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273 La geografía física: su proyección actual Antonio Flórez* Universidad Nacional de Colombia Introducción Este ensayo, presentado en el iii Ciclo de Conferencias en Geografía, 2005, tiene como objeto hacer una mirada rápida a las tendencias de la geografía física, de acuerdo con unos conceptos básicos, metodologías y aplicaciones; no sin antes, desde luego, mirar en el contexto internacional las tendencias existentes en al- gunos países, como referencias para nuestro caso. Aunque sin entrar en las disquisiciones epistemológicas de la disciplina, se quiere, sin embargo, aportar elementos de discusión sobre los enfoques, tendencias y aplicaciones de esta parte de la disciplina geográfica como campo de la formación disciplinaria y profesional del geógrafo. Este tipo de ensayos requiere una revisión bibliográfica amplia (en cantidad y cobertura), condición que en este caso está lejos de lograrse; sin embargo, se trabajó con fuentes de fácil acceso para la comunidad geográfica en el país. * Profesor emérito, Departamento de Geografía, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.

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La geografía física: su proyección actual

Antonio Flórez*

Universidad Nacional de Colombia

Introducción

Este ensayo, presentado en el iii Ciclo de Conferencias en Geografía, 2005, tiene como objeto hacer una mirada rápida a las tendencias de la geografía física, de acuerdo con unos conceptos básicos, metodologías y aplicaciones; no sin antes, desde luego, mirar en el contexto internacional las tendencias existentes en al-gunos países, como referencias para nuestro caso.

Aunque sin entrar en las disquisiciones epistemológicas de la disciplina, se quiere, sin embargo, aportar elementos de discusión sobre los enfoques, tendencias y aplicaciones de esta parte de la disciplina geográ�ca como campo de la formación disciplinaria y profesional del geógrafo.

Este tipo de ensayos requiere una revisión bibliográ�ca amplia (en cantidad y cobertura), condición que en este caso está lejos de lograrse; sin embargo, se trabajó con fuentes de fácil acceso para la comunidad geográ�ca en el país.

* Profesor emérito, Departamento de Geografía, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.

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La geografía y la geografía física

Los programas de geografía se ubican preferentemente en las facultades de ciencias humanas (o sociales) y en ellos se imparte formación tanto en geografía humana como en geografía física. Sin embargo, existen casos (académicos) donde se separa claramente la formación en geografía humana y física con programas pertene-cientes a facultades de ciencias sociales y naturales y, claro está, con diplomas diferentes. Esta situación se encuentra principalmente en algunas universidades anglosajonas y, para una diferenciación tal, se plantean de hecho problemas en la de�nición (y por lo tanto en los enfoques) de la geografía y de las geografías física y humana.

Lo anterior es un re"ejo de una de las discusiones permanentes en geografía sobre la dicotomía entre geografía física y geografía humana y, desde luego, en torno a las propuestas y desilusiones (académicas) de la llamada unidad de la geografía. Harrison et al. (2004) se plantean la pregunta de si la geografía se puede mantener como una disciplina y qué la mantendría unida frente a hechos que cruzan las fronteras entre lo físico y lo humano y le apuestan a una geografía que debería jugar un papel primordial, más cuando el concepto de ciencia de los sistemas terrestres es relevante hoy en la reformulación de la geografía física. Quizás, frente a estas discu-siones, olvidamos frecuentemente que la geografía no es la única ciencia que incluye entre sus objetos de estudio las formas de orga-nización social en relación con los entornos naturales, como es el caso de la sociología y la antropología, solo para citar dos ejemplos de nuestros vecinos (académicos) más próximos.

Además, la geografía se de�ne frecuentemente como el estudio de las organizaciones espaciales resultantes de las relaciones socie-dad-naturaleza. Esta relación y los efectos organizacionales en el espacio geográ�co es quizás uno de los campos más fuertes en la geografía, sin embargo no es el único. Así, por ejemplo, los estudios sobre distribución espacial y jerarquía de redes y "ujos (viales, "ujos mercantiles, comunicaciones, etc.) no recurren necesariamente (o solo en casos especiales cuando el objetivo lo amerita) al estudio de las in"uencias naturales en su funcionamiento y e�cacia.

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También, el objeto referido como la espacialidad de los fenó-menos sociales y naturales en la super�cie terrestre se enfrenta al hecho de que muchas disciplinas muestran la distribución espacial de sus objetos de estudio: geología, pedología, biología, economía, etc., aunque ese no sea su mayor interés.

Si la geografía es lo que hacen los geógrafos (como lo plantea Bird, 1989, citado en Unwin, 1992), es necesario pensar también que muchos trabajos realmente geográ�cos, no son hechos por geógrafos.

Este tipo de planteamientos podría continuar y el objetivo de este ensayo no es dilucidar el problema, pero sí plantear algunas discusiones sobre aquello a que nos enfrentamos.

En este sentido, Scheibling (1994) presenta el objeto de la geografía como las relaciones hombre-naturaleza y de ahí la des-cripción y la explicación de la localización de los patrones espa-ciales resultantes. Por lo tanto, Scheibling, entiende la geografía como la ciencia de la organización espacial de los fenómenos te-rrestres, naturales o producidos socialmente, y los procesos por los cuales estas distribuciones ocurren y cambian. Es entonces cuando el objeto de la geografía se presenta como el espacio geográ"co, un espacio producido socialmente, como obra humana, como el modo de existencia de las sociedades (Brunet & Dollfus, 1990; Lefebvre, 1974). Así, no se trata del espacio natural, pero las organizaciones sociales ocurren en un espacio y en un ambiente natural, razón que alude a las relaciones sociedad-naturaleza en la producción del es-pacio y que de hecho lleva a entender la geografía como una ciencia social. Este sentido es clave en el pensamiento de los autores ci-tados (entre muchos otros) y centro de la línea desarrollada por Bertrand (1968, 1978, 1981, 1991), autor que, al reconocer que «no hay sociedad sin naturaleza», desarrolla el instrumento conceptual y metodológico del geosistema (véase infra).

Los planteamientos anteriores presentan alguna comodidad para de�nir el objeto de la geografía física. La geografía física enfoca tradicionalmente el conocimiento del medio natural, razón que la ubicaría en las ciencias naturales. Al respecto, desde la geografía, y especialmente orientada a la docencia y formación ciudadana en

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general, se termina repitiendo los conocimientos aportados por otras disciplinas llamadas auxiliares.

Es por lo anterior que en la mayoría de los textos de geografía física aparecen tradicionalmente los capítulos de ubicación del planeta en el universo, luego una descripción geológica del planeta o del espacio considerado, un capítulo sobre el clima, los suelos, a veces uno de geomorfología, la vegetación y, ocasionalmente, la fauna. En estos «tratados enciclopédicos» se encuentra la descripción del medio natural presentado sectorialmente, en ausencia de un marco teórico-conceptual y metodológico para entender la estructura y funcionamiento de los medios naturales en su complejidad y en sus relaciones biunívocas complejas con la sociedad humana.

Si bien es cierto que ese tipo de conocimiento general sobre el medio natural es necesario y deseado socialmente, y sin tratar de desconocer el aporte académico y aplicado que este implica, también es importante señalar que esa forma de entender la geo-grafía física hoy tiene poca aceptación. Si se pretende entender las relaciones sociedad-naturaleza, entonces es fundamental conocer los impactos que las formas de apropiación (utilización) generan en el conjunto (complejo) de la oferta ambiental, tanto como las restricciones que esa oferta ejerce sobre las sociedades. Esto, ne-cesariamente in"uye (junto con otros factores) en las formas de organización y diferenciación espacio-temporal de los grupos hu-manos, razón por la que la geografía debe entenderse como una ciencia social y, por ende, la geografía física.

Por lo anterior, se hace necesario mirar los contenidos y tendencias de las llamadas ciencias auxiliares y de la geografía física misma.

La geografía física y las ciencias auxiliares

Como antes se planteó, la geografía física se basó casi siempre en la utilización del conocimiento producido desde las disciplinas conocidas como auxiliares, es decir, en plan de inventario de los ele-mentos del medio natural. Algunas de tales disciplinas, en nuestro medio, se re"ejan en pregrados existentes como es el caso de la geo-logía o la biología, mientras que otras se desarrollan al interior de campos aplicados más vastos como la pedología en la agronomía o

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agrología, solo para citar algunos ejemplos. Y, a partir de estas dis-ciplinas, ¿cómo concebir otra llamada geografía física? Es alrededor de esta pregunta que se plantean algunas ideas en este ensayo.

La geografía física

Una mirada a algunos textos de geografía física se acogen al esquema antes referido como los de Strahler y Strahler (1987), Hidore y Roberts (1960) o el de Christopherson (1990). Allí apa-recen el sol y la energía, el sistema solar, la tierra, el agua, la at-mósfera, la hidrósfera, los suelos, la tectónica, el volcanismo y procesos morfogénicos. También se trata la interpretación de los mapas topográ�cos aplicados a la geomorfología y, como lo hace especialmente Christopherson, se dice que el propósito de la geografía física es explicar la dimensión espacial de los sistemas terrestres, que serían los geosistemas, aunque sin una conceptua-lización al respecto.

Sin embargo, ya en la geografía física de Strahler y Strahler (1987) se destaca el enfoque del análisis de sistemas, al describir y explicar los diferentes elementos del medio natural. Otra obra que plantea diferencia frente a las anteriores es Physical Geography of the Global Environment (De Blij & Muller, 1993), donde los autores privilegian los enfoques funcionales (dinámicos) y llegan a de�nir las variaciones horizontales y verticales para proponer regiones y paisajes, siempre desde conceptos �siográ�cos, y llegan a decir (1993: 230) que este aspecto de la disciplina (geografía) debería lla-marse geografía natural.

