necesita, Eva me dijo que no importa si es

priísta o zapatista. Estos médicos/as llegan a la comunidad becados por una

fundación internacional para hacer su servicio social como alumnos de la

Universidad Autónoma Metropolitana, la cual ya ha enviado a tres estudiantes,

cuya estancia mínima es de un año. Yo tuve la oportunidad de conocer a dos: Eva

y Miguel.

El apoyo de la sociedad civil

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Con la llegada del ejército en 1996, fue necesaria la construcción de un

campamento que contara con la presencia de observadores/as nacionales y

extranjeros que se dedicaran a denunciar cualquier irregularidad que notaran en la

comunidad, producto de la guerra. Hoy en día, el campamento se mantiene, pues

aunque ya no haya retén militar, la guerra de baja intensidad no ha terminado.

De esta manera, el campamento civil se encuentra del otro lado de la

carretera frente al Aguascalientes. Cuenta con un dormitorio y una cocina

independientes. Por él, cada año pasan diferentes personas, la mayoría

provenientes de Europa y, en concreto, de España e Italia. En el campamento

todo transcurre a otro ritmo una puede desconectarse de la vida acelerada de las

grandes urbes. Para cocinar se usa una estufa de leña y los recursos son mucho

más precarios de los que tenemos en nuestros hogares quienes vivimos en

grandes ciudades. Los niños y las niñas dan la alegría al lugar. Pasan gran parte

de su tiempo conociendo gente y jugando. Basta con que se aprendan el nombre

de alguien y ya acuden a saludarlo todos los días. Los niños prefieren jugar

ajedrez. Incluso, durante mi estancia, Juan, uno de los campamentistas, les

organizó un torneo y estaban muy contentos. La euforia por el ajedrez iba

creciendo esos días, a quienes no sabemos jugar no nos quedaba otra que

aprender. Así, una mañana, esperaba en el campamento la respuesta de las

autoridades para realizar mis entrevistas, cuando llegó el Modesto y me dijo:

“Vamos a jugar ajedrez”, yo le dije, tímidamente, que no sabía, a lo que él

interpuso: “vente pa’ que aprendas”. A cada movimiento tenía que preguntarle si

era correcto, él no me respondía nada, sólo me decía: “piénsale, piénsale”. Lo

interesante es que él lo veía muy claro; así como percibe su realidad, una realidad

de guerra, un niño en un entorno como este; y señalando las piezas negras -las

mías- y las blancas –las suyas-, respectivamente, me decía: “estos son los priístas

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y estos son los zapatistas; pero al final ganan los zapatistas”. Y es que los niños y

las niñas son parte también de la guerra y tienen ya sus posiciones84.

Por su parte, la sociedad civil nacional ha participado principalmente a

través de caravanas que llevan ayuda humanitaria a las comunidades zapatistas.

En Roberto Barrios se han recibido muchas de ellas, las cuales se alojan dentro del

Aguascalientes y pasan temporadas cortas, de una o dos semanas, conviviendo

con la gente. Para Doña Guadalupe, según me dijo, el hecho de que vayan

caravanas o campamentistas, le llena de gusto porque son como hermanos de otro

lado, que les dicen que no están solos, que sigan en la lucha. Por su parte, Adela,

promotora de salud de la comunidad, recuerda este proceso así:

Cuando vinieron las primeras caravanas, se quedaban en la iglesia, venía mucha gente; me gustaba. Jugábamos con ellos, íbamos a las cascadas, a nadar, a jugar, todo eso (Entrevista con Adela).

En efecto, ya hay toda una generación que creció con el zapatismo, y eso, me

parece, ha establecido ciertos mecanismos de socialización distintos a los que

tradicionalmente habían existido en una comunidad, en este caso, tzeltal.

Situación actual de Roberto Barrios: antiguas y nuevas tradiciones

Subsistencia y formas de vida Hay unas cosas que cambian y otras que permanecen. Así, al igual que otras

comunidades tzeltales, en Roberto Barrios, hay una economía de subsistencia,

84 Para entender esto, basta mirar la cinta Promesas de los directores: Justine Shapiro, B.Z. Goldberg y Carlos Bolado, donde se entrevista a niños y niñas palestinos y judíos. Cada quien tiene sus posturas dependiendo el lugar donde le ha tocado vivir y pueden ser muy diferentes, pero también pueden tener sus puntos de encuentro.

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pues el cultivo de la milpa sirve básicamente para el autoconsumo. Se siembra a

la usanza tradicional. Ya en las primeras etnografías de la zona tzeltal, que

estuvieron a cargo de Alfonso Villa Rojas en la década de los cuarenta85, se

describían los tres tipos de milpa: simojal, plantada a mediados de enero y

cosechada tres meses después; nal-ahual o milpa de marzo; plantada a mediados

de marzo y cosechada a mediados de agosto; y la milpa principal jabiltaltic o

“milpa de año nuevo”, que aparece entre abril y mayo y se cosecha entre

noviembre y diciembre. Por su parte, Asencio (1994) afirma que en la zona tzeltal,

el maíz se siembra con la técnica de roza, tumba y quema; el ciclo anual se inicia

con la rozadura del terreno y la quema de la vegetación en los meses de febrero y

marzo, posteriormente, se siembra a finales de abril y principios de mayo. Una vez

secas las mazorcas se llevan a la casa poco a poco. Por lo que a mí me tocó

presenciar, a finales de enero, se inició el proceso de siembra en Roberto Barrios,

y en marzo, durante mi segunda visita, continuaba una segunda etapa. También,

según me informaron, emplean la técnica de roza, tumba y quema. Como ocurre

en otras comunidades indígenas, en general, y en otras tzeltales, en particular, la

milpa en Roberto Barrios se encuentra en un terreno pedregoso y parcelado

alejado de la comunidad, al cual acceden a pie, según me comentaron. Cada

ejidatario posee unas 20 hectáreas.

Ahora bien, en Roberto también se siembra frijol, como se describe en otras

etnografías tzeltales. Pero, además, según me informó un campamentista italiano,

que promovía proyectos agropecuarios, como comunidad zapatista se ha intentado

sembrar otros productos como plátano o camote. Sin embargo, no han tenido

mucho éxito, pues se consumen muy poco al interior. Ahora bien, en las pequeñas

hortalizas familiares, según me comentaron, se cultivan, por ejemplo: pepino,

rábanos, zanahorias, mangos, etcétera. Asimismo, se crían animales, como

cochinos, guajolotes, pollos, entre otros.

85 Cabe señalar que él mismo cita otros trabajos etnográficos anteriores al suyo en la región, los cuales fueron realizados por extranjeros. Algunos de ellos son: Stephens (1841), Charney (1863) Starr (1902) y Blom y La Fargue (1925) (Villa Rojas, 1942),

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Por su parte, las viviendas son, en su mayoría, de madera, a base de una

estructura de horcones, piso de tierra y techo de guano. A su vez, cada casa

consta de una o dos habitaciones, la principal que hace las veces de estancia y

cocina y la otra de dormitorio. Afuera de la casa se encuentra el solar donde se

cultiva el huerto familiar y se cría a los animales.

Organización política y social Según las típicas etnografías, desde las de Alfonso Villa Rojas (1942; 1973),

pasando por las de Gonzalo Aguirre Beltrán (1953) y Fernando Benítez (1967);

hasta las más recientes como la de Gabriela Robledo (1995), la organización

política de los tzeltales consta de una estructura de gobierno combinada, por un

lado están las autoridades propias del municipio y por el otro las del sistema de

cargos, es decir, las autoridades religiosas. En algunos casos son las mismas. En

Roberto Barrios, esto funcionaba de esta manera, tal como lo describen en el Libro

de historia de las comunidades, los fundadores fueron quienes ocuparon los

primeros cargos municipales86. No obstante, con el advenimiento del zapatismo

en la comunidad, el asunto de la organización política ha tenido notorias

transformaciones. Si bien es cierto que las decisiones ya desde hace tiempo se

tomaban de manera colectiva y en asamblea87, con el zapatismo el énfasis en las

decisiones democráticas ha aumentado. Asimismo, las mujeres asisten con

regularidad a las asambleas, según me informaron distintas personas. Los

zapatistas toman sus propias decisiones independientemente del resto de la

comunidad, que no se reivindica políticamente de esta manera. Aún cuando las

autoridades siguen siendo predominantemente masculinas, empieza a haber una

importante apertura a formas diferentes de mando. Así, en esta comunidad,

Adaluz, esposa de uno de los responsables, comparte la autoridad con él. Y ha

86 Carezco de información en cuanto al sistema de cargos que se tenía y se tiene. 87 Gabriel Asencio (1994) afirma, por ejemplo, que legalidad agraria y relaciones con el exterior son asuntos que se resuelven colectivamente en asamblea, a cuya cabeza se encuentra el comisario ejidal y el agente municipal.

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estado al frente de la comunidad en momentos muy decisivos, según recuerdan

diferentes personas.

Por otra parte, en cuanto a las relaciones de parentesco, distintos estudios

etnográficos arriba señalados, han advertido que en las comunidades tzeltales se

tiende a la endogamia, en el sentido en que forman pareja con los de la misma

comunidad. Alfonso Villa Rojas (1942), por su parte, lo explicaba así: el sistema

de parentesco se divide en clanes patrilineales, él entiende por éstos los grupos de

familias de origen paterno y los esquematiza concretamente en los apellidos que

les corresponden. En Roberto Barrios, existen también cuatro o cinco apellidos

predominantes, y algunas excepciones de emparejamientos88 ajenos a la

comunidad. Al principio, pensé que se había dado este suceso por la migración

hacia la selva y por habitar en una zona predominantemente chol; luego, al

revisar otras fuentes, me di cuenta que ya desde los primeros estudios se apunta

este dato y, además, que esta comunidad, incluso cuando vivían en Petalcingo,

siempre ha estado en una zona primordialmente chol; quizá eso tenga algo que

ver, aunque llega a darse el caso de formación de parejas entre entre tzeltales y

choles. Lo cierto es que las formas de parentesco empiezan a trastocarse con el

asunto del zapatismo en la comunidad; los conflictos familiares comienzan a

hacerse notar con mayor fuerza, pues existen familias que pertenecen a distintos

bandos, es decir, zapatistas y no zapatistas, lo que hace difícil y a ratos dolorosa la

convivencia en un mismo espacio.

Relaciones de género Ahora bien, en cuanto a la relación entre hombres y mujeres, en Roberto Barrios

como en otras comunidades indígenas, existe una marcada división sexual del

trabajo. Ya desde los trabajos de Alfonso Villa Rojas (1942), para el caso de los

tzeltales, se advertía que los hombres eran los encargados de la siembra, mientras

que las mujeres se encargaban del espacio doméstico. Por su parte, Rosa María 88 Se refiere al hecho de establecer lazos de pareja, algunos de ellos a través del matrimonio.

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Lombardo (1944) observaba ya que desde los primeros años de la infancia los

tzeltales eran socializados de manera diferenciada a través de los juegos. El padre

se encargaba de enseñar las labores masculinas al varón, mientras que la madre

enseñaba las femeninas a la mujer. De esta forma, la autora definía como

principales actividades masculinas: la siembra y el cuidado de la milpa89, la

cosecha, el acarreo de leña, la construcción de viviendas, entre otras; mientras

que las femeninas eran: el hilado, el teñido, el tejido de las telas de algodón, la

preparación de alimentos, el acarreo de agua, la crianza de los hijos, etcétera.

Ahora bien, en Roberto Barrios, esta división se mantiene, pues los hombres son

los que se encargan de lo público y las mujeres de lo doméstico. Esto, que

corresponde a relaciones marcadas por un sistema sexo/género, como expliqué en

el primer capítulo, produce desventajas para uno y otro sexo; pero, de manera

más marcada para las mujeres, pues las relaciones de poder, que sustentan estos

vínculos asimétricos, vulneran de manera especial al género femenino. Sin

embargo, con la llegada del zapatismo empiezan a haber ciertas transformaciones

y cada vez más mujeres incursionan de manera notablemente distinta en roles y

espacios que no les correspondían tradicionalmente. Así, por ejemplo, hay ya una

mujer responsable de la comunidad, hay jovencitas que deciden trabajar como

promotoras de educación o salud y adquieren saberes que de otra manera, les

sería, prácticamente imposible. Por su parte, las mujeres de la cooperativa tienen

una voz importante que comienza a ser escuchada por los varones de otra

manera. Asimismo, la violencia hacia las mujeres ha comenzado a disminuir,

según Magali:

(...) ahora se vive mejor que antes, porque ya la mayoría de la gente casi, casi ya nunca se golpean a las mujeres, ya no golpean a sus

89 Ya Rosa María Lombardo (1944) aclaraba que durante la época en que los hombres acudían a trabajar en las fincas cafetaleras como jornaleros, las mujeres se encargaban de la milpa y de las actividades del marido; por su parte, Alfonso Villa Rojas (1942) aclaraba que en la siembra le ayudaban al esposo la mujer y su familia. En Roberto Barrios, según me comentaron, las mujeres colaboran a veces con la milpa, pero sólo como apoyo.

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esposas. Como que ya es muy distinto, ha cambiado un poco porque antes dicen que golpeaban a sus esposas, que las maltrataban y así, pero ahora ya no, todos los jóvenes, y los que hemos visto que se han casado nunca han golpeado a sus mujeres. Creo que así más o menos se van cambiando. Esperemos que así sea en el futuro, que sea un poco más mejor ( Entrevista con Magali).

Siguiendo por la línea de las diferencias genéricas, existe un saber

predominantemente femenino en las comunidades indígenas y tzeltales en

particular, me refiero al artesanal. Así, en los trabajos etnográficos de Alfonso Villa

Rojas (1942) ya se mencionaba que la mayor parte de las artesanías en la zona

tzeltal es realizada por las mujeres y consiste en cerámica y textiles, cuyo

instrumento principal es el telar de cintura. Ya desde entonces, este antropólogo

señalaba el ingreso económico que esta labor significaba para las comunidades.

Por su parte, cinco décadas más tarde, Gabriela Robledo (1995) advierte

prácticamente lo mismo en torno a la labor artesanal. Ahora bien, según lo que yo

observé, en Roberto Barrios esta labor no es tan practicada como en otras

comunidades tzeltales y tzotziles; sin embargo, empieza a haber un fuerte impulso

por recuperar esa costumbre por parte de un grupo de mujeres que están por

tener una casa de artesanas al interior del Aguascalientes. La venta de sus

productos es más bien al interior del mismo, y son campamentistas y caravaneros

los principales compradores.

Las fiestas En lo que respecta a las fiestas, mi información es muy escasa. Se conservan

algunas de tipo religioso, como la celebración del santo patrono, que son las que

más se describen en los trabajos etnográficos. Quizá esta costumbre se mezcle

con la ideología zapatista. De esta manera, en el Aguascalientes se han llevado a

cabo muchas fiestas ya, y también se escucha música y se baila hasta la

madrugada. Sin embargo, existe una marcada diferencia con las otras fiestas

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tzeltales y es que, al igual que en otras comunidades zapatistas, el consumo de

alcohol no está permitido, así que éste es un elemento ausente en este tipo de

celebraciones. En general, las fiestas conservan cierto sabor típicamente tzeltal e

indígena; pero también se va construyendo un sello particularmente zapatista, que

acaso tiene como fondo musical La del moño colorado. Las personas, no obstante,

bailan como es lo acostumbrado, con las prescripciones culturales clásicas: sólo

pueden bailar la gente joven y los niños y niñas. Los varones sólo pueden sacar a

bailar a las mujeres solteras, pero si éstas lo prefieren, pueden bailar sólo

entre ellas (Asencio, 1994). Y la manera en que lo hacen es muy similar a la de

otros indígenas mayenses, tomándose de las manos y dando pequeños brinquitos,

como si no quisieran lastimar a la tierra.

