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^" H wwmm^mm ^^ EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 1938. FUERA DE TODA LEY EL SUICIDIO DEL LEGIONARIO Era la estación del "slrocco". Venia del sur como un suspiro arremolinando el polvo en espira- les, adquiriendo mayor fuerza al pesar por tntre las grandes dunas y convertir sus crestas en roclo. Al fin llegaba al oasis, y las palmas se sacudían y se doblegaban. Todos los viajeros se arrebozaban en sus al- bornoces. Parecían tiendas ambu- lantes más que seres vivientes. Con el gusto de arena en la boca. ron los ojos, la nariz y los oidos linos de polvo casi impalpable, lle- gué a Bou Anana, puesto avanzado t> la Legión Extranjera en los con- fines del Marrueco meridional. El fuerte parecía como recostado en la cumbre de una altura y a todo el derredor el desierto escarlata estaba cubierto de curiosos hongos grises. El comandante, hombre pe- queño, con la guerrera manchada y pantalones remendados, me con- dujo a un vallado donde se velan hileras de chozas de barro. En gru- pos diseminados los lesionarlos, de sucios y desteñidos uniformes kaki o azul oscuro, mataban el tiempo fumando y conversando recostados contra los muros. Con sorpresa ob- servé que, prácticamente, cada uno tenia su perro. —El perro es de la familia del legionario observó el capitán a todas vistas orgulloso de sus sol- dados. —Ninguno tiene hogar o fa- milia, pero en cambio tienen sus perros, que les recuerdan esos bie- nes perdidos. Por ROSITA FORBES MENTHOLATUM ¡QUE TORMENTO! Aplique»* en la frente- y eienee MENTHOLATUM Pronto sn efecto calmante y refreaeante le producirá nna agradable sensación de bienestar. Usado también para aliviar quemadoras, cortadas, contusiones y pieadas de inseetos. No admita similares. No aeeepte Imitaciones. MUJER - NO CULPE AL CALENDARIO La mujer que sufre de dolores periódicos no va a la par cea al progreso. Casi la totalidad de las mujeres que sufren cada vuelta del calendario lo deban a descuido o porque no han tenido una buena amiga que lea hoya aconsejado tomar CEREGEN, fórmula mejorada de CEREBRINA ULBICL Loa dolores periódicos obedecen al desequilibrio ner- vioso do la mujer. CEREGEN tiene la propiedad da ejercer su acdón vigorizante sobre esos nervios y músculos. Por eso teda mujer que toma CEREGEN, fórmula mejorada de CEREBRINA ÜLBICL SO conserva risica y men- talmente vigorosa y va con indiferencia la aproximación y «1 paso da loo dios críticos, CEREGEN Fórmula Mejorada de CEREBRINA ULRICI GRATIS. A eolldtud enviaremos ta- tarMante folleto v una linda acuarela. ULRICI, 233 W. lttn St.. Nueva York. N. Y. (Anuncio) PIERNAS DATADAS Ninguna persona senasts debe con- tinuar sufriendo sin probar el lim- pio, poderoso y penetrante ACEITE ESMERALDA DE MOONE. que es fi- elmente obtenible en cualquier far- macia bien surtida. Su uso es fácil v sencillo—eln grasa lnmancnable— económico. No eólo el ardiente picor y tortura de la pial es rápidamente aliviado, sino que al ACEITE ES- MERALDA DE MOONE también pro- mueve curación ealudable. Pida en cualquier farmacia un frasco ortfl- nsl de ACEITE ESMERALDA DE MOONE. ¡¡CANAS!! Desaparecen con ZHYNGARO. No mancha. Se usa con las manos. Fabricante: F. TORRES Box 157 Juana Días. P. R. —Parecen muy alegras observé. —SI. todo va muy bien mientras no se ponan a pensar. Ea necesario tenerlos ocupados porque si pasan más da tras masas en un lugar, sa ponan "caffard" (melancólicos) y entonces sólo Dios sabe de lo qua son capaces. El francés sa inclinó para pasar por una puerta muy baja a una ha- bitación con todo el aspecto da una tienda, con las paredes cubiertas de tapices. Por una ventana podía ver- se el desierto calcinado por el sol reverberante bajo sus rayos. Tomamos un de mena, qua me- jor podía llamarse de arena, pues polvillo que levanta el "slrocco" se Introduce por todas las rendijas, Irritante y exasperante, dejando tras st un vaho rojizo llamado por los árabes "ráfaga de locura". —Entre mis hombres tengo un in- glés dijo el diminuto capitán para entablar conversación. —Es cabo y ayer se alistó por cinco años más. Es un verdadero tipo, pero i.tmás habla de si mismo. Los de- más, cuando llegan, me cuentan su historia. Por ejemplo, tengo un ale- mán que dio