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Durante un mes a bordo del rompehielos ARA Almirante Irizar, el autor estuvo navegando por los mares más australes del planeta superando el Círculo Polar Antártico, cosechando anécdotas y viviendo momentos imborrables. Estas son algunas de sus fotos y la crónica de lo que vivió en aquella inmensidad de hielos.

E ntre las sombras de anochecer fueguino, el rompehielos Almirante Irízar se desliza por el Canal Beagle. Ha zarpado al caer el sol desde

el Puerto de Ushuaia para iniciar la segunda fase de la Campaña Antártica 2006-07 que deberá llevarlo hasta la base Belgrano II, más allá del Circulo Polar Antártico, a los 77,5° de latitud Sur, región de hielos eternos y costas desconocidas.

Ya es noche cerrada. En el Puente de Comando, el Capitán de Fragata Guillermo Tarapow, los oficiales de guardia, el timonel y su ayudante, los vigías, recorren con la mirada cada detalle de la costa para determinar la posición empleando los girocompases, navegador satelital y un sofisticado radar anticolisión.

Al día siguiente, estando ya en el Estrecho de Le Maire, el viento cálido del Norte levanta una bruma que oculta a la Isla Grande de Tierra del Fuego y apenas deja ver la silueta de Isla de los Estados por la amura de estribor. A lo lejos, nos cruzamos con el Queen

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1. Hielos jóvenes en el Mar de Weddell.2. Restos de un témpano a la deriva3. Albatros en la estela del Irizar4. Fijando el punto de estima en la Carta.

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Elizabeth II, que navega a la pavorosa velocidad de 29 nudos (*)Vamos en demanda de Isla Observatorio, donde serán

descargados con el empleo de un helicóptero, tubos de gas y otros elementos para los torreros que cuidan su Faro.

Para los tres fotógrafos que estabamos a bordo del Irizar —Marcelo Gurruchaga, Eduardo Grünberg y quien escribe— así fue el comienzo de una pequeña aventura. De la travesía participa también Alfredo Barragán junto al equipo de CADEI. Es el legendario capitán de la balsa Atlantic que en 1984 cruzara desde Tenerife a Venezuela.

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1. Isla Laurie, Orcadas del Sur.2. Hembra de foca de dos pelos.3. Pingüinos de Barbijo en Isla Decepción.

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Shetland del Sur Gracias a que el Pasaje de Drake se ha portado de manera infrecuente, con una onda de mar suave y tendida, hemos llegado enteros a las Shetland, el archipiélago que se prolonga paralelo a la Península Antártica y de la cual está separado por el Mar de la Flota (Bransfield Strait).

Visitamos la Isla Livingston, donde fue desembarcado material y equipos en la base de Bulgaria, y después Isla Decepción, imponente y misteriosa, a cuyo interior se ingresa por los Fuelles de Neptuno y donde están los restos de una de una factoría ballenera que funcionó entre 1911 y 1934.

La siguiente recalada fue en Caleta Potter, en isla 25 de Mayo, donde está la base Jubany en un paisaje dominado por el cerro Tres Hermanos y un extenso glaciar.

En todas las bases el procedimiento es parecido: en la primera “oleada” se transporta al denominado Grupo Playa, responsable de organizar y ejecutar desde tierra el trabajo. Es una de tareas muy ardua en condiciones climáticas extremas.

Los materiales son cargados desde las bodegas con chinguillos, la clásica red para cargas a granel que ha desaparecido del paisaje de los puertos desde la irrupción del contenedor; después los helicópteros la desembarcan en las bases o son llevadas en las lanchas. De regreso, traen la basura: nada de lo que se deshecha queda en el terreno. La protección del medio ambiente es una de las prioridades de toda operación antártica.

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Sea King con un chingillo en Isla Livingston.

Islas Orcadas del Sur Se dice que a nadie le pertenece realmente un

lugar hasta que no tiene un muerto a quien recordar enterrado bajo sus pies. En Orcadas del Sur, un modesto cementerio de cruces blancas es fiel testimonio de buena parte de una historia de sacrificios y de logros.

El archipiélago de Orcadas, cuyas islas principales son Laurie, Montura, Coronación, Signey, Larsen e Inaccesibles, se encuentra a 600 millas náuticas al Sudeste de Isla de los Estados.

