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FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
DEPARTAMENTO DE ORGANIZACIÓN DE EMPRESAS
FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL Y
APRENDIZAJE ORGANIZATIVO:
ANÁLISIS DE SU INFLUENCIA EN EL DESARROLLO
DE ESTRATEGIAS MEDIOAMBIENTALES
PROACTIVAS
Tesis Doctoral presentada por
María Dolores Vidal Salazar (Universidad de Granada)
Dirigida por los profesores Doctores:
Fernando Matías Reche (Universidad de Granada)
Eulogio Cordón Pozo (Universidad de Granada)
Granada 2009
Editor: Editorial de la Universidad de GranadaAutor: María Dolores Vidal SalazarD.L.: GR 2685-2010ISBN: 978-84-693-2016-7
AGRADECIMIENTOS
AGRADECIMIENTOS
Esta tesis va dedicada a todos aquellos que confiaron en mi más que yo misma y que,
para mi fortuna, son muchos.
Para realizar esta investigación he contado con la colaboración de muchas personas que con su apoyo, de una forma u otra, han contribuido de forma decisiva a que este trabajo sea hoy una realidad y a las que, con mi mayor agradecimiento, dedico este trabajo. No me resulta nada fácil plasmar de forma resumida todos los agradecimientos. Son muchas las deudas contraídas, casi todas impagables.
Destacar en primer lugar a mis directores, Fernando Matías y Eulogio Cordón, que me han aconsejado y animado en todo momento, “soportado en muchos otros” y, sobre todo, han colaborado conmigo con un espíritu sencillo y entrañable que ha conseguido animarme en muchos períodos duros.
Mi máximo agradecimiento a Alberto Aragón, que me introdujo en la investigación, por su constante apoyo, su orientación y sus lúcidas críticas, sin olvidar un estimulo callado pero continuo muy de agradecer.
A todos los integrantes del Departamento de Organización de Empresas, no sólo por su apoyo técnico sino muy especialmente por el calor humano y el sostén anímico que en los momentos menos gratos me han brindado. En especial a Nuria, Enrique, Gonzalo, Javier Delgado, Samuel, Vera, Ana.... por su ayuda, por arroparme y por su cariño que hace que cada día acuda a la Universidad con ilusión y buen humor.
A Jose que ha tenido que aguantar no solo mis ausencias sino mis “presencias ausentes”, tantos y tan largos días de trabajo, pero que nunca ha dejado de tener en cuenta lo importante que era para mi recorrer este camino y que él estuviera a mi lado.
Y, sobretodo, a mis padres, siempre incondicionales, siempre presentes: a ellos y a mis hermanos les debo cuanto soy.
Gracias a todos.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
CAPÍTULO I: INTRODUCCIÓN Pág
1.1. Acercamiento al tema objeto de estudio y su interés…………………………....
1.1.1. Introducción………………………..……………………….……………..
1.1.2. El tema objeto de estudio…………………………………………..……...
1.1.3. Interés del tema de investigación……………………………..…………...
1.2. Objetivos de la investigación……………………………..……………………....
1.3. La estructura del trabajo………………………………..………………………..
1.4. Referencias bibliográficas del Capitulo I…..……….…………………………...
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PRIMERA PARTE: FUNDAMENTOS TEORICOS
CAPÍTULO II. MARCO TEORICO GENERAL: LA PERSPECTIVA DE RECURSOS Y
CAPACIDADES
2.1. Introducción…………………………………………..…………………………..
2.2. La Perspectiva de Recursos y Capacidades……….....………………………….
2.2.1. Antecedentes……………………………………………………………....
2.2.2. Planteamientos generales de la Perspectiva de Recursos y Capacidades…
2.2.3. Concepto de recursos y capacidades………………………...…………….
2.2.4. Concepto de rutinas organizativas y competencias………………….……
2.2.5. Las ventajas competitivas desde la perspectiva de recursos y capacidades
2.3. Las capacidades dinámicas…..…………………………………………………...
2.4. Limitaciones de la Perspectiva de Recursos y Capacidades.………………...…
2.5. Referencias bibliográficas del Capitulo II….……………………………………
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CAPÍTULO III. LA FORMACIÓN EN LA EMPRESA: CONCEPTOS TEÓRICOS DE
APLICACIÓN
3.1. Introducción…………………...…………………………..……………………....
3.2. La formación: desarrollo conceptual e identificación del concepto…..……….
3.3. Implicaciones de la formación para la empresa……...………………..………..
3.3.1. El valor estratégico de la formación…………………………………....…
3.3.2 La concepción de la formación como un gasto o una inversión………......
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
II
3.4. Acercamiento a diferentes tipologías de formación en la empresa…..…...……
3.4.1. Tipologías de la formación……………………………...……………..……
3.4.2. El concepto de formación continua y permanente……………………….....
3.5. El proceso formativo: aspectos generales…………………………………..……
3.5.1. Análisis de la necesidades formativas………………….……………….....
3.5.2. Planificación de la formación………………………………………...……
3.5.3. Evaluación de la formación…………………………………………..……
3.6. La formación medioambiental y su importancia en las empresas.…………….
3.7. La formación desde la Perspectiva de Recursos y Capacidades y su importancia en el desarrollo de capital humano ……………………………….
3.8. Consideraciones finales…………………………………………………………...
3.9. Referencias bibliográficas del Capitulo III ……...………..…………..………...
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CAPÍTULO IV. EL APRENDIZAJE ORGANIZATIVO COMO CAPACIDAD DINAMICA
4.1. Introducción……………………………..………………………………………...
4.2. Descripción de la capacidad de aprendizaje organizativo: conceptos teóricos de aplicación…………………………………..…………………………………………
4.2.1. Definición del concepto……………………………………………………
4.2.2. Delimitación de los dominios de información, conocimiento organizativo y aprendizaje organizativo...........................................................................
4.2.3. Distinción entre aprendizaje organizativo y empresa que aprende…...……
4.2.4. Diferenciación entre aprendizaje organizativo y gestión del conocimiento.
4.2.5. Niveles Ontológicos de Aprendizaje Organizativo……...…...……………
4.3. El proceso de aprendizaje organizativo………………………………………….
4.4. Categorías de aprendizaje organizativo…………………………………………
4.5. Fuentes del aprendizaje organizativo……………………………………………
4.6. El aprendizaje organizativo desde la Perspectiva de Recursos y Capacidades.
4.7. Consideraciones finales…...……………..………………………………………..
4.8. Referencias bibliográficas del Capitulo IV ……...……………………………...
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
III
SEGUNDA PARTE: ASPECTOS MEDIOAMBIENTALES Y PLANTEAMIENTO DE HIPÓTESIS
CAPÍTULO V. LA ESTRATEGIA MEDIOAMBIENTAL PROACTIVA EN LAS EMPRESAS
5.1. Introducción…...…………………………………………………………………
5.2. El interés académico por el medioambiente y sus implicaciones para la empresa………………………...…………………………………………………..
5.3. La respuesta estratégica de la empresa: motivaciones en la adopción de medidas de protección ambiental………………………………………………...
5.3.1. La Regulación Medioambiental…………………………………….……..
5.3.2. La presión de los grupos de de interés: los Stakeholders………………....
5.3.3. La Iniciativa directiva……………………………………………………..
5.3.4. La posibilidad de obtener ventajas competitivas del comportamiento estratégico medioambiental de la empresa………………………………..
5.4. La elección de la estrategia medioambiental en las empresas……………….....
5.5. Barreras y factores condicionantes para la adopción de una actitud medioambiental responsable………………………………………...…………...
5.6. La estrategia medioambiental desde la Perspectiva de Recursos y Capacidades……………………………………………………………………….
5.7. Consideraciones finales…………………………………………………………...
5.8. Referencias bibliográficas del Capitulo V..……………………………….…….
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CAPÍTULO VI. MODELO TEÓRICO Y DESARROLLO DE HIPOTESIS
6.1. Introducción……………………………………………………………………….
6.2. Modelo Teórico y variables analizadas…....…………………...………………..
6.2.1. Exposición General del modelo………………...…………………………...
6.2.2. Constructos relevantes en el modelo……………….……………………….
6.3. Formulación de hipótesis…………....…………………………………………...
6.3.1. La predisposición a innovar o innovativeness ……………………………...
6.3.2. La influencia de la innovativeness en la práctica de formación ambiental….
6.3.3. La influencia de la innovativeness en el aprendizaje organizativo………….
6.3.4. La influencia de la formación medioambiental en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas……………...………......………..
6.3.5. La influencia del aprendizaje organizativo en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas………………………………………………..
6.4. Referencias bibliográficas del Capitulo VI ……………………….…………….
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
IV
TERCERA PARTE: ESTUDIO EMPÍRICO
CAPÍTULO VII. METODOLOGÍA
7.1. Introducción…………………….…..……...……………………………………...
7.2. Delimitación del sector objeto de estudio: la población………….……………..
7.3. Descripción de la Muestra………………………….……………….....................
7.4. Procedimiento de recogida de datos………….………………………………......
7.4.1. Diseño del cuestionario…….………...…..………………….……………...
7.4.2. Recogida de datos..……………………………………..……………..…….
7.5. Justificación de las unidades de medida y de las escalas utilizadas.…………..
7.5.1. Escala de medida de la innovativeness……………………………………...
7.5.2 Medición de la formación medioambiental de la empresa…..……………...
7.5.3. Escala de medida de la capacidad de aprendizaje organizativo..……………
7.5.4 Escala de medida de la estrategia medioambiental proactiva.………………
7.6. Integración del hotel en una cadena hotelera…..………………………………
7.7. Propiedades Fundamentales de los instrumentos de medición…......…………
7.8. Evaluación de las escalas de medida……..……………………………………...
7.8.1. Evaluación de la Escala de medida de la innovativeness…………………...
7.8.2. Evaluación de la Medición de la formación medioambiental de la empresa..
7.8.3. Evaluación de la Escala de medida del aprendizaje organizativo………...
7.8.4. Evaluación de la Escala de medida de la estrategia medioambiental proactiva..………………………………………………………………….
7.9. Referencias bibliográficas del Capitulo VII …..…...……………………..…….
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CAPÍTULO VIII. ESPECIFICACIÓN DEL MODELO Y ANÁLISIS DE RESULTADOS.
8.1. Introducción……………...………………...……………………………………..
8.2. Técnica estadística utilizada para la validación de hipótesis…...………….……
8.3. Especificación del Modelo General …………....……..….....………….………...
8.3.1. Desarrollo en detalle del modelo general.…..…..…………………………...
8.3.2. Estimación del modelo ………………...………..………....………………...
8.4. Análisis y discusión de los resultados ………………………….………………..
8.4.1. Relación entre la innovativeness y la aplicación de la práctica de formación ambiental…………………..……………………………………………….
8.4.2. Relación entre la innovativeness y la capacidad de aprendizaje
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
V
organizativo………………………………………………………………...
8.4.3. Relación entre la formación medioambiental y el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas……………………………………………….
8.4.4. Relación entre el aprendizaje organizativo y el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas…………….…………………………………
8.4.5. Relación entre la integración del hotel en una cadena hotelera y el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas……………………
8.5. Referencias bibliográficas del Capitulo VIII …..…...…………………………..
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CUARTA PARTE: CONCLUSIONES
CAPÍTULO IX. CONCLUSIONES Y FUTURAS LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN
9.1. Introducción…………..……………………………………………………..….…
9.2. Principales conclusiones………………………………………………..…………
9.3. Implicaciones del trabajo de investigación………………………………………
9.3.1. Implicaciones académicas…………...…………………………………….
9.3.2. Implicaciones para la gestión…………...…………………………………
9.4. Limitaciones del trabajo ………...…………………………………...…………..
9.5. Futuras líneas de investigación…………………………………………………...
9.6. Referencias bibliográficas del Capitulo IX....………….……….…………….....
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ANEXOS
Anexo I. Índice de figuras....……………………………….................………..….…
Anexo II. Índice de tablas..............................................................................................
Anexo III. Síntesis de los objetivos de la investigación y de las hipótesis recogidas en el modelo general...……………………………………….……..……
Anexo IV. Cuestionario de la investigación…...……………………………………….
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CAPÍTULO I. Introducción
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“Un viaje de mil millas
comienza con el primer paso”.
Lao Tsé
Filósofo Chino
CAPÍTULO I INTRODUCCIÓN
1.1. Acercamiento al tema objeto de estudio y su interés.
1.1.1. Introducción.
En las últimas décadas, el área de Dirección de Empresas ha sufrido un proceso de
redireccionamiento hacia un enfoque de carácter más estratégico basado en los recursos
de las organizaciones. Así, la Perspectiva de Recursos y Capacidades (Barney, 1991;
Grant, 1991; Hall, 1992; Peteraf, 1993; Amit y Schoemaker, 1993), que remarca la
importancia del ámbito interno de la empresa, ha ido situándose en una posición de
igual a igual frente a otros enfoques y teorías y, sin romper con las visiones anteriores
sino enriqueciéndolas en determinados aspectos, ha ofrecido nuevas explicaciones a la
hora de generar rendimientos empresariales superiores. Según este enfoque, la empresa
se presenta como un conjunto de recursos y capacidades únicas y singulares, capaces de
autogenerarse y ampliarse con el tiempo y generar así ventajas competitivas sostenibles.
Asimismo, las empresas actuales se enfrentan a un entorno extremadamente dinámico,
caracterizado por la rapidez y profundidad de los cambios, ampliamente globalizado,
con altos niveles de complejidad y donde la innovación se presenta como una variable
omnipresente y necesaria para lograr la supervivencia de la organización. Debido a ello,
pese a que son muchos los recursos considerados valiosos para el desarrollo de la
empresa, el conocimiento se presenta como esencial y estratégico para la competitividad
empresarial (Grant, 1996; Nonaka y Takeuchi, 1995; Teece, 1998; Zack, 1999). Por
ello, conocer cómo se genera, difunde y mantiene el conocimiento, tanto de forma
CAPÍTULO I. Introducción
4
individual como en la organización, es imprescindible para gestionar correctamente esta
fuente de producción de valor (Grant, 2001), motor de determinadas capacidades
diferenciadoras. Esta situación ha provocado el surgimiento de una sociedad inquieta,
no sólo por la importancia que le concede al conocimiento, pilar fundamental de la
actual sociedad, sino también por el respeto de lo común, algo que se refleja, sin duda,
por la posición predominante que en la conciencia social ha adquirido el medio
ambiente (Claver et al., 2004).
La finalidad principal de esta investigación es conocer si diferentes medios para
generar el conocimiento y las habilidades necesarias, tanto de los trabajadores como de
la organización en su conjunto, afectan a la estrategia medioambiental de la empresa.
Dado que el actual panorama empresarial se caracteriza por la aparición constante de
innovaciones, se ha considerado fundamental incluir la predisposición a innovar o
innovativeness de la empresa (como una forma de estimar su capacidad y motivación
para adelantarse a los cambios o adaptarse a ellos) y analizar su influencia en los
mecanismos de generación de conocimiento.
La innovativeness se define como una medida de la orientación de la organización hacia
la innovación, por tanto evalúa la mayor o menor preocupación de la empresa por
introducir novedades en la misma. Los rasgos característicos que subyacen en las
distintas definiciones de este concepto son: que la empresa sea ágil, creativa, capaz de
resolver problemas de forma imaginativa y de adaptarse rápidamente a los cambios en
el mercado, logrando no sólo adecuarse a dichos cambios sino interiorizarlos y
absorberlos y eliminar la natural resistencia al cambio, sobre todo los de gran calado o
estructurales, y generar así nuevas innovaciones.
Esta fase inicial sirve para estudiar cómo influye la “innovativeness” en las dos
variables fundamentales en las que se centra esta investigación, la formación
medioambiental y el aprendizaje organizativo, medios fundamentales para la
adquisición de los conocimientos y habilidades (individuales, grupales y organizativas)
necesarios para el desarrollo de capacidades dinámicas diferenciadoras. En concreto, se
analiza la influencia de estas dos variables en la adopción por parte de las empresas de
estrategias medioambientales proactivas.
CAPÍTULO I. Introducción
5
1.1.2. El tema objeto de estudio.
La literatura actual de dirección de empresas recalca la importancia que el capital
humano tiene en la organización, entendido éste como el conjunto de conocimientos,
habilidades y destrezas, valiosos y específicos, que los empleados poseen y aplican en
sus puestos (Schultz, 1961; Lepak y Snell, 1999; Subramanian y Youndt, 2005; Reed,
Lubatkin y Srinivasan, 2006). De hecho, el capital humano es considerado una
herramienta estratégica clave para el desarrollo de las capacidades centrales de la
organización por su influencia en el rendimiento organizativo.
No cabe duda que esta definición está muy ligada al concepto de competencias de los
individuos, definidas como las características demostrables que los individuos ostentan
(conocimientos, habilidades y comportamientos) y manifiestan en su puesto de trabajo
(Ledford, 1994). De hecho, se considera a las competencias como un componente del
capital humano cuya gestión permite influir y determinar las características del mismo
en la empresa (Hayton y Kelley, 2006).
Esta importancia del capital humano viene determinada por la concepción de la empresa
como un espacio de gestión del saber que necesita, de forma continua, utilizar
eficientemente los conocimientos y habilidades productivas existentes en la
organización y en sus trabajadores así como generar nuevos, a fin de sobrevivir en un
entorno altamente cambiante.
Por ello, determinar el medio para potenciar el capital humano mediante el desarrollo de
las competencias individuales, tanto generales como específicas a la empresa, es
fundamental para mantener su competitividad (Youndt et al., 2004; Subramanian y
Youndt, 2005), siendo la formación una de las herramientas más eficaces para lograrlo
(Hall, 1992; Agnaia, 1996; Bukowitz y Petrash, 1997; D'Arcimocles, 1997; Fathy,
2000; Bollinger y Smith, 2001; Guerrero y Sire, 2001; Aragón et al, 2003; Úbeda 2005;
Saks y Belcourt, 2006; Noe, 2008).
En base a lo expuesto, la empresa debe analizar cómo desarrollar el capital humano y
lograr alinear las competencias personales poseídas por el personal de la empresa con
aquellas requeridas por la estrategia establecida (Wright et al, 2001). Las empresas,
CAPÍTULO I. Introducción
6
como consecuencia del desarrollo de sus actividades y la interacción de éstas con su
entorno natural, ven condicionados sus comportamientos. En el caso de que la empresa
decida o se vea obligada a establecer una conducta medioambiental apropiada, ha de
realizar un esfuerzo para adaptar sus procedimientos a los requerimientos
medioambientales. Para lograr ese objetivo deberá dotar a sus trabajadores de los
conocimientos y destrezas necesarios, para lo cual deberá establecer programas
formativos específicos y adecuados. De hecho, los déficit del factor humano se
consideran barreras infranqueables para el desarrollo medioambiental de las empresas
(Klassen, 2000) y la falta de formación en la materia se ha planteado como una de las
principales limitaciones en la implantación efectiva de comportamientos
medioambientales avanzados (Handfield et al,, 2001; Hillary, 2004; Zilahy, 2004).
Asimismo, según la literatura actual en este campo, el aprendizaje organizativo es otro
de los medios fundamentales para desarrollar capacidades sobre las que basar las
ventajas competitivas ( Senge, 1990; Huber, 1991; Dodgson, 1993; Nonaka y Takeuchi,
1995; Slater y Narver, 1995; Bontis et al,, 2002; Jiménez y Cegarra, 2007; Kang et al,,
2007), entre las que se encuentran las medioambientales (Sharma y Vredenburg, 1998).
A través de este proceso, el conocimiento de un individuo puede ser compartido e
integrado con el de los otros miembros en la organización (Nonaka y Johansson, 1985),
logrando unas sinergias que permiten el desarrollo de capacidades más allá de los
propios individuos y que abarcan el conjunto social de la empresa.
Respecto a cómo influye este proceso en el desarrollo de estrategias medioambientales
en las empresas, algunos autores como Hart (1995), Sharma y Vredenburg (1998) y
Aragón y Sharma (2003) defienden que las empresas con un perfil de gestión
medioambiental más avanzado dependen de procesos específicos e identificables
conectados con capacidades complejas, como el aprendizaje de doble bucle (Argyris y
Schön, 1978) o de alto nivel (Fiol y Lyles, 1985).
Por otro lado, la rapidez de los cambios tecnológicos y del mercado, la variabilidad de
la demanda y la incorporación continua de nuevos productos han provocado ambientes
turbulentos con altos niveles de incertidumbre. Las últimas tendencias de investigación
CAPÍTULO I. Introducción
7
hacen hincapié en que si una empresa desea sobrevivir a largo plazo, su supervivencia
puede depender de su capacidad para desarrollar una orientación innovadora. Esta
predisposición hacia la innovación es una ventaja determinante y diferenciadora
(Prajogo y Ahmed, 2006; Sundbo et al., 2006) ya que favorece el reconocimiento de
señales del entorno indicadoras de amenazas y oportunidades, la adquisición de
conocimientos y recursos tecnológicos necesarios y su implantación así como el
desarrollo de una estrategia orientada a la continua aplicación de cambios necesarios
para adaptarse a la presión del mercado (Yeung et al., 2007) y de los stakeholders.
1.1.3. Interés del tema de investigación.
La gestión medioambiental es, sin duda, en estos momentos un tema de gran actualidad
en el campo de la dirección de empresas (Sharma, 2000; Banerjee, 2002; Aragón y
Sharma, 2003; Buysse y Verbeke, 2003; Branzei et al., 2004; Vachon y Klassen, 2008).
La presión ejercida por los clientes, los gobiernos y otros stakeholders está obligando a
muchas empresas a modificar sus procesos de producción, cambiar sus estrategias
empresariales y reorientar sus actuaciones (Henriques y Sadorsky, 1999; Sharma y
Henriques, 2005; Kassini y Vafeas, 2006; Xie y Hayase, 2007; Salomone, 2008), lo que
ha conseguido que el tema acapare gran atención tanto en los foros académicos y
profesionales.
Muchas empresas, conscientes de esta nueva necesidad y del potencial que el tema
medioambiental puede suponerles, desean desarrollar su dimensión ambiental y hacerlo,
además, con carácter proactivo, anticipándose a los requisitos puramente obligatorios
exigidos en la actualidad por la normativa vigente y logrando, gracias al distanciamiento
que pueden crear con la competencia en esta materia, obtener ventajas competitivas de
manera sostenible.
Este campo de investigación ofrece multitud de posibilidades y, pese al camino
recorrido, sigue estando vigente la recomendación realizada por Gupta y Sharma (1996)
sobre la necesidad de desarrollar investigación adicional sobre el uso de las actuaciones
medioambientales como una herramienta estratégica en las empresas.
CAPÍTULO I. Introducción
8
En este trabajo el interés se centra en analizar qué factores, mecanismos o procesos
potencian de forma adecuada el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas,
todo ello en un ambiente de cambio continuo y de innovaciones constantes. Para ello, se
plantean las siguientes cuestiones de investigación:
¿Ejerce la predisposición a innovar o innovativeness de la empresa una
influencia positiva en la práctica de formación medioambiental que favorezca la
implantación de una gestión medioambiental proactiva en la organización?
¿La existencia de innovativeness favorece el aprendizaje organizativo y por tanto
tiene trascendencia en el desarrollo de prácticas medioambientales avanzadas?
¿Está positivamente relacionada la formación, específicamente la
medioambiental, con la implantación de estrategias medioambientales o es una
práctica de recursos humanos que se aplica de forma automática (porque
teóricamente se considera esencial para el desarrollo de una adecuada gestión
medioambiental de la empresa) sin que realmente sus efectos sean eficaces?
Por otro lado, ¿influye el aprendizaje organizativo en el desarrollo de esas
estrategias medioambientales y en su proactividad?
Asimismo, se considera relevante la actividad económica en la que se centra la presente
investigación, el sector hotelero de Andalucía, destacándose a continuación los motivos
que justifican esta elección. En primer lugar, la empresa turística no es ajena a la
tendencia ambiental que se está imponiendo en la gestión. Además, en el caso andaluz,
la búsqueda de un modelo de desarrollo medioambientalmente sostenible es una
prioridad para una industria hotelera que desea mantener su posicionamiento mundial y
continuar siendo un referente, tal como lo ha sido hasta el momento.
En segundo lugar, en muchas ocasiones la literatura ha prestado mayor interés a los
sectores industriales por considerarlos más destructores del medio ambiente y porque en
ellos existe una mayor regulación que exige a las empresas aplicar, de forma
obligatoria, criterios medioambientales en su gestión. Sin embargo, la regulación
ambiental de aplicación en el sector turístico y hotelero es bastante reducida (Álvarez et
al., 2001; Hobson y Essex, 2001), por lo que las organizaciones cuentan con un amplio
CAPÍTULO I. Introducción
9
margen de actuación que les permite diferenciarse realmente de sus competidores con la
aplicación de prácticas relacionadas con la protección del medio ambiente y convertir
esta actuación en un valor adicional acorde con la sensibilización ambiental de los
clientes.
Por otro lado, tradicionalmente el sector servicios y, en concreto el turístico, han
acaparado una menor atención en este aspecto1. De hecho, durante mucho tiempo se ha
considerado que las actividades turísticas tenían baja incidencia en el entorno, opinión
que en la última ha década ha cambiado notablemente (Claver et al., 2007a). Hay que
tener en cuenta que el modelo turístico desarrollado en España durante los últimos 50
años, así como el aumento y la extensión actual del turismo masivo a nuevas áreas,
sobre todo rurales y en espacios naturales, han supuesto y suponen una seria amenaza
para el medio cuyos efectos pueden ser catastróficos por su irreversibilidad. Si a esto se
le suma que este sector depende de la satisfacción de unos clientes cada vez más
concienciados, que exigen con más asiduidad un mayor respeto al medio ambiente y
cuyas expectativas están muy ligadas a los aspectos medioambientales de la zona
(entorno, atractivos naturales, paisaje, etc.), parece evidente que la sostenibilidad es un
factor imprescindible para la consecución de un destino turístico de calidad y para la
supervivencia de los hoteles ubicados en él (González y León, 2001). Así pues, en este
sector se produce una enorme contradicción ya que, aunque el medio ambiente es un
factor necesario para la continuidad de la actividad turística, su desarrollo suele producir
un elevado impacto y deterioro en el mismo (Mihalič, 2000; Chan y Wong, 2006;
Urtasun y Gutiérrez, 2006).
La elección del sector hotelero como marco para realizar la presente investigación ha
sido muy meditada debido, por un lado, a la importancia económica que el sector tiene
en Andalucía y, por otro, a que las peculiaridades que lo diferencian de otros sectores
obligan a los directivos a concienciarse y movilizarse en torno a la problemática que se
les presenta. Todo ello sin olvidar, tal y como se ha expuesto anteriormente, que el
estudio de las cuestiones ambientales en el sector servicios constituye una de las
1 Las empresas de servicios, dada la poca visibilidad de sus impactos ambientales, han sido denominadas “las destructoras silenciosas del entorno” (Álvarez et al., 2001).
CAPÍTULO I. Introducción
10
principales necesidades de investigación en el ámbito de la empresa y el medio
ambiente (Starik y Markus, 2000).
Asimismo, el sector hotelero está actualmente inmerso en un proceso mundial de
integración y concentración que está cambiando significativamente el panorama
competitivo de esta industria. Dada la importancia de esta tendencia, se ha considerado
conveniente realizar un análisis específico sobre si existe una relación entre el grado de
integración a un grupo empresarial por parte de las empresas hoteleras y el desarrollo de
comportamientos medioambientales proactivos. El interés de profundizar en este
aspecto concreto se justifica además por la escasez de trabajos empíricos que analizan
esta cuestión.
Resumiendo, el realizar un análisis que ofrezca más información sobre la verdadera
necesidad de realizar formación medioambiental y desarrollar aprendizaje organizativo
como medios para el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas, ha
constituido el motor principal de este estudio.
Para lograrlo, la investigación se ha basado en varios estudios previos relacionados con
el tema (Buysse y Verbeke, 2003; Fernandez, Junquera y Ortiz, 2003; Zilahy, 2004;
Darnall y Edwards, 2006; Hart, 1995; Sharma y Vredenburg, 1998; Boiral, 2002;
Aragón y Sharma, 2003), aunque ninguno de ellos examina de forma conjunta las
relaciones que esta investigación presenta dentro del mismo modelo de ecuaciones
estructurales. Igualmente, a pesar de las numerosas investigaciones que analizan de
forma genérica los factores que influyen en la proactividad medioambiental, son escasos
los trabajos que específicamente profundizan, de forma aislada, sobre la influencia de
la formación específica en medio ambiente y del aprendizaje organizativo sobre esta
capacidad.
Por último, dada la actual dinamicidad que caracteriza el entorno, se ha incluido la
predisposición a innovar de la organización para poder estudiar su influencia en las
restantes variables analizadas. En este sentido, esta investigación aporta como
originalidad el establecer unas relaciones en un sentido diferente al habitual, realizando
una justificación teórica de los planteamientos y una comprobación empírica de los
mismos.
CAPÍTULO I. Introducción
11
1.2. Objetivos de la investigación.
El presente trabajo se ha llevado a cabo con el objetivo principal de analizar, desde un
único marco teórico, la Perspectiva de Recursos y Capacidades, la influencia que la
formación específica en medio ambiente y el aprendizaje organizativo tienen sobre el
desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en las empresas, lo que puede
suponer un medio de diferenciación y de ventajas competitivas, habiendo tenido en
cuenta previamente el efecto que la cultura innovadora de la empresa ejerce sobre estos
dos mecanismos de generación de conocimiento.
Para alcanzar este objetivo de carácter general, se plantean una serie de objetivos
específicos, que pueden catalogarse atendiendo a la siguiente clasificación:
1. Diseño y medición de variables:
Delimitar conceptualmente las distintas variables objeto de estudio, revisando la
literatura existente sobre la innovativeness, la práctica de formación,
específicamente la medioambiental, el aprendizaje organizativo y la proactividad
en la gestión medioambiental.
Reflejar la relevancia que tanto la formación como el aprendizaje organizativo
tienen en los entornos actuales para el desarrollo y mantenimiento de
capacidades dinámicas organizativas.
En base a las definiciones realizadas, escoger y validar las escalas que permitan
medir adecuadamente los constructos a analizar.
2. Análisis de la relación entre las variables del estudio: Una vez analizadas en
profundidad las diferentes variables que participan en el modelo y llevar a cabo su
medición en la muestra seleccionada, se plantean una serie de objetivos centrados en el
conocimiento de las relaciones de influencia entre las distintas variables:
Estudiar la relación existente entre la predisposición a innovar o innovativeness
de la organización y el desarrollo de la práctica de formación medioambiental.
CAPÍTULO I. Introducción
12
Estudiar la relación existente en las empresas entre la predisposición a innovar o
innovativeness y el desarrollo del proceso de aprendizaje organizativo.
Analizar la relación existente entre la formación medioambiental y la
implantación de estrategias medioambientales proactivas.
Analizar la influencia del aprendizaje organizativo en el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas.
Estimar cómo el grado de integración de la empresa en un grupo empresarial
hotelero influye en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en
la empresa.
Obtener conclusiones que supongan un avance en los conocimientos teóricos de
las principales variables analizadas y que tengan una aplicación efectiva en el
ámbito empresarial.
3. Aplicación al sector de actividad analizado: por último, la investigación permite
igualmente obtener unas conclusiones enriquecedoras relativas al sector hotelero, ya que
los datos obtenidos permiten:
Analizar el esfuerzo que realizan en formación estas empresas, su predisposición
a innovar y su capacidad de desarrollar aprendizaje a nivel de la organización.
Estudiar si las peculiaridades de esta actividad afectan de una manera concreta a
las relaciones teóricas establecidas inicialmente.
Contribuir a la mejora de la competitividad sostenible del sector a través del
conocimiento de herramientas que faciliten la implantación de posicionamientos
proactivos con respecto al reto medioambiental en las empresas hoteleras.
CAPÍTULO I. Introducción
13
1.3. Estructura del trabajo.
A fin de encuadrar, justificar y explicar el trabajo realizado para lograr los objetivos
propuestos, la memoria de la Tesis se ha estructurado de la siguiente forma:
introducción, fundamentos teóricos, estudio empírico y conclusiones.
Tras la introducción, donde expone el interés de la investigación y los objetivos que
con ella se persiguen, se desarrollan las partes principales sobre las que pivota el
trabajo. En la primera parte, que recoge el cuerpo teórico del trabajo, se desarrolla
una revisión de las principales aportaciones realizadas en el ámbito de estudio desde la
Perspectiva de Recursos y Capacidades, analizando los constructos fundamentales
objeto de la investigación y sus relaciones, que serán objeto de verificación en la parte
empírica en base al modelo general planteado. La segunda parte recoge el estudio
empírico, desarrollado a partir de una muestra de empresas andaluzas del sector
hotelero, donde se comprueban si las hipótesis planteadas en base a la revisión teórica
realizada se verifican o no y se discuten los resultados obtenidos. En la tercera parte,
se presentan las conclusiones finales, las limitaciones del trabajo y se establecen las
futuras líneas de investigación que se abren tras las aportaciones realizadas. Finalmente,
en el apartado de Anexos se recoge el índice de figuras (Anexo I), el índice de tablas
(Anexo II), una síntesis de los objetivos y de las hipótesis generales del trabajo (Anexo
III) y el cuestionario de la investigación (Anexo IV).
La estructura general del trabajo se muestra esquemáticamente en la Figura 1.1. El
contenido de cada uno de los capítulos se sintetiza a continuación:
En el capitulo de introducción se expone el campo de estudio al que se circunscribe el
análisis a realizar, recogiendo el interés y justificación del tema objeto de estudio, los
principales objetivos a alcanzar y la estructura del trabajo de tesis.
El segundo capítulo plantea el marco teórico general seguido en la investigación, la
Perspectiva de Recursos y Capacidades, analizando los principales aspectos aportados
por este enfoque y resaltando, especialmente, la importancia que tienen los recursos
intangibles de la empresa y la relación existente entre el desarrollo del capital humano y
el de las capacidades dinámicas de la empresa en la obtención de ventajas competitivas.
CAPÍTULO I. Introducción
14
Se termina indicando los principales aspectos discutidos por diferentes autores en
relación a la aplicabilidad de este enfoque.
En el capítulo tercero, específicamente dedicado a la formación en la empresa, se
analiza el impacto de esta práctica, una política que se incluye dentro de las
denominadas prácticas de alto rendimiento de recursos humanos, a fin de estudiar cómo
es de relevante y decisiva en la creación del capital humano y su influencia en la
proactividad de las estrategias medioambientales en las empresas.
Con ese motivo, se profundiza en el significado del término y se analiza su desarrollo
conceptual teniendo en cuenta los distintos matices e interpretaciones existentes, sus
diferentes clasificaciones y cómo llevar a cabo el proceso formativo. El análisis de esta
práctica se realiza con la finalidad de poseer suficiente información que permita estudiar
posteriormente la relación entre la formación y el desarrollo de los conocimientos y
habilidades que los trabajadores de la empresa necesitan para que ésta pueda realizar
una gestión medioambiental adecuada y proactiva, objeto de la presente investigación,
todo ello dentro del marco teórico de la Perspectiva de Recursos y Capacidades.
En el capítulo cuarto, tras analizar los conceptos teóricos de aplicación y revisar las
principales aportaciones al campo del aprendizaje organizativo en la literatura del área,
se describen los elementos centrales de este proceso de aprendizaje y su clasificación en
diferentes categorías (concretamente en virtud de la profundidad del proceso y de las
fuentes de aprendizaje). Esta labor ha permitido obtener los conocimientos necesarios
para formular las relaciones establecidas en el modelo expuesto.
El Capítulo Quinto se estructura en diferentes apartados. Se inicia con una
introducción que profundiza en la preocupación que ha experimentado el conjunto de la
sociedad por el medio ambiente y cómo esa inquietud creciente se ha trasladado de
forma paulatina al mundo empresarial, no sólo por su directa responsabilidad
medioambiental sino porque también está en juego su credibilidad social.
Posteriormente, se realiza una revisión de la literatura sobre medio ambiente en el área
del management en las últimas décadas. Tras estos apartados que destacan la
importancia del campo objeto de estudio, se analizan las principales motivaciones en la
CAPÍTULO I. Introducción
15
Figura 1.1: Estructura del trabajo.
Fuente: Elaboración propia
MARCO TEÓRICO GENERAL: LA PERSPECTIVA DE RECURSOS Y CAPACIDADES
PRIMERA PARTE: FUNDAMENTOS TEÓRICOS
LA FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL
EL APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
ESTRATEGIAS MEDIOAMBIENTALES PROACTIVAS
MODELO Y PROPOSICIÓN DE
RELACIONES ENTRE CONSTRUCTOS
INDEPENDENCIA INNOVATIVENESS
SEGUNDA PARTE:
DESARROLLO EMPÍRICO
METODOLOGÍA DE LA
INVESTIGACIÓN
ANALISIS Y DISCUSIÓN DE
RESULTADOS
FUTURAS LINEAS DE
INVESTIGACIÓN
TERCERA PARTE:
CONCLUSIONES
CONCLUSIONES
CAPÍTULO I. Introducción
16
adopción de medidas de protección ambiental por parte de las empresas así como las
barreras y factores condicionantes que impiden una actitud medioambiental responsable.
Todo ello está orientado a explicar cómo estos factores influyen en las empresas
determinando diferentes posiciones a la hora de la adoptar estrategias medioambientales
e influyendo en la proactividad de la actitud organizativa en la materia.
El sexto capítulo, denominado Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis, expone el
modelo general del trabajo y las relaciones teóricas existentes entre las variables del
mismo, analizando los principales trabajos recogidos en la literatura y, en base a ello y a
un desarrollo teórico propio, las hipótesis establecidas en la investigación. En este
capítulo también se define, por su relevancia en el modelo, el concepto de
innovativeness, usado en la formulación de las hipótesis.
En el capítulo séptimo, dedicado a la metodología, se define la población objeto de
estudio, describiendo la muestra final y el proceso de diseño del cuestionario y recogida
de datos. Igualmente se justifican y validan las escalas de medición utilizadas. También
se incluye un apartado específico sobre cómo condiciona la independencia de la
organización (entendida como la pertenencia o no a un grupo empresarial) al desarrollo
de comportamientos medioambientales.
En el capítulo octavo, tras verificar en la sección anterior la multidimensionalidad del
concepto de Estrategia Medioambiental Proactiva, se realiza la especificación del
modelo en detalle, establecimiento un conjunto de subhipótesis que complementan el
modelo inicial. Tras verificar estadísticamente las hipótesis planteadas, se recoge la
interpretación de los resultados obtenidos con el modelo de ecuaciones estructurales
establecido. Para ello, se analizan y discuten los resultados correspondientes a cada una
de las relaciones propuestas teniendo en cuenta los planteamientos teóricos y los datos
empíricos.
Finalmente, el capítulo noveno cierra la investigación, recogiendo las principales
conclusiones del trabajo, tanto teóricas como empíricas, proponiendo implicaciones
prácticas y aplicables al ámbito empresarial así como las futuras líneas de investigación
a seguir en trabajos posteriores, sin olvidar las limitaciones de la investigación.
CAPÍTULO I. Introducción
17
1.4. Referencias bibliográficas del Capítulo I
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CAPÍTULO II. Marco Teórico General
23
“If it be not to come, it will be now;
If it be not now, yet it will come: the readiness is all”.
Hamlet, acto 5, escena 2
Willian Shakespeare. Dramaturgo ingles
CAPÍTULO II MARCO TEÓRICO GENERAL: LA PERSPECTIVA DE RECURSOS Y
CAPACIDADES
2.1. Introducción.
El objetivo de este capítulo es exponer el marco teórico que se sirve como fundamento a
los planteamientos defendidos en este trabajo. Para ello, se realiza un análisis de la
Perspectiva de Recursos y Capacidades2, que sirve de base para clarificar los elementos
internos de las empresas que permiten la obtención de ventajas competitivas, las
características que éstos deben poseer, la distinción entre recursos tangibles e
intangibles y la importancia de estos últimos.
El modelo utilizado en esta Tesis analiza cómo el desarrollo del conocimiento y las
habilidades, tanto individuales como de la organización (recursos intangibles), logradas
a través de la formación y el aprendizaje organizativo y todo ello favorecido por una
cultura orientada hacia la innovación, constituyen un medio para alcanzar ventajas
competitivas, plasmadas en esta investigación como el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas.
A través de la revisión de los principales trabajos sobre esta Perspectiva se realiza una
revisión global y sistematizada de la misma, estudiando el tratamiento que este enfoque
realiza de las variables que se analizan en profundidad en esta investigación: la
innovativeness, la formación de los recursos humanos, el aprendizaje organizativo y su
repercusión en la gestión medioambiental de las empresas. Para ello se estudian los
2 Perspectiva denominada en inglés Resource-Based View o RBV.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
24
antecedentes de esta Perspectiva, los principales postulados de la teoría3, la definición
de los conceptos de recurso y capacidad, la noción de ventajas competitivas, el capital
humano como recurso intangible, las implicaciones estratégicas y organizativas de esta
perspectiva, la concepción de las capacidades dinámicas y finalmente las principales
limitaciones de esta teoría, tanto lo que se refiere a sus fundamentos teóricos como a su
aplicación práctica.
2.2. La Perspectiva de Recursos y Capacidades.
El pilar en el que se asienta esta Perspectiva se basa en la importancia de los recursos y
capacidades internos como origen de las ventajas competitivas de la empresa
(Wernetfelt, 1984; Peteraf, 1993; Grant, 1996; Barney, 1991 y 2001; Fahi, 2002) y
como base para obtener mayores rendimientos a largo plazo (Ray et al., 2004). El
propósito de este enfoque es el de identificar el gran potencial interno de la empresa
para establecer diferencias ventajosas con sus competidores. Esta teoría estudia, entre
otros aspectos, cuáles son los recursos organizativos, cómo se aplican y combinan, qué
hace que la ventaja competitiva sea sostenible y la naturaleza de las rentas generadas
por los recursos. Esto no supone romper con los modelos anteriores, sino superarlos. La
empresa pasa a ser considerada como una serie de habilidades, conocimientos,
tecnología, etc., que se generan y amplían con el paso del tiempo. Por tanto, la estrategia
se basa en términos de lo que la empresa sabe o puede llegar a hacer, de su potencial.
Es una teoría que nace como reacción al análisis estratégico tradicional, el cual centra su
interés en los estudios sectoriales, relegando a un segundo plano los aspectos internos
de la empresa, y que se fundamenta en conceptos como el atractivo del sector, grupo
estratégico o crecimiento del mercado para explicar la rentabilidad de la empresa. El
análisis tradicional supone implícitamente que las empresas pertenecientes a un mismo
sector son iguales en cuanto a recursos y estrategias disponibles y que las diferencias
entre ellas, en caso de que las haya, sólo se pueden mantener a corto plazo (Cuervo,
1993).
3 Algunos autores consideran que este enfoque ha alcanzado el nivel de “teoría” aunque no existe en la actualidad un consenso generalizado sobre ello. Para una discusión más detallada véase Priem y Butler (2001a y 2001b) y Barney (2001).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
25
El análisis tradicional se esfuerza en mostrar diferencias entre sectores pero apenas se
ocupa de las diferencias dentro del mismo sector (Rumelt, 1984). Sin embargo, los
investigadores comienzan a observar que las diferencias en los resultados de las
empresas se mantienen a largo plazo y que, pese a que se supone que todas las empresas
de un mismo sector o grupo estratégico tienen las mismas oportunidades, existe
disparidad de los resultados entre éstas.
Este es el punto de partida de la Perspectiva de Recursos y Capacidades (RBV), la cual
analiza cómo, bajo un entorno idéntico, en un sector las empresas difieren tanto en sus
planteamientos estratégicos como en sus resultados. Así, busca identificar las fuentes de
ventaja competitiva sostenible teniendo en cuenta los aspectos internos de la empresa
como factores justificativos de tales diferencias, manteniendo que los recursos
estratégicos están distribuidos heterogéneamente entre las empresas y que esas
diferencias pueden permanecer en el tiempo (Barney, 1991; Grant, 1991; Hall, 1992;
Peteraf, 1993).
2.2.1. Antecedentes
El término “Perspectiva de Recursos y Capacidades” aparece por primera vez en el
artículo “A resource-based view of the firm” de Wernerfelt (1984), trabajo que suele
reseñarse como referencia de los fundamentos en los que se basaron los investigadores
posteriores y que finalmente acabó dando nombre a esta nueva corriente de
pensamiento.
Aún así, los orígenes de esta teoría se encuentran bastante dispersos. Para encontrar las
bases en las que se asienta la Perspectiva de Recursos y Capacidades hay que
remontarse a autores clásicos en la literatura de gestión de empresas. Por una parte,
Penrose (1959), en su obra “Teoría del crecimiento de la empresa”, ya pone de
manifiesto un alejamiento de las justificaciones relacionadas con factores externos a la
empresa para aproximarse a factores explicativos de carácter interno y considera a la
organización como un conjunto único de recursos productivos. Muchas de las ideas
desarrolladas por esta investigadora son posteriormente recogidas por la Perspectiva de
Recursos y Capacidades, lo que ha hecho que numerosos autores la consideren
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
26
realmente como la pionera de esta perspectiva. Los planteamientos de Penrose (1959)
explicaban el crecimiento de la empresa en función de la existencia de recursos
indivisibles ociosos que la conducían a entrar en nuevas actividades con el objeto de
aprovecharlos, obligando esto a su vez a hacerse con nuevos recursos adicionales que
van a ser infrautilizados de no ampliarse de nuevo la gama de actividades.
Igualmente, se encuentran antecedentes de interés en los trabajos iniciales de dirección
estratégica, sobre todo en el desarrollado por Andrews (1971) que hace referencia a la
noción de competencias distintivas (ya propuesta por Selznick, 1957), muy utilizada en
la perspectiva de recursos. Según este autor, la función del estratega es encontrar un
adecuado equilibrio entre las oportunidades y amenazas del entorno con las fortalezas y
debilidades de la empresa. El estratega debe, según Andrews, realizar “una evaluación
interna de las fuerzas y debilidades para realizar la identificación de las competencias
características”.
Posteriormente, durante la década de los 80, algunos investigadores como Rumelt
(1984), el propio Wernetfelt (1984) y Cool y Dierickx (1989), entre otros, comenzaron a
definir conceptos que planteaban cómo los recursos pueden aumentar la ventaja
competitiva de una empresa, base de la Perspectiva de Recursos y Capacidades
desarrollada en los 90 (Hoskisson et al., 1999).
En definitiva, la Perspectiva de Recursos y Capacidades es un enfoque de carácter
conciliador e integrador que recoge elementos de múltiples campos pertenecientes a
diferentes doctrinas y por ello, los investigadores difieren respecto a los orígenes de la
perspectiva.
Así, Mahoney y Pandian (1992) estiman que los orígenes se encuentran en el campo de
la estrategia, en la economía institucional y en la organización industrial (escuela de
Chicago y escuela de Harvard), mientras que Conner (1991) se decanta por situar los
orígenes en la teoría neoclásica, la organización industrial y la teoría de los costes de
transacción o Amit y Schoemaker (1993) que estiman que se debe considerar también la
teoría behaviorista o del comportamiento.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
27
2.2.2. Planteamientos generales de la Perspectiva de Recursos y Capacidades.
Como ya se ha comentado anteriormente, el Enfoque de Recursos y Capacidades no
significa una ruptura radical en la evolución del pensamiento estratégico, sino más bien
una aportación complementaria dentro de la tradición económica a la cual incorpora un
planteamiento más dinámico (Fernández y Suárez, 1996). Ireland y Hitt (2005)
mantienen de hecho que esta Perspectiva no debe considerarse como un instrumento de
análisis interno sino como un marco conceptual integrador para el análisis, formulación
e implantación de estrategias empresariales.
La perspectiva defiende la tesis, partiendo del supuesto de que los mercados de factores
no son perfectos, de que las empresas son conjuntos heterogéneos de recursos y
capacidades y que mediante la combinación de estos recursos y capacidades internos
logran formular y poner en marcha estrategias competitivas (Grant, 1996; Simon et al.,
2007). Esa combinación consigue crear en las empresas innovación, logrando la
necesitada diferenciación de sus competidores, por lo que el proceso de innovación pasa
a considerarse como una variable claramente endógena a la empresa (López, 2005).
Este enfoque realiza, por tanto, un mayor hincapié en la eficiencia que en el poder de
mercado y se centra en la idea de explotar las oportunidades de beneficios latentes
gracias a la dotación idiosincrásica de recursos de la empresa (Winter, 1995). Para esta
perspectiva, la empresa constituye el nivel de análisis adecuado, basándose su
formulación se basa en cuatro hipótesis fundamentales (Sainz, 2002:121):
1. Los recursos de la empresa proporcionan la dirección básica de su estrategia
(Grant, 1991:116).
2. Los recursos constituyen la fuente del beneficio empresarial (Grant, 1991:116).
3. Las empresas de una industria pueden ser heterogéneas con respecto a los
recursos que controlan (Barney, 1991:101)
4. Los recursos de una empresa pueden no ser perfectamente móviles a través de
las empresas por lo que esa heterogeneidad puede ser duradera en el tiempo
(Barney, 1991:101). Ello posibilita el mantenimiento de las ventajas
diferenciales y, en consecuencia, de los mayores beneficios obtenidos.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
28
2.2.3. Concepto de recursos y capacidades.
De lo expuesto hasta el momento se deduce la importancia de realizar una correcta
definición de los términos recurso y capacidad.
Los recursos han sido definidos por numerosos autores (Penrose, 1959; Caves, 1980;
Wernelfelt, 1984; Barney, 1991; Amit y Schoemaker, 1993; Lado y Wilson, 1994;
Makadok, 2001; De Carolis, 2003; Maritan y Brush, 2003). Sin embargo, pese a la
amplia literatura desarrollada sobre el tema, existe una notable discusión respecto a este
concepto y las numerosas definiciones que de recursos se han realizado, a menudo
confusas y demasiado amplias, no logran disminuir la confusión existente. No obstante,
existe un cierto consenso en considerar a los recursos como los elementos que una
empresa tiene a su disposición con el fin de elaborar una serie de bienes y servicios. Así
pues, siguiendo a Barney, los recursos de una empresa incluyen “todos los activos,
capacidades, procesos organizativos, conocimientos, etc., controlados por una empresa
que permiten la implantación de estrategias que mejoran su eficiencia y eficacia”
(Barney, 1991: 101). Esta definición, al incluir el término capacidad en la descripción,
es considerada algo ambigua.
Dada la amplitud de la definición, el propio Barney reconoció que una definición más
simple sería de mayor utilidad, para lo cual redujo el enunciado estableciendo que los
“recursos son los activos tangibles e intangibles que una empresa usa para elegir e
implementar sus estrategias” (Barney, 2001:54).
Aunque se han propuesto numerosas clasificaciones de los recursos de una empresa4, la
clasificación más elemental y quizás la que sintetiza mejor la aportación clave de este
4 A modo de ejemplo, Penrose (1962:28) diferencia entre recursos físicos y recursos humanos. El propio Barney (1991:101) los clasifica como recursos de capital físico, de capital humano y de capital organizacional. Grant (1991:119) propone seis categorías: financieros, físicos, humanos, tecnológicos, reputación y organizacionales. Miller y Shamsie (1996) diferencian los recursos en función de las barreras a la imitabilidad y obtienen recursos basados en la propiedad y recursos basados en el conocimiento. Williams (1992) divide los recursos en función de la mayor o menor efectividad de los mecanismos de aislamiento a la competición y de este modo obtiene tres grupos diferentes: recursos de ciclo lento, de ciclo estándar y de ciclo rápido.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
29
Enfoque, es la de recursos tangibles e intangibles, realizada por Wernerfelt (1984), Hall
(1992)5 y Barney (2001)
Los recursos tangibles son aquellos que tiene una expresión material en forma de
elementos productivos físicos o de medios financieros. Son los más fáciles de detectar y
valorar ya que la información contable facilita a priori su evaluación. No obstante, es
necesario tener en cuenta que la valoración recogida en los documentos contables de
estos activos esta sujeta a una serie de limitaciones, ya que en muchas ocasiones la
valoración por costes históricos de los activos ofrece un valor distorsionado de su valor
real de mercado y no refleja el valor estratégico de éstos para la empresa (Grant, 1992).
Por el contrario, los recursos intangibles son aquellos factores basados en la
información y el conocimiento y que no tienen una manifestación material o física. Por
tanto, la identificación de estos recursos, dada su intangibilidad, es difícil y lo es aún
más su valoración económica. No obstante, esta falta de reconocimiento formal,
derivada de no plasmarse su valor en los estados contables, no impide que cada vez
exista una mayor conciencia en considerarlos como elementos clave en el
funcionamiento empresarial y, en consecuencia, determinantes por su potencial
estratégico.
Su conocimiento es básico desde una doble perspectiva (Camisón, 2002:119). Desde la
perspectiva interna, para la dirección de una empresa es importante conocer su valor si
entiende que los resultados de la organización no sólo dependen de la adecuada gestión
de los activos físicos, sino también del conveniente empleo de sus elementos
intangibles. Desde la perspectiva externa, las instituciones financieras, los analistas y
los inversores reclaman elementos que les permitan acercarse al valor real de las
acciones y medir sus riesgos, especialmente en empresas con una extraordinaria
capacidad de generación futura de beneficios, pero con una reducida «tangibilidad» real.
Diferentes autores han resaltado que la existencia de los recursos intangibles es
trascendental para la empresa, de tal manera que Grant (1992) argumenta que este tipo
5 Hall diferencia entre recursos tangibles (físicos, humanos y financieros) e intangibles (reputación, organización y conocimiento).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
30
de activos puede ser, en buen número de ocasiones, la principal fuente de ventaja
competitiva de la empresa. Lo mismo considera Fernández (1993) al resaltar que, pese a
las ventajas que pueden proporcionar, estos activos suelen estar desatendidos, tal vez
por las dificultades que entraña su identificación y cuantificación. No en vano son los
recursos más difíciles de imitar, ya que incluso, en muchas ocasiones, no son
detectados ni por parte de la empresa. Hay que tener en cuenta además, que en muchos
casos, poseen una gran ambigüedad causal, es decir que el vínculo entre estos recursos y
la ventaja competitiva sostenible no es entendido o es entendido sólo de manera
imperfecta.
Para confirmar estas afirmaciones, Hall (1992) establece que, pese a que los recursos
intangibles no sean captados en los estados contables, en ocasiones su importancia se
puede observar comparando el valor de la empresa en los libros de la misma y su
valoración en el mercado de valores. Estos recursos poseen un mayor potencial
competitivo al requerir normalmente su desarrollo un lento proceso y estar basados en
información no codificada y conocimientos tácitos, lo que dificulta su imitación (Hall,
1993). La dificultad que poseen estos recursos para identificarlos y cuantificarlos les
confiere un carácter de imprescindibles para conseguir el éxito competitivo (Hall,
1992), a diferencia de los tangibles, fáciles de valorar e identificar, que aunque son
necesarios no son suficiente para el éxito.
Respecto a la clasificación realizada de los activos intangibles, éstos se han clasificado
de numerosas maneras. Grant (1992:120) distingue entre (Tabla 2.1):
Los aspectos intangibles de los recursos humanos, donde se incluyen no sólo los
conocimientos, entrenamiento y experiencia de aquellos, sino también su capacidad
de adaptación y lealtad hacia la empresa.
Los aspectos intangibles de los recursos tecnológicos, que comprenden las
tecnologías y conocimientos disponibles que permiten fabricar los productos de la
firma. Grant señala que para su valoración es fundamental tener en cuenta el grado
de posesión y control que la empresa tiene sobre la misma frente a sus empleados.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
31
La reputación de la empresa (incluyendo en este concepto la red de relaciones de la
organización y su imagen corporativa) entre los grupos externos, como clientes y
proveedores. Este autor considera que la reputación es un recurso especialmente
importante en sectores donde la calidad de los productos o servicios no puede ser
percibida fácilmente por posibles clientes futuros.
Por su parte, Hall (1992 y 1993) plantea una enumeración distinta de la anterior sobre
los recursos intangibles, definiéndolos como activos poseídos por la empresa y
habilidades. Los primeros son independientes de las personas e incluyen los derechos de
propiedad intelectual de patentes, marcas, copyrights y diseños registrados así como
contratos y licencias, secretos comerciales y bases de datos. Entre las habilidades se
incluyen la experiencia de los empleados, proveedores, distribuidores y consejeros de la
empresa, la reputación6 y las aptitudes colectivas que añaden valor a la cultura
organizativa. De este modo, cuando una empresa adquiere a otra puede estar segura de
haber adquirido el primer tipo de activos intangibles, mientras que no puede tener
absoluta certeza de que después de la compra permanecerán los segundos.
Por otro lado, los activos también pueden ser divididos en activos defendibles desde un
contexto legal -existe un derecho de propiedad claramente establecido a favor de la
empresa que puede reclamarse legalmente- y activos sin un contexto legal (Hall, 1993).
Uno de los trabajos más recientes, el de Galbreath (2005), clasifica los recursos
intangibles como capacidades (know how, experiencia), activos intelectuales (nombre
de marca, copyrights y tecnología), activos organizativos (estructura operacional,
cultura y contratos) y reputación.
Así, los límites entre recursos, sobre todo los intangibles, y capacidades no están claros
(Fernández y Suárez, 1996; Andersen y Kheam, 1998). Por ello, muchos autores
prefieren hablar de recursos en general para referirse a ambos conceptos (Navas y
Guerras, 1998; Daft 2000). Barney por ejemplo (1991:101), utiliza la idea de recursos
como concepto genérico que incluye “todos los activos, capacidades, procesos
organizativos, atributos, información, conocimiento, etc. controlados por la empresa”.
6 Según Hall (1993) la reputación es un recurso intangible que puede ser considerado como una habilidad dependiente de las personas de la organización o como un activo.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
32
Tabla 2.1: Clasificación de los recursos en tangibles e intangibles.
RECURSOS CARACTERÍSTICAS BÁSICAS INDICADORES
Recursos
finan
cieros Capacidad de endeudamiento y de
generación de recursos internos. Ratio de endeudamiento
Ratio cash flow neto a la inversión
Calificación financiera.
TANGIBLES
Recursos físicos Tamaño, localización, sofisticación
técnica, flexibilidad de planta y equipo.
Localización y usos alternativos de terrenos y edificios.
Reservas de materias primas.
Valor de venta de los activos fijos.
Tamaño de las plantas.
Uso alternativos de los activos fijos.
Recursos hum
anos Características de los empleados:
Preparación y experiencia
Adaptabilidad
Compromiso y lealtad
Calificaciones profesionales, técnicas y educativas de empleados.
Niveles de retribución respecto a la media de la industria.
Nivel de conflictos laborales.
Nivel de rotación.
Recursos
tecnológicos
Stock de tecnología (incluida la protección por patentes, copyright y secretos industriales) y Know How
Recursos para la innovación: facilidades para la investigación, empleados, científicos y técnicos.
Número e importancia de patentes
Ingresos por licencia de patentes
Proporción del personal de I+D sobre el personal.
INTA
NGIBLES
Repu
tación
Desde el punto de vista de clientes (propiedad de la marca, relaciones con los clientes, asociación producto-calidad, etc.).
Desde el punto de vista de proveedores de componentes, financiación, servicios auxiliares y otros servicios.
Reconocimiento de marcas
Sobreprecio sobre marcas competidoras
Porcentaje de compras repetidas
Medidas objetivas de rendimiento de un producto.
Nivel y consistencia de los resultados de una compañía.
Fuente: Adaptado de Grant (1992) por Fernández Rodríguez (1993)
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
33
No obstante, otros muchos autores han tratado de delimitar la diferencia entre ambos
conceptos. Lo que sí genera consenso es que los recursos (en su sentido más restrictivo)
no garantizan la consecución de buenos resultados. Desde el punto de vista estratégico,
lo relevante no es tanto disponer de recursos, sino conseguir su aprovechamiento eficaz.
Para poder producir, la empresa requiere cooperación de grupos de recursos.
Así se llega a una primera aproximación del término capacidades, entendiendo que "las
capacidades de una empresa son lo que ésta puede hacer como resultado de grupos de
recursos trabajando juntos” (Grant, 1991:120). Por ello, este autor defiende que
“mientras que los recursos son la fuente de capacidades de una firma, las capacidades
son la principal fuente de su ventaja competitiva” (Grant, 1991:119), lo cual no
significa, en principio, que a mayor número de recursos, mayores capacidades y mejor
situación competitiva de la empresa. Existe, por tanto, una estrecha interdependencia
entre recursos y capacidades ya que las segundas descansan sobre los primeros (Figura
2.1), a la vez, que contribuyen a aumentar el stock de recursos (Cool y Dierickx, 1989).
Al igual que ocurre con los recursos, el concepto de capacidad ha sido definido de
múltiples formas (Prahalad y Hamel, 1990; Amit y Schoemaker, 1993; Barney y Zajac,
1994; Collis, 1994; Lado y Wilson, 1994; Sánchez et al., 1996; Teece et al., 1997 y
Camisón, 2002). Dichas definiciones pueden resumirse considerando a las capacidades
como “combinaciones de conocimiento tácito, habilidades y recursos que una empresa
acumula a lo largo del tiempo” (Danvila, 2006:19). Son, por tanto, fenómenos
complejos resultado del proceso de aprendizaje organizativo, siempre intangibles y
construidas a través de los recursos bien físicos o no físicos. Siguiendo a Camisón
(2002: 129), “las capacidades son las habilidades en saber hacer y los conocimientos
idiosincrásicos y tácitos que poseen la organización y sus miembros para el despliegue
coordinado de recursos, que encierran aptitudes especiales para desarrollar
sistemática y eficazmente actividades (entendidas como categorías de problemas dados)
que permitan la consecución de ciertos objetivos”.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
34
Figura 2.1: De los recursos a la ventaja competitiva.
Fuente: Adaptado de Grant (1996).
Esta definición de capacidad considera tanto las capacidades personales como las
capacidades corporativas. Siguiendo a Turner y Crawford (1994), las capacidades
personales (equivalentes a lo que muchos autores denominan habilidades) serían
aquellas poseídas por un individuo o un grupo reducido de individuos, tales como la
habilidad de liderazgo o la experiencia, y que son conocimiento potencialmente
migratorio y mayoritariamente tácito. Por otro lado, las capacidades corporativas
consisten en combinaciones de conocimientos y de habilidades que son propiedad de la
empresa y que, por estar embebidas en las actividades y estructuras organizativas y
absorbidas por todos sus miembros, tienden a ser independientes de las personas y a
perdurar en la organización cuando individuos o grupos reducidos concretos la
abandonen. Además, el carácter idiosincrásico de las capacidades implica un
conocimiento específico de las circunstancias particulares del momento y del lugar
(Medina, 1998).
Las capacidades, por tanto, no sólo dependen de los recursos de la empresa sino de su
destreza para combinarlos, integrarlos y movilizarlos. De esto se deduce que las
CAPACIDADES (INDIVIDUALES Y COLECTIVAS) Combinaciones complejas de habilidades y conocimiento acumulado que permiten a la
organización mejorar su rendimiento gracias al uso de sus recursos y a la coordinación de sus actividades
(RUTINAS ORGANIZATIVAS)
RECURSOS INTANGIBLES Capital Humano y habilidades
Reputación Tecnología Cultura
RECURSOS TANGIBLES
Activos Físicos
Activos financieros
VENTAJA COMPETITIVA
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
35
capacidades sugieren una idea de dinamismo. Esta peculiaridad ya ha sido utilizada por
algunos autores que diferencian los recursos de las capacidades haciendo referencia al
aspecto dinámico o estático de los mismos. Así, para Cool y Dierickx (1989) y Amit y
Schoemaker (1993), los recursos comprenden el aspecto estático e incluyen el stock de
factores productivos que la empresa posee o controla, mientras que las capacidades
tienen la consideración de flujo, es decir, representan el aspecto dinámico, siendo éstas
las que definen la forma en que la empresa emplea sus recursos.
Existen además otras diferencias entre recursos y capacidades que facilitan su
distinción, entre las cuales se destaca el nivel de integración en la organización, su
finalidad y su mantenimiento. Respecto a la primera cuestión, se entiende que una
capacidad es específica a la empresa ya que se encuentra integrada en la organización y
en sus procesos, por lo que no puede ser fácilmente transferida de una organización a
otra sin transferir la propiedad de la organización en conjunto o alguna subunidad
(Teece et al., 1997). Sin embargo, un recurso no suele alcanzar un nivel de integración
tan alto y además se trasfiere con mucha más facilidad. La segunda característica que
distingue las capacidades de los recursos es que “el principal fin de una capacidad es
mejorar la productividad de los otros recursos que la empresa posee” (Makadok, 2001:
388). Respecto a la tercera diferencia, como indica López-Sintas (1996), a diferencia de
los activos físicos que se deterioran con el tiempo, las capacidades se potencian cuando
son aplicadas y compartidas, mientras que, por el contrario, se desvanecen si no se usan.
2.2.4. Concepto de rutinas organizativas y competencias.
Según lo expuesto en el apartado anterior, si la organización se disolviese
completamente, sus capacidades desaparecerían pero no así sus recursos, los cuales
podrían traspasarse a un nuevo propietario. Esto permite afirmar que la empresa debe
construir sus propias capacidades ya que no podrá adquirirlas fácilmente a través de un
acto de compra. Esa cualidad de desarrollar sus propias capacidades y lograr que las
habilidades y recursos individuales pasen a ser capacidades colectivas, viene
determinado por las denominadas rutinas organizativas (Navas y Guerras, 1998; Helfat
y Peteraf, 2003).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
36
Así, la capacidad se puede entender como una rutina o conjunto de rutinas (Fernández,
1993), siendo las rutinas organizativas una serie de pautas de actuación regulares y
predecibles que indican las tareas a efectuar y la forma de llevarlas a cabo (Grant,
1996). Éste sería el mecanismo por el cual se pasa de las habilidades y recursos
individuales a las capacidades colectivas, por lo que su estudio es primordial para las
organizaciones (Hoopes et al., 2003).
Profundizando en el estudio sobre las normas, procedimientos y rutinas organizativas,
Fernández y Suárez (1996:75) afirman que: “la gestión colectiva de un conjunto de
recursos exige complejos patrones de coordinación entre ellos; lo que conecta el
concepto de capacidad con el de rutina organizativa y comienza a aproximar el enfoque
basado en los recursos al evolutivo”7. También Grant (1991:122) considera que las
capacidades para cumplir su función de gestión colectiva de recursos requieren sobre
todo “patrones de coordinación complejos entre personas y entre personas y otros
recursos”.
