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  • 8/13/2019 Finocchio

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    Los docentes en la historia argentina (o de cmo sus haceresinventaron lo social)

    Silvia Finocchio

    Resumen

    Desde una mirada que pondera el papel de los sujetos en la historia y lo relaciona con

    aspectos culturales, sociales y polticos propios del contexto argentino, esta ponencia

    recorre los diversos modos de concebir, sentir, poner en cuestin y fraguar la sociedad

    que los docentes fueron recreando desde mediados del siglo XIX. Se trata de un

    recorrido histrico que ofrece argumentos para pensar a los docentes como agentes

    civilizatorios, como hacedores de la nacin y como forjadores de vnculos

    democrticos.

    El lugar central que los sujetos ocupan en la construccin de la vida tanto escolar como

    social, si bien es una constatacin, e incluso una obviedad, no fue (y no es) siempre

    percibida. La visin de los docentes como instrumento de mediacin o de reproduccin

    de la sociedad o como objeto de recepcin e inculcacin de normas sociales no slo fue

    hegemnica tiempo atrs sino que muchas veces aparece en el sentido comn

    pedaggico. Quisiera hoy, a travs del recorrido histrico que me propongo compartir,

    subrayar el papel de los docentes como sujetos centrales del proceso educativo, tanto

    por las elecciones que efectan como por los saberes que producen.

    Para ello, mi mirada histrica focalizar en la prctica docente, lo cual me insta a

    registrar la interseccin entre saberes, acciones, gustos, experiencias, voluntades, que

    no slo dan lugar a gestos, rutinas y comportamientos identificados como propios de los

    docentes sino que generan vnculos con el ambiente socio-cultural que hacen a las

    experiencias histricas de la vida social.

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    Lo que me propongo compartir con ustedes cuestiona los efectos polticos de algunas

    imgenes asociadas al papel que juegan los adultos en la escuela hoy, sumidos

    exclusivamente en aquello que se expresa como crisis educativa o malestar docente y

    que conduce a la resignacin. Impugna tambin las perspectivas que slo observan a los

    docentes ensimismados sobre s mismos o slo centrados en tecnicismos. Y esto slo

    ser posible trayendo aquello que es invocado aunque est ausente, aquello que se

    supone conocido sin mencionar, y que es justamente la densidad de lo que se hace en la

    escuela, esto es, de la prctica escolar. Prctica que acompaa la atencin a lo

    inmediato, la recreacin de memorias y la anticipacin de guiones o programas.

    Quisiera agregar que, en esta presentacin, cuando aludo a la invencin de lo social

    desde la educacin, tambin estoy suponiendo un lugar fundamental para determinadastecnologas o artefactos. Ellas escriben un papel importante y son indisociables de las

    lneas del tiempo de lo social. No es posible pensar el mundo educativo sin sus objetos,

    ya que la cultura material pupitres, pizarras, plumas, pizarrones, lminas, cartillas,

    libros, cuadernos, carpetas, lapiceras, televisores, computadoras o laptops perfilan el

    hacer activado en el interior de la escuela. La educacin necesita de tecnologas

    especficas que cambian de poca en poca y stas traen aparejados no slo saberes y

    prcticas sino vnculos entre los sujetos.

    En este sentido, subrayar que en la invencin de lo social tienen un lugar central los

    sujetos por el papel protagnico que ocupan las elecciones que efectan y los saberes

    que producen quiere decir tambin que los artefactos apropiados por quienes los usan

    les permiten componer una imagen de ellos mismos y del mundo social

    En fin, se trata de comprender que, frente a las diversas opciones disponibles que, por

    cierto, deslindan responsabilidades, un lugar central tiene la produccin de los propios

    docentes en el mundo educativo. Intento plantear tambin que lo social se invent en el

    da a da de la escuela, en la relacin del Estado con las propias prcticas de los

    docentes, produciendo cambios y movimientos en los imaginarios, abriendo un espacio

    propio en un orden impuesto y haciendo de la prctica cultural cotidiana algo

    concerniente a las relaciones de fuerza que estructuran el campo educativo.

