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1 | Página FORMACIÓN SOCIOCULTURAL IV UNIDAD III ADMINISTRACIÓN POR VALORES La ética empresarial es una rama de la ética aplicada. Se ocupa del estudio de las cuestiones normativas de naturaleza moral que se plantean en el mundo de los negocios. La gestión empresarial, la organización de una corporación, las conductas en el mercado, las decisiones comerciales, etc. La ética empresarial se distingue, por un lado, de las ciencias empresariales o económicas puramente descriptivas (sin pretensiones normativas) tales como la econometría o la historia económica. Por otro lado, se diferencia de saberes con pretensiones normativas pero no de naturaleza moral, tales como la economía política o la contabilidad. Todas las ciencias con pretensiones normativas han de confrontar en algún momento sus supuestos normativos con preguntas como ¿cuál es el fundamento de la pretensión normativa de esta ciencia? ¿En qué certezas basa su pretensión de proponer criterios justificados para la decisión y la acción? ¿Son estos criterios universalmente válidos? etc. La ética empresarial como disciplina académica suele abarcar uno o más de los siguientes temas: el estudio de los principios morales aplicables a la vida económica y empresarial; el estudio y crítica de los valores efectivamente dominantes en el ámbito económico en general y en cada una de las organizaciones, el análisis de casos reales que ejemplifican la responsabilidad de las organizaciones y de sus diversos constituyentes; el desarrollo de cuerpos normativos voluntarios o procedimientos estandarizados de gestión basados en principios y valores éticos; el seguimiento y descripción de la importación de estos códigos y procedimientos en organizaciones concretas, así como la observación de sus efectos en las propias organizaciones y su entorno.

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FORMACIÓN SOCIOCULTURAL IVUNIDAD III

ADMINISTRACIÓN POR VALORES

La ética empresarial es una rama de la ética aplicada. Se ocupa del estudio de las cuestiones normativas

de naturaleza moral que se plantean en el mundo de los negocios. La gestión empresarial, la

organización de una corporación, las conductas en el mercado, las decisiones comerciales, etc.

La ética empresarial se distingue, por un lado, de las ciencias empresariales o económicas puramente

descriptivas (sin pretensiones normativas) tales como la econometría o la historia económica. Por otro

lado, se diferencia de saberes con pretensiones normativas pero no de naturaleza moral, tales como la

economía política o la contabilidad. Todas las ciencias con pretensiones normativas han de confrontar en

algún momento sus supuestos normativos con preguntas como ¿cuál es el fundamento de la pretensión

normativa de esta ciencia? ¿En qué certezas basa su pretensión de proponer criterios justificados para la

decisión y la acción? ¿Son estos criterios universalmente válidos? etc.

La ética empresarial como disciplina académica suele abarcar uno o más de los siguientes temas: el

estudio de los principios morales aplicables a la vida económica y empresarial; el estudio y crítica de los

valores efectivamente dominantes en el ámbito económico en general y en cada una de las

organizaciones, el análisis de casos reales que ejemplifican la responsabilidad de las organizaciones y de

sus diversos constituyentes; el desarrollo de cuerpos normativos voluntarios o procedimientos

estandarizados de gestión basados en principios y valores éticos; el seguimiento y descripción de la

importación de estos códigos y procedimientos en organizaciones concretas, así como la observación de

sus efectos en las propias organizaciones y su entorno.

También se ocupa con frecuencia la ética empresarial del estudio de las virtudes personales que han de

estar presente en el mundo de los negocios. Se trata de mostrar que tales virtudes forman parte de la

correcta comprensión de lo que es una buena vida para un directivo, para el grupo de personas que

forman una organización o para la sociedad más amplia en que la organización misma se integra.