Por su parte, Ventura (1996:50) señala que “la memoria organizativa debe sustituir al
conocimiento insertado en la mente de personas concretas”. Este mismo autor define
las rutinas organizativas como la forma en que la empresa actúa dentro de determinada
estructura organizativa.
Para poner en práctica las rutinas, la dirección de la empresa puede recurrir a
mecanismos formales de coordinación (normalización de tareas, manuales de
organización, directivos integradores, etc.) o mecanismos informales que permiten la
internalización de las rutinas en los planteamientos cotidianos de la organización y sus
empleados, convirtiéndolas así en capacidades.
7 No se va a realizar un análisis sobre la distinción entre rutinas organizativas y capacidades debido a la amplia extensión de esta discusión. A modo de resumen, las capacidades se distinguen de las rutinas organizativas atendiendo a cómo se originan. Las capacidades tienen carácter individual y organizativo y las rutinas organizativas sólo organizativo pues, aunque pueden residir en los individuos, no se pierden con la salida de la organización de esos individuos, cosa que sí puede acontecer con las capacidades (Tato y Sanguino, 2004). Para más información, ver Sánchez (2001), De Saá y García (2000) y Amit y Schoemaker (1993).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
37
Por otra parte, es importante para finalizar este apartado, diferenciar igualmente el
término capacidad y el de competencia. En la literatura de la Perspectiva de Recursos y
Capacidades tampoco los autores se han puesto de acuerdo en este concepto. Así,
algunos autores abogan por entender las capacidades y las competencias como
constructos equivalentes, y, por tanto, utilizables indistintamente (Prahalad y Hamel,
1990; Hamel, 1994), mientras que otros autores los entienden como constructos
distintos (Stalk et al., 1992; Teece et al., 1994; Javidan, 1998).
En la línea de la diferenciación, Javidan (1998:61) establece que una “competencia es
una integración funcional y una coordinación de capacidades”. Así, este autor propone
una jerarquía según la cual los recursos serían el nivel más bajo, al constituir los inputs
dentro de la cadena de valor de la organización. El segundo nivel, las capacidades, se
refiere a la habilidad de la empresa para explotar sus recursos de modo coordinado y
tienen carácter funcional. Las competencias, tercer nivel jerárquico, coordinan e
integran las capacidades. Y por último, en el nivel más alto, se encuentran las
competencias esenciales que son las que aportan mayor valor y son más difíciles de
conseguir. Estas competencias son los conocimientos y habilidades compartidas por
todas las unidades de negocio de la organización y son resultado de la integración y
consonancia de las competencias de las distintas unidades (Figura 2.2).
Figura 2.2: La jerarquía de las competencias
Fuente: Adaptado de Javilan (1998)
VALOR e IMITABILIDAD
DIFICULTAD DE OBTENCIÓN
+
+ -
- RECURSOS CAPACIDADES COMPETENCIAS COMPETENCIAS
ESENCIALES
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
38
Por su parte, la AECA8, en su documento nº 11 sobre la Dirección y Gestión por
Competencias, Principios de Organización y Sistemas (1999:20), define que “Una
competencia será siempre la resultante de tres elementos perfectamente diferenciados
pero no menos interdependientes: la voluntad-visión, los recursos (incluidos los
conocimientos) y las capacidades”. Según la AECA, para que una organización pueda
desarrollar competencias debe centrarse en lo que mejor sabe hacer (recursos), lo que
quiere hacer (voluntad-visión) y lo que puede hacer (capacidades).
Camisón (2002) profundiza más en el constructo y defiende a su vez que la existencia
de competencias se debe a que todavía hay activos intangibles que pertenecen a un nivel
superior al concepto de capacidades. De la revisión teórica que realiza, establece que el
concepto de competencia, definido exhaustivamente, debe reunir tres requisitos:
a) Las competencias son formas de conocimiento tácito con una base cognitiva.
b) Las competencias son activos con un componente de integración interfuncional,
en el sentido de coordinación y despliegue de capacidades funcionales en
procesos.
c) Las competencias tienen un componente de intención, en el sentido de que las
destrezas que juntas constituyen una competencia deben plasmarse en
actividades premeditadas.
De todo lo cual, este autor propone la siguiente definición: “Las competencias son las
destrezas y los conocimientos tácitos e idiosincrásicos que posee la empresa para el
despliegue coordinado de recursos y capacidades, que encierran aptitudes cognitivas y
culturales especiales para desarrollar sistemática, eficaz e interfuncionalmente
procesos (categorías amplias de problemas que trascienden las fronteras
organizativas), para descubrir nuevas formas de desarrollar dichos procesos y para
potenciar la innovación de nuevas actividades y productos.” Camisón (2002:132).
Al igual que ocurre con otros conceptos de la RBV, los términos “competencias
esenciales”, “competencias centrales”, “competencias nucleares” o “competencias
8 AECA: Asociación española de Contabilidad y Administración de Empresas.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
39
distintivas”, son diferentes denominaciones para definir a las competencias que soportan
la ventaja competitiva de la empresa (Fernández, 1993) frente aquellas otras que no son
fundamentales para el resultado de la empresa y para su estrategia “competencias
básicas”9.
De todo lo expuesto, se puede concluir que las competencias son la clase de activos que
mejor pueden generar competencias distintivas, por ser mucho más complicada su
réplica y su movilidad, todavía más difícil que las capacidades (Figura 2.2).
2.2.5. Análisis de las ventajas competitivas sostenibles desde la Perspectiva de
Recursos y Capacidades.
Una empresa posee una ventaja competitiva cuando obtiene, o tiene potencial, para
obtener mayor rentabilidad que sus competidoras y, por tanto, logra mejores resultados
empresariales (Grant, 1991). Barney (2001), por su parte, incluye en la definición el
concepto de estrategia y considera que una empresa obtiene una ventaja competitiva
sobre otra, si como fruto de la implantación de una determinada estrategia, obtiene unos
resultados superiores al resto de sus competidores.
Igualmente, no solo es importante obtener ventajas competitivas sino que éstas sean
sostenibles para lo cual la distancia entre la empresa y sus competidores debe
mantenerse a largo plazo.
El análisis de la ventaja competitiva sostenible (VCS) es un elemento determinante en el
campo de la estrategia, en tanto que la principal razón de ser de una estrategia es
mantener una posición competitiva en el mercado frente al resto de empresas
concurrentes y la obtención y apropiación de unas rentas económicas sostenibles
(Powell, 2001).
Existe un cierto consenso en torno a la idea de que no todos los recursos son válidos
para alcanzar y mantener ventajas competitivas sostenibles. Para tener ese potencial y
crear valor, los recursos deben cumplir una serie de características o propiedades.
9 Esta distinción entre competencias de diferente importancia para la organización ha sido realizada por numerosos autores: Prahalad y Hamel (1996) y Selznick (1957).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
40
Muchos son los autores (Cool y Diereickx, 1989; Black y Boal, 1994 y Collis y
Montgomery, 1995) que han realizado clasificaciones de las diversas características que
deben poseer los recursos y capacidades para llegar a ser activos estratégicos10, pero son
cuatro los investigadores más citados a la hora de analizar esas características
diferenciadoras: Barney, 1991; Grant, 1991 y 1996; Amit y Schoemaker, 1993 y
Peteraf, 1993.
Pese a las diferentes definiciones de cuáles son los activos estratégicos, existen una serie
de características comunes, coincidentes en los diversos estudios realizados, para
establecer cuándo los recursos son estratégicos o no (Tabla 2.2). Realizando una síntesis
(Figura 2.3), la mayoría de los autores defiende que los recursos para cumplir la anterior
condición deben ser valiosos, escasos, duraderos, no poseerlos la competencia actual o
potencial, difícilmente imitables, no sustituibles, no comercializables en el mercado,
lentos de acumular, difíciles a la hora de establecer los derechos de propiedad,
complementarios y, además, las rentas que generen deben ser apropiables por la
empresa (Grant, 1991; Amit, y Schoemaker, 1993; Cruz-Ros, 2001; Ray et al., 2004;
Kristandl y Bontis, 2007).
Siguiendo a Grant (1995), el beneficio que una empresa pueda obtener de sus recursos y
capacidades depende de:
1. Que los recursos y capacidades de la empresa generen rentas.
2. Que dichas rentas sean duraderas en el tiempo.
3. Que la empresa pueda apropiarse de una parte de ellas.
1. Para que los recursos y capacidades de una empresa generen rentas, Grant (1995)
sostiene que éstos deben ser relevantes y escasos, ya que si los recursos y
capacidades los poseen un amplio número de empresas, cada una de ellas tiene la
posibilidad de desarrollar una estrategia similar, lo cual no daría lugar a lograr una
ventaja competitiva. Estas condiciones cumplen con el requisito que establece
Peteraf (1993) sobre la necesidad de que los recursos y capacidades sean
10 El término “activos estratégicos” para Amit y Schoemaker (1993) es lo que para Wernerfelt (1984) son los “recursos críticos” y “factores estratégicos” para Barney (1986 y 1991), o “inputs” capaces de generar rentas sostenibles para Conner (1991).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
41
heterogéneos, es decir, diferentes a los del resto de las empresas. Así, las empresas
que posean una combinación de recursos y capacidades superiores serán capaces de
producir mejor o más económicamente y obtendrán también resultados superiores.
Figura 2.3: Características de los activos estratégicos.
Fuente: Elaboración propia.
Siguiendo a Grant (1995), el beneficio que una empresa pueda obtener de sus recursos y
capacidades depende de:
Que los recursos y capacidades de la empresa generen rentas.
Que dichas rentas sean duraderas en el tiempo.
Que la empresa pueda apropiarse de una parte de ellas.
2. Para que los recursos y capacidades de una empresa generen rentas, Grant (1995)
sostiene que éstos deben ser relevantes y escasos, ya que si los recursos y
capacidades los poseen un amplio número de empresas, cada una de ellas tiene la
posibilidad de desarrollar una estrategia similar, lo cual no daría lugar a lograr una
ACTIVOS ESTRATÉGICOS
(Recursos y capacidades)
Difícilmente sustituibles
Inimitables
RENTAS GENERADAS
Apropiabilidad
Escasos
No comercializables Valiosos
Duraderos
Complementarios
VENTAJA COMPETITIVA SOSTENIBLE
RESULTADO SUPERIOR
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
42
ventaja competitiva. Estas condiciones cumplen con el requisito que establece
Peteraf (1993) sobre la necesidad de que los recursos y capacidades sean
heterogéneos, es decir, diferentes a los del resto de las empresas. Así, las empresas
que posean una combinación de recursos y capacidades superiores serán capaces de
producir mejor o más económicamente y obtendrán también resultados superiores.
Tabla 2.2. Requisitos de los recursos estratégicos.
REQUISITOS BARNEY (1991)
GRANT (1991 y 1995)
PETERAF (1993) AMIT Y
SCHOEMAKER (1993)
Alcanzar una ventaja
competitiva
Valiosos Escasos
Relevante Escasos
Heterogeneidad
Solapamiento con factores estratégicos
de la industria Escasos
Sostener una ventaja
competitiva
No imitables
No
sustituibles
Durabilidad Transparencia
imperfecta Replicabilidad
imperfecta Transferibilidad Imperfecta
Limites ex post a competencia
Movilidad imperfecta
Durabilidad No imitables
Complementariedad No sustituibles
No comercializables
Apropiarse las rentas
conseguidas - Apropiabilidad Límites ex ante a
la competencia Apropiabilidad
Fuente: Escrig (2001)
Para Barney (1991), los recursos o capacidades deben ser valiosos, y éstos lo son
cuando permiten a la empresa concebir e implantar estrategias destinadas a mejorar
su eficiencia y efectividad, explotando las oportunidades y neutralizando las
amenazas del entorno. Poseer estos recursos permite a la empresa producir mejor o
más barato que los competidores, bien reduciendo costes, bien incrementando
ingresos o de ambas maneras.
El modelo de Amit y Schoemaker (1993), que integra la Teoría de Recursos y
Capacidades con el análisis industrial, mantiene que los activos estratégicos (que
deben solaparse con los factores estratégicos de la industria) son aquellos que
sujetos a fallos del mercado han llegado a ser los principales determinantes de los
resultados económicos en una industria determinada, en un momento dado.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
43
3. De acuerdo con los postulados de la teoría que nos ocupa, para que las rentas sean
sostenibles en el tiempo es necesario que los recursos y capacidades mantengan
ciertas características. Para Grant (1991) sería necesario la durabilidad de los
recursos y capacidades estratégicos y la inimitabilidad de los mismos.
Por durabilidad, Grant (1991) hace referencia a la necesidad de evaluar el valor de
los recursos y capacidades constantemente ya que, aunque éstos puedan haber
añadido valor en el pasado, los cambios actuales en los mercados, la tecnología y los
consumidores, pueden hacer que pierdan valor en el futuro y que las rentas por ellos
generado se pierdan igualmente. Por ello, la empresa debe intentar que sus recursos
y capacidades no se vuelvan obsoletos y debe ser capaz de renovarse y reinventar
nuevas capacidades distintivas.
Respecto a la inimitabilidad de los activos estratégicos, ésta se refiere a la necesidad
de que la competencia no pueda reproducir fácilmente dichos activos. Peteraf
(1993) establece la necesidad de la existencia de límites ex post que retrasen,
encarezcan o impidan a los competidores imitar o superar la posición competitiva de
la empresa. Estos límites son barreras a la imitación de la ventaja competitiva que
provocan que los costes de los imitadores sean tan elevados que no puedan alcanzar
dicha ventaja si han de soportarlos. Dentro de estas barreras, destacan las
características establecidas por Barney (1991): la imitabilidad imperfecta y la
sustitución imperfecta
La inimitabilidad o la imitabilidad imperfecta puede ser debida a muchas razones.
Danvila (2006) realiza una recopilación de los mecanismos posibles por los que
unos recursos o capacidades pueden ser difícilmente imitables según autores como
(Cool y Dierickx, 1989; Barney, 1991; Grant, 1991 y Collis y Montgomery, 1995):
a. El recurso o capacidad es único y, por tanto, imposible de imitar o copiar o
existen impedimentos legales que hacen imposible su imitación (patentes,
marcas y copyrights).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
44
b. El recurso o capacidad necesita mucho tiempo para llegar a ser valioso, por lo
que para obtener mediante él una ventaja competitiva se necesita un largo
período temporal.
c. El recurso o capacidad se encuentra sujeto a deseconomías en la comprensión
del tiempo. Esta afirmación hace referencia a la cantidad de tiempo que
necesitan algunos recursos y capacidades para su desarrollo, debido a que son
resultado de la trayectoria de la empresa, de la experiencia y aprendizaje. Por
ello, cualquier intento de reducir ese período temporal sin menoscabo de su
potencial productivo es muy difícil, lo que provoca que estos recursos sean
imperfectamente imitables.
d. El recurso o capacidad es socialmente complejo. Esto se produce cuando para
su obtención es necesaria la combinación con otros recursos por medio de la red
organizativa y en su desarrollo participan distintas facetas que componen la
organización (relaciones interpersonales, creencias, valores, reputación de la
empresa entre los proveedores...).
e. La existencia de eficiencias de masa (Ventura, 1996). Este término recoge la
ventaja que posee una empresa por poseer un elevado stock de un activo, lo que
le posibilita incrementar su dotación con mayor rapidez. Si las empresas
competidoras no poseen la masa crítica necesaria, el desarrollo de esos recursos
o capacidades no les será rentable.
f. Existe ambigüedad causal. En este caso los competidores no pueden conocer o
no entienden bien como reproducir los recursos y las relaciones entre ellos que
conducen a la obtención de ventajas competitivas (Lippman y Rumelt, 1982).
g. El recurso o capacidad desincentiva económicamente su imitación. Los
competidores podrían imitarlos, pero este proceso es desaconsejable
económicamente por distintas razones, por ejemplo, mercado potencial muy
pequeño o necesidad de fuertes inversiones de capital.
h. El recurso o capacidad se encuentra interconectado con otros recursos. La
empresa necesita combinar diferentes recursos para generar un valor superior al
de cada uno de ellos por separado (Fernández et al., 1997)
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
45
4. Finalmente, para que la empresa pueda apropiarse de una parte de las rentas,
deben darse una serie circunstancias.
A diferencia de los recursos tangibles, cuyos derechos de propiedad están
perfectamente identificados, en el caso de los recursos intangibles, como por
ejemplo el capital humano, esos derechos no se encuentran tan claramente
delimitados, lo que puede producir que la apropiación de los resultados por parte de
la empresa no se encuentre garantizada. En estos casos donde la propiedad puede ser
más ambigua, la empresa debe intentar que los conocimientos y habilidades de los
individuos que la componen se encuentren lo más inmersos posible en las rutinas de
la organización, a fin de moderar la importancia de las contribuciones individuales.
Esto incrementará el control de la propia empresa sobre esos recursos.
En estas circunstancias, la apropiación de las rentas depende de la capacidad de
negociación de la propia empresa. Para que la organización pueda adquirir las rentas
generadas debe encontrarse en una situación negociadora de privilegio con respecto
al recurso o, al menos, de no inferioridad. Esta disposición viene condicionada por
la dificultad o capacidad del recurso de abandonar la empresa; es decir, depende de
si posee una movilidad imperfecta o no. La movilidad imperfecta hace referencia a
las dificultades de transferir el recurso, en el sentido de que no pueda ser fácilmente
comercializado, y esa menor o mayor capacidad para ser transferido libremente es lo
que lo posiciona en una situación de privilegio o desventaja frente a la empresa.
Son varios los autores que han ahondado en esta necesidad de desarrollar una
dotación de recursos y capacidades única y valorable por los clientes que posibilite
la obtención de rentas. Para Grant (1991), la transferencia de recursos se ve
disminuida por factores como la inmovilidad geográfica, la información imperfecta
acerca de otros usos del recurso, la especificidad de los recursos (el valor fuera de la
empresa es menor al que tienen en ella) y la inmovilidad de las capacidades.
Peteraf (1993) por su parte establece que, además de las imperfecciones en la
movilidad, deben existir imperfecciones en los mercados de factores (límites ex ante
a la competencia de recursos), ósea que la empresa pueda adquirir los recursos que
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
46
precisa sin tener que competir con otras empresas interesadas. Esa situación de
privilegio puede deberse a que los competidores no han sabido reconocer el valor ex
ante del recurso o no pueden explotarlo de forma tan rentable por carecer de las
condiciones necesarias para realizarlo de forma rentable.
Independientemente de la razón, si la empresa posee una serie de recursos de los
cuales puede apropiarse de parte de sus rentas, ya sea por la dificultad de imitación o
de movilidad, la organización no debe olvidarse de la depreciación continua que
sufren los mismos, por lo que la búsqueda de estas condiciones debe ser una
constante, un trabajo cotidiano, en el que ocupen un lugar privilegiado la innovación
y el aprendizaje organizativo.
2.3. Las Capacidades dinámicas.
Parece claro que el entorno altamente cambiante en el que se desenvuelven hoy en día
las organizaciones plantea a las empresas la necesidad de modificar sus tradicionales
sistemas de gestión por otros más adaptables que sean capaces de aportarles ventajas
competitivas duraderas. En muchas ocasiones, el empleo de los procedimientos
habituales, pese a que siguen siendo válidos, muestran la existencia de carencias e
insuficiencias para enfrentarse a la actual variabilidad del entorno, produciendo una
ineficiencia palpable.
Por ello, como se ha analizado en los epígrafes anteriores, la empresa debe buscar la
diferencia y desarrollar factores sostenibles en el tiempo, que no sean fáciles de comprar
o copiar por sus competidores y que les aporten ventajas competitivas: los denominados
“recursos críticos” (Wernerfelt, 1984), “factores estratégicos” (Barney, 1986) o
“activos estratégicos” (Amit y Schoemaker, 1993). Sin embargo, incluso el que la
empresa logre identificar esos recursos y capacidades claves para su competitividad
puede que no sea suficiente. Es posible que “la organización se comprometa en exceso
con esa base de activos estratégicos, dificultando la adquisición e incorporación de
nuevos recursos o capacidades o incluso no dando los pasos necesarios para que su
aportación se mantenga en el futuro” (Rueda, 2005: 47). De esta manera, las
capacidades básicas que generan ventajas competitivas pueden llegar a convertirse en
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
47
rigideces que impidan el cambio (Leonard-Barton, 1992; Barnett et al., 1994) o en lo
que otros autores denominan una trampa de competencias (Levinthal y March, 1993).
Basándose en las premisas expuestas, en los últimos años ha ido adquiriendo
importancia el concepto de capacidades dinámicas (Teece et al., 1997; Eisenhardt y
Martín, 2000; Carpenter et al., 2001, Zollo y Winter, 2002; Zahra et al., 2006; Augier y
Teece, 2007; Oliver y Holzinger, 2008; Newbert, 2008), como aquellas habilidades que
permiten a una organización aprender, adaptarse, cambiar y renovarse a lo largo del
tiempo. Esta nueva concepción de dinamismo en las capacidades viene a explicar cómo
y por qué algunas empresas consiguen alcanzar la ventaja competitiva bajo contextos de
cambio rápido (Teece et al., 1997; Zahra et al., 2006; Wang y Ahmed, 2007; Teece,
2007).
Así pues, pese a que el grueso de las investigaciones de la Perspectiva de Recursos y
Capacidades, se ha caracterizado por un estilo más bien estático y se ha centrado en
determinar los requisitos a cumplir por los recursos estratégicos para lograr un éxito
duradero e identificar y valorar dichos recursos, aparece también una corriente
estratégica que realiza un mayor énfasis en la importancia de la renovación permanente
de las capacidades como secreto para conseguir una ventaja competitiva sostenible,
dando lugar a unos recursos de orden superior y alto valor estratégico (las capacidades
dinámicas), por su capacidad para generar y concebir competencias distintivas.
No obstante, la sostenibilidad de las capacidades varia según sea de dinámico el
mercado donde opere la empresa. Eisenhardt y Martín (2000) y Fiol (2001) concluyen
que si la empresa desarrolla su actividad en entornos altamente dinámicos y
rápidamente cambiantes, las ventajas competitivas no pueden ser realmente sostenidas
puesto que la propia evolución de estos mercados no permite mantenerlas mucho
tiempo. El perseverar en el uso de las mismas capacidades y rutinas operacionales puede
afectar la competitividad de la empresa, salvo que dichas ventajas deriven precisamente
de su capacidad para actuar antes que sus competidores al realizar sus elecciones
estratégicas. Por tanto, la ventaja competitiva a largo plazo reside en la configuración de
recursos que los directivos crean usando las capacidades dinámicas, no en las
capacidades dinámicas por sí solas. Para estos autores, en estos mercados caracterizados
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
48
por un cambio constante, continuado y a gran velocidad, las capacidades dinámicas son
más difícilmente sostenibles ya que se trata de procesos simples, experimentales e
iterativos (no lineales) que dependen de la creación de conocimiento específico sobre la
situación. En cambio en entornos moderadamente dinámicos, las capacidades dinámicas
son más similares a las rutinas, más complicadas, de lento desarrollo en el tiempo,
predecibles, analíticas y basadas en el conocimiento adquirido. Siguiendo este
razonamiento sobre la relación existente entre el entorno y las capacidades, Barney et
al. (2001) establecen que “el valor de un conjunto particular de capacidades debe
evaluarse en el contexto del mercado dentro del cual opera una empresa”. En ambos
casos puede existir ambigüedad causal, en el primero porque al desarrollar rutinas
simples puede no valorarse su importancia, y en el segundo, dada la complejidad de las
rutinas pueden ser difíciles de detectar y valorar.
En cualquier caso, el rasgo más interesante de las capacidades dinámicas es que ofrecen
una adaptabilidad evolutiva (Helfat et al., 2007) que permite a las organizaciones
ajustarse a los cambios en el entorno competitivo general (Eisenhardt y Martín, 2000;
Rosembloon, 2000; Teece 2007; Wang y Ahmed, 2007; Ng, 2007), mejorar los
resultados organizativos (Wu, 2006; Schlemmer, 2006) y asegurar la competitividad a
largo plazo (Mascarenhas et al., 1998).
Así pues, pese a que todavía las investigaciones empíricas sobre las capacidades
dinámicas no abundan en exceso (Wang y Ahmed, 2007), algunos trabajos recientes si
han logrado verificar la relación entre el dinamismo de determinadas capacidades y el
desempeño organizativo (Pisano, 2000; Rindova y Kotha, 2001; D´Este, 2002; Zahra et
al., 2002; Lampel y Shamsie, 2003; Lazonick, 2005; Ayuso et al., 2006). No obstante,
la rapidez de los cambios en el entorno hace necesario ampliar las investigaciones en
este campo ya que ahora que la economía global se ha vuelto más abierta y que las
innovaciones deben ser combinadas para lograr el éxito de los mercados (Somaya y
Teece, 2007), el desarrollo de capacidades dinámicas dentro de las organizaciones se
han vuelto imprescindibles para mantener su supervivencia a largo plazo (Teece, 2007).
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
49
2.4. Limitaciones de la Perspectiva de Recursos y Capacidades
No cabe duda que el Enfoque de Recursos y Capacidades se ha convertido en una de las
perspectivas científicas más utilizadas en la actualidad, lo que ha supuesto la dedicación
de un alto nivel de recursos de investigación en la pasada década (Priem y Butler,
2001a)
Este paradigma presenta una serie de lagunas y problemas no resueltos puestos de
manifiesto, en mayor o menor medida, por un amplio grupo de investigadores
(Eisenhardt y Martín, 2000). A continuación se desarrollan algunas de las
argumentaciones que sirven de fundamento a dichas críticas:
1. Diferencias sobre si constituye o no una teoría.
Entre los autores más críticos con esta visión se encuentran Priem y Butler (2001a y
2001b) que no la llegan a considerarla como una teoría científica. Estos autores, en base
a los trabajos de de Rudner (1966:10), mantienen que para ser una teoría científica
algunas de las afirmaciones que realiza deben ser similares a leyes. En ese sentido, las
afirmaciones deben cumplir tres requisitos: deben ser condiciones generalizadas, tener
contenido empírico y han de mostrar necesidad nominal.
Priem y Butler (2001a y b), para sostener su razonamiento crítico analizaron el artículo
de Barney de 1991 (por considerarlo uno de los pilares de la teoría), resaltando que en
dicho texto que la Perspectiva contiene un conjunto de “condiciones generalizadas” al
formular afirmaciones del tipo “si/entonces”. Además, en lo que a su contenido
empírico se refiere, Priem y Butler concluyen que la hipótesis principal del modelo no
es empíricamente probable y que la Perspectiva necesita de trabajo conceptual adicional
para poder alcanzar el estatus de teoría. Respecto a la tercera condición, la necesidad
nominal, que establece que “la ocurrencia de un determinado fenómeno debe estar
asociada con algún otro fenómeno y que la relación no puede ser simplemente por
casualidad” (Hunt, 1991:111), estos autores establecen que para poder ser analizada
esta condición sería necesario reformular la mencionada hipótesis hasta dotarla de
contenido empírico.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
50
2. Enfoque estático
Otro de los aspectos que Priem y Butler (2001a y 2001b) critican de esta teoría, por
considerar que limita su aplicabilidad, es su consideración de estática. La mayoría de los
trabajos realizados durante un amplio período no han tenido un carácter dinámico y sus
análisis han sido más bien descriptivos, identificando características genéricas sin
analizar las diferentes situaciones a las que la empresa se enfrentaba o realizando
únicamente comparaciones entre diferentes recursos. No obstante, la aparición de
nuevos desarrollos cada vez más implantados como el de las capacidades dinámicas, y
nuevos trabajos que vuelven de nuevo la mirada hacia una visión más dinámica de este
enfoque, como pasó con los trabajos iniciales de Penrose (1959) o Wernerfelt (1984),
están paliando poco a poco este inconveniente.
Así, los trabajos teóricos (Teece et al., 1997; Eisenhardt y Martín, 2000; Luo, 2000;
Zollo y Winter, 2002; Aragón y Sharma, 2003; Blyler y Coff, 2003; Helfat y Peteraf,
2003; Winter, 2003;) y empíricos (Helfat, 1997 y 2000; Griffith y Harvey, 2001;
Rindova y Kotha, 2001; Adner y Helfat, 2003) sobre capacidades dinámicas están
incorporando un entendimiento mucho más profundo sobre la realidad empresarial,
analizando las interacciones que a lo largo del tiempo se producen entre los recursos de
la empresa y su entorno empresarial.
3. Falta de consenso en los conceptos principales y de acuerdo terminológico.
En casi ninguna de las definiciones de los conceptos básicos en los que se asienta la
Teoría (recursos, competencias, capacidades, capacidades dinámicas…) se logra un
acuerdo entre los diferentes autores (Foss, 1998; Rugman y Verbeke, 2002; Acebo et
al., 2006). Pese a que entre la multitud de definiciones realizadas a lo largo de las
publicaciones llevadas a cabo en los últimos años existen una serie de pilares básicos
aceptados por la comunidad científica, las diferencias de terminología crean una gran
ambigüedad conceptual.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
51
4. Excesiva importancia otorgada a los recursos valiosos.
Otro aspecto criticable es el excesivo acento que la mayor parte de los trabajos otorgan
a los recursos valiosos en detrimento de los restantes (Montgomery, 1995). Esto hace
que no se realice suficiente hincapié en la necesidad de que exista un equilibrio entre los
mismos ya que unos son necesarios a fin de obtener ventajas competitivas y otros para
permanecer en el sector. De hecho, la identificación y valoración de los recursos
constituye uno de los principales escollos a superar por esta teoría, tarea que se ve
dificultada ya que los recursos no se pueden evaluar de forma aislada, pues su valor
viene dado por su interacción con otros recursos y con el mercado (Penrose, 1962;
Collis y Montgomery, 1995).
Así pues, algunos autores mantienen que, en base a la definición realizada por Barney
(2001) sobre las características que establecen la valía de los recursos (aquellos que
explotan las oportunidades y eliminan las amenazas del entorno), parece claro que el
valor de los mismos es determinado por el mercado, por el entorno. Por tanto, es una
fuente exógena la que explica el valor de los recursos, aunque esa fuente no sea
explicada por la propia Perspectiva de Recursos y Capacidades. Barney (2001) admite
las críticas a su planteamiento y acepta que en su trabajo original existen lagunas.
No obstante, los valedores de la perspectiva señalan que esa supuesta debilidad ofrece
una posibilidad de integrar el entorno externo en el análisis de los resultados de la
empresa, por lo que muchos de los estudios empíricos han empezado a incluir la
influencia de las condiciones del mercado sobre las cuales los recursos pueden ser
valiosos (Barney, 2001; Priem y Butler, 2001a y 2001b)
Por otra parte, a diferencia de la importancia que se otorga a los recursos considerados
valiosos, faltan referencias a los recursos que representan debilidades o que tienen
efectos perniciosos para la empresa -una mala reputación, por ejemplo-, no analizándose
la forma de actuar ante tales casos.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
52
5. Dificultad de aplicación de la teoría al ámbito de las Pymes.
El reducido volumen de recursos que manejan las Pymes produce que cualquier
circunstancia o decisión pueda afectar al empresario o a la propia empresa y a sus
resultados, siendo muy difícil valorar esas circunstancias o factores, por lo que existen
limitaciones a la hora de la aplicación práctica de los fundamentos teóricos de la
Perspectiva de Recursos y Capacidades a las pequeñas y medianas empresas
(Montgomery y Wernerfelt, 1988; Foss et al., 1995; Wernerfelt, 1995).
6. Carácter “tautológico” de la teoría.
Algunos autores tachan a la Perspectiva de tautológica, en la medida que presenta un
enfoque más bien descriptivo de la utilidad de los recursos, sin ser capaz de responder a
las cuestiones de “cómo”, “cuándo” y “dónde” dichos recursos resultan útiles a priori
(Miller y Shamsie, 1996).
Esta perspectiva, que identifica el carácter estratégico de los recursos en una
determinada organización una vez que se comprueban los resultados que ésta obtiene
gracias al uso que hace de los mismos, estaría sugiriendo la existencia de una “caja
negra” en el análisis estratégico, similar a la planteada para la teoría económica
neoclásica (Fernández y Suárez, 1996; Priem y Butler, 2001).
No obstante, autores como Miller y Shamsie (1996), Brush y Artz (1999), Aragón y
Sharma (2003), entre otros están realizando estudios donde se realizan nuevas
aportaciones que tratan de solucionar estas carencias.
Todas las críticas planteadas en los párrafos anteriores se deben principalmente a que la
Perspectiva de Recursos y Capacidades necesita que los sucesivos trabajos de
investigación teóricos y empíricos logren medir de manera objetiva y generalizable los
recursos así como sus implicaciones para la gerencia.
CAPÍTULO II. Marco Teórico General
53
2.5. Referencias bibliográficas del Capítulo II
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CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
63
“Si tus necesidades son para un año, siembra grano;
Si son para diez años, planta árboles;
Si son para cien años, forma hombres”.
Proverbio chino.
CAPÍTULO III LA FORMACIÓN EN LA EMPRESA: CONCEPTOS TEÓRICOS DE APLICACIÓN
3.1. Introducción.
En la actualidad existe una conciencia creciente y un consenso generalizado entre los
investigadores y los agentes económicos y sociales acerca del papel crucial que la
formación de los recursos humanos ocupa en el desarrollo productivo de las empresas,
como se refleja en numerosas investigaciones (Pfeffer y Baron, 1988; Bassi et al., 2002;
Matías y García, 2002; Ordiz, 2002; Aragón et al., 2003; McGahan y Porter, 2003;
Calzarrosa y Gelenbe, 2004; Goval y Welch, 2004; Kruse et al., 2004; Kotey y Folker,
2007; Chi et al., 2008; Nikandrou et al., 2008).
El reconocimiento de la formación como estrategia de mejora de la productividad en las
empresas, impuesto por el actual entorno cambiante, ampliamente competitivo,
globalizado e innovador, responde a las continuas nuevas exigencias que en términos de
conocimientos, habilidades y capacidades se les exige a los trabajadores. La empresa se
concibe actualmente como un espacio de gestión del saber que demanda y genera, cada
vez con más premura, conocimiento y habilidades productivas de diverso tipo
(conceptuales, actitudinales, valorativos y de destreza). No obstante, esa necesidad de
trabajadores cualificados y de alta profesionalidad no puede reducirse a una demanda
unidireccional de la empresa hacia los empleados sino que se trata de una relación de
obligaciones recíprocas, donde la empresa, además de exigir, debe mantener y
desarrollar los recursos que la sociedad le brinda (Sladogna, 2003). Así pues, al debatir
sobre quién recae la obligación de la formación de los recursos humanos se abre una
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
64
nueva etapa determinada por el cambio que ha experimentado en el último siglo la
naturaleza del propio trabajo. Mientras que en el pasado la fuente de producción de
competencias necesarias para el trabajo era el propio trabajo, a través de la experiencia
adquirida en su desarrollo, durante la segunda mitad del siglo XX los sistemas de
enseñanza fueron los que asumieron el papel dominante en la formación. Sin embargo,
en las últimas décadas, la formación se convierte necesariamente en una coproducción
de distintos espacios, dinamismos e impulsos, uno de ellos de vital importancia: la
empresa (Planas, 2005).
Esta tendencia, cada vez más instaurada, se aprecia al comprobar que la función de
producción de competencias es y será, cada vez más, como afirma Santelmann (2001),
una función compartida. Y es que los procesos de transformación del mercado se
suceden a tal velocidad que las empresas se ven obligadas a renovarse constantemente
para mantener su competitividad. Este panorama empresarial, en perenne mutación,
exige a las organizaciones buscar mecanismos de fortalecimiento y diferenciación para
enfrentarse a la constante evolución de su entorno.
Sin embargo, y pese al general reconocimiento de que la formación contribuye de forma
decisiva a la eficacia empresarial (Buckley y Caple, 1991), esta importancia no ha sido
correspondida consecuentemente con acciones concretas de formación y capacitación de
los trabajadores fomentadas o desarrolladas por las propias empresas (Mertens, 1998;
Bassi et al., 2002; Storey, 2004; Barba et al., 2007). De hecho, varios investigadores
(McSherry y Taylor, 1994; Axtell et al., 1997; Brown, 2005; Velada y Caetano, 2007)
destacan el escaso porcentaje de formación que realmente acaba siendo aplicada en el
entorno de trabajo
Varios son los motivos que han producido esta dicotomía y que serán analizados con
mayor detenimiento al avanzar el trabajo, pero está claro que la dificultad de evaluar el
rendimiento de la inversión en formación, a diferencia de lo que ocurre normalmente
con las inversiones en equipamiento o tecnología, cuyo rendimiento técnico es
fácilmente previsible, es una de las principales razones de la existencia de esa
bifurcación entre lo que es y lo que debería ser.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
65
No obstante, poco a poco se ha ido produciendo un cambio de actitud de las
organizaciones y de sus directivos respecto al nivel de utilización de la formación,
incorporando una mayor diversidad de sus métodos y sistemas, así como una mayor
vinculación de ésta a la estrategia de la empresa (Garavant et al., 1993). Y es que al
iniciar el siglo XXI, las empresas afrontan nuevos retos y viven momentos en los cuales
los aspectos cualitativos empiezan a primar cada vez más en relación a los aspectos
cuantitativos, ya que las personas son la base de las nuevas reglas del juego.
Esta nueva disposición se manifiesta a partir de los años noventa y continúa en la
actualidad, produciendo un cambio de mentalidad en el área de la Dirección de
Empresas que propone un enfoque de carácter más estratégico basado en los recursos de
las organizaciones. De este modo, la Dirección Estratégica se apoya en un enfoque
basado en los recursos y capacidades que poseen las empresas.
Tras la revisión realizada anteriormente sobre la Teoría de Recursos y Capacidades, en
este capítulo se delimitará el marco teórico en el que se fundamenta el trabajo empírico
a desarrollar en las secciones posteriores. A través de estos fundamentos se pretende
profundizar en el concepto de formación como instrumento utilizado por las
organizaciones para la creación de valor y obtención de ventajas competitivas que
generen rentas superiores a la de los competidores.
Al ser la formación de personal el instrumento que permite la generación de capital
humano necesario para el desarrollo posterior de capacidades específicas en la
organización, se analiza en profundidad este concepto, su razón de ser, sus objetivos, su
importancia en el ámbito empresarial, las diferentes tipologías que existen y el papel
fundamental que desempeña dentro de la estrategia de la empresa.
Especial hincapié se realiza en el caso de la formación específica en medio ambiente ya
que se pretende analizar su influencia e incidencia en el desarrollo de las estrategias
medioambientales proactivas, una capacidad dinámica cada vez más necesaria tal y
como se exponía en los motivos que han provocado esta investigación.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
66
3.2. La formación: Desarrollo e identificación del concepto.
Son muchos los autores que han contribuido a definir el concepto de formación. Sin
embargo, el término suele crear confusión al existir un conjunto de conceptos afines que
se entremezclan con él, como es el caso de aprendizaje, educación, instrucción.
Estos términos se emplean como sinónimos con cierta prodigalidad y sin estricto
criterio técnico, por lo que a fin de ofrecer esclarecimiento que evite posibles
confusiones terminológicas, se realiza un breve resumen sobre estos términos en los que
se produce mayor grado de solapamiento semántico.
Aprender11 supone la secuencia lógica posterior a la enseñanza y hace énfasis en el
sujeto que ha experimentado un cambio después de la acción docente. Autores como
Tarpy (1977), Cabrera et al. (1993) o Barreda (1995) han acotado el significado de este
término, existiendo un consenso sobre ciertos aspectos, tales como que el aprendizaje es
un proceso que se conforma de varias etapas, que para que se produzca debe existir un
cambio aptitudinal o actitudinal debido a la adquisición de nuevos conocimientos o
habilidades en el proceso y que dichos cambios deben ser relativamente permanentes.
Por otra parte, el término educación12 indica un proceso de trasmisión y asimilación de
la cultura, proceso que se considera intencional dirigido a perfeccionar las facultades
humanas. El término educación responde a varias acepciones básicas según Eguiguren
(2001:21):
1. La educación como referencia al sistema educativo reglado.
2. La educación como un proceso donde intervienen varias personas y en el que se
da un intercambio que conlleva una modificación de pensamiento y conducta.
3. La educación como resultado de un proceso.
Aparicio et al. (2001) definen el concepto de educación como un conjunto de
actividades orientadas a capacitar al individuo para asimilar y desarrollar técnicas, 11 Etimológicamente proviene del latín “apprehendere” y significa “adquirir”. 12 La palabra educación proviene del término “educare” (conducir, guiar, orientar) y de “educere” (extraer, conducir de dentro a fuera).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
67
conocimientos, valores y comprensión de factores no limitados a un campo concreto,
que le permitan analizar y resolver una gama de problemas lo más amplia posible.
Otro concepto a analizar es el de instrucción13. La diferencia entre instrucción y
educación se establece en base a que mientras la primera se refiere a un proceso de
duración limitada establecido principalmente para la adquisición de conocimiento y
centrado en la dimensión intelectual del hombre, la educación se preocupa por el
desarrollo integral de la persona (Sarramona, 2000) e incluye la totalidad de las
dimensiones humanas como la moral o la ética (Cabrera et al., 1993).
La definición del término formación14 ha provocado igualmente debate dado su
carácter ambiguo y difuso. Este concepto hace referencia al desarrollo de las
capacidades específicas de la persona, siendo efecto tanto de la acción de agentes
externos como del propio desarrollo personal (Eguiguren, 2001:23).
Ahondando más en el concepto de formación, principal factor analizado y objeto de esta
investigación, existen numerosas definiciones realizadas del término.
Hace casi 25 años, Mialaret (1984:235) establecía en su Diccionario de Ciencias de la
Educación: “la introducción de la palabra formación es relativamente reciente y su
utilización se ha extendido con ocasión de las acciones pedagógicas llevadas a cabo
para los adultos”.
Entre las principales definiciones realizadas sobre este concepto destacar las recogidas
en la Tabla 3.1.
Pese a las definiciones expuestas, la línea divisoria entre formación y educación no
parece clara. Según Sarramona (2000): “para muchos la formación es un concepto
equivalente al de educación, equiparando “proceso educativo” y “proceso formativo”.
Realizando una labor retrospectiva en el tiempo, Willmann, en su Teoría de la
Formación Humana publicada en 1948, ya realizaba una primera diferenciación entre
13 Este término proviene de “in-struere”, término latino que significa “disponer dentro”, “construir dentro”. 14 Proviene del latín “formatio” (acción y efecto de formar).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
68
ambos términos. Para este autor, la educación se fundamenta en la autoridad y en la
obediencia y finaliza con la madurez de la razón mientras que la formación exige una
cooperación activa y libre y además puede prolongarse toda la vida. En base a esto, lo
cierto es que Willmann (1948) establece unas bases que aun son vigentes, en cuanto a
que el desarrollo de formación implica una cooperación personal activa y libre en el
proceso y cierta continuidad.
Tabla 3.1. Definiciones del término formación.
AUTORES DEFINICIÓN DE FORMACIÓN
McGehee y Thayer (1961)
Procedimientos formales que una organización utiliza para facilitar el aprendizaje de forma que la conducta resultante contribuye a la consecución de las metas y objetivos de la organización
Giscard (1963) Proceso de desarrollo o mejora de las capacidades, conocimientos y aptitudes de los hombres.
Albert, Michaud y Piotte (1981)
Proceso que comienza con la incorporación al puesto de trabajo y continúa con un programa de reorientación profesional que le permite traslados y promociones.
Kenny y Reid (1986)
Proceso orientado a dotar de conocimientos y técnicas, inculcando las actitudes necesarias para llevar a cabo tareas específicas.
Peña (1990) Incremento del potencial de la empresa a través del perfeccionamiento profesional y humano de los individuos que la forman.
Buckley y Caple (1991)
Esfuerzo sistemático y planificado para modificar o desarrollar el conocimiento, las técnicas y las actitudes a través de la experiencia de aprendizaje y conseguir la actuación adecuada en una actividad o rango de actividades, con el propósito de capacitar a un individuo para que pueda realizar convenientemente una tarea o trabajo determinado
Del Río, Jover y Riesco (1991)
Resultado de un proceso de adquisición de conocimientos múltiples, de capacitación, de dominio de técnicas instrumentales básicas y de interpretar el entorno con realismo.
Goldstein (1991) Adquisición sistemática de actitudes, conceptos, conocimientos, reglas o destrezas que implican una mejora en la realización del trabajo.
Fuente: Elaboración propia
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
69
Tabla 3.1. Definiciones del término formación.(Continuación)
AUTORES DEFINICIÓN DE FORMACIÓN
Lattmann y García (1992)
Medidas orientadas a mantener y promocionar la capacitación del personal a los efectos de la realización de sus áreas de responsabilidad.
Pineda (1995)
Proceso que pretende eliminar las diferencias existentes entre lo que un empleado ofrece a partir de sus experiencias, habilidades y actitudes y aquello que le es exigido en el puesto de trabajo que ocupa.
Gómez‐Mejía, Balkin y Cardy
(1997)
Proceso que proporciona a los empleados habilidades específicas o ayuda a corregir deficiencias en su rendimiento.
Solé y Miravet (1997)
Metodología sistemática y planificada, destinada a mejorar las competencias técnicas y profesionales de las personas en el trabajo, a enriquecer sus conocimientos, a desarrollar sus aptitudes y a la mejora de sus capacidades.
Dolan, Schuler y Valle (1999)
Actividades dirigidas a mejorar el rendimiento presente aumentando la capacidad del personal a través de sus conocimientos, actitudes y habilidades.
Aragón, Barba y Sanz (2000)
Actividades que tienen como objeto adquirir nuevas capacitaciones profesionales o el desarrollo de las ya existentes, siempre relacionadas con las tareas actuales del empleado o con posibles futuras tareas.
Martín Rojo (2000)
Esfuerzo sistemático y planificado para desarrollar el conocimiento, las técnicas y las actitudes de un individuo a través de la experiencia con el fin de capacitarlo para que pueda realizar correctamente su actividad.
Pardo y Luna (2007)
La formación consiste en modificar y desarrollar competencias mediante la experiencia o el estudio, aplicando un esfuerzo sistemático y planificado con el fin de conseguir una determinada capacitación del colectivo destinatario.
Fuente: Elaboración propia
Otros autores como Buckley y Caple (1991) y Barreda (1995) también han realizado
una labor de definición de ambos términos y búsquedas de diferencias. Resumiendo los
análisis realizados por estos autores, las diferencias se sustentan básicamente en varios
puntos clave:
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
70
1. El proceso de aprendizaje: mientras la formación tiende a ser más un proceso
mecánico, con una orientación normalizada y reforzado por la práctica y la
repetición, la educación es un proceso más orgánico, que conlleva cambios
menos previsibles.
2. Contenido: la formación suele inculcar conocimientos y técnicas necesarias para
llevar a cabo tareas específicas, mientras que la educación dota al alumno de
estructuras más teóricas y conceptuales.
3. Duración: los cambios debidos a la formación se perciben con mayor
inmediatez, mientras que los adquiridos mediante la educación necesitan un
período de tiempo más largo y suelen ser más profundos.
A modo de resumen, concluir que tradicionalmente la educación se le adjudicaba un rol
eminentemente social y de desarrollo de la persona, asociándose a la escolaridad,
mientras que la formación cumplía un rol más económico al ligarse más directamente
con el ámbito laboral y el mercado de trabajo.
En el actual sistema educativo español las diferencias entre ambos conceptos quedan
palpables en la nomenclatura utilizada para designar cada ciclo educativo, donde para
los iniciales se utiliza la palabra educación y en aquellos donde los alumnos se preparan
para su desarrollo profesional se utiliza la palabra formación (Figura 3.1).
No obstante, pese a la larga y antigua controversia en la literatura oponiendo educación
y formación y a las diferencias expuestas con anterioridad, no cabe duda que ambos
conceptos guardan una estrecha relación en cuanto a que la capacidad del individuo de
adquirir conocimientos, técnicas y actitudes en el proceso formativo está relacionada
directa o indirectamente con la experiencia educativa adquirida previamente.
Igualmente, la formación obtenida puede mejorar la educación de un individuo y
facilitar la adquisición de nuevos conocimientos en el futuro (Eguiguren, 2001:26).
No obstante, pese a la larga y antigua controversia en la literatura oponiendo educación
y formación y a las diferencias expuestas con anterioridad, no cabe duda que ambos
conceptos guardan una estrecha relación en cuanto a que la capacidad del individuo de
adquirir conocimientos, técnicas y actitudes en el proceso formativo está relacionada
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
71
directa o indirectamente con la experiencia educativa adquirida previamente.
Igualmente, la formación obtenida puede mejorar la educación de un individuo y
facilitar la adquisición de nuevos conocimientos en el futuro (Eguiguren, 2001:26).
Figura 3.1: Actual Sistema Educativo Español.
Fuente: Elaboración propia.
Tal y como comentan De Moura y Batista (2002:115), hay que superar el mito de
considerar “La educación y la formación como dos extremos polares, la primera como
el desarrollo de la mente y la segunda como el dominio de tareas estrictamente
manuales. De hecho, la buena formación puede incluir un desarrollo conceptual serio,
así como la educación se torna más significativa cuando se contextualiza en actividades
prácticas”.
Organismos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2005) en su Informe
sobre el Empleo en el Mundo 2004-2005 establece la dependencia e importancia
simultánea de ambos conceptos, refiriéndose a que en el desarrollo de los recursos
humanos, la educación y la formación son elementos necesarios y esenciales que se
precisan para aprovechar plenamente las oportunidades y poder enfrentarse a los retos
EDUCACIÓN PRIMARIA
EDUCACIÓN SECUNDARIA
FORMACION UNIVERSITARIA
FORMACION EN LA EMPRESA
EDUCACIÓN DE ADULTOS
FORMACION OCUPACIONAL
FORMACIÓN PROFESIONAL
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
72
que plantea la actual evolución para las empresas, los trabajadores y los países, siendo
instrumentos de respuesta a la mundialización.
Tras todo lo expuesto, quedan evidenciadas con claridad las interrelaciones que existen
entre educación y formación y como ambos conceptos se sustentan mutuamente. A la
hora de analizar la capacitación de una persona a lo largo de su vida se puede establecer
como van avanzando a través de diferentes estadios para adquirir distintos
conocimientos y destrezas.
Para la OIT (2005), esta evolución es definida de la siguiente manera: “Para acceder al
mercado del trabajo, los trabajadores o futuros trabajadores, necesitan dotarse de una
pirámide de destrezas, cuya base está integrada por las “destrezas básicas” (…) que se
imparten en la educación primaria (…). Sobre esta amplia base, que deberá ser
accesible y obligatoria para todos, se construyen las “calificaciones generales u
ocupacionales” del tipo de las aprendidas en las escuelas técnicas y en los centros de
formación profesional secundaria. Más arriba de la pirámide están las “calificaciones
privativas de cada empresa”, que con frecuencia se adquieren mediante la experiencia
laboral y la formación durante el aprendizaje o el desarrollo de la vida profesional. Y
casi tocando el vértice están las “calificaciones profesionales” adquiridas mediante
estudios académicos, el trabajo, la formación y las experiencias vitales. Estas últimas,
a diferencia de otros tipos de destrezas (como la formación universitaria o los estudios
de postgrado), suelen tener un impulso y una financiación más individuales y deberían
poder transferirse a lo largo de la vida laboral del trabajador, sin importar que
cambien sus empleadores o su situación en el trabajo”. Por tanto, a nuestro parecer, las
actividades de formación empresarial deben cumplimentar los ámbitos educativos y
formativos ya que ambos se entienden hoy en día con carácter permanente y con una
fuerte interconexión.
En esta investigación la formación es entendida como un esfuerzo sistemático y
planificado para modificar o desarrollar el conocimiento, las técnicas y las actitudes a
través de la experiencia de aprendizaje, y conseguir la actuación adecuada en una
actividad o conjunto de actividades. Su propósito, en el mundo del trabajo, es capacitar
a un individuo para que pueda realizar convenientemente una tarea o trabajo.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
73
3.3. Implicaciones de la formación para la empresa.
3.3.1. El valor estratégico de la formación.
La importancia del conocimiento científico y tecnológico, rasgo característico de la
sociedad moderna, queda claramente patente en el campo de la producción de bienes y
servicios. Los procesos productivos, de distribución y comercialización, de gestión
administrativa y financiera, etc., son cada vez más intensivos en ciencia y tecnología,
todo ello en un contexto de alta competencia enmarcado en la globalización e
interdependencia de las relaciones económicas internacionales.
Este contexto mundial, con amplios efectos en los mercados locales, conduce a un
cambio radical del perfil ocupacional. Actualmente, las empresas requieren de una
fuerza laboral con altos niveles de calificación y con la capacidad intelectual para el
aprendizaje continuo de conocimientos de creciente complejidad (Ramírez, 1999). A su
vez, se reconoce reiteradamente que la formación de este capital requiere sistemas de
formación de recursos humanos de alta calidad y pertinencia, desde el nivel de
educación básica hasta el de la formación científica superior pasando por la formación
técnico-profesional inicial y la capacitación continuada.
Si se analiza la evolución de los requerimientos descritos con anterioridad, vemos como
estas exigencias han ido incrementándose notablemente en los últimos años. Estas
capacidades, tan imperativas actualmente, no eran necesarias hasta hace no mucho
tiempo. Durante la mayor parte del siglo XX, la relación laboral que se establecía entre
empleador y empleado no requería de este último más que un aprendizaje al iniciar su
andadura en la empresa, situación que se prologaba en el tiempo hasta que el empleador
lo considerase oportuno en función de sus intereses económicos. No obstante, aunque
los objetivos del empleador no hayan variado y sigan siendo, en la mayoría de los casos,
obtener el mayor nivel de rentabilidad posible, las necesidades en los procesos de
producción, de distribución y consumo, antes relativamente estables, han cambiado por
completo, demandando niveles de competencia cada vez mayores o más especializados
a los trabajadores y directivos (Bermejo, 2006).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
74
Actualmente, el papel de los empleados ha cambiado radicalmente, exigiéndoseles ser
más productivos, trabajar en equipo, conseguir niveles cada vez más cualificados de
competencia profesional, etc., para lo que han de formarse más y mejor y, dado que los
cambios en la sociedad tecnológica son constantes y cada vez más acelerados, habrán de
adoptar, además, una actitud favorable hacia las demandas de especialización y,
consecuentemente, de formación.
Esta mayor complejidad y profundidad del concepto de formación para el trabajo está
íntimamente relacionada con la revaloración que esta materia ha experimentado en las
ultimas dos décadas. Su razón de ser no es nada altruista, sino que más bien se halla en
la búsqueda de la eficiencia (Aparicio et al., 2001) y como instrumento esencial a la
hora de buscar una mayor rentabilidad (Bayón, 2002). Cada vez más actores sociales
reconocen el papel insustituible de la formación como el eje de cualquier política
realista de empleo. La formación se presenta por tanto como una necesidad social y no
como una responsabilidad exclusiva del sistema educativo, en un contexto donde la
formación continua es un requerimiento ineludible.
El empresario actual se enfrenta a notables retos: un mercado globalizado, una sociedad
que, si bien consume más, también exige más, y con procesos de producción,
distribución e información, que al ser más complejos, le van a exigir mayores niveles de
inversión. Las organizaciones y sus directivos para sobrevivir no pueden limitarse
exclusivamente a producir sino que deben incorporar una parte de conocimiento para
hacer frente a la compleja toma de decisiones y por este motivo, todo proceso de
modernización de la empresa, si no va unido de las medidas necesarias para dotarse de
personal competente, generará pérdidas de competitividad (Andrés, 2001). Además, las
empresas se enfrentan a un desafío aun mayor: la cuestión no consiste solo en difundir
los conocimientos técnicos existentes sino también en generar nuevos conocimientos.
Esto no puede llevarse a cabo sino se crean nuevas relaciones entre el trabajo y la
organización, entre la innovación, la formación y las competencias.
A este respecto, a nivel empírico, investigaciones de los últimos 40 años han verificado
que un capital humano con una adecuada formación es más receptivo a las innovaciones
(Carroll, 1967; Hage y Aiken, 1970; Dewar y Dutton, 1986; Hall, 1994; Swan y Newell,
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
75
1995 y Souitaris, 2002). Igualmente, en España, los estudios realizados por Suárez y
Galende (1998), Jaumandreu et al. (1999) y López-Mielgo (2005) establecen que la
cualificación, experiencia y formación de los recursos humanos afectan de manera
positiva a la probabilidad de efectuar I+D en la empresa y a la intensidad del esfuerzo
realizado.
Otros estudios empíricos han puesto asimismo de manifiesto la importancia de la
formación en los resultados empresariales: Russel et al (1987), Buckley y Caple (1991),
Alba (1993), Arthur (1994), Bartel (1994), Delaney y Huselid (1996), D´Arcimocles
(1996), Noe et al. (2000), Hitt et al. (2001), Richard y Johnson (2001), Rodríguez y
Mosteiro (2001), Bassi et al. (2002), Bayo y Merino (2002), Ordiz (2002), De Saá y
García (2002), Aragón et al (2003), McGahan y Porter (2003), Danvila (2004),
Calzarrosa y Gelenbe (2004), Tzafrir (2006); Kotey y Folker (2007), Eerde et al. (2008)
y Birdi et al. (2008).
Por otro lado, diferentes investigaciones han corroborado que la formación se encuentra
entre las denominadas “mejores prácticas de recursos humanos” o “prácticas de alto
rendimiento (HPWS)” que tienen una gran inferencia en el desempeño de las
organizaciones que las aplican (p.e. Rusell et al., 1985; McDuffie y Krafcik, 1992;
Holzer et al., 1993; Pfeffer, 1994; McDuffie, 1995; Delery y Doty, 1996; Delaney y
Huselid, 1996; Koch y McGrath, 1996; Martell et al, 1996; Bukowitz y Petrash, 1997;
Huselid et al, 1997; Ichniowski et al., 1997; Barney y Wright, 1998; Bayo y Merino,
2002; Ordiz, 2002; Kruse et al., 2004; Martín-Tapia, 2005; Datta et al., 2005; Bonache,
2005; Céspedes et al. (2005); Zatzick e Iverson (2006); Wood y De Menezes, 2008;
Beltrán et al., 2008).
Por todo lo expuesto, la formación tiene una finalidad muy ambiciosa ya que su
principal objetivo va dirigido a proporcionar unos niveles de cualificación en
consonancia con las necesidades reales de la empresa, a fin de mejorar la competitividad
global de la misma ayudando a la consecución de las metas que se haya impuesto la
organización. Es precisamente esta relación con la estrategia, lo que convierte a la
formación en una variable estratégica y un elemento de competitividad (Fernández et
al., 2006).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
76
Asimismo, dados los efectos que la política de formación tiene sobre las características
que determinan la potencialidad del capital humano como activo estratégico, la actitud
empresarial ante la formación, medida en términos de esfuerzo realizado en la
financiación de la formación de los empleados, debe tratarse como un aspecto
estratégico (Bohlander et al., 2002).
3.3.2. La concepción de la formación como gasto o inversión.
A partir de la literatura revisada se puede apreciar la existencia de distintas formas de
percibir la formación por parte de las empresas: como una inversión o como un gasto.
Dependiendo de la concepción que la empresa tenga sobre este término, la inversión a
realizar en esta materia se modificará notablemente. Si la formación es entendida como
un gasto, la empresa invertirá sólo lo estrictamente necesario, limitando al máximo las
cantidades y siendo siempre una partida del presupuesto que se reducirá cuando existan
dificultades financieras de cualquier índole.
Entre las razones que dificultan la implantación continua de planes de formación en la
empresa se encuentra la dificultad de reflejar cuantitativamente los beneficios de la
formación en los estados contables de la empresa (Aparicio et al., 2001) lo que ha hecho
que durante mucho tiempo, la formación se haya considerado únicamente como un
gasto de personal.
Por otro lado, existe el temor en muchas empresas de que la formación de sus
trabajadores se traduzca en un mayor valor de éstos en el mercado que puede reflejarse
en riesgo de transferibilidad de capital humano si otras empresas tratan de contratar a
sus trabajadores o bien en la necesidad de mejorar sus condiciones retributivas para
evitar su marcha (Sastre y Aguilar, 2003). Tampoco hay que olvidar, tal y como
apuntaba Becker (1967), que normalmente durante el proceso, el individuo incurre en
un conjunto de costes, debido a los ingresos que la empresa deja de percibir al mantener
al empleado formándose y los costes asociados a la impartición de dicha formación.
No obstante, en la actualidad, las nuevas tendencias de la literatura de Administración
de Empresas, sobre todo la Perspectiva de Recursos y Capacidades y la importancia que
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
77
han adquirido los activos intangibles, han hecho renacer el interés por cuantificar los
beneficios de la formación y otras acciones de gestión de recursos humanos. Así, la
formación entendida como la renovación, actualización o reciclaje de los recursos
humanos se está tendiendo a tratar cada vez más como una inversión, al definirse como
un activo de la organización (Peña, 1990). Por ello, las empresas, organizaciones y
gobiernos están empezando a valorar la formación como una inversión apropiada que
debe mantenerse de forma continuada, sobre todo para adaptarse con flexibilidad a los
cambios técnicos, sociales y económicos, y de esta manera cumplir con el objetivo de
mejora continua.
Si se invierte en formación, ésta puede dar sus resultados a corto y medio plazo,
preparando a los individuos para realizar una tarea concreta con mayor eficacia, y
también puede ofrecer resultados a largo plazo, apoyando la estrategia de la empresa, si
fomenta aspectos como el liderazgo, el grupo o la organización.
Independientemente de si, en líneas generales, la empresa entiende la formación como
un gasto o como una inversión, la decisión de realizar más o menos formación del
personal se tomará en función de los posibles costes y de los ingresos que se esperen
obtener (generalmente a medio y largo plazo). La formación será beneficiosa para la
empresa si los beneficios reportados son superiores al incremento salarial y a los costes
derivados de la impartición de la formación (Danvila y Sastre, 2005).
3.4. Acercamiento a diferentes tipologías de formación en la empresa.
3.4.1. Tipologías de la formación.
En la literatura sobre formación, existen multitud de clasificaciones referentes a las
tipologías formativas. Sin querer ser exhaustivos, en el presente trabajo se recoge
algunas de las clasificaciones más utilizadas en este ámbito a fin de ofrecer una visión
global de los tipos de formación identificados por las investigaciones en la materia,
aunque es necesario resaltar que, en muchas ocasiones, la misma terminología se utiliza
por diversos autores para referirse a diferentes tipos de formación.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
78
Formación formal y formación informal.
Dependiendo de los autores, la clasificación entre formación formal e informal responde
a diferentes criterios. Para algunos, el término formación formal hace referencia a
aquella formación que reciben los trabajadores de la empresa de forma estructurada y
planificada (Frazis et al., 1995; Aragón et al., 2003), pudiéndose realizar dentro o fuera
del puesto de trabajo, bien directamente por personal de la empresa o bien encargándose
a terceros (Smith y Hayton, 1999). La formación informal por el contrario es aquella
que no está planificada, ni documentada ni estructurada (Storey, 2004). Esta formación
suele tener lugar en el puesto de trabajo, de forma que el trabajador aprende de
compañeros con mayor antigüedad. Este tipo de formación es tan importante o más que
la formal ya que es una fuente importante de adquisición, mejora de habilidades y
experiencia que se debe tener muy en cuenta aunque es muy difícil de medir (Patton y
Marlow, 2002). Esta distinción también la realiza Jiménez (1996) pero distinguiendo
entre formación explícita (que se equipararía a la definición realizada de formal) e
implícita (informal).
Siguiendo a Méhaut y Delcourt (1995), la formación formal recoge aquellas actividades
separadas del trabajo cotidiano, que pretenden provocar cambios en las tareas habituales
y que suelen expresarse con una certificación de los conocimientos y aptitudes
adquiridas mediante un examen, la formación informal se refiere a actividades
integradas en el trabajo diario, centradas en la resolución de problemas y cuyos
resultados se miden validando los conocimientos y competencias alcanzados en las
tareas confiadas.
Para Duque (2005), la formación formal hace referencia a la cualificación formal
adquirida mediante las titulaciones, certificados y diplomas que posee una persona, a su
formación académica, a su nivel de conocimientos y competencias formalmente
reconocidas, mientras que la informal se refiere a la formación realizada para adaptar la
preparación (cualificación) del trabajador o de quien aspira al puesto al perfil del
mismo. El perfil del puesto hace referencia a los cometidos, funciones y tareas que han
de desempeñarse, a la vez que a las cualidades que debe tener quien pretende llevarlo a
cabo.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
79
Formación externa y formación interna.
Otra forma de clasificar la formación es la que diferencia entre formación interna y
externa. Para autores como Jiménez y Jiménez (1999) o Pardo y Luna (2007), la
formación interna es aquella realizada por personal vinculado a la propia empresa
(formadores internos) y la formación externa hace referencia a la ofrecida por personal
ajeno a la empresa (formadores externos).
Para Viladot (2000) la formación interna es aquella que se desarrolla en la empresa en
función de sus necesidades y la externa es aquella que se ofrece a clientes, proveedores,
asesores, etc., con diferentes intenciones.
Formación dentro y fuera del puesto de trabajo.
Respecto a la distinción entre las acciones de formación en el puesto de trabajo y
aquellas desarrolladas fuera del puesto de trabajo, existen también diferentes enfoques.
Así, para Armstrong (1991) la formación en la empresa es aquella que se realizada
dentro de las instalaciones de la firma y la formación para la empresa es la realizada
fuera de la misma. Otros autores como Schaafsma (1997) se basan en el criterio de
proximidad para diferenciar entre la formación realizada dentro del puesto, aquella
relativa a las necesidades específicas que surgen como resultado de las tareas a
desempeñar en dicho puesto (se plasman en acciones como las demostraciones
prácticas, las rotaciones, la tutorización, el trabajo en equipo, el intercambio de
experiencias, entre otras) y la formación fuera del mismo, que hace referencia a las
necesidades compartidas por diversos puestos, empresas o sectores (se suele realizar a
través de reuniones de trabajo, seminarios, conferencias o cursos). Para Zhu (2004) y
Byars y Rue (1997) la formación fuera del puesto implica transmitir conocimientos más
avanzados que difícilmente se adquieren en el mismo puesto, mientras que la formación
en el puesto consiste en aprender mientras se trabaja y se practican aquellas habilidades
que se van a utilizar.
Destacar en este apartado otras definiciones de formación que podrían considerarse
bastante similares a la definición realizada de formación en el puesto: la formación en
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
80
acción (Argyris, 1993; Estrada, 1995; Price, 2007) y la formación por competencias
(Houston, 1985; Levy-Leboyer, 2003).
