frei betto carta abierta a ernesto che guevara

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3 Revista Casa de las Américas No. 248 julio-septiembre/2007 pp. 3-5 CHE, A CUATRO DÉCADAS DE SU MUERTE Querido Che: Ya han pasado cuarenta años desde que la CIA te asesinó en la selva de Bolivia, el 9 de octubre de 1967. Tenías entonces treinta y nueve años. Pensaban tus verdugos que, al meterte balas en tu cuerpo, después de haberte capturado vivo, condenarían al olvido tu memoria. Ignoraban que, al contrario de los egoístas, los altruistas nunca mueren. Los sue- ños libertarios no quedan confinados en jaulas como pájaros domestica- dos. La estrella de tu boina brilla más fuerte, la fuerza de tus ojos guía a generaciones por las rutas de la justicia, tu semblante sereno y firme inspira confianza a quienes combaten por la libertad. Tu espíritu tras- ciende las fronteras de la Argentina, de Cuba y de Bolivia y, como llama ardiente, inflama aún hoy el corazón de muchos revolucionarios. En estos cuarenta años ha habido cambios radicales. Cayó el muro de Berlín y sepultó al socialismo europeo. Muchos de nosotros sólo ahora comprendemos tu osadía al señalar en Argel, en 1965, las grietas en las murallas del Kremlim, que nos parecían tan sólidas. La historia es un río veloz que no ahorra obstáculos. El socialismo europeo trató de detener las aguas del río con el burocratismo, el autoritarismo, la inca- pacidad para llevar a la vida cotidiana el avance tecnológico derivado de la carrera espacial y, sobre todo, se revistió de una racionalidad economicista que no hincaba sus raíces en la educación subjetiva de los sujetos históricos: los trabajadores. Quién sabe si la historia del socialismo no sería distinta hoy si hubie- ran prestado oído a tus palabras: FREI BETTO Carta abierta a Ernesto Che Guevara

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CHE, A CUATRO DÉCADAS DE SU MUERTE

Querido Che:Ya han pasado cuarenta años desde que la CIA te asesinó en la selva deBolivia, el 9 de octubre de 1967. Tenías entonces treinta y nueve años.Pensaban tus verdugos que, al meterte balas en tu cuerpo, después dehaberte capturado vivo, condenarían al olvido tu memoria. Ignorabanque, al contrario de los egoístas, los altruistas nunca mueren. Los sue-ños libertarios no quedan confinados en jaulas como pájaros domestica-dos. La estrella de tu boina brilla más fuerte, la fuerza de tus ojos guía ageneraciones por las rutas de la justicia, tu semblante sereno y firmeinspira confianza a quienes combaten por la libertad. Tu espíritu tras-ciende las fronteras de la Argentina, de Cuba y de Bolivia y, como llamaardiente, inflama aún hoy el corazón de muchos revolucionarios.

En estos cuarenta años ha habido cambios radicales. Cayó el murode Berlín y sepultó al socialismo europeo. Muchos de nosotros sóloahora comprendemos tu osadía al señalar en Argel, en 1965, las grietasen las murallas del Kremlim, que nos parecían tan sólidas. La historia esun río veloz que no ahorra obstáculos. El socialismo europeo trató dedetener las aguas del río con el burocratismo, el autoritarismo, la inca-pacidad para llevar a la vida cotidiana el avance tecnológico derivado dela carrera espacial y, sobre todo, se revistió de una racionalidadeconomicista que no hincaba sus raíces en la educación subjetiva de lossujetos históricos: los trabajadores.

Quién sabe si la historia del socialismo no sería distinta hoy si hubie-ran prestado oído a tus palabras:

FREI BETTO

Carta abierta a Ernesto Che Guevara

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Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuan-do una de esas equivocaciones se produce, se notauna disminución del entusiasmo colectivo por efec-to de una disminución cuantitativa de cada uno delos elementos que lo forman, y el trabajo se paralizahasta quedar reducido a magnitudes insignificantes:es el instante de rectificar.1

Che, muchos de tus recelos se han confirmado a lolargo de estos años y han contribuido al fracaso denuestros movimientos de liberación. No te escucha-mos lo suficiente. Desde África, en 1965, le escribistea Carlos Quijano, del periódico Marcha, de Montevi-deo: «Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, queel revolucionario verdadero está guiado por grandessentimientos de amor. Es imposible pensar en un revo-lucionario auténtico sin esta cualidad».

Esta advertencia coincide con lo que el apóstol Juan,exiliado en la isla de Patmos, escribió en el Apocalipsishace dos mil años, en nombre del Señor, a la iglesia deÉfeso:

Conozco tu conducta, el esfuerzo y la perseveran-cia. Sé que no soportas a los malos. Aparecieronalgunos diciendo que eran apóstoles. Tú los pro-baste y descubriste que no lo eran. Eran mentiro-sos. Ustedes han sido perseverantes. Sufrieron porcausa de mi nombre y no se desanimaron. Pero hayuna cosa que repruebo en ti: abandonaste el primeramor. [2, 2-4]

Algunos de ellos, Che, abandonaron el amor a los po-bres, que hoy se multiplican en la Patria Grande latinoa-mericana y en el mundo. Dejaron de guiarse por grandessentimientos de amor para ser absorbidos por estérilesdisputas partidarias y, a veces, hicieron de los amigos,enemigos, y de los verdaderos enemigos, aliados. Co-rroídos por la vanidad y por la disputa de espacios

políticos, ya no tienen el corazón encendido por ideasde justicia. Permanecieron sordos a los clamores delpueblo, perdieron la humildad del trabajo de base y ahoracambian utopías por votos.

Cuando el amor se enfría, el entusiasmo se apaga yla dedicación se retrae. La causa como pasión desapa-rece, como el romance entre una pareja que ya no seama. Lo que era «nuestro» resuena como «mío», y lasseducciones del capitalismo reblandecen los principios,cambian los valores y si todavía proseguimos en lalucha es porque la estética del poder ejerce mayor fas-cinación que la ética del servicio.

Tu corazón, Che, latía al ritmo de todos los pueblosoprimidos y expoliados. Peregrinaste desde la Argenti-na a Guatemala, de Guatemala a México, de México aCuba, de Cuba al Congo, del Congo a Bolivia. Todo eltiempo saliste de ti mismo, encendido de amor, que entu vida se traducía en liberación. Por eso podías afir-mar con autoridad que

[h]ay que tener una gran dosis de humanidad, una grandosis de sentido de la justicia y de la verdad, para nocaer en extremos dogmáticos, en escolasticismosfríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hayque luchar porque ese amor a la humanidad vivientese transforme en hechos concretos, en actos quesirvan de ejemplo, de movilización.

Cuántas veces, Che, nuestra dosis de humanidad seha resecado, calcinada por dogmatismos que nos hin-charon de certezas y nos dejaron vacíos de sensibili-dad para con los dramas de los condenados de la Tierra.Cuántas veces nuestro sentido de justicia se perdió enescolasticismos fríos que proferían sentencias impla-cables y proclamaban juicios infamantes. Cuántas vecesnuestro sentido de verdad cristalizó en el ejercicio deautoridad, sin que correspondiésemos a los anhelos de quie-nes sueñan con un trozo de pan, de tierra y de alegría.

Tú nos enseñaste un día que el ser humano es el«actor de ese extraño y apasionante drama que es laconstrucción del socialismo, en su doble existencia deser único y miembro de la comunidad». Y que este noes «un producto acabado. Las tareas del pasado se

1 Las citas del Che tienen como fuente el texto «El socialismo yel hombre en Cuba», publicado en Ernesto Che Guevara, es-critos y discursos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,1977, pp. 253-272.

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trasladan al presente en la conciencia individual y hayque hacer un trabajo continuo para erradicarlas». Qui-zás nos ha faltado destacar con más énfasis los valo-res morales, las emulaciones subjetivas, los anhelosespirituales. Con tu agudo sentido crítico cuidaste deadvertirnos que

[e]l socialismo es joven y tiene errores. Los revolu-cionarios carecemos, muchas veces, de los cono-cimientos y la audacia intelectual necesarios paraencarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevopor métodos distintos a los convencionales, y losmétodos convencionales sufren la influencia de lasociedad que los creó.

A pesar de tantas derrotas y errores, hemos tenidoconquistas importantes a lo largo de estos cuarentaaños. Los movimientos populares han irrumpido en todoel Continente. Hoy en muchos países están mejor or-ganizados los campesinos, las mujeres, los obreros,los indios y los negros. Entre los cristianos, una partesignificativa ha optado por los pobres y engendró laTeología de la Liberación. Hemos sacado considera-bles lecciones de las guerrillas urbanas de los años 60;de la breve gestión popular de Salvador Allende; delgobierno democrático de Maurice Bishop, en Granada,masacrado por las tropas de los Estados Unidos; de la as-censión y la caída de la Revolución Sandinista, de la luchadel pueblo de El Salvador. En México, los zapatistas deChiapas ponen al desnudo la política neoliberal, y se pro-paga por la América Latina la primavera democrática,con los electores repudiando a las viejas oligarquías yeligiendo a aquellos que son a su imagen y semejanza:Lula, Chávez, Morales, Correa, Ortega, entre otros.

Falta mucho por hacer, querido Che. Pero conser-vamos con cariño tus herencias mayores: el espírituinternacionalista y la Revolución Cubana. Una y otra

cosa se presentan hoy como un solo símbolo. Coman-dada por Fidel, la Revolución Cubana resiste al blo-queo imperialista, la caída de la Unión Soviética, la ca-rencia de petróleo, los medios de comunicación quepretenden satanizarla. Resiste con toda su riqueza deamor y de humor, salsa y merengue, defensa de la pa-tria y valoración de la vida. Atenta a tu voz, ella desen-cadena un proceso de rectificación, conciente de loserrores cometidos y empeñada, a pesar de las dificul-tades actuales, en hacer realidad el sueño de una socie-dad donde la libertad de uno sea la condición de justi-cia del otro.

Desde donde estés, Che, bendícenos a todos noso-tros los que comulgamos en tus ideales y tus esperanzas.Bendice también a los que se cansaron, se aburguesarono hicieron de la lucha una profesión en su propio bene-ficio. Bendice a los que tienen vergüenza de confesar-se de izquierda y de declararse socialistas. Bendice alos dirigentes políticos que, una vez destituidos de suscargos, nunca más visitaron una favela ni apoyaronuna movilización. Bendice a las mujeres que, en casa,descubrieron que sus compañeros eran lo contrario delo que ostentaban fuera, y también a los hombres queluchan por vencer el machismo que los domina.Bendícenos a todos nosotros los que, ante tanta mise-ria que siega vidas humanas, sabemos que no nos que-da otra vocación más que la de convertir corazones ymentes, revolucionar sociedades y continentes. Sobretodo bendícenos para que, todos los días, estemosmotivados por grandes sentimientos de amor, de modoque podamos recoger el fruto del hombre y la mujernuevos.

4 de julio de 2007

Traducción del portugués por J.L.Burguet

Tomado de: www.defensahumanidad.org

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Pasados tres lustros del derrumbe del campo socialista europeo, elmundo presencia nuevamente el fulgor del horizonte marxista enel continente americano. Se desperezan las fuerzas otrora dormi-

das de los pueblos, que siglos atrás habían desatado, con sus diferencias,Bolívar, Martí, Marx, Lenin y Gramsci, entre otros. Hoy más que nuncael pensamiento revolucionario se nutre de las especificidades de la PatriaGrande y mira hacia atrás para tomar impulso. Es releído el texto marxis-ta simultáneamente con el legado independentista y anticolonialista de laAmérica. Se reivindican a sí mismos de las tergiversaciones y losdogmatismos de ciertas posturas deterministas del socialismo real, queaños atrás parecían enterrarlos en el polvo de la historia. En este panora-ma, el Che irradia con sus ideas el renaciente socialismo del siglo XXI. Supensamiento crítico, su ejemplaridad y sobre todo, sus fundamentacionesacerca de los errores que llevaron al derrumbe socialista, nos ofrecen lacuerda salvadora donde ceñirnos para avanzar por el escabroso peropromisorio camino hacia la libertad definitiva de los pueblos.