Aunque las organizaciones las componen personas, y aunque el carácter personal de los directores tiene

importancia decisiva en el perfil ético de las organizaciones, las responsabilidades corporativas no

coinciden con las individuales, los métodos de decisión corporativas difieren de los personales, los

principios y objetivos de las organizaciones están a veces por encima de las personas y los valores

corporativos no tienen por qué identificarse con los valores personales de los miembros de la

organización. En definitiva, la ética empresarial tiene componentes -los organizacionales- que la

distinguen netamente de la ética individual.

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Cuando se habla de institucionalización de la ética empresarial nos referimos a los mecanismos objetivos

(códigos, documentos formales, programas de formación, comités específicos, asesorías, procedimientos

documentados de decisión, sistemas de gestión, etc.) Mediante lo que se trata de hacer efectivos los

valores o principios éticos de una organización. la ética empresarial es, como hemos dicho, una ética de

las organizaciones. (Mac Lagan, 1998: Lozano, 1999 p-51) y por ello ha de adquirir un nivel de formalidad

innecesario en la ética individual.

Tanto los fundamentos como los valores, normas o principios que una ética empresarial pudiera

proponer estarán dirigidos a la organización y en consecuencia han de adoptar la forma que tenga

sentido y que sea eficaz en términos organizativos.

Mientras la ética individual apela a la conciencia o a la razón de cada persona, la ética de las

organizaciones ha de apelar al equivalente organizativo, que son procesos que determinan las decisiones

y comportamientos de las organizaciones.

La ética individual y la ética organizacional no pueden separarse tajantemente porque al fin y al cabo,

quienes realizan las tareas en las organizaciones son personas concretas con su ética privada y sus

convicciones personales sobre que se debe hacer en cada momento. Además, algunas de esas personas

pertenecen a colegios o sindicatos profesionales, que imponen a sus miembros normas deontológicas

estrictas a las que deben atenerse en su trabajo. Casi todas las grandes corporaciones han entendido que

una organización responsable es algo más que una suma de personas virtuosas y profesionalmente

íntegras.

Así lo demuestra la historia de la ética corporativa, que en EEUU acumula ya varias décadas.

Hay muchas razones para plantearse la necesidad de una ética de las organizaciones como ámbito de

estudio específico de la ética aplicada. Una de las más sobresalientes es que la ética corporativa ha de

hacerse pública; no puede quedar como habitualmente sucede en las convicciones morales individuales,

en el "fuero interno". Enfrentadas a sus responsabilidades, las organizaciones no pueden albergar

"sentimientos" morales (culpabilidad, vergüenza, orgullo, sentido del deber) como les sucede a las

personas que han tenido alguna educación moral. Las organizaciones han de responder a sus

responsabilidades con decisiones colectivas.

Razones para una ética de las organizaciones

Las razones por las que una ética organizativa se hace necesaria han sido destacadas por los estudios del

desarrollo corporativo en la era postindustrrial y postcapitalista. Se trata de las circunstancias que

presionan en las empresas y que las abocan a adoptar respuestas globales y proactivas. Las grandes

organizaciones actuales están sometidas a demandas tradicionales de los que podemos llamar 'agentes

internos' como trabajadores y accionistas se transforman.

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Desde todos los lugares (desde fuera y desde dentro) se presiona a las organizaciones porque ellas

tienen gran influencia sobre las vidas de mucha gente y una gran capacidad de poder efectivo en un

mundo globalizado. Con frecuencia las organizaciones multinacionales tienen más influencia, capacidad y

poder que los estados.

Por eso ellas son el objeto de las presiones y las demandas de quienes se sienten de algún modo

afectados o se erigen en portavoces de los afectados por sus actividades o por las consecuencias de las

mismas. Se les responsabiliza porque muchas veces solo ellas pueden evitar determinados resultados o,

si ya ha ocurrido, repararlos. Y en el caso particular de las empresas con ánimo de lucro, porque ellas se

benefician principalmente de actividades cuyas consecuencias negativas pueden sufrir otros.