muerte a su mujer y la dividió en tres pedazos. De todos n.odos es un buen muchacho. —¡Imposible! exclamé asusta- da. —Todo es posible en este país replicó el francés liando un ciga- rrillo. —Tengo también un ex-coro- nel de la Guardia Imperial rusa, un oficial serbio que se batió por Pe- dro<J; y un banquero que huyó con sus fondos. Este quiere reparar lo hecho y establecerse de nuevo, pero en su país no hay amnistía para- as- ta clase de delitos. Vea usted, en la Legión nada se pregunta, pero I uno es benévolo, entonces hablan. Escuchando al capitán yo miraba con los ojos enrojecidos la arena escarlata que relumbraba en el ho- rizonte, y mi imaginación forjaba la historia de estos desventurados, de males tan profundos que les im- pedían pensar, dedicados siempre a un afán de olvido, al final del cual venia el combata, la emboscada, y el "caffard". esta amarga melanco- lía de la que sólo escapa embria- gándose con anisado en los cafés árabes. —¿Por qué se ha quedado aquí este inglés? pregunté cuando cruzábamos de nuevo el patio. —¡Ah, ya lo verá usted misma! ¡Eh, Robert, amigo! llamó el capitán y un hombrecito de cabello oscuro que recostado contra el mu- ro contemplaba a otro soldado que ensenaba a su perro a fumar ciga- rrillos, miró hacia nosotros. —¡Ro- bert, venga! El legionario se acercó descu- briéndose. Me dio la mano con tan- to aplomo como si hubiéramos es- tado en Picadilly y me hizo varias preguntas casuales sobre Bou De» nlb, al puesto hacia donde me di- rigía. El inglés era horriblemente delgado y tenia el rostro contraído, surcado por una verdadera red de arrugas. Nunca habla visto yo un rostro que expresara tantas y tan encontradas emociones. Antes da poderle responder, casi sin darme tiempo para hablar, saludó militar- mente al oficial y se introdujo en una de las chozas. —¡Qué quiera usted! No es nada comunicativo, observó el fran- cés. En ese momento el sol desapare- cía detrás del horizonte. Resonó un clarín. El capitán de los legionarios se paró en firme, y da la punta del asta descendió la bandera tricolor. Todos loa soldados estaban firmes, vueltos hacia la bandera, y el cua- dro me hizo pensar que nada en el mundo podía ser más solemne ni más emocionantes que aquel grupo d* desterrados sin nombre, saludan- do una bandera extraña, qua no era la de ellos. Durante el viaja a Bou Denib. cuartel general da Francia en al confín más remoto del desierto, pen- siempre en la atormentada faz del cabo inglés No habla duda de que en su Interior rugía el infierno y qua constantemente luchaba con- tra una legión de demonios. La du- reza de su boca, qua no era más Piden se arregle la ca- lle "Angleró" Solicitando mejores en la calle Angleró del Barrio Malilla, parada 22, Santurce, se han dirigido al Ad- ministrador de la Capital un grupo de vecinos. En su comunicación ma- nifiestan que pertenecen todos a la Sociedad Defensa del Hogar, y qua las condiciones de la calla Angleró son deplorables. También se dirigen al seftor Ettle- ne Tottl, ingeniero Jefe de Vía y Obras de la Compañía del Ferroca- rril, informándole que el sistema de alcantarillado para desagüe Instala- do allí por su compañía arroja aguas infecciosas, y qua estas "han venido perjudicando la salud y la vida da todos, a pasar de laa ges- tiones realizadas para evitarlo". Firma la comunicación Luda Pa- checo, secretaria de récord da dicha Sociedad. PREFERENCIA —Si a ti te fuera dado vivir da nuevo tu vida, ¿qué preferirlas ser? —Soltero. (Plcallill) qua una linea entra la nariz y la barba sin afeitar, demostraba lo ar- duo de su lucha, pero sus ojos re- velaban que era el perdidoso en el combata. Mientras el auto rodaba sobre la arena roja, amontonada como algo- dón rosado alrededor del tronco de las palmas, forjé en mi Imaginación absurdas historias sobra al extraño cabo, tanto que cambiando da Idea decidí volver a Bou Anana, donde llegué justamente cuando el "siro- por el cabo y se lo llevaron en al cocha. El capitán se limpió la arena que tenia pegada al rostro y prosiguió con aire preocupado: —¡Desda que regresó no ha vuel- to a pronunciar palabra! Está mu- do, y yo me temo un desastre, so- bre todo con este viento que nos en- loquece. Más tarda, a pesar del espeso pol- vo, crucé al patio en busca