finca
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En la clase de finca aprendí… muchas cosas, la verdad nunca en mi vida me
había tomado ese tiempo de realizar este tipo de actividades. Jamás había
plantado algo, y ver el fruto de eso que sembré. Ni mucho menos le había
dedicado algo de tiempo para cuidarlo y ver cómo va creciendo, y es una de las
dichas que tuve al llevar esta materia.
A principio no entendía el porqué de esta materia, por más que le buscaba, llegue
a sentir que era solamente una materia para matar el tiempo, o una materia que
no necesitábamos, pero estaba equivocada. Aprendí muchas cosas en esta
materia y es algo que explicaré en este trabajo.
A principio nos dieron lo que son las clases teóricas, en ellas aprendí muchas
cosas. Aprendí a ver el tipo de semillas que habían, también los tipos de cultivos
que se pueden realizar, y más que eso, aprendí la relación que tiene eso con la
biblia y, aunque no lo creamos, la biblia sugiere que realicemos actividades con el
campo.
Aprendí muchas cosas, entre ellas los efectos positivos que tienen el realizar este
tipo de actividades, actividades de campo y al aire libre. Libertarte del estrés,
despejar tu mente, invertir tu tiempo en algo productivo son solo unos de los
múltiples beneficios que traen el realizar este tipo de actividades. Jamás había
escuchado sobre la siembra en almacigo y, me llamó mucho la atención eso, fue
también una de las cosas que aprendí.
Posteriormente nos llevaron a la finca para poner en práctica lo que habíamos
visto en las clases teóricas. Sonaba fácil en el salón de clases, llenar de tierra el
almacigo, poner la semillita y taparle de nuevo con tierra sonaba como una tarea
sencilla pero, a la hora de la práctica, las cosas eran un poquito diferentes. Era
curioso porque en las primeras clases que recibimos en la finca, no era raro
escuchar que mis compañer@s se quejaran por el sol, por los insectos, por
ensuciarse, etc. Pero conforme iba pasando el tiempo, los días de ir a finca se
iban convirtiendo en días no tan malos, hasta que nos llegó a gustar esa clase.
Fue una de las cosas que también aprendí, a querer la tierra y el tipo de
actividades que en ella se realizan. Aprendí a respetar mucho más a las personas
que dedican su vida al campo, porque trabajar ahí no es cosa fácil. Si nosotros
que íbamos solamente dos horas a la semana nos quejamos por el sol, cuanto
más difícil será realizar estas actividades durante toda tu vida.
Una vez el señor Martín mencionó algo que me gustó mucho y que me llamó la
atención. Nos lo dijo después de que nos suspendieran unas clases de finca por la
lluvia. “Las personas que nos dedicamos al campo, llueve, truene o relampaguee
no tomamos descanso. Porque mientras nosotros dormimos, la maleza sigue
avanzando y con mucha más fuerza. No porque decidamos descansar por haber
tenido un día lluvioso, la maleza decidirá tener también un descanso.”
Y yo creo que eso es algo totalmente cierto, y se puede ver de muchas maneras
ese comentario. El simple hecho de que nosotros decidamos descansar y dejar
para después alguna actividad, no elimina la actividad, ni mucho menos nos
espera. El tiempo sigue avanzando, tal como la maleza con la lluvia.
Eran divertidas las clases, a principio a mí me tocó amos arrancar la maleza que
había, todo esto antes de que sembráramos. Mientras unos arrancábamos la
maleza, otros con el rastrillo (al menos, así creo que se llama) iban haciendo lo
mismo, quitando la basura de los surcos y otros ablandaban la tierra. Eso lo
hacíamos porque en ocasiones la tierra estaba toda hecha piedra, y eso impedía
que nuestra semilla fuera a florecer rápido, así que se agarraban los terrones de
tierra, se deshacían y se colocaba la tierra de nuevo.
Ya después que terminamos de hacer eso, nos pusieron a hacer pequeños surcos
en la tierra para poder acomodar nuestra semilla. Lo que hacíamos era realizar un
pequeño hueco en la tierra, de unos 5 cm de largo, para poder plantar ahí nuestra
semillita.
Lo primero que me tocó plantar me parece que era calabaza, era una semillita
color rosa. Cuando la colocábamos en la tierra, lo que hicimos después fue
cubrirla de tierra sin compactar toda la tierra, que quedara lo más suelto posible,
ya que si apretábamos mucho la tierra, caíamos en el riesgo de que no fuera a
crecer bien nuestra plantita y que fuera a morir.
Mientras crecía esa plantita, realizábamos otras cosas. Por ejemplo, unas clases
nos ponían a arrancar la maleza, otras veces nos pusieron a sembrar en almacigo.
También fue una experiencia muy bonita sembrar en almacigo. Lo que nos tocó a
nosotros sembrar en esa ocasión fue cebolla. Jamás en mi vida había visto la
semilla de la cebolla, y realmente no imaginaba que fuera a verse de esa manera,
pequeñita y color negro.
Aprendimos a cuidar de lo que estábamos plantando, y la verdad fue bien bonito
poder ver como los rábanos iban creciendo. Fue de las primeras cosas que vi
crecer súper rápido. Jamás había visto crecer algo que yo sembrara, y fue bien
bonito ver cómo es que iban creciendo poco a poco las cosas que habíamos
plantado.
Ciento que realizar este tipo de actividades ayuda en mucho. Ya que en mi ámbito
profesional, se puede utilizar como un método de terapia, no sólo para mí, sino
también para mis pacientes. Con el simple hecho de estar en total contacto con la
naturaleza, te ayuda en muchas cosas. Fue algo que yo pude aprender este
semestre que estuve yendo a estas clases de finca. En ciertas ocasiones yo
llegaba muy estresada, con ganas de dormir o de irme a mi casa a descansar,
pero al ocuparme ahí y al ponerme a arrancar la maleza o a realizar cualquier tipo
de actividad en el campo, me quitaba fácil el estrés y mi mente se desanublaba. Y
yo creo que como futura psicóloga Cristiana, es una herramienta que puedo
utilizar con mis pacientes, una herramienta que no hubiera conocido si no habría
llevado esta clase.
BRENDA LUCERO RÍOS ESCUDERO
PSICOLOGÍA CLÍNICA
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