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garita Velázquez Leticia Merino (coordinadoras)

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Margarita Velázquez Leticia Merino Coordinadoras

GÉNERO, ANALISIS Y MULTIDISCIPLINA

Universidad Nacional Autónoma de México Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias

Cuernavaca, Mor., 1997

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HQI 106 Vclázquez, Margarita, coord. V45 Gtnero, análisis y multidisciplina/ Margarita Velázquez y Leticia

Mlrino, coords. Cuernavaca: UNAM, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, 1997.

214 p.. ISBN: 968-36-5800-8

I.:Mujeres, ensayos. 2. Gtnero,estudios de. 1. Merino, Leticia, coord.

...

Portada: Javier Curiel y Poluqui

OUniversidad Nacional Aut6noma de Mtxico Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias Av. Universidad s/n, Circuito 2, Col. Charnilpa Cuernavaca, Morelos.

Correo electr6nico: [email protected] http: //www.crim.unam.mx/

ISBN: 968-36-5800-8

Impreso y hecho en Mexico

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A Carlos García

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TABLA DE CONTENIDO

Presentación, Leticia Merino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1

1. Las posibilidades de la diferencia, EmmaLeón Vega . . . . . 15

11. Del campo a la escuela y de la escuela al trabajo: campos sociales de construcción de nuevas necesidades y del con- cepto de género, Medardo Tapia Uribe. . . . . . . . . . . . . 39

111. Desarrollo y participación: el uso de los recursos naturales de bosques y selvas. Una aproximación desde la perspec- tiva de género, Margarita Velázquez . . . . . . . . . . . . . . 55

IV. La segregación ocupacional femenina y la democratización . . . . . . . . . . . . de la sociedad, Mercedes Pedrero Nieto 81

V. Percepción de necesidades en salud reproductiva desde la perspectiva de género. El caso de dos poblaciones en el Estado de Morelos, Carlos García M. y Cecilia García B. : . . 99

1 VI. Comportamiento reproductivo y políticas familiares desde una perspectiva de género: el caso de la Cerdaíía, 1 . . . . . . . . MagalíDaltabuitGodásyJaumeBertranpetit 137

VII. El tema de género en la teoria de la organización, Blanca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . E. López Villarreal. 17 1

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1 Presentación

Los materiales que se reúnen en este libro constituyen un pri- mer esfuerzo realizado por un grupo de investigadores del Cen- tro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, para incorporar la perspectiva de género en algunos proyectos de in- vestigación de distintas áreas temáticas y diferentes disciplina~.

Estos textos son resultado del desarrollo de los proyectos particulares de cada uno de los autores, a la vez que del análisis y la reflexión colectivos que, a lo largo de un año, sos'tuvieron dentro del seminario de "Estudios de Género", que se desarro- lló en el mismo CRIM.

Si bien los textos presentan una notable variedad - e n tan- to producto de proyectos distintos- me parece que comparten, no sólo el objetivo general de incorporar el género a 19s distin- tos campos analíticos en los que cada uno se mueve sino que, en términos generales, lo trabajan de manera similar. No se entien- de el tema de género como un campo disciplinario en si mismo, sino como una dimensión que atraviesa las distintas esferas de las relaciones sociales y, al hacerlo, las problematiza.

La propuesta implícita en los distintos artículos es la de manejar el género como perspectiva, cuyo abordaje y desarro- llo pasan necesariamente por la investigación multidisciplina- ria. Desde este marco general, los siete trabajos que aquí se presentan hacen aportaciones interesantes, tanto al desarrollo de la perspectiva de género, en tanto óptica conceptual y meto- dológica - c o m o a los propios campos disciplinarios donde se inscriben estos estudios, que indudablemente resultarán enri- quecidos con la problematización realizada desde una perspec- tiva- que a menudo se obvia

La variedad de los textos se refiere no solamente a la pre- sencia de temáticas distintas, sino también de diferentes niveles de análisis. En los textos de Magalí Daltabuit, Carlos y Cecilia García y Mercedes Pedrero, la ~erspectiva de género se maneja como una dimensión central del análisis de temas de investiga- ción particulares: el comportamiento reproductivo y las politi-

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cas familiares en el trabajo de Magalí Daltabuit; la percepción de las necesidades en salud reproductiva en el de Carlos y Ceci- lia García, y la relación entre la segregación ocupacional feme- nina y la democratización de la sociedad en el texto de Mercedes Pedrero.

El trabajo de Magalí Daltabuit busca explicar - e n base a datos demográficos, de estadísticas médicas y entrevistas- el impacto de los factores políticos e históricos sobre la conducta reproductiva; particularmente el impacto que en ella ejercen las concepbiones de género presentes, tanto en las instituciones como entre las poblaciones, en general. Carlos y Cecilia Garcia buscan analizar y discutir cómo los distintos grupos de mujeres perciben sus necesidades de ayuda en las etapas del preparto y el postparto de acuerdo a los niveles de "confrontación" que han desarrollado, respecto al papel femenino de subordinación. Por su parte, el trabajo de Mercedes Pedrero desarrolla una rela- ción muy sugerente entre la segregación ocupacional femenina, la búsqueda de su superación y los procesos de democratiza- ción social, haciendo jugar de manera esclarecedora, herra- mientas analíticas como la teoría del control cultural y cuestionando el supuesto generalizado de que el crecimiento de la participación de las mujeres en los mercados de trabajo se traduce mecánicamente para ellas, en mayor capacidad de deci- sión.

El texto de Margarita Velázquez, que es en sí la presenta- ción de un proyecto de investigación, proporciona numerosos elementos para la construcción de una nueva estrategia de aná- lisis, que inscribiéndose en el campo general de las relaciones entre género y medio ambiente, se aplica de forma particular a las relaciones genéricas que se desarrollan en torno al control, manejo y beneficio de los recursos y ecosistemas forestales.

Medardo Tapia busca construir un marco teórico-metodo- lógico para dilucidar el sentido sociocultural que tiene la educa- ción escolarizada de las niñas y muchachas en comunidades rurales del estado de Morelos; esto mediante la incorporación

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de las percepciones de hombres y mujeres de dichas comunida- des.

Con un propósito cercano al análisis histórico de las teo- rías, Blanca López realiza una revisión cuidadosa de la forma en que distintos autores de la llamada "Teoría de la Organiza- ción", han abordado la temática de la participación de las muje- res en las organizaciones laborales y las relaciones de género que en ellas se dan.

Por último, el trabajo de Ernrna León presenta un análisis epistemológico de las categorías de etnicidad y género, relacio- nándolas al considerar las posibilidades eurísticas que ellas conllevan, haciendo referencia a las categorías que denotan la diferenciación de las sociedades.

Esta colección de ensayos es - c o m o ya hemos señala- do- un primer esfuerzo por construir, colectivamente, pro- puestas para incorporar la perspectiva de género en una amplia gama de proyectos. El trabajo está dirigido a investigadores de distintos campos, comprometidos con la construcción de pers- pectivas capaces de adecuarse a nuevas relaciones y actores so- ciales; trascendiendo en este sentido, los límites establecidos de las disciplinas tradicionales.

Por último, cabe señalar que no se trata de un texto estruc- turado. Por un lado, muchos de los trabajos que aquí se presen- tan, continúan desarrollándose; por el otro, la visión teórica y el abordaje metodológico de la perspectiva de género, constitu- yen un campo en construcción al que se suma este esfuerzo. No obstante, nos parece que la difusión de estos ensayos resultará muy fmctífera y aportará elementos interesantes a futuros tra- bajos que busquen incorporar la perspectiva de género a distin- tas áreas temáticas.

Leticia Merino Octubre de 1995

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1. LAS PO$PBPLIDADES DE LA DIFERENCIA

Emma León Vega *

Como muchos colegas, he dedicado mi atención a explorar di- versas perspectivas y prácticas relacionadas con la constitución de sujetos capaces de intervenir sobre las condicionantes de sus contextos vitales. En este tiempo he tenido la oportunidad de te- ner contacto con los esfuerzos que, desde diferentes foros, están desarrollándose para incorporar la problemática de las relacio- nes de género. Un acercamiento que no se originó de mi partici- pación directa en este gran campo, sino a través del estudio sobre la construcción de horizontes de sentido que alimentan, legitiman y viabilizan el diseño y realización de proyectos de diferente tipo, así como de las maneras en que las ciencias so- ciales están abordando el problema.

Es desde esta puerta de entrada que puede constatarse cómo la discusión que se articula en las relaciones de género, además de su propia particularidad interna, contiene una buena cantidad de implicaciones teóricas y metodológicas en el análi- sis social, globalmente hablando. En la medida en que los pro- cesos que intenta comprender han colaborado, junto con otras esferas, a la revisión profunda de los arquetipos, representacio- nes y criterios con que se ha tasado la sociabilidad de la vida hu- mana en sus diferentes trayectorias históricas.

Debido á esta cualidad desmistificadora de los estudios de género, y procediendo desde mis propias preocupaciones, es que presento las siguientes reflexiones generales, intentando no centrarme en el debate que se desarrolla al interior de su campo de observación sino, más bien, retomando como idea eje las im- plicaciones que puede tener el género, como categoría, cuando se le ubica en el marcb de construcción del conocimiento social en general. Sobre todo en los aspectos de la articulación con otras categorías que se están utilizando para comprender una variedad de procesos colectivos. Algo que está presente en la

* Investigadora del CRIM

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- mos de integración rkdtidi~ci~linaria que no sean la mera adi- ción de temáticas y teorías. Sino más bien que impliquen la elaboración de premisas y criterios más acordes con la comple- jidad del mundo social.

Aunque lo anterior se está trabajando desde diversas pers- pectivas, he privilegiado en mi reflexión el nivel epistémico y metodológico en tanto considero importante continuar una 1í- nea paralela a los estudios de fundamentación teórica y empíri- ca sobre fenómenos y procesos concretos, entre ellos, los de género. Lo anterior porque comparto la creencia de que este tipo de análisis puede coadyuvar a darle más claridad a los jui- cios y conceptos que utilizamos como herramientas de observa- ción y explicación de realidades.

Ahora bien, también es sabido que las nociones de lo epis- témico y lo metodológico son muy variadas, que se mueven en distintos órdenes y que, afortunadamente, no existe un consen- so que legitime la veracidad de ninguna postura por sobre otra.

En este caso particular las implicaciones de estos dos nive- les de análisis están solamente esbozadas pero tienen fuertes efectos sobre lo que se dice en el trabajo, la manera como se ar- gumenta y la secuencia de su presentación.

Con respecto al tipo de análisis que aquí se expone, puedo decir rápidamente que es epistémico, en cuanto está inserto en la revisión de las lógicas de razonamiento con que una realidad social es valorada, pensada y enunciada. Por tanto, más que re- ferir a comparaciones entre modelos de fundamentación del co- nocimiento, mi esbozo tiene la función de apuntar las posibilidades que tiene una categoría como el género para de- sencadenar procesos de problematización gnoseológica; vale decir, para abrir relaciones de conocimiento a ámbitos amplios y conflictivos, además de los contenidos en su propio campo de estudio. Esto sin quedarse atrapados en la terminología ni en la variedad de significados explicativos que puede tener tal cate- goría en el marco de un fenómeno empírico específico o dentro de una teoría en particular.

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En otras palabras, el tratamiento epistémico aquí adoptado no opera con base en la idea de comparaciones entre autores, es- cuelas o paradigmas, o bien en tomar alguna postura particular para desmontar en su interior alguna lógica de construcción y10 marco hermenéutico. Solamente se tomará la nominación mis- ma de un término (en este caso el género) para intentar develar algunos criterios y referentes analíticos que llevan a ese enun- ciado a convertirse en concepto o categoría de ciencia social.

Considero que tiene valor hacer este tipo de reflexiones, aunque muchas veces se les resta importancia, por dos razones que no son tan inofensivas: una, porque generalmente se asume de manera fácil cualquier concepto o término, en la creencia de que su función innovadora dentro del análisis social se resuelve por el significado que puede adoptar según diferentes perspec- tivas teóricas, o bien según el tipo de datos concretos que se ela- boran en una temática o recorte empírico.

Ciertamente, es fundamental la función hermenéutica que pueden abrir los conceptos y las categorías, sobre todo en rela- ción a las resoluciones teóricas y metodológicas de la investiga- ción. Sin embargo, pocas veces se incorpora el aspecto constructivo, a nivel gnoseológico, del término que se está to- mando como eje para organizar los esquemas analíticos. Que- dando con frecuencia este problema en el plano de evidencias enunciativas que tienen validez por el solo hecho de proponer- las y teorizarlas.

La segunda razón engloba a la anterior en la medida en que esta forma de proceder está inserta en el corazón de los criterios del conocer que dominan los espacios y discursos científicos.

En ellos, por trayectoria histórica que no voy a argumen- tar, se ha llegado al establecimiento de normas que dictan lo que es conocimiento y discurso científico objetivo y fundamentado y lo que es mera especulación subjetiva, con lo cual, todo aquel esfuerzo racional que se sale de la empiria y la autoridad teórica queda en el plano de 10 literario, la asociación libre de ideas, el sentido común y otras formas de descalificación.

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El cuadro eri que intenta ubicarse mi reflexión contraviene totalmente estas dos situaciones anteriores que, cabe señalar, no están pensadas en los ámbitos particulares de los estudios de género sino, más bien, en el contexto general de las ciencias so- ciales, dentro de las cuales se han venido impulsando produc- ciones analíticas que tienden aromper con esas y otras fronteras establecidas, con el fin de no quedarse en la mera denuncia de la crisis del conocimiento y de las teorías, y emprender el trabajo de construcción gnoseológica que vaya desenmarañando los di- ferentes niveles y mecanismos de la racionalidad y la elabora- ción de juicios.

Estoy consciente que tomar esa perspectiva envuelve a quien la adopta en una atmósfera de indeterminación y titubeo que afecta los campos temáticos elegidos, la manera de abor- darlos y la forma de argumentarlos, pero tiene la ventaja de co- locar la reflexión en una tensión de desestructuración y multidiscursividad que es el principio básico para relativizar los juicios establecidos, los conceptos y las evidencias que ellos nos muestran.

Con este marco, la categoría género no será utilizada para ver por su conducto las relaciones que hombres y mujeres esta- blecen en diferentes contextos y problemáticas sociales concre- tas. Como tampoco para entrar a la discusión que se está desarrollando actualmente sobre si es un término, concepto, teoría, campo de fenómenos o una perspectiva de lectura en ge- neral.

Parto de la afirmación que el género es todo este conjunto, cada una de estas cosas y otras tantas más, que operan en la vida social de las personas y en la trayectoria histórica de las socie- dades y cuyo uso y significado dependerá del contexto y nivel en que se le ubique. Se vuelve a recordar que el motivo para to- mar el género como eje de análisis estará alrededor de su inser- ción en el campo de las ciencias sociales, tomando nota de algunas consideraciones con respecto a ciertos mecanismos de cons- trucción cognoscitiva que lo lleven a convertirse en una catego- ría fundamental cuya presencia está fuera de toda duda.

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El efecto más fuerte de estas decisiones se expresa en el he- cho de que siendo esta categoría, y su vinculación con otra (et- nicidad) el motivo de este trabajo, la reflexión no está pensada ni se desarrolla bajo la perspectiva denominada de género. Lo que podría reflejar cosas tales como la subordinación de la dis- cursividad científica a patrones de racionalidad que han sido construidos durante la historia de las relaciones asimétricas en- tre hombres y mujeres. (Simmel, 1929.)'

La óptica adoptada, vuelvo a decir, está más bien en inscri- bir la categoría género al interior de los problemas de construc- ción del conocimiento social, en términos de algunos de sus criterios constitutivos, funciones y posibilidades de vincula- ción.

Por otro lado, esto no significa que hablemos de un nivel frío y abstracto, carente de enraizamiento en realidades, con- textos y fenómenos concretos, ni que haya ausencia de un suje- to encarnado en la vida y en la historia humana. .

Al contrario, se está partiendo también de la idea que géne- ro y otras categorías como etnicidad, han surgido y se han vuel- to a tomar en cuenta en la medida en que son respuesta a los procesos objetivos de la sociabilidad; construida y vivida por personas de carne y hueso. Por tanto, como diría Marx, están históricamente determinadas y, en palabras de Weber, han re- formulado sus significados durante la trayectoria de sociedades y culturas.

Con estas premisas a cuestas la idea es observar, sin dete- nerse, cómo tal determinación objetiva y dotación de significa- dos y valores impactan profundamente los parámetros de producción del conocimiento social, que los devuelve recicla- dos como instrumentos racionales para ubicarse y comprender el mundo en que vivimos..

1 Una de las reflexiones interesantes al respecto fue desarrollada por este autor aprincipios de este siglo. En ellase vaconstatando la un-iversalizaci6n del discurso masculino hastael pun- to que se identifica con la racionalidad objetiva que sirve de partimetro a la construcci6n de juiii.0~ y conocimientos sociales.

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gico, en la medida en que no se tocan cuestiones tales como la construcción de datos o de estrategias para la investigación que recojan la complejidad de las relaciones de género y10 étnicas. Se trata, más bien, de plantear problemas sobre cómo es que ta- les categorías son tomadas en la práctica para hacerle frente a problemas sociales que demandan perspectivas multidimensio- nales. Aquí también queda claro que la variedad de experien- cias registradas y en proceso es enorme. Sin embargo, la intención es no perderse en esta diversidad, recuperando sola- mente algunas preocupaciones generales que se presentan para la comprensión y búsqueda de soluciones a problemas en que el género y otras dimensiones son el foco de atención o uno de sus ingredientes principales.

Por último, cabe señalar la manera como tales adopciones analiticas se traducen en la organización y presentación de esta reflexión.

La primer cuestión remite al tipo de lenguaje utilizado, que puede ser barroco y oscuro. Más allá de las limitaciones argu- mentativas, lo cierto es que preferí no explayarme y hacer refe- rencias a cada cosa dicha, puesto que haría de este documento un empastado denso, con el riesgo de ganar mayor claridad en la fundarnentación abstracta del análisis, pero perdiendo las motivaciones y el objeto de reflexión que se quiere exponer: el género y la etnicidad como categorías analíticas, sus vincula- ciones gnoseológicas y su utilización en proyectos concretos.

A esto se suma el hecho de que las referencias a autores y teorías son escasas, si no es que ausentes, razón por la que deseo mantener en suspenso las confrontaciones, discusiones y con- sensos con alguna postura en particular. Parto de la idea de que el y la lectora tienen cierta información básica que es comparti- da, circulada y parte del repertorio de las ciencias sociales en sus debates actuales, y las cuales tomo prestadas para hacer mis propias elaboraciones. Además de que, y realmente esto es lo sustancial, el eje central persigue solamente un campo proble- mático, desencadenador de preguntas e inconformidades que,

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creo, pueden ser más fructíferas que encontrar apoyo en la clari- dad de juicios y discursos acabados.

Las consecuencias en la presentación del argumento son evidentes, en tanto se trata de una serie de notas de carácter ge- neral e inacabado que se agrupan en dos secciones principales, a saber: una primera, orientada a algunos criterios constitutivos del género como categoría analítica y su relación con la etnici- dad (cuyas razones de inclusión se explicarán en su momento); y una segunda parte en que hay un traslado al terreno de la ins- trumentación de proyectos de todo tipo y las dificultades para vincular en la práctica ambas categorías. Esto resulta en dos ni- veles de discusión que no necesariamente tienen línea de conti- nuidad y que de modo propositivo se dejan sin resolver, puesto que tal desconexión es la que merece la verdadera atención y desarrollo sistemático de aquella persona interesada en el debate.

Con estas advertencias y aclaraciones procedo al trabajo mismo, sabiendo de antemano que aunque pueda sentirse como fuera de lugar una reflexión de este tipo, resulta importante in- cluir dentro del marco de las experiencias concretas, un aparta- do que se plantee paralelamente el problema de los conceptos, categorías y r=mm-nientos que se utilizan y fundamentan teó- ricamente, para comprender e intervenir en contextos especifi- c o ~ . Esto no significa imponer soluciones ni verdades, solamente el anhelo por seguir en la construcción de un conoci- miento social más acorde y sólido con las realidades de nuestro tiempo.

Género y etnicidad en la construcción del conocimiento social

La primer cosa que resalta, sin entrar en detalles, es el hecho de que cualquier reflexión, y la del género en particular, está mo- viéndose en un contexto marcado por la desestructuración de los parámetros y por tanto con un posible cambio del "logos", que ha brujuleado la gestión de la vida y sus representaciones durante ya larga datación. Una desestructuración que evidente-

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mente matiza los análisis con varias dificultades para la elabo- ración de propuestas. Pero también, y he aquí la riqueza, coloca a todos ante el desafío de bosquejar perfiles de sentido que puedan ayudarnos a trascender, o al menos reformular los graves problemas de nuestro presente. Lo anterior se debe a la necesidad inaplazable de configurar criterios y valoraciones or- denadoras de la complejidad de las producciones sociales del presente, sin que ello signifique , por anhelo y prisa, mezclar y transfundir realidades que pueden tener referentes y dinámicas internas no sólo distintas, sino sobre todo de choque y exclu- sión, las cuales requieren de un trabajo más concienzudo sin negar sus propias particularidades, ni subordinarlas artificial- mente a parámetros que pueden no corresponderle.

Se señala lo anterior en cuanto el género, como otras mo- dalidades de relación social, expresa tales dificultades y retos que sería inabarcable enlistar, pero los cuales resulta Útil tomar en cuenta para recordar el momento histórico en que se ubica su análisis, con el fin de resaltar, sobre todo, lo provisional y relati- vo de todo lo que pueda decirse de esta problemática, cuando se tiene como telón de fondo. Por ejemplo, la tensión contemporá- nea entre las tendencias generalizantes y homogeneizantes de los sistemas y medios de satisfacción de las necesidades hurna- nas, con las emergencias de viejos y nuevos patrones de socia- bilidad que enfatizan la particularidad de las identidades y otros procesos de constitución de los sujetos (sociológicamente ha- blando).

1 Así podemos ver cómo los estudios del género se ven in-

fluidos por el cruce de ritmos y vivencias marcadas por la mun- dialización de la economía, la red interconectada de las comunicaciones y la globalización de la pobreza, por la lucha simultánea por territorios geopolíticos y sociales locales, por la preocupación sobre la sustentabilidad ecológico-cultural, etc. Situaciones y desafios todos que exigen reconocer la legitimi- dad de otras formas de identificación con comunidades simbó- licas y prácticas que circunscriben las fronteras de lo propio y lo ajeno, lo igual y lo distinto, etcétera.

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Es por esto que he optado por tomar a la etnicidad como una esfera que, recurrentemente, está emergiendo en el discur- so social y académico sobre el género en la medida que ambas, dentro de su propio terreno como en el de sus interrelaciones mutuas, están desafiando al conocimiento social para elaborar análisis multidisciplinarios que permitan salirle al paso a la he- terogeneidad de mundos y proyectos que llevan sobre ruedas la gestión de la vida contemporánea.

Considero que esto es así porque tanto etnicidad como gé- nero apuntan a realidades cuyo análisis no proviene de la mera especulación abstracta. Independientemente de que haya algo de eso, ambos son mundos con presencia viva y actuante que están reconfigurando la cartografia de la socialidad contempo- ránea. En el terreno de los movimientos sociales organizados, de las organizaciones sociales o como hilos que tejen las rela- ciones humanas, género y etnicidad han confirmado su impor- tancia capital para el reconocimiento de sujetos y actores que hagan viables proyectos sociales basados en nuevas formas de solidaridad y reconocimiento de las diferencias.

Además, porque éstas, junto con otras esferas, han abierto la clausura de los parámetros del conocimiento social, permi- tiendo reformular la comprensión de las prácticas colectivas, al romper hasta sus cimientos las mismas nociones clásicas de su- jeto actuante y los criterios establecidos de lo que fue, es y debe- ría ser el ordenamiento del cuerpo social y cultural.

Sin entrar de lleno podemos ver, entonces, que género y et- nicidad son categorías, en tanto realidades y conceptos históri- camente determinados, que están poniendo el dedo en el problema de la reproducción y transformación radical de las di- versas formaciones individuales y colectivas, así como en sus añejas valoraciones: familia, comunidad, trabajo, educación, etcétera.

Pero ahora podemos preguntarnos ¿a qué se debe esta cua- lidad desestructurante y constructora? ¿Qué están perforando en la vida espiritual y material, conceptual y práctica del ser hu- mano contemporáneo?

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Las respuestas son variadas. Sin embargo, he optado por tomar una línea que me parece central por las implicaciones analíticas y prácticas en el proceso de constitución de sujetos sociales y su papel en la viabilización de proyectos concretos: me refiero al proceso, principio y capacidad de diferenciación, que es consustancial a los modos de apropiación específica- mente humanos.

Lo que se quiere decir con esto es que la etnicidad y el gé- nero están aludiendo a la necesidad y capacidad que todo sujeto tiene para establecer las fronteras desde las cuales se ubica, para relacionarse consigo mismo y con las otras realidades que con- forman sus espacios vitales. Es decir, tienen como sustrato constitutivo un principio de diferenciación que es humano y so- cial en tanto el desarrollo de una conciencia de la propia exis- tencia, la que sólo es posible de gestarse en relación, contrastación y por tanto reconocimiento de la existencia de otras alteridades y otredades.

Podríamos seguir este hilo hasta estratos cadavezmás pro- fundos y complicados, como aquellos que se ligan a la constitu- ción del ser y la concienciahumana. Pero baste señalar que los mecanismos constitutivos de la diferenciación pueden ayudar a comprender la construcción de la identidad y unicidad (en cuanto único e integrado) comprometidas en la percepción de lo propio y lo ajeno; el yo, nosotros y ustedes. Así como el esta- blecimiento de todos aquellos linderos de referencia y distan- ciamiento, de identificación y extrañamiento que han organizado y siguen organizando 10s ordenamientos espa- ciales de la historia conocida hasta la a~tual idad.~

Un mecanismo de diferenciación que, asentado en el ámbito de las producciones humanas, refleja y se expresa en todas las circunscripciones posibles entre: culturas, razas, configuraciones geopoiiticas (estados, paises, naciones); regio-

2 Lo anterior sin tomar en cuenta lo que ataPTe la diferenciaci6n que el ser humano ha h e c b de sl mismo con la naturaleza en general, con Otras especies, animales, etdtera.

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nes y zonas económicas (centraleslperiféricas; esteloeste y nor- 1 telsur), modelos civilizatorios, etc.; o bien en el terreno misceláneo de las ideologías, saberes y marcos axiológicos. Todas ellas encarnando dinámicas y ámbitos dispares, pero compartiendo, en el tuétano, el carácter construido de sus deli- mitaciones, como característica de un modo de apropiación del mundo, elaborado e intervenido por sus propios sujetos.

Pero también, como nos lo demuestran la etnicidad y el género, tal diferenciación, consustancial a la naturaleza so- cial, manifiesta no solamente la diversidad de que es capaz el ser h ~ m a n o . ~ El problema radica en la sospechosa asociación de la diferencia con lo desigual; y de esto último con la subordi- nación, el dominio, la influencia, el poder y otras formas de ex- clusión y subyugamiento asimétrico, con que siempre, nos atrevemos a decir, han operado las relaciones entre identidades, espacios, sujetos y objetos, configuradores de las tramas y or- denamiento~ sociales.

Para nada entraremos a detallar las identificaciones entre lo diferente, lo desigual y la dominación, que llevan a parafrasear la clásica afirmación de "el hombre es el lobo del hombre" en: "cualquier entidad social es lobo de todo lo que no es ella misma".

Más bien señalaremos que cualquier categoría de dife- renciación, arrastrada hasta la corriente del mundo contem- poráneo, conlleva el análisis de esa carga de luchas y antagonismos, de resistencias y potencialidades incorpora- das por el aire envenenado del distanciamiento y ligazón asi- métricas, con todas las consecuencias que implica.

De ahí que los viejos y nuevos criterios de frontera, para entender las relaciones sociales y sus horizontes de sentido, tengan el desafío de descubrir y elaborar formas y contenidos que modifiquen estas asociaciones y caras perversas con que se ha teñido la diferenciación humana. Todo lo cual nos de-

3 Tal y como esta recordando la~topfa de lalegitimidad de todo lo heterogkneo y lo múltiple.

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vuelve a las posibilidades y dificultades que conllevan la etnici- dad y el género para revisar los marcos de referencia establecidos y construir, en lo posible, condiciones de sociali- dad más frescas y enriquecidas.

Es en este sentido que pueden esbozarse de manera pro- visional algunos puntos de confluencia entre esas categorías, así como también presentar algunas observaciones prove- nientes de su participación en proyectos sociales que inten- tan vincularlas.

En el aspecto de las confluencias se pueden anotar las si- guientes consideraciones:

1. Si tomamos género y etnicidad desde la perspectiva de sus funciones envarias formas de ordenamiento y dinámi- ca sociales vemos que, ambas categorías, han entrado en el análisis sociológico vía el debate de los denominados "nue- VOS sujetos sociales".

Un campo que tiene en su haber las diferentes formas en que se están organizando y movilizando acciones protagónicas y de reivindicación social por colectivos que se consideraban ajenos o marginales a las contiendas políticas y eco no mica^.^

La curiosidad radica en que esas dos esferas tienen una trayectoria histórico-genética que rompe con el sentido de lo nuevo y lo inédito.

Para ilustrar el largo aliento que tienen estos criterios de diferenciación en la génesis de la socialidad humana, pode- mos ver los trabajos sobre la constitución de las comunida- des simbólicas y de prácticas culturales. En muchos de ellos se registra el hecho de que, más allá de las mitologías funda- doras en que aparecen generadores de la vida de carácter an- drógino, la conciencia del ser humano como especie, con

4 La gama de estas configuraciones es vasta ya que esth, sobre todo, en funci6n de los siste- mas de necesidades que se definen en el marco de ciertas condiciones objetivas: movimien- tos urbanos, magisteriales, juveniles, de homosexuales, indigenas, de actores ligados a los procesos productivos que no e s t b sindicalizados ni pertenecen aasociaciones corporativas,

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relación a cualquier otra realidad, está cimentada por una dife- renciación biológica y una vinculación entre seres diferentes, que van construyendo en sus intercambios patrones de apropia- ción del mundo, entramadores de horizontes de sentido y de identificación colectiva, principio de cualquier etnicidad.

En este marco, quizá lo nuevo consiste en cómo en la ac- tualidad, se va reconociendo el carácter construido de las dis- tinciones sexuales, bajo la nominación de género. Mientras que los procesos de circunscripción y pertenencia territorial van sacando el problema de la etnicidad del lugar marginal, exótico y excedente de las comunidades tribales y arcaicas en que fue ubicada por los modelos de desarrollo y la moder- nización, para concebirla dentro del campo de la comunali- dad de representaciones y prácticas culturales, que le dan cara y aglutinamiento a todo colectivo humano y sus miem- bros.

2. Así como otras modalidades, género y etnicidad cons- tituyen, como diría Jorge González (1 994), frentes culturales de carácter transclasista. Es decir, puntos de aglutinarniento con movimientos expansivos que articulan y pueden articularse con y a lo largo de otros criterios de diferenciación social (gene- racionales, de estratificación, clase, de linderos geopolíticos, etcétera).

Estas vinculaciones transversales y verticales hacen que las delimitaciones de género y etnicidad no sean fijas ni cerra- das; al contrario, estructuran fronteras o umbrales en el que el yo individual y el nosotros colectivo se funden y vinculan en una multiplicidad de círculos, estableciendo ramificaciones con diversas alteridades y otredades comprometidas en la re- producción y tránsito de sociedades y culturas.

3. En consecuencia, para el análisis social son categorías, que no conceptos y términos, en tanto su papel de ángulos de lectura que posibilitan múltiples connotaciones y significados, según el universo de observación en que se les ubica. Sin, por ello, perder su función de diferenciación y religamento que dis-

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circunscribe. Dando, por ejemplo, una vinculación en que las distincio-

nes sexuales devienen en marcos de apropiación culturalmente compartidos (en el caso del género) pero, a la vez, construidos y puestos en movimiento por mujeres y hombres de carne y hueso durante sus intercambios y relaciones sociales (en el caso de las etnicidades).

4. Etnicidad y género, como toda categoría polivalente, tienen la virtud de ser campos en proceso inacabado, lo que per- mite no aprisionar ninguna de sus realidades en limites fijos y cerrados, con referentes unívocos.

Su punto clave son la plasticidad y transmutación de sus fronteras. Por ejemplo, como se ha estado constatando en el caso del género, la femineidad y la masculinidad son a la vez, rasgos, estados, posturas, papeles, cosmovisiones, etc., que pue- den separarse, excluirse, complementarse o antagonizar en uno o varios colectivos, incluso al interior de un solo sujeto en situa- ciones y circunstancias diversas.

Mientras que en el terreno de la etnicidad, puede tomarse como ilustración la cualidad ubicua de grupos e individualida- des para pertenecer e identificarse al mismo tiempo con varios círculos y contextos, así como condensarse y objetivarse en te- rritorios específicos.

Estas son algunas comunalidades que pueden colaborar, no tanto a establecer semejanzas entre ambas categorías sino, más bien, a comprender las posibilidades de interconexión que obviamente requieren de ser trabajadas a mayor profundidad y detalle en el plano de sus referentes concretos.

Cosa que no se pretende ni se podría resolver en una discu- sión tan breve y general como la que aquí se presenta. Sin em- bargo, lo que sí nos permiten ver es la gran potencialidad que ellas tienen para contrarrestar la visión sustancialista de las di- ferencias humanas, al poner el dedo en la plasticidad, virtuali- dad y transformabilidad de las formaciones sociales. Y, con ello, la altísima capacidad de los sujetos de una sociedad para

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formarse, pertenecer e identificarse con diferentes círculos, contextos y situaciones, sin que implique una atomización de su experiencia ni una disolución de su entidad.

Por otra parte, el problema no radica solamente en recono- cer los criterios que comparten sino también y quizá lo más im- portante, anotar los puntos de conflicto y contradicción que no sabemos todavía si tienen raíz en las dinámicas concretas de la realidad social, tal como se están manifestando, o bien en las formas de razonamiento, estrategias de observación u otros fac- tores asociados a su reconstrucción analítica. Cosa que procedo a mencionar rápidamente.

Algunas dificultades para armonizar las diferencias

Sin entrar al terreno de las explicaciones ni a la exposición de estudios de caso, creo conveniente hablar un poco de los pro- blemas que se están presentando cuando se intenta vincular et- nicidad y género en el terreno de la instrumentación de proyectos sociales concretos. Esto porque es ahí donde afloran ' con mayor claridad los cuellos de botella que, a veces, por anhe- lo de un mundo mejor y sobre todo de una reversión de los pa- trones de dominación y subyugamiento, llevan a confundir planos cuya articulación no es tan fácil de resolver.

Volveré otra vez a la mera enumeración de notas que deman- dan, repito, una revisión más sistemática.

En primer lugar, pareciera que el gran eje paradigmático en los estudios de género y etnicidad son las relaciones de do- minación/exclusión con que se han constituido las delimitacio- nes sociales entre los sexos, así como para identificar y diferenciar territorios simbólicos, prácticos y materiales que dan sentido de unidad e identidad a colectivos humanos concre- tos y a sus miembros.

Sin embargo, aunque ambas comparten estos antagonis- mos y conflictos, el problema que se muestra con más frecuen- cia es la tendencia a tomar de tajo las relaciones de dominio,

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según la perspectiva de alguna de ellas, pero sin atender los re- tos que implica su vinculación con la otra.

Evidentemente que todo análisis contiene un lugar de si- tuamiento desde el cual se mira y valora el mundo. Sin embar- go, comparto la afirmación de que la riqueza y la mayor complejidad de cualquiera de estas categorías no radica en la ventana que cada una de ellas puede abrir en sí misma sino, so- bre todo, en las realidades que resultan de los intentos de su arti- culación y mediación recíproca.

Digo lo anterior porque, cuando se intentan diseñar, reali- zar o evaluar proyectos sociales específicos, el campo de la et- nicidad o del género pueden guardar una cierta coherencia mientras se les tome por separado o se privilegie la perspectiva de uno de ellos, para incorporar la problemática del otro. Empe- ro, en esta manera de proceder casi siempre predomina una perspectiva parcial en la que se pierde de vista o se subordina una gran cantidad de procesos que tiene su propia dinámica in- terna y organicidad. . Un ejemplo de esta complejidad es la comprensión de los mecanismos de subordinación que resultan de determinadas re- laciones de género, o bien de ciertas delimitaciones étnicas (to- madas por separado); las que se vuelven más pesadas y difíciles de resolver cuando se toman en cuenta otras formas de diferen- ciación social, que también están teniendo una función concre- ta de estratificar y jerarquizar los grupos y personas. Caben aquí las situaciones y posicionamientos de clase, las delimitaciones generacionales, como también la cuestión racial que es un área muy problemática por el cúmulo de valoraciones y estereotipos sociales que ha generado su papel en la composición y densidad demográfica en sociedades heter~géneas.~

S El cruce de todas estas relaciones de desigualdad, que sirven parajustificar y reproducir los mecanismos de subordinación, es algo que ha operado desde hace tiempo en la historia de las sociedades y sobre todo en la trayectoria de la constituci6n de los Estados Nacionales. Sin tratar de hacer generalizaciones, pareciera que dicha articulación conflictiva resalta con mayor claridad en los movimientos migratorios y desplazamientos intra e internacionales

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En muchos de estos casos se observa una especie de resu- midero donde confluyen criterios distintos de diferenciación que potencian las desigualdades y mecanismos de dominación, los cuales muchas veces no son analizados en su mecanismo particular de vinculación, sino que son tomados de manera glo- bal para explicar un fenómeno social tal y como es producido. Lo que ciertamente aporta una perspectiva de conjunto y algu- nos criterios de identificación de dimensiones, pero a costa de dejar de lado la revisión de cómo tales dimensiones se armoni- zan, chocan, disuelven, aceleran o frenan sus ritmos.

Una ilustración son las pocas veces en que se atienden los mecanismos finos del trato desigual y excluyente de ciertas identidades sociales que entran en contacto con otros patrones y estilos de vida (el indigena en el ejido mestizo; el indígena cam- pesino en las urbes; el trabajador industrial y la presencia de jó- venes banda en los espacios académicos o en las zonas residenciales); cómo adquieren una valoración de inferioridad exponencial en la diferenciación por género (indígena campesi- no que también es mujer; mujeres y hombres de extracción po- pular frente a cualquier varón-mujer con trabajos académicos, empresariales, etc.) y la manera específica como en estas vincu- laciones se reifican la estratificación de lospapeles y funciones, así como los estereotipos de distinción social (lamujer indigena en las urbes sólo puede ser sirvienta, nana, cocinera o limosne- ra, mientras que los varones ocuparán las categorías de mozos, veladores, peones u otras formas de servidumbre; la mujer y el hombre provenientes de ciertos estratos solamente podrán ubi-

1 l carse en los pisos más bajos de las organizaciones e institucio- 1 nes formales para resolver, sin negociación alguna, las

motivados por toda clase de factores (económicos, militares, politicos, econbmicos, etctte- ra.) Por otro lado, en lo que se refiere al problema racial, existe unaenorme cantidad de anh- lisis sobre la relacibn conflictiva que tiene con las delimitaciones étnicas y, en menor medida, con los procesos de género. Para efectos exclusivos de este trabajo puede ilustrarse tal discusión con los siguientes trabajos: McLaren, 1994, quien no logra establecer las arti- culaciones entre estos tres criterios de diferenciación Y Stolcke, 1992 el cual, a mi juicio, es uno de los mejores ensayos que se Iian desarrollado hasta el momento.

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necesidades que otros varones y otras mujeres requieren para expandir sus capacidades humanas o económicas; los y las jó- venes banda solamente pueden desarrollar comportamientos de momia social en los distintos espacios donde se presentan, et- cétera).

Sin embargo, lo anterior adquiere mayor gravedad cuando se proponen e instrumentan proyectos que intentan resolver las consecuencias de estas y otras situaciones de desigualdad y marginalidad que operan y se justifican con base en las diferen- cias sociales. Proyectos que, aunque no tengan como objetivo problemas propiamente de género o de etnicidad, requieren de ambos para resolverse, comprenderse y hacerse viables. Por ejemplo, propuestas de sustentabilidad ecológica, políticas educativas, de salud, vivienda, integración juvenil, etc., que se insertan en colectivos humanos donde mujeres y hombres en- traman sus vidas de acuerdo a comunidades simbólicas y prác- ticas culturales de etnicidad específica regional, indígena, campesina o barrial.

, . En estas circunstancias, obviamente pueden hacerse lectu- ras desde el género o la etnicidad que complejizan y enriquecen lo que se puede decir de cualquier problemática. Sin embargo, incorporarlas de manera articulada en situaciones, problemas y proyectos - c u y o s objetivos pueden trascenderlos- nos pone ante el desafio de incorporar sus dinámicas y modalidades de con- densación, sin que cualquiera de ellas avasalle el marco de refe- rencia de la otra.