En Isla Laurie está la primera base permanente de la Antártida y pertenece a la Argentina, creada el 22 de febrero de 1904. Durante tres décadas fue la única, lo que le otorga al país legítimos pergaminos para considerar esas playas, montañas y glaciales como parte de su territorio.

Es un pequeño Paraíso antártico, con una rica fauna de gaviotines, petreles, pingüinos, gaviotas antárticas, skuas y lobos de dos pieles. La base de Argentina posee una compleja estructura para el desarrollo de las diversas actividades que realizan científicos de la Dirección Nacional del Antártico – Instituto Antártico Argentino.

También ha marcado varios hitos: se estableció en 1904, la primera Estafeta de Correos antártica; en 1927 comenzó a funcionar la primera estación de radiotelegrafía; seis años más tarde, cuando la Armada realizó el relevamiento de la dotación, llevó el primer contingente de turistas y, en 1940, se realizó desde Isla Laurie la primera transmisión radial que enlazó con la localidad bonaerense de Lanús.

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1. Desembarco en Orcadas con una lancha EDPV.2. Motobombeador de GOA, Base Jubany.3. Rolling-Tank transportado en un semirrígido.4. Personal de la cubierta de vuelo.5. Cabina del Sea King en vuelo a Belgrano II.

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Los hielos del Weddell

A cinco nudos el rompehielos Irízar apoya la proa sobre un bandejón de hielo, luego trepa sobre el mismo y lo quiebra. Las grietas dibujan surcos en direcciones erráticas, escuchándose golpes en el casco como si fueran mazas golpeando en un gigantesco tambor de chapa.

Desde Bahía Scotia, en Orcadas del Sur, el rompehielos Almirante Irizar debe describir un amplio arco para bordear la gran masa de hielos del Mar de Weddell, dura, impenetrable, silenciosa, para ir a Belgrano 2. Cuando llegamos a la longitud Dakar (Senegal), se hace una primera caída hacia el

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6. Pingüinera de Isla Laurie.7. La cocina del Irizar.8. Puerta estanca en la sala de máquinas.

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sur y poco después hacia el SW, para tomar el llamado “Canal Costero”. Es una extensa lengua de agua abierta a los hielos, habitada por témpanos, hielos jóvenes, escombros. En dos oportunidades se hace un vuelo de exploración en helicóptero Sea King que permite comprobar las presunciones del comandante respecto al mejor camino.

El Mar de Weddell es aún la última frontera por explorar, un territorio de 1.800 km de diámetro con hielos permanentes, masa inconmensurable que ejemplifica las mayores dificultades que un marino puede encontrar en sus singladuras.

Fue descubierto en 1823 por el foquero inglés James Weddell, y ahí quedaron atrapados barcos como el “Scotia” en 1904, el “Deutschand” en 1912, y el célebre “Endurance” de Sir Ernest Shackleton. Es un mar duro, sin memoria, que una y otra vez pone a prueba la voluntad de los hombres.

Capear el hielo Todo marino de la vieja escuela enseñaba que al

mar no se lo debe desafiar. Con los hielos sucede algo parecido, no se debe ir contra el hielo sino trabajar con él.

Llevar un buque de 14.000 toneladas y casi 120 m de eslora por mares congelados requiere del más sutil arte de navegar. Se necesita de experiencia pero también

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1. Témpano desprendido de la Barrera de Filchner.2. Escombros en el Weddell.

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de una gran sensibilidad, de ese buen “olfato” que permite percibir el diferente aroma de un hielo cuando es demasiado duro para el acero de la roda.

Mapas satelitales son consultados a diario y en él se va marcando la derrota del buque, día a día, momento a momento. A bordo está la glacióloga Beatriz Lorenzo, y en Capitán de Navío (RE) Vicente Federici, veterano de más de veinte campañas antárticas, quienes dan su asesoramiento.

El agua del mar suele estar en 1,5° bajo cero, a veces un poco más y recién comienza a congelarse a los 2° bajo cero. Los “hielos jóvenes”, de un año o algo más de antigüedad, pueden ser embestidos puesto que se parten sin un lamento.

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3. Hielo gris quebrado por la proa del Irizar. 4. Cementerio en la Estación Ballenera de Decepción.5. Capilla en la gruta de hielo, Base Belgrano II.

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Es muy distinto con los hielos viejos, endurecidos por la constante presión de los bandejones, y con los inmensos témpanos desprendidos de las barreras que pueden tener 30 o más metros de altura.

