finley m.i. la antigua grecia, economía y sociedad

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  • M. I. FinleyLA GRECIA ANTIGUAECONOMA y so c ied ad

    CRITICACcOirdtacmril

    C ript

  • Arnaldo Momigliano ha escrito que cuando el profesor Finley se tras- lad a Gran Bretaa en 1954 era ya el mejor historiador social de Grecia vivo, y el ms preparado para enfrentarse con los problemas metodolgicos que implica la historia social. El presente libro rene justamente los artculos ms 1 importantes que ha escrito Finley desde entonces y que han sido considerados como los ms representativos tanto de sus usos metodolgicos como de su enfoque analtico en tres reas especficas de su investigacin: a comunidad de la ciudad griega o polis, el problema de la esclavitud en el mundo antiguo, y los mundos micnico y homrico de la Grecia primitiva. (Introduccin de Brent D. Shaw y Richard P. Sallen)

  • LA GRECIA ANTIGUA: ECONOMA Y SOCIEDAD

    SERIE GENERAL ESTUDIOSY ENSAYOS

  • f j A ^

  • MOSES I. FINLEY

    LA GRECIA ANTIGUA: ECONOMA Y SOCIEDAD

    Introduccin deB. D. SHAW y R. P. SALLER

    EDITORIAL CRTICAGrupo editorial Grijalbo BARCELONA

  • Ttulo original:ECONOMY AND SOCIETY IN ANCIENT GREECE Chatto and Windus Ltd, Londres

    Traduccin castellana de TERESA SEMPERE

    Cubierta: Enric Satu 1953, 1955, 1956, 1957, 1960, 1962, 1964, 1965, 1976, 1977, 1981: M. I.

    Finley, Cambridge 1978: Facultad de Clsicas, Universidad de Cambridge (El imperio ate

    niense: un balance) 1981: Brent D. Shaw y Richard P. Saller (Presentacin, Introduccin y

    Bibliografa) 1984 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica:

    Editorial Crtica, S.A., calle Pedro de la Creu, 58, 08034 Barcelona ISBN: 84-7423-246-5 Depsito legal: B. 37.154-1984 Impreso en Espaa1984. Novagrfik, Puigcerd 127, 08019 Barcelona

  • PRESENTACIN

    Los trabajos de sir Moses Finley sobre la historia social y econmica del mundo antiguo, y especialmente del mundo de los griegos, son ya tan conocidos que no requieren muchos prembulos. Los lectores corrientes y los estudiantes, con toda seguridad, estn muy familiarizados con los libros que ha escrito o editado a partir de la publicacin de su El mundo de Odiseo, que inici su trayectoria en 1954: Los griegos ^JTsTtigedacl, Aspectos de la antigedad, La economa de la antigedad y Vieja y nueva democracia, por citar unos pocos. Sin embargo, quiz los lectores no estn informados de los estudios especiales sobre las instituciones sociales y econmicas griegas que han servido de base a estos libros. A veces por el uso de las fuentes griegas y latinas, que no entiende fcilmente el lector corriente, y menudo porque han aparecido en revistas que no consultan normalmente los estudiantes de los clsicos. Adems, el simple hecho de estar muy dispersos en el tiempo y en muchos nmeros de revistas, los hace inaccesibles, incluso para el historiador profesional.

    Conscientes de todo ello, decidimos presentar al lector corriente, al estudiante y al erudito una coleccin representativa de los artculos que consideramos ms importantes de sir Moses Finley, en tres reas de su investigacin: la comunidad de la ciudad griega o polis, el problema de la esclavitud y el trabajo dependiente en el mundo antiguo, 'y los mundos micnico y homrico de la Grecia primitiva. Como ocurre con muchas selecciones, sta ha resultado algo arbitraria, pero en general nos hemos dejado guiar por consideraciones de utilidad en cuanto a los intereses de los estudiantes corrientes y por el grado de accesibilidad de las publicaciones originales.

    En un intento de desmitificar el mundo de la literatura acadmica

  • 8 LA GRECIA ANTIGUA

    de cata al lector corriente, hemos intentado, dentro de lo posible, evitar el oscurantismo de las abreviaciones, los trminos extranjeros y las observaciones difciles. En todos los casos que nos ha parecido razonable, hemos traducido pasajes y trminos que Finley citaba originariamente en lenguas distintas del ingles. Se han reducido los

    falos y las referencias cruzadas a un formato fcil de usar de las* frotas y referencias, uniforme para todos los captulos. El autor ha "Mecho correcciones, aadidos y supresiones de poca importancia en

    todos los captulos. Hay que sealar un cambio de importancia: el & captulo titulado La esclavitud por deudas y el problema de la es- : clavitud, publicado por primera vez en francs con el ttulo de h'a servitude pour dettes, aparece ahora por primera vez en su

    txto original completo.xv.\Nuestro ensayo introductorio intenta trazar las etapas formati- 'pas' en el desarrollo del pensamiento de Finley como historiador, y la vez relacionar este desarrollo con los artculos recogidos en este libro. Tambin hemos incluido, siguiendo este objetivo, una bibliografa completa de los escritos del profesor Finley. La parte dedicada a libros y artculos es completa (salvo las numerosas traducciones en lenguas extranjeras, que se han omitido), pero la seccin sobre reseas y ensayos slo puede ser una seleccin, debido a su considerable cantidad; en el ltimo caso, hemos intentado incluir las obras representativas de todos sus campos de inters, desde 1930 hasta nuestros das. Es de esperar que esta bibliografa ayude al lector y provoque, quizs, un inters mayor en seguir la obra de Finley ms all de los lmites de este volumen. Finalmente, sobre todo para ayudar al estudiante, hemos aadido, como apndice al final de las notas sobre la mayora de los captulos, una lista de obras importan- ts de otros eruditos aparecidas sobre el mismo tema desde la publicacin del artculo original, y hemos intentado indicar su relacin general con los enfoques tomados por Finley. v L# preparacin de un volumen de doce artculos, que cubren

    fres dcadas de la obra fundamental de Finley, desde principios de 1950 hasta finales de 1970, ha sido un trabajo de lo ms agradable, en l cual hemos recibido ayuda de varias personas. Y no fue la menor la ofrecida por el propio Finley, que accedi amablemente a nuestra peticin de emprender lo que consideramos un proyecto muy valioso y necesario. No slo nos ofreci por completo su ayuda en asuntos de detalle, sino que tambin, hablando en trminos genera

  • PRESENTACIN 9

    les, insisti en la total independencia y libertad de accin de los editores. La tarea de escribir las addenda bibliogrficas se nos facilit con las sugerencias del doctor J. T. Killen (Jess College, Cambridge) y de Paul Millett (Universidad de Leicester). El profesor David Cohn (Berkeley) ley benvolamente la introduccin y sugiri muchas mejoras. Tambin deseamos dar las gracias a los profesores Meyer Reinhold (Missouri-Columbia) y Martin Ostwald (Swarthmore College), que nos ofrecieron informaciones valiosas en sus conversaciones sobre el estudio de la historia antigua en Colum- bia en los aos 1930 y ms adelante.

    B r e n t D. Shaw, Universidad de LethbridgeR ic h a r d P. Sa l l e r , Swarthmore College

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  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE M. I. FINLEY

    . Arnaldo Momigliano, al enjuiciar un grupo de libros publicados por M. I. Finley, a principios de 1970, empezaba su resea con el comentario de que, cuando Finley se traslad a Gran Bretaa desde los Estados Unidos en 1954 era ya el mejor historiador social de Grecia vivo, y el ms preparado para enfrentarse con los problemas metodolgicos que implica la historia social.1 Una de las caractersticas ms importantes que se distinguen en el trabajo de Finley es, verdaderamente, la sofisticacin del mtodo empleado en su anlisis de las sociedades antiguas. Y, sin embargo, como tambin seala Momigliano, raras veces suscita cuestiones de mtodo en cuanto tales.2 Por tanto, nuestro propsito en esta introduccin es apuntar y aislar algunos de sus usos metodolgicos, y trazar las races intelectuales de su enfoque analtico peculiar en la primera parte de su carrera en Estados Unidos, mucho menos conocida. Este objetivo presenta dificultades, en parte porque Finley no encaja netamente en una nica tradicin intelectual aislada, y tambin porque no public mucho en los aos de formacin de su carrera.

    Tras obtener su licenciatura con la calificacin de magna cum laude en la Universidad de Siracusa, en 1927, a la edad de quince aos, Finley se traslad a Nueva York, para empezar sus estudios en la Universidad de Columbia, donde obtuvo el ttulo de master en Derecho Pblico en 1929. De acuerdo con su graduacin ocup un puesto de investigacin en un proyecto entonces en vigor, la Encyclopaedia of the Social Sciences? Despus de trabajar tres aos en el proyecto, se convirti en ayudante de investigacin del profesor A. A. Schiller en Derecho Romano, en Columbia (1933-1934), y al ao siguiente se le concedi un puesto de investigador en el Departamento de Historia (1934-1935). Por la misma poca tambin

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    obtuvo un puesto, a tiempo parcial, de profesor de historia en el Gity College de Nueva York, que no iba a dejar hasta 1942. Fue Schller, segn dice Finley, el que le hizo darse cuenta por primera vez del lugar propio de los estudios legales en el campo de la historia.4 El p rim er tema de la bibliografa de Finley es un artculo sobre la ley y la administracin romanas, estudio de la condicin legal de las rdenes emanadas del emperador romano (mandata principum). Su preparacin legal es tambin evidente en la sofisticacin y seguridad con que ms tarde trat el material legal griego (como, por ejemplo, en Studies in Latid and Credit in Ancient Athens, 500-200 B. C. y la resea del libro de Pringhim sobre The Greek Mto of Sale, indiscutiblemente uno de los artculos ms importantes publicados sobre la ley griega en las ltimas dcadas). Tambin es significativo que su maestro en historia antigua, en el nivel de gra- dado, en Columbia, fuera W. L. Westermann, puesto que ste tena un inters conocido de tiempo atrs en el estudio especializado d la esclavitud y otras formas de trabajo dependiente en el mundo antiguo, especialmente en el Egipto ptolemaico. No menos importante es el hecho de que su educacin para la graduacin tuviera lugar no en una Facultad de Clsicas, sino en Historia, donde se ponan ms de relieve los criterios y enfoques propios de esta disciplina:

    Como estudiante graduado en la Universidad de Columbia, en los primeros aos de 1930, me eduqu con Weber y Marx, Gier- ke y Maitland en historia legal, con Charles Beard, Pirenne y Marc Bloch. Ello se debe simplemente a que recib mi formacin en la Facultad de Historia, y stos eran unos cuantos de los escritores cuyas ideas y mtodos estaban en el ambiente de los estudios histricos, en parte en las conferencias, pero incluso ms en las conversaciones interminables con otros estudiantes.5

