gabriel tarde y la metrica del deseo

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    Gabriel Tarde y la mtrica del deseoDavid San Martn Segura

    Le corresponde a la psicologa econmica reinte-grar a su verdadero lugar, el primero, todo el ladollamado sentimental de la produccin, del repar-to, del consumo de riquezas (G. Tarde,Psychologie conomique , Tomo 1, 1902, p. 117)

    Leyendo a Gabriel Tarde uno experimenta a ratos una especiededj vu invertido, atisbando entre sus lneas un discurso que pa-rece contarnos algo que conocemos de primera mano: el esfuerzode nuestra poca, terico y prctico, por desembarazarse de algu-nos lastres heredados de la modernidad. Ciertas verdades que, enel ltimo momento, han resultado ser engaifas y misticaciones alas que a lo sumo hay que agradecer los servicios prestados y hacerinventario. Citemos el sujeto, la dialctica, la economa poltica, y tambin su crtica ortodoxa, entre esasguras que se desvane-cen como en los lmites del mar un rostro de arena, por citar auno de sus enterradores ms avezados1. El anacronismo al quenos tienta Tarde a cada paso consiste en pretender rastrear, caside forma involuntaria, ciertas conguraciones sociales de nuestro

    1 M. Foucault,Las palabras y las cosas: una arqueologa de las ciencias humanas ,trad. E.C. Frost, Mxico, Siglo XXI, 1984 (15 ed.), p. 375.

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    devenir postmoderno, en los escritos de un autor que vivi en-tre 1843 y 1904. Un autor que adems no tuvo una descendenciaterica clara, o al menos directa. El redescubrimiento de Tardeen Francia por Deleuze, Lazzarato sobre los pasos de aquel oLatour, por sealar tres nombres inuyentes, apuntan a corregiren distintos sentidos ese desfase histrico. Es decir, a recuperarla propuesta tardeana en un momento en el que su perspicacia se vera conrmada, por n, por el espritu de los tiempos, por larotundidad de los hechos2. No obstante, la ciertatardomana des-atada ltimamente sobre esas premisas tiene en s misma algo dedja vu , pues Tarde parece condenado a un continuo redescubri-miento en el ltimo medio siglo, partiendo siempre de la originali-dad extempornea del autor y la obligacin de ponerlonalmenteen justicia, a veces con una pasin que roza lo hagiogrco3.

    Si bien resulta cuestionable presentar a Tarde como un revolu-cionario epistemolgico, y mucho menos social o poltico, es im-posible negar la actualidad de algunas de sus intuiciones y la vigen-cia de su actitudlos ca. Especialmente, en el contexto tericoabierto en el ltimo tramo del siglo XX, a partir de la embestida delpostestructuralismo contra Hegel y en general contra toda lo-sofa del sujeto, y el asalto a Durkheim por ciertas sociologas,que redundan en la sospecha hacia cualquier estructura y hacia lasublimacin de leyes sociales pretendidamente objetivas. La sagaci-

    2 Vanse por ejemplo G. Deleuze,Diferencia y repeticin , trad. S. Delpy y H. Beccacece, Buenos Aires, Amorrortu, 2006; M. Lazzarato,Puissances de linvention. La psychologie conomique de Gabriel Tarde contre lconomie politique , Pars,Les Empcheurs de penser en rond/Le Seuil, 2002; B. Latour y V.A. Lpinay,

    La economa, ciencia de los intereses apasionados. Introduccin a la antropologa econmica de Gabriel Tarde , trad. H. Cardoso, Buenos Aires, Mananial, 2009.3 En este sentido resulta ilustrativo el anlisis de Mucchielli sobre los

    usos de Tarde en las ltimas dcadas al servicio de distintos propsitos teri-cos. L. Mucchielli, Tardomania? Rexions sur les usages contemporains de Tarde,Revue dHistoire des Sciences Humaines 2000 (3), p. 161-184.

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    dad de Tarde tiene que ver con su atencin a ciertos aspectos de lasociedad capitalista denales del siglo XIX, an embrionarios, queparecan proliferar a espaldas de las discusiones sobre el individuoy los agregados sociales, sobre el trabajo como fuente de riqueza,sobre la clase y las leyes evolutivas de la humanidad. La agudezade Tarde est en haber celebrado algunos fenmenosavant la lettre ,cuya expansin posterior ha marcado nuestra poca hasta nivelesque sin duda le fascinaran: la inmediatez de las conexiones socialesincluso a distancia, que nos imbuyen en una especie de cerebrocolectivo; el carcter libidinal del capitalismo postfordista, quese concibe a s mismo como una economa de los afectos, comouna cuestin de pasiones y de su posibilidad de encauzamiento; lasformaciones reticulares y los procesos comunicativos que, comoun fractal, parecen reproducirse a todas las escalas de la realidad; enltimo trmino, la inmanencia radical de los procesos sociales queredobla la fugacidad de cualquier estructura slida que pretenda es-bozarse a partir de aquellos; donde lomolar es triturado a cada ins-tante por las interaccionesmoleculares , in nitas e incansables, parti-cular versin deleterno retornoque anima nuestros mercados plet-ricos. La de Tarde es unalosofa de la interaccin social, una fsicade los cuerpos deseantes y de los magnetismos que los atraviesan,un canto a las potencias inventivas que emergen azarosamente del vnculo social y lo reconguran a cada instante. Es una sociologa,no de las clases u otras macroestructuras, sino de las partculassociales, de sus atracciones y repulsiones. Y es una economa queno se funda en el trabajo y la produccin, sino en la capacidad decartograar todas aquellas interacciones contingentes e inciertas,de capturarlas y responder a ellas en trminos de utilidad.

