francisco semana santa 2013

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FRANCISCO SEMANA SANTA 2013 “...Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo.” U P O Oficina Pastoral Universitaria Universidad Católica Sedes Sapientiae

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“...Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo.”

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FRANCISCO

SEMANA SANTA 2013“...Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a lalibertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos

nosotros: es el hombre vivo.”

UPO OficinaPastoralUniversitaria

Universidad Católica Sedes Sapientiae

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SEMANA SANTA

2013

FRANCISCO

Discursos y homilías.

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FRANCISCO - SEMANA SANTA 2013Discursos y homilías.Portada: La Resurrección de Cristo y Mujeres en la Tumba - Fra Angelico, 1441© 2013 Pastoral Universitaria UCSSUniversidad Católica Sedes SapientiaeEsquina Constelaciones y Sol de Oro Urbanización Sol de Oro, Los Olivos.Lima – PerúTeléfonos: (51-1) 533-5744 / 533-6232 / 533-0008 * Anexo 216Correo electrónico: [email protected]ón URL: www.ucss.edu.peImpreso el PerúPrimera edición, abril 2013

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ÍNDICE

DOMINGO DE RAMOSHOMILÍA EN LA SANTA MISA

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MIÉRCOLES SANTOAUDIENCIA GENERAL

JUEVES SANTOHOMILÍA EN LA SANTA MISA CRISMAL

JUEVES SANTOHOMILÍA EN LA SANTA MISA EN LA CENA DEL SEÑOR

VIERNES SANTOPALABRAS AL FINAL DEL VIA CRUCIS EN ELCOLISEO PALATINO

VIGILIA PASCUALHOMILÍA EN LA SANTA MISA

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓNMENSAJE URBI ET ORBI

II DOMINGO DE PASCUAHOMILÍA EN LA SANTA MISA

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DOMINGO DE RAMOS24 de marzo de 2013

HOMILÍA EN LA SANTA MISAPlaza de San Pedro

1. Jesús entra en Jerusalén. Lamuchedumbre de los discípuloslo acompaña festivamente, seextienden los mantos ante él, sehabla de los prodigios que hahecho, se eleva un grito dealabanza: «¡Bendito el que vienecomo rey, en nombre del Señor!Paz en el cielo y gloria en lo alto»( 19,38).Lc

Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesúsha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gentehumilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Élha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro demisericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma.

Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestrasdebilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande. Y, así, entra enJerusalén con este amor, y nos mira a todos nosotros. Es una bella escena,llena de luz – la luz del amor de Jesús, de su corazón –, de alegría, de fiesta.

Al comienzo de la Misa, tambiénnosotros la hemos repetido. Hemosagitado nuestras palmas. Tambiénnosotros hemos acogido al Señor;también nosotros hemos expresado laalegría de acompañarlo, de saber quenos es cercano, presente en nosotros yen medio de nosotros como un amigo,como un hermano, también como rey,

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es decir, como faroluminoso de nuestravida. Jesús es Dios,pero se ha abajado acaminar con nosotros.Es nuestro amigo,nuestro hermano. Elque nos ilumina ennuestro camino. Y asílo hemos acogido hoy.Y esta es la primerapalabra que quisiera deciros: . No seáis nunca hombres y mujeresalegríatristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por eldesánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino dehaber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace delsaber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles,aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos queparecen insuperables, y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo,viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e insidiosamente nos dicesu palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos,seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos cargasobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemosde llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar laesperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús.

2. Segunda palabra: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor,¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no seopone, no la hace callar (cf. 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús?LcMirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no estárodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gentehumilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene esesentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador. Jesús no entra en la CiudadSanta para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quientiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado,como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. 50,6); entra para recibir unaIscorona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto deburla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquíla segunda palabra: . Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y escruz

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precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regioes el madero de la cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a losCardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es eltrono de Jesús. Jesús toma sobre sí... ¿Por qué la cruz? Porque Jesús tomasobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el detodos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con elamor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal ala humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abatensobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo,lo debe dejar. Mi abuela nos decía a los niños: El sudario no tiene bolsillos.Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra lavida humana y contra la creación. Y también –cada uno lo sabe y lo conoce–nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, alprójimo y a toda la creación. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, ycon la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Estees el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo,abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegríade ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho él aquel día de sumuerte.

