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FUNDACIÓN ÉPSILON Julio - Página 1 de 83 - http://www.elalmendro.org [email protected] Viernes 1 de julio EVANGELIO Mateo 9, 9-13 9 Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: -Sígueme. Se levantó y lo siguió. 10 Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos. 11 Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: -¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos? 12 Jesús lo oyó y dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. 13 Id mejor a aprender lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6): porque no he venido a invitar justos, sino pecadores. COMENTARIOS I vv. 9-10: Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: -Sígueme. Se levantó y lo siguió. El episodio simbólico del paralítico, en el que se ofrece la salvación a todo hombre sin distinción, se concreta en la llamada de Mateo, el recaudador. Su profesión, por su reconocida codicia y el abuso que hacían de la gente, lo asimilaba a «los pecadores» o «descreídos» y lo excluía de la comunidad de Israel. Mateo está «sentado», instalado en su oficio (el mostrador de los impuestos). Jesús lo invita con una palabra: «Sígueme». Mateo «se levanta», y sigue a Jesús. El seguimiento es la expresión práctica de la fe / adhesión. Según lo dicho por Jesús al paralítico (9,2), su pasado pecador queda borrado. De hecho, Mateo abandona su profesión (se levantó); como el paralítico, comienza una vida nueva. v. 10: Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos. La solemnidad de la fórmula inicial (lit. «y sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa») aconseja referir la frase a Jesús mejor que a Mateo. Por otra parte, esta casa (en griego, oikía) designa varias veces la de Jesús y sus discípulos (9,28; 13,1.36; 17,25). Puede ser, como en Marcos, símbolo de la comunidad de Jesús. En la casa se encuentran reclinados a la mesa -postura propia de los hombres libres- Jesús y sus discípulos, pero llegan muchos recaudadores y pecadores y se reclinan con ellos. La comida-banquete es figura del reino de Dios (cf. 8,11). La escena significa, por tanto, que también los excluidos de Israel van a participar de él. La llamada de Mateo ha abierto a «los pecadores» o impíos la puerta del reino de Dios, actualizado en el banquete mesiánico. La «llegada» de los «recaudadores y pecadores» para estar a la mesa con Jesús y los discípulos en el acto de perfecta amistad y comunión, indica que también ellos han dado su adhesión a Jesús y constituyen un nuevo grupo de discípulos. Su fe / adhesión ha cancelado su pasado, son hombres que van a comenzar una nueva vida. No es condición para el reino la buena conducta en el pasado ni la observancia de la Ley judía. Basta la adhesión a Jesús. Nótese que el término «pecadores / descreídos» no designaba sólo a ]os judíos irreligiosos, que hacían caso omiso de las prescripciones

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Viernes 1 de julio EVANGELIO Mateo 9, 9-13

9Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

-Sígueme. Se levantó y lo siguió. 10Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de

recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos. 11Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos:

-¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos? 12Jesús lo oyó y dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. 13Id

mejor a aprender lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6): porque no he venido a invitar justos, sino pecadores.

COMENTARIOS I

vv. 9-10: Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado

al mostrador de los impuestos, y le dijo: -Sígueme. Se levantó y lo siguió. El episodio simbólico del paralítico, en el que se ofrece la salvación a todo hombre sin

distinción, se concreta en la llamada de Mateo, el recaudador. Su profesión, por su reconocida codicia y el abuso que hacían de la gente, lo asimilaba a «los pecadores» o «descreídos» y lo excluía de la comunidad de Israel. Mateo está «sentado», instalado en su oficio (el mostrador de los impuestos). Jesús lo invita con una palabra: «Sígueme». Mateo «se levanta», y sigue a Jesús. El seguimiento es la expresión práctica de la fe / adhesión. Según lo dicho por Jesús al paralítico (9,2), su pasado pecador queda borrado. De hecho, Mateo abandona su profesión (se levantó); como el paralítico, comienza una vida nueva.

v. 10: Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos.

La solemnidad de la fórmula inicial (lit. «y sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa») aconseja referir la frase a Jesús mejor que a Mateo. Por otra parte, esta casa (en griego, oikía) designa varias veces la de Jesús y sus discípulos (9,28; 13,1.36; 17,25). Puede ser, como en Marcos, símbolo de la comunidad de Jesús. En la casa se encuentran reclinados a la mesa -postura propia de los hombres libres- Jesús y sus discípulos, pero llegan muchos recaudadores y pecadores y se reclinan con ellos. La comida-banquete es figura del reino de Dios (cf. 8,11). La escena significa, por tanto, que también los excluidos de Israel van a participar de él. La llamada de Mateo ha abierto a «los pecadores» o impíos la puerta del reino de Dios, actualizado en el banquete mesiánico. La «llegada» de los «recaudadores y pecadores» para estar a la mesa con Jesús y los discípulos en el acto de perfecta amistad y comunión, indica que también ellos han dado su adhesión a Jesús y constituyen un nuevo grupo de discípulos. Su fe / adhesión ha cancelado su pasado, son hombres que van a comenzar una nueva vida. No es condición para el reino la buena conducta en el pasado ni la observancia de la Ley judía. Basta la adhesión a Jesús. Nótese que el término «pecadores / descreídos» no designaba sólo a ]os judíos irreligiosos, que hacían caso omiso de las prescripciones

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de la Ley, sino también a los paganos. La escena abre, pues, el futuro horizonte misionero de la comunidad.

vv. 11-13: Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: -¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos? 12Jesús lo oyó y dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. 13Id mejor a aprender lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6): porque no he venido a invitar justos, sino pecadores.

Oposición de los fariseos, los que profesaban la observancia estricta de la Ley se guardaban escrupulosamente del trato y del contacto con las personas impuras (pecadores). Se dirigen a los discípulos y les piden explicaciones sobre la conducta de su maestro. Responde Jesús mismo con una frase proverbial sobre los que necesitan de médico y denuncia la falta de conocimiento de la Escritura que muestran los fariseos, que no comprenden el texto de Os 6,6 (cf. Mt 12,7). Dios requiere el amor al hombre antes que su propio culto (cf. 5,23-24). Esto invierte las categorías de los fariseos, que cifraban su fidelidad a Dios en el cumplimiento exacto de todas las prescripciones de la Ley, pero condenaban severamente a los que no las cumplían (cf. 7,lss). La frase final de Jesús tiene un sentido irónico. «Los justos», que no van a ser llamados por él, son los que creen que no necesitan salvación. El verbo «llamar / invitar» ha sido usado por Mateo para designar el llamamiento de Santiago y Juan, que no pertenecían a la categoría de «los pecadores / descreídos». «Pecadores», por tanto, tiene un sentido amplio. Son aquellos que no están conformes con la situación en que viven, que desean una salvación. «Los justos», por oposición, son los que están satisfechos de sí mismos y no quieren salir del estado en que viven.

II

La acción de Jesús se dirigía fundamentalmente a pobres y excluidos. Los pobres, debido a sus carencias económicas, a su falta de participación en las instituciones y a las deficiencias de su educación tienden a ser ignorados, aunque constituyan la mayor parte de la población. A ellos, dirige Jesús toda su atención, afecto y solidaridad. Los que han sido privados de los recursos para vivir bien no pueden ser privados del bien mayor que es el amor de Dios.

Pero existe otra categoría de personas que sin ser necesariamente pobres son excluidas, principalmente por prejuicios sociales. Jesús también dirige su atención hacia los excluidos sociales. En su época, los excluidos sociales eran los extranjeros y los cobradores de impuestos. Las personas de otra raza eran discriminadas por los judíos ortodoxos, porque los consideraban impuros. Los publicanos eran excluidos porque los fanáticos de izquierda y de derecha los acusaban de ‘colaboracionismo’ con el imperio romano. Jesús se salta olímpicamente todos estos prejuicios y va al encuentro de las personas, valorando a cada uno por su potencial humano y no por los prejuicios sociales.

La actitud de Jesús levantó ‘sospechas’ de inmediato. Para sus contemporáneos no era posible que un maestro tan reconocido por el pueblo pudiera sentarse en la misma mesa con publicanos y toda índole de pecadores públicos. Ni siquiera los pensadores más liberales, los fariseos, soportaban semejante conducta que violaba todas las normas no escritas de la sociedad. Pero, para Jesús, lo importante eran las personas, por eso recuerda una frase muy famosa de la tradición profética: ‘misericordia quiero y no sacrificios’. Nosotros tenemos que revisar nuestra manera de proceder, no sea que terminemos como los escribas: con la Biblia debajo del brazo pero incapaces de acoger al excluido. Sábado 2 de julio

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EVANGELIO Mt 9, 14-17

14Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: -Nosotros y los fariseos ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan? 15Jesús les contestó: -¿Pueden estar de luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día

en que les arrebaten al novio y entonces ayunarán. 16Nadie echa una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado, porque el remiendo tira del manto y deja un roto peor. 17Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, revientan los odres: el vino se derrama y los odres se echan a perder; no, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.

COMENTARIOS I

v. 14: Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: -Nosotros y los fariseos

ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan? Juan Bautista está ya en la cárcel (4,12). Según la presentación que ha hecho Mt, Juan no ha

pretendido hacer discípulos ni fundar escuela; su papel era de mero precursor (3,11). Aparecen ahora, sin embargo, «los discípulos de Juan», que mantienen su adhesión a él. »Discípulos» son los que siguen la doctrina de un maestro; éstos han conferido a Juan ese papel. Éstos quieren perpetuar su figura y doctrina, absolutizándolas, contradiciendo a su carácter de precursor. De hecho, no llaman a Jesús «Maestro».

La práctica religiosa de los discípulos de Juan se ha asimilado a la de los fariseos. El papel renovador de Juan y su oposición a los fariseos, a quienes calificó de «camada de víboras» (3,7), han sido olvidados por sus discípulos. Estos han integrado a Juan en el antiguo sistema. Reprochan a Jesús no atenerse a la tradición ascética de los grupos observantes de Israel. Consideran indiscutible que para formar a los discípulos hay que imponerles una severa disciplina.

v. 15: Jesús les contestó: -¿Pueden estar de luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que les arrebaten al novio y entonces ayunarán.

La respuesta de Jesús enfoca la cuestión desde un punto de vista completamente distinto. Compara su convivencia con los discípulos a un banquete de bodas, donde él representa al novio / esposo. Los discípulos son «los amigos del Esposo» (lit.: «los hijos del tálamo o de la sala del banquete», modismo semítico para designar a los amigos íntimos del novio, que se ocupaban de todo lo necesario para la celebración de la boda y de animar la fiesta).

La denominación «el Esposo» enlaza con las palabras de Juan Bautista «yo no merezco ni quitarle las sandalias» (3,11). «El Esposo» o marido era designación de Dios en el AT dentro del simbolismo de la alianza como unión nupcial entre Dios y el pueblo (Os 2). Como lo indicaba ya Juan, Jesús asume esa función; nueva transferencia de una función divina a Jesús, «el Dios entre nosotros» (1,23). La imagen del Esposo supone el cambio de alianza (cf. Jr 31,31-34). Características de ésta son la amistad, la intimidad, la alegría y la libertad. «Los amigos del Esposo» no están sujetos a una disciplina; su actividad se ejerce en la libertad, guiada por el amor al amigo. Ésta es la relación del hombre con Dios en la nueva alianza: el alegre servicio guiado por la adhesión a Jesús, que es amistad con él. Siendo el ayuno expresión de tristeza, es incompatible con la presencia de Jesús. Llegarán días, sin embargo, en que el ayuno esté justificado, cuando los discípulos se vean privados de la presencia del amigo («el día en que les arrebaten al novio»).

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vv. 16-17: Nadie echa una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado, porque el remiendo tira del manto y deja un roto peor. 17Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, revientan los odres: el vino se derrama y los odres se echan a perder; no, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.

La pregunta de los discípulos de Juan mostraba su extrañeza y escándalo porque Jesús no imponía a sus discípulos la disciplina ascética tradicional. Jesús les explica ahora la razón usando dos comparaciones, la de la pieza de paño nuevo en un vestido viejo y la de los odres y el vino. Lo viejo y lo nuevo son incompatibles; todo compromiso lleva al fracaso y a la ruina de ambos. Con su presencia comienza una época de novedad radical.

Esta perícopa está íntimamente ligada a las anteriores y constituye el centro de esta sección. Jesús llama al reino de Dios a «los pecadores», término que incluye a los paganos en su significado y en la futura realización del reino. Jesús afirma que en la comunidad mesiánica (Mesías-Esposo) no se va a imponer a sus discípulos la praxis religiosa judía. Las antiguas instituciones y prácticas, que pertenecen a la tradición cultural de un pueblo, no pueden adaptarse en absoluto a la universalidad de la comunidad mesiánica. Lo mismo que para entrar en el reino la única condición es la adhesión a Jesús, así lo es también para pertenecer a él. Jesús libera a los futuros discípulos procedentes del paganismo de toda dependencia de la cultura judía. El antiguo Israel ha pasado, y sus instituciones con él.

Es de notar que Jesús considera el ayuno no como una práctica religiosa, sino como expresión personal de tristeza. Es un hecho lo que puede llevar a los discípulos a ayunar: la ausencia del Esposo, que tendrá lugar en su pasión y muerte. Una vez resucitado, su presencia será continua (28,20). El ayuno no tiene relación con Dios: como las lágrimas, es una expresión de la tristeza, que el hombre practicará cuando tenga motivo para ello.

Los fariseos y discípulos del Bautista continúan sus ayunos porque no han reconocido en Jesús al Esposo-Mesías. Su ayuno es señal de su rechazo de Jesús.

II

En todas las religiones existen ciertas devociones y prácticas piadosas sobre las que se hace recaer todo el peso de la expresión religiosa. Estas prácticas se utilizan como un medidor de la religiosidad de una persona, pero, como nos lo muestra el evangelio, no podemos pensar que en el cristianismo ocurra de la misma forma.

En la época de Jesús, el ayuno era valorado como una expresión religiosa valiosa en si misma, sin ninguna conexión con las necesidades sociales o con la salud de las personas. El ayuno ponía en evidencia el esfuerzo individual, pero no la solidaridad con los que ayunan permanentemente por falta de alimentos. Jesús coloca todos los valores al contrario, o sea al derecho para una persona no alienada por los prejuicios sociales, étnicos y culturales. Para él lo más importante no es la ‘dieta’, sino la experiencia que en ese momento realiza la persona. Los rituales no tienen valor en si mismos. Deben ir acompañados de una actitud que ponga en evidencia los valores vitales: la felicidad, el amor, la solidaridad. Para Jesús no son importantes las devociones aisladas, sino la capacidad de vivir auténticamente la historia como un encuentro gozoso con el Dios de la vida. Por esto invita a los discípulos de Juan bautista a dejar el molesto cinturón de camello y el ayuno programado para hacer el sacrificio de vivir la vida con alegría y sencillez de corazón. La mejor religión es la que nos acerca al Dios exigente y amoroso, no la que nutre nuestra autosuficiencia con practicas individualistas y autosatisfactorias.

Domingo 3 de julio

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DECIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura: Zacarías 9, 9-10 Salmo responsorial: 144, 1-2. 8-11. 13-14

Segunda lectura: Romanos 8, 9. 11-13 EVANGELIO Mateo 11, 25-30

25En aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, has escondido estas cosas a los sabios

y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

27Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

28Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro,. 29Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontrareis vuestro respiro, 30pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

COMENTARIOS I

DEMASIADO COMPLICADO

Me da la impresión de que con la Religión pasa como con el circo. Hay en ella una especie de juego de trapecio, de triple salto mortal donde lo que vale es “el más difícil todavía”. Lo sencillo, lo ordinario no tiene mérito, no parece tener valor.

En tiempos de Jesús no bastaba con cumplir los Diez Mandamientos. Para ser un buen

judío había que observar 613 preceptos, de los que 365 eran prohibiciones -una por cada día del año- y 248 mandamientos positivos -tantos cuantas partes integraban el cuerpo humano según la medicina vigente.

No era fácil ser una persona como Dios manda. Sólo quien tenía cultura y tiempo para

estudiar leyes y “escrutar las Escrituras" podía conseguirlo. La religión, que debía ser para todos, era patrimonio de abogados, teólogos y laicos cultos y pudientes (doctores de la ley, escribas, fariseos y saduceos). El pueblo sencillo, dado lo complicado del sistema, se distanciaba cada vez más de Dios. No sabía de leyes, ni entendía de teología ni de derecho canónico. No tenía tiempo ni medios para dedicarse a ello. La Biblia, enciclopedia del saber religioso, estaba escrita en hebreo, lengua culta y muerta, ininteligible para el pueblo que hablaba arameo y, por lo demás, en su gran mayoría no sabía leer. Como en los tiempos de la misa en latín.

Por si esto fuera poco, los abogados (doctores de la ley) habían desarrollado una ingente

casuística, rayana en lo ridículo y absurdo, en torno a cada uno de los 613 preceptos, dando lugar a una jurisprudencia de cinco mil mandamientos aproximadamente.

Demasiados mandamientos. Demasiados preceptos. Excesivas leyes y reglas. Todo

demasiado complicado.

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También hoy. Los mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia; normas para el ayuno, la abstinencia y la penitencia cuaresmal. Decretos de la Santa Sede, de las Sagradas Congregaciones romanas, de las Conferencias Episcopales... Cuántos hijos hay que tener, cómo hay que vivir, cómo hay que vestir (no olvidemos los gloriosos tiempos en los que la moral y la decencia se medían por los centímetros de mangas y escote), qué hay que hacer en cada momento... Todo ha estado -y sigue estando- regulado, legislado, codificado.

El pueblo, ante esta barahúnda de leyes, hoy -como ayer- ha terminado por no entender.

Cansado y agobiado por el peso de una Religión para élites se ha separado de la Iglesia. No entiende la teología escrita en clave para iniciados, ni le sirve. Eso sí, soporta sobre las espaldas de su conciencia esos fardos leguleyos que le han colocado los eclesiásticos. Como los judíos, también los cristianos lo hemos complicado todo.

Lo de Jesús de Nazaret era más sencillo. Un día reunió a la gente y le dijo: "Venid a mí

todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera". Fue una convocatoria revolucionaría, dirigida contra el sistema religioso y teológico de su tiempo -y de hoy-.

El yugo de la Religión-Ley era insoportable. Jesús lo alivió simplificándolo. Los 613

mandamientos y la innumerable casuística creada en torno a cada uno de ellos quedaron reducidos a uno: "Amaos como Yo os he amado". Así de fácil. Lo suficientemente difícil como para no complicarlo más.

Adiós a la Religión como sistema del "más difícil todavía", patrimonio de los menos. No

hace falta ser ni culto, ni sabio, ni teólogo para ser buen cristiano. Basta con amar como Jesús. Lo que sucede es que de amor entienden sólo los sencillos. Quienes no lo son, saben de leyes. "Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla...

II

FE Y CIENCIA A lo largo de la historia han sido muchos los conflictos entre los dogmas religiosos y la

ciencia, y en muchos casos el transcurso del tiempo parece que ha ido dando la razón a los científicos. Y hoy son muchos los científicos que se confiesan ateos o agnósticos. ¿Será incompatible la inteligencia humana y la fe en Jesús de Nazaret? ¿Es eso lo que quiere decir el evangelio de este domingo?

SABIOS Y ENTENDIDOS

La oración de Jesús a que se refiere el evangelio de hoy: «Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla», hay que entenderla a la luz de una advertencia que hace Dios a su pueblo por medio del profeta Isaías: «Dice el Señor: Ya que este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina, yo seguiré realizando prodigios maravillosos: fracasará la sabiduría de sus sabios y se eclipsará la prudencia de sus prudentes» (Is 29,13-14; véase también Mt 15,8-9).

Dios se había dado a conocer a su pueblo por medio de su actuación liberadora, al sacarlo de la esclavitud de Egipto; en el Sinaí les dio unas normas que cumplir, que en sus primeras

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formulaciones estaban siempre basadas en los acontecimientos que dieron origen al pueblo de Israel (~x 20,2; Dt 5,6.20-25). La relación del hombre con Dios debía estar siempre basada en esta experiencia liberadora, de tal forma que, como repiten una y otra vez los profetas, es imposible relacionarse con Dios si no se practica la justicia para con el prójimo (véase, p. ej., Is 1,10-18; 58,1-12).

Pero, según se deduce de las palabras de Isaías que hemos citado antes, algunos sabios y entendidos habían hecho creer al pueblo que lo que Dios quería es que los hombres estuvieran pendientes de él, que rezaran mucho, que frecuentaran mucho el templo. Así habían conseguido que los mandamientos que Dios había dado a los israelitas para que, poniéndolos en práctica, consiguieran evitar que entre ellos se pudieran reproducir relaciones de esclavitud y opresión semejantes a las que sufrieron en Egipto, quedaran sustituidos por preceptos humanos, y que la práctica religiosa se redujera a pura rutina. Esos son los sabios y entendidos, que no comprenden el mensaje de Jesús. Los que utilizan su sabiduría y su ciencia para vaciar de contenido liberador la relación de Dios con su pueblo.

RENDIDOS Y ABRUMADOS

En contraposición a ellos, dice Jesús, la gente sencilla sí que puede entender su mensaje. Ellos, rendidos y abrumados por la injusticia de los que se aprovechan de las doctrinas de sabios y entendidos y por la imagen que los mismos presentan de Dios -un tirano cruel dispuesto a castigar sin piedad las equivocaciones más insignificantes o, lo que es peor, celoso de la felicidad de sus criaturas, que se irrita por todo lo que da un poco de alegría a la vida de los pobres-, sienten en Jesús la presencia del Dios de Israel, amigo y liberador de esclavos, al que no le agradan las prácticas religiosas que no estén basadas en «abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo...» (Is 58,6-7). A Jesús se le da en el evangelio de Mateo el nombre de «Dios con nosotros» (1,23), que ya se usa en el profeta Isaías con un claro sentido liberador (Is 7,14); Jesús ha recibido del Padre la misión de continuar y llevar a su culminación su obra salvadora y liberadora: «Mi Padre me lo ha entregado todo... » Eso sólo lo entiende la gente sencilla. Porque, además, Jesús es, él mismo, sencillo y humilde, solidario con los pequeños y los humillados. Los sabios y entendidos, los que se creen tales, los que usan su ciencia para cargar lardos pesados en las espaldas de los hombres (Mt 23,4), jamás entenderán -no les interesa- el mensaje de Jesús, jamás aceptarán el Dios cuyo ser nos da a conocer plenamente Jesús: «Al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Por otro lado, el proyecto de Jesús tiene sus exigencias; pero éstas no son un yugo insoportable que esclavice al hombre, sino un compromiso que debe ser libremente aceptado y que, al mismo tiempo, es liberador: «Acercaos a mi todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

No es la ciencia, la inteligencia humana, lo que es incompatible con el mensaje de Jesús; es la utilización de estas facultades para engañar y oprimir a los sencillos lo que incapacita a los hombres para conocer a un Dios que, además de liberador, quiere ser Padre.

No es la fe enemiga del saber; lo es de la sabiduría que se utiliza para engañar, dominar, humillar, adormecer, infantilizar...; para explotar a los pobres. Lo es la sabiduría que se opone no a la necedad, sino a la sencillez; porque eso no es conocimiento, sino soberbia; no es ciencia, sino malas artes, incompatibles con el que, en un obrero, quiso ser Dios con nosotros.

III

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v.25: En aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

La expresión introductoria «por aquel entonces» enlaza de algún modo esta perícopa con la anterior. Después de la recriminación a las ciudades que no responden aparece la respuesta favorable de la gente sencilla. Por contraste con la invectiva anterior, en esta perícopa Jesús alaba al Padre por lo que está sucediendo. Aparece el Padre como el Señor del universo.

Jesús bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías (11,2.19). La revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías, después de los episodios de los panes (16,17). Se trata, pues, de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías. La revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y autoritaria. Sin embargo, el Padre ha querido hacerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en las obras que realiza Jesús la mano de Dios.

Precisamente, la denominación «los sabios y entendidos» alude a Is 29,14. En el texto profético, Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo honra con los labios, pero su corazón está lejos (cf. Mt 15,8s). A eso se debe que fracase la sabiduría de los sabios y se eclipse el entender de los entendidos. En el trasfondo del dicho de Jesús se encuentra, por tanto, esta reali-dad: los sabios y entendidos no captan el sentido de las obras de Jesús porque su insinceridad inutiliza su ciencia, impidiéndoles aceptar las conclusiones a las que su saber debería llevarlos. Los «sencillos» no tienen ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les revela. El hecho de que Dios «oculta» ese saber no se debe a su designio, sino al obstáculo humano; se atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. De hecho, la realidad de Jesús está patente a todos, viene para ser conocido de todos. El pasaje está en relación con el aserto de Jesús en 9,13: «No he venido a llamar justos, sino pecadores.» El «justo» es el que se cierra a la llamada por estar conforme con la situación en que vive. No es culpa de Jesús, sino del hombre. El que se tiene por «justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la llamada de Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está cerrado a la revelación del Padre (25s).

v. 27: Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

La frase de Jesús «mi Padre me lo ha entregado todo» está en relación con la designación «Dios entre nosotros»: Jesús es la presencia de Dios en la tierra. También con la escena del bautis-mo, donde el Espíritu baja sobre Jesús y el Padre lo declara Hijo suyo. La posesión de la autoridad divina fue afirmada por Jesús en el episodio del paralítico (9,6). La relación íntima entre Jesús y el Padre la establece la comunidad de Espíritu. Por eso nadie puede conocer al Padre, sino aquel a quien el Hijo comunique el Espíritu, que establecerá una relación con el Padre semejante a la suya. Es decir, el conocimiento de Dios de que se glorían los sabios y entendidos, que se adquiriría a través del estudio de la Ley, no es verdadero conocimiento. Este consiste en conocerlo como Padre, experimentando su amor, y sólo se consigue esta experiencia por la comunicación que hace Jesús del Espíritu que recibió. De ahí que invite a todos los que están cansados y agobiados por la enseñanza de esos sabios y entendidos. El se presenta como maestro, pero no como los letrados, dominando al discípulo; él no es violento, sino humilde, en contraposición al orgullo de los maestros de Israel. Su enseñanza es el descanso, después de la fatiga del pasado (11,28s).

Jesús invita a aceptar su yugo, imagen de las exigencias que se derivan de su mensaje; su yugo es llevadero, no como el de la Ley propuesta por los letrados, y su carga es ligera (cf. 23,4). Estudiar la Ley debía servir para acercarse a Dios; Jesús invita a acercarse a él directamente; su persona es el medio (la Ley) y el término (Dios). Invita a romper con otros maestros y a aceptar su enseñanza. El legalismo judío era abrumador, una moral sin alegría. Jesús propone, en cambio, el

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servicio en la alegría de la amistad (9,15). Propone sus exigencias prometiendo la felicidad (bienaventuranzas).

IV

La profecía de Zacarías era ‘una piedra en el zapato’ para los fanáticos que en la época de Jesús buscaban un mesías triunfante y nacionalista. Zacarías nos ofrece una reflexión que sintoniza mucho con las grandes aspiraciones de las comunidades que, después del exilio babilónico, intentaron reconstruir la identidad nacional a partir de elementos universales, pluralistas y comunitarios. La esperanza del pueblo de Dios no podía estar en un guerrero triunfador como David ni en un diplomático equilibrista como Salomón. El pueblo quería algo diferente y definitivo. Atrás quedaron los modelos militaristas, administrativos y centralistas de todos los reyes de Israel y Juda. El pueblo quería una persona que fuera capaz de encaminar la nación por los rumbos desconocidos de la justicia, la paz y la solidaridad. El profeta Zacarías asume esta propuesta y la relanza a todo el pueblo de Dios como una gran utopía.

Para Zacarías, el nuevo gobernante debía distinguirse por la humildad, la justicia y pacífico. La humildad entendida como la capacidad para andar en la verdad y no como sumisión y conformismo. La justicia como pilar de una organización social en la que se le da a cada persona de acuerdo con sus necesidades y no según sus ambiciones. El pacifismo como la actitud básica para solucionar los inevitables conflictos que se presentan en toda organización humana. Tres cualidades que configuran una nueva forma de ejercer el poder. Sin embargo, Israel se estrello con la ambición de algunos grupos minoritarios y poderosos que impusieron una teocracia centralista, prepotente y uniformadora. Fueron suprimidas de manera sistemática, todas las disidencia posibles y se le negó así al pueblo de Dios la posibilidad de intentar una utopía universalista, solidaria y transformadora. Se centró todo el poder en unas pocas familias que controlaban el Templo, el gobierno y la tierra. Así, ‘los pobres de Yahvé no tuvieron la posibilidad de darle vida a su proyecto por falta de posibilidades económicas, de apertura política y de libertad religiosa.

El evangelio de Mateo nos presenta a Jesús con las características mesiánicas de la profecía de Zacarías: una persona pacífica y humilde, dispuesta a hacer realidad la utopía de Dios. Por esta razón, Jesús no se identifica con los ideales acerca del Mesías, vigentes en su época. No hay el más mínimo asomo del militar aguerrido e irresistible que con un formidable despliegue eliminaría las pretensiones del imperio romano, ni con el sacerdote excelso que con sus extraordinarias dotes santificadoras transformaría el santuario de Jerusalén, ni con el gobernante extraordinario que congregaría al pueblo de Israel disperso por el mundo. Jesús no comparte estos proyectos, como tampoco las extravagantes aspiraciones de los nacionalistas furibundos que veían en el imperio romano un peligro que no eran capaces de descubrir al interior de ellos mismos: la violencia incontenible.

Los ideales de Jesús estaban más cerca de las grandes tradiciones proféticas que aspiraban a que el pueblo de Dios fuera capaz de organizarse como modelo alternativo de sociedad. Por esta razón, los valores como el pacifismo y la humildad eran tan urgentes y necesarios. El pacifismo obliga a asumir actitudes dinámicas de transformación social pero, al mismo tiempo, no se rinde a la imparable lógica de la violencia. La humildad, por su parte, exige reconocer en cada momento los propios límites de la existencia y las barreras intrínsecas de la historia. Humildad y pacifismo hacen de un proyecto tan grandioso e imponente como el reino de Dios, algo al alcance de los pobres y excluidos.