El que una organización deba responsabilizarse de sus actos no es nuevo. En todos los países

desarrollados hay legislación detallada, civil, penal, laboral, administrativa, mercantil, que especifica que

responsabilidades tienen las personas y las corporaciones. En los países desarrollados hay además

sistemas judiciales suficientemente fiables que tratan de imponer las responsabilidades legales cuando

es necesario. Lo que es nuevo es la conciencia social de que esa responsabilidad corporativa existe, y que

debe hacerse efectiva incluso cuando la ley no alcanza a imponerla. por ejemplo cuando atañe a hechos

realizados fuera de las fronteras del país de nacionalidad de la corporación, cuando ninguna ley protege

el bien afectado o cuando el procedimiento de reparación judicial es tan lento que resulta inútil. en estos

casos, y en muchos toros, agentes externos e internos presionan directamente a la organización, en la

medida que pueden para que se responsabilicen de sus acciones, al margen de si tienen o no una

obligación legal de hacerlo.

Esas presiones, que de algún modo suponen el reconocimiento de la impotencia del Estado frente a las

organizaciones, pueden conducir, cuando se acumulan, a lo que podemos llamar "bancarrota moral" de

esas mismas organizaciones. En cierto momento, una organización que haya descuidado sus

responsabilidades puede encontrarse ante una bancarrota de este tipo, y que conduce a una bancarrota

contable y que acaba por erosionar la confianza de los consumidores, los gobiernos, y los mercados

financieros. Las organizaciones con una sólida cultura ética se caracterizan por anticipar esas demandas

asumiendo sus responsabilidades antes que sean planteadas como quejas, o antes que se produzca el

daño. Esto es lo que podemos llamar una actitud proactiva, para distinguirla de la actitud reactiva que se

basa en responder a las demandas una vez que han sido formuladas.

ETICA SOCIAL

La ética social proviene de la experiencia colectiva de alguien y de las personas y culturas con quien interacciona a través de la vida. Aunque la importancia de la ética es típicamente impulsada por la moral individual que ser determina por la forma de actuar correcta o incorrecta, la ética social se centra más en lo que puede considerarse como un comportamiento apropiado de las personas como un todo, más que un comportamiento individual.

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Sin embargo, ya que las personas perciben las cosas de manera diferente, y las diversas culturas comparten creencias diferentes, lo que se considera adecuado para uno no necesariamente tiene serlo para otra persona. Por lo tanto, la definición de la ética social como un absoluto puede ser bastante difícil.

Existen ciertos comportamientos o normas en las que los miembros de una sociedad deben enfrentar con el fin de lograr el éxito entre sí. Estos normalmente son los valores actuales o los principios que dicen cómo se debe actuar, como se puede ver con las enseñanzas judeo-cristiana de los Diez Mandamientos, un código de ética muy conocido, como "No robarás". Este hecho no sólo es éticamente incorrecto para un individuo, sino también para todos miembros de la sociedad; incluidas las empresas, no deben tomar parte en este comportamiento inmoral.

Dado que las normas sociales varían, los derechos de la mayoría sólo se pueden hacer cumplir en la medida en que los derechos de los demás no se ven obstaculizados. Hay muchos aspectos a considerar dentro de la ética social en su conjunto: la lengua, raza, género, cultura, religión, educación, etc.

Los estándares utilizados para hacer cumplir la ética moral social son también numerosos: los valores familiares, creencias religiosas, la moral, la integridad, y así sucesivamente.

Para que las normas sociales funcionen en lugar de estas diferencias, existen ciertas prácticas, que se consideran aceptables por la mayoría, son generalmente tenidas en cuenta dentro de una sociedad. Esto puede incluir el compartir con los demás, haciendo buenas obras, y el reconocimiento de puntos de vista diferentes. La ética social también implica aceptación. Las personas, en su conjunto, deben respetar los derechos de todos los demás, independientemente de las creencias individuales.

Diversas cuestiones suscitan el debate cuando se trata de la ética social. Por ejemplo, temas como la economía, la inmigración, la pobreza y el hambre, el medio ambiente, la homosexualidad, y la tolerancia religiosa, crean cuestiones comprendidas en el ámbito de la ética social, lo que debería ser considerado bueno o malo.

