forjando

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FORJANDO MARIANO J. ARAMBURO VIRGINIA MACCHI MERCEDES LÓPEZ CANTERA OSCAR H. AELO JOSÉ MARCILESE MARIANA POZZONI MARCELA FERRARI NIDIA BURSTEIN SANTIAGO ROTMAN CARLOS VARETTO CARLA CARRIZO CECILIA GALVÁN ESCRIBEN Año 01 - Número 02 REVISTA CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES ARTURO JAURETCHE ISSN 2313-9021

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Revista Forjando. Centro de Estudios Arturo Jauretche. Banco de la Provicnia de Buenos Aires

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FORJANDO

MARIANO J. ARAMBUROVIRGINIA MACCHIMERCEDES LÓPEZ CANTERAOSCAR H. AELO

JOSÉ MARCILESEMARIANA POZZONIMARCELA fERRARINIDIA BURSTEIN

SANTIAGO ROTMANCARLOS VARETTOCARLA CARRIZOCECILIA GALVáN

ESCRIBEN

Año 01 - Número 02REVISTA CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES ARTURO JAURETCHE

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N 2

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Forjando

AÑO 01 - NÚMERO 02DICIEMBRE DE 2012

Dirección: Mauro Amorosino

Secretarios de Redacción:Juan Manuel RomeroLucía Paolucci

Diseño Gráfico:Nicolás Henrichsen

Ilustraciones: Diana Park

Banco de la Provincia de Buenos Aires

Presidente: Lic. Gustavo Marangoni

Vicepresidente: Dr. José Pampuro

Director Secretario: Lic. Daniel Tillard

Director: Sra. Marta Helguero

Director: Dr. Rafael Perelmiter

Director: Lic. Carlos Fernández

Director: Dr. Diego Rodrigo

Director: Cdor. Omar Galdurralde

Director: Dr. Javier Mouriño

Forjando es una publicación del Banco de la Provincia de Buenos Aires. San Martin 137 /C1004AAG / Ciudad de Buenos Aires / Argentina.

Si nos quiere contactar, escríbanos a: [email protected] notas publicadas no representan necesariamente el criterio del Editor.

RNPI Exp. 5038860ISSN 2313-9021

PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL POR CUALQUIER MEDIO SIN PERMISO DEL CENTRO.

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Nº02

Partidos Políticos en la Provincia de Buenos Aires.

Page 8: Forjando

Camino a la Revolución. El Partido Comunista de la Argentina en la provincia de Buenos Aires. 1930-1943.

28

El Partido Peronista en la provincia de Buenos Aires. 1947-1955.

38

Conflictos, prácticas políticas y organización partidaria en el peronismo de Bahía Blanca. 1945-1960.

48

La apertura electoral en la provincia de Buenos Aires y la gravitación juvenil en el gobierno de Oscar Bidegain. 1972- 1974.

60

El radicalismo bonaerense en la reconstrucción democrática: de la ilusión al desencanto de las mayorías, 1983-1987.

Partidos, federalismo y práctica electoral: la provincialización de la política local en las elecciones de 2011.

ÍNDICEFORJANDO

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EditorialGustavo Marangoni

10

Partidos y facciones en la primera mitad del siglo XIX en Buenos Aires.Mariano José Aramburo y Virginia Macchi

16

Camino a la Revolución. El Partido Comunista de la Argentina en la provincia de Buenos Aires. 1930-1943.

Mercedes F. López Cantera

El Partido Peronista en la provincia de Buenos Aires. 1947-1955.

Oscar H. Aelo

Conflictos, prácticas políticas y organización partidaria en el peronismo de Bahía Blanca. 1945-1960.

José Marcilese

La apertura electoral en la provincia de Buenos Aires y la gravitación juvenil en el gobierno de Oscar Bidegain. 1972- 1974.

Mariana Pozzoni

El radicalismo bonaerense en la reconstrucción democrática: de la ilusión al desencanto de las mayorías, 1983-1987.

Marcela Ferrari

70

De alianzas y circunstancias. La política bahiense entre 2003 y 2007.Nidia Burstein

80

Las tres vidas del sistema de partidos bonaerenseSantiago Rotman y Carlos Varetto

92

Partidos, federalismo y práctica electoral: la provincialización de la política local en las elecciones de 2011.

Carla Carrizo y Cecilia Galván

106

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FORJANDOEDITORIAL 10

La política y sus instituciones no son inmunes a los cambios que la sociedad

ha experimentado en los últimos años. Como un deportista maduro que se

empecina en seguirles el ritmo a los competidores más jóvenes, la política, si

pretende mantener la legitimidad de su representación, no puede perderle

pisada a las mutaciones que día a día se van sucediendo.

Como lo marca el artículo 22 de la Constitución, cuyas palabras recorren el

corazón que ilustra la tapa de este número, nuestro sistema político adopta

para gobernar la forma representativa, es decir, el pueblo sólo puede

gobernar mediante individuos elegidos democráticamente, nunca lo podrá

hacer de forma directa. Bajo esta premisa, los canales de representación por

excelencia han sido históricamente los partidos políticos, fuerzas en las que

se organizan y defienden ideas y principios que entrarán en competencia

para ocupar temporalmente determinados puestos de gobierno.

En nuestra historia, los partidos tuvieron un rol protagónico, fueron las

primas donnas del sistema. Así, hemos tenido grandes organizaciones

cuyas ramificaciones fueron nacionales, como el Partido Radical y el

Justicialista, y otras que tuvieron una vida más acotada, tanto espacial

como temporalmente, es sólo cuestión de repasar lo que fueron ayer y lo

que son hoy el Partido Socialista, el Comunista o la UCD, por nombrar sólo

algunos ejemplos.

En la Argentina, la pregunta por los partidos estuvo habitualmente

inspirada por debates acerca de la inestabilidad del sistema. Mientras

ciertos investigadores los entendían como expresión de los intereses de las

clases sociales, otros se preocuparon en cambio por la vida interna de estas

instituciones y el modo en que sus características influyeron en la forma

en que se desempeñaron en la escena pública. La renovación y expansión

de los estudios en las Ciencias Sociales que tuvo lugar en los últimos años,

amplió notablemente la variedad de enfoques posibles: los discursos y las

ideologías partidarias, sus relaciones con la prensa, los procedimientos con

los que se seleccionan elencos dirigentes y la creación de carreras políticas,

la lógica de los conflictos partidarios internos, las características de la

inserción regional de los partidos, son algunos de los problemas estudiados

por los investigadores.

EDITORIALpor Gustavo Marangoni

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FORJANDO EDITORIAL11

Ahora bien, en el presente los partidos políticos están muy lejos de ser lo que

fueron antaño: estructuras monolíticas con enormes aparatos electorales y

miles de afiliados que pagaban sus cuotas religiosamente y defendían las

bases ideológicas recusando a todo aquel que osara moverse un ápice de

sus principios.

Hoy, las organizaciones son más bien laxas, la presencia territorial basada

en las unidades básicas o comités dista de ser uniforme y las fronteras

ideológicas son difusas. Todo esto da como resultado partidos que son

meros sellos electorales, legalmente imprescindibles para presentarse a

elecciones, pero de un significado real más bien vacío.

¿Esto ha matado al sistema representativo? No, lo ha transformado. Las

identidades y lealtades líquidas crearon una crisis en la representación

que ha dado lugar a un cambio en la misma. Hemos pasado de un sistema

representativo a uno de audiencias.

¿Cuáles son las bases de esta democracia de audiencias? Principalmente

que las figuras políticas ya no son complejos armados partidarios sino

individuos cuyos liderazgos se sostienen en la imagen pública. Los partidos

ya no son más los exclusivos articuladores de las demandas de la sociedad

(por lo menos no en su mayoría), ahora lo son personas, caras, apellidos

y sonrisas en afiches propagandísticos con poca o nula estructura detrás.

En este segundo número de Forjando tratamos de abarcar todos los

momentos de la vida partidaria: sus comienzos, sus luchas, su cenit y su

actualidad, subsumida en más preguntas que respuestas. Pero, como

es habitual ya, siempre partiremos de un enfoque cerrado al acontecer

de la Provincia de Buenos Aires. Como en el primer número, dedicado

a la participación popular en la vida política de la Provincia, los artículos

que componen esta revista se articulan en torno de un marco temático

unificado. Los autores que escriben en esta oportunidad centraron sus

análisis en diversos aspectos del sistema político, teniendo como principal

referencia a los partidos. Se trata sin dudas de un tema fundamental para

quienes intentan explicar las particularidades de la vida política del país.

Nuevamente, nuestra intención es contribuir a la reflexión y el debate.

Estamos convencidos de que conocer mejor el pasado permite imaginar

futuros mejores.

La cuestión de los partidos en la Provincia de Buenos Aires se vio enriquecida,

tanto por la renovación de las preguntas y las metodologías utilizadas para

el estudio de la política, como por el avance sobre la cuestión regional y

local. Los estudios de caso han mostrado lo problemático que puede

ser atribuirle a un partido determinadas características, sin atender a las

diferencias que se manifiestan en las distintas provincias o localidades en las

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FORJANDOEDITORIAL 12

que éste se inserta. Por las mismas características de la Provincia, que resulta

el bastión clave para la mayoría de los partidos de alcance nacional, esta

dimensión local tiene un gran interés. Si bien es mucho lo que todavía nos

falta aprender sobre ella, consideramos que los ensayos que presentamos

aquí constituyen una contribución importante para la comprensión de ese

problema. Muchos de ellos, hay que decirlo, provienen de investigaciones

producidas en el marco de los diversos centros de estudio con los que

cuentan las Universidades que funcionan en Buenos Aires.

Por último, el lugar de la Provincia en la política nacional también está siendo

revisado con interés. Ocupa, sin dudas, un lugar especial, y su estudio permite

comprender mejor a la Argentina. Desde tiempos coloniales, el control del

puerto convirtió a la ciudad de Buenos Aires y a su campaña en una pieza

clave en la región. Luego de la independencia, y durante las guerras civiles

que atravesaron el siglo XIX, esa disposición de los recursos (sumada a la

capacidad de emitir moneda), aseguró la superioridad militar de Buenos

Aires, y por lo tanto su hegemonía respecto del resto de las provincias.

Cuando a finales de ese siglo comenzó a fortalecerse el Estado Nacional,

luego de un proceso en el que Buenos Aires tuvo un rol fundamental, este

nuevo poder pretendió doblegar a los poderes provinciales. Buenos Aires

fue derrotada en 1880, y luego, en medio de un importante debate, se

federalizó su capital, la Ciudad de Buenos Aires. La situación estructural de

la Provincia (la más rica y la más poblada del país), ha condicionado de ese

modo su relación con la política nacional, de formas que perduran hasta

nuestros días. Se trata sin dudas de una realidad muy compleja, en la que

intervienen fenómenos de índole diversa. Confiamos en que este número de

Forjando ayudará a comprender mejor estos problemas.

LOs CONTENIDOs DE EsTE NúmERO

Los historiadores Virginia Macchi y Mariano José Aramburo abren la revista

con un artículo en el que se ofrece una mirada panorámica del rol de los

partidos en el territorio bonaerense a lo largo del siglo XIX. Ese cuadro

permite interrogar los cambios en los modos de agrupación política que

tuvieron lugar en el período. ¿Cuáles eran sus características antes de la

formación de esas instituciones modernas a las que llamamos “partidos”?

El recorrido se nutre entonces de la aparición los clubes políticos y logias

en tiempos de la independencia, de los conflictos que cruzaron luego

a “unitarios” y “federales”, y de la organización finalmente de algunos

“partidos” en la década de 1850. Esos cambios aparecen así como un

muestrario de las características más relevantes de la política bonaerense

del período.

Ya con la mirada en el siglo XX, Mercedes López Cantera recupera una

experiencia importante y que es aún poco conocida: la del Partido

Comunista Argentino en los años previos a la aparición del peronismo.

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FORJANDO EDITORIAL13

Como sabemos, el período iniciado con el golpe militar de 1930 estuvo

marcado por un retorno del conservadorismo al poder y por importantes

transformaciones económicas. A pesar de la sostenida represión estatal, los

comunistas argentinos implementaron una exitosa estrategia de inserción

en el mundo del trabajo. Las migraciones internas y el crecimiento del sector

industrial fueron el telón de fondo para un período en el que el movimiento

obrero cobró un protagonismo inédito. El conurbano bonaerense fue uno

de los espacios estratégicos en los que se desarrolló el comunismo, como

revela el estudio de la autora, que incluye además argumentos sobre la

experiencia del partido en Mar del Plata.

Las dos contribuciones siguientes trabajan en profundidad distintos

aspectos de la participación del Partido Peronista en la Provincia de Buenos

Aires, durante los primeros gobiernos peronistas. El primero de ellos, Oscar

Aelo elige una perspectiva a nivel provincial que destaca las características

de la organización partidaria local. El historiador resalta allí las complejas

lógicas que operaron en el proceso de construcción del Partido Peronista

bonaerense. Lejos de las habituales imágenes estereotipadas, el cuadro

que propone señala la existencia de importantes conflictos internos,

diferentes líneas internas que se disputaban la conducción, y aún diferentes

concepciones y modelos de organización.

Por su parte, José Marcilese aborda la cuestión analizando el recorrido del

partido en una localidad de la Provincia: Bahía Blanca. Allí, a los grupos

conservadores, sindicales y del radicalismo que confluyeron en las primeras

alianzas partidarias, se le agregó una activa célula proveniente de FORJA, lo

que constituye una de las singularidades del caso bahiense. La construcción

de liderazgos locales, y el delicado equilibrio de fuerzas entre las distintas

líneas partidarias, reflejan a la vez la complejidad de los vínculos entre la

política municipal y la provincial. Finalmente, la situación del partido se

vio además afectada por los procesos nacionales más resonantes, y debió

modificar sus estrategias a partir de la Revolución Libertadora, cuando la

dictadura comenzó a implementar políticas de desperonización.

Otros aportes avanzan en atractivos análisis de la historia reciente.

Publicamos aquí un artículo de la historiadora Mariana Pozzoni, acerca de la

experiencia política del peronismo provincial durante los años de gobierno

de Oscar Bidegain. En el contexto de apertura electoral que supuso el fin de

la proscripción de la fuerza mayoritaria, el FREJULI impuso su fórmula en la

provincia. Como los artículos anteriores sobre el peronismo, el de Pozzoni

revela la compleja vida interna del movimiento en una coyuntura marcada

por la emergencia de nuevos grupos, y la disputa por el control institucional.

También aquí, esos procesos de la política provincial aparecen influidos

directamente por aquellas otras tendencias de la política nacional.

Marcela Ferrari nos presenta un trabajo sobre el radicalismo bonaerense en

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FORJANDOEDITORIAL 14

los años ochenta, a partir de la recuperación de la democracia. En esos años,

la UCR consiguió victorias electorales en la Nación y en algunos distritos

importantes, entre los que se destaca la gobernación de la Provincia de

Buenos Aires. El ensayo de la historiadora propone un análisis minucioso de

la trayectoria de las diversas líneas internas que confluyeron en las alianzas

de los años ochenta. Esa perspectiva pone de relieve los distintos conflictos

internos del partido, algunos ideológicos y otros generacionales. Hacia fines

del período, tanto los problemas del gobierno nacional, como el delicado

equilibrio de fuerzas dentro del partido provincial llevaron al radicalismo a

la derrota electoral.

Una zona diferenciada de nuestro número es la que se compone de artículos

dedicados a la reflexión acerca de la provincia y el sistema político en la

actualidad. El trabajo de Nilda Burstein abre esa sección con un análisis de

la política bahiense entre dos años clave, 2003 y 2007. El estudio de un

caso singular le permite a la autora avanzar algunas hipótesis acerca del

funcionamiento del campo político a nivel local.

Santiago Rotman y Carlos Varetto proponen también algunas hipótesis

dirigidas a explicar importantes aspectos del sistema político provincial, en

los últimos años. Su trabajo aborda así diferentes dimensiones del sistema de

partidos bonaerense, y las vincula especialmente con el diseño institucional

de la Provincia. La mirada en perspectiva destaca, además, la notable

estabilidad de dicho sistema en el período que va desde la recuperación

democrática hasta nuestros días.

También en esta línea se ubica nuestro último artículo. Carla Carrizo y Cecilia

Galván analizan las características del sistema electoral de la Provincia. Las

elecciones del 2007 y del 2011 son el punto de partida para una reflexión

sobre aspectos estructurales del sistema político y las articulaciones entre

la política provincial y la política local.

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FORJANDO EDITORIAL15

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FORJANDODOSSIER

16

Mariano José Aramburo es profesor y licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Es becario doctoral en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA y docente de la cátedra Historia Argentina I (1776-1862) de la misma facultad. Ha publicado artículos sobre historia política argentina del siglo XIX en revistas nacionales e internacionales.

Virginia Macchi es profesora de Historia por la Universidad de Buenos Aires y magister en Historia por la Universitat Jaume I, España. Es becaria doctoral en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA y docente de la cátedra Historia Argentina I (1776-1862) de la misma facultad. Ha publicado artículos sobre historia política argentina del siglo XIX en revistas nacionales e internacionales.

PARTIDOs y FACCIONEs EN LA PRImERA mITAD DEL sIgLO XIX EN BuENOs AIREs

por Mariano José Aramburo y Virginia Macchi

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FORJANDODOSSIER

17

REsumEN

El artículo se propone ofrecer una mirada de conjunto sobre las característi-

cas de la cultura política bonaerense en la primera mitad del siglo XIX. Para

eso, se pregunta por el lugar del “partido” en la política de la época, analiza

los cambios de esa idea y las distintas modalidades de agrupamiento en

relación con algunas coyunturas clave del período.

INTRODuCCIóN

Una de las más importantes consecuencias del proceso de independencia

en el Río de la Plata fue la certeza de que el sistema político y su legitimidad

sólo podían lograrse bajo un sistema representativo. Efecto de lo anterior

fue que en Buenos Aires existieron elecciones regulares durante toda la pri-

mera mitad del siglo XIX.

Laxas agrupaciones políticas se crearon articulando y relacionando a los

notables de la época, con redes clientelares más amplias que entraban en

acción procurando el triunfo de una elección. Sin embargo, esto no significó

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FORJANDO 18

la existencia de una idea de sociedad pluralista donde convivían opiniones

contrapuestas. Por el contrario, la cultura política de la época privilegiaba la

idea de unidad. Fue así que el término Partido se asoció con conceptos que

tenían un sentido negativo tales como facción, secta, logia, club, los cuales

eran considerados como contrarios a la unidad. Sin embargo, el principio

representativo y la práctica electoral supusieron la existencia de divisiones

políticas en Buenos Aires. Las páginas siguientes tienen el objetivo de expli-

car a estos partidos durante la primera mitad del XIX.

LOs PRImEROs AñOs DE LA REvOLuCIóN

Con la Revolución de Mayo en 1810, al interior de la Junta de Gobierno se

formaron dos partidos o facciones: una liderada por el presidente de la

Junta, Cornelio Saavedra; y la segunda, comandada por Mariano Moreno.

Estos primeros partidos surgieron, entonces, al interior del mismo gobierno.

Estos grupos diferían en el rumbo que tenía que tomar la Revolución, para

los primeros debía ser más moderado, y más radical para los segundos.

Los saavedristas buscaban que los diputados del interior, invitados desde

Buenos Aires a incorporarse a la causa revolucionaria, se agregaran a

la Junta de Gobierno. Para Mariano Moreno, los miembros debían ser

diputados de un Congreso que debía dictar una constitución y decidir la

forma de gobierno. La posición del partido de Saavedra fue la que triunfó y

el 18 de diciembre de 1810 se constituyó la Junta Grande.

Luego de la muerte de Moreno en marzo de 1811, los morenistas crearon el

primer club político que sesionaba en el café de Marco. Los integrantes de

este grupo político se opusieron sistemáticamente al gobierno de Saavedra

al que tildaban de moderado, generando fuertes tensiones con el gobierno.

Esta hostilidad entre ambas facciones desembocó en una asonada de ca-

rácter popular liderada por hombres de Saavedra los días 5 y 6 de abril de

1811. La petición de los levantados incluía la expulsión de los vocales more-

nistas y su destierro. Luego de este hecho, los morenistas fueron purgados

del gobierno, y se debieron marchar de Buenos Aires. Además se instaló un

tribunal de vigilancia que controlaba la lealtad política, y Manuel Belgrano

–asociado a esa facción- fue enviado a juicio por sus acciones militares en

la campaña del Paraguay. Muchos morenistas debieron exiliarse de la ciu-

dad frente a la persecución de los saavedristas. Sin embargo, el ascendiente

de Saavedra duró poco, pues luego de la derrota del ejército del norte en

Huaqui en julio de 1811, partió rumbo al Alto Perú para intentar recomponer

el ejército y sus enemigos aprovecharon su ausencia para tomar el poder,

formando el primer Triunvirato.

El club de los morenistas luego devino en una nueva asociación conocida

como Sociedad Patriótica, liderada por Bernardo de Monteagudo, quienes

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FORJANDO19

se opusieron al gobierno del Triunvirato por calificarlo de moderado y de no

querer declarar la independencia y dictar una constitución. De esta forma,

surgieron nuevos centros de control político por fuera del aparato del es-

tado. Primero, Monteagudo como portavoz de esta facción cuestionaba al

gobierno desde el periódico oficial La Gaceta y que era respondido desde El

Censor, pero ambos fueron suprimidos el 25 de marzo de 1812. Entonces, los

miembros de la sociedad comenzarán a agitar la discusión desde las páginas

de un periódico fundado por Monteagudo, Mártir o Libre, donde explaya-

ba sus principios políticos. Desde este periódico, cuestionará la política del

Triunvirato, a la que calificaba de tibia. De esta forma, el espíritu de facción o

de partido de los primeros años de la Revolución se llevó a cabo en asocia-

ciones, es decir, grupos de individuos, en este caso de la elite, con intereses

comunes, referidos a la política revolucionaria, que se reunían en sociedades

para discutir y debatir. Los intercambios de estas asociaciones se plasmaban

en la prensa periódica del organismo, de fuerte contenido político.

Para octubre de 1812, la dirigencia de la Sociedad Patriótica, más otros pa-

triotas llegados desde la península, como José de San Martín y Carlos María

de Alvear, conformaron una nueva sociedad política -esta vez de carácter

secreto- llamada la Logia Lautaro, la cual reprodujo el sistema organizati-

vo de las logias masónicas. Los objetivos de este grupo eran organizar un

ejército libertador y declarar la independencia. La oposición a la política del

Triunvirato se fortaleció. Este grupo, el 8 de octubre de 1812, llevó a cabo una

asonada militar que depuso al Triunvirato y lo reemplazó por uno nuevo. El

ascenso al poder de esta facción más radical, se vio reflejado en la convo-

catoria a una Asamblea Constituyente en enero de 1813. Empero ésta no

declaró la independencia ni dictó texto constitucional alguno.

Para el año 1814, las luchas facciosas se agudizaron. Los partidarios de la

Logia asumieron el control político gracias a la influencia de Alvear, quien

propuso llevar a cabo una concentración de poder instituyendo el cargo de

Director Supremo. Pero sus políticas fueron impopulares y tras un breve go-

bierno fue desplazado por una sublevación militar en Fontezuela. Asimismo,

Alvear tuvo que enfrentarse con el movimiento federal, iniciado en la Banda

Oriental por Gervasio Artigas, que cada vez se hacía más fuerte en las pro-

vincias del Litoral. Finalmente, Alvear fue desterrado y la Asamblea disuelta.

Con el gobierno de Juan Martín de Pueyrredón (1816-1819), considerado por

muchos sectores como “moderado” en referencia a su política contra los ar-

tiguistas, se constituyó un grupo de oposición conocido como la “oposición

popular”, formado mayormente por militares y publicistas. Sus principales

líderes fueron Miguel Soler, Vicente Pagola y Manuel Dorrego, quienes ade-

más tenían un fuerte ascendiente sobre la plebe. Eran líderes carismáticos,

quienes lograban su influencia sobre los sectores populares, en buena me-

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FORJANDO 20

dida, por su rol dentro del ejército. Sin embargo, esta oposición todavía no

podrá ser considerada como un “partido”, sino que será un antecedente de

la oposición que en la siguiente década ejercerá Dorrego.

LA DéCADA DEL 20

Con la caída del poder central en 1820, las provincias –entendidas como

estados soberanos autónomos- debieron establecer autoridades legítimas

para que gobernasen las ciudades y sus hinterlands. En la provincia de Bue-

nos Aires, sus dirigentes dejaron de lado sus pretensiones hegemónicas

sobre el resto del territorio y se volcaron a la construcción interna de la

misma. La lucha facciosa dio paso, luego de una depuración de la elite que

se había forjado con la Revolución y que estaba muy vinculada al ejército, a

la formación de un grupo dirigente que se volcó a reorganizar la provincia.

La elite bonaerense apoyó entonces al nuevo gobernador, Martín Rodríguez,

y sus ministros Bernardino Rivadavia y Manuel García, conformándose el

Partido del Orden. Este partido estaba compuesto por una clase política

alistada de los notables urbanos, y contaba con el apoyo de los grandes

propietarios rurales y comerciantes, todos nucleados bajo la figura de Ri-

vadavia. Entre sus miembros más destacados se encontraban, además de

Rivadavia, Valentín Gómez, Julián Segundo de Agüero, Ignacio Núñez, entre

otros. La intención de este grupo era llevar a cabo una modernización de

la administración y de otros aspectos como la economía, la sociedad, la

cultura y la política.

La vida política bonaerense se rigió por una nueva ley electoral dictada en

1821. Esta establecía el sufragio amplio el voto activo a todos los hombres

mayores de 20 años. Si las restricciones para el voto activo eran mínimas,

no fue así en el caso del voto pasivo, el electo debía ser ciudadano mayor

de 25 años que contara con alguna propiedad. A través del voto se elegían

los diputados para la Sala de Representantes, organismo representativo de

la provincia, doce representantes para la ciudad y once para la campaña. A

su vez, la Sala era la encargada de elegir al Gobernador.

Las elecciones se manifestaron en la explosión de la prensa periódica, edi-

tada por los miembros de la elite, donde se informaban los resultados y se

publicaban las listas de candidatos. Esto era un cambio con respecto a la

política facciosa de la primera década revolucionaria, donde el debate se

daba al interior de grupos secretos o logias. Si bien existieron elecciones en

la década anterior, la nueva ley otorgaba un nuevo carácter a las mismas.

¿Cómo se elaboraban las listas de candidatos? El sistema distaba de ser

como el que se implementará posteriormente, en una estructura partidaria

moderna. Tampoco era una disputa entre grupos de “unitarios” y grupos

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de “federales”. Este régimen representativo se basó en un grupo reducido

de notables, quienes se alternaban los cargos durante esta década. A esta

forma de elección se la conoció como la “práctica de las candidaturas”: la

elite debía confeccionar listas de candidatos para cada elección. Pero las

listas no estaban formadas por diferentes nombres, sino que eran una com-

binación de candidatos, que se cruzaban y repetían en las listas. Bajo esta

práctica la lucha facciosa disminuyó y el Partido del orden gobernó la pro-

vincia con tranquilidad. Si bien contaba con grupos de oposición, como los

miembros del partido popular, dirigidos por Manuel Dorrego, quien contaba

con un fuerte ascendiente en el ejército.

Sin embargo, esta situación cambió cuando surgieron propuestas para lle-

var a cabo un Congreso Constituyente para reorganizar a las provincias en

un estado central. En este congreso, las disputas entre federales y unitarios

–facciones que contaban en ambos casos con personas de Buenos Aires

y el interior- fueron cada vez más profundas, fundamentalmente por la in-

divisibilidad o no de la soberanía y por la forma de gobierno (centralista o

confederal). El partido unitario, pretendía imponer una forma de gobierno

centralizada y de unidad, y los federales propugnaban el respeto por la so-

beranía de las provincias.

Estas disputas en el marco del Congreso se trasladaron a la vida política bo-

naerense. El Partido del Orden -atravesado por las combates entre unitarios

y federales- se dividió entre quienes apoyaban a Rivadavia y su política uni-

taria, y quienes se opusieron a ella bajo el liderazgo de Gregorio Las Heras.