Cuando el Irizar finalmente embica en la costa de mar congelado, a una distancia de 13 millas náuticas del nunatak donde se encuentra la Base Belgrano II, que es apenas un punto en la ladera de un gran cerro blanco e impoluto en proximidad de los 77º 52 Sur, Long. 34º 37’ W, se puede decir que los hombres han hecho bien su trabajo.

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1. El Irizar rumbo al Sur en el Mar de Weddell.2. Preparativos de la celebración del Cruce del Círculo.3. En el Dia de San Valentín, homenaje del Irizar a los enamorados.

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14 grados bajo cero

Esa fue la temperatura más baja registrada a bordo, pero por efecto de viento tuvimos en navegación una sensación términa de menos 35° C, circunstancia en la cual se prohibía transitar por las cubiertas exteriores.

Uno se puede imaginar la dificultad para hacer fotografías, impedidos de manipular los controles de la cámara debido a los gruesos guantes (o viéndonos obligados a quitárnolos y sentir el dolor que produce el frío de inmediato), la lentitud de los movimientos por la ropa, en fin, las severas dificultades que se esperan en un ambiente tan adverso.

Pero el mayor temor estaba en la lectura del propio manual de la cámara, que decía que era operable entre los 0° C y 40° C ... sin embargo, la Nikon D200 funcionó perfectamente a pesar de estar sometida a condiciones tan extremas, por lo que no tuve que recurir a la Leica M6 que también llevaba. Con su cuerpo de aleación de magnesio, controles resistentes al polvo y a la humedad, junto a su rapidez y facilidad operativa, es una auténtica todo terreno que en los hielos del extremo sur del planeta demostró sus virtudes.

En mi anterior experiencia antártica, en 1994, a una de mis cámaras réflex se le rompió el obturador por la baja temperatura, mientras que las otras dos (una Pentax K1000 y la Leica M4) soportaron todo.

Esta vez la situación era muy distinta ya que dependía en todo momento de la electrónica, y ésta funcionó a la perfección. La combinación de cámara digital de altas prestaciones como la D200, una laptop Hewlett Packard y conexión a Internet mediante telefonía satelital, me permitieron en tiempo real enviar relatos y fotografías de la travesía.

Donde termina el planeta El Capitán de Ejército Quiroga

extiende su mano para saludar al Mayor Interlandi. Son el jefe entrante y el saliente. Hay miradas que se interrogan, uno pensando qué cosas le esperan y el otro dejando que los recuerdos le inunden el corazón. Ha pasado un año desde que llegó a este paraíso desolado donde las personas adquieren el derecho de tutearse con Dios. Es la Antártida más profunda e inconmensurable.

Si nos atenemos a los datos fríos –palabra nunca tan bien empleada como lo hacemos aquí- de lo que es la Base Belgrano 2, podríamos decir que constituye la plataforma que sostiene laboratorios en los cuales se realizan, entre otros proyectos, mediciones del desplazamiento de las placas tectónicas. Justamente, la base está emplazada en un nunatak, palabra i-nuit que define a una roca que surge entre los hielos eternos.

En Belgrano 2 no hay muelles ni tenedero donde largar el ancla. Más de 200 metros separan la superficie del agua del fondo y, aunque se tuviera tanta cadena no hay cabrestante que pueda cobrarla. En realidad, el Irizar puede largar el fondeo hasta una profundidad de 80 a 100 m. Así que sólo puede quedar al garete o embicado en los hielos.

La sensación de aislamiento aquí es muy diferente, porque cuando zarpa el rompehielos todos saben que no hay retorno, que deben esperar hasta el próximo año para ver nuevos rostros, manos, miradas. Queda en el frío ancestral del viento, en el silencio de la propia consciencia, ese tenue sabor amargo de la despedida.

Hielos a fil de roda

“Se tomó la guardia con buque al garete en campo de hielo concentración 10/10”. La frase, se repite en el Diario de Navegación durante varios días como si fuera un estribillo. En los 76º 40 Sur / 30º 29’ W, un gran campo con “bandejones y tortas de hielo de primer año, hielo joven y hielo viejo” han detenido el andar del rompehielos cuando navegaba por segunda vez en demanda de Orcadas proveniente de la Base Belgrano 2, quedando atrapado.

