galileo nº 39

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1 Galileo Galileo Galileo Galileo Galileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009 Publicación dedicada a problemas metacientíficos Segunda Época - Nº 39 - mayo de 2009 Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia Instituto de Filosofía Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad de la República Magallanes 1577 11200 Montevideo - Uruguay [email protected] Editada bajo la dirección de: Mario H. OTERO, Alción CHERONI, Juan Arturo GROMPONE y Lucía LEWOWICZ versión electrónica disponible en http://galileo.fcien.edu.uy GALILEO GALILEO GALILEO GALILEO GALILEO 9 770797 953001 ISSN 0797-9533 EL OTRO EINSTEIN, UN RADICAL IMPRESCINDIBLE José ALTSHULER JUICIO A LA HISTORIA; EL AFFAIR PASCHINI (1941-1979) Maurice A. FINOCCHIARO ONTOLOGÍA Y EMERGENCIA EN LATOUR, UNA LECTURA DE LA ESPERANZA DE PANDORA Luis ALBORNOZ 3 19 57 í n d i c e

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edición 39ª de la publicación Galileo (FHCE)

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Page 1: Galileo Nº 39

1GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

Publicación dedicada a problemas metacientíficos

Segunda Época - Nº 39 - mayo de 2009

Departamento de Historia y Filosofía de la CienciaInstituto de Filosofía

Facultad de Humanidades y Ciencias de laEducación

Universidad de la República

Magallanes 157711200 Montevideo - Uruguay

[email protected]

Editada bajo la dirección de:Mario H. OTERO, Alción CHERONI,

Juan Arturo GROMPONE y Lucía LEWOWICZ

versión electrónica disponible enhttp://galileo.fcien.edu.uy

GALILEOGALILEOGALILEOGALILEOGALILEO

9 770797 953001

ISSN 0797-9533

EL OTRO EINSTEIN,UN RADICALIMPRESCINDIBLEJosé ALTSHULER

JUICIO A LA HISTORIA;EL AFFAIR PASCHINI(1941-1979)Maurice A. FINOCCHIARO

ONTOLOGÍA YEMERGENCIA EN LATOUR,UNA LECTURA DELA ESPERANZA DE PANDORA

Luis ALBORNOZ

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2 GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

Departamento de Publicaciones deFacultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

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3GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

* Conferencia pronunciada por el autor el 29 de septiembre de 2005 en el taller «Al-bert Einstein y la responsabilidad social del científico», organizado por la Acade-mia de Ciencias de Cuba y el Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía delos Pueblos. Acompañada de interesantes ilustraciones, aparece reproducida enel capítulo 4 del libro del autor titulado «Nadadores a contracorriente» (EditorialCientífico-Técnica, La Habana, 2008). Aquí se publica con permiso del autor, actualpresidente de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

José ALTSHULER

El 7 de noviembre de 1919, ca-sualmente en la fecha del segundoaniversario de la toma del poder porlos bolcheviques en Rusia, el Ti-mes de Londres anunció otra con-moción revolucionaria de alcancemundial: «Revolución en la ciencia/Nueva teoría del Universo/Derriba-das las ideas de Newton», decía eltitular. «Todas las luces desviadasen los cielos/Einstein triunfa», co-reó tres días después el New YorkTimes [14:525]. A partir de enton-ces, hasta nuestros días, transcurri-do medio siglo de la muerte de Al-bert Einstein, el gran público noha dejado de percibir a este crea-dor extraordinario como una figu-ra antológica de dimensión univer-sal. Sin embargo, hasta fines de1919 sólo sus colegas más eminen-tes habían llegado al convenci-

miento de que se trataba de uncientífico fuera de serie.

No podía pensarse otra cosade un hombre que en 1905, con so-lamente 26 años de edad, había en-viado para su publicación en losAnnalen der Physik, un trabajo fun-damental sobre los cuantos de luz,dos importantes memorias dedica-das al estudio del movimientobrowniano y otras dos sobre la teoríaespecial de la relatividad, más im-portantes aún.

Diez años después, había dedar los toques finales a su monumen-tal teoría general de la relatividad,a la que nunca dejará de asociarsesu nombre, con toda justicia. Fueprecisamente la comprobación deuna de las predicciones de esta teo-ría el fundamento de los titularesque mencioné al principio.

EL OTRO EINSTEIN, UN RADICAL IMPRESCINDIBLE*

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Un ícono mutiladoNada más lejos de mi propó-

sito que abordar aquí el por quéde la desusada celebridad alcanzadapor Albert Einstein -tema que siguesiendo objeto de estudio-, y muchomenos discurrir una vez más en tor-no a la indiscutible trascendenciade su obra científica. Pero justa-mente en el centenario de su «añomilagroso» que es este 2005, acla-mado a propósito de tal circunstan-cia como el «Año Internacional dela Física», no falta quien haya lla-mado explícitamente la atenciónsobre una omisión significativa. Seha señalado, en efecto, que no esposible hallar en la mayor parte delo mucho publicado sobre Einstein«ninguna discusión seria de su parti-cipación como radical declarado enla vida política de su tiempo -espe-cialmente en perfiles y biografíasposteriores a su muerte» [16].

Con todo, algunos entre los me-nos jóvenes todavía mantenemos fres-co en la memoria el apoyo moral quesignificaron para muchos de noso-tros las valientes declaraciones delcélebre hombre de ciencia, frenteal avance de las fuerzas y situacio-nes más oscuras, retrógradas e inclu-so particularmente peligrosas que, enocasiones diversas, tomaron cuerpo en

el ambiente político-social de nuestrotiempo.

En una larga vida -explicó Eins-tein en 1954- he dedicado todasmis facultades a alcanzar unacomprensión algo más pro-funda de la estructura de larealidad física. Nunca he he-cho esfuerzo sistemático al-guno para mejorar a la huma-nidad, combatir la injusticiay la supresión, y mejorar lasformas tradicionales de lasrelaciones humanas. Lo únicoque hice fue esto: a largos in-tervalos he expresado mi opi-nión sobre asuntos públicossiempre que me parecierontan malos e infortunados queel silencio me hubiera hechosentir culpable de complici-dad. [7:34-35]

Sin que, en rigor, pueda decirseque sea inexacta esta descripción,mucho me temo que ella pueda su-gerir la imagen de un intelectualrecluido en su «torre de marfil»,que de vez en cuando se ha asoma-do a la ventana para echar un vista-zo al mundo exterior y hacer unacrítica esporádica a lo que le dis-gusta del paisaje, para descargarsu conciencia. Pero no creo quesea esa una imagen reveladora de

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5GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

la actividad político-social deEinstein, porque él hizo bastantemás, y de una manera muy consis-tente a lo largo de toda su vida. Enlo que sigue, trataré de fundamentaresta apreciación.

ejercer su influencia para llegar aun tratado de paz que no contengael germen de una nueva guerra,cualquiera que sea el resultado delpresente conflicto»[4:181]. Estefue, probablemente, el primer do-cumento político que nuestro hom-bre avaló con su firma. Sólo la a-compañaron otras dos, además de lade Nicolai.

Por aquel entonces, aun cuan-do trabajaba intensamente en la e-laboración de su obra maestra, lateoría general de la relatividad-sobre la cual disertó en la univer-sidad de Gotinga a mediados de1915-, Einstein halló tiempo suficientepara participar en mítines y pronun-ciar discursos pacifistas en Alema-nia. También lo halló para viajar aSuiza en septiembre de aquel añoy entrevistarse allí con el escritorfrancés Romain Rolland, que habíatenido que expatriarse, falsamenteacusado de germanófilo en su país aconsecuencia de su militancia pacifis-ta.

Terminado el conflicto, Eins-tein se convirtió en blanco preferi-do de los grupos de odio revan-chista, ultranacionalista y antise-mita que por entonces cobrarongran fuerza y virulencia en Alema-nia [2]. «El antisemitismo es fuerte

Por la paz,contra el antisemitismoy por la justicia social

Recordaré, en primer lugar,que siendo miembro de la Acade-mia de Ciencias Prusiana se con-virtió en activista de la lucha en prode la paz mundial, a contracorrientede la belicosa histeria patriotera quese desencadenó en Europa al estallarla Primera Guerra Mundial.

Así, lejos de adherirse alvergonzoso manifiesto justificati-vo de la violación a la neutralidadbelga que al comienzo de las hosti-lidades habían firmado noventa ytres destacados científicos y otrosintelectuales alemanes, Einsteincolaboró con el fisiólogo y médicoberlinés Georg Nicolai en la elabo-ración de un contramanifiesto titu-lado Llamamiento a los europeos,donde, entre otras cosas, se afirma-ba que para las personas educadasde todos los países era «no sola-mente sabio, sino imperativo [...]

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aquí y la reacción política es vio-lenta», le escribió a su colega y ami-go Paul Ehrenfest, en diciembre de1919. Es en esta situación y la quesobrevino después en Alemania,donde ha de buscarse el origen dela clase particular de sionismo quefavorecía Einstein.

Cuando vine a Alemania hacequince años -escribió en 1929-descubrí por primera vez que yoera judío, y debo este descu-brimiento más a los no judíosque a los judíos. [...] Si no vi-viéramos entre gentes intole-rantes, de mentalidad estre-cha y violentas, yo sería elprimero en lanzar por la bor-da todo nacionalismo en fa-vor de la humanidad universal.[7:171 -172]

Mientras era atacado con sa-ña en Alemania, Einstein recibíatentadoras ofertas de posiciones a-cadémicas en el extranjero. Sin te-mor a que alguien se lo reprochara,pudo haber aceptado alguna de lasmás propicias para su tranquilidady su trabajo, pero decidió perma-necer en Berlín porque estimaba sudeber social y político contribuira la consolidación de la joven Repú-blica de Weimar, surgida de las ceni-zas del Imperio. Por lo mismo, en1922 aceptó ser designado miembro

del Comité de Cooperación Intelectualde la Liga de las Naciones, cuatroaños antes de que Alemania fueraadmitida a aquella organización in-ternacional. Pero cuando los ultrana-cionalistas y antisemitas asesinarona su amigo, el ministro de Relacio-nes Exteriores de la República,Walter Rathenau, Einstein decidiórenunciar al Comité argumentandoque no deseaba «representar a unpueblo que ciertamente no [lo] es-cogería como su representante»[4:354]. Amenazado de muerte élmismo, en octubre de 1922 Eins-tein partió de viaje alrededor delmundo, para visitar distintos luga-res del globo, entre ellos, Japón, Pa-lestina y España, país donde, apartede su obligada participación en ac-tividades académicas, culturales ysociales, sostuvo serias conversa-ciones con dirigentes catalanes dela Confederación Nacional delTrabajo (CNT) [15].

De vuelta a Alemania en 1923,ayudó a fundar la Asociación de A-migos de la Nueva Rusia, de cuyocomité ejecutivo fue miembro hastala liquidación de la asociación, en1933. En 1924 se reintegró al Co-mité de Cooperación Intelectual si-guiendo el consejo de Mme. Curie-también miembro del Comité- en elsentido de que «precisamente porque

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[existían] corrientes de opinión peli-grosas y perjudiciales», era necesarioluchar contra ellas y él podía ejercer,a este respecto, «una excelente in-fluencia, aunque sólo [fuese] porsu reputación personal» [4:355].

Fue precisamente alegandosu condición de miembro del Co-mité de Cooperación Intelectual,que al finalizar su fugaz visita a LaHabana en diciembre de 1930, depaso para California a través del Ca-nal de Panamá, Einstein

... insistió en recorrer «los ba-rrios más pobres, pues ha-biendo visitado la víspera losparques, los clubs, las resi-dencias de la gente acomoda-da, tenía ahora empeño en vertodo lo contrario», según laRevista de la Sociedad Geo-gráfica de Cuba, donde pue-de leerse que se complació sudeseo de penetrar «en los másmiserables hogares, en los de-sordenados patios de los sola-res y cuarterías» y se condujoal grupo «al Mercado Único,a las tiendas más modestas dela calzada del Monte, y a losbarrios típicos de la pobrezacubana, que sus moradores[habían] bautizado con losextraños apelativos de Pancon Timba y Llega y Pon»

[...] Einstein se despidió desus cicerones agradeciéndo-les la amabilidad que habíantenido al complacerlo en susraros empeños. A la una de latarde, el [barco en que viaja-ba] zarpó rumbo al Canal dePanamá, luego de haber per-manecido unas treinta horasen el puerto de La Habana. A-trás quedaba la Cuba neoco-lonial: «Clubes lujosos al la-do de una pobreza atroz, queafecta principalmente a laspersonas de color», anotóEinstein en su diario aquel sá-bado 20 de diciembre de1930. [1]

Por supuesto que los sobrevi-vientes cubanos de mi generaciónpodemos dar fe de la exactitud deesta observación.

Contra el nazi-fascismoAño y medio después, el 17 de

junio de 1932, Einstein había de fir-mar en Berlín, junto con el escritorHeinrich Mann y la artista plásticaKäthe Kollwitz, una carta dirigidaal líder comunista Ernst Thael-mann y a los dirigentes socialde-mócratas Leipart y Wels, donde sedeclaraba que los firmantes «ha-bían llegado a la conclusión de que

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[Alemania se estaba dirigiendo]hacia el terrible peligro de la fas-cistización», peligro que, en opi-nión de los autores del documento,«debería evitarse con la participa-ción conjunta de los dos grandespartidos obreros en la campaña e-lectoral, [expresada preferible-mente mediante] la presentación delistas unificadas de candidatos». Yañadían:

Llamamos fuertemente la a-tención de que los dirigentestienen la responsabilidad dehacer esto. Hay que tomar ladecisión de llamar pública-mente a la unidad entre lostrabajadores. Esa decisión esde vital importancia para todoel pueblo.[12:223]

Como se sabe, los temores men-cionados en aquella carta nada teníande infundados. A fines de enero de1933, Adolf Hitler fue nombradocanciller gracias a la influencia delos industriales y banqueros ale-manes. Antes de transcurrido unmes, los nazis acusaron falsamentea los comunistas del incendio delReichstag, y tres semanas despuésasaltaron la casita de campo de Eins-tein con el pretexto de buscar armassupuestamente escondidas allí porel Partido Comunista. A los pocos

días, Einstein retornó a Europadesde los Estados Unidos, dondese hallaba de visita. Pero, en lugarde volver a Alemania, se estableciótemporalmente en un pueblecitobelga, donde el Gobierno le asignódos guardaespaldas para proteger-lo de cualquier intento de asesina-to, porque se sabía que los nazishabían puesto precio a su cabeza.Desde allí envió de inmediato surenuncia a la Academia de CienciasPrusiana.

Tras un encuentro en Suizacon su hijo menor, afectado de es-quizofrenia, Einstein efectuó dosbreves visitas a Gran Bretaña, dondedictó conferencias en las universida-des de Oxford y Glasgow, se le o-torgó un doctorado honoris causay fue recibido por Winston Chur-chill y otras personalidades promi-nentes. De Inglaterra viajó a losEstados Unidos en octubre de 1933para instalarse definitivamente enPrinceton, Nueva Jersey, y ocuparla plaza que se le había ofrecido allíen el recién creado Instituto de Estu-dios Avanzados. Siete años más tardese le otorgó la ciudadanía norteame-ricana. En ese lapso, se había libradola Guerra Civil española y había co-menzado la Segunda Guerra Mun-dial.

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Siempre me llamó la atenciónel mutismo de las biografías deEinstein sobre la posición asumidapor él cuando se escenificaban enEspaña los prolegómenos a la Se-gunda Guerra Mundial. ¿Sería quenuestro hombre había permanecidoindiferente ante tan trágico aconte-cimiento? Tuve la primera señal deque no había sido así cuando topécon la feroz invectiva que José Or-tega y Gasset lanzó contra él en1937, donde le reprochaba haberse«creído con ‘derecho’ a opinar sobrela guerra civil española y tomar posi-ción ante ella» [8: 13:309]. Hacepoco volví sobre el tema y, con laayuda de un colega, di con lo queprobablemente es la clave del asun-to: una nota que, bajo el título «Eins-tein en simpatía con la causa de Ma-drid», publicó el New York Timesel 5 de febrero de 1937. Allí se di-ce, en efecto, que el eminente cien-tífico se había dirigido a «una pro-minente personalidad española» enlos siguientes términos:

En este momento no puedomenos que asegurarle cuáníntimamente unido me sientoa las fuerzas republicanas y asu heroica lucha en esta grancrisis de su país./Pero al mis-mo tiempo me siento aver-

gonzado del hecho de que lospaíses democráticos no hayanencontrado en esta situaciónla energía necesaria paracumplir con sus deberes fra-ternales [...] Cuánto más or-gullosa habrá de sentirse Es-paña si, pese a la abstención,y pese a la intervención de laspotencias reaccionarias, pue-da ella mantener victoriosa-mente su libertad.

Por supuesto que Einstein alu-de aquí a la llamada «política de nointervención» promovida por Fran-cia, Inglaterra y los Estados Uni-dos, la cual, en fin de cuentas, sólosirvió para bloquear cualquier ayu-da al gobierno legítimo de España,mientras los sublevados recibían dela Alemania nazi y la Italia fascistatanques y aviones que funcionabancon combustible suministrado por lastransnacionales estadounidenses.

Del aporte de Einstein a la lu-cha contra el nazismo durante laSegunda Guerra Mundial suelen re-cordarse más que cualquier otra cosa,las famosas cartas que firmó el 2 deagosto de 1939 y el 7 de marzo de1940, donde llamaba la atencióndel presidente Roosevelt sobre lasimplicaciones militares de la ener-gía nuclear y el peligro de que los

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nazis fabricaran una bomba atómi-ca. Alguna vez se recuerda tambiénque trabajó como consultor de laMarina de Guerra norteamericanay que copió a mano su memoria de1905 sobre la teoría especial de larelatividad, para subastar el ma-nuscrito y donar el dinero de suventa -seis millones de dólares- co-mo contribución al esfuerzo de gue-rra. Pero hasta hace poco no se supopúblicamente que si bien la Marina es-tadounidense le otorgó su autorización«en el limitado campo de estudiospara el que se necesitaban sus ser-vicios», el Ejército se la negó[9:171], de manera que no puededecirse que Einstein haya interve-nido directamente en la creaciónde la bomba atómica, aunque esposible argumentar que sí lo hizoindirectamente, por cuanto su ecua-ción E=mc2 permitió calcular la e-norme cantidad de energía liberadaen el proceso de fisión nuclear.

las cerillas de que se utilizara unade ellas para iniciar un fuego des-tructor de grandes proporciones.Lo que sí lamentó profundamentefue el haber contribuido a la crea-ción de la bomba con sus cartas aRoosevelt (que hoy sabemos tuvie-ron apenas un impacto marginal)cuando, en agosto de 1945 -tres me-ses después de la capitulación de A-lemania-, se enteró de que la aviaciónnorteamericana la había lanzadosobre un Japón a punto de capitu-lar. Lejos de limitarse a lamentarlo sucedido, de inmediato se con-virtió en un obstinado luchador encontra de la amenaza nuclear, al i-gual que otros hombres de cienciaconscientes de su responsabilidadsocial y humana.

