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1. LA RENTA AGRARIA: SU EVOLUCIÓN COMO CONCEPTO TEÓRICO Y COMO CATEGORÍA DE INGRESO Resulta interesante analizar las ideas que han existido acerca de la renta del suelo y su evolución. Nos encontraremos con que están muy directamente relacionadas con las caracterís ticas de la ideología dominante en cada momento y de las formas que asumía la lucha de clases, fundamentalmente entre burgueses industriales y terratenientes. De la teoría de David Ricardo se genera una visión “pesi mista” del problema, en el sentido de considerar que con el desarrollo del proceso de acumulación de capital y la consi guiente expansión de la demanda de productos agrícolas, sería necesario cultivar tierras cada vez de peor calidad, con mayores costos, motivando esto un crecimiento constante de los precios de los productos agrícolas. Este crecimiento provocaría un alza en la renta del suelo y los salarios nomi nales, como consecuencia de que los alimentos se encarecerían. El resultado final sería, entonces, una disminución de las ganancias de los capitalistas y un freno en el desarrollo de las fuerzas productivas. Esta visión engarza perfectamente, está íntimamente ligada con la teoría malthusiana sobre la po blación. En el análisis realizado por Marx, tal como lo hemos señalado antes, se rompe categóricamente con la idea acerca de la necesariedad del tránsito de tierras mejores a peores, y se admite una amplísima gama de posibilidades para la evolución de la renta y los precios agrícolas con el desarrollo del capitalismo. De todos modos, como ya se vio anterior mente al citar algunas observaciones de Engels incluidas en el tomo m de El capital, en los ejemplos utilizados por Marx se muestra un aumento de la renta como tendencia en la mayor parte de los casos. Esta observación la citábamos, haciendo referencia al supuesto según el cual se hace el análisis respecto de una economía cerrada. Sin embargo,

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1. LA RENTA AGRARIA: SU EVOLUCIÓN COMO CONCEPTO TEÓRICO Y COMO CATEGORÍA DE INGRESO

Resulta interesante analizar las ideas que han existido acerca de la renta del suelo y su evolución. Nos encontraremos con que están muy directamente relacionadas con las caracterís­ticas de la ideología dominante en cada momento y de las formas que asumía la lucha de clases, fundamentalmente entre burgueses industriales y terratenientes.

De la teoría de David Ricardo se genera una visión “pesi­mista” del problema, en el sentido de considerar que con el desarrollo del proceso de acumulación de capital y la consi­guiente expansión de la demanda de productos agrícolas, sería necesario cultivar tierras cada vez de peor calidad, con mayores costos, motivando esto un crecimiento constante de los precios de los productos agrícolas. Este crecimiento provocaría un alza en la renta del suelo y los salarios nomi­nales, como consecuencia de que los alimentos se encarecerían. El resultado final sería, entonces, una disminución de las ganancias de los capitalistas y un freno en el desarrollo de las fuerzas productivas. Esta visión engarza perfectamente, está íntimamente ligada con la teoría malthusiana sobre la po­blación.

En el análisis realizado por Marx, tal como lo hemos señalado antes, se rompe categóricamente con la idea acerca de la necesariedad del tránsito de tierras mejores a peores, y se admite una amplísima gama de posibilidades para la evolución de la renta y los precios agrícolas con el desarrollo del capitalismo. De todos modos, como ya se vio anterior­mente al citar algunas observaciones de Engels incluidas en el tomo m de El capital, en los ejemplos utilizados por Marx se muestra un aumento de la renta como tendencia en la mayor parte de los casos. Esta observación la citábamos, haciendo referencia al supuesto según el cual se hace el análisis respecto de una economía cerrada. Sin embargo,

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pese a que en su época la tendencia real era el aumento de la renta y de los precios agrícolas, Marx bajo ningún punto de vista los instituye como leyes generales del desarrollo social.

En la realidad podemos observar que con la expansión del comercio mundial a fines del siglo pasado y comienzos del presente, y debido a la revolución tecnológica operada en materia de trasportes y de conservación de alimentos, bajaron considerablemente los precios agrícolas en los países europeos, descendieron las rentas percibidas por los terrate­nientes y resultaron arruinados vastos sectores del campe­sinado.