En décadas recientes, con la evidencia, conciencia y moda de los problemas ambientales (y del ambientalismo), tal parece que los textos de geografía física cambiaron hacia una presentación ahora titulada ciencia ambiental o ambiente global u otros similares, pero con contenidos muy cercanos en los que aparecen capítulos sobre los ciclos minerales, las cadenas tró�cas y contaminación del aire y del agua, como diferencias principales.

De ninguna manera se pretende desconocer el aporte de estas obras destinadas a la enseñanza principalmente secundaria, aún universitaria, y, en general, en el proceso de formación ciudadana.

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Se trata simplemente de ver que no plantean una organización espa-cio-temporal en términos de la relación biunívoca sociedad na-turaleza, como se discutirá más adelante, que permita entenderlas como un enfoque geográ�co.

Las disciplinas auxiliares

Lo anterior exige ver también los contenidos, por lo menos de algunas, de las llamadas disciplinas auxiliares de la geografía física.

Geomorfología

Junto con la biogeografía y la climatología, la geomorfología es una de las disciplinas más emparentadas con la geografía física, al punto de que en muchos casos se establece una sinonimia entre las dos.

Ya por 1956, Tricart escribió el artículo La géomorphologie et la pensée marxiste y, apoyado en el método dialéctico, desarrolló las bases de la geomorfología dinámica y encuadró algunos de los procesos de erosión como resultado de formas de ocupación social de los espacios. Incluso Gandhi, el gran adalid de la resistencia pací�ca, aplica esta visión al plantear la erosión de suelos «como un sistema de desajuste entre la sociedad humana y su medio ambiente» y la comparaba con «el cáncer en el sentido que es un síntoma localizado de una condición patológica generalizada».

La geomorfología, especialmente desde los años sesenta, es abundante en textos. En Colombia, de una u otra manera, fuimos in"uidos por los textos franceses debido a su traducción en España y secundariamente por los textos anglosajones. Entre los franceses se destacan autores como E. De Martonne, M. Derruau y G. De Viers, conocidos por las traducciones españolas.

Los temas centrales son respectivamente los de la corteza te-rrestre, su estructura y movimiento, los relieves de acuerdo con la litología, los sistemas de erosión —litoral, desértico, glaciar, peri-glaciar, etc.— y relieves volcánicos.

Hacia mitad de la década de los años setenta aparecen los tra-bajos de J. F. Tricart y A. Cailleux, obra prevista de 12 volúmenes: 9 en geodinámica externa y 3 en geomorfología estructural. En esta obra, y otras posteriores de los autores citados, se evidencia un en-

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foque dialéctico que mira las relaciones ambientales y las formas de ocupación social frente a los procesos erosivos, partiendo de marcos conceptuales biogeográ�cos —zonalidad, escalonamiento, rupturas de equilibrio, cambios climáticos y herencias morfoclimáticas—.

También se desarrolló el concepto de sistema morfogénico que, proyectado al entendimiento de los suelos, relaciones suelo-vegetación, intervención del agua y del hombre, llevó a la geomor-fología a su preocupación de ciencia utilitaria frente al manejo de tierras y prevención de riesgos principalmente.

Otros autores fueron más dedicados a problemas especí�cos de la morfodinámica como P. Birot con su libro Les méthodes de la morphologie (1955) y su obra �nal y mayor Les processus d’erosion à la surface des continents (1981), con un apoyo fuerte desde la me-cánica de suelos.

El contenido de los textos tradicionales de geomorfología son muy parecidos a los contenidos de los libros de geografía física, en los que describen los grandes ambientes donde se identi�can mor-fogénesis especí�cas: sabanas, desiertos, litorales, glaciares, áreas aluviales y, cosa curiosa, poco o casi nada de lo que ocurre en las montañas medias y bajas.

En la producción de los años setenta y ochenta, la geomor-fología se revitaliza a partir de marcos conceptuales aplicados a la morfodinámica. Así, se encuentran temas como la tectónica de placas y los relieves resultantes, los conceptos de cascade systems o sistemas de transferencia, el razonamiento ergódico, los procesos discontinuos y la catena y ya aparecen los temas sobre las mon-tañas medias y bajas, especialmente vistas por los movimientos en masa desde la mecánica de suelos y la disección profunda con la formación de cañones y relaciones morfoclimáticas. Estos en-foques son especialmente fuertes en la literatura anglosajona con autores como Selby (1985), Chorley y Schum (1985), Scheidegger (1988), Büdel (1982), Hamblin (1992) y Easterbrook (1993).

Por la década de los noventa es clara la producción bajo un marco teórico y elaboración de modelos apoyados en el enfoque sistémico. Sobresalen Scheidegger (1988), Kirkby (1994), Hamblin (1992), entre otros.

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Las tres últimas décadas del siglo xx son ricas en publica-ciones sobre procesos morfodinámicos relacionados con génesis especí�cas, por ejemplo, Butler (1995) en Zoogeomorphology y Nir en Man, a Geomorphological Agent (1983). Además, la literatura es abundante en el campo aplicado del manejo del agua, control de inundaciones, control de erosión y movimientos en masa. Al res-pecto se destaca la obra de Gray y Leiser (1982) con aplicaciones biotécnicas para la estabilidad de laderas y control de la erosión, y la de Varnes (1978), cuya clasi�cación de los movimientos en masa es de una amplia aceptación hoy.

También son de destacar las nuevas visiones en geomorfología como la propuesta por Summer�eld en Global Geomorphology (1991), quien considera los hechos geomorfológicos como fenó-menos complejos y los ve globalmente en sentido multiescalar; recoge los marcos teóricos existentes y en términos de causalidad formal separa los relieves como resultantes de procesos endógenos y aquellos modelados de la dinámica externa. Especialmente aplica el razonamiento ergódico para sustituir los modelos espacio-tem-porales con base en los modelados del presente y las herencias mor-foclimáticas. Igualmente, tanto relieves, modelados y procesos los presenta de manera sistemática, sistémica y jerárquica.

Biogeografía

La biogeografía como el «estudio de las distribuciones de los organismos a varias escalas temporales y espaciales, así como los procesos que producen los patrones de distribución» (National Research Council, 1997) se proclama necesariamente como una disciplina integradora de los múltiples elementos y factores que ex-plican su objeto (por lo tanto ejerce un enfoque multidisciplinario). Como se verá a continuación, los enfoques van desde una pura ubi-cación de los hechos biológicos con peso en los inventarios "orís-ticos, �tosociológicos o palinológicos, p. ej., con desviación hacia lo que hoy se entiende como una parte de la ecología; mientras que otros enfatizan en la estructuración y funcionamiento en tiempo y espacio de las formas vivientes.

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De esta manera, Dauvigneaud (1980: La synthèse écologique) establece un énfasis relacional planta-suelo-agua-atmósfera. Mientras que, de manera muy diferente, García-Ruiz (1990: Geoecología de las áreas de montaña) se preocupa más por apoyar los criterios biogeográ�cos en los sistemas de transferencia entre unidades (materia y energía) y se apoya también en resultados lo-grados por Troll (1968) sobre el escalonamiento altitudinal (geo-grafía vertical), a partir de la diferenciación de ecosistemas desde la perspectiva �togeográ�ca y ecología agraria; con miras a carac-terizar la especialización productiva y la desarticulación espacial en la gestión del territorio.

Desde la obra de Rougerie (1988: Géographie de la Biosphère), se privilegia el enfoque geográ�co de la biosfera, explicando las distribuciones, diferenciaciones y relaciones espaciales (factores de control, gradientes...) como la expresión de los sistemas, formas y modos de organización, biomasa y productividad. El autor citado caracteriza el estado actual de la biosfera y de los factores geográ�cos e históricos que determinan ese estado (enfoque geohistórico).

Rougerie (1988) busca en los autores del siglo xix algunas orientaciones de la disciplina: así, del geólogo austriaco E. Suess (1875) toma el término que popularizó en Rusia y Francia la obra de W. Vernadsky, quienes ven la biogeografía como «extensión o estructuración espacial y el funcionamiento» y la relación dialé-ctica entre la activación —de la vida— bajo el efecto de energías incidentes y también por la presión propia de la vida ejercida en los espacios. Así la biogeografía se ocupa de la diferenciación de los espacios ocupados por formaciones herbáceas, leñosas arbores-centes, arbustivas, matorrales, bosques, selvas en sus relaciones y asociaciones con los organismos animales. Igualmente se adoptan los enfoques espacio-temporales de los impactos de la sociedad humana en la composición y distribución de los organismos.

En obras como la de Southwick (1996) aparece una biogeo-grafía con una clara perspectiva de ecología agraria, es decir en uno de los énfasis de la geografía física que explica las estructuras es-paciales de acuerdo con las relaciones sociedad naturaleza y que Southwick llama ecología global, teniendo como marco el cambio

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global. El autor parte del conocimiento de la estructura y funcio-namiento de la litosfera, hidrosfera, organización ecosistémica, "ujos de energía y estructuras tró�cas, sustentado en conceptos como homeostasis, sucesión, estabilidad, etc., luego pasa al estudio de los impactos sobre la condición global: cambio global y desa-rrollo, deserti�cación, deforestación, sobrepastoreo, ecología de la población humana y la producción alimentaria, contaminación y crisis de la biodiversidad; para terminar examinando la calidad de vida a partir de hechos sobre la salud, disparidad, competencia y con"ictos, ecología de la guerra y sustentabilidad.