Nosotros los científicos -declaróEinstein en 1948-, cuyo trágicodestino ha sido ayudar a lacreación de los métodos de a-niquilación más espantosos ymás eficaces, tenemos queconsiderar nuestro deber so-lemne y trascendente el hacercuanto esté en nuestras manospara evitar que estas armas seusen con el brutal propósitopara el cual fueron inventa-das. [7:148]

Contra las armas nuclearesy contra el racismo

Jamás consideró Einstein quepudiera culparse a su famosa ecua-ción del lanzamiento de la bombaatómica, por lo mismo que nadieresponsabilizaría a la invención de

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Pero su participación en a-quella lucha no le impidió integrar-se a otras, convocado por la con-ciencia de su responsabilidad so-cial y política. Una de ellas fue suapoyo activo, el propio año 1948,a la candidatura presidencial del exvicepresidente de los Estados Uni-dos, Henry Wallace, notorio por suprogresismo en general y en parti-cular por sus posiciones tanto a fa-vor de la prohibición de las armasnucleares como en contra del racis-mo.

Hay [...] un punto sombrío enla actitud de los norteameri-canos -escribió Einstein en1946-. Su sentido de la igual-dad y la dignidad humanas selimita fundamentalmente alos hombres de piel blanca.Incluso entre estos hay pre-juicios de los cuales yo, comojudío, tengo clara conciencia;pero que carecen de impor-tancia en comparación con laactitud de los «blancos» haciasus conciudadanos de com-plexión más oscura, particu-larmente hacia los negros.Mientras más norteamericanome siento, más me duele estasituación. Sólo denunciándo-la puedo escapar al senti-

miento de complicidad con e-lla. [6:132-133]

Es probable que al hacer estadeclaración, Einstein, ciudadano es-tadounidense desde 1940, se sintie-ra fuertemente motivado por el he-cho de que sólo durante el primeraño de la posguerra, la violenciaracista en los Estados Unidos ha-bía asesinado a cincuenta y seis ne-gros, en su mayoría veteranos de laSegunda Guerra Mundial [10]. Antela gravedad de la situación, en el ve-rano de 1946 aceptó la proposicióndel destacado cantante y luchadorsocial afro-norteamericano Paul Robe-son de ocupar el cargo de co-presiden-te de la Cruzada Norteamericana paraAcabar con los Linchamientos. Pocoantes, al contrario de lo que por razo-nes de salud acostumbraba en aquelentonces, pero en línea con su posicióndefinidamente antirracista, Einsteinhabía accedido a recibir un doctoradohonoris causa de la Universidad deLincoln, en Pennsylvania. Significati-vamente, la prensa «seria» de la épocaguardó absoluto silencio sobre el actoacadémico que tuvo lugar, pese a queel homenajeado no sólo disertó sobrela teoría de la relatividad, en aquellacasa de estudios, sino que confraterni-zó con sus únicos 265 estudiantes, to-dos ellos personas de color.

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La separación de las razas -ex-presó en dicha ocasión- no es unaenfermedad de la gente de co-lor, sino una enfermedad delos blancos [... y] no piensomantenerme en silencio sobreesto. [10]

Con todo, el activismo anti-rracista de Einstein no lo desvióde la lucha que venía librando enfavor de la paz mundial, tal comola entendía. Desconfiado de la ca-pacidad de la Organización de lasNaciones Unidas para evitar unanueva guerra -esta vez con la utili-zación de armas nucleares de sufi-ciente poder total para destruir lacivilización en el planeta-, vio comoúnica solución la renuncia solemne ala violencia, que, en su opinión, podríaser efectiva

... sólo si al mismo tiempo seimplantara un cuerpo judicialy ejecutivo supranacional,con poderes para decidircuestiones de interés inme-diato para la seguridad de lasnaciones. Incluso una decla-ración de las naciones en elsentido de comprometerse acolaborar lealmente en la rea-lización de un «gobiernomundial restringido» tal redu-ciría considerablemente el

peligro de guerra inminente.[7:160]

La idea de semejante «gobier-no mundial restringido» fue recha-zada inmediatamente tanto por losnorteamericanos como por los so-viéticos, rechazo que a fines de 1947se expresó en lo que él mismo calificóde un «ataque benevolente» en formade una carta abierta dirigida a él porcuatro miembros prominentes de laAcademia de Ciencias de la URSS[7:134-146]. Pero en vista de la ma-nera en que muy pronto evolucio-nó la situación mundial, el propioEinstein comprendió que habían sur-gido peligros más inmediatos que e-ra necesario atajar.

Tiene usted razón en decirque la creación de un gobier-no mundial es el objetivorealmente importante -le es-cribió al poeta Christopher LaFarge- [pero] yo considero dela mayor importancia oponer-se a la presente tendencia casihistérica hacia la completamilitarización de este país[Estados Unidos] y un abiertoconflicto con Rusia. [9:116]

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Por el socialismoNi la discrepancia con los so-

viéticos, ni la derrota electoral dela candidatura de Wallace afecta-ron en absoluto la posición a favordel socialismo que llegó a adoptarEinstein. Así lo evidencia el hechode que cuando se le pidió una cola-boración para el número inauguralde la revista Monthly Review, co-rrespondiente a mayo de 1949, élrespondió remitiéndoles a los edi-tores un artículo titulado «¿Por quéel socialismo?». Aquel artículovolvió a publicarse en el númerode mayo de 1992 de la misma re-vista, cuyos editores expresaronentonces que creían oportuno ha-cerlo, «[después] del estruendo yla confusión de los dos últimos a-ños [… pues entendían que] el ca-so a favor del socialismo nunca se[había] argumentado más persuasi-vamente». Y terminaban diciendodel texto: «Leerlo de nuevo ayudaa restaurar la fe de uno en el poten-cial humano» [5]. Llama la atenciónel hecho que este importante docu-mento ni se menciona siquiera en lasprincipales biografías del creador dela teoría de la relatividad, pese aque él mismo lo incluyó en dos an-tologías de sus escritos [6:123-131;7:151-158].

Tal como existe hoy -explicaEinstein en su artículo-, la anar-quía económica de la sociedadcapitalista es, en mi opinión,la verdadera fuente del mal.[...] El lucro, junto con lacompetencia entre capitalis-tas, es responsable de la ines-tabilidad en la acumulación yutilización del capital, inesta-bilidad que conduce a depre-siones cada vez más severas.La competencia ilimitadaconduce a una enorme pérdi-da de trabajo y a la mutilaciónde la conciencia social en losindividuos [...] Esta mutila-ción de los individuos es loque considero como el mayormal del capitalismo. Todonuestro sistema educativo a-dolece de este mal. Al estu-diante se le inculca una acti-tud competitiva exagerada, yse le adiestra en venerar loslogros adquisitivos como pre-paración para su futura carre-ra. [...] Estoy convencido deque sólo hay un camino paraeliminar estos graves males,que es la instauración de unaeconomía socialista acompa-ñada de un sistema educativoorientado hacia metas socia-

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les. [...] La educación del in-dividuo, además de promoversus habilidades innatas, pro-curaría desarrollar en él unsentido de responsabilidadhacia el prójimo, en lugar dela glorificación del poder ydel éxito en nuestra sociedadactual. [7:156-158]

La lectura de este penetranteartículo pone a las claras que, comoseñaló el destacado físico brasileñoJosé Leite Lopes en 1979,

Einstein no era un sabio puro,exótico, apolítico, [sino] unciudadano del mundo preocu-pado de los grandes proble-mas humanos. [... No] es muycómodo para los científicoscitar los trabajos de Einsteinen el dominio político. En elcaso de que se trate de un físi-co [norteamericano], ¿seríade su interés mencionar losescritos de Einstein sobre elsocialismo? ¿no correría elriesgo de ser tomado como unradical y quedar así aislado ensu ambiente universitario?[11]

Por mi parte, quiero creer quela obstinada omisión en las biogra-fías publicadas de Einstein de todareferencia a los textos del biografia-

do que revelan lo más radical de supensamiento socio-político, se hadebido no tanto a la autocensura delos autores, como a la intervenciónde unos editores temerosos de ex-poner la realidad a unos posibleslectores condicionados por el «es-tablishment» en contra de las ideasde izquierda en general y especial-mente en contra de las ideas socialis-tas.

Contra la histeria belicistay contra el macartismo

Pero Einstein no sólo searriesgaba a exponer sus opinionessobre temas de carácter ideoló-gico, que sabía muy mal vistas porla clase diri-gente norteamericana.Tampoco dejaba de abordar di-rectamente cuestiones del momen-to que por sus implicaciones re-querían una toma de posición in-mediata. Así, por ejemplo, el 13 defebrero de 1950, en plena GuerraFría, al intervenir en un debate portelevisión, organizado por EleanorRoosevelt, sobre la decisión delpresidente Truman de fabricar labomba de hidrógeno, nuestro hom-bre advirtió sobre el tremendo po-der que se estaba acumulando enmanos de los militares estadouni-denses, y añadió:

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Se está adoctrinando sutil-mente al pueblo por medio dela radio, la prensa, las escue-las. […] La carrera de arma-mentos entre los Estados Uni-dos y la Unión Soviética, queal principio se inició como u-na medida preventiva, asumeun carácter histérico. [7:159-160]

Como es de suponer, aquellaintervención fue acogida con desa-grado por los medios oficiales nor-teamericanos y no faltó quien acu-sara al sabio de no ser otra cosaque un instrumento de los comu-nistas, un «fellow traveler», comosolía decirse entonces. ¿Será nece-sario recordar que la histeria anti-comunista alcanzó su clímax en losEstados Unidos precisamente en losaños cincuenta, con los nuevos tri-bunales inquisitoriales del Congresonorteamericano? [3] En realidad,la situación no había tomado porsorpresa a Einstein, puesto que envísperas de la aparición del macar-tismo, le había expresado a Wallaceen una carta de enero de 1949, queel ambiente político estadouniden-se era ya «medio-fascista» [9:117].

Bien se sabe que entre lasprincipales rutinas preferidas poruno de los tristemente famosos co-

mités congresionales de la época,se contaba requerir de los convoca-dos a declarar ante él, que delata-ran a sus compañeros de «militan-cia comunista» so pena de perdersus empleos, quedar inscrito sunombre en unas famosas «listas ne-gras», e incluso ir a prisión por de-sacato. «No me pongan a escogerentre desacatar a este Comité e ira la cárcel, o forzarme a arrastrarmerealmente por el fango para convertir-me en un informante», suplicó un ac-tor de Hollywood al ser citado paradeclarar en 1951 ante el ComitéCongresional sobre ActividadesAntiamericanas. Pero de nada levalieron los ruegos y en definitivase quebró ante las amenazas de ir aprisión y perder su carrera [3:506].Otros, los menos, fueron más firmesy se arriesgaron a sufrir las conse-cuencias de su actitud.

En respuesta a la comunica-ción de un maestro de Brooklyn,que se había negado a testificar an-te el tribunal inquisitorial del noto-rio senador «come-rojos» JosephMcCarthy, Einstein escribió unacarta que quiso no dejara de darsea conocer con la mayor amplitud.Publicada el 16 de mayo de 1953 enel New York Times, contenía la si-guiente incitación:

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Todo intelectual que sea lla-mado ante uno de los comitésdebiera negarse a testificar, esdecir, que tendría que prepa-rarse para la cárcel y la ruinaeconómica, en dos palabras,para el sacrificio de su bie-nestar personal en interés delbienestar cultural de su país.[…] Si suficientes personasestán dispuestas a dar estegrave paso, tendrán éxito. Sino, entonces los intelectualesde este país no merecen nadamejor que la esclavitud quese prepara para ellos. [7:34]

En otra carta, dirigida en1954 al líder del Partido SocialistaAmericano Norman Thomas, queera enemigo acérrimo de los comu-nistas, Einstein volvió sobre la i-dea anterior en los siguientes térmi-nos:

A mi ver, la «ConspiraciónComunista» es principalmen-te un eslogan [...] que dejacompletamente indefensa a la[gente]. De nuevo, tengo queretrotraerme a la Alemania de1932, cuyo cuerpo social de-mocrático había sido debilita-do ya por medios similares,de manera que [...] Hitler pu-do propinarle el golpe de

muerte con facilidad. Por lomismo, estoy convencido quelos de aquí harán igual a me-nos que vengan a la defensahombres con visión y volun-tad de sacrificarse. [9:151]

Evidentemente, la expresiónde criterios de este corte no podíasino hallar un lugar de preferenciaentre las 1800 páginas del expedien-te policíaco que, durante veintitrésaños, le mantuvo abierto el FBI delSr. J. Edgar Hoover al creador de lateoría de la relatividad. Hoy desclasi-ficado, aquel documento pone en e-videncia el interés personal de Hoo-ver en que se removiesen cielo ytierra para hallar algún indicio deapariencia creíble, que permitieraimplicar a Einstein en actividadesde espionaje a favor de la UniónSoviética. Pero aquel empeñofracasó, y nadie se atrevió a llevaral célebre creador de la teoría dela relatividad ante los tribunales in-quisitoriales norteamericanos de en-tonces [9: Cap. 13].

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Un radical imprescindibleA medio siglo de la muerte de

Albert Einstein, su nombre siguesiendo familiar para todos: se tratauna figura que nadie duda en con-siderarla la representación emble-mática del hombre de ciencia. Am-pliamente votado como la personali-dad más destacada del siglo XX, la i-magen que suele tenerse de él esla de un viejo genial y exótico, in-variablemente sumergido en unmar de ecuaciones, ingenuo a másno poder e indiferente a las realida-des de la vida. Esa es la idea deEinstein que han forjado los me-dios de difusión y las biografías a-sépticas, una idea que oculta el o-tro aspecto esencial de su persona-lidad al que hemos tratado de haceraquí alguna justicia.

Einstein nunca vaciló en asu-mir decididamente su responsabili-dad social, tal como la entendía,hasta el final mismo de su vida,cuando en la clínica en que se ha-llaba recluido rubricó, el 11 abril de1955 -una semana antes de morir-, elhoy llamado Manifiesto Russell-Einstein contra el empleo del armanuclear. Se recordará que cuarentaaños antes, en plena Guerra Mun-dial, había respaldado con su firmaotro documento político en favor

de la paz, siendo miembro de la Aca-demia de Ciencias Prusiana.

Creo que nunca estuvo Ber-toldt Brecht más acertado que cuan-do concluyó:

Hay quienes luchan una horay son buenos.Hay quienes luchan un añoy son mejores.Hay quienes luchan muchos añosy son muy buenos.Pero pocos luchan la vida entera.Esos son los imprescindibles.

En armonía con este criterio,pienso que no sólo fue un radicalimprescindible el Einstein que to-dos reconocen y veneran por sumagna obra científica, sino tambiénel otro Einstein, el que luchó toda lavida contra la guerra, el racismo, lareacción y la injusticia social.

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Maurice A. FINOCCHIARO (**)

(*) Capítulo 16 de su obra monumental titulada RETRYING GALILEO, 1633-1992,publicado en el 2005 por la University of California Press, Berkeley. Este libro es unexamen del affair Galileo desde el momento de la condena del científico toscano porla Inquisición en 1633, hasta su supuesta rehabilitación por el Papa Juan Pablo II en1992. Su enfoque es en temas tales como: si acaso la condena fue justa, y si probaríala incompatibilidad entre ciencia y religión; pone énfasis en los textos que constituyenlas fuentes primarias, y de los cuales emergen los hechos históricos y los distintos te-mas controversiales. En el capítulo 17 del mismo estudio del profesor Finocchiaro secontiene una evaluación precisa, realista y balanceada, de los esfuerzos del PapaJuan Pablo II para poner a la Iglesia al día frente al caso Galileo, conjuntamentecon una estimación negativa tanto de la comisión papal encargada de su reexamen,como de su presidente, el Cardenal Paul Pourpard. La traducción es de Hermes H.Benítez, y ha sido expresamente autorizada por la editorial.

(**) Maurice A. Finocchiaro, el más importante de los especialistas anglosajones enla vida y obra de Galileo, es «Distinguished Professor» y Profesor Emérito de Filosofíade la University of Nevada-Las Vegas; es autor, entre otros, de los libros Galileo andthe Art of Reasoning (1980); The Galileo Affair: A Documentary History (1989);Galileo on the World Systems: A New Abridged Translation and Guide (1997).

JUICIO A LA HISTORIA; EL AFFAIR PASCHINI (1941-1979) (*)

Hemos visto que en 1941, conel fin de marcar el tricentenario dela muerte de Galileo, la PontificiaAcademia de Ciencias comisionó aPío Paschini para que escribiera unlibro sobre su vida y obra, su trasfon-do histórico y significación. Tam-bién hemos visto que aunque en1943 Paschini se las arregló para ha-cer una pequeña contribución a la

rehabilitación silenciosa de Galileocon ocasión de aquel tricentenario,su libro no fue publicado hasta1964.(1) Ahora es el momento dediscutir las razones de este retraso,las razones de la publicación póstu-ma, y la controversia generada portal publicación.(2)

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16.1Silenciando a un historiador:Las cartas de Paschini(1941-1946)

Paschini nació en 1878 cercade Udine en la región nororiental deItalia. En 1900 fue ordenado cu-ra,(3) y en 1906 comenzó a enseñarhistoria de la Iglesia en el seminariode Udine.(4) El foco de sus estudiosfue la historia de la Iglesia local.Después de que Pío X condenó lassesenta y cinco proposiciones «mo-dernistas» con la Encíclica Lamen-tabili Sane Exitu en 1907,(5) Paschi-ni cayó bajo sospecha de ser un sim-patizante del modernismo, pero nose metió en ninguna seria dificul-tad.(6) En 1913 fue nombrado profe-sor de historia eclesiástica del Semi-nario Romano (también conocidocomo Universidad Laterana), y setrasladó a Roma. Paschini le ganóel nombramiento a otro candidatollamado Angelo Roncalli, quien seencontraba bajo una sospecha aunmayor de modernismo;(7) Roncallillegó a ser más tarde el Papa JuanXXIII.