3. Hoy están en esta plazatantos jóvenes: desde hace 28años, el Domingo de Ramos esla Jornada de la Juventud. Y estaes la tercera palabra: .jóvenesQueridos jóvenes, os he vistoen l a p roces ión cuandoentrabais; os imagino haciendofiesta en torno a Jesús, agitando

ramos de olivo; os imagino mientras aclamáis su nombre y expresáis laalegría de estar con él. Vosotros tenéis una parte importante en lacelebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos quevivir la fe con un corazón joven, siempre: un corazón joven incluso a lossetenta, ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nuncaenvejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quienseguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hastala cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de sucruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera

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alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y enque él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios. Lleváis la cruzperegrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváisrespondiendo a la invitación de Jesús: «Id y haced discípulos de todos lospueblos» ( 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud deMteste año. La lleváis para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado elmuro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído lareconciliación y la paz. Queridos amigos, también yo me pongo en caminocon vosotros, desde hoy, sobre las huellas del beato Juan Pablo II yBenedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta granperegrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes dejulio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil.Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, paraque este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero. Los jóvenesdeben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno ir con Jesús; esbueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de uno mismo, a las periferias delmundo y de la existencia, para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz,jóvenes.

Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo delencuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz,el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en estaSemana Santa y durante toda nuestra vida. Que así sea.

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MIÉRCOLES SANTO27 de marzo de 2013

AUDIENCIA GENERALPlaza de San Pedro

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Me alegra acogeros en mi primera audiencia general. Con granreconocimiento y veneración tomo el «testigo» de manos de mi amadopredecesor Benedicto XVI. Después de la Pascua retomaremos lascatequesis del Año de la fe. Hoy quisiera detenerme un poco sobre laSemana Santa. Con el Domingo de Ramos hemos iniciado esta Semana—centro de todo el Año litúrgico— en la que acompañamos a Jesús en suPasión, Muerte y Resurrección.

¿Qué quiere decir para nosotros vivir la Semana Santa? ¿Qué significa seguira Jesús en su camino al Calvario hacia la Cruz y la Resurrección? En sumisión terrena, Jesús recorrió los caminos de Tierra Santa; llamó a docepersonas sencillas para que permanecieran con Él, compartieran su caminoy continuaran su misión. Las eligió entre el pueblo lleno de fe en laspromesas de Dios. Habló a todos, sin distinción; a los grandes y a loshumildes, al joven rico y a la viuda pobre, a los poderosos y a los débiles;trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dioesperanza; trajo para todos la presencia de Dios que se interesa por cadahombre y por cada mujer, como hace un buen padre y una buena madrehacia cada uno de sus hijos. Dios no esperó que fuéramos a Él, sino que Élse puso en movimiento hacia nosotros, sin cálculos, sin medida. Dios es así:él da siempre el primer paso, Él se mueve hacia nosotros. Jesús vivió lasrealidades cotidianas de la gente más sencilla: se conmovió ante la multitudque parecía un rebaño sin pastor; lloró ante el sufrimiento de Marta y Maríapor la muerte del hermano Lázaro; llamó a un publicano como discípulosuyo; sufrió también la traición de un amigo. En Él Dios nos dio la certezade que está con nosotros, en medio de nosotros. «Las zorras —dijo Él,Jesús—, las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo delhombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). Jesús no tiene casaporque su casa es la gente, somos nosotros, su misión es abrir a todos laspuertas de Dios, ser la presencia de amor de Dios.

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En la Semana Santa vivimos el vértice de este camino, de este designio deamor que recorre toda la historia de las relaciones entre Dios y lahumanidad. Jesús entra en Jerusalén para dar el último paso, en el queresume toda su existencia: se dona totalmente, no se queda nada, ni siquierala vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye elcáliz «para nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, entrega ennuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros,para habitar en medio de nosotros. En el Huerto de los Olivos, como en elproceso ante Pilato, no opone resistencia, se dona; es el Siervo sufrienteanunciado por Isaías que se despoja a sí mismo hasta la muerte (cf. Is 53,12).

Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como undestino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana antela muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús seentregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de DiosPadre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor pornosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cadauno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puededecir esto: «por mí».

¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también micamino, el tuyo, el nuestro. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólocon la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quieredecir aprender a salir de nosotros mismos —como dije el domingopasado— para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de laexistencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos ynuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que sonolvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, deayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesúsmisericordioso y rico de amor!

Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógicade la Cruz, que no es ante todo aquella del dolor y de la muerte, sino la delamor y del don de sí que trae vida. Es entrar en la lógica del Evangelio.Seguir, acompañar a Cristo, permanecer con Él exige un «salir», salir. Salir desí mismos, de un modo de vivir la fe cansado y rutinario, de la tentación decerrarse en los propios esquemas que terminan por cerrar el horizonte de laacción creativa de Dios. Dios salió de sí mismo para venir en medio denosotros, puso su tienda entre nosotros para traernos su misericordia quesalva y dona esperanza. También nosotros, si queremos seguirle ypermanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el

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recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos «salir», buscar con Él a laoveja perdida, aquella más alejada. Recordad bien: salir de nosotros, comoJesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús y Jesús salió de sí mismo portodos nosotros.

Alguno podría decirme: «Pero, padre, no tengo tiempo», «tengo tantas cosasque hacer», «es difícil», «¿qué puedo hacer yo con mis pocas fuerzas, inclusocon mi pecado, con tantas cosas?». A menudo nos contentamos con algunaoración, una misa dominical distraída y no constante, algún gesto decaridad, pero no tenemos esta valentía de «salir» para llevar a Cristo. Somosun poco como san Pedro. En cuanto Jesús habla de pasión, muerte yresurrección, de entrega de sí, de amor hacia todos, el Apóstol le lleva apartey le reprende. Lo que dice Jesús altera sus planes, parece inaceptable, poneen dificultad las seguridades que se había construido, su idea de Mesías. YJesús mira a sus discípulos y dirige a Pedro tal vez una de las palabras másduras de los Evangelios: «¡Aléjate de mí, Satanás! ¡Tú piensas como loshombres, no como Dios!» (Mc 8, 33). Dios piensa siempre conmisericordia: no olvidéis esto. Dios piensa siempre con misericordia: ¡es elPadre misericordioso! Dios piensa como el padre que espera el regreso delhijo y va a su encuentro, lo ve venir cuando todavía está lejos… ¿Quésignifica esto? Que todos los días iba a ver si el hijo volvía a casa: éste esnuestro Padre misericordioso. Es el signo de que lo esperaba de corazón enla terraza de su casa. Dios piensa como el samaritano que no pasa cerca deldesventurado compadeciéndose o mirando hacia otro lado, sinosocorriéndole sin pedir nada a cambio; sin preguntar si era judío, si erapagano, si era samaritano, si era rico, si era pobre: no pregunta nada. Nopregunta estas cosas, no pide nada. Va en su ayuda: así es Dios. Dios piensacomo el pastor que da su vida para defender y salvar a las ovejas.

La Semana Santa es un tiempo de gracia que el Señor nos dona para abrir laspuertas de nuestro corazón, de nuestra vida, de nuestras parroquias —¡quépena, tantas parroquias cerradas!—, de los movimientos, de lasasociaciones, y «salir» al encuentro de los demás, hacernos nosotroscercanos para llevar la luz y la alegría de nuestra fe. ¡Salir siempre! Y esto conamor y con la ternura de Dios, con respeto y paciencia, sabiendo quenosotros ponemos nuestras manos, nuestros pies, nuestro corazón, peroluego es Dios quien los guía y hace fecunda cada una de nuestras acciones.