En obras recientes como la de MacDonald, Introduction to Space, Time and Life: Biogeography (2003), la biogeografía se plantea como una ciencia amplia con un enfoque multidisciplinario con la exigencia de un conocimiento fuerte desde la biología y la geografía, orientado hacia la taxonomía jerárquica, ecología jerár-quica, cadenas tró�cas, relaciones funcionales internas y externas, organización espacio-temporal; y vista frente al clima global, mi-croclima, relaciones edá�cas y ambientes oceánicos.

En MacDonald (2003), las distribuciones espacio-temporales son miradas en función de gradientes como luminosidad, humedad, temperatura, así que las distribuciones verticales en profundidad y altitud son de especial interés tanto como las variaciones longitu-dinales y claro, explica el presente principalmente en función de los cambios climáticos cuaternarios. Estos enfoques introducen necesariamente las variaciones espacio-temporales impactadas antrópicamente, de donde, junto con el conocimiento de las pro-yecciones desde el cambio climático, prevé los cambios futuros de las organizaciones bióticas. Apoyado en la antropología, desarrolla el concepto biogeográ�co de la evolución humana, con énfasis en la expansión geográ�ca de los humanos como fuerza evolutiva en su función con la domesticación de plantas y animales y, desde luego, también como fuerza de extinción (enfoque dialéctico).

Cuando desde la geografía se toman conceptos tales como la fragmentación del espacio, aparece en la biogeografía el plantea-miento de los problemas de continuidad-discontinuidad y endemias bajo el concepto escalar. Así se tratan las disyunciones vistas desde el

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clima o la geología, los relictos, centros de dispersión y termina con la diversidad biológica, preguntándose cómo están las especies en la tierra de acuerdo con los gradientes y controles antes planteados. Las aplicaciones se orientan, entonces, hacia la restauración-conser-vación de los ecosistemas y de los sistemas productivos.

Climatología

Desde la geografía, y de acuerdo con el National Research Council (1997), los climatólogos centran su interés en describir y explicar la variación temporal de los estados de calor y humedad de las super�cies terrestres, enfocando el modelamiento de la energía y los "ujos de materia en super�cie y en la atmósfera, incluyendo la modi�cación ambiental por in"uencia antrópica. También se dedican a la comprensión de los sistemas climáticos urbanos y re-gionales, pasando por temas como los ciclos de calentamiento es-tacional y también algunas posibles incidencias especí�cas como en la frecuencia de los accidentes viales o la irritabilidad de las per-sonas, que puede conducir a cambios en la frecuencia de crímenes. Esto muestra la amplitud de temas a la hora de las aplicaciones.

Una tendencia reciente se muestra en Kane y Yohe (2000) en la que el contenido enfoca las respuestas adaptativas de las sociedades humanas, manejo de riesgos climáticos y el mejoramiento de las ha-bilidades para orientar las políticas de manejo a las condiciones de cambio y variabilidad climática. El enfoque enfatiza además sobre las formas de organización social en su variación espacio-temporal (escala sinóptica de los sistemas climáticos), por lo que los temas especí�cos se relacionan con: adaptación a condiciones extremas meteorológicas y climáticas en países desarrollados, problemas re-gionales como la adaptación a la sequía en el Sahel, la producción y seguridad alimentaria. Se termina planteando la pregunta de si los pobres globales se pueden adaptar al cambio climático global, pre-gunta qué plantea las desigualdades socio-espaciales al enfrentar estos problemas y cómo reducir su vulnerabilidad. Evidentemente los autores parten de la necesidad de un conocimiento analíti-co-integrado desde la climatología-meteorología, biogeografía,

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economía, agronomía y geografía, recurriendo a los diagnósticos-pronósticos multi- e interdisciplinarios.

Hidrología

En las disciplinas auxiliares de la geografía física es clara la producción del conocimiento desde el interior de esas disciplinas y, en muchos casos, por no-geógrafos. Esto es más notorio en el caso de la hidrología. En hidrología e hidrografía, los conceptos y aplicaciones proceden dominantemente de la ingeniería.

En hidrología e hidrografía, la unidad básica de estudio es preferentemente la cuenca hidrográ�ca, objeto sobre el cual se re-piten libros-texto o manuales que, con la ayuda de la estadística, se orientan al cálculo de las características geométricas y el funcio-namiento hídrico; eso sí casi siempre con �nes aplicados: diseño de puentes, distritos de riego, acueductos, entre otros (véase Chow, 1964 y Zävoianu, 1985).

La cuenca hidrográ�ca siempre se vio como una unidad física (hidrográ�ca) ideal, lo que hace pensar que tal vez esta sea la razón por la cual algunos geógrafos insistían (a �nales de los sesenta y hasta comienzos de los ochenta) en tomar la cuenca hidrográ�ca como unidad de análisis espacial en geografía; contradiciendo así los postulados centrales de la geografía y la teoría sobre el espacio geográ�co. Se reducía de este modo el espacio geográ�co, en su proceso complejo de estructuración y funcionamiento, resultante de las relaciones (complejas) biunívocas sociedad naturaleza, a un espacio en el cual se capta y se concentra el agua, es decir, se reducía a un único proceso natural.

Sin embargo, y tal vez por la procedencia, en general, los en-foques complejos de relación cuenca-ocupación social del espacio, orientados a entender los desajustes o desequilibrios del régimen hídrico, torrencialidad, desaparición de corrientes, etc., son es-casos. Vale la pena citar que en Colombia empieza una preocu-pación fuerte relacionada con los problemas de contaminación del agua, disminución del recurso y desaparición de corrientes

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menores. Algunos trabajos de la car1, también de la Empresa de Acueducto de Bogotá y otros del Departamento de Geografía (Uni-versidad Nacional de Colombia) dan cuenta del problema.

ClimatologíaGeomorfologíaHidrologíaHidrografíaGeologíaBiogeografía· · ·

Figura 1. Desarrollo de las disciplinas auxiliares desde y hacia su interior.

La proyección de las disciplinas auxiliares

Aunque la revisión bibliográ�ca anterior es escasa, de todos modos es posible ver que es al interior de las llamadas disciplinas auxiliares de la geografía física desde donde se han producido los mayores aportes conceptuales, metodológicos y de aplicación, y también donde se evidencian mayores esfuerzos en el intento de estudiar sus objetos como entes relacionales, lo que exige un mayor sentido de integración. Sin embargo, los desarrollos son de las dis-ciplinas mismas dominantemente hacia su interior y, si bien han fortalecido la geografía física (y la geografía), este no ha sido en general el objetivo. Esta situación se esquematiza en la �gura 9-1, situación lógica puesto que se trata de disciplinas independientes con personal técnico-cientí�co formado en ellas, aunque también en la geografía y, claro, con un objetivo principalmente utilitario.

Así, el problema, y sobre todo al interior de los departamentos de geografía, es que, si bien se requiere el conocimiento desde esas disciplinas, no se podría dedicar las energías académicas a su desa-rrollo, por lo menos, prioritariamente. Lo deseable sería darle una proyección social a esas disciplinas desde unos marcos teórico-

1 Coporación Autonoma Regional.

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metodológicos de la geografía (como ciencia social). La situación sería como se muestra en la �gura 2.

ClimatologíaGeomorfologíaHidrologíaHidrografíaGeologíaEdafologíaBiogeografía· · ·

Proyección social

Figura 2. Proyección social de las disciplinas auxiliares de la geografía.

La proyección social de las disciplinas auxiliares de la geo-grafía física consiste en entender cada uno de los objetos que es-tudian en su relación con las sociedades humanas que los apropian, los utilizan y los impactan; relaciones biunívocas en términos de oferta ambiental, de restricciones para los intereses sociales de aprovechamiento del ambiente natural y de los impactos socio-ambientales que se generan y de los arreglos socioespaciales resultantes. Desde luego, esto requiere de unos instrumentos con-ceptuales y metodológicos, no solo desde las disciplinas auxiliares, sino desde la geografía. Y, necesariamente, se requiere también una formación académica en dichas disciplinas apoyada en otros conocimientos desde la física, química, producción-tratamiento de la información, etc.

El desarrollo de cada una de las disciplinas auxiliares, además del objetivo básico de la producción de conocimiento como ideal cientí�co, tienen desde luego una proyección utilitaria como: pla-neación agro-silvo-pastoral, planeación ambiental, evaluación de tierras, apoyo al ordenamiento territorial... Desde luego, esto es una proyección para la solución de problemas sociales en su re-lación con la oferta ambiental; lo que aquí se a�rma es que en gran parte de la producción académica o institucional no hay una de�-nición de las formas de organización del espacio geográ�co como resultado de las relaciones biunívocas entre ese medio o ambiente

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natural y la sociedad que ejerce formas de apropiación y tampoco sobre los procesos adaptativos geohistóricos (en sus variaciones y organizaciones espacio-temporales).

Esto requiere un mínimo de integración de variables —¿alre-dedor de qué concepto?—. En la �gura 3. se esquematiza el problema y en la �gura 4. (vease infra) se muestran algunas de las propuestas conceptuales y metodológicas existentes, así como algunas de sus proyecciones. Estas propuestas proceden principalmente de las mismas disciplinas auxiliares, no tanto así desde la propia disci-plina geográ�ca. Los conceptos de integración que aparecen en la �gura 4. no son, en general, propuestas concebidas desde la geo-grafía o desde la geografía física, aunque, en algunos casos, con participaciones tangenciales de geógrafos. Proceden más bien de grupos de trabajo desde las ciencias de la tierra, en general: agró-logos, agrónomos, geólogos, biólogos, geomorfólogos, climató-logos, con trabajos multidisciplinarios en los que cada profesional aporta su parte y con los métodos tradicionales de superposición de mapas o con el uso de los SIG se de�nen unidades y subunidades espaciales proyectadas a la aplicación en el manejo de tierras, aguas y bosques principalmente.