    La descripcin de los primeros pasos de la carrera acadmica de Finley no nos da mucha idea del ambiente formativo en el que se desarrollaron sus intereses fundamentales. Diversos factores en los aos treinta produjeron una intensidad intelectual y emocional en algunos circuios acadmicos de Nueva York, que no se ha vuelto a repetir desde entonces, excepto quiz durante la guerra de Vietnam. El colapso economico en el pas y la extensin del fascismo en Europa parecieron exigir de inmediato tanto anlisis intelectual como

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    accin poltica. La estructura tradicional de la enseanza superior no pareca ofrecer ni uno ni otra:

    Cuando vuelvo mis pensamientos a este perodo, tengo la firme impresin de que las conferencias y seminarios quedaban muy estrechamente encerrados en una torre de marfil. Con esto no me refiero a los puntos de vista polticos de los profesores de historia, que variaban considerablemente, sino a la inoportunidad de su labor profesional como historiadores. Las mismas conferencias y seminarios se podran haber dado, sin duda, en una generacin anterior, antes de la primera guerra mundial ... Exista la misma impresin generalizada de que el estudio de la historia era un fin en s mismo. Mientras que nosotros, que estbamos creciendo en un mundo difcil, con problemas que creamos urgentes y que reclamaban soluciones, buscbamos la explicacin y comprensin del presente en nuestro estudio del pasado.6

    El recurso, tanto entonces como ahora, era proceder a la autoeducacin entre los propios estudiantes, un proceso de aprendizaje dialctico, a menudo ms fecundo que la instruccin formal en las aulas. En el ambiente de los primeros aos treinta es totalmente comprensible que este dilogo requiriera un debate con Marx:

    Y as nos valimos de nuestros propios medios para buscar en los libros lo que creamos que no bamos a conseguir en conferencias y seminarios. Leimos y discutimos sobre Marc Bloch y Henri Pirenne, Max Weber, Veblen y los freudianos, analistas de derechas como Mosca (sobre los partidos polticos) y Pareto (aunque he de confesar que no lo encontr provechoso y lo desech en seguida). Y estudiamos a Marx y a los marxistas: no slo Das Kapital, ni incluso primeramente Das Kapitd, sino tambin las obras histricas y tericas de los marxistas.

    El marxismo, pues, se incorpor a mi experiencia intelectual, lo que los griegos hubieran llamado mi paideia. Marx, lo mismo que los otros pensadores que he mencionado, puso fin a la idea de que el estudio de la historia es una actividad autnoma y a la consecuencia lgica de que los diversos aspectos del comportamiento humano econmico, poltico, intelectual, religioso pueden ser tratados con seriedad aisladamente.7

    Hay que sealar el contexto en el cual Finley y sus compaeros de estudios absorbieron el pensamiento marxista: incluso para el

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    estudiante- contemporneo crtico, y ciertamente para los que ms tarde reflexionaron sobre el asunto, mucho del pensamiento orientado a la izquierda de esos tiempos era parte de la reaccin cndida y'nmuy madurada (incluso simplista, se podra decir) ante la amenaza percibida en el poder y la ideologa fascista.8

    Aadindose al fermento intelectual general en Nueva York durante,este mismo perodo, y con un aire de accin directa sobre las preocupaciones relativas a la crisis econmica y poltica del momento- estaba la emigracin de muchas de las mejores mentes de la Alemania fascista. Especialmente importante, desde nuestro punto de vista, es el traslado del Institu fr Sozialforschung (Instituto de la investigacin social) bajo la direccin de Max Horkheimer, que haba sido su director desde 1930, desde Frankfurt hasta Nueva York en 1934.9 El Instituto se afili a la Universidad de Columbia, y Finley se encontr involucrado en diversas actividades del Instituto, participando en seminarios y escribiendo reseas para la revista del Instituto, la Zeitschrift fr Sozialforschung.1 De 1937 a 1939 el Instituto lo emple para tareas varias, entre las que figuraba la traduccin al ingls de las obras que deseaban presentar al pblico norteamericano.

    Horkheimer y sus colegas entendieron que su misin en Nueva York era continuar la tradicin intelectual alemana de la izquierda, que haba sido destruida en la Alemania de Hitler. La tradicin del pensamiento filosfico, histrico y social que representaba el Instituto, derivaba de tres evoluciones diferentes posthegelianas en el pensamiento alemn: la epistemologa kantiana, el surgimiento de la fenomenologa (especialmente la de Dilthey) y la crtica materialista a Hegel, sobre todo la de Marx. Participar en esta tradicin supona tomar parte en una serie de crticas altamente elaboradas, relativas a la filosofa de la historia y la metodologa crticas mucho ms profundas que aquellas a las que solan dedicarse los historiadores.11 Naturalmente, sera imposible resumir en pocas pginas la complejidad de las ideas generadas por los miembros del Instituto de la investigacin social que, en todo caso, nunca fueron uniformes,o sus posiciones en los diversos combats. No obstante, s es posible apuntar unas pocas caractersticas generales, puntos centrales de sus anlisis, que tambin se reflejan en los estudios de Finley.

    El pensamiento del Instituto era bsicamente marxista, aunque intentaba evitar las doctrinas corrientes del marxismo ortodoxo dog

  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE FINLEY 15

    mtico, extendiendo la dialctica presente en las obras del propio Marx mediante el ejercicio de la crtica de los escritos de ste y, a la vez, de la tradicin postmarxista con mayor orientacin filosfica. Sin embargo, una de las exigencias bsicas de Marx que la sociedad fuera vista como un todo interrelacionado fue aceptada como un principio comn fundamental. Las obras de los miembros constituan intentos de explicar de qu maneras los distintos elementos de la sociedad actuaban unos sobre otros, y cmo estas interacciones producan cambios; en resumen, se trataba de un repaso de la dialctica histrica. En especial se prosigui con el inters de Marx por la conexin entre formas de relaciones econmicas y sociales, y las expresiones ideolgicas y culturales de una sociedad. Pero en contraste con el marxismo ortodoxo del momento, Horkheimer y sus colegas rechazaron tanto la aceptacin de una relacin simplista entre base material y superestructura ideolgica como la presuncin de la primaca de las formas econmicas (la llamada base), y en su lugar abogaban por un acercamiento interdisciplinario a un anlisis hols- tico de la sociedad.12

    En sus primeros tiempos, por lo menos, el Instituto comparta el estado de nimo predominante en la tradicin marxista de la Europa occidental tambin en su expectativa de un cambio social radical, que inclua el colapso inminente del sistema capitalista. Se argumentaba que el intelectual, aunque pensase lo contrario, no poda ser un observador objetivo: tena que comprometerse en la praxis, accin que producira cambio.13 Los miembros del Instituto, en su mayor parte, se negaban a especular sobre lo que ocurrira despus de las revoluciones; o, mejor dicho, consideraban que su labor era la aplicacin de la teora crtica que revelara las contradicciones del sistema capitalista, gracias a las cuales se produciran los cambios ms importantes. De especial inters para nuestros objetivos son los comentarios de Horkheimer sobre la libertad. A este respecto, la idea liberal decimonnica de libertad de (interferencia, prohibicin, domina-

    - cin, explotacin) iba a ser substituida por el ideal ms positivo de libertad para (esto es, participar en una sociedad racional). Como ilustracin de su idea, Horkheimer apuntaba al ideal de la polis griega, pero sin esclavos/4

    Pese a ser breve e insuficiente, este resumen del pensamiento del Instituto, sugiere, sin embargo, el contexto intelectual general en el que tomaron forma algunas ideas bsicas de Finley. Tiene relacin

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    y conexiones con la fenomenologa, aunque, clarsimamente, no con la variedad emocional y emptica, acrtica, de la que el propio Finley fue crtico incansable y arrollador.15

    Estas influencias se notan en el cambio acusado en el fondo y en el contenido de sus primeras obras publicadas. Los primeros artculos de Finley, publicados en 1934-1935, exponen las preocupaciones y enfoques tradicionales del estudiante clsico. En su primer artculo, Mandata prinpum (1934), pretendi ofrecer un examen completo de todas las referencias disponibles ... a los mandata porque tal estudio arrojara una luz considerable sobre los problemas todava nebulosos de la clasificacin general de las constituciones imperiales y su validez como fuentes del derecho.16 En su segundo artculo, Emporos, naukleros y kapelos (1935), empiezan a aparecer algunas de las preocupaciones permanentes de Finley: Weber y Hasebroek son citados a lo largo de la obra junto con Oertel y Pohlmann, en el problema de si es aplicable el trmino de capitalista como categora para el anlisis de la economa griega antigua, y la discusin comienza con una lamentacin acerca de la imposicin inadecuada de canales modernos de pensamiento ... y terminologa. Con todo, es justo decir que el enfoque del artculo, escrito' bajo la gida de Westermann, es, ms o menos, tradicional: todos los usos de laspalabras griegas para comerciante que aparecen en su ttulo, son examinados para investigar diferencias posibles entre ellos se trata predominantemente de un ejercicio filolgico.

    El siguiente artculo extenso de Finley no apareci hasta casi dos dcadas despus (1953), pero se puede trazar el desarrollo de sus ideas, y especficamente las influencias de sus primeros estudios de Marx y los padres de la sociologa, y su conexin con el Instituto, gracias a varias reseas publicadas entre 1935 y 1941. En la primera, publicada en Zeitschrift fr Sozialforschung (1935), Finley elogiaba los diez primeros volmenes de la Cambridge Ancient History pero apuntaba una deficiencia importante:

    Aunque el objetivo declarado era elaborar una sntesis completa de la historia antigua en sus fases mltiples, mucho del trabajo se dedica a detalles minuciosos polticos y militares. El arte, la poltica, la filosofa, y sobre todo la historia social y econmica son tratados separadamente, nunca como partes coordinadas de la historia ntegra del mundo antiguo.17

  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE FINLEY 17

    Finley, en pocas palabras, reclamaba un enfoque holstico. Realmente, en casi todas sus primeras reseas, criticaba el tratamiento autnomo y aislado que los autores hacan de las diversas facetas de la vida (por ejemplo, religin o trabajo), en vez de elaborar un trabajo ntegro y relacionado. La clase de enfoque que Finley peda, se ve, por ejemplo, en su ensayo Esparta, escrito treinta aos despus y editado ya por nosotros (captulo 10: Esparta, en Uso y abuso de la historia, pp. 248 y ss., Crtica, Barcelona, 1977). All se estudian las peculiares instituciones espartanas, no segn sus orgenes, sino en el sentido de cmojuncionaban juntas-para promover.- estabilidado cambio en la sociedad como conjunto.