Otras cuestiones desagradables pueden incluir la política y la legislación o la regulación de temas de la vida y la muerte como el aborto, la crueldad animal, y la pena de muerte. Además, las cuestiones de tecnología impulsada como la clonación, la manipulación genética, y la energía nuclear pueden plantear cuestiones éticas en la sociedad.

Es evidente que el tema de la ética social es complejo. Sin embargo, dentro de una sociedad, existen conductas específicas que deben ser puestas en práctica. La mayoría de estas prácticas generalmente se basan en hipótesis compartidas de lo que está bien o mal, no es un hecho individual, sino un efecto grupal.

VALORES PERSONALES, SOCIALES Y UNIVERSALES

Valores personales:

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Son aquellos que consideramos principios indispensables sobre los cuales construimos nuestra vida y nos guían para relacionarnos con otras personas. Por lo general son una mezcla de valores familiares y valores socio-culturales, junto a los que agregamos como individuos según nuestras vivencias.

Valores familiares:

Se refieren a lo que en familia se valora y establece como bien o mal. Se derivan de las creencias fundamentales de los padres, con las cuales educan a sus hijos. Son principios y orientaciones básicas de nuestro comportamiento inicial en sociedad. Se transmiten a través de todos los comportamientos con los que actuamos en familia, desde los más sencillos hasta los más “solemnes”.

Valores socio-culturales: (sociales)

Son los que imperan en la sociedad en la que vivimos. Han cambiado a lo largo de la historia y pueden coincidir o no con los valores familiares o los personales. Se trata de una mezcla compleja de distintos tipos de valoraciones, que en muchos casos parecen contrapuestas o plantean dilemas.

Por ejemplo, si socialmente no se fomenta el valor del trabajo como medio de realización personal, indirectamente la sociedad termina fomentando “anti-valores” como la deshonestidad, la irresponsabilidad o el delito.

Otro ejemplo de los dilemas que pueden plantear los valores socio-culturales ocurre cuando se promueve que “el fin justifica los medios”. Con este pretexto, los terroristas y los gobernantes arbitrarios justifican la violencia, la intolerancia y la mentira, alegando que su objetivo final es la paz.

Valores universales:

Son el conjunto de normas de convivencia validas en un tiempo y época determinada.

Se consideran como valores universales, los siguientes:

LIBERTAD: Es obrar con libre albedrío. Es hacer lo que uno desea, pero sin dañar a nadie. La libertad física es limitada. Sólo el pensamiento es infinitamente libre.

JUSTICIA: Es dar a cada quien lo que se merece, según sus obras. RESPETO: Es una consideración especial hacia las personas en razón de reconocer sus cualidades,

superioridad, méritos o valor personal. TOLERANCIA: Actitud abierta hacia posturas u opiniones diferentes de la propia. RESPONSABILIDAD: Es la obligación de responder por los actos que uno ejecuta, sin que nadie te

obligue. AMOR: Es un principio de unión entre los elementos que forman el Universo. Manifestación de los

hombres hacia el bien y la belleza absoluta. BONDAD: Es una cualidad considerada por la voluntad como un fin deseable tendiente a lo bueno. HONRADEZ: Es la cualidad que nos hace proceder con rectitud e integridad. CONFIANZA: Actitud de esperanza hacia una persona o cosa. Sentimiento de seguridad en uno

mismo. Acto de fe. SOLIDARIDAD: Es una responsabilidad mutua contraída por varias personas, que nos permite

comprometernos de manera circunstancial a la causa de otros. VERDAD: Es la conformidad o acuerdo de lo que se dice con lo que se siente , se piensa y se hace.