El nombramiento de Paschinien Roma coincidió con una reorga-nización de varios seminarios Ro-manos por Pío X. Entre otras cosas,

se suponía que el Seminario Roma-no llegaría a ser una institución na-cional. El Papa eligió personalmentea Paschini, a quien admiraba por suintegridad, sabiduría, habilidad paraenseñar, y ortodoxia; con respecto aesta última, por aquel tiempo Paschi-ni había conseguido convencer a sussuperiores de que él no era un mo-dernista.(8)

Cuando se trasladó a Roma,Paschini dejó de usar el Latín y ensus cursos comenzó a dar sus leccio-nes en italiano, sin que ello tuvierarepercusiones disciplinarias. Semantuvo alejado de la política vati-cana y del carrerismo. Amplió susintereses investigativos desde tópi-cos locales de Udine a cuestionesmás generales acerca de la historiaeclesiástica romana en el siglo XVI.En su enfoque histórico se mantuvolejos de la apologética y el fideísmo.Encontró pocas ocasiones para eltrabajo pastoral, concentrándose encambio en la erudición y el estudio.Llegó a ser un buen y típico miem-bro de lo que un estudioso ha llama-do la «sacra república romana»(9),que incluía a letrados protestantestales como Ludwig von Pastor.

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En 1919 Paschini jugó un papeldirigente cuando el Seminario Ro-mano comenzó a patrocinar, y a pu-blicar, una serie de Lecciones Late-ranas y la revista Lateranum. Estapráctica, que fue pronto emulada pormuchos colegios vaticanos, llevó amuchos avances en su carrera. En1932 fue nombrado presidente delSeminario Romano. Durante el añoacadémico 1932-1933 fue nombra-do Privadozent en historia modernaen la Facultad de Letras y Filosofíade la Universidad (estatal) de Roma,en los momentos en que era miem-bro del Consejo de la Facultad el co-nocido filósofo y simpatizante fas-cista Giovanni Gentile.(10) En 1937Paschini llegó a ser el representantedel Vaticano ante la Comisión Inter-nacional de Ciencias Históricas. En1941 fue invitado a dictar la leccióninaugural del nuevo año académicoy en celebración del décimo aniver-sario de la constitución papal DeusScientiarum Dominus; la lección,que fue publicada en L’OsservatoreRomano, era relativamente progre-sista e hizo que se levantaran algu-nas cejas.

Cuando la Academia Pontificiase acercó a Paschini en noviembrede 1941 para plantearle que escribie-

ra un libro acerca de la vida y obrade Galileo, aquél se negó inicial-mente, por tratarse de un tópico fue-ra de su campo. En realidad, el añoanterior Paschini había publicadoRoma en el Renacimiento, que esta-ba meticulosamente documentado eincisivamente argumentado y habíasido bien recibido, a pesar del hechode que era a menudo crítico de la I-glesia de aquel tiempo(12); y estaobra de historia eclesiástica traslapa-ba cronológica y temáticamente conla proyectada obra sobre Galileo; pe-ro Paschini sabía que él no tenía unaformación científica. Una revelado-ra mirada a su actitud la da una cartaque escribiera a su amigo MonseñorGiuseppe Vale el 4 de diciembre de1941, cuatro días después de que sunombramiento en el proyecto fueraanunciado en la reunión de la Acade-mia del 30 de noviembre:  [175] Ud.debe haber leído en L’osservatorede este lunes recién pasado acercade la tarea que se me ha dado sobrela vida de Galileo. Ello me lo habíaya mencionado hace unas pocas se-manas Monseñor Mercati, en nom-bre de la Pontificia Academia deCiencias, pero decliné en razón deestar ya sobrecargado de trabajo conmis obligaciones regulares, y del he-cho de que el proyecto se refiere a

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una época y a un tópico que no hasido nunca parte de mis investiga-ciones.

[176] Pensé que era el fin delasunto, pero ocurre que hace pocomás de una semana el Padre Gemellivino a mi casa y me rogó con granentusiasmo no repetir mi respuestanegativa; pues la Academia teníaconfianza en mi trabajo y estaba listaa asignarme el apoyo financiero ne-cesario, así como alguna otra asis-tencia que pudiera facilitar mi traba-jo. No pude negarme y le pedí queencontrara la manera de descargar-me de algunas de mis tareas.

El me dijo que hablaría con elPapa acerca del asunto. Pero yo noveo cómo esto pudiera llegar a ocu-rrir, de manera que no tengo muchasesperanzas de conseguir algunos a-yudantes de investigación. Sólo es-pero conseguir ayuda en materias se-cundarias, tales como asistencia bi-bliográfica.

Ellos quieren un Galileo en elcontexto de su tiempo, tanto con res-pecto a la vida religiosa como a lacientífica. Esto, ciertamente, no esfácil y no me permite beneficiarmede un ayudante de investigación a

mi lado. En cualquier caso, he co-menzado a hacer la investigación ya releer las cartas de Galileo, quepueden ser leídas con placer. Peroestoy aprensivo de tener que tratarcon los dos sistemas máximos delmundo, con la cosmología física dela época; que son abstrusas y aburri-das. Pero debo ser paciente, no tengoplazo fatal, aunque en 1942 es el tri-centenario de la muerte de Galileo,de modo que no sería apropiado de-morarse demasiado.(13)

Monseñor Angelo Mercati eraun amigo de Paschini y miembro deun pequeño comité encargado por laAcademia de elegir un estudioso a-decuado para el proyecto galileano.Mercati tenía la posición de directordel Archivo Secreto del Vaticano yera hermano del Cardenal GiovanniMercati. En aquel momento AngeloMercati estaba trabajando en un tó-pico relacionado, porque el año an-terior (1940) había descubierto el su-mario del juicio de la Inquisición aGiordano Bruno, y se encontraba enproceso de publicarlo.(14).

A pesar del pesimismo de Pas-chini, alguna ayuda le llegó, pues senombró un ayudante, Michele Mac-carrone, para que enseñara su curso

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en el seminario. (15) Como veremosmás tarde, Maccarrone es tambiénla persona a quien Paschini legaráel manuscrito de su libro y quien fueinstrumental en hacerlo publicar en1964.

Paschini tenía demasiados co-nocimientos científicos que apren-der, demasiados materiales históri-cos que revisar, y demasiada integri-dad para terminar dentro del año deltricentenario y producir así una obraque hubiera sido enteramente super-ficial, aunque (como vimos en el ca-pítulo 14.2), escribió (en 1942) y pu-blicó (en 1943) un corto artículo po-pular; que estaba lleno de intuicio-nes y esbozaba una relativamente o-riginal rehabilitación de Galileo. Fi-nalmente, el 23 de enero de 1945,Paschini completó el manuscrito desu libro y lo sometió a las autorida-des de la Iglesia para su aproba-ción.(16)

El manuscrito le fue entregadoa Giuseppe Armellini, para que lorevisara en su partes científicas, Ar-mellini era director del ObservatorioAstronómico Vaticano y miembro dela Pontificia Academia de Ciencias;su evaluación científica fue en gene-ral positiva. Sin embargo, otros revi-

sores, quienes evaluaron los aspec-tos históricos, objetaron a muchosde los juicios de Paschini. Por ejem-plo, al parecer él habría sido dema-siado duro e injusto con los jesui-tas.(17) Pero ésta fue sólo la puntadel iceberg, que se mantuvo en sumayoría sumergido. Trataremos deestablecer estas objeciones en breve.Sin embargo, ellas eran tales quePaschini no estuvo dispuesto a cam-biar la sustancia de sus juicios. Demodo que la Academia se negó a pu-blicar el manuscrito y envió el casoal Secretariado del Estado Vaticano.Allí éste fue manejado por Giovam-battista Montini, subsecretario yconsultor del Santo Oficio, quienmás tarde llegaría a ser el Papa PabloVI. Fue entonces que el Papa PíoXII, quien originalmente había esta-do muy interesado y en favor delproyecto en general, y de Paschinien particular, decidió enviar el casoal Santo Oficio, donde fue recibidoen Julio de 1945.(18)

Durante los próximos doce me-ses Paschini trató de averiguar acer-ca de la naturaleza precisa y la sus-tancia de las objeciones en contrade su manuscrito. Se pondrá en con-tacto con las tres instituciones invo-lucradas: la Academia de Ciencias,

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el Secretariado de Estado, y el SantoOficio; y se reunirá e intercambiarácorrespondencia con un funcionariode cada una de ellas: Gemelli, Mon-tini, y el asesor Monseñor AlfredoOttaviani, respectivamente.(19)

Aparentemente Paschini nuncarecibió ninguna evaluación escritade su manuscrito, pero pudo hablarcon los funcionarios involucrados.Él mismo relató la sustancia de estasdiscusiones en varias cartas que es-cribiera. En estas cartas podemosvislumbrar las objeciones que se hi-cieron en contra de su manuscrito.Estas cartas son también valiosasporque contienen sus respuestas a a-quellas objeciones. La primera cartarelevante es una que dirigió al Secre-tario Montini, después de un en-cuentro que tuvieron, y está fechadael 12 de mayo de 1946:

[202] No le oculto que la co-municación oral que me transmitióhace unos pocos días, referente a miobra acerca de Galileo, me ha llena-do de desilusión [203] y amargura.Como Ud. sabe, nunca hubiera pen-sado en emprender tal obra por pro-pia iniciativa. En realidad, sabíamuy bien que no ha habido todavíaun fin a los ecos polémicos de aque-

llos distantes acontecimientos, ni alos apasionados conflictos que loshan acompañado hasta nuestros pro-pios días. Así, cuando MonseñorMercati quizo confiarme la tarea ennombre de la Pontificia Academiade Ciencias, la decliné sin ulterioragregado. Sin embargo, no pude re-sistir una segunda y más apremianteinvitación del Padre Gemelli, en laesperanza de acometer una obra quesería útil y ventajosa a la Santa Igle-sia. En ese momento el Padre Geme-lli me dijo que lo que se deseaba erauna contribución a la clarificaciónde la vida y actividades científicasde Galileo, que estuviera lejos de laspreconcepciones de cualquier parti-do, es decir, imparcial hacia todo in-terés sectario o ideológico. Ellospensaron que yo era la persona ade-cuada para esto. No tengo motivopara convertirme en un campeón yun apólogo de Galileo, acerca dequien sabía muy poco, apenas lo su-ficiente como para acometer mis o-bligaciones de enseñanza... (20) Entodas mis publicaciones he aspiradoa proceder con absoluta imparciali-dad , de modo que me sorprendiósobremanera y me repugnó haber si-do acusado de no haber producidootra cosa que una apología de Gali-leo. En realidad, esta acusación ata-

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ca profundamente mi integridadcientífica como un estudioso y unprofesor. En el entero curso de mispublicaciones y mis clases, puedodecir que siempre he sentido comomi obligación dejar hablar a la ver-dad y estar libre de cualquier obstá-culo creado por ignorancia o parcia-lidad; y también en mi estudio deGalileo, creo no haber fallado en mipropósito, que es el propósito decualquier persona honesta.

… He trabajado en el tópicopor más de tres años, venciendo con-siderables dificultades, leyendo lasobras y correspondencia de Galileoy obras sobre él con el más firmepropósito y objetividad; y creo quepuedo afirmar, sin presumir, que co-nozco a Galileo mejor que aquellosque me critican, quizás sin haber leí-do la totalidad del manuscrito; puesme doy cuenta que no es agradableleer un manuscrito tan estrechamen-te argumentado como el mío… Ellosse me oponen con la dificultad yasuperada de que Galileo no había a-vanzado una prueba conclusiva parasu sistema heliocéntrico. Yo sabíaeso muy bien; pero la teoría tradicio-nal entonces prevalente en las escue-las no tenía tampoco pruebas en sufavor... En el documento que Ud. me

leyó, algunas sentencias de mi librofueron mencionadas en mi contra.No me hubiera negado a bajarle eltono o a modificar algunas expresio-nes que ellos deseaban corregir, yen verdad lo hubiera hecho gustosa-mente; pero respecto de las que fue-ron mencionadas, las había escritoprecisamente con el fin de distinguirclaramente las responsabilidades delos consultores de 1633 de las de a-quellos de la Iglesia y de la propiaInquisición; no es mi culpa si aque-llos consultores aparecen habiendoperdido credibilidad hoy día, comotodos lo saben. En cuanto a los otroscomentarios que Ud. me leyó, Ud.sabe que yo no entendí muy bien eltenor de algunos de ellos, y en estemomento ni me acuerdo de algunosotros;(21); por otra parte, no puedoocupar más de su precioso tiempoen una materia personal mía. De to-dos modos siento haber desperdicia-do tanto de mi tiempo sin gananciaen un trabajo con el que me he sobre-cargado, solamente con el fin de sa-tisfacer a otros. Por favor simpaticeUd. con estas simples palabras mías,y mantenga su preciosa benevolen-cia hacia mí, y esté seguro que yoestoy siempre…(22)

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No es difícil simpatizar con lavíctima de este episodio del AffairGalileo de cuatro siglos de antigüe-dad. Sin embargo, el predicamentode Montini no era cualitativamentediferente de aquel de cualquier edi-tor que ha sometido a arbitraje unmanuscrito y ha recibido una evalua-ción negativa; ningún editor respon-sable podría ignorar tal evaluación.Por supuesto, el editor puede hacermuchas cosas en respuesta, tales co-mo buscar evaluaciones adicionales,dar al autor la oportunidad de res-ponder a las críticas, y así sucesiva-mente. Así, aunque uno quisiera quePaschini hubiera recibido una copiaescrita de la evaluación negativa yque se le hubiera dado el tiempo parareflexionar sobre ella, y quizás res-ponder por escrito, su encuentro conMontini pudiera ser visto como elintento del funcionario de informar-le al autor sobre las críticas y darlela oportunidad de responder.

Una objeción general y crucialfue que el libro de Paschini era unaapología de Galileo. Paschini se de-fendió cogentemente de este cargoelaborando en torno a su apertura demente y objetividad. Podríamos a-gregar que su situación era extraor-dinariamente análoga a la de Galileo

y a la acusación de que su Diálogoera una defensa del copernicanismo.El propio Paschini ha sugerido ensu artículo de 1943 que no fue culpade Galileo si los argumentos geoki-néticos eran más fuertes que los geo-estáticos. Todo lo que podía esperar-se de alguien que discutiera la cues-tión era que presentara todos los ar-gumentos en favor tanto de la tesisgeokinética como de la geoestática,que hiciera un honesto esfuerzo deentenderlas, y que las analizara ade-cuada y correctamente; a menos queuno estuviera impedido de evaluarlos argumentos respectivos, unaconclusión se seguiría en el sentidode que un lado es más fuerte o queellas son casi igualmente fuertes. Nohay nada objetivo o imparcial en de-cir que ellas son igualmente fuertessi en realidad no lo son. La honesti-dad le exigía a Galileo indicar queel geokineticismo era más fuerte queel geoestaticismo, así como la ho-nestidad le exigía a Paschini decirlo que creía -que la condenación deGalileo había sido errónea y que élfue, en realidad, un modelo de reli-giosidad.

Otra crítica al libro de Paschinise originó en la afirmación de queGalileo no aportó una demostración

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concluyente del copernicanismo.Este era un argumento proclerical«standard» que había germinado ha-cía tanto tiempo como la carta de Be-llarmino al padre Foscarini (1616),y que podía seguirse a través de au-tores tales como el informe del Con-sultor Lazzari (1757) y el sumariode Olivieri del Affair Settele (1829c). Al responder que la falta de unademostración concluyente se aplica-ba incluso con mayor fuerza al geo-centrismo, Paschini estaba plantean-do un punto cada vez mejor estable-cido; había sido planteado en la pro-pia respuesta de Galileo a Bellarmi-no(23) y podía ser seguido a travésde autores tales como Auzout(1665),la lección de Gemelli (1842b), el ar-tículo del propio Paschini (1943), yel recuento de Socorsi (1947).

La única otra objeción especí-fica que puede inferirse de esta cartaes que presumiblemente Paschinihabía sido demasiado duro al criticara los consultores de 1633. Si se latoma literalmente, tal objeción se re-feriría a los tres consultores, quienesen 1633 escribieron evaluaciones, a-firmando que en el Diálogo Galileoclaramente defendía el movimientode la Tierra, y estuvo muy cerca deafirmarlo.(24) Pero quizás el punto

se propuso incluir también a los con-sultores de 1616, quienes estimaronel copernicanismo como contrario alas Escrituras, hereje, y filosófica-mente falso y absurdo. En cualquiercaso, la respuesta de Paschini seña-laba que al ser duro con los consulto-res, él estaba disminuyendo la culpade la Iglesia como un todo, y sobrela Inquisición como una institución.No lo dijo explícitamente, pero lasimplicaciones proclericales de tal re-versión de la culpa eran obvias. Aun-que tal línea defensiva no era origi-nal de Paschini, ciertamente era unaparte bien establecida de las defen-sas tradicionales; de modo que debióhaber sido apreciada por Montini yotros funcionarios.

