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Gadir y el Círculo del Estrecho revisados Propuestas de la arqueología desde un enfoque social JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ PÉREZ (Ed. cient.) . mHA MONOGRAFÍAS Historia y Arte Universidad de Cádiz Servicio de Publicaciones

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Gadir y el Círculodel Estrecho revisadosPropuestas de la arqueologíadesde un enfoque social

JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ PÉREZ (Ed. cient.)

.

mHAMONOGRAFÍASHistoria y Arte

Universidadde Cádiz

Servicio de Publicaciones

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Esta obra ha sido cocditada por la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía, según Resolución dela Secretaría General de Universidades, Investigación y Tecnología por la que se conceden incentivos a actividades de caráctercientífico y técnico individuales de las universidades y organismos de investigación de Andalucía, en su Convocatoria 2/2009.

Esta obra ha superado un proceso de evaluación externa por pares.

Motivo de cubierta: Esfinge alada de mármol, hallada por Tarradell en Lixus y actualmente expuesta en el Museo de Tetuán(foto del autor).

Primera edición, 2011.

Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de CádizC./ Doctor Marañen, 311002 Cádiz (España)www.uca.es/[email protected]

© Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz© Los autores

I.S.B.N.: 978-84-9828-344-0Depósito Legal: MU 844-2011

Fotocomposición e impresión: COMPOBELL, S.L.

Impreso en España-Printcd in Spain

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro, ni sus ilustraciones, pueden reproducirse, transcribirse otransmitirse por ningún procedimiento mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, difusión a travésde internet, o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso previo y por escrito de lostitulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por la legislación vigente.

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El archipiélago canario en el horizontefenicio-púnico y romano del Círculo del Estrecho

(circo siglo X a.n.e. al siglo IV d.n.e.)

PABLO ATOCHE PEÑA1 Y Ma ÁNGELES RAMÍREZ RODRÍGUEZ2

'Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.CEFYPinvestigadora, colaboradora del Proyecto «Canarias: colonización humana protohistórica,

bioadaptación insular y transformación medioambiental»

RESUMEN

Los más recientes hallazgos arqueológicosproducidos en Cananas, principalmente en lossitios de El Bebedero y Bucnavista en Lanzarotey El Descubrimiento en La Graciosa, confirmanlos prolongados y estrechos lazos que existieronentre las islas y el Mediterráneo occidental desdefechas muy antiguas situadas en torno al sigloX a.n.e. y hasta el siglo IV d.n.e. Se pone así demanifiesto el trascendental papel que fenicios ypúnicos primero y romanos más tarde jugaron enel proceso de colonización del archipiélago cana-rio y la profundidad y lejanía que en el Atlánticoafricano alcanzó la influencia cultural del Círculodel Estrecho.

1. INTRODUCCIÓN

La etapa protohistórica canaria se ha estu-diado durante mucho tiempo desde posicionesinmovilistas fijadas inicialmente por historiadoresrománticos del siglo XIX, quienes concibieronunas culturas insulares caracterizadas por su ais-lamiento y primitivismo, su cronología tardía yunos paralelos que se intentaban rastrear entre laspoblaciones bereberes norteafricanas contemporá-neas. Se ha tenido que esperar una centuria, hastala década de los años 90 del pasado siglo XX, paraque la actividad arqueológica comenzara a consta-tar que los primeros humanos que colonizaron elarchipiélago canario lo hicieron desde un contexto

cultural en el que eran frecuentes los elementosasimilados de las culturas fenicio-púnica y romanaestablecidas en el sur de la Península Ibérica y elnorte de África. De esa manera, y en paralelo alparadigma tradicional, entre algunos historiado-res y arqueólogos se ha ido abriendo paso poco apoco un nuevo modelo interpretativo en el que sehan comenzado a plantear las cuestiones de otramanera, pasando de considerar la protohistonacanaria como una etapa de total aislamiento cultu-ral ante cualquier influencia externa que no fuerala beréber, a entenderla como parte integrante deldevenir histórico de una extensa región en la queconfluyeron los intereses de las poblaciones delCírculo del Estrecho a lo largo de casi un milenioy medio (circo, s. X a.n.e. al s. IV d.n.e.).

A ese proceso de renovación científica nuestroequipo de investigación ha contribuido durantelas dos últimas décadas con un elevado cúmulode datos arqueológicos que, entre otros aspectos,han confirmado la permanencia en el tiempo denavegantes mediterráneos en Canarias. La infor-mación se ha recuperado a lo largo de ocho cam-pañas arqueológicas centradas en yacimientos dela isla de Lanzarote (El Bebedero, Caldereta deTinache, Buenavista,...), los cuales han propor-cionado amplios contextos crono-cstratigráficosy permitido la realización de análisis medioam-bientales y estudios de registros materiales en losque no han faltado las analíticas petrológicas a lascerámicas, los exámenes metalográficos a los arte-factos metálicos y de componentes a los elemen-tos vitreos. Esos trabajos han permitido que nos

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pudiéramos alejar de las tradicionales e incom-pletas síntesis basadas casi exclusivamente enlas fuentes literarias etnohistóncas, permitiendoasentar la reconstrucción histórica de la reali-dad canaria sobre sólidas bases científicas. Pero,además, la combinación de esos descubrimientosarqueológicos con los notables avances produci-dos en el conocimiento del mundo colonial feni-cio-púnico y romano del Círculo del Estrecho.,han propiciado que un grupo de investigadoreshayamos desarrollado a lo largo de los últimosaños un modelo explicativo que interpreta el ini-cial poblamiento de Canarias en el marco de laexpansión semita al otro lado del Estrecho deGibraltar (Balbín et al., 1995; González et al.,1998; González, 1999; Atoche y Martín, 1999;Atoche y Ramírez, 2001; Atoche, 2002; Mederosy Escribano, 2002; González y Arco, 2007).

La nueva situación también ha propiciadoque la investigación fuera adquiriendo progresi-vamente mayor conciencia del conocimiento queen el I milenio a.n.e. poseían las culturas medi-terráneas acerca de la existencia de islas al otrolado de las Columnas de Hércules, en el Océanooccidental, uno de los confines de su mundo en elque la geografía mítica situó algunos de sus másconocidos Ítems (Jardín de las Hespérides, Islasde los Bienaventurados, Campos Elíseos, Atlán-tida,...). Lejos de esa visión legendaria, las IslasCanarias constituyeron una realidad tangible paralas poblaciones del Bronce Final del Círculo delEstrecho y para los fenicios establecidos en esaregión desde finales del II milenio a.n.e. (Atochey Ramírez, 2001; González y Arco, 2009; Atochey Ramírez, e.p.), si bien los intereses económicosde estos últimos alentaron la visión mítica quedurante mucho tiempo rodeó la realidad existenteal otro lado del Estrecho. Esa situación se mantuvohasta el cambio de era cuando aparece una visiónmás real propiciada por el pragmatismo romano ysu interés por situar y reconocer geográficamentelas Canarias, patente en la expedición enviada porJuba II al archipiélago (Santana et al., 2002: 232 yss.), la cual se enmarcó en un contexto históricoque revela cuáles fueron las auténticas razonesque propiciaron la presencia de gentes romanas oromanizadas en las islas, sintetizadas a mediadosdel siglo pasado por J.J. Jáuregui (1954: 271-272),quien señaló que Juba II

[...] advertido por sus subditos de Lixus, cuyosantepasados no habían podido navegar hasta

Cerne, en el río de Oro, sin tocar en las IslasCananas, subvencionó un reconocimiento de suarchipiélago [...] por este crucero reanudó lasrelaciones que la marina púnica había mantenidoclandestinamente con ellas y nos ha dejado, de lasmás próximas, una descripción que Pimío el Viejorecopiló abreviándola, y que no es despreciable enabsoluto. [...] y nos da noticia muy exacta sobrela distancia que separa las Canarias de Mogador ysobre las direcciones sucesivas y, aparentemente,incoherentes, que deben seguir los veleros desdeMogador a las Cananas para utilizar la deriva delas corrientes. [...] podemos permitirnos pensarque este viaje tenía finalidad diferente a la delsimple descubrimiento geográfico y que estabaligado [...] a la política de enriquecimiento quepracticó en todas partes y cuyo éxito no parecepueda ser discutido en Marruecos.

Sin duda, en el siglo I d.n.e. los núcleos mari-neros del sur de la Península Ibérica poseían unamplio conocimiento de la costa occidental afri-cana resultado de vanos siglos de frecuentación deun itinerario marítimo que, como señalara Estra-bón (Geog. II, 3, 4), recorrían los pescadores quenavegaban hasta el río Lixo.

A partir del siglo III d.n.e., coincidiendo conla crisis que afectó a la estructura político-eco-nómica establecida por Roma en la MauretaniaTingitana, se trunca la presencia en el archipié-lago de los navegantes procedentes del Círculodel Estrecho, comenzando para las poblacionespaleocananas una nueva etapa histórica carac-terizada por el espaciamiento de los contactosexteriores y el aislamiento. El olvido que pareceaquejar a partir de entonces a las islas no fina-lizó hasta que se produjo su reconocimiento pornavegantes musulmanes (circa s. XI d.n.e.) y sudefinitivo redescubrimiento en el siglo XIV d.n.e.a cargo de marinos bajomedievales.