Cambios culturales. Una nueva visión antropológica Con lo expuesto aquí, puede irse perfilando lo que intento argumentar, muy al

contrario de la lógica de algunas etnografías tradicionales que describen las

diferentes culturas, como si estas fueran atemporales y estáticas. Me parece a mí

que la cultura es dinámica, que se va transformando con el correr del tiempo. Hay

costumbres que se preservan, tradiciones que continúan, sistemas que no

cambian; pero también hay hechos que no pasan desapercibidos y que producen

efectos importantes en lo que respecta a la cultura. Uno de ellos, es quizá el que

más se ha puesto en la mesa de discusión antropológica a últimas fechas, y es la

migración. De esta manera, los valores culturales se resignifican cuando el espacio

no es el mismo, o cuando alguien va y viene de una cultura a otra o de un espacio

a otro. En Roberto Barrios, el ir y venir a otro mundo no implica una gran

distancia física, pero quizá sí cultural. Así, algunas personas, la mayoría hombres,

salen a trabajar a la ciudad de Palenque, pues la necesidad económica es cada vez

mayor. Ahí el empleo al que pueden acceder es relacionado con el sector de

servicios y con la albañilería. Esto, si se consultan otros estudios etnográficos, no

es reciente. Lo cierto es que la preocupación por averiguar el impacto que tiene

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esto en la cultura sí data de las últimas décadas. Y es que, en efecto, la migración

influye considerablemente en la vida cotidiana.

Por éstas y otras razones las costumbres en las comunidades van

cambiando. Algo que yo noté, por ejemplo, en torno a la indumentaria es que el

traje típico en Roberto Barrios90 sólo lo usan las mujeres, y sobre todo las más

ancianas, pues las generaciones que les siguen lo usan cada vez menos. Sin

embargo, Adaluz, autoridad en la comunidad, ha decidido retomar la costumbre de

portar el traje, a diferencia de Guadalupe, su madre, quien dejó de usarlo, y de su

hermana menor, Magali, quien usa jeans, algo poco usual en la comunidad. Este

pequeño detalle en las costumbres en torno a la vestimenta da una muestra de la

gama de posibilidades en distintas generaciones de mujeres y, especialmente, del

dinamismo cultural. Así, aunque no se haya inculcado el uso del traje regional, una

persona puede decidir usarlo, Adela, por ejemplo, me comentó que a ella sí le

gustaría usarlo y tal vez se decida a hacerlo.

Ahora bien, en el caso concreto de mi interés, quiero resaltar también que

el hecho de que una parte importante de la comunidad se reivindique zapatista

implica la transformación de ciertas pautas culturales, pero, a la vez, la

resignificación de otras. Cabe señalar que éste no es un proceso tan veloz; muy al

contrario, se lleva a cabo de forma paulatina. Las nuevas generaciones ya

empiezan a mostrar otras costumbres, sus propias costumbres, pero al mismo

tiempo reivindican aquellas que les hacen sentir orgullo por su cultura.

Por otra parte, hay otro hecho al que muy poca atención le ha puesto la

antropología: existen distintas comunidades indígenas en el país que viven una

situación de guerra y que son cercadas por el ejército. Quizá de las que más se

conoce es de las zapatistas, pero no son las únicas. Lo importante aquí sería

analizar cómo impacta una situación de guerra de baja intensidad (lo que expliqué

ampliamente en el capítulo dos) en una comunidad y las transformaciones y 90 Éste, como en otras comunidades tzeltales (Robledo, 1995), consta para las mujeres, de falda larga, faja y huipil bordado, que en este caso es específico de la comunidad.

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resignificaciones culturales que este hecho conlleva. Mis observaciones en Roberto

Barrios, en este sentido, van en dirección, en principio, a la discordancia entre la

idea romántica de la vida comunitaria del mundo indígena y la realidad de que ésta

es una comunidad dividida por la ideología política y por la guerra. De esta forma,

una parte de la comunidad se reivindica zapatista y la otra es de filiación priísta.

Asimismo, como me informaron distintas personas, ellos y ellas identifican dentro

de los priístas algunos paramilitares del grupo Paz y Justicia, el cual, mucho se ha

denunciado, opera en esta zona. Como la mayor parte de las comunidades

zapatistas, y en especial las de la zona norte, Roberto Barrios ha sido fuertemente

atacada por distintas estrategias de guerra de baja intensidad.

Desde 1996 y hasta principios del 2001 se había instalado un campamento

militar a la entrada de la comunidad, lo que impedía transitar con toda libertad a la

mayor parte de los miembros de la comunidad. El ejército, según la gente en la

comunidad, arrojaba basura, condones, heces fecales y otros desperdicios al río, lo

contaminaban, incluso, arrojaban veneno. Espiaban a las mujeres, las hostigaban,

les tomaban fotografías. Elisa lo recuerda así:

(...) cuando ellos estuvieron acá cerca, no podía uno salir a la milpa, no podía uno caminar a gusto o libremente. Eso es lo que nos tenía ahí cercados, cada momento era una preocupación, a lo mejor iban a entrar, en cuantas horas, o no sé, pero eso es lo que vivimos nosotras acá. Y también sobre los paramilitares, porque tuvieron este contacto con ellos y vivíamos así muy tenso esa vez porque no podíamos caminar así libremente como antes. Porque nuestra costumbre acá es, a veces las mujeres tienen que salir a la milpa a buscar algo de qué comer en la parcela o en el río a buscar caracol o según lo que queramos buscar. Pero, con la llegada de los militares ya no pudimos hacer nada; sí podíamos, pero así en grupo, teníamos que acompañarnos, por cualquier cosa que nos pueda suceder (Entrevista con Elisa).

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Este ejemplo muestra claramente los mecanismos que la gente tiene que armar

para resistir como comunidad a los embates de este tipo de guerra que

silenciosamente va lacerando la unidad grupal. De esta manera, una de las

tácticas de este tipo de guerra es la represión selectiva, es decir, se “castiga” a

miembros clave, líderes, de la comunidad para sembrar el miedo en las demás

personas. En Roberto Barrios, asesinaron hace cuatro años a Trinidad, una de las

principales autoridades. La comunidad no lo ha olvidado, pero tampoco han

permitido que el hecho los inmovilice, han sabido cómo mantenerlo en su

memoria, aunque el dolor no ha cesado. Lo primero que se hizo fue pintar un

mural de Trinidad en el Aguascalientes, así como componerle un corrido, hechos

que no ayudan a borrar la tristeza, pero sí a elaborar el duelo colectivo.

Por otra parte, han generado una serie de mecanismos que les han

permitido mantenerse lo más unidos posibles, a pesar de las conflictivas divisiones

políticas, aún cuando son constantemente provocados por el otro bando, y no

reciben el apoyo de Progresa o Solidaridad91. En ese sentido, también les ha

valido el apoyo nacional o internacional, las más de las veces, económico o de

acompañamiento, hecho que ha contribuido, al menos, a la constante denuncia de

violaciones a los derechos humanos92.

91 Programas gubernamentales que más que apoyo son una limosna, pues lo que otorgan no alcanza para mejorar la producción agrícola. Y, en cambio, produce conflictos comunitarios, pues se utiliza con fines proselitistas y en este caso como estrategia de guerra de baja intensidad. Así parte de la comunidad recibe una cantidad que incrementa, aunque sea por muy corto tiempo, la economía familiar, mientras que la comunidad autónoma es bloqueada económicamente. 92 Basta consultar las páginas electrónicas de Enlace Civil, FZLN, Centro Información Zapatista, entre otras, donde se pueden leer denuncias constantes de esta y otras comunidades. De esta manera, durante los dos últimos años, Enlace Civil ha presentado la siguiente información para el caso de Roberto Barrios: 2002-03-29: La Red de Defensores Comunitarios por los Derechos Humanos denuncia la desaparición de una persona de filiación priísta en el Ejido Roberto Barrios, Municipio de Palenque, Chiapas y las autoridades autónomas solicitan se deslinde de toda responsabilidad a las bases de apoyo zapatistas de la comunidad pues creen que dicha desaparición pueda ser utilizada para hostigarles. 2002-03-21: El Municipio Autónomo El Trabajo denuncian que un miembro priísta de la comunidad de Roberto Barrios fue desaparecido por sus mismos compañeros y se sospecha que fue asesinado, por este motivo un señor de esta comunidad solicito la presencia de la Judicial para detener a los responsables de la

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Hoy en día, ya no hay retén, pero siguen las hostilidades. Los rumores

persisten en mantener dividida a la comunidad, y los zapatistas se defienden como

pueden. Las provocaciones son constantes y a veces se vuelven cotidianas, así,

por ejemplo, me comentó la doctora Eva que en noviembre de 2001 se celebró

una fiesta en el Aguascalientes y mientras todos y todas bailaban y se distraían, un

grupo de personas, a quienes los zapatistas identifican como paramilitares,

quemaron las letrinas del campamento civil frente al Aguascalientes, lo que se leía

como una amenaza directa. Por otra parte, durante mi estancia, las autoridades

se preocuparon por el tránsito de paramilitares armados cerca del Aguascalientes,

así como por el hecho de que un priísta fue desaparecido, y luego encontrado

muerto cerca del río, tras la amenaza de un paramilitar con quien había tenido un

conflicto. A ellos les parecía que los involucrarían en el suceso, aunque no tenían

nada que ver. Asimismo, temían la entrada de la fuerza pública para realizar las

concernientes averiguaciones judiciales.

desaparición. 2002-02-20: La Red de Defensores Comunitarios por los Derechos Humanos denuncia los acuerdos tomados por el comisariado ejidal priísta y los priístas, entre los cuales está destruir el Centro Cultural del Aguascalientes V y tomar el predio del Centro Cultural "Semilla Nueva", además de amenazar con meter a la fuerza pública para desalojarlos. 2002-02-14: Autoridades autónomas de Roberto Barrios denuncian hostigamiento por parte de paramilitares y simpatizantes del gobierno oficial local, además de sobrevuelos militares y de Seguridad Pública. 2002-02-14: Autoridades autónomas de Roberto Barrios denuncian que simpatizantes del gobierno oficial local apedrearon el Centro cultural de la Comunidad. 2001-12-15: Agresiones contra pobladores y observadores civiles de Roberto Barrios. 2001-10-07: Las autoridades de Roberto Barrios denuncian el robo de dinero perteneciente a la cooperativa de mujeres del ejido, así como amenazas constantes para el catequista de esta comunidad por informar sobre el Plan Puebla-Panamá. 2001-10-01: Autoridades de Roberto Barrios denuncian agresiones de paramilitares. 2001-07-14: Municipio Autónomo El Trabajo denuncia constantes agresiones y amenazas a bases de apoyo en la comunidad de Roberto Barrios. 2001-07-09: Municipio Autónomo El Trabajo denuncia hostigamiento, amenazas y robos a una persona de la comunidad de Roberto Barrios. 2001-06-08: Municipio Autónomo El Trabajo denuncia que hay un proyecto por parte del gobierno federal para convertir parte de las tierras del ejido de Roberto Barrios en centro turístico y romper así con la vida comunitaria.

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La guerra trastoca todos los espacios de la vida pública, pero también de la

privada, las personas no pueden desenvolverse de la misma manera. Hasta los

niños y niñas tienen constantes disputas con los otros niños y niñas que identifican

como priístas. A su corta edad ya son capaces de señalar quiénes no pertenecen a

su bando y no les gusta que estén cerca. Las mujeres, de por sí siempre han

tenido una movilidad pública muy restringida, pero con estos hechos el control

sobre ellas es aún mayor, como lo apuntaba Elisa. En fin, no puede suponerse

que la cultura tzeltal en esta comunidad siga siendo la misma que describe Alfonso

Villa Rojas (1942), entre otros. La cultura en Roberto Barrios se está

deconstruyendo y volviendo a construir, algunos elementos se conservan y otros

cambian; pero lo cierto es que la guerra es fundamental en este proceso.

La mujeres en Roberto Barrios

Vida cotidiana de las mujeres El día transcurre a otro ritmo en Roberto Barrios, cuando el sol sale, la mayoría de

sus habitantes llevan más de dos horas despiertos y trabajando. Para las

mujeres, en palabras de Elisa, un día puede irse de la siguiente manera:

(...) tiene uno que levantarse a las tres o a las cuatro de la mañana para hacer el fuego y cocer el café y si el compañero quiere desayunar antes porque se va, tiene que desayunar y tiene uno que levantarse temprano, a mantener pues, el compañero que se va a la milpa. Ya después de ahí, tenemos que hacer otros trabajos, pues acá tenemos animales, como el cochino, el puerco y los animales de corral como los pollos y todo eso. Tenemos que desgranar el maíz, después de eso, tenemos que levantar los niños para que desayunen y se arreglen para ir a la clase. Ya queda una sola en la casa, ya empieza una a barrer, a limpiar. Después de eso, ya comienza una a ir al río a lavar la ropa de los niños, de la familia. Después, llega uno tarde, ya empieza uno a lavar el maíz para hacer la tortilla, termina uno de moler y hacer eso, ya empieza uno a tortear y hacer la tortilla. A veces, estamos torteando ya cuando va llegando otra vez el esposo. Y de nuevo, a darle de qué comer. Y así, van llegando los niños y

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vamos dándoles su comida, pues acá los hijos no tienen lugar, no tienen a qué horas van a comer. Llegan a la hora que quieren. Y eso es lo que hacemos todo el día (Entrevista con Elisa).

Tal parece que la sobrecarga de trabajo es similar a la de cientos de mujeres

indígenas alrededor del país. El día de estas mujeres transcurre desempeñando

una serie de labores domésticas bien definidas, que, sin embargo, son percibidas

como complementarias al trabajo masculino que se realiza para la sobrevivencia

familiar (Oliveira, 2001). Como ya expliqué, en Roberto Barrios hay una marcada

división sexual del trabajo, y también se percibe como complementaria. Pero esto

no siempre es tan equitativo, algunas mujeres trabajan o “ayudan” a sus esposos

en actividades que no son propiamente femeninas, lo cual se debe a la difícil

situación económica que viven estas comunidades, y que de acuerdo a lo que

explican distintas autoras se enmarca dentro del concepto feminización de la

pobreza, que expliqué ampliamente en el capítulo uno.

De esta forma, las dobles o triples jornadas de trabajo femenino

representan una parte muy importante de la vida cotidiana. Las mujeres en

Roberto Barrios no sólo se encargan de la casa y el cuidado de los hijos, que

normalmente son muchos, sino que además, la mayor parte de ellas, realiza

actividades extras, lo que repercute de manera importante en su salud, física y

reproductiva, como ya apuntaba en el mismo capítulo uno. Afortunadamente, las

mujeres cuentan con el apoyo de otras mujeres que se dedican a la salud y, en

concreto, a la partería. A través de esta labor, las mujeres, como lo apunta

Paloma Bonfil (1996), han devenido en voceras de las demandas de salud

femenina en sus propias comunidades, lo que implica un grado de participación

política. No es casualidad que Doña Guadalupe, cofundadora de la cooperativa de

las mujeres y de la de artesanas, además de incansable luchadora por las

demandas sociales en Roberto Barrios, sea también partera. Se preocupa por la

salud de otras mujeres, sabe que tiene una responsabilidad muy fuerte para con

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ellas. Por si fuera poco, ha educado a dos hijas que también han asumido esa

responsabilidad con su comunidad y con otras mujeres.

Por otra parte, uno de los puntos más destacados de la Ley Revolucionaria

de Mujeres, descrita en el capítulo anterior, refleja la posición que asumen las

mujeres zapatistas con relación al matrimonio. Como apuntan las distintas

etnografías, y muy especialmente el trabajo de Rosa María Lombardo (1944), las

mujeres en las comunidades tzeltales tradicionalmente no tienen el derecho a

decidir con quien casarse. Por lo general, es el muchacho quien elige a la mujer y

se lo comunica a sus padres para que éstos sigan el ritual correspondiente de pedir

la mano. El primer año de matrimonio la joven pareja vive en casa de los padres

de él, donde la mujer es instruida por la suegra para desempeñar adecuadamente

su rol de esposa. Esta relación entre suegra y nuera no siempre es muy llevadera,

pues implica una cuestión muy fuerte de poder. Recuérdese que la experiencia de

matrimonio de Juan Pérez Jolote, según lo narra Ricardo Pozas (1952) es muy

similar. En Roberto Barrios, solía ocurrir de la misma manera, por lo menos a

Doña Guadalupe y a Doña Rosalía les pasó así, con la diferencia de que la segunda

sí conocía al esposo y lo quería. En cambio, para la primera, ocurrió, como les

pasa a otras mujeres indígenas, que el arreglo lo hizo su padre con el futuro

esposo por problemas económicos, no podía continuar manteniendo a su hija. Y,

aunque ella dice asumirlo como algo que tuvo que pasarle, supongo que habrá

sido muy doloroso en su momento. Es a las nuevas generaciones a las que les

corresponde transformar lo relativo al matrimonio en la comunidad. Al menos, las

promotoras de salud, Adela y Magali, aún cuando están en edad de casarse, se

cuestionan si están preparadas o no, y piensan que les gustarían estudiar más

antes de hacerlo. A mi modo de ver, esto ya es un gran avance.