Habían entrado en el mercado mundial las producciones provenientes de miles y miles de hectáreas de fértiles tierras, antes inaccesibles. Al respecto, Kautsky comenta: “Hasta la segunda mitad del decenio 1870-1880, los precios de las subsistencias se mantuvieron en constante alza, contraria­mente a lo que sucedía con los precios de los productos industriales. En muchos casos han subido más rápidamente que los salarios”.55

Eran circunstancias en las que el peso del comercio inter­nacional aún era muy restringido. La acumulación del capital provocaba aumentos en la demanda de subsistencias. Subían los precios y las rentas en la agricultura. Según Kautsky, entre 1820-1830 y 1871-1875, en Inglaterra los precios del trigo crecieron un 30 %. En Francia un 30 % y en Prusia un 95 %. En cuanto a la carne, los aumentos fueron aun mayores.

Pero esta tendencia se invirtió en la década de 1880, produciéndose una baja continuada en los precios agrope­cuarios. Kautsky expresaba que: “El movimiento de los precios de los artículos alimenticios sigue” [...] “a partir del final del decenio de 1870-1880 un desarrollo opuesto al ante­rior”.56

La entrada al mercado europeo de la producción agrícola de los nuevos países provocaba bajas en los precios. Los intereses más generales del desarrollo del capitalismo conde­naban a los terratenientes europeos a perder posiciones. “Si, por lo demás, una política enérgica de proteccionismo agrario

55 Karl Kautsky, op. cit., p. 280.56 Karl Kautsky, op. cit., p. 281.

fuese posible, sus resultados no favorecerían a la agricultura sino a la propiedad agraria.” 57 En esa época el peso de los alimentos era demasiado importante en la determinación del valor de la fuerza de trabajo como para que pudiera aumen­társelo excesivamente a través de la aplicación de barreras aduaneras. De todos modos, no hubo una política uniforme en todos los países europeos. Inglaterra tuvo la política libre­cambista más consecuente, y sus resultados fueron, según un estudio sobre el tema, los siguientes : “La adaptación a los precios bajos fue fundamental y extendida. La reducción en la cantidad producida de trigo fue el principal factor en la declinación del sector agrícola en su conjunto. Francia y Alemania impusieron tarifas que otorgaron a sus agricultores alguna protección frente al colapso de los precios mundiales. Gran Bretaña es ahora el más urbano e industrializado de todos los países, y esto se debe en parte a su política de fines del siglo xix” [...] “El sector terrateniente (gentry) y la clerecía rural perdieron en buena medida sü poder y prestigio”.58 Las rentas percibidas por los terratenientes descendieron fuertemente en el período considerado. Según un informe de la Royal Commission on Land, en Inglaterra y en Gales las rentas descendieron un 22,6 % entre 1878 y 1893.59 Las rentas percibidas por el King’s College de Cam­bridge, en trece condados, disminuyeron un 38,9 % entre 1878 y 1893.60

Los datos sobre Inglaterra que se refieren a disminuciones en los arrendamientos pagados permiten deducir que la “ver­dadera renta capitalista del suelo” descendió aun más, ya que según se consigna en los trabajos citados, en el período bajaron los salarios rurales, con lo que seguramente en el canon de arrendamiento, ya disminuido fuertemente, entraba de todos modos parte de esa disminución en los salarios normales de los obreros agrícolas.

57 Karl Kautsky, op. cit., p. 299.58 Olson Mancur Jr., y Curtís C. Harris Jr. “Free Trade in Corn: A

Statistical Study of the Prices and Production of Wheat in Great Britain from 1873 to 1914”, en The Quarterly Journal of Economice, volumen l x x i i i , 1959, p. 168.

59 Olson Mancur Jr. y otros, op. cit., p. 163.60 J. H. Clapham, An Economic History of Modern Britain, yol. n,

p. 283, citado por M. Olson, op. cit.f p. 163.