Estos últimos se organizaron debido a la Ley de Capitalización, que nacio-

nalizaba la ciudad y escindía la provincia de Buenos Aires en dos, separando

a la zona portuaria de la agroganadera. Asimismo, al Partido del Orden se

le opuso el grupo opositor liderado por Manuel Dorrego y Manuel Moreno,

el Partido Popular, identificado con los “federales”. La reyerta entre ambos

partidos tuvo su punto álgido con la guerra con el Brasil, pues mientras el

Partido del Orden buscaba mantener una política prudente con respecto

a la Banda Oriental, los “populares” se inclinaron por una posición más be-

licista; postura que definitivamente se impuso. Finalmente, los intentos de

recrear un poder central fracasaron, y las provincias volvieron a convertirse

en estados autónomos y soberanos.

Así, a mediados de la década del 20, las divisiones facciosas entre unitarios

y federales –que coincidió con la reunión del Congreso Nacional de 1824- se

hicieron tangibles y la disputa por las candidaturas se tornó más encarni-

zada. Luego de la fallida experiencia presidencial de Rivadavia, el Partido

Popular, ahora federal, se hizo con el control de la provincia de la mano de

Manuel Dorrego. Este grupo logró el apoyo de los propietarios de la cam-

paña y los comerciantes, quienes se alejaron del Partido del Orden luego

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FORJANDO 22

del intento de implementar la Ley de Capitalización. La prensa periódica

se hizo eco de estas disputas facciosas, y la radicalización del conflicto fue

total. A estas disputas se sumaron los descontentos de los oficiales que

habían combatido en la Guerra contra el Brasil, quienes estaban furiosos

por el tratado de paz firmado que no reflejaba el éxito de las acciones mi-

litares. A estos oficiales se aglutinaron con miembros unitarios del Partido

del Orden que todavía quedaban. El punto más álgido del conflicto político

fue el derrocamiento de Dorrego el 1º de diciembre de 1828 y su posterior

fusilamiento en manos de Juan Lavalle.

Muerto Dorrego, Juan Manuel de Rosas -importante hacendado bonaeren-

se y nuevo líder federal-, buscó llegar a un acuerdo con Lavalle, y entre

ambos acordaron nombrar a Juan José Viamonte -un federal moderado-,

como nuevo gobernador de la provincia. Para principios de 1829, la Sala de

Representantes nombró por unanimidad gobernador de Buenos Aires a Ro-

sas. El Gobernador se presentó como el defensor de las instituciones man-

cilladas por los unitarios y el único capaz de lograr el orden de la provincia.

Para ello, comenzó una política de persecución a todos los participantes del

movimiento “decembrista”, se implementó el uso de la divisa punzó –símbo-

lo federal por excelencia- y limitó la libertad de prensa. Con estas medidas,

se intentó demostrar la hegemonía del Partido Federal. Hegemonía que era

real, en tanto el partido unitario se encontraba vencido, con la mayoría de

sus miembros exiliados o en el ostracismo. Sin embargo, las divisiones se

empezaron a vislumbrar al interior mismo del Partido Federal. Uno de los

puntos conflictivos fue la cesión de las facultades extraordinarias a Rosas,

que no todos los federales veían con buenos ojos. Cuando terminó el man-

dato de Rosas, este fue reelecto pero sin estas extraordinarias atribuciones,

motivo por el cual, renunció. La Sala de Representantes aceptó su renuncia

y fue nombrado en su lugar, Juan Ramón Balcarce, federal opositor a Rosas.

El alejamiento de Rosas del poder y la llegada a la gobernación de Juan

Ramón Balcarce, lejos de apaciguar el clima de finales de la década del 20,

provocó su recrudecimiento.

El interregno que comprendido entre 1827 y 1835, fue una etapa de tránsito

en la política bonaerense, signada por altos niveles de violencia. Durante

este período, el nivel de conflictividad de la elite se incrementó, consecuen-

cia de la fragmentación interna de la elite dirigente.

EL ROsIsmO y EL sIsTEmA uNANImIsTA

A la inestabilidad política producto de las disputas entre unitarios y federa-

les, que todavía proseguían en el interior del país, se había sumado el con-

flicto interno entre los propios federales bonaerenses: los cismáticos que

apoyaban a Balcarce y apostólicos que apoyaban a Rosas. Durante el breve

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FORJANDO23

gobierno del primero, entre diciembre de 1832 y noviembre de 1833, los

conflictos entre las dos tendencias -que escondían a su vez una disputa

personal entre Balcarce y Rosas- se acrecentaron. Acusaciones cruzadas e

insultos publicados en la prensa entre las dos facciones del partido federal

provocaron el acontecimiento que determinaría la derrota de los cismáticos

y que permitiría el retorno de Rosas al poder: la “Revolución de los Restau-

radores”. El sistema electoral se mostró incapaz de solucionar las disputas

políticas. Alejados del gobierno la facción balcarcista fue perdiendo peso.

El gobierno de Viamonte quien se había mantenido alejado de las disputas

entre ambos bandos −así como su sucesor Maza− no pudo apaciguar las

aguas políticas de una provincia turbulenta.

Con el asesinato de Facundo Quiroga, a comienzos de 1835, Rosas y los

apostólicos pudieron hacerse nuevamente con el poder. Existía un consenso

en que la gravedad de la situación requería de la férrea mano del “Restau-

rador”. En este contexto de crisis el retorno al gobierno de la provincia de

Juan Manuel de Rosas supuso cambios en la forma de concebir la política, el

sistema electoral y, por ende, los partidos. Al otorgamiento de las facultades

extraordinarias y de la suma del poder público, hay que añadir la puesta en

práctica de una forma de entender el mundo político que, si bien no era

nueva, se plasmó de allí en más.

El cambio estuvo determinado por la consideración sobre el origen del de-

sorden político. Para Rosas y sus partidarios era la existencia de partidos en

el seno de la sociedad lo que provocaba la inestabilidad del sistema político.

De allí en más la denominación de partido federal sólo cabría para los ro-

sistas. Este segundo período abierto en 1835 se caracterizó, entonces, por

la supresión de la competencia electoral entre partidos. En su reemplazo se

buscó uniformar la opinión y se estableció lo que la historiografía ha deno-

minado “unanimismo”. Aunque las elecciones continuaron siendo el modo

de legitimación político para el gobierno –se realizaron todos los años mien-

tras estuvo Rosas en el poder- lo cierto es que la disputa entre partidos en

aquella instancia desapareció. De allí en más fue el poder ejecutivo quien

se encargó de confeccionar una única lista de candidatos para la Sala de

Representantes que era refrendada por los votantes. Por otro lado, el “una-

nimismo” significó en el plano práctico la muestra de que en Buenos Aires

existía una única opinión.

CAsEROs y LA RENOvACIóN DE LA vIDA PúBLICA

La batalla de Caseros significó un cambio muy importante para Buenos Ai-

res. No sólo por la reticencia que durante 10 años tuvo en incorporarse al

proyecto constitucional inaugurado por Justo José Urquiza sino también

porque experimentó una profunda renovación de su vida pública. La dé-

PARA sEguIR

LEyENDO

Goldman, Noemí (Ed.) Lenguaje

y revolución: conceptos políticos

clave en el Río de la Plata, 1780-1850.

Buenos Aires, Prometeo, 2008.

González Bernaldo de Queirós, Pilar.

Civilidad y política en los orígenes de

la Nación Argentina. Las sociabilidades

en Buenos Aires 1829-1862,

Buenos Aires, Fondo de Cultura

Económica, 2000.

Ternavasio, Marcela La revolución

del voto. Política y elecciones en

Buenos Aires, 1810-1852,

Buenos Aires, siglo XXI editores, 2002

Page 24: Forjando

FORJANDO 24

cada de 1850 ha sido caracterizada por la explosión del asociacionismo,

el renacer de la prensa periódica y la consolidación de una activa opinión

pública. En este contexto el rol de las elecciones como acto legitimador del

poder político continuó vigente y, junto con él, la idea y rol de partido.

Fue Bartolomé Mitre quien en este contexto de fuertes cambios puso en el

centro de la escena la figura del partido. Si bien carecían de una instituciona-

lización tal como conocemos a los partidos modernos la presentación que

hizo del “Partido de la Libertad” es sugestiva. El partido era representante

de valores superiores que encarnaban en el conjunto de la sociedad y que,

por ende, lo convertían en superior a cualquier rival. Por cierto, en esta defi-

nición el partido se constituía en la principal referencia política, incluso por

sobre el Estado o los líderes políticos partidarios. En este contexto la bús-

queda de un pasado para el partido fue otro elemento central de la época.

Esta operación sobre el pasado tuvo un doble carácter. Por un lado Mitre

buscó un pasado para su propio partido y un pasado para la propia provin-

cia de Buenos Aires que sea menos censurable que el rosismo. La respuesta

que alcanzó entonces fue una línea que comenzaba en mayo de 1810, pa-

sando luego por el partido unitario y la experiencia rivadaviana.

La concepción esbozada por Mitre de partido no hacía referencia a los

miembros del mismo. En este sentido el análisis debe centrarse en algu-

nos de los cambios operados en Buenos Aires a partir de 1852: el sistema

electoral y la movilización de votantes. A diferencia de lo sostenido por la

historiografía más tradicional sobre la existencia de un sufragio restringido,

fraudulento y que mantenía alejado de las urnas al “pueblo”; en los últimos

años se ha modificado esta visión. Si bien los datos refieren a que, efecti-

vamente, la participación en las urnas constituía un bajo porcentaje de la

población autorizada para hacerlo −recordemos que la ley electoral no im-

ponía limitaciones de riqueza o capacidad para los hombres adultos− esto

no significó en absoluto una restricción. Lo que ocurrió es que el voto era un

mecanismo más de participación política que convivía junto con otros que

parecían, a los ojos de los contemporáneos, más efectivos para hacer oír

sus demandas. Efectivamente, el desarrollo de una esfera pública en Buenos

Aires provocó la multiplicación de diferente tipo de asociaciones que iban

desde Sociedades de ayuda mutua, logias masónicas, asociaciones cultura-

les, de inmigrantes, etc. Las mismas parecen haber constituido canales de

expresión más efectivos para la sociedad en su conjunto. Por otro lado ese

bajo porcentaje de votantes no eran miembros de la élite sino sectores de

jornaleros, trabajadores y empleados públicos quienes eran movilizados por

redes y clientelas políticas organizadas a partir de dirigentes que tenían un

diverso posicionamiento social. Por cierto, la caracterización de elecciones

violentas también ha sido matizada en tanto parecen corresponder a un

juego de fuerzas controladas y ritualizada en el acto comicial.

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FORJANDO25

En relación a lo anterior es menester señalar el progresivo debilitamiento -lo

que no significó su desaparición- de ciertos lazos comunitarios que influían

de manera determinante en las elecciones. Efectivamente, los distritos elec-

torales se establecían en relación a las parroquias de la ciudad. Estos “clu-

bes parroquiales” eran importantes en las elecciones en tanto tenían como

objetivo seleccionar a los candidatos para las elecciones. Sin embargo, su

carácter comunal y tradicional los hacía presa fácil de las decisiones de los

personajes más influyentes de las mismas: curas, jueces de paz, vecinos pro-

minentes, etc. Quienes no estaban conformes con las decisiones de estas

autoridades tradicionales debieron buscar caminos alternativos para hacer

oír su voz en el sistema electoral. Se crearon entonces organizaciones ba-

sadas no ya en el territorio sino en la opinión, los llamados “clubes de opi-

nión”. Creados por quienes se encontraban al margen de las decisiones en

los “clubes parroquiales” los “clubes de opinión” provocaron una ruptura en

tanto, al suponer la opinión como fundamento de la asociación, admitía la

existencia de un ciudadano moderno. Si bien no corresponde compararlos

con los partidos modernos lo cierto es que fueron estos quienes permitieron

la movilización de las clientelas para los actos electorales.

Por otro lado no significaba esto una democratización ni una igualación de

la todavía difusa figura de la ciudadanía. Tanto los “clubes de opinión” como

los “clubes parroquiales” constituyeron instancias previas a las elecciones

donde los notables acordaban la nómina de candidatos para luego, en una

segunda instancia, hacer participar a otros sectores sociales del proceso

electoral. Fue entonces gracias a estos “clubes” que las clientelas electorales

se movilizaban el día de la elección, en un “combate” regulado y controlado

de antemano. En este sentido, al elegirse los candidatos en una instancia

previa al día de la elección los diferentes mecanismos aplicados no implica-

ban una impugnación al sistema electoral sino parte constitutiva del mismo.

CONCLusIóN

Durante la primera mitad del siglo XIX, es difícil hablar de “partidos polí-

ticos” en el sentido moderno. Con la Revolución se dio inicio a una serie

de disputas facciosas entre miembros de la elite bonaerense, que si bien

en muchos casos tenía un asidero ideológico, mayormente reflejaba otras

lógicas vinculadas con el desarrollo de la vida política en un momento de

constante cambio. De esta forma, en los primeros cinco años de la Revolu-

ción, las facciones se expresaban en asociaciones, clubes o logias secretas

y entraban en constante conflicto con el grupo gobernante de turno. Estas

facciones estaban compuestas por miembros de la elite y rara vez otros

grupos sociales tomaban parte de estas disputas. Esta lógica comenzó a

cambiar con la aparición de líderes “populares” como Soler o Dorrego que

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FORJANDO 26

aprovechando su carisma y su rol como oficiales del ejército, acercaron a

otros sectores de la sociedad a la lucha facciosa.

Con el derrumbe del poder central en 1820, las disputas políticas al interior

de la provincia de Buenos Aires tomaron otro cariz. El Partido del Orden, al

mando de Rivadavia, se hizo con el control del gobierno e implementó una

serie de reformas en diferentes ámbitos que renovaron a la provincia. Esta

estabilidad política se reflejó en las elecciones, que más que mostrar una

disputa entre facciones eran una sucesión de los mismos notables en los

distintos cargos. Este equilibrio terminó en 1824, con la convocatoria a un

Congreso Constituyente, donde la división entre unitarios y federales se hizo

más marcada. Al interior de la provincia de Buenos Aires, estas facciones se

replicaron en la vida política local, fragmentando al Partido del Orden –que

mantuvo un ala unitaria- y consolidando un Partido Federal, compuesto por

miembros disidentes del rivadavianismo y con los miembros del grupo “po-

pular”. Luego de la fallida experiencia centralista, las disputas entre estos

grupos fue cada vez más álgida, llegando a su punto máximo con el ase-

sinato de Dorrego. Esto llevó a un nuevo momento político, iniciado con el

primer gobierno de Rosas, que eliminó a los unitarios de la provincia, pero

dio paso a las luchas entre los mismos federales. Finalmente, Rosas logró

controlar la situación, imponiendo una unanimidad y homogeneidad federal

en toda la provincia, hasta su caída en 1852.

Derrocado Rosas la provincia inició un período de renacer político. Allí, como

lo demostró Mitre, la idea de partido se convirtió en fundamental tanto por

la disputa que la provincia tenía con la Confederación Urquicista como tam-

bién para la construcción de un orden estatal interno en la provincia. En me-

dio de esta nueva centralidad dada al partido que convivió igualmente con

otras formas de participación política se produjeron cambios que abrirían el

camino para la aparición de partidos políticos modernos. El desarrollo de los

“clubes de opinión” llevaba consigo la idea de un ciudadano moderno que

se agrupaba según su libre opinión. Cambio trascendental que conduciría

-no sin conflictos, esfuerzos y contradicciones- a la Argentina moderna.

Page 27: Forjando

FORJANDO27

Di Meglio, G., ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la polí-

tica entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo, 2007.

Halperín Donghi, Tulio. Una Nación para el desierto. Buenos Aires, Centro

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Sábato, Hilda (Coord.) Ciudadanía política y formación de las naciones: pers-

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nio A. (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, Siglo XIX, Buenos

Aires, FCE, 1995.

Bibliografía

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FORJANDODOSSIER

28

REsumEN

Este artículo pretende ilustrar sobre los aspectos más importantes de la

vida del Partido Comunista de la Argentina (PCA) entre los años 1930-

1943 en la provincia de Buenos Aires. Para ello, presentamos las estrategias

desarrolladas por el mismo con el fin de influir en la actividad sindical de las

localidades industriales bonaerenses más relevantes. Asimismo, se detalla

en breve la relación entre los gobiernos de la provincia de esos años y el

PCA, señalando las prácticas represivas y los mecanismos de negociación

en el marco de la lucha emprendida por el movimiento obrero.

EL PARTIDO COMUNISTA DE LA ARGENTINA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. 1930-1943 por Mercedes F. López Cantera

Mercedes F. López Cantera es egresada de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y docente del Ciclo Básico Común y de la Facultad de Ciencias Económicas de la misma universidad. Participó en la publicación de Buenos Aires-Moscú, Moscú-Buenos Aires (Centro Cultural de la Cooperación, 2007) sobre la historia de las relaciones entre el comunismo argentino y la III° Internacional en los años ‘20. Actualmente está realizando su tesis doctoral sobre el anticomunismo en la Argentina de entreguerras.

CAmINO A LA REvOLuCIóN

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FORJANDODOSSIER

29

Trasmitir la vida de un partido político lleva a adentrarnos en una historia

de ideas e ideales, de personas y acciones, de estrategias y escenarios.

En el caso del Partido Comunista de la Argentina, esos elementos cobran

características especiales de acuerdo a los años en que ubiquemos

su actividad política. Desde 1930 hasta el golpe de Estado de 1943, el

comunismo argentino formó parte activa de las transformaciones que

nuestro país sufrió a todo nivel y en los que la provincia de Buenos Aires

tuvo un papel significativo.

Por otra parte, la etapa elegida fue acompañada por una gran convulsión

política. La misma se abre con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen en

septiembre de 1930 y el inicio de la cruenta dictadura de J. F. Uriburu

(1930-1932) de corte fascista-corporativo. A su vez, los gobiernos que le

sucedieron llegaron al poder a través de elecciones fraudulentas. Tanto el

de A. P. Justo (1932-1938) como el de Ortiz – Castillo (1938-1943) marcaron

lo que se consideró como la “restauración conservadora”.

En esos años, la política estatal en la provincia de Buenos Aires fue

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FORJANDO 30

hegemonizada por esa última corriente. El uso del fraude en elecciones llegó

a niveles bochornosos, y en sucesivas oportunidades el gobierno provincial

fue intervenido por el federal. Las gobernaciones de Federico Martínez de

Hoz (1932-1936) y de Manuel Fresco (1936-1940) ofrecieron una posición

de intransigencia contra la protesta obrera de izquierda, en particular la

segunda gestión, que no escatimó en represión sobre todo contra obreros

comunistas. La llamada “década infame” no sólo fue la década del retorno

conservador, del fraude, sino también la década del anticomunismo.

ORgANIzANDO A LA CLAsE OBRERA: EsTRATEgIA vs. REPREsIóN

1930 fue un punto de inflexión en la vida económica del país. El estallido

financiero de EEUU de 1929 generó como consecuencia una crisis en el

modelo argentino de exportación de materias primas. El fin de la hegemonía

del conocido “modelo agroexportador” dio lugar al desarrollo de industrias

para el consumo del mercado interno como solución a la crítica situación

que atravesaba la economía del país.

Estas nuevas actividades se arraigaron en algunas ya desarrolladas en la

década del ‘20 y promovieron transformaciones en el espacio urbano y en la

vida del movimiento obrero. Nuevas fuentes de trabajo atrajeron población

del interior hacia las principales ciudades (Buenos Aires, Córdoba, Rosario).

Así, zonas aledañas como el conurbano ubicado en la provincia de Buenos

Aires, los centros frigoríficos de Zárate o Berisso, o la región pesquera

del sudeste bonaerense, crecieron en materia de estructura productiva y

población.

En esos escenarios, el comunismo argentino desplegó sus estrategias para

movilizar a la clase obrera hacia la lucha política. Heredero del legado de

la Revolución Rusa de 1917, el objetivo primordial del PCA fue combinar la

actividad sindical con la política partidaria. Esta postura fue una de las bases

de la fundación del Partido Socialista Internacional en 1918, llamado PCA a

partir de 1920. En clara línea con los procesos de Rusia, se vinculó desde

un principio con la Internacional Comunista o III° Internacional. Esta fue la

organización que nucleó a los partidos de línea comunista a nivel mundial y

los conectó con la URSS.

La III° Internacional no sólo apoyó a esas organizaciones sino que además

delineó estrategias, también llamadas “líneas”, que planteaban medidas

para organizar la lucha obrera frente al capitalismo. Desde 1928 hasta

1935 el PCA desarrolló la estrategia de clase contra clase. Consistía en la

intransigencia revolucionaria: no asociarse ni pactar con ninguna otra

izquierda (anarquistas, socialistas, sindicalistas), mostrando a las masas

obreras que la única solución frente a la explotación capitalista era optar

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FORJANDO31

por una tendencia revolucionaria.

Si bien ello se llevó a cabo con algunos desaciertos, también le permitió

al partido hacerse un lugar entre los trabajadores. Para principios de

1930, el movimiento obrero estaba dirigido por sindicalistas y socialistas

concentrados en la CGT, creada en 1930. El PCA criticó la postura tibia de

esa central frente a la represión de Uriburu, lo que le permitió ganar adeptos

que se oponían tanto a la dictadura como luego al gobierno de Justo. Este

discurso se centró por lo tanto en marcar las diferencias con lo que ofrecían

los socialistas o los sindicalistas en materia de lucha política.

Un ejemplo de ello fue el acercamiento del partido a los trabajadores de la

industria de la carne. El comunismo argentino se presentó como el defensor

de los legítimos reclamos, marcando diferencias con los anarquistas y los

socialistas. Su acción tuvo relevancia en los frigoríficos de las localidades de

Berisso, Avellaneda y Zárate. En esta última localidad fueron protagonistas,

desde fines de los años ‘20 hasta principios de la dictadura uriburista,

en las luchas que encabezó el frigorífico River Plate (exAnglo). El mismo

año del golpe, el PCA dirigió una dura resistencia contra el cierre de ese

establecimiento en base a tácticas clandestinas que venía desarrollando

dado el contexto de la dictadura. Si bien el cierre del frigorífico tuvo

lugar poco tiempo después y el partido fue perdiendo centralidad entre

los obreros zarateños, siguió manteniendo contacto con el Sindicato de

Obreros de los Frigoríficos y Afines de Zárate, el más importante de la zona.

La clandestinidad fue también una herramienta clave para la organización

que inició el PCA en Berisso y Avellaneda. Ello fue combinado a partir

desde 1932 con trabajo de base: los comunistas recorrieron los barrios

obreros de esas localidades, identificaron a los trabajadores y dialogaron

con cada uno. El acercamiento por fuera del ámbito laboral les permitía

mayor libertad de acción que en los establecimientos productivos, donde

la vigilancia a las actividades políticas de los trabajadores era constante. En

función de ello, organizaron grupos de militantes por fábricas conocidos

como células (metodología que ya empleaban desde mediados de 1920)

y tomaron los reclamos “concretos” como las consignas de lucha que el

partido enarbolaba.

En el caso de Berisso, tanto en el frigorífico Armour como en el Swift se

había introducido el sistema estándar que implicaba la organización de

la producción en tareas desmenuzadas y repetitivas con el fin de reducir

tiempos muertos en la producción. Esta aplicación del fordismo fue una

importante presión sobre las condiciones laborales. Los comunistas,

por lo tanto, apelaron a los trabajadores de esa y otras localidades a ser

conscientes de sus derechos y deberes dentro del trabajo, ya que eso

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implicaba defender sus condiciones laborales y la estabilidad de sus

empleos. Estas ideas de lucha se promovieron en los establecimientos de

Berisso a través de publicaciones impresas por los sindicatos; aquí podemos

citar El joven proletariado y La voz de la fábrica, periódicos del Swift y el

Armour respectivamente.

Gerónimo Arnedo Álvarez y José Peter fueron dos representantes de la

militancia comunista en este rubro. Estos habían participado en las huelgas

de Zárate y luego se trasladaron a la zona sur de la provincia. Fue en

Avellaneda donde a través de la clandestinidad organizaron a los obreros

de los frigoríficos de la zona. En los años de Uriburu, estos protagonistas y

otros militantes sufrieron detenciones y torturas en el marco de la represión

que esa dictadura aplicó sobre el movimiento obrero. Ya libres en el

gobierno de Justo, Arnedo Álvarez y José Peter impulsaron desde el PCA,

junto a otras organizaciones, la Federación de Obreros de la Industria de la

Carne (FOIC), creada en 1932. La FOIC elevó denuncias en 1936 al Congreso

Nacional contra el sistema estándar, las condiciones de trabajo y exigió el

reconocimiento de las organizaciones sindicales. La Federación tuvo una

activa presencia en el poder legislativo a través de la presentación de

proyectos de ley para la mejora en las condiciones de trabajo o jubilaciones.

Como hemos desarrollado, la actividad sindical de la clase obrera argentina

de esos años tuvo que abrirse camino frente al control y la represión del

poder estatal. El comunismo, como la izquierda en general, significó una

ideología rival a los intereses del Estado conservador de ese entonces. Ello,

sumado a la transformación económica que agudizó la protesta social,

generó que la respuesta de los gobiernos del período fuera en un principio

la represión. Luego de Uriburu, los gobiernos conservadores (cuyas filas

estaban compuestas por la clase terrateniente y los nuevos industriales)

continuaron con la maquinaria represiva aplicada al activismo obrero. De

hecho, la complejizaron.

En este punto fue crucial el empleo de la Policía Federal. En 1931 se creó la

Sección Especial de Represión contra el Comunismo (SERCC). Las acciones

de la SERCC tuvieron repercusión desde 1933, cuando diarios como Crítica

(dirigido por Natalio Botana) y el Socorro Rojo Internacional (organización

dedicada a la defensa de presos políticos vinculada a la III° Internacional)

comenzaron a denunciar en publicaciones y ante la Justicia los abusos

de la fuerza policial. En efecto, la SERCC realizó tareas de inteligencia,

detenciones y aplicó, de forma sistemática y organizada, la tortura.

Los conservadores bonaerenses fueron un buen ejemplo de esa persecución.

Durante el gobierno de Martínez de Hoz, fueron frecuentes los despidos por

“actividades comunistas” en los frigoríficos de las zonas citadas. El mismo

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gobernador alentó decretos que limitaban el derecho a reunión y aplicó

medidas que perjudicaban la situación salarial de los obreros. Ello no evitó

que la actividad militante se replegara, por el contrario. En esos años adquirió

relevancia la militancia estudiantil de los comunistas. En 1932, la agrupación

Insurrexit (creada por Héctor Agosti) resultó elegida para dirigir el Partido

Universitario de Izquierda de la Universidad Nacional de La Plata, conducido

hasta ese momento por anarquistas. La estrategia que se desplegó en el

ámbito estudiantil fue la de Frente Único, es decir, promover la alianza

entre las líneas de izquierda. Si bien el PCA no promovía esa tendencia

en el mundo del trabajo, ésta fue clave para fortalecer la presencia de las

izquierdas en la vida universitaria dominada por conservadores y radicales.

Para mediados de la década, la coyuntura económica encontró su cauce

y con ello tanto el Estado como el sector productivo y los trabajadores

pudieron reubicar sus papeles como actores. En el nuevo escenario de

expansión industrial, el comunismo argentino apuntó a aquellas actividades

estratégicas que le permitieran un lugar de ascendencia en el movimiento

obrero. Ya puestas las bases para ello, la segunda mitad de los años ‘30

encontró a un PCA decidido a fortalecer su presencia.

FRENTE POPuLAR, LuChA y NEgOCIACIóN

En 1935 la estrategia de clase y contra clase fue reemplazada por la de

Frente Popular. El ascenso del fascismo en Europa y el estallido de la

Guerra Civil española (hecho de gran incidencia en la sociedad argentina)

llevó a que la Internacional Comunista planteara la guerra contra el

autoritarismo del fascismo y de las democracias afines al mismo. A pesar

de lo desplegado en la etapa anterior, esta línea propuso que para llevar

a cabo ese enfrentamiento debían cerrarse alianzas con otras corrientes

de izquierda. Ello fue la formación de los llamados Frentes Populares. Al

PCA esa estrategia le permitió establecer alianzas con el socialismo. Ambos

participaron de la CGT Independencia, una fracción de la central que se

separó en 1935 de otra dirigida por sindicalistas.

