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FRUTAS Y HORTALIZAS LA LIBERALIZACION DEL COMERCIO INTERNACIONAL, LA REFORMA LA PAC Y LOS HABITOS DE CONSUMO CONDICIONAN LA GESTACION DE UN «NUEVO» MERCADO EMILIO BARCO ^ o se cómo habrá sido en otras tierras, ni cómo habrán sido otras infancias. La mía pasó a caballo entre una fértil vega que fue parque, televisión, videojuego, biblioteca, escuela. Una escuela que fue desarraigo. Mi casa siempre ha estado en la muga que separa las tierras de regadío de las de secano. AI nores- te, una almazuela («partch- work») de esparragueras, coliflores, cardos, puerros, ajos, cebollas, melones y sandías, para casa; tomates y alubias, para la conserve- ra; y algunas matas de borraja y de acelga, para la plaza. Paisaje salpicado de arrugados árboles, como el viejo pero de longuindo, que ya no quedan. AI suro- este, la aridez en la que arraigan los almendros, cebadas y viñedos. Las tie- rras de la vega eran entonces sólo la despensa sin techumbre de la casa. Pero esto cambió y al hortal Ilegó el aire cierzo del mercado. Y entonces estas tierras fueron el espacio en el que se hicieron hombres los hijos-niños de los agricultores, en un rito de iniciación adolescente en el que sólo había una única ambición: Ilegar al ribazo donde muere el renque antes que la madre y escuchar, con el pecho hinchado, «éste ya me deja atrás». En ese tiempo, estas cosas de la huerta eran cosas de niños y de muje- res. EI secano era cosa de hombres. Y el viejo pero de longuindo, y el de la reina, y el manzano de frutos agridul- ces, más eran la sombra en las tardes de bochorno en el verano que la fuente en la que Ilenar las «farcas» de madera oscurecida, que cada lunes, en agosto, descargaban del viejo camión colora- do, con matrícula de Vitoria, en la bodega del abuelo que ya no se usaba, pero en cuyo caño las peras aguanta- ban, a la fresca, hasta el lunes siguiente que marchaban camino del norte. De la mano de los niños y de las mujeres estas cosas de la huerta se fue- ron haciendo cosas de mayores, y lo que era un espacio para personas y ani- males tuvo que acoger también máqui- nas, y a las máquinas, que no tienen la flexibilidad de la carne, les estorbaron los viejos peros, las des- moronadas tapias y los poblados ribazos, y modi- ficaron el paisaje. Y así, fueron cambian- do las huertas y el carác- ter. Los hombres del seca- no, que bajaron a la vega, dejaron entre las zarzas algunos jirones de ese carácter bronco que da el rastrojo, y tomaron ese aire más festivo que pare- ce envolver estas cosas de la huerta. Diversidad de paisajes, de caracteres, de productos. «Aquí hay muchos palillos que tocar», decía mi padre, acostumbrado al ritmo monótono del ciclo de las cepas. Y se hizo hortelano primero, y después hortofruticultor, que así se Ilamó a quienes en las tierras de regadío ponían judías, pepinos, espá- rragos, tomates y pimientos para los meses de verano, y espinacas, coliflo- res, acelgas, lechugas, cardos,... para los de invierno; y en algunas parcelas plantaban árboles frutales alineados marcialmente, a veces guiados con alambres, que parecían, con su piel lisa, la caricatura de los viejos peros de longuindo arrugados, por tantos años dando sombra. Algunas parcelas se Ilenaron de hie- rro y plástico y el viejo camión con matrícula de Vitoria dejó de venir, pero b ^istribución y Consumo 91 JUNIO/JULIO 1995

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FRUTAS Y HORTALIZASLA LIBERALIZACION DEL COMERCIO INTERNACIONAL, LA REFORMA LA PAC Y LOS

HABITOS DE CONSUMO CONDICIONAN LA GESTACION DE UN «NUEVO» MERCADO

EMILIO BARCO

^ o se cómo habrásido en otras tierras,ni cómo habrán

sido otras infancias. La míapasó a caballo entre unafértil vega que fue parque,televisión, videojuego,biblioteca, escuela. Unaescuela que fue desarraigo.

Mi casa siempre haestado en la muga quesepara las tierras de regadíode las de secano. AI nores-te, una almazuela («partch-work») de esparragueras,coliflores, cardos, puerros,ajos, cebollas, melones ysandías, para casa; tomatesy alubias, para la conserve-ra; y algunas matas deborraja y de acelga, para laplaza.

Paisaje salpicado dearrugados árboles, como elviejo pero de longuindo,que ya no quedan. AI suro-este, la aridez en la quearraigan los almendros,cebadas y viñedos. Las tie-rras de la vega eran entonces sólo ladespensa sin techumbre de la casa.

Pero esto cambió y al hortal Ilegó elaire cierzo del mercado. Y entoncesestas tierras fueron el espacio en el quese hicieron hombres los hijos-niños delos agricultores, en un rito de iniciaciónadolescente en el que sólo había unaúnica ambición: Ilegar al ribazo dondemuere el renque antes que la madre yescuchar, con el pecho hinchado, «ésteya me deja atrás».

En ese tiempo, estas cosas de lahuerta eran cosas de niños y de muje-res. EI secano era cosa de hombres. Yel viejo pero de longuindo, y el de la

reina, y el manzano de frutos agridul-ces, más eran la sombra en las tardesde bochorno en el verano que la fuenteen la que Ilenar las «farcas» de maderaoscurecida, que cada lunes, en agosto,descargaban del viejo camión colora-do, con matrícula de Vitoria, en labodega del abuelo que ya no se usaba,pero en cuyo caño las peras aguanta-ban, a la fresca, hasta el lunes siguienteque marchaban camino del norte.

De la mano de los niños y de lasmujeres estas cosas de la huerta se fue-ron haciendo cosas de mayores, y loque era un espacio para personas y ani-males tuvo que acoger también máqui-

nas, y a las máquinas, queno tienen la flexibilidadde la carne, les estorbaronlos viejos peros, las des-moronadas tapias y lospoblados ribazos, y modi-ficaron el paisaje.

