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Migrantes bolivianos en el periurbano bonaerense 1 María Carolina Feito Compiladora Migrantes bolivianos en el periurbano bonaerense Memorias, producciones, trabajo y organizaciones. Ediciones INTA - 2013

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García (2013) de Campesinos a Capitalistas El Proceso de Diferenciación de Los Horticultores Bolivianos en La Plata

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Page 1: García (2013) de Campesinos a Capitalistas El Proceso de Diferenciación de Los Horticultores Bolivianos en La Plata

Migrantes bolivianos en el periurbano bonaerense 1

María Carolina FeitoCompiladora

Migrantes bolivianos en el periurbano bonaerenseMemorias, producciones, trabajo y organizaciones.

Ediciones INTA - 2013

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Capítulo 6De campesinos a capitalistas: el proceso de diferenciación

de los horticultores bolivianos en La Plata

Matías GarcíaCONICET/UNLP/UNAJ

[email protected]

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Introducción

Diversos estudios describieron y caracterizaron la forma en que un grupo de campesinos bolivianos en proceso de descompos ición, tras migrar a la Argentina, encuentran un área que le brinda oportunidades -Área Hortícola Bonaerense-, logrando una movilidad social y diferenciación como productores capitalistas, a partir de una estrategia de acumulación que conserva elementos campesinos (Benencia, 1999; Benencia y Quaranta, 2006; García, 2010 y 2011). Tal ha sido la magnitud de este proceso, que varios autores hablan de la “bolivianización de la horticultura” en Argentina (Benencia, 2006; Barsky, 2008).

El propósito del presente capítulo es caracterizar este proceso en el marco de parámetros espaciales y temporales específi cos, y su posterior comparación con la movilidad social lograda por los migrantes italianos en el siglo pasado.

En cuanto a la delimitación espacial, se sesga el análisis al fenómeno ocurrido en la región Sur del Área Hortícola Bonaerense (AHB), más precisamente La Plata. Dicho sesgo se justifi ca no sólo por las diferencias migratorias con el resto del AHB (en cuanto al origen específi co de procedencia del horticultor -Tarija- como por el momento de arribo -predominantemente, a partir de la década del noventa-) sino que además por ser una región cuyo desenvolvimiento resultó ser distintivo, ya desde los años cuarenta, transformándose en la más importante del área.

En cuanto al sesgo temporal, se hace un especial hincapié en la actual39 etapa de diferenciación del horticultor boliviano. Si bien en el desarrollo del presente período se realizan inevitables referencias a aspectos históricos, característicos y claves ocurridos en los últimos veinte años, el énfasis es puesto en discutir si el proceso continuo de diferenciación que evidencia este sujeto posibilita inferir su ingreso a una nueva categoría social.

Por último, se pone en debate si este devenir que se empieza a vislumbrar en este sujeto guarda similitudes o no con el proceso ya vivido por los horticultores italianos en el siglo pasado. Todo esto con la pretensión de aportar nuevos elementos teóricos que interpreten no sólo el ascenso social de los horticultores bolivianos sino que también su interacción con los italianos, principalmente entre 1998 y 2002.

La estructura del capítulo se divide entonces en cuatro apartados. En el primero de ellos se discute el marco teórico que sustenta el análisis de las trayectorias, lógicas y comportamientos de este sujeto. En una segunda parte se realiza una breve caracterización de la fortaleza del campesino que sufre un proceso de descomposición, categoría del horticultor boliviano en La Plata desde los noventa hasta la actualidad. A continuación se pone en debate el grado de diferenciación que se observa en algunos horticultores bolivianos y su tendencia a la descampesinización. Todo ello para luego, en un cuarto apartado, discutir por un lado si su eventual evolución guarda similitudes con el recorrido llevado a cabo por los horticultores italianos, como así también analizar las interacciones que los tuvieron como protagonistas entre 1998 y 2002. Finalmente, se llevan a cabo una serie de refl exiones fi nales.

Horticultor boliviano: ¿campesino y/o capitalista?La producción campesina típica se podría caracterizar por el trabajo directo de la familia sobre la tierra, junto a un débil vínculo con los diferentes mercados, identifi cándose por un intercambio simple de mercancías, contando con poco o nulo capital debido a su no acumulación como consecuencia de la transferencia de excedentes a otros sectores de la economía, y siendo su objetivo productivo principal el logro de la subsistencia y reproducción simple.

Si bien a nivel general puede aceptarse la persistencia de este tipo social agrario, su representación absoluta y relativa decrece en el marco del avance del capitalismo. La tendencia a su desaparición, tal como lo han

39 Léase, primer lustro de la segunda década del Siglo XXI.

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postulado numerosos autores clásicos (Marx, Lenin, Kautsky) es más lenta, tortuosa y zigzagueante que en el resto de las ramas productivas. Es decir, el proceso de descampesinización que plantea Marx sigue en marcha, y la existencia actual de campesinos no le quita validez.

En la actual etapa de discusión acerca del campesinado40, ya no es tan importante saber si desaparece o no el sujeto en cuestión, sino entender cómo y cuánto se transforma. Y si esa transformación implica la pérdida de su categoría.