El Che nació en la Argentina el 14 de junio de 1928 y murió asesinadoen Bolivia el 9 de octubre de 1967. Desde entonces, estas dos fechasadquieren connotación inequívoca para todos los revolucionarios, peroespecialmente para aquellos que tuvieron la posibilidad de trabajar junto aél. Es que la obra del Che ha trascendido su vida, como legado históricode incuestionable valor para las generaciones actuales y las por venir queestán decididas a las transformaciones sociales hacia un mundo mejor.Hoy, para la América Latina, que vive jubilosa esas transformaciones endiversos países, las reflexiones del Che sobre la ética marxista y en gene-ral sobre la praxis y la sociedad socialistas, fertilizan las ideas de los nue-vos líderes revolucionarios y se funden con lo que viene sucediendo en la

ORLANDO BORREGO DÍAZ

El Che: Cuba, la América Latinay el mundo

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realidad, para potenciar los logros y erradicar los erroresde nuestros procesos antimperialistas, independentis-tas y socialistas.

En el caso de la sociedad cubana, el Che se cuestio-nó desde muy temprano cuál debía ser el modelo dedirección económica a adoptarse de acuerdo con lascaracterísticas históricas, las condiciones económicas,los antecedentes de la lucha revolucionaria por la quehabía atravesado el país desde la época colonial y suindependencia mediatizada, hasta arribar al triunfo re-volucionario de 1959 liderado por Fidel Castro. El Chefue uno de los artífices principales de la liberación cu-bana. Al decir del comandante Faustino Pérez, uno delos más destacados combatientes del Movimiento 26de Julio y de la guerra de liberación: la primera sangrederramada en suelo patrio después del desembarco delGranma fue la del Che.1 Son conocidos su coraje y laaudacia demostrada por él a lo largo de toda la lucha enla Sierra Maestra. Refiriéndose a aquellos años inicia-les, Fidel expresaría mucho después:

Muchas veces nosotros tuvimos que de alguna ma-nera o de otra adoptar medidas para preservarlo. Enmás de una ocasión tuvimos que oponernos a larealización de algunas de las acciones que queríallevar a cabo. Y sobre todo en la medida que íbamosapreciando sus magníficas condiciones de comba-tiente y la posibilidad de que pudiese servir a la re-volución en tareas o misiones de la mayor impor-tancia estratégica [...]. Y así fue cómo en ciertamedida llegó el momento en que se le hizo Coman-dante de una de las columnas invasoras, para cum-plir una tarea tan difícil, una proeza tan singular comofue la invasión hasta la provincia de Las Villas.2

La proeza señalada por Fidel la llevaría a cabo al mis-mo tiempo en que la realizaba también su entrañablecompañero de armas, el comandante Camilo Cienfuegos,

al frente de otra columna guerrillera, en su avance por elnorte de la provincia villaclareña para ocupar la ciudadde Yaguajay. El 1 de enero de 1959 fue liberada la ciu-dad de Santa Clara y con esa acción toda la provinciacentral quedaba en manos rebeldes. A partir del triunfode la Revolución, el Che se fue adentrando en un mundodistinto de aquel, en que ya había alcanzado una apre-ciable cultura política junto a una experiencia de lucharevolucionaria que hizo crecer sus cualidades humanis-tas en el fragor de la guerra y de los sufrimientos deverse cercano a la muerte, así como al presenciar esefenómeno definitorio del ser humano que fue la caída demuchos de sus compañeros en las emboscadas enemigas,los combates y las batallas contra el ejército de la tiranía.

Ya al frente del Regimiento de La Cabaña en La Ha-bana, recibe de forma acelerada las nuevas responsabi-lidades que se le asignan, con las cuales tiene que dirigira miles de hombres y enfrentarse a la reconstrucción deun país que ha sufrido la destrucción de su economía yla muerte de una parte valiosa de sus hijos. Sus cualida-des revolucionarias y sus potencialidades como dirigen-te admirado por el pueblo, lo llevan a reafirmarse en susconvicciones y extraer de ellas lo que tenían de originaly propio en cuanto a su personalidad. Su modestia hacíaque actuara aprovechando al máximo las enseñanzas deFidel y el legado de los precursores. Estaba convencido,además, de que sus ideas contaban con el acervo de otrospensadores y por eso no hacía exaltación de su originali-dad, aunque sus detractores lo calificaron en su mo-mento de revisionista o hereje.

Debido a esta capacidad reflexiva y a que el blanco desus críticas fuera muchas veces derivado de las expe-riencias de otros países socialistas, el Guerrillero Heroi-co, político y estadista revolucionario, tuvo la visión depronosticar durante su corta estancia en Praga, en el año1966, el derrumbe del campo socialista europeo. Esa afir-mación «herética» la hizo pocos meses después de cul-minada su campaña guerrillera en el Congo, cuando seaprestaba a comenzar los preparativos para nuevos com-bates contra el imperialismo en la América Latina:

[…] Se sabe desde viejo que es el ser social el quedetermina la conciencia y se conoce el papel de la

1 Faustino Pérez: «Los días más críticos, la bandera en alto»,Juventud Rebelde, La Habana, 2 de diciembre de 2001.

2 Fidel Castro Ruz: El Che en Fidel Castro, La Habana, EditoraPolítica, 1998, p. 27.

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superestructura, ahora asistimos a un fenómeno in-teresante, que no pretendemos haber descubiertopero sobre cuya importancia tratamos de profundi-zar: la interrelación de la estructura y la superes-tructura. Nuestra tesis es que los cambios producidosa raíz de la Nueva Política Económica (NEP) hancalado tan hondo en la vida de la URSS que hanmarcado con su signo toda esta etapa. Y sus resul-tados son desalentadores: La superestructura capi-talista fue influenciando cada vez en forma másmarcada las relaciones de producción y los conflic-tos provocados por la hibridación que significó laNEP se están resolviendo hoy a favor de la superes-tructura: se está regresando al capitalismo.3

La decisión de lucha del Che en aquellos tiempos de-mostró objetivamente su inagotable optimismo en el em-peño revolucionario: pronosticaba el derrumbe del so-cialismo real, recreándose en un nuevo proyecto de luchapara instaurar el socialismo consciente que él había so-ñado y defendido en los años fecundos en que se dedi-caba con ahínco a la construcción de una nueva socie-dad en Cuba. Para el Che, esta sociedad socialista sóloera posible si el desarrollo de las fuerzas productivas mar-chaba a la par con el desarrollo de la conciencia, me-diante la concreción de proyectos educativos basadosen nuestras tradiciones y necesidades históricas, cuyaética debían representarla, en primer lugar los dirigentesy funcionarios del poder revolucionario, con la mismahumildad y decoro que los hombres del pueblo. Cultivarla conciencia y la confianza en el hombre de que unasociedad sin explotación sólo sería factible si la van-guardia de ese pueblo unido se mantuviera a su lado yno se distanciara, enajenándose de su realidad: «En nues-tro caso, hemos mantenido que nuestros hijos debentener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen loshijos del hombre común».4

La seguridad en el triunfo futuro que auguraba elcomandante Guevara sólo era comparable con el espíri-tu indoblegable manifestado por Fidel cuando, en losmomentos más difíciles de la Sierra Maestra, reencon-trándose con un pequeño grupo de supervivientes delyate Granma en un lugar llamado Cinco Palmas y consólo cinco fusiles que habían recuperado, exclamó:«¡Ahora sí ganamos la guerra!».

El Che regresaría a Cuba convencido por Fidel deque en la Isla contaría con las condiciones propiciaspara organizar la nueva etapa guerrillera en Bolivia. Elcorto tiempo dedicado a los preparativos en Cuba loaprovechó también para profundizar en el pensamientorevolucionario y especialmente para analizar nuevas fa-cetas de la práctica del socialismo como anticipo previ-sor del devenir histórico en la América Latina. Los quetuvimos la oportunidad de conversar con él durante aque-lla última e histórica estancia en nuestro país, somostestigos de su absoluta seguridad en el triunfo del socia-lismo en los años venideros. Dicha seguridad no se de-bía a una fe ciega o a la obstinación de un iluso, sino alconocimiento profundo que el Che había adquirido sobreel proceso de producción y reproducción capitalista, asícomo a la confianza ganada durante la práctica revolu-cionaria en Cuba, la cual le permitió comprobar losfructíferos resultados de una revolución en el poder,que fue capaz de sembrar la simiente y empezar a re-coger los frutos en el desarrollo de la conciencia parahacer posible la transformación de la sociedad de cla-ses, erradicando la explotación y continuando con laformación para lograr el surgimiento del hombre nuevo.

En los primeros días de octubre de 1967, el pueblode Cuba, junto a otros pueblos del mundo, recibió unatrágica noticia que ninguno de sus allegados quería-mos aceptar: el Che Guevara había sido herido comba-tiendo en Bolivia, su fusil inutilizado, y una vez captu-rado asesinado por órdenes del Presidente de aquel paíscumpliendo instrucciones precisas de la Agencia Cen-tral de Inteligencia de los Estados Unidos de América.La noticia recorrió el mundo entero y a partir de enton-ces el Che Guevara, que ya se había convertido en unhéroe indiscutible para los desposeídos de la tierra,comenzaría a ser más conocido en su grandeza como

3 Orlando Borrego Díaz: Che: El camino del fuego, La Habana,Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, p. 382.

4 Orlando Borrego Díaz y Enrique Oltuski (comps.): «El socia-lismo y el hombre en Cuba», El Che en la Revolución Cubana,La Habana, Ediciones del Ministerio del Azúcar, 1965, p. 284.

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revolucionario y como líder paradigmático para lasnuevas generaciones de luchadores a escala universal.

Todo el poderío del imperialismo norteamericano nopudo evitar que el diario de campaña del Che en Boliviafuera puesto en las manos confiables y seguras de Fidel,y quien fuera su jefe y maestro indiscutible escribierael prólogo a la histórica obra. Habían pasado poco másde dos años desde que el Che partiera de Cuba a com-batir en otras tierras del mundo y a ofrendar lo que élllamó con elocuencia y humildad «mis modestos es-fuerzos», en bien de la humanidad. Durante ese tiem-po, la Revolución Cubana había continuado librandobatallas contra el imperialismo, sorteando innumera-bles dificultades producto del bloqueo económico máscruel de la historia impuesto por el gobierno yanqui yexperimentando nuevas vías en la conducción de la so-ciedad cubana. Entre esas búsquedas se optó por laaplicación de nuevas ideas con el sano interés dedinamizar la conducción económica del país.

Entre otras modalidades económicas se aplicaronciertos métodos que ya se venían desarrollando en laUnión Soviética y otros países socialistas de Europa.Justo es reconocer que gran parte de esos métodos noestaban acorde con muchas de las ideas sostenidas porel Che en los años en que encabezara la conocida polé-mica sobre el sistema económico que se debía aplicaren Cuba. En esencia, la discusión versaba sobre losprincipios y métodos utilizados en los demás paísessocialistas, que privilegiaban varias categorías mercan-tiles, propias de la economía de mercado, reconocien-do la vigencia de la Ley del Valor dentro del sistema deplanificación de la economía socialista. Al método uti-lizado en aquellos países se denominaba, desde la épo-ca de Lenin, Sistema de Cálculo Económico, que en suevolución histórica pasó por varias reformas más omenos pronunciadas. El Che no reconocía en su tota-lidad la vigencia de esas categorías dentro del sistemaeconómico del socialismo en las condiciones de Cubay, con la anuencia del gobierno revolucionario, tuvo laoportunidad de experimentar, dentro del Ministerio deIndustrias que dirigía, la aplicación de otro modelo quese denominó Sistema Presupuestario de Financiamiento,cuyo principio fundamental era garantizar el desarrollo

de la conciencia del individuo como vía para la cons-trucción de la nueva sociedad:

Se corre el peligro de que los árboles impidan ver elbosque. Persiguiendo la quimera de realizar el so-cialismo con la ayuda de las armas melladas quenos legara el capitalismo (la mercancía como célulaeconómica, la rentabilidad, el interés material indivi-dual como palanca, etcétera) se puede llegar a uncallejón sin salida [...]. Entre tanto, la base econó-mica adoptada ha hecho su trabajo de zapa sobre eldesarrollo de la conciencia. Para construir el comu-nismo, simultáneamente con la base material hayque hacer al hombre nuevo.5

En esa etapa coexistieron, por tanto, dos modelos:una versión restringida del cálculo económico y el sis-tema presupuestario de financiamiento propugnado porel Che, con todos los inconvenientes que significaba laaplicación de dos sistemas económicos dentro de unmismo país en proceso de construcción del socialis-mo. Es comprensible que esa situación influyera paraque, a partir de un momento determinado, la direccióndel país decidiese la aplicación de un sistema único,que además contaba con el atributo de acumular másde cuarenta años de experiencia en su desarrollo en losdemás países del campo socialista.

