fray manuel sancho - el pozo de zaurin y otros cuentos

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Recopilatorio de relatos costumbristas del Padre Manuel Sancho, de la Orden de la Merced, realizados durante los inicios del siglo XX.

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FRAY MANUEL SANCHO AGUILARMercedario

EL POZO DEL ZAURN, DORAZUL y OTROS RELATOS

Seleccin de fray Joaqun Milln Rubio mercedario

FRAY MANUEL SANCHO AGUILARMercedario

EL POZO DE ZAURN, DORAZUL y OTROS RELATOS

Seleccin de fray Joaqun Milln Rubio mercedario

EL OLIVAR 2007 Coleccin Santa Mara de El Olivar, n 5

IlustracionesEn portada, ramo de plata ganado por el padre Sancho en los juegos florales de academia Mariana de Lrida de octubre de 1906 En la introduccin, el padre Sancho, retrato de Nati Caada. En la contraportada, fotografa de El Olivar desde el camino del Tormagal.

Recuerdo de la celebracin del sacramento del Matrimonio de

RAFAEL RUBIO MILLN con ENCARNACIN MAQUEDA ROMERO

Parroquia de Nuestra Seora de la Asuncin

Villa de don Fadrique 18 de agosto de 2007

Coge, lee, divirtete, carcajate Y aprende, reflexiona. Qu ocurrencias las de este padre Manuel Sancho! Qu capacidad inventiva y qu maravillosa fluidez narrativa! Este librito que te ofrezco recoge una coleccin de escritos publicados, mes a mes, en la revista San Ramn y su Santuario. Pensando que era de importancia, he significado cada relato con la fecha de su publicacin.

Introduccin

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Dentro del pretendido y bien logrado propsito de catequizar, el padre Manuel Sancho ofrece una gran variedad de estilos, personajes, temticas. La exaltacin del religioso santo, austero, mstico, sabio formador, la personifica en el padre Pedro Jos Ferrada, con el relato bien vivencial de Entre novicios. La buena labor de un joven mercedario, padre Jess Eduardo Massanet, entre la tropa de la guerra de frica, motiva Recuerdos de una campaa en el Rif, concluyentes con que todos los hombres estn ms hambrientos de las cosas de Dios que suponemos. Falta que uno se entremeta entre ellos y los atraiga. La ejemplaridad de una joven que supera todos los inconvenientes para llegar a ser religiosa, urde el reportaje de Los caminos de una vocacin. La tenacidad del sacerdote celoso para llevar sus feligreses a Dios, lo ejemplariza en Un gran negocio. La exquisita generosidad de una nia vascuence hasta ofrecer a Dios la flor de su vida, la exhibe en Una muerte edificante. Despliega una pintoresca nmina de prototipos de los valores tradicionales. A Ton y Pancho, echando por tierras con su socarronera los progresos matemticos de Senequilla,

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que se glora de haber dejado a los catedrticos boquiabiertos, en Los huevos. A don Narciso, el mdico que utiliza su perro para confundir la verborrea del tabernero aguador Romualdo, muy convencido por las ideicas que beba en su diario, de que hay que reirse de esas cosas del alma, y catequizador empedernido de sus clientes mientras les serva un vino pelen de mil diablos, en El seor Romaldo. A los castizos to Celipe y to Coscolla dando una soberana leccin sobre el temor de Dios al orador populista don Cirilo Pantoja, cuando le han simulado un atraco a mano armada en El argumento del to Celipe, encerrona que hace cambiar las peroratas del protagonista: Amigos mos, hay Dios, hay religin; la moral sin Dios es una majadera que slo trae disgustos Exquisito fabulista el padre Sancho en Las grgolas, los ptreos dragones, ranas, angelotes y caritides ensean a valorar los dones recibidos, la lluvia, concluyendo Uuiii!... Haz bien y sers feliz. Uuiii!... Haz bien y sers feliz. Ingeniosa la leccin del Dorazul, el precioso pato, de plumaje azul y dorado, que encuentra aburrida su vida en el remanso familiar y, porque soy mozo y se acabaron los tiempos del despotismo. Coac!... Cr, cr, cr!, se lanza a correr

Introduccin

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aventuras ro a bajo hasta dar en las fauces de un perro cazador. Ocurrente el aplogo Los gnomos del Montserrat, sublimacin de la vida que discurre bulliciosa bajo las montaas de Montserrat. Triste, de lo ms penoso, es El Pozo de Zaurn. Donde el Fraile pone de manifiesta los engaos de los zahores y las embelecos de la avaricia; interpretando cmo el to Martn enloquece buscando el tesoro inventado por un zahor embustero. Bien distinto es el talante el de Las lgrimas de san Pedro, remedo de apcrifo bblico y paradigma de la autntica con-versin. El padre Sancho lamenta el pueblerismo pelmazo en Un tipo ms. Critica a los malos estudiantes, En Capilla, poniendo al protagonista a reconociendo, tarde, haber sido perezoso durante el curso y haberse burlado de sus padres. Estamos en los aos 1930, y la pluma de nuestro poeta se acibara. Se percata de los peligros de un mal entendido socialismo, y produce escritos de polmica, directos, clarificadores. As satiriza a los crticos literarios aduladores en Pseudos crticos. Desembauca la prensa de izquierdas, en Los

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que ignoran a Cristo, mostrando al servicio del diablo una turba de periodistas, maestros laicos, sofistas embusteros, novelistas y seductores de la pluma, diablos, diablesas y diablejos que se agrupan en torno de la ignorancia, que escriben y ensean el error. Tilda la palabrera del orador socialista en un mitin, ante una turba de holgazanes, en una cuadra, desde la altura de un pesebre; confrontando ese proceder con el don Romn, el protector desinteresado y asesor honesto de los trabajadores, que no les engaaba nunca, en La nobleza del trabajo. Significa los desengaos de quienes se dejan llevar por seuelos de libertad, confesando ya no tenemos amos?, peores que antes, peores que antes, en Sin amo?. La crtica del embaucamiento de los obreros por el Senequ, por los lderes, por la lectura de Marx, desde la doctrina social de la Iglesia, en El error fundamental del Marxismo. La hecatombe social de ser todos ricos, desde la ficcin de que san Pedro otorgaba a todos los mortales la consecucin de sus deseos, en Todos ricos. He agregado un hermoso testimonio histrico, Desde El Olivar, Al Rdo. P. N. N, acerca de celebraciones de los cincuenta aos de la restauracin de la Merced en Espaa. Quin pueda ser el religioso destinatario de esas

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misivas, lo ignoro; pienso que slo es un recurso literario. Los relatos del padre Sancho son limpios, nunca una palabra grosera, un doble sentido, una insinuacin; son claros, trasparentes, inteligibles a primera lectura, sin profundidades psicolgicas. Los he trascrito cual aparecen en San Ramn y su Santuario, con algunas faltas ortogrficas propias del momento. Y termino este prlogo recordando que el padre Manuel Sancho Aguilar vino al mundo en Castellote, Teruel, el 12 de enero de 1874, ingres en El Olivar a los trece aos. Fue. ordenado sacerdote el 18 de septiembre de 1897. Ense diecisiete aos en Lrida, a los nios del colegio y a los jvenes mercedarios. En 1909 pas a Barcelona. En 1925 regres a El Olivar. El 7 de agosto de 1936 fue fusilado pro ser sacerdote. Msico, poeta, telogo, mstico, catequista, su produccin es enorme. Sus producciones, pequeas, o de gran tomo son preciosas. Esta recopilacin es una pequea muestra.

UN TIPO MS

La Puebla! Quince minutos! Cambio de tren! Unos viajeros consultan el reloj; dos o tres abren los ojos semicerrados, se desperezan, bostezan; bastantes baturros y mujeres del pueblo y unos pocos seoritos abandonan el vagn y arrastran consigo, maletas, cestas, los, paraguas... Una seora lleva bajo el brazo una almohada rellena, en la mano correspondiente una sombrerera y en la otra mano la punta de una cuerdecilla, de la otra punta tira un perrillo faldero que se empea en cumplir urgencias de menor cuanta, y no le dejan. Yo abandono tambin el tren, y me sigue un hombrn que llevo pegado a m desde Zaragoza, y que dice me caso Reus a cada palabra y que masca continuamente un cuartelero cuya punta le sobresale de los labios por la comisura derecha, mientras que por la izquierda larga a explosiones malfica lluvia do salivazos, negruzcos del tabaco, asquerosos, abominables... Diantre de gigante! Se empea en ser mi amigo porque diz que es de Gargallo y es esquilador por aadidura, y como Gargallo est cerca del convento, pues... aten ustedes cabos. Me ha ofrecido tres veces pan, y

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tortilla, y nueces, y vino: yo no he aceptado, peco en cambio he aceptado su casa, sin nimo de cumplir el compromiso; pero he tenido que acudir a este medio para librarme de un forzoso almuerzo y d un dolor de tripas seguro. Adems, mi amigo me brinda con tanta voluntad... Hay que esperar un buen rato en la estacin y me paseo por el andn rezando en mi breviario. Gracias a Dios que me veo libre del esquilador! Domine labia mea aperies. Et os meum... Me pegan tal manotaza a las espaldas que, a tenerlas menos robustas me derriengan. Es el esquilador dichoso. Padre! Padre! Qu hay? Me hay encontrao un sobrino. Que sea enhorabuena. Es este... Amos, hijo, saldalo; este es un Padre del conviento. Tengo el gusto... Reverendo Padre... Con que uste es...? Para servir a usted, caballero. El sobrino es joven y tiene aire de ciudadano, y sabe saludar, que ya es mucho saber. A su to se le cae la baba de gusto contemplndole. Qu casualid!dice a gritos . Me meto en la estacin y me encuentro a mi sobrino entre la gente. Mire unt qu blanco y qu majo est. Hijo, onde te has comprau esa

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corbata? Me caso en Reus! Y el sombrerico...? De Jipijapa. De Jipi... qu? japa. Bonico es y... Pero, hijo, cunto has crecido! Y con el bigote y todo Pues. Ja, jaaa!... Eh? qu le paice a ust, Padre, verd que mi sobrino est hecho un seorito? No sea usted as, to. Me caso en Reus! Y dejemos al padre en paz que est rezando y molestamos. (Gracias a Dios). No es molestia. Qu se ha de molestar! Si somos ms amigos... Verd Padre? Vaya, s, seor. Me caso en Reus! estoy ms contento. Ejjjem!formidable estornudo. Uy que rociada! Te podas volver del otro lado, so grosero. Al fin, me dejan en paz y contino mi rezo. Tomamos el tren de Alcaz y mi amigo seguido de su sobrino, sube donde yo subo, y empieza a chupar otro cuartelero, y torna a lanzar salivazos, y a reir a carcajadas, y a convidarme a almorzar, y a repetir su exclamacin favorita... Me caso en Reus! Y me habla de su sobrino, y a su sobrino de m, y

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a todos los que se ponen a tiro, de m y de su sobrino. Vlgame Dios, qu torbellino de hombre! Cuando llegamos cerca de Alcaz me coge de la mano y me arrima a la ventanilla para mostrarme la huerta y, como es tan amigo mo, me posa su manaza sobre el hombro y me lo golpea a cada palabra. Yo procuro replegarme hacia el rincn, huyendo de aquellos cariazos; pero el que es tan obsequioso, me tira del brazo y torna a ponerme en la ventanilla diciendo: Ust aqu, en el mejor sitio. Yo sonro a la fuerza. Me habla un cuarto de hora largo de la huerta, y en estas plticas llegamos a la estacin de Alcaz. Bajamos. Hay que ir en coche hasta la ciudad; pero los coches estn llenos. No hay que apresurarse dice mi amigo. Iremos a patica. Yo llevar la maleta de ust. Eso no lo permito. Que no lo permite? Me caso en Reus! Venga esa maleta.Y me la arranca de la mano y se la echa al hombro como si fuera un copo de liana. Ajaj! Yo me separo de l a hablar con un cochero a quien pregunto si a pesar de la aglomeracin de gente...

