folklore y artesanía del carro gallego, también llamado cantarín

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56 n. o 28, 4. o trimestre 2004 TÉCNICA COMUNICACIÓN Luciano Conde Dixon Ingeniero Técnico Forestal Folklore y artesanía del carro gallego, también llamado Cantarín En la espicha (comida típica asturiana) celebrada en una sidrería de Oviedo, que fue organizada por los colegas asturianos en honor a los asistentes a la Asamblea del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales (Oviedo, 1998), éstos fueron recibidos en la entrada por un conjunto de músicos, cantantes y bailarines, vestidos con los vistosos trajes del Principado, que ofrecieron cantos y danzas acompasados con el ronco son de las gaitas y la percusión de los panderos. Durante las diversas actuaciones del grupo en el resto de la noche, brotaron en mi mente viejos recuerdos da miña terra, percibiendo algo en el ámbito de éstos que faltaba en el presente. Esta misma sensación la tuve en anteriores viajes que hice a Galicia y Asturias en la última década del siglo XX. En el viaje de regreso a Madrid de la Asamblea de Oviedo, descubrí - ¿por fin?- la razón de mi continua desazón: la ausencia total del son pe- culiar del runxe (sonido), tesonero y alegre, de los ejes de los carros del país. ¡Ahora ya no existen carros con su alegre sonido! ¡Qué pena y tris- teza ver su fin! Solamente algunos de ellos sirven de adorno en las en- tradas de ciertos pazos, mesones y centros turísticos gallegos. Los que han vivido en Galicia antes de la mitad del siglo XX no po- drán olvidar nunca el sonido enxebre (puro, castizo) de los ejes de las ruedas. Así lo reflejó Rosalía de Castro en su maravillosa poesía "A las orillas del Sar": "Como un eco perdido, con un amigo acento Que suena cariñoso, El familiar chirrido del carro perezoso Corre en alas del viento, y llega hasta mi oído Cual en aquellos días hermosos y brillantes En que las ansias mías eran quejas amantes Eran dorados sueños y santas alegrías." Folklore y artesanía delcarro gallego, también llamado Cantarín http://www.forestales.net/archivos/forestal/pdfs 28/carro_cantarin.html 1 de 8 30/12/2011 19:49

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Artigo publicado no número 28 da revista Foresta, da "Asociación y Colegio de Ingenieros Técnico Forestales"

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Page 1: Folklore y artesanía del carro gallego, también llamado cantarín

56 n.o 28, 4.o trimestre 2004

TÉCNICACOMUNICACIÓN

Luciano Conde Dixon

Ingeniero Técnico Forestal

Folklore y artesanía delcarro gallego,también llamado Cantarín

En la espicha (comida típica asturiana) celebrada en una sidrería de

Oviedo, que fue organizada por los colegas asturianos en honor a los

asistentes a la Asamblea del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos

Forestales (Oviedo, 1998), éstos fueron recibidos en la entrada por un

conjunto de músicos, cantantes y bailarines, vestidos con los vistosos

trajes del Principado, que ofrecieron cantos y danzas acompasados con

el ronco son de las gaitas y la percusión de los panderos.

Durante las diversas actuaciones del grupo en el resto de la noche,

brotaron en mi mente viejos recuerdos da miña terra, percibiendo algo

en el ámbito de éstos que faltaba en el presente. Esta misma sensación

la tuve en anteriores viajes que hice a Galicia y Asturias en la última

década del siglo XX.

En el viaje de regreso a Madrid de la Asamblea de Oviedo, descubrí -

¿por fin?- la razón de mi continua desazón: la ausencia total del son pe-

culiar del runxe (sonido), tesonero y alegre, de los ejes de los carros del

país. ¡Ahora ya no existen carros con su alegre sonido! ¡Qué pena y tris-

teza ver su fin! Solamente algunos de ellos sirven de adorno en las en-

tradas de ciertos pazos, mesones y centros turísticos gallegos.

Los que han vivido en Galicia antes de la mitad del siglo XX no po-

drán olvidar nunca el sonido enxebre (puro, castizo) de los ejes de las

ruedas. Así lo reflejó Rosalía de Castro en su maravillosa poesía "A las

orillas del Sar":

"Como un eco perdido, con un amigo acento

Que suena cariñoso,

El familiar chirrido del carro perezoso

Corre en alas del viento, y llega hasta mi oído

Cual en aquellos días hermosos y brillantes

En que las ansias mías eran quejas amantes

Eran dorados sueños y santas alegrías."

