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Fundamentos del expansionismo americano

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Fundamentos del expansionismo americano

El expansionismo es un elemento vital en la historia de los Estados Unidos, presente desde el mismo momento de la fundación de las primeras colonias británicas en Norte América. Éste fue considerado un elemento esencial en los primeros cien años de historia de los Estados Unidos como nación independiente, ya que se veía no sólo como algo económica y geopolíticamente necesario, sino también como una expresión de la esencia nacional norteamericana.

La creencia de los "padres fundadores" de la Unión Americana acerca de que su sistema político era el más perfecto sobre la tierra se basa en razones históricas y teológicas ligadas a la ideología puritana. De ellas se van a derivar en el siglo XIX la idea de "Destino' Manifiesto"; ésta se refiere a la obligación de extender los beneficios de tal sistema político a todas las regiones de la tierra; desde luego, primero a las más próximas. Paralela a la misma idea se desarrolló la de "Misión"; ésta, aparentemente menos agresiva tenía la finalidad de convencer al resto del mundo de los beneficios de la organización política y económica norteamericana.

Destino Manifiesto

El Destino manifiesto es una doctrina, es una frase y una idea que expresan la creencia de que los Estados Unidos de América están destinados a expandirse desde las costas del Atlántico al Pacífico, expandirse hacia los cuatro vientos. También usado para justificar las adquisiciones territoriales hechas por EU.

Explica la manera en que este país entiende su lugar en el mundo y se relaciona con los demás pueblos. Pretende dar a entender al mundo que Dios eligió a ese pueblo para ser una potencia política y económica, ser una nación superior al resto del mundo.

¿En qué consiste?

Con esta filosofía se pretende justificar la manera en que Estados Unidos ha formado su papel en el mundo y la forma de relacionarse con otros pueblos. A lo largo de su historia, desde las 13 colonias hasta la actualidad, el Destino Manifiesto ha sustentado la convicción de que Dios eligió a ese pueblo para ser una potencia política y económica, una nación superior al resto del mundo. Y que la forma de demostrarlo es extenderse por todo el continente que nos ha sido asignado por la “Divina Providencia”, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno.

Muy pronto, políticos y líderes de opinión aplaudieron el Destino Manifiesto, que fue pensamiento y visión del entonces presidente James Knox Polk (1795-1849),

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que es quien impulsa la guerra contra México en 1846-48, conflicto bélico que anexó a Estados Unidos más de la mitad del territorio Mexicano.

La expansión territorial y la concepción imperialista de Estados Unidos se asientan en el siglo XIX. En 1803, el presidente Thomas Jefferson compra Louisiana y Florida a Francia en 15 millones de dólares. A lo largo de ese siglo, compran o pelean con otros países; no sólo en EEUU desplazan a sus pueblos indígenas, esclavizan o hacen guerras entre ellos, sino también salen a lugares lejanos y, con estrategias amigables o no, se apoderan lo mismo de Puerto Rico, que de Cuba, Panamá, Hawai….etc.

Principales puntos

Los partidarios del Destino manifiesto creen que la expansión no sólo es buena sino también obvia (manifiesta) y certera (destino). El destino o finalidad de esta filosofía son el crecimiento, el expansionismo, el imperialismo y el colonialismo.

A través de la doctrina del Destino Manifiesto se propagó la convicción de que la misión que Dios eligió para al pueblo estadounidense era la de explorar y conquistar nuevas tierras, con el fin de llevar a todos los rincones de Norteamérica la “luz” de la democracia, la libertad y la civilización.

Esto implicaba la creencia de que la república democrática era la forma de gobierno favorecida por Dios. Aunque originalmente esta doctrina se oponía al uso de la violencia, desde 1840 se usó para justificar el intervencionismo en la política de otros países, así como la expansión territorial a través de la guerra, como sucedió en 1846-48 en el conflicto bélico que concluyó con la anexión de Texas al territorio Estadounidense.

Entusiasmó, llenó de energía, de determinación e inspiró a los estadounidenses para explorar nuevas regiones, especialmente en su migración hacia el oeste. También dio forma al elemento más importante del sueño americano: la idea de que se pueden obtener la libertad, la superación y la independencia en un territorio de proporciones “ilimitadas”.

Las consecuencias negativas que conlleva el uso de esta filosofía van desde la intolerancia hacia la forma en que se organizan tanto social como políticamente otros pueblos, el despojo, exterminio y confinamiento de los razas indígenas de Estados Unidos a reservaciones, guerras injustas y la discriminación.

¿Quién lo hizo?