Algunos investigadores sostienen que “…no es correcto mantener el nombre para designar a una realidad transformada […] campesino sólo tiene sentido en un contexto pre-capitalista y nadie, por lo menos en voz alta si queda alguno, defi ende hoy una estructura no capitalista para el agro pampeano. Una expresión como ‘campesino de tipo capitalista’ es una contradicción en sus propios términos y sólo puede entenderse como una fórmula histórica que arrastra el nombre a nuevas realidades” (Sartelli, 1998: 3). Sin embargo, se acepta que el modo de producción capitalista no excluye necesariamente la presencia de campesinos, aun cuando su papel en la actualidad tiende secularmente a restringirse, producto de la dinámica hegemónica41. La no dicotomía total entre campesino y capitalismo no implica que éste no transforme a aquel. Las características del capitalismo traen por un lado una serie de variables (división social del trabajo, mayor dependencia de los mercados) que abren la posibilidad de acumulación. Por otro lado, el modo de producción hegemónico actual infl uencia y modifi ca los patrones valorativos, que bien podrían hacer cambiar la racionalidad, transformando la misma hacia una búsqueda de maximización del ingreso. Ahora bien, esta posibilidad y eventual intención de acumular capital no sería condición sufi ciente para negar la condición de campesino, siempre y cuando aquella no se logre. Es decir, se podría aceptar una fl exibilidad en la racionalidad económica del campesino: el campesino no acumula porque no es su objetivo o porque no puede.

De esta manera, después de la condición de trabajo familiar directo sobre la tierra, la principal característica del campesinado sería la ausencia de un proceso autosostenido de acumulación de capital. Esta no acumulación de capital nuevamente permite afi rmar, como con el pequeño productor, que “…no toda la economía doméstica es automáticamente campesina. Estaremos en presencia de una economía campesina típica si la combinación de recursos y los ingresos obtenidos con la venta de la producción no permiten acumulación de capital” (Archetti y Stölen, 1975: 121). Por lo que el límite superior de la economía campesina depende de la apropiación sistemática del excedente producido internamente. Esto es, si un productor familiar acumula capital en forma constante deja de ser campesino, aunque eso no implica que se asemeje o conciba igual que a la gran o mediana empresa capitalista.

Es decir, se coincide con Llambi (1981) en cuanto a que dicho tipo social se modifi ca en el contexto del sistema capitalista. Esta transformación es por un lado cuantitativa, ya que si bien persiste, su representación absoluta y relativa decrece en el marco del avance del capitalismo. La tendencia a su desaparición (descampesinización), tal como ya se comentó, es más lenta y sinuosa que en el resto de las ramas productivas, pero existe y persiste.

40 El debate acerca del campesinado se inicia a fi nes del siglo XIX caracterizándose al sujeto desde una perspecti va de la lucha políti ca (1ª etapa del estudio de la agricultura familiar). A mediados de la década del sesenta, los postulados que los marxistas sostenían en relación a la persistencia de la agricultura familiar en un contexto capitalista pasaron a ser fuertemente criti cados. Tal reacción parecería haberse iniciado en 1966, cuando se traduce al inglés el libro “La organización de la unidad económica campesina” del economista agrario ruso Alexander Chayanov. Esto implicó una reacción del “neomarxismo”, que produjo abundantes y signifi cati vos estudios de la persistencia de la agricultura familiar en general. Esta reedición del debate entre campesinistas y descampesinistas actúa como bisagra dando fi n a la etapa del estudio de la Agricultura Familiar como problema económico (además de políti co), para inaugurar una 3ª etapa, en donde el análisis incorpora aspectos culturales. Es decir, ya no es tan importante saber si desaparecen o no, sino cómo se transforman. De la misma manera, entra en crisis la Sociología Rural y surge así la Sociología de la Agricultura. 41 Es decir, tal como afi rma Kautsky (2002: cix) en el prólogo de su obra más importante, el agro puede desarrollar formas precapitalistas y no capitalistas dentro de la sociedad capitalista.

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Pero la modifi cación de este tipo social también es cualitativa, ya que la racionalidad campesina no es inmutable42, sino que se adapta (de diferentes maneras) al sistema capitalista. Esta modifi cación posibilita acumulación; de lograrla, implicaría una diferenciación que obligaría a una nueva o diferente denominación.

En la búsqueda de la categorización social del sujeto bajo estudio -el horticultor boliviano-, la primera cuestión a dilucidar es si este campesino pauperizado que llega al Área Hortícola Platense puede continuar defi niéndose como campesino. En este sentido, se postula que no habría motivos para no mantener la categoría campesino para denominar a sujetos que posean las características cualitativas y representativas del campesinado descripto hasta aquí (ver primer párrafo del presente apartado, con la salvedad de una racionalidad que se acepta más fl exible). La inequívoca, signifi cativa y continua acumulación de capital que muestra el horticultor boliviano43 a medida que avanza en la escalera boliviana44 lo excluye entonces de la tipología “campesino.

Descartada así la continuidad de la categoría de campesino para el sujeto bajo estudio, la siguiente discusión es si el proceso de diferenciación sufrido es de descomposición o bien de descampesinización.

Por descampesinización45 se entiende al proceso por el cual fi nalmente emergen proletarios y capitalistas, despojados de todo elemento campesino, aun cuando proviene de un origen campesino (Murmis, 1991). El proceso de movilidad geográfi co y social del horticultor boliviano excluía, al menos hasta la actualidad, una descampesinización, ya que en el proceso de diferenciación (tanto hacia abajo como hacia arriba), este sujeto conserva elementos campesinos.

En primer lugar, la necesidad de ingresos extraprediales que permitiera garantizar la reproducción familiar en las fi ncas del Sur de Bolivia (lugar de donde provienen la mayoría de los migrantes que se dedicaron a la horticultura) fue llevada generalmente a cabo por los hijos mayores de la familia campesina. Así, el resto de la familia persistía en la explotación, manteniendo vínculos con estos migrantes, tanto económicos como de contención. Es por ello que no se puede hablar de proletarización, entendiendo a esto como pérdida por parte de la familia campesina de los medios de producción tierra y capital, y sí de semiproletarización. Esta fue la categoría de ingreso de los horticultores bolivianos a la Argentina, trabajando aquí -en un principio- bajo la modalidad de peón.