del in- glés. Los caballos temblaban cubler- habla ingerido. Con toda delibera- ción y sin mostrar imparcialidad, dio da puntapiés a loe dos hombres que luchaban como bestias, antes de poner fin a la contienda arro- jando sobre los dos adversarios el contenido hirviente de varias cafe- teras. Después regresó al fuerte y aa suicidó. El corneta qua Iba a tocar la dia- na una hora antas da salir el sol le halló atravesado por su propia Dló de puntapiés a loa dos hombrea qua luchaban, y puso fin a la con- tienda arrojando sobra ellos al contenido hirviente de varias cafeteras. eco" estaba en su periodo álgido. El fuerte despedía un olor rancio. —¡Esta es el olor de la putre- facción! declaró un legionario belga. —¡Aquí nos podrimos todos! Pero era realmente el cálido vien- te, soplando con más fuerza que nunca, levantando las capas del de- sierto para depositarlas, candentes y rojas, sobre toda superficie. Incluso el pequeño capitán, cuyo carácter estaba ya hecho a todas las malandanzas del África, se ha- bla separado del pelotón sin sus acostumbradas frases benévolas, y encerrado en sus habitaciones. AHÍ le encontré leyendo viejas cartas, con el extremo de su turbante arro- llado sobre la boca. Mi garganta estaba seca, tan seca como un per- gamino. Toda mi piel ardia, infla- mada. El francés me ofreció un vi- rulento licor que aumentó mi ma- lestar, y me dló las últimas noti- cias del fuerte. —El "brigadier" sufre del "caf- fard". Ya le dije que este es un su- jeto misterioso. El domingo pasado llegó hasta aquí un gran automóvil trayendo un anciano de aspecto muy distinguido y una señora muy bella, aunque nunca se levantó por completo el velo. Me preguntaron tos. de sudor como si viniesen de galopar furiosamente. El pelotón de ametralladoras se habla retira- do al relativo abrigo que una cho» za que tenia puerta. Dentro, los soldados se paseaban irritados en- tre las hileras de catres. En este recinto cada uno podía llamarse dueño de unos metros cuadradps de terreno para su catre y su mochi- la, el rifle y sus pocos haberes per- sonales, consistentes en su mayor parte en viejas fotografías y re- cuerdos del rudo servicio. Pero el inglés no estaba en nin- guna parte. Tal vez se encontraba en el café árabe, embriagándose. Esa noche hubo una riña. Un ale- mán y un sueco se insultaron. De pronto el uno destrozó una botella en la cabeza del otro. La mesa fué arrojada a un lado. El teutón, con una de sus espuelas enredada en la s'lla. cayó al suelo, y sobra él se lanzó el sueco. La mayoría de los legionarios presentes estaban de- masiados ebrios para intervenir. Só- lo el inglés trató de separarlos mientras luchaban en el pavimento cubierto de pedazos de vidrio. Se- gún uno de los asistentes, el cabo estaba todavía perfectamente en sus cabales a pesar del licor que bayoneta. Al parecer habla coloca- do el fusil sobre un montón de pie- dras, afianzándolo sólidamente en cierto ángulo que debió haber me- dido con gran cuidado y con tanta calma como si hubiera estado mi- diendo la altura para un salto a a caballo. Satisfecho de que nada podía alterar la posición de la ho- ja, debió retirarse hasta el muro que tenia detrás, abrirse la cami- sa y, a todo correr, lanzado sobre la bayoneta. El corneta, recluta relativamen- te novicio, inacostumbradó todavía a la vida da los legionarios y 'con todo su pasado ante si", como de- clan sus companeros más encalle- cidos, se quedó paralizado ante es- te cuadro, y dejando caer el clarín corrió gritando hasta la choza, pa- ra dar la nueva a los soldados, que s* lavaban a medio vestir. Sentados ante un desayuno que apenas tocamos, el capitán me na- rró lo acontecido. El inglés estaba enfermo y la tempestad le afectó los nervios... concluyó con dolor. —¡Es la legión, la soledad!.... ¿Qué pueden esperar estos hom- bres? repliqué yo con gran dis- gusto. MI JTAACI año?, cuando me en- contraba achacoso, el Médico me dijo que evitara la •cumulación de desechos en el intestino y el exceso de acidez gástrica, tomando Sal Hepática. Yo seguí su consejo y ahora los 60 me siento perfectamente, con mas energía y entusiasmo que muchos jóvenes. Los Médicos saben que el estreñimiento y exceso de sddez gástrica causan enfermedades o complicaciones, y nos quitan mucha