Esta segunda etapa del PCA de la “década infame” se inicia además con

un hito del comunismo argentino. Nos referimos a la huelga general de

enero de 1936, promovida por los trabajadores de la construcción. Desde

octubre de 1935, ante el crecimiento de la rama en esos años, sus sindicatos

decretaron el paro de actividades con el fin de reclamar mejoras salariales y

el reconocimiento de sus organizaciones gremiales. Esta protesta fue dirigida

por la Federación Obrera de los Sindicatos de la Construcción (FOSC), cuya

mayoría estaba representada por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento

Armado y Anexos, dirigido por comunistas. Sindicalistas y algunos gremios

anarquistas se solidarizaron con la huelga a partir de diciembre 1935.

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FORJANDO 34

En enero de 1936, el Comité de Solidaridad declaró la huelga general. A

ese comité -compuesto por sindicatos vinculados a la construcción y

a las actividades marítima, textil y madera- se sumaron sesenta y ocho

organizaciones más. La huelga comprometió a toda la ciudad de Buenos

Aires, el conurbano y La Plata. Esta protesta se convirtió en la más

importante del año y tuvo implicancias relevantes. En primer lugar, el Estado

debió intervenir reconociendo a los organismos sindicales de la protesta.

En segundo lugar, el PCA logró consolidarse como fuerza política dentro

del movimiento obrero, y junto con la línea de Frente Popular, avanzó sobre

estructuras sindicales clave.

Esta presencia generó dos reacciones. Por un lado, la acción política de

los trabajadores había demostrado con la huelga un grado de organización

que no se veía desde hacía años. Ello despertó inquietudes en los gobiernos

conservadores, lo que los llevó a promover en algunas oportunidades la

negociación como herramienta para hacer frente a la lucha obrera. Los

comunistas no estuvieron ajenos a ello.

Sin embargo, por otro lado, la represión no concluyó con esa tendencia. Con

posterioridad a la huelga tuvo lugar la presentación del proyecto de Ley de

Represión al Comunismo, el cual proponía proscribir tanto al PCA como

a toda expresión vinculada a la ideología comunista (publicaciones, actos,

etc). Si bien el proyecto fue vetado ya que atentaba contra la libertad de

expresión, numerosos sindicatos obreros -comunistas o no- se manifestaron

contra el mismo por ser “un mecanismo para controlar a la clase obrera”.

Mientras tanto, en el mismo año de la huelga de la construcción, Manuel

Fresco fue envestido como gobernador de la provincia de Buenos Aires. De

origen conservador y con tendencias filofascistas, al poco tiempo de asumir

declaró ilegal al PCA y a la difusión de su propaganda y de toda referencia a

la III° Internacional y sus ideas. Ello fue acompañado por la restauración del

voto cantado, la continuación del fraude, la violencia política y los abusos

de la fuerza policial. Fresco promovió una intervención social a fin de captar

la adhesión obrera y ganarle terreno a las corrientes del Frente Popular.

Para esto último también recurrió al apoyo de rompehuelgas y del uso de la

fuerza, al punto de “militarizar” a la Policía provincial.

Esa represión no detuvo el activismo sindical del comunismo argentino. Para

ese entonces, desde la CGT Independencia y sus sindicatos afines, el partido

desplegó un tipo de organización de base que continuó la desarrollada

por las viejas células de fábrica: las comisiones internas. En este punto es

relevante lo ocurrido en dos importantes textiles de Berazategui-Quilmes y

Ramos Mejía, las empresas DUCILO y Danubio respectivamente. En ellas se

conformaron estas comisiones desde las cuales el PCA recibía informes sobre

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la situación obrera. Las comisiones internas de esas empresas bonaerenses

estaban vinculadas a la Unión Obrera Textil, de origen socialista y a la que

el comunismo se unió en 1936. En el caso de la fábrica DUCILO (rama de la

seda) las comisiones internas fueron centrales para la organización obrera y

en los conflictos que protagonizó en 1939 en la provincia. En 1940 y 1941, las

comisiones de Danubio también fueron voz de diferentes reivindicaciones

que generaron presiones de la patronal y la policía sobre aquellos obreros

que participaban en ellas.

Entre 1940 a 1942 la provincia fue intervenida. Esa situación fue propicia para

la negociación estatal frente a situaciones de conflicto sindical protagonizada

por tendencias de izquierda. Más adelante, la llegada de Rodolfo Moreno

a la gobernación de Buenos Aires en 1942 continuó con esa postura. Al

margen del origen conservador de ese gobernador, el comunismo tomó su

elección como un “respiro” en comparación a la experiencia vivida durante

la gobernación de Fresco.

La apelación a la intervención del Estado y la firma de convenios laborales

fueron incorporadas como estrategias por los sindicatos comunistas. Para

ello el PCA se vinculó a nivel nacional con el Departamento Nacional de

Trabajo y a nivel bonaerense con el Departamento Provincial de Trabajo.

Si bien la firma de convenios y la participación del Estado en los conflictos

obreros fueron un avance, no siempre tuvieron resultados exitosos. Un

ejemplo de esto último fue el convenio entre el Departamento Provincial, la

empresa DUCILO y el comité de huelga del personal firmado en 1940, que

si bien reincorporó a trabajadores despedidos (razón de la protesta), no

reconoció al sindicato de la empresa.

Caso diferente fue la situación del PCA en Mar del Plata. A lo largo de la

década del ‘30, la famosa ciudad de la costa bonaerense experimentó un

crecimiento edilicio e industrial importante, producto de las consecuencias

de la crisis, como por ejemplo el auge turístico. Allí los comunistas lideraban

los gremios adheridos a la Federación Obrera Nacional de la Construcción

(construcción y canteras, por ejemplo). Eran una fuerza relevante frente a la

sindicalista y a la anarquista, de mayor trayectoria en la ciudad.

En 1942 tuvo lugar una huelga dirigida por los trabajadores del pescado en

Mar del Plata, agremiados a la Unión Obrera Local. El PCA, desde el sindicato

de la construcción, no se solidarizó con los huelguistas por considerar que

las instancias de negociación no habían sido agotadas. En paralelo, los

comunistas habían estado discutiendo la firma de un convenio colectivo

de trabajo, que finalmente fue firmado con el Departamento Provincial

de Trabajo, razón por la cual se alejó de la intransigencia obrera de otras

organizaciones. El acuerdo estableció, entre otros puntos, la jornada de

PARA sEguIR

LEyENDO

Camarero, Hernán. A la conquista de

la clase obrera. Los comunistas y el

mundo del trabajo en la Argentina

1920-1935, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2007.

Ceruso, Diego. Comisiones internas

de fábrica. Desde la huelga de la

construcción hasta el golpe de estado

de 1943, Buenos Aires, PIMSA-

Dialectik, 2010.

Béjar, María Dolores. El régimen

fraudulento. La política en

la provincia de Buenos Aires 1930-

1943, Siglo XXI Editores, 2005.

Page 36: Forjando

FORJANDO 36

ocho horas, la eliminación del trabajo a destajo y el pago de horas extras. El

convenio incluyó tanto el compromiso de los empresarios firmantes como

el control del cumplimiento del acuerdo por parte de los trabajadores.

Los comienzos de los años ‘40 encontraron al comunismo argentino al frente

de los sindicatos más importantes. Su tarea revolucionaria y la negociación

con el Estado no se consideraban contradictorias, por lo que ambas siguieron

marcando su discurso y sus prácticas políticas, manteniéndolo como un

partido de influencia decisiva en el mundo obrero hasta el año 1943.

En junio de 1943 un conjunto de oficiales nacionalistas del Ejército dio

el golpe de Estado que terminaría con la hegemonía conservadora. La

impopularidad del fraude y la represión de los años anteriores generó que la

mayor parte de la población tomara con indiferencia este hecho.

Hasta 1943, la vida del movimiento obrero había sido signada por la

presencia de las izquierdas, en las que las estrategias del comunismo local

dieron forma a un tipo específico de militancia sindical. Por otro lado, el

Estado puso las bases para una nueva economía y organizó herramientas

como la intervención, la represión y la negociación sindical. La provincia de

Buenos Aires fue central en esta expansión, constituyendo su historia como

representativa de los cambios de la Argentina de esos años.

Los tres años que continuaron a ese golpe y la llegada del peronismo en

1946 iniciaron una nueva etapa también signada por características del

ciclo que se dejaba atrás. En ella, el PCA fue perdiendo su impronta como

aquél partido que supo en su momento interpelar a la clase trabajadora y

organizarla.

Page 37: Forjando

FORJANDO37

Béjar María Dolores. El régimen fraudulento. La política en la provincia de

Buenos Aires 1930-1943, Siglo XXI Editores, 2005.

Camarero, Hernán. A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el

mundo del trabajo en la Argentina 1920-1935, Buenos Aires, Siglo XXI

Editores, 2007.

Caruso Diego. Comisiones internas de fábrica. Desde la huelga de la

construcción hasta el golpe de estado de 1943, Buenos Aires, PIMSA-

Dialectik, 2010.

Bibliografía

Page 38: Forjando

FORJANDODOSSIER

38

EL PARTIDO PERONIsTA EN LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs

por Oscar H. Aelo

Oscar H. Aelo (1961), es Licenciado en Historia por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Doctor en Historia Social por el Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Docente-investigador en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en los Departamentos de Historia y de Sociología. Director del Grupo de Estudios Socio-Históricos y Políticos. Ha compilado el volumen colectivo Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945-1955 (La Plata, 2010). Es autor de El peronismo en la provincia de Buenos Aires, 1946-1955 (Caseros, 2012). Es miembro de la Red de Estudios sobre el Peronismo.

1947-1955

Page 39: Forjando

FORJANDODOSSIER

39

REsumEN

El trabajo analiza la trayectoria inicial del Partido Peronista en la provincia

de Buenos Aires, observando en conjunto las normas estatutarias y las

acciones de los integrantes del partido. Se sostiene que entre 1947 y 1955

el partido tuvo dos modelos organizativos diferentes, defendiendo que el

pasaje de uno a otro modelo fue la resultante de una disputa entre grupos

dirigentes rivales dentro del peronismo.

INTRODuCCIóN

¿Existió el Partido Peronista? Para un lector no académico, la pregunta

probablemente sea un sinsentido. ¿Cómo no existiría un partido que, desde

su emergencia hasta hoy, ha estado en el centro de la política argentina?

Y, sin embargo, hasta hace muy poco tiempo, la investigación histórica

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FORJANDO 40

sobre el primer peronismo creía que ese partido no había existido; o, apenas

matizando el asunto, consideraba que el peronismo nunca había constituido

un “verdadero” partido. Aproximaciones de este tenor eran derivaciones de

una poderosa imagen que presentaba al peronismo como un movimiento

político articulado exclusivamente en la relación directa entre Perón y las

masas populares. Sin embargo, desde mediados de la década del noventa

una serie de estudios realizados por una nueva “camada” de historiadores de

la política han comprobado una y otra vez que el peronismo tuvo su partido;

y que ese partido se mostró como una herramienta electoral formidable, al

punto de ganar con amplitud cada una de las elecciones desarrolladas entre

1948 y 1954.

Pero, avanzando un paso más, sería posible plantear otro interrogante: ¿Qué

tipo de partido constituyó el peronismo entre 1946 y 1955? Esta cuestión ya

es menos fácil de responder. No estoy pensando aquí en ubicar al peronismo

en alguno de los “tipos” de partido que los especialistas en ciencia política

se han esforzado por establecer especialmente porque ni aún ellos mismos

se ponen de acuerdo en los elementos que definirían el “tipo”. Para el análisis

histórico, más importante que una definición específica resulta indagar en

torno a la trayectoria de una fuerza política o, dicho en otras palabras, en las

acciones de los hombres que iniciaron, constituyeron, y consolidaron una

fuerza política. En cualquier caso, el “tipo” de partido será una resultante de

esas acciones, y no un punto de partida.

En lo que sigue, intentaré mostrar la trayectoria del Partido Peronista en

sus años iniciales, en el espacio político-administrativo de la Provincia de

Buenos Aires. La idea principal que se intenta defender es la siguiente: en

este espacio provincial, el peronismo indudablemente construyó un partido.

Pero ese partido tuvo dos modelos organizativos diferentes, establecidos

tanto al nivel de los estatutos partidarios como al de las prácticas reales

de los actores (esto es: dirigentes y militantes): y que el paso de uno a otro

modelo organizativo fue una resultante, o consecuencia, de una aguda

lucha por el poder entre grupos dirigentes rivales.

LOs mODELOs

El peronismo, como movimiento político, reconoce su origen en la vasta

movilización popular del 17 de octubre de 1945. En las semanas y meses

siguientes, se formaron dos fuerzas políticas de alcance nacional, el Partido

Laborista y la Junta Renovadora, que conformaron una coalición de hecho

respaldando la candidatura presidencial de Juan Perón. En la Provincia de

Buenos Aires, ambos partidos, acompañados por dos partidos menores sin

mayor relieve, se lanzaron a la campaña electoral que desembocaría en el

acto comicial del 24 de febrero de 1946. Tras una penosa negociación, los

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FORJANDO41

laboristas consiguieron el apoyo renovador para su candidato al Ejecutivo

provincial -el Coronel Domingo Mercante-, pero las estridentes diferencias

entre ambas fuerzas impidieron la conformación de listas unificadas para

cargos legislativos, tanto nacionales como provinciales. Esas diferencias

no impidieron que el peronismo obtuviera una contundente victoria en las

urnas, consiguiendo en la provincia el 53% de los votos. Sin embargo, el

triunfo electoral de los peronistas no acalló las disensiones entre los partidos

de la coalición sino que las amplificó. En un marco que parecía preanunciar

la ruptura del frente peronista, el presidente electo Perón ordenó, en una

famosa proclama leída por radio el 23 de mayo de 1946, la disolución de

las fuerzas peronistas y su integración en una nueva, denominada Partido

Único de la Revolución. La “orden” de Perón forzaba la unificación de las

fuerzas que lo apoyaban; sin embargo, acaso previsiblemente, no resolvía

sus discordias sino que las trasladaba al interior del nuevo partido. La

búsqueda de una dirección orgánica en el peronismo estuvo plagada de

alianzas y enfrentamientos de diversas características entre sus dirigentes,

al punto de que el prácticamente nonato Partido Único avanzó sin rumbo

y culminó en un abierto fracaso. La reconstitución partidaria, entre fines de

1946 y principios de 1947, ahora como Partido Peronista, intentaría desde

su máximo organismo -el Consejo Superior- dotar al nuevo partido de una

mecánica orgánica, trabajando para ello en lo que sería su principal objetivo:

la convocatoria a un Congreso Constituyente partidario, con delegados

electos por los afiliados peronistas.

En el arduo proceso de organización unificada del Partido Peronista se

destacan entonces, por su importancia intrínseca, las elecciones internas

llevadas a cabo el 21 de setiembre de 1947. Estas se caracterizaron en el

espacio bonaerense por una inmensa movilización partidaria, cuyos

componentes pluralistas y participativos probablemente no tuvieran

parangón con lo sucedido en el conjunto de las provincias argentinas. En

principio, la elección interna definía los delegados al Congreso Nacional

Partidario (que se realizó el 1 de diciembre de 1947). Pero simultáneamente

el formato organizativo de la elección en Buenos Aires presentó una radical

novedad que avanzaba hacia una estructura representativa en la conducción

partidaria. En efecto, los peronistas bonaerenses elegían también las

autoridades de 120 Consejos Directivos locales, es decir que en cada uno de

los municipios en que se dividía administrativamente la provincia emergería

una conducción política electa por los afiliados. Las situaciones locales no

fueron homogéneas; así, los electores debieron optar por concurrir a votar

una lista única, o bien a elegir entre varios candidatos. De todos modos,

la concurrencia fue imponente: en total participaron alrededor de ciento

cuarenta mil personas.

En esta primigenia “organización”, el Partido Peronista en la Provincia de

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FORJANDO 42

Buenos Aires se estructuraba en base a los Consejos Directivos electos

en cada municipio; por debajo de ellos, en una multitud de “unidades

básicas” escasamente formalizadas; y por encima, hasta entonces sólo el

Consejo Superior (nacional). La experimental organización parece haber

sido observada con particular interés por los dirigentes peronistas de todo

el país al momento de establecer las reglas formales del partido; eso es

lo que puede deducirse del articulado de la Carta Orgánica partidaria,

sancionada en el Congreso del Partido Peronista reunido en diciembre de

1947. En ella, el diseño organizativo, que el Partido se otorgaba, se basaba

en la elección de autoridades partidarias en cada “distrito” (bonaerense) o

“departamento” (en las demás provincias), y delegados de esas localidades

para un Congreso partidario provincial, el cual tendría a su cargo tanto la

elección del Consejo Directivo Provincial (la autoridad ejecutiva partidaria

en cada provincia) como la designación de los candidatos a cargos

públicos. Diversas interpretaciones han realzado el carácter personalista de

aquella carta orgánica, en función de las atribuciones otorgadas a Perón,

suponiéndose que toda autoridad partidaria iba de “arriba hacia abajo”.

Pero tan, si no más importante, es su reverso: el margen de participación

que se otorgaba al afiliado y la elección de un conjunto de autoridades

que iban, sin duda, de “abajo hacia arriba”. Que el método escogido para la

elección de autoridades superiores al nivel local fuera indirecto no invalida el

punto: la cuestión es que Perón no elegía (de acuerdo a la Carta Orgánica)

a los dirigentes partidarios, sino que lo hacían los afiliados.

Estas disposiciones, que tendencialmente apuntaban a conformar

autoridades deliberativas y ejecutivas a partir del voto de los integrantes

del partido, no quedaron apenas en el papel, por lo menos en la Provincia

de Buenos Aires. Dos años después, en diciembre de 1949, un volumen

aún mayor de afiliados peronistas (calculado en doscientas mil personas)

concurrió a una nueva ronda de elecciones internas y reeligieron autoridades

partidarias locales y delegados del Congreso provincial. Una vez concluido

el comicio interno, y renovadas las autoridades de los Consejos Directivos

locales, el Congreso partidario provincial inició sus deliberaciones con

vista a tres objetivos principales; sancionó, en primer lugar, la plataforma

que el partido levantaría en las siguientes elecciones generales de marzo

de 1950; designó, en segundo lugar, los candidatos a cargos públicos que

integrarían las listas partidarias; y en tercer lugar, estableció la integración

del Consejo Directivo provincial. Es preciso remarcar este último hecho,

ya que hasta entonces todas las provincias, incluida Buenos Aires, habían

estado conducidas por un Interventor partidario designado por el Consejo

Superior (me refiero a la vida interna del peronismo, no a los gobiernos

provinciales). Asimismo, la composición humana de este Consejo Provincial

era una muestra de la hegemonía que en el ámbito territorial bonaerense

ejercía el grupo dirigente que tenía como referente al Gobernador Mercante.

Page 43: Forjando

FORJANDO43

De este modo, la construcción partidaria emprendida por los peronistas en

la Provincia de Buenos Aires parecía haber llegado, hacia 1950, a una relativa

estabilidad. Las normas y procedimientos adoptados por sus dirigentes y

practicados consecuentemente indican que, en el principal distrito electoral

del país, el Partido Peronista era una auténtica organización política de

masas, cuya estructura interna de autoridades ejecutivas y deliberativas se

basaba en la consulta al cuerpo de afiliados. Del mismo modo, los candidatos

a cargos públicos eran designados por el órgano competente, y no por

alguna decisión autoritaria de Perón o sus adláteres, como frecuentemente

se ha sostenido. Cabría señalar, como indicador del mínimo grado de

aleatoriedad con que el Congreso provincial designaba sus candidatos,

que para las elecciones de 1950 el 76% de los mismos habían resultado

triunfadores de la elección interna en sus respectivos municipios.

Este modelo partidario no resistió una aguda crisis política intraperonista

que se desarrolló impetuosamente durante 1951. En ella, o por ella, la cúpula

nacional del Partido Peronista avanzó decididamente sobre la experiencia

partidaria bonaerense. Los mandatos de los congresales partidarios y del

Consejo Directivo provincial fueron cancelados y se nombró un Interventor

partidario en la provincia que, a su vez, designó delegados (interventores

de hecho) en cada uno de los Consejos Directivos municipales. El efecto

final de las sucesivas caducidades de las direcciones partidarias electas por

los afiliados fue la forma de designación de los candidatos peronistas para

cargos públicos. El Consejo Superior del partido, por su cuenta, nombró a

todos los candidatos, desde gobernador hasta el último concejal, para las

elecciones generales que se desarrollaron el 11 de noviembre de 1951.

Esta impronta vertical y autoritaria que descendía desde la cúpula

nacional del partido, si pretendía durar, debía partir de -o ser acompañada

por- la modificación de las reglas partidarias. Y esto fue lo que sucedió.

Acallados los ecos de la victoria electoral, el Consejo Superior se mantuvo

enfrascado en una ardua, y tal vez penosa, tentativa de reconstrucción

partidaria. Suprimidos los canales representativos que hasta entonces

estuvieron vigentes -consejos locales, consejo y congreso provincial- un

nuevo organigrama fue dado a conocer a finales de 1952. El documento,

denominado “Directivas básicas del Consejo Superior”, establecía una

dependencia directa, en cascada, de agencias partidarias. En primer lugar,

se decretaba como “Jefe Supremo” a Perón, quien designaba los integrantes

del Consejo Superior. Este organismo, a su vez, designaba los componentes

de los Consejos Directivos provinciales, quienes tenían a su cargo escoger

los integrantes de los Consejos Directivos locales y (aparentemente) los

nuevos Consejos de Unidades Básicas. El Consejo Superior se arrogaba la

facultad de elegirlos candidatos a cargos públicos nacionales y la de indicar

–o delegar a los consejos provinciales– las candidaturas públicas de orden

Page 44: Forjando

FORJANDO 44

provincial y municipal. Esta serie de disposiciones sería formalizada tiempo

después en una nueva Carta Orgánica partidaria, sancionada en 1954 por el

máximo organismo del partido, sin mediar congreso alguno.

Las nuevas disposiciones tendían claramente a establecer el “control” como

la suprema norma partidaria. Los mecanismos para designar autoridades

cambiaban de rumbo; si antes iban de “abajo hacia arriba”, ahora se trataba

de una tendencia inversa. Estas disposiciones, al igual que las anteriores, no

quedaron simplemente en el papel sino que determinaron las prácticas de

los actores partidarios. En la Provincia de Buenos Aires, desde comienzos

de 1953, el Interventor partidario fue dando a conocer, paulatinamente, los

nombres de los integrantes de los Consejos de Distrito y de los Consejos de

Unidades Básicas. Luego de la sanción de la reformada Carta Orgánica, a

comienzos de 1954, el Interventor junto al Consejo Superior nacional dieron

a conocer los candidatos que el partido postularía para las elecciones que

se desarrollaron en abril de ese año. Y una vez “reorganizado” el partido bajo

estos presupuestos, el interventor bonaerense normalizó el funcionamiento

del Consejo Directivo Provincial y designó a sus integrantes. Como puede

observarse, las elecciones internas y los congresos partidarios habían

quedado en el olvido.

ALguNAs REFLEXIONEs

Indicadas las características principales de los formatos partidarios

que estuvieron vigentes en el peronismo bonaerense entre 1947 y 1955,

intentaré una sumaria comparación. No cabe duda que entre una y otra

de las Cartas Orgánicas los mecanismos básicos para elegir autoridades

partidarias y candidatos a cargos públicos mostraron notables diferencias.

Sin embargo, entre ambas normativas se registran también evidentes

continuidades. La primera de ellas, casi podría decirse obviamente, fue la

referencia básica a Perón como centro aglutinante. En este sentido, ambos

estatutos sancionan un tipo de organización partidaria, al que usualmente se

denomina carismático, donde el líder aparece como “el creador e intérprete

indiscutido” de la doctrina y los objetivos partidarios. Un segundo elemento

de continuidad se revela en el formato “federal” de organización partidaria.

En la medida que las provincias eran el ámbito básico para la elección de

autoridades legislativas o ejecutivas nacionales, al mismo tiempo que elegían

sus propios representantes políticos, la inserción de los principios federales

en la normativa partidaria no hacía más que reproducir los lineamientos

generales del sistema político argentino. De este modo, en la Carta de 1947

los órganos máximos de poder partidario eran el Congreso y el Consejo

Directivo provincial, que decidían sobre las cuestiones partidarias de niveles

menores (distritales o de unidades básicas). En la Carta de 1954, eliminados

los órganos deliberativos, el Consejo provincial fue, nuevamente, la máxima

Page 45: Forjando

FORJANDO45

autoridad partidaria en cada provincia.

Las similitudes o continuidades acaban aquí. Una discontinuidad manifiesta

precisa ser establecida, dado que sobre ella circula una permanente

confusión. Me refiero a la supuestamente eterna organización tripartita

del “movimiento” peronista, de acuerdo al lenguaje de sus integrantes.

En el ámbito académico, se considera generalmente que hacia 1950

tal organización movimientista estaba, si no consolidada, por lo menos

claramente diseñada. Esta evaluación no aparece confirmada en el material

empírico. En la Carta de 1947 no se definía al Partido Peronista como

parte de algo mayor; por el contrario, era la organización política que se

daba el “movimiento” (esto puede resultar algo confuso, pero deriva del

lenguaje utilizado por los peronistas). Pero desde 1952, con las “Directivas”

mencionadas previamente, se definía terminantemente al peronismo como

un movimiento organizado en tres ramas: el Partido (masculino), el Partido

Peronista Femenino y la CGT; cuyos organismos directivos se denominaban

“comandos” o “subcomandos”, estratégicos y tácticos.

Finalmente, las profundas diferencias en torno a la relevancia otorgada a

la participación del afiliado de base en ambos modelos de partido obligan

a preguntar: ¿Cuáles fueron las razones que fundamentaron el paso de

una organización partidaria inclusiva y participativa a otra restrictiva?

¿Cómo explicar el pasaje de un mecanismo de selección de candidatos

descentralizado e inclusivo, a otro antagónico? Un primer elemento para

ser considerado es la coyuntura crítica de 1951/1952 donde se registra la

transición entre diseños partidarios. Los datos asequibles indican con

razonable grado de certeza que hubo una dura lucha por el control del Partido

Peronista entablada entre “sublíderes”. En este punto, es preciso subrayar el

predominio del Consejo Superior nacional del partido por parte de Domingo

Mercante y sus seguidores hacia 1949. Durante 1951, en un marco de agudas

disputas entre peronistas y opositores rumbo a las elecciones generales en

las que Perón iría por su reelección, y entre dirigentes peronistas por las

candidaturas relevantes, el dominio mercantista del Consejo Superior fue

revertido, y otro estamento de dirigentes -que reconocía en Alberto Teisaire

su principal figura- hegemonizó la conducción partidaria. La lógica que

subtendía esta disputa intraperonista anudaba la lucha por el control de

los puestos directivos del Partido con las prácticas organizativas diferentes

que esos grupos expresaban: dicho en términos simples, representativas

versus verticales, democráticas versus autoritarias. Asimismo, esta disputa

entre colectivos dirigenciales expresaba, de modo oblicuo, un problema

presente en toda organización carismática, al cual el peronismo no fue

ajeno: la potencial, y acaso amenazante, aparición de liderazgos alternativos

al mismo Perón. La persistencia de normas representativas en la selección

de autoridades partidarias, podría -eventualmente- permitir el surgimiento

PARA sEguIR

LEyENDO

Aelo, Oscar H.

El peronismo en

la provincia de

Buenos Aires,

1946-1955, Caseros,

Eduntref, 2012.

Mackinnon,

Moira .Los años

formativos del

Partido Peronista,

Buenos Aires, Siglo

XXI/Instituto Di

Tella, 2002.

Panella, Claudio.

(comp.), El

Gobierno de

Domingo A.

Mercante en

Buenos Aires

(1946-1952). Un

caso de peronismo

provincial, La Plata,

Instituto Cultural

de la provincia de

Buenos Aires, 2005.