Y así, fueron cambian-do las huertas y el carác-ter. Los hombres del seca-no, que bajaron a la vega,dejaron entre las zarzasalgunos jirones de esecarácter bronco que da elrastrojo, y tomaron eseaire más festivo que pare-ce envolver estas cosas dela huerta. Diversidad depaisajes, de caracteres, deproductos. «Aquí haymuchos palillos quetocar», decía mi padre,acostumbrado al ritmomonótono del ciclo de lascepas. Y se hizo hortelano

primero, y después hortofruticultor, queasí se Ilamó a quienes en las tierras deregadío ponían judías, pepinos, espá-rragos, tomates y pimientos para losmeses de verano, y espinacas, coliflo-res, acelgas, lechugas, cardos,... paralos de invierno; y en algunas parcelasplantaban árboles frutales alineadosmarcialmente, a veces guiados conalambres, que parecían, con su piellisa, la caricatura de los viejos peros delonguindo arrugados, por tantos añosdando sombra.

Algunas parcelas se Ilenaron de hie-rro y plástico y el viejo camión conmatrícula de Vitoria dejó de venir, pero

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Frutas y Hortalizas

aparecieron otros más modernos. Unviejo tratante de ganado se hizo alma-cenista de frutas y dos fábricas de con-servas empezaron a trabajar en el pue-blo. Eran los años sesenta.

Más de medio siglo tardaron estascosas de la huerta en entrar en lamodernidad, en hacerse un hueco en lahistoria. Más de medio siglo siendodespensa antes que mercado, para ter-minar siendo sólo mercado.

Aquí siempre hubo un sector sobreel que articular el desarrollo: el ganadolanar trashumante duranteunos siglos, el «sistemacereal» más tarde, y elviñedo hasta bien entradoeste siglo. Con su integra-ción en el mercado estascosas de la huerta asumenel protagonismo en unaparte de la historia de estatierra, y se convierten enmotor para el desarrollo enmuchas áreas del Valle delEbro, del Levante y del Sur.EI sector hortofrutícolaadquiere un peso significa-tivo en el sistema agroali-mentario español que seestá configurando.

PESO ESPECIFICO

Los datos hoy son cla-ros: la producción hortícolaocupa menos de 500.000hectáreas (2,5% de las tie-rras cultivadas) y aportacasi la tercera parte de la ProducciónAgrícola y casi la quinta parte de laProducción Final Agraria. Las frutasocupan poco más de un millón de hec-táreas (6% de las tierras cultivadas) yaportan más del 15% de la ProducciónAgrícola.

En resumen: el sector hortofrutícolaaporta la mitad de la Producción FinalAgrícola, utilizando menos de la déci-ma parte de las tierras cultivadas.

La clave: agricultura intensiva, conpoca tierra y muy exigente en mano deobra, para obtener unos productos muydemandados por la industria conserve-ra, en unos casos, y por el mercado

nacional y la exportación en otros, enun momento de crecimiento económi-co que anima el consumo.

Casi un tercio de siglo después deque los agricultores de secano mudarande carácter, en aquellos años en losque los niños de los hortelanos jugába-mos a ser mayores acurrucados en una«farca» de madera que soñábamos eraun tractor, a punto de entrar en la par-cela en la que toda la familia dejaba losriñones, aparece este cuadro con el queel sector se planta en estos últimos años

del milenio: nueve millones de tonela-das de producción de frutas, la mitadde agrios, y más de diez millones detoneladas de hortalizas.

Casi viente millones de toneladaspesa la producción hortofrutícola deeste país, la cuarta parte de lo que pesala producción comunitaria. Sólo Italiatiene más peso. Francia, Grecia, Alema-nia, Holanda y el Reino Unido estánmuy lejos. Las tres cuartas partes de loque producimos nos lo comemos, casitodo en fresco (se transforma una decada diez que producimos ), y el restolo exportamos, casi todo a los paísescomunitarios.

Nuestra balanza de pagos, que esdeficitaria en el sector agroalimentario,no sería ni siquiera balanza sin estesector.

Exportamos por valor de más demedio billón de pesetas, casi la mitaddel valor de las exportaciones alimenta-rias y pesqueras, dos pesetas en frutaspor cada una de hortalizas. Exportamossobre todo agrios y algunos melones,sandías, uvas de mesa, albaricoques yfresas. Sacamos fuera muchos tomatesen los meses de invierno y hasta que

Ilega el verano, y cebollas,pimientos, lechugas, pepi-nos y calabacines; algunosaños patatas, que tambiéntraemos.

Nuestra balanza depagos se descompensa unpoco porque importamospor valor de la cuarta partede lo que exportamos,aunque nos meten en estesaco las legumbres y lamandioca, que es de loque más traemos. En lasfrutas, las manzanas, lasperas y los frutos secos seIlevan la mayor tajada denuestras importaciones,además de esas frutas queaquí no hacemos: piñas ykiwis.

Tres mercados biendiferentes: uno interno alque abastecer de frutas yhortalizas frescas; unaindustria conservera con

clara vocación exportadora; y un mer-cado exterior, constituido casi exclusi-vamente por los países comunitarios.Tres mercados que vienen funcionandocada uno al margen de los otros, cuan-do no utilizándose para colocar en elotro lo que no admite el suyo. Dema-siado complicado.

Casi un billón de pesetas vale laproducción hortofrutícola que sale deun millón de explotaciones agrarias,según dicen los censos; en la prácticamuchas menos. No se puede ser horti-cultor con poco más de media hectá-rea, ni fruticultor con algo menos dedos hectáreas. Por eso digo que hay

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EN ESTEANUNCIONO TENEMOSESPACIOSUFICIENTEPARADEMOSTRARLO QUE LAA-Z00ES CAPAZDE HACER.

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muchas menos. Por eso y porque yo,que sigo teniendo mi despensa en lahuerta, como antaño, también estoyentre ese millón largo de explotacionesque se recogen en los censos.

Dicen los expertos que la produc-ción hortícola ha tocado techo, que nose esperan crecimientos. En frutas sí;entre el 2 y el 5% anual, dicen. En lavega de mi pueblo esto se ve: cada díahay más árboles y menos huertas. Enestas condiciones la huerta ya no esdespensa, es mercado.