Aquellos que definen la formación en acción hacen hincapié en que esta tipología de
formación no se basa en aprender, conocer o saber, sino que su finalidad consiste en
aprender a hacer. Esta formación se basa en la experiencia y debe ofrece a los
trabajadores el control en todos los procesos que utilizan en sus trabajos y el
conocimiento de cómo afectan sus actuaciones no sólo a su labor sino al resto de
puestos y a la propia empresa. Debe basarse en el trabajo real y promover un
pensamiento innovador que supere la solución de los problemas rutinarios, fomentando
un aprendizaje en grupo que facilite la transmisión de conocimientos y habilidades
aplicables, preparando asimismo a los trabajadores para ser formadores (Argyris, 1993).
Por su parte, la denomina formación por competencias hace referencia a buscar la
capacidad práctica, el saber y las actitudes necesarias para desenvolverse en el campo
laboral. Para ello, la formación se dirige a generar las competencias necesarias para
desempeñar correctamente las tareas de un puesto, luego normalmente responde a una
situación concreta y a personas particulares. Para ello se establecen las competencias
requeridas para el cargo, se analizan las competencias que posee el trabajador y, en base
de las discrepancias existentes, se establece el proceso formativo (Levy-Leboyer, 2003)
Formación tradicional y formación avanzada.
A raíz del avance de las nuevas tecnologías, las técnicas de formación se están
transformando a una enorme velocidad, pudiéndose diferenciar entre la formación
tradicional y la formación que utiliza nuevos sistemas (Gan et al., 1996; Dolan et al.,
1999; Barba et al., 2007). Entre las técnicas empleadas en el primer tipo se utilizan la
tutela, el adiestramiento, la rotación y los cursos y conferencias presenciales, mientras
que el avance tecnológico ha dado lugar a nuevos métodos y técnicas formativas tales
como la formación “on line”, la formación interactiva por ordenador, los Cd-roms
multimedia o la formación a distancia.
Estas nuevas técnicas presentan una serie de ventajas y también de limitaciones respecto
a los tradicionales (Gasco et al., 2004). Entre las primeras destacan la superación de las
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
81
barreras de tiempo y espacio (ya que permite formar de manera simultánea a muchos
participantes, independientemente de dónde se encuentren y sin limitar la formación a
un horario concreto), la flexibilidad (suele permitir al alumno, gracias a su diseño
interactivo, personalizar su propio itinerario de formación, según sus necesidades e
intereses), la reducción de costes (al no necesitarse aulas, desplazamientos…) y una
formación más colaborativa (al ser a distancia y virtual es menos intimidatorio y suele
aumentar la colaboración entre los estudiantes y el profesor). Respecto a los
inconvenientes, principalmente subrayar que la ausencia de relación personal que
disminuye en muchas ocasiones el enriquecimiento personal por la falta de una relación
presencial con otras personas, y que la reducción del tiempo libre, al no existir una
determinada franja horaria y limitada para el estudio, puede terminar generando estados
de apatía del alumno que considera la tarea poco definida.
Formación de mantenimiento o formación de crecimiento.
Respecto al alcance temporal de la formación, este aspecto permite diferenciar entre
formación de mantenimiento o formación de crecimiento (Truelove, 1997, Barnal et al.,
2007). En la formación de mantenimiento la empresa realiza actividades para trasferir
los conocimientos y habilidades necesarias para el desempeño del trabajo actual en la
empresa, mientras que la formación de crecimiento se centra en ofrecer conocimientos
y habilidades que los trabajadores necesitarán en el futuro y que permitirán a la empresa
innovar a medio o largo plazo, mejorando su competitividad.
Formación general y formación específica.
Siguiendo la Teoría del Capital Humano (Becker, 1975), quizás la más utilizada a la
hora de analizar la formación junto con la de Recursos y Capacidades, la formación se
puede clasificar atendiendo a su contenido entre formación general y formación
específica. Por formación general se entiende aquella dirigida a ofrecer al trabajador
conocimientos que le van a ser de utilidad para mejorar la productividad futura no sólo
en su empresa sino también en otras, mientras que la formación específica es aquella
mediante la cual el empleado adquiere conocimientos que sólo puede aplicar en la
empresa que se los ha suministrado.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
82
Diferentes autores han estudiado el impacto de realizar formación general o específica
en la organización, logrando resultados dispares (Arthur, 1994; Loewenstein y Spletzer,
1999; Barrett y O´Connell, 2001; Aragón et al., 2003; Jerez et al., 2004). Además, la
distinción entre ambos tipos de formación es un tanto ambigua ya que normalmente
cualquier formación que se suministra a los trabajadores puede tener un componente
general y otro específico (Gattiker, 1995; Greenhalgh y Mavrotas, 1996).
3.4.2. El concepto de formación continua y permanente.
Hoy en día es impensable considerar que la formación finaliza al alcanzar un
determinado grado académico. Más bien se entiende como una actividad que dura toda
la vida ya que los trabajadores necesitan mantener actualizadas sus competencias para
evitar que éstas queden obsoletas (Salanova y Peiró, 2000). Por ello, la formación
continua, también denominada de reciclaje o re-formación (“retraining”) es necesaria.
La importancia de este tipo de formación queda reflejada en los acuerdos firmados entre
los gobiernos y los agentes sociales para el desarrollo de los denominados planes de
formación continua. Este tipo de formación hace referencia a la adquisición de
conocimientos (“Knowledge”), habilidades o destrezas (“Skills”), aptitudes
(“habilities”) y otras características, como las actitudes, de forma activa y continuada a
lo largo de la vida de una persona en relación a su trabajo. Este aprendizaje,
independientemente de quién sea el estamento que lo ofrezca o sobre quién recaiga la
decisión de realizarlo, permitirá al trabajador desarrollar de forma correcta las tareas
encomendadas según el puesto de trabajo que desempeñe y favorecerá su empleabilidad
en un mercado laboral flexible y cambiante (Campbell, 1988; Baldwin y Ford, 1988;
Peiró, 2000; Crespo y Sanz, 2000; Salanova y Peiró, 2000).
3.5. Aspectos generales del proceso formativo.
Uno de los aspectos claves a la hora de analizar la formación en la empresa es establecer
un correcto proceso formativo a fin de que el esfuerzo realizado sea efectivo y se logren
los objetivos perseguidos. Pese a los diferentes planteamientos existentes, parece existir
consenso al incluir en este proceso las siguientes fases (Figura 3.2): 1) análisis de las
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
83
necesidades formativas, 2) planificación de la formación que comprende su diseño y
aplicación y 3) evaluación y seguimiento de las acciones realizadas (McGehhee y
Thayer, 1961; Tannenbaum y Yukl, 1992; Tracey y Tews, 1995; Peiró, 1998; Dolan et
al., 1999; Gómez et al., 2002; Gómez-Mejía et al., 2002; Ariza et al., 2004; Salinero y
Muñoz, 2007).
Figura 3.2: Fases del proceso formativo.
Fuente: Elaboración propia.
3.5.1. Análisis de las necesidades formativas.
El primer paso en el proceso de la formación es detectar y analizar las necesidades
formativas en la empresa (Bee, 2000; Holton et al, 2000). Esta evaluación se puede
realizar de forma dicotómica presente-futuro (Leal et al., 1999), bien mediante un
análisis tradicional o reactivo dirigido a detectar las necesidades actuales de formación
para dar solución a problemas existentes o, bien mediante un análisis estratégico o
proactivo que procura detectar las necesidades antes de que los problemas potenciales
lleguen a ser reales. Así, mientras el enfoque tradicional se centra en identificar y
DISEÑO DEL PROGRAMA
OBJETIVOS DE FORMACIÓN
IMPLEMENTACIÓN DE LA FORMACIÓN
ESTRATÉGICO
TRADICIONAL
NEC. ORGANIZACIÓN
NEC. PUESTO
NEC. INDIVIDUALES
ANALISIS DE
NECESIDADES FORMATIVAS
1
PLANIFICACIÓN
DE LA FORMACIÓN
2
EVALUACIÓN DE LA
FORMACIÓN
3
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
84
analizar deficiencias existentes o discrepancias en el desempeño actual de la empresa y
el desempeño esperado15, ya sea por carencias de destrezas (Swierczek y Carmichael,
1985; Wright y Geroy, 1992), por falta de conocimientos (Regalbuto, 1992) o por
deficiencias en las competencias clave para el desarrollo de un puesto, el estratégico
propone un análisis más orientado al futuro, superando la concepción de la formación
como una herramienta correctiva dirigida a suplir carencias y visualizándola como un
instrumento generador de oportunidades (Buckley y Caple; 1991; Whether y Dawis,
1991; Valle, 1995; Soley y Mirabet, 1997; Latham, 1988; Agut , 2000; Diéguez; 2003).
Aunque existen distintos enfoques desarrollados para realizar el análisis de las
necesidades de formación, el más utilizado se basa en la tradicional clasificación
realizada por McGehhe y Thayer (1991) que categorizan las necesidades de formación
en tres niveles: 1) análisis de la organización (donde se detectan necesidades generales
de la empresa que suelen afectar a distintas divisiones funcionales), 2) estudio de las
necesidades en los puestos de trabajo (que se centra en determinar un contenido
formativo que ayude a mejorar el desempeño de las funciones asignadas a cada puesto)
y 3) análisis de las necesidades individuales (que evalúa las habilidades, aptitudes y
conocimientos a nivel personal para detectar las áreas en las que cada trabajador debe
mejorar).
3.5.2. Planificación de la formación.
Tras el estudio de necesidades, es preciso establecer la formación a impartir. Para ello es
necesario, en primer lugar y dada la escasez de recursos existentes por definición,
priorizar las necesidades de formación ya que será prácticamente imposible hacer frente
a todos los requerimientos establecidos con el análisis de necesidades. Tras establecer
las prioridades, en la planificación de la formación hay que determinar los siguientes
aspectos: los objetivos a alcanzar con la formación impartida, qué actividades
15 No obstante, no siempre puede atribuirse la discrepancia entre el desempeño obtenido y el deseado a la existencia de deficiencias formativas. En ocasiones, el desfase puede deberse a otros motivos como la falta de motivación, de recursos, de sistemas de incentivos, existencia de un inadecuado clima laboral, etc. (Stolovitch y Maurice, 1998).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
85
formativas se van a impartir, los contenidos16 de la formación, quienes serán los
encargados de impartirla, dónde se llevará a cabo, a que trabajadores irá dirigida17,
como motivar18 a los participantes, su duración esperada, las técnicas docentes a
utilizar, los recursos necesarios para llevarlas a cabo y la rentabilidad que se espera
obtener.
El éxito en la formación realizada depende en gran medida del diseño de los planes de
formación, sobre todo en lo que se refiere a la orientación práctica de la misma y a sus
contenidos (Holton et al, 2000; Lim y Johnson, 2002; Pidd, 2004, Hawley y Barnard,
2005; Lim y Morris, 2006).
3.5.3. Evaluación de la formación.
La tercera fase del proceso formativo supone la evaluación de la formación realizada,
analizando los resultados obtenidos en el proceso y midiendo los cambios que se han
producido como consecuencia de las intervenciones de formación (Tan et al., 2003;
Brown y Warren, 2009). Numerosos autores han destacado la importancia de esta fase
del proceso (Kirkpatrict, 1976, 1977; Kraiger et al., 1993; Haccoun y Saks, 1998; Peiró,
2000; Brown, 2005; Velada y Caetano, 2007; Burke y Hutchins, 2007; Combs y
Luthans, 2007) y la dificultad que ello conlleva en tiempo y coste (Carnevale y Schulz,
1990; Truelove, 1997).
La evaluación del impacto de la formación se realiza después de transcurrido un tiempo
de la acción formativa, con el propósito de verificar la permanencia y consistencia de
los cambios producidos en los sujetos, la mejora de las prácticas profesionales, los
cambios institucionales, etc., según las metas del plan de formación. Esta evaluación
16 El contenido de la formación variará en función de la necesidad formativa, del objetivo al que se pretenda dar respuesta (Pineda, 2003) así como del colectivo al que se dirige, del tiempo disponible y la cultura empresarial de la organización. 17 La efectividad de la formación se encuentra condicionada por las propias características de los asistentes (Robertson y Downs, 1979; Wexley, 1984; Latham, 1988). Es importante asegurarse al realizar la elección de los empleados que la van a recibir, que éstos proporcionarán los mayores aumentos de productividad para su empresa durante el mayor periodo de tiempo posible (Peraita, 2000). 18 La motivación es otro de los condicionantes principales para lograr efectividad en la formación (Noe, 1986; Tannembaum y Yukl, 1992; Ford y Kraiger, 1995; Salas y Connon, 2001;Machin y Fogarty, 2003; Chiaburu y Marinova, 2005; Lucas y Ogilvie, 2006)
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
86
permite conocer la eficacia, eficiencia, validez y utilidad del programa, así como su
rentabilidad profesional y social (Tejada y Fernández, 2007).
Para ello se deben analizar aspectos como el impacto de la formación en: el resultado
comercial (Russell et al., 1985), la rentabilidad de la empresa (Aragón et al., 2003), el
grado alcanzado de los objetivos perseguidos, el nivel de desempeño de los puestos
afectados (Kraiger et al., 1993) y los cambios de la conducta de los asistentes (Al
Khayyat y Elgamal, 1997).
No obstante, pese a las numerosas propuestas existentes para valorar la formación
(Tannembaum y Woods, 1992; Kaufmann y Keller, 1994; Holton, 1996; Day et al.,
2001), el modelo de Kirkpatrict (1976, 1977), conocido como el modelo de los cuatro
niveles, continúa siendo el marco conceptual prevaleciente para categorizar los criterios
de evaluación dada su sencillez y su fácil aplicación (Allinger et al., 1997; Agut, 2000;
Arthur et al., 2003; Attia, et al., 2005). Esta tipología recoge los siguientes niveles o
etapas: 1) Analiza las opiniones de los formados, es decir sus reacciones sobre la
formación y su satisfacción, sobre todo teniendo en cuenta la importancia que este
factor está adquiriendo en el éxito de la formación (Warr y Bunce, 1995; Haccoun y
Saks, 1998); 2) Evalúa el aprendizaje realizado por los asistentes, que debe valorarse en
función no sólo de los conocimientos teóricos adquiridos sino de las habilidades
demostradas tras el proceso así como su capacidad de retener el conocimiento obtenido
(Kraiger et al., 1993) y los resultados afectivos desarrollados (Alliger et al., 1997). La
finalidad de esta etapa es conocer si se han alcanzado los objetivos didácticos y en qué
medida (Kirkpatrict, 1999) por lo que llevarla a cabo conlleva más dificultad que el
nivel anterior. 3) En el tercer nivel se analiza la conducta de los formados para
comprobar si éstos realizan mejor sus trabajos tras participar en las acciones formativas
ya que los cambios demostrables en sus conductas son un indicador de la transferencia
de la formación (Baldwin y Ford, 1988; Richman-Hirsch, 2001; Pidd, 2004). 4) Por
último, se analizan los resultados finales, tales como los efectos en la productividad, la
satisfacción de los clientes, la mejora de la calidad del producto, la reducción de las
tasas de absentismo y de movilidad laboral, el aumento de las ventas, que se derivan de
la formación impartida a los empleados (Kirkpatrict, 1999).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
87
3.6. La formación medioambiental y su importancia en las empresas.
Tal y como se aludía anteriormente, existe a priori una separación entre el papel de la
educación, más vinculada a sistemas reglados que dotan a los alumnos de estructuras
teóricas y conceptuales, y el de la formación, más dirigida hacia el ámbito laboral y con
una orientación más práctica según los requerimientos del mercado de trabajo. No
obstante, en el caso de la formación medioambiental, ésta se ha iniciado y consolidado a
partir del impulso que desde los organismos públicos se ha realizado a favor de la
educación ambiental.
Entre las numerosas actuaciones promovidas recientemente en el ámbito de la
educación ambiental, una de ellas es especialmente destacable: la declaración por parte
de la Asamblea General de Naciones Unidas de la Década por la Educación para el
Desarrollo Sostenible (2005-2014, DEDS). Su objetivo es integrar los principios,
valores y prácticas del desarrollo sostenible en todos los ámbitos de la educación y el
aprendizaje (Leal, 2009). La UNESCO, reconociendo que el desarrollo sostenible
constituye una urgente necesidad y que la educación resulta un elemento indispensable
para alcanzarlo, declaró a la década 2005 - 2014 como un período donde todas las
naciones y organismos debían realizar un esfuerzo importante en esta materia.
Para la UNESCO, la educación para el desarrollo sostenible se percibe como un proceso
de aprendizaje en la toma de decisiones que tengan en cuenta a largo plazo el futuro de
la economía, la ecología y la equidad de todas las comunidades (UNESCO, 2006).
Esa estrategia propulsada por los organismos gubernamentales se ha ido absorbiendo
poco a poco por la esfera privada empresarial, incorporando esta filosofía a sus
actuaciones, sobre todo por:
1. El reconocimiento desde el ámbito público de la necesidad de coordinar los
esfuerzos entre los organismos gubernamentales y no gubernamentales para
fomentar la colaboración y compartir los recursos en materia de formación
ambiental (Leal, 2009).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
88
2. El aumento de la regulación (Chan y Wong, 2006; Zhu et al., 2007; Cruz y
Matsypura, 2009) que obliga a las empresas a formar a sus trabajadores para
poder cumplir con los requerimientos legales impuestos.
3. El incremento de la sensibilidad pública medioambiental y la mayor presión de
los stakeholders (Hart, 1995; Sharma y Vredenburg, 1998; Henriques y
Sadorsky, 1999, Buysse y Verbeke, 2003; Céspedes et al., 2003; Kassini y
Vafeas, 2006; Christmann y Taylor, 2006; Xie y Hayase, 2007; Quariguasi et
al., 2008; Salomone, 2008; Zhu et al., 2008).
4. La posibilidad de obtener ventajas competitivas derivadas de la introducción de
valores ecológicos en la gestión empresarial19 (Porter y Van Der Linde 1995;
Hart, 1995; Sharma y Vredenburg, 1998; Aragón y Sharma, 2003; López et al.,
2009).
Respecto al papel que juega la formación en medio ambiente en la adaptación de las
empresas a los requerimientos medioambientales, la literatura actual en gestión
empresarial ha destacado el decisivo peso de esta formación (Groenewegen y Vergrart,
1991; Dechant y Altman, 1994; Starik y Rands, 1995; Kitazawa y Sarkis, 2000; Bansal
y Roth, 2000; Nash y Ehrenfeld, 2001; Zilahy, 2004; Molina et al., 2009).
Para que esta formación sea efectiva tiene que ser consistente con las metas
medioambientales de la empresa y con la estrategia general (corporativa o de negocio)
establecida por la organización (Milliman y Clair, 1996), de tal manera que la
formación medioambiental constituya una herramienta fundamental para el logro de los
objetivos establecidos a nivel corporativo.
Su importancia queda plasmada en numerosas investigaciones que consideran que la
falta de inversión en este tipo de formación es uno de los mayores impedimentos para la
implantación efectiva de estrategias medioambientalmente proactivas en las empresas
(Handfield et al., 2001; Erdogan y Tosun, 2009). Entre las principales barreras que
explican esa falta de inversión en formación destacan: el riesgo que aprecian los
directivos de rotación de empleados (Marshall et al., 1995; Johansson, 1997; Finegold y
19 Para más información véase el capítulo sobre la estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
89
Soskice, 1988; Darnall y Edwards, 2006), el coste asociado a las actividades formativas
(Bianchi y Noci, 1998; Shrivastava, 1995; Alberti et al., 2000; Stapelton et al., 2001) y
el alto grado de aislamiento con el que operan a veces los departamentos de medio
ambiente y su poca influencia sobre los directivos (Aragón et al., 2004; OCDE, 2005).
Otros autores (Klassen y McLaughlin, 1993; Hart, 1995; Kunes, 2001; Garces, et al.,
2006) han estudiado la existencia de diferencias significativas en el desarrollo de los
planteamientos medioambientales de las empresas en función del nivel de formación
medioambiental de sus empleados, verificando que cuanto mayor es el porcentaje de
empleados formados en esta área, mayor es la capacidad de adaptación medioambiental
en las empresas. Hay que tener en cuenta que la complejidad y la sofisticación
crecientes de las prácticas de gestión medioambiental, genera presiones para que se dote
de a los directivos y a los empleados de nuevos conocimientos en dichos temas
(Welford, 1998).
Por otro lado, hay que tener en cuenta que este tipo de formación no sólo ofrece a los
empleados las habilidades y conocimientos necesarios para desarrollar las actividades y
tomar decisiones que minimicen los impactos medioambientales (Bird, 1996) sino que
su aplicación ejerce un papel decisivo en su motivación y, por tanto, logra una mayor
participación en los esfuerzos medioambientales que tiene que realizar la organización
(Beaumont, 1992; Sadgrove, 1993; Zilahy, 2004; Govindarajulu y Daily, 2004).
Asimismo, el incremento en la motivación estimula a los trabajadores para que aporten
sus propias ideas sobre cómo mejorar el desempeño medioambiental de la empresa, lo
que puede conllevar la identificación de problemas que no habían sido detectados
anteriormente y profundizar en cuestiones ya analizadas pero mejorables (Elkington,
Knight y Hailes, 1991).
Por todo lo expuesto, autores como Nash y Ehrenfeld (2001) consideran que la
formación y el entrenamiento pueden ayudar a reducir las barreras organizativas y a
acelerar los cambios en la organización, de modo que se implanten más rápidamente
nuevas rutinas relacionadas con el funcionamiento de los sistemas de gestión ambiental
y se mejore la capacidad de innovación y de mejora continua.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
90
En base a revisión realizada, en este trabajo se considera que la formación
medioambiental desarrollada por las empresas debe tener como objetivos básicos:
Concienciar ambientalmente a los trabajadores, lo que permitirá un uso más
prudente y racional de los recursos en todas sus actuaciones, el desarrollo de
conductas respetuosas y la modificación de sus hábitos de comportamiento.
Para ello, es necesario ofrecer al personal suficiente información sobre las
contribuciones que se logran, desde la responsabilidad compartida, en la
preservación del medio.
Mejorar los conocimientos y habilidades del personal para favorecer la
aplicación correcta de sistemas de gestión medioambiental.
Motivar a los empleados para que se incremente su participación e
implicación con las metas medioambientales de la organización.
Promover la innovación, gracias al desarrollo de una conciencia de cambio.
Igualmente, se considera importante que las empresas que inviertan recursos en
formación medioambiental aprendan de los “errores frecuentemente cometidos en esta
área” (OCDE, 2005:100). En muchas ocasiones, la eficacia de las acciones formativas
en medio ambiente se ve reducida ya que éstas no guardan relación con las tareas
desempeñadas por quienes reciben la formación.
Por esta razón, la evaluación de las necesidades de formación debe llevarse a cabo
cuidadosamente al principio del proceso (Milliman y Clair, 1996; Welford, 1998) y es
necesario, asimismo, conservar un registro formal de las actividades, los resultados y de
la opinión de los participantes que la han recibido, instrumentos que permitirán a las
empresas mejorar estas actividades de formación en el futuro y controlar ciertos
aspectos de responsabilidad potencial.
Resumiendo, los programas de formación en medio ambiente que se pongan en marcha
deben ser adecuados (Govindarajulu y Daily, 2004) ya que si la formación ambiental es
defectuosa o insuficiente, los empleados no lograrán estar lo suficientemente preparados
para hacer frente a las cuestiones medioambientales (Rothenberg, 2003). Asimismo, es
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
91
importante proporcionar retroalimentación del desempeño ambiental obtenido a los
empleados a fin de perpetuar los valores correctos, reforzando éstos a través de la
formación (Fernández et al., 2003).
3.7. La formación desde la Perspectiva de Recursos y Capacidades y su
importancia en el desarrollo de capital humano.
En la Perspectiva de Recursos y Capacidades, los recursos humanos constituyen un
recurso valioso, tal y como defienden entre otros los trabajos de Wright, McMahan y
McWilliams (1994), Kamoche (1996) y Mueller (1996), Barney y Wright (1998) en los
cuales se ofrecen una serie de recomendaciones encaminadas a la obtención de ventajas
competitivas sobre la base de una adecuada dirección de los recursos humanos de la
empresa.
Las nuevas tendencias en dirección estratégica establecen la importancia capital de los
recursos humanos, corriente que se refleja en un incremento sustancial de la percepción
por parte de los directivos del valor de este elemento, de tal manera que muchos lo
consideran como el factor clave de competitividad de sus empresas. No obstante, es
importante distinguir los recursos humanos, entendidos como el conjunto de personas
que compone la organización y que son elementos tangibles en si mismos, de los
recursos intangibles que éstos generan y aportan a la empresa (Nomen, 1996). Así pues,
los recursos humanos no son recursos intangibles pero son esenciales en su creación y
desarrollo, generando el denominado “capital humano”.
El término capital humano expresa los recursos intangibles estratégicos incorporados a
las personas, es decir, el conjunto de conocimientos, habilidades y aptitudes inherentes a
los individuos que forman la organización (Bonache, 1996; Subramanian y Youndt,
2005; Reed et al., 2006). Ahora bien, el capital humano, pese a definirse generalmente
como el conjunto de capacidades productivas individuales que una persona adquiere por
acumulación de conocimientos generales o específicos, no actúa de forma aislada sino
que es necesario que interactúe con otros activos tangibles e intangibles para que dé
lugar a las habilidades colectivas y genere competencias.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
92
Asimismo, hay que destacar que el capital humano para generar valor no sólo debe
hacer referencia a las competencias (conocimientos, habilidades y cualidades
profesionales) y a la capacidad de innovar y mejorar sino que debe relacionarse con
conceptos como el compromiso y la motivación (dedicación y calidad en la actuación)
(Fitz, 2003).
El capital humano constituye, por tanto, un recurso fundamental para la supervivencia
de la empresa. Esta afirmación se confirma si se analizan las características del entorno
actual, asentado en una espiral de cambio incesante y con aparición permanente de
nuevas exigencias del mercado y requisitos competitivos, factores que definen al capital
humano como un elemento esencial para la misma subsistencia de la empresa y que
supone un potencial de mayor eficiencia (Balcells, 1994).
Siguiendo a Viedma (2001), la importancia del capital humano se debe a que éste actúa
como “generador de valor y constituye una fuente potencial de innovación para la
empresa de donde parten las ideas de la organización”. Por ello, su adecuada gestión es
esencial para que la empresa alcance ventajas competitivas derivadas de su manejo
adecuado.
Respecto al debate existente sobre si el factor humano cumple o no con los requisitos
necesarios para la obtención de mayores rentas económicas y generación de ventajas
competitivas duraderas, existe también una amplia disparidad de criterios. Mientras que
algunos autores (Hall, 1992; Bonache, 1996) establecen que las destrezas, habilidades,
conocimientos o capacidad de adaptación de los empleados configuran un conjunto de
intangibles escasos, valiosos, imperfectamente imitables y limitadamente sustituibles
(De Saá y Ortega, 2002; Hussi, 2004), otros ponen en entredicho que cumplan todos
esos requisitos. El problema que realmente se plantea es el discutible grado de
propiedad que sobre este recurso puede disfrutar la empresa. Si las habilidades
pertenecen a los individuos, en el momento en que éstos decidan cambiar de
organización, la empresa no podrá beneficiarse de su potencial. En consecuencia, el
capital humano abarca aquellos recursos intangibles que únicamente la empresa
controla, pero sobre los que no ostenta la titularidad de los derechos de propiedad
(Martín y García, 2001).
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
93
No obstante, la aparente facilidad de movilidad del mercado laboral (caracterizado por
el intercambio humano voluntario) se ve limitada porque en realidad este mercado no es
de libre competencia (Sánchez-Pérez, 2002). Existen barreras que limitan la movilidad
de efectivos entre compañías como la cultura y la legislación, los mecanismos de
fidelización y la propia inercia de los individuos para afrontar cambios (Boxall, 1998).
La empresa, a fin de evitar estar a merced de las libres decisiones de los individuos,
debe incrementar su poder de negociación frente a ellos interiorizando esas habilidades,
en la medida de lo posible, en los propios procesos de la organización. Si las habilidades
individuales se relacionan entre si y con otros recursos de la empresa conformando
habilidades organizativas complejas, la empresa se encontrará mucho más protegida
frente al posible abandono de sus trabajadores.
Por otro lado, al analizar el concepto de capital humano es importante destacar que éste
no sólo se incluye el conocimiento, explícito o tácito, que poseen las personas y grupos
que integran la organización, sino que hace referencia también a su “capacidad para
regenerarlo: es decir, su capacidad para aprender” (Bueno, 1998). Y es que la
habilidad de aprender y la habilidad de cambiar son probablemente las capacidades más
importantes que una empresa puede poseer (Barney et al., 2001). Por tanto, el término
capital humano recoge la agilidad intelectual de los miembros que componen la
organización, como capacidad de adquirir conocimientos nuevos o descubrimientos que
permiten transformar las ideas en productos y servicios.
La dirección de la empresa, a fin de apoyar esta capacidad de adquirir conocimientos
nuevos de los recursos humanos (ya sea como mecanismo para incrementar la
innovación en la organización o como método de actualización de las competencias de
los trabajadores que han podido quedar obsoletas por falta de adaptación a las nuevas
prácticas o estrategias de la empresa), debe incorporar políticas de recursos humanos
dirigidas a asegurar la durabilidad del capital humano.
En este aspecto, aunque todas las políticas de recursos humanos ayudan a potenciar el
capital humano, la formación ha sido reconocida como especialmente relevante (Hall,
1992; Balcells, 1994; Agnaia, 1996; Bukowitz y Petrash, 1997; D'Arcimocles, 1997;
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
94
Fathy, 2000; Bollinger y Smith, 2001; Guerrero y Sire, 2001; Bassi et al., 2002; Barba,
2002; Aragón et al., 2003; Danvila, 2004; Úbeda 2005; Barba et al., 2007).
La formación permite aumentar el carácter idiosincrásico del capital humano mediante
la personalización o ajuste de sus conocimientos y habilidades, lo cual hará que el valor
del capital humano sea más específico (Lepak y Snell, 1999; Valle et al., 2000; Chen et
al., 2007). Es decir, cuando las organizaciones invierten en formación están invirtiendo
en la mejora de su capital humano y logrando que los conocimientos y habilidades
resultantes de sus trabajadores puedan ser únicos para el contexto particular de la
empresa. Así pues, la formación no sólo evita la pérdida de valor de las capacidades del
capital humano, mediante el continuo aumento de las habilidades de los empleados, sino
que también puede incrementar su carácter único (Lepak y Snell, 1999).
Asimismo, Hitt et al. (2001) defienden que la formación es un mecanismo
imprescindible para mejorar e incrementar el capital humano y lograr que la estrategia
empresarial pueda desarrollarse correctamente. Otros autores como Milgrom y Roberts
(1993: 385) han llegado incluso a asimilar el concepto de capacitación al de capital
humano, ya que se refieren al capital humano como al “conocimiento y la formación
adquiridos por una persona que incrementan su capacidad de realizar actividades de
valor económico”.
En este sentido, la formación (sobre todo de aquellos trabajadores claves de la empresa),
además de mejorar su calidad mediante el desarrollo de sus conocimientos y habilidades
individuales, favorecerá el desarrollo de capacidades dinámicas (Miles y Snow, 1995;
Teece et al., 1997; Sisson y Storey, 2000; Lepak y Snell 2002) con las que integrar,
construir y reconfigurar competencias internas y externas necesarias para adaptarse a un
entorno cada vez más cambiante.
Ahora bien, hay que insistir que para que la formación logre ofrecer ventajas
competitivas se deben generar rentas económicas sostenibles, para lo cual las
inversiones realizadas en la generación de capital humano deben proporcionar un valor
que supere los costes realizados en su desarrollo.
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
95
3.8. Consideraciones finales
En los últimos años, la formación ha adquirido una importancia muy notable en las
organizaciones dada su contribución a la eficacia empresarial (Buckley y Caple, 1991) y
a los resultados organizativos (Arthur, 1994; Delaney y Huselid, 1996; Hitt et al., 2001;
Richard y Johnson, 2001; McGahan y Porter, 2003; Kotey y Folker, 2007; Eerde et al.,
2008; Aguinis y Kraiger, 2009). Las empresas han tomado conciencia de que la
adquisición de nuevos conocimientos, técnicas y actitudes no es una actividad que solo
deba realizarse antes de incorporarse al mercado laboral o de modo independiente al
propio trabajo; sino que debe realizarse e impulsarse dentro del seno de la empresa,
detectando las necesidades formativas existentes en la organización e identificando los
posibles puntos de mejora (Bassi et al., 2002).
Gracias a este cambio de tendencia, y a que la formación ha ido ampliándose con
nuevos métodos y mejores técnicas, poco a poco las empresas están incrementado los
recursos dedicados a su desarrollo y empiezan a considerar la formación no como una
función más sino como una parte esencial y definidora de su propia realidad (Colom et
al., 1994) que además debe estar en estrecha relación con las actuaciones del resto de
departamentos para el desarrollo y éxito de la organización (Gasalla, 2003).
Las organizaciones deben, por tanto, intentar convertir la formación en un hábito
constante entre las diferentes actividades laborales del personal (Danvila y Sastre, 2005)
y lograr, gracias a ella, mejorar las habilidades y capacidades de su plantilla,
potenciando su capital humano (Hall, 1992; Fathy, 2000; Bollinger y Smith, 2001;
Guerrero y Sire, 2001; Bassi et al., 2002; Barba et al., 2007)
Este apartado ha hecho un recorrido sobre los principales aspectos que definen las
políticas de formación en las empresas y su importancia, a fin de establecer una base
teórica que sirva como pilar para el desarrollo de las hipótesis que se exponen en el
trabajo. Lo expuesto ha pretendido establecer el fundamento para justificar la relación
entre la formación impartida por las empresas y el desarrollo de capacidades dinámicas
(Miles y Snow, 1995; Teece et al., 1997; Sisson y Storey, 2000; Lepak y Snell 2002), en
CAPÍTULO III. La Formación en la empresa
96
este caso la capacidad de desarrollar estrategias medioambientales proactivas, que se
analizará en los siguientes capítulos.
Especial hincapié merece el apartado de formación medioambiental como una práctica
que la empresa realiza para dotar a sus empleados de los conocimientos y habilidades
necesarios para un correcto desarrollo de la política medioambiental establecida por la
organización. El análisis realizado servirá para el desarrollo del modelo planteado en
este trabajo y de las hipótesis establecidas en la investigación.
3.9. Referencias bibliográficas del Capítulo III.
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CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
113
“Dime y lo olvido,
enséñame y lo recuerdo,
involúcrame y lo aprendo”.
Benjamin Franklin, Filósofo, político y científico estadounidense.
CAPÍTULO IV EL APRENDIZAJE ORGANIZATIVO COMO CAPACIDAD DINÁMICA
4.1. Introducción.
Las empresas actuales se enfrentan a un entorno globalizado caracterizado por la
rapidez y profundidad de los cambios y por altos niveles de turbulencia económica y
complejidad empresarial.
Ante estas circunstancias, el conocimiento representa un recurso estratégico clave para
competir eficazmente (Grant, 1996; Holtshouse, 1998; Miles et al., 1998; Nonaka y
Takeuchi, 1995; Spender, 1996a; Teece, 1998; Zack, 1999), por lo que conocer cómo se
genera, difunde y mantiene el conocimiento en la organización es imprescindible para
aprovechar esta fuente esencial de producción de valor (Grant, 2001).
Así pues, el cambio acelerado en el entorno empresarial, la importancia cambiante de
los factores de producción, la existencia de consumidores cada vez más exigentes y el
aumento en la intensidad de la competencia, han hecho que el mundo académico y
empresarial muestren un interés creciente por el fenómeno del aprendizaje organizativo
(Harvey y Denton, 1999; Powell y Snellman, 2004).
No en vano, ante el panorama descrito, las empresas, conscientes de la importancia de la
adaptación como clave de supervivencia, han apostado por una constante y clara
vocación hacia el aprendizaje continuo, elemento que les permite desarrollar una
respuesta organizativa adecuada (Weerawardena, O’Cass y Julian, 2006; Hsu y Pereira,
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
114
2008), obtener mejores resultados no financieros (Bapuji y Crossan, 2004), resutados
financieros (Arthur y Huntley, 2005; Jiménez y Cegarra, 2007; Pérez, Montes y
Vázquez, 2005; Real, Leal y Roldán, 2006b; Škerlavaj et al., 2007), diferenciarse (Lei
et al., 1996) y lograr obtener ventajas competitivas sostenibles en el largo plazo
(Kandemir y Hult, 2005; Kang, Morris y Snell, 2007).
Por esta razón, este capítulo realiza una revisión de la literatura científica sobre el tema
con el objetivo general de conocer y analizar la capacidad de aprendizaje organizativo,
estudiando las distintas definiciones y matizaciones expuestas por los autores y
delimitar así conceptos muy cercanos que con frecuencia crean notable confusión
(conocimiento, conocimiento organizativo, empresa que aprende y gestión del
conocimiento). Asimismo, se pretenden clarificar las diferencias entre los distintos
niveles, tipos y categorías que caracterizan y clasifican el aprendizaje organizativo a fin
de obtener una visión más completa y detallada del proceso que permita establecer su
importancia en la gestión empresarial como capacidad dinámica diferenciadora.
4.2. Descripción de la Capacidad de Aprendizaje Organizativo:
conceptos teóricos de aplicación.
4.2.1. Definición del concepto.
La capacidad de aprendizaje organizativo (Organizational Learning) ha sido estudiada
por muchas disciplinas de las ciencias sociales (psicología, sociología, economía y
gestión de empresas), dando lugar a numerosos estudios que han logrado crear una rica
y amplia literatura sobre este concepto, considerado por muchos autores como un
elemento clave para mejorar los resultados empresariales (Cardona y Calderón, 2006;
Spender, 2008), mejorar la eficacia, el potencial de crecimiento y la innovación en las
organizaciones (Stata, 1989; Dogson, 1993; Sorensen y Stuart, 2000; Céspedes, Jerez y
Valle, 2005; Flores et al, 2008) y ser fuente de ventajas competitivas (De Geus, 1988;
Prahalad y Hamel, 1990; Senge, 1990; Lado y Wilson, 1994; Bueno y Salmador, 2002;
Dixon et al., 2007; Kieser y Koch, 2008).
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
115
Son muchos los investigadores que han intentado ofrecer una definición del aprendizaje
organizativo. Se considera que el concepto empezó a utilizarse a mediados de los años
sesenta cuando los investigadores Cyert y March (1963) realizaron una primera
referencia al tema y con la publicación en 1965 del primer libro con el título
“aprendizaje organizacional” (Cangelosi y Dill, 1965). Posteriormente, en las décadas
de los setenta y los ochenta, otros investigadores como Argyris y Schon (1978); Duncan
y Weis (1979), Nonaka (1988), Shrivastava (1981), Fiol y Lyles (1985), Stata (1989),
entre otros, fueron recogiendo en sus diferentes trabajos distintas definiciones del
concepto.
No obstante, la popularización del término se produce realmente a partir de la
publicación del libro “La Quinta Disciplina”, escrito en 1990 en inglés y en 1992 en
español por Peter Senge, y con la edición de un número especial de la Revista
Organization Science en 1991 sobre aprendizaje organizativo, cuyos artículos de
autores como March (1991), Huber (1991), Simon (1991) y Brown y Duguid (1991) son
altamente citados en el campo.
Pese a la gran cantidad de trabajos existentes, el aprendizaje organizativo constituye un
fenómeno compuesto y complejo por lo que las investigaciones desarrolladas sobre el
mismo son dispares y los resultados poco acumulativos (Huber, 1991). De hecho, Fiol y
Lyles (1985) consideraron muy difícil alcanzar un consenso en la definición de este
término por lo que en esta investigación se ha preferido recopilar algunas de las
definiciones realizadas mas relevantes (ver Tabla 4.1) sin intentar condensar todas ellas
en una única, siendo conscientes que esta recopilación será incompleta ya que tal y
como afirmaba Tsang (1997:75) “existen tantas definiciones de aprendizaje
organizativo como autores lo tratan”.
Por otro lado, resaltar igualmente que no todos los investigadores utilizan la misma
terminología para referirse al aprendizaje organizativo (Fiol y Lyles, 1985). Así algunos
lo denominan “adaptación”, otros “cambio”, “aprendizaje organizacional” o
simplemente “aprendizaje”, creando aún, si cabe, mayor confusión.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
116
Tabla 4.1. Definiciones de aprendizaje organizativo.
AUTORES DEFINICIÓN DE APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
Cyert y March
(1963) Ajuste del comportamiento de la organización como respuesta a las variaciones del entorno.
Simon (1969) Comprensiones crecientes y reestructuraciones exitosas de los problemas organizativos -a través de individuos- que se reflejan en los elementos estructurales y en los resultados de la organización.
Argyris y Schon
(1978)
Es el proceso mediante el cual los miembros de la organización detectan problemas y los corrigen, compartiendo nuevos marcos cognitivo y de comportamiento.
Duncan y Weis
(1979)
Proceso a través del cual se desarrolla el conocimiento sobre las relaciones entre la acción y el resultado, y el efecto del entorno en estas relaciones.
Miles y Radolph
(1980)
Proceso en el que el desarrollo de imágenes y reestructuraciones exitosas de problemas organizativos se reflejan en los elementos estructurales y en los resultados de la propia empresa.
Shrivastava (1981) Método por el que la base del conocimiento organizativo se desarrolla y se comparte.
Fiol y Lyles (1985) Proceso que permite mejorar las acciones, gracias a un mejor entendimiento y conocimiento.
Stata (1989) Aprendizaje obtenido a partir de entendimientos, conocimientos y modelos mentales compartidos, que se construye a partir de la experiencia y conocimientos estáticos, es decir, la memoria.
Amponsem (1991)
Proceso de codificación y comunicación a través de los cuales el conocimiento individual se convierte en conocimiento organizativo. El conocimiento organizativo es accesible por todos los miembros relevantes de la organización.
Huber (1991)
El aprendizaje organizativo ocurre si a través del procesamiento de la información (adquisición, distribución e interpretación), el rango de comportamientos potenciales varía. Para que la organización aprenda, no es necesario que todos los individuos que la conforman aprendan.
Marengo (1991)
Proceso de generación de nuevas competencias y mejora de las viejas. El Aprendizaje Organizativo es un fenómeno social y no puede ser reducido a los procesos de aprendizaje individual de los miembros de la organización.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
117
AUTORES DEFINICIÓN DE APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
Swieringa y
Wierdsma (1992)
Cambio de comportamiento organizacional entendido como un proceso de aprendizaje colectivo. Una organización no aprende de manera automática cuando sus individuos aprenden algo. El aprendizaje individual es una condición necesaria pero no suficiente para el organizacional.
Garvin (1993) Proceso complejo y multidimensional que se desarrolla a lo largo del tiempo y que une la adquisición del conocimiento con mejoras del desempeño.
Dogson (1993) Proceso por el cual las empresas construyen, desarrollan y organizan sus conocimientos en función de sus actos y de sus características culturales.
Kim (1993) Aumento de la capacidad de acción de la organización.
Picón (1994)
Cambio que afecte en alguna medida la teoría de la acción de la organización con resultados relativamente persistentes. Sólo si la teoría de la acción ha sido modificada en alguno de sus componentes, se puede hablar de que la organización ha aprendido.
Revilla (1995) Proceso de adquisición, almacenamiento, transferencia y aplicación del conocimiento que tiene por objeto incrementar la capacidad de una organización de tomar acciones efectivas y mejorar su desempeño.
Nonaka, Takeuchi y
Umemoto (1996)
Proceso mediante el cual se amplia el conocimiento creado por los individuos y que pasa a formar parte del sistema de conocimiento de la organización.
Slater y Narver (1995)
Desarrollo de nuevo conocimiento que tiene el potencial de cambiar el comportamiento organizativo.
Dixon (1997) Uso intencionado de procesos de aprendizaje a escala individual, grupal y sistemática para transformar continuamente la organización en una dirección que satisfaga a las personas interesadas en ella.
Probst y Büchel
(1997)
La ampliación y el cambio del sistema de valores y de conocimientos, la mejora de las capacidades de resolución de problemas y de acción, así como el cambio del marco común de referencia de los individuos que están dentro de una organización.
Sánchez y Heene (1997)
Procesos de creación de nuevo conocimiento en el seno de los individuos y grupos dentro de una empresa y procesos para potenciar el conocimiento eficazmente dentro de la organización y entre organizaciones.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
118
AUTORES DEFINICIÓN DE APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
Moreno et al.
(2001)
Proceso de desarrollo de conocimiento organizativo. Gracias a este proceso la organización interpreta y asimila toda o parte de la información que sus miembros han revelado e intercambiado y obtiene un conjunto de conocimientos que son interpretados, asimilados e institucionalizados en la organización.
Bontis, Crossan y
Hulland (2002)
Medio para asegurar la correcta asimilación de conocimientos claves y que se consideren indispensables para la agregación de valor y construcción de ventajas competitivas sólidas.
García (2004)
Proceso que se extiende en el tiempo y que está unido a la generación de conocimiento y a la mejora del desempeño, para lo cual se detectan las disfunciones por medio del estudio de las relaciones existentes entre la acción y el resultado (se transforma la experiencia en conocimiento), entre la organización y el entorno o entre la organización y la memoria, reestructurándose los modelos mentales y la teoría de acción y compartiéndose la base del conocimiento organizativo.
Casey (2005) Proceso donde hay adquisición, interpretación y distribución de información que conforma la memoria organizativa.
Jiménez y Sanz (2006)
Proceso en el que el conocimiento se adquiere del exterior o es generado internamente en la empresa, se distribuye a lo largo de la misma, se interioriza y busca un significado común al mismo y, finalmente, se almacena en la memoria organizativa con la intención de que no se olvide y pueda recuperarse cuando sea necesario.
Dixon, Meyer y Day (2007)
Proceso de resolución de problemas donde las soluciones que se proponen se incluirán como conocimiento organizacional nuevo y donde los miembros de la organización lo usarán para resolver nuevos problemas, con lo que se estandariza dentro de la empresa.
Fuente: Elaboración propia
La investigación en este campo ha avanzado con bastante lentitud (Real et al., 2006a)
por los problemas de confusión y desconcierto teórico (Bapuji y Crossan, 2004), la
ausencia en la literatura de una opinión consensuada acerca de las dimensiones del
concepto, la complejidad y multidimensionalidad del objeto de estudio y la ausencia de
una sólida base de partida común.
Asimismo, en la actualidad, los principales retos a los que se enfrentan los
investigadores interesados en este campo son, por un lado, la necesidad de desarrollar
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
119
una teoría que sea acumulativa e integradora (Lawrence et al., 2005) y, por otro lado, la
necesidad de un mayor número de trabajos empíricos (Easterby-Smith. y Araujo, 1999;
Chaston et al., 2001; Ellinger et al., 2002 y Bontis et al., 2002).
4.2.2. Delimitación de los dominios de información, conocimiento organizativo y
aprendizaje organizativo.
Como se ha explicado en el apartado anterior, los diferentes enfoques desde los que se
ha abordado esta cuestión, unido al significado intuitivo del concepto, provoca, en
ocasiones, acercamientos dispares al mismo, que han dado lugar a una cierta confusión
terminológica (Martínez-Pérez, 2005). Por ello, este apartado realiza una breve
presentación de los principales conceptos relacionados con el aprendizaje organizativo
para poder llevar a cabo una diferenciación adecuada entre este constructo y otros
términos afines. Así, por ejemplo, los términos conocimiento organizativo y aprendizaje
organizativo se han utilizado en muchas ocasiones como sinónimos pese a su distinto
significado (Jiménez y Sanz, 2006).
En primer lugar es importante diferenciar el concepto de conocimiento del de
información20. Algunos autores prefieren incluso diferenciar conceptualmente entre
datos, información y conocimiento; es el caso de Mack (1995), Newman (1997) y
Bueno (1998). Este último autor sintetiza el proceso a partir de los modelos de Mack y
Newmanm (Figura 4.1), incorporando como valor añadido la denominación de los
distintos procesos de transición entre las etapas propuestas y estableciendo claramente
el proceso de aprendizaje como el elemento transformador de la información a
conocimiento, aspecto éste en el que coinciden numerosos autores (Duncan y Weiss,
1979; Stata, 1989; March, 1991; Dodgson, 1993; McGill y Slocum, 1994; Tsang, 1997;
Cohen, 1998; Fahey y Prusak, 1998).
Las diferencias entre la información y el conocimiento son varias. El conocimiento
abarca un conjunto estructurado y complejo de datos mientras que la información se
limita a simples datos no estructurados; y el conocimiento resulta del procesamiento,
20 Algunos autores no reconocen la diferencia entre ambos conceptos e intercambian ambos términos de manera indiferente (Chesbrough y Teece, 1996; Glazer, 1991 y Simon, 1991).
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
120
estructuración e interpretación de la información e implica asignar un significado a los
datos y utilizarlos con un fin concreto para la acción (Nonaka y Takeuchi, 1995).
Figura 4.1: Proceso de creación de conocimiento en la sociedad del conocimiento.
Fuente: Bueno (1998:210)
Davenport et al. (1998) definen el conocimiento como información combinada con la
experiencia, el contexto, la interpretación y la reflexión y se considera resultado de los
procesos de creación de nuevo conocimiento o de aprendizaje, es decir, la
transformación de información en nuevo conocimiento (Nonaka y Takeuchi, 1995;
Bontis et al., 2002).
Otros argumentos que ayudan a diferenciar entre información y conocimiento son los
aportados por:
1. Blumentritt y Johnson (1999), que defienden que el conocimiento no puede ser
gestionado con las mismas herramientas que la información ya que la gran
mayoría del software y redes electrónicas que gestionan información no
permiten gestionar el conocimiento que necesita sistemas más sofisticados y
avanzados.
2. Hubert (1991) que mantiene que la información, como grupo estructurado de
datos, es neutral mientras que el conocimiento no es imparcial ya que depende
de la interpretación que realicen el individuo o la organización.
DATO INFORMACIÓN CONOCIMIENTO COMPETENCIA DISTINTIVA
PROCESO DE DATOS
PROCESO DE APRENDIZAJE
PROCESO DE CREACIÓN MENTAL
SEGUNDA
ETAPA TERCERA
ETAPA PRIMERA
ETAPA
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
121
3. Staples et al. (2001) que consideran que la información se convierte en
conocimiento cuando interviene la inteligencia humana.
4. Martínez-Pérez (2005:60) que defiende que “la principal diferencia entre ambos
conceptos es que el conocimiento, a diferencia de la información, tiene un
componente subjetivo”, es decir, que el conocimiento es información subjetivada
por personas con valores, puntos de vista y experiencia y que, gracias a ello, los
individuos son capaces de extraer conclusiones a partir de la información.
Por tanto, el conocimiento es un concepto más profundo y amplio que la información ya
que para obtenerlo es necesario enjuiciar, valorar y relacionar la información
(Davenport et al., 1998).
A la hora de diferenciar los tipos de conocimiento, la tipología más utilizada en la
literatura es la que diferencia entre conocimiento tácito y explícito (dimensión
epistemológica). Fue establecida por Polanyi (1958, 1966) y desarrollada por Nelson y
Winter (1982). Otra diferenciación muy conocida es la realizada por Nonaka y Takeuchi
(1995) que consideran que el primero, es un conocimiento subjetivo y personal,
fundamentalmente adquirido por el individuo a través de su experiencia, y difícilmente
formalizable y comunicable, mientras que, por el contrario, el conocimiento explícito es
objetivo, codificable y puede ser transmitido mediante un lenguaje formal y sistemático.
Esta diferenciación es especialmente útil para evaluar las diferencias competitivas entre
empresas ya que mientras el conocimiento explícito es más sencillo de comunicar en
forma de datos y procedimientos codificados (Inkpen, 1996), el conocimiento tácito o
no codificado -en cuanto a que corresponde a percepciones subjetivas, intuiciones,
rituales, entendimientos que son difíciles de expresar de una forma semántica, auditiva o
visual- (Byosiere, 1999), es mucho más inimitable y valioso, ofrece una clara
diferenciación y muchas más posibilidades de crear ventajas competitivas sostenibles
para la empresa (Tabla 4.2).
El conocimiento tácito incorpora elementos técnicos y cognitivos, derivados de sus
respectivas dimensiones (Nonaka y Konno, 1998). La dimensión técnica engloba las
habilidades, capacidades o destrezas generadas por los modelos de trabajo creados de
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
122
manera informal y personal, susceptibles de enseñanza, pero difíciles de articular y que
suele estar referido al “Know How”. La dimensión cognitiva se centra en “mapas
mentales”, que incluyen esquemas, modelos mentales, creencias y percepciones que
están muy interiorizados en las personas (Bueno, 1998), los cuales les permiten
explicar, definir y concebir el mundo que les rodea (Nonaka, 1994).
Tabla 4.2. Diferencias entre conocimiento tácito y conocimiento explícito.
CONOCIMIENTO TÁCITO CONOCIMIENTO EXPLÍCITO
Más subjetivo Más objetivo
“Saber como” “Saber sobre”
Conocimiento de la experiencia Conocimiento más racional
Conocimiento simultáneo Conocimiento secuencial
Conocimiento análogo (práctica) Conocimiento digital (teoría)
Difícil de transmitir Fácil de comunicar a través de un lenguaje
formal y sistemático.
Difícil de imitar y, por tanto, más valioso Mas fácil de imitar y con menor valor
estratégico
Difícil de formalizar Fácil de formalizar mediante datos y
procedimientos codificados
Difícil de medir Mayor facilidad para cuantificar su valor
Base de ventajas competitivas sostenibles. Base de ventajas competitivas más difíciles
de mantener la imitabilidad del conocimiento base.
Fuente: Elaboración propia a partir de Nelson y Winter (1982); Nonaka y Takeuchi (1995); Inkpe (1996).
Pese a las diferencias, para Dhanaraj et al. (2004) ambos conocimientos (tácito y
explícito) son complementarios ya que el conocimiento tácito funciona como un
conocimiento subyacente que ayuda a la realización de la tarea objeto de consideración.
Asimismo, para Guía (1999) esta diferenciación no debe comprenderse como dos tipos
de conocimiento separados sino como dos posibles estados de todo conocimiento.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
123
Otra clasificación muy difundida sobre el conocimiento es la referida a su dimensión
ontológica que diferencia entre conocimiento individual (caracterizado por encontrarse
en las mentes y habilidades corporales de los individuos, ser especifico del contexto y
personal) y el conocimiento social (que reside en las reglas, procedimientos, rutinas y
normas compartidas colectivamente) (Spender, 1996). Existe unanimidad en la literatura
en afirmar que cada uno de los niveles dispone de conocimiento tácito y explícito.
Numerosos autores consideran que para lograr la creación de conocimientos
organizativos es necesaria la transformación del conocimiento tácito individual a
conocimiento explícito organizativo (Nonaka, 1991; Hedlund y Nonaka, 1993, Hedlund,
1994; Nonaka y Takeuchi, 1995)
Para Nonaka y Takeuchi (1995:70-72) la creación de conocimiento organizativo se
logra cuando existe “una interacción continua y dinámica entre el conocimiento tácito
y el explícito... El proceso de creación de conocimiento organizativo es un proceso en
espiral, que comienza en el nivel individual y se desplaza a través de comunidades de
interacción más amplias, cruzando fronteras entre secciones, departamentos, divisiones
y organizaciones".
En virtud de lo expuesto en los apartados anteriores, existen diferencias entre el
conocimiento organizativo y el aprendizaje organizativo. En líneas generales se puede
afirmar que el aprendizaje organizativo es el proceso que permite crear y adquirir
conocimiento, transformarlo, transmitirlo y utilizarlo en la empresa.
Como puede apreciarse, los conceptos comparados son completamente distintos como
ya apuntaban Nonaka y Johansson (1985:183), para los que "el aprendizaje
organizativo implica un proceso organizativo a través del cual el conocimiento de un
individuo puede ser compartido, evaluado e integrado con el de otros en la
organización". Para Zack (1999) la idoneidad de la capacidad de aprendizaje de una
organización depende de su habilidad para reducir la brecha existente entre el
conocimiento acumulado del pasado y el conocimiento necesario para ajustarse –o
incluso anticiparse- a las condiciones del entorno.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
124
4.2.3. Distinción entre aprendizaje organizativo y empresa que aprende.
Siguiendo con las distinciones terminológicas, existe actualmente un debate abierto
entre “aprendizaje organizativo” (Organizational Learning) y “organización que
aprende” (Learning Organization) (Easterby-Smith et al., 2000), también denominada
“empresa que aprende” (Learning Company) por Pedler et al. (1991), “organización
inteligente” (Inteligent Organization) (Landier, 1992) o “empresa inteligente”
(Inteligent Company) (Quinn, 1992).
Al igual que ocurre con el aprendizaje organizativo existen multitud de definiciones del
término organización que aprende, algunas de las cuales se recogen en la Tabla 4.3.
Autores como Tsang (1997), Finger y Bürgin (1999) o West y Burnes (2000) intentan
en sus trabajos aclarar la confusión existente. Tsang (1997) establece que mientras el
aprendizaje organizativo hace referencia a ciertas actividades que tienen lugar dentro de
las organizaciones a fin de determinar como se realiza el proceso de aprendizaje, el
término organización que aprende se refiere a un tipo específico de organización y
analiza las condiciones que permiten obtener resultados favorables a las empresas.
Tabla 4.3. Definiciones destacables de organización que aprende.
AUTORES DEFINICIÓN DE ORGANIZACION QUE APRENDE
Nonaka (1988)
Considera que una organización que evoluciona continuamente es una organización que aprende. Para ello, transforma el flujo de información en un stock de conocimiento, difunde ésta a otros departamentos y estimula la autoorganización sistemática de la información.
Senge (1990) Define una organización que aprende como aquella que expande continuamente su capacidad para construir futuro, integrando talentos y funciones, en una totalidad productiva.
Pedler, Boydell y
Burgoyne (1991)
Cambian la denominación de organización que aprende por empresa que aprende, definiéndola como aquella que facilita el aprendizaje de todos sus miembros y continuamente se transforma a sí misma.
Huber (1991) Considera que una organización aprende si cualquiera de sus componentes adquiere conocimiento potencialmente útil para la empresa.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
125
AUTORES DEFINICIÓN DE ORGANIZACION QUE APRENDE
Quinn (1992)
La empresa inteligente es definida como una empresa intensiva en conocimiento y principalmente dedicada al manejo de información que gestiona y coordina dicha información e intelecto para satisfacer las necesidades del cliente.
Swieringa y
Wierdsma (1992)
Las organizaciones que aprenden no sólo son capaces de aprender sino también de aprender a aprender. Las organizaciones que aprenden son capaces de desarrollarse, es decir, de adaptarse de manera rápida y de preservar su propia dirección e identidad. Por eso, estos autores consideran que el desarrollo es el concepto clave para la organización que aprende.
Aubrey y Cohen
(1993)
Aquella empresa que se ha comprometido a incrementar e intensificar permanentemente los conocimientos y las destrezas en beneficio de sus empleados, así como de su propio progreso colectivo.
Dogson (1993) Empresas que construyen estructuras y estrategias a propósito para mejorar y maximizar el aprendizaje organizativo.
Wick y León
(1995) Es una organización que continuamente mejora a través de crear rápidamente y redefinir las capacidades necesitadas para éxitos futuros.
Marquardt (1996) Aquella que aprende colectivamente y se transforma continuamente para recoger, gestionar y utilizar mejor el conocimiento, para el éxito de la empresa.
Choo (1998) Aquella que es capaz de integrar eficazmente la percepción, la creación de conocimiento y la toma de decisiones (Choo la denomina organización inteligente).
Marsick y
Watkins (1999) Aquella organización que se transforma continuamente al hacer ajustes que son la consecuencia del aprendizaje.
Garvin (2000) Aquella organización hábil en la adquisición y transferencia de conocimiento y en la modificación de su comportamiento como reflejo del nuevo conocimiento.
García (2004) Es una organización que debe facilitar la transformación y el aprendizaje continuo a todos los miembros y a la organización en si.
Céspedes, Jerez y
Valle (2005) Organización que facilita el aprendizaje de todos sus miembros y se transforma continuamente.
Fuente: Elaboración propia
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
126
En base a la distinción realizada, se pueden diferenciar las dos corrientes principales
dentro de los diferentes trabajos en el campo del aprendizaje: la corriente descriptiva y
la corriente prescriptiva21 (Tsang, 1997; Easterby-Smith et al, 1998). La descriptiva es
representativa de las investigaciones que estudian cómo aprenden las organizaciones,
analizando la naturaleza y los procesos de aprendizaje que se desarrollan dentro de ellas.
Dentro de esta tendencia, tal y como apunta Martínez (2005), destacan algunos clásicos
como Cangelosi y Dill (1965), Kolb (1976), Argyris y Schön (1978) o Duncan (1974).
Por otro lado, la literatura que se centra en la organización que aprende representa a la
corriente prescriptiva que trata de buscar formas ideales de organización. Esta tendencia
está centrada en cómo deberían aprender las organizaciones, haciendo hincapié en el
desarrollo de modelos normativos y metodologías para generar mejores procesos de
aprendizaje. Entre los clásicos de esta corriente destacar a Garrat (1987), Pedler et al.
(1991), McGill et al. (1992) y Garvin (1993).
Pese a las diferencias existentes entre ambas corrientes, los puntos comunes y las
relaciones entre ambas tendencias son muchos y variados. A modo de ejemplo destacar
consideraciones realizadas por autores como West y Burnes (2000) que establecen que
la organización que aprende es la máxima expresión del proceso de aprendizaje. Sin
embargo, Finger y Bürgin (1999) establecen que la existencia de aprendizaje
organizativo no tiene que conducir necesariamente a una organización que aprende ya
que esta puede crearse también a través de un proceso de transformación organizativa.
4.2.4. Diferenciación entre aprendizaje organizativo y gestión del conocimiento.
El aprendizaje organizativo y la gestión del conocimiento son términos comúnmente
empleados en ámbito de la dirección estratégica y organización de empresas aunque los
esfuerzos para distinguir ambos conceptos son escasos. Tal y como señala Suñe (2004),
mientras que algunos autores usan los términos de forma indistinta, la mayoría de los
investigadores especializados en gestión del conocimiento excluyen el término
aprendizaje en sus trabajos y viceversa.
21 La corriente descriptiva es denominada igualmente como corriente académica y la prescriptiva como corriente práctica (Real et al., 2006).
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
127
Para llegar a aclarar las diferencias, se considera apropiado comparar qué se entiende
por ambos conceptos. Tal y como se recoge en las diferentes definiciones expuestas
anteriormente (Tabla 4.1), el aprendizaje organizativo puede considerarse como un
proceso de creación de conocimiento que se desarrolla en las organizaciones y que
produce cambios tanto a nivel cognitivo como conductual.
Aunque tampoco existe una definición comúnmente aceptada de gestión del
conocimiento (Earl y Scott, 1999), a continuación se exponen las realizadas por algunos
autores relevantes que han realizado un esfuerzo por aclarar el término (Tabla 4.4).
Para poder explicarlo más allá de cualquier definición, se considera necesario establecer
los motivos que hacen necesaria la gestión del conocimiento y que definen en si mismos
el significado del concepto.
Una vez realizado el proceso de aprendizaje (tanto individual como organizativo),
transformando la información en conocimiento para lograr la resolución de los
problemas existentes, las organizaciones se preguntan: ¿Cómo se gestiona lo que “se
sabe” para aprovecharlo convenientemente?. El conocimiento adquirido puede ser un
recurso que posea características únicas y una fuente potencial y real para generar
ventajas competitivas pero su mera existencia no da lugar al desarrollo de esas ventajas
sino es gestionado de manera correcta eficaz (Figura 4.2.)
Al adentrarse en el seno de las organizaciones se puede comprobar que, pese a que
existen flujos de transmisión del conocimiento (formales e informales), éstos no
siempre consiguen que el conocimiento que poseen las personas sea realmente
transmitido y aprovechado por la organización. Éste es, a grandes rasgos, el problema
que viene a resolver la gestión del conocimiento; ésta hace hincapié en las capacidades
“intangibles” de las organizaciones e intenta evitar los denominados “silos de
conocimiento” (Blas, 2009), representados por personas que poseen conocimientos (en
base a la extensa experiencia adquirida durante su trayectoria profesional) pero que no
los comparten, impidiendo que el conocimiento se reutilice en otras áreas. Asimismo
intenta evitar la sobreinformación o la desinformación, la fuga de conocimiento por
rotación de personal, la falta de disponibilidad del conocimiento requerido para
implementar nuevas iniciativas y lograr la generación de nuevos conocimientos.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
128
Tabla 4.4. Definiciones de gestión del conocimiento.
AUTORES DEFINICIÓN DE GESTION DEL CONOCIMIENTO
Nonaka y Takeuchi
(1995)
Proceso de gestionar explícitamente los activos no materiales (conocimientos) de una organización, generando, buscando, almacenando y transfiriendo el conocimiento, pudiendo de este modo aumentar su productividad y competitividad.
Van de Spek y
Spijkervet (1997) Control explícito del conocimiento y su gestión dentro de una organización para alcanzar los objetivos de la compañía.
Wiig (1997) Práctica para entender, enfocar y gestionar la creación, renovación y aplicación del conocimiento sistemático, explícito e intencionado, es decir, para gestionar los procesos eficaces del conocimiento.
Quintas, Lefrere y
Jones (1997)
Proceso de dirigir conocimiento continuamente de todas las clases para satisfacer las necesidades existentes y emergentes, para identificar y explotar los activos de conocimiento existentes y adquiridos y desarrollar nuevas oportunidades.
Liebowitz y Wilcox
(1997) Capacidad de las organizaciones para gestionar, almacenar, valorar y distribuir el conocimiento.
O´leary (1998) Gestión formal del conocimiento para facilitar la creación, acceso y reutilización del conocimiento, generalmente usando tecnologías avanzadas.
Bassi (1999) Proceso de crear, capturar y usar el conocimiento para incrementar el conocimiento organizativo.
Bueno (1999)
Función que planifica, coordina y controla los flujos de conocimiento que se producen en la empresa en relación con sus actividades y con su entorno, con el fin de crear unas competencias esenciales.
Andreu y Sieber
(1999)
Proceso que continuamente asegura el desarrollo y aplicación de todo tipo de conocimientos pertinentes en una empresa con objeto de mejorar su capacidad de resolución de problemas y así contribuir a la sostenibilidad de sus ventajas competitivas.
Navas (2000) Conjunto de procesos para la creación, identificación, difusión, transformación y explotación del capital intelectual de la empresa.
