futurismo politico · reafirmación de la libertad a través del indivi dualismo, y la decisión de...
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Marinetti académico, con Benedetta. 1930.
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FUTURISMO POLITICO
Renzo De Felice
E1 futurismo ha sido objeto de buenos estudios, sobre todo en lo que concierne a sus manifestaciones artísticas y en particular a las artes figurativas. Sus as
pectos culturales y sus aspectos literarios menos técnicos, cruciales para todo estudio retrospectivo en términos ideológicos, han comenzado a ser estudiados científicamente solamente en el transcurso de estos últimos años. Su importancia política e ideológica todavía es subestimada, se habla de ello esquemáticamente utilizando conceptos inadecuados o basados sobre malentendidos y discusiones políticas creadas por el futurismo mismo; o bien se hace sólo una lectura acrítica y superficial en cuanto al contexto político y social en Italia y en Europa.
Resultado de ello es, por ejemplo, una reducción apresurada del futurismo a la categoría del fascismo. Otras vanguardias que, por el contrario, se unieron con el comunismo, son opuestas al futurismo como más bien positivas. Esto explica por qué el aspecto político-ideológico del futurismo ha sido el más descuidado.
Las fuentes de información nos sugieren de hecho que para comprender el fenómeno futurista, más que una ideología, tenemos que buscar una actitud hacia la vida. En conjunto, el futurismo no tenía ideología y no la quería. Si en cierta medida es posible construir una ideología a partir de hechos, descubrimos formas cambiantes, contradictorias que varían según los grupos que componen el movimiento y que no podemos reducir a la fuerza a un común denominador. En la «hoja de cuentas» del futurismo hecha por Francesco Meriano en 1927 en un momento en el que ya había dejado el movimiento, leemos que se trataba «de un sistema moral más que de un sistema estético, una nueva manera de vivir y de ver la vida». Como George L. Mosse lo ha demostrado en sus estudios, el fascismo también era esencialmente una actitud hacia la vida. Desde este punto de vista general, el futurismo y el fascismo tenían ambos sus raíces en una atmósfera común de inquietud -psicológica, social, moral y cultural- y de hastío hacia la sociedad causante de ello: la guerrade 1914-1918 no hizo sino intensificar esta inquietud y este hastío dándole nuevos trasfondospolíticos. Antes, éstos existían sólo en algunoscírculos, tomados a la izquierda, en particular alanarquismo y el sindicalismo revolucionario.Ahora, las nuevas formas de oposición políticainstauradas durante la guerra tendían a influenciar y a tomar la dirección de estos movimien-
tos, dándoles una nueva base social más amplia, una nueva ética y nuevos valores culturales, bajo la forma de mitos. Esos valores tenían relación con los valores antiguos pero de modo general revolucionaban el carácter de la oposición de la izquierda, introduciendo elementos pertenecientes tradicionalmente a la cultura de derechas y también nuevos temas aparecidos o convertidos en importantes durante la guerra, consecuencias de las frustraciones, de las esperanzas y de las transformaciones. En sus comienzos, el futurismo y el fascismo fueron el producto de una condición existencial común y de un común rechazo de sus causas, reales o imaginarias. Esto explica por qué en 1914-1915 el futurismo apoyó al intervencionismo revolucionario (a favor de la intervención en la Primera Guerra Mundial) y hasta 1919 aunque un año antes hubiera fundado su propio partido político. Era uno de los tres principales grupos que crearon los Fasci di combattimento (Haces de combate). Este último hecho no nos permite sin embargo agrupar los dos movimientos como si el futurismo y el fascismo fueran en substancia una misma cosa.
Es evidente ahora que es difícil distinguir entre el intervencionismo democrático y el intervencionismo revolucionario. Etiquetar como fascistas todos los que participaron en el intervencionismo revolucionario o en los Fasci di
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Roma Fururista. 192U. ManUiesro de la arqui1ec1ura Jururis!a.
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combattimento es una simplificación que se ha vuelto históricamente insostenible. Basta con pensar en la historia de la legión de d'Annunzio durante y después del asunto de Fiume -en el cual cierto número de futuristas participaron.
Tampoco se pueden considerar equivalentes el futurismo y el fascismo porque Marinetti y otros jefes del partido Político futurista -que por otro lado en mayo de 1920 dejaron los Fascidi combattimento para protestar contra las nuevas posiciones conservadoras de Mussolini y en particular su rechazo a aceptar sus peticiones anti-monárquicas y anti-clericales- después de la marcha sobre Roma hayan aceptado el fascismo y hayan permanecido en él hasta el final.
