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pro ópera mayo-junio 20 Il barbiere di Siviglia en San José Febrero 27, 2011. La Ópera de San José es una gema de compañía; perfectamente ubicada en una pequeña sala enjoyada elegantemente como teatro (que alberga 1,100 personas), en la tercera ciudad más grande de California. Mantiene a una compañía residente de cantantes jóvenes (la cual se renueva cada año), y programa tres o cuatro producciones cada temporada. Este Barbiere tuvo un toque cosmopolita, con cantantes abarcando desde Bulgaria hasta Canadá, trabajando con un director de escena educado en Argentina: José María Condemi. La puesta en escena fue tradicional, ligeramente condimentada con toques humorísticos. El tenor méxico-norteamericano Adam Meza ofreció un Figaro optimista que energizó la acción escénica en todo momento. Su ‘Largo al factotum’ —completa con el Sol agudo no escrito, como es tradición— hizo retumbar el lugar. Como Almaviva, Chester Piddock cantó bastante bien, pero, incluso para las dimensiones de este teatro, su voz de tenorino fue sólo marginalmente efectiva. La mezzo-soprano Cathleen Candia fue una dinámica y agradable Rosina; actuó bien con opulento y satisfactorio timbre. Ver a Figaro y a los dos amantes representados por tan vibrantes y joviales actores tan cercanos a las edades de los personajes fue especialmente gozoso. La dupla de bajos buffos —Bartolo y Basilio— fue un deleite. Ambos fueron barítonos que rozaron los límites en algunas notas graves, pero estuvieron más cómodos en la parte aguda de sus grandes arias. Turfel Borsting cantó con maestría la famosamente difícil aria de Bartolo ‘A un dottor della mia sorte’. Cumplió holgadamente bien con las demandas de dicción del personaje, convincentemente amenazante, y se hizo favorito del público. Paul Murray cantó y actuó la difícil aria ‘La calunnia’ como si hubiera sido escrita para él. La mezzo-soprano Kindra Scharich estuvo seriamente sobrada como Berta, como reveló al cantar su pequeña aria ‘Il vecchiotto cerca mogli’, con timbre firme, Ópera en Estados Unidos Escena de Il barbiere di Siviglia en San José vibrante y atractivo fraseo. El maestro Ming Luke dibujó una excelente interpretación de parte de la orquesta. Equilibró el foso y el escenario razonablemente bien, favoreciendo tempi cómodos sobre atrevidos. La escenografía del diseñador de escena Matthew Antaky lució tanto práctica como encantadora. por John Koopman Lucia di Lammermoor en Houston Febrero 11, 2011. La popular obra con música de Gaetano Donizetti y libreto de Salvatore Cammarano, basada en la novela The Bride of Lammermoor de Sir Walter Scott, tuvo su última presentación de la presente temporada con un lleno prácticamente total, a cargo de la Houston Grand Opera. En una escenificación minimalista bajo la ligeramente acartonada dirección escénica de John Doyle, que con un siempre preciso y expresivo juego de luces firmado por Jane Cox y un manejo de fondos y telones representando el siempre cambiante paisaje de Escocia, dio vida a este drama belcantista en tres actos tan siempre aclamado por el público. Los vestuarios de época a cargo de Liz Ascroft, en contraste con el manejo vertical, horizontal, e incluso oblicuo de los telones texturizados, lograron una atmósfera que dio realce más bien a la parte humana y acentuó la atención en el desempeño del elenco. Un excelente y bien balanceado coro a cargo de Richard Bado tuvo para si una serie de movimientos en escena que fueron más bien discretos, estáticos y en cierto modo un tanto aburridos, pero que vocalmente fue una gran aportación a la función. La soprano coloratura rusa Albina Shagimuratova, quien a su cargo tuvo la parte epónima, hizo gala de una emisión de timbre hermoso y de gran brillo, con un registro lo suficientemente amplio para no sonar insuficiente en los graves a pesar de su tesitura. Histriónicamente, y al igual que el resto de los primarios, se le notó siempre preocupada por su emisión y por su foco en el escenario, restando impacto Foto: Pat Kirk

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Il barbiere di Siviglia en San JoséFebrero 27, 2011. La Ópera de San José es una gema de compañía; perfectamente ubicada en una pequeña sala enjoyada elegantemente como teatro (que alberga 1,100 personas), en la tercera ciudad más grande de California. Mantiene a una compañía residente de cantantes jóvenes (la cual se renueva cada año), y programa tres o cuatro producciones cada temporada. Este Barbiere tuvo un toque cosmopolita, con cantantes abarcando desde Bulgaria hasta Canadá, trabajando con un director de escena educado en Argentina: José María Condemi.