Jesús, sin embargo, sabía perfectamente que no bastaba con que el ‘rey’ o líder poseyera atributos excepcionales para que la situación cambiara. Para él, era necesario que una comunidad de hermanos y hermanas se comprometiera a vivir la alternativa, a demostrarle al mundo que eran posibles otras maneras de organización, que la lógica aparentemente inextinguible de la violencia

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podía ser controlada. Por esto, Jesús insiste en la necesidad de asumir el ‘suave yugo’ de la vida comunitaria y la ‘ligera carga’ de las opciones evangélicas. Pero, atención, esto no es para todo el mundo. Es necesario madurar la fe y crecer como personas antes de meterse en este proyecto. Porque para quien no ha crecido en la dinámica de la comunidad, sino que ve todo desde ‘afuera’, desde los valores sociales vigentes, los ideales de Jesús son una carga abominable y el ideal de la cruz una ideología insufrible. No podemos pedirle a cualquiera que asuma la inmensa responsabilidad del pacifismo si toda su vida ha creído que la ‘ley del revolver’ es un destino inexorable’. No podemos pedirle mansedumbre a una persona a la que siempre le han enseñado que el control de los demás, las ambiciones de ascenso social y el arribismo son las herramientas para ‘progresar’ en la vida.

Jesús quiere una comunidad donde los lazos de solidaridad, afecto y respeto hagan de un grupo humano una gran familia consagrada a la realización del reino. Una comunidad donde los sencillos, los pequeños, hallen un lugar de importancia y sean los gestores de una nueva manera de organizar las relaciones interhumanas. Porque, como dice Pablo, sólo el ser humano espiritual, o sea, el ser humano que se ha abierto a la acción del Espíritu de Dios, es capaz de vivir la vida a plenitud, es decir, en gozosa aceptación y armonía con la humanidad.

Para la revisión de vida Dice Jesús: "vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les

aliviaré". ¿Cuáles son mis cansancios? ¿Qué los causa: el trabajo por el Reino o mis intereses personales, mis egoísmos? ¿Dónde y cómo busco alivio a mi cansancio?

Para la reunión de grupo “Te alabo, Padre, porque has revelado estas cosas a la gente sencilla…” La frase podría

entenderse como la afirmación de que Dios ha hecho “revelaciones especiales” a los pobres y sencillos… Pero, ¿cuáles son “estas cosas” a las que se refiere Jesús?

Orientación de la respuesta: El contenido de esa “revelación” no son afirmaciones doctrinales, “verdades reveladas”… sino “las cosas del Reino”. El Padre ha revelado “las cosas del Reino” a la gente sencilla, a los pobres… Jesús no está hablando quizá de ningún “milagro”, de ninguna “revelación positiva”, sino de un hecho fácilmente comprobable: dada la naturaleza del Reino de Dios, sólo lo ven con claridad (sólo entienden ‘estas cosas’) los sencillos, los que tienen corazón de pobre, los que no dejan que el egoísmo les sofoque la transparencia de su mirada…

“Porque has revelado estas cosas…”. La palabra de Jesús puede ser ocasión para revisar el concepto de «revelación». El concepto de revelación dominante en muchos sectores del pueblo cristiano, todavía es, normalmente, un concepto de revelación cuasi-mágica: una revelación que viene de fuera, de lo alto, extrínseca, como una especie de milagro sobre natural, cuyo contenido viene como un paquete ya hecho y preparado, ajeno a toda participación o implicación de los sujetos que “reciben” esa revelación. Este concepto está superado y hay qua abandonarlo. ¿Cuál sería el concepto renovado de revelación? Sugerimos un libro de lectura: Andrés TORRES QUEIRUGA, La revelación de Dios en la realización del hombre, Ediciones Cristiandad, Madrid 1987.

Para la oración de los fieles Por la Iglesia, para que sume su esfuerzo al de tantos hombres y mujeres de buena voluntad

que luchan por conseguir la esperanza, la alegría, la paz y el gozo de quienes se saben en manos de Dios padre. Oremos.

Por todos los que viven su fe como una obligación que cumplir, para que se encuentren con el Jesús vivo que libera de toda atadura y agobio, incluso de los de la ley. Oremos.

Por todo son los que no tienen paz en sus vidas, en sus relaciones con los demás, en su relación con Dios; para que encuentren la paz que Jesús trae para todos. Oremos.

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Por todos los gobernantes, para que sus palabras y promesas de servicio a la comunidad y al bien común se traduzcan en hechos reales. Oremos.

Por los pobres, los sencillos, los pequeños… para que tengan parte esencial en la construcción del nuevo mundo, justo y fraterno, que todos anhelamos. Oremos.

Por todos nosotros, para que encontremos en Jesús la paz y la alegría que él nos trae de parte del Padre, y que nos libera de nuestras fatigas. Oremos.

Oración comunitaria Te bendecimos, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido grandes cosas a

los ‘sabios y prudentes’, y se las has revelado a los sencillos. Te pedimos que también a nosotros nos des un corazón de pobre, un amor a la Causa de los pobres, y el desprendimiento necesario para no dejarnos atar por los intereses egoístas, de forma que siempre sepamos captar el sentido de “estas cosas” que revelas a los sencillos. Lunes 4 de julio EVANGELIO Mateo 9, 18-26

18Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a suplicarle diciendo:

-Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. 20En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por

detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré». 22Jesús se volvió, y al verla le dijo: -¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer. 23Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: 24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está durmiendo! Ellos se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la

mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella comarca.

COMENTARIOS I

vv. 18-19: Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a

suplicarle diciendo: -Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

La fórmula inicial «mientras Jesús les hablaba» indica la unión temática entre esta perícopa y la anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simplemente se levanta y lo sigue con sus discípulos.

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vv. 20-21: En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús. Padece una enfermedad (flujos de sangre) que la hace impura. La Ley le prohibía terminantemente tocar a cualquier persona, para no comunicar su impureza. El número «doce», aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. La mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de curación se encuentra en renunciar a la Ley que le impide el contacto con Jesús. Con su doctrina y acción universalista, por su contacto con los «pecadores» (9,10-13), Jesús se ha salido de la ortodoxia de Israel. Técnicamente, Jesús sería el «impuro», pero, realmente, el «impuro», es decir, el que no tiene acceso a Dios, presente en Jesús (1,25), es Israel. Para encontrar salvación ha de darle su adhesión y mostrarle su confianza renunciando al exclusivismo y separación que le impone la Ley.

La fe de la mujer es comparable a la del jefe; su certeza de curación es total. En ambos casos, Israel ve que su única salvación está en Jesús. El vestido equivale a la persona. Jesús había curado con su contacto al leproso (8,3) y a la suegra de Pedro (8,15). La unión de estas dos figuras muestra de nuevo que la enfermedad de esta mujer es, como en 8,15, el nacionalismo exclusivista y éste es el que causa su impureza (8,3).

v. 22: Jesús se volvió, y al verla le dijo: -¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús se dirige a ella como antes al paralítico (22; cf. 9,2), figura de todo hombre: « ¡Animo! » Como a aquél lo llamó «hijo», a ésta la llama «hija». Israel reconoce su situación de pecado. La frase «tu fe te ha salvado/curado» incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico (9,2).

El término «hija», que se aplica figuradamente al pueblo personificado en su capital (Zac 2,11 LXX; 9,9), pone a esta mujer en relación con «la hija» del jefe. Ambas son figuras de Israel; la primera describe la causa de su mal, su exclusivismo; la segunda, simboliza que ese mal lleva al pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El «padre / jefe» ha sido incapaz de mantenerla en vida. Para Jesús, sin embargo, esa muerte no es necesariamente definitiva. Utiliza para designar a la hija el término «muchacha» o «mocita» (korasion), que designa a la jovencita apta ya para el matri-monio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (18: «mi hija») a la de independencia (24.25: «muchacha»). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo.

vv. 23-26:Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: 24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está durmiendo! Ellos se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella comarca.

Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús. Israel vuelve a la vida como futura esposa («muchacha»). Jesús es «el esposo» (9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza (26,28). La fama de Jesús se extiende.

II

Los episodios de la curación de la hija del jefe de la sinagoga y de la hemorroisa son complementarios. Las protagonistas son dos mujeres: la primera, una jovencita que ocupaba un lugar destacado en su pueblo debido al cargo del padre; la otra, una mujer adulta que había vivido en la más absoluta marginación por causa de su enfermedad. Las dos no están unidas ni por la posición social, ni por el parentesco, ni por la edad, sino únicamente por la necesidad de ser reintegradas a la ‘vida’ en todo el sentido de la palabra.

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La hemorroísa había sido privada de toda participación en la vida de la comunidad debido a su enfermedad. En la cultura hebrea de la época, todo contacto con la sangre humana era causa inmediata de impureza ritual. Esta mujer no podía ni siquiera poner un pié en un lugar público, mucho menos en la sinagoga.

La jovencita, en cambio, llevaba doce años perfectamente integrada a la vida religiosa y familiar. Pudo asistir a la sinagoga y estar cerca de su padre sin problemas, pero, al despertar su cuerpo con la pubertad, ella creyó morir. Todos los lazos de afecto que la aproximaban a su padre se podían romper a partir de ese momento porque comenzaba a tener contacto frecuente con su propia sangre.

Jesús rompe esos moldes sociales al entrar en contacto directo, piel a piel, con estas mujeres y darles un lugar en la vida de la comunidad. Cual no sería la sorpresa del jefe de la sinagoga al ver que la mujer enferma era conducida, por el mismo Jesús, al interior de la comunidad, afortunadamente la crisis de la hija le permitió ver la condena a muerte que él le infligía a las personas que no cumplían ciertos superfluos requerimientos legales. Martes 5 de julio EVANGELIO Mateo 9, 32-38

32Mientras salían los ciegos, le presentaron a un endemoniado mudo. 33Echó al demonio y el mudo habló. La multitud decía admirada:

-Jamás se ha visto cosa semejante en Israel. 34-En cambio, los fariseos decían: -Echa a los demonios con poder del jefe de los demonios. 35Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos,

proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad. 36Viendo a las multitudes, se conmovió, porque andaban maltrechas y derrengadas como

ovejas sin pastor. 37Entonces dijo a sus discípulos: -La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, 38rogad al dueño que mande braceros

a su mies.

COMENTARIOS I

vv. 32-33a: Mientras salían los ciegos, le presentaron a un endemoniado mudo. 33Echó al

demonio y el mudo habló. Estrecha conexión de esta perícopa con la anterior y, a través de ella, con el episodio de la

mujer y la hija del jefe. Sigue el contexto de la liberación de Israel de la muerte. El término griego kôphos significa sordo, mudo y sordomudo; aquí se subraya la mudez. Este hombre es incapaz de comunicación. Su enfermedad no es física, sino causada por un demonio.

En el episodio de los gadarenos (8,28-9,1), único en que se ha descrito la liberación de endemoniados, el demonio equivalía al espíritu de violencia. Aquí, «estar endemoniado» significa cerrarse a la comunicación. Nuevo símbolo de Israel, que se cierra en sí mismo. La curación del sordomudo (cf. 11,5), como la de los ciegos, alude a Is 35,5, texto profético que anuncia el éxodo

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definitivo, la vuelta de los rescatados por el Señor (Is 35,10). Como la causa de la ceguera era la concepción del Mesías como Hijo de David, la mudez se debe a la mentalidad exclusivista, consecuencia del nacionalismo que implica esa concepción del Mesías.

Para el éxodo definitivo, en el que Jesús, el «Dios entre nosotros» (1,23), toma el puesto atribuido a Yahvé en el AT, se requiere, por tanto, renunciar al nacionalismo exclusivista. Israel tiene que abrirse a la humanidad. Pero esta exigencia de Jesús a Israel vale igualmente para cualquier otro pueblo.

v. 33a-34: -En cambio, los fariseos decían: -Echa a los demonios con poder del jefe de los demonios.

Dos son las reacciones al hecho. La primera, de las multitudes, que han sido testigos de la enseñanza de Jesús (7,28) y han alabado a Dios por la autoridad que comunica a los hombres (9,8) para liberar de los pecados. Su admiración se expresa reconociendo que las acciones de Jesús no tienen precedente en Israel. No están lejos de la fe. Los fariseos, en cambio, defensores fanáticos de la superioridad y exclusivismo de Israel, afirman que la liberación que hace no procede de Dios, sino que su acción y su designio destruyen el plan de Dios.

v. 35: Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad.

En paralelo con 4,23, comienza aquí una nueva sección del evangelio (9,38-11,1), constituida sobre todo por la instrucción a los Doce para la misión. 9,35-38 constituye la introducción a la misión y al discurso y describe la lastimosa situación de Israel a los ojos de Jesús.

Se abre con un sumario de la actividad de Jesús (35), que describe su labor incansable (cf. 4,23). En las sinagogas enseña, es decir, expone su mensaje apoyándose en la Escritura; fuera de las sinagogas proclama la buena noticia de la cercanía del reinado de Dios (4,17); además, cura a todos los enfermos, como señal de la plena salvación que el reino ofrece al hombre.

v. 36:Viendo a las multitudes, se conmovió, porque andaban maltrechas y derrengadas como ovejas sin pastor.

«Las multitudes están como ovejas sin pastor». La frase alude a Nm 27,17, donde Moisés nombra a Josué precisamente para que el pueblo no se disperse. Nadie se ocupa de este pueblo que se encuentra en situación desesperada.

v: 37: Entonces dijo a sus discípulos: -La mies es abundante y los braceros pocos... Ante este espectáculo, Jesús expone la situación a sus discípulos. Usa un término (gr.

therismos) que significa «mies» y «siega». Se usa en 13,30.39, aplicado a la separación final entre buenos y malvados, y «la siega» se atribuye a los ángeles. «Los braceros» u obreros de que habla Jesús ejercen, pues, en la historia la misma actividad que «los ángeles» harán en el momento final. Se ve ahora el sentido de «los ángeles» que servían a Jesús, es decir, colaboraban con él, en la escena del desierto: eran figura de los que colaboran en su misión. La alusión indica que comienza el tiempo escatológico, la etapa final de la historia, inaugurada con la presencia de Jesús y la cercanía del reinado de Dios.

v. 38: por eso, rogad al dueño que mande braceros a su mies. La petición se dirige al dueño de la mies, el Padre. Jesús no pide al Padre que envíe

segadores, pero recomienda a los discípulos que lo hagan. Es una manera de prepararlos a la misión que sigue. La petición les hará tomar conciencia de la necesidad y los dispondrá a responder a la llamada de Jesús.

II

La misión de Jesús encontró sus principales opositores no entre rufianes o gente sin principios, sino entre aquellos grupos sociales que eran considerados ‘gente de bien’. No nos sorprenda que después de dos mil años no seamos capaces de captar las ironías del evangelio.

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Estamos acostumbrados a pensar que los ‘fariseos’ eran una ralea de truhanes de la peor calaña, pero, esta opinión tan generalizada no es cierta. Los fariseos, saduceos y esenios pertenecían a los grupos sociales de mejor reputación. Ellos representaban las más dignas aspiraciones del pueblo de Israel. Llamar a alguien ‘fariseo’ no era un insulto, sino un elogio. Al partido de los saduceos pertenecían solamente los más selectos representantes de la sociedad judía de la época. Sin embargo, Jesús tuvo que enfrentar la férrea oposición de todos estos prestantes grupos religiosos debido, ante todo, a su opción por los pobres y excluidos.

La oposición de saduceos, fariseos y maestros de la ley llegó a tal extremo que muchos de estos no dudaron en descalificar a Jesús acusándolo de ‘demoniaco’, sacrílego, blasfemo y cuanto término despectivo se pudiera usar. Jesús, sin embargo, solía ignorar todos estos rumores y se concentraba en su actividad misionera, dándole prioridad a la formación de la comunidad y a las necesidades del pueblo pobre y necesitado. Por eso, mientras los opositores denigraban de su misión evangelizadora, él oraba sin tregua por los nuevos líderes que el pueblo necesitaba. No nos extrañe, entonces, si en la actualidad las propuestas alternativas de evangelización encuentran enconados oponentes que no dudan en calificar de demoniaca lo que en realidad es la obra de Dios. Porque la gente considerada de ‘buena reputación’ es la primera que se incomoda cuando alguien socorre al pobre y al marginado con algo más que una mísera moneda. Miércoles 6 de julio EVANGELIO Mateo 10, 1-7

10 1Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad.

2Los nombres de los doce apóstoles son éstos: en primer lugar, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el recaudador, Santiago Alfeo y Tadeo, 4Simón el fanático y Judas Iscariote el mismo que lo entregó.

5A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -No toméis el camino de los paganos ni entréis en ciudad de samaritanos; 6mejor es que

vayáis a las ovejas descarriadas de Israel. 7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios.

COMENTARIOS I

v. 1: Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para

expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad. Mateo no describe la institución de los Doce. Su puesto lo ocupan las bienaventuranzas,

donde establece el estatuto de la nueva alianza y, por tanto, funda el nuevo Israel. «Sus doce dis-cípulos», nombrados por primera vez, son, por tanto, la figura representativa del Israel mesiánico. El número doce alude a la plenitud escatológica de Israel. En su estadio final, el pueblo elegido comprende tanto a israelitas como a «pecadores» e incluirá también a los paganos.

Para la misión, los hace participar de su autoridad sobre «los espíritus inmundos». Es la primera vez que aparece en Mt esta expresión, aunque se ha mencionado a los «espíritus» que Jesús

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expulsaba en 8,16. Se repetirá en 12,43.45. El texto de 8,16 prueba que estos espíritus equivalen a «los demonios».

Jesús capacita a los discípulos para vencer la resistencia al mensaje opuesta por las ideologías que dominan al hombre. Según la construcción del texto, parece que los espíritus inmundos están también en relación con las enfermedades. Esto mostraría que estas enfermedades son efecto de la adhesión a ideologías contrarias al plan de Dios.

v. 2: Los nombres de los doce apóstoles son éstos: en primer lugar, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el recaudador, Santiago Alfeo y Tadeo, 4Simón el fanático y Judas Iscariote el mismo que lo entregó.

Los doce discípulos son llamados ahora los doce apóstoles o enviados (sólo aquí en Mt). Esto significa que la misión es propia de todo discípulo de Jesús, y que todo el Israel mesiánico está llamado a la misión de «pescadores de hombres», anunciada a Simón y Andrés en 4,19.

El Israel mesiánico se concreta en doce nombres, entre los cuales, como primero, destaca Simón, al que llamaban Piedra / Pedro. De nuevo aparece esta cláusula (cf. 4,18) que menciona el sobrenombre de Simón, sin que se explique su origen. Pedro y los tres siguientes se mencionan en el mismo orden de 4,18-22, explicitando también el parentesco que los une.

Sigue un grupo de siete, de los cuales el único conocido es Mateo el recaudador (9,9). La inclusión de este «pecador» en la lista de los doce anuncia la integración de los paganos en el Israel mesiánico; para Mt, la comunidad cristiana universal es la plenitud de Israel. Los demás de este grupo de siete no han sido nombrados antes ni lo serán después en el relato evangélico. Representan el pueblo anónimo que da su adhesión a Jesús. El último de los siete se llama, como Pedro, Simón, y está caracterizado por el calificativo «el fanático» o «zelota», por pertenecer, como Simón Pedro (8,14s), a círculos nacionalistas exaltados. El último de la lista es Judas Iscariote, el traidor. Su figura volverá a aparecer en el relato de la pasión (26,14.25.47; 27,3).

vv. 5-7: A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -No toméis el camino de los paganos ni entréis en ciudad de samaritanos; 6mejor es que vayáis a las ovejas descarriadas de Israel. 7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios.

Jesús envía a los «Doce», es decir, al Israel mesiánico que representa a todos sus discípulos, dándoles instrucciones para la misión. Por el momento, limita ésta a Israel, que se encuentra en situación lastimosa (cf. 9,36; 15,24; Ez 34). No ha llegado aún la hora de la misión universal (26,13; 28,19). La proclamación de los Doce tiene el mismo contenido que la de Jesús (4,17), pero sin la exhortación a la enmienda. Dan escuetamente la buena noticia. Su proclamación va acompañada de toda clase de señales. El significado de éstas es el mismo que el de las realizadas por Jesús. El ha resucitado a la hija del jefe (9,18-26), ha limpiado a un leproso (8,2-4), ha curado enfermos (8,16; 9,35), ha expulsado demonios (9,32s). El significado es liberar a los habitantes de Galilea de las doctrinas que los tienen postrados y privados de vida. Estas obras se realizan con «las ovejas descarriadas de Israel»; son, por tanto, una expresión de la ayuda que el discípulo debe prestar (5,7).

II

La televisión y el cine nos han inducido a leer con mentalidad mágica el evangelio. Si nos hablan de ‘endemoniados’ pensamos inmediatamente en seres mitad humanos mitad una mezcla de animales. Si nos hablan de poseídos pensamos en individuos que blanquean los ojos e iluminan el cuarto con su mirada. Si leemos que los discípulos fueron enviados a liberar a la gente de los espíritus nos imaginamos cuanta extravagancia permite la ciencia ficción. Pero, si somos fieles al mensaje del evangelio, debemos controlar nuestra imaginación y ver el sufrimiento humano que está detrás de todas estas expresiones.

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El evangelio se comunica con las palabras de su época y mentalidad. No tiene a su disposición todo el lenguaje que han desarrollado las ciencias humanas durante los últimos siglos. Ellos no hablan de enfermedades mentales, ni alienaciones sociales, ni manipulación económica. Los evangelios se expresan en un lenguaje colorido y preciso al que nosotros nos debemos acercar con reverencia y respeto para poderlo traducir a las categorías que se usan en nuestros días.

Cuando Mateo nos dice que los discípulos fueron enviados a liberar a la gente de los espíritus inmundos debemos conectar esta escena con el resto del evangelio. Para todos los evangelistas, los espíritus inmundos representan todas esas ideologías extremas que se apoderan de la sociedad y convierten a las personas normales en individuos abominables que andan pregonando la violencia, la muerte y el caos. La misión de los discípulos es ayudar a esas personas a liberarse de todas esas absurdas obsesiones y a las comunidades a no dejarse dominar por las ideologías que conducen a la prepotencia, el egoísmo y la marginación. Así que nuestra tarea es descubrir cuales son los ‘espíritus inmundos’ de nuestra época. Jueves 7 de julio EVANGELIO Mateo 10, 7-15

7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde.

9No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; 10ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sustento.

11Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis.

12A1 entrar en una casa, saludad. 13Si la casa se lo merece, que la paz que le deseáis se pose sobre ella; si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros.

14Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudios el polvo de los pies. 15Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.

COMENTARIOS I

vv. 7-8: Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos,

resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde. Jesús añade ahora un aviso: la idea de lucro ha de estar ausente de esta actividad. Se hace,

por tanto, con «limpieza de corazón» (5,8), sin segundas intenciones. vv. 9-10: No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; 10ni tampoco

alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sustento. La opción por la pobreza que ha hecho el discípulo (5,3) ha de ser bien visible. No deben

llevar dinero alguno, tampoco provisiones (alforja), ni dos túnicas o sandalias, como la gente acomodada. La prohibición de llevar bastón simboliza la renuncia a toda violencia, incluso en defensa propia (cf. 5,39). El desprendimiento absoluto del discípulo se funda en su confianza de que no faltará el sustento. Jesús los exhorta a la confianza que había de tener el discípulo en el Padre del cielo (6,25-34). La misión es un trabajo por el que se busca que reine la justicia del Padre (6,33); éste se ocupará de lo demás.

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vv.11: Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis. 12A1 entrar en una casa, saludad. 13Si la casa se lo merece, que la paz que le deseáis se pose sobre ella; si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros. 14Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudios el polvo de los pies. 15Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.

«Se merece» recibir al enviado quien está abierto al mensaje del reino, es decir, los que no se conforman con la situación existente. Los Doce enviados son mensajeros de paz (cf. 5,9) y trabajar por ella es su labor. Esto se refleja en su saludo. Hay, sin embargo, quienes rechazan este mensaje. En tal caso los enviados deben desentenderse de ellos con un gesto simbólico, usado al abandonar tierra pagana. Jesús anuncia un juicio que será más severo para los que no acogen el anuncio del reino, que para las ciudades paganas proverbialmente malditas.

II

El oro es uno de los metales más pesados. El oro es sinónimo de riqueza, poder y prestigio. Por esta razón, desde la antigüedad se considera el metal precioso por excelencia. Incluso, nuestros modernos billetes de banco hasta hace poco expresaban el monto de su valor con equivalencias en oro. Pero, este preciado metal amarillo resplandeciente también es símbolo del despojo, el saqueo, la opresión y la violencia. Todos los pueblos de la tierra han sufrido por la inclemente avidez humana por este metal.

Jesús les recomienda a sus discípulos prescindir de los valores representados por el oro. Este metal actúa como una ancla que inmoviliza la generosidad humana. Su precio, poder y ‘peso’ es de tal magnitud que se convirtió en uno de los ídolos frente a los cuales los poderosos están dispuestos a sacrificar víctimas inocentes. Pero, debemos entender bien el evangelio, porque Jesús no ignora que el comercio requiera de valores de cambio. Viernes 8 de julio EVANGELIO Mateo 10, 16-23

16 Mirad que yo os mando como ovejas entre lobos: por tanto, sed cautos como serpientes e ingenuos como palomas. 17Pero tened cuidado con la gente, porque os llevarán a Ios tribunales, os azotarán en sus sinagogas 18y os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa, como prueba contra ellos y contra los paganos.

19Cuando os entreguen no os preocupéis por lo que vais a decir o por cómo lo diréis, pues lo que tenéis que decir se os inspirará en aquel momento; 20porque no seréis vosotros los que habléis, será el Espíritu de vuestro Padre quien hable por vuestro medio.

21Un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre a su hijo; se levantarán en el juicio hijos contra padres y los harán morir, 22y seréis odiados de todos por razón de mi persona; pero aquel que resista hasta el final, ése se salvará.

23Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, porque os aseguro que no habréis acabado con las ciudades de Israel antes que vuelva el Hombre.

COMENTARIOS

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I

v. 16: Mirad que yo os mando como ovejas entre lobos: por tanto, sed cautos como serpientes e ingenuos como palomas.

. La situación de los discípulos en medio de la sociedad será como la de hombres inermes ante enemigos despiadados. Así como la perícopa anterior trataba de la actitud de los discípulos y su trabajo por la paz (cf. 5,3.7-10), en ésta se describe la persecución de que van a ser objeto (5,10). El programa de las bienaventuranzas se verifica en la vida del discípulo. La actitud de éstos ante la sociedad hostil es, por una parte, de prudencia y cautela, sin meterse en la boca del lobo; por otra, de ingenuidad y sencillez, sin ser intrigantes ni retorcidos (16). Jesús desarrolla el aspecto de la cautela: no fiarse de cualquiera, porque hay muchos dispuestos a traicionarlos y entregarlos a los tribunales. Es un aviso equivalente al dado en 7,6. No tienen por qué manifestar a cualquiera el contenido del mensaje que llevan. La sociedad no tolera ese mensaje, que pone en cuestión sus mismos cimientos.

vv. 17-20: Pero tened cuidado con la gente, porque os llevarán a Ios tribunales, os azotarán en sus sinagogas 18y os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa, como prueba contra ellos y contra los paganos. 19Cuando os entreguen no os preocupéis por lo que vais a decir o por cómo lo diréis, pues lo que tenéis que decir se os inspirará en aquel momento; 20porque no seréis vosotros los que habléis, será el Espíritu de vuestro Padre quien hable por vuestro medio.

De ahí la acción de los tribunales, lo mismo judíos que paganos, que será la prueba de su injusticia. En esta circunstancia difícil no deben preocuparse de lo que van a declarar ante el tribunal, pues tendrán una ayuda particular del Padre por medio del Espíritu. Se verificará lo anunciado en la bienaventuranza sobre la persecución (5,10); el rey de los perseguidos es el Padre, y su amor no les faltará un momento.

vv.21-22: Un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre a su hijo; se levantarán en el juicio hijos contra padres y los harán morir, 22y seréis odiados de todos por razón de mi persona; pero aquel que resista hasta el final, ése se salvará.

El mensaje causará divisiones tremendas en la misma familia. Unos delatarán a otros, y harán que sean condenados a muerte. La sociedad no soportará a los discípulos. La salvación está en mantenerse firmes hasta el final. Para el discípulo, esta clase de muerte no es un fracaso, sino un éxito que corona toda su vida.

v. 23: Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, porque os aseguro que no habréis acabado con las ciudades de Israel antes que vuelva el Hijo del hombre.

Si se encuentran perseguidos en una ciudad, deben huir a otra. No faltarán ciudades antes de «la llegada del Hijo del Hombre».

II

El refrán de Jesús, “sean sagaces como serpientes y sencillos como palomas”, ha hecho escuela en las comunidades cristianas. En su contexto original probablemente se refería a la actitud que debían tomar sus seguidores en tierras palestinas durante los primeros años de predicación: era fácil encontrarse con ‘falsos hermanos’ que se presentaban como creyentes fervorosos pero que, en realidad, eran informantes de las autoridades del Templo. Los ‘lobos’ eran todas aquellas personas que sin asomo de escrúpulo se dedicaban a perseguir a todos los que disentían de la autoridad central de Jerusalén, sin importar si eran judeocristianos, bautistas o de cualquier otro grupo alternativo. Este ambiente de gran tensión podía inducir a la paranoia y a la pérdida de confianza y autocontrol si no era asumido con una actitud serena y una inquebrantable fe en el futuro.

El evangelio nos invita a afrontar con serenidad y astucia estos ambientes de tensión y persecución. El auténtico cristiano no puede sumirse en el pánico y quedar paralizado en el temor;

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su deber es atender las enseñanzas del evangelio y aprender a confiar en el espíritu de Jesús que lo conduce por los difíciles caminos del testimonio y del discernimiento. No importa si los oponentes de la comunidad son los tribunales del poder, los gobernadores e, incluso, la propia familia. Sábado 9 de julio EVANGELIO Mateo 10, 24-33

24Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. 25Ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza de familia le han puesto de mote Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!

26Conque no les cojáis miedo, porque nada hay cubierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.

28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

29¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos. 32En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Padre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo.

COMENTARIOS I

v.v. 24-25: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. 25Ya le

basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza de familia le han puesto de mote Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!

Esta llegada se refiere sin duda a la destrucción de Jerusalén, cuando terminará el plazo para la proclamación del mensaje a Israel como pueblo.

El destino del discípulo es el mismo de su maestro. Si éste ha sido rechazado por los círculos fariseos como enemigo del orden querido por Dios (agente del demonio), lo mismo y más sucederá con ellos (24s) La sociedad se defenderá del mensaje de Jesús con toda clase de insultos y calumnias (cf. 5,11).

vv. 26-28: Conque no les cojáis miedo, porque nada hay cubierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

Instrucción sobre el temor, que desarrolla la última bienaventuranza (5,10). Ante la amenaza que supone la sociedad, no hay que amedrentarse. El mensaje no puede ocultarse, y proclamarlo es la labor de los discípulos. No les recomienda Jesús que se enfrenten con los perseguidores, pero si que no cesen por ningún motivo de propagar el mensaje. Lo que un tiempo ha estado escondido, tiene que llegar a saberse en todas partes. No hay motivo para vivir en el miedo, pues los hombres pueden suprimir la vida física (el cuerpo), pero no la persona (psykhê = el yo

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vivo, consciente y libre). Jesús vuelve a insistir en que la muerte no es una derrota (28; cf. 10,22). En caso de que hubiese que temer a alguien, ese temor estaría justificado sólo respecto a Dios Creador, el único que podría destruir al hombre.

vv. 29-31: ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos.