    La economa de Tarde no es ms que un producto de la in-mersin social de sulosofa. Ms bien, habra que decir que sulosofa es a la vez una sociologa y una psicologa, que al mismo

    tiempo fundamentan una teora econmica, jurdica y criminol-gica. Estos dos ltimos aspectos quedarn en esta ocasin fue-

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    ra del relato, aunque sean otras tantas zambullidaslos cas de Tarde en el universo social. El propsito en estas pocas pginases aproximarnos al autor tangencialmente, considerando ciertosentresijos de su perspectiva econmica, para tirar de distintos ca-bos que conectan con su idea de lo social y su posturalos -ca. Partir, aunque quiz sea empezar la casa por el tejado, de suteora econmica sobre elvalor , problema no obstante cargado yade condicionanteslos cos para Althusser incluso excesiva-mente cargado. De forma todava ms concreta, empezar pro-poniendo un anlisis de caso, contemporneo, pero que resultarindudablemente tardeano y me permitir enfocar el asunto. Lapelcula documentalSeducir al consumidor , rodada por Jan Tenhavenen 2009, servir de fuente4.

    En uno de sus pasajes, el documental de Tenhaven explica elfuncionamiento de la Cumbre del color, una organizacin ame-ricana dedicada al marketing en el sector del color, lase delcolor de las mercancas en general: es decir, el color del mundosocial. La misin de este peculiarthink tankes determinar las ten-dencias en materia de color con al menos tres aos de antelacin,y poner sus conclusiones en manos de la industria, que actuaren consecuencia para el diseo de sus productos. El inters delcaso radica en que los expertos convocados en la Cumbre nodeciden arbitrariamente los tonos que inundarn los escaparates atres temporadas vista. Su aspiracin es captar la direccin hacia laque evolucionarn los gustos de las masas a escala del mercadoglobal y dirigir, o ms bien encauzar, esas tendencias. Su lema:el color vende; el coloradecuadovende ms. Para ello tratan deactuar como unvrtex que fagocita signos sociales del ms diverso

    pelaje, acontecimientos polticos, coyunturas econmicas, esta-dos de nimo, corrientes ideolgicas con eln de destilar su

    4 Jan Tenhaven,Seducir al consumidor-Por qu compramos? , Alemania, 2009(Tt. orig. Angriff auf die Sinne-Wie wir Verbraucher ).

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    signi cadoesttico. Los diseadores en este caso no actan comolegisladores soberanos del estilo, como individuos trascendentesa la masa de consumidores; pretenden ser inmanentes a la masa,actuar desde ella misma para dejarse inuir por sus dinmicas,prever su comportamiento y encauzarlo. Esto es, gobernarla en elsentido neoliberal del trmino. Uno de ellos nos aclara el asunto:A la gente le afecta lo que pasa en la sociedad, por eso quie-ren colores diferentes. Estn afectados por el terrorismo; estnafectados por las tendencias en viajes y modas, y todas las demscosas que pasan. Estn abiertos a los colores nuevos, a los coloresdiferentes, y los quieren comprar. Nosotros tenemos que saberqu van a querer comprar antes de que ellos lo sepan. Quiz sinsaberlo nos ha dado una leccin acelerada de economa tardeana.

    La primera pregunta que podemos plantear al pie de este tes-timonio es si, en estas circunstancias, an es sostenible la explica-cin de la forma-mercanca ofrecida por los economistas clsicos,encabezados por David Ricardo, y que Marx amasa en el primercaptulo de El Capital 5. El valor trata de explicar la intercambia-bilidad de las mercancas, su razn de equivalencia, aquello quelas hace comparables y permite su circulacin. Para la economapoltica clsica y su crtica socialista, el valor de una mercanca esuna cualidad objetiva que habita en el interior de la cosa misma. Y tal condicin, la sustancia del valor, es la cantidad de trabajoque fue necesaria para producir la mercanca, que ha quedo incor-

    5 Respectivamente, D. Ricardo,Principios de economa poltica y tributacin ,trad. P. de la Nuez y C. Rodrguez Braun, Madrid, Pirmide, 2003 (primera edi-cin inglesa de 1817) y K. Marx, El Capital. Crtica de la economa poltica , Libro

    primero, Tomo primero, trad. V. Romano Garca, Madrid, Akal, 1976 (primeraedicin alemana de 1867), en especial el comienzo de la Seccin primera, p.55-117. Es este arranque del El Capital el que Althusser consider extremada-mente daoso por su impronta de idealismo hegeliano. L. Althusser, Guapara leer El Capital , trad. D.D. Daz,Dialktica. Revista de losofa y teora social 2, 1992, p. 32.

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    porado a ella. Ese trabajoabstracto en trminos marxianos ad-herido a la mercanca es lo que le otorga valor categora distintaa la de su precio y lo que le hace ser objetivamente mensurableen relacin a otros bienes. Pues bien, el caso del marketing delcolor podra sugerir que quiz estemos ya demasiado lejos de las varas de tela, los trajes y el telar que Marx utiliza como ejemplopara exponer la dinmica del valor de cambio. Es realmente eltrabajo aplicado a una mercanca lo que determina su valoriza-cin? Ciertas actualizaciones recientes de la perspectiva marxianacontestaran armativamente, a condicin de redenir el concep-to de trabajo y de produccin. La clave no estara ya en la labormanual del proletariado industrial que conforma materialmente lamercanca y la tie del color estipulado, sino en el trabajo inma-terial, cognitivo, aportado por los nuevos obreros semiticos delmarketing. Su materia prima sera elintelecto general , intuicin delpropio Marx que habra resultado casi proftica, y cuya premisay consecuencia es otra vuelta de tuerca en la subsuncin real dela sociedad en el capital: la colonizacin de la vida entera por losprocesos de valorizacin6.

    Pero, y si en realidad la cuestin se hubiera emancipado de-nitivamente del lado objetivo de la produccin, para inclinarse

    hacia la parte subjetiva del consumo? en tal caso, seguira siendoposible manejar una medida de equivalencia que explique el in-tercambio de mercancas? sigue teniendo algn sentido hablarde valor, ms all del precio convencional de los bienes? Son pre-guntas que en realidad estn ya en el debate econmico del sigloXIX, en la inexin entre la escuela clsica y la neoclsica, entrela economa poltica y su conversin en economa a secas. Tarde

    tom partido en la batalla, pero apartndose de las dos posturas

    6 Vanse por ejemplo Y. Moulier Boutang,Le capitalisme cognitif. La Nouvelle Grande Transformation , Pars, ditions Amsterdam, 2007 y B. Aspe y M. Combes, Du vampire au parasite,Futur Antrieur 35-36, 1996, p. 207-219.