Lo anterior, porque en muchos de los proyectos y progra- mas de intervención social están participando con frecuencia racionalidades económicas, políticas y culturales que pueden estar imprimiendo a las relaciones de género y de etnicidad, di- recciones y sentidos diferentes y hasta opuestos.

Unos de los casos más ilustrativos son las experiencias que se están teniendo en Am6rica Latina para dar viabilidad a pro- yectos alternativos sobre manejo de recursos naturales, produc- ción económica, organización y movilización social en distintas poblaciones con identidades étnicas indígenas En és-

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tos se viene manifestando la dificultad para abordar la transfor- mación de las relaciones entre mujeres y varones que, desde una perspectiva de género, son de franca dominación y subordi- nación, pero que están engarzadas en cosmovisiones y prácti- cas culturales que permiten la reproducción de los grupos (generalmente es supervivencia) y su resistencia ante mecanis- mos y tendencias que los llevaría sin lugar a dudas a la extin- ción.

En estos marcos la pregunta crucial en diversos foros y que está lejos de resolverse es ¿cómo transformar ciertas relaciones de género basadas en la dominación y el subyugamiento, sin di- luir los cimientos que le han permitido a un grupo sobrevivir y defender los espacios de diversidad que todavía no están perdi- dos o que pueden potenciarse para el bienestar de todos? o bien, a la inversa ¿cómo recuperar la enseñanza de estas colectivida- des, colaborando con proyectos para potenciarlas y, a la vez, re- conocer opciones (ellos, ellas y nosotros(as)) que puedan hacerle frente a mecanismos de violencia fisica y simbólica en- tre hombres y mujeres, los cuales les han dado sentido por mu- cho tiempo, pues forman parte de sus patrones culturales?

Evidentemente estas preguntas conducen a otras. Sin em- bargo, su planteamiento y solución solamente pueden conce- birse si reconocemos los significados y horizontes de sentido, desde los cuales un grupo y sus miembros se miran a sí mismos y a otras realidades sociales y materiales. Al menos, sea desde la perspectiva de género o bien a partir de proyectos determina- dos, la etnicidad demanda reconocer el lugar de situamiento y las tramas de significado que les dan densidad y razón de ser a las cosmovisiones y prácticas culturales de un grupo.

En el plano del discurso, con sus retos, lo anterior puede ar- monizarse a través de la mera especulación o de la fimdamenta- ción teórica. Pero en el diseño y viabilización de proyectos y programas que tienen como materia prima colectividades y per- sonas concretas, las cosas cambian. Incluso, la apuesta a la edu- cación y la inserción en el trabajo remunerado - c o m o uno de los factores más tratados en la modificación de las relaciones

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de dominación de género- toman un cariz, a veces hasta gro- tesco, cuando el análisis se ubica en la dinámica específica de un grupo étnico.

Recuerdo ahora los estudios sobre modernización en Ta- basto! particularmente en la zona de las comunidades chonta- les asentadas en las regiones petroleras, donde se observa cómo la inserción de las mujeres en ámbitos de trabajo remunerado, las conduce ciertamente a estilos de vida urbanos, "modernos", con la consiguiente conciencia sobre los patrones de domina- ción patriarcal y la subordinación de su individualidad a las ne- cesidades de la colectividad de origen. Pero, al mismo tiempo, ellas comienzan a vivenciar el lado oscuro de su aparente eman- cipación: la sujeción a otras formas de dominación asentadas en la estratificación económica, la explotación y el hostigamiento; de tal manera que "ganan" autonomía personal y desarrollan procesos de negociación con respecto a sus comunidades y fa- milias, en la medida en que son incorporadas en nuevos meca- nismos de subyugamiento y de una experiencia de cosificación que está ausente en el mundo que están dejando.

Otro ejemplo pequeño, pero de una enorme violencia sim- bólica y social, es el clásico "corima" que las mujeres rarámuri utilizan como símbolo de su diálogo en las ciudades de Chihua-

I hua, que para ellas tiene el significado de solicitar trabajo en sus 1 migraciones estacionales, mientras que para la sociedad urbana 1

i mestiza o "chabochi" se ha convertido en el emblema indígena de pedir limosna.

De esto se sabe bastante, como del hecho que con la pancarta de la generación de empleos y la incorporación de la mujer y el

6 Rodolfo Uribe en su tesis de doctorado en el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México amplla aprofundidad la experiencia aquí relatada. También pueden consultarse los anblisis de Rodolfo Stavenhagen y, por supuesto, la reflexión vigente de Guilletmo Bonfil Batalla. Los cuales junto con otros investigadores y profesionales (fundamentalmente de la ENAH y el INI) han acumulado un acervo importante de estos errores y omisiones que son el

l pan de todos los días a lo ancho y largo del país y de otras regiones. Además de que general- ! mente, son una de las materias primas para las reuniones internacionales de toda clase de or-

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Con esta afirmación no se intenta para nada hacer la apolo- gía del analfabetismo, la pobreza o de la comunidad primitiva. Las propias etnicidades y sus conflictos son muestra viva de la necesidad por un nuevo orden civil (jurídica, económica y poli- ticamente hablando) que lleve a reforrnular a fondo las situacio- nes de marginalidad y paternalismo con que se ha tratado el asunto de las diferenciaciones sociales. Además de que han roto con la idea del sujeto irracional, salvaje, ignorante e incapaz de acceder a los progresos científicos y tecnológicos.

Lo que se está intentando señalar es la fundamental revi- sión de los parámetros que sirven de ángulo de lectura para in- tentar revertir los criterios de exclusión y explotación humana en todos sus órdenes.

En este sentido, así como los estudios de género han per- mitido oponer un camino alternativo al intercambio social que tiene de base la diferenciación sexual, el ámbito de la etnicidad nos pone ante el desafío de los significados y sentidos que tie- nen, para un colectivo, sus prácticas y relaciones, entre las cua- les se encuentran fundamentalmente las de género. Pero a la 1,~a, y eso es lo importante, de los horizontes de sentido que pue- den tener varios procesos que están en el eje de la reformulación de sus proyectos de vida: la educación, el trabajo, la vida do- méstica, la maternidad y otras tantas cosas que hacen la cotidia- neidad del mundo humano. Horizontes de sentido con funciones contradictorias y paradójicas, cuando se pone como parteaguas la supervivencia y reproducción de un grupo.

Podríamos seguir trayendo a colación investigaciones, evaluaciones de proyectos y programas que fundamentan estas experiencias o que las contradicen. Cosa que abarrotaría, como se dijo al inicio, con citas y referencias una reflexión que, de to- das maneras, es parte de la experiencia compartida de aquella o aquel que trabaja desde la academia y la práctica profesional en

no formal para todo aquel que no hasalido beneficiado, por razones conocidas, de laescola- ridad formal.

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Obras consur tadas

González, Jorge. Más (i-) cultura (+). México, CONACULTA, 1994. Mc Laren, Peter. Raza, clase y género. En: La vida en las escuelas. Una in-

troducción a lapedagogía critica en los fundamentos de la edu- cacidn. México, Siglo XH, 1994.

Simmel, George. Cultura femenina:filosofía de la coquetería; lo masculino y lo femenino, filosofa de la moda. Buenos Aires, ESPASA-CAL- PE, 1941, 153 p. (Colección Austral)

Stolcke, Verena. "¿Es el sexo para el género como la raza para la etnicidad? Revista Mientras Tanto. Barcelona, Fundación Giulia Adinol- %Manuel Sacristán. No. 48. Enero-febrero, 1992.

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11. DEL CAMPO A LA ESCUELA Y DE LA ESCUELA AL TRABAJO: CAMPOS SOCIALES DE CONS- TRUCCIÓN DE NUEVAS NECESIDADES Y DEL CONCEPTO DE GÉNERO

Medardo Tapia Uribe *

Introducción

Los estudios de género intentan producir un conocimiento social que vaya más allá de las diferencias sexuales de los sujetos. Esta perspectiva, que persigue avanzar la reflexión sobre el feminismo, ha rebasado su propio origen y se ha inscrito en ampliar el estudio de la experiencia humana a partir del género.

Parte del argumento original de las diferencias sexuales tenía que ver con la marginación de la mujer o la dominación del hom-. bre sobre la mujer. La inclusión de la categoría de género contribu- ye a ampliar nuestra comprensión, ya no sólo de los procesos de dominación de un ser humano sobre otro, sino de aquellas catego- rías "fundantes" de lo que nosotros mismos somos, pero que des- conocemos. En esta perspectiva, la categoría de género nos da la posibilidad de ampliar nuestra comprensión de lo que significa ser humano.

La introducción de la categoría de género en el escenario so- cial, como ampliación de la experiencia de ser humano requiere, empero, de la identificación de espacios y sujetos sociales especí- ficos porque corremos el riesgo de ser criticados como voluntaris- tas y moralistas, "la tentación de hacer de nuestros afectos o los de otras personas el objeto de nuestro análisis político" (Copjec, 1990: citado por Martha Lamas).

Según Lamas, así han sido criticados el feminismo, los movimientos locales y los regionalismos. Sin embargo, aluden concretamente a sujetos y espacios sociales específicos.

Es paradójico que sea en los movimientos sociales locales -y en especial el ámbito doméstico familiar más íntimo donde

* Investigador del CRIM

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se ha confinado a la mujer campesina mexicana- donde poda- mos observar los sesgos que nos limitan en la recreación de nuestra propia cultura nacional y de la experiencia humana uni- versal. Es paradójico que sea lo local, lo rural y el ámbito fami- liar íntimo que vivimos cotidianamente, lo que nos haga reflexionar sobre la cultura nacional moderna y lo universal. Pero es precisamente aquello que aparentemente se encuentra distante, el espacio social local rural del espacio moderno y uni- versal, lo que permite que avancemos filosóficamente sobre lo que nosotros mismos somos, pues entonces confrontamos lo que creíamos saber tan firmemente -ideas y hábitos muy queridos- con aquello que puede contradecirlo en un mayor grado.

Ambos movimientos sociales, el de la mujer y el rural, alu- den a liderazgos de sujetos sociales difíciles de delimitar en cuanto a una identidad única. Los movimientos locales aluden de manera implícita (Giménez, 1994) a "comunidades primor- diales", a espacios sociales íntimos, al mundo desde donde de- finen su posición frente a otros mundos. Los movimientos feministas refieren de manera explícita a un sujeto específico: la mujer. Una "conciencia" local o femenina de una identidad es importante por diversas razones: porque se habla de la re- creación de una cultura propia constituida en una identidad también propia, lo cual implica la necesidad de identificar a los interlocutores, es decir, a los "otros", por una parte; por la otra, si otorgamos un papel fundamental a los espacios y territorios sociales en la construcción y transformación de esas identida- des, para no asumir que la fuerza de las estructuras instituciona- les simplemente las determina. Esto es particularmente importante si los elementos sobre 10s que se intenta particulari- zar esta reflexión son mujeres campesinas, pues lo local y lo fe- menino se funden. Así es como se aborda en este ensayo el análisis de la categoría de género en la ampliación de la expe- riencia humana.

El estudio de esta categoría agrega también la experiencia escolarizada, pues históricamente se ha considerado que lama-

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sificación de la educación escolarizada fue uno de 10s factores que favoreció el resurgimiento del movimiento feminista du- rante la década de los sesenta (Gomariz, 1992): Pero existen im- plicaciones adicionales importantes, especialmente más allá de las situaciones observables de su impacto en la estructura ocu- pacional por la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, pues tanto la masificación de la educación escolarizada como el acceso al mercado de trabajo son respuestas demasiado institu- cionalizadas para recoger el proceso de transformación del ser mujer, a partir de esas dos nuevas experiencias: la escolariza- ción y el trabajo.

También es muy importante reconstruir la forma en que afectaron la vida y los procesos de construcción social cotidia- nos de una nueva identidad para las mujeres, tanto en lo que se refiere a la inserción de su experiencia escolar como por la construcción de una nueva forma de vida para ella y su familia. Probablemente es en este proceso donde podríamos rescatar cómo se amplían nuestras capacidades sociales de aprendizaje en la cultura mexicana.

Entre las corrientes teórico-metodológicas que se han con- solidado en Latinoamérica para el estudio de la categoría de gé- nero, se encuentra aquella que privilegia como eje ordenador el principio de contextualización. En esta perspectiva, se propo- nen como elementos a explicar la situación de subordinación de la mujer y el control sobre su capacidad reproductiva, sexual y de trabajo.

El estudio del género contextualizado y de cualquier fenó- meno social alude, de manera general, a considerar la especifi- cidad cultural, histórica e institucional. En virtud de que esta especificidad de contexto no remite de manera unívoca a un solo enfoque, aquí se proponen tres elementos para hacer valer esta recomendación: 1) el estudio de la práctica de los sujetos como momentos de apropiación y articulación, más que como simplemente determinados por la fuerza de la historia y las estructuras institucionales (Tapia, 1994); 2) el estudio de la ac- ción mediada orientada hacia una meta, de carácter comunicati-

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vo y sociocultural (Wertsch, 1993); y 3 ) .la necesidad de reconocer un espacio propio intimo de los sujetos, donde hacen valer sus esfuerzos de apropiación (Tapia, op. cit.).

Reducir la complejidad del estudio de los problemas de gé- nero, a través de privilegiar los momentos protagónicos de los sujetos, significa ubicarse en una exigencia de conocimiento que no se subordine a la teoría ni a la fuerza determinante de las estructuras, sino en los esfuerzos subjetivos de los sujetos para crearse a sí mismos, a la vez que en sus intentos de crear sus pro- pios escenarios y sus propias teorías. Acudir a la acción media- da de los sujetos, por su parte, significa enfocar tanto el análisis de los medios - e l lenguaje, o alguna otra herramienta cultural que utilizan las mujeres- como la necesidad de identificar con profundidad quién es el que habla y actúa. Todo esto para soste- ner que las diferencias culturales no son simplemente diferen- cias históricas, pues esto haría valida la premisa de que hay una historia, cultura y pensamiento universales y cuando uno estu- dia cualesquiera sujetos sólo habría que categorizarlos, ubicar- los en ese continuo, cómo es que se ubican detrás de otros sujetos.

Los procesos de apropiación requieren de un esfuerzo de reconocimiento y crítica de los propios límites en las capacida- des de aprendizaje de los sujetos, para poder ampliarlos. La práctica tradicional de ser madre de familia se aprende median- te un proceso de socialización objetivado en una institución so- cial, la familia. La perspectiva analítica de género propone que se examine ese proceso de socialización y sus límites no sólo en cuanto a la diferenciación sexual, sino en cuanto a que ciertas formas de socialización son productoras de formas de domina- ción. Este es el proceso que se analiza en este ensayo, con base en datos etnográficos de mujeres campesinas de una comuni- dad rural del estado de Morelos (Tapia, 1994).

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La socialización de la mujer campesina y la escuela

El surgimiento y refinamiento de la categoría analítica de géne- ro en la experiencia humana es muy importante. El proceso de refinamiento ha llamado nuestra atención para no hacer sinóni- mas las diferencias de género con las diferencias sexuales y a que reexaminemos con profundidad algunos conceptos clá- sicos sobre los procesos de socialización en la infancia. No es nueva la crítica a las teorías clásicas de Freud y Piaget sobre los procesos de aprendizaje para ser hombres y mujeres. Lo nuevo, probablemente, es que con la categoría de género, más que sólo marcar la diferencia entre hombre y mujer, se propone que la frontera entre uno y otro no sea dicotómica, somos exclusiva- mente hombres o mujeres. Acertadamente se ha señalado que los seres humanos no somos socializados con identidades ex- clusivamente masculinas o femeninas, sino con una variedad de componentes masculinos y femeninos presentes en mu- chas de nuestras manifestaciones culturales. Aunque proba- blemente hemos aprendido a rechazar, de manera afectiva lo que no corresponde a nuestra identidad, sea esta masculina o femenina.

En este último sentido, el trabajo de María Jesús Iz- quierdo nos muestra la profundidad que esto posee en cuanto a nuestra forma de conocer e, incluso, en los sesgos masculi- nos al momento de expresarlo lingüísticamente. Cuando es- tas expresiones se hacen neutras -es decir, ni masculinas ni femeninas- resultan demasiado provocativas (Izquierdo, pp. 34-35).

Las implicaciones que esto tiene para la construcción del sentido cultural y las implicaciones educativas son muy importantes para los conceptos de igualdad y equidad social. Para una lo importante es la igualdad de derechos, para la otra lo importante es reconocer la diferencia de necesidades. Esta distinción, igualdad-equidad, es importante para el es- tudio de género porque su análisis lingüístico -masculino, femenino, neutro- introducido por Izquierdo es provoca-

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tivo, precisamente por la profundidad sociohistórica y psíquica a la que aluden. En cualquier, caso se requiere trabajar desde los procesos de producción del sentido cognoscitivo, pero también del discurso y los procesos de clasificación a los que, inevita- blemente, conduce el uso de la categoría de género. En este sentido se recomienda utilizar el concepto de género con una función clasificatoria multidimensional que rescate la multi- plicidad de funciones y posiciones que una persona desarro- lla, sin encasillarla a partir de determinado sexo. Es entonces cuando podríamos pensar en una nueva forma de construc- cibn y legitimación de sentido, atendiendo a los problemas de género.

Históricamente, el proceso de aprendizaje de ser mujer campesina se reconoció como limitado por las propias ma- dres de familia. Ellas mismas optaron por inculcar en sus hi- jos -de cualquier sexo- la necesidad de asistir a la escuela. Tradicionalmente, hasta antes de la Revolución Mexicana, la definición de las necesidades de aprendizaje de la mujer se sintetizaban en aprender a ser buena madre, buena esposa y buena ama de casa, así como, frecuentemente, a ser trabaja- dora doméstica. Se aprendía a subordinarse a la autoridad del padre, del esposo y de 10s suegros y, también, a la violencia física y verbal de cualquiera de ellos.

La necesidad de asistir a la escuela rompe con el espacio doméstico en ciue se había confinado a la mujer campesina. Aunque la escolarización no reemplaza todos los procesos de socialización familiares, ejerce una influencia fundamental. Las niñas campesinas, al pasar de un espacio familiar a uno escolar, reconocen como inadecuado el espacio familiar para actuar en virtud de que han acudido al otro, el escolar. Es entonces cuando se hace problemática una forma de signifi- cación del espacio de ser "domésticamente", a ser "escolari- zadamente".

Clásicamente, esta problematización de la "forma de ser", se ha considerado un problema de "concientización" de los sujetos, la posibilidad de hacer problemática una situación

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para criticarla. En esta vertiente, la teoría crítica (Habermas, 1978) que parece haber sido recogida por Zemelman (1 992) en su propuesta sobre la apropiación del presente, se señala que esto es resultado de una comparación entre lo que objeti- vamente se es y aquello que se quiere ser. Zemelman lo ha re- ferido como una comparación entre la memoria y la utopía en la experiencia cotidiana, de lo cual resulta la problematiza- ción del presente y la necesidad de transformarlo. Nuevas as- piraciones, nuevos sueños, es decir, nuevas utopías enfrentadas al devenir histórico significan la problematiza- ción de la historia y la construcción de nuevos horizontes, mediante la apropiación del presente. Este podría ser parte del papel que desempeña la escuela en la reconstitución de las categorías masculina-femenina y la de género.

Niklas Luhmann (1 993) ha criticado esta visión de los pro- cesos de transformación y de comprensión autorreferenciales. El considera que ni la metáfora del espejo interno, ni la del diá- logo consigo mismo, ni la idea de que el ser humano está en condiciones de distinguir si su acción se encuentra determinada por si mismo o si tal determinación es externa o heterónoma (Raluy, 1988) son capaces de resolver el círculo vicioso del cambio. Luhmann no está en desacuerdo en tomar la autorrefe- rencia --el yo mismo, la identidad- como el proceso de cons- trucción de sentido de los sujetos y los sistemas sociales: todo lo que comprendemos abarca invariablemente uria referencia a nosotros mismos.

Lo que Luhmann argumenta es que la actualización de los sistemas de autorreferencia, y su transformación, se producen mediante la introducción de la diferencia entre ese sistema - e l de identidad de la mujer- y su entorno, más que en el cultivo autorreferencial de reconocimientos. Esto significa que la pro- blematización de un sistema y el surgimiento de las necesida- des se coloca en la introducción de nuevas diferencias de otros sistemas - e s t o es, la diferenciación del propio sistema de ne- cesidades de la mujer respecto de aquél del hombre- y no sola-

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mente en la conciencia de futuro, utopía, ni por la comparación entre la intencionalidad y la memoria.

También es importante señalar que las necesidades no son solamente de carácter material, son también valores. Las nece- sidades no son simplemente una urgencia, un deseo o un reque- rimiento. Galtung ha definido la necesidad como un valor profundamente internalizado, un compromiso con una forma de ser y de vida con sus respectivos sistemas de justificación y legitimación construidos socio-históricamente. Por ello es que dentro de esta definición caben necesidades como la de libertad y la de identidad (Galtung, 1985) y se requiere de no confundir- las con los medios para satisfacerlas.

Con estas aclaraciones podemos intentar distinguir la dife- rencia que introduce un sistema de necesidades de las mujeres mediante la escolaridad, distinto del de los hombres y del que se internaliza en la familia. La construcción de las necesidades de

I una nueva forma de ser es la formulación problemática de su ~ tradición, una confrontación entre la tradición y la introducción i de la diferencia de una nueva forma de vida.

1 Las preguntas que tomaremos para explorar esto son las si- guientes: ¿por qué las madres de familia campesinas decidieron

l que era necesario que sus hijos fueran a la escuela? ¿por qué emigrar del pueblo para trabajar? ¿por qué casarse y no simple-

1 mente irse? ¿por qué criar a un menor número de niños? Todas estas preguntas son fundamentales en los procesos

I de socialización de las mujeres, pero también afectan los de los hombres y, por tanto, los de construcción de la categoría de gé- nero en el escenario social.

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La construcción de la necesidad de ir a la escuela

Si una necesidad es un valor internalizado y su insatisfacción significa desde el aniquilamiento de la funcionalidad de un sis- tema hasta la incapacidad o perturbación del sistema para cum- plir algunas de sus funciones, entonces se requiere precisar si no asistir a la escuela deriva en estas situaciones de aniquila-

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miento e incapacidad funcional del sistema femenino. Pero, probablemente, esto es el resultado final del proceso de cons- trucción de la necesidad; antes de este resultado, la necesidad es la problematización de lo dado.

La problematización de no ir a la escuela para las niñas campesinas es, de forma más precisa, la problematización de quedarse en casa. Simplemente quedarse en casa significa, como lo señala una madre de familia campesina que no fue a la escuela durante su niñez: "ayudar a mi mamá, a acarrear, agua, barrer, a [ir] al molino[ ...] y a [aprender] solita". Si la niñez fue "rancheando", no ir a la escuela significó además aprender a ha- cer queso, a cuajar, a hacer crema, a moler el nixtamal y a hacer tortillas, viendo a la mamá.

La inasistencia a la escuela no es, como se observa en estas expresiones, ni ignorancia ni algo que aniquile el proceso de . construcción de identidad de las niñas. Sin embargo, "no ir a la escuela" se transformó en algo insatisfactorio para muchas de ellas. La problematización de esto significa descubrir campos de posibilidades alternativos a quedarse en casa, más que una estrategia de supervivencia, una nueva forma de vivir, aunque esto requiera enfrentar la estructura de organización familiar.

En las rancherías, "no quedarse en casa" significa frecuen- temente emigrar sin los padres para poder ir a la escuela y, con- secuentemente, también la ausencia de , estos últimos. La construcción de la necesidad de ir a la escuela no es, en este ni- vel, ninguna incapacidad funcional, sino la exploración de una vida distinta.

El género como problema de socialización surge, según nuestros datos etnográficos, porque la madre deja de ser el úni- co y hasta el principal modelo de aprendizaje, lo mismo que el padre es el símbolo principal de autoridad. Sin embargo, la ma- dre se transforma en otro modelo de aprendizaje al ser el princi- pal apoyo y la instancia negociadora para mantenerse asistiendo a la escuela, mientras que el padre, frecuentemente, en el principal obstáculo (Tapia, op. cit.). En esta situación, la madre campesina con su defensa cotidiana de asistencia a la es-

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cuela le enseña a su hija a negociar; mientras que la escuela le enseña a la niña a decir "no" a su papá, figura del trato autorita- rio y violento. Este trato frecuente en las familias se expresa así:

Mi papá nos pegaba bien feo, como animales. Y o les pego a mis hijos, pero no así como mi papá. El decía que los nifíos tienen que ser enderezados desde chicos. Yo le tenia mucho miedo a mi papá (Tapia, op. cit.).

Si no circunscribimos el control sobre la capacidad repro- ductiva, sexual y de trabajo, exclusivamente a la mujer, sino a un problema que también involucra al hombre y a la familia en su conjunto, se convierte en un objeto de negociación. Las ma- dres de familias campesinas y SUS niñas, pero también sus inter- locutores, el papá y los niños, aprenden a negociar. El camino

La construcción de "la necesidad de emigrar, de irse"

El tiempo de ir a la escuela primaria ha marcado uno de 10s pri- meros momentos de la migración para quienes viven en el cam- po en México (Tapia, op. cit. pp. 80, 86). La terminación de la primaria o la secundaria fue marcando también otros de los mo- mentos para emigrar. Lacarencia de trabajo, de un buen tempo- ral de lluvias, de agua, de escuelas en el campo y de expectativas de desarrollo local pueden señalarse también como elementos sobre los que inicialmente se ha construido la necesidad de emigrar (Tapia, op. cit.).

Tanto para el hombre corno para la mujer campesinos, la búsqueda de trabajo parece sintetizar la construcción de esa ne- cesidad. En el hombre, sin embargo, es parte de continuar una tradición, una de las posibles soluciones a SU desarrollo indivi- dual y familiar.

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No obstante, la problematización de quedarse en casa por parte de la mujer, significa algo más, significa rebelión. Esta re- belión se inició con la escuela:

Yo me rebelé con mi papá cuando ya iba a la escuela; allí es donde aprendf como decirle a mi papá que no estaba de acuerdo con su forma de ser (Tapia, op. cit.).

Pero aqui se quiere destacar que esta rebelión continuó con la emigración para trabajar, unos años después de haber ido a la escuela -primaria o secundaria, pero frecuentemente te- niendo como referente a ésta:

Mamá no se enoje, me voy para Laredo. Me voy a trabajar. Mire mamá no se enoje. Yo aqui ya me enfado de que le pido dinero y no tiene. Yo voy a trabajar y ya que gane, yo le man- do para que ya no trabaje usted. Me llevo el dinero que tiene de Benjamín (Tapia, op. cit., p. 11 6).

La partida del pueblo y de la casa en esas condiciones está llena de rupturas: irse sin pedir permiso, por la hstración de falta de opciones en que coloca la pobreza, y tomando dinero "prestado" sin pedirlo. Rupturas que, sin embargo, también pueden ser negociadas para instituir una nueva forma de desa- rrollo: "Déjeme ir, si no quiere que me vaya como mi tia, sin avisary' (Tapia, op. cit.). Curiosamente, ya no es la madre de fa- milia la que ahora negocia, sino la joven, en general con un ma- yor promedio de escolaridad que la generación anterior. La constitución de nuevas familias y hasta los noviazgos ya no pueden ser como antes. Las reglas del juego familiares, en cuanto al papel de la mujer y del hombre, de la mamá, del papá y los niños, son distintas.

La construcción de "la necesidad de casarse'' y de "la nueva crianza de los niños"

Las reglas del juego en cuanto al casamiento, embarazo y crian- za en los pueblos males han estado marcadas tradicionalmente

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de manera preponderante por las necesidades del hombre -"Antes era que si a uno le gustaba una mujer, si no le corres- pondía, se la robaba7'- (Tapia, op. cit.) o por las necesidades de un sistema productivo para el campo que se apoya en la mano de obra familiar:

Mi hermana cada vez que se hacía la embarazada peleaba con su marido. El s610 quería tener dos hijos, pero ahora tie- nen cinco y le dice mi hermana a 61: como ya están grandes, bien que los ocupas para el trabajo. (Tapia, op. cit.)

Efectivamente, la irrupción de la escuela alteró las formas paradigmáticas de socialización de niños y niñas campesinas por su asistencia misma a la escuela, a la vez que a las relaciones familiares, como ya se describió en apartados anteriores. Sin embargo, la constitución de las propias familias de esas niñas escolarizadas y la crianza de sus niños es una culminación de nuevas posiciones del hombre y la mujer en la estructura farni- liar, como cónyuges y como padres. Probablemente, ni los mis- mos procesos de migración se hayan visto tan alterados como los de casamiento, embarazo y crianza, pues ha existido una tra- dición de emigración que ha incluido a las mujeres desde hace tiempo.

, La problematización del casamiento, el embarazo y la crianza, con madres de familia que saben leer y escribir -la construcción de un nuevo sistema de necesidades- ha sido

1 más compleja que la problematización y transformación de los procesos de emigración.

Entre las formas de problematización del casamiento, des- taca el valor que le han dado a la ritualización del matrimonio a diferencia de la simple huida para su consumación. Esta rituali- zación ha sido festejada por las mujeres con una mayor escola- rización como un logro autorreflexivo:

Yo me casé a los 18 afíos y fui pedida,'dada y caminada hasta la iglesia, sefíalando su foto con orgullo. El me pidió que me fuera con 61, pero no quise. Nomás le dije que no y ya. El de- cía: si estas decidida a irte conmigo nos vamos. Yo decía:

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cuando se quiere a una persona, uno se puede ir, pero si uno se puede casar, ¿por qué no se ha uno de casar'? ¿por qué no hauno de salir de su casa como Dios manda? Antes las muje- res eran bien tontitas.

La problematización del embarazo y la crianza de 10s ni- ños ha sido destacada por los especialistas, por la influencia que estos procesos tienen en los recursos institucionales -servi- cios de salud y educativos- y la información sobre los costos, formas de crianza de los niños -difundida por los mismos ser- vicios de salud en los medios masivos de comunicación- y su impacto sobre salud de los niños y la misma madre de familia. El rechazo persistente de los servicios de salud ofrecidos por el Estado, tanto de las mujeres escolarizadas como las desescola- rizadas, ilustra cómo ellas construyen sus propias formas de problematizar el embarazo y la crianza de sus niiios (Le Vine, 1991).

Las madres de familia campesinas han demostrado en su vida cotidiana y expresado en su discurso, las necesidades no materiales que se satisfacen con el embarazo. Su valor parece incluso aumentar precisamente cuando existe una mayor po- breza material. Ellas mismas han probado en ese terreno que la estrategia familiar de trabajo con "muchos" hijos para el campo sigue siendo útil, a pesar de que han comprendido las desventa- jas que esto representa durante la crianza de los hijos (Le Vine, op. cit.).

Finalmente, el uso que las madres de familia campesina es- colarizadas hacen de 10s recursos institucionales de salud es pa- radigmático de la articulación entre sus tradiciones, los raquíticos esfuerzos asistenciales y modernizadores del Estado, y la pobreza material en que se encuentran. Aquí es donde pro- bablemente se ve con mayor fuerza el papel protagónico de la mujer para apropiarse de 10s nuevos elementos introducidos por el Estado en la escena social, pero también para decantar cuidadosamente aquellos de la tradición y definir de manera muy refinada cuáles son las nuevas necesidades familiares y

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las nuevas forma de satisfacerlas, cuando se es pobre material-

Las nuevas formas de crianza de las madres de familia campesinas escolarizadas son paradigmáticas de una síntesis de la articulación que, cotidianamente, se construye desde el cam- po entre: la tradición y el futuro, el campo y la ciudad y el hom- bre y la mujer. Los estudios de género nos remiten a un concepto y a una categoría de análisis. El discurso de la expe- riencia cotidiana de la mujer campesina nos remite a la comple- jidad del proceso que articula tiempo, espacio y sujetos. Los estudios de género quieren ir más allá de las diferencias sexua- les para hablar, metafóricamente, de una nueva diferencia y una nueva categoría, el género. Los ejemplos de la experiencia coti- diana de la mujer campesina intentan mostrar que la experien- cia humana es, finalmente, la que prevalece más allá de las categorías analíticas, y que ésta no se resuelve &e manera sim- ple en oposición de un género, sino una experiencia humana más inclusiva que excluyente.

Comentarios finales

La nueva definición de necesidades y valores es un proceso de constmcción social de formas institucionales e identidades

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Los estudios de género se propusieron ir más allá de las di- ferencias sexuales, más allá de lo que implican las categorías femenino-masculino. Sin embargo, para poder ir más allá de ellas a través del género, y no quedarnos con identidades de hom- bres más femeninos y mujeres más masculinas, necesitamos una categoría de género más inclusiva, ¿no es ésta la categoría de género humano, que incluye tanto lo masculino como lo fe- menino?

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111. DESARROLLO Y PARTICIPACIÓN: EL USO DE LOS RECURSOS NATURALES DE BOSQUES Y SELVAS. UNA APROXIMACION DESDE LA PERS- PECTIVA DE GÉNERO

Margarita Velázquez *

Introducción

El hecho de que la sociedad moderna atraviese por una seria cri- sis ambiental, con causas y efectos de diferentes magnitudes y de diversas escalas locales, regionales y globales, ha sido am- pliamente reconocido tanto a nivel nacional como intemacio- nal. Crisis ambiental que se debe, como~diversos autores lo han apuntado, a las modalidades de desarrollo adoptadas a lo largo de centurias, que han desgastado la base ecológica del planeta, sustento de los procesos económicos, sociales y culturales de las sociedades actuales, y que pone en riesgo la continuidad misma de la especie humana.

Consecuentemente, en las discusiones sobre desarrollo, la dimensión ambiental y la preocupación por revertir o evitar di- cho deterioro ecológico ha tomado un lugar central. Así, desde la decada de los años setenta, en las agendas de investigación y desarrollo, tanto nacionales como internacionales, se discuten

N diversas estrategias encaminadas a la construcción de lo que se ha denominado un desarrollo sustentable.

Asimismo, como parte de estas discusiones, se ha hecho I

l énfasis en la necesidad de construir este proceso de desarrollo sustentable considerando la participación de la comunidad en el diseño y la instrumentación de las acciones encaminadas a tal fin, agregando una dimensión humana a la necesidad de cons- truir estos procesos.

Dentro de esta perspectiva y como veinte años de estudios lo han demostrado, el reconocimiento a la participación de las

* Investigadora del CIUM.

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mujeres, así como su promoción y fortalecimiento, resultan fundamentales (V~lázquez, 1992 y 1993; Molnar, 1991; Ro- dda, 1991). Sin embargo, a la fecha, la mayoría de las acciones puestas en marcha dentro del marco de la sustentabilidad ecoló- gica, han sido de carácter técnico y dirigidas principalmente a la población masculina. Por estas razones, consideramos que en la actualidad se hace imperativo reconocer y promover laparti- cipación de mujeres y de hombres en las políticas y programas para el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales

de las ciencias sociales, especialmente si se considera que las acciones a instrumentar formarán parte de los procesos para la sustentabilidad ecológica y social que se quieren alcanzar. En- tonces resulta necesario llevar a cabo estudios que apoyen el di- seño y la instrumentación de dichas acciones, mediante el conocimiento y el entendimiento de los procesos económicos, sociales, culturales y políticos, a través de los cuales se dan el uso y manejo de los recursos naturales, así como de aquellas prácticas que producen cambios ambientales.

Esto es, necesitamos desarrollar estudios desde las ciencias sociales que nos permitan entender 10s patrones sociales y tul- turales a través de los cuales 10s seres humanos se apropian, usan y manejan los recursos de su entorno natural; todo ello bajo una perspectiva de género que nos permita reconocer y re- valorar, no sólo los patrones de producción sino, también, 10s patrones de reproducción social asociados a la problemática ambiental.

En este sentido, el presente artículo pretende ser una prime- ra aproximación al estudio de un fenómeno de deterioro am- biental desde una perspectiva de género. De manera especifica, el trabajo aborda el caso de la desforestación, considerada como uno de los problemas ambientales mhs serios que se pre- sentan en México.

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Las causas de 15: desforestación en México, y en muchos de los países del Sur, son atribuibles a diversos factores, tales como la presión del mercado internacional de la madera, que muy frecuentemente conduce a un manejo inadecuado de ¡os recursos forestales maderables y no maderables, entre los que destacan la sobreexplotación selectiva; los cambios en el uso del suelo (aumento de áreas para la agricultura y la ganadería); el crecimiento demográfico de las comunidades; las políticas de colonización instmentadas en las regiones; y el uso de la leña por parte de una proporción importante de habitantes m a - les pobres, tanto en las zonas áridas como en las forestales.

En este contexto resulta indispensable entender, desde una perspectiva de género, los procesos de uso y manejo de los recur- sos forestales en el país, considerando no únicamente la explota- ción maderera, sino todo el conjunto de prácticas de producción y reproducción social, vinculado al uso y manejo de los recur- sos naturales existentes en los entornos forestales. Una mejor comprensión de los efectos múltiples de la participación feme- nina y masculina en los ecosistemas boscosos, permitirá sentar bases equilibradas para un desarrollo que beneficie a las fami- lias campesinas y racionalice dicho aprovechamiento hacién- dolo máS sustentable.

A nivel internacional, los primeros estudios realizados han destacado el papel de las mujeres como:

1) recolectoras de una amplia gama de recursos forestales, 2) conocedoras y transmisoras de conocimientos sobre re-

cursos del bosque y sus formas de crecimiento, 3) productoras de artesanias y bienes de uso, utilizando re-

cursos del bosque, 4) tomadoras de decisiones en cuanto al manejo doméstico

de los recursos del bosque y, 5) agricultoras, cuyas actividades agropecuarias dependen

de la disponibilidad de productos forestales (Molnar, op. cit., p. 81).

En México todavía no existen estudios que nos permitan contar con una apreciación comparativa de estas tendencias,

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por lo que en este trabajo se presentan los resultados de un pri- mer estudio exploratorio, realizado conjuntamente con Lourdes Arizpe y Ma. Fernanda Paz, del Centro Regional de Investiga- ciones Multidisciplinarias, en ocho comunidades forestales del país, localizadas en cuatro entidades federativas: Chihuahua, Oaxaca, Quintana Roo y Michoacán.

En la siguiente sección se hacen algunas reflexiones teóri- cas en torno al estudio de los cambios ambientales desde una perspectiva de género. Posteriormente, se presentan algunos de los principales resultados obtenidos del estudio exploratorio sobre mujer y bosques y, para finalizar, una sección de conclu- siones.

Género, desarrollo y medio ambiente: tres temas, un problema

El desarrollo humano sustentable

Desde finales de los años setenta, el agotamiento, la erosión y la contaminación de los recursos naturales del planeta comenza- ron a plantearse como aspectos prioritarios de la investigación, tanto en instituciones académicas nacionales como internacio- nales. También en esta década, la problemática ambiental se convirtió en el eje de las discusiones sobre desarrollo. Desde entonces la investigación del medio ambiente desde las pers- pectivas ecológica, económica, social y cultural ha ido avan- zando paulatinamente en México.

El reconocimiento de dicha crisis ambiental dio lugar a la búsqueda de lo que se ha denominado la sustentabilidad que, de acuerdo a la definición de Gallopin, Gutman y Malleta (1 989) significa la búsqueda de "un patrón de desarrollo que reduzca al mínimo (o revierta) la degradación de la base ecológica de la producción y la habitabilidad" (Ibid., p. 424).

Paralelamente a este proceso de definición de la sustentabi- lidad y debido a la del concepto, tanto en términos teóricos como prácticos, la discusión sobre desarrollo y medio ambiente

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se ha visto obligada a abocarse al estudio de lo que aquí deno- minamos la sustentabilidad humana y social. Es decir, la sus- tentabilidad implica no sólo la redefinición de las relaciones sociedad humaqa-naturaleza sino también la búsqueda de alter- nativas que eliminen las restricciones tecnológicas, culturales, económicas y sociales de las cuales dependen las posibilidades reales de aplicación de una o varias estrategias sustentables (Azuela, Carabias, Provencio y Quadri, 1993). Esto significa, pues, que para alcanzar la denominada sustentabilidad también debemos redefinir los términos en que subsisten las actuales re- laciones sociales. De aquí la necesidad de definir un nuevo con- cepto de desarrollo en el que el capital natural y el capital social sean los elementos centrales que posibiliten la sustenta- bilidad, no sólo ecológica, sino también humana, considerando el potencial que conlleva la generación del capital social y el ca- pital humano del planeta.

Con base en los postulados mencionados a lo largo del pre- sente trabajo, entenderemos como desarrollo humano sustenta- ble un conjunto de procesos que implican, necesariamente, encontrar modalidades de desarrollo diferentes que eviten el desgaste progresivo del sistema ecológico del globo terráqueo, soporte de la vida humana y que, a la vez, permitan generar bie- nes y servicios suficientes que satisfagan las necesidades bási- cas de la población en su conjunto, y mejoren la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras.