La puesta en escena fue tradicional, ligeramente condimentada con toques humorísticos. El tenor méxico-norteamericano Adam Meza ofreció un Figaro optimista que energizó la acción escénica en todo momento. Su ‘Largo al factotum’ —completa con el Sol agudo no escrito, como es tradición— hizo retumbar el lugar. Como Almaviva, Chester Piddock cantó bastante bien, pero, incluso para las dimensiones de este teatro, su voz de tenorino fue sólo marginalmente efectiva. La mezzo-soprano Cathleen Candia fue una dinámica y agradable Rosina; actuó bien con opulento y satisfactorio timbre. Ver a Figaro y a los dos amantes representados por tan vibrantes y joviales actores tan cercanos a las edades de los personajes fue especialmente gozoso.

La dupla de bajos buffos —Bartolo y Basilio— fue un deleite. Ambos fueron barítonos que rozaron los límites en algunas notas graves, pero estuvieron más cómodos en la parte aguda de sus grandes arias. Turfel Borsting cantó con maestría la famosamente difícil aria de Bartolo ‘A un dottor della mia sorte’. Cumplió holgadamente bien con las demandas de dicción del personaje, convincentemente amenazante, y se hizo favorito del público. Paul Murray cantó y actuó la difícil aria ‘La calunnia’ como si hubiera sido escrita para él. La mezzo-soprano Kindra Scharich estuvo seriamente sobrada como Berta, como reveló al cantar su pequeña aria ‘Il vecchiotto cerca mogli’, con timbre firme,

Ópera en Estados Unidos

Escena de Il barbiere di Siviglia en San José

vibrante y atractivo fraseo. El maestro Ming Luke dibujó una excelente interpretación de parte de la orquesta. Equilibró el foso y el escenario razonablemente bien, favoreciendo tempi cómodos sobre atrevidos. La escenografía del diseñador de escena Matthew Antaky lució tanto práctica como encantadora. por John Koopman

Lucia di Lammermoor en HoustonFebrero 11, 2011. La popular obra con música de Gaetano Donizetti y libreto de Salvatore Cammarano, basada en la novela The Bride of Lammermoor de Sir Walter Scott, tuvo su última presentación de la presente temporada con un lleno prácticamente total, a cargo de la Houston Grand Opera. En una escenificación minimalista bajo la ligeramente acartonada dirección escénica de John Doyle, que con un siempre preciso y expresivo juego de luces firmado por Jane Cox y un manejo de fondos y telones representando el siempre cambiante paisaje de Escocia, dio vida a este drama belcantista en tres actos tan siempre aclamado por el público. Los vestuarios de época a cargo de Liz Ascroft, en contraste con el manejo vertical, horizontal, e incluso oblicuo de los telones texturizados, lograron una atmósfera que dio realce más bien a la parte humana y acentuó la atención en el desempeño del elenco.

Un excelente y bien balanceado coro a cargo de Richard Bado tuvo para si una serie de movimientos en escena que fueron más bien discretos, estáticos y en cierto modo un tanto aburridos, pero que vocalmente fue una gran aportación a la función. La soprano coloratura rusa Albina Shagimuratova, quien a su cargo tuvo la parte epónima, hizo gala de una emisión de timbre hermoso y de gran brillo, con un registro lo suficientemente amplio para no sonar insuficiente en los graves a pesar de su tesitura. Histriónicamente, y al igual que el resto de los primarios, se le notó siempre preocupada por su emisión y por su foco en el escenario, restando impacto

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dramático a su caracterización. Su momento culmen en la escena de locura del tercer acto fue bastante destacado y bien pudo deshacerse por un considerable espacio de tiempo de esta situación; los sobreagudos no le hicieron ni cosquillas.