Deseo a todos vivir bien estos días siguiendo al Señor con valentía, llevandoen nosotros mismos un rayo de su amor a cuantos encontremos

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JUEVES SANTO28 de marzo de 2013

HOMILÍA EN LA SANTA MISA CRISMALBasílica Vaticana

Queridos hermanos y hermanas

Celebro con alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Ossaludo a todos con afecto, especialmente a vosotros, queridos sacerdotes,que hoy recordáis, como yo, el día de la ordenación.

Las Lecturas, también el Salmo, nos hablan de los «Ungidos»: el siervo deYahvé de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común quela unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; suunción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Unaimagen muy bella de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo 133: «Escomo óleo perfumado sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, labarba de Aarón, hasta la franja de su ornamento» (v. 2). La imagen del óleoque se derrama, que desciende por la barba de Aarón hasta la orla de susvestidos sagrados, es imagen de la unción sacerdotal que, a través delungido, llega hasta los confines del universo representado mediante lasvestiduras.

La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno deellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras deónix que adornaban las hombreras del , del que proviene nuestra casullaefodactual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombroizquierdo (cf. 28,6-Ex14 ) . Tamb i én en e lp e c t o r a l e s t a b a ngrabados los nombres delas doce tribus de Israel(cf. 28,21). EstoExsignifica que el sacerdotecelebra cargando sobresus hombros al puebloque se le ha confiado yllevando sus nombres

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grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puedehacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro denuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires, que en estetiempo son tantos.

De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos,sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblovivo y consolado, pasamos ahora a fijarnos en la acción. El óleo preciosoque unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino quese derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unciónes para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que estántristes y solos. La unción, queridos hermanos, no es para perfumarnos anosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, yaque se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón.

Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo; esta esuna prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegríase le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibidouna buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado conunción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vidacotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de larealidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde elpueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe.Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vidacotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Ycuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, seanima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí,padre, que tengo este problema...». «Bendígame, padre», y «rece por mí» sonla señal de que la unciónllegó a la orla del manto,porque vuelve convertida ensúplica, súplica del Pueblode Dios. Cuando estamos enesta relación con Dios y consu Pueblo, y la gracia pasa através de nosotros, somossacerdotes, mediadoresentre Dios y los hombres.Lo que quiero señalar es que

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siempre tenemos que reavivar lagracia e intuir en toda petición, aveces inoportunas, a vecespuramente materiales, inclusobanales – pero lo son sólo enapariencia – el deseo de nuestragente de ser ungidos con el óleoperfumado, porque sabe que lotenemos. Intuir y sentir comosintió el Señor la angustiaesperanzada de la hemorroisacuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en mediode la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarónrevestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos.Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de lamujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos –futurossacerdotes– todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferiaexistencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todoslados hasta sofocarlo (cf. 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de laLcunción divina en los bordes de su manto.

Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficaciaredentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada,ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No esprecisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas quevamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser

útiles, pero vivir nuestra vida sacerdotal pasandode un curso a otro, de método en método, lleva ahacernos pelagianos, a minimizar el poder de lagracia que se activa y crece en la medida en quesalimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a losdemás; a dar la poca unción que tengamos a losque no tienen nada de nada.

El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco –no digo «nada» porque, gracias a Dios, la gentenos roba la unción – se pierde lo mejor de nuestropueblo, eso que es capaz de activar lo más hondode su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en

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vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, engestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «yatienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón,tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. Deaquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminantristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas deantigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja»–esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note–; en vez deser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres. Esverdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todosy se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola,podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Esbueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por graciase muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actualdonde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redesechadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado:Jesús.

Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración,para que sean siempre Pastores segúnel corazón de Dios.

Queridos sacerdotes, que Dios Padrerenueve en nosotros el Espíritu deSantidad con que hemos sidoungidos, que lo renueve en nuestrocorazón de tal manera que la unciónl legue a todos, también a las«periferias», allí donde nuestropueblo fiel más lo espera y valora.Que nuestra gente nos sientadiscípulos del Señor, sienta queestamos revestidos con sus nombres,que no buscamos otra identidad; ypueda recibir a través de nuestraspalabras y obras ese óleo de alegríaque les vino a traer Jesús, el Ungido.