Ahora bien, la guerra, como ya lo expliqué, se ha convertido también en

parte de la cotidianidad. Es terrible, pero la gente se acostumbra a la guerra y

poco a poco deja de sentir el dolor con la misma intensidad. Esto, sin embargo,

tiene fuertes efectos en lo que a salud respecta. De esta manera, muchas de las

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mujeres de Roberto Barrios viven una constante tensión, a causa de esta situación.

Este estrés conlleva enfermedades psicosomáticas, así como implicaciones en la

salud mental. Sobre este tema poca información tengo, pero sí supongo que

deben presentar algunas alteraciones, pues mis entrevistadas me comentaron lo

nerviosas que las ponía la presencia del ejército y de los paramilitares en la

comunidad. Aunque también me parece que las adversidades las asumen de

manera similar a como aceptan su condición de pobreza, a la que le hacen frente

con sus propias estrategias. De igual manera, ante los embates de la guerra de

baja intensidad, la comunidad, como ya lo ha apuntaba, ha construido sus propias

resistencias para no dejarse vencer por el miedo y la tristeza. Creo que esto ha

contribuido a que los efectos en la salud no sean tan marcados. Por otra parte, las

mujeres eran hostigadas de una forma muy peculiar por los militares, y

seguramente también lo son por los paramilitares. No pueden caminar libremente

por la comunidad, como me lo han explicado la mayoría en las entrevistas. Han

tenido que emplear estrategias de acompañamiento que les permitan realizar sus

actividades diarias, pero el temor a ser vulneradas ha sido constante. Aunque,

debían sacar fuerzas de donde fuera para defender la causa colectiva. Prueba de

ello es que fueron las mujeres quienes impidieron la toma del Aguascalientes por

parte del Ejército Federal la primera vez, pues sus compañeros estaban en la

milpa, y ellas resistieron. Doña Guadalupe, por su parte me dijo que ella no le

temía al Ejército, porque sabía que ella no hacía nada malo, y no sentía culpa por

su postura. No todas las personas tienen esta posición tan clara, tal vez por eso

se ha logrado dividir poco a poco a la comunidad. Y esto sí les duele, como ella

misma aceptó.

Lo admirable es que dentro de este panorama complicado, y a ratos

desolador, las mujeres asumen una participación política. Aún cuando tienen una

sobrecarga de trabajo, están circunscritas al espacio doméstico y son hostigadas

de forma especial y constante por los embates de la guerra; su presencia en la

comunidad zapatista se hace notar. Tienen una cooperativa, un colectivo de

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artesanas, participan como promotoras de salud y educación, intervienen en las

asambleas y, una de ellas, es ya responsable de la comunidad. Estos no son pasos

pequeños, al contrario, son el esfuerzo de una larga lucha por hacer escuchar su

voz. Y, aunque todavía no tienen el peso que deberían en ciertas decisiones, aún

cuando siguen participando desde su rol de madresposas, poco a poco comienzan

a gestarse ciertas transformaciones, que apuntan a futuras relaciones de género

más equitativas.

Espacios femeninos Al igual que en otras regiones del país y del mundo, como ya he venido señalando,

la construcción genérica conlleva marcadas desventajas para las mujeres y, en

general, un mundo dividido, así que hay espacios para las mujeres y espacios para

los varones. Verónica Rodríguez (2000), para el caso de mujeres amuzgas y

mixtecas en Guerrero, encontró que los espacios propiamente femeninos son: la

casa, el río, la escuela, el molino, el mercado, el panteón, así como la iglesia. En

Roberto Barrios, yo no pude indagar sobre todos estos espacios por las

restricciones de movilidad que tenemos las personas que visitamos una comunidad

zapatista. Recuérdese que la comunidad está dividida y una no puede andar con

toda libertad, como quisiera para investigar lo más posible. Sin embargo, lo que

pude averiguar, ya sea porque me lo hayan informado en pláticas o en entrevistas,

así como lo que yo misma observé, es que en esta comunidad hay similitudes con

el planteamiento de esta autora.

En principio, la casa es el lugar al que las mujeres están circunscritas, la

mayor parte de sus labores deben realizarlas ahí, basta ver cómo describe

cualquiera de las entrevistadas lo que tiene que hacer a lo largo de un día, y es

notorio que gran parte de las actividades se realizan en casa y tienen que ver con

el mantenimiento de ésta y con el sostén familiar. Junto con la casa también se

encuentra, desde luego, el traspatio donde se suele sembrar el huerto familiar y

criar a los animales, labores también a cargo de las mujeres.

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Fuera del terreno de la casa, las mujeres de Roberto Barrios también

encuentran un lugar para ellas en el río. La parte del río, atrás del campamento

civil, que fue la que más pude observar, tiene dos veredas, la derecha conduce a

la parte donde se bañan los varones y la izquierda hacia la de las mujeres, donde

también pueden estar los niños y las niñas. Ellas acuden al río, entre las tres y

las cuatro de la tarde, a bañarse y lavar la ropa de la familia; pero también es el

momento en que se encuentran con otras mujeres y pueden comunicarse ciertas

inquietudes.

Ahora bien, durante mi estancia tuve también la oportunidad de observar a

las jovencitas promotoras de educación cuando acudían al río en su descanso del

curso. Al igual que otras mujeres, se bañaban y lavaban su ropa. Pero también,

aún niñas93, jugaban, nadaban y reían. Tenían mucho contacto corporal y mucha

confianza unas con otras. Me parece que, en este sentido, tienen la oportunidad

de cultivar otro tipo de amistades con mujeres de su misma edad y condición, lo

que enriquece mucho sus vidas.

Con respecto a la iglesia y la escuela, tuve menos información. Sé que en la

escuela están las pocas promotoras que hay en Roberto Barrios junto con sus

compañeros. Sé que es un lugar de reunión al que a veces acuden, principalmente

cuando se reúnen entre ellas, pues, como me informó Benjamín, un promotor,

esto es más recurrente en las mujeres que en los varones. A la iglesia acuden a

las ceremonias religiosas, de filiación católica, en el caso de las zapatistas. Pero

tengo la impresión de que el peso de esta iglesia no es tan fundamental como lo

es en las comunidades tzotziles de los Altos.

Las mujeres además tienen sus propios espacios que han ido construyendo

colectivamente, por un lado tienen un molino eléctrico que les facilita mucho el

trabajo, ahí se encuentran entre ellas y es también un momento para platicar.

Además, algunas se reúnen a hacer pan que después venden en la cooperativa.

93 La mayor parte eran adolescentes entre doce y dieciséis años.

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No todas participan en ella, pero el proyecto lleva algunos años ya. Después de

mucho trabajo, han logrado tener su propio local. Y es éste otro lugar donde

varias mujeres pasan buena parte de su tiempo, comparten con otras compañeras

y conviven con clientes distintos que llegan a comprar, incluida, por ejemplo, la

gente del campamento civil.

Por otra parte, las mujeres también han hecho suyo el espacio de la clínica.

La mayoría acude a recibir servicio médico, pero ya hay por lo menos dos chicas,

Adela y Magali, que ayudan a darlo. La clínica es como su casa. Además, cuando

estaba la doctora Eva94, la clínica era como un refugio femenino, incluso en mi

primera visita tuve la oportunidad de compartir momentos muy divertidos, donde

mujeres de lugares e historias distintas nos reunimos ahí. Así, Adela, Magali, Eva,

Doña Guadalupe, Antonia, Doriana, Ana y yo pasamos una tarde muy especial

compartiendo sólo entre mujeres. Con el nuevo doctor, eso ha cambiado un poco,

pero Miguel no les ha invadido del todo ese espacio. De hecho cuatro de las

entrevistas que yo realicé fueron en la pequeña farmacia que pertenece a la clínica

y fue un lugar donde ellas se sintieron muy a gusto.

El Aguascalientes, como ya había apuntado, no es un lugar al que las

mujeres acudan con la misma frecuencia que los varones. Acuden cuando hay un

evento especial, una fiesta o una ceremonia, por ejemplo. Pero no se les

encuentra tanto por ahí. Las únicas mujeres que están ahí son las que hacen

guardia en la cocina, a veces, provenientes de otras comunidades. No obstante, lo

que hay que señalar es que a final de cuentas sigue siendo un espacio

tradicionalmente femenino.

Asimismo, es muy poco frecuente que las mujeres se acerquen al

campamento civil, a diferencia de los hombres y los niños y niñas, que pasan ahí

buena parte de su tiempo. Las mujeres van a dejar tortillas, pero se retiran

pronto. Sólo cuando hay otras mujeres y se sienten en confianza pueden

94 De hecho, la clínica sí es el lugar donde habita el médico/a que esté en turno.

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quedarse a charlar un poco o tomar café. A diferencia de los varones, quienes

gustan de hacer esto, generalmente por las noches.

Ahora bien, cabe mencionar que con la llegada de los y las promotoras de

educación esta situación es un poco diferente, pues las chicas del curso sí han

hecho suyo el espacio del Aguascalientes como un centro regional y político. Ahí

toman clases, la mayoría en el auditorio y la cancha, pernoctan junto con sus

compañeras y compañeros en el dormitorio que se les asigna. Además, tienen la

posibilidad de participar en actividades deportivas, la mayor de las veces,

básquetbol. De esta forma, tuve la oportunidad de observarlas jugar junto con sus

compañeros este deporte en distintas ocasiones. Esto les ha permitido tener un

contacto diferente entre hombres y mujeres, que implica la posibilidad de fomentar

amistades adolescentes, lo cual subvierte en gran medida el sistema genérico en la

comunidad.

Las madres fundaron una cooperativa...

Guadalupe Doña Guadalupe es una mujer bajita, delgada, de piel morena y una mirada dulce

y profunda. De su voz emana una gran serenidad a pesar de lo que le ha tocado

vivir. Ella cree que tiene cuarenta y ocho años, aunque yo le calculo un poco más.

Era una niña cuando la trajeron de Petalcingo a Roberto Barrios. El

recuerdo de ese viaje aún le parece doloroso:

Pues, cuando venimos: sufriendo, sufriendo, más bien dicho, porque nosotros venimos muy pequeñas, y luego está muy lejos que vinieron a buscar la tierra, teníamos que caminar mucho, muchos días. Nos levantábamos desde la madrugada, y entrada la noche, adonde nos fuera a oscurecer, pues ahí teníamos que dormir (Entrevista con Guadalupe).

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Además, venía con su padre únicamente, pues también era muy pequeña cuando

perdió a su madre, quien enfermó y murió dejando a once hijos. Este hecho la ha

marcado de manera muy especial, pues tras este evento estuvo:

Sufriendo, porque no es igual que sí tenemos mamá, siempre la mamá nos tiene cariño. Y aunque tú jugando, pero cuando no está la mamá, tenemos que comer, dar la comida, buenamente lo que hay (Ibidem).

Su padre tuvo que hacerse cargo él solo de ellos, pero de acuerdo con su rol de

género, las niñas tuvieron que colaborar desde temprana edad en las labores

domésticas, desde chiquitas, dice ella, tenían que aprender a moler y echar torilla.

En Roberto Barrios, como ya mencioné no hubo escuela durante esta primera

etapa, así que Doña Guadalupe no recibió ni la instrucción básica, aún no sabe leer

y escribir. De cualquier forma recuerda que de niña le gustaba mucho jugar

aunque no tenía toda la libertad de hacerlo:

(...) mi papá, él era un pobre, pues, pero no nos dejaba tanto jugar como ahorita hay niños que tienen libertad para jugar; porque antes era otro costumbre; teníamos libertad a jugar, pero era muy poco, no como ahorita, pues, es medido la hora, más bien dicho, porque teníamos que desgranar maiz, pelar los frijolitos (Ibidem).

A los doce años su padre no podía seguirla manteniendo y le dijo que tenía que

casarse con un muchacho, que según me informó su hija Magali, provenía de una

comunidad chol, y al que ella a penas conocía. Ella lo narra así:

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Yo creo que me casé menor de edad porque, así como le dije que vine sufriendo como era yo huérfana, porque mi papá era como mamá y papá, era también el único que vivía con nosotros ahí en la casa, sufríamos bastante porque él salía a trabajar, a buscar un trabajo para poder pagar el derecho de la tierra que llegamos, había tantas cooperaciones para pagar, para dar cooperación, y nosotros quedamos solas. Entonces, pensó mi papá que nosotros sufríamos porque no hay quien nos cuidara, fue tomando un muchacho, el que es mi esposo ahorita, y mi papá me dijo que ni modo, tienes que ir con el muchacho porque yo no te puedo cuidar tanto tiempo, no tienes mamá, sufres para quedar, me dijo. No pronto nos casamos. El costumbre que tienen aquí, nos piden la mano, pues, con el papá, el permiso del papá, y mientras se prepara el muchacho, se casa uno también (Ibidem).

Al principio no pudieron casarse, pues no había cura ni juez, vivían en unión libre,

como me dijo ella. Pero cuando estaba a punto de nacer su primera hija se

casaron. Por otra parte, según me contó su hija Magali, ella se casó cuando era

una niña, pues aún no menstruaba, esto ocurriría cuando ya vivían juntos. Y en

cuanto a esa etapa antes de casarse y ya estando pedida:

(...) no se juntaron luego, porque mi finada abuelita lo cuidó, lo quiso como una hija, lo separó con mi papá, que porque es una niña (Entrevista con Magali).

Así, al menos tuvo un periodo que le sirvió para crecer un poco y vivió al lado de

su suegra como si hubiese sido su madre. Posteriormente, tuvo once hijos con

Don Fidel, de cuyos partos, dice ella, gracia a Dios, no sufrió. Admite tener buenas

relaciones con su esposo e hijos, pero le preocupa que:

Ya es diferente también cuando tenemos tantos hijos, por la pobreza. Cuando tenemos tantos hijos, pues es una vida que... no es una cosa

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amarga, pues, pero ya cuando tenemos bastantes ya se siente triste, se cansa, porque ya no lo podemos sostener los hijos con lo poco que tenemos (Entrevista con Guadalupe).

Y advierte que su condición femenina es diferente a la del varón en cuanto a la

crianza de los hijos:

(...) porque la mamá es la que tiene que cuidar más a los hijos, y se molesta más por los hijos, cuando dan lata los hijos. Porque nosotros estamos viviendo en la casa, pues. Siempre la mamá tiene que educar a los hijos, pero ni modo pues, nos tocó ser mamás y buscar la forma también (Ibidem).

Afortunadamente, dice que ya no tiene hijos tan pequeños y sus tres hijas solteras

le ayudan en casa, pues la vida cotidiana de estas mujeres está colmada de

labores muy pesadas, como ya lo he explicado, para esta mujer un día transcurre

así:

Cuando tengo mucho trabajo, tengo que madrugar, a las tres de la mañana, para hacer el trabajo. Así como los hombres tienen trabajo en la milpa, también nosotras que somas esposas tenemos trabajo. Desde la madrugada, nos levantamos a hacer café, para que tome café también el hombre y tenemos que desgranar maiz, barrer la casa, o hacer un poco de costura, algún trabajo, para ayudarnos un poco. (Por la tarde hay) que hacer la tortillita, poquito lo que haya, pues no tenemos económico para andar comprando cosas de qué comer. Tenemos que hacer el pozolito y la tortilla. Luego hay que ir a lavar al río, a bañarse, con los niños, los nietos (Ibidem).

Por sus nietos se siente muy contenta, los cuales son alrededor de quince. Le

gusta que la lleguen a consolar, a visitar y, aunque a veces le den coraje sus

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travesuras, dice, al rato ya se está riendo. Y reír es algo que le da muchos ánimos

en medio de un panorama que a veces ella no ve tan alentador en la comunidad:

(...) estamos viviendo difícil, porque no es igual como antes. Ahorita hay tantas maldades, siempre pasamos sufriendo. Y también hay veces que no tenemos lo que consumimos en la casa. Bueno nosotros aquí, por la lucha que tenemos, sí sufre uno porque es igual como que no tenemos libertad, se siente uno, porque así, como está pasando, que tenemos contrarios, aunque sea no es cosa mala lo que estamos haciendo, pero gente que no nos puede ver, pues nos contrarea. Así que nosotros no tenemos libertad como antes. (...) ya se siente difícil porque hay tanta gente que nos hace maldad. Se siente uno triste, así, como si estuviera uno encerrado (Ibidem).