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    ortodoxas, denindose por oposicin a la economa poltica cl-sica y a sus crticos, liberales o socialistas.

    No renunci sin embargo a la pregunta elemental de la eco-noma poltica, que no es otra que hallar lo que de homogneopueda haber entre todas las cosas, para fundar el intercambio, y con ello el vnculo social en un rgimen de mercado. No obstante,su punto de partida fue el rechazo de plano de las ilusiones cl-sicas de hallar una objetividad del valor en el fuero interno de lascosas7. Pero tambin el ensayo de Marx de colocar en su alambi-que los residuos de la destilacin de Ricardo y denir una teoradel valor tan simplista, construida sobre la hora de trabajo8. Engeneral, para Tarde las escuelas socialistas no habran hecho msque acentuar la vieja pretensin de laobjetividad , de la deduccingeomtrica de frmulas rgidas, que tengan un falso aire de leyesfsicas9. Esta postura, reconoce el propio Tarde, podra llevarle alescepticismo sobre la posibilidad de encontrar un criterio sustan-tivo sobre el que armar la comparacin entre cosas heterogneas,es decir, a negar la premisa misma de la economa poltica. Esa esprecisamente la postura de Cournot, autor al que Tarde reconocecomo in uencia directa de sulosofa, y que en el terreno eco-nmico se sita en el quicio entre clsicos y neoclsicos, abriendode hecho la senda de los segundos. Para Cournot no existe valorabsoluto ni objetivo, aquel es siempre relativo y de imposible de-terminacin. Por eso propone prescindir de cualquier teora del valor y explicar el intercambio de modo puramente convencional,a travs de la moneda: la reciprocidad de las mercancas se basaraexclusivamente en su equivalencia monetaria, cuyo valor a su vez

    7 G. Tarde, La psychologie en conomie politique , Revue Philosophique de la France et de ltranger , Tomo XII, 1881, p. 413-415.

    8 G. Tarde,Psychologie conomique , Tomo 1, Pars, Flix Alcan Editeur,1902, p. 129 y 354.

    9 Ibd ., p. 140.

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    puede estar referido a la medida-patrn de los metales preciosos,pero ni tan siquiera esa referencia material sera necesaria para sufuncionamiento efectivo10. De hecho, el esfuerzo de Cournot esel de aportar una explicacin matemtica del fenmeno econmi-co, propsito que sera llevado ms lejos por Lon Walras en los Elementos de economa poltica pura 11. Una formalizacin matemticaque ambos logran, sealar Tarde, a costa de depurar la cienciaeconmica de todo elemento subjetivo.

    La postura de Tarde parte, tambin, de la negacin de cualquieraspiracin objetivista en relacin al valor. Considera sin embargoprecipitado asociar la objetividad con lo mensurable y el carctersubjetivo con lo incalculable. Al contrario, la armacin del valorcomo categora vertebradora de la economa poltica pasa a sujuicio por admitir la naturaleza subjetiva del valor, pero tambinla posibilidad de su medida. Adversus Marx, la fuente del valorreside entonces en los fenmenos ntimos y no en la sustanciade los objetos-mercanca. Pero esa intimidad subjetiva no puedeser tampoco la del utilitarismo, la del principio de placer y dolor.Para Tarde, las penas y los goces son categoras tan pocoablesen economa como el mismo trabajo abstracto, aunque por razo-nes opuestas. Aquellos son conceptos cientcossui generis porqueen ellos domina lo cualitativo, lono-mensurable . Y una ciencia delo cualitativo, tambin una ciencia econmica en tales trminos,es simplemente imposible. La salida a esta encrucijada pasa poraislar el sustrato medible de la subjetividad misma, hallazgo delque depende la salvacin de la ciencia econmica. La respuesta,para Tarde, est enla creencia y el deseo, nicos fenmenos subjeti- vos susceptibles de grados homogneos, de estados positivos y

    10 A. Cournot,Recherches sur les principes mathmatiques de la thorie des riches- ses , Pars, L. Hachette, 1838, p. 2-14.

    11 L. Walras, lments dconomie politique pure, ou Thorie de la richesse sociale ,Pars, R. Pichon y Lausane, R. Durand-Auzias, 1926 (primera edicin de 1877).

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    negativos simtricamente opuestos. Son, en denitiva, las nicascantidades que pueden ser consideradas. As, su crtica a Cournoty Walras no ataca su arresto por denir frmulas de cuantica-cin de lo econmico, sino el haber sido demasiado parcos alconsiderar inviable tal apuesta sobre cualquier elemento subjeti- vo. Su reproche a Ricardo y a Marx consiste en haber centradosus esfuerzos en medir algo el trabajo irrelevante, o al menostangencial para la valorizacin de la mercanca. Y por el mismoprincipio responde al utilitarismo econmico: en economa nohay espacio para la mstica; lo til slo puede apoyarse en losgustos y las opiniones humanas12.

    Creencia , el vigor de la fe con la que se juzga la aptitud de unobjeto para satisfacer una necesidad o realizar una voluntad, y de- seo, la intensidad de la previsin de aquella necesidad o voluntad,el ndice de su anhelo; tales son las variables que determinan para Tarde el valor de una cosa. De ah su programa de reformulacinde la economa poltica como una autntica psicologa econmi-ca. Las preguntas sobre la produccin, el reparto y el consumo dela riqueza deberan sustituirse, en esta lgica, por las cuestiones decmo nacen y crecen los deseos de producir y de poseer ciertosobjetos y la conanza en su utilidad; de cmo se difunden y dis-tribuyen tales deseos y conanza; y, por ltimo, cul es el estadodel alma al que nos conducennalmente esos procesos13. Desdeesta posicin, Cournot estara en lo cierto al armar que slo elprecio determina la posibilidad del intercambio. Pero habra queaadir: es el deseo, condensado en el valor, el que determina lajacin de los precios. Para Tarde la idea de equivalencia preexis-

