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Sobre este supuesto de que los hombres son corderos erigieron sus sistemas los grandes inquisidores y los dictadores. Más aún, esta creencia de que los hombres son corderos y que, por lo tanto, necesitan jefes que tomen decisiones por ellos, ha dado con frecuencia a los jefes el convencimiento sincero de que estaban cumpliendo un deber moral —aunque un deber trágico— si daban al hombre lo que éste quería, si eran jefes que lo libraban de la responsabilidad y la libertad.

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ANTROPOLOGÍA Y PSICOANALISIS

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Sobre este supuesto de que los hombres son corderos erigieron sus sistemas los grandes inquisidores y los dictadores. Más aún, esta creencia de que los hombres son corderos y que, por lo tanto, necesitan jefes que tomen decisiones por ellos, ha dado con frecuencia a los jefes el convencimiento sincero de que estaban cumpliendo un deber moral —aunque un deber trágico— si daban al hombre lo que éste quería, si eran jefes que lo libraban de la responsabilidad y la libertad.

Pero si la mayor parte de los hombres fueron corderos ¿Por qué la vida del hombre es tan diferente de la del cordero? Su historia se escribió con sangre; es una historia de violencia constante, en la que la fuerza se usó casi invariablemente para doblegar su voluntad. ¿Exterminó Talaat Pachá por sí solo millones de armenios? ¿Exterminó Hitler por sí solo a millones de judíos? ¿Exterminó Stalin por sí solo a millones de enemigos políticos? Esos hombres no estaban solos, contaban con miles de hombres que mataban por ellos y que lo hacían no sólo voluntariamente, sino con placer.

¿No vemos por todas partes la inhumanidad del hombre para el hombre, en guerras despiadadas, en asesinatos y violaciones, en la explotación despiadada del débil por el fuerte, y en el hecho de que el espectáculo de las criaturas torturadas y dolientes haya caído con tanta frecuencia en oídos Sordos y en corazones duros?

Para Fromm, que vivió en pleno siglo XX ésta es el reflejo del síndrome de decadencia, pues a pesar del enorme riesgo de muerte, prevalece el odio inspirado en un narcisismo maligno, suicida; se impone entre los gobiernos de las superpotencias.A Fromm le interesa la visión de Thomas Hobbes, en el sentido de que el hombre es lobo del hombre, pero al mismo tiempo destaca la inclinación humana al autosacrificio. Se pregunta respecto de esta condición dual si es el hombre lobo o cordero de sí mismo. En busca de una respuesta recurre al Nuevo Testamento para concluir finalmente que este libro refleja tanto una condición como la otra, y concluye que el individuo es a la par lobo y cordero. En contraposición, describe el síndrome de crecimiento: “el amor a la vida (en cuanto opuesto al amor a la muerte) el amor al hombre (opuesto al narcisismo) y el amor a la independencia (opuesto a la fijación simbiótica).

 Anatomía de la destructividad humana. En este escrito planteó la idea de que el hombre se decanta en su vida entre dos fuerzas: la biofilia y la necrofilia. La primera es la fuerza que impulsa al ser humano a amar la vida y a crear. La segunda es el reverso tenebroso de esta fuerza. La necrofilia surge cuando el hombre se decanta por el egoísmo, y conlleva la soberbia, la codicia, la violencia, el ansia de destruir y el odio a la vida. Es de destacar el magnífico estudio que Fromm hizo, en este libro, acerca de la personalidad de Hitler basándose en esta teoría de la biofilia-necrofilia.

Parece que la mayoría de los hombres son niños sugestionables y despiertos a medias, dispuestos a rendir su voluntad a cualquiera que hable con voz suficientemente amenazadora o dulce para persuadirlos

Pero los argumentos de las dos partes nos dejan desconcertados. Es cierto que podemos conocer personalmente algunos asesinos y sádicos potenciales y manifiestos tan despiadados como lo fueron

Stalin y Hitler; pero éstas son las excepciones y no la regla. ¿Supondríamos que tú y yo y la mayor parte de los hombres corrientes son lobos disfrazados de corderos, y que nuestra

"verdadera naturaleza" se manifestara una vez que nos libremos de las inhibiciones que nos han impedido hasta ahora obrar como

bestias?

Los matadores tienen que inventar historias sobre la nobleza de su causa, sobre la defensa, sobre las amenazas a la

libertad, sobre la venganza de niños muertos a bayonetazos, de mujeres violadas, del honor mancillado,

para hacer que la mayoría de los corderos actúen como lobos.