Unos pocos días después de ha-ber escrito la carta a Montini, Pas-chini le escribió, a su amigo Vale,acerca del mismo encuentro y elmismo problema. Esta carta está fe-chada el 15 de mayo de 1946:

[72] Déjeme que le cuente loque ha estado ocurriendo con mi Ga-lileo. Luego de haber solicitado unaresolución de las más altas autorida-des (desde que pensé que ellas esta-ban deliberadamente dilatando el a-sunto por demasiado tiempo), Mon-

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señor Montini (quien está muy enmi favor) me mandó a buscar y meleyó una especie de decisión delSanto Oficio; como Ud. sabe él ha-bía querido ver el manuscrito bajoel pretexto de examinar lo apropiadoy la manera de publicación. Dijo quemi obra era una apología[73] de Ga-lileo; hizo algunos comentarios deunas pocas de mis sentencias; objetóque Galileo no había dado las prue-bas de su sistema (el sofisma habi-tual); y concluyó que la publicaciónno era apropiada. El manuscrito mefue devuelto. No hubo condenacióno censura en mi contra, aparte de loque acabo de decir. A partir de todasestas indicaciones, he llegado a lafirme convicción que en realidad,desde el comienzo mismo, el SantoOficio no quiso en lo absoluto talpublicación. La Pontificia Academiade Ciencias lo quiso; el Santo Padrelo aprobó; pero no el Santo Oficio;este último estuvo muy feliz de en-contrar un pretexto para dejar queel asunto fuera desechado. Lamentéque el Padre Gemelli tuviera tan po-ca visión y que no haya actuado enabsoluto como un caballero! Imagí-nese que yo, que nunca he sido unapólogo de nadie, haya podido serlode Galileo! Sin embargo, esperarque yo debiera hablar mal de él sólo

para complacerlos es algo completa-mente distinto; Yo nunca haré tal co-sa. Si hace siglos ellos cometieronun gran error (y ese no fue el único),¿debemos hoy cometer deshonesti-dad? !Y pensar que me han pedidouna y otra vez que sea objetivo, im-parcial, etc.! Es tan claro como laluz del día que los jesuitas y los do-minicanos perdieron credibilidad eneste affair, y no les gusta que nadiese los diga. Sin embargo, quizás e-llos no estuvieron directamente in-volucrados (en realidad, yo no séquien leyó mi manuscrito); a lo me-jor la causa es el prejuicio de quelos superiores siempre tienen la ra-zón, especialmente cuando están e-quivocados, como dijera alguien. Demodo que he trabajado por tres añospara llegar a este lindo resultado, yademás para ganarme la fama de serincapaz de hacer lo que se suponedebía hacer. Le respondí a MonseñorMontini por carta (como él había su-gerido), de manera que quedara al-gún registro de mis pensamientossobre este asunto; y lo hice con algu-na diplomacia pero con firmeza. Seme debe una compensación adecua-da, y veremos qué es lo que se deci-dirá a este respecto. Suficiente porahora.(25)

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Esta carta confirma en generalel recuento y los cargos previos, yagrega dos nuevos e importantes de-talles. El primero es que, aparente-mente, Paschini fue percibido comohabiendo sido demasiado crítico delos jesuitas y los dominicanos. Laqueja acerca de la crítica de los con-sultores mencionados en la carta aMontini se superpone con la presen-te. Aquí se debería destacar que Pas-chini era miembro del clero regular,y no pertenecía a ninguna orden reli-giosa particular. El lenguaje de sucarta refleja la actitud que muchoscuras regulares han desplegado tra-dicionalmente hacia los jesuitas ylos frailes de las órdenes especiales.En su libro, Paschini no tuvo ningu-na contrición en criticar a los jesui-tas y a los dominicanos, y ahora noiba a cambiar sus afirmaciones paracomplacerlos a ellos, a sus simpati-zantes y partidarios. Esto refleja asíuno de las más duraderas divisionesal interior de la Iglesia Católica, quele impide ser la institución monolíti-ca imaginada por algunos.

El otro detalle importante en lacarta refleja el mismo punto. Estacarta deja claro que había tres insti-tuciones que llegaron a estar involu-cradas en el proyecto del libro dePaschini: la Pontificia Academia de

Ciencias, el Secretariado del EstadoVaticano, y el Santo Oficio (o Inqui-sición). Paschini confesó a su amigoque aunque tuvo el apoyo de los dosprimeros, el tercero se le opuso. Pre-sumiblemente incluso el Papa PíoXII estaba personalmene en su favor,pero como cabeza de la Iglesia él nopodía, simple o arbitrariamente, im-ponerse por sobre los elementos o-puestos de la burocracia. La buro-cracia tenía sus propios procedi-mientos que debían ser respetados.Tales limitaciones al poder de un Pa-pa son análogas a aquellas que serevelaron en el affair Settele en1820, aunque al final el affair tuvoun resultado progresista, pero de do-ble filo.

En algún momento después desu encuentro con Montini, Paschiniconsiguió reunirse con Ottaviani, elasesor de la Inquisición. Entre el 4y 5 de Julio de 1946 escribió sobreesta reunión a su amigo Vale:

[77] Te puedo decir que fui lla-mado por Monseñor Ottaviani acer-ca de mi Galileo; he sido notificadode ello por mis superiores, (26) ElCardenal Marchetti Selvaggini, aquien había expresado mis quejassobre el asunto y quien, por supues-

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to, ha mostrado muy poco entusias-mo en representación mía. Ottavianipropuso comprarme el manuscritopara compensarme por el daño quehe sufrido al no ser publicado mi li-bro. Inmediatamente dije que no;que no tenía intenciones de permitirque se perdiera el fruto de tres añosde intenso trabajo, pues una vez quehubiera vendido el manuscrito éstehabría terminado en las entrañas deuna bodega y nadie volvería a oirnuevamente de él. Además, aunqueno dije esto, sabía que ellos queríanreducirlo todo al silencio con apenasunas pocas liras. Dije francamenteque arreglaría la publicación de miobra cuando y en la manera que con-siderara apropiada. Se me dijo inme-diatamente que ellos querían por lomenos ser notificados de esto. Lesrespondí que podría hacer eso, peroque permanecía profundamente de-silusionado de que se me tratara deesa manera, después de haber aco-metido un trabajo que nunca hubierapensado en hacer y que acepté sólodespués de que el Padre Gemelli,con la aprobación del Papa, me reite-rara la invitación de la Academia deCiencias. Agregué que sabía muybien que me estaba metiendo en ungran embrollo. Cometí la falta de ce-der no a mi ambición, sino a los lla-

mados que se me hicieron basadosen la seriedad de mis investigacio-nes; en aquel momento se me dijoque ellos estaban buscando un estu-dioso que fuera juicioso y equilibra-do y quien clarificaría la personali-dad de Galileo como un científico yun cristiano. Hice lo posible para ac-tuar de acuerdo con esta confianza,y ahora se me dice que he tomadodemasiado partido con Galileo, loque es absolutamente falso. Cierta-mente yo no podría, con el fin decomplacer a aquellos que tienen in-tereses creados, falsificar los resul-tados de mi búsqueda. Esto es, yono podría repetir lo que ha sido he-cho por el Padre Müller con un librotan vergonzoso como el suyo(27),porque uno debe tener el valor dedecir la verdad incluso cuando resul-ta ser amarga.(28) De otra parte, a-gregué, si se hubiera considerado a-propiado introducir en el manuscritoalgunas clarificaciones y algún a-blandamiento del lenguaje, nuncame hubiera opuesto a hacerlo, mien-tras uno se mantuviera dentro de loslímites de la honestidad histórica;porque no pretendí ser infalible. Seobjetó que yo me había basado de-masiado en fuentes y estudios italia-nos, y que en el extranjero pudierahaber algunos que tuvieran [78] re-

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31GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

servas al respecto; respondí que losextranjeros siempre han tenido pre-juicios en contra nuestra, no sólohoy sino también en tiempos de Ga-lileo, e incluso antes; además, lasfuentes eran en su mayoría italianas,y que no era mi falta que así fuera.Finalmente, se me dijo que se temíaque alguna afirmación que yo hicie-ra pudiera ser transformada en unaacusación probada en contra delSanto Oficio; respondí que este te-mor me asignaba demasiada impor-tancia, y observé que reflejaba la vi-sión de alguien que debió haber esta-do viviendo en la luna, y que no ha-bía peligro de que esto pudiera ocu-rrir a causa de mi obra; por otro lado,que habían muchas acusaciones encontra del celebrado tribunal, y quemi investigación al menos tenía elmérito de que trataba de poner lascosas en su lugar, es decir, bajo suverdadera luz. Esto es, en resumen,lo que él me dijo. Al final MonseñorOttaviani me preguntó si acaso habíaalguien en quien yo confiara para unnuevo examen del asunto; yo propu-se al Padre Cordovan, que no era unhistoriador profesional, pero era unhombre inteligente y juicioso, y quehabía escrito para L’osservatore unartículo que no me desagradó. Elrespondió que transmitiría la infor-

mación; ha transcurrido más de unasemana sin que se haya escuchadonada; pero uno no debiera apresurar-se; ni tampoco he escuchado nadadel Padre Gemelli; aunque uno pue-de entender que quiera lavarse lasmanos luego de meterme en el em-brollo. Naturalmente, por ahora nodiga nada a nadie acerca de esto; loescribí para Ud. de modo de no olvi-darme yo mismo acerca de él.

P.S. Anoche en una reunión via Monseñor Angelo Mercati, quienme dijo que en lo referente a mi a-sunto su hermano el cardenal no tie-ne el propósito de concederles la vic-toria a «aquella gente»…(29)

Esta reunión con Ottaviani su-giere que la situación era todavíafluída. La Inquisición pareciera des-plegar alguna flexibilidad, como lomuestra su disposición a considerarun arreglo financiero y una reevalua-ción del manuscrito por lectores adi-cionales. Y Paschini pareciera [i-gualmente] flexible cuando expresósu disposición a bajarle el tono a al-gunas de sus afirmaciones, aunquese opuso a llegar a un compromisoen materias sustantivas. Esta cartarevela, también, algunas críticas adi-cionales al manuscrito de Paschini,a las que nuevamente él respondiócogentemente.

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A pesar de la aparente flexibili-dad del asesor de la Inquisición (Ot-taviani), el favor aparente del Subse-cretario de Estado del Vaticano(Montini), el patrocinio original porla Academia de Ciencias, y el apoyoinicial del propio Papa, el libro nofue publicado en aquel momento. El8 de agosto de 1846, Montini le in-formó a Paschini por carta que elSanto Oficio había archivado el a-sunto; que el Secretariado de Estadoestaba reconfirmando la no publica-ción y cerrando el caso; y que a Pas-chini se le pagaría la suma de 20 milliras en compensación por sus gas-tos, su obra, y sus problemas (juntoa un monto desconocido dado pre-viamente).(30)

El manuscrito de Paschini per-manecería inédito por el resto de suvida, y él se mantuvo en silencio a-cerca del asunto. Sin embargo, norecibió ninguna reprimenda formal,y su carrera continuó avanzando asu previamente modesto paso. Porejemplo, sirvió de Editor en Jefe dela Enciclopedia Católica. Esta posi-ción le permitió incluso volver a e-xaminar el tópico, porque Paschinifue el autor de la entrada sobre Gali-leo en el volumen 5, que aparecióen 1950; pero fue un ensayo auto-censurado, puramente descriptivo y

no polémico.(31) Paschini murió endiciembre de 1962.

16.2 "Rehabilitando"a un historiador:La edición dela Academia Pontificiadel Galileo de Paschini (1964)

En su última voluntad y testa-mento, Paschini nombró a su ex a-lumno Maccarrone como herederolegal de su manuscrito sobre Gali-leo. En 1963 Maccarrone hizo un in-tento de hacerlo publicar acercándo-se a todas las oficinas e institucionescon las cuales su mentor tratara dosdécadas antes. Comenzó con el Sub-secretario de Estado del Vaticano,quien lo estimuló. Luego buscó unaopinión del Decano de Historia dela Iglesia en la Jesuita UniversidadGregoriana de Roma, cuyo juiciofue también favorable. A continua-ción Maccarrone se aproximó a laPontificia Academia de Ciencias, laque pareció interesada en publicarel libro con ocasión del cuarto cente-nario del nacimiento de Galileo (en1564); y comisionó al jesuita BelgaEdmond Lamalle para que hicieralas revisiones apropiadas, pusiera aldía y editara el libro. Maccarronetambién contactó al Santo Oficio,

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33GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

que no puso objeciones a su publica-ción, pero que tenía algunas reservasacerca de su falta de novedad y la o-portunidad de su aparición. El 31 dejulio de 1963 tuvo una audiencia conel Papa Pablo VI (el ex Subsecreta-rio de Estado, Montini), y le informóde los pasos que había dado. En elotoño de 1963, el Papa reconvocóal Concilio Vaticano II, que habíasido inaugurado por Juan XXIII; al-gunas de sus discusiones se enfoca-ron en las relaciones entre la Iglesiay el mundo, la libertad de la investi-gación científica, y la condena deGalileo; y pronto se hizo manifiestoque la publicación del libro de Pas-chini fue considerada como apropia-da y útil en el contexto de estas dis-cusiones. (32)

El 15 de febrero de 1964,L’Osservatore Romano dedicó unapágina entera a la conmemoracióndel aniversario 400 del nacimientode Galileo.(33) El 4 de marzo, elSanto Oficio dio su aprobación in-condicional para la publicación dellibro de Paschini, dejándole a la A-cademia la tarea de su corrección ypublicación. En el verano Lamallehizo sus revisiones al manuscrito dePaschini. El 2 de octubre de 1964se publicó el libro, en la serie Scripta

Varia de la Academia, como volú-menes 1 y 2 de los tres volúmenesde Miscellanea Galileiana, con una«Nota Introductoria» de Lamalle. El13 de noviembre se realizó la pre-sentación del libro en la librería ro-mana «Paesi Nuovi», con palabrasde Luigi Firpo, Paolo Brezzi, y Da-niel O’Connell.(34)

La introducción de Lamalle nocontó la historia del libro de Paschi-ni, pero declaró que en el cuarto cen-tenario de 1964, la Academia estabatratando de ponerse al día, lo que ha-bía sido imposible en el tricentenariode 1942, en razón de la SegundaGuerra Mundial. Sin embargo, «des-de que en el intertanto el autor hafallecido, a la considerable edad de85 años (el 14 de diciembre de1962), sin haber revisado su manus-crito, el presidente de la Academiale pidió al autor de estas líneas en-cargarse de ver qué necesitaba la o-bra póstuma de Monseñor Paschinide modo que pudiera ser publica-da.»(35)

Luego de esta introducción asu introducción, Lamalle dedicó lamayor parte de ella a la discusiónde las debilidades de la obra de Pas-chini.(36) Primero, el libro fue escri-

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to dos décadas antes, y la historiade la ciencia ha hecho un considera-ble progreso desde entonces. Segun-do, Paschini estaba escribiendo fue-ra de su especialidad, que era la his-toria de la Iglesia en el siglo XVI.Tercero, él se apoyó exclusivamenteen la Edición Nacional de las obrascompletas de Galileo de Favaro(1890-1909), descuidando así otrasimportantes fuentes. Cuarto, el mé-todo de Paschini era el del análisistextual y la cita. Quinto, él se apoya-ba en Favaro no sólo para la docu-mentación, sino también «para su e-rudición, sus puntos de vista, y parala clase de problema que él formula-ría.» (37) Finalmente, el resultadode todo esto fue «ver los hechos, enespecial aquellos referentes a cues-tiones controversiales, sólo a travésde los ojos de Galileo y sus discípu-los.»(38)

A continuación Lamalle proce-de a discutir brevemente sus propiasprácticas editoriales. Primero, no ha-bría sido apropiado modificar laperspectiva del libro. Tampoco hu-biera sido apropiado un segundo li-bro con copiosas y extensas notas.Sostuvo que «nuestros cambios, tan-to en el texto como en las notas, hansido deliberadamente muy discretos;

y se limitaron a correcciones que nosparecieron ser indispensables y a unmínimo de actualización de la bi-bliografía». (39)

Las observaciones históricas i-niciales de Lamalle son sorprenden-temente engañosas, tanto por la omi-sión de la verdadera historia, comopor culpar a la Guerra de la no publi-cación del libro. Pero quizás uno nodebiera ser tan duro con Lamalle,quien no tuvo acceso a los documen-tos que registran la historia. Además,la publicación no se originó con élsino con la Academia y otros de susfuncionarios, de modo que él no fuemás que su encargado.

La mayor parte de la introduc-ción de Lamalle, en la que se discu-ten las debilidades de la obra de Pas-chini, pudiera interpretarse como u-na justificación subtextual de la nopublicación original, y de las ulterio-res revisiones editoriales. No obs-tante, en la sección final Lamalle in-dicó que habría sido imposible e im-propio para él escribir enteramentede nuevo el libro, y entonces que susrevisiones han sido menores y míni-mas. En aquel momento no había ra-zón para dudar de su palabra.

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Mientras tanto, durante el Se-gundo Concilio Vaticano, se produjoun movimiento por la rehabilitaciónde Galileo. En marzo de 1964 el do-minico francés Dominique Dubardedirigió una petición al Papa, apoya-da por muchos científicos y acadé-micos, por una «solemne rehabilita-ción de Galileo»;(40) el Papa envióla petición a la Inquisición, la quedecidió (el 15 de mayo) que ellosya habían actuado en el asunto al a-probar para su publicación el manus-crito de Paschini. (41) Sin embargo,el affair Galileo se encontraba tam-bién en la agenda formal del Conci-lio.(42)

El tópico fue discutido en co-nexión con la cuestión de la relaciónentre la Iglesia y la Cultura, y de laautonomía de la ciencia en particu-lar. Varios delegados propusieronque la Iglesia reconociera oficial-mente la condenación de Galileo co-mo un error, y que éste fuera rehabi-litado. Uno de estos partidarios deGalileo fue el Padre André Charrue,Obispo de Namur (Bélgica).(43) O-tro fue el cardenal Suenens, arzobis-po de Mechlin, que incluye la Uni-versidad de Lovaina, Bélgica, fue ci-tado diciendo: «les ruego, Padres,que no tengamos un Nuevo juicio a

Galileo. Uno es suficiente para la I-glesia.»(44) En la sesión del 4 de no-viembre de 1964, Arthur Elchinger(Obispo ayudante de Strasbourg)discutió lo que él llamó la «trágicaincomprensión» de los científicospor parte de la religión, expresadaen muchos casos, de los cuales elaffair Galileo ha llegado a ser el sím-bolo; de manera correspondiente, larehabilitación de Galileo simboliza-ría efectivamente que la Iglesia hallegado a adoptar la actitud adecuadaante el problema: «La rehabilitaciónde Galileo por parte de la Iglesia se-ría un acto elocuente, si se realizaramodesta pero correctamente. Tal de-cisión, si fuera adoptada por la su-prema autoridad de la Iglesia, no po-dría dejar de redundar en su propiobeneficio, desde que con tal acciónrecuperaría ésta la confianza delmundo contemporáneo y le haría ungran servicio a la causa de la culturahumana.» (45)

Como resultado de tales discu-siones, el 11 de febrero de 1965 seinsertó una referencia a la condena-ción de Galileo en el borrador delinforme de uno de los comités, quefue preparado para su aprobaciónpor el Concilio, y que dice: «Que senos permita deplorar ciertas actitu-

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des mentales que son ajenas a unasaludable investigación científica,las cuales en los siglos pasados semostraron visibles quizás interna-mente a la propia Iglesia. Dando na-cimiento como lo hicieron a disputasy controversias, estas actitudes men-tales fueron la causa de que muchosterminaran oponiendo ciencia y fecon el más grave daño para ambas.Por otra parte, los errores son fácil-mente comprensibles, dados aque-llos tiempos, y no eran exclusivosde los católicos, puesto que actitudessimilares se encontraban presentesen otras religiones. Aun así, es nece-sario que hagamos lo mejor, hastadonde la fragilidad humana lo per-mita, para que tales errores, por e-jemplo la condenación de Galileo,nunca se vuelvan a repetir.»(46)

Este texto fue discutido en unareunión más general del primero deabril, pero hubo oposición. Algunosdelegados recomendaron que Gali-leo no debiera ser mencionado enabsoluto, y otros sugirieron que seconsultara a expertos. Finalmente,se alcanzó un compromiso: la men-ción explícita de Galileo en el textosería eliminada, pero se agregaría u-na nota en referencia al libro de Pas-chini. Las actas de aquellas reunio-nes contienen las siguientes notas a-

breviadas que revelan las razonessubyacentes al compromiso: «Gali-leo.- Inoportuno hablar de esto enel documento.- No forcemos a la I-glesia a decir: Cometí un error. Elasunto debiera ser juzgado en el con-texto del tiempo. En el libro de Pas-chini todo es dicho bajo la verdaderaluz. «(47)

El creador y la fuerza tras elcompromiso fue Monseñor Parente,quien era el vicepresidente de aquelcomité; pero él era también el asesordel Santo Oficio quien, aunque noopuesto a la publicación del manus-crito de Paschini, había expresadoreservas en 1963, cuando Maccarro-ne se le aproximó.(48) Las razonespara este cambio de opinión no sonclaras, pero ameritarían una ulteriorreflexión luego de que se descubrióque la edición Vaticana de 1964 delmanuscrito de Paschini fue adultera-da, acerca de lo cual diremos poste-riormente algo más.