    te an al intercambio, de modo que la realizacin de este saca

    12 G. Tarde, La psychologie en conomie politique,cit., p. 232-233.13 Ibd., p. 401.

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    aquella a la luz14. Por eso el valor es una lucha interna de deseosque tiene lugar a cada instante en el corazn de todo compradorpotencial. Al dejar de lado estos aspectos un tanto escurridizos,la economa-disciplina habra operado una grosera simplicacinde la economa-cosa. Su estatuto cientco pasara en cambio porun re namiento progresivo de las tcnicas de medicin de esasintensidades propagadas por el entorno social, las creencias y losdeseos, los gustos y las opiniones. El problema econmico residi-ra en formatear, en mensurar, la economa-cosa, que sin embargodesbordar sin cesar las habilidades cada vez ms esmeradas de ladisciplina econmica, obligada a inventar nuevas herramientas decartografa social.

    Para Tarde el trabajo, el esfuerzo gastado que una mercancacondensa, no tiene demasiado alcance: fue un deseo que se haextinguido15. Lo nico que importa es la cantidad de deseo actualque una cosa despierta, a cada instante, y la creencia tambin ins-tantnea sobre su utilidad. O, ms bien, la capacidad de prever latendencia de esos estados de nimo y orientar as la creacin denuevos objetos. Como se ve, el debate transita entre la considera-cin del valor como una sustanciaja cuantitativa y objetiva, oentenderla variable cuantitativa y subjetiva. Ms precisamente,como se ver,intersubjetiva , vinculada a las modulaciones innitesi-males de las creencias y los deseos de los cuerpos en interaccin.La primera opcin autoriza a concebir conguraciones estructu-rales de la realidad capitalista, fenmenos necesarios derivadosdel devenir de los objetos en mercancas. As nos hablar Marxdel fetichismo, como resultado de la emancipacin de la mercan-ca respecto a sus productores, que se les presenta apenas fabrica-

    da como una entidad extraa e incluso fantasmagrica, con vida

    14 G. Tarde, Les deux sens de la valeur,Revue dconomie politique , TomoII, 1988, p. 537.

    15 G. Tarde, La psychologie en conomie politique,cit., p. 242.

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    propia, que ha absorbido el trabajo vivo de aquellos en una en-telequia sin atributos materiales, puramente formal. Para Tarde, lacircularidad del valor reside en la espontaneidad irreductible deldeseo y es en realidad un movimiento perpetuo en espiral. Nocristaliza nada, sino que destruye y crea, inventa sin cesar. Por esopara Marx el intercambio no altera el valor de la mercanca, y para Tarde depende esencialmente del intercambio, que no es sino undiferencial entre dos intensidades de deseo.

    Inmediatamente el problema de la explotacin desaparece deescena. La retribucin al productor no se justica por el trabajoque invierte en el objeto, sino en razn del servicio que el pro-ducto aporta, cantidad que slo se vericar con la circulacindel bien. Si el trabajador no puede aplazar su remuneracin has-ta ese momento, o simplemente preere la certeza del pago a laprobabilidad de futuras ganancias, habr de aceptar los inconve-nientes de esa seguridad en su traduccin econmica. De hecho,la cuestin social se debate para Tarde en trminos puramentepsicolgicos, como una batalla sobre la idea de oportunidad deganancia, es decir, sobre laesperanza humana.Consiste en determi-nar si el progreso social pasa por aumentar indenidamente la se-guridad a costa de la esperanza, o sobreexcitar esta en detrimentode aquella16. La crtica clsica a la economa poltica queda puestadel revs. Evidentemente, los conceptos desobretrabajoy plusvala como ganancia ilcita del capitalista resultan tambin absurdosdesde este sentido del valor. Es ms, el trabajador slo hara fun-cionar una maquinaria interna que ha adquirido socialmente entrminos de talento y aprendizaje, que emplea conjuntamente conla maquinaria externa propiedad del capitalista. Si no es legtimo

    que este ltimo se aproveche exclusivamente de tal maquinariaexterna, tampoco ser lcito que el trabajador lo haga absoluta-

    16 G. Tarde,Psychologie conomique , Tomo 1,cit., p. 130.

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    mente respecto a su maquinaria interna-fuerza de trabajo17. Latentacin del anacronismo se cierne de nuevo: no se vislumbraaqu algo as como el individuo-empresa, sustrato ideolgico denuestra economa postsalarial? No es la mquina interna tar-deana el nico capital del heroico trabajador autnomo, aunqueeste lo sea a ttulo econmicamente dependiente segn la lti-ma osada lingstica de nuestro legislador laboral?

    Pero es ms, la propia nocin de capitalismo como periodohistrico denido por la acumulacin incesante de capitales, enlos trminos propuestos por Marx, resulta para Tarde inacepta-ble. Aquello que Marx llama capital, el capital-material, es unelemento meramente accesorio que se reproduce y se destruyea cada instante. Tarde empela una metfora botnica: ese capitalmaterial es slo capital-cotiledn, porque envuelve aquel capitalrealmente esencial, aquel capital-germen que reside en el inte-lecto, en el legado de las ideas indestructibles del genio humano,en las invenciones sedimentadas a lo largo de la historia. El pri-mero es inviable sin este ltimo, del cual deriva toda produccinmaterial. Y slo el capital-germen se acumula indenida e irrever-siblemente, no segn una necesidadepocal , sino lgica y universal. Adems su generacin es, en cierto modo, antieconmica, no sebasa en unsobretrabajo no pagado, sino en elsobredolor mal recom-pensado de quienes ponen su esfuerzo inventivo al servicio delbene cio comn18. Valga de nuevo el ashforward : la particularidaddel capital-germen tardeano, al tiempo absolutamente econmi-co y antieconmico por su dicultad de apropiacin, parecerecibir hoy la atencin pretendida por aquel, al menos a la luzde las disputas sobre la circulacin del conocimiento, sobre los

    derechos de patente, los royalties de propiedad intelectual y laprodigalidad refractaria de los comunes inmateriales.