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HISTORIA Y FOLKLORE DEL CARRO

El transpor te primitivo debió ser pa-

recido al tipo de arrastre que, hasta

hace poco, se usaba en el interior de

Galicia: las llamadas corsas, zorras o

rastras (Dib. 1), muy similares a las na-

rrias usadas en los puer tos pesqueros

de la costa Atlántica y de la cornisa del

Cantábrico. Más tarde, se les ocurrió la

idea de acoplar maderos redondos de-

bajo de las corsas, para rodar sobre el

terreno, logrando mayor ligereza y car-

ga en el transpor te.

En el transcurso del tiempo, se lo-

graron los primeros carros arrastrados

con ganado vacuno, gracias al invento

del eje y de dos ruedas macizas, éstas

hechas con enormes rodajas del tronco

de un árbol, pero con el gran inconve-

niente de su gran peso y fragilidad, con

la consiguiente fácil fractura. Más ade-

lante, se lograron las ruedas formadas

con varias tablas acopladas por sus

cantos y reforzadas al dorso de éstas

con otras tablas similares, pero coloca-

das en sentido normal a las anteriores.

Así se lograron ruedas de menos peso,

gran resistencia y mayor duración.

La palabra "carro" tiene su origen

en el idioma de los Celtas, y los roma-

nos la asimilaron a su lengua, el latín,

al parecer durante la segunda de las

llamadas guerras púnicas.

Expulsada Car tago de Hispania, los

romanos, codiciosos de las grandes re-

ser vas naturales que albergaba la

Península Ibérica, emprendieron su

conquista. De las luchas entre los nati-

vos y las legiones romanas existen mu-

chos relatos históricos. Aquéllos usa-

ron mucho los carros, transpor tando a

sus familias y bienes de un punto a

otro de la piel de toro peninsular para

eludir al enemigo, pero cuando eran al-

canzados por éste, juntaban los carros

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formando un parapeto defensivo para

repeler los ataques de las legiones. A

la vez, reunían el ganado vacuno, atan-

do a los cuernos hacinas de paja o hier-

ba seca a las que prendían fuego, lan-

zando a toda la manada espantada en

dirección a las legiones formadas, cau-

sando descalabros entre éstos. (¿No

podría encontrarse en esta historia el

posible origen de los toros embolados

de fuego de las fiestas de muchos pue-

blos de España?)

En el Museo de la Fundación Lázaro

Galdiano hay un cuadro al óleo, pintado

entre los siglos XIV o XV por el Maestro

de Astorga, titulado "Translación del

cuerpo de San Yago", en el que se con-

templa el cadáver yacente del Apóstol

sobre un carro gallego. Este modelo,

como se puede obser var, es similar en

su construcción a los carros actuales.

Desde mediados del siglo XIX hasta

el primer cuar to del siglo XX, en algu-

nas urbes gallegas, ediles modernistas

consideraron que los carros debían ser

eliminados del casco urbano. Pero, al

no existir otro modo de por teo en aque-

lla época, no era fácil vetar el uso de

éstos. Hasta que alguien se dio cuenta

de que si se prohibía el ruido causado

por los ejes de las ruedas, se podía eli-

minar, indirectamente, el tránsito de

los carros por las rúas (calles) de la po-

blación. Se publicaron bandos vetando

el paso de los carros que funcionaran

con el chirrión (chirrido) de las ruedas,

pensando los ediles modernistas que

así desaparecerían, ipso facto, todos

ellos de la urbe. El resultado no salió

de acuerdo con dichos deseos, pues

los carros siguieron pasando por las

rúas, pero en silencio, porque los boiei-

ros (boyeros) conocían cómo eliminar el

runxe (runge) de los ejes. Al llegar los

carros al límite urbano, fijado por las

casetas de Consumos, el vaquero pa-

raba el carro para untar de sebo la zo-

na del eje productor del sonido. Luego

seguía su marcha por las rúas en si-

lencio. Al salir de la urbe por el mismo

sitio, paraba y volvía a realizar la mis-

ma operación, pero dando resina en

vez de sebo, para que así volviera a

funcionar el chirrión como siempre.