2. CANARIAS Y EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTALANTIGUO

A lo largo del siglo XX diferentes investiga-dores defendieron el conocimiento de las IslasCanarias por navegantes fenicios procedentes delCírculo del Estrecho, apoyando sus aseveracionesen el estudio de las corrientes y los vientos de lazona o en la cita de una serie de textos antiguos(Plutarco, Estrabón, Pomponio Mela, Salustio,Diodoro, Plinio el Viejo, Ptolomeo...) en los que se

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hacía patente la existencia de unas islas atlánticas,si bien rodeadas por un halo de misterio. Tambiénse ha propuesto la navegación tartésica, púnica yromana por las aguas de las islas, no teniéndosedudas en la actualidad acerca de la capacidad quefenicios y púnicos poseían para navegar por elAtlántico hasta alcanzar las islas y, si aceptamosel hallazgo producido en 1749 de un tesonllo demonedas púnicas de los siglos IV y II a.n.e. enAzores (Blázquez, 1977), su potencial naval alcan-zaba igualmente para adentrarse en el Atlántico.Esas travesías estuvieron motivadas por factoreseconómicos: la búsqueda de recursos agrícolas ypesqueros para los asentamientos costeros, mate-rias que transformar en las factorías y mercancíaspotencialmente intercambiables en los mercadosdel Mediterráneo. En esa labor de rastreo no pudopasar desapercibido el archipiélago canario, unasislas deshabitadas con amplios recursos natura-les intactos, las cuales habrían sido visitadas enbusca de fondeaderos y bienes de todo tipo y cuyoaspecto era sensiblemente distinto al que presen-tan en la actualidad, de manera que hacia el iniciodel I milenio a.n.e. su virginidad mostraría a losojos de los navegantes mediterráneos una cubiertavegetal mucho más extensa y frondosa de la quehoy se conserva, con presencia en las islas másorientales de formaciones arbóreas de laurisilva(Atoche, 2003). A lo anterior cabría añadir que losrecursos freáticos se hallarían en niveles óptimos,por lo que sería frecuente la presencia de cur-sos de agua estacionales o, incluso, permanentesen islas como Tenerife o Gran Canaria. Estabanpresentes las vegas de tierra fértil aptas para elcultivo, así como los buenos fondeaderos, espe-cialmente en las costas este y sur de todas las islas.Los fondos costeros albergaban especies que hoyse encuentran mucho más alejadas de la costa o amayor profundidad. Las características anterioresse verían potenciadas por un clima moderado y singrandes oscilaciones térmicas, dándose en gene-ral una situación medioambiental similar a la quepor entonces encuentran esos mismos navegantessemitas en algunas islas mediterráneas como Ibiza(Gómez Bellard, 1995). En suma, las islas dispon-drían de una gran variedad de recursos explotablesentre los que pueden enumerarse:

1. La pesca, y muy especialmente, como hanseñalado algunos investigadores (Ponsich yTarradell, 1965; González et al., 1995; Gon-zález y Arco, 2007; Mederos y Escribano,

2008), la captura de túnidos y escómbri-dos. Los primeros atraviesan el archipiélagodurante los meses de abril a julio en sus des-plazamientos reproductivos anuales desde elGolfo de Guinea hacia la cuenca occiden-tal del Mediterráneo (Ponsich y Tarradell,1965: 94), mientras que de los segundosexisten cardúmenes residentes en las aguasinsulares todo el año. A lo anterior se unela proximidad del banco pesquero canario-sahariano con multitud de especies explota-bles en diferentes momentos del año. Esterecurso es considerado por algunos investi-gadores razón suficiente para poner en mar-cha la colonización semita del archipiélagocanario (González y Arco, 2007: 67).

2. La producción de sal marina de buena cali-dad, un elemento importante de cara a laconservación del pescado y/o productos cár-nicos de origen terrestre (Arco et al., 2008).En Gadir la sal fue la base de un ampliocomercio que abarcó a todo el Mediterráneo,utilizándose como moneda de intercambiopara el pago de los metales obtenidos de lospueblos del noroeste peninsular.

3. Puertos naturales y fondeaderos segurosdesde los que llevar a cabo tanto laborespesqueras en el área próxima como de efec-tuar viajes más al sur. Serían puntos en losque se refrescarían las embarcaciones, apor-tando agua y comida a quienes faenasenen el banco canario-sahariano durante eltiempo que durase la pesca, sirviendo a suvez de zona de descanso para unos hombrescuyas actividades debían prolongarse a lolargo de varios meses.

4. Maderas de muy buena calidad, algunas uti-lizadas históricamente para la reparación ofabricación de las flotas que faenaban en elbanco pesquero canario-sahariano o de lasque hacían la ruta de Indias. También cabríala posibilidad de obtener pez, brea o grasade determinadas especies animales, como lapardela (Calonectris diomedea, Puffinus assi-milis o Puffinus puffinus) o el aceite de pes-cado, para las necesarias labores de calafateoe impermeabilización de las embarcaciones.

5. Grandes posibilidades de obtener recur-sos de gran interés comercial durante laAntigüedad, como los elementos tintóreosdel tipo múrex u orchilla, este último unliquen de calidad tintórea media que crece

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en los acantilados marinos de las islas(Medcros y Escribano, 2006).

6. Posibilidad de recoger la carne, piel, grasa yel ámbar gris de los numerosos cetáceos quetradicionalmente han varado en las playasinsulares. A los anteriores se une la impor-tante colonia de focas monje atlánticas asen-tadas en las islas más orientales.

7. Un recurso que no se encuentra en el archi-piélago, pero para cuya obtención las islasdebieron constituir una plataforma espe-cialmente indicada, fue el oro africano.Tradicionalmente se ha especulado sobresi fenicios, púnicos y romanos conocieronlos importantes yacimientos auríferos loca-lizados entre el río Senegal y el Golfo deGuinea; es cuando menos posible que loscolonizadores del Mediterráneo tuvieranconstancia de ese recurso y comerciaran conlos pueblos de la zona para obtenerlo, no envano fue Herodoto quien, al referirnos lascaracterísticas del comercio a la muda esta-blecido por los púnicos en la Libia occiden-tal, afirma que la mercancía más solicitadapor éstos era el oro. Si ello es así, como handefendido distintos investigadores (Jáure-gui, 1954; Mahjoubi, 1983: 497), las islasserían la base ideal para dirigirse hacia lasrutas auríferas del sur y paso obligado parahacer el viaje de retorno.

8. Por último, cabe pensar en la atracciónque pudieron tener determinados produc-tos exóticos, como el drago, cuya savia fueusada como medicina desde la Antigüedad.Plinio el Viejo, en su Historia Natural (VI,37), se refiere a ese producto «...vulgo san-guinem dracor is apellant», también llamadocrinabaris, y a sus propiedades, el cual eraobtenido en las Insulis Fortunatis. R. Gon-zález y colaboradores (1995: 34), ofrecen unacita de Posidomo sobre el árbol de Gadira,que podría ser, afirman, la descripción deun drago trasplantado desde Cananas a lamismísima ciudad de Gadir.

Así pues las Canarias estaban en el corazónde una rica zona económica susceptible de serexplotada en un amplio abanico de posibilida-des adquiriendo así consistencia la hipótesis quepropugna que el archipiélago fue frecuentado, almenos desde los inicios del I milenio a.n.e., pormarinos fenicios primero y púnicos más tarde.

En realidad, y atendiendo a las dataciones crono-métricas disponibles (Atoche, 2009; González yArco, 2009; Atoche y Ramírez, e.p.), el arranquede la colonización humana se produciría en la pri-mera mitad del siglo X a.n.e., afectando a las islasde La Graciosa, Lanzarote y Tenerife. En esosmomentos el archipiélago estaría sometido tantoa un proceso de frecuentación y valoración de susposibilidades y recursos (El Descubrimiento. LaGraciosa) como al establecimiento de los prime-ros grupos humanos tal y como se atestigua en elsitio de Buenavista (Lanzarote) o la Cueva de losGuanches (Tenerife).

A partir de esa fecha inicial y hasta el sigloIV d.n.e., resulta posible reunir diferentes noticiasque narran viajes marítimos por el entorno de lasislas; ese es el caso del viaje exploratorio de circun-navegación de África a cargo de los navios feniciosfletados por el faraón Necao, un periplo que, alremontar el Atlántico y sus corrientes desde elGolfo de Guinea, debió llevar a sus protagonistashasta las aguas del archipiélago canario. Algo mástarde, en el siglo VI a.n.e., se inició la expansióncartaginesa por el Mediterráneo occidental y elOcéano, fenómeno que debió traer consigo unareactivación del proceso colonizador en las islascomcidente durante la segunda mitad de ese siglocon el Periplo de Hannón y el establecimiento delibiofenicios en la costa marroquí (López Pardo,1990: 61-62); algunos autores antiguos vieroncomo algo normal que, con anterioridad a suenfrentamiento con Roma, Cartago instalara ciu-dadanos suyos y poblaciones libiofenicias fuera deTúnez (López Pardo y Suárez Padilla, 2002: 116).Durante el siglo V a.n.e. se recrudeció la lucha porel control de rutas y mercados en el Mediterráneolo que condujo a Cartago a lanzarse al dominio deamplios territorios africanos. Ese es el momentoen el que la ciudad nortcafncana provoca el cie-rre del Estrecho a otros navegantes, reservándosecon ello el monopolio de los mercados atlánticos(Gozalbes, 1988: 773), una actitud de la que yaharía gala la metrópoli norteafricana en la segundamitad del siglo VI a.n.e., como han indicado F.López Pardo y Suárez Padilla (2002: 115), paraquien el control hcgemónico cartaginés se apre-cia cuando una vez descubierta por los feniciosoccidentales una isla en aguas del Atlántico, Car-tago impide colonizarla, según una informaciónrecogida de Timeo por Diodoro (5, 19-20). Impli-caciones semejantes tendrían para el citado inves-tigador la gestión del comercio atlántico con los

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viajes de Hannón e Himilcón, considerando muyverosímil que se debiera a Cartago la reocupaciónde la isla de Mogador en el siglo IV a.n.e. (LópezPardo y Suárez Padilla, 2002: 116).

Con el final de la Primera Guerra Púnica, en elsiglo III a.n.e., la política de los Bárquidas supusoel empleo de población africana aculturada comocolonos en la Península Ibérica y zonas de con-trol económico exclusivo, inaugurándose así unnuevo período de intensificación de la actuacióncartaginesa en el África bajo su dominio, el cualse interrumpió tras la caída de Cartago. En esosmomentos se liberalizan las prácticas piráticasen todo el Mediterráneo occidental impidiendoque la navegación por el Estrecho sea segura almenos hasta el Principado de Augusto, circuns-tancia que afectó negativamente a las comunica-ciones y relaciones comerciales entre Hispama yMauretania (Gozalbes Cravioto, 1988: 769). Yaen el siglo I a.n.e. la desaparición de una Car-tago independiente, así como el surgimiento en laMauritania occidental de un reino mauro bajo losauspicios de Roma, suponen la llegada al tronodel mismo de un monarca helenizado y criadoen la metrópoli latina, Juba II, el cual envía almenos una expedición a Canarias y lleva a cabouna política de fundación y reactivación de fac-torías de tratamiento de púrpura (Desjacques yKoeberlé, 1955) y de salazón de pescado en lacosta occidental de Marruecos (Ponsich y Tarra-dell, 1965), valiéndose para ello del potencialtécnico, económico y humano de las antiguasfundaciones fenicias y púnicas de la zona afri-cana del Estrecho hasta Mogador, así como de laspoblaciones a ellas vinculadas, por entonces enun período de bonanza económica tras los añosde guerra con Roma.

Con la romanización del norte de África loscontactos con Cananas no se interrumpieron yaque no desaparecieron las razones que atrajerona las islas a quienes decidieron su inicial coloni-zación. La presencia de navegantes romanos oromanizados en todo el archipiélago es un hechoconstatado arqueológicamente, la cual no finalizahasta el siglo IV d.n.e. en coincidencia con la crisisdel Imperio y el abandono por éste de buena partede la provincia Tingitana, así como el fin de lasactividades de un amplio número de factorías dela costa atlántica marroquí (Ponsich y Tarradell,1965: 116-117). A partir de esos momentos, lasreferencias escritas o arqueológicas de contactosde Canarias con el mundo mediterráneo o afri-

cano, hasta la llegada de nuevos europeos a partirdel siglo XIII, son escasas y poco estudiadas.