Fuente: Elaboración propia
Asimismo, la mayoría de las definiciones enunciadas en la Tabla 4.4 tiene un fuerte
elemento prescriptivo, donde la gestión del conocimiento es entendida como un
“aprendizaje gestionado” con la finalidad de mejorar los resultados.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
129
Figura 4.2: Esquema del proceso de gestión del conocimiento.
Fuente: Elaboración propia.
En base a la separación entre las corrientes descriptiva y prescriptiva, la diferenciación que realiza Suñe (2004) se considera adecuada para diferenciar entre aprendizaje organizativo, empresa que aprende, conocimiento y gestión del conocimiento (Fig. 4.3).
Figura 4.3: Matriz de integración entre aprendizaje organizativo, empresa que aprende, conocimiento y gestión del conocimiento.
Fuente: Suñe (2004:74) y elaboración propia.
PROBLEMAS
Gestión del conocimiento
INFORMACIÓN
CONOCIMIENTO
CONOCIMIENTO
APROVECHADO
CONOCIMIENTO
DESAPROVECHADO
APRENDIZAJE
Aprendizaje
organizativo
La
organización
que aprende
Gestión del
conocimiento
Conocimiento
PLANO DESCR
IPTIVO PLA
NO PRESCRIPTIV
O
PROCESO
CONTENIDO
TEORÍA PRÁCTICA
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
130
4.2.5. Niveles ontológicos del aprendizaje organizativo.
Un aspecto central a tratar cuando se describe el proceso de aprendizaje organizativo es
el nivel individual u organizativo en el que se produce el aprendizaje, asunto éste
ampliamente tratado en la literatura y no exento tampoco de discusión debido a la
ambigüedad de los límites entre cada nivel.
El aprendizaje interno en la organización puede ocurrir en distintos niveles22: en el
plano individual, de grupo y organizativo (Shrivastava, 1983; Nonaka y Takeuchi,
1995; Marquardt, 1996; Crossan et al., 1999).
Algunos autores defienden que el aprendizaje sólo puede ser individual, ya que sólo las
personas pueden aprender y no las organizaciones (Grant, 1996; Simon, 1991) mientras
que otros, sin restar importancia al aprendizaje individual, consideran que el aprendizaje
en las organizaciones no es igual a la mera sumatoria de los aprendizajes de sus
miembros (Duncan y Weiss, 1979; Hedberg, 1981; Meyers, 1990; Kim, 1993; Mohrman
y Mohrman, 1993; Nicolini y Meznar, 1995; Crossan et al., 1999) y que el aprendizaje
individual es una condición necesaria pero no suficiente para que se produzca el
aprendizaje organizativo (Mohrman y Mohrman, 1993; Swieringa y Wierdsma, 1992).
No obstante, pese a que el aprendizaje de los individuos y el que se experimenta en el
ámbito colectivo en el seno de las empresas son fenómenos diferentes, ambos conceptos
se encuentran indisolublemente unidos y además se refuerzan mutuamente (Roth y
Kleiner, 1998).
El aprendizaje individual es definido por Moreno et al. (2001:6) como el “proceso
mediante el cual el individuo genera conocimiento a partir de la interpretación y
asimilación de información diversa”. Esa generación de conocimientos individuales
(creencias acerca de las relaciones causales del entorno) la realizan los individuos por
medio de sus experiencias personales de resolución de problemas (Kim, 1993; Hedlund,
1994; Revilla, 1995; Moreno et al., 2001).
22 Según Nonaka y Takeuchi (1995), existen cuatro estadios en la dimensión ontológica del proceso de creación de conocimiento: individual, grupal, organizativo e interorganizativo. En este trabajo, el último nivel se analiza aparte por considerarlo como una fuente de aprendizaje externo para la organización.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
131
El aprendizaje individual puede realizarse de forma consciente o inconsciente. Sin
embargo, a pesar de que se pueda producir de una forma no intencionada (aprendizaje
inconsciente), King (2001) establece la necesidad de una estrategia que fomente su
desarrollo y crecimiento, objetivo que se consigue a través de la formación y educación
de los individuos (aprendizaje consciente).
Este tipo de aprendizaje amplía las habilidades y capacidades cognitivas del individuo al
incorporar el nuevo conocimiento (Davenport y Prusak, 1998; Bueno, 2000) y modifica
sus perspectivas internas e incluso puede cambiar la conducta de la persona (Stata,
1989; Swieringa y Wierdsma, 1992; Garvin, 1993). Por tanto, el aprendizaje permite un
cambio “cognitivo” en los individuos, relativo a la adquisición de nuevo conocimientos,
y un cambio “comportamental”, referido a la difusión y la utilización de dicho
conocimiento (García, 2004). Esto es lo que Kim (1993) denominaba el "aprendizaje
conceptual" ("conceptual learning"), que conduce a un nuevo modo de pensar, o
"aprendizaje operativo" ("operational learning"), que da lugar a una nueva forma de
actuar23.
No obstante, lo que una persona aprende dentro de una organización depende no solo de
su experiencia sino que varía notablemente en virtud del conocimiento de otros
miembros de la organización, la interacción entre ellos y la cantidad de información que
el entorno organizativo le facilite, por lo que el aprendizaje individual se puede
considerar un proceso social en el que intervienen otros agentes además del individuo
directamente implicado. De hecho, buena parte de los stocks de conocimiento
individuales, gracias a las interacciones que se producen en los grupos de trabajo, son
compartidos con otros individuos (Sánchez, 2001), logrando, como resultado de la
colaboración y el trabajo en equipo, que se produzca, además del aprendizaje individual,
un aprendizaje a nivel de grupo. Gracias a este proceso, los miembros que pertenecen a
un mismo grupo son capaces de desarrollar unos stocks de conocimiento comunes (Daft
y Weick, 1984) que mejoran su coordinación y el desarrollo de sus tareas de forma
conjunta. Para que esto se produzca, ni siquiera es necesaria la existencia de un grupo
23 Tal y como recoge Aramburu (2000), en términos de Kim el aprendizaje conceptual implica a su vez el "saber por qué" ("know-why") y el operativo "saber cómo" ("know-how").
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
132
formal24 sino sencillamente la de un grupo de individuos que tengan un entendimiento
común y se intercambien conocimientos propios.
La importancia del aprendizaje grupal ha sido reconocida por diversos autores
(Dodgson, 1993; Watkins y Marsik, 1993; Dixon, 1994; Crossan et al., 1999; Bontis et
al., 2002) que mantienen que la existencia de una memoria grupal sostenida asegura que
el conocimiento grupal no desaparezca por el abandono de alguno de sus integrantes.
Para ello, el conocimiento del grupo es almacenado en los denominados modelos
mentales compartidos y recogido en las rutinas de grupo y en los marcos de referencia
compartidos por el propio grupo (Martínez-Pérez, 2005).
De igual forma, la culminación del proceso descrito con anterioridad se produce en el
tercer nivel, el organizacional, ya que al igual que ocurre con los individuos, los
distintos grupos que conforman la organización suelen asimismo interaccionar entre sí,
transmitiendo y recibiendo conocimientos del resto de grupos y generando un stock de
conocimientos organizativos (Fiol y Lyles, 1985; Walsh y Ungson, 1991).
Para que se produzca el aprendizaje organizativo, a diferencia de los dos niveles
anteriores, es necesario la existencia de un elemento clave: la “institucionalización del
conocimiento”. Este concepto hace referencia al proceso mediante el cual la dirección
de la organización se compromete a que el conocimiento resultante perdure y sea
transmitido a todo el ente. Por este motivo, Martínez-Pérez (2005:100) puntualiza que
para que exista aprendizaje organizativo los “conocimientos existentes deben ser
interpretados, asimilados e institucionalizados en la organización”.
Asimismo, y siguiendo a Kim (1993), para que se produzca el aprendizaje organizativo
los modelos mentales individuales deben ser diseminados y compartidos, para que estos
se transfieran al plano organizativo dando lugar a modelos mentales compartidos, los
cuales, al igual que los primeros, incorporan rutinas, en este caso rutinas organizativas y
marcos de referencia compartidos para toda la organización. Solo cuando se desarrolla
24 El concepto de grupo hace referencia tanto a grupo formales - departamentos, unidades, secciones, equipos de trabajo, grupos de asesoramiento – como grupos informales que pueden pertenecer a distintos departamentos, unidades, secciones, etc. Además, los individuos pueden pertenecer y participar en más de un grupo, condición que facilita el aprendizaje a nivel grupal porque enriquece notablemente el proceso.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
133
este proceso, ya sea de forma consciente o inconsciente, y cuando se producen estos
cambios se puede hablar de aprendizaje organizativo (Barnett, 1994; Dodgson, 1993;
Mohrman y Mohrman, 1993).
En la Figura 4.4 se expresa gráficamente un resumen esquemático de las diferentes
dimensiones de conocimiento generadas por los distintos procesos de aprendizaje que se
pueden producir dentro de una organización
Figura 4.4: Dimensiones de los stocks de conocimiento.
Fuente: Elaboración propia.
En definitiva, la capacidad de aprendizaje de una organización es el resultado de un
ciclo continuo en el que los stocks de conocimiento (dimensión estática del proceso de
aprendizaje) y los flujos de aprendizaje (dimensión dinámica del proceso) están
relacionados y se refuerzan mutuamente, capacitando a la organización para crear,
sostener y generalizar conocimientos valiosos. De hecho, el conocimiento generado en
cada uno de los diferentes niveles constituye una fuente de información para el
aprendizaje en el resto de niveles ontológicos, siendo los stocks de conocimiento tanto
STOCKS DE CONOCIMIENTO
CONOCIMIENTOS INDIVIDUALES
CONOCIMIENTOS DE
GRUPO
CONOCIMIENTOS
ORGANIZATIVOS
Conjunto de mapas cognitivos y
competencias individuales
Conjunto de modelos mentales y
habilidades técnicas compartidas
El conocimiento individual y grupal es embebido en los
sistemas, rutinas, estructuras, procedimientos y experiencias
de toda la organización.
Flujos de aprendizaje Flujos de aprendizaje
Flujos de aprendizaje Flujos de aprendizaje
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
134
los inputs como los outputs del proceso, es decir, mientras el aprendizaje crea nuevo
conocimiento, el conocimiento existente afecta al futuro aprendizaje (Suñe, 2004).
Esta disociación entre los stocks de conocimiento y los flujos de aprendizaje ha sido
utilizada con frecuencia (Sánchez y Heene, 1997; Decarolis y Deeds, 1999; Crossan et
al., 1999; Vera y Crossan, 2003) para describir la capacidad de aprendizaje en las
organizaciones.
De hecho Crossan et al. (1999) establecen que la relación entre el conocimiento y el
aprendizaje está representada en el intercambio de flujos feedback y feed-forward. La
innovación y la renovación se producen creando nuevos conocimientos e
institucionalizándolos gracias al proceso de feed-forward, mientras que con el proceso
feedback los sistemas, procedimientos, estructuras y rutinas se modifican incorporando
lo aprendido.
Para promover el aprendizaje organizativo, la organización debe propiciar mecanismos
que activen la dimensión colectiva del conocimiento, mediante el diseño de los puestos
y los procesos de trabajo, generando una red de relaciones adecuada para la generación
y difusión del conocimiento por toda la organización. De hecho, algunos autores
(Huber, 1991; Jelinek, 1979) establecen como condición necesaria, aunque no
suficiente, para que se produzca aprendizaje común, el que exista compartición de
información entre los individuos, por lo que la organización debe fomentar la
comunicación entre sus miembros, una estrecha colaboración y el trabajo en equipo.
Nonaka y Takeuchi (1995) establecen como necesario para que se produzca el proceso
de creación de conocimiento organizativo el que la alta dirección fomente un ambiente
que facilite el diálogo, la discusión, la observación, la imitación, la práctica y la
experimentación.
Por último, para acabar este apartado, es importante abordar el tema del aprendizaje
interorganizacional. El aprendizaje no se circunscribe únicamente al interior de la
organización, muy al contrario, el entorno se consolida como fuente de información
muy rica para los procesos de aprendizaje organizativo. Las organizaciones pueden
aprender unas de otras así como de clientes, de proveedores, de competidores (Nonaka,
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
135
1991, 1994; Nonaka y Takeuchi, 1995). De hecho, el acelerado ritmo al que se suceden
los cambios en el entorno ha obligado a las empresas a generar conocimiento
rápidamente para lo cual una alternativa se basa en el establecimiento de acuerdos de
cooperación con otras organizaciones, de forma que los socios puedan aprender unos de
otros (Benavides y Quintana, 2000).
Este tipo aprendizaje, definido en base a la habilidad de asimilar, interpretar y utilizar el
conocimiento externo, favorece la actividad empresarial debido a que la interrelación
con proveedores, clientes, competidores, asociaciones, socios, empleados y otras
organizaciones permite a la empresa y a sus miembros ampliar sus capacidades, su
visión, su información, su forma de aprender, y todo ello se traduce en definitiva, en
conocimiento.
4.3. El proceso de aprendizaje organizativo.
El aprendizaje organizativo ha sido tratado en la literatura como resultado – “qué se ha
aprendido”- (Levitt y March, 1988) o como proceso – “cómo se ha aprendido”-
(Argyris y Schön, 1978). Como resultado se refiere al aprendizaje como fruto de los
propios procesos internos de funcionamiento y de las rutinas organizativas que la
empresa desarrolla mientras que como proceso hace referencia a la forma en que la
organización, al detectar y corregir errores, es capaz de generar nuevo conocimiento
(Aramburu, 2000).
En este trabajo el aprendizaje organizativo se entiende como proceso que permite a los
individuos y a la organización obtener como resultado nuevos conocimientos y
habilidades, coincidiendo con un buen número de autores como Huber (1991), Kogut y
Zander (1992), Dodgson (1993), Dixon (1994), Day, 1994; Barnett (1994), Teece et al.
(1997), Tsang (1997), Cohen (1998), Fahey y Prusak (1998), Moreno et al. (2001) y
Martínez-Pérez, (2005).
Existen numerosos modelos que explican el proceso de aprendizaje organizativo,
intentando analizar y determinar la forma en la que se desarrolla el proceso, sus fases, la
secuencia de etapas, las barreras que lo impiden y los condicionantes que lo favorecen.
Estos modelos pretenden explicar y analizar el proceso a fin de que establecer
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
136
herramientas de apoyo para que las organizaciones, mediante su interpretación y uso,
logren mejorar y potenciar el aprendizaje interno. Sobre todo, los modelos tienen como
objetivo, en la mayoría de los casos, definir el proceso para poder incidir en la fase
consciente del mismo, mejorando los resultados del aprendizaje que se produce de
forma natural de manera inconsciente (gracias a la experiencia o a la imitación).
Un análisis pormenorizado de los numerosos modelos desarrollados por los autores a
los largo de las últimas décadas sobre el proceso de aprendizaje organizativo se escapa
de los objetivos de esta investigación. No obstante, si se quiere profundizar sobre el
tema, un extenso análisis de la literatura y una amplia recopilación con los modelos
desarrollados por los investigadores de mayor importancia dentro de la disciplina puede
encontrarse en los trabajos de Aramburu (2000), García (2004) y Suñe (2004).
4.4. Categorías de aprendizaje organizativo.
El aprendizaje organizativo se clasifica de muchas maneras, algunas bastante similares,
cuya diferenciación se fundamenta más en argumentos dialécticos que en razones de
fondo. No existe una única tipología clara ni definitiva de aprendizaje (Guns, 1996).
Siguiendo a los principales especialistas en este campo, se pueden diferenciar los tipos
principales de aprendizaje que se muestran en la Tabla 4.5.
Tal y como se exponía al inicio, las diferencias entre algunos de los tipos de aprendizaje
expuestos son solo nominativas25 ya que el aprendizaje de un “solo bucle” es
equiparable al “incremental”, “adaptativo”, “de explotación”, e incluso otros autores lo
han denominado como de “un solo bucle”, “de circuito simple”, “bucle sencillo”, “de
primer nivel”, “de nivel inferior”, “no estratégico” o “correctivo”. Lo mismo ocurre
con el aprendizaje de “bucle doble” cuya definición de aprendizaje tiene resultados
muy similares a los que se obtienen al realizar el aprendizaje “radical”, “generativo”,
“de exploración”, “de circuito doble”, “estratégico” “reconstructivo” o “de nivel alto”.
25 Una revisión exhaustiva acerca de las tipologías de aprendizaje organizativo puede encontrarse en Aramburu (2000) y García (2004).
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
137
Tabla 4.5. Tipos de aprendizaje organizativo.
TIPOLOGÍA DEL APRENDIZAJE
DEFINICIÓN SINTÉTICA
FORMAL26 Resultado de un proceso planificado. 1
INFORMAL Resultado de la actividad cotidiana, no de la planificación.
CONSCIENTE Realizado con un alto grado de conciencia. 2
INCONSCIENTE Realizado sin saberlo, quererlo o pretenderlo.
VOLUNTARIO Cuando el aprendizaje se produce mediante un pensamiento y capacidad de acción libre.
3
DETERMINISTA Cuando el aprendizaje esta relativamente limitado por estructuras ideológicas, políticas, de recursos o cognitivas.
INCREMENTAL Aprendizaje simple que no cambia los valores o parámetros subyacentes en el sistema, actuando de forma lenta y gradual.
4
RADICAL Aprendizaje complejo que altera las hipótesis subyacentes, actuando de forma rápida y profunda.
ADAPTATIVO Cuando se producen cambios para facilitar el ajuste y la acomodación al entorno.
5
GENERATIVO Cuando se producen cambios radicales en estructura, estrategia y sistemas organizacionales dirigidos a transformar el entorno.
EXPLOTACIÓN
(Feedback)
Está relacionado con la elección, la eficiencia, la selección y la ejecución, buscando la mejora de competencias y tecnologías existentes, usando lo que ya se ha aprendido, es decir adaptándose. 6
EXPLORACIÓN
(Feedforward)
Incluye la búsqueda, la variación, el riesgo, la experimentación, la flexibilidad, el descubrimiento y la innovación a fin de alcanzar nuevos conocimientos.
26 Bolivar (2000) considera que la diferencia entre el formal y el informal es que el primero es un aprendizaje que se obtiene en aulas y centros educacionales mientras que el segundo se realiza en el desarrollo de la propia actividad laboral, durante su realización y mediante vías adecuadas al contenido y características de la organización.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
138
DE BUCLE SIMPLE27 (Single loop learning)
Hace referencia a cambios y correctivos que hacen los miembros de la organización, con base en las premisas o reglas existentes en ella.
7 DE BUCLE DOBLE
(Double loop
learning)
Hace referencia a cambios que implican establecer nuevas premisas o reglas de juego en la organización para abordar la realidad.
Fuente: Elaboración propia.
No obstante, merece especial atención las clasificaciones diferentes realizadas por
Argyris y Schön (1978) y Probst y Büchel (1997). Estos autores añaden a los dos
niveles de aprendizaje reseñados otro nivel que identifican como el desarrollo de la
capacidad de "aprender a aprender", es decir, la capacidad de mejorar el proceso de
aprendizaje. Además de las aportaciones de los autores aludidos, Swieringa y Wierdsma
(1992) distinguieron cuatro categorías. Por un lado diferencian entre el aprendizaje de
"ciclo sencillo", de "doble ciclo" y de "triple ciclo", éste último referido a un verdadero
desarrollo de la organización, ya que origina replanteamientos y cambios completos,
radicales y existenciales para la organización y cuestiona y reformula los principios
esenciales sobre los que se asienta como son su propia identidad, su misión y su
relación con el entorno. Por otro lado, Swieringa y Wiersdsma (1995) también
consideran, como nivel de aprendizaje superior a los demás, el vinculado a la capacidad
de "aprender a aprender" que ellos denominan "Metaprendizaje". Este nivel posibilita
la elevación continua del potencial de aprendizaje de la organización a todos los niveles
(simple, doble y triple) y asegura el máximo grado de proactividad, al producir una
verdadera renovación y el continuo desarrollo de la organización y, por lo tanto, su
supervivencia y evolución (la propia organización impulsa su movimiento continuo).
4.5. Fuentes del aprendizaje organizativo.
Otra forma de clasificar el aprendizaje organizativo es en virtud de las fuentes de
información utilizadas para la creación del conocimiento. Dependiendo si las fuentes
son internas ó externas, el aprendizaje se clasifica utilizando la misma denominación en 27 El aprendizaje de "bucle simple" (Argyris y Schön, 1978) comporta la adopción de medidas correctoras de los errores y la reorientación de la acción organizativa, pero sin modificar esencialmente la "teoría en uso organizativa" que es revisada pero no radicalmente transformada. En cambio, el aprendizaje de "bucle doble" implica el cambio radical de la "teoría en uso organizativa".
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
139
interno o externo (Kogut y Zander, 1992; Bierly y Chakrabarti, 1996; DiBella et al.,
1996), aunque autores como Levitt y March (1988), Barnett (1994) y Denrell (2003)
denominan a las mismas categorías aprendizaje directo e indirecto, aprendizaje obtenido
de la experiencia interna (“learning by doing”) o externa (García. 2004).
El aprendizaje interno se produce cuando los propios miembros de la organización
generan y distribuyen nuevo conocimiento dentro de los límites de la empresa, es decir,
cuando la organización realiza actividades y prácticas dentro de la propia empresa que
consiguen, gracias a la experiencia, tanto positiva como negativa (errores), desarrollar
aprendizaje, transformando la información y el conocimiento previo existente en la
organización en nuevo conocimiento y aplicarlo a su funcionamiento. Este aprendizaje
está asociado a la práctica laboral y a la experiencia y para que se produzca es
necesario fomentar la reflexión (Daudelin, 1996) y el feedback (Keys, Fulmer y Stumpf,
1996). Esta propuesta se asimila el aprendizaje interno con aquellos procesos de
aprendizaje que tienen origen en los distintos niveles ontológicos de aprendizaje
organizativo: el aprendizaje individual, el grupal y el organizacional.
Por su parte, los procesos de aprendizaje externo están basados en la adquisición o
imitación de los conocimientos que ofrece el entorno específico y general de la empresa
(competidores, clientes, usuarios, resto de organizaciones, mercado, política, entre
otros), conocimientos que son asimilados y transferidos a lo largo de toda la
organización. Este tipo de aprendizaje se asemeja a la definición de aprendizaje
interorganizativo analizado anteriormente.
4.6. El aprendizaje organizativo desde la Perspectiva de Recursos y
Capacidades.
El surgimiento de la Perspectiva de Recursos y Capacidades (Penrose, 1959; Rumelt,
1984; Wernerfelt, 1984; Teece, 1987; Barney, 1991; Grant 1991), como alternativa al
paradigma de competitividad basado en la estructura del sector, ha acentuado la
exigencia de una labor de la organización sobre si misma, sus decisiones, sus
conocimientos y sus competencias. La noción de aprendizaje organizativo que se ha
expuesto en los apartados anteriores explica indirectamente la necesidad por la que la
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
140
organización debe actualizar continuamente sus comportamientos, capacidades y
competencias.
Dentro de la Perspectiva de Recursos y Capacidades existen dos escuelas que dan
explicaciones diferentes respecto al origen de las rentas de las empresas (Schulze,
1994). Por una parte, la escuela estructural (Barney, 1986, 1991; Wernerfelt, 1984;
Dierickx y Cool 1989) que se centra fundamentalmente en el análisis de los atributos
que deben poseer los recursos para alcanzar una ventaja competitiva y la escuela del
proceso que ha centrado su interés en el estudio de las consideraciones estratégicas
necesarias para la adquisición, desarrollo y generación de conocimientos y capacidades
en el interior de la empresa (Nonaka, 1991, 1994; Grant, 1991; Kogut y Zander, 1996;
Teece et al., 1997). La evolución de la escuela de proceso deriva en la aparición de otras
vertientes teóricas que recalcan la importancia de determinados recursos y capacidades
desde una visión más dinámica, como son el “Enfoque basado en el Conocimiento” y el
“Enfoque de las Capacidades Dinámicas”.
Independientemente del marco teórico utilizado para analizar el aprendizaje
organizativo, ya sea desde uno u otro de los enfoques mencionados (dado que ambos
son evoluciones del principal, la Perspectiva de Recursos y Capacidades), su
importancia está más que justificada.
Siguiendo el primer Enfoque, varios autores destacan la relevancia del aprendizaje
organizativo en línea con el reconocimiento del conocimiento como principal recurso de
la organización (Grant, 1996; Spender, 1996, Spender y Grant, 1996). Estos autores
consideran el conocimiento (ingrediente básico que permite hablar de aprendizaje) un
recurso intangible escaso y relevante para la organización que adquiere un carácter de
imitabilidad cuando se mantiene tácito dentro de la empresa (McEvily, Das y McCabe,
2000; Teece, 2000), siendo considerado un activo estratégico (Kogut y Zander, 1992;
Grant 1996; Teece et al, 1997).
Otros investigadores consideran al aprendizaje organizativo en si mismo como un
recurso organizativo esencial. Así autores como Hule et al., (2002), Tippins y Sohi,
(2003) y Santos et al., (2005) lo consideran un recurso estratégico de carácter
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
141
intangible, que es valioso en cuanto a que gracias a su existencia la empresa logra
diferenciarse de la competencia y aumentar de esa manera sus beneficios28. Igualmente,
se trata de un recurso raro, además de complejo, al combinar o aglutinar “el
conocimiento y las habilidades específicas desarrolladas a lo largo del tiempo en la
organización” (Santos et al., 2002: 14). Por último, su intangibilidad, junto con el resto
de características, hace que sea un recurso difícil de imitar, lo cual implica su difícil
sustitución o transferencia a/o desde otras organizaciones (Zahay y Handfield, 2004).
Por otro lado, el análisis de las condiciones que deben poseer los recursos y
capacidades para ser fuente de rentas sostenidas no tiene en cuenta de forma explícita el
paso del tiempo o cómo el valor de dichos recursos puede verse afectado por las
condiciones cambiantes del entorno. Por ello, y siguiendo el enfoque de las capacidades
dinámicas, la salida lógica a esta cuestión ha sido la preocupación por un nuevo tipo de
capacidad organizativa, la capacidad de auto-renovar las rutinas, capacidades y
competencias esenciales (Collis, 1994), dando paso a un meta-recurso o recursos de
orden superior: la capacidad de aprendizaje en las organizaciones.
Por ello, numerosos autores consideran el aprendizaje más que un recurso, la capacidad
dinámica clave necesaria para la generación de competencias básicas distintivas y el
hilo conductor de la evolución del resto de capacidades (Grant, 1996; Zollo y Winter,
2002; Paoli y Prencipe, 2003) que favorecen la obtención de ventajas competitivas. De
hecho, la generación de capacidades dinámicas requiere la creación continua del
conocimiento, por ello, el aprendizaje como proceso de acumulación y combinación de
conocimiento, constituye el paso previo para la creación de capacidades dinámicas
(Bierly y Chakrabarti, 1996).
Nielsen (2006) considera que el aprendizaje organizativo desbloquea al resto de
capacidades a través del estudio en profundidad de actividades comunes de gestión del
conocimiento.
28 Esta definición del valor de un recurso corresponde a la realizada por Barney (1996: 147) que considera que “un recurso posee valor si reduce los costes o aumenta los ingresos en comparación a la situación en la que no poseyera tal recurso y capacidad”.
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
142
En síntesis, según la Perspectiva de los Recursos y Capacidades, una empresa ideal sería
una organización en aprendizaje constante que gracias a este proceso mantiene su nivel
competitividad. Este enfoque propone el adecuado desarrollo y transferencia de
conocimiento como la clave fundamental para potenciar la creación de conocimiento
como pilar fundamental para el desarrollo de capacidades idiosincrásicas y difícilmente
imitables por la competencia (Martínez-Caraballo, 2006).
4.7. Consideraciones finales.
En el momento actual, las organizaciones se caracterizan por la necesidad imperiosa de
ser competitivas. El cambio constante es hoy en día la característica principal de nuestra
sociedad (Griffin y Brownhill, 2001) que obliga a las organizaciones de cualquier índole
(sociales, educativas, industriales, comerciales, gubernamentales) a desarrollar
mecanismos que permitan su adaptación a los nuevos retos que se les plantean de forma
continua.
Una de las herramientas que los investigadores han establecido como eficaz para que las
empresas sean capaces de competir en la actualidad es el aprendizaje, capacidad central
de la sociedad del conocimiento que se define como un proceso de cambio producto de
la necesidad de adaptarse y trascendental para la supervivencia (Senge 1990; Robbins,
2004).
Por tanto, si las empresas desean sobrevivir deben convertirse en organizaciones que
aprendan de manera continua (Argyris y Schön, 1976; Argyris, 2001; Mayo y Lank,
2003) o, como defienden Stalk et al. (1992), las organizaciones exitosas son aquellas
compañías que pueden aprender y aprender rápido.
En este contexto, la estrategia empresarial parece centrarse en desarrollar esa capacidad
de aprendizaje, sobre todo aprendizaje organizativo, vital no sólo para obtener ventajas
competitivas sino, sobre todo, para mantenerlas.
En este trabajo se entiende el aprendizaje organizativo como un proceso colectivo y
dinámico, que va más allá del nivel de conocimiento alcanzado por una organización en
un determinado momento. Se trata de un fenómeno que se produce en el seno de una
CAPÍTULO IV. El aprendizaje organizativo como capacidad dinámica
143
organización mediante el cual se genera conocimiento gracias a la interpretación,
comprensión y asimilación de la información tácita y/ o explícita, y con el que no sólo
se generan unas pautas de actuación y rutinas que determinan el comportamiento de sus
miembros y que se almacenan en la memoria organizativa donde se comparte la base de
conocimiento organizativo, sino que permite crear nuevas habilidades y conocimientos,
haciendo avanzar a la organización de forma continua gracias a los cambios cognitivos
que se producen y a la modificación del comportamiento tanto individual como
colectivo.
Para lograr este tipo de aprendizaje se requieren no sólo cambios estructurales sino en la
mentalidad de los directivos que deben dirigir intencionalmente el proceso para tener
éxito. Si la empresa y la dirección toman conciencia de la importancia del proceso, si
son capaces de lograr que sus miembros aprendan, sean capaces de experimentar el
pensamiento sistemático, cuestionar sus suposiciones, dialogar, compartir información y
actuar (Barrett, 1995), la organización logrará adaptarse mejor a los cambios del
entorno, mejorar su desempeño organizativo y lograr crear ventajas competitivas
sostenibles.
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CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
157
“El auténtico conservacionista es alguien que sabe que el mundo no es una herencia de sus padres,
sino un préstamo de sus hijos”.
J.J. Audubon Pintor naturalista.
CAPÍTULO V LA ESTRATEGIA MEDIOAMBIENTAL PROACTIVA
EN LAS ORGANIZACIONES
5.1. Introducción.
El precio de más dos siglos de elevado desarrollo, sobre todo en los últimos decenios, se
ha traducido en problemas medioambientales globales, muchos de ellos con alto nivel
de impacto negativo en el entorno. El desarrollo tecnológico está provocando graves
consecuencias (calentamiento global, reducción de la capa de ozono, efecto
invernadero, altos niveles de contaminación, polución, erosión, deforestación y vertidos
líquidos) que están incrementando la concienciación medioambiental en todos los
niveles de la sociedad (Arroyo et al., 1997). Esta mayor presión social se traduce en una
mayor preocupación por parte de los gobiernos, los responsables de las políticas y otros
grupos defensores del entorno natural que pretenden encontrar soluciones viables a los
nuevos problemas (Banerjee, 2001). Algunos autores como Hart (1995: 991) establecen
que se necesita un “cambio en la actividad económica para evitar producir un daño
irremediable en los sistemas ecológicos básicos del planeta”, para lo cual aboga por un
cambio de las prácticas organizativas y económicas basado sobre todo en un cambio de
la tecnología. Todo ello ha provocado transformaciones significativas en el entorno
competitivo de las empresas, convirtiendo a los asuntos medioambientales en el motor
de un importante cambio estratégico (Pun et al., 2002; Tien, Chung y Tsai, 2005).
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
158
Las empresas, dado su papel relevante en esta situación, no son ajenas a esta tendencia
por lo que están incorporando la sostenibilidad en sus objetivos empresariales y
gestionando sus recursos según comportamientos medioambientalmente responsables.
Los responsables empresariales, conscientes de que su compromiso con el entorno
puede ser una fuente de ventaja competitiva (Taylor y Welford, 1993; Barrett, 1992; Di
Norcia et al., 1993; Hart, 1995; Porter y Van der Linde, 1995; Sharma y Vredenburg,
1998; Banerjee, 1998; Aragón, 1998; Rushton, 2002; Aragón y Sharma, 2003; Bansal,
2005; Murillo et al., 2008), están incorporando aspectos medioambientales en sus
estrategias de negocio (Gladwin et al., 1995; Shrivastava, 1995a; Russo y Fouts, 1997;
McGee, 1998; Delmas, 2001; Melnyk et al., 2002; Banerjee, 2002; Martín, 2005;
Cañón y Garcés, 2006), respondiendo así a los requerimientos sociales respecto a la
sostenibilidad y calidad del medio.
Sin embargo, y pesar de las grandes expectativas existentes a finales del siglo XX por
parte del mundo académico y de la sociedad en general, no todas las empresas parecen
haberse decidido a incorporar los aspectos medioambientales dentro de la formulación
de sus estrategias (Peattie y Crane, 2005).
En este capítulo se profundiza en las repercusiones empresariales del avance de la
conciencia ecológica y como las empresas están integrando el factor medioambiental
como un activo más en su gestión empresarial. Se analiza asimismo cómo este cambio
de actitud se está traduciendo, en algunos casos, en la adopción de estrategias
medioambientales de carácter proactivo, donde las empresas se anticipan a sus
responsabilidades medioambientales e incorporan tecnologías y medidas de protección
del entorno que superan con claridad lo exigido por la ley, dando lugar a
posicionamientos empresariales que pueden generar mejoras de resultados a medio o
largo plazo. Asimismo, se ve que este movimiento empresarial proambiental es muy
desigual y avanza a ritmos diferentes según sectores y países, existiendo un conjunto de
factores que impiden una concienciación e implantación plena de la variable
medioambiental en la gestión empresarial.
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
159
5.2. El interés académico por el medio ambiente y sus implicaciones
para la empresa.
Pese a que la realidad social muestra una creciente preocupación por los asuntos
medioambientales, el mundo empresarial y académico ha sufrido cierto retraso en la
adopción de esta tendencia. Mientras que en el ámbito empresarial la preocupación se
inicia en los años 70 cuando las empresas se vieron obligadas a adaptarse a las nuevas
regulaciones medioambientales que los gobiernos desarrollaban fruto de la creciente
preocupación social por la materia (Fischer y Schot, 1993), autores como Shrivastava
(1994), Gladwin et al. (1995) y Aragón (1996) critican la falta de visión de la realidad
por parte de la literatura empresarial hasta mediados de los años 90.
No obstante, parte de la literatura económica si incluyó, con bastante anterioridad, a los
recursos naturales dentro de sus estudios (Malthus, 1789; Ricardo, 1817), sobre todo
analizando las repercusiones que la carencia de los mismos supondría en el crecimiento
de la población y en el desarrollo de la actividad humana a medio y largo plazo (Barnett
y Morse, 1963; Inglehart, 1971; Hirsch, 1976; Sethi, 1979) o las consecuencias que el
desarrollo industrial estaba teniendo en la salud de los seres humanos (Carson, 1962)
dados los efectos del contacto continuado que durante toda la vida las personas
mantienen con numerosos componentes y agentes químicos.
Por tanto, las investigaciones, inicialmente de carácter ecológico y naturalista, ponían de
manifiesto el carácter limitado de ciertos factores, sobre todo los recursos no renovables
(Noci & Verganti, 1999), circunstancia que se puso espectacularmente de manifiesto
con la crisis energética de 1973 (Arroyo et al., 1997), y el impacto nocivo de la
contaminación y los residuos en la salud. Este panorama establece inevitablemente una
serie de límites a la actividad de las empresas que el mundo académico empieza a
considerar seriamente en sus investigaciones.
Si a esto se le suma la mayor presión en cuestiones medioambientales ejercida por los
denominados stakeholders29 (Schoemaker y Schoemaker, 1995; Rodríguez y Ricart,
29 El concepto de stakeholders fue definido por primera vez por Freeman (1984:46) como “cualquier persona o grupo de personas que pueda afectar el desempeño de la empresa o que sea afectado por el
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
160
1997; Álvarez et al., 2001a; Zuhshi y Sohal, 2003; Buysse y Verbeke, 2003; Hart y
Sharma; 2004; Rueda, 2005; Sharma y Henriques, 2005; Kassinis y Vafeas, 2006;
Neville y Menguc 2006; Sharma et al., 2007; Xie y Hayase, 2007; Diez et al., 2008)
fruto de diferentes circunstancias como la conciencia progresiva de la sociedad ante
catástrofes medioambientales provocadas por el hombre30 (Aragón, 1998; Del Brío y
Junquera, 2001b), la madurez de las generaciones que incorporan la cuestión ambiental
en su escala de valores (Hirsch, 1976; Mas Colell, 1994; Madu, 2004), la presión
ejercida por el movimiento ambientalista y partidos ecologistas (Sosa, 1997; Starik y
Marcus, 2000) y las respuestas institucionales que han desarrollado marcos legislativos
y normativos que limitan determinadas actividades (Porter, 1991; Porter y Van Der
Linde, 1995; Majumdar y Marcus, 2001; Delmas, 2002; Del Brío y Junquera, 2002b,
Gadenne y Zaman, 2002; Martínez, 2005), se concluye que las empresas, en mayor o
menor grado, han tenido que modificar muchas de sus pautas de actuación (Figura 5.1).
Uno de los mayores impulsos para incorporar las preocupaciones medioambientales en
la toma de decisiones estratégicas de la empresa se produjo con la publicación del
Informe de la Comisión Brundtland de 1987, conocido como el documento que
popularizó el concepto de desarrollo sostenible31, a partir del cual se inició un intenso
debate entre directivos, académicos y profesionales (Sharma & Vredenburg, 1998). A
partir de entonces, década de los 90, cuando las teorías de la organización empiezan a
tener en cuenta la importancia del entorno natural y a estudiar formalmente las
repercusiones la actividad empresarial en el medio ambiente (Shrivastava y Hart, 1994;
Hart, 1995; Purser et al., 1995; Russo y Fouts, 1997; Aragon y Sharma, 2003).
logro de los objetivos de la organización”. Posteriormente numerosos autores han tratado en profundidad este tema realizándose multitud de definiciones del término. 30 La ciudadanía no sólo es consciente de las grandes catástrofes medioambientales ya que también es creciente la percepción de pequeños pero significativos impactos que de forma continua las empresas ejercen sobre sus propios entornos naturales (Starik y Marcus, 2000). 31 La definición realizada por este Informe establece que por Desarrollo sostenible se entiende aquel que satisface las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las próximas generaciones para hacer frente a sus necesidades. Pese a que ha recibido algunas críticas y multitud de definiciones alternativas (Constanza et al, 1991; Hawken, 1993; entre otras), Gladwin et al (1995) reconocen que esta definición ha sido aceptada y utilizada por numerosas instituciones y organizaciones, tanto públicas como privadas en todo el mundo.
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
161
Figura 5.1: Condicionantes ambientales y sociales de la incorporación del medio ambiente en la gestión empresarial.
Fuente: Elaboración propia
Otro de los eventos que impulsó el cambio de actitud empresarial hacia la sostenibilidad
fue la celebración en 1992 de la Conferencia de Río de Janeiro que supuso la primera
gran reunión mundial en torno al medio ambiente de jefes de estado y de gobierno.
Entre otros aspectos, las conclusiones del foro señalaban la urgencia de un cambio de
actitud empresarial para lograr el desarrollo sostenible y la necesidad de promover la
gestión medioambiental en las empresas no sólo por interés propio sino por el impacto
de esta práctica en la sostenibilidad a largo plazo (Schmidheiny, 1992). Ese mismo año,
a escala europea, el Tratado de Maastricht consolida la política medioambiental como
uno de los pilares de la Unión Europea, estableciendo como objetivo fomentar un
crecimiento sostenible e impulsando principios de cautela y acción preventiva, de
corrección en la fuente, “contaminador-pagador” y la integración de la dimensión
medioambiental en el marco de las restantes acciones comunitarias (Martínez, 2005).
DESARROLLO INSTITUCIONAL DE LEGISLACIÓN REGULADORA
Presión de los movimientos ambientalistas
Presión de los partidos
ecologistas
Limitación de recursos
no renovables
Degradación paulatina del entorno (contaminación, residuos, vertidos…)
Catástrofes medioambientales de
alto impacto
Presión social (incorporación del medioambiente en los valores de la ciudadanía)
AGREGACIÓN DEL FACTOR MEDIOAMBIENTAL EN LA GESTIÓN EMPRESARIAL
INCORPORACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE EN EL ÁMBITO ACADÉMICO DE DIRECCIÓN ESTRATÉGICA Y ORGANIZACIÓN DE EMPRESAS
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
162
Desde un punto de vista académico, el punto de inflexión a partir del cual los aspectos
medioambientales son incorporados dentro de los paradigmas organizativos se puede
situar en la publicación en el año 1995 del número especial “Forum sobre
organizaciones ecológicamente sostenibles” de la revista Academy of Management
Review (vol. 20, nº 5). En ella se recogían artículos de carácter teórico que
constituyeron en su momento “una base sólida para el tratamiento de la materia desde
una perspectiva científica” (Aragón, 1996:93). A partir de entonces, los trabajos
publicados sobre este tema han sido de mejor calidad, más calado y con una mayor
repercusión en el mundo empresarial (Martín, 2005), tanto que muchas de las revistas
más prestigiosas del campo de la gestión empresarial32 y otras especializadas surgidas
posteriormente han prestado en los últimos años un mayor interés a este tema,
publicando numerosos trabajos sobre la cuestión medioambiental en la empresa.
De hecho, en el año 2000 la revista Academy of Management Journal publicaba
igualmente un número monográfico denominado “Gestión de organizaciones en el
entorno natural”33, donde se recogían artículos científicos, esta vez de carácter
empírico, con una riqueza metodológica, tanto en métodos cualitativos y cuantitativos
como en el empleo de una amplia variedad de técnicas estadísticas, que muestran como
los trabajos han ido ganando en rigor y en madurez (Martínez, 2005). Ahora bien, se
puede apreciar un sesgo en los artículos publicados hacia sectores más contaminantes,
mientras que las investigaciones dirigidas a industrias menos contaminantes, como las
pertenecientes al sector servicios (como es el caso de esta investigación), han sido
menos comunes (Foster et al., 2000).
Tras este número monográfico, esta línea de investigación especializada en medio
ambiente se ha consolidado como una de las líneas principales de investigación en el
área de organización de empresas a nivel mundial. La importancia alcanzada por el tema
se puede comprobar por los numerosos trabajos publicados sobre esta materia en las
revistas más relevantes del área y por los números especiales que muchas de las revistas
32 Tales como Academy of Management Journal, California Management Review, Harvard Business Review, Journal of Management Review y otras más especializadas tales como Business and the Environment, Business Strategy and the Environment, Corporate Environmental Strategy, Ecological Economics, Greener Management…. 33 Special research forum: The management of organizations in the natural environment.
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
163
del campo han dedicado a la gestión ambiental y la sostenibilidad, tales como Greener
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(2003), vol. 12 (3), vol. 10 (2), vol. 10 (3); International Journal of Production
Research (2007), vol. 45 (18-19), International Journal of production economics
(2008), vol. 111 (1); European Journal of Operational Research (2009), vol. 193 (3),
Supply Chain Management: An International Journal, vol. 14 (1), entre otras.
Esta evolución no solo se ha seguido en el ámbito internacional, también en nuestro país
ha habido un incremento notable del número de publicaciones en la última década,
aumentado la rigurosidad y el carácter empírico de las mismas (Rubio et al., 2007).
5.3. La respuesta estratégica de la empresa: motivaciones en la
adopción de medidas de protección ambiental.
Tal y como se comentaba en la introducción de este capítulo, las empresas no son ajenas
a la presión en el ámbito medioambiental existente en la actualidad. Respecto a los
factores determinantes de la estrategia empresarial en materia de medio ambiente, éstos
son muy diversos y complejos (Sharma et al., 1999).
Diversos trabajos han analizado las motivaciones que inducen a las empresas a llevar a
cabo una transformación medioambiental (Bansal y Roth, 2000; Banerjee, 2001;
Banerjee, Iyer y Kashyap, 2003; Bansal, 2003; González y González, 2005b;
Schylander y Martinuzzi, 2007; Gavronski et al., 2008), determinando que éstas son
diversas y variadas para la adaptación de medidas medioambientales: la regulación
medioambiental a la que la empresa se ve sometida, la presión de determinados grupos
de interés, la posibilidad de obtener ventajas competitivas y la iniciativa de la alta
dirección o de líderes implicados en la adopción de planeamientos medioambientales.
A continuación se analizan estas motivaciones para conocer cómo las empresas
modifican sus comportamientos medioambientales en función de la presión que ejercen
los distintos factores.
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
164
5.3.1. La Regulación Medioambiental
Uno de los factores impulsores que han influido en la actitud medioambiental de las
empresas es sin duda el desarrollo de la normativa medioambiental (Sarkis, 1998), fruto
de la presión institucional que se está realizando con objeto de garantizar un mejor
comportamiento medioambiental de todos los agentes sociales. La degradación
paulatina del medio ambiente y el notable incremento de la contaminación, cuyas
consecuencias ecológicas son altamente plausibles, han generado un aumento de la
regulación y de la sensibilidad pública medioambiental que está influyendo de forma
significativa en las actividades de las empresas (Dias-Sardinha y Reijnders, 2001;
Gadenne y Zaman, 2002; Chan y Wong, 2006; Uchida y Ferraro, 2007; Zhu, Sarki y
Lai, 2007; Cruz y Matsypura, 2009).
Los efectos que la regulación medioambiental ejerce en las empresas son diversos.
Tanto desde la perspectiva institucional, la perspectiva de recursos y capacidades o la
literatura estratégica, no existen resultados concluyentes respecto a los efectos de la
regulación medioambiental ejerce en las empresas, estableciendo que en algunos casos
la influencia puede ser positiva y en otros negativa, pudiendo una misma norma
medioambiental ejercer efectos de distinto signo en empresas distintas (Del Brío et al.,
2006). Así, ya en 1990, Barbera y McConnel, establecieron dos tipos de efectos sobre la
productividad. El primero lo denominaron efecto directo y recoge el coste que las
empresas tienen que asumir para adaptarse a la nueva normativa. El segundo,
denominado indirecto, hace referencia a las repercusiones que el cambio en el uso de
factores convencionales tiene al producir bienes, como el uso de procesos productivos
que consuman menor cantidad de inputs o mejoren el uso de la energía (Williams et al.,
2002), el aprovechamiento de los residuos generados en el propio proceso o su venta
como productos derivados, el evitar multas y sanciones (Shrivastava, 1995b; Hart,
1997) y estimular la innovación (Ashford et al., 1985; Shrivastava, 1995c; Porter 1995;
Bradford y Simpson, 1996; Majumdar y Marcus, 2001; Jaffe et al., 2002; Rennings et
al., 2006). Así, estos efectos indirectos pueden contribuir a compensar los costes
iniciales aunque autores como Schmalensee (1994) establecen que no solo hay que tener
en cuenta los costes directos necesarios para la adaptación, sino que existen otros costes
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
165
como la reducción en los niveles totales de producción, la dificultad de realizar
inversiones en capital productivo y los costes de transacción. Por su parte, Dean y
Brown (1995) sostienen que la regulación medioambiental puede crear barreras de
entrada en determinados sectores debido a la elevada cantidad que se necesita de
inversión inicial para comenzar la actividad o por la elevación de la escala mínima
eficiente como consecuencia de introducir la tecnología medioambiental necesaria.
Respecto a los principales instrumentos de política medioambiental que las
Administraciones Públicas pueden utilizar para lograr que las empresas adopten un
comportamiento medioambiental, éstos se pueden resumir en:
1. Instrumentos normativos. Son los más extendidos en la práctica y se
caracterizan por establecer obligaciones y limitaciones que los agentes
destinatarios han de cumplir forzosamente. Se consideran eficaces si las
sanciones impuestas y el control que se realiza son lo suficientemente buenos
(Puig y Freire, 2007) y, a diferencia de otros instrumentos, no pretenden
incentivar a los agentes económicos para que adopten determinados
comportamientos, sino que exigen, prohíben o limitan ciertas actuaciones.
2. Instrumentos de mercado. Consisten en una serie de medidas que pretenden
concienciar e incentivar a las empresas hacia conductas más respetuosas con el
medio ambiente (Franco, 1996). Entre ellos se encuentran los denominados
impuestos ambientales (pretenden incorporar los costes ambientales al conjunto
de costes que tiene un producto o actividad, algo que debe reflejarse en el precio
final del producto. Este planteamiento se encuentra relacionado con el principio
“quien contamina, paga”, los incentivos financieros (apoyo financiero de la
sociedad hacia aquellas empresas que desarrollen algún comportamiento
ambientalmente correcto), los sistemas de bonificación-penalización (recargos
establecidos dentro de un mismo sector económico a las actividades perniciosas
para transferirlos íntegramente a las actividades con comportamientos
ambiental-mente favorables) y los sistemas de fianza (consisten en la definición
por parte de las autoridades de unos requisitos concretos para el desarrollo de
una determinada actividad y en la exigencia de una determinada fianza a
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
166
depositar por la empresa cuando se otorgue la licencia para el desarrollo de la
actividad, la cual será devuelta cuando se entreguen los justificantes que
demuestren que la actividad se ajusta a las exigencias requeridas).
3. Las campañas de concienciación. Este instrumento pretende ofrecer a la
población información sobre aspectos ambientales a fin de orientar las
demandas hacia productos y servicios que sean respetuosos con el medio
ambiente y, pese a ser diferente a los anteriores, influye igualmente de forma
notable en el comportamiento medioambiental de las empresas.
Además de los instrumentos regulatorios o de mercado, en los últimos años se ha
incentivado igualmente el desarrollo e implantación de iniciativas de carácter
voluntario. El impulso hacia la autorregulación se inicia en la década de los noventa,
con la publicación de las normas voluntarias de gestión ambiental, el Reglamento
EMAS (EcoManagement and Audit Scheme), publicada por la Unión Europea en 1993 y
modificada en el año 2001, y la norma ISO 14001 (norma elaborada por la
International Organization for Standardization), publicada en el 1996 con carácter
internacional y modificada en el año 200434. Estas certificaciones son medidas de
carácter voluntario que garantizan que la adaptación medioambiental de la empresa se
está realizando de forma efectiva y con anticipación a las exigencias existentes y
demuestran, en las empresas que las aplican, la existencia de proactividad
medioambiental en su actitud empresarial.
Sin profundizar demasiado en las repercusiones de la implantación de estos sistemas en
las empresas, por su trascendencia se resumen las implicaciones que éstos pueden
conllevar, sobre todo el de la norma ISO, que al ser de carácter internacional ha recibido
mayor atención por parte de los investigadores. Así pues, la certificación tiene múltiples
afectos sobre una empresa. En lo que se refiere a la reputación, un sistema de gestión
medioambiental ofrece legitimidad social, mejora las relaciones con los distintos
stakeholders y refuerza la imagen corporativa de la empresa (Delmas, 2001; Bansal, 34 El origen de los SGMA se remonta a la publicación de la norma inglesa BS 7750 (1991) por parte del British Standards Institution (BSI), que recoge especificaciones para el desarrollo de un sistema de gestión ambiental que evite daños ambientales. Esta norma sirvió de inspiración para la elaboración del EMAS o la ISO 14001 (Durán, 2007).
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
167
2002), pudiendo facilitar la entrada de las empresas certificadas en nuevos mercados
(Bansal y Bogner, 2002), sobre todo en aquellos con una legislación restrictiva y alta
conciencia medioambiental (Noci y Verganti, 1999). Esta presión implica que los
sistemas de gestión medioambiental sean considerados en determinados sectores como
una herramienta para subsistir (Welford, 1992).
Además del compromiso medioambiental que estos sistemas suponen, las empresas
certificadas son percibidas con un riesgo sistemático menor (Bansal y Clelland, 2000) lo
que se traduce en un coste de financiación menor por parte de los bancos y una menor
prima de riesgo por parte de las aseguradoras (Delmas, 2001). A juicio de Feldman, et
al. (1996) este menor riesgo y menor coste de capital será recompensado por inversores
que estarán dispuestos a pagar más, aumentando el precio de la acción e incrementando
su cotización. Sin embargo, Cañón y Garcés (2006) consideran que “el mercado valora
como un coste necesario del negocio la certificación ISO 14001 en las empresas que
sufren una mayor presión medioambiental procedente de los stakeholders” por lo que
“la certificación es considerada como un estándar necesario a adoptar para afrontar
las presiones institucionales más que como una oportunidad para obtener una ventaja
competitiva a través de una eficaz gestión medioambiental”. Por ello, autores como
Boiral (2001), alertan del peligro de que la certificación ISO 14001 sea asumida por las
empresas como un instrumento de marketing más que como una oportunidad para
mejorar los procesos y productos de la empresa.
Asimismo, pese al reconocimiento social de la ISO 14001, se critica que la norma solo
garantiza el que la empresa haya desarrollado un sistema de planificación y gestión
coordinada de sus iniciativas medioambientales, pero no que éstas sean las adecuadas ni
que estén reduciendo el impacto de la empresa sobre su entorno natural (Rondinelli y
Vastag, 2000; Wagner et al., 2002; King et al. 2005). Aunque otros estudios han
constatado una relación positiva entre la implantación de sistemas de gestión
medioambiental y la existencia efectiva de prácticas medioambientales que mejoran el
resultado medioambiental (Russo y Fouts, 1997; Srouff, 2003; Zutshi y Sohal, 2004;
Szymanski y Tiwari, 2004; Potoski y Prakash, 2005; González y González, 2006) y el
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
168
económico (Melnyk et al., 2002; Gavronski et al., 2008), la polémica se encuentra
actualmente activa.
Asimismo, la ISO 14001 implica también el desarrollo de un sistema de información
que favorece la comunicación (Melnyk et al., 2002) y que, en el caso de las grandes
multinacionales, permite la estandarización y coordinación entre plantas (Bansal y
Bogner, 2002), logrando el funcionamiento de distintos programas medioambientales en
países diferentes con distintas regulaciones.
Pese a las ventajas expuestas, hay que recordar que la implantación de un sistema de
estas características supone una serie de costes internos necesarios para adecuar las
instalaciones, equipos, maquinaria y procesos a los requerimientos establecidos por la
norma. Estos costes implican precios más elevados y eso puede mermar las ventas y la
competitividad (Jaffe et al., 1995).
5.3.2. La presión de los grupos de interés: los Stakeholders35.
La influencia de los stakeholders en el comportamiento medioambiental de las empresas
ha sido extensamente tratada por la literatura (Hart, 1995; Fineman y Clarke, 1996;
Sharma y Vredenburg, 1998; Henriques y Sadorsky, 1999, Buysse y Verbeke, 2003;
Céspedes et al., 2003; Christmann, 2004; Kassini y Vafeas, 2006; Christmann y Taylor,
2006; Xie y Hayase, 2007; Quariguasi et al., 2008; Salomone, 2008; Vargas y Levy,
2008; Zhu et al., 2008). En este trabajo no se va a profundizar en este aspecto por no
constituir parte del núcleo central del mismo, pero es importante resaltar que la presión
de los stakeholders ha sido uno de los factores más condicionantes en el cambio de la
actitud de las organizaciones respecto al entorno y, sobre todo, a la hora de adoptar
estrategias medioambientales proactivas.
De hecho, dada la influencia que las expectativas de los stakeholders ejercen en el
ejercicio empresarial, la identificación de los principales grupos de interés es
considerado por numerosos autores un factor clave para la supervivencia de
35 El término stakeholders ha sido traducido en ocasiones al español como “agentes del entorno”, aunque el término anglosajón es aceptado con normalidad en la literatura española. En este trabajo se usará la denominación anglosajona por su reconocimiento internacional.
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
169
determinadas empresas36 (Shrivastava, 1995d; Berry y Rondinelli, 1998; Henriques y
Sadorsky, 1999; Buysse y Verbeke, 2002; Sharma y Henriques, 2005; Delmas y Toffel,
2008; Darnal, Seol y Sarkis, 2009). Ahora bien, tal y como afirman Mitchell et al.
(1997) no todos los stakeholders son igualmente importantes para las empresas, su
importancia es relativa, puede cambiar a lo largo del tiempo, depende de cada
organización y de múltiples factores.
El interés por conocer los principales stakeholders, su capacidad de presión y su
influencia se justifica en la presente investigación por el hecho de que el desarrollo de
una estrategia medioambiental proactiva depende de varias capacidades entre las que se
destaca la capacidad de integración de los stakeholders (tal y como señalan autores
como Hart, 1995; Sharma y Vredenburg, 1998; Henriques y Sadorsky, 1999; Aragón y
Sharma 2003 y Buysse y Verbeke, 2003, entre otros). Esta capacidad consiste en la
habilidad para establecer relaciones de colaboración basadas en la confianza con una
amplia gama de stakeholders, especialmente relacionadas con la protección del medio
ambiente y el desarrollo de valores ecológicos.
5.3.3. La Iniciativa directiva.
Respecto a la iniciativa de la alta dirección como motor para la adopción de prácticas
medioambientales en la organización, este tema es analizado desde el enfoque cognitivo
que trata de explicar el comportamiento estratégico medioambiental de las empresas a
partir de las interpretaciones que los directivos hacen de los asuntos medioambientales
como oportunidades o amenazas (Sharma et al., 1999; Anderson y Bateman, 2000;
Cordano y Frieze, 2000; Sharma, 2000; Slater y Angel, 2000; Bansal y Penner, 2002,
Rushton, 2002; Aragon et al., 2004; Cormier et al., 2004).
Desde esta perspectiva se sostiene que, dado que las nuevas inversiones en medio
ambiente suelen conllevar en muchas ocasiones un riesgo asociado al ser difícil predecir
36 Las clasificaciones de stakeholders son igualmente muy numerosas y variadas (Mitchell et al., 1997; Henriques y Sadorsky, 1999; Buysse y Verbeke, 2003) pero en la mayoría de ellas se destacar como principales a los clientes, accionistas, organismos reguladores, empleados, proveedores, distribuidores, entidades financieras, compañías de seguros, medios de comunicación, asociaciones de ciudadanos, grupos ecologistas y ONG´S.
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
170
sus resultados y dada la incertidumbre sobre su impacto en la rentabilidad económica de
la empresa (Sharma et al., 1999), son los directivos los que deben interpretar la
conveniencia de llevarlas a cabo o no, unas decisiones que según Sharma (2000), dada
la complejidad y variabilidad de las relaciones entre el entorno y la empresa, se alejan
de ser objetivas y están cargadas de ambigüedad y connotaciones subjetivas.
En base a este enfoque el que una empresa adopte una actitud pesimista por la
existencia de regulaciones legislativas restrictivas (que impliquen inversiones costosas
para adaptarse a la nueva normativa) o la creciente presión de los grupos de interés, o
una posición más optimista frente a los mismas circunstancias, depende principalmente
de la visión de los directivos que pueden interpretar los nuevos requerimientos como
amenazas o como oportunidades para mejorar los resultados de la empresa (Bonifant,
Arnold y Long 1995; Slater y Angel, 2000; Munilla y Miles, 2005), de tal manera que si
éstos perciben que con la adopción de una estrategia de responsabilidad medioambiental
pueden obtener una oportunidad y mejorar su posición competitiva, su interés por
proteger el medio ambiente aumentará (Elsayed, 2006).
Varios autores como Sharma (2000) y Bansal (2003, 2005), han tratado de establecer e
identificar los factores que determinan que los directivos adopten una actitud positiva o
negativa. Ambos autores determinan que los directivos están influenciados por el
contexto organizativo. Sharma (2000) identifica como factores críticos que determinan
la respuesta de las empresas a las cuestiones medioambientales: 1) el que la protección
del medio ambiente sea considerado o no como un aspecto de la identidad corporativa,
2) la existencia de margen discrecional por parte de los directivos (tiempo y recursos)
para gestionar estos asuntos medioambientales y 3) el uso de criterios basados en
resultados para evaluar los resultados medioambientales de los empleados. Bansal en
sus investigaciones (2003, 2005) destaca como factores: 1) la preocupación individual
por esta materia que puede influir en la respuesta organizativa y 2) la correspondencia
de estas cuestiones con los valores de la organización.
Otros factores que influyen en las decisiones directivas subrayados en la literatura ya se
han presentado anteriormente como la legislación existente (Banerjee, Iyer y Kashyap,
2003) o la presión de los stakeholders (Vachon y Klassen, 2008), aunque no hay que
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
171
olvidar factores que serán expuestos más adelante como las barreras del sector (Roome,
1992; Post y Altman, 1994; Hillary, 2004; Murillo et al., 2007), la disponibilidad de
determinados recursos y capacidades (Aragón Correa, 1998; Hart, 1995; Christmann,
2000; Aragón y Sharma, 2003) y la incertidumbre (Canning y Hanmer-Lloyd, 2001;
Tarui y Polasky, 2005; Clemens y Douglas, 2006).
En síntesis, muchos autores defienden el papel de los directivos es clave en la aplicación
de las prácticas medioambientales en las empresas (Sharma y Nguan, 1999; Cordano y
Frieze, 2000; Flannery y May, 2000; Sharma et al., 2007; López et al., 2008.) ya que el
compromiso de los directivos con el desarrollo sostenible es la clave para el éxito de los
negocios en el largo plazo y puede ser una fuente de ventaja competitiva (Rushton,
2002). Para lograr una verdadera implicación de la empresa en las cuestiones
medioambientales es imprescindible que la alta dirección transmita a toda la
organización el objetivo de lograr un modelo de desarrollo sostenible, de crear y
mantener valores ecológicos y de implicar a toda la plantilla en estos objetivos, ya que
son los trabajadores, en última instancia, lo que ejecutan las actividades que generan
impactos al medio natural (Del Brío y Junquera, 2002a). Sólo si se impulsa y se aprueba
el desarrollo de las inversiones y esfuerzos necesarios para el avance ambiental será
posible la implantación de sistemas de gestión medioambiental eficaces.
5.3.4. La posibilidad de obtener ventajas competitivas del comportamiento
estratégico medioambiental de la empresa.
Son muchos los autores que han planteado las ventajas competitivas derivadas de la
introducción de valores ecológicos en la gestión empresarial (Ashford, Ayres y Stone,
1985; Taylor y Welford, 1993; Di Norcia et al., 1993; Porter y Van der Linde 1995;
Hart, 1995; Sharma y Vredenburg, 1998; Garcés y Galve, 2001; Aragón y Sharma,
2003; López, Molina y Claver, 2009). Sin embargo, existe un amplio debate y opiniones
encontradas acerca de la incidencia real que tiene la adopción por parte de la empresa de
políticas, estrategias o acciones encaminadas a la protección y preservación del entorno
natural. No todos los autores mantienen que la existencia de una conducta
medioambiental sostenible por parte de las empresas proporcione obligatoriamente
ventajas competitivas y favorezca la competitividad y el éxito económico (p.e. Orlitzky,
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
172
2005). Algunos, los denominados escépticos, mantienen que la relación positiva entre la
adopción de unas mejores prácticas medioambientales y la mejora de los resultados
económicos, en general, no suele estar clara (Jaffe et al., 1995; Cramer, 1998; Simpson,
Taylor y Barker, 2004; Hull y Rothenberg, 2008). Aragón y Rubio (2007) mantienen
que la relación entre la gestión medioambiental y el resultado financiero es variable y
depende de un número de variables mediadoras.
Autores como Walley & Whitehead (1994) o Hart y Ahuja (1996) advierten de la
necesidad de realizar análisis de coste-beneficio ya que en ocasiones los costes de las
inversiones medioambientales pueden superar los beneficios que aportan. Asimismo,
Walley y Whitehead (1994) y Jaffe et al. (1995) mantienen que dichas inversiones
pueden tener consecuencias negativas para la eficiencia, la productividad y
competitividad y que pueden suponer un incremento de costes de recursos humanos,
técnicos y financieros para la empresa (Claver y Molina, 2000). Además, Garcés y
Galve (2001) sostienen que los beneficios derivados de una mayor calidad
medioambiental de la empresa no se pueden contabilizar como output económico, por lo
que entienden como “improductivos” los recursos destinados a la gestión
medioambiental. Igualmente, Margolis y Walsh (2001) analizan trabajos publicados
sobre la conexión entre la responsabilidad social de las empresas (incluyendo la gestión
ambiental) y el rendimiento financiero para concluir que no existe una relación clara
entre ambas dimensiones.
De hecho, la dificultad para medir los efectos a largo plazo de las inversiones
medioambientales y el hecho de que la mayoría de las investigaciones sean básicamente
teóricas, existiendo pocos estudios que aporten evidencia empírica en este campo
(Banerjee, 2001), provoca un elevado escepticismo en muchas empresas que les cuesta
adoptar una actitud proactiva dada la incertidumbre existente sobre las repercusiones de
sus inversiones en la materia (Cramer, 1998).
Pese a lo expuesto, son muchos los argumentos que explican las ventajas derivadas un
comportamiento estratégico medioambientalmente sostenible. Hart (1995), en la
denominada Teoría de los Recursos Naturales de la Empresa, defiende que las
restricciones impuestas por el entorno natural dada la limitación de recursos naturales
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
173
existentes, en realidad representan fuentes potenciales de ventajas competitivas
sostenibles para la empresa37, si éstas son adecuadamente reconocidas, medidas y
gestionadas. Para este autor, la dedicación de recursos al desarrollo de las estrategias
medioambientales puede crear capacidades empresariales ecológicas únicas y difíciles
de imitar que constituyan una fuente potencial de beneficios a largo plazo.
En base a las investigaciones publicadas se pueden identificar diferentes ventajas
competitivas derivadas de un comportamiento medioambiental de la empresa. En cada
caso concreto sería necesario comprobar si las condiciones de entorno y de la
organización posibilitan la aparición de alguna o varias ventajas. En cualquier caso, las
que más frecuentemente pueden aparecer son:
a) Una mayor eficiencia derivada de la minimización de costes, tesis defendida
por numerosos autores (como Steger, 1993; Barrett, 1992; Dieleman y De Hoo,
1993; Dechant y Altman, 1994; Florida, 1996; Porter y Van der Linde, 1995;
Cramer, 1998; Clelland, Dean y Douglas, 2000; Christman, 2000; Pan, 2003).