Page 46: Forjando

FORJANDO 46

de dirigentes ampliamente reconocidos. Esencialmente, este era el caso del

propio gobernador de Buenos Aires, quien para 1950 era indudablemente

un líder nacional del peronismo. Mecanismos verticales de selección

de autoridades y candidatos evitaban esta amenaza, convirtiendo a la

cooptación (en lugar de la representación) en el método básico de ascenso

partidario. Unas palabras de Perón, a comienzos de 1952, permiten pensar

que fue el propio líder quien “inclinó la balanza” en esa disputa entre grupos

dirigentes rivales (o acaso, simplemente sancionó con su autoridad el hecho

consumado):

“Este respeto al sistema federal, lleva involucrado el germen del

“caudillismo”, verdadero cáncer de nuestra política, por lo que resulta

indispensable instituir una forma de conducción y dirección que concilie

estas circunstancias contrapuestas. Es decir, debemos mantener el sentido

regional y a la vez eliminar el caudillo. La solución puede ser la de formar

“comandos” que reemplacen a los “comandantes”, germen de caudillos en

política” (Plan Político Orgánico 1952-1958, s/e, s/f.)

La forma dubitativa en la cual Perón apuntaba una probable solución al

“caudillismo” (término que en ese contexto específico refería a liderazgos

secundarios del peronismo) es indicativa de la fluidez con que los peronistas

trataban las opciones de organización partidaria que tenían ante sí. El

Consejo Superior del partido adoptó estas sugerencias de Perón y las

plasmó efectivamente, como pudo verse previamente.

La pesada maquinaria partidaria implantada desde 1952 se mostró, acaso

obviamente, incapaz de enfrentar los vertiginosos acontecimientos que

precedieron el derrumbe del gobierno de Perón. En un contexto de extrema

polarización azuzada por la movilización católica, hacia junio/julio de 1955,

hubo bruscos reacomodamientos en la cúpula directiva del Partido Peronista.

Un grupo distinto de dirigentes encabezados por Alejandro Leloir, entre los

que se contaban varios de los desplazados hacia 1951, se hicieron cargo del

partido, e intentaron revivir las formas participativas y representativas de

acción partidaria. Pero las palabras que anunciaban ese nuevo rumbo no

tuvieron tiempo de plasmarse en la práctica, y ciertamente no hubo entre

julio y septiembre de 1955 ningún cambio apreciable en la estructura del

Partido Peronista bonaerense. Tras el vendaval antiperonista, en la derrota

y la prohibición, diversos grupos dirigentes peronistas reconocerían,

tardíamente, que “lo mejor que tenemos es el pueblo” y apostarían a

sostener e impulsar, desde el llano, el núcleo duro que había dado origen al

peronismo: la tumultuosa, desbordante, e inorgánica participación popular.

Quedaría para el futuro la tarea de reestructuración e institucionalización

del Partido Peronista.

Page 47: Forjando

FORJANDO47

“Carta Orgánica Nacional del Partido Peronista” [1947], en Doctrina

Peronista, Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, Buenos

Aires, 1951, pp. XXVII-XLII.

Partido Peronista, Directivas básicas del Consejo Superior, Buenos Aires,

1952.

“Carta Orgánica del Partido Peronista”, en Partido Peronista, Consejo

Superior, Manual del Peronista, Buenos Aires, 1954, pp. 326-416.

Aelo, Oscar H. (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo.

Actores y prácticas políticas 1945-1955, La Plata, Instituto Cultural de la

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Aelo, Oscar H. y Quiroga, Nicolás, “Modelos en conflicto. El Partido Peronista

en la provincia de Buenos Aires”, Estudios Sociales, Nº 30, Santa Fe, 2006.

Alberto Ciria, Política y cultura popular: la Argentina peronista, 1946-1955,

Buenos Aires, De la Flor, 1983.

Luna, Félix, El 45, Buenos Aires, Sudamericana, 1972.

Panebianco, Angelo, Modelos de partido, Madrid, Alianza, 1990.

Torre, Juan C. (dir.), Los años peronistas (1943-1955), Buenos Aires,

Sudamericana, 2002.

Torre, Juan C., La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana,

1990.

Bibliografía

Page 48: Forjando

FORJANDODOSSIER

48

REsumEN

El presente trabajo se propone reconstruir el accionar del peronismo de

Bahía Blanca desde la perspectiva de su funcionamiento como partido

político, teniendo como marco temporal el período que se extiende desde

las elecciones generales de febrero de 1946 hasta los comicios de marzo

de de 1962, donde el peronismo nuevamente vuelve a participar de un acto

electoral con candidatos propios.

CONFLICTOs, PRáCTICAs POLíTICAs y ORgANIzACIóN PARTIDARIA EN EL PERONIsmO DE BAhíA BLANCA

por José Marcilese

Doctor en Historia, egresado de la Universidad Nacional del Sur, actualmente es in-vestigador asistente del CONICET y profesor adjunto en la Universidad Provincial del Sudoeste (UPSO). Es autor de capítulos de libros, trabajos en actas de congreso y artículos en revistas nacionales y extranjeras.

1945-1960

Page 49: Forjando

FORJANDODOSSIER

49

Los objetivos principales son estudiar los diversos procesos internos que

se generaron y enfrentaron a las diversas facciones del peronismo local y el

papel que detentaron las autoridades partidarias en dicho proceso. Para ello

se tendrán en cuenta las características de cada una de las agrupaciones

internas en lo que respecta a su conformación, particularidades, intereses

y prácticas.

En relación a la periodización elegida la misma contempla tres etapas

principales, una inicial representada por el peronismo clásico de la etapa

1945-1955, un segundo momento representado por la resistencia peronista

del período 1955-1958 y un último período caracterizado por los primeros

intentos del peronismo por dejar la clandestinidad y comenzar un nuevo

proceso de institucionalización. La escala de análisis contempla en forma

específica a los procesos políticos ocurridos en Bahía Blanca y de manera

secundaria el contexto bonaerense.

Page 50: Forjando

FORJANDO 50

EL PROCEsO FORmATIvO DEL PARTIDO PERONIsTA EN BAhíA

BLANCA, 1946-1947

Luego de los sucesos de octubre de 1945, la candidatura a la presidencia de

Juan Perón originó un reordenamiento de las fuerzas políticas preexistentes.

Fue así como en los diversos distritos del territorio bonaerense convergieron,

en torno a la propuesta política del militar, un heterogéneo conjunto de

militantes y dirigentes provenientes de fuerzas partidarias preexistentes

conjuntamente con líderes de diversas organizaciones obreras, en su

mayoría de reciente formación, al igual que simpatizantes sin antecedentes

partidarios. Las organizaciones políticas que formalizaron este proceso

fueron el Partido Laborista y la UCR- Junta Renovadora, dos fuerzas

constituidas en las postrimerías de 1945 a modo de encausar al conjunto de

electores que simpatizaban con la proyecto de Perón.

En Bahía Blanca esas fuerzas aglutinaron mayoritariamente a representantes

del radicalismo y en menor proporción, del conservadorismo, quienes junto con

referentes sindicales conformaron los equipos políticos locales. Para el caso

bahiense, el rasgo diferenciado estuvo representado por la incorporación de

una activa célula del grupo nacionalista FORJA, que alcanzó un protagonismo

inusual en relación a lo ocurrido en otros distritos bonaerenses.

Luego que la coalición peronista se impusiese en las elecciones del 24 de

febrero de 1946, permitiendo el acceso de Perón a la presidencia de la

nación y de Domingo Mercante a la gobernación bonaerense, se inicio un

proceso de reorganización de la heterogénea coalición de actores políticos

y sindicales con el objetivo de generar una única unidad partidaria.

La aplicación de esta resolución se inició en mayo de 1946 con la

conformación del Partido Único de la Revolución y culminó en marzo de

1947, cuando aquel se transformó en Partido Peronista. A partir de entonces

se inició la organización partidaria, a través de la apertura de locales y de

sucesivas instancias de afiliación, poniéndose de manifiesto la compleja

trama de alianzas que subyacía dentro del emergente peronismo, que en

su interior alienaba a dirigentes con orígenes ideológicos y tradiciones

políticas diferenciadas. Esta diversidad colaboró tanto en Bahía Blanca

como en otros distritos, con la formación de facciones internas, interesadas

en disputar la dirección de la subunidades locales del peronismo

Fueron dos las líneas internas principales que se formaron en Bahía Blanca.

Por un lado, un grupo de ex militantes conservadores junto a un sector

mayoritario de la dirigencia sindical de la ciudad en torno al liderazgo del

gremialista de Luz y Fuerza, Eduardo Forteza; por otro, se aglutinó un conjunto

de dirigentes de origen radical forjista, junto con algunos representantes

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FORJANDO51

obreros y del radicalismo renovador, reconociendo como referentes a dos

jóvenes abogados Julio César Avanza y Miguel López Francés. Esta línea, se

encontraba estrechamente vinculada al mercantismo, línea interna que por

entonces comenzaba a conformarse en derredor del gobernador distrital.

LAs DIvERsAs FACCIONEs PARTIDARIAs FRENTE A LOs COmICIOs INTERNOs

Luego de culminado el proceso de afiliación, las autoridades partidarias

provinciales decidieron convocar a elecciones internas para el 21 de

septiembre de 1947, con el objetivo de constituir los consejos directivos

locales de nivel municipal y seleccionar los delegados al congreso

constituyente del partido, que tendría lugar el 1 de diciembre de ese año.

De esta forma, se daría un paso fundamental en la normalización del

funcionamiento partidario atenuando así, las disputas que aquejaban al

partido desde su origen ya que finalmente cada distrito contaría con una

conducción legítimamente elegida por el voto de los afiliados, mediante un

proceso interno, donde las diversas núcleos disputarían la conducción. En

especial, porque según estipulaba la Carta Orgánica, el sistema contemplaba

que la lista vencedora monopolizaba la totalidad de los cargos en juego,

una modalidad que si bien resulta funcional para la consolidación de un

grupo, bloqueaba las pretensiones de los sectores perdedores de obtener

incentivos personales o colectivos inherentes a las posiciones partidarias.

Partiendo de esta situación, en Bahía Blanca se conformaron tres agrupaciones,

dos de las cuales -que presentaban un mayor caudal de adherentes- respondían,

con algunas excepciones, a las principales líneas internas que convergieron en

la génesis del peronismo local: laboristas y forjistas. Como era de esperarse, el

proceso electivo promovió una intensa actividad proselitista, que consistió en

la apertura de numerosos locales partidarios en la totalidad de los barrios de la

ciudad y la realización de actos. Finalmente, el resultado de los comicios dejó

al Centro Cívico Peronista “24 de febrero”, conducido por Eduardo Forteza,

como agrupación vencedora quedando en segundo lugar a la Agrupación

Revolucionaria Peronista (con los ex forjistas Miguel López Francés y Julio

César Avanza al frente), seguida de la Agrupación Peronistas Plan Quinquenal

de trabajadores manuales e intelectuales (liderada por el radical renovador

Roberto Volpe). La diferencia obtenida por la lista vencedora demostró el

peso electoral de los grupos sindicales dentro del peronismo local, por sobre

el caudal de votos conseguidos por los núcleos de ascendencia radical, tanto

forjistas como renovadoras.

LAs FACCIONEs PARTIDARIAs y sus EsTRATEgIAs ANTE LOs COmICIOs muNICIPALEs

A pesar de que los comicios internos establecieron qué sector del peronismo

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FORJANDO 52

detentaría la conducción partidaria en las diversas comunas bonaerenses, no

determinaron de manera directa las candidaturas municipales ni legislativas,

nacionales y provinciales, que debían renovarse a fines de 1948. Esta función

estuvo a cargo de una convención provincial, conformada por delegados

partidarios seccionales, aunque influida por la opinión del gobernador y su

entorno, al igual que por legisladores y funcionarios.

Terminado el proceso de selección, Julio C. Avanza fue designado candidato

a senador provincial y Eduardo Forteza a diputado nacional. Mientras que la

convención eligió como candidato a intendente a Rafael Laplaza, un joven

abogado de origen radical, que había ocupado previamente el cargo de

comisionado y secretario del municipio. Si bien Laplaza no era una figura con

ascendiente dentro del peronismo bahiense, era un profesional y docente

respetado dentro de la comunidad municipal. Fue así como la combinación

de reconocimiento social con experiencia administrativa se asociaron para

legitimar su candidatura; en un momento en el que dirigentes con esas

condiciones no abundaban dentro del peronismo local, especialmente

dentro de las filas del fortecismo, sector que reunía mayormente a dirigentes

de extracción sindical. Un perfil diferente presentó el grupo de militantes

que integró la nómina de candidatos a concejales, donde los gremialistas

locales obtuvieron un lugar preponderante. Este hecho revela el grado de

inserción que los representantes obreros habían logrado para entonces en

la totalidad de las líneas internas del peronismo bahiense, lo que constituyó

uno de los rasgos más renovadores de la cultura política peronista.

La elección general se realizó en forma desdoblada el 7 y 14 de marzo de

1948, obteniendo el peronismo un claro triunfo que le permitió reafirmar su

condición de fuerza hegemónica, tanto en el medio bahiense como a escala

provincial. Esta tendencia determinó que, en la composición del Concejo

Deliberante local, el peronismo obtuviera once concejales frente a cinco del

radicalismo y sólo dos por el socialismo.

A pesar del proceso electoral interno que determinó una dirección local, el

Partido Peronista bahiense siguió funcionando como una fuerza sumamente

dividida y enfrentada, donde las tendencias centrífugas eran un obstáculo

para el funcionamiento orgánico que el Consejo Superior promovía. Esta

tendencia se manifestó en el cuerpo deliberativo local donde el bloque

peronista funcionó en ocasiones de forma desagregada de acuerdo a los

intereses de las facciones internas, actitud que también se apreciaba en la

dinámica partidaria, donde los actos faccionales competían en importancia

con las acciones promovidas desde la dirección partidaria distrital. Una

situación que revela la pervivencia de los conflictos de la etapa formativa y

un escaso acatamiento de las directivas partidarias.

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FORJANDO53

LA CONsOLIDACIóN DEL FORTECIsmO EN EL sEguNDO PROCEsO DE INTERNAs

En este contexto, el interventor provincial del Partido dispuso un llamado

a elecciones internas para el 18 de diciembre de 1949, iniciándose así una

nueva carrera electoral por alcanzar la conducción partidaria del peronismo

bahiense. Frente a esta elección se conformaron cinco líneas internas, dos

más que las que participaron en los comicios del 21 de septiembre de 1947,

un dato que revela un activa dinámica partidaria, marcada por divergencias

intestinas al mismo tiempo que por la existencia de un amplio conjunto de

dirigentes y militantes interesados por participar de los juegos de poder

internos. La elección concluyó nuevamente con la victoria del fortecismo,

la única facción que salió indemne del proceso atomizador que fragmentó

el capital electoral de sus competidores. En esta ocasión, el número de

afiliados que concurrió a votar superó al de 1947, posiblemente como

resultado de una acción proselitista más intensa gracias a la formación de

nuevas agrupaciones.

El predominio electoral que mantuvo en ambas elecciones internas la

facción liderada por Forteza frente a los grupos de extracción forjista

ligados a la gestión Mercante, reveló no solo un mejor manejo preelectoral

por parte del vencedor sino también la existencia de una cierta

independencia por parte de cada distrito partidario de los intereses e

imposiciones provenientes del Consejo Partidario Provincial o incluso del

propio gobernador. De otra manera, difícilmente un sector que tenía como

referentes directos a dos de los ministros del gabinete provincial (Avanza

y López Francés), hubiera podido ser derrotada en los comicios internos

correspondientes a su distrito de origen.

En la determinación de las candidaturas correspondientes a Bahía Blanca,

el Congreso Provincial del Partido Peronista fue equitativo entre las dos

facciones mayoritarias, al momento de confeccionar las listas legislativas.

En la nominación de las cargos locales -intendente y concejales- la posición

que primó fue la del diputado Forteza, quien distribuyó entre su entorno las

totalidad de los lugares en juego. Esta resolución causó un fuerte malestar

entre los referentes de las demás facciones en juego y dejó en claro la

influencia de Forteza en la convención partidaria provincial que había

acordado las candidaturas.

El resultado de la elección del 12 de marzo de 1950 marcó la continuidad

del la supremacía electoral del peronismo, que obtuvo seis de las nueve

bancas que se renovaban. Los nuevos concejales eran en su totalidad

militantes peronistas miembros del Centro 24 de febrero, la agrupación que

representaba localmente al fortecismo. Luego de esta renovación parcial

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FORJANDO 54

del Concejo Deliberante, la bancada oficialista alcanzó un total de doce

representantes, una amplia mayoría ante los cinco representantes radicales

y al único edil socialista.

En tanto que como intendente resultó electo Norberto Arecco, un ingeniero

vinculado al conservadorismo aunque sin trayectoria en el peronismo, pero

reconocido en la ciudad por su participación en diversas entidades de la

sociedad civil. Determinación que pone de manifiesto como la “notabilidad”

fue unos de criterios principales al momento de seleccionar a los dirigentes

que detentarían una fuerte exposición pública.

Asimismo, otra medida fundamental que resolvió la convención partidaria

peronista, reunida en diciembre de 1949 y compuesta por los delegados de

los 112 distritos comunales, fue la elección de una conducción orgánica, de

manera que la dirección distrital del partido dejaría de estar en manos de

interventores designados por el Consejo Superior para recaer en dirigentes

bonaerenses nombrados por el conjunto de los representantes distritales.

Entre los cuales fue designado para ocupar una vocalía el propio Eduardo

Forteza, junto a un conjunto de legisladores nacionales y provinciales.

El predominio alcanzado por el fortecismo en las sucesivas instancias

electorales, aceptado y respetado tanto por la dirección partidaria

provincial como por el gobernadora Mercante, se acentuó a partir de 1952.

La desarticulación del mercantismo abrió una nueva etapa en el peronismo

bahiense ya que los sectores internos que competían con Forteza por la

dirección del movimiento en el orden local al mismo tiempo formaban parte

de los equipos de gobierno del ex gobernador.

Diversas investigaciones se han concentrado en los últimos años en las

circunstancias que rodearon el abrupto final de la carrera política del

gobernador Domingo Mercante y del equipo que lo acompañó en su

gestión. Entre ellas se destacan, por su profundidad interpretativa, las

efectuadas por Oscar Aelo, quien sostiene que más allá de las posibles

aspiraciones personales del mandatario bonaerense, es preciso señalar que,

la causa de su caída hay que buscarlas en el propio estilo de gestión que

Mercante imprimió al funcionamiento político de su distrito; caracterizado

por la consolidación de una dinámica partidaria democrática y participativa,

diferente a la existente en otros distritos provinciales. Aelo destaca, también,

cómo las aspiraciones de sectores marginados de la conducción provincial

por el mercantismo, resultaron funcionales para su remoción y aseguraron

un rápido reemplazo de los cuadros políticos desplazados.

La ruptura se afianzó a partir de la asunción del mayor Carlos Aloé como

gobernador de Buenos Aires, luego de lo cual un importante número

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FORJANDO55

de funcionarios ligados al mercantismo fueron expulsados del Partido

Peronista, conjuntamente con el ex primer mandatario bonaerense. Este

hecho selló el destino de la facción del peronismo bahiense liderada por

los ex ministros Miguel López Francés y Julio C. Avanza, a quienes se inició

sendos procesos judiciales que los llevarían luego a la cárcel.

Esta situación consolidó la posición del diputado Eduardo Forteza, quien

a partir de ese momento se instituyó como el principal referente del

peronismo local, cumpliendo el rol de interventor partidario entre junio de

1951 y junio de 1953, cuando la conducción provincial decidió reinstaurar los

consejos locales. Sin embargo, en esa oportunidad y ante la inexistencia

de nuevas elecciones internas, estos se conformaron con un criterio

discrecional a partir de lo dispuesto por la intervención provincial. En Bahía

Blanca fueron dirigentes y militantes del fortecismo quienes acapararon los

cargos, al igual que la mayoría de los secretariados de las Unidades Básicas,

cuya organización tuvo lugar el 17 de mayo de 1953 también por disposición

de la autoridad provincial.

Esta situación se mantuvo hasta 1954 cuando la intervención provincial

dispuso intervenir nuevamente el peronismo del distrito Bahía Blanca. Esta

medida, afectó el liderazgo de Eduardo Forteza que debió compartir con

sus tradicionales opositores de origen radical la conducción local de la

fuerza y el reparto de los espacios de poder aunque sólo por espacio de

unos meses debido a que el levantamiento cívico-militar de septiembre de

1955 culminó con la década peronista.

EL gOLPE mILITAR DE sEPTIEmBRE DE 1955, LA DEsARTICuLACIóN

DEL PARTIDO PERONIsTA y EL INICIO DE LA REsIsTENCIA

Luego del golpe militar de septiembre de 1955, un período de proscripción y

persecución afecto a tanto a los equipos de gobierno como a los dirigentes

políticos y sindicales que habían tenido relación con el peronismo. A

partir de entonces, la fuerza política proscripta generó estrategias de

acción acordes a su nueva condición, que fluctuaron entre la oposición

representada por la “resistencia” del sindicalismo combativo y los militantes

de base, y la integración propuesta por algunas fuerzas políticas y sectores

gremiales, designados por los investigadores con la denominación genérica

de neoperonistas

Las restricciones impuestas por el gobierno de la “Revolución Libertadora”

al accionar del movimiento peronista y sus dirigentes, activaron un conjunto

de acciones clandestinas de parte de los proscriptos. Estas se extendieron

con diverso éxito e intensidad a la totalidad de los espacios provinciales,

siendo el levantamiento del general Valle en junio de 1956 la acción de

PARA sEguIR

LEyENDO

Acha, Omar y Quiroga, Nicolás, El hecho maldito.

Conversaciones para la historia del

peronismo, Rosario, Prohistoria, 2012.

Aelo, Oscar, El peronismo en

la provincia de Buenos Aires 1946-1955, Buenos Aires,

EDUTRES, 2012.

Melón Pirro, Julio César, El peronismo

después del pero-nismo. Resistencia, sindicalismo y po-lítica luego del 55,

Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2009.

Tcach, César, De la Revolución Liberta-dora al Cordobazo, Buenos Aires, Siglo

XXI, 2012

Page 56: Forjando

FORJANDO 56

mayor trascendencia, y al mismo tiempo, el ejemplo más claro del rigor que

mostraron las acciones represivas.

En ese contexto, en Bahía Blanca comenzaron a articularse vinculaciones

clandestinas entre diversos grupos peronistas con el fin de establecer

una trama organizativa que asegurase la supervivencia del movimiento

frente al proceso de desperonización que el gobierno militar promovía con

total determinación. Por entonces, las militantes peronistas asumieron un

rol organizativo que solo en casos excepcionales habían tenido antes de

septiembre de 1955. Este cambio se hizo evidente en los sucesivos equipos

políticos, clandestinos o no, que el peronismo bahiense mantuvo en la etapa

1955-1958, en los que las mujeres y los militantes de base tuvieron a su cargo

la coordinación de acciones políticas y de difusión antes reservadas a los

principales dirigentes.

Esta tendencia se evidenció en la conformación del primer comando

peronista de Bahía Blanca, organismo encargado de coordinar las acciones

políticas en el medio local y al mismo tiempo de responder a su equivalente

en el orden nacional mediante el envío de delegados. En su conformación

participaron tanto representantes sindicales de los gremios intervenidos

como de los “recuperados”, conjuntamente con miembros de la rama

masculina y femenina del peronismo.

LA REINsTITuCIONALIzACIóN DEL PERONIsmO: LA FORmACIóN DEL PARTIDO JusTICIALIsTA

Una atenuación de las restricciones políticas a partir de la asunción

de Arturo Frondizi permitieron al peronismo comenzar un proceso de

reinstitucionalización, a partir de la formación del Partido Justicialista. Su

proceso formativo comenzó en el medio bonaerense el 6 de diciembre de

1958, mediante una asamblea de dirigentes y militantes peronistas realizada

en La Plata, se decidió formar la organización en la provincia y al mismo

tiempo, se nombró una Junta Promotora para que ejerza la conducción

provisoria. A la reunión constitutiva asistieron referentes tanto del Gran

Buenos Aires como de del interior provincial, dato que permite suponer la

existencia de una instancia previa de negociación.

En términos organizativos la formación de la Junta Promotora fue consumada

por un grupo de referentes bonaerenses, en base a la determinación del

Consejo Coordinador y Supervisor del Movimiento Peronista (CCSMP) que

bregaba por el establecimiento de centros promotores en los diversos

espacios provinciales; para de ese modo acelerar la reinstitucionalización de

el peronismo, mediante la oficialización del PJ en todo el país.

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Entre sus disposiciones iniciales los asistentes al acto asambleario

dispusieron la conformación de una comisión que dirigiese el proceso

organizador, cuya presidencia fue ocupada por sindicalista Federico Durruty.

Lo secundaron en esa labor un heterogéneo grupo de dirigentes, en el

que convivían referentes seccionales, que había desempeñado funciones

políticas o sindicales de cierta importancia durante el período previo a 1955,

conjuntamente con ignotos militantes, y entre estos últimos, un importante

número de mujeres, rasgo innovador de este período.

Una vez superado el ordenamiento inicial la Junta Promotora progresó

en las instancias formales inherentes al proceso formativo de un partido

político: dispuso una carta orgánica junto a una declaración de principios,

delineó una plataforma electoral y comenzó las gestiones necesarias para

obtener le personería electoral ante la justicia provincial y nacional.

En Bahía Blanca la Junta Electoral del Partido Justicialista se constituyó en

febrero de 1959 y como ya se señaló, a diferencia de lo ocurrido en los años

del peronismo clásico, varias mujeres ocuparon posiciones centrales en la

organización. El resto de los participantes fueron ex miembros de unidades

básicas, dirigentes estudiantiles y referentes sindicales, todos ellos con roles

secundarios en los equipos políticos peronistas que habían participado en

la etapa previa.

Poco después de conformarse, la Junta Promotora bonaerense promovió

la constitución de centros de acción justicialista en los diversos partidos

del distrito, con el fin de reorganizar al movimiento en los niveles de base,

en lo que se suponía sería un proceso de reinstitucionalización previo a la

reinserción electoral. Sin embargo, el esfuerzo organizativo que el peronismo

bonaerense dispuso para constituir el Partido Justicialista en el distrito

finalmente resultó en vano, debido a que Arturo Frondizi dispuso quitar

la personaría jurídica de la organización e impidió su participación en los

comicios de marzo de 1960. De esa manera, se cerraba una nueva instancia

en la historia partidaria del peronismo, tanto de Bahía Blanca como de la

provincia de Buenos Aires, que volverá a aglutinarse dentro de un formato

partidario en 1962, cuando ingresen masivamente al Partido Unión Popular,

la fuerza política que se impondrá exitosamente en la elección de ese año,

anuladas poco después debido a la presión militar.

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FORJANDO 58

BibliografíaAmaral, Samuel y Ben Plotkin, Mariano (Comp.), Perón del exilio al poder,

Buenos Aires, EDUNTREF, 2004.

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Macor, Dario y Tcach, César (edit.), La invención del peronismo en el interior

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Marcilese, José, “La sociedad civil de Bahía Blanca frente al primer

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Historia, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2003

Quiroga, Nicolás, “El Partido Peronista en Mar del Plata: articulación

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Interescuelas y Departamentos de Historia, Córdoba , UNC, 2003 (edición

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Rosanvallon, Pierre, Por una historia conceptual de lo político, México,

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Smulovitz, Catalina, “Crónica de un final anunciado: las elecciones de marzo

de 1962” en Desarrollo Económico, vol. 28, Nº109, 1988.

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FORJANDO59

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FORJANDODOSSIER

60

por Mariana Pozzoni

Profesora en Historia (UNMdP) y becaria doctoral del CONICET. Su tema de investigación comprende los proyectos, ideas, prácticas políticas y disidencias en la Tendencia Revolucionaria del peronismo en la provincia de Buenos Aires entre c. 1970 y 1976. Algunos de sus trabajos más recientes son: “Una mirada sobre la militancia en los primeros años ’70 a través de la revista ENVIDO (1970- 1973)”. En Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, 2012, [En línea], Puesto en línea el 30 enero 2012. URL : http://nuevomundo.revues.org/62672. ISSN: 1626-0252; y Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso: entre la denuncia y la autocrítica. Una mirada exílica”, en Malas Artes. Revista de Teoría y Crítica de la Cultura, Nº 1, junio de 2012. pp. 25-35. ISSN: 2250- 8678

LA APERTuRA ELECTORAL EN LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs y LA gRAvITACIóN JuvENIL EN EL gOBIERNO DE OsCAR BIDEgAIN

REsumEN

Este artículo propone realizar un recorrido por el contexto de apertura

electoral de principios de los 70, poniendo especial énfasis en las

características que el proceso adquirió en la provincia de Buenos

Aires, la cual se convirtió en una experiencia piloto del “trasvasamiento

generacional” propiciado por Juan D. Perón. En este sentido, se realizará

una aproximación a los objetivos del gobernador Oscar Bidegain y a la

gravitación que los jóvenes de la Tendencia Revolucionaria (TR), partidarios

de la “patria socialista”, tuvieron en el gobierno provincial hasta su paulatino

desplazamiento en enero de 1974.