Poco antes del derrumbe del socialismo real en laURSS y en los demás países del campo socialista euro-peo, Fidel dio la campanada de alarma, llamando a unarectificación profunda y generalizada del sistema decálculo económico que se practicaba en Cuba. Ahorapuede reconocerse que Fidel se anticipó al derrumbedel socialismo real y estuvo presto a una rectificaciónvisionaria; algo que Lenin no tuvo tiempo de realizar enla URSS, no obstante haber declarado, desde el princi-pio, que la aplicación de aquel sistema significaba unpaso atrás para luego dar dos pasos hacia delante enlas condiciones de la atrasada y depauperada econo-mía soviética de aquellos tiempos. Pero Lenin murió y

5 Orlando Borrego Díaz y Enrique Oltuski: Ob. cit. (en n. 4),p. 273.

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con él sus sueños de rectificación. Fidel recorrió elpaís impulsando personalmente el proceso de rectifi-cación de errores y tendencias negativas que habíagenerado aquel sistema. Al arribar a la conmemoracióndel vigésimo aniversario de la muerte del Che, en unacto solemne dedicado a su memoria, expresó:

Estamos rectificando todo tipo de chapucerías y demediocridades que eran precisamente la negaciónde las ideas del Che, del pensamiento revolucionariodel Che, del estilo del Che, del espíritu del Che y delejemplo del Che. Creo, realmente, lo digo con todasatisfacción, que si el Che estuviera sentado aquí enesta silla, se sentiría realmente jubiloso, se sentiríafeliz de lo que estamos haciendo en estos tiempos;como se habría sentido muy desgraciado en ese pe-ríodo incierto, en ese período bochornoso en queempezaron a prevalecer una serie de criterios, demecanismos, y de vicios en la construcción del so-cialismo, que habrían constituido motivo de pro-funda, de terrible amargura para el Che.6

Esa rectificación resultaba abarcadora al hacer re-saltar no sólo los valores defendidos por el GuerrilleroHeroico en lo interno de la sociedad cubana. Se poten-ciaba con más fuerza que nunca el espíritu internacio-nalista y solidario de la Revolución y su compromisoen la lucha por la liberación de otros países de la Amé-rica Latina y del mundo, tal como el Che lo había de-mostrado ofrendando su vida generosa en las monta-ñas bolivianas.

La historia del socialismo no se repite de una formamecánica y determinista: se transforma, se perfeccionay varía de acuerdo con circunstancias geográficas ytemporales, condiciones objetivas y subjetivas, y sobretodo, según el sello, el talento y la audacia creadora quele impriman sus vanguardias revolucionarias con suslíderes al frente. El socialismo rectifica y se eleva sobresus errores, porque su constitución tiene al hombre comocentro, sus movimientos y sus transformaciones. Elcapitalismo trata de perfeccionar e imponer por la fuer-

za sus mecanismos de explotación, y se alimenta de loserrores y las debilidades humanas. Su propuesta es elhombre descentrado, dócil a las fuerzas del consumismoentronizado por el mercado bajo la acción de la Ley delValor; su filosofía es la de la enajenación.

La principal fuerza del sistema capitalista es la de lasarmas, imponiendo su cacareada democracia en cual-quier rincón del mundo que se le antoje, dejando tras desí terror y muerte. El caso de la monstruosa ocupaciónactual de Iraq así lo confirma. ¿Va el hombre a renegardel privilegio de la conciencia y su accionar revolucio-nario ante el avizoramiento de su destrucción? El pro-yecto del Che de lograr la unidad internacional dentrodel respeto a la diversidad, es el único camino para laliberación de los pueblos y el bienestar del hombre comoobjeto y centro de su existencia. El socialismo no podrádesarrollarse plenamente si no se convierte en un fenó-meno internacional. Esto no quiere decir que fuera des-cabellada la idea de que la URSS, la RDA o Cuba, entreotros, hayan querido lograr una sociedad socialista.Todo lo contrario, ellos han constituido una experien-cia incuestionable, pero si la chispa no se hace fuego yprende todo el bosque, con la consiguiente rectifica-ción de los errores cometidos, la menor ráfaga de llu-via la apaga. Así lo ha previsto el notable marxista IstvánMészáros: «O el socialismo se afirma universalmentede forma tal que incorpore todas las áreas, inclusivelas áreas capitalistas más desarrolladas del mundo, oestará condenado al fracaso».7

Mientras que los revolucionarios se recuperaban dela caída del Che, nuevos hechos se suscitaban en elmundo, a la par de nuevas demostraciones de lainviabilidad del sistema capitalista. Todo cambió a par-tir de 1974, al producirse el estallido de la gran crisisdel modelo económico del sistema. El conjunto de lospaíses capitalistas desarrollados entró en una profundarecesión. A una baja pronunciada en la tasa de creci-miento de aquellos países se sumaba una inflación ele-vada. Al calor de la situación, las ideas neoliberales

6 Fidel Castro Ruz: Ob. cit. (en n. 2), p. 167.

7 Ver István Mészáros: Socialismo o barbarie: la alternativa alorden social del capital, México, D.F., Ediciones de Paradig-mas y Utopías, 2005, p. 2.

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empezaron a florecer. Los teóricos trasnochados delcapitalismo trataban de demostrar que todo se debía alpoder nocivo que se le había otorgado al movimientosindical y, de forma más general, a lo permisivo queresultaba escuchar los reclamos de la clase obrera. Elataque se dirigía también contra sus reivindicacionesque, según ellos, afectaban negativamente el incrementode la acumulación capitalista y, por lo tanto, a la tasa decrecimiento de las inversiones privadas.

Se afirmaba que esa política había llevado a la dismi-nución de las ganancias de las empresas, lo que condu-ciría a una crisis generalizada de las economías de mer-cado. El remedio propuesto estaba claro: era necesarioconsolidar un Estado fuerte, capaz de inmovilizar a lossindicatos y controlar estrictamente la evolución mone-taria del sistema. El Estado debía ser sumamente res-trictivo en cuando a los gastos sociales y abstenerse decualquier intervención económica en el campo empresa-rial. La estabilidad monetaria se convertía en la medidamágica para hacer reflotar exitosamente las economíasde los países capitalistas. Gran disciplina presupuestaria,restricción de los gastos y un nivel de desempleo favora-ble a los empresarios capitalistas, debilitaría a los sindi-catos y de ello se derivaría el auge económico deseadopor los defensores del sistema. Como colofón se reco-mendaba nuevamente introducir reformas fiscales conel fin de estimular a los agentes económicos a ahorrar einvertir en un nivel superior al de antes de la crisis.

La hegemonía relativa de ese programa no se logra-ría en el más corto plazo, fue necesario que transcu-rriera una década para imponerse. Apareció entoncesuna nueva situación política en Europa que tendría unefecto catalizador favorable a las medidas neoliberales:el comienzo del reinado de Margaret Thatcher en In-glaterra fue el primer gobierno de un país capitalistadesarrollado que se comprometió a cumplir conflemática disciplina inglesa el programa neoliberal di-señado por los teóricos económicos del capitalismo. Apartir de 1980 se sumarían a la ola derechista neoliberalel presidente Reagan en los Estados Unidos, el demó-crata cristiano Helmut Kohl en Alemania, la coaliciónderechista de Dinamarca y otros países de la EuropaOccidental. Esa ola permitió crear las condiciones po-

líticas para generalizar la aplicación de las recetasneoliberales en gran parte de los países capitalistas deEuropa y la América Latina.

El enfoque sistémico impuesto por MargaretThatcher representó el proyecto más completo y am-bicioso de todas las experiencias neoliberales de lospaíses capitalistas. Ronald Reagan, por su parte, dioprioridad a la carrera militar contra la Unión Soviética.Era una medida encaminada a debilitar el ya híbridosistema económico de ese gran país, para tratar derevertir las conquistas del socialismo en otras nacio-nes. Curiosamente, mientras esto sucedía en el norte deEuropa, en el sur del Continente se instalaba un grupode gobiernos con tendencias de izquierda, y se hablaríaentonces de eurosocialismo. Una vez más se confirma-ría el aserto de que desde la aparición del marxismo, enuna u otra medida, nunca más se ha erigido el capita-lismo como el único sistema hegemónico en el mundo,y su irremediable destino sería el de desaparecer de lafaz de la tierra como régimen de explotación.

Del otro lado del planeta, en Australia y NuevaZelanda se instauraba el neoliberalismo con maticesigualmente brutales a los de la Thatcher en Inglaterra.En la América Latina, el seguidor más imitativo ycarnavalesco fue el gobierno de Carlos Menem en laArgentina, sumiendo al país en la situación más humi-llante y entreguista del Continente. Luego vinieron otrosseguidores igualmente nefastos, como el lamebotas Dela Rúa, hasta que el pueblo argentino decidió cambiarel rumbo de los acontecimientos y con ello volteó auna cascada de gobiernos de tránsito efímero, hastallegar a la situación actual de características más esta-bles dentro del mismo sistema capitalista y, por consi-guiente, de pocas expectativas prometedoras a largo plazopara ese pueblo.

En resumen, el desgastado recurso neoliberal aplica-do por el sistema capitalista demostró su ineficacia y,como balance final, sólo produjo más retraso y miseriaen el mundo. Por otro lado, el proceso de globalizacióneconómica neoliberal ha marchado acompañado por ladegradación de su supuesta democracia, que al no mostrarsignificado positivo alguno en cuanto al progreso social,ha perdido totalmente su credibilidad. La globalización

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neoliberal ha entrado en su fase terminal de agotamien-to. El mito de que el libre mercado resolvería los malesdel sistema y consolidaría la democracia burguesa seha derrumbado.

Entre tanto, el esperado papel a desempeñar por laOrganización de las Naciones Unidas (ONU) ha conti-nuado debilitándose, al extremo de que al cumplirse elaniversario cincuenta de esa organización mundial seescucharon discursos disonantes pero certeros como eldel ministro belga de Relaciones Exteriores, quien el 26de diciembre de 1998 expresó: «La ONU ha muerto»,luego de los bombardeos a Iraq por la aviación norte-americana y la británica. El espíritu de colaboración yde solidaridad internacional ha llegado a su nivel másbajo, y los únicos organismos que determinan en el con-cierto mundial de las naciones son el Fondo MonetarioInternacional, el Banco Mundial y la Organización Mun-dial del Comercio. Los tres dependen de los mandatosde las potencias económicas mundiales y permanecenbajo su control político en el ámbito internacional.

El comandante Guevara había anunciado en 1962,en Punta del Este, cuál sería el destino de los paísessubdesarrollados de la América Latina bajo la tutela delFMI y otras organizaciones internacionales dominadaspor los Estados Unidos. Su pronóstico sólo apuntaba ala necesaria liberación de los países y al establecimien-to de nuevas relaciones internacionales bajo los princi-pios de una verdadera integración económica latinoa-mericana con sentido de unidad, colaboración justa yequitativa, para hacer posible el desarrollo económicosustentable de los pueblos pobres de la región.