Un tipo ms

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Qu glomeracin! Pa ust siempre hay un sitio. Venga ust. Asomo la cabeza dentro del coche. All no cabe ni una aguja; pero el cochero asegura que yo quepo. Si ser verdad? Hgase ust una miajadice el cochero a un caballero gordsimo, que ocupa el primer asiento junto al estribo. Hacerme, qu? Una miaja pa dentro, a ver si entra el Padre. Veremos: es difcil, pero... El caritativo caballero hace esfuerzos titnicos y logra dejar un vaco para que quepa un papel de canto. Mi amigo llega en aquellas crticas circunstancias. Tiene ust sitio? Mejor, porque, claro, se cansara de venir a pie La maleta. Aquy el cochero la coloca en el pescante. Un poco ms sitio, me caso en Reus! que el Padre no cabe. Aprete ust ms.Mi amigo empuja al caballero hacia adelante. Hiii!...chilla un rapaz. Cuidado, que revientan a la criatura! El to tocn!grita la madre del chico mirando al esquilador con ojos atravesados; pero ste no hace caso y sigue apretando. Au un poquico ms!... Me caso en Reus!...

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Ah fin logran hacer un hueco en que yo procuro embutirme. Me resigno a servir de cua y a no sentarme en todo el camino, porque me sostengo solo con las caderas apretadas, prensadas entre la dura tablazn del coche y mi grueso adltere. No quepo... bien dijo pugnando por llegar al asiento. Cuando se sostove el coche contesta el cocherocabr ust. Dios lo haga. Sube el cochero al pescante, requisa las riendas, suenan los cascabeles del tronco. Adis, Padre! y el esquilador me prieta la mano, y me la suelta y la vuelve a apretar y torna a despedirse... Restalla la fusta, arrancan los caballos, se tambalea el coche me santiguo. Nubes de polvo se levantan de la carretera y al traves de ellas, aun distingo al buen esquilador mandndome adioses con los brazos que agita como las aspas de un molino.

San Ramn y su Santuario n 59, 31 de julio de 1927, p 105-107; n 60, 31 de agosto de 1927, p 126.

EN CAPILLA.MONLOGO DE UN EXAMINANDO

Luis (Luis lleva en la mano un programa) Por fin... lleg el momento temido del examen. Aqu estoy como el culpable antes de pronunciarse el fallo en el tribunal, mejor dir que estoy como el reo en capilla, porque para m, ya est dada la sentencia: suspenso seguro, si el cielo no hace un prodigio. No podras, Seor bueno, darme inteligencia de todo lo que no he estudiado, haciendo un milagro estupendo? No podras hacer que me explicara a derechas los enredos de esta lgebra aborrecida? T que hiciste hablar en buen castellano la burra de Balaam?... (Pausa. Hojea el progrema). Hasta mi programa me lo han cambiado por este otro flamante, nuevecito. En mi programa, como muchacho previsor, tena mis apuntes, mis signos, mis recursos ingeniosos de estudiante que no sabe y que se vale de estos medios inocentes para salir de apuros... y el profesor ha visto la martingala y me ha quitado esta ltima esperanza. Cruel! No se ha examinado l nunca? No sabe que una de las obras de misericordia es echarle un cablecito a quien se ahoga?...

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Ignora que dice el Evangelio, bienaventurados los misericordiosos porque ellos hallarn misericordia? Yo me siento en este momento misericordiossimo. Si ahora yo fuera catedrtico dara a todos mis discpulos, an a los ms pigres, un aprobado como un sol. Eso s, aprobado slo. Justicia, caramba! Pero mi catedrtico no es misericordioso. Qu lstima y qu rabia!... El mundo da muchas vueltas y en alguna de ellas, pudiera ser que mi catedrtico cayera bajo mis piadosas garras, quiero decir que yo le examinara a l... Por qu no? Ah! entonces... Pero, no; no quiero vengarme de nadie. Adems, an no me han dado el suspenso, y aun podr verificarse el milagro de la burra de Balaam. A ver si lleva trazas de verificarse. Elegiremos a suerte. (Va recorriendo con el dedo, como quien busca a suerte, por el programa). Leccin cincuenta. Binomio de Newton. A, ms B, elevado a M. Dice que hay que elevar las letras o cantidades A y B basta M... Por m que las eleven; no soy yo quien haga esa elevacin... A m debieran elevarme, segn estoy de achantado y para poco. Ay! A, ms B elevado nada menos que a M, como quien dice a los cuernos de la luna... Qu ganas tienen esos matemticos de corrompernos las oraciones! Haba ms que decir dos ms tres elevado al cuadrado, y yo que s aritmtica resolvera al momento que

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son veinticinco? Pues no, seor; nos arriman esos seores un A ms B que nos dejan patitiesos, y por si no fuera bastante, nos lo elevan todo a M. Por qu no dicen claro cinco, seis, veinte, cuarenta mil y nos entenderamos? Mal ao para el seor Newton... Yo me lo llevara a un fign y, en vez de pedir para l dos chuletas y panecillos, le mandara traer A ms B... A ver qu coma!... Caramba con esta gente de ciencias... Y mi pap que desea que yo estudie la carrera de ingeniero en que hay tantas equis y tanta frmula... Valientes puentes levantara con esas letricas! Oh, Seor, qu tontos son los sabios. (Fuera se oyen gritos y algazara de Fernndez: Sobresaliente!... Sobresaliente!...) Ya se ha examinado mi condiscpulo Fernndez, y gritan sobresaliente. Claro! ha estudiado todo el ao como un burro y le dan sobresaliente, que es lo que se merece. Si yo hubiera estudiado como l... He aqu las consecuencias del ao escolar: A mucho estudiar, sobresaliente; como si dijramos: A ms B elevado a la ensima potencia; a no estudiar ms no contestar en el exmen, como me va a acontecer a m, cero, ms cero elevado a cero... Esto si que son matemticas que no fallan! Necio de m! Por qu jugu tanto? Por qu no estudi? Por qu fu desaplicado? Por qu?... Seor... Dios ya perdona, porque

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es misericordioso; pero el catedrtico no perdona... Los hombres no son misericordiosos. No hay grandeza de corazn en este mundo; no hay nobleza de sentimientos, no hay altrusmo... Hace mucha falta la caridad, sobre todo la caridad con el pobre estudiante que ha tenido la debilidad de ser perezoso durante el curso... Adems, mi suspenso caer de rechazo sobre mis paps. Qu culpa tienen los pobres? Por justicia debieran darme el aprobadito, ya que no por m, por mis paps que se lo merecen, s seor, se lo merecen. Pero es intil; el tribunal no se har estas consideraciones y, si se las hace, se encoger de hombros. Cundo aprendern los hombres a tener misericordia? Pronto .me llamarn a m. Tiemblo... Qu dir mi pap? Y si saco suspenso, que s lo sacar, qu har conmigo? A mam la engao o ella se deja engaar; pero a pap... Seor, ilumname... Se acerca la hora terrible... (Mira otra vez el programa). Divisin algebraica. Si fuera dividir nmeros... pero letras cmo las dividiremos?... Ecuaciones de segundo grado... Nada. Ecuaciones bicuadradas... Nada. Logaritmos. Aqu hay nmeros, demasiados nmeros no s para qu. Mantisas, caractersticas... No entiendo nada. (Timbre). Ya me llaman a examinarme. All voy... Al suplicio... Suspen-

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so seguro. Animo, corazn mo... Suspenso suspenso... (Sale tambalndose)

San Ramn y su Santuario n 61, 30 de septiembre de 1927, p 146-148

LOS HUEVOSCONVERSACIN

Senequilla, jovenzuelo que viste regularmente y lleva sus guas de bigote engomado. Ton, baturro de media edad. Pancho, dem, idem.

To. (A Senequinilla) Conque ya has venido? Sen. Ya ve usted: ya he venido. Y por eso estoy aqu. Pan. Muy bien hablao. Ests aqu porque has venido. Estos chicos que estudian, se pierden de vista. To. Y qu es eso que te ha salido en el morro? Sen. Vaya una pregunta! El bigote. (Le toca el bigote Ton). To. Lo llevas empegau con pez. Sen. Quita all... To. Y qui majo vas!... (Lo soba). Mira nusotros, como siempre, pobrecicos. Pan. No te fes del vestido, que en su casa, por llevar mejor al chico este, van bien estrechicos. Sen. Y tan estrechicos. Pan. Pues eso no se hace. Sen. Quite usted all, hombre. En cambio yo traigo ciencia.

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Pan. Si la trajeras, al menos. To. Y cual es mucha... cencia? Sen. Una barbaridad. To. A velo. Sen. Quita, hombre. Esto no se ve; se comprende, la comprende la gente de estudio, pero vosotros qu habis de comprender? To. Es verd que nosotros no vemos gente. Pan. Y has hecho buenos exmenes en la... ciud? Sen. He dejado a los catedrticos boquiabiertos. Pan. De qu te has examinado? Sen. De Matemticas. Pan. Qu es eso? Sen. Una ciencia que ensea a sacar cuentas sin nmeros... Pan. Qu dices? To. Pues con qu sacas las cuentas? Sen. Con letras, y a veces sin letras, con unas varicas... Pan. A ver, a ver, un ejemplo. Sen. Por ejemplo. Yo le debo a usted cinco duros... Verdad? Pan. Bueno: me debes cinco duros. Sen, Pues, no le doy a usted cinco duros: le doy a usted equis. Pan. Equis? Sen. S, equis y en paz.

Los huevos

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Pan. Qui, hombre! Me das equis y yo te doy zeta con una estaca, y si no pagas los cinco duros te llevo a la crcel. Esas son mis matemticas. Sen. Ufff...! Qu cosas tiene usted! To. Djalo estar, Senequilla, que no entiende ms que de majar terrones... Sen. Adems, las matemticas ensean a dividir hasta la ensima parte. To. Ene... pche! (estornuda) sima. Difcil es de pronunciar la palabrica. Sen. Y en eso hay maravillas en las matemticas. To. Y con qu parten las matemticas, con un cuchillo fino? Sen. Con letras y rayas; siempre con letras y rayas. Pan. Amos a ver. Yo traigo en el bolsillo dos huevos duros que han sobrado de la merienda... Malos: aqu estn. (Los saca). Ya se pueden comer: estn limpios. (Sen. se apodera de uno. Pan. se lo quita). No, mao, no. Esprate. Nos los hemos de partir entre los tres... A ver t cmo lo arreglas con letricas y rayas. (Deja los huevos encima de la mesa). Sen. Pues muy sencillo: esto las matemticas lo resuelven en un periquete. Voy a demostrarles que aqu hay tres huevos. To. Yo no veo ms que dos. Sen. Dos hay, pero por las matemticas...

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El pozo del zaurn, Dorazul y otros relatos

Pan. Se convierten en tres? Sen. Justo. Pan. A ver, a ver... To. Rediez, rediez... Vamos a ver un milagro. Sen. Nada de milagros: matemticas puras. Fjense bien. Aqu hay dos huevos. Pan. Justos y cabales. Sen. Donde hay dos hay uno. Pan. Claro. Sen. Dos y uno, tres... Luego aqu hay tres huevos. Pan. Enredos de lengua y na ms... Aqu hay dos huevos. To. Djalo estar, hombre. Repite, Senequilla, repite; que no he entendido mucho. Sen. El discurso no falla. Aqu hay dos huevos; donde hay dos hay uno; dos y uno tres. Luego aqu hay tres huevos. To. Dnde est el otro? Sen. Aqu. To. Aqu slo hay dos. Sen. Pero por las matemticas hay tres, hombre. Pan. Chicos: dejmonos de disputas. Yo voy a resolver el problema de otro modo. Cmete t este huevo (se lo da a To. que se lo come); yo me como el otro... (Empieza a comrselo, y con la boca llena dice a Senequilla): Ahora, t, cmete el huevo de las matemticas.