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La historia más reciente demuestra con bastante claridad que el desarrollo de la agricultura europea se basa en una creciente tendencia proteccionista, no sólo en los países del Continente, sobre todo en el Mercado Común Europeo, sino también en Inglaterra. Por otra parte, es conocido el hecho del aumento enorme de las inversiones que se realizan en la agricultura, que hacen que el peso relativo de la renta, aun mantenida artificialmente con barreras proteccionistas, sea5 de pequeña magnitud en relación con el monto de capital invertido. Un estudio realizado sobre el tema, en Francia; e Inglaterra, muestra una disminución enorme del peso de la renta, medido como proporción del ingreso agrícola. En el caso de Inglaterra hay una baja en esa participación que evoluciona desde un 16,8 % en 1925 a un 5,6 % en 1946.81

Hay que consignar que estos datos no reflejan lo mismo» que aquellos citados más arriba, que mostraban los cambio* en los arrendamientos pagados. Las disminuciones aquí men­cionadas no necesariamente implican una caída de las rentas percibidas por los terratenientes, pero resulta poco dudos suponer que no reflejan una disminución de la “verdader renta capitalista” del suelo, teniendo en cuenta el aument del capital fijo incorporado a la tierra.

Tratando de sintetizar la descripción realizada con u criterio más analítico, podemos decir que en el proces general de disminución de importancia de la renta en lo países capitalistas avanzados es posible diferenciar dos mo mentos. El primero, que correspondería al período en que s verifica la apertura de nuevas tierras a la agricultura, e~ el cual bajan fuertemente los precios, las rentas y la pro­ducción (en Inglaterra la producción de trigo descendí ( entre 1870 y 1900 aproximadamente un 50 % ; hubo ciert aumento de la ganadería, que no alcanzó a compensar est disminución). En este período no se registraron cambio; importantes desde el punto de vista tecnológico (al meno según la opinión de Olson Mancur Jr. y otros, en el artícul' citado). Posteriormente, se verificaron importantes aumento en la producción, con un extraordinario incremento en Ir rendimientos por hectárea y por persona ocupada, que ir

61 Thomson Procter, Productivity of the Human Agent in Agricu ture: An International Comparison, citado por Schultz, op. cit., p. 16’

plicaban cambios tecnológicos y hacían perder importancia relativa a la renta de la tierra respecto del capital invertido.

Esta mayor tecnificación de la agricultura se desarrolla a través de la aplicación de los avances de la industria al desarrollo agrario. Los progresos en materia de fertilizantes, insecticidas, herbicidas y el desarrollo de la industria me­cánica ligada con el agro influyen considerablemente en este sentido. Como ya se señaló anteriormente, los gastos en investigación agrícola corren por lo general por cuenta de instituciones gubernamentales y sus resultados son ofrecidos libremente a los agricultores. Fueron cambios que implicaron un considerable aumento en los rendimientos agrícolas por hombre y por hectárea, pero las disminuciones en los costos unitarios medios no fueron tan considerables. Esto se reflejó en la necesidad de imponer sistemas de protección a las actividades rurales, generalizados después de la década de 1930 en los Estados Unidos, Inglaterra y el Mercado Común Europeo. A veces, se trataba de precios sostén complemen­tados con protección aduanera, otras de exenciones imposi­tivas ; pero siempre, de una u otra forma, subsidios. La existencia de agencias gubernamentales dedicadas a la inves­tigación y experimentación también es una forma especial de subvención.

Esto resultó posible en buena medida gracias a la conjun­ción de varias circunstancias a saber:

a) el menor peso relativo de la producción agropecuaria respecto de la producción total en los países mencionados

b) el menor peso de los productos agrícolas en la deter­minación del valor de la fuerza de trabajo, por el mayor nivel de los consumos obreros y su creciente diversificación.

El peso como clase social de los terratenientes perdió importancia comparado con el de la burguesía industrial, comercial y financiera. En esos países, la renta ha sido destronada.

Parece bastante claro, entonces, que con el desarrollo del capitalismo los “medios de producción producidos” son cada vez más importantes que los “no producidos”. Hay que tomar esta afirmación con cautela. Por las razones a que nos refe­ríamos en el capítulo sobre los problemas ecológicos derivados de la explotación capitalista de los recursos naturales, esta "liberación de las trabas impuestas por la naturaleza” bajo condiciones de producción capitalista resulta ser un arma de

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doble filo a largo plazo. La aplicación intensiva de fertilizantes e insecticidas en los Estados Unidos, por ejemplo, ha logrado elevar enormemente los rendimientos agrícolas, pero ha provocado la contaminación de las aguás superficiales, a tal punto que enorme cantidad de arroyos, lagos y ríos se han convertido en una suerte de cloacas del avance tecnológico.