La experiencia nefasta de cerca de veinte años deneoliberalismo económico ha demostrado lo acertadode los pronósticos del Che. Sin embargo, los pueblosestán reaccionando ante tanta depredación y miseria.Hoy nuevos aires de libertad e independencia econó-mica recorren toda la América Latina. Ya son varioslos países que han tomado una posición digna y valien-te frente al imperialismo y sus instituciones, compar-tiendo una nueva manera de pensar más cercana a lahistórica e independiente posición cubana en el con-texto internacional. Los casos más significativos sonlos de la República Bolivariana de Venezuela, Bolivia y,

más recientemente, Ecuador y Nicaragua. A ellos sesuman varios países hermanos del Caribe.

De lo dicho hasta aquí, se evidencia la extraordinariavisión del Che sobre lo que se avecinaba para la AméricaLatina. Creo que con estas reflexiones lo hemos conoci-do más en su grandeza como teórico, como estadista ycomo revolucionario. Queda demostrado que su pensa-miento ha constituido un arma poderosa para combatirel neoliberalismo y ahora representa otra, no menos po-tente, para liquidar definitivamente el último experimen-to yanqui dirigido a esclavizar a los pueblos subdesarro-llados de la América Latina: el Tratado de Libre Comerciopara las Américas. No por casualidad y por feliz coinci-dencia, muchos escritores y poetas en el mundo handado en llamarle al Che «el Comandante del Alba», mu-cho antes de que Hugo Chávez lanzara su AlternativaBolivariana para las Américas (ALBA).

El Área de Libre Comercio para las Américas o ALCA,es un proyecto para integrar comercialmente a todo elcontinente americano bajo la tutela de los Estados Uni-dos. El proyecto se creó a iniciativa del Imperio en1994, debiendo iniciarse en el año 2005 y del cual for-marían parte los países de Suramérica, Canadá,Norteamérica, México, Centroamérica y el Caribe (me-nos Cuba), con un potencial de ochocientos millones dehabitantes. De esta forma se crearía un gran mercado,en una zona donde circulan libremente las mercaderíasy los capitales, sin trabas ni regulaciones, lo que segúnsus promotores reportaría un producto bruto de 13000 billones de dólares. Su proclama política plantea laseguridad de mantener la democracia entre los paísesmiembros, erradicar la pobreza, y dar solución a losproblemas del medio ambiente, cuando lo que se bus-ca es apagar así simuladamente las chispas de revolu-ción que los países del sur están destinados a vivirgracias a las contradicciones del capital y a las relacio-nes de explotación que el sistema capitalista imponecomo condición sine qua non de su existencia, y endonde los pobres constituyen las factorías de las ri-quezas que los ricos derrochan aparentando vivir en elmejor de los mundos posibles.

Pero a los pueblos no se les puede engañar con pro-pagandas de este tipo. Ya se sabe que lo que pretenden

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los Estados Unidos es lograr la hegemonía hemisféricay global. A través del ALCA se intenta crear un bloqueregional dominado por el Imperio, capaz de enfrentarla competencia de la Unión Europea y del bloque asiá-tico en la disputa por la hegemonía económica,geopolítica y cultural del mundo. Todo esto está enca-minado a la apropiación de los excedentes económicosde los países de Centroamérica y Suramérica, de acuer-do con las reglas de libre comercio impuestas por losEstados Unidos. Repasemos cómo le ha ido a Méxicoen la integración con este país y Canadá en su Tratadode Libre Comercio. En 1992 se fundó dicho tratadoentre los tres países bajo el liderazgo de los EstadosUnidos, anunciando expectativas de mejorar el nivel devida de la población. Sin embargo, el resultado para losmexicanos fue el deterioro de este. El aumento del co-mercio con los Estados Unidos ha sido en desmedrodel intercambio con Europa y Asia. Si este aumento sehubiera producido con europeos y asiáticos, la econo-mía mexicana hubiera generado mayores beneficios.

México se ha hecho más dependiente de los Esta-dos Unidos, al punto de que el 74% de las importacio-nes proviene de los Estados Unidos y el 89% de lasexportaciones depende del mercado de aquel país. Lasempresas extranjeras instaladas en México en la fron-tera con los Estados Unidos no han permitido el desa-rrollo de las industrias nacionales, pues el 96% de laspiezas y componentes son importados, con los cualesensamblan los productos que luego se registran comoexportaciones mexicanas. Apenas el 4% de esas ex-portaciones corresponde a empresas mexicanas, y elresto pertenece a las empresas extranjeras. Esta situa-ción no afecta sólo a los sectores pobres del país, sinotambién a la soberanía política necesaria para crear pro-yectos sociales en beneficio de las mayorías.

Después de más de diez años de TLC, sesenta millo-nes de mexicanos viven en la pobreza extrema, quepasó del 21,46%, en 1964, a casi el 30% actualmente,mientras que el salario mínimo ha perdido el 22% desu poder adquisitivo. El sector informal ha crecidoalarmantemente a costa del empleo formal y de la quie-bra de pequeñas y medianas empresas. La agriculturamexicana está en ruinas a causa de las crecientes im-

portaciones y la caída, debido a los subsidios, de losprecios internacionales de los productos agrícolas. Laola de emigrantes hacia los Estados Unidos es cada díamás grande. Quienes obtuvieron los beneficios extraor-dinarios del «libre» mercado han sido los productoresestadunidenses a costa de sus similares mexicanos. Alobservar a los Estados Unidos y a Canadá después delTratado, se comprueba que en una pelea de dos gigan-tes contra un país más débil, han salido beneficiadoslos gigantes. ¿Cuál es el futuro de la América Latina?Por supuesto que no es el ALCA. Los Estados Unidospretenden controlar toda la riqueza de nuestros paísescon el único propósito de engrosar la riqueza de susempresas transnacionales. Y es ahí donde el ALCA re-presenta el mayor riesgo para los países latinoamerica-nos, además de poner en franco peligro su soberaníaalimentaria. Sobre este cuadro aterrador, el premioNobel de Economía y ex funcionario del FMI, JosephStiglitz, ha expresado lo siguiente:

Estados Unidos no está dispuesto a eliminar los ge-nerosos subsidios que da a su agricultura, ni la res-tricción de ingreso a su mercado de productos comola carne y el azúcar de Brasil [...], el Área de LibreComercio de las Américas (ALCA) que negocian 34países del continente no los beneficiará, y en cam-bio, prolongará la ya vieja relación injusta entre ellosy los Estados Unidos.

Finalmente el Premio Nobel enfatizó: «A no ser quelos Estados Unidos hagan algo muy significativo, enrelación con las barreras agrícolas y arancelarias, notiene sentido que firmen el acuerdo».8

¿Qué hacer frente a esta evidente amenaza? No cabeotra respuesta que la del ALBA, propuesta y practicadapor el presidente de la República Bolivariana de Vene-zuela, Hugo Chávez, que plantea:

1) La unidad latinoamericana en una integración re-gional basada en una comunidad suramericana de nacio-nes cuyas bases deben ser la solidaridad, la cooperación

8 Dosier dedicado a Joseph Stiglitz: El Economista de Cuba, 5de febrero de 2007, en www.eleconomista.cubaweb.cu

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cultural y científico técnica. Se debe desarrollar el co-mercio de la manera más justa y equitativa entre lospueblos. La integración debe ser general y no solamenteenfocada desde el punto de vista de los mercados.

2) El enfoque integral conlleva la colaboración con-junta para el mejoramiento continuo del sistema edu-cativo, la nutrición, la salud, la ciencia y la tecnología afin de que los pobladores sean capaces de transformarsus propios recursos naturales como productos quecubran el mercado interno y el internacional.

3) Cada país debe promover el autoconsumo de losproductos alimenticios propios de la región y sustituirprogresivamente de su alimentación los productos im-portados por productos que se desarrollen nacionalmente.

4) Las políticas de los países latinoamericanos debenestar orientadas al desarrollo cooperativo de la agricul-tura, la ganadería, agroindustria, turismo, educación,salud, recreación, seguridad etcétera, aprovechando laspotencialidades propias, los recursos y capacidades desus habitantes.

5) Se debe implantar nuevos esquemas impositivospara las empresas latinoamericanas, eliminando lasexoneraciones absurdas que hoy prevalecen para bene-ficiar a las empresas transnacionales capitalistas y exigira estas que cumplan con las normas internacionales deprotección del medio ambiente.

6) Se debe plantear una mejora continua a las pro-ducciones y servicios de las empresas latinoamerica-nas con miras a la competitividad en el mercado mun-dial. Todo esto con el estímulo al desarrollo de proyectoscompartidos entre las universidades, instituciones téc-nicas y económicas en alianza estratégica con los paí-ses participantes en la alternativa de integración.

7) Una vez acordadas las bases de la integraciónlatinoamericana se deben firmar los tratados comer-ciales correspondientes entre los países y entre estos ylos demás países del mundo que no dependen del es-quema regional. Los tratados deben formalizarse sinlas trabas y ataduras que propugna el ALCA, exigiendo laeliminación de los subsidios a los productos agropecua-rios de los países desarrollados.

8) La Integración Cultural debe desarrollarse resca-tando, impulsando y difundiendo los valores culturales

de los países latinoamericanos a través del desarrollosostenible de la comunidad de esos países.9

Pero los enunciados fundamentales de la AlternativaBolivariana para las Américas impulsada por el presi-dente Chávez, con el ya conocido apoyo de Cuba, Bo-livia y otros países de la América Latina y el Caribe,representan un reto de gran envergadura para nuestrospueblos y para las instituciones que tienen que darlecobertura a los múltiples estudios y tareas que dima-nan de las muy diversas posibilidades y potencialida-des que genera un proyecto de integración de la mag-nitud del que se está hablando. Si importante es lavoluntad de integración como manifestación políticade los gobiernos y de los pueblos hermanos de la Améri-ca Latina, igualmente importante resulta la concienciaacerca del gigantesco esfuerzo organizativo, de planea-ción, de coordinación y control de cada uno de los pro-gramas o proyectos a desarrollar dentro del esfuerzointegrador. De nuevo aquí son válidas las enseñanzasdel Che. Es necesario tener en cuenta sus Apuntes crí-ticos a la economía política, cuando refiriéndose a laURSS, analizaba cómo era poco llevadero un sistemaorientado a la eliminación de la explotación, si funcio-naba a través de categorías capitalistas:

¿Cuál es el defecto fundamental de todo el sistema?Que limita la posibilidad de desarrollo mediante lacompetencia capitalista pero no liquida sus catego-rías ni implanta nuevas categorías de un caráctermás elevado. El interés material individual era el armacapitalista por excelencia y hoy se pretende elevar ala categoría de palanca de desarrollo, pero está limi-tado por la existencia de una sociedad donde no seadmite la explotación. En estas condiciones, el hom-bre no desarrolla todas sus fabulosas posibilidadesproductivas, ni se desarrolla él mismo como cons-tructor consciente de la sociedad nueva. // Y paraser consecuentes con el interés material, este seestablece en la esfera improductiva y en la de losservicios [...]. // [...] // Esta es la justificación, tal

9 Declaración Conjunta Cuba-Venezuela, suscrita en La Habanael 14 de diciembre de 2004, p. 6.

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vez, del interés material a los dirigentes, principiode la corrupción, pero de todas maneras, es conse-cuente con toda la línea del desarrollo adoptada endonde el estímulo individual viene siendo la palancamotora [...]. // [...] // El comunismo es un fenóme-no de conciencia, no se llega a él mediante un saltoen el vacío, un cambio de la calidad productiva, o elchoque simple entre las fuerzas productivas y lasrelaciones de producción. El comunismo es un fe-nómeno de conciencia y hay que desarrollar esaconciencia en el hombre, de donde la educación in-dividual y colectiva para el comunismo es una parteconsustancial a él.10

No todos los pueblos que participan desde ahora enla Alternativa Bolivariana para las Américas cuentan conel mismo nivel de desarrollo institucional y de organi-zación en general para abordar las complejas tareasque se avecinan. Se necesitará un apoyo especial deaquellos países que cuentan con mayores fortalezasorganizativas y personal calificado para ayudar al tra-bajo de aquellos que tienen un desarrollo relativamentemenor en sus instituciones. Si junto a todo lo anteriorno se establecen sistemas efectivos de control de lastareas que se orientan como señalaba el Che, entoncesse hace prácticamente imposible identificar quién es elresponsable de los incumplimientos que se producen alo largo de toda la cadena administrativa.