Después de otras discusionesy aprobaciones en varias sesiones,aquel compromiso encontró su ca-mino en la declaración oficial finaldel Segundo Concilio Vaticano, laconstitución Gaudium et Spes apro-bada el 7 de diciembre de 1965. La

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redacción del pasaje relevante fue:«Uno puede, por lo tanto, lamentarlegítimamente actitudes que se en-cuentran algunas veces incluso entrecristianos, por una insuficiente apre-ciación de la correcta autonomía dela ciencia, que ha llevado a muchagente a concluir, a partir de los desa-cuerdos y controversias que tales ac-titudes han provocado, que hay unaoposición entre la fe y la cien-cia.»(49) Y hay una nota al pie a estepasaje que dice: «Cf. Pío Paschini,Vita e Opere di Galileo, 2 Vols., Ciu-dad del Vaticano, Pontificia Acade-mia de Ciencias, 1964.»(50)

Maccarrone, el ejecutor litera-rio de Paschini, interpretó esta citacomo una reivindicación póstuma yun triunfo para Paschini, indicandoque «el raro privilegio de una men-ción específica en la constitución fi-nal del Concilio, único entre los au-tores del siglo XX, a excepción delos Papas, ha conferido sobre él unacorona de eterna gloria.»(51) Mac-carrone argumentó también que estareferencia a Paschini fue una mejorrespuesta de la Iglesia ante el proble-ma de Galileo que «rehacer el juiciode Galileo, como algunos propusie-ron y otros lo requirieron despuésdel Concilio.»(52) Su razón fue que

«esto habría sido anacrónico e inú-til,»(53), mientras que la obra dePaschini representó «la superaciónde la posición apologética que haprevalecido en tanta historiografíacatólica, especialmente en la delica-da cuestión de Galileo.»(54)

Es incuestionable que Paschinirecibió una reivindicación personal,tanto mediante los infatigables es-fuerzos de su fiel discípulo Macca-rrone, como de la convergencia delas circunstancias histórico-mundia-les del Concilio Vaticano Segundo.Sin embargo, respecto de las impli-caciones historiográficas más gene-rales del affair Paschini, la estima-ción de Maccarrone resultó ser másirónica que profética. Cuán irónicafue esta estimación será aparenteluego que examinemos qué se hizocon el manuscrito original en la edi-ción vaticana de 1964 del Galileode Paschini.

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16.3Adulterando la historiografía:La recuperación por Bertolladel genuino Galileo (1978).

En 1978 se realizó una confe-rencia en Udine para conmemorarel centenario del nacimiento de Pas-chini, cuyas actas fueron publicadasal año siguiente. (55) Como uno hu-biera esperado, varias contribucio-nes (aunque no todas) estuvieron de-dicadas a la historia de la obra dePaschini sobre Galileo.(56) Por e-jemplo, Maccarrone contribuyó conel relato al que ya nos hemos referi-do y que concluye con la reivindica-ción recién citada. Además, la oca-sión ofrecía una perfecta oportuni-dad a los especialistas para estudiarel material de los archivos que se en-contraban en o cerca de Udine. Unconjunto de tales materiales era lacorrespondencia entre Paschini y suamigo Giuseppe Vale, quien vivía enUdine, mientras Paschini vivía enRoma. Ellos intercambiaron un totalde 877 cartas, (57) y yo he utilizadoya dos de ellas, fechadas el 15 demayo y el 4 y 5 de julio de 1946,que contienen información crucialacerca de la no publicación originalde la obra de Paschini.

La biblioteca del Seminario deUdine contiene el manuscrito origi-nal del libro de Paschini. Maccarro-ne, quien lo recibió en herencia, lodonó a la biblioteca luego de que ellibro fue publicado. Uno de los parti-cipantes en la conferencia, PietroBertolla, decidió examinar el ma-nuscrito original de Paschini y com-pararlo con el libro publicado. Losresultados fueron sorprendentes.

Ya se sabía, a partir de la intro-ducción de Lamalle a la edición dela Academia del libro de Paschini,que el editor había hecho algunoscambios. El número de cambios noera muy grande, cerca de 100 en unlibro de dos volúmenes de más de700 páginas; (58) muchos de loscambios eran menores y pudieran fá-cilmente ser clasificados como loque normalmente se entiende por[modificaciones]editoriales. Sin em-bargo, muchas de las enmiendas deLamalle cambiaron, parcial o total-mente, los juicios de Paschini. Estoscambios usualmente involucrabancuatro tópicos. En relación a Aristó-teles y los jesuitas, los cambios lebajaron el tono a las observacionesnegativas de Paschini y agregaronjuicios favorables. En cuanto a losprecursores y rivales de Galileo, los

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39GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009

cambios tuvieron el efecto de dismi-nuir la novedad, originalidad e im-portancia de la obra de Galileo. Res-pecto de la interacción de Galileocon la Inquisi-ción, los cambios ha-cen aparecer a ésta bajo una mejorluz, y a Galileo bajo una peor. Final-mente, en unos pocos casos, loscambios no sólo alteraron completa-mente los juicios de Paschini, sinoque también los revirtieron, al vol-verlos en lo opuesto de lo que Pas-chini había dicho. Examinemos losmás significativos de tales cambios.

Uno de éstos ocurre en la dis-cusión de Paschini en torno a losprocesos tempranos en contra de Ga-lileo (1613-1616), donde Paschinicomenta las opiniones sobre las rela-ciones entre la interpretación escri-tural y la investigación científica,expresadas en las cartas de Galileoa Castelli y a Cristina de Lorena. Ensu manuscrito Paschini ha escrito losiguiente: «En este respecto, es inne-gable que él [Galileo] expuso losprincipios correctos, mientras quelos teólogos aparecen preocupadosde preservar las reglas de lo que paraellos se ha hecho tradicional a travésdel Escolasticismo. Así, sus oponen-tes tomaron sus palabras seriamentey provocaron una decisión por parte

de aquellos mismos teólogos que,dado el contexto, podía sólo ser laque describiremos a continuación.Por lo tanto, no fue Galileo quientrasladó el debate científico al cam-po escritural, sino que fueron los pe-ripatéticos en alianza con los teólo-gos (como ha ocurrido a menudo),quienes así lo hicieron.»(59)

Como hemos visto (capítulos8.3 y 13.4 del libro referido), la cues-tión de quién introdujo primero lahermenéutica escritural dentro de ladiscusión astronómica era un asuntocrucial, porque tuvo consecuenciasacerca de cuál de los dos lados sus-cribió una mala teología (usando LasEscrituras como una autoridad astro-nómica) y carga con la responsabili-dad por el desastre de 1616. El pasa-je correspondiente en el libro impre-so se lee así: [317] En este respecto,es innegable que en general Galileoexpone los principios correctos, estoes, aquellos que prevalecieron mástarde entre los exégetas católicos.Pero sería completamente ahistóricocalificar la actitud de los teólogosque rechazaron sus conclusiones co-mo simple miopía intelectual o por-fiado apego a la tradición. Ellos esta-ban en realidad equivocados, perono eran ignorantes; habían recibido

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la mejor educación entonces dispo-nible y habían consultado, cuandofue necesario, los más conocidos es-pecialistas; por ejemplo, como he-mos visto, esto fue hecho por unhombre tan inteligente como Bellar-mino, quien era libre y abierto. Ade-más, la preocupación de defender laveracidad de las Sagradas Escriturasen todas sus declaraciones (y no sólolas declaraciones de fe y moral) eraen sí misma justificada y digna deelogio, tanto como lo era la defensade la robusta tradición que se apoya-ba en los Padres de la Iglesia y sobrela gran Escolástica. Para permitir u-na interpretación de un pasaje de LasEscrituras (hoy día uno hablaría de«género literario») diferente del sen-tido literal, que siempre tiene la pre-sunción [en su favor], la razón debeser conclusivamente valedera. Des-de que uno estaba tratando con elsistema físico del mundo, tal conclu-sividad podía sólo derivar de segu-ros descubrimientos experimentales.[318] Similarmente, para abandonarlas deducciones peripatéticas en lainterpretación del mundo físico, lasque estaban favorecidas por el hechode que correspondían a experienciassensibles inmediatas, los filósofosrequerían una prueba experimentalde que tales experiencias eran inade-

cuadas. Bellarmino había dicho ex-plícitamente que si se aportaranpruebas verdaderas de la inmovili-dad del Sol y de la rotación de laTierra, uno tendría «que procedercon gran cuidado» en la interpreta-ción de las Sagradas Escrituras.(60)Ahora, con respecto a estas conclu-sivas pruebas experimentales quelos teólogos estaban demandando,Copérnico no las dio, y Galileo lasprometió pero fue incapaz de apor-tarlas. Ahora sabemos que estas in-tuiciones eran correctas (dejando delado tesis particulares) y anticipó laposibilidad de demostración. En estasituación, una vez que el debate fuellevado al campo escritural, la deci-sión sólo podía ser la que describire-mos aquí. Galileo se defendió connotable habilidad y claridad, pero es-tas cualidades no fueron suficientespara salvarlo.(61)

El texto publicado y editadopor Lamalle admitía que Galileo es-taba en lo correcto, y sus opositoresteológicos estaban equivocados, res-pecto de los principios teológicos dela interpretación escritural; y estaadmisión corresponde al texto dePaschini. Pero Lamalle ha agregadouna cualificación, con la intenciónde justificar el error de los teólogos;

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ellos eran altamente educados, bieninformados y bien intencionados, ytenían buenas razones; estas razonesse derivaban del hecho de que Gali-leo carecía de pruebas concluyentesdel movimiento de la Tierra, y el pe-so de la prueba se encontraba del la-do de los proponentes de una inter-pretación no literal de los pasajesgeoestáticos de las Escrituras. Co-rrespondientemente, Galileo no te-nía buenas razones para sus correc-tos principos hermenéuticos.

Estética y lógicamente, unopuede quizás admirar la elegancia dela cualificación de Lamalle. No con-tradecía formalmente la afirmaciónde Paschini, pero agregaba otra di-mensión a la discusión, una dimen-sión que es relevante e incluso muyimportante. Esto es, en una situacióncontroversial como la del affair Gali-leo, es importante distinguir dos sen-tidos de estar en lo correcto o estarequivocado. Primero, uno puede es-tar en lo correcto (o equivocado) conrespecto al contenido sustantivo dela afirmación que uno hace, o lacreencia que uno tiene; en este senti-do Galileo estaba incuestionable-mente en lo correcto tanto acerca dela afirmación física (heliocentrismo)como acerca del principio metodoló-

gico (negación de la autoridad cien-tífica de las Escrituras). Segundo, u-no puede estar en lo correcto (o equi-vocado) acerca de las razones queuno tiene para sostener lo que sostie-ne, o tener la creencia que tiene; yclaramente es lógicamente posible,y en realidad empíricamente común,que la gente tenga creencias correc-tas por razones equivocadas, ocreencias equivocadas apoyadas enbuenas razones. Lo que Lamalle es-taba tratando de hacer fue poner aGalileo en la categoría anterior(creencias correctas por razones e-rróneas) y a sus opositores teológi-cos en la última (creencias equivoca-das apoyadas por buenas razones).

Luego de tal apreciación estéti-ca y lógica, quisiera sin embargo ar-gumentar, primero, que la interpreta-ción de Lamalle es sustantivamenteinsostenible. Pero éste no es el lugarpara elaborar este argumento.(62)La cuestión más importante aquí essi acaso era éticamente propio paraLamalle, como editor, agregar unacualificación que apuntaba en la di-rección opuesta al propósito del au-tor original. Y esta cuestión debe serjuzgada a la luz de dos factores. Elprimero es la historia previa del ma-nuscrito; esto es, la publicación del

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libro fue rechazada anteriormenteporque Paschini no estuvo dispuestoa cambiar sus tesis pro-galileanas,como la que está en cuestión aquí;así podemos concluir con seguridadque Paschini no habría aprobado es-ta cualificación. El segundo factorfue el completo silencio de Lamalleacerca de tales cambios, excepto porlas observaciones que hace en la in-troducción, que no mencionan pun-tos específicos; esto es, en el libropublicado Lamalle no dio ningunaindicación de cómo, y cuánto, élcualificó y qué agregó al juicio origi-nal de Paschini.

Otro ejemplo de un cambio i-nadmisible se refiere a la discusiónde Paschini acerca de la estimacióndel copernicanismo por parte de losconsultores (de febrero de 1616), co-mo siendo teológicamente hereje oerróneo, y filosóficamente falso yabsurdo. Luego de citar el informede los consultores, Paschini se hapreguntado qué razones pudieronhaber llevado a esta estimación filo-sófica. Para responder esta pregunta,él creyó que no podría hacer nadamejor que citar a un defensor y parti-dario clásico de aquella estimación,Riccioli: «No conocemos las razo-nes que motivaron a la Santa Con-

gregación a condenar la opinión delmovimiento de la Tierra y la inmovi-lidad del Sol como filosóficamentefalsas y absurdas. Pero si se nos per-mite hacer una suposición, quizás e-llas tengan que ver con esto: filoso-fando físicamente, y no antojadiza-mente como si se estuviera tratandocon una posibilidad matemática ometafísica, uno debiera basar lasconclusiones acerca del movimientoy reposo natural de los cuerpos enla evidencia de las sensaciones; aho-ra, por universales y constantes ex-periencias sensibles la totalidad dela especie humana está facultada pa-ra afirmar que el Sol se mueve y quela Tierra permanece inmóvil.»(63)

En su manuscrito, Paschini hacomentado: «Sería realmente difícilimaginar una razón más infantil, pe-ro era una de esas comunes en aqueltiempo.»(64) Este comentario no a-parece en libro publicado; en cambiohay una nota al pie del pasaje deRiccioli que se lee así:

Este argumento pudiera pare-cer infantil a alguien que lo saca desu contexto histórico. Pero toca elquid del conflicto, en el que hubouna confrontación entre dos clasesde razonamientos y de dos tipos de

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experiencias. Para la antigua físicaaristotélica, la experiencia era unaforma rudimentaria dada por el con-tacto diario de los sentidos con losobjetos y formulada en el lenguajeordinario; era aproximadamente lade los niños de hoy, antes de que sefijara directamente por las adverten-cias de los adultos o el estudio de lafísica. Como dice R. Lenoble: «Enla época de Galileo eran los adultosquienes concebían el mundo comolo hacen los niños de hoy.» Aquellaexperiencia desapareció, para serreemplazada por la moderna expe-riencia científica (rotulada incorrec-tamente como baconiana), la quesustituye las percepciones espontá-neas por los experimentos; éstos sonproducidos y reproducidos, cuantita-tivos y ya no cualitativos, y así ellosson sometidos al rigor de los contro-les matemáticos y a la utilización deinstrumentos que se hacen progresi-vamente más delicados con el fin decompensar las inadecuaciones de lossentidos. Esta nueva experiencia es-taba invadiendo la escena, pero toda-vía provocaba muchas objeciones.Cf. R. Lenoble, «Histoire de la Pen-sée Scientifique», en Histoire de laScience, op. cit., pp. 467-471. (65)Lenoble muestra muy bien como,para los peripatéticos de aquella é-

poca, las proposiciones citadas eran«filosóficamente absurdas».(66)

El efecto de la eliminación deljuicio de Paschini y la inserción dela nota de Lamalle fue el reemplazode una evaluación negativa de un ar-gumento tradicional por una apre-ciación positiva del mismo. Hay quereconocer que la evaluación de Pas-chini fue un desechamiento a la rápi-da sin apoyo justificatorio, mientrasque la evaluación opuesta de Lama-lle estaba apoyada en un no despre-ciable argumento. Sin embargo, unavez más, nuestra sensibilidad estéti-ca y el juicio lógico se regocijan portal clarificación y estimación del ar-gumento anticopernicano a partir dela senso-experiencia; pero nuestrosentido ético resulta rebajado anteel engaño de presentar al autor origi-nal como diciendo aquello que elpropio editor quiere decir (en unasituación donde las dos cosas son o-puestas una a otra). En otras pala-bras, si Lamalle estuviera escribien-do su propio libro, o presentando uncomentario sobre el libro publicado,tales adiciones y sustituciones seríaninobjetables. Pero Lamalle y la Aca-demia Pontificia simularon estarpresentando y publicando la propiaobra del autor muerto. Aquí debe

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destacarse que hubiera sido entera-mente posible y propio para ellos pu-blicar intacto el manuscrito original(con la excepción de correcciones‘meramente’ editoriales de errorestipográficos y otros semejantes), yluego poner un segundo conjunto denotas (además de las del propio Pas-chini), en las cuales Lamalle hicieratodas las «correcciones» que quisie-ra. ¿Por qué no se hizo esto?

En vez de tratar de responder aesta pregunta, procedamos a exami-nar otras de las más importantes dis-crepancias. Al final de su discusiónde la primera fase del Affair Galileooriginal, Paschini comentó: «Así ter-minó lo que fue impropiamente lla-mado el primer juicio a Galileo. Di-go impropiamente porque las dili-gencias, que habían comenzado conuna denuncia en su contra y de susescritos, dejaron fuera a su personay sus escritos con el fin de ser dirigi-das en contra de la doctrina coperni-cana y de conducir a una condenaen un decreto pronunciado con unaligereza que era completamente inu-sual de parte del austero tribunal. Loque es peor es que nunca se revisóaquel decreto con un examen de máspeso. Los peripatéticos habían gana-do y no querían desprenderse tan

pronto de su victoria. En cuanto aGalileo, fue silenciado por medio deun mandamiento judicial, como sedice en terminología legal.» (67).