Pero para los discípulos Dios es Padre (5,9) y Jesús exhorta a la confianza en él; nada de lo que sucede se le esconde, ni siquiera las cosas más mínimas, como la muerte de los pajarillos. Su amor abraza la creación entera. De la vida de los que trabajan con Jesús, la solicitud de su amor («vuestro Padre») hace que no se les escape nada (cabellos); por eso, la confianza en él ha de ser total. Explica Jesús qué significa «tener a Dios por Rey» en medio de la persecución (5,10).

v.v. 32-33: En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Padre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo. Concluye la exhortación.

De la postura que tome el discípulo ante los hombres depende su suerte final. El que, sin miedo, se pronuncia por Jesús es quien resiste hasta el fin y corona su vida con éxito (se salva). Quien se acobarda y niega a Jesús, está abocado a la ruina, acaba en el fracaso. Mt presenta la doble suerte del discípulo en términos de una declaración de Jesús ante el Padre. La fidelidad del discípulo a Jesús en la persecución (5,10.11) es la que lo salva a través de la muerte.

II

El evangelio nos presenta una colección de «dichos» o «refranes» de Jesús. El tema central de todos es la capacidad que debe desarrollar la comunidad cristiana para confiar en sí misma y no dejarse hundir en el terror. Los primeros cristianos se vieron sumidos en una situación terriblemente difícil: de una parte, las autoridades judías, laicas y sacerdotales, se empeñaron en mostrarlos como una terrible amenaza que ponía en peligro los cimientos del pueblo de Israel; al mismo tiempo, las autoridades romanas, vieron en el estilo de vida de los cristianos un atentado contra los valores del imperio.

Si los cristianos proclamaban que ‘al discípulo le basta con ser como su maestro y al esclavo como su amo’ ponían ‘patas arriba’ todo el sistema de valores que sostenía las escuelas rabínicas y el sistema esclavista. Las comunidades aunque desde el punto de vista social conservaran el lugar de honor del «maestro» y respetaran la capacidad de mando del «amo»; sin embargo, organizaban la vida cotidiana de tal forma que hacían que todos fueran iguales. El amo se sentaba junto al esclavo y compartía la misma mesa; el maestro escuchaba la catequesis de sus discípulos y aprendía junto con los novatos los nuevos significados de la doctrina de Jesús.

Domingo 10 de julio

DECIMO QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Isaías 55, 10-11 Salmo responsorial: 64, 10-14

Segunda lectura: Romanos 8, 18-23 EVANGELIO

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Mateo 13, 1-9

13 1Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2Se congregaron alrededor de él grandes multitudes; él entonces se subió a una barca y

se quedó sentado allí; toda la multitud se quedó en la playa. 3Les habló de muchas cosas en parábolas:

-Salió el sembrador a sembrar. 4Al sembrar, unos granos cayeron junto al camino; vinieron los pájaros y se los comieron. 5Otros cayeron en terreno rocoso, donde apenas tenían tierra; como la tierra no era profunda, brotaron en seguida; 6pero en cuanto salió el sol se abrasaron y, por falta de raíz, se secaron. 7Otros cayeron entre zarzas; las zarzas crecieron y los ahogaron. 8Otros cayeron en tierra buena y fueron dando fruto: unos, ciento; otros, sesenta; otros treinta. 9¡Quien tenga oídos, que escuche!

COMENTARIOS I

UNA PARABOLA PARA TIEMPOS DE CRISIS La parábola es como un juego entre el narrador y el oyente, entre el autor y el lector. En

cuanto tal es abierta y puede ser comprendida por todos. Pero no es un juego inocente. Se produce necesariamente en un contexto vital, y esto le confiere un carácter crítico y subversivo. Hay una especie de juego sordo entre el narrador y el oyente en el que cada uno se sitúa en su propia vida y circunstancias, sintiéndose constantemente aludido. El que oye la parábola se siente interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la rechaza, pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser.

Una vez oída, la parábola necesita ser explicada. El oyente, al entrar en el mundo de la

ficción narrativa, se introduce en una nueva comprensión de sí mismo, de su vida, de sus circunstancias y de su mundo habitual, y arroja nueva luz sobre su yo. Si el que narra una parábola ha tenido que realizar una transposición entre el mundo real y el de la ficción literaria

-"el Reino de los cielos se parece a un sembrador"- quien la oye tiene que hacer realidad la ficción y vivir de acuerdo con lo narrado.

Veamos como ejemplo la parábola del sembrador. Jesús la pronuncia cuando su vida

pública de predicador itinerante está a mitad de camino y ha comenzado un período de crisis. Tras los éxitos y triunfos iniciales, se le han ido poniendo las cosas difíciles. Los jefes religiosos le han declarado la guerra; los fariseos lo consideran un aliado de Satanás y "planean el modo de acabar con él". El pueblo está a la espectativa sin darle plenamente su adhesión. Incluso ha tenido serios problemas con su familia y sus paisanos: "Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta". Un puñado insignificante de discípulos permanece a su lado, sin entender del todo las cosas de su Maestro.

Casi toda la semilla de Evangelio, sembrada por Jesús, ha caído en terreno baldío. ¿Todo

ha sido un fracaso? Sus enemigos se ríen, la gente se decepciona. Y Jesús sale al paso con la parábola. Cuatro de los seis versículos que tiene describen el fracaso re~ de la semilla. En todos los casos hay un rasgo común: un elemento destructor que impide o aniquila la germinación incipiente: los pájaros, el sol, las piedras, las espinas. Sólo una parte del terreno sembrado acepta la semilla. En esta, los resultados superan lo inesperado: cada grano produce cien, sesenta o treinta. Un fruto de ilusión.

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La parábola se convierte así en un canto a la esperanza: no nos vencerán quienes ponen resistencia al Evangelio. El fracaso aparente del cristiano-sembrador entra en el programa. Más aún, es semilla fecundidad. Sentir y sufrir la resistencia, la contrariedad y la oposición se convierte paradójicamente en camino de eficacia y fecundidad.

Como el sembrador, el Reino de Dios no se instaurará en el mundo sino a través de

numerosos e impresionantes fracasos. Esto es lo que ni los fariseos ni las turbas- ni siquiera nosotros, cristianos del siglo veinte- podemos comprender. Nos gustaría el éxito, el triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en medio de nuestro mundo. Nos duele y nos desmoraliza demasiado la resistencia y la oposición. Nos cansamos, nos desilusionamos.

También Jesús pasó por ahí. Y aquel día, en lugar de tirar la toalla, se puso a soñar y contó

la parábola del sembrador, que siembra cosecha de fecundidad con semilla de esperanza. Una parábola para tiempos de crisis.

II

PREPARAR LA TIERRA La palabra de Dios, y en concreto el mensaje de Jesús, no echa raíces en cualquier sitio.

Como una semilla cualquiera, necesita que la tierra en la que cae esté preparada para recibirla. Si no es así. la semilla se perderá y la tierra quedará infecunda.

EL PORQUE DE LAS PARABOLAS

Al terminar Jesús de exponer la parábola del sembrador, sus discípulos le preguntan por qué razón utiliza este medio para dirigirse a la gente. Las parábolas no exponen el mensaje directamente, sino mediante comparaciones, y es necesario interpretarlas; los mismos discípulos se ven en la necesidad de pedir a Jesús que les explique algunas parábolas. ¿ Por qué, pues, las parábolas?

El mensaje de Jesús es, en el sentido más serio del término, revolucionario: va dirigido a sustituir un modo de vida por otro nuevo; es la propuesta que Dios hace a los hombres: atreveos a vivir como hijos míos, atreveos a vivir como hermanos. Es un mensaje de alegría y de liberación, una invitación a la más profunda reconciliación del hombre consigo mismo, con sus semejantes y con Dios, que se ofrece a ser Padre por encima de razas y de tradiciones religiosas (Jesús se pone a predicar en el mar, zona de frontera con los paganos).

Pero para que este nuevo modo de vivir sea posible, los hombres deben liberarse primero de todos aquellos sistemas sociales, políticos o religiosos que no les permiten percibir cuando ven ni oír cuando escuchan. Porque el mensaje que Jesús proclama no se puede aceptar si no hay unas condiciones mínimas de libertad y de autonomía personal.

Los oyentes de Jesús están dominados por la ideología que defiende un nacionalismo exclusivista que siguen defendiendo la mayoría de los grupos que tienen influencia en la mentali-dad del pueblo; algunos de estos oyentes quizá estarían dispuestos a aceptar un Dios Padre... de Israel; pero jamás aceptarían considerarse hermanos de los paganos.

Esta es la razón por la que Jesús habla en parábolas: al presentar por primera vez el mensaje, o algún aspecto del mismo, no quiere espantarlos; quiere despertar el interés de sus oyentes para que, intentando interpretar el sentido de las parábolas, empiecen a pensar por sí mismos, primer paso para romper las cadenas de la ideología que los esclaviza; entonces podrán convertirse, comprender y aceptar el mensaje de Jesús «Por esta razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender».

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LAS DIVERSAS CLASES DE TIERRA Las distintas clases de tierra no representan a diversas categorías de hombres; la tierra del

hombre es siempre buena; el problema es cómo la prepara cada cual para recibir la semilla. Tiene su tierra como «el camino» quien sigue ambicionando el poder, quien sigue

pensando que los hombres sólo son iguales en teoría, quien no ha rechazado todavía la idea de que es posible convertir este mundo en un mundo de hermanos desde una estructura de poder. «El Malo», el mismo que en el desierto intentó desviar a Jesús del camino que el Padre le había trazado para la realización de su misión (Mt 4,1-11), se encargará de hacer que desaparezca todo trazo de la semilla que se intentó sembrar en aquel hombre.

«El terreno rocoso». Cuando a una persona se le ofrece la posibilidad de cambiar, se suscita en ella una lucha entre el esfuerzo que tiene que realizar para que se produzca el cambio y la comodidad que supone el quedarse en donde se está. El mensaje de Jesús, ya lo hemos dicho, es un proyecto de cambio radical; ante él hay quien tiene una primera reacción de alegría, de interés por las nuevas perspectivas que se le abren; pero, al final, asusta demasiado el cambio, vence la comodidad, falla la constancia, y la planta, apenas nacida, se pierde.

«Las zarzas» son la injusticia de la riqueza, practicada o padecida. «El agobio de esta vida» es la preocupación de quien, víctima de un injusto reparto de los bienes de la tierra, no tiene la supervivencia asegurada y no sabe que la manera más cierta de asegurarla no es la obsesión por la comida, la bebida y el vestido, sino el trabajo para que reine la justicia de Dios (Mt 6,25-33); «la seducción de la riqueza» es la idolatría de quien ha hecho su dios al dinero (Mt 6,24).

Y «la tierra buena»... es la libertad del hombre que escucha y puede elegir; y su generosidad, que lo lleva a aceptar y a hacer propio el proyecto que Jesús presenta en las bienaventuranzas, y su esfuerzo y su trabajo para que se realicen las condiciones que hagan posible para todos los hombres la realización de la promesa de Jesús: «Seréis dichosos» (Mt 5,1-12).

III

vv. 1-9. Mt sitúa el discurso de las parábolas el mismo día de los sucesos anteriores; quiere, por tanto, enlazarlo con ellos. De hecho, la mención del reinado de Dios que sufre violencia se halla en 11,12, y el tema central de las parábolas será precisamente el reinado de Dios. Puede decirse, por tanto, que el discurso (13,1-52) y la escena de Nazaret (13,53-58) terminan la sección.

«La casa» de la que sale Jesús representa el círculo de sus discípulos de la escena anterior (cf. 13,36). Su salida está en relación con la del sembrador (3b). Sale a la orilla del mar, que es la frontera entre Israel y los pueblos paganos, el lugar donde había llamado a los primeros discípulos (4,18). La subida a la barca para enseñar («se quedó sentado», cf. 5,1) es paralela a la de Mc 4,1. La enseñanza comienza directamente con las parábolas (en Mc 4,12 hay dos comienzos de enseñanza). La parábola del sembrador o de los cuatro terrenos presenta mínimas diferencias de redacción con la de Mc 4,3-9.

v. 10. Aparte con los discípulos. La pregunta de éstos es explícita (cf. Mc 4,10). No ven la

razón de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan, por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos.

v. 11. La razón de la diferencia entre los discípulos y la gente es que aquéllos han recibido

un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor a Jesús mismo que ejerce en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23, 9,6). La palabra «secreto/misterio» usada en el AT a partir de Daniel denotaba una realidad de los tiempos finales (escatológico mesiánica) que Dios solo puede revelar (Dn 2,27-30.47), la de un reino eterno. No es que Jesús discrimine entre discípulos y gente sino que la distinta situación de

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unos y otros con relación a el hace que el conocimiento y la experiencia del reinado de Dios sean diferentes en ambos los discípulos, que han seguido a Jesús tienen la clave para interpretar su enseñanza y actividad en las que se manifiestan los secretos del reinado de Dios, es decir, el modo como el reinado se instaura. supresión del exclusivismo israelita llamada de todos los pueblos al reinado de Dios, reino basado en opciones contrarias a la doctrina del Mesías triunfador sentido del hombre sobre la Ley. Las multitudes siguen aferradas a su espíritu nacionalista según la tradición de los letrados aunque escuchan a Jesús presencian su actividad y la admiran no acaban de darle su adhesión, por ello no entienden. El mensaje no puede entenderse por la mera exposición; para captarlo hay que romper con la ideología oficial del judaísmo. La gente es impotente para hacerlo. La doctrina propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús.

v. 12. Dicho proverbial: ante el mensaje, hay quienes lo asimilan y producen los frutos

correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado la enseñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o «Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,8-10), encarnado para la gente que lo escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo su posible asimilación.

En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos: «obtener», «ganar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir». En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a la correspondencia a la invitación hecha en las bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido.

vv. 13-15. Jesús manifiesta la razón de su enseñanza en parábolas. Responde a un hecho:

que las multitudes no perciben ni comprenden. Jesús no las fuerza. Hasta ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido; falta así la base para continuar la exposición del mensaje en toda su amplitud y radicalidad. Lo propone por eso en forma velada; las parábolas deben estimularlos a pensar por si mismos, a ver si de este modo llegan a cuestionarse los principios ideológicos que les impiden entender. Se repiten las circunstancias del tiempo del Isaías: el pueblo está cerrado al mensaje.

vv. 16-17. También los discípulos ven y oyen, y deben saber apreciar el privilegio que

supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los justos. Estas dos categorías integran el verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los profetas y compartieron su expectación.

Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a ellos a veces hable en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las parábolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los discípulos (13,3643), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza contenida en ellas.

v. 18. Sin reproche alguno, Jesús explica a los suyos la parábola del sembrador. Lo que

siembra el sembrador es el mensaje del reino contenido en las bienaventuranzas, en particular en

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la primera y la última: la opción que hace entrar en el reino y la situación de persecución que la fidelidad a esa opción comporta. Constituye el núcleo de «los secretos del reino».

v. 19. Mt pone cada caso en singular (Mc en plural) y, como Mc, describe cuatro actitudes

posibles en el mismo hombre. No sólo hay que oír, hay también que entender. Si no se entiende, es decir, si no se toma el mensaje por norma de conducta personal, «el Malo», el tentador, lo arrebata. Son las tentaciones análogas a las de Jesús en el desierto, en particular la de gloria y poder, las que quitan el mensaje, que no deja huella en el hombre. Por otra parte, «malos» son los fariseos y los letrados y fariseos que piden a Jesús una señal. Como se ha visto, es la institución judía la que, con su doctrina del Mesías poderoso, encarna a Satanás. Es, pues, la ideología del poder la que anula el mensaje. Este se siembra «en el corazón», es decir, en el interior del hombre; es allí donde ha de realizarse la decisión. Pero el tentador lo quita antes de que ésta se realice. La expresión «junto al camino» reaparece en 20,30, referida a los dos ciegos que aclaman a Jesús como «Hijo de David», es decir, como Mesías según las categorías del judaísmo.

vv. 20-21. Caso del hombre superficial que, aunque haga la opción, no se mantiene fiel a

ella; corresponde al que edificó su casa sobre arena. vv. 22-23. Las preocupaciones de esta vida y la seducción de las riquezas están explicadas

por Jesús en 6,25-34; también ellas hacen ser infiel a la opción inicial (5,3; cf. 19,23-25). El último caso, el de la tierra buena, corresponde al que fundó su casa sobre roca. Se observa el fuerte sentido del verbo «entender»: significa «abrazar, hacer suyo, tomar por norma de la propia vida».

La parábola y su explicación exponen, por tanto, las posibles actitudes con que un hombre puede presentarse ante el mensaje. Son un aviso de Jesús. No da él por descontado el éxito; éste depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a implantarse sin la colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de modo repentino; necesita ser acogido por el hombre y producir en él el fruto correspondiente. El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace faltar estar libre, en primer lugar, de la estima y ambición del poder (19). En segundo lugar, necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él pase lo que pase (20s). En tercer lugar, el hombre tiene que desprenderse de todo agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad (22). Jesús indica, por tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el mismo individuo.

IV

El libro del profeta Isaías se divide en tres parte: la primera la podemos llamar el libro de la denuncia; la segunda el libro del anuncio y la tercera la consolación. El texto que hoy leemos pertenece a esta última sección del libro y nos da ya una pista para la interpretación del pasaje. Isaías III nos presenta una comparación que subraya el papel fundamental de la palabra de Dios para que se verifique la eficacia de su obra o acción. La palabra de Dios es entonces la lluvia que hace fecundos incluso los terrenos más áridos y duros. Se describe todo el ciclo completo del agua, desde su precipitación como gotas en las nubes, pasando por su acción benéfica en el terreno cultivado, hasta su retorno al cielo, lista para emprender de nuevo su cometido. De igual forma la palabra de Dios, que parte rauda de la boca de Dios, hace fértil el campo cultivado y realiza el cometido para el que fue enviada.

Esta comparación nos ayuda a comprender que la palabra que Dios nos comunica no gira en el vacío, sino que se dirige a los ‘terrenos cultivados’, o sea , a todas las personas que con devoción y cariño preparan su mente y sus afectos para que sea eficaz la palabra que ellos reciben de Dios por

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medio de los profetas. De este modo la comparación resalta dos elementos muy importantes: la palabra se dirige a los ‘terrenos cultivados’ donde la semilla ya reposa y la palabra retorna a su fuente de origen.

El evangelio de Mateo complementa esta imagen tan poderosa y sugestiva con la ‘parábola del sembrador’. En esta parábola los elementos decisivos son la excelente calidad de la semilla y la disposición del terreno. El sembrador lanza una semilla de excelente calidad y lo hace con la generosidad y esperanza de quien ama su campo de cultivo. No ahorra esfuerzo ni semillas; las coloca incluso en lugares en donde no cabría esperar ningún resultado ya que su interés no es conservar sino esperar que esa semilla haga fructificar todos los sectores de su parcela. El otro elemento decisivo, el terreno, responde de diferente manera según la ‘calidad’ de la tierra. La buena disposición de cada pedazo de la parcela constituye el factor desicivo para el éxito de la empresa. La semilla es buena, pero no siempre el terreno que responde de manera desigual.

La interpretación de la parábola que aparece en la sección siguiente del evangelio, nos da una claves poderosas de comprensión. La disposición del terreno se refiere a la actitud de las personas. Algunas se dejan cultivar y ofrecen una tierra apta donde la semilla echa raíces profundas. Otras, en cambio, ofrecen terrenos donde la semilla se pierde por exceso de dureza, por descuido, superficialidad o negligencia. Tanto el grupo representado por los buenos terrenos, como el grupo representado por los terrenos no receptivos, hacen parte de la misma parcela. Los dos están en la misma geografía, en la misma historia y en el mismo momento. No hay excusa válida para justificar la falta de acogida y de respuesta.

Esta parábola se refiere a una realidad de la comunidad cristiana sobre la que ya se había hecho una profunda recepción. En la comunidad, representada por la parcela, se encuentran terrenos, es decir personas, con diferentes actitudes y proyectos. No se puede saber de antemano que respuesta va a dar cada quien. Lo único que se sabe es que el sembrador reparte con generosidad su fértil semilla. Sin embargo, en el desarrollo del proceso de cultivo se sabe quien es apto y quien no. Pero no basados en criterios arbitrarios, sino en el fruto que cada quien muestra. La expresión ‘dar frutos’ tiene un valor muy preciso en la Biblia y se refiere siempre a la respuesta positiva del ser humano al proyecto de Dios. Pero no a cualquier proyecto presentado en nombre de Dios, sino a la propuesta de los profetas que Jesús de Nazaret ha llamado ‘reinado de Dios’. Es decir, una experiencia humana donde sea posible al amor solidario, la libertad para hacer el bien y la justicia responsable.

La parábola del sembrador nos pone en contacto con la profecía consoladora de Isaías. La palabra de Dios actúa en la historia humana en las personas que cultivan el terreno sorprendente del amor solidario, de la escucha atenta del hermano y del servicio generoso y desinteresado a los excluidos. La palabra de Dios se hace fecunda en las comunidades y personas que asumen una actitud responsable ante la historia y no permiten que la ‘buena nueva del evangelio’ se convierta en consigna barata ni en cliché de espiritualizaciones alienadoras y superfluas, sino que procuran siempre que la palabra del profeta sea eficaz en la historia.

Pablo, en la Carta a los Romanos, nos propone esta misma reflexión: la creación, el terreno fértil que Dios ha dado al ser humano en la historia (Gn 2, 4-25), aguarda con impaciencia la realización de la obra de Cristo en toda la humanidad. La propuesta de Jesús nos abre a la esperanza de un futuro en el que la Humanidad se reconoce en la justicia y en el amor solidario y no en la muerte y la guerra.

Para la revisión de vida Dios ha sembrado su palabra en mi vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o

ha fructificado? ¿Cuánto, cómo? Para la reunión de grupo

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Somos una generación que entiende la Biblia de forma muy diferente a como la han mirado y leído las anteriores generaciones de cristianos. Hagamos un elenco de cuáles podrían ser estas diferencias. Comentarlas despues una a una.

“La Biblia no es «la» palabra de Dios” sino que “la biblia es palabra de Dios”: comentar la distinción. (Hay muchas otras «palabras de Dios»; la biblia puede ser -a lo más, y sólo para nosotros- la «palabra de Dios por antononmasia».

La palabra de Dios es viva y eficaz… Sugerir cuáles pueden ser «amores equivocados» hacia la palabra de Dios: una lista de posibles fundamentalismos bíblicos…

Dice san Pablo que "la creación entera gime con dolores de parto…". Se trata de un mensaje distinto de aquél del génesis, que pone a toda la naturaleza a los pies del ser humano, para que sea dominada y explotada enteramente a su servicio. Se ha acusado a la Biblia y a la tradición cristiana de tener una visión excesivamente antropocéntrica de la naturaleza… Una nueva actitud sería la de comprender que el ser humano no puede explotar la naturaleza pensando en el propio interés, sino que tiene también la responsabilidad de “cuidar” la tierra, ser no el dueño de la naturaleza sino el hermano mayor de todos los seres, que asume su responsabilidad de cuidar a los hermanos menores.

Aparte de la aplicación fácil de la parábola del sembrador, subsiste el problema de esas alusiones que Jesús parece desvelar: no se explica, para que algunos no entiendan… Comentar en el grupo qué puede significar eso…

Para la oración de los fieles Por toda la Iglesia, para que su palabra sea veraz y eficaz como lo es la Palabra del Padre.

Oremos. Por todos aquellos que desprestigian sus palabras con sus hechos, para que recapaciten y

hagan que su vida sea coherente con lo que anuncian y prometen. Oremos. Por todos los que tienen la misión de predicar el Evangelio, para que anuncien una fe viva,

liberadora, salvífica y transformadora de personas y sociedades. Oremos. Por todas las personas que trabajan para dar a luz un mundo nuevo y mejor, para que

continúen en la lucha sin desfallecer. Oremos. Por todos los que sufren por cualquier causa, para que la Palabra de Dios siembre en ellos la

paz y la esperanza. Oremos. Por todos nosotros, para que tengamos cada día más abiertos el oído y el corazón a la

palabra de Dios. Oremos. Oración comunitaria Señor, que la luz de tu Palabra sea siempre guía en nuestra vida; y que tu amor

germine en nosotros para que así podamos dar frutos de vida entre nuestros hermanos, de modo que todos alcancen la libertad, el gozo y la paz. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

OhDios, misterio inefable, cuya palabra inunda al ser humano, a todos los seres

humanos, y a todo el cosmos, atrayendo hacia adentro y hacia arriba la flecha de la evolución... Queremos expresarte nuestro deseo de participar en esa marcha ascendente e interiorizante de todos los seres hacia ti, ayudados por esa palabra tuya que podemos descubrir omnipresente en toda la realidad. Tú que vives y alientas e inspiras, desde siempre, por milenios y milenios. Amén. Lunes 11 de julio EVANGELIO

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Mateo 10,34-11,1

34No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espadas; 35porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6).

37E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.

40E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. 41E1 que recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro.

COMENTARIOS I

vv 34-36: No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz,

sino espadas; 35porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6).

Jesús disipa un malentendido (cf. 5,17). La paz que él trae (cf. 5,9) se basa sobre la opción contra la riqueza, el prestigio y el poder (5,3) y establece la justicia entre los hombres (5,6). Es una paz por la que hay que trabajar (5,9), pero cuya propuesta suscita una tremenda oposición (5,10.11). El efecto de su misión se indica con el texto de Miq 7,6. El profeta describe la corrupción de la sociedad (Miq 7,1-7): las insidias, el soborno, la ambición de los poderosos. Estas son las razones de la división que produce el mensaje. Este no se propone en un mundo que lo desee, sino en una sociedad que niega la paz en todas sus acciones (16: «lobos»).

vv. 37-39: E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que

quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.

En este ambiente de división, la primera lealtad ha de ser para Jesús; no puede uno renunciar a ella por fidelidad a vínculos familiares. Lo mismo pasa respecto a la sociedad: quien desafía sus principios será considerado como un criminal digno de muerte. Hay que aceptar también esa eventualidad.

Enuncia Jesús el principio general con una paradoja basada en la oposición encontrar-perder. Hallar, encontrar = apropiarse, hacer suya. «Encontrar» significa reservarse, tener para sí. El discípulo no debe tener un apego a su persona que lo lleve a reservarse su vida, debe saber darla. El que se desentiende de la necesidad del mundo y busca su comodidad o seguridad, ése se pierde. El que se arriesga, ése se encuentra. Son nuevas formulaciones de la salvación (22.32) y del peligro de perderse por el miedo (26.28.33).

vv. 40-42: E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí recibe al que

me ha enviado. 41E1 que recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el

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que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro.

La fidelidad de los discípulos los hace ser portadores, para el que los acoge, de la presencia de Jesús y del Padre (40). La bendición que obtiene el que los acoge está en proporción con la clase de acogida que les haga. Acoger significa compartir lo que se tiene con la persona a quien se acoge; es la generosidad la que da valor a la persona (6,22s). Jesús se remite al AT; el dicho «quien recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta» se refiere a los ejemplos de Elías y Eliseo narrados en 1 Re 17,9-24 y 2 Re 4,8-37. «La recompensa de profeta» consiste en el beneficio que se puede recibir de un profeta; paralelamente, «la recompensa de justo». En cambio, la que se recibe por acoger a un discípulo no es una «recompensa de discípulo», sino la expresada al principio, la presencia de Jesús y del Padre con la persona que acoge.

La última afirmación de Jesús presenta una aparente incongruencia por el paso de la tercera persona a la segunda, que debería estar incluida en ella: «Quien da de beber a uno de estos pequeños... en calidad de discípulo.. os lo aseguro.» Lo normal sería que dijese «a uno de vosotros, que sois pequeños», pues ellos son los doce discípulos de Jesús (10,1; 11,1). Con esto indica Mt que los discípulos no son realmente doce ni se limitan a los que vivían de hecho con Jesús, sino que esa categoría es más numerosa y que Jesús habla de toda época. Los doce mencionados por sus nombres representan a la entera comunidad de Jesús, pero no la agotan. Lo característico del discípulo es ser «un pequeño», uno que no pretende la grandeza mundana según el contenido de la primera bienaventuranza (5,3).

Dar un vaso de agua fresca, en el clima caliente y seco de Palestina, era una muestra de verdadera hospitalidad.

v.11,1: Cuando terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús se marchó de allí,

para enseñar y predicar por aquellos pueblos. Cierra Mt el discurso de Jesús con un epílogo semejante al que cerraba el discurso en el

monte (7,28). Vuelve a mencionar a «los doce discípulos», con lo que clausura la sección comenzada en 10,1. La misión de los Doce no impide que Jesús continúe su actividad (enseñanza y proclamación).

II

Las primeras comunidades se vieron en la necesidad de radicalizar las opciones de Jesús. Atrás había quedado la época en que los discípulos eran considerados “una variante más” de la tradición religiosa Judía. Los cristianos luchaban por su identidad, más entre ellos mismos que con el ambiente adverso. Los evangelios son un poderoso testimonio de ese gran esfuerzo por comprender los fundamentos del nuevo estilo de vida que ellos proclamaron. Cada comunidad «inculturó», adaptó y releyó las palabras de Jesús de acuerdo con las circunstancias que debieron afrontar.

La radicalidad, la urgencia y la exigencia de las palabras de Jesús fueron interpretadas creativamente en cada comunidad. Los judeocristianos o judíos pertenecientes al cristianismo plasmaron en el evangelio de Mateo su particular modo de entender la misión de Cristo. Para ellos, el conflicto con ciertos sectores nacionalistas (zelotes) y ultraordoxos los llevó a descubrir que solamente contaban con el apoyo de su propia comunidad. Muchas familias y grupos cedieron al ímpetu sectario y expulsaron de su seno a aquellos que no se ajustaban a los parámetros impuestos por el judaismo fariseo. Por esta razón, los judeocristianos se vieron forzados a desconfiar de todo el mundo y, en particular, de sus propias familias y grupos de referencia. A esto se refiere el

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símbolo de la espada en el evangelio. Los grupos nacionalistas convirtieron su propia fe no sólo en arma para defender la identidad, sino en una terrible espada de dos filos para ‘cortar’ con aquellos que se apartaran levemente de los patrones impuestos por la tradición.