    Para este ocasin me detendr en solo algunos grandes trazos de esta compleja y

    matizada historia haciendo alusin a la invencin de lo social desde la propia prctica

    docente en relacin con los sentidos civilizatorio, nacional y demcrtico.

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    Los docentes como agentes civilizatorios

    Ejercitar el razonamiento moral y formar el carcter o la personalidad era la tarea

    fundamental de quien enseaba en la segunda mitad del siglo XIX. La docencia de hace

    ciento cincuenta aos, cuando el Estado comenz a impulsar con mayor fuerza la

    misin de cohesionar culturalmente a la sociedad, no encarnaba tanto el propsito de

    conformar una nacin homognea como de impartir una moral homognea, que

    estableciera un nico modo de ser varn, mujer, configurar una familia, encontrarse y

    saludarse en la calle, hablar y jugar con amigos, vestirse y arreglarse.. Y por eso el

    docente se presentaba como el promotor de un mundo ordenado segn esquemas

    precisos que relacionaban moralidad, vida prctica y orden pblico. Una idea de virtud

    que en la persona de quien enseaba asimilaba civilidad con ciudadana, prometiendo

    felicidad y progreso.

    Las polticas estatales constituyeron un espacio de ardua promocin de la

    responsabilidad de los docentes de educar a nios y nias, as como de persuasin para

    que las familias enviaran a sus hijos e hijas a la escuela. Deca Juana Manso, sucesora

    de Sarmiento en diversas tareas pblicas: Nosotros no vamos a hacer escuelas, para

    continuar las tradiciones de la barbarie, sino para demoler el rancho y desterrar el

    chirip, vamos a plantear escuelas, para que el hombre del campo no sea de hoy en

    adelante el pria desheredado de la familia argentina, sino ese ciudadano apto a dejar el

    arado, para empuar el bastn del mando 1 Eran tiempos en los que se aluda al nio

    como a un adulto en potencia. De all, la capacidad civilizatoria que se le asignaba a la

    educacin, en el futuro del progreso social, a travs de un nio que al asistir a la escuela

    primaria se convertira en agente civilizador de la familia y de la sociedad.

    La tarea educativa sera llevada a cabo por los maestros, esos artfices oscuros todava

    de las sociedades modernas. Sarmiento igualaba la tarea del maestro a la del sacerdote,ya que ambos promovan el ingreso de nuevos miembros a una comunidad al tiempo

    que la hacan crecer. De la metfora del maestro/sacerdote se desprendan otras dos que

    convertan a la herencia en traicin educativa: la que asimilaba el agua bendita al

    silabario y la que equiparaba al pecador con el salvaje. As, por medio de claras

    alegoras para el pblico en general, Sarmiento transmita algo del sentido del

    magisterio y de la tarea escolar.

    1 Anales de la Educacin Comn, 1867 (10) 47: 290.

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    Si bien se impondran los saberes consagrados como elementales por la institucin

    escolar desde mucho atrs, esto es, la lectura y la escritura, ellos estaran fuertemente

    asociados a la iniciacin a la moral, la formacin del carcter, la pulidez de las maneras

    y la enseanza de la verdad y de la justicia. Por tanto, lectura moralizante a travs de

    libros maestros de la virtud fue un sentido preponderante en la tarea de los enseantes.

    En la batalla, muchos discursos docentes tenan un sesgo defensivo, porque la escuela

    no estaba libre entonces de ataques, ni todo era complacencia con la educacin de la

    poca: El criminalista busca en lo ndices de la estadstica el acusador del aumento de

    la criminalidad infantil y lo encuentra en los bancos de la escuela. El sectario religioso

    le achaca las inmoralidades que se ven sobre la tierra. El socialista la moteja de cruel

    con los desheredados de la fortuna y la seala como autora del proletariado y de la

    carencia del pan. Y en resumen: ya como amiga ya como enemiga de la humanidad, la

    enseanza es pasto del comentario universal, y de cada fenmeno que se produce en el

    mundo ella es la causa: post hoc, ergo porpter hoc. 2

    Sin embargo, frente a crticas que se solan escuchar por entonces como que en la

    educacin todo era un engao o una comedia en el que los maestros hacan el papel de

    payasos y que incluso transmitan vicios a los nios, algunos sostenan que el

    entusiasmo del maestro se fundaba en una idea nueva en el mundo, transformar la

    cultura y civilizar, y por eso a los docentes no los amedrentaban los temores de un

    fracaso ni la lentitud de sus obras.