Un conjunto de procesos que, para alcanzar estilos de desa- rrollo humano sustentables, necesitan ser pensados y trabaja- dos en el marco de una agenda formulada con una perspectiva de género y bajo un marco de respeto cultural. Esto es, con una agenda que reconozca las diferentes relaciones de género que se establecen en diversos contextos culturales y que, por tanto, contemple la necesidad de reformar, no sólo las estructuras de producción vigentes, sino también la modificación y revalora- ción de las estructuras de reproducción social que, de manera conjunta con las primeras, produzcan o no cambios ambienta-

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les. Por ello, requerimos de una definición de sustentabilidad humana, diseñada bajo una perspectiva de género.

Así pues, consideramos que para entender las vinculacio- nes entre estos dos grandes ejes temáticos, desarrollo y medio ambiente, se deben analizar los patrones sociales y las formas culturales a través de los cuales las sociedades actuales valoran, usan y manejan los recursos de su entorno natural y los efectos de dichas prácticas en los ecosistemas del planeta, todo ello bajo una perspectiva de género, campo de estudio de las cien- cias sociales aún incipiente no sólo en México, sino a nivel in- ternacional, tal y como lo señalan Redclift y Benton (1994).

El estudio de los fenómenos ambientales desde una perspectiva de género

Dentro del ámbito de las ciencias sociales (Ibid.), el estudio de los fenómenos ambientales se ha centrado en el análisis de los impactos sociales, culturales y económicos que los cambios ambientales producen, mientras que, de manera aún incipiente, apenas comienzan a producirse estudios dirigidos a entender las formas mediante las cuales 10s patrones de relaciones sociales, las formas culturales, las prácticas políticas y las instituciones eco- nómicas están produciendo dichos cambios ambientales. En este sentido, el presente trabajo tiene la intención de inscribirse dentro de este segundo grupo de estudios, 10 que sin lugar a du- das, conlleva a importantes retos tanto teóricos como metodo-

Como lo señala Rolando García (1992), en el marco del presente trabajo coincidimos en señalar que el análisis de la producción de los cambios ambientales, por su complejidad y globalidad, puede ser realizado entendiendo los mismos cam- bios, como productos de los varios procesos socio-económicos y culturales presentes en nuestras sociedades y como parte del estilo de desarrollo vigente. Esto implicaanalizar dichos fenómenos, en tanto sistemas complejos, es decir: como "la confluencia de múltiples procesos cuyas interrelaciones consti-

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tuyen la estructura de un sistema que funciona como una totali- dad organizada".

Por ello, el estudio sobre las vinculaciones entre desarrollo, medio ambiente y sustentabilidad debe considerar como ejes analíticos los procesos mediatizadores de dichas relaciones; entre otros, aquellos referidos al crecimiento de la población, la migración, la organización familiar del trabajo y los patrones de producción y consumo. Todos estos son procesos mediatiza- dores, en tanto que determinan las características que adquieren las relaciones establecidas por las poblaciones humanas con sus entornos naturales, que se manifiestan en las diferentes prácticas de uso y manejo de los recursos naturales que hoy pre- senciamos, de acuerdo a consideraciones económicas, sociales y culturales especificas. Procesos mediatizadores en los que las mujeres participan como un factor clave, no sólo como vícti- mas del deterioro ambiental o "salvadoras innatas del medio ambiente ", sino también como conocedoras, usuarias y consu- midoras de los recursos naturales, lo que ha permitido la repro- ducción biológica y social de millones de familias y comunidades, tanto en zonas urbanas como rurales.

Así, a pesar del reconocimiento internacional a la partici- pación de las mujeres en cualquier estrategia de desarrollo, y a la importancia que se le ha dado a la participación de las perso- nas en la solución de muchos de los problemas ambientales, el estudio del medio ambiente, desde una perspectiva de géner0.y la instrumentación de acciones para alcanzar el desarrollo sus- tentable -considerando la participación de mujeres y varo- nes- ha sido relativamente escasa y, en varios casos, la presencia y el aporte de la mitad de la población en el uso y ma- nejo de los recursos naturales ha quedado relegada.

A pesar de que se reconoce que la participación de las per- sonas, de las mujeres y varones de la comunidad, esto es, en toda estrategia de desarrollo sustentable, es esencial para lograr 10s objetivos deseados, la participación de la población femeni- na en dicha estrategia ha quedado, de nueva cuenta, sumergida en las generalidades, y rara vez se reconoce el hecho de que el

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uso y manejo de 10,s recursos naturales está también determina- do por las normaJ internas que rigen la división familiar del trabajo, según sexo-género en las sociedades actuales.

En este sentido cabe señalar que aún son incipientes los es-

Hombergh, en el ámbito internacional, el estudio de las vincu- laciones entre estos tres temas apenas comenzó a explorarse ha- cia finales de la década de los ochenta (Hombergh, 1993, p. 15).

En la esfera internacional, el ecofeminismo ha surgido como una corriente pionera en los estudios sobre mujer y medio ambiente. Dentro de esta corriente algunas autoras sostienen que las,mujeres están más cerca de la naturaleza y que por ende tienen un conocimiento "especial" que les permitirá "salvar el planeta" (Shiva, 1989).

El abordaje que la corriente del ecofeminismo hace de la re- lación entre mujer y medio ambiente, se sustenta en la premisa de que la mujer como categoría homogénea, al igual que la na- turaleza, ha estado subordinada por la lógica patriarcal que ha pemeado las modalidades de desarrollo vigente, y que le otor- ga mayor valor al varón y a la cultura. Por ello, de acuerdo con las ~rincipales expositoras de esta corriente, la mujer, en tanto su condición de subordinada al varón, se identifica con la natu- raleza, la cual, a su vez, está subordinada frente a la cultura, 10 que le permite a la primera estar más cerca de la segunda y pe- lear por su conservación y preservación (Mies y Shiva, 1993). Todo ello, concluyen las autoras, le otorga a la mujer una mayor capacidad para construir sociedades más sustentables y equita-

Así pues, tenemos que conocer el aporte de las ecofemi- nistas al estudio de las relaciones mujer-medio ambiente, dado que abren la discusión sobre la importancia que revisten las construcciones ideológicas al moldear las relaciones de domi- nación entre mujeres y varones Y, Por tanto, las formas en que ambos actúan sobre el mundo natural. Lo que no queda claro en sus argumentaciones es cómo, a partir de las realidades concre-

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tas, se pueden alca-rizar procesos que den lugar a la construcción de sociedades más sustentables, equitativas y justas.

Lo anterior se debe, en parte a que sus argumentaciones son de corte esencialista y biologicista. Son esencialistas ya que no reconocen que las categorías de clase, edad y etnicidad, dife- rencian a las mujeres entre sí. Y biologicista al considerar que la "relación especial" entre mujer y naturaleza existe, por las funciones para la reproducción biológica del cuerpo femenino, lo que determina que la mujer tenga una psiquis natural diferen- te a la del varón.

En su análisis, las ecofeministas no consideran el contexto social, material e histórico, donde tienen lugar las relaciones entre las mujeres y los entornos naturales y que conforman par- te de una red social y económica más amplia, en la que se suce- den las diversas prácticas sociales y formas culturales que diferencian la participación de hombres y mujeres en los proce- sos de producción y reproducción social.

Otra corriente de mujeres del Sur, encabezadas por el gru- po Mujeres por un Desarrollo Alternativo (MUDAR) sostienen que el deterioro ambiental está directamente relacionado con el proceso de desarrollo inequitativo prevaleciente, el cual subor- dina los recursos humanos y naturales del Sur a las necesidades de producción y consumo del Norte. Según este grupo, el estilo de vida predominante impuesto por el Norte, conlleva una ex- plotación más aguda de las mujeres del Sur, lo que a su vez re- percute en un mayor deterioro ambiental (MUDAR, 1991).

MUDAR critica las posmas que sostienen que el crecimiento de la población es el factor determinante del deterioro ambien- tal y postula a la pobreza y la inequidad social, entre regiones y dentro de los países, como 10s factores más relevantes en la dis- cusión desarrollo-medio ambiente. Para este grupo, alcanzar un proceso de desarrollo sustentable sólo será posible cuando se canalicen recursos económicos y no económicos hacia los más pobres, en especial a las mujeres, permitiéndoles una mejor ca- lidad de vida en términos económicos, socides, culturales y po- líticos, lo cual será psible con la transformación de las actuales

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estructuras de poder, incluidas las co~zernientes a las relacio- nes de género.

En su posición, MUDAR destaca el hecho de que las relacio- nes Norte-Sur deben de ser transformadas, sin embargo, consi- deramos que la problemática ambiental no debe centrarse únicamente en las relaciones conflictivas Norte-Sur, sino que el análisis de la producción de cambios ambientales se debe al ca- rácter global de dichos cambios y a sus especificidades locales. Por otro lado, si bien la posición de MUDAR ha sido valiosa para repensar y transformar el debate población-medio ambiente, al centrar su análisis en los procesos de población, pobreza y mu- jer, dejan de lado el estudio de la producción de cambios am- bientales desde una perspectiva de género, al omitir las características específicas que los ecosistemas le imprimen al uso y manejo social de los diversos recursos naturales.

Estas diferentes posiciones en la perspectiva de la relación mujer y medio ambiente, ha dado lugar a un interesante debate conceptual en tomo a cómo y de qué manera se establecen las vinculaciones entre mujer, medio ambiente y desarrollo susten- table, las cuales, desde nuestra óptica, hacen necesario el desa- rrollo de estudios rigurosos que analicen las vinculaciones específicas entre mujeres, hombres y medio ambiente.

Por ello consideramos necesario, hoy más que nunca, gene- rar información que nos permita no sólo entender la tica ambiental desde el punto de vista ecológico y con una perspectiva global, sino también analizar situaciones locales de producción de cambios ambientales e incluir en nuestra tarea la perspectiva de género.

1 Aquí cabe mencionar lo que entendemos por perspectiva I de género. En primer lugar, el género corno concepto analítico, 1 nos permite comprender, según Barbieri (1 992, p. 151)

el conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la di- ferencia sexual anátoma-fisiológica Y que dan sentido a la sa- tisfacción de los impulsos sexuales, a la reproducción de la

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especie humana y en general al relacionamiento entre las per- sonas.

Así pues, interpretamos la perspectiva de género como una forma de abordaje a realidades sociales que nos permite obser- var, no únicamente las formas de producción vigentes en nues- tras sociedades, sino también las formas de reproducción social, que de manera conjugada y en constante interacción, conforman los patrones sociales y las prácticas culturales alre- dedor de los cuales se usan y manejan 10s recursos naturales del planeta y que, a corto, mediano y largo plazo están o no produ- ciendo cambios ambientales.

La perspectiva de género, aplicada al estudio de los fenó- menos ambientales, nos permite analizar cómo hombres y mu- jeres, de acuerdo a códigos sociales y culturales diferentes, conocen, usan, manejan y controlan los recursos de sus entor- nos naturales y su impacto; es decir, los sistemas sexo-género que determinan los patrones de interacción y apropiación de las sociedades humanas en relación con el medio ambiente natural.

El estudio de la producción de cambios ambientales desde el campo de las ciencias sociales y con una perspectiva de géne- ro, nos permite ir más allá de los postulados ecofeministas, al hacernos analizar las relaciones que las mujeres establecen con su medio ambiente, al considerar los diferentes contextos mate- riales, sociales y culturales en los que dichas relaciones se esta- blecen e incluir también, el análisis de las relaciones que existen entre los varones y sus entornos naturales.

Si al análisis global de MUDAR agregamos la perspectiva lo- cal, al estudiar las situaciones locales de producción de cam- bios ambientales, podemos movernos más allá del entendimiento de las relaciones globales Norte-Sur, e incorpo- rar a nuestros análisis la evidencia local, fuente primaria de la producción de dichos cambios, y entender de maneramás pre- cisa los determinantes de estos últimos.

Asimismo, consideramos que el análisis de 10s fenómenos ambientales desde una perspectiva de género, nos permitirá no

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sólo conocer sistemas locales de sexo-género y los de uso y ma- nejo de recursos n lturales específicos, sino también identificar aquellos aspectos que pueden potenciar el vasto capital social que las mujeres representan.

A continuación se presentan algunos resultados de una in- vestigación de campo en zonas forestales, que son un primer acercamiento al análisis de los sistemas locales de uso y manejo de los recursos naturales desde una perspectiva de género.

De bosques, mujeres y hombres

Del uso y manejo de bosques y selvas

México cuenta con una importante extensión de bosques y sel- vas. Según el Inventario Nacional Forestal de Gran Visión, del total de la superficie del país -estimada en 196 millones de hectáreas- un 25.3%, equivalente a 49.6 millones de hectá- reas, está cubierta por bosques de coníferas y latifoliadas, así como por selvas altas, medianas y bajas, lo que traducido en tér- minos de metros cúbicos significa un total de 2 799.2 millones de metros cúbicos de madera en rollo (SARH, 1991. pp. 2 y 18). De las casi 50 millones de hectáreas, se calcula que 34 millones son susceptibles de aprovechamiento forestal. En el país, los esta- dos de Chihuahua y Durango Poseen cerca de cuatro millones de hectáreas forestales, las más grandes, mientras que Campe- che, Quintana Roo y Sinaloa son las entidades más densamente boscosas. Así, comparado con otros países de América Latina, México se ubica en el sexto lugar entre las naciones con mayor superficie boscosa (González Pacheco, 1983).

Sin embargo, a pesar del vasto potencial forestal mexicano, la desforestación' es considerada uno de 10s problemas ambien- tales más severos a nivel nacional, no sólo por las repercusiones

1 Al referimos al fen6meno de la desforestacih nos -0s ref~endo no s61o a la conversi6n de un sistema forestal en otro tipo de sistema, sino tamblkn, al deterioro de la biomasa forestal y a los efectos ecolbgicos ocasionados en bosques Y selvas por la tala selectiva que no necesdamente implican el aclareo total del bosque (Veánce 10s trabajos de F Paz, 1994 y ~ R I S D , 1990 )

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locales sino también por el impacto global que produce graves problemas ambientales, entre los que caben señalar la erosión de los suelos, la pérdida de la biodiversidad, los cambios rnicro y macroclimáticos, y la pérdida y contaminación de los recur- sos hídricos del planeta.

Datos de la sARH revelan que aproximadamente el 47.9% de la zona forestal en el país se encuentra perturbada, lo que en términos absolutos significa hablar de casi 24 millones de hec- táreas, de las cuales 5.5 millones presentan grados avanzados de erosión (SARH, 1991pp. 18 y 22). Según datos de la FAO, Mé- xico es el tercer país de América Latina con mayores tasas de desforestación,

El fenómeno de la desforestación en México se debe, tal y como varios autores lo apuntan, al tipo de prácticas en el uso y manejo de los recursos forestales, las cuales se caracterizan por la preeminencia de la explotación de los recursos madere- ros, que se ha dado de manera selectiva, extensiva y depredado- ra, a través de las llamadas prácticas del "descreme" o la "minería forestal". Además de provocar un serio divorcio entre la producción agrícola y silvicola, limita por ende las posibili- dades reales para lograr un aprovechamiento integral de todos los recursos existentes en los ecosistemas boscosos, que inclu- yen los recursos maderables y no maderables.

Este esquema de uso y manejo de bosques y selvas ha pro- vocado, por tanto, serios daños a los ecosistemas boscosos, y espacios cada vez más improductivos y poco rentables en tér- minos de la explotación maderera, con mínimos o nulos benefi- cios sociales y económicos para sus poseedores.

No se puede, entonces, suponer que para detener o contra- rrestar las altas tasas de desforestación deba recurrirse única- mente a soluciones técnicas. Consideramos que esta última tarea requiere de reconocer y revalorar las prácticas de uso y manejo de 10s recursos forestales desde una perspectiva de gé- nero, como lo veremos más delante.

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De mujeres, hombres y bosques

Actualmente se estima que el 80% de los bosques y las selvas del pais son propiedad de aproximadamente 9 047 ejidos y co- munidades, de los cuales cerca de la mitad tiene más del 9% de po- blación indígena. Cabe mencionar que una cuarta parte de la población más pobre en México vive en las áreas forestales, es decir, aproximadamente 18 millones de personas (Banco Mun- dial, 1994).

En este contexto, las mujeres forman parte de la organiza- ción del aprovechamiento forestal del bosque en las familias campesinas. En estas unidades forestales, las mujeres juegan un papel primordial en el trabajo agropecuario familiar, así como I;n el manejo de la leña y en la recolección, administración, &mformación y consumo de una variedad de productos fores- tales no maderables, con fines domésticos y culturales, así como en su venta ocasional. Por ello es importante reconocer que cualquier cambio en la calidad de los bosques de las comu- nidades forestales afectará no sólo la producción maderable, ta- rea que generalmente es responsabilidad de los varones, sino también, la cotidianeidad de las mujeres que participan en la ex- plotación de dichos ecosistemas.

A pesar de la importante participación de las mujeres en la su- pervivencia económica, socid y cultural de más de nueve mil co- munidades forestales en el país, su contribución a la misma es pocas veces estudiada, s dorada y reconocida (Arizpe, Paz y Ve- Irizquez, 1993). Esta subestimación está relacionada con el valor social y económico que se le otorga al bosque y a la selva en 1% so- ciedades occidentales, y con la ausencia de reconocimiento al tra- bajo de las mujeres en el ámbito de la reproducción social.

Por un lado, tenemos que el bosque/selva se valora exclusi- vamente de acuerdo a criterios de mercado, basados en la capa- cidad que se tiene o no para llevar a cabo una explotación. Las cifras de producción nacional registradas manifiestan poco acercarde toda la importancia económica de los bosques, así coqio de su papel dentro del subsector forestal en México, en

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virtud de que no consideran en su magnitud el valor de los pro- ductos no maderables. Consecuentemente, la multifuncionali- dad del bosque en términos ambientales, económicos, sociales y culturales no ha sido suficientemente valorada.

Lo mismo sucede con el trabajo femenino no asalariado: no se contabiliza, no tiene valor de mercado, ni es registrado en los sistemas de cuentas nacionales. Como resultado, no nos sor- prende encontrar que para las mujeres los bosques son multi- funcionales, mientras que para los varones su valor tiende a concentrarse únicamente en el potencial comercial, vía la ex- plotación selectiva de ciertas especies de madera y otros bienes comercializables, como el chicle y la resina.

Esta visión multifuncional del bosque por parte de las mu- jeres, la ilustra el siguiente testimonio recogido en el trabajo de campo:

Se puede hablar mucho sobre el bosque, todas las mujeres sa- bemos lo importante que es. Gracias a 61 tenemos agua, ani- males, los arroyos, tan bonitos que son. S610 en el bosque podemos encontrar animales que pueden servir de alimentos, pajaros ... pero sin el bosque es como si se viera muy triste. Gracias al bosque tenemos madera para construir nuestras ca- sas, tenemos leflaparapreparar nuestros alimentos, consegui- mos hierbas medicinales y tambidn muchas plantas con las que podemos alimentarnos, o sea, pues, que el monte nos da casi todo. (Oaxaca.)

Mientras los hombres se ocupan de los recursos madera-

j bles y de sus espacios productivos, el aserradero y el monte alto

1 entre los principales, las mujeres, el sector humano invisible de la economía, participa básicamente en el uso, el manejo, la transformación y la administración de muchos de los recursos forestales sin valor de mercado, ya sean maderables o no made- rables; es decir, los recursos invisibles del bosque/selva, im- prescindibles para la vida comunitaria.

Los productos no maderables de los bosques y selvas, que van desde el chicle y la resina hasta hongos, plantas'omamenta- les y medicinales son muy importantes en México, a pesar de

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que la mayor parte de su comercio permanece en el sector infor- mal, mercadeo a cargo en gran medida de las mujeres, en mu- chos casos vía trueque. Estimaciones de un estudio realizado por el Banco Mundial, sugieren que el valor económico total de estos productos podría, incluso, exceder el valor de los produc- tos maderables (Banco Mundial, 1994, p. 2).

Este mismo estudio señala que los productos no maderables son particularmente importantes para aquellas comunidades con un nivel de vida cercano al de la subsistencia y sin acceso a los mercados. El bosque produce una amplia variedad de plantas y animales utilizados en la vida tradicional y campesina.

Entre los principales recursos forestales usuhctuados por las familias campesinas y utilizados, transformados y adminis- trados por las mujeres encontramos la leña. El 90% de los hoga- res rurales en México utilizan leña para cocinar, calentar y también iluminar. El consumo doméstico de leña se ha estima- do en 37 millones de metros cúbicos por año, 4.6 veces el volu- men de la madera comercial extraída a nivel nacional (Snook y Hammond, 1989; Masera, 1993). El tipo de combustible utili- zado en el sector residencial está directamente relacionado con el nivel socioeconórnico de las familias. En la escala social, son los hogares de menores ingresos donde se usa la leña como combustible básico. ES entonces sobre las mujeres pertenecien- tes a los grupos socio-económicos de menores ingresos, sobre quienes recae la responsabilidad de administrar el recurso. Ta- ,

rea en la que las mujeres n~uestran un vasto conocimiento, con 1 respecto a las especies que deben utilizarse, de acuerdo a las ca- racterísticas ambientales de las regiones boscosas donde viven, 1 pero siempre basado en criterios de ahorro y eficiencia.

Si bien las mujeres son las administradoras de la leña por excelencia, contrariamente a 10 que sucede en otros ecosiste- mas en México y en el resto de América Latina, la recolección de la leña es responsabilidad masculina. La explicación de esto, a reserva de Futuros trabajos al respecto, podría tener dos ver- tientes. Por un lado, cuando el recurso está cerca de la unidad doméstica, las mujeres, como parte de sus tareas cotidianas, re-

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colectan la leña en la milpa familiar o en el bosque/selva cerca- no; sin embargo, a medida que el recurso leña se aleja, los varones asumen la tarea de recolectarlo. Esto es, a mayor dis- tancia entre la unidad doméstica y el recurso, menor participa-

' ción femenina en la recolección. La segunda explicación sería que en las comunidades fo-

restales, al ser los hombres los responsables de la explotación de la madera, asumen la tarea de recolectar la leña. Esta divi- sión del trabajo por género cambia al diversificarse la actividad económica de los varones hacia otros sectores económicos y con la emigración masculina, situación que lleva a las mujeres a realizar las labores de recolección del combustible.

Pero, independientemente de las tareas de recolección, po- demos subrayar el hecho de que para cocinar, calentar el agua

nas forestales, que no sólo está relacionado con la reproducción

te ingreso monetario y no monetario para las familias rurales en el país. Como una vasta literatura antropológica lo señala al respecto, en México el uso de la herbolaria es una práctica común, no sólo entre la población rural, sino también entre amplios sectores de la población urbana,' y, como se ha repe-

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tido en muchas ocksiones, estos conocimientos y su transmi- sión de generacióii en generación, ha sido responsabilidad histórica de las mujeres (Velázquez, 1992). Aquí valdría la pena recalcar que el primer nivel de atención a la salud en Méxi- co se inicia en el ámbito doméstico, en el que, otra vez, las mu- jeres juegan un papel preponderante (Modena, 1990).

Así pues, la participación de las mujeres en la recolec- ción, selección, preparación y manejo de las plantas medici- nales es altamente significativa. En el estudio exploratorio realizado por Arizpe, Paz y Velázquez (1 993), el 68.4% de la población encuestada dijo utilizar plantas medicinales reco- lectadas del bosquelselva y se encontró que eran precisamen- te las mujeres las responsables de recolectar y administrar

Los siguierites testimonios de mujeres entrevistadas e~ cuatro entidades federativas estudiadas (Quintana Roo, Mi- choacán, Chihuahua y Oaxaca) dan cuenta del vasto conoci- miento femenino con respecto a cuáles plantas medicinales se i.ltilizan, para qué sirven y dónde se consiguen:

Para curar están la prodigiosa, la espinosilla, la hierba del sapo, la hierba de indio, la berbericua, que si uno pasa cerca se llena de granitos, entonces hay que usar la c~ntraberbericu~, está también la hierba de vibora, la hierba de cbcer... (Mi-

En veces usamos plantas para Curarnos, según la enfermedad: para el estómago hierba de víbora, manzanilla, reme-

Conocemos plantas que curan el empacho, el dolor de est6- mago, la calentura, la tos, la gripa, el dolor de cuerpo, las hei- das ... Para estos males se ocupa el estatiate, el hóguaco, ]a espinosilla, el gordolobo y algunos hongos medicinales. Cuan- do hay alguna enfermedad Se consigue la planta y se le da el uso necesario ... Algunas hierbas medicinales que hay en el bosque se pueden sembrar en la casa para cuando se necesite,

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pero mientras haya monte, esas plantas medicinales siempre habrán. (Oaxaca.)

En términos monetarios, si bien a nivel doméstico el ingre- so por la venta de este tipo de plantas es muy bajo, su valor en algunos mercados locales, estimado en un reciente estudio del Banco Mundial (1994), alcanza un valor de seis a 23 dólares por kilo, mientras que algunas hierbas al norte de México, lle- gan a alcanzar un promedio de 4 1 dólares por kilo. Este mismo estudio estima que el valor total de las plantas medicinales que se manejan en la Ciudad de MCxico puede exceder los mil mi- llones de dólares al año.

Pero el bosque no sólo tiene un significado económico para sus pobladores. Existe también un conjunto de significados culturales y sociales con singular importancia a los ojos de quienes habitan en 61. Y en esta cosmovisión del bosque/selva en- contramos una serie de ámbitos naturales que son usados y ma- nejados de acuerdo a criterios de sexo-género, tema sobre el cual aún queda mucho por investigar. Baste un ejemplo para iniciar esta discusión. El "monte alto" en Quintana Roo, es el lugar masculino por excelencia. Al monte alto no van las muje- res, lo que no significa que no tengan ingerencia en el manejo de los recursos maderables o que no valoren los recursos que les ofrecen. Cpmo ellas mismas lo mencionan, el monte alto da ufiescor", momentos de recreación, espacios para la recolec- ción y, sobre todo, ingresos extraordinarios para la superviven- cia de sus familias.

La milpa, por su parte, es un espacio mixto, donde el tra- bajo y la participación de hombres y mujeres conforman la base humana para la supervivencia de familias y comunida- des. Pero en el manejo de los recursos existe una división del trabajo por género. Los varones tumban y siembran, las mu- jeres limpian. Mujeres y varones cosechan frijol, ibes, jica- ma, calabaza.

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Por último, elicontramos el espacio doméstico, donde kan- chés3 y hoboóms,' les proporcionan a las familias aquellos ali- mentos de consumo cotidiano: cilantro, rábano, cebollina. Ancestrales jardines de hortalizas y especias, elaborados con troncos de madera, revestidos de guano, cuya construcción está a cargo de los hombres, aunque muchas mujeres lo saben armar, son cuidados y altamente valorados por las mujeres. Dispuestos en los solares de las casas mayas, junto con árboles de aguacate, guayaba, chicozapote y naranja, entre los principales, kanchés, hoboóm y otros fnitales son utilizados y manejados por las mu-

Así, tal y como sucede en el caso de Quintana Roo, lo que encontramos es que selvas y bosques constituyen ecosistemas integrales, cuya utilización y manejo se realiza de acuerdo a di- ferentes códigos culturales, que dan lugar a interesantes patro- nes de interacción social, basados en una división interna del trabajo por género, que impactan de manera diversa la dinámica especifica que se establece entre grupos sociales y medio am- biente. De esta manera, consideramos que al abordar la discu- sión sobre las posibles soluciones a la desforestación en México, como en cualquier otro país, debemos primero con- frontar y valorar las prácticas que los habitantes, mujeres y hombres, hacen de sus entornos naturales.

A manera de conclusión

De acuerdo a las reflexiones aquí presentadas, podemos afirmar que, contrariamente a 10 que sostienen las autoras del denomi- nado ecofeminismo, al analizar la interacción social de mujeres y varones observamos que las relaciones que ambos establecen con su entorno natural son diversas y siempre construidas so-

3 De acuerdo a declaraciones recientes del Dr. C ~ ~ O S Viesca, especialista en herbolaria de la UNAM, se calcula que en el pak Cerca de 40 millones de personas hacen uso de 1% plantas medicinales.

4 Macetas construidas con base en troncos de &boles, rellenas de guano y tierra que sirven para sembrar especies utilizadas para cocinar

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cial y culturalmente. En el caso de los bosques, por ejemplo, las mujeres están marginadas de las actividades productivas co- merciales de los maderables del bosque, debido a la división del trabajo por género en la unidad familiar y por el enorme esfuer- zo físico que se requiere para algunos trabajos forestales. Que- da claro entonces que lo maderable y sus actividades son ámbitos de acción netamente masculinos, mientras que las mu- jeres interactúan con el bosque sobre todo en la recolección, transformación, administración, consumo y eventual venta de productos no maderables, los cuales son espacios femeninos. Espacios y tareas, masculinas y femeninas, que al interactuar construyen la dinámica sociedad-naturaleza en el contexto fo- restal.

Desde este ángulo, entonces, más que referirnos al estudio de la relación entre mujer y medio ambiente, debemos aproxi- marnos al estudio de cambios ambientales, a partir del análisis de la producción desde una perspectiva de género, consideran- do que: 1) no todas las mujeres experimentan la degradación ambiental de igual manera; 2) las relaciones que diversos gm- pos de mujeres establecen con el medio ambiente dependen también del sistema de clase-etnicidad-género en el que su coti- dianeidad se inserta; y 3) los ciclos de vida de la mujer, las dife- rencias de edad y SU posición dentro de la unidad doméstica, determinan las prácticas de acceso y control de hombres y mu- jeres sobre los recursos naturales y las relaciones de poder hacia el interior y exterior de las mismas.

si pues, para lograr comprender la dinámica de produc- ción de cambios ambientales y para el diseño de estrategias que 10s contrarresten no únicamente para el caso de zonas forestales, sino para cualquier otro ecosistema del planeta, es imperativo llevar a cabo estudios que aborden la relación socie- dad-naturaleza, siempre a través del análisis de los patrones so- ciales y de las formas culturales que determinan dichas relaciones, y con una perspectiva de género.

Sin desconocer la importancia de ubicar nuestros estudios dentro de la lógica económica de globalización - c o m o la co-

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rriente de MUDAR 1c sugiere- y reconociendo la magnitud glo- bal de los impactcs producidos por los cambios ambientales sobre la sociedad humana y del planeta, consideramos que el análisis de los sistemas locales de utilización y manejo de recur-

aquellas tendencias que al interactuar, producen los denomina- dos fenómenos de cambio global, cuyo estudio indudablemente requiere de esfuerzos teórico-metodológicos adicionales.

En este sentido, el presente trabajo, si bien se ubica en el es- tudio de las interacciones sociales dentro de los límites de un ecosistema en particular, bosques y selvas, pretende aportar al- gunos elementos que pueden ser utilizados para el análisis de si- tuaciones sociales en otras áreas ambientales. Tarea que implica, desde las ciencias sociales, un reto importante no sólo de orden metodológico sino también teórico, ya que a nuestros temas de investigación debemos incorporar, sin "biologizar" nuestros análisis, la dinámica ambiental y el análisis de las rela- ciones que se establecen entre géneros.

Por otra parte, es importante subrayar que, si lo que hoy se busca es alcanzar un manejo sostenible del bosque, o de cual- quier otro ecosistema del planeta, lo que se requiere con urgen-

laciones sociedad-nahiraleza. Para alcanzar una mejor utilización y un manejo m& racio-

nal de los recursos naturales, no sólo de los forestales, es nece- sario no solamente reflexionar Y crear nuevas modalidades de aprovechamiento de los mismos, sino también entender desde una perspectiva de género 10s procesos que han llevado auna si- tuación de deterioro ambiental a los ecosistemas de América Latina y el Caribe. Esta aproximación nos llevará a revalorar en

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toda su magnitud el capital natural del planeta, y a potenciar el vasto capital humano y social del mismo, representado tanto por mujeres como por varones.

Solamente así se podrá diseñar una estrategia global de de- sarrollo para el aprovechamiento sostenible de los recursos na- turales a largo plazo. Una estrategia que contemple como eje central de su instrumentación la participación social y producti- va, tanto de varones como de mujeres, a través de proyectos de aprovechamiento de los recursos naturales, que eviten la gene- ración de la pobreza extrema entre las familias de bajos ingre- sos en el corto y el largo plazo. Una estrategia que reconozca e incorpore los intereses ambientales, económicos y de generos presentes.

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l IV. LA SEGREGACIÓN OCUPACIONAL FEMENINA

1 Y LA DEMOCR~TIZACION DE LA SOCIEDAD

Mercedes Pedrero Nieto *

Apenas en la generación de nuestras abuelas o incluso de nues- 1 tras madres habían muchos espacios que eran de exclusividad masculina, en los cuales la mujer de hoy está presente.

Algunos de estos espacios han sido conquistados por ellas, a otros, la necesidad las ha arrojado e, incluso, hay algunos para los cuales han sido seducidas para servir a intereses del capital u otros intereses como los electorales.

En todo caso en cada espacio social concreto, se ha dado el incremento de la presencia femenina.' Este debería ser el cami- no para que Ia sociedad marche hacia un mundo compartido por hombres y mujeres en todos los ámbitos. Espacios tanto fi- sicos como sociales, donde los elementos culturales y econó- micos determinan diferente participación y reconocimiento de los géneros, que cambian a través del tiempo.

El género es sólo uno de los ejes de diferenciación social, al que se le suman otros: la clase social, la generación, la etnia. A las diferencias biológicas se les ha dado una valoración so- cial, que da lugar a relaciones de poder, que implican someti- miento de las mujeres. La diferenciación sexual sólo es biológica, el género es una construcción social, dada por nor- mas e instituciones. La condición desventajosa para las muje- res se mantiene por el control cultural, que Bonfil define como el sistema global de relaciones que constituye el conjunto de niveles, mecanismos, formas e instancias de decisión sobre los elementos culturales en una sociedad (Bonjl, 1987, p. 28).

* Investigadora del CRIM.

1 Muchos de los conceptos que aqui se presentan, en especial los que se refieren atrabajo, los desarrollé para la introducción del libro que publicad el PEM: Los Espacios Femeninas. El Colegio de México (en prensa).

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En 10s estudio: con enfoque de género se debe considerar el análisis de cada mro de los elementos culturales; su origen son los estudios sobre la mujer, que se inician de manera sistemáti- 1

ca hace sólo cinco lustros. Estos los han realizado principal- mente mujeres, lo cual ha sido ventajoso como se había vislumbrado con mucha antelación; por ejemplo, al respecto, en 1927, Antonieta Rivas Mercado escribía en una reseña para la revista Ulises ... "La mujer es distinta al varón y debe afirmar su diferencia, en vez de aspirar a igualarse".

Cuando una mujer escribe sobre problemas femeninos, espe- ramos encontrar trazas de un estudio autocritico. La mujer analizada por si misma proyectaría luz sobre un obscuro capi- tulo de la psicologia. La esencia de la mujer yace en sus rasgos diferenciales y ella es la Única que puede definirlos. ¿Cuándo veremos iniciarse esa labor? (Citadopor Bradu, 1991,p. 97).

Tuvieron que pasar varios decenios para que el análisis de la situación de la mujer se convirtiera en línea de investigación. Ahora, en los estudios con enfoque de género, será necesaria mayor participación de investigadores de ambos sexos.

Una mirada retrospectiva a la historia nos hace concluir que la marginación de las mujeres, de los espacios de la vida económica en el mundo moderno, se origina desde los inicios del desarrollo del capitalismo, que capta principalmente a la fuerza de trabajo masculina dirigiéndola a la producción para el mercado, mientras que la mujer permanece en el hogar hacién- dose responsable de la reproducción de la fuerza de trabajo tan- to cotidiana como generacional. Al respecto, Elizabeth Janeway apunta

... hasta hace POCO, cuando las mujeres permanecían en el ho- gar, la mayoría de 10s hombres tambidn estaban alli y las per- sonas de uno y otro sexo trabajaban en ese sitio. Así el hogar era un taller o sitio de trabajo para los artesanos, aprendices, jornaleros, y para muchas mujeres, o bien un centro comer- cial, o ambas cosas. O bien era un mínimo refugio para los ex- haustos trabajadores agrícolas; o una casa grande, a la vez

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centro de actividad económica y de vida social que trascen- díacon mucho los Iímitesde lafarnilia(Janavqv, 1973,~. 33).

Esto no quiere decir que no se dieran condiciones de su- bordinación de la mujer respecto al hombre, pero lo que si se tiene que considerar es que la segregación de los espacios ha experimentado cambios a través de la historia. En una época el hogar fue el espacio productivo, reproductivo y social tanto para hombres como para mujeres. Cuando se abren espacios alternativos, en primer lugar, son ocupados por los hombres.

La participación de la mujer en espacios ajenos al hogar ha ido ampliándose pero, basándose en diferencias biológicas, se ha condicionado el acceso restringido a determinadas ramas de actividad, ocupaciones específicas, profesiones y categorías ocupacionales; asimismo, aspectos de la cultura tradicional inhiben que la mujer incursione con mayor ímpetu, en algunos espacios que aún se consideran básicamente masculinos, como lo fue el deporte y, lo sigue siendo, la participación polí- tica.

La situación de desventaja continúa prevaleciendo, a pesar de que en los Últimos años se ha incrementado consi- derablemente su presencia en las escuelas y los centros de trabajo. Sobre la presencia femenina en nuevos espacios se pasa del asombro, a la duda, a la costumbre, a la aceptación ... ¿se llegará a la preferencia en aquellas ocupaciones que son al- tamente valoradas socialmente, hasta hoy dominadas por los hombres? En todo caso, siempre, para conquistar cualquier es- pacio, han tenido que demostrar que son más que efectivas. La feminización de los espacios puede ser simplemente ocupar- los, pero también puede ser transformarlos, feminizarlos, es decir, incluir los elementos culturaies que manejan mejor las mujeres, para que se superen las condiciones generales de la sociedad.

Mientras la femenina en las actividades ge- neradora~ de ingreso ha aumentado - e n los últimos veinte &os la tasa de femenina en actividades econó-

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micas se ha duplicatio, en la actualidad alrededor de una tercera parte de las mujeres de doce años son económicamente acti- vas- la distribucióii de las labores domésticas dentro del hogar no ha cambiado, sigue recayendo en ellas. Esto implica que la incorporación de las mujeres a las labores extra domésticas se lleven a cabo a costa de su doble jornada; así como de su tiempo de descanso para reposición de su fuerza de trabajo, o de tiempo que podría dedicar a su superación personal o para el trabajo extra-doméstico en mejores condiciones. La doble jornada -la de trabajo doméstico más la de trabajo extra-doméstico- per- petúa algunas de las condicionantes de su segregación. Entre la población femenina se encuentra con mayor frecuencia discon- tinuidad de las trayectorias laborales femeninas, trabajos de tiempo parcial y modalidades de inserción, como el desarrollar un trabajo por cuenta propia o a destajo en su propio domicilio para lidiar con el triple papel de trabajadora, ama de casa y

En particular entre 10s estratos pobres, el trabajo doméstico implica mayor esfuerzo, sea por la carencia de un amplio con- junto de bienes y servicios necesarios, a los cuales no tiene ac- ceso porque su bajo nivel de ingresos no le permite comprarlos, o no existen en su con~unidad y no puede desplazarse a buscar- los por el costo que ello implica. También el abasto exige mayor esfueno, por la búsqueda de algunos bienes a un precio más bajo que el del mercado (hacer cola para comprar leche subsi- diada, por ejemplo).

A través del tiempo, todo tipo de actividades se van absor- biendo por el mercado. Toda actividad tiende a monetarizarse. Aunque existan gmPos de población que busquen abastecerse con la ~roducción de autoconsumo, el sistema los obliga a buscar ingresos monetarios, aunque sólo sirvan para pagar im-

La búsqueda de trabajo Por parte de las mujeres se ha debi- do en buena parte a las necesidades que tienen ellas de un ingre- so monetario. Cada vez es mhs frecuente que un salano individual sea insuficiente para cubrir las necesidades de una

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familia de tamaño medio. El incremento del empleo femenino se atribuye a la estrategia que las mujeres han adoptado para enfrentar la crisis; en muchas ocasiones desempeñando activi- dades de pequeña escala o por cuenta propia, aunque también aumentó su proporción en el trabajo asalariado.

El proceso de ferninización del mercado de trabajo en los ochenta se dio en todo el mundo, en particular en América La- tina y se agudizó la tendencia hacia la terciarización del em- pleo. En general, la capacidad de generación de empleo en el sector industrial disminuyó en casi todas partes, ya sea por la caída de la producción o por el aumento de la productividad debido a los avances tecnológicos. El aumento de la participa- ción femenina ha ido acompañado de un cambio sectorial sig- nificativo. En particular, se ha dado un descenso en la actividad agropecuaria auspiciado por el aumento en las acti- vidades comerciales y en los servicios pero, también, en la in- dustria de la transformación; ramo hacia donde las mujeres han sido llamadas para realizar procesos industriales parciales, tanto bajo la modalidad de maquila a domicilio (por ejemplo en la fabricación de prendas de vestir, calzado, juguetes, artí- culos deportivos) como en las plantas transnacionales maqui- ladoras o ensambladoras (algunas pertenecen a la misma rama que las domiciliarias, otras son más tecnificadas como las elec- trónicas). En general, los cambios mencionados fueron acom- pañados por: un deterioro en la calidad del trabajo; menor estabilidad laboral; reemplazo de trabajo permanente por tem- poral; y a tiempo parcial. En una época donde predomina el neoliberalismo económico, en el marco de un proceso de glo- balización internacional, 10 que menos importa es la gente, sus condiciones de vida y, por ende, la generación de empleos con buenas condiciones de trabajo.