energía y entusiasmo necesarios para triunfar en la vida. Por esto recomiendan 5a/ Hepática que: 1. —Limpia ti Intestino de Desechos 2. Contribuye a Combatir al beata da Acidas Gástrica Cuando siena síntomas da mala eMsjjÉMetsIsi intestinal o ca- tarro, compruebe la dobla acdón benéfica da Sal Hepática. Ponga dos cuenaraditas de Sal Hepática en na Taso de agua y tome esta agradable bebida efervescente. Nota como actúa suave pero eficazmente barriendo- los desechos del intestino al mismo tiempo qua la acción alcalina de sus sales minerales ayuda a co- rregir el exceso de acides gástrica. I Qué diferencia tan notable, cuando Vd. sa siente ágil, la cabeza despejada, interés en su trabajo y en los que la rodean! Ea resumen, as Vd. otra persona. COMPII HOY MISMO IN SU PAIMACIA. UN «ASCO DI —No culpa usted a la Legión, se- ñora interrumpió el francés. —No seria justo. Esta es una bue- na vida para los qua no tienen na- da de que arrepentirse. En África no encuentran la soledad da qua usted habla, sino buenos carnera- das y una labor noble. ;Es lo qua traen dentro de si. de sus casaa, da sus paisas y de la posición qua ocu- paban! Nada pude contestar porque te- nia sobrada razón. Para el que tie- ne algo que evadir, para los desper- dicios de la sociedad, le Legión de- be ser un infierno. Para el valien- te, para el ambicioso ofrece una ca- rrera pues al presente la mayoría O los suboficiales son extranje- ros y nada les impide llegar hasta oficiales. En entierro del cabo Inglés, al rus asistí, provocó grave discusión entre el comandante de la Legión en Boun Denib, y el capitán que pe- dia honores militares para el suici- da. —¿Quiere usted fomentar el sui- cidio? protestó el comandante. —Repito que fué sólo un acciden- te replicó el capitán arrostrando la mirada de su superior para soste- ner la mentira. —Bien, es asunto suyo, pero Insis- to en que no es un buen ejemplo concluyó el comandante. El capitán se salió con la suya y poco-antes del amanecer el féretro salla del fuerte cubierto con la ban- dera bayo cuyos pliegues el Inglés habla combatido en el Riff. Detrás, otro soldado llevaba de la brida su caballo, al que seguían su perro. El resto del escuadrón venia detrás. A la pálida luz verduzca del ama- necer, ya junto a la fosa, un mu- chacho de aspecto campesino salló de las filas y dirigiéndose al capi- tán dijo con sencilla timidez: —Mi capitán, soy pastor lutera- no y deseo cumplir con mi deber. ¿Me permite usted rezar el servicio fúnebre del camarade? El capitán asintió con la cabeza sin sorprenderse, y el Joven, descu- bréndose, leyó sonoramente las fra- ses del oficio, percatado de su mi- sión de representante del seftor. Al regresar el escuadrón al fuerte, el pastor marchó detrás de los úlimos soldados. a Hay poco que añadir. Las In- dagaciones oficiales revelaron que el "brigadier" Inglés pertenecía a una gran familia y que en un mo- mento de flaqueza dispuso de una suma perteneciente a su patrón para ayudar a una mujarzuela. Es- ta tuvo el valor da confesarlo todo al padre del joven, que restituyó it suma robada, pero el culpable ha- rineo anos fuá descubierto su pa- bla desaparecido y sólo después de redero en Bou Anana. No lo que al anciano tan dis- tinguido diría al hijo qiíe halló nucamente en Marreucos, pero sea lo que fuere, vina demasiado tarde, pues acababa de alistar en la Le- gión per cinco anos, más. ¡GRATIS! "LA COCINA CRIOLLA" Nuevo y Valioso Folleto do Rocotos Culinarias Recatea Criollas favoritas . . . mejoradas y probadas por expertos de cocina ROYAL. Cada receta ea de uso práctico en su propia cocine. Asegure la bondad de estos platos deliciosos usando ROYAL, el polvo de hornear a base de .Crémor Tártaro. Con Royal Ud. no se expone a fracasos en el horneo ni a la pérdida de in- gredientes costosos, i Compre una lata de Royal hoy mismo! - -i >k~P¡t Nombre. Recorte «ate anuncio, inserte tu nombre y dirección y «n-íelo ai PAN AMERICAN STANDARD BRANDS, INC.. r>pto 81 P. O. Box 130, San Juan, Puerto Rico. ALMORRANAS Tratamiento RAPISAN consistente de CINCO PRODUCTOS. 1. Jabón Medicinal 3. Loción Emoliente. 3. Ungüento Calmante. 4. Suposltotlos. S. Lubricante. 1. Calma la comezón.'3. 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^"■H wwmm^mm ^^

EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. — DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 1938.

FUERA DE TODA LEY

EL SUICIDIO DEL LEGIONARIO •

Era la estación del "slrocco". Venia del sur como un suspiro

arremolinando el polvo en espira- les, adquiriendo mayor fuerza al pesar por tntre las grandes dunas y convertir sus crestas en roclo. Al fin llegaba al oasis, y las palmas se sacudían y se doblegaban. Todos los viajeros se arrebozaban en sus al- bornoces. Parecían tiendas ambu- lantes más que seres vivientes.

Con el gusto de arena en la boca. ron los ojos, la nariz y los oidos linos de polvo casi impalpable, lle- gué a Bou Anana, puesto avanzado t> la Legión Extranjera en los con- fines del Marrueco meridional. El fuerte parecía como recostado en la cumbre de una altura y a todo el derredor el desierto escarlata estaba cubierto de curiosos hongos grises. El comandante, hombre pe- queño, con la guerrera manchada y pantalones remendados, me con- dujo a un vallado donde se velan hileras de chozas de barro. En gru- pos diseminados los lesionarlos, de sucios y desteñidos uniformes kaki o azul oscuro, mataban el tiempo fumando y conversando recostados contra los muros. Con sorpresa ob- servé que, prácticamente, cada uno tenia su perro.

—El perro es de la familia del legionario — observó el capitán a todas vistas orgulloso de sus sol- dados. —Ninguno tiene hogar o fa- milia, pero en cambio tienen sus perros, que les recuerdan esos bie- nes perdidos.

Por ROSITA FORBES

MENTHOLATUM ¡QUE TORMENTO! Aplique»* en la frente- y eienee

MENTHOLATUM Pronto sn efecto calmante y refreaeante le producirá nna agradable sensación de bienestar. Usado también para aliviar quemadoras, cortadas, contusiones y pieadas de inseetos. No admita similares.

No aeeepte Imitaciones.

MUJER - NO CULPE AL CALENDARIO La mujer que sufre de dolores periódicos no va a la par cea al progreso. Casi la totalidad de las mujeres que sufren cada vuelta del calendario lo deban a descuido o porque no han tenido una buena amiga que lea hoya aconsejado tomar CEREGEN, fórmula mejorada de CEREBRINA ULBICL Loa dolores periódicos obedecen al desequilibrio ner- vioso do la mujer. CEREGEN tiene la propiedad da ejercer su acdón vigorizante sobre esos nervios y músculos. Por eso teda mujer que toma CEREGEN, fórmula mejorada de CEREBRINA ÜLBICL SO conserva risica y men- talmente vigorosa y va con indiferencia la aproximación y «1 paso da loo dios críticos,

CEREGEN Fórmula Mejorada de

CEREBRINA ULRICI GRATIS. A eolldtud enviaremos ta- tarMante folleto v una linda acuarela. ULRICI, 233 W. lttn St.. Nueva York. N. Y.

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PIERNAS DATADAS Ninguna persona senasts debe con-

tinuar sufriendo sin probar el lim- pio, poderoso y penetrante ACEITE ESMERALDA DE MOONE. que es fi- elmente obtenible en cualquier far- macia bien surtida. Su uso es fácil v sencillo—eln grasa — lnmancnable— económico. No eólo el ardiente picor y tortura de la pial es rápidamente aliviado, sino que al ACEITE ES- MERALDA DE MOONE también pro- mueve curación ealudable. Pida en cualquier farmacia un frasco ortfl- nsl de ACEITE ESMERALDA DE MOONE.

¡¡CANAS!! Desaparecen con ZHYNGARO.

No mancha. Se usa con las manos.

Fabricante: F. TORRES Box 157 — Juana Días. P. R.