Por si esto fuera poco, la señora Guadalupe, después de sus actividades diarias,

también se dedica a colaborar en la cooperativa de mujeres y en la de artesanas,

que hoy en día está en casa de su hija Adaluz, pero que está próxima a tener un

espacio en el Aguascalientes. Asimismo, es partera, lo cual, como ya expliqué, se

ha convertido en una actividad desde donde las mujeres luchan por demandas

femeninas y desde donde participan políticamente. Esta experiencia significa para

ella una responsabilidad muy grande. Además no es algo que haya aprendido de

alguien más sino que se le reveló en sueños:

Hay veces que me llegaba a visitar una señora o un señor de vestido blanco y me enseñaba que yo lo haga el trabajo, y me presentaban al enfermo, que yo lo voy a atender, y me daban la ropa para lavar, y de beber lo que van a tomar. Desde muy pequeña, me revelaba el sueño. Pero, como era yo pequeña, me daba miedo el sueño, lo que soñaba yo. Hay veces me pongo a llorar, porque no quiero el trabajo (Ibidem).

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Una de sus hijas, que estaba embarazada, fue el primer parto que atendió, y le

costó trabajo. Pero lo logró. Para ella es importante evitar que las mujeres sufran

y que se pierdan los bebés, hasta ahora eso no le ha pasado. Aunque sí siente

que el ser partera es una carga fuerte:

Sí sufre, hay veces que se desanima uno, porque no es un trabajo fácil. Con que fuera un trabajo fácil. Aquí sí sufre uno, si le toca en la mañana, en la noche, sí con lluvia, igual tenemos que salir (Ibidem).

Doña Guadalupe es pues una mujer muy participativa y parece que ha inculcado lo

mismo a sus hijas. Adaluz, como ya lo he dicho es autoridad en la comunidad, en

cuya casa está hoy en día la cooperativa de artesanas. Su madre dice que en el

nombre llevaba la marca, pues es una mujer muy tenaz, que apoya a las mujeres,

en fin, se siente orgullosa. En cuanto a Magali, también le da gusto que participe

en la clínica, que aprenda algo y que luche por la causa:

(...) ellas están participando por su pueblo también, aunque ellas no ganan nada, no es igual como un pueblo que va ir a trabajar, en el pueblo salen, le tienen que pagar o quincenales o semanales, pero aquí es para su pueblo también, aunque sea sufriendo (Ibidem).

Para ella el cambio llega poco a poco, no va tan rápido, pero ciertas cosas, le

parece que empiezan a ser distintas de lo que antes solía ocurrir.

Rosalía Doña Rosalía es una mujer de 42 años, de piel y ojos morenos, de cuerpo más

bien robusto y una gran sonrisa, que lo dice todo. Si una mira y abraza al Artemio

entiende que su ternura la heredó de su madre. Esta mujer, que como su hijito

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tampoco habla español, no necesita mucho de la lengua para comunicar lo más

importante.

Al igual que Doña Guadalupe, era una niña cuando sus padres la trajeron de

Petalcingo a Roberto Barrios. De las mayores de una familia de trece hijos, tuvo

que cuidar a sus hermanos menores, tenía una relación muy cercana con sus

hermanos, comenta. Tampoco pudo aprender a leer y escribir. Como recuerdo de

su niñez, cuenta:

Cuando estaba pequeña, en casa de mis padres, mi papá era muy malo, no me dio el permiso de aprender el español, de entrar a la escuela. Mi papá sí hablaba el español, pero nunca me habló en español, sino que en puro tzeltal. Cuando era muy pequeña, nunca salí a jugar, no tenía la libertad de ir a jugar. Más le ayudaba a mi mamá a trabajar en la casa. Íbamos a la milpa a ayudar y otras cosa (Entrevista con Rosalía).

Tras una niñez, que pareciera interrumpida, se casó a los dieciséis años, con un

hombre al cual ya conocía y al cual quería. También tuvo que vivir, como lo marca

su cultura, la primera etapa en casa de sus suegros, con los que dijo haber tenido

una buena relación.

Posteriormente, tuvo nueve hijos, cuyos partos no fueron dolorosos ni

complicados. En general, admite llevarse bien con su familia. Tiene, además seis

nietos con los que se lleva bien. Y en cuanto a la comunidad, ella percibe:

(...) ya la veo cambiado porque antes, todos los niños y las niñas no tenían la libertad de salir a jugar, ir a la escuela. Ahora ya tienen donde estar, pueden salir a jugar, ir a estudiar. Es por eso está muy cambiado (Ibidem).

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Su rutina no es en nada distinta a la de otras mujeres tzeltales e indígenas, en

general:

Cuando, me levanto, hago la lumbre primero, después me pongo a preparar café, a cocinar la comida. A veces, yo también voy a la milpa, me levanto desde las tres de la mañana para que desayunen, (...) llevo el machete para ir a cosechar el frijol, el maíz. A veces voy con mi esposo (Ibidem).

Interesante resulta ver que, pareciera que su visión de cotidianidad es un poco

más de apoyo, entre ella y su pareja, en las labores cotidianas tal y como lo

plantea Rosalía. Asimismo, participa en la cooperativa de mujeres, como lo

explicaré más adelante. Hacia el futuro, aunque percibe ya algunos cambios,

espera:

(...) cambiar más a la comunidad y la vida personal de cada uno porque ahorita se vive con problemas y todo, por eso espero mejorar un poco (Ibidem).

Se fundó una cooperativa

Hace diez años, en Roberto Barrios, un grupo de mujeres se juntaron para hacer

un huerto colectivo, comenzaron a vender los productos que de ahí obtuvieron.

Con las pocas ganancias que fueron juntando iniciaron una cooperativa. Al

principio vendían en sus propias casas. Hoy en día ya tienen su propio local, en el

que ya venden una gran variedad de productos, cuya utilidad es mucha dentro de

la comunidad. Se vende, por ejemplo: detergente, jabón en pasta, azúcar, frijol,

sal, alimentos enlatados, galletas, entre otros. Asimismo, una o dos veces a la

semana, las mujeres hacen pan y lo venden aquí.

Doña Guadalupe, me contó cómo fue este proceso de iniciar el proyecto y lo

que ha implicado a lo largo del tiempo, algunas mujeres se han retirado y se han

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ido al bando priísta, me dijo. A la cooperativa acuden a comprar hombres y

mujeres zapatistas, pero también las personas del campamento civil, pues está un

poco mejor surtida que la tienda del Aguascalientes.

La encargada principal de la cooperativa, según me dijo ella misma, es

Doña Rosalía que está ahí siempre para vender, por las mañanas le ayuda su hija

Adela, junto con otras mujeres, como Doña Guadalupe.

Periódicamente, estas mujeres se reúnen para hablar de las ventas y las

ganancias. Así, por ejemplo, antes de que yo las entrevistase, habían tenido una

reunión en la escuela. Es realmente admirable que la cooperativa se sostenga

después de tantos años y en medio de la guerra. Esto sólo ha sido posible gracias

a la dedicación de estas mujeres que con sus muy escasos recursos la pueden

sostener. Recuérdese que, al menos Doña Rosalía y Doña Guadalupe no saben

leer y escribir, también se les dificulta hacer cuentas, pero aún así trabajan y hace

todo lo mejor que pueden.

Y las hijas se volvieron promotoras Magali

Magali es una muchachita muy hermosa, de piel morena, ojos brillantes y sonrisa

fija. Es muy parlanchina y juguetona, desenvuelta y nada tímida. Pertenece a las

generaciones ya nacidas en Roberto Barrios, tiene dieciséis años es hija de Doña

Guadalupe y Don Fidel. La lengua que mejor habla, me dice, es el español, pero

también entiende muy bien el tzeltal y muy poco el chol, por las enseñanzas de

sus padres. Es de las más pequeñas de once hermanos y hermanas. A diferencia

de su madre, ella sí acudió a la escuela y terminó la primaria, ya no continuó con

la secundaria porque la comunidad ya se había declarado zapatista, aunque le

habría gustado seguir estudiando.

Los recuerdos de su niñez son más gratos, le gustaba jugar a la comidita y a

las muñecas, así como nadar, al respecto recuerda:

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Cuando uno llega al río, porque tú eres una niña y no sabes nadar más que nada más te tiendes a acurrucar y bañarte, pero, y como nosotras tenemos los hermanos más grandotes, se ponen a pescar los pescaditos más pequeños y ya una vez que ya tienen el pescadito nos dan como cinco pescaditos para que los traguemos, que para que aprendamos a nadar (Entrevista con Magali).

Y Magali comió los pescaditos y aprendió a nadar, un gusto que aún conserva.

Según me comentó, cuando vienen campamentistas con las que se llevan bien van

a nadar a las casacas, con la doctora Eva lo hacían con cierta frecuencia.

Por otra parte, desde pequeña, como otras niñas indígenas del país,

comenzó a ayudarle a su madre con las labores domésticas, ella lo describe así:

(...) a los siete u ocho años entramos ya a medio a barrer la casa y a tirar la basura, y a los nueve o diez años ya entramos a moler, a aprender a moler, y a los once se va aumentando. Y ya ahorita, ya que somos adolescentes ya hacemos todos los trabajos también. Pues ya para que la mamá descanse, ya no siga trabajando, ya nosotras nos dedicamos a hacer la limpieza, a hacer tortilla, y todo eso, el trabajo de la cocina (Ibidem).

A diferencia de su madre, ella sabe que está viviendo su adolescencia. A los trece

o catorce, empezó a sentir transformaciones en su cuerpo y luego vino la primera

menstruación, que recuerda así:

Mi mamá, de primero me molestó, llegué y le dije: “mamá quiero ir a bañarme”, ¿y por qué tan temprano?, pues nada, le dije qué es lo que me pasaba, “no, te vas a morir, porque no vas a sanar” y es en donde más me puse triste, pero era recién llegada una cuñada mía, y ella me empezó a decir, como mi mamá no me lo dijo claramente, me entró a decir (Ibidem).

Al igual que otras mujeres indígenas, Magali no tenía información previa a esta

primea menstruación, se asustó, no sabía lo que le ocurría a su cuerpo,

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verdaderamente, temió por su vida. Afortunadamente, contó con el apoyo de su

cuñada, quien le proporcionó la información.

Por ahora, no tiene novio, aunque tal vez le gustaría. No sabe si quiere

casarse tan joven como su mamá y como la mayoría de las mujeres en su

comunidad95, pero al menos se lo cuestiona. En cuanto a su familia, con quienes

vive, ella siente que tiene una buena relación. Y en la comunidad, también siente

que hay un ambiente agradable, dice que se llevan bien con mucha gente, con las

amigas y que comparten la idea con otras personas.

Para Magali, los días transcurren haciendo prácticamente las mismas

actividades que su madre y las demás mujeres; pero además ella participa como

promotora de salud en la clínica:

Me levanto a las cuatro de la mañana, entramos a hacer el aseo de la casa, primero levantar, hacemos el lumbre, y una vez hecho el lumbre, a calentar la comida, lo que vas a hacer. Ya cuando esté todo listo, la comida, te pones a barrer la casa, para no comer con la casa sucia. (Luego), comemos todos unidos a la mesa. Los hombres se van a la milpa, y las mujeres se quedan trabajando otra vez en la casa, lavando los trastes. Y ya hecho el trabajo en la cocina, pues ya en la casa en donde duermes en donde descansas, ahí te pones a arreglar. (Después voy a la clínica), mi horario que tengo, es a las diez porque tengo que acabar, primero, de arreglar la casa. Acá, primero lo que venimos a hacer es a barrer la clínica, trapearla, y ya hecho eso, ya nos sentamos a esperar los pacientes, por si llegan. Y si llegan, porque hay algunos pacientes que no hablan el español, nosotros le tenemos que traducir al doctor. Y así, también para que sirvamos en las consultas. (Descanso) a las dos de la tarde, y pues me regreso a mi casa, llego a tortear, porque mi hermana menor que yo se pone a moler, y yo llego a tortear, y después de tortear descanso un poco, después me voy a bañar o a jugar o a ver qué voy a hacer en el río. Y a es de donde vuelvo (a la clínica) y después me voy a cenar y después de cenar, me pongo a ver la televisión. Hay dos novelas que me gustan mucho: Como en el cine y Cuando seas mía (Ibidem).

95 La edad promedio, me dijo ella es de 16 años.

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En cuanto a la situación futura, Magali espera que mejore un poco más, pero de

por sí ya siente que ha habido cambios con relación al trato que dan los esposos a

sus esposas, las nuevas generaciones que se casan , dice, ya no maltratan a las

mujeres.

Adela Adela también es muy bonita, esbelta, piel morena y hoyuelos en la sonrisa. Al

contrario de Magali, es muy tímida y platica poco en español, pero con ella no para

de hablar en tzeltal. Aunque converse menos, una se siente a gusto a su lado,

pues no deja de sonreír. Tiene quince años y está próxima a cumplir los dieciséis.

Al igual que Magali, ya le tocó nacer en Roberto Barrios. Sus padres, Don Antonio

y Doña Rosalía, provenían de Petalcingo, pero se conocieron y casaron aquí.

De las de en medio de una familia de nueve hijos/as, Adela tuvo una niñez

muy alegre, le gustaba mucho jugar, al igual que Magali a la comidita y las

muñecas, de hecho jugaban juntas, pues son amigas desde muy temprana edad.

A diferencia de su madre, Adela habla muy bien el español, aunque también habla

el tzeltal. Acudió a la escuela primaria y la terminó, como Magali, tampoco pudo

seguir con la secundaria, pero le hubiese gustado continuar.

Desde muy pequeñita, tuvo que ayudar a su mamá con las labores

domésticas, como limpiar, trapear, moler, tortear y además vender en la

cooperativa. Su relación familiar fue buena desde niña. Posteriormente, entró a

su adolescencia, a sus doce años, con la llegada de la primera menstruación, la

cual vivió:

Muy mal, tampoco sabía. Pues porque me dolía muchísimo, lloraba, pues tenía cólicos muy fuertes. Le dije a mi mamá y me contó qué era de lo que se trataba. Ahora, ya no me molesta, ya sólo me dan poquitos cólicos (Entrevista con Adela).

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A diferencia de su madre, que se casó a los dieciséis años, ella piensa que no

quiere casarse aún:

No tengo novio. A lo mejor me gustaría tener, pero ahorita no hay nadie que me guste. (De todas maneras), ahorita no quiero casarme porque me gustaría estudiar (Ibidem).

Al menos, ya ve la posibilidad de darle un rumbo distinto su vida. Sin embargo, al

igual que Magali su día transcurre realizando una serie de actividades de tipo

doméstico, además de las que realiza como promotora de salud en la clínica:

En la mañana, me levanto como a las seis, me levanto porque mi mamá ya está levantada. Me levanto a barrer y a preparar la comida. Después, si llegan algunos que vayan a comprar, yo los voy a atender. Después comemos, y empiezo a trabajar en mi casa. Igual que la Magali, a las diez, venimos las dos. Llegamos a barrer, a trapear, a esperar los pacientes. Ayudamos en la consulta, ayudamos a traducir, porque algunos pacientes no hablan el español, nosotros les traducimos, y así. En casa ayudo a cuidar a mis hermanitos, a todo. Ayudo a moler, a tortear. (Además), tengo una cuñada, que nos ayuda, somos tres. Y entre todas hacemos (Ibidem).

Adela ve mejor la situación que antes en la comunidad, cree que la gente vive

mejor, y a ella le gustaría aprender más: los seis módulos de salud, me dice, pues

sólo llevan dos.