Como vemos, Canarias no es, como se havenido considerando, un reducto del Neolíticoafricano preservado milagrosamente durante todala Antigüedad hasta desembocar en el final de laBaja Edad Media y el inicio del Renacimiento;por el contrario, constituyó un componente real yactivo del mundo mediterráneo antiguo cuyo desa-rrollo quedó sometido desde sus inicios al yugo dela insularidad alcanzando el siglo XV d.n.e. en laplenitud de su propia especificidad cultural.

3. LOS DATOS PROCEDENTES DE LAARQUEOLOGÍA

La hipótesis mediterránea que mantenemospara explicar la inicial colonización del archipié-lago canario se asienta en un amplio conjunto deregistros arqueológicos, en el que un primer grupoestá integrado por diferentes manifestaciones cul-turales conocidas desde antiguo en los distintoscontextos arqueológicos definidos en las islas aun-que solo en los últimos años objeto de una ade-cuada interpretación. Ese es el caso de un tipo deescritura identificado en Lanzarote, Fuerteventuray Tenerife, que en un primer momento se con-sideró erróneamente como «cursiva pompeyana»,pero que R. Muñoz identificó como un corpus«de inspiración púnica» (Muñoz, 1994: 27) y quecorrespondería a lo que J. L. López Castro (1992:54) denominó como «libiofenicio». Con ella se hanelaborado inscripciones que, traducidas, revelan unlenguaje cargado de elementos religiosos semíticos.

En el ámbito de los rituales funerarios se hanhallado numerosas similitudes culturales con elmundo fenicio-púnico. Así, en casi todas las islasestá presente un tipo de rito que solo aparece enel norte de África tras el contacto con los colo-nizadores fenicios: la inhumación en decúbitosupino sobre armazón de madera (Lancel, 1994:61). Por otro lado, en Gran Canaria y Tenerifese han registrado inhumaciones infantiles en reci-pientes cerámicos, un ritual similar al observadoen los contextos fenicios de Ibiza, Huelva -dondesobrevive hasta época romana (Alcázar Godoy etal., 1994: 36-47)- o la necrópolis de Kerkouane(Túnez) (Fantar, 1988: 59). En la isla de Gran Cana-ria R. de Balbín Bchrmann y colaboradores (1995)consideraron el denominado Cenobio de Valeren,la Cueva de Cuatro Puertas o la Cueva Pintada

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de Gáldar como elementos de clara filiación feni-cio-púnica, identificándolos como estructurasfunerarias (hipogeos) con paralelos en las coloniasfenicias de Occidente. Un último ritual funerarioobjeto de préstamo cultural y que debemos leeren clave de prestigio lo constituye la momificaciónpracticada por las poblaciones paleocanarias, enrealidad una reinterpretación del ritual funerariofenicio-púnico norteafncano, el resultado final deun largo proceso de adaptación y con él de pér-dida de los significados originales egipcio-fenicios(Atoche et al., 2008).

En el ámbito de los artefactos más cotidianos,las islas de Tenerife, La Palma y Fuerteventurahan proporcionado un amplísimo conjunto deanforoides modelados a mano que imitan ánfo-ras elaboradas en los establecimientos del Círculodel Estrecho entre los siglos VI y III a.n.e. (tiposTinosa y Carmona) (González et al., 1995: 170).Por otro lado, la denominada Piedra Zanata,artefacto pisciforme que contiene una inscripciónmágica (Muñoz, 1994), se ha relacionado con lapresencia fenicio-púnica en las aguas de las islasy con el objeto que consideran les llevó a ellas, lapesca (González et al., 1995). Con esa presenciatambién se ha vinculado una serie de grabadosque representan toros, animal totalmente ausente

de los contextos arqueológicos indígenas (Balbínet al., 1995; Atoche y Ramírez, 2009). Por último,la isla de Lanzarote ha proporcionado algunos ele-mentos muy significativos, como es el caso delsigno de Tanit grabado en el acceso a uno de lospozos de Rubicón (Lám. I), la representación dela diosa egipcia Tueris hallada en Zonzainas, lasnumerosas estelas, alguna de gran tamaño grabadacon un motivo solar o una gran representaciónzoomorfa que representa un carnero, elementostodos de una innegable procedencia cultural feni-cio-púnica. Son en general registros que muestranla presencia en las Canarias protohistóricas deuna comunidad que poseía numerosos elementosculturales fenicio-púnicos, de los cuales algunosafectaban a la superestructura ideológica hasta elpunto de determinar las formas funerarias o lascreencias religiosas.

Frente al grupo de manifestaciones descritas sehacía notar la ausencia de asentamientos prolon-gados en el tiempo cuya antigüedad y contenidosmateriales refrendaran no solo la arribada de gen-tes fenicio-púnicas a las islas sino su participaciónactiva en el proceso de colonización del archipié-lago. La carencia anterior finaliza a partir del año2006 cuando iniciamos excavaciones arqueológi-cas en el sitio de Buenavista.

Lámina I. Representación grabada de Tanit. Pozo de la Cruz. Rubicón (Yaiza. Lanzarote).

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3.1. El sitio de Buenavista (Teguise, Lanzarote)(Lám. II)

Buenavista (Atoche, et al., 2009) constituye unasentamiento integrado por una amplia estructurahabitacional de planta de tendencia cuadrangu-lar levantada con manipostería, inmersa en unasecuencia estratigráfica y artefactual con unoslímites cronológicos fijados por el C14 que discu-rren entre los siglos X a.n.e. y III d.n.e. Si ya depor sí las fechas anteriores suponían una novedadcon respecto a las cronologías que se poseían parala protohistoria canaria, no resultaba menos nove-doso el hecho de que parte de esas dataciones sehubieran obtenido de restos orgánicos asociadosa diferentes registros materiales de procedenciafenicio-púnica, en concreto fragmentos cerámi-cos modelados a torno pertenecientes a ánforas yotros elementos (recipientes, terracotas,...), variosobjetos fabricados en cobre y bronce y una cuentavitrea; todo ello junto a cerámicas modeladas amano y diferentes detritus alimenticios.

La estructura recuperada presenta una plantade tendencia cuadrangular, irregular, la cual ocupauna superficie aproximada de 42 m2 (Fig. 1). Solose conserva un zócalo de entre 0,30 y 0,60 m de

altura, desconociéndose si el alzado se comple-taría con rocas, tapial, adobe u otros materialesperecederos, hoy desaparecidos. La estructuraexhumada está constituida por un muro exteriorde manipostería irregular de entre 0,70 y 0,85 mde espesor, el cual encierra a su vez paredes bajasde menor grosor (de entre 0,22 y 0,50 m) queconforman tres recintos alargados y estrechos,de planta rectangular (con 2,70 x 0,86 m, 2,08x 0,72 m y 1 x 0,43 m respectivamente), cuyossuelos se han excavado unos 0,40 m por debajode la cota exterior de la roca base, hallándoserecubiertos por un sedimento rojizo bien conso-lidado. El recinto de mayores dimensiones, ado-sado al muro oriental, contenía en el momentode su exhumación un nivel de abandono que fuedatado en el último tercio del siglo IV a.n.e. y enel que se registraron diferentes artefactos in situ(Lám. III).

Además de esos recintos, en los extremos sury oeste de la estructura se encuentran dos habi-taciones cuadrangulares (de aprox. 4 y 7 m2 res-pectivamente), la segunda de ellas abierta hacia elexterior, donde se comunica con un amplio espa-cio circular (de aprox. 6 m2) bien protegido delos vientos dominantes por sus extremos norte

Lámina II. Sitio de Buenavista (Teguise, Lanzarote).

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236 EL ARCHIPIÉLAGO CANARIO EN EL HORIZONTE FENICIO-PÚNICO Y ROMANO DEL CIRCULO DEL ESTRECHO

L_J Estructuras de combustión Sedimento orgánica

55S Hoyo de poste

Figura 1. Planta de la estructura. Buenavista (Tegu¡se,Lanzarote).

y oeste mediante un muro alto y grueso, mien-tras que el resto de su desarrollo está delimitadopor una alineación de rocas bajas hincadas enel suelo las cuales describen un semicírculo casiperfecto. Estos dos últimos espacios encerra-ban un potente estrato que contenía abundan-tes sedimentos orgánicos (cenizas) asociados avarias estructuras de combustión. En esa zonay adosado a lo largo del extremo interior delmuro oeste se encuentra un banco bajo de piedraconstruido siguiendo las mismas técnicas que enel resto de la estructura.

El material constructivo utilizado en la parte deestructura conservada fue la roca volcánica local(basaltos), de tamaños variables, empleándosealgunas piedras de dimensiones superiores a los0,50 m de largo; se han aprovechado las caras pla-nas aunque sin que hayan sido aparentemente tra-

bajadas. Rocas de menor tamaño se usaron comocuñas entre los bloques o para rellenar el interiorde los muros. La técnica de traba fue la arcilla bajola forma de un relleno de tierra y ripios, consi-guiendo darle así consistencia al muro.

La técnica empleada para levantar los para-mentos fue de dos tipos; mientras que los murosexteriores se construyeron con un doble lienzo demanipostería relleno de tierra y pequeñas piedras,los tabiques que delimitan los recintos internosse levantaron con lajas hincadas en el sucio. Enambos casos los muros se asentaron directamentesobre el suelo (la base del estrato II) o sobre laroca base, siendo inexistente la cimentación. Elsuelo interior, excavado unos 0,40 m por debajodel nivel exterior, está constituido por una finacapa de tierra rojiza batida colocada sobre la rocabase.

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En el ámbito cultural púnico existen netas dife-rencias entre el habitat rural y el urbano (Díesy Matamoros, 1991), de forma que mientras enel segundo se pusieron en práctica técnicas cons-tructivas más depuradas (muros trabajados, pare-des cubiertas de arcilla,...), en los asentamientosrurales, como sería el caso de Buenavista, presen-tan unas dimensiones más reducidas y se hallanasociados a una actividad económica concreta, laexplotación de recursos agrarios. En este últimocaso las estructuras constructivas son bastante tos-cas ya que las rocas rara vez se cantean, siendola técnica de traba siempre la arcilla, con esca-sos revestimientos, por lo general muy groseros.Los suelos son de tierra batida y no existen lascimentaciones o éstas son someras. Su reducidotamaño solía responder al hecho de que se tra-taba de lugares habitados por pequeños gruposfamiliares. Comparado con los tres tipos básicosde asentamientos que J.L. López Castro (2008:152) diferenció para los siglos VI a III a.n.e. enel poblamiento rural fenicio del sur de la Penín-sula Ibérica, Buenavista se correspondería con unagranja o centro productivo primario, integradopor construcciones rurales aisladas destinadas ala producción agrícola y ganadera, o a la explo-tación de algún otro recurso. Se trata de peque-ñas instalaciones rurales con menos de media hade extensión orientadas a algún tipo de actividadconcreta o a vanas actividades productivas perosin que ello suponga la presencia de instalacionesde transformación de los productos o de elabo-ración industrial. Los artefactos recuperados ensu conjunto apuntan a la existencia de procesosde producción y transformación de alimentos y asu almacenamiento en amplios contenedores conformas de tendencia cilindrica o troncocónica ybases planas, modelados a mano.