    17 Ibd., p. 353-355.18 Ibd., p. 137-139.

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    En todo caso, es el capital-germen, y no su cotiledn solidi-cado, lo que permitira armar la reproducibilidad innita del

    sistema econmico, a partir de la aptitud del deseo humano paraextenderse y ramicarse sin trmino. Las invenciones, sean deltipo que sean, en su afn por responder a tal impulsocuasi libidi-nal, son el verdadero capital al que la economa debe orientarse.Cada invencin, si es exitosa en trminos de creencia y deseo,colonizar el espacio social, propagndose mediante rayos de imi-tacin y materializndose en los ms diversos cotiledones. Eltrabajo en su sentido ordinario cae del lado de la pura repeticin,de la imitacin mecnica, dependiente siempre de un germen in-novador originario19. De ah su escasa relevancia en trminos de valor mercantil. Marx se encuentra de nuevo cabeza abajo; paral la invencin, lejos de reproducir el valor, lo pone en crisis, enla medida en que aada avances tecnolgicos, por ejemplo quereduzcan el tiempo de trabajo necesario para producir un mismobien. As, las revoluciones del valor conrmaran la tesis marxianasobre la independencia de su movimiento respecto a la vida realde los hombres. Para Tarde, en cambio, no hay independencianinguna del valor, sino redenicin perpetua por el juego de lainvencin y su propagacin. Las crisis del valor provendrn solode saturaciones momentneas del deseo20.

    La propuesta tardeana a la disciplina econmica es concebir-se como una ciencia de la difusin imitativa, que pasa por estu-diar las dinmicas de la propagacin del deseo. En realidad, noes otro el objetivo de los diseadores en la Cumbre del color altratar de imbuirse en la inmanencia de las corrientes de deseo y creencia, aun cuando sus mtodos quiz se le antojaran a Tarde

    excesivamente cualitativos. El objetivo para este ltimo es, ms

    19 G. Tarde, Les deux sens de la valeur,cit., p. 534.20 Tarde contrasta estas dos posturas sobre las crisis del valor en

    Psychologie conomique , Tomo 2, Pars, Flix Alcan Editeur, 1902, p. 203 y ss.

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    precisamente, la simultnea matematizacin y psicologizacin dela economa, movimientos que lejos de ser incompatibles se re-clamaran mutuamente. De forma un tanto premonitoria, Tardedeposita su esperanza en la ciencia estadstica y en los clculos deprobabilidad para rastrear las variaciones innitesimales de de-seos y creencias: los progresos de la estadstica aplicados a laextensin de los diversos consumos podrn servir ms tarde debase para el clculo de probabilidades de la industria y disminuirsu azar. Notemos que si alguna vez fuera as, si cada uno estuvie-ra ms seguro de que la produccin actual es proporcional a lasnecesidades futuras, el valor de todos los productos aumentaraa igual produccin y por el solo efecto de la estadstica21. Noen vano, la matemtica aplicada es hoy la vanguardia del marke-ting en su nuevo rostro desesperadamente predictivo, mediante laexplotacin algortmica de los hbitos de consumo acumulados,para anticipar al propio deseo del consumidor ofertas de compra es decir, paraconstruir el deseo mismo. Si bien Tarde no apareceentre los referentes econmicos de la actual ortodoxia neoclsi-ca ya se han apuntado sus discrepancias de fondo, podramosconsiderar que su vigencia se verica de forma ms soterrada, noal nivel de los discursos y doctrinas, sino a la altura de las tcnicaseconmicas, en el plano de losdispositivos .

    Estamos ahora en condiciones de seguir algunos de losecosque cuelgan de esta madeja terica sobre el valor para continuarnuestro recorrido a contrapelo, ascendiendo hacia la sociologa,la losofa, en ltimo trmino la ontologa que sostiene el puntode vista tardeano. Conviene advertir, en primer lugar, que el es-cepticismo de Tarde sobre la categora trabajo porta ya todo

    un desafo los co. Es fruto de su pensar en contra de laslosofas del sujeto que han dominado claramente la modernidad.

    21 G. Tarde, La psychologie en conomie politique,cit., p. 250 (en notaa pie nm. 1).

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    Tales losofas compartiran una ontologa que reposa en la no-cin de sujeto, de su individualidad y su conciencia como unidadlos ca ltima. El mundo se construye entonces a travs de la

    accin del sujeto que interviene de algn modo sobre la realidad,compuesta por objetos y otros sujetos. El sujeto es aquello quepermanece estable, igual a s mismo, que perdura. Enfrente, y su-bordinadas a l, se le presentan las cosas que estimulan su acciny sobre las que proyecta su dominio. Lo relevante es que estesujeto de la modernidad ya no es una entidad corporal, concreta,sino que se convierte en un sujeto trascendente, en un principiode inteligibilidad. En Hegel, pero sobre todo en su relectura porMarx, la losofa del sujeto desemboca en la nocin de trabajo. Aqu el trabajo no es una simple actividad econmica concreta,sino que es praxis : produccin del mundo y de s, actividad ge-ntica no slo del obrero, sino del hombre en general22. Se trata,en realidad, de un Sujeto nico que se expresa en un Objetocualquiera23.

    Tarde no parte de Hegel sino de Leibniz, y lo hace para des-componer el sujeto y cualquier unidad que pretenda funcionarcomo a priori ontolgico. La propuesta es disolver literalmenteal sujeto en las series innitas de multiplicidades que recorren larealidad social, o mejortoda realidad. El mundo es interaccin deelementos reducibles a otros componentes en interaccin,ad in - nitum . Toda unidad fenomnica es una asociacin, un agregado departculas en relacin, en interaccin hasta un nivel innitesimal.La realidad es un mundo compuesto de mundos, una sociedad desociedades. El nico elemento ltimo que Leibniz concibe es unrecurso puramente terico, lamnada , que designa la unidad ideal

    22 M. Lazzarato,Por una poltica menor. Acontecimiento y poltica en las socieda- des de control , trad. P. Rodrguez, Madrid, Tracantes de Sueos, 2006, p. 38-39.