Las muchachas se acercaron a la clínica

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Como ya he mencionado, en febrero de 2001 llegó a la comunidad la doctora Eva,

dos meses después, se convocó a quienes quisieran participar como promotores o

promotoras de salud. La primera en incorporarse fue Adela, quien deseosa de

aprender más, venció su timidez y se acercó a la doctora. Magali, al ver que su

amiga había entrado, quiso hacerlo también:

(...) me animé a entrar en este trabajo porque si aprendemos ya es un bien para nosotros. Y le dije a mi mamá, le pregunté, le pedí permiso si me dejaban, ellos me dijeron que sí. Al día siguiente, vine junto con (Adela). Al primer día que vine, me sentí, así, penosa, tímida, porque nunca lo había yo hablado a la doctora que está acá y es por eso me sentí yo así. Pero a los cinco días, o a los diez días de que entré, entré ya a tener confianza con ella, a platicar y a estudiar, que ella nos daba una clase. Y es así que, hasta ahorita, estoy acá (Ibidem).

En la clínica ambas han tenido la posibilidad de aprender muchas cosas, por

ejemplo a conocer medicamentos, a saber su función, a inyectar. Magali lo

recuerda así:

El primer día en que aprendimos, primero entramos a practicar en una toronja, inyectando pura agua. Y ya vio la doctora que más o menos ahí le vamos, y mejor entramos a practicar entre nosotras. Yo le inyecté a ella y ella mi inyectó a mí. Pero la inyecté bien, y ella me dejó una bola (Ibidem).

Así entre juegos y todo han ido acercándose más al trabajo, están presentes

durante la consulta y colaboran en lo que a traducción respecta, pues los doctores

no saben hablar tzeltal, aunque al paso del tiempo van aprendiendo, como le pasó

a Eva. Las chicas tuvieron una relación muy cercana a ella, con el nuevo doctor,

Miguel, también se van entendiendo bien, pero con Eva la relación era más bien de

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solidaridad femenina. Eva convivió mucho con ellas, incluso las llevó a visitar las

ruinas de Palenque fuera de la comunidad, pues ellas no las conocían. Sus

familiares confiaban mucho en ella. Y para, Adela y Magali, según me dijeron, Eva

era como una hermana, la querían mucho y la extrañan bastante.

Por otra parte, el estar como promotoras de salud les ha permitido salir

solas a tomar un curso en otra comunidad, en Mangala, comunidad tzeltal del

municipio de Yajalón. Al curso iban más hombres que mujeres, pero aún así

pudieron conocer gente que como ellas también pertenece a comunidades

zapatistas, Adela lo expresa así:

Pues, salimos en el curso y llegamos y pasó bien. Me gustó mucho. Hice algunas amigas, como Micaela (Ibidem).

Y es que ésta es una gran oportunidad que tienen algunos y algunas jóvenes

zapatistas, pues pueden ampliar su panorama, conocer gente, aprender cosas

nuevas, que les permitan aportar algo a sus comunidades. En este sentido,

durante mi estancia, observé mucho al ocupado grupo de promotores de

educación que tomaba su curso en el Aguascalientes. Como ya he venido

mencionando, me parece que entre ellos y ellas se están construyendo nuevas

relaciones que marcan una importante pauta hacia transformaciones contundentes

en torno a las relaciones de género.

Lo más probable es que estos cambios lleven todavía mucho tiempo, pero

se trata ya de una nueva generación de jóvenes que no pertenecen a las

jerarquías militares del EZLN por ahora, pero que sí poseen saberes distintos

dentro de sus comunidades, lo que les da otra visión del mundo. Además, me

parece que los futuros casamientos de estos y estas jóvenes marcarán importantes

diferencias con relación a sus propios padres. El hecho en sí mismo es un paso

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hacia adelante en lo relativo a estos mundos divididos y disociados entre hombres

y mujeres que hemos construido distintas culturas alrededor del mundo.

En síntesis, la comunidad de Roberto Barrios es una comunidad que

conserva ciertas características propias de la cultura tzeltal, pero que se

transforma cotidianamente, como comunidad que se reivindica zapatista. Al

interior de Roberto Barrios, existen marcadas diferencias de género, las cuales

comienzan ya a cambiar a partir de las nuevas generaciones.

CONCLUSIONES

Ella está en el horizonte.

Me acerco dos pasos,

ella se aleja dos pasos.

Camino diez pasos

y el horizonte se corre

diez pasos más allá.

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Por mucho que yo camine

nunca la alcanzaré.

Y entonces...

¿para qué sirve la utopía?

Para eso sirve:

para caminar.

(Eduardo Galeano)

Conclusión que pretende poner a dialogar a diferentes postulados teóricos

Gran parte de las veces en que alguien lleva a cabo una investigación está predispuesto a obtener ciertos resultados, llegar a determinadas reflexiones. Y es que, en efecto, una nunca está en blanco. Antes de acercarte a un sujeto de estudio cuentas con

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información previa que te conduce a mirar los hechos de cierta manera. Sin embargo, me parece que lo fascinante de las ciencias sociales y de la humanidades es que nos permiten encontrarnos con el otro u otra a través de un espejo, cuyo reflejo es más fuerte que toda la teoría o la información con la que desde un principio contabas.

Y desde esta perspectiva, me parece que los conocimientos previos sólo te sirven como referente contextual que no del todo coincide con lo que puedes mirar por ti misma. Por su parte, los planteamientos epistemológicos no son más que el lugar desde el que te comprometes a estudiar ese sujeto. Son, pues, una herramienta teórica, pero también una postura ideológica. A eso se refería Roque Dalton, con su poema Cartita :

Queridos filósofos,

queridos sociólogos progresistas,

queridos psicólogos sociales:

no jodan tanto con la enajenación

aquí donde lo más jodido es la nación ajena.

Y eso es lo que propuso Ignacio Martí-Baró (1983) con su Psicología Social de la

Liberación. Se trataba de un psicología política desde América Latina y para la

solución de los problemas particulares de ésta. En este sentido, me parece que la

Antropología mexicana ha hecho enormes esfuerzos por sentar las bases de una

ciencia crítica y en beneficio de la población. Así se haya tratado de la

Antropología comprometida con los pueblos indios propia de la década de los

sesenta, así se haya tratado de la Antropología marxista o de los estudios de los

barrios marginales en el ámbito urbano, la Antropología mexicana ha tenido

grandes intenciones de trascender el ámbito puramente académico y/o teórico.

Aunque, concuerdo con Cristina Oehmichen (1999a), la década de los noventa

representó un vacío de reflexión para la Antropología mexicana: la realidad nos

rebasó. Debemos ponernos al corriente, pues la lucha de los pueblos indígenas, la

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búsqueda por la identidad, la migración, los movimientos sociales, las

transformaciones culturales, etcétera, nos sobrepasan y algunos postulados

teóricos están en peligro de convertirse en obsoletos.

Ahora bien, en lo que a mí respecta, sin tratar de definirme porque las

definiciones encierran, concuerdo con algunas teorías de la Antropología europea

y del pensamiento occidental contemporáneo, en general. Por un lado, la

perspectiva de género, al borde de poner punto final a este trabajo, insisto, me fue

de gran utilidad, pues me permitió observar a las mujeres desde su particularidad,

desde su identidad femenina y desde su situación subordinada. Sin esta mirada,

mi análisis habría estado incompleto.

Por otra parte, al haberse tratado de mujeres indígenas otra perspectiva

que pudo darme alguna luz es la relacionada a la otredad, muy sugerente para la

Antropología. Octavio Paz (1974) dijo irónicamente : “La clase antropólogo no

está incluida en la clase poeta” para referirse a Castaneda. Tomo esta frase para

citar irreverentemente a otro gran poeta latinoamericano: Oliverio Girondo (1932),

quien propone el concepto de transmigración para referirse a la posibilidad de

ponerse en el lugar del otro u otra y desde ahí volver a mirarse a sí mismo:

Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores... y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia.96

Cualquier parecido con el círculo hermenéutico que propone la fenomenología es

mera coincidencia. Ahora bien, el problema me lo complicó Roger Bartra (1992)

con El salvaje en el espejo, ese otro bárbaro, marginal, salvaje, que debe existir

96 Poema no. 16 de Espantapájaros.

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en el imaginario del Uno (en este caso del occidental) para tener identidad. Es un

otro que ha ocultado al otro. Esta idea la percibí claramente en cuanto a la

identidad étnica, es decir, no sólo eran mujeres, sino que además eran indígenas.

No sé qué tan factible me fue desprenderme del racismo que he interiorizado

culturalmente. Sobre todo, si como occidentales hemos ocultado a ese salvaje, y

uno de mis planteamientos centrales era visibilizar a las mujeres indígenas. Fue

una tarea complicada, pero espero haberlo logrado.

Por otra parte, ellas pertenecen a un movimiento guerrillero, que se

autodefine también como movimiento étnico, que lucha por el reconocimiento de

los pueblos indios y que puso en la mesa de discusión el asunto indígena, luego de

la celebración de los 500 años de Resistencia. Esto planteó otra posición. Ya no

la idea totalizadora y homegeneizadora de lo indígena, sino algo más cercano

(curiosamente) a lo planteado por Guillermo Bonfil (1987), en el sentido de asumir

la diversidad cultural en el proyecto nacional, por un lado; y por otro, la

reindianización de los espacios. Los hombres y mujeres zapatistas demandan el

respeto a dicha diversidad y afirman que para construir una sociedad pluriétnica,

democrática e incluyente, debe respetarse el derecho a la autodeterminación y el

ejercicio de la autonomía, ser cada pueblo, cada comunidad, quien elija sus

propias reglas, de acuerdo a sus necesidades específicas, para autogobernarse, al

tiempo que compartan territorio y algunas otras reglas con el resto de la nación

(Díaz Polanco, 1997). Este planteamiento del respeto a las diferencias, considero,

tiene que ver con la idea posmodernista del fin de los fundamentalismos, que

conlleva el reconocimiento de las múltiples formas de otredad que surgen de las

diferencias de subjetividad: el género y la sexualidad, la raza, la clase (Harvey,

1998).

Y, en lo que respecta a la autonomía también debe hablarse de una propia

para las mujeres indígenas (pero para las mujeres, en general). En ese sentido,

concuerdo con Marcela Lagarde (1999b), un régimen autonómico debería

garantizar para las mujeres desarrollo, libertad y respeto. Les debería permitir

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compartir y conservar los rasgos que definen su identidad étnica junto con la de

sus compañeros; pero también deberían tener el derecho a no ser discriminadas

por éstos, a poseer la tierra, a ser memorables, a tener su propia historia, a

ejercer su ciudadanía, etcétera.

Ahora bien, esta conquista femenina se está ganando al interior de las

comunidades, especialmente cuando son las mujeres las que comienzan a asumir

otros roles, luchan por sus derechos y los ganan, alcanzan su libertad y se afirman

como indígenas. A este respecto, uno de los conceptos que me parece más

sugerente es el de Paloma Bonfil (2002b) de politización de la vida privada, que

conlleva la resignificación de lo político. Es decir, las mujeres indígenas se están

organizando de manera no tradicional para resolver lo que tradicionalmente les ha

correspondido. Esto, a mi juicio, es toda una revolución que paulatinamente

transita hacia la ciudadanización o la obtención de la autonomía, según lo perciban

ellas mismas. Esto tiene que ver con el poder, pero también con la resignificación

del mismo. Así, tratándose de una reflexión de las mujeres en torno a su propia

condición, que además participan en un movimiento indígena que está en pro de la

autonomía, el concepto de empoderamiento propuesto por las feministas tiene

mucho que aportar, ya que otro elemento crucial a lo largo de esta tesis, ha sido la

categoría de poder, para la cual me fueron muy útiles las perspectivas de Michel

Foucault (1969) y James Scott (2000). Porque la primera implica que el poder se

construye en la vida cotidiana a través de una microfísica sutil de la que todos y

todas somos partícipes. Y la segunda, me proporcionó la visión de las estrategias

que se conforman, de manera también cotidiana, para resistir a este poder

omnipresente.

Es por eso, que los planteamientos sobre la vida cotidiana desde la ciencia

sociales, en general, me fueron de gran ayuda porque el poder, el género, las

relaciones entre hombres y mujeres, la resistencia, los movimientos sociales, la

discriminación, etcétera, se viven de manera circadiana y sólo en la lucha de cada

día se pueden emprender las transformaciones, tal y como me lo demuestran las

vidas de cada una de mis entrevistadas. En este sentido, me parece que una de

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las razones más importantes que tengo para haber decidido mirar a mi sujeto de

investigación desde la vida cotidiana es que constituye un innovador planteamiento

epistemológico que permite mirar hacia donde nunca se había mirado, escuchar a

quien nunca se había oído, conceder sabiduría al conocimiento ordinario,

contemplar la oralidad como guardiana de la memoria, reconocer a lo

desconocido97, en fin, es una búsqueda por la alteridad, pero también por la

empatía, quizá un intento para mirar al otro u otra sin estigma. Pero, y quizá esta

sea una de las reflexiones más importantes a las que he llegado al cabo de esta

tesis, reconocer que siempre en el otro u otra está el yo, es decir, que la vida

cotidiana no es algo ajeno, nosotras y nosotros somos parte de ella, la

constituimos, la sufrimos, la gozamos y, si deseamos, la cambiamos. De esta

manera, dicho planteamiento me comprometió a aceptar lo que a las ciencias

sociales tanto trabajo les ha costado, que las personas que investigamos también

somos eso: personas y que formamos parte de una sociedad y de una cultura.

De ahí que quepa señalar que, independientemente de que algunas teorías

hayan podido serme útiles o no, mis posturas epistemológica y metodológica

fueron de corte hermenéutico, pues considero que la empatía, así como situarse

en la posición de un sujeto que mira a otro sujeto, son las perspectivas más éticas

en ciencias sociales98.

Mi intención, en suma, fue estudiar a las mujeres indígenas de una

comunidad base de apoyo del EZLN. Me interesaba indagar qué tanto se estaban

transformando las relaciones de género, para lo cual planteé mi análisis desde las

diferencias que encontré entre dos generaciones. Las perspectivas desde la que

analicé este sujeto fueron, repito, la de género y la de vida cotidiana, las cuales, a

su vez, llevaron implícitamente a la reflexión de la alteridad y el poder.

97 De alguna manera, todo esto se complementa bastante bien con la postura y el imaginario zapatista que en todo momento habla de los sin voz y sin rostro, de la memoria del viejo Antonio, de gente del color de la tierra, de la esperanza, pero también del amor. 98 Creo que esto es lo que denomina Esther Díaz (1999) denomina posética.

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Por otra parte, al realizar mi trabajo de campo, no suponía que me

encontraría una comunidad estática o representativa de las monografías

tradicionales sobre los pueblos tzeltales, pues me daba la impresión de que ciertas

etnografías aún se seguían (y se siguen) haciendo como si las comunidades

indígenas existieran en un lugar remoto e impenetrable. En el mejor de los casos,

se han estudiado los efectos de la explotación y, más recientemente, han emergido

los estudios trasnacionales. Sin embargo, me parece que en Antropología hay

ciertos temas, como algunos que atraviesan mi estudio, que no han sido del todo

mirados. Así, por ejemplo, hasta ahora no conozco algún estudio de lo que implica

la presencia del ejército en las comunidades. La GBI transforma la cotidianidad,

algún impacto cultural debe tener. Espero haber arrojado algunas pistas.

Conclusión que pretende sintetizar mis reflexiones de campo Para empezar, las mujeres zapatistas y, en particular, las mujeres de Roberto

Barrios comparten características con otras mujeres indígenas a lo largo y a lo

ancho del territorio nacional. Se trata de mujeres con una sobrecarga de trabajo,

que viven en condiciones de extrema pobreza, con poco o nulo acceso a la salud o

a la educación, que tienden a ser monolingües, que ven morir a sus hijos e hijas

de enfermedades curables con absoluta impotencia, víctimas de violencia física y

simbólica, sin derecho a poseer la tierra, con poca libertad de circulación, entre

otras cuestiones. Pero además, las mujeres de Roberto Barrios están inmersas en

un contexto de guerra de baja intensidad, que las satura aún más de labores, que

no les permite moverse y que las mantiene en un clima de tensión.

No obstante, en medio de este panorama desolador, muchas han elegido

sinuosos caminos, plenos de obstáculos: algunas de ellas desde su condición de

madrespoas, otras desde sus saberes ancestrales, como las parteras, quienes, al

mismo tiempo, llevan a cabo importantes luchas políticas al interior de sus

comunidades; otras desde la confección de artesanías y otras desde la creación de

una cooperativa de mujeres. Así, para cuando el zapatismo emergió en la

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comunidad, en 1995, muchas de ellas estaban listas para sumarse al grito colectivo

de ¡ya basta!