Amén.

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JUEVES SANTO28 de marzo de 2013

HOMILÍA EN LA SANTA MISA EN LA CENA DEL SEÑORCentro Penitenciario para Menores "Casal del Marmo", Roma

Esto es conmovedor. Jesús que lava a lospies a sus disc ípulos. Pedro nocomprende nada, lo rechaza. Pero Jesússe lo ha explicado. Jesús –Dios– ha hechoesto. Y Él mismo lo explica a losdiscípulos: «¿Comprendéis lo que hehecho con vosotros? Vosotros me llamáis“el Maestro” y “el Señor”, y decís bien,porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el

Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos aotros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotrostambién lo hagáis» ( 13,12-15). Es el ejemplo del Señor: Él es el másJnimportante y lava los pies porque, entre nosotros, el que está más en alto debeestar al servicio de los otros. Y esto es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar lospies es: «yo estoy a tu servicio». Y también nosotros, entre nosotros, no es quedebamos lavarnos los pies todos los días los unos a los otros, pero entonces,¿qué significa? Que debemos ayudarnos, los unos a los otros. A veces estoyenfadado con uno, o con una... pero... olvídalo, olvídalo, y si te pide un favor,hazlo. Ayudarse unos a otros: esto es lo que Jesús nosenseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón,porque es mí deber. Como sacerdote y como obispodebo estar a vuestro servicio. Pero es un deber queviene del corazón: lo amo. Amo esto y amo hacerloporque el Señor así me lo ha enseñado. Pero tambiénvosotros, ayudadnos: ayudadnos siempre. Los unosa los otros. Y así, ayudándonos, nos haremos bien.Ahora haremos esta ceremonia de lavarnos los pies ypensemos: que cada uno de nosotros piense:«¿Estoy verdaderamente dispuesta o dispuesto aservir, a ayudar al otro?». Pensemos esto, solamente.Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús,que Él hace, porque Jesús ha venido precisamentepara esto, para servir, para ayudarnos.

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VIERNES SANTO29 de marzo de 2013

PALABRAS AL FINAL DEL VIA CRUCIS EN EL COLISEO PALATINO

Queridos hermanos

y hermanas

Os doy las graciasp o r h a b e rparticipado tannumerosos eneste momento deintensa oración.Y doy las graciastambién a todoslos que se hanunido a nosotros a través de los medios de comunicación social,especialmente a las personas enfermas o ancianas.

No quiero añadir muchas palabras. En esta noche debe permanecer sólouna palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la queDios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios noresponde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado,ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor,misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos.

Recordemos esto: Dios nosjuzga amándonos. Si acojosu amor estoy salvado, si lorechazo me condeno, no porél, sino por mí mismo,porque Dios no condena, Élsólo ama y salva.

Queridos hermanos, lapa labra de la Cr uz estambién la respuesta de los

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cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Loscristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz,como Jesús. Esta noche hemos escuchado el testimonio de nuestroshermanos del Líbano: son ellos que han compuesto estas hermosasmeditaciones y oraciones. Les agradecemos de corazón este servicio y sobretodo el testimonio que nos dan. Lo hemos visto cuando el Papa Benedictofue al Líbano: hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de loscristianos de aquella Tierra y de la mistad de tantos hermanos musulmanes ymuchos otros. Ha sido un signo para Oriente Medio y para el mundo entero:un signo de esperanza.

Continuemos este en la vida de cada día. Caminemos juntos porVía Crucisla vía de la Cruz, caminemos llevando en el corazón esta palabra de amor yde perdón. Caminemos esperando la resurrección de Jesús, que nos amatanto. Es todo amor.