John L. O’Sullivan, un periodista de la revista Democratic Review de Nueva York fue el primero en usar el término en uno de sus reportajes en 1845.

O’Sullivan explicaba las razones de la necesaria expansión territorial de los Estados Unidos y apoyaba la anexión de Texas. Decía: “el cumplimiento de nuestro

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destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno.

Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.

Lo esencial es que desde su origen como nación, la obsesión de Estados Unidos ha sido encontrar la perfección social mediante un triple compromiso: con la divinidad (cumpliendo con el destino impuesto por Dios), con la religión (observando una moral intachable) y con la comunidad (defendiendo su libertad, su seguridad y su propiedad). A lo largo de su historia, los políticos de esa nación han invocado el favor de Dios en sus discursos y han insistido en la "misión trascendente" que tienen la obligación de cumplir.

La Doctrina Monroe

El fin de la era de las revoluciones atlánticas a principios de la década de 1820 generó nuevas preocupaciones en los Estados Unidos. Los líderes estadounidenses vieron con recelo los acontecimientos en Europa, donde las fuerzas más conservadoras controlaban las principales reinos e imperaba un ambiente represivo y extremadamente reaccionario. El principal temor de los norteamericanos era la posibilidad da una intervención europea para reestablecer el control español en sus excolonias americanas. A los británicos también les preocupaba tal contingencia y tantearon la posibilidad de una alianza con los Estados Unidos. La propuesta británica provocó un gran debate entre los miembros de la administración del presidente James Monroe. El Secretario de Estado John Quincy Adams desconfiaba de los británicos y temía que cualquier compromiso con éstos pudiese limitar las posibilidades de expansión norteamericana. Adams temía la posibilidad de una intervención europea en América, pero estaba seguro que de darse tal intervención Gran Bretaña se opondría de todas maneras para defender sus intereses, sobre todo, comerciales. Por ello concluía que los Estados Unidos no sacarían ningún beneficio aliándose con Gran Bretaña. Para él, la mejor opción para los Estados Unidos era mantenerse actuando solos.

Los argumentos de Adams influyeron la posición del presidente Monroe quien rechazó la alianza con los británicos. El 2 de diciembre de 1823, Monroe leyó un importante mensaje ante el Congreso. Parte del contenido de este mensaje pasaría a ser conocido como la Doctrina Monroe. En su mensaje, Monroe enfatizó la singularidad (“uniqueness”) de los Estados Unidos y definió el llamado principio de la “noncolonization,” es decir, el rechazo norteamericano a la colonización, recolonización y/o transferencia de territorios americanos. Además, Adams

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estableció una política de exclusión de Europa de los asuntos americanos y definió así las ideas principales de la Doctrina Monroe. Las palabras de Monroe constituyeron una declaración formal de que los Estados Unidos pretendían convertirse en el poder dominante en el hemisferio occidental.

Es necesario aclarar que la Doctrina Monroe fue una fanfarronada porque en 1823 los Estados Unidos no tenían el poderío para hacerla cumplir. Sin embargo, esta doctrina será una de las piedras angulares de la política exterior norteamericana en América Latina hasta finales del siglo XX y una de las bases ideológicas del expansionismo norteamericano.

“América para los americanos”. Con esta frase se sintetiza la Doctrina Monroe, atribuida a James Monroe, quinto presidente de los Estados Unidos, en 1823. En esencia sintetiza el deseo norteamericano de que ninguna potencia colonial europea pretenda adueñarse de territorios en América.

Esta frase, que hizo reconocible esta doctrina, fue ideada por John Quincy Adams, secretario de Estado. Con la Doctrina Monroe se pretendía que ningún país europeo con intereses coloniales y económicos pusiese pie en América, aunque esto no fue siempre así. De esta manera, Estados Unidos definía su, hasta entonces, difusa política exterior y se erigía como líder de un continente en pleno desarrollo durante el siglo XIX.

Las palabras de Monroe fueron en un principio tomadas como una declaración anticolonialista, tras la independencia de diversos países en el continente americano. Si bien posteriores lecturas ponen en duda las ideas iniciales de Monroe, llegando algunos como el diplomático ruso F. de Martens a reformular la frase como “América para los americanos del Norte”.

Y es que esta supremacía que quería ejercer Estados Unidos sobre el resto de América se ve refrendada con casos como el del interés norteamericano por el control del canal de Panamá o sus intereses en Cuba, expulsando a los españoles de allí en 1898 para posteriormente establecer un trato preferencial con el nuevo gobierno establecido.