Las referencias cronométricas proporcionadaspor Buenavista (Atoche y Ramírez, e.p.) indi-can que la estructura se construyó en la segundamitad del siglo X a.n.e., ocupándose a partir deentonces el asentamiento hasta el último terciodel siglo IV a.n.e., fecha en la que la estructura seabandonó. El lugar fue de nuevo visitado a par-tir de la primera mitad del siglo II a.n.e. y hastamediados del siglo III d.n.c., una etapa cuyodesarrollo final coincide con un momento que, anivel de la protohistoria insular, se correspondecon un período de expansión en la ocupación delterritorio (etapa de los mahos) como atestiguanlos numerosos asentamientos pertenecientes a

esos momentos distribuidos por la totalidad dela superficie de la isla. Para entonces, la estruc-tura llevaba ya varios siglos fuera de uso, de ahíque en realidad lo que se reocupó fue el espa-cio donde se hallaba el antiguo asentamiento yno la estructura en sí misma, por entonces yaderruida. De hecho, comparada con la primeraocupación esta segunda fue de menor intensidad,probablemente estacional, tal y como lo demues-tran los registros materiales presentes que, en elcaso de los elementos cerámicos se caracterizanpor presentar una gran fragmentación. La pro-bable estacionalidad de esta segunda ocupaciónde Buenavista debió estar directamente relacio-nada con el pastoreo de ovicápridos y el apro-vechamiento por parte del ganado del depósitode agua temporal que aún en la actualidad sueleconformarse durante la estación de las lluvias enel extremo occidental de la hoya donde se asientala estructura. Para entonces la actividad en el áreabasculó hacia el cercano sitio de El Bebedero,asentamiento que a partir del siglo I a.n.e. con-centró una gran actividad ganadera centrada enla producción de cecinas y cueros derivados deovicápridos, vinculada a la expansión económicaromana por el occidente africano puesta en mar-cha durante el reinado de Juba II.

Entre los numerosos registros materialesrecuperados en Buenavista destacan las cerámi-cas modeladas a torno, representadas por casicincuenta fragmentos, que en algunos casos hanpodido identificarse con los recipientes u objetosoriginales de los que procedían (Lám. IV). Ese esel caso de un fragmento de pasta rojiza con engobcde color beig perteneciente a la boca de un ánforapúnica identificada con la forma Maná D, tipo decontenedor del que se conoce otro fragmento en elasentamiento fenicio-púnico de Mogador (Lópezy Mederos, 2008: 198). Un segundo fragmento,amorfo, presenta la superficie amarillo rojiza conestrías marcadas, cocción irregular, superficiesexfohables de escasa calidad y corazón oscuro,perteneciente a un ánfora púnica de fabricaciónhxita. Hay vanos fragmentos amorfos de superfi-cies amarillo-rojizas con estrías anchas, a uno delos cuales se le ha calculado un diámetro aproxi-mado de 25 cm, correspondientes posiblemente aun ánfora del tipo Cádiz A4. También está pre-sente un fragmento de la contera de un ánfora depasta muy fina y color rojizo, posiblemente deorigen griego, además de un fragmento de bordeperteneciente a un pequeño cuenco semiesférico

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Lámina III. Nivel de abandono del estrato II de Buenavista (Teguise, Lanzarote).

elaborado con torno lento. Finalmente, hay unfragmento que se corresponde con la esquinaredondeada de una terracota de pasta rojiza delestilo de las pequeñas figuras votivas del sur de laPenínsula Ibérica o Baleares.

De ese conjunto de cerámicas se seleccionóuna muestra que fue sometida a estudios litológi-cos mediante la elaboración de láminas delgadasanalizadas con microscopio petrográfico (petro-grafía óptica de luz transmitida). Los resultadospermitieron comparar las muestras teniendo encuenta varios parámetros texturales (tamaño degrano del desgrasante, relación pastardesgrasante)y composicionales (mineralogía y proporciónrelativa de ésta en el desgrasante, grado de ani-sotropía de la pasta, etcétera), realizándose ladiscriminación en grupos con similares caracte-rísticas. La adscripción geográfica de las mues-tras se efectuó mediante la comparación de sumineralogía con la existente en las Islas Canarias

además de con los resultados del amplio análi-sis petrológico efectuado en la colonia fenicia deLa Fonteta (Alicante). Finalmente se estudiaronlas composiciones y se efectuó el Análisis deCorrespondencia Corregido. Como resultado,las muestras se caracterizan por su riqueza en fel-despato alcalino, plagioclasa, piroxeno y olivino,y por la ausencia de otros minerales frecuentesen las cerámicas como zircón, chamota, distenao micaesquisto,...

Por tanto constituyen, desde el punto devista mineralógico, un grupo de cerámicas rela-tivamente homogéneo que, comparado con losgrupos considerados por los estudios de caracte-rización cerámica efectuados en la colonia feniciade La Fonteta (Alicante) (González Prats, 2008),pertenecientes a diferentes talleres de las coloniasfenicias meridionales mediterráneas, presentannotables diferencias con respecto a los gruposCAM-3, CAM-4, CAM-5 y CAM-6. Por el con-

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Lámina IV. Fragmentos cerámicos modelados a torno pertenecientes a varias ánforas y una terracota. Buenavista (Teguise,Lanzarote).

trario, son semejantes a los grupos CAM-1, CAM-2, Cartago, EM-0, ES-1, ES-5 y MC-2, mostrandouna afinidad intermedia con los grupos ES-2, ES-3y ES-4. Por tanto, la caracterización petrográficade las pastas de las cerámicas de Buenavista ponede manifiesto las grandes semejanzas que presen-tan con varios de los grupos cerámicos definidosen la colonia fenicio-púnica de La Fonteta, unacircunstancia que no solo confirma la procedenciafenicio-púnica de las muestras de Buenavista sinoque también atestigua su antigüedad, en corres-pondencia con la que inicialmente proponían lasdataciones radiocarbónicas del yacimiento lanza-roteño, en especial para las muestras de los gruposCAM-1 y ES-5.

Las anteriores cerámicas modeladas a tornoaparecen en un contexto estratigráfico en el quedominan las cerámicas modeladas a mano. Parafechas situadas entre los siglos X y IV a.n.e.(estrato II) (Fig. 2), encontramos un primergrupo de vasos caracterizado por presentar unascapacidades muy superiores a la media, integradopor recipientes con formas de tendencia cilin-drica, base plana y asas de lengüeta, vasos detendencia troncocónica invertida y base plana,

tendencia al casquete esférico, base plana yamplio diámetro de boca. Junto a los contenedo-res anteriores se recuperaron además otros tiposformados por vasijas con capacidad pequeña omedia y formas de tendencia al casquete esférico,en algún caso con la base plana, de tendenciasemiesférica ocasionalmente con cuello corto detendencia troncocónica invertida, de tendenciacilindrica con paredes rectas, el arranque de unasa de lengüeta y la base plana y vasos de ten-dencia troncocónica. También hay formas esfé-ricas y alguna forma semiovoidal con arranquede asa, destacando un recipiente de tendencia alcasquete esférico elaborado con una pasta cerá-mica de gran calidad con la superficie exteriorde color negro homogéneo. La lista de formas lacompletan varios micro-recipientes, en un casode tendencia al casquete esférico, semiesférica,de tendencia esférica y ovoide con perforaciónen la pared. Resulta significativo el predominiocasi absoluto de los recipientes sin decorar; noobstante, se encuentran algunos motivos en loslabios realizados con trazos transversales incisoso impresos. Los vasos presentan mayoritaria-mente paredes finas o medias.

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Figura 2. Formas cerámicas modeladas a mano del estrato II (siglos X a IV a.n.e.) (Buenavista.Teguise).

En el estrato I, para fechas situadas entre losinicios del siglo II a.n.e. y mediados del III d.n.e.(Fig. 3), las cerámicas modeladas a mano corres-ponden en la mayor parte de los casos a vasijas decocina con capacidad pequeña o media y formasde tendencia al casquete esférico, en un caso con ellabio plano-redondeado y engrosado al exterior, detendencia semiesférica y labio plano engrosado alexterior, posible tendencia esférica con cuello cortocilindrico correspondiente a una pequeña olla decocina, y vasos con forma de tendencia cilindrica.

Junto a las anteriores también se registra algúnejemplo de vaso de morfología compuesta, con labase de tendencia al casquete esférico y el cuerpode tendencia troncocónica, labio plano y decoradocon impresiones. Son frecuentes los vasos altos conligero perfil en «S» y también los pequeños reci-pientes con formas de tendencia al casquete esférico,semiesférica, esférica con cuello corto cilindrico, detendencia troncocónica invertida con la base planao con una forma compuesta con la base semiesfé-rica y el cuerpo superior troncocónico.

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Figura 3. Formas cerámicas modeladas a mano del estrato I (siglos II a.n.e.a mitad del III d.n.e.) (Buenavistajeguise).

En este estrato vuelven a estar presentes los reci-pientes con una alta capacidad, muy por encima dela media, caracterizados por presentar bases planasy el cuerpo cilindrico o troncocónico invertido.Como norma general, los recipientes cerámicos delestrato I presentan paredes altas, con espesor medioy ocasionalmente grueso, labios planos o redondea-dos, a veces engrosados al exterior o decorados conimpresiones finas o pequeñas impresiones transver-sales de tendencia circular o incisiones. Hay bordesrectos con labios planos, ocasionalmente decorados

con una ancha acanaladura longitudinal. Los cue-llos son cortos y responden a íormas de tendenciatroncocónica invertida o de tendencia cilindrica.Las decoraciones se localizan tanto en las superfi-cies exteriores, donde se han desarrollado motivossimples conformados por trazos incisos lineales oen zig-zag, como en los labios donde se localizanseries de incisiones transversales al mismo.

Junto a lo anterior también se contabilizaronvarios elementos metálicos, de cobre, bronce yhierro (Lám. V), además de un abalorio vitreo.

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Lámina V. Elementos metálicos de cobre, bronce y hierro. Buenavista (Teguise, Lanzarote).

3.2. El sitio de El Descubrimiento (La Graciosa)(Lám.VI)

Los cambios climáticos acaecidos tras el últimointerglaciar generaron oscilaciones en el nivel delmar de Canarias que quedaron reflejadas en lasislas orientales del archipiélago en depósitos lito-rales sedimentarios situados entre los O y +1,5 m,caracterizados por contener una abundante faunamalacológica marina. F. García-Talavera (2003)estudió un depósito de esas características en laBahía del Salado (La Graciosa), puerto naturalsituado en la vertiente sureste de la isla frente alos acantilados de Famara (Lanzarote). Se trata deun cordón litoral discontinuo con una elevaciónde entre O y +0,2 m cuyas características morfo-sedimentarias y paleontológicas permiten correla-cionarlo con el cordón litoral Holoceno del nortede Fuerteventura y Lanzarote, datado por el C14

en el 3.100 B.P. en Caleta Bajo del Mejillón (Fuer-teventura).