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VIGILIA PASCUAL30 de marzo de 2013

HOMILÍABasílica Vaticana

Queridos hermanos y hermanas

1. En el Evangelio de esta noche luminosade la Vigilia Pascual, encontramos primeroa las mujeres que van al sepulcro de Jesús,con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc24,1-3). Van para hacer un gesto decompasión, de afecto, de amor; un gestotradicional hacia un ser querido difunto,como hacemos también nosotros. Habíanseguido a Jesús. Lo habían escuchado, sehabían sentido comprendidas en sudignidad, y lo habían acompañado hasta elfinal, en el Calvario y en el momento en quefue bajado de la cruz. Podemos imaginarsus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque

Jesús les había dejado, había muerto, suhistoria había terminado. Ahora se volvía ala vida de antes. Pero en las mujerespermanecía el amor, y es el amor a Jesús loque les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a estepunto, sucede algo totalmente inesperado,una vez más, que perturba sus corazones,trastorna sus programas y alterará su vida:ven corrida la piedra del sepulcro, seacercan, y no encuentran el cuerpo delSeñor. Esto las deja perplejas, dudosas,llenas de preguntas: «¿Qué es lo queocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?»(cf. 24,4). ¿Acaso no nos pasa asíLctambién a nosotros cuando ocurre algoverdaderamente nuevo respecto a lo de

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todos los días? Nos quedamosparados, no lo entendemos, nosabemos cómo afrontarlo. Amenudo, la nos da miedo,novedadtambién la novedad que Dios nostrae, la novedad que Dios nos pide.Somos como los apóstoles delE v a n g e l i o : m u c h a s v e c e spreferimos mantener nuestrasseguridades, pararnos ante una

tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo dela historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de lassorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida,tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios esasí.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traera nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados,tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemosconseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos laconfianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no puedacambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

2. Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso haciaadelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algonuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscitainterrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquídos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáisentre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» ( 24,5-6). LoLcque era un simple gesto, algohecho ciertamente por amor – elir al sepulcro –, ahora setransforma en acontecimiento,en un evento que cambiaverdaderamente la vida. Ya nadaes como antes, no sólo en la vidade aquel las mujeres, s inotambién en nuestra vida y enn u e s t r a h i s t o r i a d e l a

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humanidad. Jesús no estámuerto, ha resucitado, es elV i v i e n t e . N o e ssimplemente que hayavuelto a vivir, sino que es lavida misma, porque es elHijo de Dios, que es el quevive (cf. 14,21-28;Nm Dt5,26, 3,10). Jesús ya noJoses del pasado, sino que viveen el presente y estáproyectado hacia el futuro,

Jesús es el «hoy» eterno de Dios. Así, la novedad de Dios se presenta ante losojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre elpecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y leda un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, queridahermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que elAmor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Losproblemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nosencerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahídonde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive. Acepta entoncesque Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza:¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: teacogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: noquedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confíaen él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la pazque buscas y la fuerzapara vivir como él quiere.

3. Hay un último y simpleelemento que quisierasubrayar en el Evangeliode esta luminosa VigiliaPascual. Las mujeres see n c u e n t r a n c o n l anovedad de Dios: Jesúsha resuc i tado, es e lViviente. Pero ante la

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tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primerareacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa sanLucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anunciode la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidosresplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordadcómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc24,6.8). Esto es la invitación a del encuentro con Jesús, de sushacer memoriapalabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con elMaestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven laproclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacermemoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a laesperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios hahecho en nuestras vidas.

En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, queguardaba todos estas cosas en su corazón (cf. 2,19.51), pidamos al SeñorLcque nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad quetrasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas; que nos haga hombres ymujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historiapersonal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente,vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día, queridoshermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive.Amén.

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DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN31 de marzo de 2013

MENSAJE URBI ET ORBI

Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua! ¡FelizPascua!

Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio: ¡Cristo haresucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias,especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en lascárceles...

Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allídonde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay laesperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Havencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Diossiempre vence.

También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron alsepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tieneeste evento (cf. 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? SignificaLcque el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significaque el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer floreceresas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacerel amor de Dios.

Este mismo amorpor el que el Hijo deDios se ha hechohombre, y ha idohasta el fondo por lasenda de la humildady de la entrega de sí,hasta descender a losinfiernos, al abismode la separación deDios, este mismo

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amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo hatransfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a suvida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa deDios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a unfuturo de esperanza.