MeteorologíaClimatología

Otras

Biogeografía

Edafología GeologíaGeomorfología

?Concepto

Integrador

HidrologíaHidrografía

Figura 3. ¿Cuál sería el concepto integrador de la geografía física?

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Zonas homogéneasZonas agroecológicas homogéneasLand System - Land UnitUnidades �siológicas

Evaluación de tierrasEvaluación de amenazas naturalesPlani�cación ambientalApoyo al ordenamiento territorial

Figura 4. Conceptos y proyecciones a partir de la integración.

Con respecto a lo anterior y al contenido de la �gura 4, no se incluyó el geosistema, concepto y metodología desarrollado en escuelas de la ex-urss, Alemania y Francia, y que llega a América Latina por in"uencia francesa o española. El tema será motivo de un capítulo especial más adelante.

En cuanto a las propuestas teórico-metodológicas y sus ob-jetivos existen muchas y solo se citarán algunas. Al respecto vale recordar las varias publicaciones de la fao aparecidas desde co-mienzos de los sesenta orientadas a la evaluación de tierras, irrigación, propósitos ingenieriles y agroforestería. Desde la geomorfología se han publicado muchas obras especí�cas en eva-luación de tierras como la de Mitchell (1991) quien propone clasi-�caciones de sistemas de paisajes organizados jerárquicamente o la de Hails Applied Geomorphology (1997) en la que se propone un enfoque interdisciplinario para el manejo ambiental.

Muchas de las propuestas metodológicas (de diagnóstico rápido), nacen luego de la segunda guerra mundial y se orientan principalmente a la evaluación de tierras con �nes de producción de alimentos y, en algunos casos, previa colonización de nuevas tierras (caso de Australia y Nueva Zelanda, pero aplicadas también en la India, África y Suramérica). Es por lo que las metodologías fueron básicamente concebidas para ser aplicadas en tierras de altas posibilidades en suelos productivos —especialmente ambientes

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aluviales—, la escasez y el retardo en propuestas orientadas a la pro-ducción en espacios de montaña.

En el mismo sentido, pero en la perspectiva del Landscape Ecology, aparece la de Zonneveld (1981) en la que se propone la unidad de tierra como una expresión del sistema de paisaje y, bajo criterios holísticos, integra la intervención humana en las formas de organización del paisaje. Luego aparecen, en el mismo sentido, propuestas que tocan el análisis numérico para la de�nición de paisajes, como la de Westerveld et al. (1984).

El concepto de paisaje adoptado en estas metodologías se basa en elementos biofísicos, a veces con el rótulo de ecología del paisaje y orientados al uso del suelo con �nes agro-silvo-pastorales, razón por la cual estas metodologías no son, en general, aplicables a los espacios urbanos.

A partir de lo anterior, estas metodologías de dominante �sio-grá�ca se han modi�cado o adaptado en muchos países, como se verá luego para el caso colombiano.

Nuevas tendencias de la geografía física

En cuanto a los conceptos en que una disciplina se sustenta, no es tan seguro a�rmar que en uno u otro momento aparece «algo nuevo»; probablemente se trata de conceptos existentes desde hace mucho tiempo y que por diversas circunstancias son «desempol-vados» y puestos nuevamente en circulación. Lo que sí es más frecuente es la aparición de metodologías nuevas apoyadas en mé-todos especí�cos y adelantos instrumentales. Sin embargo, tanto los conceptos como las metodologías marcan nuevas tendencias en tiempos especí�cos bajo la de�nición de nuevos paradigmas.

Algunos conceptos en boga

Conceptualmente se destacan hoy dos grandes tendencias de la geografía física; una proyectada a los problemas ambientales (como parte de la ciencia ambiental), un poco desde la descripción y explicación tradicionales de los elementos del medio natural (tra-dicionalmente llamada geografía física) y otra más centrada en el conocimiento de las distribuciones espacio-temporales y sus des-

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equilibrios socioambientales en términos de las relaciones biuní-vocas sociedad naturaleza.

A pesar de su fecha reciente, obras como Global Environment (Berner & Berner, 1996) plantean los capítulos clásicos: agua, ciclo del agua, circulación oceánica, química del aire, las rocas, la meteori-zación, los ríos, los lagos, océanos. No se llega a plantear las relaciones con las formas de ocupación humana ni se recurre a un concepto in-tegrador que permita una espacialización de los objetos de estudio.

Anderson et al. (1993) ya toman la vía de cambiar los títulos clá-sicos de geografía física por el de «ciencia ambiental», pero con con-tenidos similares. Comienzan así con el ecosistema, "ujos de materia y energía, ciclos minerales, sucesión, distribución, dinámica de las poblaciones y luego los capítulos sobre polución, biosfera, alimentos, energía, pesticidas. Terminan con la descripción de la población humana, demografía, sociedad moderna y patrones de crecimiento; sin el manejo de conceptos relacionales e integradores.

Un cambio radical se observa en trabajos como Social *eory and the Global Environment (Redcli] & Benton, 1994), quienes van más allá, al plantear las relaciones sociedad naturaleza en el marco político y del poder (escalado) en términos de justicia social y justicia para la naturaleza. Igualmente Justice, Society and Nature (Low & Gleeson, 1998) explora la justicia ambiental y más precisa-mente la justicia hacia la naturaleza a partir de un análisis de las implicaciones del capital transnacional (ecología política).

Igualmente, desde el Departamento de Geografía de la Uni-versidad de Cambridge (Inglaterra) se aboga por la ética ambiental. Richards (en Harrison et al., 2004) plantea que «la retórica de la inves-tigación prioriza hoy el tema del cambio global y la sustentabilidad, pero es el deber de los geógrafos enfatizar continuamente que las comunidades en lugares diferentes experimentan efectos desiguales como resultado de los cambios económicos y del cambio global y que la sustentabilidad no puede entenderse sin la investigación cientí�ca apropiada en lo ambiental como en lo social», y (los autores citados) apoyan esta visión a partir del constructivismo social.

Desde luego y, al respecto, existe una abundante literatura, sin embargo, se enfatiza a continuación en algunos conceptos que, si

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bien están revolucionando la ciencia en general desde hace varias décadas, aportan a la geografía (y a la geografía física) nuevos aires en su epistemología y metodología.

Gould (1987 [documento en línea]) a�rma que «la gente es-tructura el espacio, no simplemente con innovaciones tecnológicas de reducción y deformación espacial, sino creando un acceso dife-rencial a los recursos que permiten y prohíben el uso de tales es-tructuras espaciales». Esta idea coincide con las de otros estudiosos de las ciencias sociales al mirar el acceso a la oferta ambiental como una relación de poder y la producción social del espacio (especial-mente Lefebvre, 1974).

Dauphiné (1995) plantea un retroceso del reduccionismo frente al avance de los procedimientos sistémicos, en las diferentes ciencias, introduciendo el espacio-tiempo y las evoluciones bajo sistemas disipativos y adaptativos (no-lineales), que engendran formas fractales, característica que, a su vez, opone las formas euclidianas (principalmente de origen humano) a la formas frac-tales (sin dimensión característica).

Continuando con el concepto de estructura, Desmarais y Ritchot (2000) dicen que en geografía generalmente una estructura «designa un arreglo material entre elementos múltiples ordenados o en interacción», concepto válido tanto en la organización de ele-mentos naturales o en elementos de la infraestructura (vial, agraria, habitacional...) o en la misma organización social (clases, grupos, instituciones...). Sin embargo, para estos autores, y desde lo que con-ciben como la geografía estructural, el concepto de estructura es muy diferente; conciben las estructuras como «formas abstractas de or-ganización no reductibles a sus diversas realizaciones materiales» y, entonces, de�nen toda estructura como un sistema de discontinui-dades cualitativas que categorizan un espacio en una organización relacional y dinámica de valores posicionales.

Tratando de aclarar el marco de la geografía estructural, los autores antes citados aducen que el estructuralismo no tuvo una ambición cuantitativa, sino topológica y relacional y a�rmando que las morfologías emergen dinámicamente de los procesos autoorga-

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nizados y, así, todo fenómeno geográ�co se vería bajo la unidad sintética de un objeto de conocimiento morfológico y dinámico.

Rhoads (2004) acoge la idea de que un nuevo tipo de geografía física empieza a emerger acentuando un enfoque en los procesos dinámicos de los sistemas terrestres (process approach); es decir, ve los sistemas terrestres como objetos complejos y de comporta-miento no-lineal.

Lo anterior conduce a concebir el espacio geográ�co como in-trínsecamente estructurado por discontinuidades cualitativas que inducen rupturas y generan la diferenciación y complejización de las posiciones (espacio anisotrópico) topológicas.

Siguiendo con los conceptos anteriores, se encuentra en Aranda (1997) que Aristóteles miraba los fenómenos naturales como pro-cesos en busca de forma. El autor citado (Aranda) entiende que «la dinámica de la organización jerárquica es dualista, "uctúa entre la integración y la individualidad de los órdenes jerárquicos, por lo que la pérdida de organización equivale a la muerte del sistema» y que la organización estructuralista es organicista, pues considera a los organismos como entidades íntegras, como enteros desde la perspectiva aristotélica y no reducibles a la suma de las partes. Para este autor, cada nivel jerárquico concebido como holón mani�esta una tendencia dualista entre la autonomía individual y como inte-grante entero de otro mayor; esta polaridad entre la tendencia in-tegrativa e individual es inherente al concepto de orden jerárquico entre el todo y las partes.