En el párrafo correspondientedel libro publicado, en vez de la se-gunda y tercera frases de este pasaje,uno encuentra la siguiente: «Digoimpropiamente porque las diligen-cias, que habían comenzado con unadenuncia en su contra y en contrade sus escritos, dejaron fuera a supersona y sus escritos con el fin deser dirigidas en contra de la doctrinacopernicana y arribaron a su conde-na en un infortunado decreto; estedecreto aparece sorprendente hoy,considerando que vino de tan equili-brado como austero tribunal, pero nodebería ser sorprendente si lo consi-deramos en el contexto de las doctri-nas y el conocimiento científico deaquel tiempo.»(68)

En el manuscrito original, Pas-chini había dicho que el decreto anti-copernicano de 1616 era descuida-do, lo que era suficientemente malo;pero [afirmar que] no fue nunca cui-dadosamente reexaminado, era in-cluso peor. En el libro publicado, La-malle hace decir a Paschini que aun-que el decreto fue desafortunado, no

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era característico de la Inquisicióny comprensible en el contexto histó-rico. Mientras el cambio en este casono es desde una aserción a su opues-to, lo es desde una estimación en sumayor parte desfavorable, a una ensu mayor parte favorable.

A partir de los ejemplos dadoshasta ahora, uno esperaría encontrarcorrecciones cuestionables adicio-nales en la discusión del proceso de1633. En realidad, en su manuscrito,Paschini ha avanzado su juicio finalacerca de la condenación de Galileo:«Así se llega a una conclusión de loque fue el verdadero proceso a Gali-leo. En cuanto a la responsabilidad,uno puede decir francamente que‘las personas que son más culpablesante los ojos de la historia son losdefensores de una escuela anticuadaque vio el cetro de la ciencia esca-pándose de sus manos y no pudo so-portar que los oráculos que salíande sus labios ya no fueran religiosa-mente escuchados, y entonces ellosutilizaron todos los medios y todaslas intrigas para recuperar para susenseñanzas el crédito que estabanperdiendo. Uno de los principalesmedios usados fueron las Congrega-ciones y su autoridad, y la falta deestas últimas fue haber permitido ser

así utilizadas.’ «(69) Y Paschini indi-có que su cita fue tomada de la Re-vue d’Histoire Ecclesiastique, volu-men 7, 1906, página 358.(70)

En el pasaje correspondientedel libro publicado uno encuentra encambio esta estimación: [548] Asíllegó a su conclusión lo que fue elproceso de Galileo. Con el fin de noformarse una idea completamenteinexacta de él, uno debe tener cuida-do de no incluir en el relato certezasy puntos de vista que han triunfadosólo en los siglos siguientes. A causade no haber tomado en cuenta talesadvertencias, en los siglos XVII yXVIII uno fácilmente hubiera creídoque Galileo suministró deslumbran-tes pruebas de sus teorías y que susjueces cerraron sus ojos para no ver-las; así todo es reducido a una luchaentre el genio y la ignorancia y elfanatismo.(71) «Sin embargo, se es-taba tratando con una gran lucha,pues involucró un drama de la men-te. La razón científica dio un atrevi-do paso, aunque sin aportar pruebasdecisivas; y tan gigantesco paso ne-cesitaba una recombinación de lasimágenes familiares que estaban co-nectadas a la representación del Uni-verso, tanto en la mente del científi-co como en la del hombre de la ca-

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lle.[549] Si admiramos la grandezadel sabio que arriesgó todo por el é-xito de sus intuiciones, uno tambiéndebe comprender que hombres conuna formación diferente no podíanarriesgarse en la aventura (y esa erasu gran responsabilidad).» Lo quefue erróneo fue hacerse más tarderígido en la posición equivoca-da.(72)

Una nota al pie indicaba quela cita fue tomada de una obra de1957 de Robert Lenoble, que habíasido citado antes.(73) Entonces sedeclara que «los viejos esquemashan sido arrastrados a nuestro siglo».(74) y como un ejemplo se cita elpasaje que Paschini había citado ensu manuscrito del artículo de 1906para la Revue d’Histoire Ecclesiasti-que. (75) La nota al pie concluye que«ningún historiador serio podría sus-cribir aún simplificaciones de estetipo».(76)

Aquí la intervención editorialde Lamalle consigue lo siguiente. Elmanuscrito de Paschini concluye surecuento del proceso a Galileo sus-cribiendo un juicio publicado porDelannoy en una revista francesa en1906: la culpa de condena de 1633fue adjudicada a los profesores tradi-

cionales de filosofía natural (quienesestaban defendiendo su territorio ymonopolio), a la congregación delIndex y a la Inquisición (quienes per-mitieron ser explotados por aquellosprofesores). El libro publicado citóel mismo juicio con el fin de dese-charlo como anticuado, sobresimpli-ficado, y ahistórico; a cambio endor-só el juicio de Lenoble de 1957, deque la condena de Galileo fue el re-sultado de una lucha entre una con-cepción del mundo familiar y esta-blecida, y una nueva y osada, en mo-mentos en que los desacuerdos erannaturales, inevitables y legítimos; yel texto pareciera sugerir que el ver-dadero error vino más tarde, con lossubsecuentes intentos de defender laconcepción de mundo equivocada.

Aunque la interpretación apo-yada por Lamalle contiene una im-portante y perceptiva contribuciónpara una entera comprensión delaffair Galileo, uno puede cuestionarsi acaso la visión más antigua defen-dida por Paschini es tan inadecuadae inútil como Lamalle la hace apare-cer. Sin embargo, el punto importan-te a enfatizar es que incluso si la vi-sión de Lamalle fuera la correcta yla de Paschini la incorrecta , uno aúntendría que cuestionar el derecho del

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editor a hacer el cambio y a hacerlode manera tan silenciosa. En reali-dad, y de modo suficientemente pa-radójico, parece que mientras másse acercaba Lamalle a lo correcto,en la sustancia y los méritos del a-sunto (es decir, la interpretación, ex-plicación y estimación de la condenade Galileo), más éticamente inco-rrecto estaba en el aspecto editorial,porque el reemplazo silencioso dela interpretación incorrecta por lacorrecta, introdujo un elemento derepresentación falsa del autor edita-do y publicado.

A pesar de lo que Lamalle ha-bla en su introducción acerca de laimpropiedad de volver a escribir ellibro de Paschini, él lo reescribió; oal menos reescribió el recuento dePaschini del affair Galileo. Esto es,Lamalle reescribió el libro de Pas-chini no tanto desde el punto de vistacuantitativo, como desde el punto devista cualitativo de los puntos clavesy las tesis cruciales. Que no haya to-mado el crédito por los cambios pu-diera ser visto como un signo de mo-destia, pero si así fuera fue una falsay mal ubicada modestia. Dada laprevia supresión del manuscrito, laúnica cosa correcta por hacer habríasido dejar intactas las aparentemente

incorrectas interpretaciones y esti-maciones, y agregar nuevas notas e-ditoriales denunciando las supuestaslimitaciones de las opiniones de Pas-chini.

Como fue mencionado más a-rriba, las adulteraciones del manus-crito de Paschini en el libro publica-do fueron denunciadas por primeravez en 1978, en la Conferencia delCentenario, y publicadas al año si-guiente en el volumen de Actas. Des-de entonces la mayoría de los estu-diosos están de acuerdo en que lasenmiendas de Lamalle fueron im-propias; en realidad ellos han conde-nado dicha práctica. (77) Unos po-cos han tratado de defender su legiti-midad.(78) Incluso otros agravan laadulteración original con el silencio,en el contexto de referirse al textopublicado de Paschini; esto es, citana Paschini como una autoridad paraapoyar sus propias afirmaciones, sinmencionar que lo que están citandono son el realidad los juicios de Pas-chini, sino las enmiendas de Lama-lle.(79)

No podemos proseguir con estacontroversia en proceso acerca de u-na reciente controversia (el affairPaschini, 1941-1979) que [a su vez]

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es parte de la controversia moderna(el affair Galileo, 1633-1992) acercade la controversia original (el proce-so a Galileo, 1613-1633). Pero daréla última palabra a Maccarrone, unode los defensores de Lamalle y dela edición Vaticana del libro de Pas-chini. Como hemos visto, Maccarro-ne fue el discípulo de Paschini quelo reemplazó en sus cursos mientraséste investigaba su libro desde 1942a 1944; él heredó el manuscrito ytuvo éxito en hacerlo publicar de lamanera oficial y celebratoria que he-mos visto; él llegó a ser el biógrafode Paschini;(80) y él hizo a Lamallerevisar el borrador original de su in-troducción para hacerla menos críti-ca. Así, la devoción de Macarronepor Paschini no puede ser cuestiona-da, de modo que uno podría pregun-tarse (por lo menos retóricamente),si Maccarrone no se quejó por lasrevisiones de Lamalle del libro dePaschini, ¿por qué debiera hacerloalguien más?

Refiriéndose a la denuncia delos cambios de Lamalle, Maccarro-ne afirmó que «tal documentaciónno constituye en absoluto un acto deacusación en contra del editor, sinomás bien prueba su vasto conoci-miento de la materia y de la historia

de la ciencia en la época de Galileo.»(81) Respecto de la última enmiendadiscutida más arriba, Maccarronedesaprobó la observación de Lama-lle de que «ningún historiador seriopodría defender todavía simplifica-ciones de este tipo.» (82) Sin embar-go, Maccarrone replicó que «no eslegítimo gritar que es una falsifica-ción y molestar a Cicerón y a LeónXIII. Los ‘historiadores serios’, aquienes el Padre Lamalle se está re-firiendo, serán capaces de juzgar porsí mismos»(83) Maccarrone tambiénrechazó explícitamente la acusaciónde Piero Nonis de que la revisión deLamalle fue «un filtro equivalente auna verdadera manipulación, dañinadesde el punto de vista científico, ymoralmente ilícita»; (84) para Mac-carrone «la comparación del textooriginal y el del libro publicado lepermite a cualquiera que así lo desee‘establecer la verdad’ sobre aquelpunto.»(85)

No me impresiona la defensade Maccarrone, pero ahí está, paralos historiadores serios, juzgar porsí mismos.

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NOTAS

1. Hay tres ediciones del libro, todas conla misma paginación: la primera (Pas-chini 1964a) comprende volúmenes 1 y2 de los tres volúmenes de MiscellaneaGalileiana, y es la única que incluye unaintroducción de Lamalle; la Segunda(Paschini 1964b) es una edición separa-da en dos volúmenes, sin la introducciónde Lamalle pero aparte de eso idénticaa la primera; ambas fueron publicadaspor la Academia Pontificia de Cienciasy tienen paginación continua entre elprimero y segundo volumen; la tercera(Paschini 1965) fue editada por MicheleMaccarrone con una introducción suyay es una reimpresión faximilar de las e-diciones anteriores, en un solo volumeny con los errores tipográficos corregi-dos.2. Mi recuento se basa en Atti del con-vegno di studio su Pio Paschini nel cen-tenario de la nascita 1979; Bertolla1979; Blackwell 1998a, 361-366;Brandmüller 1992b, 20 n 27; Fabris1986, 8-10; Fantoli 1996, 503-5, 523-528; Lamalle 1964; Maccarrone 1979a,b; Nonis 1979; Simoncelli 1992; Tam-burini 1990, 128-29. Otras Fuentes e-senciales son los manuscritos de Paschi-ni depositados en la biblioteca del Semi-nario de Udine, especialmente el manus-crito original de su libro sobre Galileoy su correspondencia con su amigo Giu-seppe Vale; yo no he consultado dichosmanuscritos sino que me he apoyado enlos esfuerzos de estos estudiosos (espe-

cialmente Bertolla, Maccarrone y Si-moncelli), según se encuentran en susobras publicadas.3. Maccarrone 1979a, 49.4. Maccarrone 1979a, 52.5. Broderick 1987, 566; Ghiberti 1992,218.6. Simoncelli 1992, 19.7. Simoncelli 1992, 208. Para tales detalles, véase Maccarrone1979a, 49-60.9. Maccarrone 1979a, 64; para mayoresdetalles acerca de los puntos menciona-dos en este párrafo, véase pp. 60-71.10. Simoncelli 1992, 2311. Simoncelli 1992, 34-38; para másdetalles acerca de otros puntos mencio-nados en este párrafo, véase Maccarrone1979a, 71-75.12. Simoncelli 1992, 39; cf. Paschini1940.13. Traducido desde el texto italiano dePaschini 1941, según fue transcrito y pu-blicado por Bertolla (1979, 175-176) delos manuscritos de Paschini en la biblio-teca del Seminario de Udine.14. Cf. Mercati 1942; Paschini 1942;Blumemberg 1987c, 371.15. Bertolla 1979, 176 n.2.16. Maccarrone 1979a, 78; Simoncelli1992, 59-60.17. Maccarrone 1979a, 78.18. Para ulteriores detalles acerca de loshechos resumidos en este párrafo, véaseMaccarrone 1979a, 78-79; Simoncelli1992, 59-79.19. Para más detalles, véase Maccarrone1979a, 79-84; Simoncelli 1992, 59-79.

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20. Aquí, y en el resto de esta carta, laselipses se encuentran en el texto publica-do por Maccarrone (1979b, 202-3).21. Aquí Maccarrone declara entre pa-réntesis que «en el manuscrito la últimacláusula está borrada» (1979b, 203).22. Traducido desde el texto italiano dePaschini 1946a, según fuera transcritoy publicado por Maccarrone (1979b,202-3). Versiones algo menos abrevia-das de esta carta fueron citadas, tam-bién, por Maccarrone (1979a, 82-83 n.112) y Simoncelli (1992, 70-710), peroel texto que yo he citado y traducido a-quí está también abreviado.23. Cf. «Consideraciones acerca de laopinión copernicana», de Galileo, espe-cialmente parte 3, secciones 6-7, en Fa-varo 5: 368-369 y Finocchiaro 1989, 85.24. Cf. Favaro 19: 348-60; Finocchiaro1989, 262-76.25. Traducido del texto italiano de Pas-chini 1946b, según fuera transcrito y pu-blicado por Simoncelli (Milan: Franco-Angeli, 1992), 72-73, de los manuscri-tos de Paschini en la biblioteca del Se-minario de Udine; una versión abreviadade esta carta fue impresa por Bertolla(1979, 180-81).26. El Cardenal Francesco MarchettiSelvaggini fue el supervisor Vaticano dela Universidad Laterana (o SeminarioRomano) del cual Paschini era Presiden-te; cf. Simoncelli 1992, 76.27. Cf. Müller 1909a,b, 1911, y capítulo13.4.28. Cf. Paschini 1943 y capítulo 14.2

29. Traducido desde el texto italiano dePaschini 1946c, según fue transcrito ypublicado por Simoncelli (Milan: Fran-coAngeli, 1992), 77-78, de los manus-critos de Paschini en la biblioteca delSeminario de Udine; una versión abre-viada de esta carta fue impresa por Ber-tolla (1979, 181-82).30. Maccarrone 1979b, 204; Simoncelli1992, 79.31. Paschini 1950; Cf. Simoncelli 1992,100-101.32. Maccarrone 1979a, 87-88; Simon-celli 1992, 128-39; Fantoli 1996, 525-26 n. 41.33. Fenu 1964;Gusdorf 1969, 1:133-34;Masi 1964; Maccarrone 1979a, 88 n.28.34. Para más información sobre los a-contecimientos reportados en este párra-fo, véase Maccarrone 1979a, 88-90; Si-moncelli 1992, 109-39; Fantoli 1996,526-27; Beltrán Marí 1998, 95.35. Lamalle 1964, viii.36. Aparentemente la introducción pu-blicada fue un borrador revisado, desdeque el primer borrador de Lamalle dabauna estimación incluso más negativa ysevera de la obra de Paschini, y Macca-rrone la objetó; cf. Maccarrone 1979b,212-13 n. 130.37. Lamalle 1964, xii.38. Lamalle 1964, xii.39. Lamalle 1964, xiii40. Fantoli 1996 (528 n. 42), 2001 (734n. 2). Para más información relevante,véase Koven 1980.41. Fantoli 1996 (529 n.44), 2001 (734n. 2).