1972-1974

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FORJANDODOSSIER

61

hACIA uNA APERTuRA ELECTORAL

El 11 de noviembre de 1970, las principales figuras de los partidos peronista

y radical, junto con autoridades de otros partidos menores, se reunieron

en un encuentro multipartidario conocido como La Hora del Pueblo,

para exigir al gobierno dictatorial la rehabilitación de la actividad política

y la convocatoria a elecciones sin proscripciones. Este pedido, sumado

a la escalada de violencia y de radicalización política y social, llevaron al

presidente Alejandro A. Lanusse a lanzar el Gran Acuerdo Nacional (GAN) a

mediados de 1971. Se trataba de una estrategia de la dictadura militar para

restablecer las reglas del juego electoral con las distintas fuerzas políticas.

Lanusse creía que, una vez incorporado a las negociaciones, Perón dejaría

sin sustento ideológico a las organizaciones revolucionarias (FAP, FAR,

Descamisados, Montoneros) que invocaban su nombre, y pretendía erigirse

como el nuevo presidente constitucional de la transición, neutralizando la

candidatura del líder peronista.

La intención continuista del régimen no escapó a Perón y a los diferentes

sectores del peronismo, que percibieron al GAN como una falsa salida

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FORJANDO 62

o “trampa electoral”. Las dudas generalizadas sobre las intenciones del

gobierno militar respecto a una concreta institucionalización de la vida

política determinaron que el líder no sólo se rehusara a condenar a las

organizaciones armadas que actuaban en su nombre, sino que, bajo el rótulo

de “formaciones especiales”, las alentó para ejercer presión sobre Lanusse.

Al percibir su pérdida de gravitación en el proceso, el 7 de julio de 1972,

Lanusse renunció a la estrategia acuerdista y decidió declararse prescindente

en cuanto a su candidatura. Por otro lado, impuso la exclusión de Perón

mediante una cláusula legal que expresaba que quien aspirase a un cargo

electivo en el próximo gobierno constitucional debía estar presente en el

país antes del 25 de agosto de ese año y residir permanentemente en el

territorio nacional hasta la asunción del poder. Tras este fracaso del GAN, el

Poder Ejecutivo convocó a elecciones generales para el 11 de marzo de 1973.

En este marco, el 17 de noviembre de 1972 Perón retornó por primera vez al

país e inició una serie de negociaciones que culminaron en la constitución

del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI). El Frente, que integraban el

Justicialismo, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) dirigido por

el ex presidente Arturo Frondizi, el Partido Conservador Popular de Vicente

Solano Lima, el Partido Popular Cristiano de José Allende, y otros partidos

menores, presentó la fórmula Héctor Cámpora - Vicente Solano Lima, como

candidatos a presidente y vicepresidente.

LA DEFINICIóN DE LA FóRmuLA FRENTIsTA y LAs ELECCIONEs EN LA

PROvINCIA DE BuENOs AIREs

El proceso nacional del justicialismo que se inició con la apertura política

planteada por la dictadura y resultó en la preeminencia del sector juvenil,

tuvo su reflejo en la provincia de Buenos Aires. En agosto de 1971, durante

la gestión de Jorge D. Paladino como delegado personal de Perón, se

conformó la Junta Promotora Provincial, bajo la conducción de Héctor A.

Sáinz -estrechamente vinculado a Paladino-, con el objetivo de llevar a cabo

la campaña de afiliación y la organización partidaria en la provincia. Poco

tiempo después, la crisis paladinista, basada en las sospechas de la excelente

relación mantenida con Lanusse por parte del delegado, en los problemas

que tuvo para disciplinar a la Juventud Peronista y en el enfrentamiento con

la Rama Femenina y las 62 Organizaciones, provocó el alejamiento de Sáinz,

quien no pudo distanciar su imagen de la de Paladino y fue reemplazado

por Oscar Bidegain.

Este último, peronista de la primera hora y vinculado a la rama política, tenía

una extensa trayectoria en el Movimiento Peronista que lo colocaba entre

los principales candidatos para encabezar la fórmula del FREJULI en la

provincia de Buenos Aires. Sus antecedentes políticos se remontan a 1945

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FORJANDO63

cuando se incorporó al Partido Laborista, propiciando la candidatura de

Perón a la primera magistratura. Más tarde ocupó un rol fundamental en

el Partido Peronista de Azul, su ciudad natal. Fue electo Diputado Nacional

por la provincia de Buenos Aires en los dos primeros gobiernos peronistas,

alcanzando la presidencia del Bloque de Diputados Nacionales del Partido

Peronista en 1955. Luego de la Revolución Libertadora permaneció

encarcelado hasta 1957, y con posterioridad participó activamente de la

Resistencia como integrante del Comando Táctico Nacional Peronista,

creado por Perón para la conducción del movimiento durante el exilio. En

1970 fue confirmado como Delegado Representante de la Provincia de

Buenos Aires en el Congreso Nacional del Partido Justicialista (PJ). Un año

después, fue designado para actuar en varios cargos partidarios: Secretario

Delegado para la Reorganización del PJ en la Provincia de Buenos Aires,

Congresal Nacional del PJ, Miembro del Consejo Nacional del PJ; y en

1972, organizador del PJ de la Provincia de Buenos Aires, controlando las

afiliaciones.

El 16 de diciembre de 1972, durante el Congreso Provincial de Avellaneda

desarrollado en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), debió

enfrentar en la interna del partido al estanciero Manuel de Anchorena,

conductor del Movimiento Federal. Conformado hacia fines de los ’60

a partir de desprendimientos de Tacuara y de la Guardia Restauradora

Nacionalista –vinculadas al nacionalismo católico y al anticomunismo- se

fue incorporado en la estructura del justicialismo a mediados de 1970. En el

congreso, los sectores vandoristas bonaerenses, aliados con los integrantes

del Movimiento Federal, pretendían imponer la fórmula integrada por Manuel

de Anchorena y el sindicalista metalúrgico Luis Guerrero. Para ello impidieron

el ingreso del delegado electoral del Consejo Superior en la Provincia de

Buenos Aires, Alejandro Díaz Bialet y desalojaron violentamente del recinto

al secretario general del Movimiento Nacional Justicialista (MNJ), Juan

Manuel Abal Medina, quien había sido formado en el nacionalismo católico,

pero estaba estrechamente vinculado con la juventud radicalizada a través

de su hermano Fernando, miembro de uno de los grupos fundadores de de

Montoneros.

Ante la actitud de quienes intentaban copar el congreso, Abal Medina

dispuso su nulidad y la expulsión de Anchorena. Ambas medidas fueron

respaldadas por el Consejo Superior del MNJ y la disputa fue resuelta por

Perón, quien manifestó su conformidad con la designación de Bidegain.

Por otra parte, Victorio Calabró, tesorero de la UOM nacional, abandonó

al grupo de Guerrero y se puso a disposición de Cámpora, hecho que le

permitió permanecer en la escena política del principal distrito electoral de

la República -la provincia de Buenos Aires- y que la Conducción del MNJ

aceptara designarlo como a candidato a vicegobernador.

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FORJANDO 64

De este modo, la dupla Oscar Bidegain - Victorio Calabró se constituyó en la

fórmula del Frente para competir electoralmente por el ejecutivo provincial.

Su lanzamiento se llevó a cabo el 26 de enero de 1973, en un acto en Vicente

López. A diferencia de su compañero de fórmula, quien recibía el apoyo

del sector sindical, Bidegain no contaba con una importante capacidad de

movilización. Esta situación, sumada a la recomendación de Perón, lo llevó a

vincularse con los sectores juveniles de la izquierda peronista, nucleados en

torno a la TR (hegemonizada por Montoneros hacia 1973), convirtiéndose

en los principales elementos dinamizadores de la campaña electoral del

FREJULI en la provincia.

Las actividades de la juventud correspondieron especialmente a la

concurrencia a los actos y los eventos realizados en los diferentes distritos,

la pegatina de carteles, las pintadas y el reparto de panfletos. Más allá de

la efervescencia que rodeó la campaña, su derrotero en la provincia de

Buenos Aires estuvo caracterizado también, por constantes tensiones y

negociaciones entre los jóvenes de la TR y la “burocracia sindical”, seguidoras

de uno u otro de los candidatos de la fórmula frentista. Los primeros

debieron llegar a un acuerdo respecto de cada expresión pública en los

actos, para evitar cualquier reacción de los sindicalistas, al tiempo que éstos

formaron la Juventud Sindical para darle cuerpo a sus cuadros juveniles

y evitar que la juventud del partido quedara identificada exclusivamente

con la de la TR. En medio de este clima, en el que ninguno de los bandos

descartaba el uso de las armas como medio de presión, se realizaron los

comicios, el 11 de marzo de 1973.

Las elecciones estuvieron atravesadas por enormes expectativas tanto

por la posibilidad del ejercicio del voto tras siete años de interrupción

institucional iniciados con el golpe de estado de 1966, como por retorno del

peronismo al juego político tras casi 18 años de proscripción, con matices si

se tiene en cuenta la participación de los partidos neoperonistas.

Además de la fórmula del FREJULI en la provincia de Buenos Aires se

presentaron otras 8 candidaturas que abarcaban un amplio espectro

ideológico. Dentro de la izquierda se encontraban el Partido Socialista de

los Trabajadores de tendencia trotskista (Jorge Mara - Adela Mayor) y el

Frente de Izquierda Popular, expresión de la izquierda nacional (Blas Alberti-

L. Alberto Abeldaño); entre las fuerzas de centroizquierda, el Partido

Intransigente (Marcelo Arabolaza - Eduardo Pinentel) y el Partido Socialista

Democrático (J. Félix Martella - Martín Ibáñez); en el centro, la Unión Cívica

Radical (César García Puente - Raúl Vaccarezza); y cercanos a la derecha, el

Partido Renovador (Luis Herrera - Eduardo Deluca); la Unión Conservadora

(Víctor Carrique-J. Carlos Fonrouge) y Nueva Fuerza (Nicolás Ruiz Guiñazú-

Felipe Castro).

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FORJANDO65

En un clima caracterizado por el temor ante la posibilidad de irregularidades

en los comicios, cerca de cuatro millones y medio de ciudadanos

bonaerenses concurrieron a votar. Tras un lento escrutinio, que duró casi

veinte días, se conocieron los resultados definitivos de la elección provincial

que consagraron triunfante a la fórmula del FREJULI en las 7 secciones

electorales de la provincia, descartando la posibilidad de ballotage (50,94 %).

La UCR se ubicó en segundo lugar muy alejada del frente ganador con el 19,71%

de los votos, y el tercer puesto se dividió entre el Partido Intransigente y el

Partido Renovador.

El FREJULI concentró un apoyo indiscutido, muy superior a cualquiera

de las fuerzas políticas restantes en toda la provincia de Buenos Aires. De

las 43 bancas de senadores provinciales a cubrir obtuvo 30 y de las 92

correspondientes a diputados, 57.

BIDEgAIN y LA PRImAvERA JuvENILIsTA

El triunfo electoral del FREJULI y el acceso de Oscar Bidegain al gobierno

de la provincia de Buenos Aires el 25 de mayo de 1973 marcaron el momento

cúlmine de los sectores de izquierda del peronismo. Los ocho meses

transcurridos hasta la renuncia del gobernador, el 22 de enero de 1974, y

su reemplazo por el vicegobernador Victorio Calabró, pueden identificarse

inicialmente como la primavera política de los grupos vinculados a la TR,

que lograron acceder a bancas legislativas y a posiciones jerárquicas

dentro de los ministerios, secretarías y equipos de gobierno dependientes

del poder ejecutivo provincial. Muy poco tiempo después este sector

perdería gravitación, en consonancia con el endurecimiento de la posición

de Perón hacia los sectores radicalizados de la izquierda peronista , sucesivo

a la renuncia de Héctor Cámpora el 13 de julio de 1973.

En el mensaje inaugural a la Asamblea Legislativa, Bidegain expuso

detalladamente los objetivos de su gobierno. Manifestó la voluntad de

impulsar la pacificación, de acuerdo con el llamamiento de Perón, expuesto

el 21 de noviembre de 1972 en la asamblea multipartidaria, afirmó las tres

banderas justicialistas de libertad, soberanía y justicia social, y anunció la

puesta en marcha de la provincia “hacia la Liberación”. En lo que respecta

a las diferentes áreas de gobierno, las propuestas apuntaban, en general, a

corregir los vicios del gobierno de facto precedente. En materia económica

y financiera proyectaba rectificar el déficit presupuestario provincial, la

evasión impositiva y planteaba la necesidad de realizar un ordenamiento del

comercio e impulsar la promoción de un desarrollo industrial equilibrado.

En el área de educación y cultura, proponía resolver el elevado índice de

deserción escolar y efectuar una reforma de los planes de estudio para

adecuarlos a la “realidad y la cultura nacionales”, en consonancia con los

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FORJANDO 66

principios “humanistas y cristianos” y como paso previo para la consolidación

del “socialismo nacional”. En cuanto a la salud pública, observaba la carencia

de una política sanitaria orientada a servir las necesidades de todos los

habitantes, independientemente de sus posibilidades individuales, por lo que

sostenía, entre otras medidas, la creación de consejos técnicos y comisiones

de hospital, la ampliación de la capacidad hospitalaria, la normalización

de los establecimientos asistenciales comunales y la descentralización de

la salud mental. Finalmente, en el área agropecuaria, los objetivos eran

aumentar la productividad y lograr la ocupación plena de la mano de obra,

en un marco de respeto a la propiedad privada siempre que ésta mantuviera

su función social (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 25/5/1973,

pp. 13- 20).

A la luz de las metas propuestas y del conjunto de leyes sancionadas

por la Legislatura provincial en los ocho meses que duró el mandato de

Bidegain, es posible advertir que su gestión sólo pudo dar respuestas

parciales a sus aspiraciones. Estas estuvieron orientadas principalmente

a enmendar la situación de los presos políticos de la dictadura (leyes de

indulto y amnistía; reparación económica del Estado provincial a todo

condenado erróneamente) y a reforzar el sentimiento nacional y la unidad

latinoamericana entre la población, especialmente a través de la política

educativa (inclusión de la Semana de América Latina en los establecimientos

de enseñanza primaria y secundaria; prohibición de la utilización de nombres

y denominaciones en idioma extranjero para las escuelas privadas; creación

de la Semana de la Soberanía Nacional en el calendario escolar; derogación

de la ley 139 y reconocimiento al brigadier J. M. de Rosas por su obra de

“reconstrucción nacional, defensa de la soberanía, reparación económica

y espíritu americanista”). Entre otros proyectos, quedaron truncos los de

prevención y represión de la delincuencia mediante la reconstrucción de las

instituciones a las que se consideraba corrompidas por el régimen dictatorial,

la promoción de cooperativas villeras de trabajo y vivienda, la modificación

del régimen previsional bonaerense para devolverle la autonomía al Instituto

de Previsión Social. Muchas de esas medidas fueron continuadas por su

sucesor, Victorio Calabró.

Por otra parte, a comienzos de su gestión, Bidegain designó a los funcionarios

provinciales, rodeándose de una serie de colaboradores controvertidos por

su filiación “izquierdista” y fuertemente cuestionados por el vicegobernador

Calabró y el ala más de derecha del movimiento. Entre ellos se encontraban,

Floreal Ferrara (Ministro de Bienestar Social); Ricardo Mariátegui (Ministro

de Gobierno); Rolando García (titular de la Asesoría Provincial); Guillermo

Gallo Mendoza (titular de Asuntos Agrarios), Alberto González (titular de

Obras Públicas) y Julio Troxler (subjefe de Policía), quienes se rodearon, a

su vez, de militantes pertenecientes a la TR.

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FORJANDO67

Desde distintos espacios de gobierno y partidarios, los jóvenes de este

sector realizaron un conjunto de acciones en la provincia, imprimiéndole

características propias al proceso. Su presencia fue destacable en el ámbito

universitario, donde buscaron impulsar un contenido “nacional y popular”

en los planes de estudio, a la vez que apuntaron a la resolución práctica

de algunos problemas sociales, al brindar, por ejemplo, apoyatura legal y

colaborar en el diseño de escuelas, hospitales y dispensarios médicos en

los barrios.

En este contexto, en abril de 1973 lanzaron oficialmente los Equipos

Político Técnicos (EPT) que venían trabajando desde 1972, en diferentes

áreas como salud, educación y vivienda, los cuales estaban destinados a

integrar la ciencia, el arte y la técnica como herramientas de lucha política.

También participaron en las Juntas Vecinales de Consumidores (JUVECO),

conformadas en junio por decreto de Bidegain, para colaborar en el

cumplimiento de las normas de comercialización, precios y ordenamiento

comercial y económico, en virtud de las exigencias impuestas por el Pacto

Social, acuerdo tripartito entre trabajadores, empresarios y el Estado para

controlar precios y salarios y mejorar la participación de los asalariados en la

distribución del producto bruto interno. Por último, en octubre, participaron

conjuntamente con el Ejército Argentino en el plan de recuperación de

las zonas afectadas por las inundaciones acaecidas en varios distritos

bonarenses conocido como “Operativo Dorrego”, que fue lanzado por el

gobernador.

Sin embargo, pese a este protagonismo inicial, las tensiones internas en

el movimiento peronista, que iban in crescendo desde el acto de retorno

definitivo de Perón al país en Ezeiza, el 20 de junio de 1973, terminaron

provocando el declive de la TR. En esa oportunidad, Perón se despojó de las

ambigüedades discursivas que caracterizaron el período previo y comenzó

a respaldarse en los sectores sindicales a los que calificó como la “columna

vertebral del movimiento”.

A mODO DE CIERRE

El paulatino desplazamiento institucional de los jóvenes vinculados a la TR

en la provincia de Buenos Aires comenzó en agosto de 1973 cuando varios

funcionarios cercanos a la misma fueron reemplazados ante las denuncias

recurrentes de “infiltración” por parte de Calabró, quien no dudó en hacer

públicas sus diferencias con el Gobernador.

En octubre del mismo año, poco después del asesinato de José I. Rucci,

secretario general de la Confederación General de Trabajadores (CGT) por

parte de Montoneros, Perón impulsó una reunión con los gobernadores

PARA sEguIR

LEyENDO

Calveiro, Pilar,

Política y/ o

violencia. Una

aproximación a

la guerrilla de los

’70. Buenos Aires,

Norma, 2005.

De Riz, Liliana.

La política en

suspenso. Buenos

Aires, Paidós, 2000.

Pucciarelli, Alfredo

(edit.). La primacía

de la política.

Lanusse, Perón y

la Nueva Izquierda

en tiempos del

GAN. Buenos Aires,

Eudeba, 1999.

Page 68: Forjando

FORJANDO 68

para impartir un conjunto de directivas para la lucha contra la “infiltración

marxista” en las provincias. Estos lineamientos fueron reunidos por el

Consejo Superior Peronista en el “Documento Reservado”.

En el ámbito bonaerense, los cuestionamientos del líder se agravaron como

consecuencia del ataque al regimiento militar de Azul protagonizado por

el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el 19 de enero de 1974. En esa

oportunidad, Perón sostuvo que “No es por casualidad que estas acciones

se produzcan en determinadas jurisdicciones (…) Ha pasado la hora de

gritar Perón, ha llegado la hora de defenderlo” (El Día, La Plata, 21/1/74,

pp. 1), en clara alusión al primer mandatario provincial, quien presentó su

renuncia para evitar ser sometido a juicio político.

Producido el alejamiento de Bidegain, el ejecutivo quedó a cargo de Calabró.

La sucesión, constitucional por cierto, puso de manifiesto el giro político del

Partido Justicialista en la provincia, como correlato de lo que sucedía en el

orden nacional.

Page 69: Forjando

FORJANDO69

Anzorena, Oscar. Tiempo de violencia y utopía. Del golpe de Onganía (1966)

al golpe de Videla (1976). Eds. del pensamiento nacional, Buenos Aires, 1998.

Baschetti, Roberto. “Cronología comentada de un patriota: Oscar Raúl

Bidegain”, Buenos Aires, 2004.

En: www.eldescamisado.org.

----------------------. De la guerrilla peronista al gobierno popular. 1970-

1973. Ed. de la Campana, Buenos Aires, 1995.

Bonasso, Miguel. El presidente que no fue. Los archivos ocultos del

peronismo. Planeta, Buenos Aires, 2002.

Fernández Pardo, Carlos y Frenkel, Leopoldo. La unidad nacional entre el

conflicto y la reconstrucción (1971- 1974). Ediciones del Copista, Córdoba,

2004.

Pozzoni, Mariana. “La Tendencia Revolucionaria del peronismo en la

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Revista Universitaria Semestral, año XIX, Nº 36, Santa Fe, Argentina, Primer

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Pucciarelli, Alfredo (edit), La primacía de la política. Lanusse, Perón y la

Nueva Izquierda en tiempos del GAN. Eudeba, Buenos Aires, 1999.

Bibliografía

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FORJANDODOSSIER

70

EL RADICALIsmO BONAERENsE EN LA RECONsTRuCCIóN DEmOCRáTICA:

por Marcela Ferrari

Historiadora. Profesora del Área Argentina, Departamento de Historia, de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Investigadora de CONICET, especializada en historia política argentina del siglo XX. Directora de PolHis, Boletín bibliográfico electrónico del Programa Buenos Aires de Historia Política. Ha publicado Los políticos en la República radical. Prácticas política y construcción de poder (2008), Resultados electorales y sistemas políticos en la provincia de Buenos Aires (2010), como también compilaciones, artículos en revistas académicas y capítulos de libros.

REsumEN

En 1983 la Unión Cívica Radical triunfó en las elecciones y obtuvo el gobier-

no de la provincia de Buenos Aires. Cuatro años después fue desplazada

de esa posición. Los motivos del cambio son complejos y exceden a la crí-

tica situación política y socio-económica nacional. En este artículo se colo-

ca el énfasis de la explicación en la interna partidaria provincial, atravesada

por constantes fraccionamientos y acuerdos preelectorales que sumieron

al partido en comportamientos autorreferenciales, a costa de enajenarle la

voluntad de las mayorías.

DE LA ILUSIÓN AL DESENCANTO DE LAS MAYORíAS1983-1987

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FORJANDODOSSIER

71

Con el retorno de la democracia, la Provincia de Buenos Aires fue testigo

del ascenso del radicalismo al gobierno. La fórmula Alejandro Armendáriz-

Elva Roulet se impuso sobre sus rivales peronistas, por primera vez, en elec-

ciones libres de toda proscripción. Cuatro años más tarde la Unión Cívica

Radical (UCR) era desplazada del ejecutivo provincial para ya no volver a

ejercerlo hasta la actualidad.

La reversión de la tendencia electoral es inescindible de la suerte del gobier-

no nacional jaqueado por las altas tasas de interés internacionales, los bajos

precios de las exportaciones y la imposibilidad de controlar la inflación. Un

gobierno hostigado, además, por las reivindicaciones sindicales traducidas

en un plan de huelgas generales y por las presiones militares que derivaron

en la sanción de la Ley de Punto Final, el levantamiento de Semana Santa de

1987 y la Ley de Obediencia Debida. Las respuestas ofrecidas al movimien-

to obrero, la manera de resolver la crisis castrense -que no conformó a los

militares, a la derecha, ni a los sectores identificados con la defensa de los

Derechos Humanos- se sumaron a las dificultades económicas y restaron

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FORJANDO 72

votos al oficialismo, que en 1987 sólo logró conservar dos gobernaciones.

El gobierno radical bonaerense sumó a ello sus propias dificultades. Si bien

reivindicó el respeto a la moralidad en la función pública, la normalización

administrativa y la jerarquización de los municipios, poco pudo hacer para

reactivar la producción, ofrecer soluciones suficientes al déficit habitacional

y contribuir a resolver el crónico problema de las inundaciones en el interior

de la provincia. En especial, fue criticado por la cesión de puntos de copar-

ticipación federal.

Ciertamente, la situación general arrastró hacia un consenso de desilusión

con el radicalismo. Ahora bien, hubo otros factores inherentes a la organi-

zación partidaria de la UCR, y en particular de la UCR bonaerense (UCRB),

que contribuyeron a esos resultados. Mientras el peronismo asumió la de-

rrota y protagonizó un proceso de recambio de dirigentes que derivó en el

desplazamiento de los sectores más afines al sindicalismo de derecha (“los

mariscales de la derrota” de 1983) por los autodenominados renovadores

que llevaron a Antonio Cafiero a la candidatura de gobierno, el radicalismo

mantuvo en las primeras líneas a los mismos dirigentes que en 1983 y se su-

mergió en un proceso de enfrentamientos internos y acuerdos coyunturales

que, sumados a la situación general atravesada por el país y la provincia, le

enajenó la voluntad de las mayorías.

CAmINO AL PODER

El sector del radicalismo bonaerense que hegemonizó el poder en 1983 pro-

venía de dos vertientes formadas a fines de los sesenta y comienzos de los

setenta. Una de ellas era la de los jóvenes que después del golpe de 1966 ra-

dicalizaron su discurso a la vez que sostenían la defensa de las instituciones

republicanas. Desde adentro del partido, estos acusaron de “quedantista” al

oficialismo liderado por Ricardo Balbín y organizaron dos agrupaciones: la

Unión Nacional Reformista Franja Morada (1967), brazo universitario de la

juventud radical, y la Comisión Coordinadora Nacional de Jóvenes Radicales

(1968), más conocida como Junta Coordinadora Radical (JCN). Los coor-

dinadores, que se autodefinían como la izquierda del radicalismo, coparon

la Franja Morada y en 1971 promulgaron su documento emblemático, “La

contradicción fundamental”. En él realizaban un diagnóstico de la situación

nacional en términos dicotómicos (democracia/dictadura, justicia social/

mayorías privilegiadas, liberación/dependencia, pueblo/antipueblo), que

compartía un clima de época proclive a los movimientos nacionales y po-

pulares, aun cuando optaban por la democracia de partidos y rechazaban

la violencia política.

La otra vertiente era el Movimiento de Renovación y Cambio (MRyC), for-

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FORJANDO73

mado en 1972 bajo la conducción de Raúl Alfonsín, dirigente bonaerense

nacido en Chascomús. El MRyC fue gestado por la llamada generación in-

termedia, también perturbada por la percepción de inmovilidad del partido

ante la dictadura. Tras conocer la participación del radical balbinista Artu-

ro Mor Roig en el gabinete del gobierno militar, se aproximaron a Franja

Morada y la Junta Coordinadora Nacional, pronunciándose a favor de la

democracia representativa, de la estabilidad institucional y de una política

económica que permitiera una mejor distribución del ingreso, a la vez que

se comprometían con la causa de la liberación. Al levantarse la veda política

en 1972, los renovadores se presentaron a elecciones internas en la provincia

de Buenos Aires. Entre ellos se encontraba un militante oriundo de Saladillo,

Alejandro Armendáriz. Fueron derrotados, pero lograron la minoría y Alfon-

sín asumió como delegado en el Comité Nacional. El MRyC se constituyó

formalmente en 1972 y compitió por la candidatura a presidente y vicepre-

sidente de la Nación. Si bien la fórmula Raúl Alfonsín-Conrado Storani fue

derrotada por la de los oficialistas de partido, Ricardo Balbín-Eduardo Ga-

mond, se logró dar estructura nacional al MRyC.

Durante el tercer gobierno peronista fueron minoritarios dentro de la mi-

noría radical. Pasada la dictadura, la posición del MRyC había cambiado.