Martes 12 de julio EVANGELIO Mateo 11, 20-24

20Se puso entonces a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todas sus potentes obras, por no haberse enmendado.

21-¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que habrían mostrado su arrepentimiento con sayal y ceniza. 22Pero os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. 23y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo (Is 14,13-15); porque si en Sodoma se hubieran hecho las potentes obras que se han hecho en ti, habría durado hasta hoy. 24Pero os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.

COMENTARIOS I

20Se puso entonces a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todas sus potentes obras, por no haberse enmendado. 21-¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que habrían mostrado su arrepentimiento con sayal y ceniza. 22Pero os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

La palabra "entonces" enlaza esta invectiva de Jesús con la escena anterior. Jesús se dirige a las ciudades cercanas para reprocharles su indiferencia al mensaje que han oído. "Las ciudades" son sedes de escuelas rabínicas y centros de cultura religiosa. Su indiferencia está en relación con la descrita antes bajo la imagen de los niños que no hacen caso a sus compañeros (11,16s). Ambos datos indican que la invectiva a las ciudades mira, sobre todo, a los círculos intelectuales que van a mencionarse a continuación (11,25).

La enmienda fue la exigencia expresada por él ante la cercanía del reinado de Dios (4,17). A pesar de los hechos que acreditan la cercanía del reinado, esas ciudades no han cambiado de vida. «Enmendarse» (metanoeô) significa cesar de practicar la injusticia y comenzar una vida justa. Debe cambiar la calidad de las relaciones humanas; pero nada ha cambiado en esas ciudades. No han dado el paso preliminar para el reinado de Dios (20). No han hecho caso de los hechos objetivos (20-21: egenonto) que han podido presenciar, fruto de la actividad de Jesús.

Corozaín estaba a unos 3 km. al norte de Cafarnaún; Betsaida, a unos 10 km., en la desembocadura del Jordán. La comparación que hace Jesús acusa a estas ciudades de ser más rebeldes a Dios que las ciudades paganas del Norte, bien conocidas. Isaías había predicho la ruina de Tiro y Sidón. Usando la imagen del «día del juicio», afirma Jesús que el destino de las ciudades paganas será más llevadero que el de las judías (21-22). «El sayal y la ceniza» eran símbolos de arrepentimiento.

vv. 23-24: y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo (Is 14,13-15); porque si en Sodoma se hubieran hecho las potentes obras que se han hecho en ti,

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habría durado hasta hoy. 24Pero os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.

El caso de Cafarnaún, ciudad donde Jesús se había instalado (4,13), es aún más grave. No sólo es más rebelde que los paganos; Jesús la considera peor que Sodoma, prototipo de ciudad maldita (cf. 10,15), por haber ignorado la nueva realidad que en ella se ha manifestado (23-24). Para describir su ruina usa Jesús unos versículos de la sátira de Isaías por la caída de Nabucodonosor. Éste es precipitado del vértice de la gloria al vértice de la miseria (Is 14, 13.15). Se deduce de esta perícopa que Mt ve en Galilea una resistencia encarnizada al mensaje de Jesús. La buena noticia encontrará más eco en los países paganos.

Las acciones de Jesús narradas por el evangelista (8,2-9,28) tenían que ver, sobre todo, con la apertura a los paganos y con la curación del nacionalismo exclusivista de Israel. Estas ciudades, situadas en la orilla del lago o cerca de ella, con tráfico comercial y población mezclada, habrían debido aceptar la universalidad de la salvación. Sin embargo, siguen en su mentalidad anterior. Renunciar a la propia superioridad y al exclusivismo es parte de la enmienda.

II

Jesús es presentado con los rasgos de un gran profeta de la conversión. Incluso sus palabras evocan las grandes proclamas de Amós, Isaías y Jeremías cuando invitaban al pueblo y a sus dirigentes a reconocer los propios errores y a aceptar la salvación que el Señor les ofrecía. Jesús, al pronunciar una serie de lamentaciones o ‘ayes’, pone en evidencia la ‘dureza de corazón’ o la incapacidad convertirse, típica de un pueblo que había idolatrado sus propias tradiciones y que ignoraba la voz de los profetas, mediadores de la voluntad de Yahvé.

Corazaín, Betsaida y Cafarnaúm habían sido testigos privilegiados de la acción misionera de Jesús y de su comunidad de seguidores. Sin embargo, el peso de las tradiciones y la autosuficiencia, es decir, el considerarse salvados, les impidieron captar la novedad que Jesús les comunicaba.

El problema, por supuesto, no estaba en Jesús y su grupo de seguidores, sino en la manera de interpretar la acción de Dios. Parecía que el Dios de la historia solamente los había interpelado en el pasado pero que, en el presente, solamente invitaba a la repetición mecánica de las tradiciones. Jesús, por el contrario, releyendo las Escrituras con la fuerza del Espíritu, proponía una manera cercana, inmediata y profunda de ponerse en contacto con ese Dios de la historia que interpela todo momento de la existencia humana. Miércoles 13 de julio EVANGELIO Mateo 11, 25-27

25En aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, has escondido estas cosas a los sabios

y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

27Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

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COMENTARIOS I

v.25: En aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,

porque, has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

La expresión introductoria «por aquel entonces» enlaza de algún modo esta perícopa con la anterior. Después de la recriminación a las ciudades que no responden aparece la respuesta favorable de la gente sencilla. Por contraste con la invectiva anterior, en esta perícopa Jesús alaba al Padre por lo que está sucediendo. Aparece el Padre como el Señor del universo.

Jesús bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías (11,2.19). La revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías, después de los episodios de los panes (16,17). Se trata, pues, de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías. La revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y autoritaria. Sin embargo, el Padre ha querido hacerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en las obras que realiza Jesús la mano de Dios.

Precisamente, la denominación «los sabios y entendidos» alude a Is 29,14. En el texto profético, Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo honra con los labios, pero su corazón está lejos (cf. Mt 15,8s). A eso se debe que fracase la sabiduría de los sabios y se eclipse el entender de los entendidos. En el trasfondo del dicho de Jesús se encuentra, por tanto, esta reali-dad: los sabios y entendidos no captan el sentido de las obras de Jesús porque su insinceridad inutiliza su ciencia, impidiéndoles aceptar las conclusiones a las que su saber debería llevarlos. Los «sencillos» no tienen ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les revela. El hecho de que Dios «oculta» ese saber no se debe a su designio, sino al obstáculo humano; se atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. De hecho, la realidad de Jesús está patente a todos, viene para ser conocido de todos. El pasaje está en relación con el aserto de Jesús en 9,13: «No he venido a llamar justos, sino pecadores.» El «justo» es el que se cierra a la llamada por estar conforme con la situación en que vive. No es culpa de Jesús, sino del hombre. El que se tiene por «justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la llamada de Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está cerrado a la revelación del Padre (25s).

v. 27: Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

La frase de Jesús «mi Padre me lo ha entregado todo» está en relación con la designación «Dios entre nosotros»: Jesús es la presencia de Dios en la tierra. También con la escena del bautis-mo, donde el Espíritu baja sobre Jesús y el Padre lo declara Hijo suyo. La posesión de la autoridad divina fue afirmada por Jesús en el episodio del paralítico (9,6). La relación íntima entre Jesús y el Padre la establece la comunidad de Espíritu. Por eso nadie puede conocer al Padre, sino aquel a quien el Hijo comunique el Espíritu, que establecerá una relación con el Padre semejante a la suya. Es decir, el conocimiento de Dios de que se glorían los sabios y entendidos, que se adquiriría a través del estudio de la Ley, no es verdadero conocimiento. Este consiste en conocerlo como Padre, experimentando su amor, y sólo se consigue esta experiencia por la comunicación que hace Jesús del Espíritu que recibió. De ahí que invite a todos los que están cansados y agobiados por la enseñanza de esos sabios y entendidos. El se presenta como maestro, pero no como los letrados, dominando al discípulo; él no es violento, sino humilde, en contraposición al orgullo de los maestros de Israel. Su enseñanza es el descanso, después de la fatiga del pasado (11,28s).

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II

En una sociedad donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la

ignorancia era vista no sólo como una ausencia de conocimiento sino como una ‘marca’ indeleble sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza. Algunos grupos de la época de Jesús consideraban ‘malditos’ a todos aquellos que no conocieran la ley a profundidad. Jesús denuncia esa falsa religiosidad que contradice el fundamento misma de la acción salvadora de Dios. La salvación no depende de una mayor o menor pericia en las complicadas lides de la interpretación bíblica, sino en la capacidad para captar el paso del Señor en la historia y en la disponibilidad para acudir al llamado de Dios.

La gente sencilla que seguía a Jesús tenía un conocimiento bastante general del texto bíblico que no era suficiente a los ojos de los ‘doctos e instruidos. Jesús instruye a la gente sencilla en la Palabra de Dios, pero no en los intrincados meandros de la casuística legal, sino en aquellas claves de comprensión que le permiten al lector entender la Biblia como un libro abierto que perennemente comunica una profunda y esencial experiencia de Dios. Jueves 14 de julio EVANGELIO Mateo 11, 28-30

28Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro,. 29Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontrareis vuestro respiro, 30pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

COMENTARIOS I

Jesús invita a aceptar su yugo, imagen de las exigencias que se derivan de su mensaje; su

yugo es llevadero, no como el de la Ley propuesta por los letrados, y su carga es ligera (cf. 23,4). Estudiar la Ley debía servir para acercarse a Dios; Jesús invita a acercarse a él directamente; su persona es el medio (la Ley) y el término (Dios). Invita a romper con otros maestros y a aceptar su enseñanza. El legalismo judío era abrumador, una moral sin alegría. Jesús propone, en cambio, el servicio en la alegría de la amistad (9,15). Propone sus exigencias prometiendo la felicidad (bienaventuranzas).

II

El evangelio suele expresarse por medio de contrastes, paradojas y frases extremadamente sugestivas. Cualquiera podría pensar que lo que hoy nos propone Jesús es una terrible contradicción. Sin embargo, el objetivo del texto es causar una honda impresión en el oyente o lector. Y hace esto precisamente para comunicar pensamientos a los que nuestra mente se suele resistir.

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Para la sociedad en la que vivió Jesús, así como para la nuestra, el descanso es una verdadera bendición divina. La carga del trabajo semanal nos deja extenuados y el día de reposo nos permite reconstruir los lazos de afecto con Dios, con nuestras familia y con nosotros mismos. Jesús aprovecha esa idea y nos la repropone con un contenido diferente. El convoca a todos los abatidos, a las personas agobiadas por los mecanismo de exclusión social y religiosa y les propone llevar otro yugo, otro peso: el yugo de la libertad. Pero este yugo nos exige humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia.

Para las personas que se sienten agobiadas con las mil prescripciones de la vida social y que se someten por la fuerza a los grandes mecanismos de alienación, la única alternativa que les queda es la de asumir la terrible carga de la libertad. Y en esto consiste la propuesta de Jesús: en asumir la libertad como un camino de realización humana que nos conduce hacia Dios. Por eso, su yugo es llevadero y su carga ligera. Viernes 15 de julio EVANGELIO Mateo 12, 1-8

12 1En aquella ocasión, un sábado echó Jesús a andar por lo sembrado; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer. 2Los fariseos, al verlo, le dijeron:

-Mira, tus discípulos están haciendo lo que no esta permitido en día de precepto. 3E1 les replicó: -¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? 4Entró en

la casa de Dios y comieron de los panes y de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus hombres, sino sólo a los sacerdotes. 5y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo sin incurrir en culpa? 6Pues os digo que hay algo más que el templo aquí.

7Si comprendierais lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no condenaríais a los que no tienen culpa. 8Porque el Hombre es señor del precepto.

COMENTARIOS I

v. 1: En aquella ocasión, un sábado echó Jesús a andar por lo sembrado; los discípulos

sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer. Jesús marcha por los sembrados Los discípulos son mencionados sólo a continuación El

itinerario de Jesús es el de los suyos. Al contrario que Mc y Lc, Mt señala que los discípulos sienten hambre. El cambio se debe a estar situada la narración en un contexto diferente. En Mc 2 23 y Le 6 1 sigue a la perícopa del esposo, donde Jesús ha expuesto el principio que invalida toda la institución judía. No hacía falta poner otra motivación para la libertad que muestran los discípulos. Mt, en cambio, al situar esta narración en contexto diferente, necesitaba expresar un motivo para la acción.

vv. 2-4: Los fariseos, al verlo, le dijeron: -Mira, tus discípulos están haciendo lo que no esta

permitido en día de precepto. 3E1 les replicó: -¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus

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hombres sintieron hambre? 4Entró en la casa de Dios y comieron de los panes y de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus hombres, sino sólo a los sacerdotes.

«Arrancar espigas» estaba permitido por Dt 23,26 para proteger los derechos de los pobres. Los fariseos, sin embargo, consideraban el arrancar espigas como equivalente a la recolección, trabajo prohibido en sábado (cf. Ex 34,21). Señalan el hecho a Jesús, esperando que éste corrija la conducta de los discípulos. Se dirigen a él sin ninguna fórmula de cortesía o respeto. Jesús, en vez de corregir a los discípulos, defiende su conducta. A la manera de la controversia rabínica, comienza su respuesta con la frase: «¿No habéis leído?» Cita a continuación un episodio bien conocido de la historia de David (1 Sm 21,1ss), quien, ante la necesidad propia y la de sus hombres, se permitió contravenir a lo expresamente prescrito en la Ley (Lv 24,9).

«Panes de la ofrenda», cf. Ex 25,30; 40,4; Lv 24,5s; 1 Sm 21,1; 1 Re 7,48; 2 Cr 4,19. La argumentación de Jesús se basa hasta este momento en que la necesidad del hombre es razón suficiente para ignorar ocasionalmente un precepto de la Ley. Con esta comparación pone la obligación del sábado, que para los rabinos era la máxima, a la altura de un precepto ritual secundario.

v. 5: y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el

templo sin incurrir en culpa? Jesús añade otro argumento («¿No habéis leído?»), ahora a partir de la Ley, es decir, de los

libros de Moisés. En la frase distingue entre el día de sábado y el precepto del descanso. No sólo el hombre puede eximirse de la obligación en caso de necesidad; la Ley misma relativiza el precepto del descanso. De hecho, el trabajo en el templo era mayor en los días festivos que en los días ordinarios, pues aumentaba el número de ofrendas (Nm 28,9s).

La obligación del culto a Dios prevalece sobre la del descanso. La ley del descanso -y, en consecuencia, la Ley entera- no es un absoluto.

vv. 6-8: Pues os digo que hay algo más que el templo aquí. 7Si comprendierais lo que

significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no condenaríais a los que no tienen culpa. 8Porque el Hombre es señor del precepto.

Conclusión del argumento anterior. Si el templo exime de la obligación del descanso, hay aún una realidad superior al templo, Jesús mismo. Reprochando a los fariseos no saber interpretar la Escritura («si comprendierais»), confirma lo dicho con una cita de Oseas (6,6): es Dios mismo quien relativiza la obligación del culto, anteponiendo al mismo el servicio al hombre. «Miseri-cordia» (en greigo, éleos) significa el amor que se traduce en ayuda (cf. 5,7). «Sacrificio», las prescripciones cultuales en general y las del sábado en particular. En consecuencia, la censura hecha por los fariseos carece de fundamento. Opone Jesús la ayuda al hombre a la piedad orgullosa y despectiva de los fariseos, empeñados en condenar.

Da Jesús la razón última: el Hombre es señor del precepto y, por lo tanto, de la Ley, que, según los fariseos, se compendia en ese precepto. El trabajo en el templo era una excepción a la Ley del descanso, que no por eso perdía su validez. Pero «el Hombre» no tiene por qué invocar excepciones. «Señor» significa superior al precepto y libre de él. «El Hombre» es designación de Jesús, pero no exclusiva, sino extensiva. Designa al que posee el Espíritu de Dios (3,16) y podrá aplicarse en su medida a todos aquellos que de Jesús lo reciban. Mt, por tanto, explica por qué los discípulos son inocentes, porque participan de la libertad y del señorío de Jesús mismo.

El que practica la misericordia, es decir, la ayuda a los hombres, está por encima del culto, que, a su vez, tiene la precedencia sobre el precepto del descanso. Es él quien realiza el designio de Dios, no los que subordinan el bien del hombre a los preceptos legales.

II

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Este episodio del evangelio se podría llamar “la necesidad contra la ley”, pero es necesario ir

más allá de la simple confrontación entre Jesús y los fariseos por el cumplimiento o incumplimiento de la ley. Los discípulos estaban contraviniendo una disposición ritual. Para todo el territorio de Israel y para toda las comunidades judías de la diáspora las leyes rituales referentes al sábado se habían convertido en las normas más importantes.

Jesús y sus discípulos relativizan tal interpretación por muchas razones, pero en esencia, porque al interior de las normas de Israel había una jerarquía real y otra impuesta. La jerarquía real colocaba las leyes referentes a las relaciones con Dios y a las relaciones interhumanas en primer lugar. Por esta razón, Jesús coloca siempre en primer lugar el amor a Dios y al prójimo como parámetro para organizar toda la legislación. Estos dos mandamientos sintetizan todo el decálogo. Al mismo tiempo, el saber cual es el mandamiento principal nos permite discernir entre lo fundamental y lo accesorio. Lo fundamental es que el pueblo se alimente y que cumpla con sus obligaciones fundamentales, lo accesorio tiene que ver con todas las rúbricas que regulan el comportamiento en los tiempos y espacios sagrados.

Nosotros como cristianos, en nuestra diversas denominaciones, tendemos a absolutizar ciertos rituales, ciertos procedimientos o ciertos parámetros que consideramos normas inmemoriales, pero si examinamos la historia nos damos cuenta que fueron respuestas específicas a problemas muy concretos. ¡Primero el Reino, y luego sus añadiduras! Sábado 16 de julio EVANGELIO Mateo 12, 46-50

46Todavía estaba Jesús hablando a las multitudes cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. 47Uno se lo avisó:

-Oye, tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo. 48Pero él contestó al que le avisaba: -¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? 49y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: -Aquí están mi madre y mis hermanos. 50Porque cualquiera que lleva a efecto el designio

de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre.

COMENTARIOS I

vv. 46-50. «La madre y los hermanos». Se incluía entre los «hermanos» a los parientes

próximos en línea colateral (primos hermanos, segundos, etc.). En esta perícopa, donde los familiares de Jesús no son mencionados por sus nombres, «la madre» representa a Israel en cuanto origen de Jesús; «los hermanos», al mismo Israel en cuanto miembros del mismo pueblo. Israel se queda «fuera», en vez de acercarse a Jesús. Este rompe su vinculación a su pueblo. Su nueva familia está abierta a la humanidad entera; la única condición es llevar a efecto el designio de «su» Padre del cielo, que se concreta en la adhesión a Jesús mismo (cf. la correspondencia entre 3,17: «Tú eres mi Hijo», pronunciado por la voz del cielo, y «el designio de mi padre del cielo»). El designio del Padre, aceptado por Jesús con su bautismo y para el cual el Padre lo capacita con el Espíritu,

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consiste en que el hombre se comprometa hasta el final en la obra salvadora. Todo aquel que se asocie a este compromiso de Jesús queda unido con él por los vínculos más estrechos de amor e intimidad: se constituye así la nueva familia, el nuevo pueblo universal.

La escena ha estado preparada por las reiteradas alusiones a la respuesta de los paganos y a la infidelidad de Israel (8,10-12; 11, 20-24). La sección comenzó con las dudas de Juan Bautista (11,3), con la constatación de la violencia contra el reinado de Dios (11,12), la incredulidad sistemática de grupos dirigentes (11,16-19) y de las ciudades galileas (11,20-24), la ceguera de los sabios y entendidos (11,25-30), la oposición de los legalistas, que pretenden matar a Jesús (12,1-14), la calumnia de ser agente de Satanás (12,24), la invectiva de Jesús contra los fariseos (12,25-37), la petición de la señal (12,38-42) y el aviso a las multitudes (12,43-45). Los dirigentes de Israel combaten a Jesús, las multitudes no se pronuncian abiertamente por él y corren peligro de volver a su situación anterior, pero empeorada hasta el máximo. No hay mucho porvenir en Israel para Jesús y su mensaje. De ahí la declaración de Jesús, quien se desvincula del pueblo elegido y lo pone en la misma condición que cualquier otro pueblo. El designio de Dios ha sido expresado en las bienaventuranzas. Es la opción allí expuesta la que constituye el nuevo pueblo.

Jesús tiene ya una familia, sus discípulos, abierta a todo hombre, judío o pagano, que tome la decisión de seguirlo.

II

En muchos lugares de hispanoamérica se celebran con gran fervor todas las memorias, solemnidades y fiestas de María Santísima. Cada advocación es acogida por algún gremio (artesanos, conductores, enfermeras, etc.) y convertida en ‘fiesta patronal’. La celebración es tan grande que, por lo general, la gente termina olvidando el motivo y la historia de la advocación. Y lo que es peor, termina por ignorar cuál es el significado de esta mujer para el pueblo de Dios.

El evangelio pone a prueba todas nuestras imágenes idealizadas. La familia de Jesús lo busca sin dignarse a entrar donde él se encuentra reunido con su comunidad. Ellos se ubican fuera del círculo de discípulos y discípulas que escuchan al maestro y ‘eligen la mejor parte’, es decir, la parte que le corresponde a aquellos que quieren ser ‘oyentes y servidores de la palabra’. Jesús no se deja intimidar por la actitud de los parientes y los invita a hacerse familia suya no por los vínculos de sangre, sino poniendo en práctica el evangelio.

Al leer estas palabras de Jesús nos damos cuenta que María fue haciendo un camino de fe que la llevó al pleno encuentro con su hijo y con el Señor. La asidua meditación de los acontecimientos cotidianos hizo crecer su corazón hasta el punto de llegar a albergar en él a toda la Iglesia. María hizo el camino de fe y seguimiento de Jesús que debe emprender todo creyente.

Domingo 17 de julio

DECIMO SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Sabiduría 12, 13. 16-19 Salmo responsorial: 85, 3-6. 9-10. 15-16

Segunda lectura: Romanos 8, 26-27 EVANGELIO Mateo 13, 24-43

24Les propuso otra parábola:

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-Se parece el reino de Dios á un hombre que sembró semilla buena en su campo; 25mientras todos dormían llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.

26Cuando brotaron los tallos y se formó la espiga apareció también la cizaña. 27Los obreros fueron a decirle al propietario:

-Señor, ¿no sembraste en tu campo semilla buena? ¿Cómo resulta entonces que sale cizaña?

28É1 les declaró: -Es obra de un enemigo. Los obreros le preguntaron: -¿Quieres que vayamos a escardaría? 29Respondió él: -No, por si acaso al escardar la cizaña arrancáis con ella el trigo. 30Dejadlos crecer juntos

hasta la siega. Al tiempo de la siega diré a los segadores: Entresacad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, almacenadlo en mi granero.

31Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios al grano de mostaza que un hombre sembró en s~ campo;

32siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

33Les dijo otra parábola: -Se parece el reino de Dios a la levadura que metió una mujer en medio quintal de harina

todo acabo por fermentar. 34Todo eso se lo expuso Jesús a las multitudes en para bolas; sin parábolas no les exponía

nada, 35para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré mis labios para decir parábolas, proclamaré cosas escondidas desde que empezó el mundo (Sal 78,2). 36Luego dejó a la multitud y se fue a la casa. Los discípulos se le acercaron a pedirle:

-Acláranos la parábola de la cizaña en el campo. 37Él les contestó: -El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los secuaces del Malo; 39el enemigo que la siembra es el diablo, la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los ángeles. 40Lo mismo que la cizaña se entresaca y se quema, sucederá al fin de esta edad: 41el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, escardarán de su reino todos los escándalos y a los que cometen la iniquidad 42y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 43Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. Quien tenga oídos, que escuche.

COMENTARIOS I

DE LO PEQUEÑO Y DE LO GRANDE

La vida está llena de pequeñeces. Lo de cada día es insignificante, intrascendente, difícilmente fotografiable y publicable. Se confunde con la monotonía, lo gris, lo improductivo, lo despreciable. No es noticia.

La noticia se reserva a los hechos extraordinarios, a todo lo que está fuera de lo ordinario y, en cierto modo, desordena desencajando la vida. La atención de los medios de comunicación en sus primeras páginas está centrada fundamentalmente en los grandes acontecimientos, los

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logros o quiebras de la vida e historia de individuos o grupos. Cuando prestan atención a lo cotidiano, lo hacen dándole carácter de extraordinariedad ineludible.

A pesar de todo eso, habría que llegar a descubrir la grandeza de lo cotidiano; debería haber cada semana un telediario para amas de casa o padres de familia, para estudiantes o trabajadores, para ciudadanos sin relevancia, a los que se les propusiera en la pantalla la utopía de descubrir y aceptar la grandeza de su vida oculta, la transcendencia de su intrascendencia, la riqueza de su pobreza o de su austeridad. Tal vez habría menos frustraciones y decrecería el numero de neuróticos.

Porque si examinamos en profundidad nuestro ser de humanos, debemos reconocer, paradójicamente, que casi todas las cosas grandes, que nos hacen vivir y soñar, son pequeñas. Un apretón de manos, una sonrisa, la amistad, el amor o el encuentro con los otros son la plataforma del más grande de los sueños: la felicidad, aspiración común que se consigue a base de cosas pequeñas, aparentemente intrascendentes. Sólo quien está atento a esas insignificancias, puede comenzar una andadura de dioses. El camino de la grandeza humana pasa inexorablemente por la experiencia profunda de lo cotidiano.

Lo verdaderamente grande no es lo espectacular confundimos grandeza con espectáculo- como si la vida fuera ejercicio circense. Lo mas grande es la vida misma, con su mosaico de minucias, vivida minuto a minuto, con intensidad y en profundidad. Con esta dimensión y desde esta óptica, las cosas pequeñas se llenan de valor, se autotrascienden, se magnifican...

Jesús amaba lo cotidiano y lo pequeño: las flores, los pájaros, la amistad, la comida, los niños, los pequeños e insignificantes de este mundo. El creía en la fecundidad de lo pequeño. Y cuando quiso hablarnos de Dios y de su Reino decía: "El reino de los cielos -lo más grande- se parece a un grano de mostaza -semilla pequeña e insignificante- que un hombre sembró en su campo". Esa ínfima semilla, con el tiempo, llega a ser un arbusto que alcanza hasta cuatro metros de altura, ofreciendo cobijo a las aves del cielo. "El reino de los cielos -añadía- se parece a un puñado de levadura" que se pierde en la masa y hace que el pan resulte esponjoso y comestible.

El reino de los cielos es algo insignificante en sus inicios, pero fecundo. Con nuestra manía de grandeza, la palabra "reino" nos sugiere coronas, espadas, dominio, poderío, riqueza y honores; "los cielos" son lo inalcanzable, lo inasible, la terminal, pero nunca el comienzo o trayecto de la vida. Hemos hecho del Reino de los cielos algo dificilmente descubrible o encontrable. O está más allá y no lo alcanzamos, o si está más acá, no lo vemos. Y Jesús diría: ni más acá ni más allá; el Reino de los cielos está dentro de vosotros y comienza cuando se vive la vida en profundidad, hacia adentro, desde abajo y con los de abajo, vuelto a los demás. Empieza aquí abajo con lo intrascendente, con una sonrisa, un apretón de manos, un encuentro, la amistad, la solidaridad o el amor, con la vida misma y su monotonía cotidiana. Dejémosnos de grandezas...

II

NI INTOLERANCIA, NI TRIUNFALISMO, NI INDIFERENCIA

Ni intolerancia ni triunfalismo; indiferencia ante los problemas del mundo, tampoco. El trabajo oculto de la levadura que va haciendo fermentar a toda la masa: el compromiso firme y sereno de colaborar en el nacimiento de una nueva humanidad.

LA PARABOLA DE LA CIZAÑA

La comunidad cristiana no va a estar fuera del mundo; los problemas, las contradicciones, las servidumbres de la sociedad humana le afectarán, porque será parte de ella. Por eso no se podrá evitar que las malas hierbas, sembradas por quienes siguen oponiéndose a un mundo de hermanos, aparezcan en la parcela en la que se intenta dar el fruto propio de quienes han optado por el reino de Dios.

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La mala hierba acompañará durante mucho tiempo al buen trigo; y si se intenta arrancar por las bravas a aquélla, se pondrá en peligro también éste. Primero porque, durante todo el período de su crecimiento, el trigo y la cizaña pueden confundirse: sólo se puede decir que la hierba es definitivamente mala si, cuando llega la hora de la madurez, se agosta sin dar fruto. Y en segundo lugar, porque no nos corresponde a nosotros decidir qué se debe hacer con la hierba mala.

Con esta parábola Jesús previene a sus discípulos para que eviten un excesivo celo, para que no tengan demasiada prisa en condenar a «los malos», para que no pretendan convertirse en jueces de sus semejantes. Lamentablemente, no todos los que se llamen cristianos serán seremos- coherentes y fieles a nuestros compromisos. Será necesaria una labor de discernimiento; a veces no habrá más remedio que denunciar o poner fin a determinados comportamientos claramente contrarios al evangelio. Pero sin mandar a nadie a la hoguera, sin negar a nadie su oportunidad. Porque, además, la hierba de la que aquí se trata, el ser humano, puede cambiar, dejar de ser hier-ba mala y convertirse en buena.

EL GRANO DE MOSTAZA

Tampoco está justificado el triunfalismo. El ideal de la comunidad cristiana es ser una gran familia, cuanto más grande mejor; pero nunca un imperio.

Jesús contradice con esta parábola las esperanzas triunfalistas de sus paisanos, de sus propios discípulos; ellos esperaban que se cumpliera tal cual la profecía de Ezequiel (17, 22-24), que anuncia que Israel, a quien compara con un cedro frondoso plantado en un monte encumbrado y señero, volverá a ser una nación fuerte y poderosa, que dominará sobre todas las demás.

No. El reino de Dios, tal y como Jesús lo presenta, ni será una prolongación de Israel (nace de una semilla nueva, no de un esqueje del viejo árbol) ni sufre delirios de grandeza; le bastará con ser un árbol grande, más ancho que alto (sólo más alto que las hortalizas), para poder acoger a cuantos, procedentes de cualquier lugar, busquen la hospitalidad de su sombra. Esa es la grandeza que quiere Jesús para el grupo de sus seguidores: una inagotable capacidad de acogida para poder ser el lugar de encuentro de todos los hombres que busquen compañía, comprensión, amor, solidaridad...