Tampoco se observa una clara descampesinización en el proceso de acumulación de capital y ascenso social logrado por el horticultor boliviano, con la emergencia de un capitalista puro. Ya que aún en el estrato de productor, se evidencia la conservación -en mayor o menor grado- de elementos campesinos,

42 Mientras que Schejtman (1980) citando a Tepich (1973) asegura que “…es un error creer que no hay sino una sola racionalidad económica en todo ti empo y espacio”, pienso que el error es pensar que las diversas racionalidades se manti enen en el ti empo. Es decir, se coincide con la posibilidad y existencia de diversas racionalidades económicas, pero estas no necesariamente pueden persisti r invariables ante disti ntos contextos. En ese senti do, Mendras (1980, citado en Pagano, 2006: 5) en su texto “O que um camponés?” criti ca pensar a los campesinos como una “raza” de hombres cuya esencia se encontraría (persisti ría) en todas las sociedades más allá de las circunstancias históricas. 43 Este ascenso social no debe ser entendido como algo lineal y/o inevitable; muchos no lograron ascender o persisti r, debiendo volver a ser peones o medieros, mientras que otros se proletarizaron y abandonaron la acti vidad. 44 La “escalera boliviana” es la metáfora con que se modeliza el ascenso social y económico logrado por los horti cultores bolivianos en los últi mos 20 años. Esta diferenciación comienza desde el peldaño de peón, pasando por la mediería, alcanzando luego el status de productor y, en forma cada vez más notoria, mostrando avances en el eslabón de comercialización.45 “Los propios campesinos defi nen este proceso (de diferenciación) con un término extraordinariamente certero y expresivo: ‘descampesinización’. Dicho proceso representa la destrucción radical del viejo régimen patriarcal campesino y la formación de nuevos ti pos de población del campo […] Además de diferenciarse, el viejo campesinado se derrumba por completo, deja de existi r, desplazado por ti pos de población rural totalmente nuevos, por ti pos que consti tuyen la base de la sociedad donde dominan la economía mercanti l y la producción capitalista. Esos ti pos son la burguesía rural (en su mayoría pequeña) y el proletariado del campo, la clase de los productores de mercancías en la agricultura y la clase de los obreros agrícolas asalariados” (Lenin, 1973: 181).

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como ser el aporte del trabajo físico por parte del productor o bien la persistencia del papel decisivo de la mano de obra familiar directa en la explotación46.

Sin embargo, ello no implica que se empiece a detectar una preponderancia cada vez mayor de elementos capitalistas, llegando en algunos hasta el despojo de los rasgos campesinos, siendo esta una de las cuestiones centrales a discutir en el presente capítulo.

Retomando el título del presente apartado, se puede afi rmar que este sujeto no es campesino, pero tampoco puede ser considerado capitalista. Su status, desde el ingreso mismo al país, es el de un sujeto con características intermedias entre un capitalista/proletario y un campesino, proceso que habría llegado tras lo que Murmis (1991) denomina descomposición. Es decir, la resultante de una mutación primero hacia abajo generando semiproletarios campesinos y luego, a medida que el horticultor fue subiendo por los peldaños de la escalera boliviana, plasmando capitalistas campesinos47.

Una síntesis de los procesos de movilidad social del horticultor boliviano se representa en el Gráfi co N°1.

Gráfi co N°1. Proceso de descomposición y descampesinización hacia abajo y hacia arriba del campesino.

Fuente: Elaboración propia en base a Murmis, 1991; Benencia, 1999; Benencia y Quaranta, 2009.

Ahora bien, para categorizar a un productor que no puede ser defi nido como campesino, pero que tampoco llega a ser un capitalista puro, se podría optar por una nueva tipifi cación o bien por una intermedia, acorde

46 Para Marx (2000: 796), las explotaciones capitalistas son aquellas en las que “el supuesto es el siguiente: los verdaderos agricultores son asalariados, ocupados por un capitalista […] que sólo se dedica a la agricultura en cuanto campo de explotación en parti cular del capital, como inversión de su capital en una esfera peculiar de producción”. Por su parte, más concretamente Archetti y Stölen (1975: 147) aseguran que la economía capitalista se caracteriza por la ausencia de trabajo familiar en el proceso producti vo.47 Se insiste con la aclaración que el proceso de ascenso social de los horti cultores bolivianos de ninguna manera debe entenderse como un fenómeno unidireccional y conti nuo. No fueron pocos los que se estancaron y aun retrocedieron, llegando a proletarizarse totalmente y/o volvieron a su país.

Capitalista Puro

Capitalista con

rasgos campesinos

En flujo hacia

Campesino

Semiproletario

Proletario

Resistiendo elflujo hacia

Descampesinización

Descomposición

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a los cambios observados en el sujeto y su signifi cancia.Para el primer caso, Archetti y Stölen (Op. cit) entendieron que los colonos del Norte santafesino ameritaban una tipifi cación que los diferencie del campesino, pero también del capitalista, optando por una categoría ad-hoc (farmer).

La otra opción es una categorización más genérica, en donde se especifi que cuáles y en qué grado las características típicas campesinas se modifi can. Tal es el caso de los “productores capitalistas con rasgos campesinos”, que Benencia (1999) utiliza al referirse a los horticultores bolivianos del Gran Buenos Aires. Un sujeto que posee conductas capitalistas conservando algunas lógicas campesinas. Esta es la categoría que se adoptó/a para el migrante boliviano que logra un ascenso social y económico en el Área Hortícola Bonaerense en general, y La Plata en particular, esquematizado a través de la fi gura de la “escalera boliviana” (Ver Gráfi co N°2).