En 1922-1923 era difícil prever lo que sería la evolución del fascismo y muchos lo consideraban incluso como un fenómeno transitorio que podría tener la útil función de modernizar y de limpiar (Gaetano Salvemini decía: «Si Mussolini puede desembarazarnos de estas viejas momias y de esos personajes podridos, habrá hecho un gran favor al país. Cuando nos haya desembarazado de la escoria aparecerán recién llegados y le barrerán a su vez»). Fuera de esto, un examen de las relaciones de los futuristas, en cuanto individuos y en cuanto grupo, con el fascismo en el poder muestra que su aceptación de un gobierno fascista ( o más bien de Mussolini) y su pertenencia al partido Fascista, no les hizo nunca renunciar a sus propias posiciones y todavía menos identificarse con el régimen fascista. La política artística y las relaciones con los intelectuales establecidas por el régimen no tenían nada en común con lo que los futuristas habrían deseado; y varias decisiones importantes estrictamente políticas tomadas por los fascistas no tenían su asentimiento.
Con la excepción de Mario Carli y de Emilio Settimelli, ningún representante notable del futurismo tuvo un puesto importante en el partido o en el régimen fascista ni desempeñó un papelsignificativo. El mismo Marinetti, a pesar de suamistad con Mussolini y de su respeto personalhacia el duce y su nombramiento para la Academia de Italia en 1929, permaneció en gran medida fuera de la política.
El 1 de noviembre de 1922, justo después de la toma del poder por los fascistas, Il Resto delCarlina publicó un artículo de Marinetti titulado «iPara cada hombre, cada día un trabajo diferente! Desigualdad y aristocracia». A pesar de cierta ambigüedad y de un tono bastante críptico, este artículo no deja ninguna duda sobre las intenciones del autor, sobre todo si se lee como la tercera parte de una especie de trilogía que expresa la desilusión política de Marinetti respecto a Mussolini y «su sabiduría revolucionaria» (es !z J decir su oportunismo). La serie había comenza- n, •do con Más allá del comunismo (agosto de 1920) Q1 1111
y el que considero como el texto más interesan- U te y más revelador políticamente, Los Jndoma-
�bles, publicado en junio-julio de 1922. Entre los ��
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personajes es fácil reconocer a Mussolini en el revolucionario en teoría, Mah. El artículo de llResto del Carlina era particularmente explícito sobre tres puntos: el rechazo de la política, la reafirmación de la libertad a través del individualismo, y la decisión de no ser, en lo sucesivo, sino un artista. Estas tres tomas de posición, en esa época particular, no pueden entenderse más que como un distanciamiento del nuevo régimen, una especie de advertencia para evitar la confusión.
Retirarse de la política activa y al mismo tiempo ser el defensor de «los derechos artísticos reclamados por los futuristas italianos» no era sin embargo fácil. Durante los años siguientes Marinetti tuvo que reconocer públicamente al fascismo y hacerle una serie de concesiones. Es difícil decir cuánto pudo costarle pero sin duda éstas desempeñaron un importante papel para fijar la idea de que no existía una real diferencia ideológica y política entre el futurismo y el fascismo. Al principio, Marinetti intentó distinguir más o menos las posiciones respectivas. En 1924, antes del asesinato de Matteoti, en Futurismo y Fascismo, planteó claramente que al fascismo le faltaba aún mucho para crear la nueva mentalidad y el nuevo espíritu nacional que esperaban los futuristas.
Cuando la desaparición de Matteoti hizo posible hablar más abiertamente, Marinetti aprovechó la ocasión. Reclamó un congreso fu turista al que pidió aprobar una declaración en la cual invitaba a Mussolini a volver al «Gran Mussolini de 1919» y a dar de nuevo «al fascismo y a Italia el maravilloso espíritu de 1919, puro, atrevido, anti-socialista, anti-clerical, anti-monárquico» -es decir volver al programa y al espíritu original del partido Fascista y de los haces de combate. Y cuatro meses más tarde, en la convenciónde las Instituciones Culturales Fascistas en Boloña, combatió la idea de crear una especie dedoctrina definitiva del fascismo.
Después del golpe de estado del 3 de enero, Marinetti y los futuristas no hicieron más declaraciones, dando la impresión de que aceptaban la situación y abandonaban la idea de distinguir sus opciones de las del fascismo. Se limitaban a defender su idea del arte, ante la cual el régimen será cada vez más reticente, encontrándola anacrónica e incluso políticamente peligrosa.