Los huevos

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(Senequilla queda con la boca abierta sin saber que decir). Pan. y To. Ja, ja, jaaaa...

San Ramn y su Santuario, n 62, 31 de octubre de 1927, p 160-162

PSEUDO CRTICOS

No hace mucho le una altisosante crtica (llammosla as) de un librejo que yo conoca, y me di lstima, lstima por el autor, porque le hacan creer al pobre que era escritor de fuste, lo cual es un mal, y lstima tambin por el crtico, pues se equivocaba lastimosamente. Otras muchas crticas haba ledo por el estilo. Creo que estos excesos literarios merecen algunos considerandos. Es tanto el desconcierto que reina en criticar esperpentos literarios que uno, si se fa de artculos biogrficos para conocer el valor de un libro, no sabe a qu atenerse. Los superlativos abundan, las apreciaciones disparatadas pasan por sesudas observaciones, y cuando sale a luz una obra de mrito, acostumbrado el lector a ver defraudadas sus esperanzas con obras, que malos crticos aplaudieron, no sabe si comprarla o dejarla de comprar, temeroso de un engao. Sin duda estos jueces literarios creen que juzgar una obra es cuestin de un poco de atrevimiento y otro poco de desenvoltura, y no es eso. Para juzgar una obra se necesitan dos condiciones: honradez y competencia. La honradez (la literaria, se entiende) consiste en decir lo que se siente y slo lo que se

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siente. No deja de ser costosa esta honradez, porque el autor se ofendera si le dijeran que es feo y astroso aquel hijo de su entendimiento: Suelen darse casos de verdadero compromiso para el crtico. El autor del librejo, u otra parte interesada, pdele un artculo encomistico. Qu hacer? Llevarse un disgusto negndose a ello? Esto debera ser, pero, ya que no lo sea, hay un recurso para salir airoso del trance: alabar el fondo (dichoso fondo!) el fondo moral de la obra, escurrindose por consideraciones de convienen lecturas sanas, hoy que la mala prensa... etc., etc. (Pueden decirse muchas tonteras perfectamente morales.) O bien aplaudir el estudio y trabajo del autor en escribir la obra (aunque no sea lo mismo escribir que escribir bien). Con estos tpicos y otros por el estilo, queda el autor agradecido y el lector sensato rindose del finsimo pitorreo. Este proceder, sin embargo, no es digno; pero se lo merece quien busca aplausos inmerecidos. Lo que debe hacerse es desengaar al autor, o no decirle nada, que es lo mejor, y excusarse bonitamente. Pocos hay que se atrevan a decir la verdad escueta de la opinin que una obra mala les merece, y sin embargo es la primera condicin que necesita cualquiera buen juzgador de obras ajenas. Amn de la honradez, necesita el crtico de la competencia o conocimiento de las leyes que

Pseudo crticos

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deben regir la obra que critica. No se necesita poder escribir otra semejante, que en la mayor parte de los casos, es imposible: basta que conozca a fondo, si de arte se trata, el arte en cuestin, y que tenga en conocer bellezas y defectos un gusto exquisito. Este gusto literario, ayudado del conocimiento profundo de las leyes ataentes a lo que crtica, son datos necesarios para la reflexin y el juicio verdadero de las bellezas que la obra encierra, y tambin de los puntos flacos y cambras que la oscurecen . Bastan, para lo que nos proponemos, estos dos considerandos. Ojal ellos movieran a decir la verdad a los crticos dignos de tal nombre, e hicieran callar a los que no son llamados a la difcil ciencia de juzgar libros; as no abundaran tanto los malos autores; pues es indudable que uno de los mayores motivos que impulsan a los escribidores a molernos la paciencia con sus... cositas, es la adulacin de los sabios y las alabanzas de los ignorantes.

San Ramn y su Santuario n 63, 30 de noviembre de 1927, p 178-160.

LAS GRGOLAS

Aquella noche a duras penas me enviaban las estrellas su luz misteriosa. Negra cerrazn cubra el cielo. Alguna que otra estrella se asomaba temblorosa entre las rendijas de las nubes. Met la cabeza por el hueco del campanario; mis ojos se sumieron en la profundidad oscura. Entrev apenas al seor Telamn y a su amada Caritide, fros, callados, durmiendo su profundo sueo de piedra; ms abajo se esfumaban los contornos de un arbotante; ms abajo, dudosas redondeces oscuras, y al fondo, masa negra, uniforme, como si all tuvieran principio los tenebrosos reinos de la nada. Una rfaga cargada de lluvia me azot la cara. A mi lado se animaron las grgolas de piedra. Esta noche beberemos, Grifo amigodijo la grgola Rana a su vecino el Grifo. Estoy sedientoclam un dragn de piedra que estiraba el cuello sobre el vaco. Nuestra amiga la lluvia ya nos tena olvidados. Y si no bebomurmur el Grifose me secan las fauces, se me amortiguan los ojos, estoy triste, me desespero...

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El pozo del zaurn, Dorazul y otros relatos

Deja tus viejas tristezasdijo la Rana; ahora es tiempo de alegra. Ya viene la lluvia... Ja!... ja!... ja!... Ji, ji, ji!ri un vejete chiquito llamado Pittecus, de cara horrible de mono, barba de chivo, peln y orejudo. Ya lluevedijo el Grifo alegrndose un poco. Aaaa!-clamaron a una las grgolas abriendo desmesuradamente las bocas. La lluvia dijo: Agua vay cay en millares de gotas cristalinas, se desparram por tejados, chapiteles, cornisamentos; se desliz a lo largo de las columnas; congregse luego en pequeos regatuelos, y llen las sedientas entraas de las grgolas que, a medida que las reciban, arrojbanla riendo clamorosas, charloteando, por las bocas y picos de animales inverosmiles. Una grgola grande, ms baja y por ende ms cerca del suelo que las otras, al arrojar al agua pareca tener el fragor de la catarata. Reciba en sus inmensas fauces muchas corrientes que desperdiciaban otras grgolas y que se las enviaban de canales ms interiores. Ella por su enorme bocaza enviaba un gran chorro al jardn. Tena caraza de angelote bonachn; hinchados los mofletes, encogidos

Las grgolas

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en forma de crculo los labios, como queriendo expeler con fuerza el agua. De qu ren esas desatinadas?deca en medio del fragor de la lluvia y del gran chorro que arrojaba. De qu ren las sin seso? Pronto cesar la lluvia y se quedarn tan secas y mudas como antes. Ji, ji, jiii!dijo Pittecus, que no saba decir otra cosa y, con malignas intenciones, envi a guisa de salivazo una bocanada de agua que la gran grgola despreci olmpicamente. Las otras grgolas aplaudieron a Pittecus, y la rana dijo, largando su chorro intil: A ese angelote necio hay que despreciarle. Riamos y arrojemos nuestros chorros al viento. Ja, ja, jaaa!.rieron a coro las grgolas zumbando al angelote. En medio del fragor del agua dijo recio la gran grgola: Reid, necios; largad intilmente el agua; estrelladla contra esquinas y tejados... yo me cuidar de recogerla. Qu hars con ella?pregunt el Grifo. Regar el jardn que crece debajo de m. Tonta! Tonta!repitieron todas. Haciendo bien, soy felizcontest el angelote.

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Las grgolas no le hicieron caso y siguieron divirtindose y echando carcajadas en medio de aquel clamoreo de chorros de agua. ________ Al da siguiente volv a mi observatorio y mir las grgolas. Me admir al verlas tan calladas. El sol de junio haba evaporado la mojadina y estaban tan secas y sedientas, que abran bocas y picos pidiendo agua. En cambio el jardn esponjbase ufano. La lluvia haba henchido sus plantas sedientas y la vida estallaba magnfica en las flores, cubra de un verde aterciopelado las guas de las enredaderas, charolaba las hojas de las magnolias, ergua los desmayados hierbajos y todo brotaba pomposo y lleno de esperanzas. La gran grgola, de cara de angelote, murmuraba: He aqu mi obra. Mucho me molesta el calor del sol; pero al menos esta vida y frescura que yo he dado a mis buenas amigas las plantas me llena de alegra. Ah, si yo pudiera llegar a tener esa hermosa vida, o siquiera sentirla de cerca! Ya la sentirsle contestaron a la par un jazmn y una enredadera. __________ Pasados algunos das, cuando ms apretaba el calor, me asom a mi agujero del campa-

Las grgolas

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nario. Las grgolas estaban tan angustiosas y resecas que se resquebrajaban; no tenan una sombra amiga que las protegiera del sol, su maldecido enemigo. En cambio la gran grgola estaba en sus glorias. La enredadera haba trepado hasta ella y rodebale el cuello de amorosos zarcillos. El jazmn, por no ser menos, haba tambin subido desde el suelo y extendindose sobre la cabeza de la grgola hacale sombra agradable. Una campnula azul con vivos cambiantes rojos le besaba la boca. Las otras grgolas se moran de envidia y de calor. Un vientecito clido, susurrando entre ojivas y rosetones, pareca repetir las palabras de la gran grgola: Uuiii!... Haz bien y sers feliz. Uuiii!... Haz bien y sers feliz.

San Ramn y su Santuario n 64, 31 de diciembre de 1927, p 191-193.

ENTRE NOVICIOS

Don de lgrimas dice su reverencia que tiene el Padre Maestro? S, Fray Eugenio, don de lgrimas. Si le oyeran decir los religiosos que el P. Ferrada tiene ese don que usted dice, se reiran de su reverencia, Fray Jos. Pues es la pura verdad. En apariencia, es seco de trato, enjuto de palabra como el corcho, sin ternezas ni dulzuras de merengue; pero cuando del Santsimo o de Nuestra Madre se trata... Qu? Llora? Delante de nosotros, no; pero a hurtadillas, sobre el pao blanqusimo del ara No cite, seor poeta. Bueno, seor fisgn. Ante el altar, cuando tiene delante de s la Hostia Consagrada, le fluye el llanto y a m, por influencia, poco menos. Le ha visto? Cuando le ayudo a misa. As hablaban los dos novicios, mientras de retorno del paseo se dirigan al convento, nuestro convento del Olivar, que se alza en un valle lejos del mundo, a propsito para entregarse a la vida de meditacin y recogimiento. Iban en grupos de dos o tres, y el P Maestro,

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detrs de todos, lea en su inseparable libro del Nuevo Testamento. Un novicio se acerc a nuestros dos interlocutores: Mire dijo fray Jos; all en el horizonte, qu hermosura... Fray Jos contempl la grandiosa puesta de sol que su compaero le indicaba, haciendo pantalla con la mano. Tiene razn su reverenciadijo. Es hermoso sobre toda ponderacin. Aquellas nubecicas apiadas formando blanqusima aureola alrededor del astro del da. Aquellas rizadas franjas de seda y oro y de todos los colores del arco iris en suavsimas medias tintas entremezcladas por los pinceles de los propios ngeles, sin duda. Pero su Reverencia se deja lo principal. Qu? All, entre las nubes encendidas, falta algo. No lo entiendo. No ve un hueco grande, como una hornacina de fuego desledo con oro? S. Tiene por pedestal el sol, pero el pedestal vaco. An no adivina? No, ma fe. Tiene por corona la aureola de blanqusimos vellones...