    23 G. Deleuze y M. Guattari, Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia , trad. J. Vzquez Prez, Valencia, Pre-textos, 2008 (8 ed.), p. 458.

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    constitutiva del mundo de los mundos. Las mnadas leibni-zianas, los vectores que las recorren y las ponen en relacin, sonlas fuerzas constitutivas de lo real, en sus distintos estadios segnlos percibimos24. Tarde, con suneomonadologa , depura la visin deLeibniz de todo auxilio teolgico y teleolgico, al que este recurrapara asegurar una cierta armona del mundo, una conveniente re-conduccin del caosmondico. Tarde lo relee para seguir armandoel mundo como un tejido de relaciones, como una retcula innitaatravesada por el comportamiento espontneo de sus elementos.El individuo, y cualquier otro agregado, es a lo sumo un resultadoprovisional, nunca una priori . Es un entrecruzamiento de fuer-zas que produce un cierto repliegue, una cierta autoconciencia,nunca acabada, siempre abierta a la inuencia de nuevas sacudi-das que lo reconguren. Toda mnada es puro devenir, aperturaal acontecimiento. Pero el mundo, el orden, es ahora un virtual,una mera posibilidad que no est garantizada por nada, ni porla praxis constitutiva del sujeto, ni por la metaobservacin de ladivinidad. Todo queda a expensas de aquel mismo devenir que nopermite agarrarse a ninguna teleologa que tranquilice el espritu.

    Pero el aguijn de Tarde no slo se dirige a la sustancializa-cin del sujeto-individuo, sino tambin a su inversin sociologista,a aquella crtica que sin embargo no es capaz de superar la premisainicial. La embestida apunta ahora a Durkheim y a toda sociologade lo macro que, frente al individualismo metodolgico, propo-ne como unidad elemental los agregados, las estructuras sociales.Diatriba que en realidad sera extensible a las aglutinaciones quesurgen de la crtica de la economa poltica: las clases. Aunque todosesos ensayos ponen del revs la relacin sujeto-objeto, seguiran

    encerrados en la misma relacin. Para Durkheim la accin de losindividuos en sociedad precipita, mediante su agregado, en una ob-

    24 Vase G.W. Leibniz, Monadologa , trad. J. Velarde Lombraa, Oviedo,Pentalfa, 1981 (primera edicin alemana de 1720).

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    jetividad colectiva cualitativamente distinta de quienes la han pro-ducido singularmente. Si para aquel todo hecho social es una cosacon sustantividad propia, Tarde postula undtournement : toda cosaes una sociedad25. Bergson retomar la senda de Tarde para cues-tionar tambin la tesis durkheimiana del hecho religioso, que pre-tende explicar su carcter desconcertante para la razn individualpor el motivo de que tal hecho no emerge de aquella razn, sino delespritu colectivo. Las representaciones colectivas depositadasen las instituciones, la inteligencia social, aclara Bergson con pose muy tardeana, es complementaria de las inteligencias individuales.Pero no se concibe que ambas puedan resultar discordantes, queuna pueda desconcertar a la otra. La experiencia individual delhombre es inmediatamente social, y la experiencia social nunca sedesprende de las individualidades que la componen26. En realidaden Tarde hay una negacin de la propia disyuntiva entre indivi-dualismo y holismo. Los agregados son, como el sujeto, resultadosprovisorios de la interaccin social. El todo cualquier todo essiempre menor a la suma de sus partes27. El funcionamiento socialno es ni subjetivo ni objetivo, es puramenteintersubjetivo.

    Volvamos por un momento, en esos trminos, al tardeanouniverso del marketing postfordista. Tomar las categoras deconsumidores como compartimentos estables, como realidadessustantivas, se considerara hoy una mirada burda, una violen-cia inadmisible sobre la compleja espontaneidad del mercado decompradores virtuales. Las tendencias de color no se denen porestrati caciones. Admiten quiz modulaciones, categorizaciones

    25 G. Tarde, Les monades et la science sociale,Revue internationale de sociologie , Tomo I, 1893, p. 166.

    26 H. Bergson,Las dos fuentes de la moral y de la religin , trad. J. de Salas y J. Atencia, Madrid, Tecnos, 1996 (primera edicin francesa de 1932), p. 128-129.

    27 Tomo esta atinada expresin de S. Tonkoroff, Sociologa molecu-lar, prlogo a la compilacin G. Tarde,Creencias, deseos, sociedades , trad. A. Sosa Varrotti, Buenos Aires, Cactus, 2011, p. 23.

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    provisionales susceptibles de deshacerse inmediatamente en otrasque emerjan desde criterios alternativos de agrupacin. La voca-cin molecular del capitalismo actual tritura cualquier identidadcuando apenas se ha esbozado para darle siempre un matiz reno- vado. La proclama zapatista queremos un mundo donde quepanmuchos mundos, por otro lado tan leibniziana, adquiere bajoestas premisas una realizacin invertida un tanto siniestra y, sobretodo, absolutamente agotadora.

    Dicho esto, en qu trminos se produce entonces la interac-cin social? en qu consiste el juego caprichoso de las mnadas,de los individuos, de los grupos, de los mundos diversos? Tardepresenta tres comportamientos fundamentales de las partculassociales a cualquier nivel: imitacin, invencin y oposicin. Estosnombres designan las modalidades intersubjetivas de accin, con-sistentes en las conductas de captura, innovacin y reaccin. Detodas ellas es la primera, la imitacin, la que funda la sociabilidad.Dir Tarde que la sociedad no es otra cosa que imitacin organi-zada, y que a su vez la imitacin es una especie de sonambulismo,de repeticin, de arrastre o de captura de unas mnadas sobreotras28. El ser social sera as esencialmente imitativo, y ah reposala posibilidad de un cierto orden social. Incluso la posibilidad dela invencin, es decir, de escapar al hipnotismo provocado porlos comportamientos precedentes, pasa por una interseccin derayos imitativos, por una combinacin original de imitaciones29. Y la variacin que supone la conducta innovadora ser fuente, a su vez, de nuevas propagaciones imitativas.