He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavituddel pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios esvida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. sanIreneo, , 4,20,5-7).Adv. haereses

Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez parasiempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de laesclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todoslos tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vidacotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy.Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios ydel prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que elCreador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacerflorecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesossecos (cf. 37,1-14).Ez

He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de laResurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios,dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transformetambién nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia,cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda lacreación y hacer florecer la justicia y la paz.

Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida,que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí,Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundoentero.

Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, quetienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para quereanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el finde poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Irak, yque cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria,para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que

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están esperandoa y u d a yc o n s u e l o .¡Cuánta sangreder ramada! Y¿cuánto dolor seha de causa rtodavía, antes deque se consigaencontrar unasolución políticaa la crisis?

Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, paraque vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, dondelamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente lavida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, estánsiendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la RepúblicaDemocrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos seven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.

Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen lasdivergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscanfáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y lafamilia; egoísmo que continúa en la trata de personas, la esclavitud másextendida en este siglo veintiuno: la trata de personas es precisamente laesclavitud más extendida en este siglo ventiuno. Paz a todo el mundo,desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotacióninicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que JesúsResucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidadesnaturales y nos haga custodios responsables de la creación.

Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma yen todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señorporque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa deIsrael: / “Eterna es su misericordia”» ( 117,1-2).Sal

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II DOMINGO DE PASCUA7 DE ABRIL DE 2013

HOMILÍABASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN

Con gran alegría celebro por primera vez la Eucaristía en esta BasílicaLateranense, catedral del Obispo de Roma. Saludo con sumo afecto alquerido Cardenal Vicario, a los Obispos auxiliares, al Presbiterio diocesano,a los Diáconos, a las Religiosas y Religiosos y a todos los fieles laicos. Saludoasimismo al señor Alcalde, a su esposa y a todas las Autoridades.Caminemos juntos a la luz del Señor Resucitado.

1. Celebramos hoy el segundo domingo de Pascua, también llamado «de laDivina Misericordia». Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida:la de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nosmisericordiatiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nossostiene, nos levanta, nos guía.

2. En el Evangelio de hoy, elapóstol Tomás experimentaprecisamente esta misericordiade Dios, que tiene un rostroconcreto, el de Jesús, el de Jesúsresucitado. Tomás no se fía de loque dicen los otros Apóstoles:«Hemos visto el Señor»; no lebasta la promesa de Jesús, quehabía anunciado: al tercer díaresucitaré. Quiere ver, quieremeter su mano en la señal de losclavos y del costado. ¿Cuál es lareacción de Jesús? La :pacienciaJesús no abandona al tercoTomás en su incredulidad; le dauna semana de tiempo, no lecierra la puerta, espera. YTomás reconoce su propia

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pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple,pero llena de fe, responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por lamisericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies, enel costado abierto, y recobra la confianza: es un hombre nuevo, ya no esincrédulo sino creyente.

Y recordemos también a Pedro: que tres veces reniega de Jesúsprecisamente cuando debía estar más cerca de él; y cuando toca el fondoencuentra la mirada de Jesús que, con paciencia, sin palabras, le dice: «Pedro,no tengas miedo de tu debilidad, confía en mí»; y Pedro comprende, sientela mirada de amor de Jesús y llora. Qué hermosa es esta mirada de Jesús –cuánta ternura –. Hermanos y hermanas, no perdamos nunca la confianzaen la paciente misericordia de Dios.

Pensemos en los dos discípulos de Emaús: el rostro triste, un caminarerrante, sin esperanza. Pero Jesús no les abandona: recorre a su lado elcamino, y no sólo. Con paciencia explica las Escrituras que se referían a Él yse detiene a compartir con ellos la comida. Éste es el estilo de Dios: no esimpaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo yenseguida, también con las personas. Dios es paciente con nosotros porquenos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, nocorta los puentes, sabe perdonar. Recordémoslo en nuestra vida decristianos: Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él noestá nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos.