Esta mejora puede ser debida a la reducción del consumo de inputs, al mejor
aprovechamiento de las materias primas, a un uso más eficiente de la energía, al
aprovechamiento y venta de residuos y a su menor generación, al menor pago de
impuestos asociados y la reducción en los niveles de contaminación generada, lo
que se traduce en un ahorro en el control y tratamiento de residuos y en los
costes asociados a los riesgos medioambientales (Shrivastava, 1995c; Bianchi y
Noci, 1998; Sharma y Vredenburg, 1998; Noci y Verganti, 1999; Bansal y Roth,
2000; Melnyk et al., 2002; Wagner, 2005). Shrivastava (1995a) defiende que la
utilización de nuevos materiales y fuentes de energía alternativos mejora la
sostenibilidad a largo plazo de la empresa ya que reduce los riesgos asociados al
agotamiento de los recursos y las fluctuaciones en los costes de la energía. Por
su parte, Porter y Van Der Linde (1995) exponen una serie de beneficios debidos
a las mejoras medioambientales tanto para los procesos como para los
productos. Gupta & Sharma (1996) defienden la minimización de costes en base
a que la eliminación de determinados residuos o la sustitución de materiales 37 Para que la ventaja competitiva sea sostenible ha de ser tácita, socialmente compleja y específica de la empresa (Hart, 1995)
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
174
pueden mejorar la posición competitiva de la empresa no sólo porque pueden
reducir costes a corto plazo sino también de las responsabilidades a largo plazo.
b) El aumento de la cuota de mercado (Shrivastava, 1995 a y b; Gessa, 1998;
Cramer, 1998; Bansal y Roth, 2000; Orsato, 2006; Darnal et al., 2008), que se
produce gracias a la diferenciación del producto o la atención a las demandas de
un segmento de consumidores cada vez mayor, que valora las cualidades
medioambientales de los productos, envases y prácticas de gestión empresarial
(Claver y Molina; 2000: Clemens; 2001). La diferenciación vía utilización del
medio ambiente se dirige a la explotación de la denominada imagen verde (Stead
y Stead, 1995) y del consumismo verde que se produce cuando los individuos
realizan, a través de sus decisiones de compra, un escrutinio de la seguridad
ambiental de los productos (Ottman, 1992)38.
En el ámbito del marketing, las empresas pueden lanzar productos ecológicos al
mercado, haciendo un especial énfasis en las bondades de los mismos a través de
su política de comunicación comercial (Calomarde, 2000; Fraj et al., 2007).
Siguiendo esta tendencia, es importante, a la hora de la toma de decisiones
medioambientales por parte de las empresas, realizar una segmentación del
mercado según los criterios de los consumidores y sus capacidades de compra.
Existen numerosas clasificaciones sobre segmentaciones del mercado en función
de actitudes medioambientales de los consumidores (Bigne, 1997; Frankel y
Coddington, 1994)39. La empresa debe considerar este aspecto ya que, dado que
hay segmentos que valoran los atributos ambientales y que el nivel de renta se
relaciona positivamente con la preocupación ambiental (Davis et al., 1995), la
diferenciación vía explotación de la faceta medioambiental puede ser muy
productiva para la empresa.
38 Un estudio realizado por González y González (2005b) confirmaba que entre las motivaciones que impulsaban a las empresas a adoptar proactividad medioambiental se encuentra muy presente la creciente concienciación de los consumidores con el problema medioambiental. 39 Estas clasificaciones no se van a revisar en el trabajo por no ser relevantes para la investigación
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
175
c) El aprovechamiento de las nuevas oportunidades que brinda el mercado
(Cramer, 1998; Sharma y Nguan, 1999; Slater y Angel, 2000), pudiendo a
acceder a los nuevos mercados emergentes de productos y tecnologías
medioambientales. De hecho, las empresas pioneras en innovación
medioambiental pueden disfrutar de «ventajas de mover primero» (Bansal y
Huntler, 2003) y sus inversiones en gestión medioambiental puede ayudarles a
desarrollar nuevas oportunidades de mercado y a aumentar su ventaja
competitiva( López, Molina y Cortés, 2008).
d) Un aumento de la innovación en la empresa. La denominada “hipótesis
Porter” recoge aquellos argumentos que defienden que las empresas que se ven
obligadas a reconsiderar sus procesos de producción por operar en sectores
afectados por problemas de degradación medioambiental, logran un impulso de
la innovación hacia tecnologías y métodos de producción más eficientes y logran
detectar y minimizar las ineficiencias existentes en sus procesos (Porter, 1991;
Meyer, 1992; Schot, 1992;Van der Linde, 1993; Stewart, 1993; Porter y Van der
Linde, 1995; Xepapadeas y Zeeuw, 1999; Karagozoglu, 2001: Karagozoglu y
Lindell, 2000; Banerjee et al., 2003, Orlitzky, 2005). Según esta hipótesis las
empresas que implanten sistemas de gestión medioambiental son más
competitivas, y no menos. Según Bansal (2002), la filosofía del desarrollo
sostenible logra que las empresas evolucionen e innoven. Así mientras que en
una primera etapa, las organizaciones suelen adoptar medidas de protección y
ahorro dirigidas al aprovechamiento eficiente de la energía y la reducción del
nivel de consumo de materiales, posteriormente algunas empresas llegan a
realizar cambios radicales, innovando, rediseñando sus actividades e
incorporando nuevas tecnologías para lograr productos sostenibles.
Las innovaciones ambientales organizativas que se traducen en innovaciones
técnicas (cambios tecnológicos en los procesos o productos) favorecen la
ecoeficiencia y tienen sus efectos en la competitividad empresarial (Delmas,
2001; Sroufe, 2003).
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
176
Asimismo, como se comentaba con anterioridad, las prácticas medioambientales
sostenibles ofrecen a las empresas la posibilidad de aprovechar las ventajas del
pionero en la industria al apostar por estrategias medioambientales únicas e
inimitables que pueden convertirles en líderes del sector (Shrivastava, 1995a), lo
que es denominado por Nehrt (1996) como “anticipación competitiva”.
e) Mejora de la imagen de la empresa. Como ya se ha analizado con anterioridad
al tratar la implantación de los sistemas de gestión medioambiental y la presión
de los stakeholders, una de las ventajas que la empresa puede obtener al
mantener un comportamiento medioambiental adecuado es un incremento de su
imagen externa (Poksinska et al., 2003; Schylander y Martinuzzi, 2006; Vargas
et al, 2003). La existencia de unos buenos resultados medioambientales logran
mejorar la imagen, crear una reputación ecológica de la empresa y aumentar la
confianza de sus stakeholders (Hart, 1995; Russo y Fouts, 1997), lo que
incrementa la legitimidad social de sus actuaciones (Maxwell et al., 1997) y
afecta positivamente a los resultados operativos y comerciales de las empresas
(Fraj, Martínez y Matute, 2009). Para ello, un número creciente de empresas
están difundiendo información a través de códigos de conducta o elaborando
informes sobre sus actuaciones ambientales y sociales (Gray et al., 1995), lo que
demostraría su compromiso moral hacia los stakeholders cuando hacen negocio
(Miles y Covin, 2000; Cormier et al., 2004). Estos informes se utilizan con el
objetivo de ofrecer una buena imagen corporativa, mantener la confianza de la
gente, influir positivamente en la percepción de sus actividades (Hooghiemstra,
2000) y obtener ventajas con respecto a sus competidores (Toms, 2002;
Hasseldine et al., 2005). No obstante, dada la diversidad de metodologías para la
elaboración de estos informes y la falta de credibilidad que ello suscitaba, se
desarrolló en el año 2006 la norma ISO 14063 sobre Comunicación Ambiental
con el fin de establecer unos indicadores que contribuyan a la ordenación y
transparencia de la información facilitada40.
40 De hecho, con anterioridad, el Reglamento Comunitario EMAS ya establecía como obligación realizar una declaración pública que ofrezca información medioambiental de forma clara y transparente.
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
177
f) La posibilidad de obtener mayores beneficios y mejores resultados
económicos. Este tema es, sin duda, el que más interés y debate ha despertado
entre los investigadores ya que pese a que muchos han estudiado otro tipo de
ventajas, al final casi siempre se ha querido probar la repercusión de la gestión
medioambiental en una mejora de la rentabilidad. Autores como Stanwick y
Stanwick (2000), Bansal (2005) o Elsayed (2006) señalan que las empresas que
incluyan la sostenibilidad y valores medioambientales en sus planes estratégicos
obtendrán mayores beneficios de negocio y una mejora en su posición
competitiva. Otros trabajos como los desarrollados por Elkington (1994),
Bonifant et al. (1995), Porter y Van der Linde (1995), Shrivastava (1995c),
Hutchinson (1996), Howes et al. (1997), Magretta (1997), ofrecen una visión
similar analizando casos reales en los que la realización de prácticas de carácter
medioambiental por parte de las empresas no está reñida con los resultados
económico-financieros41. Asimismo, otras investigaciones, en este caso de
carácter empírico realizadas a partir de metodología cuantitativa, también
encontraron vínculos positivos. Destacar las de Hart y Ahuja (1996), Florida
(1996), Russo y Fouts (1997), Judge y Douglas (1998), Nehrt (1998), Sharma y
Vredenburg (1998), Xepapadeas and Zeeuw (1999), Karagozoglu y Lindell
(2000), Melnyk et al. (2002), Melnyk et al. (2002) y González y González
(2005a).
No obstante, existen también voces discordantes con este discurso que defienden
que al no poder constatar la diferencia entre las prácticas medioambientales de
empresas que muestran diferente rendimiento financiero, no se puede establecer
causalidad entre ambas variables (Christmann, 2000). Asimismo, el estudio
realizado por Suprapto (2004), no encuentran una relación positiva respecto a la
conexión entre ambos conceptos (algunas relaciones son neutras e incluso
negativas). De Burgos y Céspedes (2001) exponen que los resultados dispares
podrían ser explicados por las diferencias existentes en la metodología de
investigación utilizada en los diferentes trabajos.
41 Para ampliar información sobre trabajos que relacionan las estrategias medioambientales de las empresas y los resultados económicos de las mismas, ver Martínez (2005).
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
178
5.4. La elección de la estrategia medioambiental en las empresas.
Pese a lo expuesto anteriormente sobre el incremento de la presión medioambiental a las
empresas y la toma de conciencia por parte de éstas de la importancia del factor
medioambiental, la respuesta de la realidad empresarial ha sido muy dispar y la
integración de la variable medioambiental en la toma de decisiones estratégicas no ha
sido unánime (Sharma, Pablo y Vredenburg, 1999).
En efecto, numerosos autores han analizado la diversidad de estrategias
medioambientales de las empresas (Cramer, 1998; Aragón, 1998; Henriques y
Sadorsky, 1999; Álvarez et al., 2001b; Buysse y Verbeke, 2003), confirmando que las
reacciones de unas y otras ante los asuntos medioambientales difieren notablemente en
su grado de proactividad (ver Tabla 5.1). La mayoría de las clasificaciones, pese a sus
diferencias (unas son conceptuales y otras se basan en estudios empíricos), catalogan las
estrategias medioambientales a través de un continuo que parte de las estrategias
medioambientales más reactivas o pasivas para avanzar a las estrategias intermedias y
llegar hasta las más proactivas (Aragón, 1998).
Las empresas medioambientalmente reactivas se caracterizan por cumplir con lo
marcado por la Ley y evitar en lo posible los costes adicionales, adoptando las prácticas
industriales estándares y tradicionales. Suelen utilizar las denominadas tecnologías
correctoras o de final-del-proceso (también denominadas “depuradoras”) que persiguen
tratar los contaminantes generados (sólidos, vertidos líquidos o gases) una vez
producidos (Winsemius y Guntram, 1992; Greeno, 1994). Estas empresas intentan
evitar riesgos en la medida de lo posible (Newman, 1993), no muestran un claro interés
por las repercusiones de su actividad sobre el entorno natural (Hunt y Auster, 1990) y
sus actuaciones medioambientales no suelen requerir la modificación de los procesos de
producción ni de los productos existentes (Sharma, 2000; Bansal, 2005).
Sin embargo, las empresas medioambientalmente proactivas utilizan planteamientos que
voluntariamente van más allá de lo exigido por la legislación medioambiental (Sharma
y Vredenburg, 1998), centrándose en prácticas medioambientales más avanzadas (Russo
y Fouts, 1997; Christmann, 2000) y utilizando tecnologías limpias o preventivas
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
179
basadas en procesos productivos que evitan la contaminación (Shrivastava, 1995a;
Vastag et al., 1996; Claver y Molina, 2000). Estas empresas integran en la estrategia
empresarial los asuntos medioambientales y buscan alcanzar potenciales ventajas
competitivas gracias a la adopción de una posición avanzada en materia de medio
ambiente (Roome, 1992; Newman, 1993). Para alcanzar los objetivos medioambientales
propuestos, las organizaciones medioambientalmente proactivas normalmente deben
además de dedicar tiempo y recursos (tanto financieros como humanos), invertir en
formación y motivación de los empleados (Vastag et al., 1996; Henriques y Sadorsky,
1999), contar con el apoyo directo e incondicional de la alta dirección (Winsemius y
Guntram, 1992, Schot, 1992) y realizar cambios organizativos, de gestión, de sistemas o
de procesos (Steger, 1993; Post y Altman, 1994).
Tabla 5.1. Clasificaciones y tipologías de las estrategias medioambientales42
AUTORES CLASIFICACIÓN ESTRATEGIAS MEDIOAMBIENTALES
Logsdon (1985) Respuesta de resistencia y respuesta de aceptación
Petulla (1987) Gestión medioambiental guiada por las crisis, gestión medioambiental orientada a los costes y gestión medioambiental avanzada
Meffert, Bruhn, Schubert y
Walther (1986) Ignorante, acomodadizo, responsable socialmente e innovador
Hunt y Auster (1990) El principiante, el bombero, el ciudadano preocupado, el pragmático, el proactivo
Roome (1992) No cumplimiento, cumplimiento, plus-cumplimiento, excelencia comercial y medioambiental y liderazgo
Schot (1992) Estrategia dependiente, defensiva, ofensiva, innovadora y de nicho de mercado
Winsemius y Guntram
(1992) Respuesta reactiva, receptiva, constructiva y proactiva
42 Aunque la mayoría de las tipologías recogidas recogen las clasificaciones de las estrategias medioambientales realizadas por los autores, algunas de las clasificaciones responden a las etapas que los autores identifican a la hora de aplicar la gestión medioambiental en las organizaciones, la forma de responder a las presiones externas o a los contextos ambientales a los que se enfrentan y las respuestas a problemas ambientales.
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
180
AUTORES CLASIFICACIÓN ESTRATEGIAS MEDIOAMBIENTALES
Müller y Koechlin (1992) Inactivo (ignora), reactivo (responde), proactivo (se anticipa) y hiperactivo (provoca)
Sadgrove (1993) Empresa penalizada, atrasada, conformista y líder
Steger (1993) Postura indiferente, defensiva, ofensiva y innovadora
Newman (1993) Postura reactiva, proactiva y innovadora
Greeno (1994) Organizaciones reactivas, intermedias y proactivas
Post y Altman (1994) Ajuste, adaptación / anticipación e innovación
Azzone y Bertelè (1994) Estrategia estable, reactiva, anticipativa, proactiva y creativa
Elkington (1994) Ignorancia, despertar; negativa, reducción de culpabilidad, cambio de conducta y simbolismo, conversión e integración
Aragon (1996) No cumplimiento, cumplimiento, cumplimiento extendido, excelencia y liderazgo.
Vastag, Kerekes y Rondinelli
(1996) Reactiva, proactiva, de prevención de crisis y estratégica
Haas (1996) 4 estrategias en base a dos dimensiones: estructura de los sistemas de gestión medioambiental (alto y bajo) e implantación de estos sistemas (problemática y exitosa)
Scallon y Sten (1996) Cumplimiento, alienación, expansión e integración.
Berry y Rondinelly (1997) No cumplimiento, cumplimiento y más allá del cumplimiento
Azzone, Beretele y Noci
(1997) Pasiva (basada en la presión medioambiental), reactiva, anticipativa y de innovación
Russo y Fouts (1997) Cumplimiento y proactividad.
Handfield et al (1997) Resistencia, adopción de medidas sin innovación, reactiva, receptiva, constructiva y proactiva
Schafer y Harvey (1998) Principiante, luchadora, preocupada, pragmática y proactiva.
Ghobadian, Viney, Liu y
James (1998) No cumplimiento, cumplimiento moderado, más que cumplimiento, condicional, especulador, liderazgo.
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
181
AUTORES CLASIFICACIÓN ESTRATEGIAS MEDIOAMBIENTALES
Steger (1998) Indiferencia, reactiva, ofensiva y proactiva
Henriques y Sadorsky (1999) Reactiva, defensiva, acomodativa y proactiva
Klassen y Whybark (1999). Cumplimiento, oportunismo y liderazgo
Brockhoff, Chakrabarti y
Kirchgeorg. (1999) Defensores, escapistas, dormidos y activitas
Sharma y Vredenburg (1998) Estrategia reactiva y estrategia proactiva
Klassen y Whybark (1999) Reactivas: cumplimiento, reactiva: oportunista y proactivas
Winn y Angell (2000) Actitud intencionadamente reactiva, actitud medioambiental “no culminada”, actitud medioambiental “activa emergente” y actitud intencionadamente proactiva
Fundación Entorno (2001) Negativa, pasiva-indiferente, reactiva, proactiva y líder.
Aragón y Sharma (2003) Estrategia reactiva y estrategia proactiva.
Del Brío y Junquera (2001a)
Desconocimiento o falta de atención, conocimiento pero incapacidad para iniciar respuestas, cumplimiento de los mínimos de control; SGMA incipientes, SGMA desarrollados sin certificar y SGMA certificados.
Álvarez, De Burgos y
Céspedes (2001a) Comportamientos reactivos, defensivos, acomodativos y proactivos
Blasco Vázquez (2003) Empresas con conductas negativas, pasivas/indiferentes, reactivas, practivas o líderes
Buysse y Verbeke (2003) Estrategia reactiva, prevención de la contaminación liderazgo ambiental
Orsato (2006) Ecoeficiencia, liderazgo más allá del cumplimiento, Ecomarca y liderazgo en costes ambientales
Claver et al (2007a) Grupo Reactivos, intermedios y proactivos
Lee y Rhee (2007) Reactiva, centrada, oportunista y proactiva
Fuente: Elaboración propia
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
182
Entre las características de estas empresas, destacar que suelen ser más proactivas en su
estrategia general (Aragón, 1998), a la hora de innovar (Sadgrove, 1993; Winn y
Angell, 2000) y en sus relaciones con los stakeholders (Petulla, 1987).
Así, en base a lo expuesto, tal y como afirman Walley y Whitehead (1994), las empresas
pueden estar a la vanguardia de su sector de actividad, liderando procesos de mejora
medioambiental, mientras que otras se limitan a “ver y esperar” e, incluso, las más
reacias, resistirse a los cambios.
5.5. Barreras y factores condicionantes para la adopción de una actitud
medioambiental responsable.
Pese a los factores analizados anteriormente que presionan o favorecen que las empresas
adopten un comportamiento medioambiental responsable, existen también una serie de
barreras o factores condicionantes que limitan la adopción de medidas en este sentido
(Dieleman y De Hoo, 1993; Ashford, 1993; Post y Altman, 1994; Del Brío y Junquera,
2002b; Hillary, 2003; Zilahy, 2004; Murillo et al., 2007; López et al., 2008).
Estos últimos factores, clasificados por la literatura económica como internos y externos
(Hillary, 2003) o como industriales y organizativos (Post y Altman, 1994), dificultan la
capacidad empresarial para desarrollar una estrategia medioambiental, sobre todo en el
caso de las Pymes cuyos recursos son más limitados que los de las grandes empresas.
Aquí se realiza un resumen de las principales barreras que pueden obstaculizar la toma
de medidas medioambientales, entre las que se destacan principalmente:
a) La falta de recursos financieros. Uno de los principales factores que limitan el
desarrollo medioambiental de las empresas es la escasez de recursos financieros
(Azzone et al., 1997; Azzone y Noci, 1998; Noci y Verganti, 1999; Hilari, 2003)
y el elevado coste del proceso de adaptación medioambiental (Post y Altman,
1994; Shrivastava 1995a; Del Brío y Junquera, 2003; Zilahy, 2004). Esta falta de
recursos43 impide, sobre todo a las Pymes, el destinar fondos para iniciativas
43 En la disciplina de organización de empresas, la influencia de la disponibilidad de recursos en el comportamiento de las organizaciones y en el establecimiento de sus estrategias ha sido también
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
183
ecológicas o para aspectos secundarios de sus actividades principales. De hecho,
la dificultad para conseguir recursos financieros, entre otros, obliga a las
empresas a decantarse por tecnologías básicamente de control en vez de invertir
en tecnologías con enfoques preventivos o en productos ecológicos (Azzone et
al., 1997).
Por otro lado, las inversiones en gestión medioambiental, sobre todo las referidas
a la adopción de tecnologías limpias, implican no sólo un fuerte desembolso
inicial (Shrivastava, 1995a), debido al coste de las nuevas soluciones
tecnológicas, de la investigación adicional, de los nuevos procesos, de las nuevas
infraestructuras, de la formación, sino también un coste de oportunidad asociado
por el posible desaprovechamiento de las tecnologías anteriores en términos de
economías de escala o de experiencia asociadas.
b) La estructura organizativa. Factores como el tamaño, el nivel de
estandarización y estructuración de la organización (Alberti et al., 2000), la falta
de canales de comunicación claros (Daily y Huang, 2002), la existencia de un
puesto o departamento con responsabilidades medioambientales (Sadgrove,
1993; Weldford y Gouldson, 1993; Aragón et al., 1998; Sharma, 2000) o la
tendencia de las organizaciones a hacer las cosas de una determinada manera
que genera unas rutinas y hábitos que pueden provocar una resistencia al cambio
de las prácticas habituales de trabajo (Post y Altman, 1994; Shrivastava, 1995a),
son otros condicionantes a la hora de implantar estrategias medioambientales.
El tema de las repercusiones del tamaño en la gestión medioambiental de las
organizaciones es bastante controvertido. Según las investigaciones, esta
variable influye directamente en el nivel de recursos disponibles, la capacidad de
innovación y la capacidad de flexibilidad. Pese a que el tamaño ofrece mayor
capacidad financiera y posibilidades de obtener recursos, no es determinante
para todos los investigadores en su relación con el desarrollo medioambiental de
las empresas. Así, mientras que para Bowen (2000) o Elsayed (2006) el tamaño ampliamente estudiada. Para Álvarez et al. (2007), la disponibilidad de recursos es una variable que debe introducirse en el análisis de la capacidad de maniobra de los gestores.
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
184
influye positivamente en el desarrollo de las actividades de gestión
medioambiental, Aragón et al. (2008) pese a considerar el tamaño como una
variable relevante no la consideran determinante para el desarrollo de una
estrategia medioambiental más proactiva. Respecto a la capacidad de
innovación, según los trabajos de Wood (1986) o Sánchez (1997), el tamaño si
facilita la inversión en I+D y, por tanto, la innovación medioambiental. Por
último, la flexibilidad productiva es necesaria para la adaptación
medioambiental ya que una elevada rigidez o inflexibilidad impide el proceso.
Sin embargo, la flexibilidad que caracteriza a las Pymes es efectiva en los
primeras fases de desarrollo medioambiental, (Newman y Hanna, 1996), pero,
en las etapas posteriores, la influencia de la flexibilidad productiva disminuye
(Brío y Junquera, 2001).
c) El estilo de dirección. La incidencia de este tema sobre la gestión
medioambiental ha generado una gran atención en la última década (Post y
Altman, 1994; Bansal y Roth, 2000; Cordano y Frieze, 2000; Egri y Herman,
2000; Flannery y May, 2000; Sharma, 2000; Banerjee, 2001; Ramus, 2001).
Pese a que los directivos tiendan a cumplir la legislación (Azzone et al., 1997),
muchos de ellos no están incentivados para mejorar sus resultados
medioambientales, ya sea por su falta de formación (Azzone y Noci, 1998; Del
Brío, 1999), su tendencia a la planificación a corto plazo (Zilahy, 2004), la falta
de capacidades estratégicas (Del Brío y Junquera, 2003), su falta de implicación
(Bansal, 2005), el miedo a perder flexibilidad (Alberti et al. 2000), la falta de
proactividad en esta materia (Noci y Verganti, 1999), el percibir las presiones
medioambientales como una amenaza (Sánchez, 1997), la resistencia al cambio
o la existencia de una cultura empresarial desfavorable que legitima la
despreocupación por estos asuntos (Hillary, 2003),.
d) Los recursos humanos. La gestión medioambiental es intensiva en recursos
humanos (Del Brío y Junquera, 2003) y depende de la capacitación, implicación
y motivación de los empleados para su efectiva aplicación (Klassen y
McLaughlin, 1993; Hart, 1995). El componente humano es, por tanto,
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
185
fundamental siendo necesario motivar al personal si se quieren obtener éxitos en
esta materia (Zilahy, 2004), asignando a cada trabajador algún tipo de
responsabilidad medioambiental (Beaumont, 1992; Sadgrove, 1993), más aún si
se requiere trabajo en equipo (Govindarajulu y Dayli, 2004). Un bajo nivel de
concienciación y formación ambiental de los trabajadores, sobre todo de las
Pymes, induce un menor nivel de desarrollo ambiental ya que produce una
escasez de conocimientos técnicos relacionados con el tema (Del Brío, 1999).
e) La falta de recursos y capacidades complementarios. La responsabilidad
medioambiental de una empresa y la percepción de los directivos sobre el tema,
dependen de la disponibilidad de los recursos y capacidades complementarios44
que la organización posea (Hart, 1995; Judge y Douglas, 1998; Aragón, 1998;
Aragón y Sharma, 2003; Christmann, 2000; Elsayed, 2006; Darnall y Edwards,
2006). Dependiendo de los recursos y capacidades disponibles, el desarrollo de
estrategias medioambientales será más fácil o más complicado.
f) Escasez infraestructura industrial adecuada. Esta barrera, considerada como
externa, se refiere a la escasez de vertederos controlados, de depósitos de
seguridad para residuos tóxicos y peligrosos, o plantas de tratamiento y
recuperación de residuos (Post y Altman, 1994; Shrivastava, 1995c) y dificulta
la toma de medidas de empresas incapaces de actuar sin ese apoyo institucional.
g) Insuficiente oferta de servicios de asesoría e ingeniería medioambiental,
factor que limita la información e incrementa el desconocimiento tecnológico y
que afecta sobre todo a las pequeñas y medianas empresas dada su limitada
capacidad de establecer relaciones con organizaciones externas (Del Brío y
Junquera, 2003).
h) La normativa medioambiental. La existencia de demasiada legislación
(Majumdar y Marcus, 2001), el cambio continuo de los criterios
medioambientales por parte de los Gobiernos (muchos de ellos poco definidos y,
en ocasiones, en conflictos con otros), las características de la regulación
44 Los recursos y capacidades complementarios son definidos por Christmann (2000) como aquellos recursos requeridos para obtener los beneficios asociados a una estrategia, una tecnología o una innovación.
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
186
tradicional (escasa flexibilidad en plazos y formas de adaptación y además con
una perspectiva limitada basada en el “final del proceso”), la inexistencia de una
fuente central de información sobre la legislación a aplicar (Hillary, 2003), la
complejidad burocrática asociada (Zilahy, 2004), la falta de incentivos (Tarui y
Polasky, 2005) sobre la inversión en I+D o en la adquisición de nueva
maquinaria y plantas por parte de las empresas reguladas (Cabugueira, 2004;
Sarkis y Cordeiro, 2001; Wu y Chang, 2003), la ausencia de legislación
internacional (Hillary, 2003) son barreras que también dificultan la aplicación de
criterios medioambientales por parte de las empresas y que favorecen la
adopción de estrategias de corrección frente a la anticipación y la prevención,
impidiendo el verdadero cambio hacia unas prácticas medioambientales
proactivas (Gray y Shadbegian, 1998).
5.6. La estrategia medioambiental desde la Perspectiva de Recursos y
Capacidades.
Pese a ser ignorado durante mucho tiempo, el medio ambiente es en la actualidad uno
de los determinantes más importantes en el desarrollo de nuevos recursos y capacidades
al establecer una serie de restricciones y desafíos que están obligando a las empresas a
modificar sus estrategias.
Desde que Hart (1995) relacionó las estrategias medioambientales y la Perspectiva de
Recursos y Capacidades, muchos autores dedicados a la gestión medioambiental se han
basado en este paradigma para sus investigaciones (Russo y Fouts, 1997; Aragón, 1998;
Sharma y Vredenburg, 1998; Klassen y Whybark, 1999; Christmann, 2000; Aragón y
Sharma, 2003).
Estos autores defienden que es posible obtener ventajas competitivas de las estrategias
medioambientales proactivas y que un comportamiento medioambiental avanzado,
basado en una política adecuada en este aspecto, puede mejorar la competitividad de la
empresa (Porter y Van der Linde, 1995).
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
187
Tal y como establece este Enfoque, la existencia de capacidades dinámicas explica
“cómo y por qué algunas empresas consiguen alcanzar la ventaja competitiva bajo
contextos de cambio rápido” (Teece et al., 1997: 509) y, además, tienen como resultado
una nueva configuración de recursos y rutinas operativas (Cepeda y Vera, 2007) que
afectarán al desempeño de la empresa. Ahora bien, para generar ventajas competitivas,
la gestión medioambiental proactiva como capacidad dinámica debe cumplir los
siguiente requisitos: ser valiosa, escasa, difícil de imitar y no sustituible (Barney, 1991).
Respecto a su valor, no cabe duda que la capacidad de desarrollar mecanismos de
protección medioambiental proactivos es valiosa ya que la existencia de una regulación
cada vez más exigente y la presión de los stakeholdes, obliga a las empresas a adaptarse
a estas nuevas circunstancias para no perder competitividad. En relación a la escasez,
pese a la importancia demostrada, aun se mantienen en muchas empresas la percepción
generalizada de que dedicar recursos a la protección medioambiental reduce su
competitividad, aún cuando la evidencia empírica parece demostrar lo contrario (Porter
y Van der Linde, 1995), por lo que aún son pocas las empresas que han logrado avanzar
y poner en marcha prácticas medioambientales preventivas.
Asimismo, la complejidad social y la especificidad organizacional de la gestión
medioambiental proactiva, pese a presentar algunos rasgos comunes en la mayoría las
empresas, es idiosincrásica en sus detalles (Aragón y Sharma, 2003). Así pues, a
diferencia de las empresas donde predominan prácticas medioambientales de control
cuyas tecnologías son fácilmente adquiribles en el mercado y no generan ventajas
competitivas (Majumdar y Marcus, 2001; Sharma, 2000), las empresas que adoptan
medidas proactivas suelen poner en marcha iniciativas propias, basadas en la
discrecionalidad de la dirección (Del Brío et al., 2001; Majumdar y Marcus, 2001) y
diferenciadas en muchos sentidos de los estándares establecidos, logrando con ello
generar ventajas competitivas. Eso supone una movilidad imperfecta ya que muchas
prácticas medioambientales están especialmente diseñadas para las actividades o
necesidades específicas de cada organización, embebidas en sus actividades productivas
y basadas en la combinación de las instalaciones y las personas que las realizan (Gupta
y Sharma, 1996).
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
188
Así, una gestión medioambiental proactiva presenta las características de una capacidad
dinámica que permite a la empresa responder a los cambios en su entorno y obtener
ventajas competitivas sostenibles en el tiempo.
5.7. Consideraciones finales.
El carácter dinámico y heterogéneo del entorno está comportando en la actualidad
numerosos cambios de tipo social, tecnológico y económico que se escapan del control
de las organizaciones pero cuyos impactos les afectan de manera directa y decisiva. El
mercado y las exigencias de los consumidores se trasforman y modifican de forma
continua y, pese a que los directivos son conscientes de la necesidad de adaptarse a los
cambios, e incluso anticiparse a los mismos, en la realidad numerosas organizaciones no
son capaces de lograr dicha adaptación, bien porque no son conscientes de las
consecuencias, bien porque creen que tendrán tiempo suficiente para adaptarse a las
modificaciones impuestas o porque la lógica dominante en sus estructuras se lo impide
(Bettis y Prahalad, 1995).
Sin embargo, las empresas necesitan un enfoque de gestión estratégico en el cual tenga
cabida la flexibilidad, la adaptación y el cambio continuo (Díez et al., 2004) capaz de
afrontar la necesaria adaptación a los cambios, generando nuevas capacidades ya que de
ello depende su permanencia en el entorno. Por ello, y dada la generalización por la
preocupación por el medio ambiente, la comunidad científica ha realizado numerosos
llamamientos para la inclusión del objetivo medioambiental dentro del conjunto de
objetivos de producción (Gupta, 1995; Angell y Klassen, 1999; De Burgos y Céspedes,
2001; Inman, 2002; Kleindorfer et al., 2005) y de las estrategias de negocio (Delmas,
2001; Melnyk et al., 2002; Banerjee, 2002; Martin, 2005; Cañón y Garcés, 2006).
Estos llamamientos están empezando a obtener resultados aunque no siempre
homogéneos. No obstante, parece claro que desde finales de los años ochenta, las
empresas están cambiando su orientación respecto a la manera de enfocar los problemas
medioambientales (Angell y Klassen, 1999). Según estudios realizados en la década
pasada por Peattie y Ringler (1994) y Vaughan y Mickle (1993), ya entonces para
algunos sectores y países, más del 90 por ciento de las empresas declararon que el
CAPITULO V: La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
189
medio ambiente es una fuente de oportunidades o de amenazas para sus organizaciones.
Y es que, tal y como mantiene un estudio de la Fundación Entorno (2001), durante a la
primera década del siglo XXI, el medio ambiente se está considerando como una
prioridad principal, tendencia que se prevé se mantenga en el futuro.
Gracias a ello, poco a poco se está implantando poco una nueva mentalidad industrial
que tiende hacia la prevención de la contaminación, la minimización de los impactos al
medio, la reducción de los residuos generados, la optimización de los consumos y la
utilización de tecnologías limpias mediante la implantación de sistemas de gestión
medioambiental (Gupta y Sharma, 1996; Azzone et al., 1997; Handfield et al., 1997;
Russell y Sacchi, 1997; Bullinger et al., 1999; Theyel, 2000; Christman, 2000; Klassen,
2000; King y Lenox, 2001; Jiang y Bansal 2003; Claver et al., 2004; Schylander y
Martinuzzi, 2007).
Dado el reconocimiento generalizado sobre la importancia que el medio ambiente está
adquiriendo en la gestión empresarial como una fuente de ventajas competitivas, en este
capitulo se ha realizado una síntesis sobre la relevancia del factor medioambiental en las
empresas, la adopción de estrategias medioambientales, las repercusiones de las mismas
en la competitividad de las organizaciones, las barreras para su implantación y la forma
de analizar el constructo, todo ello desde la Perspectiva de Recursos y Capacidades,
base teórica donde se asienta la presente investigación. Esta recopilación sirve como
base para que, en el siguiente capítulo, se pueda analizar cómo determinados factores o
variables pueden incidir en una mejor implantación de la estrategia medioambiental
proactiva en las empresas.
CAPÍTULO V. La estrategia medioambiental proactiva en las organizaciones
190
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CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
209
“La formulación de un problema
es más importante que su solución”.
Albert Einstein
Científico y físico de origen alemán
CAPÍTULO VI MODELO TEÓRICO Y PLANTEAMIENTO DE HIPÓTESIS
6.1. Introducción.
Tras haberse revisado y analizado los principales fundamentos teóricos utilizados en la
presente investigación, este capítulo presenta en su apartado inicial el modelo general
teórico propuesto donde se establece un conjunto de relaciones entre las variables objeto
de estudio. Asimismo, en este capítulo también se define, por su relevancia en el
modelo, el concepto de innovativeness. A continuación se lleva a cabo una
argumentación teórica de cada una de las relaciones que recoge el modelo, y finalmente
se formulan las hipótesis de la investigación, cuya contrastación se aborda y discute en
el capítulo posterior.
6.2. Modelo teórico y conceptos fundamentales
6.2.1. Exposición del modelo general.
En los capítulos anteriores se ha adelantado el interés de la investigación, desarrollando
cada uno de los conceptos principales que forman parte del modelo teórico propuesto, y
se ha establecido como objetivo principal el análisis de la influencia que la formación
específica en medio ambiente y el aprendizaje organizativo tienen sobre la estrategia
medioambiental de la empresa, considerando previamente si la existencia de un cultura
innovadora que fomente la predisposición a innovar en la organización influye en estas
dos vías de aprendizaje (individual y de la organización).
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
210
Igualmente, se especificaba que para llevar a cabo este análisis se ha seleccionado el
sector hotelero de Andalucía, dada la repercusión económica que esta actividad ejerce
en la región y teniendo en cuenta que en la actualidad el estudio de las cuestiones
ambientales y su gestión en la industria hotelera constituye una necesidad dada las
particularidades del sector.
En la figura 6.1 se representa esquemáticamente el modelo teórico general propuesto,
indicando el conjunto de relaciones que se estudian empíricamente.
Figura 6.1: Modelo teórico general propuesto
Fuente: Elaboración propia.
El modelo que se presenta analiza las relaciones que se desarrollan entre los distintos
elementos considerados, con el objeto de establecer los vínculos existentes entre la
predisposición a innovar de la empresa, la formación medioambiental, el aprendizaje
organizativo y la aplicación de estrategias medioambientales proactivas.
Asimismo, el modelo contempla la relación existente entre la variable independencia,
referida a la pertenencia o no del hotel a un grupo empresarial (cuya concepción en este
trabajo se detalla con mayor profundidad en el capítulo siguiente) y la proactividad
medioambiental de la organización. Esta relación se ha estudiado por considerarse
significativa en la investigación debido a que el sector hotelero, marco del presente
estudio, se encuentra actualmente inmerso en un proceso mundial de integración y
Estrategia Medioambiental
Proactiva Aprendizaje Organizativo
Predisposición a innovar
Formación Medioambiental
Independencia
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
211
concentración que puede afectar muy significativamente a las empresas que lo
constituyen. Por ello y dada la poca literatura existente sobre el tema, se ha decidido
incluir este constructo y estudiar detenidamente sus efectos sobre el desarrollo de
estrategias medioambientales proactivas.
Para facilitar una visión general del modelo, en el Anexo III se realiza una síntesis del
mismo, donde se recoge un resumen de los objetivos de la investigación y el conjunto
de hipótesis planteadas.
6.2.2. Constructos relevantes en el modelo.
El modelo propuesto está compuesto por los siguientes constructos:
La innovativeness o predisposición a innovar. La innovativeness es una medida de la
cultura y orientación de la organización hacia la innovación. Mide la mayor o menor
preocupación de la empresa por innovar, su agilidad para adaptarse rápidamente a los
cambios del mercado (Dobni, 2006; Yeung et al., 2007) y la predisposición de los
trabajadores de la empresa en este sentido (Llorens et al., 2003). Este constructo
constituye el punto de partida del modelo presentado y se analiza con detenimiento en el
apartado siguiente.
La formación medioambiental. La práctica de formación, en sentido general,
fundamental para potenciar el capital humano de la organización, ha sido reconocida
como muy relevante en la investigación del área (Aragón et al., 2003; Úbeda 2005) ya
que mediante su aplicación se logra, no solo mantener y desarrollar las capacidades,
tanto individuales como organizativas, favoreciendo el desarrollo de la empresa (Hall,
1992), sino que tiene efectos muy importantes en la motivación y el compromiso de los
individuos (Barba et al, 2007). Igualmente, en el caso de la formación medioambiental,
numerosos autores han destacado al papel que juega la formación específica en esta materia
en la adaptación de las empresas a los requerimientos medioambientales (ej. Bansal y Roth,
2000; Zilahy, 2004; Molina et al., 2009).
El aprendizaje organizativo. Este aprendizaje ha sido considerado en este trabajo
como un proceso colectivo que pretende la asimilación y utilización conjunta de la
información y conocimientos que poseen los miembros de una empresa, para crear un
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
212
conocimiento compartido en el que basar el desarrollo de nuevas habilidades y
conocimientos. Numerosos autores consideran este aprendizaje como la capacidad
dinámica clave necesaria para la generación de competencias básicas distintivas (Grant,
1996; Zollo y Winter, 2002; Nielsen, 2006) que favorecen la obtención de ventajas
competitivas.
Las Estrategias medioambientales proactivas. Las estrategias proactivas en esta
materia hacen referencia a planteamientos medioambientales sistemáticos que las
empresas desarrollan voluntariamente y que van más allá de lo marcado por la ley
(Sharma y Vredenburg, 1998; Aragón y Sharma, 2003) al implantar medidas no solo
mitigadoras del riesgo sino también preventivas del mismo. Las empresas que las
adoptan aplican prácticas medioambientales más avanzadas (Christmann, 2000) y
utilizan tecnologías limpias o preventivas basadas en procesos productivos que evitan la
contaminación (Shrivastava, 1995a; Claver y Molina, 2000).
La pertenencia a un grupo empresarial (cadena hotelera). En este trabajo se
adoptado la definición de cadena Hotelera realizada por ACHE45 (1999:5), que la define
como “una empresa (o grupo empresarial) que engloba en su seno, con una gestión
unificada, a un número determinado de hoteles distribuidos en distintas zonas del
territorio nacional”.
Las fórmulas de gestión y la estructura empresarial de estas cadenas corporativas
pueden ser muy diversas: algunas cadenas son propietarias o participan de forma
importante en la propiedad de sus establecimientos, otras se dedican fundamentalmente
a arrendar o gestionar establecimientos de otros propietarios, otras únicamente tienen
contratos de management o de franquicia y son meros prestadores de servicios a las
propiedades de los establecimientos bajo una marca unificada y, por último, se
encuentran las cadenas de hoteles independientes agrupados, un sistema de asociación
mediante el cual los establecimientos participantes, gestionados por sus mismos
propietarios, se integran en un grupo que comercializa y compra con mayor eficacia y
menor coste, repartiendo los gastos entre un conjunto de establecimientos análogos. 45 ACHE: Asociación de Cadenas Hoteleras Españolas.
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
213
En esta investigación se han clasificado a los hoteles en cinco categorías diferentes
(Anexo IV), atendiendo a su grado de integración en un grupo empresarial hotelero,
diferenciando las que pertenecen a las diferentes clases de integración anteriormente
expuestas y las que se administran de una forma totalmente independiente sin colaborar
con establecimientos similares. Un análisis más pormenorizado de este constructo se
realiza en el capítulo siguiente, ahondando en las consecuencias que para los hoteles
supone participar, en mayor o menor medida, en una cadena hotelera, y las
repercusiones que esta integración supone desde el ámbito medioambiental.
6.3. Formulación de hipótesis
En base al modelo expuesto y, tras haber definido los constructos incluidos en el
mismo, a continuación se establecen el conjunto de hipótesis que se pretenden verificar
con el trabajo de campo. Previamente se plantea y discute el concepto de
innovativeness, realizando una revisión teórica del mismo, por constituir el elemento de
partida del modelo.
6.3.1. La predisposición a innovar o innovativeness.
La innovación ha sido uno de los temas más analizados por la literatura económica. El
recorrido investigador transita desde los autores clásicos (Schumpeter, 1912;
Thompson, 1965; Knight, 1967; Damanpour y Evan, 1984; Freeman, 1988; Porter,
1990; Nonaka, 1994) hasta los más actuales King y Anderson, 2003; Taylor y McAdam,
2004; Bhat, 2005; Subramaniam y Youndt, 2005; Assink, 2006; Díaz et al., 2006; Taatila
et al., 2006), definiéndose el término de formas muy distintas y desde diferentes
planteamientos (Damanpour, 1991). No obstante, pese a que cada investigador insiste
en aquellos aspectos que considera relevantes, todos conceden a la innovación una
importancia transcendental en el proceso de desarrollo económico y de generación de
valor, considerando a las innovaciones como una fuente clave para adecuarse a los
cambios del mercado (Stieglitz y Heine, 2007).
La importancia del proceso innovador es aún más importante en la actualidad ya que el
ritmo de los cambios que se están produciendo en las organizaciones y el dinamismo y
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
214
complejidad del entorno hace que la generación y asimilación de innovaciones sea un
factor clave para mantener la competitividad y supervivencia de las empresas.
En consecuencia, en los últimos tiempos se está generando en las organizaciones una
dinámica orientada a fomentar y desarrollar esta capacidad, ya que aquellas que son
capaces de incorporar la innovación a sus procesos y de adoptar una actitud abierta al
cambio son las que logran posicionarse mejor en el mercado.
Por ello, las últimas tendencias de investigación hacen hincapié en que si una empresa
desea sobrevivir a largo plazo, la supervivencia puede depender más de la orientación
estratégica que tenga hacia la innovación (Sigauw et al., 2006) y del nivel en que es
capaz de producir capacidades dinámicas que en el desarrollo de innovaciones reales en
sí (Trott, 1998).
Así, el factor determinante y diferenciador que la innovación ofrece parece no basarse
de forma concreta en las innovaciones discretas sino en que, de forma generalizada,
toda la estructura de la organización sea capaz de innovar. La clave del éxito de la
innovación no reside tanto en disponer de la tecnología como de la gestión del proceso
de cambio tecnológico y de la voluntad de hacerlo (Prajogo y Ahmed, 2006). La
verdadera ventaja que la empresa posee es su capacidad para reconocer señales del
entorno que le alerten sobre amenazas y oportunidades, definir una estrategia en base a
la información de la que dispone, adquirir o generar los conocimientos y recursos
tecnológicos que necesite, implementar la tecnología elegida para aplicar el cambio y,
finalmente, aprender de esta experiencia. La gestión de la innovación, al definir el modo
en que todas estas actividades se integran, se convierte así en un instrumento directivo
de primera magnitud, capaz de contribuir substancialmente al éxito, desarrollo y
competitividad de la empresa (Sundbo et al., 2006).
Esa predisposición hacia la innovación es la que se conoce como innovativeness, un
rasgo característico difícil de transferir o imitar por otras empresas. De hecho, para
autores como Menguc y Auh (2006) ese aspecto peculiar (la inimitabilidad) es el que
marca la diferencia clara entre la innovación e innovativeness.
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
215
Históricamente, el concepto de innovativeness no se ha abordado por no ser un
fenómeno directamente observable (Kenny y Reedy, 2006), aunque para autores como
Hurley y Hult (1998) sí se puede identificar analizando en profundidad aspectos como
la cultura de la empresa, sus comportamientos y los procesos que desarrolla.
Los atributos diferenciadores que hacen que los investigadores determinen la existencia
de innovativeness en una empresa varían notablemente. Así, para Panayides (2006) y
Siguaw et al. (2006) las empresas que se han comprometido a hacer las cosas de manera
diferente, especialmente a nivel estratégico, poseen esa cualidad. Otros consideran que
las empresas son innovadoras desde enfoques bastante diferentes: si tienden a explorar
nuevos métodos de hacer negocios (Mang, 2000), si son capaces de prever cambios en
el entorno y desarrollar nuevos productos, servicios o procesos, aprovechando las
oportunidades (Markides, 1997), si se comprometen abiertamente con la innovación y
tienen estrategias proactivas (Markides, 1997; Dobni, 2006) o si son capaces de asumir
elevados niveles de riesgo para adelantarse a sus competidores (Little, 2003; Moingeon
y Lehmann-Ortega, 2006; Panayides, 2006; Rutherford y Holt, 2007).
Sin embargo, en todos estos planteamientos hay un requisito implícito en el concepto de
innovativeness: que la empresa sea ágil y consiga adaptarse rápidamente a la dinámica
de cambios existentes en el mercado (Dobni, 2006; Yeung et al., 2007). Esto implica
que sea capaz de ir más allá, logrando no sólo adecuarse a las modificaciones que se
produzcan sino interiorizarlas y absorberlas (Stewart y Fenn, 2006) y eliminando la
natural resistencia al cambio, sobre todo los de gran calado o estructurales (Tushman y
O'Rieilly, 1996; Steele y Murray, 2004).
Otro rasgo característico de la innovativeness es la creatividad y la capacidad de
resolver problemas de forma imaginativa (Braganza y Ward, 2001; Little, 2003), siendo
las empresas innovadoras capaces, gracias a este proceso, de recombinar los
conocimientos existentes de novedosas e imaginativas formas, produciendo nuevas
innovaciones (Salavou, 2004).
Finalmente, destacar que la existencia de innovativeness en las empresas supone
asimismo la necesidad de que éstas desarrollen una cultura propensa a la innovación y
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
216
un clima favorable (Prather y Turrel, 2002), para lo cual deben ser receptivas a las ideas
de sus miembros y escuchar nuevas voces (Markides, 1998; Yami y Le-Roy, 2007). Por
ello, la participación del factor humano y su integración son fundamentales (Dobni,
2006).
En base a todo lo anterior, en esta investigación el concepto de innovativeness hace
referencia a la voluntad existente en una empresa por innovar (Prajogo y Ahmed, 2006),
siendo una medida de la orientación de la organización hacia la innovación (Llorens et
al., 2003). No obstante, el concepto es tan amplio que no solo recoge la mayor o menor
preocupación de una empresa por incorporar el cambio en sus negocios, mediante la
creación y la adopción de nuevas ideas (Hult et al., 2004; De-Sousa, 2006; Kenny y
Reedy, 2006; Menguc y Auh, 2006) sino que también analiza el potencial que los
trabajadores de la empresa tienen a la hora de querer innovar.
6.3.2. La influencia de la innovativeness (predisposición a innovar) en la aplicación de la práctica de la formación ambiental.
La confluencia entre la rapidez de los cambios tecnológicos, la mayor presión ambiental
transmitida por parte de los stakeholders y los cambios normativos que se producen en
materia medioambiental, ha provocado en las empresas una necesidad de dar una
respuesta rápida y efectiva a estos desafíos. Para poder enfrentarse a esta situación, es
necesario que la empresa sea capaz de innovar y de adaptarse a los cambios, para lo cual
necesita poseer recursos humanos preparados, capacitados y suficientemente motivados.
Sin esa condición es muy difícil modificar procesos, rutinas, desarrollar o cambiar
tecnologías, crear nuevos productos o avanzar en conocimientos.
Para lograr esa preparación del personal y la preciada adaptación al entorno, la
formación se postula como una herramienta fundamental a raíz de los trabajos donde se
analizan los efectos de esta práctica en las organizaciones (Buckley y Caple, 1991;
Arthur, 1994; Delaney y Huselid, 1996; Hitt et al., 2001; McGahan y Porter, 2003;
Kotey y Folker, 2007; Eerde et al., 2008; Aguinis y Kraiger, 2009).
Pese a ello, la formación sigue considerándose en el mundo de la empresa como un
coste más que como una inversión (Danvila, 2004). Tal y como se comentaba en el
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
217
capitulo III dedicado a la formación, las razones principales que dificultan la
implantación continua de planes de formación en las empresas se pueden resumir en: la
dificultad de reflejar cuantitativamente los beneficios de la formación en los estados
contables (Aparicio et al., 2001), el temor a que la formación de los trabajadores se
traduzca en un mayor valor de éstos en el mercado y se incremente el riesgo de su
transferibilidad, la necesidad de mejorar las condiciones retributivas para evitar su
marcha (Sastre y Aguilar, 2003), los costes del proceso formativo (Becker, 1967) así
como la falta de evaluación de la formación impartida y el desconocimiento real de su
efectividad (Truelove, 1997; Carnevale y Schulz, 2003).
Si además de lo expuesto se analiza específicamente la formación medioambiental,
como es el caso de esta investigación, los impedimentos o barreras que la empresa
considera que existen son superiores (Fundación Entorno, 2003). En este caso, el
“riesgo percibido” por la empresa de recuperar esa inversión es aún mayor, sobre todo
debido a que muchos directivos no están convencidos de que la adopción de prácticas
medioambientales conlleve obligatoriamente una mejora en sus resultados empresariales
y, por lo tanto, suelen adoptar posiciones más reactivas que proactivas en esta materia
(Sharma, 2000; Slater y Angel, 2000; Rushton, 2002; Bansal y Penner, 2003; Aragón et
al., 2004). Además, en el sector servicios y en concreto en el hotelero, la laxitud de la
regulación ambiental provoca que las decisiones en esta materia dependan mucho de la
voluntariedad de los gestores (Matias y Fuentes, 2006), algo que es extrapolable a la
formación medioambiental.
Ahora bien, la realidad formativa de las empresas muestra una gran dicotomía (CCG,
2007). Mientras que algunas empresas no realizan formación y dedican pocos o nulos
recursos a esta práctica, otras realizan un notable esfuerzo e inversión en esta materia
por considerar imprescindibles las actividades formativas a la hora de adaptar su
personal a los nuevos requerimientos y desafíos que va estableciendo el mercado. Esta
contraposición es también apreciable en formación medioambiental, existiendo
empresas que forman a su personal específicamente en estos aspectos y otras que ni
siquiera se lo plantean.
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
218
Pese lo expuesto anteriormente, el valor de la formación sigue reconociéndose como
determinante, por lo que esta investigación se plantea si existen algunos condicionantes
que favorecen el uso de la práctica de formación medioambiental en las empresas y, en
concreto, se plantea si la predisposición a innovar (innovativeness) de una organización
constituye uno de ellos.
Para analizar esta cuestión, se parte de la noción general del término innovativeness
explicado en el apartado anterior. Como se comentaba, este término de origen
anglosajón, aceptado en la literatura especializada en gestión empresarial en castellano,
se utiliza con diversas acepciones y se puede traducir empleando una serie de
expresiones como “innovatividad”, “predisposición a innovar”, “cultura innovadora” o
“vocación innovadora”, entre otras. Independientemente de la traducción que se utilice,
existe consenso al establecer que cuando una empresa desarrolla esta característica
persigue como finalidad potenciar comportamientos innovadores y una cultura proactiva
en ese sentido y, por tanto, que considera la innovación como un mecanismo
fundamental para su supervivencia.
La existencia de innovativeness en una empresa genera, en consecuencia, actitudes y
procedimientos internos dirigidos a utilizar los medios que ésta posee para lograr la
innovación, por lo que autores como Hurley y Hult (1998) y Calantone, Cavusgil, y
Zhao (2002) establecen una clara relación, como era de esperar, entre la innovación y la
innovativeness, relación que en este trabajo se considera además con carácter
bidireccional. Ahora bien, esa fuerte relación no tiene por qué verificarse siempre. El
que una empresa innove no se encuentra condicionado únicamente por la existencia de
innovativeness. Por ejemplo, en referencia a la gestión medioambiental, en muchas
ocasiones las empresas innovan por la necesidad de adaptarse a los nuevos
requerimientos legales y no por la existencia de una vocación innovadora en su cultura
organizativa. Y al contrario, la existencia de innovativeness no garantiza que la empresa
innove, aunque está claro que la finalidad última de ésta es desarrollar una actividad
innovadora, para lo cual, tal y como afirman Claver et al. (1998) y Prajogo y Ahmed
(2006) es muy beneficioso la existencia de un ambiente que ofrezca a los trabajadores
las oportunidades necesarias para ello.
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
219
Respecto al papel que juega la formación en esta cuestión, aunque son numerosos los
autores que han investigado la relación entre el capital humano y la innovación en la
empresa46, la necesidad de invertir en las competencias de los trabajadores para que
exista innovación (Deward y Dutton, 1986; Edvinsson y Sullivan, 1996) y la existencia
de una relación positiva entre las empresas más innovadoras y la provisión de una
mayor formación a los trabajadores (dada la necesidad de una mayor capacitación de los
mismos47), son muy escasos los trabajos que analizan específicamente la relación entre
la innovativeness y la práctica de formación.
En algunos trabajos se esboza esta relación con afirmaciones del tipo “una insuficiente
formación constituye una restricción a la hora de desarrollar una estrategia
innovadora” (Huerta, 2003) o “para desarrollar comportamientos innovadores uno de
los medios que empleará la empresa será la formación” (García-Espejo, 2008), pero en
ellos no queda claro si se está apuntando hacia la innovación o hacia la cultura
innovadora. Además, son muy reducidos los trabajos que miden de forma específica la
innovativeness en la empresa (no su capacidad de innovación, con la que a veces se
confunde)48 y existe una laguna en relacionar empíricamente la predisposición a innovar
de una empresa con el desarrollo de formación en la misma, de ahí el interés en validar
esta relación.
Por ello, esta investigación se plantea si es generalizable la afirmación de que las
empresas que poseen innovativeness desarrollarán formación y, pese a plantear de
partida una relación positiva, se cree necesario llevar a cabo una comprobación empírica
entre ambas variables.
Resumiendo, se puede afirmar en base a los planteamientos defendidos por los distintos
investigadores, que los conocimientos y habilidades de los trabajadores de la empresa
46 Para más información consultar: Becheikh, Landry y Amara (2005), Hayton (2005), Blumentritt y Danis (2006), Adams et al. (2006), Díaz et al. (2006); Leiponen (2006); Amabile et al. (2007); Hegde y Shapira (2007), Delgado et al. (2008) 47 Para más información consultar: Kydd y Oppenheim (1990), Shoenecker et al. (1995), Lee et al. (1996), Baldwin y Johnson (1996), Smith y Hayton (1999), Frazis et al., (2000); Huergo, (2002), Souitaris (2002) o Hegde y Shapira (2007) 48 Para más información ver la diferenciación que realizan Harley y Hult (1998) donde definen y distinguen que se entiende por “innovativeness”, “capacity to innovate” y “innovate capacity”.
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
220
FORMACIÓN FORMACIÓN
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
CREACIÓN DE CAPITAL HUMANOCREACIÓN DE
CAPITAL HUMANO
INNOVACIÓN INNOVACIÓN
ENTORNO DINÁMICO Y CAMBIANTEENTORNO DINÁMICO Y CAMBIANTE
FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL
FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
CREACIÓN DE CAPITAL HUMANOCREACIÓN DE
CAPITAL HUMANO
INNOVACIÓN MEDIOAMBIENTAL
INNOVACIÓN MEDIOAMBIENTAL
DESAFÍOS GENERALESDESAFÍOS GENERALES DESAFÍOS AMBIENTALESDESAFÍOS AMBIENTALES
son claves para los procesos de innovación (Shoenecker et al., 1995; Lee et al., 1996;
Souitaris, 2002; Becheikh et al., 2005 y Blumentritt y Danis, 2006), por lo que la
existencia de innovativeness en una empresa favorecerá la formación de su personal
como parte de plan estratégico organizacional a fin de alcanzar sus objetivos.
Aplicando este razonamiento al campo en el que se circunscribe esta investigación, la
cada vez mayor presión en el ámbito medioambiental que soportan las empresas, la
innovativeness debe fomentar la formación específica en medio ambiente. Los
planteamientos esgrimidos con carácter general y específico se esquematizan en la
Figura 6.2.
Figura 6.2: Relación entre la innovativeness, la formación y la innovación y su aplicación al modelo desarrollado en la investigación
Fuente: Elaboración propia.
Por otro lado, en la implantación de una estrategia proactiva desde el punto de vista
medioambiental, también podría considerarse este tipo de formación como una
innovación que realiza la organización por el mero hecho de impartirla, sobre todo
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
221
teniendo en cuenta que el sector hotelero realiza, ya de por sí, muy poca formación para
sus trabajadores (Matías y Fuentes, 2006) y menos de carácter medioambiental
(Fundación entorno, 2000; CCA, 2007). Así, las empresas que cuentan con una
orientación hacia la innovación se considera que estarán más dispuestos a aplicar la
formación medioambiental, al considerarla como una innovación, frente a aquellas más
reticentes a innovar que no querrán invertir recursos en una práctica que consideran
arriesgada dado a sus resultados inciertos, como muchas otras innovaciones.
En base a los argumentos expuestos se plantea la siguiente hipótesis:
H1: La predisposición a innovar de la empresa (innovativeness) afecta positivamente
a la formación medioambiental de la organización.
6.3.3. La influencia de la innovativeness (predisposición a innovar) en la capacidad de aprendizaje organizativo.
Como se ha expuesto anteriormente, las percepciones del entorno, cada vez más
turbulento, determinan la necesidad de innovar en las empresas desarrollando el
funcionamiento interno de un sistema dinámico dirigido a adaptarse a los continuos
cambios que logren el ajuste entre la organización y su entorno. Esta necesidad de
adecuarse a los nuevos requisitos que el mercado impone es aplicable al ámbito
medioambiental ya que las empresas necesitan innovar en esta materia para adaptarse a
los requerimientos medioambientales exigidos tanto por las Administraciones como por
los consumidores.
El aprendizaje organizativo, como ya se expresaba en el capítulo IV, es entendido en
este trabajo como un proceso colectivo y dinámico de desarrollo de conocimiento social
donde la organización consigue, en base a la asimilación y utilización conjunta de la
información y conocimientos que poseen sus miembros, crear, por un lado, una
memoria organizativa donde se asienta el conocimiento social y, por otro, desarrollar
nuevas habilidades y conocimientos cuya base no parte de las capacidades individuales
sino del proceso colectivo.
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
222
En los últimos años, al igual que se ha comentado para la hipótesis planteada
anteriormente, la literatura señala la relación que existe entre el aprendizaje organizativo
y la innovación empresarial (Stata, 1989; Cohen y Levinthal, 1990; Nonaka, 1991;
Kogut y Zander, 1992; Dodgson, 1993; Nonaka y Takeuchi, 1995; Coombs y Hull,
1998; Hage, 1999; Leonard-Barton, 1999; Nooteboom,1999; Sorensen y Stuart, 2000)
y, pese a que los estudios empíricos son aún escasos (Jiménez y Sanz, 2006), los
trabajos que estudian la relación entre la innovación y el aprendizaje organizativo
encuentran evidencia de relación positiva entre ellos (Hurley y Hult, 1998; Forrester,
2000; Katila, 2002). Por ejemplo, cuando se clasifican los tipos de aprendizaje que se
desarrollan en una organización en función de las iniciativas innovadoras potenciadas
desde la misma, se ha observado que cuanto más radicales son las innovaciones
promovidas, más intenso es el proceso de aprendizaje (Zarha et al., 1999).
Siguiendo el razonamiento esgrimido en el apartado anterior se puede establecer una
relación positiva entre la existencia de innovativeness e innovación, por lo que se
considera que una empresa que desee innovar apostará por impulsar el proceso de
aprendizaje organizativo como un factor a través del cual se logre alcanzar la
innovación deseada (figura 6.3).
Analizando esta relación con mayor profundidad, hay que resaltar que aunque ya
existen trabajos que defienden una relación positiva entre aprendizaje organizativo e
innovativeness (Hurley y Hult, 1998; Yeung et al., 2007; Akgun et al., 2007; Sánchez
de Pablo y Skerlavaj, 2009; Rhee et al., 2009), no se han encontrado estudios que
analicen empíricamente la relación en sentido inverso.
No obstante, parece claro que para que las empresas sean capaces de desarrollar el
aprendizaje organizativo es necesaria la existencia de una serie de prácticas, normas y
valores dentro de la organización que logren su desarrollo e implantación. La
predisposición a innovar o innovativeness es un condicionante que, a priori, debe
facilitar el aprendizaje en una organización ya que para lograr un aprendizaje continuo
se requiere, ante todo, de una cultura que exalte la mejora continua, la innovación y que
acepte el cambio en lugar de intentar minimizarlo.
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
223
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
CREACIÓN DE CAPITAL HUMANOCREACIÓN DE
CAPITAL HUMANO
INNOVACIÓN INNOVACIÓN
ENTORNO DINÁMICO Y CAMBIANTEENTORNO DINÁMICO Y CAMBIANTE
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
CREACIÓN DE CAPITAL HUMANOCREACIÓN DE
CAPITAL HUMANO
APRENDIZAJE ORGANIZATIVOAPRENDIZAJE ORGANIZATIVO
APRENDIZAJE ORGANIZATIVOAPRENDIZAJE ORGANIZATIVO
INNOVACIÓN MEDIOAMBIENTALINNOVACIÓN
MEDIOAMBIENTAL
DESAFÍOS GENERALESDESAFÍOS GENERALES DESAFÍOS AMBIENTALESDESAFÍOS AMBIENTALES
Figura 6.3: Relación entre innovativeness, aprendizaje organizativo y la innovación y su aplicación al modelo desarrollado en la investigación.
Fuente: Elaboración propia.
Partiendo de la premisa que la innovación es un proceso que surge para la resolución de
problemas (o como la anticipación a los mismos para poder resolverlos), que para ello
es necesario analizar la información existente, plantear alternativas y elegir entre ellas, y
que este proceso supone la creación de nuevo conocimiento que debe ser asimilado por
la organización y por sus miembros a través del proceso de aprendizaje (Prieto, 2003),
en esta investigación se defiende la existencia de un vínculo entre la predisposición a
innovar -la aspiración de integrar ideas de forma coherente, generando innovaciones- y
el aprendizaje de una organización.
Por otro lado, para que se produzca el aprendizaje organizativo es necesaria la
existencia de un clima propicio que favorezca la experimentación y el aprendizaje
(Leonard Baton, 1995), fundamentado en la confianza y donde existan conductas
basadas en el compromiso (Cross y Baird, 2000), circunstancias que a nuestro parecer
caracterizan a las empresas donde la innovativeness está presente, ya que la
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
224
predisposición a innovar va acompañada de la tolerancia hacia los cambios y una actitud
proactiva (Lumpking y Dess, 1996).
De hecho, autores como Zahra et al. (1999), Slater y Narver (1995) y Liu et al. (2002)
consideran que la orientación emprendedora de una organización, entendida ésta como
un estilo directivo basado en una actitud emprendedora (Knight, 1997; Lumpkin y Dess,
1996, 2001) y compuesta por tres dimensiones (Covin y Slevin, 1989): innovación49,
proactividad y asunción de riesgos, proporcionan una base cultural para el desarrollo del
aprendizaje organizativo.
A modo de resumen, se plantea que cuanto mayor sea la vocación innovadora, mayor
será el clima emprendedor existente en la organización y, por tanto, más elevado será el
empuje para desarrollar la capacidad de aprender, puesto que como afirmaban Hamel y
Prahalad (1993) serán necesarios nuevos conocimientos para desarrollar nuevas
competencias. Esto es aplicable tanto a los conocimientos individuales (ya analizados
con el impulso de la práctica de formación del punto anterior y recogido en la primera
hipótesis de esta investigación) como al conocimiento organizativo que se adquiere a
través del proceso de aprendizaje organizativo.