Entre novicios

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Ah, ya!... Comprendo, al fin. Sobre aquel pedestal, dentro de la hornacina, falta la Virgen. Justo: ah debe estar Nuestra Madre. Yno haba cado en ello! Verdaderamente por pedestal tendra el sol, por aureola esa corona de nubecillas blancas y sonrosadas, ceida de resplandores, ms hermosa que la luna, sonriente como la aurora. Que te escurres, poeta volvi a zumbarle fray Eugenio, porque fray Jos sola poetizar a menudo. S, poeta y enamorado, que dijo el otro. Bien se le conoce por la descripcin que hace de la Reina de sus pensamientos. De la Reina de los pensamientos de todos. La campana de la torre del convento enton alegremente su saludo vespertino a la Reina de los Cielos. El Padre Ferrada rez devoto. Angelus Domini nuntiavit Miriae. Et concepit de Spiritu Sanctorespondieron a coro los novicios. Y el rezo, junto con el clamoreo de la campana y los cantos de los ruiseores parecan repetir, cada cual a su modo: Ave, Mara; Ave, Mara. II Al da siguiente, Fray Jos y Fray Eugenio

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ayudaban la misa de su Maestro. Estaban en el canon. No haba nadie en la iglesia: slo se oa en un rincn el cuchicheo del rezo del octogenario Fray Antonio, vieja reliquia de la exclaustracin. Despus de alzar a Dios, el celebrante junt las manos en el memento de muertos. Al separarlas dijo bajito Fray Jos a Fray Eugenio: Mire. Los dos novicios, arrodillados como estaban, adelantaron la cabeza por bajo los brazos del celebrante, y vieron que dos lgrimas le caan de los ojos. sobre el pao blanqusimo del ara. Y dentro de su corazn se compungan los dos adolescentes viendo la compuncin de aquel varn santo. Fray Antonio cuchicheaba sus oraciones y el celebrante su misa. A los novicios les temblaban los labios de amor pursimo y afuera los ruiseores reanudaban el canto del da anterior: Ave, Mara; Ave, Mara...

San Ramn y su Santuario n 65, 31 de enero de 1928, p 9-11

DORAZUL

Difcilmente se encontrara un remanso como aqul para esparcimiento y refugio de toda una tribu de patos. Quieto como una laguna, defendido de los rayos del sol, a trechos muy profundo y a trechos muy poco, alcanzndose el fondo cenagoso con el pico... bullendo entre el lgamo gusarapos apetitosos, solazbanse all muy a su placer patos grandes y chicos. De la corriente estaban seguros en el remanso, y de la persecucin de perros y cazadores, defendalos a modo de vallado, un caaveral espeso. Haba entre los patos uno jovenzuelo, a quien, por su plumaje azul y dorado, llamaban Dorazul. Era el tal un patico vanidoso, ganoso de aventuras, descontento de su suerte. A menudo se le oa murmurar: Coac, coac... Qu vida tan sosa! Sosa? repeta su madre. No digas tal delante de tu padre, porque te arrimara un picotazo. Se guardar de hacerlo; ya soy mozo y se acabaron los tiempos del despotismo. Coac!... Cr, cr, cr!... Muchas veces posado en un altozanito de csped, minsculo islote que divida el remanso de la corriente, miraba al otro lado del ro

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Cmo le atraan las bellezas que adivinaba metidas entre la espesura! Qu asco le daba entonces aquella vida de familia! Las golondrinas volaban a millares describiendo curvas elegantsimas. Una de ellas pasaba a menudo cerca de l. Adis, hermosale deca el pato, lanzando un grito ronco. Quivivitle contestaba la avecica, alejndose, y el tontazo suspiraba. Si yo saliera de esta cinagadeca interiormenteme casara con esa revoltosilla. Las patonas son feas y se mueven con poqusima gracia. Otras veces miraba ro abajo. A dnde conducirse preguntaba. Qu de grandezas se descubrirn dejndose llevar de la corriente! Tanto pudieron en l aquellas ilusiones que se determin a correr una vida de aventuras, y una maana de primavera, cuando todo sonrea y los grandes lirios de agua casi cubran la tranquila superficie del remanso, Dorazul se lanz a la corriente. Antes de lanzarse, grit a los suyos: Hiiic!... Agur, zafia cuadrilla. Quedad en vuestra paz y en vuestra sosera. Un Coac! general de desprecio fu la despedida que le hicieron. Dorazud fu arrastrado por la corriente.

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Sufri algunos vuelcos, hasta se mare un poco; mas, como la juventud todo lo resiste, se rehizo pronto con la esperanza de arribar a la orilla. Tuvo hambre y se zambull para encontrar algo qu comer, pero no topaba el fondo Quiso nadar de travs: en la orilla hallara yerba por lo menos. Imposible: la corriente impetuosa le arrastraba... De pronto observ que el agua se precipitaba hacia un remolino que delante se distingua. El pato nad a la desesperada para huir del peligro, pero cuanto ms nadaba, ms se acercaba al temido centro de aquella espiral que le arrastraba vertiginosa. Mir ya cercano el negro agujero que todo lo engulla entre borbollones de espuma, tuvo vrtigos, di la ltima rapidsima vuelta, y el torbellino le sumi en el abismo de las aguas... A poco flotaba en un remanso bien diferente de aquel que le vi nacer. La tranquilidad del remanso y los ltimos rayos del sol muriente le volvieron a la vida. Movi dbilmente sus remos con rumbo a la orilla y salt a tierra ms muerto que vivo. Unas docenitas de babosas y limacos que all abundaban le sirvieron de almuerzo, comida y cena, todo a la vez, y con ello cobr algunas fuerzas.

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Coac.. gimi tristemente. No es esta la vida que yo ambicionaba. Ay mi humilde remanso en que yo nac! Quivit!grit una golondrina desflorando con el pechuzuelo la superficie del ro. Es ellasuspir el pato, y aadi alzando la desmayada voz cuanto pudo:Golondrina, hermosa golondrina, soy Dorazul, el tristn de marras. Chivitcontest, acercndose la golondrina. T aqu, Dorazul? Qu vientos te han trado a esta orilla? No vientos, sino aguas. Me abandon a la corriente, he estado a pique de ahogarme; he salido con mucho trabajo, ahora que lamentaba mi desdicha, te veo a ti para calmar mis males. Los hados lo han dispuesto. Bendita seas, golondrina; bendito ese piquito y esos ojuelos como dos granos de azabache, y esas alas que parecen... Anda el mastuerzo!interrumpi la golondrina. No me est requebrando el muy desgalichado? Es que te quiero, princesita de los aires; es que nos casaremos y te tratar como... Vete a paseotermin la golondrina, alejndose como una saeta. Oh, cruel!gimi el pato,esto me faltaba.

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Recrrrrec... querrrec grit un bicho sacando la cabeza de entre una herbaza. Una rana! S, soy una rana, una rana compasiva que ha presenciado la escena con la golondrina. No le hagas caso: es una loca sin corazn ni piedad. Y es muy fea. En cambio, yo... Mramey la rana se contone e hinch la piel verdosa. Mrame bien... Dorazul callaba. La otra interpret aquel silencio como seal de admiracin profunda. Y canto admirablemente. Oye: Rec, rec. querrec... querrec... Y nado mejor que t. Mi elemento es el agua; tambin el tuyo. Tal para cual. Quieres ser mi marido? El pato se enfad. Quita alldijo. Vete, perversa criatura, vete o te reviento de un picotazo. La rana se zambull rezongando: Me desprecia el gran tonto... Me lo pagar. Dios nos libre de una hembra vengativa. La rana avis en un instante a sus compaeras, y de todos los charcos sali un recrrrec formidable. Dorazul huy aturdido, pero el clamoreo de las ranas cunda y le persegua por doquiera. Cerr la noche; el pato, cayndose de sueo y de cansancio, se acogi a un hueco que se haca en un caaveral espeso y se encomend a Morfeo... Empeo intil: el

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recrrrec.. retumbaba en medio de la noche obscura. Malditas, malditas! gema el cuitado . No podr pegar los ojos en toda la noche. Al amanecer ces el clamoreo. Dorazul se sacudi un poco y volvi a la querencia del hueco entre las caas. Al menos dormira entonces un poquito. Ruido de alguien que se abra paso entre las caas le despert. Chucho, buscagrit a lo lejos una voz. Desgraciado de m!gimi Dorazul, tratando de huir; pero vi la cabeza de un pachn de gran talla que le olfateaba y abra paso hasta l. All!grit de nuevo la voz, jubilosa y triunfante. Dorazul quiso volar y no pudo. La boca del perrazo hizo presa del desdichado. No le mates, chuchooy el pato como un eco. Luego perdi el sentido. -----------Lo guisaremos con tomate. Con tomate, no, con alcachofas. Creme, Pepito, el pato con alcachofas es bocado de prncipestales fueron las primeras palabras que oy Dorazul al despertar de aquel aturdimiento. Por lo inseguro de la voz, deban ser

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los que hablaban adolescentes. Una tercera voz varonil, segura, dijo: No sera mejor llevarlo al corral con las gallinas? Miradlo que es precioso. Nunca vi otro de tan esplndido plumaje. Ya abre al fin los ojos. Magnfico ejemplar! Dorazul, que efectivamente haba abierto los ojos, vi ante s un cazador de cuerpo entero y dos muchachones imberbes todava, que le contemplaban. Este pato, hijos moscontinu el cazadores un pato silvestre que sin duda tiene su bandada en algn remanso del ro, oculto entre malezas. Se ha metido imprudentemente en la corriente y ha venido a caer en nuestras manos harto mal trecho. Y pues ha pagado su culpa con creces, por qu matarle ahora? Quisierais para vosotros, si las pasiones os metieran en semejantes aventuras, la suerte que destinis al pobrecillo? Pap, no matemos al pato. Pap, llevmosle con las gallinasdijeron a la vez los dos muchachos. El cazador sonri. Dios bendiga vuestros sentimientos dijo, y aadi luego:Vivirs, patito hermoso. El pato hubiera besado de buena gana al cazador aquel de aspecto brusco, de corazn de oro... ---------------------

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Qui... qui... quiiideca el gallo sultn llamando a las gallinas. Estas acudieron presurosas. A este pato que han trado clam el gallo con autoridad habis de tratarlo con cortesa. El amo ha dicho a la criada: Cidamelo, Pancracia. Y si ven que le picamos... pobres de nosotros! Las gallinas contestaron: Caraaac! que quiere decir: Muy bien; te obedeceremos. Dorazul que oy estas palabras desde el rincn adonde se haba acogido todo medrosico, sali de all y se acerc al grupo contonendose un poquito. Las gallinas, informales mujercitas, soltaron el trapo a reir. Caaaac!... Silencio!grit el gallo. Vaya una acogida. El pato fingi no oir las risotadas, y dijo: Buenos das, seor mo y muy seoras mas. Qu educado!!dijo una gallina. Qu guapo! aadi otra. Buenoscontestaron casi todas. Desde hoy te recibimos en el gallinero como verdadero miembro de nuestra familia

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dijo el galloy te prometemos proteccin. Jurad!aadi dirigindose a las gallinas. Lo prometemosgritaron todas a coro alzando la pata y mostrndola abierta al pato, que as juran las gallinas. Y yodijo Dorazul un poquito conmovidoos prometo amistad verdadera. Las gallinas brindaron al pato con panizo; una le trajo medio melocotn, otra una piltrafa. Dorazul estaba encantado. La vida de Dorazul se deslizaba en el gallinero dulce y tranquila. A1gunas veces sala con las gallinas por la huerta y vea el ro, pero cuando le venan a las mientes ocurrencias de lanzarse a la corriente impetuosa en busca de aventuras, deca moviendo la cabeza: Coac, coac... Guarda, pato!

San Ramn y su Santuario n 68, 30 de abril de 1928, p 57-61.