LA METAMORFOSIS

Esta metamorfosis de despensa enmercado se hizo, al menos en mi tierra,así como la cuento. Y como así fue, yno de otra manera, hoy, algunas tardes,en la báscula de la cooperativa, mien-tras veo pasar los remolques cargadosde «palets» con manzanas o tomates,oigo quejarse a los agricultores del

tamaño de las parcelas, de los proble-mas con el riego, de la poca tierra..., deeso que nosotros Ilamamos estructurade producción.

Por lo que oigo, los hortofruticulto-res de mi tierra no la tienen muy bue-na. «Aqui hay mucho tajo si se quierehacer algo» me dicen cuando les pre-gunto por qué están, algunas cosas,como están. También les oigo hablarde otras cosas que a mi me parecenmuy complicadas, pero que ellosmanejan con la soltura de un experto, yque luego se las cuento.

Digo yo si el que ésto de la huertafuera tarea de mujeres y de niños, notendrá algo que ver con lo que ha pasa-do luego; por lo de ser mano de obrabarata, que no por otra razón lo digo.Nos íbamos a comer el mundo, o almenos un trozo grande, oía en los añosochenta. «Nos tienen miedo en Euro-pa», y por eso nos dejaron fuera las fru-tas y las hortalizas en 1986, cuando

nos hicimos europeos y con nosotrosnuestra economía. Era este sector «lapunta de lanza de nuestras exportacio-nes y, por ende, de nuestra economía-leo a L.V. Barceló-. Frente a la afiladalanza del sector hortofrutícola español,la Comunidad Europea había construi-do un escudo protector, mediantebarreras arancelarias (discriminatoriascontra España) y no arancelarias (calen-darios, precios de referencia, tasascompensatorias, etcétera). La incorpo-ración de España a la Comunidad Euro-pea iba a constituir la gran oportunidadde perforar ese escudo. Pero no fueasí» . (Barceló, 1993).

Algunas de nuestras ventajas frentea nuestros socios, como los menorescostes laborales, desaparecieron; otras,como nuestro clima, se amortiguaroncon el desarrollo tecnológico y la inte-gración de nuestra economía en Europanos dejó sin algunos de los apoyos conlos que viajar seguros al extranjero.

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Tampoco estuvieron calmas las relacio-nes con los otros países competidoresde los que no éramos socios, y nuestracondición de colegas comunitarios,nuestra proximidad y nuestro mayornivel de desarrollo perdieron buenaparte de su valor cuando el mercado seabrió y estas cosas de la economíapasaron a amasarse en los foros interna-cionales, aunque luego se cocieranalgo más cerca. Todo se complicó.

«iQué va a pasar en esto de la frutay de la huerta?» le pregunté el otro díaa un hortelano moderno en la básculade la cooperativa, y esta fue la respues-ta: «Pues mira, depende de lo que pasecon esto de los peces con Marruecos.Aquí, si pescamos ya sabemos lo quenos queda. O lo uno o lo otro».

Así de complicado está ésto. Sinecesitan pruebas no tienen nada másque echar un vistazo a la evolución denuestras importaciones y de nuestrasexportaciones. Las primeras se multipli-

can por seis y las otras se mantienen.Cierto es que los últimos cambios en lapolítica monetaria nos han dado un res-piro. Interpretarlo de otra manera seríavolver a las andadas: basar nuestracompetitividad en lo que Barceló Ilama«las muletas» de nuestra economía.

Acaso esté ocurriendo que algunospaíses en desarrollo tienen hoy las ven-tajas comparativas en las que nosotrostanto confiábamos, y la evolución delmercado, o la de los acuerdos que loarticulan, les permite utilizarlas.

Ocurre, aunque ello no explica loque está pasando en casa: nuestrossocios mantienen su cuota en las horta-lizas que compramos fuera y duplicanla de frutas, la misma proporción enque disminuye la cuota de los paísesterceros en nuestras importaciones.Todo esto ocurre en el mismo periodoen el que nosotros les seguimos ven-diendo a ellos lo mismo que les vendía-mos antes, cuando no menos.

MERCADO EN GESTACION

Pero bueno será ir por partes. Si enotros sectores productivos cualquieranálisis pasa necesariamente por obser-var lo que ocurre en el comercio inter-nacional, en éste bien puede afirmarseque no existe un «mercado mundial»propiamente dicho, sino que este mer-cado está gestándose.

Se observa esto con mayor claridadcuanto mayor es el comercio interna-cional, que en algunos productoscomienza a ser significativo: cítricos,manzanas y peras, por ejemplo.

Este mercado mundial está configu-rándose en un momento en el que hayuna fuerte tendencia al aumento de laproducción y un aumento del consu-mo, pero a menor ritmo. En este esce-nario, la UE, primer importador mun-dial, es uno de los mercados más atrac-tivos, y lo es porque está estructurado,es bien conocido, tiene un elevado

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poder adquisitivo y en él los preciosson remuneradores, en general. Es,pues, un bocado apetitoso que muchospaíses productores van a querer comer-se al abrigo de los nuevos aires que tra-erán los compromisos internacionalessi no lo remedia la nueva OCM queahora se debate. Y no hay que olvidarque este mercado, el comunitario, es elprincipal destino de nuestras exporta-ciones, y que en él, cada año, es mayorel movimiento comercial de frutas y dehortalizas entre los países miembros.

Parece oportuno estaral tanto de lo que está ocu-rriendo y, lo que es másimportante, estar. Y elloaunque sólo sea por laimportancia que este sectortiene para el desarrollofuturo de muchas regionesque, en algunos casos, noson precisamente las másfavorecidas.

No hay ninguna regiónen la Europa comunitariaen la que este sector repre-sente las dos terceras par-tes de su Producción FinalAgraria. Aquí sí: la Comu-nidad Valenciana, Murciay Canarias. Y hay pocas enlas que represente más dela cuarta parte, algo quedentro de España ocurre enAndalucía, Baleares, LaRioja y Navarra. Pero noserá sólo por esto: no pare-ce que este país pueda per-mitirse el lujo de prescindir de un sec-tor agroalimentario bien estructurado, yello no es posible con un sector horto-frutícola poco o mal desarrollado.

La orientación que se dé a la Refor-ma de la OCM en este sector es clavepara su futuro. Bueno sería hacer deesto una cuestión de Estado con el res-paldo unánime del sector.