En este ascenso, peldaño a peldaño, se evidencia que a medida que avanza la acumulación de capital y ascenso social, se revierte la preponderancia de elementos campesinos por sobre los capitalistas característicos de la etapa inicial de migración.

Gráfi co Nº2. Esquematización de la “escalera boliviana” y la evolución de la relación de los elementos campesinos y capitalistas.

Fuente: García, 2010.

Hasta 1995 1995-2002 2002-actualidad

Peón

Mediero

Productor

Preponderancia

elementos campesinos

Preponderancia

elementos capitalistas

Mano de obra familiar y extrafamiliarIngreso = Ganancia.

Mano de obra familiar.Ingreso = Salario.

No pueden (y le es

indistinto) elegir

cultivos

Optan por

hortalizas de fruto

V

e

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r

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Tras esta breve descripción y análisis conceptual de la evolución del sujeto bajo estudio, nos introducimos en la aún hegemónica etapa de descomposición para luego discutir acerca de los indicios de descampesinización.

Fortaleza de la categoría “capitalista con rasgos campesinos”Aun con inocultables cambios en la relación de elementos campesinos/capitalistas, tanto el recién migrado en su rol de peón como el horticultor que logró acceder al peldaño de productor, conservan el status de capitalista con rasgos campesinos, consecuencia de la persistencia del proceso de descomposición en la región hortícola de La Plata. Fueron las lógicas que resultan de estas combinaciones justamente las que guían sus estrategias domésticas, productivas y comerciales, y les posibilita (y explican) su protagonismo y rol en las transformaciones del sector en estos últimos veinte años (García, 2010).

La consolidación de este horticultor boliviano se sustenta en la fl exibilidad y versatilidad que posee, que va desde la fuerte explotación de la mano de obra y acumulación capitalista hasta la resistencia típica de la agricultura familiar. La “racionalidad económica” de este actor no es diferente a la del resto de los productores en un régimen capitalista. Ambos buscan la maximización de logros y la minimización de gastos. La diferencia se encuentra en el criterio de logro o gastos y en su capacidad adaptativa. Para el horticultor boliviano, el criterio mínimo de efi ciencia vendría dado por un nivel de ingresos que le permita mantener sus niveles previos de consumo y reponer los medios de producción gastados en el proceso, sin reducir su escala productiva (reproducción simple)48. Y este nivel de ingresos que garantiza la reproducción simple no sólo es muy inferior en relación a la de un quintero capitalista típico (debido al menor consumo, autoexplotación y no remuneración de la mano de obra familiar), sino que además esta situación de reducidos benefi cios puede permanecer en dicho estado por largos períodos. Ya que si bien el productor capitalista típico puede no obtener ganancias o bien hasta sufrir pérdidas, esto no será por lapsos prolongados, dado que el capital migraría en búsqueda de esferas de inversión más rentables. La maximización de logros para ambos tipos tiene como fi nalidad la aspiración de ingresos mayores que los necesarios para una reproducción simple. Estos excedentes permiten una elevación en los patrones del consumo, o bien un aumento en la escala productiva (o un intermedio de ambas) (Cfr. Llambí, 1981: 134). El horticultor boliviano en La Plata prioriza esos excedentes hacia la Unidad de Producción y la Reproducción Ampliada, manteniendo los niveles de consumo prácticamente igual a cuando era un simple peón.

Esta lógica que mayoritariamente aún persiste en la actual etapa de diferenciación le permite una mayor capacidad de acumulación, con la consecuente mejor adaptación a un contexto hortícola históricamente cambiante. Precisamente, la combinación de estos elementos le confi ere permanencia en contextos difíciles, a la vez que en un marco más favorable, los convierte en puntal del desarrollo capitalista (Ver Pachano, 1980: 470). Esta última característica hace del horticultor boliviano en su actual etapa de diferenciación (capitalista con rasgos campesinos) un sujeto competitivamente más apto que el agricultor familiar tradicional. Ya que si bien en condiciones adversas logra resistir (y en mejores condiciones que las explotaciones capitalistas), en una situación de bonanza, posee una aptitud de diferenciación hacia arriba, similar o aun superior a la de la explotación familiar capitalista típica49.

48 En cambio, la “racionalidad económica” del productor capitalista no ti ene como criterio de efi ciencia mínima la reproducción simple, sino el logro de la tasa “normal de ganancia” de su capital. La maximización de logros, por su parte, implica la ampliación de la escala producti va en otras ramas de mayor rentabilidad (Llambí, 1981: 134).49 Como metáfora, Raúl Paz (2006) describía las característi cas de las explotaciones campesinas y capitalistas en analogía a los disti ntos ti pos de bacterias. Existen dos categorías de bacterias bien defi nidas: las bacterias aeróbicas, que son altamente efi cientes en presencia de altas concentraciones de oxígeno pero que ante su ausencia mueren, y las bacterias aeróbicas facultati vas, que en un medio con oxígeno funcionan menos efi cientemente que las anteriores, pero que ante su ausencia siguen teniendo acti vidad (persisten). El campesino sería entonces una bacteria aeróbica facultati va que aprendió a sobrevivir en un medio sin capital: donde empresas capitalistas (aeróbicas por excelencia) mueren, el campesino sobrevive. Pero cuando el contexto es “aeróbico”, demuestra una menor capacidad de crecimiento y desarrollo en relación a las explotaciones capitalistas. Por ende, los campesinos podían resisti r en contextos adversos, pero crecer poco en coyunturas favorables. El horti cultor boliviano, en una posición intermedia entre el campesino y el capitalista tí pico, también resiste largos períodos de reproducción simple, y en un marco no adverso, su capacidad de crecimiento es tan o más competi ti vo que el del horti cultor