    En este artKolorT~^*lo3o^~res^ de su obra, Finley intent constantemente ofrecer el mismo tipo de explicaciones para el cambio social que haba exigido en sus primeras., reseas. En una crtica mordaz, los autores del undcimo volumen de la Cambridge Ancient History (70-192 d. de C.) son condenados porque para ellos los fenmenos como el imperio romano son tan trascendentales que no se pueden explicar realmente.18 Por consiguiente, el volumen de mil pginas no aporta ninguna respuesta a la pregunta clave: Cmo se puede conciliar la paz y prosperidad de los aos 70-192 d. de C., proclamadas con tanta unanimidad aparente por los escritores contemporneos, con la rapidez, violencia y conclusin del colapso subsiguiente? 19 Lo que Finley buscaba en el libro y no hall fue la explicacin dialctica que procurara exponer las semillas negativas del cambio dentro del status quo. La consecuencia de la necesidad de explicacin era un rechazo de la simple recopilacin de datos (positivismo vulgar) por inadecuada: el conocimiento histrico no poda parecerse a un cuadro que consiste en la acumulacin de colores determinados en unos puntos especficos. El tema reaparece a lo largo de toda la obra de Finley y quiz donde se expresa con ms fuerza es en su ensayo sobre la ciudad antigua, publicado en 1977 (captulo 1 de este volumen).

    Otro dogma de la tradicin hegeliano-marxista del Instituto, adoptado por Finley, fue la insistencia en la naturaleza histrica de liT existencia y el pensamiento humanos. En su enjuiciamiento, en 1941, de la obra The Life ofTTreec7~3e~'Will Durant (parte de la cual iba a convertirse en eptome de la historia popular, The Story of Civilisation), Finley rechaz con energa la nocin ahistrica, popular de una identidad esencial de instituciones y problemas a

    2. FINLEY

  • 18 LA GRECIA ANTIGUA

    tsavs de las edades.20 La necesidad de distinguir el desarrollo histrico d las ideas, y por tanto la naturaleza completamente distinta d -las instituciones forjadas por fuerzas ideolgicas y econmicas en diferentes momentos, es reiterad ms tarde en su ataque al reduc- cionismo de ciertas teoras polticas, que dan mayor nfasis a las semejanzas estructurales. Como seal en el desarrollo de los anlisis antropolgicos ahistricos, he de confesar una total falta de habilidad, para apreciar el valor de suprimir todas las diferencias entre bosquimanos, pigmeos o esquimales, y los Estados Unidos o la Unin Sovitica, en la bsqueda de algn residuo homlogo terico.21 De ah que Finley ponga a menudo el acento en las diferencias evidentes entre las sociedades y el pensamiento arcaicos y modernos, especialmente en sus obras sobre la democracia y la economa.

    En su resea final de este perodo, centrado en el estudio de Earrington sobre la ciencia y la poltica en el mundo' antiguo, podemos ver una fusin de todas sus preocupaciones por las relaciones entre el mundo material y el ideolgico de la antigedad, ahora con la; evidente influenda de Weber. y de Marcase, cuyo primer estudio en mgls,.Rason and Revolution, acababa de ser publicado en Nueva York (1941).: Estas inquietudes quiz se pueden ver con mayor claridad en el rechazo de Finley de la explicacin puramente religiosa de la,importancia del orculo dlfico:

    La fuerza y el prestigio del orculo eran obra no de los delfios, sino de los gobernantes de toda Grecia ... Sus idelogos desparramaron su fama en dramas e historias, inventando orculos donde nunca los hubo, justificando errneas conclusiones o silencios per- jdiciales de los sacerdotes. Sera ingenuo creer si no tenemos pruebas convincentes de lo contrario que iban a Delfos en busca de consejo. Iban porque era importante, para los grandes intereses a largo plazo de su forma de organizacin social, que la mano de los dioses estuviera siempre visible a su derecha; y porque, despus de poner a Delfos en un puesto tan elevado como lo haban hecho, no podan ya menospreciar sin peligro un ins-

    . tramonto tan poderoso.22

    La cuestin de la manipulacin deliberada de las formas ideolgicas es, de nuevo, una preocupacin central de la escuela de Frank- furt, como se ve, por ejemplo, en los estudios de Walter Benjamn sobre los medios de expresin cultural. Estas formas de control, sos

  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE FINLEY 19

    tiene Finley, son especialmente accesibles al examen en la antigedad:

    La literatura de la antigedad, y especialmente su prosa, requiere una correccin cuidadosa en todos los asuntos de creencia e ideologa. No slo era esta literatura un monopolio de los miembros y protegidos de la aristocracia, sino que tambin, con la excepcin notable del drama, su audiencia estaba restringida al mismo estrecho crculo ... As es fcil comprender el franco y casi ingenuo cinismo con que los escritores antiguos confiados en la solidaridad y discrecin de los intelectuales aristcratas revelaban los motivos y mecanismos de la manipulacin de smbolos y supersticin.23

    Finley prosigui con este tema en un estudio muy posterior sobre el control ideolgico, el de la-censura, con la misma clase de enfoque.24 Su inters por a ideologa tambin le llev a examinar la creacin intencionada de personajes y tipos histricos idealizados, que podan ser objeto de manipulacin en inters de los grupos socia- jesjjpmimntes. Uno de ellos es lo que Finley llama el culto del campesino, que, pese a ser objeto de desprecio para Tos idelogos aristcratas, poda ser glorificado como el autntico baluarte de la sociedad cuando convena a sus propsitos.25 Cuando tuvo que elegir un tema para su conferencia inaugural en la Universidad de Cambridge en 1970, Finley volvi a ocuparse del asunto de la manipulacin de la opinin, ofreciendo un estudio sutil del uso y distorsin de figuras e instituciones histricas veneradas, tales como Solno Thomas Jefferson, para justificar ideologas contemporneas.

    Fiel a la tradicin hegeliano-marxista del Instituto, Finley est mucho ms interesado que la mayora de historiadores en cmo el pensamiento contemporneo acerca del mundo antiguo encaja en la tradicin intelectual ms amplia de Occide'{e7~E~'g&savo st5re~la ciudad antigua, por ejemplo, fija el marco para posteriores estudios, mediante la revisin de las conclusiones desarrolladas por los grandes socilogos e historiadores de finales del siglo xvm y principios del xix. Esa perspectiva es necesaria porque, en opinin de Finley, el historiador fija sus posiciones, no slo a partir de las fuentes, sino tambin de su mundo contemporneo: siempre se ve el pasado en el contexto de las categoras y debates del presente.27 Como argumentaba Horkheimer, el investigador no puede ser un observador desin-

  • 20 LA GRECIA ANTIGUA

    teresado; el intelectual ha de comprometerse en el proceso de con- ( Secucin del propio cambio social. Finley, ms que cualquier otro* ' historiador antiguo de su generacin en el mundo de habla inglesa,

    haba aceptado esa tarea impuesta por su profesin. La experiencia prctica de su compromiso inicial con proyectos pedaggicos espe-

    I cials y sus cinco aos de servicio en el rea administrativa de las S agencias d ayuda norteamericanas durante la guerra 1942-1947

    reafirmaron, sin duda, su actitud acerca de la importancia crtica de la comunicacin prctica de las ideas. Por otra parte, fue la participacin de Finley en la poltica (en el ms amplio sentido del trmi-

    Vno) lo que le llev a su choque con la autoridad establecida y, finalmente, su marcha de Estados Unidos.El cometido del historiador profesional, en pocas palabras, ha

    de sobrepasar el mbito del aula. Tanto en su comunicacin de las ideas del historiador a una audiencia ,no profesional, como en su crtica ms general de la ideologa, Finley ha sido infatigable, colaborando en una amplia gama de medios de comunicacin y no slo en revistas acadmicas oficiales, y atacando duramente conceptos errneos sobre el mundo antigu y sobre el abuso de las ideas e instituciones antiguas en las ideologas modernas. En reseas escritas en los aos treinta y cuarenta,j^Finley procur desmantelar la apa-

    / retyia de. abjetivirlia^Lsealando la conexin entre la poltica deli inomento^y-4as_premisas fundarn^taIeT^e~lOT~trS^osIque~eStbaI i reseando. El enfoque de Durant de la antigua Atas ^por ejemplo,

    lo identific como parte de un intento ms general de aficionados a la historia y a la ficcin histrica ... de echar abajo los hitos en el camino a la democracia poltica occidental.28 Finley conclua su resea haciendo un llamamiento a la vulgarizacin fiel e inteligente que desplazara el bestseller de Durant. Al escribir libros accesibles sobre el mismo tema, como Los griegos de la Antigedad, Finley intent ilustrar lo que se necesitaba, y poner realmente en prctica esta parte de su programa. Muchos de sus escritos en peridicos populares, diarios, revistas y libros de texto escolares, as como su participacin en la radio y televisin, han tendido tambin a este fin.29 As tambin su preocupacin permanente por la educacin ha avanzado ms all del simple reconocimiento de los problemas, llegando hasta la formulacin de anlisis prohibitivos; ha abarcado desde la crisis de los estudios clsicos en general hasta el tipo de formacin adecuada para los historiadores de la antigedad y hasta

  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE FINLEY 21

    cuestiones de enseanza y de planes de estudio en las escuelas secundarias.30 Pese a estos esfuerzos, Finley expres recientemente la conclusin pesimista de que haba habido ms retroceso que progreso en la historiografa desde los das de Grote y Mommsen, porque, en el siglo xx,' se ha ensanchado el abismo entre los historiadores profesionales y el pblico lector inteligente.31

    Respecto a la carrera de Finley en la postguerra, antes de su traslado a Inglaterra, hemos de sealar finalmente otras pocas influencias, fundamentales en su pensamiento. La principal es la sociologa de Weber, perceptible en su anlisis social y en su teora metodolgica. En la esfera del anlisis social, vemos que Finley rechaz claramente, a lo Tarso de toda su Era. la concepcin marxlsta~cfe clase, como el nico.,.o.

    a los conceptos weberianos de orden y estado, especialmente el ltimQ._. aue .^aB8y&r-a^^uria . palabra imprecisa admirable, con un elementa-J3sicQlgico xQJisiderab.le..33 Varios ensayos recogidos en este volumen, especialmente los que tratan de la esclavitud y las categoras de trabajo dependiente, consiguen su xito recurriendo a la metfora de un espectro de estados (ver, especialmente, captulos 5-7), a lo largodeTos^cuales diversos grupos sociales pueden ser localizados de acuerdo con los derechos y deberes que poseen,o de los que carecen. Este nfasis en un sistema de anlisis social con un elemento psicolgico considerable se puede relacionar con la insistencia de la escuela de Frankfurt_gn el uso de la psicologa social como Puent^egeTosleHos de produccin y las acciones del individuo; su^^ta^nalHco^Tiare~pit^te^irs~esa^rscifer la tcnica (captulo 9). AqITTTalta de progreso tcmco~eTa~aHti- gedad se debe, en definitiva, al uso del trabajo dependiente; pero el ncleo real del artculo est en la mentalidad no productiva de los ricos terratenientes, que proporciona la conexin causal entre"

    recur^n mnv pYfentido. del empleo de la mano de obra dependiente, por una parte, v el fenmeno del estancamiento tcnico en

    El otro elemento de la influencia weberiana est en la metodologa, especialmente el uso del tipo ideal. En los escritos de Finley, sin embargo, el tipo ideal no aparece como un modo de anlisis claramente weberiano, sino que ha sufrido considerablemente la m itigacin v moderacin de las, ideas de Horlcheimer acerca de la