Puestas así las cosas, y conocido loque producimos, lo que nos comemos,lo que compramos y vendemos fuera yel entorno en el que nos movemos,hora es de empezar a trabajar en lo decasa, visto que los «encantos» con losque pensábamos seducir a nuestros

socios no han funcionado y que, inclu-so, hemos comprobado que ellos tam-bién tienen los suyos y, lo que parecemás importante, que les han funciona-do. Esto, y no otra cosa, deduzco de lasfrías estadísticas comerciales. Los hayque a partir de aquí arriman el ascua asus intereses y concluyen: «Todo hapasado porque se negoció mal el Trata-do de Adhesión» y aprovechan estetiempo de reflexión sobre la Reformade la OCM en este sector para hacerpatria argumentando: «Es la única

oportunidad que tenemos para corregirlos errores que se cometieron en lanegociación del Tratado».

Esto escribe Barceló sobre estacuestión: «iNo!, no es así como debeser contemplado el problema. AquelSecretario de Estado (el que negoció elTratado) quitó las muletas del cojo. Fueel entonces Ministro de Agriculturaquien no curó la cojera, merced a unainadecuada política de modernizaciónde las estructuras productivas y comer-ciales. Preso de una concepción socio-lógica equivocada, creyó que la nuevaPAC nos beneficiaría con otras muletasde lujo. Creyó que el sindicalismo no

era sino una acción social colectivaque era disfuncional para un adecuadoejercicio de la profesión de ministro, enlugar de contemplarlo como necesariopara una legítima reestructuración delsector e inestimable institución presta-dora de servicios a un sector debida-mente organizada. No entendió que lasleyes de la modernidad-mercado con-ducían a un desmantelamiento de losapoyos a los precios y que en esa salu-dable competencia la clave residía enfortalecer los músculos». (Barceló,

1993).Se perdió el tiempo y

hoy estamos «cojos» y sinmuletas. Lo que oigo a losagricultores en la báscula.Nadie mejor que ellos,que lo hicieron, saben quela huerta dejó hace yamuchos años de ser des-pensa para ser mercado.

Si es mercado, traté-mosla como mercado yvaloremos el mercado ensu tiempo; esto es, en losúltimos años del siglo XX.Situarlo en otro tiempopuede Ilevarnos al error deseguir demandando las«muletas» que describeBarceló (tipo de cambio,diferencial de inflación,presión fiscal, barreras alcomecio, costes laboralesy tipos de interés), elabo-rando lo que Ilama «todoun plan de anticompetiti-

vidad para el sector hortofrutícola ypara la economía real española en suconjunto».

TRATAMIENTO DE URGENCIA

Bastante tiempo se ha perdido ya,como para permitirnos el lujo de noponer en marcha urgentemente algunasmedidas en este sector. Si gustan deformalismos véanlo encuadernado ytitulen «plan de modernización del sec-tor hortofrutícola», o cualquira otracosa por el estilo.

Otro más, pero que no se quedesólo en carpeta, porque el riesgo es

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grande: demanda de muletas por unaparte del sector y utilización política deesta demanda, elaboración de muletaspropias que contribuyen a hacer másgrande la brecha que separa la econo-mía real de la oficial, intentos desespe-rados de reducir costes con mano deobra inmigrante para mantener bajoslos costes laborales, pérdida de merca-dos en el exterior y balanza de pagosmás desequilibrada en el sector agroali-mentario.

Ejemplos hay muchos yque pasa más oportunida-des para que surjan otrosnuevos. No parece inteli-gente ignorarlo, aunque lapropia diversidad del sectory su dispersión territorialfacilita buenas coartadas.Se pierde la visión del con-junto.

EI crecimiento de lasimportaciones de ajos deChina levanta el clamor enCastilla-La Mancha, las deespárragos del mismo paísy de Perú en el Valle delEbro, las de tomates deMarruecos en Almería, lasde champiñones de Chinay del este europeo en LaRioja y en La Mancha, lasde plátanos de los paísesACP en Canarias,... Pro-ductos concretos, que afec-tan a zonas concretas.Comercio norte-sur, escaso,pero difícil de parar frente

cada día

al que no parece efectivo, más allá delo simbólico, hacer «nacionalismo»barato con campañas de boicot en elconsumo y demanda de barreras deprotección arancelarias. Digamos parasimplificar que otros países tienen hoy,en algunos productos, esas ventajascomparativas que nosotros teníamosfrente a nuestros socios, costes labora-les más bajos principalmente. Ya se queno es tan simple, como también se quelos pobres de los países pobres no vana ser menos pobres como consecuenciade este comercio. No ignoro eso que ennuestros paises ricos Ilamamos dum-ping social.

DOBLE ESCENARIO

Echemos la mirada atrás, cuandonosotros teníamos esas ventajas y nossirvieron de bien poco frente a nuestrossocios. Las claves: cierto nivel de pro-tección, desarrollo tecnológico, buenaestructura productiva y mejor organiza-ción comercial.

Nuestros socios arreglaron las cosasde la producción hace ya bastantesaños, para instalarse después, cómoda-mente, en la realidad económica de

este final de siglo, dominada por lasociedad de servicios. Por eso hay algu-nos, además de socios, son competido-res nuestros.

Doble escenario para la competen-cia: un mercado mundial que se estágestando, en el que no vamos a vender,pero en el que sí vamos a comprar, yun mercado comunitario en el quetenemos que vender, sabiendo quealguno de nuestros socios también nosvan a vender, y a veces incluso lo queellos no producen. Dos escenarios dis-tintos, en los que los factores que deter-minan la competitividad también actua-rán de forma diferente.

En el primero, el precio seguirásiendo el factor más importante, y enlas condiciones de desigualdad norte-sur poco puede hacerse para competir,a lo más articular algunos mecanismosde apoyo en esas producciones sensi-bles para determinadas regiones yponer los medios necesarios para quefuncionen los mecanismos de controlen frontera de las importaciones.

En el mercado comunitario lademanda cada vez es menos sensible alprecio, lo cual se confirma en épocas

de bonanza económica,por lo que los factores decompetitividad se apoyanmás en un mejor conoci-miento de la demanda yen una mejor organizaciónproductiva y comercial.