LA LEVADURA

Todo lo anterior no significa que la comunidad cristiana, la Iglesia, renuncie a intervenir en la marcha de la historia humana. Esa es la misión de la Iglesia: intervenir en la marcha de la historia, empujando para que esa historia marche en la dirección que señala el proyecto de Dios. Pero no de cualquier forma.

Lo que Jesús crea no es un movimiento político (quede esto claro: ni una democracia cristiana, ni un socialismo cristiano, ni mucho menos un fascismo cristiano). Pero, repitámoslo, eso no significa que los problemas, las necesidades, los sufrimientos, las angustias y las justas esperanzas de los hombres y de los pueblos deban quedar fuera del interés y de la actividad de los cristianos.

El problema es el método. Por un lado, el evangelio no se puede imponer por la fuerza; y, por otro lado, el mensaje de Jesús no se puede reducir a una opción política más. La comunidad cristiana debe influir en la transformación de la sociedad humana con su vida: viviendo en medio de la sociedad humana y mostrando que es posible una manera alternativa de vivir, de tal modo que quienes, en contacto con la comunidad o con alguno de sus miembros, vayan conociendo este estilo de vida se convenzan de que esa manera de vivir es lo que realmente interesa a los hombres; y, poco a poco, pero constantemente, vaya aumentando el número de quienes adoptan el modelo de vida y de convivencia que propone Jesús.

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Cuestión aparte es el compromiso político de cada uno de los cristianos, o las mediaciones sociopolíticas que puede necesitar el creyente para hacer eficaz su compromiso cristiano con la justicia. En esta cuestión no entramos -no la prejuzgamos, por tanto- en este comentario.

III

vv. 24-30. Terminado el aparte con sus discípulos, vuelve Jesús a dirigirse a las multitudes (cf. 13,34). El término con que Mt introduce esta parábola y la siguiente («propuso», gr. paretheken) se encuentra en Ex 19,7 y Dt 4,44, donde Moisés propone al pueblo la Ley que lo obliga. Se trata, pues, de principios fundamentales para el reinado de Dios.

Mt omite la parábola de la «tierra automática» de Mc 4,26-29 y la sustituye por la del trigo y la cizaña. Al decir «otra parábola» la pone en conexión con la del sembrador. Pero así como ésta no trataba directamente del reino, sino de las actitudes del hombre ante el mensaje del reino, en la de la cizaña, en cambio, trata directamente del reinado de Dios.

La presencia de malas hierbas en un campo es cosa normal. El rasgo peculiar de la parábola es que se atribuya a un enemigo, también sembrador, que actúa clandestinamente («mientras dor-mían»). La cizaña tiene fuertes raíces, entrelazadas con las del trigo, y, al arrancarla, podría arrancarse él trigo al mismo tiempo; Es imposible eliminar lo malo sin daño de lo bueno. En el reino hay que tolerar la presencia de lo bueno y lo malo, como Dios la tolera én su creación (5,45), respetando la libertad de los hombres. Hasta la cosecha hay que tener paciencia y dejar que crezcan juntas. La cizaña se manifiesta cuando el trigo da fruto (cf. 3,8.10; 7,17-19; 12,33; 21,43). correspondencias entre 3,12 y 13,30: uso del verbo «quemar» (katakaiô) y de «granero» (apothêkê). Jesús corrige, pues, la visión del judaísmo, formulada por Juan Bautista, de un juicio inmediato y definitivo. Este no se verificará en la época histórica del reinó. Los obreros, en cambio, pretenden que el juicio se realice inmediatamente.

vv. 31-32: Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios al grano de mostaza que un hombre sembró en su campo; 32siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Segunda parábola preceptiva que corresponde a Mc 4,30-32. Comparada con la profecía de Ez 17,23, a la que se enlaza por la mención de los pájaros, muestra su sentido polémico: El reinado de Dios no será un gran cedro que domina a todos los árboles del bosque, sino un modesto arbolito que sube por encima de las legumbres de un huerto. No procederá de lo ya existente (cogollo del cedro, Ez 17,22); es una planta nueva. Para ponderar la pequeñez de algo se comparaba con el grano de mostaza. Contraste entre la pequeñez de la semilla y el árbol que resulta. A este modesto árbol confluirán los pueblos paganos (los pájaros).

Jesús se opone así frontalmente a la esperanza de grandeza y de dominio universal propia del mesianismo nacionalista. Israel no dominará a las demás naciones ni el reinado de Dios tendrá en la historia la figura de un gran imperio. Por eso habla en parábolas, porque la multitud, imbuida de nacionalismo, no podría aceptar la exposición abierta de esta realidad.

vv.33: Les dijo otra parábola: -Se parece el reino de Dios a la levadura que metió una

mujer en medio quintal de harina todo acabo por fermentar. «Medio quintal»: lit. «tres sata». El saton era una medida de unos 14 kilos; en total, unos 42

kilos de harina, cantidad enorme para un pellizco de levadura. En la traducción se ha buscado un equivalente aproximado que dé la sensación de gran cantidad. «Tres medidas», sin indicar de algún modo su gran capacidad, no expresaría la oposición que establece el texto, paralela a la del grano de mostaza con el árbol que resulta.

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Eficacia de la levadura en la masa. Todo acabará por realizarse. La pequeñez del grano de mostaza y la levadura y su efecto desproporcionado coinciden con lo expresado en 5,17s. Todo se realizará a partir de los mandamientos mínimos. La levadura no se confunde con la masa, pero actúa sobre ella. Esta parábola completa la del grano de mostaza. No solamente hay hombres que acuden al reino, sino que la presencia de éste influye en toda la humanidad, hasta llevarla a su madurez. La mujer «mete» (lit. «ocultó») la levadura en la masa; el reinado de Dios actúa desde dentro de la humanidad misma, desde lo más profundo de ella. Así como la parábola anterior se fijaba sobre todo en su aspecto externo y visible, ésta considera su acción invisible, a la que no se puede poner límite y que no puede constatarse hasta el final. Refleja un poco la situación y el optimismo de la parábola de la semilla y la tierra de Mc 4,26-29, pero a nivel global.

vv. 34-35: Todo eso se lo expuso Jesús a las multitudes en para bolas; sin parábolas no les

exponía nada, 35para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré mis labios para decir parábolas, proclamaré cosas escondidas desde que empezó el mundo (Sal 78,2).. En el hecho de que Jesús hable en parábolas a las multitudes ve Mt el cumplimiento de Sal

78,2; para él, todo el AT tiene valor profético (cf. 5,17; 11,13). La mención de las parábolas y de las multitudes cierra ]a inclusión abierta en 13,3. La razón de este hecho es la aducida antes por Jesús mismo: las multitudes están incapacitadas para recibir el mensaje claramente, debido a la ideología mesiánica nacionalista que espera la restauración gloriosa del reino de Israel.

"Las cosas escondidas" corresponden al secreto del reino (13,10). Nunca se había dado una revelación semejante del reinado de Dios.

Estas parábolas revelan un concepto de Dios muy diferente del que aparece en el AT. No es el Dios triunfador, sino el Dios humilde; dentro de la historia su obra no es esplendorosa, sino mo-desta (mostaza); no se hace sin obstáculos, sino entre ellos (cizaña). El amor es al mismo tiempo fuerte y débil. Termina aquí la instrucción a las multitudes.

v. 36: Luego dejó a la multitud y se fue a la casa. Los discípulos se le acercaron a pedirle: -Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

. Vuelta a la casa de donde había salido (13,1), es decir, a la soledad con el grupo de discípulos. Éstos no han comprendido la parábola de la cizaña. La explicación muestra el interés catequético que esta parábola tiene para Mt.

v. 37: Él les contestó: -El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre... «El Hijo del hombre» es el que siembra, y el campo es el mundo: el mensaje evangélico

accesible a la humanidad entera no es el del Mesías judío, sino el del Hijo del hombre. El mensaje contiene así lo que es el Hijo Hombre según el proyecto creador, tanto en su dimensión individual (hijo de Dios) como social (el reinado de Dios).

Jesús no explica la parábola paso por paso, se limita a dar las claves de lectura. «El Hijo del hombre»: sembrar no era función de la figura humana de Dn 7,13 ni de «el Hijo

del hombre» del Libro de Henoc, ni siquiera del Mesías según la idea transmitida. Al emplear Jesús esta expresión la vacía de toda posible alusión a un personaje determinado, mostrando que no la utiliza como título.

vv. 38-40: el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los secuaces del Malo; 39el enemigo que la siembra es el diablo, la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los ángeles. 40Lo mismo que la cizaña se entresaca y se quema, sucederá al fin de esta edad...

Es curioso que la buena semilla no sea el mensaje, sino «los ciudadanos del reino». Esta expresión había aparecido en 8,12, pero aquí no se refiere a los israelitas, sino a los que han hecho suyo el mensaje de Jesús. Son los que cumplen el programa anunciado en las bienaventuranzas (5,3-

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10), código del reino. Frente a éstos, que trabajan por la paz (5,9) y colaboran en la obra de salvación, aparecen otros, sus antagonistas, «los secuaces del Malo», es decir, los que siguen el programa opuesto, sintetizado en las tentaciones de Jesús: los partidarios del poder, el prestigio y la riqueza. De hecho, el que hace surgir en el mundo la oposición al programa de Jesús es «el diablo», encarnación del poder en todas sus manifestaciones. La victoria del reinado de Dios no es, pues, inmediata; encuentra un constante antagonismo (cf. 5,10). Éste no es un mal que existía ya antes, sino nuevo, subsiguiente a la siembra hecha por el Hijo del hombre. No puede identificarse, por tanto, con los sistemas existentes, sino con las desviaciones que aparecen bajo el nombre cristiano. El pasaje está en relación con el de los «falsos profetas» (7,15-20); son los árboles que dan frutos malos (7,17s). La contradicción dentro de la comunidad cristiana existirá siempre mientras dure su etapa histórica, y no hay que empeñarse en solucionarla antes de tiempo. La separación se hace en la etapa poshistórica inaugurada por «el fin de esta edad», que es al mismo tiempo su culminación (cf. 24,3; 28,20).

“El fin de esta edad” no ha de confundirse simplemente con «el fin del mundo». Tiene un aspecto individual, que coincide con la muerte física, y otro social, el fin de la historia (cf. 28,20). Con imágenes tradicionales (envío de los ángeles, destrucción de los inicuos) se describe la suerte de «los secuaces del Malo». Mt precisa quiénes son éstos: «los escándalos», producidos por la ambición de poder (el uso del abstracto alude con más claridad a 18,6-9), que hacen fallar a otros en la fe, y «los que cometen la iniquidad». Este último apelativo está aplicado por Mt a discípulos no comprometidos (7,21-23). La cizaña representa, pues, 1) a los que se arrogan un rango, despre-ciando a los demás (ambición de poder, tercera tentación), y 2) a los que usan de los dones para utilidad o prestigio propio y no para el bien de los otros (primera y segunda tentación).

v. 41: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, escardarán de su reino todos los escándalos y a los que cometen la iniquidad...

En este pasaje se menciona por primera vez «el reino del Hijo del hombre». Según 9,6, la autoridad compete al Hijo del hombre en la tierra. El reinado del Hijo del hombre es una manera de designar la fase histórica del reinado de Dios (cf. 16,28; 25,34: «el rey»).

v. 42: y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. «El horno de fuego» es imagen de la escatología judaica, equivalente a la de la gehenna

(5,22: «el quemadero»). «El llanto y el rechinar de dientes» es la suerte destinada al Israel infiel (cf. 8,12; además, 13,50; 22,13; 24,51; 25,30). La fase poshistórica del reino se llama «el reinado del Padre» (cf. 26,29).

v. 43: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. «Los justos brillarán» es una frase que alude a Dn 12,3; Eclo 50,7. «Los justos» equivalen a «los ciudadanos del reino» (= la buena semilla). No son ya «los justos» del AT (cf. 1,19; 13,17; 23,29), sino los que han practicado una fidelidad bien superior a la de los letrados y fariseos (5,20), por atenerse a las bienaventuranzas promulgadas por Jesús.

«El reino del Padre de los justos»: éstos son, por tanto, los llamados «hijos de Dios», los que han trabajado por la paz (5,9). Se delimita se modo el significado de «los secuaces del Malo»; son los que se han opuesto al desarrollo y felicidad del hombre por pretender poder o por desentenderse del prójimo.

v. 43b: Quien tenga oídos, que escuche... Jesús añade este aviso, mostrando la importancia de la explicación dada. Esta es una

advertencia a los suyos. En realidad, cualquier discípulo puede convertirse en cizaña: basta que ceda a la instigación del «diablo», al ansia de poder y prestigio en la comunidad. La suerte que le espera es la destrucción.

IV

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la semilla buena con la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables. Sólo a Dios le corresponde juzgar, con inmensa justicia y misericordia, a cada ser humano, como sólo Dios lo sabe hacer.

Por creernos muchas veces con el poder y la autoridad, nos atribuimos en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una sociedad dividida en el poder, olvidando que todos y todas somos hermanos y hermanas que compartimos una misma humanidad.

El Reino debe implicar para el seguidor de Jesús una acción transformadora en la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance, sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva humanidad.

No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar (el Reino) es una Buena Nueva para los pobres, en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.

Dicho esto, abordemos un segundo nivel más crítico en este comentario. Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la

suspensión de nuestra responsabilidad, para dejarla en las manos de Dios: él sería quien al final de la historia, más allá de la historia, debiera poner las cosas y las personas en su lugar... Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada uina de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieva y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?

Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar presentes, no se mentan, incluso se evitan positivamente... Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la eternidad, la vida del más allá, con sus evidentes y lógicos premios y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar la vida del más allá de la muerte, los premios y los castigos de Dios, la separación post mortem del trigo y de la cizaña.

No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en profundidad. Sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo algunas afirmaciones.

Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando del más allá con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, y en todo caso no permite las afirmaciones clásicas con su escandalosa simplicidad.

Buena parte de las descripciones de los premios y castigos eternos hoy aparecen como antropomorfismos insostenibles, respecto a los que no sólo merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos explícitamente como tales, liberarando de ese modo la fe de la obligación de compartir esas creencias mitológicas.

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Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si fuera un artículo de fe obvio, indiscutible. Y en efecto, normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente envió a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió a esta visión personalista y existencialista una lectura histórico-escatológica de la realidad (caminamos hacia el Reino) y la perspectiva de la opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos universales», Mt 25, 31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin llegar siquera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida», de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978).

Hoy, el nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma de la religión», exigen dejar de vivir de rentas, dejar de repetir incuestionadamente lo de siempre, y plantearse de nuevo las preguntas más radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido realmente revelada? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?

Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle que prefieran seguir viviendo en una edición renovada de la «fe del carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe, para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser muy respetuosos en su luenguaje y no seguir viviendo de las rentas de afirmaciones que hoy son de hecho tan increíbles como incuestionadas, tan insostenibles como irresponsables.

El tema sólo está iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración y su fe.

Para la revisión de vida El Reino de Dios se nos presenta en el evangelio como una comunidad de trigo y de

cizaña, de justos y pecadores; o mejor aún: como una comunidad de personas a la vez justas y pecadoras. ¿Admito que yo pertenezco a la humanidad, y a la Iglesia, con mis obras buenas y malas, con mis pecados y virtudes? ¿Sé tener paciencia conmigo mismo y con los demás, como el amo del campo de la parábola?

Para la reunión de grupo Caer en la cuenta de que la fe en la resurrección y en la vida eterna no es un dato supuesto y

evidente en la sociedad actual. Buscar en internet (y otros medios) datos sobre esta fe, estadísticas de encuestas. ¿Qué cree la gente «normal»? Traer al grupo esta información y comentar entre todos. [Cf los datos que se aportan en uno de los itens «para la reunión de grupo» del domingo próximo, aquí en este mismo Servicio Bíblico Latinoamericano»].

¿Qué dice la ciencia actual respecto al más allá de la muerte? ¿Existe alguna compatibilidad, intercomunicación, entre la creencia clásica cristiana en el más allá y la ciencia actual?

¿Qué dicen las ciencias de las religiones sobre la creencia en la inmortalidad o la fe en la vida eterna? ¿Cómo se formó esa creencia? ¿Qué peso de validez objetiva tiene? ¿Es una proyección de nuestros deseos o es un dato de la realidad con el que debemos contar?

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La fe en el cielo y en el infierno –dejemos por un momento a un lado el purgatorio, y no mentemos siquiera el limbo-, ¿forman parte de la fe cristiana esencial? ¿Se puede ser cristiano sin creer en ellos?

Para la oración de los fieles Por todo el Pueblo de Dios, para que sea testigo vivo y eficaz de la presencia de Dios en

medio del mundo. Roguemos al Señor. Por todas las personas de buena voluntad que, desde cualquier credo o ideología, trabajan

por el progreso del mundo, para que el Padre aliente y sostenga sus esfuerzos. Roguemos... Por los evangelizadores, que quieren ser levadura en medio del mundo, para que aumenten

en cantidad y en calidad. Roguemos... Por todos los que tienen poder y autoridad de cualquier tipo, para que los utilicen en bien de

sus subordinados y no en provecho propio. Roguemos... Por las Iglesias perseguidas por su fidelidad al Evangelio, para que encuentren pronto

situaciones de libertad y respeto. Roguemos... Por todos y cada uno de nosotros, para que seamos se embajadores de buena semilla y

tolerantes con todos. Roguemos... Oración comunitaria Dios, Padre nuestro, que vienes hasta nosotros en Jesús de Nazaret, en su palabra y

en sus obras; queremos darte las gracias por esa presencia tuya en medio de nosotros; que ella nos ayude a profundizar en nuestra vida cristiana para que tengamos una fe cabal que nos haga vivir conforme a lo que creemos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén

o bien: Oh Dios, misterio insondable en el que los humanos, desde sus orígenes biológicos

ancestrales, han proyectado la necesidad que siempre han sentido de que la justicia/injusticia terrena sea completada y confirmada más allá de su muerte. Ayúdanos a comprender qué es lo que esta «exigencia absoluta de justicia» significa, y qué de la Realidad (tuya y nuestra y del cosmos) respalda la veracidad de nuestros sentimientos y pretensiones. En todo caso, aceptamos vivir y ser en y ante el misterio que eres y que somos. Nosotros te lo expresamos recorriendo el camino que nos ayuda a abrir Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, en comunión con todos los hombres y mujeres buscadores de tu rostro milenios adentro en la Historia. Amén. Lunes 18 de julio EVANGELIO Mateo 12, 38-42

38Entonces, en respuesta, algunos de los letrados y fariseos le dijeron: -Maestro, queremos ver una señal tuya personal. 39El les contestó: -¡Una generación perversa e idólatra, y exigiendo señales! Pues señal no se le dará excepto

la señal de Jonás profeta. 40Porque si tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del monstruo (Jon 2,1), también tres días y tres noches estará el Hombre en el seno de la tierra.

41Los habitantes de Nínive se alzarán a carearse con esta generación y la condenarán, pues ellos se enmendaron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí.

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42La reina del Sur se pondrá en pie para carearse con esta generación y la condenará, pues ella vino desde los confines de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay más que Salomón aquí.

COMENTARIOS I

v. 38: Entonces, en respuesta, algunos de los letrados y fariseos le dijeron: -Maestro,

queremos ver una señal tuya personal. Al lado de los fariseos aparecen nuevos personajes, los letrados, que vienen en ayuda de los

derrotados fariseos. Se dirigen a Jesús con cortesía, para pedirle una señal. Esto supone que niegan valor teológico a las que ha realizado anteriormente, lo mismo a «las obras del Mesías» (11,2) que a la liberación del endemoniado (12,22). Para ellos, lo que Jesús dice y hace carece aún del refrendo divino. La señal daría ese refrendo a las obras y a la autoridad de Jesús. Conexión con la segunda tentación del desierto (4,5-7). Implícitamente afirman que en tal caso estarían dispuestos a creer en él.

vv. 39-40: El les contestó: -¡Una generación perversa e idólatra, y exigiendo señales! Pues señal no se le dará excepto la señal de Jonás profeta. 40Porque si tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del monstruo (Jon 2,1), también tres días y tres noches estará el Hombre en el seno de la tierra.

Jesús rechaza de plano su petición. Los increpa. «Esta gente» designa ante todo a los fariseos y letrados, pero detrás de ellos al pueblo que está bajo su influjo y acepta su doctrina (11,16). «Malvada/perversa», palabra usada en v. 34 y que alude a Satanás: son enemigos de Dios. «Idólatra» (lit. «adúltera»), cf. Os 2,1ss; 5,3s; Jr 3,6ss; Ez 23; Sal 73,27; etc., donde la infidelidad de Israel a Dios y a su alianza por seguir falsos dioses se expresa bajo la imagen del adulterio.

«No se le dará», la indeterminación es teológica, es Dios mismo quien no les dará la señal. Una salvedad hace Jesús. Se les dará la de Jonás profeta. Compara el tiempo que media entre su muerte física y su manifestación vivo a los discípulos a los tres días y noches que estuvo Jonás en el vientre del monstruo. No se menciona la vuelta a la vida, pero está insinuada. Jesús habla a los que buscan acabar con él (12,14); no todo acabará con su muerte.

Es «el Hombre» quien va a estar en el seno de la tierra, pero por un brevísimo período. «El Hombre» posee una calidad de vida que no puede ser vencida por la muerte.

vv. 41-42: Los habitantes de Nínive se alzarán a carearse con esta generación y la condenarán, pues ellos se enmendaron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí. 42La reina del Sur se pondrá en pie para carearse con esta generación y la condenará, pues ella vino desde los confines de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay más que Salomón aquí.

«Para carearse», lit. «en el juicio (junto) con». Una de las formas de juicio en la cultura judía era el careo (rib): dos antagonistas, enfrentados, exponían cada uno sus argumentos, venciendo el que los presentara más fuertes. La sentencia no era más que la ratificación del resultado. La frase siguiente («y la condenarán» o «la dejarán convicta») indica que se trata de esta clase de juicio.

El libro de Jonás era uno de los más populares del AT. Contenía un mensaje a la vez de esperanza y de aviso. Los otros profetas habían encontrado resistencia, incredulidad e incluso decidido rechazo; a la predicación de Jonás, en cambio, toda la ciudad de Nínive había hecho caso y se había arrepentido. Este era el aspecto esperanzador del libro: la enmienda es siempre posible. Pero Nínive era una ciudad pagana: en esto estaba el aviso. No había nada en la historia de los judíos que pudiera compararse con el arrepentimiento de Nínive. De esto toma pie Jesús para su amenazadora predicción. La moraleja es la misma para el segundo ejemplo. La reina del Sur era también pagana. Ambos ejemplos se terminan con un colofón que marca la diferencia entre aquellas

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circunstancias y la presente: «hay más que Jonás aquí», «hay más que Salomón aquí» (cf. 12,6). El Mesías es un profeta muy superior a Jonás y un rey mucho más sabio que Salomón. La culpa de- «esta clase de gente» es mayor que la de sus antepasados. El ejemplo de Salomón y la reina compara lo sucedido entonces con lo que sucede con Jesús: los paganos muestran mayor sensibilidad que los judíos y dan mejor respuesta a la invitación de Dios.

El pasaje está en relación con varios anteriores, en primer lugar con el del centurión, donde se comparaba la fe de un pagano con la de Israel (8,5-13). También con la invectiva contra las ciudades galileas, comparándolas con las paganas (11,20-24). Finalmente, con la acción de gracias de Jesús (11,25-30): los «sabios y entendidos» de aquel pasaje están representados aquí por los fariseos y, en particular, por los letrados. Estos constituyen «la gente malvada e idólatra». La «sabiduría» es la mencionada en 11,19.

II

A Jesús le piden una señal milagrosa para verificar si en él se cumplen los criterios necesarios que lo acrediten verdaderamente como Hijo de David, según la conciencia mesiánica que estaba todavía viva. La explicación de Jesús no es suficiente para los fariseos, a los que se les unen algunos maestros de la ley, para pedirle a Jesús que realice una señal maravillosa, extraordinaria. Esta invitación es una nueva tentación, para manipular, por medio del poder, lo que Jesús pueda hacer.

Las señales milagrosas que le piden los fariseos y maestros de la ley a Jesús, son muy parecidas a los milagros que muchos creyentes esperamos encontrar en nuestro caminar de fe. Cuantas veces muchos creyentes no hemos esperado algún milagrito (como ganarnos la lotería) y ponemos en Dios la petición insistente de este deseo.

Hay que tener muy claro que las señales y milagros que obraba Jesús no eran salidas milagreras y fantásticas, ni mucho menos Jesús obraba alguna señal manipulado por el poder de los poderosos o los más sabios de su época. Las señales y milagros obrados por Jesús (curaciones, liberaciones de situaciones de opresión, dignificación de las personas) representaban signos de un cambio interior y exterior en el comportamiento de las personas que se beneficiaban de estos signos. Todos los milagros consignados en los evangelios son expresión sencilla del cambio de mentalidad, al que Jesús invitaba a sus oyentes, un cambio radical de mentalidad que se debía efectuar en la vida y que debía poner en movimiento a quien era liberado de alguna forma de opresión (sea por enfermedad o por alguna estructura de poder). Martes 19 de julio EVANGELIO Mateo 12, 46-50

46Todavía estaba Jesús hablando a las multitudes cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. 47Uno se lo avisó:

-Oye, tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo. 48Pero él contestó al que le avisaba: -¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? 49y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: -Aquí están mi madre y mis hermanos. 50Porque cualquiera que lleva a efecto el designio

de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre.

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COMENTARIOS I

vv. 46-50. «La madre y los hermanos». Se incluía entre los «hermanos» a los parientes

próximos en línea colateral (primos hermanos, segundos, etc.). En esta perícopa, donde los familiares de Jesús no son mencionados por sus nombres, «la madre» representa a Israel en cuanto origen de Jesús; «los hermanos», al mismo Israel en cuanto miembros del mismo pueblo. Israel se queda «fuera», en vez de acercarse a Jesús. Este rompe su vinculación a su pueblo. Su nueva familia está abierta a la humanidad entera; la única condición es llevar a efecto el designio de «su» Padre del cielo, que se concreta en la adhesión a Jesús mismo (cf. la correspondencia entre 3,17: «Tú eres mi Hijo», pronunciado por la voz del cielo, y «el designio de mi padre del cielo»). El designio del Padre, aceptado por Jesús con su bautismo y para el cual el Padre lo capacita con el Espíritu, consiste en que el hombre se comprometa hasta el final en la obra salvadora. Todo aquel que se asocie a este compromiso de Jesús queda unido con él por los vínculos más estrechos de amor e intimidad: se constituye así la nueva familia, el nuevo pueblo universal.

La escena ha estado preparada por las reiteradas alusiones a la respuesta de los paganos y a la infidelidad de Israel (8,10-12; 11, 20-24). La sección comenzó con las dudas de Juan Bautista (11,3), con la constatación de la violencia contra el reinado de Dios (11,12), la incredulidad sistemática de grupos dirigentes (11,16-19) y de las ciudades galileas (11,20-24), la ceguera de los sabios y entendidos (11,25-30), la oposición de los legalistas, que pretenden matar a Jesús (12,1-14), la calumnia de ser agente de Satanás (12,24), la invectiva de Jesús contra los fariseos (12,25-37), la petición de la señal (12,38-42) y el aviso a las multitudes (12,43-45). Los dirigentes de Israel combaten a Jesús, las multitudes no se pronuncian abiertamente por él y corren peligro de volver a su situación anterior, pero empeorada hasta el máximo. No hay mucho porvenir en Israel para Jesús y su mensaje. De ahí la declaración de Jesús, quien se desvincula del pueblo elegido y lo pone en la misma condición que cualquier otro pueblo. El designio de Dios ha sido expresado en las bienaventuranzas. Es la opción allí expuesta la que constituye el nuevo pueblo.

Jesús tiene ya una familia, sus discípulos, abierta a todo hombre, judío o pagano, que tome la decisión de seguirlo.

II

Cumplir la voluntad del Padre, aún por encima del amor a la familia, a los intereses personales y sociales (basados muchas veces en el lucro desmedido, en los placeres desenfrenados, en el egoísmo de mis más personales intereses) parece ser una propuesta bastante poco atrayente, en estas épocas en las que se nos ofrece, de forma fácil, buscar los medios que generen seguridad y sobretodo bienestar a costa de lo que sea.

Cumplir la voluntad del Padre, ese ser intangible y hoy tan poco buscado, no puede ser una oferta que les interese a los poderosos de nuestro mundo, que siempre están deseando manejar las conciencias de las grandes masas, para hacer de esta humanidad, dividida por tantas fuerzas y estructuras egoístas, una humanidad que acepte silenciosamente la desunión y la desigualdad al interior del mismo género humano.

El Evangelio muestra en cada una de sus páginas la primacía de Dios y su reinado en el compromiso de Jesús: quien hace la voluntad del Padre, asume, por el compromiso, los lazos de hermandad y maternidad con el ser y quehacer de Jesús, como una universalidad de los valores que

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promueve, en la construcción de una nueva familia y de una nueva humanidad basada en relaciones de igualdad y respeto mutuo entre los seres humanos.

Frente a un mundo dividido y fragmentado impuesto por los poderosos en sus relaciones más profundas, y que no respondan al bienestar de todos, el mensaje del evangelio invita permanentemente a buscar y encontrar las maneras alternativas para ir generando lazos de unión solidaria entre las personas y los pueblos, superando lazos de raza, sexo, condición económica y social, etc., para propiciar de una forma mas humana posible, una sociedad que se descubra entrañablemente hermanada en los valores que dignifiquen a todas las personas en sus derechos fundamentales. Miércoles 20 de julio EVANGELIO Mateo 13, 1-9

13 1Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2Se congregaron alrededor de él grandes multitudes; él entonces se subió a una barca y

se quedó sentado allí; toda la multitud se quedó en la playa. 3Les habló de muchas cosas en parábolas:

-Salió el sembrador a sembrar. 4Al sembrar, unos granos cayeron junto al camino; vinieron los pájaros y se los comieron. 5Otros cayeron en terreno rocoso, donde apenas tenían tierra; como la tierra no era profunda, brotaron en seguida; 6pero en cuanto salió el sol se abrasaron y, por falta de raíz, se secaron. 7Otros cayeron entre zarzas; las zarzas crecieron y los ahogaron. 8Otros cayeron en tierra buena y fueron dando fruto: unos, ciento; otros, sesenta; otros treinta. 9¡Quien tenga oídos, que escuche!

COMENTARIOS I

vv. 1-9. Mt sitúa el discurso de las parábolas el mismo día de los sucesos anteriores;

quiere, por tanto, enlazarlo con ellos. De hecho, la mención del reinado de Dios que sufre violencia se halla en 11,12, y el tema central de las parábolas será precisamente el reinado de Dios. Puede decirse, por tanto, que el discurso (13,1-52) y la escena de Nazaret (13,53-58) terminan la sección.