Como nota curiosa, existe un alalá

(canto gallego) que explica cómo conse-

guir que los ejes de los carros sonaran

más fuer tes. (el texto del canto se em-

pareja en los dos idiomas españoles)

"Si queres co carro cante,

mollalo o eixo no río,

que despois de ben mollado,

canta coma un asubío."

"Si quieres que el carro cante,

moja el eje en el río,

que después de bien mojado,

Canta como un chiflido."

58 n.o 28, 4.o trimestre 2004

"Traslación del cuerpo de San Yago" del maestro Astorga

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No era una cabezonada de los "pai-

sanos" el no querer eliminar el runxe

de los ejes de los carros, pues había

una sabia razón secular en los hábitos

rurales gallegos: las corredoiras (cami-

no de carros) eran muy estrechas y con

hondas trincheras hechas por la roza-

dura de las ruedas de los innumerables

carros que, durante siglos, transitaron

por ellas. Los laterales de las corredoi-

ras eran altos y casi ver ticales, corona-

das con setos de zarzas, con lo que se

eliminaban vistas del terreno y de otros

carros que circularan por la misma vía.

Ésta era una de las razones para no eli-

minar el sonido de los ejes, porque ser-

vía de sirena avisando de su situación

y así daba tiempo a todos los vaquei-

ros, conocedores del terreno, para ir al

apar tadero más cercano y poder efec-

tuar el cruce de los carros sin dificultad

y, ¡cómo no!, realizar una parada para

dar un descanso a las "bestas" (bes-

tias) y a los boieiros. Éstos aprovecha-

ban para fumar un pito (pitillo) o una ca-

chimba (pipa) y, de paso, parolar (char-

lar) de los chismes de la aldea, de la

parroquia y de los "paisanos" ausentes

en las Américas.

En el siglo XX, una serie de disposi-

ciones estatales de Fomento prohibie-

ron el uso de vehículos con llantas de

hierro en las vías públicas de toda

España. Paulatinamente desaparecie-

ron los carros del paisaje rural, persis-

tiendo su uso en algunas pocas aldeas

aisladas y remotas de Galicia.

Actualmente, se puede decir que los

"carros cantarines" han desaparecido

de la vida y del folklore gallego, justo

con el fin del siglo XX. Y resulta triste

obser var que nadie de nuestra tierra ha

recordado, con cariño y afecto, la ines-

timable ayuda que prestaron a todas

las generaciones desde hace más de

2.500 años.

ÁMBITO GEOGRÁFICO DEL CARRO

DE DOS RUEDAS O CHIRRIÓN

El formato del carro gallego es simi-

lar a los utilizados en todo el nor te

de Por tugal (Minho y Tras os Montes),

el oeste de la provincia de León (Sana-

bria, El Bierzo y La Laciana), ol nor te de

Palencia y de Burgos (Campoo, Mena,

La Losa y otros), Asturias, Cantabria,

Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y, finalmente,

Navarra, pero en cada provincia con un

estilo típico ar tesanal diferente.

En Galicia también existen distintos

tipos de carros que varían de una bis-

barra (comarca) a otra, como ocurre,

por ejemplo, con las ruedas, que varían

su forma y tamaño según estén hechas

en las tierras del litoral o en las del in-

terior (Dib. 2 ).

DESCRIPCIÓN DEL CARRO CANTARÍN

3.1. Definición de las piezas de

los carros

La descripción versará solamente

sobre el carro gallego, y cada pieza de

su armazón se nombrará en dos de las

lenguas de España oficiales en Galicia,

el gallego y el castelán (español), este

último entre paréntesis. La primera cita

nominal de cada pieza estará siempre

en negrita. Las citas posteriores serán

siempre sin negrita ni traducción. De

las piezas del carro con igual denomi-

nación en las dos lenguas, se omite su

reiteración en castelán, sustituyendo

éste por el signo igual.

3.2. El carro cantarín

Un carro completo consta de tres

par tes independientes entre sí, que

son:

A).- Rodaxe (Rodaje)

B).- Estrado o Leito (Bastidor)

C).- Xugo (Yugo)

Al carro completo también se le co-

noce con el nombre de Chirrión (=).

A). - Rodaxe (Rodaje)

Se llama así al conjunto de dos ro-

das (ruedas) fijadas a un eixe (eje), se-

parables e independientes del leito o

estrado.