En La Bahía del Salado los sitios estudiadosfueron Punta de los Corrales y El Descubrimiento,hallándose en el primero fragmentos de cerámicaincluidos en el cordón litoral aunque en menorcantidad que en el segundo, donde un pequeño

relicto del cordón Holoceno proporcionó casi dosdecenas de fragmentos de cerámica modelada atorno, un hueso de ovicáprido y un hueso de ave,restos que venían a demostrar la presencia humanaen el lugar desde fechas muy antiguas. Los regis-tros se recuperaron en posición secundaria comoresultado del desmantelamiento de un depósitooriginal de ubicación hoy desconocida. La activi-dad antrópica sería además la responsable de quemás del 90% de la fauna malacológica que con-tiene el cordón en ese lugar esté constituida porconchas de una sola especie, Thais haemastoma,fuertemente fragmentadas de forma artificial yconsolidadas junto a los restos arqueológicos. Loanterior sería indicativo de la llegada a La Gra-ciosa de gentes mediterráneas relacionadas con elcomercio de la púrpura en una fecha muy antiguasituada por una datación realizada por el métodoOSL (Universidad Autónoma de Madrid) sobreun fragmento de cerámica en el 3.090 B.P.

Estudios posteriores de R. González y Ma.C.del Arco (2009) centrados en los restos arqueo-lógicos de El Descubrimiento han permitidocontextualizarlos desde la perspectiva cultural ycronológica. Los registros fueron objeto de distin-tas analíticas; a nivel cronológico se consiguieron

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Lámina VI. Sitio de El Descubrimiento (Bahía del Salado, La Graciosa).

tanto dataciones radiocarbónicas como de termo-luminiscencia. En el primer caso se analizó unamuestra de Thais haemastoma y otra del huesode ovicáprido, obteniéndose unas fechas dispa-res (130 a.n.e. y 830 d.n.e.) (op. cit.: 79) extrema-damente discordantes entre sí y sobre todo conla fecha geológica atribuida al cordón litoral enel que estaban insertas las muestras, lo que hizodescartarlas (op. cit.: 13). Las dataciones por ter-moluminiscencia se efectuaron a dos fragmentoscerámicos fabricados a torno, obteniéndose unosresultados más acordes con el contexto del queprocedían (1096 ±278 a.n.e. y 950 ±277 a.n.e.).

La gran fragmentación de las cerámicas impi-dió reconocer sus tipologías dificultando su ads-cripción cultural, la cual se intentó a través de lacaracterización petrográfica. Así se dedujo que elnúmero mínimo de recipientes representados enla muestra analizada era de diez, una cantidad ele-vada indicativa de una actividad antrópica intensa(op. cit.: 16), las cuales fueron cocinadas a tempe-raturas relativamente altas (entre 600° y 800° C);presentan unas morfologías que en la mayor parte

de los casos se corresponde con recipientes conte-nedores de tipo anfórico. En suma, se trata de unconjunto cerámico que por la composición quepresenta no pudo relacionarse con produccioneslocales gadiritas o del Bajo Guadalquivir, propo-niéndose un origen mediterráneo (op. cit.: 17).

Junto a los elementos anteriores destaca la grancantidad de Thais haemastoma que aparece enel mismo contexto. Se trata de una especie muyfrecuente en el canal que separa las islas de LaGraciosa y Lanzarote con un potencial aprove-chamiento en la industria de tintes (Mederos yEscribano, 2006).

En conjunto, los hallazgos producidos en ElDescubrimiento parecen el resultado de la fre-cuentación de antiguas navegaciones por el Atlán-tico meridional las cuales recalarían en Canariasdurante el Bronce Final, abriéndose nuevas pers-pectivas acerca de la antigüedad del conocimientode las islas elevándola a tiempos muy anterioresa los que hasta ahora se consideraban para encla-ves coloniales de la cercana costa africana, talescomo Lixus o Mogador. El sitio de El Descubri-

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miento sería la puerta de entrada a un espacio másextenso, Lanzarote, en el que como hemos vistolos trabajos arqueológicos más recientes han evi-denciado la presencia de un asentamiento estableen Buenavista con dataciones carbonométricasmuy cercanas a las propuestas para el yacimientode La Graciosa.

3.3. Los sitios de El Bebedero y Rubicón(Lanzarote) (Láms. Vil y VIII)

En Canarias los primeros registros materia-les de procedencia cultural romana comienzana recuperarse hace casi cinco décadas en aguasde La Graciosa; se trataba de varios recipien-tes anfóricos que fueron considerados bajoim-pcriales (Serra, 1966 y 1970; Pellicer, 1970) eidentificados con la forma Beltrán 74 (Beltrán,1970: 575-576). Con posterioridad J. M. Bláz-quez (1977: 48-49) cataloga un nuevo conjuntode piezas recuperadas en similares condiciones alas anteriores como ánforas romanas de los tiposDressel 30 y 33 y Pelichet 47. Si bien algunos deestos primeros hallazgos se han descartado comoromanos tras analizar la composición de sus pas-tas cerámicas (Atoche ct al., 1995: 75-76), en laactualidad se cuenta con un nutrido conjunto dehallazgos procedentes tanto de las costas canariascomo de tierra firme.

En tierra firme las evidencias romanas se hanregistrado en dos sitios de Lanzarote, El Bebe-dero y Rubicón; en el primero de ellos apare-cieron contextuahzados en una amplia secuenciaestratigráfica (estratos V y IV) casi un centenar defragmentos cerámicos modelados a torno perte-necientes a grandes contenedores anfóricos (Lám.IX), vanos artefactos metálicos elaborados en hie-rro, cobre y bronce, y un abalorio de vidrio. Laposición estratigráfica que ocupaban, las datacio-nes radiocarbónicas, el estudio tipológico, ademásde las analíticas petrológica, metalográfica y vitreaefectuadas (Atoche et al., 1995), nos permitieronasegurar su adscripción a la cultura romana, conunos límites temporales enmarcados desde finalesde la República a los inicios del Bajo Imperio; enconcreto, la serie de dataciones que se les asociansitúan a esos elementos en un marco cronológicoque discurre desde el último cuarto del siglo Ia.n.e. hasta el primer cuarto del siglo IV d.n.e.(Atoche, 2009), determinándose así que la presen-cia de gentes romanas y/o romanizadas en Lanza-rote se prolongó durante cuatro centurias.

Para los artefactos metálicos la analítica demos-tró (Atoche et al., 1995: 80-88) que en unos casoscorrespondían a objetos de cobre (una agujao pasador de broche, una anilla o arete y unalámina o fragmento de brazalete), a objetos debronce (dos fragmentos de clavos de sección cua-drangular y un pequeño eslabón de cadena) y aobjetos de hierro cuya avanzada oxidación impo-sibilitó identificarlos. El abalorio vitreo presentauna composición propia de los vidrios romanosaltoimperiales (op. cit.: 88-96), identificándosecon una pequeña cuenta de perfil cilindrico y sec-ción circular (Guido, 1978: 91-102) que, por sutamaño y forma, perteneció a un abalorio de losutilizados en joyería (Dusenbery, 1967: 48, fig. 50;Alarcao, 1976:211).

Aunque los datos anteriores son de por sídeterminantes para certificar la presencia con-tinuada en Lanzarote de gentes romanas y/oromanizadas, han sido la variabilidad formal, ladiferente procedencia y la amplitud cronológicade los hallazgos anfóricos los aspectos que noshan facilitado una información más precisa. Sibien no se recuperó ningún contenedor completosí pudo determinarse que en el casi centenar defragmentos cerámicos modelados a torno estabanpresentes partes de un mínimo de once ánforasque, una vez sometidas a análisis petrográficos(Atoche et al., 1995: 44-71), permitieron com-probar la existencia de varios grupos cerámicosdeterminados por sus características htológicasy texturales, las cuales a su vez determinan tresdistintas áreas geográficas de procedencia para lasmaterias primas con las que fueron fabricadas lasánforas. La petrografía permitió además correla-cionar las muestras cerámicas analizadas con tiposanfóricos concretos de la clasificación propuestapor D.P.S. Peacock y D.F. Williams (1986). En sín-tesis, se identificaron contenedores fabricados enla Campania, correspondientes a las formas Class3, 4 y 5 (Dressel 1A, IB y 1C), datadas entre elsiglo I a.n.e. y los inicios del siglo I d.n.e., los cua-les originariamente servirían para el transporte devino campano (Peacock y Williams, 1986: 86-92).Un segundo grupo se fabricó en la Bética; se tratade contenedores correspondientes a las Class 25 y26 (Dressel 20 y 23) (op. cit.: 137-141) y a la formaAlmagro 51C (Bost et al., 1992: 146 y 198, fig. 42,n° 2), datadas entre el siglo I y el siglo V d.n.e.,y destinadas originariamente a contener aceite ysalazones del sur de la Península Ibérica. El tercergrupo se fabricó en el norte de África (Túnez) y

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Lámina Vil. Sitio de El Bebedero (Teguise, Lanzarote).

Lámina VIII. Sitio de Rubicón (Yaiza, Lanzarote).

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atienden a la Class 40 (Benghazi MR 1) (Peacocky Williams, 1986: 175-176), de la que se desconocecuál fue su destino explícito, y probablemente ala forma Africana I (pequeña), identificada con laClass 33 (op. cit.: 153-154) y destinada sobre todoal transporte de aceite. Estas ánforas de origentunecino se difunden por el Mediterráneo a partirdel siglo II y hasta el siglo V d.n.e. La presenciade ánforas de tipología bética no solo es muestrade una continuidad en los circuitos comercialessino que revela a todas luces la existencia de unaperduración en la unidad económico-cultural queya existía en época prerromana.

El contexto arqueológico en el que aparecieronlos elementos anteriores, con una fuerte presenciade restos óseos de ovicápndos, permite asegurarque la permanencia romana en Lanzarote respon-dió a un fenómeno de intensificación económicaque se desarrolla entre los siglos I a.n.e. y IVd.n.e. centrado en el aprovechamiento de recur-sos insulares (cecinas y/o salazones de carnes deovicápndos, cueros curtidos,...). En ese sentido,tanto El Bebedero como la Caldereta de Tinacheconstituyeron factorías ganaderas, activas estacio-nalmcnte, en las que durante los meses de febreroa abril se sacrificaba y procesaba la carne y cue-ros de un número elevado de cabezas de ganadomenor (cabras y ovejas) (Atoche et al., 2007),obteniéndose unos productos con destino a losmercados mediterráneos, probablemente a travésdel puerto de Gades, el cual durante más de unmilenio canalizó gran parte de las produccionesde la Mauritania occidental (Martínez y Carreras,1993: 102).