Es corriente que cuando se introduce un nuevo término en el discurso cientí�co y luego trata de vulgarizarse se olvidan al-gunas de sus implicaciones. Esto ocurre con lo holístico, concepto con el que nos referimos principalmente al todo, a la totalidad, a un producto emergente (nuevo) o sinergia, pero se olvida que de lo que hablamos como estructura-función holística es algo au-toorganizado en niveles jerárquicos interdependientes o niveles holónicos o holons (o sistemas encajonados), idea que se podría caricaturizar recurriendo a la analogía con una muñeca rusa. Así, cuando hablamos de globalización, ¿qué es lo que se globaliza? (como subsistemas jerárquicos interdependientes), ¿cómo se glo-

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balizan? (procesos y funciones), ¿cuáles son las discontinuidades que se generan al interior? Este sentido jerárquico (multiescalar) y discontinuo establece solo algunas de las condiciones para de-�nir la complejidad de los objetos que estudia la geografía y, desde luego, otras disciplinas.

Al respecto, como ejemplo, si la geomorfología la entendemos como ciencia morfológica, esta se ocupa del conocimiento de la es-tructura y funcionamiento de las formas de la super�cie terrestre, pero, ¿se ocupa del estudio de la forma de la Tierra misma, es decir, de ese nivel escalar global? No; sin embargo, debería enfocar el es-tudio de los fenómenos cualitativos y discontinuos de la naturaleza, relativos a los procesos de ajuste concomitantes con los "ujos de energía; p. ej., un movimiento en masa, la sedimentación luego de una inundación y la inundación misma, la de"ación eólica... En-tonces, y de acuerdo con `om (1983), sería fundamental poder predecir y explicar la evolución de las formas y considerar como puntos catastró�cos aquellos donde ocurre la transición entre lo continuo y lo discontinuo.

¿No hablamos en geografía, y especialmente en geografía física, de de�nir espacios integrados, ya sea el paisaje o unidades �siográ�cas o zonas homogéneas? ¿Acaso esos espacios responden a formas estructuradas y funcionales? ¿Acaso el espacio es diferen-ciado, es decir discontinuo? Entonces, convendría mucho asirnos de algunos de estos conceptos, que sin ser tan recientes o nove-dosos, podrían orientar mejor nuestro trabajo.

Claro, la pregunta es si los trabajos de investigación-aplicación que enfrentamos deben sustentarse necesariamente en una base conceptual. Sería mucho mejor si procediéramos así, se aseguraría un mejor nivel de comprensión y de otra parte, ¿cómo sustentar una metodología sin un marco conceptual?

Las metodologías

Se presenta a continuación una corta revisión de algunos li-neamientos metodológicos recientes en la geografía física y sus disciplinas auxiliares en el ánimo de la integración espacial, bajo conceptos diferentes.

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Sin que fueran los primeros, luego de la Segunda Guerra Mundial, son los enfoques �siográ�cos los dominantes principal-mente desarrollados por la escuela inglesa en Australia a través de la sciro y que se re"ejan en propuestas de corte �siográ�co como las de Hails (1977) u Ollier (1977). En estas metodologías se de�nen unidades homogéneas de acuerdo con la pendiente, las geoformas y los procesos de erosión de suelos, los per�les modales de suelos y la cobertura vegetal; con el �n de de�nir no solo las unidades de suelo sino la aptitud de los suelos. Cabe recordar que el término «�sio-grafía» es la contracción en inglés (physiography) de physical geo-graphy. En Ollier (1977) se encuentra un sistema de clasi�cación de tierras organizado jerárquicamente en paisajes, la unidad de tierra y las facetas, de�nidas básicamente con criterios geomorfológicos. Este enfoque, además de aplicarse en problemas del uso del suelo, se prevé también útil en aplicaciones militares, ingenieriles y de plani�cación regional.

Este enfoque guió los trabajos de Mitchel (1991), Grant (1973-1974, citado en Mitchel, 1991) y los varios de la FAO (espe-cialmente, 1976: A framework for Land Evaluation). Finalmente, la evaluación de tierras (con base �siográ�ca) se aplicó no solo en Australia, también Nueva Zelanda, varios países asiáticos, afri-canos y suramericanos; y con propuestas desarrolladas también en países como Holanda y Estados Unidos. Este auge metodológico se facilitó por la liberación, luego de la Segunda Guerra Mundial, de la tecnología de la aerofotografía con �nes civiles y, desde luego, por los �nes del neocolonialismo y la producción de alimentos.

Se destaca la propuesta ecogeográ�ca de la escuela de Stras-bourg (Francia), dirigida por J. F. Tricart y J. Kilian (1979). En ella, además de la caracterización del medio natural, se introducen los aspectos dinámicos de los elementos y de sus interacciones para de�nir unidades jerárquicas en función del grado de estabilidad de los medios, con �nes de ordenamiento.

Bajo el sello de la ecología del paisaje de la escuela anglosajona se remplazó, de cierto modo, la metodología �siográ�ca, de la que se diferencia básicamente por concebir el paisaje (biofísico) por sus propiedades emergentes como sistema y como producto relacional

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o entidad holística (Zonneveld, 1979-1989). En esta metodología se incluyen las relaciones sociales de acuerdo con las formas de ocu-pación, tomando también conceptos desarrollados por Troll (1968) en relación con las variaciones verticales y horizontales. La pro-puesta de Zonneveld se acerca mucho al enfoque geosistémico de Bertrand (1981-1991, véase supra).

En Alemania, la ecología del paisaje (Landscha+sökologie) ha tenido importantes desarrollos, con una tradición que se remonta a Humboldt y luego a Hettner. Después fueron los trabajos de Troll los que orientaron la geoecología o ecología del paisaje, con meto-dologías poco conocidas entre nosotros por barreras idiomáticas —entre otras razones—, pero también en contacto con desarrollos en escuelas rusas y francesas. Al respecto, cabe destacar autores como F. Ahnert, J. Büdel y H. Rohdenburg. Este último autor pu-blicó en 1989 la obra en alemán y traducida al inglés Landscape eco-logy-geomorphology. El contenido muestra las aplicaciones desde la geomorfología y la biogeografía para la caracterización de espacios de manera integral con énfasis en la dinámica de los procesos mor-fogénicos y pedológicos.

Quienquiera que revise las diferentes metodologías de «inte-gración» paisajística bajo enfoques �siográ�cos, de «zonas homo-géneas» u otras, encontrará una fortaleza en su orientación aplicada, pero con cierta debilidad en los marcos conceptuales (con pocas excepciones). Así por ejemplo, no se encuentra en la geomorfología una base conceptual como ciencia morfológica que trabaja con ob-jetos discontinuos no-lineales; esto a pesar de la difusión de la teoría de las catástrofes de R. `om en 1974 y 1983, obras que tratan del caos y los fractales especí�camente en geografía (Dauphiné, 1995). La de�nición de clases y subclases (en las metodologías) no recurre a los principios de diferenciación ya explicitados en la obra de Hempel (1965) (entre otros autores). De esto se exceptúa tradicionalmente la hidrología y más recientemente la climatología.

La revista Annals of the Association of American Geographers es uno de los medios de difusión de la disciplina, de mayor reco-nocimiento internacional. En 1999, con la publicación del n.° 89 se estableció un diagnóstico y proyección de las metodologías en la

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geografía física. Para la ocasión, Bauer (1999) ve la geografía física como marcada por la especialización y el reduccionismo y admite que las metodologías son ideales para resolver algunos problemas, pero no para otros; lo que lleva a admitir que las metodologías re-quieren adaptaciones o enfoques a problemas especí�cos, como parte de las estrategias de investigación. Para Bauer (1999), en geomorfología, p. ej., existe una orientación fuerte en la búsqueda de resultados determinísticos predecibles y replicables con efectos en el descuido de lo comprehensivo y de la riqueza integral que se posibilita desde la geografía. Junto con otros autores (Bauer et al., 1999), Bauer aboga por centrarse en la línea de las interacciones sociedad naturaleza bajo los enfoques sistémicos multiescalares, siempre y cuando la investigación se apoye en �losofías, conceptos, teorías, técnicas y observaciones que dentro de la lógica del razo-namiento permitan explicar los fenómenos a estudiar.

En el mismo sentido Sherman (1999) y Barret (1999) ubican el quehacer de la geomorfología y de la pedología con enfoques aun muy descriptivos y reduccionistas y débiles en la ubicación his-tórica de los fenómenos, lo que lleva a los autores a dudar de la geografía física como parte integral de la geografía.

En cuanto a la climatología, y de acuerdo con Carleton (1999), sus contenidos son considerados, dentro de la geografía, como orientados a la de�nición de regiones climáticas y la organización de los movimientos atmosféricos en escalas espaciales micro y macro. El autor ve una ganancia en el prestigio de la climatología a partir de los nuevos enfoques sobre los procesos de retroacción no-lineales y el estudio de las anomalías extremas para la prevención de riesgos y otros impactos del funcionamiento climático. Así, la climatología enfoca el cambio climático enfatizando en las rela-ciones ambiente-sociedad con subcampos en climatología urbana, agroclimatología u otros.

Sin embargo, Wilson y Burrough (1999) llaman la atención su-giriendo que los estudios convencionales desde la geografía pueden ser insu�cientes para competir exitosamente en un futuro do-minado por equipos multidisciplinarios de las ciencias biológicas y de la tierra, para resolver problemas del mundo real; sin embargo,

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refuerzan la esperanza en que los sig y las tecnologías espaciales han reforzado los paradigmas convencionales sobre el espacio con énfasis en:

1. Abstracción geográ�ca con base en la taxonomía conven-cional del siglo xix (identi�cación, nombre y de�nición de rela-ciones jerárquicas, p. ej., el mapa coroplético de suelos); los SIG con base en dos paradigmas: primero, objetos fácilmente identi�cables, internamente homogéneos y estáticos, pero no bajo la variación in-terna ni la incertidumbre y segundo, campos continuos a menudo discretizados en células con valores diferentes para uno o más atri-butos. La topología es implícita.