El Che insistía en aclarar que el burocratismo no nacecon la sociedad socialista ni es un componente obligadode ella. También aclaraba que no es lo mismo la buro-cracia que el burocratismo. En todos los regímenes hanexistido burócratas con su cortejo de prebendas y delacayismo, medrando a costa del presupuesto estatal,sin importarles el significado social de las tareas querealizan. Más bien lo que les interesa es hacer lo máspermeable posible el aparato estatal como para facilitarel tránsito de los aprovechados, y lo suficientementehermético para apresar en sus mallas al pueblo.

A finales del siglo XX y lo que va transcurriendo delXXI se confirma con fuerza mayor cómo el capitalismoneoliberal se convierte cada vez más en generador deburocratismo, con todo lo que trae aparejado de corrup-ción y pérdida de valores humanos. Los últimos infor-mes del Banco Mundial atestiguan que en los países dela OECD el total de gasto estatal en porcentaje del PIB haaumentado enormemente en las últimas décadas. Si en1960 esa cifra era del 20%, en la actualidad es del 50%.Al considerar la fuerza de trabajo total en los EstadosUnidos en el año 1990 y la actualmente existente, seobserva que en los últimos catorce años el número deburócratas se ha incrementado del 12,5 al 14%.

En las compañías transnacionales se reconoce quecada vez es superior el número de abogados, gestoresde negocios, grupos de presión, consultores, etcétera.Esta tendencia marcha acompañada de una superiordepauperación moral del sistema, creando una cultu-ra de corrupción y amiguismo, donde todos los buró-cratas se apuntalan para alzarse y alcanzar la cuota másalta de ganancias creada por los trabajadores, tanto enlas empresas privadas como en aquellas que operancon financiamiento estatal. Hay sectores donde la bu-rocracia y el burocratismo se hacen más escandalosos.Uno de los casos es el de la atención sanitaria. Un estu-dio elaborado a finales de 2004 por la Harvard MedicalSchool and Public Citizen revela que el costo de la bu-rocracia sanitaria de los Estados Unidos asciende a 400mil millones de dólares y que el sistema de salud po-dría ahorrar prácticamente la mitad de esa cifra anual-mente, lo que supondría financiamiento suficiente paraasegurar a cuarenta y tres millones de personas su se-guro médico y suministrar los medicamentos dispen-sados con receta a todos los estadunidenses.

El estudio revela que la burocracia absorbe el 31%del gasto de asistencia médica en los Estados Unidos; laburocracia en ese sector se supone que debe ser sólo el16,7% del gasto sanitario de salud. Está demostrado que lofundamental para los dueños de estos servicios en losEstados Unidos es su nivel de ganancias y no la raciona-lidad del sistema sanitario como para hacerlo más amplio yeficiente. En suma, el burocratismo se basa en la falta deconciencia y hay que ponerle frenos infranqueables en

10 Ernesto Che Guevara: Apuntes críticos a la economía políti-ca, La Habana, Centro de Estudios Che Guevara, Ocean Press,Editorial de Ciencias Sociales, 2006, pp. 10-13.

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los actuales países socialistas y en proyectos como elALBA. Si esa falta de conciencia daña los resultados de lagestión a lo interno del país, es de suponer que el dañose multiplica con creces cuando se practica en las rela-ciones con otros países.

Supongamos que un funcionario inconciente asumauna responsabilidad cualquiera dentro del mecanismode colaboración del ALBA y que por su irresponsabilidado falta de sensibilidad deje de cumplirla. Esa personaestará conspirando contra los objetivos del proyecto ycontra las posibles ventajas a obtener por nuestros pue-blos en ese objetivo. A propósito del tema de la integra-ción económica y la Alternativa Bolivariana para lasAméricas, vale la pena recordar parte de lo expresadopor el Che en su artículo contra el burocratismo, cuan-do se refería a las ocasiones en que éramos agredidospor el imperialismo. Él señalaba que en esos momentosse ponían en tensión todas las fuerzas contra el enemi-go y la producción no decaía, no existía el ausentismoen el trabajo y los problemas se resolvían con insospe-chada velocidad. Y agregaba el Che:

Analizando esto llegamos a la conclusión de queconvergieron varios factores que destruyeron lascausas fundamentales del burocratismo; había ungran impulso patriótico y nacional de resistir al im-perialismo que abarcó la mayoría del pueblo de Cuba,y cada trabajador a su nivel, se convirtió en un sol-dado de la economía, dispuesto a resolver cualquierproblema. El motor ideológico se lograba de estamanera por el estímulo de la agresión extranjera.11

Ahora uno se pregunta si la batalla del ALBA contra elALCA no es una batalla contra la agresión extranjera delimperialismo. Una batalla donde participamos todos comosoldados de nuestros respectivos pueblos, y aún más sa-grado que eso, como combatientes internacionalistas endefensa de la Patria Grande de la América por la que lu-charon, Miranda, Bolívar, San Martín, O´Higgins, Sandi-no, Martí y el Che, y por la que luchan ahora encabezan-

do la batalla definitiva de los pueblos latinoamericanosFidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correay Daniel Ortega.

Los revolucionarios, tomando como ejemplos a es-tos hombres, debemos ponernos en cuadro apretadocontra los vicios de nuestras sociedades, como elburocratismo y la corrupción; luchar desde dentro yfuera contra las debilidades de una sociedad y un hom-bre que ha padecido de la enajenación y el automatis-mo a que conduce el capitalismo. La conciencia, laejemplaridad, la cultura y la actitud solidaria, interna-cionalista y revolucionaria del Che, deben dirigir nues-tros actos encaminados rumbo al socialismo y a la con-formación de un bloque unido de resistencia contra elimperialismo. Ahora, el ALBA de la América Latina con-firma que la lucha no ha sido en vano y que un mundomejor, con la voluntad conciente de los pueblos, esposible. La coyuntura histórica de la integración lati-noamericana se está dando, no sólo materialmente, sinotambién subjetivamente con la aparición de nuevosliderazgos. Junto a estos rojos del alba, evoquemos nue-vamente al Che:

En esas condiciones, hay que tener una gran dosisde humanidad, una gran dosis de sentido de la justi-cia y de la verdad, para no caer en extremos dog-máticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento delas masas. Todos los días hay que luchar porqueese amor a la humanidad viviente se transforme enhechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo,de movilización.

La Habana, 26 de julio de 2007

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11 Orlando Borrego Díaz y Enrique Oltuski (comps.): «Contra elburocratismo», ob. cit. (en n. 4), p. 145.

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Mi primer encuentro con el Che

Muchos amigos me han sugerido, cuando he relatado alguna anéc-dota sobre el Che, que debía escribirlas. He acariciado esa ideavarias veces desde su desaparición física en Bolivia, y cada año,

alrededor de octubre, he leído con avidez los relatos de sus compañerosmás íntimos, de sus familiares y amigos, que nuestros medios publicancomo parte de las efemérides que lo unen más a Camilo en ese mes.

Leí también el análisis de Carlos Tablada sobre el pensamiento eco-nómico del Che, las investigaciones de Froilán González en Bolivia querelatan con gran cúmulo de citas de prensa y declaraciones, la epopeyade la guerrilla y complementan el diario del Guerrillero Heroico. He vistovarias veces la entrevista de Fidel con el periodista italiano Minà, cuyaversión documental es sencillamente fabulosa e irrepetible.

Todas esas publicaciones, en vez de estimularme, me inhibían deescribir, pues creía que mis vivencias personales carecían de importan-cia y no revelaban nuevas facetas de la carismática, excepcional y rele-vante personalidad del Che.

Oí mencionar al Che cuando citaban en las informaciones elaboradaspor la tiranía su presencia entre los invasores del Granma en términos nadahalagüeños; luego, en los primeros meses de 1957, cuando el comandanteRené Rodríguez bajó de la Sierra para dirigir los grupos de Acción ySabotaje del Movimiento 26 de Julio, le escuché distintas referencias so-bre el médico argentino que se había unido a nosotros, había cambiado subotiquín por un rifle y comenzaba precisamente a forjar, en aquella etapa,su leyenda y su realidad.

GIRALDO MAZOLA

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* Fragmentos de las memorias del autor.

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Yo estudiaba medicina hasta que cerramos la Universi-dad a fines de 1956, y me había incorporado a los gruposde Acción del 26 de Julio, aunque seguía trabajando en lasala de ortopedia del hospital Calixto García. Me atrajodesde entonces la reedición en su persona de la histo-ria de los centenares de extranjeros que habían partici-pado en nuestras guerras de independencia. Admirabadesde muchacho a aquellos patriotas cuya consagra-ción mambisa los convirtió en cubanos por derechopropio, e intuía que de nuevo surgía una versión mo-derna del «inglesito» Reeve o del polaco Carlos Roloff.

No tenía experiencia del mundo que rodeaba a nues-tra Isla ni conocía personas de otra nacionalidad, siexcluía a un exiguo grupo de españoles, jamaicanos ohaitianos «aplatanados» del barrio. Entonces tampo-co tenía una cabal comprensión de las concepciones yprincipios internacionalistas que todo nuestro puebloabrazó después, por tanto el prisma con el cual mirabala presencia suya entre nosotros tenía esas limitacio-nes. Es cierto que se añadía como elemento de afini-dad que su profesión fuera la que yo pensaba ejercer, ymás tarde también sirvió como punto de interés cono-cer que le gustaba jugar ajedrez, mi entretenimientofavorito, bastante poco común entonces.

En vísperas de la victoria de enero de 1959 ya elChe era un pilar de la guerra revolucionaria; en la cár-cel, escuchaba por Radio Rebelde los relatos de susacciones y combates, de la épica invasión a Occiden-te, que formaban parte de la información cotidiana denuestra emisora.

La prensa batistiana lo trataba con desprecio y conrabia, calificándolo como extranjero y «comunista», in-capaces de entender su desinteresado sacrificio por unpaís donde no nació. Por suerte, ya entonces yo habíasuperado bastante mis arraigadas ideas anticomunistasgracias a la paciencia de un grupo de experimentadosdirigentes del Partido Socialista Popular que, en la pro-pia cárcel, día tras día, contribuyeron a esclarecer lasconcepciones ideológicas de no pocos jóvenes allí dete-nidos, removiendo las confusiones que una sostenidacampaña contra el marxismo, el socialismo y casi to-dos los «ismos» había logrado inculcarnos. Nos pre-parábamos, sin saberlo, para la necesaria unidad que

Fidel preclaramente convirtió en la base futura de todoel proceso revolucionario.

Así, Manuel Más Martín, José Felipe Carneado yGaspar Jorge García Galló, por citar sólo algunos nom-bres en justo reconocimiento al papel político que de-sempeñaron, me hicieron ver que mi admiración y res-peto por Fidel, Raúl, Camilo y el Che, como exponentesimbatibles de la lucha en que participaba, estuvieranavalados por una coincidencia ideológica, al conocer porellos cómo pensaban realmente, cómo las concepcionesestratégicas e incluso tácticas de la lucha que librába-mos estaban fundamentadas en concepciones marxis-tas, cuya teoría comenzaba yo a descubrir.

No conocí personalmente al Che hasta principiosde 1960. Durante 1959, a través de su incesante traba-jo cotidiano que los medios reproducían, de sus pro-pios escritos sobre la guerra de guerrillas, tan gráficosy elocuentes de su dimensión y grandeza como de susencillez, de los relatos de hombres de su Columna, delos comentarios del propio Camilo, había logrado, comotodo nuestro pueblo, conocer mejor al Che. Se habíaconvertido en el transcurso de poco menos de un añoen una figura sumamente conocida, querida, parte denosotros mismos.

