¿A CUÁL IGLESIA...?

¿CUÁL DOCTRINA...?

ANTONIO DE JESÚS LIRA ><>

que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad...” (Juan 17:20-23 ) Las múltiples y contradictorias divisiones religiosas de hoy día, no cumplen ni honran para nada esta oración del Señor. Jesucristo edificó su iglesia. Lo hizo enviando a sus apóstoles a hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19,20), predicando la “Buena Nueva” a toda criatura, para que: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo...” (Marcos 16:15-16) La primera vez que predicaron públicamente ante una asamblea de judíos, como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas para el perdón de sus pecados (Hechos 2:38,41), para ser salvos, como mandó Cristo. Dos cosas notamos en este y otros casos de conversión: 1) No se practicó la “oración de fe” para la salvación de la gente, y 2) No hubo clases de catecúmenos (doctrina de un manual) antes del bautismo. La doctrina apostólica fue enseñada después del bautismo (Hechos 2:42) La iglesia que Cristo edificó no practicó el diezmo sino la ofrenda (I Corintios 16:1,2); oraba con el espíritu, pero oraba también con el entendimiento (I Corintios 14:15a); cantaba con el espíritu, pero cantaba también con el entendimiento (I Corintios 14:15b), pues, la “alabanza” es un “fruto de labios” (Hebreos 13:15), que sale del corazón (Colosenses 3:16; Efesios 5:19), y no el producto de instrumentos musicales. La iglesia participaba de la cena del Señor el primer día de la semana (Hechos 20:7); también tenía la enseñanza de la palabra de Dios (Hechos 20:7) La iglesia adoraba en espíritu y en verdad (Juan 4:24) El modelo de ésta iglesia está revelado en el Nuevo Testamento. Usted también puede seguir hoy el modelo de esa única iglesia, y ser cristiano verdaderamente salvo, como fueron los cristianos del primer siglo. Dios bendiga su esfuerzo por buscar ser cristiano. ESCUCHE “FRENTE A LA BIBLIA”. LOS JUEVES A LAS 8:05 AM. POR 105.5 FM. VÍA DE ESCAPE.

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La pregunta que presenta este folleto no es un asunto imaginado. Podemos decir, que éste punto representa un conflicto para la gente sincera, de buen corazón que tiene interés en el tema espiritual, y piensa seriamente en la salvación eterna de su alma. Oímos a creyentes, miembros de grupos religiosos, que se han dado cuenta de la diversidad de credos, doctrinas e iglesias tan diferentes y contradictorias unas con otras, hacerse estas preguntas. Es posible que usted también se la haya hecho. Muchos han llegado a la conclusión de que “todos dicen que son la verdad, todos dicen lo mismo, todos usan la Biblia a su conveniencia”. No le sorprenda si le digo que estoy de acuerdo con los que así piensan, pues, los hechos públicos y notorios muestran que en el fondo eso es verdad en muchos casos. A mí también me ha tocado debatirme en medio del mare mágnum religioso, lo cual se vuelve un verdadero problema, al que no queremos ni acercarnos, mientras llevamos a cuesta una gran necesidad espiritual, un gran clamor en el alma, que el salmista representa en sus palabras, cuando dice: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 42:1-2) Pero ese dolor profundo intentamos aliviarlo con pasatiempos y actividades sociales, y en algunos casos, lo que hacemos es agregar más carga a nuestra alma. Quizás, tratamos de “escapar” de esta manera por temor a ser victima de una explotación religiosa, de la que no conocemos su naturaleza, o, si es algo verdadero o falso, porque no tenemos el conocimiento para someterle a prueba. Hoy día no podemos simplemente creer lo que se nos diga, o lo que leamos en escritos como éste. Sin duda, que al respecto, se nos presenta un verdadero reto, en donde necesitamos trabajar y hacer nuestro propio esfuerzo, si deseamos, de todo corazón resolver esta necesidad espiritual. Mas, cuando desde hace unos dos mil años, se nos ha dicho: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han

salido por el mundo” (I Juan 4:1) Debo decirle, que tampoco tengo la respuesta. Nadie la tiene. Nadie tiene la varita mágica. Seguro estamos de eso. Entonces, ¿qué podemos hacer? Esa es una vieja pregunta, que por gracia de Dios, sí tiene respuesta. Pero, ¿a quién, o, a donde iremos? Esta pregunta también se la hizo Pedro, un discípulo de Jesús. Sin embargo, Pedro rápidamente encontró la respuesta, en el momento cuando otros eran victima de la duda y la confusión, y cuando él mismo tenía que tomar una decisión al respecto. Este es el caso: “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:67-69) Este hecho nos da esperanza a nosotros también. Ahora, para no divagar en la incertidumbre, nos conviene ir directamente a la misma fuente que fue Pedro. El proyecto de edificar UNA iglesia, en donde hombres y mujeres de este mundo estuvieran perfectamente unidos, fue de Dios. Muchas profecías del Antiguo Testamento apuntaron ese hecho. Desde el año 627 A.C., el profeta Jeremías anunciaba un “Nuevo Pacto” de Dios con los hombres, empezando con la nación de Israel (Jeremías 31:31) Desde el año 739 A.C., el profeta Isaías describió los detalles de cómo se realizaría ese Pacto, ejecutado por EMANUEL (Dios con nosotros), (Isaías 7:14) En Mateo 1:23, se confirma el cumplimiento de aquellas profecías con el nacimiento de Jesús en este mundo. Y es precisamente Jesús el que dice: “edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18) Jesús se expresó en forma singular. No habló de edificar distintas iglesias contradictorias; al contrario, cuando oró por la futura iglesia, lo hizo en éstos términos: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros... La gloria que me diste yo les he dado, para