EL POZO DEL ZAURN

Y ha dicho el zaurn (1) que en el pearrn del Ceparuelo estaba el tesoro?pregunt el to Martn. S, seorcontest el muchacho. Mu hondo? Tres estaus de hombre. Y cunto tesoro ha visto? Muchsimo... pa llenar un volquete. Oro? Oro. El to Martn tembl de avaricia. Toma y mrchatedijo, poniendo en la mano del chico un ochavo moruno. Me casen que poquico!murmur el rapaz bajando la escalera. Eso pasaba en Andorra, pueblo del Bajo Aragn, en casa del to Martn, labrador rico, por mal nombre el to Pelleta. El to Martn se qued meditabundo Un montn de oro dentro de un peasco!.... Haba para volverse loco. Y lo haba visto el Zaurn de Pearroyas, cuyo padre fu Zaurn y el abuelo y el bisabuelo... un Zaurn de casta, un verdadero Zaurn. Era, pues, cierto lo del tesoro escondido en las entraas del peasco. El cual peasco estabaqu casualidad! en una finca del Tiesito, de Andrs el Tiesito

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pirrado por la Pilar hija del to Martn El era enemigo de aquellos amoros, porque el Tiesico era un pobretn, pero con el inesperado tesoro sera riqusimo El to Martn vacil mucho rato. Como resultado de su meditacin llam a su hija. Pilar. Seor contest la moza que, como buena hija de Eva, haba odo la conversacin de su padre con el zagalejo y estaba observando al viejo por el ojo de la llave, mientras se revolva, agitado por aquellos tumultuosos pensamientos. Qu manda usted?dijo entrando. Cundo valdr la finca del de tu novio? La del Ceparuelo? La misma. Poco, pero me parece que no quiere venderla. Y porqu no ha de querer venderla? Porque me lo dijo un da. Pero al menos vender el pearrn solo? El pearrn solo? Y para qu quiere usted el pearrn? A ti qu te importa? Contesta. Vender el Pearrn? Si u no?

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La moza vacil un poquito. Algo le cost lo que iba a decir, pero cerr los ojos y dijo de corrido: Si usted me deja casar con el Andrs, l le dar el pearrn por nada. Casarte con un muecas que no tiene un chavo? Mi madre, que en paz descanse, lo quera y me dio permiso. Pues yo, que an no descanso en paz, ni ganas, te lo digo. El Tiesico es un pillo. Ser pillo, porque no tiene un cuarto. Un mandria. Padre, no insulte usted a Andrs. Me parece que te voy a clavar el Andresico en las costillasy el to Martn levant la manaza para cumplir la brutal amenaza. Pilar huy al balcn abierto. All a la vista de la gente, no se atrevera su padre a pegarla Entonces subi de la calle una voz vigorosa, la voz del Tiesito que enderez a Pilar esta jota. Por la calle abajo va una cordera sin madre si no me la quita Dios no me la quitar nadie. Y aadi el mozo despus de la jota: Pilar, ya puedes decir a tu padre que ahora soy rico, si es verdad lo que se corre por

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el pueblo que ha dicho el Zaurn de Paarroyas. Dicen que en mi pearrn hay un tesoro. Anda, morena, si fuera verdad! Adis, Pilar. Adiscontest la moza, y el Tiesico se alej cantando. Tu padre me ha despreciau porque para ti soy poco. Iremos a la alameda y cortaremos un chopo. Y la muchacha se retir del balcn. El to Martn estaba desconcertado. Su enojo haba desaparecido al or de la boca del Tiesico que la noticia del tesoro del Zaurn era ya del dominio pblico. El Tiesico no le vendera ahora el pearrn dichoso. La chica, al bxervar el ensimismamiento de su padre, se retir a sus faenas. El to Martn empez a recorrer la habitacin con pasos inseguros. Pareca lelo. Caminaba, recogidas atrs las manos, abiertos y fijos los ojos Con qu derecho le quitaran aquel tesoro? vamos a ver con qu derecho? Y porqu el Tiesico no haba de venderle el pearrn? Y si el Tiesico le regalara el pearrn, con tal que le diera su paternal permiso para casarse con la mocita?... Llamara al Zaurn? Llamara al Tiesico? Llamara a los dos?

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Padredijo la moza desde la puerta, ya est aqu el Jacinto. Vamos a cenar! No tengo ganas. Cenad vosotros. La muchacha no insisti. El Jacinto era un hermano de Pilar, mozo de diecinueve aos La noche estaba oscura. A poco entr la joven con un candil. No quiero luzdijo el viejo, y se cerr por dentro y sigui en sus paseos y cavilaciones. A media noche se ech vestido en la cama. Rendido de aquella tremenda sacudida de avaricia, cerr los ojos. Vi entonces un pen resplandeciente y un Zaurn barrenndolo con una varita. Del agujero brot un abundantsimo chorro de oro, que haca al caer un tintineo de celestial armona... Tirrn El Tiesico estaba de espaldas al pen dispuesto a meter el oro en sus talegas. Me los das por la Pilar?dijo el to Martn. Andrs contest que s con la cabeza. Mo, mo!.. balbuce el to Martn, tendiendo y agitando los brazos fuera de las sbanas. Y en medio de su sueo, parecale oir un canto lejano que deca: Si Calanda fuera ma Albarracn y Teruel, todo te lo entregara porque fueras mi mujer.

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Aquella voz tambin la oa Pilar, bien despierta: era la voz del Tiosico. No bien se asom la aurora, blanca y risuea, coronada de rosadas nubecillas, el to Martn se asom tambin a la ventana hosco y cetrino, caronado de un pauelo seboso y apoyados los codos en el alfeizar, contemplando el horizonte. Su hija se le acerc mimosica. Qu no ha dormido ust, padre? Poco y mal. Y t cmo estsy pregunt esto dulcificando un poco la voz. Bien, padre contest la muchacha que, por aquella sencilla pregunta, comprendi que su padre haba cambido de modo de pensar. Se entr adentro y volvi a poco con un platillo y en l tres higos frescos de Maella con su copita de aguardiente. El to Martn comi los higos y bebi la copa sin decirle nada. La chica iba a retirarse. Oye, Pilardijo el viejo. Mande usted. Me parece que ya puedes casarte con el Tiesico, digo con el Andrs. Gracias, padre contest ella conmovida. Peroel to Martn se rasc la barba con el ndicepero me ha de vender el pearrn del Ceparuelo, o si no a medias.

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Andrs se lo ceder todo o la principal, si usted le da su palabra. Llmalo y trataremos. No quiso oir ms Pilar y a poco llegaba el Tiesito. Mucho tiempo haca que el to Martn no le daba la cara, y resentido el mozo, y cabezudo adems, como buen aragons, habale prometido cantndole jotas intencionadas, que la Pilar sera suya a pesar de la injusta oposicin del viejo avaro. Tenale, pues, inquina, pero las palabras que la moza le haba dicho por el camino, lo traan mansurrn y con nimos de avenencia. Con estos baches y dificultades, no es de extraar que a tropezones se saludaran, que tardaran en encarrilar la conversacin por buen camino. Consiguironla al fin la voluntad determinada del viejo y los ojos de Pilar que suavizaban los interiores resquemores del mozo. Y se entendieron y quedaron en que Andrs casara con Pilar cuanto antes mejor para lo cual daba el to Martn su permiso, y adems, y esto era lo interesante para el viejo, las tres cuartas partes del tesoro del pearrn pesadas a conciencia, seran del to Martn y lo restante de Andrs. Ahora que venga el Zaurn. Est en la posada del Azorete (2). Voy a llamarlo?

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Espera. Las cosas hacerlas bien. Quiero que el pueblo no se entere de que vamos con el Zaurn al Ceparuelo. Son zumbones y no faltara msica. Si hay gente con l, lo llamas a parte y le das el recado Sali Pilar y volvi luego acompaada del Zaurn. El to Martn sali a recibir al personaje a la puerta de la casa. Serio, misterioso y algo hinchado entr el Zaurn haciendo reverencias y sin desplegar los labios. Traa una anguavina-esclavina con conchas, al cinto un rosario de cuentas como nueces, y en la mano una varica de dos palmos, pintarrajeada de lagartos verdes, dragones rojos y soles amarillos... Era la varica de la virtud. Tena largos y enmaraados cabellos y barba, y fijaba ac y all los ojos escrutadores. El to Martn segua con inters aquellas miradas; no en vano las segua, pues, asegura la fama y lo trasmiten las viejas de generacin en generacin que los Zaurines ven bajo tierra y a travs de muros y peascos, las venas de agua ocultas y los filones de metales preciosos que la mano de Dios distribuye en las entraas de la tierra, Andrs no crea gran cosa en aquel poder admirable; la Pilar, aunque supersticiosa, dudaba como Andrs, que fcilmente convienen en el pensar los que se aman. El

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Jacinto senta como su padre, y miraba al Zaurn muy abiertos los ojos y la boca. El to Martn se olvid de su tacaera y obsequi al Zaurn esplndidamente. El husped camastrn con aquellas maneras suyas que parecan baadas de algo sobrenatural, coma muy naturalmente cuanto le presentaban: primero unas magras con huevos, despus un conejito pesetero y una tortilla de tucas, y lo embaulaba todo el muy bellaco mezclndolo con suspiros y con largusimos tragos de vino. Apenas el Zaurn di tregua a las mandbulas, el to Martn le pregunt: Ya sabr usted que el pearrn es nuestro... Andrs quiso protestar; Pilar hizo una sea negativa con la cabeza. Scontest Zaurnme lo ha dicho la chica. Es grande el tesoro? Aaah!... aaah!.. aaah!. exclam el Zaurn. Muy grande?insisti el viejo. Mucho, muchsimo! Cunto? No se puede calcular Un volquete de oro, segn ha dicho el zagal que se lo oy decir a usted.

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Tal vez ms: no lo s fijamente, pero hay mucho, mucho... Aaah!... Al to Martn le temblaban la barba y las pantorrillas. Mucho oro, mucho!... aaahCon la voz trmula, dijo para terminar:Iremos al Ceparuelo. Es tardeaadi el Jacinto. Esta nochecorrigi el to Martn porque no quiero que el pueblo se entere. El Zaurn llam aparte al viejo y le manifest que acostumbraba hacerse pagar antes de emprender su trabajo: era justicia entre Zaurines. Cunto es? Tres duros. Tome cuatroy en cuatro piezas lucientes se los di el to Martn. Slo la codicia del tesoro del pearrn, que traa loco al pobre viejo, era capaz de hacerle soltar los cuatro ojos de toro. Las doce de la noche eran por fin cuando llegaron al pearrn del Ceparuelo el to Martn, el Zaurn y el Tiesico. El Jacinto y su hermana haban quedado en casa por mandamiento de su padre. Era una de esas noches de marzo, en que las nubes, inverosmiles montones de monstruosos desgreados, corren en alas del viento, tapando a. intervalos la

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clara luna imarcina y a intervalos dejando iluminar vagamente la tierra. El pearrn era una mole dursima de pedernal; encima de l estaba el Zaurn haciendo gestos de admiracin a la claridad de la luna, en la mano la famosa varica de la virtud. Con el capuchn de la anguarina calado, se le vea la barba revuelta y la nariz de pico de cerncalo algunas veces. Sus dos adlteres traan recias mantas y miraban aquella escena con diversos sentimientos. El Zaurn vibraba la varica de un modo extrao magullando entre dientes: varica... varica,...varica virtudis: Cuquis cantabis... Calavera mortis... (3) Aaah! All! all brilla el oro! Aaah!.., y apuntaba con la varica el fondo del pearrn. A la sombra del capuchn brillaban sus ojos como centellas: pareca atravesar con ellos el peasco. El to Martn, fascinado, agitadsimo, se apoyaba en el hombro del Tiesico para no caerse. El Zaurn segua con voz cavernosa: Aurus in campis (aqu una cruz en la varica); aurus in barranquis (aqu otra cruz). Que salga de dentro, que salga de fuera... (aqu un crculo) que salga por donde quiera! Una nube negra cubri la luna. El viento fro de la noche agitaba la barba del Zaurn y las mantas que llevaban nuestros hombres. Las

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siluetas de ellos alzbanse sobre el pen como tres sombras del otro mundo... Cunto oro hay? pregunt el to Martn. Esperemos que salga la luna. Pas el nubarrn, y, a la luz que Diana esparca, sigui el Zaurn con aquella voz de ultratumba: Cuquis cantabis... calavera mortis... All en el fondo.... en un hueco... en un covarrn qu veo?... All! un montn de oro... dos... tres... cuatro volquetes lo menos! Brillan diamantes como nueces... como el puo como... Aaah!... qu riqueza! La luna volvi a ocultarse. El Zaurn call. Haca fro y tena ganas de acabar. El to Martn temblaba de emocin y del viento helado. Vamos? dijo el Tiesico, que a pesar de ver y oir al Zaurn de aquella guisa, no le crea vidente ni mucho menos. No se ve ms?pregunt el viejo. Nocontest el Zaurn. Ya he visto cuanto hay que ver. Hay tres volquetes de oro y piedras preciosas. Cavando la pea viva, siempre hacia lo hondo y a plomo, toparn el tesoro a cuatro estados de hombre. Justos? Cabales. Est usted seguro? Del todo.