    La microfsica social de Tarde, donde todo es rivalidad o aco-plamiento, es una dialctica de la multiplicidad que, por lo tanto,

    ya no es ninguna dialctica. Es unalosofa del acontecimiento, y

    28 G. Tarde,Les lois de limitation. tude sociologique , Pars, Flix Alcan di-teur, 1890, p. 97.

    29 G. Tarde,La logique sociale , Pars, Flix Alcan diteur, 1895, p. 151 y ss.

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    ste no es sino un entrecruzamiento instantneo e irrepetible defuerzas relacionales, un fotograma de la secuencia de interaccio-nes. La oposicin tambin juega en Tarde su rol como modalidadde interaccin, pero en ningn caso es elevada a la posicin deter-minante que le atribuye la dialctica hegeliana, a la que aquel res-ponde expresamente. La oposicin es una diferencia particular queconsiste en su misma similitud o, en otros trminos, que presentauna similitud consistente en diferir todo lo posible. La fuente detoda oposicin es la posibilidad de una neutralizacin recprocade acciones semejantes que tienen por lo tanto cierta medida encomn. En realidad Hegel, cuando despliega con tanta serenidadsu rosario interminable de tradas (tesis-anttesis-sntesis) slo enalgunas ocasiones estara tratando de verdaderas oposiciones ensentido tardeano, es decir, contra-repeticiones o repeticiones in- vertidas. Las ms de las veces, sostiene Tarde, estara describiendo variaciones, que son el verdadero agente de transformacin, elmotor autntico de la evolucin social30. La dialctica, y tambinlas sociologas darwinistas, habran operado, a travs de una no-cin desmedida de la oposicin, una metonimia sobre las formasde interaccin social. En esta clave es la heterogeneidad y no laoposicin la que determina la riqueza del mundo social.

    Volviendo a nuestro arranque, son precisamente estos dardosde Tarde contra el sujeto, la economa poltica clsica, la dialcti-ca, y su apuesta por una losofa de las molculas los que hanpervivido, si bien de forma un tanto subterrnea, en algunos de-sarrollos del pensamiento postestructuralista del ltimo tercio delsiglo XX. La deuda de Deleuze hacia Tarde ha sido analizada en

    30 G. Tarde,Lopposition universelle. Essai dune thorie des contraires , Qubec,2002, p. 12 y 16 (versin digital editada en la coleccin Les classiques des scien-ces sociales dirigida por Jean-Marie Tremblay. Disponible en . Edicin original en Pars, Flix Alcan, 1897).

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    profundidad ltimamente por Lazzarato31. Una inuencia que esevidente ya enDiferencia y repeticin de 1968 ttulo, como se ve,en s mismo tardeano, y lo sigue siendo, quiz incluso con msclaridad pese a su dispersin, en la segunda entrega deCapitalismo y esquizofrenia , el Mil Mesetas que Deleuze escribi junto a Guattarien 1980.

    Ms sutil, pero probablemente igual de decisivo, es el inujode Tarde sobre Foucault. Podramos aventurar incluso que esain uencia, recibida quiz gracias a la resurreccin de lagura de Tarde por Deleuze en su libro de 1968, pudo tener alguna im-portancia en el giro metodolgico, de laarqueologa a la genealoga ,que Foucault propuso a comienzos de los aos setenta. Virajeapreciable en cierta medida ya en El orden del discursode 1971, perocuyo primer resultado rotundo data de 1975, con la publicacinde suVigilar y castigar 32. La concepcin foucaultiana del poder ensu etapa genealgica, como instancia que no se posee sino quese ejerce, como fuerza que circula entre los cuerpos, no deja de in- vocar la microfsica tardeana de los procesos sociales. De hecho,esta tesis de Foucault sobre el carcter relacional y ubicuo del po-der, muchas veces acusada de oscura, adquiere nueva claridad a laluz de la neomonadologa de Tarde. De forma an ms concreta,el concepto de gobierno que Foucault delinea en la segunda mi-tad de los aos setenta es casi explcitamente tardeano. Gobernar,en sentido liberal, signica un poder que se ejerce sobre sujetoslibres en interaccin. Por eso, nos dice Foucault, en el coraznde la relacin de poder, y provocndolo constantemente, est la

    31 M. Lazzarato,Puissances de linvention. La psychologie conomique de Gabriel Tarde contre lconomie politique , cit.

    32 M. Foucault, El orden del discurso, trad. A. Gonzlez Troyano, Barcelona, Tusquets;Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin , trad. A. Garzn del Camino,Madrid, Siglo XXI, 2005 (14 ed.)

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    insistencia del deseo y la persistencia de la libertad33. Y por esoel liberalismo es un problema de inuencia sobre los comporta-mientos, de conduccin de la conducta de individuos libres34. Tarde haba advertido en 1893, en un libro no en vano tituladoLas transformaciones del poder que, en efecto, la interaccin social esun problema de posesin recproca y que, en denitiva, lo queimporta es considerar la direccin de la conducta, sea colectiva oindividual35. Observaciones, de nuevo, nada extraas a su com-prensin de la dinmica de los mundos sociales.

    Podramos aadir todava que la pretensin de Foucault depensar las relaciones entre economa y poder ms all de la sub-ordinacin funcional y del isomorsmo, es decir, fuera del tpi-co base-superestructura y de la ideologa, est en cierta medidaresuelta ya en Tarde. Concretamente, a travs de su inclusin enel concepto de capital de aquellos elementos inmateriales que,aunque decisivos, fueron desplazados por la economa-disciplina.Un pasaje de laPsychologie conomique resulta esclarecedor: Lossacerdotes y los religiosos han estudiado los factores de produc-cin (lase reproduccin) de las creencias, de las verdades, conno menos atencin que los economistas la reproduccin de rique-zas. Aquellos podran darnos lecciones sobre las prcticas idneaspara sembrar la fe (retiros, meditaciones obligatorias, predicacin)y sobre las lecturas, las conversaciones, los tipos de conductas quela debilitan36.