Sin embargo, analizando en profundidad los estudios anteriores, la relación que se
esgrime entre la cultura innovadora (utilizada por muchos en sentido laxo) y el
aprendizaje organizativo es defendida en algunos de forma teórica (Hamel y Prahalad,
1993; Nevis et al., 1995; Leonard Baton, 1995; Prieto 2003), o bien con constructos que
se aproximan (p.e: la orientación emprendedora) pero que no miden exactamente los
mismo (Slater y Narver, 1995, Zahra et al., 1999 y Liu et al., 2002) o verificando la
relación empíricamente pero en el sentido inverso, estableciendo que el aprendizaje
organizativo es un condicionante que facilita el desarrollo de la innovativeness en la
empresa (Hurley y Hult, 1998; Morcillo, 2006; Yeung et al., 2007; Sánchez de Pablo y
Skerlavaj, 2009; Rhee et al., 2009).
49 La dimensión innovación de la orientación emprendedora se refiere a la “búsqueda de soluciones creativas o novedosas de la organización para hacer frente a los cambios, incluyendo el desarrollo o incremento de productos y servicios, nuevas técnicas administrativas y uso de nuevas tecnologías para mejorar las funciones organizativas” (Knight, 1997: 214).
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
225
Por ello, dada la generalidad de algunos de los planteamientos y la ambigüedad de
algunos otros, así como la falta de estudios empíricos que muestren la existencia de una
relación directa entre la predisposición a innovar y este tipo de aprendizaje, se plantea la
segunda proposición:
H2: La predisposición a innovar de la empresa (innovativeness) afecta positivamente
a la capacidad de aprendizaje organizativo.
6.3.4. La influencia de la formación medioambiental en el desarrollo de una estrategia medioambiental proactiva.
Una de las principales cuestiones a la que intenta dar respuesta esta investigación es
analizar la relación entre la formación medioambiental y el desarrollo de estrategias
medioambientales, específicamente las de carácter proactivo. Esta práctica de recursos
humanos es un factor “ampliamente citado” por la literatura, aunque son muy pocas las
investigaciones que la estudian de manera individual, analizando de forma específica si
su aplicación es realmente significativa.
El planteamiento de partida se basa en que para la puesta en práctica de un sistema de
gestión medioambiental, dado el carácter intensivo del mismo en capital humano (Hart,
1995), será necesaria la implicación y la formación de los empleados (ej. Post y Altman,
1994; Dechant y Altman, 1994; Starik y Rands, 1995; Aragón, 1998; Petrick et al.,
1999; Bansal y Roth, 2000; Hanna et al., 2000; Kitazawa y Sarkis, 2000; Nash y
Ehrenfeld, 2001; Aguiló et al., 2005; Del Brío et al., 2006; López et al., 2008; Erdogan
y Tosun, 2009; Molina et al., 2009),
Algunos investigadores se centran en analizar, junto a otros factores, la formación
específica que la alta dirección realiza en la materia (Azzone et al., 1997; Azzone y
Noci, 1998; Del Brío, 1999; Henriques y Sadorsky, 1999; Buysse y Verbeke, 2003;
Hillary, 2004; Darnall y Edwards, 2006; López y Serrano, 2007), haciendo hincapié en
que la disposición de ciertos conocimientos y destrezas por parte de los directivos es
condición necesaria para el desarrollo de planteamientos medioambientales, sobre todo
porque en ellos recae la responsabilidad de la toma de decisiones. Algunos de estos
autores insisten en la necesidad de destinar más recursos a esta cuestión y a este
colectivo cuando las etapas de desarrollo medioambiental se encuentran más avanzadas.
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
226
Otros autores valoran de manera global la importancia de esta práctica, analizando el
impacto de la formación del personal de la organización en la gestión medioambiental,
sin limitarla al ámbito directivo (Hunt y Auster, 1990; Hart, 1995; Dray y Foster, 1996;
Stock et al., 1997; Bradbury y Clair, 1999; Del Brío y Junquera, 2002; Claver et al.,
2004; Garces et al., 2006). De hecho, Banerjee (1998) y Chiappetta y Almada (2008)
consideran que, para que la gestión medioambiental tenga éxito, todos los empleados de
una empresa, no sólo los vinculados a ciertos departamentos o estamentos, deben recibir
formación en medio ambiente.
Asimismo, la mayoría de estos autores coincide en que una baja inversión en este
aspecto supone un serio impedimento para el desarrollo efectivo de las prácticas
medioambientales establecidas. De hecho, coinciden en que la formación es necesaria
para aumentar la capacidad de adaptación de los trabajadores a los nuevos
requerimientos y hacer frente a la falta de flexibilidad del personal ante los cambios,
potenciando una mayor sensibilidad e implicación y nuevos comportamientos. Esto
refuerza la idea de que, para que un sistema de gestión medioambiental no fracase, es
preciso invertir en capital humano (Hart, 1995).
Pese a todo lo expuesto, son muy pocas las empresas que desarrollan este tipo de
formación y las que lo hacen son mayoritariamente las que implantan formalmente un
sistema de gestión medioambiental normalizado, en muchas ocasiones, porque es un
requisito obligatorio para obtener la certificación. Las razones, analizadas con
anterioridad, hacen referencia al riesgo que aprecian los directivos sobre la posible
rotación de empleados formados en la materia (Marshall et al., 1995; Johansson, 1997;
Finegold y Soskice, 1988; Darnall y Edwards, 2006), el coste asociado a dichas
actividades (Bianchi y Noci, 1998; Shrivastava, 1995; Alberti et al., 2000; Stapelton,
Glover y Davis, 2001) o el aislamiento que a veces sufren los departamentos de medio
ambiente que no consiguen imponer pautas de actuación a otras áreas de la empresa
(OCDE, 2005).
Además de estas razones generales, la revisión teórica realizada en la presente
investigación, permite ofrecer algunas complementarias como son:
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
227
1. Pese a que muchos estudios establecen la existencia de una relación positiva
entre la adopción de prácticas medioambientales y la mejora de los resultados
económicos, de la imagen y reputación de la empresa y de su posicionamiento
competitivo, existen opiniones encontradas acerca de la incidencia real que tiene
la adopción de las políticas o acciones encaminadas a la protección del entorno
natural. (Orlitzky, 2005), existiendo investigadores escépticos en este aspecto
que mantienen que esa relación depende de muchas variables y no siempre se
cumple (Jaffe et al., 1995; Cramer, 1998; Simpson, Taylor y Barker, 2004;
Aragón y Rubio, 2007; Hull y Rothenberg, 2008). Por ello muchas empresas se
limitan a cumplir con lo estrictamente obligatorio, limitando los costes de la
formación al mínimo necesario o suprimiéndolos en caso de ser posible.
2. La falta de evaluación de la formación impartida y el desconocimiento real de su
efectividad, debido a la dificultad que este proceso implica en tiempo y coste
(Carnevale y Schulz, 1990; Truelove, 1997), hace que muchas empresas
desconfíen de los resultados de la misma y no se decidan a invertir en este
aspecto por considerarlo simplemente un gasto.
3. En muchas ocasiones, la formación es subvencionada, con un carácter gratuito e
impartida por organismos públicos a través de programas formativos de ámbito
nacional o regional, siendo ésta demasiado genérica y estando poco relacionada
con las tareas desempeñadas por aquellos que la reciben (OCDE, 2005). La falta
de análisis previo de las necesidades formativas (Whether y Dawis, 1991;
Milliman y Clair, 1996; Welford, 1998; Brown, 2005; Velada y Caetano, 2007;
Burke y Hutchins, 2007) provoca que la formación pierda efectividad y no
motive suficientemente a los trabajadores.
4. La falta de sensibilidad directiva en la materia puede dificultar el desarrollo de
esta práctica notablemente, ya que aquellos gestores que interpretan las
cuestiones medioambientales como amenazas en vez de cómo oportunidades,
adoptan actitudes reactivas frente al medio ambiente, (Sharma, 2000; Slater y
Angel, 2000; Rushton, 2002; Bansal y Penner, 2003; Aragón et al., 2004),
limitando al máximo los costes asociados a las actividades medioambientales,
incluidos por supuesto lo gastos asociados a la formación.
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
228
Pese al panorama empresarial planteado (escasa formación en la materia, temor a la
rotación de empleados cualificados, falta de análisis de los resultados de la formación
impartida, escasa adecuación de contenidos a la realidad empresarial…), las
investigaciones previas constituyen una base teórica de partida suficientemente sólida,
por lo que en este trabajo se propone que la formación en medio ambiente es
imprescindible y un antecedente necesario para lograr una gestión empresarial con
garantías medioambientales.
Además, se plantea que su desarrollo influye positivamente en la proactividad
medioambiental de la organización y en su traslación a estrategias afines, debido a que
una formación medioambiental adecuada consigue las ventajas que se detallan a
continuación. Por un lado, desarrolla la sensibilidad necesaria hacia el entorno y su
protección, un condicionante fundamental a la hora de modificar comportamientos y
desarrollar actitudes proactivas tanto por parte de los directivos como de los
trabajadores (Bansal y Roth, 2000; López y Serrano, 2007).
Otras ventajas evidentes en su aplicación son el aumento de los conocimientos,
habilidades y destrezas necesarios sobre los procesos y acciones nuevas a desarrollar
(Hart, 1995; Bird, 1996; Banerjee, 1998; Kunes, 2001) y el proporcionar a los
trabajadores retroalimentación del desempeño ambiental obtenido a fin de perpetuar los
valores correctos (Fernandez et al., 2003), logrando su motivación e implicación
(Zilahy, 2004; Govindarajulu y Daily, 2004).
Asimismo, la formación medioambiental permite, gracias a la mayor participación de
los empleados, la aparición de nuevas ideas lo que posibilita la identificación de
problemas que no habían sido detectados anteriormente y, en consecuencia, mejorar los
procesos existentes (Elkington et al., 1991).
Llegados a este punto, se propone la tercera de las hipótesis planteadas en el trabajo:
H3: La formación medioambiental influye positivamente en el desarrollo de
Estrategias Medioambientales proactivas en la empresa.
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
229
6.3.5. La influencia del aprendizaje organizativo en el desarrollo de una estrategia medioambiental proactiva.
El aprendizaje organizativo, como se refería en apartados anteriores, hace referencia al
mecanismo que permite la creación de conocimiento, así como su transformación,
difusión, interpretación y utilización de forma conjunta y social por la propia empresa y
por sus miembros, desarrollando un proceso que favorece la aparición de nuevas
capacidades en la organización.
En una sociedad marcada por el cambio continuo, este aprendizaje constituye una
respuesta organizacional acertada no sólo porque logra disminuir la incertidumbre
existente, gracias a la adaptación continua a las condiciones del entorno (Lei et al.,
1996; Crossan et al., 1999; Zollo y Winter 2002; Danneels, 2002; Beer, et al., 2005;
Nielsen, 2006; Sirmon, et al., 2007), sino porque su existencia constituye, por si misma,
un rasgo diferenciador respecto a sus competidores. De hecho, la importancia del
aprendizaje organizativo, como el de otras capacidades organizativas, se basa en la
dificultad de su exacta delimitación y, por tanto, de su replicación y copia en el mercado
(Barney, 1991; Teece, Pisano y Shuen, 1997; Makadok, 2001; Augier y Teece; 2007).
Esto supone que esta capacidad, propia de la empresa por su carácter endógeno y
dinámico (Nonaka, 1994), constituya un sólido pilar para la creación de ventajas
competitivas sostenibles (Teece, 2000).
Respecto a la influencia del aprendizaje organizativo en el desarrollo de una estrategia
medioambiental proactiva, entendida ésta última asimismo como una capacidad
dinámica (Aragón y Sharma, 2003), cabe destacar que ante entornos altamente
cambiantes y con un elevado nivel de incertidumbre, las capacidades dinámicas
necesariamente descansan menos sobre el conocimiento existente y mucho más sobre la
rápida creación de nuevo conocimiento (Eisenhardt y Martin, 2000; Danneels, 2002,
2008; Jansen et al., 2005), por lo que el aprendizaje organizativo constituye una de las
claves básicas para su desarrollo (Crossan and Berdrow, 2003).
Por otro lado, la incorporación de la cuestión medioambiental en las empresas supone
en muchas ocasiones implantar nuevos procedimientos de trabajo, nuevas formas de
CAPÍTULO VI. Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
230
gestión, nuevas tecnologías (Azzone y Bertelè, 1994; Hart, 1995; Porter y Van der
Linde, 1995; Shrivastava, 1995; Vickers y Cordey, 1999; Boiral, 2002) e incluso, en
casos extremos, modificar su configuración organizativa (López y Serrano, 2003). Esto
provoca que, en muchos casos, sobre todo si las modificaciones que se producen son de
gran calado, se produzcan alteraciones en los marcos de referencia de la organización
(Sharma y Vredenburg, 1998; Halme, 2002;). Para enfrentarse a los cambios impuestos
y poder realizar el proceso de adaptación de manera adecuada, es imprescindible
desaprender las rutinas existentes y llevar a cabo una renovación de competencias, para
lo cual el proceso de aprendizaje organizativo es un factor fundamental ya que permite
modificar los modelos mentales existentes en la organización (algo imprescindible para
acomodarse a las nuevas situaciones).
Entre las principales investigaciones que apuntan en esa dirección destacan sobre todo
las realizadas por Hart (1995) y Sharma y Vredenburg (1998) y, siguiendo sus
planteamientos, otros autores han abordado la cuestión (Boiral, 2002; Aragón y Sharma,
2003; Sharma y Henriques, 2005; Aragón et al., 2008), donde se afirma que las
empresas que desean incorporar la cuestión medioambiental en su gestión, sobre todo
aquellas que pretenden hacerlo de manera proactiva, necesitan diferentes procesos
específicos e identificables, entre los que destaca el aprendizaje organizativo.
Pese a la existencia de literatura que acredita este razonamiento y a la lógica que avala
la relación expuesta, la reflexión esbozada trata de analizar la influencia entre una
capacidad de carácter genérico en la empresa, el aprendizaje organizativo, cuyos
repercusiones son múltiples y variadas, y una capacidad específica, la medioambiental,
por lo que la descompensación de la relación seguía ofreciendo cierto margen de duda
sobre su cumplimiento. En base a lo expuesto, en este trabajo se ha considerado
necesario comprobar empíricamente la relación entre la capacidad de aprendizaje
organizativo y el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en las empresas,
por lo que se establece la siguiente hipótesis:
H4: La capacidad de aprendizaje organizativo influye positivamente en el desarrollo
de Estrategias Medioambientales Proactivas en la empresa.
CAPITULO VI: Modelo Teórico y planteamiento de hipótesis
231
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CAPITULO VII: Metodología
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“Los obstáculos son esas cosas espantosas que ves
cuando apartas los ojos de tu meta”
Henry Ford
Industrial estadounidense
CAPÍTULO VII METODOLOGÍA
7.1. Introducción.
La revisión de la literatura científica realizada en los capítulos teóricos ha conducido al
establecimiento de un modelo teórico general recogido en el capítulo anterior que
establece las relaciones plasmadas en las hipótesis formuladas, siendo el objetivo del
presente capítulo el exponer la metodología empleada para su contrastación.
Para ello, a continuación se delimita el sector objeto de estudio, describiendo la muestra
final obtenida tras el trabajo de campo realizado, el diseño del cuestionario y el proceso
de recogida de datos utilizados en el trabajo. Además, se justifican las escalas utilizadas
y la incorporación en el modelo de la pertenencia del hotel a una cadena hotelera, la
fiabilidad y validez de los instrumentos de medición y la técnica estadística aplicada.
7.2. Delimitación del sector objeto de estudio: la población
A la hora de determinar el sector objeto de estudio, se consideró oportuno seguir las
recomendaciones realizadas por Klassen y Whybark (1999) que proponían en sus
investigaciones sobre el comportamiento medioambiental de las empresas, elegir un
único sector económico. Asimismo, Font (2002) y Álvarez et al. (2001) defienden que
para llevar a cabo un análisis riguroso de la estrategia medioambiental, la investigación
se ha de centrar en una única actividad. Esto permite realizar una comparativa adecuada
entre los casos de estudio al acotar los efectos derivados de las condiciones del entorno
(principales grupos de interés, coyuntura del mercado, etc.) y de la tecnología utilizada.
CAPÍTULO VII. Metodología
246
Por ello, esta investigación se centra en el sector hotelero en Andalucía, una actividad
que se ha considerado particularmente afín para el propósito perseguido por varias
razones:
1. La importancia económica de esta actividad en la economía andaluza.
2. El peso específico que la oferta hotelera andaluza supone en el ámbito nacional
(que en su conjunto ocupa el tercer lugar en el ranking mundial sólo por detrás
de Estados Unidos y Japón).
3. Los servicios de alojamiento ejercen de soporte de toda la oferta turística ya que
además de procurar alojamiento, ayudan a definir el “estilo de vida de los
huéspedes durante su estancia”, apoyan otras actividades turísticas y facilitan la
realización de actividades alternativas o complementarias. (Deng et al.,1992)
4. El desarrollo de distintas iniciativas y programas ambientales (Green Globe,
International Hotel Environmental Initiative –IHEI-, “Q” de calidad del
Instituto para la Calidad Turística Española –ICTE-, Plan General del Turismo
Sostenible de Andalucía), que demuestran la preocupación y necesidad del
sector de estar al día en esta materia
5. El dinamismo y voluntad del sector para adaptarse a los requerimientos
medioambientales mostrados cada vez más por turistas comprometidos. De
hecho, la preocupación del sector por el medio ambiente es cada vez mayor y
para algunos autores, dada la peculiaridad de la actividad, puede ser catalogada
como egoísta ya que mientras la industria puede funcionar en un ambiente
contaminado, el turismo no (Mihalič, 2000). La degradación medioambiental
que éste genera pone en cuestión su propia continuidad y desarrollo.
Asimismo, destacar que el sector hotelero posee unas características propias (aunque no
únicas) que lo diferencian sobre todo de las actividades industriales y que Burkart y
Medlik (1981) resumen de la siguiente forma:
CAPITULO VII: Metodología
247
Carece de flexibilidad en la oferta ya que su producto (camas/noche) no puede
acomodarse a la demanda.
El producto es perecedero en cuanto a que la desocupación de una
cama/habitación durante una jornada supone una pérdida irrecuperable (ya que
no puede almacenarse para su venta posterior).
El servicio de alojamiento debe consumirse en el punto físico en el que radica la
empresa productora. No cabe la posibilidad de exportar el servicio por lo que las
condiciones del entorno donde se encuentra situado son vitales para su
supervivencia.
Tampoco son exportables las externalidades negativas. Los daños inflingidos al
medio ambiente se producen en el mismo espacio físico en el que se producen y
venden los servicios turísticos, degradando así su calidad y capacidad de
generación de riqueza.
En consecuencia, para la empresa turística y más concretamente para la empresa
hotelera, el medio ambiente y su conservación son aspectos vitales, puesto que el
entorno forma parte del producto turístico que vende. Esto es aún más aplicable en
destinos maduros como el andaluz que han acumulado a lo largo de medio siglo de
explotación intensiva, numerosos impactos negativos que deben ser reparados o, al
menos, no incrementados, sobre todo teniendo en cuenta la competencia internacional
creciente de los nuevos destinos y el agotamiento de las posibilidades de disminuir
precio (Mihalič, 2000)
Así pues, el universo o población objeto de estudio finalmente elegido es la oferta
reglada de alojamiento turístico en hoteles, aparta-hoteles y complejos turísticos de la
Comunidad Autónoma Andaluza, no teniendo en consideración ni los hostales ni las
pensiones. Esta tipología de establecimientos se excluyó por considerar que podía
distorsionar los resultados, ya que estas empresas tienen unas peculiaridades (tamaño,
antigüedad, requisitos legales reducidos, etc.) que los hace diferentes del resto de
establecimientos hoteleros.
CAPÍTULO VII. Metodología
248
Para obtener la información necesaria de estos alojamientos se utilizó la base de datos
de establecimientos turísticos facilitada por el Registro de Turismo50 perteneciente a la
Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía. Esta base de
datos recogía los hoteles inscritos oficialmente a fecha 25/3/2008 que incluía, en ese
momento, un total de 3.137 establecimientos hoteleros.
A diferencia de la Ley de Turismo de Andalucía, que en su artículo 36 distingue
diferentes tipos de alojamientos turísticos51, el Registro de Turismo de Andalucía sólo
recoge los establecimientos hoteleros, los cuales se clasifican teniendo en cuenta la
calidad de las instalaciones y servicios (conforme a los requisitos y las condiciones
previstas en la Ley 12/1999, de 15 de Diciembre, de Turismo) en los siguientes grupos:
Hoteles: se clasifican en las categorías de cinco, cuatro, tres, dos y una estrella.
El calificativo «Gran Lujo» sólo es usado por los hoteles clasificados en la
categoría de cinco estrellas y declarados con tal carácter por la Consejería de
Turismo y Deporte cuando reúnan condiciones excepcionales en sus
instalaciones, equipamiento y servicios.
Hostales: se clasifican en las categorías de una y dos estrellas.
Pensiones: se clasifican en categoría única.
Hoteles-apartamentos: se clasifican en las categorías de cinco, cuatro, tres, dos
y una estrella
Tras eliminar los hostales y pensiones de la base de datos, de un total de 3.137
establecimientos hoteleros de partida, el universo quedó reducido a 1.621 empresas, lo
que supuso una disminución del 48,3% de la población de partida.
50 El Registro de Turismo de Andalucía recoge los establecimientos turísticos sitos en Andalucía. Su inscripción es requisito indispensable para el inicio de la prestación de los servicios turísticos y para acceder a las ayudas y subvenciones en esta comunidad autónoma. 51 La Ley de Turismo en Andalucía engloba como alojamientos turísticos las siguientes categorías: establecimientos hoteleros, apartamentos turísticos, inmuebles de uso turístico en régimen de aprovechamiento por turno, campamentos de turismo o campings, casas rurales y balnearios.
CAPITULO VII: Metodología
249
7.3. Descripción de la Muestra.
Respecto a la muestra final obtenida, de los 1.621 establecimientos hoteleros de las
categorías aplicadas en la investigación que el Registro de Turismo de Andalucía tenía
inscritos en el momento de realizar la recogida de datos (marzo del año 2008),
contestaron un total de 329 establecimientos, considerando como válidos 272 de los
cuestionarios finalmente recibidos (ver apartado Recogida de datos), lo que supone una
tasa de respuesta definitiva global del 16,8%. Este porcentaje de respuesta se considera
aceptable para un cuestionario postal, similar al de muestras en trabajos publicados que
usan ese mismo procedimiento de recogida de datos y generando un tamaño muestral
suficiente para conseguir errores de estimación aceptables para las distintas variables
incluidas en la investigación. El error muestral, tomando esta población finita, es del
5,42% a un nivel de confianza del 5% (Z=1,96) y para p=q=0,5.
Si se analiza la composición de la muestra final (Figura 7.1), la provincia con mayor
representación fue la granadina (24%), circunstancia que se esperaba dado que el
cuestionario fue remitido desde la Universidad de Granada, seguida por Málaga (21%),
Cádiz (16%) y Sevilla (12%). Destacar que se recibieron respuestas de empresas
ubicadas en todas las provincias andaluzas, por lo que la muestra es representativa del
tejido empresarial que opera en Andalucía en el sector analizado.
Figura 7.1: Distribución de hoteles por provincia.
5% 9%
16%
5%
24%8%
21%
12%
Huelva Amería Cádiz Córdoba Granada Jaén Málaga sevilla
Fuente: Elaboración propia
CAPÍTULO VII. Metodología
250
Respecto al número de estrellas (Figura 7.2), los hoteles de cuatro estrellas supusieron
el colectivo más numeroso, un 29% del total de establecimientos que respondieron a la
encuesta, seguido por el de tres estrellas (28%) y el de dos estrellas (26%). Estos
porcentajes, representan suficientemente la distribución de categorías del universo de
partida, pese a no ser exactamente los mismos.
Figura 7.2: Distribución de hoteles por número de estrellas.
14%
26%
28%
29%
3%
1 estrella 2 estrellas 3 estrellas 4 estrellas 5 estrellas
Fuente: Elaboración propia
Si se analiza el grado de vinculación de las empresas de la muestra final con una cadena
o en tipología de franquiciado (Figura 7.3), el número de hoteles vinculados es menor
(31%) al número de hoteles que opera de forma independiente (69%).
Figura 7.3: Independencia en la gestión de los hoteles de la muestra.
188
84
Independientes Pertenecientes a cadena
Fuente: Elaboración propia
CAPITULO VII: Metodología
251
7.4. Procedimiento de obtención de datos.
La recopilación de los datos primarios del estudio se ha realizado a través de un
cuestionario estructurado, que es uno de los métodos de investigación más utilizado en
investigaciones de naturaleza cuantitativa. Pese a existir diversas alternativas a la hora
de recopilar los datos contenidos en el cuestionario, cada una de las cuales presenta sus
ventajas e inconvenientes (Rodríguez, 1999), se opta por seguir un modelo de encuestas
auto-administradas (envío postal y página Web) por su facilidad de aplicación y su bajo
coste unitario frente a las alternativas de entrevista telefónica o la entrevista personal.
Además de estas ventajas, este método de recogida de datos se consideró el adecuado
porque se ejerce una menor presión sobre una respuesta inmediata y provee a los
entrevistados de un mayor sentimiento de autonomía. Por contra, los mayores
inconvenientes son un menor índice de respuesta, los posibles sesgos establecidos en su
elaboración (inherentes al punto de vista y finalidad del diseñador de la encuesta) y el
que los entrevistados consideran que en cierto modo “contestan a un examen”, por lo
que pueden procurar dar respuestas “políticamente correctas”, eluden ponerse en
evidencia cuando ignoran algo, etc. No obstante, la encuesta se considera como un
instrumento útil para poder hacer deducciones con base científica pese a las limitaciones
antes mencionadas.
El cuestionario diseñado (Anexo IV) fue remitido por correo postal a los directores de
los hoteles de la población con una carta inicial de presentación donde se explicaba la
finalidad de la investigación y se ofrecía la posibilidad de contestar el cuestionario o
bien vía correo postal o, para mayor comodidad del encuestado, electrónicamente a
través de una página Web diseñada a tal efecto (www.ug.es/local/hoteles).
Para el envío de la encuesta postal era necesario poseer un listado con las direcciones de
las empresas con las que se deseaba contactar, objetivo que se cubrió gracias a la cesión
de la base de datos del Registro de Turismo por parte de la Junta de Andalucía descrita
en el apartado anterior.
CAPÍTULO VII. Metodología
252
7.4.1. Diseño del cuestionario.
Pese a que no existen unos principios universales para la elaboración de un cuestionario,
sí que existen recomendaciones y reglas generales en un intento de maximizar el nivel
de contestación y minimizar el error en las respuestas (Rodríguez, 1999).
La validez del cuestionario se basa sobre todo en su correcto diseño y elaboración. En el
caso de esta investigación, el diseño de los contenidos -tanto en lo referente a las
variables a analizar incluidas como en la forma de redactar las preguntas- se ha basado
en la revisión de la literatura teórica y empírica relacionada con los objetivos del
estudio.
Puesto que en el presente trabajo se utilizan escalas previamente validadas en estudios
de similar naturaleza y no se desarrolla ninguna escala de medida nueva, la principal
preocupación se ha centrado tanto en la selección de las escalas a utilizar, un dilema
bastante complicado dada la variedad de escalas existentes para medir algunos de los
conceptos analizados en la investigación, como en la adecuada traducción de los
enunciados de las diversas cuestiones al castellano.
Tras el paso anterior, se elaboró un cuestionario inicial que, antes de enviarse por
correo, fue testado en un sondeo piloto o pre-test realizado con la participación de cinco
directores de hoteles granadinos. Con las recomendaciones recibidas, se realizaron
algunas modificaciones de escasa importancia respecto a la presentación de los ítems,
ya que las puntualizaciones planteadas hacían referencia más a la forma que al
contenido.
Finalmente, se envió el cuestionario a los 1.621 hoteles de la población total, cada uno
de ellos caracterizado con una clave mediante la cual, al recibir la respuesta, se
identificaba de forma automática qué hotel contestaba y en qué provincia se encontraba
ubicado.
Tras el test, el cuestionario quedó definitivamente estructurado en siete bloques,
recogidos en la Tabla 7.1 y detallados en el Anexo IV.
CAPITULO VII: Metodología
253
7.4.2. Recogida de datos.
El cuestionario elaborado fue remitido en un primer envío postal a los 1.621 hoteles que
componían la población objetivo. Este primer envío se realizó durante el mes de abril de
2008 con una fecha límite de recepción del 15 de junio. De los cuestionarios enviados
se recibieron un total de 201. Posteriormente se realizó un segundo reenvío en el mes de
junio obteniéndose 106 nuevos cuestionarios hasta finales del mes de agosto. Durante
los plazos temporales reseñados, a las personas interesadas en colaborar con la
investigación se les ofreció la posibilidad de contestar al cuestionario vía Web,
obteniéndose por este medio 22 respuestas adicionales. De esta forma, el total
respuestas ascendió a 329.
Del los cuestionarios recibidos se eliminaron aquellas encuestas en las que faltaba la
respuesta a alguna de las cuestiones relevantes para la investigación, descartándose
finalmente 57 por encontrarse incompletas, haciendo que la muestra final quedara
compuesta por 272 cuestionarios.
Respecto a la posible existencia de un sesgo de la muestra debido a que aquellos que no
contestaron la encuesta inicialmente pudieran opinar de forma significativamente
diferente de los que decidieron hacerlo (lo que podría suponer un problema a la hora de
extrapolar los resultados de la muestra del análisis a toda la población), ésta es obviable
si no existen diferencias significativas entre los que respondieron al primer reenvío y los
que lo hicieron en el segundo, algo necesario para considerar todas las observaciones de
forma conjunta y poder realizar las oportunas estimaciones. Por ello, considerando que
la muestra final estaba formada por dos conjuntos de cuestionarios recibidos (los del
primer y segundo envío), se realizó un análisis de la varianza, no encontrándose
diferencias significativas entre las variables analizadas (ej. nº de estrellas/
independencia).
Por tanto, el análisis confirmó que los directores que respondieron al cuestionario en el
segundo envío no introdujeron un sesgo significativo en los resultados finales obtenidos
en el estudio, por lo que no suponían una amenaza a la hora de extrapolar los resultados.
CAPÍTULO VII. Metodología
254
Tabla 7.1. Estructura del cuestionario.
BLOQUES CONTENIDOS
Portada Explicación de la investigación e instrucciones para rellenar la encuesta y para el envío de la información.
Aspectos generales del hotel Datos del hotel: número de estrellas, habitaciones, nivel de independencia…
Predisposición a innovar Información relativa a la voluntad y motivación existente en el establecimiento hacia la innovación.
Formación en el hotel
Información sobre el número medio de horas y el gasto medio en formación realizado por cada hotel en cada uno trabajadores (diferenciando el colectivo de directivos) así como la temática general de la formación impartida.
Aprendizaje organizativo Escala que recoge la capacidad de aprendizaje organizativo de la empresa.
Prácticas medioambientales Items desarrollados para medir la proactividad de la estrategia medioambiental de cada hotel.
Cierre y agradecimiento Agradecimiento y solicitud de información para hacerle llegar la investigación en caso deseado.
Fuente: Elaboración propia
Tampoco se encontraron diferencias entre las empresas que respondieron el cuestionario
por correo ordinario o por el cuestionario Web.
Igualmente, para evitar posibles errores que pudieran imprimir algún sesgo a la
investigación, se realizó un control sobre la mecanización de la información y se
revisaron los cuestionarios, no detectándose errores, realizándose la informatización de
todas las respuestas en una base de datos diseñada al efecto. El procedimiento seguido
en esta parte del estudio se resume en la Figura 7.4:
CAPITULO VII: Metodología
255
Figura 7.4. Procedimiento completo para la obtención de datos.
Fuente: Elaboración propia
El tratamiento de datos se efectuó mediante el paquete estadístico SPSS para Windows
(Versión 15). Tras grabar los datos, se obtuvieron los estadísticos descriptivos (media,
desviación típica, máximos y mínimos) de las diferentes variables consideradas según el
tipo de que se tratara.
El objetivo perseguido con este análisis previo de datos fue doble: facilitar el uso de la
información obtenida en análisis posteriores y, lo que es más importante, detectar
posibles errores de codificación y grabación. En la Tabla 7.2 se recoge la ficha técnica
del estudio.
Hay que resaltar que tanto el análisis exploratorio como el confirmatorio, técnicas
empleadas en la investigación, son susceptibles a los efectos del tamaño de la muestra.
No obstante, las 272 observaciones de la muestra de este trabajo suponen un tamaño
muestral que cubre los mínimos requeridos ya que, según recientes investigaciones, un
tamaño muestral de 150 observaciones se considera suficiente para obtener resultados
fiables y válidos en el análisis factorial exploratorio, mientras que el tamaño mínimo
recomendado para el análisis factorial confirmatorio sería de 200 observaciones
(Hinkin, 1995).
Elaboración del
cuestionario
Pre‐test Recogida de datos
Tratamiento estadístico de
los datos
CAPÍTULO VII. Metodología
256
Tabla 7.2. Especificaciones técnicas de la investigación.
ESPECIFICACIONES TÉCNICAS DE LA INVESTIGACIÓN
Sector Hotelero
Ámbito geográfico Andalucía
Metodología Cuestionario estructurado
Procedimiento Cuestionario enviado a toda la población
Método de recogida de la información Encuesta postal e Internet (página Web).
Tamaño de la población 1.621 empresas
Cuestionarios recibidos 329 cuestionarios
Muestra final (respuestas válidas) 272 cuestionarios
Tasa de respuesta final 16,8%
Error muestral 5,42%
Nivel de confianza 5%
Periodo de recogida de datos Abril - Agosto 2008
Fuente: Elaboración propia
Los procedimientos estadísticos utilizados, así como el software con el que se efectuaron los mismos, se resumen en la Tabla 7.3.
Tabla 7.3. Tratamiento de la información.
Procedimientos estadísticos Software empleado
Estadísticos descriptivos SPSS versión 15
Análisis factorial exploratorio SPSS versión 15
Consistencia interna de las escalas (Alpha de Cronbach) SPSS versión 15
Análisis de la varianza SPSS versión 15
Análisis factorial confirmatorio LISREL versión 8.54
Modelo de ecuaciones estructurales LISREL versión 8.54
Fuente: Elaboración propia
CAPITULO VII: Metodología
257
7.5. Justificación de las unidades de medida y de las escalas utilizadas.
Como se ha apuntado anteriormente, las escalas utilizadas en este estudio han sido ya
aplicadas en trabajos previos donde, además, se constataban su fiabilidad y validez. A
continuación, se analizan cada una ellas.
7.5.1. Escala de medida de la predisposición a innovar o innovativeness.
Tal y como se comentaba en el capítulo anterior, la innovativeness mide la mayor o
menor preocupación de la empresa por innovar, su agilidad para adaptarse rápidamente
a los cambios del mercado (Dobni, 2006; Yeung et al., 2007) y la predisposición de los
trabajadores de la empresa en este sentido (Llorens et al., 2003).
De hecho, como se analizaba en la revisión teórica, pese a que durante mucho tiempo la
innovación se ha considerado en numerosos trabajos como uno de los factores claves
para la supervivencia a largo plazo de la empresa, aquí se resalta que, sin restarle
importancia a este factor, en las últimas décadas se ha hecho más hincapié en la
orientación estratégica que tenga la empresa hacia la innovación (Sigauw et al., 2006)
que en su capacidad para el desarrollo o adquisición de innovaciones concretas.
Actualmente la predisposición de la empresa hacia la innovación adquiere una
relevancia máxima dado que su alcance es más amplio y general, pudiendo gracias a
ella desarrollar nuevas capacidades dentro de la empresa, adaptarse a los cambios más
rápidamente y mejorar continuamente gracias a la implantación de una cultura
innovadora en todos sus aspectos.
Para medir la innovativeness se adaptó la escala utilizada previamente por Hurley y Hult
(1998) (desarrollada por Burke, 1989) y recientemente por Tien-Shang y Hsin-Ju (2005)
y Menguc y Auh (2006). La escala, de tipo Likert del 1 al 7 (del total desacuerdo a la
total conformidad), consta de 5 items recogidos en la Tabla 7.4.
Ha de puntualizarse que las puntuaciones de los dos últimos ítems (INN. 4 e INN. 5) se
invirtieron, otorgándoles un sentido inverso, pues su redacción se había realizado de
forma negativa.
CAPÍTULO VII. Metodología
258
Tabla 7.4. Escala de medida de la predisposición a innovar o innovativeness.
ESCALA DE MEDICIÓN DE LA PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
INN.1. En nuestro hotel se aceptan rápidamente las innovaciones tecnológicas en cuanto
están disponibles.
INN.2. En nuestro hotel la dirección participa activamente en la búsqueda de nuevas ideas
innovadoras.
INN.3. En nuestro hotel la innovación es aceptada rápidamente en la gestión de proyectos
o programas.
INN.4. En nuestro hotel la gente es advertida de la importancia de no cometer errores
cuando se trata de hacer cambios.
INN.5. En nuestro hotel las innovaciones se perciben como muy arriesgadas y encuentran
una fuerte resistencia.
Fuente: Adaptado de Hurley y Hult (1998)
7.5.2. Medición de la formación medioambiental de la empresa.
Como ya se recogía en el capítulo II, la Perspectiva de Recursos y Capacidades
(Barney, 1986; 1991; Grant, 1991, Peteraf, 1993) parte de la base de que cada empresa
posee un conjunto de recursos y capacidades que la diferencian del resto de empresas y
le permiten alcanzar diferentes grados de eficiencia y competitividad. Investigadores
como Hall (1992), Kamoche (1996), Barney y Wright (1998), De Saá y Ortega (2002),
Hussi (2004) sugieren que las personas constituyen el recurso con mayor potencial para
proporcionar ventajas competitivas sólidas y sostenibles, dado que sus características
particulares (destrezas, habilidades, conocimientos y capacidades) lo convierten en un
recurso especialmente difícil de imitar o replicar.
Debido a ello, las políticas de recursos humanos son fundamentales para potenciar este
recurso y dentro de ellas, la formación ha sido reconocida como especialmente
significativa (Fathy, 2000; Bollinger y Smith, 2001; Barba, 2002; Aragón, Barba y
Sanz, 2003; Úbeda 2005). Las razones que justifican su trascendencia se pueden resumir
en que la formación:
CAPITULO VII: Metodología
259
Posee una importancia vital en el mantenimiento y desarrollo de las capacidades,
tanto individuales como organizativas, favoreciendo el desarrollo de la empresa
(Hall, 1992; Lawler, 1994).
Refuerza la motivación y compromiso de los individuos con la organización,
disminuyendo la tasa de rotación voluntaria de los trabajadores gracias a una
mayor retención del personal cualificado (Delaney y Huselid, 1996; Guerrero y
Sire, 2001; Bassi et al., 2002; Barba et al, 2007).
Por ello, la formación incrementa directamente la competitividad de la empresa (Youndt
et al., 1996), mejorando la productividad (De Saá y Ortega, 2002) y los resultados
organizativos (Knoke y Kalleberg, 1994; Huselid, 1995; Delery y Doty, 1996).
A la hora de medir la formación, los estudios pueden diferenciarse en dos grupos: los
que usan medidas de tipo objetivo y los que usa medidas de tipo subjetivo (Aragón et
al., 2003). En el caso de la presente investigación se han elegido medidas de tipo
objetivo, utilizando algunos de los indicadores más descritos en la literatura que se
resumen en la Tabla 7.5:
Tabla 7.5. Variables utilizadas para medir la formación.
MEDIDAS OBJETIVAS PARA MEDIR LA
FORMACIÓN AUTORES
Según el TIEMPO empleado 52:
Horas de formación por empleado.
Número de clases recibidas.
Número de cursos impartidos.
Número de días de formación.
Bishop (1990), Lynch (1992), Holzer et al., (1993), Arthur (1994), Peck (1994), Bartel (1994), Holzer (1995), Bartel (1995), Huselid (1995), Delaney y Huselid (1996), Delery y Doty (1996), Martell, Gupta y Carroll (1996), Connerley (1997), Kidder y Rouiller (1997), Huselid et al. (1997), Ichniowski et al. (1997), Murray y Raffaele (1997), Barrett y O´Connell (2001), Aragón et al. (2003), McGahan y Porter (2003), Kruse et al. (2004), Goval y Welch (2004)
52 Algunos autores miden el esfuerzo en formación realizado por la empresa valorando el tiempo en formación dedicado específicamente a los directivos por considerarlos elementos clave en el proceso de toma de decisiones y, por tanto, más decisivos a la hora de recibir formación (Holzer et al., 1993; Krueger y Rouse, 1998 y Schonewille, 2001).
CAPÍTULO VII. Metodología
260
MEDIDAS OBJETIVAS PARA MEDIR LA
FORMACIÓN AUTORES
Según el número de TRABAJADORES 53 formados:
Número total de trabajadores formados.
Porcentaje de trabajadores formados
Altas y bajas en formación.
Raghuram (1994), McDuffie (1995), Black y Lynch (2001), Delaney y Huselid (1996), Ichniowski et al. (1997), Murray y Raffaele (1997), Barrett y O´Connell (2001), Gómez, Balkin y Cardy (2001), Bayo y Merino (2002), Ordiz (2002), Aragón et al. (2003), Kruse et al. (2004), Tzafir (2006), entre otros.
Según el TIPO DE FORMACIÓN:
Tipos de cursos de formación.
Métodos de formación empleados.
Programas de formación implantados.
Raghuram (1994), Delery y Doty (1996), Procopio y Fairfeld-Sonn (1996), Huselid et al. (1997), Kidder y Rouiller (1997), McEvoy (1997), Gómez, Balkin y Cardy (2001), Calzarrosa y Gelenbe (2004),
COSTE DE LA FORMACION:
Coste directo
Coste total
Gasto total en formación entre costes salariales totales
Coste de formación por empleado
Bartel (1994), Bishop (1994), Lyau y Pucel (1995), D’Arcimocles (1997), Murray y Raffaele (1997), Schonewille, (2001), Barret y O´Connell (2001), Bassi et al. (2002), Ordiz (2002), Aragon, Barba y Sanz (2003), Ng y Siu (2004), Matías y Fuentes (2006).
FORMACION SI o NO:
Variables dicotómicas.
Bartel (1994, 1995), Delaney y Huselid (1996), Connerley (1997), Krueger y Rouse (1998), Alba y Tugores (2000), Birdi et al. (2008), entre otros.
Fuente: Elaboración propia
En concreto, en este trabajo se han elegido 3 indicadores para determinar esta variable:
1. El número de horas presenciales anuales por empleado en los cursos de
formación (frecuencia con que una empresa imparte cursos).
2. El coste anual en formación realizado por la empresa para cada empleado54
(esfuerzo inversor anual en formación por empleado)
53 Otros autores se centran igualmente en el colectivo de directivos, analizando en concreto el porcentaje de directivos formados sobre el total (Russell et al., 1985; Barrett y O´Connell, 2001; Aragón et al., 2003 y Landeta et al., 2009)
CAPITULO VII: Metodología
261
3. El porcentaje de formación impartida según temática (diversidad y variedad en
la formación realizada).
De los diferentes tipos de formación que proporcionaban los hoteles, se descartó la que
se realizaba de manera informal y dentro de la formal se consideró oportuno limitar la
investigación a aquellas acciones formativas que se realizaban de forma presencial, para
evitar así la distorsión que en muchas ocasiones produce incluir la formación a distancia
(Aragón et al., 2003; Danvila y Sastre, 2005; Barba et al., 2007).
El método empleado en la medición de cada uno de los tres indicadores (Anexo IV) es
el siguiente:
1) Para medir el número de horas anuales de formación presencial recibida, se
solicitaba el cómputo total medio de horas recibidas por el director y por empleado.
2) Para medir el esfuerzo inversor realizado por la empresa en formación, se solicitaba
una estimación del gasto anual de la empresa en formación por director y por
empleado (valorado en euros), siguiendo a Matías (2000).
3) Para medir la diversidad y variedad de la formación se requería información del
porcentaje sobre la formación impartida en los siguientes campos: en temas de
ventas y atención al público, en técnicas medioambientales, sobre concienciación
medioambiental, sobre uso de sistemas informáticos y en otros temas (calidad,
mantenimiento, etc.).
Pese a que en el cuestionario postal se incluyeron los tres indicadores para medir la
formación en la empresa, se planteó el problema de la falta de contestación generalizada
del segundo indicador: el coste anual en formación por empleado. Solo un 48% de los
encuestados contestó de forma adecuada a esta pregunta. Visto el bajo porcentaje de
respuesta, se analizaron las posibles causas, detectándose que:
54 Respecto a los gastos de formación, en el cuestionario se especificaba la necesidad de incluir todos los pagos relacionados con los cursos (mantenimiento y adecuación de instalaciones, matrículas u honorarios pagados a los profesores u organismos de formación, dietas de los formadores externos y material didáctico). Este criterio de gastos se utilizó siguiendo el trabajo de Matías y Fuentes (2006).
CAPÍTULO VII. Metodología
262
1. Las empresas son muy reacias a ofrecer información económica sobre sus
actividades.
2. Mucha de la formación recibida, sobre todo por los empleados, esta
subvencionada por diferentes iniciativas realizadas a través de organismos
públicos o semipublicos (Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo
(FORCEM), Junta de Andalucía, Cámaras de Comercio, Sindicatos,
Asociaciones empresariales…), por lo que el coste real para la empresa en estos
casos es nulo. Sin embargo, la formación a directivos no suele ser gratuita, ya
que en esos casos, el hotel si opta por formación especializada y de un coste
mucho más elevado.
Ante esta situación se optó por eliminar directamente este indicador del análisis,
utilizándose únicamente los otros dos para medir la formación realizada por la empresa.
Por su parte, el tercer indicador sirvió para analizar la formación medioambiental
específica que realizaba cada empresa. El esfuerzo formativo en temas
medioambientales se determinó en virtud del porcentaje de formación medioambiental
sobre el total de horas de formación impartidos en el hotel.
7.5.3. Escala de medida de la capacidad de aprendizaje organizativo.
La capacidad de aprendizaje organizativo ha sido considerada, en este estudio, como la
actividad que permite crear y usar el conocimiento, de tal manera que éste pueda ser
compartido e integrado en la organización (Nonaka y Johansson, 1985), logrando unas
sinergias que permiten el desarrollo de capacidades más allá de los propios individuos y
que abarcan el conjunto social de la empresa.
El aprendizaje organizativo permite mejorar la eficacia y el potencial de crecimiento en
las organizaciones (Stata, 1989; Sorensen y Stuart, 2000; Céspedes et al., 2005; Flores
et al., 2008) y ser fuente de ventajas competitivas (Prahalad y Hamel, 1990; Lado y
Wilson, 1994; Calantone, et al., 2002; Dixon et al., 2007; Kieser y Koch, 2008), dando
como resultado nuevos comportamientos (Fiol y Lyles, 1985; Hult et al., 2004).
CAPITULO VII: Metodología
263
No obstante, pese al creciente interés en el estudio de este proceso, a la hora de medir el
proceso de aprendizaje organizativo, tal y como indican Easterby et al. (2000), ha
existido un insuficiente debate sobre su medición y pocos intentos de operativizar el
constructo a través de técnicas cuantitativas (Chaston et al., 1999). De hecho, los
trabajos surgen de marcos conceptuales muy diferentes (Garvin, 1993) y, sobre todo, las
investigaciones pioneras suelen mostrar planteamientos teóricos subyacentes débiles y
una insuficiente evaluación psicométrica de las escalas aplicadas (Martínez, 2005). Sin
embargo, en la última década, se ha producido un creciente interés por el desarrollo de
una escala de medida que permita valorarlo adecuadamente (Real et al., 2006).
La revisión de los trabajos de los últimos años muestra que no existe un criterio único al
valorar el aprendizaje organizativo, ya que mientras que algunos autores lo consideran
una variable latente multidimensional, compuesta por un conjunto de dimensiones
interrelacionadas que deben coexistir en la organización para que se produzca el
aprendizaje a nivel social, otras investigaciones de impacto consideran que esta formado
por un único componente.
En la Tabla 7.6 se resumen diferentes formas desde las que se abordado la medición del
aprendizaje organizativo y aquellos autores que se decantaron por una u otra manera.
Tabla 7.6. La medición del aprendizaje organizativo.
MEDICIÓN DEL APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
ASPECTOS EN LOS QUE PROFUNDIZAN LOS TRABAJOS
AUTORES
PROCESO
Trabajos que consideran el aprendizaje organizativo como
un proceso dinámico que se desarrolla en el tiempo a través de una serie de fases o etapas
Hubert (1991), Crossan et al. (1999), Tippins y Sohi (2003),
PROFUNDIDAD
Trabajos que analizan la profundidad del proceso de
aprendizaje.
Bierly y Chakrabarti (1996), Chaston et al. (2000).
CAPÍTULO VII. Metodología
264
MEDICIÓN DEL APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
ASPECTOS EN LOS QUE PROFUNDIZAN LOS TRABAJOS
AUTORES
DIMENSIONES
Trabajos cuya medición se basa en evaluar las
dimensiones del proceso, es decir, los componentes críticos
o factores que componen el aprendizaje organizativo.
Senge (1990), Ulrich et al. (1993), Hult y Ferrell (1997), Sinkula, et al. (1997), Goh y Richars (1997), Baker y Sinkula (1999), Calantone, et al. (2002), Templeton et al. (2002), Goh (2003), Céspedes et al. (2005); Pérez, Montes y Vázquez (2005).
NIVELES
Trabajos que miden el aprendizaje organizativo en
base a los niveles ontológicos clásicos: individual, grupal y
organizativo.
Bontis et al. (2002), Castañeda y Perez (2005), Castañeda y Fernández Ríos (2007).
FUENTES DEL APRENDIZAJE
Trabajos que miden el aprendizaje organizativo analizando las fuentes del
aprendizaje (interno o externo).
Gilbert y Cordey (1996), Decaloris y Deeds (1999), Geffen y Rothenberg (2000), Boiral (2002).
Fuente: Elaboración propia
Tras la revisión de los trabajos anteriores, en este estudio se ha utilizado una escala de
medición compuesta por 4 items recogida en el trabajo de Lloréns et al. (2005), que a su
vez se basaba en los trabajos de Kale et al. (2000) y de Edmondson (1999). Esta escala
fue validada por los autores con un alto grado de fiabilidad y ha sido posteriormente
utilizada en numerosas investigaciones (Ruiz et al, 2005; Aragón et al., 2007; Bueno et
al., 2007; García et al., 2007 a y b, 2008 a y b, 2009).
Cada ítem se ha acompañado de una escala de tipo Likert del 1 al 7 y el conjunto
utilizado viene recogido en la Tabla 7.7 que se muestra a continuación.
CAPITULO VII: Metodología
265
Tabla 7.7 Escala de medida de la capacidad de aprendizaje organizativo.
ESCALA CAPACIDAD DE APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
AP.1. En nuestro hotel se ha aprendido o adquirido muchos nuevos e importantes
conocimientos.
AP.2. Los miembros del hotel han aprendido o adquirido algunas capacidades o
habilidades críticas.
AP.3. La mejora de nuestro hotel ha estado influida por los nuevos conocimientos
aprendidos o adquiridos.
AP.4. Nuestro hotel es una organización que aprende.
Fuente: Adaptado de Lloréns et al. (2005)
7.5.4. Escala de medida de la estrategia medioambiental proactiva
Las estrategias medioambientales proactivas han sido definidas en el capítulo V como
planteamientos medioambientales sistemáticos que las empresas desarrollan volunta-
riamente y que van más allá de lo marcado por la ley (Sharma y Vredenburg, 1998).
Ahora bien, medir el concepto de proactividad medioambiental resulta bastante
complicado debido a la variedad de componentes que lo conforman, no existiendo
ninguna fuente de datos secundaria donde extraer esta información para la muestra
concreta seleccionada en esta investigación. Por otro lado, la aplicación de estrategias
medioambientales avanzadas por las organizaciones no ha sido medida hasta ahora
aplicando un único método sino que se han utilizado múltiples formas: a través de los
contaminantes emitidos (Klassen y Whybark, 1999), por entrevistas y documentos
públicos disponibles o mediante las auto-percepciones de los directores (Aragón, 1998;
Christmann, 2000; Sharma y Vredemburg, 1998; Rueda, 2005; Martín, 2005; Aragón et
al., 2005). Esta última opción ha sido la elegida para la medición de la proactividad
medioambiental en este trabajo.
Tras revisar la literatura existente en este campo, para medir la orientación de la gestión
medioambiental se optó finalmente por adaptar la escala propuesta por Aragón (1998),
compuesta por 14 items, a la realidad investigada: el sector hotelero. Para ello, se
eliminaron algunos de los ítems de la escala de referencia, más orientados a sectores
CAPÍTULO VII. Metodología
266
industriales, y se incluyeron otros planteados por Rueda (2005) que en su investigación
desarrolló una escala de 29 items para medir la estrategia medioambiental de las
estaciones de esquí, empresas de servicios del sector turístico.
Finalmente, la evaluación del grado de desarrollo de las diferentes prácticas de gestión
medioambiental en los hoteles se llevó a cabo mediante una escala tipo Likert de 7
puntos compuesta por 14 items, pidiendo al directivo que sus respuestas las realizase
comparándose con la media de la competencia de su sector (1 = “No se realiza la
práctica ni hay intención de llevarla a cabo en el futuro” y 7 = “Estamos muy
avanzados en la práctica y somos líderes en su utilización dentro del sector”).
En la Tabla 7.8 se recoge de manera resumida los ítems utilizados para la medición de
la proactividad medioambiental que se han incluido en el cuestionario postal (An. IV).
A fin de establecer las dimensiones relacionadas y comprobar si era posible construir un
constructo final que midiera la estrategia medioambiental de la empresa, el proceso de
validación consistió en realizar un análisis factorial exploratorio que determinase las
dimensiones subyacentes de la estrategia medioambiental, seguido por un análisis
confirmatorio sobre los ítems del apartado medioambiental del cuestionario mediante el
cual se comprobaba la validez de las dimensiones identificadas. Ambos análisis
ofrecieron resultados satisfactorios tal y como se recoge en el apartado 7.8, dedicado a
la validación de las escalas.
Tabla 7.8. Escala de medida de la estrategia medioambiental de la empresa.
ESCALA ESTRATEGIA MEDIOAMBIENTAL DE LA EMPRESA
1 Política medioambiental documentada.
2 Designación específica de una persona que en exclusividad o junto con otras funciones, es responsable de los temas medioambientales.
3 Realización de auditorías medioambientales periódicas.
4 Realización de estudios detallados de consumos energéticos y comparativas entre distintas fuentes de energía.
5 Utilización de equipos y sistemas para disminuir el consumo de energía (ej. equipos de bajo consumo).
CAPITULO VII: Metodología
267
ESCALA ESTRATEGIA MEDIOAMBIENTAL DE LA EMPRESA
6 Utilización de energías renovables (ej. solar, eólica, o biomasa).
7 Programa sistemático de ahorro de agua mediante el uso de electrodomésticos apropiados, cisternas adaptadas, control de riegos, sensores en grifos, etc.
8 Empleo de productos de limpieza no contaminantes del agua.
9 Programa sistemático de reciclaje selectivo para todos los materiales (vidrio, papel, plástico, orgánico, pilas y aceites).
10 Educación a clientes sobre prácticas medioambientales responsables.
11 Formación a empleados y directivos sobre prácticas medioambientales responsables.
12 Patrocinio de actividades relacionadas con el medio ambiente.
13 Uso de argumentos medioambientales en actividades de marketing.
14 Compra sistemática de materiales reciclados y/o con etiquetas medioambientales.
Fuente: Adaptado de Aragón (1998)
7.6. Integración del hotel en una cadena hotelera
La importancia de la pertenencia a un grupo estratégico, definido como un conjunto de
empresas de un sector que implantan una estrategia similar (Porter, 1979), viene
definida por el cambio en el nivel de desempeño que puede alcanzar una empresa
dependiendo del grupo al que pertenezca. La participación en un grupo empresarial
desarrolla entre las empresas alianzas estratégicas que les permiten diferenciarse del
resto de competidores. Como resultado, se crea un ambiente favorable para los
miembros del grupo (McNamara et al., 2003), gracias al cual pueden alcanzar niveles
mayores de competitividad (Short et al., 2007). Desde un punto de vista empírico,
también existen evidencias que permiten constatar el hecho de que la pertenencia a
grupos estratégicos afectan al desempeño empresarial (González y Ventura, 2002;
Ketchen et al., 2004).
Particularizando en la empresa hotelera, a medida que el mercado se fue expandiendo,
debido fundamentalmente a los avances tecnológicos del transporte, empezaron a
CAPÍTULO VII. Metodología
268
aparecer las grandes cadenas que conocemos hoy día, caracterizadas por el desarrollo de
nuevas formas de gestión y que fomentaron en el sector el fenómeno de agrupación
(OMT, 1998 a y b). El panorama hotelero español no ha sido ajeno a esta tendencia y
pese a que la fragmentación de la oferta es todavía bastante elevada, con un gran
número de pequeñas y medianas empresas, desde los años ochenta el tejido hotelero ha
experimentado un cambio estructural muy profundo mediante un proceso acelerado de
concentración e integración horizontal.
Tal y como se recoge en el capítulo VI, se entiende que una cadena hotelera está
compuesta por un número determinado de hoteles distribuidos en distintas zonas del
territorio, con una gestión unificada pero con fórmulas de gestión y estructura
empresarial diversas (ACHE, 1999).
A priori, la pertenencia a una cadena hotelera parece beneficiar a sus miembros ya que
el desempeño de los hoteles integrados está normalmente por encima de los
independientes (Ingram y Baum, 1997; Mathews, 2000; Israeli, 2002; Claver et al.,
2007 b y c). El pertenecer a una cadena ofrece al establecimiento una serie de ventajas,
entre las que se destacan las aportadas por Villacorta (2002):
1) Las cadenas acumulan más recursos, más experiencia y cuentan con economías
de escala, fundamentalmente en sus servicios centrales, lo que les proporciona
un considerable potencial de crecimiento al poder incorporar más estable-
cimientos con un coste adicional de gestión mínimo. Esta gestión común les
permite mejorar en numerosos aspectos (compra de suministros, costes
operativos y administrativos, publicidad y propaganda, estudios de mercado,
sistemas de reservas, etc.) y aumentar el control y el poder de negociación frente
a las agencias de viajes, tour-operadores, centrales externas de reservas,
compañías emisoras de tarjetas de crédito, empresas de transporte, etc.
2) Se tiene una mayor capacidad para la obtener financiación y se pueden soportar
mejor las pérdidas en alguno de los establecimientos, compensándolos con los
beneficios de otros hoteles de la cadena. Además, los cambios se asumen más
fácilmente por encontrarse en mejor situación a la hora de asumir riesgos.
CAPITULO VII: Metodología
269
3) Los hoteles miembros pueden optar con mayor facilidad que los hoteles
independientes a tecnologías más modernas, dado que muchos de los costes en
su implantación son compartidos.
4) El personal se profesionaliza y especializa en mayor medida, gracias a que la
formación del mismo suele ser mucho más elevada. Esto es posible debido a la
reducción de los costes totales de gestión de la formación y a un desarrollo más
riguroso y efectivo de la misma, alcanzado mediante una mejor planificación.
5) Simplifica el proceso de comunicación y lo potencia notablemente al
promocionar sus servicios a través de una imagen de marca única. La marca
aporta enormes beneficios, resaltándose sobre todo el que se identifica con una
identidad que para los clientes supone una promesa de permanencia de las
cualidades del hotel. Esto permite reducir los costes de búsqueda del cliente
potencial, al asociar y extrapolar éste la imagen, calidad y características de un
hotel de la cadena a todos los hoteles que la compongan.
La última ventaja comentada supone un verdadero reto para los hoteles integrados ya
que para ofrecer una calidad de producto homogéneo es necesaria una gran
coordinación, el desarrollo de rutinas organizativas comunes y el tratamiento de muchos
factores intangibles (estilo, imagen…) de forma conjunta.
En cambio, los establecimientos independientes funcionan sin el paraguas de una
marca conocida, sin el soporte de la central de reservas ni de unos servicios
centrales (de contabilidad, auditoria, compras, gestión medioambiental, etc.).
Por otro lado, el pertenecer a una cadena también supone una serie de inconvenientes:
1) La mayor complejidad a la hora de su gestión, dada la mayor dimensión de la
cadena: problemas de coordinación, control, comunicación, entre otras.
2) El compartir una imagen afecta a todos los miembros en lo positivo y también
en lo negativo ya que si algún hotel está mal gestionado, los efectos se harán
sentir negativamente en la imagen global de toda la cadena. Así, si un hotel
disminuye la calidad de su oferta no sufre todos los efectos negativos de sus
CAPÍTULO VII. Metodología
270
acciones al repartirse éstos entre los miembros asociados55. La intensidad de esta
actuación dependerá del tipo de clientes que frecuenten el hotel (que sean
asiduos o ocasionales), de la posibilidad de estandarizar procedimientos, del
grado de control que se pueda ejercer y del tipo de propiedad en el que se
explota el hotel.
3) Puede que la oferta de servicios definida por la central sea excesivamente rígida
y estandarizada, no adecuándose a las características y necesidades de los
clientes y de la zona donde se encuentre ubicado el hotel. Por ello, algunas
cadenas están descentralizando ciertas decisiones en los directores de cada hotel
para que éstos logren una mayor adaptación del funcionamiento a las exigencias
del entorno.
Resumiendo, pese a los posibles inconvenientes, los procesos de integración han
adquirido una gran importancia ya que, además de las economías de escala que se
consiguen y el enorme efecto que la marca logra facilitando la promoción y
comercialización, permite reducir el poder de negociación de los tour-operadores,
rompiendo con su tradicional oligopolio.
Trasladando todo este debate al campo medioambiental, parece lógico plantear que la
aplicación de medidas ambientales puede diferir según la categoría del establecimiento
y su pertenencia o no a una organización integrada en cadena (González y León, 1998;
Álvarez et al., 2001a).
Además, hay que tener en cuenta que las variables tamaño, número de estrellas y
pertenencia a una cadena suelen ir asociadas, ya que normalmente los hoteles
independientes son de reducido tamaño, menor categoría, de carácter familiar y poco
profesionalizados (Céspedes y Burgos, 2004).
Por esa razón, aquí se ha analizado la posible relación entre el tamaño (número de
habitaciones), el número de estrellas y el grado de independencia del hotel. Dada la
55 Esta posibilidad se explica por Fernández y González (2006) como la existencia de un “riesgo moral”, que hace referencia a los problemas de agencia que pueden sufrir los establecimientos muy alejados de la central. La dificultad de medir el esfuerzo del hotel a la hora de cumplir los parámetros comunes establecidos y el coste asociado de controlar al responsable, produce que los estándares de calidad no sean mantenidos en determinadas ocasiones por algunas organizaciones.
CAPITULO VII: Metodología
271
naturaleza ordinal de algunas de las variables consideradas, se optó por calcular el
coeficiente de Pearson así como los correspondientes coeficientes no paramétricos (Rho
de Spearman). En ambos casos se obtuvieron valores elevados y significativos (p<0,01)
tanto del coeficiente Pearson de –0,495** (nº habitaciones vs. independencia) y -
0,512** (nº estrellas vs. independencia) como del coeficiente Rho de Spearman de –
0,571** (nº habitaciones vs. independencia) y -0,528** (nº estrellas vs. independencia).
Esto pone de manifiesto que en el sector hotelero andaluz a mayor número de
habitaciones y mayor categoría aumenta el nivel de integración en una cadena, en
ambos casos. Por tanto, cabe pensar que muchas de las apreciaciones que se suelen
realizar respecto al tamaño y su relación con la gestión medioambiental (relación muy
analizada por investigadores como Alberti et al., 2000; Álvarez et al., 2001b; Brío y
Junquera, 2003; Zilahy, 2004; Lepoutre y Heene, 2006) son en su mayoría aplicables a
la pertenencia o no a una cadena hotelera.
Así, se puede suponer que existe una relación positiva entre la pertenencia a una cadena
y la implantación de prácticas de protección del medio ambiente ya que ésta resulta más
sencilla en organizaciones estandarizadas y bien estructuradas (Alberti et al.; 2000).
Además, los establecimientos integrados, normalmente de mayor tamaño, poseen
mayores recursos, más posibilidades de utilizar servicios centralizados que abaraten
costes y de beneficiarse de la planificación que las centrales realizan y de un mayor
poder de negociación con proveedores, entre los que se incluyen las empresas
consultoras y certificadoras medioambientales, por lo que tendrán más facilidades para
aplicar medidas medioambientales en sus organizaciones.
Por el contrario, las empresas independientes tienen un menor acceso a condiciones
financieras favorables y menores niveles de información (González y León, 2001), algo
necesario para la adaptación medioambiental de las empresas.
Pese a no haber planteado inicialmente una hipótesis concreta enfocada a relacionar el
nivel de independencia de los hoteles con el desarrollo de estrategias medioambientales
proactivas, la importancia y aceleración del proceso de concentración e integración
hotelera llevó a considerar relevante analizar esta cuestión, escasamente estudiada por la
literatura del área.
CAPÍTULO VII. Metodología
272
Esta información se obtuvo preguntando a los responsables cuál era el nivel de
integración de su hotel en un grupo empresarial, pidiendo que se especificara si su
establecimiento estaba:
Integrado en la propiedad de una cadena.
Franquiciado por una marca.
Asociado a una cadena.
Asociado a una central de compras.
Era independiente.
Con la información obtenida, se ha llevado a cabo un análisis de si la integración en un
grupo hotelero favorecía o no a la hora de realizar prácticas medioambientales avanzadas.
Para ello, la muestra de hoteles se dividió en cinco categorías, integrados y de difrentes
niveles de integración, y este aspecto se introdujo como variable de control en el modelo.
7.7. Propiedades Fundamentales de los instrumentos de medición.
Los instrumentos de medición utilizados en la investigación deben cumplir una serie de
características para que resulten válidos y fiables. Como se especificaba anteriormente,
las escalas utilizadas en el trabajo han sido seleccionadas de estudios previos de similar
naturaleza ya sometidas a diferentes pruebas que garantizaban su adecuación. Pese a
ello, en esta investigación también se han realizado distintos análisis de depuración a fin
de garantizar que las escalas aplicadas cumplían con las características psicométricas
oportunas.
Siguiendo las recomendaciones contenidas en la literatura especializada, la evaluación
de las diferentes medidas se ha efectuado analizando tres aspectos cuyo cumplimiento
garantiza su adecuación: la dimensionalidad, la fiabilidad y la validez (Hulland, 1999;
Hair et al., 2004).