La reducción de la participación masculina puede deberse a la segregación ocupacional por géneros que, históricamente, se desarrolló en contra de las mujeres pero, ahora, con la ten- dencia de los cambios sectoriales se revirtió contra los hom- bres. Ellos enfrentan cada vez mayores dificultades para

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conseguir trabajo ya que los espacios que estaban reservados para los hombres .:e han ido reduciendo. Las actividades que es- taban abiertas a las mujeres son las que se han expandido: el co- mercio y los servicios; así como otros de nueva creación, resultantes de la segmentación de los procesos productivos, en tareas muy específicas para poder emplear mano de obra barata.

Quizás, el acceso de las mujeres a algunas de las activida- des nuevas no represente necesariamente una meta deseable en el camino de su superación; situaciones que probablemente tampoco son positivas para la sociedad en su conjunto, por ejemplo: el desempeño de actividades que atentan contra su sa- lud física y mental, como son muchas de las ocupaciones indus- triales programadas para la máxima productividad, donde la fuerza de trabajo es sólo un instrumento más.

contexto más democrático. Con frecuencia se piensa que todo problema tiene por ori-

En el Censo de Población de 1990 se encuentra que de la ' población de ambos sexos, mayor de 25 años, sólo el 8.9 por ciento había alcanzado algún grado de educación superior y la

por ciento. Las proporciones correspondientes de las mujeres

realidad no tendrían porque existir carreras femeninas o mascu- linas. Sin embargo, la igualdad en la formación académica no

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implica una igualdad real en cuanto a oportunidades de traba- jo. Se da una discriminación en la demanda por parte de 10s empleadores.

Las carreras universitarias se devalúan cuando se femini- zan, sin que quiera decir que no sean socialmente demandadas, como es el caso de la carrera de medicina, a la que han tenido acceso las mujeres desde hace varias décadas. El lugar que ocupa el médico en la sociedad ya no es el de antaño.

Sylvie Didou Aupetit (COLMEX/PIEM) en un estudio sobre las universitarias del Estado de México encuentra que, el haber pasado por la universidad no rompe el posterior aislamiento de las mujeres en la vida doméstica, no se conectan socialmente, no participan en asociaciones profesionales y no buscan solu- ciones de grupo para sus conflictos, como madre-trabajadora- profesionista. No se puede hablar de identidad profesional fe- menina, la dualidad no se ve como problema colectivo. No se recurre a revisar la asignación de tareas de la unidad familiar. La condición existencia1 de las mujeres profesionales sigue dominada por el signo de la maternidad. Se deben revisar los efectos reales entre escolarización y comportamiento. Como motor de emancipación, están restringidas por otros referentes decisionales, como la estructura familiar y la interiorización de ciertos modelos de comportamientos, así como las condicio- nes reales del mercado de trabajo.

Lo esencial, en la aceptación de puestos para la mujer, es que permita llevar la vida personal, es decir familiar, de acuer- do a los cánones. El desempeño laboral de la mujer depende de aspectos estructurales y negociaciones conyugales o con el padre, más que depender de proyectos profesionales pre-elaborados. Se diluye la individualidad femenina en pro de una estrategia fa- miliar. Interesa más su aportación económica familiar que su realización personal. La actividad extra-doméstica no es motivada por desarrollo pa-~onal. Sólo en ocasiones, las muje- res profesionales consideran al trabajo como un derecho y como un rasgo de identidad.

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En cada clase social hay tanto hombres como mujeres, ellos y ellas sufren o disfrutan sus condiciones de vida, resultado de su situación de clase, y al compartir la lucha pueden llevarlos a un mejor entendimiento y capacidad para incidir en su propio destino. Es positivo que las personas de ambos sexos estén pre- sentes en la vida social y en comunicación directa con un mun- do que es necesario transformar.

Sin embargo, aún sabiendo la importancia de vivir en un mundo compartido, entre hombres y mujeres, en todos los ám- bitos, incluyendo el trabajo doméstico, esto no puede lograrse de la noche a la mañana. En ello interactúan los elementos cul- turales que Bonfil ha definido como los los componentes de una cultura que resulta necesario poner en juego para realizar todas y cada una de las acciones sociales: mantener la vida cotidiana, satisfacer las necesidades, definir y solventar problemas, for- mular y tratar de cumplir aspiraciones. Para cualquiera de estas acciones es indispensable la concurrencia de los elementos cul- turales que como recurso metodológico los clasifica en: a) ma- teriales, b) de organización, c) de conocimiento, e) simbólicos y f) subjetivos (Bonfil, op. cit., p. 27). La cultura dominante ha sido la del sometimiento de las mujeres. Para que cambie el es- tado de cosas es necesario incidir sobre estos elementos cultu- rales. Cualquier acción exige capacidad de decisión, en muchas ocasiones inhibida justamente por la condición que se busca cambiar, así que, cada paso que se de, se sumará a los esfuerzos que se vienen haciendo con notoriedad en el ultimo cuarto de

La separación de lo público y 10 privado desvaloriza lo se- gundo, considera sólo valioso lo que se produce para el merca- do y esto marca la desventaja inicial de la mujer (CEPAL, 1, P. 19). El lugar subordinado que se le da a ella no sólo es en la SO-

ciedad, porque lo externo lo maneje el hombre; también al inte- rior del hogar no hay democracia dentro de los hogares, las decisiones trascendentales no se toman por consenso, existen asimetrías entre hombres y mujeres; las mujeres generalmente están en segundo plano, y no sólo para asuntos familiares , sino

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aún en aspectos que le afectan a ella más que a ningún otro miembro de la familia, como puede ser la práctica de la anti- concepción.

Cuando las mujeres participan en movimientos sociales, parten principalmente de conflictos en la inserción tradicional de sus papeles reproductivos como madres y amas de casa; y aunque tengan una gran influencia en la vida pública y un gran valor político, no se consideran políticas en sí mismas. "Inva- den" lo público para resistir al deterioro de su mundo, organi- zándose para defender los derechos humanos y las condiciones de vida (Ibid., p. 20). Pocas veces son cabeza de luchas por rei- vindicaciones laborales, aún en gremios predominantemente femeninos.

Pueden desempeñar funciones de liderazgo a nivel popu- lar y comunal, pero rara vez ocupan cargos electivos o ejecuti- vos en el gobierno, los partidos políticos, los sindicatos o las empresa (Ibid., p. 23). Sólo hay que ver las jerarquías en nues- tro sistema, en el sector público, en el privado, en las empresas y en las cámaras.

Al respecto Alicia Martinez señala:

en los últimos 45 aAos sólo 15 mujeres ocuparon puestos de alta responsabilidad en el poder ejecutivo ... En ese mismo periodo 522 hombres fueron registrados en funciones simi- lares (Martínez, 1993).

En el sector empresarial, Gina Zabludovsky señala:

... el único cargo ocupado por una mujer dentro de las cáma- ras que integran la CONCAMM, es el de la presidencia de una agrupación que está vinculada estrechamente con activida- des tradicionalmente Consideradas femeninas, la Cámara de la ~ndustria del Embellecimiento Fisico ... de las 616 cámaras regionales de comercio, servicios y turismo que en la actuali- dad integran la CONCANACO, ~610 cinco están presididas por mujeres (Zabludovski, en prensa).

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La marginacion femenina de las esferas de decisión se da en todos los estraios sociales, las mujeres están marginadas de la posibilidad de influir sobre las decisiones que rigen sus vidas, las de los paises y sociedades. Aunque no todos los problemas les afectan de igual manera, mucho depende de la clase social a la que pertenecen. Por ejemplo: la violencia intrafamiliar se en- cuentra en todas las clases, pero la impunidad de los abusos de las "autoridades" y la inseguridad, afecta obviamente más a la mujer pobre.

¿Por qué las mujeres no participan en movimientos sindi- cales, políticos, etc.? En parte se debe a su propia autocensura, ellas mismas consideran que no saben. Por otra parte, no tienen tiempo para participar o para informarse de lo que sucede, por la sobrecarga de trabajo que les impone el trabajo doméstico. Tampoco pueden moverse libremente por la sumisión al jefe de familia, generalmente el esposo o el padre. Es evidente que la mayor limitación proviene del impedimento directo ejercido por los hombres, quienes, como todo grupo en el poder, por vías no democráticas, no quieren perder sus privilegios; pero ade- más, y quizás de mayor peso, está la inercia de la tradición crea- da a través de la historia interiorizada tanto en hombres como en mujeres.

Las prácticas protagonizadas por mujeres, que las han lle- vado a movilizaciones publicas se podrían ubicar en cinco pla- nos:

1) Defensa de 10s derechos humanos, resultantes en mu- chos casos porque sus propios hijos y maridos han sido vejados. El caso más relevante eri nuestro país ha sido el de la Sra. Rosa- rio Ibarra de Piedra, que la ha llevado a una participación politi- ca integral.

2) Búsqueda de soluciones cotidianas para supervivencia del grupo familiar en medio de la crisis y en problemas que ata- ñen el desarrollo local, actúan finalmente como gestoras socia- les y comunales. La participación en estos casos se concentra entre mujeres de clases populares. Generalmente, cuando lo- gran el objetivo inmediato se desmovilizan y vuelven a su mti-

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na hogareña. Al respecto Anderson hace una reflexión importante: "el encierro comunal es peligrosamente cercano al encierro doméstico" ( 1 9 9 2 , citado en CEPAL, 2). Es decir, aun- que logren "salir" de su reducido ámbito doméstico hacia la comunidad, para atender las necesidades apremiantes de su fa- milia, no logran romper los esquemas tradicionales que las lle- ve a participar en movimientos fuera de la comunidad, ni a plantear sus propias demandas como mujeres, sólo lo hacen como madres o amas de casa, y dentro de un perímetro restrin- gido, donde prevalece la tutela del marido o de un grupo próxi- mo a él.

3) El movimiento feminista, a partir de su identidad de gé- nero, busca el reconocimiento social de su situación subordi- nada y legitimar sus intereses. Ha formado parte de organismos no gubernamentales que han permitido tecnificar demandas y propuestas, así como aumentar el conocimiento de su realidad (CEPAL, 2, p. 2 1 ) . Este tipo de participación se con- centra, principalmente, entre mujeres intelectuales de clase media y alta.

4) Existen mujeres y organizaciones femeninas o que par- ticipan en el Estado, aunque muy pocas en número como antes se ha señalado. Sin embargo, aunque se encuentren en las altas esferas, con frecuencia, han perdido su identidad de mujeres, no su autonomía, no plasman su percepción e interpreta- ción del mundo como mujeres en el quehacer político; incluso, en ocasiones, el trabajo en organizaciones de mujeres les ha servido como trampolín para incorporarse en la política tradicional -y portarse como "debe ser", como déspotas- que no toman en cuenta los y necesidades de la gente y menos las especificidades de género. En otras ocasiones han llegado por méritos propios en instituciones comunes, dominadas por hombres, porque han sabido ser más eficientes en las tareas ge- nerales, pero no han cuestionado los planteamientos machis- tas, que pueden ser simplemente la omisión de lo específico de 10 femenino. También se da el caso de mujeres que son más machistas que los propios hombres (que discriminan más agu-

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damente a otras mrijeres o hacen planteamientos que contribu- yen a perpetuar sus desventajas).

5) Quizá haya quien piense que existe participación políti- ca de las mujeres porque votan, pero es necesario considerar este punto por separado; es cierto que se logró el sufragio hace cuatro décadas, pero fue gracias a la presión ejercida por gran- \ des mujeres que participaron en diferentes movimientos desde principios de siglo, y quienes finalmente lo consiguieron fueron las sufragistas de 1954. Sin embargo, todavía no se logra la po- litización real del pueblo mexicano, y menos aún la de las muje-

Para las elecciones presidenciales de 1994 se empadrona- ron en la misma proporción hombres y mujeres. Pero muchas mujeres lo hicieron porque fueron forzadas por poderes locales (por ejemplo, exigencia de la credencial para trámites escolares de sus hijos) esto fue indebido, ya que por ley es un derecho; el empadronamiento era voluntario. Pero, ciertamente inducido en la campaña publicitaria, si bien nunca se mencionó que fuera obligatorio, si lo manejaron como algo que se tenía que hacer, "todo mundo se toma la foto", "todo mundo se empadrona", todo mundo opina.. . También el empadronamiento respondió a una necesidad: la falta de un documento de identidad, del que carecía gran cantidad de mexicanos, especialmente las mujeres que no tienen cartilla militar, ni licencia de manejo o credencial de trabajo reconocida.

Estos derechos de ciudadanía quizás, a la larga, tengan un efecto sobre la democracia real, pero, hasta ahora, no han fun- cionado como criterios mediadores de las relaciones sociales y políticas, sino que han tenido el carácter de clientelismo o ejer- cicio del paternalismo -que no sólo afecta a las mujeres, sino también de otros grupos marginados del poder. Sólo se podrá afirmar que la mujer ha tomado su lugar en el poder, cuando sus demandas, aprendizajes, experiencias, subjetividades y aportes puedan articularse con los procesos decisorios (cm&, 2, p. 22).

Existen problemas que son de la sociedad en su conjunto, pero que se ven como femeninos, y en general ni los hombres

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1 ni las instituciones los asumen; éstos deben atenderse en forma específica y pueden mencionarse las necesidades de las jefas de hogar, el apoyo a madres adolescentes, las mujeres golpea- das y los derechos reproductivos. Estas son condiciones espe- cíficas para madres trabajadoras, ya que con su actividad productiva contribuyen a la economía, y con la crianza de los niños contribuyen a la formación de la nueva generación. Por otra parte, debe haber responsabilidad social compartida res- pecto a la niñez, por ello, además de la necesidad de que las ta- reas de crianza sean compartidos con el padre, se deben considerar las necesidades específicas de disponer de guarde- rías, flexibilidad en horarios laborales, etc., que deberían estar garantizados, tanto para la madre como para el padre trabaja- dores.

Es necesario lograr que las mujeres superen las limitacio- nes culturales para que puedan plasmar y traducir sus necesi- dades estratégicas en demandas de género, y que éstas se integren en la agenda pública (CEPAL, 2, p. 23). Aun ahora las mujeres trabajadoras separan su vida laboral de su vida priva- da, son mundos que no se tocan, aunque ambos interactúen en cada instante de su vida, pero lo único que se transfiere de uno a otro son sentimientos de culpa.

Como ya se ha señalado, el incremento de la participación de la mujer en el mercado de trabajo no ha cambiado la concep- ción de que la esfera pública es masculina, y la privada es fe- menina. No ha cambiado substancialmente la distribución del trabajo doméstico dentro de la unidad familiar, ni su valora- ción como un trabajo vital para la familia y la sociedad en su conjunto. Sin embargo, la participación en actividades fuera del hogar sí ayuda al proceso de reconocerse como personas, a moverse en espacios tradicionalmente considerados masculi- nos JI a hacer oír sus opiniones. Les permite conocer al otro, "al hombreM, en el terreno del trabajo, que al ya no ser "su hom- bre", pueden valorar las capacidades del otro género más obje- tivamente, darse cuenta que son personas, como ellas, no semidioses. Esta experiencia no sólo puede afectar a la lucha

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de las mujeres en el campo laboral, sino que puede trascender a su lucha por la ig~.aldad al interior de su propio hogar, aunque el cambio no es automático, quizás lleve al menos a toda una ge- neración lograrlo.

Es decir, la apertura de los sujetos particulares hacia lo co- lectivo, puede darse en el marco de diferentes ámbitos: la fami- lia, el gmpo de trabajo, etc. ámbitos que a su vez, guardan relación con los distintos planos de la realidad. Las dimensio- nes de lo individual y lo colectivo determinan nuestra realidad como sujetos particulares y sujetos sociales (Guerra, 1994, p. 4).

Guerra señala respecto al modelo de planificación demo- crática que se vincula con la concepción de planificación parti- cipativa, que entiende a la participación como un objeto "en sí", como una necesidad básica en el ámbito de la calidad de vida no satisfecha para importantes mayorías.

Pero tengo la impresión de que para la mayoría de la gente, el término democracia resulta ser un concepto abstracto, que nada tiene que ver con 10 que le pasa a la propia gente. Entende- rán (y es lo que realmente prometen los políticos) que seria la ~osibilidad de opinar, debatir y buscar un consenso para decidir sobre todo aquello que las compromete directamente? Que se puede llegar a incidir en la forma de resolver los problemas que las afectan cotidianamente y que repercuten en la sociedad en su conjunto.

El concepto que se suele manejar de poder, es como si se convirtieran en "dueños" de 10s recursos y de la gente. En lugar de aceptar que es un compromiso colectivo y de participación de los ciudadanos en la resolución de los asuntos de la comuni- dad.

Una democracia implicaría que el logro de los intereses económicos, sociales y culturales específicos, sólo se alcanza- rían mediante la incorporación activa como ciudadanos en el mundo público. En el conjunto de personas y sus intereses por supuesto, deben contarse 10s específicos de las mujeres. En las actividades de ciudadanía hombres y mujeres deberían tener las mismas formas de representación política. Para ello es necesa-

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rio fortalecer el protagonismo social de la mujer y la participa- ción igualitaria de varones y mujeres en el poder.

Parece ser que en la percepción de la gente existe una diso- ciación de los problemas cotidianos y, especialmente, de lo tras- cendente que podría ser la participación política de la mujer para acciones inmediatas, así como para influir en las políticas públi- cas globales, las cuales pueden considerarse inalcanzables, into- cables, que pueden quedar en la esfera de lo masculino, pero aun entre los hombres de muchos sectores, en lo divino, lo preesta- blecido.

Si no se superan los conceptos abstractos, puede quedarse a un nivel de demagogia, o simplemente se hace a un lado si no se comprende,la trascendencia de los procesos democráti- cos; se debe trabajar en los procedimientos y canales de parti- cipación adecuados de 10s sujetos sociales y políticos, desde la realidad más concreta de los problemas cotidianos. Favorecer los mecanismos de negociación en los cuales las mujeres defi- nan sus intereses reales y necesidades, los traduzcan en de- mandas, tomen decisiones en la búsqueda de soluciones para sus problemas, y sean eficaces en su influencia. Sólo así po- drán consolidarse como ciudadanas.

El sistema de género impide beneficiarse de los logros del desarrollo, la falta de equidad no necesariamente se encuentra en las leyes, simplemente puede estar en los usos y costum- bres. Puede haber neutralidad y universalidad en el concepto de ~iudadanía, pero en la realidad se encuentran distintas for- mas de ser y conocer que afectan de manera fundamental la práctica y el significado de los deberes y responsabilidades cí- vicos y la forma de disfmtar los derechos civiles.

Vale estar alerta en lo que advierte Guerra sobre las po- sibilidades de manipulación, porque también se las puede en- tender como un estadio requerido por la planificación tecnocrática, donde la participación, dentro de limites clara- mente delimitados de antemano en el proceso productivo, s~ considera una característica técnicamente necesaria y genera- dora de mayor eficiencia; es decir, el trabajador demasiado

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enajenado tampoco es útil, entonces en aras de la productividad hay que hacer que sea más "participativo". Dentro de las estruc- turas empresariales se encuentra claramente, lo que se ha dado a llamar "desarrollo organizacional", donde la participación es deseada y premiada por los empresarios, fomentando los circu- los de calidad, las relaciones interactivas horizontales y la des- centralización de los procesos productivos cuyo fin es ahorrarse los costos de mano de obra (Guerra, 1994, pp. 12-13). Esto corresponde al auge de subcontratación y lo que llaman flexibilización, que lleva a que el trabajador absorba todas las irregularidades en los abastos de materia prima y del mercado, sin crear derechos acumulados por el trabajo desempeñado. Es- tas transformaciones en la organización productiva se dan, justamente, cuando hay incremento de la participación femeni- na. Con estas nuevas formas de organización, la mujer ya no tie- ne las ventajas personales y laborales, derivadas de la interrelación con círculos amplios de trabajadores y la lucha por las reivindicaciones laborales, ya que éstas no se consegui- rán por la desaparición de la organización obrera. Pareciera que, desgraciadamente, la mujer también ha llegado tarde al merca- do de trabajo.

Pero, a pesar de todo, en la lucha cotidiana de las mujeres, encontramos muestras de distintos grupos sociales que van abriendo brecha en actividades a las que pueden tener acceso dentro de su condición de clase. En ocasiones, sin que ellas mis- mas tengan conciencia del significado que su acción puede te- ner en el combate contra la tradición discriminatoria, y hasta la nieguen.

Profundizar en la participación democrática de las mujeres puede señalar caminos alternativos no sólo para ellas, sino para otros grupos sociales marginados, en cuanto a relaciones socia- les, organizaciones, política y desarrollo, aportando elementos para el cambio cultural y global de nuestras sociedades.

Para concluir, retomamos una cita que Kathleen Newland toma de la fábula antigua de China, la cual relata que hasta las grandes montañas se pueden mover con azadones, y que Mao

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Tse-Tung citaba para subrayar que un esfberzo decidido y con- certado puede superar aun los obstáculos más formidables. Newland refiere esta fábula con relación a los espacios que ocupa la mujer:

l Al enfrentarse al enorme edificio de la tradición discrimina- toria, las mujeres se desalientan inevitablemente de vez en cuando ante la inmensidad de los obst6culos en el camino ha- cia la igualdad de los sexos. Una reforma legal aquí, una nue- va oportunidad en materia de educación allí, una mejoría en el número y categoría de los empleos femeninos en algún lu- gar, son otras tantas paletadas que se arrancan a la montafía. Pero si la tarea prosigue a un ritmo constante y hombres y mujeres se unen para cavar, el paisaje terminará por cambiar. Ya hay un buen número de manos entregadas a esta obra de nivelación. (Newland, 1979, p. 227.)

Obras consultadas

BonCil Batalla, Guillermo. "La teoria del control cultural en el estudio de procesos étnicos". Revista del Centro de Investigaciones y Es- tudios Superiores en Antropología Social. Afío 2 . México, SEP, 1987. Papeles de la Casa Chata.

Bradu, Fabienne. Antonieta. México, Fondo de Cultura Económica, 1991. CEPAL. Serie Mujer y Desarrollo, No. 1.

. Serie Mujer y Desarrollo, No. 2. Didou Aupetit, Sylvie. Lafeminización de los espacios. México, El Cole-

gio de México/PIE~. (En prensa.) Guerra Rodriguez, Carlos. S W o s y subjetividad social. Cuemavaca,

Mor., UNAM/CRIM, 1994. Mimeo. Janeway, Elizabeth. El hgar de la mujer en el mundo del hombre; un estu-

dio de mitología social. México, Editorial Extemporáneos, 1973. colección El viento cambia, No. 19.

Martfnez, Alicia. "Un vinculo en tensión: políticas públicas y diferencias genéricas". En: Martinez, Alicia, compiladora Mujer, gobier- no y sociedad civil. Políticas en México y Centroamérica. Mé- xico, FLACSO, 1993.

Newland, Kathleen. La mujer en el mundo moderno. Madrid, Alianza Uni- versidad, 1979.

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V. P E R C E P C I ~ N DE NECESIDADES EN SALUD REPRODUCTIVA DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO. EL CASO DE DOS POBLACIONES EN EL ESTADO DE MORELOS

Carlos García M * Cecilia García B. **

Introducción

La salud de la población es el resultado de procesos históricos de salud-enfermedad y por tanto puede considerarse como un subproducto de la estructura socioeconómica. La salud repro- ductiva y la relación entre sociedad y género, como consecuen- cia de la consideración anterior, pueden ser entendidas dentro de un proceso general de reproducción social, donde los aspec- tos biológicos y socio-culturales dan especificidad a comporta- mientos reproductivos en poblaciones concretas (Breilh, 1993, pp. 35-64).

Abordar aspectos de salud reproductiva desde la perspec- tiva de género, ofrece la ventaja de considerar las construccio- nes sociales no sólo sobre salud y enfermedad, sino también sobre la relación sexo-género. Esto facilita la interpretación de procesos de reproducción social que asumen comportamientos específicos, de acuerdo a la manera como la población Percibe y participa en el proceso de reproducción biológica, que ha sido asumido y reconocido socialmente como el fin último de la mujer .

La manera como la población estructura sus opciones en salud y la forma como la mujer percibe sus necesidades en sa- lud reproductiva, son elementos a tener en cuenta si queremos transformar las desigualdades de género y disminuir los facto- res de riesgo producidos por la desigualdad social. Entende-

* Investigador del CRIM. ** Investigadora del Instituto Nacional de Salud Publica

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mos aquí la desigualdad de género como una dimensión específica de la desigualdad social (De Barbieri, 1992, p. 151).

Los resultados que aquí se presentan son parte de una in- vestigación realizada en los Municipios de Yecapixtla y Tlalpi- zapan del estado de Morelos.' La base de datos consta de 750 mujeres a las cuales se les aplicó un cuestionario sobre su situa- ción pre y posparto.

El objetivo de este trabajo es analizar, desde la perspectiva de género, cómo las mujeres perciben sus necesidades de apoyo y cómo lo reciben por parte de su pareja, hijos, familiares y ami- gos en la etapa pre y posparto. Nos referimos al apoyo en aspec- tos prácticos (ayuda en el quehacer doméstico) y emocionales (acompañamiento y discusión de sus problemas). En otros tér- minos, se trata de aprender cómo la mujer ejerce la imposición social de ser la primera responsable del proceso de reproduc- ción generacional. Las consecuencias en la manera de concebir la salud reproductiva y cuáles factores socioeconómicos re- fuerzan dicha condición.

Aspectos teórico-metodológicos

El concepto de "Comportamiento Reproductivo" necesita de un proceso de objetivación para reducir su nivel de abstracción y facilitar el análisis empírico. Este se expresa en por lo menos tres ejes estructurales:

- Las estructuras de la fecundidad por edad, de las cuales se deduce el nivel de fecundidad, definido como el número pro- medio de hijos que tendría una mujer en todo su periodo repro- ductivo, en ausencia de mortalidad. Medido a través de la Tasa Global de Fecundidad (TGF).

- Los patrones reproductivos que tienen que ver con la edad de entrada a la unión, la paridad y el espaciamiento entre naci- mientos que expresan factores de riesgos reproductivos y deter-

1 Investigación sobre salud de la mujer rural realizadaentre 1992 y 1995 por el Instituto Na- cional de Salud Pública y financiada en parte por la Fundaci6n MacArthur.

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minan la forma como las mujeres tienen sus hijos a lo largo de su periodo reproductivo (estructuras de fecundidad) y;

- el patrón conductual en el cual se manifiestan los deter- minantes culturales de la reproducción social. En otras pala- bras, la forma como la sociedad se organiza para garantizar las condiciones de la reproducción biológica y social y que se ex- presa, de manera particular, en comportamientos conductuales con respecto a la lactancia, la alimentación suplementaria, las redes de apoyo familiar, la anticoncepción y la utilización de los servicios de salud en preparto, parto y posparto. Procesos mediados por las condiciones socioeconómicas, que se preten- den rescatar a través del análisis por estratos socioeconómicos.

Aunque las relaciones de género pasan por estos tres ejes, nos interesa destacar el tercero, ya que son estas relaciones las que dan mayor sentido a 10s patrones conductuales que tienen que ver con el comportamiento reproductivo.

El proceso salud-enfermedad desde la perspectiva de género

Aunque actualmente predomina un modelo médico hegemóni- co, centrado en una concepción curativa del daño fisioanatómi- co, donde la clínica hegemoniza al enfermo y a su tratamiento - d e acuerdo a un conocimiento técnico-científico de la salud humana- es ampliamente aceptado que la salud y la enferme- dad hacen parte de un Proceso biopsicosocial, donde las con- cepciones que se tienen de la salud, y la forma de enfermarse, inciden en el USO de 10s servicios y en las condiciones de vida de la población.

Esta forma de concebir la enfermedad es dinámica e histó- rica, depende de cómo la población estructura sus opciones en salud de acuerdo a sus condiciones de vida determinadas por la desigualdad social. Estas opciones en salud están deterrnina- das estnicturalmente de acuerdo a:

- la a Un gnip0 social;

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- la forma como la población es favorecida por los benefi- cios del desarrollo social;

- el nivel de prioridad asignado a dicho grupo por el Estado, en su política social; y

- el nivel de apropiación individual de la salud como una ne- cesidad básica. Este nivel de apropiación individual es producto de una re-

construcción social que, en el caso de la mujer, está sobredeter- minado por la desigualdad de género y es lo que destacaremos en este trabajo.

En otros términos, el proceso de salud-enfermedad es alta- mente diferencial según 10s grupos sociales. Sin embargo, entre los límites que impone lo social, existen otras entidades media- doras como la política social, 10s patrones conductuales y la es- tructura y uso de servicios en salud que permiten ser utilizadas con distintas racionalidades psicosociales. Estas diferencias particulares generan múltiples formas individuales de enfrentar el proceso salud-enfemedad y es 10 que hemos llamado estruc- tura de opciones en salud.

De la misma manera y de xuerdo con De Barbieri, la desi- gualdad de género es construida y reproducida socialmente a través de instituciones, normas, valores y prácticas. Sin embar- go, le corresponde a la división social del trabajo y a la organi- zación jurídica-política garantizar 10s marcos legales de dicha reproducción (De Barbieri, 1993, PP. 13-14). Esto quiere decir que las relaciones entre mujeres Y varones son reguladas desde la esfera del poder.

De igual manera, partimos de la consideración de que el gé- nero se define social y relacionalmente en el enfrentamiento con los otros (Ibid.). En términos de la interacción social vía di- ferencias corporales, donde el cuerpo femenino se reviste de poder, entre otras cosas, por su capacidad reproductiva, entran- do en conflicto con los sistemas hegemónicos de dominación masculina. Aunque en términos generales estos conflictos se resuelven estructuralmente, también lo hacen a nivel individual de acuerdo a la capacidad de negociación y enfrentamiento en

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las relaciones mujer-varón, varón-varón y mujer-mujer, a lo que hemos llamado niveles de confrontación.

En la medida en que la mujer y el varón construyan sus pro- pias opciones de acuerdo al grado de conciencia de si mismos, de sus diferencias y papeles desiguales en las relaciones de gé- nero, podrán transformar su patrón conductual y. tender hacia unas relaciones de género más equitativas. Existe una diferen- ciación social en la percepción de las necesidades en salud re- productiva, que podrían ser satisfechas sólo en la medida en que se de la confrontación y la mujer ejerza su autonomía (Fi- guero4 1993, pp. 18-22). Según lo anterior, como lo sugiere Lamas, se trata de analizar la simbolización de las diferencias en las prácticas (por ejemplo, en salud reproductiva), los dis- cursos y las representaciones culturales (Lamas, p. 52). En nuestro caso, se trata de analizar cómo las mujeres concibieron y valoraron la necesidad de ayuda en sus actividades cotidianas en los períodos pre y posparto.

Cuando dicha valoración no ayuda a disminuir las desi- gualdades de género, cuando no se confronta el modelo domi- nante, entonces estamos frente a fuertes procesos de alienación y enajenación, donde las mujeres padecen de "una no concien- cia" y una "no toma de distancia" de la realidad (Figueroa y otros, 1993, p. 675). ES decir que la no exigencia de un apoyo familiar durante el proceso reproductivo, proporciona impor- tante información sobre los factores que no sólo están agravan- do las condiciones de salud sino, también, fortaleciendo la desigualdad de género.

Necesidades en salud reproductiva

La familia, no sólo como unidad de producción y de consumo, sino también como fuente de formación de identidades, de in- teracción, de conflicto social y de amor desempeña, entre otras cosas, el papel de unidad mediadora entre procesos macrosocia- les como la producción y reproducción de los modelos socio- culturales en tomo a las relaciones de poder, de opresión de las

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mujeres y del papel que ellas desempeñan en el trabajo domés- tico. Este último, intimamente ligado a la reproducción.genera-

I' cional de la fuerza de trabajo bajo cóndiciones de no remuneración y de no reconocir&ento- social.

La salud es un derecho que posee la población y como tal debe ser atendido y respetado por el ~ s t a d o . ~ u n ~ u e polémi- cas, las definiciones de salud y de necesidades en salud hacen referencia a la conservación de la vida, al desarrollo de los seres humanos en condiciones psico-sociales de completo bienestar, a cómo la población concibe el proceso saludlenfermedad y cómo se organiza social e individualmente para afrontarlo.

La definición de necesidades en salud reproductiva, desde la perspectiva de género, debe ir más allá de la visión médico- sanitaria. Las necesidades "normadas" en términos de "situa- ciones de daños físico-anatómicos que requieren cuidados es- peciales o atención médica", son insuficientes si se concibe la salud desde la perspectiva del proceso salud-enfermedad. Bajo el sistema de dominación masculina, la mujer, como primera responsable del proceso de reproducción generacional, debe anticiparse a dichas necesidades de manera que reemplace y optirnice los recursos en salud, proporcionando atención a la vez que reproduce los principales valores culturales al respecto. Se convierte así en un agente de educación en salud que repro- duce la ideología patriarcal Y recrea 10s papeles femeninos de subordinación (Cardacci, 1990, pp. 15- 19).

La condición de género distorsiona la percepción de nece- idades en salud, ya que no P&e de 10s sujetos que la sufren y

por lo tanto pierden toda posibilidad de ser comprendidas y asi- miladas por el mismo sujeto. Más bien es la mujer desde su "papel natural", su "ser para otros" la que se apropia y resuelve esas necesidades, de acuerdo a su "poder oculto" que sólo pue- de ser ejercido en el ámbito de 10 privado, que es uno de los po- cos donde la mujer puede tomar decisiones.

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Fuente de datos y variables consideradas

La encuesta "Salud de la Mujer Rural" constituyó un compo- nente básico en la etapa de diagnóstico del proyecto "Modelos Alternativos de Atención a la Salud de la Mujer Rural" que rea- lizó el Instituto Nacional de Salud Pública. Su propósito gene- ral es el de diseñar, implantar y evaluar una estrategia para la atención de la salud reproductiva que está basada en las necesi- dades (percibidas y no percibidas) tanto de la población como de los proveedores formales e informales de atención, y que contempla los principios básicos de Atención Primaria a la Sa- lud, con el fin de mejorar la calidad de la atención y estimular la participación de la población en la promoción y prevención de la salud en el área reproductiva. Para lograr lo anterior se requi- rió de un diagnóstico de línea basa1 para diseñar e instrumentar la intervención y posteriormente comparar y evaluar los cam- bios y modificaciones que ocurran en la población intervenida.

La encuesta permitió elaborar un diagnóstico de la situa- ción actual de la salud reproductiva y de la atención que reci- ben las mujeres en edad fértil, durante el embarazo, el parto y el puerperio por los proveedores de salud formales e informales, así como la utilización que hacen las mujeres de los servicios de salud en los municipios de Tlaltizapan y Yecapixtladel esta- do de Morelos.

~1 roced di miento de selección fue el siguiente: durante el mes de mayo de 1992 se realizó un censo en los dos municipios para identificar a todas las mujeres en edad fértil y de éstas, lo- calizar a todas aquellas que estuvieran embarazadas, indepen- dientemente de la edad gestacional en que se encontraran. Los resultados del censo permitieron generar directorios donde se registraron los datos de localización de 970 mujeres embaraza- das. Seis meses después, se les aplicó el cuestionario para reca- bar información sobre sus características sociodemográficas, estado de salud, historia reproductiva (riesgo obstétrico), utili- =ación de servicios prenatales y de atención del parto, del pro- ceso de la atención brindada ya sea por la partera o por el

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médico durante el embarazo, parto y puerperic? y los resultados del último embarazo. Los hijos de estas mujeres tenían entre uno y seis meses de edad al momento de la entrevista, también se entrevistó a aquellas mujeres que perdieron el bebé en algún momento del embarazo, parto o puerperio. Hubo una pérdida de alrededor del 20% en la población objetivo (debido princi- palmente a cambio de domicilio), logrando información sobre 750 mujeres.

El cuestionario se integra de catorce secciones que son: - características de la vivienda - estructura familiar - características sociodemográficas de las mujeres - antecedentes ginecobstétricos hereditarios y personales patológicos

- historia reproductiva - supervivencia del Último embarazo - recién nacido - último embarazo - utilización general de servicios prenatales - proceso de atención prenatal - trabajo de parto - puerperio inmediato - puerperio mediato y tardío, y - planificación familiar.

Índice de percepción de necesidades de apoyo. Una aproximación microsocial

La percepción que tienen 10s individuos acerca de las relacio- nes de género y de las necesidades en salud parten de su misma subjetividad. Son construcciones sociales tendientes a producir individuos adaptados a los modelos dominantes, donde la sub- jetividad de los sujetos es parte integral del ser social. Una for- ma de medir esa subjetividad es a través de la percepción que las mujeres tienen acerca de las necesidades de apoyo emocio-

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nal y material en actividades domésticas en los periodos del preparto y el posparto.

En otros términos, se trata de analizar el grado de compro- miso y de confrontación que las mujeres desarrollan en su práctica cotidiana respecto a la reproducción biológica, cen- trándonos en la etapa preparto y posparto. Para ello, la estrate- gia de construir tipos ideales puede facilitar la reconstrucción del proceso de confrontación y el grado de autonomía que las mu- jeres desarrollan frente a este aspecto de la salud reproductiva.

Como lo sugieren García y Oliveira (1 992, p. 356), la tipo- logía debe basarse en el grado de compromiso que las mujeres adoptan frente al papel que deben jugar en los momentos más trascendentes de la reproducción. Aunque ya se tiene un relati- vo conocimiento acerca de cómo la relación de género legitima la opresión de la mujer, no siempre se analiza desde esta pers- pectiva. Predominan las perspectivas de relaciones asimétricas hombre-mujer, patriarcado, machismo y la visión dualista tra- dicional-moderna (Ferrando, 1993, p. 579; García y Oliveira, op. cit., p. 358).

Se han definido tres tipos ideales: el primero y el más atra- sado, es aquel que caracteriza a la mujer en un total grado de alienación, asume la desigualdad de génerr ?mo algo natural que la legitima. La crianza de los hijos es lo más importante y el sacrificio se justifica en "todo por amor", "todo por el otro". Posee una valoracibn nula acerca de la necesidad de ser atendi- da por los servicios de salud y de ser apoyada por parte de las redes familiares. Esta posición se concreta en un alto nivel de sacrificio (aún en pocas preparto y posparto: "todo en el hogar" está bajo su responsabilidad, doble jornada, etc.) y en un total desconocimiento de sus derechos y responsabilidades en el cuidado de su salud.

Un segundo tipo, intermedio, que sugiere algún nivel de confrontación ya que comparte con otros ciertas actividades domésticas, demanda cierto apoyo emocional y tiende a racio- nalizar el uso de los recursos en salud como la atención médica, la asistencia a programas de salud materno-infantil, etcétera.

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El tercer tipo es el más avanzado en el nivel de confronta- ción y se espera que contenga un proceso de construcción de autonomía. Se exige a sí misma el cuidado de su cuerpo, la sa- lud de su hijo y utiliza tanto los recursos familiares como los so- ciales. Sin lograr destruir las relaciones de poder socialmente establecidas, ejerce un alto poder de negociación.

Entendemos la construcción de autonomía como un proce- so que repercute directamente en la manera de entender y esta- blecer las relaciones de género, proceso que podría expresarse a su vez, en la manera pasiva o activa de confrontar la desigual- dad de género. El modelo de dominación hacia la mujer, enten- dido como construcción social, se transforma y se desarrolla a través de todo el ciclo vital donde la educación, el grupo social de pertenencia, la estructura familiar y el acceso a servicios de salud, se convierten en factores facilitadores o entorpecedores de dicho proceso; los cuales, en términos de medición, pueden operar como variables independientes o covariables. Por el contrario, los cuidados a la salud y la forma en que son utiliza- dos los servicios y los recursos humanos en salud, pueden depender en gran medida del nivel de confrontación, convirtiendo éste, para efectos prácticos, en variable dependiente. Sin embargo, no es posible establecer relaciones de causalidad precisas ni es- tablecer en todos los casos la direccionalidad en la asociación dado lo subjetivo y complejo del proceso. Así por ejemplo, es posible que algunas mujeres, en su proceso de construcción de autonomía, opten por tener un trabajo de paga o, por el contra- rio, el hecho de contar con un trabajo remunerado les ha permi- tido iniciar estos procesos de confrontación a modelos establecidos.