    33 M. Foucault, El sujeto y el poder , trad. E. Garavito, Bogot, Carpediem,1991, p. 118.

    34 M. Foucault,Scurit, territoire, population. Cours au Collge de France.1977-1978 , Pars, Gallimard y Seuil, p. 119-138.

    35 G. Tarde,Les transformations du pouvoir , Pars, Flix Alcan diteur, 1899,p. 22.

    36 G. Tarde,Psychologie conomique , Tomo 1,cit., p. 74 (nota a pie nm. 1).

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    Para su propsito terico, Foucault armaba en 1975 un con-cepto ampliado de produccin que abarcara, no slo la gene-racin de riquezas, sino tambin de la propia existencia social:tenemos que producir la verdad del mismo modo que, aln y al cabo, tenemos que producir riquezas, y tenemos que produciruna para poder producir las otras37. De hecho, la genealoga deFoucault es en s una indagacin microfsica que arma el carc-ter productivoy no meramente represivo del poder, y que partepara ello de la premisa indudablemente tardeana de la reinven-cin constante de los dispositivos de gobierno a partir de nuevosdominios de saber y sus modos de propagacin. (Tarde hablincluso de un rbol genealgico de las invenciones idea que,como la genealoga de Foucault, excluye cualquier linealidad en sudesarrollo, de modo que lo real solo es un caso de lo posible38 ).En de nitiva, hay ya en Tarde un cierto posthumanismode carc-ter muy foucaultiano valga una vez ms la anacrona, cuandoa rma que aquello que dirige el mundo () no son los grandeshombres, sino ms bien las grandes ideas que vienen a anidar amenudo en los hombres ms pequeos39.

    El postestructuralismo, dejando a un lado la vaguedad del tr-mino, es un modo delosofa especialmente afanado por estar ala altura de su poca, de presentarse como unalosofa del deve-nir, de la pasin recombinante de nuestro tiempo. No es extraopor lo tanto que se deje atravesar, al menos en su epistemologa,por los inujos de un pensamiento como el de Tarde, que preten-di construirse sobre esas premisas, y con una vocacin absoluta-

    37 M. Foucault,Hay que defender la sociedad. Curso del Collge de France (1975- 1976), trad. H. Pons, Madrid, Akal, 2003, p. 30.

    38 G. Tarde,Linvention considre cmme moteur de lvolution sociale , Pars, V.Giard & E. Brire, 1902, p. 9-10 (conferencia impartida el 11 de junio de 1902ante la Socit de Sociologie de Paris).

    39 Ibd., p. 3.

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    mente aplicada, casi un siglo antes.Hemos visto que para Tarde la sociabilidad pasa por la capa-

    cidad de condensar ese devenir, siquiera de forma provisional. Setrata, en palabras de Latour y Lpinay, de cardar el caos y conver-tirlo en mundo40. Y este resultado, del todo contingente, depen-de para Tarde en buena medida de un talento de tipo mtrico, dela formalizacin de cartografas sobre elsurfeomondico, que ha-gan sus interacciones al menos precariamente previsibles. El xitode la disciplina econmica dependera expresamente de su apti-tud para realizar ese anhelo de medicin de lo intersubjetivo; deah el conado positivismo de Tarde. No obstante, la sociabilidadabsoluta y perfecta es para este una imposibilidad fctica, ya queimplicara unaimitatividad a su vez instantnea y total. Exigira latransmisin inmediata y directa y por ello perfectamente rastrea-ble de las ideas a todos los cerebros que conforman la sociedad.La existencia de una vida urbana de tal intensidad sera equi-parable, nos dice Tarde, al cumplimiento efectivo de un modeloideal en fsica, donde las propiedades de los cuerpos aparecieranfenomnicamente en su perfeccin terica41. Nuestro presentems inmediato ha visto proliferar, no obstante, entornos de ur-banidad virtual que parecen reproducir el sueo de Tarde sobrela propagacin instantnea y sublime, o al menos se le acercan:las redes sociales virtuales podran presentarse como autnticoslaboratorios tardeanos, en la medida en que habilitan una inte-raccin inmediata y amplicada a la ensima potencia entre suspartculas. Y donde los rayos imitativos (me gusta, compar-tir) y las variaciones (la aportacin infatigable de nuevos conte-nidos, sin otro inters que la pura innovacin) marcan la pauta de

    comportamiento. Pero, ms an, las redes sociales permiten en el

    40 B. Latour y V.A. Lpinay,La economa, ciencia de los intereses apasionados ,cit., p. 121.

    41 G. Tarde,Les lois de limitation , cit., p. 77-78.

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    mismo movimiento de interaccin su mapeo, su formalizacin aun nivel estrictamente matemtico. En las entraas de Facebook reposa una bscula del deseo y la creencia. Su modelo de negociono es otro que la captura algortmica de las interacciones entrelos usuarios, mercanca valiosa porque revela matemticamenteun secreto precioso: los hbitos no maniestos, quiz ni siquieraconscientes, de los consumidores potenciales. Dato clave a su vezpara seguir una pauta que ofreciera ya Tarde: el progreso indus-trial empuja al empresario a la audacia, a la consideracin atentahacia los ms mnimos grados de su creencia sobre la medida y laintensidad de los deseos futuros del consumidor42.

    En de nitiva, las redes sociales sonel expresin del concep-to tardeano de pblico agregado espiritual de individuos de-rivado de su sugestin a distancia, que desde luego le merecims atencin que aquel de multitud para l un mero agregadomaterial de cuerpos. Ya para Tarde las sutilezas innitas de lamercanca, la valorizacin indenida del valor, se relacionan conla proliferacin de los pblicos, y no de las multitudes43.

    Sirvan estas ltimas pinceladas para cerrar el crculo de estedeja v tardeano, y a su vez para enfocar el objeto de la siguienteintervencin.

    42 G. Tarde, La psychologie en conomie politique , cit., p. 249.43 G. Tarde,Lopinion et la foule , Qubec, 2003, en especial p. 8-33 (ver-sin digital elaborada por Jean-Marie Tremblay para la coleccin Les clas-siques des sciences sociales. Disponible en: ;primera edicin de 1901).