^iEn relación con lospaíses subdesarrollados, seha acentuado la especiali-zación de España en aque-Ilos productos en los queprima la calidad y que exi-gen una tecnología inter-media, como son los fres-cos, y se han perdido ven-tajas comparativas enaquellos en los que primael precio, como son lasmaterias primas semielabo-radas para las industrias.Respecto del norte deEuropa se ha ganado terre-no en las parcelas del mer-cado donde los recursosnaturales son decisivos: las

frutas frescas» (A. M. Aldanondo 1992).En este sector, más que en otros, el

futuro queda condicionado por sucapacidad para realizar cambios impor-tantes en la producción y en la organi-zación de los productores y, lo que esmás importante, por el ritmo al queestos se realicen.

Lo de la velocidad es más palpableen estos primeros años de la últimadécada del siglo. Los cambios que sehan producido en el escenario en elque actúa el sector agrario están modi-ficando las orientaciones productivas yprovocando deslocalizaciones en deter-minadas producciones.

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^istribución y Consumo ĉó JUNIO/JULIO 1995

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HAY ENVASESQUE OCUPAN

MiJCHO ESPACIO ,INCLUSO PLEGADOS.

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o.iom^.sólo uso .PLAFORM siempre sale ganando, eneconomía, ecología y logística.No te compliques la vida:Las ventajas están en PLAFORM. 100 bendejas de PLAFORM planas ceupan 10 cm. 100 cajas de plictirn plegadas

ocupan 4.20 mts.

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En algunas regiones productoras decereales o de carne, las explotacionesse están orientando hacia productoshortofrutícolas. Donde hay agua sehacen lentamente los cambios, y dondeno la hay no se pierde la oportunidadde demandarla. Atención al PlanNacional de Regadíos que está elabo-rando actualmente el Ministerio deAgricultura, por mandato del Congreso,en la discusión del Plan HidrológicoNacional.

Todas las regiones en este paísestán en esta carrera. « iTonto el últi-mo!» parece ser el grito. Pocos seentretienen en preguntarse: agua, tparaproducir qué?

Esto comienza a preocupar no solopor el crecimiento de la oferta en mer-cados muy sensibles a pequeñas varia-ciones en la producción, sino tambiénpor las repercusiones sobre el territorioy la población en algunas de las zonasmenos favorecidas de la UE.

Parece necesaria una visión de con-junto de estas cosas y no fraccionadapor políticas sectoriales. Algunos paísesse muestran preocupados por estosefectos. EI informe 303 del Senadofrancés, de mayo de 1993, aborda deta-Iladamente este problema. En EstadosUnidos, la Food Agricultural Conserva-tion and Trade Act se ocupa de evitarposibles problemas.

DESLOCALIZACION

Los expertos comunitarios hacencomo que no se creen estas cosas de ladeslocalización. En mi tierra estápasando. Porque no se lo creen siguenjugando con un escenario comunitario,en el que la producción destinada almercado en fresco crece ligeramente,más por los incrementos en los rendi-mientos que por aumentos en la super-ficie dedicada a estos productos. Peroen el fondo están convencidos de que

en este sector, y para algunos produc-tos concretos, aumentarán las «tensio-nes» en los próximos años.

Nuevos argumentos para centrar laatención en el entorno que tenemos,para mirar el «paisaje» en que se trans-formó el hortal cuando dejó de ser des-pensa para ser mercado.

En este sector hay explotaciones-las menos- muy bien estructuradas,con tierra suficiente, poco o nada par-celadas y con agricultores jóvenes, muyformados, capaces de seguir la dinámi-ca del mercado y de adaptarse a loscambios tecnológicos que se están pro-duciendo. No hay datos, pero no creoequivocarme al pensar que hoy en estetipo de explotaciones se está realizandola mayor parte de la producción.

Las más tienen graves problemas ydifícilmente pueden adaptarse a la evo-lución del mercado y a los cambios dela demanda. Cuando las miro, sólo lasmáquinas me recuerdan que son mer-

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Frutas y Hortal izas

cado y no despensa. Tan mala es susituación que dudo incluso que tenganacceso al conocimiento de estos cam-bios. Hay aquí mucho «tajo» para ese«plan» que Ilamábamos de «moderni-zación», como también lo hay, aunquemenos, para esa otra parte, la más diná-mica del sector. Lo hay porque lademanda es compleja en un sector enel que la diversidad de productosaumenta las incertidumbres. «No esfácil que los productores acierten en laelección de las variedades más adecua-das, lo cual no es tan graveen hortalizas, pero si lo esen frutas. En consecuencia,sería muy deseable dispo-ner de organismos profesio-nales de regulación cualita-tiva y cuantitativa de laproducción y de la promo-ción del consumo del pro-ducto o grupo de produc-tos. Así lo hacen los Marke-ting Orders en Estados Uni-dos y así lo podrían hacerlas Interprofesiones enEspaña». (Barceló, 1993).

Aún está este asuntobastante verde. Aquí tam-bién hay «tajo», y más sipensamos que entre nues-tros socios, los que máspitan no están por la labor.

En mi tierra andan aho-ra los agricultores arrancan-do los perales que hacealgunos años alguien lesanimó a plantar. «iSi nosabe uno que poner!» dicen cuandohablamos de estas cosas. En frutas lagama de variedades se amplía en cadaproducto, y son muchos los productos.Aquí hay mucho «tajo». No es fácildecidir. «Falta información -dicen losagricultores-, y la que nos Ilega hay quecogerla con pinzas». Hace falta muchainformación-formación. Hacen faltacanales para que circule. Hacen faltamuchos y buenos receptores.»Lo deayer ya no sirve hoy. Total, que des-pués de estar diez años con la perablanquilla, ahora no la quiere nadie.Aquí hay que estar a la última, y si noya sabes...», oigo que dicen, entre pesa-

da y pesada, en la garita de la báscula.La demanda de productos hortofru-

tícolas está cambiando. La evolucióneconómica, los cambios culturales y lasrecomendaciones nutricionales orien-tan y aceleran estos cambios. En muchamenor medida están influyendo lasacciones de marketing, entre otras razo-nes por la poca atención prestada aestas cosas por las empresas que ope-ran en el sector y por las propias carac-terísticas de estas empresas: muchas,pequeñas y dispersas.