    Los docentes como hacedores de la nacin

    Probablemente lo ms sabido sobre la educacin de las primeras dcadas del siglo XX

    es que apunt a un nacionalismo que la cultura escolar se encarg de codificar. Enrealidad, fue poco a poco que la formacin moral del carcter y los rituales fueron

    connotando la preparacin de las almas nacionales. Bajo la aspiracin de que los nios

    que asistan a las escuelas se interesaran y participaran en las dos grandes fiestas patrias,

    hacia 1891 el Consejo Nacional de Educacin estableci las primeras pautas

    relacionadas con estas celebraciones. Sin embargo, siguiendo los pasos de la tradicin

    pedaggica que apostaba a la regeneracin moral a travs de la educacin, se crea que

    2 La Enseanza Argentina, 1897 (2) 6: 113.

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    la formacin de corazones altruistas y caracteres bien templados sera no slo el

    mejor seguro contra el vicio sino la base del patriotismo. 3 Y si bien la enseanza de

    la historia patria se fue instalando progresivamente y en torno al Centenario se

    comenzaron a establecer rituales nacionales claramente dirigidos al trabajo de la

    escuela: leer diariamente algn episodio o ancdota histrica de carcter nacional; hacer

    visible las efemrides del da con un comentario; iniciar las clases con un canto

    patritico; conmemorar con actos sencillos poesas, cantos, composiciones las

    fechas importantes de la historia argentina; visitar un museo histrico; visitar

    monumentos, tumbas y edificios antiguos; disponer y colgar en la escuela retratos de

    prohombres as como cuadros que representen hechos histricos importantes;

    organizar concursos de composicin sobre temas patriticos entre grados y entre

    escuelas; leer y recitar trozos escogidos de autores nacionales referidos a temas

    patrios. 4 , observando las prcticas de los docentes, en los aos veinte todava la

    cuestin de la formacin patria o nacional no era un tema dominante, siendo ms

    relevante en cambio la llamada moral en accin como prctica escolar cotidiana de

    los maestros.

    En realidad fue en los aos treinta y cuarenta que los docentes hicieron de la formacin

    nacional la principal razn de su prctica cuando una parafernalia de artefactos vincul

    el da a da de la escuela con contenidos, liturgias, smbolos nacionales. De hecho, los

    contenidos patrios se fueron imponiendo en detrimento de la educacin moral o de la

    educacin del carcter, tal como sola entendrsela anteriormente. Desde entonces los

    materiales educativos y las prcticas docentes incluyeron de modo prolfico poemas y

    versos para los actos escolares; antologas potica para el calendario escolar; prosas para

    los actos escolares; biografas para la evocacin segn el calendario escolar; monlogos

    para las fiestas; relatos dialogados de la historia nacional para representar; retablo

    escolar o teatro de efemrides; relatos, glosas y apostillas para la evocacin; ideas paradiscursos, monografas y fiestas teatrales; informacin sobre los smbolos nacionales

    para que usen los maestros en sus relatos y conversaciones; sugerencias de lminas para

    acompaar relatos dramticos nacionales; sugerencias para la confeccin de escarapelas

    nacionales; desarrollos grficos para que los alumnos realicen en los cuadernos

    smbolos, guardas, palmas, objetos histricos y fachadas de edificios histricos;

    3 Revista de Educacin, 1915 (41) 3: 770.

    4 El Monitor de la Educacin, 1908 (26) 421: 235-245.

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    preguntas para conversar sobre los momentos culminantes de la historia nacional; textos

    o fragmentos para leer y comentar en clase; cuadernos de efemrides; calendario

    escolar; banderines y sealadores para obsequiar, entre otras propuestas que

    transformaron los saberes y las prcticas de la docencia de modo notorio.