Aunque estos objetivos no figuran en el proyecto original de la investigación y los instrumentos de recolección de datos no fueron los más adecuados, se construyó la tipología de ma- nera indirecta a partir de un índice de percepción de necesida- des, utilizando una batería de preguntas que se les hizo a las mujeres acerca de: si solicitó ayuda en los periodos pre y pos- parto para ciertas actividades cotidianas; si esta ayuda fue pro-

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, porcionada y la consideró suficiente, logrando así establecer un cierto grado de exigencia y percepción de la necesidad en salud.

Las preguntas acerca de la ayuda que recibió y si la consi- deraba suficiente, giran alrededor de las siguientes aspectos: limpieza de la casa, lavado y planchado, cuidado de los hijos, escuchar y discutir sus problemas, preparación de alimentos, acompañar visitas al médico, ayuda con dinero y alimentos. En total se les preguntó sobre ocho aspectos.

Vale la pena advertir que estas preguntas tienen implícito un sesgo hacia la condición de género, pues sólo considera la ayuda en actividades asociadas a la reproducción. No se les preguntó sobre la disponibilidad de la ayuda, sobre la estructu- ra familiar ni sobre las redes de apoyo, lo que en términos analí- ticos podría significar atribuirle situaciones a los niveles de confrontación, cuando en la realidad no se les puede dar tal sig- nificación. En todo caso, la manera indirecta de construcción del índice y la alta subjetividad en este tipo de encuestas deben ser tenidos en cuenta en la interpretación de los resultados.

El índice se construyó con las tres categorías siguientes: - Se consideró que no haber recibido ayuda y no conside-

rarla necesaria en uno o dos de los ocho aspectos, indica la existencia de un proceso de confrontación;

- No haber recibido ayuda y no considerarla necesaria, en tres o en cuatro aspectos es una situación intermedia y;

- NO haber recibido ayuda y no considerarla necesaria en cinco o más aspectos, es producto de una no confrontación y pa- sividad por parte de las mujeres y de la unidad familiar en gene- ral.

Otros indicadores utiIizados

Aunque la oblación en estudio está definida por CONAPO en 1990 como de baja marginación, se consideró conveniente en- contrar una mejor diferenciación s~~ ioeconómic~ . Para lo cual se constmyó un índice socioeconómico ponderado con base en

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las características de calidad, dotación y pertenencia de la vi- vienda, disposición de enseres y animales domésticos, condi- ción rural y condiciones de trabajo y educación del jefe del hogar. Este índice fue finalmente estratificado estadísticarnen- te en baja, media y alta condición socioeconómica.

Con base en los lineamientos proporcionados por la Secre- taria de Salud para la atención materno-infantil, se creó un indi- ce de riesgo reproductivo (alto, medio y bajo) basado en historia reproductiva, variables demográficas y problemas en el embarazo actual. Igualmente, se construyó como uno de los in- dicadores del comportamiento reproductivo la velocidad repro- ductiva (rápida, media y lenta) según la propuesta de Hobcraft. (Hobcraft, 1988; Figueroa y otros, op. cit., pp. 150-1 53). Este índice se construyó con las mujeres entre 20 y 34 años de edad de acuerdo al número de hijos tenidos:

Grupo de edad Nacimientos Velocidad repro- ductiva

20-24 2 Lenta

2 a 3 Lenta 3 a 5 Lenta 3 Media 4 a 5 Media 5 a 6 Media 4 o mas Rápida 6 O más Rápida 7 o mas Rápida

¡ 1 Esta definición de velocidad tiene implícito el concepto de 1 t riesgo para la salud materno-infantil, ya que es una manera sin-

1 tética de combinar los efectos del orden y espaciamiento en los , nacimientos, así como la edad de la mujer en su periodo más

1 ' l fértil.

i ; ' l Con base en información sobre el uso de los servicios, sus 1 , ) ) proveedores en salud (médico partera) y comportamientos 1 ' ;

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en los periodos pre y posparto, se establecieron patrones de uso de los servicios y niveles de adecuación. Entre los cuales se destacan:

- quién atendió el parto (médico, partera y otro); - frecuencia de descanso (suficiente, insuficiente, sin des- canso);

- días acostada después del parto; - meses de gestación a la primera consulta y; - asistencia adecuada a consulta durante el embarazo (si fue a alguna visita médica en el primer trimestre de embarazo y a las visitas mensuales después del quinto mes). Se analizaron factores de riesgo asociados a la confionta-

ción (variable dependiente) como son: el estrato socioeconó- mico, educación, tipo de hogar, jefaturas femeninas, zona de residencia. También se utilizó el grado de confrontación como factor de riesgo (variable independiente) de variables que tie- nen que ver con el proceso de embarazo, parto y puerperio como asistencia a servicios médicos, Ia utilización de la parte- ra, descanso, alimentación, etcétera.

Análisis estadístico

La información se procesó en SPSS/PC+, la construcción de ín- dices y estratos se hizo previa evaluación estadística y limpieza de datos. Los análisis bivariados se evaluaron através de pme- bas de independencia (chi square) y análisis de tablas de con- tingencia para encontrar niveles de asociación y relaciones causales de tipo estadístico con base en razones de momios (RM) con sus respectivos intervalos de confianza al 95%. Final- mente se elaboraron modelos multivariados de tipo logística y parsirnoniosos que mejor explicaran la variabilidad de las ayu- das en pre y posparto.

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Análisis de resultados

La población en es tudio

En un trabajo sobre marginación a nivel municipal, realizado por el Consejo Nacional de Población (CONAPO) con base en el censo de población de 1990, los municipios de Tlaltizapan y Yecapixtla presentan un índice de baja marginación. Según esta misma fuente de inforrnación, estos dos municipios com- prenden una población de alrededor de 65 mil personas, un alto porcentaje de ellas viviendo en localidades de menos de 5 000 habitantes (42% en Tlaltizapan y el 33% en Yecapixtla). Las

considerados por CONAPO, apesar de que ambos municipios son clasificados como de marginación baja, es Yecapixtla el que tiene mayor marginación. De los 33 municipios ordenados de

de estas poblaciones, encontramos que un 32.4% de la pobla- ción se puede definir como pertenecientes a un estrato bajo, el 62.3% a un estrato medio Y un 5.3% a un estrato socioeconómi-

nirales y el 40% en Zonas rurales y, el 95% de ellas dijeron estar casadas o unidas.

El 29% de las mujeres encuestadas no estudiaron o tienen primaria incompleta (Cuadro 11, más del 70% viven en hogares 1

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nucleares (Cuadro 2) y cerca del 34% tienen derechohabiencia en algún servicio de salud (Cuadro 3). De ellas apenas el 9% dijeron tener un trabajo de paga (Cuadro 4).

La distribución de mujeres según la tipologia propuesta y su relación con variables socioeconómicas, se pueden observar en los cuadros 1,2 y 3. En efecto, para la etapa de preparto se tiene que el 56% (4 17 de 750) de las mujeres parecen haber te- nido una posición pasiva frente a la desigualdad de género y sólo un 25% (1 88 de 750) mostró acciones que se pueden inter- pretar en el sentido de exigencia de ayuda y de tener un criterio claro acerca de su importancia. Razón por-la cual fueron deno- minadas "en confiontación".

En el caso de la etapa posparto las relaciones se invierten y pareciera ser que aquí las mujeres reciben más ayuda y de ma- nera suficiente. El 57% (430 de 750) de las mujeres manifestó haber recibido ayuda y de manera adecuada en esta etapa. Sólo el 1 1 % (84 de 750) dijo no necesitar ayuda y no la tuvo, es decir que la pasividad pareciera haber disminuido sustancialmente con respecto a la etapa preparto. También es factible la existen- cia de una pauta cultural en el sentido de mayor apoyo a la ma- dre que a la gestante.

En esta etapa está el recién nacido, quien ejerce presión para que la ayuda sea prestada. No sólo en términos reales sino también simbólicos ya que, como se dijo anteriormente, la ma- terialización del proceso de reproducción biológica hace que el foco de atención de la relación sexo-género se desplace de la mujer al hijo. Situación que favorece a la mujer ya que se ve be- neficiada de los cuidados que familiar y socialmente es objeto el recién nacido.

El análisis bivariado muestra cómo, efectivamente, existe una asociación entre el nivel de confrontación que ejerce la mujer frente a la desigualdad de género y las condiciones so- cioeconómicas. En efecto, tanto en la etapa preparto como pos- parto, son las mujeres pasivas las que aportan un mayor porcentaje en el estrato bajo (37.9 y 45.2%) y la relación inver- sa se observa en el estrato alto, siendo éstas las de mayor con-

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fiontación (9 y 6.5% respectivamente), ver Cuadro l . Esto sugiere una asociación directa entre nivel de confrontación y condiciones socioeconórnicas, asociación que fue estadística- mente significativa (P <.O0 y p<.05 respectivamente). Similar relación se encontró con el nivel de educación de la mujer (p<. 1 y p<.OO respectivamente).

También se encontró que el trabajo remunerado de las mu- jeres favorece los procesos de confrontación. Pues, en el caso del preparto y entre las mujeres trabajadoras, las mujeres en confrontación representan, en porcentaje, más del doble que el de sus compañeras pasivas (1 4.9 frente a 6.2%); diferencia con una alta significancia estadística (pc.00). En la etapa posparto no se muestra tal relación, lo que podría explicarse por el hecho de que las mujeres trabajadoras normalmente, gozan de licen-

l cia posparto para que la mujer pueda atender "su parto" y no para que "la atiendan a ella" (Cuadro 4).

, Esta relación parece ser más evidente en el caso del tipo de hogar (Cuadro 2) pues la pasividad pareciera concentrarse en

1 los hogares nucleares, mostrando una asociación estadística al- tamente significativa @<.O0 en ambos casos). Esto sugiere que

I en el caso de los hogares nucleares, la mujer prefiere esforzarse, I "sacrificarse" y no aprovecha posibilidades de ayuda de su cón-

I yuge o por fuera del dominio doméstico como pueden ser las re- l l

des familiares de apoyo. En el caso de la derechohabiencia, pareciera que la ausencia de ella, esti asociada con la pasividad (Cuadro 3).

Ahora, cuando se considera el nivel de confrontación como

1 una variable independiente Y se relaciona con algunos antece- 1

1 ' dentes gineco-obstétricos y al- ~ t e r í s t i c a s del proceso de

\ atención, la relación observada se mantiene. En efecto, la pasivi- 1 dad pareciera favorecer el haber tenido mortinatos (Cuadro 3).

! J El no haber asistido adecuadamente a las visitas prenatales I I

1 1 (pK.05) y la atención del parto por parteras (p<,OO) (Cua&os 2 y S).

I Nuevamente son las mujeres pasivas las que menos des-

I , ( cansaron lo suficiente en 10s Últimos meses del embarazo y las

l que mayor porcentaje tienen de no descanso (Cuadro 6). Igual

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relación se encuentra con respecto al descanso después del par- to, las pasivas tienen una mayor proporción de descanso menor a un día y son las que,m-énos descansan. Esta relación resultó ser altamente signific'ativa (p<.OO), ver Cuadro 7.

Como lo sugiere el Cuadro 8, son estas mismas mujeres pasivas las que no utilizan racionalmente los servicios de salud y en un alto porcentaje van a su primera cita de control natal, pasado el tercer mes de embarazo.

Es evidente que estas relaciones bivariadas pueden estar mediadas por otras variables, razón por la cual más adelante se hará un análisis multivariado.

Identificación de factores de riesgo asociados a la pasividad

Con el fin de darle direccionalidad a las asociaciones encontra- das anteriormente, se consideró, en primer término, el nivel de confrontación como una variable dependiente y dicotómica para relacionarla con variables consideradas como indepen- dientes, que también fueron dicotomizadas.

Se ha agrupado el nivel de confrontación en pasivo y no pasivo, es decir que se han juntado las mujeres clasificadas como en transición con las definidas como en confrontación.

En otros términos, se trata ahora de identificar los factores que favorecen la pasividad cuando ésta es considerada como variable dependiente,' razón por la cual el ser pasivo se tomó como el estado de comparación. En este tipo de análisis se trata de identificar factores de riesgo que permitan diseñar acciones de política o programas de intervención, con el fin de dismi- nuirlos. En este sentido es que la pasividad o las categorías de las variables que a nuestro juicio se ven desfavorecidas por ella, son consideradas como riesgos.

2 Se puede hacer un análisis equivalente para las no pasivas, pero hemos optado aquí por iden- tificar 10s factores que favorecen la psividad.

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El análisis se basa en tablas de contingencia, para lo cual se construyeron Razones de Momios ( m ) y SUS respectivos inter- valos de confianza. En este caso, la razón de momios expresa el número de veces en que puede aparecer, con mayor frecuencia, la pasividad con respecto a los siguientes factores asociados (llamados también las bases de comparación): hogares nuclea- res, estrato socioeconórnico bajo, sin educación primaria y sin derechohabiencia. Es decir que la RM permite medir en cuánto aumenta o disminuye la probabilidad de que se presente la pasi- vidad con respecto a estas categorías tomadas como base de comparación (Cortés y Rubalcava, 1993, p. 704).

Como se observa en la primera parte del Cuadro 9, según el análisis bivariado, pertenecer a hogares nucleares aumenta la pasividad en más del doble (Razón de momios mayor que dos) en el preparto y más del triple en el posparto. La falta de educa- ción y el estrato socioeconómico bajo favorecen la pasividad más en el posparto que el preparto. No tener derechohabiencia, es un factor de riesgo en el preparto y en el posparto, aunque en este último la RM no es estadísticamente significativa.

Para analizar el efecto de cada variable, pero controlando el efecto de las demás recurrimos al modelo logístico lineal de la

Lnb/(l - p ) ] ? = + R i T H O G A R + ~ 2 E D U C A + R 3 E S T ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

Donde P es la probabilidad de éxito y (1 -P) la probabilidad de fracaso (pasivo-no pasivo), 10s coeficientes B miden el im- pacto de las variables independientes sobre el logit de la varia- ble dependiente, controlando el efecto de las variables restantes (Cortés y Rubalcava, 1993, p. 82). Para facilitar la interpreta- ción del modelo nos referiremos aquí a los EXP B que represen- tan la RM considerada anteriormente.

Este modelo presenta un 61% de aciertos respecto a los va- lores observados en el preparto y un 89% en el posparto, con una bondad en el ajuste altamente significativa. Se encontraron interacciones entre los hogares compuestos con la categoría de

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educación primaria completa y entre el estrato socioeconómi- co alto y el nivel educativo mayor de secundaria. Sin embargo, éstas no alcanzan a modificar sustancialmente las RM de las va- riables consideradas, razón por la cual no se incluyen en el mo- delo. No se hicieron análisis predictivos ni evaluaciones para encontrar el mejor ajuste a los datos pues, no se pretendía en- contrar el mejor modelo sino identificar factores de riesgo.

Los resultados según el análisis bivariado cambian cuando se tiene en cuenta el análisis multivariado y se analizan todas las categorías de las variables independientes. En efecto, para el caso del preparto, la educación y la derechohabiencia pier- den su efecto, bientras que se incrementa bastante el efecto del estrato socioeconómico y permanece relativamente estable el del tipo de hogar. En el posparto, disminuyen los efectos del tipo de hogar, y los del estrato socioeconómico se reducen has- taperder la significancia estadística; en el caso de la educación, su efecto se incrementa considerablemente (ver segunda parte del Cuadro 10).

Lo anterior sugiere que es en el estrato socioeconómico bajo y en los hogares nucleares donde menos se confronta el modelo de desigualdad de género. En estos últimos, las muje- res parecen asumir en su totalidad su papel de madres y espo- sas y su cónyuge e hijos (en caso de su existencia y disponibilidad) no parecen participar en las tareas de reproduc- ción analizadas. La ayuda se ve incrementada en una mayor proporción en los hogares compuestos que en los extensos, lo que sugiere la existencia en los primeros de una red de apoyo más favorable a la salud reproductiva. Es posible que en los ho- gares compuestos exista un mayor número de mujeres adultas, las cuales realizan estos procesos de manera conjunta y solida- ria. En estos términos no es cuestionado el modelo de desigual- dad de género y más bien parece recrearse a partir de la mayor presencia femenina.

En el preparto, la RM segun estratos socioeconómico se in- crementa en más de un 100% entre el estrato medio y alto @asa de 1.5 a 3.2). Esto sugiere más que una confrontación del mo-

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delo, una disminución y aligeramiento de las tareas de salud re- productiva vía pago por servicios o por la disposición de enseres y medios que facilitan dichas actividades.

La educación y la derechohabiencia en el preparto no tie- 1 1 nen ningún efecto sobre los niveles de confrontación, lo que po- dría significar que son los procesos más estructurales como las

Sin embargo, en la etapa posparto hay que tener en cuenta otras consideraciones. Llama la atención el hecho de que desa- parezca el efecto del estrato socioeconómico, se refuerce el efecto del tipo de hogar y asuma real importancia la educación con respecto a la etapa preparto. Como ya se dijo, la presencia del recién nacido incrementa la colaboración de los miem- bros del hogar y es en los hogares compuestos donde más se evi- dencia esta ayuda, independientemente del estrato socioeco-

Parece ser la educación la que en esta etapa presenta una asociación directa con los niveles de confrontación pues, a me- dida que aumenta la educación, las RM aumentan en cantidad y significación estadística. Esto sugiere que efectivamente, a ma- yor educación, la mujer exige mayor colaboración de los demás miembros para garantizar sus cuklados a la salud. Sin embargo, como en el preparto no se dio tal relación, se podría reforzar la hipótesis en el sentido de que es el recién nacido, con su pre- sencia y significado social, el que incentiva a la madre a desa- rrollar mayores estrategias de colaboración, de autocontrol y de mayor utilización de recursos humanos disponibles, sin modifi- car mayormente sus niveles de confrontación.

Por último, este modelo logistic0 parece apoyar el hecho de que efectivamente, la posición que tiene la mujer frente a la co- tidianidad de la reproducción refleja, con cierta regulandad, sus patrones conductuales frente a la desigualdad de género.

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La pasividad como explicación de comportamientos de l riesgo en el proceso reproductivo

Se trata ahora de definir la pasividad como una variable expli- cativa (independiente) de una serie de variables que en la etapa preparto y posparto pueden incrementar los riesgos para la sa- lud reproductiva. Como en el caso anterior, conviene dicoto- mizar las variables con el fin de identificar factores y grupos de alto riesgo. Los resultados aparecen en el Cuadro 10.

El tener wi trabajo de paga, que en el caso del preparto re- presenta una RM mayor que dos, en el posparto se convierte en un factor protector ya que la RM es menor que uno. Esto sugiere que las mujeres trabajadoras se ven obligadas a tener un emba- razo con grandes sacrificios, situación que se revierte en el pos- parto; seguramente la licencia de maternidad y la presencia del recién nacido favorece la ayuda en las actividades analizadas.

Desde el punto de vista de la salud reproductiva variables como: la asistencia adecuada al médico o a la partera, el núme- ro mínimo de visitas al proveedor en salud que la mujer debe realizar y el tipo de descanso durante el embarazo, son variac bles de proceso factibles de corregir o reorientar con progra- mas de educación e intervención en salud. Como puede observarse en el Cuadro 10, la pasividad favorece comporta- mientos que pueden ser definidos como riesgos para la salud reproductiva.

En efecto, en el preparto las mujeres definidas como pasi- vas tienen un 40% (RM de 1.4) más de probabilidad de asistir a la primera consulta despuks del tercer mes de embarazo con respecto a las no pasivas, 10 que es considerado como un factor negativo en los programas de atención prenatal. Igualmente, estas mujeres presentan un 60% más de probabilidad de reali- zar menos de seis visitas en todo el embarazo y un 50% más de asistir hadecuadamente a ellas. Con respecto al descanso en el embarazo, una RM de 1.5 sugiere que las mujeres definidas como pasivas tienen un 50% más de probabilidad de no descan-

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sar adecuadamente con respecto a las consideradas como no pasi- vas.

Aunque en la etapa posparto tiene poco sentido la interpre- tación de estas variables, el hecho de que las RM sean superiores a las encontradas en el preparto sugiere que las mujeres perci- bieron estas variables de proceso en el mismo sentido y tendie- ron a reafirmarlo positivamente.

Al igual que en el caso de las variables anteriores, las varia- bles de resultado como son: el tipo de proveedor que atendió la primera consulta, el parto y el lugar donde fue atendida, refuer- zan la idea de que la pasividad explica resultados poco reco- mendados desde la salud reproductiva. En efecto, el hecho de que las mujeres pasivas aumenten en un 60% más la probabili- dad de ir a la partera en la primera visita y un 40% más de que sea ella quien le atienda el parto y el mismo porcentaje cuando se atiende en su casa, aumenta los riesgos para la salud mater- no-infantil de manera ampliamente conocida. La pasividad también pareciera afectar la alta velocidad reproductiva pues, aunque no alcanza significancia estadística, las RM son mayores que uno.

Consideraciones finales

Por tratarse de la subjetividad de las personas, es evidente que se tienen limitaciones en la manera de interpretar la acción so- cial. El proceso de reconstrucción de hechos sociales como la reproducción biológica, a partir del quehacer cotidiano, es un reto teórico-metodológico que requiere de esfuerzos multidis- ciplinarios. En este sentido, 10 que aquí se presenta es apenas un intento por vincular las relaciones de género con procesos como los de salud-enfermedad en el ámbito de la salud repro- ductiva.

Tanto el proceso salud-enfemedad, como la desigualdad de género se pueden entender como dimensiones de la desi- gualdad social. La salud reproductiva no escapa a esta relación

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y todo parece indicar que en ella se refuerza y se confrontan con mayor intensidad dichas dimensiones.

La forma como los grupos sociales estructurarisus opcio- nes en salud y configuran sus necesidades en salud reproducti- va pareciera estar mediada por las relaciones de género en tanto éstas producen y reproducen, en el ámbito doméstico, algunos procesos básicos de la reproducción social como es la repro- ducción generacional de fuerza de trabajo.

La construcción de tipos ideales con respecto a la forma como las mujeres confrontan la desigualdad de género, a partir de la percepción que ellas tienen con respecto a actividades do- mésticas básicas en el proceso de reproducción biológica, mos- tró los siguientes resultados:

1. La no confrontación (pasividad) presenta fuertes asocia- ciones con las condiciones s~cioeconómicas y con los patrones de conformación de la familia. Estas relaciones se pueden enten- der en el sentido de que efectivamente, la desigualdad de género no sólo tiene una determinación estructural, sino que también se expresa en la cotidianidad por fuera de las relaciones socia- les de producción.

La falta de confi.ontación al modelo dominante no sólo se le atribuye a la mujer. Aunque la información analizada fue so- bre la percepción de ella, hace referencia indirecta al compor- tamiento de toda la unidad doméstica. Igualmente, el término pasividad es utilizado como una "no presencia de acciones" que hagan referencia a una valoración positiva de roles femeni- nos más equitativos. Aunque no es posible estar seguros de la intencionalidad de la acción.

si por ejemplo, acudir a la partera y no usar servicios de salud proporcionados por el estado, no necesariamente respon- de a una pasividad, es posible que lo hagan en abierto rechazo a la calidad de la atención 0 al modelo médico hegemónico. Sin embargo, los resultados aquí presentados parecieran favorecer un heuristico con respecto a los objetivos plan- teados.

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2. La intensidad de las relaciones medidas a través de las ra- zones de momios y de la regresión logística expresan importan- tes factores de riesgo que debieran ser tenidos en cuenta, si realmente se quieren acelerar los procesos de confrontación o construcción de la autonomía, como alternativa a la transfor- mación de la desigualdad de género.

Sin embargo, la autonomía de la mujer y la búsqueda de una relación intergenérica más equitativa, pasa necesariamente por una transformación de la desigualdad social. Entendida la desigualdad social no como un problema de distribución de bie- nes, sino como una desigualdad en las relaciones sociales, eco- nómicas y políticas. Esto es así debido a que la desigualdad de género hace parte integral de la desigualdad social y por tanto tiene una determinación histórica y estructural.

3. Se encontraron fuertes evidencias a favor de que la cons- trucción social de las necesidades en salud están mediadas por la desigualdad de género. Situación que cuestiona la racionali- dad de los servicios de salud en tanto éstos no tienen en cuenta este tipo de relaciones (Fee, 1983, pp. 1 7-34; Breilh, 1993, p. 62).

4. La persistencia de las asociaciones encontradas, a pesar de la debilidad de las observaciones empíricas para medir pro- cesos tan complejos, convierten la perspectiva de género en una necesidad inaplazable en la investigación y en la acción social.

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Cuadro 4 Distribución de mujeres según estrato socioeconómico y tipologia de mujeres

en preparto y posparto

Estrato Tipologia d e mujeres preparto socioeconómico En confrontación En transición ~ a s i v a F Fila total

Bajo 53 32 158 243 28,20% 22,10% 37,90% 32,40%

Medio 118 102 247 467 62,80% 70,30% 59,20% 62,30%

Alto 17 11 12 40 9,00% 76,00% 29,00% 53,00%

Columna total 188 145 41 7 750 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO%

Estrato Tipologia d e mujeres posparto socioeconómico En confrontacidn En transición Pasivas Fila total

Bajo 125 180 38 243 29,10% 33,90% 45,20% 32,40%

Medio 277 146 44 467 64,40% 61,90% 52,40% 62,30%

Alto 28 1 O 2 40 6,50% 4,20% 2,40% 5,30%

Columna total 430 236 84 750 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO%

(continua)

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Cuadro 1 (continuación)

Distribución de mujeres según educación y tipologia de mujeres en preparto y posparo

Tipología de mujeres preparto

Educación En confrontación En transición Pasivas Fila total

No estudiól primaria incompleta 56

29,80%

Primaria completa 36 19,10%

Secundaria 54 28,70%

TécnicdComerciaV

Preparatoria o más 42 22,30%

Columna total 188

Tipologia de mujeres posparto

Educación En confrontación En transición Pasivas Fila total

No estudiól Primaria incompleta 1 O5 73 37 21 5

24,40% 30,90% 4400% 28,7096

Primaria completa 94 53 24 171 21,90% 22,50% 28,60% 22,80%

Secundaria 134 70 15 21 9 31,20% 29,70% 17,90% 29,20%

TecnicdComerciaV Preparatoria o más 97 40 8 145

22,60% 16,90% 9,50% 19,30%

Columna total 430 236 84 750

1 OO,OO% 1 OO,Oo% 1 OO,OO% 100,00%

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Cuadro 2 Distribución de mujeres según tipo de hogar y tipologia de mujeres preparto y

posparto

Tipologia de mujeres preparto

Tipo de hogar En confrontación En transición Pasivas Fila total

Nuclear incompleto 1,20% 1 ,lo%

Nuclear completo 77,50% 70,50%

7 4 % 9,10%

13,90% 19,20%

O,OO% 0,70%

1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,W%

Tipologia d e mujeres posparto

~ i p o de hogar En COnfrontación En transición Pasivas Fila total

Nuclear incompleto 2,40% 1,10%

Nuclear completo 86,90% 70,50%

3,60% 9,10%

7,10% 19,2046

O,W% 0,70%

1 ~ , 0 0 % 100,00% lW,OO%

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Cuadro 2 (continuación)

Distribución de mujeres según asistencia adecuada al médico y10 partera en preparto y ayuda preparto y posparto

Asistencia Tipologia de mujeres preparto adecuada total .En confrontación En transición Pasivas Fila total

Sí 63 52 107 222 33,50% 35,901 25,70% 29,60%

No 1 25 93 31 O 528 66,50% 64,10% 74,30% 70,40%

Columna total 188 1 45 41 7 750

Asistencia Tipología de mujeres posparto adecuada total En confrontación En transición Pasivas Fila total

Si 141 66 15 222 32,80% 28,00% 17,90% 29,60%

No 289 170 69 528 67,20% 72,001 82,10% 70,40%

Columna total 430 236 84 750 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO%

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Cuadro 3 (continuación)

Distribución de mujeres segun frecuencia de mortinatos y tipologia de mujeres en preparto y posparto

Ha tenido Tipología de mujeres preparto

mortinatos En confrontación En transici6n Pasivas Fila total

5,50% 4,90%

94,50% 95,10%

Columna total 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,oo% 1 OO,OO%

Tipología de mujeres posparto

mortinatos En confrontaci6n En transicidn Pasivas Fila total

10,70% 4,90%

96,50% 94,50% 89,30% 95,10%

Columna total 100,OO0h 1 w O O O h 1 OO,OO% 100,00%

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Cuadro 4 Distribución de mujeres según trabajo de paga y tipologia de mujeres en

preparto y posparto

Generalmente tiene Tipologia de mujeres preparto trabajo de paga En confrontacidn En transici6n Pasivas Fila total

Sí 28 13 26 67 14,90% 9,00% 6,20% 8,90%

No 160 132 391 683 85,10% 91 ,OO% 93,80% 91 ,lo%

Columna total 188 1 45 41 7 750

Generalmente tiene Tipologia de mujeres posparto trabajo de paga En ~onfronta~ión En transición Pasivas Fila total

Sí 40 19 8 67 9,30% 8,10% 9,50% 8,90%

No 390 21 7 76 683 90,70% 91,90% 90,50% 91,10%

columna total 430 236 84 750

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Cuadro 5 Distribución de mujeres según proveedor que atendió el parto y tipologia de

mujeres preparta y posparto

Quien atiende Tipologia de mujeres prepatto

1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO%

Quien atiende Tipologia d e mujeres pospatto

el parto En confrontación En transicidn Pasivas Fila total Partera 113 74 24 21 1

1 oo,ooOb 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 M),OO%

el parto En confrontación En tra"sici6n Pasivas Fila total Partera 44 35 132 21 1

23,40% 24,10% 31,70% 28,101

MBdico 136 105 270 51 1 72,30% 72,40% 64,70% 68,10%

Otro 4 4 7 15 2,10% 2,80% 1,70% 2,00%

No respondió 4 1 8 13 2,10% 0,70% 1,90% 1,70%

Columna total 188 1 45 41 7 750

26,30% 31,40% 28,60% 28,10%

, l Médico 306 154 51 51 1 1 71,20% 65,30% 60,70% 68,10%

Otro 7 5 3 15 1,60% 2,10% 3,60% 2,00%

No respondió 4 3 6 13 0,90% 1,30% 7,10% 1,70%

Columna total 430 236 84 750

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l Cuadro 6 Frecuencia de mujeres según descanso en los últimos meses de embarazo y

tipologia de mujeres preparto y posparto

Frecuencia Tipología d e mujeres preparto de descanso En confrontación En transición Pasivas Fila total

Suficiente 1 22 85 227 434 64,90% 58,60% 54,40% 57,90%

Insuficiente 18 14 35 67 9,60% 9,70% 8,40% 8,90%

Sin descanso 47 45 152 244 25,00% 31 ,OO% 36,50% 32,50%

No respondiól

Sin dato 1 1 3 5 0,50% 0,70% 0,70% 0,70%

Columna total 188 1 45 41 7 750 1 oo,OoO~ 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO%

Frecuencia Tipología d e mujeres pospat io de descanso En confrontación En transición Pasivas Fila total

Suficiente 122 85 227 434 64,90% 58,60% 54,40% 57,90%

Insuficiente 18 14 35 67 9,60% 9,70% 8,40% 8,90%

Sin descanso 47 45 1 52 244 25,00% 31 ,OO% 36,50% 32,50%

No respondió1 Sin dato 1 1 3 5

0,50% 0,70% 0,70% 0,70%

Columna total 430 236 84 750

1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 OO,OO%

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Cuadro 7 Distribución de mujeres según descanso después del parto y tipología de

mujeres preparto y posparto

DIas acostada Tipologia de mujeres preparto desoubs del arto En confrontación En transición Pasivas Fila total

eno os de uno 14 9 43 66

Uno

Dos a tres 50 35 113 198

Más de tres 89 82 198 369

No respondió1 No recuerda 1 O 2 3

0,50% O,OO% 0,50% 0,40% Columna total 188 1 45 41 7 750

1 OO,OO% 100,00% 100,00% 100,W%

DIas acostada Tipologia de mujeres posparto

despues del parto En confrontación En transicibn Pasivas Fila total Menos de uno 30 19 17 66

7,00% 8,10% 20,20% 8,80% Uno 72 28 14 114

16,70% 11,90% 16,70% 15,20% Dos a tres 118 58 22 198

27,40% 24,60% 26,20% 26,40% Más de tres 209 129 31 369

48,60% 54,70% 36,90% 49,20% No respondi61

No recuerda 1 2 O 3

0,20% 0,80% O,W% 0,40% Columna total 430 236 84 750

100,00% 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 00,00%

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Cuadro 8 Distribución de mujeres según meses de gestación a la primera consulta y

tipologia de mujeres preparto y posparto

Meses de gestacidn Tipología de mujeres preparto a la primera consulta En conhntacidn En transici6n Pasivas Fila total

Sin visita 4 2 16 22 2,10% 1,40% 3,80% 2,90%

Uno a tres 133 105 267 505 70,70% 72,40% 64,00% 67,30%

Cuatro a seis 37 30 91 158 19,70% 20,70% 21,80% 21,10%

Siete a ocho 12 7 37 56 6,40% 4,80% 893% 7,50%

Nueve 2 1 6 9 1,10% 0,7056 1,40% 1,20%

Columna total 188 1 45 41 7 750 1 OO,OO% 1 OO,OO% 1 00,00% 100,00%

Meses de gestacidn Tipología de mujeres posparto a /a primera consulta En confrontación En transicidn Pasivas Fila total

Sin visita 11 5 6 22 2,60% 2,1046 7,10% 2,9046

Uno a tres 296 162 47 505 68,80% 68,60% 56,00% 67,30%

Cuatro a seis 88 49 21 158 20,50% 20,80% 25,001 21,10%

Siete a ocho 29 18 9 56 6,70% 7,60% 10,70% 7,50%

Nueve 6 2 1 9 1 ,40% 0,80% 1,20% 1,20%

Columna total 430 236 84 750 1 OO,OO% 100,00% 100,00% 100,00%

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Cuadro 9

La pasividad y sus factores de riesgo asociados en la etapa preparto y posparto. Razón de rnornios y sus intervalos de confianza (95%) 1

(Análisis bivariado v rnultivariado)

Factores de riesgo asociado RM y sus intervalos de confianza

y tipo de análisis Prepaifo Pospaifo

Análisis bivariado

Hogares nucleares @

Estrato socioeconómico bajo @

Sin educación primaria @

Sin derechohabiencia @ Análisis multivariado

(Regresión logistica)

Tipo de hogar Extenso Compuesto

Educación Primaria completa Secundaria TeclCialIPrepa o más

Estrato socioeconómico

Medio Alto

Derechohabiencia

Con derechohabiencia 1.2 0.8 - 1.6 1.1 0.6 - 1.9 @Estas categorías son tomadas del modelo logística como base de

comparacibn y por eso no aparecen en el análisis multivariado. "" Significativo al p<.Ol

" Significativo al pc.05 ' Significativo al pe.1

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' 1 Cuadro 10

El efecto de la pasividad en variables de proceso reproductivo en la etapa preparto y posparto. Razón de rnomios y sus intervalos de confianza (95%)

(Análisis bivariado)

RM y sus intervalos de confianza Variables explicadas Prepatto Posparto

RM IC RM IC Primera ra consulta despuis del tercer mes 1.4" 1.0-1.9 1.7" 1.1-2.7

i Menos de seis visitas en el embarazo 1.6 ** 1.2 - 2.2 1.7 1.1 - 2.7

Asistencia inadecuada 1.5"' 1.1-2.1 2.1" 1.2-3.7

Sin descanso en el embarazo 1.5"' 1.1 -2.1 1.8" 1.1 -2.8

partera atendió primera consulta 1.6 "' 1.2- 2.2 1.4 0.9 - 2.2 Partera atendió parto 1.4 " 1.0 - 2.0 1.4 0.9 - 2.3 parto atendido en casaicentro de salud 1.4:' 1.0-1.9 1.4 0.8-2.2 Alta velocidad reproductiva 1.6 0.9 - 2.9 1.1 0.5 - 2.5

Tiene trabajo de paga 2.1"' 1.3 - 3.5 0.9 0.4-2.0 "* Significativo al pc.01

** Significativo al p<.05

Significativo al pC.1

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Obras consultadas

Breilh, Jaime. Género, podery salud. Quito, Universidad Técnica del Norte, CEAS, 1993.

Cardacci, Dora. "Educación nutricional: mujeres culpabilizando a muje- res". Mujeres y medicina 4. México, UAM-Xochimilco, 1990.

Consejo Nacional de Población. Indicadores socio-económicos e índice de marginación municipal. Mkxico, CONAPO, 1993.

Cortés, Fernando y Rosa Ma. Rubalcava. "Algunas determinantes de la in- serción laboral en la industria maquiladora de exportación". Re- vista Estudios Sociológicos, Vol. XI, No.3 1, 1993, pp. 59-9 1.

. "Desocupados precoces: ¿Otra cara de la maquila?'Revista Es- tudios SociolÓgicos,Vol. XI, No.33, 1993. pp. 695-723.

De Barbieri, Teresita. "Sobre la categoría de género". Revista Interamerica- na de Sociología. Aíío VI, 1992.

. "El género desde la sociología en América Latina". Ponencia presentada en XIII Congreso Internacional de Ciencias Antro- pológicas y Etnológicas. Mkxico, 1993.

Fee, Elizabeth. "Las mujeres y la atención a la salud: una comparación de teorías". Traducido de E. Fee y otros: Women and Health Cure. The Politics of Sex in Medicine. New York, Baywood, 1983.

Ferrando, Delicia. "Proceso de toma de decisiones en la familia: Perú mo- derno vs Perú tradicional'!. En: IV Conferencia Latinoamerica- na de Población. México, ABEP, CELADE, IUSSP, PROLAP, SOMEDE, 1993.

Figueroa P., J. Guillermo y otros. "Autonomía de la madre y salud del hijo: reflexiones sobre la experiencia latinoamericana". En: IY Con- ferencia Latinoamericana de Población. México, ABEP, CELA- DE, IUSSP, PROLAP, SOMEDE, 1993.

. Trabajo femenino, patrones reproductivos y salud en la infancia en tres regiones de México. México, Secretaría de Salud, 1993.

García, Brigida y Orlandina de Oliveira. "Maternidad y trabajo en México: una aproximación microsocial". En: Conferencia sobre el Po- blamiento de las Américas. Veracruz, México, 1992. Vol. 3.

Hobcraft, John. ¿Laplanificación familiar salva la vida de los niños? Pers- pectivas en salud pública 7. México, MSP-SSA, 1988.

Lamas, Marta. Algunas dijkultades en el uso de la categoría de género. s.p.i. Mimeo.

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VI. COMPORTAMIENTO REPRODUCTIVO Y POLI- TICAS FAMILIARES DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO: EL CASO DE LA CERDAÑA'

Magali Daltabuit Godás * Jaume Bertranpetit **

Introducción ,

Dentro de los estudios antropológicos sobre lamujer existen te- mas de especial interés porque permiten entender algunos as- pectos de la compleja interacción entre la biología y la cultura de las poblaciones humanas, como es el caso de la fecundidad de los países europeos más desarrollados. Sin embargo, el impacto que tienen otros factores sociales - c o m o los de la estructura política y legal en 10s diferentes estados- sobre la fecundidad de las mujeres europeas ha sido menos estudiado. Este trabajo explora las repercusiones de factores políticos, en particular la imposición de una frontera, en el comportamiento reproductivo mediante una aproximación microsocial.

El objetivo general del presente trabajo es caracterizar una serie de parámetros biológicos reproductivos en las mujeres francesas y españolas de la Cerdaña y analizar el impacto que han tenido otros factores socio-políticos sobre su comporta- miento reproductivo.

La Cerdaña es una de las comarcas pirenaicas catalanas que por sus características ecológicas e históricas ha constitui- do una local bien delimitada, tanto geográfica como social y cul t~dmente. Esta unidad de la Cerdaña no se refleja en una unidad política, ya que fue dividida en dos partes de for- ma arbitraria entre Francia y España en 1659 con el tratado de

* Investigadora del CNM. ** Catedrático de la Facultad de Biologh de la Universidad de Barcelona.

1 Esta investigaci6nserealiz6 el apoyo de la b e c a ~ 1 ~ ~ 9 4 1 1 - 5 . Anexo IV de IaGenerali- tat de CatalunYa.

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los Pirineos. A partir de entonces la parte occidental pertenece a España y la oriental a Francia.

Al principio, la frontera política no afectó la unidad históri- ca, en la estmctura social y en la identidad cultural existente en la Cerdaña, pero a lo largo del tiempo, el proceso general de de- sarrollo de los estados nacionales en Europa Occidental, llevó a la diferenciación entre Francia y España a nivel económico, so-

\ cial, político, judicial, administrativo y militar definiéndose como territorios nacionales (Sahlins 1989; Mapa 1).

Sahlins menciona que la frontera política no transformó la identidad cultural catalana de los ceretanos hasta finales del si- glo pasado, sin embargo, construyeron alrededor de ella su nue- va identidad nacional como franceses o españoles. La Cerdaña francesa experimentó una asimilación económica y una inte-

t gración cultural hacia Francia, mientras que la Cerdaña espa-

I ' ñola participó del desarrollo estructural de España y del movi- 11 1 miento nacionalista catalán.