CUESTION DE DIETA

Conocidos los principales factoresque actúan sobre la demanda, no pare-ce prudente dejar en un juego de pala-bras la defensa, no sólo de la dietamediterránea, sino del modo de vidamediterráneo, en esa confrontaciónpermanente de intereses entre paísesdel norte y países del sur en la Europacomunitaria. Algo habrá que hacerpara, desde lo público y desde lo priva-do, reforzar con hechos nuestro discur-so de país mediterráneo, sin olvidar quetambién están en ello algunos de nues-tros socios. A lo peor ocurre que por

hacer de estas cosas solo discurso nues-tros niños y no tan niños, que han cre-cido más cerca del frigorífico que delhortal, prefieran para postre un deriva-do lácteo que una fruta y de primer pla-to una pasta que una ensalada o unaverdura. Es más cómodo quitar unatapa que pelar una naranja. No lesimporta que sea menos divertido. Ahí sihay marketing. Y otras muchas cosas.También aquí hay «tajo», y en ello tam-bién Ilevamos bastante retraso. Algu-nos, con dibujos animados, están ven-

diendo a los críos de aho-ra, que ya no juegan a sermayores acurrucados enuna «farca», salsa de toma-te, pero no con huevos fri-tos, sino sobre una identifi-cación cultural: una pizza.Por ejemplo.

Dicho esto, no debeparecer extraño que seaprecisamente en los paísesmediterráneos, y en espe-cial en España, donde estádisminuyendo el consumode frutas y donde se man-tiene, a duras penas, elconsumo de hortalizasfrescas. Basta mirar a nues-tro entorno para compro-bar cómo, en las ciudadesde forma más acusada, lasfrutas y las hortalizas estánperdiendo esta batalla. Entérminos menos beligeran-tes, bien puede entenderselo que está pasando como

un problema cultural. Este país, por Ile-gar tarde a casi todo, también a esto dela urbanización, no acaba de quitarsede encima algunos complejos que lecrea su origen rural y que le están Ile-vando a comportarse como un imbécilen esto de la alimentación, y en otrascosas.

Bueno será que nos quitemos estoscomplejos cuanto antes, si desde den-tro, esto es, desde nuestro propio mer-cado, queremos aportar algo a este sec-tor que está definiendo aquí y fuera deaquí su papel en el sistema agroalimen-tario de este país en el mercado delpróximo milenio, que no se va a carac-

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^istribudón y Consumo Í ^ĉ JUNIO/JULIO 1995

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Frutas y Hortalizas

terizar precisamente por ser una balsade aceite en estas cosas que se Ilaman«comportamiento de la demanda».

Se mueve, y mucho, esto de lademanda, y también aumenta el abani-co de la oferta. En el último cuarto desiglo se ha multiplicado por dos lagama de variedades que se le presentana los consumidores. «Sólo un conoci-miento anticipado de la evolución de lademanda puede permitir a los produc-tores introducir en sus estructuras deproducción y comercialización loscambios necesarios paraadaptarse a las nuevasnecesidades y sobrevivir enun mercado cada vez máscompetitivo». (A. Siguan,1993).

SUBE LA TENSION

Los expertos comunita-rios prevén un «aumentode la tensión» en este sec-tor en los próximos años(así Ilaman a la apariciónde excedentes y, en conse-cuencia, precios bajos), yen su balance al año 2000hay una mayor producciónque consumo en manza-nas, peras, melocotones,tomates y coliflores. Y ahícentran sus preocupacio-nes.

La necesaria estrategiadel sector para no perderposiciones en ese mercadoque se prevé con «mayor tensión» pasapor conocer el comportamiento de lademanda en los países de destino denuestras exportaciones y aquí en casa,ya que no conviene olvidar, como hasido habitual, que el propio es el másimportante de nuestros mercados y queestá dentro de ese bocado apetitosoque muchos países ansían comerse.

Algo habrá que hacer para frenar lacaída del consumo en casa y seguroque no es suficiente saber que los ricoscomen más endivias, lechugas, naran-jas, melocotones, uvas y cerezas, y lospobres más ajos, judías verdes, pimien-tos, plátanos, manzanas, peras y melo-

nes. Como tampoco lo es saber que enlas ciudades se comen en conjuntomenos frutas y menos hortalizas, aun-que sea mayor el consumo de tomates,de champiñones y de fresas ; que en lasfamilias en las que la mujer trabaja secompran menos de estas cosas; que elque haya muchas familias numerosasno es bueno, y que los jóvenes consu-men la mitad de frutas y hortalizas quelos más mayores.

No es suficiente conocer cómo secomporta la demanda, pero es necesa-

rio. Por eso debe canalizarse toda lainformación de los paneles de consumoa todas las partes que actúan en el sec-tor y, en particular, a los productores.Por eso hay que profundizar en elconocimiento de los hábitos de consu-mo, aún siendo conscientes de la capa-cidad que hoy tiene la distribución paramoldearlos en cualquier momento enfunción de sus intereses, alterando lastendencias observadas.

Por eso y porque se están desarro-Ilando nuevas estrategias que van ainfluir en las tendencias de la demanda.

Ante ese posible escenario «mástenso», algunas empresas Ilevan bastan-

tes años orientando sus produccioneshacia productos con bajo contenido deresiduos de fitosanitarios. Decisionesde este tipo hacen que el consumo seamás sensible a las acciones de marke-ting hasta ahora con poco «espacio»para actuar en este sector.

Dada la importancia de los factoresnutricionales en el consumo, es posibleque aquellas producciones que,mediante campañas publicitarias,garanticen niveles de residuos inferio-res a las tolerancias exigibles, mejoren

su competitividad. Variospaíses están poniendo enmarcha programas de estetipo en aquellos productosque son difíciles de colo-car en los mercados.

No parece prudente noestar «al loro» de lo queestá pasando, sobre todocuando está aumentandoconsiderablemente lavelocidad a la que se reali-zan los cambios y el análi-sis se hace cada vez máscomplejo en la medida enque aparecen nuevas pers-pectivas desde las quecontemplar estas cosas dela demanda.

CAMBIOS ENLA DEMANDA

En esa dirección seorienta el trabajo realizadopor Anabel Siguán, y de él

sintetizo los cambios que cabe esperaren la demanda, con independencia dela evolución económica en los paísesde destino. Aumento en el consumo devariedades de hortalizas que se consu-men crudas (tomates, pepinos, lechu-gas, zanahorias), de frutas fáciles detransportar e ingerir, para consumirentre horas (plátanos, clementinas, fru-tos secos), de frutas y hortalizas talesque una pieza forma una ración, y deproductos muy frescos con un gradoóptimo de madurez.