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VALENTÍA: Es la cualidad que nos permite enfrentar con valor todos los actos de nuestra vida. PAZ: Es el acto de unión o concordia que permite la convivencia armoniosa entre los miembros de

una sociedad o familia. AMISTAD: Es el afecto o estimación entre las personas que les permite establecer vínculos de

convivencia más estrechos. FRATERNIDAD: Es la unión y buena correspondencia entre los hombres. HONOR: Es el sentimiento profundo de la propia dignidad moral del hombre.

MORAL

Una de las definiciones de "moral" o "moralidad" es el conjunto de creencias y normas de una persona o grupo social determinado que ofician de guía para el obrar, es decir, que orientan acerca del bien o del mal — correcto o incorrecto— de una acción.

CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD

La responsabilidad es un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos, siempre en el plano de lo moral.

Una vez que pasa al plano ético (puesta en práctica), se establece la magnitud de dichas acciones y de cómo afrontarlas de la manera más positiva e integral, siempre en pro del mejoramiento laboral, social, cultural y natural.

La persona responsable es aquella que actúa conscientemente siendo él la causa directa o indirecta de un hecho ocurrido. Está obligado a responder por alguna cosa o alguna persona. También es el que cumple con sus obligaciones o que pone cuidado y atención en lo que hace o decide. En el ámbito penal, culpable de alguna cosa, acto o delito. En otro contexto, es la persona que tiene a su cargo la dirección en una actividad.

Se llama responsabilidad social a la carga, compromiso u obligación que los miembros de una sociedad -ya sea como individuos o como miembros de algún grupo- tienen tanto entre sí como para la sociedad en su conjunto. El concepto introduce una valoración -positiva o negativa- al impacto que una decisión tiene en la sociedad. Esa valorización puede ser tanto ética como legal, etc. Generalmente se considera que la responsabilidad social se diferencia de la responsabilidad política porque no se limita a la valoración del ejercicio del poder a través de una autoridad estatal.

En resumen: la responsabilidad social viene a ser un compromiso u obligación que los miembros de una sociedad, ya sea como individuos o como miembros de subgrupos, tienen con la sociedad en su conjunto; compromiso que implica la consideración del impacto, positivo o negativo, de una decisión.

“La responsabilidad social es la teoría ética o ideológica que una entidad ya sea un gobierno, corporación, organización o individuo tiene una responsabilidad hacia la sociedad. Esta responsabilidad puede ser “negativa”, significando que hay responsabilidad de abstenerse de actuar (actitud de “abstención”) o puede ser “positiva”, significando que hay una responsabilidad de actuar. (actitudproactiva)1

Esta reflexión parte de una serie de consideraciones previas que planteo como graves problemáticas que aún siguen sin soluciones reales. Actualmente vivimos en un mundo

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globalizado económicamente, pero no desde el punto de vista de las condiciones de vida de los habitantes del planeta. Es claro el peso ideológico de un concepto marcadamente economicista del desarrollo económico y empresarial de los territorios. Se detectan situaciones absolutamente dispares desde el punto de vista de las condiciones de trabajo, ambientales y de los derechos democráticos en diferentes áreas geográficas del planeta. Este mundo dual (pobreza-riqueza) también se produce en el seno de nuestra sociedad occidental, y más aún, en nuestras propias ciudades “ricas, cultas y desarrolladas”.

Frente a estas realidades y serias problemáticas socioeconómicas, considero imprescindible la necesidad de una alianza, de un compromiso sincero del mundo empresarial y financiero con el desarrollo económico, social y medioambiental de los territorios. Cada vez contamos con más legislación y más proclamaciones sociales y medioambientales, tanto nacionales como europeas e internacionales, pero se plantea una seria problemática sobre el cumplimiento efectivo (mas bien, incumplimiento) de esos textos jurídicos y políticos.

El Libro Verde de la Unión Europea sobre Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) contiene un concepto con arreglo al cual las empresas deciden voluntariamente contribuir a una sociedad mejor y a un medio ambiente más limpio. Concreta el concepto este documento comunitario aclarando que ser socialmente responsable no significa solamente cumplir plenamente las obligaciones jurídicas, sino también ir más allá de su cumplimiento invirtiendo más en el capital humano (formación, prevención de riesgos laborales, igualdad laboral mujer-hombre), en el entorno social y apostando por las relaciones con los interlocutores reales del territorio.