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42. Para el recuento que sigue, me apo-yo fuertemente en Maccarrone 1979a,90-93, que fue publicado también enMaccarrone 1979b, 214-18; véase tam-bién Beltrán Marí 1998, 99-100; Black-well 1998a, 361-66; Fantoli 1996, 505-6, 529-31; Gusdorf 1969, 1:133; LeMonde (Paris), 31 Octubre 1964; Ma-yaud 1997, 297-98; Simoncelli 1992,128-39.43. Cf. Mayaud (1997, 297), quien re-fiere al Acta Synodalia SacrosanctiConcilii Oecumenici Vaticani Secundi(Roma 1975), I, iii,145.44. Cf. Gusdorf (1969, 1: 133), quiencita de Le Monde (Paris) del 31 de Octu-bre de 1964.45. Citado por Maccarrone (1979a, 91)del Acta Synodalia Sacrosancti ConciliiOecumenici Vaticani Secundi (Roma1975), vol. 3, tercer período, parte 6:sesiones generales 112-118, en sesión114, 4 de Noviembre de 1964, pág. 268.46. Citado aquí de Fantoli 1996, 528-29, donde el pasaje es traducido del ori-ginal latino citado por Maccarrone(1979a, 91), quien lo citó de los archivosdel Concilio Vaticano Segundo.47. Citado por Maccarrone (1979a, 92)de los archivos del Concilio VaticanoSegundo.48. Maccarrone 1979a, 88; Simoncelli1992, 35-36.49. Citado aquí de Blackwell 1998a,365; cf. Maccarrone (1979a, 92-93),quien cita el texto latino de ConciliumOecumenicum Vaticanum II: Constitu-tiones, Decreta, Declarationes (Ciudad

del Vaticano), pág. 731, número 31; cf.Simoncelli (1992, 137-38), quien tradu-ce el pasaje al italiano de «ConstitutioPastoralis de Ecclesia in Mundo HuiusTemporis», in Acta Apostolicae Sedis:Commemoratium Officale, 1966, 59:1025-1120, en pág. 1054.50. Maccarrone 1979a, 93; Simoncelli1992, 138.51. Maccarrone 1979b, 218.52. Maccarrone 1979b, 217. En la notan. 141 de esta página, Maccarrone escri-bió que en 1967 Paulo VI, en conexióncon la cuestión de la beatificación delcientífico danés Nicolaus Steno (1638-1686), estuvo considerando reabrir elproceso a Galileo; el Papa consultó dosveces a Lamalle acerca de esta idea yrecibió una recomendación negativa; cf.también Maccarrone 1979a (88), 1979b(210 n. 127); Simoncelli 1992, 138-39.53. Maccarrone 1979b, 217.54. Maccarrone 1979b, 218.55. Atti del convegno di studio su PioPaschini nel centenario della nascita1979.56. Bertolla 1979; Maccarrone 1979a;Nonis 1979.57. Bertolla 1979, 173.58. Bertolla 1979, 185-208.59. Citado por Bertolla (1979, 193-94),quien lo transcribe de la pág. 385 delmanuscrito de Paschini depositado enla biblioteca del Seminario de Udine.60. Para el punto de Bellarmino, véaseFavaro 12: 172; Finocchiaro 1989, 68;y capítulos 5.2 y 14.3. En este punto, ellibro impreso (Paschini 1965, 318 n.70

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[pero en realidad n. 71] tiene una notaal pie que contiene algún material desfa-vorable a Galileo; Bertolla (1979, 193-95) no dice nada acerca de esta nota alpie; de modo que aunque el contenidodesfavorable sugiere que esta nota al piefue agregada por Lamalle, uno tendríaque consultar el manuscrito original dePaschini para poder estar seguro.61. Paschini 1965, 317-18; cf. Bertolla1979, 193-95. Vale la pena repertir aquíque la paginación es idéntica para lastres ediciones del libro de Paschini(1964a,b,1965); sus textos son tambiénidénticos, excepto por algunos errórestipográficos corregidos por Maccarroneen Paschini 1965.62. Véase, por ejemplo, Finocchiaro1980, 1986a, 1997.63. Citado por Paschini (1965, 339) deRiccioli 1668, 33.64. Citado por Bertolla (1979, 196) dela pág. 412 del manuscrito del libro dePaschini depositado en la biblioteca delSeminario de Udine.65. Esta obra parece ser Lenoble 1957.66. Paschini 1965, 339-40 n. 53. Es e-nigmático que en su comparación, Ber-tolla (1979, 196) haya mencionado laomisión en la frase de Paschini, pero noindica que el libro publicado incluyó es-te comentario de Lamalle en una notaal pie.67. Citado por Bertolla (1979, 196) dela pág. 413 del manuscrito del libro dePaschini depositado en la biblioteca delSeminario de Udine.

68. Paschini 1965, 341; cf. Bertolla1979, 196.69. Citado por Bertolla (1979, 203) dela pág . 666 del manuscrito del libro dePaschini depositado en la biblioteca delSeminario de Udine.70. Esto es, Delannoy 1906, que era uncomentario de Vacandard 1905b; cf. Si-moncelli 1992, 125 n. 58.71. Hemos visto que la visión de Voltai-re (capítulo 6.3) se acercó bastante a es-ta caricatura.72. Paschini 1965, 548-49; cf. Bertolla1979, 203-4.73. Lenoble 1957, 475-76; cf. Paschini1965, 549, y Bertolla 1979, 204.74. Paschini 1965, 548 n. 41; cf. Berto-lla 1979, 204.75. Citando pág. 338, que es un errortipográfico y debiera haber sido p. 358;cf. Delannoy 1906; Bertolla 1979, 203;Paschini 1965, 549 n. 41; y Maccarrone1979b, 212-13 n. 130.76. Paschini 1965, 549 n.41; cf. Bertolla1979, 204.77. Beltrán Marí 1998, 95-99; Black-well 1998a, 364-65; Fabris 1986, 8-10;Nonis 1979, 168-69 n. 1; Simoncelli1992, 109-28.78. Maccarrone 1979b, 212-13 n. 130;Tamburini 1990; Brandmüller 1992b,20 n.27.79 Simoncelli 1992, 142-43, expresa es-ta queja legítima, y menciona varios e-jemplos, uno de las cuales es Zoffoli1990.80. Además de Maccarrone 1979a, véa-se Maccarrone 1963.

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81. Maccarrone 1979b, 213 n. 130.82. Citado en Maccarrone 1979b, 213n. 130 de Paschini 1965, 549 n.41.83. Maccarrone 1979b, 213 n. 130. AquíMaccarrone no da ninguna luz acercade aquello a lo que se está refiriendorespecto de León XIII, pero él probable-mente tenga en mente la afirmación con-tenida en su Encíclica SaepenumeroConsiderantes, en el sentido de que «laprimera ley de la historia es no atreversea decir ninguna falsedad, y luego atre-verse a decir toda la verdad.» (citadoen Jaugey 1888, 7).84. Nonis 1979, 168 n. 1.85. Maccarrone 1979 b, 213 n. 130.

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Luis ALBORNOZ

ONTOLOGÍA Y EMERGERGENCIA EN LATOUR,

UNA LECTURA DE LA ESPERANZA DE PANDORA.

I. Introducción

El objetivo del presente traba-jo, es analizar las categorías de «e-mergencia» y «ontología» en el plan-teo constructivista del último La-tour, tal como aparecen en su obra«La esperanza de Pandora»1. Para e-llo, es relevante reseñar (brevemen-te) el contexto histórico-filosóficode su elaboración, así como las lí-neas principales de la evolución desu pensamiento.

Se suele señalar que en la histo-ria de la filosofía de la ciencia, la«Estructura de las revoluciones cien-tíficas» (Kuhn, 1962), cerró un pe-ríodo crítico con relación al paradig-ma neopositivista, que tenía su uni-dad de análisis en las teorías científi-cas. Y que inició un período de infle-xión, caracterizado por la aperturaa otros estudios de la ciencia, comopor ejemplo, los estudios históricosy sociológicos.

Los estudios sociológicos enparticular, tenían un antecedente in-mediato en la obra de Merton, quetenía como objeto de estudio, a las

instituciones científicas y a la emer-gencia de los contenidos considera-dos «erróneos» (excluyendo por tan-to, el análisis de los contenidos con-siderados «verdaderos»).

La escuela de Edimburgo (Bar-nes, Bloor), calificó este programacomo «débil» y por contraposición,elaboró un «programa fuerte» de es-tudios sociológicos del conocimien-to científico, cuyo objetivo pretendíaser un análisis descriptivo y empíri-co de todos los contenidos, entendi-dos como el conjunto de las creen-cias colectivas e institucionalizadasde los científicos (por tanto, unaperspectiva exclusivamente gnoseo-lógica).

Y desde ahí, se articuló en tor-no a cuatro principios metodológi-cos: a) causalidad (referido a lascondiciones que dan lugar a lascreencias); b) imparcialidad (conrespecto a la verdad/falsedad, éxito/fracaso, racionalidad/irracionalidadde las creencias); c) simetría (en elsentido, que los mismos tipos decausas deben explicar las creenciasfalsas y las verdaderas); d) reflexivi-

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dad (tal que estos mismos principiosdeberían aplicarse a la sociologíamisma)2.

Los estudios antropológicos oetnográficos de la ciencia (que sonlos que caracterizamos propiamentecomo constructivismo), nacen comouna ruptura frente a este programa,por dos discrepancias principales.En primer lugar, referido al objetode estudio: el abordaje descriptivoy empírico no de las creencias, sinode la práctica científica en los labo-ratorios, tomada como nueva unidadde análisis (crítica de la aplicacióndel principio de la reflexividad).

En segundo lugar, por el objeti-vo de «pasar de un principio de si-metría restringido, a un principio desimetría generalizado»3. Esto impli-caba un tratamiento simétrico de laactividad de la sociedad (nivel gno-seológico) y de la actividad de la na-turaleza (nivel ontológico), en elconjunto de un «único mundo socio-natural».

Implicaba también, el trata-miento simétrico de un objeto nue-vo: «el colectivo de los humanos yde los no-humanos»4 (que compren-dían tanto a los objetos «naturales»,como a los objetos «artefactuales»).

En la obra de Latour (como unreferente paradigmático de esteconstructivismo), se pueden diferen-ciar (esquemáticamente), dos perío-dos. En una primera etapa5, planteaque la «realidad artefactual» de estemundo «socio-natural», supone unacceso a la naturaleza que no es di-recto, sino siempre mediado desdela sociedad y sus productos. Esto setraduce en que los objetos o «he-chos» científicos, son reales en lamedida en que son a la vez, construi-dos en una práctica de laboratorio.

En esta construcción intervie-nen, en un colectivo, la agencia no-humana y la agencia humana, queestá motivada tanto por interesescognitivos, como por intereses so-cio-políticos, todos los cuales se tra-ducen en decisiones.

Los «hechos» se construyen enel laboratorio, mediante un procesode producción, cuyas condicionesmateriales y contingentes, se «olvi-dan» (y tergiversan) luego de obteni-do un resultado. Esa producción sepuede caracterizar como una prácti-ca discursiva de «estabilización delos enunciados», cuya metamorfosisva de una primera división enuncia-do/hecho a una inversión final, don-de el «hecho» adquiere la prioridad,

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frente a la cual el enunciado debemantener una relación de «corres-pondencia»6.

En la última etapa (la de Pan-dora), por un lado, estos postuladosse mantienen y se explicitan aúnmás. Por otro lado, parece trasladarla relevancia de las prácticas lingüís-ticas-discursivas, a las prácticas delas interacciones y mutuas transfor-maciones, entre todos los actores in-tervinientes en el proceso de produc-ción del conocimiento científico(por ejemplo, ya no se refiere tantoa la «estabilización de los enuncia-dos», como al proceso de «estabili-zación de las entidades»).

Para situar el marco general dela obra, que sirva de referencia paraeste trabajo, es necesario presentaruna reseña de su contenido, en lo quesea relevante, para el análisis y dis-cusión de las concepciones referidasde emergencia y ontología.

«exterior» (la naturaleza), un mundo«interior» (la mente) y un mundo«social» (la sociedad).

El capítulo 2, parte de un estu-dio de campo (de laboratorio), pararelevar el «modelo canónico bipo-lar» del pacto moderno, que consisteen la separación de un polo material(la naturaleza) y un polo formal (ellenguaje social). Tal que entre ellos(y debido al «olvido» de todas lasmediaciones del proceso de produc-ción de «ambos» mundos), se creauna distancia que debe ser salvada,siempre en forma problemática, porla teoría de la correspondencia.

Frente a este modelo, Latourplantea un «modelo alternativo» deun mundo «socio-natural» unifica-do. En este modelo, la referencia nose establece por la correspondencialenguaje-mundo, sino como una «re-ferencia circulante», entendida co-mo aquella que se construye a travésde toda la serie de transformaciones,que ocurren en el proceso de produc-ción del conocimiento. Estas trans-formaciones son «traducciones», esdecir, desplazamientos y mediacio-nes recíprocas de los agentes, paraconstruir nuevas «conexiones».

El capítulo 3, parte del análisisde un caso histórico de la ciencia(Joliot, 1939), para plantear la elimi-

II. El planteo de Pandora

El capítulo 1 refiere, al origende un «pacto moderno» (a partir deDescartes), que instaura las dicoto-mías en la concepción de lo «real».Estas dicotomías se pueden expresarcomo la separación entre un mundo

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nación de la dicotomía, entre la pers-pectiva externalista e internalista.Esto a su vez implica, la unión (elentretejido, la no demarcación) entreepistemología y ontología, que enparticular supone, la interacción yla mutua transformación entre agen-tes humanos y no humanos.

Esta interacción implica cincoactividades o «bucles»: la moviliza-ción del mundo (los no humanos einstrumentos en general), la autono-mización (el colectivo de los parescientíficos como instancia de valora-ción y reconocimiento), las alianzas(políticas y estratégicas), la repre-sentación pública (referida a la so-ciedad civil) y los vínculos-nudos(que es el bucle central y refiere alo que tradicionalmente se denomina«contenido conceptual»). Según La-tour, el modelo canónico «moder-no», borra todas estas mediacionesdel proceso, para presentar el pro-ducto científico exclusivamente re-ferido al contenido conceptual.

En el capítulo 4, parte del aná-lisis de otro caso histórico de la cien-cia (Pasteur, 1857), para plantear elproceso por el cual, mediante las in-teracciones de los bucles y medianteel trabajo del científico en el labora-torio, un actante no humano (el fer-

mento), transforma su estatus inicial(una sustancia química) en su estatusfinal (un micro-organismo bio-quí-mico). Este proceso de «estabiliza-ción de la entidad» (del fermento),consiste en las sucesivas transforma-ciones y traducciones recíprocas en-tre los distintos actantes: el propiofermento, Pasteur, el laboratorio, laAcademia de los pares, etc.

Desde el punto de partida co-múnmente aceptado (Leibig), Pas-teur va «siendo conducido» a elabo-rar una narración diferente (un tex-to), que intente dar cuenta de lo queestá «aconteciendo» en el laborato-rio (la escena, el contexto), para in-tentar convencer (el pre-texto) a otroactante (la Academia). Es una histo-ria, que narra una situación (la «e-mergencia» de la entidad-fermento),totalmente impredecible, contingen-te y mediada por múltiples determi-naciones materiales (el laboratorioy todos sus instrumentos).

En el capítulo 5, Latour planteaque según su modelo alternativo, enla descripción de ese «acontecimien-to» (categoría que recoge la interac-ción de los agentes y que se diferen-cia por tanto, de «descubrimiento»),no rige el criterio de demarcaciónpropio del modelo moderno. Estecriterio, separa la naturaleza sin his-

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toria (propia de los agentes no-hu-manos «naturales») y la sociedadcon historia (propia de los agenteshumanos y sus artefactos). En sumodelo alternativo no existe tal se-paración ni demarcación, sino uncontinuo mundo socionatural quepor tanto, tiene historia y es él mis-mo, una construcción histórica.

De este modo, la controversiaacerca de si la fermentación es pro-ducida por un micro-organismo(Pasteur) o por generación espontá-nea (Pouchet), puede ser abordadasimétricamente, en la medida en queambos desarrollan la misma estrate-gia, tratando de articular y mantenerunidos la mayor cantidad de actan-tes. Pero con la diferencia, que elsintagma (el número de elementoscoherentes en una asociación) dePouchet es decreciente, mientrasque el de Pasteur es creciente y seva estabilizando. Este proceso histó-rico trae como resultado contingen-te, la emergencia y la «existencia re-lativa» de la nueva entidad (el fer-mento)7.

En el capítulo 6, Latour desa-rrolla su noción del «colectivo» hu-manos-no/humanos en un mismo«pliegue». A través de un ejemplo(muertes por armas de fuego), plan-tea que el pacto moderno oscila en

una disyuntiva materialista (las ar-mas matan) o sociologicista (la gen-te mata), ambas falsas, porque en sumodelo, por la mediación técnica(como interferencia, como composi-ción, como pliegue espacio-tempo-ral y como mediación entre signos-cosas), la responsabilidad es del co-lectivo de los actantes. Su propósitoes «evitar el uso de la distinción su-jeto-objeto, y en cambio, hablar delpliegue que implica mutuamente ahumanos y no humanos», como unaconsecuencia de la aplicación del«principio de simetría generaliza-do».

Los capítulos 7-8 tratan de losaspectos políticos de la actividadcientífica, especialmente su objetivode silenciamiento de las masas, me-diante la construcción e imposiciónde una ley natural propia de un mun-do exterior a lo humano (y en esesentido, inhumano).-

Finalmente el capítulo 9, pre-senta como su modelo alternativo(de una ontología artefactual o de«factiches»), considera la construc-ción (fabricación) como la causamaterial de la realidad (y autono-mía), tanto de los «hechos» científi-cos, como de las «creencias» menta-les. La eliminación de la dicotomíaentre mundo exterior y mundo inte-

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rior, implica así, un materialismo eli-minativista de la mente8.

Esta posición se reafirma en laobra que nos da el título, que refieresólo al mundo social, dando cuentade su autoconstrucción (reclasifica-ción, identificación) y consecuentemodificación de las conductas de losagentes, desde determinadas «prácti-cas discursivas» (Foucault) y segúntres ejes principales: el conocimien-to, el poder y la ética11. El mundode las «clases naturales» en cambio,queda afuera de este «bucle» de inte-racción y mutua construcción.

Por el contrario, en el planteodel último Latour que analizamos,la clave de comprensión es el «prin-cipio de simetría generalizado» queelimina las dicotomías entre sujeto-objeto, lenguaje-mundo, sociedad-naturaleza, construido-real. No haynada que se pueda llamar «natural»directamente, sino que existe unmundo único de carácter «socio-na-tural», que «elimina las diferenciasentre las cuestiones ontológicas,epistemoló-gicas y sociológicas».Este principio permite según Latour,«escapar a los reduccionismos de lasociedad, del lenguaje y de la natura-leza»12.

Por ejemplo, este principio per-mite comprender el proceso históri-co de estabilización de la nueva enti-dad (fermento), en el laboratorio dePasteur, como un proceso de mutua

III. Una Ontología histórica

Tomamos premeditadamenteeste título de Hacking, porque lacomparación con su planteo, puedeayudar a comprender el de Latour.En una primera etapa, Hacking dise-ña un «realismo pragmático» (prác-tico, científico), cuya ontología secaracteriza por concebir un únicomundo que interactúa: «contamoscomo real, aquello que podemos u-sar para intervenir en el mundo, a-fectando a otras cosas, o aquello queel mundo puede usar para afectar-nos»9.

En una segunda etapa, esemundo único se plantea separado enun mundo natural y un mundo so-cial, según las diferentes concepcio-nes de «clase». Las clases del mundosocial se caracterizan por ser inte-ractivas, es decir «que pueden in-fluir en el comportamiento de aque-llo que clasifican», por lo que llamael «efecto bucle», y producen portanto, una «ontología histórica». Encambio, las clases naturales son in-diferentes, es decir «permanecen i-nalteradas frente a la clasifica-ción»10.

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traducción, asociación o ensambla-je, entre los distintos actantes.

Si la asociación entre texto (na-rración sobre el fermento), contexto(laboratorio con todos sus instru-mentos) y pretexto (para convencera la Academia), es exitosa, la entidademergente se «estabiliza» como re-sultado de ese proceso de «construc-ción», y en esa misma medida, es«real».

Esto es lo que Latour calificacomo «acontecimiento» (para dife-renciarlo de un «descubrimiento»),es decir, como aquello en lo que hayactividad de humanos y no-huma-nos, en un ensamblado cuyo resulta-do es algo más y algo nuevo, en rela-ción a la «lista» previa de los actoresparticipantes (no es una simple com-binación de lo que ya existía)13.