Durante esa fase de intensificación económicala colonización de Lanzarote se caracterizó poruna limitada presencia humana, distribuida por elterritorio de manera dispersa, como muestran losasentamientos localizados tanto en la costa (Rubi-cón) como en el interior de la isla (El Bebedero,Caldera de Tinache, Buenavista,...) adscribiblesa la fase I de El Bebedero (Atoche et al., 1989).Un modelo de ocupación del territorio que reflejatanto el tipo de actividades económicas implan-tado en la isla en esos momentos como los muylocalizados recursos hídricos con que aquélla con-taba para el desarrollo de esas actividades.

A los anteriores hallazgos de El Bebederose une Rubicón (Atoche et al., 1999), un asen-tamiento localizado en el extremo meridional deLanzarote, zona caracterizada por presentar unacosta abierta y protegida donde se suceden las pla-

yas aptas para el fondeo de navios. En una de esasplayas, denominada de Los Pozos, se encuentranvanas estructuras objeto de una continuada rcuti-lización desde la Antigüedad tardía y vinculadasa un punto de recalada inicialmente establecidopor navegantes fenicio-púnicos y posteriormentereutilizado por marinos romanos (Atoche et al.,1999; Atoche, 2003), reproduciéndose el modelode asentamiento establecido para otras factoríaspúnico-romanas fundadas a lo largo de las costasde la Mauritania occidental en diferentes momen-tos del I milenio a.n.e.

El asentamiento se sitúa a muy pocos metrosde la línea de costa, ocupando la desembocadurade un pequeño barranco, tanto el cauce como laladera de una elevación situada a 15 m.s.n.m. Enesta última se han localizado los restos de unaestructura habitacional rectangular abierta deunos 13 m2, levantada con muros de piedra ymortero de barro. A escasa distancia, en el caucedel barranco, se abren dos pozos de característicasarquitectónicas muy diferentes; en ambos casos setrata de construcciones subterráneas con murosde bloques de arenisca, la mayor de las cuales sedenomina Pozo de San Marcial y presenta doscámaras perpendiculares cubiertas por bóvedas decañón a las que se accede por una rampa esca-lonada flanqueada por sendos muros de conten-ción. El segundo pozo, denominado Pozo de laCruz, es de menores dimensiones y posee una solacámara con cubierta adintelada, a la que se accedepor una larga y estrecha escalinata cubierta conuna falsa bóveda lograda mediante aproximaciónde hiladas. La presencia en uno de los bloquesde la pared que sostiene el dintel del hueco queda acceso a la cámara de un motivo grabado quereproduce el signo antropomorfo empleado pararepresentar a la diosa fenicio-púnica Tanit (Arcoet al., 2000) (Lám. I), señala con claridad al ámbitocultural de la protohistoria magrebí, región en laque la apertura de pozos y cisternas de simila-res características al que analizamos constituyóuna actividad cotidiana en los ambientes cultura-les marcados por la colonización fenicio-púnica.Su estructura conjuga elementos arquitectónicosampliamente conocidos por púnicos y griegos,un esquema constructivo que se repite de formacontinua en las tumbas púnicas con cámara sub-terránea y acceso escalonado, repartidas por todoel Mediterráneo occidental y reutihzadas en másde una ocasión para el almacenamiento del aguade lluvia. Pero además, la presencia del signo de

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Lámina IX. Fragmentos cerámicos modelados a torno pertenecientes a variasánforas. El Bebedero (Teguise, Lanzarote).

Tanit, una representación religiosa indiscutible-mente púnica, en el dintel del hueco que da accesoa la cámara señala directamente hacia la autoría dela misma: gentes púnicas o punicizadas, quieneslo levantarían en fechas coetáneas o posterioresa la segunda mitad del siglo V a.n.e. en base a lascronologías estimadas para la presencia de Taniten el Occidente mediterráneo (González Alcalde,1997: 330).

Por el contrario, los paralelos del pozo demayores dimensiones se encuentran en las cis-ternas romanas, el sistema de almacenamientode agua más difundido en todas aquellas zonasdel Imperio con un régimen irregular de lluvias.Construidas mayoritariamente bajo tierra, cons-

tan de una, dos o más cámaras cubiertas siem-pre con bóvedas de cañón. Cisternas de este tipoestán presentes en todas las áreas romanizadasdel Mediterráneo (Ain Mizeb, A'in-el-Hamman,Bararus y Sutunurca II,...), sin embargo es en laMauretania Tingitana donde las encontramos enmayor número, por lo general vinculadas a fac-torías romanas de garum y salazones (Ponsich,1988). La presencia de unas estructuras como éstasen Lanzarote y su vinculación a un asentamientode las características descritas refuerza la presenciade gentes romanas y/o romanizadas atestiguada enEl Bebedero, además de ponernos sobre la pistadel papel que las Canarias debieron representaren los circuitos marítimos y económicos en los

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que se hallaban integrados los establecimientos delas costas atlánticas del actual Marruecos funda-dos por navegantes fenicio-púnicos y más tardeampliados por Juba II y el Imperio Romano.Rubicón y algún otro sitio de similares caracterís-ticas localizado en Fuerteventura representan untipo de asentamiento con unas estructuras para-lelizables a las que se hallan en las factorías ubi-cadas en la cercana costa africana, manteniéndoseen funcionamiento durante casi todo el periodoromano-mauritano explotando los abundantesrecursos marinos y terrestres de esa región atlán-tica. Globalmente analizado, en Rubicón se reco-noce el paisaje de los fondeaderos fenicios, cuyaexistencia se explica por las óptimas condicionesportuarias y pesqueras de la zona, lugar de pasoy permanencia de escómbndos y túmdos, ademásde punto estratégico dentro del itinerario más idó-neo para acceder o salir del archipiélago desde ohacia las cercanas costas saharianas. Rubicón seconstituye, junto con Buenavista, en la eviden-cia de una temprana y continuada presencia deinfraestructuras de origen mediterráneo, fenicio-púnicas primero y romanas más tarde, en puntosestratégicos de Lanzarote y Canarias.

Además de los sitios en tierra firme descritos,la arqueología canana también dispone de unamplio conjunto de ánforas romanas recuperadasen las costas, las cuales permiten ampliar el áreapor la que se movieron los navegantes romanosy/o romanizados a la totalidad del archipiélago(Mederos y Escribano, 2002). Los recipientes sehan localizado en la Playa de Los Charcos (Lan-zarote), un fragmento del tercio superior de unánfora del tipo Almagro 51C; en El Río (La Gra-ciosa), un fragmento del tercio superior de unánfora del tipo Dressel 7-11; en Fuerteventura, sin.localización exacta, un fragmento del tercio supe-rior de un ánfora del tipo Dressel 30; en Mogán(Gran Canaria), un fragmento de ánfora del tipoDressel 1; en la desembocadura del Barranco deGuiniguada (Gran Canaria), un fragmento del ter-cio superior de un ánfora del tipo Keay XXXI; enPunta de Guadamojete (Tenerife), un fragmentodel tercio superior de un ánfora del tipo Dressel2-4 y un ánfora casi completa a falta del tercioinferior del tipo Benghazi MR; en Punta de Teño(Tenerife), un fragmento del tercio superior de unánfora del tipo Africana II; en El Pris (Tenerife),un cuello y boca de un ánfora del tipo Dressel 1A.

Las referencias cronológicas disponibles paralos anteriores registros materiales romanos son

de dos tipos: las dataciones C14 aportadas por ElBebedero y las referencias cronológicas derivadasdel tiempo de pervivencia que se le reconoce acada uno de los diferentes tipos de ánforas fabri-cadas por los romanos. Estas últimas son menosprecisas debido a la longevidad que se dio en eluso de algunas formas, como son los casos de lasClass 25 y 26 o de la Almagro 51C, utilizadasentre los siglos I y V d.n.e. Sin embargo, la sene defechas C ] 4 de El Bebedero permite delimitar conmás precisión los momentos iniciales y finales dela presencia romana, los cuales pueden ponerse enrelación con dos momentos históricos que marca-ron el punto de partida y el momento final de unextendido fenómeno económico desarrollado en lacercana costa africana: el periodo de revitalizacióny ampliación a cargo de Juba II de la actividadproductiva en las antiguas factorías de salazonesfundadas por los navegantes fenicio-púnicos en ellitoral de la Mauretania Tingttana (siglos I a.n.e.-Id.n.e.), y el momento marcado por la crisis polí-tico-económica que afectó al Imperio Romano enel siglo III d.n.e. A partir de finales de ese siglola presencia romana al sur de Volubilis fue solotestimonial, finalizando de forma definitiva haciamediados del siglo V d.n.e., en un instante coin-cidente con el abandono del establecimiento deEssauira-Mogador y el declive final de la industriade salazones, la cual irá decayendo lentamente entodo el Occidente mediterráneo hasta alcanzar, enalgún caso, el siglo VI d.n.e. Más al sur, a lo largode la costa atlántica subsahariana, la presencia deelementos culturales romanos perdura hasta elsiglo IV d.n.e., como lo atestiguan entre otros loshallazgos monetarios de Costa de Marfil (Picard,1978: 22-24).

En consecuencia, la fecha en la que se produjola expedición enviada por Juba II de Mauritaniaa Cananas (entre el año 25 a.n.e. y los años 12/7a.n.e.) (Santana ct al., 2002: 243) puede conside-rarse el punto de partida oficial de la presencia enlas islas de gentes romanas y/o romanizadas, unapresencia motivada por razones que sin duda hayque rastrear en la prosperidad económica alcan-zada por la Mauretania Tingitana tras su incorpo-ración al Imperio, la cual concluye en la segundamitad del siglo III d.n.e., coincidiendo con la pro-funda crisis que afecta a todo el Imperio y que traeconsigo la anarquía militar, invasiones, revueltasindígenas y graves problemas económicos. Talestado de inseguridad general dificultó las comu-nicaciones y propició la crisis del aparato produc-

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tivo así como la tendencia hacia una economíaautárquica; consecuentemente, decreció la pro-ducción y el comercio, los productos escasearon y,como resultado, se estanca la actividad ciudadanay muchos centros urbanos reducen su superficie,despoblándose amplias zonas fértiles (Remonden,1973: 36-37). En el norte de África, esa situaciónalcanzó su punto álgido en tiempos de Diocle-ciano, cuando se evacúa el extremo meridional dela Tingitana, el más próximo a Canarias, haciendoque a partir del siglo IV d.n.e. el río Loukus seala nueva frontera (Rebuffat, 1987). Como resul-tado, durante el Bajo Imperio se produce la prác-tica desaparición de la amplia actividad comercialanterior y con ella uno de sus soportes principa-les, la industria de salazones. Las factorías de lacosta atlántica de la Mauritania reducen drástica-mente su número y el volumen de la producción,la cual se orientará a partir de entonces a cubrircasi exclusivamente las necesidades locales. Esasituación de crisis y posterior transformación delas estructuras económicas mauritanas debió sersin duda la razón del cese de la actividad romanaen las islas v el consecuente aislamiento de éstas.