La imposición de la frontera, el diferente desarrollo econó- mico de los estados y las políticas aplicadas por sus administra- ciones han implicado divergencias que, através del tiempo, han llegado a producir un proceso de diferenciación cultural y so- cial entre la población de las dos partes (Vigo i Anglada, 1991 y Salvat i Martí, 1992).

La Cerdaña es, por ello, la población óptima para un estu- dio antropológico de las repercusiones de una frontera política sobre variables biológicas con un evidente componente socio- cultural, como es el caso del comportamiento reproductivo.

Este trabajo parte de la mtro~ología Asica, ya que se enfoca principalmente, a analizar la compleja interacción de actores biológicos y sociales en las poblaciones humanas. También se enmarca dentro de los estudios de lamujer, porque comparte las características descritas por Barbien (1992) de este tipo de es- tudios, que por 10 general se proponen generar conocimientos sobre las condiciones de vida de las mujeres; rescatar del pasa- do y del presente 10s aportes de las mujeres a la sociedad y la

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cultura; hacerlas visibles en la historia, en la creación y en la vida cotidiana.

Este trabajo, así como otros estudios sobre la mujer, parte de reconocer las carencias de información y reflexión sobre la situación particular de las mujeres en diversas sociedades y en distintos momentos históricos. A diferencia de los estudios de género, no rompe con el andamiaje teórico y metodológico de la antropología biológica. Sin embargo, se trata de adoptar una perspectiva de género en la interpretación de los resultados.

Se toma el concepto de género según lo define De Barbieri es decir como una categoría que en lo social corresponde al sexo anatómico y fisiológico de las ciencias biológicas. El gé- nero es el sexo socialmente construido.

Antecedentes

El descenso de la fecundidad que empezó en los años sesenta en Europa occidental, se explica en el modelo de transición demográfica, justamente por una serie de cambios económicos y socio-culturales relacionados con: el proceso de industriali- zación, el aumento de la urbanización, el mayor nivel de educa- ción y cambio en la estructura ocupacional entre otros (Cabré) 1989).

Durante los últimos diez años se han mantenido muy bajos los niveles de fecundidad en algunos países europeos y se ha llegado a una cierta estabilidad o en algunos casos a un leve as- censo. Así por ejemplo, la tasa de fecundidad (número de hijos nacidos vivos por mujer) ha fluctuado entre 1.3 hijos en Alema- nia, 1 .S en Austria, Bélgica, Suiza, Holanda y Dinamarca, entre 1.6 y 1.7 en Finlandia, entre 1.7 y 1 .S en Francia y en Suecia (Oriom, 1990; Coale i Cotts, 1986).

Este patrón es diferente en el sur de Europa, ya que el des- censo en la fecundidad empezó posteriormente, en los años se- tenta y ~ontinúa en descenso, presentándose tasas de 1.5 para España y 1.3 para Italia (Priom, op. cit. Coale) op. cit.).

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En Cataluña, ia situación es diferente a la del resto de Espa- ña, ya que la reducsión de los índices de natalidad empieza alre- dedor de 1860, y el siglo xx se caracteriza por un descenso en las tasas globales de fecundidad. La evolución de lanatalidad se caracteriza por la reducción dei número de hijos, que pasa de 4.1 hijos por mujer en promedio a principios de siglo, a 1.23 hi- jos en la actualidad (Nash, 1994).

El cambio de las pautas demográficas es muy significativo para la mujer y para la unidad familiar. El descenso de la fecun- didad es una de las características más significativas de la evo- lución de la población catalana actual y, a la vez, un factor decisivo en la evolución de las estructuras familiares (Ibid.).

Indudablemente, la disminución de la natalidad y la viven- cia cambiante de la maternidad, en lo que se refiere a asistencia médica, ha modificado mucho la experiencia y la interacción de las mujeres con la familia. Además, el descenso constante de la mortalidad desde el siglo pasado ha incrementado la esperanza de vida de las mujeres pasando de los 27 años en 1863 a unos 80 años actualmente. El envejecimiento de la población es otra ca- racterística de la estructura social de la Cataluña actual. La pro- porción de la población mayor de 60 años a aumentado y la de jóvenes ha disminuido.

Las características demográficas amales de Cataluña, des- critas por Solsona (1994) se pueden resumir en los siguientes puntos:

- Fecundidad tardía y muy baja - Mortalidad muy baja - Nupcialidad tardía y muy baja - Inestabilidad creciente en las uniones (divorcios y separa- ciones)

- Aumento de las uniones no matrimoniales - Aumento de nacimientos fuera del matrimonio - Movimientos migratorios poco importantes Los cambios democráticos de Cataluiia durante las últimas

dos décadas pueden observarse en el Cuadro l .

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La evolución histórica de la fecundidad en Cat---- -- -- ferente de la del resto de España y de Francia. La fecundidad

con respecto a sus correspondientes española y francesa (Ca- bré, op. cit.).

Cuadro 1 lndicadores demográficos básicos de Cataluña

Indicadores 1970 1980 1990 Esperanza de vida

Hombres 69.4 73.7 73.7 74.0 Mujeres 79.5 80.7

Edad promedio matrimonio Hombres 26.0 25.4 27.0 Mujeres 23.4 23.0 24.9

Número de hijos 2.71 1.98 1.24 Edad primer hiio 28.8 27.8 29.4 Tomado de Solsona, 1994.

El caso de las mujeres de la Cerdaña resulta muy apropiado para conocer si hay diferencias en la fecundidad de las que ha- bitan a los dos lados de la frontera. La mayoría de las mujeres de la Cerdaña comparten 10s mismos factores ambientales y tienen una identidad 6t1;iica común, la catalana, lo que nos per- mite estudiar más daramente el impacto de factores sociales específicos en la conducta reproductiva.

Las premisas de la investigación son las siguientes: 1) Existe una diferenciación en la conducta reproductiva

de las mujeres de la Cerdaña bid0 a la frontera política. ' 1 1 ;

2) Los factores socio económico^, en especial la ocupación v la escolaridad de las mujeres, se relacionan con la con-

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- / dos estados, han influido de manera determinante en la conducta reproductiva.

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Se analizarán factores socioeconómicos como son la ocu- pación de las mujeres, su nivel económico y su grado de educa- ción para evaluar la interrelación entre variables y la fecundi- dad.

Posteriormente, se discutirá el posible efecto que las políti- cas familiares han tenido en los cambios de la conducta repro- ductiva de las mujeres de esta región fronteriza de los Pirineos.

La Cerdaña

Características ambientales

Los Pirineos se constituyen por un macizo montañoso de 430 km de largo que se levanta entre la Península Ibérica y Europa Continental y que van desde el Atlántico hasta el Mediterráneo. La frontera entre España y Francia pasa por las crestas de las montañas en la parte más alta de los Pirineos (Calafell y Ber- tranpetit, 1994).

La Cerdaña es una de las comarcas naturales de configura- ción geográfica más clara. Esti formada por una depresión, en forma de planicie de 20 km de largo y 5 km de ancho, que divide a los Pirineos catalaes casi perpendicularmente, situada en la parte alta del valle del río Segre. La planicie tiene una altura en- tre 950 y 1 300 msnrn y las montañas que la circundan tienen al- turas superiores a los 2 900 m. La superficie total de la comarca es de 1 129 km2 (Grup d'Estudis de 1 'Alt Pireu-Institut d'Estu- dis Ceretans 198 1; Ledesma, 1990).

Lared hidrológica está constituida por el río Segre y una se- rie de afluentes que bajan de las montañas que rodean la plani- cie y son, por la rivera norte, 10s ríos Angostina, Querol, Duran y el Llosa; por la rivera sur, 10s ríos Eina, Er y Alp. La dirección del valle fluvial tiene la característica de ser transversal, es de- cir, con dirección noreste-suroeste.

La Cerdaña es una cuenca prácticamente cerrada, por lo que tiene unas particularidades climáticas y biogeográficas que la diferencian del resto de los valles pirenaicos. El clima es frío

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debido a la altura. La temperatura media anual es de 7.5 grados centígrados y la precipitación pluvial media anual es de 788.2 rnm (Grup D 'Estudis de l 'Pirineu, op. cit.).

La vegetación es de tipo eurosiberia y boreo-alpina con li- geras influencias mediterráneas (Vigo i Anglada; y Salvat i Marti, op. cit.). Se diferencian cuatro zonas de vegetación se- gún la altitud:

1) La submontana situada en el fondo del valle (hasta 1 200 m) representada actualmente por cultivos, pastos y ma- torrales. La vegetación original comprendía fresnos, ro- bles y pinos.

2) La montaña (1 200-1 700 m) caracterizada por bosques de avellanos y pinos.

3) La subalpina (1 700-2 400 m) con bosques de pinos y abetos.

4) La alpina, situada en las zonas más altas de las montañas (más de 2 400 m) representada por pastizales.

Aspectos históricos y sociales

La Cerdaña ha estado poblada de manera continua desde los tiempos neolíticos. Hay evidencias de sus primeros pobladores fechadas en más de 2500 años a.c. Los romanos dominaron a sus habitantes al igual que el resto de la Península y los denomi- naron "ceretanos". En el siglo Ix se gesta el Condado de Cer- danya, que junto con otros formaría posteriormente Cataluña. puigcerdá, nueva capital en el siglo xir, es el reflejo de un auge demográfico y económico que duraría dos siglos.

La situación estratégica de la Cerdaña fue motivo de conti- nuos enfrentamientos entre Francia y España, hecho que oca- sionó la firma del Tratado de 10s Pirineos en 1659, que partió la comarca natural e histórica entre ambos países. Esta situación se agravó con la división provincial española en 1833 que divi- día a la Cerdaña entre Lérida Y Gerona (Coll, 1991). Es en 1868 cuando de la Provincia de Gerona, por parte de España y del Departamento de 10s Pirineos Orientales, por par-

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te de Francia demarcan la frontera físicamente con mojoneras. Ha habido a lo largo de los siglos un singular movimiento mi- gratorio entre los habitantes de ambos lados de la frontera.

La Guerra Civil Española (1 93 6- 193 9) y a continuación la 11 Guerra Mundial, dejaron sentir graves efectos en la población de la comarca.

En la Cerdaña la economía se fundamentó en la agricultura y la ganadería de subsistencia, hasta mediados del siglo XIX, pero desde entonces la comarca desarrolló un proceso de mer- cantilización de la economía. Actualmente hay menos tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería que en siglo pasado y las actividades turísticas han producido una diversificación del trabajo (Grup d 'Estudis de 1 'Alt Pirineu, op. cit.).

La mayoría de la población se concentra en núcleos urba- nos, mientras que los pequeños núcleos rurales se van abando- nando; sin embargo las actividades agrícolas y ganaderas son todavía importantes en la economía de la Cerdaña, en especial la cría de ganado bovino. La agricultura se basa en el cultivo de cereales como el centeno, el trigo y la cebada, así como de ver- duras, legumbres y frutas (Cahner et al., 1985).

La familia rural catalana se caracteriza por el carácter do- méstico de la explotación agraria. La familia y la explotación agraria coinciden y todos 10s componentes de la unidad familiar atienden los requerimientos de la explotación de manera colec- tiva. En el ámbito del grupo familiar, el trabajo que realiza la mujer campesina representa una aportación decisiva a la econo- mía familiar. La mujer campesina cumple una función poliva- lente en los diferentes trabajos de la explotación agraria y es un elementos fundamental en la estmctura económica y social de la explotación familiar (Nash, op. cit.).

Con todo y el significativo papel desempeñado por la mujer dentro de la familia, la institución familiar ha tenido tradicio- nalmente un carácter patriarcal de jerarquizaci~~ de 10s sexos y de la subordinación de la mujer. El eje de la vida de la mayoría de las mujeres ha sido la maternidad (Ibid.).

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Actualmente, la estructura de las familias campesinas de la Cerdaña ha cambiado. Los hombres y mujeres jóvenes de mu- chos pueblos de la Cerdaña han migrado hacia las ciudades para buscar mejores oportunidades en la educación o en el tra- bajo, quedándose sólo 10s adultos maduros y los viejos al cui- dado de las actividades agropecuarias. Simultáneamente ha habido una disminución en el número de explotaciones agra- rias, debido a la venta de las tierras para el desarrollo turístico de la región. Esto significa que cada día hay menos campesinos en los pueblos de la Cerdaña.

El 80% de la superficie agrícola utilizada se dedica a los fo- rrajes y pastos, lo que nos muestra la creciente especialización en la ganadería enfocada a la producción lechera y a la produc- ción cárnica. El 20% restante se dedica a cereales, papas y a huertos de manzanas y peras. Hoy día las actividades secunda- rias se limitan a la construcción y a los trabajos públicos rela- cionados con la urbanización y el turismo (Cahner, op. cit.).

En la Cerdaña, la actividad económica más importante es el turismo de verano e invierno. Ha aumentado recientemente el número de estaciones de esqui, refugios de montaña, clubes hípicos, clubes de golf Y de hoteles en la región pero, además, ha habido una expansión extraordinaria de las residencias se- cundarias, en especial de gente de Barcelona para pasar los fi- nes de semana.

Muchas mujeres se dedican a actividades relacionadas di- recta o indirectamente con el turismo, trabajando en hoteles, restaurantes O comercios. El cambio en las actividades econó- micas en la región ha tenido un impacto en la vida familiar, en el nivel económico Y en la educación de las mujeres de la Cer- daña.

La Cerdaña española tiene una extensión total de 603.36 km2, se reparte entre las provincias de Gerona y Lérida. Consta de 16 (Ledesma, op. cit.). Actualmente tiene 12 396 habitantes. La población se concentra en los núcleos urbanos como puigcerda que es la capital y que concentra al 50% de la

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población comarcal de la Cerdaña española (Salvat i Marti, op. cit.).

La Cerdaña francesa, con una extensión total de 539.36 km2, pertenece al Departamento de los Pirineos Orientales, su capital es Perpignan y tiene una población de 9 967 habitantes. Se divide en 20 municipios (Vigo i Anglada, op. cit.).

Material y métodos

Se seleccionó una muestra propositiva de 60 mujeres, asegu- rando la obtención de información sobre igual número de muje- res (30) de la Cerdaña española y francesa, de más de 40 años, es decir, mujeres con el ciclo reproductor finalizado, tratando de cubrir en cada comunidad a todo este segmento de la pobla- ción. Este tipo de muestre0 es el más adecuado para estudios exploratorios, ya que al ser seleccionados ciertos grupos de la población por su relevancia al objetivo de estudio, se asegura la obtención de información sobre los elementos más importan- tes del tema de estudio (Williamson et al., 1982). La muestra está constituida por 60 mujeres nacidas entre 191 4 y 1954, esto es, cuyas edades van de los 40 a los 79 años.

A través de una encuesta se recopiló información sobre as- pectos socioeconómicos, así como la historia reproductiva de cada mujer de la muestra. LOS datos recabados en la encuesta fueron los siguientes: fecha y lugar de nacimiento, escolaridad, idiomas, religión y ocupación, tanto de la mujer como de su espo- so, así como edad de menarquia, número de embarazos, fecha de nacimiento y de hijos nacidos vivos, número de mortinatos, número de abortos, edad de menopausia, edad de unión matri- monial, uso de métodos anticonceptivos y problemas de salud reproductiva. La edad de menarquia, es decir la edad de apari- ción de la primera menstruación, se registró siguiendo el méto- do retrospectivo.

En el estudio se ha considerado como edad de menopausia la edad a la que tuvieron su última regla, siempre y cuando hu- bieran transcurrido más de seis meses de amenorrea espontánea

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desde la última menstruación en el momento de realizarse la encuesta.

Se ha aumentado medio año a la edad media consignada tanto para la menopausia como para la menarquia ya que estas edades se registraron en años cumplidos.

En relación a los parámetros socioeconómicos se conside- ró en este estudio el nivel de escolaridad y el nivel de vida con relación a la fecundidad.

Índice socioeconómico

Las mujeres de la muestra fueron clasificadas por medio de un indice según su nivel socioeconómico, en tres grupos, alto, me- dio y bajo. Se construyó el indice socioeconómico tomando en cuenta los parámetros que se consideraron más significativos, es decir ocupación de la mujer y la de su esposo, en caso de ser agricultores, la superficie agrícola y el número de animales en propiedad, las características de la habitación (tipo, tenencia y tamaño) y la posesión de medios de transporte, en particular de automóvil. Los pasos en la construcción del indice socioeconó- mico fueron: primero, determinar las categorías, después asig- nar a cada categoría un rango de valores numéricos y finalmente ponderar cada categoría según el peso que tiene dentro de la economía local (ver Anexo).

Comunidades estudiadas

Para cumplir con el objetivo planteado de comparar la fecundi- dad de las mujeres de las partes española y francesa de la Cer- daña, se decidió trabajar exclusivamente con comunidades localizadas en 10s municipios de ambos países, que colindan en la frontera (Mapa 2).

Las comunidades fronterizas de la Cerdaña que fueron se- leccionadas para este estudio son en el lado español: Age y Vi- llalobent pertenecientes al Municipio de Puigcerda y Guils, Saneja y Sant Marti del Municipio de Guils de la Cerdanya. En

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el lado francés: La Guingueta, también llamada Bourg Madame y Caldegues pertenecientes al Municipio de la Guingueta d'Ix y Palau correspondiente al Municipio del mismo nombre.

Todas estas comunidades que están situadas entre los 1 100 y los 1 385 msnm, comparten una serie de características am- bientales en cuanto al clima, vegetación, hidrografía, etc., pues se encuentran a lo largo de la frontera y están localizadas muy cerca una de la otra, en algunos casos a sólo 2 km de distancia. También comparten su historia ya que fueron alrededor del si- glo x y XI. Actualmente las principales actividades son la agri- cultura, la ganadería y el turismo, con residencias secundarias así como las actividades comerciales.

Se trata en todos los casos de comunidades muy pequeñas con poblaciones que varían de los 50 a los 350 habitantes a ex- cepción de La Guingueta que tiene alrededor de 1 000 habitan- tes. Los pobladores son en su mayoría adultos maduros y viejos, como lo podemos ver en las pirámides de población de Age y Villalobent que se presentan en las Grájcas I y 2. En cada una de las comunidades estudiadas se cubrió al total de mujeres ma- yores de 40 años que accedieron participar en el estudio. En el Cuadro 2 se presenta la distribución de las mujeres de la mues- tra con relación a las comunidades estudiadas.

Cuadro 2 Número de mujeres de la muestra según localidades estudiadas

País Municipio Localidad Pob1aci6n Muestra total Total

Espafla Puigcerdá Age 105 9

Villalobent 54 6

Guils de Cerdanya Guils 8 30

Saneja 31 1 3 Sant Martl 4

Francia Palau de Cerdanya Palau 350 10 Guingueta d'lx La Guinueta 1 257 15 30

Caldegues 5

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Resultados

Mujeres de la Cerdaña

Para hacer una caracterización general de las mujeres de la Cer- daña que conforman la muestra podemos decir que tienen en promedio 58 años de edad, presentando edades entre los 40 y los 79 años. La mayoría de ellas (55%) tienen estudios prima- rios, el l l .7% no tienen estudios y el 33.3% tienen educación media o superior. Podemos decir que Ia gran mayoría son cató- licas. Con respecto a los idiomas hablados en la región se ob- serva que la mayoría de las mujeres de la muestra son bilingües es decir que hablan catalán, español y francés. Sólo un 25% de ellas no habla el catalán.

Las ~rincipales ocupaciones de las mujeres estudiadas son: la agricultura (26.7%), el comercio (18.3%) y la docencia (1 1.7%) aunque también encontrarnos mujeres dedicadas al tu- rismo (5%), que son funcionarias (1.7%) o que tienen otro tipo de actividades como son la costura, el servicio doméstico o que son empleadas en oficinas o comercios (13.3%). Hay un23.3% de las mujeres que se dedican exclusivamente a actividades do- mésticas en SU hogar.

Las principales actividades masculinas son: agricultura 28.3%, construcción 15.0%, funcionarios 15.0% y oficios (car- pintero, herrero, mechico, etc.) 1 1.7%. Hay también un 6.7% de los hombres dedicados a la docencia, el 5.0% al comercio o al turismo y el 3.3% en cada una de las siguientes actividades: forestales, profesionales Y otras diversas.

En relación al nivel socioeconómico de las mujeres, del to- tal de la muestra vemos que según el índice se clasificó a 18 mujeres (30%) como de nivel bajo, a 23 mujeres (38.3%) como de nivel medio y a 19 como de nivel alto (3 1.7%).

~l comparar a las mujeres estudiadas de las partes española y francesa de la Cerdaña encontramos que hay diferencias en algu- nos de los parámetros estudiados. En Francia, el nivel de escolari- dad de las mujeres es mayor ya que muchas de ellas tienen

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educación media o superior, mientras que en España la mayoría tiene sólo educación primaria. Únicamente en Francia encon- tramos que una tercera parte de las mujeres dijeron no profesar ninguna religión ya que en España todas se identifican como ca- tólicas. En cuanto a las ocupaciones también se observan dife- rencias: el porcentaje de mujeres dedicadas exclusivamente a las actividades domésticas y a la agricultura es mayor en la par- te española de la Cerdaña mientras que en la parte francesa hay más mujeres dedicadas al comercio, al turismo y a la docencia.

Las diferencias que existen en el nivel socioeconómico de las mujeres de la parte francesa y española son mínimas, aunque hay un porcentaje un poco mayor de mujeres en España (33.3%) que fueron clasificadas como de nivel bajo que en Francia (26.6%). Encontramos un porcentaje mayor de mujeres clasifi- cadas como de niveles medio y alto en Francia (40% y 33.3% res- pectivamente) que en España (36.6% y 30% respectivamente).

Hay que mencionar también que las mujeres españolas es- tudiadas tienen un promedio de edad de 60.2 años mientras que entre las francesas es de 55.8 años. La mayoría son mujeres que vivieron la Guerra Civil y la ir Guerra Mundial en su juven- tud o en su infancia, dejándoles una profunda huella. Sus vidas reproductivas transcurrieron durante el periodo de la postgue- rra y de la dictadura franquista, entre las españolas. Hay que considerar que estos hechos históricos repercutieron en forma decisiva en su conducta reproductiva.

Conducta reproductiva

hijos nacidos vivos para el total de la muestra y para las mujeres de la Cerdaña española y francesa. Se presentan también los re- sultados del análisis estadístico con el que se comprobaron el nivel de significación de las diferencias en los resultados de los parametros de fecundidad estudiados entre estos dos gmpos.

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La edad media de menarquia en la muestra total es de 13.4 años (min= 1 O y max= 16) y la de menopausia es de 5 1.4 años (min=42 y max=58). Hay que indicar que en el momento de la encuesta, 38 de las 60 mujeres habían presentado menopausia natural, 8 menopausia quirúrgica y 14 aún no presentaban la menopausia. Las diferencias entre las mujeres de la Cerdaña española y francesa para la edad de menarquia y menopausia

Parámetros de fecundidad Total Espaila Francia Edad menarquia N=60 N=30 N=30

13.4 13.5 13.4 1.5 1.4 1.5

k.43 p= 671 N=38 N=19 Edad menopáusica N=19 51.4 50.7 52.1 3.5 3.0 3.8

t=.26 p=.217 N=57 N=27 N=30 23.8 24.4 23.2 4.0 4.4 3.7

t=1.14 p=.261 Edad primer embarazo N=57 N=27 N=30

25.6 26.1 25.3 4.1 4.5 3.7

t=.75 p=.457 Edad último embarazo N=57 N=27 N=30

31 .O 30.2 31.9

t=1.12 p=.267 Número de embarazos Media S.D t=3.23 p=.002 Número de hijos Media S.D. t=3.29 pZ.002

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Hay tres solteras sin hijos, por lo que la muestra total es de 57 mujeres (27 en la muestra de la parte española) en relación a los parámetros de fecundidad que se presentan a continuación.

Para el conjunto de mujeres estudiadas, la edad media de unión matrimonial es de 23.8 años (min=l8 y max=35), la edad media del primer embarazo es de 25.6 años (min= 1 9 y max=3 7) y al último embarazo de 3 1 años (min=19 y max=45). El núme- ro medio de embarazos es de 2.2 (min=O y max=8) y el de hijos nacidos vivos de 2.1 (min=O y max=7). Hay 5 mujeres de la muestra que han tenido abortos, (dos mujeres 1, dos 2, y una 5) lo que significa que el número medio de abortos para el total de la muestra es de 0.150 (min=O y max=5) y el de mortinatos es de 0.01 7 (min=O y max=l) que corresponde sólo a una mujer de la muestra.

Vemos que aunque en la Cerdaña española las mujeres tie- nen una edad de unión y de primer embarazo un poco más tar- días que en la parte francesa, (24.4 años y 26.1 años contra 23.2 y 25.3 años respectivamente) estas diferencias no son estadísti- camente significativas. Con respecto a la edad al último emba- razo podemos que ver que en la Cerdaña francesa es más tardía (3 1.9 años) que en la española (30.2), pero tampoco es una dife- rencia significativa.

En la Cerdaña española el número de embarazos es de 1.7 y el de hijos nacidos vivos es de 1.6 mientras que en la parte fran- cesa son 2.8 y 2.6 respectivamente. Hay que resaltar que las di- ferencias en el número de embarazos (t=3.53; p=.002) y de hijos nacidos vivos (t=3.29; p=.002) sí son altamente significa- tivas. Este es un resultado extraordinariamente interesante para los objetivos del presente trabajo.

Salud reproductiva

Es importante considerar algunos aspectos de la salud repro- ductiva de las mujeres de la Cercki.Íía, ya que nos dan un panora- ma más completo sobre su conducta durante el periodo fértil de sus vidas.

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En la encuesta se les preguntó a las mujeres de la muestra si habían tenido problemas de salud reproductiva relacionados con menstruación, la menopausia, los embarazos, partos y du- rante el periodo del postparto. Se preguntó también sobre el uso de métodos anticonceptivos.

Menstruación

Los problemas de salud relacionados con la menstruación que presentaron las mujeres de la muestra, fueron molestias norma- les l O%, dolor fuerte 13.3% sangrado abundante l l .6%, dolor incapacitante 3 3 % Y otros problemas de salud que afectaban la menstruación. El 58.3% de las mujeres dijo no tener ningún problema.

Menopausia

Hemos mencionado que sólo 38 mujeres de la muestra han pre- sentado menopausia natural. De éstas 35, dijeron no haber teni- do problemas durante la menopausia y 3 haber presentado sangrados fuertes. Clcho mujeres sufrieron intervenciones qui- rúrgicas debidas, básicamente, a la presencia de tumores o fi- bromas en la matriz. De las 14 mujeres que estaban en edad de climaterio, pero que aún tienen menstruación, hay 6 que tienen problemas de fuertes sangrados e irregularidades por lo que es- tán a tratamientos hormonales.

Embarazo

El 77.2% de las mujeres dijo no haber tenido problemas duran- te sus embarazos, el 8.7% habían tenido abortos, el 3.5% amena- za de aborto Y el 8.7% había presentado molestias relacionadas a diversos problemas de salud durante el embarazo, y una mu- jer (1.7%) había tenido dificultad para quedar embarazada.

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La mayoría de las mujeres, 58.3% tuvo parto normal, a un 13.3% se le practicó cesárea, en el 10% de los casos los partos fueron prolongados y el mismo porcentaje de casos fue parto prematuro. El 5% de las mujeres tuvo problemas con la placen- ta (previa o adherida) y en dos casos hubo de usarse fórceps.

Durante el postparto el 78.9% no tuvo ningún problema, el 5.2% sufrió hemorragias fuertes, el 10.5% molestias en la recu-

Uso de anticonceptivos

Se preguntó en la encuesta sobre el uso de métodos anticoncep- tivos, así como el tipo de método empleado, incluyendo los anovulatorios orales, el dispositivo intrauterino, la salpingocla- sia, los preservativos, el ritmo y el coitus interruptus. Los resul- tados se presentan en el Cuadro 4.

Cuadro 4 Uso de métodos anticonceptivos

Anticonceptivo Total N=57 EspaAa N=27 Francia N=30

Anovulatorios orales

Preservativo

Coitus interruptus

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Podemos observar que en la muestra total, el 45.6% de las mujeres ha usado métodos anticonceptivos "modernos", como son la píldora, el dispositivo intrauterino, la ligadura de trom- pas y los preservativos, mientras que la mayoría (54.4%) ha re- currido a métodos naturales como son el ritmo y el coitus interruptus. . .

Vemos que existen diferencias importantes entre las muje- res de las dos partes de la Cerdaña, ya que en Francia el número de mujeres que ha usado anticonceptivos modernos representa el 63.2%, mientras que en España representa sólo el 26%. El método más empleado entre las mujeres de la Cerdaña españo- la es el coitus interruptus (74%).

Estos resultados reflejan en partela edad de las mujeres es- tudiadas, ya que en el caso de las de mayor edad no contaban con anticonceptivos durante el periodo fecundo de sus vidas.

Pero podemos pensar que Ias diferencias en el uso de anti- conceptivo~ entre las mujeres de la parte francesa y la española están influidas en alguna medida por aspectos socio-culturales como la religión, el nivel de escolaridad y la ocupación. Es in- teresante observar que a pesar de que en Francia las mujeres tu- vieron un mayor acceso y hacen mayor uso de métodos anticonceptiv~~ son las que tienen más hijos.

La diferencia en el uso de métodos anticonceptivos parece contradictoria con la diferencia en el número de hijos, pues las mujeres francesas son las que más hijos tienen y las que más han empleado anticonceptivos. Esta aparente contradicción en realidad destaca más la diferencia encontrada en cuanto a la menor fecundidad entre las mujeres españolas, ya que aun sin contar con anticonceptivos limitaron su fecundidad. Se puede interpretar el mayor uso de anticonceptivos entre las mujeres francesas, argumentando que, en el marco de una relación de género equitativa, pueden tomar decisiones más libres respecto a su vida reproductiva. Con relación a los resultados sobre sa- lud reproductiva, se pudo ver que algunas mujeres percibieron que sus problemas heron ocasionados por factores externos a

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ellas, es decir por deficiencias en el sistema de cuidado médico

Sau (1 994) explica algunos aspectos de la salud reproducti- va en términos de las relaciones de género, por la manipulación que se hace en las sociedades occidentales de las funciones re- productivas femeninas. NOS dice que:

El embarazo, el parto y la lactancia se han medicalizado y las mujeres han perdido el control sobre estas funciones. Las ex- ploraciones no siempre son necesarias, las operaciones de ce- siirea persiguen intereses mddicos, el quirófano, el personal de la sala de partos, la administración de analgésicos, todo se encuentra en manos ajenas a la mujer y fuera de su decisión. Incluso la decisión de cuándo puede ver a su hijolhija depende del centro hospitalario (Sau, op. cit.).

Se puede agregar que también en la Cerdaíía la decisión, en cuanto al uso y el tipo de métodos anticonceptivos, no está en las manos de algunas mujeres ya que fueron sus maridos o los médicos los que decidieron por ellas.

Para poder interpretar los resultados sobre la fecundidad entre las mujeres de la Cerdaña francesa y la española se presenta a continuación un breve resumen sobre la evolución histórica de la fecundidad en Cataluña, España Y Francia tomando como base el trabajo de Cabré (op. cit.).

Esta autora menciona que Cataluña tiene una situación in- termedia en cuanto al nivel de fecundidad con respecto a Fran- cia y España hasta 1930. A partir de e'se momento la fecundidad en Cataluña se hace inferior a la francesa y se mantiene siempre por debajo, con la sola excepción de los años setenta. En rela- ción a España, la fecundidad catalana es siempre inferior. La fe- cundidad catalana, a lo largo del siglo, se caracteriza por haber presentado cifras más bajas que SUS correspondientes española y francesa (Ibid.).

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El mínimo histórico de fecundidad ha correspondido a las generaciones femeninas catalanas nacidas entre 19 16 y 1920, ya que la vida fecunda de estas mujeres transcurre durante el periodo que va de 1930 a 1955 y coincide con la guerra civil y la postguerra. De hecho estas generaciones catalanas presentan la fecundidad más baja que ha sido observada en los países euro- peos. La máxima fecundidad catalana corresponde a las gene- raciones de mujeres nacidas entre 1936 y 1945 (Ibid.). Ver Cuadro 5.

Cuadro 5 Número de hijos de mujeres de España, Francia y Cataluña

de 1911 a 1950

Generaciones Espana Cataluila Francia

1911-1915 2.8 1.8 2.3

1916-1920 2.6 1.6 2.3

1921-1925 2.4 1.8 2.5

1926-1 930 2.5 2.0 2.5

1931-1935 2.6 2.2 2.5

1936-1 940 2.6 2.3 2.5

1941-1945 2.5 2.3 2.3

1946-1 950 2.4 2.2 2.0

Fuente: Cabré, 1989.

En rancia, a partir de la mitad de los años setenta, ha habi- do una estabilización de la fecundidad, a un nivel riloderado que se sitúa ahededor de 2 nacimientos por mujer, lo cual es un 20% mayor que en otros países de Europa (Hantrais, op. cit.).

Se presenta en el Cuadro 5 la información sobre la descen- dencia final (número de hijos) de las generaciones de mujeres nacidas entre 191 1 Y 1950, reportada por Cabré, para efecto de comparación con 10s resultados de esta investigación ya que, ~recisamente las mujeres estudiadas en la Cerdafia pertenecen a estas generaciones.

La descendencia final de las mujeres estudidas, que corres- ponde a las generaciones nacidas entre 19 14 y 1954, de la Cer- daña española Y francesa, es de 1.6 y 2.6 respectivamente.

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Vemos que los resultados que hemos presentado, confirman la primera premisa de esta investigación y corresponden a la ten- dencia demográfica general con relación a una mayor fecundi- dad en Francia que en Cataluña.

Las variables socioecónomicas estudiadas, en particular el nivel económico y la escolaridad, no influyen de manera signi- ficativa en la fecundidad de las mujeres de la Cerdaña. No se puede explicar la diferencia de la fecundidad en base a estos dos parámetros.

Estos datos parecen apoyar los resultados de otras investi- gaciones que establecen que, en el caso de Cataluña, el modelo de transición demográfica no explica adecuadamente el des- censo de la fecundidad (Coale y Cotts, op. cit.; Cabré, op. cit.).

PoBiQicie ++ familiares y género

La explicación de la mayor fecundidad de las mujeres en Fran- cia que en España, se puede encontrar al contrastar las políticas estatales y las actitudes públicas sobre las relaciones de género y cuestiones demográficas, en particular sobre el fenómeno de la baja de la fecundidad y sobre el envejecimiento de la pobla- ción.

A continuación se presentan los argumentos que apoyan la tercera premisa planteada con respecto a que la diferencia en la fecundidad encontrada en España y Francia puede deberse directamente a las contrastantes políticas familiares instrumen- tadas en ambos países.

La familia es la principal institución social, donde se orga- niza el sustento de las personas y donde circulan gran cantidad de formas de ayuda y de prestaciones. Por eso la familia es suje- ta de intervención continua por parte de los estados contempo- ráneos, ya sea mediante políticas directas (prestaciones a la familia o a la maternidad, por ejemplo), o por medio de políticas indirectas dirigidas a la mejora de todo el conjunto de servicios sociales y personales (salud, educación, pensiones, asistencia social, etc. Nash, op. cit.).

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Las políticas familiares de los estados europeos difieren en el grado de implicación pública en las formas de apoyo y asis- tencia. España es el estado que menos recursos destina a estas cuestiones, especialmente en lo que respecta a las prestaciones familiares y a la maternidad, ocupa uno de los últimos lugares respecto a otros países europeos (Comas, 1994).

En España, la institución familiar ha tenido tradicional- mente un carácter patriarcal de jerarquización de los sexos y de la subordinación de la mujer. A principios del siglo, el régimen matrimonial había representado una situación de gran opresión femenina, ya que la ley establecía la superioridad del marido y la obligada subordinación de la mujer a la autoridad marital o paterna. En los años treinta, el régimen democrático de la Se- gunda República reformó la legislación familiar vigente para establecer un trato más igualitario dentro de la institución ma- trimonial.

La dictadura franquista volvió a recuperar el modelo de fa- milia tradicional patriarcal que imponía la autoridad del mari- do. Durante 10s años cuarenta, en pleno franquismo, la situación de la mujer sufrió un retroceso brutal en todos los ám- bitos a causa de la negación sistemática del principio de igual- dad entre los sexos (Nash, o ~ . cit.). Las generaciones de las mujeres estudiadas vivieron este contraste.

Desde 1978 la Constitución democrática ha garantizado el principio de igualdad entre mujeres y hombres. Los cambios políticos y sociales de la transición democrática llevaron al es- tablecimiento de un trato más paritario de los cónyuges en el seno de la familia. La política familiar de la España actual no puede calificarse de natalista, aunque estipula un pequeño sub- sidio por cada hijo, porque esta ayuda, al parecer, no significa un apoyo real para la equidad entre los sexos ya que no estable- ce medidas que tiendan a conciliar la vida familiar y profesio- nal de las mujeres.

Las públicas que han contemplado a la mujer como objeto de ellas, sólo 10 han hecho en tanto madres traba- jadoras y no como participantes directas en la producción. Nc

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se ha reconocido su necesidad de desarrollo como persona y parte de la comunidad social.

Para entender el significado de estos argumentos, que po- drían parecer contradictorios, hay que pensar que la mayoría de las mujeres estudiadas en la Cerdaña española vivieron la trau- mática experiencia de la guerra civil en su juventud y pasaron su etapa reproductiva durante el periodo franquista. Estos fac- tores explican que, a pesar de las políticas natalistas implanta- das existe una actitud bastante generalizada entre las mujeres de la Cerdaña española con relación a los hijos, que curiosa- mente apunta Pau Vila ya desde 1926, y que las mujeres mayo- res expresan de la siguiente manera "para qué tener hijos si nos los matan" o las más jóvenes que declaran que "para qué traer hijos al mundo, si las cosas están tan mal". Esta actitud pesimis- ta quizás fue reafirmada después de la guerra civil y durante el difícil periodo de postguerra que vivieron muchas de las muje- res estudiadas.

En Frmcia se consigue conciliar mejor la vida profesional y familiar que en España, debido a una serie de políticas fami- liares como son las licencias de maternidad y de paternidad, los subsidios por cada hijo, el servicio de guarderías, la flexibilidad en las horas de trabajo (medio tiempo) y los permisos por enfer- medad de los hijos.

Hantraís (1 992) ha estudiado las actitudes sobre el fenóme- no de la baja de la fecundidad y sobre el envejecimiento de la población entre la población francesa, así como su relación con la política familiar. Este autor menciona la importancia que le dan a los hijos para asegurar el éxito del matrimonio y están de acuerdo sobre el hecho de llegar a un equilibrio entre el papel materno y la actividad económica de la mujer. La vida activa no parece ser sacrificada por los niños, ya que la llegada de los hi- jos provoca menos frecuentemente una ruptura en la carrera.

La legitimación de la intervención en materia de política familiar, desde 1945, ha permitido al estado francés tener una acción visible con respecto no sólo a las diversas prestaciones familiares clásicas en "especie", sino también, desde hace diez

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años, de toda una serie de medidas destinadas a facilitar la con- ciliación de la vida familiar y profesional. Se trata de crear las condiciones a las parejas para que puedan elegir la forma de constitución familiar que más les convenga.

Esta política familiar se puede calificar de natalista en la medida en que busca también asegurar el reemplazo generacio- nal y contrarrestar los efectos socioeconómicos del envejeci- miento de la población. Sin embargo, en Francia se incorpora el concepto de género en la gestión estatal mucho antes que en España, ya que trata de crear un clima favorable para la forma- ción de la familia favoreciendo simultáneamente la equidad entre la participación de las mujeres en la actividad económica, y la participación de los hombres en el cuidado de los hijos.

Hay que considerar que la consolidación de una legisla- ción familiar igualitaria no quiere decir necesariamente, una realidad familiar de ~onducta fundamentada en el respeto y la igualdad (Nash, OP. cit.). Un cambio sustantivo, integral de las relaciones entre 10s sexos, compromete distintas dimensiones de la vida de las personas (personal, social, político) y las polí- ticas públicas se refieren sólo a la dimensión política del cam- bio.

Para que las políticas dirigidas hacia la mujer alcancen re- sultados fmctíferos tendientes a romper las relaciones asimé- tricas entre 10s Sexos, es necesario que operen como detonadoras de un proceso de modificación real de las relacio- nes de dominación en todos 10s espacios, poniendo el acento sobre la identidad colectiva de género. Estas políticas públicas deben estipular medidas específicas que pueden ser abordadas desde los poderes públicos, tendientes a eliminar la discrimina- ción y a mejorar la calidad de vida de las mujeres, con especial atención a las cuestiones de la igualdad legal y real, la no vio- lencia a la mujer, a la participación en la toma de decisiones en los espacios públicos, y al fomento de la formación y capacita- ción femenina (Mires, Molina Y Valenzuela, 1989 p. 5).