Quise volver a mis estudios de medicina, pero elajetreo intenso de aquellos años hizo inevitable que asu-miera otras responsabilidades y pospusiera por un bre-ve plazo, que resultó ser hasta el día de hoy, lo queconsideré que era mi vocación. Estaba en la direccióndel 26 de Julio en La Habana y acepté participar en laintervención de varios laboratorios farmacéuticos almismo tiempo. Se comenzaron a producir conflictoslaborales promovidos en cierto modo por las patrona-les de empresas norteamericanas e incluso nacionalescuyos propietarios no querían enfrentar y menos aúnresolver. La mayoría de estas entidades se dedicaban real-mente a envasar tabletas, pomadas o siropes que im-portaban a granel y, desde luego, no había en sugestión económica nada que se pareciese a un intentode transferencia tecnológica; otros, los menos, habíaninstalado una elemental base técnica para producirámpulas, tabletas y pomadas con equipos ya obsoletospero rentables, en nuestro mercado, y excepcionalmente

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uno de ellos había recién adquirido una serie de equi-pos sencillos pero más modernos que casi estaban lis-tos para entrar en producción.

A través del Ministerio del Trabajo, que designaba alos administradores que debían dirigir estas unidadesproductivas en conflicto laboral, no era posible encon-trar la forma de organizar su producción y los técni-cos cubanos que allí laboraban trataban afanosamentede buscar alternativas para producir medicamentos yno depender de reenvasar muchos de esos productoscuya existencia se agotaba.

Supe entonces que el compañero Mario Zorrilla habíacolocado lo que denominaba «Consolidado Químico» queagrupaba a varias fábricas o empresas intervenidas; en-frentaban y trataban de resolver problemas similares alos que yo tenía, y me vinculé, orgánicamente si se quie-re, a tal institución. Le expliqué a Mario, quien era muyentusiasta y emprendedor, lo que pensaba que podía ha-cerse en la producción de medicamentos si organizába-mos todos los laboratorios intervenidos en una especiede agrupación dedicada a tal tipo de producción.

Realmente sabía muy poco o casi nada de organiza-ción de empresas, de producción de medicamentos yde ese sector en particular, pero el interés que habíavisto en tantos trabajadores de esas unidades al quererhacer algo útil, luchando por no paralizar la industria,quienes veían en su acción un deber, su respuesta ensus puestos de trabajo al enardecido patriotismo quese templaba en aquellos días, me hizo sentir como sidominara esos temas.

Mario compartió mis inquietudes y apoyó mis criterios,y eso me dio confianza para pulir mejor lo que pensabacuando después lo discutía con diferentes técnicos comoel doctor Epifanio Selman, farmacéutico de los Labora-torios Abbott, uno de los que más me estimulaba a tra-tar de impulsar esas ideas. Recuerdo que Selman tratabade reproducir la fórmula de una famosa pomada contralas quemaduras, Picrato de Butesín, muy utilizada en-tonces, que se recibía, como casi todas, a granel. Ladescripción de sus componentes en la prescripción noera precisa en cuanto a las proporciones y evidente-mente contenía algún excipiente que no consignaban yde ahí que fuera tan difícil elaborarla.

Un día en que le hablé nuevamente del tema, Zorrillame dijo:

El Che está a cargo del Departamento de Industriali-zación del INRA y yo veo con él todos los problemasde las unidades que atiendo. Ya empieza a organizar-se la estructura necesaria para atender la producciónindustrial que tenemos. Vamos a verlo y le explicastus ideas. Te advierto que conozco que él esta pen-sando en una idea similar, pero a partir de comprarun laboratorio que es propiedad de un brasileño, ElioDutra, amigo suyo y una gente muy progresista.

Así convenido, muy pocos días después Mario mellamó para decirme el día y la hora en que el Che nosrecibiría.

Había estado insistiendo en hablar con alguien deestos planes, pero no había pensado que esa personaiba a ser el Che. Cuando hablamos de verlo, tampocopensé que sería tan rápido, y cuando tuve que prepa-rarme para ese momento empezaba a encontrar posi-bles problemas y lagunas en el proyecto que me ha-cían dudar y tenía que volver a darme ánimo a mímismo. Ya entonces había sido designado secretariode Relaciones Exteriores del 26 de Julio, y mi atencióna estos laboratorios se dificultaba.

Ocurrió que en la víspera Mario me llamó pidiéndomeque lo acompañara a la fábrica de botellas Owen Illinois,de San José de Las Lajas. Fuimos y la intervención serealizó instalando como interventores a un triunviratoprovisional escogido entre los trabajadores más comba-tivos y revolucionarios.

Al día siguiente, cuando llegamos al despacho del Cheen el edificio del INRA, encontramos en una especie deantesala a un viejo amigo mío de la Escuela de Medicina,de la lucha y de la prisión: Alipio Zorrilla. El «negro Alipio»,como siempre le dije cariñosamente, nos explicó que seestaba preparando para ser el administrador de una fá-brica de tuercas y tornillos que se iba a construir prontoen Guantánamo, y estudiaba allí los planos y otros ma-teriales para familiarizarse con el proyecto.

Bromeamos un poco diciéndole que no sabía nadade fábricas ni de producción, y él ripostaba que menos

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sabía yo. Le presenté a su tocayo blanco, y antes queel Che nos llamara a su oficina le dije a Mario que Alipiopodía ser el hombre para administrar la Owen Illinois.Empecé a resaltar sus virtudes diciendo exactamentelo contrario de lo que había dicho antes, y Alipio seinteresó en conocer los detalles de la intervención, puesconocía la fábrica y tenía amigos allí. Advirtió que laidea le gustaba pero que cualquier decisión en su casodependía del Che pues había sido asignado para trabajardonde él determinara, añadiendo con picardía que el pro-yecto que tenía se demoraba un poco y lo que nosotrospensábamos era algo para empezar ya.

Le dije a Alipio delante de Mario: «No te preocupes,Mario se lo plantea ahora cuando lo veamos». Marioenseguida atajó mis ímpetus y respondió:

No, le he pedido muchas cosas al Che y no puedovenir siempre a pedirle. Tú eres el que conoce aAlipio, y después que plantees lo que vinimos a ver,trata de convencerlo de que lo preste; sugiérele quele servirá de entrenamiento práctico para la tareaque piensa darle que sin dudas se demorará unosmeses en comenzar.

Nos llamaron y pasamos a la oficina del hombre queadmiraba, respetaba y no conocía, para plantearle un pro-yecto y además otra cuestión surgida de forma improvi-sada momentos antes. Nos saludó cordialmente y nosinvitó a sentarnos. Mario le hizo una introducción muybreve y concisa, recordándole el tema que queríamos tra-tar y del que evidentemente habían conversado antes porteléfono. El Che prendió lo que quedaba de un tabaco, serecostó y me invitó a explicarle. No era muy ducho en-tonces en exponer algo de forma concreta y convincentepero había pensado tanto en ese asunto que creo que nome salió mal. Recuerdo que me hizo un par de preguntasen medio de mi presentación, para precisar algo y al finaldijo que le parecía interesante. Indicó que le hiciera uninforme con lo que le había explicado, incluyendo las ca-racterísticas de todas las unidades, y que además me man-tuviera en contacto con Mario. Hasta ahí todo salió bien.

Entonces comenzó mi primer y nunca olvidado«patinazo» con el Che. Con cierto apresuramiento le

expliqué la intervención de la fábrica de botellas y lo quehicimos, que se necesitaba designar un interventor y aca-baba de ver, al entrar en su oficina, a un compañero quepodía ser el candidato apropiado durante unos meseshasta que se encontrara la persona idónea. Era AlipioZorrilla, quien se preparaba para una misión en una fábri-ca que empezaba a construirse y podía servirle de entre-namiento práctico. Aunque mi explicación no fue sufi-cientemente coherente, el asunto le interesó y dijo dosveces: «Alipio Zorrilla» sin recordar quién era. Para ayu-dar a que identificara a mi amigo le mencioné varias carac-terísticas de Alipio: «Es un compañero alto, de los gruposde Acción de La Habana, corpulento, “de color”...», y nopude seguir. Me hice la idea de que con esos datos lohabía recordado pues se echó hacia delante, pero me dijobajito, mirándome a los ojos: «De color somos todos, blan-cos, amarillos, negros. Si es negro, di que es negro, o ¿esque no llamas a las cosas cómo son?».

Realmente me sorprendí y hasta molesté. Nunca mehabía referido al hablar de Alipio ni de otro negro de esaforma, pero queriendo ser cuidadoso y fino me salió lacondenada expresión. Me sentí abochornado –comoparece que quería que me sintiera– y traté de salir de eseentuerto explicando que fue una frase involuntaria queno acostumbraba a utilizar. Como concluyendo, y diri-giéndose más a Mario que a mí, dijo que estaba de acuer-do y que lo podíamos utilizar en esa tarea. Nos despedi-mos, también cordialmente, y salimos.

Buscamos a Alipio en una oficina contigua y le dijeque recogiera sus bártulos. Mario le comunicó la deci-sión del Che y le sugirió que se fuera con nosotrospara ir directamente a su oficina, hacer los trámites desu designación y llevarlo después a la fábrica. En elcamino le conté mi versión de lo sucedido:

Buena descarga me busqué por querer referirme a ticon tanta finura; siempre te he dicho el «negroAlipio» y se me ocurrió describirte como «de co-lor» y este hombre no deja pasar una. Enseguida mecorrigió. Bien me gané la reprimenda.

Mario agregaba otros elementos, y los dos Zorrillase reían.

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Toda historia tiene su moraleja. Removíamos los ci-mientos de la discriminación racial que se enraizó cuan-do éramos una neocolonia yanqui y para ello, además dehacer una verdadera y profunda revolución que la erra-dicara para siempre, era necesario enfrentar aquellas ex-presiones que tenían cierto sentido racista. Yo no eraracista, pero sin darme cuenta repetía frases de ese tipo.Nunca más le he dicho a un negro que es de color.

Alipio hizo un excelente trabajo allí. Por eso el Che,ya como ministro de Industrias, lo promovió a admi-nistrador de la fábrica de níquel de Moa, donde tambiéntrabajó con eficiencia. Después devino diplomático yfue embajador en varios países africanos. Falleció re-cientemente.

Mario poco después fue designado como viceministrodel naciente Ministerio de Industrias, donde laboró pormuchos años.

Pero después se constituyó la Empresa de ProductosFarmacéuticos con aquellos laboratorios y otros, in-tervenidos o nacionalizados posteriormente, y Selmanpasó a trabajar allí donde todavía tiene una importanteresponsabilidad, aunque las empresas se llaman ahoraMedicuba y Eron.

Yo presenté mi proyecto. En esos días, como mencio-né anteriormente, me habían nombrado secretario de Re-laciones Exteriores del 26 de Julio y dos meses despuésme encargaron crear el Instituto Cubano de Amistad conlos Pueblos (ICAP), donde permanecí ocho años. Tuveque desvincularme de los proyectos de la producciónfarmacéutica, que entre otras cosas me agradaban por-que se relacionaban con mi vocación frustrada.

Desertor de la producción

Relaté antes que por algo fortuito no trabajé directa-mente subordinado al Che. Le presenté por escrito lapropuesta, como me indicó entonces, antes de pasar adedicarme a organizar el ICAP.

Al comenzar a dirigir esa institución, me vi ante ta-reas para las cuales no tenía suficiente experiencia, yque por su contenido y características requerían quemantuviera permanente contacto con la más alta di-rección del país; era algo muy atractivo, pero a la vez

me ponía tenso y exigía un esfuerzo extraordinario paraestar a la altura de la confianza depositada en un jovenrevolucionario y no defraudarla.

Tuve que aprender a dirigir, y crear ese organismosobre la marcha, vertiginosamente, con la mayor efi-cacia posible. Era un trabajo de una intensidad tremen-da, que no dejaba tiempo para el descanso, pero queme apasionó al igual que a los demás jóvenes que nosenfrascamos en esa actividad.

Volví a ver al Che, después de aquel primer encuen-tro ocurrido a principios de 1960, a finales de ese mis-mo año. Fue una tarde en que recibió a varias delegacio-nes latinoamericanas; había concertado cinco entrevistassucesivas. Yo llevé la primera delegación, participé en elencuentro y me quedé para las demás. No creía quepudiera acordarse de mí, y me había propuesto recor-darle en algún momento oportuno aquella primera en-trevista y por qué estaba ahora en esta responsabilidad.