Esto no implica que no sea cierto el “destronamiento” de la renta de que hablábamos antes. Sólo queremos consignar las falsas ilusiones de control de la naturaleza por parte del capitalismo. Más que control es destrucción. El capital no puede ser el boni paires familias que reclamaba Marx como custodio de las fuerzas naturales.

Esta digresión que hemos realizado tiene como objeto mostrar una extraña circularidad en la evolución del pen­samiento relacionado con la apropiación privada de los recursos naturales, básicamente de la tierra. En un primer período del capitalismo, los terratenientes, herederos de las tierra recibida desde regímenes precapitalistas, aparecen apropiándose de fuertes ganancias parasitarias desde el punto de vista inclusive de la burguesía. Luego, el desarrollo tecno­lógico limita considerablemente la importancia relativa y absoluta de e§a apropiación rentística. El capital domina y aparentemente elimina las “trabas de la naturaleza”. Actual- # mente, aparecen nuevas restricciones, pero a otro nivel. No para el capitalista que invierte individualmente su capital,? sino para el conjunto de la sociedad. El sistema de asignación* de recursos en el capitalismo no contempla los costos sociales que provocan determinado tipo de actividades. Aparecen las! preocupaciones crecientes por el mantenimiento del medio ambiente, la contaminación ambiental, etcétera.

Se puede tal vez pensar que las trabas impuestas por la* propiedad territorial al desarrollo del capitalismo han sido, en mayor o menor medida, vencidas por el avance arrollador de las fuerzas productivas desatadas por el imperio del capital. Pero de la explotación capitalista de los recursos naturales surgen nuevas trabas, de otro carácter, que mues­tran una cara nueva y descarnada de las limitaciones que imponen las relaciones capitalistas de producción al desarrollo de la vida humana. No sólo a través de las relaciones sociales de explotación, sino también a través de la destrucción dek habitat del hombre. ■

Estas reflexiones no deben dar lugar a considerar que la propiedad territorial ha perdido universalmente su potencia­lidad de apropiación de plusvalía en forma relevante. El desarrollo del capitalismo en el mundo se caracteriza por ser un desarrollo desigual. Los comentarios acerca del destrona­miento de la renta agraria deben ser considerados válidos desde el ángulo de mira de los países capitalistas avanzados. En los países de capitalismo atrasado, entre los que conside­ramos que corresponde incluir a la Argentina, no siempre se verifica ese destronamiento.

Particularmente en el caso de nuestro país, consideramos que la renta de la tierra ha desempeñado un papel primordial en su desarrollo económico, y que sigue teniéndo un peso decisivo, que condiciona en una forma muy particular el tipo de desarrollo que adopta el capitalismo en el ámbito rural.

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2. IMPORTANCIA DE LA RENTA DEL SUELO EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ARGENTINO

Tal como hemos señalado en la primera parte, el desarrollo teórico acerca de la renta realizado por Marx, que retomamos en este trabajo, se refiere a la “renta capitalista del suelo”. Esto quiere decir que no incluye cualquier ingreso percibido por un propietario territorial. Incluye aquellas ganancias extraordinarias generadas por la producción capitalista agra-, ria que son apropiables por los terratenientes.

Cuando nos aproximamos a la realización de un estudio; histórico particular (un país, en un período determinado) podemos hacerlo con diferentes criterios posibles. Uno de¡ ellos, bastante común desgraciadamente, consiste en toma los desarrollos teóricos más generales en una mano, en li otra aprisionar algunos datos disponibles sobre la realida concreta —generalmente incompletos y a veces mal interpre tados— juntar ambas manos haciendo encajar a presión lo datos en la teoría. Luego, sacar conclusiones que ya estaba elaboradas antes de la realización de esa maniobra “mete dológica” a que nos referíamos más arriba. Las conclusione estaban definidas a partir de una toma de posición (perfec tamente legítima) realizada en el nivel político-ideológic- Otro criterio posible es el de ir directamente a los datos operar con ellos. Efectuar muchas correlaciones, calcula muchas tendencias, elasticidades de diverso tipo y color etcétera.

Tanto en un caso como en el otro, es difícil que puedai producirse, por esos caminos, conocimientos nuevos acere de las características más relevantes de la estructura ec nómicosocial que intentan explicarse.