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Conclusiones

El presente trabajo plantea algunas ideas, desde la perspectiva del género, sobre la posible influencia que han tenido factores sociales, históricos y políticos en la reproducción biológica de la población española y francesa de la Cerdaña. La importancia de los resultados de este estudio radica en que muestran que una población originalmente homogénea, biológica y culturalmen- te que comparte el mismo espacio geográfico, difiere actual- mente en su conducta reproductiva. Podemos ver hasta qué punto se reflejan, en este valle fronterizo de los Pirineos catala- nes, las políticas estatales y las actitudes públicas sobre las rela- ciones de género que existen más allá del valle, en los dos países. Debe considerarse también la influencia que han tenido los distintos acontecimientos históricos vividos por las mujeres estudiadas en la Cerdaña.

Los resultados pueden parecer contradictorios ya que las mujeres francesas, las cuales han abandonado la vida tradicio- nal y tienen un mayor nivel de escolaridad, son las que tienen más hijos. La explicación es la siguiente: han podido conciliar mejor sus actividades económicas y su vida familiar, al tener una relación de género más equitativa apoyada en las políticas familiares.

Este estudio sobre el caso específico de la Cerdaña no per- mite generalizar sobre el efecto que tienen las políticas estatales y las relaciones de género sobre el comportamiento reproducti- vo en otros contextos, pero sí indica que estos temas deben ex- plorase en futuras investigaciones antropológicas.

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Mapa 2 LA CERDAÑA. MUNICIPIOS ESTUDIADOS

1 Puigcerda 2 Guils 3 Guingueta 4 Palau

F R A N C I A

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Gráfica 1 Pirámide de población de Age

(1991)

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-Hombres =Mujeres 56 Hombres 49 Mujeres

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Gráfica 2 Pirámide de poblacisn de Villalobent

(1 991)

24 Hombres 29 Mujeres

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ANEXO

Categorías del Índice Socioeconómico Distribución de mujeres según estrato socioeconómico y

tipología de mujeres en preparto y posparto

Ocupación de la mujer O= ama de casa 1= empleada doméstica 1= agricultora sin tierra 2= agricultora propietaria 3= empleada o funcionaria 4= comercio pequeño y oficio

Ocupación del Iiombre

3= comercio pequefío y oficio 4= empresario o profesional

Superficie Agricola 1 = 20 o menos hectáreas 2= más de 20 hectáreas

Cantidad de Ganado 1 = 25 o menos animales 2= más de 25 animales

Tipo de Habitación

2= tradicional

Teltencia Habitación

TamaAo Habitación

Número de Automóviles

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Obras consultadas

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Blanca E. López Villarreal * La idea que se sostiene acerca de la condición huma- na de que somos seres libres: capaces de elegiry de- cidir nuestros actos; y dignos porque construimos nuestra esencia a través de las decisiones guiadas por el autointerés racional. Y en la relación solidaria con el otro. (Graciela Hierro, 1990. p. 147.)

Introducción

El presente trabajo tiene el propósito de hacer una revisión de cómo ha sido abordado el tema de género en la teoría de la orga- nización. Para 10 cual se presentan, inicialmente, las caracterís- ticas de este campo disciplinario y el sentido que se da a la organización b~.~-ocrática como objeto de estudio. Muy vincula- do con las precisiones anteriores, también se señala la forma articular en que la teoría de la organización ha privilegiado el análisis de las mujeres directivas, a diferencia de lo ocurrido por otras disciplinas que han estudiado la presencia de las muje- res en las empresas desde un enfoque más laboral y vinculado al nivel de los grupos operativos de trabajo.

El análisis de cómo se introdujo el tema de género en el de- bate de la teoría de la organización, lo iniciamos con la revisión de 10s aportes principales de Rosabeth Moss Kanter, pionera en este tipo de trabajos, quién estudió el papel que juegan las espo- sas y las secretarias en 10s gnipos directivos de las empresas. A continuación se revisará un tema que ha sido privilegiado por 10s estudios acerca de la presencia de las mujeres en la organi- zación, esto es, las mujeres que han alcanzado puestos de direc- ción media y alta, en las empresas que han realizado investigaciones vinculadas con las características de la carrera

* Profesora e investigadora del Departamento de Economla en la Universidad Autónoma Me- tropolitana, Unidad Iztapalapa.

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profesional de estas mujeres. Postt:iormente abordaremos el tema del liderazgo femenino y del papel que ha jugado en la modificación o en la humanización de las organizaciones mo- dernas. Finalmente, se presenta una serie de conclusiones con respecto a los alcances y a los límites que ha tenido el desarrollo del tema de género en la teoría de la organización, especialmen- te su tratamiento correcto o incorrecto, además de los mitos ac- tuales asociados con las mujeres directivas.

El campo de la teoría de la organización

La teoría de la organización es un conjunto amplio de conoci- mientos con enfoques multidisciplinarios que provienen de áreas tales como la sociología de las organizaciones, la admi- nistración, la ingeniería de sistemas, la psicología social, la an- tropología social y la economía, por señalar algunas de las más importantes. Cada disciplina ha generado preguntas, hipótesis, metodologias y conclusiones que corresponden a sus visiones particulares del mundo. Algunos autores, incluso, sostienen la conveniencia de utilizar conceptos de las ciencias de la organi- zación o de estudios organizacionales, para señalar a este con- junto muy amplio de marcos conceptuales e instrumentales que se han desarrollado para el análisis y el diseño de organizacio- nes.

Otra característica importante de la teoria de la organiza- ción ha sido el desarrollo contrastante entre la formulación de marcos conceptuales con un interés "cientllfico", para compren- der el comportamiento de las complejas organizaciones modernas, y los marcos conceptuales con un interés mas "pragmático" para resolver los problemas que enfrentan esas mismas organi- zaciones, pero quizás con mayor predominio de estos últimos. Tanto la diversidad disciplinaria como la tensión entre enfo- ques científicos y pragmáticos han otorgado a los estudios or- ganizacionales un gran dinamismo teórico, en virtud de la confrontación de enfoques y de la rapidez con que reciben las innovaciones conceptuales que emergen de las múltiples disci-

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plinas que han tomado a las organizaciones como objeto de es- tudio. La teoria de la organización ha sido, de hecho, una disciplina anglosajona, ya que su origen y evolución se ha dado primordialmente en Estados Unidos e Inglaterra.

La introducción del estudio de las mujeres en la teoria de la organización

En una primera etapa del desarrollo de la teoría de la organiza- ción se conformó un análisis ortodoxo de las organizaciones, basado en el enfoque estructural funcionalista de la sociología estadounidense,' que orientó la investigación de las organiza- ciones de manera positivista y cuantitativa, al asumir que el comportamiento de la organización se asentaba primordial- mente en una racionalidad económica. En este análisis ortodo- xo, que predominó durante más de cincuenta años, la presencia de las mujeres en las empresas no representó un tema de impor- tancia para explicar el comportamiento de las organizaciones.

No fue sino hasta finales de los años setenta, cuando la cri- sis del modelo ortodoxo en la teoria de la organización dio paso a nuevos paradigmas de análisis, que el tema de la mujer, y los primeros intentos por introducir la perspectiva de género, co- menzaron a darse en la teoría de la organización. El énfasis de los nuevos paradigmas que trataban de explicar el comporta- miento de las organizaciones se dirigió hacia los procesos sim- bólicos y los esquemas culturales compartidos por los grupos humanos que interactúan dentro de las organizaciones, privile- giando la concepción de las organizaciones como entidades construidas socialmente. Otro giro importante se presentó al

1 Por otra parte, la emergencia, a mediados de los cuarenta, de la teorlageneral de sistemas y de perspectivas sistémicas especificas (entre otras la cibernética, la investigación de opera- ciones y la ingeniería de sistemas) constituy6 una segunda fuente del anhlisis ortodoxo en las organizaciones. A pesar de origenes y desarrollos bien diferenciados, el estructural-fun- cionalismo y los enfoques particulares de sistemas se conjugaron exitosamente para la con- formaci6n de un aniilisis ortodoxo de la organización que se instituy6 como un modelo hegemónico en la disciplina, frente a otros enfoques y modelos que tuvieron, en todo caso, un papel marginal (Hassard, 1993).

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producirse un alejamiento de la visión centrada en la estabili- dad, hacia un mayor interés por los procesos sociales y políticos a través de los cuales se moviliza y legitima el poder organiza- cional. Las organizaciones dejaron de ser los lugares privilegia- dos de una actividad racional formal y economicista, para ser también, espacios sociales donde se desarrollan formas simbó- licas, miticas e incluso mágicas del accionar de los integrantes de la organización, además de formas de dominación y de po- der. Este nuevo ambiente en el área de conocimiento de la teoría de las organizaciones, posibilitó la aparición de investigaciones que centraban el interés en la presencia de las mujeres en las or- ganizaciones, y en la forma en que el género, como expresión de relaciones de poder entre mujeres y hombres, comenzó a abrirse paso lentamente en una disciplina dominada por una vi- sión patriarcal de las organizaciones.

Las organizaciones como objeto de estudio

La teoría de la organización estudia el comportamiento de las organizaciones burocráticas modernas, y abarca a las empresas privadas, públicas y sociales. Por esta razón utilizaremos los términos de empresas, burocracias y organizaciones de manera indistinta. Existen tres tipos principales de instituciones que so- portan y subyacen en las formas de conciencia modernas: a) la producción tecnológica; b) la administración burocrática, y c) la pluralización o diferenciación de modos de vida. Un aspecto importante en el análisis social 10 constituye la identificación de esos sistemas de creencias generalizadas de pensamiento, que soportan la existencia y propagación de las formas burocrá- ticas en virtualmente cada esfera de la vida moderna (Berger, 1973). Las organizaciones no solamente son penetrantes, ha- ciéndose sentir en todos l o ~ aspectos de la vida social, sino tarn- bién han redefinido en gran medida a la sociedad moderna como la forma institucional preeminente (Zucker, 1983).

La aparición de los primeros estudios de la mujer y de la perspectiva de género partieron del principio de que las organi-

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zaciones modernas reciben la influencia del contexto cultural, por lo que las formas específicas de dominio de la sociedad pa- triarcal son importadas nor los individuos en formas de estereo- t i y r --imágenes propagadas socialmente- hacia el interior de la organización, recreando por ello el mismo tipo de relacio- nes de dominación entre los géneros. En este sentido, la cultura de tipo patriarcal es un proceso que simultáneamente tiene lu- gar al interior y al exterior de la organización, reproduciéndose a través de prácticas cotidianas.

La organización burocrática, en tanto que organización cient$ca del trabajo, sirve también de filtro a otras formas de dominación, proyectándolas en la arena institucional que las ra- cionaliza y mantiene. El concepto de forma burocrática que se utiliza aquí va más allá de la connotación popular asociada a la ineficiencia o a la papelería; de hecho, se aplica a un extenso abanico de organizaciones formales que caracterizan a la sacie- dad moderna. Para Gladys Symons (1990) la burocracia no es sólo un tipo de estructura, sino también un proceso, un nuevo tipo de conciencia y un nuevo instrumento de dominación so- cial. Para comprender correctamente la problemática de las mu- jeres en la organización, se debe ir más allá de las cuestiones surgidas de la sicología individual, para examinar la naturaleza precisa de la vida organizacional, esto es, el contexto político y de relaciones de poder en las cuales se inscriben las mujeres.

La organización burocrática es una forma de dominación en tanto que es estructura, proceso y conciencia. En efecto, el análisis weberiano de la burocracia debe comprenderse en el contexto de un estudio más largo de relaciones de domina- ción dentro de una sociedad. La burocracia constituye el apara- to administrativo (instrumento) de la implantación de una cierta forma de poder. Los tipos de poder existentes en la organiza- ción burocrática se encuentran en el poder directo de normas, reglamentos, ordenes y supervisión directa, asimismo, en el control que resulta de la especialización, la estandarización y la jerarquía. Pero un poder implícito importante radica en el go- bierno de las premisas cognoscitivas, en los esquemas de pen-

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samiento, donde el subordinado voluntariamente limita su gama de conductas y de alternativas. Muchas de estas premisas cognoscitivas están en la base de las relaciones de dominación entre los géneros que se manifiestan en las estructuras de la or- ganización.

Las mujeres en las organizaciones

Las mujeres han estado presentes en las empresas desde el prin- cipio de la industrialización. Su trabajo, generalmente menos calificado, menos remunerado y raravez representado en los ni- veles donde se ejerce el poder, ha sido secundario y subordina- do a su papel de madre y esposa, que sigue siendo su papel social reconocido y legitimado. Así, tradicionalmente, la iden- tidad social de la mujer se encuentra anclada en la diferencia. El modelo de la mujer en el hogar, que se impuso en el siglo XIX, es puesto en tela de juicio hoy día, no solamente por la evolución de la relación conyugal y educativa, sino también, por una cier- ta modificación de los roles profesionales de la mujer, de pues- tos subalternos a puestos de responsabilidad y de dirección. Por lo tanto, la identidad femenina se debe redefinir. Sin embargo, debemos recordar que la empresa es, antes que nada, un mundo de hombres, que no h e concebido ni construido por ni para las mujeres. Incluso, como lo supone Mead (1948), la supremacía masculina se encuentra instalada en el corazón mismo de la em- presa-institución.

La clasificación de las mujeres en una categoría de asala- riadas subcalificadas tiene la función de confirmar al hombre en su identidad y darle medios de mantener su superioridad so- cial, gracias a la dominación que 61 ejerce en el universo profe- sional.

La participación de las mujeres en la fuerza laboral crece, tanto en numero como en porcentaje, con respecto a la fuerza laboral masculina. Este fenómeno es el resultado de complejas condiciones socio-económicas que, en el caso de América Lati- na, se asocia entre otras razones, a una gravísima caída del in-

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greso familiar, cuyo deterioro ha empujado a millones de latinoamericanas a incorporarse en actividades remuneradas que abarcan los sectores agrícola, industrial y de servicios. A diferencia de lo que sucede en países desarrollados, las cifras obtenidas de datos oficiales no pueden considerarse fidedignas, en primer lugar por la presencia de un elevado número de em- pleadas domésticas no contabilizadas; y en segundo, por el ele- vado porcentaje de trabajo subterráneo e informal.

La problemática laboral femenina ha sido abordada princi- palmente por la sociología del trabajo, la cual ha estado referida a situaciones discriminatorias y desiguales, haciendo extensiva la norma de la opresión sexual del hogar y de la sociedad, al tra- bajo. Las situaciones más frecuentes encontradas por la mujer en el medio laboral son las siguientes:

a) Inestabilidad laboral. En épocas de recesión económica y de desempleo masivo las primeras afectadas son precisamen- te las mujeres.'Esto es debido a varias causas, una de ellas de ca- rácter cultural, ya que se supone que las mujeres sólo complementan el salario familiar (a pesar de estadísticas que dicen lo contrario) por lo que en competencia con los hombres por los puestos, siempre son las perdedoras; debido al hecho de que las mujeres, dada su educación, en general menos califica- da que la de los hombres, son las primeras afectadas con los pro- cesos de automatización; además de gozar de menor protección jurídica, ya que pueden ser empleadas sin contrato y aceptan más fácilmente trabajos de medio tiempo debido a la necesidad de atender también las labores domésticas.

b) Diferencia salarial. Las mujeres, al igual que los hom- bres, pretenden obtener una retribución salarial justa por su tra- bajo. Sin embargo, y apesar de legislaciones establecidas, es un hecho reconocido por todos que los ingresos obtenidos por las mujeres son menores a pesar de realizar las mismas funciones, de tal suerte que se presenta un fenómeno de explotación y desi- gualdad, producto de la discriminación por su sexo femenino.

c) Chantaje y agresión sexual. Una de las prácticas de dis- criminación más frecuente pero también más ocultada es la re-

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ferente a la agresión y al chantaje sexual. El hecho del 1

hostigamiento mismo es uno de los problemas más dificiles de combatir, en la medida en que se consideran como "gajes del oficio", normalmente difícil de probar y de que se tomen medi- das al respecto. El chantaje es realizado con la negativa a otor- gar ascensos, promociones, aumentos salariales, etcétera.

d) Segregación sexual en el trabajo. A pesar del número de mujeres que ingresan a la fuerza laboral, la mayoría de ellas se ven obligadas a aceptar puestos mal remunerados, poco cali- ficados y con pocas posibilidades de entrenamiento y promo- ción. Esto se encuentra presente tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Una ca- racterística del trabajo femenino es su grado de concentración sobre puestos que tienen la característica de ser poco califica- dos y mal remunerados como son: secretaria, enfermera, ven- dedora, empleada de limpieza, niñera, trabajadora doméstica, etc. Ello obedece a problemas estructurales de carácter cultural y de estereotipos que no cambian fácilmente.

e) Prácticas discriminatorias. Esta discriminación a que se ve sometida la mujer en la fuerza laboral se basa en un telara- ña de prejuicios sociales que la definen y limitan a una posición secundaria en la sociedad moderna. Los sistemas educativos existentes contribuyen a incrementar esos prejuicios y se con- vierten en verdaderos obstáculos para las actividades y leyes que se proponen acabar con la discriminación que oprime a la mujer. Algunos ejemplos de tales prejuicios comunes son los siguientes: el lugar de la mujer es el hogar; a las mujeres se les re- conocen sus habilidades manuales; las mujeres son esencialmente maternales, les gusta ocuparse de los demás; las mujeres sólo quie- ren casarse y tener hijos, etcétera.

f) Desatención sindical. Los sindicatos no escapan a la es- tructura patriarcal que permea todas las instituciones de nuestra sociedad, de ahí que los sindicatos tampoco recuperen las demandas de las trabajadoras. Los puestos jerárquicos de los sindicatos generalment son ocupados por hombres y, dada sue mentalidad machista, no comprenden las problemáticas feme-

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ninas; quedando relegadas demandas femeninas como las de salario igual a trabajo igual, beneficios relacionadas con la ma- ternidad, facilidades para el cuidado de los niños, reglamentos contra el acoso sexual, etc. Estas demandas son tomadas como cosas poco serias y vinculadas a problemas personales que un sindicato no debe atender.

Mientras que la sociología del trabajo centraba su interés en la situación de las mujeres y de las relaciones de género a ni- vel operativo de las empresas, las investigadoras en la teoria de la organización centraban su atención en las mujeres profesio- nales altamente calificadas, en especial, a nivel directivo. Para estas investigadoras, la Ilegada de mujeres investidas de un cierto nivel de responsabilidad en las empresas, y por lo tanto, desprovistas de los esquemas tradicionales de sumisión que pe- san todavía sobre las secretarias y las obreras, hacía surgir una problemática que conducía a buscar la comprensión de los me- canismos a través de los cuales se reproduce la diferencia entre géneros en el mundo de Ia organización. Estas investigadoras en el campo de la teoria de la organización, consideraban que la redefinición de los papeles profesionales, tanto en los hombres como en las mujeres, llevaba a cuestionar el papeI más funda- mental que ha jugado, desde principios de la humanidad, la dife- renciación de sexos en la organización social (Belle, 1990).

En una primera etapa, el análisis del fenómeno de las mu- jeres ejecutivas que ocupan puestos de mandos medios o supe- riores, se dirigió al estudio de: a) los obstáculos encontrados por las mujeres en su ascensión a puestos de dirección; b) la investi- gación de las medidas que se deben proponer para corregir esta situación; y c) el estudio de los caminos recorridos por las ac- tuales mujeres ejecutivas. Actualmente la investigación se cen- tra en el papel que pueden tener las mujeres ejecutivas en las organizaciones mismas y en su transformación. A continua- ción, iniciaremos el recorrido de esta perspectiva de investiga- ción en el campo de las organizaciones, con el análisis del trabajo de Rosabeth Moss Kanter.

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Rosabeth Moss Kanter: pionera del tema

Un hecho importante a resaltar en el desarrollo de la Teoría de la Organización es que ha sido desarrollada por hombres. La creciente presencia femenina en las organizaciones, no ha sus- citado entre los investigadores hombres de la Teoría de Organi- zación la necesidad de elaborar un marco teórico que pueda comprender este fenómeno. Para la gran mayoría, la presencia de grandes contingentes de trabajadoras de fábrica y empleadas de oficina ha sido una "variable" cuya influencia en el compor- tamiento de la organización no debe exagerarse.

Una de las excepciones a esta regla, lo constituye el traba- jo de investigación Men and Women of the Corporation de Ro- sabeth Moss Kanter, profesora de Sociología, de Organización y de Administración en la Universidad de Yale. No fue una ca- sualidad que fiiera precisamente una mujer la que señalara el hecho de que, una gran proporción de los empleados de las cor- poraciones modernas son mujeres, y de que su pertenencia a un género juegam papel significativo, tanto para ellas como para su contraparte masculina.

El objetivo de la investigación de la autora fue dar cuenta teórica de cómo la conciencia y el comportamiento de las perso- nas eran forjados por las posiciones que ocupan en las organiza- ciones. Rosabeth Kanter, a través de su estudio, describe una serie de roles y prácticas de los directivos, de sus secretarias e inclusive de las esposas de los ejecutivos. El análisis del escaso poder de la mujer en la organización y de su posición minorita- ria en la misma, fue lo que hizo famoso su trabajo. La investiga- ción de Kanter (1977) presenta un modelo explicativo basado en tres variables: la estructura de oportunidad, la estructura de poder y la composición social de los grupos de pares.

a) Los directivos. Las tareas de los altos directivos consti- tuyen, antes que nada, un hecho social más que un hecho indivi- dual. Los directivos no tienen un trabajo de fronteras claras o netamente definido en cuanto a autoridad y responsabilidad se refiere, por el contrario, se encuentra colocado en medio de un

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sistema de relaciones más bien ambiguo. Como lo demuestran distintas investigaciones, por ejemplo las llevadas a cabo por Henry Minstzberg (1994), los ejecutivos destinan la mayorpar- te de su tiempo, entre el 60 y el 80% a comunicar, hablar, plati- car o conversar a través de distintos medios y en diferentes lugares.

La actividad-de los ejecutivos es una actividad oral, es un oficio de la al abra.^

La estructura de comunicacion implicada en el trabajo administrativo genera un deseo de relaciones sociales suavés y una preferencia por seleccionar personas con las cuales se pueda establecer una fácil comunicación. Tener aceptación y capacidad de comunicación parecen ser criterios importantes en la selección de altos directivos. Limitar el trabajo directivo sólo para aquellos que sean socialmente homogéneos es una forma de asegurar la aceptación y fácil comunicación. La cer- tidumbre social, al menos, puede compensar en algo las otras fuentes de incertidumbre en las tareas de administración.

A pesar de que las características de un buen directivo no son fácilmente medibles, saber trabajar en equipo y tener una fuerte aceptación de sus colegas son criterios esenciales para al- canzar los rangos administrativos de primera línea y encajar dentro de la organización. Para ascender en las .líneas jerárqui- cas de las corporaciones es conocido que las conexiones socia- les son muy importantes. Por ejemplo, las posiciones de stafde las corporaciones pueden servir para colocar a personas cuyo desempeño quizá no es sobresaliente, pero que forman parte de la faniilia que posee la empresa.

El criterio social, intra y extra-organizacional, puede ser útil como substituto del criterio de desempeño, provocando que

2 Existen varias implicaciones derivadas del hecho de que las actividades de los directivos sean principalmente comunicativas. El tamafio, complejidad y dispersi6n geogrhfica de las corporaciones modernas, requieren que la comunicacibn sea rlpida, exacta y precisa, ajus- tándose a una red de interdependencias y contingencias. La comunicación tiene que viajar grandes distancias, algunas veces a travts de medios impersonales y por canales en los cua- les la gente no se conocedirectamente. Lenguaje y significación común son entonces muy im- portantes.

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los directivos, para asegurarse, busquen reproducirse a sí mis- mos. Al mantener las posiciones directivas en manos de gente con las mismas características, se da el reforzamiento de la cre- encia que la gente similar a uno merece tener la autoridad. Una reproducción hornosocial u homosexual proporciona una im- portante forma de seguridad frente a la incertidumbre de la eva- luación del desempeño en posiciones de alto prestigio y mando. Por lo tanto, las posiciones directivas se convierten fácilmente en lugares cerrados para los diferentes, la exclusión de los dis- tintos se vuelve norma no escrita.

Algunas mujeres han tenido éxito en ascender a puestos de dirección por ser miembros de la familia que posee o dirige la compañía; ellas también forman parte del círculo cerrado. Sin embargo, muchas mujeres en los negocios han ascendido a puestos altos, y zro en áreas que no son claves para la empresa y donde no tieneii la oportunidad de tomar decisiones importan- tes, es decir, las mujeres se han acercado a la cumbre de la orga- nización, pero sólo en funciones básicamente rutinarias como expertas, más que en el papel de tomadoras de decisiones.

La ausencia de criterios claros en la evaluación genera una presión hacia la conformidad, hacia una total lealtad y devoción hacia la organización. Los ejecutivos tienden a dedicar muchas más horas a la empresa que los trabajadores de línea o emplea- dos medios, e invierten más tiempo en eventos llamados recrea- tivos, pero que están relacionados con las actividades del trabajo. Los directivos normalmente se quejan de que mucha gente se encuentra haciendo demasiadas peticiones sobre su tiempo. La lealtad a la corporación exige una dedicación y ab- sorción completa del tiempo de los directivos.

Si algunas veces la presión por la total dedicación, sirve para incluir a las esposas en roles auxiliares y periféricos, tam- bién sirve para excluir a muchas otras mujeres de los puestos di- rectivos. Una creencia generalizada se refiere a que las mujeres no tienen la misma dedicación que los hombres en su trabajo, que parecen tener lealtades en conflicto. Existen mujeres que retrasan su matrimonio con el objeto de dedicatse en cuerpo y

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alma para lograr un desarrollo profesional que las conduzca ha- cia los niveles altos de la corporación. Sin embargo, el asunto del matrimonio es analizado de manera contradictoria en los al- tos niveles de la corporación. Algunas veces las mujeres reci- ben el mensaje de que la soltería representauna ventaja, pero en otros casos la soltería es motivo para negarle la promoción a una mujer competente en razón de que algún día se casará y de- jará la corporación. En otras circunstancias se argumenta que una mujer casada no puede acceder a puestos más importantes a causa de sus responsabilidades familiares: sus hijos, si son ma- dres; el peligro de embarazo si no los tienen.

El cuerpo directivo de las corporaciones se conforma como un círculo cerrado, con la tendencia a recrear una homo- geneidad social como criterio de selección de los altos ejecuti- vos y promover una conformidad social como standard de conducta. Ocasionalmente las mujeres son aceptadas en el cir- culo, cuando ellas forman parte de la familia que es dueña de la organización pero, generalmente, el sistema deja afuera a las mujeres, así como a un conjunto de individuos con característi- cas sociales discrepantes, como el hecho de pertenecer a otra raza o por profesar otra religión, en fin, por ser distinto.

b) Las secretarias. Para Kanter existen tres importantes aspectos relacionados con la naturaleza del trabajo secretarial: un status contingente, un principio discrecional y un valor de lealtad. El status contingente se refleja en el hecho de que una promoción para las secretarias significa tener un jefe de mayor nivel jerárquico, no necesariamente que su propio trabajo re- quiera mayor habilidad o sea mejor evaluado. El trabajo secre- tarial no tiene una descripción escrita o formas estandarizadas para su evaluación y calificación. La promoción secretaria1 sig- nifica menos trabajo y menos uso de sus habilidades. La vida es más fácil conforme el status del jefe aumenta. Las secretarias pueden dejar de preocuparse acerca del mejoramiento de sus habilidades y atender más su relación con el jefe, orientando su vida laboral alrededor de su conexión con esta persona en parti- cular. Algunas secretarias ejecutivas se adjudican su propio

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cuerpo de mecanógrafas para hacer el trabajo rutinario, dedi- cando su tiempo a los aspectos sociales e interpersonales de su trabajo. Ellas adquieren privilegios y prerrogativas a través de sus jefes: libertad para ir y venir; establecer sus propios hora- rios; lograr símbolos de status en las oficinas, como alfombras. vitrales, muebles especiales o aparatos modernos. En este senti- do, es relevante el hecho que el status de sujefe determina el po- der de la secretaria. Por lo tanto, la posición de la secretaria en la organización-su nivel de recompensa, prospectos de desarro- llo e incluso trato de los otros- es contingente en relación con su jefe particular, mucho más, que en cuanto a las tareas forma, les asociadas con el trabajo mismo.

Otra característica del papel secretaria1 es la ausencia de 1í+ mites a la discrecionalidad del directivo para establecer el con- tenido de su tr lbajo. Salvo los limites dictados por la costumbre y los principios abstractos de trato justo, los jefes tienen una enorme libertad para definir el contenido del puesto de secreta- ria. Este puesto tiene pocas posibilidades de estandarización y se caracteriza más bien por un flujo constante de órdenes. A di- ferencia de otras partes de la burocracia, donde el ejercicio di- recto de la autoridad y la solicitud de peticiones puede ser minimizado a través de rutinas preestablecidas, el trabajo se- cretarial sólo puede contemplar una estructura general de ruti- na; sin embargo, un flujo de nuevas y continuas órdenes pueden eliminar dicha estructura completamente. Además, la posición secretaria1 se ubica precisamente ahí, para proporcionar una persona capaz de responder a las demandas y requerimientos inmediatos generados en esa zona de trabajo. Entre directivo y secretaria, el poder no se puede ejercer impersonalmente, sino se establece de forma directa y la arbitrariedad es consustancial a los servicios personales que se espera que una secretaria pro- porcione: servir café, regar plantas, limpiar copas, tramitar fac- turas, o fijar citas al médico para los hijos del directivo, son algunos ejemplos de las actividades que suelen reconocerse como parte de los deberes de una secretaria.

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Una especificidad adicional del trabajo secretaria1 se da en la expectativa de lealtad personal, como elemento central de la relación psicosocial entre secretaria y directivo. La secretaria es la carta de presentación del directivo, la barrera entre él y el mundo externo. Por otra parte, la secretaria tiene acceso a la do- cumentación confidencial que contiene las verdaderas historias detrás de la barrera. Ella conoce la distribución real del tiempo de su jefe; recrea la atmósfera que impresiona o produce un efecto de respeto al nuevo visitante; controla el acceso y prote- ge a su jefe de llamadas inoportunas. Por lo tanto, es importante que la secretaria no esté en competencia directa por el puesto de su jefe, dado que cuenta con armas muy poderosas para usarlas en una supuesta lucha por el puesto.

Se genera entonces un conjunto de fuerzas para el mante- nimiento de un sistema, donde la secretaria tiene una forma di- ferenciada de escalar profesionalmente; no se considera como elegible para el puesto de su jefe por lo que su status y nivel de recompensa se ligan al propio status y éxito de su jefe. Otro ele- mento que promueve la lealtad emerge de la gran diferencia de recompensas materiales y poder entre jefes y secretarias. La in- teracción cotidiana entre directivos y secretarias constituye una anomalía del sistema burocrático, que promueve sólo contactos entre posiciones de rango inmediato superior o inferior. En este caso, las líneas de privilegio que separa las castas organizacio- nales'son claramente visibles. Para el mantenimiento y legiti- midad de este sistema es necesario evitar que las secretarias desarrollen resentimientos debidos a su posición de casta infe- rior, por lo que se despliegan medidas en este sentido: tales como la selección de secretarias jóvenes que acepten este dife- rencial de status, el otorgamiento de recompensas y formas simbólicas de compartir el status y el poder del jefe.

Para Kanter, las características anteriormente menciona- das de la función secretarial conducen, con frecuencia, a utili- zar la metáfora del matrimonio para describir la relación entre directivos y secretarias; como una especie de esposa de oficina. Incluso, se da la situación de que cuanto más alto es el nivel je-

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rárquico del directivo, más los deberes de la secretaria se apro- ximan a los de una esposa que a los de una mecanógrafa.

En una reunión en la cual era discutida la función secretarial, una mujer supervisora de varias docenas de secretarias, quién a su vez había sido promovida desde una condición de secre- taria ejecutiva, insistía en sus propias palabras que, la mucha- cha esta ahí para servir al hombre. Un administrador de personal con mentalidad reformadora le replicó, no, la secre- taria está ahí para asistir a un directivo. (Kanter, 1977. p. 88.) (Traducción libre.)

c) Las esposas de los directivos. La frontera formal y ofi- cial que se establece en las organizaciones entre el trabajo de oficina y la vida privada, deja a las esposas de los directivos del otro lado de las puertas de la organización. Pero en realidad, la demarcación de fronteras desde un punto de vista social no está tan bien definida. La fotografía de la esposa y los hijos en los es- critorios de los directivos es una tradición tan extendida que casi parece ser obligatoria. El bienestar de la esposa y de los hi- jos es la razón más comúnmente expresada por los directivos para justificar su empeño por ascender a puestos jerárquicos más altos y la dedicación de todo su tiempo a la empresa. Even- tos y reuniones Sociales de la empresa incluyen a las esposas de los directivos como anfitrionas imprescindibles. Desde la pers- pectiva de las esposas, la empresa es una parte crítica de sus vi- das, que define cómo distribuyen ellas su tiempo e influyen en la naturaleza de su relación con su esposo-directivo. Como lo expresa la esposa de un directivo, citada por Kanter en el estu- dio que realizó a la Compañía Indsco:

Hasta hace dos afios, cuando pensd en regresar a la escuela, yo era una esposa de Indsco, casada con la empresa tanto como con Fred. Nadie nunca demandó nada de rniper se, excepto de salir a cenar con tal o cual. Pero en el fondo de mi ser, yo era muy dependiente de las experiencias de Fred en Indsco. Ésta escogió el hrea en que vivimos. Nuestros amigos, exceptuan- do algunos pocos vecinos, eran amigos Indsco, cuya amistad era en razón de la empresa. Yo siempre sentl que nuestro ob-

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jetivo era instalamos, de asentar raíces cuando los niños fue- ran a la secundaria. Ahora que ellos están en la escuela, la empresa nos pide mudarnos, así lo hicimos, retrasando nues- tro propósito para m8s tarde .... Si Fred lo estaba haciendo bien, yo sentía que yo lo estaba haciendo bien. Yo soy la mu- jer detrás del hombre, yo puedo obtener algo de orgullo en sus logros. (Kanter, 1977. p. 105.) (Traducción libre.)

En resumen, la existencia de las esposas tiene también im- plicaciones para las mujeres formalmente empleadas por la em- presa. Así como la imagen de la secretaria se extiende e infunde expectativas sobre las otras mujeres trabajadoras, la imagen de la esposa afecta el desarrollo de la carrera profesional de las mujeres en la organización. A causa de que las esposas de los directivos son generalmente vistas como satisfechas de operar tras barnbalinas, detrás de sus esposos directivos, y ambicionar un mejor status para SU marido más que para ellas mismas, y a causa de que ellas muestran y hacen uso de habilidades sociales en su papel de anfitrionas, la imagen que resulta de las mujeres para algunos hombres directivos, deviene del conocimiento de sus propias esposas y las de otros, lo cual refuerza el punto de vista que una carrera profesional de las mujeres es una anoma- lía, que realmente no pueden tener ambiciones, y que sus talen- tos son primariamente sociales y emocionales antes que intelectuales o gerenciales. Las mujeres profesionales resienten la presión por parte de 10s directivos masculinos por vivir fuera de las expectativas chmr~ente establecidas de lo que las espo- sas deben hacer. Kanter lleva a cabo una especie de estudio et- nográfico que permite revelar formas de relaciones patriarcales, por detrás de formas organízacionales aparente- mente basadas en la racionalidad y en la eficiencia, dando así una mayor a la explicación del comportamiento de las organizaciones.

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Las mujeres directivas

El estudio realizado por Rosabeth Moss Kanter pone de mani- fiesto las dificultades que enfrentan las mujeres para acceder a puestos de mando medios o superiores, debido a que los grupos directivos se conforman como círculos cerrados, con una ten- dencia a recrear una homogeneidad social como criterio de se- lección y promover una conformidad social como standard de conducta; excluyendo por lo tanto a los grupos que son distintos social, racial o sexualmente; este último es el caso de las muje- res.

Por otra parte, las secretarias y las esposas de los ejecuti- vos constituyen un estereotipo del tipo de mujeres aceptables, reforzando la imagen de anormales para aquellas mujeres que aspiran a puestos de mando. Para las mujeres, el ascenso hacia puestos superiores significa tener que demostrar una competen- cia profesional por encima de la exigida a un hombre en puestos similares y, además, superar y desafiar la imagen estereotipada que se tiene en las organizaciones del papel que le corresponde a las mujeres. A fin de cuentas, su promoción requiere el doble esfuerzo de lo que regularmente es requerido a los hombres.

La organización, a través de su ideología, su estructura y su cultura, tiene un fuerte peso en la explicación del comporta- miento y de la situación de las mujeres directivas o ejecutivas de alto nivel. Sin embargo, no podemos concluir que las muje- res sólo son un receptáculo pasivo y que se amoldan perfecta- mente a los imperativos de la organización. Tampoco podemos pensar que el poder real de la organización y de sus altos diri- gentes no dejan ningún margen de maniobra a las mujeres para acceder a puestos directivos y para transformar desde ahí a las organizaciones.

Caracterhticas principales

Para analizar el papel que juegan las mujeres directivas o ejecu- tivas de alto nivel debemos comenzar por repasar algunas de

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mujeres y los hombres, como lo han mostrado las ciencias so- ciales, son muchos más parecidos que diferentes. Su pertenen- cia a la especie es mucho más determinante que supertenencia a uno de los dos sexos. Sin embargo, debemos reconocer que di- ferencias psicológicas y sociales han inscrito a la mujer de ma- nera distinta en el proyecto de humanidad. La educación que reciben para ser madres las modela progresivamente a las espe- cificidades de la cultura femenina y, en cuanto a este aspecto, las hace herederas de esta cultura. Por otro lado, las mujeres son inrnigrantes recientes en el mundo de los directivos, lo que irn- plica que están menos integradas a la cultura tradicional de este grupo. Finalmente, las mujeres ejecutivas constituyen un grupo minoritario en la empresa, desarrollando por lo tanto relaciones de alteridad con respecto al grupo mayoritario. Las mujeres di- rectivas constituyen un grupo potencial para transformar las or- ganizaciones a través de la introducción de nuevas prácticas y una visión renovada de la interacción entre los miembros de di- chas organizaciones. Se reconoce que,las mujeres en puestos directivos, tienen más posibilidades de realizar cambios y transformaciones en la organización, que aquellas mujeres co- locadas en los niveles inferiores u operativos.

Sin embargo, no se esperan cambios radicales. Si por un 'o es cierto que presentan características propias, por otro,

también es cierto que comparten características similares de la cultura dominante. Como se ha mencionado anteriormente, la pertenencia a las familias propietarias o dirigentes de las em- presas, constituye sin lugar a dudas una vía de acceso privile- giada a puestos directivos, por lo tanto pertenecen a la misma etnia y a la misma clase social que los directivos masculinos. Además, en otros Casos el camino seguido en su carrera para ac- ceder a un puesto directivo ejerce sobre ellas una socialización homogénea al universo de los directivos. Para Harel-Giasson, 10 que apreciar la potencialidad real de transformación aue nueden tener las mujeres directivas, es su característica de

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tura femenina como un aporte distintivo de las mujeres directi- vas y, por otro, una zona de conformidad a la cultura de los directivos femeninos. Por esta razón, probablemente la cultura femenina va a influir en las organizaciones bajo la forma de bosquejos o rasgos leves y no bajo la forma de cambios radica- les, al menos en el futuro inmediato. Para apreciar las posibilida- des de los rasgos femeninos incorporados a las organizaciones, Harel Giasson propone ciertos elementos constitutivos de la he- rencia común de la mujer que ha sido esencialmente elaborada en la esfera doméstica, presentando características susceptibles de inducir enfoques diferentes a la gestión de las organizacio-

a) La esfera doméstica es un lugar de integración. El traba- jo realizado en el hogar es un trabajo no parcializado, no "taylo- rizado", no medido. No se percibe ruptura entre la concepción de un proyecto y su realización, entre lo racional y lo afectivo, entre la eficiencia de las operaciones y el bienestar de las perso-

b) Contrariamente a la esfera pública donde las interaccio- nes entre las personas se encuentran basadas en las institucio- nes, las normas burocráticas, las jerarquías y las distancias a respetar, la esfera doméstica es un lugar donde las relaciones humanas están caracterizadas por la proximidad, la personali- zación y la permanencia.

c) El universo doméstico da lugar a un simbolismo particu- lar inspirado en la familia, de la casa, en jardines y arreglos flo- rales, en tanto que la simbologia del universo público se inspira más bien en la guerra y en las armas, en máquinas y deportes.

d) La esfera doméstica es un lugar donde se experimentan formas de solidaridad. No hay más que pensar en las habilida- des que se transmiten de madre a hija o a la ayuda entre vecinas.

