finalmente tenemos la obligación de decir la verdad

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Finalmente tenemos la obligación de decir la verdad, que la ética absoluta nos impone sin condiciones. De aquí se ha sacado la conclusión de que hay que publicar todos los documentos, sobre toda aquellos que culpan al propio país, y con base en esta publicación unilateral, hacer una confesión de la propia culpa, también unilateral e incondicional, sin pensar en las consecuencias. El político se dará cuenta de que esta forma de obrar no ayuda a la verdad sino que por el contrario, se la oscurece con el abuso y el desencadenamiento de las pasiones. Sólo una investigación bien planeada e imparcial, conducida por personas igualmente imparciales, podrá rendir frutos, y cualquier otro proceder podrá tener, para la nación que lo adopte, consecuencias que no podrán ser eliminadas en decenios. La ética absoluta, sin embargo, ni. siquiera se pregunta por las consecuencias. Con esto llegamos al punto crucial. Tenemos que ver con claridad que cualquier acción orientada éticamente puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí y totalmente opuestas: puede orientarse según la ética de la convicción o según la ética de la responsabilidad. No es que la ética de la convicción signifique una falta de responsabilidad o que la ética de la responsabilidad suponga una falta de convicción. No se trata de eso. Sin embargo, entre un modo de actuar conforme a la máxima de una ética de convicción, cuyo ordenamiento, religiosamente hablando dice: el cristiano obra bien y deja los resultados a la voluntad de Dios, y el otro modo de obrar según una máxima de la ética de la responsabilidad, tal como la que ordena tener presente las previsibles consecuencias de la propia actuación, existe una insondable diferencia. En el caso de que ustedes intenten explicar a un sindicalista, así sea lo más elocuentemente posible, que las consecuencias de su modo de proceder habrán de aumentar las posibilidades de la reacción y acrecentarán la tiranía sobre su clase, dificultando su ascenso, no será posible causarle efecto, en el caso de que ese sindicalista se mantenga inflexible en su ética de convicción. En el momento que las consecuencias de una acción con arreglo a una ética de la convicción resultan funestas, quien la llevó a cabo, lejos de considerarse comprometido con ellas, responsabiliza al

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Finalmente tenemos la obligacin de decir la verdad, que la tica absoluta nos impone sin condiciones. De aqu se ha sacado la conclusin de que hay que publicar todos los documentos, sobre toda aquellos que culpan al propio pas, y con base en esta publicacin unilateral, hacer una confesin de la propia culpa, tambin unilateral e incondicional, sin pensar en las consecuencias. El poltico se dar cuenta de que esta forma de obrar no ayuda a la verdad sino que por el contrario, se la oscurece con el abuso y el desencadenamiento de las pasiones. Slo una investigacin bien planeada e imparcial, conducida por personas igualmente imparciales, podr rendir frutos, y cualquier otro proceder podr tener, para la nacin que lo adopte, consecuencias que no podrn ser eliminadas en decenios. La tica absoluta, sin embargo, ni. siquiera se pregunta por las consecuencias. Con esto llegamos al punto crucial. Tenemos que ver con claridad que cualquier accin orientada ticamente puede ajustarse a dos mximas fundamentalmente distintas entre s y totalmente opuestas: puede orientarse segn la tica de la conviccin o segn la tica de la responsabilidad. No es que la tica de la conviccin signifique una falta de responsabilidad o que la tica de la responsabilidad suponga una falta de conviccin. No se trata de eso. Sin embargo, entre un modo de actuar conforme a la mxima de una tica de conviccin, cuyo ordenamiento, religiosamente hablando dice: el cristiano obra bien y deja los resultados a la voluntad de Dios, y el otro modo de obrar segn una mxima de la tica de la responsabilidad, tal como la que ordena tener presente las previsibles consecuencias de la propia actuacin, existe una insondable diferencia. En el caso de que ustedes intenten explicar a un sindicalista, as sea lo ms elocuentemente posible, que las consecuencias de su modo de proceder habrn de aumentar las posibilidades de la reaccin y acrecentarn la tirana sobre su clase, dificultando su ascenso, no ser posible causarle efecto, en el caso de que ese sindicalista se mantenga inflexible en su tica de conviccin. En el momento que las consecuencias de una accin con arreglo a una tica de la conviccin resultan funestas, quien la llev a cabo, lejos de considerarse comprometido con ellas, responsabiliza al mundo, a la necedad de los hombres o la voluntad de Dios por haberlas hecho as. Por el contrario, quien acta apegado a una tica de la responsabilidad toma en consideracin todas las fallas del hombre medio. Tal como opina Fichte, no le asiste derecho alguno a dar crdito a la bondad y perfeccin del hombre, considerndose que su situacin no le permite imputar a otros aquellas consecuencias de su proceder que bien pudieron serle previsibles. Siempre se dir que tales consecuencias deben achacarse a su proceder. A la inversa quien se rige por una tica de la conviccin slo siente la responsabilidad de que no vaya a flamear la llama de la pura conviccin, la llama, por ejemplo, de la reprobacin de las injusticias del orden social. Prender la mecha una vez tras otra es el fin por el cual se acta. Y que desde el punto de vista de un probable triunfo, es totalmente irracional y tan slo puede considerrsele en calidad de valor ejemplar. Con e