El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad, y no el malvado o el sádico

Si el hombre hace el mal, se hace más malo. Así, el corazón del faraón "se endurece" porque persiste en hacer el mal; se endurece hasta un punto en que no es posible el cambio ni el arrepentimiento. El Antiguo Testamento ofrece por lo menos tantos ejemplos de hacer el mal como de hacer el bien, y no exime ni aun a figuras glorificadas como el rey David de la lista de los hacedores del mal. La posición del Antiguo Testamento es que el hombre tiene las dos capacidades —la del bien y la del mal— y que tiene que elegir entre el bien y el mal, entre la bienaventuranza y la execración, entre la vida y la muerte. Dios no interviene en su elección; presta ayuda enviando sus mensajeros, los profetas, a enseñar las normas que conducen a distinguir la bondad, a identificar el mal, y a amonestar y protestar. Pero hecho eso, se le deja solo al hombre con sus "dos fuerzas", la fuerza para el bien y la fuerza para el mal, y la decisión es suya únicamente.

La bancarrota moral de Occidente, que empezó con la primera Guerra Mundial y llevó, más allá de Hitler y Stalin, de Hiroshima, a la

preparación actual para el exterminio universal, puso de manifiesto una vez más la insistencia tradicional sobre la predisposición del hombre al

mal. Esta nueva insistencia fue un saludable antídoto para la subestimación del potencial intrínseco de maldad que hay en el

hombre;

VIOLENCIAVIOLENCIA LUDICA

VIOLENCIA REACTIVA (FUNCIÓN DEFENSIVA) (FRUSTRACIÓN)

EN LA VIOLENCIA VENGATIVA, POR OTRA PARTE, EL DAÑO YA HA SIDO HECHO, Y POR LO TANTO LA VIOLENCIA NO TIENE FUNCIÓN DEFENSIVA.

Con la agresión resultante de la frustración se relaciona la hostilidad producida por la envidia y los celos. Los celos y la

envidia constituyen una clase especial de frustración. Los produce el hecho de que B tiene un objeto que A desea, o es amado por una persona cuyo

amor desea A. En A se producen odio y hostilidad contra B porque recibe lo que A desea y no puede tener. La envidia

y los celos son frustraciones, acentuadas por el hecho de que no sólo no consigue A lo que desea, sino que en vez de él es favorecida otra

persona

La historia de Caín, desamado sin culpa por su parte, que mata al hermano favorecido, y la historia de José y sus hermanos, son versiones clásicas de celos y envidia.

La gente se siente amenazada, y para defenderse está dispuesta a matar y destruir. En el caso de ilusiones paranoides de persecución, encontramos el mismo mecanismo, pero no en grupos, sino en individuos. En los dos casos, la persona se siente subjetivamente en peligro y reacciona agresivamente.

El motivo de la venganza está en razón inversa con la fuerza y la capacidad productora de un grupo o de un individuo. El impotente y el inválido no tiene más que un recurso para restablecer la estimación de sí mismo si fue quebrantada por haber sido dañada: tomar venganza de acuerdo con la lex talionis: "ojo por ojo" El material psicoanalítico demuestra que la persona madura y productiva es menos impulsada por el deseo de venganza que la persona neurótica que encuentra dificultades para vivir independientemente y con plenitud, y que propende con frecuencia a jugarse toda su existencia por el deseo de venganza

Cuando tales hombres —que en la vida ordinaria probablemente harían más bien que mal— llegan a puestos de poder desde los que mandan a millones de hombres y controlan las armas más destructoras, pueden causar daños inmensos. En la vida civil podrían haber destruido a un competidor; en nuestro mundo de Estados poderosos y soberanos ("soberano" significa no sometido a ninguna ley moral que restrinja la acción del Estado soberano), pueden destruir a la especie humana.

Pero así como se necesitan armas para hacer la guerra, se necesitan las pasiones del odio, de la indignación, de la destrucción y del miedo para hacer que millones de hombres arriesguen la vida y se conviertan en asesinos.

Escogeré tres fenómenos que, en mi opinión, constituyen la base de la forma más maligna y peligrosa de la orientación humana; son el amor a la muerte, el narcisismo maligno y la fijación simbiótico incestuosa. Las tres orientaciones, cuando se combinan, forman el "síndrome de decadencia", el que mueve al hombre a destruir por el gusto de destrucción, y a odiar por el gusto de odiar.

Estrechamente relacionada con la violencia vengativa está unafuente de destructividad debida al quebrantamiento de la fe