Balbín y otros dirigentes tradicionales habían muerto y si bien la conducción

partidaria permanecía en manos de ese sector, el recambio biológico facilitó

el ascenso de la “generación intermedia” alfonsinista. No era sólo eso. Tras la

derrota en la guerra de Malvinas, iniciada la apertura democrática, Alfonsín

aparecía como el rostro visible que el partido necesitaba. Contaba con un

enorme prestigio: participaba en la Asamblea Permanente de Derechos Hu-

manos desde 1975, fue uno de los pocos dirigentes que no apoyó la guerra

con su presencia en el archipiélago y comprendía, como pocos, el ánimo

propicio a la defensa de la paz democrática que reclamaba la ciudadanía

después de la más cruenta dictadura militar de la Argentina. Además, te-

nía una larga trayectoria partidaria y varias veces había sido presidente del

Comité provincial. Con él, el MRyC triunfó en las internas nacionales y su

prestigio se derramó sobre los renovadores radicales que pretendían llegar

al gobierno de la mano de Alfonsín -según rezaba el cántico de campaña-.

En vísperas de la recuperación democrática, la Provincia de Buenos Aires

era epicentro del MRyC por ser el distrito de origen de su referente. Sus

principales integrantes eran los “históricos” que en 1972 se habían escindido

del tronco balbinista –Alejandro Armendáriz, Edison Otero-, a los que des-

pués se sumaron Leopoldo Moreau y Juan Manuel Casella. Posteriormente

adhirió a ellos la Línea Popular, liderada por Horacio Domingorena, con pre-

sencia en el oeste y el norte del Gran Buenos Aires. Militaban en él también

los ex coordinadores que por razones de edad en 1981 dejaron la Juventud

partidaria y se incorporaron a las filas del partido. En sentido institucional

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FORJANDO 74

estricto, la JCN dejó de existir en 1984 al formarse el Comité Nacional de la

Juventud de la UCR. Pero los fundadores y su entorno político, que provenía

en gran medida de la Franja Morada, conservaron esa identidad. Su referen-

te en la provincia era Federico Storani, de origen cordobés, de probada mi-

litancia y conducción en los círculos universitarios desde los primeros años

70 en La Plata, donde cursó su carrera de Derecho.

A la derecha del MRyC se encontraba Línea Nacional. Conducida por César

García Puente -ex candidato a gobernador, presidente del comité provin-

cial y delegado al Comité Nacional en 1973-, recogía las banderas del bal-

binismo, reclamaba una actitud independiente del partido y rechazaba las

coaliciones, aun la Multipartidaria de 1981. De Línea Nacional se desprendió

el Balbinismo Auténtico cuyos referentes eran Juan Carlos Pugliese, pre-

sidente del Comité Provincial en 1982, y Antonio Tróccoli, quien asumiría

como ministro del Interior en 1983. También a la derecha se encontraba el

Movimiento Nacional de Desarrollo (MONADE), escisión del MID encabeza-

da por Alfredo Allende y Melchor Posse, Intendente de San Isidro por ese

partido en 1958.

Un acuerdo entre los históricos del MRyC y el Balbinismo Auténtico contra-

rrestó el impulso de los coordinadores. Las internas se realizaron en etapas.

En la primera, destinada a normalizar cargos partidarios, aquella coalición

se impuso en 119 de los 125 partidos de la provincia y designó los cuatro de-

legados al Comité Nacional. Línea Nacional no alcanzó el 25% indispensable

para presentar precandidatos a la gobernación ni al parlamento, pero sí a

la legislatura y a cargos municipales. Esa instancia fue seguida por la reu-

nión de la convención provincial que aprobó la plataforma electoral; allí se

incluían cuestiones caras a la tradición radical, como cambios en las formas

de propiedad y tenencia de la tierra y disposiciones favorables a las auto-

nomías municipales. El alfonsinismo impuso los candidatos a gobernador

y vice, Alejandro Armendáriz-Elva Roulet, y los senadores nacionales. La

lista de candidatos a diputados nacionales fue confeccionada tras arduas

negociaciones. El balbinista auténtico J. C. Pugliese obtuvo el primer lu-

gar y su línea también obtuvo el sexto, mientras los renovadores reservaron

del segundo al quinto lugar para Juan Manuel Casella (Avellaneda), Balbino

Zubiri (Azul), Osvaldo Bissiotti (Lobería) y Federico Storani (La Plata) res-

pectivamente. Las candidaturas de legisladores provinciales y autoridades

comunales se dirimieron a fines de agosto de 1983.

En vistas de las elecciones generales del 30 de octubre, la UCR bonaerense

se lanzó a la campaña electoral opacada por la gravitación del candidato

presidencial, Raúl Alfonsín. Los esfuerzos organizativos y de movilización

recayeron sobre la JCN. La rápida reorganización del radicalismo y el humor

colectivo favorable a las propuestas del partido facilitaron el triunfo radical

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en la provincia, con el 51,98% de los sufragios, frente a un peronismo que

remontó su reorganización con más dificultades y que postuló como can-

didato a gobernador a Herminio Iglesias cuyo perfil fue rechazado por la

mayoría de un electorado que lo identificaba con el matonismo sindical, con

los años de gobierno de Victorio Calabró, el desgobierno y la violencia polí-

tica experimentados durante el tercer gobierno peronista y con algunos re-

ferentes de la dictadura. Armendáriz, el gobernador electo, un dirigente de

muy bajo perfil, atribuyó su triunfo a la intensa campaña electoral realizada,

las visitas a las villas de emergencia o a las fábricas y al “caminar” distintas

ciudades. Pero sin duda, como afirmó un militante radical entrevistado, “la

boleta de Alfonsín hizo ganar a personas que jamás hubieran pensado que

podrían ganar una elección”.

LA uCR, PARTIDO DE gOBIERNO

En paralelo a la euforia derivada del triunfo, el radicalismo atravesó nume-

rosas tensiones. Algunas provenían de la imposibilidad de que Armendáriz

consolidara su liderazgo en el distrito donde Alfonsín era la figura indiscu-

tida. Si bien el gobernador era un buen referente, algunos militantes consi-

deraban que era opacado aun por Roulet, quien tenía mejor y más cercana

relación con la juventud partidaria.

Otras derivaron de las divisiones internas en que se sumió el partido. Los

coordinadores bonaerenses consolidaron un perfil “programático” a la iz-

quierda de sus pares “pragmáticos”, alfonsinistas, de Capital Federal. Su au-

torrepresentación como el componente más dinámico del partido, reasegu-

ro de los principios de libertad, ética y solidaridad, agudizó las tensiones con

los “históricos” del MRyC, que a comienzos de 1985 señalaban la necesidad

de que las minorías de raíz universitaria entendieran que “la UCR es un par-

tido del pueblo y que por lo tanto no puede ser manejado por jóvenes que

desconozcan el sentir y las angustias diarias del trabajador” porque en ello

se jugaban el destino del partido y del país. Fuera del MRyC, el Balbinismo

Auténtico conducido por Pugliese se convirtió en Movimiento Integrador

Nacional (MIN), mientras la Línea Nacional y el MAY conservaron su presen-

cia minoritaria.

Ante las elecciones legislativas de 1985 las tensiones fueron superadas por

un acuerdo que derivó en la formación de listas únicas para cubrir cargos

partidarios en el Comité Provincial y designar candidatos a diputados nacio-

nales. La UCR triunfó en buena medida gracias al éxito del Plan Austral para

controlar la inflación y, en otro orden, al resultado de los juicios a las Juntas

Militares de ese año.

Pasadas las elecciones legislativas retornaron los conflictos. Los históricos

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denunciaban el desviacionismo de los coordinadores, mientras Storani po-

nía en evidencia el divorcio del partido de la voluntad popular y mostraba

la falta de movilización y de debate con los militantes. Esas ideas fueron

plasmadas en un documento elaborado en un encuentro realizado en City

Bell. La respuesta de los históricos fue la Declaración de San Miguel, en la

que este sector realizó una relectura del controvertido discurso de Parque

Norte de diciembre de 19851, según la cual interpretaban que Alfonsín, en

calidad de máxima autoridad partidaria, había manifestado su voluntad de

constituir un tercer movimiento histórico. Así, para legitimarse, convocaron

a todos los sectores del radicalismo a reunirse “con humildad y sin soberbia

ideológica” para instrumentar la propuesta movimientista expresada por el

presidente, sin “divisionismos” ni “cosas extrañas” porque “el MRyC es nuestro”.

1986 era decisivo para definir las candidaturas de quienes competirían al año

siguiente. En esa coyuntura la escisión interna del sector hegemónico partida-

rio resultaba preocupante. El MIN y Línea Nacional propusieron volver a uni-

ficar el balbinismo para contrabalancear el enfrentamiento interno del MRyC.

Formaron el MIN-Línea Nacional, aunque el sector que respondía a García

Puente postergó su decisión con el argumento de consultar a las bases.

El conflicto del MRyC se resolvió por acuerdo interno del “triunvirato de la

verdad”: Juan Manuel Casella, Leopoldo Moreau y Federico Storani, renova-

dores de distinto perfil y adscripción. El primero provenía de Avellaneda, 3ª

sección electoral, quien por entonces ya había sido diputado nacional y Minis-

tro de Trabajo y nucleaba a su alrededor algunos equipos de técnicos e inte-

lectuales. Moreau, fundador de la Coordinadora que tempranamente adhirió

al MRyC, se caracterizaba por operar entre las bases del partido, mientras

Storani, líder coordinador, reclutaba más adhesiones entre los sectores uni-

versitarios. En sus declaraciones estos dirigentes aludieron a la necesidad de

marchar unidos para ganar la provincia y consolidar la democracia.

Como resultado, renovadores, coordinadores, partidarios del MIN y de Línea

Nacional confluyeron en un nuevo acuerdo acerca de las candidaturas a

gobernador y vice, el senador y las listas de diputados nacionales a renovar

y, en el orden partidario, la titularidad del Comité Provincial y las listas de

convencionales y de delegados al Comité Nacional. La fórmula de gobierno

recayó en el renovador Juan Manuel Casella, presidente del Comité Provin-

cial, secundado por el coordinador Osvaldo Pozzio. La lista de diputados

nacionales quedó encabezada por J. C. Pugliese (MIN-Línea Nacional), F.

Storani (JCB) y José Gabriel Dumon (histórico). Dos renovadores, Edison

Otero y Leopoldo Moreau, fueron electos candidato a senador nacional y

candidato a presidente del Comité Provincial, respectivamente. Era eviden-

te la primacía del MRyC sobre el resto. Las elecciones internas del 30 de

noviembre, en las que participó alrededor del 40% de los afiliados, confir-

1. Según otras lecturas, Alfonsín criticó en esa oportunidad la tendencia hegemónica que suponían los movimientos históricos. Cf. G. Aboy Carlés, “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en M. Novaro y V. Palermo (comps.), La historia reciente. Argentina en democracia. Buenos Aires, Edhasa, 2004.

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FORJANDO77

Novaro, Marcos. Historia de

la Argentina. 1955-2010.

Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores,

2010.

Ollier, María Matilde. Atrapada sin salida.

Buenos Aires en la política nacional

(1916 - 2007). Buenos Aires,

UNSAM Edita, 2010.

Persello, Ana Virginia. Historia del radicalismo.

Buenos Aires, Edhasa, 2007.

PARA sEguIR

LEyENDO

maron los acuerdos alcanzados. Sirvieron para legitimar la lista concertada

por las cúpulas y permitieron dirimir la composición de las candidaturas a

legisladores provinciales, intendentes, concejales y consejeros. Los coordi-

nadores prevalecieron en las secciones 4ª y 8ª y los históricos en el resto.

Es decir, mientras el gobierno provincial sufría la imposibilidad de respon-

der a una serie de dificultades -ya mencionada- generadas en buena me-

dida por el escaso éxito del gobierno nacional para controlar las variables

macroeconómicas y las presiones corporativas, la UCR provincial se frag-

mentaba para competir por la primacía interna y se unía por acuerdo ante

las coyunturas electorales, sin nunca producir un verdadero recambio de

dirigentes. Privilegiaba el mantenimiento del equilibrio entre fracciones, por

frágil que fuera, a riesgo de enajenarse la voluntad del electorado que no

veía que los mismos dirigentes pudieran ofrecer una solución a los proble-

mas que los afectaban.

EPíLOgO

El “internismo exagerado” al que aludían los medios de prensa fue uno de

los motivos que llevaron a la derrota de la UCRB en 1987. Su performance

electoral descendió del 51, 98% de los votos en 1983 a 39,66%. El peronis-

mo, considerado como la alternativa a un gobierno que atravesaba serias

dificultades, había hecho grandes esfuerzos para presentarse como una

opción válida. Además de cambiar sus dirigentes volvió a su tradición fren-

tista y como punta de lanza del Frente Justicialista Renovador triunfó con

el 46,48% de los sufragios.

La experiencia no fue suficiente para que el radicalismo rompiera prácticas

de largo plazo. Las candidaturas siguieron distribuyéndose de acuerdo a la

gravitación de cada línea interna. En 1989 de los 21 candidatos a diputados

nacionales por el radicalismo bonaerense, 8 respondían a Moreau, 7 a Stora-

ni, 4 a Casella y 2 a Juan Carlos Pugliese.

La derrota en las elecciones nacionales de ese año introdujo un nuevo reali-

neamiento: alfonsinistas y antialfonsinistas. Pero los protagonistas no cam-

biaban. En la provincia el referente alfonsinista era Moreau, presidente del

Comité Provincial en 1990, acompañado por el MIN de J. C. Pugliese. Los

antialfonsinistas se dividían en conservadores y progresistas. Los conser-

vadores, cuyo referente nacional era el cordobés Eduardo Angeloz, se nu-

cleaban en torno a Troccoli, primer ministro del interior en 1983, y a Melchor

Posse, Intendente de San Isidro que encabezaba por entonces la Corriente

de Recuperación Radical. Entre los progresistas, F. Storani se alejó de la JC y

organizó en marzo de 1990 la Corriente de Opinión Nacional, de orientación

social-demócrata, a la que tiempo después sumó a Casella. El mayor peso

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FORJANDO 78

relativo de los alfonsinistas llevó a enfrentar la nueva convocatoria electo-

ral presentando como candidato a gobernador a Juan Carlos Pugliese. El

electorado provincial lo recordaba como uno de los ministros de Economía

de Alfonsín que no pudieron controlar la hiperinflación. En la compulsa se

enfrentaría a Eduardo Duhalde, el vicepresidente del gobierno que había

logrado hacerlo. La victoria del candidato peronista era predecible.

Al comenzar los años noventa, este partido centenario en la Provincia de

Buenos Aires no lograba superar su autorreferencialidad.

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FORJANDO79

Bibliografía

Aboy Carlés, Gerardo. “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en M.

Novaro y V. Palermo (comps.), La historia reciente. Argentina en democra-

cia. Buenos Aires, Edhasa, 2004.

Novaro, Marcos. Historia de la Argentina. 1955-2010. Buenos Aires, Siglo

Veintiuno Editores, 2010.

Pozzoni, Mariana. “Los coordinadores bonaerenses: una mirada desde la re-

vista Generación ‘83”, en M. Fabris y R. Tortorella (coords.), Democracia en

reconstrucción. Mosaico histórico de los años ochenta. Mar del Plata, EU-

DEM, 2011.

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FORJANDODOSSIER

80

DE ALIANzAs y CIRCuNsTANCIAs

por Nidia Burstein

Nidia Burstein es Licenciada en Sociología (UBA,1972) y Doctora en Historia (UNS, 2005).Investigadora y docente de la Universidad Nacional del Sur en la que es Coordi-nadora de la Maestría en Sociología. Sus áreas de interés se centran en historia política reciente y en sociología política. Entre otras publicaciones se encuentran: Autonomía Municipal y Cultura Política en la Provincia de Buenos Aires (EDIUNS 2006), Cultura Política y Crisis en la Provincia de Buenos Aires.1999-2001, en coautoría con Fernando Romero (EDIUNS,2008) y Pobreza y Planes Sociales en Bahía Blanca, en coautoría con Stella Maris Pérez (EDIUNS, 2004).

LA POLíTICA BAHIENSE ENTRE 2003 Y 2007

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FORJANDODOSSIER

81

REsumEN

El objetivo de este trabajo es reseñar las circunstancias políticas particulares

que enfrentó el intendente de Bahía Blanca elegido en 2003 en el marco

de dos crisis: la crisis económica y la de representación política. En este

contexto, se destaca el papel crucial que jugaron las contradicciones

y enfrentamientos entre los referentes de un mismo espacio político,

contradicciones y enfrentamientos que explican los sucesos que hemos de

describir.

INTRODuCCIóN

Las primeras elecciones libres al término de la última dictadura consagraron

en 1983 al abogado Juan Carlos Cabirón como nuevo Intendente de Bahía

Blanca con el 54.36% de los votos. Por aquellos años, la ciudad exhibía un

desarrollo mediano que no provocaba una excesiva complejidad: el puerto

generaba una actividad interesante, el Polo Petroquímico se encontraba

en sus inicios y en general puede decirse que los problemas urbanos

podían resolverse. Asimismo, es correcto interpretar el apoyo decidido de

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FORJANDO 82

la ciudadanía bahiense al candidato de la UCR como parte del apoyo que

concitó el Dr. Alfonsín, quien expresaba entonces los anhelos argentinos por

justicia, libertad, paz y estado de derecho.

El intendente Cabirón se propuso dotar al Hospital Municipal de mayor

complejidad y capacidad de atención, extendió el tendido de agua y cloacas

a los barrios que no poseían esos servicios, estableció un nuevo espacio

para el tratamiento de la basura y luchó contra vectores que provocaban

serios trastornos. Estas iniciativas concitaron la aprobación popular y el Dr.

Cabirón fue reelegido en el año 1987. En esta ocasión lo votó casi un 46%

de los bahienses.

En las elecciones de 1991 el agrimensor Jaime Linares, quien fuera secretario

de Obras Públicas en la gestión anterior, accedió a la intendencia con el

44.79% de los votos. La ciudad entonces ya mostraba un crecimiento

económico, demográfico y urbano que la dotaba de una complejidad

creciente. El intendente Linares continuó y acrecentó las mejoras y apoyó

el mayor desarrollo del Polo Petroquímico y del puerto de Bahía Blanca. En

las elecciones de 1995 obtuvo su segundo mandato con el 59.15 % de los

votos. Las iniciativas en materia urbana, tales como la creación del Paseo

de las Esculturas y la apertura de calles y avenidas fueron valoradas por la

población. Esto le valió acceder por tercera vez a la intendencia en el año

1999 con un 62.26% de adhesión. En este último caso, Linares ya era parte

de la Alianza que gobernó el país hasta 2001, año en el que renunció el

presidente De La Rúa . La crisis que se abatió sobre el país afectó a la ciudad

de Bahía Blanca en forma muy pronunciada. Sin embargo, el intendente

Linares completó su mandato.

Los problemas económicos generales y el alto desempleo en la ciudad

trajeron la necesidad de cambio. Es así que en el turno electoral de 2003,

el candidato del Partido Justicialista, un médico reconocido, Dr. Rodolfo

Lopes, ganó las elecciones con el 43.15% de los sufragios. Linares quedó

segundo con un 31.65% de votos. Otra etapa y otra historia se iniciaban en

la ciudad.

uN CANDIDATO y vARIOs ENFRENTAmIENTOs

Una muestra muy elocuente de la crisis de representación que recorría a

todos los partidos políticos en estos años es que en las listas de candidatos a

concejales y diputados provinciales aparecían nombres nuevos, no ligados a

pertenencias políticas pero sí reconocidos socialmente por sus desempeños

en la vida de la ciudad. Tanto en la UCR como en el PJ, se incluyeron para las

elecciones internas del 14 de setiembre del año 2003 candidatos de las más

variadas extracciones. Fruto de las divisiones internas que sobrevinieron

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FORJANDO83

con el intento de apartarse del “menemismo”, el PJ bahiense se presentó

a la contienda interna dividido. La denominación de la lista menemista fue

impugnada y debió actuar la justicia electoral.

En las elecciones internas justicialistas triunfó claramente el candidato

de consenso. En efecto, después de largas negociaciones, sectores antes

enfrentados acordaron que el mejor candidato era sin dudas el Dr. Rodolfo

Lopes, médico con clara visión social y que se encontraba al frente de la

Delegación de la Zona Sanitaria provincial. Quien ejercía la jefatura del

justicialismo local, Dámaso Larraburu, había resistido la figura de Lopes en

ocasión de las elecciones de 1999 y avaló entonces a un joven abogado,

el Dr. Marcelo Feliú, quien sólo obtuvo el 23% de los votos. En 2003, las

condiciones habían cambiado. No sólo Larraburu entendía que el momento

era propicio en todo sentido para ganarle la intendencia al radicalismo, sino

que aceptaba que Lopes contaba con conocimiento y carisma para atraer

nuevos votantes.

En política está visto que las alianzas son débiles en tanto los eslabones que

las componen no siempre consiguen engarzar fuertemente entre sí. Esto

quiere decir que las diferencias en cuanto a los programas de gobierno y

su ejecución más las disidencias entre las variadas personalidades que las

conforman, tienden a fragilizar los acuerdos. El Dr Lopes, una vez elegido

intendente debió enfrentar algunas maniobras internas a su partido y él

mismo enfrentó rápidamente a diversos sectores políticos y religiosos todo

lo cual produjo una situación de convulsión en una ciudad que gustaba

definirse como “tranquila” y no acostumbrada a tales conmociones.

Una de las primeras señales de la conflictiva situación política de la ciudad

se advirtió en los primeros meses del año 2005 en relación a la rendición de

cuentas del año 2004. Ya en junio, los concejales, tanto del bloque radical

como los ediles del PJ, anunciaban que no estarían dispuestos a avalar los

datos del ejercicio del primer año de mandato del nuevo intendente por

lo que llamaron “severas inconsistencias”. Desde la UCR se le cuestionaba

un “desapego de la institucionalidad” y la reiteración de situaciones reñidas

con las normas básicas de administración. En el Concejo Deliberante se

discutía la contratación de maquinarias para mantenimiento y conservación

de calles, los montos pagados por trabajos de bacheo, la adquisición de

productos para los planes sociales y otros gastos que no habían obtenido

autorización de ese cuerpo.

En el bloque Justicialista se vivía un estado de inquietud. Una parte importante

de sus miembros se mostraban dispuestos a no aprobar la rendición de

cuentas. Sólo dos aliados, pertenecientes al Polo Social, acompañaban al

intendente Lopes y aseguraban que votarían positivamente la rendición

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FORJANDO 84

del año 2004. Marcelo Feliú, quien había sido titular de la bancada del PJ,

desplegó enormes esfuerzos para conseguir la aprobación por parte de los

ediles justicialistas. Estos últimos habían solicitado al secretario de Hacienda

la remisión de una cantidad de expedientes a fin de analizar con detenimiento

el origen y destino de los gastos. Algunos de ellos manifestaron que después

de analizar los números sus dudas “tomaron mayor cuerpo aún”.

Entretanto, el día 13 de junio el Intendente Lopes, quien se encontraba en

Capital Federal, declaró que durante el fin de semana personas ajenas

al bloque peronista, entre quienes se contaba al ex diputado Dámaso

Larraburu, se habían reunido con los concejales renuentes a aprobar la

rendición, a fin de acordar el rechazo. Es importante recordar que el plazo

legal para la presentación y análisis de la rendición de cuentas vencía el día

15 de junio.

Es así, que ese día en el Concejo Deliberante se vivían horas decisivas. Desde

la UCR se consideraba improbable la aceptación de la rendición contable.

La decisión era hacer intervenir al Tribunal de Cuentas y en última instancia,

si se habían cometido delitos, dar cuenta a la justicia penal. Finalmente,

la sesión se realizó como estaba previsto y 18 de los 24 ediles rechazaron

la rendición de cuentas, haciendo mención de todas y cada una de las

cuestiones económicas y financieras que mostraban severas falencias. Entre

esos 24 ediles se encontraban los propios integrantes de la bancada del PJ.

Sólo votaron a favor de la rendición contable cuatro peronistas, uno de ellos

Feliú, y los dos concejales por el Polo Social.

¿Tuvo Lopes el poder alguna vez? Al estudiar cómo se dieron estos hechos

y el significado político profundo que refleja el no haber conseguido la

aprobación de la rendición de cuentas, se constata que la alianza tejida con

los otros actores de su partido era frágil y que los intentos del intendente

por construir su propio capital político para enfrentar a sus adversarios

internos no alcanzaron ante semejante panorama de oposiciones.

No terminaron allí los conflictos. Al revés, recién comenzaban. Tan solo

unos pocos días después, del tema de la rendición de cuentas, el 23 de

junio, miles de trabajadores municipales se manifestaron a las puertas de la

Municipalidad, después de congregarse en la sede sindical y haber marchado

hacia el Concejo Deliberante donde finalmente los concejales apoyaron los

reclamos salariales. Fue una marcha sin precedentes en la ciudad. A las

bombas de estruendo le siguieron cánticos agraviantes. El Dr. Lopes no

salió a las puertas del palacio municipal a recibir el petitorio, lo que generó

mayor disgusto en los trabajadores. El intendente llamó a conferencia de

prensa, en la que dejó trascender la duda que le generaba la magnitud del

hecho ocurrido, ya que en 20 años no se había producido ninguna marcha

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FORJANDO85

de protesta. Llamaba la atención -ciertamente- esta conexión de conflictos.

Con el fin de solucionar la situación creada con los trabajadores se conformó

una comisión a fin de analizar los aumentos. Sin embargo, el problema

verdadero era más profundo e inquietante: durante el corto período que

llevaba Lopes al frente de la Comuna, los municipales denunciaron cerca

de un centenar de nombramientos que ocupaban categorías de la planta

permanente, muchos de ellos sin calificaciones para el puesto y en otros

casos siendo nombrados por ser familiares de los ocupantes de los puestos

políticos del Municipio.

Una muestra más de la debilidad del poder del Intendente lo prueba el

hecho de que, desde el mes de octubre de 2005, se le habían intervenido los

teléfonos y grabado sus conversaciones. De esas grabaciones surgió -según

se explicó entonces- la Comisión de delitos en torno a la recaudación de

fondos para la campaña electoral del año 2003. Esas escuchas fueron

profusamente publicadas por diversos medios y afectaron de manera

superlativa la posición del Intendente Lopes. La combinación de las

escuchas y las cuestiones administrativas que se le imputaban crearon un

marco de sospechas cruzadas y de honda incertidumbre en la ciudadanía.

Fruto de este complejo panorama resulta el allanamiento a las oficinas

del ejecutivo municipal y de la Secretaría de Desarrollo Humano el último

día de febrero de 2006. Al día siguiente, los allanamientos continuaron en

empresas ubicadas en el Polo Petroquímico, en una editorial, una imprenta,

una sociedad de fomento y en la vivienda de un empleado del Municipio.

Se pretendía rastrear así las conexiones en torno a la recaudación de fondos

para la campaña electoral. Estos allanamientos fueron dispuestos por el

fiscal de delitos complejos, Dr. Gustavo Zorzano.

Unos pocos días posteriores a los allanamientos, el Dr. Lopes manifestaba

su extrañeza por la cantidad de datos que disponía la prensa mientras se

mantenía el secreto del sumario. En una recorrida por un barrio, en el que se

estaba completando el entoscado, los periodistas lo consultaron acerca de

los rumores sobre un “armado” político de la causa. Al respecto, consideró

que se es “dueño de los silencios” y que si la población creía o intuía que

Larrabauru estaba detrás de estos acontecimientos, “sabrá por qué”.

Entre tanto, la Comisión Investigadora creada en el marco del Concejo

Deliberante con el objeto de analizar la causa relativa a las irregularidades

administrativas completó el análisis de las actuaciones y solicitó el día 21

de junio de 2006 que se suspendiera al Dr. Lopes como Intendente de la

Municipalidad de Bahía Blanca. El dictamen de dicha Comisión consta de

más de 100 carillas y fue votado afirmativamente por siete ediles: cuatro

de la UCR y tres pertenecientes al FPV (Frente para la Victoria) contra

tres concejales, igualmente miembros del FPV pero leales al Intendente.

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FORJANDO 86

El presidente del Concejo Deliberante, el Dr. Juan Pedro Tunessi, de la

UCR, declaró que esa Comisión Investigadora “calificó como graves las

imputaciones que formuló contra el Intendente en su predictamen y rebatió

los argumentos esgrimidos por Lopes en su descargo”.