- A.1.- Denominación de las piezas

de una roda (rueda).- En teoría, una

rueda consta de cinco tablones ajusta-

dos por sus cantos entre sí, con el pe-

rímetro en forma de circunferencia. Los

nombres que reciben los tablones son

los siguientes (Dib. 3):

El central llamado minle o miolo

(diámetro), que tiene un buraco o illó

(agujero), situado en su centro y de for-

ma rectangular, en el cual se ajustará

el espigo (espiga) del extremo del eixe.

En ambos cantos del miolo se aco-

plan dos tablas, llamadas Segundones

(=). A su vez, en cada canto libre de es-

tos dos segundones se acopla una ta-

bla, con su par te exterior en forma de

arco, llamada camba (=). (Dib. 3).

Los diámetros de las dos ruedas,

colocadas en el eje, nunca están para-

lelos, sino perpendiculares entre ellos.

Así, cuando el diámetro de una de las

ruedas está en sentido ver tical del sue-

lo, el otro está en posición paralela a

éste. Otra par ticularidad de los movi-

mientos de giro, de avance o de retro-

ceso del carro sobre el terreno, es que

las dos ruedas giran siempre en el mis-

mo sentido.

El gran invento de las rellas (cuer-

das), implicó la disminución del volu-

men de madera, logrando menor peso,

mayor solidez y alta resistencia de las

ruedas. Las rellas son dos tablas finas

encajadas en dos taladros paralelos y

perpendiculares a los cinco tablones,

siendo el tamaño de cada sección hue-

ca igual al de las rellas (Dib. 3), consi-

guiendo así una rueda sólida y maciza.

Más adelante se pudieron lograr

ruedas más ligeras de peso abriendo

anelos (medias lunas) de gran tamaño

en ambos lados del diámetro, dentro

de las super ficies de los segundones y

de las cambas, resultando las elegan-

tes ruedas que se veían en Galicia. Una

solución para lograr ruedas más esbel-

tas fue alejar rellas del centro del mio-

lo, acercando aquéllas lo más próximo

al aro, propiciando una mayor aber tura

de los aneles.

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La especie forestal utilizada como

madera en las ruedas fue el carballo

(Quercus robur), abundante en el pasa-

do en la campiña gallega y de madera

muy dura y resistente, en par ticular a

los grandes cambios de humedad típi-

cos del clima del noroeste de la penín-

sula. Algunos ar tesanos carreteros utili-

zaban como madera para las rellas por

su dureza, tenacidad, elasticidad, resis-

tencia a la humedad y al ataque de los

insectos, la del olmo (Ulmus minor).

El peso de una rueda maciza, de 90

a 98 centímetros de diámetro, oscila

entre 10 y 12 arrobas (115 a 138 kg).

En cambio, en las ruedas hechas con

rellas y aneles, de iguales dimensiones

que las macizas, su peso disminuye,

oscilando entre 6 y 7 arrobas (69 a

80'5 kg).

Para for talecer más la estructura

de las ruedas de madera con grandes

aneles, se utilizaron cier tas piezas de

hierro, que se describen a continuación

(Dib. 4):

a).- A ambos lados de los illós se

colocaban dos abrazaderas al diá-

metro, para así evitar que la made-

ra de éste se hienda a causa de la

torsión que realiza el eixe. Las abra-

zaderas reciben los nombres de ce-

llos o abarcos.

b). - Para la protección del aro ex-

terno de la rodeira (rodera) se utili-

zaron dos métodos:

b. 1).- Sobre el aro se clavaban can-

terlas (grapas de hierro), colocadas

en serie. Su mayor inconveniente

era el gran número de piezas que

se perdían en el rodaje del carro y

su continua renovación, que enca-

recía, a la larga, su utilidad.

b.2). - Este método, más caro, más

duradero y, a la larga, más econó-

mico, consistía en la colocación de

un fleje de hierro cur vado, acoplado

y clavado a la rodeira, llamado la-

mia u orelo (llanta).

c). - Sobre las dos caras laterales

de cada rueda se colocan láminas

de hierro que, según su ubicación,

reciben distintas denominaciones:

c. 1). - Paralelo al borde del aro, y

en ambos caras de la rueda, se co-

locan cuatro cintas cur vadas, con

una longitud cada una de media cir-

cunferencia. Su misión es la de fre-

nar el empuje lateral de las lamias

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sobre la madera. Estas cintas se

denominan sobrerrellas (sobrerre-

jas). El punto medio de cada cinta

debe estar siempre situado sobre

el extremo de cada miolo.