Este «drama ontológico» (co-mo lo califica) requiere de un «dra-ma epistemológico», es decir, de unafigura retórica adecuada, que decuenta de que el «hecho» es «cons-truido» (fabricado), lo que habla dela acción del humano, pero tambiény debido a eso, que el «hecho» esindependiente, autónomo y «real»(no fabricado), lo que habla de la ac-ción del no-humano.

Para ello, Latour contrapone elmodelo del «pacto moderno», al mo-

delo alternativo del «constructivis-mo realista» que plantea. El modelomoderno opera sobre una disyuntivaque establece una exclusión: el he-cho (el fermento) es real o es cons-truido. La primera solución, coinci-de con el realismo ingenuo que niegatoda actividad al humano, más alláde ser «descubridor» del mundo «ex-terior»; la segunda solución, coinci-de con todos los relativismos (y enparticular, le interesa vincularlo conel «programa fuerte»), que niegantoda actividad del no-humano (delmundo).

En cambio, el modelo explica-tivo que propone Latour, afirma a lavez, los dos polos de la aporía, arti-culados en una conjunción que setraduce en una implicación material.El fermento es construido y es autó-nomo, tiene actividad y recibe unaacción externa, es real porque esconstruido. La figura retórica quepuede dar cuenta de esta aparenteaporía, de la emergencia de algonuevo que transforma a todos los ac-tores, es la calificación de cada actorcomo una proposición.

Una proposición es «una pro-puesta (oferta) de articulación (en-samblaje) que las entidades mutua-mente se hacen y deciden» tal quese puede decir que «el fermento pro-

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pone y Pasteur dispone, tanto como,que Pasteur propone y el fermentodispone»14. La actividad científicaconsiste en ese bricolaje (ensambla-do artesanal), que articula las propo-siciones (humanas y no-humanas)en un micro-sistema o red coherentey estable, que permite la emergenciade otras proposiciones, en la medidaen que se puedan asociar (articular,conectar)15. Y esta articulación esposible en la medida, que las propo-siciones del mundo mismo, están ar-ticuladas.

Esa contraposición entre elmodelo moderno articulado sobre u-na dualidad (entendida como dico-tomía y disyunción excluyente) y elmodelo del constructivismo realista(que se diferencia tanto de los realis-mos ingenuos, como de los relativis-mos epistemológicos y ontológicos),radica en que éste afirma a la vez,los dos polos del modelo modernobipolar y excluyente, y los afirmaen una imbricación e implicanciamaterial.

Así, los infinitos actores (hu-manos y no-humanos, par que su-planta a la dicotomía sujeto-objeto),son mutuamente mediaciones o pro-posiciones, para una articulación oasociación, siempre cambiante ycontingente. La referencia de esta ar-

ticulación, es una referencia circu-lante a través de todos los cambiosy traducciones (desplazamientos ysustituciones necesarias para crearlas nuevas conexiones).

Cuando esta articulación se es-tabiliza, se hace «institución», se ha-ce «sustancia» y tiene una «existen-cia relativa» (que lo diferencia de laexistencia, eterna y permanente, delo que «siempre subyace», como esla concepción más tradicional de«sustancia»). Por tanto, esa articula-ción se hace espacio-temporalmen-te, es decir que, se hace en la historiay es histórica: se puede describir laemergencia histórica contingente delcolectivo, a través de todos los cam-bios, sustituciones y conexiones quefueron realizadas para adquirir esa«existencia»16 .

Esta «ontología histórica» es elresultado contingente de un aconte-cimiento, en el que se produce unaasociación de proposiciones cohe-rentes y estabilizadas (institucionali-zadas). En ese proceso de final abier-to, las compatibilidades son un re-sultado histórico, lo que le permiteuna vez más, rechazar la separaciónnaturaleza y sociedad, y remarcar elcarácter histórico de las entidades,en el continuo socio-natural.

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Por otra parte, ese proceso his-tórico de estabilización de las enti-dades, se ve reforzado por el proce-dimiento de la «causalidad retros-pectiva». Frente a la interrogante a-cerca de si los fermentos existen ono antes de Pasteur, el modelo mo-derno operando sobre la disyunciónexcluyente, presenta dos respuestasposibles. Si la respuesta es afirmati-va (los fermentos existieron siem-pre), se niega la actividad de la so-ciedad (del humano) como construc-tora, configurando la posición clási-ca del realismo ingenuo. Si la res-puesta es negativa (los fermentos e-xisten desde Pasteur), se niega la ac-tividad del mundo (del no-humano),configurando la posición de todoslos relativismos (incluyendo al pro-grama fuerte).

El modelo alternativo, permitedistinguir dos dimensiones del tiem-po y de la historia. Por un lado, eltiempo «lineal» que se dirige hacia«adelante», en este caso, desde el si-glo XIX hasta hoy; por otro lado, eltiempo «sedimentario», que se dirigehacia «atrás», en una continua re-vi-sitación, re-interpretación y re-cons-trucción del pasado. En la dimensiónsedimentaria del tiempo, se sucedenla «existencia» exclusiva de la gene-ración espontánea, luego la coexis-

tencia con los fermentos, luego la«existencia» exclusiva de los fer-mentos y así sucesivamente, en una«espiral hermenéutica» que recons-truye el pasado desde los distintospresentes.

El modelo constructivista res-ponde la aporía, afirmando los dospolos a la vez, en una relación causalde implicación material: «despuésde la acción de Pasteur y por ella,los fermentos existieron siempre».Esta aparente paradoja, se compren-de si la existencia es una atribuciónque realiza la sociedad, y que en estecaso, mediante el procedimiento dela causalidad retrospectiva, permite(basándose en indicios empíricos)extender la existencia de los fermen-tos (construidos y autónomos, en elcontinuo histórico socio-natural), a«todo el tiempo»17.

La mutua interacción y trans-formación, en el colectivo humanos-no/humanos, que Latour plantea apartir del análisis de un caso históri-co relevante de la historia de la mi-cro-biología y de la bio-química,puede y debe ser, según el autor, ex-trapolada al conjunto de la actividadcientífica en general, incluso a laconstrucción de «la gravedad o dela cosmología»18.

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Esta ontología de los aconteci-mientos definidos por las relacionesentre los actantes, que Latour tomade Whitehead, permite concebir acada actor como una ocasión ofreci-da (una proposición), a las trayecto-rias de las demás entidades, para a-sociarse, estabilizarse y adquirir e-xistencia (la cual, por otra parte, de-pende del grado de asociación cohe-rente lograda).

Esto también le permite, rede-finir «sustancia» como «la progresi-va (histórica) atribución por una ins-titución, de propiedades establesvinculadas a un nombre y ligada deforma duradera (estable) a una prác-tica, y todo ello en un circuito relati-vamente estandarizado»19. Y situaresa sustancia en un mundo únicodonde «la naturaleza y la sociedadcomparten el mismo tipo de histori-cidad»20.

tomará como referencia la obra deBunge21, para desde allí contrastare intentar explicitar, el concepto deemergencia que maneja Latour.

Bunge comienza haciendo unadistinción entre emergencia «ontoló-gica», entendida como «la apariciónde una novedad cualitativa», y emer-gencia «epistemológica», entendidacomo «la impredecibilidad a partirde niveles iniciales»22, o como «laposibilidad de explicación»23 unavez que ocurre la novedad cualitati-va.

En principio, el concepto de e-mergencia que maneja Latour, de a-cuerdo con estos parámetros, puedecalificarse como «epistemológica»en el sentido expresado: que el resul-tado del «acontecimiento» es contin-gente e impredecible, como produc-to de un proceso de «final abierto».También puede calificarse como e-pistemológica, en el sentido de unaemergencia «débil», es decir, que u-na vez que ocurre el acontecimiento,es pasible de una explicación «ex-post» (en función de la interacciónde los «bucles» o condiciones inicia-les del proceso).

Por el contrario, no califica co-mo emergencia de una novedad cua-litativa, en el sentido que Bunge de-nomina «emergencia ontológica»,

IV. Una Emergencia histórica

Esta presentación requiere dosprecisiones metodológicas. En pri-mer lugar, si bien Latour pretendeextender su modelo a otras áreas, eltrabajo se limitará a las situacionesque analiza, en la obra que nos sirvede base. En segundo lugar, el trabajo

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pero que preferimos llamar emer-gencia «fuerte» o «radical». En ge-neral, se puede entender por propie-dades «emergentes» de un sistema,las propiedades que el sistema ad-quiere por su constitución y que nopertenecen, a ninguno de sus compo-nentes (aclarando que, para que hayapropiedades es necesario que hayacosas). Este concepto de emergenciaimplica la aparición de una nove-dad, en el transcurso de un proce-so24.

Esta noción de «emergencia»depende a su vez, de la noción de«ensamblado». Bunge (en su termi-nología) distingue; a) un ensambla-do por «asociación» (agregación)que no produce novedad cualitativa(sino que sólo existe una diferenciacuantitativa) y b) un ensamblado por«combinación», que sí produce unanovedad (por ejemplo, el ensambla-do de hidrógeno y oxígeno para pro-ducir agua).

Entre los ensamblados porcombinación distingue: b1) un en-samblado «natural» (autoensambla-do), que es el único que puede pro-ducir un emergente «absoluto», quea su vez, identifica con el emergente«ontológico» o «intrínseco» (comopor ejemplo, la aparición de la vida);y b2) un ensamblado «artificial»

(construido) que sólo puede produ-cir emergentes «relativos» o «rela-cionales» (como por ejemplo, cual-quier artefacto). Finalmente, estosdos tipos de ensamblado puedencombinarse entre sí25.

Su análisis posterior se centraen la emergencia de distintos tiposde «sistemas» (natural, social, técni-co, conceptual, semiótico, artificial),entendidos como objetos que tienenuna «composición», un «entorno»,una «estructura» y un «mecanismo».Así puede aplicar su «enfoque sisté-mico» a las «emergencias» (entendi-das como aparición de novedad cua-litativa) en los procesos físico-quí-micos, en la aparición de la vida yde la mente, en los sistemas semióti-cos y de comunicación, en las orga-nizaciones sociales y en los procesosde fabricación de artefactos26.

Por otro lado, lo que presentaLatour, son descripciones empíricasde procesos de producción del cono-cimiento científico, desde un análi-sis de campo in situ (la geofísica dela selva amazónica), hasta el análisisde casos históricos relevantes (la fí-sica en el caso de Joliot, la microbio-logía y bioquímica en el caso de Pas-teur).-

Lo que hay en común en todosellos y que lo diferencia filosófica-

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mente de Bunge, es el principio desimetría generalizado, por el cualhay un colectivo de humanos y no-humanos interactuando y transfor-mándose mutuamente, en un únicomundo socionatural. Con este prin-cipio, pretende eliminar las dicoto-mías, por ejemplo de un mundo na-tural separado de un mundo social.No hay un acceso directo a «lo natu-ral», porque todo lo natural está yasocializado, como a su vez, todo losocial está ya impregnado de mate-rialidad (de la «naturaleza» y de la«artefactual»).

En ese mundo socionatural, losacontecimientos de recíproca «tra-ducción» de los agentes, son proce-sos históricos cuyos resultados sonsiempre contingentes. En este senti-do, producen emergencias epistemo-lógicas (impredecibles, desde suscondiciones iniciales) y emergenciasdébiles (explicables, una vez que o-curre el acontecimiento). Y no pro-ducen, emergencias fuertes, en elsentido de aparición de una novedadcualitativa radical (como la vida ola conciencia).-

Pero sí producen, una emer-gencia histórico-ontológica, en elsentido que, en el proceso (histórico)de interacción, se produce una trans-formación recíproca de todos los ac-

tantes en nuevas entidades (diferen-tes por tanto, a las que existían antesde iniciarse el proceso):

«Si Pasteur tiene éxito, pro-ducirá una nueva levadura y un nue-vo Pasteur»

«Pasteur resulta modificado,lo mismo que la Academia y la leva-dura. Todos abandonan la reuniónen un estado diferente al que teníancuando entraron»27.

O dicho más radicalmente: da-do que las circunstancias del aconte-cimiento (en el que emergen las enti-dades) no se reducen ni a la naturale-za ni a la sociedad, sino a su «red»conjunta, «no existe ser alguno co-mo el fermento o la gravitación uni-versal, que desborde sus condicio-nes históricas de emergencia»28.Desde ahí, se puede decir, que porlo menos en las situaciones analiza-das en la obra, se produce una trans-formación histórica de todos los ac-tores de la «red», que puede califica-se como emergencia ontológica a lavez que, emergencia histórica.

Por otra parte, este concepto yafue propuesto y desarrollado porPickering29, como «emergencia tem-poral». Su abordaje de la prácticacientífica como «red de actores»rompe con el principio de simetríageneralizado, adjudicando la inten-

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cionalidad (según planes y metas)exclusivamente a la agencia huma-na. Y por otro lado, explicita la e-mergencia temporal de las agencias(humana y material), como «un pro-ceso contingente y dialéctico de re-sistencia y acomodación, en el quelas agencias son mutuamente pro-ductivas la una de la otra»30.

La «resistencia» es entendidacomo la aparición de un obstáculoen la consecución de una meta, quegenera una «acomodación» comoestrategia de respuesta. El procesomantiene el carácter de contingente,en la medida que el entorno materialno se puede anticipar, tal que losnuevos problemas llevan a la cons-trucción de nuevos instrumentos.Pero también tiene un carácter dia-léctico, por esas relaciones (de resis-tencia y de acomodación) que las a-gencias desarrollan entre sí.

Y en particular, «la intenciona-lidad también se puede ver como unemergente temporal, en tanto latransformación de las metas en prác-ticas, debe entenderse en términosde acomodaciones formuladas con-tingentemente, al emergente tempo-ral de las resistencias»31.

V. A modo de conclusión

Si la emergencia ontológica es-tá vinculada con la aparición de una«novedad cualitativa», a pesar quela obra no plantea una noción «fuer-te» de emergencia, sí deja abierta u-na comprensión de la «renovación»de las entidades interactuantes. Y siesa apertura a «lo nuevo», incluyeuna reconstrucción del pasado desdeel presente (causalidad retrospecti-va), entonces nuestros presentes nosólo están condicionados por el pa-sado, sino abiertos a una mejor com-prensión desde el futuro.

Pero al mismo tiempo, tampo-co parece plantear una noción «fuer-te» ni de transformación, ni de histo-ria. La contingencia del aconteci-miento en el laboratorio, parece re-solverse por combinaciones aleato-rias de intereses cognitivos y socia-les. Si el «lugar de trabajo» (labora-torio) ya está preconfigurado de al-gún modo, la descripción empíricade las prácticas científicas, parececoncluir en que refuerzan las condi-ciones iniciales de su producción.

Por otro lado, la concepcióndel mundo «socio-natural» rescatauna unidad que se desdibuja desdela dicotomía natural-social. Pero laconsecuencia de la aplicación del

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principio de simetría generalizado,que es el tratamiento por igual delos agentes humanos y no-humanos,parece plantear un problema. El ob-jetivo de eliminar la dicotomía, pare-ce no considerar suficientemente,que aunque no se puedan compren-der por separado, sí se pueden «dis-tinguir» fenómenos y objetos natura-les (y a la vez, distinguirlos de los«artefactos»).

En ese sentido, la crítica de Pic-kering y su ruptura de la simetría, alatribuir la intencionalidad exclusi-vamente al humano, propone un re-levamiento de la práctica científica(y de las prácticas en general), quese ajusta más adecuadamente a lamáxima, de «distinguir sin separar».

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71GalileoGalileoGalileoGalileoGalileo - Segunda Epoca - Nº 39 - Mayo de 2009Notas:

1 Latour, B. «La esperanza de Pando-ra». Estudios sobre la realidad de losestudios de la ciencia (1999). Traduc-ción castellana de T. Fernández Aúz,Gedisa editorial (Barcelona, 2001).-2 Bloor, D. «Conocimiento e imaginariosocial». Editorial Gedisa (Barcelona,1991) pag. 38.3 Latour, B. «¿Tienen historia los obje-tos? El encuentro de Pasteur y White-head en un baño de ácido 0láctico». Ar-tículo del libro de Stengers, I. «El efectoWhitehead» (París, 1994) pags. 197-217. Publicado en Isegoría / 12 (1995)pag. 93 (Ed. en línea).4 Ibid., pags. 94-955 Latour, B. y Woolgar, S. «La vida enel laboratorio. La construcción de loshechos científicos» (1979). EditorialAlianza (Madrid, 1995).6 Ibid., Capítulo 4 «El microprocesa-miento de los hechos» pags. 196-207.7 Latour, B. «La esperanza de Pandora»op. cit. pags. 184-196.8 Lewowicz, L. «Materialism, symmetryand eliminativism, in the latest Latour».Publicado en Social Epistemology(2003), vol. 17, nº 4, 381-400, especial-mente pag. 381 y 397.9 Hacking, I. «Representar e Intervenir»(1983). Cambridge Univ. Press, pag.146 (Edición en línea).10 Hacking, I. «¿La construcción socialde qué?» (1999). Capítulo 4: Locura¿biológica o construida? Pags. 174-181(ambas citas) (Edición en línea).-

11 Hacking, I. «Historical Ontology»(2002). Harvard Univ. Press pags. 1-4(Edición en línea)12 Latour, B. «¿Tienen historia los obje-tos?» Artículo de Isegoría/12 op. cit.pags. 94-9513 Latour, B. «La esperanza...» op., cit.pags. 148-152.14 Latour, B. Artículo en Isegoría/12.,op., cit. pags. 98 y 103 respectivamente.15 Latour, B. «La esperanza…» op., cit.,pags. 160-173.16 Latour, B. «La esperanza…» op. cit.pags. 176-183.17 Ibid., pags. 197-20718 Latour, B. Artículo de Isegoría/12 op.cit. pag 98 y 106.-19 Ibid., pag. 101.20 Ibid., pag. 105.21 Bunge, M. «Emergencia y convergen-cia». Editorial Gedisa (Barcelona, 2004)22 Ibid., Capítulo 1, pag. 31.23 Ibid., pag. 40.24 Ibid., pag. 32 y 34.25 Ibid., pags. 30-31 y 3526 Ibid., Capítulos 2 al 5.27 Latour, B. «La esperanza…» op. cit.Capítulo 4, pags 150-152.28 Latour, B. Artículo de Isegoría op.cit. pag 10629 Pickering, A. (1993). «The mangleof practice. Agency and emergence inthe sociology of science». En Biagioli(ed.) «The science studies reader» (N.York, 1999), pags. 372-394.30 Ibid., pag. 37531 Ibid., pag 384

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Se terminó de imprimir en elDepartamento de Publicaciones de

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación,en el mes de otubre de 2009.

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