El análisis de la dimensionalidad de la escala tiene como objetivo verificar si la escala
tiene entidad propia por si misma y, por tanto, si existe una sola variable subyacente,
condición que puede verificarse mediante un análisis factorial exploratorio de
componentes principales (Germain et al., 1994 y Rogg et al., 2001). Para comprobar
CAPITULO VII: Metodología
273
que se cumple esta condición, cuando se realiza un análisis factorial exploratorio debe
determinarse el número de factores más adecuado. La interpretación de estos factores,
se realiza a través de la matriz de cargas factoriales, normalmente rotados, considerando
que según aumenta el tamaño muestral, la carga factorial requerida es menor (Hair et
al., 2004).
Respecto a fiabilidad, ésta se relaciona con la consistencia de la medición (Bollen,
1989) y hace referencia al “grado en que la variable observada mide el valor verdadero
y está libre de error” (Hair et al., 2004:7). Por tanto, para que la escala sea fiable, varias
mediciones en diferentes momentos, deben ofrecer resultados similares. Para estudiar la
fiabilidad se dispone de diferentes criterios empíricos alternativos56, debiendo
observarse siempre sus dos vertientes: la fiabilidad individual de cada indicador que la
compone, que se comprueba mediante un análisis factorial confirmatorio, y la
consistencia interna del conjunto de los indicadores, que puede verificarse mediante el
coeficiente alfa de Cronbach (Sánchez y Sarabia, 1999), el estudio de la fiabilidad
compuesta y de la varianza extraída (Hair et al., 2004). Ver apartado validación de
escalas.
Respecto a la validez, ésta define “el grado en que la medida representa con precisión
lo que supone que representa” (Hair et al., 2004:7), es decir, que la escala mide aquello
para lo que fue diseñada y no otro aspecto. Para medir la validez de una escala es
necesario considerar cuatro tipos de validez existentes: validez de contenido, validez de
criterio, validez de concepto y validez convergente y discriminante (Bollen, 1989).
La validez de contenido es una validez de tipo cualitativo donde se define de forma
clara el dominio de un concepto y se juzga si las medidas representan de forma
completa dicho dominio (Bollen, 1989). Sobre el contenido de los indicadores no
existen pruebas estadísticas que permitan comprobar si se cumple o no este requisito,
por lo que se trata de una cuestión de carácter altamente subjetivo. Nunnally (1994)
sugiere que para garantizar este tipo de validez, la forma más adecuada sería realizar un
profundo análisis de la literatura y de las escalas relacionadas con la variable que se 56 La literatura suele recoger varias opciones para mejorar la fiabilidad de una escala de medida, incluyendo la técnica de pruebas repetidas o test-retest, la consistencia interna de la medida y el uso de formas alternativas o de escalas múltiples.
CAPÍTULO VII. Metodología
274
pretende medir. En el caso de este estudio, la validez de contenido se ha perseguido
analizando diferentes investigaciones publicadas que medían, utilizando distintos
enfoques, los distintos conceptos utilizados en el estudio. De entre las escalas existentes,
se seleccionaron aquellas que se consideraron más apropiadas según la revisión teórica
realizada, lo que permitió diseñar el cuestionario distribuido finalmente (Anexo IV).
Asimismo, se vuelve a recordar que todas las escalas utilizadas provienen de estudios
previos relevantes, ya validadas en cada uno de ellos, por lo que la validez de contenido
de dichas escalas se encuentra garantizada.
Por lo que se refiere a la validez de criterio, también denominada externa, ésta se
compone de la validez predictiva y de la validez concurrente. La primera se refleja en la
capacidad de anticipar acontecimientos futuros y la segunda muestra el grado de
relación que existe entre la variable que predice y la variable criterio en un momento
determinado (Cooper y Emory, 1995).
La validez de concepto o interna (también conocida como validez de constructo)
establece si una medida se relaciona con otras variables observables según un patrón
congruente con las predicciones derivadas de la teoría (Bollen, 1989), es decir, analiza
realmente qué es lo que está midiendo la escala en cuestión. Así, la validez de concepto
de una medida depende de la correlación o no de la misma en la forma esperada con
otras medidas de otros conceptos.
Por último, la validez de concepto esta asimismo muy relacionada con la validez
nomológica, validez convergente y validez discriminante. La nomológica hace
referencia a la existencia de una relación coherente entre las mediciones de conceptos y
las teorías correspondientes. En el caso de la validez convergente, la medida de un
concepto se puede llevar a cabo siguiendo diferentes métodos independientes, de
manera que si los métodos miden lo mismo cabe esperar que las medidas estén
correlacionadas de forma importante o, dicho de otra manera, un indicador de la validez
convergente es que las correlaciones entre conceptos parecidos sean fuertes y
significativas (Churchill, 1979a). De modo similar, cuando las correlaciones entre
conceptos que miden fenómenos diferenciados son débiles, estaremos ante una validez
discriminante.
CAPITULO VII: Metodología
275
7.8. Evaluación de las escalas de medida.
Tras explicar las características fundamentales que deben cumplir los instrumentos de
medida utilizados en la investigación, a continuación se realiza la evaluación de las
distintas escalas utilizadas en el modelo, utilizándose un análisis factorial confirmatorio
siempre que sea posible. Esta técnica permite evaluar la validez de un conjunto de
ítems como medida de variables latentes que no pueden ser observadas directamente, lo
que permitirá comprobar si las escalas de medición propuestas cumplen con las
características psicométricas necesarias (Nunnally, 1994; Hulland, 1999; Hair et al.,
2004), es decir son unidimensionales, fiables (están libres de error de medida) y válidas
(libres de error sistemático).
En el caso de la estrategia medioambiental de la empresa, al tratarse de una escala con
un número de ítems inferior al de las escalas originales, con el objetivo de identificar las
cuestiones que van a conformar las posibles dimensiones de la misma, se inicia el
proceso aplicando un análisis factorial exploratorio a partir del cual se realizará el
refinamiento y la determinación de las escalas finales de medida. A estas escalas se les
aplicará un análisis factorial confirmatorio, técnica que permite evaluar la validez de un
conjunto de ítems como medida de variables latentes que no pueden ser observadas
directamente.
Para poder realizar el análisis factorial exploratorio, un paso previo consiste en realizar
varias pruebas estadísticas que verifiquen que se cumplen los supuestos básicos para su
aplicación. Existen diversos indicadores recogidos en la literatura sobre la técnica del
análisis factorial que establecen el grado de adecuación de los datos y la “bondad” de la
solución factorial obtenida. De forma más precisa, consideraremos los siguientes
indicadores (Hair et al., 2004; Sharma, 1996):
1. Contraste de esfericidad de Bartlett: prueba estadística que proporciona la
probabilidad de que la matriz de correlación de las variables sea una matriz
identidad, de manera que el valor del test deberá ser elevado y el nivel de
significación pequeño para rechazar la hipótesis nula de que la matriz de
correlaciones de las variables incluidas en el análisis es la matriz identidad, lo
CAPÍTULO VII. Metodología
276
que resulta indicativo de la posibilidad de aplicar el análisis factorial a los datos.
Debe conseguirse un valor de significación inferior a 0,05.
2. Estadístico de Kaiser-Meyer-Okin (KMO): medida de la homogeneidad de las
variables utilizadas en el análisis, comparando los coeficientes de correlación
observados con los coeficientes de correlación parcial. Pese a que no existen
tests estadísticos para esta medida, el valor debe estar próximo a 1 aunque se
suele aceptar valores del índice superiores a 0,657.
Respecto a la validación las escalas finales de medida, tal y como se comentaba
anteriormente, se aplica un análisis factorial confirmatorio, para lo cual se han seguido
las recomendaciones que se suelen proponer en la literatura al uso (Hair et al., 2004;
Kelloway, 1998; Sharma, 1996). En esta investigación, el ajuste del modelo de medida
de cada concepto se ha realizado siguiendo dos pasos (Hair et al., 2004; Sharma, 1996):
1. En primer lugar, se determina la significación estadística de las cargas de cada
indicador sobre la variable latente, para clarificar si se puede asumir la validez
convergente. De esta forma, supuesto un nivel de significación del 5%, serían
significativas aquellas cargas con un valor crítico (t-value) superior a 1,96.
2. Tras examinar la significación de las cargas, se comprueba la fiabilidad de los
diferentes indicadores y fiabilidad compuesta del constructo.
Según Sharma (1996), el valor R2 de cada indicador muestra la fiabilidad individual del
mismo. Es recomendable que su valor sea de 0,5 como mínimo (aunque no excluyente),
57 Sharma (1996: 116) señala las siguientes directrices para evaluar el índice obtenido:
KMO obtenido Recomendación
Mayor o igual a 0,9 Excelente
0,8+ Meritorio
0,7+ Mediano
0,6+ Mediocre
0,5+ Bajo
Inferior a 0,5 Inaceptable
CAPITULO VII: Metodología
277
lo que equivale a aceptar que el indicador deberá tener al menos un 50% de su varianza
en común con la variable latente58.
Por otra parte, deberán estimarse igualmente las fiabilidades y las medidas de varianza
extraída de cada concepto para determinar si los indicadores considerados son
suficientes en la representación de los constructos (Hair et al., 2004). La consistencia
interna de los indicadores se mide a través de la fiabilidad compuesta del constructo,
que analiza el porcentaje de la ponderación asignada a los indicadores explicada por
cada factor al que estén asignados y que puede calcularse a partir de la siguiente
expresión matemática:
Fiabilidad del constructo = (Σ ponderaciones estandarizadas)2/ (Σ ponderaciones
estandarizadas)2 + Σ errores de medida
donde el error de medida de cada indicador se obtiene por la diferencia entre la unidad y
la fiabilidad del indicador, que es el cuadrado de la ponderación estandarizada del
indicador (Hair et al. 2004). Se recomiendan valores superiores a 0,7, permitiéndose
rebajar esta exigencia dada la naturaleza exploratoria del análisis.
Otra medida de la fiabilidad es la varianza extraída que analiza el porcentaje de
varianza de los indicadores tenida en cuenta por cada factor o variable latente, por lo
que su valor debe ser lo mayor posible recomendándose valores superiores a 0,5. En
esta investigación, el cálculo se llevó a cabo a partir de la siguiente igualdad:
Varianza extraída = (Σ cargas estandarizadas2)/ (Σ cargas estandarizadas2) +
Σ errores de medida
Por otro lado, como se mencionó previamente, la fiabilidad de las escalas de medida se
puede evaluar a partir de su consistencia interna, siendo recomendable la utilización de
dos tipos de medidas (Hair et al., 2004):
58 Se trata de una orientación derivada de la lógica y experiencia del autor, pero al no estar basada la recomendación en prueba estadística alguna, este límite se entenderá como conveniente aunque no excluyente.
CAPÍTULO VII. Metodología
278
Mediante la correlación de cada ítem con la puntuación de la escala aditiva
(correlación ítem-total), así como la correlación entre los diferentes ítems que
componen la escala (correlación inter-ítem)59. Una vez calculadas dichas
correlaciones, la práctica empírica sugiere que mientras que el valor mínimo
debería ser de 0,5 en la correlación ítem-total, la correlación inter-ítem deberá
alcanzar al menos el valor 0,3.
En segundo lugar, la consistencia interna de la escala final se puede evaluar a
partir del Alpha de Cronbach, medida ampliamente utilizada y difundida entre
los investigadores. Por lo que respecta al Alpha de Cronbach, la literatura suele
recomendar que el límite inferior para su valor debería situarse en un mínimo de
0,7 (Hinkin, 1995), si bien la naturaleza exploratoria de una investigación
permitiría relajar esta exigencia hasta el valor inferior de 0,6 (Peterson, 1995).
7.8.1. Evaluación de la Escala de medida de la innovativeness.
Partiendo de una escala inicial integrada por cinco ítems y dado que la escala de la
innovativeness ha sido previamente utilizada y testada por otros autores (Hurley y Hult,
1998; Tien-Shang y Hsin-Ju, 2005 y Menguc y Auh, 2006), se llevó a cabo un análisis
factorial confirmatorio para evaluar su validez y fiabilidad. En primer lugar, utilizando
el programa PRELIS, se evaluó si se podía aceptar la hipótesis de normalidad
multivariante de los datos. Como se observa en la Tabla 7.9, los resultados de los test
realizados no avalan tal hipótesis, por lo que se optó por utilizar el método de mínimos
cuadrados ponderados (WLS) para llevar a cabo las estimaciones de los modelos. La
utilización del método WLS requiere del cálculo previo de la matriz de covarianzas
asintóticas, lo que puede exigir disponer de un tamaño muestral amplio para evitar
problemas de convergencia. En el caso que nos ocupa, los 272 casos disponibles en la
muestra resultaron suficientes para llevar a cabo los cálculos sin problemas.
59 La naturaleza ordinal de las escalas de medida hace recomendable utilizar como coeficiente de correlación el índice Rho de Spearman, versión no paramétrica del coeficiente de correlación de Pearson.
CAPITULO VII: Metodología
279
Tabla 7.9. Resultados del test de normalidad multivariante: Innovativeness
Asimetría Curtosis Asimetría y curtosis
Value Z‐Score P‐Value Value Z‐Score P‐Value Chi‐Square P‐Value
2,451 8,410 0,000 20,730 5,466 0,000 100,599 0,000
La estimación de un primer modelo en el que la escala estaba compuesta por cinco
ítems arrojó resultados poco satisfactorios en lo referente a la bondad del ajuste,
hallándose algunos ítems cuya fiabilidad individual resultaba excesivamente reducida
(Véase Tabla 7.10). Por ello, se inició un proceso de depuración que llevó a la
eliminación de dos de los cinco ítems iniciales60. Los resultados de la validación de la
escala final, integrada por tres ítems, se presentan en la Tabla 7.10.
Tabla 7.10. Validez y fiabilidad de la escala innovativeness.
Escala inicial Escala final ITEMS
Carga estand
t‐value Fiabilidad individual Carga
estandarizada t‐value
Fiabilidad individual
INN. 1 0,79 Fijado a 1 0,62 0,78 Fijado a 1 0,60 INN. 2 0,51 7,81 0,26 Eliminado - -
INN. 3 0,82 16,15 0,67 0,76 15,17 0,58 INN. 4 0,96 17,72 0,92 0,98 14,90 0,97 INN. 5 0,32 4,99 0,10 Eliminado - -
Indicado
res de
bond
ad del ajuste
Chi-Square (5 gdl) = 19.95 (P = 0,0013)
RMSEA = 0,11
Intervalo 90% RMSEA = (0,059 ; 0,16)
Test of Close Fit (RMSEA < 0,05) = 0,026
Goodness of Fit Index (GFI) = 0,89
Adjusted Goodness of Fit Index (AGFI) = 0,86
Ajuste perfecto (escala con tres items)
Fiabilidad
compuesta 0,8269 0,8815
Varianza
extraida 0,5161 0,7155
Coef. Alfa
Cronbach 0,333 0,678
60 El modelo se volvió a estimar eliminando, de uno en uno, aquellos ítems con baja fiabilidad individual. En primer lugar se eliminó INN.5, se volvió a estimar el modelo y se concluyó en la conveniencia de eliminar también INN.2.
CAPÍTULO VII. Metodología
280
Como se muestra en la citada tabla, las cargas estandarizadas en la escala final son
elevadas y significativas, lo que sería un indicador de la validez convergente. De otro
lado, tanto la fiabilidad compuesta como la varianza extraída y el coeficiente alfa de
Cronbach de la escala final sufren una importante mejora respecto de la escala inicial
compuesta por los cinco ítems. Tomados en su conjunto, los anteriores resultados
permiten afirmar que la escala finalmente utilizada para medir la innovativeness es
válida y fiable61.
7.8.2. Evaluación de las medidas utilizadas para medir la formación
medioambiental.
Puesto que la escala propuesta para medir la formación estaba integrada únicamente por
dos ítems y no es factible utilizar el análisis factorial confirmatorio como técnica para
determinar su validez y fiabilidad, en la Tabla 7.11 se reproduce la información que ha
servido de base para determinar que puede utilizarse dicha escala con las garantías
necesarias.
Tabla 7.11. Consistencia interna de la escala de formación medioambiental
FOR 1 FOR 2 Correlación Item‐total Alpha de Cronbach
FOR 1 1 0,561 0,944
FOR 2 0,561 1 0,803 0,719
* Todas las correlaciones son significativas al nivel 0,01 (bilateral).
De la tabla previa se deduce que los valores alcanzados para los coeficientes inter-ítem e
ítem-total sobrepasan con creces los mínimos exigibles (0,5 y 0,3 respectivamente). En
cuanto al coeficiente Alpha de Cronbach, su cálculo arroja un valor de 0,719 para la
escala considerada, valor que supera el mínimo de 0,7 recomendado en la literatura. Así,
la escala para la medida de la formación medioambiental, tal y como se plantea en este
trabajo, se admite que es fiable debido a los resultados que arroja la evaluación de su
consistencia interna.
61 Tanto la fiabilidad compuesta como la varianza extraída son superiores a los mínimos recogidos en la literatura. En cuento al coeficiente Alfa de Cronbach, se observa que se aproxima al mínimo de 0,7 que se suele recomendar con carácter general y que supera sobradamente el valor 0,6 que propone Peterson (1995) como límite inferior en investigaciones de naturaleza exploratoria.
CAPITULO VII: Metodología
281
7.8.3. Evaluación de la escala de medida de la capacidad de aprendizaje organizativo.
Siguiendo los procedimientos descritos al comienzo de este apartado y al igual que se
hizo para la escala de la innovativeness, se usó como escala de aprendizaje organizativo
la propuesta por Lloréns et al. (2005), dado que ésta ha sido ampliamente testada con en
investigaciones recientes.
En esta escala se parte de 4ítems. Los tests llevados a cabo para determinar si se podía
aceptar una distribución normal multivariante indicaban que las variables consideradas
no se distribuían según una normal multivariante. En este sentido, tal y como se aprecia
en los datos contenidos en la Tabla 7.12, se detectan diferencias en el test conjunto de
asimetría y curtosis. De esta forma, se procedió a estimar el modelo de medida
utilizando el método WLS previo cálculo de las matrices necesarias utilizando PRELIS.
Tabla 7.12. Resultados del test de normalidad multivariante: aprendizaje organizativo
Asimetría Curtosis Asimetría y curtosis
Value Z‐Score P‐Value Value Z‐Score P‐Value Chi‐Square P‐Value
4,828 11,629 0,000 36,094 7,745 0,000 195,232 0,000
Los resultados obtenidos, mostrados en la Tabla 7.13 prueban de nuevo la validez
convergente al obtenerse cargas estandarizadas elevadas y estadísticamente
significativas a un nivel de significación del 1% (t-value>2,58). Igualmente, la
fiabilidad individual de los ítems considerados superan el valor de 0,5 que se suele
exigir para mantener un ítem en una escala (Sharma, 1996).
Tabla 7.13. Validez y fiabilidad de la escala de aprendizaje organizativo
Indicadores Cargas estandarizadas Fiabilidad individual ( R2)
APREN 1 0,84 (coeficiente fijado a la unidad) 0,71
APREN 2 0,87 (25,67) 0,76
APREN 3 0,92 (24,89) 0,85
APREN 4 0,86 (23,51) 0,74 * Se presentan entre paréntesis los valores críticos (t-value).
CAPÍTULO VII. Metodología
282
En este caso los índices de las Tablas 7.13 y 7.14 muestran valores que resultan claros a
la hora de evaluar el grado en que el modelo concreto se ajusta a los datos,
permitiéndonos concluir en un buen ajuste del modelo a los datos.
Tabla 7.14. Medidas de la bondad del ajuste. Escala de aprendizaje organizativo
Indicador Valor obtenido
Medidas absolutas de ajuste
Estadístico Ji-Cuadrado (2 grados de libertad) Goodness of Fit Index (GFI) Root Mean Square Residual (RMSR) Root Mean Square Error of Approximation (RMSEA) P-Value for Test of Close Fit (RMSEA < 0.05)
3,02 (p=0,22)
1,00 0,024 0,043 0,43
Medidas Incrementales de ajuste
Adjusted Goodness of Fit Index (AGFI) Normed Fit Index (NFI) Non Normed Fit Index (NNFI) Comparative Fix Index (CFI) Incremental Fix Index (IFI) Relative Fix Index (RFI)
0,99 1,00 1,00 1,00 1,00 0,99
Medidas de ajuste de parsimonia
Critical N (CN) χ2 / g.d.l. (ji-cuadrado normada)
828,70
1,51
La consistencia interna del constructo se puede evaluar a partir de los datos que
mostramos en la Tabla 7.15. El Alpha de Cronbach supera el valor 0,7 recomendado
para que se pueda aceptar la consistencia interna de una escala, mientras que los
indicadores de la fiabilidad compuesta y de la varianza extraída son igualmente
superiores a los valores de 0,7 y 0,5 que se les suele exigir como mínimo.
Tabla 7.15. Consistencia interna de la escala de aprendizaje organizativo
Alpha de Cronbach Fiabilidad compuesta Varianza Extraída
0,907 0,9259 0,7579
En conclusión, los datos del presente apartado permiten concluir que la escala propuesta
para medir el aprendizaje organizativo es válida y fiable.
CAPITULO VII: Metodología
283
7.8.4. Evaluación de la escala de medida de la estrategia medioambiental proactiva.
A diferencia del resto de escalas utilizadas en la investigación, dada la adaptación que
se realizó para la investigación de las escalas de partida de Aragón (1998) y Rueda
(2005), a fin de delimitar la dimensionalidad, fiabilidad y validez de la escala utilizada
para medir la estrategia medioambiental de la empresa, el proceso de validación se
inició con un análisis factorial exploratorio seguido por un análisis confirmatorio sobre
los 14 ítems que conformaban dicha escala.
La Tabla 7.16 contiene algunos de los indicadores propuestos para evaluar tanto la
adecuación de los datos como la bondad de la solución factorial obtenida. Los valores
alcanzados manifiestan que los datos son apropiados para aplicar la técnica y, asimismo,
que la solución factorial es apropiada.
Tabla 7.16. Resultados del análisis factorial exploratorio: adecuación de los datos y de la bondad de la solución factorial obtenida.
Indicador Valor obtenido
Medida de adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Olkin 0,903
Prueba de esfericidad de Bartlett Chi Cuadrado aproximado Grados de Libertad Sig.
1929,737
91 0,000
Una vez verificada la adecuación de la información disponible para que fuera
aconsejable la aplicación del análisis factorial, se procedió a la extracción de los
factores que representan a las variables originales. En este punto fue necesario aplicar
alguno de los criterios disponibles para determinar el número de factores pertinentes, de
lo que se concluyó en la conveniencia de extraer un total de tres factores62.
Dado que nuestro objetivo es reducir el número original de variables a un número
menor de componentes, que a su vez constituyen nuevas variables, explicando la mayor
cantidad de varianza en los datos, se consideró más adecuado utilizar como método de
extracción el de “Análisis de Componentes Principales” (Sharma, 1996). 62 Siguiendo las recomendaciones de la literatura, se retuvieron aquellos factores con valores propios (autovalores) superiores a la unidad (Hair et al., 2004)
CAPÍTULO VII. Metodología
284
Adicionalmente, en el intento de minimizar el número de variables que con cargas
factoriales elevadas en cada factor para simplificar la interpretación de los factores, se
aplicó el método de rotación ortogonal Varimax, de lo que se obtiene la solución de la
Tabla 7.17.
Tabla 7.17. Matriz de componentes rotados (nivel de integración alcanzado)
Componentes Nº Items
Etiqueta de la variable (SPSS) 1 2 3
1 Política medioambiental documentada. 0,757
2 Designación de un responsable medioambiental 0,741
3 Realización de auditorías medioambientales periódicas. 0,811
4 Realización de estudios de consumos energéticos. 0,443
5 Uso de equipos para disminuir el consumo de energía. 0,663
6 Utilización de energías renovables. 0,762
7 Programa sistemático de ahorro de agua. 0,506
8 Empleo productos de limpieza no contaminantes. 0,751
9 Programa sistemático de reciclaje selectivo. 0,766
10 Educación a clientes sobre prácticas medioambientales. 0,575
11 Formación sobre prácticas medioambientales. 0,608
12 Patrocinio de actividades relacionadas con el medio. 0,766
13 Uso de argumentos medioambientales en marketing. 0.798
14 Compra sistemática de materiales reciclados 0,640
Autovalores iniciales 6,592 1,290 1,169
Porcentaje varianza explicado 47,086 9,211 8,350
Porcentaje varianza acumulado 47,086 56,297 64,647
Método de rotación: normalización Varimax con Kaiser. Se representan las cargas factoriales superiores a 0,4.
CAPITULO VII: Metodología
285
La solución finalmente obtenida considera la existencia de tres factores que explican el
64,65% de la varianza total. La interpretación de esta solución factorial se basó en las
cargas factoriales que alcanzaron un valor lo suficientemente elevado como para que
sean consideradas significativas para el tamaño muestral disponible. La interpretación
de los factores considerados se realiza a partir de las cargas factoriales de las variables
en los distintos factores.
El primer factor incluye actividades medioambientales relacionadas con aspectos
organizativos en la empresa (si se posee una política medioambiental documentada,
personal específico para desarrollar esa tarea, si se realizan auditorias, estudios de
energía, educación a clientes y trabajadores, patrocinio de actividades ambientales y
marketing medioambiental) y representa 47,086% de la varianza explicada. En este
factor cargan de manera importante y significativa ocho ítems relacionados y, bajo el
nombre de “gestión interna de aspectos medioambientales”, en el futuro “Gestión”, se
recogen los ítems de la escala con la siguiente numeración: 1, 2, 3, 4, 10, 11, 12 y 13
(corresponde con los ítems de los gráficos Ges.1, Ges.2, Ges.3, Ges.4, Ges.5, Ges.6,
Ges.7 y Ges.8).
En el segundo factor, denominado “coherencia en el uso de materiales”, en adelante
“coherencia”, destaca por su importancia relativa el valor de las cargas factoriales de
tres cuestiones recogidas en los ítems 8, 9 y 14 (corresponde con los ítems de los
gráficos Coh.1, Coh.2 y Coh.3) y que tienen que ver con ciertas actividades que la
empresa realiza y su coherencia con su política ambiental, es decir, se pretende conocer
si se lleva a cabo un uso racional de productos, si se compran productos
medioambientalmente correctos y si se produce por parte del personal un reciclaje
selectivo de materiales.
Por último, tres son los ítems que cargan significativamente, el 5, 6 y 7 en el tercer
factor (corresponden con los ítems de los gráficos Aho.1, Aho.2 y Aho.3) que recoge
información sobre las acciones que la empresa realiza de ahorro energético y de agua,
por lo que se ha denominado “ahorro de energía y agua”, en adelante “ahorro”.
CAPÍTULO VII. Metodología
286
Tras el análisis factorial exploratorio se llevó a cabo el análisis confirmatorio, necesario
para determinar la validez y fiabilidad de la escala en cuestión. Como paso previo a la
realización del correspondiente análisis, y al objeto de determinar el método de
estimación más apropiado, se llevó a cabo el test de normalidad multivariante de los tres
factores obtenidos utilizando el procesador PRELIS incluido en LISREL.
Análisis de la normalidad de las tres dimensiones de la estrategia medioambiental
Los tests llevados a cabo para evaluar la normalidad multivariente de los ítems incluidos
en las tres subescalas relacionadas con la gestión medioambiental proactiva muestran la
existencia de diferencias estadísticamente significativas en la valoración conjunta de
asimetría y curtosis respecto de una distribución teórica normal, lo que lleva a rechazar
la hipótesis de normalidad multivariante y a elegir el método WLS como método de
estimación más apropiado a la hora de realizar los correspondientes análisis factoriales
confirmatorios (véanse Tablas 7.18, 7.19 y 7.203).
Tabla 7.18. Resultados del test de normalidad multivariante del factor Gestión
Asimetría Curtosis Asimetría y curtosis
Value Z‐Score P‐Value Value Z‐Score P‐Value Chi‐Square P‐Value
10,871 13,510 0,000 101,033 8,414 0,000 253,323 0,000
Tabla 7.19. Resultados del test de normalidad multivariante del factor Coherencia
Asimetría Curtosis Asimetría y curtosis
Value Z‐Score P‐Value Value Z‐Score P‐Value Chi‐Square P‐Value
1,096 4,889 0,000 14,935 0,148 0,883 23,925 0,000
Tabla 7.20. Resultados del test de normalidad multivariante del factor Ahorro
Asimetría Curtosis Asimetría y curtosis
Value Z‐Score P‐Value Value Z‐Score P‐Value Chi‐Square P‐Value
1,300 5,556 0,000 14,272 -0,937 0,349 31,751 0,000
CAPITULO VII: Metodología
287
Análisis de la fiabilidad y validad de las escalas que miden las tres dimensiones de
la estrategia medioambiental.
Igual que en los otros casos, se optó por utilizar el método WLS para estimar los
diferentes modelos de medida de las escalas utilizadas para las dimensiones de la
estrategia medioambiental: “gestión”, “coherencia” y “ahorro”.
Tras estimar el modelo de medida del factor “gestión”, los resultados obtenidos respecto
a su validez y fiabilidad, se presentan en la Tabla 7.21, mientras que en Tabla 7.22
aparecen los índices de bondad del ajuste.
Tabla 7.21. Validez y fiabilidad de la escala del factor Gestión
Indicadores Cargas estandarizadas Fiabilidad individual ( R2)
GES 1 0,90 (coeficiente fijado a la unidad) 0,82
GES 2 0,90 (34,88) 0,81
GES 3 0,92 (29,07) 0,84
GES 4 0,74 (18,70) 0,55
GES 5 0,72 (16,03) 0,52
GES 6 0,80 (19,82) 0,64
GES 7 0,81 (23,59) 0,65
GES 8 0,86 (27,73) 0,73 * Se presentan entre paréntesis los valores críticos (t-value).
En la Tabla 7.21 se observa en que todas las cargas estandarizadas son elevadas y
estadísticamente significativas al 1% (t-value>2,58), lo que es indicativo de la validez
convergente. En cuanto a la fiabilidad individual de los ítems, destacar que los
coeficientes de fiabilidad individuales (R2) superan en todos los casos el mínimo
recomendado de 0,5 (Sharma, 1996).
Por lo que se refiere a la bondad del ajuste de la escala, los índices mostrados en la
Tabla 7.22 son indicativos de un ajuste aceptable del modelo a los datos empíricos,
CAPÍTULO VII. Metodología
288
superándose en todos los casos los mínimos recomendados en la literatura para que sean
indicativos de un ajuste correcto (Hair et al., 2004).
Tabla 7. 22. Medidas de la bondad del ajuste de la escala del factor Gestión
Indicador Valor obtenido
Medidas absolutas de ajuste
Estadístico Ji-Cuadrado (18 grados de libertad)
Goodness of Fit Index (GFI)
Root Mean Square Residual (RMSR)
Root Mean Square Error of Approximation (RMSEA)
P-Value for Test of Close Fit (RMSEA < 0.05)
39,58 (p=0,0024)
0,99
0,10
0,067
0,15
Medidas Incrementales de ajuste
Adjusted Goodness of Fit Index (AGFI)
Normed Fit Index (NFI)
Non Normed Fit Index (NNFI)
Comparative Fix Index (CFI)
Incremental Fix Index (IFI)
Relative Fix Index (RFI)
0,98
0,98
0,98
0,99
0,99
0,97
Medidas de ajuste de parsimonia
Critical N (CN)
χ2 / g.d.l. (ji-cuadrado normada)
239,29
2,19
Finalmente, en la Tabla 7.23 se recoge la información que permite comprobar la
consistencia interna del constructo. Se constata que todos los indicadores superan con
creces los mínimos exigidos, lo que evidencia la consistencia interna de esta escala.
Tabla 7. 23. Consistencia interna de la escala del factor Gestión
Alpha de Cronbach Fiabilidad compuesta Varianza Extraída
0,906 0,9479 0,6960
Asimismo, los resultados obtenidos para medir la validez y fiabilidad de la escala de
medida del factor “coherencia” se presentan en la Tabla 7.24.
CAPITULO VII: Metodología
289
Tabla 7.24. Validez y fiabilidad de la escala del factor Coherencia
Indicadores Cargas estandarizadas Fiabilidad individual ( R2)
COH 1 0,78 (coeficiente fijado a la unidad) 0,60
COH 2 0,76 (10,15) 0,57
COH 3 0,74 (9,62) 0,54 * Se presentan entre paréntesis los valores críticos (t-value).
Tras realizar la estimación del modelo para el factor “coherencia”, como era de esperar
se trata de un modelo perfectamente identificado que dio origen a un ajuste perfecto en
el que χ2 = 0 (con p=1), eliminándose de esta forma la posibilidad de verificar el grado
en que el modelo representa de forma razonable el fenómeno estudiado63. No obstante,
en los casos de ajuste perfecto Sharma (1996: 425) recuerda que un modelo en el que se
produzca el mismo puede mostrar unos parámetros estructurales que no tienen por qué
ser elevados, de ahí que sea posible analizar la validez y fiabilidad de la escala
propuesta. En el caso de esta escala, todas las cargas estandarizadas alcanzan valores
elevados y estadísticamente significativos al 1% (t-value>2,58), de lo que se puede
deducir la validez convergente. De forma similar, la fiabilidad individual de los
diferentes ítems (R2) superan los mínimos que se suelen recomendar en la literatura
especializada.
Finalmente, en la Tabla 7.25 se recoge la información que permite comprobar la
consistencia interna del constructo al superar los indicadores los mínimos exigidos.
Tabla 7.25. Consistencia interna de la escala del factor Coherencia
Alpha de Cronbach Fiabilidad compuesta Varianza Extraída
0,759 0,8041 0,5779
Finalmente, el análisis realizado a la escala del factor “Ahorro” se presenta en la Tabla
7.26 y, como en caso anterior, se trata de un modelo perfectamente identificado que dio
origen a un ajuste perfecto en el que χ2 = 0 (con p=1), eliminándose así tener que
63 Esto ocurre en cualquier caso en el que la escala evaluada esté compuesta por tres ítems.
CAPÍTULO VII. Metodología
290
verificar el grado en que el modelo representa de forma razonable el fenómeno
analizado
Tabla 7.26. Validez y fiabilidad de la escala del factor Ahorro
Indicadores Cargas estandarizadas Fiabilidad individual ( R2)
AHO 1 0,74 (coeficiente fijado a la unidad) 0,60
AHO 2 0,71 (10,15) 0,57
AHO 3 0,70 (9,62) 0,54 * Se presentan entre paréntesis los valores críticos (t-value).
Por último, se verifica la consistencia interna de la escala en base a los datos mostrados
en la Tabla 7.27.
Tabla 7. 27. Consistencia interna de la escala del factor Ahorro
Alpha de Cronbach Fiabilidad compuesta Varianza Extraída
0,604 0,7602 0,5139
Tomada en su conjunto, la información disponible permite afirmar que el instrumento
propuesto para medir la estrategia medioambiental es un instrumento de medida válido
y fiable y que el constructo consta de tres dimensiones, gestión, coherencia y ahorro.
7.9. Referencias bibliográficas del Capítulo VII.
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CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
303
“La teoría es asesinada tarde o temprano
por la experiencia”
Albert Einstein
Científico y físico de origen alemán
CAPÍTULO VIII ESPECIFICACIÓN DEL MODELO Y ANÁLISIS DE RESULTADOS
8.1. Introducción.
Una vez verificado que los datos y las escalas utilizados son fiables y válidos, en este
capítulo se analizan y contrastan estadísticamente las hipótesis propuestas. Para ello, se
especifica el modelo a aplicar, desarrollándolo en detalle en función a la multi-
dimensionalidad de algunos de los constructos analizados y, mediante la técnica
estadística utilizada, se establece un modelo de ecuaciones estructurales.
Los resultados obtenidos son analizados en el último apartado del capítulo dedicado
específicamente a la discusión, teniendo en cuenta los planteamientos teóricos y los
datos empíricos.
8.2. Técnica estadística utilizada para la validación de hipótesis.
Una vez examinada la idoneidad de los distintos instrumentos de medida aplicados en
la investigación, el siguiente paso es la verificación de las hipótesis planteadas en el
modelo teórico, para lo cual se aplica un modelo de ecuaciones estructurales (SEM -
Structural Equation Modeling), utilizando para ello el programa LISREL 8.54.
El SEM es una herramienta de análisis multivariante, estadísticamente rigurosa, que
permite usar paralelamente variables observables y latentes y proporcionar un método
directo para tratar relaciones de forma simultánea. A modo de resumen, un modelo
causal típico consta de dos “submodelos” interrelacionados que se conocen como
modelo estructural y modelo de medida. Mientras que el primero muestra el conjunto
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
304
de relaciones entre los diferentes constructos representados mediante variables
latentes, el modelo de medida se preocupa de la medición de las variables del modelo
estructural mediante diversos indicadores o variables observadas.
Para su aplicación, ha de diseñarse un modelo estructural con el conjunto de
indicadores que han permanecido como válidos y que permiten, por tanto, reflejar de
forma aceptable los distintos constructos de la investigación.
En base a lo expuesto, en el apartado siguiente se especifica el modelo cuyas
relaciones se han establecido de acuerdo con la teoría y, mediante el análisis de
ecuaciones estructurales que lo definen, se evalúa su significación estadística. Para ello
se introducen los datos recogidos en el trabajo de campo (previamente aceptados
mediante su validación con las técnicas anteriormente expuestas), se crea el modelo
gráfico, se procede al análisis de su validez de forma similar al realizado para las
diversas escalas y, mediante el análisis de los coeficientes relativos a las relaciones
causales entre constructos, se determina si las hipótesis planteadas eran correctas.
Ahora bien, pese a las ventajas que ofrece la técnica, no está exenta de limitaciones,
algunas de las cuales derivan de los supuestos requeridos en la teoría estadística
subyacente para su correcta aplicación. En este sentido, el tamaño muestral juega un
importante papel tanto en la estimación de un modelo SEM como en la interpretación
de los resultados obtenidos (Hair et al., 2004). Aunque no existe un criterio único
aceptado para establecer el tamaño muestral “óptimo”, existen diversos factores que
afectan a los requisitos del tamaño muestral de esta técnica:
Especificación del modelo: el tamaño muestral afecta a la estimación correcta
del modelo y a la identificación de errores de especificación.
Tamaño del modelo: el tamaño mínimo de la muestra recomendado suele ser
de un mínimo de, al menos, cinco casos por parámetro estimado; aunque la
exigencia del mínimo puede oscilar entre cinco y diez (Bentler y Chou, 1987).
Supuesto de normalidad: si los datos no cumplen los supuestos de
normalidad multivariante será necesario incrementar el tamaño muestral. Si se
utilizan procedimientos de estimación diseñados específicamente para tratar
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
305
datos no normales (por ejemplo WLS), el número recomendado por parámetro
estimado sería quince casos.
Procedimiento de estimación: aunque el método de estimación máximo
verosímil (ML) permite analizar muestras de muy reducido tamaño (50
observaciones) y obtener resultados, otros procedimientos requieren un tamaño
muestral mínimo bastante más elevado, sobre todo cuando no se cumple el
supuesto de normalidad multivariante para las variables observadas para lo cual
se recomienda utilizar el procedimiento de estimación WLS.
Según lo expuesto, podemos deducir que el tamaño muestral de nuestra investigación,
272 casos, resulta más que suficiente para la estimación correcta del modelo y para la
validez de los resultados obtenidos64.
8.3. Especificación del Modelo General.
8.3.1. Desarrollo en detalle del modelo general.
La revisión de la literatura científica realizada en los capítulos teóricos ha conducido al
establecimiento del modelo general explicado en el capítulo precedente. Tras la
validación de las escalas, que ha permitido detectar algunos indicadores de medición
no válidos que han de ser excluidos del modelo, y verificar la multi-dimensionalidad
de la estrategia medioambiental proactiva, se ha diseñado un “path diagram” o
diagrama de secuencias que representa las relaciones existentes entre las distintas
variables dependientes e independientes a través de las correlaciones entre indicadores,
dimensiones y constructos.
A partir del modelo general mostrado en el capítulo precedente y representado en la
Figura 8.1, se desarrolla en detalle el modelo final utilizado en esta investigación
(Figura 8.2).
64 Aunque en la metodología SEM no esta demasiado claro lo que se considera “suficiente”, Kline (2005) señala que una muestra es “pequeña” si tiene menos de 100 sujetos, “media” si tiene de 100 a 200 sujetos y “grande” si esta integrada de más de 200 sujetos.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
306
Figura 8.1: Modelo general.
Fuente: Elaboración propia.
Durante la validación de la escala de la estrategia medioambiental de las empresas se
llegó a la conclusión de que la misma estaba integrada por tres dimensiones que se han
denominado gestión, coherencia y ahorro. Puesto que los resultados de la formación
medioambiental puede tener efectos diferenciados sobre las diferentes dimensiones de
la estrategia medioambiental establecidos, se propone verificar la hipótesis 3, que
consideraba los efectos de la formación medioambiental en el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas, teniendo en cuenta las dimensiones consideradas (Figura
8.2). Asimismo, el aprendizaje organizativo también puede influir de forma diferente
sobre las tres dimensiones de la estrategia medioambiental especificadas, por lo que la
hipótesis 4, que relacionaba la capacidad de aprendizaje organizativo y la estrategia
medioambiental adoptada por al organización también se analiza en base a las tres
dimensiones consideradas (Figura 8.2).
En base a lo anteriormente expuesto, de forma específica la hipótesis 3 se subdivide en
tres sub-hipótesis, de tal manera que se considera que la formación medioambiental
impartida en los hoteles andaluces influye de forma positiva y significativa en la tres
dimensiones de la estrategia medioambiental de la organización, es decir, en su gestión
interna de aspectos medioambientales (H3a), en la coherencia en el uso de materiales
(H3b) y en el ahorro de energía y agua (H3c), tal como se indica en la Figura 8.3.
Estrategia Medioambiental
Proactiva Aprendizaje Organizativo
Predisposición a innovar
Formación Medioambiental
Independencia
H4
H3
H2
H1
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
307
Figura 8.2. Modelo general detallado
Figura 8.3. Hipótesis 3. Detalle formación medioambiental – Est. Med. Proactiva
Gestión
Coherencia
Ahorro Ap. 1 Ap. 2 Ap. 3 Ap. 4
Ges. 1For. 2For. 1
Coh.2
Coh.3
Aho.3
Formación Medioambiental Inn. 1 Inn.3 Inn.4
Independencia
Aprendizaje Organizativo
Predisposición a innovar
Aho.2
Aho.1
Coh.1
Ges. 2 Ges.3 Ges. 4
Ges. 1 Ges. 2 Ges.3 Ges. 4
Gestión
Coherencia
Ahorro
Ges. 1
For. 2 For. 1
Ges. 2 Ges. 3 Ges. 4
Ges. 5 Ges. 6 Ges. 7 Ges. 8
Coh. 1
Coh.2
Coh.3
Aho.1 Aho.2 Aho.3
Formación
Medioambiental
H3a
H3b
H3c
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
308
De manera análoga al caso anterior (Figura 8.4), la hipótesis 4 queda subdividida al
plantearse que en los hoteles andaluces la capacidad de aprendizaje organizativo
influye de forma positiva y significativa en la Gestión interna de aspectos
medioambientales (H4a), en la coherencia en el uso de materiales (H4b) y en el ahorro
de energía y agua (H4c).
Figura 8.4. Hipótesis 4. Detalle aprendizaje organizativo – Est. Med. Proactiva.
Fuente: Elaboración propia.
Tras la especificación del modelo general, las hipótesis y subhipótesis del modelo final
definitivo se resumen en la Tabla 8.1.
8.3.2. Estimación del modelo.
Una vez planteadas las relaciones pertinentes entre las variables que conforman el
modelo final y tras establecer el método de estimación que se iba a utilizar (WLS), se
lleva a cabo un análisis a fin de determinar (mediante el paquete estadístico LISREL
8.54), si es factible o no asumir la hipótesis de normalidad en la distribución de los
datos que permitirían contrastar el modelo.
Gestión
Coherencia
Ahorro
Ges. 1 Ges. 2 Ges. 3 Ges. 4
Ges. 5 Ges. 6 Ges. 7 Ges. 8
Coh. 1
Coh.2
Coh.3
Aho.1 Aho.2 Aho.3
Aprendizaje
Organizativo
H4a
H4b
H4c
Aho.1 Aho.2 Aho.3
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
309
Tabla 8.1. Resumen de las hipótesis planteadas en la investigación.
HIPOTESIS
Hipótesis 1: La predisposición a innovar de la empresa (innovativeness) afecta
positivamente a la formación medioambiental de la organización.
Hipótesis 2: La predisposición a innovar de la empresa (innovativeness) afecta
positivamente a la capacidad de aprendizaje organizativo.
Hipótesis 3: La formación medioambiental influye positivamente en el desarrollo de
Estrategias Medioambientales proactivas en la empresa.
Hipótesis 3a: La formación medioambiental influye positivamente en el desarrollo de la
dimensión de la estrategia medioambiental proactiva que hace referencia
a las prácticas medioambientales de “Gestión interna”.
Hipótesis 3b: La formación medioambiental influye positivamente en el desarrollo de la
dimensión de la estrategia medioambiental proactiva que hace referencia
a las prácticas medioambientales de “coherencia en el uso de materiales”.
Hipótesis 3c: La formación medioambiental influye positivamente en el desarrollo de la
dimensión de la estrategia medioambiental proactiva que hace referencia
a las prácticas medioambientales de “ahorro de energía y agua”.
Hipótesis 4: La capacidad de aprendizaje organizativo influye positivamente en el
desarrollo de Estrategias Medioambientales Proactivas en la empresa.
Hipótesis 4a: La capacidad de aprendizaje organizativo influye positivamente en el
desarrollo de la dimensión de la estrategia medioambiental proactiva que
hace referencia a las prácticas medioambientales de “Gestión interna”.
Hipótesis 4b: La capacidad de aprendizaje organizativo influye positivamente en el
desarrollo de la dimensión de la estrategia medioambiental proactiva que
hace referencia a las prácticas medioambientales “coherencia en el uso de
materiales”.
Hipótesis 4c: La capacidad de aprendizaje organizativo influye positivamente en el
desarrollo de la dimensión de la estrategia medioambiental proactiva que
hace referencia a las prácticas medioambientales de “ahorro de energía y
agua”.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
310
En la Tabla 8.2 se reproducen los resultados del test de normalidad multivariante
obtenidos mediante PRELIS para el conjunto de variables observadas. Los resultados
muestran que, para un nivel de significación del 1%, los análisis de asimetría (p<
0,000), de curtosis (p<0,000) o la evaluación conjunta de asimetría y curtosis
(χ2=3036,766; p< 0,000) establecen que los datos no se distribuyen normalmente, por
lo que es aconsejable la utilización del método de estimación específicamente
desarrollado para este supuesto (WLS).
Tabla 8.2. Test de normalidad multivariante para el conjunto de las variables observadas
Asimetría Curtosis Asimetría y curtosis
Value Z‐Score P‐Value Value Z‐Score P‐Value Chi‐Square P‐Value
251,383 52,422 0,000 1021,124 16,992 0,000 3036,766 0,000
Asimismo, el método WLS requiere del cálculo de la matriz de correlaciones
policóricas-poliseriales y de covarianzas asintótica (Jöreskog, 2001). Las correlaciones
estimadas se muestran en la Tabla 8.3.
Tras estimar el modelo propuesto por el método WLS antes señalado, primero se
comprobó que no existían estimaciones infractoras. Salvado este punto, y antes de
interpretar los resultados obtenidos, se procedió a analizar la calidad del ajuste
siguiendo las recomendaciones de Hair et al. (2004): evaluar primero el ajuste global
del modelo, evaluar a continuación el ajuste del modelo de medida y, finalmente,
examinar el ajuste del modelo estructural.
En la Tabla 8.4. se presentan los resultados de los indicadores de la medida de la
bondad del ajuste global del modelo. Como se puede observar, la mayor parte de los
indicadores alcanzan valores recomendados por la literatura para aceptar un ajuste de
calidad aceptable.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
311
Tabla 8.3. Matriz de correlaciones policóricas y poliseriales
VAR FO 1
FO 2 AP 1 AP 2 AP 3 AP 4 GE 1 GE 2 GE 3 GE 4 GE 5 GE 6 GE 7 GE 8 CO 1
CO 2
CO 3
AH 1
AH 2
AH 3
IND INN 1
INN 3
INN 4
FO 1 1.00
FO2 0.56 1.00
AP 1 0.07 0.13 1.00
AP 2 0.06 0.15 0.73 1.00
AP 3 0.08 0.16 0.72 0.73 1.00
AP4 0.03 0.14 0.64 0.69 0.75 1.00
GE 1 0.13 0.19 0.23 0.25 0.20 0.19 1.00
GE 2 0.14 0,22 0,26 0,27 0,31 0,25 0,73 1.00
GE 3 0,17 0,17 0,26 0,23 0,17 0,18 0,71 0,64 1.00
GE 4 0,19 0,20 0,26 0,26 0,26 0,30 0,51 0,51 0,55 1.00
GE 5 0,19 0,20 0,14 0,22 0,15 0,26 0,36 0,42 0,33 0,55 1.00
GE 6 0,08 0,07 0,10 0,08 0,07 0,09 0,26 0,20 0,17 0,22 0,32 1.00
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
312
Tabla 8.3. Matriz de correlaciones policóricas y poliseriales (continuación)
VAR FO 1
FO 2 AP 1 AP 2 AP 3 AP 4 GE 1 GE 2 GE 3 GE 4 GE 5 GE 6 GE 7 GE 8 CO 1
CO 2
CO 3
AH 1
AH 2
AH 3
IND INN 1
INN 3
INN 4
GE 7 0,11 0,13 0,20 0,23 0,15 0,19 0,35 0,32 0,31 0,43 0,46 0,23 1.00
GE 8 0,16 0,08 0,21 0,26 0,24 0,30 0,36 0,34 0,34 0,45 0,39 0,15 0,52 1.00
CO 1 0,18 0,21 0,21 0,28 0,35 0,34 0,33 0,36 0,29 0,35 0,32 0,04 0,31 0,51 1.00
CO 2 0,21 0,24 0,28 0,32 0,26 0,30 0,48 0,49 0,51 0,42 0,35 0,15 0,34 0,41 0,47 1.00
CO 3 0,22 0,28 0,35 0,34 0,35 0,38 0,51 0,56 0,49 0,48 0,40 0,09 0,41 0,40 0,52 0,63 1.00
AH 1 0,03 0,19 0,31 0,24 0,26 0,21 0,51 0,49 0,59 0,43 0,27 0,26 0,36 0,30 0,34 0,50 0,56 1.00
AH 2 0,08 0,25 0,32 0,25 0,29 0,25 0,53 0,58 0,61 0,45 0,32 0,23 0,39 0,31 0,35 0,54 0,61 0,79 1.00
AH 3 0,22 0,21 0,32 0,34 0,30 0,32 0,37 0,49 0,42 0,49 0,40 0,19 0,44 0,51 0,49 0,57 0,58 0,52 0.56 1.00
IND -0,08 -0,01 -0,15 -0,20 -0,14 -0,16 -0,19 -0,14 -0,33 -0,32 -0,15 0,07 -0,18 -0,14 -0,11 -0,14 0,16 0,19 -0.18 -0,12 1.00
INN 1 0,14 0,13 0,33 0,22 0,34 0,31 0,18 0,21 0,16 0,32 0,16 0,06 0,20 0,27 0,15 0,24 0,21 0,21 0.24 0.22 -0,11 1.00
INN 3 0,12 0,18 0,40 0,25 0,42 0,36 0,18 0,24 0,15 0,25 0,22 0,07 0,17 0,23 0,26 0,26 0,24 0,26 0.28 0.22 0.05 0.72 1.00
INN 4 0,10 0,12 0,15 0,22 0,26 0,25 0,02 0,10 0,02 0,02 0,10 -0,04 0,08 0,20 0,19 0,13 0,14 0,04 0.03 0.17 0.05 0.16 0,31 1.00
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
313
Tabla 8.4. Medidas de la bondad del ajuste del modelo inicial
Indicador Valor obtenido
Medidas absolutas de ajuste
Estadístico Ji-Cuadrado (240 grados de libertad)
Goodness of Fit Index (GFI)
Root Mean Square Residual (RMSR)
Root Mean Square Error of Approximation (RMSEA)
P-Value for Test of Close Fit (RMSEA < 0.05)
426,96 (p=0,00)
0,97
0,22
0,055
0,23
Medidas Incrementales de ajuste
Adjusted Goodness of Fit Index (AGFI)
Normed Fit Index (NFI)
Non Normed Fit Index (NNFI)
Comparative Fix Index (CFI)
Incremental Fix Index (IFI)
Relative Fix Index (RFI)
0,96
0,95
0,97
0,98
0,98
0,94
Medidas de ajuste de parsimonia
Critical N (CN)
χ2 / g.d.l. (ji-cuadrado normada)
187,54
1,779
Por lo que se refiere al modelo de medida, los resultados obtenidos (ver Tabla 8.5) ponen
de manifiesto la existencia de indicadores cuya fiabilidad individual se aleja de manera
importante de los mínimos recomendados en la literatura (Sharma, 1996). En el caso de
INN.4 el valor de R2 se situó en 0,19; mientras que para AHO.2 el valor de R2 es algo
superior (0,23). En ambos casos, la fiabilidad individual no se aproxima al valor 0,5 que
se suele tomar como referencia y, por lo tanto, se decidió eliminar dichos indicadores del
modelo. Para ello, se inició un proceso secuencial de eliminación, de manera que tras
eliminar del modelo el item INN.4 y comprobar que la fiabilidad de AHO.2 se mantenía
en un limite no satisfactorio, se decidió eliminarlo igualmente y reestimar de nuevo el
modelo sin los dos indicadores mencionados.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
314
Tabla 8.5. Validez y fiabilidad del modelo de medida inicial
Escalas Indicadores Cargas
estandarizadas* Fiabilidad individual
Fiabilidad Compuesta
Varianza extraída
INN.1 0,84 0,71
INN.3 0,95 0,89 PREDISPOSICIÓN
A INNOVAR INN.4 0,44 0,19
0,8058 0,6006
FOR.1 0,73 0,54 FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL FOR.2 0,90 0,81
0,8017 0,6715
AP.1 0,91 0,85
AP.2 0,92 0,83
AP.3 0,94 0,88 APRENDIZAJE
AP.4 0,89 0,79
0,9537 0,8376
GES.1 0,93 0,87
GES.2 0,93 0,87
GES.3 0,93 0,87
GES.4 0,90 0,81
GES.5 0,88 0,86
GES.6 0,93 0,86
GES.7 0,93 0,90
GESTIÓN
GES.8 0,95 0,83
0,9786 0,8514
COH.1 0,84 0,70
COH.2 0,80 0,64 COHERENCIA
COH.3 0,91 0,77
0,8873 0,7246
AHO.1 0,85 0,72
AHO.2 0,48 0,23 AHORRO
AHO.3 0,82 0,67
0,7707 0,5418
* Todas las cargas resultaron significativas a un nivel de significación mínimo del 5% (valor t>1,96)
En la Tabla 8.6 se reflejan de manera detallada los principales valores proporcionados
por la salida del programa LISREL para la estimación de la bondad del ajuste del
modelo tras la eliminación de INN.4 y AHO.2. En lo que se refiere a la evaluación del
modelo de medida, los datos contenidos en la Tabla 8.7 servirán de base para llevar a
cabo la misma.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
315
Tabla 8.6. Medidas de la bondad del ajuste del modelo final.
Indicador Valor obtenido
Medidas absolutas de ajuste
Estadístico Ji-Cuadrado (197 grados de libertad)
Goodness of Fit Index (GFI)
Root Mean Square Residual (RMSR)
Root Mean Square Error of Approximation (RMSEA)
P-Value for Test of Close Fit (RMSEA < 0.05)
360,01 (p=0,00)
0,97
0,22
0,055
0,17
Medidas Incrementales de ajuste
Adjusted Goodness of Fit Index (AGFI)
Normed Fit Index (NFI)
Non Normed Fit Index (NNFI)
Comparative Fix Index (CFI)
Incremental Fix Index (IFI)
Relative Fix Index (RFI)
0,97
0,95
0,97
0,98
0,98
0,94
Medidas de ajuste de parsimonia
Critical N (CN)
χ2 / g.d.l. (ji-cuadrado normada)
186,25
1,8274
Para comentar el ajuste global de modelo finalmente propuesto, se toman como
referencia los límites y recomendaciones proporcionados por Hair et al. (2004) y
Kelloway (1998); debiendo destacar que en cualquier caso se aconseja utilizar más de un
indicador para evaluar la bondad del ajuste global de cualquier modelo.
De los valores contenidos en la Tabla 8.6 se puede concluir que la calidad de ajuste del
modelo es aceptable. En concreto, aunque el test de la ji-cuadrado es significativo (ji-
cuadrado=360,01; p<0,01), no se debe olvidar que este indicador está muy influenciado
por el tamaño muestral, y de ahí que se suela recomendar interpretarlo con prudencia y
en combinación con otros índices (Hair et al. 2004). Por lo que se refiere a CN, su valor
está muy próximo al mínimo de 200 recomendable, si bien se debe considerar que este
indicador es poco fiable debido a que se encuentra bastante influido por el tamaño de la
muestra (Bollen y Liang, 1988).
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
316
Tabla 8.7. Validez y fiabilidad del modelo de medida final
Escalas Indicadores Cargas
estandarizadas* Fiabilidad individual
Fiabilidad Compuesta
Varianza extraída
INN.1 0,85 (Coef. fijado a 1) 0,72
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
INN.3 0,92 (19,82) 0,85
0,8790 0,7845
FOR.1 0,72 (Coef. fijado a 1) 0,52
FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL
FOR.2 0,90 (8,45) 0,81
0,7962 0,6642
AP.1 0,91 (Coef. fijado a 1) 0,83
AP.2 0,91 (39,20) 0,83
AP.3 0,94 (44,30) 0,88
APRENDIZAJE
AP.4 0,89 (38,20) 0,79
0,9522 0,8330
GES.1 0,92 (Coef. fijado a 1) 0,85
GES.2 0,93 (42,04) 0,87
GES.3 0,93 (43,49) 0,86
GES.4 0,89 (34,98) 0,80
GES.5 0,87 (33,07) 0,76
GES.6 0,91 (38,76) 0,84
GES.7 0,92 (40,82) 0,84
GESTIÓN
GES.8 0,95 (44,82) 0,89
0,9764 0,8378
COH.1 0,83 (Coef. fijado a 1) 0,69
COH.2 0,80 (24,40) 0,63 COHERENCIA
COH.3 0,91 (26,70) 0,83
0,8844 0,7190
AHO.1 0,81 (Coef. fijado a 1) 0,66
AHORRO AHO.3 0,81
(19,63) 0,65 0,7923 0,6561
*Entre paréntesis se muestran los valores t. Todas las cargas estandarizadas son significativas al 1% (valor-t>2,58)
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
317
Por lo que se refiere a RMRS, indicador útil a la hora de comparar modelos, supera el
máximo recomendado por la literatura para aceptar un ajuste adecuado del modelo. No
obstante, se debe tener en cuenta que RMSEA se basa igualmente en el análisis de los
residuos, y que en este caso tanto la estimación puntual (0,055) como el test de la
estimación por intervalo (p=0,17) indican que el ajuste es adecuado. Los restantes
indicadores toman valores elevados, superiores a los límites de aceptación, y muy
próximos a sus máximos teóricos (por ejemplo GFI =0,97; AGFI =0,97; NFI=0,95;
NNFI=0,97; CFI=0,98; IFI=0,98).
Por su parte, la información que contiene la Tabla 8.7 es indicativa de un buen ajuste del
modelo de medida. En concreto, se observa que todas las cargas estandarizadas son
elevadas y significativas al 1% (valor t>2,58). La fiabilidad individual (R2) de los
diferentes ítems supera el mínimo de 0,5 recomendado en la literatura (Sharma, 1996), y
tanto la fiabilidad compuesta como la varianza extraída son mayores que los valores de
referencia proporcionados por Hair et al (2004).
Resta evaluar el ajuste del modelo estructural, para lo que se utilizarán los datos
contenidos en la Tabla 8.8 que muestran la estimación estandarizada de los parámetros
vinculados a las distintas relaciones entre las variables latentes del modelo.
Como se puede ver en la mencionada tabla, la mayor parte de los coeficientes estimados
son estadísticamente significativos al 1% (valor t>2,58), existiendo una única relación
con un nivel de significación del 5% (valor t>1,96). De esta forma, se puede concluir
que los resultados obtenidos verifican todas las hipótesis propuestas en el modelo.
Pese a que la bondad de los ajustes es correcta, es necesario asimismo revisar otros
índices para constatar si, efectivamente, el modelo debe modificarse o no. Para ello, es
conveniente analizar los coeficientes de fiabilidad de las ecuaciones estructurales (R2 -
Squared Múltiple Correlation), ya que estos indicadores representan la fortaleza de las
relaciones lineales propuestas en el modelo (Medsker et al., 1994)65.
65 La interpretación de estos coeficientes se asimila a la del coeficiente de determinación R2 en el análisis de regresión tradicional y se calcula para todas las variables endógenas (Kelloway, 1998).
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
318
Tabla 8.8. Parámetros estandarizados estimados-modo estructura (procedimiento WLS)
Efectos directos Coef. Estand
t‐value** Hipótesis
relacionada Signo
esperado
INN FOR. MED. 0,35 5,23 H1 +
INN APREN. ORG 0,65 13,34 H2 +
FOR. MED. GESTION 0,24 4,54 H3a +
FOR. MED. COHERENCIA 0,24 4,90 H3b +
FOR. MED. AHORRO 0,28 4,17 H3c +
APREN. GESTION 0,28 4,28 H4a +
APREN. COHERENCIA 0,33 4,90 H4b +
APREN. AHORRO 0,18 2,42 H4c +
INDEP. GESTION -0,79 -6,94 ___ -
INDEP. COHERENCIA -0,71 -6,71 ___ -
INDEP. AHORRO -0,76 -6,73 ___ -
** Todas las relaciones son estadísticamente significativas al 1% (t-value>2,58) salvo la relación entre aprendizaje organizativo y la dimensión de estrategia medioambiental proactiva que hace referencia al “ahorro de energía y agua” que es significativa al 5% (t-value>1,96)
Según Jöreskog (1999), si de desea interpretar estos coeficientes R2 de forma similar a
la interpretación de los coeficientes R2 que se realiza en la regresión lineal, se deberá
tomar como referencia los resultados de la forma reducida y no el valor de este
parámetro en las ecuaciones estructurales. El examen de R2 permitirá medir el grado de
fortaleza de las relaciones lineales propuestas, considerando que unos valores de R2
pequeños serán indicativos de relaciones débiles y viceversa (Jöreskog y Sörbom 1993).
Como se puede apreciar en Tabla 8.9, los coeficientes R2 reducidos para las variables
endógenas incluidas en el modelo señalan que las relaciones consideradas explican el
88%, 80% y 77% de la variación de los componentes de la estrategia medioambiental
proactiva considerados (GESTION, COHERENCIA y AHORRO respectivamente). Dicho
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
319
porcentaje se reduce al 43% en el caso del aprendizaje organizativo, mientras que para
la formación medioambiental este indicador disminuye hasta el 12% (la innovativeness
explica un 12% de la variación de la formación específica en temas medioambientales).
Tomados en su conjunto, los resultados previamente comentados permiten concluir que
el modelo es apropiado y que no es necesario realizar modificaciones en el mismo.
Tabla 8.9. Fiabilidad de las ecuaciones estructurales
Coeficiente R2 Variables Endógenas
Ecuaciones Estructurales Forma reducida
FORMAC. MEDIOAMBIENTAL 0,12 0,12
APRENDIZAJE ORGANIZATIVO 0,43 0,43
FACTOR GESTION 0,98 0,88
FACTOR COHERENCIA 0,91 0,80
FACTOR AHORRO 0,86 0,77
Igualmente conveniente resulta comprobar la validez discriminante de los constructos
considerados en el modelo finalmente propuesto, para lo que debe observarse la matriz
de correlaciones entre las variables latentes proporcionada por el programa LISREL
(Tabla 8.10).
La existencia de validez discriminante entre los constructos latentes requiere que las
correlaciones entre constructos no sean demasiado elevadas, pues en caso de encontrar
correlaciones con valores elevadas (en torno a 0,9 o más), esto podría ser indicativo de
que los conceptos explican información redundante. En el modelo analizado, se observa
que, con la excepción del caso de las tres dimensiones de la estrategia medioambiental
proactiva (GESTION, COHERENCIA y AHORRO), las correlaciones entre pares de
variables latentes no se aproximan al valor de 0,9 tomado como referencia para asegurar
la existencia de validez discriminante. En el caso de las variables citadas con valores
superiores o muy próximos a 0,9, es normal que esto ocurra, pues las tres variables
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
320
representan dimensiones de un mismo concepto y, por lo tanto, deben estar
relacionadas.
Tabla 8.10. Matriz de correlaciones entre las variables latentes
VAR FOR. MED AP. ORG GESTION COHER. AHORRO INNOVA. INDEP.
FOR. MED 1
AP. ORG 0,23 1
GESTION 0,23 0,57 1
COHER. 0,43 0,60 0,94 1
AHORRO 0,44 0,48 0,91 0,88 1
INNOVA. 0,35 0,65 0,63 0,63 0,57 1
INDEP. - 0,16 - 0,30 - 0,65 - 0,65 - 0,66 - 0,46 1
8.4. Análisis y discusión de los resultados.
Este apartado recoge la interpretación de los resultados obtenidos con el modelo de
ecuaciones estructurales planteado, analizando la verificación o rechazo de las hipótesis
y subhipótesis establecidas mediante una justificación teórica y empírica de los
resultados alcanzados.
A la vista de los datos contenidos en la anterior Tabla 8.8. se puede afirmar que todos
los estadísticos son significativos, por lo que los resultados confirman las hipótesis
previamente formuladas.
8.4.1. Relación entre la innovativeness y la aplicación de la práctica de formación
ambiental.
La predisposición favorable que una empresa muestra hacia la innovación influye de
manera positiva a la hora de formar a su personal. Los datos analizados demuestran que
este razonamiento es aplicable también cuando se investiga la formación específica en
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
321
medio ambiente, tal y como lo avalan los resultados del modelo estructural que analiza
dicha relación (H1: 0,35 / t value: 5,23 / p<0,01). Estos valores señalan que la hipótesis
propuesta (H1) se ve corroborada.