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    Jnducdn basada en ahondar en el detalle significativo. Ms que animiilar montones de hechos individuales, el historiador ha de concentrarse en la experiencia tpica de hechos concretos, que obtienen un todo general ms amplio. En este enfoque impresionista, el historiador ... narra, movindose de un dato concreto de la experiencia al siguiente. La importancia de las experiencias, junto con su gran cantidad y sus conexiones entre s, evoca las ideas generales.35

    Los lectores de Finley encontrarn a veces este tipo de argumentacin poco convencional, enigmtico e incluso desconcertante. Cuntos historiadores antiguos proceden en sus razonamientos con observaciones como y ahora tengo otra historia... (p. 218)? Fin- ley no pretende ser un frvolo al hacer semejantes observaciones, y otras veces ofrece una presentacin ms convencionalmente sistemtica de todas las pruebas, a partir de las cuales luego generaliza (muy especialmente en su estudio de los horoi en Studies in Land and Credit). Pero son escasas las ocasiones en que los historiadores antiguos cuentan con una muestra fidedigna y conveniente de datos para contestar a una cuestin sociolgica o econmica de la antigedad. Ms que recurrir a la induccin tradicional, basndose en una muestra desesperanzadamente inadecuada, Finley prefiere emplear la tctica de ahondar en lo particular para descubrir lo universal; As, presenta otra historia, o ejemplo, y lo analiza para descubrir actitudes generales inmersas en l. Huelga decir que semejante mtodo corre el peligro de basar generalizaciones en ejemplos inusuales, pero, como observ Momigliano, Finley es un agudo observador de textos antiguos.36 Lo que quiere decir, en parte, es que es muy sensible al contexto de la historia o ejemplo y, por tanto, a su probable campo semntico general. Esta sensibilidad le permite rechazar ejemplos cuyas circunstancias los haran atpicos. Naturalmente, este mtodo ha provocado quejas, en el sentido de que pasa por alto complicaciones y a la vez desdea lo singular. La respuesta a tales crticas se puede encontrar en el ensayo sobre la ciudad antigua, donde Finley defiende el uso de los tipos ideales webe- rianos para fines analticos (cap. 1). A menudo, se consigue el resultado con la polarizacin o yuxtaposicin de tipos opuestos. Esta clase de elaboracin incluso llega a extremos de paradoja, donde la oposicin interna de tipos de comportamiento, instituciones o pensamiento dentro de una sociedad obliga al analista a pensar sobre las impli

  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE FINLEY

    caciones de semejante conflicto. As, el estudio de Esparta yacitadb concluye con el comentario: la paradoja final es que su mayor xito militar destruy el estado militar modlico.

    Al mismo tiempo que se dedicaba a ensear historia en la Universidad de Rutgers, desde 1948 a 1952, Finley sigui manteniendo estrechos contactos con Columbia, donde estaba terminando su tesis doctoral sobre Tierra y crdito en la antigua Atenas. Esta prolongada relacin lo puso en contacto con un grupo de estudiosos cuyos puntos de vista iban a producir tambin un efecto sustancial en su anlisis sobre la sociedad antigua. En el centro de este grupo se hallaba el exiliado hngaro Karl Polanyi, que haba tomado posesin de la ctedra de historia econmica en Columbia en 1946, puesto que ocup hasta su jubilacin en 1953. Incluso despus de esta fecha, Polanyi sigui en Columbia como director adjunto, con Conrad Arensberg, de un proyecto de investigacin interdisciplinar sobre los aspectos econmicos del crecimiento institucional, que se prolong hasta 1957-1958. El crculo de Columbia se convirti en un centro de estudio y difusin de las teoras substantivistas de Polanyi sobre la economa. El proyecto inclua una amplia serle de participantes activos, tanto de Columbia como de otras instituciones.

    La participacin de Finley en seminarios, discusiones y conferencias organizadas por el grupo dej huellas en sus ideas, claramente visibles en su interpretacin de la sociedad de la Edad Obscu-

    __ra en El mundo de Odiseo, publicado al final de este perodo (1954). Nosolo se "encuentran en este libro las teoras de Polanyi sobre intercambio, sino tambin los primeros sntomas del~escfp- ticismo ante la categora de lo econmico. Adems, algunos de lds principios fundamentales de La economa de la antigedad de Fin- ley (1973) por ejemplo, la fijacin (embeddedness) de la economa y la esfera de los intercambios no mercantiles ya aparecen en su estudio de 1953 sobre tierra, deuda y propiedad en la antigua Atenas (cap. 3 de este volumen). Polanyi tambin estaba llamando su atencin con di material comparativo sobre regmenes econmicos no clsicos de la antigedad, como la obra de Koschaker sobre los sistemas de distribucin de los reinos palaciegos de Oriente Prximo (usados extensamente en el cap. 10 de este volumen). La influencia de este grupo, sin embargo, no se ha de exagerar: est claro que Polanyi le produjo una profunda impresin, pero Finley en ms de una ocasin seala con cautela el carcter sugestivo de la obra de

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    Polanyi, mientras que al mismo tiempo se va distanciando de todas las conclusiones formales de Polanyi.37

    La historia, como escribi Marc Bloch, es hasta cierto punto un arte, y cada historiador desarrolla sus propias habilidades, que no se pueden rastrear fcilmente en una amplia tradicin intelectual. Puesto que Finley se muestra un habilidoso cultivador de dicho arte en los ensayos siguientes, vale la pena considerar algunas de sus posiciones respecto a la prctica de la historia antigua tal como se revela en ellos.38

    El problema metodolgico que ms ha ocupado a Finley es el de cmo puede proceder el historiador de la antigedad a generalizaciones, cuestin tratada por l de modo explcito en uno de sus escasos ensayos metodolgicos, e implcitamente en muchos reproducidos en este volumen. En Generalisations in ncient History (1963), argumentaba que, tanto si se admite como si no, el historiador de la, antigedad hace (y debe hacer) uso de las generaliza- dones. Uno de los factores que hizo de Finlev un crtico tan arro- Mador de las obras de otros es su capacidad de identificar la genera- lizadn subvacentr~5ITnteirfra^'Tef5tS7~ricFca3a ni percibida), queamenudo se derrumba cuando se deja al descubierto y se pone a prueba. La prueba puede ser tan sencilla como un llamamiento a la experiencia contempornea. Ntese, por ejemplo, la respuesta en el captulo 10 al argumento de que el lenguaje del Lineal B no poda ser griego porque algunos signos se podan leer con ms de una slaba griega, produdendo por tanto ambigedad y confusin. Finley identifica la generalizacin subyacente todos los sistemas de escritura han de carecer de ambigedades y pregunta si vale para un sistema usado repetidamente por escribas entrenados en dertos contextos estrechamente definidos. La respuesta de Finley: La poesa griega es inconcebible en Lineal B; la prosa posible, aunque improbable; pero inventarios y cosas parecidas sin duda eran perfectamente comprensibles para los inidados (igual que cualquier cdigo (p. 231). Para confirmar su tesis, se vuelve a la experien- da moderna y pregunta: Cuntas personas instruidas de hoy da, a excepdn de un pequeo crculo profesional, son capaces de leer el balance de una empresa comerdal? (p. 301, n, 18).

    Naturalmente, la experiencia moderna puede tener poco que ver en algunos tipos de generalizaciones acerca de sociedades premo-

  • INTRODUCCIN A LA OBRA DE FINLEY

    ciernas, en cuyo caso pueden resultar de utilidad las pruebas de otras sociedades premodernas. Un ejemplo es el de la naturaleza de la

    pca oraQPespus de sealar que no hay rastros de instituciones feudales en la Ilada y la Odisea, Finley se pregunta si es cierto" como norma, que Tos poetas "picos orales como Homero ignoren1 totalmente instituciones sociales tan bsicas. Incluso una lectura rpida del Beowulf o la Chanson de Roland o la Nibelungenlied permite enterarse perfectamente de que Gefolgschaft y vasallaje eran instituciones clave, aunque ah tambin casi no se toquen los detalles y las normas (p. 252). As pues, hablando en trminos generales, parece cierto que los poetas picos orales ofrecen datos de las instituciones sociales bsicas como las que se encuentran en el feudalismo; por tanto, la ausencia de instituciones feudales en la pica homrica indica la'loKtiiida uiubabl de instituciones seme- Sites en el mundo descrito por Homero.*^rrm i - n a t a a - , ,| |'VN^ r'T^ WnfTfBiTrilliVlIBlnMljli f 4

    Jbste ultimo ejemplo presenta la cuestin del argumento e si- lentio. Puesto que los historiadores de la antigedad se enfrentan siempre a una escasez de datos, existe la tentacin frecuente de justificar condusiones a partir dd silencio de nuestras fuentes. (Tales conclusiones a menudo van precedidas de una disculpa como, los argumentos del silencio son dbiles, pero...) Finley usa el argu- mentum e silentio para cuestiones importantes y normalmente sin restriccin exculpatoria (por ejemplo, la ausencia de palabras que signifiquen comprar o vender en las tablillas del Lineal B, p. 233, o la ausencia en los poemas homricos de la mayor parte de la terminologa de clase social o tenencia de tierras, encontrada en las tablillas, p. 243). Como con el uso de ejemplos tpicos, su sensibilidad ante el contexto encuentra las objedones usuales dirigidas contra argumentos de esta dase. As, despus de haber sacado una conclusin importante del hecho de que ningn rey griego reciba un temenos en la Ilada o en la Odisea, Finley aade en una nota: En particular, ni existe la palabra propiamente dicha ni la idea en el nico pasaje en el que ms se habra podido esperar encontrar ambas, Odisea, VI, 9-10, sobre la fundacin de Esqueria (cap. 11, n. 61), la cursiva es nuestra). Poniendo nfasis aqu y all a lo que se esperara en determinados contextos, da ms fuerza a las generalizaciones sacadas de su ausencia.

    Los que desean evitar generalizaciones al escribir historia antigua, sealan puntos en los que se ha produddo una gran confusin

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    por generalizacin excesiva. Muchas de las obras de Finley estn dedicadas a remediar este problema, y uno de sus sistemas favoritos para aadir precisin a un debate es el desarrollo de una tipologa, mtodo empleado a menudo en los artculos recogidos en este libro. Guando investiga la cuestin de si el imperio ateniense era popular entre sus sbditos o si era una estructura poltica odiada por su explotacin, Finley abandona el problema planteado de esta forma, por ser demasiado general para contener un significado, y en lugar de ello analiza cuestiones ms especficas usando una tipologa escueta de las diversas maneras con que un estado puede ejercer su poder sobre otros, en beneficio propio (pp. 64-65).