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Su capacidad y aporte de trabajo, contracción del consumo y privilegio de inversión en la Unidad de Producción son las bases de su competitividad. Esta combinación de estrategias les permite una acumulación de capital y hasta posibilita su ascenso social. Dicho ascenso es sustitutivo, puesto que este horticultor en un principio se impone ante la oferta de trabajadores criollos, al no aceptar estos últimos las condiciones de trabajo que este sujeto ahora permite50. Luego, el desplazado es una importante porción de los propios productores criollos e italianos de baja competitividad, por motivos que desarrollaremos en el 4° apartado. Por último, este actor también le quita grados de libertad (léase, poder de apropiación del valor generado) al comerciante (cuando en otras regiones directamente también lo desplazó).

Tendencia de descampesinización del horticultor bolivianoEl proceso de descomposición del horticultor boliviano que se inicia con un sujeto campesino que se pauperiza en fi ncas del Sur de Bolivia no fi naliza en su presente “status” defi nido como “capitalista con rasgos campesinos”. Si bien la actual etapa le otorga fortalezas (recién analizadas), la diferenciación no se paraliza y continúa con su dinámica, con sentido hacia la descampesinización.

Siguiendo el modelo de Murmis (Op. cit), se puede describir un proceso de diferenciación (descomposición) ascendente desde la llegada al país, momento en que lo hace bajo el status de semiproletario. Como ya se mencionó en el apartado anterior, dicho ascenso se basa en una lógica de reproducción ampliada a través de la maximización de los ingresos y la minimización del consumo o gastos de reproducción de la fuerza de trabajo (García, 2011). El proceso de acumulación resultante le permite explorar nuevos espacios y roles, los que a su vez implican cambios. Cambios que hacen cada vez más importantes los indicadores capitalistas y más débiles los rasgos campesinos.

Por caso, el acceso al rol de mediero y, más aún, al de productor implica la asunción de cada vez mayor participación de los riesgos (productivos / de mercado), cuando antes como peón no los tenía o como mediero los compartía con el “patrón”.

El rol de productor por defi nición implica la organización total de la producción, desde la compra de los insumos, la planifi cación de las tareas y garantía de la presencia de la mano de obra necesaria en cada momento, hasta la venta de los productos. Dicho gerenciamiento es un trabajo específi co y concreto, no físico, pero trabajo al fi n, que se incrementa a medida que crece y se complejiza la quinta. La efi cacia de este nuevo trabajo depende del tiempo que se le dedique, por lo que el ascenso por los diferentes “minipeldaños del productor”51 y crecimiento de la quinta también involucra -como una ecuación de suma cero- una disminución del trabajo físico directo del productor. Es decir, empieza a disolverse uno de los principales baluartes de la agricultura campesina y familiar.

Lo mismo sucede cuando este productor ingresa al eslabón de la comercialización. La posibilidad de vender su producción directamente vía un puesto propio en un mercado mayorista implica tiempo. La ampliación de dicha venta en volumen o diversidad de productos, conlleva recorrer otras quintas y revender mercadería, lo que se traduce en más tiempo. Estos modelos de expansión pueden -en un principio- tener éxito en familias numerosas, bien organizadas y con una clara división del trabajo. Pero también pueden terminar relegando la producción en el mediano plazo, y hasta abandonarla para dedicarse de lleno a este eslabón, como es el caso de los horticultores bolivianos del Norte del Área Hortícola Bonaerense (Ver Le Gall y García, 2010).La reducción parcial o total del trabajo físico del productor junto con el crecimiento de la quinta implica

familiar tí pico.50 Desde la mirada de los trabajadores criollos desplazados, la condición de trabajo de los bolivianos se la enti ende como una condición de naturaleza (predisposición fí sica) y también como parte de una naturaleza domesti cada (virtud moral de la resignación, y empecinamiento de esfuerzo ante la adversidad del mismo trabajo) (Archenti , 2009).51 Los “minipeldaños del productor” hacen referencia a las diferentes y concatenadas estrategias producti vas y domésti cas llevadas a cabo por el horti cultor boliviano en el rol de productor (Ver García y Mierez, 2009).

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la cada vez mayor dependencia de la mano de obra externa. Ya sea de los tradicionales asalariados y “tanteros”52, o los trabajadores encubiertos bajo el acuerdo de mediería, ambos conllevan pérdida de la “fl exibilidad” del trabajo familiar.

Paralelamente, el ascenso por los minipeldaños del productor implica un mayor nivel de capital en juego, potenciado por cultivos cada vez más complejos y con mayor costo de producción como los de “fruto”53,cuyos mayores riesgos recae casi enteramente en un sujeto que muestra, entonces, menos fl exibilidad.