Cuando abrieron la puerta del salón de reunionesdonde iba a recibirnos entré con el jefe de la delegaciónpara presentárselo; estaba sonriente en la puerta, y lefui presentado a los demás a medida que iban pasando.

Antes de que pasaran todos, me preguntó quién yoera, y le dije: «Mazola, director del ICAP». Me observó,no dijo nada y siguió saludando a los visitantes. No ledije lo que había planeado porque me pareció que no erael momento, y además porque a pesar de haberme repe-tido muchas veces lo que iba a decirle, no me salió.

Nos sentamos y dio la bienvenida a la delegación.Les dijo a sus integrantes que había sido informado delos lugares que habían visitado, preguntó las impresio-nes de alguno de ellos y dio las suyas en un diálogo muyinformal y agradable. Luego les preguntó por la situa-ción de su país, precisando con cada uno que hablabade dónde era, a qué se dedicaba, cuál era su organiza-ción política, etcétera.

Al rato parecía una charla entre viejos amigos. ElChe mencionó los esfuerzos que hacíamos en esemomento en la transformación de la agricultura, ypreguntó si ya habían visto a Fidel, y ante la respuestanegativa, añadió que no se extendería sobre eso puesseguramente él lo haría. Le hicieron muchas preguntassobre su vinculación con los expedicionarios del Granma,

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su experiencia guerrillera, la situación política en Cubay la América Latina y sus soluciones.

Sus respuestas pausadas, con sólidos argumentos,convincentes, parecían una conferencia magistral enuna universidad.

El tiempo transcurría sin darnos cuenta, y ya llevá-bamos más de dos horas; se suponía que yo debíaestar al tanto de eso pero me había sumergido, junto alos interlocutores del Che, en sus reflexiones. Reac-cioné y miré el reloj: ya la siguiente delegación debíaestar esperando por casi media hora.

Aproveché una pausa y se lo mencioné lo másdiscretamente posible. Asintió, pero no me dijo que selo debí haber advertido antes. Respondió otras dos pre-guntas y cortésmente explicó que no deseaba haceresperar a los otros visitantes, bromeó con uno de ellos,se paró y ellos también, mientras siguieron hablandoanimadamente.

De pronto me alude:

Yo estaría más tiempo con ustedes. Quizás poda-mos vernos otra vez antes de que se vayan. Yo meocuparé de localizarlos. Él [y apuntó con un mo-vimiento de la cabeza hacia mí], organizó estas reunio-nes y no nos dio mucho tiempo.Es un desertor de la producción. Iba a trabajar enalgo concreto vinculado a la producción de medica-mentos pero decidió irse para, cómo se dice, ah, elICAP, y dedicarse a darnos más tareas a los que tra-bajamos.

Me sorprendió el calificativo pero más aún que seacordara de mí cuando sólo habíamos tenido un con-tacto que yo no podía olvidar, pero que no me parecíaque él pudiera recordar. Le dije con circunspección:«Comandante, usted debe saber que yo no decidí irmede ningún lugar, me dijeron que me ocupara de esto yeso hago». Hizo un gesto de incredulidad, acompaña-do con ambas manos dirigidas a los visitantes y sedespidió de ellos en la puerta.

Allí avisé a un ayudante que trajera a la otra delega-ción, y aproveché esa oportunidad para explicarle cómofue el proceso de constitución del ICAP, mi designa-

ción, mi vocación por la medicina, lo interesante queera el plan con los laboratorios y también la importan-cia de esta ventana abierta que era el Instituto paradefender y divulgar nuestros logros y realidades. Pare-ce que la delegación se demoró en llegar o que hablémuy rápido pero le «disparé» todo el discurso que ha-bía pensado y muchas otras cosas que se me ocurrie-ron y que él escuchó sin hacer comentarios.

Saludó a la nueva delegación, menos numerosa, ycomenzó otra interesante conversación con ellos. Alfinal, sin esperarlo tampoco, volvió a surgir mi califi-cativo de desertor de la producción como si no hubie-ra oído lo que le expliqué antes, y también lo repitió deforma parecida en las siguientes entrevistas.

No hice más aclaraciones porque la historia se re-petía con más perfección y detalles.

Debo confesar que al principio no me gustaba elmote y cuando hablaba del asunto ensayaba una sonri-sa que debía ser similar a la de un perro comiendocalabaza caliente. Incluso pensé que la broma no erabuena para la responsabilidad que tenía y para el nuevoorganismo, pero en el transcurso de la tarde me fuidando cuenta de que, por el contrario, usaba la anéc-dota para relacionarme de alguna forma con él y resal-tar mediante sus chanzas la importancia del nuevo or-ganismo creado por la Revolución.

Del tablero al cañaveral

Durante los primeros años de la década del 60, el tra-bajo voluntario fue una necesidad perentoria de nues-tra economía y una insustituible herramienta para laformación ideológica de nuestro pueblo.

En el trabajo voluntario, aporte de las masas a unaobra creadora colectiva, competía la utilidad económicacon su profundo contenido político; era la forja donde seacorralaba al egoísmo, la ausencia de camaradería y elindividualismo que durante tantos años el capitalismoconvirtió en nuestros hábitos y costumbres más arraiga-dos. Fue un cambio súbito que por su esencia solidariacobró conciencia popular muy rápidamente.

El Che, con su ejemplo personal, siempre estuvo a lavanguardia de ese titánico esfuerzo de todo el pueblo.

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Tanto que, todavía hoy, asociamos su nombre al tra-bajo voluntario.

Mucho se ha escrito sobre su presencia en todo tipode tareas voluntarias. Él mismo escribió y habló bastantesobre eso. Las imágenes suyas en la construcción, en lazafra, en fábricas, probando nuevos prototipos de com-binadas cañeras, nos son familiares. La secuencia fil-mada en el puerto habanero con el torso desnudo des-cargando pesados sacos en una carretilla, con la destrezay júbilo de un experto estibador, son recuerdos impere-cederos para nuestra juventud.

Organizó un sistema de bonificación para las horasaportadas en trabajo voluntario en el Ministerio de In-dustrias y sus empresas que sirvió como acicate paratodos los cuadros, técnicos y trabajadores, y programa-ba su participación personal para estar entre los máscelosos cumplidores de ese deber, a pesar del tiempoque tenía que dedicar a sus enormes responsabilidades.

Una noche, en el hotel Habana Libre, después deconcluida una sesión del torneo Capablanca inMemoriam, en un saloncito aparte donde había unasmesas con tableros destinadas para los análisis de maes-tros, jugábamos varias partidas, rotando los jugadoresmientras los demás hacían comentarios, criticaban unamala jugada o elogiaban una buena. Estaban presentesvarios jugadores cubanos que participaban en el even-to, el Comisionado de Ajedrez y otros aficionados.

Nos dio la madrugada. El Che jugaba con el coman-dante Manuel Bayo, aquel exgeneral del Ejército Repu-blicano Español que en México entrenó a los expedicio-narios del Granma, en la guerra de guerrillas. Habíaconocido en Marruecos cómo operaban los bereberes,precisamente contra los ocupantes españoles, y trans-mitió lo que sabía a nuestros combatientes. Ahora juga-ba ajedrez en Cuba, donde había venido a residir, conquien se convirtió en un guerrillero nato y escribió des-pués los fundamentos teóricos de esa guerra irregular.

Bayo no era muy fuerte, pero le gustaba el ajedrezcon delirio y tenía una columna regular en el periódicoEl Mundo dedicada al deporte ciencia. Había jugadomucho con el Che en México y cada vez que se pre-sentaba una ocasión como esta reclamaba muy ele-gantemente ese cierto derecho de antigüedad. El Che

lo vencía casi siempre, y aunque quisiera enfrentarsecon otros de los presentes, era muy respetuoso con él,y aceptaba resignadamente jugar dos o tres partidas.

En un momento de la partida miró su reloj. Pensé queiba a apremiar otra vez a Bayo, que se demoraba muchoen cada jugada, pero dijo: «Hay que acabar porque porla mañana tengo que ir al trabajo voluntario». Era unaforma de instar a los presentes a hacer lo mismo, pensé.Era domingo, la zafra estaba en curso y se hacíanmovilizaciones de los capitalinos a cortar caña en loscentrales cercanos. Generalmente los organismos yempresas radicados en La Habana, que tenían brigadasde macheteros permanentes en campamentos cañeroscercanos, hacían movilizaciones hacia esos lugares paraestimular a quienes llevaban meses en tan duro trabajo.

En el ICAP, desde el principio, promovimos el traba-jo voluntario, y solíamos destacarnos con la labor denuestros macheteros permanentes en la zafra, con lasmovilizaciones quincenales y dominicales dentro delSindicato de la Administración Pública.

Existían entonces asociaciones de residentes en Cubade distintas nacionalidades; de algunos países el núme-ro de exilados era mayor, en otros predominaban lostécnicos que habían venido a ayudarnos, pero la ca-racterística común de todos era su disposición paraayudar a la Revolución. Ese domingo nos acompaña-rían en la movilización varias de aquellas asociaciones,y se habían hecho todos los preparativos para el trans-porte, la merienda y la propia organización del trabajocon nuestros movilizados permanentes.

Cuando el Che hizo ese comentario, automáticamenteañadí: «Yo también voy a ir al trabajo voluntario». Mirémi reloj y me di cuenta de que no podría dormir, puessi me acostaba no habría nadie capaz de despertarme.Ya eran cerca de las tres de la madrugada.

El Che no dejó pasar mi altisonante declaración yme preguntó a dónde iba a ir. Le expliqué lo que tenía-mos preparado, la participación de los latinos residen-tes, dónde estaba el campamento, y respondí otrosdetalles que inquirió.

Mirando nuevamente su reloj me dijo: «¿Tú estásseguro de que irás?». Lo reafirmé, y poco después élse levantó y el grupo se disolvió.

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Fui a mi casa a cambiarme de ropa, pero con muypocas ganas de ir a cortar caña. Estaba cansado, teníasueño y fue un verdadero milagro que venciera la ten-tación de tirarme a dormir. Para lograrlo, incluso medije a mí mismo que el Che era capaz de verificar lasemana siguiente si había ido o no y me echaría encara mi flaqueza.

Llegué a tiempo para la salida de las guaguas y loscamiones, y me decía en el camino que no podía vol-ver a combinar esas veladas nocturnas con la caña.Dormité hasta que llegamos, ignorando la amena char-la de mis compañeros de asiento. Nuestra gente yaestaba en los campos que debíamos cortar, y fuerondispersando a los grupos muy organizadamente.

Les habíamos advertido que ese día se distribuye-ran entre los asistentes al trabajo, para enseñarlos yvigilar lo que hacían; sabíamos que muchos de ellosjamás habían cortado caña, y podían dejar el campohecho un desastre. Hacían un gran esfuerzo, pero noeran diestros en esas labores.

Yo me quedé en los primeros surcos del primer cam-po, después que conversé un rato con el jefe de nues-tra brigada permanente. Cuando empecé a trabajar meparecía que tenía el machete más pesado de Cuba, yque aquellas cañas estaban más acostadas y con máshojas que ninguna otra. Nunca fui «largo» cortando cañapero me «defendía» y aquella mañana me la sentí comonunca. Avanzaba muy poco. Me di mis propios conse-jos mentales para eludir el «majaseo», y buscando con-versación con mi vecino de surco logré reanimarme yhasta olvidar la noche de insomnio.

El sol apretaba y a media mañana me paré en mediodel surco a comerme un pan con tomate verde queprevisoramente llevaba en un bolsillo y a tomar agua otravez del porrón de barro. Mi cercana pareja no quiso com-partir el pan porque sólo comía tomates maduros, de loque me alegré. Él me advirtió de la bulla que se escucha-ba en la guardarraya y pensé que traían la merienda.