2. Muchos fenómenos geográ�cos no tienen forma exacta o su extensión cambia en el tiempo y nuestra habilidad para iden-ti�carlos varía con la resolución. En general, y especialmente en nuestro medio, los estudios espacio-temporales son escasos, casi siempre se muestran unos arreglos espaciales de tipo «fotografía del momento», a pesar de una tendencia en los títulos de algunos tra-bajos «multitemporales». Los enfoques espacio-temporales exigen un soporte en la geografía histórica sobre el cómo se estructuran los espacios en la medida (tiempo) en que los grupos humanos los apropian y los ordenan en función de las relaciones complejas hombre medio y las estructuras residuales (herencias) sobre las que se organizan otras formas de apropiación del espacio.

3. Es por lo anterior que los autores sugieren apoyar los es-tudios en conceptos y métodos venidos desde la lógica difusa (ob-jetos borrosos en gradaciones espaciales), modelos interactivos de procesos espacio-temporales, y trabajar la morfodinámica bajo la interacción forma proceso, tratando así de salir de algunos con-vencionalismos reductores.

Tales convencionalismos es lo que le permite a Malanson (1999) a�rmar que los estudios tradicionales son de corte reduccionista en los que la explicación se hace mediante el aislamiento de partes del fenómeno y las interacciones entre pares de esas partes, frente al ideal (holístico) de entender la estructura total buscando los principios explicativos simples. Por esto, continúa Malanson, los geógrafos claman por la integración, pero las variables múltiples

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per se no constituyen la complejidad, la complejidad existe porque muchos procesos, aún aislados, son no-lineales y escalares. Para el autor citado esto implica comprometerse en el discurso �losó�co sin aislarse de lo habitual, de la fuerza pragmática, de la utilidad de la metodología y la práctica, demostrándolo a la sociedad.

El �n del siglo xx marcó otros esfuerzos para mirar el «estado del arte» en geografía física. En 1987, en la sucursal de Vechta de la Universidad de Osnabrück (Alemania) se adelantó un congreso bajo el título El Papel de la Geografía en una Sociedad Postindustrial. En él, los autores resumen la misión de la geografía en el campo de la educación escolar, de las soluciones al diseño y organización del ambiente humano y el conocimiento de las estructuras espaciales de la sociedad; sin embargo plantean la preocupación de una po-sible incapacidad de la geografía para mirar una autointerpretación y de�nición de metas en nuestro tiempo. En dicho congreso, Klink (1987), un geógrafo físico, piensa que hoy la disciplina se bene�cia del enfoque cibernético lo que posibilita el monitoreo de eventos (ciencia de prognosis) y no solo la explicación de procesos (ciencia de diagnóstico) e insiste en la investigación geosistémica como ne-cesaria para desarrollar una geografía física moderna aplicada. El autor señala algunos temas prioritarios relacionados con la deser-ti�cación desde el cambio climático, las formas históricas de ocu-pación de los espacios, evolución de los modelados, productividad ecológica, climas locales y urbanos (plani�cación), cambios en las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, agua y aire en relación con los asentamientos humanos.

Igualmente, desde la publicación en 1992 de la Association of American Geographers con la obra Geography’s Inner Worlds, Knight (1992) ve la geografía física como un campo de la geografía que tiene sus raíces en los conceptos de una ciencia empírica, ob-jetiva y positiva con una apreciación darwinista del cambio en el tiempo y del apogeo europeo de la exploración y descubrimiento, para comprender el ambiente terrestre mediante los métodos po-sitivistas. Para Knight, la geografía física se dedica al estudio de los procesos de la interfase (super�cie terrestre): el ambiente en relación con la sociedad y las modi�caciones humanas de los pa-

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trones y procesos ambientales, con apoyo teórico-metodológico desde los enfoques sistémicos.

Knight coincide con los autores antes citados, no sólo en el objeto de la geografía física, sino que además subraya la tempo-espacialidad de los objetos ambientales en su lógica multiescalar y la organización espacial de la sociedad.

A partir de escuelas francesas se destaca hoy el estudio del paisaje a partir de un enfoque arqueológico y morfológico (y evi-dentemente geosistémico) y de las formas de percepción de los problemas socioambientales. Al respecto, en obras como la de Chouquer (2000), se analizan las discontinuidades y formas de organización espaciales históricas en las parcelas rurales. Estos trabajos sobre geografía agraria también han sido trabajados en Colombia, Ecuador y Francia por Poinsot (1985, 2002), trabajos en los que se mira el papel de la naturaleza y las diferenciaciones culturales en la organización del uso del suelo bajo las relaciones proceso-forma para de�nir los paisajes.

Para los casos citados, las metodologías se orientan a la so-lución de problemas prácticos, lo que además de la necesidad en el manejo de marcos conceptuales y metodológicos, requiere es-pecialización y tecnología. Si bien algunos de los autores plantean dudas sobre el aporte de la geografía (física) en estas soluciones, es necesario también recalcar en los mayores niveles actuales de formación académica de geógrafos y con manejo de paradigmas mejor apoyados en los cambios tecnológicos del momento.

Las metodologías en Colombia

En Colombia, la producción del conocimiento en aquello que podríamos llamar la geografía física ha estado marcado por los desa-rrollos de las disciplinas llamadas auxiliares y muy poco a partir de proyectos académicos integradores. La formación académica en los departamentos de ciencias sociales que imparten geografía o en de-partamentos de geografía no incluyen cursos especí�cos de geografía física o, si los incluyen, se trata de cursos en los que se ofrecen los con-sabidos contenidos sectoriales. Se espera sí, que en los cursos avan-

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zados de algunos pregrados se trabaje con problemas que requieren integración (seminarios o cursos de preparación a la investigación).

Sin embargo, algunos esfuerzos por trabajar con metodologías de integración, ya sea sobre el medio natural, el espacio geográ�co o pai-sajes, se encuentran preferencialmente en la formación posgraduada.

La producción nacional muestra avances sectoriales en geomor-fología, suelos, biogeografía (con di�cultades para diferenciar de la biología) y climatología; en general, con aportes descriptivos, a veces descriptivo-explicativos y, en muy pocos casos, proyectivos. Es quizás en climatología, donde empiezan a aparecer trabajos de prognosis, situación posiblemente explicable por el manejo esta-dístico de la información y también en geomorfología en vista de la prevención de amenazas naturales. Sin embargo, la tendencia es estudiar el objeto en sí; desde la geomorfología los movimientos en masa, las terrazas o la erosión de suelos, la dinámica glaciar; siempre en su ocurrencia, pero casi nunca en sus condiciones estructurales-funcionales de los espacios organizados socialmente en que ocurren. Igualmente ocurre con la producción de información en suelos u otros, desde luego, casi siempre con �nes de aplicación.

No se pretende aquí, de otra parte, desconocer el gran aporte que las disciplinas de las ciencias de la tierra han aportado al conocimiento de nuestros espacios nacionales; lo que aquí se señala es que desde una pretendida geografía física no hemos avanzado mucho, como intento de integración a partir de algún concepto integrador; y las propuestas existentes, aunque en algunos casos con carácter geográ�co, proceden principalmente de no-geógrafos, con contadas excepciones.

Desde luego, conviene mirar algunos resultados sobre las meto-dologías que se aplican en nuestro caso. Se trata de metodologías adaptadas sobre propuestas principalmente anglosajonas y francesas al interior del ciaf2 y del igac3.

Mediante la metodología del análisis �siográ�co llegada del itc de Holanda y promulgada por el ciaf – igac, empezaron a aparecer algunos trabajos como Physiography and Soils of the

2 Centro Interamericano de Fotointerpretación.3 Instituto Geográ�co Agustín Codazzi.

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Llanos Orientales de Goosen (1971) con objetivos hacia el manejo de suelos, tendencia que continúa luego.

Villota (1997, 1999) igualmente propone una zoni�cación eco-lógica, a partir de una zoni�cación �siográ�ca, como proceso de sectorización de un espacio, en áreas relativamente homogéneas (unidades de tierra o unidades de paisaje), mediante la integración de los atributos biofísicos y algunos socioeconómicos, para evaluar el potencial y las limitaciones en vista de la sostenibilidad medio-ambiental. Como concepto, se parece a muchas otras propuestas en las que se pretende una integración con enfoque sistémico y con una espacialización que maneja las distribuciones horizontales y verticales. El mismo autor a�rma que la metodología estudia los ecosistemas, entonces, si se trata de estudiar los ecosistemas, ¿no se estaría invadiendo el terreno de los biólogos? De otra parte, si se habla de ecología del paisaje bajo el enfoque sistémico, ¿no deberían de�nirse las unidades y subunidades a partir de las relaciones biuní-vocas (complejas) sociedad naturaleza? Esta pregunta se plantea especialmente porque, como el mismo autor antes citado lo señala, la entrada que espacializa son unidades �siográ�cas y más exacta-mente geomorfológicas, a las cuales se les caracteriza con atributos desde la geología, el clima, el suelo y el uso del suelo entendido como cobertura vegetal. En la práctica, este es el resultado de los trabajos hechos bajo esta óptica y como marco teórico-metodológico no di-�eren de los de Etter (1990) y Andrade (1994).