Con un crecimiento de la economíaen los países de destino: aumento en elconsumo de variedades desconocidas,

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^istribución y^onsumo 104 JUNIOIJULIO 1995

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Frutas y Hortalizas

nuevos colores, híbridos, recuperaciónde viejos sabores y olores, variedadesde fuera de temporada, zumos indus-triales y exprimidos en fresco, hortali-zas limpias y troceadas (cuarta gama) yhortalizas asociadas a un cierto statussocial (espárragos y champiñón) y unadisminución en el consumo de hortali-zas tradicionalmente producidas y con-sumidas en el país de destino y de lashortalizas en conserva (excepto envinagre).

Conocer estas tendencias es impor-tante, como tambien lo son otras con-clusiones a las que Ilega el estudio: «Lademanda por parte del consumidor escada vez menos sensible al precio y lademanda por parte de la gran distribu-ción exige cada vez más una adecuadaorganización productiva y comercial.Para adaptarse a esa demanda exigenteen calidad y estandarización se requie-re un productor joven, dinámico y,especialmente, muy comprometido en

su producción y venta. Para adaptarse alas exigencias de la gran distribución serequieren unas estructuras comercialesmejores y mejor organizadas (AnabelSiguán 1993).

Esa baja sensibilidad de la demandaal precio en los mercados más desarro-Ilados indica el camino por el que nodeberían ir algunas actuaciones enaquellas producciones comunes con lasde países terceros.

En un comercio en el que se acen-túa progresivamente la especializacióndivergente de los paises, en base a sucapacidad tecnológica, España mejora-rá muy lentamente su posición de ofe-rente de productos de calidad a bajoprecio (A. Aldanondo 1992).

De estas cosas también hablan losagricultores en la báscula de la coope-rativa. Mirando alrededor me doy cuen-ta de lo que han cambiado algunascosas desde que aquel viejo camióncon matrícula de Vitoria cargaba las

«farcas» de peras que salían del cañode la bodega de mi abuelo. Oyéndoles,pensé que de la «farca» al «box» y al«pre-packaging» hay un largo caminodel que, a unos más que a otros, toda-vía nos falta un largo trecho por reco-rrer.

En los últimos diez años debería-mos haber conseguido, entre otrascosas, organizar la oferta a través deorganizaciones de productores y aplicarlas normas de calidad. Esa tarea nospusieron nuestros socios cuando Ilama-mos a su puerta. Dos asignaturas pen-dientes, al menos parcialmente.

Nos movemos en los mismos nive-les de comercialización asociada queItalia (30% en frutas y entre el 10 y el15% en hortalizas); la mitad que enFrancia, y estamos muy lejos de alcan-zar el nivel de Bélgica, Holanda yDinamarca (más del 70% de la produc-ción), y, quizás por ésto, todavía siga-mos siendo bastante chapuceros en eso

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Frutas y Hortalizas

de seleccionar, clasificar y presentarante los consumidores nuestros produc-tos.

EL RITMO QUE MARCA LADISTRIBUCION

A lo mejor resulta que aquí, en ori-gen, está sólo una parte del mal. A lopeor resulta que también tiene algo quever en esto la estructura que presentanlos canales de venta en destino: más de10.000 mayoristas, 40.000 tiendasespecializadas y de libreservicio, poco más de 200hipermercados y casi1.000 mercados de barrio.

Las tiendas tradiciona-les todavía siguen siendo ellugar preferido por los con-sumidores para adquirirestos productos (más de latercera parte de las com-pras de los hogares) y la«gran distribución», auto-servicios, supermercados ehipermercados, no acabade alcanzar ese objetivodel 50% que anunciabanhace algunos años losexpertos para acercarse alas cuotas que tienen enotros países, como Alema-nia y Francia. Este proceso,que desplaza la importan-cia de unos a otros lugaresde compra, va más lentode lo que se esperaba, ytengo la sensación de que,en ello, algo tiene que ver el que laorganización de los productores tam-bién va lenta.

Digo esto al observar cómo en algu-nos productos con un mercado mun-dial más definido (tomates frescos, plá-tanos y manzanas), la gran distribuciónle está comiendo el terreno más rápida-mente a las tiendas tradicionales. Larelación mayoristas en destino-importa-dores con la gran distribución se dejanotar.

La maraña de almacenistas en ori-gen y en destino vive en parte por ladesorganización de los productores ypor la cuota que todavía tienen las tien-

das tradicionales, formando un circuitocerrado que se autoalimenta y quehace que el interés que ha mostradodesde hace algunos años la «gran distri-bución» por estos productos no tengaun fiel reflejo en resultados concretos.Todavía es éste un país en el que, eneste sector, los «mercadillos de barrio»tienen más cuota de mercado que loshipermercados. Por algo será.

La gran distribución no va a renun-ciar a un sector que intensifica la visitade frecuencia a la tienda, y que tiene

una buena rentabilidad derivada de laposibilidad de aplicar mayores márge-nes comerciales. Por ésto, y para borrarla mala imagen que en estos productostenían, en los supermercados y en lasgrandes superficies, los departamentosde frutas y de hortalizas son los quemás están creciendo. EI baile no hahecho nada más que empezar.

Quiero decir con esto que ante lapuesta en marcha de grandes centralesde compra y plataformas de distribu-ción por las grandes superficies parahomogeneizar su oferta, los producto-res y los mayoristas en origen o se orga-nizan, o desaparecen. Y en este punto

bueno sería que se parasen ambos gru-pos a pensar más en aquellas cosas queles unen que en aquellas que les sepa-ran, como viene siendo habitual. Y éstolo mismo sirve para los productos desti-nados a transformación que a su consu-mo en fresco. No parece descabellado,aunque algunos pongan el grito en elcielo, conjugar en un proyecto comúnambos intereses, en vez de desperdiciarel saber y la experiencia de cada uno.La fórmula de la pureza, los producto-res solos, ha demostrado que es lenta, y

que no pocas veces con-

duce al fracaso.