Desde mi punto de vista, la responsabilidad social de la empresa implicaría ir más allá de las disposiciones legales vigentes en dichas materias. Supone un plus de actividad y compromiso por parte de las empresas para hacer realidad los principios y contenidos de una empresa socialmente responsable. Considero, pues, que la responsabilidad social empresarial constituiría un intento de trasladar el concepto jurídico-constitucional de Estado Social al ejercicio empresarial y financiero, e incluso, al poder institucional en cuanto facilitador y regulador del ejercicio de la actividad empresarial. Podríamos entenderla como una especie de constitucionalización, desde el punto de vista social, del ejercicio empresarial.

Documento relevante en esta materia es VI Programa de Acción Comunitario en Materia de Medio Ambiente (2002-2010). Este documento, incluye entre otros contenidos, la responsabilidad medioambiental de las empresas. Se establece la necesidad de fomentar modelos sostenibles de producción y consumo. También se refiere a la mejora de la colaboración y asociación con las empresas y sus organismos representativos y, en su caso, con participación de los interlocutores sociales, los consumidores y sus organizaciones con miras a mejorar el comportamiento medioambiental de las empresas y a lograr modelos de producción y consumo sostenibles.

Considero conveniente abordar definitivamente la regulación en nuestro Estado de la responsabilidad social de la empresa. La regulación legal debe afrontarse sectorialmente, tratando las diferentes dimensiones y los destinatarios, pues, la regulación imperativa no debe ser para todas las empresas por igual. Deberían ser las grandes compañías, las que superen un determinado volumen de facturación y/o de trabajadores, las que se vean compelidas por esta nueva legislación social.

Mientras tanto se dicta esta nueva legislación, el sector privado, fruto de un proceso de reflexión en los últimos años, está ultimando el lanzamiento de una certificación de Responsabilidad Social (RS), que se concretará, previsiblemente, en el año 2008. En este

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proceso, se han expresado conclusiones tan contundes como que “las empresas que tengan beneficios y no las reinviertan en la sociedad, acabarán desapareciendo”.

Como reflexión final, considero que otros proyectos y otras formas empresariales son posibles, deseables y necesarias para un desarrollo social equilibrado de nuestras ciudades y territorios, en el que la diversificación y sostenibilidad de las actividades económicas sea una de las líneas estratégicas. (*) Ángel B. Gómez Puerto es Doctorado en Derecho Público por la Universidad de Córdoba.

CONCIENTIZACIÓN

Entendemos por concientizar a todo aquello acto que signifique hacer que una persona tome conciencia sobre determinas circunstancias, fenómenos, elementos de su personalidad o actitud, para mejorar su calidad de vida y sus vínculos no sólo con el resto de los individuos si no también con el medio ambiente que lo rodea. La idea de concientizar a alguien siempre tiene un sentido positivo ya que se supone que al llevar a cabo tal acción, uno está haciendo que la otra persona, aquella a la que se concientiza, deje de lado actitudes o fórmulas impulsivas, inconscientes, que comience a utilizar su nivel de madurez e inteligencia para su propio bien y el de otros.

Fomentar valores en las organizaciones

La internalización de los valores en una organización supone que sus miembros se identifican con ellos, para lo cual la gerencia debe asumir la responsabilidad de definirlos, informarlos y cultivarlos, de acuerdo con su propia misión.

Podríamos decir que se trata de un compromiso de “doble vía”. Los líderes tienen una función en la promoción de los valores organizacionales, pero el resto de los miembros tenemos la responsabilidad de conocerlos y la decisión de practicarlos.

El mayor de los retos no es teórico sino práctico.