«La casa» de la que sale Jesús representa el círculo de sus discípulos de la escena anterior (cf. 13,36). Su salida está en relación con la del sembrador (3b). Sale a la orilla del mar, que es la frontera entre Israel y los pueblos paganos, el lugar donde había llamado a los primeros discípulos (4,18). La subida a la barca para enseñar («se quedó sentado», cf. 5,1) es paralela a la de Mc 4,1. La enseñanza comienza directamente con las parábolas (en Mc 4,12 hay dos comienzos de enseñanza). La parábola del sembrador o de los cuatro terrenos presenta mínimas diferencias de redacción con la de Mc 4,3-9.

II

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La parábola del sembrador nos quiere enseñar, en contra de nuestros propios esquemas muchas veces efectivistas y productivos según el modelo neoliberal, que Dios (como el sembrador) sabe correr el riesgo de su fracaso sin dejar de ser un buen labrador.

El inicio de la vida pública de Jesús pudo estar lleno de las expectativas y alabanzas de muchas personas, que tenían la esperanza puesta en un Mesías que llegaría a liberar al pueblo de Israel de todo tipo de opresión, y en Jesús descubrían la posibilidad que ese tiempo de gloria ya estaría llegando. Pero la alegría no duró tanto: con el correr del tiempo fueron apareciendo las dificultades del mensaje y la práctica de Jesús, la enemistad y rechazo de muchas personas por las exigencias de cambio que Jesús proponía, la condena y el abandono de muchos que inicialmente lo siguieron.

La parábola del sembrador nos presenta una impresionante imagen del interior de la experiencia de Jesús, que en su proyecto de instaurar el reinado de Dios en el propio interior de la sociedad, resultó ser un camino doloroso y lleno de fracasos. Jesús descubría la certeza de que hay que sembrar mucho, para poder recoger algo.

Para Jesús el Reino no se mide por la cantidad de fracasos, sino por la calidad de frutos que se producen. Por este segundo modelo, el de la calidad, es por el que Jesús opta para hacer posible el Reino en la historia de la humanidad. El sembrador de la parábola tiene su mirada puesta en el rinconcito de la buena cosecha, en donde mide la calidad, y no la cantidad, de su trabajo. Jueves 21 de julio EVANGELIO Mateo 13, 10-17

10Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: -¿Por qué razón les habías en parábolas? 11E1 les contestó: -A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reinado de Dios; a ellos, en cambio,

no sé les han dado; 12y al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que ha recibido. 13Por esa razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Se cumple en ellos la profecía de Isaías:

Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que veáis no percibiréis:

15Porque está embotada la mente de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is 6,9-10). 16¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os

aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

COMENTARIOS I

v. 10: Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: -¿Por qué razón les habías en

parábolas?

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Aparte con los discípulos. La pregunta de éstos es explícita (cf. Mc 4,10). No ven la razón de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan, por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos.

v. 11: El les contestó: -A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reinado de Dios; a ellos, en cambio, no sé les han dado;

La razón de la diferencia entre los discípulos y la gente es que aquéllos han recibido un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado» indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor, a Jesús mismo, que ejerce en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23; 9,6). La palabra «secreto/misterio», usada en el AT a partir de Daniel, denotaba una realidad de los tiem-pos finales (escatológico-mesiánica) que Dios sólo puede revelar (Dn 2,27-30.47), la de un reino eterno (Dn 2,44). No es que Jesús discrimine entre discípulos y gente, sino que la distinta situación de unos y otros con relación a él hace que el conocimiento y la experiencia del reinado de Dios sean diferentes en ambos: los discípulos, que han seguido a Jesús, tienen la clave para interpretar su enseñanza y actividad, en las que se manifiestan los secretos del reinado de Dios, es decir, el modo como el reinado se instaura: supresión del exclusivismo israelita, llamada de todos los pueblos al reinado de Dios, reino basado en opciones (5,3.10) contrarias a la doctrina del Mesías triunfador (el hijo de David, cf. 9,27), señorío del hombre sobre la Ley (12,1-11). Las multitudes siguen aferradas a su espíritu nacionalista, según la tradición de los letrados; aunque escuchan a Jesús, presencian su actividad y la admiran, no acaban de darle su adhesión; por ello no entienden. El mensaje no puede entenderse por la mera exposición; para captarlo hay que romper con la ideología oficial del judaísmo. La gente es impotente para hacerlo. La doctrina propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús.

v. 12: y al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que ha recibido.

Dicho proverbial: ante el mensaje, hay quienes lo asimilan y producen los frutos correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado la enseñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o «Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,8-10), encarnado para la gente que lo escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo su posible asimilación (13,19).

En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos: «obtener», «ga-nar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir» (cf. 16,7.8; 25,29). En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a la correspondencia a la invitación hecha en las bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido.

vv. 13-15: Por esa razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Se cumple en ellos la profecía de Isaías: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que veáis no percibiréis: 15Porque está embotada la mente de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is 6,9-10).

Jesús manifiesta la razón de su enseñanza en parábolas. Responde a un hecho: que las multitudes no perciben ni comprenden. Jesús no las fuerza. Hasta ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido; falta así la base para continuar la exposición del mensaje en toda su amplitud y radicalidad. Lo propone por eso en forma velada; las parábolas deben estimularlos a pensar por sí mismos, a ver si de este modo llegan a cuestionarse los principios

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ideológicos que les impiden entender. Se repiten las circunstancias del tiempo del Isaías: el pueblo está cerrado al mensaje (cf. Dt 29,4).

vv. 16-17: ¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

También los discípulos ven y oyen, y deben saber apreciar el privilegio que supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los justos. Estas dos categorías integran el verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los profetas y compartieron su expectación (cf. 1,19).

Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a ellos a veces hable en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las parábolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los discípulos (13,36-43), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza contenida en ellas (13,31s.33.44.45).

II

El sentido que tienen las parábolas en el Evangelio es muy profundo. Por eso, para adentrarnos en el sentido, es necesario conocer el trasfondo, no solo literario de su contenido simbólico (que es muy importante), sino también conocer su valor histórico y teológico que tienen estos textos para interpretar alguna faceta del Reino, que se nos quieren revelar por medio de estos relatos.

Las parábolas de Jesús contenidas en los evangelios, tienen un amplio contenido impreso de la cotidianidad donde se realiza y se hace actuante el Reino, en medio de la cotidianidad: en el campo (ambiente donde se desarrolló más cercana la misión y anuncio por parte de Jesús y de donde era originario), el tiempo y el ambiente de las realidades más cercanas que Jesús conocía muy bien, los oficios propios dentro de la vida familiar o de la vida del pueblo en sus relaciones, sus alegrías, valores y esperanzas en ellos consignados.

Los personajes y situaciones que narran las parábolas, no son situaciones alejadas de la realidad, antes por el contrario estas parábolas están desarrolladas con una buena dosis de realismo, para que los oyentes, conociendo dicha realidad, puedan descubrir un mensaje profundo para sus vidas, y en el trabajo comprometido por construir y hacer posible y real la acción de Dios en medio de esta realidad más cercana y próxima. Viernes 22 de julio EVANGELIO Juan 20, 1-2. 11-18

20 1El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada. 2Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo: -Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.

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11Maria se había quedado junto al sepulcro, fuera, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro 12y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados uno a la cabecera y otro a los pies, en el lugar donde había estado puesto el cuerpo de Jesús.

13Le preguntaron ellos: -Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: -Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. 14Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. 15Jesús le preguntó: -Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ellá, pensando que era el hortelano, le dice: -Señor; si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré. 16Le dice Jesús: -María. Volviéndose ella, le dijo en su lengua: -Rabbuni (que equivale a "Maestro"). 17Le dijo Jesús: -Suéltame, que aún no he subido con el Padre para quedarme. En cambio, ve a decirles a

mis hermanos: “Subo a mi Padre, que es vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios". 18María fue anunciando a los discípulos: -He visto al Señor en persona, y me ha dicho esto y esto.

COMENTARIOS I

20,1 El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, fue María

Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada. Terminada la creación del Hombre (19,30) y preparada la verdadera Pascua (19,31-42),

comienza sin interrupción el nuevo ciclo: el de la creación nueva y la Pascua definitiva. No señala el evangelista intervalo de días entre la muerte-sepultura de Jesús y la llegada del día primero; subraya así que uno y otro hecho son inseparables. “El último día”, que alboreó en la cruz, viene presentado ahora como “el primer día”, que inaugura la nueva época de la humanidad.

Por la mañana temprano indica un momento en que ya hay luz (18,28), dato difícil de conciliar con el que sigue: todavía en tinieblas. Como en este evangelio “la tiniebla” significa una ideología contraria a la verdad de la vida (1,5; 3,19; 6,17; 12,35), esto quiere decir que María va al sepulcro poseída por la falsa concepción de la muerte y no se da cuenta de que el nuevo día ha comenzado ya. Es clara la alusión al Cantar (3,1: “Por la noche, buscaba al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré”). María es figura de la comunidad-esposa.

Ella cree que la muerte ha triunfado. Va únicamente a visitar el sepulcro, sin llevar nada. La comunidad ha olvidado la recomendación de Jesús en Betania: guardar aquel perfume, que lo honraba como dador de vida, para el día de su sepultura (12,7). Pero la fe en la vida, simbolizada allí por el perfume, está ausente de María y de los discípulos que aparecerán a continuación. Buscan al dador de vida como a un cadáver.

Al llegar, vio la losa quitada del sepulcro. La losa puesta habría sido el sello de la muerte definitiva (cf. 11,38s.41); pero la vida de Jesús no se ha interrumpido, su historia no se ha cerrado.

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2 Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo: «Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto».

La reacción de María es de alarma. Avisa a los dos discípulos por separado. Como lo había anunciado Jesús, su muerte ha provocado la dispersión de los suyos (16,32).

En vez de anunciarles el dato objetivo, que la losa estaba quitada, María les propone su propia interpretación del hecho: se han llevado al Señor. Lo que era señal de vida (el sepulcro abierto) no lo ve como tal. Llama a Jesús "el Señor", pero para ella es un Señor impotente, que está a merced de lo que quieran hacer con él. El plural no sabemos indica la desorientación de la comunidad.

Ésta se siente perdida sin Jesús. Hay una actitud de búsqueda, pero buscan a un Señor muerto. Él era su fuerza y su punto de referencia; al creerlo reducido a la impotencia, la comunidad queda ella misma sin ánimos y sin norte.

11-13 María se había quedado junto al sepulcro, fuera, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, en el lugar donde había estado puesto el cuerpo de Jesús. 3Le preguntaron ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les dijo: «Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Jesús había anunciado a los suyos la tristeza por su muerte, pero asegurándoles la brevedad de la prueba y la alegría que les produciría su vuelta (16,16-23a). María, en cambio, llora sin esperanza (cf. 11,33); ha olvidado las palabras de Jesús. No se separa del sepulcro, donde ya no puede encontrarlo.

Sin interrumpir su llanto, se asoma al interior del sepulcro. En los extremos del lecho ve dos ángeles o mensajeros de Dios; son los testigos de la resurrección y están dispuestos a anunciarla. Van vestidos de blanco, color de la gloria divina; su presencia es un anuncio de vida. Están sentados: su testimonio del sepulcro vacío es el término de su misión. Colocados a un lado y a otro, como los querubines del arca de la alianza (Éx 25,18), custodian el lugar donde ha brillado la gloria de Dios.

El vestido de los ángeles indica que no hay razón para el llanto. Siendo mensajeros, si ella les preguntara (cf. Cant 3,2s: "¿Habéis visto al amor de mi alma"?) le darían la información que poseen. Pero no es María la que les pregunta, sino ellos a María («Mujer, ¿por qué lloras?»).

La llaman Mujer, apelativo usado por Jesús con su madre (2,4 y 19,6), la esposa fiel de Dios en la antigua alianza, y con la samaritana (4,21), la esposa infiel. Los ángeles ven en María a la esposa de la nueva alianza, que busca desolada al esposo, pensando haberlo perdido. María, de hecho, llama a Jesús mi Señor, como mujer al marido, según el uso de entonces.

La respuesta de María delata su estado de ánimo. Es el mismo que tenía cuando llegó al sepulcro por primera vez (20,2): sigue pensando que todo ha terminado con la muerte.

14-15a Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.

15Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Mientras siga mirando al sepulcro, lugar de muerte, María no encontrará a Jesús. En

cuanto se vuelve, lo ve de pie, como corresponde a una persona viva, pero la idea de la muerte la domina y no lo reconoce. Habría reconocido a un Jesús yacente, pero no lo reconoce vivo.

La pregunta de Jesús repite en primer lugar la de los ángeles; como ellos, insinúa a María que no hay motivo para llorar. Añade ¿A quién buscas?, como preguntó a los que iban a prenderlo (18,4.7), y espera la misma respuesta que aquéllos dieron entonces: "A Jesús el Nazoreo". Quiere darse a conocer. Pero María no pronuncia su nombre.

15b Ella, pensando que era el hortelano, le dice: «Señor, si te lo has llevado tú, dime

dónde lo has puesto y yo me lo llevaré».

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Al no reconocer a Jesús, su presencia en el huerto le hace pensar que sea el hortelano. Con esta palabra reintroduce el evangelista la idea del huerto-jardín (19,41), volviendo al lenguaje del Cantar. Se prepara el encuentro de la esposa (Mujer) con el esposo (3,29). María no se da cuenta aún, pero ya está presente la primera pareja del mundo nuevo, el comienzo de la nueva humanidad.

Jesús, como los ángeles, la ha llamado “mujer” (esposa); ella, expresando sin saberlo la realidad de Jesús, lo llama “Señor” (esposo, marido).

Sin embargo, obsesionada con su idea, piensa que si Jesús no está en el sepulcro se debe a la acción de otros (si te lo has llevado tú). No sabe que, al dar su vida libremente, Jesús tenía en su mano recobrarla (10,18). Cree también María que la presencia de Jesús está vinculada a un lugar preciso (dime dónde lo has puesto), donde ella podría encontrarlo. Quiere asegurarse la cercanía a Jesús, aunque sea muerto (y yo me lo llevaré).

16-17a Le dice Jesús: «María». Volviéndose ella, le dijo en su lengua: «Rabbuni» (que

equivale a “Maestro”). Le dijo Jesús: «Suéltame, que aún no he subido con el Padre para quedarme».

Jesús la llama por su nombre y ella reconoce su voz (10,3; cf. Cant 5,2). Se vuelve del todo, sin mirar más al sepulcro, que es el pasado. Al esposo responde la esposa (cf. Jr 33,11: "Se oirán la voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia"; Jn 3,29): se establece la nueva alianza por medio del Mesías.

Rabbuni, “Señor mío”, era tratamiento dado a los maestros, como lo hace notar el evangelista; pero lo usaba también la mujer para dirigirse al marido. Se combinan así los dos aspectos de la escena. Como término del lenguaje conyugal, Rabbuni expresa la relación de amor y fidelidad que une la comunidad a Jesús. Como tratamiento para el maestro, indica que ese amor se concibe en términos de discipulado, es decir, de seguimiento, de práctica de un amor como el suyo (1,16; cf. 13,34: Igual que yo os he amado).

Hay un gesto implícito de María respecto a Jesús (Cant 3,4: “Encontré al amor de mi alma; lo agarraré y ya no lo soltaré”). A ese gesto responde Jesús al decir a María: Suéltame. Da la razón (aún no he subido al Padre para quedarme). No es aún el momento de la subida definitiva de Jesús al Padre (para quedarme) ni de la fiesta nupcial.

Con este detalle de la narración, el evangelista llama a la realidad a las comunidades cristianas. Aún no se encuentran en el estadio final. No pueden centrarse en la unión gozosa con el resucitado, olvidando la misión. Hay que continuar la de Jesús, realizando las obras del que lo envió (9,4) y mostrando hasta el fin el amor de Dios al ser humano.

17b «En cambio, ve a decirles a mis hermanos: “Subo a mi Padre, que es vuestro Padre,

mi Dios y vuestro Dios”». Jesús interrumpe el deseo de unión definitiva para enviar a María con un mensaje para los

discípulos, a los que por primera vez llama “sus hermanos”: amor fraterno, comunidad de iguales. Antes de la definitiva hay otra subida de Jesús al Padre (Subo a mi Padre), que dará

comienzo a la nueva historia. Después volverá con los discípulos (14,18), estará presente con los suyos y seguirá “llegando” a la comunidad. Cuando deje de “llegar” será el momento de la subida definitiva, a la que se incorporará la nueva humanidad, formada a lo largo de la historia y representada aquí en su primicia por María Magdalena. Será la entrada del reino de Dios en su estadio final; la creación habrá quedado plenamente realizada.

La mención del Padre de Jesús como Padre de los discípulos responde a la promesa de 14,2-3: “En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos, etc.”. Jesús sube ahora para dar a los suyos la condición de hijos de Dios (mis hermanos), mediante la infusión de su Espíritu (14,16s).

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Esta experiencia les hará conocer a Dios como Padre (17,3); será su primera experiencia verdadera de Dios. No van a llamar Padre al que ya creen conocer como Dios, sino al contrario: llamarán Dios al que experimentan pro primera vez como Padre. No reconocerán a otro Dios más que al que ha manifestado en la cruz de Jesús su amor gratuito y generoso por el hombre, comunicándole su propia vida. Es el único Dios verdadero (17,3).

18 María fue anunciando a los discípulos: «He visto al Señor en persona, y me ha dicho

esto y esto». Por boca de su representante, la comunidad recibe noticia de la resurrección de Jesús.

María, que lo ha visto, se convierte en mensajera. Su anuncio parte de la experiencia personal de Jesús y del mensaje que él le comunica. Con este mensaje va a comenzar la nueva comunidad de hermanos, cuyo centro será Jesús.

II

La resurrección es un llamado permanente a proclamar, anunciar y vivir los valores que promueven una vida nueva y diferente, basada en la justicia y la libertad de todas las personas, en un mundo que está des-organizado, en desigualdad y en las injusticias generadas por las estructuras que dominan con su egoísmo todas las entrañas de nuestra sociedad.

Hoy la liturgia nos recuerda en María Magdalena, una mujer discípula de Jesús porque acogió en su vida el mensaje liberador de Jesús, y que transformó su experiencia personal, como muchas otras personas que se acercaron a Jesús, llenando en ella el sentido perdido de su existencia en el seguimiento de la persona de Jesús y en el proseguimiento de su causa.

En María Magdalena podemos ver representadas las motivaciones y compromisos más radicales que encontramos en muchas mujeres de nuestra sociedad, que enfrentando muchas veces estructuras machistas excluyentes, abren caminos a la participación activa de todas las personas en los proyectos y procesos que conducen a la liberación y a la dignificación, en igualdad, de las mismas condiciones que nos hacen plenamente humanos.

María Magdalena no puede ser vista únicamente como la mujer que rompió los esquemas amoldados de una época, donde la mujer poco tenía que aportar socialmente, ni tampoco como la mujer que le movió el corazón en los afectos a Jesús, como muchas novelas nos las quieren mostrar. La Magdalena es la fiel representante del grupo de seguidores (hombres y mujeres) que estuvieron con Jesús y acogieron para sus vidas la experiencia del mandamiento del amor que Jesús proclamó y enseño.

Sábado 23 de julio EVANGELIO Mateo 13, 24-30

24Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios á un hombre que sembró semilla buena en su campo; 25mientras

todos dormían llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. 26Cuando brotaron los tallos y se formó la espiga apareció también la cizaña. 27Los obreros

fueron a decirle al propietario: -Señor, ¿no sembraste en tu campo semilla buena? ¿Cómo resulta entonces que sale

cizaña?

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28É1 les declaró: -Es obra de un enemigo. Los obreros le preguntaron: -¿Quieres que vayamos a escardaría? 29Respondió él: -No, por si acaso al escardar la cizaña arrancáis con ella el trigo. 30Dejadlos crecer juntos

hasta la siega. Al tiempo de la siega diré a los segadores: Entresacad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, almacenadlo en mi granero.

COMENTARIOS I

vv. 24-30. Terminado el aparte con sus discípulos, vuelve Jesús a dirigirse a las multitudes

(cf. 13,34). El término con que Mt introduce esta parábola y la siguiente («propuso», gr. paretheken) se encuentra en Ex 19,7 y Dt 4,44, donde Moisés propone al pueblo la Ley que lo obliga. Se trata, pues, de principios fundamentales para el reinado de Dios.

Mt omite la parábola de la «tierra automática» de Mc 4,26-29 y la sustituye por la del trigo y la cizaña. Al decir «otra parábola» la pone en conexión con la del sembrador. Pero así como ésta no trataba directamente del reino, sino de las actitudes del hombre ante el mensaje del reino, en la de la cizaña, en cambio, trata directamente del reinado de Dios.

La presencia de malas hierbas en un campo es cosa normal. El rasgo peculiar de la parábola es que se atribuya a un enemigo, también sembrador, que actúa clandestinamente («mientras dor-mían»). La cizaña tiene fuertes raíces, entrelazadas con las del trigo, y, al arrancarla, podría arrancarse él trigo al mismo tiempo; Es imposible eliminar lo malo sin daño de lo bueno. En el reino hay que tolerar la presencia de lo bueno y lo malo, como Dios la tolera én su creación (5,45), respetando la libertad de los hombres. Hasta la cosecha hay que tener paciencia y dejar que crezcan juntas. La cizaña se manifiesta cuando el trigo da fruto (cf. 3,8.10; 7,17-19; 12,33; 21,43). correspondencias entre 3,12 y 13,30: uso del verbo «quemar» (katakaiô) y de «granero» (apothêkê). Jesús corrige, pues, la visión del judaísmo, formulada por Juan Bautista, de un juicio inmediato y definitivo. Este no se verificará en la época histórica del reinó. Los obreros, en cambio, pretenden que el juicio se realice inmediatamente.

II

Aunque nos parezca contradictorio el mensaje del evangelio, impregnado desde el fondo en la práctica y en la vivencia de Jesús, nos quiere dejar muy claro que no somos nosotros los más indicados para definir dogmáticamente quienes son los buenos más buenos y quienes son los malos más malos en esta humanidad.

Hemos sido nosotros los seres humanos, eso sí, los que hemos generado por nuestro egoísmo muchas prácticas discriminatorias al interior de nuestra maltratada humanidad: divisiones en lo económico, en lo cultural, en lo racial, en lo religioso, en las relaciones de género, de edad, de poder, sin olvidar que aún en los más pequeñas e insignificantes formas de nuestra vida (como la familiar) hemos sido campeones en generar la división al interior de ella.

La propuesta de Jesús en esta parábola del trigo y la cizaña que deben crecer juntos, es la invitación permanente a compartir la situación de opresión con quienes siendo explotados, marginados y excluidos por estructuras enemigas, no sean excluidos, pues todos somos hermanos y hermanas, hijas e hijos de un mismo Padre que a todas/todos nos quiere por igual.

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Muchas veces nuestra autosuficiencia, creernos como dioses, nos hace destruir trigo, creyendo que es cizaña, pues nuestro egoísmo no nos hace reconocer verdaderamente donde pueden darse frutos de vida que sirvan para la humanidad. Hay que dejar de creernos el único trigo que produce buenos frutos. Debemos saber enfrentar y superar críticamente las tensiones que permanentemente vamos a experimentar y que puedan separarnos a unos de otros. Nos debe quedar muy claro que tanto el trigo y la cizaña deben crecer juntos.

Domingo 24 de julio

DECIMO SEPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: 1 Reyes 3, 5. 7-12

Salmo responsorial: 118, 57. 72. 76-77. 127-128 Segunda lectura: Romanos 8, 28-30

EVANGELIO Mateo 13, 44-52

44Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél. 45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; 46al encontrar una perla de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró.

47Se parece también el reino de Dios a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: 48cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestos y tiran los malos. 49Lo mismo sucederá al fin de esta edad: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 50y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

51-¿Habéis entendido todo esto? Contestaron ellos: -Sí. 52Él les dijo:

-De modo que todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas.

COMENTARIOS I

NADAR Y GUARDAR LA ROPA

El refranero encierra una sabiduría de siglos. Un simple refrán como "nadar y guardar la ropa" sirve para dibujar un modo muy habitual de comportamiento poco humano. Cinco palabras. Así de breve, pero qué profundo.

Nadar es sostenerse flotando en un líquido, moverse en el agua o sumergirse en ella sin tocar fondo. El agua representa la inseguridad, lo inestable y movedizo. Para nadar y flotar es conveniente no tener ataduras ni peso añadido al del propio cuerpo. Hay que despojarse de ropa y abandonar la orilla firme, adentrándose en esa masa líquida que envuelve y amenaza. Nadar significa arriesgarse.

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Guardar la ropa representa el polo opuesto: la seguridad. Guardar es sinónimo de custodiar, vigilar, conservar en seguro, no arriesgar, retener. La ropa es el símbolo de nuestra imagen exterior, de nuestra posición o situación en la vida ante los demás.

Nadar y guardar la ropa son los dos extremos de una situación vital: inseguridad, desnudez y riesgo frente a seguridad, vestido, tranquilidad. Este refrán une lo imposible en la práctica. Cada día, por desgracia, es mayor el numero de gente que hace de él su pauta de vida. Gente que pasa por la vida, interviniendo con astucia para beneficiarse del provecho que pueda producir cada ocasión, sin arriesgarse. Gente de poco fiar, que tira la piedra y esconde la mano.

Freud decía que la vida humana se debate entre dos polos: seguridad y libertad. A más seguridad, menos libertad; a más libertad, menos seguridad. El hombre se mide por su praxis de libertad, por su capacidad de riesgo. Es más quien más arriesga; quien no arriesga, no gana, dice el proverbio.

Y así está el mundo. Por no perder la seguridad, por salvar las apariencias, pocos se adentran de verdad en el agua del riesgo y de la libertad, de la claridad y de la transparencia. Los empresarios no invierten, dedicados a guardar la ropa-capital. Los políticos se han acostumbrado a decir "sí, pero..." La Iglesia, al menos un sector de ella, se ha tirado para el centro, si no para la derecha, para arriba más que para abajo. Mientras tanto, el pueblo, obligado a nadar, cada vez más desnudo y solo, se ahoga con el peso que todos le echamos encima.

Poco humana y menos cristiana es esta actitud tan corriente. Jesús de Nazaret no quería a su lado gente que practicase este refrán. En su reino no caben actitudes medias, ni personas no definidas. Es reino de riesgo, libertad y verdad. Para entrar en él hay que quedarse desnudos, pobres -sin ropa ni seguridad- hay que ser transparentes y cristalinos, tirarse al agua de la vida, mojarse, romper amarras.

"El Reino de Dios -decía Jesús- se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de Dios se parece a un comerciante de perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra".

Jesús exige al cristiano una renuncia radical: venderlo todo, romper amarras, arriesgarse, definirse para entrar en el Reino de Dios, un Reino donde está prohibido "nadar y guardar la ropa".

II

¿RENUNCIAR? ¿A CAMBIO DE QUE? La vida cristiana se ha presentado muchas veces como un constante ejercicio de renuncia:

renunciar al dinero, renunciar a los placeres de la vida, renunciar a las comodidades, renunciar a la ambición, renunciar, renunciar, renunciar... Pero ¿para qué?, ¿a cambio de qué?

CAMINO DE PERFECCION

Sin que esto suponga que criticamos a aquellos que buscan sinceramente la perfección, hay que afirmar que el cristianismo no debe confundirse con lo que se llama un camino de per-fección, un método para llegar a ser santos. El objetivo de Jesús no era enseñar al hombre a ser más santo, a ser más perfecto; el suyo no era un proyecto dirigido únicamente al individuo, sino orientado a la transformación de la manera de vivir de toda la humanidad.

Cuando Jesús presenta las bienaventuranzas, que constituyen el núcleo de su programa, no dice a quienes le escuchan que serán más santos si hacen todo aquello, sino que serán felices.

Es la felicidad de los hombres, de todos los hombres y de cada uno de ellos en particular, lo que preocupa a Jesús, porque ésa es la principal preocupación del Padre.

Por eso no se puede considerar la perfección como un ideal propiamente cristiano. Éste era el ideal de los fariseos y lo fue también de ciertas escuelas filosóficas de la antigüedad (los estoicos, por ejemplo). El ideal cristiano es la felicidad. Y, en consecuencia, la felicidad es la

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razón por la que un cristiano actúa: un cristiano se comporta cristianamente porque tal comportamiento es causa de alegría para él y para sus semejantes. O, si se quiere formular la cuestión de otra manera: debe juzgarse que una acción es buena si produce felicidad en quien la realiza y contribuye a la felicidad de los demás.

UN TESORO, UNA PERLA

Ésta es la idea central de las dos primeras parábolas que se leen este domingo: el reino de Dios es como un tesoro escondido, como una perla de incalculable valor. Si alguien encuentra el tesoro o la perla y descubre el valor tan inmenso que tienen, hace todo lo necesario para conseguirlos. Reunirá todo el dinero que pueda, aunque tenga que vender todas sus posesiones, todo lo que tiene, y correrá a comprar la perla o el campo donde sabe que está escondido el tesoro.

La parábola no necesita demasiadas explicaciones. Jesús ha dicho desde el principio que hay ciertas cosas que son incompatibles con el evangelio; y resulta que esas cosas son las que más se valoran entre la mayor parte de los hombres: el poder, la riqueza, los honores... ¿Por qué hay que renunciar a todo eso? ¿Para qué? ¿Es que la renuncia tiene valor en sí misma? Estas preguntas quedan respondidas con las parábolas que comentamos.

En primer lugar, el proyecto de Jesús, el reino de Dios, es un tesoro para el hombre, el mayor tesoro. Vivir de acuerdo con el evangelio vale más, tiene más valor que cualquier otro modo de vida. Más que todo el dinero del mundo, más que todos los honores, más que todo el poder.

Y, en segundo lugar, la elección debe llenar de alegría a quien la realiza. El dolor que pudiera causar la renuncia a algo que se ha querido hasta ese momento debe quedar anulado por la felicidad que produce lo que se ha elegido: «Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquel».

LO QUE DE VERDAD IMPORTA

No quiere esto decir que no cueste ningún esfuerzo renunciar a todo lo que es incompatible con el evangelio. Lo que quiere decir es que la razón por la que se hace tal esfuerzo no es otra que la seguridad de que el resultado final será una felicidad mucho mayor. Y no sólo en la otra vida: ya, desde ahora, desde el momento en que se descubre el valor de lo que se ha elegido.