Otra de las evidencias del proceso de diferenciación hacia arriba es la búsqueda de compra de tierras. Antes, por falta de capital, por la prioridad de inversión en la tecnología del invernáculo y hasta por problemas legales de residencia hacían que se relegara el acceso a la propiedad de la tierra (Ver García, 2008). Se observa actualmente el inicio -aún muy incipiente- de un proceso de compra de tierra, con una modalidad similar a la de los primeros arrendamientos. Esto es, la compra conjunta de varios productores de origen boliviano de “grandes” campos de 4 - 8 has, bajo la fi gura de condominio. La propiedad de la tierra tiene implicancias en el comportamiento del productor, que a su vez se relaciona con la diferenciación a productores capitalistas a la cual algunos van llegando. Una de ellas es que la propiedad de la tierra es, a su vez, condición sine qua non para invertir en la vivienda, buscando ahora sí condiciones habitacionales más dignas que las actuales, en una tierra en la cual ya no tiene la incertidumbre que aparece cíclicamente al vencer el contrato de arrendamiento. Paralelamente le posibilita su uso como si fuera una mercancía, por cuanto la puede vender o arrendar (en parte o totalmente) si decide concentrar su tiempo en la comercialización o en otra actividad.La identifi cación de horticultores bolivianos a los que ya se puede categorizar como capitalistas puro de origen campesino permite inferir que este proceso se encauza a una descampesinización.La dinámica seguida por este agente es resumida y representada en el Gráfi co Nº3:

Gráfi co N°3. Proceso de diferenciación hacia abajo y hacia arriba del sujeto bajo estudio.

Fuente: Elaboración propia en base a Murmis, 1991, Benencia, 1999; Benencia y Quaranta, 2009.

Todas estas transformaciones que se vislumbran y aparecen muy lentamente, son parte de un proceso de descomposición que muestra cada vez mayor inmediación a la descampesinización. Balsa (2008) afi rma que la perseverancia de pautas de conducta económica provenientes de un pasado campesino resulta clave para la resistencia de las formas de producción familiares. Pero nada asegura la persistencia de estos rasgos

52 Con tanteros se hace referencia a trabajadores a destajo. Su retribución es “tanto dinero” (de allí lo de tantero) por surco carpido, cajón embalado, etc.53 Con hortalizas de fruto se hace referencia básicamente a tres solanáceas: tomate, pimiento y berenjena.

Capitalista Puro deorigen campesino

Productor-

Comerciante

Capitalista CampesinoProductor

CampesinoCampesino Mediero

SemiproletarioCampesino Semiproletario Peón

Proletario de origencampesino

? ingresos

? capital

? riesgos

? elementos capitalistas

Etapa PRE-migración a la

Argentina

Etapa DEmigración a la

ArgentinaEtapa TRAS la migración a la Argentina

Descom-posición

Descampe-sinización

Escalera Boliviana

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en sujetos inmersos en una realidad capitalista como la nuestra. Por el contrario, a medida que ese pasado campesino va quedando cada vez más lejano (tanto temporal como espacialmente) es más difícil que sus elementos perduren como pautas de conducta de los productores familiares.

En forma agregada, se podría conceptualizar dichos cambios como un proceso de “aburguesamiento” (sin el sentido peyorativo de la palabra). El mismo se podría sintetizar como la pérdida de los rasgos campesinos que aún perduran en los sujetos bajo estudio. Si bien la dimensión más importante del término aburguesamiento no se cumple (por cuanto el horticultor boliviano no se va a vivir al “burgo”, léase, la ciudad, sino que siguen viviendo en la quinta), sí se van perdiendo características claves como el trabajo físico directo del productor, asumiendo un rol más gerencial, relegando las tareas en una mano de obra externa a la unidad productiva. Asimismo, hay cierta tendencia a que los hijos de los productores logren un mayor nivel educativo, buscando que se empleen como auxiliares o gerenciadores de la producción. Por último, hay una predisposición a una menor austeridad, con una búsqueda de confort y hasta compra de bienes cuasi suntuarios o simbólicos54. La compra de la tierra también se inscribe en esta dirección.

Este aburguesamiento lleva a conceptualizarlos como un pequeño capitalista, fi gura análoga a la encontrada por Javier Balsa en los chacareros pampeanos, “en tanto que no contrata sino a un pequeño número de asalariados, que no alcanzarían a convertirlo en un capitalista típico” (Balsa, 2006: 219).

Este devenir claramente tendrá repercusiones, pudiéndose inferir por lo menos dos caminos -dicotómicos ellos-, según el grado de diferenciación y la orientación que la descampesinización asuma:

i. Un manejo de la quinta más profesional, con asesoramiento, mayor nivel de inversión y tecnifi cación, gestión diferencial, etc., o

ii. Una merma en el aporte familiar a la actividad productiva por búsqueda de otros horizontes laborales (tanto por dentro como por fuera del sector), con la consiguiente retracción en la inversión y la expansión, estrategias conservadoras, entre otras.

Procesos que ya se observaron en las quintas platenses de productores también migrantes, aunque no limítrofes, sino de ultramar…

Analogías con el caso italianoLas características del fenómeno de diferenciación del horticultor boliviano, lejos de ser un caso inédito, muestra signifi cativas similitudes con el proceso evolutivo desarrollado por el horticultor italiano en el siglo pasado. Estos últimos también fueron pequeños agricultores pauperizados que deciden migrar a la Argentina en diferentes oleadas. Las primeras se inician a fi nes del siglo XIX, existiendo otra oleada importante en el marco de la segunda guerra mundial. Muchos de estos migrantes, por su pasado campesino, carencia de capital y alta disponibilidad de mano de obra (suya y de su familia) también se insertan en la actividad hortícola. Realizan un proceso de acumulación y ascenso social iniciándose como peones y llegando al status de productor adquiriendo la propiedad de la tierra y monopolizando todo el eslabón de comercialización. Aquel proceso de italianización de la horticultura guarda importantes y evidentes similitudes con la actual bolivianización (García y Lemmi, 2011).