El tenor neoyorquino de ascendencia griega, Dimitri Pittas, encarnó al señor de Ravenswood y enamorado de Lucia, Edgardo. Su pleno y hermoso timbre lírico con buena base y squillo corrió magníficamente, y dio un muy romántico y heroico toque a su rol. Aunque también estuvo preocupado por su emisión y su lugar en escena, y en ocasiones se le notó ligeramente corto de fiato, de los principales fue el más suelto en escena y en el dueto ‘Verranno a te sull’aure’, soprano y tenor se acoplaron de forma maravillosa tanto en el juego de timbres, como en el balance de intensidad. El barítono estadounidense Scott Hendricks dio vida al convenenciero hermano de Lucia, Enrico, con autoridad en su emisión, aunque es de hacer notar que “se comió” ligeramente la voz por darle oscuridad en diversos pasajes, sobre todo cuando interactuó con Pittas. No es un portento vocal de ninguna forma, pero su timbre posee belleza y su registro suficiencia; mayor libertad le habría granjeado mejor resonancia y por ende un mucho mejor desempeño.

Oren Gradus como Raimondo, Beau Gibson como Normanno, Nataniel Peake como Arturo y Rachel Willis-Sorensen como Alisa completaron el elenco con participaciones equilibradas, bien sujetas a las exigencias de su papel, y con resultados vocales muy

superiores a lo simplemente correcto, siendo Willis-Sorensen la que vale la pena subrayar ya que estuvo en todo momento libre de la mencionada “preocupación vocal y escénica” evidenciada por los demás, y también por su voz de hermoso color oscuro y plenitud de matices. La dirección orquestal de Antonio Fogliani fue cuidadosa de los cantantes y sumamente expresiva en los momentos más románticos, aunque careció de mayor peso e impacto en los momentos dramáticos. En general, la falta de acentos histriónicos del elenco y de acentos musicales desde el foso, hicieron de esta una función que se podría calificar apenas como ligeramente arriba de lo regular, pero que a pesar de todo resultó ingeniosa y atractiva en la parte visual. Definitivamente una Lucia di Lammermoor lejana a las tradicionalistas y con mucho que ofrecer para un título tan recurrido.

por Jorge Arturo Alcázar

The Nightingale en Nueva YorkMarzo 6, 2011. Un gran éxito se apuntó el director de escena Robert Lepage con la presentación en la Brooklyn Academy of Music neoyorquina de su aclamada producción de El Ruiseñor y otras fabulas breves del compositor ruso Igor Stravinsky proveniente de la Canadian Opera Company. Hilvanadas por medio de piezas para clarinete del propio Stravinsky, el espectáculo dio inicio con una serie de canciones que sirvieron de antesala a la ópera-ballet El lobo, obras para las cuales con gran creatividad Lepage se sirvió primero de sombras chinescas y luego de

Albina Shagimuratova como Lucia en Houston

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manipuladores-acróbatas que narraron las historias a las cuales los textos de las canciones hicieron referencia.

El plato fuerte del espectáculo vino de la mano de la opera El Ruiseñor, que constituyó la segunda parte del espectáculo y para la cual el director de escena canadiense recurrió a la muy original idea de presentar a los personajes a través de tradicionales marionetas de agua vietnamitas manejadas por los propios cantantes a los que sumergió hasta la mitad del cuerpo en una pileta llena de agua que ocupó buena parte de la escena. La idea de Lepage quizás pueda parecer rebuscada, pero visualmente funcionó a la perfección y le dio a la representación una espectacularidad que convirtió al director canadiense en el gran triunfador de la noche por encima incluso de la ópera misma.

El reparto vocal revistió gran interés, sobresaliendo con luz propia tanto el impecable y comunicativo pescador del barítono Lothar Odinius como el virtuosísimo y sensible ruiseñor de la soprano Olga Peretytko. No se quedó atrás el bajo Ilya Bannik, quien concibió un emperador que rozó la perfección, y los mismos

méritos caben para el siempre sonoro bajo Robert Pomakov a cargo del rol del alto oficial de la corte imperial. Tanto el coro como la orquesta de la Canadian Opera Company tuvieron un desempeño memorable, el primero bajo la atenta mirada de la siempre efectiva Sandra Horst y el segundo bajo la sólida batuta del joven y talentoso Johannes Debus. El público aplaudió a rabiar y sin la menor intención de abandonar la sala dispendió interminables ovaciones a cada uno de los intérpretes.

por Daniel Lara

Porgy and Bess en AtlantaMarzo 9, 2011. El Sur interpreta al Sur con respeto y dignidad. El compositor George Gershwin especificó en su testamente que la ópera Porgy & Bess solamente podria ser puesta en escena por cantantes de la raza negra y así continúa la tradición en todas partes del mundo. La Ópera de Atlanta logró una hermosa producción, superando las tendencias a teatro musical tipo Broadway que han caracterizado las escenificaciones de esta obra. Los personajes adquieren una respetable dignidad en la calidad de voces y movimiento. No hay exageraciones para destacar una población sureña que deambula en la miseria. Es una ópera en todo el sentido de la palabra, aunque a veces quizás se podrían acortar algunos pasajes, pues la música se vuelve un poco monótona.

