fuego
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“No se juega con el fuego, ni despiertos ni en
sueños”. Eso era lo que decían todas y cada una
de las generaciones que vivían en el pueblo.
Rednef-fen, sí, ese era el nombre del pueblo.
Siempre pensé que era un nombre raro. Era un
pueblo pequeño; tenía unas veinte casas y una
iglesia en el medio del pueblo. Unos pocos cam-
pos se situaban a las afueras del pueblo.
Junto al pueblo existía una pared imposible tanto
de escalarla como pasar por ella con un rodeo.
Era imposible por la simple razón de que se ex-
tendía más allá de lo que puede alcanzar nuestra
vista, tanto hacia los lados como hacia arriba. Era
también imposible escalarla porque la pared era
como si fuese perfectamente pulida.
Justo enfrente a la pared, nunca he entendido si
la casa estaba pegada a la famosa pared o si la
construyeron allí, bueno, en esa casa vivía.
Lo que pasa es que un día, caminando por la bi-
blioteca, me siento en un sillón y cojo de la es-
tantería un viejo libro, su nombre era:
RELIQUIAS ANTIGUAS
Primero le soplé todo el polvo acumulado en to-
dos los años sin tocarlo en el estante de la librer-
ía. Esos montones de libros ahí estaban desde
hacía más o menos veinte generaciones.
Abrí el libro y observé unos extraños dibujos co-
mo por ejemplo unos animales inexistentes, obje-
tos curiosos y muchas más cosas, me llamó la
atención la imagen de una puerta pegada a una
pared exactamente igual a la del pueblo.
Era curioso, pero giré la hoja para ver el texto re-
lacionado con la imagen. Cuál fue mi desilusión
cuando vi que la hoja había sido arrancada del li-
bro.
Seguí leyendo el curioso libro. Vi imágenes de
cíclopes, drogas con grandes efectos y un gran
fuego. Tengo mucha curiosidad en saber qué
habrá en las hojas arrancadas del libro, porque
responderían a muchas cuestiones.
Hasta hoy sigo en esto sin saber qué hacer.