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Dnde hay que empezar a cavar? Aqu, donde tengo los pies. El to Martn busc un guijarro y marc una cruz en el sitio que indic el Zaurn. Luego marcharon. Por el camino, y a instancias del Zaurn, se determin que desde el da siguiente, se empezara a picar en la pea viva un pozo vertical. A los siete metros (cuatro estados de hombre) encontraran el tesoro infaliblemente. Andrs casi no crea en la existencia de aquellas riquezas, sin embargo, se guardaba muy bien de manifestar sus dudas: l se casara con Pilar antes de llegar al tesoro, que era lo que le convena. As se lo manifest al to Martn, que accedi sin ninguna dificultad. El Zaurn dijo que al da siguiente tena que marcharse, porque lo llamaban de la sierra para descubrir un gran ro subterrneo, grande como un brazo de mar. Con esta excusa, al llegar al pueblo, se despidi del to Martn y del Tiesico. IV Al da siguiente empezaron la mproba tarea de cavar el pen el to Martn, su hijo y Andrs. A nadie dijeron palabra, porque teman la zumba baturra. No sin razn teman, pues el zagalico, a quien el to Martn haba

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preguntado lo del tesoro, lo charl en la calle, y las tas lo abordaron y lo tos aadieron cuchufletas, y una de ellas lleg a odos del to Martn, trada por el viento en forma de este dilogo: Chico, sabes por qu ha comprado el to Pelleta el pearrn del Ceparuelo? Por qu? Para buscar el tesoro del Zaurn. Anda, morena! Pa m que encontrar sirle. Pa m, algn esqueleto. El primer da cavaron apenas medio metro de pen.Qu estaba duro el maldito! Trabajaban a lomo caliente todo el da y a las doce les traa Pilar la comida. Porque en Andorra nada se sospechara, iban a Hijar a afilar las herramientas, pues el Ceparuelo estaba colindante entre ambos pueblos. A los ocho das de trabajar haban ahondado un estado de hombre. El Tiesico que slo trabajaba por mor del casamiento, contando con el premiso del padre, apremi al cura, el cual se di prisa a amonestarles y, a las tres semanas de haber marchado el Zaurn, se verificaba el matrimonio. Casi pas desapercibido para el to Martn que, absorto en el pensamiento del tesoro, no estaba para bodas. El mismo da del matrimonio lo pas trabajando l solo en el Pearrn.

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Al da siguiente les tres buscadores del tesoro tomaron medida del pozo y vieron que haban ahondado tres estados de hombre. Slo faltaba unodijo el to Martn; dentro de ocho das sacaremos a capazos oro y perlas y rubes. Ande lo esconderemos, padre? En la pajera, debajo de la paja! Ya he comprado una cerraja de esas que tienen secretitos. Con tanto dinero podremos comprar la huerta. Y todo el pueblo si se nos antojara, y hasta la gente, Y hasta el ray de las Espaas. Con oro, hijo, todo se compra. Menos el cielo, como dice el curamurmur el Tiesico. El cura es un tontaina que na ms vale pa decir misa. Y qu comeremos con tanto dinero, padre? A m me gustan los merengues. Poco a poco, Gacinto. Si empezamos a chupar confituras y rn escarchado, pronto se nos acabar el tesoro. Alquitaremos dos civiles, porque no nos roben. Cargaremos de oro el carro y hala, ha1a! al Banco de Espaa. Colocaremos all el oro, cada mes caer en casa un chorro de dinero, y a vivir! a vivir como reyes de la Morera. Porque, deseng-

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ate, Gacinto, slo vive el que tiene monises, el que no tiene es un calave. I)espus de estas reflexiones dignas de un Sneca, los tres empezaron a picar en la pea, el to Martn con ms entusiasmo que bros, el Gacinto con bros y entusiasmo, Andrs sin una cosa ni otra Por ms secreto que llevara su trabajo, se supo en el pueblo, y empezaron la zumba y la chacota; pero un par de bofetadas propinadas por el Tiesico a un jaque burln, hizo callar a los deslenguados, al menos delante de los ofendidos, que detrs quin es capaz de poner freno a las lenguas de truhanes y mujerzuelas, ni a las risotadas de los que las escuchan y aplauden? Adems llamaba la gente a la excavacin el pozo del Zaurn y esto sin recatarse y sin ambajes. Todo lo cual acab de exasperar a Andrs que, despus de casado, trabajaba en el pearrn de mala gana. Un da dijo a su suegro que aquel tesoro era una filfa, y que l no seguira buscndolo y haciendo el tonto. El to Martn le contest: Lo que tu queras era casarte con mi hija. Qu te importa que yo me despelleje buscando el tesoro? Cuando se encuentre ya pedirs tu parte. Andrs prometi picar hasta los cuatro estados de hombre, pero no ms.

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Una semana ms tarde llegaban a los famosos cuatro estados que haba dicho el Zaurn. El to Martn sudaba de esperanza Pobre viejo! Parecale que la piedra sonaba a hueco y que de un momento a otro iba faltar el suelo y abrirse a sus pies una oquedad. No sents?deca-. Este ruido que responde al del pico es el tintineo del oro. Os? Tirriiiin... No oigo nadarespondi el Tiesito. Yo, sy golpeaba la piedra con el pico, aplicando el odo y repet entre dientes: Tirriiin... Ya hemos ahondado los cuatro estados de hombreinterrumpi Andrs bruscamente, que estaba midiendo la altura del pozo. El Zaurn es un granuja... Aqu no hay ningn tesoro. El to Martn se enoj. Andrsdijovete Desde, aquel da slo iban al pozo el to Martn y su hijo, que a medida que ahondaba perda las esperanzas. Aun cavaron un metro ms hondo. Gacinto tir el pico. Padre, el Zaurn nos ha engaado El to Martn se arrim a la pea. Ms duro que aquel pedernal tena l su corazn de avaro, pero tal era su pasin de oro que dos lgrimas, como dos garbanzos le cayeron de los ojos.

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Hijo, ya lo veo: hemos ahondado ms de cuatro estados de hombre y no hemos encentrado el tesoro; poro est aqu... aqu... y golpeaba con el pico. No oyes? No oigo nada, padre. Yo lo oigo: es oro. Lo dijo el Zaurn, me lo dice stey se golpeaba el pecho. Hay oro. Hacia dnde, seor? Ser en otra direccin. Hay oro! Te acuerdas de aquella noche? Aaah!... aaah!... Oro, mucho oro... Es un Zaurn quien lo dijo. Jadeante, sudoroso, el viajo infeliz se agarr al pen con las manos, como si quisiera clavar en l las uas, e inclin la cabeza. No me creen... musitaba, ni mi hijo... Y hay oro!... mucho oro!... Vamos a casa, padre. Vamosrespondi el viejo, abatida la cabeza mas no la voluntad. V Desde entonces slo acuda al pearrn el to Martn. Cav en todas direcciones, abri estrechas galeras... Trabajaba sudoroso, temblando, le consuma la fiebre. A veces llegaba a casa, ya bien entrada la noche; su hija le rea. Es intil, padrele deca una noche despus dio cenar. No vaya usted ms, que

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est enfermo y el maldito pozo lo ha puesto ms seco que la caa de la doctrina. El Zaurn nos ha robado la tranquilidad y el dinerodijo Andrs y aadi el Gacinto: Mal empleaus cuatro duros! Me caso en el Zaurn! El da que tropiece con l... Ah, rediez!... El to Martn callaba. La idea fija del tesoro le tena sorbido el meollo. Cuando poda, que era muy a menudo, acuda al pearrn, y sus hijos se oponan. A m nadie me manda deca-y marchaba con el pico al hombro. Una tarde quiso salir del pozo para volver a casa. Acostumbraba subir agarrndose a una cuerda, pero tan dbil estaba aquel da, que no pudo conseguir y en el pozo hubo de trasnochar. En su casa temieron una desgracia, al ver que era media noche y el viejo no llegaba. Andrs y Gacinto se dirigieron al Ceparuelo. En el fondo del pearrn encontraron al viejo acurrucado y tiritando y diciendo desvaros. Desde aquel da le prohibieron salir de casa. An hizo alguna escapatoria y lo encerraron bajo llave. Estaba a ratos sosegado, pero pronto se exaltaba y exclamaba a tropezones: Tesoro mo del pearrn, dnde ests?... Me creen loco porque pido lo mo. Qu desgracia perder un tesoro!... Aaah, aaah!... oro!... mucho oro!...

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Cada da se iba ahilando hasta quedarse en los puros huesos El mdico le visitaba y cada vez que sala se barrenaba la frente con el ndice y meneaba la cabeza. Una noche se levant el to Martn y empez con el pico a picar en la pared. Lo sujetaron, lo ataron. Ms tarde se soseg un poco, pero desde entonces no deca cosa con cosa. VI Muri a la postre el loco sin ventura. Maldito Zaurn!gimoteaba Pilar. La avaricia rompe el saco, niamurmuraba Andrsy a tu padre se lo ha roto del todo. El Gacinto callaba. VII El que vaya de Andorra a Hijar pasando por el Ceparuelo, que pregunte por el pozo del Zaurn y le indicarn un pozo hondo, cavado en pea viva. Es la obra de la ambicin de unos ilusos y un recuerdo permanente de la justicia divina que, en cada pasin desenfrenada, pone el castigo.

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San Ramn y su Santuario n 77, 31 de enero de 1929, p 14 y 15 n 78, 28 de febrero de 1929, p 29-31 n 79, marzo de 1929, p 46 y 47 n 80, abril de 1929, p 60-62 n 81, mayo 1929, p 78-80 (1) Zahor. (2) Gaviln pequeo. (3) Estos latinajos son del natural.

LOS GNOMOS DEL MONTSERRAT

Abajo, a mis pies, Collbat; a mis espaldas, ingentes peones; cabe a m, una cueva que se abre entre dos pedruscos, cubierta la entrada de hierbas y matorrales... La tarde apacible, el sol tibio, la brisa perfumada, tras del cansancio de subir y bajar cerros, invitaban a gozar del descanso. Una dulce soarrera empezaba a invadirme y, entornados los ojos, pensaba: Qu hermosa tradicin religiosa la de Montserrat! Diz que los ngeles bajaron armados de sierras y mallas de oro, y sierra aqu, hiende all, muerde acull, destroza en otra parte, formaron esta sierra de inverosmiles picachos, para que fuera templo grandioso de la Virgen. Realmente: bella tradicin religiosa J!... j!... jee!...ri detrs de m una voz acatarrada de viejo. Volvme sorprendido y vi un vejete chiquitn que no llegara a mecho metro. Llevaba una barba blanca que besaba el suelo, iba vestido de encarnado, y encarnado era tambin el gorro parecido a los de dormir, aunque ms largo y con su flamante borla verde en la punta. Un gnomo!exclam.