A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padremisericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una granesperanza. Pensad en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, eraamado; y aun así quiere su parte de la herencia; y se va, lo gasta todo, llega alnivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente lanostalgia del calor de la casa paterna y vuelve. ¿Y el Padre? ¿Había olvidadoal Hijo? No, nunca. Está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día,cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuandolo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio,es decir su libertad; el Padre con paciencia y amor, con esperanza ymisericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto love, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura deDios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Y esta es la alegría del padre.En ese abrazo al hijo está toda esta alegría: ¡Ha vuelto!. Dios siempre nos

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espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Diospara que recobremos la confianza, la esperanza, siempre. Un gran teólogoalemán, Romano Guardini, decía que Dios responde a nuestra debilidadcon su paciencia y éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestraesperanza (cf. , Würzburg 1949, 28). Es como un diálogoGlaubenserkenntnisentre nuestra debilidad y la paciencia de Dios, es un diálogo que si lohacemos, nos da esperanza.

3. Quisiera subrayar otro elemento: la paciencia de Dios debe encontrar ennosotros , sea cual sea el error, sea cual sea el pecadola valentía de volver a Élque haya en nuestra vida. Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagasde sus manos y de sus pies y en la herida de su costado. También nosotrospodemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y estoocurre cada vez que recibimos los sacramentos. San Bernardo, en una bellahomilía, dice: «A través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre yaceite de rocas de pedernal (cf. 32,13), es decir, puedo gustar y ver quéDtbueno es el Señor» ( 61, 4. Sobre el libro del Cantar de los cantares).SermónEs precisamente en las heridas de Jesús que nosotros estamos seguros, ahíse manifiesta el amor inmenso de su corazón. Tomás lo había entendido.San Bernardo se pregunta: ¿En qué puedo poner mi confianza? ¿En misméritos? Pero «mi único mérito es la misericordia de Dios. No seré pobre enméritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia delSeñor es mucha, muchos son también mis méritos» ( , 5). Esto esibidimportante: la valentía de confiarme a la misericordia de Jesús, de confiar ensu paciencia, de refugiarme siempre en las heridas de su amor. San Bernardollega a afirmar: «Y, aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, sicreció el pecado, más desbordante fue la gracia ( 5,20)» ( .).Tal vezRm ibidalguno de nosotros puede pensar: mi pecado es tan grande, mi lejanía deDios es como la del hijo menor de la parábola, mi incredulidad es como la deTomás; no tengo las agallas para volver, para pensar que Dios puedaacogerme y que me esté esperando precisamente a mí. Pero Dios te esperaprecisamente a ti, te pide sólo el valor de regresar a Él. Cuántas veces en miministerio pastoral me han repetido: «Padre, tengo muchos pecados»; y lainvitación que he hecho siempre es: «No temas, ve con Él, te está esperando,Él hará todo». Cuántas propuestas mundanas sentimos a nuestro alrededor.Dejémonos sin embargo aferrar por la propuesta de Dios, la suya es unacaricia de amor. Para Dios no somos números, somos importantes, es mássomos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que

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más le importa.

Adán después del pecado sintió vergüenza, se ve desnudo, siente el peso delo que ha hecho; y sin embargo Dios no lo abandona: si en ese momento,con el pecado, inicia nuestro exilio de Dios, hay ya una promesa de vuelta, laposibilidad de volver a Él. Dios pregunta enseguida: «Adán, ¿dónde estás?»,lo busca. Jesús quedó desnudo por nosotros, cargó con la vergüenza deAdán, con la desnudez de su pecado para lavar nuestro pecado: sus llagasnos han curado. Acordaos de lo de san Pablo: ¿De qué me puedoenorgullecer sino de mis debilidades, de mi pobreza? Precisamentesintiendo mi pecado, mirando mi pecado, yo puedo ver y encontrar lamisericordia de Dios, su amor, e ir hacia Él para recibir su perdón.

En mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso deDios, su paciencia; he visto también en muchas personas la determinaciónde entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mipobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he vistosiempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado.

Queridos hermanos y hermanas, dejémonos envolver por la misericordiade Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo;tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amordejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos.Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremostambién nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y deamor.

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