Las organizaciones están fomentando valores todo el tiempo, a través de todas las actitudes y comportamientos de sus dirigentes, cualquiera que sea su nivel. Todas sus acciones transmiten valores.

Por ejemplo, si una empresa debe impartir un curso en un día no laboral, tiene que comunicar adecuadamente las razones del caso. De lo contrario, la organización termina transmitiendo que el entrenamiento no es trabajo y su importancia se desvaloriza.

Otro ejemplo de una situación en la que se transmiten valores contrarios a los deseados, ocurre cuando los jefes no asisten a los cursos a los que envían a sus subordinados, o cuando hacen lo contrario a lo que se dijo en el curso; o cuando tratan de estimular un esfuerzo o la creatividad con el argumento de que es “algo fácil”.

Promover en las organizaciones valores como el trabajo, el mejoramiento continuo, la excelencia personal, el aprendizaje, o la proactividad, requiere de mucho coraje y un esfuerzo especial de los líderes. Lo que hacemos o dejamos de hacer modela mucho más que nuestras palabras.

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Incluso, personas del mismo nivel en la organización también transmiten referencias de sus propios valores personales. Por ejemplo, las personas poco colaboradoras en un trabajo terminan perdiendo aprecio y relevancia para sus compañeros.

Además de definirlos en términos de conductas específicas, las organizaciones deben ocuparse de mostrar los beneficios prácticos que produce el ejercicio de los valores. No es recomendable asumir que se trata de algo obvio. Es mejor hacer explícita esa asociación.

La metodología más eficiente para el fomento de valores es la que pone énfasis en reforzar las buenas prácticas y las conductas que mejor reflejan la cultura organizacional deseada. Ésta es la vía comprobada y efectiva para estimular que se asuman principios con convicción. Las amenazas y los castigos, en el mejor de los casos, sólo logran generar temor, pero no convicción.

El principio del refuerzo positivo es simple: No se puede obligar a la gente a que haga bien lo que no quiere hacer. Ello además no supone que los errores deben pasarse por alto o que no se debe ser severo. Pero el refuerzo positivo es mucho más que una palmadita en la espalda. Para que esta metodología funcione se debe elogiar a la gente de inmediato, se debe ser específico en el comportamiento reconocido, y se deben expresar los sentimientos positivos que nos hacen sentir la práctica del valor.

Si esta metodología se practica de manera sistematizada se produce un ambiente organizacional que funciona como un círculo virtuoso de reproducción de valores.

DECÁLOGO DE VALORES ORGANIZACIONALES

A continuación encontrará un decálogo de principios que hacen que el desempeño de algunas organizaciones sea superior al de otras, a la vez que sus miembros obtienen más satisfacción personal por ser parte de ellas.

Por supuesto, puede agregar, eliminar o modificar esta lista. Es sólo un ejercicio para mostrar una manera de presentar los valores más como comportamientos que como conceptos teóricos. Así llegan a tener más significado práctico para los miembros de su equipo.

Seleccioné éstos pensando en las organizaciones en general. Seguramente en cada organización hay otros valores y los comportamientos pueden ser descritos de manera aún más específica.

Esta guía se sugiere como un punto de partida para comenzar a desarrollar una lista propia.

Honestidad:

Ofrecemos lo que podemos cumplir y nos esmeramos en lograrlo.

Actuamos con exactitud y puntualidad. No dejamos los resultados al azar.

Honramos y defendemos la propiedad de los demás. Nos comportamos con integridad, de manera coherente.

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Somos auténticos en lo que hacemos. Tenemos una sola cara.

Obramos con un sentido conciente de la justicia. Respetamos la verdad.

No nos aprovechamos de la inocencia o la ignorancia de los demás.

Responsabilidad:

Asumimos la obligación de responder por lo que hacemos o dejamos de hacer.

Ponemos cuidado y atención especial en nuestras decisiones.

Damos la cara por nuestros actos y sus consecuencias.

La responsabilidad es un compromiso esencial con los demás y con nosotros mismos.