La cuestión medioambiental está siendo muy considerada actualmente en la gestión
empresarial por sus efectos en la credibilidad de la organización, en sus costes y en la
necesidad de cumplir las actuales regulaciones en la materia. Por tanto, está claro que
todo tipo de empresas debe enfrentarse, en mayor o menor medida, a la problemática
medioambiental y resolver los problemas que ésta le vaya presentando.
Asimismo, la innovativeness, como orientación estratégica de la empresa hacia la
innovación (Sigauw et al., 2006), potencia su capacidad de resolución de problemas y
para hacer las cosas de manera diferente, especialmente a nivel estratégico (Dobni, 2006
y Panayides, 2006) y, dado que la empresa se enfrenta actualmente a desafíos
medioambientales, su existencia también debe favorecer su adaptación medioambiental.
De hecho, la empresa no emprende cualquier tipo de innovación sino aquellas que van
dirigidas a la resolución de problemas relevantes para su competitividad (Prieto, 2003);
por tanto, si no existiese la problemática medioambiental, seguramente la
predisposición a innovar de la empresa no se decantaría hacía esa dirección.
Los resultados de la revisión teórica muestran que, dentro de los mecanismos con los
que una empresa cuenta a la hora de enfrentarse y resolver problemas, la formación
constituye una herramienta idónea. Mediante esta práctica se consigue que los
trabajadores no sólo incrementen sus conocimientos y habilidades sino que ejerce un
papel fundamental en su motivación, algo necesario para afrontar los cambiantes retos.
Los nuevos requisitos del entorno necesitan nuevas destrezas que la formación puede
generar y desarrollar y, en el caso de los desafíos medioambientales, una formación
específica en medio ambiente cumple con esa función.
Por otro lado, el que la empresa posea esa cultura de la innovativeness significa que
desea poseer la agilidad necesaria para adaptarse rápidamente a los cambios del
mercado (Dobni, 2006; Yeung et al., 2007), eliminando la natural resistencia existente
en toda organización (Tushman y O'Rieilly, 1996; Steele y Murray, 2004). Por ello, es
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
322
normal que la empresa fomente la formación como un medio para lograr la adaptación
adecuada a esos cambios ya que, en muchas ocasiones, se debe realizar un proceso de
“desaprendizaje” de ciertas pautas y conocimientos y adoptar nuevos procedimientos,
algo que no se consigue de forma natural sino que necesita, dada la resistencia de
muchos trabajadores, un período de adiestramiento y formación.
De hecho, según Leiponen (2006) puede existir una relación negativa entre la
experiencia de los trabajadores y la probabilidad de realizar cambios e innovar ya que la
experiencia hace referencia al conocimiento acumulado por un individuo a lo largo del
tiempo, ampliamente arraigado en sus rutinas y comportamientos y difícil de combinar
con otros activos de conocimiento. Por ello, la formación es en muchos casos necesaria
para, de forma individual, lograr la reconsideración de los esquemas existentes y
modificarlos por pautas de actuación más efectivas.
Los resultados del estudio empírico muestran que la formación medioambiental es
fomentada si las empresas poseen innovativeness, utilizando el aprendizaje individual
como una herramienta de resolución de problemas (Kim, 1993; Hedlund, 1994; Revilla,
1995) que, en el caso de esta investigación, se circunscriben al ámbito medioambiental.
8.4.2. Relación entre la innovativeness y la capacidad de aprendizaje organizativo.
Los resultados obtenidos demuestran que la segunda de las hipótesis planteadas también
se verifica. La capacidad de aprendizaje de la organización se ve influida de forma
positiva y fuertemente significativa por la existencia de innovativeness. Los parámetros
de la relación del ajuste así lo indican (H2: 0,65 / t value: 13,34 / p<0,01).
La innovativeness, como un precursor cultural que facilita un comportamiento
innovador, es clave para entender cómo crear organizaciones innovadoras y con una
amplia capacidad de adaptación (Hurley, Hult y Knight, 2005). Asimismo, una empresa
dispuesta a innovar desarrolla una gran tolerancia hacia los cambios y una actitud
proactiva (Lumpking y Dess, 1996). Esas características hacen que desarrolle
mecanismos que le permitan adelantarse a las alteraciones que el entorno sufre de
manera continua y que considere la mejora continua como uno de los factores más
decisivos para su competitividad.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
323
Tal como muestran los resultados empíricos, la innovativeness influye positiva y
significativamente en el desarrollo de la capacidad de aprendizaje organizativo ya que
esta capacidad permite a las organizaciones aprender de forma más rápida que los
competidores (De Geus, 1988). Además, este tipo de aprendizaje facilita que la empresa
se renueve, desaprenda rutinas y lleve a cabo una renovación de competencias (Escrig,
2001), adelantándose a los cambios del entorno de forma más efectiva.
La innovativeness, en su búsqueda de fórmulas que posibiliten la continua resolución de
problemas, emplea herramientas que le permitan mejorar aprendiendo y crear nuevos
patrones comunes de comportamiento, por lo que el aprendizaje organizativo, como
indica el estudio empírico, cumple con esos requisitos y realiza esa función.
Los resultados obtenidos continúan con lo postulado por Nevis et al. (1995), Hurley y
Hult (1998) y Hurley (2002), que indican la existencia de influencia entre ambas
variables, demostrando en esta investigación de forma empírica que cuanto mayor sea la
predisposición a innovar por parte de una empresa mayor será el potencial de
aprendizaje organizativo.
8.4.3. Relación entre la formación medioambiental y el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas.
La formación medioambiental es una práctica de recursos humanos cuya aplicación
parece obligada a la hora de implantar un sistema de gestión medioambiental. No
obstante, la justificación de esa necesidad ha sido analizada con poca profundidad dada
la relación directa que se “presupone” existe entre ambas variables. Además,
normalmente este concepto ha sido estudiado dentro de un mix de variables que
representaban factores determinantes para el desarrollo de la gestión medioambiental,
pudiendo los resultados estar influidos en esos casos por el resto de variables que
participaban en los modelos. En este trabajo se ha estudiado la formación ambiental de
manera más aislada, habiendo tenido únicamente en cuenta el aprendizaje organizativo
y la independencia, con lo que se consigue evaluar mejor sus efectos.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
324
Así, se ha establecido como una de las hipótesis principales el demostrar la existencia
de un vínculo real según el cual la formación medioambiental consigue desarrollar
actitudes proactivas que se ven reflejadas en una gestión medioambiental más avanzada.
Los resultados de los análisis realizados en cada una de las sub-hipótesis relativas a la
relación entre la formación medioambiental y las estrategias medioambientales
proactivas, referidas cada una de ellas a las tres dimensiones identificadas en este
constructo: prácticas de “gestión interna”, “coherencia en el uso de materiales” y
“ahorro de energía y agua”, establecen una alta significación (H3a: 0,24 con t value:
4,54; H3b: 0,24 con t value: 4,90; H3c: 0,28 con t value: 4,17), por lo que tanto las
hipótesis parciales como la principal se verifican.
Estos resultados contribuyen por tanto a apoyar la línea de investigación que establece
una relación positiva entre el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas y la
formación en la materia (Post y Altman, 1994; Hart, 1995; Starik y Rands, 1995; Bansal
y Roth, 2000; Hanna et al., 2000; Kitazawa y Sarkis, 2000; Sharma, 2000; Zilahy, 2004;
Chiappetta y Almada, 2008; López et al., 2008; Erdogan y Tosun, 2009; Molina et al.,
2009).
Al impartir la empresa una formación especializada en la materia, la organización está
invirtiendo en la mejora de su capital humano y logrando que sus trabajadores adquieran
conocimientos y habilidades que favorezcan el desarrollo de capacidades dinámicas
(Miles y Snow, 1995; Teece, Pisano y Shuen, 1997; Sisson y Storey, 2000; Lepak y
Snell 2002). En este caso, al tratarse de formación específica en medio ambiente, los
trabajadores estarán más preparados para cumplir con las obligaciones que la
implantación de una correcta gestión medioambiental requiere.
Asimismo, esa preparación permitirá a la empresa desarrollar proactividad en el área ya
que la especialización de sus empleados, reflejado en un mayor nivel de conocimientos,
habilidades y destrezas, fomentará la motivación e implicación de éstos en los
problemas medioambientales, haciendo que sean capaces de proponer soluciones más
innovadoras, avanzadas y de forma anticipatoria.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
325
Por tanto, una formación medioambiental adecuada logrará dotar de los conocimientos
necesarios a los trabajadores, los motivará gracias al desarrollo de una conciencia
ambiental y a una mayor sensibilización y los preparará para ser más flexibles ante los
cambios previstos. Todo ello, se verá reflejado en una proactividad medioambiental
mayor, tal y como demuestran los datos del análisis empírico desarrollado en la
investigación.
8.4.4. Relación entre el aprendizaje organizativo y el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas.
En cuanto al segundo conjunto de subhipótesis (H4a, H4b y H4c) que establecían una
relación positiva entre:
1. La capacidad de aprendizaje organizativo y el desarrollo de la dimensión de la
estrategia medioambiental proactiva que hace referencia a las prácticas
medioambientales de “Gestión interna”.
2. La capacidad de aprendizaje organizativo y el desarrollo de la dimensión de la
estrategia medioambiental proactiva que hace referencia a las prácticas
medioambientales de “coherencia en el uso de materiales”.
3. La capacidad de aprendizaje organizativo y el desarrollo de la dimensión de la
estrategia medioambiental proactiva que hace referencia a las prácticas
medioambientales de “ahorro de energía y agua”.
Todos los coeficientes estructurales han sido obtenidos con el signo esperado y con la
significación adecuada (H4a:0,28 con t value: 4,28; H4b:0,33 con t value: 4,90; H4c:0,18
con t value: 2,42).
Estos datos permiten afirmar que las tres subhipótesis se cumplen, por lo que la
hipótesis principal también lo hace. Los resultados son congruentes con los argumentos
teóricos expuestos a lo largo de la investigación y que señalan que el desarrollo de las
estrategias medioambientales proactivas se ve favorecido cuando la organización posee
capacidad de aprendizaje organizativo (Post. y Altman, 1992; Hart, 1995; Sharma y
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
326
Vredenburg, 1998; Ramus y Steger, 2000; Boiral, 2002; Aragón y Sharma, 2003;
Sharma y Henriques, 2005; Epstein, 2008).
Los resultados confirman la opinión de que las empresas que deseen incorporar la
cuestión medioambiental a su gestión, sobre todo aquellas que pretenden hacerlo de
manera proactiva, pueden favorecer ese proceso potenciando y fortaleciendo la
capacidad de aprendizaje organizativo.
La existencia de esta capacidad logra que la empresa se adapte más rápidamente y de
una manera global a los requerimientos que la gestión medioambiental le exige,
desarrollando más fácilmente actitudes proactivas. Esto se debe a que este tipo de
aprendizaje se basa en rutinas organizativas y permite la creación de una memoria
global, logrando que la empresa disponga de un conocimiento social y de información
conjunta para ser usada por todos sus miembros, lo que le permite desarrollar más
fácilmente nuevas habilidades y conocimientos.
Esta capacidad de “aprender a aprender” y de hacerlo más rápidamente que la
competencia al poseer una capacidad diferenciadora (que además no es individual y no
corre el riesgo de desaparecer con la salida de los trabajadores de la firma), permite a las
empresas aplicar planteamientos proactivos, caracterizados por ser voluntarios e ir más
allá de lo exigido por la legislación medioambiental (Sharma y Vredenburg, 1998), por
desarrollar prácticas medioambientales más avanzadas (Russo y Fouts, 1997;
Christmann, 2000) y por utilizar tecnologías preventivas (Shrivastava, 1995; Vastag et
al., 1996; Claver y Molina, 2000).
Así pues, los directivos deben realizar un esfuerzo dirigido a aplicar el aprendizaje
organizativo para que la empresa avance en sus planteamientos medioambientales. Este
aprendizaje facilita, gracias a los cambios cognitivos que se producen y a la
modificación del comportamiento tanto individual como colectivo, la adopción de una
posición avanzada en materia de medio ambiente.
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
327
8.4.5. Relación entre la integración del hotel en una cadena hotelera y el desarrollo
de estrategias medioambientales proactivas
Por último, se realizó un análisis de la influencia del régimen de explotación del hotel,
en concreto su pertenencia o no a una cadena hotelera, en el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas.
Pese a no plantear hipótesis en este sentido, dada la enorme importancia que los
procesos de integración han adquirido en las últimas décadas en el sector hotelero,
modificando por completo el panorama competitivo de esta actividad, se consideró
importante analizar esta cuestión, tan poco estudiada por la literatura especializada.
La valoración de la proactividad ambiental, medida a partir de la escala utilizada, revela
una relación negativa entre esta capacidad y aquellos establecimientos que no se
encuentran integrados. Así, los coeficientes estructurales que relacionaban la
independencia del hotel con las dimensiones de la gestión medioambiental muestran un
signo negativo en todas ellas (-0,79; -0,71 y -0,76), con una significación elevada
respectivamente (- 6,94, - 6,71 y - 6,73).
Esto significa que la pertenencia a una cadena facilita el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas, mientras que aquellos establecimientos que son
explotados de manera independiente son más reactivos en esta materia. Así, se puede
aplicar el razonamiento propuesto por Alberti et al. (2000) que mantienen que la
implantación de prácticas de protección del medio ambiente resulta más sencilla en
organizaciones estandarizadas y bien estructuradas, algo que en este trabajo se planteaba
como más factible en las cadenas hoteleras y que se ha podido comprobar.
Otras explicaciones válidas según la revisión teórica realizada se basan en que los
establecimientos integrados son más capaces de obtener ventajas procedentes de
economías de escala (p.e.: abaratamiento de costes a la hora de implantar sistemas de
gestión medioambiental) y además pueden acceder a condiciones financieras más
favorables y mayores niveles de información (González y León, 2001).
CAPÍTULO VIII. Especificación del modelo y análisis de resultados
328
Asimismo, si se tiene en cuenta que los hoteles asociados, por su tamaño y segmento de
la oferta en el que compiten, dependen de una clientela y colaboran con unos
intermediarios (agencias de viaje y tour-operadores) cada vez más exigentes con los
niveles de calidad ambiental, están más obligados a revalorizar el producto que ofrecen
con aspectos tan demandados como la protección ambiental.
8.4. Referencias bibliográficas del Capitulo VIII.
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CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
335
“Si haces una cosa más de un vez,
puedes obtener mejores resultados”
John Cage
Compositor e instrumentista americano
CAPÍTULO IX CONCLUSIONES Y LÍNEAS FUTURAS DE INVESTIGACIÓN
9.1. Introducción.
El modelo de producción de economía de mercado que ha caracterizado al siglo XX
parece abocado a realizar cambios sustantivos rápidos en el presente y en un futuro
próximo debido, entre otros factores, al proceso de degradación medioambiental que ha
tenido lugar durante las últimas décadas. Las repercusiones negativas que por esta causa
el sistema trasfiere a la sociedad son numerosas, destacando el agotamiento de recursos
naturales, la contaminación y destrucción del entorno, la desaparición de especies y el
inicio de un proceso de cambio climático. Todos estos efectos tienen a su vez
repercusiones adversas en las organizaciones, muy relevantes en el sector servicios y
especialmente en las empresas del ámbito turístico y hotelero.
La problemática ambiental indicada está alcanzando unos niveles tan elevados que el
enfoque de desarrollo sostenible parece adoptarse con carácter universal, aunque sigue
siendo un concepto más esgrimido de manera teórica que aplicado de manera práctica
en la economía real, donde la rentabilidad económica inmediata se mantiene como
objetivo principal y a veces único.
Las empresas no pueden mantenerse ajenas a esta problemática y, de hecho, se han visto
obligadas a cumplir una serie de restricciones relacionadas con la protección del entorno
debido a la existencia de factores de presión, tanto externos: regulación medioambiental
creciente y presión social (transmitida por consumidores, medios de comunicación,
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
336
accionistas, etc.), como internos: ahorro de costes, mejora de la eficiencia, mayor
concienciación ambiental de los accionistas, trabajadores, directivos, etc. Ahora bien,
las empresas pueden adoptar diferentes posturas frente a esta cuestión, cumpliendo
estrictamente con los requisitos legales y obligatorios o bien siendo capaces de ir más
allá adoptando estrategias medioambientales de carácter proactivo.
El objetivo principal de esta investigación ha consistido en analizar, desde la
Perspectiva de Recursos y Capacidades, la influencia que la formación específica en
medio ambiente (como una práctica que fomenta sobre todo el aprendizaje individual) y
el aprendizaje organizativo tienen sobre la estrategia medioambiental de la empresa,
considerando previamente el papel que juega la predisposición a innovar de la
organización en el desarrollo de estos dos mecanismos de generación de conocimiento,
tanto a nivel individual como de la organización.
Para analizar empíricamente estas relaciones, se ha seleccionado el sector hotelero de
Andalucía, dada la importancia económica de esta actividad en esta región y sus
peculiaridades desde el punto de vista medioambiental, sin olvidar que en la actualidad
el estudio de las cuestiones ambientales y su gestión en el sector servicios aún
constituye un reto y una de las principales necesidades de investigación en el ámbito de
la empresa.
Como culminación del trabajo realizado y en base a los planteamientos y resultados
originales descritos en los capítulos anteriores, a continuación se recogen las principales
conclusiones obtenidas, constatando la consecución de los objetivos y la verificación de
las hipótesis planteadas. Asimismo, se reflexiona sobre las aportaciones más relevantes
que surgen de esta investigación y su aplicabilidad tanto académica como empresarial,
destacando la trascendencia de los resultados alcanzados en el campo de la gestión en la
empresa. Posteriormente, se muestran los condicionantes del trabajo y se plantean las
futuras líneas de investigación surgidas a partir del estudio realizado y de las
limitaciones expuestas, todo ello discutido en el marco de las últimas investigaciones
relevantes desarrolladas en este campo.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
337
9.2. Principales conclusiones.
En base a la revisión teórica de la literatura especializada reciente, expuesta en la
primera y segunda parte de esta Tesis, y tras el estudio empírico realizado en la tercera
parte del trabajo se han obtenido las siguientes conclusiones.
En primer lugar, de acuerdo a los planteamientos analizados en el marco de la
Perspectiva de Recursos y Capacidades, la empresa debe buscar la diferenciación y
desarrollar recursos y capacidades claves para su competitividad a fin de lograr la
supervivencia en un entorno tan cambiante como el actual. No obstante, el identificarlos
correctamente y basar en ellos su ventaja competitiva puede que no sea suficiente ya
que es posible que la organización llegue a enquistarse con esos activos estratégicos,
dificultando la adquisición e incorporación de nuevos recursos y capacidades o incluso
no dando los pasos necesarios para que su aportación se mantenga en el futuro. De esta
manera, las capacidades básicas que inicialmente generan ventajas competitivas pueden
llegar a convertirse en rigideces que impidan o dificulten el cambio activo y continuo de
la organización (Leonard-Barton, 1992; Barnett et al., 1994).
La forma de impedirlo es que la empresa desarrolle capacidades dinámicas, definidas
como aquellas habilidades que permiten a una organización aprender, adaptarse y
renovarse a lo largo del tiempo (Teece et al., 1997; Eisenhardt y Martín, 2000; Augier y
Teece, 2007; Oliver y Holzinger, 2008). Esta nueva concepción de dinamismo en las
capacidades viene a explicar cómo y por qué algunas empresas consiguen alcanzar
ventajas competitivas bajo contextos de cambio rápido e innovación creciente.
En esta investigación, la gestión medioambiental proactiva (que desarrolla unas
estrategias medioambientales asociadas), es considerada una capacidad dinámica por
varios motivos. En primer lugar por el valor que esta actividad genera en la empresa,
sometida a una regulación cada vez más exigente en la materia y dada la creciente
presión que soporta por parte de los stakeholders. En segundo lugar, por su dificultad a
la hora de imitarla al ser idiosincrásica en sus detalles (Aragón y Sharma, 2003) y
específica en si misma ya que, a diferencia de las empresas donde predominan prácticas
medioambientales de control, cuyas tecnologías son fácilmente adquiribles en el
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
338
mercado e imitables, las medidas proactivas suelen ser mucho más específicas, basadas
en iniciativas propias que parten de la discrecionalidad de la dirección y diferenciadas
de los estándares establecidos (Del Brío et al., 2001; Majumdar y Marcus, 2001). Por
último, esta capacidad posee una movilidad imperfecta ya que muchas prácticas
medioambientales están especialmente diseñadas para las actividades o necesidades
concretas de cada organización, embebidas en sus actividades productivas y basadas en
la combinación de las instalaciones, los procesos y las personas que las realizan. Por
cumplir todos los requisitos exigidos a las capacidades para ser consideradas como
estratégicas, la existencia de una gestión medioambiental proactiva es un valor que
posee la organización capaz de generar ventajas competitivas.
Por otro lado, tras la revisión de la literatura científica, se ha podido constatar que
determinados condicionantes favorecen el desarrollo de capacidades dinámicas, sobre
todo de aquellas que permiten a una organización aprender, cambiar y ajustarse a las
nuevas circunstancias del entorno de manera continua (Wang y Ahmed, 2007; Teece
2007). Entre ellas, la innovativeness o predisposición a innovar es un rasgo de la
cultura organizativa que se considera facilita en gran medida esa adaptación, ya que la
clave para que las empresas logren ser dinámicas, con carácter general y aplicable
igualmente desde un punto de vista medioambiental, no reside tanto en disponer de la
tecnología necesaria para cumplir las premisas obligatorias sino en gestionar
adecuadamente el proceso de cambio tecnológico, logrando adelantarse a los requisitos
establecidos y buscando la diferenciación, para lo cual es necesaria la presencia de una
clara voluntad de hacerlo y que esta predisposición constituya un pilar de la cultura
empresarial (Prajogo y Ahmed, 2006; Yeung et al., 2007).
En base a que la existencia de innovativeness en la organización permite estas
actuaciones, se consideró necesario comprobar si esta característica influía o no de
forma significativa en la proactividad de ciertos comportamientos en las empresas. Con
objeto de contrastar esta premisa, se relacionó la predisposición a innovar de la empresa
con dos mecanismos clave que favorecen el aprendizaje en la organización: la práctica
de formación, específicamente la medioambiental, y el aprendizaje organizativo, ambos
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
339
considerados como factores decisivos en el desarrollo de estrategias medioambientales
proactivas.
En primer lugar, los resultados obtenidos en el análisis empírico llevan a considerar el
valor adaptativo que posee la innovativeness como un elemento promotor de la
aplicación de la formación medioambiental. Así, tal y como se planteaba de forma
teórica, una organización que favorece desde sus planteamientos básicos la creación de
nuevos procesos innovadores para ser proactiva y promover internamente cambios con
objeto de adaptarse al actual mercado competitivo, necesita recursos humanos
preparados, capacitados y suficientemente motivados. Por ello, era previsible que en el
caso de las empresas con una cultura innovadora que han de adaptarse a los desafíos
medioambientales a los que se enfrentan en la actualidad, fomenten mecanismos que
favorezcan la preparación medioambiental de su personal para lograr esa finalidad. Este
planteamiento, que se ha justificado de forma teórica, se ha visto corroborado aquí ya
que los resultados empíricos de este trabajo muestran que la influencia de la
innovativeness en el desarrollo de formación medioambiental es significativa y positiva.
Otro resultado novedoso y relevante es la influencia de la innovativeness en el
desarrollo de aprendizaje organizativo. Este tipo de aprendizaje es aquí entendido como
un proceso colectivo que pretende la asimilación y utilización conjunta de la
información y conocimientos que poseen los miembros de una empresa, creando un
conocimiento social en el que basar el desarrollo de nuevas habilidades y
conocimientos.
En este estudio se ha demostrado empíricamente que los comportamientos innovadores,
en su búsqueda conocimientos y rutinas de carácter organizativo mediante las cuales
innovar y adaptarse a las circunstancias cambiantes, promueven el aprendizaje
organizativo. Por ello, se constata que aquellas organizaciones que fomenten el cambio
y la innovación en el contexto organizativo, estarán en condiciones más favorables de
desarrollar esta capacidad de aprendizaje, considerada vital para el desarrollo de otras
capacidades dinámicas, que otras empresas que no lo hagan.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
340
Tras demostrar la influencia favorable de la innovativeness en el desarrollo de la
formación medioambiental y del aprendizaje organizativo, se ha analizado la influencia
de esta práctica y de esta capacidad, respectivamente, en el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas en las organizaciones.
En el primero de los casos planteados, pese a que, a priori, la revisión de la literatura
establecía como necesaria la formación medioambiental de los empleados para la puesta
en práctica de un sistema de gestión ambiental (Bansal y Roth, 2000; Molina et al.,
2009), la realidad muestra que el desarrollo de esta práctica por parte de las empresas es
bastante limitada. Tras analizar las razones que parecían limitar y condicionar esta
práctica, como son: el miedo a la rotación de empleados por su preparación (Darnall y
Edwards, 2006), el coste asociado (Shrivastava, 1995 y Alberti et al., 2000) o el
desconocimiento real de su efectividad (Carnevale y Schulz, 1990; Truelove, 1997),
entre otras, se consideró necesario comprobar si realmente el desarrollo de acciones
formativas específicas en la materia favorece una gestión medioambiental avanzada,
obteniendo una proactividad en este sentido que logre posiciones respecto al entorno
más vanguardistas e innovadoras.
Los resultados del análisis empírico ratifican la hipótesis planteada, por lo que se puede
afirmar que la formación ambiental mejora la proactividad medioambiental y genera
estrategias en esta dirección. Esto implica la necesidad de apostar por esta práctica para
potenciar los conocimientos y destrezas del capital humano, sin olvidar el efecto
motivador y concienciador que una formación adecuada puede ejercer en los
trabajadores. El tener un personal formado, preparado, motivado y concienciado
medioambientalmente favorece las estrategias proactivas puesto que las prácticas
específicas de gestión de recursos humanos, como la que se ha analizado en este trabajo,
logran contrarrestar comportamientos resistentes al cambio de los individuos y
potenciar el compromiso de los mismos con las metas fijadas. La mayor participación
del personal se logra cuando los implicados entienden la razón de ser de sus
actuaciones, comparten los planteamientos, pueden ofrecer posibilidades de mejora
gracias a sus conocimientos y, todo ello, en el caso de la gestión medioambiental, pasa
por una mejor concienciación y preparación.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
341
Finalmente, la última cuestión de investigación a la que se pretendía dar respuesta se
analizó mediante el conjunto de ecuaciones estructurales planteadas que estudiaban la
influencia del aprendizaje organizativo con las distintas dimensiones establecidas para
medir el constructo medioambiental.
Como en los casos anteriores, la necesidad de una respuesta estratégica de la empresa
hacia las presiones recibidas en pro de un mejor comportamiento medioambiental han
provocado niveles crecientes de complejidad (Lewis y Harvey, 2001), un cambio en las
normas, valores o marcos de referencia de la organización (Sharma y Vredenburg, 1998;
Halme, 2002) y una necesidad de generar capital ambiental desarrollando conocimiento
organizativo en esta materia [razonamiento obtenido de adaptar las ideas de Nonaka y
Takeuchi (1995) y Nonaka y Konno (1998) al caso particular de la gestión
medioambiental]. Por ello, se planteó verificar si todo esto conllevaba la necesidad de
establecer procesos de aprendizaje organizativo, es decir, si esta capacidad de
aprendizaje, compleja pero de gran impacto en el ámbito organizativo, lograba influir
realmente en la implantación de una gestión medioambiental proactiva.
Partiendo de que el aprendizaje organizativo es considerado como una capacidad
dinámica clave necesaria para la generación de competencias básicas distintivas (Grant,
1996; Zollo y Winter, 2002) y que ejerce de hilo conductor en la evolución del resto de
capacidades gracias a la creación continua de conocimiento y a su adecuada
acumulación y combinación, se partió de la base que debería favorecer también el
desarrollo de estrategias medioambientales proactivas.
No obstante y pese a la existencia de literatura previa que avalaba este razonamiento
(Hart, 1995; Sharma y Vredenburg, 1998), se planteó una relación de influencia entre
una capacidad de carácter muy genérico en la empresa, cuyos efectos son muy amplios
y variados, y una capacidad muy específica, la medioambiental, por lo que la
descompensación de la relación seguía ofreciendo cierto margen de duda sobre su
cumplimiento y constituía un reto investigador.
A fin de ratificar el efecto precursor e inductor del aprendizaje organizativo y poder
aportar evidencias empíricas sobre la mencionada relación, se planteó la cuarta hipótesis
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
342
de la investigación, corroborándose la misma de forma clara, dado el alto nivel de
significación alcanzado en todas las subhipótesis planteadas.
La conclusión obtenida es que el aprendizaje organizativo favorece la creación de
conocimientos medioambientales, tanto explícitos como tácitos, que son aplicables y
utilizables por toda la organización y que, a su vez, son necesarios para incorporar el
criterio medioambiental en la empresa y desarrollar además proactividad desde esta
perspectiva. Mediante este proceso, el conocimiento ambiental individual es transferido
a los grupos existentes dentro de la empresa y a su vez, se hace extensivo a la
organización en su conjunto, socializándolo. Esto permite la implicación directa de
todos los miembros, algo que pese a la dificultad que representa, constituye un
parámetro muy valioso para prevenir los problemas medioambientales y para lograr
identificar y prever las oportunidades y procesos de mejora continua. Así, el aprendizaje
organizativo permite que el personal de la empresa, como colectivo, disponga de un
stock de conocimientos ambientales mediante el cual se impulsa la innovación con el
desarrollo de nuevas habilidades y conocimientos en este campo.
Los resultados obtenidos en esta investigación, por la actividad específica donde se ha
centrado, son especialmente relevantes. Debido a la diferenciada naturaleza del sector
turístico y, en concreto el hotelero, se podría pensar que muchos de los planteamientos
realizados y defendidos en la literatura de gestión empresarial (condicionantes de la
proactividad ambiental, impacto de la formación, desarrollo de una cultura innovadora)
no encontrarían una respuesta similar al trasladarlos a una industria hotelera con
peculiaridades y singularidades concretas. De hecho, tal y como diversos autores
señalan, las características propias de los distintos sectores económicos hacen necesario
análisis particularizados (Álvarez et al., 2001b), sobre todo en el caso medioambiental,
dado el carácter marginal que esta cuestión ha ocupado en la gestión empresarial
durante muchos años.
En primer lugar, pese a que inicialmente podría parecer que la presión medioambiental a
la que esta actividad se enfrenta es menor, es una cuestión que, tras haberse analizado
en profundidad, ofrece una visión distinta. Es verdad que la actividad turística y hotelera
se ve sometida a una legislación ambiental más laxa que otros sectores, sobre todo los
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
343
industriales que se enfrentan a una regulación mucho más exigente en esta materia dado
el impacto directo y visible de sus actividades sobre el medio ambiente (Bowen, 2000).
No obstante, pese a que este sector se caracteriza por un impacto ambiental difuso,
menos regulado (Molina et al., 2009) y más difícil de controlar exclusivamente por
medio de leyes ambientales (Dobers, 1997), está claro que la actividad hotelera, pese a
que ocasiona “pequeños” impactos en forma de consumos de energía, agua y
combustibles o mediante la generación de residuos, realiza una gran cantidad de
operaciones por lo que, en su conjunto, el efecto medioambiental del sector puede
considerarse elevado (Kirk, 1995; Álvarez et al., 2001b). Si a esto se le suma el impacto
paisajístico, la destrucción de determinados entornos y los diferentes problemas que en
algunas áreas ha causado el desarrollo desproporcionado de establecimientos y el
turismo de masas (León y González, 1995), se entiende que la opinión pública esté cada
vez más pendiente y muy sensibilizada ante los comportamientos específicos del sector.
Si, además de estos grupos de presión considerados como “tradicionales” (ciudadanos,
Administración, grupos ecologistas, accionistas…), el sector recibe una presión mayor
de los stakeholders que utilizan de forma específica sus servicios, turistas y tour-
operadores (Álvarez et al., 2001b; Lluls, 2003), el panorama va adquiriendo nuevos
matices. Se constata cada vez más la existencia de un nuevo perfil de demanda turística
con importantes niveles de exigencia sobre la calidad ambiental y fuertemente
preocupado por la conservación del entorno (Bosch et al., 1998). Por otro lado, el medio
ambiente no sólo es importante para este sector como factor de producción sino que sus
valores ambientales son en sí mismos atributos que configuran, de manera determinante,
el producto turístico y, por tanto, afectan de manera directa a la función de demanda de
los visitantes (González y León, 1998). Esto provoca que exista una relación
bidireccional entre la actividad de las empresas turísticas y el medio ambiente, ya que
los impactos ambientales generados por las mismas pueden repercutir negativamente en
su posicionamiento competitivo (González, 2000; Felipe, 2002) y en su rentabilidad.
Finalmente, la industria turística no puede contaminar fuera de su ámbito de
explotación, es decir, el servicio de alojamiento se consume en el punto físico en el que
radica la empresa productora, por lo que las condiciones del entorno donde se encuentra
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
344
situada son vitales para su supervivencia y los daños físicos inflingidos al medio
ambiente disminuyen la calidad de la oferta, no siendo posible exportar las
externalidades negativas (Burkart y Medlik, 1981) y repercuten en su rentabilidad .
Pese a todos los condicionantes expuestos, los planteamientos generales realizados tras
la revisión teórica y plasmados en las hipótesis de esta investigación, se cumplieron en
el sector hotelero, demostrando que la proactividad medioambiental podía impulsarse
con los mecanismos propuestos. Además, se considera que las aportaciones obtenidas
son igualmente aplicables a otros sectores de servicios.
Mención especial merece el estudio que se realizó específicamente en el sector,
analizando la influencia del régimen de explotación del hotel en el desarrollo de
estrategias medioambientales proactivas, en concreto grado de integración a una cadena
hotelera. Los resultados han establecido que a mayor independencia del hotel existía
una menor proactividad medioambiental, lo que puede explicarse porque en muchas
ocasiones los hoteles independientes son de reducido tamaño y menor categoría, como
se ha comprobado estadísticamente en la población estudiada. Además, estos
establecimientos son generalmente de carácter familiar y poco profesionalizados
(Céspedes y Burgos, 2004), con una mayor escasez de recursos, una insuficiencia de
mecanismos regulados, instrumentalizados e impulsados por las cadenas así como no
poder valerse de las economías de escala.
Así, los establecimientos franquiciados, asociados o que pertenecen a grupos hoteleros
son medioambientalmente más proactivos ya que les resulta más fácil implantar
sistemas de gestión medioambiental, no sólo por la homogeneidad de procedimientos y
de comportamientos que se mantienen en estos grupos sino porque pueden acceder a
condiciones financieras más favorables y a mayores niveles de información (González y
León, 2001).
En síntesis, esta investigación ha constituido un intento de presentar un modelo que
valide la importancia de mecanismos de aprendizaje en la adopción de estrategias
medioambientales proactivas en las organizaciones, concretamente en los hoteles, y el
influjo que una cultura innovadora representa en estos elementos mediadores. Los
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
345
resultados confirman el modelo propuesto y la totalidad de las hipótesis formuladas,
habiéndose alcanzado plenamente los objetivos planteados inicialmente.
Las conclusiones de este trabajo son relevantes debido a las repercusiones prácticas que
puedan derivarse para la gestión empresarial de los hoteles, ya que si los directivos
aplican políticas que favorezcan los mecanismos dinamizadores mencionados
(innovativeness, formación y aprendizaje organizativo) se alcanzarán mejores resultados
ambientales a medio y largo plazo.
9.3. Implicaciones del trabajo de investigación.
9.3.1. Implicaciones académicas.
Una de las principales contribuciones de esta investigación en el ámbito académico ha
sido una mayor clarificación de algunos términos utilizados y discutidos en la literatura
del campo, como es el caso de innovativeness o el de la formación medioambiental, y
trabajar en profundidad en la delimitación conceptual de estos importantes constructos.
Son pocos los estudios específicos que analizan los efectos de la innovativeness en la
creación de capital intelectual en la empresa; en nuestro caso en la creación de capital
humano, mediante la práctica de formación, y de capital estructural, gracias al
desarrollo de conocimiento social a través del aprendizaje organizativo. También son
escasos los que analizan la práctica de formación ambiental en profundidad y de forma
específica, con un soporte empírico riguroso que apoye los discernimientos teóricos. En
este trabajo se ha tratado de realizar una aportación rigurosa en este sentido, intentando
contribuir de esta forma a la mejora del conocimiento en este campo.
Finalmente, la investigación ha hecho una modesta contribución a la literatura de
Recursos y Capacidades al medir capacidades organizacionales consideradas como
habilidades intangibles de la empresa con las que lograr ventajas competitivas mediante
la gestión de sus recursos (innovativeness, aprendizaje organizativo y estrategias
medioambientales proactivas), intentado con este esfuerzo dar respaldo a los
planteamientos de la Perspectiva y superar una de sus críticas principales, la que hace
referencia a la falta de su aplicabilidad práctica (Priem y Butler, 2001).
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
346
9.3.2. Implicaciones para la gestión.
A través del análisis de la teoría y de su constatación empírica, esta investigación
reafirma la noción de que los mecanismos de aprendizaje, la formación en el plano
individual y el aprendizaje organizativo en el plano social, juegan un papel decisivo en
el desarrollo de estrategias medioambientales de carecer proactivo, algo que se ve
favorecido en aquellas empresas que posean una cultura orientada hacia la innovación.
Por ello, toda organización en disposición de ser proactiva medioambientalmente debe
potenciar estos mecanismos que favorecen el aprendizaje.
A partir de los resultados de esta Tesis se pueden extraer algunas recomendaciones de
interés para la toma de decisiones medioambientales no sólo para los directivos de los
establecimientos hoteleros (e incluso de otras empresas del sector servicios), sino
también para las Administraciones encargadas de la definición de políticas públicas de
gestión ambiental en materia turística.
Dichos resultados indican que los esfuerzos de las empresas que deseen implantar con
éxito una estrategia proactiva medioambiental han de dirigirse a:
Desarrollar una cultura organizativa que apoye comportamientos
medioambientales, para lo cual se recomienda que promocionen la
innovativeness en sus empresas. La razón por la que se sugiere que se
adopte una cultura empresarial de estas características es su capacidad para
el desarrollo de actitudes innovadoras.
Si se desea lograrlo debe promoverse no sólo la innovación individual,
(sobre todo de los directivos, pero no exclusivamente), desarrollando una
clara voluntad de cambiar (Wang y Ahmed, 2004) y de buscar activamente
ideas innovadoras sino que es necesario fomentar las actitudes innovadoras
grupales, logrando la adaptabilidad del equipo al cambio (Lovelace et al.,
2001). Este proceso logrará que toda la organización se impregne de un
espíritu innovador que, tal y como se ha demostrado en este trabajo, influye
en el desarrollo de mecanismos de aprendizaje que fomentan la proactividad
medioambiental.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
347
Realizar formación medioambiental en sus establecimientos debido a que
su aplicación fomenta actitudes medioambientales avanzadas. La mejora
de conocimientos, habilidades y destrezas logra que el personal esté
preparado para los desafíos a los que tiene que enfrentarse, hace más
estimulante el ambiente de trabajo, más fuerte la lealtad del empleado
respecto a la empresa, contrarresta los comportamientos resistentes al cambio
de los individuos y potencia su compromiso con los objetivos medio-
ambientales establecidos, lo que redunda en una mejora en la competitividad
y rendimiento para la empresa.
Potenciar la capacidad de aprendizaje organizativo en la organización por
su influencia en la proactividad medioambiental. Este proceso sirve de base
para que toda la organización pueda contar con conocimientos y
procedimientos comunes y, sobre todo, desarrollar nuevos conocimientos de
forma conjunta, creando una capacidad residente en la organización y poco
transferible. Gracias a esta capacidad la empresa logra aprender como
organización y los conocimientos individuales son compartidos por todos los
miembros, lo que favorece la innovación desde la perspectiva ambiental.
Respecto a las Administraciones e Instituciones Públicas, por las mismas razones
antes expuestas, sería importante que éstas:
Colaborasen en el desarrollo de programas de formación y sensibilización
en materia medioambiental (normativa, prevención, gestión ambiental, etc.).
Es importante huir del paternalismo ambiental y ofrecer en los cursos
valoraciones objetivas de las ventajas e inconvenientes con los que los
establecimientos del sector servicios, y entre ellos los de alojamiento
turístico, se enfrentarán a la hora de abordar su responsabilidad
medioambiental de forma proactiva. Con medidas de este tipo se puede
extraer el máximo provecho a la gestión estratégica del medio ambiente por
parte de los establecimientos hoteleros y lograr la concurrencia entre los
objetivos empresariales y los socio-ambientales.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
348
Prestasen apoyo formativo y financiero a los establecimientos
independientes, de menor tamaño y más limitados en recursos, para
facilitarles la implantación de sistemas medioambientales, teniendo en
cuenta así que la no integración en una cadena hotelera merma la capacidad
proactiva medioambiental de los hoteles.
El uso de subvenciones y ayudas, un apoyo a la formación, la sensibilización constante
y el acceso a la información relevante que las empresas deben poseer para ser
medioambientalmente activas, son medios que los organismos públicos deben fomentar
para que se incremente en este sector el respeto al entorno.
9.4. Limitaciones del trabajo.
Toda investigación está sujeta a una serie de limitaciones que pueden dificultar la
generalización de los resultados obtenidos. Para reflexionar sobre ellas y tenerlas en
cuenta en trabajos futuros de investigación, se detallan a continuación:
Una primera limitación de la investigación realizada procede de la naturaleza de lo
estudiado. La innovativeness, la formación de personal, el aprendizaje organizativo
y las estrategias medioambientales son intangibles difícilmente medibles y de
compleja valoración, por lo que los resultados obtenidos hay que analizarlos con
cierta cautela en base a las limitaciones expresadas a la hora de medir cada una de
las variables. Pese a intentar definir y depurar los constructos de forma cuidadosa,
no se puede olvidar que, al igual que en todas las investigaciones similares, no dejan
de ser sólo una aproximación para las variables latentes —no observables— y así
deben considerarse.
Todas las medidas del estudio se han basado en las percepciones de los directivos y
por lo tanto pueden contener un componente subjetivo. Además, la encuesta se
envió al director/a del hotel, por lo que la información de cada empresa proviene de
la opinión de una sola persona, pudiendo estar condicionada dicha información por
una opinión sesgada (la imagen que quiere ofrecerse al exterior u otros
condicionantes personales.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
349
Otra limitación es la referida al método de recogida de información elegido, ya que
la encuesta postal, como procedimiento de recopilación de datos primario, puede
también aportar determinados sesgos. No obstante, el medio se encuentra muy
validado y es ampliamente utilizado en la literatura del campo.
El análisis realizado es de corte transversal, analizando la información de 276
empresas en un momento concreto del tiempo, sin poder conocer la evolución de las
variables estudiadas, por lo que las relaciones entre las variables deben ser tratadas
con cierta prudencia. Aunque los datos reflejan relaciones significativas, sería
importante disponer de información longitudinal que permitiese analizar la
evolución de las variables incluidas del estudio. Esta consideración permitiría
evaluar desde otra óptica la influencia de unas variables sobre otras a lo largo del
tiempo.
Debido a que la investigación se ha centrado en un subsector concreto, el hotelero, y
a un territorio determinado, Andalucía, parece prudente limitar la generalización de
los resultados obtenidos y de las conclusiones alcanzadas. De hecho, se hacen
necesarias investigaciones posteriores para determinar la aplicabilidad de estos
resultados a otras industrias y zonas geográficas.
Finalmente, pese a intentar definir los constructos tan precisamente como ha sido
posible tomando como base la literatura más relevante a este respecto e intentando
vincular las medidas utilizadas a sus fundamentos teóricos por medio de un riguroso
proceso de depuración de ítems, no se puede dejar de advertir que, de forma realista,
los ítems de medida utilizados son tan solo aproximaciones de fenómenos latentes y
subyacentes que no son ni fácil ni completamente mesurables.
Pese a las limitaciones expuestas, éstas no desmerecen la importancia de la
investigación realizada, bien al contrario, ya que permiten identificar áreas de mejora a
partir de la cuáles seguir avanzando en el conocimiento de las relaciones propuestas e
identificar nuevas líneas de investigación que se exponen en el siguiente apartado.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
350
9.5. Futuras líneas de investigación.
Las futuras líneas de investigación que se exponen a continuación pretenden superar las
limitaciones expuestas con anterioridad, proponiendo nuevos trabajos que profundicen y
amplíen los resultados aquí obtenidos. Además, al realizar esta investigación y al
exponer sus conclusiones, se han encontrado nuevos focos de interés.
1. Se debe considerar la posibilidad de ampliar el estudio a otros sectores y con un
ámbito espacial más extenso para, de esta forma, analizar el comportamiento de
los distintos instrumentos de medida y de los modelos diseñados en diferentes
ámbitos sectoriales, comprobando la estabilidad de las estimaciones y logrando
que los resultados sean aún más globales y generalizables.
2. También resultaría interesante realizar un estudio longitudinal para analizar los
efectos que la formación medioambiental tiene en el desarrollo de una capacidad
dinámica como es la estrategia medioambiental proactiva a lo largo del tiempo.
Este aspecto es importante ya que los efectos de la formación de personal no
suelen ser inmediatos, siendo necesario esperar un tiempo para que el personal
implante los conocimientos adquiridos en su trabajo cotidiano (Bassi et al., 2002
y Roca, Escrig y Bou, 2002). Pese a existir un año de diferencia entre la
información solicitada de formación (2007) y las prácticas de gestión
medioambiental desarrolladas (2008), el estudio sería más interesante si se
pudiera contar con información de las actividades formativas desarrolladas
durante un período de 3 a 5 años o incluso mayor.
3. De igual forma que el modelo final planteado y los resultados obtenidos
evidencian que la innovativeness, a través de su influencia en la aplicación de
formación ambiental y desarrollo de aprendizaje de la organización, actúa como
catalizador de la proactividad medio-ambiental logrando que las empresas vayan
más allá de lo puramente exigido por la normativa medioambiental de aplicación
y adopten comportamientos medioambientales avanzados, sería muy interesante
analizar de forma directa la relación de influencia entre la innovativeness y la
estrategia medioambiental proactiva, para ver si realmente se mantiene la
significación que los resultados parecen mostrar a priori.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
351
4. Asimismo, como se han analizado dos vías de creación desarrollo de capital
intelectual: la formación como vía de desarrollo de capital humano y el
aprendizaje organizativo como vía de creación de capital estructural, una nueva
línea de investigación sería analizar el aprendizaje interorganizativo como vía
de creación el capital relacional y su influencia en el desarrollo de estrategias
medioambientales proactivas.
5. Otra cuestión muy interesante sería analizar la importancia de ambas vías
(formación medioambiental y aprendizaje organizativo) y si es equiparable su
influencia en el desarrollo de comportamientos medioambientales proactivos.
Esta cuestión responde a las diferencias existentes entre ambas variables, al
tratarse la primera de una práctica de recursos humanos que se aplica
directamente sobre los individuos de la empresa y la segunda a un proceso
complejo que abarca toda la organización. Así, mientras que la formación hace
referencia a una actuación concreta que, aunque implica un coste para la
organización, su implantación no conlleva un elevado nivel de dificultad, el
aprendizaje organizativo supone el desarrollo de una capacidad en el seno de la
propia empresa, lo que implica un esfuerzo mucho mayor ya que para que se
produzca la empresa debe conseguir que las competencias y los modelos
mentales individuales sean diseminados y compartidos por la organización en su
conjunto, trasladándolos al plano social mediante reglas y rutinas organizativas y
logrando que se transformen en capacidades y modelos mentales compartidos.
6. En base a los resultados positivos obtenidos en el modelo analizado, se
considera que un estudio de caso aportaría matices de carácter cualitativo,
particularidades e información complementaria de gran utilidad para realizar un
análisis con mayor profundidad de las relaciones propuestas.
7. Para obtener una mayor riqueza en los resultados, una nueva metodología de
análisis podría ser crear subgrupos dentro de la muestra, por ejemplo entre
empresas que mostraran distintos comportamientos a la hora de innovar, según
el tamaño, su posición geográfica, la estrategia adoptada por la empresa o la
formación general realizada.
CAPÍTULO IX. Conclusiones y líneas futuras de investigación
352
9.6. Referencias bibliográficas capítulo IX.
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ANEXOS
415
ANEXO I. Índice de figuras
ÍNDICE DE FIGURAS Pág.
Figura 1.1. Estructura del trabajo 15
Figura 2.1. De los recursos a la ventaja competitiva 34
Figura 2.2. La jerarquía de las competencias 37
Figura 2.3. Características de los activos estratégicos 41
Figura 3.1. Actual Sistema Educativo Español 71
Figura 3.2. Fases del proceso formativo 83
Figura 4.1. Proceso de creación del conocimiento en la sociedad actual 120
Figura 4.2. Esquema del proceso de gestión del conocimiento 129
Figura 4.3. Matriz de integración entre aprendizaje organizativo, empresa
que aprende, conocimiento y gestión del conocimiento 129
Figura 4.4. Dimensiones de los stocks de conocimiento 133
Figura 5.1. Condicionantes ambientales y sociales de la incorporación del
medioambiente en la gestión empresarial 162
Figura 6.1. Modelo teórico general propuesto. 211
Figura 6.2. Relación entre la innovativeness, la formación y la innovación y su aplicación al modelo desarrollado en la investigación.
220
Figura 6.3. Relación entre innovativeness, aprendizaje organizativo y la innovación y su aplicación al modelo desarrollado.
223
Figura 7.1. Distribución de hoteles por provincia 249
Figura 7.2. Distribución de hoteles por número de estrellas 250
Figura 7.3. Independencia en la gestión de los hoteles de la muestra 250
Figura 7.4. Procedimiento completo para la obtención de datos 255
Figura 8.1. Modelo general. 306
Figura 8.2. Modelo general detallado. 307
Figura 8.3. Hipótesis 3. Detalle formación medioambiental ‐ E.M. Proactiva 307
Figura 8.4. Hipótesis 4. Detalle aprendizaje organizativo ‐ E.M. Proactiva. 308
ANEXOS
416
ANEXO II. Índice de Tablas
ÍNDICE DE TABLAS Pág.
Tabla 2.1. Clasificación de los recursos en tangibles e intangibles 32
Tabla 2.2. Requisitos de los recursos estratégicos 42
Tabla 3.1. Definiciones del término formación 68
Tabla 4.1. Definiciones del aprendizaje organizativo 116
Tabla 4.2. Diferencias entre conocimiento tácito y conocimiento explícito 122
Tabla 4.3. Definiciones destacables de organización que aprende 124
Tabla 4.4. Definiciones de gestión del conocimiento 128
Tabla 4.5. Tipos de aprendizaje organizativo 137
Tabla 5.1. Clasificación y tipologías de las estrategias medioambientales 179
Tabla 7.1. Estructura del cuestionario 254
Tabla 7.2. Especificaciones técnicas de la investigación 256
Tabla 7.3. Tratamiento de la información 256
Tabla 7.4. Escala de medida de la predisposición a innovar 258
Tabla 7.5. Variables utilizadas para medir la formación 259
Tabla 7.6. La medición del aprendizaje organizativo 263
Tabla 7.7. Escala de medida de la capacidad de aprendizaje organizativo 265
Tabla 7.8. Escala de Medida de la estrategia medioambiental de la empresa
266
Tabla 7.9. Resultados del test de normalidad multivariante: Innovativeness
279
Tabla 7.10. Validez y fiabilidad de la escala innovativeness 279
Tabla 7.11. Consistencia interna de la escala formación medioambiental 280
ANEXOS
417
ÍNDICE DE TABLAS Pág.
Tabla 7.12. Resultados del test de normalidad: aprendizaje organizativo 281
Tabla 7.13. Validez y fiabilidad de la escala de aprendizaje organizativo 281
Tabla 7.14. Medidas de la bondad del ajuste. Escala aprendizaje organizativo
282
Tabla 7.15. Consistencia interna de la escala de aprendizaje organizativo 282
Tabla 7.16. Resultados del análisis factorial exploratorio: adecuación de los datos y de la bondad de la solución factorial obtenida.
283
Tabla 7.17. Matriz de componentes rotados (nivel de integración alcanzado)
284
Tabla 7.18. Resultados del test de normalidad multivariante del factor “Gestión”
286
Tabla 7.19. Resultados del test de normalidad multivariante del factor “Coherencia”
286
Tabla 7.20. Resultados del test de normalidad multivariante del factor “Ahorro”
286
Tabla 7.21. Validez y fiabilidad de la escala del factor “Gestión” 287
Tabla 7.22. Medidas de la bondad del ajuste de la escala del factor “Gestión”
288
Tabla 7.23. Consistencia interna de la escala del factor “Gestión” 288
Tabla 7.24. Validez y fiabilidad de la escala del factor “Coherencia” 289
Tabla 7.25. Consistencia interna de la escala del factor “Coherencia” 289
Tabla 7.26. Validez y fiabilidad de la escala del factor “Ahorro” 290
Tabla 7.27. Consistencia interna de la escala del factor “Ahorro” 290
Tabla 8.1. Resumen de las hipótesis planteadas en la investigación. 309
Tabla 8.2. Test de normalidad multivariante para el conjunto de las variables observadas
310
ANEXOS
418
ÍNDICE DE TABLAS Pág.
Tabla 8.3. Matriz de correlaciones policóricas y poliseriales 311
Tabla 8.4. Medidas de la bondad del ajuste del modelo inicial. 313
Tabla 8.5. Validez y fiabilidad del modelo de medida inicial 314
Tabla 8.6. Medidas de la bondad del ajuste del modelo final 315
Tabla 8.7. Validez y fiabilidad del modelo de medida final 316
Tabla 8.8. Parámetros estandarizados estimados‐modelo estructural 318
Tabla 8.9. Fiabilidad de las ecuaciones estructurales 319
Tabla 8.10. Matriz de correlaciones entre las variables latentes 320
ANEXOS
419
ANEXO III. Síntesis de los objetivos de la Investigación y de las hipótesis recogidas en el modelo general.
El objetivo del presente trabajo es conocer la influencia de la formación medioambiental y el
aprendizaje organizativo en la proactividad de la estrategia medioambiental de las empresas, en
un contexto donde el cambio constante influye de forma permanente en las organizaciones, por
lo que se considera la incidencia de la innovativeness en ambas variables. Para alcanzar el
objetivo principal, tanto en la introducción como en la revisión teórica realizada en los capítulos
precedentes se han expuesto diferentes objetivos específicos. A fin de facilitar una visión
general del trabajo, en la Tabla A3.1 se realiza una síntesis de todos ellos.
Tabla A3.1. Objetivos de la investigación.
OBJETIVO GENERAL
Conocer las repercusiones de la formación específica en medio ambiente y del aprendizaje organizativo en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas, considerando el
papel que juega la innovativeness como impulsor de estas variables intermedias
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
DISEÑO Y MEDICIÓN DE VARIABLES
Delimitar conceptualmente las distintas variables objeto de estudio a fin de contextualizar la investigación y establecer escalas adecuadas para la medición de las variables a analizar.
Reflejar la relevancia que tanto la formación como el aprendizaje organizativo tienen en los entornos actuales para el desarrollo y mantenimiento de capacidades dinámicas organizativas.
RELACIONES ENTRE VARIABLES
Estudiar la relación existente entre la formación medioambiental y el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas.
Analizar la influencia del aprendizaje organizativo en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas.
Estudiar la relación existente entre la predisposición a innovar de la organización y el desarrollo de la práctica de formación medioambiental.
Estudiar la relación existente en las empresas entre la predisposición a innovar y el desarrollo del proceso de aprendizaje organizativo.
Analizar la relación existente entre la predisposición a innovar y el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en la empresa.
ANEXOS
420
Estimar la influencia de la pertenencia o no de la empresa a una cadena hotelera en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en la empresa.
Obtener conclusiones que supongan un avance en los conocimientos teóricos de las variables analizadas y que tengan una aplicación efectiva en el ámbito empresarial.
APLICACIÓN AL SECTOR DE ACTIVIDAD
Establecer el perfil medioambiental de los hoteles andaluces.
Analizar el esfuerzo que realizan en formación estas empresas, su tendencia a innovar o no y su capacidad de desarrollar aprendizaje a nivel de la organización.
Estudiar el efecto del régimen de explotación del hotel (su pertenencia o no a una cadena hotelera) en la proactividad medioambiental del establecimiento.
Estudiar si las peculiaridades de la actividad afectan a las relaciones teóricas establecidas.
Contribuir a la mejora de la competitividad sostenible del sector a través del conocimiento de herramientas que faciliten la implantación de posicionamientos proactivos con respecto al reto
medioambiental en las empresas hoteleras.
Consecuencia de los objetivos expuestos y de la revisión teórica realizada a lo largo de todo el
trabajo, la investigación ha analizado las relaciones existentes entre una serie de constructos,
desarrollando para ello un modelo concreto y estableciendo un conjunto de hipótesis en base a
las relaciones establecidas, la cuales han podido ser verificadas en su totalidad. El esquema del
modelo y de las hipótesis planteadas se recoge en la tabla A3.2 y figuras siguientes:
Tabla A3.2. Hipótesis generales planteadas en la investigación.
HIPOTESIS
Hipótesis 1: La predisposición a innovar de la empresa (innovativeness) influye positivamente a la formación medioambiental de la organización.
Hipótesis 2: La predisposición a innovar de la empresa (innovativeness) influye positivamente en el desarrollo de la capacidad de aprendizaje organizativo
Hipótesis 3: La formación medioambiental influye positivamente en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en la empresa.
Hipótesis 4: La capacidad de aprendizaje organizativo influye positivamente en el desarrollo de estrategias medioambientales proactivas en la empresa.
ANEXOS
421
Figura A3.1: Modelo Teórico General Propuesto.
Figura A3.2: Esquema Hipótesis 1. Representación de la relación entre la predisposición a innovar (innovativeness) y la Formación Medioambiental.
Formación medioambientalPredisposición a innovarH1:
Figura A3.3: Esquema Hipótesis 2. Representación de la relación entre la predisposición a innovar y el aprendizaje organizativo.
Aprendizaje organizativoPredisposición a innovarH2:
Figura A3.4: Esquema Hipótesis 3. Representación de la relación entre la formación medioambiental y las estrategias medioambientales proactivas.
Formación medioambiental Estrategia medioambiental H3:
Figura A3.5: Esquema Hipótesis 4. Representación de la relación entre el aprendizaje organizativo y las estrategias medioambientales proactivas.
Estrategia medioambiental Aprendizaje organizativoH4:
Estrategia
Medioambiental
Proactivas Aprendizaje Organizativo
Predisposición a innovar
Formación Medioambiental
Independencia
ANEXOS
422
ANEXO IV. Cuestionario de la Investigación
Estimado Sr/a. Director/a del Hotel:
El Departamento de Organización de Empresas de la Universidad de Granada está realizando un estudio sobre los factores que influyen en el desarrollo de una gestión medioambiental proactiva en los hoteles andaluces. Considerando la importancia de su hotel en su entorno geográfico y su cualificación profesional, estaríamos sinceramente interesados en conocer su punto de vista sobre los temas que estamos analizando.
Al fin mencionado, le rogaríamos pudiera devolvernos cumplimentado el cuestionario que le estamos adjuntando. Si lo prefiere puede optar por cumplimentarlo electrónicamente en la siguiente dirección: www.ugr.es/local/hoteles. Este cuestionario no tiene respuestas correctas e incorrectas, sino que simplemente trata de conocer la situación de su hotel y su punto de vista sobre distintos temas que están resultando de interés en el sector.
La Universidad de Granada garantiza la confidencialidad de la información recogida y que la misma será tratada exclusivamente de forma agregada para fines de investigación. La información individual será destruida una vez procesada en forma agregada por el equipo de investigación de la Universidad.
Como modesta compensación a su esfuerzo al cumplimentar el cuestionario, y en la confianza de que los resultados del estudio puedan ser útiles para el sector, si lo deseara le haríamos llegar un pequeño resumen descriptivo de los principales resultados de la investigación. Mientras tanto, no dude en contactar con nosotros para cualquier duda o sugerencia que desee plantearnos a través del correo electrónico [email protected]
Agradecido por su colaboración, queda a su disposición:
Mª Dolores Vidal Salazar Universidad de Granada Departamento de Organización de Empresas
ANEXOS
423
ASPECTOS GENERALES DEL HOTEL
Categoría del hotel (nº estrellas):
Número de habitaciones del hotel:
Marque con una cruz (X) la situación de su hotel:
Hotel integrado en la propiedad de
una cadena
Hotel franquiciado
por una marca
Hotel asociado a una cadena
Hotel asociado a una central de compras
Hotel independiente
En el caso de pertenencia, franquicia o asociación a una cadena, indique número aproximado de hoteles que integran la misma
PREDISPOSICIÓN A INNOVAR
Indique, marcando el número apropiado según la escala adjunta, su nivel de acuerdo o desacuerdo con las siguientes afirmaciones referidas a ciertas características de su hotel:
Desacuerdo AcuerdoTotal Total
1 En nuestro hotel se aceptan rápidamente las innovaciones tecnológicas en cuanto están disponibles. 1 2 3 4 5 6 7
2 En nuestro hotel la dirección participa activamente en la búsqueda de nuevas ideas innovadoras. 1 2 3 4 5 6 7
3 En nuestro hotel la innovación es aceptada rápidamente en la gestión de proyectos o programas. 1 2 3 4 5 6 7
4 En nuestro hotel la gente es advertida de la importancia de no cometer errores cuando se trata de hacer cambios. 1 2 3 4 5 6 7
5 En nuestro hotel las innovaciones se perciben como muy arriesgadas y encuentran una fuerte resistencia. 1 2 3 4 5 6 7
FORMACIÓN EN EL HOTEL
Le rogamos trate de completar las líneas de puntos en los cuadros de la tabla REFERIENDOSE A
DATOS DEL 2007. Esta tabla es MUY IMPORTANTE en el desarrollo del estudio, por lo que le
rogamos que incluya toda la información que le sea posible, pudiendo hacerlo de forma
aproximada.
ANEXOS
424
FORMACION DEL PERSONAL DIRECTIVO Y PERSONAL DEL HOTEL
DIRECTOR HOTEL RESTO DEL PERSONAL
Nº horas anuales de formación presencial recibida por director
Gasto anual de la empresa en formación para
director*
Nº horas anuales de formación presencial
recibida por empleado
Gasto anual de la empresa en formación por
empleado*
__________ h __________ € __________ h __________ €
* Puede incluir una estimación de los pagos desarrollados por el hotel por el mantenimiento y adecuación de las instalaciones, matrículas u honorarios pagados por el hotel a los profesores u organismos de formación, dietas de los formadores externos y material didáctico.
TIPOLOGÍA DE LA FORMACION DEL HOTEL
Tomando como base la formación total realizada en el hotel, indique el porcentaje de la formación desarrollada en el hotel que se ha dedicado a los siguientes temas:
Porcentaje
Formación en temas de ventas y atención al público. %
Formación en técnicas medioambientales. %
Formación sobre concienciación medioambiental. %
Formación sobre uso de sistemas informáticos. %
Formación en otros temas (calidad, mantenimiento, etc.). %
TOTAL 100 %
APRENDIZAJE ORGANIZATIVO
Indique, marcando el número apropiado según la escala adjunta, su nivel de acuerdo o desacuerdo con las siguientes afirmaciones referidas a ciertas características de su hotel en el 2007:
Desacuerdo Acuerdo Total Total
1 En nuestro hotel se ha aprendido o adquirido muchos nuevos e importantes conocimientos. 1 2 3 4 5 6 7
2 Los miembros del hotel han aprendido o adquirido algunas capacidades o habilidades críticas. 1 2 3 4 5 6 7
3 La mejora de nuestro hotel ha estado influida por los nuevos conocimientos aprendidos o adquiridos. 1 2 3 4 5 6 7
4 Nuestro hotel es una organización que aprende. 1 2 3 4 5 6 7
ANEXOS
425
PRÁCTICAS RELACIONADAS CON EL MEDIO AMBIENTE EN EL HOTEL
Indique en una escala del 1 al 7 el grado de desarrollo de las siguientes prácticas medioambientales teniendo como referencia la situación media de su sector: 1 = No se realiza la práctica ni hay intención de llevarla a cabo en el futuro.
2 = No se realiza la práctica pero se está planteado realizarla en el futuro, aunque no hay aún planificación del momento.
3 = No se realiza la práctica, pero se está planteando realizarla en el futuro y existe ya una planificación del momento.
4 = Se ha comenzado recientemente a realizar esta práctica y nuestros desarrollos son todavía menores.
5 = Se realiza la práctica con cierta solidez, pero aún es necesario mejorar para alcanzar un nivel satisfactorio.
6 = Estamos muy avanzados en el desarrollo de esta práctica.
7 = Estamos muy avanzados en la práctica y somos líderes en su utilización dentro del sector.
1 Política medioambiental documentada. 1 2 3 4 5 6 7
2 Designación específica de una persona que en exclusividad o junto con otras funciones, es responsable de los temas medioambientales. 1 2 3 4 5 6 7
3 Realización de auditorías medioambientales periódicas. 1 2 3 4 5 6 7
4 Realización de estudios detallados de consumos energéticos y comparativas entre distintas fuentes de energía. 1 2 3 4 5 6 7
5 Utilización de equipos y sistemas para disminuir el consumo de energía (ej. equipos de bajo consumo). 1 2 3 4 5 6 7
6 Utilización de energías renovables (ej. solar, eólica, o biomasa). 1 2 3 4 5 6 7
7 Programa sistemático de ahorro de agua mediante el uso de electrodomésticos apropiados, cisternas adaptadas, control de riegos, sensores en grifos, etc. 1 2 3 4 5 6 7
8 Empleo de productos de limpieza no contaminantes del agua. 1 2 3 4 5 6 7
9 Programa sistemático de reciclaje selectivo para todos los materiales (vidrio, papel, plástico, orgánico, pilas y aceites). 1 2 3 4 5 6 7
10 Educación a clientes sobre prácticas medioambientales responsables. 1 2 3 4 5 6 7
11 Formación a empleados y directivos sobre prácticas medioambientales responsables. 1 2 3 4 5 6 7
12 Patrocinio de actividades relacionadas con el medioambiente. 1 2 3 4 5 6 7
13 Uso de argumentos medioambientales en actividades de marketing. 1 2 3 4 5 6 7
14 Compra sistemática de materiales reciclados y/o con etiquetas medioambientales. 1 2 3 4 5 6 7
CIERRE Y AGRADECIMIENTO
En el caso de que lo desee, estaremos encantados de hacerle llegar un resumen descriptivo de los resultados del estudio. Para recibir el informe, indíquenos simplemente una dirección física o de email para hacerle llegar la información: ____________________ GRACIAS POR SU COLABORACIÓN.