c. 2).- Otros flejes de menor longi-

tud (cuatro en total) se colocan cru-

zados sobre el diámetro, los segun-

dones y las cambas bordeando los

huecos de los aneles, que, de esta

forma, refuerzan la unión de aqué-

llos con la rella. Estos flejes se de-

nominan contrarrellas (contrarre-

jas).

c. 3). En algunos carros del litoral

gallego, en vez de las contrarrellas

colocaban canterlas pequeñas, cu-

yas cabezas tenían dibujos decora-

tivos.

A.2). - Denominación de las piezas

del eixe (eje).

El eje de un carro está formado por

un cilindro de madera que en cada uno

de sus extremos termina en un dado la-

brado de sección rectangular, llamado

espigo o cabezo (espiga), que se intro-

duce en el buraco de la rueda (Dib. 5),

ya citado en el apar tado de las rodas.

Para fijar la rueda al eje, se ajustan

con dos cuñas de madera llamados bo-

dois, podomas o tillas (cuñas), metidos

en dos taladros hechos en el espigo,

justo al ras del diámetro de la rueda,

formando así un solo bloque. En algu-

nos lugares del interior de Galicia, en

vez de dos tillas se colocaban tres o

cuatro, pero más pequeñas. Los espi-

gos, como ya se ha dicho, tienen la for-

ma de paralelepípedo de base rectan-

gular, labrados en los extremos del ei-

xe, pero ambos cruzados en sentido

normal. Ésta es la razón por la que los

miolos siempre están colocados per-

pendiculares entre sí, como ya se indi-

có al hablar de las ruedas.

La madera usada para los eixes fue

la del olmo (Ulmus minor), muy estima-

da por su aguante a los fuer tes roza-

mientos. Para las cuñas, por su peque-

ño volumen, se utilizaba como madera,

además del olmo y el roble, la de es-

pecies como el carpe (Carpinus betu-

lus) y el almez (Celtis australis).

En el cilindro del eje se colocan dos

cinturas de hierro llamadas gargueiras

o luidoiros (galgas o gargantas), que

sir ven para evitar el desgaste del roce

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de la madera, cuando se ajustan éstas

con las dentoiras (juntas) del leito.

B). - Estrado o Leito.

El armazón de un leito consta de

dos brazóns (cañas) de madera, que

van en paralelo desde la par te trasera

del estrado, cur vándose su par te de-

lantera hacia el centro, apoyándose

ambos sobre la botoalla o cabezallo

(lanza) del carro (Dib. 6).

Entre los brazóns del leito están co-

locadas las travesas (travesaños) y los

traveseiros (viguetas), que reciben, se-

gún su uso y situación, los siguientes

nombres:

A par tir de la junta de los brazóns

con la botoalla, llamada armela (aside-

ro), y en dirección a la trasera del leito,

como a medio metro, está situada la

primera travesa que aguanta las cur vas

de los brazóns, llamada cruz o crucei-

ro (=), formando entre ésta, los dos

brazóns y la armela un hueco triangular

que recibe el nombre de tragadera (tra-

gadera), por donde se descargan los

materiales menudos, como arena, tie-

rra, estérco (estiércol) y otros.

El segundo y el cuar to traveseiros

reciben los nombres de cadeas (cade-

nas), mientras que la tercera, sita en el

centro de los dos brazóns, hay una só-

lida travesa llamada lombo (espalda o

lomo).

Todas las travesas y traveseiros ci-

tados están ajustados en los huecos

taladrados en ambos brazóns. Queda

una última fuer te travesa que corres-

ponde al 5. o en su orden, llamada ar-

món (=), que está colocada sobre los

dos brazóns, a un palmo de distancia

del final. Entre esta travesa y los cor tos

salientes de los brazóns se forma un

espacio hueco, fuera del leito, llamado

brazada, lugar por donde se carga y

descarga todo el material.

Al conjunto de travesas, traveseiros

y brazóns se llama cheda, y, cuando se

colocan sobre éste los tableros, taboa-

do o sobrado, para formar el leito o es-

trado, todo ello recibe el nombre de

chedeiro.