En el primer caso se toman en forma directa, sin mediació alguna, conceptos teóricos y se intenta aplicarlos a u visión fragmentaria de la realidad. En el segundo caso emplean instrumentos de análisis a veces bastante sofist cados pero que por el hecho de utilizarse en forma tal qu

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no cuestionan lo precondicionante de los datos que se utilizan y por la carencia de un marco teórico correcto, suelen carecer de poder explicativo, o peor aún, permiten elaborar seudoex- plicaciones.

En nuestro caso intentamos la aproximación al estudio de la estructura agraria argentina, a partir del marco teórico proporcionado por la teoría marxista de la renta agraria, sobre la cual hemos trabajado en la primera parte de este libro. Más arriba recordábamos que el objeto de dicha teoría es la renta capitalista del suelo, no cualquier renta. Resulta evidente la necesidad de comenzar cuestionando el carácter capitalista de la renta en el caso que vamos a estudiar.

Hay que considerar que en la Argentina se presentan situa­ciones regionales muy diversas que serán analizadas más adelante. Acerca de las condiciones vigentes en la región pampeana, se puede afirmar que en el período de la inte­gración de la producción agropecuaria argentina al mercado mundial, y aun ahora, existían y existen posibilidades de producir a menores costos que los vigentes en los países capitalistas de mayor nivel de desarrollo. Esto quiere decir que una empresa capitalista de producción de carne, o de trigo, puede obtener ganancias extraordinarias.

Esta afirmación se basa en numerosas evidencias empíricas, pero aún no se ha realizado ninguna investigación rigurosa tendiente a medir la cuantía de la renta agraria en la Argentina. Existen además problemas conceptuales derivados del hecho de que al no existir una tasa media de ganancia, no hay un nivel indiscutible a partir del cual medir la ga­nancia extraordinaria. Se debe recurrir a la consideración de “ámbitos” más reducidos de acumulación de capital, para distinto tipo de capitalistas.

La existencia de dicha renta, sin embargo, no significa que sea renta capitalista en sentido estricto, o sea prove­niente de la inversión de capital en el sector agrario, siendo obreros asalariados los productores directos. Han existido y existen aún con peso bastante considerable pequeños pro­ductores, arrendatarios, aparceros y propietarios, que utilizan fundamentalmente mano de obra familiar. Veremos esto con detalle al analizar el desarrollo de la región pampeana en la tercera parte de este trabajo. Sin embargo, pese a la no i existencia de relaciones capitalistas “puras”, hay que señalar t

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que las ganancias de los terratenientes no provenían funda­mentalmente de la superexplotación de los trabajadores sino de las ventajas naturales de la llanura pampeana. El grado de desarrollo de las fuerzas productivas permitía en algunos casos obtener una mayor renta con arrendamiento a pequeños chacareros. De todos modos, coexistían arrendatarios neta­mente capitalistas, tanto agrícolas como ganaderos, con chacras en las que se daba predominio de trabajo familiar.

El hecho de producir para el mercado mundial en condi­ciones altamente competitivas otorgó a la clase social que poseía la tierra una importancia clave, decisiva. Según un muy interesante artículo de E. Laclau, “el monopolio de la tierra y la elevadísima renta diferencial procedente de la extrema fertilidad de la llanura pampeana se unieron para consolidar la estructura a la vez capitalista y dependiente de la economía argentina”.62 Laclau destaca el papel central que le cupo a la renta en el desarrollo económico argentino, plantea incluso que “la renta diferencial (a escala interna­cional. G. F .)—surgida de los menores costos, que benefician a su poseedor con una elevada superganancia— es plusvalía producida por el trabajador extranjero e ingresado al país en razón de la amplitud de la demanda de materias primas en el mercado mundial”.63

Resulta realmente aguda la observación precedente según la cual, entonces, los beneficios que obtenía el imperialismo en nuestro país eran, en cierta medida, participación en la capacidad de absorción de plusvalía europea originada por las ventajas de que gozaba la producción pampeana, y no sólo extracción de plusvalía generada en el país. Pero no podemos coincidir plenamente con Laclau en su afirmación del carácter indiscutible del predominio del modo capitalista de producción. Sobre esto, hemos expuesto nuestra opinión más arriba.