Los migrantes europeos, principalmente desde mediados del siglo pasado, comienzan a trabajar en el sector junto a toda su familia, aun con sus hijos pequeños. Mediante una lógica de contracción del consumo y autoexplotación, logran llegar a ser productores y adquirir tierras, principalmente en los años cincuenta y sesenta. Ya en el status de productor, continúan (como los actuales horticultores bolivianos) aportando el trabajo físico directo en la quinta, a la vez que se expanden en el eslabón de la comercialización (transporte, mercados mayoristas y minoristas). En los años ochenta el uso de la mano de obra externa se sesgaba principalmente a “tanteros”, del interior del país y también bolivianos, básicamente para los períodos de

54 Un ejemplo en este senti do es la compra por parte de algunos (ex?) horti cultores de origen boliviano de las muy grandes camionetas doble tracción negras y de vidrios polarizados, de baja funcionalidad para la producción, pero de alto valor simbólico.

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cosecha. Ya en los noventa, como consecuencia de la tecnología del invernáculo, se comienza a incorporar mano de obra estable bajo el pseudo-acuerdo de mediería, utilizando casi exclusivamente trabajadores externos de origen boliviano, a la vez que el productor italiano asume un rol más gerencial.

En esa última década del siglo pasado, luego de un proceso de casi medio siglo, el aburguesamiento alcanzado por los horticultores italianos es evidente, aunque su capitalización y grado de diferenciación no resulta homogénea.

La evolución de estos horticultores italianos podría representarse o modelizarse mediante un gráfi co con dos variables: grado de diferenciación y nivel de capitalización. Si bien se obtiene una nube de puntos con múltiples combinaciones, se observa una tendencia directamente proporcional entre diferenciación y capitalización (Ver Gráfi co N°4). Dicha línea representativa de los horticultores italianos en los años noventa puede ser segmentada en tres grupos. El Grupo 1 está compuesto por aquellos horticultores defi nitivamente “capitalistas” y capitalizados, mientras que en el Grupo 3 se encontrarían los más “rezagados” en el proceso de diferenciación y acumulación. Paralelamente, en el Grupo 2 se caracterizan por su situación intermedia. Estos grupos muestran estrategias de reproducción y suerte dispares, convirtiéndose la crisis económica de 1998-2002 en un punto de infl exión.

Gráfi co Nº4. Representación y agrupamiento de los productores hortícolas italianos en relación al grado de diferenciación y capitalización alcanzado.

Fuente: Elaboración propia.

El Grupo 1 logra superar la crisis de 1998-2002 gracias a su fuerte nivel de capitalización, representada en su escala productiva y nivel tecnológico, logrando llegar en buenas condiciones a la recuperación económica post-2002. Allí, apoyado en su grado de diferenciación y acumulación, profundizan su estrategia de fuerte inversión en invernáculos y se especializan en solanáceas (Ferratto et al, 2010). El Grupo 3 resiste a la crisis ya que pone en acción sus viejas estrategias de contracción del consumo y autoexplotación de la mano de obra familiar. Estos persisten hasta la actualidad con esas prácticas conservadores (léase, producción a campo) y estrategias resistenciales (contracción del consumo, autoexplotación de la mano de obra). Es el Grupo 2, el más numeroso, quien sufre en gran medida la crisis de los noventa y perece. La desaparición de este grupo de horticultores italianos es en parte resultado de un proceso multicausal, en donde el ocaso del modelo neoliberal y el horticultor boliviano actuaron como catalizadores.

¿Qué pasó concretamente con el Grupo 2? Parte de este grupo sucumbió ya que la crisis exigía un ajuste.

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Dicho ajuste podría haberse efectuado si el grado de capitalización se lo permitía. Pero este grupo se hallaba en un término medio de acumulación, insufi ciente para atravesar la crisis vía la reducción de benefi cios. Por ende, la otra alternativa consistía en retrotraerse al comportamiento de autoexplotación y/o retracción del consumo. Sin embargo, su grado de diferenciación (aburguesamiento), tal vez similar o por lo menos cercano al del Grupo 1, le impedía tal retroceso o cambio. A esto se le puede adicionar la falta de continuidad familiar en algunas quintas con los hijos no interesados en la actividad o, menos aún, en el trabajo físico de la quinta. Pero como si este contexto fuera poco, surge un nuevo sujeto en un rol protagónico: el horticultor boliviano. Este agente, en el marco de una mayor permeabilidad social que brinda dicho contexto económico, asciende al status de productor, ejecutando estrategias resistenciales aún más exacerbadas que las del Grupo 3 (tal vez como compensación de su aún menor nivel de capitalización), lo que lo convierte en un sujeto híper competitivo.

Así, el Grupo 2, con un grado de diferenciación tal vez similar al Grupo 1, pero sin su nivel de capitalización, se encontró ante una disyuntiva. La crisis económica de fi nes de los años noventa, la caída de la demanda y de los precios hortícolas, y la aparición del productor boliviano que impone su producción en el mercado gracias a la competitividad que le otorga la explotación de su mano de obra y contracción del consumo, obliga a estos quinteros italianos a retrotraerse a condiciones de trabajo y consumo ya perdidos por su aburguesamiento y/o que no estaban dispuestos a volver. Alguno o varios de estos sucesos resultaron el último escollo en su historia productiva, abandonando o siendo desplazados de la producción. Pero que hayan desaparecido de la producción no signifi ca que no estén más en el sector. Justamente, la mayoría de ellos persisten como arrendadores, alquilándoles sus tierras a sus “expulsores” y continuadores, los horticultores bolivianos.