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S, un gnomocontest el vejete. Un gnomo, testigo importuno de tus meditaciones sobre Montserrat. Pero... cmo sabe usted...? Tutame. Bueno. Quin eres y cmo sabes... .y al decir esto, vindolo conmigo tan afable, y corno era tan chiquirritillo, que convidaba a que lo manoseara como a un juguete, quise cogerlo de la barba. No!chill con ira. Eso no lo permito Caracolinas con el fresco este! Atrs, o te hago bailar hasta descoyuntartey sac una varilla, la que vibr, me amenaz con ella... Me acord de los codines (1) de marras, y tuve miedo. Dispensa, codn. No soy codn. Los codines de Aragn son primos hermanos de los gnomos catalanes. En otro tiempo, cuando formaban una monarqua, oran hermanos; ahora nos hemos quedado en primos. Algo es algo. Yo cre que erais hermanos. En el fondo, lo somos. Rasca un poco la corteza y vers. Pero dime: cmo has sabido en qu pensaba? De dnde has venido? Dnde tienes la casita, y... Caracolinas! qu enredo de preguntas! Espera, que a todas las satisfar. Los gnomos

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sabemos mucho, porque a nuestra sutileza de cuerpo corresponde una sutileza natural de ingenio, y encima vivimos mucho. Yo tengo doscientos aos y pico. Diantre! Lo que oyes. Adems, estudiamos ciencias ocultas, a los hombres que se mueven en la costra del globo. -S, ya s que vosotros vivs en lo interior. As lo demostraste cuando escribiste aquella verdica historia de codines. Aunque vivamos en lo interior de la montaa, sabemos todo lo que pasa en la superficie; te hemos viste andar por cerros y vericuetos, y me han dicho mis hermanos: Ese que en otro tiempo escribi un captulo de nuestra vida, merece nuestra benevolencia. Anda y convdalo a visitar contigo lo principal de nuestro palacio. As me han dicho, y yo, con harto gusto me he dispuesto a cumplir la voluntad de nuestra gente; he salido por este agujero, te he observado con atencin y, entre los pliegues de tu frente, he ledo tus pensamientos... Eres listo y sabio. Poquita cosa. He ledo tus pensamientos y quiero corregirlos y ponerles aadidura. Pensabas que los ngeles serraron esta montaa para que fuera trono de la Virgen, y eso es verdad. Pero t no sabes que este trono maravilloso descansa sobre una base no menos mara-

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villosa, formada de columnas, arcadas, murallones y pretiles... todo un complicado sistema arquitectnico sumido en los abismos, tan admirable como este otro en que se enredan las nubes. Y eso... no es exageracin? Exageracin? Ven y versy me agarr de la mano alzando mucho la suya para coger la ma, y me invit a entrar por la cueva. Tuve mi poquito de miedo. No temas: somos gente honrada. Entr... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. Cgeme de la bonita del gorro y no la sueltesme advirt el vejete. Empezamos a bajar por un conducto negro, a trechos sinuoso, a trechos vertical: pareca estrecho respiradero de un volcn pagado. Yo, cogido de la borlita, bajaba y me introduca por el conducto con facilidad suma. Atribu el fenmeno a las artes mgicas del enano, que por la borlita, a modo de hilo conductor, me comunicaba. Encoganse y estirbanse borlita y gorro, segn las necesidades, y yo apretaba en mi diestra aquel asidero que era mi esperanza, deslizndome por aquel agujero negro, profundo, horrible... Ahoradijo el gnomovas a ver algo bueno.

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Inclinse al decir esto a la derecha; yo le segu. Ya no descendamos: pisbamos llano, y not en el suelo estras y escabrosidades que me intrigaban. Cierra los ojosdjome el gua. Le obedec. O un ligero chasquido. Abrelos ahora poco a poco. Buena fu la advertencia, porque me pareca estar en el centro de un astro en ignicin. Sirvindome de pantalla las manos, con los dedos algo separados, mir por entre la doble celosa de las pestaas cadas y la susodicha natural pantalla, y me vi en el centro de una gran oquedad de cristal, como si estuviera en el centro de un diamante iluminado. El gnomo llevaba en la mano una como lmpara elctrica de gran potencia. Fume acostumbrando a la luz excesiva, y, a medio entornar los ojos, me confirm en mis sospechas de lo del diamante. Las paredes y suelo estaban formadas del ms limpio cristal, trabajado en grandes estras huecas, aristas salientes, formando ngulos iguales, y en el techo, que ms que bveda pareca el tupido varillaje de inmenso paraguas, veanse tambin las mismas estras y salientes diedros, pero estrechndose y convergiendo todos en lo ms alto. Los destellos que reflejaban las aristas y caras de los ngulos eran sorprendentes.

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Quin habra podido imaginar espectculo semejante? Eh, qu tal?me dijo el gnomo. Estamos en el hueco de un enorme cristal de roca. Diz que cristaliza en prismas exagonales... Harto lo sabemos nosotros que lo trabajamos y le damos esa forma. Los hombres lo atribuyen a no s qu fuerza desconocida de los tomos... J! j! jee! Si nos vieran tajar, pulir y trabajar en estas honduras, de otro modo hablaran. Es decir que vosotros... S, nosotros hemos hecho esta oquedad cristalina con nuestros instrumentos de precisin. Nota que todos los ngulos son exactamente iguales. No hay entre los objetos fabricados por vosotros cosa semejante. Pero vmonos de aqu, que aun queda mucho que ver. Haba, en un rincn, un agujero formado por el hueco de un ngulo slido que faltaba, y por l nos metimos. El gua no apag la luz, y pude ver la continuacin de lo que pareca humero de gigantesca chimenea. De las paredes se adelantaban a trechos trozos de roca de raras configuraciones, negros los ms, semejando a veces pingajos colgando, a veces entraas desgarradas de colosal monstruo... y bajo de nosotros el pozo pareca hundirse hasta lo ms profundo de la tierra. Daba miedo, pero

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yo iba re1ativamente tranquilo, gracias a la borlita, que jams dejaba de la mano. Quieres descansar?me pregunt el gnomo. S-contest, pues realmente estaba cansado. En una cosa negra saliente de la pared del humero, nos sentamos los dos, yo a horcajadas, l, como era tan chiquito, a estilo oriental. No te has fijado dnde te sientas?me pregunt. No. Miray puso la luz de modo que pudiera ver. Tuve un susto regular! Era el cuello de un animal monstruoso lo que serva de asiento. Brillbanle los enormes ojos, del tamao de grandes cebollas, al reflejo de la luz; tena la espantosa bocaza de caimn gigantesco, abierta en el vaco, y el cuerpo escamoso hundido en la roca; el cuello se adelantaba en medio del inmenso pozo obscuro... y yo estaba a horcajadas en el dursimo cuello que de pedernal pareca! Me estremec; me as con ms fuerza de la borlita arrastrando al enano. Eh! grit steque me quitas el gorro! Afloja, caracolinas! No tengas miedo, que es un ictiosauro fsil. Respir; sin embargo, aun no las tona todas conmigo.

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Pero... los ojos que le brillan... Son dos cristales convexos que le hemos puesto. Vaya un susto... Regularcillo eh? J!, j! jee!. Socavando el pozo un ejrcito de mis compaeros tropez con este monstruoso pez-lagarto de la poca geolgica de Maricastaa, y lo dejamos intacto para que adornara el camino. Vamos bajando, que falta poco para llegar al fondo. Cunto hemos descendido? Unos doscientos metros. Seguimos descendiendo. Me pareci ver en el fondo alguna claridad. No bajes demasiado aprisa, que caers en el agua. Agua es eso? S. En el fondo de la montaa hay veneros de agua cristalina que alimentan fuentes subterrneas. Esto que ves es un lago. Cmo lo pasaremos? Paciencia. El hombrecillo di un silbido extrao. No bien el silbido se perdi en las inmensas concavidades, repetido muchas veces por los ecos, oyse rudo de alguien que golpeaba el agua acompasadamente. Pronto vi un barquito no mayor que una canasta de colar. Acercse rpidamente. Dos hombrecillos, semejantes en todo al que me acompaaba, menos en los gorritos que no llevaban

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borlita, bogaban con mucha rapidez. As, el barquito par junto a nosotros. Los remeros cuadrronse ante mi gnomo y se llevaron la mano al gorro con el mismo respeto que dos reclutas delante de su coronel. Entonces comprend que mi gnomo no era un gnomo cualquiera, sino de mucho respeto y autoridad entre aquella gentecilla. No se hundir un barco tan pequeo? pregunt antes de resolverme a embarcar. Je! je! jee!volvi a reir el vejete. Entra, que aun podra llevar tres como t. Entr, bogaron los remeros; mi gnomo gobernaba el timn. Slo se oa en aquellas profundidades el ruido de los remos a1 hundirse en el agua y el de unas gotitas que despus despedan. Los ecos repetan estos rumores, pero con sonidos mates, y cuando los remeros, despus de una fuerte remada, paraban en seco alzados los remos, los ecos de agua se confundan, perdindose en extraa confusin all a lo lejos.

San Ramn y su Santuario n 82, junio de 1929, p 90-92 n 83, julio de 1929, p 108 y 109 n 84, agosto de 1929, p 129 y 130 (1) Cuentos y fantasas.

LOS QUE IGNORAN A CRISTO

Pues, seor, Satans estaba en su trono de fuego recibiendo cuenta de cmo se haban comportado en la perdicin de almas diablos, diablazos y diablesas (porque tambin hay diablesas en los infiernos), y la cuenta no le sala. El rendimiento de la cosecha de almas perdidas que banle presentando sus sbditos infernales era muy escaso. Tal vez la cosa se compondra, al presentarle sus respectivas cuentas los diablos que aguardaban turno. Qu traes t ?pregunt Satn a una diablesa, jorobadilla de puro mirar al suelo. Yo, seor, traigo poca cosa. Es posible?... T, doa Hipocresa, que te metes hasta en el templo, no logras engaar a los mortales? Muy poco. Por qu? Porque toda mi virtud marrullera se estrella contra Cristo. Cuando l impera, mis artimaas se van al diablo. Eh, diablesa! respeto pido. Perdonad, seor. Quise decir que, al fiel seguidor de Cristo, se le dan cuatro higas mis embelecos. Y tiene Cristo tantos fieles seguidores!

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Hipcrita maldita !dijo Satn. No sirves para nada. Y t ?pregunt el demonio a un diablazo de mucha entonacin y desparpajo; alto pecho hacia fuera, miradas altaneras, y t, hermano mo muy querido, carsimo Orgullo, qu noticias halageas me traes? Nada nada nada... La humildad de Cristo aniquila mis esfuerzos. A pesar del cario que el diablo mostraba a su hermano predilecto, se enfurru al Eschchar aquella triple negativa y, por no azotarle a l, se azot a s mismo los flancos con el rabo. Gir luego a su alrededor los ojos encendidos y los pos en una diablesa vestida de hermosura. Vestida de hermosura, digo, porque su cuerpo era interiormente asquerosa podredumbre; pero cubralo la taimada con barnices y perfumes que la hacan parecer la Venus de los infiernos. Esta, pues, diablesa famosa llegse a su monarca mandndole besos y sonrisas. Puaa!...dijo Satn haciendo ascos. Aparta, aparta. Hblame de lejos, Lujuria, que hueles a perro muerto. Seor Mefistfelesdijo ella sin hacer caso de los piropos dulce seor mo: yo anego en mis olas de cieno al mundo, y los senos del infierno se hinchan cada da de mis torpes esclavos.