El Weddell muestras sus mañas. Apenas se escuchaba en los camarotes el zumbido tenue de los forzadores de aire, alguna puerta golpeándose, los diálogos apagados y sin entusiasmo. En el Puente de Comando la situación no era muy distinta, con los cambios de guardia sin poder anotar ninguna novedad en el Libro de Navegación,

Un marino debe ser capaz de sentir en su propio cuerpo los mensajes que le transmiten el mar y el cielo; de ahí que se diga que hay que saber leerles.

Fue entonces que el comandante Tarapow advirtió “una fisura de no más de 30 centímetros en el hielo, a proa, que indicaba su tendencia a abrirse”, pensando que ganar una milla bien valía la pena el esfuerzo. Se trataba de ir acortando distancias. En el mar, a veces unos pocos metros dan la diferencia entre la gloria y el fracaso.

El avance sobre el campo de hielo fue lento, como era de esperarse, “buscando el hielo marrón”, que es el más blando porque muestra las diatomeas (fitoplacton), lo que indica que está despedazado.

A las 0702 de aquella jornada del 13 de febrero, el comandante anuncia por los difusores la frase por todos esperada: “Atención: a esta hora el buque navega en aguas libres. Faltan 1200 millas náuticas para Orcadas. Continuar” y, acto seguido, el tema “Agua” de Los Piojos, inundó los rincones del Irizar.

Un viaje al confín del mundo

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cuando el Cabo Segundo Fux fue llamado para recibir su diploma. Pocos días antes, su esposa había tenido familia y fue felicitado, al tiempo que sin que lo supiera, se proyectó en la pantalla una foto de su esposa con la bebé en sus brazos. Fux no pudo contener las lágrimas y todos nos sentimos parte de su familia.

Cuando las condiciones mejoraron y pudieron operar los helicópteros, fuimos desembarcados para tomar un avión Hércules C 130 de la Fuerza Aérea que nos trajo a Buenos Aires.

Todo, la sensación de dolor que produce en el rostro y en las manos las gélidas temperaturas, el cansancio de subir y bajar escaleras para ir de una cubierta a otra, los diálogos en el Puente de Comando, el toque de “Diana” por los difusores, el entusiasmo y el compromiso de la dotación para hacer su trabajo, pasaban en ese instante a ser un recuerdo imborrable. Por ello estas fotos y los textos son tan pequeños ante la realidad de lo vivido.

(*) Milla náutica por hora, un nudo equivale a 1,852 km/h.(**) Un cable es la décima parte de la milla náutica: 182 metros.

Agradecimiento

Estas imágenes no habrían sido logradas sin el entusiasmo y la colaboración del Capitán de Fragata Guillermo Tarapow, quien en todo momento puso a disposición de los fotógrafos embarcados los medios de los que disponía. También debo hacer extensivo ese agradecimiento a la dotación del RHAI, al segundo comandante CF Luis Romero, a los Capitanes de Corbeta Mangiaterra, González, Gaona y Pérez (el médico), así como al resto del personal, tanto oficiales, suboficiales y cabos que integran la gran familia del Irizar.

A partir de entonces el avance no tendría dilaciones, únicamente al presentarse algunos hielos con una concentración del alrededor de 4/10, se reducía la velocidad a 10 nudos, pero la sensación de poder mantener una marcha sostenida generó un ambiente de rostros distendidos.

Celebrando su vocación de surcar las aguas y hacer de la adversidad una forma de aprendizaje (“Es una lección de vida navegar por la Antártida”, dijo el comandante Tarapow), aparecieron los petreles a nuestro alrededor para acompañarnos.

La espera El lunes 19 de febrero el Irizar

largó su ancla de estribor al través de la Base Marambio, en los 64º 15’ Sur / 056º 34 W, tras una larga navegación y, por haber superado de Sur a Norte el Circulo Polar Antártico, los días comenzaron a tener sus noches.

Poco después de un amanecer de película con un sol que le otorgaba colores impensados a los hielos y al agua, mientras en las bodegas y en la cubierta de vuelo se desarrollaba una intensa actividad para preparar la carga, desde la meseta de la Isla Marambio descendió una bruma que terminó por cubrirlo todo.

Con la visibilidad reducida a menos de un cable (**), no quedaba otra posibilidad que la de permanecer al ancla como si fuéramos un petrel con la cabeza debajo del ala, esperando que mejoraran las condiciones.

En una de las bodegas se realizó la entrega de diplomas a quienes finalizábamos en esa etapa la travesía. Fue entonces que se produjo un momento conmovedor

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Un viaje al confín del mundo