    En relacin con el conocimiento del pas y el fortalecimiento de la nacionalidad, durante

    los aos treinta y cuarenta resultaron tambin importantes ciertas tradiciones rurales

    asociadas al folklore, plantendose la necesidad de modificar la tarea de los maestros en

    relacin con la promocin de bailes, danzas, msicas y canciones populares.

    As, los docentes se convirtieron en hacedores de una gran accin simblica, imbricando

    de un modo magistral accin, pensamiento y emocionalidad. Esto implic nuevas

    acciones y significados en la cultura escolar, ofreciendo adems nuevos marcos de

    expectacin. La capacidad de la prctica escolar fue muy alta en su intento de alentar

    significados, de forjar estructuras individuales y comunitarias y de posibilitar ciertas

    aperturas a otras concepciones y tiempos, convirtindose en una poderosa prctica que

    no slo sealaba una transicin cultural (en tiempos de migraciones internas) sino que la

    efectuaba. La prctica escolar sostena la ambigedad entre estabilidad y cambio ya

    que en ellos el tiempo se desintegraba y reintegraba procesando tradiciones pasadas y

    definiendo relaciones futuras y su capacidad fue enorme para constituirse en un

    medio de apoyo y contencin para emociones intensas as como para facilitar la

    coordinacin entre quienes experimentaban esa transicin.

    En sntesis, mientras el Estado promova la cultura nacional, los docentes inventaban su

    propio cdigo cultural para metabolizarla y pautaban el ritmo de un proceso que afect a

    las generaciones que pasaron por la escuela entre los aos treinta y cincuenta.

    Los docentes como forjadores de vnculos democrticos

    Desde antes que mediara el siglo XX muchos docentes fueron pactando cambios en la

    educacin bajo el supuesto de que si cambiaban los vnculos hacia adentro de la escuela

    tambin cambiaran afuera. Siguiendo en muchos casos la va que prestaba atencin a

    lo natural en los nios, apelaban a la posibilidad que tenan ellos mismos en sus

    manos para resolver los problemas que lean en el campo educacional y social. Por

    tanto, diferencindose de docentes rutinarios, proponan y ofrecan pistas para la

    realizacin de transformaciones en aulas impregnadas de pedagoga tradicional, a la vez

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    que se reconocan con inteligencia y capacidad para discernir e introducir contenidos y

    modos novedosos de ensear.

    Quienes militaron por el afecto de los docentes hacia los nios procedan de diversas

    canteras afines muchas veces al escolanovismo: del movimiento anarquista, de la rbita

    catlica, del campo pedaggico, del movimiento asociativo y gremial o del mbito de la

    formacin docente. Requeran que los docentes se dispusieran a ser comprensivos con

    sus alumnos: Seamos maestros, no seamos vigilantes; ganemos su corazn empleando

    una buena dosis de paciencia y tolerancia y una ms grande de amor. 5 Propusieron a los

    maestros cambiar el semblante, los gestos, las expresiones, reemplazando los gritos por

    sonrisas: Enseemos con la sonrisa en los labios 6. Y afirmaban que el trato a los

    nios deba asentarse en la dulzura de los adultos.

    Esta perspectiva fue recreada por las culturas docentes asociada a la cuestin del cambio

    en la escuela. Si la educacin siempre fue una acometida cultural y siempre estuvo

    signada por la conquista de ciertos saberes y prcticas, se deduce que la idea de cambio

    la acompa en su trayectoria. Pero, en particular, desde mediados del siglo XX, los

    hilos del cambio se entretejieron configurando una textura particular que combin

    obsesin con incitacin a la mutacin en tanto muchos docentes lean crisis y letargo en

    la educacin. La generacin de ese clima de necesidad de mudanzas y transformaciones

    se expres en el interrogante entre los docentes sobre qu preservar y qu modificar.