    El problema metodolgico tratado ms frecuentemente en los tres ltimos artculos de este volumen, se refiere al uso de argumentos filolgicos. No tenemos ms que mirar el mundo a nuestro alrededor para ver que la relacin entre palabras, cosas e instituciones es muy compleja. En griego, la variedad de palabras para, esclavo ilustra esa complejidad: Tal profusnde palabras probable- mene r^eHejaba la realidad histrica (p. 150); pero cuando preguntamos de qu modo las palabras reflejan la realidad queda claro que las posibilidades son numerosas.

    Puede haber habido una nr iginarkgrv las instituciones, en paralelo con la divSs3^d y estas diferencias pueden haber continuado o pueden haberse" eliminado gradualmente por un proceso .de convergencia, mientras persista la terminologa mltiple. O se acunaron palabras diferentes, en un comien20, para describir esencialmente la misma categora o institucin en localidades distintas ... Finalmente, existe siempre la posibilidad ae qeTun palabra permanezca inalterable mientras que la institucin cambia ~3e lina S ioS~a'~gtra7"Wo" creo que haya reglas en "ste asunt;' lo que s hay son ejemplos de cada una de estas posibilidades en el rea de la terminologa social tcnica (p. 150).

    El conocimiento de las distintas posibilidades tiene varias consecuencias. La posibilidad de evolucin de un significado provoca dudas acerca de los argumentos etimolgicos: El significado de una palabra en un texto dado, ya sea tablilla, ya sea poema, no se puede descubrir nunca a partir de su etimologa (cap. 11, nota 21, la cursiva es nuestra). De modo semejante, la relativa constancia y

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    uniformidad de los textos de las tablillas de Lineal B en el espacio y el tiempo pueden suponer pocos cambios desde el siglo xv a. de C. en Cnoso al siglo xm en Pilo, pero la rigidez de forma y jerga tambin puede enmascarar diferencias significativas (p. 230). Realmente, en algunos ejemplos, el significado aparente de una palabra puede ser enteramente errneo : los antiguos estaban tan capacitados para las ficciones legales, por ejemplo, como los hombres de ahora (p. 235). Si^ikcan sts','diEcultades que Tiernos *3e7lescSr'los argumentos lingsticos? En absoluto. De hecho, Finley basa sus conclusiones, en el captulo 11, en el estudio de una palabra, pero tomando precauciones para superar esos problemas. Los significados de las palabras no estn determinados por la etimologa, sino co- trolados por el contexto. La conclusin^de mie Ia' sociedad* sufri cambios imporiaiues entre los tienqpos micenicos y el mundo des- crito en la de vocaButflcrdela tenencia. de..tierras^y- la_clase. social a travs del espectro de stas instituciones ..sociales, v la envergadura de cambio da peso"rargu- mento. Un examen cuidadoso del lenguaje resulta esclarecedor para el historiador de la antigedad, pero Finley sienta las premisas de que hay que esclarecer y evaluar abiertamente las relaciones entre palabras y cosas, antes de aceptar cualquier argumento basado en ellas.

    El argumento lingstico lleva, de modo totalmente natural, a la comparacin de las instituciones sociales como morfemas de un todo social, que slo adquieren significado cuando se sitan en un contexto. Poner el acento en el todo comporta la implicacin metodolgica de que ningn dato histrico tiene sentido aislado; hay que verlo e interpretarlo siempre en un contexto (p. 261). El contexto elimina esa multiplicidad de significados posibles, puesto que es el contexto especfico en el que est enclavado el trmino, institucin o acontecimiento lo que le da su propio significado J

    TpT251). Y del mismo modo que es necesario el contexto paraque las palabras sueltas de una lengua sean comprendidas como parte de un discurso total, as tambin las instituciones sociales toman del contexto su significado interpretativo. ste es el tema nico del ltimo captulo de este volumen: fijar el lugar del matrimonio dentro de la sociedad homrica es decir, poner la institucin dentro de su contexto social global. La insistencia en poner una institucin social en su contexto global para descubrir parte de su significado,

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    se repite no slo con el matrimonio, sino tambin con las instituciones religiosas (pp. 142-143) y la ciudad antigua (p. 38).

    Los artculos de este volumen ofrecen tambin al lector algunos de-los usos ms explcitos y frecuentes en Finley del anlisis comparativo. Ms de un historiador de la antigedad ha expresado sus dudas acerca del valor de las pruebas comparativas porque, al no ser idnticas dos sociedades, las pruebas de otras sociedades no pueden llenar huecos en los hechos de la historia griega. Se trata de una objecin basada en la aceptada inconmensurabilidad de dos sociedades humanas; pero objeciones de esta ndole presuponen que el estudio de la historia se reduce a poco ms que acumulacin de datos. Finley sin duda es el primero en admitir que las pruebas comparativas no se pueden usar con seguridad para extrapolar datos que no poseemos en nuestras fuentes griegas (aunque a veces sienta el deseo de usar tales pruebas para hacer conjeturas informadas, conocidas como tales, vase p. 134). Sin embargo, la historia es ms que una acumulacin de datos aislados, y por tanto el anlisis comparativo es vlido cuando el historiador jntenja^ iiftrpretar sus

    >^ >i ebasII^ra^FirIey la comparacin no es- simplemente ^un mo3o de anlisis o la yuxtaposicin de dos secuencias de hechos es la esencia de ja_prQpia^historia, en la medida en que es deber del historiador encontrar relaciones de todos los tipos, incluyendo los modos en que^SS^edeTTnedFTas sociedades humanas. Un conocimiento de otras sociedades puede sugerir los lmites de lo posible y qu clases de pruebas especficas pueden interpretarse en relacin con la sociedad como conjunto. Se usan documentos babilonios en el estudio de las tablillas en Lineal B, con el objeto de ilustrar hasta qu punto contienen ficciones legales los archivos palaciegos (p. 234) y, ms generalmente, se aprovecha el conocimiento del Oriente Prximo para sealar lo que las tablillas pueden decirnos sobre el mundo micnico. Hay que tener cuidado en la seleccin de los puntos de comparacin: en este caso, la caracterstica central de una economa dirigida desde el palacio hace que sea ms apropiada la eleccin de Egipto, Siria, Asia Menor y Mesopotamia que la sociedad homrica (p. 239). Despus de elegir las sociedades apropiadas para la comparacin, el siguiente paso es identificar, quiz con la ayuda de una tipologa, el grado preciso de posibilidad de comparacin (en el caso expuesto, entre todas las economas de Oriente Prximo caracterizadas como grandes organizaciones y la economa especfica

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    que hay que analizar, la de la Grecia micnica). As, cuando se emprende una comparacin, no deberan pasarse por alto las diferencias entre sociedades. Antes bien, se tendran que tener en cuenta de modo sistemtico, con lo que se evitara el mtodo de anlisis comparativo elemento a elemento [que! es limitado y, en definitiva, induce a error (p. 239). El mtodo elemento a elemento puede ser peligbso, porque las semejanzas superficiales en contextos marcadamente diferentes carecen verosmilmente de sentido.

    As, cul es el techo del paradigma dentro del cual los historiadores antiguos podran trabajar con xito? Cules son las amplias fronteras del tipo de sociedad que estn estudiando? En su estudio Anthropology and the Classics (1975), Finley recomienda al historiador de la antigedad que evite en lo posible las comparaciones con las sociedades modernas y las industriales, tal como las analizan los socilogos, por una parte, y tambin con las comunidades primitivas, iletradas, estudiadas por los antroplogos. El abismo entre estas sociedades tipo y las antiguas es sencillamente demasiado grande para asegurar validez general a la comparacin.

    Idealmente tendramos que crear una tercera disciplina, el estudio comparativo de sociedades histricas letradas, postprimiti- vas (si se me permite), preindustriales ... Para la mayora de problemas que ataen al clasicismo ... la China anterior a Mao, la India precolonial, la Europa medieval, la Rusia prerrevoluciona- ria y el islam medieval ofrecen un campo ms apropiado para la investigacin sistemtica de semejanzas y diferencias, y por tanto para una mayor comprensin de la sociedad y la cultura de su propia disciplina.39

    Esta comprensin -que se ha llamado perspectiva comparativa es una de las ventajas ms valiosas que Finley, con el enorme alcance de su interpretacin, lleva a su obra. Pero hemos de indicar otra vez que no estamos hablando de un mtodo comparativo, sino de una posibilidad ms general de comparacin de tipos de sociedad, que permite la contrastacin de semejanzas generales entre unos y otros tipos; semejanzas, porque la historia, como investigacin hu- mana, no puede encontrar su paradigma en las leyes de la fsica, pero s puede esforzarse por una comprensin de los fenmenos humanos.40

    Segn el punto de vista de Finley, el uso preciso del mtodo

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    comparativo es superior a su alternativa, el sentido comn, y eso nos lleva a una paradoja de este mtodo. Crticos y otros comentaristas han sealado con insistencia este sentido comn poco comn de Finley, y todava el propio Finley ha descrito esta cualidad como el. ms peligroso de todos los instrumentos del anlisis, puesto que es slo un pretexto para la intromisin de los propios valores e imgenes (modernos) del autor, en ausencia de pruebas o sin atender a ellas (cap. 10, nota 46). La paradoja puede ser meramente aparente, partiendo de las diferentes nociones de lo que sea el sentido comn. En cierto modo, sirve de pretexto para leyes que se dan por vlidas de manera inconsciente:

    La relacin entre comercio y poltica en Grecia clsica parece que todava es tratada la mayor parte de las veces como si no hubiera problemas de conceptos, como si, en palabras de Rostovtzeff, fuera slo cuestin de hechos. Y esto quiere decir necesariamente que los conceptos y generalizaciones usados constantemente, tcitao explcitamente, son modernos, incluso si se esconden tras la mscara del sentido comn.41

    Pero si por sentido comn entendemos la habilidad de dejar de lado abstracciones sin sentido e imaginar una situacin histrica en trminos concretos, entonces es indudable que Finley lo posee y hace buen uso de l. Tomando un ejemplo evidente de los artculos siguientes, en su estudio sobre el tema del aprovechamiento en Atenas de su imperio, Finley tiene en cuenta el hecho de que Atenas es, naturalmente, una abstraccin. Siguiendo adelante, hay que preguntarse: Concretamente, quin, en Atenas, se beneficiaba (o sala perjudicado) del imperio, y cmo y en qu medida? (p. 79). Esta especie de instinto para lo concreto, hay que sealarlo, es un signo de que, pese a su afinidad con la tradicin intelectual continental, y especialmente con la germnica, Finley de ningn modo ha abandonado sus races angloamericanas, con su elemento de empirismo pragmtico.