Muchos trabajos han sido adelantados bajo los anteriores li-neamientos, con resultados orientados a la plani�cación de tierras en el uso agroforestal principalmente. La aplicación metodológica delimita unidades �siográ�cas y la llamada ecología del paisaje se dice ecológica por la caracterización de la cobertura vegetal. Pero, el sentido ecológico obligaría a un enfoque ecosistémico en el que las relaciones suelo-planta-fauna-microfauna-suelos-agua-radiación solar (solo para citar algunas variables) de�nan los es-pacios ocupados por los ecosistemas y, desde luego, en relación con las formas de intervención social en términos de limitaciones, im-pactos o aprovechamientos y formas de ocupación del espacio.

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También en el mismo igac, en la década de los ochenta, se adelantó el «Proyecto Ecodinámico de los Andes» con un área de prueba en la parte central de la Cordillera Central. Conceptual-mente se adoptó el geosistema a partir de las propuestas de Ber-trand (véase especialmente 1968, 1981). La cartografía a escala 1:100.000 muestra unidades jerárquicas de de�nición biogeográ�ca en la que los pisos bioclimáticos, las formas de ocupación del es-pacio geográ�co (suelos, áreas urbanas, etc.) se caracterizan con atributos desde los suelos, la vegetación, erosión de suelos e inesta-bilidad/estabilidad de los espacios (véase «Estudio Integrado del Medio Natural de las áreas de Armero-Honda-Líbano (Tolima)» y «Ruiz-Manizales-Chinchiná (Caldas)», publicados por igac, 1985, 1986, 1987, en la serie Análisis Geográ"cos).

Sin embargo, desde los objetivos propios a algunas disciplinas se desarrollan o se adaptan metodologías de corte integral para resolver sus problemas de aplicación. Tal es el caso de las zonas agroecológicas homogéneas o la clasi"cación de tierras por su ca-pacidad de uso de acuerdo con las clasi�caciones del Soil Conser-vation Service de los Estados Unidos de�nidas en el igac para orientar la producción a partir de los suelos. Entre muchos otros trabajos al interior del igac se destaca recientemente la obra «Pai-sajes Fisiográ�cos de Orinoquia-Amazonia», orientada por Botero (1999). En esta obra, la zoni�cación jerárquica se hace desde el aná-lisis �siográ�co con una caracterización biogeográ�ca a partir de los suelos y la vegetación.

En el ideam, por convenio con la Universidad Nacional, Flórez et al. (1997-2003) estableció una zoni�cación del territorio nacional a partir del concepto de sistema morfogénico en el que se integran factores y elementos como la estructura geológica, formaciones su-per�ciales, pendiente, bioclima y cobertura del suelo, para de�nir los procesos morfogénicos; trabajo orientado a la de�nición de amenazas naturales ligadas a los procesos morfodinámicos y como apoyo a otros �nes como la plani�cación ambiental.

Con un sentido más de tipo biogeográ�co, aparecen en Co-lombia algunos trabajos con base en la diferenciación vertical de pisos bioclimáticos, con énfasis en la distribución de las forma-

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ciones vegetales como el de Cuatrecasas (1958). Posteriormente, se consideran de primer orden los trabajos dirigidos por `omas van der Hammen con equipos multidisciplinarios (Convenios Univer-sidad de Ámsterdam e Instituto de Ciencias Naturales de la Uni-versidad Nacional), trabajos en los que a partir de investigaciones sobre la distribución vertical de diferentes elementos biofísicos se llega a la de�nición de ecosistemas zonales tanto en la Sierra Nevada de Santa Marta como en la parte central de las cordillera Occidental, Central y Oriental (véase al respecto: Estudios de eco-sistemas tropandinos, volúmenes 1, 2, 3 y 4; T. van der Hammen, Ed.). Este enfoque biogeográ�co ha continuado su desarrollo en el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional bajo la dirección del profesor Orlando Rangel (1987, 1997, 2000), con la publicación en tres volúmenes de la obra Colombia: diversidad biótica. Si bien, en estos trabajos, el contenido dominante son las formaciones vegetales y su composición "orística, las distribu-ciones se muestran en función de características como los suelos y el bioclima, teniendo en cuenta las variaciones horizontales y ver-ticales (altitudinales).

Con algún conocimiento desde el interior de algunas de las instituciones en que se han desarrollado estos trabajos y con parti-cipación en algunos de ellos, puedo plantear las siguientes conside-raciones: disponemos de los marcos conceptuales y metodológicos para de�nir las zoni�caciones socioambientales, así como de las adaptaciones necesarias para aplicaciones a propósitos diferentes. También se dispone de personal técnico-cientí�co cali�cado, dis-perso en entidades diferentes, entidades que a veces persiguen pro-pósitos similares con duplicación de funciones. Sin embargo, lo que generalmente no se logra es la conformación de verdaderos equipos de trabajo interdisciplinarios que se puedan dedicar a proyectos de investigación en tal sentido. Los «equipos» en los que a veces se logra reunir un mínimo de personal cali�cado, carecen en general de medios (léase �nanciación, laboratorios, etc.) y de tiempo su�-ciente para llegar, mediante la investigación, a una aproximación de lo que las metodologías proponen idealmente.

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Lo anterior nos diferencia y diferencia nuestra producción de los resultados que en tal sentido se logran en los países desarrollados.

A pesar de lo anterior, estas formas de trabajo y los productos resultantes aportan cada vez más elementos al conocimiento de nuestro país y, desde luego, aportan en el proceso de formación aca-démica y con mucha de la información producida y disponible se podrían intentar, para varios espacios del territorio nacional, zoni�-caciones integradas desde diferentes conceptos y metodologías con �nes aplicados en diferentes problemas socioambientales.

Geografía física, paisaje y territorio

El concepto de paisaje siempre ha sido manejado desde diferentes visiones y objetivos y se plantea de manera sectorial. Así, se habla de paisajes vegetales, paisajes geomorfológicos y desde las formas de ocupación humana del espacio aparecen designaciones como el paisaje urbano, el paisaje agrario y, aún, los paisajes naturales.

Desde la geografía, el paisaje se considera como uno de los ob-jetos centrales de estudio en la disciplina. Para muchos geógrafos, el paisaje es un objeto de interfase entre la naturaleza y la sociedad, con una estructura y funcionamiento propios a los elementos natu-rales que lo constituyen y, de otro lado, comandado por el sistema de producción económica y cultural y de�nido a partir de unas formas de percepción ejercidas por los individuos y por los grupos sociales que lo viven (Cocteau, 1984). Así, el paisaje vivido y per-cibido constituye para Cocteau un paradigma socio-ecológico. Otros autores coinciden en estas apreciaciones (Bertrand, 1978; 1982; 1991; Berque, 1990), además, teniendo en cuenta que el paisaje como producto social en el tiempo implica un enfoque arqueológico en su conocimiento (Chouquer, 2000), o, en términos de Bertrand (1978) «el estudio de las relaciones entre las sociedades sucesivas y los espacios geográ�cos que ellas transforman para producir, ha-bitar y soñar». La arqueología del paisaje como enfoque de la inves-tigación comenzó a practicarse ampliamente en Europa, tanto en universidades como en otras instituciones estatales, en la década de los sesenta y ha continuado hasta el presente. Un hito impor-

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tante fue el coloquio sobre arqueología del paisaje, organizado en la Universidad de Tours (Francia), en 1978.

En los diferentes trabajos de Bertrand (véase infra Biblio-grafía) el espacio geográ�co es un concepto de interfase o sistema (emergente) global en el que emergen estructuras y funciones con una dinámica (evolución en el tiempo) a partir de las relaciones entre el potencial ecológico (oferta ambiental), la explotación biológica y la acción antrópica. Además de algunos enfoques tra-dicionales, esta visión implica el conocimiento de las formas de organización social en el tiempo en función de la oferta ambiental y las in"uencias recíprocas, es decir, la construcción arqueológica del paisaje. Esto implica entender las formas de apropiación de los espacios organizados socialmente y «las formas como se resiente, se percibe y se interpreta por la sociedad» (Berque, 1992: 32), lo que conlleva al concepto de territorio.

Por lo anterior, la geografía física, en términos de la carac-terización (estructural y funcional) de los ambientes naturales de acuerdo con las relaciones que ejercen las sociedades que los ocupan y los ordenan, sería parte fundamental en el estudio de pai-sajes y territorios, no solo en el diagnóstico sino en la proyección evolutiva (prognosis) con �nes de ordenamiento.

Sociedad Ambiente

Crisis ambientales

Capacidad de cargaDensidad de población

Ecología cultural

Historia ambiental· Cambio cultural· Innovaciones

Figura 5. El geosistema o sistema territorial natural, Bertrand, (1968).

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El geosistema y la metodología geosistémica

Una renovación epistemológica de la geografía por los años sesenta integró (conceptualmente) la naturaleza a la sociedad, ac-titud que para Bertrand (1978) implica que «la búsqueda de las leyes físicas no debe hacer olvidar que es el sistema de producción y las fuerzas productivas las que dan a la naturaleza su existencia social; es decir, a la vez su realidad cultural en el sentido más amplio y su potencial económico. La racionalidad cultural y económica in-cluye los esquemas ecológicos y no a la inversa». Con estos argu-mentos es que hoy se acepta que la geografía física o (geoecología) no estudia prioritariamente el medio natural, sino el paisaje en tér-minos de las relaciones estrechas con la ecología y con un carácter antropocéntrico, ya que el objeto es el medio ambiente humano y humanizado (Rohdenburg, 1989).

Sociedad Ambiente

Crisis ambientales

Capacidad de cargaDensidad de población

Ecología cultural

Historia ambiental· Cambio cultural· Innovaciones

Figura 6. Ejemplo de aplicación geosistémica en geografía agraria.