Salí y vi que el Che venía con un grupo de compa-ñeros del Central, el administrador entre ellos, y quelos movilizados con los que vinimos salían alborotadospara saludarlo y se iban pasando la noticia a los queaún estaban dentro. «Es el Che», decían.

Venía sudado, mejor dicho, empapado de sudor.Se detuvo y conversó con un grupo de latinos que lorodearon y se disputaban su atención. Reconoció aalgunos técnicos y bromeó con ellos diciéndoles queseguramente no fueron con sus empresas porque aquíla merienda sería mejor.

No me acerqué al grupo, sorprendido por lo queconsideré una casualidad, y cuando me vio me dijo:«¡Ah, viniste!». El tono de esa simple frase se traducíaen que realmente no esperaba verme por allí. Quisedecirle algo más pero sólo le dije: «Sí, vine con el alma»o algo por el estilo.

Siguió hasta los jeeps que yo no había visto acer-carse por el otro lado del campo y se fue con el grupoque lo acompañaba mientras en la guardarraya todoscomentaban con satisfacción la presencia del Che enla zona y las frases de estímulo que les dijo.

Después supe que había ido a cortar caña en unárea cercana del propio Central y quiso dar una vueltaa algunos grupos de movilizados y en particular a loslatinos. Comentaban en el Central que había dicho quemientras se hacía el descanso de la merienda iba a ha-cer ese recorrido.

Cuando volví a verlo, enseguida me espetó en for-ma de broma: «Fui a chequear si habías ido al trabajovoluntario pues tu cara aquella noche no indicaba quelo fueras a hacer».

Le dije y me acuerdo bien:

Comandante, era lo que menos deseaba hacer pero,no tenía alternativa. Sabía que iban a participar va-rios cientos de latinos y usted con su afirmacióncategórica diciendo que del tablero iba a cortar caña,desarmó al diablito malo que me enseñaba la camacuando fui a mi casa y me decía, «duerme un ratico,un ratico nada más».

Sopa entre jugadas

Comencé a dirigir el ICAP en 1960 con veintidós años.Fidel decidió crear esa institución, dotándola con sufi-cientes recursos para que estuviera en capacidad demostrar a los visitantes que venían a Cuba las trans-

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formaciones que la Revolución comenzaba a realizar.Avizoraba desde entonces la necesidad de prepararnospara enfrentar el aislamiento que se gestaba contra Cubay poder divulgar nuestra realidad, tergiversada por losmedios masivos de información del Imperio.

Cada aniversario del 1 de Enero, del 1 de Mayo o del26 de Julio, se nos unían a celebrar esas fechas miles devisitantes extranjeros de todo el mundo, particularmentede la América Latina, que después recorrían el país, con-versaban con nuestros trabajadores y campesinos y seentrevistaban con nuestros dirigentes.

Todos o casi todos los asistentes –era lógico–, queríanentrevistarse con nuestros líderes, pero fundamental-mente con Fidel y el Che. Organizar esos encuentrosno era fácil pues además de numerosos, tenían querealizarse en un plazo muy breve de tiempo y nuestrosdirigentes tenían siempre tareas apremiantes sobre sushombros.

Fidel hacía jornadas maratónicas de entrevistasdurante dos o tres días, la mayoría de ellas por la nochey la madrugada, con vigor, energía y entusiasmo in-creíbles. También muchas veces él mismo, Celia o unode sus ayudantes, pedía el programa preciso del reco-rrido de una delegación en una provincia y se aparecíasorpresivamente, convirtiéndose en el guía de los visi-tantes, que podían disfrutar, de primera mano, de unaexplicación de lo que existía antes en ese sitio, lo quecomenzábamos a hacer y lo que sería.

En aquella primera etapa sus explicaciones soñado-ras sobre el futuro eran tan contagiosas que los visitan-tes y los cubanos que los acompañábamos, lográbamosimaginarnos sin dificultad ese porvenir, materializadodécadas después en muchos aspectos.

Todos salían complacidos de esos contactos en ellobby o la habitación de un hotel, en una oficina o en laguardarraya de una vaquería o un plan agrícola, y yocon nuevas encomiendas, pues el Comandante gene-ralmente les preguntaba lo que habían visto y lo quetenían previsto ver y detectaba que no habíamos in-cluido en sus programas tal o cual sitio que les descri-bía y recomendaba visitar.

Me miraba para comprobar si tenía claro que lo de-bía preparar y volvía a hablar de otras cuestiones mien-

tras yo rogaba mentalmente que no me cambiara mu-cho el programa.

Aprendí mucho en esos contactos, sobre todo acomprender la grandeza, inteligencia y sagacidad deFidel, su prodigiosa memoria computarizada, aborda-ba todo tipo de temas, analizaba la situación en Cuba yen nuestra región, con un lenguaje y argumentos acor-de con las características de sus interlocutores.

Le escuché hacer decenas y decenas de preguntasa dirigentes de un país sobre la geografía, economía ehistoria de sus respectivos lugares de origen; me dabacuenta por algún imperceptible gesto suyo o por pre-guntar de otra forma más datos sobre el mismo asun-to, que algo de lo que le decían, particularmente datossobre producción agrícola, industrial, u otra cosa, no leparecía muy objetivo. Si eso ocurría, y realmenteocurría con frecuencia, seguía preguntando de otrascosas y luego volvía al dato dudoso, exagerado o im-preciso y hacía sus comentarios, muy cuidadosos, contodo respeto, acompañados generalmente de un cálcu-lo matemático mental sobre lo que la cifra dada podíasignificar en producción nacional de ese producto, lacomparación con cifras de otros países, precios delproducto en el mercado mundial, etcétera. Explicabapor qué el dato parecía incorrecto, cuál le parecía elindicado y casi siempre aquello terminaba con un nue-vo dato aportado por los informantes, que parecía máslógico y cercano al cálculo hecho poco antes por Fidel.No tomé nota, lamentablemente, de esos encuentros;ese hábito lo adquirí mucho después.

Las entrevistas con el Che eran igualmente maratóni-cas y también solían efectuarse por la noche y la ma-drugada. Siempre protestaba y decía que tenía muchotrabajo y no podía dedicarse a trabajar para el ICAP, peroacababa recibiendo a casi todo el que solicitaba verlo.

Cuando supo que yo jugaba ajedrez y después quemedimos nuestras fuerzas varias veces, me ponía comocondición para recibir las delegaciones que yo mismo lasacompañara, y habitualmente terminábamos jugando unadecena de partidas en su despacho por la madrugada.Tampoco tomé nota de las entrevistas del Che y tambiénlo lamento. Era un excelente expositor, de muy sólidosargumentos y hablar mesurado, con su peculiar acento.

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Conocía bien la historia de Cuba y valoraba conmucha profundidad los fundamentales hechos históricosde nuestra patria; lo subrayo porque no era un conoci-miento libresco sino una reflexión permanente sobrelas causas políticas y económicas de cada hito históri-co, que yo me preguntaba en qué tiempo podía haberlosadquirido.

Pienso que disfrutaba los encuentros con los visi-tantes extranjeros y especialmente con los latinoameri-canos; era como la satisfacción de contrastar con gentede otras proyecciones y medios, aunque fueran pro-gresistas o revolucionarios, sus propias ideas sobre loque hacíamos en Cuba, parte de su patria latinoameri-cana, o el íntimo goce de trasmitir los resultados deuna experiencia cuya esencia podía ser repetida.

Su prédica –puedo decir que constante– por la uni-dad basada en principios, por la necesidad de unir es-fuerzos para enfrentar a las oligarquías locales y alimperialismo, por no desgastarse en estériles pugnassecundarias entre fuerzas progresistas, era de una fuer-za demoledora y convincente, sobre todo cuando lailustraba con ejemplos concretos y frescos de la re-ciente lucha en Cuba.

Un día terminamos relativamente temprano, cercade las 9 p.m., y me dijo que me invitaba a comer. Em-pezamos a jugar ajedrez sobre una pequeña mesita decristal en su despacho, que parece que siempre dedicóa ese propósito, y le dijo a uno de sus ayudantes quenos trajera comida.

El Che comenzaba a jugar en aquel sitio como todo elmundo, sentado en una especie de butacón; en la medi-da en que el juego avanzaba y la partida se volvía intere-sante, se iba corriendo hacia adelante hasta llegar críti-camente al borde, y cuando parecía que iba a caerse, sedeslizaba lentamente y acababa sentado en el piso.

Nos trajeron la comida, que no era mala por ciertopara aquellos tiempos. Nada de platos ni servilletas:dos bandejas de comedor obrero con sus típicasescachaduras. El menú consistía en una sopa que pa-recía tener buen sabor y olía bien, arroz, carne rusabien preparada con papas y un dulce en mermelada.

Movimos el tablero y un compañero puso las ban-dejas, se retiró y fue entonces que el Che las miró.

Llamó al ayudante, que salía después de haber puestoen la mesita dos vasos de agua, y regresó al instantechocando los tacones. El Che preguntó: «¿Esta es lacomida que dieron hoy en el comedor?».«Sí, coman-dante», respondió presuroso el grueso oficial.

El Che se paró, volvió a mirar las bandejas, repitió lapregunta y obtuvo la misma respuesta. «Vamos al co-medor», dijo y salió. Me pareció que era conmigo tam-bién y los seguí.

Entramos a la cocina, el Che avanzó directamentehasta el lugar que buscaba y que evidentemente cono-cía; llegamos hasta unas cacerolas, encima de un fo-gón. Imagino que era donde preparaban la comida delos que comían allí por la noche, y las revisó una a una.

Yo sólo asomé la nariz en la de la sopa donde queda-ba un fondito que seguía oliendo bien. No dijo nadamás y volvimos a subir.

Nos plantamos ante nuestras respectivas bandejasy después de decirme «que te aproveche», comenza-mos. La sopa se había enfriado, ya no olía, y aunquetenía hambre la hubiera dejado, si no fuera porque elChe la tomaba con satisfacción y miraba mi lentitud.Realmente me lo comí todo y él también.

Recogió él mismo las bandejas, o más bien las pusoa un lado una sobre otra y acercó el tablero. No había-mos cruzado una palabra; a mí me había dado ciertapena con los compañeros muy serios que después dela revisión regresaron más tranquilos.

Rompió el silencio para decir: «Me toca a mí», sacóun tabaco y lo prendió. Antes de hacer su jugada, comoexplicación a todo lo anterior, dijo: «Algunas veces mehan querido dar otra comida cuando la del comedor noestá buena y me pareció que hoy lo habían vuelto ahacer, a pesar de mis advertencias. Por eso me moles-té». Y siguió pensando en la pieza que movería.

Meses después leí la extensa entrevista que le con-cedió al director de la revista mexicana Siempre!, don-de abordaba muchos temas de interés y le preguntaronsobre sus actividades y su vida personal. El periodistarefería que la entrevista la hizo en varias sesiones. Enla primera parte le preguntó directamente si los diri-gentes cubanos tenían una cuota especial de abasteci-mientos superior a la establecida para la población.

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Categóricamente el Che respondió que no. La entrevistaprosigue con una introducción del autor que alude al se-gundo encuentro, después de haber visitado algunos delos lugares que le recomendó, y refiere que cuando sevieron por segunda vez, el Che le pidió que no dejarade publicar que, en efecto, respondió que tenía los mis-mos abastecimientos de alimentos que los demás, peroque su pregunta le hizo revisar si realmente era así, ydescubrió que sus escoltas, con la mejor intención, aespaldas de su esposa, le procuraban alimentos adicio-nales a sus pequeños hijos. Había sido así, pero le dijo

que también publicara que esa situación había concluidoese mismo día.

No tengo la revista a mano, y a pesar del tiempo trans-currido, recuerdo que cuando leí aquella sincera confesiónme convencí del arraigo que tenía en sus conviccionesy que la mejor prédica es el propio ejemplo. Me pareciómuy propio del hombre que tenía mucho de asceta, conuna permanente disposición para actuar con absolutamodestia y transparencia, con ejemplar naturalidad, y merecordó aquella sopa fría y sin olor, entre jugada y juga-da de una partida de ajedrez. c

DIEGO RIVERA: México hoy y mañana (detalle), 1934-1935