En realidad, Marinetti y los futuristas veían, a medida que pasaba el tiempo, que el fascismo creaba y extendía del modo más agudo numerosos males que habían denunciado en el estado liberal y que denunciaban en el estado comunista; que «el italiano de Mussolini» se situaba en el polo opuesto a su «italiano único»; que el totalitarismo de Mussolini era la negación de la democracia individualista y del estado anti-estatal y esencialmente anarquista que habían soñado; que las tareas asignadas a los intelectuales por el régimen eran muy diferentes de la misión
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de liberación del individuo que el futurismo había encomendado a los artistas.
En cuanto a Marinetti -que, con poca suerte, justo después de su muerte en 1944 fue descrito por el socialista Avanti! como «incontestablemente el mejor de los líderes fascistas»- no faltan los testimonios sobre su frecuente desacuerdo en privado con diversos aspectos de la política de Mussolini (el pacto con el Vaticano, la alianza con Hitler, etc.) y sobre el uso de su influencia para ayudar a jóvenes y a anti-fascistas en dificultades. Por una de estas intervenciones, en 1928, Croce le dio las gracias personalmente en una carta que honra a uno y a otro. Al menos una vez Marinetti se expresó públicamente: en 1938, contra la adopción de una política anti-semita, de modo que el número de Artecrazia donde se expresaba su opinión fue prohibido inmediatamente.
A pesar de esto, Marinetti y numerosos futuristas permanecieron fieles a Mussolini al menos hasta 1943. Marinetti que, a pesar de su edad había querido combatir en la campaña de Rusia, y había ido como voluntario a Africa en 1934-1935, se unió incluso a la República Social Italiana.
No es fácil explicar esta conducta ni sería suficiente una única explicación. Para algunos, consideraciones prácticas contrarrestaron probablemente las cuestiones de consistencia. Muchos debieron ser afectados por cierto embotamiento de la conciencia que producen típicamente to-
La Testa di Ferro. 1920.
dos los regímenes totalitarios; y probablemente también por un sentido muy fuerte de camaradería y de lealtad impersonal que se encuentra con frecuencia entre las gentes que han sido activas en una pequeña comunidad combatiente; y probablemente también por la fuerza del mito de Mussolini y la identificación del duce con la patria. En una carta a Mussolini, Marinetti habla de «el dolor terrible de ver a Italia, a ti y al fascismo asesinados» como de una razón personal para apoyar la República social.
La ideología futurista fue sin duda un factor importante. El compromiso político del futurismo fue sobre todo intenso después de la Guerra y especialmente entre 1918 y 1921. Durante este período, sin perder nunca su carácter ético y estético, la actitud política de los futuristas se expresó en términos más concretos, más sociales. Hubo incluso un esfuerzo para crear un plan socio-político (el testimonio más evidente se encuentra en Democracia futurista de Marinetti) que hasta entonces los futuristas habían descuidado completamente pues se habían interesado solamente por la lucha contra el pasado bajo sus diferentes formas. Este compromiso, este plan deliberado, además del trasfondo ético-estético, no deben ser subestimados si se quiere comprender y medir la posición futurista en el contexto italiano de la postguerra: la fundación del Partido Político Futurista, su acción para la constitución de los haces de combate y, después, su distanciamiento; su aprobación del asunto de Fiume; y las diversas tentativas de algunos colaboradores de Roma Futurista en 1919 y después del grupo de La Testa di Ferro en 1920-1921 para establecer un verdadero contacto con la izquierda política, con los Anarquistas en particular pero también con el ala bolchevique del partido Socialista. En esta perspectiva, se puede entender el comportamiento de los futuristas con el fascismo cuando éste tomó el poder y cuando se convirtió en un régimen.
En una situación en la que, con toda evidencia, la desmovilización era general y donde se volvía a encontrar la antigua situación política, el único elemento positivamente activo o potencialmente tal, era el italianismo; había ahí para ellos algo digno de un combate, algo que proteger contra una caída en el pasado. Esto explica su aceptación de la toma del poder por los fascistas, su alineamiento con ellos y su lealtad al régimen y a Mussolini en particular. Para la mayoría esto no conllevaba renunciar a su ideal artístico y, al menos en algunos casos como en el de Marinetti, esto no implicaba ningún abandono consciente de ciertas posiciones morales del futurismo, pero según mi parecer
eno hubieran pensado nunca que llega-rían un día a representar un «alma» del fascismo.
(Traducción: Carmen Fernández Sánchez)
Mussso/ini condecora
al duque Amadeo d'Aosta.
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