Ahora bien, cabe mencionar que una de las principales razones por las que

me llamó la atención este sujeto de estudio es porque las mujeres zapatistas

tienen un discurso que las reivindica como mujeres, el cual ha trascendido hasta el

grupo femenino del Congreso Nacional Indígena e incluso a otras organizaciones

indígenas, que dicen querer preservar sólo aquellos usos y costumbres que no

atenten contra su dignidad. Las mujeres zapatistas, según lo estipula la Ley

Revolucionaria de las Mujeres, defienden sus derechos a decidir con quién casarse,

el número de hijos que quieran tener, a recibir una educación, etcétera. Sin

embargo, esto no se ha asumido de inmediato en las comunidades, pues es un

cambio que no ocurre a pasos agigantados. Este cambio se construye poco a

poco, tal y como ha transcurrido el proceso de ocho años que tiene el EZLN de

conocerse públicamente.

Así, las relaciones de género en Roberto Barrios se transforman día con día.

No es algo que cambie por el hecho de que exista una ley o se emita un discurso.

La lucha femenina construye su propia memoria. Guadalupe y Rosalía son las

portadoras de ella, las guardianas, y han heredado a sus hijas un deseo ferviente

por transformar sus condiciones y conquistar cautelosamente espacios antes

negados para ellas, de la misma manera en que se juntaron con otras mujeres

para cultivar aquel huerto colectivo, cuyas precarias ganancias les permitieron

conformar la cooperativa que hoy mantienen con orgullo. Es decir, ellas

atravesaron por un proceso de empoderamiento, que les permitió trabajar para

lograr un proyecto, junto con otras y con la comunidad y para su

autodeterminación. Eso les da un lugar especial, permite que sus voces se

escuchen y respeten.

Pero su acción no para aquí. Sus deseos empoderados se proyectan hacia

sus hijas, quienes participan activamente desde otro lugar, en mejores

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circunstancias. Ellas deseaban que sus hijas pudieran estudiar y lo lograron.

Asimismo, estas jovencitas de escasos dieciséis años desean continuar

aprendiendo, no planean casarse, como la mayoría de las mujeres indígenas de su

edad. Están participando activamente para el mantenimiento del proyecto

autónomo de la comunidad rebelde, porque son eso, integrantes de una

comunidad rebelde. Adela y Magali se dedican a promover la salud en su

comunidad y con ello coadyuvan a la autogestión de esta necesidad primordial.

Es en esta generación en donde yo percibo que se está gestando el cambio,

no sólo en cuanto a las relaciones de género, son ellos y ellas los que sostienen el

zapatismo, con la herencia que sus padres y sus madres, sus abuelos y abuelas les

han legado, por su puesto; pero con sus propios recursos que transforman

cotidianamente su cultura y que les sirven para resistir los embates de la guerra de

baja intensidad.

Conclusión que pretende fomentar la esperanza

Decía un profesor99 de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que todo trabajo es autobiográfico, es decir que en cualquier ensayo o investigación una plasma gran parte de su ser con todo lo que esto implica: su historia, sus deseos, su postura ideológica, sus sueños, su manera de pensar, sus emociones, su cosmovisión, su cultura, etcétera. Ésta, desde luego, no es la excepción y, aún cuando no sean necesarias ciertas explicaciones, pues se hayan inferido desde las primeras páginas, he reservado este último apartado para tratar de exponer mi razones personales para realizar esta investigación.

Como afirma Mercedes Olivera (2002) muchas ciframos nuestras esperanzas en el movimiento zapatista, pues ofrecía una alternativa para la izquierda y coincidía con algunos planteamientos feministas que se encaminan a la democratización de la humanidad. De esta forma, al igual que ella, yo he tenido gran simpatía por este

99 Ricardo Blanco. Materia: Antropología filosófica.

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movimiento. Esa es una de las principales razones para escribir la presente tesis. Sin embargo, el hecho de acudir a la comunidad, enfrentarme al espejo, mirar a la otra, que es mujer como yo, pero que es diferente, en tanto que es indígena, significó un ejercicio intenso, que espero poder comunicar de manera adecuada. Mi visión sobre el zapatismo como planteamiento filosófico y político no ha cambiado. No obstante, me percaté que ésta, como cualquier otra lucha, debe construirse nada más y nada menos que en la vida cotidiana. Esa es la única manera de lograr la autonomía. Más allá del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés o del reconocimiento de la Ley Revolucionaria de Mujeres, las transformaciones deben practicarse, la ciudadanía se ejerce. Y esto es quizá lo más difícil. De hecho, en el mundo occidental mestizo, al que yo pertenezco, esta batalla aún no se ha ganado. Pienso que también se está construyendo poco a poco en la vida de cada día, pero de igual manera nos queda un largo camino por recorrer para alcanzar la ciudadanía, la democracia y la autonomía. No obstante, así como me decía Guadalupe que se sentía acompañada cuando los visitaba gente de otros lugares, porque pensaban que eran compañeros que luchaban en otra partes; de esa misma manera yo me sentí acompañada100.

Considero que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el zapatismo como doctrina filosófica, constituyen un sueño que, a mi juicio, alumbra la esperanza a principio de siglo. Nos anuncia que la revolución la construimos todas y todos, que es de la lucha de cada uno y cada una. Pero que no puede haber unidad nacional sin el reconocimiento de una nación pluricultural, que las diferencias entre hombres y mujeres no deben implicar discriminación y que la autonomía (personal y colectiva) se sostiene en la vida cotidiana. La lucha zapatista se sintetiza en uno de los más hermosos cuentos que Marcos ha narrado y que tomo prestados para poner el punto final a este trabajo:

100 Supongo que por eso cada año pasan por diferentes comunidades zapatistas cientos de personas, mexicanas o extranjeras, es decir, que no sólo acuden a hacer labor humanitaria y a denunciar las faltas a los derechos humanos, sino que también son personas que, a ratos se sienten solas y necesitan saberse acompañadas.

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Cuenta la historia que, en un pueblo, se afanaban hombres y mujeres en trabajar para vivirse. Todos los días salían hombres y mujeres a sus respectivos trabajos: ellos a la milpa y al frijolar; ellas a la leña y al acarreo del agua. En veces había trabajos que los congregaban por igual. Por ejemplo, hombres y mujeres se juntaban para el corte del café, cuando era llegado su tiempo. Así pasaba. Pero había un hombre que no eso hacía. Sí trabajaba pues, pero no haciendo milpa ni frijolar, ni se acercaba a los cafetales cuando el grano enrojecía en las ramas. No, este hombre trabajaba sembrando árboles en la montaña. Los árboles que este hombre plantaba no eran de rápido crecimiento, todos tardarían décadas enteras en crecer y hacerse de todas sus ramas y hojas. Los demás hombres mucho lo reían y criticaban a este hombre. "Para qué trabajas en cosas que no vas a ver nunca terminadas. Mejor trabaja la milpa, que a los meses ya te da los frutos, y no en sembrar árboles que serán grandes cuando tú ya hayas muerto". El hombre se defendía (...): si todos trabajamos sólo para el presente y para apenas la mañana siguiente, ¿quién sembrará los árboles que nuestros descendientes habrán de necesitar para tener cobijo, consuelo y alegría?" Nadie lo entendía. (...) Pasó el tiempo y todos ellos murieron, les siguieron sus hijos en el trabajo, y a éstos les siguieron los hijos de sus hijos. Una mañana, un grupo de niños y niñas salió a pasear y encontraron un lugar lleno de grandes árboles, mil pájaros los poblaban y sus grandes copas daban alivio en el calor y protección en la lluvia. Regresaron los niños y niñas a su pueblo y contaron de este lugar maravilloso.

Se juntaron los hombres y mujeres y muy asombrados se quedaron del lugar. "¿Quién sembró esto?", se preguntaban. Nadie sabía. Fueron a hablar con sus mayores y tampoco sabían. Sólo un viejo, el más viejo de la comunidad, les supo dar razón y les contó la historia del hombre loco y tonto.

Los hombres y mujeres se reunieron en asamblea y discutieron. Vieron y entendieron al hombre que sus antepasados trataron y mucho admiraron a ese hombre y lo quisieron. Sabedores de que la memoria puede viajar muy lejos y llegar donde nadie piensa o imagina, fueron los hombres y mujeres de ese hoy al lugar de los árboles grandes. Rodearon uno que en el centro se estaba y, con letras de colores, le hicieron un letrero. (...) Así decía: "A los primeros: Los de después sí entendimos. Salud” (en: http://www,ezln.org) 101

101 Marcos, Los de después sí entendimos, en: http://www.ezln.org.

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Esto es el zapatismo y esto es la lucha de las mujeres, un legado que dejamos

para los hombres y mujeres del mañana, con la esperanza de que el futuro pueda

al fin pertenecernos.

APÉNDICE: RESUMEN CRONOLÓGICO

DEL MOVIMIENTO ZAPATISTA

1994

El 1º de enero entró en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte

(TLC) entre Estados Unidos, Canadá y México al tiempo que emergió el Ejército

Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a la luz pública, para lo cual, ocupó varias

ciudades de Chiapas, entre ellas: San Cristóbal de las Casas, Las Margaritas,

Altamirano, Ocosingo.

El 10 de enero, el presidente Salinas nombró a Manuel Camacho Solís,

entonces secretario de Relaciones Exteriores y antes regente de la Ciudad de

México, comisionado para la paz y la reconciliación en Chiapas. El 12 de enero, el

gobierno decretó el cese del fuego unilateral y anunció su intención de buscar

una solución negociada con los rebeldes. Las estimaciones sobre los muertos

durante la guerra van de 145 a 1000. Asimismo, en la ciudad de México, se llevó

a cabo una gran manifestación por la paz.

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Del 21 de febrero al 2 de marzo ocurrió el Diálogo de paz en la Catedral de

San Cristóbal de las Casas entre los dirigente del EZLN (el subcomandante

Marcos y 20 comandantes y miembros del Comité Clandestino Revolucionario

Indígena, CCRI), el comisionado para la paz Manuel Camacho Solís y el

mediador Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal.

Luego de un proceso de consulta entre sus bases, el EZLN rechazó

las propuestas del gobierno nacidas del diálogo de la catedral (propuestas

rechazadas por el 98% de los votantes). Manuel Camacho renuncia a su cargo

oficial para el 12 de junio.

Se llevó a cabo el primer encuentro entre el EZLN y la sociedad civil en agosto, en

el que 6000 representantes de organizaciones populares de todo México se

reunieron para participar en la Convención Nacional Democrática en Guadalupe

Tepeyac, cuartel general del EZLN. En ese mismo mes Ernesto Zedillo Ponce de

León resultó electo, tomando posesión hasta el primero de diciembre.

Fue también en diciembre cuando los zapatistas rompieron el cerco militar y

establecieron posiciones pacíficamente en 38 cabeceras municipales en los Altos

de Chiapas situados fuera de la zona original de conflicto. Demás, en el mismo

mes, el EZLN y el gobierno federal aceptan a la Comisión Nacional de

Intermediación (CONAI) presidida por el Obispo Samuel Ruiz, como mediación.

1995:

Luego de la primera negociación fallida, el 9 de febrero, el Ejército federal, realizó

una ofensiva que ocupó el "territorio Zapatista". El gobierno reveló la "verdadera

identidad" de Marcos: Rafael Sebastián Guillén Vicente, menor de 40 años,

proveniente de una familia de comerciantes del puerto de Tampico, en el golfo de

México. Fue estudiante de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de

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México y profesor de la carrera de comunicación en la Universidad Autónoma

Metropolitana, también en la capital, antes de sumergirse en la clandestinidad.

Más de 20 mil campesinos huyeron de sus hogares a las montañas por temor al

Ejército. Este estableció una fuerte presencia y control militar en toda el área del

conflicto. Aquí Inició la primera etapa de guerra de baja intensidad en Chiapas.

En el D.F., 100 000 personas manifestaron su oposición a la ofensiva del Ejército.

El 11 de marzo, el Congreso de la Unión aprobó la ley para el Diálogo, la

Conciliación y la Paz Digna en Chiapas. En resumen la ley definía un marco para

retomar el proceso de paz, y, por el tiempo que durase el diálogo, suspendía los

ordenes de aprehensión y los operativos militares en contra de los zapatistas.

Asimismo, se creó la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA) integrada

por diputados y senadores de todos los partidos políticos representados en el

Congreso, con el objetivo de facilitar este nuevo diálogo.

De esta forma, para abril se reanudaría el diálogo entre los zapatistas y la

delegación gubernamental. La negociación se prolongó durante meses, con

múltiples interrupciones, en un poblado de Los Altos de Chiapas: San Andrés

Larráinzar, que los zapatistas rebautizaron con el nombre de Sacamch'en de los

Pobres. A las negociaciones acudieron la COCOPA y la CONAI.

Para finales de agosto el EZLN lanzó una consulta nacional e internacional

para definir el destino de su lucha (más de un millón de personas respondieron).

El siguiente mes, se abrió una nueva ronda de negociaciones en cuatro mesas de

trabajo: Mesa 1: Derechos y Culturas Indígenas, Mesa 2: Democracia y Justicia,

Mesa 3: Bienestar y Desarrollo y Mesa 4: Derechos de la Mujer.

1996:

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El 1º de enero, el EZLN anunció, a través de la *Tercera Declaración de la Selva

Lacandona, la creación de un frente civil, el Frente Zapatista de Liberación

Nacional (FZLN). Además, se realizó un Foro Nacional Indígena convocado por el

EZLN que atrajo a 300 representantes indígenas.

El siguiente mes y al cabo de cinco meses de negociaciones, el gobierno y

el EZLN firmaron en los primeros acuerdos sobre Derechos y Culturas Indígenas

en San Andrés.

Del 27 de julio al 3 de agosto se llevó a cabo el Primero Encuentro

Intercontinental por la Humanidad y el Neoliberalismo, organizado por el EZLN en

Chiapas, también conocido como "Encuentro Intergaláctico”. Las mesas de

discusión se realizaron en cada uno de los cinco Aguascalientes: la Realidad,

Oventic, La Garrucha, Morelia y Roberto Barrios.

Sin embargo, en septiembre, el EZLN decidió retirarse de las negociaciones

en tanto no se cumplieran las condiciones estimadas necesarias para la

credibilidad del proceso.

En octubre, se llevó a cabo, en la Ciudad de México el Primer Congreso

Nacional Indígena en la Ciudad de México, en el que participó la comandanta

Ramona.

El último mes del año, la COCOPA presentó un proyecto de Ley para incluir

en una reforma constitucional los Acuerdos de San Andrés el EZLN lo aceptó,

mientras que el gobierno lo rechazó.

Cabe aclarar que a lo largo de 1995 y 1996, hubo una fuerte violencia en la

zona Norte (asesinatos, desplazados, emboscadas, bloqueos de carretera,

etcétera). La mayoría de las acciones fueron atribuidas al grupo paramilitar 'Paz y

Justicia'

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1997:

Para comenzar el año, el EZLN rechazó la contrapropuesta de ley gubernamental.

Durante este tiempo, empezaron a haber manifestaciones y enfrentamientos entre

zapatistas y paramilitares. Así, por ejemplo para el 25 de abril, 200 desplazados

choles de la zona Norte de Chiapas rompieron el cerco de "Paz y Justicia" con la

caravana "Wejlel" ("Libertad" en la lengua chol) y marcharon hacia la capital del

estado. Hicieron un plantón de 87 días antes el Palacio de Gobierno sin ser

atendidos por el gobierno estatal.

Del 13 al 16 de septiembre vino a la Ciudad de México una delegación de

1111 delegados y delegadas zapatistas, que participaría en el Congreso

Fundacional del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) y en el Segundo

Congreso Nacional Indígena.

El 4 de noviembre fueron atacados los obispos de la diócesis de San

Cristóbal de las Casas, Don Samuel Ruiz García y Don Raúl Vera López. Una

caravana en donde viajaban fue emboscada cerca de Tila, un municipio de la zona

Norte de Chiapas. Tres agentes de pastoral resultaron heridos en los balazos.

Asimismo, el 14 de noviembre, unos 400 integrantes del grupo paramilitar "Paz y

Justicia" irrumpieron en una reunión que miembros del Consejo Interreligioso de

Chiapas realizaban en Salto de Agua para analizar la situación en la zona Norte.