En conclusión: lo realmente importante no es la renuncia, sino la elección; lo que realmente nos hace mejores no es lo que dejamos, sino lo que elegimos. Y la elección es consecuencia no tanto de que queremos ser mejores, más santos, más perfectos, sino más bien de que hemos descubierto que adoptando el modelo de vida que propone el evangelio, siendo cristianos, podremos tener y ofrecer a los demás, de la manera más excelente, la experiencia del amor compartido, que es la felicidad.

III

vv. 44-46: Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél.

45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; 46al

encontrar una perla de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró. . Las parábolas del tesoro y de la perla contienen una misma enseñanza: que el compromiso

total que exige el reino no se hace por un esfuerzo de voluntad, sino llevados por la alegría de haber

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descubierto un valor insospechado e incomparable. La renuncia a todo lo que se posee no es, por tanto, un acto ascético, sino espontáneo. El mensaje y la experiencia del reino relativizan todo valor hasta entonces conocido. Ambas parábolas se inspiran en el lenguaje sapiencial (cf. Prov 2,4; 3,14s; 8,18s; Job 28,18; Is 33,6).

El reinado de Dios está escondido en el mensaje y la actividad de Jesús; en ellos anuncia su cercanía; quien los comprende entrega a ese mensaje su entera existencia, porque descubre en él el tesoro que puede enriquecer toda su vida.

Estas dos parábolas proponen de nuevo la opción por la pobreza expresada en 5,3, como lo muestra ]a frase repetida «va a vender todo lo que tiene» (vv. 44.46; cf. 19,21); el tesoro y la perla son la experiencia del amor de Dios (5,3: «ésos tienen a Dios por rey»; cf. 6,20; 19,21), que causa una profunda alegría.

vv. 47-48: Se parece también el reino de Dios a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: 48cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestos y tiran los malos.

La última parábola lleva también su explicación. El contenido coincide con la del trigo y la cizaña. La oposición de «buenos» y «malos» corresponde a la de los árboles buenos y malos de 7,15-19 (cf. 12,33); los malos son los falsos profetas, los lobos con piel de oveja, los que siguen a Jesús sólo en la apariencia, pero persiguen objetivos inconfesables.

En la explicación son llamados «los malos/malvados», siempre en relación con «el Malo». vv. 49-50: Lo mismo sucederá al fin de esta edad: saldrán los ángeles, separarán a los

malos de los buenos 50y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

El destino de los malos es también el fuego destructor (50; cf. 13,42). La frustración definitiva del hombre («llanto y rechinar de dientes») es perder la vida para siempre.

La parábola propone a los discípulos la suerte final, para orientarlos en la decisión presente. Los únicos que llegan a la vida son los que producen fruto.

vv. 51-52: -¿Habéis entendido todo esto? Contestaron ellos: -Sí. 52Él les dijo: -De modo que todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas.

Termina la instrucción a los discípulos en privado. Vuelve el tema del «entender» que ha dado el tono de todo el capítulo (13,13.14.15.19.23.51). Recibido el conocimiento, han de exponerlo a los demás.

Mt establece una oposición entre los «letrados» cristianos y los de Israel. Estos tenían detrás una inmensa tradición interpretativa que pretendía no salirse de los límites de lo antiguo. El letrado que ha comprendido el secreto del reino ya no depende de su antigua tradición, sino que en él «lo nuevo» tiene el primer lugar; «lo antiguo» está subordinado a lo nuevo. No se basa en primer lugar en lo que han dicho o hecho Moisés o los Profetas, sino que comienza con el mensaje de Jesús. Este es la clave de lectura de todo el AT.

El modelo de este letrado es el mismo evangelista.

IV

La palabra de Dios siempre nos va a proponer motivos y razones para acrecentar nuestra inseguridad frente a la vida y frente al seguimiento, de una causa que creemos muy importante para los que nos llamamos cristianos: el Reino, la Utopía.

Las lecturas de hoy son un llamado al cambio de actitudes relativas de nuestras prácticas, muchas veces tan egoístas, a los valores profundos y absolutos que propone Jesús desde la propuesta del proyecto del Reino.

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Hay que tener muy claro que la presentación de Salomón, que hace el primer libro de los Reyes, pretende mostrar (románticamente) lo que para el escritor sagrado representaba y significaba este “maravilloso” rey en la teoría, pero que en la práctica y por lo que consiguió en la historia del pueblo, no pasó a ser sino un rey más que se aprovechó de su poder para explotar, esclavizar y manipular la conciencia débil del pueblo, y construir su reinado de gloria en la magnificencia literaria que se construyó en torno a su figura y su reinado.

Hay que saber diferenciar entre la estructura del reino que representa Salomón (la de la monarquía con sus estructuras económicas, políticas, militares y religiosas que se establecen para manejar los hilos del poder) a la propuesta del Reino que presenta y enseña Jesús con sus palabras, pero sobre todo con su práctica de justicia y de igualdad.

Descubrir el mensaje que se revela por Jesús y su reinado, abre los horizontes hacia una nueva humanidad. Una vez que se ha descubierto el valor absoluto que tiene el Reino, es necesario tomar una posición, y frente a este descubrimiento ningún precio es demasiado alto, pues el Reino se convierte en el único valor absoluto para quien lo descubre.

El proyecto del «Reino de los cielos», según la expresión de Mateo, se convierte para muchas personas en una alegre pero exigente sorpresa, que en el caminar normal de la vida se produjo por medio de un encuentro afortunado que impregnó de una gran riqueza la existencia. Ese Reino trajo una exigencia, que genera al mismo tiempo inseguridad, pues se descubre necesario venderlo todo, despojarse de muchos «bienes» que atan, e ir al encuentro de su absoluta posesión, como su mayor riqueza. Afortunado quien ha descubierto desde su práctica concreta en la vida, los valores del Reino...encontró su mejor tesoro, la mejor perla que podía estar buscando perdidamente en otros rincones.

Las dos parábolas iniciales (del tesoro escondido y de la perla de gran valor) parece que se contrapusieran a la llamada e invitación de Jesús a dejar bienes y riquezas para poder seguirlo. Sin embargo nos enseñan las parábolas, que el Reino es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús: Luego de sentir la llamada de Jesús y de descubrir el Reino, el camino se debe seguir con alegría, porque se ha encontrado todo.

El Reino, en estas dos parábolas, es la realidad que supera a nuestro egoísmo. Dejar las certezas inseguras del hoy, por la certeza mayor, hace que los caminos abiertos para que el reinado de Dios sea el mayor absoluto, que busca en todos los sentidos la transformación de tantas y tantas estructuras injustas.

Para el seguidor de Jesús es necesario romper los esquemas de muchas estructuras que deshumanizan. Personas que esperan un cambio sin ponerse en búsqueda, ateniéndose muchas veces a su herencia legalista, que no les permite salir a encontrar nuevas posibilidades para su existencia o para la existencia de los demás, se enfrentan en estas parábolas a las personas que han encontrado un sentido que creían perdido para sus vidas y se arriesgan al cambio y a la novedad, poniéndose en marcha en la construcción de proyectos alternativos que construyan hermandad solidaria entre los seres humanos y se comprometen en afianzar, desde la práctica concreta, los valores de vida y justicia que han encontrado.

Jesús concluye esta enseñanza preguntando si han entendido todo lo dicho por medio de la palabra, que había estado escondida, pero que ahora no deja de salir a la luz. Aquí se presenta el modelo ideal del discípulo que es capaz de entender el mensaje del Reino y saca oportunamente lo viejo y lo nuevo del mensaje que ha recibido. La novedad del Reino viene por medio de la palabra, acumulada en la historia del propio pueblo por medio de sus valores, la cultura, el proyecto original en torno al cual se dio origen a Israel como pueblo, sus luchas y procesos en búsqueda de la justicia y su interpretación de la historia desde un Dios liberador y a la opción de este Dios por los más pobres y oprimidos de la sociedad. Esta oferta del Reino que propone Jesús, es una realidad que quiere hombres y mujeres capaces de incorporar los propios valores de la historia y la cultura a las nuevas realidades, siempre impregnadas de justicia, que Jesús puso en marcha a partir del anuncio y la práctica del Reino.

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Para la revisión de vida Somos muchos los bautizados, pero ¿somos muchos los cristianos, los que vivimos

de acuerdo con nuestra fe, los que vivimos convencidos de que el Reino de Dios es el mayor tesoro de nuestra vida? Y yo ¿qué soy: bautizado o discípulo de Jesús?

- ¿He descubierto verdaderamente el Reino de Dios en mi vida? ¿Siento mi vida llena de gozo y alegría por ese hallazgo? ¿Soy capaz de venderlo todo por ese tesoro, por esa perla?

Para la reunión de grupo Aunque las dos primeras parábolas están construidas sobre el esquema de vender y comprar,

su mensaje central es, precisamente, que en la vida hay cosas que pueden valer mucho más que todo eso que se compra y se vende… El dinero solo no hace la felicidad. Para un rey sabio (Salomón) es más importante el don de saber gobernar que las riquezas… Y para todo ser humano hay algo que es “más importante que todo lo demás”… ¿Será ése el sentido de estas dos parábolas? Comentar.

¿Qué es eso que es «más importante que todo lo demás»? ¿La gracia de Dios? ¿El perdon de Dios? ¿La pertenencia a la Iglesia? ¿Cristo? ¿La felicidad? ¿Qué felicidad? ¿El amor? ¿La salvación? ¿Qué salvación? La pregunta por «lo más importante» es en todo caso muy importante, también en la sociedad actual.

La tercera parábola está construida sobre el esquema “esta vida/la otra”. A este respecto: CIRES, en 1991, publicó en España una encuesta según la cual, en la católica España, “4 de cada 10 españoles no creen ni en la resurrección ni el infierno”. En ese mismo país, la revista Misión Abierta publicaba otra encuesta en la que descubría que “en la resurrección no cree el 48% de los ciudadanos españoles. Pero, en cambio, hemos dado un viraje hacia Oriente porque un 25% acepta la reencarnación”. En este contexto, ¿cómo repetir la parábola hoy para que sea significativa para todos? ¿Podemos en la reunión de grupo (sin autocensuras doctrinales) arriesgar una reinterpretación?

Para la oración de los fieles Por la Iglesia, para que no sea sólo una asociación de bautizados sino el rostro visible en el

mundo del amor de Dios Padre. Roguemos al Señor. Por todas las personas, para que tengamos la sabiduría y el discernimiento suficientes para

distinguir el bien de las gentes y trabajemos por él. Roguemos... Por todos los que trabajan por el Reino de Dios, Reino de justicia, de amor y de paz, para

que vean recompensados sus trabajos con un mundo mejor. Roguemos... Por quienes no tienen otro reino que sus propios intereses y egoísmos, para que se haga la

luz en sus vidas y cambien de metas. Roguemos... Por todos los que tienen la oportunidad de conocer el Evangelio, para que lo descubran

como el mayor y mejor tesoro por el que merece la pena darlo todo a cambio. Roguemos... Por todos nosotros, para que el Señor nos conceda aquellos dones con los que mejor

podamos servir a los hermanos. Oración comunitaria Dios, Padre nuestro, concédenos sabiduría para descubrir el significado y la

importancia del Reino que tu Hijo anunció e inauguró entre nosotros; que lo acojamos en nuestra existencia como el tesoro más precioso, y que dediquemos a él toda nuestra vida. Por Jesucristo. Lunes 25 de julio

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EVANGELIO Mateo 20, 20-28

20Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle homenaje y pedirle algo. 21El le preguntó:

-¿Qué deseas? Contestó ella: -Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu

izquierda. 22Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. 23É1 les dijo: -Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano

concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado. 24Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. 25Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones las dominan y que los grandes les imponen su

autoridad. 26No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro 27y el que quiera ser primero sea siervo vuestro. 28Igual que el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

COMENTARIOS I

vv. 20-21: Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle

homenaje y pedirle algo. 21El le preguntó: -¿Qué deseas? Contestó ella: -Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Aunque es la madre quien se acerca a Jesús, la petición es de los Zebedeos mismos (22: «no sabéis lo que pedís»). Esto muestra que el deseo de preeminencia expresado en la petición les viene por herencia, es propio de la tradición del judaísmo.

«Cuando tú reines / seas rey»: sentido activo de basileia, «ser rey», «ejercer la realeza» (cf. 3,2). A pesar de las repetidas predicciones de Jesús, los discípulos no pierden la esperanza de verlo como monarca davídico en Jerusalén. La primera predicción ocasionó la oposición de Pedro (16,21ss) y el correspondiente aviso de Jesús (16,24-28). Después de la segunda vuelve a retoñar la ambición (18,1) y Jesús les da otra lección (18,2-10). A la tercera predicción sigue la petición descarada de preeminencia (20,21). Los dos discípulos siguen interpretando la subida de Jesús a Jerusalén como un acontecimiento triunfal y quieren ser asociados al ejercicio del poder, ocupando los primeros puestos en el reino. Se ve el distinto sentido que tiene la subida a Jerusalén para Jesús y para los discípulos: para él es subir a la gloria (cf. 26,64) a través de su muerte por los hombres (26,28); para ellos, subir hacia la gloria humana.

vv. 22-23: Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que

voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. 23É1 les dijo: -Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado.

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La respuesta de Jesús a los dos hermanos hace ver que éstos no habían comprendido el sentido de su realeza ni, por tanto, de su mesianismo. La manera de estar asociados a ella es parti-cipar de su pasión y muerte.

«Pasar el trago», lit. «beber la copa», locución semítica figurativa (cf. Is 51,17; Lam 4,21) que, como la castellana, denota una prueba dolorosa. Conceptualmente, bastaría traducir «pasar la prueba», pero la frase idiomática «pasar un trago» es más fiel, por inspirarse en la misma metáfora de «beber».

La copa o trago volverá a aparecer en Getsemaní, donde Jesús experimentará gran dificultad en aceptar la prueba (26,39). Esta copa será la que ofrezca a los suyos en la cena (26,27). El será rey en la cruz, a través de su pasión y muerte, y ellos deben asociarse a su suerte; se manifiesta el sentido extensivo de la expresión «el Hombre»/«el Hijo del hombre» (17,22; 20,18).

Los dos discípulos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder, como los antiguos israelitas daban la vida por conquistar la tierra prometida. Jesús, en cambio, va a hablarles de dar la vida como servicio (20,28), y esto ellos no lo aceptarán (cf. 26,40s.43).

Jesús les asegura que pasarán por su misma prueba, según el compromiso que todo discípulo hace al seguirlo (16,24). Sin embargo, ocupar los primeros puestos no depende de él, sino del Padre. No es que éste tenga a algunos predestinados para ello, la razón es otra. Seguir a Jesús significa para el discípulo avanzar en la condición de hijo de Dios; siguiendo a Jesús va recibiendo el Espíritu que lo va convirtiendo en hijo. Solamente el Padre puede apreciar el punto en que se encuentra cada uno en esta relación bilateral con él; por eso los puestos están preparados para aquellos que él sólo conoce.

v. 24: Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Fuerte reacción de los otros diez. La mención de dos (v. 21) y diez (v. 24) recuerda el cisma

de Israel (1 Re 12). El deseo de poder causa división en el Israel mesiánico, como la había cansado en el antiguo Israel.

vv. 25-28: Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones las dominan y

que los grandes les imponen su autoridad. 26No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro 27y el que quiera ser primero sea siervo vuestro. 28Igual que el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

Instrucción de Jesús. La alusión a los jefes de las naciones puede aludir a la petición hecha por Israel de «un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones» (1 Sm 8,5). Tal es la concepción mesiánica de los discípulos. Por eso Jesús los previene contra ella. El dominio y la opresión que ejercen los jefes y grandes del mundo están desterradas de la comunidad mesiánica. La grandeza o la primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio (cf. 18,4). Jesús va a demostrar su realeza dando su vida para liberar a los hombres; aquel cuyo servicio se parece más al de Jesús es el que está más cerca de ese rey y ocupa el primer puesto en su comunidad. El mismo se pone por modelo. La realización de «el Hombre» no se verifica porque someta a otros y sea servido por ellos, sino porque él mismo sirve dando su vida en ese servicio. Vuelve a aparecer la segunda condición del seguimiento: «cargar con la cruz» (16,24). El fruto de este servicio y muerte es liberador para la humanidad.

II

Las expectativas que plantea la madre de los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) se refieren a ese deseo oculto de poder, guardado en la conciencia, que necesita buscar sus cauces de salida de cualquier manera. Estas expectativas estaban también alimentadas por las esperanzas, que se mantenían vivas, de la espera de la llegada del reino mesiánico, que se manifestaría con todo el

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poder y la gloria aniquiladora de todo lo que estaba en desorden. La madre, pero sobretodo los hijos, tenían en Jesús la esperanza de que el tiempo de ese reino estuviera ya en medio de ellos, y muy pronto empezaría a mostrar su fuerza destructora.

El inconformismo presentado al interior del grupo de discípulos, por esta petición de claro y tajante privilegio de los dos hermanos, crearía cierta rivalidad y malestar, pues en lo más profundo cada uno de los discípulos quería tener y ocupar ese puesto de tan alto privilegio.

Pero Jesús sigue unos criterios diferentes a los de los poderosos de todos los tiempos, y a las

expectativas de poder de algunos de los discípulos. El privilegio, dentro de la propuesta alternativa de Jesús, no va a ser el poder por el poder, sino el servicio que construye igualdad, entrega generosa de la vida y libertad para donar la vida en el sacrificio cotidiano de la existencia.

Hoy muchas estructuras han desacreditado y desvalorado el sentido del servicio, y más

cuando este servicio es gratuito y desinteresado, o que busque y promueva la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Martes 26 de julio EVANGELIO Mateo 13, 16-17

16¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

COMENTARIOS I

vv. 16-17: ¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen!

17Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

También los discípulos ven y oyen, y deben saber apreciar el privilegio que supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los justos. Estas dos categorías integran el verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los profetas y compartieron su expectación (cf. 1,19).

Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a ellos a veces hable en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las parábolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los discípulos (13,36-43), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza contenida en ellas (13,31s.33.44.45).

II

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En la visión de Mateo, los discípulos encarnan el grupo de personas que acogieron el mensaje del Reino en sus vidas, ya que tuvieron ojos que vieron y oídos que oyeron: ellos estuvieron abiertos y disponibles a la buena nueva del Reino y por eso son considerados dichosos. En contraposición a los discípulos, Mateo refiere que muchos profetas y gente buena del pasado, que desearon ver y ser testigos de la llegada efectiva del Reino y la manifestación de Dios en la historia, no contaron con esta posibilidad.

Jesús declara dichosos a los discípulos porque ellos han sabido abrir sus oídos para escuchar su mensaje, y han abierto sus ojos para ver en los signos que Jesús realiza la llegada inminente del Reino de Dios. Sin embargo, mucha gente no entiende nada porque sus corazones están cerrados por el egoísmo, y sus ojos y oídos permanecen cerrados para ver y escuchar cómo el Reino se está manifestando.

Hoy nosotros y nosotras debemos tener la certeza de que aunque no hemos sido testigos presenciales del mensaje de Jesús, contamos con el testimonio de la Palabra, revelada e inspirada por Dios, para recibir el mensaje liberador que nos quisieron dejar algunas comunidades, al experimentar la fuerza de su fe y adhesión a Jesús por la fuerza del Espíritu Santo (la mayoría de ellas sin haber contado con el conocimiento directo del Jesús histórico). Pero también debemos sentirnos dichosos porque muchos hombres y mujeres, antes que nosotros, han sentido en sus vidas también la fuerza y el mensaje del Evangelio y lo han logrado trasmitir con su experiencia y testimonio generoso de generación en generación. Miércoles 27 de julio EVANGELIO Mateo 13, 44-46

44Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél.

45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; 46al

encontrar una perla de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró.

COMENTARIOS

I

vv. 44-46: Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo

encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél.

45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; 46al

encontrar una perla de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró. . Las parábolas del tesoro y de la perla contienen una misma enseñanza: que el compromiso

total que exige el reino no se hace por un esfuerzo de voluntad, sino llevados por la alegría de haber descubierto un valor insospechado e incomparable. La renuncia a todo lo que se posee no es, por tanto, un acto ascético, sino espontáneo. El mensaje y la experiencia del reino relativizan todo valor hasta entonces conocido. Ambas parábolas se inspiran en el lenguaje sapiencial (cf. Prov 2,4; 3,14s; 8,18s; Job 28,18; Is 33,6).

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El reinado de Dios está escondido en el mensaje y la actividad de Jesús; en ellos anuncia su cercanía; quien los comprende entrega a ese mensaje su entera existencia, porque descubre en él el tesoro que puede enriquecer toda su vida.

Estas dos parábolas proponen de nuevo la opción por la pobreza expresada en 5,3, como lo muestra ]a frase repetida «va a vender todo lo que tiene» (vv. 44.46; cf. 19,21); el tesoro y la perla son la experiencia del amor de Dios (5,3: «ésos tienen a Dios por rey»; cf. 6,20; 19,21), que causa una profunda alegría.

II

Muchas personas hemos pasado por la vida sin una motivación interna que nos llene de sentido, que oriente y acompañe nuestra existencia. Vagamos por distintos caminos sin sentido, dando saltos en búsqueda de algo o de alguien que nos dé seguridad, y no encontramos nada definitivamente...

Muchos hemos creído encontrar un sentido para nuestra vida cuando estamos bien económicamente, o quizás cuando establecemos una relación afectiva aparentemente estable. Pero el sin sentido sigue aquí, dando vueltas sobre nosotros mismos, exasperándonos y haciéndonos perder lo poco que nos queda de paciencia.

Ojalá nos sucediera como a esos dos personajes de las parábolas de hoy, ese hombre que encuentra un tesoro sin buscarlo o la de ese comerciante que buscando perlas finas encuentra una de incalculable valor... Pero será que estos dos personajes, que encontraron algo fundamental que cambio radicalmente sus vidas y se despojaron de todo cuanto tenían y salen a poseer y gozar, con nuevo espíritu, la nueva adquisición que encontraron, encontraron la clave definitiva para su felicidad. ¿Cuál será la clave para que sientan tanta seguridad en dejar todo lo que tenían, para adquirir lo que acaban de encontrar?

Hoy comprendo que si las parábolas quieren expresar una faceta o actitud que hay que tener frente a la realidad del Reino, la invitación está en saber buscar con interés la novedad que todavía no se ha descubierto para nuestra vida. Pienso que el encuentro con la Palabra se puede convertir en el tesoro o la perla que nos descubre el Reino. Jueves 28 de julio EVANGELIO Mateo 13, 47-53

47Se parece también el reino de Dios a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: 48cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestos y tiran los malos. 49Lo mismo sucederá al fin de esta edad: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 50y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

51-¿Habéis entendido todo esto? Contestaron ellos: -Sí. 52Él les dijo: -De modo que todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de casa que

saca de su arcón cosas nuevas y antiguas. 53Cuando acabó estas parábolas se marchó Jesús de allí.

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COMENTARIOS

I

vv. 47-48: Se parece también el reino de Dios a la red que echan en el mar y recoge toda

clase de peces: 48cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestos y tiran los malos.

La última parábola lleva también su explicación. El contenido coincide con la del trigo y la cizaña. La oposición de «buenos» y «malos» corresponde a la de los árboles buenos y malos de 7,15-19 (cf. 12,33); los malos son los falsos profetas, los lobos con piel de oveja, los que siguen a Jesús sólo en la apariencia, pero persiguen objetivos inconfesables.

En la explicación son llamados «los malos/malvados», siempre en relación con «el Malo». vv. 49-50: Lo mismo sucederá al fin de esta edad: saldrán los ángeles, separarán a los

malos de los buenos 50y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

El destino de los malos es también el fuego destructor (50; cf. 13,42). La frustración definitiva del hombre («llanto y rechinar de dientes») es perder la vida para siempre.

La parábola propone a los discípulos la suerte final, para orientarlos en la decisión presente. Los únicos que llegan a la vida son los que producen fruto.

vv. 51-53: -¿Habéis entendido todo esto? Contestaron ellos: -Sí. 52Él les dijo: -De modo que todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas. 53Cuando acabó estas parábolas se marchó Jesús de allí.

. Termina la instrucción a los discípulos en privado. Vuelve el tema del «entender» que ha dado el tono de todo el capítulo (13,13.14.15.19.23.51). Recibido el conocimiento, han de exponerlo a los demás.

Mt establece una oposición entre los «letrados» cristianos y los de Israel. Estos tenían detrás una inmensa tradición interpretativa que pretendía no salirse de los límites de lo antiguo. El letrado que ha comprendido el secreto del reino ya no depende de su antigua tradición, sino que en él «lo nuevo» tiene el primer lugar; «lo antiguo» está subordinado a lo nuevo. No se basa en primer lugar en lo que han dicho o hecho Moisés o los Profetas, sino que comienza con el mensaje de Jesús. Este es la clave de lectura de todo el AT.

El modelo de este letrado es el mismo evangelista.

II

Si repasáramos un poco las páginas de los evangelios, teniendo como clave de búsqueda los personajes, la mayoría con nombres propios, con los cuales se relacionó Jesús y con quienes compartió su mensaje de la Buena Nueva del Reino, encontraríamos, más o menos, la siguiente lista: los discípulos, muchos de ellos pescadores ignorantes, gente pobre y despreciados por ser de la región de Galilea; mujeres impuras, enfermas, prostituidas, y muchas de ellas oprimidas por innumerables formas de machismo presentes en la sociedad; ancianas y ancianos inutilizados; pastores impuros y empobrecidos; cobradores de impuestos, odiados por su espíritu colaboracionista con los poderes dominadores de turno; leprosos, ciegos, sordos, tullidos, endemoniados; niñas y niños rechazados por la ley de los adultos; pecadores de toda clase, militares y extranjeros odiados

Sin embargo Jesús hizo sujetos de su amor y predilección a este grupo de personas. Para Jesús no valía el poder o el valer, sino el ser de cada persona, y desde esta condición universal de amor, devolvió a muchas personas la dignidad robada y las integró a su proyecto de comunidad.

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Los esquemas mentales, impuestos por la sociedad y la cultura de cada época, aceptan como normales las estructuras que conforman la sociedad. Jesús sabe que aceptar la distinción entre las personas (buenas y malas) era aceptar la discriminación.

Jesús quiere que todas las personas seamos hijos e hijas de Dios, con los mismos derechos que nos hacen seres humanos iguales. La práctica de Jesús nos enseña que para él no hay exclusión de personas. Viernes 29 de julio EVANGELIO Juan 11, 19-27

19y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el

hermano. 20Al enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la

casa). 21Dijo Marta a Jesús: - Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano; 22pero, incluso ahora, sé

que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará. 23Jesús le dijo: - Tu hermano resucitará. 24Respondió Marta: - Ya sé que resucitará en la resurrección del último día. 25Le dijo Jesús: - Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque muera vivirá, 26pues

todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto? 27Ella le contestó: - Sí, Señor; yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir

al mundo.

COMENTARIOS I

18-20 Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos habían

ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el hermano. A1 enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la casa).

El nombre de Betania, como se ha visto, designa figuradamente la comunidad de Jesús (11,1) y el lugar se ha situado hasta ahora más allá del Jordán, fuera de los límites de Israel (1,28; 10,40). Esta otra Betania, sin embargo, está muy cerca de Jerusalén; existe, pues, una comunidad de discípulos, personificada en los tres hermanos, que vive aún dentro de la frontera de Israel. La doble localización de Betania simboliza así dos estados en las comunidades cristianas: el de aquellos que han creído saliendo de la antigua institución, y el de otros que, habiendo dado la adhesión a Jesús y siendo, por tanto, discípulos, aún no han roto con su pasado y modo de pensar judíos. De ahí nacen las falsas concepciones sobre la muerte y la resurrección y sobre la obra del Mesías.

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Los judíos que han acudido a Betania pertenecen a la institución enemiga de Jesús; sin embargo, dan muestras de amistad a esta comunidad de discípulos; no han visto en ellos una ruptura semejante a la de su Maestro.

Jesús está llegando, Marta tiene que salir a su encuentro. María, que no se entera de que Jesús llega, sigue en la casa donde se expresa la solidaridad con la muerte. Allí no entra Jesús. María está sentada: la muerte de su hermano, que para ella ha significado el término de su vida, la reduce a la inactividad. La idea de la muerte como final paraliza a la comunidad y la hace permanecer en el ambiente del dolor, mezclada con los que no tienen fe en Jesús.

21-24 Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi

hermano; pero, incluso ahora, sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día».

La frase de Marta muestra su pena e insinúa un reproche; podía haberse evitado el dolor de la muerte. Piensa que Jesús debería haber venido a Betania para impedir la muerte de su hermano; cree que esta muerte ha interrumpido la vida de Lázaro. Esperaba una curación, sin darse cuenta de que la vida que Jesús les ha comunicado ha curado ya el mal radical del hombre: su esclavitud a la muerte.

Marta sabe dos cosas, ambas por debajo del nivel de fe propio del discípulo. En primer lugar, ve en Jesús un mediador infalible ante Dios (sé que todo lo que le pidas a Dios, etc.). No comprende que Jesús y el Padre son uno (10,30) y que las obras de Jesús son las del Padre (10,32.37). Espera una intervención milagrosa de Jesús, como la del profeta Eliseo, que había resucitado a un muerto (2Re 4,18-37).

Jesús responde a Marta restituyéndole la esperanza: la muerte de su hermano no es definitiva. Contra lo que ella habría deseado, no le dice "yo resucitaré a tu hermano", sino simplemente tu hermano resucitará. No atribuye la resurrección a una nueva acción suya personal, pues la resurrección no es más que la persistencia de la vida definitiva comunicada con el Espíritu.

Marta interpreta las palabras de Jesús según la creencia farisea y popular. Éste es, sin duda, el consuelo que le han ofrecido los que han ido a visitarla. Es la segunda cosa que sabe Marta (ya sé), pero tampoco en ella llega a la calidad de fe propia de un discípulo. Sus palabras delatan una decepción; ha oído lo mismo muchas veces. Esperaba que Jesús pidiera a Dios que resucitara a su hermano, pero ve que no va a hacerlo y cree que la consuela con la frase que dicen todos. Para ella, como para los judíos, el último día está lejos. No comprende la novedad de Jesús.

25-27 Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque

muera vivirá, pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Jesús no viene a prolongar la vida física que el hombre posee, suprimiendo o retrasando indefinidamente la muerte; no es un médico ni un taumaturgo; viene a comunicar la vida que él mismo posee y de la que dispone (5,26). Esa vida es su mismo Espíritu, la presencia suya y del Padre en el que lo acepta y se atiene a su mensaje; y esa vida despoja a la muerte de su carácter de extinción.