A pesar de la abundancia de solistas, con sus respectivas arias, es el coro el que se lleva los laureles. Actuando con orgullo y profesionalismo, bajo la dirección de Walter Huff, sus miembros se posesionan después de haberlo interpretado con gran éxito en París, donde la Opéra Comique brindó a Huff la más fuerte ovación de su vida. En la batuta vemos al director Keith Lockhart, titular de la Boston Pops Orchestra y recientemente nombrado Conductor de la Orquesta de la BBC de Londres. Joven y alegre en su ejecución, maneja los distintos matices de esta obra que, aunque compuesta en 1935, todavía se le puede llamar vanguardista y, de especial mérito, un impecable manejo de la percusión, que resonaba por todo el teatro con un lleno total.

Larry Marshall, director de escena, es un actor cantante que ha interpretado el papel estelar de esta ópera en el Met y la Scala de Milán, entre otras compañías de ópera, antes de dedicarse a dirigir, y logró un profundo entendimiento de los personajes. En el papel estelar figura el barítono oriundo de esta ciudad de

Ilya Bannik como El Emperador y Olga Peretyatko como El Ruiseñor

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Claude Girard e iluminación de Mark McCullough. Una serie de arcos estructurales sirvieron como la plataforma mediante la cual, con el cambio de los decorados y de la posición de los mismos, se logró estar ya bien en el palacio de los Capuleto, bajo el balcón de Julieta o en la capilla de Fray Lorenzo, por no mencionar la locación de cada cuadro, pero fue de factura exquisita y de gran realismo, adaptando cada momento a la época narrada en el texto y con excelente gusto en cada detalle de la misma. La dirección de Kahn desembocó en un continuo que además de humano y natural, fue convincente en drama y romanticismo. Los vestuarios no dejaron espacio para descuidos, y el manejo de la ambientación mediante la luz tuvo sus momentos más sobresalientes en la escena matrimonial del tercer acto, y en la escena inicial del cuarto acto cuando los jóvenes enamorados de la Verona del Siglo XIV viven al máximo su prohibida relación en la habitación de Julieta.

En lo que concierne a los solistas, Julieta estuvo interpretada por la soprano rusa Lyubov Petrova, ya conocida y querida por el público de Dallas, quien desarrolló su papel con ternura e inocencia y vocalmente logró envolver en su línea de canto de gran calidad, con agudos generosos, y que se notó fresca de principio a fin. El tenor neoyorquino Charles Castronovo dio vida al enamorado Romeo con gallardía y aplomo. Su timbre que si bien es lírico es también bastante aterciopelado, dio matices de ligera oscuridad a su personaje y con esto logró un binomio entre juventud e

Atlanta, Michael Redding, quien a pesar de contar con una excelente voz, imparte una sensibilidad al lisiado personaje que desborda sentimiento. La soprano Laquita Mitchell en el papel de la indecisa Bess, demuestra la inestabilidad del personaje, que se aferra a una juventud ya pasada. Bonitos dúos con Porgy. El villano Crown es interpretado por el barítono Eric Greene, con voz algo capretina. Las sopranos Aundi Marie Moore (Serena), NaGuanda Nobles (Clara), al igual que la mezzo Judith Skinner (Maria), impactantes en sus interpretaciones. La música vocal de Gershwin exige voces de primera calidad que puedan dar brillo a sus difíciles armonías. El versátil tenor Chauncey Parker, interpretando al casquivano Sporting Life, lleno de vicios y artimañas, aporta una inusual simpatía al diabólico personaje que logra convencer a Bess que se vaya con él.