No eludimos ni olvidamos nuestras deudas.

Somos previsivos. Planificamos y nos esforzamos para trabajar con orden.

Reconocemos nuestros errores al tiempo que buscamos corregirlos.

Comunicación:

Nos esforzamos más en escuchar lo que tratan de decirnos. Si no entendemos preguntamos.

Buscamos verificar que nos estamos explicando correctamente.

No damos nada por obvio. No suponemos.

Evitamos etiquetar a nuestros interlocutores o sus mensajes.

Evitamos los prejuicios.

No consentimos chismes ni rumores.

Si no nos llega la información la buscamos.

No nos callamos cuando tenemos algo que decir.

No dejamos pasar las oportunidades de mejorar.

Sinceridad:

Nos expresamos con libertad, sin fingir o disimular.

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Creemos en la veracidad como base para poder construir confianza.

Decimos lo que pensamos sin perjudicar a los demás.

Actuamos de manera consistente con todas las personas y en todo momento.

Tratamos a los demás con franqueza.

La sinceridad es reflejo del aprecio por nuestros compañeros de equipo.

Respeto:

No menospreciamos a los demás ni sus opiniones.

Cuando actuamos tenemos consideración y deferencia con los sentimientos de los demás.

Apreciamos a quienes nos rodean.

Nos esforzamos por comprender de manera empática sus puntos de vista y situaciones particulares.

No atropellamos a los demás al interactuar con ellos.

No insultamos ni maltratamos.

No agredimos ni física ni verbalmente a nadie.

Tratamos a las personas con dignidad.

Compañerismo:

El éxito de nuestra organización lo construimos juntos.

El trabajo en equipo requiere de coraje individual.

Los compañeros que valoran más este principio no eluden hacer equipo con los miembros con quienes tienen menos afinidad.

El mejor resultado es producto de que todos en el equipo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo.

La armonía no se logra por casualidad; es una consecuencia del esfuerzo de las personas que constituyen una organización. Se basa en el conocimiento y el aprecio por todos los miembros del equipo.

Solidaridad:

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No significa sólo dar una ayuda sino comprometerse y compartir la situación de aquel con quien me hago solidario.

Es brindar apoyo al ser humano necesitado.

Comprendemos que para que haya solidaridad se requieren dos personas o comunidades.

Supone ayudar sin recibir nada a cambio, aunque nadie se entere, sin esperar reciprocidad.

Es la adhesión a principios comunes e implica compartir por ellos beneficios y riesgos.

Tolerancia:

Aceptamos con respeto las opiniones contrarias a las nuestras.

No descalificamos a las personas que tienen puntos de vista que no compartimos. Las aceptamos con respeto genuino por el individuo, aunque no nos entendamos.

Tolerancia no es hacer concesiones. Tampoco es indiferencia.

Supone conocer y aceptar al otro.

Elegimos ser tolerantes por convicción.

Es condescendencia.

Tolerancia implica voluntad y madurez.

Aprendizaje:

Creemos en el mejoramiento continuo nutrido con la experiencia diaria.

Creemos en la autoridad que confiere el conocimiento, el estudio y la experiencia.

Por ello nos capacitamos y actualizamos de manera permanente y sistematizada.

Entendemos el aprendizaje como un proceso práctico de aplicación de ajustes y cambios en el comportamiento, no sólo como un ejercicio del conocimiento teórico.

Decimos que aprendemos después de haber cambiado lo que era necesario cambiar.

Superación:

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Tenemos el compromiso de mejorar cada día lo que hacemos aunque sea una pequeña parte y no la totalidad.

Es nuestra capacidad y deseo de vencer obstáculos o dificultades. Eso nos motiva.

Los retos nos inspiran.

Nos sentimos realizados como personas con el esfuerzo asumido de manera conciente, porque en ello vemos nuestro potencial.

No hacemos las cosas “más o menos” o por “cumplir”.

Creemos en el poder que se obtiene de la disciplina y la perseverancia.