Los brazóns, justo a la altura del

lombo, están atravesados ver ticalmen-

te por un conjunto de piezas que tam-

bién forman par te del chedeiro, que

abrazan los eixes de las rodas. Son las

siguientes:

En algunos carros se colocan unas

cor tas vigas que refuerzan los dos bra-

zóns llamadas luidoiros (frotadores),

con igual anchura que aquél. El luidoi-

ro, cuya misión es sufrir el desgaste

del roce con el eixe, adopta distintas

formas ar tesanales, que mejoran la al-

tura, el diseño y el aspecto del carro

(Dib. 7).

Atravesando de arriba debajo de los

brazóns y los luidoiros se colocan, en

cada una, dos dentoiras (galgas, cu-

ñas), pero separadas con una anchura

igual al diámetro del eixe, para poder

colocar éste entre ellos.

Las dentoiras traseras tienen que

aguantar el empuje del eixe en movi-

miento, necesitando, por tanto, colocar

una cuña de refuerzo detrás de cada

dentoira citada, llamadas apeladouras

o apeladoiras (apretadoras).

A las cuatro dentoiras del carro se

las conoce también con el nombre de

cantadeiras, de aquí la denominación

que recibe en Galicia de CARRO

CANTARÍN.

En los brazóns, detrás del cruceiro

y delante del armón, hay cuatro tala-

dros en donde se colocan cuatro palos

ver ticales, llamados estadullos (esta-

cas).

Detrás de la segunda cadea y de-

lante de la cuar ta, sobre los brazóns,

hay cuatro taladros, en donde se colo-

can unas estacas llamados estado-

nios, no tan fuer tes como los estadu-

llos, pero sí más flexibles. Entre todas

estas estacas se encajan fácilmente

los tableros de madera de los costados

llamados ladrales (laterales). Cuando

los laterales están hechos de trenza-

dos de varas de zarzo o varetas flexi-

bles de freixo (fresno), ameneiro (aliso)

y salgueiro (sauce), reciben el nombre

de canizos (enzarzos).

En el extremo delantero de la lanza

del carro (botoalla) hay dos dentoiras

(clavijas), que sir ven para sujetar el yu-

go. Un poco atrás de las dentoiras y de-

bajo de la lanza hay un agujero que sir-

ve para colocar un palo fuer te que se

apoya en el suelo, quedando el carro

en plano horizontal. Dicho palo se lla-

ma baldón.

En la botoalla, delante de la arme-

la, se coloca ver ticalmente una horqui-

lla fuer te, llamado boeiro, cuya función

es ser vir de apoyo a vigas largas, ara-

dos y otras piezas para transpor tarlas

sin estorbos al carro y al ganado.

La madera utilizada en los chedei-

ros era muy variada, pero siempre la

materia prima principal era el carballo

(Quercus robur) para la estructura de la

cheda, salvo los apeladouros. Éstos, al

sufrir fuer tes rozamientos del eixe, uti-

lizaban la madera del olmo o del carpe,

por su gran resistencia al roce. En

cuanto al leito y los ladrales, se utilizan

maderas de pino, chopo, castaño u

otras especies, pero sobre todo las

más baratas que se ofrecieran en el

mercado. Para las estacas se utiliza-

ban diversas especies del lugar, como

arces, fresnos, etc., y para los canizos

se utilizaban ramas tiernas de las es-

pecies ya citadas anteriormente.

C).- Xugo (yugo)

En Galicia, un carro siempre es

arrastrado por una xunta (pareja) de

bois (bueyes) o de vacas. Nunca se han

utilizado en Galicia parejas de caballos

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grandes, debido a que no resisten la

humedad del clima, una alimentación

que no es la adecuada y, en conse-

cuencia, la facilidad de caer enfermos,

sobre todo del muermo. En Galicia solo

existen jacos pequeños de la tierra, y

sería de locos pretender uncir una pa-

reja de éstos para que muevan un ca-

rro.

Es curioso obser var que el modelo

del xugo (yugo), realizado en madera,

es similar en toda Galicia, existiendo

una variación en la sujeción del ganado

al xugo, definida por dos zonas: una,

que bordea la costa gallega de

Pontevedra, La Coruña y nor te de Lugo,

y otra, interior, que abarca par te de

Lugo y la totalidad de Orense.