De especial importancia es la novedosa escenografía que usa videos y diapositivas como telones. Impresionante el video de un huracán suministrado por el canal de TV Weather Channel, que fuera captado en vivo y luego ejecutado por un sistema desarrollado por la Universidad de Kentucky, que pone la mas moderna tecnología a disposición de la ópera. por Ximena Sepúlveda

Roméo et Juliette en DallasEl clásico shakespeariano, con música de Charles Gounod, se presentó el pasado 13 de febrero en el marco de la temporada 2010-2011 de la Ópera de Dallas. El libreto de Jules Barbier y Michel Carré fue llevado a la escena operística en una producción realista, dirigida por Michael Kahn, con diseño de producción de

Robert Lloyd (Frére Laurent), Lyubov Petrova (Juliette) y Charles Castronovo (Roméo) en Dallas

Stephen Costello (Roméo) y Ailyn Pérez (Juliette) en Filadelfia

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incipiente madurez que abonaron en un desarrollo del papel con complejidad por encima de lo normalmente escuchado en ese rol.

El veterano y experimentado bajo británico Robert Lloyd tuvo para si el papel de Fray Lorenzo, y no hay palabras que logren hacer justicia a lo que su afable actuación, su naturalidad en escena y su aún poderosa y robusta voz lograron con el papel; baste para ello comentar que la ovación para él al final de la función, incluyó un teatro completo de pie y múltiples gritos proferidos por el respetable. Joshua Hopkins, barítono canadiense, tuvo a su cargo el rol de Mercutio, fiel amigo de Roméo. Su desempeño histriónico fue enérgico y natural, y vocalmente podemos decir que cumplió solventemente sin mayores sobresaltos qué destacar.

La mezzo soprano rumana Roxana Constantinescu en el papel de Estefano logró convencer vocalmente, pero su actuación se excedió en jugueteos pueriles (demasiados aún para el papel) y se le llegó a notar preocupada por sus trazos escénicos. El Capuleto del bajo estadounidense Stephen Morscheck denotó autoridad y fuerza, y cabe señalar que su presencia escénica es importante, aunque podría sacarle mayor provecho si se creyera un poco más el personaje. La mezzo-soprano estadounidense Jane Bunnell como Gertrude dio una lección de lo que debe ser un comprimario, logrando ajustarse a la perfección a su papel tanto en lo actoral como en lo vocal, sin robar escena a nadie; gran tarde para ella. El Duque del bajo local Mark McCrory no fue malo, pero su emisión fue rebasada por el resto del elenco y es que quizá el papel le pesó psicológicamente, por lo que entubó y engoló su voz para darle mayor peso y carácter, y esto no le rindió grandes frutos a final de cuentas. El Tebaldo del tenor californiano Aaron Blake fue una verdadera decepción: desafinó pasajes de mediana dificultad, se vio inseguro en su papel, y al final terminó siendo casi ridículo al contrastarlo con un desempeño tan sobresaliente del elenco en general. Benivolio fue interpretado por el tejano Juan José de León y Gregorio por el barítono coahuilense Juan Alberto Galván, ambos correctos y con gran energía. Por último —en todo sentido—, está el Paris del también local Steven LaBrie, que más desangelado e insolvente no pudo ser, y eso sin tomar en cuenta que lanzó un par de gallos durante su primera intervención. El coro a cargo de Alexander Rom mostró balance y control, y sus secciones masculinas lucieron especialmente bien. El foso, con Marco Zambelli a la batuta, dio a la función la vestimenta musical más digna y expresiva que recuerdo en este título en mucho tiempo: su manejo de los tiempos fue siempre intencionado y preciso, su uso de acentos fue delicioso y echó de ver esa sutil pero gran diferencia que existe entre los directores que marcan compases, y los que interpretan una partitura con miras al texto y al momento teatral. En lo general una gran tarde que superó las expectativas de quien suscribe y que hizo recordar a quienes asistimos que la música de los grandes compositores, depositada en buenas manos, es siempre mucho mejor. por Jorge Arturo Alcázar

Roméo et Juliette en FiladelfiaFebrero 20, 2011. Una gran fiesta se vivió en la Ópera de Filadelfia con la vuelta a la cartelera local de Romeo y Julieta de Gounod, que además reunió a una de las más fulgurantes parejas líricas con las que cuenta el firmamento lirico local: la dupla conformada por Stephen Costello y Ailyn Pérez quienes se anotaron un gran y bien merecido éxito personal. Como Roméo, el tenor Costello encandiló por su descollante vocalidad, su intensidad interpretativa y su fuerte prestancia escénica que llevó al público al delirio. En

superlativa forma vocal, Pérez concibió con un bellísimo esmalte vocal una Julieta de gran musicalidad, canto refinado y sensible que emocionó hasta las lágrimas y dejó ganas de más.