La represión apenas comenzaba: para finales de noviembre, más de 4 mil

500 indígenas (de "Las Abejas" y simpatizantes zapatistas) huyeron de la violencia

en el municipio de Chenalhó. El 11 de diciembre, las autoridades del municipio

Chenalhó y del municipio autónomo de Polhó acordaron poner un alto definitivo a

las agresiones entre los partes. Sin embargo, tal parece que una de las partes no

tenía ninguna intención de alcanzar la paz, ya que el 22 de diciembre ordenó una

cruel matanza de 45 personas refugiadas en Acteal, municipio de Chenalhó, por

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paramilitares, por lo que el 24 de diciembre, la CONAI, el Congreso Nacional

Indígena y los partidos de oposición pidieron a Zedillo la desaparición de los

poderes en Chiapas así como detener a los paramilitares.

Para finales de este mes, decenas de personas fueron detenidas, acusadas

por su presunta participación en la matanza de Acteal, dentro de ellos un

comandante de la Seguridad Pública y el presidente priísta del municipio de

Chenalhó como instigador de la masacre. El gobierno mexicano mandó a 5 mil

soldados más a Chiapas, incluso 2 mil a Chenalhó. El ejercitó entró en

comunidades zapatistas buscando armas, principalmente en los municipios de

Altamirano y Ocosingo.

1998:

A finales de enero y principios de febrero, bases de apoyo zapatistas y miembros

de "Las Abejas" huyeron de sus casas en el municipio de Chenalhó por amenazas

de paramilitares. En febrero, se intensificó la campaña contra la presencia

extranjera en Chiapas, con expulsiones de algunas personas.

El 22 de ese mes la COCOPA y la CONAI plantearon 10 "condiciones

indispensables" para la reanudación del diálogo, entre ellas: cumplimiento de los

Acuerdos de San Andrés, respeto de la Ley para el Diálogo, la Conciliación y Paz,

reducción de la presencia militar y desarme de grupos paramilitares, castigo a los

autores materiales e intelectuales de la masacre de Acteal. Por su parte, el PRI

presentó una iniciativa de ley sobre derechos indígena, basada en el texto de

reforma constitucional de la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA) el 11

de marzo, cuya propuesta firmó el presidente Ernesto Zedillo días después. Fue

también entre estos días cuando algunos legisladores panistas entregaron su

proyecto de iniciativa de reformas constitucionales sobre derechos y cultura

indígenas.

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El 4 de abril, la Policía Judicial Federal detuvo al ex general Julio Cesar

Santiago Díaz, por su probable responsabilidad en la matanza de Acteal. No

obstante, el 11 de abril se desmanteló el municipio autónomo Ricardo Flores

Magón en un operativo policíaco-militar en la comunidad de Taniperla, municipio

de Ocosingo. Detuvieron a nueve mexicanos y doce extranjeros. Estos últimos

fueron expulsados del país por participar, según las autoridades, en un acto

político y ilegal, durante la instalación de dicho municipio. Días después, el grupo

paramilitar priísta Paz y Justicia obligó a unos mil 500 indígenas choles a

abandonar las tierras del nuevo centro de población Revolución, antes Finca

Morelia, en la zona Norte, para evitar que les sean entregadas unas mil hectáreas

que les corresponden según acuerdo agrario firmado hace tres años con los

gobiernos estatal y federal. El 1º. de mayo, en un operativo policiaco-militar con

lujo de fuerza se desmanteló el municipio autónomo Tierra y Libertad con

cabecera en Amparo Agua Tinta. Detuvieron a 53 personas y destruyeron los

enseres de la oficina municipal autónoma.

Mientras tanto, el 14 de mayo, el Parlamento Europeo firmó el acuerdo

económico entre México y la Unión Europea.

Días después, el gobernador del estado de Chiapas publicó su plan de

remunicipalización para establecer 33 nuevos municipios. La mayoría de las

nuevas cabeceras tenía una fuerte presencia militar. La oposición rechazó el plan

del gobernador.

Un mes más tarde, en junio, en un operativo policíaco-militar más de mil

elementos de las fuerzas de seguridad entraron en Nicolás Ruiz, sede de un

municipio autónomo. Los policías catearon las casas y la iglesia del lugar en busca

de armas, tomaron el centro del poblado y detuvieron a mas de 100 pobladores

para restablecer el estado de derecho, después de la expulsión de unas decenas

de familias priístas del pueblo. Días después, la presidente de la Comisión

Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Mireille Roccatti Velazquez, pidió al

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gobierno federal que reubicara los campamentos militares en las zonas de la Selva

y Los Altos de Chiapas, para que los soldados ya no alteraron la vida cotidiana de

las comunidades indígenas de esas zonas. Por su parte, el Obispo Samuel Ruiz

anunció que terminaba su tarea en la presidencia de la CONAI y que buscaría

nuevos caminos para construir la paz en Chiapas. Explicó que tomaba esta

decisión ante los ataques gubernamentales contra él, contra la Diócesis de San

Cristóbal, y contra la CONAI. Después la CONAI declaró que había concluido su

tarea de mediación y exigió a los gobiernos federal y estatal que terminaran con

su actual estrategia de guerra y que demostraran con hechos su voluntad de

resolver el conflicto.

Ahora bien, el 10 de junio en un operativo policíaco-militar para

desmantelar el municipio autónomo San Juan de la Libertad, ubicado en El Bosque

murieron 8 civiles y 2 policías, a consecuencias de un enfrentamiento entre bases

de apoyo zapatista y las fuerzas de seguridad.

El 2 de julio, el gobierno entregó indemnizaciones a los familiares de los

muertos y a los heridos de la masacre de Acteal.

Por su parte, el EZLN difundió el 20 de julio la Quinta Declaración de la

Selva Lacandona, donde anunció una consulta nacional (la segunda) en todos los

municipios del país sobre la iniciativa de ley indígena que había hecho la COCOPA

con base en los acuerdos de San Andrés. El EZLN explicó además que había

logrado sobrevivir como organización a la ofensiva gubernamental y que

conservaba intacta su capacidad militar, así como que había expandido su base

social. Según el EZLN, había tres obstáculos para continuar el diálogo y la

negociación, los cuales eran: la falta de mediación, la guerra contra los pueblos

indios y el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés.

Posteriormente, el 3 de agosto, el Centro de Derechos Humanos Fray

Bartolomé de las Casas difundió un informe donde dice que en los últimos 6

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meses en Chiapas se habían registrado 57 ejecuciones sumarias, seis asesinatos

políticos y más de 185 expulsiones de extranjeros. Denunció que en este tiempo

había habido en el estado varios casos graves de tortura, decenas de atentados en

contra de defensores de derechos humanos, organizaciones civiles y líderes

sociales y cientos de acciones militares y policíacas en la zona de conflicto.

Entre el 20 y el 22 de noviembre, tres mil ciudadanos y ciudadanas

participaron en el encuentro entre el EZLN y la sociedad civil en el cual se discutió

la preparación de la consulta nacional acerca de la propuesta de ley sobre

derechos y cultura indígena elaborada por la COCOPA. En estas fechas, la

delegación zapatista integrada por 29 personas también se reunió dos veces con

la COCOPA.

El 18 de diciembre, unos 50 oficiales militares sujetos a proceso penal

marcharon en la Ciudad de México. Los integrantes del llamado Comando

Patriótico de Concientización del Pueblo (CPCP) mostraron su inconformidad con el

régimen dentro del ejército. Pidieron, entre otras cosas, la desaparición del fuero

de guerra, que llevaría a que los militares fueran juzgados como cualquier

ciudadano mexicano y no por un órgano especial.

1999:

El 24 de febrero, el Congreso estatal aprobó la ‘ley de amnistía para el desarme de

grupos civiles en Chiapas’. Se excluía de la amnistía a personas o integrantes de

una organización civil con estructura, adiestramiento o disciplina similares a las del

Ejército y a miembros del EZLN. Se mandaría dicha iniciativa de ley al Congreso

de la Unión para su análisis y aprobación

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El 3 de marzo, el gobernador de Chiapas, Roberto Albores Guillén, presentó

su iniciativa de ley sobre derechos y cultura indígena al congreso del estado. La

iniciativa fue fuertemente criticada por pasar por alto los Acuerdos de San Andrés.

Entre el 12 y el 14 de marzo, cinco mil delegados zapatistas salieron de los

cinco Aguascalientes en Chiapas a municipios de los 32 estados de México para

promover la consulta nacional zapatista “por el Reconocimiento de los Pueblos

Indios y por el fin de la Guerra de Exterminio” planeada para el 21 de marzo, y en

la cual participaron más de 2.8 millones de ciudadanos y ciudadanas mexicanas.

Durante los siguiente tres meses, ocurrió la entrega de armas de supuestos

zapatistas a cambio de apoyos económicos gubernamentales. El EZLN calificó

dichas entregas como "una farsa y un teatro.”

Entre el 8 y el 9 de mayo se llevó a cabo el segundo encuentro entre la

sociedad civil y el EZLN en La Realidad, municipio de Las Margaritas.

Ahora bien, las primeras dos semanas de junio, hubo un aumento

significativo en incursiones militares y policíacas en comunidades zapatistas;

detenciones arbitrarias de presuntos zapatistas; hostigamiento por parte de los

militares en los retenes; y una concentración de tropas militares e instalaciones de

nuevos campamentos militares. En cada uno de las incursiones, participaron entre

cien y mil militares y policías.

El 20 de junio, 77 organizaciones sociales participaron en el segundo foro estatal

para la consulta zapatista. Se discutió la privatización de la industria eléctrica, el

cumplimiento de los acuerdos de San Andrés y educación gratuita.

Posteriormente, el 12 de agosto, aproximadamente 500 efectivos del

Ejército Federal mexicano llegaron por tierra y paracaídas a la comunidad Amador

Hernández. Las fuentes oficiales argumentaron que su presencia tenía el objetivo

de proteger a los topógrafos que harían las mediciones para el tramo de una

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carretera a Amador Hernández. Siete días después, el secretario de Gobernación,

Carrasco Altamirano, presentó el esquema de la Policía Federal Preventiva, la cual

había sido formalmente creada en enero de ese año, con la fusión de tres

corporaciones (Federal de Caminos, Fiscal y Migratorio) y la adhesión de miles de

efectivos militares. Su supuesto objetivo era la prevención de delitos en carreteras

federales, puertos, aeropuertos, fronteras y zonas federales, así como el combate

de delitos como el narcotráfico, secuestro, asalto en carreteras, presencia de

indocumentados y tráfico de armas. La oposición expresó su inquietud de que se

incrementará aún más la presencia militar-policíaco en las comunidades

chiapanecas y sobre la creciente falta de separación entre las tareas de la policía y

del ejército.

El 26 de agosto, hubo un enfrentamiento entre el Ejército y bases de apoyo

zapatistas en la comunidad San José la Esperanza, municipio de Las Margaritas.

Tres indígenas fueron detenidos arbitrariamente. La Subcomisión de Promoción y

Protección de los Derechos Humanos de la ONU expresó en un comunicado su

inquietud "por la situación de los derechos humanos y las libertades

fundamentales" que prevalecían en México. Y agregó: "Chiapas ha sido objeto de

una escalada militar que, iniciada bajo pretexto de reforestación en la biosfera de

Montes Azules y la construcción de una carretera en Amador Hernández, amenaza

la ya precaria estabilidad social y política de la entidad.”

Por su parte, el secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco Altamirano,

dio a conocer el 8 de septiembre la nueva propuesta de diálogo para Chiapas del

gobierno federal, en la que se planteaba la reanudación inmediata de las

negociaciones con el EZLN.

El 24 de noviembre, se firmó un acuerdo de libre comercio con la Unión de

Europa.

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2000:

El 14 de enero, un juez federal revocó la sentencia de 35 años de prisión dictada

en contra de 24 de los indígenas detenidos por su presunta vinculación en el caso

de Acteal -entre ellos el ex-presidente municipal de Chenalhó-, por razones

administrativas y ordenó reponer el procedimiento.

El 31 de marzo, nombran a Felipe Arizmendi nuevo obispo de San Cristóbal,

quien un mes más tarde dijo que apoyaría la opción por los pobres en la Iglesia a

pesar de los ataques que pudiera sufrir.

El 3 de abril, más de 137 comunidades de 5 municipios pertenecientes al

presunto grupo paramilitar "Desarrollo, Paz y Justicia", decidieron separarse y

formar una nueva organización. A finales de este mes, la Procuraduría General de

la República (PGR) informó que creó la Unidad especializada para la atención de

los delitos cometidos por probables grupos civiles armados, conocidos como

paramilitares. Aseguró que este organismo no investigaría al EZLN ni trabajaría

en la zona de influencia zapatista.

El 1º de julio entró en vigor el tratado de libre comercio con la Unión

Europea. Al día siguiente, Vicente Fox , postulado por el Partido Acción Nacional

(PAN) y el Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM), ganó las elecciones

presidenciales con el 43.3% de votos y con un alto índice de abstencionismo. Por

su parte, Pablo Salazar, de la Alianza por Chiapas, ganó la gubernatura de Chiapas

con 51.50% de votos el 20 de agosto.

El 17 de octubre, más de 96 familias desplazadas, miembros de Las Abejas,

se reubicaron cerca de la comunidad de Naranjatik Bajo, municipio de Chenalhó.

Se trataba de desplazados de la comunidad de Yibeljoj, que desde noviembre de

1997, un mes antes de la masacre de Acteal, vivían en el campamento de Xoyep.

18. Asimismo, el presidente Zedillo expropió 3.5 hectáreas del ejido Amador

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Hernández, comunidad zapatista en el municipio de Ocosingo, para construir

instalaciones militares.

Once días después, la Procuraduría General de la República detuvo a 11

miembros de los supuestos grupos paramilitares Paz y Justicia, y Unión Indígena

Agropecuaria y Forestal (escisión de Paz y Justicia) en la zona Norte, acusados de

terrorismo, posesión de armas de uso exclusivo del Ejército, asociación delictuosa,

motín, delincuencia organizada, lesiones, daños y despojo.

El 1º de diciembre el presidente electo, Vicente Fox, tomó posesión de su

cargo. Dijo que combatiría la corrupción y la impunidad, y se comprometió a

solucionar el conflicto chiapaneco. Fox ordenó el retiro de 53 retenes militares de

las tres zonas de conflicto (Altos, Norte y Selva) y parar los patrullajes y

sobrevuelos del Ejército. Al día siguiente, el EZLN pidió tres señales al Ejecutivo

para reiniciar el diálogo: cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, libertad

para todos los presos políticos zapatistas, retiro y cierre de siete posiciones

estratégicas del Ejército de las 259 que mantenía en la zona de conflicto. El 5 de

diciembre, e presidente Fox entregó la iniciativa de ley de la COCOPA al Congreso.

Por su parte, el gobernador electo de Chiapas, Pablo Salazar, se posesionó de su

cargo el 8 de diciembre, quien el día 20 derogó el Consejo y la Comisión Estatal

para la Remunicipalización creados por el gobierno de Roberto Albores Guillén,

quien fundó siete nuevos municipios, principalmente en regiones donde se

encontraban los consejos autónomos del EZLN.

El 22 de diciembre, el Ejército desocupó la base militar de Amador

Hernández (zona selva). El gobierno federal restituyó el predio a la comunidad

expropiado por el ex presidente Zedillo en octubre de 2000. A fin de mes, fueron

liberados presos políticos zapatistas. Asimismo, el Ejército Federal desalojó el

segundo cuartel militar, de Jolnachoj, municipio San Andrés Sacamch´en.

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2001:

El 9 de enero el Ejército Federal abandonó el campamento militar de Cuxuljá,

municipio de Ocosingo. Y el 17 de este mes, fue desmantelada la cuarta base

militar, de la comunidad de Roberto Barrios, municipio de Palenque. El

presidente Fox dijo que con el cuarto retiro militar, no habría más hasta que el

EZLN diera señales de querer dialogar.

El 24 de febrero, salió la caravana zapatista de San Cristóbal. Se inició ahí

el recorrido de la Marcha por la dignidad indígena y el color de la tierra102. El

EZLN designó a Fernando Yáñez interlocutor con legisladores y partidos políticos.