El día 24 de agosto de 2006 el Dr. Rodolfo Lopes fue destituido. De este

modo, se convirtió en el primer Intendente de la ciudad en ser removido de

su cargo por “faltas graves”. Dieciocho concejales contra seis (del FPV) se

pronunciaron a favor de la remoción. Al ser notificado, el Dr. Lopes denunció

“un armado mafioso, armado por los poderes “político, legislativo, judicial y

periodístico”. Asumió entonces la Intendencia el primer concejal de la lista

que había resultado ganadora en las elecciones, el Dr. Christian Breitenstein,

quien ya venía reemplazándo a Lopes desde la suspensión dispuesta en

junio de ese año.

LOs AvATAREs DEL CAmPO POLíTICO.

El sociólogo francés Pierre Bourdieu acuñó el concepto de campo para dar

cuenta del espacio social en el que se producen las prácticas de los agentes.

Según el autor, un campo es el lugar de la competición y el conflicto. En

efecto, un campo funciona cuando los agentes -considerados aquí como

“jugadores”- aceptan jugar el juego. Dicho en otras palabras, en cada campo

-cultural, político, científico, deportivo, etc.- existe algo que despierta el

interés de cada jugador. Por ello, el campo funciona porque quienes lo

integran o aspiran a integrarlo tienen interés en que ese campo continúe

y se desarrolle. En ello también está implicado el propio desarrollo de los

agentes o jugadores. Ahora bien, para jugar el juego, los contendientes

deben poseer “capitales” (entendidos como capacidades) eficientes en cada

campo. En tanto los jugadores interactúan entre sí y disputan los lugares

de jerarquía en cada campo, allí se entablan las disputas. Sin embargo, el

campo produce a su vez cooperación entre los agentes.

El campo político posee algunas particularidades específicas que lo

distinguen de los otros campos mencionados. A partir de las características

propias y la dinámica de ese campo pueden entenderse las circunstancias

que atravesaron las alianzas que tejió el Dr. Rodolfo Lopes en su aspiración

a ser elegido Intendente de Bahía Blanca. Asimismo, puede comprenderse

por qué no poseía todas las “cartas” eficientes para el juego, y detectar

quién efectivamente conservaba cuotas de poder capaces de tronchar su

carrera política.

El campo político, en efecto, es el ámbito en el que intervienen diferentes

agentes con intereses específicos en el juego de las posiciones políticas.

Esto es que, como afirma Bourdieu, esos agentes establecen una lucha

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FORJANDO87

por las representaciones sociales y por el monopolio del principio de visión

y división del mundo social, lo que los habilita al derecho de hablar y de

actuar en nombre de una parte o de la totalidad de la población. A su vez, el

conjunto de los partidos políticos puede ser pensado en términos de campo

e incluso cada partido puede ser concebido en sí mismo como un campo.

La característica más saliente del campo político radica en el capital que

predomina en su interior: el capital político es una especie particular de

capital simbólico fundado en el prestigio y reconocimiento que acumulan

los diferentes agentes. Entre ellos, alguno puede sobresalir por el volumen

de capital acumulado, lo que le acerca la fidelidad y seguimiento de agentes

profanos o profesionales (de la política). Sin embargo, esto mismo es lo

que puede tornar a los políticos profesionales vulnerables a sospechas,

calumnias o escándalos que amenazan de manera profunda la confianza

que se ha depositado en ellos. De aquí se produce que deba trabajar

constantemente para evitar el descrédito.

Ahora bien, también es menester distinguir dos especies principales de

capital político: una de ellas se funda en la notoriedad y popularidad que

otorgan el reconocimiento y la reputación. La otra especie eficiente en el

campo proviene del capital delegado por la autoridad política, investidura

o acto mágico de institución por el cual el partido político consagra

oficialmente al candidato oficial y le transfiere fidelidades acumuladas

históricamente, de manera más o menos limitada y provisoria. Por ello, en

un sistema de partidos, el capital político de un agente depende, en primer

lugar, del peso de su partido y, luego, del peso de cada político en el interior

de aquél.

En el caso que analizamos, se revela que el capital político acumulado por el

Intendente Lopes, a partir de su reconocimiento como médico sanitarista y

consecuente militante del peronismo, era menor al capital de reconocimiento

-instituido por el mismo partido en ese acto mágico de consagración que

hemos referido- que poseía e intercambiaba el presidente del Partido

Justicialista en esos años. Es así que los concejales “propios” se animaron

a votar en su contra retirándole toda su confianza. Aún más, la votación

conjunta de partidos diferentes y generalmente enfrentados en las cuestiones

políticas más sensibles -tales como la rendición de cuentas, presupuestos,

gastos de campaña y publicidad oficial, entre otras- expresaba una situación

completamente inusual. La coincidencia en la votación contra el Intendente

de los concejales radicales y de parte de los concejales justicialistas del FPV

llamaba la atención. En la población, cuando se la consultaba, aparecía en

muchas ocasiones la idea de conspiración. Asimismo, aparecía con fuerza

la idea de desmanejo y desprolijidad en la administración pública por parte

del Intendente Lopes, cuestión que justificaba, para la ciudadanía, la grave

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FORJANDO 88

acusación que se le había formulado. La sospecha de la conspiración se

fundaba en que, durante el gobierno municipal anterior, las diferencias

contables no habían suscitado acusaciones al Intendente de la magnitud

con que se lo acusaba -y acosaba- a Lopes.

El acuerdo interno del justicialismo que llevó a Lopes a la candidatura a

intendente y, más tarde, a ser elegido como Jefe Comunal, no le garantizó la

lealtad de todo su partido. En efecto, en el campo político de Bahía Blanca en

ese tiempo puede constatarse que la jefatura del partido justicialista poseía

una capacidad de maniobra y un poderío que no disponía quien, como en

este caso, accedió a posiciones ejecutivas por la vía de las elecciones. En

otras palabras, la historia de los liderazgos partidarios (y el estilo particular

de ejercerlo) juega un papel fundamental a la hora de explicar quién o

quiénes disponen efectivamente del poder de mando. Max Weber insistía

en que posee el poder quien posee capacidad de dominación, entendiendo

por dominación la posibilidad de que los mandatos sean obedecidos. En

Bahía Blanca, en esos años, dominó sin dudas quien ejercía la presidencia

del partido justicialista y que por ello logró encolumnar a la mayoría de

los concejales de su partido contra el Intendente Lopes. Los concejales

justicialistas que apoyaron al Intendente electo hasta el último momento

son un claro ejemplo de los conflictos internos y las luchas despiadadas

que se producen al interior de un partido por la consecución de los medios

formales y simbólicos de la representación legítima y, por ello, del poder

político derivado.

Entre las particularidades del campo político que nos facultan a explicar

los sucesos que examinamos, se destaca el hecho de ser un universo que

obedece a sus propias leyes, diferentes a las leyes del mundo social ordinario.

Bourdieu recuerda que quien ingresa en el mundo de la política, como

quien ingresa en una religión, debe sufrir una transformación, una suerte de

conversión que es tácitamente impuesta. Aún más, su incumplimiento está

ligado a una sanción: el fracaso o la exclusión. Entonces, en el caso referido,

se entiende que el Intendente electo parece no haber respetado acuerdos o

pactos establecidos respecto de la cuota de poder a la que aspiraba. De allí

que rápidamente su propia coalición, casi en su totalidad, le retiró o retiraría

su apoyo.

La comisión de irregularidades en las cuentas de la Comuna y en la

recaudación para la campaña no es motivo de valoración en este trabajo.

Al respecto, es posible consultar los despachos del Concejo Deliberante de

Bahía Blanca y todas las actuaciones judiciales que han sido consideradas

para este estudio. El relato de los motivos -tales irregularidades- que

llevaron a la destitución del Intendente destitución sólo persigue focalizar

las conductas políticas de los actores que ponen de relieve que al interior

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del campo político la tendencia dominante es la fidelidad hacia quien

concentra los medios de producción propiamente políticos. Esto explica

que integrantes del FPV, que antes le respondían, le hayan retirado todo su

apoyo y que hayan valorado más aliarse en las acusaciones con partidos

políticos rivales. En suma, el campo político bahiense en su conjunto

cooperó en esta situación por demás extraña para la historia política de

la ciudad. En las siguientes elecciones del año 2007, Christian Breitenstein

ganó ampliamente el cargo de intendente, que ya venía desempeñando. En

esta ocasión, el FPV alcanzó el 37.32% de los votos.

Transcurridos varios años desde aquellas acusaciones y la destitución de

su cargo, Lopes continuó accionando en la Justicia. En el mes de marzo de

2010, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires confirmó

la nulidad de las escuchas que habían detonado toda la causa. La Corte

entendía que resultaba viciada una causa fundada sobre un ilícito.

PARA sEguIR

LEyENDO

Bourdieu, Pierre y Wacquant,

Loic, Respuestas, Grijalbo, México,

1995.

Burstein, Nidia, “La cuestión del Poder”, en Introducción a la

Sociología, Stella M. Pérez y Leila Vecslir, compiladoras, EDIUNS, 2010.

Gutiérrez, Alicia B., “Poder y

representaciones: elementos para la construcción del

campo político en la teoría de

Bourdieu”, Revista Complutense de

Educación, Vol.16, Núm.2, 2005.

Pasquino, Gianfranco, La Oposición en

las Democracias Contemporáneas, EUDEBA, Buenos

Aires, 1997.

Weber, Max, Economía y

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Page 90: Forjando

FORJANDO 90

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Bibliografía

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FORJANDO91

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FORJANDO

PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS

92

Santiago Rotman

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires con estudios de maestría en

metodología de la investigación social en la Universidad de Bologna y candidato a

Doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín. Se desempeña

como docente de grado y posgrado en distintas universidades y como investigador en

la UBA y en la UNSaM. Sus temas de interés son la metodología de la ciencia política, la

política subnacional y el estudio de las élites políticas.

Carlos Varetto

Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Doctor en

Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM). Actualmente es

docente e investigador en la Universidad Nacional de General San Martín y la Universidad

Nacional de Córdoba. Por otra parte, se desempeña como Director de Extensión

de la Escuela de Política y Gobierno de UNSaM. Ha publicado artículos en revistas

especializadas y en congresos referentes a la temática de los sistemas partidarios, la

política subnacional y las carreras políticas.

LAs TREs vIDAs DEL sIsTEmA DE PARTIDOs BONAERENsEpor Santiago Rotman y Carlos Varetto

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FORJANDO

PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS

93

REsumEN

Este trabajo describe las características del sistema de partidos de la provin-

cia de Buenos Aires entre 1983 y 2011. El análisis se basa en la identificación

de tres arenas de interacción partidaria relativamente autónomos entre sí:

la disputa por el ejecutivo provincial en un distrito único, la competencia en

ocho secciones electorales por las bancas legislativas en el legislativo pro-

vincial y las contiendas por las 124 intendencias.

Para cada nivel se presentan las reglas institucionales, su impacto y la diná-

mica de la competencia entre partidos. Esto nos permite visualizar un parti-

do predominante en el ejecutivo provincial que convive con una legislatura

con mayorías cambiantes y una distribución de ejecutivos municipales con

tradición bipartidista, aunque con una tendencia en los últimos años a trans-

formarse en escenario de predominio justicialista.

ImPORTANCIA POLíTICA DE LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs

La Provincia de Buenos Aires es uno de los 24 distritos electorales de la

Argentina, y se destaca notablemente del resto si se quiere comprender la

lógica política nacional y la relación entre ésta y las arenas subnacionales.

La relevancia política se explica en primera medida por su peso demográfico

que ha crecido sostenidamente desde la segunda mitad del siglo XX por la

explosión poblacional del cinturón que rodea la Ciudad de Buenos Aires,

más conocido como conurbano bonaerense. En los 141 años que separan el

primer y el último censo nacional, el 40% del crecimiento poblacional total

Page 94: Forjando

FORJANDO 94

de la Argentina se dio en Buenos Aires. En este período, la población del

país se multiplicó por 21 mientras que la correspondiente a esta provincia

lo hizo por 31.

Este creciente peso de la Provincia de Buenos Aires se explica por el boom

demográfico del conurbano que, a principios de siglo XX, representaba

menos del 20% del total provincial pero que, gracias a las migraciones

internas producto de cambios en el modelo de acumulación productiva

del país, en la década de 1950 pasa a superar la población del resto de la

provincia. Desde 1970 se consolida con algo más del 60% del total de la

población provincial, llegando en 2010 a un cuarto de la población de toda

la Argentina.

El peso relativo de este distrito en el total nacional aumenta con la reforma

de la Constitución Nacional de 1994 que incorpora la elección directa del

Presidente de la Nación. La elección mediante Colegio Electoral, instaurada

en la Constitución de 1853, estaba pensada para potenciar la trascendencia

de los distritos más pequeños. Cada provincia contaba con el doble de

electores de sus diputados y senadores y estos últimos, surgen de una

representación territorial igualitaria. A partir de 1994 aumenta la importancia

de los cinco distritos más poblados y de todos ellos, el voto bonaerense es

el que creció más significativamente, haciéndolo en un 14.6%.

Tal es el crecimiento demográfico de la Provincia de Buenos Aires que varios

municipios que la integran contienen por sí mismos más población que

algunas de las provincias argentinas. En los municipios de La Matanza, Gral.

Pueyrredón (cuya cabecera es la ciudad de Mar del Plata) y en la ciudad

de La Plata -capital provincial-, viven más electores que en la mitad de

las provincias. Y en la más populosa de las localidades se concentran más

personas que en Tierra del Fuego, Santa Cruz, La Rioja y La Pampa juntas.

Estos factores poblacionales se potencian con el armado del calendario

electoral. Buenos Aires es una de las siete provincias que, desde 1995

elige Gobernador, intendentes, diputados y senadores provinciales en

elecciones concurrentes con las presidenciales y los cargos legislativos

nacionales. Esta superposición conlleva a variadas conjeturas sobre los

impactos de los resultados de una arena de competencia sobre las otras,

pero especialmente pone el armado de la oferta electoral bonaerense en el

centro de la agenda política nacional. Esta preocupación de los dirigentes

políticos se sustenta en una realidad concluyente: Buenos Aires es el único

de los 24 distritos en el que ganaron todos los presidentes electos desde el

retorno democrático. Dicho de manera más sencilla, ningún candidato se

consagró como presidente sin imponerse en Buenos Aires.

Page 95: Forjando

FORJANDO95

Un buen indicador de su relevancia política es la presencia bonaerense

entre los líderes políticos. De las 12 personas que integraron los binomios

presidenciales electos por el voto popular en la Argentina entre 1983

y 2011, cinco fueron bonaerenses: Raúl Alfonsín como presidente y

Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf, Daniel Scioli y Amado Boudou como

vicepresidentes.1 Estos políticos llegaron al ejecutivo nacional una vez que

ya habían transitado por otros cargos de la política nacional, pero ninguno

lo hizo desde la gobernación, como sí sucedió con tres de los cuatro

presidentes no bonaerenses del período.

En sus trayectorias a posteriori se puede observar la jerarquización del poder

bonaerense, que incluso puede ser superior al nacional. Alfonsín siguió

su carrera en el ámbito nacional representando a la provincia en cargos

electivos y partidarios. De todos modos, lo más significativo se encuentra

entre los vicepresidente peronistas del período; Duhalde, Ruckauf y Scioli

fueron electos gobernadores bonaerenses siendo vicepresidentes y este

pasaje fue visualizado como un crecimiento político para estos actores2.

En cambio, ninguno de los seis políticos de otros distritos que integraron el

binomio presidencial tuvo un retorno similar a la arena provincial.

Otros casos particularmente destacables son los de Néstor Kirchner y

Cristina Fernández de Kirchner, quienes cimentaron sus carreras políticas en

la provincia de Santa Cruz y, a pesar de ello, encabezaron la oferta electoral

bonaerense de su partido en las elecciones legislativas de 2009 y 2005

respectivamente. En el primer caso, luego de ejercer la presidencia y en el

segundo, como plataforma de exposición pública hacia la misma.

LOs EsCENARIOs DE LA COmPETENCIA PARTIDARIA

En nuestra presentación nos proponemos abordar al sistema partidario

bonaerense, a través de los diferentes niveles de la vida competitiva de

partidos y no como un espacio homogéneo. Esta diferenciación hace posible

comprender los límites de las interacciones partidarias de modo correcto,

evitando explicaciones erróneas, donde por ejemplo tratemos de explicar

el sistema de partidos únicamente por lo que ocurre en la competencia

por la gobernación o por la competencia por cargos legislativos. A su

vez, podríamos distinguir entre la vida electoral del sistema partidario y la

vida gubernativa, pero por cuestiones de precisión nos detendremos aquí,

principalmente en la vida electoral del sistema partidario.

En nuestro trabajo abordaremos tres niveles o arenas de interacción

partidaria relativamente autónomos entre sí; la disputa por el ejecutivo

provincial, el legislativo provincial y la competencia por el ejecutivo a nivel

local (intendencias). Se justifica la observación diferenciada de cada una de

1.Eduardo Duhalde tam-

bién ocupó a la Presiden-cia de la Nación, entre el 2 de Enero de 2002 y el

25 de Mayo de 2003 por elección de la Asamblea

legislativa reunida a tal fin, debido a la acefalía por la renuncia de Fernando De la Rúa al Poder Ejecutivo

Nacional.

2.Amado Boudou aún

ocupa el cargo de vice-presidente que asumió en

diciembre de 2011.

Page 96: Forjando

FORJANDO 96

ellas en tanto se sustentan en reglas de juego, territorios y –potencialmente-

actores diferentes.

En primer término, el ejecutivo provincial y los municipales pone en juego

un único cargo en una competencia de distrito único la provincia y el

municipio respectivamente- por simple mayoría de votos. Por su parte,

la representación de la legislatura se construye sobre ocho secciones

electorales que no son coincidentes con ningún nivel de gobierno efectivo

y que incorporan en su interior varias intendencias. A su vez, el Senado y la

Cámara de Diputados poseen asambleas de diferente tamaño y por lo tanto

eligen diferente magnitud de representantes en cada elección.

Finalmente, si bien los actores partidarios pueden jugar simultáneamente en

más de una arena –mediante diferentes formas de coordinación y/ alianzas-

no es una condición necesaria. Por esta razón, los actores en cada uno de

estos niveles pueden variar y los sistemas de alianzas y oposición también.

Así, es posible encontrar una fuerza partidaria que compite con otra a nivel

local pero sin embargo comparten espacios en la lista de legisladores y/o

apoyan al mismo candidato a Gobernador.

Todo esto cobra mayor importancia dada la vastedad y diferenciación

del espacio provincial. Especialmente, vale tener presente la posibilidad

de que sea conveniente diferenciar la arena local entre los territorios del

“conurbano” y la región “interior” de la provincia. Esto cobra relevancia en

tanto la bibliografía especializada ha demostrado la existencia de patrones

diferenciales de comportamiento electoral y de relaciones con el poder

central provincial entre las distintas regiones de la provincia (Escolar 2001).

La descripción de los diferentes niveles nos permite brindar una mejor

información respecto al escenario político bonaerense, que constituye

un primer paso fundamental para reconocer los desafíos y posibilidades

de la competencia electoral y por el gobierno en el juego provincial que

enfrentan los actores políticos. Escenario que modela, ni más ni menos, las

oportunidades y estrategias de formación de coaliciones tanto electorales

como de gobierno.

LA gOBERNACIóN PROvINCIAL

El ejecutivo provincial se elige de manera directa, a simple pluralidad de

sufragios con posibilidad de una reelección consecutiva. Desde el retorno

democrático se celebraron ocho elecciones a gobernador y, salvo la primera,

el peronismo ganó en todas. La consolidación del predominio justicialista

en la categoría gobernador se puede observar desde los guarismos de las

distintas elecciones. Una vez llegado a la casa de gobierno provincial, el

peronismo logró imponerse por márgenes crecientes, exceptuando 1999

Page 97: Forjando

FORJANDO97

donde la tendencia a favor de la Alianza en todo el país, producto del cambio

de gobierno nacional, significó que el margen de victoria se achicara, para

luego retomar su crecimiento.

gRáFICO 1: ELECCIONEs A gOBERNADOR 1983-2011

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Junta Electoral de la Provincia de

Buenos Aires

En el gráfico 1 puede percibirse que el justicialismo tiene un piso de 39.7%

en 1983. Una vez superada esta derrota consigue un promedio del 49% de

los votos y nunca obtiene menos del 43% de los sufragios. La regularidad

de la base electoral justicialista contrasta con las performances de los otros

partidos.

La UCR triunfa en 1983 como consecuencia del impacto de la elección

presidencial en la que se impone Raúl Alfonsín y desde entonces, comienza

un pronunciado descenso de su desempeño electoral que lleva a que en

promedio obtenga un 25% de los sufragios. Las elecciones en las que parece

cambiar la tendencia hay que tomarlas en forma relativa. En 1999, la fórmula

a la que en este trabajo se la categoriza como UCR, correspondió a la

Alianza integrada por este partido junto al FrePaSo, perteneciendo el primer

lugar a Fernández Meijide del FrePaSo y la candidatura a vicegobernador

al radical Melchor Posse. Por tanto, esta recuperación del voto radical debe

relativizarse ya que la parte más importante del binomio propuesto no

perteneció a su partido. Lo mismo sucede en 2007 cuando la UCR concurre

en el frente electoral denominado UDESO y resigna los dos lugares de la

fórmula para la gobernación en manos de sus aliados.

En el gráfico 1 también se puede ver que, salvo en 1995 (cuando el FrePaSo

llega al 24%) el resto de los partidos políticos no alcanzan nunca el 20% de

los sufragios. Si a estos resultados le sumamos el hecho que las fuerzas que

Page 98: Forjando

FORJANDO 98

intentaron terciar entre el PJ y la UCR tuvieron escasa permanencia en el

tiempo3 , es necesario destacar la escasa capacidad del resto del universo

partidario por competir con algún horizonte de triunfo a la gobernación

bonaerense.

Tal cual explicó Torre (2003) para el conjunto de la Argentina, el peronismo

no ha modificado sustancialmente su caudal electoral desde el retorno

democrático. En Buenos Aires, ha podido consolidar una base de más del

40% de los votantes, e incluso ha sabido tener políticas de alianzas para no

resignar la gobernación en momentos en que el ciclo político nacional podía

perjudicarlo.

Para consolidar su lugar de supremacía el peronismo debió garantizar su

base electoral. Con ello, pasó de perder en 1983 a ganar en un escenario

bipartidista en 1987, para luego despegar de sus competidores más

próximos, consolidando su preminencia en elecciones que lo dieron

ganador por cada vez más diferencia. Así, en 1991 le saca más de 23 puntos

porcentuales de ventaja a la segunda fuerza, a la que prácticamente dobló

en votos. Para 1995 la proporción de votos con el FrePaSo (que ingresa en

segundo puesto) es de casi tres veces y la diferencia asciende a 35%. Luego

del paréntesis de 1999, (en la que a pesar del contexto nacional desfavorable

su fórmula para la gobernación obtiene un 48.3%) se retoma la senda de

fragmentación de la oposición y por tanto, la dinámica se vuelve cada vez

menos competitiva. Desde 2003 el PJ saca como mínimo el triple de votos

que sus competidores. En la literatura sobre análisis electoral este tipo de

resultados se clasifican como un sistema predominante, o como situaciones

con una baja competencia interpartidaria.

LA LEgIsLATuRA BONAERENsE

El Poder Legislativo en Buenos Aires se conforma de dos cámaras, una con

noventa y dos (92) diputados y otra con cuarenta y seis (46) senadores.

Ambas tienen la misma base territorial y demográfica, conformando

un bicameralismo congruente y simétrico (Malamud, 2004). Para las

elecciones legislativas, la provincia se divide en ocho secciones electorales

plurinominales. El total de senadores y diputados que le corresponde a cada

sección deriva de la distribución de población de principios del siglo XX,

con algunas pequeñas modificaciones4 posteriores pero que no adecuan

la cantidad de bancas a los cambios demográficos puntualizados en el

apartado anterior. De las ocho secciones, tres nuclean el territorio del Gran

Buenos Aires (la primera el Norte, la tercera el Sur y la octava a la Ciudad de

La Plata) y las otras cinco al extenso espacio restante (la segunda, el Norte

provincial; la cuarta, el Oeste; la quinta, el Este; la sexta, el Sur y la séptima,

el Centro de la Provincia).

4.La Constitución de 1934 y la Ley 4316 del año siguiente determinaron las características de las secciones electorales y asignaron los escaños en función de los datos del Censo de población de 1914. Bajo el primer peronismo se sanciona una nueva ley electoral (nº 5109 de 1946) que no altera en nada lo existente. Más adelante se realizan modificaciones en la cantidad de bancas correspondientes a cada sección con la Ley 6698 de 1960, en la que se toma como parámetro las cifras del Censo de población de 1947, pero no se modifican ni la cantidad ni el alcance territorial de las seccio-nes. (Escolar, Minvielle y Castro, 2004; Malamud, 2004)

3.En 1983 la 3ª fuerza fue el PI, en 1987 la UCD y en 1991 el MODIN. En 1995 el FrePaSo queda segundo por encima de la UCR. En 1999 es 3ª fuerza el PAUFE, que pasa en 2003 a ser segundo (a 30 puntos del PJ) por la notable baja radical. En 2007 detrás del PJ queda la Coalición Cívica y en 2011, sale tercero el Frente Amplio Progresista.

Page 99: Forjando

FORJANDO99

CuADRO 1: DIsTRIBuCIóN y PROPORCIONALIDAD DE LAs BANCAs DE

LA CámARA DE DIPuTADOs BONAERENsE ACTuAL y CORREgIDA AL

PADRóN 2011.

FUENTE: Elaboración propia en base a datos de la Dirección Nacional Electoral; Malamud (2004) y Escolar, Minvielle y Castro (2004)

Como se ve en el cuadro 1 un diputado de la región circundante a la Ciudad

de Buenos Aires representa hasta 7 veces y media más personas que uno

del centro de la Provincia. Este fenómeno que se conoce en ciencia política

como malapportionment, altera el principio de representación proporcional

del cual habla la Constitución provincial y en términos políticos genera

una sobrerepresentación de los partidos con presencia más marcada

en las zonas menos pobladas y un déficit de presencia legislativa de las

organizaciones partidarias con bastiones en el conurbano. Exactamente el

mismo fenómeno se repite en la conformación de la Cámara de Senadores

provincial, donde la cantidad de bancas por sección es la mitad de los

diputados, salvo en aquellas que por tratarse de números impares se altera

un poco este principio5 .

La fórmula utilizada en la elección de cargos legislativos provinciales

también tiene efectos fuertes sobre la distribución de bancas. Desde 1946

rige una alteración de la fórmula de cociente Hare que es la siguiente:

se calcula el cociente electoral dividiendo la cantidad de votos positivos

totales sobre la cantidad de cargos a repartir. Luego, se divide la cantidad

de votos obtenidos por cada lista sobre el cociente electoral, quedando

como resultado la cantidad de bancas que se lleva cada partido en un

primer momento. Hasta aquí el procedimiento es exacto a cualquier otro

uso de la fórmula de cociente Hare. La alteración bonaerense deviene en

los dos momentos posteriores de asignación de bancas. Primero, porque

los partidos que no llegan obtener un número entero de la división de sus

votos por el cociente electoral, no son tenidos en cuenta para el segundo

momento de asignación, en donde se distribuyen una banca más a cada

partido en función del resto mayor de manera decreciente. La segunda

SECCIÓN

PADRÓN ELECTORAL

2011(A)

% DEL PADRÓN

PROVINCIAL (B)

CANTIDAD DE

DIPUTADOS

(C)

% DEL TOTAL DE

LA CÁMARA

(D)

VOTANTES POR CADA DIPUTADO

(A/C)

CANTIDAD DE BANCAS

SI SE ASIGNARAN SEGÚN EL

PADRÓN 2011 (F)

DIFERENCIA

(C-F)

1 3.853.687 34,56 15 16,30 256.912 32 -17

2 537.517 4,82 11 11,96 48.865 4 7

3 3.887.334 34,87 18 19,57 215.963 32 -14

4 474.549 4,26 14 15,22 33.896 4 10

5 1.074.520 9,64 11 11,96 97.684 9 2

6 584.109 5,24 11 11,96 53.101 5 6

7 245.040 2,20 6 6,52 40.840 2 4

8 492.414 4,42 6 6,52 82.069 4 2

TOTAL 11.149.170 100,00 92 100 121.187 92 0

5.La sección primera elige

ocho (8) senadores y quince (15) diputados; la

sección segunda elige cinco (5) senadores y once (11) diputados; la

sección tercera elige nueve (9) senadores y

dieciocho (18) diputados; la sección cuarta elige siete (7) senadores y

catorce (14) diputados; la sección quinta elige cinco (5) senadores y once (11)

diputados; la sección sex-ta elige seis (6) senadores

y once (11) diputados.; La sección séptima

elige tres (3) senadores y seis (6) diputados; la

sección octava elige tres (3) senadores y seis (6)

diputados

Page 100: Forjando

FORJANDO 100

alteración es que, si aún faltaran asignar escaños se llega al tercer momento

de distribución, en donde todos los cargos restantes se le otorgan a la

fuerza con más votos (Art. 109 de la Ley Electoral Provincial Nº 5.109/ 46).