Una grata sorpresa dio el Tebaldo de Taylor Stayton, quien con importantes medios y gran nobleza de acentos dotó a su parte de un relieve poco usual. Excelentes, tanto Elena Belfiore como Marian Pop compusieron a la perfección los roles de Stefano y Mercutio, respectivamente. Aunque un tanto verde, fue válida y meritoria la labor de Justin Hopkins como el fraile Lorenzo. Un comentario aparte mereció Daniel Mobbs, quien con gran autoridad vocal dio vida al jefe del clan Capuleto. Los demás personajes secundarios fueron cubiertos con gran profesionalismo por elementos locales. Al coro se le escuchó afinado y bien preparado. A cargo de la vertiente musical, Jacques Lacombe obtuvo de la orquesta de la casa una lectura excepcional nunca exenta de brillo, dinamismo y matices. Trasladando la acción a la actualidad y colocando a las dos familias rivales —una en el mundo fashion de la moda y a la otra en el mundo marginal de la calle—, la producción escénica que firmó Manfred Schweigkofler mostró algunas buenas ideas y convenció aunque a regañadientes. por Daniel Lara

Julia Koci (Violetta) y Jesús García (Alfredo) en Phoenix

La Traviata en PhoenixEl 4 de marzo de 2011 la Ópera de Phoenix presentó la tradicional puesta en escena de Carroll Freeman de La Traviata en el Orpheum Theatre. El set de Peter Dean Beck, diseñado originalmente para el Florida Grand Opera, fue fácilmente transformado en varios escenarios de la ópera. El detallado vestuario John Lehmeyer posicionó la escena en la época correspondiente, colaborando con el atractivo visual de la ópera.

La soprano vienesa Julia Koci fue una Violetta radiantemente hermosa que cantó con buen gusto y musicalidad. Es una de las pocas intérpretes de este papel que puede realmente manejar tanto la coloratura del primer acto como el drama requerido en las escenas subsecuentes. El ganador de Operalia Jesús García fue un joven amante apasionado que cantó con voz robusta y timbre resonante. Juntos, compusieron una pareja ideal en el Acto I, y un par de atormentados pero interesantes amados posteriormente. Fue Fo

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inevitable no buscar un pañuelo en el último acto, cuando Germont, no la soprano, lee la carta tardíamente recibida: una elección interesante por parte del director que funcionó bien.

El Germont estuvo cantado con garbo por el veterano barítono franco-canadiense Gaétan Laperrière. Realmente hizo enojar cuando le dio a Violetta una muestra de su estrecha mentalidad, pero, al final, con sus expresiones de remordimiento, movió las más sensibles fibras del corazón. Una atractiva Flora, Erin Tompkins, cantó con sonido sólido mientras Francisco Rentería fue un Gastone de una pieza. Alexis Davis Hazell fue una punzante Annina, y su esposo Earl Hazell cantó el Commissionario con voz estentórea. Los barítonos Christopher Homes y Christopher Herrera representaron al Barón Douphol y al Doctor Grenvil con autoridad; mientras el bajo barítono Andrew Gray demostró ser un Marqués D’Obigny imponente.

El fundador de la Compañía y director artístico, John Massaro, guió a la orquesta, algo pequeña, en una presentación suave y lírica de la obra. La respuesta del público al final fue tumultuosa y abundante en elogios a los excelentes intérpretes que dieron vida a la maravillosa ópera de Verdi.

por Maria Nockin

Turandot en San DiegoEl 19 de enero, la Ópera de San Diego abrió su temporada 2011 con una función de gala de Turandot, con colorida escenografía del célebre artista David Hockney. Similarmente colorido, el vestuario estuvo diseñado por Ian Falconer. Aunque el escenario está estilizado en una versión simplificada de tipo chino, para las representaciones de la Ópera de San Diego, el inventivo director de escena Lofti Mansouri, nacido en Irán, hace que sus protagonistas tengan reacciones congruentes con las situaciones de la historia.

Para Lise Lindstrom, Turandot se ha convertido en su personaje estrella desde que lo debutara la temporada pasada en el Met. Después de San Diego, lo cantará en La Scala y en la Deutsche Oper de Berlín, antes de regresar a Estados Unidos, además de una presentación más en la Lyric Opera de Kansas City. Lindstrom canta el papel con suavidad, desmintiendo la dificultad de la parte. Su técnica radiante recuerda a Birgit Nilsson, pero aunque su voz tiene destellos metálicos capaces de cortar la textura orquestal como un láser, esta Princesa de hielo derritió a su apasionado amante en el tercer acto. Pero no fue ella la única soprano estrella sobre el escenario.