El xugo está formado por una pieza

de madera labrada, con la forma de

una "eme" muy aplastada, llamando a

cada cur va de la eme canga, que se

apoyará sobre el pescuezo y la espal-

da, detrás de los cuernos de las vacas

o los bois (Dib.8).

A ambos lados de cada canga, atra-

vesados de arriba abajo, están coloca-

dos dos listones combados y dentados,

llamados cangallas o cangalleiras (ga-

mellas). Entre estos se coloca el cuello

y el cogote de la besta, cerrando por de-

bajo con una soga, llamada brocha o

barbelas (barbilla), asegurando así que

no salga el cuello de entre las cangallas.

En el centro del xugo, en la par te al-

ta, hay tres camelos, y entre éstos hay

dos cambelas o cambillones (entalla-

duras), que sir ven para colocar el loro

(coyunda de soga) o la pioga (coyunda

de cuero), que sir ve para unir el xugo

con la botoalla, sujetado con las dos

dentoiras.

El tipo de yugo descrito es el utili-

zado en el interior, mientras que en el

litoral se suprimen las cangallas de ma-

dera, que son sustituidos por canciles

de hierro en forma de "u", donde las

puntas de éstos se introducen cada

uno en dos agujeros hechos en la can-

ga. Para que no se salgan los canciles

de las cangas, una de las patas de hie-

rro de cada cancil tiene un taladro en

su extremo, que facilita el introducir un

cravo (clavo), justo donde sobresalen

en la par te alta de la canga.

La madera utilizada para la cons-

trucción de los xugos es el roble, aun-

que también se utiliza el pino y el cas-

taño.

Un elemento impor tante e insepa-

rable para el boieiro, cuando lleva a la

pareja de bois o vacas uncidos al carro,

es por tar la aguillada (aijada), que le

sir ve de acicate del ganado, y, también,

metiéndolo entre los anelos de las rue-

das, frena al carro en las fuer tes ram-

pas de algunos tramos de las correido-

ras. Dicho palo está provisto en uno de

sus cabezas de un pequeño clavo em-

butido que sir ve de estimulante o aci-

cate cuando se pica al ganado. Las es-

pecies forestales utilizadas para hacer

una aguillada son de lo más variado,

pues pueden emplearse castaño, car-

pe, fresno y almez, entre otros.

Los boieiros, con sus inseparables

aguilladas, carros y bois, han inspirado

sus poesías a muchos bardos. Una de

las más conocidas es la de Pondal, ti-

tulada "Polo baixo cantando", que

transcribo también traducido:

"Polo baixo cantando

o bóo bergantiñán

coa aguillada ó lombo

e garboso ademán,

que a PonteCeso leva

en noite de luar

grave o carro de táboas

anteposto quizáis;

Por lo bajo cantando

el buen bergantiño

con la aguijada al lomo

y garboso ademán,

que a Puenteceso lleva

en noche de luz de luna

vacío el carro de tablas,

ligero quizás

Asociación y Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales 63

EPÍLOGO

De las tres fotografías que se ad-

juntan en este escrito, en una

se contempla un carro con sus va-

cas llevado por un rapaciño. Detrás

del carro y de pie está una mujer

con un traje largo blanco: era mi

abuela con 70 años. Las otras mu-

jeres y el chico eran sus hijas y un

nieto. El citado rapaciño era el

boieiro, que llevaba a todos en el

carro de la casa a la playa y vice-

versa (8 km) durante todo el verano.

En la segunda foto se divisa la

par te trasera y lateral del carro, con

seis rapaciños sentados sobre el lei-

to (El primero de la derecha es el au-

tor de este ar tículo, con 7 años de

edad).

Estas dos fotos las realizó mi

padre, Luciano Conde Pumpido, con

una cámara Kodak; la primera, en

1924, y la segunda, en 1930.

La foto de un cuadro pintado por

el Maestro de Astorga, con el tema

del traslado del cuerpo de Santiago

Apóstol en un carro, está tomada

de un repor taje del diario ABC.

Todos los dibujos y croquis que

figuran en este ar tículo están reali-

zados por el autor.

Mi agradecimiento a mi esposa

Pilar, pues gracias a su insistencia

he podido rematar esta monografía,

empezada en junio de 1998, a fina-

les del verano del 2004.

Folklore y artesanía delcarro gallego, también llamado Cantarín http://www.forestales.net/archivos/forestal/pdfs 28/carro_cantarin.html

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