    As, algunos alentaron un tipo de trabajo diferente en el aula buscando muchas veces

    en la didctica un hechizo que les permitiera concretar la ilusin de expandir

    cuantitativamente el sistema o de exhibir cambios cualitativos. Observar los diversos

    itinerarios que recorri la idea del cambio entre los docentes permite ubicarlos no slo

    frente a una diversidad de rumbos posibles sino, especialmente, ante la necesidad de la

    democratizacin de los vnculos hacia adentro de la escuela y de las relaciones sociales

    hacia afuera, de cara a un proyecto histricamente inacabado para la educacin demasas. Tal vez, tambin, ante logros efectivamente alcanzados pero que la lectura

    didctica que realizaban honraba y enterraba casi en un solo gesto.

    Prestar atencin a las prcticas docentes obliga a registrar tambin que algo se quebr:

    saberes y vnculos sociales se disociaron en el interior de la escuela. As, la experiencia

    educativa y el saber dejaron de tener un sentido vinculante, esto es, dejaron de atar,

    5 La Obra, 1921, (1) 18: 12.

    6 La Obra, 1921, (1) 18: 11.

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    reunir, ligar, juntar. Y con ello, con la prdida de la idea de lazo, se abandon

    progresivamente la pretensin de transformacin social a partir del saber que se ofrece.

    La historia de la escuela se encuentra ligada a la memoria del ascenso social de diversos

    grupos en la Argentina, mientras que la visin decadentista tie la mirada histrica de

    los argentinos. Los docentes, en su mayora mujeres atravesadas por ambas perspectivas

    al mismo tiempo, se han encontrado en el corazn del dilema que ellas plantean.

    Muchas veces, ante un futuro confuso y que obsesiona, el pasado se recompone en las

    prcticas escolares para transmitir su energa y para engullir adversidades a las que el

    discurso social intenta otorgar vida.

    Ahora bien, corridos de lo obsesivo, lo fragmentario o lo depresivo en tanto modos de

    procesar la sensacin de prdida del tiempo escolar, la pregunta por los docentes

    apunta tambin a reconocer ciertas creaciones invisibilizadas de su prctica diaria y su

    relacin con la invencin de lo social. Se trata de prcticas poco enfticas o de pequeas

    hibridaciones que vienen dando lugar a significativos cambios en las escuelas.

    Esto nos hace saber que no hay silencio y que la quietud no es posible para saberes y

    prcticas docentes por ms fundantes que sean. Tambin se podra pensar que no hay

    cada sino pelea por la formacin de algo indito. A veces algunos se interrogan por un

    insondable cansancio en la educacin como marca de estos tiempos. A ellos se les

    podra responder que la cicatriz tiene que ver con nuevos nacimientos. Creo que nos

    equivocamos cuando slo vemos inmovilidad, miedo y cansancio en el mbito escolar.

    Entiendo que abrindose paso entre las representaciones de escuela-parlisis, escuela-

    barranco o escuela-quebranto tan asociadas a como se viven o segn se cree, a como

    se detienen, caen, mueren saberes y prcticas en la escuela, toman cuerpo diferentes

    y sugerentes formas renovadas en el hbrido mundo de la escuela.

    El movimiento remite a nuevas marchas escolares que ayudan a superar la desigualdadcultural injusta, a nuevas direcciones que enriquecen la experiencia, a un renovado

    dinamismo del accionar de la enseanza y a modos ms aglutinantes y colegiados a la

    hora de asumir el trajn del trabajo escolar.

    Este movimiento se despliega en una escalera que asciende y no desciende hacia

    nuevos modos de concebir los saberes y las prcticas en un contexto de

    transformaciones culturales intensas.

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    El nimo del movimiento es vital y no fatigoso y, por eso mucho aire entra y sale.

    Aires que permiten a los docentes tomar, apropiarse, acreditar, recomendar y enaltecer

    nuevos saberes y prcticas asociadas al espacio escolar.

    Lo real debe ser imaginado, y esta imaginacin forma parte no solo de la historia de losdocentes sino de la historia educativa y social de nuestro pas.