Los productores estánen lo de la integración ver-tical hacia adelante, bus-cando captar parte delvalor añadido de la prepa-ración, transformación ycomercialización, peroque no olviden que se da,y mucho, la integraciónhacia atrás. Cada día esmayor el número demayoristas que se abaste-cen en parte con sus pro-pias producciones.

EI movimiento que enlos mercados mayoristasestá provocando la con-centración de la distribu-ción ha sido capaz deconseguir que se oiga algoque los consumidores Ile-van toda la vida denun-ciando sin conseguir nada:la utilización del mercado

nacional para la venta de los productosque por su inferior calidad no podíanser exportados. Ahora, hacen autocríti-ca los mayoristas, y reconocen el aban-dono en el que ha estado el mercadopropio en muchas cosas.

Terreno abonado para ser desplaza-dos por operadores foráneos que consólo ser racionales en el suministro almercado español, o lo que es lo mis-mo, tratándolo como a los demás, estánabriéndose un hueco en nuestra propiacasa. Esto está pasando.

Esta reorganización de la distribu-ción está desplazando al precio comofactor principal para competir, dando

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^istribución y Consumo Í ^ó JUNIO/JULIO 1995

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protagonismo a otros como tecnología,envase, servicio, marketing, .... , facto-res que, en una caja de fruta, han igua-lado ya al valor del producto. Cuandoésto ocurre, el sector servicios empiezaa tener un espacio definido en el queactuar.

De todo esto se derivan algunascondiciones para los suministradoresen: plazos de pago, uniformidad y regu-laridad en las entregas, presentación,higiene y salubridad de los productos,diversificación de la oferta, informatiza-ción en el proceso de con-fección, etcétera.

Si a estas condicionesresponden los productoresy los mayoristas con unabuena organización, y enalgunos productos seponen en marcha merca-dos de futuro, se les habráacabado el «chollo» aquienes Ilevan más de untercio de siglo viviendogracias al «caos» que siem-pre ha existido en estascosas del comercio de losproductos del hortal, desdeque dejó de ser despensapara ser mercado.

Pero hay más. Las con-secuencias que se derivande una mayor concentra-ción en la distribución Ile-gan hasta la producción.Cuando, en el productofinal, el valor de las mate-rias primas representamenos que el valor aportado por lasactividades relacionadas con la distri-bución, las ventajas comparativas deri-vadas de las condiciones climáticaspierden fuerza, pudiendo ser contra-rrestadas por aquellos competidoresque consigan dominar el resto de lasetapas, no agrarias, por las que pasa elproducto hasta Ilegar al consumo.

No debe olvidarse, además, que loscambios tecnológicos están haciendoque las condiciones agroclimáticassean menos determinantes, sobre todoen hortalizas, aún cuando en frutastodavía puedan mantenerse algunasventajas por este factor.

Frutas y Hortalizas

Desde esta perspectiva, el dominiode la tecnología es, en este sector, unfactor clave para la competitividad, y lagran distribución está en condicionesde orientar el desarrollo tecnológico enla dirección que mejor le permitaalcanzar sus exigencias respecto a lascaracterísticas de los productos.

Esto se traduce en una especializa-ción y división del trabajo en la pro-ducción, o lo que es igual, en una pro-gresiva «industrialización» de la activi-dad hortofrutícola.

En este proceso, sólo los más «cua-lificados» podrán sobrevivir. «La conse-cuencia de esta situación es que amedida que se extiende la cuota demercado cubierta por la gran distribu-ción, las producciones que no consiganadaptarse a esas condiciones acabanconvirtiéndose en marginales, con cadavez menos alternativas para la búsque-da de unas condiciones favorables depuesta en mercado que garanticen larentabilidad de las explotaciones». (F.Ramos 1991).

Por todas estas cosas, el reto delsector en los próximos años no va a serproducir o exportar más, sino afrontar

todos los cambios estructurales queestán pendientes desde que estas cosasde la huerta dejaron de ser despensapara ser mercado. Esto es necesario sise quiere conseguir: en la producción,rentabilidad suficiente en un mercadoexcedentario que, además, estará pre-sionado por una fuerte competenciaadicional de productos procedentes depaises terceros, con algunos de los cua-les se avanzará en acuerdos preferen-ciales, por razones de políticas comuni-tarias no agrarias; y en el comercio,

consolidar la posición enel mercado comunitario yaprovechar la dimensión ylas características del pro-pio, rescatándolo del olvi-do en el que durante tan-tos años ha estado.

ABRIR LASVENTANAS

Cuando se eleva lamirada sobre los peros ylos manzanos en los queestá «cuajando» el fruto,sobre las tomateras en flor,y sobre los «caballones»de tierra seca en los que,cada mañana, hombres ymujeres juegan a adivinardonde se esconde el espá-rrago blanco para Ilevarloen su cesta a la conserve-ra, se ven, desde una delas ventanas de mi casaabierta al levante, estas

cosas que les he contado.AI poniente está, como siempre ha

estado, la tierra seca que salió delinvierno con los frutos casi muertos,para acabar muriendo en primavera.

Desde mi casa la cara alegre de lavida siempre se ha visto por la ventanaque da al levante. Ya era así cuando elpaisaje era un hortal y el hortal unadespensa. Y mañana, así me gustaríaque fuera.

A lo mejor es por eso por lo quesigo haciendo de la huerta mi despensay, de vez en cuando, me acerco a labáscula de la cooperativa para entenderalgo de las cosas del mercado, y enton-

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^istribución y Consumo 1 1() JUNIO/JUL10 1995

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Frutas y Hortalizas

ces, lo que oigo, lo que veo, cuandovuelvo a casa, se lo cuento.

Pudiera ser también que la ventanade mi casa que da al levante sea, comoen toda casa vieja, estrecha y más alládel hueco limitado por su marco estascosas se vean de otra manera.

Yo, como lo veo, se lo cuento, aun-que algo si debe estar pasando, porquelos jardines están Ilenos de pensamien-tos y, como dice Ramón Irigoyen, nava-rro que se fue de La Rioja a Madridpara estar más cerca de Europa: antes,en un jardín español sembrabas pensa-mientos y nacía una cebolla.

Si de todo ésto sale una cebolla,disculpen las molestias y diremos quela culpa es de la ventana que es dema-siado estrecha. q

Alcanadre. La Rioja.Mayo de 1995.

EMILIO BARCOExperto en agricultura

y desarrollo rural

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