    Hay otro elemento en los escritos histricos de Finley que merece consideracin: el papel central de la confrontacin o polmica. Este aspecto de sus escritos ha sido sealado por muchos estudiosos de su obra, pero con frecuencia no han acertado a apuntar el papel intencionado asignado a la polmica: el de atraer la atencin, sobre las distinciones entre varios puntos de vista histricos con tal ca-

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    pilad que el lector se ve forzado a elegir: Todo lo que se requiere fe un reconocimiento de que el estudio de la historia o tiene signi- Ifcacin o no es nada, de que es obligado hacer desaparecer la sucesin de nombres megalomanacos y batallas impresionantes . ,..42 Es necesario, porque tales compilaciones de hechos no imponen ninguna decisin; pues, pese a toda su competencia tcnica, [esta historial carece de significado. Cmo puede ocurrirle algo as? Para empezar, no pregunta nada. De ah el elogio de Finley del retrato cuidadoso, pero controvertido, de la sociedad de la antigua Mesopo- taimia evocado por Oppenheim, y el anlisis antitradicionalista de la Ijidia antigua de Kosambi: Algunos de los puntos de vista de Oppenheim han evocado ya un contraataque. El libro de Kosambi enfurecer a muchos lectores, en casa y en el extranjero. Perfectamente.43

    Uno de los deberes del historiador es tomar partido; el mito del reportaje imparcial en este sentido es algo que cada historiador debera evitar en favor de una interpretacin del pasado. As, en su elogio de Romn Revolution de sir Ronald Syme (1939), Finley encuentra el elemento que separa este trabajo de otros sobre el mismo tema:

    No escribe para el homo ludens, sino para el homo polittcus. Sus puntos de vista son tomados con firmeza, establecidos totalmente al desnudo, sin evasivas, y la piedra angular es una actitud deliberadamente crtica para con Augusto. Es una obra partidista; as son todas las buenas muestras de literatura histrica.44

    Por tanto, toda la obra histrica de Moses Finley ha perseguido el mismo fin, aunque con dos propsitos separados. Para sus compaeros de estudio en historia, la finalidad ha sido expuesta muy simplemente por Andrewes, en su evaluacin de las contribuciones de Momigliano y Finley a su profesin: Ambos han trabajado con ahnco toda su vida para forzar a los historiadores de la antigedadi pensar profundamente en lo que estaban haciendo y por qu lo latan.45 El otro objetivo es usted, lector. Y aqu la finalidad es la nisma; en palabras de Finley:

    La historia es infijable (el trmino es de Geyl), porque sus datos y combinaciones son infinitos y repetibles. Tambin es algo

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    concreto. Las materias primas son lo que el historiador profesional puede fijar (dentro de los lmites de la probabilidad), y luego, reflexionando sobre ellas en voz alta, l y el lector abordan el discurso y la investigacin. Eso es precisamente lo que la palabra historia significaba en su sentido original.46

    Finalmente, est el compromiso del historiador con el presente, algo que no puede conjurar con la evaluacin crtica del pasado. En el contexto de problemas actuales, podemos aprender del pasado (interpretado correctamente), pero el conocimiento tiene poco valor a menos que actuemos sobre l. As, en su delicada apreciacin sobre la cuestin de Los judos y la muerte de Cristo, el historiador reconoce la limitacin de su arte y su deber de cara al presente:

    No voy a permitirme insinuar, por muy dbilmente que lo hiciera, que es siempre de poca importancia obtener el registro histrico correcto. Pero no desaparecer el sentimiento de que hay en ello un tinte de Alicia en el Pas de las Maravillas ... El pasado muerto nunca entierra a los muertos. Hay que cambiar el mundo, no el pasado47

    B r e n t D. S h a w y R ic h a r d P. Sa l l e r

  • P r im e r a p a r t e

    LA CIUDAD ANTIGUA

    3. FINLEY

  • LA CIUDAD ANTIGUA: DE FUSTEL DE COULANGES A MAX WEBER Y MS ALL

    El mundo grecorromano, del que me ocupo con exclusin del Oriente Prximo pregriego, fue un mundo de ciudades. Incluso la poblacin agraria, siempre mayoritaria, muy a menudo viva en comunidades de algn tipo, caseros, aldeas, pueblos, no en granjas aisladas.1 Es razonable y justificable suponer que, durante la mayor parte de un perodo de mil aos, cada vez ms habitantes de Europa, Norte de Africa y Asia occidental vivieron en pueblos, en una proporcin no igualada en Estados Unidos, por ejemplo, hasta la guerra civil. (Como ya he admitido, slo es posible una suposicin, puesto que faltan estadsticas para la antigedad.) Los propios antiguos tenan la firme conviccin de que la vida civilizada slo poda pensarse en y por las ciudades. De ah el crecimiento de ciudades, acompaando regular e inexorablemente la expansin de la civilizacin grecorromana; hacia el este, despus de las conquistas de Alejandro, hasta Hind Kush; al oeste, de frica a Bretaa con las conquistas romanas, hasta que el nmero de ciudades alcanz el orden de los millares.

    El apuntalamiento urbano de la civilizacin pareci tan evidente por s mismo a los antiguos, que apenas se dedicaron a analizar seriamente la ciudad. Ni siquiera intentaron una definicin formal (aparte de las definiciones administrativas a las que volver en breve). Cuando escribi una gua muy famosa de la Grecia tarda,

    Publicado por vez primera en Comparative Studies in Society and History, XIX (1977), pp. 305-327, y reimpreso con permiso de la revista.

    Ca pt u lo 1

  • 36 LA GRECIA ANTIGUA

    en el siglo 11 a. de C., Pausanias neg la categora de ciudad a un pequeo pueblo de Grecia central que lo reclamaba: sin edificios de gobierno, sin teatro, sin plaza pblica, sin agua llevada hasta una fuente, y ... el pueblo vive en casuchas, como cabaas montaosas al borde de un barranco (X, 4, 1). Esto por lo menos, apunta a una definicin: una ciudad ha de ser ms que un mero conglomerado de gente; hay condiciones necesarias de arquitectura y atractivo que expresan a su vez ciertas condiciones sociales, culturales y polticas. Muchos siglos antes, Aristteles haba apuntado en la misma direccin. Como escribi en la Poltica (1330 a 34 ss.), la situacin y planificacin de un pueblo exige tener presentes cuatro consideraciones: salud, defensa, conveniencia para la actividad poltica y belleza.

    Pausanias, hay que sealarlo, no puso objeciones a la pretensin del pueblecito por su tamao pequeo. Y Aristteles vio en la pe- quefiez una virtud, incluso una condicin necesaria: Babilonia, de la que sin duda saba muy poco, era para l un epteto, un smbolo de elefantiasis, por tanto una negacin de la verdadera ciudad P^oltica, 1265 a 10 ss.). En su da, de hecho, n haba probablemente ninguna ciudad en el mundo grecorromano con una poblacin que sobrepasara los 125.000 o 150.000 habitantes, seguramente no llegaban a media docena las que sobrepasaban los 40.000 o 50.000 (cifras que se podran doblar, si se incluan los habitantes del territorio agrcola de la ciudad). La tendencia, despus de Aristteles, fue la de aumentar substancialmente la poblacin urbana, pero si Roma y posiblemente Cartago acabaron por llegar quizs al medio milln, la norma se acercaba ms a Pompeya con unos 20.000 habitantes en el momento de su destruccin en el 79 d. de C.

    Tambin habr que sealar que ni Aristteles ni Pausanias se ocuparon de la definicin administrativa de una ciudad, aunque el primero escriba sobre la ciudad-estado autnoma, la polis en griego, y el ltimo sobre una ciudad minscula en una de las provincias del imperio romano. Cualquier estado territorial con un nmero determinado de aglomeraciones dentro de sus lmites, necesariamente ha de definirse y distinguirse entre estas aglomeraciones, en lo que toca a polica, sistema tributario, conservacin de carreteras y todas las dems demandas y servicios que la vida social lleva consigo. Un estudio sobre tales definiciones y distinciones hoy da nicamente revelara una variedad desconcertante, porque hay asun

  • LA CIUDAD ANTIGUA 37

    tos tcnicos marginales a un estudio de la ciudad, y yo los ignorar en su mayor parte.

    La expresin ciudad-estado que acabo de usar refirindome a Aristteles es una convencin inglesa para traducir la palabra griega polis. Esta convencin, como su equivalente alemn, Stadtstaat, fue ideada (no s cundo ni por quin) para resolver una confusin terminolgica en el griego antiguo: la palabra polis se usaba en la antigedad tanto para ciudad en su sentido estricto como para ciudad- estado en su sentido poltico. Cuando Aristteles examinaba las condiciones adecuadas para situar una ciudad, escriba polis, la palabra que us cientos de veces en la Poltica para su tema principal, que era la ciudad-estado, no la ciudad. No tena motivos para temer que sus lectores se equivocaran, como se lo permiten los historiadores modernos.

    Para Aristteles, como para Platn antes que l, la polis surgi debido a la incapacidad de las dos formas anteriores de asociacin humana, la familia y la agrupacin de parentesco ms extensa, de satisfacer todas las necesidades legtimas de sus miembros. El objetivo era la autosuficiencia, la autarqua, y una polis convenientemente estructurada y constituida sera capaz de conseguir esta meta, salvo por la inevitable falta de recursos naturales esenciales, para lo cual (y slo para ello) se poda admitir el comercio exterior.2 Es evidente que la autarqua es una idea disparatada para una ciudad. Platn y Aristteles no escribieron disparates: tomaron la ciudad y su territorio, la ciudad y el campo, juntos como una unidad, no como variables distintas en competicin o conflicto, real o potencial. Incluso los agricultores que vivan fuera de la ciudad, estaban integralmente en la polis. Lo que normalmente llamamos conflicto de clases se desarrolla invariablemente entre ricos y pobres, o entre trabajo y capital, o entre amos y esclavos, no entre propietarios de tierras e industriales. Las disputas en torno a la propiedad y a la posesin de algn bien giraban slo en torno a la tierra. Aunque distinguan entre terratenientes, que vivan en la ciudad, y campesinos trabajadores en el campo, lo que haba era una diferencia entre gente acomodada, que eran los nicos capaces de llevar una buena vida, y hombres que trabajaban para su sustento; es decir, tampoco en este caso la distincin era entre ciudad y campo. El campesino trabajador figuraba en un puesto ms alto de la escala social que el artesano, pero era una cuestin de moralidad.

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    La ciudad antigua iba a perder pronto su autonoma. El proceso empez poco despus de la muerte de Aristteles, con la creacin de las monarquas helensticas, y haba terminado cuando los romanos incorporaron a su imperio el mundo helenstico, y un rea mucho ms amplia. Incluso entonces, y hasta el final de la antigedad, cada ciudad normalmente inclua un territorio rural de alguna extensin, a menudo de una extensin muy considerable, dentro de su rea reconocida. La dudad sin un territorio era un fenmeno raro, restringido en gran parte a comunidades costeras de una clase peculiar. Lo ms importante para nuestros propsitos es que la unidad tradicional de ciudad y territorio poltica, jurdica y residencial sigui inalterada. Tanto los emperadores helensticos como los romanos, por ejemplo, reconocieron que el territorio era parte integrante de la ciudad de cara a los impuestos. Lo mismo resulta cierto en la definicin de ciudadana municipal, que conserv su valor genuino en lo jurdico, poltico y psicolgico, despus de la desaparicin de la autonoma de la ciudad.