En su recorrido se detuvieron en Nurio, Michoacán para participar en el tercer

Congreso Nacional Indígena, al que acudieron 5 mil participantes y acordaron

realizar un levantamiento indígena nacional pacífico para demandar la aprobación

de la ley COCOPA. Otorgaron al EZLN toda su representatividad, pero también

consideraron importante que una comisión acompañase a los zapatistas al

Congreso de la Unión. A esto se sumó el rechazo a los megaproyectos como el

Plan Puebla-Panamá y la exigencia a una moratoria a todos los proyectos de

bioprospección, entre otros. El 11 de marzo, más de 200 mil personas recibieron a

la delegación zapatista en el Zócalo de la ciudad de México. El 18 de marzo,

subcomandante Marcos anunció que ante la cerrazón de la clase política, el EZLN

decidía terminar su estancia en la capital del país e iniciar su retorno a Chiapas.

El 21 de marzo presidente Fox hizo un llamado al Congreso de la Unión para que

encontrara los espacios y las formas para recibir y escuchar al EZLN. Reiteró su

voluntad para alcanzar un acuerdo de paz, y esta vez ofreció terminar de cumplir

las condiciones zapatistas que corresponden al Ejecutivo: la liberación de los

presos por delitos del fuero federal, y la transformación de las instalaciones

militares de Guadalupe Tepeyac, Rio Euseba y La Garrucha en centros para el 102 Como ya mencioné, esta marcha pasó por los estados de: Oaxaca, Hidalgo, Puebla, Michoacán, Veracruz, Estado de México, Tlaxcala, Querétaro, Morelos y Guerrero.

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desarrollo. El 22 de marzo, la Cámara de Diputados aprobó un punto de acuerdo

que otorgaba a los zapatistas el uso de la tribuna en San Lázaro. El EZLN aceptó la

invitación. Tres día más tarde, el CEN del PAN ordenó a sus diputados y

senadores no asistir a la sesión de trabajo con los dirigentes del EZLN y del

Congreso Nacional Indígena. Y no fue sino hasta, el 28 de marzo, cuando 23

comandantes del EZLN se presentaron en el Congreso de la Unión. El

subcomandante Marcos estuvo ausente, lo cual explicó la comandanta Esther. Ella

emitió el mensaje principal y, entre otras cosas, informó que el EZLN no realizaría

ningún avance militar sobre las posiciones desocupadas por el Ejercito Mexicano y

dio a conocer la designación de Fernando Yáñez como correo oficial de los

zapatistas ante el gobierno del presidente Fox. Éste último se reunió por primera

vez con el comisionado para la paz, Luis H. Álvarez, con quien acordó iniciar

conversaciones sobre el cumplimiento de las condiciones zapatistas. La marcha

zapatista regresó el 1º de abril.

Ahora bien, el 25 de abril, el Senado de la República aprobó la reforma

constitucional en materia indígena. Al día siguiente, el Congreso Nacional

Indígena dijo que la ley indígena que había aprobado el Senado no reconocía los

derechos de los pueblos indios. Agregó que aunque dicho proyecto establecía la

autonomía de los pueblos, no definía los mecanismos a través de los cuales se

iban a ejercer, no admitía el territorio de las comunidades y los indígenas no eran

reconocidos como sujetos de derecho público.

No obstante, el 27 de abril, la Cámara de Diputados aprobó la Ley de

Derechos y Cultura Indígenas, con 386 votos a favor y 60 en contra.

El presidente en turno de la COCOPA, Felix Castellanos, advirtió que la ley

indígena aprobada nacía muerta pues no considera las necesidades de las etnias

ni estaba a la altura de sus reclamos. La titular de la Oficina para el Desarrollo de

los Pueblos Indígenas de la Presidencia, Xóchitl Gálvez Ruiz, dijo que el Poder

Legislativo debería asumir su responsabilidad histórica por haber aprobado una ley

indígena que no era la que se esperaba. Dijo que en el Congreso se había hecho

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un esfuerzo, pero que éste era insuficiente porque no recogía la esencia de la

iniciativa de la COCOPA. La Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía

(ANIPA) dijo que la ley indígena aprobada por el Congreso era un engaño y de

ninguna forma recogía el espíritu de los Acuerdos de San Andrés. Dos días

después, en un comunicado, el EZLN desconoció formalmente esta reforma

constitucional sobre derechos y cultura indígenas, pues aseguró que no retomaba

el espíritu de los Acuerdos de San Andrés, no respetaba la iniciativa de ley de la

COCOPA, ignoraba por completo la demanda nacional e internacional de

reconocimiento de los derechos y la cultura indígenas. A consecuencia de esto,

rompió el diálogo con el gobierno103. El 6 de mayo y el 10 de mayo, el ERPI y el

EPR, respectivamente, rechazaron la ley indígena aprobada por el Congreso y

apoyaron el rompimiento del EZLN con el Gobierno Federal104.

El 11 de mayo, el CNI apoyado por más de 100 organizaciones sociales,

estudiantiles, sindicales y partidistas entregó en Los Pinos 60 mil firmas en apoyo

a la iniciativa de la COCOPA. Asimismo, la Conferencia del Milenio de los Pueblos

Indios (Panamá) rechazó la ley indígena aprobada en México. Por su parte, la

Unión Europea hizo un llamado al EZLN a reanudar el diálogo con el gobierno de

Fox y a responder a su “constructiva oferta” para alcanzar la paz en Chiapas el 14

de mayo. Sin embargo, ya desde el día 4 de este mes, La SEDENA, la PGR y el

gobierno del estado habían reactivado, después de 6 meses, los patrullajes

disuasivos de las Bases de Operación Mixta en las regiones Norte, Fronteriza,

Centro y Costa de Chiapas (razón invocada: la delincuencia).

Ahora bien, el 30 de julio, miles de indígenas bloquearon las principales

carreteras de Chiapas para manifestar su rechazo a la ley indígena. Asimismo,

103 Aquí inició el impasse en el que nos encontramos hasta el momento. 104 El EPR (Ejército Popular Revolucionario) surgió en junio de 1996 en Guerrero y el ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente) es una escisión del primero que se hizo público en junio de 1998 con la matanza de once campesinos en el Charco en Guerrero, donde fue muerto un estudiante universitario (Ricardo Zavala) y otra fue tomada presa (Erika Zamora). Cabe mencionar que ella fue liberada el 30 de mayo del presente año. Cuando salió a la luz pública el EPR no fue del todo apoyado por el EZLN, quien ya había dejado las armas. Sin embargo, con este proceso ambos ejércitos expresaran su apoyo al EZLN, aunque ésta no ha sido la única vez.

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exigieron la liberación de los presos zapatistas, la cancelación de las órdenes de

aprensión contra luchadores sociales, el castigo y desarme de los grupos

paramilitares, la salida del Ejército Federal, tarifas preferenciales en energía

eléctrica y apoyo a la educación.

El 14 de agosto, la reforma indígena fue publicada en el Diario Oficial de la

Federación. El secretario de Gobernación anunció que se combatirían las

inconformidades que se ocurrieran de la vía legal. No obstante, un día después,

se escuchó el llamado de 51 organizaciones indígenas a instancias internacionales

para que se hiciera un extrañamiento a México por el incumplimiento del Convenio

169 de la OIT. Por su parte, el día 28 de agosto, 333 indígenas desplazados del

grupo de la sociedad civil Las Abejas retornaron a tres comunidades en Chenalhó.

El 2 de septiembre, 250 municipios oaxaqueños presentaron ante la

Suprema Corte de Justicia de la Nación recursos contra la ley indígena. Para el

día 27 de septiembre, el Senado interpuso 296 recursos de reclamación en contra

de la admisión de las controversias constitucionales. Dos días después, treita y

cinco familias (118 personas) retornan a Los Chorros. Fue reabierto el templo

católico después de casi cuatro años.

El 19 de octubre, fue asesinada Digna Ochoa, abogada defensora de

derechos humanos, lo que hacía dudar mucho sobre el supuesto deseo del nuevo

gobierno de buscar las salidas de la paz y lo que, al mismo tiempo, podía significar

un golpe para todas aquellas personas y organizaciones defensoras incansables de

los derechos humanos, ochenta de las cuales exigieron la investigación expedita

de su asesinato. Para entender la lucha de esta mujer, basta dar lectura a uno de

los comunicados más conmovedores del subcomandante Marcos, donde dice que

esta mujer en el nombre llevaba la estrella. Ahora bien, el 26 de octubre, a las

primeras denuncias, se suman otras de la Red de Defensores La Voz de Cerro

Hueco y desplazados de varias comunidades sobre la continuación de agresiones

de paramilitares. Asimismo, denunciaron la existencia de amenazas de muerte a

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personas de ONGs de Chiapas: CDHFBLC, Red de Defensores y Colectivo de

Mujeres. Por si esto fuera poco, el 14 de noviembre, la CIDH Comisión

Internacional de Derechos Humanos) envió un ultimátum a Fox para liberar al

general Gallardo o el caso se enviaría a la Corte Interamericana de derechos

humanos. También fueron expuestos los temas de Aguas Blancas y la situación

de Chiapas.

Por su parte, el 21 de noviembre, un juez federal exoneró de todo cargo a

seis de los 87 indígenas implicados en la matanza de Acteal, dos de los cuales

habían sido señalados por la PGR como unos de los principales líderes

paramilitares. El juez ratificó a los otros 81 detenidos sentencia de 36 años de

prisión. Al día siguiente el gobierno estatal, organizaciones indígenas, y

legisladores de PRI y PRD que integraban la COCOPA manifestaron su desacuerdo

con la liberación de los seis presos en el caso de la matanza de Acteal por dar un

mensaje de impunidad.

2002:

El 7 de febrero fue liberado el general Gallardo por reducción de pena. Gallardo

agradeció al gobierno por cumplir "con parte" de la recomendación de la CIDH,

pero sostuvo que seguiría en su lucha para probar su plena inocencia así como

para crear un ombudsman militar.

Por su parte, el 10 de febrero, la Comisión Europea anunció que destinaría

una ayuda de 1.6 millones de dólares para asistencia a favor de los 15 mil

desplazados en Chiapas a través de la Cruz Roja.

El 14 de febrero, la Comisión de Asuntos Indígenas del Senado comenzó

una consulta para adecuar 16 ordenamientos federales a la reforma indígena

promulgada en agosto de 2001. Cuatro días después, 168 diputados replantearon

la iniciativa COCOPA en el Congreso Federal para reparar el error de haber

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aprobado el año pasado una reforma que no respondía a las demandas de los

pueblos indígenas.

Ahora bien, el 6 de marzo, el Ejecutivo presentó el Plan Oficial para el

Desarrollo de los Pueblos Indígenas, el cual consistía en lo siguiente: Objetivo 1:

contribuir a la construcción de una nueva relación entre el Estado, los pueblos

indígenas y el conjunto de la sociedad. Objetivo 2: mejorar la calidad de vida de

los pueblos indígenas. Objetivo 3: garantizar el efectivo acceso de los pueblos

indígenas a la jurisdicción de Estado. No obstante, dejó de lado aspectos

fundamentales de los Acuerdos de San Andrés y de la ley COCOPA, como el

reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas como sujetos de derecho

y la cuestión de la representación política de los pueblos indígenas. Reivindicaba,

en síntesis, la reforma aprobada por el Congreso. Días después, la OIT admitió la

reclamación de sindicatos contra la reforma indígena aprobada por el Estado

mexicano por la no observancia del Convenio 169 sobre los pueblos indígenas y

tribales.

Por otra parte, el 14 de abril, se presentó la investigación sobre Tortura e

Impunidad realizada por el Centro Agustín PRODH para el Comité de la ONU

contra la Tortura, en la cual se registraron en el país 100 casos de tortura con 217

víctimas, entre octubre de 1998 y julio de 2001.

Posteriormente, el 2 de mayo, Rodolfo Stavenhagen, relator Especial de la

ONU para los Derechos de los Pueblos Indígenas, afirmó después de una visita a

Chiapas que si no se resolvía la situación planteada por el rechazo a la ley

indígena, no habría paz social definitiva y seguirían produciéndose violaciones a

los derechos humanos. Los indígenas podrían llegar a ser las víctimas más

vulnerables de la lucha antiterrorista.

Para finales junio, el Ejército Federal ya había reactivado sus movilizaciones

en comunidades zapatistas, donde efectuaba operativos de revisión y mantenía un

constante acoso a los municipios autónomos.

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Entre el 5 y el 7 de julio, se realizó del Encuentro Nacional por la Paz con

Justicia y Dignidad en San Cristóbal de las Casas, con más de mil participantes. A

finales de este mes, el municipio autónomo Ricardo Flores Magón denunció que un

grupo de 40 paramilitares armados, procedentes de la comunidad priísta San

Antonio Escobar, habían atacado a las bases de apoyo zapatista en el ejido La

Culebra.

Mientras tanto, el 11 de agosto, se presentó el informe de la Comisión Civil

Internacional de Observación de los DDHH en Chiapas. Quedó en entredicho la

estrategia de paz en Chiapas. Los testimonios recogidos en sus visitas a 38

comunidades le permitieron concluir que, lejos de haber mejorado, la situación

estaba empeorando.105

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105 Para más información consulte la página web del Servicio Internacional para la Paz (http://www.sipaz.org), la cual fue mi principal fuente para realizar esta síntesis cronológica.

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Entrevistas

Primera visita

Elisa: La entrevista con ella fue el 21 de enero de 2002. La realicé junto con la de

su compañera Irma en los terrenos del Aguascalientes. Ella fue muy extrovertida y

participativa me proporcionó suficiente información y parecía gustarle. Elisa es

una mujer tzeltal, oriunda de Roberto Barrios, es una mujer de 36 años, casada,

con seis hijos e hijas.

Irma: La entrevista de Irma fue el 21 de enero de 2002. La entrevisté antes de

entrevistar a su compañera en los terrenos de Aguascalientes. Ella fue algo parca

y reservada con alguna información que no consideraba pertinente compartir

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conmigo, yo supuso que era por razones de seguridad. Irma pertenece a la

comunidad de León Brindis, es una mujer chol de 42 años, casada y con siete hijos

e hijas.

José: Esta entrevista se realizó el 22 de enero de 2002 en los terrenos del

Aguascalientes. Cooperó bastante. Él es oriundo de la comunidad de León Brindis,

es chol, tiene 38 año, está casado y tiene siete hijos e hijas.

Rodrigo: Esta entrevista se llevó a cabo el 22 d enero de 2002 en los terrenos del

Aguascalientes. Cooperó al igual que su compañero. Él es un joven de 23 años,

tzeltal, de la comunidad Francisco Villa, recientemente casado y con un hijo.

Segunda visita

Adela: Esta entrevista se llevó a cabo el día 12 de marzo de 2002. Adela es muy

tímida por lo que en la entrevista le costó mucho trabajo platicar con soltura. Sin

embargo, cooperó hasta donde le fue posible. Ella es originaria de Roberto

Barrios, es tzeltal, tiene 16 años y es soltera.

Doña Guadalupe: Realicé esta entrevista el día 13 de marzo de 2002 en la

pequeña farmacia junto a la clínica de Roberto Barrios. Su actitud ante la

entrevista fue muy desenvuelta, me compartió muchos recuerdos sobre su vida y

pasamos un rato muy agradable juntas. Ella es una mujer que cree tener 48 años

(aunque yo le calculé más), oriunda de Petalcingo y traída a Roberto Barrios desde

que era niña, es una mujer tzeltal, casada, con once hijos e hijas y algunos nietos

y nietas.

Magali: Realicé esta entrevista el día 12 de marzo de 2002 en la farmacia junto a

la clínica de Roberto Barrios. Magali es una muchacha sumamente extrovertida

por lo que no sólo cooperó, sino que además nos divertimos mucho charlando. Ella

nació en Roberto Barrios, es tzeltal, tiene 16 años y soltera.

Doña Rosalía: Esta entrevista se llevó a cabo el día 13 de marzo después de la de

Doña Guadalupe, en la pequeña farmacia junto a la clínica de Roberto Barrios. Su

actitud también fue de cooperación. Pero Doña Rosalía fue la única persona de las

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que entrevisté que no hablaba español. Así que Magali fue nuestra intérprete.

Ella también es originaria de Petalcingo y fue traída a Roberto Barrios desde

pequeña, es una mujer tzeltal, casada, con nueve hijos e hijas.