Resumiendo lo anterior, podemos decir que la renta del suelo en la Argentina ha desempeñado un papel fundamental

62 Ernesto Laclau (h)., “Modos de producción, sistemas económicos y población excedente. Aproximación histórica a los casos argentino y chileno”, en Revista latinoamericana de sociología, 1969, p. 293.

63 Ernesto Laclau (h)., op. cit., p. 294, En rigor, esta afirmación nopuede hacerse taxativamente, aunque es muy probable que sea parciak mente cierta. En el ejemplo del capítulo 2.3. mostramos una situación de este tipo, suponiendo que la tierra mejor fuera la de nuestro país.

en su desarrollo económico. Esto derivó en un extraordinario poderío de la clase terrateniente. La renta que consideramos estaba y está definida fundamentalmente por las diferencias internacionales de costos, originadas en la calidad de nuestros suelos y clima. Aunque no existieran relaciones de produc­ción puramente capitalistas, en condiciones capitalistas se podía obtener renta, y aun cuando el trabajo fuera en buena medida familiar, las ganancias extraordinarias no eran —ni son— imputables solamente a la sobreexplotación del trabajo.

El enorme peso de la propiedad territorial se manifiesta de muchas maneras en la Argentina. Develar sus razones, su fuerza y su debilidad, es uno de nuestros objetivos funda­mentales. Es necesario comprender que la renta del suelo no es lo mismo que la ganancia capitalista. Que los terratenientes no son lo mismo que los capitalistas, aunque a veces coinciden en una misma persona.

En la Argentina subían las rentas, crecía la producción agropecuaria y se valorizaban las tierras mientras en Europa sucedía todo lo contrario. Nuestras llanuras se anexaban al espacio económico del sistema capitalista mundial, haciendo bajar el precio de la fuerza de trabajo en los países que compraban la carne, el trigo, el maíz, permitiendo la produc­ción de plusvalía relativa y acelerando el proceso de acumu­lación del capital.

Ricardo M. Ortiz comenta en su Historia económica de la Argentina: “Esa faja de tierra fértil para adosar a Gran Bretaña constituye el objetivo fundamental perseguido du­rante la primera década del siglo xix. Para que pudiera serlo América, era necesario resolver aún numerosos pro­blemas técnicos, económicos y políticos: lograr un sistema de trasportes vasto y económico, propiciar el poblamiento de sus tierras; y desde luego pacificar, organizar, estructurar jurídicamente a los países de ese continente. Obtenido todo ello, y mediante el acceso de su producción, los salarios deberían bajar en la metrópoli en tanto que los beneficios [...] deberían crecer”.64

La integración de nuestro país en el sistema capitalista mundial contribuía a debilitar a las clases terratenientes en Europa, provocaba bajas cuantiosas en la producción

64 Ricardo Ortiz M., Historia económica de la Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra, 1971, t. i, p. 28.

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agraria y en los precios de la misma. Era un elemento que favorecía, como decíamos más arriba, el derrocamiento de la renta. Pero ese mismo proceso provocaba, dentro de nues­tras fronteras, el incremento del poderío de los dueños de la tierra, el afianzamiento de la propiedad territorial y el entronizamiento de la renta agraria.

La peculiaridad del desarrollo de la Argentina, el papel primordial de la renta del suelo en el origen de la acumu­lación interna, ha signado las características de nuestro desarrollo capitalista. En Europa, fueron los capitalistas industriales quienes destronaron a la renta agraria, despla­zando a los viejos terratenientes, herencia del feudalismo. En la Argentina, los terratenientes son hijos del capitalismo como sistema mundial, y pese a sus contradicciones con el capital industrial, cada vez es más difícil pensar que éste puede cumplir la misión histórica de su destrucción como clase. Tal como veremos con mayor detalle más adelante, los avances burgueses contra la propiedad territorial irritan al gigante de la propiedad territorial, lo hacen retraerse, pro­vocan el deterioro de la producción, pero no lo destruyen ni lo remplazan.

Cada día parece más probable que la liquidación de la renta agraria en la Argentina podrá sobrevenir recién cuando sean liquidadas las relaciones capitalistas de producción. Pero aún no puede afirmarse esto con absoluta certeza.

TERCERA PARTE

FORMACIÓN DE LA ESTRUCTURA AGRARIA ARGENTINA