    No habr pasado inadvertido que hasta aqu he intentado evitar definir qu entiendo por ciudad. Ni los gegrafos ni los socilogos ni los historiadores han logrado ponerse de acuerdo en una definicin. Sin embargo, todos nosotros sabemos perfectamente lo que queremos decir con esta designacin; nadie negar que haba una ciudad de Atenas que era fsica y conceptualmente diferente de la ciudad-estado de Atenas. El obstculo en la definicin surge de las dificultades, aparentemente insuperables, de incorporar todas las variables esenciales sin excluir perodos completos de historia, en los que sabemos todos que existan las ciudades, y, por otra parte, de convenir en un denominador comn, por lo menos, sin acceder en un nivel de generalidad que no sirve para nada til. Los anlisis de factoriales ms sofisticados en la geografa y sociologa urbanas contemporneas, con ms de cien variables,3 la mayora de las cuales estaban ausentes de la ciudad antigua (como tambin de la medieval y la renacentista), reflejan netamente la divisoria infranqueable en la historia de las ciudades creada por la revolucin industrial.4

    sta es realmente la conclusin (o suposicin) de los historiadores y socilogos especializados en la ciudad moderna, y acepto que hacen bien en ignorar la ciudad antigua. El lector, por tanto, ha de ser cauteloso con los ttulos globales: el volumen clsico de la escuela urbana de Chicago, publicado en 1925, bajo el ttulo The

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    City, es un buen ejemplo. Uno puede slo desear, y defender, que hayan tenido el valor de sus convicciones, y no se hayan sentido empujados a hacer un gesto cultural hacia el pasado distante con una frase o dos, o quizs un prrafo, ms a menudo errneo que correcto. Cuando Handlin, al presentar el tomo llamado The Historian and the City (ttulo prometedor, incluso ms que The City, de algo que no est all), escribe que el mundo antiguo haba sido un mundo de ciudades, pero cada una fue un mundo para s misma, est equivocado de hecho, y tambin confunde un tipo ideal webe- riano (cita a Weber en este punto) con una declaracin de hecho.5 O cuando Thernstrom sugiere que algn da ser posible desarrollar un modelo del proceso de urbanizacin que se aplique igualmente bien a la antigua Atenas y a la Chicago contempornea presupone un reduccionismo salvaje, limitando la historia urbana a demografa y a movilidad social y geogrfica. Su observacin de que no sera provechoso buscar tales regularidades hoy en da, es meramente una inclinacin ante las dificultades en el mtodo y en la disponibilidad de la informacin, no un reconocimiento de la irreductible diferencia estructural entre ciudades preindustriales e industriales.6

    En mi opinin, el punto de vista para el historiador de la ciudad antigua ha de ser la unin entre territorio y ciudad. El gegrafo Es- trabn, que escribi al principio de la era cristiana, vaticin (IV, 1, 5 y otros lugares) que los brbaros occidentales y septentrionales recin conquistados, se civilizaran en cuanto se adaptaran a la agricultura y por tanto a la vida urbana. Est asociacin es significativa. Ningn autor antiguo consideraba la relacin entre el sector urbano y el rural bajo el concepto de adquisicin, produccin e intercambio de bienes. Este tema no slo est ausente de la literatura que nos queda de la antigedad, aparte de las preocupaciones morales y culturales que ya he apuntado, sino que continu siendo secundario, en el mejor de los casos, hasta el desarrollo de la ciencia moderna de la economa poltica. Montesquieu dedic dos obras al comercio, pero no vio nada en la ciudad que llamara su atencin, nada ni remotamente comparable al tercer libro de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, una generacin ms tarde, con su comienzo bien conocido:

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    El gran comercio de toda sociedad civilizada es el llevado a cabo entre los habitantes de la ciudad y los del campo ... No hemos de ... imaginar que la ganancia de la ciudad es la prdida del campo. Las ganancias de ambos son mutuas y recprocas, y la divisin del trabajo es, en ste como en otros casos, ventajosa para todas las personas diferentes empleadas en las diversas ocupaciones en que est subdividido.

    El ltimo punto pronto fue puesto en duda, por ejemplo, por Marx y Engels en La ideologa alemana-. La divisin del trabajo dentro de una nacin conduce primero a la separacin del trabajo industrial y comercial del agrcola, y de ah a la separacin de ciudad y campo y a una lucha de intereses entre ellos (la cursiva es ma).7 Tal desacuerdo es en s mismo la prueba de la llegada de la ciudad como tema de investigacin.

    Mi tema, sin embargo, no es la ciudad preindustrial, sino la ciudad antigua. Les pido que sean pacientes conmigo, mientras doy por sentado que la ciudad antigua es una categora clara y distinguible.8 Qu criterios han establecido los historiadores y socilogos para diferenciar la ciudad antigua de las ciudades de otras eras y otras sociedades, y luego para distinguir entre las diversas clases de ciudades antiguas? En trminos puramente cuantitativos, la triste respuesta es: muy poco digno de consideracin seria. La mayora de historiadores de la antigedad parece que nunca se han hecho a s mismos esta pregunta; unos pocos, en una polmica famosa, que empez al final del siglo pasado y prosigui hasta las primeras dcadas del nuestro, sostenan que las diferencias entre la ciudad antigua y la moderna eran meramente cuantitativas: poca poblacin, menos comercio, menos industria aun. La auctoritas de Eduard Meyer, Ju- lius Beloch y, ms recientemente, Michael Rostovtzeff acall la oposicin e incluso la discusin, al menos entre los historiadores de la antigedad.9

    Considerando que, despus de que Gordon Childe descubriera la revolucin urbana se produjo una literatura creciente y cada vez ms sofisticada acerca de los comienzos del urbanismo en Amrica central, Mesopotamia y la antigua China,10 y habida cuenta de que desde principios del siglo xix alcanz un gran volumen la incesante literatura acerca del surgimiento de las ciudades (etiqueta de la que curiosamente nos apropiamos para el nacimiento de la

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    ciudad medieval), los mil aos intermedios se presentan como un vaco, o quiz tendra que decir un espacio prohibido. Hay muchas publicaciones sobre lo que a veces se llama, con grandilocuencia, planificacin de la ciudad antigua, y nadie discutir que eso es parte de la historia urbana, como lo son la demografa, el alcantarillado y el saneamiento.11 Pero una ciudad es algo ms que la mera suma total del trazado, alcantarillado y habitantes, y vale la pena sealar que la ciudad antigua como ciudad ha provocado muy poco inters. Si no hubiera desaparecido al final de la antigedad, no hubiera tenido que surgir de nuevo: esta simple lgica por s sola hubiera tenido que llamar la atencin.

    Ha habido excepciones, naturalmente, e incluso quiz ms excepciones aparentes. Momigliano ha escrito recientemente: Cuando uno habla de la ciudad antigua (citt) como una sociedad dentro de la cual operaban las instituciones y circulaban las ideas, el primer historiador moderno en cuyo nombre se piensa es Fustel de Coulan- ges.12 La cit antique de Fustel se public en 1884 y tuvo un impacto tremendo en ciertos crculos. W. J. Ashley, que escriba en 1891, apunt que especialmente en Inglaterra ... se junt con toda aquella corriente de pensamiento que estaba empezando a interesarse por la evolucin social, la poltica comparativa y cosas as. Durante un ao aproximadamente, el ltimo consejo que daban los profesores a los que intentaban conseguir becas para la universidad, era que leyeran La cit antique P La traduccin de Willard Small se public en Estados Unidos en 1873, y mi ejemplar, fechado en 1894, es la octava edicin. Por otra parte, en el mundo acadmico, el inters de los historiadores se limitaba en gran parte a Francia y, al parecer, a los abogados romanos en Italia.14

    Ahora, lo primero y, para nuestro propsito, lo ms importante, que hay que decir de La cit antique es que su tema es la ciudad- estado, no la ciudad. Los franceses e italianos no haban adoptado la convencin de ciudad-estado, por tanto cit (o citt), como polis, poda significar ville, un centro urbano o, en palabras del diccionario de la Acadmie, la Constitution de ltat. Fustel no quiere decir claramente ville, o no se interesa por ella. Su asunto era el origen de la propiedad privada, el origen del estado, y las revoluciones dentro del estado antiguo, y su obra tiene una tesis, repetida incansablemente. Cito un pasaje tpico:

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    Hay tres cosas que, desde los tiempos ms antiguos, encontramos fundadas y slidamente establecidas en estas sociedades griegas e italianas: la religin domstica, la familia, y el derecho de propiedad tres cosas que tuvieron al comienzo una relacin manifiesta y que parecen haber sido inseparables. La idea de propiedad privada exista en la religin misma. Cada familia tena su hogar y sus antepasados. Estos dioses slo podan ser adorados por la familia, y slo a ella protegan. Eran de su propiedad.IS

    El lazo inextricable familia-religin-propiedad se traslad luego a una unidad de parentesco ms amplia, a la gens, y por ltimo al estado ms primitivo. Para Fustel, la sucesin familia - gens - estado es, claramente, una sucesin histrica, no meramente conceptual; hasta ah segua a Aristteles, el cual, sin embargo, nunca imagin que el culto a los antepasados y el culto al fuego (el hogar) fueran el origen de la propiedad privada. Ningn autor antiguo tampoco se habra adherido, ni poda hacerlo, a la aficin de Fustel por la doctrina aria recin inventada: incluy a los indios del Rigveda y (por un error entonces al uso) a los etruscos junto con los griegos e italianos en su esquema de evolucin. stos fueron el alcance y los lmites de este libro de Fustel, en su famoso papel de pionero como comparativista.

    Para un historiador como yo, que siente una gran admiracin por la obra posterior de Fustel, como su estudio fundamental de la colonizacin romana tarda o su obra sobre Francia y Alemania medievales, La cit antique no es fcil de aceptar. Su despliegue de conocimientos de las fuentes griegas y latinas va acompaado de una falta de crtica de estas fuentes que es casi increble. Pese a rehusar deliberadamente la mencin de autores modernos, el libro es polmicamente ideolgico, de un modo sutil y complejo; de ah su acogida, como Ashley not; de ah, tambin, como explic Ashley tristemente, la tibia acogida de las obras medievales, posteriores, de Fustel. En stas sobresala en cada pgina la amplitud de su interpretacin, su tratamiento de las fuentes era impecable, la fuerza creadora de la religin se iba difuminando, y en cambio conservaba toda su importancia el xtasis en que, tan pronto como hay huellas de sociedades civilizadas, aparece la propiedad privada en vez de la comunal.