Lo anterior se re"eja en la adopción por parte de algunas es-cuelas rusas del geosistema como objeto de la geografía física y modelo teórico del paisaje (véase Sochava, 1972; Beroutchachvili & Mathieu, 1977; Beroutchachvili & Bertrand, 1978; Rougerie & Be-routchachvili, 1991); tendencia que trasciende a Alemania, Francia y España. El modelo propuesto aparece en supra �gura 5.

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La geografía física: su proyección actual

Bertrand (1991) y los autores antes citados entienden el geo-sistema como la dimensión antrópica de un concepto naturalista y el paisaje como la dimensión cultural de la naturaleza; es decir, en geografía ya no se acepta confundir el paisaje con la naturaleza, por lo que las metodologías (y métodos) no podrían ser estricta-mente naturalistas y esa percepción cultural que los individuos y los grupos sociales ejercen sobre el paisaje llevó a Bertrand a hablar de la «cuadratura del geosistema». Cuadratura, porque tal como se muestra en la �gura 5, el geosistema reposa estructuralmente sobre tres polos,

- Adaptaciones humanas a ambientes biofísicos especí�cos- Acción humana y cambio paisajístico- Asentamientos y colonización- Extracción de recursos naturales- Impactos socioambientales- Deserti�cación: contexto sociocultural- Estructuras agrarias → tenencia de la tierra → Baja productividad → desigualad social - Amenazas naturales e inducidas, vulnerabilidad y riesgos- Historia ambiental- El papel del clima en los grandes eventos de la historia- Evolución de los usos sociales de la naturaleza- Calidad ambiental de vida- Biodiversidad y desarrollo económico- Cambio global y sus dimensiones humanas

Geosistema

Sociedad Ambiente

Ecología humanaEcología del paisaje

Figura 7. Posibles aplicaciones (ejemplos) de la metodología geosistémica.

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pero plantear las formas de percepción requiere un cuarto polo (la dimensión cultural-perceptiva). Se construye así un concepto en el que el cuerpo de identidad de la geografía plantea una apertura transdisciplinaria. Bertrand opta por «hacer la apuesta reduccio-nista de tratarlo mediante el método cientí�co». Una grilla de lectura temporo-espacial permite construir un escenario paisajístico a partir de los actores, de los lugares y de los tiempos (y por lo tanto de las estaciones). Esta formalización asegura el lazo entre el paisaje, el geo-sistema y el territorio y de hecho una de las entradas al sistema de interfase sociedad-naturaleza, enfoque que exige un estudio arqueo-lógico del paisaje.

En el mismo sentido discurren los trabajos de C. Tilley (citado en Harrison et al, 2004), planteando que «la gente crea un sentido del lugar por medio del movimiento, del apego, historias y me-morias sobre los lugares, usando no solo la vista sino todos los sen-tidos». Esta visión, como la de Bertrand (1991), incluye en el estudio de los paisajes, la fenomenología en los problemas de percepción.

Algunas aplicaciones geosistémicas

Sin pretender haber revisado la multiplicidad de estudios y aplicaciones a partir del instrumento conceptual del geosistema y de la metodología geosistémica, se conocen variadas aplicaciones relacionadas principalmente con la evaluación de la oferta am-biental e impactos socio-ambientales, formas de organización tem-poro-espacial, premisas para la plani�cación ambiental o el ordenamiento territorial, prevención de amenazas naturales o in-ducidas antrópicamente.

A partir de la metodología geosistémica, basada en los prin-cipios expuestos en el contenido de este ensayo, se podrían entender, en el tiempo, los cambios culturales y las crisis ambientales en la perspectiva de la arqueología del paisaje (Chouquer, 2000) con apli-caciones, por ejemplo, en geografía agraria, como se muestra en el esquema de la �gura 9-6 y, desde luego, en muchas otras vías (véase infra �gura 7).

Otras posibilidades de aplicación (véase infra �gura 7) surgen a partir de la metodología geosistémica entendiendo siempre la orga-

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nización evolutiva de los paisajes (estructura y funcionamiento) en las relaciones sociales resultantes de las formas de apropiación de la oferta ambiental y los impactos biunívocos que de ahí se derivan.

Consideraciones finales

Tradicionalmente, la geografía física ha dependido de las dis-ciplinas auxiliares (véase infra �gura 1) no sólo por el conocimiento que aportan, sino también por los desarrollos conceptuales, meto-dológicos y técnicos. Sin embargo, al respecto, vemos en las tres últimas décadas principalmente, aportes concretos en propuestas hechas por geógrafos u otros profesionales con formación en geo-grafía, con sellos como la ecología humana, ecología del paisaje, análisis �siográ�co y, principalmente, el geosistema

Por las mismas líneas de trabajo tradicionales de la geografía física, las aplicaciones se orientaban básicamente a los espacios ru-rales, tendencia que cambia recientemente con trabajos dedicados al conocimiento de los espacios urbanos desde la climatología, meteoro-logía, geomorfología e hidrología y, en general, el entorno ambiental.

En Colombia sí se tienen aportes importantes al conocimiento desde las disciplinas auxiliares y también aplicaciones metodoló-gicas de integración de paisajes con orientación principalmente desde la biogeografía y desde las perspectivas agro-silvo-pasto-rales; también algunas orientadas hacia la prevención de riesgos o de impactos ambientales. Vale aclarar que la formación en estas metodologías se concentra principalmente en cursos de postgrado, por lo que existe un potencial humano capacitado al respecto, ya sea en instituciones nacionales o del exterior, hecho veri�cable me-diante la producción bibliográ�ca.

Además, cada vez se conocen mejor las aplicaciones de con-ceptos o principios básicos, de la ciencia en general que inciden en la geografía y de la propia geografía, conceptos sobre los que se de-bería trabajar académicamente para una mejor comprensión de los procesos de conformación compleja del espacio geográ�co: lógica difusa, proceso-forma, estructura-función, sistemas adaptativos, procesos discontinuos, umbrales, multiescalaridad... No siempre se podría a�rmar que se trata de conceptos nuevos y novedosos,

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quizás simplemente nos llegan con cierto retardo, peor aún en el caso de las aplicaciones.

Estamos frente a un auge excepcional en la necesidad de com-prender los procesos de conformación espacio-temporal y su evo-lución con �nes aplicados (véase supra �gura 7.), así como en la docencia y la formación ciudadana. Lo anterior, bajo paradigmas reforzados por el desarrollo de tecnologías que podrían dar a los geógrafos «mayor con�anza» a la hora de participar en la solución de problemas prácticos; esto en temas relacionados con el desa-rrollo sustentable particularmente orientado a reducir los desequi-librios socioeconómicos y manejo de la oferta ambiental; frente a las tendencias actuales que continúan con mayor presión sobre esta y mayor crudeza de los problemas ambientales y sus impactos.

Vistos los conceptos, metodologías y posibles aplicaciones desde la geografía física, es difícil, para varios casos, identi�car un papel estricto desde la geografía física, puesto que si parte del es-tudio de las formas de organización espacio-temporales a partir de las relaciones complejas sociedad naturaleza, se estaría hablando plenamente de la geografía, aunque con diferentes líneas de trabajo a su interior. Desde luego, los procesos espacio-temporales deben considerarse en términos de un espacio de cuatro dimensiones (Massey, en Harrison et al., 2004); es decir, el espacio no puede de-formarse en ausencia del tiempo (duración o temporalidad).

En el caso de las ciencias auxiliares de la geografía física, en cada curso de la formación de pregrado se desarrollan los con-ceptos básicos y algunos enfoques de aplicación (metodologías). La pregunta es si en algún curso especí�co se habla de los marcos con-ceptuales y metodologías de integración; quizás se toca el tema en los seminarios de temáticas especí�cas (riesgos, problemática am-biental) o en los laboratorios de investigación. Por nuestras mismas necesidades nacionales, parece importante considerar la inclusión en pregrado del conocimiento de metodologías de integración pai-sajística, a partir de marcos conceptuales, que permita utilizarlas para �nes aplicados; es decir, propugnar por una formación aca-démica desde el pregrado que forme geógrafos profesionales bien sustentados disciplinariamente y con manejo e�ciente en ayudas

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La geografía física: su proyección actual

instrumentales. Además, porque la posibilidad de estudios post-graduados al respecto sigue siendo bastante excluyente para la po-blación estudiantil colombiana.

Finalmente, vale recalcar que en el contenido de este ensayo se habla reiterativamente de la geografía física en una posición de aparente dicotomía frente a la geografía humana. Sin embargo, los enfoques planteados hablan más bien de una posición unitaria de la geografía a partir de un objeto de estudio que pretende la caracteri-zación de los ambientes naturales de acuerdo con las relaciones cons-truidas por las sociedades que los ocupan, apropian u ordenan en el proceso de producción (social) de paisajes y territorios, asumiendo el diagnóstico y la proyección evolutiva (prognosis). También se podría a�rmar que muchos estudios de la llamada geografía humana y de al-gunas ciencias sociales desconocen la naturaleza (oferta ambiental), los controles sobre la sociedad y los impactos de esta sobre aquella, así como las retroacciones resultantes.

Lo anterior simplemente permite a�rmar que la discusión continúa abierta, puesto que si aceptamos la existencia de una geo-grafía física, esta no estudia prioritariamente la naturaleza sino el paisaje o el territorio como medio ambiente humano y huma-nizado, es decir, bajo el enfoque antropocéntrico que la convierte en ciencia social; y para retornar al comienzo, esto es, la geografía, esta posición nos llevaría a aceptar la geografía como ciencia uni-taria y, como cualquier otra ciencia, con enfoques diferentes o campos de trabajo diferentes.

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