Esta fórmula electoral para el legislativo provincial distorsiona el principio

de representación proporcional, beneficiando a la/s fuerza/s mayoritaria/s y

fijando en los hechos una barrera electoral muy alta.

El malapportionment ha afectado negativamente al PJ que tiene bases

electorales más estables en el conurbano que en el interior provincial.

Pero este perjuicio ha sido compensado por el sesgo mayoritario que

trae la alteración de la fórmula Hare. Como se observa en el gráfico 2, la

combinación de estos dos factores tiene un saldo positivo para este partido.

En todas las elecciones del período el porcentaje de diputados que logra es

más alto que el porcentaje de votos obtenidos y en promedio tiene un 7.3%

más de bancas que de sufragios.

gRáFICO 2: DIFERENCIA ENTRE PORCENTAJE DE vOTOs y

PORCENTAJE DE BANCAs OBTENIDAs EN LA CATEgORíA DE

DIPuTADO PROvINCIAL, POR AñO

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Junta Electoral de la Provincia de Buenos Aires

En el caso del radicalismo el saldo es aun más positivo. En promedio de todo

el período, obtiene un 8.5% más de escaños que de votos. En cambio, el

resto de las fuerzas políticas han sido perjudicadas por las reglas electorales.

Aunque en algunos años consiguieron un porcentaje de bancas más alto que

el de sufragios, la tendencia de todo el período les resulta pernicioso ya que en

promedio obtuvieron prácticamente un 1 % menos de bancas que de votos6.

Las características del sistema electoral y la señalada distribución territorial

6.Es preciso aclarar que se tomaron únicamente los partidos que han obtenido alguna banca. Si se hiciera el cálculo con todas las fuerzas políticas presentadas, la diferencia entre el porcentaje de votos y de bancas sería mucho más grande.

Page 101: Forjando

FORJANDO101

de las preferencias electorales permitieron que el ámbito legislativo sea el

espacio de supervivencia del radicalismo provincial. Gracias a ello, tiene

acceso a recursos materiales y simbólicos que lo mantienen como un

actor relevante de la política bonaerense, a pesar de las dificultades que

tiene para conformar una oferta electoral atractiva para el conjunto de los

votantes bonaerenses.

LAs INTENDENCIAs

Los municipios bonaerenses al igual que la Nación y las provincias poseen un

formato presidencialista de gobierno, en el que el Ejecutivo es desempeñado

por un Intendente y el Legislativo por un Concejo Deliberante. La fórmula

para la asignación de bancas en los concejos deliberantes es la misma que

la utilizada para el reparto de escaños en la Legislatura provincial. Como

los concejales se eligen en una misma boleta junto a los intendentes sin

posibilidad de corte entre las dos categorías, esta fórmula de asignación de

escaños ha facilitado la construcción de mayorías en los poderes legislativos

locales.

Si nos enfocamos en el formato de competencia partidaria por los cargos

locales, se puede observar un recorrido similar a la competencia por la

gobernación. En 1983, en medio de un escenario bipartidista nacional, la

primera fuerza es la UCR y el justicialismo la segunda. Pero la proporción

de intendencias con las que contaba cada partido comienza a revertirse en

1987 y se reafirma el crecimiento del peronismo en la cantidad de gobiernos

municipales en los años subsiguientes. Con breve un interregno en 1999 la

tendencia continúo y se acentuó a partir de 2003.

En el último período la caída del radicalismo permitió que nuevas fuerzas

políticas se hicieran cargo de algunos gobiernos municipales. Aunque vale

aclarar que este dato hay que tomarlo con cuidado ya que muchas de ellas

son producto del pasaje de líderes locales radicales hacia otros partidos o la

creación de partidos políticos municipales creados en torno a intendentes

que no acordaban con la conducción partidaria provincial. Como algunos de

estos grupos han regresado luego a las filas de la UCR, queda la incógnita

sobre el derrotero en los próximos años del radicalismo en el plano local.

No obstante, nótese que aquí estamos presentando la distribución de

intendencias y no de las preferencias, es preciso recordar que no es

equivalente obtener –por ejemplo- un 20% de los votos a gobernador que

un 20 % de las intendencias. Mientras en el primer caso estamos ante un

partido que se retira con las manos vacías de la contienda, en el segundo

estamos ante un grupo político que ha logrado retener para sí importantes

recursos institucionales. Por lo tanto, preferimos hablar de “bipartidismo

Page 102: Forjando

FORJANDO 102

imperfecto” antes que de partido predominante para dar cuenta de la

disparidad de la distribución de triunfos entre las dos fuerzas. Aunque

este bipartidismo se encuentre en retroceso, en tanto que desde 2001 el

peronismo ha recuperado lugar y ha continuado desplazando a las otras

fuerzas del plano local.

Fuente: elaboración propia en base a datos de la Juntal Electoral de Provincia de Buenos Aires

Sin embargo, corresponde tener presente la diferenciación territorial

que marcáramos entre el área del conurbano y la región del interior. A

continuación se observa que el predominio del justicialismo en el conurbano

ha sido mas elevado, teniendo como piso un 60% de las intendencias en

juego; mientras que en la región “interior” la presencia del radicalismo –y de

otras fuerzas partidarias- ha sido más sostenida, bajando el piso justicialista

y demostrando una distribución más equitativa de las intendencias.

Fuente: elaboración propia en base a datos de la Juntal Electoral de Provincia de Buenos Aires

gRáFICO 3: DIsTRIBuCIóN DE INTENDENCIAs EN LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs. 1983-2011

gRáFICO 4: DIsTRIBuCIóN DE INTENDENCIAs EN EL AREA CONuRBANO DE LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs. 1983-2011

Page 103: Forjando

FORJANDO103

Fuente: elaboración propia en base a datos de la Juntal Electoral de Provincia de Buenos Aires

Mientras que en la región “interior” la presencia del radicalismo –y de otras

fuerzas partidarias- ha sido más sostenida, bajando el piso justicialista y

demostrando una distribución más equitativa de las intendencias.

Es así, que en buena medida la “imperfección” bipartidista de este nivel de

la dinámica partidaria está dada por el predominio peronista en el área del

conurbano. Pudiéndose establecer la lectura de que el peronismo ostenta

una posición dominante en el conurbano y en el interior se conforma un

juego bipartidista.

REFLEXIONEs FINALEs

A lo largo de este trabajo hemos descripto la existencia de tres niveles

diferenciados al interior del sistema partidario bonaerense. Por un lado,

ejecutivo provincial en el que se ha consolidado una dinámica de partido

predominante. Contrapesando esta lógica, el PJ no logra acompañar

las grandes diferencias alcanzadas en las preferencias electorales en la

categoría gobernador con mayorías sustantivas en los recintos legislativos.

Un escenario particular se encuentra en el plano local, en donde el

justicialismo viene incrementando la cantidad de municipios que gobierna,

pero si se analiza todo el período en perspectiva se observa que el

bipartidismo fue la norma en la región interior. La incógnita pasa por si esta

lógica regresará en el futuro o si el justicialismo se quedará con la inmensa

mayoría de los ejecutivos locales como sucedió en 2011.

El contexto político descripto nos permite hacer algunos señalamientos

gRáFICO 5: DIsTRIBuCIóN DE INTENDENCIAs EN LA REgIóN INTE-RIOR DE LA PROvINCIA DE BuENOs AIREs. 1983-2011

Calvo, Ernesto y Marcelo Escolar

(2005) La nueva política de partidos

en la Argentina. Crisis política,

realineamientos partidarios y

reforma electoral. Buenos Aires:

Prometeo Libros

Ollier, María Matilde (2010) Atrapada

sin salida. Buenos Aires en la política nacional, UNSAM

Edita.

Tula, María Inés (2005 Ed.) Aportes

para la discusión de la Reforma

Política bonaerense, Buenos Aires:

Prometeo Libros

PARA sEguIR

LEyENDO

Page 104: Forjando

FORJANDO 104

acerca de la política bonaerense, su estabilidad, su lógica de competencia

sistémica y su complejidad.

En primer lugar, cabe destacar la estabilidad de su funcionamiento. A 28 años

del regreso de la democracia sólo dos partidos ocuparon la gobernación,

enviaron todos los senadores y la mayoría de los diputados al Congreso de

la Nación, ocuparon la mayor parte de las bancas de la legislatura provincial

y se repartieron casi todas las intendencias. Si bien en los últimos años el

declive electoral del radicalismo permitió el crecimiento de otras fuerzas,

los efectos son disímiles al del escenario nacional. Esto se sustenta en un

sistema de reglas que dificulta el ingreso de nuevos actores a los principales

cargos provinciales.

La mencionada estabilidad política parece deberse a una cierta

inercia institucional: una serie de juegos superpuestos con efectos de

retroalimentación. Como se ha ilustrado en este trabajo, el sistema político

posee un enrevesado entrecruzamiento de escenarios donde se presentan

diversas reglas de juego, patrones de competencia y actores, cuya

complejidad resultante tiende al sostenimiento del status quo.

Page 105: Forjando

FORJANDO105

Escolar, Marcelo. “La posibilidad del gerrymandering político. Estabilidad

y concentración geográfica del voto en la provincia de Buenos Aires” en

Calvo, Ernesto y Juan Manuel Abal Medina (comp.) El federalismo electoral

argentino, Buenos Aires: EUDEBA. 2001.

Escolar, Marcelo; Minvielle, Sandra y Castro, Luis. “Sobrerepresentación

periférica y compresión partidaria. El sistema electoral de la provincia de

Buenos Aires en las categorías legislativas” en Tula, María Inés (Ed.) Aportes

para la discusión de la Reforma Política bonaerense, Buenos Aires: Prometeo

Libros. 2004.

Malamud, Andrés. “Federalismo distorsionado y desequilibrios políticos: el

caso de la provincia de Buenos Aires” en Tula, María Inés (Ed.): Aportes para

la discusión de la Reforma Política bonaerense, Buenos Aires: Prometeo

Libros. 2004.

Torre, Juan Carlos. “Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los

alcances y naturaleza de la crisis de representación partidaria.” en Desarrollo

Económico. Revista de Ciencia Sociales. 42-168, Enero-Marzo (647-665).

2003.

Bibliografía

Page 106: Forjando

FORJANDO

PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS

106

PARTIDOs, FEDERALIsmO y PRáCTICA ELECTORAL:

por Carla Carrizo y Cecilia Galván

Carla Carrizo. Politóloga. Directora de la Carrera de Ciencia Política de la USAL. Pro-fesora e investigadora en el IDICSO (USAL) y el IIGG (UBA). Área de investigación: Instituciones Políticas y Partidos de Gobierno.

Cecilia Galván. Politóloga (UBA). Doctoranda en Ciencia Política (UNSAM). Profesora en las carreras de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Católica Argentina y la Universidad del Salvador. Investigadora en el IDICSO (USAL) y el IIGG (UBA). Área de investigación: Política subnacional y organismos de control.

LA PROVINCIALIZACIÓN DE LA POLíTICA LOCAL EN LAS ELECCIONES DE 2011

Page 107: Forjando

FORJANDO

PARTIDOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS CONTEMPORÁNEOS

107

REsumEN

La Provincia de Buenos Aires, una de las ocho provincias argentinas con

federalismo territorial, sufriría, debido a este diseño constitucional, la

fragmentación de intereses que produce una competencia focalizada en

gobiernos locales y serios problemas de coordinación para un Gobernador

que debe contrarrestar, en el armado de la oferta provincial o nacional

de un partido, la dispersión de intereses y representaciones que surge

en el terreno local. En el año 2007, la fórmula Scioli-Balestrini del Frente

para La Victoria obtuvo el 48,10% de los votos. A su vez ganó 13 de las

26 bancas del Senado provincial puestas en juego y 26 de las 46 bancas

para diputados. En el año 2011, la fórmula Scioli–Mariotto, del mismo partido,

obtuvo el 55,18% de los votos, 21 de las 23 bancas de senadores y 26 de las

46 bancas de diputados. En este artículo indagamos sobre los incentivos

institucionales y las prácticas políticas que han operado para generar estos

resultados. Asimismo se introduce el concepto de partido presidencializado

para pensar sobre cómo la política provincial ha ganado terreno a la política

local en la provincia de Buenos Aires.

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FORJANDO 108

PREsENTANDO EL PROBLEmA: FEDERALIsmO y FRAgmENTACIóN DE LA COmPETENCIA

La literatura sobre partidos señala que las democracias federales, a dife-

rencia de las unitarias, afectan negativamente la consolidación de partidos

nacionales o provinciales y generan resultados paradójicos en la competen-

cia: que en sistemas presidenciales como el argentino, a nivel nacional, y en

las provincias, a nivel subnacional, sobren partidos locales y parlamentarios

y falten partidos presidenciales (los que compiten por la presidencia y/o

la gobernación). El argumento es el siguiente: la fragmentación de intere-

ses que produce una competencia focalizada en gobiernos locales genera

serios problemas de coordinación para un presidente o gobernador que

deben contrarrestar, en el armado de la oferta provincial o nacional de un

partido, la dispersión de intereses y representaciones que surge en el terre-

no local (partidos vecinales, coaliciones de partidos locales, etc.). Precisa-

mente, el término “desnacionalización de la política partidaria” fue acuñado

en el ámbito de la ciencia política para indicar aquellos casos en los que la

dispersión federal obstruye la nacionalización de los partidos que compiten

por el premio mayor: la presidencia.

Cuando estudiamos las instituciones de gobierno de la Provincia de Bue-

nos Aires encontramos rápidamente similitudes con el diseño nacional. En

efecto, ambos sistemas políticos se caracterizan por un diseño presidencial

federal con un bicameralismo simétrico, es decir, que el Senado y la Cámara

de Diputados tienen el mismo poder en el proceso de sanción de leyes. A

pesar de esta similitud, en la literatura tradicional fue común establecer que,

a diferencia del sistema nacional, la regla de hierro de la política provincial

era la coexistencia de un poder ejecutivo peronista con un poder legislativo

radical, producto de la sobrerrepresentación de distritos chicos y la subre-

presentación de distritos grandes. Sin embargo, al llegar el año 2007, la UCR

mostró la continuidad de la pérdida de su peso territorial en el interior:

trayectoria que en 2011 permitiría pronosticar la conclusión del bipartidismo

provincial y el predominio del Frente para la Victoria, versión electoral del

peronismo del siglo XXI.

En el marco del debate sobre el impacto del federalismo en las estrategias

de competencia partidaria, las elecciones del 2011 son un buen laborato-

rio de análisis para indagar los efectos de las reglas en la distribución del

poder institucional, teniendo en cuenta que en esta provincia se localiza

un 38% de la población nacional. Los problemas de representación de la

provincia, en definitiva, terminan afectando a gran parte del electorado na-

cional. Además, como han sostenido especialistas en cuestiones partidarias,

la provincia ha sido un lugar central en la estrategia competitiva de los dos

principales partidos de gobierno: la UCR y el PJ.

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En este artículo, sostenemos que en la última elección comenzó a reorde-

narse el escenario competitivo provincial con un saldo positivo hacia fuerzas

políticas que compitieron por cargos ejecutivos provinciales que, siguiendo

al autor David Samuels, llamamos partidos presidencializados. Estos llevan,

como contrapartida, a la desaparición de los partidos que poseen, en cam-

bio, una orientación localista y/o parlamentaria.

REgLAs ELECTORALEs y PREmIOs EN LAs ELECCIONEs 2011

Un año después de la sanción de la Constitución Nacional, la Provincia de

Buenos Aires, en 1854, sancionó su primera constitución. En ese tratado

se estableció el sistema bicameral como base de organización del Poder

Legislativo.

La Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires está compuesta

por 46 senadores, cuyos cargos tienen una duración de cuatro años. La cá-

mara se renueva por mitades cada dos años. La Cámara de Diputados de la

Provincia de Buenos Aires, por su parte, está compuesta por 92 diputados,

cuyos cargos tienen la misma duración que los de la Cámara de Senadores;

y también se renueva por mitades cada dos años. Pero las secciones que

eligen cargos a diputados junto a la fórmula para acceder al poder ejecutivo

son la primera, la cuarta, la quinta y la séptima sección electoral.

La particularidad de la elección en la provincia es que desdobla el calenda-

rio para senadores y diputados, y que en cada elección se renuevan todos

los cargos. Es decir, hay dos modelos de competencia y estrategia electoral

posible de acuerdo a los distritos en juego: por un lado, las secciones que

eligen senadores y gobernador; por otro, las que eligen diputados provin-

ciales junto al poder ejecutivo. Este desdoblamiento parcializado impacta

sobre las segundas fuerzas y las terceras para diseñar una estrategia com-

petitiva, ya que deben tener en cuenta el diferente impacto que se produ-

ce en las secciones electorales de los incentivos institucionales para poder

coordinarse.

En el año 2007, la fórmula Scioli-Balestrini del Frente para la Victoria para

el cargo de Ejecutivo provincial obtuvo el 48,10% de los votos. En estas

elecciones, este partido obtuvo 13 de las 26 bancas del Senado provincial

puestas en juego y 26 de las 46 bancas de diputados. En el año 2011, la fór-

mula Scioli–Mariotto, del mismo partido obtuvo 55,18% de los votos, 21 de

las 23 bancas de senadores y 26/46 bancas de diputados. Las variaciones

porcentuales por distritos o secciones electorales no fueron significativas,

y esto está reflejado parcialmente en la distribución de las bancas para

la Cámara Baja. Sin embargo, con una misma trayectoria en los distritos

que eligieron senadores, el oficialismo resultó único ganador en un sistema

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electoral que promueve ganadores múltiples.

CONCuRRENCIA ENTRE ELECCIóN DE DIPuTADOs y ELECCIóN DEL gOBERNADOR: sECCIONEs quE ELIgIERON DIPuTADOs (1, 4, 5 y 7) y JEFE DEL EJECuTIvO

La primera sección, que comprende 24 partidos, aporta 15 diputados y 8 se-

nadores provinciales. Según el padrón electoral de 2011, está compuesta por

3.854.745 electores habilitados para votar en 10.550 mesas. Los resultados

electorales mostraron que en esta sección el Frente para la Victoria obtuvo

8 bancas con el 49,44% de los votos y representó el 53,33% de las bancas

de la sección. Los partidos no oficialistas, que obtuvieron en conjunto 7

bancas, sumaron 38,73% de los votos.

La cuarta sección, que comprende 19 partidos, aporta 14 diputados y 7

senadores provinciales. Según el último padrón electoral (2011), está com-

puesta por 474.560 electores habilitados para votar en 1.542 mesas. Para

esta población de electores, con un 52.58% de los votos, el FPV obtuvo

8 bancas (es decir, 57,14% de las mismas) y la oposición 6 bancas con un

37.81% de los votos.

La quinta sección aporta 11 diputados y 5 senadores provinciales. Según

el padrón electoral ya mencionado, está compuesta por 1.075.133 electores

habilitados para votar en 3.121 mesas. Comprende 26 partidos. Esta sección

distribuyó las once bancas para diputados de la siguiente manera: 6 bancas

(54% de las totales) para el FPV que obtuvo poco más del 50% de los votos,

y el resto de las bancas se repartió entre partidos que obtuvieron juntos el

30% de los votos.

La séptima sección aporta 6 diputados y 3 senadores provinciales. De

acuerdo al l último padrón electoral, está compuesta por 245.058 electores

habilitados para votar en 801 mesas. Comprende 8 partidos. Las bancas

obtenidas por el partido del gobernador electo fueron 4, representaron el

54% de los cargos a diputados y obtuvieron poco menos del 50% de los

votos. Mientras que la oposición, la Unión para el Desarrollo Social (UDeSo),

obtuvo 2 bancas (33%) con el 20% de los votos.

Al evaluar los resultados electorales y la distribución de las bancas obteni-

das, para estas secciones electorales, observamos que si bien hay un im-

portante sesgo mayoritario en el reparto de las bancas, tanto para primeras

fuerzas políticas como para segundas y terceras, en estos distritos la estra-

tegia electoral de los partidos permite la ausencia de coordinación electoral

y la permeabilidad de partidos con orientación parlamentaria.

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CONCuRRENCIA ENTRE CámARA ALTA y EJECuTIvO PROvINCIAL: sECCIONEs quE ELIgEN sENADOREs EN EL AñO EN quE sE ELIgE AL gOBERNADOR (2, 3, 6, 8)

La segunda sección aporta 11 diputados y 5 senadores provinciales. Según el

último padrón electoral (2011), está compuesta por 537.541 electores habili-

tados para votar en 1.618 mesas. Comprende 15 partidos. De los cinco cargos

en disputa para ingresar en la Cámara de Senadores, el partido Frente para

la Victoria con un 54,76% de los votos, obtuvo el 100% de las bancas.

La tercera sección aporta 18 diputados provinciales y 9 senadores provincia-

les. Conforme al padrón citado , la sección está compuesta por 3.888.503

electores habilitados para votar en 10.603 mesas y comprende 19 partidos.

Se eligieron nueve senadores y el Frente para la Victoria, con un 57,82% de

los votos, obtuvo, al igual que en la primera sección, el 100% de las bancas.

La sexta sección, que comprende 22 partidos, aporta 11 diputados y 6 sena-

dores provinciales. Según el último padrón electoral , está compuesta por

583.936 electores habilitados para votar en 1.810 mesas. Se pusieron en jue-

go en esta elección seis cargos para senadores. Esto permitió el acceso de

4 senadores del Frente para la Victoria que obtuvo un 47.81% de los votos

y un 66% de las bancas; y dos bancas le correspondieron a la UDeSO que,

con el 22% de los votos, alcanzó el 33% de las bancas. .

La Octava Sección o Sección Capital aporta 6 diputados y 3 senadores

provinciales. De acuerdo al padrón electoral de 2011, está compuesta por

391.472 electores habilitados para votar en 1.383 mesas. Abarca sólo el Par-

tido de La Plata. Los tres cargos para senadores provinciales fueron para el

Frente para la Victoria que obtuvo el 43,43% de los votos.

Estas cuatro secciones, a diferencia de las secciones tratadas en el apartado

anterior, inducen a reexaminar las estrategias no cooperativas entre partidos

políticos que posibilitan la ausencia de coordinación electoral.

La regla electoral que distribuye votos en bancas para los cargos de sena-

dores provinciales, si bien es de la familia de los sistemas proporcionales,

incluye una cuota electoral para el reparto de las bancas. Los pisos o umbra-

les efectivos que instalan estas cuotas son muy costosos de alcanzar en la

Octava Sección, pues establecen un piso del 23% de los votos para acceder

al reparto de las mismas. En la segunda sección electoral y la sexta el um-

bral efectivo es de 17% y 14% respectivamente, mientras que en la tercera el

umbral es de 10%.

En las elecciones de 2007, la distribución de votos en la segunda sección

fue de la siguiente forma: el 58% para el FPV y el 21% para la Coalición Cívica

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(distribuyéndose 3 y 2 bancas respectivamente). En ese mismo distrito, cua-

tro años después, el FPV perdió poco más de 3% de los votos, pero logró

las 5 bancas. Para la tercera sección con 51% de los votos obtuvo 5 bancas

y la oposición se dividió en partes guales las cuatro bancas restantes. En

ese distrito, con menos del 7% de los votos, el FPV se lleva las 9 bancas en

juego en el 2011. En la Sección Capital en el 2007, con un 23,51% de los votos,

la Coalición Cívica se llevó dos tercios de las bancas y con el 16,69% de los

votos el PJ se llevó un tercio. En el 2011, el FPV logró las tres bancas con el

43% de los votos.

En las elecciones del 2007 los partidos opositores al oficialismo lograron

alcanzar los pisos electorales en las cuatro secciones, pero, al igual que en

las elecciones nacionales, las distancias entre unos y otros no fueron tan

amplias. Cuando los márgenes se ampliaron, como en el 2011, no tanto por

mejores resultados electorales sino por dispersión de los votantes de la

oposición, las brechas en el reparto de las bancas para la Cámara Alta impli-

caron la retirada en las mismas de actores de la oposición.

LOs PARTIDOs muNICIPALEs

Un aspecto relevante de la última elección provincial es la caducidad de 212

agrupaciones partidarias locales. En efecto, entre 2010 y 2011 caducaron

dos terceras partes de estas agrupaciones. Si bien es importante subrayar

que ello fue un efecto directo de la reforma política del 2009, las 106 agru-

paciones vigentes que tienen implantación en 73 de las 126 unidades terri-

toriales provinciales tuvieron un desempeño magro en los cargos ejecutivos

de los municipios.

Al observar el mapa post-electoral, encontramos que lograron llegar a las

intendencias sólo 9 de los 126 partidos (7%). Ellas se distribuyen en la se-

gunda sección electoral, la sexta, la cuarta y la quinta.

Cabe resaltar que ninguna agrupación local logra traspasar los umbrales

electorales, excepto el Partido Nuevo Encuentro de Morón que, como par-

tido de distrito, logró ubicar dos diputados provinciales con el 8,16 % de los

votos (13% de las bancas) por la primera sección electoral.

A mODO DE CONCLusIóN

Si bien la particularidad del federalismo en la provincia parece haberse cues-

tionado por problemas de sobrerrepresentación y subrepresentación de los

distritos electorales, lo más problemático para las estrategias partidarias se

pone en evidencia en la distribución de bancas entre los partidos y las con-

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secuencias del calendario dividido entre las secciones electorales. Particula-

ridades de la política provincial.

Hay incentivos claros desde las reglas electorales que distribuyen votos en

bancas para generar una estrategia de competencia bipolar cuando hay

elecciones a gobernador en las secciones que eligen senadores, donde es

conveniente unirse dados los altos umbrales efectivos que corresponden a

la cuota necesaria para entrar en la Cámara de senadores. A pesar de ello,

el aumento de la oferta dispersó el voto no oficialista y terminó otorgando

un porcentaje elevado de bancas al partido del gobierno. Es decir, donde

debían unirse, dadas las reglas de la competencia, las estrategias de la opo-

sición no fueron las correctas.

Por otra parte, los partidos más castigados fueron aquellos que no conso-

lidaron un puente entre la política local y la provincial. Los partidos munici-

pales perdieron terreno y el panorama provincial, en la versión hegemónica

del PJ o un bipartidismo con asentamiento municipal, parece reafirmar la

tendencia hacia la restauración de la vigencia de la dinámica UCR–PJ en la

política provincial.

Corolario de la observación del comportamiento electoral de los partidos

políticos en las últimas elecciones: las reglas importan, pero las estrategias

políticas aún más.

Malamud, Andrés

y De Luca,Miguel.

La política en

tiempos de los

Kirchner,

Buenos Aires,

Eudeba, 2011.

Ollier, María Matilde.

Atrapada sin salida.

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Tula, María Inés.

Aportes para la

discusión de la

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bonaerense,

Buenos Aires,

Prometeo, 2004.

PARA sEguIR

LEyENDO

Page 114: Forjando

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Malamud, Andrés. “Federalismo distorsionado y desequilibrios políticos: el

caso de la provincia de Buenos Aires”, en María Inés Tula, Aportes para la

discusión de la Reforma Política bonaerense, Buenos Aires, Prometeo, 2004.

Malamud, Andrés y Costanzo, Martín “Bicameralismo subnacional: el caso

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Samuels, David. “Presidentialized parties. The separation of power and

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Datos electorales consultados en www.juntaelectoralgba.gov.ar, octubre

2012.

Bibliografía

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Impreso en diciembre de 2012 en Adagraf Impresores S.A.Salmún Feijóo 1035 - Capital Federal - C1274AGO

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