    Con todo, La cit antique de ningn modo dej de provocar un notable impacto acadmico en cierto sentido. En primer lugar, el

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    libro fue decisivo para el desarrollo de la escuela de Durkheim.16 En segundo lugar, Fustel, junto con Maine y Morgan, trabajando los tres independientemente, en los das felices del evolucionismo social, dieron al parentesco el papel central del que goza hasta el da de hoy en la antropologa social. Y en tercer lugar, a travs de Paul Guiraud y aun ms Gustave Glotz, el libro dej su huella en los historiadores franceses de la antigedad. En la obra clsica de Glotz, La cit grecque, publicada en 1928, que es tambin un libro sobre la ciudad-estado, no sobre la ciudad, las primeras pginas estn dedicadas a Fustel. La grandiosa construccin de Fustel de Coulanges deca provoca admiracin ... No obstante, hoy es imposible aceptar todas sus conclusiones (veredicto del que se hace eco Henry Berr en la introduccin). Y , cules eran las reservas de Glotz? La historia no permite un camino rectilneo: adems de la familia y la ciudad, hemos de considerar al individuo.

    En la poca en que se public La cit antique escribi tambin Glotz nadie haba empleado desde los tiempos de Montes- quieu [el mtodo comparativo! con tal maestra. Soy incapaz de explicar un juicio tan poco informado de un historiador tan importante; ni siquiera el abierto rechazo de Glotz a emplear l mismo el mtodo comparativo es explicacin suficiente. El mtodo comparativo de La cit antique es, en su mayor parte, una ilusin, puesto que Fustel pretenda estar revelando un modelo de evolucin ario, nico una afirmacin tpica es: La religin de los muertos parece ser la ms antigua que ha existido entre su raza de hombres 17 y, en todo caso, en el siglo despus de Montesquieu, los volmenes de estudios genuinamente comparativos haban crecido en proporciones inmensas. Con todo, como Durkheim apunt, al ignorar las pruebas etnogrficas disponibles, Fustel sac una conclusin falsa sobre la gens romana.18 Sin embargo, podemos estar de acuerdo con Evans-Pritchard en el sentido de que La cit antique marc el punto divisorio entre los tratados especulativos y dogmticos de escritores como Turgot, Condorcet, Saint-Simon y Comte, por un lado, y los anlisis detallados y el tratamiento erudito que caracterizan la obra de Durkheim, Hubert y Mauss.19 Tambin podemos reconocer que Fustel contribuy grandemente a llamar la atencin sobre la persistencia, cada casi en el olvido, de las instituciones de parentesco dentro de la ciudad-estado antigua. Sin embargo, la historia de la ciudad (tanto ciudad como ciudad-estado),

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    antigua, medieval o moderna, no se puede analizar suficientemente bajo los conceptos de culto de antepasados,Nadoracin del fuego y conflicto dentro del estado evolucionado entre el grupo de parentesco y el individuo.

    La ms notable teora de la evolucin social surgida, sobre la base de los estudios comparativos, en el siglo comprendido entre Montesquieu y Marx, fue la teora de las cuatro fases: cazadora, pastoril, agrcola y comercial, por las que evoluciona el hombre. Sus principales defensores estuvieron en Escocia y Francia, y con John Millar tenemos lo que Meek ha llamado ahora en efecto una concepcin materialista de la historia. En la introduccin a su Ob- servations concerning the Distintion of Ranks in Society, publicado por primera vez en 1771, Millar catalog, entre las causas de esos sistemas peculiares de ley y gobierno que han aparecido en el mundo, las siguientes: la fertilidad o aridez del suelo, la naturaleza de sus productos [de un pas], las clases de trabajos necesarios para procurarse subsistencia, el nmero de individuos reunidos en una comunidad, su habilidad en las artes, las ventajas de que gozaban para iniciar transacciones mutuas o para mantener una correspondencia ntima.20

    No hay seales de la teora de las cuatro fases en La cit anti- que. Con todo, Fustel no slo conoca la teora, por lo menos en su forma francesa, sino que incluso la acept en un punto. En el prrafo inicial de su obra El origen de la propiedad de la tierra (publicado por primera vez en 1872), escribi como rplica a los crticos: es obvio que cuando los hombres estaban an en la fase cazadora o pastoril, y an no haban llegado a la idea de agricultura, no se les ocurri tomar, cada uno para s mismo, una parte de tierra. La teora de la que hablo se aplica a sociedades establecidas y agrcolas.21 Pero luego se separ radicalmente, como se separ de Aristteles, substituyendo el modo de subsistencia por la religin como el punto de atencin y la clave para la formacin y cambio de las instituciones. Ashley observ con razn que, incluso en su trabajo sobre el colonato, Fustel dej de tomar en cuenta, como hubiera sido lo apropiado, el factor econmico lo mismo que el constitucional o el legal.22

    Por lo que yo s, el primer hombre que insisti en, y formul, una teora econmica de la formacin de la ciudad (St'dtebil- dung), de la relacin necesaria entre el fenmeno de la ciudad y

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    el sistema econmico predominante, fe Wetner Sombart en Der moderne Kapitalismus, publicado originalmente en Leipzig en 1902.23 En esta obra present una serie de modelos, empezando con la evidente definicin operativa: Una ciudad es un establecimiento de hombres que confan para su manutencin en los productos del trabajo agrcola extranjero (o ajeno).24 En la segunda edicin, catorce aos ms tarde, introdujo una ligera modificacin, aadiendo una expresin (ms amplio) que todo el mundo est de acuerdo en calificar de ambigedad: un establecimiento ms amplio.25 Esta definicin, explic, fue ideada para excluir los Landstdte de la Edad Media, en los que la mayora de los habitantes explotaban ellos mismos la tierra, as como tambin las ciudades gigantes de Oriente Prximo, de la India antigua o del tipo representado hoy por Tehern. No mencion las ciudades de la antigedad grecorromana, o siquiera algunas de ellas, porque estaba centrado en su tema, el surgimiento del capitalismo moderno y, por lo tanto, el nacimiento de la ciudad en la Edad Media. Y la idea clave de esta definicin de una ciudad se remonta a Adam Smith: Sombart puso en el encabezamiento de esta seccin el mismo pasaje del libro III de La riqueza de las naciones, que cit antes, y dijo explcitamente que sus modelos eran variaciones sobre un tema, tema formulado con palabras de Adam Smith.26

    En el perodo, largo y fecundo histricamente, que va de Smith a Sombart haba habido, naturalmente, investigaciones abundantes sobre ciudades, y publicaciones sobre el mismo tema. Pero el inters en la medida en que iba ms all de la mera curiosidad erudita de mbito local haba estado siempre en la evolucin del feudalismo al capitalismo, en el nacimiento de la ciudad medieval, en la ciudad renacentista y en las evoluciones modernas consiguientes. Se pueden encontrar observaciones ocasionales sobre la ciudad antigua, algunas de ellas muy penetrantes, desde Adam Smith en adelante (hay que recordar siempre, tambin, a David Hume), pero eran marginales, secundarias en cuanto al tema tratado y nunca elaboradas. Valdra la pena el esfuerzo de recoger y examinar estas observaciones, pero voy a detenerme brevemente slo en un hombre, Karl Bcher.

    En 1893, Bcher, que ya haba escrito un notable estudio so- cioestadstico de la ciudad de Frankfurt en los siglos xiv y xv, public Die Entstehung der Volkwirtschaft (La gnesis de la eco-

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    nomta nacional), en el que, basndose en una idea de Rodbertus, extendi la vieja teora evolutiva de las cuatro fases, sugiriendo tres fases ms en la historia de la ltima, la comercial, que llam economa familiar cerrada, economa de la ciudad y economa nacional.27 ste fue el libro que hizo estallar la disputa con los historiadores de la antigedad que ahora se conoce normalmente con el nombre de controversia Bcher-Meyer, en la que gan el ltimo, con gran satisfaccin suya, como ya he indicado.28

    El ao de la Entstehung de Bcher, 1893, fue tambin el ao del primero de los tres famosos artculos de Henri Pirenne en la Revue Historique sobre El origen de las constituciones urbanas de la Edad Media, en los que formul las ideas fundamentales que iban a preocuparlo durante la mayor parte de su vida.29 El surgimiento de la ciudad medieval, insista una y otra vez, fue en primer lugar el producto de ciertas causas econmicas y sociales.30 Estas causas econmicas y sociales, por desgracia, resultaron ser slo un misterioso proceso natural, puesto en marcha por mercaderes, y Pirenne se dej caer rpidamente en el mismo vicio de poner el acento en la jurisdiccin y la historia constitucional que tan duramente haba criticado en otros. Aparte de banalidades sobre la esterilidad de la ciudad, no hay nada destacable por encima del nivel puramente descriptivo, pese a que, en ese nivel, era, con toda seguridad, inteligente, erudito e inestimable. Admiraba el libro de Bcher sobre Frankfurt, pero en su ltima obra terica, Pirenne adverta a sus estudiantes de que era demasiado economista y no bastante historiador ... sus teoras sobre la evolucin econmica, pese a ser estimulantes, no mantenan relacin con las pruebas histricas.31 Slo una vez, por lo que yo conozco, se dign Pirenne discutir y disputar con Bcher y Sombart, en un artculo que, como mejor puedo resumir, es como un eco medievalista de los argumentos de los historiadores de la antigedad modernizantes, con la conclusin, de acuerdo con estos ltimos, de que la diferencia entre el capitalismo moderno y el capitalismo que empez en el siglo xn era slo una diferencia de cantidad, no de calidad, una simple diferencia de intensidad, no de naturaleza.32 Nos han contado que ms tarde Pirenne oy decir que Weber, de modo nada sorprendente (si es cierto), se refiri custicamente a l como ese medievalista belga que no conoca ni la economa ni la historia social medievales.33

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    En otra parte Weber protest de que los historiadores hubieran interpretado mal el mtodo de Bcher, que era una aplicacin expresa del mtodo de los tipos ideales,34 pero los historiadores, tanto los de la antigedad como los de cualquier otra poca, son usualmente alrgicos o totalmente sordos a los tipos ideales. As, el distinguido medievalista Georg von Below, ms comprensivo que la mayora con la contribucin de Bcher, no obstante, sac la conclusin de que la empresa estaba destinada al fracaso desde el principio por su preocupacin por las normas: Son precisamente las desviaciones las que son interesantes o, al menos, tan importantes como la norma.35 Eduard Meyer fue menos comprensivo, y Bcher rehus una invitacin del editor de la Jahrbcher fr Nattonalkonomik und Statistik para replicar a Meyer, pretextando que, segn sus propias palabras, Meyer haba demostrado muy poca comprensin de lo esencial en economa.36 Unos pocos aos ms tarde, no pudo resistir, y en un largo ensayo, lleno de erudicin y talento, examin detalladamente las pruebas atenienses presentadas por Meyer y Beloch, y ech sus conclusiones por los suelos.37

    Bcher, en resumen, saba perfectamente que la unidad familiar escueta no era la formacin econmica nica o general en la antigedad grecorromana. Otra cosa es que no tratara de las ciudades grecorromanas con algn detenimiento sus captulos en Stadtwirt- schaft hablan de la Edad Media , pero incorpor la ciudad antigua en su esquema evolutivo, poniendo el acento en el cambio de las relaciones ciudad-campo: El habitante griego y romano de la ciudad era dueo de la tierra, y la explotaba, incluso si