—Parecen muy alegras — observé. —SI. todo va muy bien mientras

no se ponan a pensar. Ea necesario tenerlos ocupados porque si pasan más da tras masas en un lugar, sa ponan "caffard" (melancólicos) y entonces sólo Dios sabe de lo qua son capaces.

El francés sa inclinó para pasar por una puerta muy baja a una ha- bitación con todo el aspecto da una tienda, con las paredes cubiertas de tapices. Por una ventana podía ver- se el desierto calcinado por el sol reverberante bajo sus rayos.

Tomamos un té de mena, qua me- jor podía llamarse de arena, pues e¡ polvillo que levanta el "slrocco" se Introduce por todas las rendijas, Irritante y exasperante, dejando tras st un vaho rojizo llamado por los árabes "ráfaga de locura".

—Entre mis hombres tengo un in- glés — dijo el diminuto capitán para entablar conversación. —Es cabo y ayer se alistó por cinco años más. Es un verdadero tipo, pero i.tmás habla de si mismo. Los de- más, cuando llegan, me cuentan su historia. Por ejemplo, tengo un ale- mán que dio muerte a su mujer y la dividió en tres pedazos. De todos n.odos es un buen muchacho.

—¡Imposible! — exclamé asusta- da.

—Todo es posible en este país — replicó el francés liando un ciga- rrillo. —Tengo también un ex-coro- nel de la Guardia Imperial rusa, un oficial serbio que se batió por Pe- dro<J; y un banquero que huyó con sus fondos. Este quiere reparar lo hecho y establecerse de nuevo, pero en su país no hay amnistía para- as- ta clase de delitos. Vea usted, en la Legión nada se pregunta, pero ■I uno es benévolo, entonces hablan.

Escuchando al capitán yo miraba con los ojos enrojecidos la arena escarlata que relumbraba en el ho- rizonte, y mi imaginación forjaba la historia de estos desventurados, de males tan profundos que les im- pedían pensar, dedicados siempre a un afán de olvido, al final del cual venia el combata, la emboscada, y el "caffard". esta amarga melanco- lía de la que sólo escapa embria- gándose con anisado en los cafés árabes.

—¿Por qué se ha quedado aquí este inglés? — pregunté cuando cruzábamos de nuevo el patio.

—¡Ah, ya lo verá usted misma! ¡Eh, Robert, amigo! — llamó el capitán y un hombrecito de cabello oscuro que recostado contra el mu- ro contemplaba a otro soldado que ensenaba a su perro a fumar ciga- rrillos, miró hacia nosotros. —¡Ro- bert, venga!

El legionario se acercó descu- briéndose. Me dio la mano con tan- to aplomo como si hubiéramos es- tado en Picadilly y me hizo varias preguntas casuales sobre Bou De» nlb, al puesto hacia donde me di- rigía. El inglés era horriblemente delgado y tenia el rostro contraído, surcado por una verdadera red de arrugas. Nunca habla visto yo un rostro que expresara tantas y tan encontradas emociones. Antes da poderle responder, casi sin darme tiempo para hablar, saludó militar- mente al oficial y se introdujo en una de las chozas.

—¡Qué quiera usted! No es nada comunicativo, — observó el fran- cés.

En ese momento el sol desapare- cía detrás del horizonte. Resonó un clarín. El capitán de los legionarios se paró en firme, y da la punta del asta descendió la bandera tricolor. Todos loa soldados estaban firmes, vueltos hacia la bandera, y el cua- dro me hizo pensar que nada en el mundo podía ser más solemne ni más emocionantes que aquel grupo d* desterrados sin nombre, saludan- do una bandera extraña, qua no era la de ellos.

Durante el viaja a Bou Denib. cuartel general da Francia en al confín más remoto del desierto, pen- sé siempre en la atormentada faz del cabo inglés No habla duda de que en su Interior rugía el infierno y qua constantemente luchaba con- tra una legión de demonios. La du- reza de su boca, qua no era más

Piden se arregle la ca- lle "Angleró"

Solicitando mejores en la calle Angleró del Barrio Malilla, parada 22, Santurce, se han dirigido al Ad- ministrador de la Capital un grupo de vecinos. En su comunicación ma- nifiestan que pertenecen todos a la Sociedad Defensa del Hogar, y qua las condiciones de la calla Angleró son deplorables.

También se dirigen al seftor Ettle- ne Tottl, ingeniero Jefe de Vía y Obras de la Compañía del Ferroca- rril, informándole que el sistema de alcantarillado para desagüe Instala- do allí por su compañía arroja aguas infecciosas, y qua estas "han venido perjudicando la salud y la vida da todos, a pasar de laa ges- tiones realizadas para evitarlo".