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Verdaderamenteconfirm Satn; t sola me traes ms gente que todos los diablos juntos. Y, sin embargo... Qu? Sin embargo, he de decir la verdad: tambin en las huestes que me siguen hay muchsimas deserciones; porque cuando el amor de Cristo Y dle con se !... Qu consigue el amor de Cristo? Seor, lo consigue todo. Cmo es eso? Me explicar: Hay muchos hombres que para cerdos les falta solamente el rabo. Esos fcilmente caen en mis redes: los instintos de la carne me bastan para atraerlos; para estos no necesito echar mano de las dulzuras del amor. Hay, en cambio, corazones ms levantados. A estos les entro con ternuras, al principio inocentes; luego vienen los suspiros y las tristezas, luego la pasin que estalla, despus las promesas de cario eterno... Ja, ja, jaa! Pobretes! No saben lo qu dicen. Cuando los tengo as sujetos levanto el velo sin misericordia, y caen vctimas de la pasin ms indigna. Oh, seductora! Y cmo los engaas as?

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Falseando el amor verdadero, que debera ser el de Cristo, nico amor eterno que no engaa. No hables as, que me haces daodijo Satn llevndose la mano al corazn. He de decirlo todo, para seguir mi razonamiento. Estos corazones cuitados que yo seduzco, si por desdicha ma conocen a Cristovergenza me da decirlo, tambin los pierdo. Vacilan, recaen, recaen, pero esa fineza de sentimientos, que tan mal se aviene con las groseras de la carne, los llevan al fin a la fuente real del amor que es Cristo. Por esto hay en mis filas deserciones. He dicho. Y as diciendo se ocult la pcara detrs del Orgullo, cuya sombra busca siempre con predileccin. Y en esto termin la perorata?dijo Satans despechado.Precisamente esas almas de nobles sentimientos que son las que yo ms deseo son las que t pierdes, arrastrada? Pasaron luego delante de l la Pereza, de lento caminar, la Envidia amarilla, el Odio echando chispas, y todos repetan la misma cantinela: Nada ! nada! nada ! Ya iba el diablo a levantar la sesin, cuando vi moverse algo entre las tinieblas. Era una diablesa que vena con gran acompaamiento,

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haciendo inclinaciones, arrebujada entre girones cenicientos de humo, que le velaban la faz. Hua de la luz escasa que daban las llamas sulfurosas del abismo, y Satn mismo no hubiera cado en quin era a no preguntarlo a uno de los acompaantes de la desconocida. Quin es esa? La Ignorancia, nuestra carsima seora. Y t, quin eres? Un chico de la prensa de las izquierdas. No entiendo a qu viene tanto requilorio de acompaamiento, y nbilas y reverencias. No se da poca importancia la madama! Es que la tiene. Ella hablar. Y habl as la seora Ignorancia: Seor, todo cuanto habis odo de la inutilidad de los esfuerzos de mis apreciables colegas para conquistar a los mortales proviene de que no cuentan conmigo en sus empresas. Quieren bailar solos y... as anda ello. Si no te explicas... A ello voy. Poquita cosa logra la hipocresa, poca el orgullo, bastante la lujuria; pero, como ellas mismas lo confiesan, cuando tropiezan con Cristo, todos sus poderes infernales se van a la porra. He dicho algo? Demasiado!rugi Satans. Pero hay un remedioy diablos, diablesas y diablejos se agruparon en torno de la

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Ignorancia para or mejor.El remedio, escuchadlo bien, el remedio soy yo con mis ayudantes y dijo esto mostrando una turba de periodistas, maestros licos, sofistas embusteros, novelistas y seductores de la pluma. Estos escriben y ensean el error, mi hijo, estos lo propagan, estos cubren de niebla la gran figura de Cristo y, cuando no consiguen ocultarlo, por lo menos lo falsifican, quien presentndolo como socialista intachable, quien como un filsofo, quien como un gran hombre y nada ms, quien vistindolo con colores polticos, quien falseando sus hechos con la moderna pseudocrtica... El que lee a estos seores conoce a mi falso Cristo, y no conociendo al verdadero, no puede ser de Cristo. Bravoo!!rugieron todos. Esperad, que an no he terminado. Hay otros que conocen al Cristo verdadero, y para reducir a stos necesito de otra estratagema, que consiste en hacer que lo olviden, que no lean su vida y virtudes, que lo ignoren. Aqu, aqu est el gran recurso para conquistar almas. Es el nico que empleo; mirad los efectos. Dijo y, descorriendo la cortina de tinieblas que detrs de ella se extenda, mostr una multitud de seres humanos que geman a gritos: Oh, Cristo ! Tarde te conocimos !

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Ja ! ja ! jaaa !rieron con estentrea carcajada los infiernos.Satans se levant alborozado de su trono, abraz a la Ignorancia, cila con sus brazos y dijo: T has dicho la gran verdad. Y vosotros, diablos, sbditos mos, no comencis empresa alguna contra los hombres sin tener en cuenta lo que la Ignorancia ha dicho. Me permitir su Majestadcontinu la Ignoranciaalguna observacioncilla para la guerra prctica. Tened presente, colegas mos, que aunque en el mundo hallaris colaboradores como estey asi de la oreja al chico de la prensa, hallaris tambin escritores catlicos, predicadores de la verdad, propagandistas... Contra toda esta gente, alerta, compaeros! Sobre todo contra el publicista catlico. Perseguidlo, difamadlo, hacedle imposible la vida, procurad que tire la pluma con desaliento, que no pueda vivir, que se olviden los buenos de que tiene estmago; que muera el espritu de propaganda oral y escrita, que se levanten escribidores catlicos atrevidos tontos, que sea cara la buena prensa y baratsima la mala; que los editores catlicos estn slo animados del espritu comercial, que... Basta!interrumpi Satans. Te vas apartando demasiado de la cuestin. Con lo dicho sobra. Ahora hablar yo. Mando que

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todos vosotros, sbditos mos, os desparramis por la tierra y os pongis bajo las rdenes de la Ignorancia, para conseguir el olvido de Cristo. T, lujuria, al atizar tu fuego en el corazn de los hombres, acude a la Ignorancia para que olviden a Cristo; t, orgullo, haz que la Ignorancia sea contigo para que el orgulloso no se acuerde de Cristo humilde y ultrajado; en fin, todos procurad por la Ignorancia

San Ramn y su Santuario n 91, marzo de 1930, p 44-47

LAS LGRIMAS DE SAN PEDRO

An no se haba desgarrado la tupida cerrazn del cielo despus del terremoto que sigui a la muerte de Cristo. El temor tena encerrados en sus casas a la mayor parte de los habitantes de Jerusaln y de los forasteros que, para la gran festividad de la Pascua, haban acudido. En una casucha del populoso barrio de Beretha se ocultaba uno de los discpulos de Cristo. Haba hudo del huerto de Getseman la noche anterior. Y qu iba a hacer cuando los apstoles mismos dejaron a Jess en manos de sus verdugos? Temiendo ser conocido no sala de su escondrijo y desde all se haba enterado, por los rumores de la calle, de la muerte de Jess, aunque ya la haba adivinado al ver las trepidaciones de la tierra, y al mirar el cielo entenebrecido. Jons, que as se llamaba el discpulo, se asom cautelosamente a una ventana que se abra encima de la puerta. An corran por el cielo, en carrera desenfrenada, desgreados nubarrones. Por la calle transitaba uno que otro grupo extraamente silencioso. Algunos hablaban en voz baja. El remordimiento pareca pesar sobre Jerusaln.

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Era el Mesasdeca una hebrea que pasaba entonces por la calle.Jehov nos castigar, creme, Jacob. El hombre mene la cabeza, murmurando : Poda haberse librado de la cruz y no lo ha hecho. Ya has odo lo que decan los prncipes de los sacerdotes... y se perdieron por un recodo que la calle haca. Un legionario se acercaba entonces pesadamente: iba envuelto en su clmide militar. Otro legionario apareci saliendo del recodo. Llevaba al hombro una jabalina y en el brazo izquierdo el escudo. Los dos soldados se hicieron encontradizos bajo la ventana donde observaba Jons, que se retir con cautela, pero sin dejar de escuchar. Oh, Marco!dijo el de la jabalina. Has ido con la escolta al calvario? S. Muri el Nazareno? S... No lo sabes? Vengo de montar la guardia de la Torre Antonia. All nada sabemos. Pues s, muri. El centurin Longinos acaba de abrirle el costado de una lanzada. De la herida ha salido sangre y agua; yo lo he visto. No habis sentido el terremoto? S, ha sido espantoso. Todos decan que el cielo quera vengarse y le llamaban hijo de Dios. Era un hombre

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extraordinario. Al morir peda perdn por sus verdugos. Sus discpulos le haban abandonado y se quejaba a su Padre de aquel desamparo. Jons, suspir. Cuntamelo todo, Mario. Es que he de ir a la Torre. Te acompaar. Vamos. Se alejaron los legionarios. El discpulo volvi a asomarse. Iban pasando diversos grupos y todos hablaban del grande acontecimiento. Un hombre apareci, entonces, revuelta la capa a la cintura, mal ceida la tnica, la cabeza descubierta. Se acercaba a pasos inseguros y desiguales; miraba al suelo Ensimismado. Jons le reconoci. Pedro, Pedro!dijo, llamndole a media voz, y baj a la calle. El Apstol no le haba odo y segua su camino. Dnde vas?le pregunt el discpulo detenindole. El Apstol le mir con extraeza y contest: No s. A ninguna parte... El Maestro ha muerto. Entra conmigo en mi casa. Descansars. Pedro admiti sin rplica, y entr en la casucha. Se dejaba llevar como un nio: le agobiaba el dolor. Tena los ojos enrojecidos

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del llanto y la cara escaldada. Dejse caer en un banquillo y apoy la barba sobre la mano. El discpulo repar en las huellas de las lgrimas. No hay que desconsolarse de esta manera: el llanto tiene sus lmites. Ahora ya no llorarcontest el Apstol. Se me han secado las lgrimas. Tambin yo, Pedro, he pecado. Abandon, anoche, al maestro. Tengo remordimientos. Oh, los mos son tremendos!contest el Apstol. Pero yo espero en el Maestro. Cuando le negu, l me mir. Ah, Jons, tengo esculpida en el corazn aquella mirada! Era mirada de perdn, acusadora y dulcsima a la vez; era, en fin, como suya! Maestro, dnde ests? Por qu te negu...? Clmatedijo el discpulo, apoyndole la mano sobre el hombro. Me sostiene la confianza en laadi Pedro ms sereno. El Apstol call, entregndose a sus tristes pensamientos. La noche haba cerrado. Hay que dormir para reparar las fuerzas dijo el discpulo. Pedro no contest. Vamoscontinu Jons, y le condujo a la planta baja. All haba aderezado un camastro. Pedro repar en un prtiga saliente de la pared y se extremeci. Sobre ella dorma un gallo, la cabeza debajo del ala.

Las lgrimas de san Pedro

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El discpulo se fu al piso superior, dejando slo a Pedro. El Apstol se arrodill sobre el lecho, y empez a orar; pero su corazn estaba seco. Verdaderamente se le haban agotado las lgrimas. Cuntas haba derramado desde que sali del Pretorio! Huy de all, apretada el alma de congojas mortales; pero jams haba desesperado: bien saba lo bueno que era Cristo. Y se acord, entonces, de aquellas palabras profticas: Antes que el gallo cante dos veces, t me negars tres. Y desfilaron ante los ojos de su imaginacin los vituperios que sufra el manssimo Cordero, su pasin dolorosa, las multitudes que gritaban ebrias de venganza, el martirio espantoso de su muerte... Una tristeza invencible le torturaba, y no acuda el llanto bienhechor. Mucho rato medit, pero la naturaleza rindise al fin, y el Apstol cay dormido sobre el canastro. Ni en el sueo sosegaba su imaginacin que reproduca las escenas de la pasin con ms viveza... ...Pedro se encontraba en el atrio, en medio de soldados y gente grosera, alrede