La soprano albana Ermonela Jaho, a quien se le escuchó en San Diego como Maria Stuarda, fue una magnífica e intensa Liù. Realmente sacó lágrimas de los ojos de todos cuando cantó su aria ‘Tu che gel sei cinta’. Jaho es una soprano lírico con un arcoiris de cálidos y encendidos colores en su voz, y con la capacidad de involucrar las emociones de la audiencia con lo que pasa en escena.

Como Càlaf, el tenor uruguayo Carlo Ventre fue un pretendiente paciente que cantó todas las notas en su lugar con un sonido cálido, como de bronce. Su Xinterpretación podría haber sido un poco más enérgica y apasionada, pero su rendición de ‘Nessun dorma’ hizo cimbrar el recinto. Tener a Reinhold Hagen cantando Timur

fue definivamente un lujo en el elenco: su meliflua voz, de timbre ahumado, y su consumada interpretación hicieron de su personaje un agente de gran importancia en este drama.

El trio de Ping, Pang y Pong añadió humor en el primer acto y un matiz pastoral en el segundo. El barítono Jeff Mattsey como Ping, con los tenores Joel Sorenden y Joseph Hu como Pang y Pong, cantaron con colores distintivos mientras combinaron coherencia dramática con picardía visual. Como el Mandarín, el veterano comprimario Scott Sikon dominó la escena con sus proclamaciones. Sentado en la parte más alta del proscenio, Joseph Frank como el Emperador Altoum cantó con un terso y estremecedor timbre que denotó su avanzada edad.

El director del coro, Charles Prestinari, dibujó hábilmente las entrelazadas armonías del excelente grupo de coristas de la Ópera de San Diego como el pueblo de Pekín. El director italiano Edoardo Müller, enérgico y entusiasta, condujo a la orquesta a través de la compleja y en cierta forma impresionista partitura de Puccini. Cuando la función terminó, el aplauso fue estruendoso y,

Lise Lindstrom (Turandot) y Carlo Ventre (Calàf) en San Diego

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una vez más, el público dio la bienvenida al inicio de su temporada de ópera. por Maria Nockin

Il turco in Italia en Los ÁngelesEl 27 de febrero de 2011, Los Angeles Opera presentó una función en matinée de Il turco in Italia de Rossini en una innovadora producción de la Ópera Estatal de Hamburgo firmada por Christof Loy. En California, la obra fue puesta en escena por Axel Weidauer. El escenario de Herbert Maurauer fue funcional, y su vestuario atractivo dijo mucho de lo que los portaban. La obertura de Rossini es una pieza hermosa con un bello solo de corno, tersamente tocado en esta ocasión por Steven Becknell. El “campamento gitano” es un pequeño tráiler del cual emergen todo el coro y algunos solistas, sacando carcajadas del público. Un viejo truco de circo, pero que sin duda funciona.

El poeta Prosdócimo estaba bloqueado para escribir y necesita entontrar una buena historia que le inspirara. Con los locos personajes de esta ópera ve algunas posibilidades. Cantado por el veterano barítono inglés Sir Thomas Allen, el poeta fue siempre un deleite auditivo. Si bien fue constantemente humillado por

uno u otro personaje, lo cual resultó un poco tedioso después de un rato. Fiorilla, brilantemente representada por la soprano georgiana Nino Machaidze, absolutamente fascinante, tanto visual como vocalmente, está cansada de su esposo de mediana edad Geronio, interpretado por el divertidísimo barítono italiano Paolo Gavanelli. Este papel es justo lo que necesita para mostrar su creciente potencia como estrella; la cantante hará de Juliette en la ópera de Gounod para Los Angeles Opera, la próxima temporada. Gavanelli es un maestro del pasado cantando los trabalenguas de las arias rossinianas y pronunció cada palabra con increíble nitidez.

Enamorado también de Fiorilla, está el refinadísimo Don Narciso, cantado con gran élan por el tenor ruso de coloratura Maxim Mironov. La mezzo-soprano Kate Lindsey, fabulosa como Nicklaus y la Musa en Les contes d’Hoffmann del Met transmitida en HD la temporada pasada, estuvo no menos fascinante aquí. Su dulce legato, elegante y moderna apariencia y su talento para la danza se combinaron para hacer de ella una triplemente amenazante Zaida. Podemos esperar para ella una gran carrera.

