fraude corporativo: las buenas noticias
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Andrés Baytelman A. Director de Forensics
PwC Chile
Fraude corporativo: las buenas noticias
“Fraude corporativo”, aquí, se refiere a los delitos de que son víctimas las empresas y que afectan
su patrimonio (tangible o intangible); dado, como veremos, que éstos son sustantivamente
perpetrados por sus propios empleados, la expresión aquí es equivalente a “fraude ocupacional”.
He dedicado columnas previas a despertar conciencia sobre la idea de que el fraude corporativo es
estructural en todas las empresas, y transversal a todos los nichos del mercado; y que su costo
anual para las empresas –con el consecuente costo social para el país‐ es gigantesco.
Ahora, las buenas noticias: hoy tenemos herramientas evaluadas y eficaces para reducir muy
significativamente el fraude corporativo, lo cual implica, a su turno, sustantivos espacios de ahorro
‐incluso ganancia‐ para las empresas. ¿Por qué? Porque las cifras muestran que el fraude
corporativo es ‐como ningún otro‐ un “delito de oportunidad”. En una enorme proporción de los
casos, la decisión de cometer el fraude no tiene nada que ver con la bondad o maldad de quien lo
hace; al contrario, la mayoría de ellos son, en principio, personas honestas, y su decisión delictual
está más bien sustantivamente determinada por la concurrencia de un conjunto de factores de
presión y oportunidad. Si éstos no se presentan, tampoco el fraude. Oportunidad + Presión +
Racionalización, configuran lo que se conoce como “el triángulo del fraude”.
Ésta es una gran noticia, porque tenemos un extraordinario conocimiento de la estructura de la
oportunidad, lo mismo que de los métodos para intervenirla, los cuales han probado ser más
eficaces y rentables que ningún otro. Esto, en el ambiente mucho menos controlado de la
seguridad pública; una empresa, es simplemente un paraíso para estas metodologías. Tras éstas se
encuentran 30 años de búsqueda (internacional), ensayo y evaluación, de un volumen altamente
profesional y especializado de conocimiento técnico, tales como los desarrollos en Prevención
Situacional, Problem Oriented Approach, y Broken Windows –por nombrar algunos principales.
Estos desarrollos son realmente los que están detrás de todas las recomendaciones, mejores
prácticas y estándares legales mínimos para las exigencias regulatorias a las empresas de
implementar modelos de prevención de delitos. Según el “Reporte a la Nación” de la ACFE, los 15
controles antifraude más eficaces están dirigidos a intervenir uno o más de los vértices del
“triángulo del fraude” y la “estructura de oportunidad”, reduciendo el promedio de pérdidas por
fraude entre 31% y 46% (US$45.000 y US$85.000, respectivamente), y disminuyendo su media de
duración entre 41,7% y 62,5 (de 24 a 14 meses, y de 24 a 9 meses, respectivamente), dependiendo
del control en cuestión.
Por ejemplo, un Código de Ética Corporativo –tan de moda en nuestros días‐ sólo es relevante a la
luz de esto, y, para que cumpla su función, su contenido es sumamente particular y específico; de
otro modo –“cortar y pegar”‐ sólo produce documentos de valor escaso, una mezcla de moralina y
recordatorios legales que, en vez de integrarse a una estrategia corporativa “Tone at the Top”, con
frecuencia sólo minan la legitimidad del Gobierno Corporativo, haciéndolo parecer ingenuo, ajeno
y desvinculado a la preocupación del fraude corporativo interno.