Así, las dos formas o estrategias “exitosas” para atravesar la crisis de los ‘90 fueron la de los horticultores italianos capitalistas fuertemente capitalizados (Grupo 1), y la de los horticultores (italianos y bolivianos) con estrategias capitalistas combinadas con rasgos campesinos, aun con bajo nivel de capitalización (Grupo 3). El resto mayoritariamente perece. Y esto explica (o se confi rma con) una estructura social hortícola platense de los últimos diez años polarizada, en donde sobresale un pequeño grupo de grandes productores especializados en solanáceas, con una constante innovación tecnológica y manejo gerencial (todos ellos de origen italiano)55; en el otro extremo, pequeños y descapitalizados productores italianos en resistencia, con cultivos a campo y mano de obra familiar. Y fi nalmente, en proceso de separación de a poco del Grupo 3, el conjunto de productores bolivianos con una capitalización media, caracterizados por una mano de obra mixta, cultivos de hoja y fruto e incorporación de tecnología a “prueba y error”.

Con esto se pretende sentar como precedente para su discusión que el proceso de descomposición y descampesinización del horticultor boliviano parecería seguir el mismo camino de diferenciación y aburguesamiento practicado por los italianos. Claro está que dichos procesos/etapas no son rápidos ni homogéneos. La diferenciación y consolidación del horticultor italiano llevó por lo menos 60 años (aproximadamente 1940-2000); el iniciado por los bolivianos tiene poco más de 20 años (1990-2013). Paralelamente, la diferenciación (y acumulación de capital) no es homogénea, por cuanto no todos aquellos que se iniciaron como peones llegaron a ser productores capitalistas, tanto antes los italianos como ahora los bolivianos.

Refl exiones fi nalesLas estrategias productivas y domésticas que combinan prácticas capitalistas con rasgos campesinos son responsables de una gran fortaleza, fl exibilidad y competitividad que le permitió y permite al horticultor boliviano su ascenso social y económico. Asimismo, dicha categoría, lejos de ser estática, continúa con su diferenciación mostrando indicios de descampesinización, surgiendo entonces capitalistas despojados de rasgos campesinos. Estos aun incipientes sujetos se caracterizan por reducir y hasta prescindir del aporte

55 De los datos del Censo Horti fl orícola de Buenos Aires 2005 (CHFBA’05), se puede sobreesti mar a este grupo como aquellos establecimientos hortí colas con más de 3 has, lo que representa un total de apenas el 22% del total de quintas, aunque si se considera la superfi cie hortí cola, este grupo trabaja 2/3 del total.

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de trabajo físico y centrándose en tareas de gerenciamiento o comercialización; comienza a prevalecer la contratación de mano de obra externa (ya sea asalariados y/o medieros) por sobre la mano de obra familiar; surgen intenciones de compra de tierra, merma en la contracción del consumo y compra de bienes suntuarios y/o simbólicos, entre otros.

Es necesario aclarar que este fenómeno, además de ser incipiente, de ninguna manera se interpreta como inevitable. Es decir, de la misma manera que muchos horticultores bolivianos fracasaron en su ascenso social por la “escalera boliviana”, este nuevo peldaño que implica además un cambio de status no debe ser entendido como algo inexorable.

Por otra parte, la descampesinización que se empieza a vislumbrar evidencia un proceso global con importantes similitudes al llevado a cabo por los horticultores italianos. Este ciclo de diferenciación que parece repetirse con actores homólogos aunque de nacionalidad diferente, no deja de mostrar paradojas. Por caso, muchas de las críticas que reciben los horticultores bolivianos en cuanto a su contracción del consumo (“no comen huevo para no tirar la cáscara”; “mirá la casa en que viven…”), y explotación de la mano de obra familiar (“cómo querés que compita con ellos si trabajan 16 horas por día, incluso nenes de 10 años…”) las realizan quiénes tiempo (o generaciones) atrás llevaron a cabo idénticas o por lo menos similares prácticas.

Lejos de ser esto una búsqueda de naturalización de una actividad marginal, en donde el nivel de explotación de la mano de obra es muy alto y las condiciones de vida son paupérrimas, las explicaciones a dicha situación deben buscarse en cuanto a que se trata de un sector “invisible”, marginado, en dónde sólo la mano de obra muy necesitada (como la migrante) las acepta y soporta. Como ya se aseveró, la hegemonía del migrante (antes italiano, ahora boliviano) en la fi gura del trabajador hortícola en general, mediero en particular, se centra en la disposición de trabajar en condiciones no aceptables para los trabajadores locales, tanto por las exigencias, el riesgo y el benefi cio recibido.

En forma esquemática se podría afi rmar que el ascenso social y económico en el Sur del Área Hortícola Bonaerense (y particularmente en La Plata) se logra exacerbando la explotación de la mano de obra (familiar y externa), junto a la reducción del consumo, logrando así competitividad, cierta acumulación y con ello el desplazamiento de otros sujetos. Y que una vez alcanzado el status del desplazado, la diferenciación posibilita que el ciclo se reinicie.

Por supuesto, que se repita no lo justifi ca o lo transforma en una característica “natural o tradicional” del sector. Pero, ¿qué hacer? ¿Alcanza sólo y simplemente con prohibir, controlar y castigar? Si sólo eso se hiciera, muchísimas quintas actuales desaparecerían (lo mismo hubiera ocurrido con muchas de las quintas de los italianos) y las condiciones de vida de estas familias presumiblemente no mejorarían (todo lo contrario). La solución debería ir por el lado de un rediscusión de la distribución del ingreso en la cadena de valor del sector y, eventualmente, de la necesidad de sincerar un nuevo valor para las hortalizas de tal manera de lograr un sector sustentable, con quintas que no sólo oferten hortalizas a precios accesibles, sino que lo provean mediante condiciones de vida y trabajo digno.

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