Además de estas características de la esfera doméstica como herencia común, las mujeres tienen también en común la herencia del papel maternal, impuesto como una responsabili- dad directa y continua que no se encuentra subordinada a ningu- na otra. A diferencia de las mujeres, los hombres tienen un

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papel de sostenimiento económico familiar, donde el cuidado a los niños juega un papel secundario con respecto a su actividad principal ligada a la esfera pública. El papel de la mujeres está dirigido a proporcionar vida, atención y cuidados a sus hijos, modelando los valores femeninos y fomentando el desarrollo de habilidades particulares como, por ejemplo, una percepción fina de las necesidades del otro o el arte de estimular el desarro- llo de un ser humano. Por otra parte, el poder familiar es conce- bido de manera distinta entre padres y madres. Mientras que los padres ejercen una autoridad formal sobre los hijos, las mujeres basan su autoridad en las actividades cotidianas y en la persua- sión.

Los elementos anteriormente señalados de la herencia co- mún de las mujeres conducen a suponer que éstos influyen en la forma en que las mujeres se desenvuelven dentro de las organi- zaciones. Sin embargo, todavía no se ha llevado a cabo un tra- bajo de investigación de una amplitud tal que permita demostrar la presencia de una cultura femenina en la forma en que se conducen las mujeres directivas, producto de su forma- ción en la esfera doméstica y en la maternidad. Por el momento, los esfuerzos de investigación se dirigen al estudio de la carrera profesional'de las mujeres ejecutivas o el liderazgo femenino, que a continuación examinaremos.

La carrera profesional

En la mayoría de las organizaciones, todavía las mujeres ejecu- tivas representan una baja proporción del personal directivo, encontrándose la mayor parte en los mandos medios. Ellas to- davía son poco numerosas en los niveles superiores y dirigen en la mayor parte de los casos funciones de soporte, encontrándose en las áreas de relaciones públicas o de comunicación, en adrni- nistración de personal y, cada vez más, en el área contable y le- gal. En resumen, las mujeres ocupan puestos ejecutivos en las áreas de actividad donde de manera profesional han realizado un acceso relativamente significativo. Por el momento, el acce-

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so de las mujeres a los puestos ligados directamente a las opera- ciones claves de las organizaciones se encuentra limitado. Su ausencia en puestos de naturaleza operacional central, reduce sus oportunidades de acceder a los más altos niveles jerárqui- cos. Sin embargo, a diferencia de épocas anteriores, donde el trabajo representaba sólo un periodo corto de tiempo compren- dido entre la terminación de los estudios y la llegada de un pri- mer hijo, en la época actual varias mujeres ingresan a las organizaciones con el objetivo preciso de llevar a cabo una ca- rrera en un sentido más profesional, lo que representa invertir de veinte a treinta años de esfuerzo sistemático, constituyéndo- se, por lo tanto, en una actividad central de su vida. Por otra par- te, las empresas y los organismos públicos comienzan a considerar a las mujeres como posibles colaboradoras de largo plazo, susceptibles de un desarrollo sostenido en su actividad

No ha sido sino hasta años recientes que las mujeres han comenzado a ingresar en gran número en toda la gama de estu- dios universitarios posibles. Las empresas tienen ante sí el de- safío de comprender la amplitud del significado de este relevo generacional de jóvenes mujeres profesionales, con el propósi- to de mejor integrar este potencial humano en el desarrollo de las empresas, permitiendo su desarrollo profesional y su ascen- so a puestos de dirección.

Los inicios de la carrera profesional son decisivos en el curso futuro que adoptarán las mujeres en su desarrollo dentro de las organizaciones. Este periodo de la vida profesional es concomitante con el momento en que estas mujeres pueden de- cidir la formación de una familia. No obstante, ellas se confion- tan con un mundo laboral que, por tradición, sólo conoce un modelo de conciliación de las aspiraciones profesionales y las aspiraciones personales: donde las segundas se confunden prácticamente con las primeras ocultando los posibles conflic- tos entre las dos. Por otro lado, las prácticas de la empresa pre- sionan a que la vida familiar, así como las exigencias del

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cuidado de los niños, se subordinen y se adapten a las exigen- cias de la carrera profesional.

En este universo, toda otra forma de definir la familia reviste un carácter sospechoso evocando una falta de lealtad hacia el trabajo y la empresa. Esta concepción polarizada de los inte- reses familiares y de los intereses profesionales niega a las mujeres la posibilidad de consagrarse a los dos con un alto ni- vel de compromiso y eficacia y las aparta de puestos que im- plican responsabilidades importantes. Harel Giasson (1992. p. 58.) (Traducción libre.)

Otro momento importante es el de los cuarenta años, es de- cir a la mitad de la carrera profesional de las mujeres. A los cua- renta años la mayoría de los adultos tienen un periodo de reflexión, de introspección y de balance que hace surgir algunas preguntas sobre las opciones elegidas, sobre las posibilidades de cambio, tanto en la vida profesional como en la vida perso- nal. Es un momento en que los adultos viven la urgencia del tiempo, evaluando el lapso restante que les queda de vida. Es un periodo en que hay cambios personales y de valores, en relación con ellos mismos y los demás. Obviamente, hay diferencias de- pendiendo del contexto, del ambiente personal, social y profe- sional. Además este fenómeno es más acentuado en Estados Unidos, Europa Occidental y Canadá. Un estudio3 llevado a cabo por Marie-Michkle Guay (1992), tuvo el propósito de identificar los principales tipos de cambios ocurridos durante tres años por mujeres funcionarias en el gobierno de la Provin- cia de Quebec, y en particular, el origen de los cambios que ocu- rren a los cuarenta años, así como el aprendizaje y los medios necesarios al proceso de adaptakión a este tramo de la vida. Al-

3 La información fue obtenida por medio de entrevistas semiestructurales que tuvieron una duración promedio de dos horas y media. Los criterios de selección de las mujeres entrevis- tadas fueron laedad (de 33 a 55 años con una media de 45.1 años) y el puesto (categorlas se- gún la clasificación de función pública de Quebec).. Más de la mitad de las mujeres entrevistadas ocupaban un puesto de cuadro superior al nivel de la clase 4, donde el más alto nivel es uno y el más bajo corresponde a cinco.

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gunos de los hechos significativos que emergieron del estudio fueron los siguientes:

a) El conjunto de las mujeres funcionarias tenía un prome- dio de 45 años, con una experiencia de 5 a 10 años en puestos ejecutivos. Todas tenían un título universitario y un 65 %, con- taba con estudios superiores a la licenciatura y sólo un 30% era casada. Lo anterior refuerza la idea que las mujeres ejecutivas .ienen cada vez más una formación escolar sólida y que en mu- chos casos su éxito ha sido a costa de una vida familiar normal.

b) La mayoría de las mujeres entrevistadas manifestó su satisfacción por el resultado obtenido en fwición de los esfuer- zos consagrados hasta el momento en su desarrollo profesional. Esta satisfacción también se asocia al hecho de haber seguido un camino propio escogido por ellas mismas y no el que les im- pone tradicionalmente la sociedad.

c) Su testimonio confirma que ellas saben un poco mejor que en otros períodos de su vida, donde invertir la mayoría de sus esfuerzos, y cómo separar de su vida lo que no les parece esencial. A los cuarenta años parece ser un momento en el cual, a causa de lo adquirido a través de la experiencia, ellas pueden más fácilmente aprovechar los recursos de su equipo, apoyar a sus colegas y a las mujeres más jóvenes que se encuentran en su entorno más inmediato.

d) La nueva solidaridad de las mujeres en una posición de ejecutivas constituye uno de los eslabones importantes del futu- ro de las mujeres en los puestos de influencia. El ochenta por ciento de las mujeres entrevistadas mencionó que se sentían más capaces que en otros momentos de su carrera para relacio- nar los elementos políticos y administrativos de su medio am- biente.

Este estudio nos orienta a reflexionar en el sobreesfuerzo en preparación escolar y competencia profesional que tienen que realizar las mujeres para acceder a puestos directivos. Ellas deben hacer prueba de mayor talento, capacidad y perseveran- cia que sus colegas masculinos, ya que encontrarán más obstá- culos en su camino.

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Las mujeres deben trabajar más duro que los hombres para llegar al mismo resultado, venciendo paralelamente concep- ciones tradicionales del papel de la mujer. Como lo señala un adagio colgado frecuentemente en las oficinas, citado por Jose- fowitz (1987. p. 184):

Todo lo que hace una mujer1 Debe ser hecho dos veces mejor1 Que por un hombre1 Para ser considerado como dos veces me- nos bien/ ¡Afortunadamente, eso no es difi cíl! (Traducción li- bre.)

Otro elemento a destacar es que estas mujeres funcionarias comprendieron que no bastaba ser una profesional competente, sino que también requirieron adquirir el conocimiento necesa- rio para manejar los aspectos políticos de las organizaciones, es decir saber reconocer y manejar las formas de distribución y ad- quisición de poder. En este sentido, su presencia en puestos di- rectivos les permite jugar un papel de mentor, y allanar de esta manera el camino a las jóvenes mujeres profesionales que se in- corporan para hacer carrera en las organizaciones. Como lo se- ñalaba una de las entrevistadas en el estudio realizado por Guay (1 992. p. 64).

Yo sufrí por no contar con un "modelo femenino" al principio de mi carrera. Y, aunque algunas veces esto exige tiempo, yo no dudo jamás en que las mhs jóvenes obtengan provecho de mi experiencia y de mis secretos ... ES importante jugar el pa- pel de consejera a los cuarenta afios. Yo me siento más a gusto en este papel que antes. (Traducción libre.)

En un trabajo realizado por Natasha Josefowitz (1987, pp. 184-1 85) se entrevistó a una treintena de mujeres con impor- tantes responsabilidades en sus empresas, sobre dos cuestiones centrales: ¿cuáles son los beneficios de su situación? y ¿cuál ha sido el precio que ha tenido que pagar por dichos beneficios? A continuación presentamos una agrupación de las respuestas ob- tenidas por la autora mencionada, en relación a los costos y be- neficios de una carrera ejecutiva:

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a) Beneficios: poder, dinero, influencia, autonomía y un estilo de vida holgada que permite numerosas satisfacciones. Costos: no tener hijos, no tener tiempo para dedicar a una pare- ja, soledad, una vida menos equilibrada y no tener tiempo ni de- seos de leer, viajar o practicar algún deporte.

b) Beneficios: La posibilidad de realizar cosas que son im- portantes para ellas, estímulo intelectual, la exploración de campos nuevos y reconocimiento oficial de sus capacidades. Costos: la necesidad de trabajar más tiempo, más duro y bajo una mayor presión que los hombres -sin esperanza que eso cambie.

c) Beneficios: El hecho de trabajar con un equipo estimu- lante donde reina la emulación y el hecho de tener a protegidas, de aconsejarlas y ver que progresan. Costos: tener que destinar mucho tiempo a los demás en el plano profesional, la necesidad de una gran disponibilidad y ninguna vida privada.

Las opiniones expresadas por estas ejecutivas son impor- tantes en la medida en que constituyen un ejemplo de las ideas más extencji'das con relación a las ventajas y desventajas que implica para las mujeres el ascenso a puestos directivos a través de una carrera profesional. Estas ideas se pueden sintetizar en tres grandes aspectos: a) la autonomíay las ventajas de un estilo de vida holgado derivadas del poder, el dinero y la influencia a costa de la vida familiar y del tiempo para otras actividades cul- turales y recreativas; b) un campo de desarrollo interesante, in- novador y estimulante intelectualmente a costa de un trabajo más duro, intenso y presionante que el exigido a los hombres; y c) la vinculación a equipos y mujeres jóvenes en una labor socio- política al interior de las organizaciones a costa'de su tiempo, y de su vida privada.

Como respuesta a lo que puede hacer una empresa para au- mentar el número de mujeres en sus cuadros medios y superio- res de dirección, así como retener y promover a los cuadros femeninos que ya se encuentran en sus filas, Michele Poirier (1 992) propone un acceso a la igualdad. Una opción dirigida al acceso de la igualdad supone una actitud más intervencionista,

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un cuestionamiento profundo de las reglas del juego actual y una acción más global por parte de las organizaciones. Esta op- ción supone un proceso planificado, articulado, colectivo y continuo hacia la igualdad otorgando, en principio, un trato pre- ferencial temporal a las mujeres. La via de acceso a la igualdad se apoya en la convicción que el ciclo continuo de exclusiones no se puede romper a menos que un número significativo de mujeres ocupen aquellos puestos tradicionalmente masculinos. La intervención tiene el objetivo de crear lo más rápido posible una masa crítica que se convierta en el punto de ruptura, a partir del cual surgirá una situación que se autocorregirá más fácil- mente y permitirá a las interesadas beneficiarse plenamente de la igualdad de oportunidades.

En este sentido, Michele Poirier (1992. pp. 70-73) destaca la necesidad de poner en marcha una serie de medidas que: a) hagan la vida profesional más compatible con la vida familiar, las cuales deben ser apropiadas a las actividades de los cuadros directivos y ofrecidas tanto a hombres como mujeres; b) pro- muevan la modificación de actitudes, comportamientos y men- talidades tanto de hombres como de mujeres; c) integren los planes de las carreras de la mujeres al conjunto de la planifica- ción de las carreras y del recambio en la organización, con el fin de introducir el proceso de acceso a la igualdad, en diversos sis- temas de gestión de recursos humanos, tales como: la evalua- ción del rendimiento y del potencial, la formación y el perfeccionamiento, las afectaciones y las actividades de sopor- te al desarrollo de la carrera.

La modernización de las organizaciones se ha acompaña- do muchas veces con una imagen ideal, muy difundida por los medios de comunicación, de la mujer moderna: bien vestida, con un puesto importante, un empleo muy bien pagado en una gran empresa, que se relaja del estrés y de la tensión en un club deportivo y que se realiza gracias a su trabajo. Sin embargo, como se ha señdado anteriormente, esta imagen ideal contrasta con el testimonio de muchas mujeres ejecutivas a las cuales la integración en los altos círculos de las organizaciones no les ha

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proporcionado automáticamente una espacio más amplio de una vida enriquecida en significación y valor. Muchas veces su carrera ha sido a costa de una vida familiar y del tiempo dispo- nible para otro tipo de actividades. Las mujeres directivas han mostrado su capacidad y su devoción a las empresas, confir- mando con ello que constituyen un potencial humano benefi- cioso para el desarrollo de las organizaciones. en cualquier función y a cualquier nivel jerárquico. Pero, también, hemos mencionado que las organizaciones no han podido recrear las condiciones para aprovechar adecuadamente el potencial hu- mano de las mujeres.

El liderazgo femenino

En las organizaciones, el liderazgo está contenido en la planea- ción, la toma de decisiones, la dirección, la supervisión y la eva- luación del trabajo de los otros, implicando la responsabilidad del desempeño (eficacia-eficiencia) de la unidad de trabajo. En este sentido, el liderazgo sólo existe como una relación social. No se puede ser líder en una isla desierta, se requiere por lo me- nos dos personas para que alguna de ellas pueda ser líder. Por lo tanto, el liderazgo se da a través de un proceso de comunica- ción, donde el líder debe ser una persona que actúe como líder, cuya autoridad y status son aceptados, formal o informalmente, por otros. El gran problema para las mujeres que son o aspiran a ser líderes es el de ser reconocidas con la necesaria autoridad y status por los otros supervisores, subordinados, clientes, pro-

I veedores o socios con los cuales las mujeres interactúan. El tema de liderazgo es un tema tradicionalmente aborda-

do en el estudio de las organizaciones. En esta perspectiva, los trabajos de investigación se han orientado al análisis de los esti- los de liderazgo, al surgimiento del liderazgo en un grupo, a las relaciones entre el liderazgo y el poder social y, sobre todo, al estudio del desempeño de un grupo en función de las caracterís- ticas del liderazgo y del líder. Sin embargo, el desarrollo de la

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teoría organizacional no incluía el liderazgo femenino como tema de interés.

Tipos de liderazgo

La aparición lenta, pero progresiva, de las mujeres en los pues- tos de mandos medios y superiores ha dado pie al surgimiento de trabajos que se proponen dilucidar la existencia o no, de dife- rencias especificas entre el liderazgo femenino y el liderazgo masculino, así como la posibilidad de que la presencia femeni- na contribuya a la transformación de las formas actuales de di- rección y de control de las empresas, es decir, a la emergencia de una manera distinta de ejercer el poder. En cualquier caso, el desarrollo profesional de las mujeres en la organización y su as- censo en la línea jerárquica, plantea de modo natural la necesi- - dad de reflexionar acerca de su forma de dirigir. Sobre este punto se han desarrollado diversas orientaciones que a conti- nuación analizaremos.

La mitología del liderazgo masculino

Una primera orientación proviene, inicialmente, de la mitolo- gía del liderazgo masculino que establece una diferencia entre los géneros, al difundir la creencia de que el liderazgo sólo co- rresponde a los hombres y, consecuentemente, se niega a las mujeres. Las percepciones, actitudes y acciones de las personas están influenciadas, consciente o inconscientemente, por los estereotipos tradicionales sobre el género. Al estereotipo mas: culino se le atribuye inteligencia, dominio, racionalidad y obje- tividad, lo que implica también competencia, status y autoridad. Al estereotipo femenino se le vincula con emotivi- dad, dulzura, conformidad y deferencia, es asociado a una me- nor competencia y falta de autoridad. El estereotipo masculino corresponde al estereotipo de líder o directivo, el femenino no. Como resultado, a los hombres se les otorga automáticamente

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mayor status, poder, prestigio y valor social que a la mujer en igual posición, habilidad, y características personales.

A causa de estos supuestos automáticos, la gente incons- cientemente considera como imposible e inapropiado que una persona con un menor status, como una mujer, asuma una posi- ción de mando o una conducta de liderazgo (Haslett, Geis, y Carter, 1992). Cuando una mujer alcanza esta posición, los otros no aceptan su autoridad, ni otorgan tanta importancia a sus ideas o sugestiones, ni las toman tan en serio como lo ha- rían, de manera automática, con un líder masculino. Las muje- res como líderes son vistas, tratadas y evaluadas de modo diferente que los hombres. Los estereotipos otorgados tradicio- nalmente a cada género, en buena parte inconscientes, decretan que las mujeres son menos competentes que los hombres y que deben estar subordinadas en status con respecto al hombre.

El prejuicio contra las mujeres como líderes refleja dos componentes mayores del estereotipo femenino. Uno es la cre- encia descriptiva que las mujeres son menos competentes inte- lectualmente y menos racionales. El otro es el supuesto prescriptivo de status y poder que consiste en que las mujeres no deben tener más poder o status que un hombre. La vieja mi- tología de los estereotipos de los géneros masculinos y femeni- nos crea una serie de barreras externas al liderazgo femenino, los prejuicios de los otros, pero también crea barreras internas, que se encuentran al interior mismo de las mujeres.

La preeminencia del liderazgo femenino

A pesar de los efectos negativos de los estereotipos sobre las ex- pectativas del liderazgo femenino, para una segunda orienta- cí6n la mujeres tienen tanto potencial para alcanzar un liderazgo exitoso como los hombres. Algunos estudios contra- dicen directamente los estereotipos tradicionales y sugieren que las mujeres pueden ser más efectivas como líderes que los hombres, reconociendo por lo tanto que el género conduce a es- tilos de liderazgo distinto. Esta segunda concepción la pode-

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mos ejemplificar con una investigación llevada a cubo por Judy B. Rosener (1 990) sobre los miembros del Forum Internacional de las Mujeres4 y de sus colegas masculinos, que la condujo a sostener que las mujeres tienen una tendencia mayor que los hombres a utilizar un estilo de liderazgo interactivo por oposi- ción a un estilo basado en la autoridad y el control, atrabajar ac- tivamente para establecer relaciones fructíferas con sus subordinados, a estimular en ellos la autoestima y el entusiasmo por su trabajo. Esta concepción propone que las mujeres tienen un tipo de liderazgo especifico y distinto al de los hombres en razón de sus patrones de socialización y de los caminos particu- lares que han tenido en su carrera profesional.

Los patrones de socialización las conduce a ser esposas, madres, maestras, enfermeras y voluntarias en obras de benefi- cencia. Se supone que ellas deben obtener satisfacción y senti- do de estima a través de ayudar a otros, incluyendo a sus esposos. Mientras que los hombres deben ser competitivos, fuertes, resistentes y decididos, las mujeres, en contraste, deben ser cooperativas, emocionales, vulnerables y tener una función de soporte. Esto puede explicar por qué las mujeres ahora tien- den, más que los hombres, a ejercer un tipo de liderazgo interac- tivo. Por otra parte, los caminos seguidos en gran medida por las mujeres en las empresas han sido consistentes con los pape- les que ellas han jugado en casa; esto es, en posiciones de stafl más que en posiciones de línea, apoyando el trabajo de otros, y en funciones del tipo de comunicación o de recursos humanos donde se manejan presupuestos pequeños y poca gente que les reporte. El hecho que la mayoría de las mujeres no hayan tenido

4 El International Women's Fomm (1W) fue fundado de 1982 para proporcionar a promi- nentes lideres femeninos en diversas profesiones alrededor del mundo, un mecanismo para compartir su conocimiento entre ellas y sus comunidades y paises. La organizaci6n cuenta con 37 foros en Norteamtrica, Europa, Asia Latinoamtrica y Medio Oriente. Este organis- mo cre6 unafundaci6n de liderazgo paraayudar al desarrollo de las mujeres y aeducaral pú- blico acerca de las contribuciones que las mujeres pueden y están haciendo en el gobierno, en las empresas y en otros campos. Esta fundaci6n comision6 a Judy B. Rosener para reali- zar un estudio consistente en un cuestionario de ocho paginas dirigido atodos los miembros de la IW acerca de sus estilos de liderazgo, sus organizaciones, relación trabajo-familia y caracteristicas personales.

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una autoridad formal directa sobre otros y control de recursos significativos les ha conducido a desarrollar conductas que les eran natural o socialmente aceptables, y que se han mostrado al- tamente exitosas en al menos ciertas áreas de las empresas.

El liderazgo andrógino

Como se mencionó anteriormente, la concepción tradicional de liderazgo ha excluido la mayoría de las ca&cterísticas femeni- nas. El líder respetado se concebía como una persona altamente competidora, impulsada por el poder y cuyos sentimientos per- sonales estaban sistemáticamente escondidos. Como ejemplo de la corriente andrógina se expondrá el trabajo de Alice Sar- gent (1983) quién propone una definición de liderazgo que combine lo mejor del hombre y de la mujer. Ella 1.0 denomina andrógino, es decir que tiene las características de ambos sexos. La raíz latina andro viene de la griega anér, que quiere decir va- rón, y la raíz latina gynus de la griegagyné, que significa mujer. Se argumenta que el nuevo estilo de liderazgo requiere que no se descarten los comportamientos masculinos tradicionales, sino que se combinen con conductas femeninas.

Según este enfoque, debe existir una coexistencia equili- brada, como en el concepto chino del yin y el yang, de las fuer- zas femeninas y masculinas, debido a que los líderes y gerentes eficaces necesitan usar tanto la lógica como la intuición, reco- nocer los hechos tanto como los sentimientos, ser técnicamente competentes y emocionalmente comprensivos. Como término psicológico, la androginia sugiere que se pueden mostrar cuali- dades tanto masculinas como femeninas y que, tales valores, actitudes y comportamientos, se encuentran en diversos grados en cada uno de nosotros.

Solamente liderazgo

Finalmente, existe una tendencia que sostiene, a través de sus investigaciones, que en realidad no existe una diferencia signi-

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ficativa en las formas de ejercer el liderazgo por parte de hom- bres y mujeres. Sus conclusiones van en el sentido de plantear que el sexo no es la variable más determinante en el estilo de li- derazgo adoptado. Se argumenta que el liderazgo estaría más determinado por variables estructurales (Kanter, 1977), por factores organizacionales (Di Marco, Whitsitt, 1975) o por las características individuales que influyen en el comportamiento de la persona (Riger, Galligan, 1980).

Harel Giasson (1991) señala que en algunas investigacio- nes se ha observado que las diferencias entre sexos son más marcadas en experimentos efectuados con estudiantes a nivel de laboratorio; las cuales tienden a desaparecer cuando se estu- dia a mujeres ejecutivas en ejercicio profesional, controlando variables tales como la edad, la escolaridad, la formación, la ex- periencia de trabajo y el nivel jerárquico (Bartol, 1976, BrieJ Oliver, 1976). Tampoco se han encontrado diferencias signifi- cativas entre los hombres y las mujeres líderes a nivel de su necesidad de logro (Dobbins, Platz, 1986) ni a nivel de rendi- miento de trabajo (Field, Caldwell, 1979).

En este sentido, Cynthia Fuchs Epstein (1991) afirma que una mujer puede demostrar un estilo de liderazgo autoritario, combativo, y comportamiento punitivo, tanto como capacida- des cálidas e interactivas. Argumenta más adelante que las mu- jeres se encuentran en puestos de mando en razón de su inteligencia, adaptabilidad y eficiencia práctica; además tam- bién, porque ellas son capaces de compasión, como lo son otros seres humanos. A las mujeres se les pueden asociar valores hu- manistas, pero a los hombres también. En este aspecto la cate- goría es la gente, no hombres y mujeres.

Por lo tanto existen cuatro formas distintas de considerar el liderazgo femenino. Dos enfoques aceptan la existencia de di- ferencias significativas en la forma de ejercer el liderazgo por parte de hombres y mujeres. Por un lado, la orientación tradi- cional otorga la capacidad de mando exclusivamente a los hom- bres, negando dicha capacidad a las mujeres. Por otro lado, existe una segunda perspectiva que argumenta diferencias ba-

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sadas en la forma de socialización y de carrera profesional que han tenido las mujeres, señalando incluso que en muchas cir- cunstancias el estilo de liderazgo de las mujeres es superior y más eficiente. Un tercer enfoque, el modelo de liderazgo andró- gino, a diferencia de los dos primeros, propone la necesidad de un estilo que combine en forma equilibrada las características masculinas y femeninas. Finalmente, una cuarta corriente de autores sostiene que el sexo no es la variable principal que de- termina el estilo de liderazgo, señalando que una forma más hu- manista de ejercer el poder en las organizaciones depende de los valores de la gente, y no de su sexo.

Muchas de las investigaciones y de los escritos relativos a las mujeres gerentes compartían la premisa fundamental de que las mujeres, en razón de su socialización primaria y secun- daria, podrían transferir sus comportamientos, valores y actitu- des al mundo laboral. Sin embargo, como se mencionó en el punto anterior, la literatura más reciente refleja cambios sustan- ciales en los supuestos relativos a las diferencias de liderazgo entre hombres y mujeres. Una vez que las mujeres y los hom- bres alcanzan niveles de mandos medios o superiores, las dife- rencias en comportamientos, valores y actitudes tienden a disminuir o comienzan a desaparecer. Todavía no está claro, si esta convergencia entre hombres y mujeres se debe a la indoc- trinación, a la influencia de la cultura de trabajo, a la socializa- ción profesional, o a una combinación de estas influencias.

En cualquier caso, en el centro de las divergencias del esti- lo de liderazgo, sea masculino o femenino, se encuentra en una discusión acerca del poder, su distribución al interior de las or- ganizaciones y la forma de ejercerlo. Este punto es el que anali- zaremos a continuación.

El poder en la organización

Un análisis de la organización, desde una perspectiva política, hace énfasis en el intercambio y la competición por el poder. Desde este punto de vista, las organizaciones son arenas políti-

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cas dontir se compite por los recursos escasos, por el control de la información y del conocimiento, por las zonas de influencia, incluso las diferencias en términos de valores, creencias y per- cepciones de la realidad pueden servir como campos de batalla. La organización es entonces indisociable del poder de los indi- viduos y de sus relaciones.

En general, las estrategias de poder son más efectivas cuando son consistentes (por lo tanto legítimas) con las expecti- vas del papel que se asocia a cada género. Estas expectativas ca- racterizan a los hombres como instrumentales, directos y centrados en la tarea, y a la mujer sólo como apoyo y vinculada de manera indirecta. Cuando las mujeres actúan en forma ina- propiada, con relación a las expectativas asociadas a su género, son juzgadas negativamente. A las mujeres se les coloca en una doble restricción, ya que se les exige actuar como hombres para cumplir con el modelo masculino de la organización pero, al mismo tiempo se les condena por asumir un papel distinto al asociado a su género. Para Ann-Marie Rizzo y Carmen Mén- dez (1990. p. 99) las mujeres ejecutivas frecuentemente se en- cuentran sin poder en su trabajo debido a una gran variedad de razones:

- Falta de peso político y de padrinos poderosos. - No son percibidas con una futura movilidad ascendente. - Tienen poca influencia en la toma de decisiones. - No consiguen recursos adecuados para sus unidades. - Se encuentran en situaciones donde no se espera ni se les conmina a tomar riesgos.

- Su autoridad y posición de poder es socavada por sus supe- riores.

- Sienten inseguridad con respecto a su autoridad y comuni- can esta inseguridad.

- Los subordinados se resisten a su autoridad. - De esta manera, perpetúan un círculo vicioso que contri- buye a disminuir sus habilidades.

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A las mujeres ejecutivas no les basta su capacidad profe- sional para acceder a los altos puestos jerárquicos, ellas tienen que desarrollar también la capacidad para analizar el mundo de las organizaciones como un lugar de relaciones de poder. Para Henry Mintzberg (1983) existen cuatro medios para obtener poder al interior de una organización. a) El control de una fun- ción critica de la organización; b) la centralidad en el flujo de relaciones, comunicaciones, operaciones, etc.; c) el control de recursos; y d) la habilidad política. Las mujeres directivas tienen que aprender el arte de procurarse los medios que les per- mitan incrementar su poder en las organizaciones.

Sin embargo, las investigaciones coinciden en seguir re- portando la presencia de discriminación y prejuicios hacia los prospectos femeninos que pretenden avanzar a posiciones en los niveles superiores o directivos. Se requiere llevar a cabo cambios fundamentales en los niveles societal, institucional, organizacional, grupa1 e individual para que la condición de la mujer mejore, ya que cada nivel incorpora zonas de resistencia al cambio, y estas zonas se pueden reforzar unas a otras y blo- quear en forma sistemática a los prospectos femeninos en su movilidad ascendente. Como lo presentan Ann-Marie Rizzo y Carmen Méndez (1 990), la discriminación está profundamente enraizada en estructuras formales e informales, dispersa en for- ma extensa a través de la cultura organizacional y, en conse- cuencia, no se puede remover dirigiéndose simplemente a un segmento de la vida organizacional.

I Conclusiones

A lo largo del presente trabajo se realizó una revisión de la for- ma en que en épocas recientes se ha introducido el tema de las mujeres y la perspectiva de género en la teoria de la organiza- ción. A manera de conclusión se presentan dos aspectos que considero nodales con relación a problemas y límites que tiene el estado actual de los estudios de género desde la perspectiva de la teoria organizacional. El primer aspecto se refiere a que en

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lizado de manera equívoca la perspectiva de género. Un segun- do aspecto a destacar es el énfasis exagerado en los estudios de liderazgo de las mujeres ejecutivas, suponiendo a priori que ellas presentarían formas más humanas de ejercer el poder en las organizaciones, por lo tanto considero necesario replantear los términos en los cuales las mujeres pueden contribuir a la tan necesaria humanización de las empresas modernas.

La utilización equívoca de la categoría de género

El género es una categoría social que nos permite hacer una dis- tinción entre lo biológico y lo cultural, entre lo natural y lo cons- truido, así el sexo corresponde a lo biológico, lo natural y el género a lo cultural, lo construido, por el sistema político pa- triarcal. Para Teresita de Barbieri (1992) la categoría de género requiere dar espacio a la búsqueda de sentido del comporta- miento de varones y mujeres como seres socialmente sexuados, distinguiendo tres perspectivas: a) la denominada "las relacio- nes sociales de sexo", que privilegia la división social del traba- jo como núcleo motor de la desigualdad; b) la que considera los sistemas de género como sistemas de poder, resultado de un conflicto social; y C) la que se refiere a las diferencias anáto- mo-fisiológicas de los cuerpos humanos, lo cual otorga a las mujeres superioridad por sus características reproductivas.

Muchos de los estudios realizados en la teoría de las orga- nizaciones han correspondido más al estudio de las mujeres en las organizaciones, que a estudios donde la categoria género ad- quiera sus dimensiones completas. Los estudios de las mujeres estuvieron, en ciertos aspecto "a la moda" en los años ochenta principalmente en Estados Unidos y Canadá, pero en ellos va- rias autoras sustituyen de manera equívoca la palabra sexo por género. El gran mérito de las investigadoras norteamericanas y canadienses fue abrir espacios para los estudios de género en una disciplina que, en muchos aspectos, es fuertemente mascu-

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lina, pero sus esfuerzos debieron ser continuados, profundizan- do el uso correcto de la categoría de género.

Un uso correcto del género en el ámbito de las organizacio- nes modernas debe considerarlo como un sistema de poder, de racismo y dominación. Para ello es necesario retomar los crite- rios señalados por De Barbieri (1992):

a) en primer lugar exige recoger y analizar la información a partir de la variable sexo, en la medida en que éste es el referen- te empírico más cercano e inmediato de observar, pero será el análisis de la información contextualizada la que podrá dar cuenta del estado de los géneros en una sociedad y en un lapso determinados;

b) en segundo lugar es necesario estudiar los ámbitos so- ciales donde interactúan las personas en función de géneros dis- tintos, los espacios de evidente predominio y exclusividad de cada uno de ellos, pero también aquellas esferas de la sociedad aparentemente neutras; y

c) en tercer lugar, hay que destacar que para comprender y explicar los sistemas de género no basta con conocer los ámbi- tos donde mayoritariamente varones y mujeres se expresan e interactúan, ni los espacios de la "normalidad" por donde trans- curre la vida de la mayoría de la población, sino se requiere, también, conocer las colas de las distribuciones y esas zonas obscuras y límites de la sociabilidad, sobre las que da miedo y produce dolor pensar.

Los criterios señalados anteriormente, se pueden consti- tuir en referentes metodológicos que permitan continuar el de- sarsollo de la línea de investigación desde una perspectiva de género en la teoría de la organización.

Por otra parte, otro aspecto teórico y metodológico digno de señalar es que los desarrollos teóricos sobre la condición de las mujeres en las organizaciones en los países sajones, deben ser reconsiderados en función de las realidades y las especifici- dades latinoamericanas. Las diferencias culturales entre los dos tipos de paises requieren de un trabajo propio de las investigadoras latinoamericanas en teoría de la organización, que puntualice las

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características particulares que asume en nuestra sociedades, desde una perspectiva de género, la realidad cotidiana de las mujeres en las organizaciones. r\

Cuando se aborda el estudio de las sociedades latinoameri- canas es importante partir de sus rasgos esenciales que son su heterogeneidad estructural y su diversidad económica y social. Estos dos elementos tornan extraordinariamente dificil la apro- piación conceptual de los fenómenos sociales en la región. El estudio de las organizaciones latinoamericanas debe atender el reconocimiento de su singularidad, de su historia y propia tempo- ralidad, de la imposibilidad de aislarlas de su medio ambiente.

Los mitos sobre las mujeres directivas y la humanización de las organizaciones

Para Gladys Symons (1 990) existe un mito moderno relaciona- do con el supuesto de que las mujeres ejecutivas ayudarán a hu- manizar la cultura de las empresas. Esta autora sostiene que varias de sus investigaciones sobre las mujeres directivas y eje- cutivas revelan que pocas mujeres, de hecho como varios de sus colegas masculinos, encuentran un lugar en las organizaciones actuales donde ellas puedan jugar un papel humanitario. Las mujeres ejecutivas toman decisiones en tanto que administra- doras y no en tanto que mujeres sensibles a las necesidades hu- manas. Su racionalidad es también instrumental; la sola racionalidad pertinente actualmente en el universo burocrhtico. Gladys Symons (1990. p. 425), señala a este respecto que:

Pensar que las mujeres ejecutivas son más humanitarias cuan- do toman decisiones, me parece lejos de estar garantizado. Si en efecto ciertas mujeres pueden ser más sensibles que ciertos hombres a los problemas personales de sus empleados, tal ac- titud está fundada en la diferencia individual y no en la dife- rencia de sexo. La aptitud individual para reconocer la tensión que existe entre la moralidad social y el deber burocrático, y el valor de alejarse de esta racionalidad instrumental inheren- te a la vida burocrática, constitutiva de nuestra sociedad cen-

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trada en el mercado, no provienen del orden sexual. (Traducción libre.)

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En consecuencia, asignar un papel humanitario a las muje- res ejecutivas es una utopía, a pesar de lo atractiva que puedare- sultar esta idea, que no tiene fundamento en la realidad organizacional. En los hechos, el poder femenino para transfor- mar la cultura de la empresa es, en el mejor de los casos, lirnita- do. La gran mayoría de las investigaciones que estudian a las mujeres en las organizaciones intentan no sólo encontrar solu- ciones a su integración en el universo burocrático sino también legitimar su presencia. Este enfoque puede ayudar a las mujeres en el plan individual a aumentar sus ventajas en el mercado de trabajo, pero tiene relativamente pocas oportunidades de trans- formar la situación de las mujeres en general, tanto dentro de las organizaciones como en la sociedad en general. No, al menos, mientras se deje intacta la estructura, el proceso y la conciencia burocrática que constituyen las mayores características de nuestra época. La experiencia de la vida de las mujeres en las organizaciones, nos revela el carácter opresivo de este universo burocrático.

Para realmente poder transformar la situación de las muje- res en general, es necesario ampliar el enfoque restringido de la organización, introduciendo los valores femeninos en una con- cepción del mundo que se convierta en base de acción y organi- zación de un nuevo orden intelectual y moral. La ética de la liberación femenina consiste, según Graciela Hierro, en la elec- ción y la utilización de todos los medios conducentes a la supe- racibn del injusto estado de cosas para lograr el desarrollo integral, tanto de hombres como de mujeres. Hierro (1985. p. 11 4) propone las siguientes orientaciones para la construcción de una sociedad más humanitaria, donde el sufrimiento dismi- nuya y apmente el enriquecimiento de una vida más llena de significaciones y de valores: a) la universalización de los valo- res "femeninos" positivos: suavidad, delicadeza, ternura, sensi- bilidad, paciencia, receptividad y sentido comunitario; b) la

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inscripción de la maternidad dentro del contexto productivo cultural; c) la consideración del ser humano completo en la pa- reja de iguales; y d) la creación d e q a nueva cultura.

Es en las relaciones interpersonales, afectivas y de trabajo, donde se ejercitarán los valores femeninos y la posibilidad de su universalización. Esto sucederá cuando su ejercicio, por parte de las mujeres, descubra la utilidad para la realización de las metas sociales conducentes a lograr el mayor bien para el ma- yor número. Esta es la responsabilidad histórica de las mujeres en el momento actual, paralelo a la coyuntura histórica en que la fuerza del trabajo femenino adquiere cada vez mayor prepon- derancia en el marco de la producción, en una acción paulatina que abarca todos los países. Este hecho permitirá a las mujeres que trabajan productivamente adquirir conciencia de la discri- minación que sufren y entonces sentirán el deber, ante ellas mismas y ante la sociedad, de superar la opresión masculina (Hierro, 1985).

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Género, análisis y multidisciplina se terminó de imprimir el 30 de septiembre de 1997 en la Im- prenta Juan Pablos, S.A., Mexicali 39, México 06100, D.F. Se imprimieron 500 ejemplares. Se usaron tipos Times New Roman 10,12 y 14 ptos. La tipografia fue elaborada por Ma. Isabel Nájera. La edición estuvo a cargo de Carmen A. León Sa- avedra.

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a , $'t ;.ir' , - ,. t . ,, ; ;t Lb, La1 presente. 0 6 k s ' k x p , + $ , ~ F J . P ~ ~ ) 3 + . ~ l di=~eii&portaptes ), y* .c trabiijós con el debo- minaiior comun dhaFspecpva de génbro. A partir de Sa plu- d idád de discip@asx-&r@reséntadas por los autoreskiue &criben sobre prti~~e~tiS"c~mp'lejosy ,propios de su campo profeiib'n$- se logró 11'e&$a uqs?visióri de conjunto en temas aPare&mente tan diisíimbdlp's icorno drdesmollo y la participación, la teoría de la organizac$Ón, el.comp~rtamiento,reproductivo, la segiegación ocupaciimd y las necesidades de salud, entre otros;viitos azavés del cristal que el género, como anuquísimo condicionante histórico, ha ilmpuesco d desarioPio sdciál de la humanidad.

En este libro puede apreciarse con suficiente nitidez la evolución del fenómeno del-género en su vertiente social y algunas de sus irnplicaciones económicas y políticas, como producto del análisis de los indicadolres de la investigación. También aborda los dife- rentes planos específicos en que se presenta la lucha, a veces soterrada y en ocasiones gbierta, de movimientos reivindicativos como el feminista y otras manifestaciones en demanda de mayores niveles de justicia y equidad.

1 ISBN 968-36-5800-8 1