4. EL CONTEXTO CRONOLÓGICO: LASDATACIONES RADIOCARBÓNICAS

Entre los arqueólogos canarios el método dedatación basado en el CH ha generado una ciertadesconfianza, llegándose en algún caso incluso adesaprobar su uso; esa actitud sin embargo no haimpedido que algunos lo empleáramos con ciertafrecuencia y mucho espíritu crítico lo que nos hapermitido detectar pequeñas alteraciones y con-trastar su validez (Arco et al., 1997; Atoche, 2009).En suma, admitiendo que las dataciones isotópi-

que cualquier análisis histórico acerca de la colo-nización del archipiélago canario debe tomar enconsideración las referencias cronológicas dispo-nibles, casi 200 dataciones procedentes de unos 70yacimientos, de las cuales el conjunto más amplioprocede de Tenerife, isla donde las series de fechasproporcionadas por algunos enclaves habitaciona-les (cuevas de La Arena, Las Palomas, Don Gas-par y Los Guanches), permiten situar el momentomás antiguo de su colonización en el arranque delI milenio a.n.e. (950 AC cal. Cueva de Los Guan-ches) (Gak-14.599). A esa fecha le siguen otras dosdel siglo VI a.n.e., una de la Cueva de la Arena (600

AC cal.) (CSIC-189) y la otra de la propia Cuevade los Guanches (575 AC cal.) (Gak-14.600). Apartir de ese instante son vanas las dataciones queexisten para el siglo III a.n.e., igualmente paraasentamientos del norte de Tenerife (Cueva de LasEstacas 1 y Cueva de Las Palomas) (Beta-127.932;Gak-13.087), las cuales se pueden relacionar conel dato cronológico más alto conocido para LaPalma, isla donde la fecha registrada en la Cuevade La Palmera (203 AC cal.) (GrN-13.753) marcapor ahora la primera presencia humana ahí. Paralas islas de El Hierro y La Gomera las referen-cias radiocarbónicas existentes son extremada-mente escasas, mientras que para Gran Canarialas dataciones disponibles presentan una irregulardistribución espacial y cronológica contribuyendomuy poco al ajuste cronológico de los procesosculturales a nivel insular y mucho menos regional.La isla de Fuerteventura no presenta un númeroelevado de dataciones si bien éstas corresponden auna serie muy homogénea obtenida en la Cueva deVillaverde donde se sitúa por ahora la más antiguaocupación de la isla en el siglo III d.n.e. (275 DCcal.) (CSIC-556). En la isla de La Graciosa comoya hemos visto el yacimiento de El Descubri-miento ha proporcionado dos dataciones obteni-das por termoluminiscencia que sitúan el inicio dela presencia humana en esa isla en la transición delII al I milenio a.n.e. (1096 ±278 a.n.e. y 950 ±277a.n.e.); la antigüedad de esas dataciones unida alcontexto arqueológico del que proceden permitensituar en el arranque del I milenio a.n.e. el ins-tante a partir del cual debió iniciarse el procesocolonizador del archipiélago canario. Finalmente,Lanzarote cuenta con una amplia serie de fechasque han permitido confirmar una cierta preemi-nencia temporal de la isla en el proceso de colo-nización del archipiélago. La cercanía de esa isla'\C Ti_u 'vlrlIiCiC/íTa ~tli CUirciiiuilLL ufmcainj, la nia^ vji

antigüedad de las fechas que han proporcionado y

varios de los registros arqueológicos recuperados,vendrían además a confirmar el modelo preconi-zado por la biogeografía insular (González, 1999),el cual da mayores posibilidades a ese tipo de islasde cara a su más pronta colonización en relacióncon el resto del archipiélago.

Las referencias radiométricas disponiblespara Lanzarote se han obtenido en cuatro sitios(El Bebedero, Caldereta de Tinache, Buenavistay Valle de Femés) (Atoche, 2009). Son un totalde 32 dataciones, entre las cuales el grupo másamplio lo forman 17 referencias obtenidas en El

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Bebedero, en su mayor parte relacionadas conla presencia de gentes romanas y/o romanizadasen la isla. A la anterior le siguen en número lasseries de la Caldereta de Tinache, constituida porsiete referencias (Atoche et al., 2007) y de Buc-navista (Atoche ct al., 2009; Atoche y Ramírez,e.p.), constituida también por siete referencias,las primeras acordes con los contextos romanosy/o romanizados de El Bebedero y las segundasen parte contextualizadas con un conjunto deartefactos de procedencia fenicio-púnica. El totalde dataciones se completa con la obtenida en elValle de Femés, en un perfil estable sin eviden-cias arqueológicas. En su conjunto las datacionesde Lanzarote se correlacionan con varias de lasetapas y fases que hemos establecido para siste-matizar la protohistoria canaria (Atoche, 2008),de modo que la fecha más antigua aportada por laCaldereta de Tinache data un momento anterior ala primera presencia humana en la isla debiendotrasladarnos a Buenavista para encontrar el nivelarqueológico más antiguo fechado entre los siglosX a.n.e. (960 BC cal.) (Beta-251.322) y IV a.n.e.(380 y 330 BC cal.) (Beta-230.885 y Beta-237.340)con una fecha intermedia ubicada en el 530 BCcal. (Beta-237.341). El hecho de que la datacióndel siglo X a.n.e. proceda de una muestra orgánicarecogida en la base de uno de los muros exterioresque integran la estructura habitacional atestiguadaen Buenavista permite asegurar que en ese sigloya está presente en la isla un grupo humano, elcual a su vez marca el inicio de la presencia cultu-ral fenicio-púnica en las islas que parece perdurar,a tenor de las dataciones proporcionadas por elmismo asentamiento (180 BC cal.) (Beta-251.323)y Femés (190 BC cal.) (Beta-172.350), hasta unmomento cercano a la fecha de la destrucción deCartago. En definitiva, las anteriores datacionesseñalan que la primera presencia humana en Lan-zarote se produjo en el siglo X a.n.e., momento enel que la isla sería frecuentada por marinos feniciosquienes llevarían a cabo una primera colonizacióncon un contingente de población afín, fenómenodel que el sitio de Buenavista constituye un ejem-plo del patrón locacional que se puso en práctica.A partir del siglo VI a.n.e. el proceso coloniza-dor insular debió reforzarse coincidiendo con laexpansión de Cartago (Fantar, 1988; Frutos Reyes,1991; Aubet, 1994), ciudad que en esos momentosse lanza al dominio efectivo de amplios territoriosde África y al cierre del Estrecho de Gibraltar aotros navegantes (López Castro, 1992). En con-

secuencia, en Buenavista nos hallamos ante unacomunidad muy antigua que posee evidentes ele-mentos procedentes de la cultura fenicio-púnicadel Mediterráneo occidental, los cuales sabemosque perdurarán con posterioridad en el ámbito delas poblaciones insulares, determinando aspectostan fundamentales como los ritos funerarios o lascreencias religiosas.

Al periodo temporal que va desde el siglo Xa.n.e. al siglo II a.n.e. debe corresponder al menosuna de las infraestructuras hidráulicas presentesen el sitio de Rubicón, el denominado Pozo de laCruz, un punto estratégico de la costa del sur deLanzarote en los itinerarios marítimos que sirvie-ron de entrada y salida del archipiélago, resultadode un fenómeno de frecuentación marítima que,en opinión de García y Bellido (1942: 177), pudohaber sido iniciado por la cultura tartésica. La rutamarítima que recorre la costa atlántica de los actua-les Marruecos y Mauritania es conocida cuandomenos desde el Neolítico cardial, momento a par-tir del cual se establecen unas fuertes relacionesculturales entre el sur de la Península Ibérica yel noroeste africano las cuales se hicieron muyevidentes durante el Bronce Pleno y Final. A lasfechas anteriores les siguen otras que sitúan estra-tos de El Bebedero, Buenavista y la Caldereta deTinache en distintos momentos ubicados entre elsiglo I a.n.e. y el siglo XIV d.n.e., en este últimocaso en un instante muy próximo al inicio de laconquista normando-castellana responsable de lafinalización de la protohistoria en el archipiélagocanario.

En torno al cambio de Era se inició la explo-tación intensiva del territorio de Lanzarote, fenó-meno que se sustentó en un tipo de asentamientoque respondía a un modelo de factorías agrarias(El Bebedero, Caldereta de Tinache,...) vincula-das a los intereses económicos del mundo romano(Atoche, 2006). Hasta ese momento la isla solohabía sido objeto de una colonización de bajaintensidad, representada tanto por algún enclaveen la costa como del interior, dicotomía que tam-bién se refleja en la manera diferencial de ocupar elterritorio insular: hasta el siglo IV d.n.c. medianteun patrón disperso basado en asentamientos depequeña entidad y funcionalidad orientada a larealización de actividades agropecuarias y a partirde ese instante mediante un patrón concentradoen núcleos urbanos de diferente entidad.

En suma y en el marco de la fasificación de laprotohistoria canaria (Atoche, 2008) esta primera

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etapa del poblamiento de las islas abarca casi unmilenio y medio, espacio temporal durante el cualse sucederían el inicio y posterior desarrollo de laexploración de los recursos del Atlántico africano,el descubrimiento de los archipiélagos canarios(Santana et al., 2002; Atoche, 2003), su coloniza-ción y el posterior establecimiento de los prime-ros grupos humanos. Los iniciales asentamientosestablecidos en la isla de Lanzarote debieron estarocupados por gentes íntimamente relacionadascon los marinos fenicio-púnicos que fundaron laamplia serie de factorías comerciales existentes alo largo de la cercana costa marroquí. A partir delsiglo I a.n.e. cuando arranca la presencia romanay/o romanizada en aguas cananas, se incrementóla actividad propiciándose un cambio profundo enel modelo de explotación de los recursos insulares.Hasta entonces, el territorio interior de Lanzaroteno parece haberse puesto en explotación o, si éstase había producido, no tuvo la suficiente inten-sidad como para modificar el paisaje de maneraperceptible. En ese sentido, las columnas políni-cas y la adecuada ubicación cronológica del regis-tro polínico han permitido establecer una claracorrelación entre las diferentes etapas y fases delpoblamiento protohistórico de la isla de Lanza-rote y el impacto medioambiental que las distintasvariables socio-económicas de ese proceso genera-ron como resultado de las estrategias económicaspuestas en práctica en cada etapa (Atoche, 2009).Así, y de una forma general, hemos constatadoque los cambios hacia una mayor aridez se pro-dujeron en la isla pasados algunos siglos desde elestablecimiento definitivo de los primeros gruposhumanos, hecho indicativo de que las transforma-ciones medioambientales, cuando tuvieron lugar,fueron generadas por nuevos intereses económi-cos que incrementaron considerablemente la pre-sión que hasta entonces ejercía el hombre sobre elmedio insular (Atoche, 2003).