Firma la comunicación Luda Pa- checo, secretaria de récord da dicha Sociedad.

PREFERENCIA —Si a ti te fuera dado vivir da

nuevo tu vida, ¿qué preferirlas ser? —Soltero.

(Plcallill)

qua una linea entra la nariz y la barba sin afeitar, demostraba lo ar- duo de su lucha, pero sus ojos re- velaban que era el perdidoso en el combata.

Mientras el auto rodaba sobre la arena roja, amontonada como algo- dón rosado alrededor del tronco de las palmas, forjé en mi Imaginación absurdas historias sobra al extraño cabo, tanto que cambiando da Idea decidí volver a Bou Anana, donde llegué justamente cuando el "siro-

por el cabo y se lo llevaron en al cocha.

El capitán se limpió la arena que tenia pegada al rostro y prosiguió con aire preocupado:

—¡Desda que regresó no ha vuel- to a pronunciar palabra! Está mu- do, y yo me temo un desastre, so- bre todo con este viento que nos en- loquece.

Más tarda, a pesar del espeso pol- vo, crucé al patio en busca del in- glés. Los caballos temblaban cubler-

habla ingerido. Con toda delibera- ción y sin mostrar imparcialidad, dio da puntapiés a loe dos hombres que luchaban como bestias, antes de poner fin a la contienda arro- jando sobre los dos adversarios el contenido hirviente de varias cafe- teras.

Después regresó al fuerte y aa suicidó.

El corneta qua Iba a tocar la dia- na una hora antas da salir el sol le halló atravesado por su propia

Dló de puntapiés a loa dos hombrea qua luchaban, y puso fin a la con- tienda arrojando sobra ellos al contenido hirviente de varias cafeteras.

eco" estaba en su periodo álgido. El fuerte despedía un olor rancio.

—¡Esta es el olor de la putre- facción! — declaró un legionario belga. —¡Aquí nos podrimos todos!

Pero era realmente el cálido vien- te, soplando con más fuerza que nunca, levantando las capas del de- sierto para depositarlas, candentes y rojas, sobre toda superficie.

Incluso el pequeño capitán, cuyo carácter estaba ya hecho a todas las malandanzas del África, se ha- bla separado del pelotón sin sus acostumbradas frases benévolas, y encerrado en sus habitaciones. AHÍ le encontré leyendo viejas cartas, con el extremo de su turbante arro- llado sobre la boca. Mi garganta estaba seca, tan seca como un per- gamino. Toda mi piel ardia, infla- mada. El francés me ofreció un vi- rulento licor que aumentó mi ma- lestar, y me dló las últimas noti- cias del fuerte.

—El "brigadier" sufre del "caf- fard". Ya le dije que este es un su- jeto misterioso. El domingo pasado llegó hasta aquí un gran automóvil trayendo un anciano de aspecto muy distinguido y una señora muy bella, aunque nunca se levantó por completo el velo. Me preguntaron

tos. de sudor como si viniesen de galopar furiosamente. El pelotón de ametralladoras se habla retira- do al relativo abrigo que una cho» za que tenia puerta. Dentro, los soldados se paseaban irritados en- tre las hileras de catres. En este recinto cada uno podía llamarse dueño de unos metros cuadradps de terreno para su catre y su mochi- la, el rifle y sus pocos haberes per- sonales, consistentes en su mayor parte en viejas fotografías y re- cuerdos del rudo servicio.

Pero el inglés no estaba en nin- guna parte. Tal vez se encontraba en el café árabe, embriagándose.

Esa noche hubo una riña. Un ale- mán y un sueco se insultaron. De pronto el uno destrozó una botella en la cabeza del otro. La mesa fué arrojada a un lado. El teutón, con una de sus espuelas enredada en la s'lla. cayó al suelo, y sobra él se lanzó el sueco. La mayoría de los legionarios presentes estaban de- masiados ebrios para intervenir. Só- lo el inglés trató de separarlos mientras luchaban en el pavimento cubierto de pedazos de vidrio. Se- gún uno de los asistentes, el cabo estaba todavía perfectamente en sus cabales a pesar del licor que

bayoneta. Al parecer habla coloca- do el fusil sobre un montón de pie- dras, afianzándolo sólidamente en cierto ángulo que debió haber me- dido con gran cuidado y con tanta calma como si hubiera estado mi- diendo la altura para un salto a a caballo. Satisfecho de que nada podía alterar la posición de la ho- ja, debió retirarse hasta el muro que tenia detrás, abrirse la cami- sa y, a todo correr, lanzado sobre la bayoneta.