El alto y esbelto bajo barítono italiano Simone Alberghini es ya

Escena de Il turco in Italia en Los Ángeles

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conocido en Los Ángeles y su Selim se apuntó como un éxito más en su lista de personajes. Como siempre, cantó con sonido robusto y creó una enérgica caracterización. Recientemente egresado del programa Adler Fellow de la ópera de San Francisco, Matthew O’Neill hizo de un atractivo Albazar, cuya suave entonación y firme compomiso añadieron valor a la función.

En su conferencia previa a la función, el director James Conlon hizo notar que no había tenido oportunidad de dirigir esta ópera desde sus inicios como director. No siendo necesario decirlo, Conlon lo dio todo y su dinámica presencia dio vida a los propulsivos ritmos y a la inventiva sonoridad de esta ópera poco interpretada. La tarde entera fue un deleite y los asistentes dejaron el teatro sonriendo, con felices melodías sonando en sus cabezas.

por Maria Nockin

Turn of the Screw en Los Ángeles Ésta es una ópera de cámara de mediados del siglo XX compuesta por Benjamin Britten a partir de un libreto de Mynfanwy Pipe, quien más tarde escribiría también los libretos de Owen Wingrave y Muerte en Venecia. El Teatro La Fenice de Venecia estrenó la ópera de Britten The Turn of the Screw el 14 de septiembre de 1954.

En el Prólogo se nos cuenta la historia del pasado en la que una institutriz es contratada para hacerse cargo, por completo, de un hermano y una hermana huérfanos que viven con el ama de llaves, Mrs. Grose, en una casa de campo llamada Bly. Aunque los niños son su sobrino y sobrina, su tutor no quiere cuidarlos y le dice a la institutriz que no le escriba, que no investigue la historia de Bly y que no abandone sus responsabilidades.

Al principio, no sabemos nada del estado mental de la Institutriz, aspecto de la historia encomendado al director de escena y a la cantante; en este caso, en el estreno del 12 de marzo, fue un tour de force de la directora Francesca Gilpin y de la soprano Patricia Racette. La producción fue montada originalmente por Jonathan Kent en el Festival de Glyndebourne. El vestuario y

la bien espaciosa escenografía de Paul Brown de 1950 aportaron poco a la sensación de misterio del principio, pero uno llegaba eventualmente a percatarse de que Miss Jessel, interpretada por Tamara Wilson, era una creatura que vivía en el lago.

Racette interpretó su parte como una apasionada pero inocente muchacha que no quería sino lo mejor para los niños. Su voz lustrosa se elevó fácilmente sobre la orquesta de trece músicos y su dicción fue impecable. La mezzo-soprano irlandesa Ann Murray no fue una ama de llaves sin sentido: ¡fue divertido verla usar una aspiradora vintage sobre el piso del escenario! Éste es, desde luego, el único personaje que, podíamos estar seguros, no veía cosas que no eran reales. No tuvo mucha música melódica que cantar, pero su interpretación fue magistral y su timbre fue sonoro y seguro.

Una joven y menuda soprano, Ashley Emerson, y un niño soprano de doce años, Michael Kepler Meo, hicieron de los niños Flora y Miles. Emerson estuvo sorprendentemente increíble como la niña pequeña. Meo tenía un trabajo mucho más sencillo al interpretar a un niño de su propia edad, y su incisiva habilidad vocal le dio vida al personaje. Los personajes del lado oscuro, Wilson como Miss Hesel y William Burden como Quint, no fueron otra cosa sino fantasmas tradicionales. Es por ello que la audiencia no pudo nunca tener la seguridad de qué eran exacatamente. Los dos artistas tienen voces maravillosas y enunciaron sus líneas con sonido sólido y brillante. No se movieron como fantasmas, pero crearon la ambigüedad solicitada por Britten y Piper.

Aunque la orquesta fue pequeña, fue tremendamente interesante: cada instrumento tenía una parte integral que tocar y Conlon, el director, hizo sobresalir la belleza del tema y sus variaciones. El ensamble estuvo, desde luego, conformado por los mejores elementos de Los Angeles Opera. El corno inglés de Leslie Reed y la celesta de Vryndon Hassman fueron sólo dos de las delicias de esta noche. Colon dijo que apenas se comenzaba a celebrar el centenario de Britten y que ésta fue una excleente manera de comenzar. o

por Maria Nockin

Michael Kepler Meo y Patricia Racette en The Turn of the Screw

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