Tras la caída de Cartago en el 146 a.n.e. losdatos suministrados por la arqueología indicanque a partir del siglo I a.n.e. la intensificacióneconómica que se produce en el Atlántico cana-rio-norteafricano, del que fue responsable JubaII, mantuvo la presencia efectiva en Canarias degentes ajenas a las islas. Navegantes romanos y/oromanizados procedentes del Círculo del Estre-'üíYe; Vr^TíSYiíiTüTi \as aguas canarias 'nasia íina'ies áe'lsiglo III o comienzos del IV d.n.e. (Atoche et al.,1995; Atoche y Paz, 1999; Atoche, 2006), en coin-cidencia con la crisis del Imperio Romano y el

abandono por éste de buena parte de la provinciaTingitana, lo que puso fin a las actividades de unamplio número de factorías de la costa atlánticamarroquí (Ponsich y Tarradell, 1965: 116-117). Apartir de ese instante en las islas discurre la fasede abandono, con un desarrollo cronológico muycorto (área siglos III-IV d.n.e.) y marcada por elfinal de la dependencia económica externa resul-tado de la crisis político-económica que afectóal Imperio Romano en el siglo III, un fenómenoajeno a las islas pero que sería el responsable desu aislamiento y de la consecuente crisis socio-económica de unas formaciones sociales hastaentonces volcadas al exterior. Se inicia así uno delos procesos culturales más interesantes de la pro-tohistoria canaria al generar en las islas el desarro-llo de endcmismos culturales determinados por elaislamiento y que permiten explicar muchas delas diferencias que son observables en las culturasinsulares al final de la protohistoria. El desarrollode esta etapa supone la paralización de la acti-vidad de las factorías agrarias existentes en Lan-zarote (El Bebedero, Caldereta de Tinache,...),interrupción que en el caso de Tinache suponesu abandono durante un periodo de tiempo quediscurriría entre las postrimerías del siglo III olas primeras décadas del siglo IV d.n.e. hasta losinicios del siglo VII d.n.e. (Atoche et al., 2007).

5. EL ITINERARIO MARÍTIMO HACIA CANARIAS

Frente a las dificultades que tradicionalmentese han asociado a la navegación por el Atlánticoafricano durante la Antigüedad, las numerosasevidencias arqueológicas con que contamos en laactualidad ponen de manifiesto que desde fechasmuy tempranas de inicios del I milenio a.n.e. nave-gantes mediterráneos frecuentaron un itinerariomarítimo suratlántico que les permitió alcanzar elarchipiélago canario. Ese itinerario sería utilizadocon frecuencia por marinos fenicios y púnicos alo largo del I milenio a.n.e., manteniéndolo activocon posterioridad marinos romanos y/o roma-nizados al menos desde el siglo I a.n.e. hasta elsiglo IV d.n.e., contextualizado en un fenómenode mayor amplitud geográfica que aseguró la pre-sencia romana a lo largo de la costa occidentalafricana 'hasta más allá del sur del actual Marrue-cos (Rebuffat, 1987; Euzennat, 1989).

Los hallazgos materiales realizados durantelas excavaciones de la factoría fenicio-púnica y

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romana de Essauira-Mogador muestran el pro-longado establecimiento de gentes mediterráneasen una zona muy alejada de aquel mar desde almenos el siglo VII a.n.e., en época fenicia, y en elsiglo V d.n.e., ya en época tardorromana (Jodin,1967; Amadasi, 1992; López y Mederos, 2008),momento en que el sitio se abandona definitiva-mente. Esa ocupación y su posición extrema cer-cana a Canarias convierten a esa factoría en unbuen punto de referencia a la hora de reconstruirel itinerario marítimo utilizado para alcanzar lasislas. Una cuestión a cuya solución también con-tribuyen los datos procedentes de algunas fuentesliterarias latinas, en especial los que recoge la His-toria Natural de Plinio el Viejo sobre la expediciónenviada por Juba II a las Islas de la Mauritania.

La ciudad de Gadir/Gades fue el punto deorigen y de término del itinerario que discurriópor la costa occidental africana tanto en épocafenicio-púnica como romana. La importancia deesa urbe ubicada en el Extremo Occidente a partirdel Bronce Final resulta indiscutible (Schubart yArteaga, 1986); su puerto centralizó gran partedel comercio generado en los circuitos comer-ciales del Mediterráneo centro-occidental, con-virtiéndose en la statio aduanera que controlabael tráfico naval hacia el Mare Cantabricum, elMar e Britannicum (Martínez y Carreras, 1993:102) y hacia el Atlántico africano tal y como nosmuestra el Periplo de Hannón. En ese sentido,M. Ponsich (1969: 234) no dudó en afirmar que laindustria de las salazones de pescado creó clarosvínculos «... entre el sur de la Península Ibérica yla región de Tánger desde la época púnica ...», unaactividad de la que sabemos, a través de Estrabón,qué al menos desde finales del siglo II a.n.e. lospescadores gaditanos faenaban en la costa mauri-tana e incluso más hacia el sur (Ponsich y Tarra-dell, 1965; García Moreno, 1973; Blázquez, 1977;González et al., 1995), utilizando embarcacionesde reducido tonelaje, los hippoi. F. López Pardotambién asegura que la actividad comercial gadi-rita alcanzó

...un lugar tan lejano como es el valle del Sus,a partir del islote de Mogador, donde se hanencontrado contenedores, seguramente sig-nados en Gades, en una fecha muy temprana,siglos VII y VI a. C. Habiéndose constatado elcomercio con los indígenas del Cabo Ghir. (...) lapresencia gaditana sigue siendo viva en la Mauri-tania Occidental aún en el siglo I a. C. y I d. C.(López Pardo, 1988: 742-743).

Hacia las islas existió un itinerario de acceso,al que hemos denominado la ruta de las factorías(Atoche, 2002: 345), el cual seguiría un derroterocostero propio de la navegación de cabotaje y delque tenemos una buena referencia a través delrelato del Periplo de Hannón y de la expediciónorganizada por Juba II a Canarias. Esa ruta tienesu origen en el puerto de Gadir y a partir de ahírealizaría un recorrido paralelo a la costa africanahasta alcanzar Lixus, lugar considerado (Aubet,1987) como el punto de partida de la vía meri-dional que conducía desde la colonización feniciahasta las Islas Purpurarías (Essauira/Mogador)(Desjacques y Koeberlé, 1955), punto desde dondePlinio el Viejo hace arrancar la ruta hacia uno de losarchipiélagos mauritanos, el de las Afortunadas (LaPalma, Gomera, Hierro, Tenerife y Gran Canaria).

A partir de Essauira-Mogador la navegaciónpodía dirigirse con dirección oeste hacia marabierto buscando enlazar con las Islas Salvajes,para desde ahí arribar por el norte a las Afor-tunadas, o bien podía seguir paralela a la costahasta alcanzar el Cabo de luba (Cabo Jubi), puntodesde el cual se adentraría en alta mar con direc-ción oeste para contactar con las islas de las Hes-pérides (Lanzarote, Fucrtcventura y La Graciosa).

El itinerario de las factorías debió establecersecon anterioridad al siglo VII a.n.e. si tenemos encuenta que existe constancia de su pleno funciona-miento en la segunda mitad de ese siglo, momentoen el que mercaderes fenicios ya están establecidosen Essauira-Mogador, una colonia integrada juntocon otras factorías en una amplia red dedicadaa explotar los recursos de la costa noroccidentalafricana. Es posible incluso que ese itinerario seestableciera sobre una ruta más antigua, anteriora la presencia fenicia en Occidente aunque seránestos últimos los que finalmente lo rentabilicen.Así, a partir del siglo VI a.n.e. los cartaginesestrabajaron por reforzar su presencia en esa ver-tiente del continente africano, fortaleciéndosela ruta de las factorías mediante la fundación denuevas colonias, el objetivo más evidente enco-mendado por Cartago al almirante Hannón. Unperiplo que también debió perseguir otros finesmenos confesables en un documento que debíaquedar expuesto a la curiosidad de todo el mundoen el templo de Baal Hammón, con toda proba-bilidad relacionados con el comercio del oro afri-cano, una de las razones que para W. Huss (1993:20) motivaría gran parte de las actividades feniciasen el actual Marruecos y que permitieron durante

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mucho tiempo que Essauira-Mogador se mantu-viera en ese itinerario como baluarte en el comer-cio del oro procedente de África occidental. Conposterioridad Juba II aprovechó las infraestructu-ras fenicio-púnicas de los islotes de Mogador parainstalar una floreciente industria tintorera.

Una vez en aguas cananas, el trayecto queseguiría la ruta estaría avalado por la existencia deuna serie de jalones, representados por diferentesvestigios arqueológicos, tales como los hallazgossubmarinos de ánforas, las representaciones gra-badas de naves localizadas en puntos costeros delnorte de La Palma (El Cercado, Garafía), surestede Tenerife (Barranco Hondo), noreste de Fuerte-ventura (Barranco de Tinojay) o sitios costeros derecalada como Rubicón (sur de Lanzarote). Esteúltimo presenta la importancia de la situacióngeográfica que ocupa, de gran valor estratégicodentro del itinerario que tradicionalmente ha ser-vido para entrar al archipiélago desde la cercanacosta africana o salir de las islas siguiendo tantola ruta anterior como la ruta de entrada norte.La posición extrema que ocupa Lanzarote en elarchipiélago, relativamente próxima al continente,junto con los inagotables recursos pesqueros conque cuenta, constituyeron sin duda razones depeso para que en su extremo meridional Rubicónse convirtiera en paso obligado en la ruta de lasfactorías, tanto si se accedía al espacio marítimode las islas siguiendo la costa norte de Lanzarotecomo si se hacía por la costa sur. En ese hechogeográfico radica la razón que explica su elecciónpara ubicar en él un punto de recalada, su con-tinuada utilización desde fechas muy tempranaspor parte de navegantes fenicio-púnicos y queen época romana se decida mejorar y ampliar susinfraestructuras mediante la construcción de unnuevo pozo-cisterna que multiplicó la capacidadde captación de los recursos acuíferos del sitio ysu potencial para contribuir al tráfico marítimohacia y por las islas desde el Círculo del Estrecho.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se inscribe dentro de los estu-dios que estamos realizando en el marco del pro-yecto HAR2009-08519, «Canarias: colonizaciónhumana protohistórica, bioadaptación insular ytransformación medioambiental», financiado porel Ministerio de Ciencia e Innovación. IP: PabloAtoche Peña.

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