El corneta, recluta relativamen- te novicio, inacostumbradó todavía a la vida da los legionarios y 'con todo su pasado ante si", como de- clan sus companeros más encalle- cidos, se quedó paralizado ante es- te cuadro, y dejando caer el clarín corrió gritando hasta la choza, pa- ra dar la nueva a los soldados, que s* lavaban a medio vestir.

Sentados ante un desayuno que apenas tocamos, el capitán me na- rró lo acontecido.

El inglés estaba enfermo y la tempestad le afectó los nervios... — concluyó con dolor.

—¡Es la legión, la soledad!.... ¿Qué pueden esperar estos hom- bres? — repliqué yo con gran dis- gusto.

MI

JTAACI año?, cuando me en- contraba achacoso, el Médico me dijo que evitara la •cumulación de desechos en el intestino y el exceso de acidez gástrica, tomando Sal Hepática. Yo seguí su consejo y ahora • los 60 me siento perfectamente, con mas energía y entusiasmo que muchos jóvenes.

Los Médicos saben que el estreñimiento y exceso de sddez gástrica causan enfermedades o complicaciones, y nos quitan mucha energía y entusiasmo necesarios para triunfar en la vida. Por esto recomiendan 5a/ Hepática que:

1. —Limpia ti Intestino de Desechos 2. — Contribuye a Combatir al beata

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I Qué diferencia tan notable, cuando Vd. sa siente ágil, la cabeza despejada, interés en su trabajo y en los que la rodean! Ea resumen, as Vd. otra persona.

COMPII HOY

MISMO IN SU PAIMACIA. UN «ASCO DI

—No culpa usted a la Legión, se- ñora — interrumpió el francés. —No seria justo. Esta es una bue- na vida para los qua no tienen na- da de que arrepentirse. En África no encuentran la soledad da qua usted habla, sino buenos carnera- das y una labor noble. ;Es lo qua traen dentro de si. de sus casaa, da sus paisas y de la posición qua ocu- paban!

Nada pude contestar porque te- nia sobrada razón. Para el que tie- ne algo que evadir, para los desper- dicios de la sociedad, le Legión de- be ser un infierno. Para el valien- te, para el ambicioso ofrece una ca- rrera pues al presente la mayoría O los suboficiales son extranje- ros y nada les impide llegar hasta oficiales.

En entierro del cabo Inglés, al rus asistí, provocó grave discusión entre el comandante de la Legión en Boun Denib, y el capitán que pe- dia honores militares para el suici- da.

—¿Quiere usted fomentar el sui- cidio? — protestó el comandante.

—Repito que fué sólo un acciden- te — replicó el capitán arrostrando la mirada de su superior para soste- ner la mentira.

—Bien, es asunto suyo, pero Insis- to en que no es un buen ejemplo — concluyó el comandante.

El capitán se salió con la suya y poco-antes del amanecer el féretro salla del fuerte cubierto con la ban- dera bayo cuyos pliegues el Inglés habla combatido en el Riff. Detrás, otro soldado llevaba de la brida su caballo, al que seguían su perro. El resto del escuadrón venia detrás.

A la pálida luz verduzca del ama- necer, ya junto a la fosa, un mu- chacho de aspecto campesino salló de las filas y dirigiéndose al capi- tán dijo con sencilla timidez:

—Mi capitán, soy pastor lutera- no y deseo cumplir con mi deber. ¿Me permite usted rezar el servicio fúnebre del camarade?

El capitán asintió con la cabeza sin sorprenderse, y el Joven, descu- bréndose, leyó sonoramente las fra- ses del oficio, percatado de su mi- sión de representante del seftor. Al regresar el escuadrón al fuerte, el pastor marchó detrás de los úlimos soldados. a

Hay poco que añadir. Las In- dagaciones oficiales revelaron que el "brigadier" Inglés pertenecía a una gran familia y que en un mo- mento de flaqueza dispuso de una suma perteneciente a su patrón para ayudar a una mujarzuela. Es- ta tuvo el valor da confesarlo todo al padre del joven, que restituyó it suma robada, pero el culpable ha- rineo anos fuá descubierto su pa- bla desaparecido y sólo después de redero en Bou Anana.

No sé lo que al anciano tan dis- tinguido diría al hijo qiíe halló nucamente en Marreucos, pero sea lo que fuere, vina demasiado tarde, pues acababa de alistar en la Le- gión per cinco anos, más.

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