En la frase de Jesús (yo soy la resurrección y la vida) el primer término depende del segundo: él es la resurrección por ser la vida (14,6). La vida que él comunica, al encontrarse con la muerte, la supera; a esto se llama resurrección. El evangelista usa un lenguaje de su época, dándole un sentido distinto.

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Marta se había imaginado una resurrección lejana. Jesús, en cambio, se identifica él mismo con la resurrección, que ya no está relegada a un futuro, porque él, que es la vida, está presente.

Para que la realidad de vida invencible que es Jesús llegue al hombre, se requiere la adhesión a él, que incluye la aceptación de su vida y muerte como norma de la propia vida (6,53s). A esta adhesión responde él con el don del Espíritu, nuevo nacimiento a una vida nueva y perenne (3,3s; cf. 5,24), que la muerte no interrumpe; esa vida continúa por sí misma.

Inmediatamente después expone Jesús el principio (todo el que) que funda la afirmación anterior: para el que le da su adhesión, la muerte física no tiene realidad de muerte. Esta segunda formulación precisa y, de algún modo, corrige la primera: la muerte, de hecho, no existe. Ésta es la fe que Jesús espera de Marta (¿Crees esto?). No bastan para ser discípulo las antiguas creencias judías.

Marta responde con la perfecta profesión de fe cristiana (20,31); para ella, Jesús no es ya el Profeta (6,14), sino el Mesías, el Ungido, el Consagrado por Dios con el Espíritu, el Hijo de Dios, la presencia del Padre entre los hombres.

II

El relato que nos trae hoy el evangelio de hoy, está enmarcado dentro del signo de la resurrección de Lázaro. El diálogo que establece Jesús con Marta, y la confesión de fe que esta mujer realiza, quiere enfatizar nuevamente dentro de la finalidad del Evangelio de Juan, que Jesús es el Mesías prometido, el Hijo de Dios, y que por la fe en él tendrán vida (Jn20,31) y vida abundante (Jn10,10). Esto es lo que se quiere presentar tanto en el signo de la resurrección de Lázaro, como en la confesión de Marta, que ve en Jesús el mayor testimonio del amor de Dios en defender y cuidar la vida de quienes quiere.

La confesión de Marta (Jn11,27) se parece y es textualmente similar a la confesión hecha por Pedro, y que está consignada en los cuatro evangelios (Jn6,69; Mt 16,16; Mc. 8,29; Lc. 9,20). Es la máxima confesión, de reconocimiento de la acción de Jesús, puesta en boca de una mujer, para testimoniar el reconocimiento de Jesús como Mesías, salvador.

En este evangelio de Juan se citan las grandes autodefiniciones puestas en boca de Jesús, en línea de continuidad con el Dios que reveló su nombre en el Éxodo como “yo soy el que soy”. Jesús se ha definido como el pan de vida, la luz del mundo, el buen pastor que da la vida por sus ovejas, el camino, la verdad y la vida y en el texto de hoy como la resurrección y la vida. Es interesante notar como en cada una de estas definiciones de Jesús como “yo soy”, aparece insistentemente resaltada la vida, como principio absoluto que Jesús proclama y defiende con sus palabras y con sus obras, así como va a realizarse con la resurrección de Lázaro. Sábado 30 de julio EVANGELIO Mateo 14, 1-12

14 1Por aquel entonces oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús 2y dijo a sus servidores:

-Ese es Juan Bautista; ha resucitado y por eso las potencias actúan por su medio.

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3Porque Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado; el motivo había sido Herodías, mujer de su hermano Felipe, 4pues Juan le decía que no le estaba permitido tenerla por mujer.

5Quería quitarle la vida, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. 6El día del cumpleaños de Herodes danzó la hija de Herodías delante de todos, y le gustó tanto a Herodes 7

que juró darle lo que pidiera. 8Ella, instigada por su madre; le dijo: Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. 9El rey lo sintió; pero debido al juramento y a los invitados ordenó que se la dieran, 10y

mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la muchacha y ella se la llevó a su madre.

12Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron á contárselo a Jesús.

COMENTARIOS I

vv. 1-2: Por aquel entonces oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús 2y dijo a sus

servidores: -Ese es Juan Bautista; ha resucitado y por eso las potencias actúan por su medio. «Tetrarca» es el gobernante de una cuarta parte del territorio de su padre, Herodes el

Grande. En el v. 9, se llama a Herodes «rey», designación que enlaza la figura de Herodes Antipas con la del primer Herodes (2,3).

El breve diálogo de Herodes con sus oficiales da pie a la narración de la muerte de Juan. Herodes no está tranquilo, tiene miedo por haberle dado muerte. Está influido por la doctrina farisea de la resurrección, con elementos paganos, «los poderes/potencias», que hacen del resucitado su instrumento. Ve en Jesús a un Juan Bautista activado por fuerzas supramundanas.

vv. 3-4: Porque Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado; el motivo había sido Herodías, mujer de su hermano Felipe, 4pues Juan le decía que no le estaba permitido tenerla por mujer.

Mt va a exponer cómo ha sucedido la muerte de Juan Bautista. Este había reprochado a Herodes su adulterio. De hecho, la ley judía prohibía casarse con la que había sido mujer del propio hermano (Lv 20,21; cf. 18,16). En la narración de Mt, el nombre del hermano «Felipe/Filipo» es dudoso históricamente. El primer marido de Herodías se llamaba también Herodes y era herma-nastro de Herodes Antipas. Filipo el tetrarca, hermano también de Herodes, se casó con Salomé, hija del primer matrimonio de Herodías. El punto que interesa a Mt es que la unión de Herodías con Herodes era adulterina. El miedo al pueblo impide a Herodes matar a Juan; lo mismo pasará a las autoridades judías respecto a Jesús (26,3-5).

Desde el punto de vista narrativo, el episodio no presenta dificultad. Hay que preguntarse, sin embargo, si Mt no le da un sentido teológico. De hecho, la imagen del adulterio es la consagrada en los profetas para la infidelidad a Dios (cf. 12,39). El episodio presenta además paralelos con el de la hija de Jairo: a la dualidad padre/hija corresponde aquí la de madre/hija. A la hija (9,18; 14,6: thygatér) se la llama en ambas ocasiones «la muchacha» (9,24-25; 14,11: to korasion). El paralelo entre la hija de Jairo y la de Herodías hace probable que también ésta represente al pueblo de Israel sometido a la autoridad de sus dirigentes, representados allí por Jairo y aquí por la madre que toma las decisiones. El sentido teológico sería, pues, éste: los dirigentes judíos (Herodías) han dado su fidelidad a Herodes, que representa el poder tiránico y asesino; con eso se han hecho infieles a Dios. El pueblo (la hija), sometido a ellos, se esfuerza también por complacer a Herodes. No tiene iniciativa ni decisión propia, depende en todo de los dirigentes (la madre). Juan Bautista denuncia este connubio ilegítimo entre los dirigentes judíos y Herodes; contesta el derecho de éste a ejercer

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su mandato. Los dirigentes (la madre) convencen a sus partidarios en el pueblo (la hija) de que pida la muerte de Juan.

v. 5-12: Quería quitarle la vida, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. 6El día del cumpleaños de Herodes danzó la hija de Herodías delante de todos, y le gustó tanto a Herodes 7 que juró darle lo que pidiera. 8Ella, instigada por su madre; le dijo:

Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. 9El rey lo sintió; pero debido al juramento y a los invitados ordenó que se la dieran, 10y mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la muchacha y ella se la llevó a su madre. 12Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron á contárselo a Jesús.

La opinión popular está, pues, dividida: por una parte, «la multitud» tiene a Juan por profeta; por otra, el pueblo dócil a los dirigentes se presta a su intriga política y pide la muerte de Juan, por denunciar la situación como contraria a la voluntad de Dios. La denuncia de Juan no era, pues, meramente moral; según Flavio Josefo, la acción de Herodes contra el Bautista fue por razón de estado. En Mt, los discípulos del Bautista llevan la noticia a Jesús (12).

Herodes, como antes su padre (2,3), es presentado como figura paradigmática del poder, caracterizado por la violencia y el asesinato. Lo ocurrido con Juan anticipa lo que sucederá con Jesús. Este, después de retirarse (14,13), pretenderá pasar a tierra pagana (14,22); de hecho irá a la comarca de Tiro y Sidón (15,21) y a la región de Cesarea de Filipo (16,13), para anunciar a continuación su ida a Jerusalén (16,21).

II

La muerte de Juan Bautista, el profeta que proclamaba la llegada del Mesías esperado a orillas del río Jordán, fue el fruto de la decisión del rey Herodes, para quien le resultaba incomodo el mensaje que este profeta anunciaba.

El rey Herodes Antipas, hijo del rey Herodes el Grande, era el tetrarca de Galilea y Perea, donde ejercía su gobierno con mano firme y poderosa, lo mismo que su fuerza opresora estaba bajo el control permanente de Roma, el imperio que tenía en Herodes un rey títere. Este mismo Herodes es el que va a aparecer más adelante en los relatos de la pasión y muerte de Jesús.

Para los poderosos de todos los tiempos, la violencia es el único recurso para demostrar su poder y acabar con las voces que se opongan a sus “políticas de gobierno”, y ante todo a su vida privada, que es un escándalo para muchos. Juan Bautista debió incomodar enormemente a este poderoso rey, que primero lo llevó a la prisión y luego lo asesinó, para que no le siguiera molestando con sus denuncias.

Hoy son muchos los Herodes, que a su turno, se creen los dueños del mundo y gobiernan con su fuerza económica, política y hoy más que nunca militar, a los pueblos que se les deben someter.

Pero también hoy muchos profetas, individuales o colectivos, anuncian y denuncian con sus palabras, pero sobre todo con su testimonio de vida, a los poderosos que quieren manejar la conciencia de los pueblos. Estos profetas siempre van a ser rechazados por las sombras de muerte que manejan los poderes egoístas de este mundo.

Domingo 31 de julio

DECIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Isaías 55, 1-3

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Salmo responsorial: 144, 8-9. 15-18 Segunda lectura: Romanos 8, 35.37-39

EVANGELIO Mateo 14, 13-21

13Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y le siguieron por tierra desde las ciudades. 14Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos. 15Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle:

-Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida.

16Jesús les contesto: -No necesitan ir; dadles vosotros de comer. 17Ellos le replicaron: -¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces! 18Les dijo: -Traédmelos. 19Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba y, tomando los cinco panes y los

dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez se los dieron a las multitudes. 20Comieron todos hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. 21Los que comieron eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños.

COMENTARIOS I

EL REPARTO DE PANES Y PECES

Siempre me ha llamado la atención el relato evangélico de la multiplicación de panes y peces. He pensado instintivamente en un Jesús, especie de prestidigitador, pero con poder divino para obrar lo imposible: alimentar a cinco mil con sólo cinco panes y dos peces, sobrando, para colmo, doce cestas. Cinco mil, sin contar mujeres y niños, que ya es gente...

Rebuscando en las páginas de la Biblia veo que Jesús tuvo su predecesor en el profeta

Eliseo, quien dio de comer a cien personas con veinte panes. También en aquella ocasión se saciaron todos y sobró. Jesús, no obstante, supera con creces a este antiguo profeta.

Personalmente nunca he llegado a comprender el por qué de este relato. ¿Pudo suceder así

como se narra? ¿No será éste un relato simbólico o metafórico? Basado en esta sospecha, voy a proponer otra interpretación; la de siempre ya la conocemos; a pesar de ser muy extraña, a fuerza de oírla nos parece normal y natural. ¿Normal hacer un milagro de este calibre? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?

Los discípulos de Jesús, en esta ocasión, me parecen sensatos: "Estamos en despoblado -le

dicen al Maestro-, y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer". Ellos no esperaban milagros aparatosos. Además, si estaban con Jesús en un lugar apartado de la gente, tenían sus motivos: se habían enterado del asesinato de Juan Bautista por parte de Herodes y temían que a su Maestro le sucediera otro tanto. Como Juan, Jesús no tenía

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pelos en la lengua. Había que pasar a la clandestinidad. Por eso, la presencia de la gente los incomoda. Lo ideal era despedirlos, disolver la manifestación para que las cosas no fuesen a más. Que Jesús deje de enseñar al pueblo...

Pero Jesús no está de acuerdo con estas sensatas propuestas: "Dadles vosotros de comer",

les dice. Me imagino que se mirarían unos a otros, pensando que el Maestro no estaba en sus cabales...

Cinco panes y dos peces son todo un símbolo. Hasta Jesús, el pueblo judío se alimentaba de la doctrina-pan del Antiguo Testamento. (En arameo, doctrina ("hamira") y pan de levadura ("'amira") suenan igual. Cinco son los libros del Pentateuco; dos, el resto de las Sagradas Escrituras: los Profetas y los Escritos. Pan y pez, alimento básico en el norte del país, junto al lago. Los panes y los peces representan la enseñanza contenida en el Antiguo Testamento, alimento que no satisfacía al pueblo que estaba infraalimentado como oveja sin pastor...

Jesús, pan de vida, "tomó los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo,

pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente".

Esto es lo que Jesús hacía a diario: interpretar las Escrituras, explicarlas a partir de la

realidad de su persona. Y gracias a esta enseñanza, nace el nuevo pueblo de Dios, el pueblo cristiano, formado

por cinco mil, como cuenta el libro de los Hechos (4,4), los convertidos al Evangelio. Jesús, escrutando-interpretando-superando la Antigua Ley, se convierte en el verdadero

alimento-pan-doctrina que sacia al nuevo pueblo de Dios, la comunidad cristiana. Un pueblo, que, como el antiguo Israel, también tiene doce pilares -los discípulos- cuya doctrina, recibida de Jesús, sacia a la comunidad. Sobraron doce cestas, una por cada tribu.

Más que ante un milagro o prodigio, estamos, a mi juicio, ante un relato simbólico. Por otro

lado, dificilmente podemos afirmar o negar, desde el punto de vista histórico, si Jesús multiplicó los panes o no. La palabra "multiplicar" no aparece para nada en la narración evangélica y no olvidemos que los números juegan un papel muy importante, con categoría de símbolos, en todo el Antiguo Testamento.

II

UN BUEN EJEMPLO Decíamos el domingo pasado que la opción por el reino de Dios y la necesaria renuncia a todo lo

que es incompatible con él debe ser causa y efecto de la alegría de haber encontrado una mejor manera de vivir. El evangelio de este domingo presenta un ejemplo concreto: hay que renunciar a la riqueza no porque sea bueno pasar hambre, sino para que nadie la sufra.

PANES Y PECES

El evangelio de hoy es el relato conocido como «la multiplicación de los panes y los peces», aunque, como vetemos, sería más acertado el título «el reparto de los panes...».

A continuación del discurso en parábolas, Jesús se entera de que alguien le ha dicho a Herodes que él, Jesús, es Juan Bautista -que había muerto asesinado por orden del rey-, que ha resucitado. El evangelio no explica por qué, pero al conocer esta noticia Jesús se marcha en la barca hacia un lugar despoblado.

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La gente no había aceptado el contenido de su predicación, pero, quizá por curiosidad, quizá porque había empezado a despertarse en ellos una cierta inquietud, averiguan el lugar al que se dirige Jesús, se ponen en camino y, cuando él llega, se encuentra con que lo espera «una gran multitud».

Como habían rechazado su mensaje (véase Mt 13,53-58), Jesús no insiste, no sigue enseñando; peto no deja de manifestar su amor ofreciendo vida a quienes están faltos de ella: «le dio lástima de ellos y se puso a curar enfermos».

En lugar despoblado, se hace tarde. Los discípulos se dan cuenta de que aquellas gentes no habían traído nada para comer y proponen a Jesús que los despida para que «compren» provisiones con las que sustentarse. Pero Jesús les da una respuesta sorprendente: «No necesitan ir; dadles vosotros de comer». Los discípulos, en tono que seguramente revelaba su asombro, le dicen: « ¡ Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces! » Jesús pide que se lo lleven todo, los cinco panes y los dos peces; manda sentar a la gente, «y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos, a su vez, se los dieron a las multitudes. Comieron todos hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: doce cestos. Los que comieron eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños».

La lección que da Jesús a sus discípulos es ésta: si renuncian a quedarse con aquellos alimentos, que, según los criterios de este mundo, les pertenecen, y, reconociendo que son un don de Dios, los ponen a disposición de todos, su renuncia no les causará hambre; al contrario, saciará el hambre de todos.

EL NUEVO EXODO

La misión de Jesús incluye la realización de un nuevo éxodo, de un nuevo proceso de liberación abierto esta vez a todos los que estén faltos de libertad.

La mayor de las esclavitudes -¡vigente todavía en nuestro mundo!- es el hambre. Por eso este episodio sirve como modelo del proceso de liberación que promueve Jesús.

La tierra de esclavitud son las ciudades y aldeas de las que procede la gente; allí rige la ley de lo mío y lo tuyo; y siempre hay alguien a quien le pertenece lo que a otros les falta. Allí, quien no puede comprar tiene que pasar hambre o, lo que es peor, tiene que renunciar a su libertad y a su dignidad para conseguir lo mínimo necesario para seguir viviendo. También allí hay una religión que distrae la atención de los pobres con minucias sin importancia y los mantiene quietos mediante el miedo al castigo divino, olvidándose de sus orígenes: la formidable intervención liberadora del Señor en favor de aquel puñado de esclavos.

Salir de esa tierra de esclavos, romper con ese sistema social y religioso es dar comienzo al nuevo éxodo, es emprender de nuevo el camino hacia la libertad, ahora definitiva.

En el primer éxodo Dios tuvo que alimentar a los israelitas que caminaban por el desierto enviándoles el maná; ahora Dios no va a hacer ningún prodigio. En este nuevo camino la intervención de Dios ya se ha producido: la lección que da Jesús con el reparto de panes y peces (cuando se comparte con amor, hay para todos y sobra) garantiza el alimento para todo el camino.

La meta del primer éxodo fue la tierra de Canaán, la tierra prometida; ahora toda la tierra se convierte en tierra prometida: está allí donde hay un grupo que ha comprendido el mensaje de Jesús, ha confiado en su palabra, ha descubierto que ese mensaje es el más valioso de todos los tesoros y se ha puesto en marcha, camino de la libertad.

DICHOSOS LOS POBRES

A la luz de este relato podemos entender mucho mejor la primera bienaventuranza, «dichosos los que eligen ser pobres» (Mt 5,3). No se trata de buscar la pobreza porque ésta sea una virtud. Se trata de luchar contra ella de la manera más eficaz: renunciando a la riqueza,

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negándose a aceptar que pueda ser «mío» lo que el otro necesita para vivir, sustituyendo el insa-ciable deseo de tener por la alegría de compartir.

Y ahora se entiende también mucho mejor la respuesta de Jesús a la primera tentación («Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan... Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que Dios vaya diciendo»: Mt 4,3-5). Y lo que Dios dice por medio de Jesús es que el hambre no se vence con milagros espectaculares y portentosos, sino con el no menos portentoso milagro de la solidaridad entre los hombres.

III

v. 13: Al enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y le siguieron por tierra desde las ciudades. 14Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos.

Jesús se entera de la opinión de Herodes sobre él (el episodio de la muerte de Juan es retrospectivo) y se retira. No enseña a la multitud. Su enseñanza para las masas ha terminado con las parábolas. Las multitudes están ciegas y sordas para el mensaje (13,14s). Sin embargo, cura a los enfermos. A pesar de la falta de respuesta, el amor de Jesús por la multitud no cesa (14: «le dio lástima»).

vv. 15-l8: Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle: -Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida. 16Jesús les contesto: -No necesitan ir; dadles vosotros de comer. 17Ellos le replicaron: -¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces! 18Les dijo: -Traédmelos.

Mt señala el momento del día: había pasado la hora de la comida. Los discípulos se preocupan de ello y piden a Jesús que despida a la gente. «Comprar» significa volver a la sociedad de la que proceden para someterse otra vez a las leyes económicas que los han mantenido en la miseria. A «comprar» Jesús opone «dar»: son los discípulos los que tienen que dar de comer a la gente. Ellos estiman que no tienen lo suficiente. «Cinco» panes, en relación con los cinco mil hombres (21). Cinco panes y dos peces suman siete, el número que indica la totalidad.

vv. 19-21: Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez se los dieron a las multitudes. 20Comieron todos hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. 21Los que comieron eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños...

«Recostarse» para comer era propio de los hombres libres y era la postura adoptada para la comida pascual, en recuerdo de la liberación de Egipto. Jesús coge todas las provisiones que tiene el grupo y pronuncia la bendición. Como en Mc, ésta representa la acción de gracias a Dios por el pan; se desvincula el pan de sus posesores humanos para considerarlo como don de Dios, expresión de su generosidad y de su amor a los hombres. Repartir el pan y los peces significa prolongar la generosidad de Dios creador. Cuando se libera la creación del egoísmo humano, sobra para cubrir la necesidad de todos. La saciedad está en relación con la promesa de 5,6; se realiza la liberación de los oprimidos propia del reino de Dios. Las sobras, que llenan doce cestos, indican que compartiendo puede saciarse el hambre de Israel.

La escena está en relación con el éxodo: lugar desierto, falta de comida, gente saciada inesperadamente. Se pensaba que el Mesías había de cumplir el éxodo, la liberación definitiva. Jesús propone en este episodio su modelo de éxodo. La gente ha salido de las ciudades (13), es decir, de la sociedad israelita (alusión a las ciudades que Jesús increpaba, 11,20). Es éste el punto de partida del éxodo. Al maná corresponden los panes y los peces que sacian a la multitud. No es un fenómeno prodigioso como aquél, sino una lección que da Jesús: el amor manifestado en el

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compartir todo lo que se tiene asegura la abundancia y libera de la esclavitud a la sociedad injusta. Este episodio se opone directamente a la primera tentación. «El diablo» había propuesto a Jesús la solución milagrosa para el hambre. Jesús rechazó la tentación. La solución no se encuentra en un prodigio efectuado por el Hijo de Dios, sino en lo sencillo, al alcance de todos, en el compartir los bienes de la creación.

La escena prepara la eucaristía, que será la expresión del don total de Jesús y de los suyos. El pan de la eucaristía funda la posibilidad de compartir este pan. El número cinco mil, múltiplo de cincuenta (50 x 100, multiplicador que indica la repetición ilimitada), alude a las comunidades proféticas del AT (1 Re 18,4.13; 2 Re 2,7); «hombres - adultos», la obra del Espíritu. El número cinco mil es, por tanto, simbólico; significa que, compartiendo el pan, se comunica el Espíritu, que lleva al hombre a su madurez y construye la nueva comunidad. De ahí la ausencia de mujeres y niños (símbolo de los débiles).

Mt describe con estos rasgos las características del éxodo de Jesús: la tierra de esclavitud es la sociedad israelita; la ley es el amor manifestado en el compartir, que continúa la generosidad de Dios y hace sobreabundar sus dones en beneficio de todos; la tierra prometida significa ]as comunidades del Espíritu.

Se explica también el sentido de la opción por la pobreza (5,3); «los pobres» son aquellos que no se reservan nada, sino que ponen lo que tienen a disposición de los que lo necesitan. Se cumplen aquí los dichos de Jesús sobre la generosidad (6,22s) y sobre la providencia del Padre (6,25-34).

IV

La segunda parte del libro de Isaías, a la que pertenece el texto que hoy meditamos, nos invita a hacer una valoración experiencial y sapiencial de la Palabra de Dios. Esta pequeña exhortación “cierra” los capítulos anteriores, desde el 40 hasta el 55, y ofrece una poderosa clave de lectura para comprender toda la segunda parte del libro. Además termina con el ya famoso texto que compara la Palabra de Dios con la lluvia vivificadora (Is 55: 10-11).

El hambre y la sed son mecanismos fundamentales de los seres vivos. Todo ser viviente necesita nutrición e hidratación, pero en los seres humanos, estas necesidades biológicas tienen carácter social. En muchas culturas humanas –no todas-, compartir la bebida y el alimento son mecanismos de socialización y de integración. El autor toma, entonces, esta necesidad vital y la traslada al campo de la fe para mostrarnos que para el creyente la Palabra de Dios es algo más que una comunicación divina. La Palabra de Dios se convierte así en una necesidad inaplazable que alimenta nuestro ser y nos vivifica. Jesús mismo, retomando las reflexiones del Deuteronomio (Dt 8, 3; 6, 13), combate la tentación contraponiendo la voluntad divina al inmediatismo humano (Lc 4, 3-4). El problema de la humanidad no es únicamente la satisfacción de las necesidades básicas, sino, también, hacer surgir y formar una consciencia que exija la justa distribución de los recursos, que lleve a que la humanidad cultive lo mejor de sí y lo entregue como solidaridad y justicia en un proyecto social alternativo al proyecto egoísta.

Pero el autor, como buen poeta y profeta, no se contenta con hacer una arenga o una instrucción legal; busca, por medio de la imagen asociada a los mejores frutos (trigo, vino, leche), que el lector encuentre no sólo consuelo sino deleite. La Palabra de Dios se convierte así en un manjar sabroso que puede ser degustado por la pura gratuidad divina. El olor del amasijo fresco, del vino bien conservado y de la leche fresca nos recuerdan los dones que Dios le ha dado a su pueblo; dones que ayudan al ser humano a construir un cuerpo vigoroso pero que deben ser acompañados por una degustación asidua de su Palabra.

Isaías nos hace una invitación a degustar con sabiduría todos los dones que Dios nos ofrece, sabiendo que lo mejor que podemos ofrecer nosotros mismos es la gratitud activa, que revierte

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sobre todos los menos favorecidos aquellos dones que unos pocos acaparan. Lo mismo ocurre con la Palabra de Dios, debe ser entregada con sabiduría y generosidad de modo que el pueblo de Dios no desfallezca. La Palabra de Dios nos invita y convoca a hacer de este ‘valle de lágrimas’ un jardín frondoso donde florezca la justicia y la sabiduría (Sal 72, 1-9).

La multiplicación y los peces nos evoca la gran tentación de considerar que únicamente la satisfacción de las necesidades básicas nos conduce al Reino. Jesús se preocupó de que sus discípulos fueran mediadores efectivos frente a las necesidades del pueblo, pero no recurriendo a la mentalidad mercantilista que reduce todo a la presencia o ausencia de dinero (Mt 14, 15). Es muy fácil, a falta de un benefactor, despedir a la multitud hambrienta para que cada cual consiga lo necesario. Pero Jesús no quiere eso; él pide a sus seguidores que sean ellos mismos quienes se ofrezcan a ser agentes de la solidaridad entre el pueblo, ofreciendo lo que son y todo (lo poco) que tienen. Entonces la ración de tres personas, cinco panes y dos peces, se convierte en el incentivo para que todos aporten desde su pobreza y pueda ser alimentado todo el pueblo de Dios, que es lo que simbolizan las doce canastas. En la intención del evangelista, Jesús demuestra de este modo que el problema no es la carencia de recursos sino la falta de solidaridad.

Lo que nos acerca a Jesús no son los muchos rezos, genuflexiones o ceremonias, sino el amor incondicional a él y a su Causa, el Reino. Algo que hizo diferente a Jesús de todos los predicadores de su época fue la capacidad para despertar los mejores sentimientos de la gente: amor, generosidad y respeto. Nosotros no deberíamos amar a Jesús con un amor diferente al amor con el que él nos ama. Si el nos amó con un amor solidario, generoso, compasivo… nosotros no podemos responderle con melifluas plegarias ni con lloriqueos o explosiones de emotividad, porque esto no sería amor recíproco. Por eso, si entendemos con qué amor Jesús nos amó, estaremos seguros de lo que proclama Pablo: nada nos puede separar del amor de Cristo.

Para la revisión de vida ¿Cómo y de qué manera me convierto yo en pan para los demás? ¿El pan que yo

ofrezco a los demás alimenta las ganas de construir el Reino o es más bien un pan que engorda y deja sentado?

¿Quiénes son para mí "pan" que alimenta mis ganas de servir a los demás? ¿Cuál es el pan que busco? Para la reunión de grupo Cuando los discípulos acuden a Jesús, poco menos que para que resuelva milagrosamente la

situación, o sea, cuando le pasan la responsabilidad sobre la situación de hambre que está viviendo la comunidad, Jesús reacciona reclamando la responsabilización de los discípulos: “Denles ustedes mismos de comer”. Relacionemos esto con los siguientes refranes: “Ayúdate y Dios te ayudará”, “A Dios rogando y con el mazo dando”, “A quien madruga Dios le ayuda”…

“Sólo tenemos cinco panes y dos pescados”. Los discípulos habían pensado que la solución sería “ir a comprar”; el dinero solucionaría los problemas. Al negarse Jesús, los discípulos tienen que volver la mirada no al dinero, sino a “lo que tenemos”, para ponerlo en común. ¿Este momento del evangelio se debe seguir llamando “multiplicación de los panes” o se debería llamar, mejor, “división (reparto, distribución, compartimiento) de los panes”?

“Cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños”. Hoy resuena como latigazo este versículo 21. Hasta en el mismísimo evangelio se ha colado esta forma machista de contar. Comentar en el grupo: ¿Cómo interpretar esa forma de contar? ¿Es “palabra de Dios”?

Para la oración de los fieles Te pedimos, Señor, que cada uno de los que formamos esta comunidad eclesial seamos

"pan" para el hermano, para los hambrientos de este mundo.

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Por todos aquellos que tienen hambre de trabajo, techo y pan; por los que tienen hambre de justicia e igualdad... para que no pierdan nunca la esperanza de formar un nuevo pueblo viviendo en la solidaridad.

Por todos los que mueren de hambre en nuestra comunidad mundial, por los millones de hombres y mujeres que no pueden llevar a su boca un pedazo de pan...

Por todas las personas e instituciones que, por pereza o insensibilidad, se niegan a revisar la discriminación de género que tiene el lenguaje habitual y siguen hablando “sin contar mujeres y niños”; para que todos hagamos un esfuerzo por hablar de una manera que no invisibilice a la mujer.

Por todos los que ponen su confianza siempre en el dinero, en los préstamos internacionales hechos al país, en el endeudamiento económico creciente… para que los pueblos exijan una economía más soberana, que no supedite a los países a los préstamos y deudas internacionales, sino a la autonomía financiera y la solidaridad del pueblo.

Oración comunitaria Danos, Señor, junto al hambre de ti, un hambre también insaciable de amor, de

justicia, de libertad, para nosotros y para todos los humanos, especialmente aquellos a quienes el mundo actual estructuralmente se lo niega. Que, así, nuestra hambre de ti dará realmente contigo y no con un ídolo religioso que te suplante, a ti que eres el Dios del amor, de la justicia, de la libertad y de la implacable pasión por los pobres. Nosotros te lo pedimos recordando a Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.